Cervantes y la novela picaresca

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POSTGRADO ESTUDIOS INTERCULTURALES Y LITERARIOS El canon literario occidental. Cervantes y la novela picaresca. Trabajo elegido: El Quijote y La niña de los embustes, Teresa de Manzanares La picaresca y la novela de Cervantes Aunque El Quijote pasa por ser la primera novela moderna, es indudable que, al hablar de la innovación de un género que comienza sus andanzas al inicio de la Edad Moderna, debamos fijarnos también en la novela picaresca. Género éste que asombra por la diferencia de concepción frente a la narrativa extendida en Europa en el mismo periodo: la narrativa caballeresca, la pastoril y la bizantina. El sesgo realista que impone la picaresca y la crítica social que se ofrece en la obra inicial del género hace necesaria una reflexión sobre los 1

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POSTGRADO ESTUDIOS INTERCULTURALES Y

LITERARIOS

El canon literario occidental. Cervantes y la

novela picaresca.

Trabajo elegido: El Quijote y La niña de los

embustes, Teresa de Manzanares

La picaresca y la novela de Cervantes

Aunque El Quijote pasa por ser la primera

novela moderna, es indudable que, al hablar de la

innovación de un género que comienza sus

andanzas al inicio de la Edad Moderna, debamos

fijarnos también en la novela picaresca. Género

éste que asombra por la diferencia de concepción

frente a la narrativa extendida en Europa en el

mismo periodo: la narrativa caballeresca, la

pastoril y la bizantina. El sesgo realista que

impone la picaresca y la crítica social que se ofrece

en la obra inicial del género hace necesaria una

reflexión sobre los preceptos renacentistas y la

producción novelesca. Por una parte, el canon

renacentista impone una idealización de la

realidad –cosa que, al parecer, poco debía

importarles a los lectores de la época pues creían a

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pies juntillas verdadero todo lo que aparecía

impreso- que universaliza un estilo por toda la

literatura europea; por otra, hay, digámoslo así,

una veta de realismo en la literatura española que

ofrece, al final de la Edad Media, una obra

magistral: La Celestina. Sin entrar en profundizar

sus posibles orígenes y deudas con la literatura

greco-latina, me parece interesante hacer observar

cómo los personajes de esta obra muestran una

actitud vital hacia su entorno próxima a la del

pícaro. J. A. Maravall, en su obra El mundo social

de La Celestina nos explica de qué modo los

criados han visto cambiar el orden medieval por

otro moderno: el del trabajo y servicios pagados y

sus desventajas. Buscarán su propio beneficio en la

relación con sus amos, y el respeto y la fidelidad,

que habían sido las premisas medievales,

desaparecerán1. El retrato social que nos ofrece

La Celestina es el antecedente inmediato de las

novelas picarescas y de El Quijote. Cada una de

estas obras responde a un planteamiento

compositivo diferente pero a los ojos del lector

1 . “Egoísmo, explotación, en un mundo en que cada uno no busca más que su provecho. Y a estos juicios de Celestina, de los criados, de las rameras, se corresponde un perfil de Calisto… de un radical egoísmo utilitario”. J. A. MARAVALL, El mundo social de “La Celestina”, Gredos, Madrid, 1964; 3ª ed., 1972, pp. 97.

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actual nos dan cuenta de personajes cuyas

características son verosímiles, aunque en otros

aspectos estén respondiendo al estereotipo del

género.

Es comúnmente aceptado que la picaresca se

inicia con la publicación de El Lazarillo de Tormes

en 1552- 1554. Las tres obras que “oficialmente”

configuran el género, son además de la

anteriormente citada, la vida de Guzmán de

Alfarache, publicada entre 1599 y 1604, y El

Buscón, cuyos primeros pasos los da en

manuscrito hacia 1603 y más tarde aparecería

editada en 1626. Durante esos años existe una

tendencia realista que hace que se adopte esta

forma narrativa aunque con diferencias. El propio

Cervantes utiliza el ambiente picaresco en

Rinconete y Cortadillo pero hay elementos

esenciales que distinguen estas obras y las

conformadoras del género. Si tenemos que

comparar El Lazarillo con La niña de los embustes

veremos que en esencia hay un punto de vista del

autor que separa las dos obras: la mirada del autor

de El Lazarillo nos ofrece una visión crítica de su

época, de las clases dirigentes a las cuales se imita

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pero que no ofrecen ninguna ideología capaz de

