Charlas no ociosas - Lu Sin

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LU SIN CHARLAS no ociosas

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Ensayos del autor chino.

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  • LU SIN

    CHARLASno ociosas

  • NOCHE DE OTOO

    Detrs de mi casa, ms all del muro del jardn, se ven dos rbo-les. Uno es un rbol de dtiles; el otro tambin.El cielo nocturno sobre ellos es extrao y alto. Nunca vi un cielo tan extrao, tan alto. Parece querer dejar este mundo de hom-bres, de modo que, cuando la gente mira hacia arriba, no est en condiciones de verlo. Por ahora, sin embargo, est singular-mente azul. La multitud de sus ojos estrellados golpea framente los prpados. Una leve sonrisa aletea en torno de sus labios, una sonrisa que parece retener densa en significados, mientras es-polvorea un hielo pesado sobre las flores selvticas de mi jardn.No s cmo se llaman estas plantas, ni con qu nombres se las conoce comnmente. S que una de ellas tena minsculas flores rosadas. Algunas se mantienen todava en sus ramas, aunque ms pequeas que nunca.Estremecindose en el aire fro nocturno, suean con la llegada de la primavera, con la llegada del otoo, con el descarnado poeta que vierte lgrimas sobre sus ltimos ptalos, dicindoles que el otoo llegar, y que llegar el invierno, y sin embargo volver la primavera, cuando las mariposas vuelan de aqu para all, y todas las avispas empiezan a zumbar cantos primav-erales. Entonces las pequeas flores rosadas sonren, aunque hayan tomado un lgubre color violceo por el fro y todava tiemblen.En cuanto a los rboles de dtiles, han perdido completamente sus hojas. Antes, uno o dos muchachos venan a recoger los dtiles que haban escapado a los dems. Pero ahora no ha quedado ni siquiera un dtil, y los rboles perdieron todas sus hojas. Conocen el sueo de las pequeas flores rosadas, la primavera despus del otoo; y conocen el sueo de las hojas cadas, el otoo despus de la primavera. Pueden haber perdido todas las hojas y puede que slo les hayan quedado las ramas; pero stas, sin el peso ya de los frutos y el follaje, se tienden voluptuosamente. Alguna rama gruesa, sin embargo, pende an, cicatrizando las heridas hechas en la corteza por los palos que tiraron abajo los dtiles. Mientras tanto, rgidas como el hierro, las ramas gruesas ms derechas y ms largas agujerean silen-ciosas el cielo extrao y alto, hacindolo parpadear de miedo. Agujerean incluso la luna llena en el cielo, hacindola empalide-cer y disgustndola.

  • Parpadeando de miedo el cielo se hace cada vez ms azul, cada vez ms incierto, como si tuviese ganas de huir del mundo de los hombres y de evitar a los rboles de dtiles, dejando detrs a la luna. Pero tambin la luna se esconde hacia oriente. Mientras, siempre silenciosas y rgidas como el hierro, las gruesas ramas agujerean el cielo extrao y alto, decididas a infligirle una herida mortal, sin importarles el hecho de que l agite encantadora-mente los prpados.Con un grito pasa un fiero pjaro nocturno.De pronto oigo rer a la medianoche. Es un sonido sofocado, cmo para no despertar al que duerme, y sin embargo todo el aire alrededor resuena con esa risa. Medianoche, y no hay nadie fuera de m. Me doy cuenta de que soy yo quien re, y de inme-diato mi risa me conduce otra vez a mi cuarto. De inmediato levanto la camisa de mi lmpara de kerosene.Un repiqueteo resuena en el vidrio de la ventana que da al jardn, donde los insectos chocan contra el marco. Pero hete aqu que alguno de ellos logra entrar, sin duda, a travs de un agujero del papel. Una vez adentro, vuelven a repiquetear chocando contra el tubo de la lmpara. Uno se precipita por el tubo y cae en la llama, y as me doy cuenta de que la llama es real. Sobre la pan-talla de papel otros dos o tres reposan ansiosos. La pantalla es nueva, de ayer a la noche,Su papel, blanco como la nieve, est plegado como un fuelle y pintado en un ngulo con un ramillete de gardenias rojo sangre.Cuando las gardenias rojo sangre se abran, los rboles de dtiles, pesados por su follaje esplendoroso, volvern a soar una vez ms el sueo de las pequeas flores rosadas...Otra vez siento la risa de la medianoche, y rpidamente corto el flujo de mi pensamiento para observar a los pequeos insectos verdes, todava posados sobre el papel. Como semillas de gira-sol, con sus gruesas cabezas y sus pequeas colas, slo miden la mitad de un grano de cereal, y son todos de un verde ador-able, que rompe el corazn.Bostezo, enciendo un cigarrillo y echo una bocanada de humo, ofreciendo un homenaje silencioso, frente a la lmpara, a estos verdes y exquisitos hroes.

    15 de septiembre de 1924.

  • MAESTROS

    ltimamente, los jvenes han pasado a ser tema de moda: no se habla de otra cosa. Pero claro que no todos los jvenes son iguales.Algunos son despiertos, otros duermen, otros estn en coma, otros se mantienen perezosamente despaciosos, y otros se di-vierten, para recordar solamente a una parte. Claro est que hay otros, adems, que quieren ir hacia adelante.Los jvenes que quieren avanzar suelen buscar un maestro. Osara decir, con todo, que jams lo encuentran. Sin embargo, de ser as son afortunados. Porque quien se conoce a s mismo y a sus propios lmites no querr hacer de maestro, mientras que quien cree en s mismo puede resultar un gua para nada confi-able. Todos los que se consideran guas han superado la edad en la que un hombre es equilibrado . Son grises y viejos de espritu, llenos de tacto y de cautela, eso es todo; sin embargo, se proponen como guas. Si realmente conocieran el camino habran avanzado hacia su propia meta, en lugar de seguir siendo maestros. Los monjes que exponen las leyes budistas, y los taostas que venden elixires se convertirn, tarde o temprano, en blancos huesos, como cualquier otro. Sin embargo, los hom-bres van donde ellos para escuchar la gran verdad sobre la vida eterna; que ridiculez!Atencin: no significa esto que yo condene totalmente a ciertas personas. No hay nada de malo en hablar con ellos. Algunos slo pueden hablar, otros slo pueden escribir; y si esperan que se den de puetazos se equivocan. Si supieran darse puetazos ya lo habran hecho desde hace rato. Pero entonces querran que dieran saltos mortales.Parece que algunos jvenes se dieron cuenta de esto. Recuerdo que, cuando el suplemento de Noticias de Pekn pidi que se aconsejara a los jvenes acerca de las lecturas adecuadas, al-guno opuso objeciones y, en resumen, sostuvo que el nico juez digno de crdito es el mismo lector. Quisiera dar un paso ms all, aunque suene un tanto decepcionante, y decir que incluso el lector puede no ser siempre un buen juez.La mayor parte de nosotros tiene la memoria corta. Esto no debe asombrar, porque hay demasiados sufrimientos en la vida, espe-cialmente en China. La gente que tiene buena memoria termina siendo aplastada a muerte por el peso de los sufrimientos; slo

  • los que tienen mala memoria, los ms aptos para sobrevivir, pueden precisamente seguir siendo felices. Con todo, tenemos un poco de memoria y podemos rehacer lo andado con el pen-samiento para darnos cuenta de que ayer estaba equivocado, pero hoy no, un hombre dice una cosa, pero quiere decir otra, mi yo presente est luchando con mi yo pasado. Nunca vimos el alimento de los dems cuando nos moramos de hambre y no haba nadie; nunca vimos el dinero de los dems cuando ramos desesperadamente pobres, ni jams vimos a una de las ms her-mosas mujeres de la tierra cuando el deseo nos quema. Por lo tanto, haremos bien en no vanagloriarnos demasiado pronto. De otro modo, si tenemos memoria, podremos tener que sonrojar-nos en alguna ocasin futura.Tal vez aqullos que comprenden que no son del todo dignos de fe, son relativamente dignos de crdito.Por qu deberan los jvenes buscar guas que cuelgan carte-les dorados para publicitarse? Mejor haran en buscar amigos y unirse a ellos, y avanzar juntos hacia aquel lugar donde sea posible sobrevivir. Tenis fuerza, incluso de reserva.Si llegis a un lugar salvaje, podis plantar rboles. Si llegis a un desierto, podis excavar pozos. Para qu pedirles a los dems que os indiquen viejas pistas, ya invadidas por la maleza? Por qu ir en busca de maestros viejos y derrotados?

    11 de mayo de 1925.

  • CHARLAS NO OCIOSAS

    En las Charlas ociosas publicadas en el nmero 40 de la Re-vista Moderna, el seor Chen Yuan, transportado por una noble indignacin, protesta en nombre de los escritores que sufrieron prdidas materiales debido a que el editor se apropi inde-bidamente de sus obras. Como mi humilde nombre figura en la lista, me siento en verdad apabullado. De modo que, luego de cenar, desahogo mis reacciones. El motivo por el cual escribo es tal vez todo lo contrario de puro. Recuerdo que, cuando era joven, en mi pequea ciudad natal, la gente de bajo rango mostraba poca gratitud por los pretendidos favores que le otorgaba la gente adinerada, y se le reprochaba su ingratitud. Mi padre y mi abuelo eran intelectuales que podan clasificarse entre los literatos; pero a partir de mi generacin, de un modo u otro, nuestra familia conquist costumbres de bajo rango. No me gusta aceptar condolencias, mucho menos favores. El asunto es que siempre sospecho que son falsos. Sin duda, esta sospecha es la raz de la ingratitud, y esto puede ser lo que convierte en impuro lo que escribo.Nunca experiment un impulso creativo que me ate al escrito-rio y me obligue a escribir hasta cuando me amenazan por todas partes el hierro y el fuego; S perfectamente que ese impulso es miedo, noble y profundamente admirable: lo malo es que nunca lo sent. Una maana, hace pocos das, mientras un amigo me miraba con aire de reproche, enrojec y sent de manera tormen-tosa el impulso de hacer algo. Pero ms tarde, refrescado por el fro viento del tardo otoo, la temperatura de mi cara se torn normal y no me puse a escribir. Por lo que respecta a mis es-critos ya impresos, son algo que me ha sido mamado. Cuando digo mamado me refiero al mtodo de extraccin: no pretendo que mis obras sean como leche ni espero que las sellen en bo-tellas de vidrio y las enven a alguna casa de cultura. Si usa-mos un trmino que se ha puesto de moda imprevistamente, y llamamos abortos a las obras inmaduras de los jvenes ansi-osos por verse impresos, entonces las mas no son ni siquiera abortos, sino un gato en el lugar de un prncipe . As, en cu-anto he terminado de escribir la cosa est terminada. Me impor-ta un rbano que los editores se apropien de mis libros y lo que dicen los literatos. Pero si las personas que estimo tienen ganas de leerlas y las elogian, no puedo dejar de sentirme complacido.

