CAPÍTULO 2. SISTEMAS DE HISTORIA. 2.1. LA HISTORIA COMO...
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CAPÍTULO 2. SISTEMAS DE HISTORIA.
2.1. LA HISTORIA COMO SECUENCIA DE ACONTECIMIENTOS.
La historia es un sistema social que se estructura y funciona con
acontecimientos. Como construcción, como materia de la historiografía en todo
caso, nos acerca a la temporalidad para reflexionar acerca de lo que hemos
aprendido de ella. En principio hemos aprendido a concebir la historia como el
pasado que al estar constituido por hechos es posible observar en perspectiva; no
obstante, al elaborar procedimientos para acercamientos más específicos, decimos
que tratamos de los hechos de las diferentes sociedades y culturas en el pasado.
Pero esta sola idea nos conduce a la duración, a la temporalidad, y así la
abstracción pasado debe ser descrita si hemos de hacer de ella algo inteligible. Esto
sólo es posible a partir del concepto de tiempo. Pero no del tiempo cronológico, sino
del tiempo histórico19 donde los fenómenos—a partir de Bloch—se dan en ese
plasma continuo y de cambio perpetuo. Si estos fenómenos son los hechos,
¿podemos sustituirlos por el concepto—a partir de Luhmann—de acontecimiento?
Si la historia son los hechos de las sociedades y culturas en el tiempo y ya no
son algo dado sino que requieren su construcción, estamos entonces bordeando los
límites de la historia como disciplina del conocimiento y de la historia como
narración—en la medida en que necesitamos construir los hechos, reconstruirlos,
para poder hacer inteligible la historia en los textos. Pero entonces ya no estamos
19 “ [El tiempo de la historia] es el plasma mismo donde están sumergidos los fenómenos y es como el lugar de su inteligibilidad […] este tiempo verdadero es, por naturaleza, un continuo. También es cambio perpetuo. Marc Bloch, Apología para la Historia o el Oficio de Historiador, México: FCE, 2006, p. 58.
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hablando de la historicidad, sino de la construcción o reconstrucción que hacemos
del pasado para presentarla como historia.
Nos colocamos así en un callejón sin salida, en una contradicción
permanente o en algo que puede convertirse en inconmensurabilidad20. Si los
hechos nos dan cuenta de la historia, estamos entonces hablando de los hechos en
sí y de la historia en sí—tal como lo ha practicado la historiografía tradicional, así los
asuntos tengan o no solución desde esa perspectiva. Lo que propongo es buscar las
formas como se han presentado lo que consideramos hechos, y cómo a partir de
esas formas nos hemos acercado a lo que entendemos por el pasado como
constitutivo de la historicidad.
Un hecho histórico para la historiografía sonorense sucedió el 30 de octubre
de 1975, cuando se inauguró el Simposio de Historia y Antropología de Sonora. De
eso nos dan cuenta las crónicas y memorias del evento, también nos dan cuenta los
periódicos de la época, así como los testimonios de quienes en él participaron y de
aquéllos que, sin participar, nos cuentan que sucedió. ¿Tuvo transcendencia el
hecho? Hoy sabemos que sí; sin embargo los que participaron en él, inmersos en el
contexto educativo, cultural y político de la época, no estaban tan seguros.
Pensaban que estaban escribiendo una historia, y recurrieron al discurso para 20 Chalmers trata el asunto del concepto de inconmensurabilidad de Feyeraben y lo expone de la siguiente manera: “Los significados e interpretaciones de los conceptos y los enunciados observacionales que los empleen dependerán del contexto teórico en el que surjan. En algunos casos, los principios fundamentales de dos teorías rivales pueden ser tan radicalmente diferentes que no sea posible ni siquiera formular los conceptos básicos de una teoría en los términos de otra, con lo que las dos teorías rivales no compartirán ningún enunciado observacional. En tales casos, no es posible comparar lógicamente las teorías rivales. No será posible deducir lógicamente algunas de las consecuencias de una teoría partiendo de los principios de su rival con fines comparativos. Las dos teorías serán inconmensurables”. Alan F. Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada Ciencia? Una Valoración de la Naturaleza y el Estatuto de la Ciencia y sus Métodos, México.: Siglo XXI editores., 2001, p. 191.
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plantarse como iniciadores de lo que esperaban fuera un programa que
trascendiera, al menos, la primera edición. La secuencia de acontecimientos (casi
siempre entendida como los antecedentes que configuran el contexto) en la visión
particular que los actores tenían de su temporalidad expresada en los textos
inaugurales, posibilitó establecer una forma de organización que diera cuenta de la
historia de Sonora, por medio de las estrategias que establecieron para que esa
organización permaneciera.
Ahora bien, pareciera—hasta lo que tradicionalmente hemos aprendido—que
los hechos son lo mismo que los acontecimientos. Sin embargo, yo entiendo los
hechos como construcciones que se comunican por medio de la historiografía a
partir de una operación en la cual el historiador hace acopio de lo que él considera
como acontecimientos trascendentales tanto para su investigación como para la
estructuración y producción del relato, de tal manera que selecciona lo que para su
programa de trabajo es importante. Sólo hasta aquí es posible establecer una
simetría conceptual entre hecho y acontecimiento; no obstante el acontecimiento se
presenta (a diferencia del hecho que se construye), como un elemento en el tiempo
que permite unificar los procesos en los sistemas,21 lo cual no depende del sistema
observador.
Este punto es importante en esta tesis puesto que me permite establecer la
diferencia entre un concepto y otro, así como la posición relativa de un sistema 21“Los acontecimientos son elementos que se fijan puntualmente en el tiempo[...]acontecen una sola vez y sólo en un lapso mínimo (specius present ) necesario para su aparición. Este suceder temporal los identifica y, por lo tanto, son irrepetibles. Precisamente por esto sirven como elementos de unidad de los procesos. Esto se comprueba, justamente, por medio de la información. Una información cuyo sentido se repite ya no es información; conserva su sentido en la repetición, pero pierde el valor de información”. Luhmann, Sistemas Sociales. Lineamientos…op., cit.,p. 84.
frente a otro; por ejemplo: la disciplina de la historia (como sistema observador)
observa los acontecimientos en los procesos de la historia sonorense (como sistema
observado) y la secuencia de acontecimientos que se seleccionan para construir el
hecho de la creación del Instituto de Investigaciones Históricas que organiza el
simposio, como uno de los lugares sociales desde el cual abordar, leer, interpretar y
escribir la historicidad. Las formas de esas lectura y escritura son correspondientes
al sistema en que se producen como al entorno de producción; Así, es a través de
ellas como nos informaremos acerca de ese sistema/entorno en su temporalidad—y,
no, como tradicionalmente hemos hecho al colocar nuestras percepciones y
representaciones, en función de nuestro sistema/entorno en esta historicidad. En
otras palabras, lo que propongo es ver las comunicaciones en la temporalidad
propia de los sistemas.
Un acontecimiento no se repite, pero puede propiciar la emergencia de otros
acontecimientos en la medida de la recursividad, esto es lo que se entiende por
enlace de las operaciones que permiten la continuidad o no de los procesos. Si lo
planteamos de esta manera, lo que podemos entender a partir de ahora por
historicidad es la recursividad de las operaciones del sistema de la historia como
acontecimientos en el tiempo. El enfoque inconsistente de esa recursividad y de la
autorreproducción (independientes del sistema observador) es lo que ha conducido
a la percepción de continuidad, de manera que observamos a la historia y su tiempo
(el tiempo histórico) como un continuum, que como tal nunca terminará. Es esta
percepción de continuidad, o dicho en términos más concretos, la construcción que
hacemos de esa percepción, lo que lleva a los historiadores a otorgarle a los hechos
históricos y a la historia misma una perspectiva teleológica, una finalidad que en
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sentido estricto, se encuentra ausente en las operaciones del sistema y que se
puede colocar en el terreno de la metafísica.
Los acontecimientos—dice Luhmann—sirven como elementos de unidad en
los procesos. Pero los procesos por su propia naturaleza operan en el tiempo,
tienen un antes, un ahora y un después22. Si consideramos esta naturaleza
observamos las informaciones y comunicaciones que resultan del proceso y con
ellas configuramos lo que en ciencias sociales se entiende por hecho. Dicho en
otras palabras, si en lugar de la noción causa/efecto observamos la emergencia de
acontecimientos podemos concebir que un hecho no es efecto de otro ni causa de
uno siguiente, sino que se puede convertir en un hito hacia el cual confluye una
serie de acontecimientos, mismo que a su vez puede producir (de manera recursiva
o no) otra serie, que posibilite el enlace de operaciones y con ello la continuidad o
no del proceso.
Si pensamos la noción de proceso estamos asumiendo que existe un punto
de inicio, un desarrollo y un final. El proceso puede concluir ahí, sin que de lugar a
otro; o bien, puede concluir y nosotros pensar que a partir de ese final se inicia uno
nuevo y así, hasta su conclusión. En la naturaleza observamos la regularidad de los
procesos dado que los sistemas orgánicos desarrollan procesos cíclicamente, no así
los sistemas sociales—que son hacia los cuales estamos orientando nuestro
trabajo. Así que es fundamental la diferenciación.
22 “La diferencia entre el antes y el después, experimentable directamente en todos los acontecimientos y que se refiere a horizontes especiales, es decir, que se prolonga hacia el pasado y hacia el futuro, constituye la dimensión del tiempo...” Ibid.,p. 92.
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Los sistemas sociales presentan regularidades, pero estas regularidades no
son cíclicas sino que están determinadas por las operaciones propias del sistema y
por aquéllas que ejecuta cuando establece comunicaciones con el entorno. De ahí
que toda predicción es aleatoria y contingente. Es justamente la contingencia lo que
posibilita la selección y el sentido. Un sistema de sentido, como es el caso de la
historia, selecciona entre sus acciones aquella que es congruente con las
operaciones propias de la historicidad, de tal forma que cualquiera que fuera la
selección de un conjunto de probabilidades, sólo seleccionaría aquélla que
terminara con la contingencia. Pero esto es explicable sólo desde el presente y toda
explicación se propone a partir de las operaciones propias del sistema observador.
Los acontecimientos se presentan por una ocasión y no se repiten, pero lo
que nos dejan es información, y es con esa información con la que construimos (o
reconstruimos) los hechos. Si lo observamos desde esta perspectiva lo que la
historia nos presenta no son los hechos en sí ni acontecimientos en sí, sino las
informaciones que éstos han producido y que se convierten en materia
historiográfica. De esta manera el equívoco es tratar de leer la historicidad en los
hechos al confundirlos con los acontecimientos y otorgarles un estatuto preferencial
frente a otros elementos que también son constitutivos de los procesos23.
23 Günther Patzig hace una observación acerca de las tesis sobre el hecho histórico que se presentan en el ensayo póstumo de Carl Becker (1873-1945), What are Historical Facts? en el sentido de que a partir de ellas, se pude inferir que “los hechos históricos tienen su lugar en la conciencia del historiador”. Sin embargo, en la referencia de Patzig a Becker en el sentido de que no es posible descomponer el hecho en hechos individuales se observa incluso esa confusión puesto que el hecho de que César haya cruzado el Rubicón no implica que esté compuesto de muchos hechos individuales. “El acontecimiento en relación al cual existe el hecho es localizable espacial y temporalmente”. Günther Patzig, "El Problema de la Objetividad y del Concepto de Hecho.," en Silvia Pappe, ed., Debates Recientes en la Teoría de la Historiografía Alemana, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades. Serie Historia-Historiografía, México.: UAM Azcapotzalco, UIA., 2000, pp. 143-165.
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Esta abstracción permite plantearnos la emergencia de los acontecimientos
tanto como la unidad de los procesos, así como diferenciarlos para hacer posible
todo intento de historia. Pero también la reflexión nos obliga igualmente a hacer un
planteamiento más complejo y nodal; si bien de facto se pueden confundir hechos
como acontecimientos, y viceversa, para poder deslindar unos de los otros, estamos
comprometidos a establecer la distinción. Si cualesquiera de ellos, o las relaciones
entre ambos, o la inclusión de unos en otros la constituyen, ¿cuándo es que nos
damos cuenta de la historia?
La historia tiene lugar cuando las secuencias quedan desligadas24. Es decir
nos damos cuenta de la historia cuando un proceso ha concluido y otro emerge. El
punto en el que quedan desligadas se convierte para el historiador en coyuntura o
en ruptura. Así es como también se puede explicar lo que entendemos por
historicidad. Sin embargo, si aceptamos este argumento nos tenemos que
replantear lo que hasta ahora hemos asumido como historia. En efecto, se
constituye como la dimensión específica del tiempo, pero ya no es el tiempo del que
nos habla Marc Bloch, como tampoco es el tiempo de Martín Heidegger cuyo
sentido de la temporalidad nos conduce irremediablemente a la muerte.
Para Luhmann el tiempo es la estructura de un proceso selectivo de equilibrio
entre lo reversible y lo irreversible, de tal forma que la operación de selección coloca
24 “Bajo la designación historia no debe entenderse simplemente la secuencia real de los acontecimientos en virtud del cual se puede concebir lo presente como efecto de causas pasadas o como causa de efectos futuros. Lo específico de la historia del sentido radica, más bien, en que posibilita el asimiento discrecional del sentido de los acontecimientos pasados o futuros, es decir, posibilita el saltar la secuencia . La historia tiene lugar cuando las secuencias quedan desligadas”. Luhmann, Sistemas Sociales. Lineamientos…op., cit., p. 94. Las cursivas son mías.
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las bases para procesos selectivos siguientes25. Esto no implica necesariamente la
continuidad de un mismo proceso, sino que puede vislumbrar el punto en que las
secuencias quedan desligadas y se da lugar a la emergencia de un proceso nuevo
que puede o no contener elementos del anterior26.
Si el tiempo asimetriza la autorreferencia27 podemos asumir que posibilita la
selección, de donde resultaría que selección de sentido no es lo mismo que
finalidad. ¿Qué implicaciones tendría esto? La primera a la vista es que el sentido
es un atributo de las operaciones propias del sistema y que la finalidad (el thelos)
pudiera no existir en esa dinámica y, sí, en cambio, pudiera ser que se trata de un
atributo (por tanto adjetivo) que el sistema observador a puesto en el sistema
observado.
Esto se puede presentar de otra manera: Cuando leemos textos de historia
pareciera que todo conduce a algún punto y que, inexorablemente se llegará hasta
ahí. En efecto se llega hasta ahí; sin embargo eso lo obtiene el historiador a partir 25Ibid., p. 130. 26 Como se verá en un capítulo más adelante y en relación a las crónicas que sobre arte y cultura se han escrito desde el lugar social de la Universidad de Sonora, el programa de Licenciatura en Artes no es una continuación de la secuencia de acontecimientos en el sistema de educación artística de las Academias, sino que es un programa nuevo, un nuevo sistema de educación en las artes, que se institucionaliza a partir de su apertura al público en 1997, y que opera de manera diferente al sistema anterior, que ha venido funcionando desde los inicios de los años cincuenta del siglo XX. Podemos encontrar antecedentes históricos en él, sí, pero ya no existen sus operaciones porque es otro, en una estructura académico administrativa diferente, con operadores diferentes y un sentido diferente que se expresa en sus objetivos. Lo que la crónica comunica es este desligamiento. Ahí se encuentra el punto ciego de la observación. Lo que continúa a ese desligamiento (lo que tradicionalmente llamaríamos punto de inflexión, coyuntura) queda fuera de la crónica, inicia una forma novedosa para la Universidad de Sonora en la educación artística. 27 “El tiempo no es únicamente teleología, sino también la asimetrización de la autorreferencia con vistas a un orden de selecciones, el cual en el contexto social temporaliza la doble contingencia de la acción social con las autorreferencias que suceden en ella, para hacer posible que un orden improbable se genere prácticamente de manera inexorable dondequiera que se experimente la doble contingencia”. Luhmann, Sistemas Sociales. Lineamientos…op., cit., p. 131.
