Carlos Wynter

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Las biografías de Julio Verne. Por Carlos Wynter Melo Leo a Julio Verne desde que tenía ocho años. Gracias a la meticulosidad de mi madre y a su apego a nuestra infancia – la de mi hermana y la mía -, conservo ejemplares de sus obras editados en 1981, 1978, 1977. El primer encantamiento que sentí fue la ilusión de ser mejor de lo que soy. A la luz de Verne nos percibimos más inteligentes, aventureros y valerosos. Su fingimiento está construido sobre bases tan científicas y creíbles que es aprehensible hacerlo realidad. Por eso Verne es la semilla de seres humanos superiores. Dijo Augusto Monterroso que todo escritor se va del lugar de su nacimiento en un momento de su vida. Y que este viaje no necesariamente es geográfico. Debo reconocer hoy que mis primeras andanzas fueron impulsadas por Julio Verne. Como influencia literaria, lo conservé en el lado desconocido de mi cerebro. Solo cuando releí mi obra me di cuenta de que mis personajes también se sustentan en la ciencia, en la ciencia psicológica. Y que se prolongan en aventuras sorprendentes, aventuras psicológicas. Mientras fui niño, me bastó con este mundo ficticio y poco supe del hombre. La vida de Verne es en apariencia mucho más aburrida que su literatura. Se arriesgó poco y aunque llegó a tener veleros, no encontró islas misteriosas ni dio la vuelta al mundo en tiempo record. Sin embargo, el enigma que rodea su existencia da pie para alimentar curiosidades. ¿Cómo conoció Verne el punto casi exacto del que despegaría el primer cohete con destino a la Luna? ¿En qué se basó para describir la forma y medidas de la cápsula con tan poca diferencia de las reales? ¿Cómo pudo prever el desarrollo de los submarinos? ¿Y cómo retrató la París del futuro más de un ciento de años antes? Dicen que Verne quemó presurosamente sus archivos siete años antes de morir. Y que fue muy celoso con los detalles de su vida privada. ¿Por qué? Ya siendo un adulto, tuve acceso a varios libros biográficos de él y su existencia comenzó a parecérseme otra obra de literatura. Verne llegó a llamarse a sí mismo El más desconocido de los hombres, luego asumieron el apelativo sus contemporáneos y en la actualidad reaparece regularmente en escritos que lo aluden. La siguiente ponencia reúne datos biográficos de este hombre universal pero poco conocido. Empiezo con las referencias más comunes y termino con otras extraordinarias. Advierto desde ahora que no es una presentación de academicismo literario ni de precisión histórica ni busca llegar a conclusiones racionales. No temeré plantear preguntas que es imposible responder objetivamente: ¿habrá sido clarividente el autor de La Tierra a la Luna?

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Las biografías de Julio Verne.

Por Carlos Wynter Melo

Leo a Julio Verne desde que tenía ocho años. Gracias a la meticulosidad de mi madre y a su apego a nuestra infancia – la de mi hermana y la mía -, conservo ejemplares de sus obras editados en 1981, 1978, 1977.

El primer encantamiento que sentí fue la ilusión de ser mejor de lo que soy. A la luz de Verne nos percibimos más inteligentes, aventureros y valerosos. Su fingimiento está construido sobre bases tan científicas y creíbles que es aprehensible hacerlo realidad. Por eso Verne es la semilla de seres humanos superiores.

Dijo Augusto Monterroso que todo escritor se va del lugar de su nacimiento en un momento de su vida. Y que este viaje no necesariamente es geográfico. Debo reconocer hoy que mis primeras andanzas fueron impulsadas por Julio Verne.

Como influencia literaria, lo conservé en el lado desconocido de mi cerebro. Solo cuando releí mi obra me di cuenta de que mis personajes también se sustentan en la ciencia, en la ciencia psicológica. Y que se prolongan en aventuras sorprendentes, aventuras psicológicas.

Mientras fui niño, me bastó con este mundo ficticio y poco supe del hombre. La vida de Verne es en apariencia mucho más aburrida que su literatura. Se arriesgó poco y aunque llegó a tener veleros, no encontró islas misteriosas ni dio la vuelta al mundo en tiempo record. Sin embargo, el enigma que rodea su existencia da pie para alimentar curiosidades.

¿Cómo conoció Verne el punto casi exacto del que despegaría el primer cohete con destino a la Luna? ¿En qué se basó para describir la forma y medidas de la cápsula con tan poca diferencia de las reales? ¿Cómo pudo prever el desarrollo de los submarinos? ¿Y cómo retrató la París del futuro más de un ciento de años antes?

