Carisma
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INTRODUCCIÓN
La escuela vicenciana tiene en sus orígenes un rico marco de inspiración: Margarita
Naseau, primera educadora vicenciana, decide aprender a leer ella sola bajo la inspiración del
cielo entre el armónico canto de los pájaros, mientras guardaba las vacas, acariciada por la
suave brisa del viento de la campiña parisina.
Y pregunta al párroco, al vicario o a los viandantes del camino sobre el significado
de las letras y palabras. Vicente de Paúl afirmará de ella, que no tuvo otro maestro más que
el mismo Dios. Y una vez que supo leer, aprende el catecismo y movida por una fuerte
inspiración del cielo, decide convertir su prado en escuela, al aire, libre, sin riesgos de
contaminación, sin limitación de espacios... Todo es inspiración y profecía de futuro,
movida por la inspiración del Espíritu, se pone en camino, de pueblo en pueblo: enseñando a
leer y el catecismo que había aprendido. Así surge la Escuela Vicenciana.
En la misión de Villepreux se encuentra con Vicente de Paúl que la conduce hacia
Luisa de Marillac. El servicio urgente de la atención a los apestados en París la arrebata su
vocación educadora y muere joven, víctima del contagio. Pero la semilla está echada. Y en los
surcos de los pueblos de la campiña francesa brotan escuelas parroquiales anexas a la
cofradía de la Caridad: Villepreux, Ville-nueve, Liancourt, Richelieu, Nanteuil, San
Germán-en-Laye, Sedán, Fontenay-aux-Roses, Serqueux, Maule, Fontainebleau,
Montreuil-sur-Mer, Chars, Chantilly, Varice, Chateaudum, San Far-geau, Narbona,
Cahors, Etampes. Pero no sólo fuera de París surgen las escuelas, también en la capital, en
el barrio de san Lorenzo, junto a la Casa Madre de las Hijas de la Caridad y en Bicétre
para los niños y niñas abandonados. Y como la inspiración no conoce fronteras, al ser
enviadas las Hijas de la Caridad a Polonia, también allí fundan escuelas en Varsovia y
Cracovia.
Lo más importante de estas Escuelas es la misión que en ella se realiza: sacar a los
niños de la ignorancia, ofreciéndoles caminos para defenderse en la vida, la enseñanza del
catecismo y con él, el conocimiento de Dios y la experiencia de su salvación. La Escuela
Vicenciana nace bajo el signo de la Caridad, unida y vinculada a las cofradías de la
Caridad y con un fin bien legible: evangelizar educando.
Inspiración e impulso misionero y evangelizador
Las escuelas de las caridades o "pequeñas escuelas" sembradas a lo largo y ancho
de Francia por Luisa de Marillac y sus hijas, cuya primera semilla fue echada al surco por
Margarita Naseau, eran escuelas parroquiales; la mayoría situadas, como hemos visto, en
las aldeas de acuerdo con el lema de los fundadores: "Las ciudades están llenas de
religiosas, vosotras debéis ir a las aldeas de los campos". Algunas se encontraban en las
ciudades, como París, Sedán, Narbona o Cahors, y eran urbanas-parroquiales.
Su difusión y permanencia a lo largo de la historia por los distintos países del mundo, ha
sido posible, gracias a la inspiración que impulsó a Luisa de Marillac y Margarita Nassau,
la inspiración del Espíritu Santo del que Jesús afirma en el Evangelio de san Juan":
Cuando Él venga os lo enseñará todo" (16,13). Y porque Luisa de Marillac está
convencida de que educar evangelizando y evangelizar educando es obra del Espíritu
Santo, insiste en los Reglamentos de las Escuelas, una y otra vez, que la maestra o el
maestro deben ser personas de oración y deben pedir al Espíritu Santo la inspiración para
ofrecer a cada alumno lo que necesita, para desarrollar su personalidad, dignificar su
situación y hacerse amigo de Dios, en cuya amistad encontrará la clave de la verdadera
felicidad.
El mantenimiento económico de las escuelas, lo realizaba la cofradía de la Caridad
de la parroquia en que estaba ubicada la escuela o bien, si se trataba de una fundación, los
patronos de la misma, de forma que la educación era totalmente gratuita para las niñas.
Mención especial, merecen las escuelas de los niños abandonados en Bicétre; en este caso
son las Damas de la Caridad y su asociación las que mantienen, con muchas dificultades,
los gastos de estas escuelas.