hacer frente a la conformación social que se está

produciendo. El autor de La niña de los embustes,

sin embargo, utiliza su obra para advertir a

aquéllos que poseen su mismo rango social de los

peligros que puede ofrecer no estar al tanto del

tipo de gente que representa Teresa. En el

momento en que se publica La niña de los

embustes, el género está en función de la ideología

dominante y ha perdido el poder de subversión que

poseía inicialmente. Como señala Alonso Zamora

Vicente, “en Castillo, la picaresca es un elemento

estético más”2.

No es extraño, tratándose del Barroco, que se

intente anular lo que en un principio parecía ser

un género de protesta. La crítica debe ser velada y

es más frecuente el conformismo sobre todo

teniendo en cuenta quiénes son los emisores y

receptores de las obras.

Lo más importante es que a través de la

novela picaresca y la obra de Cervantes se inicia

un camino de formación de la novela europea no

obstante, abortado, ya que, excepto la expansión

2 . ZAMORA VICENTE, A.: Qué es la novela picaresca, Editorial Columba, Argentina, 1962. Consultado a través de la digitalización del Centro Virtual Cervantes.

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de lo picaresco, la técnica de Cervantes no se verá

respaldada por ningún continuador. “Por

desgracia, la floración narrativa del seiscientos

lleva en sí los gérmenes de su desintegración; la

acción de la novela picaresca se recarga con

discursos moralizantes y varios de sus motivos

típicos se trasplantan a otras formas en un proceso

fatal de “desnovelización” que desemboca en las

alegorías satírico-morales o en el costumbrismo,

por hipertrofia retórica de la descripción. Así se

malogra el primer intento serio de implantar la

novela realista en una literatura europea”3.

Tras este preámbulo realizaré un estudio

sobre dos aspectos que pueden poner en contacto

las dos obras objeto del trabajo. Uno de ellos es la

estructura espacial: el viaje como motivo

argumental y estructural. El otro, la comparación

de algunos personajes femeninos, a fin de poder

extraer algunas conclusiones sobre la diferencia

3 . VAÍLLO, Carlos: “La novela picaresca y otras formas narrativas”, en Historia y crítica de la literatura española, Editorial Crítica, Barcelona, volumen III, pág. 448.

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entre los personajes utilizados en las obras de

corte realista y las idealizantes.

La novela como itinerario es, sin lugar a

dudas, tan antigua como la propia literatura. Todo

héroe novelesco se mueve a través de unas

coordenadas espacio-temporales y el espacio que

lo rodea es también un elemento fundamental, bien

sea un espacio interno o externo. El hecho de que

el protagonista cervantino realice un periplo a

través del campo manchego no es nada

extraordinario, teniendo en cuenta el género que

pretende parodiar. Sí lo es, desde luego, la

elección de un espacio reconocible para sus

lectores, pues es un elemento que lo lleva hacia el

realismo (o por decirlo de otra manera, hacia el

verismo exigido por buena parte de los

preceptistas). Pero antes que Cervantes, la novela

picaresca ya había encontrado un buen recurso en

ese espacio familiar para los lectores. De este

modo, y siguiendo las características establecidas

por sus antecesoras, La niña de los embustes

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realiza un viaje itinerante dirigiéndose hacia las

ciudades en las que puede desarrollar su actividad.

En este sentido, el pícaro es un sujeto

eminentemente urbano: necesita del anonimato

que da un gran número de gente para poder

sobrevivir. Los oficios que desempeña Teresa son

necesarios en lugares donde el lujo y el dinero se

dan: en Madrid las damas solicitan su invento de

los moños, en Granada se hará cómica hasta tal

punto famosa que incluso tendrá un enamorado.

En Sevilla –lugar y ciudad de pícaros a la que

acudirán Rinconete y Cortadillo- necesita el

anonimato que da la populosa ciudad para cambiar

y fingir una nueva identidad. Franco MORETTI, en

su ensayo La literatura vista desde fuera, habla de

las conclusiones interesantes a las que se llega a

través de los mapas literarios4. Su estudio se aplica

al espacio cambiante en la novela inglesa del siglo

XIX pero también aquí podría analizarse.

