Carácter moral deberes éticos - CORE · das se centran en la corrección de los actos...

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Carácter moral y deberes éticos FAVIQLA RIVERA CASTRO Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, México RESUMEN. Los defensores de la ética de la virtud usualmente califican a la ética kan" tianacomo una moralidad centrada en el acto porque, sostienen, su principal objeto de evaluación moral son los actos particu" lares, con lo cual un acto puede ser moral- mente bueno a pesar de que el carácter de quien lo lleva a cabo no sea virtuoso. Sostienen que, por el contrario, la ética debe centrarse en el carácter de las per- sonas, de modo que un acto es moralmente valioso sólo cuando es la expresión de un carácter virtuoso. El propósito de este ar" tículo es mostrar que, en contra de lo que sostienen los partidarios de la ética de la virtud, el principal objeto de evaluación moral en la ética kantiana es el carácter de las personas. El imperativo categórico no exige la realización de actos particulares, sino la adopción de máximas de fines, las cuales son principios para una vida comple- ta. Sostengo que la adopción de estas máxi- mas necesariamente requiere la adquisición de un carácter virtuoso, de tal modo que quien se compromete sinceramente con los principios éticos lleva a cabo acciones bue- nas y tiene también un carácter moral. La ética de la virtud usualmente se presen- ta como una alternativa superior a las teo- rías morales kantianas y utilitaristas con el argumento de que considera el carácter de los agentes como el objeto principal de evaluación moral, mientras que las segun- das se centran en la corrección de los actos particulares. La supuesta superioridad se basa en que si nos centramos en la evalua- ISEGORíA/30 (2004) pp. 135-146 ABSTRACT. Proponents of virtue ethics usually charge Kantian ethics with being act-centered because, they claim, its main object of moral evaluation are particular acts. This has the unwelcome consequence that an act can be morally worthy though the character who performs it is not virtu- ous. They also claim that ethics should fo" cus on the character of persons such that only those acts that are the expression of a virtuous characters can be morally good. My purpose in this article is to show that the main object of moral evaluation in Kantian ethics is the character of persons. The categorical imperative does not de- mand the performance of particular acts, but the adoption of maxims of ends, which maxims are principIes to guide a complete life. 1claim that the adoption of such max- ims necessarily requires theacquisition of a virtuous character so that whoever com- mits herself to living according to ethical principIes both performs good acts and ac- quires a virtuous character. ción de actos particulares, un acto puede ser correcto a pesar de que el agente que lo lleva acabo tenga un carácter moral" mente malo, lo cual es insatisfactorio. Piénsese, por ejemplo, en el mentiroso compulsivo que es capaz, en cierta oca" sión afortunada, de sobreponerse a su in" clinación a mentir y dice la verdad porque lo considera su deber; su acto de veracidad 149

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Carácter moral y deberes éticos

FAVIQLA RIVERA CASTROInstituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, México

RESUMEN. Los defensores de la ética de lavirtud usualmente califican a la ética kan"tianacomo una moralidad centrada en elacto porque, sostienen, su principal objetode evaluación moral son los actos particu"lares, con lo cual un acto puede ser moral­mente bueno a pesar de que el carácter dequien lo lleva a cabo no sea virtuoso.Sostienen que, por el contrario, la éticadebe centrarse en el carácter de las per­sonas, de modo que un acto es moralmentevalioso sólo cuando es la expresión de uncarácter virtuoso. El propósito de este ar"tículo es mostrar que, en contra de lo quesostienen los partidarios de la ética de lavirtud, el principal objeto de evaluaciónmoral en la ética kantiana es el carácter delas personas. El imperativo categórico noexige la realización de actos particulares,sino la adopción de máximas de fines, lascuales son principios para una vida comple­ta. Sostengo que la adopción de estas máxi­mas necesariamente requiere la adquisiciónde un carácter virtuoso, de tal modo quequien se compromete sinceramente con losprincipios éticos lleva a cabo acciones bue­nas y tiene también un carácter moral.

La ética de la virtud usualmente se presen­ta como una alternativa superior a las teo­rías morales kantianas y utilitaristas con elargumento de que considera el carácter delos agentes como el objeto principal deevaluación moral, mientras que las segun­das se centran en la corrección de los actosparticulares. La supuesta superioridad sebasa en que si nos centramos en la evalua-

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ABSTRACT. Proponents of virtue ethicsusually charge Kantian ethics with beingact-centered because, they claim, its mainobject of moral evaluation are particularacts. This has the unwelcome consequencethat an act can be morally worthy thoughthe character who performs it is not virtu­ous. They also claim that ethics should fo"cus on the character of persons such thatonly those acts that are the expression of avirtuous characters can be morally good.My purpose in this article is to show thatthe main object of moral evaluation inKantian ethics is the character of persons.The categorical imperative does not de­mand the performance of particular acts,but the adoption of maxims of ends, whichmaxims are principIes to guide a completelife. 1claim that the adoption of such max­ims necessarily requires theacquisition ofa virtuous character so that whoever com­mits herself to living according to ethicalprincipIes both performs good acts and ac­quires a virtuous character.

ción de actos particulares, un acto puedeser correcto a pesar de que el agente quelo lleva acabo tenga un carácter moral"mente malo, lo cual es insatisfactorio.Piénsese, por ejemplo, en el mentirosocompulsivo que es capaz, en cierta oca"sión afortunada, de sobreponerse a su in"clinación a mentir y dice la verdad porquelo considera su deber; su acto de veracidad

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será moralmente correcto aunque su carác­ter siga siendo malo. En cambio, si toma­mos el carácter como el objeto principalde evaluación moral, las acciones moral­mente buenas serán aquellas realizadaspor personas virtuosas, en cuyo caso ya nosurge la posibilidad de elogiar el acto yreprobar el carácter al mismo tiempo. Des­de este punto de vista, un acto moralmentecorrecto llevado a cabo por alguien con uncarácter moralmente deficiente es por ellotambién moralmente deficiente. Como loskantianos y los utilitaristas supuestamentese centran en los actos particulares comoel objeto principal de evaluación moral, unacto correcto no puede ser moralmente de­ficiente aunque la persona que lo realizatenga un carácter moralmente malo. Laobjeción contra las así llamadas «morali­dades del acto» es que pierden de vista laimportancia del carácter en la evaluaciónmoral porque sistemáticamente subordi­nan el valor del carácter al valor de los ac­tos particulares I .