El horario escolar duraba cinco horas diarias. Sus clases comenzaban por la
mañana a las ocho y por la tarde a las dos. En invierno se atrasaba media hora por la
mañana. Los alumnos tenían libres las tardes cuando no había habido fiesta durante la
semana. El ritmo semanal era muy similar en las diferentes regiones; no así el anual que
solía variar mucho. En las escuelas de las ciudades y de parroquias suburbanas, las clases
duraban todo el año y no se preveían vacaciones. Pero conviene recordar, al efecto, que las
fiestas religiosas y laborales eran muy numerosas en aquella sociedad de cristiandad.
Además de los domingos, el promedio de fiestas anuales oscilaba alrededor de cincuenta.
El absentismo de los niños era muy frecuente, de ahí la importancia que se da en los
Reglamentos al Registro de asistencia.
El local de la escuela estaba junto a la Parroquia y solía ser la vivienda de la
Maestra, frecuentemente dotada de una habitación grande, una cocina y el corral. En el
caso de nuestras "pequeñas escuelas" san Vicente y santa Luisa se preocupaban mucho de
que el local de la escuela fuese amplio, bien iluminado, aislado de ruidos y digno, antes de
hacer la fundación. Estas escuelas contaban con un material austero propio de la época.
Sus piezas fundamentales se reducían a unas tablas de roble o pino colocadas sobre unos
pilares que hacía de mesas dispuestas en hileras o filas. A lo largo de éstas, bancos
corridos de igual longitud que aquellos. A ellos se unía la mesa y silla de la maestra,
imágenes de santos, cartones alfabéticos colgados en la pared, pizarra, pila de agua ben-
dita, libros religiosos para la lectura, registros de asistencia y poco más. Un tintero y una
pluma porque eran muy pocos los que aprendían a escribir.
Pero lo más importante de la Escuela Vicenciana no es el horario, ni el programa,
ni el local material... lo más importante es el clima, el ambiente, la vida de la escuela hecha
de acogida, cercanía y cordialidad. La acogida cordial de los niños y niñas, la cercanía a su
vida, aspiraciones, dificultades y problemas y la oferta del corazón juntamente con el saber
transmitido es el alma de la Escuela y la base de la evangelización realizada. Desde la
acogida cordial y el cariño, la maestra o el maestro, en el caso de los niños expósitos,
podían decir a los niños: "Dios te ama y tú estás llamado a ser amiga o amigo de Dios. Tú
puedes entrar conmigo en esa corriente de amistad con Dios que nos hace felices".
Los maestros, alma y vida de la escuela
Ser maestros en el siglo XVII era muy fácil. Bastaba saber leer y si era posible,
también escribir, pero sobre todo tener vocación de enseñar como Luisa de Marillac o
Margarita Naseau. Para ejercer la profesión de maestro, se necesitaba una carta de
acreditación o aprobación del Señor cura párroco, del fundador de la Escuela o del Chantre
de la Catedral como en las Escuelas de san Lorenzo de París.
San Vicente y santa Luisa también se preocupan de que sus maestros puedan enseñar un
oficio para que los alumnos puedan insertarse en la vida laboral con dignidad. Así nos lo
recuerda la carta que la señora marquesa de Maignelay escribe a san Vicente el 21 de
agosto de 1640.
"Hace algún tiempo, escribí a la señorita de Polaillon para saber de la señorita Le
Gras. si podía hacer la caridad de enviar alguna maestra para las chicas de este lugar
(Nanteuil), pero deseamos que pueda enseñarles un oficio, porque sin esto, los habitantes
de este lugar pondrán dificultad en apartarles del maestro, que no les cuesta nada y
aprenden con los chicos. Esto es tan peligroso como ya sabe".
¡Qué mal se veían las cosas de coeducación en el siglo XVII!... Los tiempos han cambiado
y hoy es una exigencia de la misma sociedad. Los maestros en aquella época eran muy
bien considerados social-mente, aunque no estaban bien retribuidos...; se les equiparaba en
dignidad casi igual a los sacerdotes. Se pensaba que la maestra o el maestro eran personas
capaces de hacer todo, además de ser los encargados de educar e instruir a los niños. Eran
ayuda indispensable para la parroquia y ponían su competencia al servicio de todas las
gentes del pueblo. Tenían autoridad política y moral ante los habitantes, por eso san
Vicente y santa Luisa se preocuparon tanto de su formación.
