CASO ARGOS NUEVOInternacionalizacion Caso Cementos Argos I PARTE
Caso Locles
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///nos Aires, 16 de septiembre de 2013.
Y V I S T O S:
Se reúnen los integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal
N° 16 de Capital Federal, el Dr. Gustavo Javier González Ferrari –a
cargo de la presidencia- y las Dras. María Cristina Bertola, Inés
Cantisani –vocales-, con la asistencia del Sr. Secretario de Cámara, Dr.
Cristian Axel von Leers, para dictar sentencia en la causa Nº 4036
seguida a ROBERTO JORGE LOCLES, de nacionalidad argentina,
D.N.I. Nro. 4.860.486, nacido el 26 de agosto de 1937 en esta Ciudad,
hijo de Roberto Aquilino y de Margarita Tosonieri, con domicilio en
Curapaligüe 2035, Caseros, Provincia de Buenos Aires, identificado con
Prio. Pol. DE 226.863 y del Registro Nacional de Reincidencia
O2305808.
Intervienen representando a la querellante Beatríz Otilia
Rial los Dres. Federico Efrón y Maximiliano Medina, y por Nelson
Fabián Aguirre la Dra. Claudia Ferrero; al Ministerio Público Fiscal, el
Dr. Fernando Fiszer; y a la defensa los Sres. Defensores, Dres.
Luis Alberto Grisolía y Omar Vicenti.
RESULTA:
1) Objeto del debate:
Mediante requerimiento de elevación a juicio de
la causa obrante a fs. 560/561, los Dres. Maximiliano Medina y
Federico Efrón representantes de la parte querellante Beatríz Rial y a
fs. 658/659, la Dra. Claudia Ferrero representante del querellante
Nelson Fabián Aguirre imputaron a ROBERTO JORGE LOCLES que
“… el día 22 de febrero de 2011, entre las 9.30 y las 12.00 hs.,
en la sede de la División Balística de la Policía Federal
Argentina, sita en la calle Azopardo 670, 3er piso de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, los peritos de la mencionada
fuerza Oficial Juan Andrés Leguiza, Subinspector Edgardo Ariel
Ríos, Subinspector Matías Damián Romero Ale y el Ayudante
Martín Descalzo, en conjunto con los peritos de Gendarmería
Nacional Argentina, Segundo Comandante Gonzalo Bruno Díaz
y la Primer Alférez María Lastretti y los peritos de parte
Licenciados Diego Martín Gómez, Silvia Bufalini y Roberto
Locles, se encontraban reunidos con el fin de dar
cumplimiento al peritaje encomendado por la jueza de
instrucción, a fin de determinar si el proyectil extraído del
cuerpo de Mariano Ferreyra, antes de herirlo mortalmente
había rebotado, o si por el contrario había ingresado en forma
directa. En dicha ocasión, , el imputado Roberto Jorge Locles
tomó el proyectil mencionado y lo golpeó sobre la superficie
de la mesa en forma reiterada y continua contra la mesa de
melamina sobre la que se encontraban trabajando todos los
peritos presentes, lo que provocó en el proyectil diversas
modificaciones en su estructura”.
Por su parte, la Dra. Felisa Elena Krasuki, a
cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción Nro. 43, a fs.
576/590, reprochó a ROBERTO JORGE LOCLES,“… la infracción al
artículo 255 del Código Penal de la Nación consistente en
haber alterado o inutilizado en parte un objeto destinado a
servir de prueba en el marco de la causa Nro. 40.825/ 2010 del
registro del Juzgado nacional en lo Criminal de Instrucción
nro. 38 en la que se investiga entre otras cosas la muerte de
Mariano Esteban Ferreyra acaecida el día 20 de octubre de
2010. En efecto, el día 22 de febrero de 2011 en la sede de la
División Balística de la Policía Federal Argentina, sita en la
calle Azopardo 670, 3er. piso de esta Ciudad se estaba
llevando a cabo una junta pericial ordenada por la Dra. Wilma
Susana López en el marco de la causa de referencia, con la
participación de peritos especializados de la División Balística
de la mencionada fuerza, Inspector Juan Andrés Leguiza,
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Subinspector Matías Damián Romero Ale, y el Ayudante Martín
Descalzo, peritos de la Gendarmería Nacional Argentina,
Segundo Comandante Gonzalo Bruno Díaz y la Primer Alférez
Marías Lastretti, los peritos de parte propuestos por la
querella Licenciados Diego Martín Gómez y Silvia Viviana
Bufalini y el aquí imputado propuesto por la defensa de
Guillermo Uño, ocasión en la cual tomó el proyectil extraído
del cuerpo de quien en vida fuera Mariano Esteban Ferreyra
con la finalidad de explicar su teoría (que el proyectil habría
rebotado previo herir al occiso) y lo golpeó reiterada y
continuamente contra la mesa de trabajo ex istente en el
gabinete, lo que generó leves aplastamientos en la parte de su
ojiva y cuerpo, más específicamente donde se hallaban las
deformaciones lineales y paralelas que presentaba el proyectil
lo que conforme lo manifestado por los técnicos especializados
permitiría arribar a nuevas interpretaciones de la superficie
que vulnerara al proyectil en ese sector”. La conducta del incuso
fue calificada como constitutiva del delito de inutilización de un objeto
destinado a servir de prueba, por el que deberá responder en calidad
de autor (arts. 45 y 255 del C.P.).
2) Defensa material.
Luego de haber sido impuesto de los derechos
que le confiere la ley, LOCLES manifestó su deseo de no declarar, por
lo que se dispuso la incorporación por lectura de la declaración
indagatoria obrante a fs. 98/101, conforme manda el artículo 378 del
C.P.P.N.. En ocasión de cumplir con ese acto en la etapa instructoria,
LOCLES había manifestado que “…voy a explicar lo que técnicamente
hice yo. Quiero aclarar el punto I en el acta habla de la posición. La
posición del proyectil, de cuando yo tomo el proyectil: Dice que tomé
el proyectil de los bordes con la parte deformada hacia abajo y que
siguiendo la trayectoria de un rebote, golpeó en reiteradas veces el
proyectil contra una mesa de fórmica, que ellos llaman melamina. Bien,
podemos poner punto II. Nunca hubo intención de mi parte de
deformar el proyectil, por dos motivos: El primero, es que digamos…es
imposible de producirle algún daño cuando estamos hablando de un
proyectil de plomo y antimonio que tiene una dureza de 28 brines. (…)
voy a aclarar quizás, por qué lo pude haber golpeado con un
poco más de fuerza de lo normal. Quiero recordar el día 18 de
enero. Por orden de la jueza interviniente, me ordenó hacer un punto
de pericia con la Policía Federal, que no estaba en mi función de perito
de parte, porque yo estaba defendiendo a Uño que no estaba acusado
de disparar a nadie. Yo recibí un oficio de la Dra. López que me ordena
que el día 12 de enero haga una pericia con la Policía Federal y el
punto de pericia era si el proyectil que mató a Ferreyra era tiro directo
o rebote. Hasta ese momento no conocía nada de la causa porque la
jueza no me permitió ver el expediente: cuando llegué a Policía
Federal, el que estaba a cargo me dice “Vamos a poner que es un tiro
directo”, y yo le dije “me gustaría verlo” antes de opinar. Me muestra
un proyectil, según ellos extraído del cuerpo de Ferreyra, que tenía
una cara totalmente aplastada y yo le dije que ese aplastamiento lo
más probable, era que pertenecía a un rebote contra el piso”. De
seguido aludió LOCLES en esa declaración que tuvo a la vista la
autopsia de Ferreyra y que por el lugar de acceso de la bala, ésta no
podía haber tenido choque contra ningún cuerpo óseo duro. Prosiguió
diciendo que fue convocado para asistir a una reunión de peritos para
el 22 de febrero del 2011 a las 9 de la mañana en Policía Federal
mediante la correspondiente notificación; que el motivo de la reunión
no era otro que el dirimir entre todos si había existido o no un rebote;
que llegó allí a las 8.45 acompañado por dos ayudantes y diverso
material didáctico para demostrar su posición; que cuando quiso
acceder a la Sala no se lo autorizó por lo que tuvo que exigir al Oficial
que le impedía el paso que se comunicara con el Tribunal; que esperó
fuera y recién pudo acceder a las 10.10, poco más de media hora
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después de que hubiese empezado la pericia de la que participaron
otros expertos. Así señaló que se dirigió a ellos diciéndoles “…yo les
digo que mi opinión era que era rebote y que lo podía demostrar,
hechos que comenzaron con agresiones hacia mí siete peritos de la
Policía Federal aunque en el acta constan cuatro. Reconozco que en
ese momento me puse muy nervioso y (…) que tomé el proyectil
tal como lo dice el acta, con la forma aplanada hacia abajo (… )
esto lo quiero destacar. Esto ocurrió a 10.10 horas. Se me arrimaba
un chico de guardapolvo blanco recién recibido que me decía al oído,
“Ud. no sabe nada, Ud. es un loco””. De seguido puntualizó el
imputado que era hipertenso, que le subió la presión, que les pidió a
sus asistentes que le trajeran medicación, no permitiéndoles el ingreso
al recinto; y que se preocupó porque comenzó a sangrarle la nariz
temiendo que fuera un cuadro de ACV. Y agregó “entonces me retiro
entre las 10.10 y 11.30 nadie hizo ningún acta ni nada, oh casualidad
la hicieron a las 12 en mi ausencia. Posteriormente a ello y yendo al
Tribunal descubro la existencia de otra acta que comienza a las 12 y
no tiene hora de finalización. A pesar de estar nombrados todos los
peritos menos yo, los únicos que firman son los de la Policía, y dice en
su parte final que el brillo y aplastamiento es de carácter leve, que no
lo modifica sustancialmente.”. LOCLES se explayó sobre las fotos
agregadas y puntualizó que se trataba de vistas efectuadas a distintas
escalas y tomadas con distintos aumentos e iluminación; y que por
tanto la diferencia de diámetro que se podría observar en la punta del
proyectil no era consecuencia de golpe sino que “es sólo que la pericia
se hizo con aumento e iluminación que hacen ver el proyectil
achatado. Creen, ante esa vista, que yo fui el que hice el
achatamiento”. Y prosiguió diciendo “en el acta 2 dice “no obstante lo
expuesto es dable indicar que esta nueva característica…” es decir, lo
que yo deformé daría otras conclusiones. Quiero explicar, para lo
único que sirve el proyectil de Ferreyra es para que si, aparece un
arma secuestrada, con un testigo, hacer la comparación, para nada
más. Lo que está achatado no es por el cuerpo, es externo al cuerpo,
lo que identifica al proyectil son las estrías…, etc., el achatamiento no
se puede repetir, es único, menos en una calle así que tiene alquitrán,
adoquines, bocas de tormenta y no se sabe dónde impactó…no puede
haber variante de interpretación en cuanto a la identificación del
proyectil”. Destacó que todo esto le ocasionó un gran perjuicio
económico; que los medios habían tergiversado lo acontecido, que él
era un científico que no tenía nada que ver con las cuestiones políticas;
que se habían violado todos los derechos y deberes de los peritos, que
había intervenido en más o menos 2800 pericias con un alto
porcentaje de acierto en sus conclusiones. Al serle preguntado por
el Juez de Instrucción si sobre la mesa de trabajo a los fines
periciales había otros proyectiles, contestó que no había
ningún otro, tras lo cual expresó “recordemos que yo entré media
hora después que empezaran a hacer la pericia, todos los peritos que
estaban utilizaron el proyectil de Ferreyra ese día, todos se pararon
y lo llevaron al gran comparador. Yo lo tomé y no supuse que
era el de Ferreyra. El proyectil debió haber estado en un frasco o
sobre lacrado y no así sobre la mesa, todo el mundo se llevaba el
proyectil para mirarlo por el gran comparador. Todos usaron ese,
todos lo manipularon, no tenía que haber otros proyectiles, la
pericia tenía por objeto determinar si el disparo había sido
directo o por rebote. Uno de los peritos trajo para medir el peso un
calibre.38 especial, yo no pregunté si era el proyectil de
Ferreyra, lo tomé y mostré cómo para mí había sido el
impacto, no me importaba si era el de Ferreyra o no…era
indiferente porque no le iba a hacer nada con su explicación”. Continuó
detallando que “Estaba parado, entonces cuando yo le digo que hay
rebote, le digo que la trayectoria se la daba el forense…parado a la
mitad de la mesa, justo en el centro, tomé el proyectil y en tres
ocasiones, le mostré, golpeándolo contra la mesa, cómo había
sido el rebote.”
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Luego de escuchar a casi la totalidad de los
testigos, LOCLES manifestó que haría uso de su derecho a declarar
ante el Tribunal, pedido al que se le hizo lugar. Entonces refirió
cuándo, cómo y porqué se constituyó en la División Balística de la
Policía Federal; repitió que hasta allí fue con dos colaboradores que no
fueron autorizados a entrar; que ya con anterioridad a esa vez, más
precisamente el 18 de enero del 2011 había tenido contacto con el
proyectil, pudiendo entonces determinar que la impronta que
presentaba tenía rastros de ser un rebote; que tal conclusión contrarió
a la Policía Federal por cuanto sus peritos defendían la tesitura de que
el proyectil había impactado contra el joven Ferreyra de modo directo;
que sabía que quien estaba a cargo de la custodia del elemento a
peritar era el Inspector LEGUIZA; y que con posterioridad a ese
encuentro entregó un extenso informe pericial a la jueza de instrucción
donde se explayó sobre su posición por cuanto tras observar el
proyectil no tenía ninguna duda. Al igual que en su anterior declaración
relató que el 22 de febrero de 2011 había tenido dificultades para
ingresar al “cónclave” de peritos, por cuanto la Policía no le dejó entrar
sino hasta que del Juzgado confirmaron que sí podía acceder. Dijo que
esperó fuera pero viendo a través de un vidrio lo que pasaba en la
sala; que a las 9:30 llegaron los peritos de gendarmería; y que
bastantes minutos después lo autorizaron a pasar solo. Respecto a ese
momento refirió: “… Como pude llevé mis elementos, cuando llegué
ahí, no vi nada arriba de la mesa, no había absolutamente nada en ese
momento porque supongo que muchos de los elementos los tendría la
gente que andaba caminando, yendo al gran comparador, o viniendo,
no sé, yo no vi nada. Tampoco pude ver fotos, porque normalmente
en las pericias, lo que se hace cuando comienza una pericia es sacar el
envoltorio, fotografias, sacar el tubito, fotografias, sacar el proyectil,
fotografias. No había nada o sea después no hubo nada, la prueba está
que no se elevó nada de todo eso. Cuando yo entro saco el muñeco
que esta ahí, que tiene una trayectoria que digamos que sería de acá
para acá que era desde donde el proyectil se había disparado. Se
rieron un poco porque dijeron “el muñeco”. Yo suelo llevar material
didáctico siempre, había llevado un cañón, que es lo que proyecta; no
de fuego, había llevado máquinas de foto y pendrive. Pude colocar las
cosas arriba de la mesa, reitero, hasta ese momento no había nada;
cuando estaba colocando el muñeco que eso causa algunas chanzas,
me dice el segundo comandante de la gendarmería -había dos, una
chica y el segundo comandante de la gendarmería- y me dice: para
qué sirve todo esto? Y le digo, para demostrar el rebote, pero nosotros
todavía estamos hablando con la policía y estamos viendo la
posibilidad de que sea tiro directo. Entonces a mí me extrañó, por dos
o tres cosas. Primero: La gendarmería ya había dado rebote, pero lo
dio otro perito, no ese. El otro perito se fue, no sé dónde está. Hizo un
extraordinario trabajo, donde determina el rebote, fotografía, decía
que era rebote. A mí me extrañó la diferencia. Entonces ahí fue cuando
yo en ese momento minutos antes, segundos antes, un perito trae un
proyectil, que reitero yo no sabía, porque no estuve al principio cuando
empezó todo de que era el proyectil de Ferreyra, no lo sabía, entonces
yo para explicarle más claramente, teniendo el muñeco, acá al
costado, a la izquierda, teniendo la varilla que lo cruzaba le dije: Esto
es lo que hizo el proyectil y yo lo deslicé, no en una, en 3
oportunidades, lo deslicé y le demostré cómo era, dice no, sí pero no,
de esto no hay duda. A la izquierda mía estaba sentado Leguiza, frente
mío estaba el segundo comandante Diaz de gendarmería. Había dos o
tres más peritos sentados y el resto estaban hablando, charlando en el
gran comparador, porque además de los 4 de policías de gendarmería
había 3 más con guardapolvo. Es decir que en ese momento la Policía
Federal, no tenía 4, tenía 7 personas trabajando”. Precisó que en ese
momento, en que el golpeó el proyectil –situación que describió como
tensa y de discusión acalorada-, empezó a sentirse mal, aclarando que
es hipertenso y recibe medicación, por lo que se retiró. Dijo “… yo no
recibí llamada telefónica como dijeron el lunes, yo llamé con mi
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teléfono porque afuera estaban esas personas que vinieron conmigo,
todo el mundo sabe el horario que yo estoy diciendo y la hora en que
entré realmente, no sé la hora de salida porque no estaba en
condiciones de saberlo, pero sí pude acomodar el muñeco devuelta
adentro del cajón, llamé a que viniera alguien de los ayudantes para
llevarse el cajón porque pesaba demasiado y yo me retiro. Hasta ese
momento nadie me dijo nada, ni me hablaron de información, no me
hablaron de brillo, absolutamente de nada. Dije me voy, no sé si no
me escucharon, es probable, no estaba con mucha fuerza de gritar.