¿Qué tipo de espacio nos revelan las dos

novelas, El Quijote y La niña de los embustes?

4 . El autor señala las diferencias espaciales que se observan entre la publicación del primer libro de Our Village, de Mary Mitford, en 1824, y el último volumen de 1832. Si al principio el pueblo es el centro en el que gravitan las historias, las últimas entregas hacen de éste un punto en unas coordenadas cuadriculadas que amplían los lugares a los que hacen referencia los personajes. Se vería así claramente la transformación espacial que produce la Revolución Industrial.

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Diversos estudios realizados sobre la obra de

Cervantes destacan varios elementos: en primer

lugar, la diferencia entre espacios reales y

espacios imaginarios; en segundo lugar, la

distinción entre el espacio en las historia

interpoladas y el de la historia marco; y, en último

lugar, la diferencia de espacio que se da entre las

aventuras andantes –siempre al aire libre, en

espacios naturales- y las aventuras fingidas –en

ventas, viviendas o palacios-. Ciñéndonos a este

último apartado, veremos el espacio de las

aventuras y del propio viaje del hidalgo.

En la vasta extensión en que discurren sus

aventuras puede haber en principio una sensación

de soledad: nada más lejos de la realidad. La

Mancha es una encrucijada de caminos en los que

el protagonista topa con innumerables personajes

que proceden de lugares lejanos o que se dirigen

hacia otros no menos ajenos al protagonista. Ni la

abrupta Sierra Morena es un lugar apacible para

estar solo, pues allí se encontrarán a Cardenio y a

Dorotea.

Nada más emprender su viaje, don Quijote

decide dirigirse hacia Puerto Lápice “porque allí

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decía don Quijote que no era posible dejar de

hallarse muchas y diversas aventuras, por ser

lugar muy pasajero”5. De hecho este pueblo, que

en el siglo XVI no era más que un conjunto de

casas, es una vía crucial para el camino desde

Madrid hacia Andalucía.

Sin llegar al lugar, se encuentra con el

entierro de Grisóstomo, del que dicen que años

atrás había sido estudiante en Salamanca (I, XII);

también encontrará a los encamisados que van de

Baeza a Segovia acompañando a un cuerpo muerto

(I, XIX), encontrará también a los galeotes, que se

dirigen a embarcar para pagar sus penas, y, entre

ellos, a Ginés de Pasamonte (I, XXII); Cardenio es

de una ciudad de las mejores de Andalucía… y no

digamos nada de la procedencia de los personajes

de las historias interpoladas: todos ellos se dirigen

a algún lugar y la venta es el punto donde se

encuentran6. En la segunda parte, Barcelona

aparece como punto de destino, es la única ciudad

que aparece en la obra. Sin entrar en cuestiones

sobre por qué Cervantes eligió la ciudad condal

5 . CERVANTES, Miguel de: Don Quijote de la Mancha, , Ed. Alambra, Madrid, 1979, capítulo VIII, pp.130.6 . El cautivo procede de León, y ya sabemos que viene de Argel junto a Zoraida; pero el periplo de su vida es largo: Génova, Milán, Flandes…; el oídor procede de Aragón y se dirige a Sevilla para embarcar.

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como escenario de las aventuras de su hidalgo, sí

que podemos afirmar que ésta aparece cuando el

realismo va ganando terreno a la ilusión

caballeresca. El vacío del campo manchego le sirve

de escenario para las aventuras que él pretende

caballerescas; la ciudad le desmiente sus afanes y

se impone la realidad.

Ya hemos mencionado el periplo de Teresa, la

niña de los embustes. Y lo que nos reflejan estas

obras es el entramado de vías que hacen de la

España del siglo XVII un lugar numeroso, lleno de

gentes que quieren medrar, cambiar su existencia

o su destino: es la rebelión del hombre barroco que

observa el mundo como un gran teatro en el que

puede representar un papel. Ya se ha señalado que

más que el hambre, lo que caracteriza al pícaro es

“la insolente usurpación de identidades honradas” 7 y esto sólo puede darse en medio de la libertad y

la anonimia que aporta la ciudad. Por eso Teresa

se dirige siempre a ciudades grandes en las que

podría asegurarse una gran ganancia.

