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servir al pueblo Semanario del Partido Comunista Revolucionario de La Argentina 213 CUADERNOS DE DIFUSION DEL MARXISMO LENINISMO MAOISMO SUPLEMENTO OCTUBRE 2012 Carlos Marx Salarios, inflación y crisis

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servir al puebloSemanario delPartido ComunistaRevolucionario de La Argentina

213CUADERNOS DE DIFUSION DEL MARXISMOLENINISMOMAOISMO

SUPLEMENTO

OCTUBRE 2012

Carlos MarxSalarios, inflación y crisis

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Frente a los reclamos de aumento de salarios por los trabajadores, los economistas burgueses repiten sus viejas

mentiras. Argumentos que ya rebatió Carlos Marx, en una seriede conferencias dadas en 1865 en la Asociación Internacionalde Trabajadores, publicadas luego como folleto con el título Salario, precio y ganancia. Hemos publicado extractos del mismo, en los Cuadernos 127, Marx: Valor y trabajo, y 131,Marx: Trabajo y ganancia. Esta entrega los complementa con los últimos dos apartados del trabajo de Marx.

El análisis que aquí realiza Marx presupone condicionesnormales de explotación capitalista. Es decir donde las ganancias de los capitalistas se basan exclusivamente en la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo y el valor totalcreado por el obrero durante la jornada de trabajo, que llamóplusvalía o plusvalor. Aún en esas condiciones, un aumento desalarios no tendría porque resultar en un aumento de precios,sino en una disminución de la plusvalía o tasa de explotación,en definitiva, en una disminución de la tasa de ganancia.

Pero sucede que en países atrasados y dependientes como elnuestro, la fuerza de trabajo se paga incluso por debajo de suvalor, lo que se expresa en salarios muy inferiores al valor de lacanasta familiar. Es decir, que los trabajadores que reciben como salario menos de esa cifra necesaria “para producir, desarrollar y perpetuar la fuerza de trabajo”, son objeto de unrobo por los terratenientes y capitalistas. Robo que se suma alas ganancias que obtienen por la explotación “normal” del sistema: son superexplotados.

Para otros textos sobre el tema remitimos en particular a losCuadernos N° 13 (Marx: Trabajo asalariado y capital), N° 38(Marx: Las crisis), N° 44 (Engels: Las crisis), y N° 101 (Engels:La plusvalía).n

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Presentación

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XIII. CASOS PRINCIPALES DE LUCHAPOR LA SUBIDA DE SALARIOS

O CONTRA SU REDUCCION

Examinemos ahora sumariamentelos casos principales en que se procu-ra la suba de los salarios o se oponeuna resistencia a su reducción.

1. Hemos visto que el valor de lafuerza de trabajo, o para decirlo entérminos más populares, el valor deltrabajo, está determinado por el valorde los artículos de primera necesidado por la cantidad de trabajo necesariapara su producción.

Por consiguiente, si en un determi-nado país el valor de los artículos de

primera necesidad que por términomedio consume diariamente un obre-ro representa seis horas de trabajo,expresadas en tres chelines, este obre-ro tendrá que trabajar diariamenteseis horas para producir el equivalen-te de su sustento diario. Si su jornadade trabajo es de doce horas, el capita-lista le pagará el valor de su trabajoabonándole tres chelines. La mitad dela jornada de trabajo será trabajo noretribuido, y por tanto, la cuota deplusvalor arrojará el 100 por 100.

Pero supongamos ahora que a con-secuencia de una disminución de laproductividad del trabajo, hace faltamás trabajo para producir, digamos,la misma cantidad de productos agrí-

Carlos Marx

Salario, precio y ganancia(Extractos)

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colas que antes, con lo cual el preciode la cantidad media de artículos deprimera necesidad requeridos diaria-mente subirá de tres chelines a cuatro.En este caso, el valor del trabajo au-mentaría en una tercera parte, o sea,en el 33 1/3 por 100.

Para producir el equivalente del sus-tento diario del obrero, dentro del nivelde vida anterior, serían necesarias ochohoras de la jornada de trabajo. Por tan-to, el plustrabajo bajaría de seis horas acuatro, y la cuota de plusvalor se redu-ciría del 100 al 50 por 100. El obreroque, en estas condiciones, pidiese unaumento de salario, se limitaría a exigirque se le abonase el valor incrementadode su trabajo, como cualquier otro ven-dedor de una mercancía, que cuandoaumenta el coste de producción de ésta,procura que se le pague el incrementodel valor.

