Casa Tomada (Critica)

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Un acercamiento a diferentes interpretaciones de “Casa tomada” de Julio Cortázar En “Casa tomada” 1 , como en muchos otros cuentos de Julio Cortázar, un elemento fantástico es introducido por el 1 “Casa Tomada” de Julio Cortázar aparece por primera vez en 1946 en los Anales de Buenos Aires, revista literaria publicada por Jorge Luis Borges. Más tarde, este cuento junto con otros siete pasa a integrar Bestiario, la primera colección de cuentos de Cortázar publicada en 1951.

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Un acercamiento a diferentes

interpretaciones

de

“Casa tomada” de Julio Cortázar

En “Casa tomada”1, como en muchos otros cuentos de Julio Cortázar, un elemento

fantástico es introducido por el autor mediante la incursión de un hecho insólito e

inexplicable dentro de circunstancias aparentemente normales. En el caso de “Casa

tomada”, de un día para el otro la tranquilidad de un domicilio se ve alterada por sucesos

inexplicables y aterradores. Al asombro inicial le sucede el miedo y, de a poco, los

miembros de esa familia (Irene y el hermano) asumen esta cruda realidad: la casa en la

que viven está tomada por un “otro” (desconocido por todos, incluso para el lector) y es

esta condición la que hace la situación intrínsecamente temible.

1 “Casa Tomada” de Julio Cortázar aparece por primera vez en 1946 en los Anales de Buenos Aires, revista literaria publicada por Jorge Luis Borges. Más tarde, este cuento junto con otros siete pasa a integrar Bestiario, la primera colección de cuentos de Cortázar publicada en 1951.

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La historia es—aparentemente—simple: dos hermanos viven solos en una casona

que ha estado en la familia por generaciones de antepasados. Alguien o algo (presentado

como un sonido) toma la casa sin encontrar resistencia alguna por parte sus dueños que

en últimas no hacen más que cerrar las puertas y abandonar el mundo de sus antepasados.

En la historia se pueden definir dos partes y cuatro eslabones narrativos. En la primera

parte se describe la casa y la vida de los hermanos; en la segunda, la toma sucesiva de la

casa y la forma en que la vida de los hermanos cambia. Los cuatro eslabones narrativos

son: la casa como escenario o espacio donde transcurre el relato, la vida de los hermanos

en ella, la aparición de un conflicto personificado por los ruidos, y finalmente, la

expulsión de los hermanos de la casa.

El título “Casa tomada” nos informa que la casa no sufre una invasión, sino un

verdadero acto de posesión y desalojo. La toma de la casa representa el fin del orden

cerrado provocado por la presencia de invasores misteriosos, de los cuales el lector sólo

sabe que son diferentes – por eso son temidos – que no funcionan en el mismo ámbito de

los hermanos, y que su mera presencia en la casa asegura su posesión. Los hermanos,

seres hechos para no molestar a nadie, quedan excluidos de ese orden nuevo que

transforma su casa, castigados por su pasividad y falta de iniciativa. Este ataque al orden

establecido y cómodo de los hermanos podría interpretarse como un ataque al status quo;

una crítica a una sociedad oligarca y anquilosada e indolente. Podría verse como un coup

d’etat simbólico contra una minoría parásita que no produce, no aporta nada a nivel social

puesto que “todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba”.2

En “Casa tomada”, se ve el orden pacientemente defendido del tiempo y la

circunstancia, representado por la casa silenciosa e inútil donde viven los dos hermanos

matando el tiempo. En esa morada de gruesas puertas de caoba, de cuartos periódica e

inútilmente desempolvados, entra el invasor presentado como un “sonido [que] venía

impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de

conversación” pero no sabemos qué o quién es (109).

2 Julio Cortázar, Cuentos completos., Alfaguara, Madrid, 1994, Pág.108.

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La reacción de los pasivos hermanos es acaso previsible: la retirada hacia los

aposentos interiores de la casa, el abandono de viejas y queridas tareas, y de objetos

como los libros de literatura francesa, un par de pantuflas, la pipa de enebro y una botella

de Hesperidina. Los hermanos se retraen en sí mismos como el caracol. Si se observa el

texto, la vida de los hermanos sigue adelante plácidamente en una negación un tanto

naife. Hacen ruido para ignorar la presencia del invasor, y restringen su existencia a

deambular solamente en la cocina, el dormitorio y el baño, y a actividades minimamente

indispensables para prolongar la vida, y los pasatiempos: el tejido hecho y rehecho de una

