Cicatrizacion Social

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Universidad de Chile Programa Académico de Bachillerato Cicatrización social: Reconciliación, convivencia y conciliación Felipe Allende M. Profesor guía: Pablo Rojas

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Monografía para optar al grado de bachiller en humanidades y ciencias sociales.Aborda el desanclaje entre elite y los/as negados/as que se traduce en dos relatos, dos vivencias respecto a un clivaje político institucional, en este caso, la dictadura cívico militar chilena y la reconciliación política de la élite, pacificación de la elite hacia los/as negados/as y la experiencia de convivencia por parte de estos/as

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Universidad de Chile

Programa Académico de Bachillerato

Cicatrización social:

Reconciliación, convivencia y conciliación

Felipe Allende M.

Profesor guía: Pablo Rojas

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Índice

Índice 1

Resumen 2

Introducción 3

1. Conciliación, reconciliación y convivencia 4

2. Clivajes 8

3. Chile post dictadura cívico-militar 16

3.1 El pacto de silencio 16

3.2 La extrema riqueza y las otras víctimas 19

4. Las ardientes llamas del olvido 19

5. Conclusión 20

Bibliografía 23

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Resumen

Periódicamente en Chile emerge la tensión provocada por las disimiles

miradas respecto al pasado reciente, específicamente sobre la dictadura cívico- militar

que se desarrolló entre 1973 y 1990 y sus consecuencias. Recurrentemente se

advierte la presencia de discursos que se basan en la reconciliación nacional, en el

perdón y olvido o en la exigencia de justicia. Estos variados puntos de vista y

experiencias hacen necesario una profundización de los conceptos que cotidianamente

se emplean para referirse a los procesos posteriores a 1990. La presente monografía

abordará los discursos y experiencias de la élite y los/as negados/as para así, poder

clarificar como el desanclaje entre los grupos mencionados impide alcanzar un estado

de cicatrización social, el cual pueda dar paso a una paz social.

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Introducción

Siempre se presenta la reconciliación como el fin a alcanzar, aquel medio ideal

para transitar hacia la “paz social”, sin embargo ¿qué se dice cuando se invoca la

reconciliación? ¿Qué entendemos cómo reconciliación?, la sociedad chilena, como

cuerpo ¿ha vivido un proceso homogéneo, una experiencia similar respecto a la unidad

después de los diversos clivajes existentes en nuestra historia? ¿El término

reconciliación da cuenta de las diversas vivencias en nuestra sociedad? En base a

estas y otras preguntas similares surge la idea de profundizar en los conceptos que

abordan quiebres institucionales y sus consecuencias, como impactan en la elite y en

los/as “negados/as”, sobretodo, porque en la actualidad, la mayor parte de los estudios

asociados se dedican de manera exclusiva a la experiencia de la élite; dejando fuera,

de manera sistemática, la experiencia de los/as negados/as.

Fundamentar la necesidad de un proceso de conciliación nacional como

superación de la tensión reconciliación-convivencia, para alcanzar la cicatrización social

será el norte de la presente monografía, dentro la cual, además, se explicará la

dinámica de la reconciliación al interior de la elite y el discurso de la misma, hacia la no

elite. Se describirá la convivencia como praxis de los/as negados/as frente a la elite y el

aparataje político institucional dominado por estos últimos. Se examinará la situación

actual de los/as negados/as e identificar si su actuar responde a una dinámica de

pueblo o de multitud.

Para describir el desanclaje entre la elite y los/as negados/as respecto al clivaje

vivido en Chile, se centrará el presente trabajo en el periodo posterior a la dictadura

cívico-militar, realizando la correspondiente proyección histórica, describiendo de

manera puntual, aquellos hitos que contribuyeron mayormente a la institucionalización

de “la vía chilena de reconciliación política” (Loveman & Lira, 1999). Lo principal será

entonces, el abordaje conceptual de algunos procesos clave respecto a la temática de

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la presente monografía, y su praxis, entendiendo que el uso cotidiano no da cuenta de

diversos mecanismos que influyen en el diario vivir de millones de habitantes en Chile.

El presente trabajo, entonces, se basa en una discusión bibliográfica sobre la

tensión entre reconciliación y convivencia donde se pretende rescatar la experiencia de

la no élite, los/as negados/as. Para lo anterior, se iniciará con una descripción detallada

de los conceptos a utilizar para caracterizar la tensión descrita, luego, se realizará un

repaso por los clivajes históricos más relevantes en la historia de Chile, poniendo

especial énfasis al periodo 1973-1990 ya que dicho en periodo de dictadura cívico-

militar se funda el Chile actual. Después se revisará el periodo post-dictadura

resaltando la consagración y profundización del modelo impuesto en el periodo anterior,

para así, finalmente, llegar al presente, donde las ardientes llamas de la memoria

iluminan todos aquellos recovecos que hacen patente, como opera la praxis de la

convivencia, desde abajo.

1. Conciliación, reconciliación y convivencia.

Entenderemos como conciliación, aquella definición entregada por Paul Robert

(1982) y esta plantea que conciliar es “buscar acuerdo en relación a opiniones o a

doctrinas profundamente diferentes”. A esta definición agregaremos que conciliación

además es buscar acuerdo, por vez primera, en relación a vivencias profundamente

diferentes.