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de su observación desde el presente para la cual reúne una serie de elementos que
le permiten inferir la finalidad de las acciones que llevaron a la constitución de los
hechos—mismos que el historiador construye a partir de esa inferencia, primero
sobre la intencionalidad del actor, y segundo, sobre la finalidad de los hechos28. Así,
entonces, la intencionalidad individual del actor es simétrica al sentido de la acción,
lo cual dota al hecho histórico y a la historicidad de una finalidad que trasciende el
momento en que se presentan los acontecimientos, es decir la prognosis se
convierte en explicandum29.
28 A partir de la certidumbre de que la revolución cubana se ha producido, y en relación al sentido que adquiere el enunciado “la historia me absolverá”, se pueden presentar al menos dos contenidos de la palabra historia. Pareciera, entonces y visto desde el presente, que todos los acontecimientos en cuanto “necesarios” conducirían al triunfo: “Con ello el problema se plantea en los términos de la posibilidad de una previsión inteligente de los hechos a partir de un análisis correcto de sus factores. La <<historia>> invocada no es ya entonces la historiografía escrita que <<juzga>> moralmente un acto o un hombre, sino la historia-materia, la historia-objeto que, con su dinámica propia, <<zanja>> un debate a la vez teórico y práctico, dando la razón, con los hechos, a quien ha sido capaz del mejor análisis".Vilar, Iniciación al Vocabulario…op.,cit., pp. 19-20. Contrástese esta perspectiva con la de Joyce Appleby quien en el capítulo La historia inventa una nación sugiere que “el amontonamiento de trece estados, ahora independientes, debía convertirse en una nación. Sólo retrospectivamente pueden los historiadores asignar a sus similitudes más importancia que a sus diferencias. […]La herencia protestante sólo parece homogénea retrospectivamente. […] La Revolución [de Independencia] no había producido una nación y mucho menos un pueblo unificado”. Joyce Appleby, La Verdad sobre la Historia, Barcelona: Editorial Andrés Bello, 1994, p. 96. 29 Aquí podemos recordar el sentido de prognosis que propone el mismo Popper como inferencia de causalidad a partir de condiciones iniciales. La “experiencia histórica como una importante fuente de información” es la que conduce a tal prognosis: “According to this analysis, there is no great difference between explanation, prediction and testing. The difference is not one of logical structure, but rather one of emphasis; it depends on what we consider to be our problem and what we do not so consider. If it is not our problem to find a prognosis, while we take it to be our problem to find the initial conditions or some of the universal laws (or both) from which we may deduce a given 'prognosis', then we are looking for an explanation (and the given 'prognosis' becomes our 'explicandum')”. Karl R. Popper, The Poverty of Historicism, Boston.: Beacon Press., 1957, p. 133. O, bien, Considérese el asunto del “resultantismo” en el caso de la independencia mexicana a que hace referencia Eric Van Young: “He dicho en otras partes y repito aquí que si ignoramos la historia social y cultural de los grupos subalternos caemos en el peligro de “resultantismo” —la creencia teleológica de que el resultado final del proceso de independencia, la separación de España y el establecimiento de una comunidad mexicana independiente, fue el propósito común de los miles y miles de gentes arrastradas por la violencia de la rebelión—. Si caemos en esta falacia estaremos distorsionando gravemente el proceso de independencia, olvidando que los diferentes grupos de la población de Nueva España fueron llevados a la insurgencia por distintas razones.” Eric Van Young. Historia en la sombra: La insurgencia popular. Nexos en Línea. http://www.nexos.com.mx
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La doble contingencia que posibilitó la selección de sentido es ya una
operación irreversible en el tiempo, por lo que toda especulación desde el presente
resulta ociosa y no conduce sino a mayor confusión. De ahí que lo fundamental es
observar las operaciones del sistema que permitan el establecimiento de las
distinciones. Sólo es posible observar estas distinciones como el resultado de la
comunicación y las formas que produce.
Al partir del concepto de sentido la contingencia queda resuelta puesto que
ya se ha operado una selección y las otras posibles han quedado fuera de la acción;
por ello Luhmann entiende la comunicación como el procesamiento de la
selección30. Este concepto es fundamental pues plantea la comunicación no como
un mero procedimiento de transmisión de información, sino incluye también en el
proceso la selección de la información que el propio sistema requiere en sus
operaciones31. Esta información se comunica en la forma que es necesaria para
conservar la unidad del sentido y por ello sólo es entendible en la actualidad del
proceso.
Si partimos de este concepto podemos plantear que los acontecimientos se
presentan como elementos de operación del sistema y, por tanto, su presencia se
30 “Si se parte del concepto de sentido, queda claro, en primer lugar, que la comunicación es siempre una acción selectiva. El sentido no permite más que la selección. La comunicación toma algo del actual horizonte referencial constituido por ella misma, y deja aparte lo otro. La comunicación es el procesamiento de la selección.”.Luhmann, Sistemas Sociales. Lineamientos…op., cit., p.142. 31 “La relación individuo/sociedad se entiende como relación sistema/mundo circundante; y este ardid epistemológico no sólo permite solucionar el problema de la intersubjetividad, sino que por encima de ello, en un arriesgado ejercicio de virtuosismo intelectual, permite también sostener que los sistemas no constan de individuos, sino de comunicaciones entre el mismo sistema y su mundo circundante: la sociedad, en consecuencia, es un sistema de comunicaciones.” Salvador Más Torres, "Teoría Crítica y Teoria de Sistemas. Observaciones sobre la Polémica Habermas-Luhmann.," Anales del Seminario de Metafísica.1996., p. 113.
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da independientemente del sistema observador; si a esto unimos lo que hemos
establecido párrafos arriba respecto a que los hechos son construcciones que se
elaboran a partir de acontecimientos cuyas relaciones son observadas, podemos
obtener que al no registrarse todos los acontecimientos, existen elementos que no
se consideran al pensar la historicidad32. O, visto de otra forma, la historia se
convierte en un acto de selección33.
Al plantearnos a la historia como un sistema que opera con acontecimientos,
mismos que son estructurados en relación a sus dinámicas y a la temporalidad,
podemos establecer que también selecciona en congruencia a esas dinámicas; y si
además consideramos que como sistema establece límites con el entorno a través
de operaciones de comunicación, obtenemos que lo observable son las formas en
que se expresan. De ahí que el resultado explícito sea el producto de una doble
selección: primero las que desarrolla el sistema observado en su actualidad; y,
segundo, las formas que el sistema observador selecciona a posteriori para
establecer lo que considera historia—y que después organiza en forma de textos
para constituir la historiografía, y por medio de ella establecer el conocimiento34.
32 Pensemos, por ejemplo, en el paradigma indiciario de Carlo Ginsburg; ¿Qué es el indicio si no aquello que no se ha registrado y que el historiador tiene que buscar para construir la historia? El indicio “no está ahí para permitir al historiador la reconstrucción del todo de un documento; está ahí para ofrecerle la posibilidad de interpretar el sentido de un acontecimiento, y sólo a través de él conocer la realidad del mismo”. Bolivar Echeverría, "La Historia como Desencubrimiento.," en Lilián Illades, ed., Recordar la Historia, Puebla, México.: ISCyH, BUAP., 2006, pp. 9-19. 33 “Un sistema reproduce en el recuerdo su propia historia de la selección, la historia de la selectividad de su propia vivencia y de su propia acción en relación al medio. Más allá de esto, también reconstruye una historia del mundo de una selectividad que no se llevó a cabo, la cual es necesaria para entender la propia selectividad secuencial”. Niklas Luhmann, "Tiempo Universal e Historia de los Sistemas.," en Silvia Pappe, ed., Debates Recientes en la Teoría de la Historiografía Alemana, México.: UAM Azcapotzalco, UIA., 2000, p. 373. 34 “Los acontecimientos históricos no son, por lo tanto, relevantes en su pura facticidad, sino en su selectividad. La historia del mundo tiene sentido como autoselección del ser y por tanto ha de ser
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No se trata, según esta argumentación, que los hechos estén en la
conciencia del historiador sino de que él observa como se han constituido a partir de
secuencias de acontecimientos que en algún tiempo y espacio del proceso quedan
desligadas y producen formas que posibilitan la observación. Es justamente en el
establecimiento de los límites entre la historia como un sistema que opera
acontecimientos en la constitución de hechos, y la historia como sistema de
conocimiento donde se produce la contingencia para el historiador al preguntarse
cómo podía haber sido la historia de otro modo; o, incluso, cómo puede ser la
historia de otro modo.
Citemos por caso el establecimiento del sistema misional y sus
particularidades en Sonora, lo que significa ubicar ese sistema en el entorno de
otras instituciones novohispanas, tanto religiosas, militares y civiles. Conocemos,
por ejemplo, la historia de Sonora en el período novohispano básicamente por el
impacto que tuvo el sistema misional; sabemos del establecimiento, auge y caída de
ese sistema por los documentos que produjo a través de los cuales se pueden
observar las comunicaciones entre los actores y la información que queda después
de efectuada la operación comunicativa. Hoy la historiografía nos informa que el
sistema fue una estrategia alternativa seguida por los misioneros frente al sistema
administrativo de los colonos españoles. Esta estrategia—sobre todo de los
jesuitas—estableció pueblos para congregar a los indígenas dispersos para el
desarrollo disciplinado de trabajo agrícola y ganadero; los productos eran
entendida teóricamente como evolución—en una sociedad que ya no posibilita solamente un interés político o teológico en la historia, sino que posibilita e impone un interés científico en la historia.” Ibid., p.368.
administrados por los misioneros y los excedentes se comercializaban al exterior de
los pueblos de misión, fuera en el entorno regional o hacia el resto de la Nueva
España.
La secuencia de acontecimientos del sistema misional en Sonora, que tuvo
características particulares al resto del mundo novohispano lleva, por ejemplo, a la
institucionalización de la reducción como un método para controlar las tierras de
cultivo y mantener a las comunidades compactas. Pero existen otros
acontecimientos como el enfrentamiento frecuente de los misioneros con los
colonos españoles; las migraciones de indígenas de sus comunidades de orígen
hacia los Reales de Minas o a los pueblos de misión; las mezclas raciales que
fueron constituyendo el mestizaje, etcétera. Es decir, el hecho histórico consiste en
la observación acerca del establecimiento del sistema misional; pero el sistema
misional está constituido por una serie de elementos que realizan operaciones en un
proceso que se inicia en el siglo XVI y concluye hacia finales del siglo XVIII. Así
entonces, historiar el período es observar los límites temporales del sistema así
como la información que resulta de sus operaciones. Plantear la historia sonorense como secuencia de acontecimientos debido a
una operación específica de selección de sentido, nos posibilita demostrar que no
se presenta en una estructura lineal sino que establece para sus operaciones una
estructura funcional donde unos acontecimientos se inician y terminan para dar
lugar a otros y que el punto donde pueden convergir es lo que conocemos como
hecho histórico.
Los acontecimientos entonces se hacen visibles por las informaciones que
dejan; sin embargo es la lectura de esas informaciones lo que nos conduce a
estabecer nuestra versión de la realidad histórica. De esta manera la historiografía
sonorense vista como un todo ha producido vocaciones específicas de ver hacia el
pasado como algo inamovible al cual, si acaso, se puede penetrar para conocerlo.
Estas versiones al exponerse han propiciado, a su vez, la construcción de la
formación histórica de un sonorense objeto de acciones externas sean de la
naturaleza o de formas específicas de dominación, de las cuales ha debido emerger
para sobrevivir y dominar esos elementos de coacción.
El conocimiento que obtenemos de esas informaciones se encuentra así en
relación directa al desarrollo de formas específicas de hacer y leer la historicidad de
los sistemas sociales y los entornos que posibilitan su existencia. La historia como
sistema en el tiempo ejecuta procesos cuyas informaciones observa la disciplina de
la historia en una operación de comprensión de las comunicaciones. Así, el
historiador deberá conocer las variaciones en las formas de la comunicación para
poder, a su vez, construir la versión de la realidad observada.
Pero, ¿cómo es que podemos conocer esas formas? Esto nos conduce ahora
a exponer cuáles son las posibilidades que tiene la historia como un sistema de
conocimiento que también se transforma, y en ese proceso nos muestra las
variaciones de la observación.
2. 2. LA HISTORIA COMO SISTEMA DE CONOCIMIENTO.
Esta parte de la exposición la dedicaremos a plantear cómo es que
conocemos la historia, a partir del supuesto que la realidad histórica se convierte en
una construcción. Pero esta observación se elabora desde el pensamiento
contemporáneo y a partir de una perspectiva constructivista. En el caso de esta
tesis, para tratar de entender y explicarme la cultura en la historia de Sonora y, dado
que los conceptos hasta ahora asumidos ya no son suficientes, requiero plantearla a
partir de otro horizonte de observación. ¿Cómo se constituye ese horizonte?
Plantémoslo de la siguiente manera: una es la historia como conocimiento, y otra es
la historia como acontecer. ¿Cuál es la relación que guarda la una con la otra?
¿Qué tipo de conocimiento se produce? Un breve recorrido a las diferentes formas
de observar la historia nos permitirá acercarnos a la las respuestas.
2.2.1. VARIEDADES DE HISTORIAS.
La historia, ya lo sabemos, no siempre tuvo pretensiones de validez científica
y no es sino hasta Ranke cuando éste la eleva al estatuto de ciencia para colocarla
a la par de la formas de validación y verificación de las ciencias naturales. El debate
de Edmundo O’Gorman frente a esa postura no tiende sino a destruir ese estatuto y
proporcionarle a la historia una independencia frente a aquellas ciencias y con el
concepto de historiología supone el establecimiento de un programa para los
estudios de la historia que considerara los seres en su temporalidad—basado en el
sentido de historicidad que al tiempo y la existencia había otorgado Martín
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Heidegger35. Hasta ahora hemos aprendido que la historia estudia el pasado, que
su objeto de conocimiento son los hechos que acontecieron en una dimensión
temporal que definimos como pasado, al cual el historiador debe estudiar para
exponer a sus contemporáneos. R. G. Collinwood define a la historia como “un tipo
de investigación o inquisición” y en este sentido es una ciencia que investiga “actos
de seres humanos que han sido realizados en el pasado”, que procede
“interpretando testimonios” y que sirve para “el autoconocimiento humano”, de forma
tal que “nos enseña lo que el hombre ha hecho y en ese sentido lo que es el
hombre”36. Sin embargo, Erich Kahler replica que “la historia ha de entenderse como
el acontecimiento mismo, no como la descripción o investigación de él”37. Pero Marc
Bloch ha puesto atención en el tema y plantea la imposibilidad de estudiar el pasado
como tal, colocando una ciencia que estudie el pasado como una ciencia absurda38.
