Cebollada P._ Retos Al Que Da Los Ejercicios

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  • Retos al que da los ejercicios.1 Pascual Cebollada, S.I.

    El siglo, que termina, sobre todo en su segunda mitad, ha supuesto una renovacin muy amplia en lo que se refiere a conocimiento y praxis de los Ejercicios Espirituales. Muy particularmente en lo relativo al que da los Ejercicios. En este campo se analizan: la identidad del que los da; sus cualidades; la actitud que se espera de l (o de ella) y sus atribuciones. Desde estos logros se mira a tres urgencias con que seguir progresando en el nuevo siglo: proponer Ejercicios ignacianos; ser un buen testigo y preferir al pobre.

    Al empezar el nuevo milenio, parece que se establece una diferencia muy clara entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo que ocurri antes del ao 2000 y

    lo que se inaugura con esta fecha. En realidad, el cambio de fecha solamente supone el aumento de un ao y, como es obvio, una diferencia pequea con respecto a lo que ha tenido lugar poco tiempo antes. Sin embargo, s tiene ms sentido recordar lo que pas 30 40 aos atrs y compararla con la situacin actual. En ese perodo ms largo s han podido darse transformaciones significativas en tal o cual materia que se quiera considerar. Esto ocurre, ciertamente, en el campo de los Ejercicios Espirituales. La segunda mitad del siglo XX ha supuesto una renovacin muy amplia en muchos de los elementos que constituyen los Ejercicios: el conocimiento del texto, el redescubrimiento de muchas interpretaciones y modos de proponerlos propios de los orgenes ( en el siglo XVI ), la historia de su prctica, la incorporacin de los avances bblicos y teolgicos, el nfasis en el discernimiento, la explicitacin de su dimensin social, el encuentro con las Ciencias Humanas, etc. Lo mismo hay que decir acerca de la persona que da los Ejercicios. Desde los aos 50 del recin terminado el siglo XX, tanto su

    concepcin como su actuacin han experimentado una novedad tal, que probablemente es mayor que todos los cambios que se han venido dando desde el siglo XVII.2 Igual que en otros mbitos teolgicos y religiosos, dicha novedad no significa siempre algo completamente indito o distinto de todo lo precedente,

    1 CEBOLLADA, P. Retos al que da los ejercicios. MANRESA 72 (2000), PP. 41-54 2 Desgraciadamente , tras la publicacin de los tres volmenes de la Historia de los Ejercicios de San Ignacio

    del P. Iparaguirre, que abarca hasta el final del siglo XVII, no tenemos una visin tan completa de la prctica de los Ejercicios en los siglos siguientes. Pero los estudios parciales de que disponemos dan pie a afirmar esto.

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    sino que se inscribe, en gran parte, en la ya famosa vuelta a las fuentes. Por

    eso, modos de dar los Ejercicios que estaban consolidados al final del siglo XVI, y que luego perdieron su vigencia han sido retomados en los ltimos cuarenta aos como algo, al mismo tiempo, clsico y novedoso. Muchas de las aparentes invenciones de las dcadas anteriores han sido, en realidad, redescubrimientos de contenidos del texto de los Ejercicios Espirituales y de los Directorios escritos hasta 1599. En estas lneas proporcionaremos una visin de algunos de los cambios que han afectado al que da los Ejercicios a lo largo de la poca reciente a la que nos estamos refiriendo. Aludiremos casi exclusivamente a aqullos que han hecho progresar y mejorar el ministerio de dar Ejercicios, aunque tambin haya habido errores, olvidos y negligencias en diversos puntos. Examinaremos cuatro apartados: la identidad del que da los ejercicios, sus cualidades, la actitud que se espera de l (o ella) y sus atribuciones.3 Constataremos estos cambios, sin entrar a analizar sus causas. Desde el reconocimiento de las adquisiciones de estos aos, consideraremos despus qu desafos se le plantean, al final del milenio, a quien quiera seguir proponiendo en los prximos aos los Ejercicios ignacianos. Los logros del siglo XX 1. Identidad Dentro del apartado de la identidad del que da los ejercicios, uno de los elementos que ha evolucionado es el mismo nombre que se asigna a esta persona. Trminos como instructor, gua y, sobre todo, director eran

    comunes en todas partes prcticamente hasta los aos 70. Reflejaban la imagen de una persona que llevaba la iniciativa y conduca directivamente al ejercitante por el camino de las Cuatro Semanas de los Ejercicios. De treinta aos para ac, la palabra acompaante ha ido ganando aceptacin, precisamente porque

    expresa mejor la disposicin del ejercitador de caminar al paso del ejercitante. A la hora de plasmar esta identidad en una imagen, valindose de figuras previstas prestadas por otros campos, al ejercitador se le ha visto de diversas formas: como un entrenador, un maestro, un director de orquesta, un padre, un amigo o un hermano. Cada una de ellas lleva consigo una concepcin de la actitud y las atribuciones que le corresponden, as como un determinado tipo de relacin con el ejercitante. Por aludir slo a dos de ellas, si antiguamente la figura paterna primaba sobre las otras, en las ltimas dcadas ha sido la fraternal la que se ha empleado para expresar mejor la identidad y misin del que da los Ejercicios. Pero sobre esto volveremos ms adelante.