Una vez aclarado lo anterior, podemos centrarnos en una de las ideas, uno de

los conceptos, más importantes y relevantes del presente trabajo: la reconciliación. En

el contexto chileno tendremos que distinguir entre un concepto de reconciliación dentro

de la elite y otro diferente en la relación o actitud de la elite hacia la no elite. Dentro de

la elite entonces, la reconciliación en términos políticos, es posible entenderlo como la

RAE define conciliar, pero dicho de una manera más sencilla: reconciliación es el acto

de volver a conciliar. Esta reconciliación política dentro de la elite se ha construido a lo

largo de la historia como producto del esfuerzo de líderes políticos “… por resolver el

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conflicto coyuntural, reconstruir el orden y crear condiciones de gobernabilidad lo que

en palabras del siglo XIX era designado como paz social” (Loveman & Lira, 1999, p. 82)

Este acto tiene particularidades tan significativas en nuestro país que Loveman y Lira

(2000) describen con gran detalle en dos libros “la vía chilena de reconciliación política”

(Cuadro 1).

Ahora bien, esto es válido sólo entre la elite, cuando el discurso (entendido este

concepto no en la acepción postestructuralista, sino que “consiste tanto en textos como

en prácticas, y su función es configurar identidades y posiciones sociales y producir

conocimientos y creencias” (Villarroya, 1997, p. 212)) de reconciliación se dirige a los/as

negados/as lo hace en tanto ideología, como discurso de dominación, entendiendo

ideología desde un enfoque político crítico, vale decir, entendiéndolo como sistema de

significados que permiten a un grupo detentar el poder, legitimar su dominación

(Villarroya, 1997). Es así entonces, que lo que declama la elite en la prensa, el

congreso y todo espacio disponible, no es otra cosa que un discurso de constante

pacificación. Torrealba (2015) define la pacificación como

…una forma falsa o deficiente de reconciliación. Esta se compone de algunos de

los mecanismos antes mencionados, como son el olvido, las amnistías y los

acuerdos entre el nuevo régimen y el antiguo o formas incompletas de verdad y

justicia. Su principal característica es concebir que la reconciliación se logrará

por decreto. Y que en cuanto el aparato estatal se halle en funcionamiento la

comunidad estará en paz y reconciliada.” (p. 16)

Esto trae consigo que la pacificación genere un clima que provoca episodios de

subidas de tensión e inconformidad, que en Chile son recurrentes, principalmente por

parte de aquellas agrupaciones de la sociedad que requieren justicia y reconocimiento,

para así sentirse parte de la comunidad de manera constitutiva (Torrealba, 2015). En

este sentido cabe explicitar, que no sólo aquellos grupos que vieron afectados

directamente sus DDHH con muertes, torturas y exilio son agentes del clima de tensión,

sino que otros grupos se suman, aquellos que de manera indirecta, y con el paso del

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tiempo, perciben consciente o inconscientemente que el modelo impuesto, luego del

quiebre institucional, vulnera sus derechos. Estos grupos son los/as negados/as.

Cuadro 1: Modelo de la vía chilena de reconciliación política (fuente: Loveman &

Lira, 2000)

También existen grupos, dentro de los/as negados/as, que son completamente

indiferentes a dicha tensión o que adhieren tanto al modelo impuesto y/o apoyan al

gobierno que asumió el poder tras el quiebre institucional (Waldman, 2009), los cuales

no serán considerados en el presente trabajo debido a que suscriben el discurso de la

elite y su incidencia en la tensión elite/negados/as radica en que participan como

agentes que actúan como feedback positivo respecto al mecanismo que lleva adelante

la elite.

En el contexto mencionado, la vivencia de los/as negados/as, es posible

abordarla desde la “convivencia” que es una praxis que se contrapone al discurso de la

reconciliación político institucional, se resiste a que las diferencias sean borradas

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(Reyes, 2007) se resiste a que la memoria se transforme en historia, ya que la historia

se fija, comienza, cuando la memoria social se descompone (Halbwachs, 1968).

El contexto que analiza el presente trabajo, se da con posterioridad a la dictadura

cívico-militar ocurrida en Chile entre 1973 y 1990. Es importante dejar en claro el tipo de

dictadura, ya que fue una coalición cívico-militar la que propició el golpe de estado y la

que llevó a cabo fuertes transformaciones sociales, políticas y económicas en el país,

puntualizar este hecho entregará importantes luces en el transcurso de este trabajo

para un análisis más exacto respecto al desanclaje elite y negados/as y el clivaje que

impide una cicatrización social, entendida ésta, como una regeneración del tejido social,

que permite superar una experiencia dolorosa, que no implica el olvido para ello,

entendiendo que lo que originó el trauma, está resuelto.

También será importante distinguir entre dos conceptos relevantes para

identificar cómo actúan los/as negados/as, si como pueblo cuya naturaleza es

centrípeta, aliada del estado que converge en una voluntad general, o si actúa como

multitud, la enemiga del estado según Hobbes, en tanto desconfía del estado y rehúye

de la unidad política (Virno, 2006) en otros términos, para el pueblo la libertad es una

promesa, algo que se debe conquistar, para la multitud la libertad es una premisa.