Dicen que Verne quemó presurosamente sus archivos siete años antes de morir. Y que fue muy celoso con los detalles de su vida privada. ¿Por qué?

Ya siendo un adulto, tuve acceso a varios libros biográficos de él y su existencia comenzó a parecérseme otra obra de literatura. Verne llegó a llamarse a sí mismo El más desconocido de los hombres, luego asumieron el apelativo sus contemporáneos y en la actualidad reaparece regularmente en escritos que lo aluden.

La siguiente ponencia reúne datos biográficos de este hombre universal pero poco conocido. Empiezo con las referencias más comunes y termino con otras extraordinarias. Advierto desde ahora que no es una presentación de academicismo literario ni de precisión histórica ni busca llegar a conclusiones racionales. No temeré plantear preguntas que es imposible responder objetivamente: ¿habrá sido clarividente el autor de La Tierra a la Luna?

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Biografías oficiales.

La editorial Brugera retrataba a Julio Verne, allá por 1981, de la siguiente forma:

«Nació en Nantes, Francia, en 1828, y ejerció diversos oficios antes de dedicarse a la literatura, pero lo que más marcó su futura vocación de escritor fue el oficio de libretista de un teatro y la colaboración con Alejandro Dumas hijo. En 1863 se publicó Cinco semanas en globo, la primera de una larga serie de novelas de viajes y aventuras que le convertirían en un escritor de gran fama. La fantasía, el exotismo, la utopía, relatos de viajes y supuestos hallazgos científicos son algunos de los ingredientes de sus obras, en las que los personajes, dibujados con cierto esquematismo, ceden en importancia ante la acción, el reto y el combate, ya sea entre seres humanos, con la naturaleza o contra la injusticia. Debido a la influencia de algunos de sus relatos en la literatura posterior, se le considera, junto a H.G. Wells, como uno de los precursores del género de ciencia ficción. Entre sus títulos más célebres destacan Viaje al centro de la tierra (1864), De la tierra a la luna (1865), Los hijos del capitán Grant (1867), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) y La vuelta al mundo en ochenta días (1873)».

Una biografía más completa, divulgada por Cristian Tello de la Cruz, divide la vida del autor en cuatro etapas significativas: infancia y juventud, etapa parisina, la estancia en Le Crotoy y retiro en Amiens. Estas reseñas nos dan información complementaria:

La infancia y juventud de don Julio transcurren en su ciudad natal, Nantes, desde su nacimiento en 1828 hasta su viaje a París. Se desplaza a esta gran ciudad para complacer a su padre, quien deseaba heredarle su bufete de abogado, y estudiar leyes. Pero en la capital es atraído por el ambiente bohemio y decide convertirse en escritor.

La etapa parisina entraña la lucha de Verne por sobrevivir. Su padre, molesto por la negativa de su hijo a ser abogado, le retirará la ayuda económica. Es una época en la que se gana la vida creando pequeñas obras de teatro. También es la época en la que se casa con Honorine Anne Hébe Fraysse de Viane. Y en la que conoce a Pierre Jules Hetzel, su editor, quien publicará Cinco semanas en globo, novela que será el inicio de una fecunda y exitosa producción literaria.

Verne se establece con su familia en Le Crotoy, un pequeño pueblo de pescadores en la bahía del Somme. Se traslada ahí para escribir con tranquilidad. Fue por esos años que se vio obligado a tomar parte de la guerra franco-prusiana sirviendo como un guardia nacional a bordo del primero de sus tres barcos personales, el Saint-Michel I.

Su retiro definitivo se concreta en Amiens, cuando ya era un escritor consagrado. Es en este período que se da su mayor producción literaria, ya que en Amiens vive alejado de París y puede trabajar a gusto. Ocupó el cargo de Concejal municipal durante varios años en esta ciudad que lo vio morir en 1905 a causa de la diabetes.

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Los testimonios de Walter James Miller (escritor), Gavin Scott (guionista), el Conde Piero Gondolo della Riva (coleccionista y miembro de la Sociedad Julio Verne), Ron Miller (escritor), Hellen Morris (editora de Random Haouse) y el mismo Jean Verne, su bisnieto, todos incluidos en el vídeo de la serie Biografías producido por National Geographic, muestran una relación estrecha entre Pierre-Jules Hetzel, el editor que lo llevaría a la fama mundial, y don Julio. Este maridaje editor-escritor no debe subestimarse. Pierre-Jules Hetzel identificó el perfil de los lectores de Verne. Tenía una idea muy clara de qué podía resultar interesante de su literatura, como sugiere una carta que hoy es un monumento a su amistad. Incluso fue quien determinó ilustrar sus libros.

