Carta de hombre a man

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Carta de Hombre a MAN ¡Vaya regalo que depara la navidad del 2011! Además de estar ajetreado haciendo compras, arreglos y viviendo cosas de la época y cultura nuestra, tendré que estar también más que nunca pendiente de las noticias. Así como trajo lo que todos esperaban, aunque con dolor, luto y sangre en diciembre de 1989, ahora también en diciembre, pero de 2011, el mismo personaje vuelve a ser historia, solo que con todas las facturas a cuestas y el desgaste (por divinidad y cosas de la vida) de un hombre que, como muchos en la historia, se creía invencible, soberano y más que los demás. Es cierto que todo hombre tiene derecho a cambiar, y puede cambiar (y más los cristianos y hombres de fe entienden esto); y aunque en la vida de un protagonista o personaje estos cambios pueden darse por un milagro -elemento en el que creo firmemente-, la sociedad o un país pudiera reconocer tal transformación, pero, ya sea por experiencia de su trayectoria o por el indiscutible hecho de tener razones para cerrar una herida, es necesario que los ciudadanos, y sobre todo los que están aferrado a los recuerdos de sus seres queridos, víctimas “de la estúpida dictadura y de todo lo que ello significó y abarcó”, reciban al menos o para empezar una palabra, de frente, sincera, y con un evidente sentido de arrepentimiento. Un perdón. Quien no sepa hasta ahora de lo que estoy hablando o no conoce la historia, o no tiene memoria, o no le interesa, o no la vivió, o no había nacido o sea lo que sea… para mí no hay motivos para olvidar, menos si es importante para mi país. De hecho, ser panameño no debe ser solo una cuestión de suerte por haber nacido en el territorio, sino de convicción y de amor por la patria. Patria, una palabra que muchos pueden mencionarla, pero tal vez vacía, sin un significado claro o sin sentido. El pasado miércoles, en medio de la espera de la decisión de la justicia sobre la suerte de la extradición o no de Manuel Antonio Noriega, éste –quien logró el adjetivo de “hombre fuerte” no por méritos sino por circunstancias geopolíticas y porque lamentablemente en esta vida puedes encontrarte con gente que no razonan o no quieren razonar y con quienes cual “rémoras” aprovechan para “lambonear” a fin de sacar ventaja por encima de los demás (aunque debo admitir que también hubo quienes sí creían en un país y por error siguieron un falso líder)- dijo, según medios internacionales, que quería “regresar a Panamá sin odios ni rencores”. Y por si fuera poco que “mi propósito es regresar a Panamá y demostrar mi inocencia”, pues se han llevado a cabo “juicios en ausencia a mi persona sin asistencia jurídica”. Confieso que mi primera impresión al leer esas citas fue la de indignación, pero de una forma tal que si lo hubiera tenido de frente a lo mejor hubiera soltado una izquierda; sin embargo, tal vez no me hubiera atrevido, no por cobarde, sino porque en mi humilde familia, por sobre todo, se me enseñó a respetar a la gente y a los mayores, y porque a lo mejor por un golpe quedo metido en un lio cuidado que peor. La cuestión es… ¿Le habrá servido de algo siquiera al MAN paradójicamente abreviatura de todo su nombre que en inglés significa hombre- haber estado en prisión desde su captura o desde los sucesos de la invasión que en este diciembre próximo se cumplirán 22 años? Me perdonan si no coincido con quienes leen esto, pero me parece que no. Acaso olvidó que hace más de 20 años dejó de tener el poder terrenal y solo el poder terrenal porque hasta se atrevió a decir en su momento erróneamente que “si Dios está conmigo, quien puede contra mi”- y no puede decirle al país lo que tiene que hacer o cómo tiene que tomar las cosas. Señor MAN ni usted ni nadie de los que estuvieron en su círculo cercano puede decirle al país quiero “regresar a Panamá sin odios ni rencores”. Usted no está en condi ciones de pedir eso después de todo lo que sufrió el país, después de toda la sangre de hombres, mujeres y niños, inocentes producto de sus acciones y que afortunadamente- nadie me tuvo que contar porque para entonces ya razonaba, sentía y comprendía el trago amargo que pasaba mi país y mis compatriotas que valiente y osadamente se atrevieron a encarar la “estúpida dictadura”, que sí