Dentro de este marco, se tratará a la no elite como una multitud, actitud

adoptada tras el fin de la dictadura cívico-militar, donde la recuperación de la

democracia, sumado al efectivo giro neoliberal del período anterior a 1990 hizo a la no

élite más individualista, recelosa de proyectos colectivos y con una actitud hacia el

estado de desconfianza.

No se profundizará más en este ítem, ya que el trabajo mismo, como se planteó,

es una discusión bibliográfica.

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2. Clivajes

Cada septiembre en Chile, es recurrente que se revitalice (o visibilice) una

atmósfera de tensión, debido al trauma que dejó la dictadura cívico-militar en un sector

de la población. En redes sociales, medios de comunicación, en discursos de

autoridades de diversos sectores se repiten diversos conceptos: víctimas, perdón,

olvido, horror, democracia, reparación, DD HH, justicia, reconciliación, unidad nacional.

Estos dos últimos conceptos son los más empleados por la elite político-económica,

casi ad nauseam.

Existe una herida abierta en un sector de la población, herida que pese a

intentos de políticas públicas de diversos gobiernos no logra cicatrizar, incluso por

momentos parece que dicha herida se nutre de ciertos hechos episódicos lo cual la

hace sangrar mucho más. Pero ¿por qué después de 24 años persiste esta situación?,

¿falta justicia, falta perdón, falta reparación, falta voluntad o algo más? Al plantearnos

esta pregunta, lo primero que podemos hacer es mirar más atrás en la historia de Chile

y ver que ha sucedido en otros momentos traumáticos, como se ha salido de ellos y si

se ha logrado una cicatrización social efectiva o simplemente se llevaron a cabo

mecanismos cosméticos para salir del paso. El trabajo más completo e interesante a

este respecto está siendo llevado a cabo por los autores Loveman y Lira que plantean

la existencia de una "vía chilena de reconciliación" donde se configuran amnistías y

pseudo olvidos en una dinámica donde la batuta siempre ha estado en poder de la elite

y el pueblo en su momento ni la actual multitud han tenido algún tipo de injerencia.

Dichos autores detallan de manera amplia diversas dimensiones de lo que se

entiende por reconciliación, se aborda desde la perspectiva personal, política y religiosa

(inquisitorial) entre otras llegando en uno de sus pasajes a definir la reconciliación en su

forma más sencilla: volver a conciliar, esta definición, que no ocupa más de dos líneas

en el libro "cenizas del olvido" es la que nos puede permitir encontrar luces y un camino

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hacia un proceso de cicatrización social, que hasta el momento en diversas

publicaciones se menciona de manera superficial.

Como ya se hizo mención, las autoridades y elite en general siempre hacen

alusión a la unidad nacional, llamados a la reconciliación nacional, en este contexto:

¿es válido dicho llamado?, Chile ¿alguna vez en su historia ha logrado de manera

horizontal llegar a un acuerdo del país que se quiere? o ¿ha sido una imposición desde

arriba, donde el resto de la población ha tenido que acatar?

Al plantear estas cuestiones se hace inevitable identificar cuándo y cómo se

estableció el “mito” fundador, el punto en que la élite logra una conciliación. Es posible

identificar la conciliación de la elite durante la independencia de Chile, con una primera

etapa débil (patria vieja) que se refuerza en el periodo de reconquista, gracias a la

resistencia contra la corona, las distintas luchas por el poder quedaron

momentáneamente fuera en pos de expulsar a los representantes de la corona. Luego,

con el término de la reconquista y el paso a la patria nueva se reavivaron los conflictos

respecto a quien detentaría el poder y que modelo seguiría el naciente Chile. Fue así

que da inicio al proceso de organización de la república, proceso que termina con la

guerra civil de 1829-30. En la batalla de Lircay los triunfadores fueron los

conservadores quienes impusieron un modelo mercantil y centralista, nace la

constitución de 1833 con un estado fuertemente autoritario y centralizado, fue vencido

el sector de la elite que bregaba por un Chile descentralizado, federal, con un modelo

productivista, luego siguió la dinámica de la vía chilena de reconciliación política

descrita en el cuadro 1.

El siguiente evento importante es la crisis de 1891, donde se enfrentó la

emergencia de un proyecto liberal burgués contra el viejo proyecto tradicional del

liberalismo conservador (centralista y mercantilista) (Moulian, 1997), la guerra civil

decantó en un sistema de gobierno pseudoparlamentario, que fue un mecanismo de la

misma elite conservadora para extender la vida útil del modelo impuesto en la

constitución de 1833, para evitar, principalmente, el surgimiento de un nuevo

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Balmaceda. Triunfó una vez más el proyecto conservador, luego siguieron los patrones

de la vía chilena de reconciliación política una vez más. A este periodo siguieron treinta

años de beligerancia, conflictos, surgía la cuestión social y los eventos internacionales

impactaban incluso a Chile, sobre todo respecto a la crisis del salitre y la Gran

Depresión.

