Carlos guillermo cardenas

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CARLOS GUILLERMO CARDENAS ORTIZ ALCALDIA DE SAN JOSE DEL GUAVIARE Fortalecimiento del Centro de Memoria con las historias de vida de los pioneros de la Colonización

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Relatos descriptivos de sus vivencias como protagonista del proceso de ocupación del territorio del actual municipio de San José del Guaviare, Colombia.

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CARLOS GUILLERMO CARDENAS ORTIZ ALCALDIA DE SAN JOSE DEL GUAVIARE

Fortalecimiento del Centro de Memoria

con las historias de vida de los pioneros

de la Colonización

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Carlos Guillermo Cárdenas Ortiz Fundadores de San José del Guaviare

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CARLOS GUILLERMO CÁRDENAS ORTIZ, más conocido como “el Pájaro”,

es oriundo del Tolima, Llega al Guaviare en 1966, actualmente tiene 80

años, fue tigrillero, agricultor, líder comunitario, concejal. Se estableció en

la vereda del encanto, es uno de los pioneros del proceso de Colonización

del Departamento del Guaviare, y es testigo de este proceso a partir del

año 1966.

RELATO DEL SEÑOR CARLOS GUILLERMO CÁRDENAS ORTIZ

Yo llegue a San José del Guaviare en el año 1966, procedente de Camaral

Meta, con la intención de fundarme en San José del Guaviare. Resulta que

aquí habían venido unos amigos a colonizarse, vinieron y se quedaron

unos días acá, y luego me invitaron a formar parte del combo.

Yo trabajaba en una finca llamada hacienda el espinal, hacia 7 años estaba

trabajando ahí, me invitaron, la idea de ser independiente me llamó la

atención, y entonces pedí unas vacaciones y me vine, llegué aquí y

establecí mi fundo.

Por carretera hasta Puerto Lleras, ahí cogimos una lancha de Julio

Alvarado, ahí me trajeron con todo el trasteo, yo traía 9 perros, a mí me

gustaba mucho la cacería y me traje toda esa perramenta, echamos todo

eso a esa embarcación y nos vinimos, me cobro 60 pesos.

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Nuestro primer viaje a San José fue una gran experiencia. Habíamos

viajado todo el día, llegamos de madrugada, descansamos, luego me

levanté y fui a andar por el pueblo, había poquitas casas, unas casas de la

Caja Agraria, me encontré un grupo de amigos y les pregunte, que yo

venía a colonizarme porque quería vivir independiente, entonces me vine

para san José del Guaviare.

El sector comercial en ese momento era en torno al río, ahí donde

actualmente es el puerto, ahí era donde llegaba todo el mundo, menos los

que llegaban en avión, los que llevaban en avión los traían gratis a

fundarse, pero no los llevaban de nuevo, el medio de transporte más

barato era por el río, todo el comercio los suministros se manejaban por

río, hasta Puerto Rico o a Puerto Lleras.

Las casas del pueblo eran unos ranchitos, unas bodeguitas, la única

bodega grande era la de la esquina donde hoy venden pescado, eso era

una trilladora. Eso era una enramada y era un llegadero de todo el mundo

ahí. Las casas mejorcitas eran las de la caja agraria, había unos negocios,

unas estaciones de gasolina.

Al Fundarnos lo primero que hicimos fue sembrar comida, arroz, maíz,

plátano, pero esos productos no se dan de inmediato, desde ahí hasta la

cosecha pues nos tocaba madrugar a la una o dos de la mañana y venirnos

para el pueblo desde el fundo, llegábamos como a las 7 al caserío, ahí

comprábamos la panela, el arroz, lo que uno podía cargar en las costillas

para devolverse a pie para el fundo.

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A mí me colaboró mucho el comisario, Narciso Matus Torres, yo llegaba y

me le metía a la oficina, y era efusivo “ahí llegó pájaro, vení pájaro

desayuna” “¿y a qué vino?”, le dije “a llevar remesa, porque no tengo que

comer”, “¿y qué tanta va a llevar?” Dije “lo que pueda cargar”, entonces

me decía “¿y tiene plata?” Le dije “no yo no tengo nada, vengo a ver como

hago”, y entonces él sacaba y me daba para la remesita.