  • Reun algunos de mis escritos y los publiqu en forma de libros solo para ganar dinero. Esa es la verdad.Esto significa tal vez que cuando escribo no soy serio? No, realmente. Y aunque no tenga un gran sentido de mi dignidad, no me esfuerzo por ser divertido. Cuando alguien es mamado cmo puede sonrer o decir chistes? Slo un inmortal podra hacer algo similar. Y yo no tom como maestro a ningn santo taosta.Pero despus de haber escrito no me preocupo demasiado por los hijos de mi cerebro, por cuanto no considero que mi escoba rota sea un tesoro . Porque, como ya he explicado, una vez escritos los mando al diablo. Quin desea detenerse en cosas muertas o liquidadas? Cuando los editores, con su gran discern-imiento, elijen y publican mis obras, tampoco presto ninguna atencin. En efecto, aunque lo quisiera, no podra detenerlos de ningn modo. Una vez tuve la intencin de cobrar los dere-chos de autor por una traduccin, cuando supe que el libro se haba agotado; le escrib al editor para reclamar el pago. Me respondieron que su ex administrador se haba jubilado y que deba dirigirme a l. Fue un golpe. Dado que los editores esta-ban en Shangai, me resultaba difcil tomar el tren e ir hasta all personalmente a exigir el pago o a entablarles juicio. Y tengo tambin alguna otra objecin que hacerte a cierto tipo de an-tologas. Una es que cuando el original contiene algunas erratas evidentsimos errores de imprenta se cuidan muy bien de corregirlos. Otra es que hacen solemnes declaraciones sobre los ismos y las ologas de la obra, que a menudo tienen un lejano parecido con mi punto de vista. Naturalmente, la crtica es una aventura del alma y el alma de un crtico siempre est ms adelantada que la del escritor. Pero en eso que ellos lla-man un cadver yo puedo or claramente un corazn que late. Ciertamente, este es un caso en el que las paralelas nunca se encuentran. Fuera de ello, no tengo motivos para lamentarme demasiado.Puede parecer una refinada generosidad oriental, pero temo que en realidad derive del hecho de que yo no vivo de mi pluma. En China, la compensacin media por un ensayo de congratula-ciones, en el clsico estilo eufusta, gira todava en torno de un centenar de taels de plata, mientras que los escritores en lengua vulgar no valen nada. En lo que respecta a las traducciones, se dice que a ellas se dedican hombres con mentes perversas,

  • incapaces de escribir, que envidian a los que saben hacerlo. As, cuando se produce un progreso en el campo literario, las tra-ducciones no valen ni un centavo. Por lo que yo escrib, aunque al comienzo muchas veces fui rechazado, mi precio actual va de uno a tres dlares cada mil palabras. Pero como no tengo muchos buenos clientes, a menudo escribo esto y aquello slo por un sentido del deber. Algunos piensan que us mis derechos de autor, no slo para hacerme una casa y comprar arroz, sino para mantener mis cigarrillos y dulces. En realidad, estos fondos fraudulentos provienen de otras fuentes: en realidad no soy muy bueno diciendo cosas subidas de tono para asustar a los edi-tores antes de negociar con ellos. Creo que la cosa ms barata en China es el trabajo de un obrero. Inmediatamente despus se ubica lo que llaman escribir; slo estafando se hace dinero. Si uno quiere vivir slo de su pluma, mi experiencia me dice que para vender un artculo hace falta de un mes a un ao y ms. De modo que cuando finalmente llega el dinero, el autor estar estu-pendamente muerto de hambre; si luego, para colmo, es verano, ya estar marchito y no tendr estmago para comer.Por eso siempre us otros recursos para mantenerme vivo, y slo practico el ejercicio llamado escribir cuando me maman. Dado que mis artculos son mamados, es obvio que tienen poco en comn con la inspiracin, con el impulso creador y cosas por el estilo. Surge entonces otra cuestin. Si no tu-viese que ganarme la vida con otros medios y pudiese con-centrarme en la escritura, sentira la inspiracin y todo lo dems, y producira obras relativamente ms importantes, o, por lo menos, me abstendra de ofrecer gatos pelados en lugar de prncipes? No lo s. De la maana a la noche, durante todo el ao, en las escuelas de campo, los maestros ensean a los nios del pueblo. No piensan continuamente en la poltica ni se dedican a toda suerte de ftiles actividades, pero tampoco parece que produzcan manuscritos como Los prolegmenos al estudio de la educacin u otros tratados eruditos para la pos-teridad. Por otra parte, obras como El Capital de Carlos Marx, o Crimen y Castigo de Dostoievski, no se escribieron despus de saborear caf moka o de fumar cigarros egipcios. Puede haber editores y traductores de especial talento, como el ministro Chang Shih-chao, o escritores de grandes revistas, subsidi-adas por funcionarios o que reciben publicidad de los bancos, que, una vez que han reposado y se han llenado pueden limar

  • su lenguaje durante meses y producir alguna obra excepcional y elegante, muy antigua y profunda. En mi caso, admitido que tenga la panza llena y que no venga demasiada gente a verme, puedo quedarme plcidamente recluido en casa sin escribir. O, si escribo, se tratar de alguna nota blanda y ambigua lo que se llama una narracin equilibrada e imparcial equivalente, en suma, a no escribir en absoluto.As, cuando los pequeos editores de Shangai se convierten en mosquitos y me chupan la sangre, aunque ciertamente me causen cierto dao material, no siento demasiado resentimiento hacia ellos, pues s que son slo mosquitos, y as hacen los dems. Lo que ms me ha daado en la vida no son ni los edi-tores, ni los soldados, ni los bandidos, ni ciertos bien conocidos bribones, sino los rumores. Este ao, por ejemplo, se corri la voz de que yo haba incitado a los estudiantes, de que com-plotaba para convertirme en presidente del colegio y de que me haban bajado a puetazos los incisivos. Una vez, hasta el seor Chen Yuan, que simpatizaba conmigo por la prdida de mis derechos de autor, fue llamado a engao y public rumores por el estilo en sus habituales Charlas ociosas, en el nmero 25 de la Revista Moderna. Es una prueba del poder de los rumores. Del mismo modo, daa menos a una estudiante que los bandi-dos le roben algo de su echarpe rosa que el hecho de que sobre su persona se echen a correr rumores calumniosos, por obra de literatos abyectos y bellacos. No he logrado descubrir, con todo, si esos rumores los fabrica una persona o varias, ni cmo se lla-man los que las propagan. En realidad, por falta de tiempo dej de investigar, pero por comodidad los llamar animales.No obstante la divisin entre hombres y animales, los animales, desafortunadamente, se han mezclado con los hombres. Y como todos tienen rostros humanos, no se puede notar la diferencia. As me hice sospechoso, y no me gusta escuchar consejos; y como no tengo nada que decir, no escribo mucho. A veces, un genuino estallido de indignacin me golpea como algo extrao y extravagante. Y esto da el toque final a mi ingratitud de bajo rango, hacindola incurable.Lo cierto es que, por cuanto no nos guste el nombre de com-pilador porque nos recuerda a los compiladores de ensayos de examen de la dinasta Ming, algunos hombres de este tipo nos vendran bien en la actualidad. Durante los ltimos aos, el trabajo de algunos escritores desconocido ha sido mejor que el

  • de los autores destacados; sin embargo, nadie les prest la ms mnima atencin y se los dej morir por su cuenta de muerte natural. El ao pasado le propuse al seor D. F. que alguien se encargara de recoger las publicaciones peridicas de las di-versas localidades y las examinara atentamente, para despus elegir y publicar una coleccin de cuentos, con el objeto de darles un pblico ms vasto. Haba que excluir a todos los cuen-tos ya editados en volmenes y acompaarlos educadamente hasta la puerta. Pero no se hizo nada: ninguna decisin se tom entonces, y ms tarde cada uno de nosotros tom su camino. No puedo dedicarme yo mismo a este trabajo porque tengo mis preferencias. Cuando discuto por casualidad acerca de errores y razones, siempre pienso que mis amigos tienen razn, y con-sidero ms vale pobres de tcnica a todos los que estn en mi contra.No parece haber ecuanimidad en mi corazn, ni la encontr en otras personas. Sin embargo, sigo esperando que exista en algn lado. He aqu por qu no me animo a asignarme el papel de juez, ni mucho menos el de crtico literario.Como no existen compiladores profesionales, los crticos podran hacer perfectamente este trabajo; porque el deber de un crtico no consiste solamente en erradicar las malas hierbas, sino en regar las bellas flores o, por lo menos, las bellas flores en em-brin. El crisantemo, por ejemplo, es una hermosa flor que tuvo su origen como planta selvtica, con pequeos ptalos amaril-los, llamadas comnmente Estrella del cielo. Pero hoy tal vez no se escribe nada bueno o quiz cuando los hombres se hacen crticos asumen un tono muy altisonante; en efecto, en lo que hace a los jvenes escritores, slo los vi recibiendo golpes en la cabeza, protegidos o completamente ignorados. Muy a menudo los crticos envalentonan o guan. En lo que respecta a ciertos literatos que se conducen como crticos, su nica funcin parece ser la de guardias de cuerpo: gesticulan y se arrojan slo para defender su propio patrn. Con este objeto llegan incluso a apualar a los otros por la espalda, sin dar nombres, o sin dar claro testimonio, pero sirvindose en cambio de un lenguaje insidioso, de manera tal que el hombre atacado no sepa que es su blanco. Y ellos rellenan todas las lagunas de sus escritos con una campaa de murmuraciones dirigida a suscitar sospechas acerca de todos. Esta manera de vilipendiar no se circunscribe a los escritores, sino que este ao la vi tambin actuando contra

  • las muchachas. Los antiguos hablaban de los trucos diabli-cos, pero dado que los diablos no existen, pensaban en cria-turas como stas. Es evidente que este fondo est ms all del desprecio, y que tambin los que se limitan a hacer de guardias de cuerpo no deberan poder ser crticos.Los editores, como otros comerciantes, quieren simplemente su provecho. Todos sabemos que su motivo al publicar o hacer apreciaciones es impuro. Por eso nunca los consideramos en la misma categora de los profesores universitarios. Pero como el provecho es su nico motivo, me siento bastante seguro de ellos. Claro que las personas afortunadas que nunca fueron apu-aladas por la espalda se resentirn incluso por defectos peque-os como ste.Esto tambin puede considerarse como un escrito. Pero ste tambin me fue mamado, y no se trata de la charlatanera ociosa en la que uno se abandona saboreando el t junto a la estufa. As, para terminar, vuelvo atrs para escribir el ttulo, como demostracin de que sta es una narracin de hechos reales.

    22 de noviembre de 1925,

  • HISTORIA MODERNA

    Por lo que puedo recordar, en todas las ciudades que visit quienes usan las plazas son los saltimbanquis y los actores de la legua.En general, slo presentan dos tipos de espectculos.En el primero, muestran a una mona con mscara y vestidos que blande una espada o una lanza y da algunas vueltas montada sobre una cabra. O bien un oso, alimentado a caldos magros hasta quedar convertido en piel y hueso, realiza algn nmero. Al final hacen la colecta.En el otro tipo de espectculo, ponen una piedra en una caja vaca, la anudan muchas veces dentro de un enorme pauelo, y finalmente sale una paloma blanca. O bien un saltimbanqui se llena la boca de papel, le enciende fuego y saca llamas por la boca y por la nariz. Luego de lo cual viene la colecta. Al recoger el dinero, uno de los actores lamenta que sea tan poco y se niega a continuar, mientras el otro trata de persuadirlo y le pide al pblico otras cinco monedas. Entonces, claro est, alguien da una, y l pide otras cuatro, otras tres...Una vez que han logrado reunir bastante, empieza otro nmero. Esta vez ponen a un nio en un tonel de boca tan estrecha que slo puede verse un mechoncito de pelo de su cabeza. Para que lo saquen de all hay que pagar. Una vez que reunieron bastante, uno de los actores mata al muchacho de un modo u otro, lo cubre con una sbana y lo deja all, tieso y rgido. Para que lo devuelvan a la vida hay que pagar. En casa pensamos en nuestros padres. Lejos pensamos en nuestros amigos... Viva! Viva! grita el saltimbanqui con voz grave y triste, haciendo de cuenta que va a dejar caer las mone-das.Maldice a los otros nios si se acercan para ver mejor. Si no prestan atencin, les pega.No es necesario decir que mucha gente les da dinero. Cuando tienen ms o menos lo que esperaban, los trotamundos recogen las monedas y sus cosas. El muchacho muerto se pone de pie de un salto y se va con ellos.Los espectadores tambin se dispersan, con aire atontado. La plaza queda nuevamente tranquila durante un rato, pero de pronto el espectculo empieza de nuevo. Segn el proverbio: To-dos pueden hacer trucos, pero no todos los trucos son iguales.