Finalmente llegamos al clivaje que dio origen al actual Chile: la dictadura cívico-

militar iniciada el 11 de septiembre de 1973. Ésta se da en un contexto internacional en

el cual se desarrollaba la Guerra Fría que “fue un estado de tensión permanente,

primero entre las superpotencias (USA y la URRS) y luego entre los dos bloques

lideradas por ellas, que no provocó un conflicto directo ante el peligro de la destrucción

mutua y asegurada por la utilización de las armas nucleares” (Pereira, 2001, p. 429). Se

enfrentaban las ideas del capitalismo de occidente contra las ideas del comunismo en

desde oriente. Es así que no fue menor, que en el “patio trasero” de Estados Unidos

fuese elegido democráticamente un presidente que bregaba por una “vía chilena al

socialismo”, un socialismo con sabor a empanadas y vino tinto. Confluyeron entonces

los intereses norteamericanos con los de la élite conservadora local, sumado a que la

clase media de aquel entonces sentía el temor de que las aspiraciones de la clase

obrera y pobre en general pusiera en riesgo su estatus (por tanto volcaron su apoyo a

elite conservadora), más la participación de las FF AA y de Orden (cuyos generales,

que respetaban el orden democrático fueron sistemáticamente boicoteados o

asesinados) en un escenario interno polarizado fueron algunos de los elementos

relevantes que llevaron al golpe de estado el 11 de septiembre y el inicio de una

contrarrevolución que debía negar completamente lo que fue la Unidad Popular, pero

no lo que fue ésta en sí misma, sino lo que significó para sus opositores. “El contenido

de la negación era el rechazo al “roto” y sus ilusiones de poder, el repudio al

comunismo y de sus expectativas de un futuro sin clases” (Moulian, 1997, p. 25), todo

esto fue guiado desde la irracionalidad del odio y la venganza. Esta contrarrevolución

no fue la burguesa típica, debido al estado precario desarrollo industrial chileno, la

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transformación capitalista requería del simultáneo disciplinamiento de burgueses y

asalariados, para lo cual el rol neutro de los militares fue vital (Moulian, 1997).

La dictadura cívico-militar tuvo dos momentos, la primera entre 1973 y 1980

considerada la etapa revolucionaria y la segunda, entre 1980 y 1990, la etapa

constitucional.

La etapa revolucionaria tiene por principal característica el terror, la persecución

sistemática de opositores/as, fueran o no miembros de la UP. Este terror:

es la capacidad absoluta y arbitraria de un Estado de inventar, crear y aplicar

penas o castigos sin más límites que las finalidades que se ha definido. Terror es

la capacidad de un Estado para conseguir el acuerdo de muchos ciudadanos,

que se autoconciben como pacíficos y tolerantes, para usar violencias y daños

contra los enemigos políticos, en nombre de un bien mayor. (Moulian, 1997, p.

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La dictadura chilena, de hecho, en este aspecto, es la más brutal de

Latinoamérica: entre los métodos de tortura empleados, según la comisión Valech

podemos encontrar:

“• Golpes de pies y puños.

• Golpes con objetos contundentes: culata de las armas (culatazos), palos

(palizas), laque (también llamado churro, luma o tonto de goma), apedreamientos, con

otros objetos contundentes.

• Golpes con objetos flexibles o no contundentes (también llamados azotes o

flagelamiento): látigos, fusta para caballos, baquetas (varillas de coligüe).

• El teléfono, esto es, golpes con mano abierta en ambos oídos (puede provocar

lesiones auditivas permanentes).

• Golpes reiterados en los ojos, boca, nariz, testículos, pechos, cuello, rodillas y

otras partes sensibles del cuerpo.

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• Callejón oscuro: hacer pasar a los detenidos por entre dos hileras de efectivos

que les propinan golpes de pies, puños y culatazos.

• Pisar y saltar sobre los detenidos cuando están tendidos en el suelo, boca

arriba o boca abajo.

• Dejar caer el cuerpo del detenido al suelo escaleras abajo.

• Arrastrar al detenido por el suelo o por las escaleras, tomado del pelo,

amarrado del cuello o de otro miembro.” (p.338)

“• Extracciones de partes menores del cuerpo (uñas, dientes, etc.).

• Cortes con arma blanca (en las manos, en las piernas, en los genitales, en la

espalda, en otras partes del cuerpo).

• Fracturas deliberadas (de brazos, pies, manos, dedos).

• Heridas a bala.

• Lesiones auditivas premeditadas, provocadas por disparo de fusil junto a los

oídos o por la exposición a sonidos agudos durante tiempo prolongado, incluso hasta

causar sangramiento de oídos, boca y nariz, con pérdida de conciencia en algunos

casos.

• Lesiones en las uñas u otras partes del cuerpo mediante clavadura de alfileres,

yataganes u otros objetos punzantes.

• Lesiones de diversa consideración resultantes de pasar un vehículo sobre los

pies, las manos u otras partes del cuerpo del detenido.” (pp. 391, 392)

“• Colgamientos: Esta Comisión recibió abundantes testimonios de personas

sometidas a este tipo de tortura, cuya aplicación se extendió por todo el período,

especialmente por parte de los organismos de seguridad especializados en la

represión. Junto con inmovilizar a la persona, este método mantiene a la víctima en

posiciones forzadas que pueden tensionar las articulaciones hasta la dislocación,

provocando dolores que se acrecientan conforme pasan los minutos y las horas.