Para Kahler el significado de la historia, la esencia misma de la historia, es la
interacción del desarrollo de la conciencia histórica así como el curso de los 35 “In Heidegger's interpretation, historicity was not an explicitly ‘historical’ mode of being in the sense of belonging to a field of research entitled Historie. Instead, historicity, or Geschichtlichkeit, has an original relationship to Geschichte (etymologically drawn from Middle High German geschiht and new High German Geschehen, or ‘happening’) in the sense of Ereignis: not a specific historical event”. Charles R. Bambach, Heidegger, Dilthey and the Crisis of Historicism, Itaca, NY.: Cornell University Press., 1995, p. 244. 36 R.G. Collinwood, Idea de la Historia, México: FCE., 1984 ,p. 18-20. 37 “La historia—replicaría yo—no es de ninguna manera idéntica a la historiografía o investigación histórica, de otra manera estos términos, establecidos hace mucho, no tendrían sentido alguno. El hecho de que términos tales existan, de que podamos concebir un ‘estudio de la historia’, es prueba suficiente de que la historia ha de entenderse como el acontecimiento mismo, no como la descripción o investigación de él”. Erich Kahler, ¿Qué es la Historia?, México: Breviarios, FCE., 2004, p. 14. 38 “Algunas veces se ha dicho: ‘La historia es la ciencia del pasado’. […] La idea misma que el pasado, en tanto tal, pueda ser objeto de una ciencia es absurda. ¿De qué manera se puede tratar como materia de conocimiento racional, sin previa delimitación, a una serie de fenómenos cuyo único punto en común es el no ser contemporáneos?”. Marc Bloch, Apología para la Historia o el Oficio de Historiador, México: FCE., 2006, p. 54.
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acontecimientos. La historia así vista es portadora de una doble significación
aunque está imposibilitada, según acuerdo de historiadores y filósofos, de ser
considerada ciencia. Su referencia a Karl Popper es ilustrativa de esta
imposibilidad39. Lo que resalta, sin embargo, es que en el extremo de ese horizonte
positivista popperiano “la historia no tiene sentido”, lo cual para el mismo Kahler
resulta lógico si se parte de ese horizonte, aunque él mismo sostiene la existencia
de un orden definido que prevalece en la historia humana, que se expresa en
diferentes niveles tanto en lo físico, social e institucional. De ahí obtiene los
conceptos “el rigor de la coherencia”40, que a su vez conduce a la continuidad
histórica, desde los cuales plantea la cuestión decisiva del “determinismo y la
posibilidad de libertad humana de elección, de responsabilidad humana, de
hecho”41.
La vida humana para Kahler tiene una coherencia evolutiva intrínseca, una
dirección definida, que a su vez es predecible42. El significado es orden, pero
existen dos clases de significado: el externo, el significado como propósito y el
interno “que representa la unidad de la diversidad dentro de un fenómeno, o 39 “Karl Popper, en su libro The Poverty of Historicism, nos da todo un catálogo de argumentos contra el carácter y capacidad científicos de la historia, tales como la imposibilidad de experimentación y cuantificación, los rasgos de novedad, complejidad, impredecibilidad, inevitable selectividad de prestación, insuficiencia de explicación causal, y así sucesivamente”. Kahler, op., cit., pp.185-186. 40 “La coherencia histórica no consiste en simple causación, y así la cuestión fundamental de la ciencia—por qué algo es o acontece—no se aplica a la historia. La cuestión histórica es cómo aconteció”. Ibid., p. 194. 41Ibid., p. 200. 42 “Las maneras de ocurrir de las cosas, sin embargo, parecen sujetas a elecciones y decisiones de lo individuos, a su pensamiento y acción, y fuerza vital[…]De acuerdo con esto, la tendencia del proceso entero, la dirección general en que se mueven los acontecimientos, y las posibilidades a que apuntan para elección y decisión, pueden verse de modo definido a cierta distancia, adelante—en este respecto el curso de la historia es predecible”. Ibid., p. 204.
Con formato: Es
proceso, una coordinación de partes dentro de un orden estructural: significado
como forma”43. Resuelve así el “significado como coherencia del acontecer,
coherencia evolutiva”44.
Eric Hobsbawm se acerca al pasado como un acto de selección que las
sociedades hacen del recuerdo, pero lo que él considera el “pasado social
formalizado” se torna rígido en cuanto a que se constituye en modelo45 del cual
existe la creencia que deberá ser reproducido en el presente en un proceso de
cambio histórico “de ritmo bastante lento”46. Sin embargo y una vez que se acelera
el cambio social, ahora ese pasado se convierte en modelo de referencia47. El
pasado histórico, que puede ser real o imaginario, se rechaza sistemáticamente
cuando surge y se admite una innovación, aunque paradójicamente sigue siendo “la
herramienta analítica más útil para enfrentarse al cambio constante”48. Hobsbawm
pareciera asumir la historia como un continuum, sin embargo, desde mi perspectiva
a lo que se refiere es a estructuras, procesos y mecanismos que pueden contener
no probabilidades en selecciones particulares, en cuanto a que restringe las
posibilidades de lo que puede suceder. Cuando Hobsbawm escribe que “no
43 Ibid., p. 206. 44 Ibid., p. 207. 45 Eric Hobsbawm, Sobre la Historia, Barcelona: Crítica, Grijalbo Mondatori, 1998, p. 24. 46 “Mientras sea posible asimilar el cambio—demográfico, tecnológico, o de cualquier otro tipo—de una forma gradual, incrementándolo poco a poco, por así decirlo, el pasado social oficialmente aceptado estará capacitado para asimilarlo bajo la forma de una historia convertida en mito y quizás también en ritual…” Ibid., p. 25. 47 “…el pasado deja de ser el patrón sobre el que se traza el presente para pasar a ser como máximo un modelo de referencia.” Ibid., p. 26. 48 Ibid., p. 31.
Con formato: Es
obstante, el pasado, el presente y el futuro forman un continuo”, está escribiendo
acerca de tendencias posibles, pero no está asumiendo el pasado, ni el presente, ni
el futuro, cada uno de ellos como un todo, sino cada uno de ellos formando parte de
estructuras, procesos y mecanismos49. Joyce Appleby al leer la historia norteamericana que ha supuesto una
tradición historiográfica en la que el presente se da como la consecuencia de una
formación histórica homogénea y lineal, propone también que la elaboración del
discurso histórico ha legitimado el pasado en relación directa a la formación
ideológica en la constitución de los Estados Unidos—y por tanto replantea la
construcción del pasado imaginado desde los orígenes mismos de la nación50.
Josep Fontana—en una línea de pensamiento en que la historia debe ejercer
una posición militante y desde la cual hace una lectura política51—encuentra que no
es suficiente revisar el presente, sino que se requiere buscar los equívocos en los
que ha incurrido el análisis del pasado para redefinir tanto el progreso como el
porvenir; sin embargo también ha encontrado discordancias entre el planteamiento 49“Las estructuras de las sociedades humanas, sus procesos y mecanismos de reproducción, cambio y transformación, son de un tipo que restringe el número de cosas que pueden suceder, determina algunas de las que sucederán y permite asignar más o menos probabilidades a gran parte del resto”. Ibid., p. 53. Las negritas son mías. 50 “Suponiendo que la carencia de tradiciones venerables, religión uniforme y ancestros comunes se podía suplir con registros escritos de la Revolución independentista, los envejecidos testigos presenciales de esta gesta tomaron la pluma en la postrimerías del siglo dieciocho. Alentados por el vigor de los sucesos de los años sesenta, escribieron la primera historia de su nación y colmaron la ‘comunidad imaginada’ de nacionalismo norteamericano con detalles de heroísmo y virtudes guerreras”. Joyce Appleby, La Verdad sobre la Historia. Barcelona: Editorial Andrés Bello., 1994, pp. 101-102.
51“Es necesario repolitizar nuestro examen del presente […] y es igualmente necesario repolitizar nuestra visión de la historia para entender exactamente cómo se ha establecido la sociedad capitalista.” Josep Fontana, Historia: Análisis del Pasado y Proyecto Social, Barcelona: Crítica, 1982, p. 260.
Con formato: Es
de un futuro socialista a partir de una visión de la historia entendida como progreso,
pues lo considera como consustancial del capitalismo. Esa visión (que podemos
considerar lineal) se encuentra en crisis “porque resulta evidente que no nos sirve
para basar en ella unas perspectivas acordes a las necesidades sociales de nuestro
tiempo”.52 Según esta posición, entonces, ver la historia desde el progreso conduce
a una mala comprensión de algunos procesos53.
Si Fontana en España ha observado esa crisis en la historiografía europea
puesto que no sirve para resolver las necesidades de nuestro tiempo, Guillermo
Zermeño en México ha encontrado también un sentido de crisis que “se origina en el
carácter ambiguo de la historiografía que surge en la modernidad”54, por lo que
52 Ibid., p. 247. 53 “No es difícil advertir que el motor del progreso con que se ha construido la visión de la historia que estamos empleando es una generalización del tiempo de las condiciones de la revolución industrial que ha llevado a interpretar como avance todo lo que se aproximaba, en una u otra forma, a la tecnología y a las formas de organización social de la industrialización moderna.” Ibid., p. 256. Sin embargo diez años después propone “una simple reforma superficial a nuestras viejas herramientas de trabajo, con algunas novedades de enfoque: una mayor atención al texto y al discurso; la preocupación por el medio natural […] una <<historia social>> que abandone la tentación de manipular los conceptos de clase […] y finalmente, una incorporación adecuada de cuanto se refiere a las ideas de los hombres, desde lo que solemos definir como <<cultura>> hasta lo que quepa en la más nebulosa de las definiciones de <<mentalidad>>”Josep Fontana, La Historia después del Fin de la Historia. Reflexiones acerca de la Situación Actual de la Ciencia Histórica, Barcelona: Crítica, 1992, p. 125. 54 Guillermo Zermeño Padilla, La Cultura Moderna de la Historia: Una Aproximación Teórica e Historiográfica, México.: El Colegio de México, 2004, p. 218. Esta discusión sobre la “crisis” resulta significativa de las crisis que viven las ciencias y las artes, lo cual nos remite a los diferentes replanteamientos que en el mundo posmoderno se hace de todo el conocimiento, así como de las formas de conocer. Podemos encontrar una serie de revisiones o muestras de fracasos en las teorías, como la que destaca Luhmann sobre la teoría de la acción social. Ver Arthur Coleman Danto, La Transfiguración del Lugar Común, Barcelona: Paidos, 2002, donde se nos muestra la larga discusión sobre la muerte del arte; sin embargo se llega al cuestionamiento de si es realmente el arte el que ha muerto, o bien, si es el discurso sobre las artes el que ya no resulta operativo. Por su parte Larry Shiner, La Invención del Arte: Una Historia Cultural, Barcelona: Paidos, 2004, pasa revista a las diversas concepciones del arte y los discursos que se han creado, de tal forma que podemos observar la variación según el período histórico que se trate; es decir, por decirlo en términos de Hartog, cada régimen tiene su historicidad. Ver Francois Hartog, Regímenes De Historicidad. Presentismo Y Experiencias del Tiempo, México.: UIA., 2007. Así, ha sido la lectura de la historia la que nos permite la reconstrucción histórica puesto que construimos formas para desarrollar algún sentido de la observación.
Con formato: Es
partir de las nociones de “crítica” y “crisis” desarrolladas por Koselleck y Luhmann
para el contexto de Europa55 encuentra que no se trata de la crisis de la historia en
sí, sino de la crisis “de una cierta noción de ‘crítica’ histórica que ha acompañado a
la historiografía académica desde su nacimiento”56.
Pero esta crisis parte de un replanteamiento del sentido de la teoría y práctica
historiográficas una vez que ha quedado asentado que sólo el historiador
profesional—es decir, académico—puede orientar el curso de sus investigaciones.
El impacto de la historiografía europea en este salto del autodidactismo a la
profesionalización ha sido ya discutido por Zermeño, aunque en este trabajo se
vuelve a tomar en parte cuando presentamos los orígenes del simposio de historia
de Sonora. Lo que me interesa destacar aquí es la importancia y función que tiene
el lugar social en la producción historiográfica y como desde ahí se articula el
discurso en relación directa a un proyecto, lo cual de suyo implica lecturas del
pasado.
55 “Aun cuando los planteamientos teórico-históricos de Koselleck y Luhmann se ocupan de Europa y sus reflexiones se originan en la situación política e intelectual de Alemania, consideramos que sus análisis de las categorías de ‘crítica’ y ‘crisis’ son aplicables al ámbito mexicano [ya que] no ser parte de una misma experiencia no es razón suficiente para pensar en los diferentes modos de inserción en la modernidad”. Zermeño, La Cultura Moderna…op., cit., pp., 222-223. 56 Ibid. , p. 218.
Con formato: Es
2.2.2. EL OBJETO DEL HISTORIADOR.
Ahora bien, el asunto es que el objeto del historiador continúa siendo el
pasado en sí (la temporalidad que lo acompaña, la memoria, el recuerdo, etcétera),
al cual tendría que penetrar para entenderlo y poder explicar el noumeno y el thelos.
El historiador en su práctica recurre a otras disciplinas, no tanto para explicar ese
pasado en sí, sino para explicar el sentido de los hechos. No se plantea si ese
pasado pudo haber sido de otra forma, evade la contingencia, y explica lo que
sucedió desde su horizonte de observación. Entonces, si el objeto de estudio es el
pasado, ¿a partir de dónde estudia ese pasado? La respuesta inmediata y que no
permite réplica es: a través de las fuentes. De ahí que para estar seguro de que sus
fuentes son confiables establece toda una metodología que permita validarlas.
Cuando la exigencia teórica y metodológica lo requiere, tematiza su objeto57: hace
historia social, historia política, etcétera, pero su objeto sigue siendo el pasado
desde lo social, lo económico, lo político, de tal manera que lo explica por el
contexto en el que aparentemente se encuentra inmerso. Una de las observaciones
que hace la historiografía crítica es justamente la inconveniencia de plantear el
estudio de la historia a partir del contexto pues se pueden extrapolar las
57 “La insuficiencia de los análisis economicistas, por otra parte, ha dado lugar a que sea la historiografía académica la que haya planteado los problemas que ofrecen las otras dimensiones del hombre, ocupándose de temas como el sexo, la familia, la prisión, la ley y el delito, el miedo, lo imaginario, la mujer, la locura…Lo cual ha de servirnos como justo recordatorio de graves olvidos, pero resulta erróneo y mistificador cuando se intenta presentar estas otras historias sectoriales como vías que han de permitir analizar al hombre autónomamente”. Fontana, Historia… op., cit., p. 260.