Verne, desde cierto punto de vista, tenía mejor relación con Pierre Jules que con su esposa e hijo. Con la primera llevaba una relación cordial pero fría, y el segundo le pareció desde su nacimiento un estorbo para su trabajo. En este sentido, su etapa parisina representa la raíz de su fama posterior. Fue en París donde conoció a Alejandro Dumas hijo y padre, quienes le presentaron a Pierre Jules Hetzel, editor ya reconocidísimo, además de otros personajes de los espacios artísticos. Con estos cimientos, solo le quedó seguir irguiéndose.

Pero esto no explica las sorprendentes coincidencias entre lo que escribió y el futuro. ¿Cómo una persona puede proyectar con tanta exactitud lo que aún no ha ocurrido? En el siguiente apartado pasaremos revista a otras biografías, unas que tal vez expliquen esta rareza.

Las otras biografías.

Javier Sierra, periodista español, publicó una investigación titulada El más desconocido de los hombres.

El escrito comienza con el hallazgo de la misteriosa obra París en el siglo XX. Dicen los hechos que este fue el segundo manuscrito que Verne tuvo intenciones de publicar y Hetzel, desde su posición de editor, lo rechazó. El libro presenta una visión sombría pero a la postre exacta, de la capital francesa en el futuro.

Cuando en 1979 el tataranieto de don Julio, Jean Verne, decide forzar un cofre que había permanecido cerrado por más de un ciento de años, no pudo prever que su contenido se convertiría en el centro del interés mundial.

Al principio se especuló sobre la autoría de la obra – es del conocimiento público que Michel, hijo de Verne, terminó o rescribió muchos de los borradores. Pero los registros históricos, llevados a cabo por recomendación del mismo Hetzel, demostraron que era una novela auténtica.

Cito las palabras de Jean Verne según entrevista realizada por Javier Sierra:

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«Apenas un mes después de morir Julio Verne, mi abuelo Michel publicó una lista con las obras de su padre que aún permanecían inéditas. Entre ellas figuraba claramente la obra París en el Siglo XX, y pronto, en los archivos de la familia Hetzel, se descubrió también una carta en la que éste rechazaba la referida novela por considerarla demasiado pueril».

¿Por qué despertó tan inocultable atención el texto? Esta obra, que provocó tan decidida censura por parte de Hetzel, al ser leída a finales del siglo pasado tomó tintes de profecía realizada. Se retrata una estructura extremadamente similar a la torre Eiffel. Se habla de un vehículo comparable al tren subterráneo que comunica París. Echa en falta el matiz artístico del siglo XIX.

Pero antes de presentar los hallazgos de Sierra, repasemos algunos fragmentos del enérgico rechazo, para que entendamos de qué trata París en el siglo XX:

La carta de Hetzel a Verne luego de revisar los manuscritos de París en el siglo XX.

Escrita a fines de 1863 o inicios de 1864

Editado por Cristian Tello

Mi querido Verne, daría cualquier cosa por no tener que escribirle hoy. Ha emprendido una tarea imposible y no ha logrado llevarla a mejor término de quienes lo han precedido en asuntos análogos. Está a gran distancia, por debajo de Cinco semanas en globo. Si la lee dentro de un año va a estar de acuerdo conmigo. Es periodismo menor acerca de un asunto nada feliz.

No me esperaba una obra perfecta; ya le dije que sabía que estaba intentando lo imposible, pero esperaba algo mejor. No hay allí un solo asunto sobre el futuro que se resuelva ni una sola crítica que no se parezca a otra mil veces hecha. Me asombra que haya hecho usted con tanta urgencia y como empujado por un dios algo tan penoso, con tan poca vida.

Es mejor serle franco. Si usted hubiese fracasado en la puesta de una obra teatral, lo comprendería, y bien se fracasa en un libro como en una obra, y cuando el punto de partida llega a lo imposible, no hay nada que pueda conducir al objetivo, ni talento, ni descripción de detalles, nada salva lo que no puede salvarse.

No veo nada que alabar en este caso, nada que aplaudir francamente. Siento tanto, tener que escribirle, pero sería todo un desastre para su reputación el que se publicara este trabajo. Daría la impresión de que el globo fue una feliz casualidad. Yo, que tengo el capitán Hatteras, sé que la casualidad por el contrario es esta cosa frustrada, pero el público no lo entenderá así.