Permanecer colgado, en especial por períodos prolongados genera, además,

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sensaciones de indefensión, abandono y humillación, derivadas del trato atentatorio

contra la dignidad humana.” (p. 393)

“• Arrojar excrementos e inmundicias sobre el detenido.

• Obligar al detenido a besar la bota de un agente militar o policial.

• Obligar al detenido a arrastrarse por el suelo en medio de burlas y golpes.

• Obligar al detenido a pedir perdón, a renegar de sus ideas políticas, a

manifestar lealtad o reconocer la superioridad de los agentes militares o policiales.

• Obligar al detenido a insultarse a sí mismo o a sus compañeros.

• Hacer correr al detenido con la vista vendada en rutas con obstáculos, para que

tropiece y caiga al suelo.

• Obligar al detenido a entonar himnos o consignas políticas en medio de burlas.

• Insultos, groserías y burlas graves, constitutivos del delito de injuria.

• Cortar el pelo al rape del detenido y pasearlo por lugares públicos.” (p. 406,

407)

Además de todo lo mencionado otras formas de torturas fueron la aplicación de

electricidad, amenazas constantes, mujeres violadas no sólo por agentes del Estado,

sino que también animales y así una horrenda lista de abyectos atentados contra la vida

y dignidad humana. Es en este periodo revolucionario donde se estima, según la misma

comisión, que más del 67% de las víctimas sufrieron las atrocidades descritas.

Además de las torturas, muchos/as de los y las detenidos/as fueron asesinados,

y no sólo eso, sino que sus cuerpos nunca aparecieron, siendo arrojados al mar, a

volcanes.

El siguiente periodo se inicia con la imposición de la constitución de 1980. Si bien

para su aprobación se llamó a plebiscito, éste contó con un sinnúmero de vicios, de

irregularidades, que permitió a la oposición, cuestionar la legitimidad de la misma. Entre

esas irregularidades podemos encontrar: “sin que hubiera un registro electoral de la

ciudadanía, sin que la oposición tuviera acceso a la televisión, y sin que se pudiese

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establecer un monitoreo eficaz de la votación y del recuento de los votos.” (Valenzuela,

2007).

La constitución así impuesta de manera irregular, estableció las bases del giro

neoliberal chileno, esto fue posible gracias a la existencia de un grupo de intelectuales,

los Chicago Boys, que establecieron las directrices, le dieron un norte a la dictadura

revolucionaria. Sin la existencia de estos intelectuales, es posible que se hubiese

tomado un rumbo semejante al de otras dictaduras latinoamericanas, de corte estatista

o populista (Moulian, 1997)

Los principales cuatro ejes del giro neoliberal chileno son (Boccardo & Ruiz,

2015):

1) Grados de apertura económica: giro aperturista en lo comercial y lo financiero, se

disminuyeron las barreras arancelarias y las protecciones, se incentivó el arribo de

capitales extranjeros, grupos internacionales. Los grandes perdedores fueron las

industrias de la ISI, la pequeña y mediana industria. Se internacionaliza la propiedad,

que empieza a ser capitalizada por las inversiones extranjeras directas. El

empresariado que empieza a dominar está asociado al comercio, empresarios

financieros, más que del mundo industrial.

2) Desindexación de precios y salarios: hace referencia a que los precios de los

productos y los salarios, en general, dejaron de ser fijados a criterios de orden político y

se liberalizaron y quedaron a expensas del mercado (ley de oferta y demanda). Las

reformas laborales el de 1979 entregaron la negociación de salarios a nivel de la

empresa (Ley Piñera) lo cual debilitó la capacidad de los trabajadores a negociar. Este

eje supuso la eliminación de criterios políticos para ajustar precios y salarios ya que

esto distorsionaba lo económico según los intelectuales neoliberales (ejemplo inflación,

etc.)

3) Privatización productiva: este eje supone devoluciones de empresas y fábricas

expropiadas. Es una etapa de privatización de toda industria construida al alero del

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Estado, ya que ningún empresario chileno de aquel entonces tiene el capital necesario

para poder comprarlas, el gobierno decide dividirlas. Es un proceso lento, pero

sistemáticamente toda la industria nacional forjada por el Estado, fue

fragmentariamente repartida a privados. (Los grupos Luksic y Yarur fueron vetados por

dictadura cívico-militar por colaborar con la UP). Todos aquellos grupos que tenían

nexo con bancos se vieron privilegiados, se generó la emergencia de nuevos ricos, se

reordena el mapa de las riquezas, se configura una nueva élite. Es así que los actuales

grupos económicos se catapultaron o crecieron gracias a la acción estatal. El Estado

ejerce un fuerte rol en los 80 para privilegiar ciertos grupos económicos lo que explica la

gran envergadura de éstos sin un mercado interno grande, amplio.

4) Privatización de servicios sociales: es uno de los elementos de estudio del caso

chileno. Se mercantilizó la educación, la salud y la seguridad social. Se generó un

capitalismo de servicio público, vale decir, otro factor de crecimiento de grupos

económicos chilenos está asociado a esta privatización de derechos básicos. Por

ejemplo, la creación de las AFP produjo: El acceso a recursos frescos por parte de

grupos económicos y ayudaron a elevar las tasas de ahorro nacionales, lo cual generó

la capacidad de acceso futuro a créditos internacionales por mejora macroeconómica.