En lo que sigue voy a asumir que losdefensores de la ética de la virtud tienenrazón al afirmar que la teoría moral debecentrarse en el carácter de las personascomo el objeto principal de evaluaciónmoral. Comparto con ellos la intuición deque cuando un acto moralmente correctoes realizado por una persona con un carác­ter moralmente deficiente, el acto mismotiene que ser deficiente también. Vayasostener, sin embargo, que la ética kan"tiana no es una moralidad del acto, almenos no en el sentido criticado por losdefensores de la ética de la virtud 2. En miinterpretación, la ética kantiana tambiénconsidera al carácter de los agentes comoel objeto principal de evaluación moral.Para defender esta tesis voy a proceder endos pasos. Primero mostraré que el con­tenido de las exigencias éticas no es larealización u omisión de actos particu­lares, sino la adopción de máximas moral­mente buenas. En un segundo paso vere­mos que dicha adopción necesariamente

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requiere la adquisición de un carácter vir­tuoso.

En el primer capítulo de la Fundamenta­ción para una metafísica de las costum­bres 3 Kant sostiene que el objeto de eva­luación moral es la máxima de la acción ysostiene que una máxima moralmente meri­toria es aquella que podemos querer comoley universal. Las máximas son aquellosprincipios con base en los cuales una per­sona actúa; por ello, Kant se refiere a ellascomo «principios subjetivos» (FMC,Ak. IV, 4Dln). No obstante, como lo men­cioné en la introducción, es muy comúnpensar que el objeto de evaluación moralen la moralidad kantiana son las acciones.La razón de ello es que Kant se refiere alas acciones particulares como moralmentebuenas cuando las máximas en que sebasan también lo son. Pero deja muy clarala relación de prioridad: el valor moral deuna acción depende del valor moral de lamáxima. Por tanto, el imperativo categóri­co exige que actuemos con base en ciertasmáximas, esto es, aquellas que podamosquerer como leyes universales.

Dos de los ejemplos explícitos demáximas que aparecen en la Funda­mentación son los siguientes: «En base alegoísmo adopto el principio de abre­viarme la vida cuando ésta me amenace alargo plazo con más desgracias queamenidades prometa» (FMC, Ak. IV,422). «Cuando me crea sumido en unapuro económico, pediré dinero a créditoy prometeré devolverlo, aunque sepa quenunca sucederá tal cosa» (FMC, ibid.). Enambos casos le interesa mostrar que estasmáximas no son moralmente aceptablesporque, sostiene, no son universalizables.Estos ejemplos dejan claro que una máxi­ma es un principio o regla para la rea­lización de un cierto tipo de acciones, y nomeramente para una acción específicairrepetible. También es manifiesto que la

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máxima especifica un tipo de acto (<<abre­viar la vida», «prometer devolver uncrédito») a realizar por alguna razón, fin omotivo (<<cuando las desgracias superen alas amenidades» ,«pedir dinero a crédi­to»). Lo que quiero destacar es que lasmáximas no especifican únicamente eltipo de acto externo a realizar, sino quecontienen también las razones, motivos O

fines por los cuales tales actos se llevan acabo. Este punto surge claramente en elprimer capítulo de la Fundamentacióncuando Kant compara las acciones de unfilántropo en dos momentos de su vida:primero, el filántropo ayuda por incli­nación y, después, por deber. Los actosexternos del filántropo son los mismos, asaber, ayudar, pero Kant sostiene que sólola segunda acción tiene valor moralporque, nos dice, sólo en el segundo casola máxima es moralmente meritoria. Lasmáximas, entonces, contienen las razones,motivos o fines por las cuales se actúa, yel mismo acto externo puede llevarse acabo con base en máximas diferentes.

Sobre las máximas también es impor­tante mencionar que no tienen por qué serexplícitas en el momento de la acción. Latesis de Kant es que toda acción se realizacon base en alguna máxima, pero éstas, enla gran mayoría de los casos, están implí­citas, y en algunos de ellos podemos re­construirlas a partir de lo que hacemos yde nuestras motivaciones. Pero en muchassituaciones, precisamente porque nuestrosmotivos Son opacos, también lo son lasmáximas. Esto no representa un problemapara Kant porque a él le interesa estable­cer las máximas con base en las cualesdebemos actuar. La evaluación de la con­ducta pasada o ajena no figura de maneraimportante en su teoría.

Esta aclaración sobre las máximassirve para rechazar la creencia de que elobjeto principal de evaluación moral en laética kantiana son los actos particulares.Sin embargo, no es suficiente para respon­der satisfactoriamente a los defensores de

