CARTA DE AUTORIZACIÓN - Javeriana · 2009-07-27 · CARTA DE AUTORIZACIÓN Bogotá, 2 de abril de...

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CARTA DE AUTORIZACIÓN Bogotá, 2 de abril de 2009 Señores BIBLIOTECA GENERAL Pontificia Universidad Javeriana Ciudad Respetados Señores, Me permito presentar el trabajo de grado titulado “El principio de subsidiariedad en las políticas sociales”, elaborado por el estudiante Diego Salgar, identificado con cédula de ciudadanía número 79782860, de la Maestría en Estudios Políticos, con el fin de ser incluido dentro del catalogo de consulta. Atentamente, Luis Carlos Valencia Sarria Director Maestría en Estudios Políticos

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CARTA DE AUTORIZACIÓN

Bogotá, 2 de abril de 2009

Señores BIBLIOTECA GENERAL Pontificia Universidad Javeriana Ciudad Respetados Señores, Me permito presentar el trabajo de grado titulado “El principio de subsidiariedad en las políticas sociales”, elaborado por el estudiante Diego Salgar, identificado con cédula de ciudadanía número 79782860, de la Maestría en Estudios Políticos, con el fin de ser incluido dentro del catalogo de consulta. Atentamente, Luis Carlos Valencia Sarria Director Maestría en Estudios Políticos

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FORMULARIO DE LA DESCRIPCIÓN DE LA TESIS DOCTORAL O DEL

TRABAJO DE GRADO

TÍTULO COMPLETO DEL TRABAJO DE GRADO: EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD EN LA POLÍTICA SOCIAL: EL CASO DE FAMILIAS EN ACCIÓN. AUTOR O AUTORES

Apellidos Completos Nombres Completos

Salgar Espinosa Diego

DIRECTOR (ES) TESIS DOCTORAL O DEL TRABAJO DE GRADO

Apellidos Completos Nombres Completos

Bula Escobar Jorge Iván

TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE: MASTER EN ESTUDIOS POLÍTICOS FACULTAD: CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES PROGRAMA: Carrera ___ Licenciatura ___ Especialización ____ Maestría X Doctorado ____ NOMBRE DEL PROGRAMA: MAESTRÍA EN ESTUDIOS POLÍTICOS NOMBRES Y APELLIDOS DEL DIRECTOR DEL PROGRAMA: LUIS CARLOS VALENCIA SARRIA CIUDAD: BOGOTÁ AÑO DE PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRADO: 2009 NÚMERO DE PÁGINAS 105 DESCRIPTORES O PALABRAS CLAVES EN ESPAÑOL E INGLÉS: ESPAÑOL Política Pública Política Social Familias en Acción, Subsidiariedad, Doctrina Social de la Iglesia Participación

INGLÉS Public Policy Social Policy Familias en Acción, Subsidiariety Social Doctrine of the Church Participation

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RESUMEN DEL CONTENIDO EN ESPAÑOL E INGLÉS: ESPAÑOL Frente al desarrollo de las políticas públicas a partir de las ideas preconcebidas de bien común y bienestar, inherentes a las opciones ideológicas de los gobernantes que reducen a la persona a una idea, el principio de subsidiariedad se presenta como una posibilidad en la que el sujeto y la comunidad sean protagonistas de las políticas públicas sociales. El principio de subsidiariedad implica que una estructura social de orden superior no interfiera en la vida de un grupo social de orden inferior, pues haciéndolo lo priva de la libertad y responsabilidad que le corresponden para desarrollarse según sus propios intereses. Por el contrario, la estructura social superior debe sostener a la inferior en caso de necesidad y ayudarla a coordinar sus acciones con los demás componentes sociales. Para no hacer una discusión abstracta se analizó la pertinencia y viabilidad del principio en el programa Familias en Acción, evidenciando que su aplicación puede promover el empoderamiento de las madres beneficiarias y fortalecer el tejido social permitiendo el surgimiento de una responsabilidad común por el propio bienestar. Sin embargo, la aplicación del principio está limitada, en principio, al Componente de Promoción, a través de las Asambleas de Madres Beneficiarias y de los Encuentros de Cuidado, reuniones en las cuales se han ido gestando unas sociedades intermedias, que harían posible un trabajo subsidiario. En los demás niveles de la estructura del programa, la centralidad del Estado no deja espacio a la promoción de iniciativas de la comunidad, haciendo imposible la aplicación del principio. INGLÉS The principle of Subsidiariety is presented here as a possibility for the subject and the community to play an important role in social and public policies. This proposal faces the development of public policies used by governors which are based on preconceived ideas of common wealth and well -being that reduce the human being into an idea. The principle of Subsidiariety implies that a higher social structure does not interfere in a lower social life group. If the higher structure interferes, the lower one is deprived of its freedom and responsibility to develop itself according to its own interests. On the contrary, the higher social structure should support the lower one when necessary, and it should help to coordinate its own actions and relations with the other social components.

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In order to avoid an abstract discussion, the principle and viability of the principle of “Families in Action” was analyzed. It was proved that its applicability can contribute to the empowerment of the benefit mothers. This fact can strength the social tissue, and it can give way to the idea of common responsibility and own well- being. Nevertheless, the applicability of the principle may be limited to the Promotion Component throughout the Mothers’ Assemblies Beneficiaries and the Care Meetings. In these meetings some middle structures that make it possible to do subsidiariety work have been generated.

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CARTA DE AUTORIZACIÓN DE LOS AUTORES PARA LA CONSULTA, LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL, Y PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA DEL TEXTO COMPLETO.

Bogotá, D.C., 2 de abril de 2009

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Tesis doctoral Trabajo de Grado

Señores BIBLIOTECA GENERAL Cuidad Estimados Señores:

El suscrito Diego Salgar, con C.C. No. 79782860, autor del trabajo de grado titulado “El principio de subsidiariedad en las políticas sociales”, presentado y aprobado en el año 2009 como requisito para optar al título de Maestría en Estudios Políticos; autorizo a la Biblioteca General de la Universidad Javeriana para que con fines académicos, muestre al mundo la producción intelectual de la Universidad Javeriana, a través de la visibilidad de su contenido de la siguiente manera:

Los usuarios puedan consultar el contenido de este trabajo de grado en Biblos, en los sitios web que administra la Universidad, en Bases de Datos, en otros Catálogos y en otros sitios web, Redes y Sistemas de Información nacionales e internacionales “Open Access” y en las redes de información del país y del exterior, con las cuales tenga convenio la Universidad Javeriana.

Permita la consulta, la reproducción, a los usuarios interesados en el contenido de este trabajo, para todos los usos que tengan finalidad académica, ya sea en formato CD-ROM o digital desde Internet, Intranet, etc., y en general para cualquier formato conocido o por conocer.

Continúo conservando los correspondientes derechos sin modificación o restricción alguna; puesto que de acuerdo con la legislación colombiana aplicable, el presente es un acuerdo jurídico que en ningún caso conlleva la enajenación del derecho de autor y sus conexos.

De conformidad con lo establecido en el artículo 30 de la Ley 23 de 1982 y el artículo 11 de la Decisión Andina 351 de 1993, “Los derechos morales sobre el trabajo son propiedad de los autores”, los cuales son irrenunciables, imprescriptibles, inembargables e inalienables. Diego Salgar Espinosa C.C. 79782860 de Bogotá NOTA IMPORTANTE: El autor y o autores certifican que conocen las derivadas jurídicas que se generan en aplicación de los principios del derecho de autor. C. C. FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICA PROGRAMA ACADÉMICO MAESTRÍA EN ESTUDIOS POLÍTICOS

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EL PRINCIPIO DE SUBSDIARIEDAD EN LA POLÍTICA SOCIAL: EL CASO

DE FAMILIAS EN ACCIÓN

DIEGO SALGAR ESPINOSA

MONOGRAFÍA

DIRECTOR: DOCTOR JORGE IVÁN BULA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES

MAESTRÍA EN ESTUDIOS POLÍTICOS

BOGOTÁ, 13 DE ENERO DE 2009

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CONTENIDO

ABSTRACT ............................................................................................................ 9

0. Introducción ................................................................................................. 11

1. El principio de subsidiariedad .................................................................... 18

1.1. Desarrollo del principio de subsidiariedad a través de las encíclicas

papales ............................................................................................................. 18

1.2. El principio de subsidiariedad en la Unión Europea. .......................... 28

1.3. Subsidiariedad y descentralización ..................................................... 33

1.4. Sociedades intermedias ........................................................................ 34

1.5. Conclusión ............................................................................................. 37

2. Políticas Públicas Sociales ......................................................................... 39

2.1. Políticas públicas, acercamiento al concepto ..................................... 39

2.2. Generalidades del diseño de políticas públicas .................................. 42

2.3. Políticas Sociales, definiciones y elementos ...................................... 45

2.4. Panorama del desarrollo de la política social en América Latina ...... 49

2.5. La pregunta por la persona ................................................................... 51

3. La subsidiariedad como eje de las políticas públicas sociales ................ 54

3.1. Introducción ........................................................................................... 54

3.2. La definición de política pública desde el principio de subsidiariedad

59

3.3. El diseño de las políticas públicas a partir del principio de

subsidiariedad ................................................................................................. 60

3.4. La política social desde la subsidiariedad ........................................... 62

3.5. Las dificultades de la subsidiariedad en las políticas públicas

sociales ............................................................................................................ 65

3.6. Elementos de análisis de las políticas sociales .................................. 67

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3.7. Conclusión ............................................................................................. 69

4. FAMILIAS EN ACCIÓN, UNA POSIBILIDAD DE SUBSIDIARIEDAD ........... 71

4.1. MANEJO SOCIAL DE RIESGO .............................................................. 71

4.2. Orígenes de Familias en Acción ........................................................... 73

4.3. Estructura administrativa del programa Familias en Acción ............. 76

4.4. Participación de la comunidad ............................................................. 78

4.5. El concepto de ser humano en Familias en Acción ............................ 81

4.6. El Principio de Subsidiariedad en Familias en Acción ....................... 84

5. Conclusión ................................................................................................... 92

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................... 96

ANEXO A ........................................................................................................... 101

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ABSTRACT

Frente al desarrollo de las políticas públicas a partir de las ideas preconcebidas de

bien común y bienestar, que vienen dadas con las opciones ideológicas de los

gobernantes y que tienden a reducir a la persona a tales ideas, el principio de

subsidiariedad se presenta como una posibilidad en la que el sujeto y la

comunidad participan activamente y son protagonistas de las políticas sociales,

actuando en pro de su propio bienestar.

El principio de subsidiariedad implica que una estructura social de orden superior

no interfiera en la vida interna de un grupo social de orden inferior, pues al hacerlo

lo priva de la libertad y responsabilidad que le corresponden para desarrollarse

según sus propios intereses. Por el contrario, la estructura social superior debe

sostener a la inferior en caso de necesidad y ayudarla a coordinar sus acciones

con los demás componentes sociales, teniendo como objetivo el bien común (Juan

Pablo II, 1991, pág. 48).

Para no hacer una discusión abstracta, el objetivo que se propuso para esta

monografía, fue el de determinar la pertinencia y viabilidad del principio de

subsidiariedad en el programa Familias en Acción, teniendo en cuenta que es una

política social ampliamente aceptada y con unos resultados positivos, en la cual se

podrían analizar las implicaciones del principio.

Después de analizar detenidamente el programa, se evidenció que aplicando el

principio, además de promover el empoderamiento de las madres beneficiarias, se

fortalecería el tejido social permitiendo el surgimiento de una responsabilidad

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común por el propio bienestar. Sin embargo, la aplicación del principio está

limitada, al menos en un inicio, al Componente de Promoción, a través de las

Asambleas de Madres Beneficiarias y de los Encuentros de Cuidado, reuniones en

las cuales se han ido gestando unas sociedades intermedias, que harían posible

un trabajo subsidiario. En los demás niveles de la estructura del programa, la

centralidad del Estado no deja espacio a la promoción de iniciativas de la

comunidad, haciendo imposible la aplicación del principio.

Palabras clave: Política Pública, Política Social, Familias en Acción,

Subsidiariedad, Doctrina Social de la Iglesia.

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0. INTRODUCCIÓN

Al estudiar el diseño de políticas públicas y reconocer que la sociedad es el objeto

de estudio y de trabajo, pero que no hace parte activa de la formulación de dichas

políticas, surge la preocupación por el papel de las personas, no sólo en el diseño

sino en la definición de las políticas públicas. Usualmente esta definición se hace y

se estudia a partir de una postura particular frente a la relación entre el Estado y el

Mercado, en la que las políticas se definen según la ideología dominante, pero en

la que, de todas formas, la sociedad se diluye sin tener un lugar claro. La inquietud

por la participación de la sociedad en las políticas públicas, llevó a encontrar que

generalmente se da esa participación como legitimación de proyectos planteados

por un tercero, que suele ser el Estado, lo cual no deja de ser preocupante, sobre

todo en el caso de las políticas públicas sociales.

En la mayoría de los casos, para diseñar las políticas sociales se parte de unos

supuestos sobre el bienestar sin que las personas intervengan en el proceso,

siendo, de hecho, nombradas como beneficiarias, indicando con esto una actitud

pasiva. Entre los supuestos mencionados, están los indicadores dados por ONG´s

y por organismos internacionales, así como los conceptos ideológicos.

La no participación del sujeto en el diseño de las políticas públicas tiene

implicaciones importantes, pues termina siendo un tercero el que define en qué

consiste su bienestar. En otras palabras, llevando esto a una última instancia, este

tercero señala qué es lo que hace feliz a cada persona. Si bien es posible que esto

haya llevado a muchos diseñadores de políticas públicas a preguntarse cómo

incluir a las personas, esta pregunta parece haber surgido más de la necesidad de

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que la población se apropie de los proyectos para que éstos tengan un mayor

éxito.

Sin embargo, el problema no se enfoca en la simple participación de las personas

en estos diseños. Una política pública podría diseñarse de forma participativa, sin

que esto signifique que responda a las inquietudes o que atienda al bienestar de

las personas que se ven implicadas en su desarrollo. Esto puede darse al abrir la

participación para construir estrategias que permitan cumplir unos objetivos dados

de antemano, objetivos no determinados por la población.

Lo que se venía encontrando es un sistema que le quita a la persona la

responsabilidad de buscar y generar aquello que es mejor para sí en el espacio

público, pues lo que le permite es escoger entre opciones dadas por el mercado o

el Estado. Siguiendo las palabras de Alberto Riva, una realidad contraria a la

posibilidad de sentido para nuestra sociedad:

Una sociedad sólo adquiere sentido si su propósito, sus objetivos, sus ideas

y sus ideales tienen sentido en relación con los propósitos, objetivos, ideas

e ideales de las personas. Las creencias respecto de la naturaleza del

hombre definen el propósito de la sociedad. La sociedad sólo puede

funcionar en la medida en que las personas encuentren en ella un lugar y

una función.

(Riva Pose 2)

En última instancia, las personas podrán anhelar el cumplimiento de su felicidad si

se les permite, con libertad, realizar aquellos deseos propios. Continuando con la

indagación, se llegó entonces al principio de subsidiariedad, en el cual se percibe

la posibilidad de una organización social que responsabiliza a las personas de su

bienestar y a las comunidades del logro del bien común, e implica un Estado

capaz de intervenir cuando las personas o las comunidades no alcanzan a

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satisfacer sus necesidades. Asume, además, la participación de todas las

personas en la conformación de las estructuras de los grupos en los que se

mueven y de la vida que se da en ellos, y por tanto, asume la participación de los

grupos en la construcción de las estructuras sociales y de la vida misma de la

sociedad.

Resulta fundamental, en este sentido, retomar el estudio de la política desde el

sujeto como protagonista de la sociedad, especialmente desde la responsabilidad

personal del ciudadano frente a su propia vida y frente a la misma sociedad. Este

problema está a la base de todo sistema político, de donde se desprende la

relevancia y la necesidad de asumirlo desde varios puntos de vista, uno de los

cuales es el que se aborda en esta monografía. Buscar una organización del

Estado en la que la iniciativa de la mayoría de las políticas esté en la sociedad,

puede permitir el empoderamiento de ésta en la ejecución de aquello que las

personas han establecido como una prioridad en su propio bienestar.

En resumen, la pregunta que da origen al problema de la presente investigación

es: ¿cómo podría darse una construcción de las políticas públicas,

específicamente las políticas sociales, que atienda realmente al bienestar de las

personas? La reflexión llevó claramente al tema del bien común y a la dificultad

para establecerlo, de lo que se concluyó que quien más cerca está de conocer en

qué consiste el bienestar es la propia persona, y quien está más cerca de saber

cuál es el bien común es la propia comunidad. Atenuada la afirmación anterior,

con la salvedad de que esta cercanía depende en un grado alto de la educación

de la persona y de la comunidad, que les permita no ser manipulados por terceros.

El principio de subsidiariedad parece responder a esta pregunta, pues implica que

es la propia comunidad la que reconoce sus necesidades y trabaja por

solventarlas, contando con la ayuda necesaria para poder llevar a cabos sus

proyectos.

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El principio afirma que ninguna sociedad mayor debe intervenir en una sociedad

menor, a no ser que ésta no alcance a suplir todas sus necesidades, caso en el

cual pediría a la sociedad mayor una ayuda puntual. Ahora bien, la

responsabilidad, como se ve, está en la comunidad y no en el Estado o en el

mercado, Lo anterior indica que son las personas las que deben trabajar por

satisfacer sus necesidades y por ende, es necesario que éstas se impliquen en la

consecución del bien común. Esto hace que el principio no sea simplemente un

principio de organización administrativa o territorial. Pero además, indica que las

formas tradicionales de participación son insuficientes por sí solas, necesitando un

tejido social cohesionado, en donde estén presentes la solidaridad y la

corresponsabilidad. Si bien es indispensable la participación individual, no se trata

solamente de una apelación a la responsabilidad del individuo por lo público, sino

de un reclamo a cada una de las personas que conforman una comunidad para

que asuman, personal y comunitariamente, la responsabilidad que les es inherente

de trabajar por la satisfacción de las necesidades comunes.

Por otra parte, debe garantizarse la libertad y autonomía de las comunidades para

desarrollar las actividades necesarias para la consecución de sus fines. Por tanto,

cuando se busca una posibilidad para que la sociedad sea protagonista de las

decisiones que se toman sobre políticas que le atañen directamente, estas

características invitan a profundizar en el principio de subsidiariedad para verificar

la posibilidad de tenerlo en cuenta dentro del campo de estudio de las políticas

públicas,

Para no dejar la discusión en la abstracción, se buscó una política pública

concreta en la que se pudiera aplicar el principio para verificar lo anterior. Se

escogió trabajar con el programa Familias en Acción, debido a que ha sido una

política que ha alcanzado unos resultados muy buenos en las evaluaciones que se

le han hecho, y frecuentemente se le toma como prototipo de política pública

social.

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El objetivo que se propuso entonces para esta monografía, fue el de determinar la

pertinencia y viabilidad del principio de subsidiariedad en el programa Familias en

Acción, teniendo en cuenta que es una política social ampliamente aceptada y con

unos resultados positivos.

La orientación del programa, desde su fundamentación teórica hasta el mismo

camino que ha ido recorriendo en la práctica, señala un interés claro de

responsabilizar a los beneficiarios de su propio desarrollo humano. En este sentido

hay una coherencia interna muy importante entre los objetivos del programa y la

administración del subsidio por parte de los beneficiarios, así como entre los

postulados del Manejo Social de Riesgo y los objetivos del programa.

A pesar del éxito del programa, cabe preguntarse si el mecanismo adoptado por

éste es el más apropiado para que los beneficiarios puedan, realmente,

responsabilizarse de su propio desarrollo. Claramente el subsidio económico

condicionado a situaciones escolares y de salud señalan un punto en el que

parece haber un acuerdo: a mayor grado de escolaridad y mejor estado de salud,

mayores posibilidades de desarrollo. Sin embargo, la responsabilidad real se le

está entregando a los prestadores de estos servicios: escuelas y centros de salud.

Le queda al beneficiario la única responsabilidad de cumplir con las citas y con

enviar a los niños al colegio, lo cual, sin dejar de ser una responsabilidad

importante, es limitada. Por otra parte, sería deseable que cuando se suspendan

los subsidios, los padres de familia tengan la solidez económica para continuar

garantizándoles a sus hijos estos servicios, pero es una especulación y una meta

sobre la que el programa no tiene ninguna injerencia. Esto significa que, acabado

el programa, fácilmente podría volverse a la situación inicial debido a los bajos

ingresos.