Al igual que en La niña de los embustes, el

espacio que describe El Quijote, nos muestra un

7 . MARCEL BATAILLON, “La honra y la materia picaresca”, en Pícaros y picaresca, Taurus, Madrid, 1969.

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conjunto de seres dispuestos a cambiar –porque el

Barroco es ante todo eso- desde la áspera meseta

hacia todos los lugares posibles, dejando palpable

la movilidad (social o no) en la época. Las dos

obras recogerían en cierto sentido una parte de la

cosmovisión barroca que se manifiesta en tópicos

como “el laberinto”, “el mundo como una gran

plaza”, “como mesón” o “como teatro” pero me

atrevería a decir que, mientras que en Cervantes

existe una añoranza por un mundo que podría ser y

no lo ha sido, mientras las historias interpoladas

muestran un desenlace benévolo, en Castillo

Solórzano es sólo un reflejo de una actitud

conservadora e inmovilista8.

El viaje constante de los personajes que

pululan por las obras no es más que el reflejo del

barroco por el cambio, porque nada permanece:

“Es la vida humana un Mesón donde

el sabio es peregrino para detenerse”,

pero también es lugar donde se aprenden

todas las tretas, engaños o también

recursos para defenderse de los demás”. 9

8 . Prueba de ello es el “castigo” que la protagonista recibe ante sus osadías: jamás el pícaro conseguirá llevar a cabo su propósito de simulación por mucho tiempo, al final, siempre es desenmascarado.9 . MARAVALL, J. A., La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona, 1975, pp.319.

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El final de ambas obras coincide con un

regreso al lugar de origen: para el hidalgo supone

el fin, la confirmación de que todos sus ideales han

fracasado; para Teresa de Manzanares, significa

soportar la última broma que le devuelven sus

propias víctimas y finalmente, acabar casada con

un mercader, residiendo en Alcalá de Henares.

Promete ésta continuación de sus cuitas, aunque

jamás se publicaron pese a citar el título.10

Al introducirnos en la narrativa del Siglo de

Oro hay un interrogante que debemos plantearnos:

¿Hasta qué punto las figuras actanciales de las

obras de la época nos reflejan unas actitudes

realmente históricas? La sociedad poliédrica del

barroco tiene una publicidad ideológica según la

cual se exige un comportamiento determinado

fundamentalmente por el honor y la honra, la

virtud y la honestidad. Sin embargo, muchas de las

10 . Es obvio, y no necesita explicación, la diferente conclusión de las dos obras. El hecho de la continuación de prometida por Solórzano es propio del género, e incluso Cervantes la había utilizado en la primera parte de su obra.

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obras –literarias o no- nos dan idea de una

sociedad corrupta, falsa y engañosa.

Combinar estas dos vertientes resulta difícil,

al igual que aprehender la esencia misma del

Barroco. Esa misma dificultad puede quedar

reflejada al intentar una aproximación a la figura

femenina del Barroco. La ficción y la realidad no

han de estar unidas pero es inevitable preguntarse

si la literatura del periodo nos puede hacer una

descripción de la mujer de la sociedad del siglo

XVII.

.

En La niña de los embustes, Teresa de

Manzanares, sin que la obra aporte algo realmente

al género, se nos presenta una protagonista

femenina que habla por ella misma: la convención

de la novela picaresca nos sirve aquí para hacer

más creíble la confesión, aunque, en algunos

fragmentos y comentarios, parece sobresalir la voz

masculina del autor11.

El origen de la protagonista de la novela,

como mandan los cánones, es el de la deshonra 11 . Así es por ejemplo en las reconvenciones que se realizan tras narrar algún hecho poco recomendable. Teresa advierte a las mujeres de que favorecer a algún hombre antes del matrimonio puede serles gravoso, pues éste las juzgará livianas y no las querrá por esposas. “Sea este aviso para las mujeres casadas, y no se determinen a ser livianas para perder el crédito de fieles, como yo le perdí con don Sancho”. Cap. XVII.

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pero no por delinquir, sino simplemente por

carecer de fortuna y linaje familiar. Ella misma es

ejemplo de cómo una mujer sola en el mundo

puede lograr sobrevivir y mejorar su calidad de

vida. Los trabajos como moñera o como cómica le

permiten una holgura económica; sin embargo,

Teresa aspira a algo más y es entonces cuando el

personaje roza la delincuencia: Teresa quiere

medrar de clase social, y sólo lo puede hacer

cambiando de identidad y contrayendo matrimonio

con un hombre que le aporte ese nuevo estatus.

