Castillejo Cuellas - Entre Los Intersticios de La Palabra

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Estudios de Asia y Africa El Colegio de México [email protected] ISSN (Versión impresa): 0185-0164 MÉXICO 2006 Alejandro Castillejo Cuéllar ENTRE LOS INTERSTICIOS DE LAS PALABRAS: MEMORIA, POSGUERRA Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN LA SUDÁFRICA CONTEMPORÁNEA Estudios de Asia y Africa, enero-abril, año/vol. XLI, número 001 El Colegio de México Distrito Federal, México pp. 11-46 Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México http://redalyc.uaemex.mx

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  • Estudios de Asia y AfricaEl Colegio de [email protected] ISSN (Versin impresa): 0185-0164MXICO

    2006 Alejandro Castillejo Cullar

    ENTRE LOS INTERSTICIOS DE LAS PALABRAS: MEMORIA, POSGUERRA Y EDUCACIN PARA LA PAZ EN LA SUDFRICA CONTEMPORNEA

    Estudios de Asia y Africa, enero-abril, ao/vol. XLI, nmero 001 El Colegio de Mxico

    Distrito Federal, Mxico pp. 11-46

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    http://redalyc.uaemex.mx

    mailto:[email protected]://redalyc.uaemex.mx/http://redalyc.uaemex.mx/

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    Sudfrica, educacin para la paz, memoria colectiva

    ENTRE LOS INTERSTICIOSDE LAS PALABRAS: MEMORIA,

    POSGUERRA Y EDUCACINPARA LA PAZ EN LA SUDFRICA

    CONTEMPORNEA1

    ALEJANDRO CASTILLEJO CULLARUniversidad de los Andes

    Para leer el silencio

    La palabra apartheid evoca entre otras cosas encubrimiento, ypor supuesto silenciamiento. El apartheid fue en esencia un r-gimen de silenciamiento. Cre toda una variedad de mecanis-mos para asegurarlo: el asesinato literal y las desapariciones decuerpos, el universo del confinamiento solitario, la proscripcin

    Este artculo fue recibido por la direccin de la revista el 7 de abril de 2005 yaceptado para su publicacin el 11 de mayo de 2005.

    1 Este texto es parte de una investigacin sobre violencia y memoria en Sudfricarealizada gracias a la asistencia financiera de las siguientes instituciones: en primer lu-gar el Centro Solomon Asch para el Estudio del Conflicto Etnopoltico, Universidadde Pensilvania, donde fui investigador principal entre 2001 y 2003. Fondos para estaparte de la investigacin provinieron de la Fundacin Mellon. En segundo lugar lasbecas de investigacin Holocaust Memorial (2003-2005) de la New School for SocialResearch, que me ayudaron no slo a concluir mi permanencia en Sudfrica sino tam-bin a concentrarme en la redaccin de otros ensayos relacionados con este texto (2003-2005). Una subvencin de investigacin individual Wenner-Gren otorgada en 2003 fuede gran ayuda durante el proceso de investigacin en los Archivos de la Comisin dela Verdad y la Reconciliacin (Pretoria), el Archivo Nacional de Sudfrica (Pretoria yCiudad del Cabo), y el Archivo Visual del Centro Mayibuye de la Universidad del CaboOccidental, al igual que en la realizacin de algunas entrevistas en Botswana y Zimbabwe(2003-2004). De igual manera, quiero agradecer el apoyo del Instituto Colombianopara el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnologa y de la Comisin Fulbright por unabeca de estudios en 1999 que permiti eventualmente la convergencia en Ciudad delCabo entre mi vida personal y mi vida acadmica. Finalmente, una invitacin comoinvestigador visitante en el Institute for Justice and Reconciliation (2001-2003) y otracomo codirector del rea de investigacin del Direct Action Center for Peace and Me-mory (2002-2004), Ciudad del Cabo, me brindaron el ambiente y el apoyo necesariospara la realizacin de esta investigacin.

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    de las reuniones pblicas, la prohibicin de palabras e imge-nes habladas o escritas, individual o colectivamente produci-das, la vigilancia permanente sobre activistas quienes des-truan sus diarios personales para no dejar evidencia que losincriminara, las operaciones secretas de inteligencia mili-tar, la atmsfera de desconfianza con la creacin de redes de in-formantes entre activistas, y la destruccin masiva de documen-tos en 1994 por el gobierno nacionalista; todo ello formandoparte de este rgimen particular de silenciamiento. El apartheidcre distorsin, manipul los hechos y borr eventos al di-sear una red de no sitios y no tiempos, difundi informacinerrnea, fractur la comunicacin entre amantes y compaeros,y gener aislamiento y fragmentacin existencial. Los anales dela Comisin de la Verdad y la Reconciliacin estn repletosde testimonios y ejemplos dramticos sobre la forma como laburocracia del apartheid, particularmente en las dcadas de losaos setenta y ochenta, instaur, control y administr hastadonde pudo la palabra, la voz y su ausencia. El terror fue cier-tamente la herramienta de silenciamiento ms contundente.

    Despus de 1994 hubo intentos de romper este silencio.2Ha habido de todo tipo: articulados, desde la forma ms gene-ral hasta la ms especfica. En el mbito oficial se instaur unaComisin de la Verdad y la Reconciliacin con el fin de esta-blecer un registro correcto de la historia de Sudfrica en lasltimas dcadas. Como lo expres el arzobispo Desmond Tutu:el propsito primario [de las audiencias de las vctimas quecomparecieron ante la Comisin] era darle a la gente que ha-ba sido silenciada durante tanto tiempo la oportunidad de con-tar su historia en un escenario emptico.3 Romper el ciclo del

    2 Vase P. Gready, Autobiography and the Power of Writing: Political PrisonWriting in the Apartheid Era, Journal of Southern African Studies, nm. 19, pp. 489-523, 1993. Durante dcadas la forma de romper el silencio fue a travs de los escritosautobiogrficos en prisin. Por ejemplo los de B. Breytenbach (True Confessions ofan Albino Terrorist, Londres, Faber and Faber, 1984), M. Dingake (My Fight againstApartheid, Londres, Kliptown 1987), M. Dlamini (Hell-Hole Robben Island: Reminis-cences of a Political Prisoner, Nottingham, Spokesman, 1984), E. Mashinini (Strikes HaveFollowed Me All My Life: A South African Biography, Londres, Womens Press, 1989),entre muchos otros.

    3 South African Truth and Reconciliation Commission, Truth and ReconciliationCommission of South Africa. Final Report, Cape Town, Juta and Co., 1998, vol. 1.

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    silencio ha tomado la forma, por ejemplo, de madres que exi-gen a los asesinos de sus hijos los huesos para sepultarlos, parasacarlos del olvido al que fueron sometidos con su desapari-cin. Complementariamente, la ruptura de este ciclo tambinha tomado forma en lugares institucionales para el recuerdo yla prctica ritual, como espacios conmemorativos (GugulethuSeven, Trojan Horse), monumentos (Hector Peterson, Tokoza,Katlehong, Tembisa, y los monumentos localizados en lo quees conocido como la regin Vaal, entre otros), y museos (Apart-heid Museum, Robben Island), con el fin de inscribir el pasadoen el presente, para que las generaciones venideras puedan es-cucharlo y reconocerlo.4

    La fractura de ese silencio sucede tambin con el desarrollode escenarios institucionalizados alrededor de los llamados gru-pos de ayuda a vctimas, en los cuales los sobrevivientes (excombatientes, vctimas de tortura, viudas, etctera) y algunasveces gente de diferentes orgenes sociales, a travs de diver-sas metodologas reinsertan sus experiencias dentro del proce-so histrico como agentes sociales contando sus historias, conel fin de curar para s mismos las heridas de un pasado trau-mtico. Tal es el caso de los talleres del Institute for HealingMemories, de las enseanzas peripatticas del Direct Action Cen-ter for Peace and Memory, y las intervenciones psicodinmicasdel Khulumani Support Group (khulumani es una palabra zulque significa hablar en voz alta), todas en Ciudad del Cabo, yel Wilderness Therapy Project en el Centro de Recursos Katle-hong en la provincia de Gauteng, entre varios otros.5 Hablar,

    4 Vase L. Kgalema, Symbols of Hope: Monuments as Symbols of Remembranceand Peace in the Process of Reconciliation, Cape Town, Center for the Study of Violenceand Reconciliation, 1999, y A. E. Coombes, History after Apartheid, Johannesburgo,Witwatersrand University Press, 2004. Gugulethu Seven y Trojan Horse son dos me-moriales en Ciudad de Cabo que conmemoran el asesinato de jvenes en manos de lasfuerzas de seguridad del Estado a mediados de la dcada de los aos ochenta. El monu-mento Hector Petersen conmemora el alzamiento de Soweto en 1976, y los restantes,como es el caso del monumento de Thokoza, hacen referencia a townships que par-ticiparon hasta 1994 en las sangrientas disputas entre los que entonces eran seguidoresdel Inkatha Freedom Party (IFP), un movimiento nacionalista zul, y el Congreso Na-cional Africano. El Museo del Apartheid est localizado en Johannesburgo, y el RobbenIsland, la isla-prisin donde Mandela estuvo encarcelado ms de 15 aos, en la baha deVictoria, en Ciudad del Cabo.