Santa Luisa organiza en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad una pequeña "escuela de
Magisterio" para sus hijas. En ella recibirán la formación apropiada para ser maestras de
las niñas pobres de los pueblos. Ella, Luisa, les ofrece los métodos que mejor se adaptan a
su realidad y a la misión que se les va a confiar. No se trata de hacer sabias, sino de
enseñarles las nociones elementales de la fe, la lectura y la escritura, con el fin de que
puedan transmitirlo a sus jóvenes alumnas. Su meta era formar buenas cristianas en el
plano humano, moral, intelectual y sobrenatural.
Luisa tenía muy claro que se educa evangelizando y se evangeliza educando.
También a san Vicente le preocupa la formación de los maestros. Prueba de ello es la
insistencia en las motivaciones que ofrece al P.
Langlois para que acepte, a petición del señor Arzobispo de Narbo na, la dirección de unos
Ejercicios Espirituales dirigidos a un grupo de maestros.
Luisa de Marillac está convencida de que los maestros son el alma de la escuela. Son
impulso, aliento, estímulo, motor, inspiración y profecía, convertidas en cordialidad,
paciencia y entusiasmo, palabras que ella repite con frecuencia al hablar de la educación de
los niños.
Meditando y estudiando con detalle todos los Reglamentos y Reglas dedicadas a la
maestra de escuela, encuentro en ellos, de forma implícita, los diez mandamientos de la
maestra y el maestro vicencianos:
1. Sentirse, cada mañana en la escuela, enviado por la comunidad eclesial a continuar la
misión de Jesucristo, Maestro y Evangelizador de los pobres.
2. Acoger con corazón abierto a cada niño como es, poniéndose a la escucha de su
situación.
3. Confiar en las posibilidades de crecimiento ocultas o manifiestas y buscar en diálogo
cordial con los niños y jóvenes la forma de desarrollarlas.
4. Estimular y valorar sus realizaciones y conquistas, con cariño y cordialidad.
5. Corregir con delicada bondad.
6. Personalizar lo que se enseña siendo testigo presencial de los valores que se
transmiten, especialmente de la caridad.
7. Motivar siempre potenciando lo positivo y facilitando el desarrollo de capacidades.
8. Ser responsable de la tarea diaria que supone: planificar, organizar, explicar, instruir,
educar, evaluar y controlar.
9. Buscar constantemente estar al día en formación permanente.
10. Comunicar abiertamente, siempre que sea posible, la fe, y la experiencia de Dios que
quiere la liberación y salvación de los pobres y la felicidad de todos los hombres.
Así los maestros de la escuela vicenciana podremos ofrecer alas para volar, cada niño a
su ritmo, como canta la canción:
Tú me enseñaste a volarcon alas de pajarillo,cuando no era más que un niñosin miedo a la libertad...No envejecerás jamás,amigo, hermano, maestro.Siempre como un Padrenuestro en boca de algún chaval.
Los diez mandamientos del Educador vicenciano son el viento inspirador que renueva y
anima cada día el alma y la vida de nuestras escuelas, son la profecía que anuncia, realiza y
construye la civilización del amor tan predicada y querida por el Papa Juan Pablo II.
Los destinatarios de la escuela vicenciana son los pobres, pero a falta de maestras,
pueden recibir a niñas acomodadas pero sólo si los padres insisten en que sean recibidas y
a condición de que nunca desprecien ni marginen a las pobres. Para la admisión se exigía
la opinión favorable del señor cura párroco. Hoy en una sociedad igualitaria debemos
integrar socialmente a todos, pero el trato preferente deberá ser para Jos menos dotados
con incapacidades educativas especiales. Desde los comienzos, flexibilidad y adaptación
han sido dos notas características de la escuela vicenciana. La voluntad educativa y el
entusiasmo misionero de las primeras Hermanas saltaba las barreras de la escuela:
búsqueda activa de los jóvenes y niños allí donde se encontraban. Sabían que debían
instruir con mucho cuidado a los que casi nunca podían ir a la escuela, como eran las
pastoras y vaqueras, tomando a las unas y a las otras en el tiempo y lugar en que las encon-
trasen, no sólo en las aldeas, también en los campos y caminos.