  • En efecto, durante muchos, muchsimos aos han sido iguales y, con todo, siempre hay gente dispuesta a mirar y a pagar. Pero deben tener algunos das de descanso.Esto es todo cuanto tengo que decir, y es bastante poco: pre-cisamente porque una vez que todos pagaron hay algunos das de descanso antes de que la misma cosa se reanude.Ahora comprendo que me equivoqu con el ttulo. Esto en reali-dad no es ni chicha ni limonada.

    1 de abril de 1933

  • CRISIS DEL ENSAYO

    Hace un mes, aproximadamente, creo haber ledo en un diario una necrolgica en la que se deca que el muerto haba sido un conocido coleccionista de bagatelas y conclua expresando el temor de que con su muerte desaparecieran de China todos los coleccionistas de este tipo. Lamentablemente, en su momento no le prest la debida atencin, de modo que olvid, tanto el nombre del diario, como el del coleccionista.Muchos jvenes de hoy tal vez no sepan exactamente qu sig-nifica bagatela. Pero los que provienen de viejas familias, los que cuentan con intelectuales aficionados entre sus antepasa-dos y no estn en decadencia ni hayan vendido al ropavejero el ajuar de la herencia por considerarlo intil, pueden encontrar entre las cosas viejas y llenas de polvo un pequesimo espejo con su pedestal, una roca de forma curiosa, figuritas talladas en bamb, animales esculpidos en jade antiguo, o sapos de tres patas con una papita verde. Estas son bagatelas. En pocas en las que ciertos objetos tenan un lugar de honor en el escritorio, cada uno tena su esplndido ttulo. El sapo de tres patas, por ejemplo, poda ser llamado Sapo en el tintero de la Luna. El ltimo coleccionista ciertamente conoca estos nombres, pero hoy han desaparecido junto con la gloria de los objetos que adornaban.Claro que las bagatelas no eran para los pobres, pero tampoco se exhiben en las casas de los altos funcionarios, ni de los mil-lonarios, a los que les gustan los jardines en miniatura de perlas y de jade, o la porcelana policroma. Las bagatelas eran, simple-mente, un refinado pasatiempo de los literatos que posean, por lo menos, una decena de acres de tierra frtil en el campo, o bastantes salas de estudio tranquilas y de buen gusto en sus casas. Incluso cuando un intelectual se trasladaba a Shangai deba vivir en relativa comodidad. Tena que tener una habitacin reservada por tiempo indefinido en el hotel, con un escritorio y un sof para fumar opio, y una vez que haba fumado hasta cansarse y se senta en paz, acariciaba sus bagatelas y se com-placa con ellas. Pero actualmente todo esto se fue a pique en la oleada perversa de los sucesos mundiales, como un bote en un mar enfurecido.Con todo, incluso en tiempos de paz y prosperidad las bagate-las nunca tuvieron verdadera importancia. Un pedazo de marfil

  • de dos centmetros cuadrados en los que estaba inciso el Pref-acio del Pabelln de las orqudeas todava se considera como una obra de arte, pero si lo colgis de la Gran Muralla o lo colocis a los pies de uno de los Budas de Yunkang, de ms de cinco metros de altura, ni siquiera se ve, de tan pequeo; e in-cluso si los entusiastas lo sealan, se lo ve simplemente ridculo. Por lo dems, ahora que el viento y la arena azotan nuestros ros-tros, y los lobos y los tigres abundan, quin tiene tiempo para apreciar los colgantes de mbar de un abanico o un anillo de jade? Para complacer al ojo los hombres necesitan enormes edi-ficios que sobresalgan del viento y la arena: solidez y grandeza, no acabados elegantes. Como satisfaccin, quieren espadas y lanzas: la agudeza y la forma, no la elegancia. En arte, el pedido de bagatelas se hizo trizas, como un Sueo, tal como el autor de aquella necrolgica saba perfectamente. Pero el pedido de ensayos o de artculos breves las bagatelas de la literatura sigue en continuo aumento. Los que los piden piensan que van a poder refinar y pulir los corazones toscos por medio de dulces reproches gentiles lamentos As, quieren que los hombres se pierdan completamente en los Ensayos escogidos de las Seis Dinastas hasta olvidar, enganchados a un rbol del que slo la cima sobresale, la inundacin. Pero lo que ahora necesitamos es luchar y combatir.Y que sigan existiendo ensayos y artculos breves depende nicamente de la lucha y del combate. Los discursos ociosos de la dinasta Tsin cesaron junto con ese rgimen. A fines de la dinasta Tang la poesa degener, pero volvieron a florecer las breves composiciones en prosa. Sin embargo, las Traducciones de Lo Yin son casi exclusivamente invectivas desdeosas. Y mientras Pi Jih-hsiu y Li Kuei-meng se consideraban eremi-tas, y as los llamaban los dems, si leemos los ensayos de sus cosechas, lejos de haber olvidado el mundo, son como puntos luminosos y como cabezas de lanza en un montn de basura. Si bien los ensayos de la dinasta Ming son ms bien decadentes, estn enteramente dedicados al viento y a la luna, contienen re-sentimiento, stira, ataques y destruccin. Este tipo de escritos molest a los gobernantes Manch y a sus ministros en carne viva, recibi golpes de espada por parte de muchos generales ayudantes de los tiranos y golpes de pluma por parte de muchos intelectuales colaboracionistas, antes de que lo aplastaran final-mente durante el reinado de Chien Lung. Despus de lo cual,

  • siguieron las bagatelas.Naturalmente, las bagatelas no podan ir demasiado lejos. Pero durante el movimiento del Cuatro de mayo se desarrollaron; entonces, las breves composiciones en prosa tuvieron ms xito que las novelas, las comedias o la poesa. Claro que contenan motivos de lucha o de combate, pero como a menudo fueron tomados como modelos los ensayos ingleses, en ellas haba tambin un poco de humor y de dignidad. A veces el estilo era rebuscado e incluso bien construido, para demostrarle a la vieja literatura que lo que haba sido considerado como su monopolio poda muy bien usarse en los escritos en lengua vulgar. Luego, el camino hacia adelante implic obviamente una lucha y un combate ms speros, dado que se fundaban en la revolucin literaria y en la revolucin ideolgica. La tendencia actual, con todo, consiste en estimular las caractersticas comunes con los ensayos antiguos tolerancia, elegancia, preciosismo, con el objeto de obtener bagatelas que sirvan para discriminar a los intelectuales. Se espera, por otra parte, que si los jvenes aprenden a apreciar estas bagatelas su crudeza se trocar en elegancia.Pero hoy ya no existen grandes escritorios. Y aunque el opio se vende abiertamente, las pipas para opio estn prohibidas, de modo que fumar es absolutamente difcil. Esperar que los habitantes de las reas donde se combate o de las zonas de caresta aprecien las bagatelas literarias es, como todos saben, una ilusin an ms extraa. Aunque este tipo de escritos est actualmente tan de moda en Shangai, donde las habladuras de las salas de t o de las hosteras llenan los pequeos diarios, sus autores estn en cambio en las mismas dificultades que las mujercitas que ya no ejercen en casa su trabajo, pero estn obligadas a empolvarse y pintarse para luego taconear de noche a lo largo de las calles principales.As hemos llegado a una crisis de la ensaystica. Pero uso la palabra crisis en su acepcin mdica, como la encrucijada entre la vida y la muerte, que puede llevar derecho a la muerte o a la curacin. Las obras que administran opio perecern junto con las que suministran o toman narcticos. Los ensayos capaces de vivir deben ser como espadas o dardos que, junto con los lectores, puedan labrar a precio de sangre el sendero hacia una vida nueva. Indudablemente, pueden proporcionar placer o distensin, pero no son bagatelas, y mucho menos consuelo

  • de opimanos. El placer y la distensin que producen son una forma de sostn, una preparacin para el cansancio y el com-bate.

    27 de agosto de 1933,

  • BEBIENDO T

    Cuando en cierta tienda importante hubo una liquidacin, fui a comprar dos onzas de t seleccionado, de ese de veinte cen-tavos la onza. Por empezar, hice hervir una cacerola entera y lo envolv en una bolsa acolchada para mantenerlo caliente. Pero cuando, con el debido respeto, beb el t, lo hall muy parecido al t de calidad ordinaria. Tambin estaba turbio.Comprend que el error haba sido mo. Un buen t se bebe en una taza con tapa. As lo hice la vez siguiente. Y, en realidad, despus de hervir el t de ese modo, estaba lmpido y dulce, ap-enas perfumado, y todava ligeramente amargo. S, era un buen t, en efecto. Pero haca falta tranquilidad y tiempo para hacerlo, y como estaba ocupado en escribir Vivir en la religin, cuando alc la taza para beber, el aroma de algn modo se haba per-dido otra vez, y otra vez el sabor era idntico al del t comn.Tener buen t y poder apreciarlo es uno de los placeres refina-dos. Pero para gozar de estas cosas hace falta tener tiempo y un paladar ejercitado, de conocedor. Juzgando a travs de esta pequea experiencia, imagino que cuando un hombre que hace trabajos pesados tiene sed, aunque le ofrezcan las selec-cionadsimas hojas Pozo del dragn o las de Orqudea per-lada no las hallar muy diferentes del agua caliente. Lo mismo se verifica para aburrimiento otoal. Las almas sensibles y los literatos pueden decir: Ah, qu aburrimiento otoal! Viento y lluvia, nubes y cielos serenos penetran en el corazn, y en esto consiste uno de sus placeres refinados. Pero los viejos camp-esinos saben simplemente que durante esta estacin se recoge el arroz.As, a veces se da por descontado que una sensibilidad tan refi-nada no es para los hombres comunes, sino un signo distintivo de la lite aristocrtica. Temo que esto signifique que ese signo distintivo se est escurriendo. Mientras la sensibilidad al dolor nos hace sufrir, tambin nos permite guardarnos del peligro. Un hombre privado de esto no podra hacer nada aunque lo apu-alaran por la espalda, y no entendera lo que le pas ni siqui-era despus de haber perdido toda su sangre y haber quedado sin fuerzas. Si esa sensibilidad est tan desarrollada, no slo advertir hasta una pequea espina a travs de la ropa, sino hasta la costura de sus trajes y la tela con la que fueron hechos. Entonces, a menos de que se ponga un traje divino sin costur-

  • as, sentir que lo pinchan por todas partes y la vida se le har absolutamente insoportable. Naturalmente, esto no se refiere a los que simplemente posan de hipersensibles!Los sentimientos refinados y agudos son, obviamente, los ms avanzados de la torpe cerrazn, pero deben estar al servicio de la evolucin. Si no lo hacen, o directamente la obstaculizan, se trata de aberraciones que muy pronto desaparecern. Si parang-onamos a ciertos elegantes caballeros, con sus refinados plac-eres y su aburrimiento otoal, con los seres toscos, vestidos con trapos, que se nutren con alimentos ordinarios, queda perfecta-mente en claro quin sobrevivir entre unos y otros. Por eso, mientras bebo mi t y miro el cielo otoal pienso que, al fin de cuentas, es una ventaja que no sea capaz de apreciar un buen t y que no me aburra en otoo.

