Casiodoro de Reina

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Biblia de Casiodoro de Reina La Biblia de Casiodoro de Reina; conocida como la Biblia del Oso fue publicada en Basilea, Suiza el 28 de Septiembre de 1569. Esta obra tiene la figura de un oso en la portada que está parado junto a un árbol. Esta Biblia está vertida directamente de los textos originales hebreo y Griego. Ha sido tan aceptada por el pueblo cristiano de habla castellana que hasta hoy sigue siendo la favorita dentro del pueblo de Dios por casi cuatro siglos. Y esta Biblia es la que Dios mismo ha utilizado para ganar más almas que cualquier otra versión. Cada año se distribuyen en América Latina más de 20 millones de Biblias basadas en esta maravillosa traducción. Esta obra ha sido sometida a muchas revisiones como la del señor Valera amigo de Reina quien hizo la primera revisión y luego muchas otras. La última en 1995 por Sociedades Bíblicas Unidas. Actualmente se conoce como la Biblia Reina-Valera. Casiodoro de Reina nació en Sevilla España en 1519 0 1520 y estudió para sacerdote y se convirtió en un predicador del evangelio. A causa del evangelio se vio obligado a huir de su tierra natal y se estableció en Ginebra y luego se dirigió a Francfort Alemania. El deseo de dar a conocer el evangelio a sus compatriotas hizo que empleara doce años para traducir las sagradas escrituras al castellano. Dicho proyecto lo terminó en 1567, como ya mencionamos, esta maravillosa obra la publicó en 1569. Casiodoro de Reina 1. Primer traductor de la Biblia. Nacido en Montemolín (entonces Reino de Sevilla, actualmente Extremadura) en 1520 aprox. y fallecido en Frankfort en 1594. Con otros, abandonó el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, próximo a Sevilla, en

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Biblia de Casiodoro de Reina

La Biblia de Casiodoro de Reina; conocida como la Biblia del Oso fue publicada en Basilea, Suiza el 28 de Septiembre de 1569. Esta obra tiene la figura de un oso en la portada que está parado junto a un árbol. Esta Biblia está vertida directamente de los textos originales hebreo y Griego. Ha sido tan aceptada por el pueblo cristiano de habla castellana que hasta hoy sigue siendo la favorita dentro del pueblo de Dios por casi cuatro siglos. Y esta Biblia es la que Dios mismo ha utilizado para ganar más almas que cualquier otra versión. Cada año se distribuyen en América Latina más de 20 millones de Biblias basadas en esta maravillosa traducción. Esta obra ha sido sometida a muchas revisiones como la del señor Valera amigo de Reina quien hizo la primera revisión y luego muchas otras. La última en 1995 por Sociedades Bíblicas Unidas. Actualmente se conoce como la Biblia Reina-Valera. Casiodoro de Reina nació en Sevilla España en 1519 0 1520 y estudió para sacerdote y se convirtió en un predicador del evangelio. A causa del evangelio se vio obligado a huir de su tierra natal y se estableció en Ginebra y luego se dirigió a Francfort Alemania. El deseo de dar a conocer el evangelio a sus compatriotas hizo que empleara doce años para traducir las sagradas escrituras al castellano. Dicho proyecto lo terminó en 1567, como ya mencionamos, esta maravillosa obra la publicó en 1569.

Casiodoro de Reina

1. Primer traductor de la Biblia. Nacido en Montemolín

(entonces Reino de Sevilla, actualmente

Extremadura) en 1520 aprox. y fallecido en Frankfort

en 1594. Con otros, abandonó el monasterio jerónimo

de San Isidoro del Campo, próximo a Sevilla, en

1557, al descubrirse la comunidad protestante

sevillana, fijando su residencia en Ginebra. Su deseo

de ponerse a salvo del Santo Oficio, diferencias con

sus nuevos correligionarios, las intrigas de Felipe II

(que puso espías cerca de él y precio a su cabeza),

necesidades económicas, la política española en

Flandes y la impresión de su traducción de la Biblia -

la primera completa al castellano de los originales - le

obligaron a cambios constantes de domicilio. Así lo

vemos en Frankfort, Londres, Amberes, Bergerac,

Castillo de Montargis, Basilea y Estrasburgo.

2. Como traductor, se le debe la conocida como Biblia

del Oso (Basilea, 1569) y la traducción al francés de

Historia Confessionis Augustanae (Amberes, 1582).

Fue el autor de la Declaración o Confesión de Fe

hechas por ciertos fieles españoles, que huyendo de

los abusos de la Iglesia Romana y la crueldad de la

Inquisición de España, hicieron a la iglesia de los

fieles para ser en ella recibidos (Frankfort, 1577); de

comentarios a porciones de los Evangelios de San

Juan y San Mateo (aparecidas en latin en 1573,

Frankfort) y de un Catecismo (1580), publicado en

latín, francés y holandés. También redacto unos

Estatutos para una sociedad de ayuda a los pobres y

perseguidos, en Frankfort, que ha llegado hasta

nosotros.

3. En el Auto de Fe de la inquisición de Sevilla, el 26 de

abril de 1562, fue quemado en efigie y figuró en el

Indice como autor de primera clase.

4. Al morir le sucedió en el pastorado de la comunidad

luterana de habla francesa en Frankfort uno de sus

hijos, Marcos. Allí se conserva un retrato suyo al óleo

que reza así: "Casiodoro de Reina, nacido en

Sevilla..."

La Biblia de Casiodoro de Reina es la primera Biblia completa impresa en lengua

española y también la única traducción protestante hoy existente, pues en la mal llamada

Biblia de Cipriano de Valera (Amsterdam 1602) el nuevo editor se limitó,

como abajo explicamos, a cambiar el orden de los libros y a añadir o quitar notas

marginales, con alteraciones cuantitativamente mínimas del texto bíblico fijado por el

primer traductor, cuyo nombre viene además ostentosamente silenciado en la portada.

Este silencio se explica por la enemistad de más de treinta años que el superortodoxo

calvinista Cipriano de Valera sintió con su antiguo maestro en el convento jerónimo de

San Isidro del Campo extramuros de Sevilla, por haberse negado Casiodoro a someter

su traducción de la Biblia a la censura de los eclesiásticos de Ginebra. Pero partamos de

más atrás, pues la historia del protestantismo español está aún por escribir.

Casiodoro de Reina (propiamente habría que escribir Reyna, como él mismo firmaba y

Valera le nombró) era considerado en Sevilla como el maestro indiscutido de la naciente

comunidad evangélica. De todos los frailes de San Isidro del Campo que en 1557

huyeron de Sevilla y se dirigieron a Ginebra, fue Casiodoro de Reina el único que no

tuvo que hacer estudios suplementarios de teología bajo Théodore de Bèze en Lausanne

y también el único (aparte de Juan de Sosa, un joyero anabaptista de Sevilla, ahogado en

Amberes en 1560) a quien los Inquisidores sevillanos en el Auto de Fe de 23 abril 1562

dieron el honorable título de ‘heresiarca’, es decir, maestro de herejes.

Según testimonio de los mismos inquisidores Casiodoro había propagado con mucho

éxito la doctrina evangélica entre los seglares de Sevilla (interrogatorio de María de

Bohorques); basándose sobre documentos hoy desaparecidos, el historiador de la

Inquisición Juan Antonio Llorente asertó ser debida a ‘un Fray Casiodoro’ la súbita

conversion al luteranismo de todos monjes de San Isidro; en su libro ‘Sanctae

Inquisitionis Hispanicae artes’, afirma Casiodoro solamente que fueron dos frailes de

San Isidro a dar ‘inicio a este negocio’, con el resultado que en pocos meses casi todos

los frailes del convento o se habían convertido o al menos simpatizaban con ellos. Uno

de estos iniciantes fue naturalmente el propio Casiodoro, quien por modestia o cautela

silencia aquí su nombre, siendo él (y no Antonio del Corro, como sostenía Vermasseren

y tendía a creer Gordon Kinder) el verdadero autor de este primer gran libro contra la

Inquisición publicado por primera vez en Heidelberg en 1567 bajo el pseudonimo de

Reginaldus Gonsalvius Montanus (cfr. el capítulo sobre Reina en mi libro Spanien und

der Basler Buchdruck, Basel/Stuttgart 1985).

Cuando Casiodoro llegò a Ginebra, forjó el plan de traducir la Biblia completa al

español. Sobre sus planes debiò hablar con Juan Pérez de Pineda, quien acababa a la

sazón de publicar una edición del Nuevo Testamento (Ginebra, Jean Crespin, 1556),

basada sobre la traducción de Francisco de Enzinas (Amberes, P. Mierdman, 1543). A

estos mismos planes aludió Casiodoro seguramente en uno de sus encuentros con

Calvino, quien no dejaría de recordarle, cómo Enzinas le había solicitado cinco años

atrás de intervenir personalmente para asegurar el financiamiento final de la espléndida

Biblia en español que el humanista protestante burgalés estaba terminando de traducir

en Estrasburgo y que a la sazón quería imprimir en Ginebra. Aunque hijo de un

banquero del emperador Carlos V, Enzinas se había quedado corto de dinero, en parte

por confiscación de su herencia y en parte por haber gastado una enorme suma tanto en

la realización de los sescientos grabados contratados al artista Franz Oberritter en

Estrasburgo como en la fundición de los majestuosos y bellísimos tipos de letra

(utilizados posteriormente en la segunda edición en folio real de la Humani corporis

fabrica de Andreas Vesalius, Basilea, J. Oporino, 1555).

Lo que Calvino no pudo contar a Casiodoro fue que la temprana muerte de Enzinas le

había ahorrado al reformador ginebrino la mayor afrenta de su vida: En efecto, de los

libros del Antiguo Testamento hasta entonces por él traducidos, Enzinas no publicó más

que cuatro (Salmos, Job, Proverbios y Sirach), todos en Estrasburgo pero con el falso

pie de imprenta de Lyon, Sebastian Gryphus, 1550. Según las últimas cartas de Enzinas

a Calvino, en el verano de 1552 estaba la traducción de los otros libros casi terminada,

pero el burgalés no hizo alusión a lo más importante: Su traducción no estaba hecha a

partir de los textos originales, sino de la versión latina de Sebastian Castellion, apóstol

de la tolerancia religiosa, amigo íntimo de Enzinas y el hombre más odiado por Calvino

y los calvinistas. La excelente versión en latín clásico de Castellion que fascinó,

además de Enzinas, también al primer adalid español de la difusión de la Biblia en

idioma vulgar, el valenciano Fadrique Furió Ceriol, debió gustar tanto a Casiodoro, que

éste se decidió, a despecho de Juan Pérez, Valera y otros españoles sumisos a Calvino, a

escribir una carta al "docto et pio viro Sebastiano Castalioni".