Salgo y me llevan entre los dos ayudantes a un bar de la esquina, que
había estado anteriormente cuando comenzamos, donde tomo mi
remedio, descanso un poco y también tomo un Lexotanil, todo esto
medicado por el médico”. Al serle preguntado por Presidencia quien le
había suministrado la bala dentro de la sala, respondió que: “… la
dejaron arriba de la mesa, alguien viene, supongo del gran
comparador y dejó el proyectil arriba de la mesa, nadie me lo
dijo, ni tampoco, el jefe digamos de la operación, tampoco me
dijo nada, una de las cosas también que pasó es que yo lo tuve
que hacer tres veces.” Interrogado que fue respecto de si había otro
tipo de balas, respondió que no, que no había ninguna más, ni
siquiera una vaina mencionada en alguno de los testimonios; y por
tanto, para que explicara que le hizo pensar que el proyectil que
agarró, que presentaba idénticas características al que debía ser
peritado y que era el único en el lugar, no habría de ser el que
precisamente era objeto de la pericia convocada contestó “No… ,eh..
está bien, pero… no sé si era el objeto porque yo no estuve al
principio, eh… pero perdóneme Doctor, si yo veo que una
persona viene con una bala en la mano, sin ninguna forma, o
sea normal y estaba en el gran comparador y la deja arriba de
la mesa, pensé que era otra bala, es decir, nadie me dijo
guarda que esta es la bala de... Vuelvo a repetir, al llegar
tarde, no vi el inicio...”. Ante su respuesta fue nuevamente
interrogado por una de las vocales quien le recordó que conforme él
había declarado ya había participado en un peritaje o un informe,
practicado en enero de 2011, lo que LOCLES asintió, recordando que
efectivamente eso había sucedido cuando dijo que la bala evidenciaba,
sin dudas, haber rebotado; y por tanto se le recordó que entonces ya
conocía el proyectil por haberlo visto, a lo que LOCLES respondió
afirmativamente aclarando que “… no tuve contacto en ese
momento con el proyectil, me lo mostraron de esta manera –
ademán que se lo mostraron teniéndolo en las manos- pero sí
pude concluirlo, y sí, lo vi”.. LOCLES siguió diciendo que “…golpeé
3 veces –en alusión al proyectil-; pero sin provocarlo”, y luego
describió su larga trayectoria en la materia destacando que era un
profesional con cincuenta y cuatro años de ejercicio y muchas pericias
en su haber. Habló de las características de los proyectiles de plomo, y
su dureza; de lo dificil que era dejarles marcas con golpes como los
que él había dado; de por qué no podía tratarse de un proyectil de
plomo solo pues ello si hubiese sido así al ser eyectado del arma
saldría con consistencia blanda y emplomaría el cañón; de que cuando
se habla de brillo, eso no implica deformación; de que el proyectil,
tiene alrededor monóxido de plomo y que eso genera el brillo. Luego
refirió que él nunca había visto la cadena de la seguridad de la
prueba; que la policía tardó siete meses para llevar el proyectil hasta el
Tribunal Oral nº 21; que la pericia se había hecho sobre fotos; que las
conclusiones nunca podían ser definitivas, de ese modo pues la certeza
la daba el confronte en el gran comparador de balística; que las actas
habían sido labradas teniendo como relación fotografías que eran de
diferentes escalas por lo que no se guardaba proporcionalidad; y que
por tanto era poco serio decir que él era quien había achatado las
crestas. Y seguidamente destacó “… primero yo no deformé, tengo
una vasta experiencia para demostrar que yo sé cuáles son los
lím ites, yo sé cuáles son los lím ites y yo no pasé ningún límite,
yo lo hice sabiendo cuál era lo que yo podía dañar o no, más
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en tantos años de perito yo nunca ni siquiera destruí, un perito
que sea testigo, ni como yo que llevan muletos que por ahí,
que se llaman testigos en realidad, no hacía falta, ni deformar
ese, ni deformar éste; además sería muy estúpido de mi parte
deformar lo que yo estoy defendiendo, porque estaba
deformando el rebote, cuando yo estaba diciendo desde el día
18 que era rebote así que yo sólo voy a deformar lo que yo
estoy defendiendo, es decir, no tiene gollete. Cuando se habla
de los golpes, los golpes no deforman el proyectil golpeando,
no puede ese proyectil deformarse con una mesa de melanina
que es de fórmica (… )yo digo que yo no deformé el proyectil
que yo soy totalmente inocente y que yo no sabía por qué sino
el sr que estaba al lado mío, que es Leguiza que es el
responsable de la seguridad; cuando yo lo golpeé la primera
vez me hubiese agarrado diciendo que hacés, sos loco vos,
cómo estas golpeando el proyectil? No, esperó 3 veces que yo
golpeara y me dice: deje eso ahí que es el proyectil, ah perdón
dije yo, él dijo eso en su declaración y lo dejé enseguida y él
dice que tomé una vaina y sabe qué tomé? El cartucho, la
tapita de mis biromes, con eso hice la construcción entonces
porque vuelvo a repetir, porque no había vaina, no tenía por
qué haber vaina porque en la causa no fue secuestrada
ninguna vaina, que hacía la vaina arriba de la mesa?”. Luego a
instancias del la Fiscalía General, LOCLES relató como era la operatoria
para realizar pericias con proyectiles puestos en custodia y como se
simulaba rebotes con proyectiles “testigos” , exhibiendo una bala que
trajo deformada a tal efecto, y manifestó que “… Mire, yo soy científico
y hago experiencias, ese proyectil fue en un caño de hierro lleno de
estopa, era el viejo sistema de recuperación del proyectil, yo disparo
en el borde para que rebote precisamente, le disparé en el borde y
pegó y entró en la estopa; entonces qué hice, lo recuperé de la estopa
y pude darle la forma de ese proyectil que usted ve. Está liso, porque
se hizo dentro de un caño liso. Si hubiese sido en caño con rayas,
estaría rayado, pero como era liso, salió liso, ese es el tema. El otro
pegó en el asfalto y la raya longitudinales siempre marcan. La policía
hoy recupera en piletas de agua, Policía Federal, Gendarmería, la pileta
de agua tiene piletas de agua para recuperar, piletas de agua no tiene
rebote; entonces qué hacen? Vuelven al viejo sistema que tenían
guardado en el depósito, el cilindro de acero con, lleno de estopa para
poder hacer un rebote”. Al insistírsele para que explicase cómo hacen
en una mesa de trabajo para diferenciar los proyectiles de este tipo y
los proyectiles de trabajo, respondió: “Lo tiene que decir el jefe de
la pericia, o sea el responsable de la seguridad, tiene que decir
este es el proyectil incriminado y este es el proyectil testigo. Él
t iene que acompañarme a mí, lo dijo Frigerio acá, si yo voy al
gran comparador con el proyectil que es incriminado me tiene
que acompañar el oficial que está a cargo porque es su
responsabilidad. Yo, vamos a suponer que yo lo golpee,
vamos a suponer que a mí se me caiga de la mano y que yo sin
querer lo pise, reitero, todo eso sin querer, lo voy a deformar?
P isando lo deformo más. Entonces lo levanto, como nadie me
vio, lo devuelvo. El responsable de la custodia me tiene que
acompañar y llevar el proyectil”. Preguntado LOCLES si él se había
cerciorado si el responsable del proyectil había avisado cuál podía ser
un proyectil testigo y cuál era el proyectil de estudio, contestó que:
“No, porque yo en ese momento no tenía ninguna intención de tocar
ningún proyectil, mi intención era de sacar el muñeco y explicar el
rebote; yo lo tenía al lado mío al jefe del, el responsable de la pericia.
Si yo tomo esto y no es mío... supongo que el que tengo al lado me va
a avisar”. Al serle exhibidas las muestras obtenidas desde el gran
comparador del proyectil y requerírsele que dijera si había diferencias
con las imágenes tomadas apenas realizada la autopsia, contestó que
sí, que podía haber diferencias aunque a su modo de ver las
diferencias de escalas entre las imágenes no permitían ser categórico.
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Tras pasar revista de las imágenes tomadas manifestó “Había
diecisiete igualdades que se mantenían las radios y cinco
desigualdades. En esa superficie que ustedes vieron de rebote,
habiendo hecho el movimiento de deslizamiento sobre una mesa plana,
cómo puede ser que yo, para que me entiendan, este lo deformo, este
no, o deformo todos o no deformo ninguno, esto si lo vemos acá
porque esto se utiliza mucho cuando vemos igualdades de proyectiles
aunque se hace con el gran comparador, pero no importa, hay
desigualdades pero también hay muchas igualdades. Entonces qué fue
lo que se deformó, se deformó parcialmente en ese pedacito de
proyectil, en esa mesa, deformé una cresta sí y otra no? Es medio
raro.” De seguido dijo –observando la imagen identificada con el nº 9-,
“…después del hecho y antes del hecho, en la horizontal, no se ve
diferencias y por qué no se ve, porque la diferencia están en zonas.
Porque acá hay algo más importante que el lunes dijo una perito que
no tiene idea. Que las rayas estas que se ven, las rayas
perpendiculares y paralelas, marcan dirección. Marca para donde iba el
proyectil, es decir, yo tengo esta que es la boca de fuego y el punto de
impacto, yo lo hago así y acá donde toca le mesa tengo el rebote pero
la dirección es la misma, lo único que se modifica es que yo acá tengo
12 metros y en este tengo una recta, pero la dirección es la misma,
entonces las rayas que marcan este proyectil, no es dirección, siempre
va a ser hacia adelante. Yo he hecho muchísimas pericias, todas
marcan, cuando es así sobre asfalto a veces sobre pared, todas
marcan hacia adelante, porque el proyectil no retrocede, cómo va a
marcar hacia atrás o al costado, que va de chanfle el proyectil? No,
siempre va hacia adelante. Con respecto a que si es rebote o no, yo lo
vi y no soy un sabio no soy un adivino, no miro mas allá de la
naturaleza, son 54 años de experiencia, cuando a mí me lo mostraron
de lejos, yo no necesité saber más nada. Yo en esa pericia tardé 2
minutos y habré estado charlando 5 minutos con ellos y me fui. Porque
cuando los peritos son idóneos, el rebote se reconoce en menos de
dos minutos. Cuando no son idóneos, y sí, recurrimos al microscopio
electrónico barrido, porque es lógico, porque ahí nos va a decir
exactamente qué tiene. Pero yo de 100 pericias de rebote,70 lo hemos
hecho entre los peritos, perfectamente claro que es rebote y bueno
cuando hay duda recurrimos al último lugar, que me parece bien no
está mal es una ciencia, pero ahí recurrimos”. Al exhibírsele la bala
incautada, dijo “Esta es la bala, supuestamente, por esta especialidad,
que si la vemos acá atrás. Se reconoce mediante el gráfico 3. Sí, esta
es la bala que me mostraron. Encontré uno arriba de la mesa que
reitero yo estaba discutiendo con el de gendarmería… con Rojas… otro
perito. Yo tomo conocimiento de que era la bala extraída cuando el
señor Leguiza, estando al lado mío, me agarra el brazo en el tercer
movimiento, me dice cuidado que ese es el proyectil de Ferreyra, él
mismo lo dice, que yo…cuando me lo hizo notar yo lo dejé
inmediatamente, uy le digo, toma, disculpame yo no sabía. Yo salí de
la reunión más o menos 15 minutos después, porque siguieron las
chanzas, es decir, acá hay un tema que es fundamental hay una
corriente donde a los viejos nos quieren tirar por la ventana, entonces
porque dicen que le ocupamos el lugar a los jóvenes. Entonces, claro,
jubilate, que hacés, para qué preguntás. Entonces me siento, porque
ya venía mal, me estaba por salir sangre, estuve casi una hora en el
bar de la esquina de la policía. El personal que estaba conmigo, ellos
tenían el remedio que tomo yo, Losacor 100 y Lexotanil 13 mg, que es
lo que me da el médico”. Me siento mal primero porque nunca me
pasó que cuando yo llego con una orden judicial alguien me diga, ésta
ud la falsificó, es como si usted va a un lugar y le dicen usted es una
ladrona. Cómo yo voy a falsificar un documento judicial. Lo que sí,
supongo es que necesitaban que entraran todos para que yo me
quedara a esperar afuera. Por eso llegaron a las 10 menos 10, ahí me
dijeron está bien puede entrar. Sí de las 9.05 a las 9.50 yo creo que
tuvieron tiempo de llamar varias veces por teléfono. Pero me hicieron
esperar afuera. Se habla que ellos escucharon el ruido del TAC TAC
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sobre la mesa. Imposible había gente hablando todas, la gente que
dice que escuchó estaba más o menos sobre unos 20 a 25 metros de
la mesa, escucho el TAC TAC, que oído, yo no hice explotar una
bomba, yo lo deslicé, porque tampoco ni lo golpeé, lo deslicé, es decir
hice el movimiento lógico para que lo entendieran porque no había
otra forma de hacerlo entender porque el muñeco ya no servía, qué
otra cosa tenía yo para explicar el rebote, nada, entonces este
movimiento hice con el muñeco al lado, ve hizo esto y entro acá ve y
acá tenía el agujerito donde había entrado y entro acá. Fue lo único
que hice”. A preguntas de la Defensa el imputado manifiestó “yo lo
que quería mostrar era demostrar que fotografía 2 es más grande,
desde ya, cualquiera lo ve, la escala es de 1,4, es decir la segunda
foto tiene 1,4 más grande que la primera, qué significa esto, que
amplía una vez y media casi más. Por supuesto que si yo voy a buscar
esto, esto es digamos una impronta que al aumentar eso es lo que yo
iba a hacer, y segundo que esa foto no sé de dónde salió dicen que
viene de la pericia de Ferreyra, no sé, yo no vi de dónde vino, nadie,
eso sí vino de la pericia Ferreyra, como ya la pericia ya estaba en el
juzgado por lo menos que la hubiese iniciar la jueza. Yo me retiré por
la puerta de adelante, es decir a ver, entré por adelante, porque
además creo que tiene una sola puerta, no vi otra, entre por adelante
y eso si quiero resaltar esto, yo llamé no fue que yo atendí una
llamada, yo llamé para que mi ayudante… porque reitero, eso pesa
muchísimo y yo no estaba bien en ese momento, no se olviden que
estaba por tener posiblemente hemorragia nasal, que a mí me pasan
muy seguido que a mí me sube la presión a más de 17, por tener
cancha en eso y las características yo estaba en ese nivel. Llamé yo,
me arrimo a la puerta y abro la puerta para que entre este señor, se
llevo eso, el cañón, la máquina de fotos, una carpeta, salió, y le dije ta
luego y me fui yo, pero yo le dije no me siento bien. Más, el día
siguiente yo fui, al día siguiente fui y estuve en el lugar del hecho y
todavía dije hay que firmar algo muchachos porque yo ayer no firmé
nada, nadie abrió la boca de que se había hecho un acta a espaldas
mía donde se me denunciaba a mí de haber deformado el proyectil,
nadie, y hablo de los peritos de parte de la otra parte, de la policía y
de la gendarmería, me miraban y seguían midiendo. Yo pensé que al
no decirme nada, no había nada que firmar, y luego había pasado una
hora y cuarto, Leguiza viene y me dice tiene orden de retirarse, orden
de la jueza, qué? Por qué?, se tiene que ir porque está echado.
Entonces yo le dije pere, me fui más lejos para no molestar y llamé al
abogado, y el abogado me dijo bueno si te tenés que ir andate. Ya
está, eso fue todo. Cuando me hice cargo el día 4, fui al tribunal y me
dijeron que no podía llevarme nada, ni fotocopias de nada entonces le
dije mire yo tengo que hacer una pericia, puedo leer aunque sea la
autopsia, entonces vino el secretario y él me mostró, cuando pasaban
las hojas pude ver el dibujito. Ya con eso me alcanzó.”