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la ética de la virtud. En primer lugar, unapersona puede actuar con base en máxi­mas moralmente buenas en ciertas oca­siones a pesar de que su carácter sea mo­ralmente deficiente. Piénsese de nuevo enel mentiroso compulsivo que es capaz dedecir la verdad en ciertas ocasiones por elmotivo del deber. De acuerdo con Kant,actuar por el motivo del deber es versemovido por el pensamiento de que lamoralidad exige la acción. En este caso, elmentiroso es capaz de actuar con base enuna máxima moral (una máxima de deber)a pesar de que su carácter es moralmentedeficiente. Esto sugiere que, al menos in­directamente, la ética kantiana le otorgaprioridad al valor moral de las accionespor encima del valor del carácter. En se­gundo lugar, al sostener que las máximasson el principal objeto de evaluaciónmoral, Kant deja de lado a los sentimien­tos, a los que considera carentes de valormoral 4 . Deja muy claro que el valor moralde una acción guiada por una máximamoralmente buena no se ve afectada en lomás mínimo, ni de manera positiva ninegativa, por los sentimientos e incli­naciones que se experimentan (FMC, 4,398-399). El valor moral reside en lo queel agente se determina a hacer, no en lossentimientos e inclinaciones que, segúnKant, tienen lugar en él y respecto de loscuales es pasivo. En la sección sobre elsentimiento moral en la Introducción aPrincipios Metafísicos de la Doctrina dela Virtud 5 señala que «no es convenientellamar a este sentimiento sentido moralporque con el término "sentido" se en­tiende por lo común una facultad teoréticaperceptiva, referida a un objeto; por elcontrario, el sentimiento moral (como elplacer y el desagrado en general) eS algomeramente subjetivo, que no suministraconocimiento» (PMDV, Ak. VI, 400). Elhecho de que el mentiroso compulsivotenga que superar su fuerte inclinación amentir no le resta nada al valor moral desu acción de decir la verdad por deber. La

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razón es que como la inclinación no eS unaforma de percepción o conocimiento delos rasgos morales de la situación en laque se encuentra, sino algo meramentesubjetivo, no afecta en nada al valor moralde su comportamiento.

Un ejemplo del propio Kant es su se­gunda versión del filántropo que ayuda alprójimo por deber. Ahora nos pide queimaginemos al filántropo como una per­sona «fría e indiferente al dolor ajeno».Presenta su ejemplo de tal modo que lapersona ayuda a otros a pesar de que noexperimenta ningún sentimiento que lopodría mover a ayudar. El punto que le in­teresa enfatizar es que el valor moral deuna acción reside en la máxima: siempreque la persona actúe según una máximamoralmente buena (tal como «ayudar aotros porque es mi deber»), su acción serámoralmente meritoria al margen de lossentimientos que exprese o deje de expre­sar. Pero esto es precisamente lo que re­chazan los partidarios de la ética de la vir­tud, ya que consideran que los sentimien­tos tienen valor moral y que, por tanto,son objetos apropiados de evaluaciónmoral. Esta perspectiva tan diferente sobrelos sentimientos se debe a que, a diferen"cia de Kant, se les considera modos depercepción sobre los aspectos moralmenterelevantes de las acciones o estados decosas. En el caso del filántropo, su indife"rencia frente al dolor ajeno es reprobablemoralmente porque esta actitudes unmodo de percibir la situación de losdemás: al reaccionar con indiferencia, elfilántropo percibe el dolor ajeno comoalgo que no tiene por qué moverlo a hacernada; o más bien, al reaccionar con in"diferencia el filántropo no percibe el dolorajeno como una razón para ayudar. Si lossentimientos son modos de percepción,entonces pueden ser apropiados o ina­propiados. Desde este punto de vista, al­guien que cumpla con su deber, pero ex"perimente sentimientos que son contrariosa su convicción moral y a los que tiene

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que sobreponerse, muestra una falta de ar"monía entre la razón y los sentimientos:mientras la razón le indica que debe ayu­dar, sus sentimientos le dicen que no tieneporqué hacerlo. Según los partidarios de laética de la virtud, esta armonía es precisa­mente la característica de un carácter vir­tuoso y quien carezca de ella posee uncarácter moralmente deficiente.

Para ofrecer una respuesta más ade­cuada a los críticos será necesario conside­rar con más detenimiento el contenido delos deberes éticos, así como la función delos sentimientos morales en la prácticade la virtud. Mi objetivo es mostrar que laética kantiana exige algo más que la merarealización de acciones moralmente meri­torias,a saber, la adquisición de un carác­ter moral, y que este último se caracteriza,en parte, por la presencia de ciertos sen­timientos morales.

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La idea de que la moralidad kantiana secentra en los actos particulares como elobjeto principal de evaluación moral a ex­pensas del carácter de los agentes se debetambién a la tendencia a confundir las exi­gencias de la ética y las de la justicia. Kantdivide los deberes morales en deberes devirtud (o éticos) y de justicia (o jurídi­cos) 6. Los deberes éticos constituyen eldominio de lo que podemos llamar «mora­lidad personal», mientras que los de justi­cia son aquellos que la autoridad políticase encarga de hacer valer por medioscoactivos. Distingue entre los deberes éti­cos y los jurídicos de acuerdo con el tipode legislación. Sostiene que toda legis­lación tiene dos elementos: una ley querepresenta una acción como objetivamentenecesaria y un incentivo que constituye elelemento subjetivo en la determinación ala acción exigida por la ley (PMDV,Ak. VI, 218). Nos dice que, en consecuen­cia, toda legislación puede distinguirse porel incentivo: la legislación «que hace de

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una acción un deber y de ese deber, a lavez, un incentivo es ética», mientras quela legislación «que no incluye al último enla ley y, por tanto, admite también otro in­centivo distinto de la idea misma del deberes jurídica» (PMDV, 6, 219). A primeravista parece que la diferencia entre los de­beres éticos y los jurídicos reside en quelos primeros exigen la realización de cier­tos actos por incentivos morales, en tantoque los segundos permiten cualquier tipode incentivo, sea moral o bien de lainclinación.