Ese comisario me colaboró mucho, entonces ya a lo último, como la sede

de la comisaría era en Mitú le dije bromeando “y cuando usted no este yo

que hago, ¿me muero de hambre?”. El Doctor Matus se lo tomó en serio y

me abrió crédito donde Julio Alvarado, le dijo “Julio, cuando venga pájaro,

dele lo que él pueda llevar, como él no tiene caballo ni tiene nada, que yo

lo respaldo, si él le queda mal, yo pago.”

Cuando ya hubo, yuca, maicito, pues se mejoró, porque la carne se

conseguía abundante en el monte, saíno, cajuche, danta. Se dice que todo

cazador debe probar la carne que mate, pero jamás comí carne de tigre,

eso si no lo hicimos, dicen que la carne del tigre es picante, y que de la de

tigrillo es lo mismo, eso es un gato, yo nunca comí de eso. Ni mico siquiera

pude comer, hice el intento pero me pudo el asco.

En ese tiempo solo había selva y caminos por entre la selva, para andar a

pie y llevar la carga en mulas, la gente sembró comida, pero nadie

compraba, tocaba traerla en mula hasta San José, cobraban 60 pesos por

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la traída de una carga de maíz, o una carga de arroz, pues no daba la base,

uno trabajaba y sembraba para medio vivir,

Yo fui tigrillero, y la venta de pieles la hacíamos en los Almacenes, el de

Saúl Aguirre, él nos compraba las pieles, en ésa época también puso

negocio don Nebio Echeverry. Él también nos colaboró mucho, le

vendíamos las pieles y le comprábamos remesa, también a don Joaquín

Londoño. Él llegaba y nos daba remesa, nos daba la munición, nos la fiaba,

pues él no nos decía “me vende a mí las pieles”, no, usted las vende a

quien quiera, pero me paga, él no era pues así dominante de que “les fio

pero tienen que venderme las pieles es a mí”, no.

Lo mismo Nebio. Él le prestaba a uno el empaque o sea los costales, le

prestaba plata para recoger la cosecha, y yo era el primero que llegaba y

le decía: “Bueno Nebio, ya tengo el maíz recolectado, o el arroz, ahí lo

traigo”.

“Y a cómo me lo da”. Y yo decía: “yo no sé, ¿a cómo me lo paga?”, me

decía “Pájaro, vaya al río a ver a cómo lo están pagando. Vaya, y cómo se

lo paguen allá, yo se lo pago. Yo no le voy a tirar”. Y así me lo pagaba. Yo

estuve fue de buenas con ellos. A mí me colaboró mucho Nebio gracias a

Dios.

Establecí mi fundo en la zona del Turpial, y la leona. Desde el pueblo

tardábamos aproximadamente unas cuatro horas, por senderos llenos de

huecos, lodo, raíces, bajo la selva. Pues solo había mulas, trochas y

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caminos en el espesor de la selva que llaman picas, el único vehículo era

el tractor del corregimiento perteneciente a la Comisaría del Vaupés. Y

pues se turnaba todas las trochas, y duraba tiempo para hacer esos

recorridos. La gente se movilizaba a pie.

Este mismo recorrido lo hacía el tractor en la ruta era San José, La leona y

el Retorno, eso tomaba hasta 8 días, se enterraba en los lodazales y duraba

enterrado dos tres días, hasta que calentaba el sol y se secaba la tierra y

se podía desempantanar.

En esa época el tiempo era un recurso abundante, no había muchos afanes,

no lo teníamos tan medido como hoy, que sentimos la angustia de que pasa

y no hacemos o logramos nada. En esa época no habían carros, muchos

años después, don Adolfo Sepúlveda llegó con un carrito, un Willis, por

ese sector durante mucho tiempo fue el único que se movilizaba por esa

trocha.

Yo me funde en San José del Guaviare, ese tiempo es diferente al de ahora,

el nombre Guaviare no sonaba, Guaviare solo era el río, esto eran

territorios del Gran Vaupés, y el poblado de san José era solo un pequeño

caserío.