Con formato: Es
percepciones del sujeto hacia el objeto estudiado, como antes hemos propuesto y
como lo señala Silvia Pappe58.
El problema, sin embargo sigue ahí. La cientificidad del conocimiento de la
historia sigue en cuestionamiento, por un lado debido a la valoración de las fuentes
de las que se sirve el historiador para su trabajo, y por otro debido a las formas de
exposición de los resultados de su investigación en el texto; ¿hasta dónde tiene
valor científico lo que se narra? ¿No cae el historiador en las trampas de la literatura
cuando narra de tal forma que puede confundir el tropo con la argumentación? El
extremo de esta posición que relativiza el conocimiento de la historia y lo reduce a
protocolos lingüísticos nos la ofrece Hayden White en su metahistoria59.
Las diversas corrientes y escuelas de pensamiento historiográfico muestran
lo relativo de la verdad en la historia60. Sin embargo, y aquí está lo importante, lo
que también muestran son los cambios de acepciones y paradigmas para abordar
los objetos de investigación. Lo que no se ha resuelto es el límite, o los límites, entre 58“Aquí es importante advertir hasta qué grado el enfoque bajo el cual se construye o elabora un contexto e, incluso, un marco teórico, está marcado por los elementos subjetivos, […] por valores intrínsecos a nuestra forma de ver el mundo más que adjudicables a una realidad pasada, y cómo esos valores, de acuerdo a las formas de relacionar los objetos de estudio con ellos, se trasmiten a esos objeto, en el entendido de que los contextos establecidos permitan explicar, interpretar y comprenderlos.” Silvia Pappe, "El Contexto Como Ilusión Metodológica.," en José Ronzón y Saúl Jerónimo, editores., Reflexiones en torno a la Historiografía Contemporánea. Objetos, Fuentes y Usos del Pasado, Historia-Historiografía, México.: UAM Azcapotzalco, 2002, p. 29. 59 “…el problema del historiador consiste en construir un protocolo lingüístico completo con dimensiones léxica, gramatical, sintáctica y semántica, por el cual caracterizar el campo y sus elementos en sus propios términos (antes que en los términos con que vienen calificados en los propios documentos), y así prepararlos para la explicación y la representación que después ofrecerá de ellos su narración.” Hayden White, Metahistoria. La Imaginación Histórica en la Europa el Siglo XIX, México: FCE, 200, p. 40. 60 “Cualquiera que fuese la determinación del cronista y la pureza del relato, el sólo proceso de inclusión y exclusión y las más sencillas conexiones de la narración exigían por lo menos cierto juicio respecto de lo que era importante, y eso a su vez implicaba un concepto de causa, aun cuando fuera vago e impreciso.” Óscar Handlin, La Verdad en la Historia, México: FCE, 1982, p. 92.
Con formato: Es
el conocimiento de la historia, la historia como narración y la historia como
secuencia de acontecimientos61—que es justamente lo que trato de hacer en este
trabajo.
Para alcanzar este objetivo defino las disciplinas del conocimiento como
sistemas que establecen campos, estructuras, elementos y operaciones, por lo que
las ciencias al estructurarse de esta manera son sistemas funcionales que definen
sus elementos y procesos, así como la recursividad y autorreferencialidad que
conduce a la cerradura operacional. Sólo de esta forma los sistemas posibilitan la
autoobservación así como sus relaciones con otros sistemas que constituyen su
entorno62.
Lo característico del sistema de conocimiento científico es que se establece
como un sistema observador de segundo orden, lo cual le permite la descripción,
análisis y explicación y genera con ello productos que son recursivos al propio
sistema y que se pueden constituir como elementos de conocimiento para otros
sistemas que, como hemos dicho, constituyen su entorno.
61 Koselleck analiza los cambios de acepción de historia: “La palabra Historie, extranjera y nacionalizada, que se refería preferiblemente al informe o narración de lo sucedido, especialmente las ciencias históricas, fue desplazada visiblemente en el curso del siglo XVIII por la palabra historia [Geschichte]…Ahora bien, historia significa en primer lugar el acontecimiento o una secuencia de acciones efectuadas o sufridas; la expresión se refiere, más bien, al mismo acontecer que a su informe. Ciertamente, desde hace tiempo, historia incluía también el informe, como inversamente Historie indicaba el acontecimiento mismo…”. Reinhart Koselleck, Futuro Pasado. Para una Semántica de los Tiempos Históricos, México.: Paidos Básica, Ediciones Paidos, 1993, p. 50. 62 “La referencia al sistema ciencia no excluye los autoanálisis orientados funcionalísticamente hacia los sistemas personales y sobre todo sociales (incluyendo de nuevo al sistema científico), ni la <<conversación>> entre los sistemas científicos y otros sistemas acerca de los análisis funcionales y otros resultados”. Luhmann, Sistemas Sociales..., op., cit., p. 73.
Con formato: Es
2.3. LA HISTORIA COMO SISTEMA OBSERVADOR.
Planteemos ahora a la historia como un sistema funcional de conocimiento.
Este sistema, como sistema observador, observa a otros sistemas. Los observa a
partir de sus propias operaciones y establece relaciones que hacen posible la
recursividad. Se sirve de la observación del contexto para encontrar el entorno de la
observación, ya no la suya sino la del sistema que en ese momento observa los
acontecimientos y los comunica en diversas formas que le son recursivas.
Hemos escrito: la historia como sistema de conocimiento, para diferenciarla
de la historia como la secuencia de acontecimientos que producen hechos y que
propician la historicidad. Los puntos importantes a resolver aquí están relacionados
con la inconmensurabilidad de los sistemas, el establecimiento de la distinción, así
como el establecimiento de la comunicación tanto como las “perturbaciones” que se
dan en las relaciones intersistémicas—si es que hemos aceptado que son sistemas
funcionales, diferente el uno del otro63.
Aquí encontramos un punto importante: El pasado ya no puede ser estudiado
como cosa en sí. A partir de este supuesto, ¿cuál es ahora el objeto de estudio del
historiador? Si aceptamos que a través del tiempo las sociedades han producido sus
propias formas de identificación y diferenciación, lo que el historiador estudiaría,
63 La diferencia no sólo ha sido establecida por las operaciones del sistema en cuestión sino que, en todo caso, también esas operaciones conducen a la generación de lenguajes particulares por medio de los cuales los elementos del sistema se comunican; de ahí que la inconmesurabilidad resulte de la imposibilidad de la comunicación directa entre los elementos de un sistema y otro, por lo que se hace necesaria la traducción pertinente. “Luhmann insists on the mutual incommensurability of the various subsystem-specific codes. Subsystems cannot communicate directly with one another; ‘perturbations’ originating in external subsystems must be translated into the local code”. George Steinmetz, State/Culture: State-Formation after the Cultural Turn, Ithaca, NY.: Cornell University Press., 1999, p. 22.
Con formato: Es
entonces, son esas formas que cobran significación particular de acontecimientos
que se comunican en el contexto en que se producen—producciones de sentido, las
nombra De Certeau. Pero si además aceptamos que la ciencia es un sistema que
observa, la historia como sistema de conocimiento, como ciencia, es un sistema que
observa observaciones del pasado. Este “giro historiográfico” propone observar
observaciones del pasado, ya no el pasado en sí, e insistimos, sino las formas que
ha producido y nos dan cuenta de él.
Párrafos arriba hemos introducido la “operación historiográfica” de Michel de
Certeau, entendida ésta como un lugar social64, una práctica “científica”65 y una
escritura66. Podemos ver entonces que esta “operación” puede bien asumirse como
un sistema que produce conocimiento histórico al tener sus propios elementos, sus
procesos y procedimientos para dar lugar a resultados específicos. Si sus
operaciones son recursivas, si posibilitan la autorreferencialidad, entonces puede
conducir a una cerradura operacional del sistema, lo cual le permitiría autonomía de
otras prácticas, disciplinas y saberes. Esto le posibilitaría la autoobservación, (de
forma tal que toda heterorreferencia es también contingente), el establecimiento de
64 “Toda investigación historiográfica se enlaza con un lugar de producción socioeconómica, política y cultural. Implica un medio de elaboración circunscrito por determinaciones propias […] Se halla, pues, sometida a presiones, ligada a privilegios, enraizada en una particularidad…” De Certeau, La Escritura…op., cit., p. 73. 65 “Si duda sería exagerado decir que el historiador tiene al ‘tiempo’ como ‘materia de análisis’ o como ‘objeto específico’. Trata, según sus métodos, a los objetos físicos[…], que distinguen en el conjunto de lo percibido, la organización de una sociedad y el sistema de pertinencias propias de una ‘ciencia’. Trabaja sobre un material para transformarlo en historia. Emprende una manipulación que, como las demás, obedece a sus reglas.” Ibid., p. 90. 66 “De hecho, la escritura de la historia—o historiografía—permanece controlada por las prácticas de donde resulta; más aún, ella es en sí misma una práctica social que fija a su lector un lugar bien determinado al redistribuir el espacio de las referencias simbólicas, imponiendo así una ‘lección’: ella es didáctica y, magisterial.” Ibid., p. 111.
Con formato: Es
límites y, por tanto, de distinciones. Se transforma así, en una disciplina que
reflexiona sobre sí misma y en esta reflexión produce sus objetos. Esto de ninguna
manera excluye la especialización sino, contrariamente, la posibilita y, al resolver la
complejidad, la enriquece.
En el lugar social se establecen las políticas para la práctica del conocimiento
y, por tanto, los productos le son consustanciales, aunque estos espacios son
dinámicos, como todo lo social, por lo que la generación de conocimiento también
muestra variaciones en su desarrollo67. La historia como sistema de conocimiento
(en términos de De Certeau, como “práctica científica”) ha establecido sus
elementos y operaciones que la hacen distinta de otros sistemas, por lo que ya
también resulta insostenible querer equiparar esos elementos, prácticas y
operaciones a los de otros sistemas a fin de otorgarle el rango de cientificidad.
En México, lo sabemos, la discusión emprendida por Edmundo O’Gorman
frente al aparato teórico de Leopold Von Ranke y a lo que ahora pudiéramos llamar
“imperialismo cultural” de Eugene Bolton (hay que recordar la teoría de la neglected
half de Bernard Moses seguida por Bolton o las otras variantes que practicaban los
estudiosos latinoamericanistas norteamericanos todavía hasta mediados del siglo
XX), estaba dirigida justamente a combatir a los llamados “historiadores científicos”
que, a partir del positivismo, habían elevado la historia a la categoría de ciencia
forzando sus objetos y sus métodos a los de otros sistemas de conocimiento, pero
67 Cuando he propuesto indagar sobre la dimensión ética y la dimensión administrativa, a lo que me estoy refiriendo es a la práctica de la historiografía a partir de las determinaciones que se han establecido en los lugares sociales—donde se muestra este aspecto en su forma más nítida es en la estructura organizativa llamada “Simposio de Historia y Antropología de Sonora”, lo cual también, en gran medida ha determinado el discurso y la escritura.
Con formato: Es
que a los ojos del historiador mexicano resultaba un verdadero truco
epistemológico—por decirlo de alguna manera68.
De Certeau no plantea de manera explícita la “operación historiográfica”
como la operación de un sistema; sin embargo, desde mi perspectiva reúne todos
los requerimientos para ser considerada como un sistema de conocimiento. Incluso
podemos asegurar—tal como lo señala—que el producto final, la escritura en forma
de relato, está determinado desde el lugar social en el que se presentan las
operaciones69. Sin embargo, y a diferencia de otros campos de conocimiento, el
producto de la “operación historiográfica” se convierte él mismo en historia—lo que
puede conducir a inconsistencias tautológicas de interpretación y ver en el texto (el
relato) la historia misma. Esta inconsistencia, como se verá más adelante en
68Ver Edmundo. O'Gorman, Crisis y Porvenir de la Ciencia Histórica, México.: Imprenta Universitaria, 1947. Un estudio detallado sobre lo que podemos llamar el día del debate que nunca se dio entre O’Gorman y Silvio Zavala lo encontramos en “La controversia historiográfica de la década y la solución metodológica a la crisis de la historia” en Abraham Moctezuma Franco, La Historiografía en Disputa. México, 1940, México.: INAH-BUAP., 2004. Esta disputa que pudiera verse ente dos individuos, en realidad correspondía (y creo que todavía corresponde) a dos formas de ver la historia y su práctica en nuestro país. La controversia en la Hispanic American Historical Review (fundada en 1918 en uno de los momentos de mayores logros de la historiografía norteamericana sobre América Latina ) acerca de la llamada nueva historia cultural bien puede enmarcarse en los remanentes de esa discusión, ver Pablo Piccato, "Conversación con los Difuntos.," Signos históricos. Julio-diciembre, 2002, pp. 13-41. 69 “El lugar donde se produce es el que autoriza al texto, y esto es revelado antes que por ningún otro signo, por el recurso a la cronología.” De Certeau, La Escritura…op., cit., p 114. Incluso tanto la cronología como la periodización se convierten en asuntos arbitrarios. Ver, por ejemplo la discusión respecto tanto al lugar social que ocupan las universidades como generadoras de conocimiento historiográfico, como a los problemas acerca de periodización que se ha establecido para la época medieval, en Norma Durán, Formas de Hacer la Historia. Historiografía Grecolatina y Medieval, México.: Ediciones Navarra, 2001. La idea del siglo XX largo y siglo XX corto es ilustrativa de la “periodización” a partir de lo que el historiador considera como relevante; ver Eric Hobsbawm, Historia Del Siglo XX., Biblioteca E. J. Hobsbawn de Historia Contemporánea, Buenos Aires.: Crítica, Grijalbo Mondatori, 1998. El asunto sería ahora—como se propone en los medios masivos, y en lo que han caído algunos intelectuales del momento—observar una ruptura histórica a lo que de manera acrónima se llama escuetamente 9/11, pero otorgándole una significación tal, como si en efecto, la historia del mundo habría cambiado a partir de ese acontecimiento.
relación a la memoria y a la escritura, es salvada por la vía de la teoría de los
sistemas sociales.
He señalado que la historia como sistema de conocimiento trabaja con la
historia como un sistema que opera con una secuencia de acontecimientos que el
historiador observa y trabaja con sus métodos y técnicas, apoyado en otros
sistemas de conocimientos que también han establecido sus elementos,
operaciones y límites; por ejemplo, la archivística, la paleografía, la diplomática,
etcétera. No depende de estos otros sistemas sino que establece una relación
dialógica con ellos que se puede extender hasta lo que se entiende por
interpenetración.
Cuando aceptamos que el historiador trabaja sobre un material para
transformarlo en historia, estamos aceptando también una operación que transforma
a las fuentes en productoras de sentido; es decir, dejamos de considerar a las
fuentes como el sentido en sí de la historia y las integramos a un proceso que
produce conocimiento, lo cual despoja a los materiales de significado per se, para,
en cambio, orientar la atención al sistema social que los ha producido. También
estamos aceptando que cuando el historiador trabaja con fuentes primarias puede
incurrir en otorgarles un valor y significado a partir de sus propias percepciones,
acepciones y paradigmas—que pueden no corresponder con esas fuentes—y desde
ahí escribir la historia.