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Aquí resulta interesante la pregunta por la utilidad del principio de Subsidiariedad

en el programa Familias en Acción, pues una comunidad responsable de la salud

y educación de sus niños es de esperarse que se mueva hacia la consecución de

estos objetivos y no se quede esperando lo que el Estado disponga al respecto.

Por otra parte, al Estado se le facilita su accionar si la comunidad está organizada

y tiene claridad sobre aquellos bienes que no puede conseguir por sí misma.

Para alcanzar el objetivo trazado, se plantearon tres objetivos específicos, el

primero de los cuales fue situar el principio de subsidiariedad dentro de la teoría

de las políticas sociales, lo cual se desarrolla en los primeros tres capítulos de

esta monografía. Se inicia en el primer capítulo con la definición del principio de

subsidiariedad, la cual se presenta en un breve recorrido histórico. Si bien su

formulación explícita la hace Pio XI en la encíclica Quadragesimo Anno en 1931,

con ésta celebra los cuarenta años de la Rerum Novarum, escrita por León XIII, y

ya en ésta están desarrollados los postulados e implicaciones fundamentales del

principio. A pesar de que se pueden rastrear algunos de estos postulados e

implicaciones desde el mismo Aristóteles, hemos decidido iniciar la presentación

del principio desde León XIII por haber hecho la síntesis del mismo, explicitando

todas las características aunque sin darles un nombre.

El segundo capítulo es una síntesis de las definiciones comúnmente aceptadas de

política pública y política social, así como de los modelos de construcción y

análisis de las mismas. Esto permite llegar a plantear, en el tercer capítulo, la

posibilidad de estructurar las políticas sociales a partir del principio de

subsidiariedad. También en este capítulo se propone la posibilidad de aplicar el

principio a políticas sociales en curso, de lo cual resulta un modelo de análisis de

dichas políticas, que permite identificar la aplicabilidad del principio a las mismas.

Como segundo objetivo específico se propuso el reconocer los presupuestos

ideológicos y teóricos que sustentan el programa Familias en Acción, lo que

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constituye la primera parte del cuarto capítulo. Allí se presenta el programa a partir

de sus fundamentos teóricos, su origen ligado al programa Progresa de México, su

estructura administrativa y los niveles de participación de la comunidad.

El tercer y último objetivo específico fue relacionar el diseño del programa con el

concepto de ser humano inherente al mismo, lo que también se desarrolla en este

cuarto capítulo. Termina este apartado respondiendo al objetivo central de esta

monografía, con el estudio de la pertinencia de la subsidiariedad en el programa,

lo cual se hace a través del modelo diseñado en el capítulo anterior, permitiendo

evidenciar en qué instancias es viable y pertinente aplicar el principio, y en cuáles

no, pero además, reconocer la forma en que podría darse tal aplicación.

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1. EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD

La definición más concisa del principio de subsidiariedad es, tal vez, la que da

Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus: “Una estructura social de orden

superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior,

privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de

necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes

sociales, con miras al bien común” (48). Pero para comprender las

particularidades de este principio es importante, primero, remontarse a sus

orígenes, y observar su lenta incursión en el campo de la política. Esto nos

permitirá entender mejor sus implicaciones, así como sus diferencias con el

concepto de descentralización, con el que es fácil confundir el principio. Se

terminará este capítulo mirando específicamente en qué consisten las sociedades

intermedias, que para la subsidiariedad son fundamentales dentro de la estructura

social.

1.1. DESARROLLO DEL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD A TRAVÉS DE

LAS ENCÍCLICAS PAPALES

Hacia finales del siglo XIX, las tensiones sociales en Europa entre los trabajadores

y los capitalistas estaban en el que fuera, tal vez, el punto más álgido. La

polarización representaba las propuestas de organización social, política y

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económica que se escuchaban en el ambiente: el liberalismo y el socialismo. La

no intervención del Estado en los asuntos económicos y por ende el libre mercado,

teniendo como presupuesto el individualismo, son las principales características

del liberalismo capitalista a las que se oponía la abolición de la propiedad privada,

el estatismo, la lucha de clases y la subordinación del individuo al Estado, que

proponía el socialismo de la época. Profundamente preocupado por la suerte de

los obreros, tanto por la explotación de que venían siendo objeto, como por las

ideas socialistas que se estaban imponiendo, el Papa León XIII escribe la encíclica

Rerum Novarum, en la que reflexiona sobre las contradicciones que implicaba la

adopción del liberalismo capitalista como principio rector de la sociedad. También

llama la atención a los trabajadores sobre la inconveniencia de seguir las ideas

socialistas, pues afirma que con la intención de aliviar la situación de los

trabajadores, insistiendo en la abolición de la propiedad privada e incitando al odio

contra los ricos se llegaba a un mal mayor. Aparte de hacer una confrontación

seria con los principios capitalistas y socialistas, León XIII sugiere una serie de

principios y acciones para dirimir el conflicto social y para alcanzar un desarrollo

justo de la sociedad. De esta forma, sienta las bases de lo que posteriormente Pio

XI llamó la Doctrina Social de la Iglesia, uno de cuyos principios fundamentales es

el de la subsidiariedad.

Aunque en la Rerum Novarum no se usa el término subsidiariedad, empieza a ser

prefigurado el principio cuando se defiende la preexistencia y por tanto

preeminencia del hombre sobre el Estado y la de la familia sobre la sociedad. La

defensa de la propiedad privada como derecho natural del hombre implicaría que

el Estado no tiene ninguna competencia sobre dicha propiedad. Igualmente, afirma

que siendo la familia una sociedad que se rige por potestad propia, y guardando

los límites que le son inherentes a sí misma, tiene los mismos derechos que la

sociedad civil para “elegir y aplicar los medios necesarios en orden a su

incolumnidad y justa libertad” (León XIII, 1891, pág. 9). En otras palabras, la

familia tiene todo el derecho de decidir lo que es mejor para su bienestar, al igual

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que cualquier sociedad civil. Por tanto, el Estado tampoco tendría competencia ni

razones para intervenir. Señala que una sociedad se hace repulsiva cuando en

ella los ciudadanos y las familias, encuentran en los poderes públicos perjuicios en

lugar de ayudas, o un cercenamiento de sus derechos en lugar de una tutela de

los mismos (León XIII, 1891, pág. 9).

Se empieza a gestar aquí, la idea de una libertad de la persona y de la familia por

sobre el arbitrio del Estado, en función de la ley natural. Sin embargo, no se

desconoce la necesidad del mismo y sus funciones se empiezan a delinear en el

siguiente punto. En él, afirma que si una familia está en una situación eventual de

angustia, sin medios posibles para salir por sí misma del agobio, los poderes

públicos deben acudir en su ayuda con medios extraordinarios. La otra razón para

que el poder civil entre en el hogar, es la alteración grave de los derechos mutuos

al interior de la familia, pues no se estaría apropiando de los derechos de los

ciudadanos, sino protegiéndolos y afianzándolos. Por tanto, las personas y sus

familias son libres de conducirse como sea mejor para ellas, y deben ser

ayudadas en este propósito por el Estado y sus representantes.

Más adelante, tratando específicamente de las funciones del Estado, afirma

precisamente que la función del Estado es establecer un orden y administrarlo de

tal forma que permita a la sociedad y a sus miembros, ser prósperos (León XIII,

1891, pág. 23). Y en el punto siguiente reflexiona brevemente sobre la necesidad

de dar el mismo estatus de ciudadano a los ricos y a los pobres, exigiendo que se

atienda por igual a todas las clases sociales (León XIII, 1891, pág. 24). De esto se

deduce la posibilidad de participar, por igual, en la decisión de los rumbos de la

nación, así como en las decisiones sobre los bienes públicos. Por otra parte, el

Estado debe defender a la comunidad y a sus miembros, pero no es justo que la

persona y/o su familia, sean absorbidas por el Estado, esto es, que el Estado

determine sus decisiones. “Lo justo es dejar a cada uno la facultad de obrar con

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libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie.”

(León XIII, 1891, pág. 26).

A partir del numeral 35 León XIII empieza a describir lo que será el segundo

componente del principio de subsidiariedad. El primero tiene que ver con la

relación del Estado con la sociedad y éste segundo con las relaciones sociales en

sí mismas. Afirma que el hombre no tiene fuerzas suficientes para desenvolverse

solo, por lo que siempre busca el apoyo de los demás. Dicho apoyo, en las

sociedades contemporáneas, toma forma en la construcción de asociaciones con

intereses específicos. Estas pequeñas sociedades son diferentes de la sociedad

civil, en cuanto que el fin establecido para la sociedad civil es la búsqueda del bien

común y éste alcanza a todos los ciudadanos, por lo cual esta sociedad es pública

y todos los ciudadanos deben participar de ella en la proporción apropiada. Las

pequeñas sociedades que se forman en el interior son privadas, pues su finalidad

inmediata es un bien privado, es decir, exclusivo de sus miembros. En este punto

se retoma el primer componente, pues afirma que a pesar de que estas pequeñas

sociedades se forman en el seno de la sociedad civil, su naturaleza se debe a la

ley natural según la cual el hombre es sociable por naturaleza y por tanto está en

la necesidad de buscar al otro para vivir (relacionarse, trabajar, defenderse, etc.).

Por tanto, el Estado no tiene potestad para intervenir en ellas, y mucho menos

para impedir su existencia. Solamente podría intervenir cuando se creen

asociaciones con el fin de dañar el bien público o privado. Vale la pena recordar,

en este punto, que el contexto de estas afirmaciones está en la lucha por la

creación de asociaciones sindicales.

Cuarenta años más tarde, en 1931, Pio XI, celebrando el aniversario de la Rerum

Novarum, decide aclarar algunos puntos no comprendidos totalmente por algunos,

con otra encíclica, la Quadragesimo anno. En su propósito, revisa la influencia de

las afirmaciones de León XIII, encontrando que éstas tuvieron un gran eco en la

mayoría de las sociedades europeas, evidenciando esto en el hecho de que se

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dictaron muchas normas concordes con los principios y admoniciones que se

dieron en la encíclica, o por lo menos se pueden deducir de estos, lo que le llevó a

afirmar que la legislación social y laboral europea tiene una influencia muy

importante de la Rerum Novarum y que, si bien no se ajustan en todo ni

estrictamente a las enseñanzas de León XIII, sí se sabe que estaban fuertemente

ligadas a su pensamiento.

Tenemos, pues, un contexto diverso en el que habiendo pasado la I guerra

mundial, y teniendo fresco su recuerdo y sus consecuencias, se había avanzado

notablemente en materia laboral y social, pero en el que el fascismo y el nazismo

empezaban a cobrar fuerza, junto a otros totalitarismos europeos.

Aunque lo relativo al orden social es tomado como un punto importante, lo

correspondiente al principio de subsidiariedad no se profundiza en cuanto tal, pero

sí se retoman los fundamentos dejados por León XIII:

…sigue, no obstante, en pie y firme en la filosofía social aquel gravísimo principio

inamovible e inmutable: como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo

que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo,

constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades

menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad

mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y

naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y

absorberlos. (Pio XI, 1931, pág. 79)

Con esta afirmación y complementando lo dicho por León XIII, con que el Estado

debe permitirle a las asociaciones inferiores resolver sus asuntos y los cuidados

de menor importancia, queda establecida una primera definición del principio, que

es nombrado como principio de función subsidiaria: “Por lo tanto, tengan muy

presente los gobernantes que, mientras más vigorosamente reine, salvado este

principio de función "subsidiaria", el orden jerárquico entre las diversas

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asociaciones, tanto más firme será no sólo la autoridad, sino también la eficiencia

social, y tanto más feliz y próspero el estado de la nación.” (Pio XI, 1931, pág. 80)

Por otra parte, en Mater et Magistra, treinta años después, en 1961, Juan XXIII en

el contexto de la polarización política y económica de la guerra fría vuelve a

retomar algunos puntos de la Rerum Novarum. En lo que implica al principio de

subsidiariedad, ante la marcha implacable del individualismo hace especial énfasis

en que los intereses individuales y de grupo deben estar totalmente subordinados

al bien común, para lo cual es necesario crear “organismos intermedios de

carácter económico y profesional, no impuestos por el poder del Estado, sino

autónomos” (Juan XXIII, Mater et Magistra, 1961, pág. 37); exigiendo que las

autoridades atendieran con gran cuidado el bien común de todos.

Más adelante, preocupado por la acción del comunismo en Europa Oriental,

establece como tesis de uno de sus apartados, el que la economía debe ser obra

de los individuos particulares, actuando solos o asociados entre sí, para procurar

sus intereses comunes. Sin embargo, es necesaria la acción del Estado para

garantizar "una producción creciente que promueva el progreso social y redunde

en beneficio de todos los ciudadanos" (Juan XXIII, Mater et Magistra, 1961, pág.

51). La función del Estado sería entonces: fomentar, estimular, ordenar, suplir y

completar. Lo cual está fundamentado en el principio de subsidiariedad, principio

que pide sea siempre puesto a salvo, garantizando la libre iniciativa de los

particulares y con ello salvaguardando los derechos esenciales de la persona

humana.

Entre estos derechos sitúa el que tiene cada persona de ser la primera

responsable de su propia manutención y la de su familia, derecho que es a la vez

obligación y que, por lo tanto, debe ser facilitada por los sistemas económicos, que

han de permitir y facilitar un ejercicio libre y provechoso de las actividades de

producción (Juan XXIII, Mater et Magistra, 1961, pág. 55). En este sentido afirma

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que la responsabilidad con la propia vida y la iniciativa personal son parte de la

dignidad humana, por lo que cualquier sistema económico que las ponga en riesgo

es injusto, aunque alcance un alto nivel de productividad (Juan XXIII, Mater et

Magistra, 1961, pág. 83).

A través de estas especificidades de la dignidad humana se profundiza en la

concepción del principio de subsidiariedad, en cuanto fundamenta la preeminencia

del sujeto y la sociedad sobre el Estado. Por otra parte, dado el énfasis de la

encíclica en el aspecto económico, delinea la implicación del principio en este

campo.

Dos años después, en 1963, el mismo Juan XXIII publica Pacem in Terris, en la

que continúa su preocupación por la situación geopolítica, pero esta vez se

propone responder desde los puntos a partir de los cuales se alcanzaría la paz y el

orden en el planeta. Es así como en los numerales 140 y 141 retoma el principio

de subsidiariedad para insistir en que las relaciones entre la autoridad pública y las

sociedades intermedias, las familias y los ciudadanos, deben estar reguladas y

gobernadas por éste. Pero además, siendo esto parte de los derechos

fundamentales de la persona, se extiende al plano mundial la necesidad de que

las relaciones entre la autoridad pública mundial y las autoridades nacionales se

rijan por el mismo principio.

En este sentido, asigna como función a la autoridad mundial, el examinar y

resolver los problemas relacionados con el bien común universal, ya sea en el

orden económico, social, político o cultural, pues la intensidad y extensión de

estos problemas superan lo que una nación sola puede abarcar. Por tanto, formula

el principio de subsidiariedad en términos de relaciones internacionales: “la

autoridad mundial debe procurar que en todo el mundo se cree un ambiente

dentro del cual no sólo los poderes públicos de cada nación, sino también los

individuos y los grupos intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus

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funciones, cumplir sus deberes y defender sus derechos.” (Juan XXIII, Pacem in

Terris, 1963, pág. 141)

Casi treinta años después, y para celebrar los cien años de la Rerum Novarum,

Juan Pablo II vuelve a detenerse y actualizar las indicaciones de León XIII, en el

contexto del fin de la guerra fría, con la incertidumbre de los rumbos que tomarían

las sociedades y el impacto que el fin de la guerra podría traer en términos

sociales e ideológicos.

Al igual que Pio XI, inicia revisando los alcances de la encíclica centenaria a través

de la llamada Doctrina Social de la Iglesia. En este sentido, retoma con nuevas

palabras el principio sobre el cual se ha construido toda esta doctrina a lo largo de

cien años de reflexiones y de debates sociales. Afirma que la densidad y guía de

la doctrina social es la “correcta comprensión de la persona humana y de su valor

único” (Juan Pablo II, 1991, pág. 12).

A partir de esto desarrolla la oposición a la antropología socialista, según la cual el

hombre sería tan solo un elemento y una molécula del organismo social, que

estaría subordinado al funcionamiento del mecanismo económico social. Por ende,

desaparecería el hombre como sujeto autónomo de decisión moral, con lo que

pasa a depender por completo de las estructuras estatales y de quienes las

controlan, reduciendo su espacio para desarrollar su dignidad personal.

De esta contradicción insalvable entre el socialismo y la doctrina de la Iglesia,

deriva la oposición a la estatización, pues esto equivale a reducir al hombre a un

engranaje más del sistema estatal. No obstante, por las mismas razones se opone

a un Estado totalmente independiente de la esfera económica, pues si no están

aseguradas unas condiciones específicas, el libre mercado también reduce al

hombre a una pieza del sistema económico, entendiéndosele como consumidor o

productor únicamente.

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Para que el Estado pueda supervisar y regular oportunamente la esfera

económica, debe intervenir directa e indirectamente, según el caso, pero siempre

respetando el principio de subsidiariedad, de tal forma que en la búsqueda de

condiciones favorables para el ejercicio de la libre actividad económica (lo que

sería una intervención indirecta), no se deje desamparado al individuo, sino que se

le defienda, estableciendo límites a dicha libertad (que constituirían una

intervención directa).

Por lo tanto, a los abusos del capitalismo, que propende por el predominio

absoluto del capital, no se le puede oponer como contrapeso un socialismo

modificado, pues éste es un “capitalismo de Estado” (Juan Pablo II, 1991, pág.

35). Un modelo alternativo de sociedad debería basarse en el trabajo libre, en la

empresa y en la participación. No se opone ni al Estado ni al Mercado, sino que

exige un límite claro a ambos en pro de la autonomía social.

En este sentido, entrarían dentro de los deberes del Estado el defender y tutelar

los bienes colectivos. Estos bienes son de dos clases: los que se relacionan con el

ambiente natural, en el sentido ecológico del término, y los que se refieren al

ambiente humano, entendido como las condiciones de vida y de trabajo, y la

mentalidad cultural. Estos bienes son en sí mismos límites para la acción del

mercado, dado que son necesidades colectivas y cualitativas, que no pueden ser

satisfechas a través de los mecanismos del mercado. Son exigencias humanas

que se escapan de la lógica capitalista, en cuanto son bienes que no se pueden

comprar ni vender. Por tanto, un Estado de derecho debe estar sustentado en una

concepción de la persona humana que tenga en cuenta los elementos descritos

anteriormente.

Partiendo de estos presupuestos, son funciones del Estado con respecto a la

esfera económica, en primer lugar, garantizar la libertad individual y el derecho a

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la propiedad, además de velar por un sistema monetario estable y por unos

servicios públicos eficientes. En segundo lugar, el Estado debe velar por el respeto

de los derechos humanos, incluso en ámbito económico. Además, debe intervenir

cuando se creen situaciones de monopolio que sean obstáculo para el desarrollo.

En cuarto lugar, además de armonizar y direccionar el desarrollo, es función del

Estado suplir la acción de las sociedades intermedias cuando éstas no alcancen a

cumplir sus objetivos, ya sea por debilidad, por estar en formación o porque haya

un campo en que la sociedad tenga una necesidad en la que ningún sector

privado haya tenido interés de intervenir. Dado este último caso, además de la

suplencia debe generar incentivos para que la sociedad asuma su responsabilidad

con respecto a la necesidad insatisfecha. En cualquier caso, las intervenciones de

suplencia deben ser temporales, para no ir en contra de la libre empresa, y

llevarse a cabo solamente por razones urgentes, vinculadas al bien común.

Es necesario tener en cuenta que cuando el Estado interviene directamente, le

quita responsabilidad a la sociedad, provocando pérdida de energías humanas

(pues los implicados dejan de trabajar en pro de su bienestar) y un aumento

exagerado del aparato público, regularmente dominado por las lógicas

burocráticas que dejan de lado la preocupación por servir a los usuarios, con el

respectivo crecimiento de los gastos públicos. Por otra parte, se asume que aquel

que está más próximo a las necesidades o a los necesitados, es quien conoce

mejor la necesidad y quien logra satisfacerla de manera más adecuada. Además,

hay algunas necesidades que requieren de una respuesta no sólo material, sino

también una cercanía a la humanidad del necesitado. Como ejemplo, Juan Pablo

II nombra el caso de los prófugos, los emigrantes, los ancianos, los enfermos y

muchos otros necesitados, como los drogadictos, diciendo que todas estas

personas necesitan, además de la ayuda eficaz que se les puede ofrecer, un

apoyo fraterno sincero por parte de quienes los auxilian. (Juan Pablo II, 1991, pág.