    1933.

  • SOBRE LA EMANCIPACION FEMENINA

    Confucio dijo: Slo las mujeres y los hombres de las clases humildes son difciles de tratar. Si dejis que se os acerquen, os faltan al respeto. Si los mantenis a distancia, se ponen trompu-dos. Aqu a las mujeres y los hombres de las clases humildes se los toma en bloque, pero me pregunto si Confucio inclua o no en esta definicin a su madre. Los confucianistas ms or-todoxos, ms tarde, trataron siempre a sus madres con cierto respeto, por lo menos superficialmente. Pero aun as, en China, las mujeres son madres despreciadas por todos los hombres que no sean sus hijos.Despus de la revolucin de 1911, en un intento por tener su parte en el poder poltico, la clebre seorita Shen Pei-chen tir al suelo de una patada a un enorme polica delante de la puerta del Parlamento. Personalmente, sospecho que el polica se cay solo, y que si uno de nosotros, hombres, le hubiese dado una patada, nos la hubiera contestado con un montn de patadas. Pero esta es una de las ventajas de ser mujer. Hoy, muchas seoras casadas pueden tambin codearse con personajes importantes y fotografiarse con ellos en el muelle de un puerto o en una sala de reuniones. O bien pueden ir hacia un barco o un aeroplano listos para el primer viaje, y romper sobre ellos una botella de champagne (esto, quizs, es prerrogativa de las mujeres solteras; no conozco bien los particulares). Esta es otra ventaja de ser mujer. Fuera de ello, hay muchas nuevas profe-siones. No hablo de la mano de obra para las fbricas, que los propietarios prefieren tomar porque les pagan menos y hacen las cosas como ellos quieren. En otras partes, sin duda porque son mujeres, y aunque las llamen jarrn de flores, vemos a menudo apreciables avisos como: Todo el servicio est a cargo de mujeres. Si los hombres quisieran elevarse de pronto a estas alturas vertiginosas, no sera suficiente que den absoluta ga-ranta de su sexo masculino: por lo menos tendran que transfor-marse en perros.Estos son los resultados del perodo del Cuatro de mayo y de la campaa en pro de la emancipacin femenina. Pero a menudo omos amargos lamentos por parte de las mujeres profesionales, y los crticos se mofan de la mujer nueva. Al dejar sus salones para ingresar en la sociedad, ellas nutren el material de los chistes y de las discusiones.

  • Esto ocurre porque, aun cuando estn en la sociedad, las mu-jeres siguen siendo mantenidas por otros. Si otros las man-tienen deben permitir que las reprueben y las insulten. Ya vimos cmo se lamentaba Confucio, y sabemos que hallaba la cosa difcil porque tena que mantener mujeres.Por eso no era demasiado apropiado tenerlas cerca ni a la distancia. Este es el lamento general de muchos varones y de muchos maridos de hoy. Y de eso se lamenta la mayor parte de las mujeres. Porque antes de que la diferencia entre el que tiene y el que es mantenido no se supere, no podrn elimi-narse estas quejas ni estos lamentos.En esta sociedad no reformada, toda nueva moda es simple-mente una estafa. Nada ha cambiado realmente. Si dejis que un pajarito que estuvo encerrado en una jaula se pose sobre un caballete, su condicin parece haber cambiado, pero en realidad todava es el hazmerrer de los hombres. Cada uno de sus bocados y de sus sorbos est controlado por otros. Eso es lo que significa el proverbio: Acepta una comida y aceptars rdenes. As, hasta que todas las mujeres hayan alcanzado el mismo poder econmico que los hombres, pienso que los ttulos altisonantes quedarn en el vaco. Claro est, hay diferencias biolgicas y psicolgicas entre hombres y mujeres, como in-dudablemente las hay entre personas del mismo sexo. Pero su condicin debera ser igual. Slo cuando esto suceda tendremos verdaderas mujeres y verdaderos hombres, y eliminaremos los lamentos y las quejas.La verdadera emancipacin debe ser precedida por una lucha. Yo no digo que las mujeres deban abrazar las armas como los hombres, o amamantar a los nios con un solo pecho, dejando la otra mitad como responsabilidad de los hombres. Lo que quiero decir es que no debemos conformarnos con la condicin actual, sino combatir constantemente por la emancipacin, en las ideas y en la economa. Cuando la sociedad sea libre, los individuos tambin lo sern. Claro que es necesario combatir contra las cadenas que hoy son exclusividad de las mujeres.

    21 de octubre de 1933.

  • DE NUEVO HONG KONG

    El 28 de septiembre pas por tercera vez por Hong Kong, un lugar que me da miedo.La primera vez tena poco equipaje, pero no pas nada. La segunda vez estaba sin equipaje y escrib algo sobre lo ocur-rido. Esta vez, creo, me senta ms a disgusto que en las dos primeras ocasiones, porque haba ledo la carta del seor Wang Tu-ching en el Mensual de la creacin, donde se describa cmo nuestros compaeros chinos al servicio de los ingleses hacen sentir su importancia cuando suben a la nave para examinar el equipaje de los pasajeros, insultando y pegndole a la gente, o pretendiendo de ellos algunos dlares. Yo tena diez cajas de libros en el saln, y adems seis valijas de libros y ropa en el camarote.Claro que sera una experiencia ver cmo se comportaban mis compatriotas bajo la bandera britnica, pero tema que resultase una experiencia costosa. Slo el hecho de volver a guardar todo en las cajas luego de que las revisaran hubiera implicado la pr-dida de un montn de tiempo. Si hubiera querido hacer el exper-imento habra debido llevar slo una o dos valijas. Sin embargo, ya era demasiado tarde y sucedera lo que tena que suceder. Pero, qu era mejor, pagar o dejar que controlaran todas las cajas? Si las revisaban todas, cmo podra volver a poner todo en su lugar yo solo?La nave lleg a Hong Kong el 28, y ese da no pas nada. A la tarde siguiente un camarero se abalanz y con un gesto me invit a seguirlo fuera del camarote.La Aduana! dijo Vaya a abrir sus valijas!Llev las llaves al saln. Naturalmente, dos compatriotas bri-tnicos en uniforme verde oscuro estaban junto a mi pila de cajas, blandiendo mazas de hierro con puntas. Les dije que adentro slo haba libros usados, pero parecieron no entender. Pronunciaron de prisa una sola palabra: Abra!.Es justo pens. Cmo podran confiar en la palabra de un extranjero?.Era obvio que las cajas iban a ser abiertas, as que con la ayuda de un camarero las abr.Cuando empezaron a revisarlas me di cuenta de que los aduan-eros de Hong Kong no eran como los de Cantn. A la partida de Cantn mi equipaje tambin haba sido examinado. Pero los fun-

  • cionarios tenan aspecto de seres humanos y entendan lo que yo deca. Despus de haber sacado un paquete de papeles o de libros volvan a ponerlo en el mismo lugar, sin mezclar nada. Esa era la forma de examinar. Pero en Hong Kong, en el paraso bri-tnico, todo era muy diferente. Aqu los funcionarios de la Adu-ana, eran plidos como fantasmas y no parecan entenderme. Vaciaron el contenido de una de las cajas y revisaron todo. En cuanto encontraban un paquete le arrancaban la soga y el papel. Despus de haber sufrido semejante trato, los libros superaban los bordes de la caja por unos 15 18 centmetros.Luego, le toc el turno a la segunda caja. brala!. Tal vez pueda hacer un intento, pens. Realmente debo abrirla? susurr a uno de ellos. Dme diez dlares murmur como respuesta. Por lo tanto me entenda. Dos dlares.No me hubiera importado pagar ms, porque este tipo de control era terrible: rehacer diez cajas me hubiera llevado por lo menos cinco horas. Lamentablemente, slo tena dos billetes de un dlar. El resto de mi dinero eran billetes de diez dlares, pero todava no tena intencin de separarme de ellos. brala!.Dos camareros transportaron la segunda caja hasta cubierta y sta sufri el mismo procedimiento. Nuevamente una caja de libros se convirti en una caja y medio, y muchos espesos fajos de papel fueron hechos pedazos. Mientras revisaba, negocia-mos. Llev mi oferta a cinco, pero se neg a bajar de siete. Ya bamos por la quinta caja y se haba formado un crculo de per-sonas que asistan a la diversin.Como ese hombre haba abierto la mitad de las cajas, pens que lo mismo daba que las controlara todas. De modo que dej de negociar y no se pronunci otra palabra ms que brala!. Pero pareca que mis dos compatriotas empezaban a perder inters, porque poco a poco dejaron de revolverlo todo y se limitaron a sacar de cada caja unos veinte o treinta libros, para luego volver a meterlos adentro y marcar la caja con el visto. Un fajo de viejas cartas pareci despertar nuevamente su inters y excitar sus espritus, pero luego de haber ledo cuatro o cinco tambin las dejaron aparte. Creo que todava abrieron otra caja, luego de lo cual abandonaron ese destrozo de libros y acabaron.

  • Vi que haban abierto ocho cajas, dos estaban intactas. Y esas dos cajas inclumes contenan libros de Fu-yuan, que llevaba a Shangai. Todos los mos estaban en un maldito desorden.Alguna gente nace parada, y Fu-yuan es uno de ellos! pens. En cuanto a m, se nota en cambio que la mala suerte todava no me abandon. Y bueno.... Me agach a rescatar alguno de los libros esparcidos, pero recin haba recogido unos pocos cuando otro camarero me grit desde la puerta: Aduana en su camarote! Vaya a abrir las valijas!.Confiando la tarea de volver a meter mis libros en las cajas a los camareros del saln, volv corriendo al camarote. Era cierto, dos compatriotas britnicos me esperaban. La ropa blanca de la litera haba sido completamente desparramada y encima de ella haban puesto un banco. Apenas entr inspeccionaron mi porta-folio. Pens que queran ver mis tarjetas para saber mi nombre, pero en lugar de mirar las tarjetas miraron mis dos cheques de diez dlares; luego los repusieron en su lugar y me recomen-daron que les prestara mucha atencin, como si temieran que pudiese perderlos.Luego abrieron mi valija, que estaba llena de ropa, y slo saca-ron una decena de trajes, que arrojaron sobre la cama. Examin-aron mi cesta y hallaron siete dlares de plata envueltos en un trozo de papel. Luego de abrirlos y contarlos se quedaron en silencio. Haba otro paquete con diez dlares, pero estaba ms abajo y no lo vieron. Luego examinaron mi pauelo, que estaba sobre un banco y en el que haba un rollo de pequeas monedas de plata por un total de diez dlares, cuatro o cinco dlares de plata y varias decenas de monedas de cobre. Luego de exami-narlas, otra vez el silencio. Despus llegaron a mi bolsa. Esta vez tuve mucho miedo. Entregu la llave con lentitud, pero, por suerte, justo en el momento en que mis compatriotas levanta-ban sus mazas de hierro para saltar la cerradura, les alcanc la llave. Respir de nuevo. La bolsa tambin contena ropas y no es necesario decir que ellas tambin fueron arrojadas de la misma manera.Denos diez dlares y no lo inspeccionaremos dijo uno de mis compatriotas mientras examinaba la bolsa.Puse algo de vuelto en monedas de plata en un pauelo y se lo ofrec, pero no quiso saber nada. Se dio vuelta y sigui re-volviendo.Ahora, una breve digresin. Mientras este compatriota exam-

