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    Donde no hay justicia no hay eucarista

    Jos Mara Castillo1

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    Hace unos aos, el prroco de un pueblo andaluz se atrevi a negar lacomunin a una devota acaudalada que se haba gastado ms de medio milln depesetas en un broche de oro y piedras preciosas. El prroco tena sus razones paratomar semejante decisin. Junto a unos pocos terratenientes que vivan en laabundancia, entre los que destacaba la devota feligresa del broche de oro, seencontraba la consabida masa del pueblo con sus lacras sociales de siempre: paro,emigracin, jornales insuficientes, analfabetismo y miseria en todos los sentidos.As las cosas, el cura no tuvo que echar mano de muchos discursos para exponer supostura y las razones de su decisin ante la devota acaudalada: Usted es unapecadora pblica, le dijo. Y yo no puedo dar la comunin a los pecadorespblicos y escandalosos. No viene a cuento el relatar la serie de peripecias que sesiguieron a este incidente. El hecho es que la devota se traslad a la capital de laprovincia, en donde posea una buena mansin y en donde, por supuesto, no lefalt quien le administrara una y muchas comuniones. Hasta que se muri,suponemos que en paz y con buena conciencia.

    Este hecho resulta evidentemente sintomtico, No slo por lo que supone dejuicio moral ante una situacin concreta. Sino, sobre todo, por las consecuenciasque entraa para la teologa eucarstica. Quiero decir que no se trata de unacuestin que interesa simplemente al moralista, sino ante todo de un asunto queafecta directamente a la teologa dogmtica. En qu sentido?

    Para no andar con rodeos, vayamos derechamente al centro de la cuestin:

    qu relacin se debe establecer entre la eucarista y la justicia? Esta pregunta sedesdobla en tres: 1) es la justicia una condicin necesaria para poder celebrar laeucarista?; 2) se trata ms bien de una consecuencia de la celebracineucarstica?; 3) se puede decir que la justicia es un constitutivo esencial de laeucarista?

    La experiencia nos ensea que la justicia no se ha exigido, de hecho, ni comocondicin, ni como consecuencia, ni menos an como constitutivo de la celebracineucarstica. En este sentido es elocuente el silencio de la teologa dogmtica sobreeste asunto2. Ms elocuente an resulta la desconexin entre justicia y eucarista

    1 Publicacin original: J. Alonso, J. I. Gonzles Faus, V. Codina, J. M. Castillo, J.Vives, Fe y Justicia, Sgueme, Salamanca 1981, pgs. 135-171.

    2 La bibliografa que poseemos sobre el tema toca la cuestin indirectamente y nocon demasiada profundidad. Se pueden citar algunos ttulos indicativos: P.

    Blanquart, Foi et politique: La Lettre (1967) 1-6; J. Robert, Peut-oneucharistiquement servir le Seigneur et largent?: La Lettre (1968) 1-6; P.

    Jacquemont, Du bon usage de leucharistie: mf. Cath. mt. (1968) 6-7; J. P. Jossua,Leucharistie que fait lglise, fait lglise, en Lglise vers lavenir, Paris 1969, 93-98; J. Guillet,Jsus et la politique, en Que dites-vous du Christ?, Paris 1969, 223-

    233; Chr. Duquoc, Le repas du Seigneur, sacrement de lexistence rconcilie:Lumire et Vie 18 (1969) 52-62; A. Hamman, Du symbole de foi lanaphore

    eucharistique, en Kyriakon, Mnster 1970, 835-843; J. M. Gonzlez Ruiz, Gensedes communauts de base: Lumire et Vie 19 (1970) 43-60; J. Guichard,

    Communauts de base el contexte politique: Lumire et Vie 19 (1970) 77-102.

    Tambin aporta ciertos elementos de juicio que pueden ser tiles la obra de W.Elert,Abendmahl und Kirchengemeinschaft in der alten Kirche hauptschlich desOstens, Berlin 1964. As como el estudio histrico de A. Hamman, Vie liturgique et

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    que se advierte en los documentos pontificios: ni los documentos sobre la justiciase han preocupado para nada de la eucarista, ni los documentos sobre la eucaristahan afrontado el tema de la justicia3. Tanto para los telogos como para elmagisterio eclesistico se trata de dos cuestiones que no parecen tener mucharelacin la una con la otra.

    Es verdad que los moralistas han dicho siempre que para comulgar es

    necesario estar en gracia. Lo que supone, entre otras cosas, tener la conciencialimpia en todo lo que afecta a la justicia. Desde este punto de vista se puede decirque la justicia ha sido exigida, al menos en ciertos casos, como condicin necesariapara poder participar en la eucarista. Por otra parte, los telogos han insistidofrecuentemente en que la caridad y la unidad son frutos muy propios de estesacramento. Lo que quiere decir que las relaciones correctas entre los hombres sonuna consecuencia enteramente natural de la celebracin eucarstica.

    Pero todo esto es lo que se dice. Qu es, sin embargo, lo que en realidad sehace? Todos sabemos de sobra que por todas partes se celebran misas en las queparticipan personas que cometen atropellos, que van a seguir cometiendoinjusticias y que, desde luego, ni se les pasa por la cabeza que la justicia sea unconstitutivo de la celebracin, como lo son el pan y el vino o las palabras que

    pronuncia el sacerdote. Y aqu me parece que no ser necesario echar mano demuchos ejemplos para convencerse de lo que acabo de decir. En la Espaafranquista y en otros muchos pases del mundo, los dictadores y los tiranos, queatropellan sistemticamente los derechos fundamentales de la persona, sonrecibidos con toda solemnidad a la puerta de los templos y colocados en sitialpreferente para participar en la celebracin de la eucarista. Lo que quiere decir,evidentemente, que ni la jerarqua eclesistica ni los telogos han tomado en seriola relacin que necesariamente existe entre la justicia y la eucarista. Sean cualessean las teoras que cada uno pueda tener sobre este asunto, el hecho es que la

    justicia no se requiere en la prctica y en la generalidad de los casos ni comocondicin, ni como consecuencia, ni menos an como constitutivo de la celebracin.

    Ahora bien, si estamos persuadidos de que la eucarista es el signo eficaz que

    expresa y realiza la unidad entre los creyentes4

    , entonces no habr ms remedioque admitir que toda teologa que, en la prctica legitime o tolere una celebracinque resulte compatible con la injusticia, es una teologa insuficiente. Porque se tratade una teologa que no toca fondo. Es decir, se trata de una teologa que se detieneen lo perifrico y en lo accidental, mientras que lo verdaderamente esencial quedaintacto.

    Es ms, se puede afirmar que tal teologa no es solamente insuficiente, sinoque adems es falsa. En la medida en que pone el ser y la esencia de la eucaristaen lo que no est. Quiero decir, el problema ms profundo que aqu se nos plantea

    vie sociale, Paris 1968. Yo he publicado dos breves artculos sobre el tema: Dondeno hay justicia no hay eucarista: Vida Nueva 8 (1971) 19-27; La eucarista,problema poltico: Vida Nueva 883 (1973) 22-31. Vase tambin el escrito

    policopiado de J. Mansir-J. P. Jossua, Divisions des chrtiens et verit deleucharistie, Paris 1971.

    3 Que yo sepa, jams los documentos sociales del magisterio pontificio hanabordarlo el tema de la relacin entre la justicia y la celebracin del culto cristiano.Y por lo que respecta a los documentos papales sobre la eucarista, slo se puedecitar una alusin, de pasada, en la Mysterium fidei a que la eucarista debepromover entre nosotros el amor social: AAS 57 (1965) 772. Esto resulta tantoms chocante si tenemos en cuenta que en la tradicin proftica del antiguotestamento el tema de la justicia se vincula ntimamente al tema del culto: para losprofetas de Israel, donde no hay justicia no hay culto agradable a Dios. Labibliografa sobre este asunto es inmensa. Me limito a remitir al excelente estudiode L. Ramlot en Dict. de la Bibl., Supp. 8, 1121-1166.

    4 En la constitucin Lumen Gentium del Vaticano II se destaca de manera singulareste aspecto de la eucarista como signo de la unidad entre los fieles: LG 4; 7, 2;11, 1.

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    consiste en determinar si lo esencial de la eucarista est en la conversin del pan ydel vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo. O si, ms bien, lo esencial de laeucarista est en que ese pan y ese vino, convertidos en el cuerpo y en la sangrede Cristo y comidos por los participantes, son el signo eficaz que realiza y expresala unidad entre los hombres. En este caso, evidentemente, la bsqueda de unasociedad ms justa y de unas relaciones ms fraternales entre los hombres sera no

    slo una condicin y una consecuencia de la celebracin, sino sobre todo unconstitutivo esencial de la eucarista. Tanto o ms esencial incluso que el pan y elvino que se ofrecen sobre el altar. Hasta tal punto que de la misma manera que noes posible celebrar la eucarista donde no hay pan y vino, igualmente tendra queser imposible celebrar este sacramento donde no hay hombres que ofrecen lassuficientes garantas de que se empean seriamente en esa bsqueda de unasociedad ms justa y de unas relaciones ms fraternas entre ellos y con los dems.

    Qu se puede decir sobre todo este asunto?

    1. La doctrina eucarstica actual

    La teologa eucarstica que poseemos en la actualidad tiene sus orgenes en la

    gran escolstica y, ms tarde, en la doctrina que defini el concilio de Trento. Deah que los planteamientos y las soluciones de nuestra teologa vienen a coincidiren lo fundamental con los planteamientos y las soluciones que ya dieron lostelogos medievales y luego el concilio de Trento. Esto es verdad hasta tal punto,que se puede afirmar con toda seguridad que los recientes problemas planteadospor los telogos acerca de la transfinalizacin y la transignificacin, en el fondo, loque vienen a indicar es que, cuando se trata de la teologa eucarstica, seguimosobsesionados por los viejos planteamientos del medioevo, concretamente por elproblema de la presencia de Cristo en la eucarista y por el problema de cmoexplicar esa presencia, que es la cuestin fundamental que se plantean los telogosa partir de las controversias eucarsticas de los siglos IX y XI.

    La problemtica y las preocupaciones de la gran escolstica se centran en las

    cuestiones ya conocidas, que hoy se encuentran en cualquier tratado dogmticosobre la eucarista: la presencia y la transubstanciacin, la permanencia de Cristoen las especies consagradas despus de la misa, el poder para consagrar laeucarista, el carcter sacrificial de la misa y, finalmente, las cuestiones litrgicasreferentes a la adoracin y al culto que merece este sacramento5.

    El concilio de Trento, que no pretendi sino refutar los errores de losreformadores6, centr sus preocupaciones en la misma problemtica que la teologahaba heredado de la edad media. As consta por los ttulos de los captulos de lasesin XIII7 y ms en concreto por los cnones8. Solamente en el Proemium sehace una referencia, de pasada, a la dimensin eclesiolgica que tiene la eucarista9

    pero de eso ya no se vuelve a hablar ni en los captulos ni en los cnones, a no seruna alusin velada que se hace al final del captulo segundo10. Tenemos, por tanto,que todo el inters del concilio se centr en las cuestiones referentes a la presencia,la transubstanciacin, el carcter sacrificial de la misa y el respeto, adoracin y

    5 Para toda esta problemtica cf. B. Neunheuser, Eucharistie in Mittelalter undNeuzeit, en M. Schamaus-A. Grillmeier, Handbuch der Dogmengeschichte IV/4b,24-44, con amplia bibliografa.6 De hecho, lo que se propuso a la discusin de los telogos y de los padres fueronlos errores de los reformadores. Cf. Concilium Trid. V, 869s. Sobre este punto,vase B. Neunheuser, o.c., 51-52; J. P. de Jong, Leucharistie comme realitsymbolique, Paris 1972, 121-139.7 Cf. DS 1636-1650.8 Cf. DS 1651-1661.

    9 El texto dice simplemente: . . .quam alioqui Salvator noster in Ecclesia sua

    tamquam symbolum reliquit eius unitatis et caritatis, qua christianos omnes nter seconiunctos et copulatos esse voluit: DS 1635.10 Cf. DS 1638.