Se aconsejaba a las Hermanas regularidad en el horario de clase, pero previendo que la
jornada escolar comenzaba pronto y que, a causa del trabajo, algunas muchachas no podían
asistir, les recomendaba que recibiesen a cualquier hora a todas aquellas niñas que
deseasen ir a aprender, " a las pobres chicas que iban a pedir pan o aquellas que tenían que
trabajar para ganarse la vida, a las que había que preferir siempre, recibirlas cuando
viniesen y despacharlas según su necesidad".
A las "pequeñas escuelas" de las Hijas de la Caridad concurrían niñas y jóvenes de
todas las clases. Las Hermanas tenían la discreción de poner en sitio aparte a las
vergonzosas y tímidas, acogiéndolas con cariño, incluso si iban a la hora de la comida o
más tarde. Premiaban y estimulaban a las más asiduas, valoraban los pequeños esfuerzos
de cada una y teniendo presente la enseñanza de santa Luisa, se ponían en guardia para, no
caer en el favoritismo, peligro, frecuente en la educación.
EL PASO DE LA INSTITUCIÓN A LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Hasta el Concilio Vaticano II las instituciones promotoras de Escuela Católicas
asumían la responsabilidad apostólica y organizativa totalmente y, en general, las
funciones pastorales y directivas n sobre miembros de la propia institución o entidad
promotora. Así ocurría con nuestras escuelas. A partir del 28 de octubre de Í965 con la
Declaración conciliar sobre la Educación cristiana, el Concilio marca nuevos rumbos,
expresados de forma muy clara en el número 5 de la citada Declaración:
"Entre todos los medios de educación tiene una importancia peculiar la escuela, porque, en
virtud de su misión, al mismo tiempo que cultiva con cuidado constante las facultades
intelectuales, desarrolla la capacidad de juzgar rectamente, introduce en el patrimonio
cultural adquirido por las generaciones anteriores, promueve el sentido de los valores,
prepara la vida profesional, favorece entre los alumnos de diversa índole y condición la
relación amistosa, originando una disposición a comprenderse mutuamente, y constituye
además como un centro en cuya actividad y provecho deben participar conjuntamente las
familias, los maestros, las asociaciones de diferente tipo que promueven la vida cultural,
cívica y religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana.
Bella es, pues, y ciertamente de gran transcendencia, la vocación de todos aquellos que,
ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y actuando en representación de la
comunidad humana, asumen la tarea de educar en las escuelas. Esta vocación exige unas
dotes especiales de mente y de corazón, una preparación cuidadosísima, una permanente
disposición a la renovación y a la adaptación".
Este texto nos habla de misión conjunta entre padres, profesores, asociaciones y
entidades responsables. Abre el camino al sentido comunitario de la escuela católica, a la
participación de todos los implicados, a un trabajo conjunto. Se hace necesario pasar de la
institución que planifica, decide y organiza a la comunidad educativa que participa en
planificaciones, decisiones y organización de la escuela y de la Pastoral Educativa.
De una pastoral de cristiandad a una pastoral misionera
A su vez la llamada del Papa y de la Iglesia entera a la Nueva Evangelización,
realza el papel de la escuela católica en la Evangelización de la cultura. La pastoral
educativa debe proyectarse con nuevo ardor, nuevo celo, nuevos métodos y nuevas
expresiones.
Se impone un cambio de acento y de ritmo:
De la pastoral de masas a la pastoral de minorías como fermento en la masa.
De la pastoral de sacramentos para todos a la pastoral de oferta motivada; de la pastoral
de las grandes concentraciones al acompañamiento personal y del pequeño grupo.
De la escuela de saberes a la escuela de sentido, en la que se integran las asignaturas en
una perspectiva de cultura cristiana; en la que ante la fragmentación y el cambio
constante se convierte en método la pregunta y el análisis crítico.
De la escuela de filas a la escuela comunidad en la que se dan los agrupamientos
flexibles, se fomenta y estimula la iniciativa y la creatividad, se cuida el ambiente
como lugar de encuentro y comunión, se propicia el diálogo, se impulsa la tolerancia,
se promueve el protagonismo del educando.