    5 U. Kayser, Creating a Space for Encounter and Remembrance: The Healing of

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    situndose uno mismo como actor histrico, es parte de la rein-tegracin y del proceso curativo. La curacin y la voz unavoz que siempre hace memoria de un pasado traumtico sonconceptos centrales para entender la Sudfrica de hoy; son ho-rizontes de sentido en torno de los cuales gira el proceso dereconstruccin en muchas organizaciones de base.6

    El romper este silencio endmico tambin ha tomado for-mas ms abstractas, como la de una Constitucin que asegurael derecho a hablar, de expresar una opinin, que hace inevita-ble no solamente que los ciudadanos tengan voz y voto sobresu futuro, sino que adems obliga al gobierno tericamen-te a consultarles los asuntos relativos a sus vidas: la democra-cia y el derecho al voto son anlogos a la adquisicin de la voz,especialmente en un pas en donde hasta hace diez aos lamayora de la poblacin no tena derecho al voto ni a determi-nar su propio futuro. Uno de los lemas de la propaganda televi-siva electoral de Thabo Mbeki, actual presidente y sucesor deMandela en 1999, durante la campaa presidencial del 2003 queinvitaba a votar por el Congreso Nacional Africano diez

    Memories Process, Cape Town, Center for the Study of Violence and Reconciliation, 2000;C. J. Colvin, We are Still Struggling: Storytelling, Reparations and Reconciliationafter the TRC, Cape Town, Center for the Study of Violence and Reconciliation, 2000.

    6 Hay contextos en los cuales la ruptura del silencio se relaciona con los proble-mas de la memoria, la voz y la curacin. El debate alrededor del sitio Prestwich Streeten Ciudad del Cabo, por mencionar slo un caso, es un ejemplo interesante y elocuen-te. Este sitio, que es un cementerio de esclavos e indigentes sepultados antes de 1818,fue hallado durante la construccin de un edificio en junio de 2003. Un comit llama-do Hands Off Prestwich Street Committee exigi a las autoridades que los huesosde los muertos no fueran excavados. Los huesos fueron removidos por los arque-logos y van a ser enterrados en un parque conmemorativo en Sea Point, en el mismocentro de la ciudad. Aqu se puede hallar la prerrogativa del llamado desarrollo enoposicin a la necesidad de la conmemoracin. Ciertamente, en el sitio haba ms queslo huesos, o restos humanos en el lenguaje asptico de los arquelogos: se tratabade los ancestros de muchos sudafricanos. Durante el proceso de consulta entre la Agen-cia de Recursos de Patrimonio Sudafricano (SAHRA) y el comit, los huesos fueron re-cuperados del silencio histrico. Con el permiso de SAHRA, una mdium habl conel ancestro sepultado all: Algunas de sus voces, estaban pidiendo ser odas, resalta lamdium. Muchos fueron enterrados sin dignidad [] Esta gente no es infeliz porhaber sido descubiertos, pues es una oportunidad para ser reconocidos. Tena que ha-ber honor y dignidad [] Los espritus estn pidiendo a gritos que los dejen descansary cuando ellos puedan contar su historia esto suceder. Vase Staff Reporter, CityGhost Speaks from the Grave, y Where I am From, Let The Bones Rest in Peace,Cape Argus, Cape Town; y C. McGreal, Coming Home, en Guardian (UK), Lon-dres, 2002.

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    aos despus de las primeras elecciones democrticas fue:Deja que tu voz sea escuchada.

    Desde 1994 se ha incrementado tambin dramticamentela publicacin de autobiografas polticas un gnero por de-recho propio en Sudfrica, en las cuales personajes cercanosde una u otra forma al proceso poltico sudafricano de las lti-mas dcadas han narrado sus propias historias. Entre los au-tores encontramos a Nelson Mandela, Desmond Tutu, F. W. deKlerk, Ahmed Kathrada y Jonnie Kasrils.7 Estos testimoniosson una manera de contrarrestar la amnesia. Si tomsemos lodicho hasta ahora, podra afirmarse que el problema de la vozy la experiencia durante la ltima dcada ha sido central, dadala gran cantidad de contextos donde se concibe como curacin,como catarsis, como purga del pasado. Sin embargo, la elabo-racin de la experiencia de la violencia a travs del trabajo delescrito retrospectivo al igual que el reconocimiento pblicodel escritor al narrar su propia historia al entrar en los cir-cuitos de publicacin est restringida a una pequea porcinde sudafricanos.

    Mediante la narracin escrita slo unos pocos han tenidola posibilidad de contribuir a la lucha de liberacin. En mu-chos casos, ni siquiera aquellos que tuvieron un papel centralcomo reclutadores o lderes locales durante los aos de resis-tencia han logrado burlar el silencio endmico al que han sidoreducidos; para muchos, el reconocimiento es una abstraccinque ronda evasivamente durante los discursos polticos el Dade los Derechos Humanos, cuando antiguos camaradas ycombatientes bailan a la manera de los aos de lucha (toyi-toyi)y se congregan alrededor de las canciones de libertad y unpuado de recuerdos en medio de la pobreza de las localidadeso distritos segregados donde viven (township).8

    7 Vase N. Mandela, A Long Walk to Freedom, Cape Town, Back Bay Books,2003; D. Tutu, No Future without Forgiveness, Nueva York, Doubleday, 1999; F. W.de Klerk, The Last Treck: A New Beginning, Londres, Pan Books, 2000; A. Kathrada,Memoirs, Cape Town, Zebra Books, 2004, y J. Kasrils, Armed and Dangerous: FromUnderground Struggle to Freedom, Johannesburgo, Jonathan Ball, 1998.

    8 El trmino township se usa fundamentalmente en ingls. La traduccin literales localidad, municipio, y en el caso de Sudfrica, distrito segregado, segn el OxfordSpanish-English Dictionary y el Appleton New Cuyas Dictionary. En Sudfrica, eltrmino siempre hace referencia a unidades residenciales construidas en reas especfi-

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    Ante la imposibilidad de escribir, y ante la inevitable tan-gencialidad de su existencia en relacin con el poder, hablarsobre su experiencia es lo que en algunos casos es posible ha-cer a travs de grupos de apoyo. En este sentido, en tanto es-pacios de comunicacin, durante mediados de la dcada de losaos noventa se encontraban en un momento particular en elque la centralidad internacional del proceso poltico del pasconverga, primero, con una atmsfera que estimulaba ha-blar abiertamente sobre las experiencias traumticas; es de-cir, romper con el ciclo del silenciamiento. Y, segundo, con lanecesidad de reconocer las formas de agenciamiento histricoque aunque casi invisibles, fueron parte del proceso de libera-cin. Durante los aos posteriores a 1994, y hasta hace relati-vamente poco, la consigna colectiva era hablar para liberarel pasado y reconciliar al individuo con el presente.

    Combatientes, posguerra y el surgimiento de una voz

    Quiero brevemente hacer referencia a una de las experienciasde reinscripcin histrica mencionadas con anterioridad: el pro-yecto Western Cape Action Tours (WCAT) del Centro para laPaz y la Memoria en Ciudad del Cabo9 (en adelante, el Centro).El Centro est conformado en su mayora por ex combatien-

    cas y destinadas para el uso de africanos negros, segn el proyecto de reestructura-cin espacial emprendido por los arquitectos del apartheid. Otros grupos sociales tam-bin fueron espacializados y segregados a ciertas unidades territoriales, como las po-blaciones coloured, pero no se usa la palabra township para referirse a sus unidades. EnCiudad del Cabo, estas ltimas o bien se designan coloured areas o sencillamente seles llaman por su nombre, Athlone, Gras Park, etctera. En esa enorme extensin te-rritorial y perifrica llamada los Cape Flats, slo las localidades negras, como Langa,Gugulethu, Nyanga, Crossroads, Khayelisha, y otros, son identificadas como townships(Gugulethu township, por ejemplo). Hay muchas poblaciones coloured que fueronreubicadas en otras reas como los suburbios; tal es el caso de Mowbray y Wynberg,entre muchas. La palabra hace referencia a un tipo de espacializacin de lo otro, a untipo de lugar, de localidad, de aquello que los administradores sociales del espacio du-rante la dcada de los aos cincuenta concibieron como lo otro.

    9 Entre enero de 2002 y febrero de 2004 tuve la oportunidad de trabajar comoinvestigador visitante en dicha institucin donde colabor con los miembros de laorganizacin en la creacin de un archivo de historia oral, transferencia de conoci-mientos, talleres de memoria e historias de vida, actividades que alimentaban el proyectogeneral del Centro.

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    tes, hombres del Congreso Nacional Africano, activos durantemediados de los aos ochenta en las localidades que rodeanCiudad del Cabo (Gugulethu, Langa, Crossroads, Nyanga, en-tre otras) o en el exilio, en Tanzania, Angola y Zambia.10

    Al final del apartheid, enmarcado por el estado de emergen-cia proclamado por el entonces presidente P. W. Botha el 12de junio de 1985, Sudfrica entr en una etapa donde la luchaarmada y la represin se incrementaron dramticamente, loque oblig a muchos activistas a salir del pas los que nofueron encarcelados y a jvenes de las localidades segregadasa formar parte del brazo armado del ANC, aglutinados alrede-dor de Umkhonto we Sizwe (MK): literalmente la flecha de lanacin.11

    Muchos de esos jvenes, quienes durante la adolescenciatemprana ingresaron voluntariamente y por conviccin pol-tica a lo que se conceba como una de las ltimas luchas deliberacin anticolonial en frica, constituyen el grueso de los

    10 El trmino ex combatiente hace referencia a los soldados que participaronen el conflicto sudafricano en la dcada de los aos ochenta y que actualmente noforman parte de ninguna agencia de seguridad del Estado (South African DefenseForce [SADF], South African Police Services [SAPS], entre otros). Desmovilizados, ensentido amplio hace referencia a todos los ex combatientes sudafricanos que fueronparte de las fuerzas no estatales afectadas por el proceso de desmovilizacin. En Sud-frica, en algunas investigaciones, los miembros de SADF tambin han sido incluidos enesta categora. Gear, 2002.