Penélope y el eterno revisar de la colección filatélica. El hermano, y narrador solitario,

continúa dedicándose a no hacer nada salvo ayudar con las tareas de limpieza de la

casona. Sus salidas al mundo se justifican con la compra de lana para la hermana que

tejerá y destejerá prendas que nadie usará, y con sus preguntas inútiles sobre libros que

nunca llegarán puesto que, como él ya lo sabía, “desde 1939 no llegaba nada valioso a la

Argentina” (107), por la guerra que se trata de ignorar.3

Un tema importante en el cuento es el silencio. La casona era “profunda y

silenciosa”, las actividades de los protagonistas eran silenciosas: Irene tejía y su hermano

leía, la miraba o estudiaba estampillas, era el de ellos “un simple y silencioso matrimonio

de hermanos” (107). El silencio es roto – y sugerentemente es cuando hay dialogo—por

la invasión de ruidos que funciona como un elemento narrativo que aporta la tensión en el

relato.

Los hermanos no compran otra cosa que lana quizás para seguir tejiendo la

mórbida trama que los protege de la conciencia y del mundo. En realidad no tienen en su

casa nada cuya pérdida desquicie sus vidas porque en última instancia lo que realmente

cuenta para ellos es su genealogía. En ella están sus raíces y quizás su razón de ser; en

ella habitan y no han hecho nada por perpetuarla, ni piensan hacerlo. Sienten la

superioridad que está fundada en la sangre heráldica de sus antepasados, por eso no se

han “mezclado”. La casona genealogía no los dejó casarse y les reclama endogamia: una

clase de autoerotismo que sólo se complace consigo misma. Es por eso que “entramos en

3 Esta acción de ignorar la guerra funciona de manera paralela o similar a la acción del cuento, es la misma táctica que utilizan los hermanos para continuar una vida “normal” dentro de una situación de temor.

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los cuarenta con la inexpresada idea que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de

hermanos era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos de

nuestra casa” (107).

Las posesiones más queridas de los hermanos son realmente el orden, la rutina y

su pasividad; toda una realidad que se ven forzados a redefinir. Tienen que re-crear el

orden a fuerza de privaciones de tipo vital, de reemplazar la acción de una vida normal

por la rutina de la limpieza inútil, y de las comidas calientes por platos fríos. Sitiados por

los productores de esos ruidos extraños que los amenazan, los hermanos son desalojados

por esa presencia audible. En el momento final, cuando los dos abandonan la casona, es

un inevitable acto de arrojo. Son forzados a abandonar una vida protegida, también dejan

dinero y el protector tejido de Irene.

Frente a la situación de invasión por un “otro”, los hermanos optan por la huída

sin siquiera tratar de proteger o defender su orden. Lo hacen ante la amenaza de lo

desconocido, quizás porque intuyen que puede resultar insoportablemente conocido. Ya

no habrá tejido que valga frente a esos ruidos que quizás sean en realidad pulsiones

desbordadas del deseo, la frustración o la culpa (probablemente todo junto) sobre las que

se ha perdido el control. Será inútil tratar de limpiarlas, de seguir disfrutando esa

engañosa sensación de poder que les da el pensar cómo les bastaba “para mantenerla

limpia” (107). Es precisamente por eso que en la huida Irene descubre que “los ovillos

habían quedado del otro lado” y entonces “soltó el tejido sin mirarlo” (111). Ya no hay

pulóver negador con que cubrirse, ni voluntad de tejerlo y sólo cabe salir a la

intemperie/realidad de lo recién asumido, sea esto lo que sea.

A nivel de crítica, “Casa tomada” es un clásico en la literatura de ficción y ha sido

analizado por numerosos críticos y estudiosos quienes han dado una variedad de

interpretaciones. A nivel socio-político por ejemplo, diversos estudiosos han interpretado

el cuento como “una alegoría al peronismo” y relacionan la trama de la historia con el

ascenso de las masas populares a través del primer peronismo (1945-1955) y ven en la

pareja de hermanos el resabio de una clase adinerada, anquilosada y decadente.4 Los

4 Sosnowski, pág. 23

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ruidos amenazadores se ven como esa fuerza extraña que invadía a la oligarquía de