Se hablaba de fundarnos en el Departamento del Vaupés, con un señor

amigo mío, que llama Ricardo Reyes, recorrimos todas estas tierras, fuimos

hasta Calamar, pero no me gustó.

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Me vine y me encontré con un amigo, Martin Porras, un colono que ya

estaba establecido, me dijo, “yo lo respaldo, hay un fundo bueno”, yo

verifique y había buenas aguas y buenas tierras, y además cerquitica a la

carretera.

Nos fuimos, me ayudó a hacer las picas, cercamos 600 hectáreas, 300 para

Ricardo Reyes y 300 para mí. Después Ricardo tuvo un problema en

Guamal y vendió su fundo a un señor Luis Murcia. Una vez establecidos,

me fui a Guamal por mis cosas y me vine del todo, en 1967.

A mí me dicen el pájaro, todos me conocen popularmente como el pájaro.

En una tomata con unos amigos en Guamal, y estábamos hablando del

Tolima, y decían que era jodido, que había mucha gente bravera.

Dijo un santandereano, “es que todos en el Tolima son pájaros”, y dijimos:

“¿cómo así, que vuelan?”. Dijo: “No, bandidos, gente maleva, matones”.

Yo me enoje y dije: “Mentiras, yo no he matado ninguno y aquí estoy”, y

los amigos para burlarse de mí, me pusieron pájaro, y así me quedé, “el

pájaro”.

En mis casi cincuenta años que llevo en el Guaviare, fui testigo de todas las

cosas que aquí se vivieron en este medio siglo. Un episodio que nadie

olvida fueron las bonanzas. La primer bonanza que hubo, o por lo menos

el primer producto que se compró fue las pieles, por el sector donde yo

estaba, tigrillo, cachirre, nutria, tigre y perro de agua.

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Se dice que los primeros en llegar copiaron de los indígenas el método

para cazar. Yo personalmente conocí a un indio que no recuerdo el

nombre, era muy curioso, nos decía “Blancos, hay que carnadear”. “Cómo

se carnadea?”. Decía: “Matar micos, arrastrarlos por el suelo, ir amarrarlo

por allá, el tigrillo encuentra ese olor, llega a donde el mico y empieza a

comérselo, usted al otro día llega, encuentra el tigrillo comido, hace el

andamio y espera al tigrillo que por la tarde o por la noche llega”.

Y así hicimos nosotros, uno buscaba las cabeceras de los caños, o las

orillas de los caños, y recorría unos 100 metros arrastrando el mico muerto

para esparcir el olor, y lo dejaba por ahí, si el tigre llegaba no se lo comía

todo, entonces uno ubicaba un buen punto de tiro y construía un cambuche

para esperarlo y emboscarlo.

El tigre regresaba entre las 6 y 7 de la noche a comer y se le disparaba. Al

otro día lo pelábamos, lo estacábamos en varas, en un marco que se hacía,

al largor que se solicitaban las pieles, 1.20 o 1.60, por 35 centímetros de

ancho. Para templar la piel.

Para que la piel no se descompusiera la secábamos al sol. Las pieles

quedaban delgaditas sin carne, eso era ya que se secaba. No había ningún

problema. Había que cuidarlo de la mosca, que no depositara la chanilla

porque tumbaba el pelo quedaba el hueco y se tiraba la calidad de la piel.

Había una precaución con el disparo. Para poder sacar la piel de primera

calidad había que pegarle el tiro en la cabeza, nada en ninguna parte del

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cuerpo, porque dañaba la piel y no servía, y tocaba venderlo como

segundazo y pagaban muy poquito, menos de la mitad de precio porque

estaba rota y no servía.

Una piel de primera calidad la pagaban a 1200 y nosotros repartimos con

nuestro compañero 600 para él 600 para mí, jamás tuvimos conflicto por

eso, y entre los dos pagábamos por mitad la remesa y los gastos.

Mi compañero de cacería era un tal Felipe Arenas, lo Llamaban “el

Cachirre”. Cuando salíamos al monte, hacíamos nuestro equipaje,

hamaca, escopeta, carpas, ollas para cocinar, enlatados, arroz, panela y

sal, y cazábamos danta, saíno, era abundante la cacería, hacíamos los

campamenticos o cambuches.