    11 En Sudfrica hubo gran variedad de organizaciones de combatientes. Aqu s-lo se har referencia a las que se oponan al Estado y se alineaban con el Congreso Na-cional Africano (ANC). En esta categora hay fundamentalmente dos grupos: Umkhontowe Sizwe cuyo entrenamiento era realizado en el exilio y miembros de las Unida-des de Autodefensa (Self Defense Units, SDU), entrenados dentro de Sudfrica. Tambinhaba otras organizaciones militares no alineadas con el ANC como el ala militar delCongreso Panafricano (Pan African Congress, PAC), el Ejrcito de Liberacin del Pue-blo Azanio (Azanians People Liberation Army, APLA). En regiones como la provinciade Kwazulu Natal o en los townships alrededor de Johannesburgo tambin hubo sol-dados asociados al partido nacionalista zul, posteriormente llamado Partido de Libe-racin Inkatha (Inkatha Freedom Party, IFP), pero entrenados por las fuerzas armadas su-dafricanas en la franja de Caprivi, Namibia, y organizados alrededor de las llamadasUnidades de Autoproteccin (Self-Protection Units, SPU). Haba varias categoras decombatientes dentro de las fuerzas del Estado: la Fuerza Permanente y la Fuerza Ciuda-dana que se diferenciaban en la intensidad de las actividades militares. Los estudios so-bre ex combatientes usualmente no cubren, en tanto fuerza militarmente organizada,grupos de pandillas y delincuentes que en su momento formaron parte de las estrategiasdel Estado en la guerra contra el ANC. Tal es el caso de los Windhoek en las cercanas deCiudad del Cabo durante la dcada de los aos ochenta. Ibid.

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    miembros del Centro para la Paz. Muchos regresaron al pas acomienzos de los aos noventa, luego de pasar varios aos encampos de entrenamiento militar de frica y Europa orientalen espera de ser llamados a la lucha urbana en Sudfrica. Estoscampos, que con la cada del muro de Berln en el ao 1989perdieron el apoyo de los estados que los financiaban, fuerondesmontados a raz de las nuevas realidades internacionales ynacionales. A la vez, Nelson Mandela fue liberado de prisiny Sudfrica entr en un proceso de transicin poltica. Huboentonces una inevitable coyuntura entre el proceso de transi-cin poltica en Sudfrica hacia la democracia parlamentaria ylos cambios en los intereses estratgicos determinados por loque pareca ser el fin de la guerra fra.

    A raz de la transformacin limitada de las fuerzas milita-res, que implicaba ms que nada la absorcin de miembros deUmkhonto por las estructuras de poder racialmente osifica-das durante el ancien rgime ms que una reestructuracinde las mismas, muchos ex combatientes prefirieron abando-nar la carrera militar.12 Dadas las condiciones desventajosas deintegracin a las nuevas fuerzas armadas (como los requeri-mientos de ingreso, la homologacin de rangos provenientes dela guerrilla, la presencia an muy palpable de racismo, la faltade claridad en el proceso mismo) y los lmites en cuanto a losposibles soldados integrados en la fuerza segn las nuevas ne-cesidades estratgicas, la inmensa mayora decidi tomar un sub-sidio de retiro voluntario.13 Los miembros del Centro forma-ban parte de ese gigantesco contingente de combatientes quedecidi acogerse a dicho retiro voluntario. La pregunta que mu-chos entonces se plantearon tena que ver fundamentalmentecon el destino de sus vidas ante las inmensas carencias tantomateriales como laborales que deban afrontar. La educacinprctica que haban recibido durante los aos de entrenamien-to haba perdido validez en un pas que se haba entregado aun proceso de pacificacin en un mundo centrado en la eficien-cia, la competencia y el saber especializado.

    12 R. Williams, Integration of the Armed Forces, Center for the Study of Violenceand Reconciliation, 1992.

    13 Gear, op. cit.

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    Dada la lgica del uso del tiempo y el espacio en la vida clan-destina, y la ausencia casi total de una educacin formal par-ticularmente en una sociedad que requera cuadros polticoscon formacin en reas especficas de conocimiento como elderecho y la economa muchos de los jvenes ex combatien-tes no encontraron, en tanto derecho adquirido a raz de sucompromiso poltico y militar, un lugar en el nuevo ordena-miento social. Los nicos contextos donde sus capacidades sencontraron una funcin fueron los del mundo del crimen ur-bano organizado: alrededor del trfico y consumo de drogas(particularmente el mandrax), o del trfico de las armas livia-nas que haban quedado de las guerras en Angola y Mozambi-que, que alimentaban los conflictos en la Repblica Democr-tica del Congo, Sierra Leona y otros lugares, y en las pandillasurbanas centradas en el robo de autos y de casas.14 Muchos deesos jvenes, hoy da en sus treinta aos de edad, quedarondesempleados, recluidos en las propias localidades segregadasdonde haban estado activos. Esto gener la sensacin de so-ledad, de alienamiento y frustracin, que tenan como fondola falta de reconocimiento a lo que ellos vean como sacrificiosrealizados, individuales y materiales, durante la lucha contra elapartheid. En este sentido, hay entre los ex combatientes del ANCuna estrecha relacin entre la pobreza en la que se encuentran,la sensacin de alienamiento histrico que los avasalla en eldoble sentido del trmino y las concepciones del sacrificio yel dolor articuladas en una teosofa. En esta experiencia de des-movilizacin el silencio se instala nuevamente.

    Hubo una serie de razones que condujeron a esta situacin:la falta histrica de educacin reflejada en la ausencia de hbi-tos de estudio, en la dificultad para escribir y las limitacionesadministrativas y organizacionales que no permitieron a losex combatientes insertarse con facilidad en un mercado labo-ral competitivo. El abandono del estudio formal durante ladcada de los aos ochenta, bajo el lema liberacin antes queeducacin, tuvo un papel importante en este proceso; duran-te esa poca uno de los mecanismos de presin al Estado fue elboicot de las instituciones educativas. Las consecuencias fue-

    14 Shaw, 2002.

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    ron devastadoras: falta de continuidad educativa en un mundoms all del conflicto armado.

    Sin embargo, una de las razones de ms peso en esta situa-cin de alienacin es otra clase de vaco histrico: la dificultadde los ex combatientes de verse a s mismos como actores hist-ricos que merecen ser reconocidos en tanto tales. A la luz de lagran narracin histrica institucionalizada en Sudfrica, don-de las lites educadas son las protagonistas ms importantes dela saga heroica, los esfuerzos de los ex combatientes son consi-derados pequeos, y estn condenados a ser perpetuamenteinvisibles. En este sentido, luego de 1994, tras la eleccin de Nel-son Mandela, el ex combatiente se encontraba ante una situa-cin compleja: alienado y desempleado (esto era visto ya comofalta de reconocimiento histrico, como otra forma de invisi-bilidad y olvido, no obstante el optimismo que reinaba poraquel entonces, y como obstculo para cualquier reconcilia-cin) tena que afrontar un orden social sin las herramientasapropiadas y con el trauma generado luego de siglos de opre-sin y guerra. Por estas razones, algunos comentaristas delproceso sudafricano han catalogado a esta generacin de jve-nes soldados como la generacin perdida.15

    Hay pues dos lneas que confluyen en la problemtica es-pecfica de los ex combatientes durante mediados de la dcadade los aos noventa: primero, el futuro incierto de la subsisten-cia diaria en un mundo altamente competitivo y para el cual noestn bien preparados y segundo, el reconocimiento del ex com-batiente y su experiencia como parte del proceso histrico. Laconjuncin de estos elementos gener sentimientos de olvidoy alienacin, amplific el trauma y dificult enormemente elproceso de reintegracin. En este contexto naci el Centro pa-ra la Paz y la Memoria.

    El Centro surge inicialmente como un espacio de encuentroen donde los ex combatientes, dadas sus carencias econmicaspara buscar ayuda psicolgica especializada, se reunan peri-dicamente para discutir temas de inters colectivo, y para dar-se apoyo mutuo. De esta serie de reuniones nace en 1996 enel momento de mayor actividad de la Comisin de la Verdad

    15 Marks, 2002.

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    y la Reconciliacin, cuando comienza a reevaluarse el problemade la narracin histrica lo que con el tiempo se convirtien la Iniciativa de Ayuda a Ex combatientes, que ha aglutina-do a travs de los aos diferentes actividades enfocadas a facili-tar el proceso de reintegracin de los ex combatientes, desdeensearles a escribir hasta aspectos relacionados con su autoes-tima, y su manejo del trauma. Sin embargo, junto a este desa-rrollo una de las iniciativas ms importantes es el Western CapeAction Tours Project: un proyecto de tours histricos a travsde Ciudad del Cabo. Otros comentaristas tienden equivocada-mente a identificar WCAT como proyecto turstico; yo me apartode esta interpretacin, pues a mi modo de ver dicho proyecto esms un proceso de memorializacin, en donde los problemasde la voz, la experiencia y la historia se integran de tal maneraque los dos ejes identificados el reconocimiento y la subsis-tencia pueden ser afrontados con realismo.

    Para comprender mejor la naturaleza del proyecto conme-morativo del Centro, encarnado en los tours a las diferenteslocalidades segregadas de Ciudad del Cabo, es necesario com-pararlo con otros proyectos similares para as poder discutircon mayor precisin la naturaleza de esta iniciativa. En lasltimas dcadas ha habido un serio debate sobre el papel de excombatientes en los procesos de reinsercin social en periodosde transicin poltica. Slo en Amrica Latina hay una serie deejemplos que ilustraran el carcter complejo e inconcluso de di-chos procesos. Este ensayo hay que leerlo como un intento deaportar elementos a esa discusin.

    El siguiente apartado trata la concepcin de Ciudad delCabo, que emerge y es reificada en la industria turstica y co-mercial. Posteriormente, como contrapunto, me centrar enla experiencia de memorializacin del Centro, para luego ter-minar con un breve comentario sobre las relaciones entre me-moria, educacin para la paz y posconflicto.