    3 En buena parte nos basamos en nuestra tesis doctoral no publicada Dar y hacer los Ejercicios. Concepciones de la prctica de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola en las reas lingsticas francesa e inglesa de Europa y Amrica del Norte entre 1954 y 1992, Pars 1993.

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    2. Cualidades Una de las cualidades ms relevantes que se han apuntado con mayor frecuencia en la segunda mitad del siglo es la capacidad que tenga el ejercitador de reflexionar sobre su experiencia de haber hecho l mismo los Ejercicios. No basta, pues, haberlos hecho, sino que hay que aadir a esta condicin necesaria su evaluacin personal de la experiencia y el examen acerca de lo ms y lo menos provechoso, tanto en lo que respecta al contenido como a la forma en que ha hecho los Ejercicios. Lo mismo hay que decir acerca de su prctica de impartirlos a otros. Un buen ejercitador se va formando, sobre todo, gracias a las ocasiones que haya tenido de acompaar personalmente a otras personas en algunos Ejercicios, sean leves o completos. En segundo lugar, el puro conocimiento de la tcnica de dar los Ejercicios, aunque se tuviera en un grado notable, no es suficiente. Por eso, no cualquiera vale para darlos bien. Se requiere el llamado sentido espiritual,

    que consiste en poder percibir e identificar la dimensin trascendente y divina, aunque est latente, en el ejercitante y en los procesos que vaya viviendo. Si se tiene esta capacidad intuitiva, se poseen las bases para aplicar el discernimiento de espritus a los casos que se presenten. Otra de las cualidades en las que ms se ha insistido en los aos post-conciliares es la coherencia interna en la propia vida del ejercitador. Coherencia entre lo que dice y lo que vive, entre lo que piensa, lo que afirma y lo que practica.4 Es cierto que ha aumentado la cercana de la persona que da los Ejercicios hacia los ejercitantes, y su vida se ha hecho ms transparente y, en cierto sentido ms pblica. Como consecuencia, a los valores de la sinceridad, la autenticidad y la honradez se les ha otorgado una relevancia de la que antes no disfrutaban. De modo semejante, se espera del ejercitador que viva y permita ver en l una armona personal, un llevarse bien consigo mismo que facilite la

    transmisin del mensaje y la comunicacin con el ejercitante.

    Otro tipo de cualidades, ms explcitamente religiosas, que se desean en quien da los Ejercicios, y que la persona debe cuidar y alimentar, se refieren a la

    4 A Jernimo Domnech, uno de los que Ignacio consideraba que mejor daban los Ejercicios, aunque refirindose a otro asunto, le escribe lo siguiente: Todo esto he querido decirle, Padre mo, para que vea

    la falta de gente que tenemos, y no sea fcil en prometer por all cosa que no se pueda despus cumplir ac. Y procure de ser attentado en ofrecer; en especial sabiendo ser la conditin de N.P. Mtro. Ignacio de querer que, as l como los de la Compaa, sean ms limitados en las palabras y ms alargar en las obras. (Epp. I, 673).

    De San Ignacio dice Ribadaneira: Por esto juzgava que para ejercitar bien este oficio de conversar con los prximos son menester muchos avisos de prudencia, los quales enseava ms con sus exemplos que con sus palabras. (FN IV, 888-891).

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    unin con Dios, a la disposicin a la indiferencia en su propia vida5 y a la abnegacin.6 Con ellas se ve que el ejercitador ha de procurar estar en forma espiritualmente, a fin de que deje actuar a Dios en el ejercitante con la mayor limpieza posible y l sea capaz de captar su voluntad para la persona en cada momento de los Ejercicios.7

    Con respecto a la realidad y situacin de la sociedad de su tiempo, es muy importante que quien da Ejercicios no la conozca slo de odas, sino que

    tenga experiencia, gracias a contactos personales, del modo de vivir de sus contemporneos dentro de su propio contexto. Pero especialmente, de las dimensiones ms duras y dolorosas de la realidad que afectan y configuran a los individuos. Para tener un buen rato con el ejercitante, debido en parte a las influencias de la Psicologa, se ha insistido en las ltimas dcadas en la empata, la capacidad de introducirse en la otra persona y de comprenderla desde dentro de ella misma, captando su propia perspectiva. Por otro lado, se ha

    considerado un valor la cualidad de dejarse afectar, fundamentalmente por

    las confidencias que le hace el ejercitante, de tal forma que quien d los Ejercicios reciba, en todo su peso, la incidencia de los diversos espritus en su acompaado, acogiendo su efecto y sirvindose de l en su discernimiento. Lo contrario es una impermeabilizacin personal ante las mociones que le comunica el ejercitante que daa la fluidez del proceso. El modo en el trato ha de ser perfectamente suave, antes que austero, como ya indicaba algn

    Directorio.8 Dentro del conjunto de elementos tericos --de tipo teolgico, espiritual, sobre los Ejercicios mismos-- que deben constituir la formacin del ejercitador, los conocimientos psicolgicos han destacado sobre otros en la poca precedente. Se reconoce su necesidad para que quien da Ejercicios a otros tenga mayores y mejores recursos durante todo su acompaamiento. No slo en el caso de que el ejercitante mostrara alguna carencia o disfuncin