  • inaba la valija y la bolsa, el otro haca lo mismo con mi red. Tena un mtodo distinto del usado para controlar los libros en la sala. All se limitaban a mezclar las cosas, pero ste las destrua. En primer lugar rompi la envoltura de cartn de una botella de aceite de hgado de bacalao y la arroj al suelo; luego, con la maza de hierro agujere la lata que contena el t perfumado de lichi, que me regalara el seor Chiang Ching-san. Mientras trataba de hacer el agujero, su mirada cay sobre un cuchillito posado sobre la mesa. Lo haba comprado por poco dinero en la feria del Templo de la Dagoba Blanca, en Pekn, y llevado a Cantn, donde deshojaba carambolas. Ms tarde lo med; tena 12 centmetros y medio, comprendido el mango. Sin embargo, dijo que era culpable de una seria infraccin.Esta es un arma peligrosa. Es una seria infraccin. Y apunt el cuchillito hacia m.Cuando vio que no le responda, baj el cuchillito e hizo un agu-jero en un paquete de semillas de man saladas. Luego tom una caja de incienso contra los mosquitos. Qu es? Incienso contra los mosquitos dije. No ve el nombre en la caja? No. Parece sospechosa.Sac un palito de incienso y lo oli. No s qu hizo despus, porque el otro haba terminado con una valija de ropa y quera que abriese otra. Estaba preocupado, porque la segunda valija no contena ni ropa ni libros, sino fotografas, manuscritos, algu-nas traducciones mas de diez amigos mos y adems recortes de noticias, material de consulta y otras menudencias. Hubiera sido terrible que los destruyera o los mezclara. Pero justo en ese momento el compatriota pas a dar otra ojeada al pauelo con el dinero. Entonces vi una salida y, osadamente, tom las moneditas de plata del pauelo diez dlares en total y se las mostr. Mir hacia afuera, extendi la mano para tomar el dine-ro, marc la segunda valija y luego se acerc al otro compatriota. Debi hacerle una seal, pero, aunque resulte raro, no tom el dinero, se limit a meterlo debajo de mi almohada y sali.Durante todo ese tiempo el otro compatriota apualaba cruel-mente con su maza un frasco de bizcochos. Pens que luego de haber recibido la seal se tranquilizara, pero no. Continu su trabajo hasta que logr abrir el frasco sellado, arroj al suelo la tapa de madera y la parti en dos, tom un bizcocho, lo des-

  • menuz, lo dej caer otra vez en el frasco y finalmente se alej.Volvi a reinar la paz. En cuanto me sent en medio de ese lo en el camarote, comprend que mis compatriotas no me haban producido todas esas molestias slo por despecho. Aunque nos hubiramos puesto de acuerdo enseguida en una cantidad, algn dao tenan que hacer, para salvar las apariencias: el caos demostraba que haba habido control. El seor Wang Tu-ching no notaba acaso que sobre esos compatriotas haba un jefe blanco, un nariz larga? Por eso los funcionarios de la aduana miraban hacia afuera antes de tomar el dinero. Pero yo no haba visto al jefe.La ltima parte de la destruccin mostraba, sin embargo, cierto despecho. Imagino que la culpa haba sido ma, por haberles dado monedas de plata en lugar de un cheque, dado que esas monedas abultaran en el bolsillo de un uniforme y el jefe las hubiera descubierto fcilmente. He aqu por qu haban tenido que dejarlas por el momento debajo de la almohada. Pero sin duda las iran a buscar una vez terminado el trabajo.El sonido caracterstico de los zapatos de cuero se acerc y ces fuera de mi puerta. Mir para arriba y vi a un blanco, ms bien gordo, el jefe de esos dos compatriotas, seguramente. Hecho el control? pregunt con aire tajante.S, por cierto, esa era la voz del jefe. Pero si era tan obvio, por qu preguntaba? Tal vez quera consolarme, al ver que mi equi-paje estaba en particular desorden, o quiz se estaba riendo de m.Recogi un suplemento ilustrado de La Prensa de China que estaba fuera del camarote. Lo haba usado como papel para en-volver paquetes, pero mis compatriotas lo haban roto y arrojado all. Despus de apoyarse un momento en la pared para leer, se alej lentamente.Pens que, como ya haba pasado el jefe, la inspeccin deba de haber terminado, de modo que rehice la primera valija.Pero me estaba apresurando. Vino otro compatriota y me dijo: brala!. Sigui este dilogo: Ya la vio dije. Quin la vio? Esta no est abierta. brala! Acabo de volver a cerrarla. No insista. brala! Este signo no demuestra acaso que ya fue controlada? Ah, de modo que le dio plata, eh? Corrupcin

  • ... Cunto le dio? Vaya a preguntrselo a su banda.Se fue. Pronto el otro se precipit hacia adentro y tom el dinero que estaba debajo de la almohada. Fue la ltima vez que lo vi. Recin entonces rein la paz.Lentamente, volv a embalar mis cosas. Vi algunos objetos sobre la mesa, un par de tijeras, un abre botellas y un cuchillito de mango de madera. Si no hubiera sido por los diez dlares en moneditas de plata esos objetos habran sido considerados indudablemente como armas peligrosas y las habran usado junto con el sospechoso incienso para asustarme. Pero la bar-rita de incienso haba desaparecido.Cuando la nave zarp todo pareci ms quieto. Un camarero vino a charlar conmigo, y me culp por el saqueo a mi equipaje. Es usted muy flaco explic. Sospechaban que era un traficante de opio.Me qued duro. Es cierto que la vida humana es corta, pero el conocimiento infinito. Haba imaginado que rivalizar por un tazn de arroz poda representar un golpe en la cabeza, pero que sera fcil rechazarlo. Sin embargo, el ao pasado en Amoy aprend que, si bien es difcil conseguir un tazn de arroz, su rechazo tambin molesta a los intelectuales, los que entonces te critican por insubordinacin. Hace mucho tiempo aprend qu delicada tarea es dejarse crecer los bigotes, con las diferencias que existen entre los estilos chino y occidental. Pero este ao en Cantn aprend que hasta el color est restringido, porque alguien escribi al diario para que me advirtieran que no deba dejar que mis bigotes se pusieran grises o rojos. Y respecto de la prohibicin de la flacura recin la aprend despus de haber estado en Hong Kong, antes ni siquiera hubiera podido imagi-narla.Claro que el occidental que regenteaba a mis compatriotas en la Aduana estaba muy bien comido.Aunque Hong Kong es nada ms que una isla, ofrece un cuadro verdico de muchos lugares de la China de hoy y del futuro. En el centro viven unos pocos patrones extranjeros, con algunos chi-nos de clase alta que estn por debajo de ellos para alabar sus virtudes, y algunos compatriotas con alma de esclavos que les hacen de lacayos. Todos los dems son indgenas, que sufren en silencio. Los que se someten mueren en las concesiones ex-

  • tranjeras, mientras que los que no se someten se refugian entre impenetrables montaas, como los Mao y los Yao hicieron hace ya tanto tiempo.

    En Alta Mar, la noche del 29 de septiembre de 1927

  • MI PRIMER MAESTRO

    No logro recordar en qu viejo libro le acerca de un moralista adepto de Confucio una celebridad, naturalmente, que com-bati al budismo durante toda su vida y sin embargo a su hijo le puso de nombre Monje.Un da le preguntaron la razn. Fue para demostrar mi des-precio, respondi. El que haba hecho la pregunta se retir en silencio. En realidad, ese moralista actuaba de mala fe. Porque le haba puesto a su hijo el nombre de Monje por supersticin. La China abunda en monstruos y fantasmas a los que les gusta as-esinar a las personas que prometen, especialmente a los nios, mientras que las personas de segunda categora mueren muy plcidamente. En cuanto a los monjes, desde el punto de vista de los monjes, como pueden hacerse bodhisattvas aunque no todos estn por cierto en una posicin muy elevada. Pero desde el punto de vista de los literatos, como los monjes no tienen casa y no pueden llegar a ser funcionarios, se clasificaran en la segunda categora. Los monstruos y los fantasmas, conce-bidos por los literatos, opinan naturalmente igual que los litera-tos y, por lo tanto, no atormentan a los monjes.Otro modo de tener a raya a los fantasmas es tomar a un monje como maestro, lo que significa que el nio es dedicado al mon-asterio, aunque no lo manden a vivir all. Yo era el varn primo-gnito de la familia Chou, y como lo que es raro tiene valor, mi padre tema que pudiese llegar a ser un hijo promisorio y morir joven; por eso, antes de cumplir un ao me llevaron al monas-terio de Changching y me eligieron un monje como maestro. No s si le ofrecieron regalos al maestro o al monasterio. Todo lo que s es que recib el nombre budista de Chang-keng, que ms tarde us ocasionalmente como pseudnimo, y que en el cuento En la hostera le di al desgraciado que se hace el prepotente con la sobrina. Haba tambin un traje monstico, la tnica de re-miendos, que deba coserse con toda suerte de trapos. La ma, sin embargo, estaba hecha con pedazos ovalados de seda de diferentes colores, y slo poda usarla en ocasiones particulares. Haba algo ms, el llamado cabestro, del que colgaban varios pequeos objetos como un calendario, un espejo, un cedazo de plata y as sucesivamente. Se deca que tena el poder de man-tener alejado el mal de ojo.No caben dudas de que estas precauciones parecan surtir algn

  • efecto: hasta ahora no me he muerto.Pero aunque yo todava tengo mi nombre budista, la tnica y el cabestro hace tiempo que desaparecieron. Hace pocos aos, cuando volv a Pekn, mi madre me dio el cedazo de plata, nico recuerdo de mis das de infancia. Observndolo atentamente era ms pequeo que un pulgar vi que en el centro haba dibu-jado un yin y un yang , sobre ellos un libro y debajo un rollo; de los dos lados pendan una pequea regla, tijeras, un baco y una balanza. La verdad apareci ante m imprevistamente: los espri-tus malignos de China temen a las cosas precisas y netas, que no admiten ambigedades. Por curiosidad, el ao pasado entr a una joyera en Shangai y compr dos de estos talismanes. Eran casi idnticos al mo, slo variaba el nmero de pequeos pendi-entes. Es en verdad sumamente extrao que, aunque ha pasado otro medio siglo, la naturaleza de los espritus malignos no haya cambiado para nada y que contra ellos se usen hoy los mismos talismanes. Pero comprendo que los adultos no pueden emplear cosas no ambiguas. En efecto, sera peligroso.Todo esto me lleva a mi primer maestro, hace medio siglo. Sigo sin saber su nombre budista, pero todos lo llamaban Maes-tro Lung. Era un hombre alto y seco, de cara flaca y larga, de pmulos altos y ojos almendrados. Un monje tiene prohibido dejarse crecer los bigotes, sin embargo l tena unos bigotitos que descendan a ambos lados. A todos los resultaba simptico, incluso a m, porque no me ordenaba recitar letanas, ni me en-seaba ningn precepto budista. En cuanto a l, cuando vesta el hbito de superior de los monjes o se pona el sombrero de tres picos de Vairochana para cantar: Que todos los espritus solitarios a los que no se les rindieron sacrificios vengan a recibir el dulce roco, su dignidad era insuperable. Pero por lo general no cantaba los sutras, porque era el abad encargado de todos los asuntos administrativos del monasterio. Para ser ms claros as lo crea yo era un laico con la cabeza rasurada.Dentro de este estado de cosas, mi maestro tena una esposa. Por regla los monjes no deberan tener esposa, pero mi maes-tro tena. En el ingreso de nuestra casa haba una mesita con incisiones de oro de los caracteres de los cinco dignatarios a los que se les debe respeto y obediencia absolutos: el cielo, la tierra, el soberano, los padres y el maestro. Como yo era el dis-cpulo y l el maestro, no estaba en condiciones de censurarlo. Por ese entonces, incluso, no soaba siquiera con censurarlo,