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    veneracin que merece el sacramento.Evidentemente en esta teologa medieval y tridentina hay ausencias y

    silencios de gran envergadura. Ante todo, aqu no se dice prcticamente nada de ladimensin eclesiolgica de la eucarista. El sacramento del altar es una cosasantsima que se ha de tratar con sumo respeto 11 pero el hecho es que la eucaristano aparece como el centro de la vida de la iglesia. La dimensin comunitaria, por

    tanto, est ausente. Aqu conviene tener presente que cuando en el siglo XII sesistematiza la teologa como ciencia, al aparecer los diversos tratados teolgicos,curiosamente no se elabor ninguna forma de reflexin propiamente teolgicasobre la iglesia12. Toda la doctrina medieval sobre los sacramentos naci asdesvinculada de la eclesiologa. Y por eso naci desvinculada de la dimensinnecesariamente comunitaria que tiene todo sacramento, sobre todo la eucarista.Por otra parte, el concilio de Trento, que fue convocado para resolver los gravesproblemas eclesiolgicos que haba planteado la Reforma, sorprendentemente enninguna de sus sesiones abord el tema de la iglesia 13. De ah se siguieron dosconsecuencias sumamente graves por lo que respecta a la doctrina eucarstica delconcilio. En primer lugar, lo mismo que haba ocurrido en la edad media,nuevamente nos volvemos a encontrar con una teologa eucarstica que no arranca

    de la eclesiologa, ni tiene en la iglesia su centro y su marco de comprensin. Ensegundo lugar, este concilio, que pretendi defender y exaltar el sacramento de laeucarista, en realidad lo que hizo fue marginarlo en el conjunto de la vida de laiglesia. Puesto que, segn las ideas teolgicas de aquel tiempo, el centro de laiglesia no estaba en la eucarista, sino en Roma y en el rgimen eclesistico dirigidopor el aparato clerical Ahora bien, el concilio no slo no se opuso a estas ideas, sinoque ms bien las favoreci14.

    Por otra parte, al quedar marginada la dimensin eclesial y comunitaria de laeucarista, qued tambin silenciada su funcin social y pblica. De ah laprivatizacin y la espiritualizacin de la celebracin eucarstica: los frutos de laeucarista son la santificacin de las almas y la purificacin de las faltas15. Laadoracin, la devocin y la piedad son los temas que desarrolla ampliamente la

    literatura eucarstica. Pero nada se dice acerca de la dimensin social que tiene laeucarista, tal como aparece en los captulos diez y once de la primera Carta a loscorintios y en los relatos del libro de los Hechos. De esta manera, quedenteramente marginado uno de los aspectos ms fundamentales que, como

    11 El ttulo del captulo octavo es De usu admirabilis huius sacramenti: DS 1648. Laeucarista es una cosa santa que se usa.12 En ninguno de los grandes escolsticos existe un tratado sistemtico Deecclesia. Los temas eclesiolgicos son, en la edad media, asunto de juristas ycanonistas. Las razones de esta laguna singular han sido expuestas por U. Valeske,Votum ecclesiae, Mnchen 1962, 9-10. Ha tratado este asunto ms detenidamenteA. Antn, De ecclesia, Roma 1966, 85-99, con bibliografa.13 Quizs la razn de este hecho se debe a que el papado tema las secuelas del

    conciliarismo y eso impidi que la cuestin de la iglesia se pusiera en el orden delda. Por otra parte, el concilio slo pretenda afirmar, frente a la Reforma, losartculos en los que exista unanimidad catlica. Cf. Y. Congar, Lglise de saint

    Agustin 1poque moderne, Paris 1970, 364-365.14 Es importante notar que el centralismo romano, tan ardientemente propugnadopor Gregorio VII, se acenta considerablemente a partir de Trento. A partir dePablo III se organiza la curia romana (Santo Oficio, en 1542) y se perfecciona porPablo IV, Po IV y Po V; pero sobre todo por Sixto V (1587). Segn Trento, Cristono es slo el redentor, sino tambin el legislador (DS 1571 y 1620) en la iglesia.Como se ha dicho acertadamente, se abra una era de juridicismo para laeclesiologa terica: Y. Congar, o.c., 368.

    15 De tal manera que, cuando se hace mencin de los temas fundamentales de la

    memoria y la proclamacin, eso se aplica inmediatamente a esos temaspuramente espiritualistas y privados. Cf. el captulo segundo de la sesin XIII: DS1638.

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    veremos, tuvo la eucarista en tiempo de los padres.En resumen, se puede afirmar que la teologa escolstica y tridentina destaca

    fuertemente ciertos aspectos del misterio eucarstico, pero deja enteramente en lapenumbra o incluso olvida por completo otras cuestiones que son bsicas yesenciales en la revelacin del nuevo testamento y en la tradicin primitiva de laiglesia.

    Ahora bien, esta teologa, unilateral e incompleta, al fijar su atencin slo enalgunos aspectos del misterio eucarstico (pre sencia, transubstanciacin,sacrificio), ha impuesto en la iglesia una determinada lectura de los datoshistricos: se ha tomado como punto de partida el dato dogmtico y desde l se hainter pretado y se ha ledo el nuevo testamento y la tradicin de los padres. Elpapel del telogo dogmtico consista en demostrar que los datos del nuevotestamento y de la tradicin antigua apoyaban y legitimaban plenamente ladefinicin tridentina. Lo dems no interesaba. Y as, un determinado mtodoteolgico se ha superpuesto y se ha impuesto sobre la historia16. Con laconsecuencia nefasta de que, en virtud de este procedimiento metodolgico, hoynos encontramos con que sabemos mucho de ciertos aspectos del misterioeucarstico, mientras que otros que como veremos son ms fundamentales

    estn an por elaborar.

    2. La ruptura del siglo IX

    En todo el tiempo de los padres y en la alta edad media, hasta el siglo IX, nose produjo ninguna controversia eucarstica. Es curioso que en aquellos siglos, enlos que hubo controversias teolgicas de toda ndole (sobre Dios, sobre Cristo, laVirgen, la gracia, el bautismo, etc.), no se suscitara ninguna controversia acerca dela eucarista17. Es que no hubo motivos para ello? En seguida vamos a hablar deeste asunto. De momento lo que interesa es destacar que la primera controversiaacerca de la eucarista se produce en el siglo IX, entre Pascasio Radberto y

    Ratramno18

    .Esta controversia se suscit desde el momento en que Pascasio empez adifundir unas ideas que en aquel tiempo sonaron como una novedad inaudita. Estanovedad consista en que Pascasio se empeaba en demostrar la identidad de lacarne y la sangre que se dan en el sacramento con la carne y la sangre histricasde Jess. Sus afirmaciones en este sentido son tajantes. Para Pascasio, en efecto,aunque Cristo est en el sacramento bajo la figura o apariencia del pan y del vino,

    16 Un ejemplo tpico de este procedimiento lo tenemos en el artculo de G. Bareille,Eucharistie daprs les pres: DTC 5, 1121-1138, en el que se muestra un empeomuy particular por probar que la doctrina eucarstica de los padres coincidePlenamente con el dogma posterior y no ofrece dificultades al respecto.17 En su enumeracin minuciosa de las herejas antiguas, Agustn slo cita, acerca

    de la eucarista, el error de los acuarios: Aquarii ex hoc appellati sunt quod aquamofferunt in poculo sacramenti, non illud quod omnis ecclesia: De haeresibus LXIV:CC 46, 329. La misma afirmacin en el Praedestinatus I, 64: PL 53, 609, obra quequizs sea de Arnobio el Joven. Ambos dependen de Filastrio, Liber de haeresibus49: CSEL 38, 40. En tiempos de san Len, la controversia contra estos extraosherejes prosigue en Roma. Cf. Sermo 42, 5: PL 54, 279. Pero proviene de muchoantes. Clemente de Alejandra habla de ellos (Strom. 1, 19). Y en la iglesia deAfrica existan, segin nos consta por el testimonio de Cipriano, Epist. 63, 1, 1: Ed.J. Campos, Madrid 1964, 599. Tambin Ireneo nos habla de ellos (Adr. Haer. V, 1,2-3). Se trataba de una hereja encratista. Cf. P. Batiffol, Aquariens, en Dict. Arch.Chrt. et Lit. 1, 2648-2654. Ms ampliamente en P. Lebeau, Le vin nouveau doroyaume, Bruges 1966, 142s. En todo el tiempo anterior al siglo IX no tenemos

    noticia de ninguna controversia eucarstica de carcter doctrinal.18 Para esta controversia, cf. B. Neunheuser, o.c., 15-19. Ms ampliamente en J.R. Geiselmann, Die Eucharistielehre der Vorscholastik, Paderborn 1926, 144s.

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    en realidad lo que all hay es la misma carne que naci de Mara, la que padeci enla cruz y luego resucit en el sepulcro19. Pascasio ya no habla de la figura corporis,como hablaban los padres (en seguida lo vamos a ver), sino de la figura panis etvini. El acento ha cambiado radicalmente. Pero, sobre todo, lo que ms llama laatencin es el realismo que intenta identificar la carne y la sangre sacramentalescon la carne y la sangre histricas20. En consecuencia, para Pascasio Radberto,

    hablar de realismo es lo mismo que hablar de fisicismo: la realidad es la realidadfsica y, por tanto, la realidad histrica. De tal manera que fuera de este mbito decomprensin no existe para l otra realidad.

    Ahora bien, resulta significativo el hecho de que cuando Pascasio empez adifundir estas ideas, en seguida se eleva la protesta de Rabano Mauro, arzobispo deMaguncia y hombre de gran saber enciclopdico21, que se indign ante las teorasde Pascasio y lleg a afirmar que tal doctrina constitua una novedad que jamshaba odo, ni visto ni ledo22. En el mismo sentido, Escoto Erigena, como notaGeiselmann, lucha de manera idntica por la interpretacin simblica delsacramento y contra el realismo que a sus ojos amenaza con destruir lo esencialde lo que constituye el sacramento, la funcin simblica23. Desde este punto devista, se comprende fcilmente la postura de Ratramno. Para l, en efecto, la

    conversin no se poda producir corporaliter, puesto que no se produce el msmnimo cambio en el orden fsico, sino slo spiritualitery, por tanto, en apariencia ofigura (figurate)24.

    A juzgar por los testimonios de la poca, la doctrina de Pascasio result seruna innovacin inaudita. Y no slo inaudita, sino, sobre todo, inadmisible. Lo cuales significativo. Porque evidentemente, si echamos un vistazo a no pocos libros deespiritualidad eucarstica que han circulado ampliamente entre el pueblo cristiano,se tiene la impresin de que la doctrina que exponen est ms cerca de lasinnovaciones intolerables de Pascasio que de la doctrina simblica de Ratramno. Ypor supuesto, est fuera de duda que la doctrina eucarstica que, segn parece, erala comnmente admitida en aquellos tiempos, hoy sera rechazada como herticapor cualquier telogo que, Denzinger en mano, se pusiera a enjuiciarla.

    Desde este punto de vista, se puede decir que en el siglo IX se produce unaautntica ruptura. Por eso se comprende que hasta aquel momento no se produjeraninguna controversia eucarstica. Como se comprende igualmente que, a partir deentonces, se susciten las disputas sobre la eucarista, que ms tarde se van aacentuar con Berengario, en el siglo XI, y que finalmente van a representar el girodecisivo en la teologa eucarstica, que cuaja definitivamente en la gran escolstica.

    19 Et quia voluit, licet in figura panis et vini maneat, hace sic esse omnino,nihilque aliud quam caro Christi es sanguis post consecrationem credenda sunt... et

    ut mirabilius loquar, non alia plane quam quae nata est de Mara el passa in cruceet resurrexit de sepulchro: De corpore et sanguine DominiI, 2: PL 120, 1269.