Sospechoso se hizo Casiodoro a los ultraortodoxos calvinistas de Ginebra por sostener

que también a los anabaptistas se les debía considerar como hermanos, por propagar

entre los refugiados españoles el libro de Castellion sobre ‘que no se debían quemar los

herejes’ y por decir que Miguel Servet había sido quemado injustamente en Ginebra.

Sus enemigos reprocharon a Casiodoro que cada vez que él paseaba delante del lugar de

la hoguera de Servet se le saltaban las lágrimas y cuando se enteraron de que Casiodoro

se marchaba a Inglaterra, para fundar una nueva iglesia española no tardaron en ponerle

el sobriquete de Moisés de los españoles, pues logró llevarse consigo a no pocos de sus

compatriotas.

Llegado a Londres a finales de 1558 Casiodoro organiza allí una Iglesia de lengua

española, aceptando como miembros a italianos y neerlandeses caídos en desgracia en

sus iglesias respectivas. En enero de 1560 redacta la ‘Confesión de fe hecha por ciertos

fieles españoles, que huyendo de los abusos de la iglesia Romana y la crueldad de la

Inquisición d’España hizieron a la Iglesia de los fieles para ser en ella recibidos por

hermanos en Christo’.

Y desde entonces no deja de trabajar en la traducción de la libros sagrados que pensaba

llevar a buen término en un tiempo razonable. Pero eso era no contar con las acechanzas

provenientes de dos grupos que, aunque totalmente opuestos en sus intereses, se

hallaron unánimes en la voluntad de impedir la labor del traductor de la Biblia. De una

parte los inquisidores, quienes lograron infiltrar un agente provocador en la naciente

iglesia (se trataba nada menos que de Gaspar Zapata, el asistente de Casiodoro en el

trabajo de traducción) e hicieron chantaje o promesas a algunos miembros débiles,

dispuestos a denunciar al propio pastor ante las autoridades inglesas hasta del crimen

nefando. Y de otra parte los celosos calvinistas de las iglesias francesa y flamenca de

Londres, quienes, guiados por su extrema descofianza y antipatía por Casiodoro, no

hacían sino espulgar los textos todavía incompletos, buscar herejías por todas partes y

denunciarlas inmediatamente a Ginebra, llegando al extremo de apoyar ciegamente el

doble juego montado a todas vistas por el embajador de España en Londres y por

agentes de la Santa Inquisición. El resultado de esta doble conjura fue la huída

precipitada de Casiodoro a Amberes en enero 1564 y la inmediata dispersión de la

iglesia española de Londres. Por fortuna el traductor pudo poner a salvo sus

manuscritos, que le fueron enviados semanas después a Amberes por el viejo prior de

San Isidro, Francisco de Farias, o por otro ex-fraile de toda su confianza.

Fue entonces cuando el Rey Felipe II puso precio a la cabeza de Casiodoro, como se lee

en una carta del gobernador de Amberes a la regente de los Paises Bajos: ‘Su Majestad

ha gastado grandes sumas de dineros por hallar y descubrir al dicho Casiodoro, para

poderle detener, si por ventura se encontrase en las calles o en qualquier otro lugar,

prometiendo una suma de dinero a quien le descubriese’. Acechado en todas partes por

los esbirros de la Inquisición y sospechoso de herejía o de peores cosas aún por sus

hermanos de fe, Casiodoro erró durante más de tres años entre Francfort, Heidelberg, el

sur de Francia, Basilea y Estrasburgo buscando un lugar donde establecerse como pastor

de la iglesia o como simple artesano, y poder dar así término a su traducción. En 1567 y

1568 le encontramos de nuevo ocasionalmente en Basilea, en casa del banquero

calvinista Marcos Pérez, quien ya había protegido a Casiodoro en Amberes y quien

ahora continuó defendiéndole contra las acusaciones de sus correligionarios,

subveniendo finalmente a los costes de impresión de la Biblia.

El primer contrato para la edición de 1100 ejemplares de la Biblia fue firmado en el

verano de 1567 con el famoso editor Oporino, antiguo amigo de Enzinas e

interesadísimo en el libro de Casiodoro sobre las Artes de la Inquisición, cuyo permiso

de impresión le fue negado dos veces por el consejo de la ciudad. Por desgracia para

Casiodoro, en el mes de julio 1568 y antes de poder dar comienzo a la impresión de la

Biblia, Oporino murió y resultó estar de tal manera arruinado, que no cabía la menor

esperanza de recuperar los 400 florines pagados por adelantado del fondo de dineros

reunidos en Francfort por los refugiados españoles para la edición de la Biblia. Para

colmo de desdichas, los enemigos españoles de Casiodoro, que habían decidido de

reimprimir en Paris el Nuevo Testamento de Juan Pérez con todas las notas marginales

de la Biblia francesa de Ginebra, comenzaron a exigir para su proyecto una parte de los

dineros del mismo fondo. A este conflicto puso inopinadamente fin el embajador

español Don Francés de Avila, quien teniendo noticia del proyecto, hizo detener

provisoriamente en el verano de 1568 al impresor flamenco (¿Diego López?), mientras

que los editores Pedro Martínez de Morentín y a un cierto Viruel pudieron abandonar

Paris a tiempo.

Los cuadernos ya impresos de este Nuevo Testamento, así como el ejemplar de 1556

con los añadidos de mano para la nueva edición, cayeron en manos del embajador, que

se apresuró a enviárselos al rey Felipe como el más estimado trofeo. Felipe II felicitó al

embajador por su "diligencia en haber el Testamento Nuevo en español", ordenándole a

la vez de continuar las pesquisas: Y si vos pudiésedes haber a lo menos el original para

quemarlo, sería el verdadero remedio, no quedando otro ningún traslado y procurando

el castigo del librero. Menos éxito tuvieron el rey y sus agentes para impedir el

proyecto de Basilea, quizá por no estar informados suficientemente sobre el tiempo y

lugar, donde Casiodoro estaba imprimiendo su Biblia.

Quizá fue el mismo Casiodoro quien indirectamente les había puesto sobre una pista

falsa al escribir a Théodore de Bèze en abril 1567 que estaba dispuesto a someter a su

control el texto bíblico antes de la impresión, que podría muy bien ser efectuada en la

imprenta de Jean Crespin en Ginebra. Naturalmente que Casiodoro con este acto de

sumisión no pretendía sino obtener de los ministros ginebrinos el ‘placet’ necesario para

lograr el deseado puesto de pastor en una de las iglesias reformadas, no pensando en

ningún momento de poner su traducción en manos de sus contradictores y menos de

hacerla imprimir en Ginebra. Pero la noticia debió llegar a oídos de algún espía de la

Inquisición, el cual se apresuraría a transmitirla a Madrid.

En todo caso ya en el verano de 1568 la Suprema ordenó a los inquisidores de los

puertos de la península de estar bien sobre aviso sobre los libros que entran, pues

‘Casiodoro ha impreso en Ginebra la Biblia en lengua española’. La respuesta del

Tribunal de Granada no se hizo esperar: ‘Después de muchos controles podemos

segurar a vuestras Excelencias que en este reino [de Granada] no ha entrado ni un solo

ejemplar de la Biblia de Casiodoro’. Bien lo podían decir, pues por esa fecha (2 de julio)

la Biblia de Casiodoro no sólo no se había comenzado a imprimir, sino que la muerte de

Oporino (acaecida cinco días mas tarde) así como el embargo inmediato de sus bienes

crearon nuevas dificultades y ocasionaron un ulterior retraso. Fue entonces que

intervino de nuevo Marcos Pérez, prestando a Casiodoro a fondo perdido la suma de

300 florines (equivalente al sueldo de tres años de un profesor de Universidad) que

sirvieron para cerrar un nuevo contrato con el impresor Thomas Guarin, quien

imprimió finalmente 2600 ejemplares.

La impresión tuvo lugar en los talleres del mismo Guarin y no, como se viene de

antiguo diciendo, en la minúscula imprenta de Samuel Apiario, de la que entonces no

valían sino libros de pequeño formato y texto limitado. Pero a Casiodoro debió gustar

enormemente la simbólica estampa con el oso que Apiario ya no utilizaba como marca

tipográfica desde mucho tiempo atrás, y o le compró o le pidió prestado el susodicho

clisé para ilustrar la portada de la después llamada Biblia del oso. En todo caso, el

mismo Casiodoro confirmó en su dedicatoria autografa del ejemplar regalado a la

Universidad de Basilea que la impresion había sido efectuada en la tipografia de Guarin

(‘typis ab honesto viro Thoma Guarino cive Basiliensi excusam’). Además, en el

catálogo o cartel de ventas que Guarin imprimió para la feria de libros de Francfort de

1578 figura la Biblia de Casiodoro: ‘Biblia in Hispanicam linguam traducta’.

La impresión, que ocupó durante varios meses una o dos prensas de Guarin, fue

terminada probablemente el 24 de junio 1569, día en que Casiodoro notificó a un amigo

la entrega inmediata del último cuaderno: ‘postremum folium totius texti biblici tam

Veteris quam Novi Testamenti’. Quedaban sin embargo por imprimir la ‘Praefatio’

latina al lector sobre la visión de Ezequiel, la ‘Amonestación del interprete al lector’ y la

finalmente no publicada dedicación de la Biblia a la reina de Inglaterra. Sobre la

oportunidad de esta dedicación Casiodoro se dejó aconsejar por su amigo Johannes

Sturm de Estrasburgo, a quien había enviado previamente su prefacio (‘cum mea

praefatione’). Según Menéndez y Pelayo (a quien siguieron aquí ciegamente tanto

Boehmer como Kinder) la ‘praefatio’ enviada por Casiodoro a Sturm no era sino la

‘Amonestación castellana’, mientras que la ‘Praefatio hispanici sacrorum librorum

interpretis ... ex prima visione Ezechielis’ habría sido la obra exclusiva de Sturm. Esto

es totalmente falso.

