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  • La CIDH en Argentina: Entre la democratizacin y los derechos humanosAuthor(s): Marcos Novaro and Alejandro AvenburgSource: Desarrollo Econmico, Vol. 49, No. 193 (Apr. - Jun., 2009), pp. 61-90Published by: Instituto de Desarrollo Econmico y SocialStable URL: http://www.jstor.org/stable/20627863 .Accessed: 19/02/2015 06:33

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  • Desarrollo Econ?mico, vol. 49, N2193 (abril-junio 2009)

    LA CIDH EN ARGENTINA: ENTRE LA DEMOCRATIZACI?N Y LOS DERECHOS HUM AN OS

    MARCOS NOVARO* y ALEJANDRO AVENBURG**

    1. Introduccion

    En las ultimas decadas, la protecci?n de los derechos humanos ha pasado a ser un componente importante de las politicas exteriores de muchos paises, asi como un objetivo fundamental de organizaciones interestatales y no gubernamentales. Ha

    ingresado con fiierza, sobre todo, en la agenda de politica exterior de las naciones democraticas mas desarrolladas. Simultaneamente, se ha generado un intenso debate a prop?sito de la repercusi?n de esas politicas en la vida institucional de las sociedades a las cuales ellas se destinan. Un caso de particular importancia en este debate ha sido el de la dictadura militar argentina entre 1976 y 1983, y dent.ro de ella, el de la visita de la Comision Interamericana de Derechos Humanos (en adelante, CIDH) que tuvo lugar en septiembre de 1979, producto de las gestiones de la diplomacia norteamericana durante la presidencia de James Carter (1977-1981).

    En el debate academico sobre las repercusiones de esa misi?n de la CIDH pueden reconocerse dos posturas claramente diferenciadas. Desde una primera perspectiva, el caso ha side utilizado para ilustrar el argumento de la eficacia que puede tener una politica exterior de protecci?n de los derechos humanos, en este caso la de Carter, para contener la violencia represiva y acotar el autoritarismo de un

    regimen. En esta Ifnea, Sikkink1 ha sostenido que a partir del acuerdo entre los

    gobiernos de Videla y Carter para la concreei?n de la misi?n de la CIDH, en septiembre de 1978, hubo un sensible descenso del n?mero de desapariciones en el pais2. Ha

    argumentado tambien que la negociaei?n entre ambos presidentes constituye un

    ejemplo exitoso de acuerdo entre la diplomacia de Carter y el sector liderado por

    * Investigador del CONICET-UBA, Director del Programa de Historia Politica del Institute de Investigaciones

    Gino Germani (UBA), Director del CIPOL, Tel 4508-3815, [email protected] ** Asistente de Investigation en el Programa de Historia Politica (UBA), Maestrando en Relaciones

    Internacionales (Flacso-UDESA), Tel 4508-3815, [email protected] 1 Kathryn Sikkink: Mixed Signals. U.S. Human Rights Policy and Latin America, Cornell University Press,

    Ithaca, 2004. 2 Kathryn Sikkink, op. cit., p. 114, 115.

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    Videla dentro de la Junta Milit?r -a pesar de las resistencias internas que debi? veneer- en pro de hacer valer la cuesti?n de los derechos humanos en la arena internacional3. Sin embargo, el argumento de Sikkink no parece tomar plenamente en consideraei?n el papel ambiguo que cumplio desde un principio la visita de la CIDH tanto en la politica de los sectores m?s moderados de la administracion Carter hacia la Argentina, como en la estrategia de Videla orientada a ganar aliados externos para fortalecer su posicion en el frente militar interno: unos y otros impulsaron el acuerdo para la visita como un modo de dejar en el pasado las secuelas de la represi?n ilegal y comenzar una nueva etapa de progresiva apertura politica en Argentina y buenas relaciones entre ambos paises, sin el peso de reclamos y denuncias. De alii que Sikkink tampoco pueda dar cuenta de los factores no previstos por ninguno de ellos que determinaron que estos objetivos se frustraran.

    En cambio, estos problemas son subrayados cuando, desde una perspectiva critica, se usa el caso para ilustrar las consecuencias no deseadas de una politica exterior normativamente orientada. En ese sentido, Joseph Tulchin4 ha afirmado que las presiones de Carter y de su secretaria de derechos humanos, Patricia Derian, sobre la Junta argentina tuvieron el parad?jico efecto de debilitar a los sectores en ella favorables a una apertura, generando una fuerte reaccion antinorteamericana. Esa politica habria terminado afectando las posibilidades de una transicion democratica pacifica conducida por Videla y favoreciendo a quienes promovian una dictadura prolongada y eran m?s reacios a dar por terminada la "guerra contra la subversion". En la misma linea Cisneros y Escude5 destacan los efectos contraproducentes de la visita de la CIDH y de su dictamen negativo sobre la situacion de los derechos humanos en el pais: al fortalecer a los sectores duros de las Fuerzas Armadas que desde un principio se habian opuesto tanto a buscar acuerdos con la

    diplomacia norteamericana como a iniciar una apertura politica, habrian dificultado una posible concertacion entre civiles y militares para regresar a la vida democratica. Sin embargo, estos autores no dan cuenta de que la politica de Carter bused precisamente fortalecer a ese sector moderado del regimen argentine En este trabajo intentaremos mostrar que la promoei?n de una visita de la CIDH debe comprenderse como parte de esos esfuerzos, y por tanto, el hecho de que haya tenido un efecto inverso al buscado requiere una explicaei?n que vaya m?s alia de la que estos autores

    ofrecen centrada en las criticas por las violaciones a los derechos humanos.

    El problema con los argumentos tanto de Tulchin como de Cisneros y Escude es en un sentido inverso, aunque a la vez equivalente al que enfrenta Sikkink. Dan

    por descontada demasiado r?pidamente una relaci?n causal que es dificil de probar y muy controversial: de no haber existido la visita de la CIDH, y su informe, en el

    regimen del Proceso se hubiera impuesto una opei?n moderada capaz de pilotear

    3 Kathryn Sikkink y Lisa Martin: "U.S. Policy and Human Rights in Argentina and Guatemala, 1973-1980",

    en R. Putnam, P. Evans y H. K. Jacobson, Double-Edged Diplomacy, University ot California Press, California, 1993.