Llevábamos un chino que lo llamábamos creolino, lo llevábamos para que

nos cuidara el campamentico, nos íbamos, inicialmente solo cazábamos

con escopeta, luego empezamos a llevar perros, sobre todo para cazar el

tigre, que es más desconfiado, y no caía tan fácil, con los perros lo

detectábamos y así era posible cazarlo. También se utilizaban trampas,

con lazos y quedaban atrapados de las manos cuando iban a comerse los

micos. Estas trampas las vendían para eso.

Para desplazarnos a los sitios de caza, Inicialmente caminábamos una hora,

luego nos tocaba hasta seis horas y hasta un día de camino por entre la

selva. Unas veces estas jornadas eran de un día para otro, otras veces era

hasta de ocho días, nos adentrábamos en la selva donde nadie había

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estado, y la gente aprovechaba las picas que abríamos para entrar y

fundarse.

Durábamos hasta 15 días o un mes sin volver a los sitios de cacería, y

cuando volvíamos encontrábamos picas por un lado, picas por el otro de

la gente que se estaba fundando, fue un proceso acelerado de ocupación

de este territorio.

En la tigrillada había muchas personas, las pagaban bien, y era la única

forma de obtener ingresos. Recuerdo a Martin Porras, Juan, José, Carlos

Baquero, Adolfo, mucha gente estaban de tigrilleros. En San José, en los

ríos, pa’ la Macarena, en Calamar.

Luego de enmontarnos, nos encontrábamos en San José y hacíamos unas

tomatas, y a contar las historias, y a exagerar, porque había mucho

mentiroso, eso era pa´ risas, no se manejaba mucho el efectivo y eran los

tigrilleros los que tenían plata.

Una anécdota que hoy me parece muy curiosa, cosa de risa, es que en las

faenas de cacería, tuvimos muchos percances. Recuerdo tuvimos una faena

con una tigra, nosotros salimos a buscar unos saínos y matamos unos

saínos. Y los perros encontraron un oso palmero, nosotros no nos gustaba

matar ese bicho porque era un bicho indefenso, pero estaba agarrado con

los perros y para que no nos mate los perros tocaba que matarlo.

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Y lo dejamos por allá. A los 15 días volvimos, yo le dije a Felipe, “hola

cachirre”, yo le decía cachirre, “Por qué no vamos a donde el oso a ver si

de pronto llegó un tigre y halla comido, me dijo “verdad, hágale, vamos”.

Echamos la escopeta al hombro y nos fuimos con los perros, yendo allá

encontramos dos tigres comiéndose el oso, entonces los perros se fueron

sobre los tigres, y un tigre se abrió y se subió a un palo.

Cachirre llevaba una sobrina, la china estaba pequeña, unos diez años, y

le dijo: “Mija, tese usted aquí, y cuando el tigre se valla a bajar dele con la

peinilla al palo para que no se baje”.

Bueno la china ni corta ni perezosa ahí se quedó, y nosotros perseguimos

los perros, cuando los perros pararon la tigra en un pitillal, y esa tigra le

tiraba los perros, estaba enfurecida, daba miedo, nosotros asustados

porque esa tigra bujaba mucho, un tigre tan bravo.

Y la tigra pego el salto hacia donde estaba yo, los perros la sostuvieron de

atrás, y yo me aliste pero me hice a la sombra de un palo, cuando yo miré,

vi que la perra tenía debajo un perro fino que llevábamos nosotros, ya lo

había matado, entonces le dije yo, “Cachirre, mire que la tigra mato el

perro”, “¿A cuál?” le dije: “pues al perro fino”.

Entonces él le dio rabia, sacó la escopeta y se le fue, y pela la peinilla y se

le fue, y le hizo, “ooy, ¿por qué me mató el perro?”, y de una vez se le vino

esa tigra encima, y cuando la tigra se le fue al hombre los perros la

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mordieron hacia atrás, y cuando la tigra voltio, el peló la escopeta, disparó

y la mató. Pero nosotros nos dio miedo, porque ese animal todo bravo

bujaba mucho con esos perros.