    20 Ms tajante, si cabe, es Pascasio en la carta al monje Frudegardo: Ergo cumait: hoc est corpus meum, vel caro mea est, seu hic est sanguis meus, non aliam

    puto insinuasse, quam propriam et quae nata est de Maria virgine, et pependit incruce, neque sanguinem alium quam qui profusus est in cruce et tunc erat inproprio corpore: Epist. de corpore et sanguine Domini: PL 120, 1351 B.21 Para este punto, cf. J. Turmel, Histoire des dogmes V, Paris 1936, 422-423.22 Numquam me prius audisse, vidisse, legisse: PL 112, 1513. Para RbanoMauro, se trata de un error que hay que refutar: Quidam nuper de ipsosacramento corporis et sanguinis Domini non rite sentientes dixerunt: hoc ipsumcorpus et sanguinem quod de Maria Virgine natum est... cui errori quantumpotuimus ad Egilium abbatem scribentes de corpore ipso quid vere credendum sit,aperuimus: Paenitentiale 33: PL 110, 493 A.23 O.c., 221-222. Y as se alza contra los que visibilem eucharistiam nil aliudsignificare praeter se ipsam volunt asserere, duro clarissima praefata tuba clamat

    non illa sacramenta visibilia colenda neque pro veritate amplexanda: Exp. superierach. cael. I, 3: PL 122, 140 C.24 De corpore et sanguine Domini, 16: PL 121, 134 B.

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    En realidad, qu es lo que haba ocurrido? Ante todo, es evidente que a partirdel aquel tiempo los autores no se contentan con afirmar el hecho de la presenciade Cristo en la eucarista, sino que adems quieren explicar el cmo de esapresencia. Por otra parte, esta explicacin se empieza a plantear a partir decategoras aristotlicas, no a partir de las ideas platnicas como ocurra en tiempode los padres. Lo que quiere decir que el problema que se planteaba era un

    problema propiamente filosfico25.Pero ms que las nuevas ideas filosficas, lo que sin duda influy ms

    decisivamente en todo este cambio fue la nueva orientacin que en aquel tiempo seprodujo en cuanto a la comprensin de la iglesia. En efecto, a partir de finales delsiglo VIII, y despus a lo largo del siglo IX, se pierde progresivamente el sentido decomunidad y la iglesia es vista, ms bien, como iglesia militante en la que el cleroocupa un puesto fundamental26. En este mismo tiempo se acentan los signos deseparacin del clero y los fieles: el canon es recitado en voz baja, el sacerdotecelebra de espaldas al pueblo, la gente ya no entiende el latn de la liturgia, losfieles no llevan ya las ofrendas al altar, la misa tiende a convertirse en una cosasanta que pasa delante de la gente27. Dicho de otra manera, la eucarista dejaprogresivamente de ser una experiencia comunitaria y pasa a ser un asunto de

    especulacin de los eclesisticos, mientras que para el pueblo lo que queda es elaspecto de devocin espiritualista y privatizada. Como es sabido, a lo largo de laedad media lo que acapara la atencin de los fieles es la elevacin de la hostiadespus de la consagracin, la exposicin y la bendicin con el Santsimo, laexaltacin de la fiesta del Corpus28. En consecuencia, lo fundamental del misterioeucarstico ya no es la experiencia c sino el hecho de la presencia. De ah la nuevaorientacin teolgica. Como se ha dicho, con toda razn, al enjuiciar la doctrinaeucarstica de la baja escolstica, el inters de la teologa se limita a la presenciareal y a la transubstanciacin, y lo que es an peor, en estas realidades slo seconsidera el aspecto filosfico natural. La significacin histrico-salvfica y religiosade la eucarista queda relegada a segundo plano. En la teologa se convirti laeucarista en un campo de especulaciones metafsicas, y en la praxis estaba

    desnaturalizada29

    .

    3. El simbolismo de los padres

    La impresin de conjunto que produce la lectura de los textos eucarsticos delos padres es que el problema que les preocupa no es cmo explicar la presencia deCristo en la eucarista, sino cmo aplicar el hecho de esa presencia a la vida de lacomunidad. De ah que los textos resulten chocantes para nuestra mentalidadcuando hablan de esa presencia.

    Evidentemente, no se trata aqu de hacer una exposicin exhaustiva de ladoctrina patrstica sobre la eucarista. Para lo que aqu nos interesa, bastar conpresentar algunos datos, suficientemente conocidos, y que resultan elocuentes pors mismos a la hora de hablar del simbolismo que caracteriza la teologa eucarsticade los padres.

    25 Sobre este punto, cf. J. R. Geiselmann, o.c., 363-364.26 Cf. J. Jungmann, El sacrificio de la misa, Madrid 1953, 122.27 Sobre estos cambios, cf. la amplia documentacin que ofrece Y. Congar,Lecclesiologie du haut moyen-age, Paris 1968, 96-97.28 Precisamente a partir del siglo IX se empieza a conservar la eucarista en lostemplos, en sagrarios adosados al muro de la iglesia; en el ao 1210, primertestimonio de la elevacin de la hostia despus de la consagracin; en el ao 1264,fiesta del Corpus; ao 1301, la bendicin con el Santsimo; ao 1394, la exposicin.De los excesos y extravagancias que se cometieron en este tiempo en cuanto se

    refiere a la veneracin de la hostia nos informa ampliamente J. Jungmann, o.c.,170-173.29 J. Betz, La eucarista, misterio central, en Mysterium salutis IV/2, 244.

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    Como es sabido, lo que caracteriza a la doctrina eucarstica de la escuela deAlejandra no es el tema de la presencia real, sino la apropiacin espiritual delLogos, de tal manera que toda apropiacin espiritual del Logos se convierte en unaeucarista30. Esto no quiere decir que en la cena del Seor no est el cuerpo y lasangre del Logos31. Lo que quiere decir es que el cristiano perfecto, el gnstico,comulga de una forma ms espiritual, mediante el conocimiento y, en definitiva,

    mediante la suprema contemplacin. Estas ideas, que ya aparecen claramente enClemente de Alejandra32, se radicalizan en Orgenes. Por supuesto, l admite lapresencia real33, pero la entiende como figura34, es decir, en sentido simblico.Adems, est fuera de duda que Orgenes convierte la palabra en el verdaderosacramento del Logos y en verdadero contenido de la eucarista, como demuestrasu exgesis del relato de la institucin35.

    Es verdad que en la escuela de Antioqua se acenta el inters por lo histricoy lo concreto, y por eso se destaca la atencin hacia la humanidad completa deJess36. De ah que Juan Crisstomo37 y Teodoro de Mopsuestia38 insisten en que loselementos consagrados son realmente el cuerpo y la sangre de Cristo. Pero, junto aestos datos, en la tradicin oriental aparecen con frecuencia y con toda naturalidadexpresiones que se refieren claramente al sentido simblico de la eucarista. As, los

    trminos antitypon y omoioma se repiten una y otra vez39

    . Y ms an, en losautores griegos posteriores a Efeso se impone la idea de que el pan y el vinopermanecen lo que son, no sufren ningn cambio de naturaleza, pero s un cambiode nombre, que es afirmado por la fe40. Por otra parte, a causa de la doctrina de las

    30 Sobre este punto, cf. J. Betz, o.c., 213. Ha tratado ms ampliamente este temaP. T. Camelot, Leucharistie dans lcole dAlexandrie: Divinitas 1 (1957) 71-92.31 J. Betz, o.c., 213, nota 27, aduce abundantes testimonios en este sentido, a losque se puede sumar el texto meridiano de Orgenes, Contr. Cels. VIII, 33.32 Stromata V, 10, 66: GCS 2, 370, 20. Cf. J. Betz, o.c., 213.33 Adems del texto citado en la nota 30, cf. tambin Hom. in Ex. XIII, 3.34 Expectat nos, ut bibat de generatione vitis huius. Cuius vitis? Illius, cuius ipseerat figura: Ego sun vitis, vos palmites. Unde et dicit quia sanguis meus vere estpotus, et caro mea vere est cibus: Hom. in Lev. VII, 2: GCS 30, 376, 6-9. Por estose comprende que para Orgenes, lo mismo que Cristo se ha llamado via,tambin se ha llamado pan de vida: In Joan I, 207: GCS 10, 37.

    35 In Mt ser. 85: GCS 40, 196, 19.197, 6. Cf. J. Betz, o. e., 213. Pero ladocumentacin de Orgenes sobre este punto es mucho ms abundante. Cf. In Joan

    X, 102: GCS 10, 188; X, 103-107: GCS 10, 188-189. De orat. XXVII, 5: GCS 3,366, 1-15; XXVII, 9: GCS 3, 369, 1-22; Hom in Gen. I, 17: GCS 30, 22; XII, 5:

    GCS 30, 112, 3-5; XIV, 4: GCS 30, 126; Hom. in Ex. VII, 5: GCS 30, 212; VII, 8:GCS 30, 215, 6-14; XI, 3: GCS 30, 254, 25-27; XIII, 3: GCS 30, 274, 5-13; Hom.in Lev. IV, 10: GCS 30, 331, 7-9; V, 8: GCS 30, 349, 13-20; In LcXXIX: GCS 49,

    169, 7 170, 3.4; In Cant. II: GCS 33, 167, 28-29; Hom. in Is. III, 3: GCS 33, 256,28-30; Hom. in Ez. XIV: GCS 33, 453, 13-15. Se trata, por consiguiente, de una

    idea constante en la doctrina eucarstica de Orgenes.36 Cf. J. Betz, o.c, 215.37 Los testimonios abundan, sobre todo en In 1 Cor hom. 24: PG 61, 200-205.Para la doctrina eucarstica de la escuela de Antioqua, cf. J. Betz, Die Eucharistie inder Zeit der griechischen VterI/1, Freiburg 1955, 217-242.38 In Mt 26, 26 comm.: TU 61, 133-134. En virtud de la anmnesis, no slo lapersona, sino la accin salvfica de Jess se hace actual y presente. Cf. J. Quasten,The liturgical mysticism of Theodore of Mopsuestia: Theolog. Studies 15 (1954)431-439.39 Por ejemplo: Serapin de Tmuis (Euchol. XIII, 12 y 14: Funk, Didascalia etconstitutiones apostolorum II, Paderborn 1905, 174, 12 y 23); Macario (Hom.XXVII, 17: PG 34, 706); Cirilo de Jerusaln (Catech. XXIII, 20: PG 33, 1123);

    Gregorio Nacianceno (Orai. VIII, 18: PG 35, 809); Epifanio (Panarion haer, 55, 6,3-4: GCS 31, 331). Cf. J. Tixeront, Histoire des dogmes I, Paris 1915, 174-175.40 As, Nestorio (Liber Heraclidis I/1, 41); Euterio de Tyana (Antilogia: Tetz 12 s.;

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    dos naturalezas de Cristo, incluso rigurosos calcedonenses como el papa Gelasio,Efrn de Antioqua e implcitamente tambin Leoncio de Jerusaln41, rechazan lamutacin de la naturaleza de los elementos.

    Igualmente, en la tradicin latina, el lenguaje simblico se repite de manerainsistente. Ya en Tertuliano aparece el trmino figura aplicado a la eucarista 42,expresin que con toda seguridad se refiere a las categoras simblicas del

    platonismo43. Tambin entre los africanos, Cipriano utiliza frmulas que no puedenser entendidas sino en un sentido netamente simblico44.

    Se ha dicho que, frente al simbolismo eucarstico de Agustn, se sita elrealismo de Ambrosio, lo cual es verdad en trminos generales45. Pero eso nosignifica que en Ambrosio no se encuentren expresiones claramente simblicas. As,el pan y el vino consagrados son figura46 y similitudo47 del cuerpo y sangre deCristo. Ahora bien, en el lenguaje de Ambrosio, esos trminos, lo mismo que lapalabra species48 se contraponen a veritas, lo que quiere decir que el famoso obispode Miln no excluye el lenguaje simblico, sino que ms bien lo acepta sindificultad. En el mismo sentido, Jernimo49 y el Ambrosiaster50 se refieren al clizcomo typus de la sangre de Cristo.