Luego de repetir algunas consideraciones que
ya había efectuado con anterioridad, LOCLES respondió a preguntas de
la querella diciendo “A mí me propuso el Dr. D´Elía, no recuerdo
defensor de quién era porque es más si yo no participé. Yo solamente
hice dos cosas, ir el 18 a policía federal, yo el 18 hice un informe que
se lo lleve a la doctora y después estuve el 22, la verdad no sé a quién
defendía. Conocí al doctor D´Elia porque yo he dado clases acá en
varias oportunidades en el Colegio de Abogados”.
3) Cumplida con la declaración prestada por
Roberto Jorge LOCLES, y recibida la totalidad de los testimonios
peticionados por las partes en el curso de las dos audiencias
realizadas, y cuyos contenidos fueron volcados en las actas obrantes a
fs. 765/789, con conformidad de aquéllas se dispuso la incorporación
por lectura de la restante prueba testimonial, documental, pericial y de
la instrucción suplementaria dispuesta a fs. 677/678.
4) Acusaciones
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a) Alegato por la querella de la Sra.
Beatríz Otilia Rial, a través de la palabra del Dr. Efrón
Concedida la palabra a fin de que la querella
diera su alegato en los términos del artículo 393 del C.P.P.N., el Dr.
Efrón dijo que estábamos frente a un desprendimiento de una causa
de trascendencia social –en alusión al homicidio de Mariano Ferreyra- y
que ésta tiene una particular importancia en aquella investigación.
Explicó que la Sra. Juez de Instrucción Dra. Wilma López había
dispuesto un peritaje para determinar si la bala que había ingresado en
el cuerpo de Ferreyra lo había hecho en forma directa o con rebote;
que Locles había sido designado como perito de parte, por la Defensa
del procesado Uño; que en el lugar para realizar la pericia el imputado
se encontró con peritos de gendarmería, de la P.F.A. y de otras partes;
que en esa reunión Locles agarró el proyectil y lo golpeó en reiteradas
oportunidades sobre la mesa de melamina en la que trabajaban a fin
de probar su teoría del rebote; y que ello había sido confirmado por
todos los testigos presenciales escuchados quienes precisaron
unánimemente que Locles golpeó el proyectil y le imprimió algunos
rozamientos. Tras repasar esos dichos destacó el Dr. Efrón que los
testigos resultaban a todas luces creíbles no sólo porque todos
presenciaron lo sucedido en el mismo momento, sino también por
cuanto pertenecían a distintas fuerzas de seguridad, lo cual
garantizaba aún más la imparcialidad; y porque todo lo ocurrido
encontraba respaldo en el resto de la prueba. El Dr. Efrón afirmó
también que Locles sabía cuál era el proyectil que manipulaba ya que
el proyectil tenía deformaciones que lo hacían distinto a los demás, y
había tenido oportunidad de verlo, según sus propios dichos, el 18 de
enero cuando se lo exhibieron en el Juzgado de Instrucción; y que
sólo le tomó dos minutos –según nos refirió- para advertir que se
trataba de un rebote. Recordó el Dr. Efrón que Locles resulta ser que
una persona experimentada en la producción de peritajes, por lo que
la excusa esgrimida por Locles resultaba a todas luces, pueril; que
surgía del acta de fs. 1 que el encausado había tomado el proyectil y
golpeado la parte a peritar; que Locles había ido hasta allí con una
decisión tomada y la quería imponer a la junta de peritos, por lo que
consideró que no se trató de una casualidad que golpeara
precisamente la parte que se debía peritar; que quedó plasmada tal
intención a través de la comunicación telefónica de enero de 2011 –
cuya desgrabación luce a fs. 75-, en donde los interlocutores dieron
cuenta que Locles no sólo ya sabía lo que iba a determinar, sino que
además tenían bien en claro que podía presentar su informe por
separado. De seguido analizó los dichos de algunos de los testigos,
resaltando que también se acreditó que ese día y en el lugar habían
varios proyectiles testigos de similares características para que cada
perito los utilice a modo de ejemplo, sin tener que deformar o producir
alteraciones al proyectil secuestrado en dicha causa; hizo hincapié en
que las deformaciones que sufrió el proyectil surgía tanto del acta de
fs. 1 y 2/3 como de los testimonios de los testigos peritos presentes,
quienes hablaron de deformaciones y de brillos; afirmó que había
quedado probado que las modificaciones podían alterar el resultado del
futuro peritaje si hubiese nuevos peritos y refirió que resultaba
incuestionable la autoría del delito, que el proyectil era un medio de
prueba bajo custodia de los peritos de la P.F.A. y que finalmente, el
encartado había inutilizado parcialmente el proyectil provocando esta
situación que se tuviera que realizar un nuevo peritaje. En cuanto a la
extensión del daño, dijo que si no hubiese sido por los otros peritos
que al percatarse de su accionar lo detuvieron a Locles, podría haber
sido mayor, pero que igual resultó grave. Finalmente, concluyó que la
motivación del hecho era beneficiar a los imputados en el homicidio de
Ferreyra y así, solicitó se lo condenase a Roberto Jorge Locles a la
pena de tres años y tres meses de prisión, accesorias legales y costas,
por resultar autor penalmente responsable del delito de inutilización de
un medio prueba; que se aplique la previsión del inciso c) del art. 20
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bis y se lo inhabilite por el término de seis años y seis meses, para
actuar como perito balístico.
b) Alegato por la querella del Sr. Nelson
Fabián Aguirre, a cargo de la Dra. Claudia Ferrero
De seguido se le otorgó la palabra a la
restante querella que adhirió a lo que había escuchado, agregando que
Locles había ingresado a realizar la pericia con el objetivo de beneficiar
a los imputados en aquélla causa en la que resultara el fallecimiento
del joven Ferreyra y así lo entendió el Tribunal Oral en lo Criminal nº
21, en la sentencia, y se basó para ello en las escuchas de Igounet con
Fernandez en las que dicha motivación surgía clara. Destacó esa parte
la trayectoria de Locles como perito, por lo que estimó que no podía
desconocer cómo se trabajaba en una pericia, y que su conducta
configuró el tipo objetivo del art. 255 del C.P. ya que a esta altura no
cabía duda alguna de que el proyectil había sido alterado. En
consecuencia pidió su inhabilitación para intervenir en causas
judiciales, ya que es una actividad reglamentada y aún siendo perito
de parte debió prevalecer la lealtad y la buena fe; y que se condenara
a Roberto Jorge Locles a la pena de 3 años y 8 meses de prisión, y a la
inhabilitación por el doble de tiempo de la condena.
c) Alegato del Sr. Fiscal General, Dr.
Fernando Fiszer.
El Sr. Fiscal General estimó probado el hecho tal
como había sido descripto en el requerimiento de elevación a juicio
realizado por la Sra. Fiscal de Instrucción. Así, recordó que Locles
había sido propuesto por la Defensa del imputado Uño, y que en tal
condición, el 22 de febrero de 2011 por la mañana, se constituyó en
la sede de la División Balística, para participar en la junta de expertos
ordenada por la Jueza Wilma López, en la causa 40.825 “Favale y
otros”, en la que se ventilaba la muerte de Mariano Ferreyra. En ese
lugar Locles tomó el proyectil y exponiendo su teoría del recorrido
efectuó golpes con desplazamiento sobre la mesa de fórmica, en al
menos tres oportunidades, lo que generó aplastamiento de las crestas
del microestriado desde la ojiva hasta el culote. Expuso el Sr. Fiscal
General que en sus indagatorias, Locles había explicado que nunca
tuvo la intención de deformar el proyectil, que durante su declaración
resaltó la frase “tomé el proyectil… no me importó si era de
Ferreyra o no… ”, dicho acreditativo de por sí de que el imputado
estaba perfectamente al tanto que el proyectil que tenía en sus manos
constituía un medio de prueba. En cuanto a la producción de
alteraciones recordó que fue el mismo Locles quien en la audiencia
precisó algunas cuestiones, al ver el proyectil y el D.V.D., y mencionar
que las aristas del microestriado al principio eran agudas y luego del
episodio, ya no lo eran. Puntualizó que él mismo señaló que en el
gráfico “8” habían diecisiete igualdades y también cinco desigualdades,
entre la imagen previa y la posterior de esa misma mañana; y que
microscópicamente el proyectil también había sufrido daños. También
resaltó que el imputado había dicho que era Leguiza el responsable de
la custodia y que había sido él quien no había permitido el ingreso de
gente ajena a la junta, por lo que no cabían dudas sobre quién estaba
a cargo de la custodia de la bala. Analizó que en el mes de enero
Locles –de acuerdo a sus dichos- ya había tenido a la vista el proyectil;
que él sabía que la P.F.A. estaba muy firme en su versión de que en el
caso había existido tiro directo, pero que tanto Díaz como Lastreti –
ambos peritos de Gendarmería Nacional- sostenían la misma postura
que él en cuanto a que había existido un rebote. Recalcó que los
peritos Bufalini y Gómez habían expresado su sorpresa al ver cómo
Locles golpeaba al proyectil; y que fue Frigerio quien en su informe en
powerpoint destacó las diecisiete similitudes y cinco diferencias, lo que
el propio imputado reconoció. Así, calificó la conducta del imputado
LOCLES en los términos del art. 255 primer párrafo del Código Penal,
por lo que debía responder como autor del delito de alteración de un
objeto destinado a servir como medio de prueba. Pasando a analizar
los elementos típicos de tal normativa sostuvo que no estaba discutido
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que el proyectil es un medio de prueba, que lo fue desde su extracción
del cuerpo de Mariano Ferreyra y hasta que no recaiga sentencia
definitiva en ese proceso, seguiría siéndolo; que la custodia del
proyectil al momento del hecho la tenía la P.F.A., en particular la
división balística de dicha fuerza; y que esto había sido reconocido por
el propio Locles. En cuanto a la acción penalmente responsable dijo
que históricamente, la doctrina y la jurisprudencia, consideraron a la
alteración como tentativa de inutilización, porque destruir o inutilizar
eran dos medios para impedir el medio probatorio, pero a partir del 24
de junio de 2008, se incluyó un nuevo verbo típico que es el de alterar,
con lo cual las consideraciones antes expuestas, habían quedado en el
pasado. Pasó a definir ese nuevo núcleo típico expresando que
“alterar” consistía en producir cualquier modificación al objeto y que su
inclusión no quedaba limitada a los delitos informáticos –motivo que
fue el que provocó la reforma legal-, sino también a toda otra situación
en la que estuviesen comprometidos objetos o documentos que
sirvieran de prueba, pues el legislador había querido incluir
expresamente una variación al modo de afectar el bien jurídico
“administración de justicia”; que si de algún modo se producía una
modificación en el objeto de prueba ya de esta forma se configuraba el
delito, más allá de la entidad de la alteración –fuese ésta parcial o
total, leve o grave- ; e independientemente de que la pericia que hubo
de hacerse a posteriori –barrido electrónico- puediera haber
esclarecido los puntos en duda, lo cierto era que ese día, LOCLES con
su intervención introdujo una nueva duda o variable que no existía
antes en el proceso. Y destacó: “La circunstancia que la Juez y el fiscal
ese día tuvieran que ponerse a estudiar y preguntar, implicó que con el
sólo nacimiento esa duda se viera afectado el bien jurídico
“administración de justicia”. Esto es lo que ha probado la convocatoria
del derecho penal en la causa y el verbo típico cobra la relevancia que
el legislador quiso que tuviera”. De seguido resaltó, que en autos, esta
alteración estaba consumada; que era objetiva y subjetivamente típica;
que en cuanto al alegado desconocimiento del proyectil y más allá de
si había ingresado al momento del inicio de la pericia o luego, LOCLES
no podía desconocer que ese día estaba convocado para expedirse
sobre el proyectil extraído del cuerpo, por lo cual al menos debió de
haber preguntado de qué se trataba el objeto que estaba tomando
antes de impactarlo, coincidiendo con la querella en que resultaba por
demás pueril, que un perito tomase el primer proyectil que veía y sin
tomar recaudos lo manipulara de la forma en que LOCLES había dicho.
Precisamente su actitud al no preguntar era –a su modo de ver-
demostrativa de que sabía de cuál proyectil se trataba y que iba a
producirle una modificación, lo que admitió sin tapujos al decir “ yo
sabía hasta dónde sí y hasta dónde no”. LOCLES –prosiguió
alegando- tenía que modificarlo para introducir otro cuestionamiento, y
tenía que alterar el norte de la investigación para seguir confundiendo,
por cuanto al analizar las intervenciones telefónicas, de enero de 2011,
obrantes en el expediente que diera origen a la presente causa, se
podía colegir que esto no había sido producto de un hecho aislado, ni
que se tratara de un exceso cometido por una persona de avanzada
edad que peleaba con la Policía para defender su postura; pues hubo
una decisión de llevar a cabo este golpeteo para modificar la cosa, de
manera tal que se introdujera un nuevo interrogante pero no se
alterara la sustancia del mismo objeto para poder seguir con la
hipótesis ensayada. Destacó que el obrar de LOCLES había constituído
una conducta típica y que no habían en el caso causales de
justificación. Así entendió que la pena podía ser dejada en suspenso
pues si bien la suspensión del juicio a prueba que registra LOCLES en
extraña jurisdicción, lo había sido precisamente también por la
comisión del delito de inutilización de un medio de prueba, aquélla se
trataba de una conducta diferente, y así no lo valoró en su contra; y
habida cuenta de que el hecho endilgado había ocurrido en el
desempeño de una actividad reglada para la cual se necesitaba una
designación y licencia, como quedó en evidencia a través de la
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admitida circunstancia de que sus colaboradores no pudieron entrar a
la sala para participar del estudio, correspondía aplicar en el caso las
disposiciones del art. 20 bis del Código Penal. En suma, reclamó que se
condenase a Roberto Jorge Locles como autor del delito de alteración
de un objeto destinado a servir de prueba a la pena de dos años de
prisión, en suspenso e inhabilitación especial para ejercer cargos como
perito en causas judiciales por el término de ocho años; precisando
que había tenido en cuenta para graduar la pena como circunstancias
agravantes, las graves características de la causa de la que provienen
estos actuados, en la cual, ese día se estaban llevando a cabo tres
detenciones y allanamientos; y en su favor de un perito de muchos
años, con diversas publicaciones y con altas calificaciones, además de
carecer de antecedentes.
5)La Defensa Técnica
El Sr. Defensor, Dr. Luis Alberto Grisolía sostuvo
que la conducta de LOCLES había resultado irrelevante por cuanto no
causó resultado lesivo al bien jurídico “medio de prueba”. En apoyatura
de su postura mencionó que era tan así que la propia acusación había
definido el tipo penal de la alteración como la modificación de una cosa
sin variar su esencia. Recalcó que el medio de prueba había
conservado su idoneidad e incolumnidad en ambas causas. Replicando
a las otras partes, dijo que el presupuesto consignado en el acta de fs.
1/3 relativo a que se había incorporado por el accionar de LOCLES un
achatamiento de las crestas en la zona de rebote, que podía dar lugar
a nuevas interpretaciones, no se había cumplido con los estudios
realizados con posterioridad, y ello revelaba fehacientemente que el
proyectil en cuestión no había perdido su idoneidad como medio de
prueba. LOCLES -destacó- no había sido traído a juzgamiento por
encontrarse incurso en el delito previsto por artículo 183 –daño- sino
por el art. 255 del C.P.; y que si no hay lesividad por el principio de
mínima racionalidad no puede haber ius punendi estatal, concluyendo
en que se debía absolver a su asistido (art. 1 del C.P. y 19 del C.N.).
Recordó que todos los peritos determinaron que la alteración del
proyectil en esa parte no afectaba su identificación, por lo que recalcó
que LOCLES no lesionó el bien jurídico; que si no se tienen
confirmados los elementos del tipo objetivo no se podía avanzar sobre
el subjetivo; que casi todos los comportamientos humanos eran
riesgosos y lo que había hecho LOCLES estuvo controlado dentro de
sus conocimientos por cuanto él “dominaba la circunstancia” y así
manipuló el proyectil agregando que no se había probado que hubiese
hecho girar el proyectil y lo hubiese golpeado para deformarlo. Siguió
diciendo que el barrido electrónico hecho con posterioridad había
permitido demostrar que la bala tenía elementos impropios de su
conformación y del cuerpo de la víctima, por lo que resultaba ilógico
que LOCLES hubiese golpeado el proyectil violentamente como se
había dicho en el curso de las audiencias. Puntualizó que el testigo
Díaz había mentido cuando dijo que se encontró melamina en la bala;
que la fotografía tomada de ésta para mostrar las diferencias había
sido de diferente escala; que si se efectúa un cotejo estos deben ser
hechos con tomas del mismo grado escalar y que la actitud de LOCLES
siempre había sido de cooperación. Estimó desproporcionada las penas
solicitadas por las partes acusadoras para su ahijado procesal; que al
otro día del hecho LOCLES concurrió de buena fe al lugar y se
encontró con que lo habían echado, y que éste sabía que con los
movimientos hechos no podía dañar el proyectil. Así entendió que la
conducta de su defendido no era ninguna de las abarcadas por el tipo
del artículo 255 del Código Penal correspondiendo su libre absolución.