Casiodoro no tenía ningún motivo para enviar la ‘Amonestación castellana’ a Sturm,

puesto que éste no sabía una palabra de español y, además, el tema tratado en la

‘Praefatio’ latina sobre la visión del profeta Ezequiel y el oficio de los príncipes

cristianos Casiodoro lo había tratado ya en el epígrafe del correspondiente capítulo

(Ezequiel 28) que estaba ya mpreso meses antes de su consulta al maestro de

Estrasburgo: ‘y por alusión a los Cherubines que llevaban el carro de la gloria de dios,

como al mismo Propheta fue mostrado, pinta y declara la vocación y officio de los reyes

del mundo: del qual por haber faltado, le amenaza con muerte ignominiosa’. La labor de

Sturm, pues, se redujo al examen y a algunas correcciones de esta ‘praefatio’ de

contenido religioso y político de explosiva actualidad, que no sólo es obra del solo

Casiodoro (‘praefatio hispanici interpraetis’), sino también la única pieza de la Biblia

donde éste firmó con las iniciales de su nomber: C.R.

Con el nombre completo de Casiodoro de Reina esta ‘Praefatio’ se imprimió

separadamente de nuevo en Estrasburgo en 1613. Sobre las fuentes utilizadas por

Casiodoro para la traducción de su Biblia nos informa parcialmente él mismo en su

‘Amonestacion al lector’: Además de las fuentes originales hebrea y griega, la version

de Sanctes Pagnini y la doble edición judeo-española de Ferrara 1553. Para las partes

griegas del Antiguo Testamento Casiodoro parece haber seguido sobre todo la Biblia

latina de Zürich y en parte la de Castellion, de quien tomó no solo el término ‘Jehová’

en lugar del comunmente usado Señor’, sino también el modo de indicación de los

textos añadidos de la Vulgata. Ambas Biblias ‘herejes’ vienen naturalmente silenciadas

por Casiodoro, así como las versiones castellanas igualmente utilizadas (Enzinas, Juan

Pérez y Juan de Valdés), pues todas figuraban ya en el Indice de libros prohibidos de

Roma y de España.

Y siendo precisamente la divulgación de la Biblia en España su mayor interés,

Casiodoro intentó prevenir a la ineludible prohibición inmediata, haciendo pasar su

Biblia como obra católica y respetando el orden de los libros bíblicos según la Vulgata,

cuyo Canon había sido recientemente confirmado por el concilio de Trento. Por cuanto

toca al modo de utilizar sus predecesores españoles en la obra de traducción de libros

bíblicos no me quiero extender mucho aquí, pues ya lo he tratado en mi libro ‘Spanien

und der Basler Buchdruck’, pp. 396-400, que actualmente se está traduciendo al

español. Solo quiero repetir que, cuando se comenzó la impresion, la traducción de

Casiodoro no estaba ni mucho menos terminada, sobre todo la del Nuevo Testamento, y

que, a medida que avanzaba el trabajo de las prensas, el intérprete se vio cada vez más

apremiado por el tiempo. Las esperanzas que Casiodoro tenía de utilizar todavía la

revisión del Nuevo Testamento de Juan Pérez que se imprimía en Paris se vieron

frustradas en 1568 por la intervención del embajador español arriba mencionada. Sólo le

quedaban pues la versión de Enzinas y las cartas paulinas traducidas por Valdés, de

donde Casiodoro a veces incorporó literalmente frases o expresiones en su propio texto

o a veces las indicó solamente al margen como ‘otras variantes’.

Al llegar al Apocalipsis, en junio de 1567, la labor del impresor había casi ya alcanzado

a la del intérprete y a Casiodoro no quedó otro remedio que servirse a manos llenas del

correspondiente texto de Enzinas, contentandose meramente con una rápida revision.

Dicho sea esto no con menoscabo de la labor de Casiodoro, pues como monumento de

alta piedad y erudición o como modelo de precisión y propiedad de la lengua española

tanto valen la exquisita y elegante prosa del humanista burgalés como la ligera y

brillante del reformador andaluz. Después de la publicación de la Biblia, ‘en septiembre

1569’ como reza la portada y en la que, por razones obvias de cautela para su difusión

en tierras católicas, no se mencionaban ni el nombre del traductor ni el lugar de

impresión, los enemigos de Casiodoro no levantaron la guardia. Apenas un año y medio

más tarde, el 19 de enero 1571, el Consejo Supremo de la Inquisición se había enterado

ya de que ‘la Biblia en romance’ se había impreso en Basilea y ordenó la recogida de

todos los ejemplares que se descubrieran. Diez años después, en 1581, el titular del

obispado de Basilea, Blarer von Wartensee, denunciaba al cardenal Carlo Borromeo que

en Basilea se habían impreso con fecha de 1569 unos 1600 ejemplares de la Biblia en

español y que 1400 de ellos acababan de ser enviados de Francfort a Amberes.

En Amberes finalmente se cambiaron las portadas de muchos de estos ejemplares por el

frontispicio del célebre Diccionario de Ambrogio Calepino a fin de poderlos mejor

difundir en España. Esta estratagema no funcionó siempre, como demuestra el caso un

envío descubierto por la Inquisición en 1585, que dio lugar a un nuevo avisó a los

tribunales de provincia: ‘Biblias en español, cuviertas de ojas del Calepino, se

prohiven’. Otros muchos ejemplares quedaron durante decenios depositados en manos

de los miembros de la familia de Casiodoro en Francfort, quienes hicieron ‘refrescar’

periódicamente los ejemplares invendidos actualizando las portadas. Esto explica que

existan ejemplares con el falso pié de imprenta ‘Francfort 1602’, Francfort 1603’ o

‘Francfort 1622’.

Cipriano de Valera no llevaba del todo razón al escribir en el prólogo de ‘su’ Biblia de

1602 que ‘los dos mil y seyscientos exemplares [de la traslación de Cassiodoro de

Reyna] por la misericordia de Dios se han repartido por muchas regiones. De tal manera

que hoy casi no se hallan exemplares, si alguno los quiere comprar’. En realidad, lo que

Valera con su nueva edición pretendía, no era sólo de suplir a la falta de

ejemplares, reimprimiendo la ‘translación’ que su antiguo maestro Casiodoro (‘movido

de un pio zelo de adelantar la gloria de Dios y de hazer un señalado servicio a su

nación’)[y a pesar de los muchos escollos alzados por los propios correligionarios, cosa

que Valera olvida aquí discretamente de mencionar] había llevado a buen término. Su

verdadero intento, más o menos consciente, era por el contrario de acabar de una vez

por todas con el hecho, vergonzoso en los ojos de algunos estrechos calvinistas

españoles, de tener que servirse de una Biblia, que tanto en el orden de los libros como

en las anotaciones teológicas marginales, no correspondía exactamente a las Biblias

oficiales de Ginebra.

Verdad es, que al salir la Biblia de Casiodoro, los pastores de Ginebra la examinaron

minuciosamente. Y cierto es también, como se puede leer en el informe oficial de

Niccoló Balbani de 10 de agosto 1571, que estos mismos pastores, no obstante ‘la

sinistra opinione’ que dicen seguir teniendo de Casiodoro, no encontraron

absolutamente nada de reprochar a la edición, sino un insignificante error tipográfico en

Genesis I 27 (‘macho hembra los crió’). También Casiodoro se dio pronto cuenta del

‘gazapo’, haciendo imprimir una pegatina con las palabras ‘y hembra’ que el mismo

insertó en la correspondiente linea de un gran número de ejemplares. De las verdaderas

‘herejías’ exegéticas, que Casiodoro introdujo ingeniosamente en los epígrafes de

muchos capítulos de su Biblia, ni se enteraron los pastores de Ginebra ni tampoco

Cipriano de Valera, pues los dejó intactos en su revisión.

No obstante esta aprobación tácita de la versión de Casiodoro por los pastores de

Ginebra (mucho peso no podía tener en relidad, puesto que Balbani declaró

abiertamente ‘che io non intendo la lingua’) Valera se puso hacia 1580 en Londres y por

propia cuenta a revisar la Biblia de Casiodoro, quien por entonces le era doblemente

sospechoso: por sus servetismos pasados (la expresión es de Théodore de Bèze) y por su

oficio presente de pastor de la iglesia luterana. Pero para evitar la acusación de

comportarse como un plagiario, Valera esperó hasta la muerte de Casiodoro, acaecida

en Francfort el 15 de marzo 1594, deviniendo ‘saltatumbas literario’ al publicar en

Londres en 1596 una ‘propia’ edición del Nuevo Testamento.

Esta edición de Valera no parece haber tenido mucha difusión en el continente, pues

tres años más tarde, con ocasión de la edición de Elias Hutter del Nuevo Testamento en

doze lenguas, Nurenberg 1599-1600, el texto allí impreso no es el de Valera, sino el de

la Biblia de Casiodoro. La diferencia no se hubiera en realidad hecho mucho notar,

pues la labor de Valera en su edición del Nuevo Testamento no había consistido en

mucho más que en quitar o añadir notas marginales, alterar de vez en cuando el texto y

pasar absolutamente bajo silencio el nombre del difunto traductor. Un tal silencio,

naturalmente, Valera no lo pudo del todo mantener en su edición de la Biblia completa,

impresa en Amsterdam en 1602, a es por esto que en el largo prefacio al verdadero

traductor vienen dedicadas apenas cuatro líneas, no carentes de reticencia, mientras que

el nombre del revisor, Cipriano de Valera, figura en grandes letras en medio de la

portada.

Pero también en esta ‘revision’, como era de esperar, la labor propia de Valera

consistió sobre todo en acomodar el orden de los libros al Canon reformista y en quitar

o añadir notas marginales, siguiendo especialmente las notas de las Biblias de Ginebra.

Las alteraciones del texto, que Valera presume de haber efectuado ‘algunas vezes’, no

significan siempre mejoría, sino a veces más bin empeoramiento, y lo mismo se diga de

su escrupulosa eliminación de expresiones como ‘por ventura’, que Valera borra, como

él mismo escribe, ‘por saber a gentilidad’.

Cierto es que Valera ha señalado por medio de letras cursivas todos los añadidos

propios en las notas marginales, pero no dejó ninguna huella de las notas que eliminaba.

Por lo que atañe al texto propio de la Biblia (el solo a ser reproducido en las ediciones

modernas) las diferencia entre las dos Biblias no puede ser menor. Basta que esperemos

solamente a que tanto el texto original de Casiodoro como el texto original de Valera se

tranfieran al lenguaje electrónico y vengan puestos en una Site de Internet, para poder

mensurar efectivamente el porcentaje cuantitativo y cualitativo de los cambios

introducidos por Valera.