    Epistola ad Caesarium: PG 52, 570); Teodoreto (Eranites I: PG 83, 56; II: PG 83,168). Cf. J. Betz, La eucarista, misterio central, 219.41 Gelasio (De duabus naturis in Christo, III: Thiel, 541); Efrn de Antioqua(segn el testimonio de Focio: PG 103, 980); Leoncio de Jerusaln (Adv.nestorianos 53: PG 86, 1728). Cf. J. Betz, La eucarista, misterio central, 219.42 Textos clarsimos enAdv. Marc. III, 19: CSEL 47, 408; IV, 40: CSEL 47, 559.Segn estos textos, el pan es figura del cuerpo de Cristo. Tambin hay queincluir aqu el trmino censetur, con el que Tertuliano expresa que el cuerpo seadscribe a la categora de pan: tune quod et corpus eius in pane censetur: Deorat. 6: CSEL 20, 184-185.43 La figura tiene en Tertuliano el sentido de una realidad anunciada en elantiguo testamento y cumplida en el nuevo. Los textos son, en este sentido,constantes y nos remiten, no a una identidad de tipo fsico, sino a una realidad decarcter simblico. As especialmente en De anima 43: CSEL 20, 372; De carnisresurr. 37: CSEL 47, 79, en donde utiliza la expresin de allegoria. Pero los textosson mucho ms abundantes: Ad uxor. I, 2: CSEL 70, 98; De corona 9: CSEL 70,170; De carne Christi8: CSEL 70, 213;Adv. ludaeos 9: CSEL 70, 292; 10: CSEL70, 302; De idolatria 5: CSEL 20, 35;Ad nationes II, 9: CSEL 20, 110; De orat. 4:CSEL 20, 183; 7: CSEL 20, 185; De bapt. 5: CSEL 20, 206; 8: CSEL 20, 207; Deanima 43: CSEL 20, 372;Adv. Marc. II, 27: CSEL 47, 373; III, 16: CSEL 47, 403;IV, 21: CSEL 47, 491; IV, 40: CSEL 47, 559; V, 1: CSEL 47, 569; V, 7: CSEL 47,593; V, 20: CSEL 47, 647;Adv. Valen. 3: CSEL 47, 179.44 Refirindose a los acuarios, Cipriano insiste en que en el cliz se debe mezclar elvino con el agua: Epist63, II, 1: J. Campos, 600; IV, 3: 602; V, 1: 602; IX, 1:605. Ahora bien, esto es necesario por el simbolismo que tiene el vino, en cuanto

    que representa y expresa la sangre del Seor: Epist. 63, II, 2: 600; VI, 2:603; XI, 1: 607.45 En este sentido, G. Segalia, La conversione eucaristica in s. Ambrosio, Padova1967, 15-30. Cf. tambin R. Johanny, Leucharistie, centre de lhistoire de salutchez saint Ambroise de Milan, Paris 1968. Expresiones de este realismo sacramental en Ambrosio: De Sacr. IV, 4, 16: CSEL 73, 53; IV, 5, 23: CSEL 73, 56;tambin en De Sacr. IV, 4, 14: CSEL 73, 51-52; De myst. 9, 52: CSEL 73, 112.46 De Sacr. IV, 5, 21: CSEL 73, 55.47 De Sacr. IV, 4, 20: CSEL 73, 54.48 De Sacr. I, 6. 20: CSEL 73, 24; 1, 5, 17: CSEL 73, 23. El elenco de textos deAmbrosio en los que aparece la palabra figura ha sido elaborado por L. Lavorel,Oblats et corps du Christ sur lautel daprs st. Ambroise: Rech. de Thol. Anc. et

    Md. 24 (1957) 220, nota 81.49 In Hicrem. VI, 17, 6: CC 74, 305;Adv. Iovin. II, 17: PL 23, 325 A.50 In Epist. I ad Cor. XI, 26: PL 17, 256 B.

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    Pero es sin duda Agustn el autor que en la antigedad pre senta un lenguajeenteramente desconcertante cuando se refiere a la presencia eucarstica51. Porsupuesto, Agustn afirma la presencia real del cuerpo y de la sangre de Cristo en laeucarista52. Pero una cosa es la afirmacin de esa presencia y otra cosa es laexplicacin que da de ese misterio. Para l, la eucarista es esencialmente un signo.En este sentido, es signum53, figura54 y similitudo55 del cuerpo y de la sangre. Pero,

    para Agustn, recibir a Cristo en el signo (slo sacramento) no es recibirlo enverdad, re ipsa56, re vera57. De donde resulta que el cuerpo y la sangre de Jess noestn contenidos directamente en los signos sagrados, sino que permanecen fuerade ellos58. Por otra parte, en la doctrina de Agustn, el cuerpo eucarstico de Cristoes la iglesia entera, es decir, la totalidad de los fieles.

    Esto aparece expresamente dicho en el comentario al captulo sexto delevangelio de Juan59. Y ms claramente an en el sermn 272 en el que laexplicacin de la presencia eucarstica est en el hecho de que todos los creyentesformamos un cuerpo, el Cuerpo de Cristo60. Evidentemente, aqu se refiere alcontenido simblico de la eucarista, en cuanto que en ella se simboliza la unin detodos los creyentes en Cristo. En consecuencia, para Agustn, lo fundamental de laeucarista no es el hecho de la presencia, sino el hecho comunitario. Por

    consiguiente, la eucarista se ha de entender de manera figurada o simblica: enella no se trata de comer la carne de Cristo, sino de estar en comunin con el Seory de recordar eficazmente su pasin61.

    51 La doctrina de Agustn a este respecto ha sido motivo de controversias ypolmicas, que, en algunos puntos, estn an por esclarecer. Cf. P. T. Camelot,Ralisme et symbolisme dans la doctrine eucharistique de st. Agustin:Rev.Sc.Ph.Th. 31(1947) 394.412; W. Simonis, Ecclesia visibilis et invisibilis,Frankfrurt 1970, 100 a.; W. Gessel, Eucharistische Gemeinschaft bei Augustinus,Wiirzburg 1966.52 Por ejemplo: quod autem fides vestra postulat instruenda panis est corpusChristi, calx sanguis Christi: Serm. 272: PL 38, 1246; cf. tambin: En. in Ps 98,9: PL 37, 1264; En. in Ps 33, 1.10: PL 36, 306.53 C. Adim. 12: CSEL 24, 140.54 In Ps 3, 1: PL 36, 73.55 Ep. 98, 9: CSEL 34, 530. Por lo dems, como se ha dicho, en la visinplatonizante de Agustn, el signo remite a la verdadera realidad (res), como la cosaconcreta a su idea, pero queda muy lejos de alcanzar la densidad ontolgica deaqulla. Se trata, ms bien, de la semejanza (similitudo), de tal suerte quesecundum quendam modum el sacramento del cuerpo de Cristo es el cuerpo deCristo. Ep. 98, 9: CSEL 34, 531; 3. Betz, La eucarista, misterio central, 225.56 Ep. 185, 11, 50: CSEL 57, 43.57 De Civ. Dei21, 25: CSEL 40, 2, 567.58 En este sentido, cf. J. Betz, La eucarista, misterio central, 225.59 Los textos de Agustn en este sentido son terminantes: Norunt fideles corpus

    Christi, si corpus Christi esse non negligant. Fiant corpus Christi, si volunt vivere despiritu Christi. Y conste que dice estas cosas explicando las palabras panis quemego dabo, caro mea est pro mundi vita: Tract. in Joh. 26, 13: CC 36, 266. Y msclaramente an: Hunc itaque cibum et potum societatem vult intelligi corporis etmembrorum suorum, quod est sancta ecclesia ja praedestinatis et vocatis, etiustificatis, et glorificatis sanctis, et fidelibus eius: Trac. in Joh. 26, 15: CC 36,267.60 Ista, fratres, ideo dicuntur sacramenta, quia in eis aliud videtur, aliudintelligitur... Corpus ergo Christi si vis intelligere, Apostolum audi dicentemfidelibus, vos autem estis corpus Christi, et membra (1 Cor 12, 27). Si ergo vosestis corpus Christi et membra, mysterium vestrum ja mensa dominica positumest: mysterium vestrum accipits: PL 38, 1247.

    61 Al explicar cmo se ha de entender el texto evanglico nisi manducaveritiscarnem fui hominis et sanguinem biberitis, non habebitis vitam in vobis, afirma:figura ergo est, praecipiens passioni domini esse communicandum et suaviter

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    Ahora bien, a la vista de toda esta serie de textos patrsticos, cabe deduciruna conclusin que resulta enteramente lgica: es chocante que estas expresiones,tan poco apropiadas e incluso tan desconcertantes, ciada nuestra mentalidadactual, no dieran motivo a ninguna controversia, ni siquiera fueran consideradas enningn momento como ideas sospechosas o inexactas. Eso quiere decir,evidentemente, que en aquellos siglos, tanto en oriente como en occidente, no se

    daba importancia alguna al modo de explicar la presencia de Cristo en la eucarista.La importancia y la atencin del misterio eucarstico no se pona en eso, sino enotras cosas de las que vamos a hablar a continuacin. Concretamente, se trata dela penitencia pblica y de la ofrenda de los fieles62.

    4. Penitencia pblica y ofrenda de los fieles

    En toda la iglesia antigua, hasta el siglo VII, existieron dos institucioneseucarsticas que en aquellos siglos acapararon fuertemente la atencin: lapenitencia pblica y la ofrenda de los fieles. Dos instituciones que, desde distintospuntos de vista, tendan a una misma cosa: salvaguardar la conexin necesaria quetiene que darse entre la celebracin de la eucarista y el comportamiento tico-

    social de los cristianos. La penitencia pblica en cuanto que exclua de laparticipacin en la eucarista a quienes manchaban con su conducta la santidad dela comunidad creyente. Y la ofrenda de los fieles en cuanto que la celebracin de laeucarista era el momento en que los cristianos ponan en prctica la comunicacinde bienes, para ayuda de los necesitados y de los dbiles.

    Evidentemente, no se trata aqu de hacer la historia detallada de estas dosinstituciones, que por lo dems han sido ya suficientemente estudiadas63. Slo

    atque utiliter recondendum in memoria, quod pro nobis caro eius crucifixa etvulnerata sit: De Doctr. Christ. III, 24: CC 32, 92. Este es el texto que haba ledoel monje Frudegardo, contemporneo de Pascasio y Ratramno, y que le habaturbado con toda razn: Epist. de Corp. et Sang. Dom.: PL 120, 1352 A.

    62 Como es ya bien sabido, esta manera de hablar de los padres se explica por lafilosofa subyacente, a saber el platonismo. En efecto, la filosofa del smbolo o

    de la imagen se puede considerar desde el punto de vista de la filosofaaristotlica o desde el punto de vista de la filosofa platnica. Desde el punto de

    vista de la filosofa aristotlica, la imagen es externa al modelo que tal imagenrepresenta; la imagen se sita al nivel de un simbolismo vaciado de contenido real,

    porque esta filosofa no reconoce la existencia del mundo de las ideas, lo quelleva consigo que las imgenes no pasen de ser meros signos vacos de realidad

    objetiva. En la filosofa platnica, por el contrario, las imgenes no slorepresentan las ideas celestes, sino que adems participan de ellas, porque es

    propio de los seres de este mundo el ser verdaderos en la medida en que participande la realidad inteligible ltima, es decir, del mundo de las ideas. Desde este

    punto de vista, hablar de imgenes o smbolos es hablar de la realidad, que se nos

    da simblicamente. El genio de Tertuliano llega a afirmar que el esquema platnicoes providencial para llegar a comprender mejor la revelacin divina. De anima 43:

    CSEL 20, 372. Para un juicio de conjunto de la influencia del platonismo en lospadres, cf. R. Arnou, Platonisme des pres: DTC 12, 2388-2392. La problemticadel smbolo ha sido analizada por Karl Rahner, Para una teologa del smbolo, enEscritos de teologa IV, 283 s. Este problema, en relacin a la eucarista, ha sidoestudiado por J. P. de Jong, Leucharistie comme ralit symbolique, Paris 1972.