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Carta de Hombre a MAN ¡Vaya regalo que depara la navidad del 2011! Además de estar ajetreado haciendo compras, arreglos y viviendo cosas de la época y cultura nuestra, tendré que estar también más que nunca pendiente de las noticias. Así como trajo lo que todos esperaban, aunque con dolor, luto y sangre en diciembre de 1989, ahora también en diciembre, pero de 2011, el mismo personaje vuelve a ser historia, solo que con todas las facturas a cuestas y el desgaste (por divinidad y cosas de la vida) de un hombre que, como muchos en la historia, se creía invencible, soberano y más que los demás. Es cierto que todo hombre tiene derecho a cambiar, y puede cambiar (y más los cristianos y hombres de fe entienden esto); y aunque en la vida de un protagonista o personaje estos cambios pueden darse por un milagro -elemento en el que creo firmemente-, la sociedad o un país pudiera reconocer tal transformación, pero, ya sea por experiencia de su trayectoria o por el indiscutible hecho de tener razones para cerrar una herida, es necesario que los ciudadanos, y sobre todo los que están aferrado a los recuerdos de sus seres queridos, víctimas “de la estúpida dictadura y de todo lo que ello significó y abarcó”, reciban al menos o para empezar una palabra, de frente, sincera, y con un evidente sentido de arrepentimiento. Un perdón. Quien no sepa hasta ahora de lo que estoy hablando o no conoce la historia, o no tiene memoria, o no le interesa, o no la vivió, o no había nacido o sea lo que sea… para mí no hay motivos para olvidar, menos si es importante para mi país. De hecho, ser panameño no debe ser solo una cuestión de suerte por haber nacido en el territorio, sino de convicción y de amor por la patria. Patria, una palabra que muchos pueden mencionarla, pero tal vez vacía, sin un significado claro o sin sentido. El pasado miércoles, en medio de la espera de la decisión de la justicia sobre la suerte de la extradición o no de Manuel Antonio Noriega, éste –quien logró el adjetivo de “hombre fuerte” no por méritos sino por circunstancias geopolíticas y porque lamentablemente en esta vida puedes encontrarte con gente que no razonan o no quieren razonar y con quienes cual “rémoras” aprovechan para “lambonear” a fin de sacar ventaja por encima de los demás (aunque debo admitir que también hubo quienes sí creían en un país y por error siguieron un falso líder)- dijo, según medios internacionales, que quería “regresar a Panamá sin odios ni rencores”. Y por si fuera poco que “mi propósito es regresar a Panamá y demostrar mi inocencia”, pues se han llevado a cabo “juicios en ausencia a mi persona sin asistencia jurídica”. Confieso que mi primera impresión al leer esas citas fue la de indignación, pero de una forma tal que si lo hubiera tenido de frente a lo mejor hubiera soltado una izquierda; sin embargo, tal vez no me hubiera atrevido, no por cobarde, sino porque en mi humilde familia, por sobre todo, se me enseñó a respetar a la gente y a los mayores, y porque a lo mejor por un golpe quedo metido en un lio cuidado que peor. La cuestión es… ¿Le habrá servido de algo siquiera al MAN –paradójicamente abreviatura de todo su nombre que en inglés significa hombre- haber estado en prisión desde su captura o desde los sucesos de la invasión que en este diciembre próximo se cumplirán 22 años? Me perdonan si no coincido con quienes leen esto, pero me parece que no. Acaso olvidó que hace más de 20 años dejó de tener el poder terrenal y solo el poder terrenal –porque hasta se atrevió a decir en su momento erróneamente que “si Dios está conmigo, quien puede contra mi”- y no puede decirle al país lo que tiene que hacer o cómo tiene que tomar las cosas. Señor MAN ni usted ni nadie de los que estuvieron en su círculo cercano puede decirle al país quiero “regresar a Panamá sin odios ni rencores”. Usted no está en condiciones de pedir eso después de todo lo que sufrió el país, después de toda la sangre de hombres, mujeres y niños, inocentes producto de sus acciones y que –afortunadamente- nadie me tuvo que contar porque para entonces ya razonaba, sentía y comprendía el trago amargo que pasaba mi país y mis compatriotas que valiente y osadamente se atrevieron a encarar la “estúpida dictadura”, que sí

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sería bueno que usted como artífice explicara, ya que lo aplicó, desde su punto de vista su concepto, visión, beneficio o potencial, si es que los hay (para mí no), porque aún hay países donde pueblos siguen luchando por su libertad. Usted, hasta ahora, no ha pisado suelo patrio, y si ese es el comienzo que quiere darle, a la regresión de la historia que usted representa, diciendo “regresar a Panamá sin odios ni rencores”, esa no es manera de tratar a un país que quedó en la ruina y en el dolor, pero que, gracias a Dios y a verdaderos panameños, pudo levantarse entre las cenizas. Con qué propósito o bajo qué augurio usted se atreve a señalar que “mi propósito es regresar a Panamá y demostrar mi inocencia”. ¿Se atribuye la inocencia de las víctimas de su régimen o los que perdieron la vida en la infame invasión? ¿Cuál inocencia? Deje que la justicia del país que usted pisoteó decida su condición, de hecho ya la decidió. Usted dice que se llevaron juicios en su ausencia y sin asistencia jurídica. ¿Y qué esperaba, que la justicia panameña se cruzada de brazos, sonando los dedos sobre la mesa por 22 años, mientras los panameños demandan con justificada y soberana razón justicia? Si quienes vinieron a buscarlo con una invasión innecesaria, desproporcionada y cruel, se tomaron la libertad de juzgarlo por los cargos que consideraron pertinentes. Tengo mucho que decir, pero debo concluir, porque para que sepan, usted y sus seguidores –que ahora no admiten culpa alguna- que lo entendieron tarde, todo tiene un final. Y sin ánimos de ofender la historia o personajes de otros países, MAN, no me hable de “Dreyfus” -en referencia al capitán francés Alfred Dreyfus acusado de traición a fines del siglo XIX antes de ser declarado inocente- al que usted mencionó para comparar su caso. Hábleme de mi país y de lo que pasó en todos los años de dictadura. Yo sé lo que vi y escuché. Dígame su versión. Y ojalá lo haga en algún momento su antiguo círculo. Por el bien del país, y no para cerrar el este trágico capítulo, sino para poder pasar la página y mermar, si es posible, el tormento que recuerda un país y muchas familias, y aún no superan del todo quienes perdieron sus seres queridos, verdaderos héroes que lucharon por la patria, y para quienes dejo en el aire el siguiente grito, conocido por todos, pero con un significado especial para mí, ojalá lo compartan: ¡Viva Panamá, carajo!

Seudónimo

H.O.M.B.R.E.

Hermanos Osados y Mujeres Beligerantes los Recordamos Eufóricamente (H.O.M.B.R.E.)