    4 Joseph Tulchin: La Argentina y los Estados Unidos. Historia de una desconfianza, Planeta, Buenos

    Aires, 1990, ver especialmente p?ginas 264-268. 5 Andres Cisneros y Carlos escude (comps.): Historia General de las Relaciones Exteriores de la Rep?blica

    Argentina. Tomo XIV. Las Relaciones Politicas, 1966-1989, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires. Ver

    especialmente p?ginas 298-300.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 63

    una m?s o menos r?pida transici?n democr?tica. Aun aceptando la idea de un cierto impacto negativo en este sentido, argumentaremos aqui que el mismo es atribuibie a otras decisiones del gobierno argentino, en particular a las sucesivas negativas, asumidas antes de la misma visita por Videla, a llevar adelante la apertura. En suma, si la misi?n de la CIDH fracas? como pieza de una posible transici?n, tue por la incongruencia del sector videlista al sostener una politica interna que anunciaba pero no concretaba la apertura, junto a una politica externa que requeria su exito y lo daba por supuesto.

    Para avanzar en el an?lisis de este caso, es preciso distinguir los diferentes objetivos de la politica exterior norteamericana, y su compleja correspondencia con los de las autoridades argentinas. AI respecto ser? necesario explorar en detalle la relaci?n entre la pretension norteamericana de institucionalizar y ganar reputaci?n para su politica de derechos humanos, y la estrategia de Videla orientada a lograr apoyo norteamericano para consolidar su posici?n interna, en cuyo marco concibe brindar una "explicaci?n institucional" que cierre la "guerra antisubversiva", de manera de desactivar las criticas externas a la represi?n, y sobre esa base, alinear a las Fuerzas Armadas detr?s de una apertura sin riesgos, que consolide el apoyo civil al regimen. En este contexto la visita de la CIDH adquiere un significado mucho m?s complejo, cambiante a lo largo del tiempo, y que por tanto no cabe reducir a los terminos de una evaluaci?n ex post de sus efectos.

    En la primera parte del trabajo prestaremos atenci?n a dos datos que entendemos fundamentales: la tension entre los distintos objetivos que la diplomacia norteamericana se planteaba en relaci?n a Argentina, y la extremadamente descentralizada y faccionalizada organizaci?n del Proceso, encabezado por una facci?n militar que no tenia preponderancia en las Fuerzas Armadas, que habia respaldado un plan represivo extraordinariamente cruento y buscaba con desesperaci?n acuerdos con el gobierno norteamericano para afirmarse en el poder. Luego analizaremos en forma diacr?nica e integrada los procesos de negociaci?n que tuvieron lugar entre ambos paises entre 1976 y 1979, y la paralela evoluci?n de la situaci?n interna en ambas administraciones, para poner en relaci?n la politica exterior con la represi?n y los planes politicos del regimen militar. Por ?ltimo, explicaremos el desarrollo e impacto de la visita para extraer conclusiones sobre c?mo ella influy? en esos distintos pianos.

    2. Conflictos en torno de la intensidad y los objetivos de la politica de derechos humanos de Carter

    Pasemos revista, ante todo, a los debates que sacudieron a la diplomacia norteamericana en la decada de 1970 y que enfrentaron, ya durante el gobierno de James Carter, a radicales y conservadores del Partido Dem?crata y a funcionarios del Departamento de Estado en torno a las metas concretas y las prioridades que debia perseguir su politica exterior en terminos de la defensa de los derechos humanos. Si bien dicho enfrentamiento, como veremos, terminana sintetiz?ndose en una posici?n intermedia o moderada, que fue la que orient? concretamente la acci?n del

    Departamento de Estado en los anos criticos del pehodo que nos interesa (1978 y 1979), esta no estuvo libre de tensiones nacidas de aquellas posturas extremas: en particular, nos interesa analizar la que se planteaba entre frenar la represi?n en la

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    Argentina y dar estabilidad a un gobierno amigo y moderado. Esto ser? de gran importancia para abordar posteriormente un punto central a nuestroargumenta ^por

    que lograr una visita de la CIDH a Argentina se convirti? en un punto de acuerdo entre todos los sectores de la administracion norteamericana?

    La politica de derechos humanos de Carter implied un profundo giro en la historia de la politica exterior de Estados Unidos. En particular en la orientada a paises como la Argentina donde, dados sus problemas de inestabilidad y su ubicacion en areas sometidas a los rigores de la guerra frfa, solian ofrecer a los ojos de los diplom?ticos norteamericanos pocas opciones a la doctrina que mandaba preservar el orden y respaldar a quienes lo aseguraran, m?s alia de los medios a que echaran mano para lograrlo. Si bien el principio de no intervencion en los asuntos internos de otros paises no siempre habia sido respetado -como lo demuestra el activo apoyo al golpe contra Salvador Allende en Chile-, Estados Unidos por lo general apelaba a el en todo aquello que consideraba no era dahino para sus intereses en materia de seguridad, inversiones o comercio. Asi, por norma no se inmiscuia en los asuntos que afectaran la relaci?n entre estos Estados y sus ciudadanos. Desde comienzos de la decada de 1970 esta politica comenzo a ser cuestionada en el Congreso norteamericano. Los traumas de la guerra de Vietnam y del caso Watergate habian generado en la opinion p?blica, y en muchos congresistas, una inquietud por hacer pesar valores en la politica exterior, en particular el respeto por los derechos humanos6. La difusi?n que alcanz? la participacion norteamericana en el golpe de Pinochet en Chile, asi como la feroz represi?n desatada en ese pais, resultaron en este contexto un irritante ejemplo de lo que no debia volver a hacerse. Fue asi como entre fines de 1973 y 1974 se promulgaron dos enmiendas a la Ley de Ayuda Externa de 1961 que serian la base de la politica exterior de Carter: la 502B y la 116 (m?s conocida como enmienda Harkin), que determinaban la redueei?n o suspension de la asistencia militar y economica a paises cuyos gobiernos cometieran graves violaciones a los derechos humanos (tiempo despues, en julio de 1977, se promulgaria la enmienda Humphrey-Kennedy especificamente destinada a la Argentina bajo la cual Estados Unidos finalizaria la asistencia militar y la venta de armas a partir de octubre de 1978). Asimismo, por iniciativa del Congreso, se cre? en 1973 la Oficina de Derechos Humanos, una agencia del Departamento de Estado encargada de vigilar el trato hacia sus ciudadanos de parte de Estados reeeptores de ayuda norteamericana. Estas iniciativas parlamentarias estuvieron acompahadas del activismo de ONGs ocupadas en impulsar la defensa de los derechos humanos particularmente en America Latina7.

    Carter, al llegar a la presidencia, transform? esas orientaciones que habian ido

    ganando consenso en el Congreso en una nueva vision global de la politica exterior norteamericana, que busc? imponer desde el vertice de la administracion a las

    agencias federales y sus buroeracias. La novedad de esta politica consisti? en esencia en destinar recursos diplom?ticos para tratar de modificar conduetas de gobiernos

    6 Cynthia J. Arnson: Crossroads. Congress, the President and Central America, 1976-1993, The

    Pennsylvania State University Press, Pennsylvania, 1993; Kathryn Sikkink, Mixed Signals. U.S. Human Rights Policy and Latin America, op. cit.