Entonces nos devolvimos ligero, dejamos la tigra ahí muerta y nos fuimos

a buscar la china, y nos la encontramos de camino, le dijimos “¿Qué pasó?”

Dijo: “Tío, el tigre tan pronto oyó el tiro se voló”. Entonces dijo, “camine

le ponemos los perros”. Le dije “No, cojamos la tigra y pelémosla, ese tigre

lo cazamos otro día, ya los perros ya cumplieron con su trabajo”. Me dijo:

“¿Hasta sí, verdad?, para qué vamos a molestar.

En esa época, no abundaban los cazadores con perros tigreros, solo

nosotros, y Martin, con los perros la cacería del tigre es muy fácil, el dicho

de que el tigre no es como lo pintan es porque no es tan agresivo ni bravo

como se cuenta,

El tigre lo levantan los perros y lo hacen subir a un palo, cuando el tigre

está en el palo y los perros le ladran, el tigre se queda quieto en el árbol,

usted puede hasta formar una pachanga y el tigre no baja, uno llega y

amarra los perros para que no haya problema, le pega su tiro y ahí cayó, y

estuvo. El tigre es muy pendejo para matarlo así.

En la faena de la cacería, nuestras esposas quedaban a cargo de los fundos.

Yo le daba los contratos al personal para que tumbara la montaña,

sembrara, y yo con las pieles me rebuscaba para pagarles, en ese

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entonces la gente era trabajadora y tranquila, no se veía mucho la plata,

que es la que incita al ocio y a los vicios.

Cuando llegue yo venía solo, luego en Guamal me conseguí una mujer y

me la traje para acá, con dos niños, niño y niña, la parejita. Por estar yo

enmontado, un obrero la enamoró y se la llevó.

Otra cosa que me parece curiosa es que cuando llovía mucho en la selva

uno no escuchaba, entonces el compañero mío utilizaba un carrete de

nailon, de esos de pescar y un anzuelo grande, entonces guindábamos la

hamaca, y enganchábamos el mico con el anzuelo y lo amarrábamos al

guindo de la Hamaca.

Y uno se acostaba en la hamaca a dormitar. Cuando llegaba el tigre o el

tigrillo, y le daba el manazo al tigre, entonces movía el nailon y nosotros

sentíamos el movimiento en la hamaca. De esa forma uno se daba cuenta

que la presa estaba ahí, entonces ya llegaba uno, lo alumbraba, le dispara

y lo mataba. O sea que pescábamos tigre con anzuelo.

La ultima cacería, nosotros perdimos las pieles porque ya no las

compraron, el gobierno se puso estricto, y dicto normas que penalizaban

la posesión de pieles de tigre, tigrillo, nutria, cachirre, y todas las especies

sobre las que existía este comercio. A partir de ese momento era ilegal.

Uno en el monte no se entera a tiempo, y nosotros llegamos con estas

pieles y no nos las compraron.

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En esta ocasión mi compañero de cacería era Carlos Baquero, ya no fue

Cachirre, y nos fuimos para un punto que llama “Caño Caribe”, para el

lado del Capricho, por allá nos llamaron, nos invitaron a matar un tigre que

estaba haciendo daños por allá.

No dejaba casar en el salado a la gente, vinieron a mi casa, yo estaba en el

monte, cuando llegue me dieron el recado, “que si les ayudaba a cazar un

tigre, que no los dejaba cazar”. Le dije a mi compañero, “Vamos”.

Llegamos por allá, resulta que ahí en Caño Caribe había un ranchito, lo

hicieron unos boyacenses, y nos acampamos allá, y comenzamos a salir, a

andar por la montaña, los caños. Encontramos mucho sesteadero del tigre,

camaretas altas, y sebos aquí y allá. Y el tigre no les comía.

Yo le dije a mi compañero, “Juan lo que es pa uno es pa uno”. Y mientras

casábamos el tigre, en nuestras trampas caían los tigrillos y alcanzamos a

matar 13 tigrillos.