    5 Ver D. 33, 34, 43 (175). Citamos los Directorios siguiendo la obra de Miguel Lop, Ejercicios Espirituales y Directorios, Balmes, Barcelona 1964, as como la numeracin all establecida. 6 I. Iparraguirre recuerda que ya en 1572 se dice que olim daban los ejercicios de mes los Padres ms antiguos y los ms ejercitados en la oracin y mortificacin, (Historia de la prctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, I: Prctica de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en vida de su autor [1552-1556], Mensajero Institutum Historicum Societatis Iesu, Bilbao-Roma 1946, p 154). 7 A propsito de los Ejercicios Espirituales, comenta Jernimo Nadal: Como para los dems ministerios, as para ste hay que elegir Padres selectos que parezcan hbiles por talento natural, pues no todos gozan de ese talento, sino los que por naturaleza son inclinados a la oracin y piedad, prudentes, cautos y circunspectos y amantes de las virtudes. Y no solamente hay que descubrir en estos esa aptitud natural, sino la virtud, la devocin, el ejercicio y prctica de las cosas espirituales, por ltimo la instruccin que habr recibido de aquellos que tienen prctica de dar los Ejercicios. Una palabra ms y paso a otra cosa. El que da los Ejercicios debe tener tal devocin en dar los Ejercicios, debe conmoverse de tal modo en los sentidos espirituales que, de la abundancia y virtud de su devocin y sentimiento en Cristo, pueda conmover al que se ejercita, a pesar de no poder hablar con l sino pocas palabras. Debe tambin ayudarlo con oraciones, santos Sacrificios y obtener tambin que otros hagan lo mismo por l. (D. 7 [45-46]). 8 D. 31 (49).

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    psicolgica notable, lo cual cuestionara la experiencia misma de los Ejercicios. Sino, en general, a fin de que pueda comprender suficientemente la actuacin de Dios en el individuo y en su psicologa, en ese conjunto donde las dimensiones corporal, psicolgica y espiritual se dan cita y constituyen la persona integral. Esa persona que busca responder, con coherencia interna y armona, a la voluntad de Dios que se le va transmitiendo por medio de las mociones que ella percibe. Finalmente, entre las cualidades que se esperan, particularmente de los ejercitadores noveles, se encuentra una que hoy llamamos supervisin, que

    ya se practicaba desde los primeros tiempos de los Ejercicios,9 y que ha sido recuperada recientemente. Se trata de que, guardando la debida discrecin, el ejercitador principiante o cualquiera que tenga entre manos un caso difcil, pueda conferir dicha situacin con una persona ms experta y que le vaya adiestrando en el tratamiento del movimiento de espritus y su discernimiento en los ejercitantes. Esta supervisin es, quizs, la mejor escuela de ejercitadores, una vez que la persona haya adquirido otros conocimientos tericos. Porque solamente con la prctica y experiencia de dar Ejercicios cuya esencia, dicho sea de paso, consiste tambin en su prctica-, el acompaante va constituyndose en el tipo de ejercitador que es l mismo, con su estilo y modos propios, desarrollando su intuicin personal para detectar el juego de intercambios entre Dios y el ejercitante en procesos, a veces, sorprendentes y agitados. La supervisin ayuda a personalizar en uno mismo la funcin de dar los Ejercicios. 3. Actitud Por actitud entendemos la comprensin e interpretacin personal del texto y el mtodo de los Ejercicios, que se muestra en el modo de proponer los puntos, de entrevistarse con la persona y de cuidar todo el entorno que ayuda a su oracin. Hay una gran convergencia en los escritos sobre la prctica de los Ejercicios en las ltimas dcadas, en resaltar las disposiciones que recogen las Anotaciones 2. Y 15. En ellas se contienen expresiones ignacianas del tipo de narrar fielmente la historia, discurriendo solamente por los puntos, con breve o sumaria declaracin, discurriendo y raciocinando por s mismo() es

    de ms gusto y fruto espiritual que si el que da los Ejercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia y no el mucho saber harta y

    satisface el nima [2] ; o que el mismo Criador y Seor se comunique a la su nima devota y el que los da () deje inmediate obrar al Criador con la

    criatura, y a la criatura con su Criador y Seor [15]. De entrada, esto significa una reaccin frente a usos y abusos del texto ignaciano slo en algunos casos justificados--, bastante frecuentes a lo largo de mucho tiempo. Por ejemplo, a la hora de exponer los puntos de oracin, la