No sería en absoluto sorprendente, si – aparte de detalles de ortografía o de evidentes

errores tipográficos – el porcentaje de las ‘alteraciones’ introducidas por Valera en el

texto propio de la Biblia no sobrepasara un insignificante 0,5%. Es pues hora de dejar

de hablar constantemente de la Biblia de Valera, poniéndola por las nubes, pues la

traducción es exclusivamente de Casiodoro de Reina: Es a saber, de un protestante

independiente y abierto, quien (de haberse hecho realidad los deseos de Valera y de sus

amigos calvinistas) nunca hubiera podido llevar a buen término una traducción de la

Biblia en español, que ni Cipriano de Valera (cuyo estilo es para dormirse de pie) ni

ningún otro protestante español de la segunda mitad del siglo XVI hubiera sido capaz de

hacer, privando así a los hispanohablantes de ayer y de hoy de un inestimable

monumento de la religiosidad y de la lengua españolas.

Bastante les han privado ya en los siglos pasados los esbirros de la Santa Inquisición y

también en tiempos más modernos los no pocos eruditos del nivel intelectual de un Fray

Martín Sarmiento OSB, quien en su Catalogo de libros curiosos no tuvo reparo en

escribir: ‘Hay una versión castellana de toda la Biblia, que para maldita la cosa se

necesita’. Carlos Gilly, Basilea

Casiodoro de Reina

Casiodoro de Reina (Montemolín, España, circa 1520; Fráncfort del Meno, Sacro

Imperio Romano Germánico, 1594) fue un religioso protestante español, famoso por

realizar una conocida traducción de la Biblia al castellano.

Biografía

Casiodoro de Reina ingresó en el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo de

Sevilla como monje. Pronto tuvo contactos con el luteranismo y se convirtió en

partidario de la Reforma, siendo perseguido por la Inquisición, en parte por la

distribución clandestina de la traducción del Nuevo Testamento de Juan Pérez de

Pineda. Desatada la represión, prefirió abandonar el monasterio y huir con sus amigos

de confianza a Ginebra en 1557 (entre ellos lo acompañó Cipriano de Valera).

Sin embargo, lo que vio en Ginebra no fue de su agrado: en 1553 se había ejecutado a

Miguel Servet y el tratamiento dado a los disidentes era muy controvertido. Reina era

opuesto a la ejecución de herejes reales o supuestos, por considerarla una afrenta al

testimonio de Jesús. Tradujo secretamente el libro de Sebastián Castellion "Sobre los

herejes", De herectis an sint persequendi, que condena las ejecuciones por razones de

conciencia y documenta el rechazo original del cristianismo a semejante práctica.

Aunque Casiodoro de Reina fue firmemente trinitario y, por tanto, no compartía las

creencias unitarias, a causa de las cuales fue quemado Servet, no podía aceptar que se

ejecutase a alguien por sus creencias. Entró en contradicción con Juan Calvino y la

rigidez imperante le hizo decir que "Ginebra se ha convertido en una nueva Roma", por

lo que decidió marcharse a Fráncfort del Meno. Sostuvo, en contra de la opinión

dominante, que a los anabaptistas pacifistas se les debía considerar "como hermanos".

Entre tanto, la Inquisición católica realizó en Sevilla en abril de 1562 un "Acto de fe" en

el que fue quemada una imagen de Casiodoro de Reina. Sus obras fueron incluidas en el

llamado "Índice de los Libros Prohibidos" (Index Librorum Prohibitorum) y fue

declarado "heresiarca" (jefe de herejes).

En Inglaterra, donde la reina Isabel I le concedió permiso de predicar a los españoles

perseguidos, fue ordenado en 1562 como pastor de la Iglesia de Inglaterra en el templo

de Santa María de Hargs, y allí empieza la traducción de la Biblia en lengua castellana,

la primera que se hizo a esta lengua vulgar (pues en la Biblia Políglota, impresa entre

1514 y 1517 en Alcalá de Henares, sólo aparecía el latín más las lenguas originales -

griego, hebreo y arameo-). Calumniado, debió huir a Amberes en enero de 1564,

pasando enormes dificultades económicas para poder terminar la traducción de la

Biblia.

Escribió además el primer gran libro contra la Inquisición, titulado Algunas artes de la

Santa Inquisición española, publicado en Heidelberg en 1567 bajo el seudónimo de

Reginaldus Gonsalvius Montanus. La obra se editó en latín, pero fue traducida

inmediatamente al inglés, holandés, francés y alemán.

Biblia del oso, Basilea, 1569

Su versión castellana de la Biblia, fue conocida como La Biblia del Oso, por aparecer

un dibujo con este animal en su portada y se publicó al fin en Basilea, en 1569. Líderes

cristianos y el Consejo Municipal de esa ciudad habían apoyado la obra con todas sus

fuerzas, y como muestra de gratitud, Casiodoro de Reina dedicó un ejemplar a la

Biblioteca de la Universidad de Basilea. Se tiraron de esta primera edición 2.600

ejemplares, pero a pesar de los obstáculos que había para su venta, en 1596 ya se había

agotado totalmente.

Dicha obra fue la primera Biblia cristiana completa impresa en idioma castellano, lo que

hoy es reconocido como su más valioso aporte. La Biblia de Cipriano de Valera,

publicada en 1602, es en realidad una edición corregida de la traducción de Reina, tal

como se reconoce en las versiones contemporáneas Reina-Valera, las cuales, sin

embargo, suprimen los libros deuterocanónicos traducidos por Reina y colocados como

apéndices en la edición de Valera, a la manera de la Biblia de Lutero.

Casiodoro de Reina vivió en Amberes hasta 1585, año en que las tropas del rey español

Felipe II se apoderaron de la ciudad, y retornó a Fráncfort del Meno, donde le habían

concedido la ciudadanía en 1573. Se sostuvo ocho años con su trabajo en un comercio

de sedas que estableció. Teniendo ya más de 70 años, fue elegido pastor auxiliar en

1593. Pudo ejercer su ministerio ocho meses, hasta que murió el 15 de marzo de 1594.

Obras

Además de la traducción de la Biblia y otras traducciones, son originales de Reina las

siguientes obras:

Confessión de Fe cristiana, hecha por ciertos fieles españoles, los cuales,

huyendo los abusos de la Iglesia Romana y la crueldad de la Inquisición de

España, dexaron su patria, para ser recibidos de la Iglesia de los fieles, por

hermanos en Christ 1559

Algunas artes de la Santa Inquisición española 1567,

Comentarios a los Evangelios de Juan y Mateo, publicados en latín en Fráncfort

1573

Catecismo 1580, publicado en latín, francés y holandés.

Estatutos para la sociedad de ayuda a los pobres y perseguidos, en Fráncfort.

Bibliografía

Kinder, A. Gordon. 1975: Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the Sixteenth

Century. Tamesis, Londres. ISBN 0-7293-0010-2

Biblia de Casiodoro de Reina en BibleGateway.com

Biografía de Casiodoro de Reina en el Centro de Estudios de la Reforma

Biografía de Casiodoro de Reina en la Servetus International Society

Casiodoro contribuyó a preservar la inspiración de la Biblia

Las imágenes de este artículo provienen de Promotora Española de Lingüística

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Casiodoro_de_Reina"

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1520. Dr. Yanés -¿A qué dedicó su vida? Reina -Fui monje en el monasterio de San

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girarla el General de la Orden, generalmente sobrado de edad para viajar, la comunidad

pudo ... Mostrar más

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castellano, traducida desde los textos originales por Casiodoro de Reina en 1569.

Debemos comprender el contexto histórico que rodeó a Lutero. Él era un hombre

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14 Jun 1569 - Todo el dinero que había dejado el Dr. Pérez y lo que había aportado

Casiodoro se perdió. En Frankfurt, Alemania, algunos amigos de Casiodoro reunieron el

dinero necesario para continuar y finalizar la impresión. El 14 de junio de 1569

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Sep 1569 - «Con este nombre circula ampliamente en todas las comunidades de habla

castellana, la versión de la Biblia hecha por Casiodoro de Reina y publicada por primera

vez en Basilea, Suiza, en septiembre de 1569.Esta versión conocida también como

Biblia del Oso ha sido ... Mostrar más

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26 Sep 1569 - El 26 de septiembre de 1569 se terminó de imprimir la primera Biblia

traducida al español por Casiodoro de Reina llamada “Biblia del Oso”. Se llamaba así

porque la tapa de esta Biblia tenía un oso comiendo miel desde un panal. Esta traducción,

que posteriormente ... Mostrar más

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Casiodoro de Reina, primer traductor de la

Biblia cristiana al castellano

CARLOS GÓMEZ GONZÁLEZ

Durante varios siglos, la Biblia cristiana en lengua castellana fue un

libro que no se pudo leer ni en España ni en sus colonias. Sin embargo,

en 1569 se había impreso una traducción a la lengua de Castilla, obra

de un antiguo fraile sevillano convertido al protestantismo, Casiodoro

de Reina. Esta es su historia.

Las piras humeantes de Sevilla Aquel domingo, 24 de septiembre de 1559, tuvo lugar en la plaza de

San Francisco de Sevilla un "solemnísimo" auto de fe destinado a

terminar con el foco luterano descubierto en la ciudad. Conocemos lo

sucedido gracias a la obra de Reginaldo González Montes [o

Reginaldus Gonsalvius Montanus], autor de un libro titulado Sanctae

Inquisitionis hispanicae artes aliquot detectae...

1. A este primer auto de fe sevillano asistieron, además de cuatro

obispos, "la real audiencia, el cabildo catedral, algunos grandes de

España, muchos titulados y caballeros, la duquesa de Béjar y otras

señoras, con un concurso inmenso de nobleza y pueblo . " Unos días

antes, los presos habían quedado incomunicados y la ciudad se había

28 Sep 1569 - La Biblia de Casiodoro de Reina; conocida como la "Biblia del Oso" fue

publicada en Basilea, Suiza el 28 de Septiembre de 1569. Esta obra tiene la figura de un

oso en la portada que está parado junto a un árbol. Esta Biblia está vertida directamente

de los ... Mostrar más

De Sagradas Escrituras (1569) (SEV) - Oneplace.com - Páginas web relacionadas

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1602 1602 - Cipriano de Valera, amigo de Reina, hizo una revisión de la Biblia de Reina en el

año de 1602. Él a quiso revisar la Biblia de Reina y hacerle cambios para mejorarla, pero

fueron tan pocos y tan excelente el trabajo que había hecho Reina, que casi eran iguales

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De Biblias Gratis y Otros Recursos: 6 Versiones de... - Páginas web relacionadas

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1960 1960 - A menos que se indique de otra manera, las citas bíblicas son de la versión por

Casiodoro de Reina y Cipriano Valera, revisión de 1960. Haciendo los últimos toques al

manuscrito, recibí la noticia de la muerte repentina de un íntimo amigo, don José Antonio

Casado ... Mostrar más

De Destino de Gloria - Páginas web relacionadas

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visto sometida a una suerte de estado de excepción, con el fin de poder

levantar el tablado y preparar las piras en el quemadero.