Y ya nos íbamos a venir, si el tigre porque no lo encontramos, empacamos

todo, y le dije a mi compañero, “¿por qué no vamos a los sesteaderos y le

echamos una miradita a las carnadas a ver que encontramos?

Pasamos el caño caribe, cuando pasamos, los perros yo me hice a un lado

a hacer del cuerpo, y mi compañero al otro lado. Cuando llego una perra

erizada, y yo le dije a mi compañero, “la perra encontró algo”.

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Cuando al ratico ladró, y le dije a mi compañero “arranque usted que corre

más que yo”, cuando llegue me dijo “tiene un tigrillo grande”. Me fui a

mirar, y le dije “no señor, es un tigre”. “Mírele la cola hacia adelante, y

vera ahí la cabeza que está montada en una horqueta”

En esa posición el tigre no nos daba tiro, entonces amarramos los perros y

me subí por otro palo, y llegue cerquitica, y a lo que llegue le puse el cañón

al pie de la oreja del tigre y le dije bum, el tigre me voltio a mirar y le solté

el tiro y ahí lo mate. Ahí quedo.

Como les dije estas pieles no las pudimos vender, al llegar al pueblo

supimos de las nuevas leyes, dejamos las pieles en la casa y fui a preguntar

negocio por negocio a todos los compradores, nadie estaba comprando y

me decían tenga cuidado porque lo empapelan las autoridades.

Otra bonanza que yo recuerde, fue la de la agricultura. Cuando llegó tanta

gente y se fundó pasó que hubo una sobreproducción de maíz y arroz, todo

el mundo nos pusimos a sembrar arroz y maíz.

Resulta que en esa época ya pusieron a IDEMA, y no daba abasto a recibir

el arroz y el maíz, aquí todas las bodegas se llenaban, hasta la iglesia, la

casa cural, todo se llenó de maíz y arroz, y pues la gente se sentía bien, lo

compraban, la Caja Agraria prestaba plata sobre las cosechas, se daban

buenas cosechas.

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El IDEMA compraba pero había que esperara el turno de que lo

atendieran, y habían intermediarios, y uno para llegar y salir ligero, eso

había un entonces uno le vendía al intermediario. Le vendía la cosecha y

tubo, ellos se arreglaban con IDEMA, entonces la gente empezaron a tener

una mejor vida la gente. Ya no se pasaban tantas penurias.

Para ese entonces ya habían volquetas, el tractor de la comisaría, los

mismos comerciantes tenían sus volquetas, tan bien se dio que ellos

mismos iban a la finca a comprar la cosecha. Nosotros la sacábamos al

ramal de carretera y ellos lo recogían ahí, uno la sacaba en mulas del fundo

a la trocha.

Otras bonanzas que todo el mundo recuerda, y el Guaviare se hizo famoso,

fueron las bonanzas de la marihuana y la coca.

Primero fue la marihuana, me dejé convencer por los vecinos y sembré, y

no me tome una cerveza con ese cultivo, porque jamás vinieron a

comprarla, se pudrió eso.

Después llegó la coca, y también sembramos coca, yo fui el que primero

sembré en esa vereda coca, pero en lo personal yo no me lucre con eso,

por estar sobre la carretera, venían los del DAS rural a extorsionarnos, yo

no tenía plata para pagar extorsiones, entonces arrancaba las matas, y ya

no tenían evidencia para judicializarme, cada rato fue así.

Otras personas tuvieron más suerte, y se lucraron del negocio. De estos

unos aprovecharon y mejoraron las fincas, metieron ganado, otros se la

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bebieron toda. En esta época de dio un auge de las vías, empezaron a

hacer trochas, carreteras, ramales, puentes.

Otro efecto que se vio es que todo el mundo dejo de sembrar maíz, arroz,

plátano, comida, se dedicaron solo a la coca, un error muy grande, todo lo

compraban y los comerciantes lo traían del Meta y Bogotá.

Esto se sintió cuando comenzaron a acabar la coca, en las fincas no había

nada, y la gente que no ahorro la pasó mal, empezaron a irse. Hasta

hambre se aguantó. Y se sintió más porque la gente estaba acostumbrada

a vivir bueno, muchos jóvenes, la vida que conocieron fue toda esta

abundancia y derroche, y no se imaginan vivir de otra manera. El efecto

más negativo fue el alto costo en vidas humanas, hubo mucha muerte sobre

la coca.

