CCE 2332 todos unidad amar CCE 2333 físico y psíqui-...

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SEXTO MANDAMIENTO, 1 CCE 2332 : “La sexualidad abraza todos los as- pectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la actitud para establecer vínculos de comunión con otro”. “La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espiritua- les (del hombre y de la mujer) están orientadas a los bienes del ma- trimonio y al desarrollo de la vida familiar” ( CCE 2333 ). “Cuando el Génesis habla de ‘ayuda’ no se refiere solamente al ámbito del obrar, sino también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre complementarios no sólo desde el punto de vista físico y psíqui- co, sino ontológico” ( Carta a las mujeres (IV Conferencia de Pe- kín), 29.06.1995 ). ME 68 de 141

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SEXTO MANDAMIENTO, 1

CCE 2332: “La sexualidad abraza todos los as-

pectos de la persona humana, en la unidad de su

cuerpo y de su alma. Concierne particularmente

a la afectividad, a la capacidad de amar y de

procrear y, de manera más general, a la actitud

para establecer vínculos de comunión con otro”.

“La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espiritua-

les (del hombre y de la mujer) están orientadas a los bienes del ma-

trimonio y al desarrollo de la vida familiar” (CCE 2333). “Cuando

el Génesis habla de ‘ayuda’ no se refiere solamente al ámbito del

obrar, sino también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre

sí complementarios no sólo desde el punto de vista físico y psíqui-

co, sino ontológico” (Carta a las mujeres (IV Conferencia de Pe-

kín), 29.06.1995).

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SEXTO MANDAMIENTO, 2

La sexualidad concierne la totalidad de la persona. Su estudio íntegro

abarca, al menos, siete amplios campos

Cromosómico: hombre y mujer se diferencian en los

cromosomas sexuales (xx / xy).1

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Morfológico: los cuerpos masculino y femenino difieren

no sólo en los genitales, sino también en otras marcadas

diferencias somáticas.

Racional: no sólo nivel instintivo. Tanta es la carga racio-

nal de la condición sexuada del ser humano que incluso ha

hecho ciencia de la sexualidad.

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SEXTO MANDAMIENTO, 3

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Voluntario: por ello el hombre y la mujer son responsa-

bles de su práctica sexual y de sus consecuencias.

Afectivo-sentimental: la sexualidad humana no es pura-

mente biológica, sino que hace relación muy directa al

amor.

Placentero: placer sensitivo, afectivo y emocional.

Procreador: una de las finalidades más marcada de la se-

xualidad es la procreación de nuevas vidas.

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SEXTO MANDAMIENTO, 4

CCE 2348: “Todo bautizado es llamado a la castidad”: hace relación

al amor. El célibe por el “reino de Dios” entrega su amor indiviso a

Dios; la castidad del soltero antes de casarse se orienta al amor en el

futuro matrimonio; la castidad en el matrimonio se concreta en la

vocación a la unión amorosa esponsalicia.

La Iglesia ha recomendado siempre para mantener una vida casta:

disciplina de los sentidos y de la mente, prudencia atenta a evitar las

ocasiones de caídas, guarda del pudor, sobriedad en las diversiones,

ocupación sana, recurso frecuente a la oración y a los sacramentos de

la Penitencia y de la Eucaristía. Los jóvenes, sobre todo, deben

empeñarse en fomentar su devoción a la Inmaculada Madre de Dios y

proponerse como modelo la vida de los santos y de aquellos otros

fieles cristianos, particularmente jóvenes, que destacaron en la práctica

de la castidad. (Declaración acerca de ciertas cuestiones de Ética

Sexual, n. 12)

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SEXTO MANDAMIENTO, 5

Para vivir la castidad, “el dominio de sí es una obra que dura

toda la vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para

siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la

vida. El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas

épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la in-

fancia y la adolescencia” (CCE 2342).

Para vivir la castidad es preciso educar la pureza, lo

que exige la práctica de otras virtudes íntimamente

relacionadas con la pureza, como es la templanza y

la fortaleza. Asimismo, exige fomentar las disposi-

ciones del pudor y de la modestia. Se requiere la

ayuda de los medios sobrenaturales, cuales son la

oración, la devoción a la Virgen y la recepción de

los sacramentos.

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SEXTO MANDAMIENTO, 6

El matrimonio es el estado que garantiza

el sentido pleno de la sexualidad entre el

hombre y la mujer: sólo él protege la do-

nación plena que entraña la vida conyu-

gal, y supone el compromiso de entrega

mutua, estable y exclusiva entre un

hombre y una mujer. Por eso la relación

sexual lícita es la que tiene lugar en el

ámbito del matrimonio.