Salieron al auto alrededor de ochenta personas, de las que más de la

mitad nada tenía que ver con el protestantismo —moros, judíos,

blasfemos y bigamos, quizás algún nigromante—. De las treinta y ocho

restantes, veintidós fueron relajadas al brazo secular y condenadas al

fuego. El historiador José Luis González Novalín quiere atenuar la

crueldad del suceso y matiza que:

"Muy pocos fueron quemados vivos, porque a la mayoría se les daba

garrote antes de aplicarles las llamas. [...] De todas formas, parece que

fue quemado vivo Juan González, gran predicador, degradado en el

auto, que exhortó a sus dos hermanas que estaban en el suplicio a

permanecer en la fe protestante. También debió ser quemado vivo

algún fraile de San Isidoro [sic]. A las mujeres parece que se las

agarrotaba ordinariamente; y así, no debió sufrir las llamas Isabel de

Baena, aunque su casa fue demolida al día siguiente y su solar

sembrado de sal."

El 22 de diciembre de 1560 hubo un nuevo auto de fe. En esta ocasión

salieron treinta y siete personas —de las que trece fueron relajadas

(cuatro quemadas vivas)— y las efigies de algunas de las más

importantes personalidades de la reforma sevillana:

Juan Gil —también llamado el doctor Egidio—, Juan Pérez de Pineda

—a quien volveremos a mencionar— y Constantino Ponce de la

Fuente, que había muerto en prisión. Con estas quemas el

protestantismo en Andalucía quedaba prácticamente aniquilado.

Sin embargo, este relato de persecución y de muerte tuvo una

continuación inesperada v unos efectos duraderos. Siglos más tarde,

Marcelino Menéndez Pelayo iniciaría el capítulo sobre las vicisitudes

de los protestantes españoles fuera de España con estas palabras:

"No tenemos noticia de que llegase a escapar uno solo de los luteranos

de Valladolid; pero algunos de los de Sevilla, más prevenidos o más

cautos, buscaron asilo, con tiempo, en Suiza, en Alemania y en

Inglaterra, y desde allí escribieron traducciones de la Biblia, opúsculos

de propaganda, cartas, protestas y libelos de toda especie..."

Entre aquellos luteranos "más prevenidos o más cautos", autores de

"traducciones de la Biblia'\ se hallaba fray Casiodoro de Reina, del

convento de San Isidro, el primer traductor de la Biblia cristiana al

castellano.

Casiodoro de Reina, español, sevillano... En el ejemplar de la Biblia que, muchos años después de estos autos de

fe, Casiodoro regalaría a la Universidad de Basilea, hay una

dedicatoria autógrafa en latín en la que se puede leer:

«Casiodoro de Reina, español, sevillano, alumno de esta ínclita

Academia, autor de esta traducción española de los Sagrados Libros,

en la cual trabajó por diez años cumplidos, llegando a imprimirla con

auxilio de los piadosos ministros de la Iglesia de Basilea, y por decreto

del prudentísmo Senado, en la imprenta del honrado varón Tomás

Guerino, ciudadano de Basilea, dedica este libro a la ilustre

Universidad, en muestra perenne de su gratitud v respeto."

Casiodoro debió nacer hacía 1520 o poco después. Se ignora con

exactitud de dónde era natural, quizás vino al mundo en el pueblo de

Reina o, según los archivos del Santo Oficio, en Montemolín —ambos

en la actual Badajoz—. Menéndez Pelayo, basándose en un informe del

secretario del embajador español en Londres, lo llama —con evidente

desprecio— morisco granadino.

Se sabe que Reina estudió en la Universidad de Sevilla y que fue

ordenado sacerdote.

Después de terminar sus estudios ingresó en la orden de los Jerónimos

Observantes y residió en el monasterio de San Isidro del Campo, uno

de los principales centros protestantes de la capital andaluza.

Sea por influjo del prior —el contradictorio García Arias, también

llamado "el maestro o doctor blanco" por ser albino—, sea por la

lectura de libros reformistas, sea por la presencia de judíos conversos,

que estimularon el humanismo cristiano algunos monjes de este

monasterio —entre ellos fray Casiodoro— siguieron una espiritualidad

erasmiana o acaso luterana: sustituyeron el rezo coral por la lectura de

la Biblia, suprimieron las oraciones por los difuntos, eliminaron

indulgencias y desterraron las imágenes.

Temerosos de la Inquisición, once o doce de estos monjes v varios

laicos escaparon de Sevilla durante el verano de 1557 y buscaron

refugio más allá de los Pirineos. Cipriano de Valera, también monje de

San Isidro y posteriormente revisor de la traducción de Reina, relató la

huida de la siguiente manera:

"En el año de 1557 acontezieron en Sevilla cosas marabillosas i dignas

de perpetua memoria. I es, que en un monasterio de los mas zélebres i

ricos de Sevilla, llamado S. Isidro, el negozio de la verdadera relijion

iba tan adelante, i tan á la descubierta, que no pudiendo va mas con

buena conszienzia estar allí, doce de los frailes, en poco tiempo se

salieron, unos por una parte, i otros por otra; los cuales, dentro del año

se vieron en Jeneva, á donde, cuando salieron, tenían determinado

de ir: no hubo ninguno dellos que no pasase grandes tranzes i peligros:

pero de todos estos peligros los escapó Dios, i con mano potentísima los

trajo a Jeneva."

En Jeneva o Ginebra, ciudad que en aquel momento estaba dominada

por un espíritu muy poco tolerante, Casiodoro de Reina no se sintió del

todo a gusto. Acaso aún estaba demasiado vivo el recuerdo de la

muerte de Miguel Servet, quemado vivo a instigación de Calvino en

1553. El hecho es que al poco tiempo partió hacia Francfort y luego —

y no sin dificultades, puesto que los caminos de Europa eran vigilados

por los espías de Felipe II, los llamados "moscas"— pasó a Inglaterra,

a donde llegó al poco de iniciarse el reinado de Isabel (1558).

Los protestantes españoles refugiados en Londres, al igual que en otras

ciudades de Europa, solían unirse a las congregaciones francesa o

italiana, más numerosas y afines.

Sin embargo, Reina organizó a su alrededor un grupo que celebraba

servicios en una casa privada. En 1560 logró que esta comunidad

española fuese reconocida como congregación extranjera

independiente, recibiendo una pensión real de sesenta libras —lo que

permitió a Menéndez Pelayo acusarle de ser espía a sueldo de la Reina

virgen—.

Aunque prácticamente desconocido en nuestros días 9, Casiodoro de

Reina fue una figura destacada en su tiempo. Prueba de ello es que

acudió en calidad de observador al coloquio de Poissy, la asamblea

convocada en 1561 por Catalina de Médicis y Michel de l'Hospital para

intentar una conciliación entre católicos y protestantes de Francia.

Frente a Teodoro de Beza, portavoz de los reformadores, y

defendiendo las posturas de la Iglesia católica, se hallaba un español de

origen judío, Diego Laínez, superior de los jesuítas, primer sucesor de

Ignacio de Loyola.

Durante su estancia en Londres, Casiodoro dio a conocer una

Confessio Hispanica 10, cuyos veintiún capítulos reflejaban unas

opiniones sumamente personales y moderadas.

En esta obra, aunque manifestaba una visión ortodoxa de la Trinidad,

Reina se mostraba calvinista en lo referente a los sacramentos,

mientras que en lo concerniente a la Santa Cena, se inclinaba por los

puntos de vista luteranos. Postura ambigua que sostuvo durante años y

que le originó numerosos sinsabores.

La embajada española en Londres, a cuva cabeza estaba el obispo de

Avila, Alvaro de la Quadra, no podía permanecer impasible ante las

actividades de Casiodoro de Reina.

"Conscientes de la importancia que tenía este grupo de protestantes

españoles, los agentes españoles no ahorraron calumnias contra su

líder. A través de vericuetos difícilmente discernibles, en las fuentes de

los consistorios franceses y flamencos se contienen graves acusaciones

contra Reina: deshonestidad, apropiamiento de bienes ajenos,

conducta indiscreta con ciertas mujeres de la congregación, sodomía

con un chico de diecisiete años (¡el hijo de una de las mujeres

concernidas!), y un número de puntos de doctrina y práctica

eclesiástica que diferían del estricto calvinismo de las iglesias de los

refugiados "

El 21 de septiembre de 1563, poco antes de que tuviese que responder

de los cargos que se le hacían, Casiodoro de Reina huyó de Londres. La

simple sospecha de sodomía convertía su estancia en altamente

azarosa, puesto que el "detestable vicio" se castigaba con la muerte. En

Flandes tal vez le refugió el acaudalado comerciante Marcos Pérez,

judío converso calvinista. Reina aún estaba en Amberes cuando se

puso precio a su cabeza.

A finales de enero de 1564 llegó, acompañado de su esposa, a Francfort

del Meno, donde residía su suegro —Abraham Leon, de Nivelles, (en la

actual Bélgica)—, y entró a formar parte de la Iglesia Reformada

Francesa. A partir de este momento quedaría vinculado a esta ciudad,

ganándose la vida con el comercio de la seda.

La Biblia del Oso

Es muy probable que Casiodoro de Reina hubiese estado trabajando

en la traducción de la Biblia desde su partida de España. En Londres, y

gracias al dinero de la soberana, había podido adelantar su proyecto.

Ahora la traducción prácticamente estaba terminada y había llegado el

momento de imprimirla. Entonces dio comienzo una intensa actividad

y una nutrida correspondencia a la búsqueda de un impresor. En

1567, Reina llegó a un acuerdo con el humanista y editor Johannes

Herbst, mejor conocido como Oporinus, que residía en Basilea. En el

trato se establecía que se imprimirían 1.100 ejemplares a un coste de

poco más de quinientos escudos. Oporinus se quedaría con 200

ejemplares y el traductor distribuiría el resto. Reina se trasladó a

Basilea con su esposa y se inscribió en la universidad.