    Trashumantes, turistas y la ficcin de la cercana

    Cuando se habla de itinerarios tursticos en Ciudad del Cabo,se habla de recorridos establecidos histricamente: est, por

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    una parte, la belleza natural de la regin del Cabo de BuenaEsperanza y el Cabo de Agulhas, la punta ms al sur del conti-nente africano: la sensacin de distancia, debido a que se encuen-tra ms cercana al polo Sur que a Europa es explotada comoparte de las condiciones excepcionales del Cabo. Aqu se con-fluyen el ocano Atlntico y el ndico, creando una red de pai-sajes costeros donde acantilados y montaas muy antiguos con-viven con playas naturales. Hay adems tours histricos por laciudad que rescatan la versin europea y asptica de la coloni-zacin de esta regin, pero que tienden a olvidar, llegado elmomento del detalle, los aspectos destructivos de dicho pro-ceso. La historia a la que hacen referencia nace con la llegadade los europeos; precisamente por tal razn a Ciudad del Cabose le conoce como la Ciudad Madre. Pero el tipo de historiaque un visitante adquiere demuestra las limitaciones de la mi-rada de quien la cuenta, en el sentido ms literario.

    Otros itinerarios sacan al visitante de la ciudad, hacia losfamosos viedos en la cercana regin de Paarl y Stallenbosch.Aqu nuevamente no solamente son los vinos lo que atrapa alconnaisseur, sino la belleza de la regin, a la que se le denomi-na la Suiza africana, un remanente de la civilizacin. Lahistoria es convenientemente contada y la mirada estratgi-camente dirigida haca lo bello, hacia lo exquisito y hacia laforma como eso bello se conecta con la historia que comen-z a contarse en Ciudad del Cabo; tras esta percepcin subyaceotra regin, indeleblemente conectada con la anterior, peropermanentemente borrada, invisible. No se habla por ejem-plo de la ntima relacin entre la industria del vino y la opre-sin racial. Requerira recalibrar la mirada para hacer visiblelo invisible, para descubrir con asombro que como cualquierpueblo sudafricano tiene su township respectivo, su fuente demano de obra barata. Entre los intersticios de lo bello se en-cuentra lo otro.

    El tercer grupo de itinerarios establecidos que aqu discu-tiremos brevemente es el de la otra frica, el de los animalessalvajes y los safaris, por un lado, y las tribus primitivas envivo o puestas en escena como las llamadas villas culturalesy la cultura negra urbana, por el otro. Esta parte de la indus-tria se constituye como el alter ego de la anterior. En relacin

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    con los seres humanos especficamente, el gua redirige la mi-rada hacia la cotidianidad del otro, hacia sus costumbres ysus hbitos de vida. Estos itinerarios de los que las visitas alos townships fueron una parte tienden a reificar lo africanomediante la normalizacin de una serie de imgenes pulimen-tadas estratgicamente para el consumo masivo: los africa-nos son considerados gente colorida, alegre, musical eincluso emprendedora en medio de la ms terrible pobreza.Al centrarse y naturalizar estos elementos, y al no profundi-zar en las condiciones histricas que les dieron origen, las visi-tas a estos lugares no son otra cosa que una breve experienciaen la dimensin desconocida, una ficcin del ejercicio antro-polgico de la inmersin cultural, una exotizacin de lo ne-gro. Lo que se muestra de la localidad es lo positivo, su cul-tura es decir, la sumatoria de la msica, la culinaria y lareligin, complementada con anotaciones sobre la historia lo-cal, mientras se navega por lo negativo. El objetivo de la vi-sita es que el turista y aqu la publicidad parte de la base deque todos son ciegos abra los ojos, pero los abra bajo ciertascondiciones, determinadas por los lugares y los recorridos quese hacen. En este sentido el gua y su vehculo son aditamentosfundamentales. No hay cruce de fronteras sin ellos; no hay se-guridad personal sin su intermediacin.

    No obstante la creciente importancia que se ha generadoen los ltimos aos alrededor de las visitas guiadas a las locali-dades segregadas dado el incremento en el turismo a partirde 1994 la gran mayora de estas incursiones, incluso aque-llas administradas por gente de las localidades, tienden a repro-ducir este modelo de exotizacin donde la visita gira alrededordel goce y el placer, no obstante el dolor que puede generar unbreve encuentro con el hambre y la pobreza. Hay una serie denodos centrales en el recorrido que a pesar de la aparente di-versidad de ofertas, son compartidos por todos los operadoresde turismo. Entre estos tours hay dos a lugares presentadoscomo de inters histrico, que sirven para forjar cierta narrati-va sobre la naturaleza del apartheid. Primero que todo, losguas toman como parte de su itinerario una visita obligada alas shebeens o tabernas ilegales, que durante varias dcadas sir-vieron de lugar de encuentro de activistas antiapartheid, alco-

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    hlicos, expatriados y vecinos. En este lugar puede escucharsealgo de jazz, kwaito o kwela, no tanto por su conexin con lalucha armada del pasado o en cuanto lugar de resistencia, sinopor su evidente asociacin con el goce y el baile; algo que se-gn los administradores de los tours el turista est interesadoen conocer. De una u otra manera la shebeen es presentada a losturistas como un espacio despolitizado. Pero, histricamente,las shebeens fueron un nodo en la red de resistencia, que incluael boicot a las licoreras administradas por los blancos en lasmismas localidades, y a todo el sistema de pago de mano deobra con licor muy comn, sobre todo en la industria del vino.Sin embargo, muchos de estos detalles que son en realidadpies de pgina del script original del recorrido pasan casi des-apercibidos. Aqu el encuentro es con el frica de las pasio-nes, el goce y el ritmo, no con la memoria.

    Parte del recorrido incluye una visita al sangoma (curadortradicional) o al experto en hierbas medicinales para que rece-te al incrdulo visitante alguna pcima, producto de las pielesy objetos curiosos que cuelgan de las paredes en medio de laoscuridad y los inciensos, como garras de animales y crneos.El sitio en s es fascinante por la gran variedad de utensilios ypolvos de diversos colores hechos de races de plantas tradasde otras partes del frica; los trozos de animales mezcladosy debidamente rezados, en manos del sangoma sirven para laproduccin del muti, una bebida hecha a la medida del clientetil para combatir los malos espritus, las envidias y demsmales. Entrar al garaje de un experto en hierbas es como en-trar a otro universo; un universo donde las nociones del cuer-po, de la salud y la curacin estn asociadas con aspectos reli-giosos; sin embargo, la complejidad de los sistemas mdicosdesarrollados est reducida a su mnima expresin. Es sencilla-mente el lugar de lo extico, el lugar de la cultura.

    La visita lo lleva a uno indefectiblemente a hacer una para-da en alguna choza (shack) debidamente arreglada en medio dela localidad, o un Bed and Breakfast que ha gozado del apoyode alguna empresa privada, donde el turista degusta brevementela cerveza tradicional del sector, el Umqombothi, una bebidafermentada hecha de sorgo, usualmente servida en un tarrogrande debidamente reciclado y se espera esterilizado. El

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    Umqombothi debe ser saboreado directamente del tarro quepasa de boca en boca, incluidas las de los locales. En este sitio,el turista tiene la oportunidad de completar su experienciaintercultural, uno de los objetivos claros y frecuentementeenunciados de este tipo de tours. Es decir, son tours que se ven-den como interactivos, donde uno puede conocer de prime-ra mano el frica verdadera, el frica real y, al final, larealidad de otras culturas.

    En este sentido, como ocurra con la mirada del fotgrafodiscutida anteriormente, hay aqu obsesin con la inmersin,con la experiencia de la persona que puede testificar, unavez de regreso a su pas de origen, sobre la realidad ms real defrica. La habilidad del tour consiste precisamente en permi-tir la inspeccin controlada de la vida diaria, al facilitar unpaseo por los lugares de la intimidad domstica y cultural don-de el visitante tiene libertad sin lmites para hablar, para inter-cambiar, confundirse o mezclarse con la gente, con el otro.Es el nico lugar donde la posibilidad de la articulacin de unavoz en conexin con lo ntimo es posible. Aqu la palabra dequien vive en la realidad surge como un horizonte, pero esrpidamente absorbida por la dinmica que se establece. Es elturista que ha venido a conocer no slo otros estilos de vidauna frase siempre asociada con el placer y el goce, sino aque le cuenten historias de la Nueva Sudfrica, con frecuen-cia a travs de una serie sucesiva de preguntas y respuestas for-zadas. Es otro ejercicio ms de extraccin en donde la palabracomo vehculo de reconocimiento es finalmente silenciada.

    El tour siempre incluye una visita a algn mercado de arte-sanas donde los artistas locales exponen para la venta sus pro-ductos, su inventiva y creatividad, y de donde un buennmero de familias extrae un pequeo sustento, una fraccinde lo que como lo indica el ministro de Asuntos Ambienta-les y Turismo se proyecta como la segunda industria demayor generacin de ingresos en Sudfrica.16 El Centro Turs-tico Sivuyile, en la localidad de Gugulethu, es uno de esos lu-gares en donde se concentra un mercado de artesanas junto auna exposicin permanente sobre los aspectos formativos de

    16 Moosa, 2004, p. 1.

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    la nueva Sudfrica; hay ah una referencia al asesinato de sie-te activistas a mediados de la dcada de los aos ochenta, losSiete de Gugulethu. Asimismo, todas las compaas que ofre-cen visitas guiadas a las localidades incluyen en su itinerariouna corta visita a algn proyecto de desarrollo, como un jar-dn infantil, un proyecto de madres comunitarias (como Vic-toria Nxenge en Ciudad del Cabo) o algn otro de mejora-miento social o ecolgico que dan al turista la oportunidad decontribuir, incluso financieramente. Aqu se muestra la pujan-za de la gente y la fuerza de voluntad para salir adelante en me-dio de circunstancias muy adversas. Muy en lnea con la pol-tica institucional de turismo en Sudfrica, los tours pretendenresaltar el espritu de la comunidad, la dedicacin y la determi-nacin de gente comn y corriente haciendo un trabajo extra-ordinario en sus respectivas comunidades.17

    En general, estas experiencias son ofrecidas como expe-riencias culturales, y aun interculturales, en donde el visitan-te tendr acceso a la gente, a sus vidas cotidianas y tericamentea sus voces. El visitante tendr la oportunidad de mirar de cer-ca, de repasar la mirada sobre el espacio ntimo de la pobreza,de hacer una diseccin de lo otro. Es una inmersin dentro delo cotidiano, de lo no familiar, un viaje a comunidades intri-gantes, curiosas y exticas, ms all de la cortina o al finaldel arco iris en clara relacin con la nocin de la nacin ar-co iris. Es descrita por los mismos guas y por los folletospublicitarios como una aventura amena, un viaje de descu-brimiento a otros estilos de vida, a otras culturas tradiciona-les; un viaje al carcter tnico de la ciudad. En consecuenciaes en este otro territorio, en este otro espacio donde se localiza lotnico, y lo africano, que tiene expresin en los hbitos ycostumbres de la localidad, como sus bebidas, su msica, sumedicina e incluso su pujanza e historia de lucha.