    7 Lars Schoultz, Human Rights and United States Policy toward Latin America, Princeton University Press, New Jersey, 1981.

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    extranjeros que no ponfan en peligro los intereses de Estados Unidos, sino los derechos de sus propios habitantes. En ese sentido, la diplomacia de Carter habilitaba a cambiar hist?ricas prioridades: las consideraciones sobre seguridad e intereses econ?micos podrfan pasar a segundo piano. Ello reflejaba la maduraci?n de un nuevo enfoque sobre la disputa con el bloque sovietico, que expresamente recogfa lo que se consideraban las lecciones dejadas por Vietnam: Occidente en general, y Estados Unidos en particular, debfan ganar ante todo la batalla por la legitimidad, lo que significaba recuperar para s( la identificaci?n con la democracia y la declaraci?n de derechos universales, en vez de privilegiar una confrontaci?n puramente militar. Algo que en el ?mbito latinoamericano serfa especialmente relevante, dado el auge de movimientos revolucionarios y la proliferaci?n de dictaduras militares, que hasta entonces descontaban el apoyo norteamericano para reprimirlos.

    Entre los pafses donde este giro repercuti? m?s duramente, se destacan precisamente algunas dictaduras del Cono Sur: Chile, y en menor medida Uruguay, fueron colocados en el tope de la lista de "violadores sistem?ticos" de los derechos de sus ciudadanos. Argentina cay? pronto en el foco de atenci?n de la nueva administraci?n, y se volverfa con el paso del tiempo una cada vez m?s seria preocupaci?n. La informaci?n suministrada por la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, y en especial por las organizaciones activistas de los derechos humanos de ambos pafses, mostraba que la Argentina era indudablemente uno de los peores casos de violaci?n sistem?tica de los derechos humanos en el continente. En !a administraci?n de Carter, las tensiones relativas al curso que debfa tomar la polftica hacia la Argentina se acentuaron8. En parte ello fue reflejo de una superposici?n de funciones en el propio Departamento de Estado: la Oficina de Derechos Humanos y de ?RA (Abduction of Refugees in Argentina), la repartici?n que tenfa a su cargo la polftica hacia America Latina, se djsputaron la toma de decisiones sobre los pafses que recibfan asistencia.

    La burocracia del ?RA buscaba que los intereses y principios que desde siempre habfa defendido no fueran dejados de lado, y con mayor o menor entasis seg?n el pafs de que se tratara, hizo pesar esta preferencia resistiendo las directivas de las nuevas autoridades que consistfan en la aplicaci?n de sanciones a los regfmenes represivos de America Latina. Quien asurnio como Subsecretario para Asuntos Latinoamericanos en abril de 1977, Terence Todman, se oponfa a que se "castigara" a los regfmenes autoritarios del Cono Sur por medio de restricciones a la asistencia militar, a los creditos para compras militares, o el voto negativo a los pedidos de estos pafses dirigidos a las Instituciones Financieras Internacionales9. En el caso argentino, como veremos, dado que el gobierno militar argentino mantenfa una fachada legal y moderada-en particular encarnada por el presidente Videla, Todman contaba con un argumento adicional para defender la asistencia militar y economica: habfa que evitar el debilitamiento de los moderados.

    8 Sobre las tensiones burocr?ticas respecto a la politica de derechos humanos durante la administration de Carter, ver Lars Schoultz, op. cit.; Kathryn Sikkink, Mixed Signals. U.S. Human Rights Policy and Latin America, op. cit.

    9 Lars Schoultz, op. cit.; Kathryn Sikkink, Mixed Signals. U.S. Human Rights Policy and Latin America, op. cit; Entrevista a Tex Harris (ex diplom?tico de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires), Archivo de Historia Oral, Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires.

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    La postura contraria era defendida desde la Oficina de Derechos Humanos por la secretaria de derechos humanos Patricia Derian. Como activista por los derechos civiles habla acompahado a Carter ya en la gobernaci?n de Georgia y pertenecla al sector democrata que desde principios de los ahos setenta venia impulsando el giro normativo en la politica exterior. Luego de asumir sus funciones, a lo largo de 1977 realiz? tres visitas a la Argentina manteniendo reuniones con los principales funcionarios del r?gimen y miembros de organismos de solidaridad. Derian Ilego a la conclusi?n de que el caso no debla ser ya considerado un "tema menor" en comparaci?n con Chile y Uruguay, e impuls? activamente la aplicaci?n de sanciones al gobierno militar argentine tal como lo estableclan las enmiendas del Congreso10.

    A mediados de 1977, gracias a una iniciativa de congresistas dem?cratas, Derian logr? tener una jerarqula similar a la de Todman (Secretario de Estado Asistente). El

    choque entre los enfoques de ambos funcionarios sobre el pals no tard? en producirse. El caso argentino pas? a ser as! el punto entico de una disputa en que estaban en

    juego la efectividad y el alcance del giro normativo en politica exterior. Al ano siguiente, las continuas tensiones entre ambos funcionarios y sus oficinas, condujeron a la creaei?n del Comite Inter-Agencias de Derechos Humanos y Asistencia al Extranjero (m?s conocido como Christopher Committee), cuya funei?n serla conciliar opiniones en cada caso en que se tratara la asistencia a un pais acusado de violaciones a los derechos humanos, y permitir al subsecretario de Estado, Warren Christopher, tomar decisiones bien informadas dirimiendo entre la posici?n "dura" asumida por Derian y la posici?n "moderada" asumida por Todman. Durante ese ano y el siguiente, en el caso argentino ellas tendenan a coincidir con la opini?n de Derian11.

    3. Represi?n y politica exterior: las dilem?ticas soluciones del Proceso

    Los miembros de la Junta Militar que tom? el poder en Argentina en 1976 se

    impusieron como una de sus prioridades la instrumentaei?n de un amplio plan represivo para "combatir la subversi?n", conjunto que englobaba a una gran variedad de personas, organizaciones y practicas revolucionarias armadas y desarmadas. El hecho de que dicho plan contara con amplio consenso no solo en la c?pula sino en el

    conjunto del cuerpo de oficiales tuvo enorme importancia para que el mismo se

    aplicara en forma consistente y sistem?tica a lo largo del tiempo, y pudiera cumplir con sus objetivos. Dicho consenso permitirla, a lo largo del Proceso, garantizar la unidad de las Fuerzas Armadas, fragmentadas por varios liderazgos, tendencias y preferencias tanto en el piano de la politica interna como en la politica exterior12.

    La organizaei?n y ejecuci?n secreta del plan represivo posibilitarlan al gobierno militar mantener una imagen p?blica legal y moderada con la que se buscaba no

    10 Entrevista a Patricia Derian (ex secretaria de Derechos Humanos de los Estados Unidos), Archivo de Historia Oral (UBA).