Empezaron a organizarse los vecinos, hicimos las juntas de acción

comunal, yo fui el primer presidente de esa vereda, para gestionar

escuela, carreteras, en mi sector nuestras mujeres eran muy hermosas y

alguien comentó que encanto de mujeres y la vereda se llamó “El

Encanto”.

Como les dije nombramos las juntas de acción comunal, yo fui presidente,

siendo senador o representante Latorre Gómez, el saco una partida para

hacer escuelas, como ya había harta gente en la vereda, pasamos la

solicitud y nos dieron una partida para la escuela, la hicimos de madera,

lo que es el techo si fue puro eternit.

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Después ya había más alumnos, hicimos la petición nuevamente y la

metimos de bloque. Como llovía mucho y los caños se inundaban, los

chinos no podían ir a estudiar a esa escuela.

En un mandato del alcalde del Retorno, Álvaro Jiménez, un profesor, le

hicimos la solicitud, le dije “¿por qué no sacamos esa escuela de allá?”

Estaba de secretario de Gobierno Edwin Useche Niño, entonces sacaron

la escuela y la hicieron en un alto.

En el tema de las vías, resulta que en una época, yo sabía que subía el

gobernador por la Leona arriba hacia el turpial, por allá a revisar un

trabajo que estaban haciendo por allá, y yo le Salí.

Como presidente de la Junta, pasó el viejo ese y me le presente, dijo “¿Qué

pasa?”. Le dije “Señor comisario que yo vengo a ver si nos hace este

ramalito por aquí, que vea para la escuela, que tal cosa, tan cerquita, nos

hace falta a la vereda” dijo: “Pa allá, nada”, entonces a mí me dio rabia, yo

para entre mí lo trate mal, en vez de decir después o tal cosa, pero no, para

allá no hay ramal, bueno.

En esos quince días, de haberme dicho eso ese señor, llego y dejo

encargado a Flavio Chavarro, era mi amigo, me le vine, le dije, “Flavio,

usted que ya es encargado de la comisaria, usted manda, aprovechemos

este desorden del comisario. Porque él me dijo que por allá no iban a

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haber ramales, mándeme la máquina que esta allá y me hace el ramalito

hasta la escuela”.

El dijo: “pero, pájaro, ¿cómo hacemos?”, le dije “muy fácil, allá hay una

gravillera, vamos a explotarla”. Y mando un ingeniero, y si, había una

gravillera, y el material lo necesitaban para el relleno de las vías, y entro

la máquina y destapo esa gravillera y amontono harta gravilla, y siguió

haciendo ramal, hasta la escuela.

Flavio Chavarro Macarena le agradezco yo mucho, que fue el que nos hizo

este ramal. Cuando volvió el comisario, a hacer otra visita por el turpial

arriba, vio eso que había entrado máquina, y fue hasta allá y vio que era

una gravillera, que estaban explotando, y por eso no dijo nada, entonces

por eso tuvimos carretera allá.

En eso se candidatizó, Edwin Useche a la alcaldía de El Retorno, chino

joven, buen alcalde, le dijimos nosotros, Edwin, necesitamos este puente,

este otro puente, unas alcantarillas, y tan hábil ese muchacho, paso unos

proyectos para puentes y alcantarillas.

Hizo alcantarillas y puentes y boxculvert por toda esa carretera. Cuando el

entregó la Alcaldía a Libardo Chivata, ya tenía puentes, y los que no había

terminado, Libardo los acabó de terminar.

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Lo mismo el actual alcalde, le pedimos que nos colaborara con la hechura

del ramal de San Antonio al Encanto y fue llamando la maquinaria y eso

quedo como una autopista, que ningún alcalde lo había hecho.

Desde muy joven me gusto la política, resulta que una vez, cuando el

General Rojas Pinilla, se lanzó a ser candidato para la presidencia, vino

aquí a hacer su gira política, nombraban los concejales sin elección

popular, a dedo, entonces me llamaron a mí, don Jaime Díaz.