Buenos Aires en su moral y tranquilidad. 5

Malva E. Filer, por su parte, es de la opinión que los personajes de Cortázar se

enfrentan ante lo insólito sin estar preparados para la destrucción del mundo que les es

familiar. Los protagonistas de “Casa Tomada” “se niegan a reconocer la presencia de un

elemento inexplicable y tratan, contra toda lógica, de asimilarlo a lo normal”6 Es así

como establecen un patrón de resistencia pasiva, adaptando sus rutinas en la medida que

les permita seguir adelante con su vida. Se “achican” y se conforman con esta

circunstancia buscando, cobardemente si se quiere, razones para sentirse hasta aliviados,

“…también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose

tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos

cruzados…Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Nos

divertíamos mucho, cada uno en sus cosas…” (110). Lamentablemente pronto se darán

cuenta de que es inútil luchar – aunque sea pasivamente – contra esos ataques del

exterior. Filer sugiere que quizás Cortázar ha querido mostrar en los personajes “la

imposibilidad de una libertad interior, ya sea en su versión estoica o en la del

existencialismo sartreano” (39).

Por su parte, Jean L. Andreu sugiere que “la vida de claustro que los hermanos

han elegido voluntariamente evoca la vida conventual; las ocupaciones domésticas

componen un rito puntual”.7 Esto se comprueba por la falta de interés de los hermanos

por la vida “de afuera” y por las rutinarias ocupaciones como tejer y hacer la limpieza,

procurarse un plato de comida y retraerse a sus habitaciones. El celibato que se han

impuesto y el silencio reinante también ayudan a ese clima de vida conventual.

Según Andreu, el texto además admitiría otra interpretación, “la vida apacible de

los dos hermanos en la casa-madre evoca irresistiblemente la vida fetal…los signos

anunciadores, la expulsión convulsiva de los hermanos, que no comprenden lo que pasa,

que lo aceptan como una fatalidad y que se reencuentran en la calle desamparados: la 5 Saúl Sosnowski, J.C., una búsqueda mítica, Buenos Aires, Noe, 1973, pág. 102-1046 Malva E. Filer, Los mundos de Julio Cortázar., Nueva York, Las Américas, 1970, Pág. 39.7 Jaime Alazraki, En busca del unicornio: Los cuentos de Julio Cortázar, Madrid, Editorial Gredos, pág. 133.

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angustia de un parto doloroso. E Irene, en su último gesto, cortará el cordón umbilical”.8

Según esta interpretación, los personajes habitan dentro del vientre materno de la casa

viviendo, mejor dicho flotando en un estado de limbo. En el momento que son

expulsados – en el parto – es cuando se enfrentan con la realidad. Andreu acepta además,

la tesis de otros autores que ven en este cuento una relación incestuosa9, haciendo la

salvedad de que no hay en el texto ninguna prueba de que se trate de incesto, aunque todo

en el mismo lo insinúe. Un elemento sugerente, quizás perturbador en el texto – y que da

pie a este tipo de lectura crítica – es la tímida oposición de los hermanos a la inminente e

inevitable toma de la casa. El lector espera de los protagonistas una mayor oposición, una

lucha para preservar lo que ha sido de la familia por generaciones y el lugar donde

encuentran protección. Sin embargo, ellos no reaccionan como era de esperarse o según

lo ordenaría el sentido común, abriendo así, la puerta de la sospecha. El hecho de que

ellos no actúen como el lector lo habría hecho, insinuaría que hay “algo más”. Ellos

huyen de lo que al lector se le escapa, y es por eso que “Casa tomada” tiene tantas

interpretaciones.

Otro elemento que favorece las numerosas interpretaciones sobre el cuento es que

el lector no puede identificar al misterioso invasor. ¿Quién es ese otro? Intuimos que es

una fuerza maléfica y desconocida. ¿Qué misteriosa fuerza puede adueñarse de ese

espacio real que es la casona? Como se estableció previamente, los hermanos no ofrecen

sino una débil resistencia al seguro usurpador, aceptan su presencia y no buscan descubrir

su naturaleza. La ambigüedad del cuento es tal que el lector puede interpretar libremente

que el invasor es algún proletario justiciero o quizás necesitado, algún antepasado en

busca de venganza, una inhibición liberada o el castigo por algún pecado cometido (y ese

pecado podría ser desde la sugerente e “incestuosa” relación de los hermanos hasta el

castigo por tanta apatía, etc.)