Esta manera de expresar la distinciónentre los deberes éticos y los jurídicosapoya la tesis de que tanto la ética cama lajusticia exigen la realización u omisión deactos particulares, y que sólo se distinguenen que la ética además exige motivosmorales. Sin embargo, en la Introduccióna Principios metafísicos de la doctrina dela virtud Kant sostiene que los deberes ju­rídicos son de obligación estricta porqueexigen acciones (a realizar u omitir),mientras que los deberes éticos son deobligación amplia porque exigen la adop­ción de máximas de fines pero no especifi­can qué debamos hacer en particular paracumplirlos 7. Sobre los deberes ampliosnos dice lo siguiente: «Si la ley sólo puedeordenar la máxima de las acciones, no lasacciones mismas, esto es un signo de quedeja un margen (latitudo) al arbitrio librepara el cumplimiento (la observancia), esdecir, que no puede indicar con precisióncómo y cuánto se debe obrar con la accióncon vistas al fin que es a la vez un deber.Pero por deber amplio no se entiende unpermiso para introducir excepciones a lamáxima de las acciones, sino sólo el delimitar una máxima del deber por otra (porejemplo, el amor universal al prójimo porel amor paternal), con lo cual se amplíarealmente el campo de la praxis virtuosa»(PMDV, Ak. VI, 390).

Un deber que exige la adopción de unfin deja mucho margen para determinarqué acciones llevar a cabo con miras asu

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cumplimiento. Los deberes son estrictos,en cambio, cuando la ley exige actos par­ticulares pero no máximas. Por ejemplo, eldeber de hacer el bien es ético porque exi­ge la adopción del fin de ayudar a losdemás como algo valioso en sí mismo, sinespecificar qué acciones en particular sedeben llevar en cabo; en cambio, el deberde cumplir los contratos es estricto porqueexige la realización del acto externo sinimportar el motivo.

Kant también divide los deberes mo­rales en perfectos e imperfectos. Sobreellos nos dice que únicamente los deberesde virtud pueden ser imperfectos y que sucumplimiento es meritorio, mientras quedejar de observarlos no es demérito, sinoúnicamente falta de valor moral (PMDV,Ak. VI, 390). Esto sugiere que el cumpli­miento de los deberes perfectos no es me­ritorio y que su omisión implica culpabili­dad. Es muy común en la literatura tratarcomo equivalentes las distinciones estric­to/amplio y perfecto/imperfecto. Usual­mente se asume que «amplio» significa lomismo que «imperfecto» y que este tipode deberes permiten cierto margen paradecidir qué hacer con miras a su cumpli"miento ya que exigen la adopción de má­ximas de fines; como no exigen ningunaacción en particular, se supone que sucumplimiento es meritorio. También sepiensa que los deberes que exigen actosparticulares a realizar u omitir son perfec­tos o estrictos y que, por ello mismo, sucumplimiento no es meritorio sino debi"do 8. De acuerdo con esta lectura, todos losdeberes de virtud son amplios e imperfec­tos, y todos los jurídicos son perfectos yestrictos. La dificultad, sin embargo, esque Kant sugiere en varios lugares quetenemos deberes éticos perfectos.

En la Principios metafísicos de la doc­trina de la virtud encontramos que el finético de promover la propia perfección dalugar tanto a deberes perfectos como im­perfectos. Dentro de los primeros Kantmenciona el deber negativo de no suici-

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darse, y entre los segundos Se encuentra eldeber de cultivar los talentos y capaci,dades naturales. De manera paralela, el finético de promover la felicidad de los de"más da lugar a dos tipos de deberes: los deamor y los de respeto. Dentro de los pri,meros encontramos el deber de hacer elbien y de fomentar el sentimiento de lasimpatía hacia las necesidades ajenas; ydentro de los segundos están los deberesnegativos de evitar vicios como la arra"gancia. Si bien no dice que los deberes deamor sean imperfectos y los de respetoperfectos, sí lo sugiere cuando afirma que«la omisión de los deberes de amor, sim"plemente, es falta de virtud (peccatum).Pero la omisión del deber que surge delrespeto debido a cada hombre en generales un vicio (vitium). Porque olvidando losprimeros no se ofende a hombre alguno;mientras que la omisión de los segundosdaña al hombre en su legítima pretensión»(PMDV, Ak. VI, 464).

En vista de la existencia de los debereséticos perfectos es necesario ofrecer unacaracterización de la distinción perfecto/imperfecto que sea independiente del parestricto/amplio. Para los fines de este tra,bajo este punto cobra cierta importanciaporque quienes suscriben la equivalenciade las dos distinciones suponen que cuan,do un deber es perfecto no se exige laadopción de ninguna máxima aunquese trate de un deber ético. Por ejemplo,Thomas Hill sostiene que los deberes per,fectos exigen la realización de actos par,ticulares, pero no la adopción de algunamáxima y que, por tanto, «uno podría ob­servar un deber perfecto llevando a caboel tipo correcto de acto sin haber adoptadoningún principio relevante para la situa,ción, pero uno no podría observar un de­ber imperfecto de la misma manera» 9. Meinteresa rechazar esta postura porque laafirmación de que algunos deberes éticos,por ser perfectos, exigen la realización uomisión de actos particulares sin importarla máxima apoya la tesis de que la ética

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kantiana, al menos parcialmente, se centraen los actos y no en el carácter. Para sos"tener que, por el contrario, el principal ob,jeto de evaluación en la ética kantiana esel carácter de las personas es necesariomostrar que la ética siempre exige laadopción de máximas de fines, aun en elcaso de deberes que exijan la realización uomisión de acciones específicas.