  • simplemente pensaba que su conducta era un poco extraa. Pero quera mucho a la mujer de mi maestro. Por cuanto puedo recordar, deba tener algo ms de cuarenta aos cuando la vi por primera vez; una matrona imponente, que en chaqueta y pantal-ones negros de gasa gozaba el fresco en el patio, y cuyos nios venan a jugar conmigo. A veces haba fruta y dulces para com-er; esa era ciertamente una de las razones de mi simpata por ella. Para usar las palabras del eminente profesor Chen Yuan, era uno de esos casos en los que mi madre es la que me da de comer. Una actitud semejante es muy despreciable.Pero la mujer de mi maestro era la protagonista de una inslita historia de amor. Historia de amor es la expresin moderna. En aquellos tiempos, en nuestras comarcas alejadas del mundo, se deca convenio de casamiento. Como esta expresin aparece en el Libro de los sueos, su origen es muy antiguo, y se remon-ta a no mucho despus de los tiempos del rey Wen, el rey Wu y del duque de Chou . Ms tarde parece haber perdido parte de su dignidad original, pero esto no tiene nada que ver con lo nuestro. De cualquier modo, parece que cuando el maestro Lung en su juventud era un monje de buen aspecto y gran capacidad, con muchas relaciones influyentes y un montn de conocidos. Un da, en el pueblo, se represent un drama religioso y, dado que l conoca a los actores, subi al palco para tocarles el gong. Con la cabeza rasurada y un traje nuevo y flamante deba de estar magnfico. Pero la gente de campo, generalizando, es ms bien conservadora. Dado que consideraban que las funciones de los monjes deban limitarse a cantar los sutras y a dar misas, alguno de los del pblico empez a maldecir, y mi maestro, que no era capaz de aceptar el insulto en silencio, le respondi con malas palabras. Se inici entonces una batalla, una granizada de tron-cos de caa de azcar recubri el escenario, algunos valientes partieron al ataque, y como el monje era uno contra todos, tuvo que retirarse. Pero mientras se retiraba, los dems empezaron a seguirlo y tuvo que refugiarse rpidamente en una casa. En esa casa habitaba una joven viuda. No tengo demasiado en claro qu ocurri luego; ms tarde, de todos modos, ella se convirti en la esposa de mi maestro.Si bien la revista Viento del universo se publica desde hace tiempo, no haba tenido ocasin de leerla hasta hace pocos das, cuando vi el nmero especial de primavera. En el mismo hay un ensayo del seor Chu-tang, titulado: Los hroes no pueden ser

  • juzgados ni por sus xitos ni por sus fracasos, que me pareci muy interesante. El escritor sostiene que el rechazo de los chi-nos a juzgar a los hroes por sus fracasos o xitos demuestra, sin duda, un elevado idealismo... sin embargo, en la sociedad humana eso es muy daino... Si sostenemos a los dbiles y resistimos a los fuertes significa que no queremos tener hombres fuertes, mientras que el culto de los derrotados es como negarse a reconocer a los hroes y a sus xitos... Recientemente se dijo ms de una vez que los chinos tienen la capacidad de asimilar a los otros, y que por lo tanto los Kitai, los Trtaros de Oro, los Mongoles y los Manch, en realidad, nunca conquistaron China. Pero, en efecto, esta es simplemente una forma de inercia y de renuencia a aceptar nuevas instituciones.No entrar a discutir aqu la manera de corregir dicha inercia, porque un montn de gente est hallando las soluciones por nosotros. Deseo simplemente afirmar que la razn por la cual la joven viuda se cas con mi maestro radica en que ella tambin cometa la equivocacin de negarse a juzgar a los hroes por sus xitos y fracasos. Dado que el campo no tena hroes vivos, como Yueh Fei o Wen Tien-hsiang , un monje de buen aspecto que escapaba del escenario bajo una granizada de troncos de caa de azcar era un autntico hroe derrotado. Enton-ces, descubriendo en ella misma la inercia tradicional, la viuda empez a admirarlo. Sinti hacia sus perseguidores los mismos sentimientos que nuestros antepasados sintieron por las fuerzas poderosas de los Kitai, de los Trtaros de Oro, de los Mongoles y de los Manch, y no quiso reconocer a los hroes a los que les sonrea el xito. El resultado en la historia, como subraya el seor Chu-tang, fue que sin un despliegue de fuerzas los chinos no se hubieran sometido. Por eso los diez das de terror en Yangchow y las tres masacres en Chiating lo hicieron como es debido. No obstante, parece que esta vez la gente del condado se dispers sin ningn despliegue de fuerza. Puede ser que su-pieran que el monje se esconda en casa de la viuda.As fue como tuve tres hermanos mayores y dos menores en religin. Hermano Nmero Uno era el hijo de un pobre hombre que haba sido ofrecido o vendido al monasterio. Los otros cua-tro eran hijos de mi maestro, y por ese entonces no me pareci extrao que un monje grande procrease monjes pequeos. Hermano Nmero Uno era soltero, pero Hermano Nmero Dos tena mujer e hijos, aunque trataba de escondrmelo, por lo que

  • podemos entender que su incentivo religioso era muy inferior al de su padre, mi maestro. De todos modos, estos hermanos eran tanto mayores que yo, que en la prctica no nos mezclamos nunca.Tercer Hermano me llevaba, probablemente, unos diez aos, pero nos hicimos grandes amigos y yo a menudo me preocu-paba por l. Recuerdo la poca en la que hizo sus votos mons-ticos. Como no lea muchos sutras, tema no poseer un profundo conocimiento de la doctrina Mahayana, y estaba seguro de que cuando le pusieran sobre la frente apenas rasurada dos trozos de mecha con hongo agrico y lo cauterizaran, aullara de do-lor. Dado que en la ceremonia intervendran ms creyentes, ello se vera muy mal, y yo tambin, como su hermano menor en religin, iba a hacer un mal papel. La cosa no funcionaba! Este pensamiento me atenaceaba la mente con tanta fuerza como si yo fuera quien deba tomar los votos. Pero mi maestro, despus de todo, demostr la profundidad de su talento religioso. El da de la ceremonia, por la maana, mand a llamar a Tercer Her-mano y, en lugar de hablarle de la disciplina o de la doctrina, le dije simplemente, con aire severo: Debes quedarte quieto a toda costa, y estar seguro de que no llorars ni gritars. Si no lo haces as, tu cabeza se romper y morirs!.La terrible admonicin fue realmente ms eficaz que el Sutra Saddharmapundarika o el Mahayana Sraddhotoada Sastra. En efecto, quin quiere morir? La ceremonia lleg a trmino solemnemente. Aunque sus ojos estaban ms hmedos que nunca, Tercer Hermano no respir mientras los dos trozos de mecha con hongo agrico le quemaban la cabeza. Habindome quitado este tremendo peso de encima, suspir aliviado, mien-tras los ms creyentes aplaudan con admiracin, alabando a Buda u ofreciendo con alegra sus dones antes de prosternarse e irse.La ceremonia con la que un hombre de las sagradas rdenes toma sus votos de monje y es promovido de converso a monje, equivale a la ceremonia laica de la mayora de edad, cuando un muchacho se convierte en hombre. Un hombre desea tomar mujer; un monje no se exime de pensar en las mujeres. Una falsa creencia difundida entre los que nunca tuvieron un maestro budista, ni siquiera amistad con monjes, consiste en imaginar que ellos piensan en Sakyamuni o en Matreya. En los mon-asterios hay monjes que practican la religin, prescinden de

  • las mujeres y no comen carne; mi Hermano Nmero Uno, por ejemplo, era uno de los castos. Pero monjes as son extraos y fros misntropos, que siempre tienen aspecto infeliz y se eno-jan si tocis sus abanicos o sus libros, tanto, que la gente no se anima a acercrseles. Por eso todos mis amigos monjes, o tenan mujeres, o declaraban querer tenerlas, o coman carne, o declaraban querer comerla.Por lo tanto, no me sorprendi que Tercer Hermano deseara una mujer, y yo saba qu tipo de mujer era su ideal. Es dable pensar que le gustaba alguna monja, pero no se trataba de esto. No, l aspiraba a la hija o a la joven esposa de una buena familia; y el mediador en este asunto amoroso, aunque unilateral, era un nudo.Cuando haba un funeral en una de las familias ricas de nuestro distrito, se celebraba una misa cada siete das, y durante uno de esos das tena lugar la ceremonia de deshacer los nudos. Como el difunto deba de haberse granjeado enemigos durante su vida y alguna de esas enemistades deba seguir en pie, luego de su muerte era necesario deshacer todos los nudos de la enemistad. Esto se haca de la manera siguiente. Esa noche, despus del canto de los sutras y de los rituales, se ponan pla-tos de comida delante de la urna, junto con un plato de nudos. Los nudos eran de camo o de soga blanca enhebrada en una docena de monedas de cobre, que luego se anudaba en forma de mariposas, de diseos geomtricos u otras formas precisas, muy difciles de desanudar. Los monjes se sentaban en torno de la mesa cantando sutras, mientras deshacan los nudos. Y cuando todos los nudos estaban deshechos, las monedas de cobre entraban a los bolsillos de los monjes, al tiempo que todos los nudos de las enemistades del difunto quedaban desanuda-dos. Parece algo extrao, pero era la costumbre general y nadie lo consideraba extrao.Tambin en este caso supongo que se trataba de una suerte de inercia.Pero no todos los nudos se deshacan, como un laico podra esperar. Si un monje pensaba que algunos de ellos estaban par-ticularmente bien hechos, poda enamorarse. O si bien si algu-nos de ellos estaban tan apretados que resultaba difcil deshac-erlos, poda tomarles antipata. En ambos casos, la cosa poda deslizarse dentro de las mangas del monje, dejando al pobre difunto con sus nudos de enemigos todava atados y sufriendo el