    9 Ver por ejemplo , Memorial [280]

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    intervencin del ejercitador abundaba en excesivos datos, dirigidos casi siempre a aumentar la erudicin del ejercitante. La duracin de estos puntos y su frecuencia a lo largo del da eran tales, que realmente no dejaban tiempo fsico y menos an psicolgico para que la persona incorporara esas supuestas sugerencias a sus cuatro o cinco horas de oracin diarias previstas. El gnero oratorio poda ser incluso el que parecera ms apropiado para una conferencia. Pero tambin poda convertirse en una predicacin elaborada con las tcnicas y procedimientos de la mejor retrica barroca jesutica del siglo XVII. Otra muestra de comprensiones poco ignacianas de los Ejercicios que han suscitado reacciones se refiere a todo tipo de proyeccin e, incluso, imposicin de ideas propias del ejercitador sobre el ejercitante. Si, adems, esta exposicin ha ido acompaada de cierta manipulacin consciente o no-- de parte de quien daba los Ejercicios,10 el alejamiento de lo que se indica en la Anotacin 15 es todava mayor. El acompaante de unos Ejercicios personalizados no tiene una va ms directa con el Espritu Santo que su acompaado. Es decir, l no conoce de antemano lo que Dios quiere para el ejercitante. Por eso, van buscando conjuntamente la voluntad de Dios, paso a paso, durante todo el proceso de los Ejercicios. Esto significa que el director no tiene todo previsto desde el comienzo: contenido de los puntos, dosis adecuada de oracin, posibles penitencias, explicacin de las Reglas, ritmo , cambio de una etapa a otra, etc. Es muy importante que quien imparte los Ejercicios no d la impresin al que los recibe de que sabe todo lo que va a ocurrir, ms incluso que el Espritu que ambos invocan para ser guiados por El.11 El deseo de dejar a solas al Creador y a su criatura lleva consigo tambin la humildad de realmente no saber por dnde y cmo va a conducir Dios a la persona, y atreverse a pedir todos los das la gracia de poder colaborar con el Espritu Santo en su accin. Aunque no renuncia a ejercer su funcin especfica como acompaante12 , no se sita fuera -o delante- de este camino o peregrinacin espiritual que recorre el ejercitante, sino que fraternalmente se introduce, a su lado, en todo el proceso,

    10 Lo que se dice de san Ignacio ms generalmente en el Memorial puede aplicarse a la exposicin de los

    puntos en Ejercicios: el modo de hablar del Padre es todo de cosas, con muy pocas palabras, y sin ninguna reflexin sobre las cosas, sino con smplice narracin; y desta manera dexa a los que oyen que ellos hagan la reflexin, y saquen las conclusiones con las premisas; y con esto persuade mirablemente, sin mostrar ninguna inclinacin a una parte ni a otra, sino simplemente narrando [227]. 11 Comentando las Adiciones, escribe el P. Domnech: Es muy conveniente prestar atencin a los puntos de la meditacin del da anterior y prepararlos brevemente, para recoger prontamente de los mismos alguna materia para meditar y permitir al Espritu Santo que le gue en la meditacin, sin sealarle lmite alguno, antes bien insista en aquellos puntos de los que, mediante el Espritu, perciba mayor utilidad, tal como consolacin, mocin o ilustracin del nimo, y no pase a otro punto mientras dura en aqul el soplo de tal espritu y se beneficie del fruto al que le invita el propio Espritu Santo. (D. 14 [9]). 12 El P. Iparraguirre resume en tres verbos su actividad directiva; instruir al ejercitante ( ensendole a orar ), dirigirlo ( preguntndole sobre la consolacin y desolacin y acerca del fin del ejercicio) y proponer la materia de la meditacin ( conociendo bien el libro y las Reglas y dndolo segn su orden) (Op. cit. , pp. 174-180)

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    implicndose con l. El hecho de acompaar, simplemente, al ejercitante es

    algo que no puede darse por supuesto. Aunque en principio no lo parezca, el ejercitador pasa en un retiro por una experiencia de soledad. No est sometido al silencio como el ejercitante, pero no por ello controla absolutamente la situacin. Tiene que contar con esa

    cierta dosis de misterio que entraa una relacin de acompaamiento. Inspirado en lo que se le va comunicando en las entrevistas y en su observacin del conjunto, a l le toca decidir lo que ha de proponer en cada momento. A lo largo de todo el retiro, debe mantener con su acompaado el grado adecuado de relacin y de informacin, que no siempre ha de coincidir con sus deseos espontneos.13 Si tiene lugar una eleccin importante, su respeto por la persona, a la hora de participar en ella, debe ser total.14 Por eso, ha de estar dispuesto a mantenerse en una soledad que le permita realmente escuchar y obedecer al Espritu y las indicaciones de los Ejercicios, en vez de guiarse por reacciones suyas no discernidas. Con todo, es ms evidente todava la soledad del ejercitante. Aunque se da a lo largo de todo el proceso, es ms dura en los tiempos de crisis que , quizs , sobrevengan. Ah es donde el director puede estar tentado de intervenir ms de la cuenta, a fin de consolar al acompaado y evitarle un mal trago. Pero, sin por ello dejar de ser suave como veamos-, el que da los ejercicios no ha de impedir a la persona que atraviese hasta el final sus perodos crticos. Tambin ah y no slo en la consolacinest Dios misteriosamente comunicando su mensaje, tal como nos recuerdan las Reglas de discernimiento [322]. Y el tiempo de unos Ejercicios puede ser una ocasin privilegiada y difcil de repetir, para que lo profundo de la persona aflore a la superficie. Esto es ms factible si ella sabe que cuenta con unas garantas de ambiente, de acompaamiento, de discrecinque permiten y ayudan a que la crisis pueda ser atendida y encauzada. 4. Atribuciones Entre lo que se espera del que da los ejercicios que realice durante un retiro ignaciano hay dos tareas que, en las ltimas dcadas, han sido destacadas sobre otras: acomodar el texto a cada ejercitante; y ayudarle a discernir, preparndolo y disponindolo para ello.

    13 Segn el P. Iparraguirre , debe juntar el director una discreta lejana con una santa intimidad. Op. cit., p. 178) 14 San Ignacio era muy estricto acerca de la excesiva intervencin del ejercitador en los discernimientos del ejercitante, especialmente en la etapa de eleccin; pona en guardia muy seriamente frente a lo que l llamaba meter la hoz en la mies de Dios nuestro Seor (D. 4 [8]).