Y si los salarios no suben, o no su-ben en la proporción suficiente paracompensar la subida en el valor de losartículos de primera necesidad, el pre-cio del trabajo descenderá por debajodel valor del trabajo, y el nivel de vidadel obrero empeorará.

Pero también puede operarse uncambio en sentido contrario.

Al elevarse la productividad del tra-bajo, puede ocurrir que la misma can-tidad de artículos de primera necesi-dad consumidos por término medioen un día baje de tres a dos chelines, oque, en vez de seis horas de la jornadade trabajo, basten cuatro para repro-

ducir el equivalente del valor de los ar-tículos de primera necesidad consu-midos en un día.

Esto permitirá al obrero comprarpor dos chelines exactamente los mis-mos artículos de primera necesidadque antes le costaban tres.

En realidad, disminuiría el valordel trabajo; pero este valor mermadodispondría de la misma cantidad demercancías que antes. Así, el plusvalorsubiría de tres a cuatro chelines y lacuota de plusvalor del 100 al 200 por100. Y, aunque el nivel de vida absolu-to del obrero seguiría siendo el mis-mo, su salario relativo, y por tanto suposición social relativa, comparadacon la del capitalista, habrían bajado.

Oponiéndose a esta rebaja de su sa-lario relativo, el obrero no haría másque luchar por obtener una parte enlas fuerzas productivas incrementadasde su propio trabajo y mantener suantigua posición relativa en la escalasocial.

Así, después de la derogación de lasleyes cerealistas, y violando flagrante-mente las promesas solemnísimas quehabían hecho en su campaña de pro-paganda contra aquellas leyes, losamos de las fábricas inglesas rebaja-ron los salarios, por regla general, enun 10 por 100. Al principio, la oposi-ción de los obreros fue frustrada; peromás tarde se pudo recobrar el 10 por100 perdido, a consecuencia de cir-cunstancias que no puedo detenermea examinar aquí.

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[Inflación]2. Los valores de los artículos de

primera necesidad y por consiguiente,el valor del trabajo pueden permane-cer invariables y, sin embargo, el pre-cio en dinero de aquéllos puede sufriruna alteración, porque se opere uncambio previo en el valor del dinero.

Con el descubrimiento de yaci-mientos más abundantes etc., dos on-zas de oro, por ejemplo, no costaríanmás trabajo del que antes exigía laproducción de una onza. En este caso,el valor del oro descendería a la mitad,0 al 50 por 100.

Y como, a consecuencia de esto, losvalores de todas las demás mercancíasse expresarían en el doble de su precioen dinero anterior, esto se haría exten-sivo también al valor del trabajo. Lasdoce horas de trabajo que antes se ex-presaban en seis chelines, ahora se ex-presarían en doce.

Por tanto, si el salario del obrero si-guiese siendo de tres chelines, en vezde subir a seis, resultaría que el precioen dinero de su trabajo sólo corres-pondería a la mitad del valor de su tra-bajo, y su nivel de vida empeoraría es-pantosamente. Y lo mismo ocurriríaen un grado mayor o menor si su sala-rio subiese, pero no proporcionalmen-te a la baja del valor del oro.

En este caso, no se habría operadoel menor cambio, ni en las fuerzasproductivas del trabajo, ni en la ofertay la demanda, ni en los valores.

Nada habría cambiado menos el

nombre en dinero de estos valores.Decir que en este caso el obrero no de-be luchar por una subida proporcionalde su salario, equivale a pedirle que seresigne a que se le pague su trabajo ennombres y no en cosas.

Toda la historia del pasado de-muestra que, siempre que se producetal depreciación del dinero, los capita-listas se apresuran a aprovechar estacoyuntura para defraudar a los obre-ros. Una numerosa escuela de econo-mistas asegura que, como consecuen-cia de los nuevos descubrimientos detierras auríferas, de la mejor explota-ción de las minas de plata y del abara-tamiento en el suministro de mercu-rio, ha vuelto a bajar el valor de losmetales preciosos. Esto explicaría losintentos generales y simultáneos quese hacen en el continente por conse-guir una subida de salarios.