Jaime Alazraki en su libro En busca del unicornio: Los cuentos de Julio Cortázar

nos presenta una diferente interpretación, señalando que la plácida vida de los hermanos

8 Ibid, ibid.9 Néstor García Canclini, Cortázar, una antropología poética Buenos Aires, Nova, 1968, Pág. 22.

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en la casona (sin problemas, haciendo casi nada y sin necesidades), nos recuerda a la vida

de Adán y Eva en el Jardín del Edén. En el texto el hermano declara que:

No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses nos llegaba la plata de los campo y el dinero aumentaba. Pero a Irene solo la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa, y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, las agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso (143). Según esta interpretación, la toma de la casa-Edén es comparable al mandato de

expulsión del Paraíso. Siguiendo este razonamiento, los hermanos, como Adán y Eva,

aceptan la situación con resignación, “entonces… tendremos que vivir en este lado”. Más

tarde viene la expulsión definitiva cuando son arrojados a la fría realidad de la vida del

afuera, del común de las gentes. Es así como la casa tomada se transforma en una

metáfora del paraíso perdido.

Alazraki traza un paralelismo entre el relato bíblico y “Casa tomada” y de ahí se

desprende que las secuencias en ambos casos son semejantes excepto que en “Casa

tomada” hay un eslabón ausente, el de la culpa:

Paraíso Adán y Evadesobediencia (fruto prohibido, serpiente)condena (expulsión del Paraíso)

Casa Irene y el hermano X (no hay desobediencia)condena (expulsión de la casa) (145)

La diferencia entre los dos textos es que en “Casa tomada” aparentemente no hay

culpa o por lo menos el texto no la insinúa pero tampoco la niega. Inocentes o culpables

de un delito que no dilucidaremos en el texto, los hermanos aceptan su destino.

Respecto a la interpretación que ve a los hermanos como una pareja incestuosa, es

necesario analizar primero las circunstancias que favorecen esta interpretación y las

expresiones del narrador que nos hacen llegar a esa posible conclusión. Los personajes

sienten claramente la influencia ejercida por la casa y la larga genealogía familiar que la

ha habitado. Es el narrador quien dice – como ya fue mencionado anteriormente—que la

casa no los ha dejado casarse, lo que expone el estado de aislamiento que les impide salir

al exterior, a la sociedad y así se podría inferir que los hermanos están atrapados en la

casona.

Debemos reconocer que la clase alta porteña ha tendido a aislarse sobre todo en

momentos en que gobernaban sectores populares, como es el caso del momento que el

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autor describe en este relato. Por ello no es descabellada la creación de estos personajes

ni sus actitudes. Ellos pertenecen a una clase social con antiguos dineros que se ha

anquilosado, que resiste negando la posibilidad de una sociedad proletaria. Resisten a

través del miedo, la negación y el “de eso no se habla”. Todavía ahora muchas casonas de

los barrios adinerados de Buenos Aires (Palermo Chico, Barrio Norte) son habitadas por

parejas de hermanos que viven y envejecen como matrimonios, como núcleos cerrados

que no permiten la “contaminación” con el “otro” al que seguramente consideran inferior.

La pareja de hermanos de “Casa tomada”vive aislada. Cada movimiento de uno

de sus miembros es monitoreado por el otro, y hasta se podría decir que cada hermano ve

el mundo a través de los ojos del otro. El afecto que se prodigan es lo que lo hace un

“simple silencioso matrimonio de hermanos”, y es este afecto el que sugiere una latente

relación incestuosa. Todas las expresiones del narrador en los dos primeros párrafos son

en plural: “Nos gustaba la casa… nos habituamos Irene y yo… hacíamos la limpieza…

almorzábamos a mediodía…nos resultaba grato… llegamos a creer… nos

moriríamos…” (107) Luego pasa a hablar de Irene y de la casa, porque según él “yo no

tengo importancia” (109).

Cuando el narrador habla de Irene (utiliza casi dos párrafos completos al principio

de la historia) lo hace con palabras tiernas, “Irene era una chica nacida para no molestar

a nadie…” (107), justifica su tejer y retejer al decir, “me pregunto qué hubiera hecho

Irene sin el tejido…” (108), y ni siquiera critica el descubrimiento de “una cómoda de

alcanfor llena de pañoletas blancas, verdes, lila” (108) Luego admira – como un

enamorado lo haría – la habilidad de su hermana, “… mostraba una destreza maravillosa

y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados…era hermoso”

(108). Más adelante, comenta la forma de dormir y soňar de su hermana. Es en este

comentario, donde nuevamente comienza a hablar en plural y en forma íntima:

(Cuando Irene soňaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán, que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios) (110).