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    La personalizacin del texto al individuo supone, en primer lugar, que quien da los Ejercicios tiene algn conocimiento, al menos, del que los recibe.15 Y, sobre todo, que se adapta a la situacin real del ejercitante y a sus necesidades. Varios lugares de los Ejercicios [4, 72, 76] y de los Directorios aluden a esta personalizacin.16 En segundo lugar, en ninguna parte se pide que el ejercitador discierna en lugar del ejercitante. Pero s que le proporcione las herramientas necesarias para que este ltimo sea capaz de hacerlo, especialmente en los casos de elecciones importantes. Varias Anotaciones [7-10] se refieren directamente a esta labor. Pero previamente al discernimiento, y como condicin suya, en los Ejercicios se ha de progresar en el autoconocimiento y la integracin de dimensiones diversas y, a veces, desajustadas y en conflicto entre sde la propia persona. El examen de la oracin [77] es un medio adecuado para ello. En esta colaboracin con el ejercitante en el discernimiento de la voluntad de Dios para l, la materia y el contenido le son proporcionadas al acompaante en la entrevista diaria. De un modo u otro, ste debe conocer lo que ocurre en el ejercitante durante el retiro. Ahora bien, qu datos espera recibir? Los autores que han considerado esta cuestin en los ltimos aos ponen los acentos en lugares diferentes. Hay quienes optan por una informacin escueta sobre lo que afecta al modo y orden [2] de los Ejercicios otorgando mucha ms relevancia a la forma en que

    se estn realizando que al contenido de cada rato de oracin. Y, por otro lado, tambin quienes conceden ms tiempo al ejercitante, aunque sea fuera del horario de entrevista, para mantener una conversacin espiritual en algn

    momento sobre cierta cuestin que haya aflorado en los Ejercicios o incida en su marcha.

    De cualquier modo, en estos encuentros cotidianos, gracias a la informacin recibida del que se ejercita, el acompaante ha de asegurarse que aqul va siendo progresivamente capaz de reconocer e interpretar, por s

    15 Dice el P. Polanco en su Directorio:Si no le fuesen conocidos de antemano, cuide de tener bien conocidos el ingenio y los hbitos y propiedades naturales del que se ejercita, ya sea informndose de otros, ya por l mismo, interrogndole con destreza, a fin de que pueda acomodrsele mejor. (D. 20 [31]). 16 Personalizacin en la eleccin del ejercitador adecuado (D. 20[27]), en la comida que el ejercitante desee recibir (D. 4[7]), en la aplicacin de las Adiciones (D.4 [30]) o en la reduccin de la materia al tiempo apropiado de oracin que requiera el acompaado (D.17 [90-107]). Segn el P. Iparraguirre, una de las notas ms distintivas de los ejercicios de aquella primera poca, base del mtodo que se empleaba, era el practicarlos individualmente, aunque no faltaron algunas tandas colectivas en monasterios a religiosas. De

    ah la continua adaptacin a las necesidades concretas y actuales del dirigido, el ambiente ntimo y familiar en que se movan director y ejercitante. Nada de ampulosos sermones o piezas oratorias trabajadas con precisin y elegancia de orfebre, sino sencillas conversaciones, en las que se explanaba la materia de la meditacin en la medida necesaria para que el dirigido encontrara pbulo para su trato con Dios. (Op. cit., pp. 249-250. Subrayado del autor).

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    mismo, las mociones que va sintiendo y los espritus que las causan. El ejercitador, por su parte, plantea las normas del juego, est atento a lo que ocurre e interviene en el caso de que el acompaado no se est aplicando correctamente las Reglas de discernimiento. Desafos ante el ao 2000 Dando por supuestos estos logros o recuperaciones que se han obtenido en la segunda mitad del Siglo XX, nos toca ahora mirar hacia delante y ver qu pide la realidad del nuevo siglo a la persona que imparta los Ejercicios Espirituales. Lo que sugerimos a continuacin no lo entendemos como algo esencialmente novedoso, sino, ms bien, como prolongacin de las caractersticas vistas anteriormente. Por otra parte, dada la velocidad a la que se mueve nuestra sociedad y la frecuencia de los cambios que tienen lugar en ella, estas reflexiones slo son vlidas para los prximos aos. Condensamos estos retos en tres: proponer Ejercicios ignacianos, ser un buen testigo y preferir al pobre, que expondremos sucintamente.17 1. Proponer Ejercicios ignacianos Hoy da, prcticamente en todos los mbitos de nuestra sociedad por lo menos la occidentalabundan las constantes ofertas de productos destinados a satisfacer todo tipo de necesidades de los ciudadanos. Tambin en el terreno religioso ocurre algo parecido. Para acertar con lo que uno quiere, es preciso que cada alternativa se identifique y distinga de las dems. Los Ejercicios Espirituales son una de ellas, un medio bien configurado y delimitado, apto para facilitar un encuentro de la persona con Dios. Pero no son la solucin a todo, ni la panacea para todas las dificultades, sino como se indica en las Constituciones acerca de la Compaa de Jessuna va quaedam, un camino entre otros muchos para acercarse a Dios. Al decir ignacianos, no estamos invitando a una mirada arqueolgica al modo exacto en que san Ignacio propona los Ejercicios, para imitarlo sin ms. Sino, sobre todo, el aprovechamiento de la reciente vuelta a las fuentes,

    a fin de conocer bien la originalidad de los Ejercicios en el siglo XVI y poderlos acomodar en nuestro siglo XXI ofreciendo lo ms genuino suyo. En relacin con esto, queremos aludir a dos disciplinas que guardan una relacin estrecha con los Ejercicios, y que ahora estn en auge, pero que no deben confundirse con ellos: la Psicologa y la Biblia.