    11 Kathryn Sikkink, Mixed Signals. U.S. Human Rights Policy and Latin America, op. cit; Entrevistas a Tex

    Harris y a Patricia Derian, Archivo de Historia Oral (UBA). 12 Para el Proceso y las divisiones internas dentro de las Fuerzas Armadas ver Marcos Novaro y Vicente

    Palermo, La Dictadura Milit?r 1976-1983. Del golpe de estado a la restauraci?n democr?tica, Paid?s, Buenos Aires, 2003; Andres Fontana, "Political Decision Making by a Military Corporation: Argentina 1976-1983", tesis doctoral, University of Texas at Austin, 1987.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 67

    perder aliados civiles locales ni capacidad de interlocuci?n con gobiernos extranjeros, incluidos los europeos y el norteamericano, evitando el aislamiento politico y financiero que resultaria de ser homologados con el Chile de Pinochet. Documentos desclasificados muestran que, con anterioridad al golpe, los militares argentinos ya estaban preocupados por el daho que podria hacer a la relaci?n con los Estados Unidos la1 "guerra contra la subversi?n", y aseguraban a los diplom?ticos norteamericanos que en la Argentina se respetarian los derechos humanos y no se fusilaria "como en Chile"13.

    Este consenso se destaca en toda su significaci?n cuando lo contrastamos con lo sucedido con casi todos los dem?s planes y politicas del Proceso. Las diferencias existentes dentro del regimen fueron ostensibles tanto en el terreno econ?mico como en el sindical y laboral, y en los aspectos politicos e institucionales. Respecto a este ?ltimo punto, mientras que sectores que, para simplificar y seguir una tipologia ya conocida llamaremos "moderados", proponian una m?s o menos r?pida apertura a la

    politica civil similar a la que estaban instrumentando con exito los militares brasilehos, los "duros" o halcones impulsaban un regimen prolongado puramente militar, o incluso una dictadura permanente. En la medida en que este conflicto no encontr? una resoluci?n aceptable para una mayoria consistente de oficiales, se prolongaria en el

    tiempo y dificultaria una decision respecto al momento en que se darfa por terminada la "guerra antisubversiva" y al tratamiento que se daria a las posibles criticas resultantes de ella. Mantenerse "en operaciones" acabaria siendo la forma m?s ef icaz de prolongar la situaci?n de emergencia y postergar una definici?n que se percibia internamente conflictiva. Sin embargo, ello acarreaha tambien problemas: mantener en suspenso ese momento de pacificaci?n implicaria que no se pudiera comprometer formalmente a los civiles, en particular a los partidos, en un aval definitivo a "lo actuado en defensa del pais".

    El sector favorable a una pronta apertura politica estaba liderado por el presidente Videla, quien encarg? a un equipo compuesto por militares y civiles disehar planes que incluyeran a los partidos politicos para un plazo relativamente corto: inmediatamente despues de concluida la "guerra antisubversiva". Si bien los encargados de ese equipo, el general Jose Villarreal y el dirigente radical Ricardo Yofre, tratahan ya durante 1977 de empujar a Videla a iniciar ese Camino, ?ste se mostrana siempre vacilante y atento a no generar m?s tensiones en las Fuerzas Armadas, a sabiendas de que la apertura generaba resistencias y oposici?n en los

    13 Dias antes del golpe, Massera afirmaba a un diplom?tico norteamericano que los militares argentinos evitarian el camino de Pinochet y que actuarian dentro de la ley y con absoluto respeto de los derechos humanos, combatirian al terrorismo de la forma m?s moderada y democratica posible. Cable de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Ambassador's conversation with admiral Massera", 16/3/76. Luego de consumado el

    golpe, en septiembre de 1976 en una conversation con el embajador Hill, Martinez de Hoz afirmaba que habia presiones de militares de baja graduation por extremar la lucha contra el terrorismo, y Videla tenia dificultades para refrenarlas; y explicaba que la mejora en la situation dependia de que Videla siguiera "acumulando m?s poder". Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Economic Minister's reaction to human rights situation in

    Argentina", 17/9/76. La eficacia de esta estrategia qued? demostrada en los balances de situation en el pals de fines de 1976: el funcionario del Departamento de Estado a cargo de la "mesa Argentina" afirmaba que grupos de ultraderecha compuestos por oficiales de seguridad fuera de servicio operaban probablemente con el aval de funcionarios del gobierno, que eso era probablemente reprobado por Videla pero el no actuaria con mayor firmeza en tanto no desapareciera la amenaza de la ultraizquierda. Departamento de Estado de los Estados Unidos, "Argentina: Six months of military government", 30/9/76.

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    duros14. Una nueva oportunidad se presentana en 1978, cuando Videla pas? a retiro e inici? un "segundo mandato" presidencial para el cual podna incorporar a polfticos en el gabinete y las gobernaciones provinciales. Su temor a despertar reacciones desfavorables en los cuarteles volvieron a disuadirlo: "^Que van a decir mis tenientes?", le dijo Videla a sus asesores15. Apost? en cambio a fortalecer su poder interno, logrando exitos en el terreno econ?mico e internacional, y desplazando paulatinamente a los duros de sus posiciones, para recien despues atender a la base de apoyo civil que pudiera liderar la transici?n16. Ante la falta de una decision desde la presidencia que diera inicio a una transici?n concertada con sectores civiles, Villarreal y Yofre renunciarian a sus cargos. La apertura quedaba asi restringida a las negociaciones y promesas en el frente externo.

    La relaci?n entre la legitimaci?n de la represi?n y la politica exterior del regimen tambien supuso divergencias respecto del grado de acercamiento que debia buscarse con Estados Unidos y Europa Occidental, y el grado y tipo de relaci?n que cabia establecer con paises de la region, democr?ticos y autoritarios. AI respecto pueden identificarse tres opciones de politica exterior, incompatibies entre si, asociadas a sendas posturas respecto a la continuidad y secuelas de la "lucha antisubversiva":

    Una primera que podemos llamar "occidentalismo pronorteamericano", atraia a los primeros jefes del Ejercito, los generales Jorge Videla y Roberto Viola, y a parte

    del generalato que los apoyaba. Planeaba desactivar o minimizar las operaciones represivas a partir de 1978 como via para atender las criticas provenientes de las democracias occidentales, y establecer una relaci?n fluida con ellas, principalmente con los Estados Unidos. Para Videla en particular, mantener el apoyo norteamericano se constituia en una forma de superar la trabaz?n interna dada por los conflictos internos del regimen y de neutralizar posibles intentos de desestabilizaci?n por parte de sectores de las Fuerzas Armadas opuestos a su liderazgo.