48)

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En resumen, esta encíclica se refiere fundamentalmente al ámbito económico, y

propone como soporte de la organización del sistema económico el principio de

subsidiariedad: “Una estructura social de orden superior no debe interferir en la

vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias,

sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar

su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común”.

(Juan Pablo II, 1991, pág. 48)

1.2. EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD EN LA UNIÓN EUROPEA.

Un año después de la publicación de la Centesimus Annus, hacia 1992, la

Comunidad Económica Europea, constituida por Alemania, Bélgica, Dinamarca,

España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y

Reino Unido, esperaba la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, que fue

firmado el 7 de febrero de ese año por los doce países y estaba pendiente de ser

aprobado en cada uno de ellos para poder entrar a regir a partir del 1° de enero de

1993, según se había acordado en la ciudad holandesa.

El punto más importante para los Estados que firmaban el tratado, era la

construcción de una comunidad unificada y el tipo de unión que deseaban para el

futuro, con la pretensión de formar una "Nueva Europa", con una unión política

que tuviera un mayor peso internacional. En el Tratado de Maastrich expresan

precisamente el deseo de conformar una unión económica, monetaria y política en

la cual el principio de subsidiariedad fue considerado explícitamente como un

principio constitucional. En otras palabras, fue a través del principio de

subsidiariedad que los doce países buscaron crear "una nueva forma de

federalismo", y también por medio de este principio quisieron distribuir las

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competencias entre la Comunidad y los Estados miembros. El principio permite

que la comunidad se amplíe y profundice sin que se haga realidad la “pesadilla” de

M. Thatcher de "una Europa súper-Estado ejerciendo un nuevo dominio desde

Bruselas." (McCadden)

Ya en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), desde 1951, en su

tratado constitutivo en el artículo 5 se encuentran rastros de subsidiariedad: "La

Comunidad cumplirá su misión mediante intervenciones limitadas"... "Las

instituciones de la Comunidad ejercerán estas actividades con un aparato

administrativo reducido, en estrecha cooperación con los interesados."

(McCadden). Posteriormente, en el Tratado de Roma de 1957, en el que se

instituye la Comunidad Económica Europea, se incluyó implícitamente la

subsidiariedad en algunos artículos que tienen principalmente una función

procesal. Por otra parte, en el Acta Única Europea (AUE) se introdujo por primera

vez la formulación de la subsidiariedad, aunque de manera limitada y sólo en

materia de medio ambiente. En el artículo 130 R, en el apartado 4, se lee: "La

Comunidad actuará en materia de medio ambiente en la medida en que los

objetivos contemplados en el apartado 1 (=conservar, proteger y mejorar la calidad

del medio ambiente; protección de la salud de las personas; garantizar una

utilización prudente y racional de los recursos naturales) puedan conseguirse en

mejores condiciones en el plano comunitario que en el de los Estados miembros

considerados aisladamente. Sin perjuicio de determinadas medidas de carácter

comunitario, los Estados miembros asumirán la financiación y la ejecución de las

demás medidas" (McCadden).

Finalmente, hacia 1985 Jacques Delors, como Presidente de la Comisión, llevó al

seno de la Comunidad la discusión sobre el principio de subsidiariedad como tal;

pero no fue sino hasta 1992, en el Tratado de Maastricht, cuando éste se trató

explícitamente, considerándolo como un principio constitucional de la integración

europea.

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De los países firmantes, Alemania era el que más había avanzado en la aplicación

del principio, asignándole tres funciones: en cuanto a la ética política, considerar la

sociedad como un conjunto de comunidades y no de individuos aislados; también

se le consideró un principio para la atribución de competencias entre los diferentes

niveles de la organización pública, según el cual a cada nivel de poder se le debe

dar competencia para realizar lo mejor que puede realizar. La tercera función se

relaciona con las competencias concurrentes, permitiendo la actualización de las

competencias potenciales de la federación, pues si en éstas puede intervenir de

forma más eficiente la federación, debe hacerlo, sin importar si los Estados

hubieran iniciado ya acciones al respecto. (McCadden) Por otra parte, en Italia

apenas se iniciaba la discusión, que se centraba en la inclusión o no del principio

en la constitución.

El principio de subsidiariedad cumplió dos funciones de legitimación muy

importantes para la consolidación de la Unión Europea: legitimación política y

operacional. Política, porque le dio a la comunidad de países la tranquilidad de no

enfrentarse a un súper poder supra-estatal, creando una entidad más centrada en

complementar las acciones de los Estados. Y operacional, precisamente porque

limita las competencias de la comunidad a las áreas en que ésta pueda probar que

su intervención está justificada. En otras palabras, es la Comunidad, la unidad

mayor, la que debe probar que su intervención será más eficaz que la de los

Estados. (McCadden)

Desde que la Unión adoptó el principio, éste ha entrado en vigencia en el mundo

académico y político, especialmente por la discusión sobre la forma en que el

principio puede llegar a constituirse en una norma para estructurar las relaciones

entre la Comunidad y los países miembros. En este sentido se han puesto a

consideración diferentes perspectivas desde el derecho constitucional, para

determinar el alcance real del principio, diferenciándolo del federalismo, y también

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del principio de proporcionalidad. El problema principal ha sido delimitar las

funciones de la Comunidad, de tal forma que no se llegue a afectar la autonomía

de las naciones, al punto en que algunos de los que han tratado de legislar la

subsidiariedad han llegado a afirmar que en la práctica el principio no es muy útil

(McDonagh). Sin embargo, se reconoce su gran utilidad política y las discusiones

sobre temas puntuales tienen cada vez más eco. Se ha debatido su aplicabilidad a

la justicia, a la economía, a la educación, a la formación del Estado, a la aplicación

de leyes medio ambientales, etc.

En América Latina es poco lo que se ha discutido e investigado acerca del

principio de subsidiariedad. Autores como Bidart (Doctrina Social de la Iglesia y

derecho constitucional) y Fosini (Subsidiariedad y constitución), en Argentina, han

avanzado en el estudio del principio dentro del marco del derecho constitucional y

la teoría del Estado, campos en los que ya antes había entrado el doctor Octavio

Arizmendi Posada (Las fronteras del Estado y la Sociedad Civil), exministro de

educación de Colombia. Los aportes de estos autores son importantes en relación

con la forma estatal y constitucional que implicaría la aplicación del principio de

subsidiariedad, sin embargo, la discusión que nos interesa principalmente en la

presente monografía es la que tiene que ver con las posibilidades concretas de

aplicación del mismo, es decir, la posibilidad de que el ciudadano entre a participar

activamente en la concepción, diseño y formulación de las políticas públicas, en

cuanto éstas atienden al bien común.

Por su parte, en el 2001 la Cepal publicó un artículo de Iván Finot

(Descentralización y participación en América Latina: teoría y práctica) en el que

analiza los procesos de descentralización y participación en América Latina,

encontrando que el modelo que se había venido empleando no había logrado los

objetivos propuestos, por lo que recomienda, entre otras cosas, la aplicación del

principio de subsidiariedad para complementar el proceso de descentralización.

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1.3. SUBSIDIARIEDAD Y DESCENTRALIZACIÓN

El principio de subsidiariedad no se limita a la descentralización, aunque sí le sirve

de fundamento a ésta y a la desconcentración de poder, en cuanto indica que la

comunidad política de orden superior no debe hacer lo que la comunidad política

de orden inferior puede hacer por sí misma. Esto es, que el gobierno nacional no

debe hacer aquello que el gobierno municipal puede hacer por sí mismo.

La descentralización, como forma de organización política, es tan solo un aspecto

a través del cual se concreta la subsidiariedad, pero ésta no es inherente a la

descentralización. De hecho, como lo cuenta Iván Finot, en los procesos de

descentralización que se llevaron a cabo en América Latina a raíz de la crisis de la

deuda en la década de los 80, el objetivo principal fue reducir el déficit fiscal y en

segundo lugar, profundizar la democratización. Lo primero se hizo transfiriendo

responsabilidades sobre la prestación de servicios a los gobiernos subnacionales

y privatizando gran parte de las empresas estatales. Para lo segundo se promovió

la elección popular de los gobiernos subnacionales. En ambos casos el Estado

Central cede responsabilidades, primero a otros entes estatales y segundo a la

sociedad civil. Esta asignación de funciones no tiene ninguna relación con la

subsidiariedad, pues no parte del hecho fundamental de devolver a la persona y a

la comunidad una responsabilidad que les es natural, sino de reasignar funciones

buscando lograr una estabilidad después de la crisis vivida. (Finot 6)

Sin embargo, la subsidiariedad sí necesita de la descentralización. Es preciso en

este punto hacer una diferenciación sutil en lo que se ha visto como el doble

significado de la subsidiariedad. Por una parte está la llamada subsidiariedad

horizontal, en la cual se profundizará más adelante, y que se refiere a la relación

entre el Estado y los ciudadanos, ya como individuos o como asociaciones o

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formaciones sociales en donde las personas se desarrollan. Por otra parte está la

subsidiariedad vertical, que se refiere al ordenamiento de las comunidades y de

las naciones desde el derecho nacional e internacional. En esta subsidiariedad

vertical está incluida la relación entre el Estado y los diferentes entes sujetos a

éste, aunque tengan autonomía según el derecho interno. En otras palabras, toda

la administración pública hace parte de esta verticalidad. Especialmente, como se

ve, esta subsidiariedad vertical es la que se relaciona con la descentralización y no

puede haber una relación subsidiaria entre el Estado Central y las regiones o

municipios, si éste es el que decide qué y cómo han de actuar los otros.

1.4. SOCIEDADES INTERMEDIAS

La subsidiariedad horizontal definida anteriormente, siguiendo la Rerum Novarum,

tiene como puntos de partida la preexistencia del hombre sobre el Estado y la

incapacidad del hombre para desenvolverse solo en el mundo, lo que le lleva a

buscar acompañarse de otros para conseguir sus fines privados o saciar sus

necesidades básicas. Estas condiciones hacen que el Estado no tenga ningún

poder real para intervenir en estas asociaciones, salvo que se creen, como dice

León XIII, para dañar el bien público o privado.

Así pues, una sociedad intermedia es la que conforman las personas que se

asocian por un interés particular, y puede estar al nivel más sencillo de la vida

cotidiana de las personas, como una asociación de amigos para el estudio de la

botánica, o puede ubicarse en la esfera económica bajo la forma de asociaciones

mercantiles. En lo que pensaba León XIII cuando escribía la Rerum Novarum, era

sobretodo en los sindicatos. La función de las sociedades intermedias es la de

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facilitar la consecución de los objetivos de cada sujeto, mediando con el Estado

cuando fuera necesario.

En estas sociedades, desde la subsidiariedad, las decisiones tienen su origen en

la persona concreta, pues en la determinación de asociarse está la decisión de

involucrarse en la respuesta a la necesidad o al fin por el cual se asoció. Cabe

aclarar que, en cuanto principio, la subsidiariedad no impone ningún mecanismo

particular de participación, pero de sus fundamentos pueden tomarse los

elementos a tener en cuenta para diseñar esos mecanismos. Así, las decisiones

que afecten directamente a la sociedad intermedia, a las personas que la

componen, son tomadas por la misma sociedad.

Cada sociedad intermedia tiene su propio rango de acción, determinado por el

interés particular por el cual fue creada. Desde la subsidiariedad, las sociedades

intermedias tienen una total autonomía para desarrollar aquellas actividades para

las que efectivamente tienen recursos y que corresponden al interés que las

origina. Sin embargo, ninguna comunidad se entiende aislada de la sociedad, lo

que implica que la autonomía para desarrollar sus objetivos está enmarcada

dentro de acuerdos establecidos con otras sociedades intermedias, así como

dentro de las leyes vigentes.

Por lo tanto, puede haber asociaciones de muy larga duración, como los sindicatos

y otras que terminan pronto, como las que pueden surgir para la construcción de

una plaza de mercado. Pero además, estas asociaciones no tienen en sí mismas

la necesidad de tener un reconocimiento jurídico. Por otra parte, es fundamental la

relación constante entre las sociedades intermedias para coordinar o aunar,

esfuerzos así como para resolver conflictos de intereses. Esta relación conforma

una sociedad mayor, que también puede o no ser formal.

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Es importante aclarar que funciona como sociedad intermedia aquella en que las

personas asociadas se han juntado libremente y por iniciativa propia, pues no

pueden confundirse con grupos de presión u O.N.G.’s, si bien hay sociedades

intermedias que pueden conformar grupos de presión y organizarse como

O.N.G’s. La diferencia estriba en el origen asociativo que han de tener las

sociedades intermedias, por lo cual, cualquier entidad creada por un particular o

por el Estado, sea cual fuere fin, no constituye en sí misma, al menos en su

origen, una sociedad intermedia. Por ejemplo, la mayoría de los sindicatos

creados por los Estados no fueron sociedades intermedias, lo que se evidenció en

el manejo político que se hizo de ellos. Sin embargo, es posible que uno de estos

entes, por su funcionamiento interno pueda llegar a constituirse en sociedad

intermedia, como de hecho pasó con algunos de los sindicatos creados

estatalmente, los cuales fueron realmente puestos en las manos de los

trabajadores.

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1.5. CONCLUSIÓN

El principio de subsidiariedad puede ser un elemento funcional para la

organización de las instituciones humanas, pero no es una norma para regular

acciones o determinar responsables. Es más, la flexibilidad que le es inherente

implica un diálogo constante entre las instituciones, en el que, siguiendo el

principio, debe primar la búsqueda del bien común. Las circunstancias cambiantes

y particulares de cada tiempo y de los actores, hacen imposible reglamentar los

márgenes de acción de la subsidiariedad, y por el contrario, invitan a que cada vez

haya una relación más estrecha entre los involucrados. Así mismo, se ha

evidenciado cómo el principio está relacionado con la estructuración de la

sociedad, pero no es un concepto administrativo según el cual delegar o delimitar

funciones.

Habiendo recorrido los pasos del principio de subsidiariedad, es hora de retomar lo

que será el eje de la relación que se pretende establecer con las políticas públicas:

los fundamentos del principio. Estos implican que en toda acción se tenga

presente, ante todo, la dignidad de la persona, y por ende, que las instituciones se

deben a ella y no al revés. Es decir, todo lo que se haga debe favorecer al

bienestar y desarrollo de los individuos, y por ende de sus comunidades,

entendiendo que el principal responsable de estas acciones debe ser la persona y

su comunidad. Ellas, por tanto, deben tener todas las posibilidades reales de llevar

a cabo las tareas que consideren necesario para tal fin, para lo cual resulta

indispensable, en muchos casos, la colaboración estatal. En otras palabras, la

sociedad intermedia se da a sí misma sus políticas públicas, pidiendo asistencia a

la sociedad mayor en el evento en que no disponga de los recursos suficientes, o

cuando la consecución de sus objetivos impliquen una relación con otra sociedad

intermedia.

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Para facilitar la comprensión de este principio se han anexado (Anexo A) tres

ejemplos de subsidiariedad, publicados por el magazín del programa

gubernamental Infraestructura en acción, de la agencia Acción Social. El primer

ejemplo consiste en un artículo propio en el que se describe didácticamente en

qué consiste el principio (Salgar). El segundo se trata de la O.N.G. Santropol

Roulant (Roulant), que es una realidad de subsidiariedad que se vive en Canadá y

el tercero es el testimonio de Marcos Zerbini (Zerbini), diputado al Parlamento del

Estado de Sao Paolo, Brasil y líder del movimiento social llamado “Trabajadores

sin tierra”.

Como se vio a lo largo de este capítulo, las implicaciones del principio de

subsidiariedad han tocado la esfera de la legislación laboral, las relaciones

económicas, las relaciones entre Estados, las ideologías y por ende la concepción

misma del Estado. Y ha sido precisamente al revisar estas implicaciones que se

ha podido confrontar el eje central del principio en diferentes campos,

evidenciando no sólo su aplicabilidad, sino también su necesidad, lo que nos

permitirá posteriormente acercarnos a las políticas públicas. Para concluir,

podríamos afirmar, en síntesis, que el principio de subsidiariedad es la

responsabilidad que tiene cada hombre con su propia vida.

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2. POLÍTICAS PÚBLICAS SOCIALES

El objetivo principal de este capítulo es identificar los actores principales en el

diseño e implementación de las políticas públicas sociales, para lo cual

iniciaremos el abordaje de este tema revisando lo que se entiende por políticas

públicas y cómo se diseñan, para luego dar un paso hacia lo concreto de las

políticas sociales y después concluir con algunas inquietudes que se relacionan

con el principio de subsidiariedad.

2.1. POLÍTICAS PÚBLICAS, ACERCAMIENTO AL CONCEPTO

Losada divide las definiciones que se han dado de políticas públicas en dos

grandes grupos: los que han planteado definiciones amplias y genéricas, entre los

que están Easton, James Anderson, Guy Peters y Dye, y los que intentan

definiciones más puntuales, entre los que están Brewer y De León, Nelsón, Stone

y Wildasky. (Losada Trabada, Entre la política básica y la ciencia política aplicada;

de la política a las políticas, del análisis a la gestión 67)

Las definiciones genéricas comparten la incidencia del gobierno sobre la sociedad:

Para Anderson se trata de acciones intencionales desarrolladas por

agencias gubernamentales y, en concreto, por sus funcionarios. Estas

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acciones son seguidas “por un actor o conjunto de actores para tratar un

asunto que les afecta.” (Losada Trabada, Entre la política básica y la

ciencia política aplicada; de la política a las políticas, del análisis a la

gestión 67)

Para Peters, la política pública es claramente toda acción del gobierno que

afecte la vida de los ciudadanos, ya sea directamente o a través de sus

agencias y funcionarios.

Dye por su parte señala que la política pública se refiere a todo lo que el

gobierno afirme hacer o dejar de hacer.

Para nuestro estudio es relevante la insistencia de Anderson y Peters en la

incidencia de la acción en algunas personas concretas, lo cual está implícito en la

definición de Easton, para quien las políticas son unas decisiones y acciones a

través de las cuales se reparten autoritariamente los valores en una sociedad.

(Gerston 7) Las otras definiciones, centradas en aspectos particulares, se refieren

a las políticas públicas como actividades destinadas a solucionar problemas, en

las cuales hay unos inputs y se generan unos outpus:

Para Brewer y De León, las políticas se definen como las decisiones

fundamentales de una sociedad, las cuales son apoyadas por una mayoría

o se sostienen por la amenaza de sanciones.

Nelson complementa lo anterior afirmando que estas decisiones viven un

proceso articulado en seis etapas: “iniciación, estimación, selección,

implementación, evaluación y terminación.” (Losada Trabada, Entre la

política básica y la ciencia política aplicada; de la política a las políticas, del

análisis a la gestión 67)

En este mismo sentido, Stone y Wildasky asumen las políticas públicas más

como proceso que como producto. Stone, en especial, se opone

particularmente a algunas de las definiciones y aproximaciones

mencionadas, por considerarlas mecanicistas. Para él, es imposible una

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secuencia automática, pues en la elaboración de políticas públicas se vive

una lucha constante por definir los criterios de clasificación, los límites y

alcances de los conceptos y acciones, e incluso por la definición de los

valores e ideales en cuestión que subyacen a las acciones y que terminan

imponiéndose a través de éstas.

En estas definiciones nos cabe resaltar el planteamiento de Stone, en cuanto se

detiene en la significación de los procesos implicados en las políticas públicas. Por

otra parte, se percibe algún grado de consenso en la relevancia de ciertos

elementos: individuos, instituciones, las relaciones entre estos, y las ideologías.