    17 Son especialmente interesantes a este propsito unas recientes Notas-dos para el que da los Ejercicios, redactadas por el Secretariado para la Espiritualidad Ignaciana del CIS y el Comit para dar Ejercicios: CIS 30/1, No. 990 (199) 13-49. Por otro lado, son actuales todava las Notas sobre el modo de dar Ejercicios hoy, expuestas en junio de 1978 por el P. Pedro Arrupe y recogidas en su obra La identidad del jesuita en nuestros tiempos , Sal Terrae, Santander 1981, pp.231-236.

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    Los Ejercicios son espirituales, no psicolgicos. Ya ha pasado el tiempo de esas comprensiones de la Espiritualidad, segn las cuales las dimensiones que constituan la persona el cuerpo, la mente, el esprituestaban enfrentadas entre s. Y tambin de recelos tericos sobre las Ciencias Humanas, sospechosas de amenazar constantemente la verdad adquirida en el mbito espiritual y de estar siempre acechando para descubrir sus posibles engaos. La primera ingenuidad si podemos hablar ascon la que la Espiritualidad, hace cuarenta aos, se confrontaba con la Psicologa, debe dar pie, hoy da, a una segunda ingenuidad. Durante las ltimas dcadas, los

    Ejercicios se han empapado de lo mejor y lo peor de la Psicologa. En el ao 2000, a ningn acompaante sensato se le ocurrira prescindir de la Psicologa en su formacin, siendo como es tan til para conocer y acompaar al ejercitante. Pero, sin complejos de inferioridad, no debera teir la experiencia ignaciana con elementos ms propios de una terapia, que ocultaran el fin especfico de los Ejercicios. La Psicologa se ha introducido, y deber seguir hacindolo, en el que da los ejercicios. Pero el adjetivo espirituales que

    junto a ellos es distinto y abarca otros campos que rebasan el psicolgico como, por ejemplo, el social. Por eso, el acompaante ha de procurar que no se reduzcan a ellos. En qu sentido decimos tambin que los Ejercicios no son bblicos? Naturalmente, no en el sentido de que la Sagrada Escritura deje de constituir el contenido del itinerario de los Ejercicios Espirituales. Ocurre que, a veces, se ha acusado a los estudiosos de los Ejercicios de otorgar al texto ignaciano un carcter ms sagrado que a la misma Biblia. Pero los Ejercicios son necesariamente bblicos, porque estn basados en la Escritura y no pueden prescindir de ella. Sin embargo pueden proponerse retiros donde el recurso a tal o cual libro de la Escritura llegue a ocultar la estructura, el armazn tpico ignaciano. Este consiste en un recorrido jalonado por varios ejercicios claves, como el Principio y Fundamento, los del Cuarto Da de la Segunda Semana y la Contemplacin para alcanzar amor. Y asimismo acompaado por un discernimiento de la voluntad de Dios orientado a alguna eleccin o reforma de vida. Quien d Ejercicios ignacianos a otros ha de valerse de la Escritura de tal forma que, sin desvirtuar la Palabra de Dios, pueda sta acoplarse sin violencia al proceso ideado por Ignacio.

    Por otra parte, un cierto afn recolector, acumulador y clasificador de experiencias, tan propio de nuestra cultura, puede tentar a quien gue unos Ejercicios a tratarlos y ofrecerlos como un cursillo del que ya se conocen cada una de sus etapas y que hay que hacer obligadamente para avanzar por

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    determinado camino espiritual, sea individual o comunitario. Si los Ejercicios se dan a granel o para cumplir un expediente, pierden su fuerza interpretadora

    y no llegan a incidir en el corazn del ejercitante, en las circunstancias concretas en que se encuentre. La seleccin y la preparacin de los candidatos, la eleccin del momento adecuado para hacerlos, el cuidado del ritmo y la atencin personalizadora impiden que la experiencia ignaciana sea archivada como una ms del currculum de cualquier buen cristiano. No hay por qu abaratar los Ejercicios. Pero esto no quiere decir que se reserven para un coto cerrado de iniciados. Precisamente ahora, con el cambio de siglo, se percibe urgentemente la necesidad de hacer ms uso de los Ejercicios leves a los que alude la

    Anotacin 18, introducindolos en ambientes menos convencionales que hasta el momento. Son ignacianos en toda regla, siempre y cuando quien los imparta conozca bien los Ejercicios completos y se valga de ellos como el modelo que luego va acomodando en los leves. Con respecto a los destinatarios, el nfasis actual en el dilogo ecumnico e interreligioso encuentra un precedente en la Apologa pro Exercitiis S.P. Ignatti del P. Nadal, donde concede que puedan proponerse algunos ejercicios a infieles (paganos) y herejes (protestantes).18 Hace casi treinta aos, el P. Arrupe defenda la eficacia de los Ejercicios tambin en los no creyentes, animando a aplicarles parcialmente la tcnica humana y psicolgica contenida en la experiencia ignaciana, como el discernimiento de espritus, las reglas de la eleccin o los Binarios.19