    El intermediario tiene la responsabilidad de introducir estemundo. Un mundo cuya alteridad salta a la vista en la medidaen que adicionalmente se compara con la tranquilidad locali-zada que da la impresin de sugerirnos que aqu nunca pasnada de las zonas pudientes de la ciudad asociadas con lo

    17 Ndukwana, 2004, p. 2.

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    bello, con el goce y con Europa. La inmersin que el visitan-te hace es como cabe esperarse a la otra Sudfrica. Es precisa-mente este carcter de ser otro, a travs de un discurso con elque se construye y localiza dicha alteridad, que estas prcticastursticas de intermediacin y flujo se alimentan de los discur-sos, que aunque diferentes, mantienen y naturalizan como enel pasado los espacios de lo otro. Aunque la violencia familiar,la violacin, el carcter pandmico del VIH, la delincuencia y elconsumo de drogas entre nios no forman parte seria y expl-cita del script del recorrido, estos problemas subyacen y deam-bulan permanentemente, como un significante abandonado asu propio albedro, como una realidad palpable en este viajehacia la diversidad. En cierta manera estos tours no son alter-nativos, como se ha sugerido; al contrario, se alimentan deantiguas dicotomas sobre lo otro, sobre su localizacin.18 Sonuna yuxtaposicin entre el peligro y la etnicidad.

    En medio de este contraste entre la pobreza y la diversinemerge el concepto de la nueva Sudfrica, el hilo conductorque establece la conexin entre todos estos espacios, y que sepuntualiza con comentarios sobre la historia reciente del pasy sus tribulaciones. Es imposible en todo caso hablar de lanueva Sudfrica sin hacer mencin a la vieja, y en particu-lar a los aspectos ms obvios de ella que como hitos en el tiem-po, se indexan generando la estandarizacin tanto de la mira-da como del lenguaje. Es en este punto en donde como letanase recuenta la saga heroica de la nacin, con sus personajes,instituciones y sucesos formativos e institucionalizados: la his-toria de los desplazamientos forzados (o forced removals), elalzamiento de Soweto, la lucha popular, la liberacin deMandela de la prisin, el proceso de negociacin, las primeraselecciones y la Comisin de la Verdad y la Reconciliacin al-gunas veces, de forma tangencial, se incluyen sucesos localesque se sumergen en esta narracin.19 La narrativa histrica

    18 Dondolo (2000), p. 10.19 Utilizo el trmino alzamiento para referirme a los acontecimientos del 16 de

    junio de 1976, cuando un grupo de ms de 14 000 estudiantes se manifestaron encontra de la institucionalizacin del afrikans como idioma de intercambio en las es-cuelas del pas; la manifestacin fue reprimida violentamente por la polica. Fue sinduda un momento central en el proceso de liberacin. En ingls, Soweto es descrito

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    es teleolgica, comienza en la oscuridad y termina en la luz, enla libertad, y es vista como un viaje, muy largo y agotador.

    Aqu la historia es la sumatoria de eventos y funciona comodispositivo de conexin entre los diferentes lugares que se visi-tan y que tienden a reforzar el discurso de la reconciliacin, dela unidad en la diversidad, y de la nacin. Lo que aqu se ofrecees la experiencia directa de la nueva y pujante nacin, a pesarde los legados del apartheid. Los eventos histricos que se sa-len de la saga heroica, al igual que las formas ms invisibles deresistencia, son localizados realmente en el pie de pgina delitinerario turstico, vistos desde la distancia, y de alguna manerasepultados en ella, en la medida en que no hay texturas que losconecten con el narrador, en la medida en que el gua se aleja,en tanto agente dentro del proceso histrico, y se confunde in-distintamente con la nueva nacin. No obstante la saga heroi-ca, lo que se ofrece es una versin pulimentada, simplificada almximo, de las posibles causalidades histricas, de la complejaforma como el apartheid se integr con lo cotidiano, al norma-lizarse la opresin, y una versin de la manera como las perso-nas configuraban su existencia en medio de las circunstanciasy las decisiones que la vida los oblig a tomar. Lo central enestos tours no es tanto el recuerdo, sino la inmediatez y la fic-cin de la experiencia directa entre el turista y la realidad. Entanto la textura histrica es secundaria, el recuerdo es supe-ditado a las prerrogativas de la industria turstica y a las dinmi-cas que le dan mpetu. Lo que realmente se vende, en detrimen-to del pasado, es el futuro deseado e imaginado. El problema

    como una revuelta (revolt) por algunos autores (A. J. Christopher, The Atlas ofApartheid, Londres, Routledge, 1994); otros, como Mandela, describen los sucesos deSoweto como un alzamiento o levantamiento (uprising). Yo utilizo el trmino al-zamiento por dos razones fundamentales: primero, porque segn un principio antro-polgico muy elemental, llamo a los fenmenos de la misma manera que lo hacen laspersonas con las que se desarrolla una investigacin. En el contexto de organizacionesde base en los townships en Ciudad del Cabo, el trmino revuelta jams se ha utiliza-do; por el contrario, su uso estara asociado con una postura poltica conservadoraque buscara disminuir la importancia de ciertos eventos a travs de la manera como senombran los procesos histricos. En segundo lugar la palabra revuelta evoca unaaccin espontnea y desordenada; Soweto fue ms que el caos y los motines que segeneraron luego de la respuesta violenta de la polica; fue especialmente y en estoradica su centralidad en el proceso de liberacin un esfuerzo concertado por estu-diantes de secundaria polticamente activos.

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    con esto es que al pulimentar ese pasado para el consumo secrean nuevos silencios y se prolongan otros.

    Localizando la experiencia20

    A squatter within a squatter.

    The Womb, Buyani Mamani

    Como lo insinu al comienzo de este texto, las visitas realizadaspor el Centro a las diferentes localidades segregadas de Ciudaddel Cabo particularmente Gugulethu, Langa y Crossroadsnacen de la necesidad de afrontar una coyuntura especfica amediados de la dcada de los aos noventa como parte del pro-ceso de desmovilizacin del ala militar del Congreso NacionalAfricano. El tour en s, complementado con otros programasde la institucin, es concebido como herramienta educativa,donde los mismos ex combatientes hacen honor a su pasado.Entre las razones que influyeron en la consolidacin de estainstitucin se encuentra la falta de fondos apropiados para laconstruccin de memoriales y monumentos. En aquel momen-to, junto al desarrollo del trabajo de la Comisin de la Verdady la Reconciliacin, eran necesarios la construccin de monu-mentos y placas conmemorativas, la reevaluacin de los mu-seos, el cambio de nombres en ciertas calles, parques para la paz,etctera: lo que en el lenguaje de la comisin se denominabareparaciones simblicas, siempre asociadas con el recuerdo.21En ese proceso nacen instituciones de primer orden como elMuseo del Apartheid, el Museo del Distrito Seis, el Museo Ro-bben Island, a travs de fondos directos del Estado y de variosotros de los lugares e iniciativas que ya se han mencionado. Elproblema de la memoria estaba claramente dirigido hacia el apun-talamiento de los eventos ms importantes en la historia recien-

    20 La informacin de esta seccin proviene de mi participacin en estos recorri-dos y en otras actividades relacionadas. Varios de los temas que aqu se discuten fueronel objeto de entrevistas e historias de vida. Todos los nombres han sido cambiados.

    21 South African Truth and Reconciliation Commission, Truth and Reconcilia-tion, op. cit., vol. 6.

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    te del pas, en particular a partir de 1948; es precisamente en lainstitucionalizacin de esta historia y de los sacrificios hechospor algunos, donde se crean vacos; vacos que slo podan serllenados por las comunidades de base.

    A diferencia de otras visitas a las localidades segregadas, lasdel Centro son educativas, conmemorativas; dibujan una carto-grafa muy diferente de la ciudad y su proceso histrico. El re-corrido comienza como en otros casos en el Distrito Seis (elcentro de la ciudad), pero no en el museo (que por cierto es au-toguiado) sino en el lote de donde fueron expulsados los habi-tantes calificados de coloureds durante las dcadas pasadas.22 Lareferencia clara es tambin al plan de ingeniera social del apar-theid. Ningn tour a las localidades puede pasar por alto unode los pilares tericos del apartheid; sin embargo, a diferencia deotros, el objetivo principal aqu es leer el paisaje urbano, loca-lizar entre los intersticios de la organizacin urbana las clavesdel pasado que an conviven con el presente. Se habla de las au-topistas, los lotes baldos, las lneas frreas, como seales tan-gibles, al igual que se comienza a distinguir la estructura generaldel ordenamiento social, en donde los forced removals tuvie-ron un papel importante. De igual manera se narra la historiade esos desplazamientos forzados y se evidencia su relacin conel rgimen colonial ingls. Aqu surge un argumento impor-tante: la poltica de desplazamientos forzados no es propia delapartheid; en tanto prctica, tiene una genealoga que la conec-ta con otras luchas de liberacin dentro del mismo pas desdeque los europeos decidieron conquistar esta parte del continen-te. De entrada, la cronologa de uno de los pilares del apartheidse extiende ms all de las fronteras de lo convencional.