De la escuela desconectada a la escuela en red, en la que se tienen muy presente que la
sociedad ofrece escuelas alternativas: la calle, los medios de comunicación, los grupos
juveniles, los mitos, la publicidad... La escuela de hoy es una escuela conectada con la
sociedad. Hay que abrir puertas a las redes que ofrecen posibilidades de
evangelización. La escuela en red sabe pasar del claustro orgánico de profesores a la
comunidad dinámica y plural de educadores en la que cada uno aporta lo que puede y
lo que sabe.
De la escuela de "aprobados" a la escuela de solidaridad en la que se intenta romper
fronteras de clases y acabar con la competitividad y la ley del más fuerte; escuela que
promueve la sensibilidad hacia los marginados y suscita voluntariado social Y
compromiso misionero. Una escuela que es consciente de que ella también genera
"privilegiados" y "marginados". Una escuela que revisa constantemente sus métodos
para no crear marginaciones...
DE LA ESCUELA DEL CATECISMO A LA ESCUELA DEL SENTIDO
Hemos visto como la Escuela Vicenciana en sus orígenes está centrada en la
enseñanza del catecismo y lo ha estado durante tres largos siglos de su historia. El mundo
y la sociedad han cambiado. La Iglesia ha dado unas consignas para renovar y recrear la
Escuela Católica. Urge en este momento estar a la escucha de los signos de los tiempos y
de la misma sociedad que se expresa y opina también sobre la Escuela Católica.
El sociólogo D. Juan González Anleo en su libro "Religión y Sociedad", publicado por la
Fundación Santa María, en Madrid (1991), advierte una cuestión muy reveladora para
nosotros profesores de la escuela vicenciana. A la pregunta: ¿en qué grado crees que la
Escuela Católica ofrece una formación integral?
Las contestaciones se agrupan así:
formación humana en........un 66%
formación social en...........un 20%
formación religiosa en.......un 53%
formación académica en .... un 75%
Ante la pregunta: ¿cómo calificas el ambiente de orden, disciplina y regularidad de la
escuela católica?. La contestación del 100% es: sobresaliente.
Y yo me pregunto y os pregunto ¿qué es lo que está distinguiendo a la escuela
católica?...
En el Congreso sobre "Educación en Valores" celebrado en Madrid, del 8 al 10 de
noviembre de 1996, otro sociólogo D Javier Elzo nos comunicaba el resultado de otra
encuesta reveladora:
¿En qué lugares recibes las ideas más importantes que configuran decisivamente tu
existencia? Las respuestas se reparten así:
Un 60%........en mi familia
Un 50%........en el grupo de amigos
Un 33 %........en los medios de comunicación social
Un 15%........en la escuela
Un 10 %.......en los libros y comics
Un 5%........en la Iglesia
Además, el citado sociólogo afirmó: "Las encuestas que yo he realizado a muchos alumnos
de escuelas católicas, reflejan que son 1 los más conformistas y los menos críticos".
Estos datos son una llamada a revisar nuestros métodos y estilos educativos.
Comunidades abiertas y minorías activas
La renovación y recreación de la Escuela Católica, y nuestra Escuela Vicenciana lo es, se
vincula a la apertura de la comunidad educativa ante la acción de minorías activas,
movidas por la inspiración del Espíritu Santo, como Margarita Naseau, minorías creativas,
audaces y comprometidas que transmiten la Fe y orientan su vida por el Evangelio de
Jesús.
La comunidad educativa abierta se caracteriza por relaciones cálidas y gratificantes
entre sus miembros: profesores-alumnos-padres-entidad titular; relaciones totales de
personas con rostro concreto, conocidas por su sentir, pensar y vivir, no sólo por la foto de
los "papeles".
En una comunidad así, es posible la animación de minorías activas que influyen en
la sociedad por su "fuerza de contraste" en la ida no por el poder, el dominio o el dinero.
Estas minorías activas formadas por pocos profesores cristianos comprometidos,
son responsables de la animación constante de la "imagen fantástica" o utopía del futuro,
motivando a trabajar con ilusión y entusiasmo por "recrear la escuela". Estas minorías
activas se sitúan a la caza de cerebros y corazones de laicos comprometidos e ilusionados
con la Escuela Católica, bien cada vez más escaso y cada día más necesario. Estas
minorías activas se esfuerzan por ser casa abierta a los valores evangélicos: justicia,
respeto, solidaridad, servicio, disponibilidad y compromiso en la liberación de los pobres,
con el riesgo de ser tachados de "desviados sociales" como los primeros cristianos y la
primera educadora vicenciana: Margarita Naseau.