[Horarios]3. Hasta aquí hemos partido del su-

puesto de que la jornada de trabajotiene límites dados.

Pero, en realidad, la jornada de tra-bajo no tiene, por sí misma, límitesconstantes. El capital tiende constan-temente a dilatarla hasta el máximode su duración físicamente posible, yaque en la misma proporción aumentael plustrabajo y, por tanto, el plusvalorque de él se deriva. Cuanto más consi-ga el capital alargar la jornada de tra-bajo, mayor será la cantidad de traba-jo ajeno que se apropiará.

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Durante el siglo XVII, y todavíadurante los dos primeros tercios delXVIII, la jornada normal de trabajo,en toda Inglaterra, era de diez horas.

Durante la guerra antijacobina,que fue, en realidad, una guerra de losbarones ingleses contra las masas tra-bajadoras de Inglaterra, el capital ce-lebró sus días orgiásticos y prolongó lajornada de diez horas, a doce, a cator-ce, a dieciocho.

Malthus, que no puede infundirprecisamente sospechas de tierno sen-timentalismo, declaró en un folleto,publicado hacia el año 1815, que la vi-da de la nación sería amenazada ensus raíces, si las cosas seguían comohasta allí.

Algunos años antes de introducirsecon carácter general las máquinas denueva invención, hacia 1765, vio la luzen Inglaterra un folleto titulado AnEssay on Trade (“Un ensayo sobre laindustria”). El anónimo autor de estefolleto, enemigo jurado de las clasestrabajadoras, declama acerca de la ne-cesidad de extender los límites de lajornada de trabajo. Entre otras cosas,propone crear, a este objeto, casas detrabajo, que, como él mismo dice, ha-brían de ser “casas de terror” ¿Y cuáles la duración de la jornada de trabajoque propone para estas “casas de te-rror”? Doce horas, precisamente lajornada que en 1832 los capitalistas,los economistas y los ministros decla-raban no sólo como vigente en reali-dad, sino además, como el tiempo de

trabajo necesario para los niños me-nores de doce años.

Al vender su fuerza de trabajo, co-mo no tiene más remedio que hacerdentro del sistema actual, el obrerocede al capitalista el derecho a usar es-ta fuerza, pero dentro de ciertos lími-tes razonables. Vende su fuerza de tra-bajo para conservarla, salvo su naturaldesgaste, pero no para destruirla. Ycomo la vende por su valor diario o se-manal, se sobreentiende que en un díao en una semana no ha de sometersesu fuerza de trabajo a un uso o desgas-te de dos días o dos semanas.

Tomemos una máquina con un va-lor de mil libras esterlinas. Si se agotaen diez años, añadirá anualmente cienlibras al valor de las mercancías queayuda a producir. Si se agota en cincoaños, el valor añadido por ella será dedoscientas libras anuales; es decir,que el valor de su desgaste anual estáen razón inversa al tiempo en que seagota. Pero esto distingue entre elobrero y la máquina. La máquina nose agota exactamente en la mismaproporción en que se usa.

En cambio, el hombre se agota enuna proporción mucho mayor de laque podría suponerse a base del sim-ple aumento numérico de trabajo.

Al esforzarse por reducir la jornadade trabajo a su antigua duración razo-nable, o, allí donde no pueden arran-car una fijación legal de la jornadanormal de trabajo, por contrarrestarel trabajo excesivo mediante una subi-

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da de salarios –subida no sólo en pro-porción con el tiempo adicional que seles estruja, sino en una proporciónmayor–, los obreros no hacen más quecumplir con un deber para consigomismos y para con su raza. Ellos úni-camente ponen límites a las usurpa-ciones tiránicas del capital.

El tiempo es el espacio en que sedesarrolla el hombre. El hombre queno dispone de ningún tiempo libre,cuya vida, prescindiendo de las inte-rrupciones puramente físicas del sue-ño, las comidas, etc., está toda ella ab-sorbida por su trabajo para el ca-

pitalista, es menos que una bestia decarga. Físicamente destrozado y espi-ritualmente embrutecido, es una sim-ple máquina para producir riquezaajena.