    A travs de un lento proceso de desfamiliarizacin, alrede-dor de las Torres de Congelamiento, un punto neurlgico en

    22 El Distrito Seis (District Six) fue un suburbio adyacente al centro de Ciudaddel Cabo. Entre 1966 y 1981 sus habitantes, calificados en general de coloureds bajo elsistema de clasificacin oficial, fueron expulsados por el gobierno haciendo eco deun programa nacional de reordenamiento forzado y reubicados en reas perifricasdestinadas para ese grupo poblacional. Este proceso de reubicacin forzada se cono-ce con el nombre de forced removals y fue una prctica central en la configuracin deldiseo territorial y social del apartheid, que cre una serie de espacios especficos paralos diferentes grupos poblacionales. Vase A. E. Coombes, History after Apartheid,op. cit., y A. J. Christopher, The Atlas of Apartheid, op. cit.

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    la geografa urbana, la excursin contina en Pinelands, unazona de donde fueron removidos antiguos habitantes para darpie a un sector residencial de grandes casas para sudafricanosblancos. A lo largo de Forest Drive, se evidencia la relacin n-tima entre desplazamiento y apropiacin como parte del carto-grafiado urbano. En cierta manera se invita a ampliar el marcode referencia de la ciudad, de tal manera que las diferencias sevean relacionadas a travs de un sistema social de distribucinde beneficios para el sector privilegiado de la sociedad. Noobstante la tendencia de concebir las localidades segregadascomo unidades discretas, lo que la dinmica del tour invita apensar es la reconceptualizacin del espacio urbano en tantounidad espacial. Lo que se transforma es el marco de referen-cia de la mirada con la que se entiende la ciudad.

    El tour contina hacia Athlone, va Jan Smuts Drive, unrea habitada fundamentalmente por coloureds.23 En ese sectorse hace una parada importante, en la esquina de Thorton y Bel-gravia Road, donde el 15 de octubre de 1985 varios nios y j-venes fueron asesinados por la polica: el tour se convierte enun espacio testimonial, un lugar de apropiacin histrica. En lavoz de Mandla Zulu, una voz que ha requerido aos para leer-se y reconocerse a s misma dentro de este territorio, la narra-tiva histrica es la narrativa de la primera persona.24 En este

    23 Esencialmente, los coloureds son el producto de la miscegenacin entre blan-cos, sus esclavos (trados de Madagascar y las Indias Orientales) y las poblacionesautctonas Khoisan (John Western, Out Cast Cape Town, Berkeley, University ofCalifornia Press, 1996, p. 12). En la prctica, el trmino no hace referencia exclusivaa la mezcla racial en general, no obstante la rigidez de las clasificaciones originales enel Population Registration Act (1950); se refiere y esto es central hoy da en Sud-frica a la descendencia de esclavos, a la fractura histrica que implica su desplazamien-to masivo. En este sentido, la mezcla entre un asitico y un negro no necesaria-mente producira un coloured. Adems, el proceso de clasificacin fue mucho msambiguo, ya que el mtodo genealgico que se utilizaba, adems de los criterios delproceso de identificacin, dejaban gran espacio para la categorizacin equivocada yla contradiccin. Ms que un tema acabado dada la osificacin y la naturalizacindel trmino en el discurso social las diferentes tensiones alrededor de la definicin de lapalabra coloured se articulan ahora en debate importante en las organizaciones de baserelacionadas con el tema de la historia y la memoria.

    24 Este proceso comenz en el mismo momento de concebir la iniciativa. El mis-mo hecho de pensarse a s mismo dentro del espacio y la temporalidad de la lucha deliberacin, cuando las poblaciones negras haban sido sistemticamente desprovistasde historia a travs de la imposicin colonial y la servidumbre forzada, es un ejerci-cio que implica la transformacin y la reubicacin del sujeto. Durante la gestacin de

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    punto aparece un graffiti que reza en letras amarillas evanes-centes: Remember the Trojan Horse massacre, el testimo-niante hace referencia a la historia y el papel de las protestaspopulares, de las que l fue parte, para contextualizar lo suce-dido en esta esquina. Un conocimiento profundo de estos pro-cesos, de sus alcances y limitaciones, complementan su narra-cin. Sin embargo, lo ms importante en este momento es larelacin que l establece con el pasado, como parte del procesohistrico revolucionario. En este momento, la saga heroicase extiende, para bien o para mal, ms all de los confines delos sacrificios realizados por Nelson Mandela. Pero a medi-da que esto sucede, paradjicamente la misma narracin hist-rica se fragmenta, se hace ms compleja, y por supuesto, menoscannica. Y es en estos planos de jerarquizacin donde la narra-cin adquiere valor particular, ya que el sujeto enfrenta sus pro-pias contradicciones y asume responsabilidad de sus actos. Estose hace particularmente evidente cuando en un momento deter-minante de su proceso de reclutamiento, Mandla afirma: Atthat point, i was not only willing to give my life to the cause,but to kill for it (En ese momento, yo no slo estaba dispues-to a dar mi vida por la causa, sino a matar por ella).

    Desde esta esquina se divisa el recuerdo, como cuando elocano se observa desde la punta de un faro. Se habla entoncesde la formacin de Umkhonto, organizacin militar a la queperteneci, y se nombran de forma conciente los camaradasque cayeron en combate en este sector: Ashley Kriel, CollinWilliams, Robert Waterwitch, Anton Fransh y otros. Este ejer-cicio testimonial y conmemorativo se repite en varios lugares.

    La excursin conmemorativa contina en Langa, la pri-mera localidad segregada negra construida en Ciudad del Caboen 1921; esta parte del recorrido es uno de los pocos puntos de

    este proyecto hubo debates en las localidades sobre la propiedad de la historia, espe-cialmente dadas las apropiaciones que los testimonios han tenido a lo largo de losltimos aos: el acto testimonial es un acto de reconstruccin histrica. Dnde selocaliza esa propiedad, para repetirla por ejemplo, es un tema acalorado: en primerainstancia, por el potencial poltico que podra tener en el futuro la administracinsocial de estas historias, de estos testimonios; en segunda, por la necesidad de localizarlos archivos dispersos del dolor que se encuentran en manos institucionales (de talmanera se mantienen los vacos y silencios institucionalizados).

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    interseccin con operadores de turismo. Al hablar del apartheid,otro elemento que surge es el llamado Migrant Labor System(Sistema Laboral Migratorio), que consista en importar deotras regiones del pas declaradas convenientemente porel gobierno como estados independientes al igual que dealgunos pases vecinos, mano de obra barata. Este flujo estabaescrupulosamente regulado por la ley y del ordenamiento te-rritorial urbano. En este sentido, los hostels (hostales) disea-dos para hacinar obreros, y la Oficina de la AdministracinBant (bant en el contexto propio del apartheid es un trmi-no despectivo para denotar lo africano o lo negro), un lu-gar donde se emitan los permisos de residencia temporal, sonnodos centrales de este sistema laboral. Operadores de turis-mo de las localidades hacen de estos hostales y esta oficina elcentro de su narrativa histrica cuando hablan en general deapartheid; en cambio las excursiones educativas resaltan la im-portancia de Langa en tanto cuna de otros movimientos deliberacin que pueden rastrearse hasta el siglo XIX. En este puntola historia cannica se diversifica; los personajes importantesde la lucha se multiplican: hay varias corrientes en lucha, conprincipios ideolgicos diferentes, como los encarnados por elCongreso Panafricano: Robert Sobukwe y Phillip Kgosana; almismo tiempo surgen otros camaradas cados, la Masacre deLanga, Moli Xolile, etctera. En cierta manera las excursio-nes conmemorativas se insertan en la lucha de liberacin an-tiapartheid, que era percibida tambin en su poca como unalucha anticolonial; se inscriben entre los intersticios de la histo-ria oficial, extendindola, diversificndola, hacindola ms com-pleja, incluso ms contradictoria. La lucha contra el rgimendel apartheid es un captulo que comenz hace ms de dossiglos.

    La parte final del recorrido consta de dos lugares que pue-den visitarse al mismo tiempo. Uno es el Memorial a los Siete deGugulethu, donde descansa una placa conmemorativa no reco-nocida por nadie dentro de la comunidad; otro, un pedazo deterreno baldo en medio de casas y cambuchos en Crossroads.En ambos casos se trata de un ejercicio testimonial, pues losSiete de Gugulethu hace referencia a ex combatientes asesina-dos en una operacin conjunta entre la polica y los escuadro-

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    nes de la muerte, evento que ocurri durante un periodo muydifcil del pas, cuando la represin y la lucha popular choca-ban con mayor fuerza. Este momento histrico se enmarcadentro de lo que legalmente se denomin el estado de emergen-cia (1985-1990). Como parte de ese proceso de enfrentamien-to, y a raz de la poltica de seguridad del Estado, que buscabafracturar las organizaciones de base, entre New y Old Cross-roads se desarroll en 1986 una cruenta lucha entre los lde-res de asentamientos informales (informal settlements o squattercamps), como es el caso especfico de Johnson Ngxobongwana,manipulados por la polica local, y los miembros del Congre-so Nacional Africano (comrades).25 Esto, sobra decir, dej cien-tos de muertos, cuadras arrasadas por la accin de los buldzeresy la caracterizacin general, a travs de los medios de comuni-cacin, de la guerra de liberacin como terrorismo de negroscontra negros. Es desde uno de esos espacios vacos, rodeadode casas de lata, donde Busi habla de los ltimos aos del apar-theid, de Crossroads como un smbolo de resistencia, noobstante su invisibilidad, y de su papel en la confrontacincon withoek, las pandillas de vigilantes que azotaban con te-rror la zona.