    Una segunda, con amplios apoyos entre los generales "duros" del Ejercito y consenso en las otras fuerzas, consistia en un "regionalismo defensivo" frente a las interferencias de los paises desarrollados (las "plutocracias decadentes" que seg?n este sector estaban condenando a Occidente a un lento declive frente a la amenaza

    comunista), y apuntaba a aprovechar la presencia en la region de otros regmnenes militares interesados en aplicar duros planes represivos para extender la gravitaci?n de las Fuerzas Armadas locales en ellos y concretar !a siempre ansiada "zona de influencia" argentina, que contrapesaria el poder de Estados Unidos (y de Brasil). La

    regionalizaci?n de la represi?n seria entusiastamente alentada como parte de esta

    estrategia.

    14 Entrevistas a Jose Villarreal (ex secretario general de la Presidencia de la Argentina) y a Ricardo Yofre (ex subsecretario general de la Presidencia de la Argentina), Archivo de Historia Oral (UBA).

    15 Entrevista a Miguel Mallea Gil (ex secretario de Relaciones Institutional de la Argentina), Archivo de Historia Oral (UBA).

    16 El particular estilo de liderazgo de Videla lo disuadia de tomar decisiones que pudieran contradecir los ?nimos imperantes dentro del Ejercito. El director del peri?dico ingles Buenos Aires Herald, Robert Cox, consideraba a partir de sus propios contactos con el presidente e informaciones recibidas por hombres de su entorno que Videla era un general "incapaz de dar ?rdenes si teme que no lo vayan a obedecer". Entrevista a Robert Cox, Archivo de Historia Oral (UBA).

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 69

    Por ?ltimo, sectores nacionalistas de las tres fuerzas, y en particular el jefe de la Marina, Emilio Massera, impulsaron un "aislacionismo guerrero" que consistia en

    integrar el plan represivo dentro de una estrategia m?s amplia de uso de la fuerza para lidiar con conflictos que la diplomacia habia demostrado ser incapaz de resolver, como los diferendos limitrofes con Chile y la disputa por Malvinas con Gran Bretaha. Por esta via, se esperaba que el regimen, embander?ndose en las grandes "causas nacionales", conquistara un respaldo de masas perdurable e irrebatible, tornando innecesaria la apertura hacia los partidos; a estos no les quedaria m?s remedio que apoyarlo y someterse a sus designios para tener alg?n lugar en la Argentina del futuro.

    Las tensiones que resultaban de la presencia de estas distintas perspectivas en la c?pula y la oficialidad militar no obedecian solo a la marcada divergencia entre sus premisas y objetivos, sino tambien al hecho de que no existian mecanismos de toma de decisiones orientados a resolver la pugna entre ellas17. El sistema institucional otorgaba poder de veto a las opciones planteadas en cada terreno frente a sus adversarios, y los alineamientos en un terreno no se replicaban en otros: asi, mientras que en el piano econ?mico el presidente Videla podia contar con el respaldo de la Fuerza Aerea y algunos generales para sostener las politicas aperturistas de su ministro, Jose Martinez de Hoz, varios de esos generales (y el propio ministro) se oponian abiertamente a sus planes politicos, en cambio respaldados por hombres como Viola, que simult?neamente hacia lo posible por frenar los proyectos neoliberales de aquel. Las diferencias en este punto entre los dos representantes conspicuos del aperturismo en el Ejercito, Videla y Viola, supusieron obst?culos seri?s para que se pudiera avanzar en los planes politicos. Y lo mismo sucedia con la proyecci?n internacional que se pretendia para el regimen: entre quienes fogoneaban un acercamiento a los Estados Unidos y Europa, contra las tesis regionalistas o aislacionistas, se contaban tanto el ministro de Economia como algunos generales duros; pero estos descartaban de piano que eso se lograra moderando la represi?n o acelerando los entendimientos con los partidos m?s representatives. De allf que la distinci?n utilizada hasta aqui entre "duros" y "blandos" sea en verdad insuficiente para analizar la din?mica interna de las Fuerzas Armadas argentinas en esa etapa: los que podian Ilamarse "palomas" en alg?n tema especffico, no lo eran en otros tanto o m?s relevantes, y en consecuencia no podian coordinar sus pasos con quienes coincidian solo puntualmente.

    En suma, el Proceso se organiz? como un regimen desp?tico que a la vez que concentraba en las Fuerzas Armadas el poder del Estado, desconcentraba internamente el poder de decidir y ejecutar politicas p?blicas, difuminando las jerarqufas del propio aparato estatal. El resultado seria un monstruo de muchas cabezas, sin articulaciones definidas, propenso tanto a actuar sin control como a quedar inmovilizado por m?ltiples bloqueos internos. Este tue particularmente el caso de la politica exterior: la Cancilleria tue ocupada inicialmente por la Armada, pero oficiales en actividad de las tres fuerzas y civiles asociados a cada una de ellas se distribuyeron las segundas y terceras lineas, promoviendo embajadores leales en las distintas representaciones. Por lo que en este terreno se evidenci? como en ning?n

    17 Ver al respecto Marcos Novaro y Vicente Palermo, op. cit.

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  • 70 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    otro la sorda disputa por el liderazgo trabada entre Massera y Videla. En tanto este asumina por regia general el rol de partidario del occidentalismo pronorteamericano, Massera alternaha la disputa por cumplir ese papel, sobre todo al comienzo, con

    posiciones cada vez m?s virulentas a favor del regionalismo y del nacionalismo aislacionista, con las que busc? movilizar a sectores del Ejercito detr?s suyo, con cierto exito en algunas ocasiones.

    Es importante destacar que el exito logrado por el regimen de cara a la sociedad en imponer su version de los hechos y el acompanamiento de "lo actuado" era hasta 1979 muy amplio. Ni los diarios ni mucho menos otros medios se hicieron eco de las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos, ni de los reclamos de famili?res de las victimas. Adhirieron en terminos generales a la tesis oficial de que una "campana antiargentina" orquestaba esas denuncias y las cnticas que recibia el Proceso en las democracias occidentales; y llegarian a reflejar bastante fielmente el mensaje de "orden y paz", unidad nacional y colaboraci?n entre pueblo y gobierno que el regimen pretendia imponer. Fueron acompanados en esa tarea por las asociaciones empresarias, la Iglesia Cat?lica y otras confesiones, los partidos que solo habian sido suspendidos, y buena parte de la dirigencia sindical tradicional. El Mundial reflej? este amplio consenso: durante el campeonato se prob? la eficacia de la propaganda sobre la "campana antiargentina", los periodistas extranjeros pudieron registrar las voces de apoyo al regimen y el aislamiento que sufnan las familias de los secuestrados y los organismos de derechos humanos.