Una segunda consecuencia de este eje, es que se privatizaron las condiciones

de reproducción de vida del individuo, la tendencia a la vida colectiva es menor ya que

todo depende del emprendimiento individual. El ciudadano es reemplazado por el

consumidor. La década de los ochenta son un esfuerzo por desmovilizar, por el cambio

de modelo de desarrollo se desarma lo social, lo colectivo.

En todos los clivajes mencionados, las elites después de quebrarse y

enfrentarse, logran una reconciliación, vuelven a ponerse de acuerdo sobre el modelo

de desarrollo, exiliando las diferencias, luego se hacen llamados de reconciliación al

resto de la población que no ha sido partícipe de aquello, no en aras de un bien mayor

como sería lo ideal, sino apelando a la reconciliación como un discurso más bien de

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dominación, de someter a la mayoría y que no se cuestione el modelo impuesto, es una

suerte de "estás con mi reconciliación o estás contra ella". Mientras se da esta dinámica

desde arriba, los oprimidos experimentan una dinámica opuesta: la convivencia, que

como la describe Reyes (2007) “es aquella que se resiste a asumir la ausencia de

diferencias, a objetualizar y expulsar el conflicto”, en definitiva esta práctica no trae

consigo hacer parte del pasado la memoria, lo cual es vital para alcanzar la

cicatrización social.

3. Chile post dictadura cívico-militar

A diferencia de otros periodos de clivaje, los medios de comunicación masivos y

el ciberespacio, han ayudado en el período post dictadura de Pinochet: primero, a

cambiar ciertos patrones pasados de olvidos y amnistías, desde abajo no se dejan

pasar así como así. Y segundo y más importante aún, mantener viva la tensión entre

reconciliación desde arriba, con la convivencia desde abajo, lo cual no hace otra cosa

que mantener las heridas abiertas no importando los años que nos alejemos del evento

traumático, porque éste no sólo consistió en violaciones a los DD HH y consecuente

impunidad, sino que implicó precarizar las condiciones de vida de la gran mayoría en

beneficio de una minoría donde se excluye a los de abajo en todos y cada uno de los

niveles. Otro factor importante es la utilización política de una parte de la elite para el

mantenimiento de su poder, la elite que fue oposición al gobierno de Pinochet: la

Concertación de Partidos por la Democracia.

3.1 El pacto de silencio

“¿Te das cuenta, —pregunta bajo la encapotada mañana de Valparaíso,

mientras declina el estruendo de la muchedumbre y ambos se acercan al veterano y

espléndido Ford Galaxie 1963—, te das cuenta en lo que nos estamos metiendo?

Patricio Aylwin no espera respuesta, porque es también una pregunta que se hace a sí

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mismo.” (Cavallo, 1998) Con esta pregunta iniciaba su mandato Aylwin, presidente que

quería ser recordado por ser el presidente de la reconciliación, objetivo que a la luz de

los años transcurridos, no logró. Pinochet seguía siendo el comandante en jefe del

ejército, en el senado existían senadores designados; según sus creadores, la

constitución de 1980 se legitimaba con la toma de poder de Patricio Aylwin, lo cual

implicaba la aceptación del sistema binominal, se mantenían los 4 ejes del giro

neoliberal, cosa que no varió en los gobiernos posteriores, de hecho, es posible

apreciar que se acentuaron las políticas mencionadas que caracterizaron el giro

(reducción de participación estatal en diferentes áreas, inclusión de bancos para

proporcionar créditos a estudiantes de educación superior, etc).

Se invocó con frecuencia, implícitamente, que el temor fue lo que impidió llevar a

cabo cambios o perseguir de manera consistente que se hiciera justicia con las

violaciones a los DDHH, es cierto que la población estaba temerosa a un retorno al

miedo, al terror, sin embargo, suscribo lo que plantea Tomás Moulian (1997) respecto a

que la nueva elite no actuó con miedo, sino con complicidad con el proyecto, estableció

un blanqueo del pasado, convirtiendo a Pinochet de tirano a patriarca, lo cual quedó

patente en el accionar del gobierno de Ricardo Lagos tras la detención de Pinochet en

Londres, donde uno de los argumentos que más resonaron en la época fue que en

Chile se podía hacer justicia, se podía juzgar al ex dictador, sin embargo, eso nunca

ocurrió.

La Concertación si bien, llevó a cabo diversos esfuerzos en aras de la verdad,

como los informes Rettig y Valech, la mesa de dialogo creada en junio de 1999, en la

práctica no resultaron útiles, ya que a los victimarios se les construyeron cárceles

especiales, se les mantienen sus privilegios, si incluso, como ex militares reciben

pensiones mayores que las víctimas! Los diversos discursos de los/as militantes de la

ex concertación, hoy Nueva Mayoría, vuelven siempre sobre el perdón y reconciliación,

casi como un mantra, al igual que las políticas de consenso, lo cual se traduce todo en

un intento de olvido sistemático.

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¿Por qué el olvido o el consenso pueden ser considerados intentos de olvido?