(Losada Trabada, Entre la política básica y la ciencia política aplicada; de la

política a las políticas, del análisis a la gestión 67)

A pesar de la diversidad de interpretaciones y acercamientos a lo que son las

políticas públicas y, aunque algunas se opongan entre sí y otras se vean

totalmente distantes, hay un cierto consenso sobre tres supuestos básicos que

recoge Larry Gerston y que, como se verá en otro capítulo, se han tomado como

punto de apoyo para relacionar el principio de subsidiariedad con las políticas

públicas sociales:

a. El gobierno (local, regional o nacional) y sus acciones y tareas son un

elemento fundamental para el sentido de las políticas públicas.

b. La mayoría de las políticas públicas afectan de forma diversa a diversas

partes de la sociedad. Es decir, una misma política puede tener diversos

grados de influencia sobre los ciudadanos, desde una incidencia absoluta

hasta una nula.

c. Las políticas públicas son un proceso, cada política sufre mutaciones

constantes y muchas veces es difícil concretar cómo empezó y determinar

su final. (Gerston 6)

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2.2. GENERALIDADES DEL DISEÑO DE POLÍTICAS PÚBLICAS

Cada una de las interpretaciones y aproximaciones a las políticas públicas tienen

detrás, implícita o explícitamente, una forma o un modelo particular de diseño de

políticas públicas. En general hay una coincidencia en el análisis de los diseños de

políticas públicas desde la visión secuencial, inicialmente planteada por Aldmond y

Powell como una estrategia de diseño. Como estrategia se dejó casi totalmente de

lado, por considerarla irreal y mecanicista, dada la complejidad que implica la

formulación de políticas públicas. Pero, para poder explicar las políticas sigue

siendo tomado este modelo como paradigmático. La secuencia se puede describir

en los siguientes pasos: identificación, formulación, decisión, implementación,

evaluación y terminación. (Losada Trabada, Entre la política básica y la ciencia

política aplicada; de la política a las políticas, del análisis a la gestión 70)

Apoyándonos en el estudio de Gerston, revisaremos fundamentalmente las etapas

de identificación, formulación, decisión e implementación, pues son las que más

nos ayudan a identificar los actores involucrados en el diseño de las políticas

públicas.

Lo primero que tiene que suceder para que algo se convierta en política pública es

que se active el triggering mechanism. Esto sucede cuando un problema

determinado se reconoce como común por un grupo importante de personas que,

además, están siendo obligadas a enfrentar tal problema sin que cada uno por sí

mismo pueda encontrar alguna solución posible, dependiendo del gobierno para

cambiar la situación. Este reconocimiento se da a través de un proceso o evento

crítico que lleva el asunto en cuestión a oídos de los diseñadores de políticas

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públicas, es decir, el trigger mechanism incluye el problema en la agenda pública.

El evento crítico puede ser creado por el hombre o ser el resultado de algún

suceso natural, y su alcance, intensidad y duración marcan el grado de incidencia

en los valores políticos, lo que resulta especialmente importante para el

tratamiento que se le dará al problema en la agenda pública. (22-49)

Si el triggering mechanism funciona como la etapa de identificación, la agenda

pública estaría entre esta identificación y la formulación, puesto que se trata de la

discusión sobre los temas que serán o no objeto de una política pública. En la

agenda se definen los problemas que se consideran más importantes para la

sociedad, y se sugieren alternativas de solución. Es, tal vez, el momento más

crítico de una política pública, dado que aquí entran en juego los valores sociales,

las necesidades particulares y generales, así como las ideologías y la capacidad

de movilización de los distintos sectores para lograr que un tema sea tomado en

serio en la agenda y que sea tramitado hacia los diseñadores de políticas.

Los actores que tienen la capacidad de intervenir en la construcción de esta

agenda son:

Algunos servidores públicos:

o El presidente,

o El congreso,

o Las cortes,

o Las agencias reguladoras,

o La burocracia pública,

Los medios masivos de comunicación,

Los grupos de interés. (50-72)

El siguiente paso, la decisión, está en manos de los diseñadores de políticas,

quienes deben decidir cómo responder a una determinada problemática puesta en

la agenda, teniendo en cuenta que su decisión puede ser no hacer nada. Estos

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policy makers a través de sus decisiones también proponen o esbozan soluciones.

Entre más técnico sea un tema, más general tenderán a ser las disposiciones a las

que se lleguen en la decisión, pero también hay temas en los que la decisión lleva

en sí misma la manera en que ha de implementarse. Los policy makers son:

El congreso,

El presidente,

Los jueces,

La burocracia,

El voto público (especialmente a través del mecanismo del referéndum).

A la implementación se llega después de que se ha decidido dar una respuesta a

la problemática y se ha pasado ésta a una agencia o a un grupo de agencias

gubernamentales para llevar a la práctica la solución deseada. Así pues, está en

manos de la burocracia estatal el diseño definitivo y la puesta en marcha de una

política pública. (95-118)

Antes de entrar a mirar específicamente lo que concierne a la política pública

social, es importante resaltar que los actores involucrados en los mecanismos de

diseño de las políticas públicas están concentrados en el Estado, con una

participación importante en varios momentos de los medios de comunicación y de

grupos de interés. Pero quienes fundamentalmente deciden cómo se solucionan

los problemas o se satisfacen las necesidades de los ciudadanos, están en el

Estado o tienen gran influencia sobre él.

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2.3. POLÍTICAS SOCIALES, DEFINICIONES Y ELEMENTOS

Para revisar el concepto de política social, partiremos en primer lugar de Hobart A.

Burch (The why´s of social policy: perspective on policy preferences) y los

planteamientos que postula como marcos de referencia para analizar los temas

fundamentales y las opciones de las políticas sociales. Además, miraremos el

recorrido que hace Cirilo García Cadena (Política Social, ideología del bienestar y

el Estado corporativo) a través de algunas definiciones y acercamientos a la

política social, necesarias para establecer una relación posible entre el principio de

subsidiariedad y las políticas sociales.

Mientras las políticas públicas en general se refieren, como hemos visto, a las

intervenciones que se llevan a cabo con la intención de solucionar un problema,

siguiendo a Hobart A. Burch podemos afirmar que las políticas públicas sociales

se relacionan con la condición social del hombre, según la cual éste convive con

sus semejantes en una situación en donde hay que negociar entre todos

constantemente, y puntualmente cuando la negociación tiene que ver con el

bienestar de los individuos en cuanto tales y en cuanto comunidad. En otras

palabras, una política pública social se configura a partir de las situaciones

problemáticas originadas por, o en el marco de, la convivencia humana. El

concepto de bienestar es, por tanto, un eje central de la política social. Sin

embargo, su definición es compleja y está mediada, sobre todo, por factores

ideológicos. Por ahora no entraremos en esa discusión, por lo que nos basta la

definición general que propone el mismo Burch: bienestar es la condición de estar

bien en cuando a salud, prosperidad y felicidad. (Burch 2)

El modelo que adopta Burch (3-4) para analizar las políticas sociales consta de

receptores, agentes y ambiente.

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Los receptores son aquellos que reciben la intervención, los necesitados de

una política social, que los convierte en beneficiarios; y puede tratarse de

individuos o comunidades. La necesidad está dada por una carencia, por un

riesgo o por tener el potencial para mejorar su bienestar.

Los agentes son aquellos que actúan sobre los receptores. Hay dos clases

de agentes, que podemos clasificar en positivos y negativos. Los positivos

son los que intervienen para mejorar el nivel de bienestar, mientras que los

negativos intervienen dañando o bajando el nivel de bienestar. Estos

últimos pueden convertir a determinadas personas o comunidades en

necesitados de una política social, aunque antes no lo fuesen.

El ambiente se refiere al contexto amplio en el que se desarrolla la

problemática, en el que se tienen en cuenta los factores negativos y

positivos que tienen incidencia en la situación.

Las políticas sociales intervienen en estos tres aspectos en diversas

combinaciones y gradaciones, según los objetivos que se tracen. Cuando se

interviene sobre los receptores se habla de una intervención directa, mientras que,

cuando se interviene sobre el ambiente y los agentes tenemos una intervención

indirecta.

A su vez, identifica cinco momentos de intervención:

Un mejoramiento de las condiciones existentes, sin necesidad de que se

prevea un problema específico.

Una prevención primaria, que consiste en evitar que el problema aparezca,

Una prevención secundaria, que supone una detección temprana del

problema y la intervención oportuna,

Un tratamiento, que sucede cuando ya se ha desarrollado la situación

problemática,

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La conservación, que se da en una etapa posterior al tratamiento y se hace

necesaria cuando después de éste no se puede asegurar que el problema

no volverá a surgir o no se agravará.

Enmarcado en la definición de política de Tropman, Dluhy y Lind, Burch retoma

tres formas en las que se dan las políticas sociales. Estos autores afirman que las

políticas son acciones para enfrentar una situación determinada, que se adoptan

deliberadamente o que se puede evidenciar que siguen unos determinados

patrones a través del tiempo, y que por tanto pueden ser intencionales o sin

intención. (Burch 2) Las formas propuestas son (Burch 5-6):

Las normativas, es decir que están definidas e implementadas por la ley,

por las normas o por cualquier acuerdo reglamentado. Estas acciones

tienen una intencionalidad clara y son adoptadas por la sociedad.

Las que se dan de hecho, es decir que existen en la sociedad de forma

intencional, pero que no han sido desarrolladas conscientemente como

políticas, sino que se han configurado como respuesta intuitiva ante la

problemática en cuestión.

La tercera se trata de la negligencia, y consiste simplemente en la inacción,

en la incapacidad de actuar. Es decir que una tercera forma que toma la

política social, consiste en no hacer nada. Esta forma carece de intención

alguna y tampoco es adoptada conscientemente por la sociedad.

Esta aproximación de Burch es cercana a una de las que, según García, es de las

más antiguas definiciones de política social. En su síntesis de la diversidad de

conceptos que se han dado de política social, García inicia precisamente con ésta,

que es de G. Macbeath, y se encuentra en su libro Can social policies be rationally

tested? de 1957. En esta definición se entiende por política social un conjunto de

normas según las cuales se deben regir personas y comunidades. Estas normas

tienen la característica de incidir en las condiciones de existencia de algunos

individuos particulares o en la estructuración de las relaciones que se dan entre

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quienes forman parte de un grupo social. No precisa los actores que inciden, ni el

tipo de problemáticas a regir. Más adelante Hagenbuch y Lafitte (en 1958 y 1962

respectivamente) relacionan la política social directamente con la satisfacción de

necesidades básicas y después Marshall (en 1965) la liga a las actividades

gubernamentales que de una u otra forma afectan el bienestar de las personas.

Más recientemente Alcock, Erskine y May (en el 2002), afirman que la política

social se refiere al proceso de diseñar e implementar las medidas necesarias para

enfrentar los problemas sociales de una comunidad local, regional o nacional,

incluyendo el estudio científico de dichas medidas.

De esta manera vemos cómo las definiciones cada vez resaltan más la centralidad

del Estado para garantizar unas condiciones determinadas en la sociedad. De

acuerdo con García, esto es lo que se evidencia en la concepción de la política

social en América Latina, en donde también se discute en torno a garantizar unas

necesidades básicas, un bienestar colectivo y un mejoramiento de la calidad de

vida, siendo cada uno de estos conceptos polémicos en sí mismos y de difícil

definición. No obstante, en occidente parece haber un consenso de mínimos sobre

el tema, en el que se reconoce que el objetivo de la política social está en el

mejoramiento de la calidad de vida, que incluye la satisfacción de necesidades

básicas y la procura del bienestar colectivo, entendiendo que los criterios para

determinar la calidad de vida son el empleo, la seguridad social, la salud y la

educación. (García Cadena 48-50)

De hecho, podemos afirmar con Salinas que en América Latina, y en occidente en

general, se relaciona política social con los objetivos del sistema económico

prevaleciente, con la situación de la población en los términos vistos de calidad de

vida, y con las orientaciones ideológicas y políticas del régimen. (Salinas

Figueredo y Tetelboin Henrion 84)

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2.4. PANORAMA DEL DESARROLLO DE LA POLÍTICA SOCIAL EN

AMÉRICA LATINA

Salinas plantea que en Latinoamérica antes de las primeras reformas, llamadas

“reformas de mercado”, se aseguraba que el Estado tenía un papel fundamental y

central en el diseño e implementación de las políticas, y su sentido era universal y

redistributivo. El clientelismo, la corrupción y la burocratización fueron las

banderas con que derrumbaron tal concepción del papel del Estado en las

políticas, abriéndole mayor espacio al mercado para asignar recursos y posibles

beneficios sociales. A su vez, esto se sustentó en las ideas de eficiencia e

igualdad de oportunidades, que fueron teniendo cada vez más aceptación. Así, la

contraposición Estado-mercado fue creciendo hasta que se llegó al llamado

“ajuste estructural”, y sigue vigente, pero ahora se expresa alrededor de otro eje:

“la revaloración del Estado en el sentido de imprimir reformas que se traduzcan

teóricamente en una mayor eficiencia y descentralización.” (Salinas Figueredo y

Tetelboin Henrion 97)

Se pasa entonces, de un principio de solidaridad y universalismo como motores

del Estado, a ponerlo como subsidiario, apoyándose en conceptos como la

responsabilidad individual, la equidad del gasto, la igualdad de acceso y la

ciudadanía. Para Salinas hay una relación directa entre este movimiento y el que

se priorice, en lo social, el mejoramiento de la gestión. Afirma que al hacer esto,

todas las reformas que buscan acabar con la exclusión, quedan englobadas en

programas focalizados o compensatorios, asumiendo que las instituciones no han

sido capaces de promover unas condiciones óptimas para el desarrollo de la

sociedad. Así pues, el problema, más que de política económica, que es el punto

de Salinas, se convierte en un asunto de eficiencia. Y sin embargo, después de

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más de 20 años con una matriz mercadocéntrica, no parece haber un resultado

favorable y las instituciones parecen funcionar simplemente “por inercia”. (Salinas

Figueredo y Tetelboin Henrion 97)

Esto lleva a Salinas a plantear la incapacidad de las políticas para resolver la

desigualdad social, como un problema de democracia, en el que evidencia cómo

los fines de las políticas tienen muy poco debate en la sociedad y cómo esto se

convierte en un impedimento para que más actores puedan intervenir en la

construcción de la agenda, de tal forma que los temas que allí se encuentran no

reflejan realmente las problemáticas sociales. De hecho, afirma que los

ciudadanos “no inciden en la definición de los objetivos y contenidos de la política,

y de los requerimientos para alcanzarlos. Este es un problema que compete

directamente al diseño democrático de la política” (Salinas Figueredo y Tetelboin

Henrion 103)

Ivan Finott en su estudio “Descentralización y participación en América Latina”,

publicado por la CEPAL en el 2001, evidencia cómo después de la crisis de la

deuda en 1982, que coincidiría con el “ajuste estructural” al que hace alusión

Salinas, se cambia el paradigma de la planificación central por el de la

descentralización, buscando reducir el protagonismo del gobierno nacional y llevar

las decisiones a los niveles locales y personales, como una estrategia de

desarrollo y de recuperación de la democracia. Sin embargo, es claro que el motor

del cambio es el ajuste económico y no una consideración democrática o social.

Analizando distintos indicadores, Finott se da cuenta de que la descentralización,

tal y como se implementó y se está llevando a cabo en América Latina, no ha

servido para cumplir con ninguno de sus propósitos, salvo el de aliviar el fisco

nacional, pues se le ha pasado ese peso a las regiones.

Finott hace parte de los que buscan y propenden por la eficiencia en la gestión y

reconoce cómo, para que la descentralización política tenga los efectos deseados,

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se debe promover la participación democrática de los ciudadanos, especialmente

en las decisiones sobre el gasto público y sobre el recaudo del dinero necesario

para sufragar tales gastos. Condición difícil de cumplir en los aspectos de

educación y salud, pues las comunidades con poco recaudo estarían condenadas

a no contar con estos servicios en igualdad de condiciones de otras comunidades

cuyo recaudo es superior.

2.5. LA PREGUNTA POR LA PERSONA

El recorrido histórico que plantea Salinas nos permite comprender cómo se han

dado las relaciones de la política social con los ítems vistos arriba, pero, más allá

de la nostalgia del autor por el retorno a la centralidad del Estado, nos lleva a

preguntarnos con Finott por el papel de las personas, del sujeto concreto, en la

definición e implementación de las políticas públicas. También desde la

generalidad de las políticas públicas autores como Wilson (1980), Majone (1996),

Ingram y Schneider (1993) han insistido en evidenciar el rol de los diferentes

actores en el diseño e implementación de las políticas, especialmente de los

receptores o usuarios finales de las políticas. (Losada Trabada, Entre la política

básica y la ciencia política aplicada; de la política a las políticas, del análisis a la

gestión 68) Para la política social esto significa una mirada menos estatista y más

centrada en quienes son los reales protagonistas.

De hecho, la CEPAL ha visto en la tendencia a buscar la participación de los

ciudadanos una necesidad para fortalecer los sistemas democráticos de

Latinoamérica. Muñoz, retomando a Verdesoto, observa que la participación social

se

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“constituye a través de las tareas y representaciones que se atribuye y fija una

sociedad y que se combina con el rol y los objetivos que persiguen los individuos

como actores particulares en ese momento histórico. Esta historicidad se constituye

en estos momentos a través de la búsqueda de la acción de la sociedad en forma

directa y sin mediaciones sobre sus objetivos” (Muñoz 5)

Y reconoce, a renglón seguido, que una sociedad configurada de este modo,

necesita una interlocución con el Estado que sea directa y acorde a su ser. Esto

es, que el Estado tenga herramientas y canales de comunicación a través de los

cuales se fomente y dé respuesta a las iniciativas de la sociedad civil. Claramente

esto se traduce en un reto para la política social, no solamente en su diseño e

implementación, sino en el análisis y desarrollo teórico. Por ello la estructura de

análisis de Burch resulta relevante, en cuanto sus categorías sirven para dar

cuenta de las acciones de las instituciones y de los individuos.

La política social, como se puede concluir a partir de lo anterior, no es un

problema únicamente de la acción del Estado. Esto significa que como política

pública, los procesos que se desarrollan en la política social no se pueden analizar

bajo la relación Estado-Mercado, porque en estos procesos la discusión que

presenta Stone sobre los criterios de clasificación, los límites y alcances de los

conceptos y acciones, y los valores e ideales que se ponen en cuestión en la

política pública, se relacionan directamente con aspectos esenciales del ser

humano: su condición de ser social, y en ésta, su bienestar.

Si una política pública cualquiera revela una ideología particular, tanto en su

diseño como en su implementación, una política social evidencia una determinada

comprensión del ser humano y de la sociedad. Esta es, entre otras, la razón de la

discusión de Amartya Sen cuando aboga por incluir su concepto de la ampliación

de las capacidades y libertades humanas en el concepto de desarrollo (Sen).

Cuando en la política social el hombre no es un fin sino un medio, se ha dejado de

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lado su objetivo principal. La centralidad del Estado en los procesos de política

social llevan en sí este olvido, porque es éste el que asume la responsabilidad de

decidir cuáles son los temas de la agenda que son importantes para la sociedad,

es decir, para cada persona, cuáles son irrelevantes o pueden esperar y, además,

cómo se deben solucionar.

La participación, en sí misma, no indica un cambio de paradigma, no tanto porque

los canales que se abran para la participación sean inadecuados, discusión que no

atañe a este estudio, sino porque los objetivos de la participación siguen estando

marcados por agentes distintos a las personas: el Banco Mundial, el Fondo

Monetario Internacional, la ONU, el Estado, etc. A riesgo de parecer

reduccionistas, podría afirmarse que la participación es tan sólo un mecanismo

para legitimar unas políticas sociales, lo que permite, en últimas, que éstas sean

más efectivas.

El principio de subsidiariedad, como veremos, se inserta en este punto, en el valor

del ser humano. Desde ahí, miraremos las implicaciones para la política social.

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3. LA SUBSIDIARIEDAD COMO EJE DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

SOCIALES

3.1. INTRODUCCIÓN

El principio de subsidiariedad, como se vio, indica una idea filosófica y política, en

relación con la organización pública y social. Y a pesar de que no entra en la

discusión sobre el mejor régimen político, dejándolo en un segundo plano, al

insistir en la supremacía de la persona sobre el Estado sí discute el papel de éste

y las tareas que le competen. El principio de subsidiariedad no se puede entender

ni desarrollar sin antes apostar por la libertad de la persona. De ahí que sea

necesario recalcar que la persona fue primero que el Estado, lo cual debería

señalar en sí mismo el camino de subordinación del Estado a la persona.

Pero el camino recorrido desde la revolución francesa hasta nuestros días ha ido,

en gran parte, en contravía. La pretensión comunista, derrumbada con el muro y la

Perestroika, llevaba hasta las últimas consecuencias las afirmaciones de aquellos

que, siguiendo a Hobbes, veían en el poder del Estado la única posibilidad de una

convivencia armoniosa entre los hombres. El contrato social se convirtió en verdad

de hecho y, en consecuencia, llegó a proclamarse al Estado como fuente y origen

de todos los derechos.

Por otro lado, en Inglaterra y posteriormente en los Estados Unidos, no se aceptó

la supremacía del Estado, sino que se arraigó un orden social en el que prevalecía

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y prevalece el individuo. El Estado sólo debía limitarse a asegurar unas cuantas

condiciones mínimas, y su desarrollo ha llevado a enarbolar la bandera del libre

comercio, asumiendo la primacía del mercado sobre el Estado. Si en la visión

estatista la persona es reducida a lo que podríamos llamar un “funcionario social”,

en el mercado se reduce a “individuo” o unidad social de producción y consumo.