Y, sin embargo, toda la historia dela moderna industria demuestra queel capital, si no se le pone un freno, la-borará siempre, implacablemente ysin miramientos, por reducir a toda laclase obrera a este nivel de la más bajadegradación.

El capitalista, alargando la jornadade trabajo, puede abonar salarios másaltos y disminuir, sin embargo, el va-

Carlos Marx trabajando junto a su gran amigo y compañero de lucha, FedericoEngels, con quien también compartió la autoría en la elaboración de varios textos.

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lor del trabajo, si la subida de los sala-rios no se corresponde con la mayorcantidad de trabajo estrujado y con elmás rápido agotamiento de la fuerzade trabajo que lleva consigo. Y estopuede ocurrir también de otro modo.

Vuestros estadísticos burgueses osdirán, por ejemplo, que los salariosmedios de las familias que trabajan enlas fábricas de Lancaster han subido.Pero olvidan que en vez del trabajo delhombre, la cabeza de familia, su mujery tal vez tres o cuatro hijos se ven lan-zados ahora bajo las ruedas del carrode Yaggernat del capital, y que la subi-da de los salarios totales no corres-ponde a la del plustrabajo total arran-cado a la familia.

Aun dentro de una jornada de tra-bajo con límites fijos, como hoy rigeen todas las industrias sujetas a la le-gislación fabril, puede ser necesariauna subida de salarios, aunque sólosea para mantenerse el antiguo niveldel valor del trabajo.

Mediante el aumento de la intensi-dad del trabajo puede hacerse que unhombre gaste en una hora tanta fuer-za vital como antes en dos. En las in-dustrias sometidas a la legislación fa-bril, esto se ha hecho en realidad,hasta cierto punto, acelerando la mar-cha de las máquinas y aumentando elnúmero de máquinas que ha de aten-der un solo individuo.

Si el aumento de la intensidad deltrabajo o de la cantidad de trabajoconsumida en una hora guarda algu-

na proporción adecuada con la dismi-nución de la jornada, saldrá todavíaganando el obrero. Si se rebasa este lí-mite, perderá por un lado lo que ganepor otro, y diez horas de trabajo lequebrantarán tanto como antes doce.

Al contrarrestar esta tendencia delcapital mediante la lucha por el alzade los salarios, en la medida corres-pondiente a la creciente intensidaddel trabajo, el obrero no hace más queoponerse a la depreciación de su tra-bajo y a la degeneración de su raza.

[Crisis]4. Todos sabéis que, por razones

que no hay para qué exponer aquí, laproducción capitalista se mueve a tra-vés de determinados ciclos periódicos.Pasa por fases de calma, de animacióncreciente, de prosperidad, de super-producción, de crisis y de estanca-miento. Los precios de las mercancíasen el mercado y la cuota de plusvaloren éste siguen a estas fases, y unas ve-ces descienden por debajo de su nivelmedio y otras veces lo rebasan.

Si os fijáis en todo el ciclo, veréisque unas desviaciones de los preciosdel mercado son compensadas porotras y que, sacando la media del ci-clo, los precios de las mercancías en elmercado se regulan por sus valores.

Pues bien; durante las fases de bajade los precios en el mercado y durantelas fases de crisis y estancamiento, elobrero, si es que no se ve arrojado a lacalle, puede estar seguro de ver reba-

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Distintasimágenes de épocailustrandolas terriblescondicionesde vida delos sectorespopulares.

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jado su salario. Para que no le defrau-den, el obrero debe forcejear con elcapitalista, incluso en las fases de bajade los precios en el mercado, para es-tablecer en qué medida se hace nece-sario rebajar los jornales.

Y si, durante la fase de prosperi-dad, en que el capitalista obtieneplusvalores extraordinarios, el obrerono batallase por conseguir que se lesuba el salario, no percibiría siquiera,sacando la media de todo el ciclo in-dustrial, su salario medio, o sea el va-lor de su trabajo. Sería el colmo de lalocura exigir que el obrero, cuyo sala-rio se ve forzosamente afectado porlas fases adversas del ciclo, renunciasea verse compensado durante las fasesprósperas.

Generalmente, los valores de todaslas mercancías se realizan exclusiva-mente por medio de la compensaciónque se opera entre los precios cons-tantemente variables del mercado, so-metidos a las fluctuaciones constan-tes de la oferta y la demanda.

