Castigado Pero Amado

5
Castigado, pero Amado – Estudio Elsie Vega06/06/2013 Estudios 4 Like 594 Tweet 0 +1 Share on email Castigado, pero amado... Puede parecer contradictorio, incluso inaceptable. De hecho, una de las situaciones más difíciles en mi vida fue hacerle comprender a mi hija que aun cuando tenía que castigarla, ella podía tener la certeza de que yo la amaba. No resulta fácil, incluso para los adultos, creer que alguien puede amarnos y castigarnos al mismo tiempo. Sin embargo, todo el que ha ejercido una paternidad responsable sabe por experiencia propia que es posible amar a la persona que al mismo tiempo se tiene que castigar. No obstante, a pesar de que se puede ser amado por el mismo que nos castiga, resulta complicado, especialmente en nuestra vivencia espiritual, creer que somos objeto del gran amor de Dios, al mismo tiempo que, debido a nuestros pecados y maldades, estamos siendo objeto de sus dolorosos castigos, de sus severas reprensiones y de su incómoda disciplina. En los momentos de dolor, tristeza y frustración que produce el castigo, lo natural es creer que Dios está enojado con nosotros, que ya no nos ama, que nos ha retirado su divina protección. Sin embargo, no es así. Dios nos ama aun cuando —mejor dicho, especialmente cuando— por nuestra maldad, y para nuestra corrección, tiene que castigamos. Prueba irrefutable de esta verdad son las palabras que le dice a David, hablando sobre su heredero: «Yo seré su padre, y él será mi hijo. Así que, cuando haga lo malo, lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. Sin embargo, no le negaré mi amor». (2 Samuel 7:14-15) Me gusta mucho cómo ha traducido este pasaje la Biblia de Jerusalén Latinoamericana: «Yo seré para él padre y él será para

description

maravilloso sermon

Transcript of Castigado Pero Amado

Page 1: Castigado Pero Amado

Castigado, pero Amado – EstudioElsie Vega06/06/2013 Estudios

4Like594Tweet0+1Share on email

Castigado, pero amado... Puede parecer contradictorio, incluso inaceptable. De

hecho, una de las situaciones más difíciles en mi vida fue hacerle comprender a mi

hija que aun cuando tenía que castigarla, ella podía tener la certeza de que yo la

amaba.

No resulta fácil, incluso para los adultos, creer que alguien puede amarnos y

castigarnos al mismo tiempo. Sin embargo, todo el que ha ejercido una paternidad

responsable sabe por experiencia propia que es posible amar a la persona que al

mismo tiempo se tiene que castigar.

No obstante, a pesar de que se puede ser amado por el mismo que nos castiga,

resulta complicado, especialmente en nuestra vivencia espiritual, creer que somos

objeto del gran amor de Dios, al mismo tiempo que, debido a nuestros pecados y

maldades, estamos siendo objeto de sus dolorosos castigos, de sus severas

reprensiones y de su incómoda disciplina.

En los momentos de dolor, tristeza y frustración que produce el castigo, lo natural es

creer que Dios está enojado con nosotros, que ya no nos ama, que nos ha retirado su

divina protección.

Sin embargo, no es así. Dios nos ama aun cuando —mejor dicho, especialmente

cuando— por nuestra maldad, y para nuestra corrección, tiene que castigamos.

Prueba irrefutable de esta verdad son las palabras que le dice a David, hablando

sobre su heredero: «Yo seré su padre, y él será mi hijo. Así que, cuando haga lo malo,

lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. Sin embargo, no le negaré mi

amor». (2 Samuel 7:14-15)

Me gusta mucho cómo ha traducido este pasaje la Biblia de Jerusalén

Latinoamericana: «Yo seré para él padre y él será para mí hijo». Pero fíjate con más

atención en la frase que sigue: «Si hace mal, lo castigaré con vara de hombres y con

golpes de hombres». Y ahora repara en cómo continúa: «Pero no apartaré de él mi

amor».

Hay varios aspectos de estos dos versículos que merece la pena destacar:

Page 2: Castigado Pero Amado

En primer lugar, volvamos a las palabras iniciales del pasaje: «Yo seré su padre, y él

será mi hijo». Esta afirmación muestra que es Dios quien toma la iniciativa para que

lleguemos a ser sus hijos. Salomón, a quien se refieren estas palabras, ni siquiera

había nacido cuando Dios ya estaba contando con él como uno de sus hijos.

¡Maravilloso amor de Dios! Antes de que naciéramos, él ya nos había predestinado

para ser hijos suyos.

