Casa tomada de Julio Cortázar

Uno de los cuentos más conocidos de Julio Cortázar es Casa tomada. Este cuento aparece por

primera vez en una revista de 1946 y pertenece al libro de cuentos Bestiario de 1951. De poca extensión,

centra su universo en la relación de dos hermanos (Irene y el narrador del que se desconoce su nombre)

con la casa familiar donde habitan.

Desde su comienzo, Cortázar privilegia la Casa pues abre de inmediato el relato, vinculando ese

espacio con los recuerdos familiares de antecesores y con las actividades diarias que realizan los

hermanos. Cuando el narrador describe esas actividades de limpieza, almuerzo e inclusive como podría

la Casa haber sido la causa de la soltería de él y de su hermana, Cortázar otorga a ese espacio una

esencia de sistema o fenómeno que concentra un poder para incidir y contener relaciones, vínculos y

comportamientos.

Posteriormente en el relato, el narrador habla de su hermana Irene. En su descripción nos

presenta una mujer pasiva que pasa sus días entre la limpieza de la casa y el tejido, actividad que deleita

a su hermano y que se puede asociar a la imagen mitológica de Penélope, quien teje y desteje para

eludir el cambio. Esta faceta, ciertamente puede ser indicio de algo que se está gestando pero que los

hermanos procuran bloquear. Igualmente, el hermano al reseñar la actividad de Irene, menciona que

era él quien iba los sábados a comprar la lana, y en esos momentos aprovechaba para recorrer las

librerías buscando literatura francesa. Esta confesión puede situar coordenadas de una evasión de la

realidad local o de país, pues si no era literatura francesa, no había lectura para él.

Seguidamente hay una descripción de la Casa y sus espacios para marcar dos zonas en ella, la

que es habitada por los hermanos y la alejada que sólo es visitada para la limpieza. En esta descripción,

asoma la primera referencia de los personajes acerca de la exterioridad de la casa o de la ciudad de

Buenos Aires. El narrador menciona que hay demasiada tierra en el aire y que si la ciudad de Buenos

Aires es limpia, se lo debe exclusivamente a sus habitantes. Esta sentencia deja entrever, sin hacer

mención directa, que cualquier otro sistema de gestión de la ciudad, es ineficiente o inexistente y es

mirado con desdén por el personaje.

Después de esta descripción, ocurre el primer suceso extraordinario que rompe con la lógica

hasta ahora planteada por el escritor. El hermano advierte ruidos en el otro lado de la Casa, “como un

volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación”. En ese momento él cierra la

puerta que comunica ambas partes de la casa, bloqueando el acceso a eso que acecha. La imagen de la

silla volcada y el susurro de conversación, suspende la idea de desajuste de un orden con una intención

vedada. Cuando el narrador le cuenta a su hermana el suceso, de inmediato ella plantea la necesidad de

vivir en adelante, sólo en esa parte de la casa. Lo que en un primer momento se asomaba como indicios

de resistencia a algo o a una realidad ubicada en el exterior de la Casa, es ahora ubicada dentro de ella,

siendo probablemente un recurso del escritor, no sólo para romper la representación de la realidad e

incorporar la fantasía al relato, sino una manera de plantear la coexistencia espacial de la realidad que

traspasó la seguridad del hogar, y que los personajes se resistían ver o escuchar.

Luego del suceso, el narrador cuenta como incidió en sus vidas circunscribirse a una sola área de

la casa. Objetos que quedaron del otro lado, menos trabajo, más horas libres, donde ella seguía tejiendo

y él ahora disfrutaba de revisar la colección de estampillas de su padre. Resalta que luego de esa

descripción, el narrador manifiesta que estaban bien porque poco a poco dejaban de pensar y que se

podía vivir sin hacerlo. Sin duda, el acto de rechazo, de negación a algo, resuena con esas referencias. Lo

que sigue sin aclararse, es exactamente a que se resisten estos personajes. La negación, vuelve a

pincelarse cuando el narrador al hablar de los ruidos de la Casa, menciona que en la cocina y baño (que

colindan con la zona tomada), los hermanos hablan más fuerte o Irene canta canciones de cuna para

amortiguar los ruidos del otro lado.

Finalmente, una noche en la que el narrador va por un vaso de agua, se percata en la puerta del

dormitorio, que los sonidos ahora vienen del mismo lado donde ellos están. Irene que tejía en ese

momento y alcanza a ver la inmovilización de su hermano, se acerca a escuchar. Él apretó el brazo a

Irene y salieron corriendo sin llevarse nada. Fue una huida de amenaza o emergencia, a las once de la

noche. Ya afuera de la Casa y con la puerta cerrada, el narrador decide tirar la llave por una alcantarilla

para evitar que alguien entrara a robar con la Casa tomada. Este final, despierta desconcierto pues la

decisión de los hermanos es huir sin tomar previsión alguna y a consecuencia de algo que nunca fue

develado en su totalidad. Resalta la huida de emergencia, que no acepta titubeos o dudas.

Absolutamente todo es dejado, a excepción de lo llevado encima. Hay algunos críticos que comparan

esta salida a la expulsión de Adán y Eva del paraíso, inclinándose por la explicación de relación

incestuosa entre los hermanos. Sin embargo, la impronta inicial de la Casa como sistema que organiza y

establece vínculos y formas de vida, sugiere que un cambio se está dando en su seno, pues no hubo un

bloqueo con el exterior o se hizo mención que desde el afuera hubiese una amenaza latente. A su vez

los individuos que participan en ese sistema, se resisten o niegan lo nuevo, encarnado en la actividad del

tejido (que ambos hermanos comparten directa o indirectamente), bloqueando el contacto hasta el

extremo de huir y tirar la llave por una alcantarilla. Esa última acción sugiere que los hermanos no están

dispuestos a volver o que la Casa tomada es ahora un lugar o sistema que no logran vivir en él.