En cuanto a la inhabilitación dijo que tampoco estaba contenida en esa
norma por lo que la aplicación del artículo 20 bis del código de fondo
importaría una violación al principio de legalidad del art. 18 de la C.N.
Y CONSIDERANDO:
Primero: Planteo de Nulidad formulado
por la Defensa técnica de Roberto Jorge LOCLES, en relación al
acta de fs.1/3 y de todo lo actuado en consecuencia.-
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En la ocasión prescripta por el artículo 376 del
C.P.P.N., el Dr. Grisolía, a cargo de la defensa técnica de Roberto Jorge
LOCLES reclamó como cuestión preliminar la declaración de nulidad del
acta obrante a fs. 1/3 de estos actuados -que motivaran el inicio de los
mismos-, y de todo lo actuado en consecuencia, en razón de entender
que no se respetaron la reglas rituales para su confección y que el
modo en que se labró, sin la presencia de su asistido, suponía una
conculcación a las garantías del debido proceso y de defensa en juicio.
Alegó que en la confección de la pieza procesal en cuestión los policías
que la labraron incumplieron los mandatos del artículo 184 del C.P.P.N.
por cuanto éstos, ante la perpetración de un delito flagrante, debían
de haber dejado constancia de la existencia del hecho y tomar las
medidas indispensables para asegurar el lugar, el objeto, preservarlo e
inmediatamente solicitar la correspondiente autorización judicial a fin
de recibir las pautas a seguir frente a la comisión del delito que ellos
decían haber visto, y que no se vieron cumplimentadas. Adujo que por
el contrario y a espaldas de Locles -cuando éste se retiró- nada de esto
había ocurrido, sino que simplemente se labró un acta, donde hicieron
constar la maniobra realizada por aquél en la que además,
extralimitándose, emitieron juicios de valor. Así sostuvo que el acta
carecía de testigos imparciales. Puntualmente, dijo: “el acta de fs. 1
fue realizada a las 13 horas y en el acta de fs. 3 se consignó 12 horas;
en el acta de fs. 2 se acompañaron dos fotografías y se dijo que Locles
le habría generados leves aplastamientos en la parte de la ojiva. Esta
acta la firman 8 peritos y se incorporó de esta manera un documento
a espalda de Locles, esto es la fotografía 1, sin que la hubiera
ordenado ningún juez y fue incorporado al proceso por los preventores
policiales y por los peritos”. Especificó además que la frase “dejando
observar un brillo” implica una nueva característica, un juicio de valor.
Esta prueba no fue comprobada por LOCLES, por lo que se violó la
defensa en juicio y el debido proceso, pues tenía derecho a designar
defensor, a oponerse, a recusar a los peritos a designar peritos, etc. La
prueba debe ingresar al procedimiento por la vía prevista por la vía
ritual. Concretamente, recalcó que los policías no podían ingresar un
documento y menos valorarlo; y citó jurisprudencia vinculada a la
teoría del “fruto del árbol venenoso”, que estimó que resultaba
aplicable en el caso.-
Conferida la vista pertinente a sendas querellas
y al Sr. Fiscal General, todos ellos coincidieron en que el planteo debía
ser rechazado por cuanto no solo se había dado cumplimiento a las
normas rituales, sino que además el planteo resultaba extemporáneo,
desde que ya había sido efectuado en la etapa previa y debidamente
rechazado por el magistrado instructor, con sólidos argumentos, todo
lo que hacía considerar precluída la cuestión. En el caso de la Dra.
Ferrero solicitó que se rechazara el planteo de nulidad al entender que
se había procedido de conformidad con el art. 184 inciso 4 del
C.P.P.N., y que fue exactamente lo que hicieron los peritos. Por ello
entendió que no se había faltado al debido proceso ni vulnerado los
derechos del imputado. Por su parte el Dr. Efrón solicitó también el
rechazo aduciendo que ya había sido planteada por lo que resultaba
extemporáneo el nuevo planteo (art. 170, inciso 1 del C.P.P.N.), y que
no advertía cuál había sido el perjuicio sufrido por la defensa ya que
además destacó que las personas que suscribieron el acta cuestionada,
estaban citadas a debate lo que permitiría que hiciera el control
adecuado de la prueba. Finalmente, puntualizó que no se había
señalado cuál inciso del art. 184 del C.P.P.N era el que se habría visto
incumplido; aclarando por otra parte que, la segunda de las actas
había sido suscripta por todos, de lo que no se podía advertir el
perjuicio ocasionado y la afectación al derecho de defensa. Por su
parte, el Dr. Fernando Fiszer, recalcó que tampoco advirtió cuál era el
perjuicio que acarreaba, ni lo había demostrado el impetrante; al
tiempo que destacó que no correspondía que los peritos policías que
labraron el acta lo hicieran del modo pretendido por la defensa, pues
ellos como encargados de la guarda del objeto de pericia lo que
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hicieron había sido sencillamente protocolizar una situación de hecho.
Por ello la pieza cuestionada no resultaba ser una intervención policial
de las atribuidas por el artículo 184 del código adjetivo, todo lo que
ponía en evidencia que no había afectación a ninguna garantía
constitucional, como se pretendía, mediante una invocación genérica y
antojadiza. Además este funcionario puso de relieve que la cuestión
estaba por demás precluída y, a modo de docencia, le puntualizó a su
contraparte que estaba confundiendo el articulado del Código Procesal
penal en lo relativo a las normativas contempladas en los artículos 177,
inciso 1º, 184, 180, 188 y 195. Volvió a recordarles que quienes
labraron el acta actuaban como funcionario públicos encargados de la
custodia de un objeto de prueba y no como policías en el ejercicio de
una actividad prevencional, por tanto eran denunciantes en función de
una actividad que les había sido encomendada. Así fue que se corrió la
vista del art. 180 y 188 del código ritual y quien impulsó la acción fue
el Ministerio Público Fiscal tal como figura a fs. 8/9 de la causa. En
cuanto a la segunda cuestión relativa a que existiría una dicotomía
entre las actas de fs. 1 y 2, reparó en que en tanto una era una
denuncia efectuada por un funcionario público (fs.1), la otra se
trataba de documentación que se adjuntó para fundamentar esa
denuncia, cuestión que precisamente era la que correspondía tratar en
este debate, agregando que jamás podríamos considerar que ninguno
de los actos es prueba en sí misma, y la denuncia había sido
incorporada por el art. 391 del C.P.P.N pero no constituye prueba.
Sostener que no pudo controlar el acto de prevención contraría
cualquier acto jurídico, pues –prosiguió diciendo-, si lo considerásemos
denuncia nunca lo puede controlar el imputado en el momento en que
se realiza, y si lo considerásemos un acto realizado en el marco de una
actividad de prevención, el imputado tomó control luego, en el acto
de indagatoria cuando se lo notificó del hecho, donde contando con
asistencia letrada, pudo rebatirla. Luego agregó que esta petición no
era otra cosa más que una es reiteración de algo ya decidido en el
proceso; y que no cabía entonces alegar ninguna violación de
garantías constitucionales. Además destacó que los antecedentes que
había citado el Sr. Defensor, no eran de aplicación al caso. Por tanto,
solicitó que se rechazase el planteo de nulidad por resultar
notoriamente improcedente y por haber sido ya resuelto en su
oportunidad.
Lo primero que se advierte es que una
vez más en el proceso, la Defensa de Roberto Jorge LOCLES arremete
trayendo a colación una cuestión que ha recibido adecuado
tratamiento en la etapa previa por parte del Juez de Instrucción; y que
incluso ha merecido control por el Tribunal de Alzada, sin que éste
advirtiera causal de nulidad que justificara echar por tierra todo lo
actuado, como ahora se pretende.-
En efecto, mediante la resolución del 28
de mayo de 2012, fue descartada la nulidad del acta de fs. 1/3 –entre
otros actos cuestionados-, con sustento en que se había dado
cumplimiento con las normas rituales para su protocolización; y en que
en materia de nulidades la interpretación siempre debe ser restrictiva
(Fallos 158:102), posición que además se respaldó en frondosa
jurisprudencia. Dicho resolutorio conformó a la Defensa de LOCLES
pues no lo recurrió (confr. fs. 544); y ello obedeció –probablemente- a
que en ocasión de articular recurso de apelación contra el auto de
procesamiento de LOCLES del 4 de abril de 2012, también reclamó
expresamente ante la Alzada por la nulidad del acta en cuestión (confr.
Fs. 471/479 y 510/513). Así la Sala 1 de la Excma. Cámara Nacional de
Apelaciones, con vista y control de legalidad de todo lo actuado, se
pronunció el 19 de junio de 2012 confirmando lo decidido por el Juez
de grado, y sin hacerse eco del planteo de nulidad que, por segunda
vez entonces, intentó la Defensa Técnica de LOCLES (confr. Fs.
507/508).
En este sentido es doctrina consolidada del
Superior que “…el artículo 354 del Código de rito ordena al Tribunal
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Oral que una vez recibido el proceso verifique el cumplimiento de las
prescripciones de la instrucción. Este control encuentra un límite
cuando el acto cuestionado ha sido verificado en su legalidad
por un tribunal cuya función en la etapa preparatoria del juicio
es de la misma naturaleza que la del Tribunal oral en la de los
actos preliminares del debate; y cuando entre uno y otro
control no ha sobrevenido ninguna circunstancia que autorice
a alcanzar una resolución distinta” (C.N.C.P. Sala I, in re
“Carnevale”, rto el 25 de abril de 1994; y en igual sentido Sala IV, in
rebus “Mujica” y “Vazquez Padilla” rtos. el 2 de junio de 2011, entre
muchos otros). Por tanto, no cabe pronunciarse una vez más sobre la
cuestión reclamada, por lo que corresponde el rechazo de la nulidad
impetrada en los términos del artículo 167 “a contrario sensu” del
C.P.P.N..
Sin perjuicio de ello cabe destacar que el acto
cuestionado se ajusta a las disposiciones de los artículos 138 y 139 del
C.P.P.N., en tanto está debidamente labrado, fechado, bien localizado,
circunstanciado y suscripto por los intervinientes, y su contenido se
ajusta a los testimonios oídos en el curso de las audiencias celebradas;
que precisamente por contarse con tales testimonios –ocho- como
alternativa probatoria, aunque hubiese adolecido de algún vicio que la
condenase fatalmente a su inexistencia, se contaría en autos con otro
cauce independiente de investigación, lo que torna inaplicable y mal
citada, la jurisprudencia y doctrina invocada; y de otro lado, acierta en
señalar el Sr. Fiscal en cuanto a que no cabe confundir la intervención
de los peritos policías en su protocolización como si fueran receptores
de una denuncia en los términos del artículo 183 del C.P.P.N., sino que
han actuado en función de que eran encargados de la custodia de un
objeto de prueba, y como tales sólo correspondía que suscribiesen el
acta aquéllos que cumplían esa labor, sin que la ausencia de otros
firmantes torne el acto inválido como se pretende.-
Así las cosas y teniendo en cuenta que “… el
instituto de la nulidad debe estimarse de modo restrictivo ya
que tanto las nulidades relativas como las absolutas pueden
ser declaradas siempre y en cuando el vicio del acto haya
impedido lograr la finalidad pues es inadmisible declarar la
nulidad por la nulidad misma” (C.N.C.P., Sala IV, "Scaccia", rta:
20/06/1997); y que “… La nulidad en materia penal constituye
una última ratio legis. Hoy es unánime la doctrina respecto
que las nulidades no tienen por finalidad satisfacer pruritos
formales, sino enmendar los perjuicios efectivos que pudieran
surgir de la desviación de los métodos de debate, cada vez que
esa desviación suponga restricción a las garantías a que
tienen derecho los lit igantes. Sería incurrir en una excesiva
solemnidad y en un formalismo vacío, sancionar con nulidad
todos los apartamientos del texto legal, aún aquéllos que no
provocan perjuicio alguno. El proceso sería, como se dijo, en
sus primeros tiempos, una misa jurídica ajena a sus actuales
necesidades” (Couture, E., "Fundamentos del Proceso Civil", citado
por Víctor A. Guerrero Leconte, en " Imperfección y Nulidad de los
Actos Procesales", La Ley, T. 123, Sección Doctrinaria, pág. 1141 y
nota 24), corresponde rechazar el planteo.-
Finalmente resulta atinado señalar, en
respuesta a la presunta conculcación de garantías constitucionales,
concretamente la garantía de defensa en juicio, que ésta tiene carácter
sustancial y por ello exige de parte de quien la invoca, la demostración
del concreto perjuicio que pudo inferirle el presunto vicio de
procedimiento y de la solución distinta que pudo alcanzarse en el fallo
si no hubiese existido ese defecto, extremos que no han sido
debidamente invocados por el recurrente, y que no se advierten del
análisis de las constancias de autos, atento a lo cual corresponde que
sea rechazado el planteo intentado bajo ese reclamo (Fallos 243:201;
246:357; 247:419;248:85 entre muchos otros).-
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Segundo: Materialidad del hecho acaecido
el 22 de febrero de 2012 en la División Balística de la Policía
Federal Argentina; y participación criminal de Roberto Jorge
LOCLES en él.-
Encuentro plenamente acreditado con el grado
de certeza que reclama este tipo de pronunciamiento, que el día 22 de
febrero de 2011, entre las 9.30 y 12 hs., en el interior de la sala de
peritajes de la División Balística de la Policía Federal Argentina, sita en
la calle Azopardo 670, piso 3º, el licenciado en criminalística Roberto
Jorge LOCLES –para entonces perito de parte en la causa nº 40825/10
del registro del Juzgado Nacional de Instrucción nº 38-, alteró
parcialmente la superficie de un proyectil calibre .38 mm que había
sido extraído del cuerpo del joven Mariano Ferreyra y sobre el cual
debían realizarse diversas experticias para el esclarecimiento del hecho
investigado en esos actuados, golpeándolo y deslizándolo en por lo
menos tres oportunidades contra la superficie de melamina de la mesa
existente en el recinto, quebrantando así la custodia conferida por la
autoridad judicial a la Policía Federal para la preservación de dicho
material como objeto de prueba. A resultas de esa maniobra se
produjeron variantes superficiales en la morfología del proyectil
consistentes en un aplanamiento de las crestas en la parte de su
ojiva y cuerpo, más específicamente donde se hallaban las
deformaciones lineales y paralelas que presentaba.
Lo antedicho encuentra respaldo en primer
lugar a través del coincidente testimonio brindado por la totalidad de
los expertos reunidos en ese recinto cuando ello tuvo lugar –ocho
peritos-, en tanto todos ellos relataron de modo similar cómo el
Licenciado LOCLES, en medio de la reunión y cuando ya ellos habían
tenido vista del proyectil controlándolo en el microscopio denominado
gran comparador, tomó aquél en su mano, y con el propósito de
demostrarles que las improntas que presentaba en una de sus caras
confirmaban su hipótesis relativa a que la bala antes de ingresar al
cuerpo del fallecido había rebotado en otra superficie, para sorpresa de
los allí presentes, comenzó a golpearla y deslizarla fuertemente en
reiteradas oportunidades contra la mesa de melamina, actitud de la
que desistió sólo cuando el oficial perito a cargo de la custodia, Juan
Andrés Leguiza, lo conminó severamente a que se detuviera,
recordándole que estaba maltratando un objeto de prueba con riesgo
de dañarlo y afectarlo así para otros futuros controles.-
El primero en testimoniar en tal sentido fue
precisamente el precitado Inspector Juan Andrés LEGUIZA, Perito en
balística de la Policía Federal encargado de la custodia del proyectil.