Con el fin de separar los dos pares decategorías de deberes propongo la carac,terización siguiente. La distinción am,plio/estricto claramente concierne al con,tenido del deber: o bien el deber exige laadopción de una máxima de fin, o bien larealización u omisión de algún acto parti,cular sin importar la máxima. Esto con,cuerda con la afirmación de Kant de quelos deberes éticos siempre son ampliosporque exigen la adopción de máximas,mientras que los jurídicos Son estrictosporque se limitan a prescribir o prohibiractos particulares. Como también sostieneque sólo los deberes de virtud o éticospueden ser imperfectos, entonces todos losdeberes jurídicos son perfectos, mientrasque los de virtud pueden ser perfectos oimperfectos. Esta segunda distinciónparece referirse al beneficiario del deber,es decir, a si el deber se le debe a alguienen particular o no. Kant dice que el cum,plimiento de un deber imperfecto es meri,torio, mientras que su omisión no implicaculpabilidad sino falta de valor moral.Para que la omisión de un deber imperfec­to no implique culpabilidad tiene quetratarse de un deber que no se le deba a al,guien en particular. Como él mismo loseñala, «olvidando los primeros no seofende a hombre alguno». Por ejemplo, eldeber de hacer el bien es imperfecto por,que su cumplimiento no se le debe a nadieen particular: a quién ayudar, cuándo y dequé manera se le deja al arbitrio de cadapersona. En cambio, la omisión de un de,ber perfecto sí implica culpabilidad pre­cisamente porque hay alguien en particu­lar a quien su cumplimiento se le debe y,

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puede, por tanto, exigirlo en caso de omi­sión. Esto no significa que siempre se tratede una persona específica exclusivamente.Hay deberes perfectos que se le deben acada persona en particular porque suomisión implicaría tratarlos como merosmedios. Kant señala que «la omisión delos [deberes de respeto] daña al hombre ensu legítima pretensión», los cuales son de­beres que se le deben a cada persona enparticular. Aquellos deberes que se ledeben a un individuo en específico exclu­sivamente son las obligaciones incurridas,tales como el cumplimiento de las prome­sas y los contratos. Esto concuerda con sutesis de que el cumplimiento de los de­beres imperfectos es meritorio: como se ledebe ayuda a nadie en particular, la con­ducta es meritoria cuando se ayuda a al"guien, pero no hay culpa cuando se dejade hacerlo; y como se le debe respeto a to­dos, la actitud correspondiente no puedeser meritoria, mientras que la falta de res­peto implica culpabilidad.

Esta doble distinción tiene dos impli­caciones incómodas que debo mencionar.En primer lugar, resulta extraño que eldeber de cultivar los talentos, por ser im­perfecto, no nos lo debamos a nosotrosmismos. El deber es amplio, por ser éti­ca, lo cual significa que se exige la adop­ción de la máxima, pero no la realizaciónde alguna acción en particular. Como elúnico beneficiario de un deber hacia unomismo somos nosotros mismos, pareceque tendría que ser perfecto. Sin embar­go, Kant parece suponer que el desarrollode la propia perfección natural es hacermás por nosotros mismos de lo que es­trictamente nos debemos; por ello, elcumplimiento de este deber es meritorio.Esto se debe a su tesis de que la hu­manidad es un fin negativo, es decir, unfin contra el cual no debemos actuar nun­ca. Estrictamente, lo que nos debemos anosotros mismos y a los demás es abste­nernos de tratar a la humanidad propia yajena de maneras que sean incompatibles

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con su valor incondicionado. En cambio,ayudar a los demás en la consecución desus fines y cultivar los talentos y capaci­dades propias es, según Kant, hacer algomás de lo estrictamente debido a la hu­manidad concebida como fin negativo, yes por ello meritorio.

La segunda implicación proviene de lamanera en que Kant concibe los deberesimperfectos. Como vimos, nos dice que suobservancia es meritoria, en tanto que de­jar de cumplirlos no implica culpabilidad.Sin embargo, algunos tipos de accionesque caen claramente bajo los deberes im­perfectos parecen ser obligaciones másperfectas. No es lo mismo dejar de ayudaral extranjero que vive en algún lugar re­moto, que al vecino que acaba de sufrir unaccidente doméstico y nos pide auxilio. Sibien tenemos el deber de ayudar al próji­mo en general, tenemos la libertad de de­cidir a quién ayudar, cuándo y de qué ma­nera, y los criterios obvios para hacer estaselecciones parecen ser la proximidad, laurgencia de la necesidad ajena, y las rela­ciones especiales que mantenemos conciertas personas. Es natural que la presiónpara ofrecer ayuda resulte mayor cuandose trata de alguien cercano, como el veci­no, que cuando el necesitado es un extran­jero en un país remoto. No obstante, Kantsugiere que en ningún caso tenemos Unaobligación perfecta, aunque el ejemplo delvecino muestra que dejar de cumplir conun deber imperfecto a veces sí puedeimplicar culpabilidad. Pienso que no esposible resolver esta dificultad si nos man­tenemos dentro de lo que Kant sostieneexplícitamente, pero la labor de inter­pretación necesaria para aclarar este puntorebasa los límites de este trabajo.

Lo que a mí me interesa establecer esque los deberes éticos, a diferencia de losjurídicos, son amplios; lo cual significaque siempre exigen la adopción de unamáxima, sea que se trate de un deber per­fecto o de uno imperfecto. En ambos casoses imposible satisfacer las exigencias de la

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ética si no se actúa con base en una máxi­ma de fin. Aun en el caso de los debereséticos negativos, como no suicidarse y notratar a los demás con arrogancia, la exi"gencia no es meramente abstenerse de rea­lizar los actos externos correspondientes.El deber exige ciertamente abstenerse derealizar ciertos actos externos, pero en elmedida que es ético, la omisión debebasarse en una máxima de fin, la cual es­pecifica las consideraciones éticas por lascuales tales actos no deben lIevarse acabo. Tanto en el caso del suicidio, comoen el de la arrogancia, se exige que actue­mos movidos por una actitud valorativahacia nosotros y hacia los demás, respecti­vamente. No es suficiente no suicidarsepor temor a la muerte: uno debe preservarla propia vida porque se valora a sí mismocomo un fin incondicionado. Igualmente,se debe evitar la arrogancia en el trato conlos demás movidos por el reconocimientodel valor incondicionado de la humanidaden otras personas. Esto último es clarocuando Kant sostiene que el sentimientode respeto acompaña el cumplimiento delos deberes de respeto hacia los demás(PMDV, 6,448).