    63 Para la penitencia pblica, vase la ampla bibliografa que presenta B.Poschmann, Busse und Letzte Olung, en M. Schmaus-J. R. Geiselmann-H. Rahner,Handbuch der Dogmengeschichte IV/3, Freiburg 1951, 18 y 42. Para la iglesialatina, es importante el trabajo de C. Vogel, El pecado y la penitencia, en B. Hringy otros, Pastoral del pecado, Estrella 1966, 209-339. Un resumen reciente, con

    buena informacin, en J. Ramos-Regidor, El sacramento de la penitencia,Salamanca 1975, 169-298. Para la ofrenda de los fieles, A. Hamman, Vie liturgiqueet vie sociale, Bruges 1968, 231-295. Tambin aporta datos interesantes Y.

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    pretendo destacar algunos datos que nos ayuden a comprender en qu cosas pusosu atencin y de qu cosas hizo verdadero problema la iglesia de los primerossiglos cuando se trataba de celebrar la eucarista.

    En cuanto a la penitencia pblica, el hecho mayor de aquella disciplinaeclesistica consista, como es bien sabido, en la exclusin de la comunineucarstica. Hasta tal punto que algunos crean, en tiempos de Ambrosio, que toda

    la penitencia consista slo en eso. Los que as actan, afirma Ambrosio, son para smismos jueces demasiado severos: se infligen una pena, pero rehsan el remedio64.Por consiguiente, lo que en definitiva se pona en juego era la admisin o laexclusin de la comunidad, lo que llevaba consigo la participacin o no participacinen la comunin eucarstica. Lgicamente esto quiere decir que la comunidadcristiana era esencialmente comunidad eucarstica. Hasta el punto de que excluir dela comunidad era lo mismo que excluir de la eucarista. Desde este punto de vista,se puede asegurar que la institucin penitencial de aquellos siglos era, no slo unacuestin que naturalmente ha de interesar a los estudiosos de la penitenciasacramental, sino que, incluso antes que eso, interesa esencialmente a lacomprensin de la eucarista. En cuanto que, si algo se tuvo como absolutamenteclaro e indiscutible en la tradicin de la iglesia antigua, fue el convencimiento

    prctico de que en la eucarista no puede participar todo el mundo. Y adems, elconvencimiento tambin de que la participacin en la eucarista no es un asuntoprivado que cada uno debe resolver segn su conciencia65. Ahora bien, es evidenteque este hecho implica toda una comprensin de la eucarista: el problema principalque sobre todo preocup a aquellas primeras generaciones de creyentes no fue elproblema de cmo explicar la presencia de Cristo en los elementos del pan y delvino, sino el problema de la comunidad en cuanto comunidad sana, es decir, noadulterada por el escndalo. Esto s se consider un constitutivo verdaderamenteindispensable de la celebracin eucarstica.

    En efecto, los pecados que excluan al creyente de la eucarista eran lospecados escandalosos66, entre los que se enumeraban de manera especial lospecados contra el prjimo, no slo el homicidio y el robo, sino adems la pleonexia

    (avaricia) y la adika (injusticia)67

    . Esta razn formal, es decir, el escndalo, por laque se consideraban ciertos pecados como excluyentes de la eucarista, esdestacada por Cipriano. As, cuando se le plantea el caso de unas jvenesconsagradas, que haban quebrantado su virginidad, Cipriano exige la penitenciapblica, es decir, las excluye de la eucarista y da como razn que de esa manerase evita el escndalo para los hermanos68. Lo mismo en el asunto de los lapsi: loque estaba en juego era la edificacin y el ejemplo de la iglesia 69. Por lo dems,esto no quiere decir que los pecados tuvieran que ser necesariamente notorios.Tambin se exiga la penitencia para las faltas secretas. Pero, en todo caso, es

    Congar, Les biens temporels de lglise daprs sa tradition thologique etcanonique, en Eglise et pauvret, Paris 1965, 233-258. Cf. tambin J.Stelzenberger, Karitas und Liturgie: Liturgisches Lehen 1 (1934) 105-117; B.

    Capelle, Qute et offertoire: La Maison Dieu 24 (1950) 121-138; B. Reicke,Diakonie, Festfreude und Zelos in Verbindung mit der altchristlichen Agapenfeier,Upsala 1951, 19-164.64 De Paenit. II, 9, 89: CSEL 73, 198; cf. tambin I, 2, 5: CSEL 73, 121.65 Tngase en cuenta que la excomunin asociada a la penitencia consistaesencialmente en la exclusin de la eucarista, y no slo de la comunin, sinotambin de las ofrendas. En consecuencia, a los pecadores se les asignaba un sitioespecial, el locos paenitentium. Cf. B. Poschmann, o.c., 46.

    66 Cf. J. Turmel, Histoire des dogmes VI, Paris 1936, 114.67 En este sentido, vase C. Vogel, o.c., 219-221.68 Aut per ecclesiam scandalo se fratribus offerat: Epist. 4, V, 1: J. Campos,376.

    69 Ne si quid abrupte et indigne vel a vobis promissum vel a nobis factum fuerit,apud gentiles quoque ipsos ecclesia nostra erubescere incipiat: Epist. 15, III, 1: J.Campos, 414-415.

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    seguro que, a partir del siglo IV, no exista ningn procedimiento penitencialprivado para los crimina ocultos70.

    En consecuencia, una de las ideas bsicas que se impusieron en aquellossiglos es que quienes perjudicaban seriamente a la vida o a los bienes del prjimono podan ser admitidos a la eucarista. De este principio no quedaba excluidonadie, aunque se tratase de las personas constituidas en la ms alta dignidad.

    Seguramente el caso ms elocuente en este sentido es el de Ambrosio, cuando elemperador Teodosio cometi la masacre de Tesalnica71. La reaccin de Ambrosioconsisti, ni ms ni menos, en una carta dirigida al emperador en la que lecomunicaba que no celebrara delante de l el sacrificio si se atreva a asistir 72. Laeucarista no poda estar en connivencia con los dictadores y con los tiranos. Nopoda tolerar el atropello del hombre hacia su hermano.

    Por lo que se refiere a la ofrenda de los fieles, sabemos que se trataba de unainstitucin que formaba parte integrante del culto eucarstico73. Los testimonios dela iglesia antigua sobre este asunto son abundantes74. Aqu hay que recordar, ante

    70 Cf. B. Poschmann, o.c., 44. Por esta misma razn, la penitencia tena uncarcter no slo privado sino tambin pblico, de tal manera que los penitentestenan que mantenerse en sitio aparte dentro de la iglesia, sin ser admitidos a laeucarista hasta el momento de la reconciliacin. Cf. en este sentido, Tertuliano, De

    poenit. VII, 10: CC 1, 333-334; IX, 1-6: CC 1, 336; XI: CC 1. 338-339; cf. J.Ramos-Regidor, o.c., 185.

    71 Este asunto ha sido estudiado por J. R. Palenque, Saint Ambroise et lempireromain, Paris 1933, 200-244. Tambin por H. von Campenhausen,Ambrosius von

    Milan als Kirchenpolitiker, Berlin-Leipzig 1929, 212-240. Ha resumido bien el problema H. Rahner, Kirche und Staat in frhen Christentum, Mnchen 1961, 79-112.

    Ya una ancdota, bastante reveladora, puso de manifiesto la actitud de Ambrosioante el emperador. Teodosio se traslada, en octubre de 1388, de Constantinopla a

    Miln. Segn cuentan Sozomeno y Teodoreto, habiendo entrado el emperador en laiglesia para asistir al santo sacrificio, fue a colocarse en el coro, como era la

    costumbre en Constantinopla. Ambrosio le hizo salir y lo puso entre los simplesfieles, de acuerdo con su frmula: Imperatur intra ecclesiam, non supra

    ecclesiam. Cf. J. R. Palenque, o.c., 203; H. Rahner, o.c., 101.72 Offere non audeo sacrificium, si volueris assistere. Vale la pena leer todo el

    pasaje: Epist. 51: PL 16, 1160-1164. Esta actitud de Ambrosio se comprende mejorsi tenemos en cuenta que para l la iglesia es la comunidad santa e inmaculada,

    que no admite en su seno la maldad y menos an el escndalo. La documentacinen este sentido es abundante: Exp. Ev. Lc. I, 17: CC 14/4, 15; II, 75: CC 14/4, 62-

    63; II, 84: CC 14/4, 68; II, 92: CC 14/4, 74; III, 23: CC 14/4, 88; III, 27: CC14/4, 90; III, 29: CC 14/4, 91; III, 32: CC 14/4, 93; III, 33: CC 14/4, 94; IV, 50:

    CC 14/4, 124; precisamente porque la iglesia es as, santa e inmaculada, en laeucarista no puede participar el que no est sano y vigoroso en Cristo: Exp. Ev. Lc.

    VI, 68: CC 14/4, 198; VI, 70: CC 14/4, 199; VII, 96: CC 14/4, 247; de ah que

    nadie puede participar en los sacramentos si no vive esa santidad y predica alSeor: Ex. Ev. Lc. VII, 232; CC 14/4, 294; cf. X, 137: CC 14/4, 385; De Myst. 3,18: CSEL 73, 96; 7, 35: CSEL 73, 103; 7, 38-39: CSEL 73, 105; De paenit. II. 4:CSEL 73, 174; De obitu Val. 6: CSEL 73, 333; De obitu Theod. 38: CSEL 73, 391;

    De Spiritu sancto I, prol. 1: CSEL 79, 15; De Incar. 5, 34: CSEL 79, 240.73 En seguida vamos a ver en los testimonios de Justino, la Didaskala, Cipriano,las Constituciones apostlicas, etctera, cmo se habla de la ofrenda formandoparte integrante de la celebracin cultual. Para este asunto, cf. A. Harnman, Vieliturgique et vie sociale, 251-295, que es el estudio ms completo sobre el tema.Hay elementos de juicio tambin en G. Uhlhorn, Die christliche Liebesttigkeit,Darmstadt 1959, 82-93, y en W. Schwer, Almosen, en Reallexikon fr Antike undChristentum I, 304-307.

    74 Adems de los testimonios que se van a citar a continuacin, hablan claramentede la ofrenda: Orgenes, Hom. in Lev. III, 6: GCS 30, 310. 26-30; cf. tambinHom. in Num. 11, 2: PG 12, 644; Cont. Cels. VII, 33-34: PG 11. 1566; Juan

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    todo, el texto que nos ha conservado el evangelio de Mateo: si yendo a presentartu ofrenda al altar, te acuerdas all de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tuofrenda all, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelveentonces y presenta tu ofrenda (Mt 5, 23-24). Se trata de un texto dirigido a lacomunidad cristiana. En l se habla ya de la ofrenda. Y de la ofrenda asociada alcomportamiento con relacin a los hermanos. Lo que quiere decir que la ofrenda es

    absolutamente incompatible con la divisin entre el hombre y su hermano75. LaDidaj (13, 1-7) habla de las primicias que hay que ofrecer a los profetas, y si nohay profetas entre vosotros, ofrecedla a los pobres. El texto no dice de maneraexplcita si eso se haca en un contexto cultual, pero parece lo ms probable, yaque asocia ntimamente a los profetas con los sacerdotes76. Por su parte, losOrculos sibilinos nos informan de que en la celebracin cultual se llevaban al altar,no slo pan y vino, sino adems vestidos y objetos para ayudar a las necesidadesde la comunidad77.