La inesperada muerte de Oporinus y ciertas dificultades burocráticas e

ideológicas —puesto que en 1550 el Concejo de Basilea había

prohibido la edición de libros en lenguas distintas del latín, griego,

hebreo y alemán—, nuevamente retrasaron la empresa.

Finalmente, en 1568 y tras duras negociaciones, las autoridades de la

ciudad dieron permiso para la impresión de la obra, con la condición

de que se eliminaran todas las notas.

12. En el año 1970, con motivo del cuarto centenario de la primera

edición de la Biblia del Oso, las Sociedades Bíblicas Unidas publicaron

una edición facsímil.

La primera edición de la Biblia cristiana en lengua castellana apareció

en septiembre de 1569, con una tirada de 2.600 ejemplares.

El título completo de la versión era: La Biblia, que es, los sacros libros

del vieio y nvevo testamento l 2 . Las primeras copias fueron colocadas

en cuatro grandes toneles (quatuor magna dolia) y enviadas a

Estrasburgo, acaso con la idea de ser introducidas de contrabando

en Flandes y, desde allí, en España.

Aunque se editó en la imprenta de Thomas Guarin o Guérin, la divisa

que figuraba en la portada de la Biblia era la de Samuel Biener (en

latín Apiarum): un oso que intenta hacerse con una colmena que cuelga

de un árbol, con las abejas volando alrededor.

De aquí proviene el nombre de Biblia del Oso con el que se conoce. La

versión de Reina seguía el esquema de las primitivas católicas, puesto

que llevaba intercalados los libros apócrifos.

Se iniciaba con un prefacio que, aunque estaba firmado con las

iniciales C. R, sin duda era obra del humanista Johannes Sturm,

director del famoso Gymnasium protestante de Estrasburgo. Este

prefacio dedicaba la traducción "a los serenísimos, ilustrísimos,

generosos, nobles, prudentes: reyes, electores, príncipes, condes,

barones, caballeros y magistrados" de toda Europa.

A continuación venía una muy interesante "Amonestación del

intérprete de los Sacros Libros al Lector y á toda la Iglesia del Señor,

en que da razon de su translacion ansi en general, como de algunas

cosas especiales", en la que Casiodoro de Reina defendía el uso de las

Sagradas Escrituras en lengua vulgar y arremetía con graves palabras

y con un tono encendido contra quienes se oponían a su difusión:

"Intolerable cosa es à Satanas padre de mentira y author de tinieblas

(Christiano lector) que la verdad de Dios y su luz se manifieste en el

mundo [...]

De donde es menester que concluyan [quienes se oponen a divulgación

de la Biblia], Que prohibir la diuina Escriptura en lengua vulgar no se

pude hazer sin singular injuria de Dios, y igual daño de la salud de los

hombres, lo qual es pura obra de Satanas y de los que el tiene à su

mandado [...] 'que hazen gran verguença à la misma Palabra de Dios

en dezir, que los misterios que contiene no se ayan de communicar

àl vulgo [...] Los mysterios de la verdadera Religión son àl contrario:

quieren ser vistos y entendidos de todos, porque son luz y verdad:

y porque siendo ordenados para la salud de todos, el primer grado

para aicançarla necessariamente es conocerlos."

Un poco más adelante, Reina empleaba la argucia de ampararse en el

decreto del Concilio de Trento (en favor de la lectura de las Sagradas

Escrituras en lengua vulgar "trasladadas por authores catholicos") a

fin de mitigar los escrúpulos de quienes tenían miedo de leer su versión

y para proclamarse católico, evidentemente en un particular sentido de

la palabra, y asegurar que "injuria manifiesta le hará quien no lo

tuuiere por tal."

En la Amonestación Casidoro también explicaba que para su versión

de las Sagradas Escrituras había utilizado la traducción latina del

dominico Santes Pagnino, "que àl voto de todos los doctos en la lengua

Hebraica es tenida por la mas pura que hasta aora av", y que, además

y de modo especial, se había servido de la llamada Biblia de Ferrara, en

castellano ladino: Biblia en Lengua Española, Traduzida Palabra por

Palabra de la Verdad Hebravca por muy Excelentes Letrados (1553).

Esta traducción era fruto de los esfuerzos del portugués Abraham

Usque y del español Yom-Tov Levi Athias (también llamado Jerónimo

Vargas), y, puesto que se trataba de una Biblia judía, contenía

únicamente el Antiguo Testamento:

"De la vieja Translación Española del Viejo Testamento, impressa en

Ferrara, nos auemos ayudado en semejantes necesidades mas que de

ninguna otra que hasta aora ayamos visto, no tanto por ayer ella

siempre acertado mas que las otras en casos semejantes, quanto por

darnos la natural y primera significacion de los vocablos Hebreos, y las

differencias de los tiempos de los verbos, como estan en el mismo texto,

en lo qual es obra digna de mayor estima (a juyzio de todos los que la

entienden) que quantas hasta aora ay: y por esta tan singular ayuda,

de la qual las otras translaciones no han gozado, esperamos que la

nuestra por lo menos no será inferior a ninguna de ellas."

Al final de la Amonestación, Reina hacía un llamamiento a los reyes y a

los padres cristianos para que "diez o doze hombres escogidos por los

mas doctos y pios de todas las Vniuersidades y Iglesias del Revno, los

quales con diligencia tal consultassen el texto Hebreo en el Viejo

Testamento, y el Griego en el Nueuo, y todas las versiones que se

pudiessen auer, y de todas sacasen vna version Latina que siruiesse

para las escuelas, y otra vulgar que siruiesse para el vulgo".

E insistía en que después de hecho esto, se reuniese un concilio o un

sínodo que diese autoridad a la versión y que, "para evitar la

corrupcion", la misma fuese encomendada a un impresor, "el que se

estimasse ser el mas diligente y fiel en su officio, el qual solo fuesse

qualificado por publica autoridad del Synodo o concilio nacional para

imprimir la Biblia dicha."

Sabemos que Casiodoro de Reina también recurrió a los trabajos del

humanista protestante Francisco de Enzinas, quien en 1543 había

publicado El Nuevo Testamento de nuestro Redemptor y Salvador Jesu

Chisto, y del va citado reformista Juan Pérez de Pineda, quien en 1556

había dado a conocer una traducción de El Testamento Nuevo de

nuestro Señor y Salvador Jesu-Christo y en 1562 una versión de Los

Psalmos de David con sus Sumarios, en que se declara con brevedad

lo contenido en cada Psalmo .

Cabe destacar que el "padre de la crítica católica de la Biblia", el

francés Richard Simon, sacerdote oratoriano, en su Histoire critique

des versions du Nouveau Testament (1690) elogió la versión de

Casiodoro de Reina. Y que el implacable y muy católico Menéndez

Pelavo se vio obligado a reconocer que:

"Como hecha en el mejor tiempo dela lengua castellana, excede mucho

la versiónde Casiodoro, bajo tal aspecto, a la moderna de Torres Amat

y a la desdichadísima del Padre Scío."

Los últimos años: Francfort, Amberes,Francfort Concluida su labor en Basilea, Reina regresó a Francfort. Aquí

escribió unos comentarios al Evangelio de Juan y al capítulo cuarto

de Mateo, que fueron publicados en latín en 1573, v en los que hacía

gala de una gran erudición. Durante un tiempo mantuvo

correspondencia con Teodoro de Beza, protestando de su inocencia,

puesto que aún pesaban sobre él las graves acusaciones de sodomita y

hereje. En 1578 se le presentó la oportunidad de ocupar un puesto de

pastor en Amberes, en la luterana Iglesia Evangélica de la Confesión

de Augsburgo, cuyos miembros eran en su mayoría franceses. Pero

antes le era necesario limpiar su nombre. Dejó a su familia en

Francfort y partió para Londres, donde fue interrogado, se manifestó

calvinista y quedó absuelto.

Una vez en el continente, Reina se estableció en Amberes. Si en

Londres se había declarado calvinista, ahora lo hallamos convertido en

pastor de una comunidad luterana. De hecho, no está aún del todo

claro cuáles eran las ideas de Reina en materia teológica.

Voluntariamente ajeno a las denominaciones, posiblemente irenista y,

sin duda, espíritu conciliador y poco dogmático, Casiodoro parece

haberse sentido a gusto tanto entre calvinistas como entre luteranos.

Con este indeciso posicionamiento luterano- calvinista y en este clima

de enfrentamientos religiosos —y también de envidias personales— no

es de extrañar que sus enemigos flamencos desempolvasen sus

declaraciones calvinistas ante el tribunal de Londres y las publicasen

bajo el título de Confessio in articulo de Coena (1578), en una edición

trilingüe: latín, francés y neerlandés. Para defenderse, Reina redactó

una apología donde declaraba su adhesión a la Concordia de

Wittemberg (1536), en la que los primeros reformadores habían

buscado fórmulas de conciliación.

13. Acaso Casiodoro de Reina también consultó la Biblia valenciana

editada en 1478, cuyos ejemplares fueron quemados en su práctica

totalidad por orden de la Insquisición. Quien sí manejó esta versión

valenciana fue Cipriano de Valera, que la cita expresamente en la

Exhortación al christiano lector con la que comienza su edición

revisada.

14. Menéndez Pelayo, op. cit., p. 143.

El 17 de agosto de 1585, el duque de Parma, Alejandro Farnesio, al

servicio del rey de España, se apoderaba de Amberes. Los protestantes

podían permanecer cuatro años en la ciudad, al cabo de los cuales, y

si no habían abjurado de su fe, deberían partir.

Casiodoro de Reina —como la mayoría de los protestantes— optó por

un nuevo exilio y buscó amparo en Francfort donde, no habiendo

logrado ser elegido pastor de los luteranos que habían huido con él,

tuvo que dedicarse a los negocios, aunque ocupando un lugar

preeminente en la comunidad de los refugiados y trabajando por sus

creencias.

Al poco de llegar se preocupó de mejorar la suerte de los pobres y

sentó las bases de una fundación que aún existe. En 1587 publicó la

segunda edición de la obra del reformador español —y también ex

monje de San Isidro— Antonio del Corro, Dialogus theologicus, sobre

la Epístola a los Romanos.

Finalmente, en 1593, fue elegido pastor auxiliar de la Iglesia

Reformada Francesa de Francfort. Murió ocho meses después, el 15 de

marzo de 1594.