Hasta ahora hemos visto que la éticakantiana no exige la mera realización uomisión de actos externos, sino la adop­ción de máximas de fines. A continuaciónveremos por qué esta adopción necesaria­mente requiere el desarrollo de un caráctermoral y por qué, debido a ello, este últimoes el principal objeto de evaluación moral.

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A diferencia de la Fundamentación, endonde el énfasis recae en el mérito moralde acciones particulares, en Principiosmetafísicos de la doctrina de la virtudKant deja claro que la adopción de máxi­mas de fines éticos es un proyecto a largoplazo 10. La exigencia ética no es actuarcon base en estas máximas en ciertas oca­siones, sino adoptarlas como principios

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firmes a lo largo de una vida completa, locual supone la práctica constante de lasacciones exigidas por las máximas. Lo queme interesa destacar es que esta práctica,si es exitosa, tiene como consecuencia laadquisición de un carácter moral. Kantsostiene que el progreso en la adopción delas máximas éticas nunca puede concluir,y es a este esfuerzo constante a lo que éldenomina «virtud». Concibe a la virtudcomo una lucha y se refiere a ella comofortitudo moralis, como «la capacidad y elpropósito deliberado de oponer resistencia[...] al adversario de la intención moral ennosotros» 11. Agrega que «la virtud es lafuerza de la máxima del hombre en elcumplimiento de su deber» 12. En la segun­da Crítica define a la virtud como «la in­tención moral en combate» 1" Yen la Re­ligión señala que la virtud es una «palabraque (tanto en griego como en latín) sig­nifica denuedo y valentía y, por lo tanto,supone un enemigo» 14. La adopción de lasmáximas éticas supone, entonces, unalucha constante contra los incentivos con­trarios a la moralidad, de tal modo que loimportante desde un punto de vista moralno es cumplir con el deber de manera oca­sional, sino la firme determinación, a lolargo de una vida completa, de convertir alas máximas éticas en rasgos del propiocarácter.

¿Cómo es posible lograr semejantetransformación? En la Religión Kantsostiene que, en la medida que el deberexige una «revolución» moral, tal revolu­ción debe ser posible. Sin embargo, nosdice: «cuando el hombre invierte el funda­mento supremo de sus máximas, por elcual era un hombre malo, mediante unaúnica decisión inmutable (y con ello visteun hombre nuevo), en esa medida es,según el principio y el modo de pensar, unsujeto susceptible del bien, pero sólo enun continuo obrar y devenir es un hombrebueno; esto es: puede esperar que con unapureza semejante del principio que haadoptado como máxima suprema de su

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albedrío y con la firmeza de ese principiose encuentre en el camino bueno (aunqueestrecho) de un constante progresar de lomalo a lo mejor» 15.

Esta doble perspectiva sobre la «revo­lución» moral se debe, desde luego, a losdos puntos de vista que ineludiblemente,según Kant, tenemos que adoptar sobrenosotros mismos: en tanto que seres libres,tenemos que concebimos como capaces deadoptar las máximas éticas mediante una«decisión inmutable»; pero, en tanto queseres susceptibles a la influencia de los in­centivos de la sensibilidad, tenemos queadmitir que la revolución tiene que sergradual, ya que no podemos cambiar nues­tra sensibilidad mediante una «decisión»,sino solamente a través de la prácticaconstante de acciones éticas. Esto no sig­nifica que mientras desde el punto de vistainteligible sí es posible adoptar las máxi­mas éticas, desde el punto de vista sensi­ble sólo nos queda progresar. Más bienquiere decir que la autenticidad de la reso­lución de adoptar dichas máximas de­pende de la conducta efectiva y de latransformación de la sensibilidad. Por esoKant afirma, en el pasaje anterior, que la«decisión inmutable» sólo nos hace «sus­ceptibles al bien». La genuina adopción delas máximas éticas sólo puede tener lugaren un progreso constante, esto es, en lavirtud. Aunque la adopción de una máxi"ma es lo que él denomina una «acción in­terna» (PMDV, Ak. VI, 218) no hay mane­ra de llevar a cabo tal acción al margen delas acciones externas. Si bien es verdadque estas últimas no pueden ser un signoseguro de una máxima ética, sí son unacondición necesaria. Alguien que estácomprometido con la máxima de hacer elbien ayudará al prójimo, y si no lo hace,entonces su «compromiso» no habrá sidogenuino.

La pregunta importante para los finesde este trabajo es por qué, según Kant, lapráctica constante de acciones éticas puedetener el efecto de transformar el carácter de

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modo que se adquiera un carácter moral­mente bueno. Desde luego, es posible imi­tar la virtud llevando a cabo las accionesque haría una persona virtuosa sin por ellollegar jamás a la virtud misma. Uno puedede manera mecánica ayudar al prójimo sinpoder jamás hacerlo por los motivos que laética exige. Es por ello que Kant sostieneque la virtud no puede basarse en el hábito(PMDV, Ak. VI, 383-384). Para que lapráctica sea virtuosa no puede consistir enla mera repetición de ciertos actos exter­nos, sino que tiene que proceder de máxi­mas éticas con base en las cuales uno se hapropuesto actuar. El propósito de laprácti"ca es más bien el siguiente. Por un lado,quien ha resuelto adoptar máximas éticasnecesariamente tendrá que actuar en con­sonancia, de otro modo su resolución nohabrá sido genuina. Por el otro, Kantsostiene que la práctica auténtica y exitosade acciones éticas produce efectos en lasensibilidad. Ello es claro en un pasaje fre­cuentemente citado: «Hacer el bien es undeber. Quien lo practica a menudo y tieneéxito en su propósito benefactor llega al fi­nal a amar efectivamente a aquel a quienha hecho el bien. Por tanto, cuando se dice:debes amar a tu prójimo como a ti mismo,no significa: debes amar inmediatamente(primero) y mediante este amor hacer elbien (después), sino: ¡haz el bien a tu próji"mo y esta beneficencia provocará en ti elamor a los hombres (como hábito de la in­clinación a la beneficencia)!» 16.