Dentro del sistema actual, el traba-jo es solamente una mercancía comootra cualquiera. Tiene, por tanto, queexperimentar las mismas fluctuacio-nes, para obtener el precio medio quecorresponde a su valor. Sería un ab-surdo considerarlo, por una parte, co-mo una mercancía, y querer excep-tuarlo, por otra, de las leyes queregulan los precios de las mercancías.El esclavo obtiene una cantidad cons-

tante y fija de medios para su susten-to; el obrero asalariado no. Este debeintentar conseguir en unos casos unasubida de salarios, aunque sólo seapara compensar su baja en otros ca-sos. Si se resignase a acatar la volun-tad, los dictados del capitalista, comouna ley económica permanente, com-partiría toda la miseria del esclavo,sin compartir, en cambio, la seguri-dad de éste.

5. En todos los casos que he exami-nado, que son el 99 por 100, habéisvisto que la lucha por la subida de sa-larios sigue siempre a cambios ante-riores y es el resultado necesario delos cambios previos operados en el vo-lumen de producción, las fuerzas pro-ductivas del trabajo, el valor de éste, elvalor del dinero, la extensión o inten-sidad del trabajo arrancado, las fluc-tuaciones de los precios del mercado,que dependen de las fluctuaciones dela oferta y la demanda y se producencon arreglo a las diversas fases del ci-clo industrial; en una palabra, es lareacción de los obreros contra la ac-ción anterior del capital.

Si enfocásemos la lucha por la su-bida de salarios independientementede todas estas circunstancias, toman-do en cuenta solamente los cambiosoperados en los salarios y pasandopor alto los demás cambios a queaquéllos obedecen, arrancaríamos deuna premisa falsa para llegar a con-clusiones falsas.

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XIV. LA LUCHA ENTRE

EL CAPITAL Y EL TRABAJO, Y SUS RESULTADOS

1. Después de demostrar que la re-sistencia periódica que los obrerosoponen a la rebaja de sus salarios ysus intentos periódicos por conseguiruna subida de salarios, son fenóme-nos inseparables del sistema del tra-bajo asalariado y responden precisa-mente al hecho de que el trabajo sehalla equiparado a las mercancías y,por tanto, sometido a las leyes que re-gulan el movimiento general de losprecios; habiendo demostrado, asi-mismo, que una subida general de sa-larios se traduciría en la disminuciónde la cuota general de plusvalor, perosin afectar a los precios medios de lasmercancías, ni a sus valores, surgeahora por fin el problema de saberhasta qué punto, en la lucha incesanteentre el capital y el trabajo, tiene ésteperspectivas de éxito.

Podría contestar con una generali-zación, diciendo que el precio del tra-bajo en el mercado, al igual que el delas demás mercancías, tiene queadaptarse, con el transcurso del tiem-po, a su valor; que, por tanto, pese atodas sus alzas y bajas y a todo lo queel obrero puede hacer, éste acabaráobteniendo solamente, por términomedio, el valor de su trabajo que se re-duce al valor de su fuerza de trabajo;la cual, a su vez, se halla determinada

por el valor de los medios de sustentonecesarios para su manutención y re-producción, valor que está reguladoen último término por la cantidad detrabajo necesaria para producirlos.

Pero hay ciertos rasgos peculiaresque distinguen el valor de la fuerza detrabajo o el valor del trabajo de los va-lores de todas las demás mercancías.

El valor de la fuerza de trabajo estáformado por dos elementos, uno delos cuales es puramente físico, mien-tras que el otro tiene un carácter his-tórico o social. Su límite mínimo estádeterminado por el elemento físico; esdecir, que para poder mantenerse yreproducirse, para poder perpetuar suexistencia física, la clase obrera tieneque obtener los artículos de primeranecesidad absolutamente indispensa-bles para vivir y multiplicarse.

El valor de estos medios de susten-to indispensables constituye, pues, ellímite mínimo del valor del trabajo.

Por otra parte, la extensión de lajornada de trabajo tiene también suslímites extremos, aunque sean muyelásticos. Su límite máximo lo traza lafuerza física del obrero. Si el agota-miento diario de sus energías vitalesrebasa un cierto grado, no podrá des-plegarlas de nuevo día tras día. Pero,como dije, este límite es muy elástico.Una sucesión rápida de generacionesraquíticas y de vida corta abasteceríael mercado de trabajo exactamente lomismo que una serie de generacionesvigorosas y de vida larga.