La unidad y la indisolubilidad del matrimonio es lo que justifica

que la esposa dé al marido toda su realidad como mujer y, a su

vez, el marido entregue a su esposa su especificidad como hom-

bre. Sólo en él se justifica la entrega amorosa y mutua de lo que

tienen como específico en su ser de varón y de mujer.

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SEXTO MANDAMIENTO, 7

CCE 2357: “Apoyándose en la sagrada Escritura que los presenta

como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre

que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados.

Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la

vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva

y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.

CCE 2358: “Un número apreciable de hombres y mujeres presenta

tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclina-

ción, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de

ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, com-

pasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de dis-

criminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la

voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrifi-

cio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a

causa de su condición”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 8

CCE 2352: “Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una

tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afir-

mado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca

y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual

fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su fina-

lidad, sea cual fuere el motivo que lo determina. Así, el goce se-

xual es buscado aquí al margen de la relación sexual requerida por

el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de

la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de

un amor verdadero”.

Idem: “Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral

de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en

cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos,

el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pue-

den atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 9

La fornicación 1) niega la relación esencial de la sexualidad huma-

na que, por su propia naturaleza, está orientada a la intimidad del

matrimonio y con un fin procreador; 2) es un escándalo para la

vida social y es contraria a la dignidad de las personas, pues se

prostituyen ya que no están casados. Además, si se engendra una

nueva vida, se enturbia el origen de los hijos nacidos de una relación

no esponsalicia.

La pornografía indica una profunda degeneración del valor sexual

de la persona humana. “Ofende la castidad porque desnaturaliza la

finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quie-

nes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno

viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganan-

cia ilícita. Introduce unos a otros en la ilusión de un mundo ficticio.

Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la pro-

ducción y la distribución de material pornográfico” (CCE 2354).

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SEXTO MANDAMIENTO, 10

El matrimonio es una institución natural (se fundamenta en la

naturaleza misma del hombre y de la mujer). Toda unión estable

entre un hombre y una mujer, nacida de un compromiso firme e

irrevocable del amor esponsalicio (entrega y fidelidad) merece

un aprecio y un reconocimiento social. Esa dignidad del matri-

monio natural goza en todas las culturas y en todos los tiempos

de general valía y consideración.

El matrimonio cristiano añade a esa di-

gnidad una mayor excelencia: “sacra-

mento grande” (Ef 5, 32), que comunica

una gracia especial para que el amor hu-

mano se engrandezca con el amor sobre-

natural y para ayudar a los cónyuges a

cumplir las obligaciones del matrimonio.

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SEXTO MANDAMIENTO, 11

CCE 2350: “Los novios están

llamados a vivir la castidad en

la continencia. En esta prueba

han de ver un descubrimiento

del mutuo respeto, un apren-

dizaje de la fidelidad y de la

esperanza de recibirse el uno

y el otro de Dios. Reservarán

para el tiempo del matrimonio

las manifestaciones de ternura

específicas del amor conyugal.

Deben ayudarse mutuamente

a crecer en la castidad”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 12

El amor está en el origen de la unión de dos vidas para siempre.

Pero la esencia del matrimonio está en el vínculo que se origina

del pacto conyugal entre los esposos, no en el amor.

Mediante la presencia de Cristo entre los espo-

sos cristianos, el amor sensible y el amor afec-

tivo son elevados y sublimados por el amor

sobrenatural, gracia especial que da el sacra-

mento: los esposos están capacitados para vi-

virlos en su integridad, purificados de los egoís-

mos que siempre acompañan al querer humano.

Si los esposos llegaran a agotar el amor sensible y el afectivo, el

amor sobrenatural (que fructifica por la oración y la recepción de

los sacramentos) podrá ayudar a que los recuperen.

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SEXTO MANDAMIENTO, 13

CCE 2366: “La fecundidad es un don, un fin

del matrimonio, pues el amor conyugal tiende

naturalmente a ser fecundo. El niño no viene

de fuera a añadirse al amor mutuo de los espo-

sos; brota del corazón mismo de ese don recí-

proco, del que es fruto y cumplimiento”. El

cristiano sabe además que los padres son coo-

peradores con Dios que crea el alma del niño.

Es cierto que “el matrimonio no es solamente para la procreación,

sino que la naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y

el bien de la prole requieren que el amor mutuo de los esposos

mismos se manifieste ordenadamente, progrese y vaya madurando”

(Gaudium et spes 50). Pero tal perfección no se alcanza si se evi-

tan los hijos sin motivos suficientes (dimensiones unitiva y pro-

creadora del acto conyugal que el hombre no puede disociar).