    Hasta aquf, el metodo de las desapariciones parecia haber satisfecho las

    expectativas militares: podian creer que habian logrado una soluci?n concluyente del "problema", sin dilaciones y, por lo menos a nivel local, evadiendo juicios condenatorios, poniendo a los represores a resguardo de las denuncias, y a los aliados, reales o potenciales, internos y externos, en una mejor situaci?n para colaborar. Sin embargo, el exito interno desentonana cada vez m?s con la situaci?n externa. Como ya adelantamos, desde la segunda mitad de 1977 Argentina ya no pasaba desapercibida detr?s de los horrores de Chile y Uruguay.

    4. Las negociaciones en torno a la visita de la CIDH

    La idea de promover ante las autoridades argentinas una visita de la CIDH

    surgi? tempranamente en el Departamento de Estado. Aun antes de la asunci?n de Carter, en diciembre de 1976, entre varias medidas que se consideraban para promover el respeto de los derechos humanos en el pais, se destacaba esa

    propuesta18. Por diversas razones, el impulso a una visita de la CIDH se transform? en una pieza clave de la politica de derechos humanos de Estados Unidos.

    En primer lugar, porque permitia multilateralizar una politica que era, en su origen, unilateral. La CIDH mostraria a los regimenes militares latinoamericanos en general y al argentino en particular que todo el continente estaba comprometido con el respeto de los derechos humanos, y no solo los Estados Unidos19. Se suponia que un

    18 Departamento de Estado de los Estados Unidos, 27/12/76.

    19 Entrevista a Robert Pastor (ex director de Asuntos Interamericanos del Consejo de Seguridad National), Archivo de Historia Oral (UBA).

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 71

    organismo interamericano disipana las esperables reacciones nacionalistas, o al menos les quitana argumentos. A su vez, el fortalecimiento de una instituci?n

    intergubernamental encargada de velar por la protecci?n de los derechos humanos en el continente permitiria que esta polftica perdure como un componente efectivo de las relaciones hemisfericas, aun luego de concluido el mandato de Carter.

    En segundo lugar, un rol activo de la CIDH evitaria presiones de empresas norteamericanas que comerciaban o invertian en Argentina, de sectores conservadores del propio gobierno y la burocracia, y repartiria los costos externos propios de la

    ejecuci?n de una polftica que suponia una cuota importante de tension con otros

    gobiernos. Los empresarios temian represalias de los gobiernos denunciados que perjudicaran sus negocios en la region. Por su parte, los conservadores se resistian a retirarle el apoyo a Fuerzas Armadas amigas y a los regimenes anticomunistas en

    general, temiendo que ello generara una perdida de influencia de Estados Unidos e incluso alentara a la insurgencia. Lo cierto es que ya a principios de 1977 era visible el deterioro de las relaciones con las dictaduras del Cono Sur, y su renuencia a moderarse ante las criticas y sanciones que recibian de los Estados Unidos. Luego de que el secretario de Estado Cyrus Vance anunciara la reducci?n de la asistencia militar a Argentina y Uruguay, los gobiernos de ambos paises decidieron coordinadamente renunciar a la totalidad de ella y protestaron por la "interferencia en sus asuntos domesticos"20. El riesgo de la conformaci?n de un bloque defensivo frente a la polftica de derechos humanos complicaba a?n m?s las cosas21. La administraci?n Carter comprendi? que parte de sus esfuerzos debian destinarse a

    conseguir la cooperaci?n de terceros paises y organismos interestatales. Por ?ltimo y m?s puntualmente, una visita de la CIDH a Argentina surgi? como

    un punto de acuerdo entre los sectores en pugna en el Departamento de Estado, pues atendia a sus diversos objetivos. Para Derian y los liberales pondria la atenci?n mundial en la Junta, permitiria hacer una investigaci?n in situ sobre los abusos, ayudar a detenerlos y eventualmente a esclarecerlos. Para el ?RA, era la clase de polftica "cooperativa" que buscaba impulsar, presionar por los derechos humanos sin recurrir a sanciones ni amenazas, sino logrando un acuerdo y cierta aceptaci?n por parte del gobierno en cuesti?n. Pero para que la CIDH fuera una via para hacer de los derechos humanos una polftica constructiva se debia asegurar a la Junta que, de aceptar su intervenci?n, obtendrfa en contrapartida el levantamiento de las sanciones y un acercamiento entre ambos gobiernos. Lo que suponfa satisfacer las expectativas de Videla, reconocerlo de ahi en m?s como garante de la estabilidad y la apertura en

    Argentina, y brindarle mayor apoyo. Algo que no solo se contradecfa con lo que Derian y su oficina esperaban de la CIDH, sino que requerfa se verificaran muchos pasos intermedios y se satisficieran precisas condiciones.

    Por su parte, el gobierno argentino comenz? a entablar contactos con la Comisi?n tambien bastante pronto. Tomaba en cuenta al hacerlo que la CIDH no habia condenado hasta entonces a ning?n pais de los que habfa visitado, y que se podfa

    20 Kathryn Sikkink y Lisa Martin: "U.S. Policy and Human Rights in Argentina and Guatemala, 1973-1980",

    op. cit. 21 Poco despues se conocieron intentos del gobierno chileno de conformar un bloque regional junto con

    sus pares de la Argentina y de Brasil para oponerse a la supuesta intervention norteamericana en sus asuntos internos. Cable del Departamento de Estado, junio de 1977.

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  • 72 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    esperar de ella un trato bastante menos exigente que de organismos como Amnistia Internacional (que habia estado el pais en 1976 y elaborado un informe muy negativo),

    o de los "funcionarios militantes" como Derian, que tanta influencia habian adquirido en el Departamento de Estado. En su pretension de ser considerado internacionalmente como un regimen respetuoso de los derechos, un aval de un

    organismo de la OEA seha un antidoto contra las criticas de las organizaciones y funcionarios "comprometidos" y por tanto "parciales", y una credencial de respetabilidad a presentar a las democracias del mundo.

    Las tratativas entre la diplomacia argentina y la comision se iniciaron ya en 1977. Durante un primer periodo, los argentinos ofrecieron proporcionar informacion sobre la situaci?n en el pais, para evitar una inspecci?n in situ y al mismo tiempo desautorizar las "versiones interesadas" que la comision recibfa de otras fuentes. No tardaron mucho los miembros de la CIDH en comprender que la cooperaci?n propuesta era una estratagema, que el gobierno argentino no estaba dispuesto a moderar la represi?n ni a brindar ninguna informacion precisa sobre los desaparecidos, por lo que concluyeron que para evaluar la situaci?n en el pais seria necesaria una rnision22. Y comenzaron a reclamarla.