Pero la historia no termina aquí. En 1602 apareció en Amsterdam,

impresa por Lorenzo Jacobi, la Biblia de Reina "revista y

conferidancon los textos Hebreos y Griegos y con diversas

translaciones por Cypriano de Valera" que, actualizada y nuevamente

revisada 15, fue generosamente distribuida por las Sociedades Bíblicas

durante la segunda mitad del siglo XIX, y que, aún en nuestros días, es

utilizada por gran número de protestantes de lengua castellana.

Siglo XX: una última persecución Como apunte final, y en referencia a nuestra historia reciente, es

necesario recordar que durante la guerra civil (1936-1939) en la zona

nacional-católica se desató una nueva persecución contra los

protestantes españoles. Muchos fueron encarcelados y otros acabaron

fusilados. Sus capillas fueron cerradas y sus escritos quedaron

prohibidos, entre ellos, evidentemente, la Biblia en la versión de Reina-

Valera.

En Madrid, el 7 de agosto de 1940, fue confiscado todo el material

depositado en la Sociedad Bíblica: más de 110.000 ejemplares, que

fueron destruidos y convertidos en pulpa. Todavía en 1957, en un

pueblo de Cáceres, hubo una quema de un ejemplar de la Biblia de

Reina-Valera. Hasta bien entrados los años sesenta, los protestanes

españoles tuvieron serias dificultades para obtener su Biblia, siempre

editada en el extranjero: las incautaciones de ejemplares eran

frecuentes y en las aduanas se retenían o requisaban los envíos. Hay

que señalar, además, que no pocos "colportores" fueron detenidos y

multados ¡por difundir la Biblia!

Este artículo es básicamente el mismo publicado en la revista Historia

16, con el título de Las andanzas de Casiodoro de Reina, nº 239, marzo

de 1996.

15. En 1858 Lorenzo Lucena y Pedrosa, catedrático de literatura

española de la Universidad de Oxford, llevó a cabo una nueva revisión.

16. Para una visión protestante del tema, véase: José Flores, Historia de

la Biblia en España, Editorial CLIE, Terrassa (Barcelona), 1978.

Bibliografía sobre Casiodoro de Reina Estudios recientes: EDUARD BOEHMER. Bibliotheca Wiffeniana - Spanish Reformers of two centuries from 1520 - their lives and writings according to the late Benjamín B. Wiffen's plan & with the use ofhis notations, Londres, 1874-1904. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO. Historia de los heterodoxos españoles, Tomo IV, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1963. ERNST H. J, SCHÄFER. Beiträge zur Geschichte des spanischen Protestantismus und der Inquisition im sechzehnten Jahrhundert Gütersloh, 1902. GONZÁLEZ, JORGE AUGUSTO, Casiodoro de Reina, traductor de la Biblia al español. Sociedades Bíblicas Unidas, México, 1969. ARTHUR GORDON KINDER Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the Sixteenth Century, Tamesis Books Limited, Londres, 1975. (La más completa y documentada biografía.) Lo Biblia del Oso. Según la Traducción de Casiodoro de Reina, publicada en Basilea en el año 1569. Edición de Juan Guillén Torralba. Introducción de Jose María González Ruiz. Ediciones Alfaguara, S.A.. Madrid, 1987.

Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera: Dos vidas paralelas Gabino Fernández Campos

Por la fe, el valor y la sabiduría de estos dos hombres, la historia, la

literatura y la espiritualidad hispánicas deben la primera Biblia

impresa en castellano. A esta realización no la pudo impedir ni el

«todopoderoso» rey Felipe II ni la «omnipresente» Inquisición. Y hoy,

con medio centenar de versiones en la lengua de Cervantes, esta Biblia

sigue siendo la más leída.

PAISANOS

Los dos hombres nacieron en el sur de España, en las faldas de Sierra

Morena, en tierras pobladas de alcornoques y sueños por la conquista de

América, las que en el siglo XVI pertenecían al reino de Sevilla y hoy a

Extremadura.

Casiodoro de Reina, nació en Montemolín (Badajoz), allá por el año 1520.

Y Cipriano de Valera puede que lo hiciera en un cortijo próximo a Fregenal

de la Sierra (también Badajoz), en 1532. Por eso es que hoy, en

circunstancias de menor fanatismo y mayor memoria, se los recuerda a los

dos tanto en la Gran Enciclopedia de Andalucía como en la Gran

Enciclopedia Extremeña. No obstante ellos, como no podía ser de otra

manera, siempre escribieron de su condición de sevillanos.

ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA En fechas que no han podido determinarse, los dos pasaron por las aulas de

la Universidad de Sevilla. Eso fue determinante para el posterior trabajo y

ampliación de estudios en Basilea, para Reina, y para la docencia en

Cambridge y Oxford, en el caso de Valera. En esos lugares les fueron

reconocidos sus méritos universitarios.

FRAILES EN EL MONASTERIO DE SAN ISIDORO DEL CAMPO Sobre las ruinas de la antiquísima ciudad romana de Itálica (que ahora

celebra su aniversario número 2.2OO), y a tan sólo siete kilómetros de su

ciudad natal, estos dos sevillanos volvieron a encontrarse al profesar como

frailes jerónimos en el Monasterio de San Isidoro del Campo. Allí, según se

cuenta en el libro de Artes de la Inquisición Española, escrito por

Raimundo González de Montes (que bien puede ser un seudónimo del

propio Casiodoro de Reina), «las horas que llaman de coro y rezo, se

habían convertido en explicaciones de la Santa Escritura». Terminaron por

abandonarlo en 1557, rumbo a Ginebra.

REFUGIADOS, TRASHUMANTES, LITERATOS Como tantos otros españoles en busca de libertad, en aquellas lejanas

fechas y en otras mucho más próximas, nuestros personajes emprendieron

un camino sin retorno al corazón de Europa, dejando huellas de su fe,

protesta, sacrificio, valor , amor y trabajo a su paso por Francia, Suiza,

Alemania, Bélgica, Holanda e Inglaterra. Se separaron finalmente en

Londres, donde Valera permaneció, mucho más sedentario, mientras Reina,

el impenitente viajero, justificaba el bien ganado apodo del «Moisés

español», aludiendo así a su encabezamiento de los diferentes «éxodos» de

perseguidos protestantes, españoles y extranjeros, desde Sevilla, Ginebra,

Londres o Amberes.

Mientras, Felipe II y los inquisidores no repararon en métodos y gasto para

calumniarlos, secuestrarlos o, como ocurriera con otros, asesinarlos. Ellos

pudieron experimentar la oportuna protección de Dios y de sus hermanos

en la fe, aunque esto último no impidió que el tribunal de la Inquisición los

quemara «en estatua» el 28 de abril de 1562 en Sevilla, y colocara su obra

en los Índices de libros prohibidos.

DESCENDIENTES DE REINA Y VALERA Los dos se casaron en Londres y, curiosamente, Ana era el nombre de

sendas esposas. Ellas les dieron hijos y sufrieron, junto a toda la familia,

privaciones, persecución y polémicas. Casiodoro tuvo a Marcos, Agustino,

Margarita, Servas , Juan y otros que no conocemos por nombre. Por su

parte Cipriano tuvo a tres : Isaac, Juan y Judith.

Un genealogista de Francfort, Herr George Itzrott, ha conseguido

identificar hasta una tataranieta de Reina, nacida el 1671. Y el Rvdo. N. V.

Fenn, que en 1900 se presentaba como descendiente de Judith Valera,

registró muchos sucesores ingleses. A ellos debemos sumar los que hoy

tienen su sangre en Irlanda y España, a través de Eamon de Valera y Juan

Valera, político y escritor, respectivamente.

AUTORES, TRADUCTORES Y EDITORES Tanto Reina como Valera son más conocidos por su condición de

traductores bíblicos que por sus otras obras. Y en las biografías -pocas ,

pobres y pésimas- de famosos diccionarios, enciclopedias e historias de la

Literatura -más sobre Valera que de Reina- se sigue olvidando mucho y

acertando poco, como prueban los siguientes gazapos de la Enciclopedia

Hispánica, publicada por la Británica en 1990-1991: «Casiodoro de Reina,

murió en 1582 . Hizo una traducción de la Vulgata». O «Cipriano de

Valera, refugiado en Ginebra, tradujo la Biblia al castellano (1602)».

Gracias a la cuidada y económica edición facsímil que en 1992 hiciera la

Sociedad Bíblica de España, hoy podemos disfrutar con mayor acceso el

primer texto de Reina, y conocer las pocas modificaciones introducidas por

Valera.

Además, Casiodoro nos legó, como obras originales, la ya adelantada sobre

la Inquisición, Comentarios en latín a Mateo y Juan (Francfort, 1573), una

Declaración o confesión de la fe (Francfort, 1577), un Catechismus

(Amberes, 1583) en latín, francés y holandés. También tradujo del latín al

francés una historia de la Confesión de Augsburgo (Amberes, 1582) y , en

condición de editor, la Bibliotheca Sancta, de F. Sixto Senensi, y Diálogus

in epistolam D. Pauli ad Romanos, por Antonio del Corro, ambas en

Francfort en 1575 y 1587, respectivamente.

Cipriano pudo ver dos ediciones y una de las traducciones inglesas de su

dos tratados: el primero es sobre el Papa y el segundo sobre la Misa

(Londres, 1588 y 1598). El Tratado para confirmar los pobres cautivos de

Berveria (Londres, 1594) fue su trabajo más original y literario. Además

tradujo la Institución de la Religión Cristiana (Londres, 1597) de Calvino y

aportó prólogos como editor de varias obras más.

Por su parte, el recién fundado Centro de Estudios de la Reforma, a través

de su proyecto Rescate Literario está trabajando en la localización, estudio

y publicación de los documentos, impresos ya o inéditos, de los

reformadores españoles.

¿DEBEMOS HABLAR DE LA REINA-VALERA-ENZINAS? Casiodoro de Reina, trabajó en equipo, e incorporó en el Nuevo

Testamento parte de la traducción de Francisco de Enzinas, la cual era la

primera versión del original al castellano, impresa en Amberes (1543) y

Ginebra (1556). Este segundo caso fue edición de Juan Pérez de Pineda. De

allí Casiodoro, con un pequeño arreglo, aprovechó desde Santiago hasta

Apocalipsis.