    Pero, sin duda alguna, el testimonio ms importante del siglo segundo sobrela ofrenda de los fieles es el que nos presenta Justino 78. La importancia de este

    Crisstomo, In Gen. 35, 5: PG 53, 328; In Matth. 64, 4: PG 57, 615; In Eph. 18, 3:PG 62, 125; In Heb. 12: PG 63, 98; Adv. Jud. 7, 4: PG 48, 921-922; sobre todo,asocia la idea de la ofrenda a la celebracin eucarstica en el texto admirable de InMatth. 50, 3, 4: PG 57, 507-510; Optato de Mileve,Adv. Parm. VI, 1: PL 11, 1064-1065; Jernimo, Ep. 52, 9: PL 25, 535; Ep. 64, 2: PL 25, 601; Agustn recuerda elejemplo de su propia madre que cada da llevaba la ofrenda al altar, Conf. V, 9, 17:PL 32, 714; por eso, la ofrenda de los fieles y la celebracin eucarstica estnntimamente ligadas, Enchir. 110: PL 40, 283; Cesreo de Arles, Serm. 16, 2. Mstestimonios sobre este asunto en A. Hamman, o.c., 284-295. Tambin esimportante la documentacin conciliar, que refleja la legislacin del tiempo sobre eltema. As el canon 11 de Nicea (Mansi II, 673), que une la ofrenda y la celebracinlitrgica. Lo mismo el Liber pontificalis (ed. Duchesne, 1, 159). Tambin el conciliode Gangres (siglo V), Praef(Mansi II, 1097); concilio de Elvira, can. 28 (Mansi II,10); concilio IV de Cartago, can. 93 (Mansi III, 958); concilio de Vaison (siglo V),can. 4 (Mansi VI, 453-454); primer snodo de Orlens (siglo VI), can. 14 (MansiVIII, 354). Para todo este asunto, puede consultarse el interesante trabajo de M. R.Mayeux, Les biens de lglise considers comme patrimoine des pauvres traversles conciles occidentaux da VIe sicle, en Inspiration religieuse et structurestemporelles, Paris 1948, 139-209. Tambin Y. Congar, Les biens temporeis delglise dprs sa tradition thologique et canonique, en Eglise et pauvret, 233-258; Id., Une ralit traditionelle: lglise recours des faibles et des pauvres, enEglise et pauvret, 259. 266. Ha estudiado este problema, por lo que se refiere aInglaterra, B. Tierney, Medieval poor law. A sketch of canonical theory and itsapplication in England, Berkeley-Los Angeles 1959. Sobre los abusos que secometieron en el uso de las ofrendas litrgicas, cf., por ejemplo, el tercer conciliode Braga, can. 6. y el de Lrida del ao 524 (Mansi VIII, 157-158).

    75 El texto tiene sus paralelos en la literatura rabnica, lo que quiere decir que setrataba de una idea conocida por el judasmo. Cf. E. Klostermann, Das Matthusevangelium, Tbingen 1938, 44. Por lo dems, se puede discutir si estas palabrasexpresan literalmente una sentencia de Jess o ms bien una situacin de laprimitiva comunidad de Jerusaln. Cf. E. Schweizer, Das Evangelium nachMatthus, Gttingen 1973, 69. En todo caso, reflejan una praxis significativa de laprimitiva iglesia.76 El texto dice exactamente en 13, 3: As, pues, tomars primicia de losproductos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y se los dars comoprimicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumos sacerdotes (autoi greisin oi rjiereis mon). A continuacin aade que si no hay profetas, se d a lospobres (13, 4).

    77 Orac. sib. VIII, 402-411, 411-483, 483-486, 496-500. Citado por F. J. Keating,The agape and the eucharist in the early church, London 1901, 105.78 Para un estudio sobre este punto en Justino, cf. J. Betz, Die Eucharistie in der

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    testimonio estriba en que no representa solamente las ideas de un autor particular,sino que se trata de la praxis de las iglesias del siglo segundo en Palestina, AsiaMenor y Roma79. Por otra parte, suApologa est dirigida al emperador, al senado ya todo el pueblo romano80. Se trata, por tanto, de un escrito pblico, que tenaevidentemente un carcter oficial, ya que era un escrito dirigido al gobierno. Lo queen l se cuenta es un conjunto de hechos que el gobierno poda controlar y

    comprobar81. Es claro que en un escrito de esa naturaleza no se podan falsificar loshechos, ya que eso hubiera sido peligroso y contraproducente 82. Ahora bien, acercade la eucarista, destaca el hecho de que se trata de una experiencia comunitaria 83,a la que no slo todos los miembros de la comunidad asisten, sino adems en laque todos participan84, en la que se exige como condicin para participar el vivirconforme a lo que Cristo nos ense85 y, sobre todo, en la que la celebracin delmisterio est esencialmente asociada a la ayuda mutua y a la puesta en comnpara socorrer a hurfanos y viudas, a los que por enfermedad o por otra causaestn necesitados, a los que estn en las crceles y, en una palabra, a cuantos sehallan en necesidad86. Segn el testimonio de Justino, por consiguiente, en lasiglesias del siglo segundo, hablar de la eucarista era hablar, no slo de un ritosagrado, sino al mismo tiempo era hablar de la ofrenda de los fieles, lo que supona

    el poner en comn con los necesitados lo que cada uno tena. En el Dilogo conTrifn, la eucarista est tambin esencialmente asociada al comportamiento tico,hasta el punto de que afirma que las oraciones y acciones de gracias hechas porhombres dignos son los nicos sacrificios perfectos y agradables a Dios 87. En

    Zeit der griechischen Vter, Freiburg 1955, 269-272. Para la eucarista en Justinoes clsico el estudio de A. von Harnack, Brot und Wasser. Die eucharistischeElemente bei Justin, Leipzig 1891. Tambin buen estudio en J. de Watteville, Lesacrifice dans les textes eucharistiques des premires sicles, Neuchtel 1966, 65-84.79 Como es sabido, Justino naci en Palestina (en Flavia Nepolis seguramente);convertido en Efeso, escribi suApologa en Roma hacia el ao 150. Cf. J. Quasten,Patrologa I, Madrid 1968, 196-197.80Apol. I, 1: cd., D. Ruiz Bueno, 182.81 Cf.Apol. I, 14, 4: Ruiz Bueno, 184.82 Cf. J. de Watteville, o.c., 65-66.83 Se trata de una reunin en la que participan los que se llaman hermanos(epi tous legomnous adelfos), y en la que estn todos reunidos, donde todo elpueblo presente clama el amn: Apol. I, 65, 1-5: Ruiz Bueno, 256. Y msclaramente cuando afirma que se renen todos para la celebracin: koin pantesten sunleusin poiomeza:Apol. I, 67, 7: Ruiz Bueno, 259. En la mentalidad deJustino, la eucarista, como acto privado, es algo completamente desconocido.84 Toda la comunidad es activa en la participacin:Apol. I, 67, 5.85Apol. I, 66, 1.86 Apol. I, 67, 6. Y conste que habla de esta ayuda mutua como de una parte

    integrante de la celebracin eucarstica. Cf.Apol. I, 67, 1.87 Dial. 117, 3: Ruiz Bueno, 505. Por lo dems, Justino afirma terminantementeque Dios no tiene necesidad de ofrenda material alguna, sino que lo que quierees la prctica de la justicia y el amor a los hombres: Apol. I, 10, 1: Ruiz Bueno,190. As, el culto que Dios quiere es dar lo que se tiene a los necesitados: Apol. I,13, 1. Y la religin que agrada a Dios es la religin interior, la que reside en elcorazn del hombre: Dial. 18, 2: Ruiz Bueno, 331. Porque Dios no tiene yanecesidad de sacrificios rituales: Dial. 23, 4. Cf. Dial. 40, 2; 43, 1; 67, 8; 92, 4.Sobre esta misma idea, cf. Arstides, Apol. I, 2: Ruiz Bueno, 117; 1, 5; XII, 3;Atengoras, Legac. 13: Ruiz Bueno, 664-665; Epist. a Diog. III, 1-3: CS 33, 56-59;VI, 4: CS 33, 65. Por lo dems, es conocida la tesis de la oposicin al culto ritual enlos autores judeo-cristianos del siglo II. Cf. en este sentido P. Prigent, Lpitre de

    Bernab I-XVI et ses sources, Paris 1961. En el mismo sentido, cf. H. J. Schoeps,Theologie und Geschichte des Judenchristentums, Tbingen 1949, 219 s. Hacriticado la tesis de Prigent J. P. Audet, Lhypotse des testimonia: Rev. Bibl. 70

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    consecuencia, se puede afirmar que para Justino no hay eucarista donde no haycomportamiento ejemplar, sobre todo en relacin a los dbiles y necesitados.

    Ireneo, al referirse a la eucarista, no habla directamente de la ofrenda de losfieles. Pero para comprender el pensamiento de este autor sobre la eucarista hayque tener muy presente que todo l arranca de un principio fundamental, a saber:que Dios no necesita ni de nuestros sacrificios ni de nuestras ofrendas, sino que

    todo eso es necesario y tiene sentido porque es para nuestro bien, con tal que laofrenda sea aceptada88. Ahora bien, la condicin que se exige para ello es que elcristiano cumpla exactamente el mandato del Seor tal como aparece en Mt 5, 23-2489. Por consiguiente, para Ireneo, donde no hay un comportamiento correctohacia el hermano no hay eucarista agradable a Dios, ni semejante ofrendaaprovecha para nada al hombre90. Esto supuesto, la idea fundamental de Ireneosobre la eucarista, aquello que la distingue de cualquier otra accin religiosa91, esque ella es la marca distintiva de la libertad (tekmrion tes eleuzeras), encuanto que es ofrecida por hombres libres92. Pero teniendo en cuenta que lo propiode los hombres libres es ofrecer lo que tienen, exactamente como la viuda pobredel evangelio que daba todo lo suyo y lo depositaba en el gazofilacio 93. He ah laimagen de la iglesia: ella es la comunidad eucarstica que pone todo lo que tiene en

    comn con los dems. Este pensamiento es tan fuerte en Ireneo que llega a afirmarla absoluta esterilidad del sacrificio cuando se ofrece por personas que viven entres divididas94, hasta el punto de que no es el sacrificio el que santifica al hombre,sino que es el hombre el que santifica al sacrificio95. Otra vez, por tanto, nosvolvemos a encontrar con la misma idea que, de otra manera, haba aparecido yaen Justino: donde no hay unidad entre los hombres, donde falta la libertad, y dondeno hay ayuda mutua, sencillamente se puede afirmar que no hay eucarista, puesto

    (1963) 381-405.88Adv. Haer. IV, 17, 1: SC 100, 574. En este texto afirma Ireneo que lo que Diosquiere no es el sacrificio cultual, sino la prctica de la justicia. Y cita en este sentidolos textos clsicos anticultuales de los profetas del antiguo testamento: Adv. Haer.IV, 17, 1-4: SC 100, 574-590.89Adv. Haer. IV, 18, 1.90Adv. Haer. IV, 18, 391 Concretamente, Ireneo trata de los sacrificios y culto de los judos.Adv. Haer.IV, 18, 2.92Adv. Haer. IV, 18, 2.93Adv. Haer. IV, 18, 2. Como afirma textualmente Ireneo, qui autem perceperuntlibertatem omnia quae sunt ipsorum ad dominicos decernunt usus. Por lo dems,conviene tener presente que en Ireneo hay dos conceptos de libertad: uno es ellibre albedro (autexousia), facultad fsica del individuo racional; el otro es lalibertad (eleuzera), que se refiere a la ndole superior del hombre espiritual nosometido a servidumbre. Cf. A. Orbe, Antropologa de san Ireneo, Madrid 1969,166.

    94 De tal manera que el pecador que ofrece un sacrificio es como si matara unperro: sed conscientia eius qui offert sanctificat sacrificium... Peccator autem, ait,qui occidir mihi vitulum, quasi occidat canem (cf. Is 66, 3): Adv. Haer. IV, 18, 3:SC 100, 606.95Adv. Haer. IV, 18, 3. En este sentido cita el caso de Can y Abel: el sacrificio deluno vali y no el del otro, por las disposiciones internas que cada uno tena. Porque

    cuando hay divisin hacia el hermano, Dios no acepta el culto que se le ofrece:Adv. Haer. IV, 18, 3: SG 100, 598-600. Es importante notar que esta visin de la

    eucarista en Ireneo no ha sido debidamente tomada en cuenta por los estudios quese han hecho acerca de la eucarista en este autor. As, nada se dice al respecto en

    A. DAls, La doctrine eucharistique de saint Irene: RSR (1923) 24-46; tampocoen H. D. Simonin,A propos dun texte eucharistique de saint Irene: RSPT 23

    (1934) 281-292; ni en V. Palashkovsky, La thologie eucharistique de saint Irene,Berlin 1957, 277-281. Slo algunos elementos aislados se encuentran en la obra deF. Reuz, Die Geschichte des Messopfer-Begriffs I/1, Freising 1901, 183.