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SEXTO MANDAMIENTO, 14

Moral católica: los padres deben hacer un juicio práctico cuando, por

serios motivos, decidan distanciar el nacimiento de un nuevo hijo,

bien sea por un tiempo determinado o por un espacio indefinido

(mientras perduren las causas de esta decisión).

Gaudium et spes 50: “Con responsabilidad humana y cristiana los

esposos cumplirán su misión (...) de común acuerdo y común es-

fuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio

bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por

venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado

de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, la socie-

dad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término,

deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo

de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden

proceder a su antojo”. Regirse por la conciencia, según la ley divina.

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SEXTO MANDAMIENTO, 15

La grandeza del matrimonio está sometida a todo genero de degra-

daciones y aparece un esfuerzo por desvirtuar la familia y el ma-

trimonio al identificar cualquier unión sexual con el matrimonio.

Ejemplo de las “parejas de hecho”. Dos vicios corrompen la natu-

raleza de la familia: el adulterio y la plaga del divorcio.

El adulterio es un pecado por dos razones:

1) tal relación sexual se realiza fuera del

matrimonio entre ambos (contra la castidad);

2) se comete uno o dos pecados graves contra

la justicia de una o dos personas que están

casadas con los adúlteros, porque sus derechos

son violados por quienes cometen el adulterio.

Graves deberes de justicia si hay un nacimien-

to ilegítimo.

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SEXTO MANDAMIENTO, 16

Argumentos complementarios sobre el aborto considerado ya

en el quinto mandamiento:

Desde el momento de la fecundación, se inicia una vida humana,

de forma que lo concebido no es una mera masa gelatinosa ni un

cúmulo de células, sino una vida distinta del óvulo y del espermato-

zoide, que inicia un proceso biológico de intensa actividad y que

está destinada a desarrollarse hasta la edad adulta.

Este ser vive independientemente de la madre,

la cual sólo le ofrece el alimento. Es, pues, un

individuo. Pero no cabe hablar de un individuo

de la especie humana que no sea persona: el feto

no es “algo” sino “alguien” (“persona” es un con-

cepto filosófico y no biológico).

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SEXTO MANDAMIENTO, 17

A menudo se oye afirmar que existe en ciertos supuestos un “con-

flicto de derechos”: vencería el derecho de la madre frente al de-

recho a nacer del feto aún no nacido, por ejemplo cuando se trata

de una violación que ocasiona un embarazo no deseado, o cuando

corre riesgo la vida de la madre (en este caso cabría considerar al

no nacido como “injusto agresor”).

PERO no cabe hablar de conflicto de derechos cuando se trata de la

vida de una persona. La madre tiene derechos sobre el hijo, pero no

puede disponer del derecho fundamental a vivir de un ser distinto

del suyo, cual es el hijo. Además, en ningún caso cabe hablar de “in-

justo agresor”, dado que el hijo es totalmente inocente. Si interven-

ción médica a la mujer absolutamente necesaria para su vida y con-

lleva la muerte del feto: puede lícitamente someterse a ella (muerte

del hijo soportada, tolerada, sufrida, no directamente querida).

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SEXTO MANDAMIENTO, 18

Humanae vitae 14: “Debemos declarar una vez

más que hay que excluir absolutamente, como

vía lícita para la regulación de los nacimientos, la

interrupción directa del proceso generador ya ini-

ciado, y sobre todo el aborto directamente queri-

do y procurado, aunque sea por razones terapeúti-

cas. Hay que excluir igualmente (...) la esteriliza-

ción directa, perpetua o temporal, tanto del hom-

bre como de la mujer; queda además excluida to-

da acción que, o en previsión del acto conyugal,

o en su realización, o en el desarrollo de sus con-

secuencias naturales, se proponga, como fin o co-

mo medio, hacer imposible la procreación”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 19

“Desgraciadamente, a menudo se entiende mal el

pensamiento católico, como si la Iglesia sostuvie-

se una ideología de la fecundidad a ultranza, esti-

mulando a los cónyuges a procrear sin discerni-

miento alguno y sin proyecto” (Juan Pablo II,

Alocución, 17.07.1994).

Además de la abstención, es lícita la “continencia periódica” y

el recurso a los “métodos naturales” por motivos graves.

“La Iglesia anima a las parejas a ser generosas y confiadas, a com-

prender que la paternidad y la maternidad son un privilegio y que

todo niño es el testimonio del amor existente en una pareja de uno

hacia otra, por su generosidad y su apertura hacia Dios” (Juan Pa-

blo II, Discurso, 24.09.1983).

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