En el concilio del cielo se dispuso que los hombres, aunque transgresores, no debían

perecer en su desobediencia, sino que por medio de la fe en Cristo como su sustituto

y fiador pudieran convertirse en los elegidos de Dios, predestinados para la adopción

de hijos por Jesucristo y para él, según el puro afecto de su voluntad. Dios desea que

todos los hombres sean salvos, pues ha dispuesto un amplio recurso al dar a su Hijo

unigénito para pagar el rescate del hombre.

Comentario Bíblico

En segundo lugar, al decir «si hace mal» está indicando con toda claridad que Dios

prevé nuestra falibilidad, nuestras caídas y, aun más que simplemente preverlas, él ha

hecho provisión para ellas. Nuestras caídas en pecado no lo toman por sorpresa.

«El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, formulada después de la

caída de Adán. Fue una revelación “del misterio que por tiempos eternos fue

guardado en silencio”. Fue una manifestación de los principios que desde edades

eternas habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo

sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata.

Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previo su existencia, e hizo provisión

para hacer frente a la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo, que

se comprometió a dar a su Hijo unigénito “para que todo aquel que en él cree, no se

pierda, mas tenga vida eterna”».

Page 3: Castigado Pero Amado

En tercer lugar, «lo

castigaré» indica claramente que Dios, a sus hijos que fallan pero que desean seguir

siendo sus hijos, no los elimina: los corrige. La opción de Dios para el hijo que peca

no es la excomunión, es la corrección. La opción de Dios para el hijo que peca no es

el abandono, es la educación. La opción de Dios para el hijo que peca no es cortarlo,

es curarlo. La opción de Dios para el hijo que peca no es acabar con él, es prestarle

ayuda.

La clave para apreciar y aprovechar para nuestro bien el castigo y la corrección

divinos, radica en encontrar en ellos pruebas del amor de Dios hacia nosotros.

Una sección de las Escrituras que puede ser útil en este aspecto es Hebreos 12: 6-11.

Este pasaje nos dice que los sufrimientos y dificultades de la vida, que en muchas

ocasiones tienden a desanimarnos y a hacernos dudar del amor de nuestro Padre

celestial, son en realidad los castigos de un padre amante porque, según afirma: «El

Señor disciplina a los que ama».

Es cierto que Cristo ha cargado ya con el castigo por el pecado de su pueblo, pero

todavía no ha eliminado las consecuencias del pecado, tan necesarias para la

corrección de nuestras faltas.

En lugar de quejarnos y desanimarnos por los sufrimientos causados por pérdidas

materiales y humanas deberíamos, con fe y por fe, repetir las palabras de Job: «El

Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!». (Job 1:21)

Más adelante en esta sección de Hebreos también se nos dice que el castigo es

inevitable en la relación padre-hijo que comenzamos cuando nos hacemos cristianos:

Dios «azota a todo el que recibe como hijo». La palabra todo incluye a todos los que

hemos sido recibidos como hijos por nuestro Padre celestial. Asimismo agrega que

ser objetos del castigo divino es la prueba inconfundible de que somos hijos legítimos

Page 4: Castigado Pero Amado

de Dios: «Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces»,

afirma, «son bastardos y no hijos legítimos».

Porque somos hijos de un padre que nos ama eternamente y sin condiciones

podemos estar seguros de que sus castigos son siempre «para nuestro bien, a fin de

que participemos de su santidad».

Continuando con el análisis de nuestro texto, fijémonos en las palabras que aparecen

en cuarto y último lugar: «No le negaré mi amor». Estas palabras señalan el

maravilloso hecho de que Dios no deja de amar a sus hijos cuando estos, por alguna

razón, hacen mal.

Elena G. de White nos dice:

Debemos recordar que todos cometen equivocaciones. Aun hombres y mujeres que

han tenido años de experiencia, a veces yerran. Pero Dios no los abandona a causa

de sus errores: a cada descarriado hijo o hija de Adán, les da el privilegio de otra

oportunidad.

¡Maravilloso amor de Dios! Él no aparta su amor de sus hijos que fallamos.

¡Maravilloso amor de Dios! El no nos abandona a causa de los errores que con

frecuencia cometemos. ¡Maravilloso amor de Dios! El a cada descarriado hijo c hija de

Adán nos da el privilegio de otra oportunidad. Pero aún más y mejor que todo esto:

¡Maravilloso amor de Dios!, porque no nos deja en nuestros pecados, sino que nos

disciplina para animarnos a abandonar el pecado.