El historiador trabaja con documentos, los valida en relación a otros y a partir
ellos organiza con miras a la constitución de hechos con los cuales, a su vez,
construye o reconstruye la historia. En este proceso el historiador parece
Con formato: Es
desconocer que los límites de un sistema archivístico (pues no lo concibe como tal)
están marcados por el tiempo, por la duración del flujo documental hasta que el
documento se convierte en fuente primaria para la investigación, es decir, cuando se
transforma en elemento de otro sistema, del sistema de la historia. De ahí que casi
nunca observa el principio de procedencia y la valoración documental relacionada
con los archivos como continentes de esas fuentes como material fundamental de
su trabajo70. Tan sólo el concepto de valoración documental llevaría al historiador a
replantearse su acercamiento a las fuentes y a la construcción de un discurso nuevo
sobre lo que entiende por historia: la posición del documento tanto en el flujo
documental—es decir en su temporalidad—como la asignatura topográfica en el
fondo—es decir su ubicación espacial y nivel de importancia—bastarían para una
nueva lectura y, por tanto una nueva escritura de la historia.
La posibilidad de una cerradura operacional de la historia, en cuanto la
recursividad y la autorreferencialidad de sus elementos y procesos permite a la vez
las relaciones con su entorno71. La idea de resolver la complejidad (o trabajar con
ella) implica relacionar la construcción de la historia, su conocimiento y su escritura
70 El principio de procedencia es justamente el que se rompe cuando el historiador estudia su objeto por medio de los archivos pues, en su estudio, puede destruir el orden original de los documentos. “The principle of provenance relates to the integrity of archives—the preservation of values that inhere in them because of their organic character. In the arrangement of records there are two things which will seriously affect the evidential values of the records: doing anything which will obscure the origin of the records in a particular body and doing anything which will obscure their origin in a particular activity”. T.R. Schellenberg, The Management of Archives, New York.: Columbia University Press., 1965, p. 105. 71 “Este concepto de sistema autoreferencial cerrado no está en contradicción con la apertura de los sistemas al entorno. La cerradura como manera operativa autorreferencial es más bien una forma de ampliación de los posibles contactos con el entorno; amplía su capacidad de contacto en la medida en que constituye elementos determinables y con ello aumenta la complejidad del entorno posible para el sistema”. Luhmann, Sistemas Sociales… op., cit., p. 58.
a partir de ella misma sin evadir los contactos que establece con otras disciplinas en
las que también se presentan los sistemas sociales.
El asunto es que con la palabra historia se entiende a la vez historia como
saber del pasado, historia como experiencia e historia como relato, como escritura;
Pierre Vilar la entiende en una doble acepción: historia-conocimiento, e historia-
materia o historia-objeto. Si nuevamente observamos estas tres acepciones desde
la teoría de sistemas propuesta por Nilklas Luhmann es posible establecer sus
elementos, operaciones y límites, de tal forma que toda confusión conceptual pueda
reducirse sólo en relación a la contingencia y no a la comprensión que los
estudiosos tengan de los conceptos, a la relatividad con que se observen e,
inclusive, a los criterios de verdad de los que se parte para el análisis—si es que
todavía consideramos esos criterios como válidos.
Si en lugar de estudiar el pasado como su objeto en sí, la historia como
sistema de conocimiento estudia (observa) la temporalidad de los sistemas (y en
ellos la irreversibilidad de los procesos) es más preciso encontrar hasta dónde se
han desarrollado las operaciones y hasta dónde las secuencias de los
acontecimientos han quedado desligadas para dar lugar a la historicidad (historia-
materia) que constituyen la historiografía, pero ya no en una doble acepción
(acontecer y relato), sino en la que cada sistema presenta en su desenvolvimiento.
El discurso histórico puede así estudiarse desde todas las perspectivas posibles—
incluyendo aquellas que la condición lingüística permite, sin que por ello el
conocimiento y teoría de la historia queden subordinadas a los estudios del
lenguaje.
Con formato: Es
En efecto, "hace falta una mayor reflexión sobre el sentido y función de un
discurso sobre el pasado enmarcado por un tiempo específicamente moderno"72.
Sin embargo, esta reflexión tendría que hacerse desde y acerca del lugar social
donde se produce la historiografía académica. Pero si además de reflexionar sobre
el sentido y función del discurso extendemos la reflexión a lo que pudiera nombrar
las dimensiones del sentido de la palabra historia, posibilitaría con ello desde mi
lugar social encontrar una luz para leer lo que toca a la cultura en la historia escrita
de Sonora. Se trata así de observar si lo que hemos planteado puede encontrarse
en esta escritura de la historia sonorense a partir de los lugares sociales de
producción y, en todo caso saber, si desde este horizonte esa historia es posible.
Además la teoría de Luhmann trata con sistemas sociales y el texto narrativo
en historia se trataría como formando parte de un sistema social funcional, de tal
manera que el saber histórico no puede proceder de la comprensión narrativa73,
sino más bien de la observación de observaciones.
La narratividad de las prácticas—nos ha dicho Michel de Certeau—sería una
manera de hacer textual, “con procedimientos y tácticas propios”74, de tal forma que
“el arte de decir es en sí mismo un arte de hacer y un arte de pensar”, por lo que
72 Zermeño, La Cultura Moderna… op., cit., p. 218. 73 "También hay lingüístas--Barthes, Greimas--que intentan definir las estructuras particulares del <<discurso histórico>> a partir de historiadores clásicos, es decir, literarios. Este método puede efectivamente esclarecer la forma espontánea con que el espíritu humano aborda los problemas del conocimiento del pasado, y ayudar con ello a definir mejor la historia. Pero es evidente que no resuelve los problemas científicos complejos que se plantea el historiador actual." Vilar, Iniciación al Vocabulario… op., cit., p. 31. 74 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano, México: UIA-ITESO, 1996, p. 88.
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“puede ser a la vez su práctica y su teoría”75. Pero estas tácticas operan en el
interior de un campo donde también se desarrolla la teoría, por lo que su
narrativización se transforma en aquélla manera de hacer. Ahora bien, esta
narratividad puede o no ajustarse a una “realidad”, sino que más bien crea un
espacio ficticio76 y se convierte así en un arreglo del conjunto. Si bien es cierto que
para el sistema de la ciencia el hecho como una costrucción externa y el criterio
verdad/falsedad puede no ser trascendente para la comunicación77, para el sistema
de escritura en tanto productor de informaciones la validación se opera en sí mismo.
Esto es observable en la escritura que del tema cultura se ha escrito en Sonora,
como veremos a continuación.
2.4. LAS RAZONES DE LA INERCIA.
En el caso de Sonora, el horizonte de observación ha condicionado el
conocimiento e interpretación de su historia a partir de los espacios sociales donde
se han producido las líneas de acercamiento al sistema historiográfico y a las
lecturas de la temporalidad. Presentar la historia del sonorense, su cultura y sus
mitologías para definir la identidad ha resultado ser el punto de apoyo de quienes
han propuesto a la región sea como causa ecológica, producto social, resultado de
la historia y hasta destino inevitable consustancial a un ser cuya formación social ha 75 Ibid., p. 87. 76 Ibid., p. 89. 77 “Un sistema de la ciencia surge como un sistema autónomo cuando, basándose en la verdad como medio de la comunicación y orientándose de acuerdo con su código verdad/falsedad, se diferencia en este sentido. Los valores verdad/falsedad pueden entonces asignarse sólo en este sistema, independientemente del aspecto que el mundo tome (lo que naturalmente no excluye que en el entorno, por ejemplo, en el arte o en la religión, se hable de verdad en un sentido no codificado y diverso)”. Niklas Luhmann, La ciencia de la sociedad, México: UIA-ITESO., p. 211.
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determinado un carácter que lo ha enfrentado siempre al otro. Esto es
particularmente notorio cuando de aborda de manera específica el tema de cultura,
como veremos en los siguientes autores.
Particularmente la discusión sobre la historia del sonorense y su cultura para
1985 ya había cobrado presencia en el entorno intelectual desde espacios de
conocimiento más cercanos a la literatura, sociología y sicología, en los cuales la
historia se veía como el territorio o escenario donde los actores sociales producían
los hechos78. Entonces la representación del atraso cultural como condición en la
formación de la mitología deriva a su vez en discurso explicativo hacia lectores para
que conozcan las razones del rezago frente a otras entidades del país. 79
78 Ver por ejemplo la siguiente apreciación: Bajo el título de Literatura y ciencia, la Maestra Josefina de Ávila Cervantes, del Departamento de Humanidades, presentaba en el XI Coloquio de las Literaturas Mexicanas el índice tentativo de lo que sería un libro sobre el tema; tal proyecto planteaba la necesidad de un marco teórico para los estudios literarios, sobre todo aquellos dedicados a Sonora, por lo que “la historia social de la literatura se echó a andar sin más marco que el histórico…” XI Coloquio de las Literaturas Regionales. Memoria, Hermosillo, Sonora, México : Editorial Universidad de Sonora, Departamento de Humanidades, 1990, p. 13. Las negritas son mías. La primera edición de La Literatura como Ciencia Social, Aportaciones a la Etología Humana, de la profesora Josefina de Ávila Cervantes, apareció en 1993, y la segunda edición corregida recién apareció en 2002. 79 Esto se observa en la participación del ingeniero Armando Hopkins Durazo como representante de la Sociedad Sonorense de Historia en la reunión sobre evaluación cultural (y de la cual se derivarían políticas públicas en materia de promoción) convocada por el Gobierno del Estado y a la que asistió Juan José Bremer como subsecretario de cultura del Gobierno Federal. En esa reunión Hopkins se pregunta sobre lo que hay que hacer para que el sonorense se sitúe en el mismo nivel cultural de otras entidades del país, para contestarse: “Es mucho; pero quizás lo más urgente es conocernos, conocer nuestra historia, explicarnos nuestro atraso, así como nuestras limitaciones. Estudiar lo nuestro, rescatar los valores auténticos que yacen ignorados y olvidados”. PARTICIPACION DE LA S.S.H. EN REUNION CULTURAL. Boletín Bimestral de la Sociedad Sonorense de Historia. Número 9. Mayo- Junio 1983. En http://www.ssh.org.mx/boletines/09.htm#3 Las negritas son mías. Gerardo Bobadilla observa esta condición como si fuera una forma de autoadscribirse deliberadamente a una cultura del atraso: “Y es que pese al reconocimiento y articulación de la originalidad de la cultura sonorense, de igual manera se plañe y se clama gemebundamente sobre su “inexistencia” o “atraso”, en un acto de desvaloración constante de las manifestaciones existentes y las de porvenir, que revela el contradictorio parámetro o canon cognoscitivo y valorativo que se maneja…” Gerardo Bobadilla, Apuntes sobre literatura, cultura y otras notas más, Hermosillo: UNISON, 2004, pp. 105-106.
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La construcción de esta autoadscripción que se prolonga en el tiempo
permanece anclada en una observación del pasado como un tiempo de olvido y en
el cual el coloniaje ha determinado la formación cultural del sonorense, según la
acepción de Francisco Luna80; en la añoranza y la autocomplacencia que se reunen
para definir la identidad como barbarie, en Miguel Manríquez81; y en el extremo de
los casos como soledad y tragedia, en Víctor Estupiñán82.
Estos horizontes de observación de la formación cultural se presentan, sin
embargo, como arriba se señala, desde los espacios de la literatura, la sicología y la
sociología. Durante el cuarto de siglo que media entre el primer Simposio de Historia
y el texto de Estupiñán sobre el sonorense y su identidad se ha intentado definir, en
el terreno de la historiografía, el objeto a estudiar cuando de cultura se trata, y se
han ensayado aproximaciones a definiciones posibles, o bien las que se construyen
se presentan a partir de generalidades83.
80 “¿Cómo entender la formación ideológica-cultural del Sonorense en tres siglos de olvido y coloniaje sino a través de los mecanismos y comportamientos implícitos en la relación dominación-resistencia armada, adulación a las fuerzas de la naturaleza y agudización del equipo sensorio-motriz?” Francisco Luna, Tres de Asada y uno de Machaca pa' llevar, Hermosillo, Sonora: Departamento de Humanidades, Universidad de Sonora, 1989, p. 53. 81 “Tales formas de identidad [el autor se refiere en general a la vaquería] abarcan desde la añoranza al campo, las vestimentas, los comportamientos, las reacciones culturales al fenómeno de urbanización, hasta la autocomplacencia y el orgullo de ser un bárbaro del norte como forma de legitimación cultural propia y distinta de otras identidades regionales.” Miguel Manríquez Durán, Meridiana. Notas para la cultura regional, Hermosillo: UNISON, 1999, p. 172. 82“El sonorense de hoy es un pedazo de sombra que trágicamente se le escapó a la sierra, al mar y al desierto. Su soledad reseca se convirtió en eco húmedo y vaporoso que cabalga incesantemente como espíritu, sin ningún otro igual…” Víctor Estupiñán Munguía, Los sonorenses y su identidad cultural, México: Sonora Marketing Asociados, 1999, p. 6. 83 Un caso de excepción se presenta cuando Lian Karp establece en la primera parte de Cultura y Literatura donde establece que: “Hay que asentar que en este tratamiento, a la cultura se le considera como una experiencia histórica colectiva que sirve de modelo para aprehender y entender el mundo y la vida. Asimismo, la cultura es un patrimonio que ofrece al pueblo al que pertenece, aquellos elementos y procedimientos que éste requiere para su adaptación y supervivencia, en el
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Así, igualmente, podemos observar que después de 19 años de producción
historiográfica en la Universidad de Sonora cuando se hacía un alto para la reflexión
en el XIX Simposio de Historia y Antropología (que llevaba como tema principal,
Sonora: origen y destino84 realizado en febrero de 1994), se hacía un balance para
que la publicación de la Memoria coincidiera con la celebración del vigésimo
aniversario.85 A Dora Elvia Enríquez Licón, del Departamento de Historia y
Antropología de la Universidad de Sonora se le encomendó la cultura regional.
En su ponencia La cultura regional en los simposios de historia señala de una
manera muy clara la imposibilidad de abordar todos los aspectos que bajo “cultura”
engloban otros autores y, en ese sentido apunta que “… si el quehacer
cotidiano/histórico de los hombres abarca su práctica económica, política, religiosa,
científica, etcétera ¿debía tomar en cuenta las ponencias que abordaran esta
temática? Impensable”. Así que identificó en los temas tratados los siguientes
rasgos: Xenofobia, regionalismo, nacionalismo, escaso desarrollo de la “alta
cultura”, literatura regional, y diversidad cultural86.
proceso histórico de su desarrollo.” Lian Karp, et al., Cultura y Literatura. México: El Colegio de Sonora, 1989, p. 7. 84 Memoria del XIX Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Sonora: Origen y Destino, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, Volumen 1, Hermosillo, Sonora, Febrero de 1994. 85 La tarea de reflexión fue encomendada por temáticas y períodos a quienes los organizadores consideraban idóneos, al igual que se encomendó a otros estudiosos a escribir acerca de esas reflexiones. Hasta 1995 se habían publicado cerca de 100 ponencias con temáticas referentes a cultura; este abanico que representa el 13% de la producción historiográfica en los simposios, es muy variado y trata asuntos de grupos indígenas, homosexualidad, lesbianismo, género, música popular, regionalismo. 86 Dora Elvia Enríquez Licón, “La cultura regional en los Simposios de Historia y Antropología”, en Memoria del XIX Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, Vol. 1, Hermosillo, Sonora, Febrero de 1994, p. 56-63.