Reina conservó los resúmenes de los capítulos originales de Pérez,

multiplicó el número de las referencias y notas en los márgenes y

substituyó las divisiones medievales de los capítulos con letras mayúsculas,

adoptando la que conocemos en versículos, tal como había hecho Roberto

Estienne (NT griego, 1546). Además mejoro el castellano de Pérez,

actualizando la ortografía.

LOS APÓCRIFOS Y LAS NOTAS Los dos conservaron los Libros Apócrifos y pusieron Notas en sus

respectivas ediciones. Los primeros aparecían, en la de Reina, en la

colocación propia anterior a la Reforma, mientras que Valera los ubicó

entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Las notas se hallaban encabezando

los capítulos y en los dos márgenes exteriores. Cipriano dejó todas las de

Casiodoro, añadió otras y puso por primera vez resúmenes delante de cada

capítulo del Apocalipsis.

AMOR POR ESPAÑA Y AMÉRICA Ninguno de los dos renunció a su condición de españoles y a su

inquebrantable vocación a trabajar a favor de España. Aunque ninguno

volvería a pisar su tierra natal.

Cipriano de Valera escribió en repetidas veces hablando de su interés por

los españoles. Citemos unos de estos casos: «Orad por nuestra España y

principalmente por el Rey y por todos aquellos que tienen el gobierno de la

república, que Dios les haga gracia de leer y meditar la Sagrada Escritura».

Y resumiendo los grandes acontecimientos del año 1492, recuerda «el

descubrimiento de las Indias», y dice: «Plujiera a Dios, que los que han allá

pasado, hubieran tenido más celo de enseñar y aumentar la santa fe

Católica contenida en la Sagrada Escritura, que no de enriquecerse a sí

mismo, y para enriquecerse, matar y robar a diestro y a siniestro (como

dicen) aquella simple gente, que tenían animas racionales como nosotros, y

por quien Jesucristo era muerto».

Según escribió Valera, «Casiodoro de Reina, movido de un pío celo de

adelantar la gloria de Dios y de hacer un señalado servicio a su nación, en

viéndose en tierra de libertad para hablar y tratar de las cosas de Dios,

comenzó a darse a la traslación de la Biblia», la que en el Prefacio latino

dedicó a «totius Europae» y a la «Hispani Indiue».

Los inquisidores, desde Madrid, y un año antes de su impresión, la

calificaron de dañina y empezaron a exigir que se impidiera su circulación.

Con todo, enseguida llegó a España y a tierras americanas. Como queda

demostrado por la documentación de los Tribunales del Santo Oficio en el

Nuevo Mundo, así como por lo que escribió Valera en la «Exhortación» a

la segunda edición, donde afirma que había llegado «hasta las Indias

Occidentales».

SEPARACIÓN Y MUERTE Como ya hemos adelantado, Valera quedó en Londres y Reina siguió

viajando por Europa Central. Y parece que después de 1578 no volvieron a

verse. Tampoco nos ha llegado ninguna carta, si es que mantuvieron

correspondencia. La muerte sorprendió a Casiodoro el 15 de marzo de

1594, rodeado de sus hijos, todavía solteros, y de su esposa. Esta ocurrió

cuando ejercía el pastorado en Francfort, lo que antes había hecho en

Ginebra, Londres y Amberes. Mientras, Cipriano parece que todavía estaba

vivo en 1606, fecha en que perdemos su pista. Eso sí, ya con más de setenta

años y una vida más sosegada y próspera, con su docencia en las

Universidades de Cambridge y Oxford y las ocupaciones literarias que ya

hemos comentado.

Cipriano de Valera, nunca abandonó el calvinismo que habían profesado

desde el principio. Aunque Casiodoro de Reina, en los últimos años, firmó

y enseñó las Confesiones luteranas. Pero la más larga e inexplicable

separación entre ellos se dio por tres siglos en las portadas de la Biblia,

donde repetidos y casi generales descuidos editoriales de ayer, y obras de

consulta de hoy, presentan el trabajo de ambos como la «Antigua Biblia de

Cipriano de Valera». Y su patria, cuando tres siglos más tarde comenzó a

publicarla, mantuvo el error.

TARDÍO E INSUFICIENTE, PERO MERECIDO HOMENAJE Los sueños de conquistas en América, conquistas de almas para Cristo,

pronto se hicieron realidad. Con la traducción de la Biblia al castellano de

Casiodoro de Reina, se presentaba «el otro Cristo español». Y en los

últimos años, con el aumento del conocimiento y reconocimiento a la

imperecedera obra, se les rinde, aunque tardía e insuficientemente, un

merecido homenaje.

En España, «la Biblia del Oso» -tal como se llama a la primera edición-

representa a la literatura religiosa en una Colección de Clásicos

Castellanos. Y en el IVº Centenario de su muerte, la ciudad de Sevilla, por

medio de su Universidad, organizó una Exposición de Biblias Castellanas y

un acto académico y el Ayuntamiento rotuló una calle a su nombre. Y por

nuestra parte, hemos escrito una nueva biografía, que aparece en una triple

presentación: impresa, en audio y video.

Alemania, país donde Casiodoro viviera tantos años hasta su muerte, lo

recordó en una exposición histórica sobre Francfort, mostrando un retrato y

el ejemplar dedicado por él al Ayuntamiento. Y Friedemann, cantautor

alemán que trabaja como misionero en España, ha grabado dos canciones

dedicadas a Reina.

En América, que se adelantó en 1969, dedicando a «la Biblia del Oso» dos

sellos de correos -uno en Guatemala y otro en Chile- preparó un variado

programa con ocasión del lanzamiento de la Reina Valera Revisada de

1995.

Importancia histórica de la Versión Reina-Valera Marcos Antonio

Ramos

La antigua Biblia de Casiodoro de Reina, publicada en 1569 y revisada por

Cipriano de Valera en 1602, es el mayor aporte hecho por cristianos

evangélicos a la literatura española.

Su clasicismo y majestuoso lenguaje han garantizado su preeminencia.

Como tantos otros evangélicos, no puedo separar la Biblia Reina-Valera de

mi peregrinaje espiritual. El primer ejemplar de la Biblia completa que

llegó a mis manos había sido publicado por la Sociedad Bíblica Británica y

Extranjera y forma parte de mi nostalgia por la juventud.

Con motivo de mi ingreso como miembro de número de la Academia

Norteamericana de la Lengua Española y correspondiente de la Real

Academia Española se me presentó una oportunidad de ofrecerle un sincero

reconocimiento a la versión Reina-Valera, que he asociado siempre con las

glorias de nuestra lengua.

El título del discurso de ingreso, pronunciado en Columbia University, es el

siguiente: Marcelino Menéndez y Pelayo: Historiador de las Religiones. No

hubo necesidad alguna de acudir a mis propias palabras sino más bien a la

de nuestro erudito por excelencia, ya que el discurso era una evocación del

más famoso de los críticos literarios españoles.

La contestación de rigor, a cargo de don Jaime Santamaría, miembro de las

academias Norteamericana y Filipina, y correspondiente de la Española,

estuvo dedicada a exaltar nuestra amada versión castellana de las

Escrituras.

De repente recordé que fue precisamente don Jaime Santamaría quien puso

en mis manos, en los ya lejanos días de mi niñez, el evangelio según San

Juan en la versión Reina-Valera.

Menéndez y Pelayo dejó un testimonio de la importancia de esa versión,

situándola en su contexto histórico y literario.

Estas palabras forman parte de su célebre Historia de los Heterodoxos

Españoles: «Los trabajos bíblicos, considerados como instrumento de

propaganda, han sido en todo tiempo ocupación predilecta de las sectas

protestantes. No los desdeñaron nuestros reformistas del siglo XVI: Juan de

Valdés puso en hermoso castellano los Salmos y parte de las Epístolas de

San Pablo; Francisco de Enzinas, no menor helenista, vertió del original

todo el Nuevo Testamento; Juan Pérez aprovechó y corrigió todos estos

trabajos.

Faltaba, con todo eso, una versión completa de las Escrituras que pudiera

sustituir con ventaja a la de los judíos de Ferrara, única que corría impresa,

y que por lo sobrado literal y lo demasiado añejo del estilo, lleno de

hebraísmos intolerables, ni era popular, ni servía para lectores cristianos del

siglo XVI.

Uno de los protestantes fugitivos de Sevilla se movió a reparar esta falta;

emprendió y llevó a cabo, no sin acierto, una traducción de la Biblia y

logró introducir en España ejemplares a pesar de las severas prohibiciones

del Santo Oficio. Esta Biblia, corregida y enmendada después por Cipriano

de Valera, es la misma que hoy difunden, en fabulosa cantidad de

ejemplares, las Sociedades Bíblicas de Londres por todos los países donde

se habla la lengua castellana. El escritor a quien debió nuestro idioma igual

servicio que el italiano a Diodati era un morisco granadino llamado

Casiodoro de Reina».

Por siglos se había dependido en los reinos de la Península Ibérica de la

Vulgata, versión latina que vino a ser la Biblia de toda la iglesia occidental

en el medioevo. Isidoro de Sevilla había escrito comentarios al Antiguo

Testamento y biografías de ochenta y seis personajes bíblicos. Otro gigante

de la erudición medieval, Alfonso el Sabio, Rey de León y Castilla,

promovió la traducción del Antiguo Testamento y la encargó a un grupo de

eruditos en Toledo.

Al iniciarse los tiempos modernos, el cardenal Francisco Jiménez de

Cisneros, arzobispo de Toledo, futuro regente del Reino y Gran Inquisidor,

publicó en España la Biblia que se conoce generalmente como la Políglota

Complutense. Según el profesor Justo L. González: «Esta Biblia manifiesta

un espíritu de erudición crítica que los estudiosos bíblicos no habían

conocido desde tiempos de Orígenes en el siglo III, de Jerónimo en el IV, o

de Teodoro de Mopsuestia en el V».

Sin embargo, sería un miembro ilustre de la pequeña minoría religiosa

constituida por los reformistas de la Península, el escogido por Dios para la

proeza de publicar, en agosto de 1569, el primer ejemplar de toda la Biblia

vertida a nuestra lengua con una maestría no superada por ningún otro

esfuerzo de esa naturaleza. En aquella gloriosa era de Cervantes, Lope de

Vega y Juan de Valdés, el Siglo de Oro de la literatura española, la

incipiente comunidad evangélica dio a luz, mediante las abnegadas labores

de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, una versión que ya recibe el

debido reconocimiento en las academias de la lengua. Su mensaje sigue

siendo el mismo: «La luz en las tinieblas resplandece».