  • infierno. Cuando los monjes llevaban tales tesoros al monasterio, los conservaban y los acariciaban de tanto en tanto, tal como cualquiera de nosotros se interesa especialmente por las obras de las escritoras. Mientras los contemplaban complacidos, era natural que pensaran en la persona que los haba hecho. Quin poda haberlos atado de ese modo? No un hombre, y menos an un sirviente; slo la hija de familia o una joven esposa poda haber sido tan hbil. Como los monjes no son tan sublimes como los literatos, cuando observan el objeto no pueden de-jar de pensar en la que lo hizo y abandonarse a ciertos vanos y frvolos pensamientos. Pero aunque yo tena a un monje por maestro, sigo siendo un laico; por lo tanto, no puedo entender del todo su psicologa.Slo recuerdo que, luego de una considerable presin de mi parte, Tercer Hermano me dio algunos de esos nudos. Algunos estaban modelados de manera realmente intrincada, mientras que otros, luego de haber sido atados, haban sido sumergidos en agua, para ablandarlos, y luego golpeados con fuerza, con el mango de las tijeras o algo similar, para que ningn monje pudiese deshacerlos. Deshacer nudos significaba ayudar al di-funto, pero en estos casos las cosas se ponan difciles para los monjes. No lograba entender plenamente qu podan tener en la cabeza esas jvenes casaderas o esas jvenes esposas. Slo despus de veinte aos, despus de estudiar algo de medicina, me di cuenta de que ellas sacaban cierta sdica satisfaccin de tal forma de crueldad hacia los monjes. Que la frustracin de las mujeres confinadas a las habitaciones interiores de la casa se transmitiera como por radio a los monjes es algo que, sospecho, nuestros moralistas adeptos de Confucio jams hubieran pre-visto.Ms tarde, tambin Tercer Hermano se cas. No s si con la hija de una familia pudiente, con una monja, o con un empleada do-mstica de buen rango, porque lo guarda en secreto, aunque su talento religioso es mucho menos brillante que el de su padre. Para ese entonces yo mismo estaba creciendo y haba recogido no s de donde antiguos dichos como: Un monje debe obser-var las reglas del monasterio. Se lo cit para tomarle el pelo. Para mi sorpresa, no se mostr en absoluto embarazado, pero me mir como un ngel guardin budista.Si un monje no tuviese esposa rugi de dnde vendran los pequeos bodhisattva?

  • Esto se conoce en la doctrina budista como el rugido del len. Me hizo ver la verdad y me oblig a callar. Naturalmente, yo haba visto a los grandes Budas de tres metros de altura en los monasterios, y a los pequeos bodhisattva, de pocos pies o pocos centmetros, pero nunca me haba asombrado por se-mejante diferencia de altura. Despus de ese rugido comprend perfectamente la necesidad de los monjes de tener esposas, y nunca ms dud acerca del origen de los pequeos bodhisattva. Pero desde entonces, se hizo ms bien difcil encontrar a Tercer Hermano: porque ese hombre santo tena ya tres casas: el mon-asterio, la casa de sus padres y la casa donde estaba su mujer.Mi maestro muri a los cincuenta aos, aproximadamente. La mayor parte de mis hermanos en religin son ahora abates, y, aunque seguimos siendo amigos, hace mucho que perdimos contacto. Con todo, estoy convencido de que produjeron gran cantidad de pequeos bodhisattvas, algunos de los cuales de-ben haber producido, a su vez, sus propios bodhisattva.

    1 de abril de 1936.

  • 1 de abril de 1936.CUAL ES EL SECRETO PARA ESCRIBIR BIEN?

    Querido seor:Hubiera debido dirigir la pregunta a los escritores americanos o a los profesores chinos de Shangai, cuyas cabezas estn llenas de reglas para escribir y del arte de hacer novelas. Aunque yo escrib alrededor de veinte cuentos, nunca tuve una idea fija sobre los argumentos; igualmente s hablar el chino, pero nunca podra escribir una Introduccin a la gramtica china. Pero como usted me ha hecho el honor de consultarme, he aqu algunos puntos extrados de mi experiencia:1) Observar con inters cada cosa y tratar de ver todo cuanto sea posible. No escribir cuando apenas se ha visto un poco. 2) No esforzarse por escribir cuando no se tienen ganas.3) No elegir modelos determinados para los personajes, hay que buscarlos entre todo lo que se ha visto.4) Relean su cuento por lo menos dos veces luego de haberlo terminado, y corten sin piedad todas las palabras, las frases y las partes que no sean esenciales: es mejor comprimir la materia de un cuento en un esbozo, que dilatar la materia de un esbozo en un cuento.5) Leer cuentos extranjeros, especialmente los de Europa Occidental o Septentrional, e incluso obras japonesas.6) No inventar adjetivos ni frases que otros no puedan en-tender.7) No dar crdito a ningn argumento sobre las reglas para escribir.8) No confiar en los crticos literarios chinos, pero leer las obras de crticos extranjeros que inspiren confianza.Esto es todo cuanto puedo decir sobre el tema. Le envo mis saludos.

    27 de diciembre de 1931

  • UNA FAMILIA FELZ

    A la manera de S Chin-wen

    Escribir slo cuando uno se siente inspirado. Eso es de veras hacer obra de arte, una obra que, como la luz del sol, irradie de una fuente infinita de claridad y no simplemente la chispa que brota del roce de la piedra con el hierro; slo entonces el autor es un verdadero artista. Mientras que yo... escribir como lo he hecho!...Cuando lleg a este punto de sus reflexiones salt de la cama. Haca tiempo que vena dicindose que era absolutamente necesario escribir algo a fin de obtener un poco de dinero para la casa; aun ms, haba decidido por anticipado enviar su manu-scrito a La Felicidad, revista mensual, porque pagaba mejor que otras publicaciones. Pero tena que encontrar un tema conveni-ente, de otro modo podran rechazar su trabajo. Bueno, iba a encontrar uno... Cules son los problemas que inquietan a los jvenes en la actualidad?... Son muchos, sin duda, pero tal vez la mayor parte de ellos se refiere al amor, al matrimonio, a la familia... S, hay muchos jvenes que viven preocupados de estas cuestiones y las discuten todos los das. Bueno, vamos entonces con la familia. Pero cmo presentarla?... Porque hay que hacer las cosas de modo que esta novela breve no sea rechazada. Pero para qu estar prediciendo desgracias? Sin embargo...Salt del lecho y de cuatro o cinco brincos se aproxim al escri-torio; se sent, sac del cajn una hoja de papel con cuadrculas verdes y, aunque con cierta sensacin de humillacin, escribi sin vacilar el ttulo: Una familia feliz.Hecho esto, su pincel se inmoviliz. Levant los ojos al cielo raso, pensando en el sitio en que colocara a esta familia feliz. Pekn? No, un lugar demasiado muerto, hasta el aire que se respira parece muerto. Y aunque esta familia viviera en una casa rodeada de altas murallas, el aire de Pekn no dejara de llegarle. No, imposible! En Chiangs y en Chechiang se prev una guerra de un da a otro. En Fuchin, ni hablar. Sechun? Guangdong? Estn en plena guerra civil. Tal vez Shangdong o Jonn?... De ninguna manera, uno de mis personajes podra ser secuestrado y si cualquiera de ambos esposos es apresado por los bandole-ros, la familia se convertira en una familia desgraciada. Por otra

  • parte, las casas situadas dentro de las concesiones de Shang-hai o Tientsn cobran alquileres demasiado subidos... Y si los pusiera en el extranjero? No, sera completamente ridculo. No s tampoco en qu situacin estn Yunnn y Guichou, pero las comunicaciones son tan difciles...Despus de haber reflexionado largamente y al no encontrar un solo sitio apropiado, decidi inventar una ciudad que llamara A. Pero de pronto lo asalt otra idea: Existen no pocas personas que estn contra el empleo de letras del alfabeto europeo; dicen que reemplazar el nombre de una persona o de un sitio por una inicial, disminuye el inters del lector. Ms seguro ser que en esta novela me abstenga de hacerlo... Pero qu lugar ser mejor, entonces? En Junn hay guerra, en Dalian los alojamien-tos son muy caros... En Chahar, en Chilin, en Jeilongchiang..., bueno, he odo decir que hay muchos bandidos; no, tampoco sirve esto...Volvi a dedicar largos minutos a la reflexin, pero fue intil; no pudo encontrar un sitio conveniente para su relato. Finalmente decidi que esta familia feliz vivira hipotticamente en una ciu-dad llamada A.En definitiva, esta familia tiene que vivir en A; se acab la discusin. La familia se compone naturalmente del marido y la mujer, el seor y la seora, que se han casado por amor. Su contrato de matrimonio comprende una cuarentena de clusu-las muy detalladas, que aseguran a los esposos una igualdad perfecta y una gran libertad. Ambos son muy cultos, pertenecen a la lite intelectual... Haber estudiado en Japn es cosa pasada de moda... Es mejor que hayan estudiado en algn pas de Oc-cidente. l se viste siempre a la europea, con cuello almidonado e impecable. Ella tiene siempre los rizos en la frente, suaves y vaporosos, peinados al estilo de un nido de gorriones. Luce siempre dientes nacarados, pero lleva el vestido chino...-No, no, eso no... Veinticinco libras!Al or una voz de hombre que vena de bajo la ventana, instin-tivamente se volvi en esa direccin. Pero las cortinas estaban descorridas y el sol brillaba tan fuerte que la reverberacin le caus dolor en los ojos. Pronto oy ruido de trozos de lea que caan al suelo. No tengo nada que ver con eso, pens volvin-dose para continuar en sus reflexiones. Veinticinco libras de qu?... Pertenecen a la lite intelectual, aman la literatura y el arte. Pero como han sido criados en el seno de familias felices,

  • no gustan de las novelas rusas... La mayor parte de las novelas rusas muestran a gente del bajo pueblo y por lo tanto no son adecuadas para esta familia.Veinticinco libras? No pensemos en esto. Qu leen entonc-es? Los poemas de Byron, los de Keats? No, eso no, no es se-guro... Ah, ya lo tengo, estn maravillados con el libro Un marido ideal. Bueno, la verdad es que todava no he ledo ese libro, pero si los profesores de la Universidad lo elogian tanto, supongo que a este matrimonio le encantar. Ambos lo leen, cada uno tiene su ejemplar; hay dos ejemplares de Un marido ideal en el seno de esta familia...Experiment una sensacin de vaco en el estmago y, dejando el pincel, se agarr la cabeza con ambas manos, lo que le dio la posicin de un globo suspendido de dos columnas. ...Estn almorzando, piensa. Sobre la mesa hay un mantel de blancura nvea; el cocinero trae los platos, platos chinos. Veinticinco libras de qu? No hay que pensar en esto. Por qu platos chinos? Los occidentales dicen que la cocina china est a la cabeza del progreso, es la ms sabrosa, la ms sana; es la razn por la cual esta pareja prefiere los platos chinos. El cocinero trae el primer plato. Pero qu puede ser el primer plato?-Lea para la lumbre...Se sobresalta, vuelve la cabeza y ve a la duea de su propia casa, de pie a su izquierda. Lo mira con ojos sombros y tristes.-Qu pasa? -pregunta l, descontento de que haya venido a trastornar su creacin.-Hemos agotado la lea para la lumbre y acabo de comprar ms. La ltima vez las diez libras costaban veinticuatro sapecas y hoy cuestan veintisis. Me propongo darle veinticinco por las diez libras, qu piensas t?-Bien, bien, vaya por las veinticinco.-No nos ha hecho un buen peso. Insiste en que hay veinticinco libras y media y yo pienso insistir en que hay veintitrs libras y media... Qu crees t?-Bueno, vaya por las veintitrs libras y media.-En ese caso, cinco veces cinco, veinticinco; tres veces cinco, quince...Oh!... Cinco veces cinco, veinticinco; tres veces cinco, quince..., tampoco pudo terminar la multiplicacin. Despus de una pausa, de sbito cogi con brusquedad el pincel y en la hoja de cuad-rculas verdes en que haba escrito Una familia feliz, se puso a