Transmisión de valores evangélicos: inspiración y profecía
Los que estamos día a día en la escuela sabemos bien y experimentamos la
dificultad de conectar con el núcleo de la persona del alumno, donde germinan y crecen los
frutos educativos. Muchos viven desde la superficie y la apariencia, otros sufren
desestructuración familiar y personal, bastantes andan desorientados y sin motivación.
Además con frecuencia los educadores experimentamos falta de entusiasmo,
serenidad y unidad personal, cansancio, estrés, y pérdida de la perspectiva educativa y
vocacional. A ello se une la falta de apoyo por parte de las familias y del ambiente,
también cierto sentido del fracaso ante los resultados obtenidos.
El exceso de "papeleo" nos convierte sobre todo al "principio" y al "final" de curso
en "funcionarios burócratas"..., en algunos surge la tentación del abandono y del
pesimismo.
Una escuela trasmisora de valores reclama una organización dominada por el
sentido comunitario capaz de fortalecer y apoyar a los educadores para que puedan superar
todas las tentaciones de abandono. Esta escuela debe tener las siguientes claves
organizativas:
- Sentido de Comunidad Educativa.
- Atención a las clases populares y a los pobres.
- Elementos de integración interclasista.
- Criterios de acogida cordial y apertura a la zona.
- Sentido de la ciencia y del saber funcionales con aplicación a la vida.
- Sentido comunitario en los diferentes estamentos organizativos y relaciónales.
- Márgenes de participación en la vida de la escuela con cauces concretos.
- Criterios interdisciplinares en la distribución de contenidos con atención especial al
diálogo fe-cultura.
- Apertura a una evangelización misionera con proyección en la tarea diaria.
- Relación con el entorno de la escuela.
Echar las redes
Los seguidores de Jesús, evangelizadores por elección eran pescadores en su mayoría. Una
vez estuvieron toda la noche pescando y no recogieron nada. Al amanecer Jesús se hizo
presente, estaban desanimados y cansados. El les dijo: "echad las redes", y recogieron gran
cantidad de peces (Jn 21, 4-6).
Hoy se habla mucho de la Escuela en red. Macesoli, en su libro "El tiempo de las tribus",
propone un pentágono coordinado capaz de transformar paulatinamente la sociedad:
1. La escuela.
2. La familia.
3. Las comunidades y asociaciones capaces de crear misterio a su alrededor.
4. El clima cordial y fraterno.
5. Las redes solidarias como: campañas de solidaridad, grupos pasajeros de ayuda
humanitaria, fiestas, romerías, etc.
Echar las redes supone saber conectar con las personas implicadas en redes de solidaridad,
paz, justicia para suscitar sensibilidad, colaboración o compromisos más fuertes como el
de las minorías activas… Aprovechemos las redes del mundo y echemos las redes o.
Aprendamos a pescar movidos por el viento del Espíritu. Así llegaremos a educar
evangelizando:
- Por el ambiente participativo y solidario de nuestras escuelas.
- Por la estructura directiva participativa y relacional.
- Por la transmisión de saberes articulados interdisciplinariamente en el diálogo fe-
cultura, mediante las clases, conferencias, actividades complementarias y
extraescolares, lecturas, teatro, deportes, talleres tecnológicos o artísticos.
- Por la opción concreta por los más débiles, en los programas de diversificación
curricular, programas de garantía social. Educación y promoción permanente de
adultos con analfabetismo práctico.
- Por las actuaciones de los pequeños gestos:
Campaña del ayuno solidario
Campaña de acogida al extranjero
Campañas de boicot al consumo de marcas determinadas que provocan injusticias.
Protesta solidaria contra la T.V: no ver determinados programas.
Vivir un mes toda la familia con el salario mínimo interprofesional.
Colaborar con una ONG.
Campañas ecológicas: reducir, reciclar, reutilizar.
Romper la seducción hacia el consumismo, con slogans: "no compres", "sé libre"...
Campañas contra la manipulación de T.V: sentido crítico,"ponte otras gafas"...
Campañas de tiempo para ayuda al otro necesitado. Campañas de interiorización y
reflexión...
Echemos las redes y motivemos a compañeros nuestros a ser Minoría activa de
fermento en la masa.
En tu nombre Jesús maestro, y para continuar tu misión entre los Pobres, queremos
echar hoy y siempre nuestras redes.