¿Hace falta decírselo?, este libro es casi el de un niño, el de un principiante, el de un hombre que va como un abejorro contra una ventana.

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Y sobre las cosas en que me considero competente - las de literatura, por cierto -, usted habla como un hombre de mundo que en algo las conoce, que ha asistido a estrenos, que advierte, satisfecho, los lugares comunes. Esto no es ni elogio ni crítica. Es lo que se debe decir.

Usted no está maduro para este libro, lo va a rehacer dentro de veinte años. Esta es la pena por envejecer el mundo en cien años para no estar por encima de aquello que corre hoy por las calles. En fin esto es un fracaso, un fracaso y cien mil hombres me podrían decir lo contrario y los enviaría a todos a paseo.

Desafortunadamente cien mil hombres hablarían como yo lo estoy haciendo.

Nada hay en él que hiera mis sentimientos ni mis ideas. Sólo me hiere la literatura, y ésta es inferior a usted mismo en casi en todas sus líneas.

Su Michel es un pájaro vulgar, los otros no son divertidos y a menudo resultan desagradables.

Usted es mediocre allí, hasta los cabellos. No hay una verdadera originalidad, no hay simplicidad, no hay espíritu, no hay, en una palabra, lo que pueda hacer una carrera de seis meses a un libro. Sólo hay cosas que pueden hacerle un daño irreparable.

¿Acaso no puedo, querido niño, tratarle como un hijo, con alguna crueldad, porque sólo le deseo lo mejor?

¿Su corazón se volverá contra quien se atreve a amonestarlo con tanta dureza?

Espero que no, y no obstante ya sé que me he equivocado más de una vez acerca de la fuerza de las gentes que reciben un consejo verdadero. Si no tuviese delante mío al autor del globo, no dudaría que, convencido o no, sería usted partícipe de mi buena intención. Ahora bien, uno de los efectos de su libro nuevo, es que me hace temer que no está usted lo suficientemente maduro, lo suficientemente fuerte para comprender este desgarre quirúrgico. Dios sabe por tanto que si su libro hubiese tenido solamente un cuarto de éxito estaría decidido a considerarlo de buen grado.

Suyo, J. Hetzel

El hallazgo de París en el siglo XX renueva la curiosidad en torno, no tanto a la obra, sino a la persona de Julio Verne. Y Sierra se aboca a investigar. Constata, entre otros sorprendentes descubrimientos, que hay supuestas claves en la obra de don Julio. Pero antes de señalarlas, asomémonos a los pasajes menos conocidos de su vida.

Todo parece indicar que Julio Verne pertenecía a una sociedad secreta, una de las muchas que proliferaban en aquellos tiempos. Michel Lamy, en un poderoso ensayo publicado en 1984i, sostiene que la discreción del escritor se debía a votos empeñados en el seno de una sociedad llamada Angélica o de la Niebla, a la cual fue introducido por Alejandro Dumas. Dicha sospecha se sostiene en las inclinaciones esotéricas muy conocidas de Dumas. Este escritor contó con amistades estrechas de ocultistas tan

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respetados como Papus o Eliphas Lévi o el famoso quiromante D´Arpentigny. Este último se dice que presentó al joven Dumas con Verne.

Michel Lamy, en entrevista concedida a Sierra, explica sobre la sociedad de la niebla lo siguiente:

«…Era una especie de Golden Dawn a la francesa. Mientras esta influyó en las ideas de muchos autores ingleses, la Niebla convocó a literatos y pintores como Gaston Leroux, George Sand, Maurice Le blanc o Dumas, bajo una ideología muy próxima a otras sociedades como los rosacruces».

Y según el mismo Lamy, hay claves ocultas en la obra de Verne que delatan la influencia de esta ideología. En Robur el conquistador, por ejemplo, pueden encontrarse las iniciales R y C, que son las siglas de Rosa-Cruz. Y el protagonista de La vuelta al mundo en ochenta días se llama Phileas Fogg, nombre que arroja dos coincidencias: el título del texto básico de la Sociedad de la Niebla, El sueño de Polifilo, cuyo equivalente etimológico es Phileas, y el apellido de este personaje, Fogg, que en inglés significa niebla. En este mismo libro, La vuelta al mundo…, aparece el Reform Club, el cual vuelve a sugerir las iniciales de Rosa Cruz.

Podría llenar muchas más páginas con los ejemplos que brinda Lamy, pero prefiero pasar a otra fuente citada por Sierra: el autor Franck Marieii.