Kant sostiene que no podemos tener eldeber de experimentar sentimiento alguno,ya que no tenemos control directo sobrenuestros sentimientos. Pero también nosdice que podemos llegar a producir ciertossentimientos de manera indirecta. Alguienque practique la beneficencia por motivoséticos probablemente adquirirá con eltiempo ciertas actitudes, disposiciones ysentimientos. Tal vez adquiera mayor in"terés en la necesidad ajena y aprenda areaccionar con una disposición natural aayudar. Kant mismo pensaba que los sen~

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timientos de amor y de respeto pueden lle"gar a acompañar la práctica exitosa deacciones procedentes de la máxima depromover la felicidad ajena. Estos sen"timientos son completamente subjetivos,lo cual significa que no nos pueden ayudara discernir qué debemos hacer. Pero supresencia nos permite detectar con más fa­cilidad las situaciones en las cuales ciertotipo de conducta moral es necesaria, ade"más de ser una señal del progreso logradoen la adopción de las máximas éticas.

Regresemos ahora al ejemplo del men"tiroso compulsivo. La dificultad señaladapor los partidarios de la ética de la virtudes que una ética centrada en los actos par"ticulares no hace justicia a la importanciadel carácter moral. Algunos actos delmentiroso podrán ser moralmente buenos,pero su carácter no deja de ser vicioso. Sinembargo, ahora podemos ver que no setrata de una objeción contra la ética kan"tiana. Mientras que las acciones moral­mente buenas pueden coexistir con uncarácter todavía vicioso, éste no es el casoen la adopción de máximas éticas porque,si tal adopción es genuina, ello se verá re"flejado no sólo en las prácticas, sino tam­bién en los sentimientos que se experi­mentan. Cuando el mentiroso compulsivotiene que reprimir su deseo de mentirmuestra su escaso progreso moral, esto es,su falta de virtud. Si la exigencia de la éti"ca no fuera la firme adopción de máximasde fines a lo largo de una vida completa,su acción no sería deficiente éticamente,pero la ausencia de sentimientos apropia"dos hace que sí lo sea. En este sentido,Kant señala que «lo que no se hace conplacer, sino sólo como un servicio com­pulsivo, carece de valor interno para aquelque obedece su deber con ello, y no se loama, sino que se evita en lo posible laocasión de practicarlo» 17. Ésta es clara"mente la situación del mentiroso compul"sivo. Si bien los sentimientos morales noaumentan ni disminuyen el mérito moralde una acción particular basada en una

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máxima de deber, sí son un signo del pro"greso moral realizado, y su ausencia evi"dencia la falta de virtud. Desde el punto devista de la ética kantiana, la acción delmentiroso de decir la verdad por deber esciertamente moralmente buena, pero elcarácter está muy lejos de ser virtuoso. Aligual que en la ética de la virtud, las ac"ciones virtuosas sólo pueden ser el pro"ducto de un carácter virtuoso.

Los defensores de la ética de la virtudusualmente rechazan la concepción kan"tiana de la virtud como progreso moral ycomo lucha contra los incentivos contra"rios a la moralidad. Con mucha frecuenciase sostiene que la virtud consiste en la ar"monía entre las resoluciones de la razón ylos sentimientos. Kant no rechaza este ide"al propiamente, sino que lo considera im"posible para las seres humanos. Según suconcepción de la naturaleza humana esinevitable que aun los más virtuosos pue"dan verse tentados a otorgarle prioridad alos incentivos del amor propio sobre losde la moralidad. Ello no significa que unapersona virtuosa en esta situación actúe demanera contraria a su deber moral, pero síimplica que la ética siempre se le presen­tará como una exigencia. En todo caso,este desacuerdo no concierne a cuál sea elobjeto principal de evaluación moral: tan"to Kant como los partidarios de la ética dela virtud están de acuerdo en que tal objetoes el carácter de las personas y no sus ac"tos particulares. El desacuerdo Se refiere alas posibilidades humanas de eliminar losincentivos contrarios a la moralidad.

Otro desacuerdo importante conciernea la naturaleza misma de los sentimientos.Los partidarios de la ética de la virtudusualmente conciben los sentimientosco"mo modos de percepción y, por tanto,como fuentes de conocimiento. Alguienque experimenta el deseo de ayudar per­cibe la situación en la que se encuentracomo una situación en la que se debe ofre"cer ayuda. El sentimiento le indica, por asídecirlo, qué debe hacer. La práctica de la

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virtud consiste precisamente en la edu­cación de los sentimientos para que nosguíen de manera adecuada. Kant, comohemos visto, pensaba que los sentimientosson meras reacciones subjetivas incapacesde ofrecernos información sobre los ras­gos moralmente relevantes del mundo. Porello pensaba también que no son suscepti­bles de educación mediante la razón. Sinembargo, de nuevo el desacuerdo nadatiene que ver con cuál es el objeto princi­pal de evaluación moral. Aunque los sen­timientos sean subjetivos, el progreso enla formación del carácter sigue siendo elobjeto central de la ética.