Estos dos polos han marcado el debate los últimos 300 años. En concreto, estas

ideologías expresan toda su fuerza cuando se aplican a la sociedad a través de

las leyes, pero sobre todo, a través de las políticas públicas. Es a través de éstas

que se enmarca la sociedad en un modelo estatista o en uno de libre mercado.

Las soluciones que se aprueben para responder a las problemáticas que entren en

la agenda pública tenderán a reforzar la ideología dominante. Un ejemplo sencillo

y cercano está en la ley 100 de 1993. Ante la problemática de cobertura en salud,

la solución que se desarrolló entregó el sistema al mercado. Por el otro lado, el

programa Bogotá Sin Hambre, responde a una necesidad vital asumiendo desde

el Estado la responsabilidad de la alimentación de una parte de la población.

Siendo que el objetivo de las políticas públicas es buscar el bien común, el

bienestar de la comunidad, cuando la respuesta está mediada por una ideología lo

que se tiene es un bien común o un bienestar preconcebido. Es decir, se responde

buscando darle a la comunidad lo que el Estado entiende por bienestar o por el

mayor bien para la comunidad. Esto es especialmente sensible cuando se trata de

política social, pues ésta se origina en las problemáticas propias del ser humano

en cuanto tal. Por lo tanto, al dar respuestas sesgadas por la ideología dominante,

además del resultado concreto de la política, lo que se transmite es una

concepción del hombre, que tenderá a ser reducida, bien por considerársele tan

sólo como parte del sistema económico o como un integrante más de un grupo

social (“funcionario social”, según lo llamé antes). Estas respuestas ideológicas lo

que hacen es perpetuar en el poder un cierto sistema, garantizando o buscando

garantizar la estabilidad.

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La consigna del Estado Mundial, de Aldous Huxley en Un Mundo Feliz

“Comunidad, Identidad, Estabilidad” (Huxley) parece responder a las dos

ideologías, en cuanto que las dos buscan una supremacía del poder económico,

técnico y estatal. Si bien en el origen de las ideologías hubo una fe ciega en el

hombre, o mejor, en la capacidad de la ciencia para resolver los problemas

humanos, después de que la segunda guerra mundial evidenciara hasta dónde

pueden llegar esos progresos científicos, esa capacidad del hombre, se generó un

vacío y la tecnocracia empezó a crecer como una supuesta fórmula objetiva,

apoyada en la proclamación de los consensos como única verdad posible.

Con los consensos se pretende mirar solamente lo que nos une dejando de lado

las diferencias, de tal forma que podamos reconocer una identidad común, para

formar comunidad y tener así la anhelada estabilidad. El resultado es el mismo

que propone Huxley: la anulación de la persona. Esta reducción es indispensable

para la estabilidad de cualquier poder, y por tanto será buscada por cualquier

ideología que lo detente. En la medida en que las particularidades de cada uno

sean reducidas o “dejadas de lado”, la conciencia de sí mismo que pueda tener

cada cual se diluye en el grupo, por lo que, quien tenga el poder sobre éste lo

tendrá sobre los individuos. Cuando existe uno que tiene conciencia de sí la

estabilidad está en riesgo, pues éste buscará aquello que corresponda con sus

deseos y confrontará la propuesta de la autoridad con ello, de tal manera que si no

le satisface se crea el desequilibrio.

En Latinoamérica, el papel central del Estado generó una mentalidad particular,

según la cual la población espera que éste responda por todas sus necesidades. A

pesar de la promoción de la descentralización, esta mentalidad perdura, logrando

que quienes detentan el poder sigan siendo vistos como los proveedores. La

sociedad, por tanto, está al vaivén de los consensos logrados por quienes están

en el poder económico, técnico y estatal. Y son estos consensos los que

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determinan, ahora, la respuesta a las necesidades sociales. Pero basta ver lo que

acontece todos los días en nuestro Congreso (diría que cualquier congreso

serviría como ejemplo), para evidenciar que los consensos no son más que la

legitimación del pensamiento de quien tiene más votos o, lo que es lo mismo, el

consenso es la legitimación del pensamiento de quien tiene más poder.

Por ende, una política social que siga manteniendo al Estado como responsable

de las condiciones de la sociedad, tenderá siempre a dar respuestas que

garanticen la estabilidad, antes, incluso, de solucionar necesidades de primer

orden.

La dicotomía Mercado-Estado deja a la sociedad a un lado, como público pasivo.

La pregunta por la persona no pide simplemente que se respeten unos derechos o

que se incluya a la sociedad en las decisiones. Es una pregunta que nace de la

imposibilidad de aceptar la reducción de la libertad a una cuestión de mercado o a

una cuestión de leyes y normas.

La irreductibilidad del ser humano está detrás de la preocupación de León XIII

expresada en la Rerum Novarum y es fundamental en la proclamación del

principio de subsidiariedad que hace Pio XI en la Quadragesimo anno. Partir del

ser humano en cuanto tal, permite partir de la realidad y no de ideas

preconcebidas para la construcción de la sociedad. En este sentido, el principio

exige a la persona una responsabilidad total para con su desarrollo y el de su

sociedad, pues asume que es el sujeto concreto el protagonista de la historia.

Garantizar la libertad es, entonces, mucho más que declarar lo que se puede y no

se puede hacer. Se trata de confiar a la iniciativa de cada uno el bienestar de sí y

de la sociedad, para lo cual es indispensable garantizar la libertad de asociación,

pues la sociabilidad del hombre es un factor determinante para que éste pueda

desarrollarse. No es, y es necesario aclararlo, un individualismo en el que cada

cual busca la manera de salir adelante. La sociabilidad del hombre le reclama a

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unirse a otros en un proyecto común. Pero tampoco es, y también es necesario

aclararlo, una proclama contra el Estado. Para garantizar un orden adecuado es

necesario que haya alguien que pueda coordinar todos los esfuerzos y que ayude

a las comunidades a alcanzar sus objetivos. En este sentido es que bajo el

principio de subsidiariedad se discute la competencia y las tareas concretas del

Estado.

Por ende la descentralización y la participación ciudadana han sido pasos

importantes pero incompletos. En el país, en el primer caso la preocupación ha

estado más ligada a la superación de dificultades fiscales que a promover la libre

iniciativa; y en el segundo, la búsqueda de la participación se ha promovido con el

fin de que las políticas tengan una mayor aceptación y efectividad. El fin no ha

sido permitir que la sociedad asuma su responsabilidad en su propio desarrollo.

Entre las consecuencias visibles, está una dificultad acentuada de los municipios

para responder por las obligaciones impuestas, y un cierto cansancio de aquellos

ciudadanos que participan en los espacios abiertos para ello, pues han reconocido

que su voz y sus decisiones apenas si son tenidas en cuenta a la hora de formular

leyes o políticas.

El principio de subsidiariedad, por tanto, resulta útil y necesario para garantizar la

preponderancia de la persona sobre las formas de gobierno y sobre las formas

económicas. De ahí que una política pública que parta del principio de

subsidiariedad ha de ser formulada por aquellos que sienten la necesidad o

carencia. La formulación implica el reconocimiento de una necesidad común y la

búsqueda de una solución que responda efectivamente a dicha necesidad. La

responsabilidad primera del desarrollo de la política recae, por ende, en los que

serán sus primeros beneficiarios. Un orden social así establecido trae consigo

diversas problemáticas y dificultades que no pueden ser dejadas de lado, pero que

han de ser resueltas mirando la experiencia humana antes que las ideas.

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3.2. LA DEFINICIÓN DE POLÍTICA PÚBLICA DESDE EL PRINCIPIO DE

SUBSIDIARIEDAD

Desde el principio de subsidiariedad el concepto de política pública se asemeja a

lo propuesto por Brewer y De León, en cuanto a ser una decisión fundamental de

la sociedad (Losada Trabada, Entre la política básica y la ciencia política aplicada;

de la política a las políticas, del análisis a la gestión 67). Sin embargo, la condición

de ser apoyada por la mayoría o ser sostenida por la amenaza de sanciones,

indicaría que la decisión es tomada por un “ente” superior de la sociedad, mientras

que bajo el principio de subsidiariedad la decisión es tomada por la comunidad

misma que será afectada por la política concreta. Ahora bien, en el caso de

políticas que afecten a la totalidad de la sociedad, los mecanismos que se

dispongan para tomar las decisiones tienen que ajustarse al respeto de libertad de

iniciativa de los particulares.

Hay también similitudes con Stone y su crítica a las definiciones mecanicistas que

ven la política pública como las respuestas generadas por el aparato estatal ante

las demandas que se le hacen, señalando la importancia que tienen, en la

definición de las políticas, las luchas políticas para definir los criterios, los límites y

los alcances de las acciones gubernamentales (Losada Trabada, Entre la política

básica y la ciencia política aplicada; de la política a las políticas, del análisis a la

gestión 67). Aplicando el principio de subsidiariedad, las discusiones para definir

las políticas adquieren una relevancia aún mayor, en cuanto son indispensables

para determinar cuáles son las necesidades reales y cuáles son las estrategias

que mejor responden a las inquietudes particulares. Esto implica un proceso de

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negociación en el que participen todos los involucrados, lo cual lo hace más

complejo de lo que puede ser la “lucha política” a la que se refiere Stone.

Sin embargo, frente a las definiciones que se han debatido hay una diferencia

sustancial, en cuanto a la centralidad que se le da al Estado en la formulación e

implementación de políticas públicas. Las sociedades intermedias, responsables

de su bienestar, pasan a ser el centro de acción de las políticas públicas. De esta

forma, las políticas dejan de ser, como lo decía Easton, una forma de repartir

autoritariamente valores en una sociedad, y pasarían a ser decisiones y acciones

a través de las cuales se expresan los valores de una sociedad concreta.

A partir de estas diferencias con los conceptos de políticas públicas, podemos

formular una primera definición desde el principio de subsidiariedad:

La política pública consiste en las respuestas que las sociedades intermedias

encuentran para satisfacer sus necesidades particulares, para lo cual necesitan

ser apoyadas por el Estado cuando por sí mismas no posean los recursos

suficientes o cuando las soluciones impliquen acciones que excedan su

competencia, entrando en relación con otras comunidades.

3.3. EL DISEÑO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS A PARTIR DEL PRINCIPIO

DE SUBSIDIARIEDAD

Desde esta definición es necesario revisar el diseño de las políticas públicas. Al

entender al hombre como un ser social, las asociaciones creadas por libre

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iniciativa, a las que se adhieren libremente las personas, asumen el protagonismo

del proceso, configurándose como sociedades intermediarias entre el Estado y la

persona. El interés común por el que se asocian las personas indica que cada

asociación asume la responsabilidad de buscar las acciones más adecuadas para

el desarrollo de dicho interés. La relación constante entre la asociación y sus

asociados es indispensable para evaluar las acciones desarrolladas, así como la

situación de los particulares frente a la realidad que motiva la asociación. La

necesidad de una acción, diferente de la que se está haciendo, provendría del

resultado de esta evaluación constante.

El nivel de competencia que tiene cada sociedad intermedia para actuar, es un

punto fundamental en el diseño de las políticas. Es indispensable tener claro si la

política que se considera como la más oportuna puede ser ejecutada o no por

dicha sociedad. En tal evento, le corresponde a ésta organizarse de la mejor

manera para llevar la política a su cumplimiento. Si no posee suficientes recursos,

ha de buscarlos en la sociedad inmediatamente mayor. Estos recursos pueden ser

económicos, administrativos, logísticos, de infraestructura, etc. Pero también, si

en la ejecución de la política se da alguna interferencia con otra asociación o

sociedad intermedia, es necesario acudir a la sociedad inmediatamente mayor,

buscando coordinar los distintos esfuerzos y conciliar intereses. En estos dos

últimos casos la formulación de la política se hace mucho más compleja, en

cuanto que entran más actores en su diseño. Sin embargo, en esta complejidad se

tienen en cuenta las necesidades expresadas de las comunidades y éstas

participan en la elaboración de las políticas resultantes.

Si bien el nivel de competencia indica el nivel desde el cual se define una

respuesta concreta, la sociedad intermedia siempre ha de estar implicada en tal

definición. Además, como responsable del bien común que busca, no podrá ser

ajena al diseño concreto de la política pública y a su implementación, lo que

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significa que la comunidad participará activamente en todas las fases vitales de la

política pública.

3.4. LA POLÍTICA SOCIAL DESDE LA SUBSIDIARIEDAD

Asumiendo la política pública de esta manera, la política social consistiría en el

conjunto de políticas públicas encaminadas a responder por las problemáticas

propias de la convivencia humana, que inciden en las condiciones vitales de las

personas o en la estructura de las relaciones que se tejen al interior de la

sociedad. La diferencia con los conceptos presentados por García (Política Social,

ideología del bienestar y el Estado corporativo) radican exclusivamente en la

fuente de la respuesta, pues siendo política pública, su origen está en la

comunidad misma que evidencia sus problemáticas sociales y que necesita

soluciones concretas para superar estas dificultades.

Si el principio de subsidiariedad resulta relevante para la política pública en cuanto

garantiza la libertad de iniciativa y por tanto el respeto a la libertad de los

ciudadanos, para la política pública social es fundamental. El campo vital del ser

humano, al que se dirigen las políticas públicas sociales, ha de ser respetado en

su totalidad y ha de ser cuidado de tal manera que se garantice la posibilidad de

desarrollo de cada individuo dentro de su comunidad.

La manera en que se busque solucionar las problemáticas relacionadas con la

convivencia y, en especial con las necesidades básicas de subsistencia, es

fundamental para la construcción de una sociedad, por la estrecha relación entre

la persona y la política misma y los valores que ésta transmite. Si toda política

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pública, volviendo sobre la afirmación de Easton, reparte autoritariamente unos

valores en la sociedad, las políticas públicas sociales son el instrumento más

directo a través del cual sucede esto, pues tocan lo más sensible de las personas,

desde lo más básico para la subsistencia hasta la complejidad de las relaciones

humanas. Como se decía antes, estos valores traducen una idea de ser humano

que, de una u otra forma termina imponiéndose donde quiera que se desarrolle

una política social, así los que la implementen no sean conscientes. Una política

pública que no parta de la propia comunidad, inevitablemente tendrá en sí misma

esta carga impositiva. De hecho, por citar tan sólo un ejemplo, la gran discusión en

torno a las políticas sobre prevención de enfermedades de transmisión sexual, por

ejemplo, tiene de fondo el debate sobre la concepción del ser humano. Y tanto los

que están a favor de las políticas aplicadas en los últimos años, como los que

están en contra, perciben en las propuestas de sus adversarios la imposición de

una forma de pensar.

La aplicación del principio de subsidiariedad en las políticas sociales resulta,

entonces, una verdadera promoción del sujeto y de la comunidad, en cuanto les

lleva a postular desde sí y desde su entorno las soluciones para sus propias y más

cercanas problemáticas.

Ahora bien, así como una persona sola no puede satisfacer por sí misma todas

sus necesidades, tampoco puede hacerlo una comunidad o sociedad intermedia.

El apoyo de una sociedad mayor es vital, tanto para la ejecución como para el

reconocimiento de las diferentes problemáticas. La relación de la sociedad

intermedia con la sociedad mayor no sólo es inevitable, sino que es indispensable.

Lo contrario sería un intento de aislamiento, que no tardaría en fracasar. La

relación con la sociedad mayor no sólo le permite a la sociedad intermedia

satisfacer demandas concretas; además es un puente de experiencias y de

información, a partir de las cuales la sociedad intermedia puede confrontar su que

hacer y sus iniciativas. El conocimiento técnico y científico, necesario para superar

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determinadas dificultades, debe estar al alcance de todos y las sociedades

mayores, en la medida en que acompañan y apoyan a las sociedades intermedias,

pueden estar atentas a ofrecer dichos conocimientos en cuanto vean que son

pertinentes o que son requeridos.

Lo anterior, que es un elemento operativo de la subsidiariedad, en el caso de las

políticas sociales no se traduce en estándares de vida que se deben asumir y

buscar, sino en el acceso a investigaciones, descubrimientos, técnicas y

novedades pertinentes para los intereses de las sociedades intermedias. No se

trata de una obligación de la sociedad mayor para mantener informada a la

sociedad menor, pues también es un deber de esta última el estar actualizándose.

Se trata de una característica de la relación subsidiaria entre una sociedad

intermedia y una mayor, que consiste en el intercambio constante de

conocimientos, necesidades y logros.

Como se dijo anteriormente, la aplicación del principio de subsidiariedad a las

políticas públicas tiene como componente operativo el diálogo y la negociación

constante. Dado que a través de estas discusiones se concretan las necesidades

y los tipos de respuesta que son aplicables, se necesita un alto nivel de reflexión

sobre la realidad. Difícilmente se reconocerán problemáticas comunes y se

encontrarán soluciones posibles, si los interlocutores no tienen la capacidad de

reflexionar sobre su entorno, sus capacidades y sus dificultades. Lo que esto

indica es la necesidad de una educación que promueva esta reflexión, pues sólo

de una conciencia de las propias circunstancias puede pasarse a la acción, es

decir, a transformar las circunstancias de tal manera que sean más acordes con lo

que se desea, que en términos de política pública, es el bienestar.

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3.5. LAS DIFICULTADES DE LA SUBSIDIARIEDAD EN LAS POLÍTICAS

PÚBLICAS SOCIALES

Fácilmente podría tacharse de utópica la propuesta anterior, pero habiendo

experiencias de subsidiariedad, como las que se mostraron en su momento, es

difícil negar la realidad. El propósito aquí no es buscar estrategias para que haya

una voluntad política para estructurar la sociedad de tal manera que quienes la

conformen no estén sujetos a la voluntad estatal, en este sentido, sino revisar la

posibilidad de aplicar este principio a las políticas públicas sociales. Desde esta

óptica la aplicabilidad evidencia una serie de dificultades, de las cuales hay tres

que llaman particularmente la atención: la participación de las personas, la

delimitación de competencias y la necesidad de un nivel educativo particular.

La participación, que es una preocupación constante en las políticas públicas

sociales, se convierte en lo central desde la subsidiariedad. Si no hay participación

no pasa nada. Pero lo contario también sucede y aunque tome tiempo, el ver que

el asumir la responsabilidad sobre el entorno propio se vuelve una necesidad y al

mismo tiempo tiene resultados efectivos, hace que la participación no sea un

añadido a la cotidianidad, sino que sea parte de la misma. No obstante, también

en este punto el aspecto educativo es fundamental y solamente en la medida en

que la sociedad se vaya educando en esta responsabilidad, que le es propia, la

participación empezará a surgir de forma espontánea.

La delimitación de competencias, se refiere a la claridad necesaria sobre el

rango de acción que tiene cada sociedad intermedia y cada sociedad mayor. Ésta

se delimita a partir del interés común que reúna a las personas, de las

capacidades que tienen éstas para satisfacer sus necesidades y del alcance que

puedan tener las soluciones que planteen.

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El interés común delimita las competencias, porque se restringe el ámbito sobre el

cual una determinada asociación buscará intervenir. Las capacidades de las

personas se refieren a los recursos económicos, humanos, técnicos e incluso

científicos que posea la sociedad para resolver una determinada problemática.

Estos recursos indican la autonomía que tienen para tomar decisiones. La

dificultad principal estaría en sociedades que no alcancen a recaudar por sus

propios medios los recursos necesarios para las tareas mínimas de subsistencia,

pues desde este nivel necesitan ser apoyadas por las sociedades mayores,

promoviendo al mismo tiempo acciones que permitan su pronta autofinanciación.

Por último, el alcance de las respuestas encontradas señala también hasta dónde

puede llegar una determinada sociedad, pues le implicará tener en cuenta los

intereses de otras sociedades y, por tanto, entrar en relación con ellas.

Necesidad de un nivel educativo particular: de las tres dificultades, la que más

se presenta como decisiva es la educativa, por cuanto no se trata de alcanzar una

alfabetización determinada, o unos conocimientos mínimos en ciertas áreas; y

tampoco puede ser un adoctrinamiento en una cierta forma de pensar y de ver el

mundo. Una educación de la persona que le permita reconocer la importancia de

la propia responsabilidad sobre el entorno necesita un acompañamiento que guíe

en esta dirección, pero que no imponga su criterio. Sin una responsabilidad de

este tipo el principio de subsidiariedad llevaría a toda sociedad a un estancamiento

inevitable. Ahora bien, las experiencias muestran que esta educación es posible,

pero es un proceso que toma tiempo y que necesita liderazgos sólidos en las

comunidades.