    Lo esencial de las tratativas para que la CIDH interviniera, sin embargo, se realiz? a traves de la diplomacia norteamericana. En mayo de 1977, Todman le explic? al embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Aja Espil, que mientras que el Congreso de su pais buscaba impulsar el respeto de los derechos humanos a traves de medidas punitivas, la Casa Bianca queria evitar ese Camino. Es probable que Todman no contara con una autorizaci?n expresa para enviar esta sehal -ya que, de hecho, la politica de sanciones era tanto impulsada por el Congreso como por el Ejecutivo- pero ella fue lefda por el gobierno argentino como una oportunidad para el acercamiento23. El 1Q de junio, en una conversaci?n con el diplomatico norteamericano Maxwell Chaplin, el director del Grupo de Trabajo en Derechos Humanos de la Cancillena, Juan Carlos Arlia, se torno del gesto de Todman para plantear que el gobierno argentino entendia que el enfoque de la administracion Carter sobre los derechos humanos consistia en promoverlos de una manera positiva y cooperativa y le propuso iniciar un di?logo sobre el tema en la Asamblea General. de la OEA que se realizaha en Granada24. Dias despues, el 13 de junio, un funcionario del ARA comunico informalmente al gobierno argentino que el representante de Estados Unidos ante el Banco Mundial no apoyana su pedido de un credito de 100 millones de d?lares25 pero que una invitaci?n a la CIDH podria modificar esta posici?n. Agreg? incluso que una eventual visita de la CIDH liberaha a Washington de la necesidad de alentar continuamente la vigilancia y respeto de los derechos humanos, es decir, le permitiha prescindir de las criticas que tanto molestaban en Buenos Aires26. Estas sugerencias no cayeron en saco roto: el 8 de noviembre de 1977 el subsecretario

    22 Entrevista a Tom Farer (ex miembro de la CIDH y delegado de la misi?n que visit? a la Argentina). 23 Cable del Departamento de Estado de los Estados Unidos, mayo de 1977. 24

    Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires al Departamento de Estado, 2/6/77. 25 De acuerdo a la Enmienda Harkin, los representantes de los Estados Unidos en las instituciones

    financieras internationales debian votar negativamente frente a los creditos solicitados para los paises que violaban sistem?ticamente los derechos humanos de sus habitantes.

    26 Departamento de Estado, "Human Rights and the IFIs", 13/6/77.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 73

    de Relaciones Internacionales, contralmirante Walter Allara -un hombre de la Armada que respondfa a Massera-, visit? Washington y en una conferencia de prensa sostuvo que una de las razones de su viaje era iniciar un di?logo con la CIDH, que en ese momento estaba preparando su reporte sobre derechos humanos en la Argentina para la Asamblea General de la OEA que se celebraha en abril del aho siguiente27. El tema ya habfa ingresado en la agenda externa del gobierno argentine Finalmente, el 21 de noviembre, en ocasi?n de la visita de Cyrus Vance a la Argentina, se realiz? una reunion entre funcionarios norteamericanos y funcionarios de la Cancillena argentina. Todman insisti? allf en que una visita de la CIDH servirfa para superar malos entendidos y distorsiones que existfan respecto a la situacion en la Argentina, en tanto proveerfa de informaei?n fidedigna al gobierno y al Congreso de Estados Unidos, a lo que Allara replied que el di?logo con la CIDH ya estaba en marcha y era probable que pronto la Junta diera su visto bueno28. Para evitar declaraciones unilaterales de los visitantes que contuvieran nuevas erfticas, los argentinos pidieron se hiciera un comunicado oficial conjunto que explicara los resultados de la reunion, y fueron ellos los que propusieron hacer una mencion a la Comisi?n en el. Allf se declar? el apoyo de ambas naciones a la CIDH y el deseo de fortalecerla a traves de la efectiva aplicaei?n de las resoluciones aprobadas en la Asamblea General de la OEA celebrada en Granada. Se consign? tambien que confiaban en que las organizaciones internacionales tomarfan en cuenta, a la hora de evaluar la situacion de los derechos humanos, la influencia que ejercfan el terrorismo, la injusticia social y economica.

    Fue asf que al inicio del aho siguiente se encargd al Grupo de Trabajo en Derechos Humanos de la Cancillena argentina estudiar la posibilidad de una eventual visita de la CIDH, encargo que el gobierno se ocup? se difundiera en la prensa, y simult?neamente se inicio en su seno un debate sobre las condiciones y oportunidad m?s convenientes para que la visita cumpliera los objetivos que se le asignaban, asf como una disputa por la autoria de la idea. Entre abril y mayo Videla y Massera se manifestaron p?blicamente y ante los diplom?ticos norteamericanos a favor de eila. El jefe de la Armada, como habfa hecho en 1976, volvfa a disputarle al presidente el papel de mejor interlocutor de Estados Unidos y garante de la apertura29.

    En mayo de 1978, el subsecretario de Estado David Newsom Ilego a Buenos Aires con el objetivo de alentar de parte del gobierno argentino medidas positivas en el ?rea de derechos humanos. El funcionario norteamericano se entrevist? con Videla, quien le asegur? que habfa decidido aceptar una inspeeei?n in situ por parte de la CIDH y que ya habfa instruido a los funcionarios de la Cancillena a que lo anunciaran en la Asamblea General de la OEA a celebrarse en junio. Newsom pidi? al embajador norteamericano en Buenos Aires Ra?l Castro que le transmitiera a Videla que una vez confirmada la invitacion se reunirfa con miembros del Congreso para reanudar la venta de equipamiento militar a la Argentina30. Simult?neamente, el Departamento de Estado baj? el tono de sus declaraciones sobre Argentina, pese a las protestas de Derian31.

    27 Departamento de Estado, "Undersecretary Allara's Press Conference", 8/11/77.

    28 Departamento de Estado, "Secvisit to Argentina: Minutes of Foreign Ministry Working Session, november

    21, 1977", 6/12/77. 29

    Departamento de Estado, 26/4/78. 30

    Departamento de Estado, 25/5/78. 31 Entrevista a Patricia Derian, Archivo de Historia Oral (UBA).

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  • 74 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    Los moderados de ambos gobiernos parecfan haber llegado a un acuerdo que fortalecia sus posiciones respectivas, forzando a los dem?s a alinearse. Los moderados del Departamento de Estado encontraban una via para reencauzar la politica de derechos humanos, poniendo fin a las sanciones y alentando la cooperaci?n con el gobierno de Videla para promover un paulatino retorno al imperio de la ley en la Argentina. Para Videla, el camino hacia una visita parecia allanarse sin mayores costos internos. Si bien una inspecci?n por parte de un organismo internacional generaba resistencias en los duros del Ejercito, la Cancilleria -expresando la tendencia de la

    Armada- se mostraba favorable a una visita de alcances limitados, es decir, una visita que comprendiera ?nicamente reuniones con miembros del Poder Judicial que certificaran que la "lucha contra la subversion" se habia hecho en el marco de la ley y de los poderes excepcionales conferidos por el estado de sitio dictado en 1974, durante el gobierno constitucional que lo habia precedido. Por el contrario, el camino hacia una apertura interna a traves del acercamiento a los partidos politicos parecia generar mayores resistencias dentro de las Fuerzas Armadas. Videla estim? que los costos de llevar a cabo simult?neamente una apertura interna y externa serian demasiado altos, y decidi? postergar la b?squeda de un acuerdo con los partidos politicos, esperando que el "aval" de un organismo internacional a los metodos usados por las Fuerzas Armadas sellana las posibilidades de posteriores cuestionamientos por parte de los civiles, y facilitaria la transici?n.

