Caso Laísa-Maratón 10 diciembre

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MARATÓN POR LOS DERECHOS HUMANOS 10 DE DICIEMBRE

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Información sobre el caso de Laísa Santos Sampaio.

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MARATÓN POR LOS DERECHOS HUMANOS 10 DE DICIEMBRE

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CASO 2-. LAÍSA SANTOS SAMPAIO

Laísa Santos Sampaio vive en el asentamiento de Praia Alta Piranheira, una comunidad rural de unos 350 pequeños propietarios situada en el municipio de Nova Ipixuna, a 500 km al sur de Belém, estado de Pará. Lleva trabajando allí de maestra de escuela los últimos 11 años. También forma parte del Grupo de Trabalhadoras Artesanais Extrativistas, proyecto femenino de artesanía que elabora cosméticos, medicamentos y pomadas a partir de frutos y bayas de la selva. El grupo fue creado en una de las últimas áreas de bosque primitivo del municipio para promover el desarrollo sostenible. Su oposición a la industria maderera ha puesto a sus integrantes en una situación de riesgo considerable en una región en la que la explotación ilegal de la selva está a la orden del día.

En mayo de 2011, la hermana de Laísa, Maria do Espírito Santo da Silva, y su cuñado, José (“Zé”) Cláudio Ribeiro da Silva, murieron por disparos de pistoleros a sueldo. Hay tres hombres en espera de ser juzgados por su asesinato. José Cláudio y Maria eran dirigentes comunitarios y llevaban mucho tiempo haciendo campaña sobre cuestiones medioambientales y contra la explotación maderera ilegal en la región, y su homicidio tuvo lugar durante una oleada de violencia contra los defensores y defensoras de los derechos humanos de la Amazonia. Desde su muerte, al menos veinte personas, entre ellas la hermana de José Cláudio, Claudelice, familiares de Laísa y muchos pequeños propietarios, han huido de la comunidad ante el temor por su vida. Tras los homicidios, el proyecto de artesanía se clausuró, ya que muchas de sus integrantes abandonaron la región, y Laísa quedó aislada y expuesta; el proyecto ha empezado a funcionar de nuevo recientemente.

En agosto de 2011, alguien colocó un tronco de cocotero atravesado en un camino a unos 150 metros de la casa de Laísa: un acto que en la región se reconoce como una amenaza de muerte; poco después, alguien asaltó la casa de Laísa y disparó ocho tiros a su perro. Estas amenazas son iguales que las que recibieron la hermana y el cuñado de Laísa inmediatamente antes de su muerte.

Tras recibir las amenazas, Laísa se trasladó temporalmente a la capital regional, Marabá, donde pasó siete meses antes de verse obligada a regresar a Nova Ipixuna porque no tenía medios para mantenerse. De vuelta en su comunidad, se ha convertido en una de las críticas más visibles de la explotación maderera ilegal y la quema de carbón vegetal. Los miembros de su comunidad le han transmitido regularmente mensajes en los que la advierten de que su vida está amenazada. Cada vez que el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais Renováveis, IBAMA) ha visitado la región para investigar la explotación maderera ilegal, las amenazas contra Laísa se han intensificado.

Tras su regreso a Nova Ipixuna, Laísa dijo a Amnistía Internacional: “Una mujer que ya había alertado a Maria y Zé Claudio [antes de que fueran asesinados], me dijo llorando que un forastero, que había estado en la casa del hombre que había ordenado sus asesinatos, estaba rondando por mis terrenos”.

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También dijo a Amnistía Internacional que, en junio de 2012, alguien de la comunidad local le había dicho que matar a José Claudio no había sido demasiado difícil, y que matar a Laísa y su familia sería más fácil aún: sólo era cuestión de reunir a las personas que deseaban hacerlo. Se han realizado disparos cerca de la casa de Laísa, y un monumento en memoria de la muerte de Maria y José Cláudio ha sido destruido.

Laísa cree que los responsables de las amenazas que ha recibido estuvieron implicados también en el homicidio de su hermana. Le preocupa especialmente el hecho de que dos residentes, de quienes unas escuchas telefónicas de la Policía Federal han revelado que han estado en estrecho contacto con los tres hombres que aguardan a ser juzgados por el asesinato de su hermana y su cuñado, permanezcan libres en la comunidad.

En febrero de 2012, Laísa viajó con Claudelice a Nueva York para recibir un galardón póstumo otorgado por las Naciones Unidas como reconocimiento a la labor de Maria y José Cláudio. En aquel evento, Laísa manifestó: “Los asesinatos de personas que, como ellos [Maria y José Cláudio], defienden la selva son cada vez más frecuentes en la Amazonia. La Amazonia está manchada de sangre, y esa mancha no hace más que extenderse”.

En abril de 2012, la petición de que se incluyera a Laísa en el Programa Nacional de Protección de Defensores de los Derechos Humanos fue rechazada alegando que no se consideraba que la vida y la integridad física de Laísa corrieran peligro. En junio, estaba previsto que un representante del Programa visitara Pará con el fin de reevaluar la situación, pero el viaje se abandonó después de que, en el trayecto, se produjera un accidente automovilístico.

Ante el peligro constante, la ONG católica local Comisión Pastoral de la Tierra (Comissão Pastoral da Terra, CPT) se puso en contacto con el mando local de la policía militar, el cual, a cambio de la donación de una motocicleta, accedió a patrullar el asentamiento dos veces por semana y acompañar a Laísa cuando ésta salga de la comunidad y regrese a ella. Tanto la CPT como Laísa consideran que, aunque es mejor que nada, esta protección dista de ser adecuada.

Información complementaria

Los confictos rurales son endémicos en la Amazonia brasileña, especialmente a lo largo del denominado “arco de deforestación” que recorre la parte sur de la cuenca amazónica. A lo largo de esta enorme área, escasamente dotada de policía, los madereros ilegales, los productores de carbón vegetal, los rancheros y los individuos que se apropian ilegalmente de tierras se enfrentan a las comunidades rurales pobres. Los pequeños agricultores, los grupos indígenas y las comunidades quilombola (compuestas por descendientes de antiguos esclavos huidos) están bajo la amenaza constante de los pistoleros a sueldo, especialmente en Rondônia, Amazonas, el sur del estado de Pará, Tocantins y Maranhão. Los defensores y defensoras de los derechos humanos –especialmente los que trabajan sobre proyectos medioambientales, como la recolección sostenible de productos de la selva– son blanco sistemático de ataques, y en 2011 hubo una oleada de homicidios que provocó la indignación nacional e internacional.

Tras el homicidio de José Claudio Ribeiro y su esposa, Maria do Espírito Santo, en mayo de 2011, la policía federal abrió una investigación y se detuvo a tres hombres, que actualmente están en espera de juicio. Por aquella época, Maria do Rosário, secretaria federal de derechos humanos, prometió brindar algún tipo de protección a más de un centenar de defensores y defensoras de los derechos humanos y dirigentes rurales, pero desde entonces apenas se ha hecho nada para cumplir esas promesas.

Los problemas a los que se enfrenta la región son múltiples. Según la CPT, más de 900 personas han muerto en confictos agrarios en la Amazonia brasileña desde mediados de la década de 1980. Sin embargo, menos de 30 de estos casos han llegado a juicio, y sólo unos pocos responsables han sido condenados y encarcelados.Las deficiencias en todos los niveles del sistema de justicia penal y la infuencia indebida de los terratenientes adinerados han afianzado la impunidad.

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MARATÓN POR LOS DERECHOS HUMANOS

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