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3.6. ELEMENTOS DE ANÁLISIS DE LAS POLÍTICAS SOCIALES

Dado que la sociedad no está organizada bajo el principio de subsidiariedad, la

aplicabilidad de éste a las políticas públicas no podría suponer una previa

reestructuración social. Si bien se puede orientar un determinado campo para que

las políticas empiecen a generarse bajo la dinámica subsidiaria, las políticas

existentes pueden ser también un camino para iniciar el recorrido hacia la

subsidiariedad. Empezar a mirar la política pública desde este principio, y en

concreto la política social, no tiene como objetivo inmediato una transformación del

Estado, sino, más bien, el empoderamiento de las políticas públicas por parte de

las comunidades beneficiarias. Esto ayudará a la consecución de metas concretas

de la mayoría de estas políticas, tales como la participación y el

autosostenimiento, pero sobretodo, empieza a crear una conciencia de

responsabilidad sobre el entorno y sobre la propia vida, lo que posibilitará futuras

formulaciones de política pública por parte de las comunidades.

Para aplicar el principio a políticas en curso, ya sea que se estén diseñando o que

se estén implementando, es necesario encontrar en las estructuras actuales

algunos mecanismos que permitan la aplicabilidad de la subsidiariedad. Para ello

hay que tener en cuenta algunos elementos fundamentales en la subsidiariedad:

origen de la iniciativa, estructura, actores y capacidad de acción de los diferentes

niveles sociales o sociedades intermedias existentes.

El origen de la iniciativa permite entender en dónde surge la necesidad de la

política y, por tanto, los fines últimos que ésta persigue. En la medida en que el

origen esté más cercano a los beneficiarios, la subsidiariedad permitirá una mayor

conciencia sobre la responsabilidad en los resultados concretos de tal política y

sobre las motivaciones de la misma. A mayor distancia entre el origen de la

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iniciativa y los beneficiarios, la subsidiariedad tenderá más a ser un simple

discurso con una influencia escasa en la política.

La estructura administrativa a través de la cual se diseña o implementa la política,

permite reconocer los niveles de decisión sobre los ítems particulares de la

iniciativa. La relevancia, para los beneficiarios, de las decisiones que toma cada

nivel, son otra guía para determinar en qué punto de tal estructura puede ser útil o

no el principio. Entre más cerca de las sociedades intermedias estén los niveles en

los que se toman decisiones fundamentales, más implicada estará la comunidad

en la dirección, ejecución y supervisión de la política. Si lo que es cercano a la

sociedad intermedia son solamente las decisiones operativas, el principio resulta

inútil, pues está ya decidido en un nivel lejano aquello que es el bien para dicha

comunidad, restándole a ésta únicamente la responsabilidad de ejecución. Sin

embargo, en cualquier caso los niveles en los que la estructura impacta

concretamente la comunidad son aquellos que tienen más contacto con las

personas y, por ende, los que más relevancia tendrían para la aplicación del

principio. Es en estos en donde se recoge el sentir de las personas y desde donde

se puede actuar para que éstas empiecen a reconocer sus problemáticas

comunes. Así pues, la manera en que estén diseñados estos niveles resulta

especialmente importante.

Los actores implicados en el diseño y en la implementación de las iniciativas

también ayudan a reconocer los fines últimos de éstas. Pero además, ponen de

manifiesto la relevancia de todos los que están involucrados en el proceso de

diseño e implementación de dichas iniciativas y, por tanto, permite identificar el

rango de acción de cada uno y los vínculos que tienen entre sí. Por tanto, analizar

los actores implicados ayuda a clarificar las motivaciones y los intereses que están

en juego, así como la identificación de quienes toman las decisiones y de la

incidencia que tiene cada actor en las diferentes etapas del proceso. A través de la

revisión de la estructura y de los actores se evidencian tanto los niveles en los

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cuales se puede iniciar un trabajo a parir del principio, como los sujetos que

estarían implicados en ello.

Dentro de los actores merece especial atención la conformación de las sociedades

intermedias y mayores, su cohesión, los recursos y las capacidades que poseen.

Estas características indican la autonomía que pueden llegar a tener estas

sociedades para asumir sus propias responsabilidades, así como las posibilidades

de las sociedades mayores para colaborar en la consecución de los objetivos.

3.7. CONCLUSIÓN

La necesidad de aplicar el principio de subsidiariedad a las políticas públicas

sociales surge al evidenciar la irreductibilidad del ser humano, a lo cual lleva la

implementación de políticas diseñadas desde cualquier ideología. Siendo que las

definiciones de política pública y política pública social han estado marcadas

desde la estructura social existente, se hace necesario repensar el concepto a la

luz de la subsidiariedad, en donde las sociedades intermedias entrarían a ser el

eje de las iniciativas privadas, y servirían como puente entre las personas y el

Estado, lo cual se convierte, a su vez, en una variable fundamental del proceso de

diseño de políticas públicas.

La utilidad inmediata que puede tener el principio está asociada a la participación

de la comunidad en el proceso de diseño e implementación de la política, así

como a la sostenibilidad de la misma, en cuanto ésta es responsable de la

iniciativa. Sin embargo, la manera en que pueda ser aplicado a la política social

varía según la estructura actual de la sociedad en la que se pretenda aplicarlo,

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para lo cual no es indispensable tener una organización social diseñada desde la

subsidiariedad. Una iniciativa puede ser desarrollada subsidiariamente, si desde

sus orígenes se parte de las sociedades intermedias y éstas asumen la

responsabilidad total de la misma, y si las sociedades mayores están dispuestas a

apoyar y acompañar el trabajo de las comunidades. Por otra parte, una política en

desarrollo también puede permitir una aplicación del principio, en la medida en que

se encuentren los mecanismos, en su interior, para que la comunidad empiece a

asumir las responsabilidades y a ejercer las libertades que le corresponden por

derecho propio.

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4. FAMILIAS EN ACCIÓN, UNA POSIBILIDAD DE SUBSIDIARIEDAD

El Programa Familias en Acción nos ofrece la posibilidad de ver en concreto la

estructura de una política social exitosa, en cuanto las evaluaciones registran un

alto nivel de cumplimiento de los objetivos trazados. Revisaremos el marco

conceptual, los orígenes y la implementación del Programa, para terminar

evidenciando, especialmente, los niveles de decisión, desde el diseño hasta la

ejecución, en sus diferentes campos de acción.

4.1. MANEJO SOCIAL DE RIESGO

Los fundamentos teóricos de Familias en Acción se enmarcan en el concepto de

Manejo Social de Riesgo (MSR), así como en una nueva definición de lo que es la

Protección Social, los cuales se han constituido en componentes estratégicos en

la búsqueda de la reducción de la pobreza. El MSR parte de que todas las

personas, familias y comunidades son vulnerables a una multiplicidad de riesgos,

tanto naturales como producidos por el hombre. Estos afectan de manera

impredecible o inevitable, llevando a la generación o profundización de la pobreza,

teniendo en cuenta que el riesgo es para todos, y no exclusivamente para los

pobres. Sin embargo, son éstos los que están más expuestos, son más

vulnerables y tienen menos herramientas para manejar los riesgos. El MSR

pretende, por tanto, reducir la vulnerabilidad y proporcionar un medio para salir de

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la pobreza. La aplicación del MSR se da a través de la protección social, las

políticas macroeconómicas sólidas, el buen ejercicio del poder, el acceso a la

atención de la salud y el acceso a la educación básica.

Se entiende la Protección Social como una intervención pública destinada a

ayudar a las personas, las familias y las comunidades, a mejorar el manejo del

riesgo al tiempo que apoya a quienes se encuentren en situación de extrema

pobreza, lo que incluye intervenciones en el mercado laboral, programas de

seguro social y redes de protección social. No solamente prevé la entrega de

instrumentos para manejar el riesgo, sino que también asume acciones tendientes

a mejorar los instrumentos de manejo de riesgo que ofrece el mercado. Así como

el MSR trasciende la Protección Social, pues asume políticas de manejo de riesgo

en el campo de la agricultura y la economía entre otros, la Protección Social

abarca campos distintos al MSR, pues involucra el apoyo a los pobres en situación

extrema. (Holzmann y Jørgensen)

Es precisamente ante la crisis económica que vive el país hacia finales de los

noventa, que el gobierno reconoce la necesidad de asumir el MSR como

estrategia en la lucha contra la pobreza. Gestiona, entonces, la financiación de un

conjunto de programas de política social: Empleo en Acción, Jóvenes en Acción y

Familias en Acción. Además, crea la Red de Apoyo Social para ejecutar dichos

programas, la cual queda adscrita al Fondo de Inversión para la Paz (FIP), que se

crea en la ley 487 de 1998 (Acción Social xiv).

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4.2. ORÍGENES DE FAMILIAS EN ACCIÓN

Es importante aclarar que el programa fue diseñado a imagen del programa

mexicano Oportunidades (antes Progresa). Reseñaremos brevemente cómo se

construyó dicho programa para entender mejor los componentes de Familias en

Acción.

Peter Bate señala que Santiago Levy (economista) y José Gómez de León

(demógrafo), fueron los científicos sociales que crearon Progresa. En 1995 Zedillo

le encarga a Levy un programa para atender pobreza extrema y éste lanza, poco

tiempo después, un piloto en tres ciudades de Campeche, en el que se entregaba

dinero a los pobres con la condición de que fueran a citas médicas periódicas. Con

la inquietud de focalizar mejor el programa en los más pobres y en expandir su

alcance a la educación, el equipo de Levy contacta a Gómez de León, quien

trabajaba para CONAPO (una agencia del gobierno federal para políticas

poblacionales de México) y luego se sumó al grupo de Levy. Con sus aportes y la

concordancia ideológica que tenían, el programa incorporó varios aspectos

novedosos para la sociedad mexicana, además de la entrega de dinero a los

pobres: para la formación del capital humano se decidió trabajar en educación,

salud y nutrición, ayudando con transferencias en efectivo. Se ampliarían las

condiciones a cumplir para estar en el programa y las mujeres serían las

receptoras del dinero. Esto último se debía a su idea de fortalecer la posición de la

mujer en la sociedad al darle ingresos, aunque estos fueran asistenciales.

Igualmente se trabajó por desarrollar un mapa de pobreza más exacto que

permitiera una mejor focalización y se insistió en una evaluación permanente,

tanto para ajustar las operaciones del programa como para tener datos confiables

y pruebas empíricas del alcance del mismo. Veían en la evaluación la posibilidad

de que el programa no se acabara con el gobierno de Zedillo, siguiendo la historia

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de que cada gobierno acaba con los programas anteriores para fundar los suyos.

La idea era que los resultados “obligaran” la continuidad. Otro punto importante

era evitar que se “politizara” el programa y se cooptara por parte de las redes

clientelistas. Para ello se decidió que el programa sería administrado por un

organismo descentralizado que se coordinaría con las agencias responsables de

los servicios de educación, salud y desarrollo social. El congreso aprobaría el

presupuesto y anualmente las reglas de operación se publicarían para dar claridad

y permitir el ingreso de nuevos beneficiarios. Las inscripciones se suspenderían

unos meses antes de las elecciones y los pagos directos unas semanas antes,

teniendo en cuenta que serían entidades financieras y la compañía de telégrafos

las responsables de la entrega de los subsidios. Tuvieron obstáculos políticos por

la novedad que implicaban algunos de sus componentes no tradicionales y no

probados, así como por la reasignación de recursos de algunos programas

sociales y la cancelación de otros. Progresa se lanzó, finalmente, en agosto de

1997. Entre las dificultades que tuvo, a pesar de haber mostrado ya resultados,

fue la coordinación con las agencias responsables de los servicios de educación,

salud y desarrollo social. Para ello fue decisivo el apoyo de Zedillo al programa,

subordinando estas agencias, con mayor poder y relevancia política, a los

intereses del programa. (Bate)

Si bien los orígenes de Familias en Acción están en los programas presentados

por la Red de Apoyo Social (RAS) para hacer frente a la crisis de finales de los

noventa y proteger el capital humano, el diseño que se encomendó al

Departamento Nacional de Planeación, y en el que intervinieron consultores del

Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, es más una adaptación

del programa Progresa que un diseño propio del DNP.

El diseño al que se llegó en Colombia, entre los años 1999 y 2000, tiene tres

componentes fundamentales: educación, salud y nutrición, y opera a través de la

entrega de subsidios condicionados, los cuales se entregan a las madres. El

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subsidio para educación se determinó para niños de 7 a 17 años, matriculados en

el sistema educativo y con una asistencia por lo menos al 80% de las clases. Se

decidió que para los estudiantes de bachillerato el monto del subsidio sería el

doble, pues es donde más riesgo de deserción hay. El subsidio del componente de

salud y nutrición se destinó para niños de 0 a 6 años, que asistieran regularmente

a los controles de crecimiento y desarrollo.

Al igual que en México, también en Colombia se buscó llegar a los más pobres,

por lo que se determinó que eran elegibles los hogares clasificados en el nivel 1

del Sisbén. Bajo la idea de llegar a los más vulnerables, se focalizó el programa

geográficamente según las siguientes características:

a) Municipios de menos de 100.000 habitantes que no fueran capitales de

departamento,

b) Infraestructura suficiente de salud y educación,

c) Tener alguna entidad bancaria y

d) Que las autoridades municipales estuvieran interesadas en participar en el

Programa.

Después de haber puesto en marcha el programa se han ido haciendo algunas

modificaciones, por lo que hoy tiene como objetivos:

a) Reducir la inasistencia y deserción de los alumnos de educación primaria y

secundaria,

b) Complementar el ingreso de las familias con niños menores de siete años en

extrema pobreza, para incrementar el gasto en alimentación,

c) Aumentar la atención de salud de los niños menores de siete años,

d) Mejorar las prácticas de cuidado de niños en aspectos tales como salud, nutrición,

estimulación temprana y prevención de la violencia intrafamiliar. (Familias en

Acción)

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Esto implica la inclusión de un componente adicional, que estaba en Progresa

pero que no se había diseñado en Colombia (Scott), el cual asumió las

capacitaciones que se habían pensado bajo el nombre de Promoción en

Educación y Salud Familiar. Así, este componente promueve acciones concretas

que favorezcan el cuidado de la educación y la salud.

Otro aspecto fundamental que cambió fue la duración del programa. Inicialmente

se había previsto la entrega de subsidios hasta el 31 de diciembre del 2003,

momento para el cual se haría una evaluación que le permitiera al Gobierno

Nacional tomar la decisión de continuar o no con el Programa. En dicha

evaluación, el Programa alcanzó un alto nivel de impacto, por lo que se decidió

ampliar el Programa hasta diciembre del 2006 y posteriormente se extendió hasta

el 2010. La prolongación en el tiempo ha estado acompañada de ampliación en la

cobertura, llegando en el 2007 a estar en todos los municipios del país, atendiendo

aproximadamente a un millón quinientas mil familias beneficiarias del nivel 1 del

Sisben. (Acción Social)

4.3. ESTRUCTURA ADMINISTRATIVA DEL PROGRAMA FAMILIAS EN

ACCIÓN

Para la ejecución del programa, se creó una Unidad Coordinadora Nacional en la

Presidencia de la República para la RAS, con las funciones de: a) preparar los

planes operativos anuales; b) hacer el seguimiento y la evaluación del proceso

operativo en cada departamento y municipio beneficiario; c) aprobar los

presupuestos regionales y los pagos a los beneficiarios y d) contratar las

empresas y consultores necesarios para el proceso operativo.

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Se crearon, a su vez, unas Unidades Coordinadoras Regionales (UCR), que se

conformaron como instancias de ejecución del programa a nivel departamental,

con las funciones de: a) incorporar los municipios al programa; b) operar el

programa a nivel departamental; c) incorporar beneficiarios, entregar y recoger los

formularios (en operación conjunta con otras instancias) y d) realizar el

seguimiento. Además, se crearon los Enlaces Municipales (EM) con el propósito

de apoyar la entrega y recolección de formularios. El EM es un funcionario

encargado de apoyar la ejecución del programa en cada municipio, así como de

hacer el seguimiento a la operación del programa y de la oferta de los servicios de

educación y salud, así como de los procesos de incorporación de beneficiarios.

(Departamento Nacional de Planeación 4-5).

Esta estructura de cascada continúa con un Comité Municipal de Certificación del

cual hacen parte el Alcalde, el Personero, el Enlace Municipal, el Administrador

SISBEN, el Jefe de Control Interno y un Representante de la Comunidad. Es una

instancia consultiva y entre sus funciones está evaluar e informar al Programa las

situaciones referidas en el Manual Operativo. Por otra parte, entre las madres

beneficiarias o “Madres Titulares” se escoge una Madre Líder, quien representa

alrededor de 50 familias en todos los aspectos relacionados con la buena marcha

del Programa y el cumplimiento de los compromisos adquiridos por el mismo y por

las familias. Es un trabajo voluntario y no remunerado. Estas Madres Líderes

forman a su vez un Comité consultivo, pero además se han generado unos

Grupos Vecinales de Madres. (Familias en Acción 11)

Dentro de la estructura ejecutiva de Familias en Acción también hay que

mencionar las entidades que prestan los servicios de salud y educación, a las

cuales el programa llama “Participantes”, y las instituciones financieras que

realizan los pagos.

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4.4. PARTICIPACIÓN DE LA COMUNIDAD

Habiendo visto la estructura organizativa del Programa, pasaremos a revisar cómo

se da en ella la participación de los beneficiarios en el mismo. La primera acción

consiste en hacer parte del programa, es decir, aceptar el subsidio asumiendo los

compromisos que éste implique. En adelante, su participación consiste en: a)

recoger el dinero y utilizarlo para lo que les es entregado, b) llevar a los menores

de siete años a los controles de crecimiento y desarrollo, c) enviarlos (a los que

estén entre los 7 y 17 años) a los centros educativos, d) atender los requerimiento

del programa en cuanto a la certificación de los compromisos, y e) asistir a las

jornadas de capacitación del componente de Promoción en Educación y Salud

Familiar, en el que profundizaremos más adelante. Por otra parte, se ha

establecido un sistema de quejas y reclamos a través del cual los beneficiarios

pueden hacer llegar sus inconformidades sobre cualquier aspecto del Programa.

•RAS (Red de Acción Social)

•UCN (Unidad Coordinadora Nacional)

•UCR (Unidad Coordinadora Regional)

•EM (Enlaces Municipales)

•Madres Líderes

•Madres Titulares

Cuadro 1: Resumen de la estructura organizativa

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El componente de Promoción en Educación y Salud Familiar se desarrolla a través

de la Participación Social -que es parte fundamental del Programa-, entendiendo

la participación social como un principio y un deber de los ciudadanos. Por su

parte, en el concepto de promoción se combinan atención y cuidado, en donde la

atención se configura como la acción del Estado en respuesta a las demandas de

la población, a través de servicios de salud, educación y otros. A su vez, el

concepto de cuidado corresponde a la acción que compete a las familias. “El

concepto de cuidado elaborado por el programa se orienta al cambio del sujeto, a

crear una singularidad, pues ser sujeto es la condición de quien está sometido a

una situación o ha quedado atrapado en la contemplación de su identidad” (Acción

Social 128). El cuidado busca que las personas se construyan a sí mismas en

atención a una decisión personal sobre el estilo de vida. “Al asumir el cuidado de

esta forma, se busca una manera de articular la creación y las actuaciones

individuales con la creación y la conducción de lo colectivo” (Acción Social 129).

Ahora bien, el programa promueve el cumplimiento del convenio hecho con las

madres beneficiarias, comprometiéndose a garantizar el pago de los subsidios,

acompañando los procesos operativos y de promoción, y estableciendo alianzas

con los municipios para que estos garanticen la prestación de los servicios.

La Asamblea Municipal de Madres Beneficiarias es el soporte de la Promoción

Social, y por tanto de todo el componente, configurando un espacio en el que se

crean vínculos organizativos y en el cual se adquiere representación frente al

municipio y al Programa. En las asambleas las madres beneficiarias reciben

información, consultan, deliberan, toman decisiones entre todas y, además,

formulan recomendaciones sobre la gestión, los avances y el funcionamiento tanto

del Programa en el municipio, como de los servicios de educación y salud. En este

espacio los Enlaces Municipales, las administraciones municipales y los

funcionarios del programa, rinden cuentas a los beneficiarios sobre el

funcionamiento del mismo. Las reuniones de la asamblea son convocadas por la

alcaldía municipal, teniendo la presidencia de las mismas e invitando a las

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madres, así como a los funcionarios del programa y a los sectores de educación y

salud. Ocasionalmente el Comité Municipal de Madres Líderes, del que

hablaremos posteriormente, puede pedirle al alcalde el citar a reuniones

extraordinarias, teniendo en cuenta que ordinariamente debe haber una reunión

semestral de la asamblea.