Refirió que conocía a Roberto Jorge Locles a raíz de su intervención en
otras causas y que siempre había tenido con él un trato correcto y
agradable. El 22 de febrero de 2011, por encontrarse él a cargo de la
custodia del proyectil cuyo estudio pericial había sido reclamado por el
Juzgado de Instrucción nº 38, recibió a la totalidad de los peritos
autorizados a participar de la reunión, oportunidad en la que les dio a
conocer ese objeto de prueba, encontrándose también en ese
momento presente el Lic. LOCLES. Precisó el testigo que hasta que no
estuvieron todos los peritos presentes no empezó la reunión; que los
peritos eran Edgardo Ríos, Matías Romero, Martín Descalzo, Silvia
Bufalini, Diego Gómez, María Lastretti y Gonzalo Díaz; y que el
proyectil obtenido del cuerpo de quien en vida fuera Mariano Ferreyra
era el único que estaba deformado, y debidamente preservado en un
estuche cilíndrico blanco de plástico, contenido y mantenido entre
algodones. Destacó que el imputado ese día evidenciaba una marcada
obstinación por imponer su posición en cuanto a que el proyectil había
impactado en la víctima tras rebotar en otra superficie; y que a tal fin,
para demostrarles que las cosas habían sucedido como él decía, y no
de otro modo, tomó con su mano el objeto de prueba y con suma
rapidez lo golpeó contra la mesa, provocando de su parte una firme
advertencia para que cesara con esa actitud pues estaba maltratando
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un objeto de prueba, tras lo cual depuso su actitud. Al controlar si esa
inusitada maniobra había aparejado algún tipo de consecuencia en el
proyectil, advirtió que en la zona sobre la cual precisamente había que
peritarse, era nítidamente apreciable un brillo sobre el plomo que
antes no estaba, de lo que dedujo que sí se había producido una
alteración en la superficie. Así, con el propósito de corroborar
adecuadamente tal apreciación, llevó el proyectil a su cargo hasta el
gran comparador, donde tanto él como los restantes profesionales
constataron que sí habían diferencias en la superficie, consistentes en
los aplastamientos de los picos, conclusión a la que llegaron
comparando con otras imágenes que habían quedado registradas en el
aparato obtenidas con anterioridad a ese desgraciado episodio.
Destacó que todos los presentes constataron la alteración; que si bien
el daño era superficial había zonas afectadas, por lo que cualquier
nuevo perito que eventualmente interviniera, sin tener conocimiento
de lo acaecido ese día, podía formarse una conclusión errónea o
dudosa, a la que no hubiese arribado de no haber sufrido la bala esa
alteración; y que a través de los picos o montañas alterados con el
fuerte roce provocado por LOCLES, se podía llegar a determinar de qué
manera rebotó el proyectil. Prosiguió diciendo LEGUIZA, que azorados
por lo sucedido, se comunicaron inmediatamente con la autoridad
judicial para ponerla en antecedente, recibiendo como directiva que
labraran y suscribieran un acta en la que constase como devinieron los
hechos, orden que acató tanto él como todos los restantes
intervinientes, a excepción del perito LOCLES quien, advirtiendo la
delicada situación que había generado, y aduciendo un compromiso, se
marchó raudamente de allí tras guardar material didáctico de su
pertenencia que había desplegado en el lugar para explicar su
posición.-
Luego, respaldando ese testimonio declararon
los Subinspectores Edgardo Ariel RIOS y Matías Damián ROMERO,
quienes también coincidieron en que el episodio sucedió de ese modo,
destacando que intempestivamente y para sorpresa de todos los
peritos allí presentes, cuando terminaba la reunión y se disponían a
asentar en un acta las conclusiones, LOCLES, se hizo del proyectil
peritado y comenzó a golpearlo y a deslizarlo por la mesa más de una
vez, justamente sobre la zona aplanada que reclamaba estudio; y que
sólo cesó cuando le fue advertido que estaba dañando ese objeto de
prueba.
RIOS sostuvo que no había posibilidad de
confusión, por cuanto“… todos los presentes sabían cuál era el
proyectil de morgue”; que ellos –en alusión a los peritos policías-
“… se lo presentábamos como la evidencia y cuando alguien
daba su opinión trabajaba sobre el proyectil”; que en el lugar
habían otros proyectiles a disposición de todos los especialistas, por lo
cual si alguno necesitaba uno a modo de testimonio bastaba con
pedirlo; y que si bien ellos pudieron seguir con las pericias pese a las
alteraciones introducidas “… si un perito toma de cero este
proyectil, pueden influir en sus conclusiones”. Por su parte
ROMERO, destacó que el proyectil no quedó inutilizado, pero sí que se
le agregaron nuevas características; y que la retirada de LOCLES del
lugar había sido abrupta.-
En idéntica forma se pronunció el Ayudante
Martín DESCALZO, perito que al igual que los anteriores reviste
funciones en la Policía Federal Argentina, quien además precisó que el
proyectil había sido separado claramente de donde había otros, por lo
que era claramente identificable; y que cualquiera que tuviera alguna
experiencia en este oficio sabe que con los golpes o el deslizamiento se
puede deformar un proyectil, especialmente si era de plomo desnudo.
La primer alférez María Silvia LASTRETTI, perito
de Gendarmería Nacional –y cuyo testimonio se agregó por lectura con
conformidad de las partes-, avaló los dichos de los anteriores,
confirmando que la actitud de LOCLES los tomó a todos por sorpresa
pues agarró el proyectil peritado y comenzó a golpearlo, en vez de
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realizar esa impetuosa demostración con otro proyectil testigo; y que
sólo depuso su actitud por el llamado de atención de Leguiza al decirle
que estaba afectando la conformación de un objeto de prueba. Agregó
que durante la reunión LOCLES salió varias veces a hablar por
teléfono; que cuando éste advirtió que había alterado el estado del
proyectil guardó todas sus cosas; que se marchó aduciendo tener un
compromiso; y que si bien retornó al otro día para continuar la
reunión, allí le avisaron que había quedado desafectado (confr. fs.
53/54).-
En sentido corroborante declararon los peritos
que habían sido ofrecidos por la querella en la causa nº 40.825/10 del
registro del Juzgado de Instrucción Nro. 38, los licenciados Silvia
Viviana BUFALINI y Diego Martín GOMEZ, quienes destacaron –tal
como dijeron la totalidad de los especialistas de la Policía Federal- que
no había posibilidades de confusión al tomar el proyectil, por cuanto
éste estaba perfectamente identificado, y había en el lugar otro
material similar que podía haber sido utilizado a modo de
demostración; y que los primeros en recriminarle su actitud fueron los
peritos de la Policía Federal que estaban a cargo de la custodia de la
bala. BUFALINI agregó que la deformación original del proyectil era de
adelante hacia atrás, en el sentido del disparo; y que las “crestas” que
presentaba se vieron “aplastadas” como resultado de los golpes dados
a aquél por LOCLES, por lo cual si alguien viera en lo sucesivo el
proyectil, podía confundir la morfología indicativa de la traslación.
GOMEZ, por su parte confirmó que a simple vista se apreciaba un
brillo, tal como habían destacado los peritos de la Policía Federal; y
que eso indicaba, precisamente el aplastamiento de las crestas.-
Y finalmente, en lo que a testimonios de
los peritos presentes durante el hecho se refiere, contamos con los
dichos del segundo comandante Gonzalo Bruno DIAZ, de la
Gendarmería Nacional, en tanto manifestó que cuando LOCLES tomó
con su mano la bala peritada él estaba precisamente ubicado frente a
aquél, transformándose en un testigo atónito de la situación por
inusual, imprevista e intempestiva. Como todos los anteriores, destacó
que el proyectil se encontraba perfectamente identificado y guardado
dentro de un estuche cilíndrico de plástico transparente, y que no
había posibilidad de dudas en cuanto a su identificación desde que ese
estuche estaba perfectamente individualizado. LOCLES –agregó- tomó
el estuche y extrajo el proyectil y de seguido comenzó a golpearlo,
ocasionándole daños superficiales precisamente en el área que era
materia de análisis por los entendidos. Coincidió con todos los demás
en cuanto a que al ser conducida la bala para control al gran
comparador, pudieron cotejar con imágenes anteriores grabadas en el
aparato y comprobaron que había varios aplastamientos en las crestas,
lo que constituía una modificación sobre el proyectil, que por su brillo
se apreciaba incluso a simple vista.-
Las constancias del acta de fs. 1/3 permiten
constatar lo asentado en ocasión del hecho por todos los presentes en
la sala de la División Balística de la Policía Federal Argentina
consignándose allí que “…se procede a explayar sobre los
sucesos acaecidos el día de la fecha en oportunidad de
llevarse a cabo la junta de peritos encomendada, más
particularmente sobre el accionar que tuvo el Licenciado
Locles al manipular el proyectil que fuera extraído del cuerpo
de Mariano Esteban FERREYRA, quien con el fin de demostrar
su teoría del “rebote” que sufriera éste, previo herir al occiso,
tomó dicho proyectil, que se hallaba a la vista de todos los
presentes, de los laterales del cuerpo con las deformaciones
lineales y paralelas que abarcan parte de su ojiva y cuerpo
hacia abajo, e imitando la trayectoria que habría descripto
hasta impactar sobre una superficie, lo golpeó en forma
reiterada y continua contra la mesa de madera (símil
melamina) ex istente en el gabinete de microscopía de este
laboratorio: ante dicha acción, los suscriptos, así comos los
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Licenciados Diego Martín GÓMEZ y Silvia Viviana BUFALINI,
peritos propuestos por los apoderados de la querella de
Beatríz Otilia Rial; el Segundo Comandante Gonzalo Bruno
DÍAZ y la Primer Alférez María LASTRETTI, integrantes de la
Gabinete Balístico de la Gendarmería Nacional Argentina, le
ex igimos el cese en su accionar, terminando por ende su
manipuleo. Al proceder a la observación de la superficie
afectada a simple vista y luego con instrumental de
magnificación óptica se constató que el sector donde se
aprecian deformaciones lineales y paralelas que abarcan parte
de su ojiva y cuerpo evidencia una alteración de las
características originales, dejando observar un brillo y
aplastamiento, de carácter leves, que no lo modifican
sustancialmente. No obstante lo expuesto es dable indicar que
esta nueva característica permitiría arribar a nuevas
interpretaciones de la superficie que vulnerara al proyectil en
ese sector. Se hace mención que la presente es en virtud de
dejar constancia de una alteración al proyectil ajena a la causa
investigada y que se encuentra en custodia de esta
Dependencia.”.
Se aduna al cuadro probatorio las constancias
de fs 153/163 de la causa nº 3772 del Registro del Tribunal Oral en lo
Criminal nº 21, caratulada “FAVALE, Cristian Daniel y otros
s/homicidio”, que en su etapa instructoria tramitara bajo el nº
40.825/10 por ante el Juzgado de Instrucción nº 38, en tanto allí se da
cuenta de la extracción durante la autopsia de quien en vida resultara
ser Mariano FERREYRA de la bala objeto de pericia, realizada el 21 de
octubre de 2010 y de la custodia conferida de dicho objeto como
medio de prueba a la Policía Federal ese mismo día, recibiéndola el
Primer Alférez Martín Miguel ARIAS (ver fs. 174). También la pericia
obrante a fs. 141/190 ilustra en cuanto a que pudo establecerse que
se trata de un proyectil calibre .38 mm. de plomo desnudo que antes
del episodio presentaba inclinación de estrías y macizos como así
también de los complejos micro-estriales dejados por el rayado del
ánima del cañón.
En cuanto a las modificaciones sufridas por el
proyectil a raíz de los golpes recibidos en la reunión mantenida por los
peritos convocados a la sede de la Policía Federal, tal circunstancia no
ha merecido objeción por parte de los restantes expertos convocados a
posteriori. Así la perito Cristina VAZQUEZ admitió que se advierten
diferencias entre las imágenes registradas con anterioridad al 22 de
febrero de 2011 y con posterioridad a esa fecha, aunque destacó que,
a su criterio, esas alteraciones no eran de entidad suficiente como
para conducir a conclusiones erróneas. Lo mismo cabe decir en
relación a las declaraciones prestadas por los peritos Héctor Daniel
FERNANDEZ y Darío Raúl CHIVILÓ, incorporadas por lectura con
conformidad de las partes en los términos del artículo 391 del C.P.P.N,
quienes coincidieron en destacar que efectivamente se advertían
pequeñas modificaciones en el proyectil que no afectaban la
identificación ulterior.
De modo preciso y extenso se pronunció ante el
tribunal el perito Eduardo José Lucio FRIGERIO, quien precisó que es
Licenciado en Criminalística, que conocía al imputado por ser colega y
por haber coincidido en algún trámite judicial, reconociendo su firma
en el informe de fs. 455 vta., al igual que en el acta de fs. 452,
destacando que él había preparado un “power point” para el juzgado
instructorio con miras a poder ilustrar sobre las posibles alteraciones
sufridas por el proyectil cuya custodia como objeto de prueba se había
confiado a la Policía Federal. Así, teniendo como elementos de juicio
imágenes anteriores y posteriores al incidente había sido posible
apreciar pequeñas diferencias, notorias a través de microscopía, las
que calificó como leves y producidas por el manipuleo del elemento de
juicio. El testigo destacó que esas pequeñas alteraciones o pequeñas
diferencias no influían en la identificación del proyectil, sin perjuicio de
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destacar que no se podía negar su existencia y de que éste seguía
siendo apto para el cotejo y para identificar su origen. Precisó que la
fotografía que se ilustra en el gráfico 6 de su informe, había sido
obtenida antes del hecho por los peritos oficiales en el momento de
realizarse las operaciones de práctica vinculada con la causa donde
Mariano Ferreyra había sido víctima, y que la número 7 es la misma
imagen pero obtenida después del hecho objeto de este proceso. Así
explicó que la diferencia estaba dada “en que en esta deformación
compatible con la incidencia del proyectil sobre superficie
dura y rugosa en la imagen anterior al hecho en cuestión, las
aristas de este microestriado producido por la incidencia sobre
superficie rugosas, esas cúspides agudas en la imagen
siguiente se notan más erosionadas, alisadas producto de un
incidente o accidente posterior”. Este perito destacó que ni el
aumento de las escalas ni las diferencias de luminosidad generaban
una afectación en sus conclusiones, aclarando que “Una de las
cuestiones que se puede digamos poner en debate es si las
imágenes están tomadas a igual escala y con las mismas
condiciones de iluminación, tal como se muestra
particularmente en la imagen número 9 de este powerpoint ,
vemos en la parte superior corresponde a la fotografía del
elemento después del incidente y la inferior la imagen del
elemento antes del incidente y ahí vemos que la iluminación
es homogénea en los dos casos, no hay diferencias de
tonalidades. Esto mismo se puede advertir en la imagen
número 8 de este mismo powerpoint donde podemos ver que
la imagen de la izquierda que corresponde al elemento
después del incidente y la imagen de la derecha que
corresponde al elemento antes del incidente donde la
iluminación es homogénea y por supuesto también la
ampliación también la escala a la cual estamos trabajando”.
También señaló que el proyectil podría haber sufrido alteraciones
mayores si la fuerza aplicada hubiese sido superior, en razón de ser
blando por su constitución; que más que un golpe lo que hubo acá fue
un deslizamiento entre la melamina de la mesa o de la fórmica de la
mesa con la superficie del proyectil; que eso hizo aplanar las crestas
de este microestriado producto del rebote; que si se quiere hacer una
demostración con la que se puede producir alguna modificación de
cualquier índole, corresponde utilizar otro elemento tal como “… un
proyectil, una tiza, una lapicera, una goma, la mano, cualquier
objeto porque lo que estoy haciendo es demostrando
gráficamente un movimiento”. El testigo, también dio cuenta
de su vasta experiencia profesional al referir que “Hace 45
años que soy perito, 25 como perito de un organismo oficial y
20 como profesional independiente. En lo personal, actuando
como perito de parte trato de no tocar el proyectil, en caso de
pericia balística no tocar el proyectil cuestionado. Me limito a
solicitarle al perito judicial que coloque microscopio si lo que
quiero ver es alguna particularidad y a lo sumo si me autoriza,
efectuar movimientos, y si los microscopios nuevos que tienen
monitor, para poder visualizar, pedirle al operador o perito
judicial que realice las manipulaciones para visualizar lo que a
mí me interesa”; y precisó que existía otra deformación que había
afectado al proyectil, consistente en la marca de las pinzas utilizadas
por el médico forense al realizar la autopsia, que tampoco afectaba su
identificación. Prosiguió ilustrando al tribunal sobre su labor pericial, al
tiempo que manifestó que las marcas que presentaba el proyectil a
peritar eran notorias al punto que podía ser distinguido de cualquier
otra bala testigo, aclarando que “… si bien en el proyectil testigo
que es un proyectil que se obtiene en condiciones ideales en el
laboratorio utilizando un banco de obtención de proyectiles
testigo, que según el organismo puede ser una pileta de agua
o puede ser un cilindro relleno con estopa, indudablemente no
va a tener estas deformaciones, pero estas deformaciones no
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afectan el cien por ciento de la zona útil de cotejo del
proyectil, la zona útil de cotejo es toda la periferia de la
cintura de forzamiento del proyectil, es decir del cuerpo del
proyectil. Acá hay un 60 ó 70 por ciento de la periferia del
proyectil que es apta, y es suficiente como para poder hacer
una identificación del mismo comparándolo con proyectiles
testigo e identificar de manera categórica si el testigo y el
cuestionado fueron expulsados por el mismo cañón”. Y en
cuanto a la actitud que corresponde que tenga cualquier perito en
labores de control de material en custodia señaló que “Yo como
perito de parte no soy responsable de la custodia ni de la
integridad del proyectil, pero si soy responsable de mis
actitudes para con esos elementos, del momento que yo los
tenga a disposición. La preservación del elemento de juicio
indica que el mismo se manipulé, ya sea que se trate de un
proyectil, documento o cualquier otro, el manipuleo del
proyectil, del elemento de juicio tiene que asegurar que no se
le introduzca ningún tipo de modificaciones a menos que la
práctica indique la necesidad de realizarla, por ejemplo, si
tengo que realizar un análisis químico. Pero si estamos
haciendo estudios eminentemente físicos mi responsabilidad
es la de no introducir ningún tipo de modificación en el
elemento de juicio”.