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    que no hay sacrificio agradable a Dios.En el siglo tercero es elocuente el testimonio de Tertuliano. Para l, la

    eucarista es distintivo y determinante de la autenticidad cristiana, lo mismo que elbautismo, la comunicacin del Espritu y el martirio96. Esto supuesto, conviene tenerpresente que Tertuliano habla de la eucarista en contextos en los que apareceasociada a la praxis de las obras de amor que practicaba la comunidad cristiana

    especialmente hacia los dbiles y perseguidos97. En este sentido, hay que recordar,sobre todo, el captulo 39 del Apologeticum, en el que describe la cena de caridad(agape) que celebraban los cristianos98. Se celebraba en esa cena la eucarista?Hay quienes piensan que no99. Y es cierto que Tertuliano no habla en ese pasaje dela eucarista en s misma. Pero hay que tener presente, por una parte, que el

    Apologeticum era un escrito dirigido a los gobernadores paganos, que ni entendande la eucarista ni a ellos haba por qu hablarles de ese misterio; por otra parte, setrataba indudablemente de una cena sagrada100 y, sobre todo, hay que recordarque en el De oratione se refiere al sacrificio de los cristianos, que incluye elagape, acompaado de una autntica ostentacin de obras buenas (cum pompaoperum bonorum)101. Ahora bien, en este agape, en esta cena sagrada, loscristianos lo ponan todo en comn, todo menos las mujeres, afirma Tertuliano con

    irona102

    . De tal manera que lo que cada uno puede lo da libremente para alimentara los pobres, los ancianos, los que estn en las crceles y en trabajos forzados103.De ah la frase que se deca de los miembros de la comunidad: mirad cmo sequieren, hasta el punto de que estn dispuestos a morir unos por otros104. Laconexin ntima de este comportamiento con la celebracin eucarstica estindicando hasta qu punto la eucarista era indisociable de la ayuda mutua y de lapuesta en comn entre los hermanos. Pero hay ms. Porque para Tertuliano laeucarista est ntimamente vinculada a la oracin y es ella misma una forma deoracin105. Esto supuesto, lo sorprendente es que Tertuliano afirma sinambigedades que donde hay divisin entre hermanos, la oracin no sirve paranada106. De nuevo aparece aqu el pensamiento insistente de la iglesia antigua:cuando hay divisiones entre los cristianos, la eucarista no es aceptada por Dios.

    La misma idea reaparece en Cipriano: la eucarista, que es la collectafraternitas107y el convenire cum fratribus108, comunicacin estrechamente unida al

    96 De praesc. haer. 36: CSEL 70, 46.97 Concretamente elAd uxorem II, 4: CSEL 70, 117; II, 8: CSEL 70, 124; tambininteresante en De spect. 29: CSEL 20, 27-28.98Apol. 39, 17-18: CC 1, 152-153.99 En este sentido, A. Hamman, o.c., 173; E. Dekkers, Tertullianus, en DesGeschiedenis der Liturgie, Amsterdam 1947, 69.100 Tertuliano afirma expresamente que en la cena se oraba, se cantaba al Seor yse lean las divinas escrituras. Todo esto, evidentemente, no tiene sentido en unacomida comn:Apol. 39, 17-18: CC 1, 152-153.

    101 De orat. 28: CSEL 20, 198-199; cf. tambin De orat. 11: CSEL 20, 187; 19:

    CSEL 20, 192; 24: CSEL 20, 197.102 Omnia indiscreta sunt apud nos praeter uxores. In isto loco consortiumsolvimus, in quo solo ceteri homines consortium exercent: Apol. 39, 11: CC 1,151.103 Vale la pena leer todo el pasaje.Apol. 39, 5-12: CC 1, 150-151.104 Videte, inquiunt, ut invicem se diligant... et ut pro alterutro mori sint parati:

    Apol. 39, 10. Por eso, no duda en afirmar que los cristianos se llaman y sonrealmenre hermanos:Apol. 39, 8-9.105 Cf. los textos citados en la nota 100.106 De orat. 11: CSEL 20, 188. A este respecto, recuerda que antes de acceder alaltar es absolutamente necesario restaurar la amistad y la unin con el hermano:De orat. 11: CSEL 20, 187. Sobre la unin entre eucarista y oracin, cf. tambin

    Adv. Marc. I, 23: CSEL 47, 322; IV, 26: CSEL 47, 509;Ad Scap. 2, 8: CC 2, 1128.107 De Eccl. unit. 13: J. Campos, 156; Ep. 58, IV, 1.108 Ep. 11, III, 1-2; 75, XVII, 3. De ah que la commnnicatio sea una de las

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    sacrificio109, es rechazada por Dios cuando se celebra en la discordia y ladisensin110. De tal manera que cuando un miembro de la comunidad acude a lacelebracin sin la ofrenda y con el deseo egosta de aprovecharse, Cipriano leadvierte que de esa manera no celebra el sacrificio del Seor111. Porque, endefinitiva, la eucarista representa al pueblo unido, en el que est unida yfundida nuestra diversidad112. Y esto es cierto hasta tal punto que la verdad del

    sacramento se celebra cuando est reunida toda la comunidad113. No se puedeexpresar con ms fuerza hasta qu punto la eucarista exige, como constitutivoesencial, la unin y la concordia entre los hombres.

    Pero, sin duda alguna, ms importantes que los testimonios de los autoresantiguos son los datos que nos suministra la literatura cannica del tiempo. Puestoque en este caso no se trata ya de ideas que expone tal o cual autor, sino de la

    expresiones que utiliza Cipriano para hablar de la eucarista. As piensa V. Saxer,Vie liturgique et quotidienne Carthage vers le milieu du IIIe sicle, Roma 1969,259, que cita en este sentido: Ep. 16, II 3; 17, II, 1; 75, XXI, 3.109 Hay tres expresiones que aparecen estrechamente unidas en el vocabulario deCipriano: communicare, offerre y eucharistiam dare: Ep. 16, II 2; 17, II, 1. Para eltema de la communicatio en Cipriano es fundamental el estudio de A. MatellanesCrespo, Commuoicatio. El contenido de la comunicacin eclesial en san Cipriano:Communio 1 (1968) 19-64, 347-401.110 Cipriano afirma esto aludiendo al tema clsico del sacrificio de Can, que fuerechazado por Dios, porque viva en la discordia y disensin con el hermano: Et adsacrificium eum dissensione venientem revocat ab altari. Y le manda que antes seponga de acuerdo con su hermano: prius concordare cum fratre. Y que entoncesvuelva, ya en paz, a ofrecer su don a Dios. De Eccl. unit. 13: J. Campos, 155-156.Esto es cierto hasta tal punto que Cipriano afirma que cuando el sacrificioeucarstico se ofrece en la divisin y la discordia, sencillamente es falso y seprofana: Dominicae hostiae veritatem per falsa sacrificia profanare: De Eccl.unit. 17. Dios no acepta el culto que rompe la unidad: De Eccl. unit. 18. En el Delapsis aparece la misma idea. Cipriano elogia a los que se han mantenido en launidad y as han sido santificados por la eucarista: De lap. 2. Es verdad que elproblema que all se planteaba era el de la apostasa en la fe. Pero eso no quieredecir que se tratara de un problema meramente doctrinal; Cipriano insiste una yotra vez en que la causa principal de la apostasa haba sido el afn por los bienesde este mundo y por las riquezas, olvidando a los pobres: De lap. 6: J. Campos,173.111 Cipriano acusa a una rica matrona que no aportaba nada a la ofrenda de losfieles. Y le advierte que de esa manera sencillamente no celebra el sacrificio delSeor: Locuples et dives dominicum celebrare te credis quae corbam omnino nonrescipis, quae in dominicum sine sacrificio venis, quae partem de sacrificio quodpauper obtulit sumis: De op. et eleem. 15: J. Campos, 241. Est claro que aqu elsacrificio comporta esencialmente la ofrenda litrgica en favor de los necesitados.

    112 Quod et ipso sacramento populos noster ostenditor adunatus: Ep. 63, XIII,1-5. En este texto aade la imagen de la diversidad de granos de trigo unidos en elmismo pan, lo que constituye el simbolismo eucarstico.113 Sed cum cenamus, ad convivium nostrum plebem convocare non possumus,ut sacramenti veritatem fraterntate omni praesente celebremus: Ep. 63, XVI, 1.Por consiguiente, hay una cosa perfectamente clara: para poder celebrar la verdaddel sacramento, se requera que estuviera presente toda la comunidad. Lo que es lomismo que decir que donde no hay comunidad unida, sencillamente no hayeucarista. Este punto es tan central en Cipriano que bien se puede afirmar que laiglesia consiste esencialmente en la asamblea litrgica, como ha probadoacertadamente B. Renaud, Lglise comon assemble liturgique selon saint Cyprien:Rech. Th. Ane. et Md. 38 (1971) 5-68. De ah que Cipriano no duda en afirmar que

    los que se entregan al dinero y a los intereses mundanos manchan con su presenciala eucarista: Ep. 65, III, 2. Por eso, la eucarista es imposible entre los herejes, esdecir, entre los que han roto la unidad: Ep. 70, II, 2. Cf. Ep. 72, II, 1.2; 75, XXI, 3.

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    praxis establecida en las iglesias, al menos hasta cierto punto, ya que los hechosconfirman cmo, efectivamente, exista una abundante comunicacin de bienes enlas comunidades: en tiempo de san Cipriano se sabe que el papa Cornelio habla demil quinientas personas que estaban bajo el cuidado de la iglesia en Roma114. Por suparte, Juan Crisstomo tena bajo su proteccin en Antioqua a tres mil viudas,vrgenes y enfermos115. Lo mismo aparece en los cnones de los concilios: Nicea

    (canon 11)116, en la carta del concilio de Gangres (mitad del siglo IV) y en loscnones 7 y 8 de este concilio117; tambin el canon 28 de Elvira, que prohbe recibirofrendas de los que no comunican118. El obispo era el encargado de administrarlos bienes de la comunidad, cuyo sujeto de derecho eran los pobres ydesamparados: as aparece en el canon 25 del concilio de Antioqua (ao 341)119. Elpapa Gelasio repite la misma legislacin, a finales del siglo V, en una carta a losobispos de Sicilia120. El servicio cristiano y el amor a los dbiles estabaesencialmente ligado a la celebracin del sacramento de nuestra comunin121. Yesto es cierto hasta tal punto que, en la praxis de aquellos siglos, no se admitan enla celebracin eucarstica los dones, las limosnas y las ofrendas de quienescometan injusticias. Basilio rechaz la ofrenda de un prefecto injusto 122. Y Epifanioenuncia el principio general segn el cual la iglesia admite las ofrendas de los que

    no han hecho mal a nadie o no han cometido ningn crimen, sino que se conducencon justicia123. El concilio de Auxerre (ao 585) rechaza las ofrendas de loshomicidas124 y lo mismo hace el concilio noveno de Toledo (ao 675)125.

    Esta prctica y esta legislacin tiene sus orgenes mucho ms atrs, puessabemos que se remonta, por lo menos, a comienzos del siglo tercero. En efecto, laDidaskalia es, sin duda alguna, el testimonio ms impresionante que poseemos aeste respecto. La idea fundamental del didascalista es que el altar de Dios son lasviudas y los hurfanos126, es decir, establece una relacin esencial entre lacelebracin cultual y la prctica de la justicia y solidaridad. Esto supuesto, estableceel gran principio: los obispos tienen que mirar, con gran cuidado y escrupulosidad,quines son los que aportan al altar, en la celebracin eucarstica, las limosnas paralos pobres de la comunidad127. Y a continuacin presenta una lista extensa de

    114 Eusebio, Hist. Eccl. VI, 43, 11: SC 41, 156.115 Cf. In Mat. 66, 3: PG 57, 629.116 Mansi II, 673.117 Mansi II, 1097, 1101.118 Mansi II, 10.119 Mansi II, 1320. Es clsico sobre este punto el trabajo de Thomassin, Ancienneet nouvelle discipline de lglise touchant les bnfices et les bnficiaires II, Paris1725, 638 s. Tambin se puede consultar la obra de W. Telfer, The office of bishop,London 1962, 158 s.120 Ita ut viduarum, pupillorum pauperum necnon clericorum stipendiadistribuere debeant: PL 59, 57. Para todo este asunto, cf. Y. Congar, Les bienstemporelles de lglise daprs sa tradition thologique et canonique, 243-244.