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Por otra parte, la educación y la cultura parecían seguir siendo hasta la
publicación de la Historia General temas cuyo abordaje y definición se dificultaban.
Esta condición es observable en lo señalado por Gerardo Cornejo en la Introducción
al Volumen V, donde, y dada la amplitud de la definición, tampoco se podía hacer
historia de la cultura en Sonora87. La cultura en todo caso se había asociado y
relacionado con las manifestaciones artísticas y su difusión. Por esta razón tal vez el
espacio dedicado en la Historia General a la educación y cultura presenta una
crónica muy general de la música popular, una relación de los géneros literarios
practicados en el Estado y, por último, poesía88.
El espacio académico desde donde se ha reflexionado de una manera más
sostenida sobre la cultura, decimos, es el de la literatura y esto tiene que ver con el
hecho de que la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de Sonora albergó en
ella desde 1963 la Licenciatura en Letras, como espacio para la reflexión sobre las
humanidades89. Pero además se ha dado una práctica literaria más o menos 87 “Y aquí es importante advertir que, si entendemos el proceso cultural como el compendio de las costumbres de un pueblo […] como una visión autogenerada del mundo y de la vida por parte de los pueblos que han desarrollado una cultura propia, tenemos que advertir que no se trata aquí de hacer historia de la cultura en Sonora…” Héctor Rodríguez, dos años después y desde el mismo espacio social de Cornejo entiende la cultura “en el sentido más amplio, pantónomo y globalizador del concepto [y] es una característica diferencial del hombre frente a las demás especies animales. Se compone de dos tipos de elementos: espirituales y materiales, [sin embargo] es imperativo deslindar este concepto de muchos otros con los que colinda pero con los que no se debe confundir. Algunos de ellos son la Educación, Historia y Bellas Artes.” Héctor Rodríguez Espinoza, Culturas en Conficto. Sonora en la Historia del Noroeste, Hermosillo: Universidad de Sonora-El Colegio de Sonora, 1987, p. 9. 88 Las artes plásticas y las artes escénicas se encuentran ausentes en este espacio, a pesar de que académicamente se vienen practicando en la Universidad de Sonora desde principio de la década de los años cincuenta. Esta ausencia es salvada en el volumen VI que se edita en 1997 bajo la coordinación del Instituto Sonorense de Cultura. Tendrán que pasar algunos años para que los estudios culturales asomen al entorno intelectual del Estado. 89 En esta escuela se cursaba la licenciatura en Matemáticas, la licenciatura en Física y la licenciatura en Letras Hispánicas. A partir de 1979, y dado el proceso de departamentalización impulsado por la administración universitaria, se crea el Departamento de Humanidades.
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constante que se refleja en las tertulias del Sonora porfiriano y modernista desde
principios del siglo XX, y en los periódicos durante todo el siglo90. De ahí entonces
que sea desde este horizonte de observación desde donde, de alguna manera,
asomen los primeros atisbos.
Dado que en los diferentes espacios sociales se ha entrado a una dinámica
metodológica y discursiva que relaciona toda acepción cultural y toda práctica
historiográfica posible a la reconstrucción, la propuesta que implica la expectativa de
escritores como Francisco Luna ante sus lectores es la de “reconstruir el proceso de
formación de la cultura sonorense a través de los registros, expresiones vitales
concretas […] detectar los modos de objetivación en los diferentes estadios
significativos por los que ha atravesado nuestra formación regional.”91 Se conoce y
se interpreta la historia regional por la vía la construcción de una retórica cuyos
lectores posibles (narratarios o no) aparecen en plural como los poseedores de la
tradición cultural que pueden plantearse juicios de valor 92 y extender en la
90 El reportaje literario que hace Alonso Vidal en la Historia General es significativo en ese sentido, aunque lo que se presenta al respecto en este volumen es una síntesis apretada de un trabajo más general que el mismo Gobierno del Estado publica en 1985. 91 Luna, Tres de Asada… op., cit., p. 21. 92 “Plantear la pregunta, ¿fue buena o mala para México la colonización?, sería poner una cortina de humo al problema de encontrar el hilo conductor de nuestra formación histórico cultural y de nuestra, hoy tan en boga, identidad nacional.” Ibid., p. 37. La respuesta a esta pregunta la había propuesto dos años atrás Héctor Rodríguez Espinoza a partir de la Conquista: “Aun considerando como un mal históricamente necesario la conquista de México por el imperio español y la Santa Sede, el hecho de la tardía conquista política, económica y espiritual de Noroeste por los jesuitas que fundaron solo algunas escuelas elementales y ningún Colegio de estudios superiores, es una de las causas del atraso educativo y cultural de las sociedades de esta región”. Rodríguez Espinoza, Culturas en Conficto… op., cit., p. 180.
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argumentación incluso, la formación de la mitología sonorense como fundamento de
una cultura criolla que se conserva y se desea conservar93.
Para Francisco Luna la historia y la sicología se hermanan y se expresan a
través de la literatura, por lo que la imaginación y la ficción parecen ser lo mismo y,
por tanto, imaginar la historia puede ser algo similar a crear historia a partir de la
ficción—argumento que continúa 14 años después con la publicación del libro de
ensayos La Cruz de la parroquia (Literatura y vida en la frontera norte de México).
En él asume la problemática de la escritura de la historia de forma que ésta puede
ser desplazada por la primera de modo tal que la realidad se reinventa y se conoce
discursivamente sin necesidad de referentes “estrictamente comprobables”. Ha
reconocido así, pues, el arribo de la posmodernidad y el desplazamiento de todo
positivismo. Para Luna, “la hermenéutica ha tomado un lugar preponderante en el
debate metodológico actual”, por lo que se pregunta: “¿se trata de reconstruir,
explicar o interpretar los acontecimientos pasados? O, en una suerte de
malabarismo epistemológico brincar del texto al contexto o a la inversa.”94 De ahí
que el problema del historiador deje de ser la historia para trasladarse a la escritura
93 “Prosiguen, pues, conversiones y conquistas. Nuevos horizontes para la gracia y el honor del imperio. ‘Polvo, sudor y hierro’—dice Alfonso Reyes a los conquistadores—se extendían por estas tierras de Nueva Navarra, ya no en busca de Quivira, sino de nuevas almas y sus pertenencias que encomendar al Altísimo y sirvieran a su majestad, echando los cimientos de la cultura criolla que todavía se conserva en la Sierra y el Norte de Sonora, con ganado ‘Hereford’, ‘pick up’s’ y vaqueros ‘ojo azul’ como en el western norteamericano o la ensoñación del mundo ‘Marlboro’”. Luna, Tres de Asada… op., cit., p. 45. 94 Francisco Luna, La Cruz de la parroquia. Literatura y vida en la frontera norte de México, Hermosillo, México: UNISON, 2003, p.14.
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donde lo que propicia la acción y la justifica es la intencionalidad inherente del acto
de escribir95.
El autor parece resonar los ecos de Benedetto Croce para quien, según Ciro
Cardoso “La historia no busca leyes, ni conceptos estructurales, no induce ni
deduce, no demuestra: es simplemente narración; su única diferencia de otras
formas artísticas es que distingue lo real de lo irreal”96. O como señala Moctezuma
Franco sobre la concepción de Croce en el sentido de que la historia “tampoco
elabora conceptos generales sino que representa lo particular concretamente [por lo
que] la historia es un arte, es la “representación artística de lo real”97. A partir de su
lectura e interpretación de Michel Foucault, Roland Barthes y Hayden White, Luna
nos dice que
“Se trata, pues, a la manera como Hayden White lo ha señalado, que el historiador halle los relatos ocultos en la documentación con la que trabaja, y el escritor de ficción invente los suyos a partir de su material. O será, a partir de esa nueva perspectiva, que intentemos esa bendita fusión que elimine el falso problema de separar ambos campos discursivos y emprender una reescritura de la historia que la haga más <<leíble>> y placentera.” 98 95 “El gran problema que se le presenta al historiador y, sobre el cual giran otros problemas de orden metodológico, es la escritura de la historia. La intencionalidad inherente al acto de escribir conlleva una estrategia discursiva; un mecanismo psico-lingüístico que tiene que ver con el qué se narra y cómo se narra. […] La escritura de la historia se vierte sobre sí misma y se convierte en un obstáculo a salvar en el ejercicio historiográfico. […] Entrar en los predios de la literatura, de la poética y la narratividad; aceptar su escritura. Aceptar, así, las leyes intrínsecas del lenguaje, su dimensión connotativa de re-inventar la realidad (a modo de realidad discursiva) sin referentes estrictamente comprobables.” Ibid., pp. 10-11. 96Ciro F. Cardoso, Introducción al trabajo de investigación histórica. Conocimiento, Método e Historia, Barcelona: Crítica, 1989, p. 104. 97Abraham Moctezuma Franco, La Historiografía en Disputa, México, 1940, México: INAH, BUAP, 2004, p. 81. 98 Luna, La Cruz de la parroquia… op., cit., p.15-16. Pero he aquí que Hayden White no implica lo que nuestro autor interpreta. Hayden White señala lo siguiente: “A veces se dice que la finalidad del historiador es explicar el pasado ‘hallando’, ‘identificando’, o ‘revelando’ los ‘relatos’ que yacen ocultos en las crónicas; y que la diferencia entre ‘historia’ y ‘ficción’ reside en el hecho de que el historiador ‘halla’ sus relatos, mientras que el escritor de ficción ‘inventa’ los suyos”. White, Metahistoria, op., cit.,p. 18. Lo cual, como se observa, no significa que Hayden White haya mandado
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Un escritor pradigmático es Víctor Estupiñán Munguía (licenciado en Derecho
y sociólogo), quien en enero de 1999 publica en coproducción con Sonora Marketing
Asociados Los Sonorenses y su identidad cultural. Se trata de un libro de 245
páginas distribuidas en 25 capítulos en el cual, desde el inicio, se destaca el
carácter del sonorense versus el carácter de los habitantes del centro y sur del país.
No es secuela, pero sí puede convertirse en compañía del libro de José Teherán99,
El cazador de guachos, publicado en 1984100. La expectativa es que el lector
encontrará los argumentos necesarios para defender la identidad sonorense como
bárbaro orgulloso y autosuficiente, frente a cualquier agente externo, sobre todo si
se trata del centro o sur del país. al historiador a que “halle los relatos ocultos en la documentación con que trabaja”, ni al escritor de ficción a que “invente los suyos a partir de su material”. Notamos, a partir de esta argumentación que, dado que todo se reduce a discurso, existe un falso problema entre historia y literatura, mismo que puede ser resuelto con una pequeña dosis de consideración al lector de forma tal que los hechos se le presenten de forma “leíble y placentera”. 99 Nació en Batuc, Sonora, el 24 de julio de 1950. Ha sido diseñador y publicista, trabajando para los periódicos El Imparcial, La voz del puerto, Información, El Sonorense y El Independiente. Su obra, consistente en cuento, ensayo y poesía, ha sido publicada a escala regional, nacional e internacional y ha sido reconocida en varias ocasiones: Dos premios en el Concurso de Cuento de la Universidad de Sonora, con sus textos "Para que nunca vuelvas" y "A mí me pelan los dientes". Premio Internacional de Cuento Chicano Short Stories, de la Universidad de Arizona. Premio Nacional de Poesía, La Paz 1984, del Gobierno de Baja California Sur. Resultó ganador del Concurso del Libro sonorense 1992, género poesía, con el poemario Materia del olvido. Entre sus obras se cuentan: El Cazador de Guachos, Editorial El Tiburón Descalzo (Ediciones 1984 y 1987); Radiografía de un desahuciado (Poesía); De una bala de carmín (Poesía); Biografantes (Cuentos); Rosas de Roca Herida, 1985; Ray Five Mendoza (Cuentos); Bestias y Seres Imaginarios sonorenses (narraciones), 1991; Materia del Olvido (Poesía), 1993. Texto basado en: PIÑA, Ortiz Martín. (2003) , Diccionario de Escritores Sonorenses. (documento inédito), Hermosillo, Sonora: Universidad de Sonora , Departamento de Letras y Lingüística. En Sonora en tus manos. http://enciclopedia.sonora.gob.mx/Runscript.asp?p=ASP\pg471.asp&page=471 100 “En los estados del noroeste, los chilangos son “guachos”. Según la Real Academia significa que han perdido la madre, otra forma de decir bastardos, en 1984, el sonorense José Terán publicó un libro emblemático: El cazador de guachos. José Manuel Valenzuela considera que tal ensayo plantea «una concepción racista que lleva el regionalismo al extremo». En sus páginas, Terán nos define como unos «codiciosos y dispuestos a todo, apáticos y procaces, especie de aborígenes altiplánicos, sanguijuela capitalina, mitómano, homo esmoguis (más esmoguis que homos), penitente nahuatlaca, homo hipersexualis, don Juan teotihucano, jijoelachingada». La primera edición de 2 mil ejemplares se agotó en Sonora en quince días”. DEL GUACHO AL GUACHE . En Chilango.com www.chilango.com/articulo/ver/531/antichilanguismo/1
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Para Estupiñán “el estudio de la identidad de los sonorenses es muy
importante, debido a que es el equivalente al <<tipo de sangre>>, que permite irrigar
y con ello oxigenar culturalmente los espacios de la cotidianidad, por muy estrechos
que sean.” 101 En la construcción de este prototipo de cultura sonorense, a
partir de elementos de la cotidianidad, se presupone ya la existencia de
regularidades en la demarcación del espacio social como diferente del espacio
natural—lo que garantiza la particularidad del carácter y su dinámica, que es
observado diacrónicamente102.
Estas regularidades trascienden los espacios y se instalan en la temporalidad
con un origen que es ancestral de manera tal que el sentido de esta formación
cultural está ya dada aún desde un nivel religioso y, por tanto, supramundano; lo
cual le concedería la fortaleza a su temporalidad103. Así, al ubicarse en ese
metanivel trasciende cualquier explicación fuera de la construcción del mito mismo,
ya que “la pugna entre el centro y el norte se remonta a los tiempos antiguos de los
aztecas, la batalla inicial se codificó celestemente a nivel religioso, y por ello con
mucha fuerza histórica”.104 Es decir: la historia como temporalidad, y que es lo que
101 Victor Estupiñán Munguía, Los Sonorenses y su identidad cultural, México: Sonora Marketing Asociados, México, 1999, p. 1. 102 “El sonorense, contrariamente a lo que hacen los animales al marcar su territorio mediante orines, secreciones glandulares […] marca particularmente su territorio culturalmente mediante la práctica reiterada de las carnes asada, las tortillas de harina, música ranchera, moda chera (pantalón levis, cinto ancho de vaqueta, hebilla metálica y gigante, camisa vaquera a cuadros, botas vaqueras puntiagudas y sombrero) […] de esta manera el territorio es el resultado de la actividad del espacio dinámico del sujeto, sobre el espacio estático o la región y viceversa.” Ibid., p 4. 103 “Sonora antigua fue escogida por el destino, funesto o no, como el campo experimental de durísimas pruebas. Fue aquí donde se sembró fatigosamente la osadía en forma de rebeldía, ancestralmente, y lo que es peor, de una rebeldía o desobediencia, no al jefe militar, o al sacerdote, sino al todo poderoso: al dios indio...” Ibid., p. 17. 104 Ibid., p. 30.