    2. Ser un buen testigo

    En los ltimos aos, a convocatorias y grupos cristianos est acudiendo gente joven ms inestable, desnortada e internamente ms rota que antes. Chicos y chicas de buena voluntad, que andan a la bsqueda de un sentido para sus vidas. Al mismo tiempo, todo el conjunto de realidades virtuales de

    nuestra cultura, paradjicamente, no calman una soledad de fondo que se llega a sentir incluso con mayor crudeza. Por otro lado, los que tienen trabajo, tienen demasiado, o no son capaces de moderarlo y de convertirse en seores de l. El estrs es la primera consecuencia de este exceso, que es esencialmente desordenado cuando se subordina a ambiciones econmicas. No es raro escuchar a cristianos que lo consideran un pecado, ya que les lleva a ser esclavos de sus propios intereses sobre todo econmicosy a abandonar otros valores humanos y religiosos tericamente prioritarios.

    18 Cfr. Nadal IV, 848-85f2f. 19 En Gli Esercizi nel momento storico attuale: Conferentiae, homiliae, colloquia 1971, Quaderni C.I.S V,

    Roma 1972, pp. 33-34.

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    Estas caractersticas y tambin otras ms positivasconfiguran a quienes acuden a hacer Ejercicios Espirituales. No vienen a ellos reclamando ms informacin que ya se les proporciona por internet--, ni siquiera un aumento de conocimiento, sino una mayor dosis de sabidura para sus vidas. No buscan ser ilustrados acerca de tal o cual cuestin, sino ser movidos a dar pasos en una direccin que les satisfaga profundamente. Para esto, precisamente, son los Ejercicios ignacianos. Ahora bien, cmo ha de ejercer su papel la persona que los propone a otros? Ella no puede ocupar el lugar reservado al Espritu Santo y, sin embargo, su mediacin es capital e imprescindible. Se nos ocurren algunas sugerencias. En primer lugar --aunque parezca obvio--, los ejercitantes han de poder encontrarse con alguien, no con algo. La relacin personal es insustituible. Alguien que sea testigo de la experiencia que ofrece, con las cualidades que veamos en la primera parte de este artculo. El no es el propietario de los Ejercicios, ni le corresponde adoptar una actitud prepotente, sino que cada vez es ms consciente de esa debilidad personal de la que habla San Pablo (2 Cor 12,9-10), fragilidad que es una misteriosa conductora de una fuerza ajena. Habituado y gustoso de la soledad y el silencio interior, el acompaante debe permitir, gracias al silencio ambiental, que el ejercitante se encuentre ah consigo mismo y con Dios, y pueda recibir ese toque divino destinado a l.

    De vez en cuando, el acompaante ser testigo de heridas o acontecimientos dolorosos presentados por su acompaado. En ese momento, puede guiarse de palabras como stas, atribuidas por Ribadaneira al modo de gobernar de Ignacio: Finalmente, es muy necesario que el que trata con los prximos para

    curarlos sea como un buen mdico, y que ni se espante de sus enfermedades, ni tenga asco de sus llagas, y que sufra con gran paciencia y mansedumbre sus flaquezas e importunidades.20 Decamos que el ejercitante espera recibir la mocin de Dios, ser movido por El. Tambin aqu al que da los ejercicios le corresponde una labor

    importante. Sobre todo, al ser testigo de sus afectos con Dios y con los hombres. El terreno afectivo es hoy tan vital como siempre, hasta el punto que, incluso en las empresas, se viene otorgando desde hace algn tiempo una gran relevancia a la consideracin de este aspecto en el modo de dirigirlas y de ejercer el liderazgo sobre sus trabajadores. Por un lado, la proposicin de puntos para la oracin debe tener en cuenta esta necesidad de conducir afectivamente a la persona hacia Dios.21 Por otro, debe recibir en la entrevista los efectos de esa 20 FN III, 628. 21 Un experto director de Ejercicios, el P. Pereyra, indica en su Directorio: Acerca de la meditacin, se le advierta [al ejercitante] que trabaje por excusar en este Ejercicio la demasiada especulacin del entendimiento, y procure de tratar este negocio con afectos de la voluntad que no con discursos y especulaciones del entendimiento. Y para eso es de saber que el entendimiento por una parte ayuda y por otra puede impedir la operacin de la voluntad, que es el amor de las cosas divinas. Porque, as como es necesario que vaya delante guindola y dndole conocimiento de lo que ha de amar, as cuando es mucha la especulacin impide el afecto de la voluntad, porque no le da lugar ni tiempo para poder obrar. La

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    oracin y no eludir un discernimiento junto con el ejercitante de las mociones que reciba, ordenando sus deseos [16] segn criterios evanglicos. Finalmente, el grado real de conviccin que tenga el ejercitador del no el mucho saber harta y satisface el nima, mas el sentir y gustar de la cosas internamente [2], contribuir a que su acompaado, a lo largo del retiro, pueda

    recibir de Dios una palabra que le lleve a establecer una jerarqua adecuada de prioridades en su vida familiar, comunitaria, laboral, relacional, de descanso, de trato con Dios, etc. As como disciplina en el mantenimiento y fidelidad a esa ordenacin correcta de medios y fines que se ha contemplado. Este reto va dirigido, de entrada, al que propone los Ejercicios, ya que su propio testimonio en este punto, sin necesidad de explicarlo, es descifrado intuitivamente por el ejercitante.