Del informe pericial agregado a fs. 442/455 se
desprenden como conclusiones que entre las tomas obtenidas sobre el
proyectil con anterioridad al 22 de febrero de 2011 y con posterioridad
existen diferencias, consistentes en un ligero alisamiento de las crestas
que había dejado previamente la incidencia sobre esa superficie
áspera. Ilustran al respecto las tomas fotográficas de fs. 2 vta. y 3.
La prueba enumerada, valorada conforme las
reglas de la sana crítica, permite afirmar sin hesitación como quedara
dicho tanto la materialidad del hecho como la participación responsable
que en él le cupo a LOCLES.
Repárese en tal sentido que el propio imputado
admitió haber golpeado y deslizado el proyectil en cuestión, “con más
fuerza de lo normal… ” –ello a estar a lo que declaró en su
indagatoria-, al menos en tres oportunidades, con miras a
demostrarles a los demás peritos presentes en el lugar el modo en
que, a su criterio, había ingresado el disparo al cuerpo del occiso, por
lo cual esa circunstancia no ha sido siquiera controvertida por él.
Sí, en cambio, ha sido aducido por LOCLES su
desconocimiento de que el proyectil que había tomado en sus manos y
deslizado con energía sobre la mesa de melamina, se tratase del
objeto custodiado por la polícía que debía ser sometido a control
pericial. Sin embargo, estimo que el error o la ignorancia invocada no
ha sido tal, y que él sabía que estaba operando sobre el objeto dado
en custodia, ello fundamentalmente por lo que se desprende de los
testimonios brindados por los expertos allí presentes al momento de
acontecer el episodio, y las diversas discordancias en las que incurrió el
propio imputado en el curso de sus indagatorias, al tratar de reforzar
su alegado desconocimiento.
Repárese en tal sentido que LEGUIZA señaló
que él había informado al inicio de la reunión a todos los presentes que
el objeto que estaba poniendo a disposición para su control era la bala
extraída del cadáver de Mariano Ferreyra, y que no había posibilidad
de confusión pues era el único proyectil deformado y estaba
debidamente preservado en un estuche cilíndrico blanco de plástico,
contenido y mantenido entre algodones; que tal circunstancia fue
corroborada por el perito de Gendarmería Nacional Gonzalo Bruno
DIAZ, al manifestar que LOCLES sacó de un estuche la bala,
describiendo ese frasco del mismo modo que LEGUIZA, y agregó
además que estaba “perfectamente identificado” , por lo que resultaba
imposible confundirlo; que el perito Edgardo Ariel RIOS manifestó que
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todos los presentes sabían cuál era el proyectil de morgue, precisando
además que había sido debidamente presentado como evidencia y
cuando alguien daba su opinión trabajaba sobre él; que el experto
Matías Damián ROMERO destacó que LOCLES tomó “el proyectil de
la causa”, pese a que en el lugar se contaba con otros que podían ser
utilizados a modo de testigos; que Martín DESCALZO puntualizó que
“en el lugar separamos claramente (el subrayado me
pertenece) el proyectil de la causa que estaba deformado, de
otros proyectiles testigos que estaban en otra ubicación”; que
María Silvia LASTRETTI, aludió a que LOCELS no tomó cualquier
proyectil, sino “… el peritado… ”; y que Silvia Viviana BUFALINI y
Diego Martín GOMEZ, dijeron que no había posibilidad de confusión
porque la bala estaba perfectamente identificada.-
No encuentro motivos para descreer de todos
los testimonios escuchados desde que no advierto en ninguno de ellos
animadversión contra el imputado, ni interés espurio en el resultado de
la causa; y por su cantidad –ocho en total- y calidad –todos
profesionales en criminalística presentes en el lugar del hecho-, me
merecen pleno crédito. Tal como bien apuntó el Sr. Fiscal General en
su alegato, absolutamente todos los peritos que se encontraban
presentes en la Sala de la División Balística de la Policía Federal,
relataron de modo coincidente las circunstancias del episodio, sin
advertirse ningún tipo de contradicción entre sus dichos, los que se
concatenan unos con otros de modo armónico y coincidente,
descartando cualquier error o posible confusión; y sus diversas
procedencias –unos de la Policía Federal, otros de Gendarmería y otros
peritos de la parte querellante-, conducen a descartar que sus
declaraciones conformen una suerte de confabulación contra el
imputado como éste pretende, desde que incluso muchos de ellos
coincidían para entonces con el enfoque del dictamen que pretendía
imponer LOCLES. Todos ellos vieron y escucharon lo que sucedió, por
lo que no se trata ni de testigos de oídas ni de segunda mano, pues el
acontecer de esa jornada recayó de modo directo bajo sus sentidos. Y
la verosimilitud de sus declaraciones no constituye una mera
convicción del tribunal, sino que se ha visto corroborado por otras
probanzas que dieron cuenta que la alteración sufrida por el proyectil
en esa jornada no fue una simple especulación, ni una conclusión
infundada. Escucharon y vieron los golpes; registraron que era LOCLES
el que tenía el objeto en su mano; debieron llamarle la atención para
que cesara en su actitud; constataron en el objeto de prueba un
“brillo” indicativo de que el roce había generado cambios en la bala; y
al conducir el objeto hasta el gran comparador para confrontarlo con
imágenes anteriores, corroboraron que aunque leves, las
modificaciones estaban, introduciéndole así una nueva circunstancia al
objeto que antes no tenía.-
De otro lado el propio LOCLES manifestó ante el
juez de instrucción primeramente, y luego ante el Tribunal, que “tomé
el proyectil tal como lo dice el acta, con la forma aplanada
hacia abajo”, y que era el único proyectil que estaba sobre la mesa,
puesto que alguien lo había traído, según suponía, del gran
comparador, y lo había dejado allí, de lo que se sucede lógicamente
que no podía tratarse de otro objeto más que de aquél que debía ser
peritado. Es que él admitió que ya lo había visto con detenimiento un
mes antes de este episodio, y estaba “achatado” en una de sus
caras; y su conocimiento detallado de él le permitió hacer un frondoso
informe de más de veinte páginas concluyendo la existencia de rastros
de un rebote, lo que da cuenta de que estableció con el proyectil
suficiente familiaridad como para no confundirlo. No se explica
razonablemente que los demás especialistas allí presentes, fuesen y
viniesen –como dijo-, transportándolo hasta el gran comparador –
artefacto de precisión que sirve para poder observar las balas a
peritar-, si no se tratase precisamente del elemento objeto de la
convocatoria, cuestión que él no podía desconocer. Es que no parece
en modo alguno razonable, ni admisible su versión exculpatoria de que
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no fue conciente en ningún momento de que tomaba el proyectil
original, pues según sus propios dichos, y en un exceso de confianza y
autosuficiencia, estaba dispuesto a actuar del modo en que lo hizo, se
tratara o no del proyectil custodiado, al punto de manifestar “… no me
importaba si era el de Ferreyra o no, era indiferente, porque
no le iba a hacer nada con la explicación” , y que “…yo lo hice
sabiendo cuál era lo que yo podía dañar o no… ”. Este último
comentario pone en franca evidencia que no hubo tosquedad, ni
ingenuidad en su actuación; torpeza que, por otro lado, no puede
argüir alguien con la dilatada experiencia profesional con que cuenta y
de la que supo hacer gala en el marco de la audiencia, cuando
manifestó tener cincuenta y cuatro años de ejercicio profesional y más
de dos mil ochocientos informes realizados. Y tampoco puede erigirse
en una excusa válida para fundar su desconocimiento que hubiese
accedido al recinto más tarde que los demás, y que por ello nadie le
había advertido que se trataba de la bala en cuestión, pues LEGUIZA lo
desmintió al decir que él como encargado de la custodia le había
advertido a todos sobre la identidad del objeto, y el testigo Gonzalo
Bruno DIAZ, perito de la Gendarmería que la defensa de LOCLES
reclamó escuchar en la audiencia, fue categórico al respaldar a aquél y
además agregar que el proyectil estaba identificado y guardado entre
algodones en un estuche para su preservación, retirándolo de allí
LOCLES antes de golpearlo.
Es decir que no se le está reprochando aquí a
LOCLES una mera responsabilidad objetiva por su condición de perito,
como deslizó en su alegato su defensa técnica, sino concretamente
una conducta que reviste relevancia a los fines del derecho penal, y es
precisamente por sus actos, que debe responder en los términos
establecidos por la ley.-
En cuanto a la diferencia de escala entre las
imágenes que ilustran las alteraciones constatadas en el proyectil –
tanto de fs. 2vta y 3, como la de fs. 450 en el gráfico 8- el perito
FRIGERIO –ciertamente muy ponderado por la propia defensa- se
encargó de destacar que ello no hacía mella a la valoración de la
cuestión por cuanto el aumento a lo sumo lo que permitía era observar
mejor las alteraciones constatadas, pero no poner en duda la
existencia de éstas, a la vez que descartó que las condiciones de
iluminación pudiesen inducir a error en tal apreciación pues –según
atestiguó- las imágenes habían sido obtenidas en condiciones
homogéneas de luminiscencia a las existentes en las muestras que
habían quedado registradas con antelación las que, a estar a lo dicho
por el perito DIAZ, habían sido grabadas y conservadas en el gran
comparador cuando se observó el proyectil antes que LOCLES lo
golpease.
Tanto las acusaciones particulares como la
Fiscalía General, hicieron hincapié en que la actitud de LOCLES en esa
infeliz jornada formaba parte de una estrategia más amplia de las
defensas de los implicados en la causa en la que se investigaba el
trágico deceso del joven Mariano FERREYRA para introducir dudas en
la investigación, y de ese modo, favorecer un mejor posicionamiento
de aquéllos para eludir su responsabilidad. En esa inteligencia
contextualizaron el suceso dentro de un horizonte de comprensión más
amplio señalando que no había sido casualidad que hubiese tenido
lugar precisamente el mismo día en que se dispusieron medidas
sumamente relevantes en aquél proceso –detenciones de dos sujetos
que a posteriori resultaron condeandos por el homicidio, y diversos
allanamientos-, agregando así un nuevo escollo a las autoridades que
estaban a cargo de la investigación, quienes en esa intensa y
trascendental jornada además tuvieron que verse inmersos en la
inesperada complicación generada por LOCLES. Ciertamente de las
escuchas telefónicas agregadas a la causa –ver fs. 69/80- se
desprende que los abogados de los acusados en ese otro proceso,
contaban con la pericia de LOCLES como un elemento significativo
para edificar su estrategia con comentarios tales como “… él hizo una
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pericia que tiene como treinta y pico de páginas (… ) primero
la reta a la jueza, porque dice que la Policía Federal abre la
sobre conjetura, modo pontencial, como habría, tal vez, esto
no se debería descartar, en la de Gendarmería es categórica,
después dice que a él no le dejaron ver el expediente y le
lim itaron mucho el derecho de defensa, después (… ) pone un
montón de (… ) para ilustrar la gravedad de lo que hicieron
conmigo… y después cuando llegan al final de las conclusiones
que hace todos los cálculos matemáticos, ahí sí el t ipo apoya
bien la pericia de la Gendarmería, desarrolla toda una teoría
del rebote, dice que el proyectil impactó en el piso y entró con
una trayectoria ascendente” ; y que “… queda solitaria la de la
policía Federal, este… y la verdad que no tiene argumento la
Policía. Bueno él transcribe las dos acá, así que acá tenés la
síntesis que hizo la policía y la que es también, es muy
genérica y la de Gendarmería que es muy científica, muy
técnica, muy linda, muy clara aparte y hasta pone la foto de
las balas todas aboyadas… como diciendo, esto no puede ser
hueso. Una bala así se aboyó en otro lado antes de entrar… y
este… bueno, no, no la pericia está muy buena, y despúes él
me dice que si bien en este momento, él no puso que
correspondía que el t iro había salido del mismo piquete, que
eso surge evidente por la distancia del t irador en el grupito,
pero que si a él lo citamos de testigo en el caso de que haya
juicio, que él va a decir si, el t irador estaba ahí en el grupo,
porque es evidente… ”; y que tales conversaciones permiten abrigar
serias sospechas de que efectivamente pudiese haber existido una
deliberada intención de su parte en alterar el objeto de la pericia. Pero
no encuentro que esa suspicacia pueda superar el plano de lo
especulativo pues, de haberse contado con mayores elementos en tal
sentido, de seguro el objeto de este debate hubiese sido más amplio
de lo que es, y a estar a los hechos imputados, ello no sucedió.
De cualquier forma, tuviese el proceder de
LOCLES o no esa especial intencionalidad puesta de resalto por todos
los acusadores, no resulta ello de especial importancia por cuanto,
como más adelante precisaré al tratar la acreditación del dolo de su
acción, lo que importa por su relevancia a los fines del tipo penal es
fundamentalmente que hubiese tenido conocimiento de que estaba
quebrantando con la maniobra ensayada, la custodia oficial del objeto
de prueba, y ello, a mi modo de ver y por los argumentos antes
desarrollados, ha quedado categóricamente demostrado.-
De esta forma estimo haber dado respuesta
suficiente a las cuestiones esenciales y conducentes para la
dilucidación del caso y que fueran, oportunamente, introducidas por las
partes (conf. Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos: 311:571;
310: 267; 301:178; 314:303; 292:305; 310:2236; 280: 320, entre
otros). En el mismo sentido se pronunció la Sala I de la Cámara
Nacional de Casación Penal en autos “Mochó, Ana M.” del 24 de marzo
de 2000 al sostener que “la omisión del tribunal de juicio de
considerar algún argumento no importa arbitrariedad, toda
vez que los jueces no están obligados a tratar todos los
planteos de las partes...sino sólo aquellos que estiman
conducentes para la correcta solución del caso”. (La Ley, Boletín
del 12/12/2000, página 7).
Así se ha sostenido: “Los jueces tienen el
deber de motivar las sentencias y ello se realiza cuando se
expresan las cuestiones de hecho y de derecho que los llevan
a concluir en un caso concreto de un determinado modo. Se
cumple así un principio que hace al sistema republicano, que
se trasunta en la posibilidad que los justiciables, al ser
absueltos o condenados puedan comprender claramente por
qué lo han sido. Asimismo revisten singular importancia los
motivos dados por aquéllos ya que servirá a los eventuales
recurrentes para fundar sus agravios y así ejercer el debido
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control de la actividad jurisdiccional” (causa “Vitale, Rubén D.
s/rec. Casación” reg. N° 41, Sala III, del 18/10/93). El requisito de
debida fundamentación se satisface con la consignación clara y precisa
-aún cuando sea escueta- de las razones que llevan al tribunal a
pronunciarse en determinado sentido, en la medida que el
razonamiento sea lógico y dé respuesta a las cuestiones planteadas.
No he encontrado, por otra parte, factores que
puedan afectar la capacidad de reproche que tuvo el encausado
durante el desarrollo de su accionar delictivo pues la aptitud suficiente
para comprender la criminalidad de sus actos y dirigir sus acciones no
ha sido puesta en tela de juicio durante el debate, ni tampoco a lo
largo del proceso. Ello conduce a descartar que LOCLES se encuentre
comprendido en alguno de los supuestos previstos por el art. 34 inciso
1° del Código Penal, por lo que corresponde efectuar un juicio de
reproche a su respecto.
Tercero: Calificación legal
La conducta reprochada a Roberto Jorge
LOCLES constituye el delito de alteración de un objeto destinado a
servir de prueba ante la autoridad competente, previsto por el artículo
255 del Código Penal; y por tal conducta, el nombrado deberá
responder a título de autor –artículo 45 del citado ordenamiento-.-
Conviene destacar que la figura legal escogida
pretende garantizar la conservación y preservación de cualquier objeto
que esté destinado a servir de elemento probatorio; y su cuidado y
custodia se confía a un funcionario público o a otra persona,
precisamente por resultar de interés para el servicio público. El bien
jurídico que se protege no es otro que la administración pública,
definido por MOLINARIO y AGUIRRE OBARRIO como “el normal y
continuo funcionamiento de los órganos que explicitan las
funciones del estado: la actuación legal y no perturbada de las
personas que en ella actúan y el decoro de aquéllos y de
éstas” (confr. “Los delitos”, Ed. Tea, Buenos Aires, 1999, T. III, pto
185).