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este autor busca conocer, es el resultado de esa determinación—de ahí que en la
construcción de esta visión particular, y por tanto el conocimiento de la mitología del
sonorense, la figura del vaquero comedor de carne asada se apoye en una forma de
reminiscencia y en una suerte de arquetipo desde el cual se observa su formación
histórica.
Miguel Manríquez, por su parte, finca su interés por la cultura en su relación
con la literatura105; sin embargo en el espacio social desde donde lee y escribe
sobre la formación del sonorense se privilegia el estudio y explicación de la región
a partir de la condición fronteriza del estado. En este sentido, la interacción de los
componentes económicos, sus relaciones, se convierten en condiciones de la
explicación, de tal forma que la cultura se define como inmersa en un proceso que
puede y debe ser entendido a partir de esas relaciones de suyo complejas.
La determinación, entonces, es estructural y está dada por las relaciones que
producen la vida material, así como por los elementos políticos e ideológicos que la
componen, misma que se expresa y se deberá leer a partir de los símbolos que le
son correspondientes106. Desde su espacio social la observación de Manríquez es
académica y denota un distanciamiento a la aceptación del regionalismo sin dejar de 105 En 1999, la Universidad de Sonora en su colección Ojos de Búho, Serie Ensayo, 14, publicó a Miguel Manríquez Durán su trabajo Meridiana (Notas para la Cultura Regional). Para ese año, Manríquez había estudiado la Licenciatura en Letras en la Universidad de Sonora y una Maestría en Ciencias Sociales en El Colegio de Sonora. Como algunos de su generación, Manríquez se inició en el ámbito de la cultura como poeta, habiendo publicado los poemarios Rosita contra los Dinosaurios en 1981 y Tetabiate en el Exilio en 1985. 106 “… todo ello dimensionado a partir del nacionalismo, la heterogeneidad cultural y las estructuras de dominación, [y que] al margen de cualquier subjetivismo regionalista, los hechos recientes apuntan hacia el fortalecimiento del centralismo en todos los órdenes de la vida política y social y que debilita los procesos democráticos…”(Manríquez, 203). Regiones Culturales, documento leido en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores convocado por el Instituto de Cultura de Nuevo León, en septiembre de 1997.
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reconocer el carácter que, de alguna manera, define al sonorense con el perfil
prototípico que se le ha construido. Este espacio es el de El Colegio de Sonora.
En ese espacio hacía cuando menos una década que se había convenido en
admitir que toda metodología constituía una forma particular con la que se
sistematiza y se concreta una ideología; Si era posible llegar a esa convención,
entonces “resulta posible considerar que todo hecho cultural […], es expresión de la
vida cotidiana.”107 La cultura, y en sentido más estricto el hecho cultural, en este
espacio deja de ser considerado tan sólo o únicamente una manifestación artística
de la sociedad, y, en cambio, se reconoce en ella un carácter político en el que la
acción voluntaria transforma la realidad108. Al comprenderla así, se le identifica en
una doble conciencia: por un lado la conciencia propia, y por otro, la de la
organización. A partir de aquí, a su vez, posee un doble carácter:
“La primera, la histórica, de carácter narrativo, establece que el significado del presente se enriquece en la medida en que se conoce la historia propia; la segunda, la organizativa, de carácter argumentativo, que sustentada en el conocimiento del presente, permite comprometerse con una modalidad colectiva de trabajo, para domesticar al futuro, aun a pesar de la incertidumbre”109.
107 Lian Karp Lian Karp, et al., Cultura y Literatura, op., cit., p. 25. 108 El concepto cultura, aún con sus muchas acepciones, termina por no ser definitivo; sea que se le relacione con el concepto civilización (y su paralelo progreso), sea que se le relacione con la sociedad y sus estructuras, el pensamiento social clásico lo termina aceptando como un proceso emergente de la acción social. Ver la referencia de Chris Jenks [Culture, New York: Routledge, 2004] a Durkheim, Parsons y Marx, donde establece los momentos de la teoría que presentan a la cultura como forma diferenciada de la estructura social. Sin embargo, tal como él mismo lo señala, cuando la cultura es vista como categoría de conocimiento se torna una idea absolutamente subjetivista de tal forma que se le entiende como aspiración a logros individuales. Por un lado puede ser el reflejo de una filosofía individualista y por otro lado una forma de compromiso filosófico—como se observa por ejemplo en la literatura romántica. Sin embargo como categoría colectiva está ligada al desarrollo social de forma que se relaciona cultura con civilización y, por tanto va más allá de la mera consciencia individual. 109 Lian Karp, Cultura y Literatura… op., cit., p.11.
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Así la conciencia de la historia como pasado propio es narración que otorga
significado al presente, que una vez conocido posibilita los argumentos necesarios
para atender al futuro. En este sentido el conocimiento de la historia será posible
una vez que se acepte este doble carácter de la conciencia, por lo que la
argumentación desde este espacio deberá recurrir a categorías que tienen que ver
con las estructuras económicas y sociales atendiendo la dinámica que se desarrolla
en y entre ellas: Una vez que se aprehende intelectualmente, la estructura
económica “deviene cultura, esto es, se logra la síntesis de la actividad
transformadora del hombre”.110 Ubicada en la superestructura es el resultado de la
actividad social, y en el ámbito cultural se encuentra el conocimiento que condiciona
como forma teórica a las diversas prácticas culturales específicas. 111
Esto explicaría entonces la argumentación en el discurso de Manríquez y el
compartimiento de la terminología económica que posibilita, primero, el
conocimiento y, más adelante, la interlocución con el especialista en la temática: De
ahí que la región es explicada por la relación transfronteriza de la cultura y el
impacto en ella del Tratado de Libre Comercio112. El Colegio de Sonora como
110 Ibid., p. 13. 111 “En el ámbito de la cultura se ubican, la filosofía, la ciencia, el arte, la técnica y demás sectores de conocimiento que anteceden y condicionan como forma teórica a las diversas prácticas culturales (como el habitar, el decorar, el comer, el vestir, el hacer el amor, el danzar, el divertirse y demás actividades), en las que se expresan sentimientos y emociones (como el amar, el desear, la amistad, el odio, el rechazo, el compromiso, etc.), a que el uso y la disposición de los objetos culturales quedan sujetos según el valor, el orden y el significado que el ethos del grupo supedita. Por ello es posible hablar de una cultura política, una cultura urbana, una cultura ecológica, una cultura alimentaria y demás casos en los que su ambigüedad, valor, orden y significado se determinan en un ámbito específico de prácticas culturales específicas.” Ibid., p. 17. 112 “Los impactos del TLC sobre regiones, especialmente la fronteriza, están regidos tanto por la situación geográfica como por las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales dadas al interior de estas regiones […] En este escenario, partimos de la idea de que el ámbito cultural no es ajeno a las múltiples y no menos complejas consecuencias del TLC.” Miguel Manríquez Durán,
Con formato: Es
espacio de investigación tenía ya presencia, de manera que el discurso emergente
generaba formas de conocimiento e interpretación de la sociedad que resultaban
novedosos para los tradicionales estudiosos de la historia113.
Los cambios en el entorno se hacen evidentes a partir de los años ochenta
del siglo XX cuando la política gubernamental está orientada hacia la
industrialización. El discurso sobre el condicionamiento económico y social es el que
se va estructurando en los textos que cada vez requieren de un lector que vaya más
allá al encuentro de esas condicionantes. Ese es el caso de los Fundamentos y
apuntes generales para una Historia Social de la literatura sonorense que se venían
trabajando desde 1984 por un grupo de académicos del Departamento de
Humanidades con vistas a la escritura de un libro. Parte de este trabajo es lo que se
publica en el volumen V de la Historia General, otra parte se publica en una revista
literaria y la parte más completa se publica en Protagonistas y coprotagonistas de la
literatura sonorense en 1990114.
Este grupo asume la literatura como práctica social que trabaja la ideología y
que no nace instantáneamente gracias al “divino descenso de una musa invocada
[sino que] se hace más bien durante el proceso en el cual el autor se apropia de Meridiana. Notas para la Cultura Regional, México: UNISON, Colección Ojos de Búho, N. 14, Serie Ensayo, 1999, p. 17-18. 113 “Vista desde el pasado nuestra cultura que ya se ha hecho vieja nos aparece enteramente nueva, mientras que las culturas incipientes de la antigüedad, en sociedades que pudieron disponer de escritura, nos parecen antiguas. Esto está todavía anclado en una representación del desarrollo (que ya se volvió obsoleta) y en la que ya nadie cree. La inflación de los prefijos como post o neo son una muestra de que ya llegó a su límite, que sólo sirve para que el negocio de los intelectuales tome como tarea el convencer que lo nuevo es mejor que lo anterior.” Luhmann, “La cultura”… op., cit., pp. 31-32.
114 El libro Protagonistas y Coprotagonistas de la Literatura Sonorense lo firman Darío Galaviz Quezada y Karel Van Horn Kopka.
Con formato: Es
discursos […]Asimismo, dicha dimensión social pide que el lector crítico,
necesariamente vaya más allá del texto para detectar la explicación del mismo,
buscando en las condiciones de cómo se produce y cómo se recibe su significación
concreta”.115
Sobre esa misma línea de pensamiento, Miguel Manríquez al abordar la
narrativa, y al escribir sobre la historia socio-cultural de la literatura en el Tomo V de
la Historia General entiende la investigación como “un sistema de argumentación de
finalidad probatoria, y no exclusivamente afirmaciones postulativas o argumentos de
carácter polémico o establecimiento de conexiones hipotéticas sin prolongación”116.
Este giro en la propuesta de análisis literario bien puede extenderse a los terrenos
de la producción historiográfica; sin embargo, ¿cómo debemos entender las
“afirmaciones postulativas”? ¿como afirmaciones poco sustentadas
epistemológicamente? O bien: ¿qué son los “argumentos de carácter polémico”, o
las “conexiones hipotéticas sin prolongación”? El enunciado resulta inentendible
fuera del espacio social en el que se produce; o lo que es más: Hacer este tipo de
propuestas es posible únicamente en un entorno donde el debate ha estado
ausente, de forma tal que cuando se presenta es visto con desconfianza y, en todo
caso, es interpretado como reclamo de reconocimiento individual y no como un paso
hacia el conocimiento—lo cual implica que no hay reconocimiento de las 115Karel Van Horn Kopka et al. Fundamentos y apuntes generales para una Historia social de la literatura sonorense. En Gerardo Cornejo Murrieta, (coordinador), Historia General de Sonora. Vol. V, Historia Contemporánea, 1929-1984, Hermosillo, México: Instituto Sonorense de Cultura, 1997, p. 335. 116 Miguel Manríquez, La Narrativa (1930-1980), en Gerardo Cornejo Murrieta (coordinador), Historia General de Sonora. Vol. V Historia Contemporánea, 1929-1984, Hermosillo, Sonora, México: Instituto Sonorense de Cultura, Gobierno del Estado de Sonora, 1997, p. 345.
Con formato: Es
operaciones de los sistemas y, por tanto, no hay lectura posible de las formas de la
comunicación que se establecen en sus límites.
La dimensión social requiere así de un lector crítico, lo cual sugiere que estos
académicos están construyendo a ese nuevo lector al que se le pide que lea con los
paradigmas de las ciencias sociales. Por esa razón en este espacio social con Lian
Karp “a la cultura se le considera como una experiencia histórica colectiva que sirve
de modelo para aprehender y entender el mundo y la vida.”117
Concebir a la historia como sistema de conocimiento resulta de la lectura que
se hace de la historia y la cultura a partir de las operaciones que se desarrollan en
los diferentes espacios sociales. De ahí que la historia como escritura, es decir,
como historiografía, es correspondiente a las operaciones de esos sistemas de
conocimiento. Si observamos cómo se produce la historiografía en el espacio social
de la Universidad de Sonora a través de su simposio, observamos a la vez la
expresión de un debate que yuxtapone los discursos de los espacios emergentes—
como el de El Colegio de Sonora—con los que ya se han establecido, sea en la
misma Universidad o en la Sociedad Sonorense de Historia.
Esta operación historiográfica—si nos ubicamos en el horizonte de
observación de Michel de Certeau118—vive el tránsito de la afición a la
117 Lian Karp, Cultura y Literatura… op., cit. 118La historiografía, como lo señala Michele de Certeau “…nos presenta la interrogación sobre lo real en dos posiciones muy diferentes en el proceso científico: lo real como conocido (lo que el historiador estudia, comprende o ‘resucita’ en una sociedad pasada) y lo real como implicado por la operación científica (la sociedad actual a la que se refieren la problemática del historiador, sus procedimientos, sus modos de comprensión y finalmente una práctica del sentido). Por una parte, lo real es el resultado del análisis, y por otra, es su postulado. Estas dos formas de la realidad no pueden ni eliminarse ni reducirse la una a la otra. La ciencia histórica se apoya precisamente en su relación
Con formato: Es
profesionalización y su impacto es inmediato en las formas de leer y escribir la
historia. Esto se observa de manera particular en la Memoria del XIX Simposio119, y
un año después en la Memoria del XX Simposio120. Sin embargo, el debate sobre el
conocimiento del sonorense y su historia es también expresión de una inercia
interpretativa que caracteriza las formas de la comunicación en la historia sonorense
y que es, justamente lo que observamos.
La insistencia recurrente en el regionalismo de los sonorenses que se explica
con el argumento del aislamiento y el abandono, es lo que ha configurado de
manera importante el mito de su carácter. Una lectura así, se observa cuando los
escritores en su temporalidad reconocen el entorno como adverso en la formación
social, de manera tal que (reiterativamente) es la lucha ante la adversidad lo que le
ha dado su razón de ser y, es a la vez, lo que operacionalizan en el discurso. Así, la
mutua. Su objetivo propio es el desarrollo de esta relación en un discurso.” Michel de Certeau, La escritura… op., cit., p. 51. 119 “…en menos de dos décadas, las ponencias presentadas en el encuentro han pasado de la narración edificante realizada por aficionados, a la sesuda reflexión que pretende interpretar el pasado y apropiarse de él gracias a una serie de teorías, posiciones y métodos. Ante este tránsito—que se ejemplifica sólo a partir de los títulos de los trabajos—bien podría pensarse que hemos asistido a la profesionalización de los historiadores, a la existencia de una serie de investigadores que han dejado atrás las telarañas de la mítica para convertirse en ejemplo de cientificidad y veracidad. Sin embargo—desde mi punto de vista—el precio que se ha tenido que pagar por este cambio de mirada ha sido muy caro.” José Luis Trueba Lara, “Las fuentes utilizadas en los simposios de historia”, en Memoria del XIX Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Sonora origen y destino, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, Volumen 1, Hermosillo, Sonora, febrero de 1994., p.,72-73. 120 “Es cierto que las casi inexistentes excursiones por la teoría de la historia ha limitado otros temas como la periodificación, por ejemplo. Pero ello se debe a que ha sido muy escasa, casi inexistente, la crítica sobre los trabajos históricos que se refieren a Sonora. En parte esta situación refleja una debilidad nacional. Y cuando uno osadamente critica, se toma como ataque personal, y no como un asunto académico.” Julio César Montané Martí, “Comentarios a la ponencia Balance de la historiografía colonial del noroeste en las Memorias de los Simposios de Historia y Antropología de Sonora de Sergio Ortega Noriega”, en Memoria del XX Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Balance de Dos Décadas de Producción Historiográfica en los Simposios de Historia y Antropología 1975-1995, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, Hermosillo, Sonora, México, Febrero de 1995, p., 48-49.