Nada de lo dicho hasta aquí, sin em­bargo, tiene el propósito de negar que, enla ética kantiana, el mérito moral de unaacción no depende en modo alguno de lavirtud del carácter. La acción moralmentebuena del mentiroso compulsivo sigue te­niendo valor moral a pesar de que su ca­rácter no sea virtuoso. Esto no significaque la ética de Kant se centre, por tanto,en los actos particulares. Hemos visto queestá dirigida a la adquisición de un carác­ter moral caracterizado por su firme com­promiso con las máximas éticas y la ad­quisición de sentimientos morales. Lo quesí significa es que se trata de una ética dela autonomía. Se sigue de la tesis de la li­bertad de la voluntad que aun el carácter

vicioso es capaz de acciones moralmentebuenas. La presencia de incentivoscontrarios a la moralidad hace que las ac­ciones éticas sean más difíciles de lo queresultan para un persona virtuosa en senti­do kantiano, pero no puede hacerlas im­posibles, al menos en principio. Uno delos efectos de la práctica de la virtud esprecisamente lograr que la sensibilidadsea propicia a las resoluciones de larazón. Kant no puede sostener que sólolas acciones de un carácter virtuoso sontanto virtuosas como moralmente buenasporque ello sería contrario a su tesis de lalibertad de la voluntad. Si fuéramos inca­paces de hacer a un lado los incentivoscontrarios a la moralidad y actuar por de­ber, tendríamos que concebirnos a no­sotros mismos como determinados pornuestras inclinaciones. En mi opinión,éste es un rasgo valioso de la ética kan­tiana al margen de qué tesis metafísicassobre la libertad se quieran sostener. Esimportante que una teoría ética puedaotorgarle algún tipo de valor moral a lasacciones moralmente correctas, hechaspor motivos morales, pero que provienende un carácter que no es virtuoso. Se trata,sin duda, de acciones valiosas, las cuales,según Kant, son los primeros pasos en elcamino de la virtud.

NOTAS

1 Véase la introducción de Roger Crisp al libro edi­tado por él How Should One Uve? Essays on the Vir­tues, Oxford, Clarendon Press, 1996.

2 En este trabajo me centraré en la ética kantiana.3 Fundamentación para una metafísica de las cos­

tumbres, edición castellana de Roberto R. AramayoMadrid, Alianza Editorial, 2002. En las referencias alas obras de Kant en el texto principal aparecen lasiniciales de la obra citada seguidas por el volumen ynúmero de página de Kants gesammelte Schriften (pu­blicados por la Preussische Akademie der Wissens­chaften, Berlín) los cuales usualmente aparecen en losmárgenes de las páginas en las traducciones al caste-

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llano, como es el caso de la edición recién citada.4 Para una explicación de por qué los sentimientos

son irrelevantes para el valor moral véase de ChristineKorsgaard, «Prom Duty and for the Sake of the No­ble: Kant and Aristotle on Morally Good Action» enStephen Engstrom y Jennifer Whiting (eds.), Aristo­tle, Kant, and the Stoics. Rethinking Happiness andDuty, Cambridge, Cambridge University Press,1996).

5 «Principios metafísicos de la doctrina de la vir­tud», en La metafísica de las costumbres, traducciónde Adela Cortina y Jesús Conill, Madrid, Tecnos,1989.

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6 Algunos intérpretes han cuestionado que los de­beres de justicia pertenezcan al dominio de la moral.En «La distinción entre derecho y moral en el pensa­miento de Kant» (Revista Latinoamericana de Filoso­fía, vol. XXVII, núm. 2, 2001) sostengo que estos de­beres sí son morales. Sobre este punto véase AllenWood, «The Final Form of Kant's Practical Philo­sophy», en Nelson Potter et al. (eds.), Kant's Me­taphysics of Morals. The Southern Journal of Philo­sophy, XXXVI, suplemento, 1997, pp.l-20; Paul Gu"yer, «Comments: Justice and Morality,» en Potter etal. op. cit., pp.21-28; Thomas Pogge, «ls Kant'sRechtslehre Comprehensive?», en Potter et. al., op.cit., pp 161-88; Otfried Hoffe, «Recht und Moral: einkantischer ProblemaufriB», en Neue Hefte für Philo­sophie, 17,1979, pp. 1-36, Y «Kant's PrincipIe of Jus­tice as a Categorical Imperative of Law»,en Yirmi­yahu, Yovel (ed.), Kant's Practical Philosophy Re­considered, Dordrecht: Kluwer Academic, 1989.

7 El encabezado de la sección VI de la Introduccióna Principios metafísicos de la doctrina de la virtuddice: «La ética no da leyes para las acciones (porqueesto lo hace el fus), sino sólo para las máximas de lasacciones». El título de la sección siguiente (VII) dice:«Los deberes éticos son de obligación amplia, mien­tras que los deberes jurídicos son de obligación estric­ta». Kant empieza esta última sección indicando que«esta proposición es una consecuencia de la anterior»,es decir, del encabezado de la sección anterior.

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g Sobre este punto véase Qnora O'Neill, TowardsJustice and Virtue. A Constructive Account of Practi­cal Reasoning, Cambridge, Cambridge Universityf>ress, 1996, p.l86; Thomas Hill, «Kant on ImperfectDuty and Supererogatioll», en Dignity and PracticalReasoning in Kant's Moral Theory, Ithaca, ComellUniversity Press, 1992, p.l48; Nancy Sherman, Ma­king a Necessity of Virtue. Aristotle and Kant on Vir_tue, Cambridge, Cambridge University Press, 1997,pp.332 y 335; Allen Wood, Kant's Ethical Thought,Cambridge, Cambridge University Press, 1999,pp. 324-325.

9 Hill, op. cit." p.l56.10 Desarrollo este tema en mi libro Virtud y justicia

en Kant, México, Fontamara 2003.11 PMDV, Ak. VI, 380.12 PMDV, 6, 394.13 Crítica de la razón práctica, traducción de Ro­

berto R. Aramayo, Madrid, Alianza Editorial, 2000, ytraducción de Dulce María Granja, México, Universi­dad Autónoma Metropolitana,ZOOl; Ak. V, 84.

14 La religión dentro de los límites de la mera ra­zón, traducción de Felipe Martínez Marzoa, 2.a edi­ción, Madrid, Alianza, 1981; Ak. VI, 57.

15 Religión, Ak. VI, 47-48.16 PMDV, Ak. VI, 402.17 PMDV, Ak. VI,484.

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