  • hacer el clculo. Despus de largos minutos levant la cabeza y dijo:-Cincuenta y ocho sapecas.-Entonces no me alcanza; me faltan ocho o nueve sapecas.Abri el cajn de la mesa, sac todas las monedas que haba, cerca de treinta, y las puso sobre la mano tendida de ella. La mir partir y volvi a su escritorio. Su cabeza estaba pesada, como si fuera a estallar, llena de atados de lea. Cinco veces cinco, veinticinco. El cerebro pareca tener nmeros arbigos im-presos en todas direcciones. Aspir profundamente, luego hizo una forzada espiracin como si con ese recurso fuera a deso-cupar su mente de la lea para la lumbre, las cinco veces cinco, veinticinco y los nmeros arbigos. Y, efectivamente, despus de ese ejercicio de respiracin, se sinti ms relajado. Volvi a sus reflexiones, que eran un poco vagas:Qu platos? No hay nada que impida que esos platos sean extraordinarios. Lomo frito, holoturias con camarones son platos bastante comunes. Estoy empeado en hacerlos comer duelo entre tigre y dragn. Pero en qu consiste este plato? Algu-nos dicen que es un plato cantons muy rebuscado que slo se sirve en banquetes importantes y que lo preparan con gato y serpiente. Pero yo vi este plato en el men de un restaurante en Chiangs. En Chiangs no comen a lo mejor gatos ni serpi-entes. Quizs, como me dijo otro, este plato se hace con ranas y anguilas. Bueno, entonces, de qu provincia tendran que ser ambos esposos? Tanto peor, dejemos eso de lado. En todo caso, de cualquiera provincia que sean, pueden muy bien comer una mezcla de gato con serpiente o de ranas y anguilas sin que la felicidad de la familia se vea afectada en absoluto, bueno, quedamos en que el primer plato que se les sirve es duelo entre tigre y dragn. No hay ms que hablar sobre esto.Ahora que el plato duelo entre tigre y dragn se halla al centro de la mesa, los esposos levantan los palillos al mismo tiempo y sealando el plato se miran sonriendo:-My dear, please.-Please, you eat first, my dear.-Oh, no, please you!Y ambos, con sus palillos, sacan al mismo tiempo un trozo de serpiente... No, no, no est bien; la carne de serpiente es dema-siado ordinaria; es mejor decir que sacan un trozo de anguila. En tal caso, el duelo entre tigre y dragn tiene que componerse

  • de ranas y anguilas. Ambos sacan simultneamente un pedazo de anguila de igual tamao. Cinco veces cinco, veinticinco, tres veces cinco... Dejemos eso. Se llevan los trozos a la boca al mismo tiempo...Tuvo deseos irreprimibles de volverse para ver lo que ocurra a sus espaldas, porque senta gran animacin, que alguien iba y vena varias veces; pero se contuvo y continu pensando dis-tradamente:Esto parece un poco sensiblero; no se es tan sentimental en la vida de familia. Por qu tengo todo tan confuso en la cabeza? Temo que no voy a llegar a dar fin a esta historia, a pesar de que tiene un ttulo tan bonito...Tampoco es absolutamente necesario que hayan estudiado en el extranjero; pueden haber estudiado en una universidad china, pero ambos tienen diploma universitario y pertenecen a la lite intelectual, a la lite... El marido es escritor, la mujer tambin escribe, o por lo menos es apasionada por la literatura. O bien ella es poetisa y el marido un apasionado por la poesa; l es feminista. O mejor...No resistiendo ms, volvi la cabeza.Junto al estante de libros que se hallaba a sus espaldas se levantaba un montculo de coles: tres abajo, dos al centro y una encima, formando una A gigantesca.Oh!, lanz un suspiro de asombro; el calor le subi a las mejil-las y sinti una picazn corrindole por la espalda. Pues... Respir profundamente como para desembarazarse de la pica-zn que tena junto a la columna vertebral y luego continu:...Es necesario que esta casa feliz tenga muchas habitaciones. Hay una despensa donde se pueden meter los repollos y otros elementos por el estilo. El dueo de casa tiene un despacho personal, con estanteras para libros que cubren todos los muros y junto a las cuales no hay coles, naturalmente. Estas estanteras estn colmadas de libros, libros chinos, libros extranjeros, entre los que no falta Un marido ideal..., dos ejemplares. El dormitorio es una habitacin separada, con un catre de cobre, o bien una cama ms corriente; una cama de madera de olmo como las que fabrican los presos de la crcel nmero uno no estara mal; de-bajo de la cama hay mucha limpieza... Ech una mirada al suelo debajo de su propia cama; la provisin de lea para la lumbre se haba acabado y no se vea sino un trozo de paja trenzada, estirado en el suelo como el cadver de una serpiente.

  • Veintitrs libras y media... Tuvo el presentimiento de que la lea para la lumbre iba a llegar -cargas y ms cargas- y comenz a dolerle la cabeza. Se levant precipitadamente de la silla y fue a cerrar la puerta; pero cuando sus manos iban a tocar la perilla pens que obrar de esa manera equivaldra en realidad a mos-trar muy mal humor; en consecuencia, en vez de cerrar la puerta se limit a bajar la cortina llena de polvo. Se dijo que esta me-dida, menos extrema que la de encerrarse, le evitara tambin los inconvenientes de una puerta abierta; haba alcanzado el justo trmino medio recomendado por los antiguos.La puerta del despacho del dueo de casa est, por lo tanto, siempre cerrada, pens mientras volva a sentarse. Si alguien necesita verlo, golpea la puerta y slo entra cuando l lo autori-za. Este sistema es muy razonable. Cuando el marido est en su despacho y la mujer quiere ir a hablar de literatura con l, tam-bin golpea la puerta... Pero el marido no tiene nada que temer, ni mucho menos que ella vaya a llevarle un montn de coles.-Come in, please, my dear.Pero, qu se puede hacer cuando el marido no tiene tiempo para hablar de literatura? La deja llamar discretamente a la puerta sin responderle? No, no es posible. A lo mejor este caso est descrito en Un marido ideal..., de veras debe ser una buena novela. Si me pagan por mi narracin, tendr que comprar este libro...Pam!Su espalda se enderez, porque saba por experiencia que ese pam! era el ruido que haca la mano de su mujer al caer sobre la cabeza de la hija pequea, de tres aos.En esta familia feliz..., pens con la espalda tiesa, oyendo llorar a la nia, los hijos llegan tarde, ms tarde. O bien no llegan, lo cual es mucho ms simple para dos personas. Pueden vivir en un cuarto de hotel, en una pensin con todo el servicio com-prendido. Por otra parte, sera ms simple que no hubiera sino una persona sola...Como los llantos de la nia redoblaban en intensidad, se levant y cruz la cortina pensando:Karl Marx escribi Das Kapital entre el ruido del llanto de sus hijos, lo que demuestra que era un gran hombre...Atraves la habitacin junto a la suya y abri la puerta exterior; un fuerte olor a petrleo lo asalt. La nia estaba tendida de boca, a la derecha de la puerta; al ver a su padre llor an con

  • ms ganas.-Vamos, vamos, no llores as, no llores as, mi hijita buena... -Se inclin para levantarla. Cuando la tena en los brazos se volvi y vio a su mujer, de pie al otro lado de la puerta. Tambin ella tena la espalda tiesa y pareca muy enojada, las manos en las caderas, como si estuviera preparndose para hacer ejercicios gimnsticos.-T tambin vienes a fastidiarme! En vez de ayudarme, lo echas todo a perder. Claro, tenas que dar vuelta a la lmpara de petrleo... Cmo vamos a alumbrarnos esta noche?-Vamos, vamos, hijita, no llores ms -poniendo odos sordos a las enrgicas palabras de su mujer, llev a la nia a su hab-itacin, sin dejar de acariciarle la cabeza-. T eres mi hijita buena -dijo ponindola en el suelo. Se sent, instal a la pequea entre sus rodillas, y levantando la mano, aadi-: No llores, hijita buena. Pap va a imitar al minino cuando se lava la cara. Mira.Alargando el cuello, sac la lengua, hizo como que se hume-deca la palma de la mano y luego se la pas por la cara, dibu-jando crculos en el aire.-Ah, ja, ja, es la gata Florecilla! -dijo la nia riendo.-Eso es, eso es, Florecilla! -Se pas an varias veces ms la mano en crculos junto a la cara; la nia lo miraba sonriendo a travs de sus lgrimas. De pronto se dio cuenta del parecido que exista entre esa linda carita de nia inocente y la de su mujer, cinco aos antes. Los labios muy rojos eran exactamente los mismos, slo que ms pequeos. Haba sido en un da de invi-erno soleado; al orlo decir que estaba dispuesto a vencer todos los obstculos y a hacer todos los sacrificios necesarios por ella, ella lo haba mirado as, sonriendo a pesar de las lgrimas que nublaban sus ojos. Melanclicamente sentado en su silla, l daba la impresin de un hombre algo borracho.Ah, los hermosos labios..., pens.De sbito se levant la cortina y la lea para la lumbre hizo su entrada.Recuper su propio dominio y not que la nia, an con lgrimas en los ojos, lo miraba, los labios rojos entreabiertos. Labios... Ech una mirada de soslayo, vio que la lea llegaba por braza-das. ...Tal vez bastar que cuente cinco veces cinco, vein-ticinco, y nueve veces nueve, ochenta y uno, en el futuro, para que sus ojos se vuelvan sombros y tristes... Pensando en ello, cogi bruscamente la hoja de las cuadrculas verdes en la que

  • haba escrito un ttulo y una serie de cifras, la arrug y luego la estir de nuevo y la aprovech para enjugar los ojos y la nariz de la nia.-Prtate bien, anda a jugar sola.La empuj hacia la puerta y lanz con violencia la bola de papel arrugado al cesto de los papeles.Se arrepinti en seguida de la brusquedad con la nia, y se volvi para mirarla alejarse solita. El ruido de la lea que ar-rojaban bajo la cama lo aturdi. Quiso concentrarse de nuevo y, sentndose a la mesa de trabajo, cerr los ojos, desterr los pensamientos que lo perturbaban y permaneci apaciblemente inmvil.La imagen de una flor negra, redonda y plana, con un corazn de color naranja, surgi bajo sus pupilas; pas flotando del ra-billo del ojo izquierdo al ojo derecho y luego desapareci. En se-guida fue una flor de un verde vivo con un corazn verde oscuro; finalmente un montculo formado por seis coles, que se alz ante l con el aspecto de una A gigantesca.

    18 de febrero de 1924

  • Lu Sin. Charlas no ociosas. China. 1924-1936.9 ensayos y un cuento sobre la entrada en la "modernidad". Una cultura

    de miles de aos descubrindo(se) a Occidente.

    http://folletinesdelatercerposicion.blogspot.comfolletinestercermundo@gmail.com

    El autor destos textos es la sociedad en la que fueron concebidos. Su comprensin se torna imposible sin un conocimiento cabal de las

    circustancias polticas, culturales y econmicas que los rodea(ba)n en el momento de su publicacin.