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No es casual entonces, el momento en que ocurre la “toma” de la casa. No es

casual que ésta ocurra de noche, porque es precisamente de noche cuando el ruido – y

porque no el silencio—cobra mayor importancia, pues como el narrador nos lo dirá más

adelante, “de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa” (110). Si unimos las ideas

de los sentimientos reprimidos, los sueños sacudones y los “mutuos” insomnios, y nos

remitimos a la teoría de los sueños de Sigmund Freud, veremos que la auto-censura es

más débil durante el sueño – que generalmente tiene lugar de noche – permitiendo la

comunicación entre el conciente reprimido y el inconsciente que busca la liberación. De

esta manera podríamos decir que los ruidos son expresiones del inconsciente reprimido a

punto de estallar.

Sin embargo, tras la primera “toma”, el relato nos describe cómo era la vida de los

hermanos y al margen de haber perdido algunas cosas, la situación no parece

preocuparles demasiado ni alterar su forma de vida e incluso saben buscarle ventajas. Los

hermanos parecen seguir viviendo en un estado de inconsciencia. Como lo dice el

hermano al final de esa parte del relato, “estábamos bien, y poco a poco empezábamos a

no pensar. Se puede vivir sin pensar” (110) La pregunta que el lector se podría hacer, sin

embargo, es ¿dejar de pensar en qué?

¿Por qué no asumir, entonces, que quizás los ruidos están presentes solamente en

el inconsciente de los hermanos; que es de eso de lo cual no se quiere pensar, y que son

estos ruidos los que empujan a los personajes fuera de la casa liberándolos así de tanta

represión interna. Dicho de otra manera, lo reprimido sale a la superficie, a la conciencia

representada por la calle. Esta aceptación—o toma de conciencia – justificaría el que

Irene se permita soltar su querido tejido de Penélope que había quedado del otro lado de

la puerta cancel, y que al dejarlo no lo mire siquiera. Otro punto que apoyaría la idea de

una toma de conciencia por parte de los personajes es la escena final en la que el hermano

rodea la cintura de Irene con su brazo, tocando por primera vez a su hermana en el relato.

Hilando un poco más fino, podríamos decir que la puerta cancel es el límite entre lo

imposible y lo posible, entre la represión y la liberación de los sentimientos.

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Néstor García Canclini sugiere que “es la riqueza del cuento la que desborda la

simple fascinación y sugiere tantas interpretaciones”10 Por ello, y de acuerdo a como se

mire, la invasión de los ruidos puede simbolizar la presencia obsesiva de los antepasados,

la declinación de una clase social y la falta de coraje para enfrentar a una nueva realidad

social, el inconsciente reprimido que busca su liberación, y otro sinnúmero de

interpretaciones. Lo cierto es que la maestría de Julio Cortázar brinda a sus lectores una

historia que a cada paso presenta pistas diferentes que conducen a conclusiones

diferentes, y que los obliga a comprometerse con la historia, es decir, a no ser pasivos

lectores.

En el mundo cortaziano, y en el caso particular, de “Casa tomada”, la realidad

cotidiana comienza a resquebrajarse sin sentirlo y a ceder a presiones ocultas que la

empujan a lo extraordinario. Pero esta realidad no se sumerge de lleno en esas aguas; se

mantiene en una suerte de intermedio, tenso y desconcertante, en un territorio en el que

lo real y lo fantasioso se tocan pero no se mezclan. Es por eso que muchos de los cuentos

de Julio Cortázar pueden ser considerados tanto realistas como maravillosos.

Y si Cortázar es único, como lo indica Mario Vargas Llosa en su prólogo a los

Cuentos Completos de Cortázar, “Lo que diferencia a Cortázar de un James, de un Poe,

de un Borges o de un Kafka, no es la ambigüedad ni el intelectualismo, que en aquél son

propensiones tan frecuentes como en éstos, sino que en las ficciones de Cortázar las más

elaboradas y cultas historias nunca se desencarnan y trasladan a lo abstracto, siguen

plantadas en lo cotidiano y lo concreto y tienen la vitalidad de un partido de fútbol o una

parrillada” (19)

10 Néstor García Canclini, Cortázar, una antropología poética, Buenos Aires, Nova, 1968, pág. 22

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