Así nos lo explica ella misma:

“Veme aquí el señor letor mujer de

casa y familia, y con el retumbante “don”

añadido a la Teresa, y un apellido de

Manzanedo a Manzanares .No fui yo la

primera que delinquió en esto, que

muchas lo han hecho, y es virtud antes

que delito, pues cada uno está obligado a

aspirar a valer mas”. 12

Queda claro que sólo el matrimonio puede

permitir a una mujer de baja cuna ascender. El

12 . CASTILLO SOLÓRZANO, Alonso: La niña de los embustes, Teresa de Manzanares. Debolsillo, Barcelona, 2005, pp.113. Edición a cargo de María Soledad Arredondo.

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trabajo que pueda realizar por sus propios medios

le permite sobrevivir, pero el mundo de falsedades

y teatralidad que es el Barroco (y, a partir de allí

qué época no lo es) exige que se adorne a la

persona con unos honores que buscará por todos

medios poseer. El valor del individuo por él mismo,

por sus obras, por su virtud, no sirve de nada. Las

mujeres virtuosas existen sí, en la literatura, pero

su virtud lleva siempre emparejada una alta cuna,

otros méritos que socialmente la engrandecen. El

Yo individualista que reclama su valor en la

sociedad y su recompensa no aparecerá hasta

mucho más tarde (tras la Ilustración) y aún así su

historia novelesca será siempre un conflicto entre

él y la sociedad. Merece la pena señalar las

diferencias entre algunos personajes femeninos de

El Quijote y la protagonista de La niña de los

embustes. Las influencias ideológicas de Cervantes

lo hacen heredero de las corrientes erasmistas del

Renacimiento. En aquel momento, los intelectuales

rechazan las ficciones coetáneas porque sólo

llevan aparejadas la mentira y el engaño:

propugnarán entonces un arte de verdad y esa

verdad es la que Cervantes intentará plasmar en

15

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su obra. Siguiendo este razonamiento, podemos

citar a uno de los personajes femeninos más

curiosos de la obra, Marcela. Curioso porque

mediante su historia Cervantes señala las

falsedades de otro género famoso en la época: el

pastoril. Pero, además, la sinceridad del personaje

y la reivindicación de su libertad la emparentan

con otros como los de La Celestina13. Marcela

quiere ser libre y rechaza el amor que le ofrece

Grisóstomo. Supone un reflejo de la alabanza del

regreso a la naturaleza aunque éste sea

prácticamente imposible. Si Teresa busca sus

relaciones amorosas, Marcela las rechaza: no mira

en su provecho, sino que busca su autonomía.

“…¿por qué se ha de culpar mi

honesto proceder y recato? Si yo conservo

mi limpieza con la compañía de los

árboles, ¿por qué ha de querer que la

pierda el que quiere que la pierda con los

hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas

propias y no codicio las ajenas; tengo libre

13 . Piénsese, por ejemplo, en el discurso que Areúsa realiza en el IX auto, en el que valora su libertad: “por esto,madre, he querido más vivir en mi pequeña casa, exenta y señora, que no en sus ricos palacios sojuzgada y cativa”.

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condición y no gusto de sujetarme; ni

quiero ni aborrezco a nadie. No engaño a

ése, ni solicito aquél; ni burlo con uno, ni

me entretengo con el otro. La

conversación honesta de las zagalas

destas aldeas y el cuidado de mis cabras

me entretiene. Tienen mis deseos por

término estas montañas, y si de aquí salen,

es a contemplar la hermosura del cielo,

pasos con que camina el alma a su morada

primera”.14

Dos personajes completamente diferentes y

sobre los cuales el público debe mostrar sus

preferencias. Qué duda cabe de que el de Teresa

responde mejor a los anhelos de los lectores, unos

lectores que entre la virtud y el provecho van a

elegir siempre este último.

Dorotea es otro de los personajes digno de

mención. La decisión, su valor, la intención que

demuestra en todo momento nos da la visión de

una mujer moderna y libre aunque esa libertad sea

utilizada, en su caso, para ir tras el hombre que la

ha abandonado.14 . Op. Cit., cap. XIV, pp. 184.