Surge de toda evidencia que de concretarse
cualquiera de las conductas descriptas por el tipo penal – sustraer,
alterar, ocultar, destruir o inutilizar, parcial o totalmente el objeto de
prueba-, es la Administración Pública la que se encontraría impedida o
limitada para cumplir con las funciones atribuidas por la ley. Tal como
destaca Edgardo Alberto DONNA, “…se sancionan aquellas
acciones que tiendan a impedir que los objetos cumplan el fin
para el cual fueron puestos en custodia” (confr. “Delitos contra la
Administración Pública”, Segunda Edición actualizada, Santa Fe,
Editorial Rubinzal Culzoni, 2008, p 228 y stes.).-
El tipo reclama que los objetos estén
destinados a servir de prueba y hubiesen sido puestos en
custodia de un funcionario público u otra persona en el interés del
servicio público, por lo que a los fines consumativos, no es suficiente el
destino probatorio si falta la custodia interesada del servicio público, y
viceversa (confr. Ricardo Núñez, en “Manual de Derecho Penal”, 2ª
edición, Marcos Lerner Editora, Córdoba, 1999, citado por Buompadre
en op. mencionada). Por autoridad competente debe entenderse tanto
a la autoridad administrativa, como a la legislativa o judicial, ya sea a
nivel nacional, provincial o municipal, en tanto cualquiera de ellas
cuente con facultades para resolver o tomar decisiones; y en cuanto a
la expresión “en el interés del servicio público” ha de tenerse
presente que con ello se está haciendo referencia a cualquier tipo de
utilidad que el Estado o los particulares brindan a la comunidad para
satisfacer necesidades colectivas.
En doctrina, se ha sostenido que esta normativa
-el artículo 255 del Código Penal- extiende su protección en dos
sentidos: por un lado a los objetos destinados a servir de prueba ante
la autoridad pública, y por otro a los registros de documentos
confiados a la custodia de la propia autoridad o de un particular, en
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interés del servicio público. Tanto los objetos como los instrumentos y
documentos, y la confianza pública a la que se refieren los tipos
penales, tienen carácter oficial, pero ello es en virtud del interés
público que pesa sobre los mismos (confr. Jorge E. Buompadre en
“Codigo Penal y normas complementarias. Análisis doctrinal y
jurisprudencial”, David Baigún y Eugenio Raúl Zaffaroni, directores, Ed.
Hammurabi, Buenos Aires, Tomo 10, pag 433 y stes.).
Como quedara dicho las acciones típicas
contenidas por el artículo son cinco y consisten en: sustraer, alterar,
ocultar, destruir o inutilizar, parcial o totalmente, los objetos
destinados a servir de prueba ante la autoridad competente. Todas
ellas aluden a modificaciones parciales o totales sobre el objeto o el
documento, pero en tanto dos de ellas –sustraer y ocultar- refieren
a un desplazamiento de la cosa o de los documentos, para impedir que
quien la tiene en custodia pueda operar sobre ella en cumplimiento de
la manda legal; las tres restantes –alterar, destruir o inutilizar- se
refieren a cambios que se efectúan sobre aquellos objetos o
documentos, importando cada una de ellas una suerte de gradualidad
en su afectación. Así, mientras alterar supone cambiar la esencia o la
forma de algo, ya sea incorporándole nuevas características o
menoscabándolo; destruir implica un daño, ciertamente grave, que
conlleva deshacer o reducir a su mínima expresión la cosa o el
documento; e inutilizar, entraña lograr que aquéllos no puedan
cumplir con la función para la que fueron ideados, hasta tornarlos
vanos o nulos. En cualquier caso, estas dos últimas, se trata de
acciones equivalentes “… ya que consisten en impedir que los
objetos cumplan el fin para el cual fueron puestos en custodia.
Mientras que “destruir” encierra una idea de materialidad,
“inutilizar” se refiere al destino que la cosa tiene asignado. La
inutilización del objeto, sin embargo, no implica
necesariamente su destrucción” (confr. Buompadre, op. cit. pág
435). En igual sentido se pronuncia Carlos Fontán Balestra al señalar
que “… las acciones de destruir e inutilizar son previstas en el
artículo 183 para el daño. Ambas son equivalentes en cuanto a
los efectos en el artículo 255, que consisten en impedir que los
objetos cumplan el fin para el cual fueron puestos en custodia.
Mientras destruir encierra una idea de materialidad, inutilizar
se refiere al destino que la cosa tiene asignado” (confr. “Tratado
de Derecho Penal”, Ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires, T VII, p 283). –
Se trata de un delito doloso, en cualquiera de
sus variantes, aún el eventual. Por tanto es menester que su autor
conozca el carácter del objeto sobre el que actúa, su destino, y la
existencia sobre él de una custodia oficial, y que pese a ello despliegue
cualquiera de las acciones típicas, incluso aceptando el resultado no
sólo como necesario, sino también como posible (confr. Ricardo Núñez
“Derecho Penal Argentino”, Parte Especial, Córdoba, Lerner Editora,
Tomo VII, p 96; Carlos Creus, “Delitos contra la Administración
Pública”, Astrea, Buenos Aires, p 268 y Eugenio Raúl Zaffaroni,
“Manual de derecho Penal”, Ed Ediar, 2ª edición, Buenos Aires, p 406).
En este sentido destaca Soler que “… la forma dolosa está
constituida por el conocimiento de que se quebranta la
custodia oficial. No es necesaria la intención de causar
perjuicio, condición que figuraba como elemento del delito en
el C.P. de 1887” (confr. op cit. P.205).
Para evaluar su consumación, cabe recordar
que se trata de un delito de pura actividad y de peligro, que se
consuma con el quebrantamiento de la custodia, de lo que se
sucede que poco importa cualquier consecuencia ulterior que pueda
sufrir la cosa, tal como la afectación de la conservación o de su
identidad, desde que basta con poner en riesgo o crear la posibilidad
de peligro para el bien tutelado por la norma. Es que lo que hace típica
la conducta es quitar las cosas de la custodia en que se encuentran
(confr. Donna, E.A, op cit. Pág231).-
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Constituye un presupuesto para la existencia del
tipo penal que exista disposición legal u orden de autoridad
competente mediante la cual se hubiese entregado en custodia el
objeto destinado a ser utilizado como medio de prueba. En este caso,
se ha tratado de un proyectil calibre .38mm de plomo desnudo,
extraído del cuerpo del joven Mariano Ferreyra, asesinado el día 20 de
octubre de 2010, en ocasión de una jornada de protesta callejera; y tal
elemento resulta ser prueba fundamental en ese proceso a los fines de
que la autoridad judicial pudiese establecer cómo había ocurrido ese
desgraciado suceso, cuál era el arma homicida, y así determinar las
correspondientes responsabilidades penales de los presuntos
implicados. La custodia del objeto fue confiada a la Policía Federal el
día 21 de octubre de 2010 (cfr. fs. 165 de la causa Nro. 3772 del
T.O.C. Nro. 21) y de tal circunstancia estaban al tanto la totalidad de
los peritos que fueron convocados a realizar las labores que les eran
propias el 22 de febrero de 2011 cuando tuvo inicio esta causa. Esto
alcanza también al imputado Roberto Jorge LOCLES, por haber sido de
la partida de profesionales autorizados a constituirse en la División
Balística de la Policía Federal para cumplir con su labor.
La acción típica llevada a cabo por LOCLES fue
la de alterar el objeto de prueba, y ello se desprende de la totalidad de
los dichos de quienes lo acompañaron esa mañana en el lugar de la
convocatoria, quienes luego de que golpeara la bala y la deslizara
frotándola sobre la mesa de melamina le produjera modificaciones en
el área que era objeto de observación, achatando las crestas de las
estrías existentes en la zona a peritar, pues se trataba de una bala de
plomo desnudo que todos los profesionales escuchados por el tribunal
definieron como un material maleable y susceptible de experimentar
cambios con maniobras de fuerte presión sobre una superficie que
pudiera ofrecer resistencia. Ellos primeramente observaron las
variaciones a simple vista definiéndolas como un brillo del que carecía
el proyectil con anterioridad; y luego al mirar éste en el gran
comparador y confrontarlo con imágenes registradas con anterioridad,
corroboraron tal circunstancia. Ya requerido un informe pericial
específico sobre los daños, éste fue producido por el Licenciado
Eduardo FRIGERIO, quien si bien manifestó que las alteraciones no
eran de envergadura como para impedir futuros estudios, sí se notaba
una afectación a la superficie aplastada en por lo menos cinco lugares
distintos del proyectil.-
Como quedara dicho en el considerando
anterior LOCLES conocía que estaba manipulando el objeto dado en
custodia a la policía por resultar un elemento de prueba y obró sin
importarle, como de otro lado él mismo lo manifestó pues a su
entender por su vasta experiencia, y con exceso de confianza en sus
conocimientos, “sabía hasta dónde podía dañar la cosa”. Así,
habida cuenta de que el dolo sólo se excluye por error o ignorancia de
los elementos objetivos del tipo; y que ambas circunstancias fueron
descartadas por los argumentos ya expuestos párrafos más arriba en
el considerando anterior, pues aquél –vuelvo a repetir-, sabía que
actuaba sobre el proyectil custodiado por un funcionario público, a
pesar de lo cual, burlando su cuidado, alcanzó a alterarlo con sus
golpes y deslizamiento con fuerte presión, encuentro debidamente
satisfecho en el caso el elemento subjetivo del tipo penal escogido. Ello
sin perjuicio de destacar que para el caso de que no se compartiera la
existencia de un dolo directo, los comentarios efectuados por el incuso
y que fueran precedentemente destacados, hablan a las claras de un
exceso de confianza frente a su actuación; y que pese a representarse
como posible la ocurrencia de las consecuencias que luego fueron
constatadas, ello le fue indiferente.-
No huelga recordar que la norma ritual dispone
en su artículo 261, que tanto el Juez como los peritos deben procurar
la conservación de las cosas que examinen para garantizar que puedan
repetirse sobre ellas, tantas veces como fuese necesario, los estudios
que permitan arribar al hallazgo de la verdad en cada uno de los
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procesos, para que en el marco de una buena administración de
Justicia, la comisión de un delito no quede impune. Y esa norma,
destaca a su vez, que en caso de que no quedase más remedio que
destruir o alterar los objetos analizados para arribar a ese fin, o incluso
cuando hubiese discrepancias sobre el modo en que deben conducirse
las operaciones para acceder a la verdad, los expertos convocados no
pueden de ningún modo proceder autónomamente, sin autorización
expresa del Juez que ha dado en custodia ese objeto. En esta
inteligencia la manipulación del elemento probatorio debe ser en
extremo prolija y cuidadosa, y LOCLES no podía desconocerlo. A
pesar de que ello es una manda legal, y constituye un modo básico de
conducirse en el ejercicio de su profesión, de modo indolente e
indiferente golpeó y deslizó con fuerza contra una mesa el valioso
proyectil, único objeto de prueba obtenido en una de las más
complicada causas de los últimos tiempos por su repercusión social y
política, demostrando un inusitado proceder que fue más allá de toda
expectativa, dejando atónitos a sus colegas y a los funcionarios
públicos encargados de la guarda y custodia, en lo que constituyó una
actitud inadmisible, que no se condice en absoluto con su trayectoria,
ni con el modo de proceder de un perito, tal como sí lo hicieron los
restantes expertos allí presentes ese día quienes cuando lo
manipularon lo hicieron cuidadosamente.
Es que precisamente el dolo se refleja en la
voluntad de quebrar la custodia –como enseñaba Soler-, en
conocimiento del destino que tenía la bala a analizar y los recaudos
que hacían a su conservación; y su condición de avezado perito –como
pretende ser-, exime de toda otra consideración, pues basta a los
efectos de la configuración del ilícito con que se concrete la acción de
alterar, con independencia de los móviles que la determinaron o,
incluso, de que se hubiesen cumplido los resultados propuestos, pues
se trata un delito de peligro, lo que pareció olvidar su Defensa
Técnica al realizar el alegato. Recuérdese tal como enseña Claus Roxin
citando a Demuth “…se entiende el peligro como crisis aguda del
bien jurídico; y según su teoría esa crisis se produce cuando se
ha sobrepasado el momento en el que podría evitarse un daño
con seguridad mediante medidas defensivas normales” para
referir luego también en relación precisamente a los delitos de peligro
abstracto que “… son aquéllos en los que se castiga una
conducta típicamente peligrosa como tal, sin que en el caso
concreto tenga que haberse producido un resultado de puesta
en peligro (el subrayado me pertenece). Por tanto la evitación
de concretos peligros y lesiones es sólo el motivo del
legislador, sin que su ocurrencia sea requisito del tipo” (confr.
“Derecho Penal”, Parte General, Tomo I, Fundamentos. La estructura
de la Teoría del Delito; Civitas, traducción de la 2da. edición alemana,
p. 406/407.); y en sentido similar destaca Santiago Mir Puig que en los
delitos de peligro abstracto, “… basta la peligrosidad de la
conducta, peligrosidad que se supone inherente a la acción… ”
(confr. Derecho Penal, Parte General, 8ª edición, Editorial B de F,
Buenos Aires, pág 231).-
No está de más señalar que, en el caso,
también hubo un resultado consistente en alteraciones en el proyectil –
aplastamiento de las crestas existentes en las estrías de la zona
aplanada del proyectil-, y aunque éstas hubiesen sido de relativa
importancia y no hubiesen condicionado a posteriori la labor pericial,
como lo sostuvo la perito Lastretti invocada por la defensa –quien
dicho sea de paso también corroboró la alteración al señalar “… Locles
tomó el proyectil y lo arrastró sobre la mesa … advertimos que
se había producido un aplastamiento por la energía que le
aplicó y la fuerza en que lo hizo… ”-, lo que importa es tener una
mirada sobre el proceder del imputado “ex ante”, cuando con su
golpeteo y rozamiento comprometió el objeto de pericia, afectando así
la garantía de mismidad de la prueba; y no valorar su actitud desde
una perspectiva “ex post” sujeta a la gravedad del resultado que pudo
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concretamente ocasionar, pues repito, se trata de un delito de peligro
abstracto. El profesor español ya citado recuerda en tal sentido que
“… lo que no podría admitirse es que en los delitos de peligro
abstracto falte el t ipo siempre que se pruebe que a posteriori
no resultó peligro concreto. Admitir esto borraría la diferencia
que la ley impone entre los delitos de peligro concreto y
abstracto al ex igir sólo para los primeros el resultado de
prox imidad de una lesión. Pero sobre todo, contradiría el
fundamento polít ico criminal de los delitos de peligro
abstracto, que ha de verse en la conveniencia de no dejar a
juicio de cada cual la estimación de la peligrosidad de las
acciones que con frecuencia son lesivas” (confr. op. cit, p 231).
Por tanto, el planteo ensayado por la Defensa relativo a que en el caso
no ha habido lesividad al bien jurídico puesto que pese a las
alteraciones introducidas, las pericias sobre el proyectil pudieron
hacerse de cualquier manera, deviene –a mi modo de ver- estéril,
desde que, como quedara dicho, la conducta incriminada no constituye
un delito de los denominados de lesión.-
Acierta en tal sentido el Sr. Fiscal General
cuando sostuvo que las maniobras efectuadas por LOCLES sobre el
proyectil el 22 de febrero de 2011, afectó el buen funcionamiento de la
administración de justicia, desde que obligó a que se hiciera una nueva
pericia dilatando el ya muy complejo trámite de la causa donde se
investigaba el homicidio de Ferreyra proceso que en prueba de la gran
dificultad que presentaba no está de más recordar, llevó, solamente
para la celebración del debate, casi ocho meses.
En este sentido antigua jurisprudencia de
esta jurisdicción tiene dicho que “… las excusas del acriminado son
inoperantes, así como lo sería la demostración de que no hubo
realmente perjuicio para la administración pública, porque el
delito del artículo 255 del Código Penal, correctamente
calificado por el juez a quo no es de daño, sino de peligro
potencial” (CNCC Cap. Fed. In re “Gaitán Roberto” LL T 93, p379-80).
Por tanto, el hecho alcanzó consumación.-
Finalmente, en tanto el imputado tuvo pleno
dominio en la ejecución del hecho a él intimado, pues sin mediar
intervención de ninguna otra persona, tomó el proyectil que le había
sido entregado para observar y peritar, dándole un destino
inimaginado por los allí presentes al golpearlo contra la mesa, cabe
que responda en calidad de autor (artículo 45 del Código Penal).-
Cuarto: Graduación de la pena.