Con formato: Es
recursividad discursiva se convierte a la vez en recursividad interpretativa y en
observación de primer orden, en la que la construcción del hecho histórico puede o
no corresponder con la secuencia de acontecimientos en la temporalidad de la
historia.
“Por lo que respecta al regionalismo sonorense, yo creo que empezó a manifestarse desde la época colonial, cuando debido a la tremenda distancia que nos separaba del centro del virreinato se descuidaban lo asuntos políticos y militares de la administración española en la provincia, forzando a que sus habitantes se acostumbraran a resolver los problemas por su propia cuenta”.121
Esa creencia, aunque aceptada en el entorno intelectual regional cuando se
produce el discurso—y que inclusive, como lo anotamos arriba, lo reproduce—tiene
poco sustento en la investigación histórica incluso de quienes estudian el período en
ese mismo tiempo, y quienes puntualizan que en los alrededor de trescientos años
que dura la colonia, los procesos de integración y desintegración de la relaciones
sociales no siguieron un patrón lineal en ninguno de los grupos y estratos sociales
que fueron configurando con el tiempo la autoadscripción del sonorense122. El
concepto de etnogénesis introducido por Cynthia Radding—aunque utilizado para
explicar la forma de reproducción y sobrevivencia de las etnias indígenas que
poblaban el estado durante el régimen colonial y que se vieron impelidos no sólo a 121Armando Hopkins Durazo, Los Sonorenses. Apuntes sobre su conformación histórica, Hermosillo, Sonora: Impresos Chávez, 1996, p. 185. 122 El concepto de Etnogénesis utilizado por Cynthia Radding es de utilidad para entender el proceso seguido por los diferentes grupos sonorenses en la formación de sus sistemas sociales y denota el nacimiento y renacimiento de las identidades étnicas en diferentes momentos históricos. “The concept of ethnogenesis is used here not to trace the longevity of certain cultural traits or practices from pre-Hispanic to late-colonial times, but rather to underscore the changing historical quality of culture itself. It places the ethnic component of Sonoran highland peoples within the context of their full historical experience under Spanish and Mexican rule. Opatas, Pimas, and Eudeves survived as ethnic entities well into the nineteenth century, but the political, economic, and social dimensions of their cultural identity were radically changed through their relations with the dominant society and through the internal articulation of their communities.” Cynthia Radding, Wandering Peoples: Colonialism, Ethnic Spaces, and Ecological Frontiers in Northwestern Mexico, 1700-1850. Durham, NC: Duke University Press, 1997, p., 249.
Con formato: Es
convivir, sino a mantener sus redes y estructuras internas dentro de las otras
unidades domésticas de los grupos dominantes—bien puede asumirse como la
recursividad de las operaciones de esos sistemas sociales para su autoreproducción
o autopoiesis, lo que con el curso del tiempo ha garantizado la permanencia de las
formas culturales subyacentes que establecen tanto la identidad como la diferencia
del sonorense.
Se recurre también al argumento de las barreras naturales transformadas en
una especie de diques de contención a otras culturas, por un lado, y al olvido del
centro, por otro, como elementos generadores que han contribuido a la
conformación histórica del regionalismo en rasgo sui generis que permitió y ha
permitido la emergencia de los hombres fuertes que, sobre todo, a partir del siglo
XIX, han guiado la vida del estado123. Sin embargo, no se considera como factor
condicionante que el capital mercantil dominó la comercialización de la producción y
condujo a la concentración de la propiedad de la tierra en unas cuantas familias
(Arvizu, Landavazo, Campillo, Noriega, Tapia, Escobosa, Aguilar, entre otras, que a
la postre determinarían la existencia de las élites) y a la monetarización de la
123 “En primer lugar, la Sierra Madre era y es hasta la fecha una tremenda barrera natural que mantenía a Sonora y a todas las entidades del noroeste muy alejadas del centro. Cualquier acto de autoridad que se generaba en el virreinato, y después en el México independiente, difícilmente se ejecutaba fielmente en una provincia tan distante del lugar donde emanaba. Por esa razón quienquiera que jefaturara la sociedad regional tenía muy fuertes bases de autonomía y libertad de acción. Por ello surgieron los hombres fuertes tan frecuentes en Sonora durante el siglo XIX”. Armando Hopkins Durazo, op., cit., p. 187-188. Ver, también de Héctor A. Pesqueira “La Etiología el Hombre Fuerte” donde se presenta a Manuel María Gándara y a Ignacio Pesqueira: “El vocablo etiología, aunque su raíz y terminación son griegas, al referirse a los Hombres Fuertes de nuestro México y de nuestro Estado en particular, parece que adquiere carta de naturalización en su raíz y terminación y ambas sufren una metamorfosis que denota significados localistas que son relativos a un modo de ser del criollo nacido en nuestro territorio.” Héctor A. Pesqueira, “La Etiología del Hombre Fuerte”, en Memoria del I Simposio de Historia de Sonora, Hermosillo, Sonora: Universidad de Sonora, Instituto de investigaciones Históricas, 1976, p., 51.
Con formato: Es
economía, lo que llevó a los sonorenses a participar de los cambios ocurridos en
otros lugares de la Nueva España.
En efecto, a diferencia de regiones como Guanajuato, Morelos y Veracruz
que mantuvieron una economía orientada a la exportación, zonas importantes del
occidente desarrollaron redes de comercio interregionales, como es el caso de
Sonora. No obstante, la presencia de comerciantes de Tepic en el estado sugiere
que las redes de crédito se extendieron más allá de las rutas locales utilizadas para
el intercambio habitual de mercancía124, lo cual en sí mismo hecha por tierra el
argumento de “aislacionismo” tan recurrente en la historiografía sonorense.
La contradicción que ha involucrado a los sonorenses estudiosos de la
historia es que o bien dan por hecho el estatuto científico de la historia en la medida
en que se pretende la verdad histórica, o bien pasan por alto esta pretensión. Sin
embargo lo que subyace en los diversos discursos es que a pesar de considerar a la
cultura como objeto se le aborda a partir de modelos nomológicos como si debiera
obedecer algún tipo de ley social o económica. Como hemos visto el criterio de
verdad de los historiadores no académicos, o aficionados, está muy próximo al
positivismo; y es en la medida en que transcurre el tiempo como ese modelo se va
sustituyendo por abordajes más cercanos a las ciencias sociales provenientes de
los espacios académicos.
Desde mi perspectiva el conocimiento está situado históricamente y es
producto de las operaciones de los sistemas sociales en sus presentes; por tanto,
cuando pienso en la temporalidad de los estatutos científicos que normaron el
conocimiento de la historia sonorense, pienso también en el sentido de la 124 Radding, Wandering…, op.,cit., p. 243-244.
Con formato: Es
temporalidad en que estos estatutos fueron producidos: La apropiación de la verdad
histórica a fin de asegurar que la visión del futuro se realizara tanto en el discurso
como en la representación del mundo125.
Estos mecanismos obedecen a un doble ejercicio: por una lado se
reconstruye el pasado de la cultura, pero esta reconstrucción es inferida en función
de las relaciones que los actores tienen en sus respectivos espacios sociales. Hasta
ahí entonces se da una relación directa entre el ejercicio de la escritura y la
representación del pasado como causa y a la vez condición del presente. La
construcción del conocimiento de ese pasado, se convierte a la vez en un acto de
selección del estatuto epistemológico desde el cual observar ya no sólo el pasado
sino también las formas de conocerlo.
Es a través de las propuestas culturales que definen esas mitologías como se
ha conocido la historia de la cultura sonorense; sin embargo por medio de esas
mismas propuestas se observa la pertenencia de sus autores a una relación
sistema/entorno que posibilita a su vez, la definición de la recepción como condición
previa a la escritura, de manera tal que en concordancia a su temporalidad y a sus
contextos los diferentes autores estructuran el discurso orientado a un lector posible
inserto en un sistema particular de lectura; es decir, se observan variaciones
discursivas en relación a los espacios sociales de producción, la temporalidad y al
125 Steven Shapin da por hecho que la ciencia es una actividad que está situada social e históricamente y que se debe entender a partir de los contextos en que ocurre. Sin embargo esta condición de lo “contextual” es presentada por él mismo cuando observa que hay quienes tienden a destacar los factores intelectuales (los componentes endógenos), mientras que otros tienden a destacar los factores sociales (los elementos exógenos). Ver Steven Shapin, The Scientific Revolution, Chicago: Unversity of Chicago Press, 1998. Esta sola razón, sin excluir los aspectos contextuales, es la que me conduce a entender el conocimiento cientifico como un sistema social, a través del cual se puede explicar el contexto como un momento de las operaciones del sistema.
Con formato: Es
espacio social donde se recibe el discurso—y es así como se conoce de manera
que se produce lo que Gerardo Bobadilla establece como dicotomía cognositiva.126.
Esta dicotomía cognoscitiva a que hace referencia Bobadilla se convierte en
el horizonte de observación que posibilita el establecimiento de la diferencia no
como un orden en evolución sino como condición permanente, de forma tal que el
conocimiento de los hechos históricos presentan el ser del sonorense bronco,
aislado y en el atraso luchando contra las adversidades de los ecosistemas sean
éstos naturales o sociales, lo cual lo define versus el otro—un otro que
deliberadamente es ubicado al centro y sur el país.
Conocer la historia de la cultura a partir de este horizonte detona a su vez los
procesos discursivos que le son correspondientes para elaborar un perfil donde ser
“vaquerote, sencillote, informalote, bebedor y goloso—es una forma de identidad y
de diferenciación cultural”. Lo que se entiende como la cultura de la vaquería se
presenta en Sonora como un proceso que se inicia a partir de la introducción del
ganado criollo traído desde Extremadura via Cuba a esta región. Como todo
proceso está constituído por elementos y operaciones y ha producido bienes
tangibles e intangibles como los artefactos a través de los cuales se identifica.
Las operaciones que posibiitan la permanencia del sistema se transforman y
lo que van dejando son informaciones a las cuales la memoria puede o no recurrir 126 “A mi ver, el problema estriba en que en nuestro entorno no se ha asumido cabalmente la cultura, en general, ni la cultura regional, en particular, como un orden en evolución, como proceso metódico […] Y es que, pese a todos los esfuerzos institucionales—y personales incluso—por sistematizar y valorar funcionalmente una cultura sonorense o, en general, una cultura regional, hay una inercia interpretativa de muy fuerte arraigo que explica sus particularidades a partir de la dicotomía cognoscitiva de ‘cultura nacional/central vs. cultura regional’.” Gerardo Bobadilla, Apuntes sobre literatura, cultura y otras notas más, México: UNISON, Colección Ojos de Búho, N. 19, Serie Ensayo, 2004, p. 108.
Con formato: Es
para conservar en lo que conocemos como tradición—y que constituye la estructura
de los mitos identitarios. Uno de esos mitos, ahora convertido en lugar común, es
presentar al sonorense autoadscrito a la vaquería de manera tal que a partir de una
selección posible de elementos se infiere el todo de su formacion social127. En estas selecciones de la comunicación operan los elementos de un sistema
discursivo donde los autores construyen el discurso y organizan las definiciones y
los conceptos cuyas formas visibles presentan al sonorense vencedor en una
temporalidad cuyo signo es el aislamiento. Esto es particularmente perceptible a
partir de una interpretación singular de la frase de José Vasconcelos en el sentido
de que en el norte termina la cultura y empieza la carne asada128.
Desde ese horizonte de observación Sonora como estado fronterizo del
norte, trozo alguna vez del Septentrión Novohispano, ha estado aislado, olvidado y
atrasado, y apenas descubre—y reclama—su lugar en historia. Si bien se extiende
la ascepción de que en Sonora termina la cultura y empieza la carne asada, se hace
para enfrentarla con los elementos y operaciones que construyen un mito en el cual
el sonorense es más parecido al fenotipo del norte que al del sur—lo cual se
manifiesta en los ensayos literarios. 127 Las grandes exposiciones ganaderas anuales son muestra de esa selección. La necesidad de promover la actividad económica propició que en 1936 se fundara la Unión Ganadera Regional de Sonora en Moctezuma, Sonora. Desde entonces se realizan ferias locales en los poblados, pero es hasta 1983 cuando se institucionaliza la Feria Exposición Ganadera Sonora que se lleva a cabo durante el mes de abril. Esa actividad se convierte en el espacio de negociación de las preferencias culturales de grupos y personas expresadas en los artefactos como símbolos de los valores de intercambio. 128La frase de Vasconcelos “Donde termina el guiso y empieza a comerse la carne asada, comienza la barbarie”, la retoma Héctor Rodríguez en lo que llama un muestrario de opiniones que incluye a Cabeza de Vaca, Andrés Pérez de Rivas, Ignacio Ramírez, Federico Gamboa y José Vasconcelos para explicar que el “aparente consenso calificativo del ser de Sonora se encuentra en la historia toda de nuestro proceso cultural”. Héctor Rodríguez, Culturas… op., cit., pp., 21-22.
La dicotomía cogniscitiva no es sino la forma de concebir el saber de la
historia en el tema particular de la cultura. Desde que ésta se convierte en objeto de
conocimiento trasciende la oralidad del mito y su representación para ser explicada
por medio de la escritura. Esta sola condición propicia la emergencia de textos
vindicatorios cuyos autores en el fondo se resisten a abandonar esa representación
quimérica que sitúa al conocimiento de la identidad en una zona de confort que será
limitada únicamente por aportes de las ciencias sociales.
Las versiones de la formación histórica de la cultura sonorense se encuentran
en relación directa a lo que los autores observan de las comunicaciones de los
sistemas; la construcción de las versiones actualiza a su vez las referencias en la
medida que pueden observar las formas producidas por las actualizaciones de la
comunicación en la construcción de esa entidad llamada lo sonorense.
Una inercia interpretativa corresponde a la dicotomía cognoscitiva puesto que
se trata de una operación dialógica ya que los autores interpretan en relación a las
formas y a su posición relativa en la frontera del conocimiento. En todos los casos
sus versiones de la realidad son correspondientes a la observación y a lo que
alcanzan a percibir de las formas de la comunicación de los sistemas.