La experiencia de las asambleas ha mostrado que las reuniones “constituyen un

espacio colectivo y público para las mujeres del programa, que toma como punto

de partida situaciones de su propia cotidianidad, con elementos provenientes de la

fiesta popular, el folclor, los encuentros en el mercado, así como de las reuniones

cívicas, comunitarias y familiares.” (Acción Social 143)

Las funciones de la Asamblea Municipal de Madres Beneficiarias son:

Organizar a las Madres Beneficiarias en el territorio municipal, dando poder a su

voz, respaldando sus intereses y facilitando la actuación colectiva.

Facilitar el vínculo de encuentro permanente de las Madres y de ellas con el

Estado.

Garantizar el flujo de información permanente y de doble vía entre Madres

Beneficiarias, la administración municipal y la administración del Programa.

Garantizar la consulta y deliberación con las Madres Beneficiarias sobre la gestión,

avances y funcionamiento del Programa.

Facilitar actividades de capacitación a las Madres Beneficiarias.

Facilitar actividades de Promoción en Salud y Educación familiar.

Fortalecer los vínculos de las Madres Beneficiarias. (Familias en Acción 30)

Después de las primeras asambleas se crearon los Comités Municipales de

Madres Líderes. Este espacio es el centro de la representación de los intereses de

las Madres Titulares, con voz y voto dentro de la estructura de Participación Social

del Programa. Esto lo convierte en un punto de información importante, al mismo

tiempo que en un elemento de control social, además de ser un órgano de

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consulta, deliberativo y en el que se toman decisiones, y se hacen

recomendaciones sobre los diversos aspectos del Programa.

De la Asamblea de Madres Beneficiarias también se derivó otro ente denominado

Grupos Vecinales de Madres, los cuales se constituyeron en la expresión

organizativa de la Asamblea en los barrios y veredas. Lo conforman las Madres

Titulares y se reúnen por convocatoria y orientación de las Madres Líderes

correspondientes.

La promoción en educación y salud se hace a través de un proceso de

capacitación en cascada, empezando por la UCN, luego la UCR, después el EM y

a continuación las Madres Líderes, quienes realizan los Encuentros de Cuidado

con todas las Madres Titulares. Los contenidos y el proceso completo están

previstos en el Manual Operativo Versión 5.1. (Familias en Acción). Los

Encuentros de Cuidado son las reuniones en las que se discuten los temas

relacionados con el mejoramiento de las condiciones de vida partiendo de un

problema, formulado por las madres, sobre las dificultades que tienen

especialmente en la educación y salud de su hogar. Habiendo allí representación

del municipio, así como del Programa, se busca dar solución a la problemática,

pero partiendo de lo que las mismas madres saben o de las soluciones que ellas

proponen. Se llega entonces a la definición de una “Zona de Actuación”, que

consiste en la toma de decisiones para formular un plan de trabajo dirigido a

solucionar la problemática planteada. Para la realización de estos Encuentros y

como apoyo a las Madres Titulares, Familias en Acción ha publicado una serie de

cartillas en las que aborda los diferentes temas a trabajar, incluyendo actividades

lúdicas.

4.5. EL CONCEPTO DE SER HUMANO EN FAMILIAS EN ACCIÓN

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El recorrido hecho anteriormente muestra cómo ha sido desde instancias

burocráticas que se han definido los beneficios y las formas en que éstos llegarían

a las personas. Se parte de unas ideas sobre la pobreza, planteadas

internacionalmente y recogidas en el Informe sobre el desarrollo mundial 2000 –

2001 Lucha Contra la Pobreza, del Banco mundial. Allí se proponen como factores

de alivio la creación de oportunidades, el empoderamiento de los pobres y la

reducción de la vulnerabilidad de los mismos (Banco Mundial). Con esto en mente

y ante la necesidad imperiosa de una acción pronta, se encuentra un programa

exitoso que puede adaptarse y que, además, ya es conocido por la banca

internacional. El gobierno decide, entonces, diseñar lo que hoy conocemos como

Familias en Acción. Una vez hechos todos los ajustes previsibles, se piden los

empréstitos y se inicia el Programa. Es entonces cuando la población más pobre

entre los pobres conoce de los subsidios y se entera de cómo inscribirse y de si

son posibles beneficiarios o no.

En este punto, todas las decisiones sobre el bien de las personas fueron tomadas

por los distintos niveles de ejecución que se diseñaron, teniendo en cuenta que

entre más arriba se encuentra la discusión, las decisiones son más determinantes

sobre el futuro de los beneficiarios. A la persona la única decisión que le toca

tomar es la de comprometerse o no con el Programa.

Sin embargo, la misma estructura abre un campo importante para que los

beneficiarios hagan parte de la construcción del Programa: las Asambleas de

Madres Beneficiarias (AMB) y las reuniones que de ésta se desprendieron, y los

Encuentros de Cuidado (EC). Es allí en donde los necesitados tienen la posibilidad

de confrontar experiencias y buscar soluciones. No obstante, tanto la metodología

como las temáticas están normadas y en su mayoría vienen dadas. En una línea

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vertical, de arriba hacia abajo, se va decidiendo desde las líneas generales de los

temas y las formas de desarrollar estas reuniones, hasta los detalles más

concretos, en los que ya intervienen los beneficiarios a través de sus

representantes, las Madres Líderes. Si bien la AMB –con sus derivaciones- y los

EC tienen un cierto poder decisorio, su campo de acción se limita

fundamentalmente a planes de trabajo. En otras palabras, en sus deliberaciones

no se toman decisiones que afecten la agenda del Programa. No obstante, a

través de las reuniones mencionadas, así como del sistema de quejas y reclamos,

se permite una comunicación hacia arriba que tiende a retroalimentar el Programa,

pero que no establece directrices sobre el funcionamiento y la gestión del mismo.

De cualquier forma, las dinámicas de estos espacios de encuentro, en sí mismas,

generan la discusión y el análisis de las problemáticas propias, buscando dar

siempre una solución posible, lo que incide directamente en el empoderamiento de

las madres titulares.

Por la forma en que se diseñó el programa y el tratamiento que hace de los

beneficiarios, se puede intuir que el concepto de ser humano que está detrás de

éste es más cercano al modelo estatista, en donde el Estado es quien determina

lo que debe ser una calidad de vida aceptable y a partir de ahí se proponen

soluciones a la población para que alcance ese nivel de vida. De esta forma, la

persona queda reducida no sólo a lo que dice el Estado que sea, sino a no hacer

nada por sí misma. Los encuentros de cuidado y las asambleas tienen unas

funciones operativas muy bien delimitadas, lo que indicaría que no se está

considerando la capacidad creadora, ni la libertad de las personas para encontrar

soluciones a sus problemas. Podría objetarse el nombrado empoderamiento de las

madres titulares, pero éste no se debe tanto al buen diseño del programa, como al

inevitable apego humano a lo que encuentra como un bien para sí, y a su libertad

y capacidad creadora, pues es por esto y no por seguir las indicaciones que

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propone el programa, que estas mujeres han empezado a entender que son

responsables de su cuidado.

4.6. EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD EN FAMILIAS EN ACCIÓN

Para concretar y concluir lo dicho anteriormente, analizaremos a continuación

cómo se evidencia o no el principio en cada uno de los elementos del programa,

desde la estructura presentada en el capítulo anterior para el análisis de políticas

sociales a partir del principio de subsidiariedad.

4.6.1. Origen de la iniciativa Como se vio antes, la iniciativa surge del gobierno

nacional para responder a una problemática particular y en función de responder a

problemáticas puntuales reconocidas por el ejecutivo se ha ido ampliando y

modificando. Así, en un principio nace como una medida para sobrellevar una

crisis económica pero después se convierte en una política permanente contra la

pobreza.

Si bien el programa fue diseñado para ayudar a los más pobres entre los pobres,

se promovió como una acción temporal mientras se salía de la crisis económica.

Aunque el programa ha sido exitoso en el cumplimiento de sus objetivos,

reduciendo la vulnerabilidad en cuanto a salud y educación de sus beneficiarios,

su efecto sobre las familias beneficiarias todavía está por verse, en cuanto a que

todavía no han salido de la condición de pobreza, que sería el objetivo

fundamental dentro del concepto de Manejo Social de Riesgo. Dado que el

concepto prevé que además de la intervención en alimentación y salud se deben

intervenir las políticas macroeconómicas y debe haber un buen ejercicio del poder,

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es claro que no le corresponde exclusivamente a Familias en Acción velar por el

desarrollo de sus beneficiarios, pero la gravedad de la situación de pobreza hizo

que el gobierno nacional asumiera como permanente esta política, lo que cambia

sustancialmente su finalidad.

En este punto se abren interrogantes que están lejos de ser solucionados: ¿hasta

cuándo será posible financiar el programa?, ¿qué pasará con las familias

beneficiarias una vez acabe el programa?, ¿dependerá siempre el programa del

gobierno de turno? Pero además, surgen dudas sobre el sentido mismo de la

intervención: ¿hasta qué punto es deseable que el Estado asuma la

responsabilidad de dar educación y alimentación a los niños?, parecería lógico

afirmar que el Estado debe garantizar ambas cosas, pero esa es una

responsabilidad de la familia por lo cual cabe preguntarse hasta dónde debe

intervenir el Estado en las familias.

Desde el principio de subsidiariedad puede afirmarse que la intervención temporal

ha de mantenerse hasta que la familia logre por sí misma procurar la educación y

alimentación para sus hijos. Sin embargo, dicha intervención tiene que hacerse de

tal manera que se garantice que lo logrará, de otra manera el Estado se convierte

en un sustituto, asumiendo la responsabilidad que le corresponde a la familia. Al

convertir el programa en una intervención permanente (por lo menos hasta que

alcancen los fondos o la voluntad política) sin una política clara de apoyo a esas

mismas familias para lograr solventar sus gastos por sí mismas, se termina

fomentando la mentalidad de que el Estado es quien debe responsabilizarse de

estos asuntos. De hecho, en muchos lugares los beneficiarios llaman “sueldo” al

subsidio, lo que deja ver la obligación que ven en el Estado por cubrir sus

necesidades. De esta manera, cuando no se pueda, o no se quiera sostener más

el programa, se creará una problemática social muy difícil de manejar para el

gobierno de turno.

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Ahora bien, las modificaciones que ha sufrido el programa en Colombia han

cambiado su planteamiento original, pero sigue teniendo nexos importantes con la

experiencia mexicana, y sigue siendo una de las respuestas del país al

compromiso que asumió ante la ONU en la lucha contra la pobreza. Esto nos

muestra otras dos implicaciones del origen estatal de la iniciativa: por un lado el

origen en una sociedad diferente (a pesar de las similitudes) y la presión

internacional por lograr resultados visibles. Avanzar en la solución de la pobreza

es un fin noble en sí mismo y es una bandera frecuentemente izada por el

gobierno, pero cumplir los compromisos internacionales también es una meta que

genera imperativos. Además, las motivaciones del gobierno pueden incluir un

factor adicional: la permanencia en el poder. A más familias beneficiarias más

votos.

Se puede concluir, a partir de lo anterior, que en los orígenes del programa no hay

ninguna relación con el principio de subsidiariedad, pues a pesar de que

inicialmente se pensó en que la intervención fuera temporal, no nace de una o

varias sociedades intermedias, sino de una necesidad que el Estado, por sí

mismo, reconoce.

4.6.2. Estructura Tal como ha sido descrita la estructura y el funcionamiento de

Familias en Acción, es posible reconocer que las decisiones que se toman sobre

las acciones del programa vienen determinadas, o al menos bastante dirigidas,

desde la Unidad Coordinadora Nacional, es decir, desde el nivel superior. A cada

subnivel le corresponde simplemente garantizar la operación del programa en su

campo de acción y retroalimentar el sistema.

La retroalimentación que hacen los beneficiarios ha de pasar por el Enlace

Municipal a la Unidad Coordinadora Regional y luego sí a la Unidad Coordinadora

Nacional. Esto señala la dificultad para que las demandas de los beneficiarios

influyan seriamente en la toma de decisiones, salvo en aquellos casos que han

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sido consultados explícitamente, pues es de suponer que son datos necesarios

para los objetivos de la UCN.

Como se dijo en su momento, la Asamblea Municipal de Madres Beneficiarias se

ha convertido en un soporte importante del componente de la Promoción Social,

junto con los Encuentros de Cuidado. La participación de la comunidad ha tenido

un fuerte impacto en este componente, a tal punto que se ha generado lo que se

ha denominado aquí como una sociedad intermedia. Sin embargo, está limitada en

su acción al componente de la Promoción Social. La fuerza de estas Asambleas y

Encuentros puede suponer para el programa un nivel de implementación y de

aceptación de sus acciones, pero de hecho también es un veedor natural del

funcionamiento operativo a nivel municipal. El contar con estas reuniones y el

tejido social que éstas han formado, es un elemento muy importante para estudiar

la posibilidad de aplicar el principio de subsidiariedad a este programa.

Dentro de la estructura podemos mencionar también las relaciones con los

administradores de los servicios de salud y educación. En general las decisiones

son tomadas desde el nivel nacional, para ser discutidas e implementadas a nivel

departamental y municipal. Estas relaciones también cobran importancia para el

principio de subsidiariedad, pues son las formas en que se hacen realidad los

objetivos buscados desde el Manejo Social de Riesgo.

Dentro de la estructura del programa vemos más claramente cómo se opera en

contradicción con el principio de subsidiariedad, asumiendo que desde el Estado

se tienen todas las respuestas a las problemáticas de la población. Además, esta

última no se encuentra cohesionada, sino que es el mismo programa el que, al

agrupar beneficiarios, ha permitido una cierta unidad. Y esto ha llevado, como se

dijo antes, a que se estén formando, por las dinámicas mismas de las Asambleas

y sobre todo de los Encuentros de Cuidado, unas sociedades intermedias, con lo

que encontramos en este punto un elemento fundamental para introducir el

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principio de subsidiariedad en Familias en Acción. En los demás estamentos de la

estructura no se reconoce ningún elemento de la subsidiariedad, en cuanto que no

son en sí mismos sociedades mayores a las mencionadas sociedades intermedias

en formación, sino que cumplen más bien una función de peldaños para las

decisiones tomadas por la UCN. Por otra parte, podría intentar asimilarse las

Unidades Coordinadoras Regionales y los Enlaces Municipales dentro de la

subsidiariedad vertical, en cuanto elementos organizacionales del programa, sin

embargo, no se trata aquí de una organización de la comunidad o de la nación,

sino de la burocracia administrativa, por lo cual no sería posible tal asimilación.

4.6.3. Actores Entre los actores implicados en el programa podemos reconocer

al Estado, la Banca Internacional, el Ministerio de Educación, el Ministerio de

Protección Social, y los beneficiarios.

El Estado se convierte en el protagonista del programa en cuanto es el encargado

de buscar los empréstitos con la Banca Internacional y los recursos propios para

pagarlos y para aportar lo que le corresponde. Además, desde el gobierno

nacional se dan las directrices a los ministerios para que soporten el programa en

lo que les corresponde y la RAS se encarga de verificar que los municipios

cuenten con la capacidad para brindar estos servicios. Por último, es el Estado

directamente quien da los subsidios a los beneficiarios. Ahora bien, las Asambleas

Municipales de Madres Beneficiarias y los Encuentros de Cuidado son la forma

concreta de las beneficiarias, en cuanto están organizadas y han desarrollado

dinámicas comunitarias.

La centralidad del Estado hace que cualquier intento de aplicar el principio de

subsidiariedad al programa parta, paradójicamente, de él. Si la iniciativa fuera de

la Asamblea Municipal de Madres, la estructura del programa difícilmente recibiría

las decisiones de ésta dándole autonomía o apoyándola para que pudiera cumplir

sus objetivos.

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A su vez, la Banca Internacional y los Ministerios son, por llamarlos de alguna

forma, proveedores de servicios con quienes se debe negociar, pues también

tienen intereses y ejercen algún tipo de presión. Cualquier aplicación del principio

debe estar suficientemente estudiada para que no afecte negativamente la

aprobación de los préstamos. Además, se ha de tener en cuenta la estructura del

servicio de educación y de salud en el país. Si bien frente a la Banca al gobierno

sólo le cabe sustentar sus proyectos, a través de los Ministerios sí puede actuar

de tal forma que las decisiones tomadas en función del principio de subsidiariedad

puedan ser apoyadas por estos. Sin embargo, la complejidad para hacer cambios

en estas estructuras hace que cualquier aplicación en estos niveles tome bastante

tiempo y tenga que cursar no pocos trámites y debates políticos.

Teniendo en cuenta las observaciones anteriores, la aplicación del principio de

subsidiariedad al programa Familias en Acción sería oportuna solamente si se

propone en las Asambleas Municipales de Madres Beneficiarias o en los

Encuentros de Cuidado, al menos en un inicio. Dado que el campo natural de

acción de esta Asamblea es el componente de Promoción Social, una acción

subsidiaria en este punto implicaría que el Estado empezara a delegar en las

comunidades la responsabilidad por sus propios procesos de formación.

La posibilidad de hacerlo al nivel de los Encuentros o de las Asambleas se

favorece en cuanto éstas, en su mayoría, se han consolidado como sociedades

intermedias alrededor de un interés común. Por otra parte, además de la

complejidad de aplicar el principio en otros niveles, subsistiría el problema

educativo, pues se requeriría de una cohesión social importante para que las

sociedades intermedias puedan asumir la responsabilidad que les compete en

cuanto a su propia educación y salud. Al nivel de las Asambleas o Encuentros, y

en el campo de la promoción, la aplicación se facilita, sin decir con esto que sea

un tránsito sencillo.

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Entre las acciones concretas que evidenciarían un cambio estaría el planteamiento

de los temas y sesiones a trabajar. Estos ya no estarían determinados por el

Estado sino por la Asamblea Municipal, es decir, por las madres beneficiarias,

luego de un proceso que las llevara a escoger el o los temas en los cuales

evidencien necesidades urgentes. Contar con la ayuda del programa para

reconocer estas problemáticas es fundamental, en cuanto se brinde información

necesaria para poder priorizar. Así mismo, dadas las características de los

beneficiarios, difícilmente encontrarán por su propia cuenta los medios necesarios

para formarse en los temas escogidos, lo que le implicaría al Estado ofrecer

alternativas en este nivel (posiblemente a través de las universidades) y apoyar las

decisiones tomadas por cada Asamblea Municipal.

Sin embargo, la aplicación del principio no se limita a una redistribución de

funciones. Será indispensable iniciar en estas Asambleas y en los Encuentros de

Cuidado un trabajo que vaya más allá de saber cómo hacer cosas, pues el

empoderamiento que se les da necesita que las madres asuman la

responsabilidad que tienen consigo, con sus familias y con su entorno,

posibilitando que iniciativas de otro orden surjan al interior de la Asamblea.

Inquietudes sobre comercio, agricultura, servicios públicos y demás empezarán a

aparecer y desde el programa han de ser apoyadas, lo que no significa que

Familias en Acción se haga cargo de solucionarlas. Significa actuar como un

puente entre los objetivos que se trazan las Asambleas y las instituciones a las

que puedan necesitar acudir subsidiariamente. Una vez tendido el puente deja de

ser necesaria la intervención del programa en ese punto, pero siempre podrá estar

atento a que las acciones e iniciativas estén lideradas por la Asamblea.

Las repercusiones que pueda tener la aplicación del principio en este nivel, dado

el empoderamiento de las Madres Titulares, pueden manifestarse en que éstas

tengan pretensiones sobre otras áreas del programa. Ante esto habría que

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plantearse nuevamente la pregunta sobre el deber del Estado frente a las

comunidades, en cuanto a si debe permitir que éstas hagan lo que pueden hacer,

apoyándolas en sus decisiones, o más bien, debe intervenir directamente y

asegurarse de que todas las familias se comporten de acuerdo con los patrones

establecidos, buscando asegurar unos mínimos de calidad de vida y un manejo

controlado del riesgo. Esto equivaldría a que el gobierno se concentre en continuar

las acciones que le han dado resultados visibles, permitiendo la participación de

los beneficiarios, pero controlándola y poniéndole límites claros.