Marie compara señales insertas en publicaciones de Verne, Leroux y Leblanc, todos escritores relacionados con sociedades iniciáticas, y nota que reproducen una y otra vez las iniciales R y C, Rosa Cruz.

Pero este tipo de concomitancias no se circunscriben a las fronteras francesas. Bram Stoker, miembro activo de la Golden Dawn inglesa, da a conocer su Drácula y Verne pone punto final a El castillo de los Cárpatos, locación ambientada muy cerca de la mansión del chupasangre de Stoker. Con esto, ambos profundizan en un tema que no es extraño a las sociedades secretas: la inmortalidad.

En fin, no significa que estas coincidencias, por mucho que reincidan, sean pruebas irrefutables, no. Pero la escalada toma altos niveles cuando llegamos a la tesis final de Sierra, quien, no lo olvidemos, persigue la respuesta para una interrogante muy precisa: ¿Cómo pudo Verne ver el futuro?

Y la conclusión se presenta finalmente: Julio Verne podía haber contactado a entidades espirituales y poderosas que le permitieron ver los destinos de la humanidad. Esa es a la conclusión que llega Sierra, y otros muchos intelectuales que estudió: Marie, Lamy. Pero por desgracia, esto nunca podrá probarse por completo: su respuesta se perdió en las nieblas del tiempo y de nuestras insondables capacidades humanas.

Buenas tardes.

                                                                                                                         i  Lamy,  Michel.  Jules  Verne,  Initié  et  Initiateur.  Payot,  Paris.  1984  ii  Marie,  Franck.  Le  surprenant  message  de  Jules  Verne.  Verité  Anciennes.  París,  1981    

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                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     Carlos  Wynter  Melo  Los  abuelos  paternos  de  Carlos  Wynter  llegaron  a  Panamá  en  tiempos  de  la  construcción  del  Canal  Interoceánico.  Emigraron  desde  Jamaica  para  acceder  a  una  vida  mejor.  Sus  abuelos  maternos  fueron  profesores  criollos.  Sus  padres  trabajaron  como  funcionarios  públicos  toda  su  vida.  Él  como  ingeniero  agrónomo,  ella  es  arquitecta.  Ambos  se  activaron  en  el  proceso  revolucionario  de  Omar  Torrijos.  Carlos  Wynter  se  relacionó,  a  pesar  suyo,  con  los  círculos  literarios  de  Guadalajara,  México.  En  1998  publicó  su  primer  libro,  El  Escapista,  tras  obtener  el  Premio  Nacional  José  María  Sánchez.  Sus  libros  Desnudo  e  Invisible  aparecieron  poco  tiempo  después.  En  el  año  2003  obtuvo  el  tercer  lugar  del  Premio  Nacional  Ignacio  Valdés.  Ese  mismo  año  fue  seleccionado  por  un  jurado  instalado  por  el  Instituto  Nacional  de  Cultura  para  representar  a  Panamá  en  el  III  Encuentro  de  Nuevos  Narradores  de  Latinoamérica  y  España,  evento  organizado  por  la  Asociación  de  Funcionarios  Culturales  Diplomáticos  de  Colombia  –  AFC  –  y  el  Convenio  Andrés  Bello.  En  el  año  2007  fue  reconocido  como  uno  de  los  escritores  jóvenes  más  representativos  de  Latinoamérica  según  el  Hay  Festival  de  Londres,  UNESCO  y  la  Secretaría  de  Cultura  de  Bogotá.  En  el  año  2010  obtuvo  mención  de  honor  en  el  concurso  centroamericano  Rogelio  Sinán  por  su  libro  Mis  mensajes  en  botellas  electrónicas.  Y  en  el  año  2011  fue  tenido  como  uno  de  los  25  secretos  literarios  mejor  guardados  de  Latinoamérica  en  la  Feria  Internacional  del  Libro  de  Guadalajara.  Mientras  todo  esto  ocurría,  fundó  una  editorial  llamada  FUGA,  se  hizo  presidente  de  la  Fundación  para  la  Gestión  del  Arte,  ocupó  varios  puestos  directivos  en  organizaciones  literarias,  ejerció  como  docente  universitario,  practicó  la  enseñanza  por  medio  de  cursos  virtuales,  trabajó  en  varias  fábricas,  hizo  consultoría  empresarial,  vendió  cursos  de  inglés,  descubrió  los  placeres  de  la  vida  en  pareja,  se  convirtió  en  padre…