“El perdón puede caracterizarse como aquello que vuelve sobre la falta, la comprende,

suprime el dolor que causa y luego si es posible, acontece. Sin embargo, no puede

darse con la reserva de que su ocurrencia traerá consigo un resultado” (Torrealba,

2015, p. 13) Es un acto privado, entre víctima y victimario, cualquier intento de sacarlo

de dicha esfera se transforma en impunidad, vale decir, llevar el perdón a una esfera

pública, le eleva a un rango semejante al de una regla social lo cual implicaría el

levantamiento de la sanción punitiva (Ricoeur, 2008). Por su parte el consenso es la

desaparición de divergencias, en el contexto post dictadura, es invocar una imaginaria

armonía, “es la enunciación de que el problema del capitalismo pinochetista era

Pinochet en el gobierno” (Moulian, 1997, p. 37), o sea esa misma enunciación es una

de las claves del “milagro chileno”. Entender el consenso desde esta arista, es

comprender que la transición a la democracia, no es otra cosa que la tercera etapa de

la contrarrevolución iniciada por militares, empresarios e intelectuales neoliberales, un

continuo que de manera sistemática dejó fuera a la no elite.

En este contexto, las víctimas directas de la dictadura cívico-militar se han

organizado, han conquistado espacios para la memoria (museos, memoriales, etc) su

experiencia radica en “convivir con y desde el conflicto; a reconocer la presencia de

tensiones, y junto con ello a manejarlas, tramitarlas, agenciarlas desde las propias

relaciones; (…) configurándose el convivir como un trabajo continuo, como un trabajo

siempre por hacer.” (Reyes, 2003). La injusticia en temas de DDHH ha llevado a la

aparición de “funas” que son denuncias públicas por parte de las víctimas y sus

familias, contra victimarios de la dictadura, una forma de resignificación como víctimas

construida desde la comunidad que les cobija en contraposición a una justicia que les

es esquiva, lejana. Visibilizan el conflicto pasado, que para el discurso oficial es historia

(un pasado que “ha sido”), como un pasado “siendo” (Reyes, 2003). Otro aspecto

importante de las “funas”, es que éstas implican un exilio del miedo frente al antiguo

opresor

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19

3.2 La extrema riqueza y las otras víctimas

Como ya se hizo mención, el Estado, en los ochenta, fue clave para suplir lo

pequeño del mercado interno y así, que pequeños grupos económicos amasaran gran

fortuna, ese rol implicó justamente medidas en favor de pocos/as, en desmedro de

muchos/as, paulatinamente, con el paso de los años, se fue haciendo más evidente. A

costa de los derechos de millones de chilenas y chilenos, pequeños grupos

acrecentaron sus arcas. Los derechos de los/as negados/as disminuyeron, tanto así

que algunos se convirtieron en meras declaraciones de principios, derechos sin praxis.

Esta precarización, al acentuarse con el paso de los años, fue provocado la emergencia

de movimientos sociales, por temas educacionales (los más relevantes el año 2006 y

2011), regionales (recordar protestas de Aysen en 2012 y Freirina entre 2012 y 2013),

laborales, medioambientales (el mayor ejemplo en este caso fue por Hidroaysen y en la

actualidad lo es Alto Maipo) y otros, que llegaron para instalarse y que en el horizonte

próximo no se estima que mengüen. En todo esto, aunque sea de manera inconsciente,

se empieza a sentir el peso de la reconciliación en tanto dominación desde arriba, como

pacificación, una forma indirecta de sentir el trauma del clivaje, sentir en el día a día el

sangrar de la herida. La convivencia así, se empieza a manifestar como indignación.

4. Las ardientes llamas de la memoria

El presente año, 2015, se cumplieron 29 años desde el caso quemados. Un caso

que estremeció a la opinión pública y con basta información en la prensa, sitios web,

etc. Gracias a la declaración de un testigo clave, que participó en el hecho, el ministro

Mario Carroza reabrió el caso dictando siete órdenes de detención en contra de los

militares que participaron en tan horrendo crimen. Además se publicaron a través del

sitio web del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington,

informes que revelaron que el encubrimiento de este caso llegaba hasta el mismísimo

Augusto Pinochet. La madre de Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana se

transforman en personajes de actualidad, cuyos rostros aparecen en portadas de

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20

periódicos, invitadas a programas de TV. Carmen Gloria es trending topic en twitter y de

pronto se instala en la opinión pública el deseo, la exigencia de poner fin a los pactos

de silencio. La elite reacciona, el presidente del Senado, Patricio Walker, invita a

Carmen Gloria Quintana al Congreso y le pidió perdón a nombre del Estado, mientras

la convivencia se potencia, los mecanismos de pacificación se desatan. En este

escenario muere Manuel Contreras, ex jefe de la DINA y brazo derecho del dictador

Pinochet, condenado a 529 años de prisión por violaciones a los DDHH, lo cual es un

catalizador de las exigencias por conocer los términos del pacto de silencio de la

transición, muchos/as víctimas y familiares de víctimas se preguntan, en diversos

espacios, cuantos secretos se llevó a la tumba, cuanta información valiosa para hacer

justicia, se perdió para siempre. Es agosto en Chile, pronto será nuevamente

septiembre y las llamas de la memoria de los/as negados/as, arden fuertemente, su

crepitar grita lo que el escritor, poeta y dramaturgo uruguayo, Mario Benedetti dijo en

uno de sus poemas y que está grabado en el memorial de Villa Grimaldi: “el olvido está

tan lleno de memoria”