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Además de este elemento pura-mente físico, en la determinación delvalor del trabajo entra el nivel de vidatradicional en cada país. No se tratasolamente de la vida física, sino de lasatisfacción de ciertas necesidades,que brotan de las condiciones socialesen que viven y se educan los hombres.El nivel de vida inglés podría descen-der hasta el grado del irlandés, y el ni-vel de vida de un campesino alemánhasta el de un campesino Livorno.

La importancia del papel que a esterespecto desempeñan la tradición his-tórica y la costumbre social, puedeverse en el libro de Mr. Thornton so-bre la Superpoblación, donde se de-muestra que en distintas regionesagrícolas de Inglaterra los jornalesmedios siguen todavía hoy siendo dis-tintos, según las condiciones más omenos favorables en que esas regionesse redimieron de la servidumbre.

Este elemento histórico o social queentra en el valor del trabajo puede di-latarse o contraerse, e incluso extin-guirse del todo, de tal modo que sóloquede en pie el límite físico.

Durante la guerra antijacobina –que, como solía decir el incorregiblebeneficiario de impuestos y preben-das, el viejo George Rose, se empren-dió para que los descreídos francesesno destruyeran los consuelos denuestra santa religión–, los honora-bles hacendados ingleses, a los quetratamos con tanta suavidad en unade nuestras sesiones anteriores, re-

dujeron los jornales de los obrerosdel campo hasta por debajo de aquelmínimo estrictamente físico, com-pletando la diferencia indispensablepara asegurar la perpetuación físicade la raza, mediante las Leyes de Po-bres. Era un método glorioso paraconvertir al obrero asalariado en es-clavo, y al orgulloso yeoman de Sha-kespeare en indigente.

Si comparáis los salarios o valoresdel trabajo normales en distintos paísesy en distintas épocas históricas dentrodel mismo país, veréis que el valor deltrabajo no es, por sí mismo, una mag-nitud constante, sino variable, aun su-poniendo que los valores de las demásmercancías permanezcan fijos.

Una comparación similar demos-traría que no varían solamente lascuotas de plusvalor en el mercado, si-no también sus cuotas medias.

Por lo que se refiere al plusvalor, noexiste ninguna ley que le trace un mí-nimo. No puede decirse cuál es el lími-te extremo de su baja. ¿Y por qué nopodemos fijar este límite? Porque sipodemos fijar el salario mínimo, nopodemos, en cambio, fijar el salariomáximo. Lo único que podemos decires que, dados los límites de la jornadade trabajo, el máximo de plusvalor co-rresponde al mínimo físico del salario,y que, partiendo de salarios dados, elmáximo de plusvalor corresponde a laprolongación de la jornada de trabajo,en la medida en que sea compatiblecon las fuerzas físicas del obrero.

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Obreros de Tabacal en lucha. “[...] la resistencia periódica que los obreros oponena la rebaja de sus salarios y sus intentos periódicos por conseguir una subida desalarios, son fenómenos inseparables del sistema del trabajo asalariado [...]”.

Por tanto, el máximo de plusvalorse halla limitado por el mínimo físicodel salario y por el máximo físico de lajornada de trabajo. Es evidente que,entre los dos límites de esta cuota deplusvalor máxima, cabe una escala in-mensa de variantes.

La determinación de su grado efec-tivo se dirime exclusivamente por lalucha incesante entre el capital y eltrabajo; el capitalista pugna constan-temente por reducir los salarios a sumínimo físico y prolongar la jornadade trabajo hasta su máximo físico,mientras que el obrero presiona cons-tantemente en el sentido contrario.

El problema se reduce, por tanto, al

problema de las fuerzas respectivas delos contendientes.

2. Por lo que atañe a la limitaciónde la jornada de trabajo, lo mismo enInglaterra que en los demás países,nunca se ha reglamentado sino por in-gerencia legislativa.

Sin la constante presión de losobreros desde fuera, la ley jamás ha-bría intervenido. En todo caso, esteresultado no podía alcanzarse me-diante convenios privados entre losobreros y los capitalistas.