    3. Preferir al pobre

    Entendemos por el trmino pobre, no slo en su aspecto econmico,

    sino en un sentido ms amplio, el de personas que, a causa de una especial carencia vital o marginacin, necesitan de mayor atencin y cuidado que otras, tanto individual como estructuralmente.22

    Qu queremos decir con esta preferencia por el pobre? No que

    solamente haya que dar Ejercicios a los pobres. Los Ejercicios creemoshan de ofrecerse a todos, particularmente a aquellas personas que se encuentren en situacin de bsqueda de algn paso importante que dar en sus vidas. Queremos decir, en cambio, que quien d los Ejercicios debe alimentar su espritu de tal forma, que de l (o ella) se pudiera decir anlogamente lo que de Yahveh escribe el profeta Habacuc: tus ojos son demasiado puros para estar

    mirando el mal, no puedes estar contemplando la opresin (Hab 1,13). Esta sensibilidad no se improvisa. No se trata de una pura estrategia ni

    de un discurso cargado de ideologa. Se trata de un camino de conversin, a veces, largo y lento. Supone que la persona deja de ser un testigo ms o menos neutro de la Palabra de Dios que transmite en unos Ejercicios. Y que, ms bien, afectado por esa Palabra y por rostros pobres en los que ella se encarna diariamente, transmite con espontaneidad este amor preferencial por los

    pobres en su modo de dar unos Ejercicios. Si su vida cotidiana est tocada por

    razn de esto es ser la virtud del alma finita y limitada, y as cuanto ms emplea su virtud por una parte, tanto menos le queda de emplear en la otra: (D.10 [48]). 22 Con todo, la mera pobreza econmica sigue siendo un gran escndalo para nuestra sociedad. El Papa Juan Pablo II declaraba en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz el 1 de enero de 2000: En el

    inicio de un nuevo siglo, la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres ( ms de mil cuatrocientos millones de personas viven en una situacin de extrema pobreza ) es la cuestin que, ms que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana () Miramos a los pobres no como un problema,

    sino como los que pueden llegar a ser sujetos y protagonistas de un futuro nuevo y ms humano para todo el mundo . (No. 14): Ecclesia 59, No. 2.977(1999) 1987.

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    muestras palpables del dolor del mundo, su comunicacin del texto y la experiencia ignaciana resultar ms creble, interpelante y fecunda.

    No podramos decir lo mismo acerca de las predicaciones de tres beatos

    jesuitas del siglo XX: Jos Ma. Rubio, Rupert Mayer y Alberto Hurtado? No era esa conjuncin del amor a Dios y al pobre lo que haca que sus palabras convencieran a sus oyentes, sin que stos se sintieran arengados o sutilmente adoctrinados por ellas? Aunque no emplee el gnero oratorio de la predicacin, el que da los ejercicios no es nunca un testigo asptico ni de la Palabra ni de la

    realidad que llaman a su puerta y le descolocan. Nuestra sociedad occidental vive, cada vez ms, dependiente, y hasta

    abotargada, de lo que el propio Ignacio denunciaba en 1547: haciendas, honores y deleites. Y mirndose el ombligo, contemplndose a s misma,

    viviendo de la apariencia y la imagen, remisa y tibia.23 En este ambiente, los Ejercicios Espirituales son claramente contraculturales, y deben luchar por no

    contaminarse ellos mismos de lo peor de nuestra cultura. Si la eleccin sea estado de vida o noes un elemento central en los

    Ejercicios ignacianos, no debe promoverse ms de lo que se est haciendo, con el fin de provocar una sana inquietud y una salida de la apata y el descompromiso en el que vivimos? Recordemos lo que hizo Pedro Fabro con Pedro Canisio en 1543, cuando, dndole unos Ejercicios, echaba de menos en l la alternancia de espritus: Pero hay un medio eficacsimo para percibir estas diferencias: es proponer la eleccin de un estado de vida y despus, dentro de l, diversos niveles o modos de tender en la perfeccin. En general, cuanto ms alta sea la meta que te hayas propuesto a tu actividad, a la fe, a la esperanza y al amor de un hombre, para que l dedique todas sus fuerzas afectivas y operativas, tanto ms probable que se muevan en l los espritus buenos y malos.24

    Quiz sea algo parecido lo que un ejercitador deba aplicar ms en los

    tiempos en que estamos. A sus ejercitantes, sin interferir en el tiempo preciso de la eleccin, s debe instarles y ayudarles a que, en un retiro suficientemente prolongado, lleguen a elegir, se aten, se vinculen o se consagren a lo que

    llamamos voluntad de Dios para ellos, sea lo que sea. Y que lo haga proponiendo objetivos elevados. Esta es, hoy da, una de las condiciones bsicas para que todos, y especialmente los jvenes, encuentren mayor serenidad en sus vidas.

    La preferencia del acompaante por los pobres que hemos hablado es

    imprescindible para garantizar que el marco y los criterios segn los cuales se adopte esta decisin se inscriban en el espritu de las Bienaventuranzas y el de los ejercicios tpicos de la Segunda Semana.

    23 Cfr. Epp. I. 497-499. 24 Memorial [301].

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