    El sitio los Siete de Gugulethu representa efectivamente losextremos a los que el gobierno estaba dispuesto a llegar duran-te ese periodo. Y aunque este sitio ha sido indexado de formaoficial ya que algunos de los muertos eran miembros de Um-khonto es un lugar importante de conmemoracin. Alrede-dor de l, dado el inmenso valor poltico que tiene en el con-texto local, sucedieron otros conflictos relacionados con sudiseo, con su construccin; otros como aqullos cayeron all,dejando atrs familias enteras. La roca se extiende verticalmen-te desde el piso, pretendiendo emular, segn su propio creador,

    25 No hay que confundir los enfrentamientos entre los que se denominabansquatter leaders o lderes de asentamientos informales en los townships de Ciudaddel Cabo en 1986, que eran utilizados por el Estado para enfrentar los movimientos deliberacin y que provenan de las zonas rurales del Ciskei y Transkei hablantes delxhosa, con los grupos conformados en la misma poca por miembros de Inkatha enotras regiones del pas como Kwa Zulu o los townships en las periferias de Johannesburgoy Pretoria, como Soweto (literalmente, South West Townships), Thokoza o Mamelodi.La composicin tnica de estos grupos, al igual que los intereses que los movan acolaborar con el Estado, era diferente.

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    el brazo y el puo levantados cuando la gente gritaba Amand-la!, Fuerza del Pueblo, durante las manifestaciones. El casiinvisible monumento es resignificado en este ejercicio conme-morativo.

    A este sitio llegan los turistas. Varias compaas incluyenlos Siete de Gugulethu como parte del paquete. Es en realidaduna parada breve, que repasa los datos ms elementales delevento, de camino a otros lugares como el Centro Turstico yde Informacin Sivuyile (un satlite de Cape Town Tourism,el ente oficial encargado de promulgar y regular el turismo enCiudad del Cabo). Los Siete de Gugulethu aparece como otramercanca ms; la historia local, pero simplificada. En el Cen-tro Sivuyile, por ejemplo, hay una exposicin permanentedonde son relatados los sucesos formativos de la nueva na-cin. El monumento de Gugulethu aparece como pie de p-gina de toda esa saga, pero asociada a la Comisin de la Verdady la Reconciliacin, ya que precisamente durante su desarro-llo se clarific lo sucedido en 1986. En este espacio, el visitantese empapa de lo que los organizadores consideran lo ms im-portante de la historia local, a la vez que compra recuerdos deviaje en el mercado de artesanas. La exposicin permanentereproduce en menor escala la cronologa general del procesode liberacin.

    De entrada pueden notarse las diferencias con las otras for-mas de trasegar por las localidades; en este contexto el ejerciciode la enunciacin en el lenguaje, de la palabra, es vital. La inter-accin que el visitante tiene no es con la vida de otros, sinocon las palabras y la vida de quienes las articulan. En este sen-tido, una excursin es un ejercicio que requiere de paciencia,ya que demanda concentracin, entendimiento, intencin decomprender. Como lo he anotado, es en este instante temporalde empata cuando el ex combatiente surge del anonimato y seconvierte en actor del proceso histrico a travs del acto mis-mo de recordar. Un acto con temporalidad especfica, en un con-texto sobre el que l tiene control. Su testimonio no es extra-do, como en muchos otros casos, sino que es una herramientade conocimiento: es la base sobre la que se fundamenta todo es-te encuentro pedaggico. Aqu la palabra es suceso en tanto tal,y no forma parte de una puesta en escena para el consumo.

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    De igual manera, a diferencia de los tours oficiales, este en-cuentro pedaggico no incluye aquellos lugares de lo extico, co-mo las visitas al sangoma, las shebeens, el Umqombothi o las casasde la gente. En estos encuentros no hay inters en la vida deotros, sino en la medida en que se conecta con la historia per-sonal; es decir, no se invita a diseccionar la cultura, las cos-tumbres, la msica, la danza o la vida cotidiana de quienesviven al otro lado de la carrilera. No hay exposicin, no hayexhibicin de seres humanos en vivo.26 Preguntas relaciona-das con las costumbres de los habitantes, aunque lgicamentea veces son planteadas, usualmente no logran encontrar espa-cio para su enunciacin. Y la razn fundamental es que el uni-verso discursivo que el recorrido construye sencillamente notiene las costumbres, la cultura o lo extico como su centro.Aqu sin duda lo extico podra reaparecer nicamente en tan-to que la nica forma de lo cotidiano de la que se habla es laviolencia: es slo a travs de la de la violencia, mediante la ex-periencia misma del ex combatiente, que se habla de lo coti-diano. Esta normalizacin produce en el turista un efecto dis-tanciador, incluso perturbador, ya que asociado a la falta totalde familiaridad con el lugar donde se halla, el encuentro conlos diferentes registros de la violencia se convierte en conduc-to para el aprendizaje.

    En este contexto, la nocin de experiencia adquiere diferen-tes matices que bien vale la pena mirar con mayor detenimiento.Estos tours no son interactivos, en la manera como se definianteriormente; es decir, no constituyen el mismo tipo de espa-cio de interlocucin que otros tours. Los espacios de inter-cambio e interlocucin que las otras compaas venden se danpropiamente en el contexto o como consecuencia de la presta-cin de servicios; por ejemplo, con el que vende el Umqombothi,o la seora que trabaja en el B&B, el barman de la shebeen, losvendedores en los mercados de artesanas, etctera. Adems,en estas visitas al tener limitaciones de tiempo se impide el in-

    26 Es un asunto importante, ya que la prctica de montar exposiciones mundia-les en Europa con nativos importados de frica (como Sarah Bartman, para mos-trar las costumbres y fenotipos primitivos) se asocia con la experiencia de dominacincolonial. Un tour que reproduce ese modelo es una variacin del mismo tema.

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    tercambio sostenido entre visitantes y residentes. Lo que aquobservamos es la ficcin de la cercana, la ficcin de la inter-locucin con la gente comn y corriente, y la ficcin segnla cual este encuentro superficial, mediado por las relacionesde mercado y poder que lo posibilitaron, es un vehculo edu-cativo que como dicen algunos boletines informativos abrelos ojos y expande la conciencia.27

    El proyecto del Centro establece diferentes registros rela-cionados con la interactividad de su trabajo. Primero, ya quela excursin est restringida a un pequeo nmero de interac-ciones sociales, al no visitarse los lugares designados comotourist friendly, la relacin entre el visitante y los testimoniantesporque siempre son dos o tres quienes hablan es ms nti-ma dada la continuidad de la relacin y la naturaleza de lo quedicen. El ex combatiente, al hablar de su experiencia, no slole abre la puerta al otro para que indague, sino que adems tie-ne la posibilidad de articular su propia historia, ya que es lquien se convierte en el hilo conductor del recorrido por el es-pacio urbano. En este sentido, aunque socialmente hablando,el recorrido se hace ms estrecho; la construccin de un espaciode interaccin e interlocucin es una de sus consecuencias. Alvisitante se le abre un camino, que bien podra recorrer, que lolleva del espacio a la experiencia de la relacin entre el lugary la naturalizacin de la violencia y viceversa. Adems el visi-tante experimenta la falta de familiaridad implcita en recorrerterritorios desconocidos, al menos en un comienzo; pero tam-bin experimenta la vida de otro, tanto su pasado como las pre-rrogativas de su presente a fin de cuentas es parte de la co-munidad que recorren a travs de la voz del otro y de ladislocacin del silencio endmico.

    En resumen: la combinacin de estos diferentes registrosde la experiencia con los que el visitante interacta, en rela-cin con los territorios que recorre, tiene el efecto de crear unespacio de interlocucin dinmica, un espacio de intercambioy relativa intimidad, un momento de reconocimiento histri-co que permite un encuentro pedaggico en el que la mirada,parafraseando al filsofo Vincent Descombes, logra encontrar

    27 Inkululeku Tours, Grassroute Tours.

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    lo mismo en lo que aparentemente es lo otro.28 Pero, en rela-cin con los ex combatientes, la pregunta que surge entonceses: qu clase de proceso es ste? A mi modo de ver, ellos desa-rrollan lo que yo llamara una memorializacin peripattica,en tanto la palabra hecha corprea en el ejercicio de cami-nar, deambular y rehabitar los espacios familiares se convierteal mismo tiempo en un espacio pedaggico, en la medida enque se concibe en el encuentro con el otro como horizonte deposibilidades, como encuentro pedaggico.

    El problema de la naturaleza pedaggica de este encuentrotiene que ver tambin con la recalibracin de la mirada; eneste caso del escucha, quien es invitado a reconstruir la geo-grafa urbana. Parte de esa recalibracin es responsabilidad delgua, ya que a travs de su intermediacin se configura o sedeconstruye la nocin de frica real o la verdadera fri-ca, tan comn en la industria turstica sudafricana. Aqu larecalibracin no consiste en mostrar las localidades como lu-gares de lo otro, como unidades discretas casi independientes,sino en visualizar la mutua constitucionalidad o la relatividadde la ciudad y sus diferentes reas en general. La ciudad enton-ces no es vista como la sumatoria de lugares con caractersti-cas especficas (costumbres y estilos de vida, como los subur-bios, los guetos, las localidades, los centros), sino como la seriede relaciones a travs de las cuales se constituyen mutuamenteestos lugares. Para el ex combatiente, como ya se ha menciona-do, el encuentro tambin es pedaggico pues l aprende paulati-namente a leerse como agente dentro del proceso histrico.

    Igualmente, estos encuentros son itinerarios de sentido, enla triple acepcin de la palabra sentido: en tanto significado,direccin y sensorialidad. Plantean el problema del sentido delmundo; es decir, los itinerarios funcionan como articuladoresentre el pasado y el presente en la medida en que estas relacio-nes se discuten y se expresan, se articulan y se reflexionan. Espor una parte una lectura retrospectiva del pasado que moldeael presente, pero al mismo tiempo es el presente que moldea laslecturas del pasado. A travs del lenguaje se interconecta elsacrificio, el dolor, el reconocimiento histrico y la au-

    28 Descombes, 1993.

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    toafirmacin, y se negocia el significado de las relaciones en-tre presente, pasado y la vida en general.