17

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Preguntarse por qué el Barroco no es capaz de

formar ya un héroe novelesco moderno obliga a

explicar también las características del propio

periodo histórico y social que lo produce. Frente a

los países protestantes, en los que el trabajo se

convierte en un valor perfectamente legitimizado,

los países de la Contrarreforma ven de forma casi

continua cómo el trabajo manual es

menospreciado, de forma que las clases medias –

que podrían alzarse como motor social- quedan

encumbradas por ese “odio nacional” al trabajo

poco digno. Ejemplos de ello ya los encontramos

en el Lazarillo de Tormes cuando el escudero con

el que se asienta Lázaro le hace una prolija

descripción de las tareas que estaría dispuesto a

realizar pero con sus recelos hacia la merma de su

condición social.15

La elección de este tipo de personajes creo

que debe relacionarse también con la intención del

autor: en el prólogo, Castillo Solórzano nos dice:

“Sus travesuras darán escarmientos para huir de

las que siguen su profesión, y esto sea disculpa de 15 . “Y vine a esta ciudad pensando que hallaría un buen asiento, mas no me ha sucedido como pensé. Canónigos y señores me ruegan; mas servir con éstos es gran trabajo, porque de hombre os habéis de convertir en malilla, y si no, “Andá con Dios” os dicen. Y las más veces son los pagamentos a largos plazos, y las más y las más ciertas lo comido por servido.(…) Ya cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria.”.

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haber sacado a la luz su vida, formada de los

sucesos de muchas, que han servido de hacer aquí

un compuesto”. Advertir a los ingenuos caballeros

que se crucen en el camino de mujeres tales es la

intención didáctica de la obra. Pero la mentira, ¿es

sólo condición de estas mujeres? Ya he

mencionado cómo el engaño y la máscara forman

parte del mundo barroco. Tampoco los nobles se

hallan libres de ella pues es también de dominio

público, como la propia Teresa dice, refiriéndose a

un caballero de Toledo vecino de ella:

“[Briones] halló que era persona que

manejaba dinero, cosa que me sonó bien,

porque lo de hijo de familia me había

helado; que sé lo mucho que prometen

caballeros por heredar, y lo poco que dan”

.16

Llama la atención que los rufianes sólo sean

las gentes de la extracción social de Teresa; aquí la

nobleza, pese a lo que de ella piensa Teresa, no

defrauda nunca. Incluso cuando se descubren los

engaños de la protagonista –como el caso de la 16 . Op. Cit. Pág. 256.

19

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suplantación de la personalidad en Málaga- es

despedida con buenas palabras:

“ Él me consoló y dio su

palabra que, por haberme tenido aquel

poco de tiempo por su hija, de su casa

no recibiría daño; antes todo favor y

buen pasaje adonde determinase irme

(…)

Al día siguiente entregué las

llaves de mis cofres donde tenía mis

vestidos, habiendo sacado primero la

almilla en la que traía estofada mi

moneda y la faja de mis joyas, sin que

nadie la viese. Esta entrega les volvió a

enternecer y, usando el capitán de su

generosidad, me dio dos ricos vestidos

de los que se me habían hecho, su hija

una sortija y el yerno una vueltecilla de

cadena” 17 .

17 . Op. Cit. Págs 200-201. Este desenlace parece un poco cervantino. En vez de humillar a la protagonista, se la despide con consideración. No sólo por el final feliz que tienen las historias interpoladas de El Quijote, sino por el desenlace de algunas de sus Novelas Ejemplares.

20

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Aunque, evidentemente, jamás aceptarán un

parentesco con ella. El fin de su matrimonio con el

caballero indiano en Sevilla lo atestigua. Cuando

ya ha enviudado, el esposo de su cuñada, don

Diego le dice:

“Señora Teresa de Manzanedo, esposa

que fue de Sarabia, el cómico, conozca a

los amigos y no se extrañe con ellos, que

yo he deseado este suceso para que luego

me desembarace esta casa de su persona y

deje la compañía de mi esposa, para que la

tenga con sus iguales”.18

De distinto parecer resulta aquí Cervantes.