5. CONCLUSION

El giro neoliberal, la imposición de la constitución de 1980, impactó a toda la

sociedad de una forma u otra, pero para un sector de la población dicho impacto se

transformó en un trauma: por las violaciones a los DD HH, por la pérdida de sus seres

queridos, por el negativo impacto de las reformas económicas, por el exilio y posterior

retorno, etc. La vía chilena de reconciliación política funcionó bien en la élite una vez

más, pero no con la eficacia de antaño, es posible ver el continuo entre las políticas de

la dictadura cívico-militar y las que siguieron en los gobiernos de la concertación, una

transición de dos etapas: una beligerante, en dictadura y otra en democracia, pero en

esta ocasión, el discurso de reconciliación como discurso de dominación empezó a

fallar, la experiencia de la convivencia comenzó a ocupar eficazmente los intersticios

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dejados por la élite, el vivir no era simple enajenación siguiendo el ritmo dictado desde

arriba, sino que se transforma en un trabajo diario, que hace fecunda la diferencia en

contraposición a la uniformidad estéril por la que bregan los de arriba.

La dictadura cívico-militar, como indica Tomás Moulian (1997) hizo de los

ciudadanos unos consumidores, individualistas, además, el discurso de liberación de la

dictadura se transmitió en el sentido que estos consumidores actuasen como multitud,

eran libres y desde ese piso mínimo, defendían lo suyo, agrupándose únicamente

cuando algo les afectaba y luego cada individuo seguía en su cotidianidad, trabajando

sin cesar, con la esperanza que el esfuerzo le ayudase a tener un mejor bienestar. El

día de hoy el escenario es el mismo, pero desde el 2006, con la revolución pingüina se

destapa una nueva antigua forma de ciudadanía, que empieza a entender que el

sistema en el que está inmerso vulnera sus derechos esenciales, tomando conciencia

de esto empiezan a bregar por mejorar esta situación, pero no como una agregación de

individuos, sino que lo empiezan a ser como pueblo, impulsando un proyecto de

cambio, gatillado por la convivencia con el conflicto, entendiendo que el estado

presente de las cosas, tuvo su origen en esos nefastos 17 años de dictadura.

En Chile no hubo juicio ni castigo a quienes ostentaban los roles de mando más

alto, quienes cumplieron penas, lo hicieron en recintos carcelarios especiales, tanto así

que alguien en libertad le sería deseable ese tipo de encierro. Se mantuvo la

constitución nacida en dictadura, ¿con cambios? sí, ¿profundos? No, es patente que

los principios de la constitución de 1980 permanecen inalterables, hemos sido testigos

de cambios cosméticos que no han cambiado la ruta iniciada con el giro neoliberal, las

actuales reformas educativa y laboral son un claro ejemplo de aquello, donde la

participación de los movimientos sociales ha sido nulo o insignificante, una parte de la

élite ha tomado las consignas de la calle para sí, pero en los hechos, impera la herencia

del modelo político y económico de la dictadura.

Con un escenario tal, se hace impensado alcanzar un acuerdo nacional que

involucre a los/as negados/as, menos aún con aquella parte de los/as de abajo que

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padecen los traumas por las abyectas maniobras pasadas de unos/as pocos/as en el

poder, es improbable porque la misma élite se construye en la negación de la mayoría,

la negación del otro es esencial para mantener su estatus, además también, la élite se

niega, de manera casi absoluta, a permitir la participación de los/as otros/as,

escudándose en la institucionalidad y es entendible, la actual institucionalidad es un

traje a la medida para mantener el statu quo, para que el poder resida donde ha

residido desde los albores de la república. Pese a ello es necesario bregar por construir

caminos que lleven a un escenario donde se construya un real acuerdo social, para así

cicatrizar, realmente, los tejidos sociales tan dañados. La praxis de la convivencia que

hace del pasado algo presente es clave para evitar la dinámica del olvido, la

emergencia del conflicto permite mantener la esperanza de cambio, no así eslóganes

provenientes de la élite, como lo dicho en 1990 por el ex presidente Aylwin “Chile es

uno sólo” lo cual refleja un intento de pacificación, donde “las contradicciones son

reprimidas por las instituciones que sucedieron la orgánica instituida a partir del golpe

militar.” (Espinosa, 2013, p. 3)

Sin inclusión, no puede existir conciliación, y sin ésta no puede cicatrizar herida

alguna ¿cómo lograr llevar a cabo dicha conciliación? los caminos son diversos, el que

más se ha escuchado hablar en Chile el último tiempo es una asamblea constituyente,

vía tremendamente democrática, inclusiva, fértil y alcanzable con voluntad, pero

responder a esta última pregunta no es el objetivo del presente trabajo, sino poner en la

palestra esta tensión, reconciliación(pacificación)/convivencia como básica para

entender cuáles son los aspectos que se deben abordar si en verdad se desea que

Chile cicatrice sus heridas, para lo cual siempre se deben tomar los caminos que

impliquen resolver diferencias con más democracia y no lo contrario.

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