    Adems los itinerarios tienen varias direccionalidades. Nosolamente geogrficas, en la medida en que el recorrido nos lle-va de un lugar a otro en la ciudad, de los suburbios a los guetos,a travs de una paulatina inmersin histrica, sino que por ra-zones generacionales es un trasegar por una poca la dcadade los aos ochenta los aos difciles y oscuros, de loscuales no todos sobrevivieron. Caminar esa dcada es como verdesde la entrada la profundidad oscura y silenciosa de la celdadonde se recluy al individuo en el universo del confinamientosolitario. Desde la luz, la oscuridad se hace ms oscura, ms in-tensa; sin embargo, desde esta encrucijada se vislumbran tenue-mente los pasos que nos trajeron hasta ac. Estos itinerariosson en alguna medida fragmentos de esa teleologa personal.

    Una diferencia fundamental frente a otros recorridos esel hecho de que las excursiones conmemorativas se centranen compartir la experiencia de lucha, como lo expres Man-dla; una experiencia que es tambin sensorial, particularmenteasociada al dolor. Este hecho le da a la excursin un perfil par-ticular, ya que no se trata de invitar al escucha a tener unaexperiencia amena o divertida de la historia reciente deSudfrica. Los ex combatientes no repiten el relato cannicoaunque en cierta manera son absorbidos por ste sino quedeambulan y circulan por una poca en particular que se con-sidera en los anales de la Comisin de la Verdad y la Reconci-liacin como la ms violenta del rgimen. El recorrido pasainevitablemente por los lugares y las personas donde habita eldolor, y las experiencias visuales, tctiles y olfativas con lasque se asocian y describen esos espacios. El tour es la base so-bre la que se crea y se articula el lenguaje comn del dolor delgrupo de ex combatientes, donde se configuran y se negocianlos referentes sobre el pasado, y la sensorialidad que es partede ese pasado. La visita al memorial de los Siete de Gugulethu,por ejemplo, tiene por objeto cristalizar con fuerza casi centr-fuga esos referentes; esas asociaciones sensoriales relacionadascon la guerra: los olores y las texturas de la muerte, las sutile-zas de la soledad en el exilio y su indeleble asociacin con larutina del sol, y el sabor de la victoria. La sensorialidad im-

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    plcita en estos recorridos, si bien no establece una teleologaparticular, es parte integral de lo que significa estar en el mun-do, recorrerlo.

    Adems del programa de visitas guiadas a las localidadessegregadas, fue necesario el desarrollo de actividades que enri-quecieran la textura narrativa de las visitas. La iniciativa obli-g a los integrantes del grupo a adoptar una actitud ms activa,a ubicar las reas de inters educativo que podran ser tiles ensu trabajo, y a formarse en esas reas: desde licencias de con-duccin hasta la investigacin y consulta de libros, pasandopor el mejoramiento del idioma ingls que no es su lenguamaterna, la presentacin de exmenes para la certificacincomo guas, el uso de computadoras, y as sucesivamente. Elprograma de educacin creado por el gobierno durante el pro-ceso de desmovilizacin fue cuestionado en su momento, enparte por el tipo de cursos que ofreca a los ex combatientes(carpintera o mecnica): para algunos eran cursos para ciuda-danos de segunda categora; para otros estratgicamente inne-cesarios y poco tiles.

    Ahora el proceso de formacin se hace alrededor de las ac-tividades del Centro, que adquiere sentido e importancia. Aun-que no es necesario profundizar es este aspecto, vale la penarecordar que un proceso de esta clase es difcil y complejo, da-da la historia educativa de sus miembros, quienes en todo casoformaban parte del sistema de educacin diseado para la opre-sin, caracterstico del apartheid. La gente de las localidadesasista a instituciones educativas especficas, donde adquira losconocimientos necesarios y posibles segn su raza (emplea-das de servicio domstico, mecnicos, jardineros, etc.); era enesencia educacin para la servidumbre, para la autonegacin yla subalternidad permanente. Sobra decir que parte de ese pro-ceso educativo, lo que se entiende por conocimiento, es ele-mento fundamental en el proceso de reinsercin social.

    Aunque en una esfera crtica diferente, la iniciativa queaqu hemos comentado ha sido el camino para la creacin deuna forma sostenible de vida, ya que en cierta forma se inscri-be dentro de la industria turstica aunque muchos de los par-ticipantes no provengan propiamente de ese canal. De todasformas, la viabilidad de dicha iniciativa est conectada innega-

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    blemente con las dinmicas particulares del mercado. Variasfamilias viven de las actividades asociadas al Centro; en estesentido, las experiencias como soldados, las prerrogativas delrecuerdo y la necesidad de afrontar un pasado violento, articu-lado como proyecto legtimo, han hecho de los recorridos unespacio de recuperacin, de reintegracin del sujeto y de crea-cin de una idea de futuro, no obstante las dificultades.

    Un modelo de recuperacin repetible?:Una reflexin final

    Cuando Mandla Langa regres al pas en 1993, luego de variosaos de vivir en el exilio, fue recibido por su familia y otros ca-maradas en el aeropuerto internacional de Ciudad del Cabocon los honores de un hroe. Ser un miembro de Umkhontowe Sizwe, el ala militar del ANC, era un honor. Disciplina, dedi-cacin y entrega eran las caractersticas por la que estos solda-dos fueron conocidos durante los aos de lucha. En Sudfricaser parte de Umkhonto era ser considerado luchador por la li-bertad (a freedom fighter) en contra de un gobierno racista queencarnaba, a travs de la ley y de las prcticas diarias que ema-naban de ella, un principio de separacin total de los gruposde poblacin. Ya para fines de los aos setenta, cuando P. W.Botha puso en accin una estrategia contrainsurgente la lla-mada Total Strategy que amplific la polarizacin de la gue-rra y gener niveles de represin sin precedentes, el apartheidya haba sido declarado un crimen contra la humanidad.29

    Los antiguos soldados como Mandla intervinieron en unaguerra en donde lo malo y lo bueno estaban perfectamen-te localizados. El primero era una ideologa racista y deshu-manizante, y el segundo, el espacio ocupado por aquellos quela combatan y que estaban dispuestos a morir. Sobre esta pola-ridad haba consenso local e internacional. Una breve mirada

    29 Andrew Boraine, Managing the Urban Crisis, 1986-1989: The Role of theNational Management System, South African Review, nm. 5, 1990, pp. 107-117; R.Davies y Dan OMeara, Total Strategy in Southern Africa, Journal of Southern AfricanStudies, vol. 11, nm. 2, 1985, pp. 183-211, y Coleman, 1999.

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    a las campaas internacionales (como la Free Mandela Cam-paign y la Disinvestments Campaign durante los aos ochen-ta) y al movimiento antiapartheid es suficiente para ilustrar es-te punto.30 Dado precisamente el estatus que adquirieron en lalucha contra la maldad de un sistema an evil system, comole llamara Desmond Tutu, y el lugar que ocupaban en esacartografa moral de la guerra, es posible el recuerdo activo deesos aos.31

    Legitimado por dicha cartografa, el lenguaje de los solda-dos habla del pasado a travs de nociones como sacrificio yrestauracin (of human dignity), con lucha de liberacin(liberation struggle) como marco de referencia. El recuerdode las experiencias de guerra en contra de la maldad es una em-presa totalmente legtima en este contexto, e incluso necesa-ria: es parte de lo que algunos autores, particularmente en losestudios sobre el trauma, han denominado curacin social.32Para que el mal no se repita, tiene que quedar inscrito en elterritorio y en la historia. En otras palabras: el xito relativode la iniciativa del Centro radica precisamente en el estatus desus miembros, y en tanto esto, en la posibilidad de encontrarun lugar desde donde hablar.

    El problema es que al reflexionar sobre otros contextos deguerra a la luz de la experiencia del Centro, este espacio de in-terlocucin parece ms difcil de constituir en otros lugares don-de la pregunta por la organizacin moral de la guerra es msconfusa; en conflictos en donde las fronteras entre enemigosen las dinmicas cotidianas generadas por la misma guerra

    30 Leonard Thompson, A History of South Africa, New Haven, Yale UniversityPress, 1995.

    31 Un comentario sobre este asunto de la cartografa: las narraciones a las que excombatientes usualmente hacen referencia son aquellas que realzan el sacrificio y el com-promiso de una comunidad combatiendo la maldad. Y esto es obvio, dada la inten-sidad y la magnitud de la destruccin social aunque parezca menos espectacular queen otros contextos implcita en el desarrollo del apartheid. Por razones que tienenque ver con la estabilidad actual y el sostenimiento de la paz en el contexto de lostownships, esta cartografa tambin genera zonas grises, como las llamara Primo Levi,en las que sucesos que fracturan esta cartografa moral son selectivamente silenciados;por ejemplo, hechos relacionados con miembros de Umkhonto convertidos en espaso informantes de la polica (los llamados askaris). Existe tcito acuerdo de silencio entorno de la participacin de askaris o infiltrados en el movimiento de liberacin.

    32 Amaduime y An Naim, 2000.

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    parecen ms voltiles y las alianzas ms inestables. Ser posibleuna iniciativa de este tipo en otros contextos nacionales? Tie-nen los ex combatientes en esos otros conflictos el mismoestatus moral que tienen los Umkhonto we Sizwe en Sudfrica?Dnde se crea el consenso y qu implicaciones conlleva? Cules el papel de la memoria, el recuerdo y el silencio en estasotras guerras, en los procesos de transicin poltica y en lareinsercin de antiguos combatientes? Como se sabe, el temade la reinsercin de ex combatientes es sin duda uno de lospuntos ms dbiles en los procesos de transicin poltica. Vi-vir el ex combatiente de esos conflictos en un espacio parad-jico lo que he llamado la irona de la voz creado por la ten-sin entre el deseo de voz e historia, y la necesidad a vecesexistencial, a veces social de guardar silencio completo?33Hasta el momento desde mi punto de vista la experienciade Sudfrica, en todo lo que tiene que ver su proceso de tran-sicin y el desarrollo de la Comisin de la Verdad y la Recon-ciliacin, est especficamente determinada.

    Direccin institucional del autor:Apartado areo 55420Bogot, [email protected]

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