A través de la imaginativa enferma del

protagonista, todos los personajes se igualan en

derechos, todos son dignos de recibir los más

encumbrados bienes. Ese juego con la locura hará

que el hidalgo ennoblezca a las prostitutas de la

venta, o libere a los delincuentes galeotes. En ese

mundo idílico que, vuelvo a repetir, recoge el

contenido del Renacimiento, todos son iguales.

18 . Op. Cit., pp. 249.

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Otro elemento que podemos poner en

relación es el tema de la violencia hacia la mujer –

reflejo de las costumbres sociales del momento-.

En la novela de Castillo Solórzano es el único

momento en que la situación se agrava realmente

para Teresa, ya que descubierta ésta junto a su

cuñada en el aposento de don Sancho, su marido

apuñalará a su propia hermana. La sumisión de la

mujer es un hecho incontestable que Cervantes

deja ver en la historia de Cardenio y Luscinda,

pese al final amable y acomodaticio que impone al

hacer que don Fernando regrese con Dorotea.

De igual forma, también los matrimonios

entre parejas de diferente edad es un tema

recurrente en Cervantes que opta a veces por la

consumación del adulterio y la burla del esposo, al

igual que ocurre en La niña de los embustes,

donde los matrimonios de Teresa con hombres

adinerados son siempre con gran diferencia de

edad entre ellos. Diferencias que sirven para

advertir de las consecuencias de esta elección:

Mil veces estuve dispuesta a pedir

divorcio de la mala vida que me daba, mas

22

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esta negra honra me lo estorbó. ¡Qué mal

hacen los padres que tienen hijas mozas y

de buenas caras, en darles maridos

desiguales en la edad como este, pues

raras veces se ven con gusto, que la

igualdad de edad es el que le fomenta y

adonde reina siempre la paz y el amor!. De

lo contrario, hemos visto muchas

desdichas y flaquezas, que no se

cometieran si los empleos se diesen al

gusto de quien los ha de hacer, sino que

este negro interés, tan valido en el mundo,

es causa destos desaciertos. Valga este

por aviso a los padres que tienen hijas

para remediar.19

Tras estas consideraciones –de las que

evidentemente obviamos muchos de los personajes

aparecidos en El Quijote- podemos afirmar que las

obras comentadas demuestran el trabajo de

conformación de un género que busca un

acercamiento a la realidad como respuesta a los

tipos de narración que se habían impuesto en el

Renacimiento. El camino hacia la verosimilitud 19 . Op. Cit. Pp.115

23

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implica una búsqueda del espacio conocido que da

como resultado un lugar compuesto por núcleos

urbanos –en el caso de la novela picaresca- y por

pequeñas localidades que se encuentran en el

camino hacia los grandes núcleos de población, en

el caso de la I Parte de El Quijote. Pese a ser

nombrados de forma indirecta, los indianos

resultan evidentes en las dos obras: el siglo XVII

continúa con su ocupación americana. El nuevo

continente es el futuro para muchos y trae consigo

la riqueza para otros. Decir indiano es decir rico y

esta característica, en un mundo moderno, supone

ser el objeto de deseo de muchos otros personajes.

Con ellos es inevitable pasar a mencionar los

cambios en el espacio social que imponen estas

novelas: pese a la estructura estamental impuesta

por el poder y la sociedad, la lectura de estas obras

no deja de darnos otra visión desde “abajo”:

cualquiera puede aspirar a tener mayor riqueza y

el medio para conseguirlo es un asunto peliagudo

cuando jamás se va a reconocer la honra del dinero

ganado con el esfuerzo del trabajo. Como señala J.

A. Maravall, “el siglo barroco se caracteriza por un

desmedido incremento de las aspiraciones

24

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sociales”20, y buena muestra de ello son los

personajes que aparecen en las obras estudiadas.

A Teresa no le basta con tener dinero, necesita la

promoción social; de igual forma, Dorotea, que ve

su honra por los suelos, no duda en seguir viaje

para buscar a don Fernando y conseguir también

su particular ascenso social. Al margen de las

consideraciones y las diferencias entre las dos

obras, lo que sí hay que señalar es que, a partir de

este momento, los personajes femeninos han

conseguido convertirse en espejo de personajes

reales, no para ser imitados como ejemplo de

mujeres virtuosas, sino para que las lectoras

puedan verse reflejados en ellos.

20 . Op. Cit. ,pp. 314.

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