    121 Cf. Y. Cangar, o.c., 248, as como las obras de J. Stelzenberger, B. Capelle y B.Reicke, citadas en la nota 62.122 Cf. Gregorio Nacianceno, Orat. XLIII, 52: PG 36, 564.123 Exp. fid. 24: PG 42, 832.124 Can. 17: Mansi IX, 913.125 Can. 4: Mansi IX, 913. Sobre todo esto, vase tambin Y. Congar, Au milieudes orages, Paris 1969, 52-53.126 Didask. II, 26, 3: Funk, 102-105; II, 26, 8: Funk, 104-105. Los textos dicenexactamente: lo que para los judos eran los sacerdotes, eso son para vosotros lasviudas y los hurfanos. Las viudas y los hurfanos son para vosotros el altar:Viduae et orphani in typum altaris putentur autem a vobis (ai te jrai kai oi orfanoieis typon tou zusasterou lelogiszosan umin).

    127 El didascalista repite las amonestaciones severas al obispo para que no hagaacepcin de personas, concretamente para que no se deje influir por los donativosque dan los ricos. El obispo no debe callar y debe apartarse de los ricos: Didask.

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    personas de las que no se puede recibir limosna alguna, entre los que destaca a losricos que tratan mal a sus criados, los que oprimen a los pobres, los comerciantesinjustos, los falsos testigos, los que trafican con condenas legales, los magistradosque han dado sentencias de muerte y los homicidas128. De tales personas y, engeneral, de los dineros que provienen de la injusticia, no puede vivir el altar deDios129. Este convencimiento llega hasta tal extremo que ni se admite la razn de

    que esa clase de gente, por ser poderosos y ricos, son los nicos que dan el dineronecesario para ayudar a las obras sociales de la comunidad130. Porque debe quedarbien claro que, si llega el caso, es preferible morirse de hambre antes que recibirnada de los inicuos y de los que cometen injusticia131. Este principio se repite mstarde, en las Constituciones apostlicas132 y en occidente, en los Statuta ecclesiaeantiqua133 lo que quiere decir que fue una praxis bastante generalizada en la iglesia,por lo menos hasta el siglo V134.

    Por consiguiente, se puede asegurar sin duda alguna que, en los primerossiglos de la iglesia y en cuanto se refiere a la eucarista, ante todo, no se hizoproblema de las cuestiones tericas que plantea la presencia de Cristo,concretamente en lo que afecta a la manera de explicar esa presencia. Sin

    11,17,1: Funk, 62; 11,17,2; II, 17,3; II, 17,6; II, 22, 1; 11,24,3. Y la razn es queel obispo es el centro de la comunidad de bienes que se reciben y se administrancon motivo de la celebracin eucarstica: II, 31, 1-2; II, 33, 1-3; II, 24, 6. En elfondo, se trata de comprender que los cristianos estn liberados de las antiguasobservancias rituales y en su lugar lo que tienen que hacer es dar lo que tienen alos pobres: II, 35, 1-2: Funk, 120.128 Didask. IV, 6, 1-5: Funk, 224-226.129 Didask. IV, 5, 2: Funk, 224. De tal manera que si una viuda se alimenta de lasobras que provienen de la injusticia, eso no le aprovecha para nada y ser superdicin: IV, 6, 7; IV, 6, 8. Y todava insiste a los obispos: Procurad con sumocuidado que no se sirva al altar con ayudas injustas: IV, 7, 3.130 Didask. IV, 8, 1: Funk, 338; IV, 8, 2. La conviccin profunda es que no sepuede conciliar de ninguna manera la eucarista con la injusticia que cometen lospoderosos: IV, 8, 3; IV, 8, 4; IV, 9, 1-2.131 El texto latino, que como es sabido es la traduccin ms antigua y fiel que,segn parece, poseemos, dice exactamente: Sin autem ecclesiae tam pauperessunt, ut egeni a talibus (los que cometen la injusticia y la opresin) nutriendi sint,praestat vos fame perire quam accipere ab improbis: Didask. IV, 8, 2: Funk, 228.132 Como es bien sabido, los seis primeros libros de las Constituciones apostlicasestn tomados casi literalmente de la Didaskala. Cf. J. Quasten, Patrologa I, 438-442. En los pasajes citados coinciden prcticamente con la traduccin latina de laDidaskala. Las ideas son las mismas. Por lo dems, rebasa las posibilidades de esteartculo hacer un anlisis de las variantes de redaccin que existen.133 En el canon 69 se dice: Eorum qui pauperes opprimunt, donaria sacerdotibusrefutanda. Ch. Munier, Les Statuta ecclesiae antiqua, Paris 1960, 91. Parece que

    en estas tendencias ejerci una influencia poderosa el monaquismo oriental,concretamente san Basilio. Cf. o.c., 207-208. Tambin en los Cnones de losapstoles (siglo III) se insiste en la no acepcin de personas por causa de lariqueza o de los bienes injustos. As, en el can. 2: J. y A. Perier: PO 8, 575; can.11: PO 8, 581; can. 17: PO 8, 587. Igualmente se insiste en la necesidad de lapuesta en comn: can. 12: PO 8, 582; can. 17: PO 8, 587. Lo mismo en losCnones de Hiplito (siglo IV) se asocia estrechamente la eucarista y la puesta encomn con los desgraciados: can. 160: H. Achelis: TU 6/4, 104.134 Los Statuta ecclesiae antiqua fueron recopilados, entre el 476 y el 485, porGenadio de Marsella, un clrigo que se crea con vocacin de reformador. Cf. Ch.Munier, o.c., 209. Esto quiere decir que hasta finales del siglo V, por lo menos,existi esa praxis, no slo en oriente, sino tambin en no pocas iglesias de

    occidente. Es ms, todava en 567, el concilio de Tours determina en el canon 26:Ut iudices aut potentes qui pauperes opprimunt, si commoniti a pontfice suo senon emendaverint. excomunicentur: Mansi IX, 805.

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    embargo, s se hizo problema, y muy serio por cierto, de las cuestiones prcticasque se refieren a los condicionamientos de la celebracin, concretamente en dospuntos: primero, en todo lo que se relacionaba con la comunidad sana, ya que nose admita a la participacin eucarstica a quienes cometan ciertos pecados pblicosy escandalosos, entre otros los pecados que daaban seriamente al prjimo yconcretamente en materia de justicia. Segundo, en lo referente a la puesta en

    comn de los bienes para ayuda de los pobres y necesitados, de los perseguidos ymarginados, de tal manera que, como hemos visto ampliamente, estacomunicacin de bienes y, en general, la unidad en la comunidad se considerabaconstitutivo esencial de la celebracin. Por otra parte, esta comunicacin de bienesno toleraba connivencia alguna con la injusticia, hasta el punto de que se prefera lamuerte por hambre antes que tolerar la complicidad de la injusticia con elsacramento de la comunin.

    En consecuencia, el problema central de la teologa antigua de la eucarista nofue el problema de la presencia de Cristo en los elementos del pan y del vino, yaque eso no suscit polmica alguna, por ms que las expresiones de aquellosautores eran, con frecuencia, extraas y desconcertantes. Por el contrario, elproblema serio que interes vivamente a la iglesia de aquellos primeros siglos fue

    el problema de la comunidad, en cuanto comunidad eucarstica sana, y en cuantocomunidadparticipativa, que consideraba incompatible la eucarista con la divisinentre los hombres y con la injusticia que atropella o abandona a los pobres, a losperseguidos y a los marginados.

    Hoy, sin embargo, el acento, el inters y las preocupaciones de la teologa yde la iglesia han cambiado de manera asombrosa: todo se centra en el problema dela presencia y en cmo explicar esa presencia, hasta el punto de que incluso lasteologas ms avanzadas sobre la eucarista siguen prisioneras de esa problemtica.Y mientras tanto, resulta sorprendente que a nadie le quita el sueo el hecho deque la eucarista se celebra por todas partes entre masas de gente que ni seconocen, ni se quieren; entre personas que se desprecian y se persiguen.Eucaristas a las que tienen acceso de la misma manera y con el mismo derecho los

    perseguidos y los perseguidores, los que causan el sufrimiento ajeno y los que sonvctimas de ese sufrimiento. La eucarista es un misterio que hay que explicar, perono es ya una experiencia comunitaria que hay que vivir. He ah el giro asombroso yel trastorno incalculable, que ha enrarecido no slo a la eucarista, sino a la mismaiglesia. Y no se diga que esto es una exageracin, que la iglesia se empea tambinen vivir la experiencia comunitaria. Si as fuera, se tolerara lo que, de hecho, setolera por todas partes? Nos asusta, y con toda razn, si una misa se celebra sinpan y sin vino. Pero no preocupa demasiado si una misa se celebra entre una masade gente que nada tiene que ver con una comunidad verdaderamente sana y conuna comunidad que pone en comn lo que cada uno es y lo que cada uno tiene. Poreso insisto una vez ms hemos perdido el sentido ms profundo que tiene laiglesia.

    5. Eucarista y comunidad en el nuevo testamento

    No se trata aqu, claro est, de hacer un anlisis, siquiera elemental, de lostextos eucarsticos que nos ofrece el nuevo testamento135. Tampoco se trata dediscutir el problema sobre los orgenes de la eucarista136. Mi intencin es mssimple y, si se quiere, ms esencial. Habida cuenta de los diversos bloques detradicin que nos presenta el nuevo testamento sobre la eucarista, cul es la ideadominante que en ellos aparece? se puede descubrir una constante en esadocumentacin del nuevo testamento?

    135 Puede consultarse en este sentido la obra de E. J. Kilmartin, The eucharist inthe primitive church, Englewood Cliffs 1965. Tambin B. Sandwik, Das Kommen

    des Herrn beim Abendmahl im Neuen Testament, Zurich 1970.136 Ha resumido el estado de la cuestin a este respecto F. Hahn, Zum Stand derErforschung des urchristlichen Herrenmahls: Evang. Theol. 35 (1975) 543-563.

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    Ante todo, hay un hecho elemental: Jess instituy la eucarista en unacomida. Y adems la instituy como comida. Los datos se repiten en este sentidode manera insistente: en relacin directa con la eucarista, el verbo comer(eszi)aparece ms de treinta veces137 y el verbo beber (pin) ms de veinte veces138.Tambin es abundante la utilizacin de las palabras pan (artos)139 y copa(potrion)140 La eucarista es esencialmente una comida. Y por cierto esto es

    decisivo se trata de una comida compartida, ya que en ella los comensales comendel mismo pan, que se parte y se reparte entre todos (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22,19; 1 Cor 11, 24); y beben de la misma copa, que pasa de boca en boca desde elprimero hasta el ltimo (Mt 26, 27; Mc 14, 23; cf. Lc 22, 20; 1 Cor 11, 25). A esterespecto es significativo que en la tradicin del libro de los Hechos, la eucarista sellama simplemente partir el pan (2, 42. 46; 20, 7. 11), es decir, se trata de unacomida en comn, celebrada en las casas en un ambiente de alegra yestrechamente asociada a la ms estricta comunicacin de bienes (2, 42-47; 4, 32-35). Lucas quiere destacar de esta manera que el ideal comunitario, imposible dealcanzar hasta entonces141, se haba por fin alcanzado142.

    Esta comida compartida se sita en un contexto ms general: no es un hechoaislado, sino que aparece como coronacin de una praxis de comidas que Jess

    ejerca con especial solicitud143

    . l, en efecto, no slo procura compartir diariamentela mesa con sus discpulos, sino que come con todos, incluso, para escndalo de losfariseos, con los pecadores y publi