Esta necesidad de una acción polí-tica general es precisamente la que de-muestra que, en el terreno puramente

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económico de lucha, el capital es laparte más fuerte.

En cuanto a los límites del valor deltrabajo, su fijación efectiva dependesiempre de la oferta y la demanda, re-firiéndome a la demanda de trabajopor parte del capital y a la oferta detrabajo por los obreros. (…)

Fijémonos, por ejemplo, en la subi-da de los jornales de los obreros agrí-colas en Inglaterra, de 1849 a 1859.¿Cuáles fueron sus consecuencias?Los agricultores no pudieron subir elvalor del trigo, como les habría acon-sejado nuestro amigo Weston, ni si-quiera su precio en el mercado. Por elcontrario, tuvieron que resignarse averlo bajar.

Pero, durante estos once años, in-trodujeron máquinas de todas clases yaplicaron métodos más científicos,transformaron una parte de las tierrasde labor en pastizales, aumentaron laextensión de sus granjas, y con ella laescala de la producción; y de este mo-do, haciendo disminuir por estos y porotros medios la demanda de trabajogracias al aumento de sus fuerzas pro-ductivas, volvieron a crear una super-población relativa en el campo.

Tal es el método general con queopera el capital en los países pobladosde antiguo, para reaccionar, más rápi-da o más lentamente, contra las subi-das de salarios.

Ricardo ha observado acertada-mente que la máquina está en conti-nua competencia con el trabajo, y con

harta frecuencia sólo puede introdu-cirse cuando el precio del trabajo subehasta cierto límite; pero la aplicaciónde maquinaria no es más que uno delos muchos métodos empleados paraaumentar las fuerzas productivas deltrabajo.

Este mismo proceso de desarrollo,que deja relativamente sobrante eltrabajo simple, simplifica por otraparte el trabajo calificado, y por tanto,lo deprecia.

La misma ley se impone, además,bajo otra forma. Con el desarrollo delas fuerzas productivas del trabajo, seacelera la acumulación del capital,aun en el caso de que el tipo de sala-rios sea relativamente alto.

De aquí podría inferirse, como lohizo Adam Smith, en cuyos tiempos laindustria moderna estaba aún en suinfancia, que la acumulación acelera-da del capital tiene que inclinar la ba-lanza a favor del obrero, por cuantoasegura una demanda creciente de sutrabajo.

Situándose en el mismo punto devista, muchos autores contemporáne-os se asombran de que, a pesar de ha-ber crecido en los últimos veinte añosel capital inglés mucho más rápida-mente que la población inglesa, los sa-larios no hayan experimentado un au-mento mayor.

Pero es que, simultáneamente conla acumulación progresiva, se operaun cambio progresivo en cuanto a lacomposición del capital. La parte del

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Paro de los obreros de la alimentación en Pilar, provincia de Buenos Aires. “[...] el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimofísico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que elobrero presiona constantemente en el sentido contrario [...] “

capital global formada por capital fijo:maquinaria, materias primas, mediosde producción de todo género, crececon mayor rapidez que la parte desti-nada a salarios, o sea a comprar traba-jo. Esta ley ha sido puesta de mani-fiesto, bajo una forma más o menosprecisa, por Mr. Barton, Ricardo, Sis-mondi, el profesor Richard Jones, elprofesor Ramsay, Cherbuliez y otros.

Si la proporción entre estos dos ele-mentos del capital era originariamen-te de 1/1, al desarrollarse la industriaserá de 5/1, y así sucesivamente. Si deun capital global de 600 se desembol-san 300 para instrumentos, materias

primas, etc., y 300 para salarios, paraque pueda absorber a 600 obreros envez de 300, basta con doblar el capitalglobal. Pero, si de un capital de 600 seinvierten 500 en maquinaria, mate-riales, etc., y solamente 100 en sala-rios, para poder colocar a 600 obrerosen vez de 300, este capital tiene queaumentar de 600 a 3.600.

Por tanto, al desarrollarse la indus-tria, la demanda de trabajo no avanzacon el mismo ritmo que la acumula-ción del capital. Aumentará, pero au-mentará en una proporción constan-temente decreciente, comparándolacon el incremento del capital. n

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