Surge del legajo de personalidad y de los
datos aportados por él en el debate que Roberto Jorge LOCLES tiene
setenta y seis años de edad, es casado, profesor de criminalística,
título que obtuvo al completar la carrera correspondiente de nivel
universitario; ha conformado una familia, encontrándose a cargo de su
esposa y de una anciana tía; se dedica a la labor de perito desde hace
cincuenta y dos años, y tiene dilatada trayectoria al respecto; que es
hipertenso y por esa situación recibe medicación; que manifestó que
sus ingresos eran variables estimándolos en aproximadamente $ 6000
por mes. No tiene condenas anteriores; y en sus dos únicos
antecedentes judiciales registrados con anterioridad no ha sido
condenado (confr. fs.663, fs. 11/18 del legajo de personalidad del
encartado).-
Para graduar la pena a imponer, en el
marco de las pautas mensurativas estipuladas por los artículos 40 y 41
del Código Penal, tengo en cuenta como circunstancias agravantes que
se trata de un profesional con una extensa trayectoria y experiencia,
en la manipulación de pruebas judiciales; el modo sorpresivo e
intempestivo con que actuó defraudando la confianza en él depositada
por sus colegas presentes en el lugar del hecho; y que a los fines
demostrativos por él perseguidos no era menester el empleo del objeto
secuestrado, que resultaba de extrema importancia como medio de
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prueba en una de las causas de mayor repercusión social de ese
momento.-
Como atenuantes su avanzada edad y la
carencia de antecedentes penales.-
Lo expuesto, lleva a imponer a Roberto Jorge
LOCLES la pena de UN AÑO DE PRISIÓN, cuyo cumplimiento
puede dejarse en suspenso, y costas, como autor del delito ya
calificado.-
Entiendo que es viable la aplicación de una pena
de ejecución condicional, por cuanto esa modalidad satisface
adecuadamente los fines de prevención especial y general en el caso.
Precisamente los motivos que llevan a atenuar su condena –edad y no
habitualidad en la comisión de delitos- permite considerar que la
sanción escogida resulta de advertencia suficiente, y que recurrir a una
situación de encierro le acarreará al imputado consecuencias
innecesarias e indeseables para su inserción social.
Quinto: Sobre las reglas de conducta.
Se expuso antes de ahora que el deber del
Tribunal incluye la estricta adecuación al caso concreto para el mejor
cumplimiento de los fines de prevención que le son propios, mediante
la oportuna e individualizada elección de las pautas de conducta a
imponer como facultad propia del Tribunal que ha conocido las
circunstancias subjetivas y objetivas del caso.
Es que como se consignó en el Mensaje del
Poder Ejecutivo Nacional el 12 de agosto de 1992, - y lo expuesto,
‘mutatis mutandi’ resulta aplicable a las reglas a imponer en las
condenas de ejecución condicional que, a poco que se atienda a su
naturaleza y a que ellas se impondrán cuando resulten necesarias y
adecuadas para disuadir al condenado de la comisión de delitos y
facilitar su resocialización, se advierte su espíritu protector, de ayuda y
no punitivo, tendiente a fortalecer en el condenado el propósito de no
recaer en el delito y evitar así que su futuro sea la cárcel como destino
cierto.
También el Mensaje trajo la aseveración de
Hassemer de que el sentimiento de liberación es incomprensible si no
se imponen al condenado condicionalmente (o en los supuestos de
suspensión de causa a prueba) obligaciones y tareas y no se lo ayuda
durante el período de prueba. En tal caso, ese lapso se vive como un
tiempo vacío cuyo efecto preventivo individual solo está en la amenaza
abstracta de la revocación. Y por otra parte puede mal interpretarse la
suspensión de la ejecución como un acto de gracia. Así, al utilizarse el
instituto sin imaginación de producirse la revocación vuelve el sistema
penal por la puerta falsa la pena privativa de libertad de corta duración
(ley 24.316, antecedentes parlamentarios, La Ley, año 1994, Nro. 2,
página 15 y siguientes).
En tal orden de ideas estimo que, en el caso
concreto, colocar al sujeto activo que nos ocupa bajo el cuidado de un
Patronato de Liberados constituye un mínimo de control esencial
relacionados con la supervisión de su arraigo, trabajo y familia, dado
que el seguimiento es imprescindible y obligación inherente al Estado
como forma de velar también por las reflexiones antes vertidas, lo que
me llevan a propiciar la imposición de esta regla de conducta.
Como se dijera, ello tiene por fin supervisar a
través de un órgano del Estado, circunstancias relativas al arraigo,
trabajo y familia del condenado para el mejor cumplimiento de los
fines de prevención que necesariamente debe tener en cuenta el
Tribunal.
En ese sentido estimo suficiente fijarle a
Roberto Jorge LOCLES a los fines de las reglas estipuladas por el
artículo 27 bis del Código Penal la de fijar residencia y someterse al
cuidado de un Patronato, por el término de DOS AÑOS.
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Sexto: sobre la aplicación de la pena de
inhabilitación especial prevista por el artículo 20 bis del
Código Penal.
En el curso de los alegatos oídos, los acusadores
particulares y público, reclamaron la imposición a Roberto Jorge
LOCLES, conjuntamente con la pena de prisión, la de inhabilitación
especial prevista por el artículo 20 bis del Código Penal, en el
entendimiento de que el hecho juzgado constituyó un abuso que tuvo
lugar en ocasión del desempeño de una actividad reglada.-
La defensa técnica se opuso a ello alegando, sin
brindar mayores precisiones, que aplicarla en el caso supondría una
violación al principio de legalidad que ampara la Constitución Nacional
Sostiene Núñez que “… para que la
inhabilitación especial sea imponible, el delito debe constituir
por lo menos, una violación de los deberes generales de
conducta que impone un empleo, cargo, profesión o derecho
(… ) puede recaer sobre cualquier profesión, arte o derecho
cuyas obligaciones generales de conducta o su ejercicio se
vinculen, en el caso, al delito de acuerdo con lo ex igido por el
precepto particular que la conmina. No es necesario que la
profesión, arte o derecho esté reglamentada por la autoridad,
porque el resguardo no mira la profesión, arte o derecho en sí,
sino los particulares derechos ofendidos por el autor. Es
esencial en cambio que la actividad de que se trata sea
efectivamente una profesión, arte o derecho… ” (confr. Tratado
de Derecho Penal, Parte General, Tomo II, editorial Lerner, Códoba
1978, reimpresión julio del 1978, pág. 437 y sgtes.).
De igual modo precisa en doctrina Marco A.
Terragni que “… en el artículo 20 bis la relación está dada por
ese mismo precepto, de manera que no puede imponerse la
inhabilitación especial complementaria si el delito cometido
no importa incompetencia o abuso en el ejercicio de las
actividades a que el precepto se refiere… ”, para agregar más
adelante en punto al abuso en sí, que “… tiene una caracterización
tal de exceso que se presume típica del accionar doloso, sobre
todo porque la extralimitación en el ejercicio de las
actividades que mencionan los tres incisos tiene que ser
consciente. Pero de todas maneras, este abuso no tiene una
relación directa con el resultado, pues abusando de las
posibilidades que supone el ejercicio de una profesión,
también se puede incurrir en un hecho culposo” (confr. “Código
Penal, Parte General” Baigún y Zaffaroni, compiladores, T. 1, Ed.
Hammurabi, Buenos Aires , p 247 y stes.-)
La primera consideración que cabe efectuar es
que en tanto ha mediado una acusación concreta en punto a la
aplicación de la sanción prevista por el artículo 20 bis del código
sustantivo, por parte de las querellas y de la Fiscalía General, basada
en elementos que han sido ventilados y probados en el marco del
debate; y que la Defensa Técnica del imputado Roberto Jorge LOCLES
ha contado con la posibilidad de rebatirlos en ocasión de efectuar su
alegato, corresponde que el Tribunal se pronuncie al respecto, desde
que se han observado adecuadamente las garantías de la defensa en
juicio y del debido proceso (confr. C.N.C.P. Sala IV “in re” “Pascual
Sanz, Magdalena s/ recurso de casación”, rto 2/10/1998 y Sala I, “in
re” “Hilt, Jorge Ricardo s/recurso de casación”, rto. 30/08/2002, entre
otros).-
Aclarado ello, he de señalar que asiste razón a
los acusadores en cuanto a que la conducta delictiva desplegada por
Roberto Jorge LOCLES que fuera materia de este proceso, es de las
que habilitan la imposición de modo conjunto la pena de inhabilitación
prevista por el inc. 3° de la norma invocada, puesto que utilizó de sus
capacidades y conocimientos específicos para realizar las maniobras
tendientes a alterar un objeto de prueba dado en custodia por la
autoridad judicial a la Policía Federal, y lo hizo abusivamente. Ya ha
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sido desarrollado extensamente en los considerando previos que el
acceso que LOCLES tuvo a la sala donde se conservaba tal objeto, lo
fue precisamente por su condición de perito en criminalística, y por tal
mérito pudo tomar contacto con el proyectil preservado y custodiado,
dándole un destino distinto al esperado por quien lo tenía a cargo,
cuando lo golpeó y presionó contra una mesa, modificándole las
características que hasta entonces presentaba. Surge de toda
evidencia que el ejercicio de la actividad de perito dependía de una
autorización o licencia conferida por el poder público, en tanto de ello
da cuenta la aceptación que del cargo él efectuó a fs. 4963 de la causa
Nro. 3772 del Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 21; y en esa
oportunidad aceptó desempeñarlo de modo fiel y leal, constituyendo
una indudable actitud abusiva, el modo con que se extralimitó en su
manipulación, que mereció el espontáneo repudio de todos los colegas
presentes en la sala. Su condición de profesional experto en
criminalística no ha sido cuestionado por él, muy por el contrario, y de
tal condición dieron cuenta la totalidad de los expertos que
participaron en la pericia balística del día 22 de febrero de 2011,
quienes quedaron atónitos frente a su proceder. Es decir ha existido un
estrecho vínculo entre su actividad profesional y el hecho delictivo por
él cometido (confr. C.N.C.P. Sala III, causas 4215, rta. 19/05/2003, y
5054, rta. 21/11/2005 ; Sala IV, causa 3395, rta. 07/01/2002, entre
otros).-
No advierto que la imposición de esta pena
conjuntamente con la de prisión contraríe en modo alguno el principio
de legalidad contenido por el artículo 18 de la Constitución Nacional,
como adujo la Defensa Técnica de Roberto José LOCLES, por cuanto
sus alcances están legislados de modo preciso, estricto y previo. El
principio de legalidad sustantivo (nullum crimen sin lege) es una
garantía a favor del acusado que determina la necesidad de una ley
expresa y estricta –mandato de determinación- que posibilite la
diferenciación de las distintas conductas contenidas en la ley penal. El
texto legal cuestionado satisface claramente tales exigencias desde
que traza un precisa demarcación sobre los supuestos que hacen
aplicables sus mandas, todos lo que han sido adecuadamente tratados
en el caso, tal como se relatara en el párrafo precedente de este
considerando –existencia de una incompetencia o abuso; que ella
tenga lugar en ocasión del desempeño ejercicio de una profesión o
actividad que reclame autorización o licencia o habilitación del poder
público; y que tal permiso hubiese sido otorgado-. Se trata de una
disposición emanada del Congreso Nacional, conforme los mecanismos
de sanción previstos por la Constitución Nacional –ley 23.077, del 9 de
agosto de 1984.; y fue debidamente promulgada por el Poder
Ejecutivo con estricto apego a la manda de la Carta Magna -22 de
agosto de ese mismo año-, por lo que cumple con todos los requisitos
de legalidad, validez y vigencia. En este sentido tampoco se advierte
que su eventual aplicación al caso contraríe la prohibición de
retroactividad de la ley penal, pues rige como ley de fondo desde antes
de que LOCLES cometiera el delito por el cual se lo está
responsabilizando en este decisorio. En síntesis, la norma prevista en
el artículo 20 bis del Código Penal goza de plena eficacia.
De otro lado, no está de más destacar que la
mera y genérica invocación de que su aplicación importa “una
afectación al principio de legalidad” -como hiciera mención durante el
alegato la Defensa Técnica, al responder, escuetamente, el pedido
efectuado por los acusadores en tal sentido-, sin indicar los motivos de
por qué se estaría violando el principio de legalidad en el caso, ni
tampoco hacer alguna derivación razonada del derecho aplicable, con
crítica de las circunstancias que hubiese advertido que permitirían
conjurar la aplicación de la inhabilitación especial, exime al Tribunal de
efectuar mayores comentarios desde que, como ya se le puntualizara a
aquella parte al final del considerando primero de este fallo, cuando se
invoca la presunta conculcación de una garantía constitucional, es
deber de quien la esgrime, demostrar las razones analizando la
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conexión que ella guarda con el caso en concreto (Fallos 243:201;
246:357; 247:419; 248:85 entre muchos otros), lo que no supo hacer.
Por tanto su manda resulta aquí aplicable-
En consecuencia, para graduarla cabe tener en
cuenta las mismas circunstancias ya destacadas en el considerando
anterior, por cuanto esta pena se integra conjuntamente con aquélla, y
en el marco de lo expresamente autorizado por la ley. Parece
entonces relevante destacar que no se trataba de un novel e inexperto
perito, sino de alguien que cuenta con muchas pericias en su haber y
con una trayectoria académica de importancia; y que, por tanto, lo
abusivo de su proceder, en términos profesionales reviste extrema
gravedad. Ello amerita en el marco de la prevención especial, que a la
pena de inhabilitación especial para ejercer su profesión, se la mensure
más severamente, y por mayor tiempo que la pena principal, para que
LOCLES capitalice positivamente lo sucedido. De tal suerte juzgo
adecuada limitarla a TRES AÑOS, durante los cuales aquél deberá
abstenerse de ejercer su profesión de licenciado en criminalística ante
cualquier Juzgado o Tribunal de la Nación.
Séptimo: Regulación de Honorarios
profesionales.
En cuanto a la regulación de los emolumentos
de los Dres. Luis Alberto Grisolía y Omar Vicenti, quienes se
desempeñaran como letrados de la Defensa del encausado Locles,
teniendo en cuenta que en autos a fs. 715 y 718 obran los requeridos
bonos de ley, y que han ejercido dicho Ministerio sólo en esta instancia
y durante el debate oral, corresponde fijarlos en la suma de diez mil
pesos y tres mil pesos, respectivamente.
Respecto de los trabajos realizados por el Dr.
Daniel Gómez, letrado defensor hasta el ofrecimiento de prueba en
esta instancia, corresponde estimarlos en la suma de cinco mil pesos
(arts. 6, 8 y ccdtes. de la Ley 21.839 modificada por la Ley 24.432).
Por último, y ante el incumplimiento del efectivo
pago del bono previsto en el art. 51, inc. d) de la ley 23.187,
corresponde diferir la regulación de los honorarios profesionales de los
Dres. Federico Efrón y Maximiliano Medina y Claudia Ferrero, en
calidad de representantes de las respectivas querellas.
Así las cosas propongo al Acuerdo que: 1) se
rechace el planteo de NULIDAD efectuado por la Defensa
respecto del acta inicial de fs. 1 (arts. 167 y ccdtes. del
C.P.P.N, a contrario sensu); 2) se condene a ROBERTO JORGE
LOCLES de las demás condiciones personales obrantes en la
causa, como autor material penalmente responsable del delito
de alteración de un objeto destinado a servir de prueba, a la
pena de UN AÑO DE PRISIÓN, en suspenso y costas, más la
inhabilitación especial de TRES AÑOS para desempeñar su
profesión –perito-(arts. 5, 20 bis, inc. 3º, 26, 29 inc. 3º, 40,
41, 45 y 255 del Código Penal de la Nación); 3) se le imponga
por el término de dos años las siguientes reglas de conducta,
de conformidad con lo dispuesto por el art. 27 bis del Código
Penal: a) fijar residencia y someterse al cuidado de un
Patronato; 4) se regulen los honorarios profesionales de los
Dres. Luis Alberto Grisolía y Omar Vicenti, quienes se
desempeñaran como letrados de la Defensa del encausado
Locles, en la suma de DIEZ MIL PESOS ($ 10.000) y TRES MIL
PESOS ( $3000), respectivamente; y al letrado defensor
anterior Dr. Daniel Gómez en la suma de CINCO MIL ($ 5.000)
(arts. 6, 8 y ccdtes. de la Ley 21.839 modificada por la Ley
24.432); y, 5) se difiera la regulación de los honorarios
profesionales de los Dres. Federico Efrón y Maximiliano
Medina y Claudia Ferrero, representantes de las respectivas
querellas, hasta el efectivo pago del bono previsto en el art.
51, inc. d) de la ley 23.187.
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Las Dras. Inés CANTISANI y María
Cristina BERTOLA dijeron:
Que adherían en un todo a las
consideraciones de hecho y de derecho efectuadas en el voto que
antecede.
Dado, sellado y firmado por los Sres.
Jueces integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal nº 16, de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, en la Sala de Audiencias y en presencia del
Sr. Actuario, quien asimismo lo refrenda.