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5. CONCLUSIÓN

Cuando se inició este estudio, uno de los aspectos que más llamó la atención fue

cómo la sociedad ha ido dejando a un lado sus responsabilidades, delegándolas

en el Estado, de tal forma que éste ha asumido como suya la tarea de poner al

alcance de todos sus ciudadanos una calidad de vida digna. Las dificultades no

han sido pocas, empezando por la definición de qué es una calidad de vida digna,

para lo cual cada vez más los gobiernos se están apoyando en aparatos

cientificistas, con la pretensión de encontrar la dignidad de la vida en la provisión

de servicios públicos, en los niveles de educación, en el cubrimiento en salud y en

la capacidad de consumo.

No se siguió en esta monografía una indagación en ese sentido al hallar en el

principio de subsidiariedad la posibilidad de una respuesta concreta, no solamente

desde los conceptos y la teoría, sino desde una multiplicidad de realidades que

ejemplifican la concreción de la respuesta, y que le dan la razón, en últimas, a

León XIII. Al evidenciar que las políticas públicas son la manera a través de la cual

opera y se hacen reales las intenciones del Estado, la primera conclusión a la que

se llegó es que, de ser una respuesta pertinente para la relación entre el Estado y

la sociedad, el principio de subsidiariedad debería permear las políticas públicas,

especialmente las sociales, dado su campo específico de acción.

Siendo pues, el principio de subsidiariedad un garante de la libertad de iniciativa y

de la responsabilidad que tiene el hombre sobre su propia vida y sus

circunstancias, fue necesario revisar la definición de política pública, pues desde el

principio no puede recaer la búsqueda del bien común en el Estado. Así, se

redefinió la política pública, asumiéndola como las soluciones a las que llegan las

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sociedades intermedias para satisfacer sus necesidades, para lo cual necesitan

ser apoyadas por el Estado cuando por sí mismas no puedan cumplir con sus

objetivos, ya sea por falta de recursos económicos, administrativos, logísticos, de

infraestructura, etc., o por entrar en relación con alguna otra sociedad intermedia

con la que se necesite concertar.

La definición anterior implica también una reformulación del concepto de política

social en cuanto a que su origen no estaría en el Estado sino en las sociedades

intermedias, siendo, entonces, el conjunto de políticas públicas encaminadas a

responder por las problemáticas propias de la convivencia humana, que inciden en

las condiciones vitales de las personas o en la estructura de las relaciones que se

tejen al interior de la sociedad.

De esta forma, las políticas públicas se convierten en fuente de valor, en expresión

de los valores de la sociedad, y no en la imposición de los valores e ideales de

quienes detentan el poder estatal.

Ahora bien, si en la abstracción resultó viable y pertinente que las políticas

públicas se funden en el principio de subsidiariedad, en la práctica se contaba con

realidades como las del movimiento de Los Trabajadores sin Tierra en Brasil o la

O.N.G. Santropol Roulant de Canadá, que muestran el éxito de iniciativas

subsidiarias, y al revisar la aplicabilidad del principio a Familias en Acción se

reconoció la dificultad, pero al mismo tiempo la pertinencia y viabilidad de empezar

un trabajo subsidiario dentro de una política en curso, que ha resultado exitosa y

muy bien valorada por la comunidad.

Aplicar el principio de subsidiariedad al programa Familias en Acción resulta

pertinente en la medida en que se quiera, realmente, empoderar a las madres

beneficiarias y a sus familias. Esto es, que no sólo se pretenda que aprovechen el

programa y que éste cumpla con sus objetivos, sino que en las familias que

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reciben los aportes se empiecen a gestar iniciativas tendientes a superar las

dificultades en cuestión de educación y salud, especialmente. Y esta aplicación

resulta viable sólo en la medida en que se haga en las Asambleas de Madres

Beneficiarias y en los Encuentros de Cuidado, pues a través de estas reuniones se

ha ido formando una verdadera sociedad intermedia.

Además, aplicar el principio significa entregarle a dichas sociedades intermedias la

responsabilidad de identificar sus principales dificultades y la manera en que

pueden, por sí mismas, suplirlas. Pero, al mismo tiempo, significa ofrecerles el

apoyo que requieran para alcanzar estos objetivos. Claramente esto pone en

riesgo el éxito del programa, al menos en el componente de cuidado, pues no

depende ya de las acciones gubernamentales sino que se deja a la libertad de la

comunidad. Sin embargo, esto no significa que el programa tome una actitud

pasiva frente a este componente, o que lo acabe. Al programa le compete hacer

un acompañamiento a las Asambleas y a los Encuentros, a través de los cuales

pueda ayudar a la identificación de problemáticas y soluciones, poniendo al

servicio de la comunidad las herramientas que sean necesarias para ello. Y parte

de ese acompañamiento es evitar la inacción, a la que se llegaría si la sociedad

intermedia empieza a fracturarse.

Debido al interés que motivó la investigación, y a los objetivos propuestos, se

trabajó más desde la llamada subsidiariedad horizontal que desde la vertical, pues

el interés primero eran las responsabilidades de las personas frente a su situación,

en la que sin duda hay una relación con el Estado. Esto implicó dejar en el margen

la subsidiariedad vertical, pues no se entró a discutir la organización del Estado,

de lo cual apenas se mencionó la relación entre subsidiariedad y

descentralización. Esta sería una relación que habría que profundizar, en la

medida en que se profundice en las implicaciones de una política pública que

parta de la sociedad y no del Estado, pues debería contar éste con una

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organización tal que le permitiera acompañar y apoyar apropiadamente las

iniciativas privadas.

Por otra parte, con frecuencia se tuvo la tentación de entrar en el debate de la

participación ciudadana, pues se intuye una relación importante entre ésta y el

principio de subsidiariedad. Sin embargo, se evitó conscientemente por no aportar

directamente al objetivo de la monografía; pero no cabe duda de la pertinencia de

revisar los procesos de participación ciudadana a la luz del principio de

subsidiariedad, no tanto ya desde la política social, sino desde la democracia y, en

especialmente para el caso colombiano, desde lo que significa un Estado de

Derecho.

Aparte de las dos mencionadas anteriormente, es posible que a través de la

monografía se entrevean otras líneas de investigación que se abran a partir de la

subsidiariedad. Seguirlas puede ser una de las formas en que la academia vuelva

a ocuparse del papel del hombre en la política, de la razón de ser de la misma y

de las implicaciones que tiene sobre cada ser humano.

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ANEXO A

¿QUIÉN ES EL RESPONSABLE DE MI BASURA?1

Un ejemplo útil para entender el principio de subsidiariedad.

Tenemos un problema de basuras en la calle. Lo primero que se nos ocurre es

culpar a la administración municipal o a la empresa encargada de la recolección y

es muy probable que haya responsabilidades ahí, pero, ¿quién es el responsable

de mi basura?, ¿quién se ve damnificado con el problema de basuras? La primera

pregunta puede llevar a dudar, pero la segunda es clara: nosotros los vecinos. Y

enseguida, frente a aquello de la responsabilidad empieza a pensarse una

respuesta que difícilmente sale rápido: ¿nosotros? Si nosotros los vecinos somos

los principales afectados con las basuras, lo más lógico es que nosotros seamos

los primeros responsables del manejo que le demos a esas basuras. En otras

palabras, cada persona se hace responsable de su entorno.

Nos reunimos los vecinos y llegamos a la conclusión de que lo mejor es construir

un depósito de basuras en una esquina, en donde no se afecta a nadie, para

depositar ahí la basura de la semana bien empacada en bolsas cerradas. Pero por

razones de higiene no se puede tolerar la basura más de una semana en ese

depósito, por lo que hay que pedirle a la administración o a la empresa de

recolección que pase al menos una vez a la semana. Es decir, nosotros

resolvemos el problema hasta donde podemos. Lo que no podemos hacer se lo

encomendamos a una institución superior.

Organizados bajo el principio de subsidiariedad, la administración municipal debe

estar atenta a nuestra petición y llegar a un acuerdo con nosotros. Pero, bajo ese

principio, la administración no asumiría la iniciativa de resolver mi problema si

1 (Salgar 4-5)

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nosotros podemos hacerlo. No tendría sentido que ante el problema, yo fuera a

quejarme con el alcalde y él decidiera mandar una volqueta recolectora dos días a

la semana. Esa solución es a la que estamos acostumbrados, con el agravante de

que no todos somos amigos del alcalde y muchas veces el alcalde no tiene como

mandar la volqueta dos días a la semana.

Ahora bien, si no somos capaces de ponernos de acuerdo y no llegamos a

encontrar una forma de manejar nuestras basuras en la calle, el principio de

subsidiariedad le exige a la alcaldía que intervenga y nos ayude a ponernos de

acuerdo, y de paso que nos ayude a resolver el problema mientras nosotros

podemos hacernos cargo.

En conclusión, el principio de subsidiariedad consiste en que la sociedad mayor

(como la administración municipal con respecto a los vecinos) no debe intervenir

en lo que la sociedad menor (que seríamos nosotros) puede hacer, pues si

interviene le resta libertad y le quita la responsabilidad a esa sociedad menor.

Solamente cuando la sociedad menor no puede, porque no está a su alcance,

resolver un problema, debe acudir en su ayuda la sociedad mayor.

Este principio implica que cada uno de nosotros se haga responsable de lo que

tiene a su alrededor y de su propia vida. Debemos estar implicados en los asuntos

de obras públicas, de educación, de salud, de seguridad y demás, porque son

nuestras calles, nuestras escuelas, los profesores y la educación de nuestros

hijos, nuestra salud y la de nuestra familia, etc. Pero no podemos estar solos. En

primer lugar, nos acompañamos con los que compartimos circunstancias, y en

segundo lugar, la sociedad mayor nos acompaña ayudándonos a organizarnos,

dándonos los recursos que necesitamos para ejecutar las decisiones a las que

llegamos.

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Pero bien, a todas estas ¿por qué debemos preocuparnos por nuestras basuras?

Para algunos la respuesta es obvia: cuestión de aseo y de salud. Y es cierto, pero

esa respuesta no aplica para otras cosas, como la educación de nuestros niños, la

seguridad de nuestros barrios, la salud de nuestra familia. Realmente no tenemos

que preocuparnos por nuestras basuras, no es algo que tenga que hacerse.

Millones de personas viven sin preocuparse por ello, algunos porque viven entre la

inmundicia y otros porque el Estado piensa por ellos. Me hago responsable de mi

basura porque soy un ser humano. Ningún animal se pondría este problema. En

nuestra condición está el desear lo mejor siempre, es decir, siempre queremos

estar mejor, ya sea en el trabajo, con la familia, con los hijos, etc. También en

nuestro barrio y en nuestra casa sentimos eso y es de ahí, de ese desear estar

mejor, que nace la preocupación por el estado de la calle que cruza por mi puerta,

o de las basuras que se acumulan en mi patio. Como padre deseo que mis hijos

estén bien y, entonces, es natural que me preocupe por la escuela en donde

estudian, por los profesores que tienen, por los horarios en los que acuden a

clase. Siempre deseamos estar mejor y que los nuestros estén mejor. Por eso

resulta un problema cuando esperamos a que otro, como el Estado, cumpla

nuestros deseos. No sólo porque nuestro Estado es limitado y no alcanza, sino

porque esperar a que el Estado se preocupe por la educación y salud de mis hijos,

en lugar de preocuparme yo por ellos, o esperar a que el municipio me resuelva el

problema de la basura o del estado de mi cuadra, en lugar de yo buscar

soluciones con mis vecinos, esperar todo eso es sentarse y entregarle al Estado

mi libertad, mi posibilidad de crecer como ser humano que busca cumplir su deseo

de estar mejor.

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SANTROPOL ROULANT: NUTRIENDO NUESTRAS COMUNIDADES2

En esta oportunidad queremos presentarles el trabajo de la organización no

gubernamental Santropol Roulant, fundada y dirigida por jóvenes en la

multicultural ciudad de Montreal, Canadá. Esta organización tiene como finalidad

unir personas de diferentes generaciones y culturas mediante la prestación de un

servicio de “comidas sobre ruedas”, actividades intergeneracionales y su programa

de voluntariado.

Santropol Roulant fue fundada en 1995 por Chris Godsall y Keith Fitzpatrick a sus

25 y 27 años respectivamente, durante un periodo de crisis en la historia de

Montreal, principalmente por el alto índice de desempleo. Chris y Keith, ambos

meseros en un café de la ciudad, veían cómo muchos de sus amigos

abandonaban la ciudad de Montreal en busca de oportunidades laborales. Con el

conocimiento de oportunidades de acceso a algunas becas para jóvenes, a ellos

se les ocurrió la idea de prestar un servicio de domicilios denominado “Comida

Sobre Ruedas”, el cual sería desarrollado por jóvenes con necesidad de empleo.

Aprovechando el auge de las bicicletas en la ciudad y los recursos creativos del

barrio denominado Plateau, se constituye Santropol Roulant rompiendo

estereotipos sobre los adultos mayores, los jóvenes y las personas de diferentes

culturas y habla de otros idiomas.

El programa “Comida sobre Ruedas” (Meals-on-Wheels) es el centro del trabajo

realizado en Santropol Roulant. Todas las actividades y proyectos están

alimentados por la energía de los voluntarios que preparan las comidas en la

cocina de la organización y las entregan a los clientes miembros de la misma. Su

fuente de financiación proviene en un 32% de otras fundaciones y organizaciones,

del gobierno en un 19% e iniciativas de autofinanciación como bazares, cursos de

cocina, reparación de bicicletas… en un 17%.

2 (Roulant 10-11)

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En el 2007, Santropol Roulant cultivó en las terrazas de algunos edificios de la

ciudad 200 Kilos de vegetales, los cuales fueron los ingredientes base para la

preparación de comidas saludables a entregarse a los clientes. Así mismo,

comprometidos con el medio ambiente, el 71% de los residuos de la cocina fueron

orgánicos y trasformados en abono mediante el sistema de compostaje en el

sótano de la sede de la organización. Completando el proceso, el abono producido

es utilizado en los requerimientos de los jardines de cultivo y la entrega de los

alimentos se realiza utilizando la bicicleta como principal medio de transporte.

Otros programas que se destacan:

Sostenibilidad: Actualmente crece una conciencia social de que comunidades

saludables y una economía activa dependen de un ecosistema natural que los

soporte. Santropol Roulant entiende esta conexión y continúa la búsqueda de ir

más allá de la seguridad alimentaria a corto plazo hacia una sostenibilidad social y

ambiental. Durante el 2007, la organización continuó sus cultivos en las terrazas

de edificios e inició una alianza con el Grupo de Vivienda de Costo Mínimo de la

escuela de arquitectura de la universidad McGill.

Conversatorios y talleres: Para Santropol Roulant el cambio social está basado en

la creencia de que lo que hacen (la misión) y como lo hacen (inclusión,

reciprocidad y respeto por la cultura) son los ingredientes esenciales para construir

comunidades saludables, resilientes y creativas.

Financiamiento y Cambio Social: La organización busca construir relaciones

recíprocas. Se reciben contribuciones de fundaciones, personas naturales,

empresa privada y tres niveles de gobierno. En 2007 se buscó fortalecer el

programa de donantes individuales, aumentándose los aportes a casi un 10% del

presupuesto anual y reflejando así el apoyo de cientos de individuos de la

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comunidad. Adicionalmente, la organización realiza múltiples actividades para

reunir recursos como los bazares comunitarios.

Para la organización, el programa de voluntariado es una oportunidad para ver y

sentir el impacto que el trabajo tiene en otros.

Santropol Roulant ha crecido y evolucionado ocupando a la fecha un espacio

importante en la comunidad local. Sus directores consideran que el aprendizaje es

continuo y que la organización se revitaliza de quienes ofrecen su tiempo, energía,

ideas y apoyo continuo.

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SE CONSTRUYE SOBRE EL DESEO PRESENTE, NO SOBRE UN SUEÑO DEL

MAÑANA3

Nuestro trabajo en la ciudad de San Pablo del Brasil, inició en 1.986. Mi origen

está en la pastoral social de la iglesia católica. En Brasil, la iglesia desarrolló la

“Campaña por la fraternidad” que en 1986 tenía como slogan: “Tierra de Dios,

tierra de hermanos”.

La campaña nos interpelaba con la pregunta: “¿Estás haciendo algo para que la

gente tenga acceso a la tierra o crees que sólo debes rezar a Dios para que sus

problemas se resuelvan?”. Frente a esta pregunta, empezamos en una pequeña

parroquia a llamar a todos los que iban a la misa y que tenían problemas de

vivienda; en dos semanas teníamos reunidas a 200 personas que participaban de

nuestras reuniones, después de dos meses se habían convertido en más de 2000.

En realidad no sabíamos qué hacer, nos organizamos para hacer presión al poder

público. Sin embargo, después de dos años no habíamos logrado nada.

Reuniéndonos con los otros movimientos de la ciudad hicimos una propuesta:

organizar una invasión de tierras en la Ciudad de Sao Pablo.

Nuestro movimiento no participó directamente en estas invasiones, los dirigentes

acompañaron a cerca de 800 familias que ocuparon cuatro lotes. Los propietarios

de los terrenos se dirigieron a la justicia y después de ocho meses estas familias

fueron sacadas de allí y se encontraron sin saber a dónde ir; terminaron por

alojarse en las salas de las diferentes parroquias del sector.

Entonces le preguntamos a la gente: “¿Por qué realizar invasiones, que son cosas

tan complicadas y peligrosas?” Ellos nos respondieron: “Hemos participado en

estas invasiones porque nuestro coordinador nos había dicho que si invadíamos

3 (Zerbini 12-13)

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estas tierras, los propietarios nos las habrían vendido”. Esto nos generó otra idea:

si el objetivo es comprar, por qué no hacemos lo contrario, busquemos a alguien

que nos quiera vender su tierra y se la compramos!

Un grupo de 18 familias, que tenían algunos ahorros, encontró un pequeño lote

cuya propietaria se conmovió por su historia y les favoreció la compra. Después de

15 o 20 días, fue posible construir unas casuchas que poco a poco se fueron

transformando en casas. Habíamos “descubierto el agua tibia”.

Después de un tiempo comenzamos a organizar las familias que participaban en

las diferentes reuniones para buscar grandes lotes de terreno, comprar todos

juntos y poder construir casas y barrios. Descubrimos que un lote podía costar

cerca de 30.000 reales (24.000 dólares de la época), pero que si lo comprábamos

de manera colectiva podíamos adquirirlo en 4.000 reales (3.200 dólares de la

época).

Lo que no se podía comprar era una especie de batalla por transformar un simple

lote de tierra en un verdadero barrio. Esta experiencia continuó, comprando uno,

dos, tres, y muchos lotes. Actualmente son 27 lotes y 17.000 familias propietarias

de su pequeño pedazo de tierra. Un poco más de 10.000 familias habitan

actualmente en su casa.

Habíamos descubierto que más allá de tener tierra, debíamos organizarnos y

luchar también por la luz, el agua, el alcantarillado, la educación, los jardines

infantiles, las calles asfaltadas, en resumen, construir una nueva comunidad.

Y entendimos que el problema inicial, el de la tierra, poco a poco se estaba

transformando: para cada nueva exigencia buscábamos una nueva solución. Por

ejemplo, teníamos un problema gravísimo de carencia de servicio de salud. La

salud pública en Brasil está verdaderamente en pésimo estado. Entonces

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buscamos una alianza con empresas privadas de salud, una de ellas realizó con

nosotros un convenio diciendo: “Si traes mil socios, podemos evidentemente

hacerte un plan de salud muy interesante y económico”. Hoy en estos planes de

asistencia de salud hay más de 20.000 socios y nosotros tenemos el 95% de los

clientes.

El sistema público consideró que le estábamos haciendo trampa, pero nosotros

replicamos que con esta solución podíamos garantizar la calidad del servicio que

se nos prestaba.

Por otro lado, les cuento que en Brasil, a la universidad pública entran las

personas ricas porque se debe hacer un examen de admisión y generalmente

ganan este examen aquellos que han estudiado en escuelas privadas donde la

calidad de la enseñanza es mejor. Por otra parte, la universidad privada en Brasil

es muy costosa. Después de haber encontrado algunos amigos en Lima nos

surgió la idea: “Construyamos nuestra universidad”. Descubrimos que el camino

por recorrer era muy largo, pero nos dimos cuenta que la universidad privada tenía

también muchas vacantes. Entonces nos pusimos a buscar con quién realizar

convenios. Dijimos: “Queremos comprar las vacantes de la universidad” y

logramos reducir al 50% el costo de la matrícula y pensión. Hoy tenemos cerca de

25.000 jóvenes que estudian en la universidad.