“Pájaro, usted por que no se hace pal concejo”, “¿por qué partido?, porque

yo soy conservador y no me voy a voltear”, entonces claro, de una vez me

lanzaron, y Salí a ser concejal en esa época.

Eso fue con Julio Arciniegas, al próximo cuando ya se me cumplió los dos

años, entonces cuando fue Alcalde Orlando Larrarte, fui nuevamente al

Concejo. Volvieron y me llamaron, ya me pusieron que de suplente.

Jorge Feria me llamo, al Retorno, “Pájaro, que venga pa acá, hicimos la

lista con Jaime Díaz” “y como quede” “no, usted va de suplente” “¡su tía!,

¿usted cree que yo siendo concejal voy a ser suplente?” le dije “a mí me

ponen en cabeza de lista o si no nada”.

“Como me va a rebajar de encabezar lista a por allá de colero, ¿porque no

se va usted pa la cola?,”, dijo “no se ponga bravo pájaro” pidió una canasta

de cerveza y no la tomamos, le dije “si no encabezo lista con migo no

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cuenten”, bueno, se fue, y después me llamaron, me dijeron “si, encabezo

lista”. Volví y Salí nuevamente al concejo, en el Retorno.

Cuando llegó Edwin Useche a la Alcaldía. Ya iba a terminar el periodo de

concejales nuevamente, en el Retorno, entonces me llamaron a mí, que si

yo quería de nuevo encabezar esa lista, les dije “claro, yo ya hable con la

comunidad de mi vereda y ellos me dijeron que sí.” Entonces Salí por voto

popular. Y fui concejal con Libardo Chivata. Y ahí después con “Ratón”, y

ese fue mi último periodo en el consejo.

Ahora pues me encuentro en la finca, trabajando con el ganadito,

sembrando mi maicito, mi yuquita, tengo cacao sembrado, pero eso no me

va dar, eso no sirve para nada, solo gaste un poco de plata ahí con ese

cultivo. Vivo bien, con la patrona y el hijo que me acompaña, ahí la

pasamos, arriendo los pastos, vivo de los arriendos, y así, ahí la voy

pasando.

Después de todas las crisis que se han vivido, la gente está nuevamente

sembrando, pero no mucho, están volviendo a aprender a sembrar el arroz

y el maíz, ya estamos sembrando, yo también estoy sembrando, para que

no halla escasez de comida.

Sería bueno que el gobierno nos ponga un centro de acopio que nos

compre las cosechas. Porque pagan muy barato, y la ganancia se la queda

el intermediario. Entonces no da la base, uno siembra arroz, al precio que

lo compran no da la base.

Page 22: Carlos guillermo cardenas

Carlos Guillermo Cárdenas Ortiz Fundadores de San José del Guaviare

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Pues yo considero que la economía agropecuaria se empieza a revitalizar,

con mucho miedo y mucha desconfianza, porque la labor del campo tiene

mucho riesgo, y no hay una cadena de compra de la producción, y los

precios fluctúan mucho.

A veces uno cosecha con un precio malo y no recupera la inversión, tiene

perdidas. Con la ganadería es diferente, se produce bien y los precios son

estables. Pero no todos tienen para mejorar sus fincas y obtener pie de

cría.

Nosotros en mi finca producimos vino de Arazá, le agradecemos al SINCHI

que era antes la CORPORACION ARARACUARA, resulta que cuando llego

esa corporación nos dio semilla de Arazá, casi a todo mundo, entonces

nosotros dijimos “nosotros si vamos a aprovechar”.

Llegaron nos dieron una semilla lo cultivamos y lo apreciamos allá, y a mí

me enseñaron a hacer el vino, allá la corporación, me enseñaron a hacer

el vino de arazá, pero no nos lo enseñaron a hace como lo estamos

haciendo nosotros, y yo lo fui seleccionando, y fue una selección hasta que

lo pusimos en punto y ahora es un vino importante.

Un vino que se vende aquí en el departamento sin ningún problema, un

vino muy sabroso, y la señora mía Alcira Porras es la emprendedora que

administra ese trabajo.