    Pero el acuerdo dependia esencialmente de que la CIDH aceptara una visita en las condiciones propuestas por el gobierno argentine El 20 de junio de 1978, Clarin informo que el ministro Montes habia invitado formalmente a la CIDH a "revisar las condiciones legales y judiciales que imperaban en el pais". El ministro y un grupo de funcionarios de la Cancilleria partieron hacia Washington a la Asamblea General de la OEA para acordar con la CIDH una visita en estos terminos. Pero una visita de alcance limitado no estaba dentro de lo previsto por la Comision.

    5. El problema de las condiciones y el fracaso de los "moderados"

    Desde 1977 la CIDH comenzo a darle m?s relevancia a la realizaei?n de inspecciones in situ para analizar la situaei?n de los derechos humanos en los paises del continente. Ese aho se concretaria una en Panama, y para que ella no fuera un

    simple tr?mite, se redact? un dec?logo de reglas y objetivos que el gobierno del pais visitado debia respetar. El dec?logo otorgaba a la Comision total libertad para determinar la composiei?n de las misiones; establecia que podrian "entrevistar libre y privadamente a personas, grupos, entidades o instituciones, debiendo el gobierno otorgar las garantias pertinentes a todos los que suministren a la comision informaciones, testimonios o pruebas de cualquier car?eter"; tambien que podrian "viajar libremente por todo el territorio del pais, contando para ello con la documentacion oficial del gobierno que los identifique" y con medios de transporte locales proporcionados por los gobiernos; tendhan "acceso a las c?rceles y todos los otros sitios de detenei?n e interrogaei?n y entrevistar privadamente a las personas recluidas o detenidas" y el gobierno les proporcionaria "cualquier documento o informacion relacionada con la observancia de los derechos humanos que esta considere necesaria para la preparaei?n de su informe"; las misiones podrian utilizar

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 75

    cualquier medio apropiado para recoger, grabar o reproducir la informaci?n que considerasen oportuna, y los gobiernos deberian adoptar las medidas de seguridad adecuadas para protegerlas, incluso asegurando su alojamiento.

    El choque entre estas exigencias de la CIDH y lo que Montes habia anunciado, una visita enfocadaen las "condiciones legales y judiciales", notard? en producirse. Para la Comisi?n, asegurar que el dec?logo se cumpliera en el primer caso importante puesto a su consideraci?n era decisivo para la eficacia futura de las inspecciones, y su propio prestigio institucional. Para los argentinos permitir una inspecci?n tan amplia estaba totalmente fuera de lo previsto. Dias despues del anuncio de Montes, funcionarios de la Cancilleria enviaron a la Embajada norteamericana en Buenos Aires el siguiente mensaje: la decision argentina de aceptar la visita de la CIDH tenfa como objetivo exponer que el combate de la amenaza terrorista se hacia respetando la Constituci?n y en ejercicio de poderes conferidos por el estado de sitio, y que existia una revision judicial independiente para controlar posibles abusos por parte del Ejecutivo; por lo tanto, no se permitiria que los visitantes se reunieran con individuos comunes, organismos de derechos humanos ni visitaran c?rceles; solo podhan entrevistarse con funcionarios del Poder Ejecutivo y del Judicial. La fuente informaba que Montes viajana a Washington para acordar con el secretario general de la OEA este esquema; y que si bien habia sido autorizado a aceptar algunas "ampliaciones", ellas no podnan alterar las condiciones b?sicas32.

    Las negociaciones se desarrollaron en Washington durante la Asamblea General de la OEA, en junio de 1978. Los funcionarios argentinos negociarian simult?neamente con la CIDH los terminos de la visita, y con sus pares norteamericanos las compensaciones que recibihan. En una primera reuni?n, el contralmirante Allara se reuni? con David Newsom para discutir el tema de las compensaciones33. Newsom prometi? restablecer la asistencia militar y la venta de equipo belico. Allara, sin embargo, agreg? una compensaci?n no prevista. La Argentina habia iniciado una licitaci?n para la construcci?n de turbinas hidroelectricas que se destinarian a la represa de Yacyret?. Una firma norteamericana, Allis Chalmers, era la favorita y se esperaba instalaria una planta en asociaci?n con una empresa local, Astilleros Argentinos. Allis Chalmers otorgaha un credito por 270 millones de d?lares, pero necesitaba una garantfa del Eximbank, un banco p?blico norteamericano cuyas principales operaciones dependian del aval del Congreso y del gobierno, que podian negarlo a pafses acusados de violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, Newsom no podia garantizarle a Allara una respuesta: a principios de ese aho el subsecretario Warren Christopher habia acordado con el presidente del Eximbank John Moore que el banco suspenderia sus actividades en la Argentina para evitar que el Christopher Committee discutiera caso por caso operaciones en el pais34. Si el acuerdo para una visita de la CIDH podia ser un argumento para revertir esta negativa era una decision que debra contar con la aprobaci?n de Carter y de sus asesores m?s cercanos.

    32 Departamento de Estado, "Argentine Invitation to OAS Human Rights Committee", 23/6/78.

    33 Departamento de Estado, "Under Secretary Newsom's Meeting With Deputy Foreign Minister Allara",

    24/6/78. 34 Lars Schoultz, op. cit. p. 311.

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  • 76 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    Dias m?s tarde, en un segundo encuentro, Newsom le aclar? a Allara que una vez que se resolviera la cuesti?n con la CIDH el gobierno de Carter se ocupana de destrabar el credito del Eximbank, pero agreg? un dato decisivo: serfa importante para la decision a tomar que la CIDH considerara aceptables las condiciones de la invitaci?n. Probablemente eso fue demasiado para Allara, quien ya habia tenido un primer encuentro con miembros de la Comision en el que pudo comprobar que dificilmente esta aceptaria los terminos propuestos por la Argentina. Allara esperaba recibir las compensaciones aun si la CIDH no aceptaba una visita en esos terminos, y le respondi? a Newsom que desde 1977 Argentina habia cedido ante los pedidos de Washington, pero se le planteaban m?s y m?s exigencias. Newsom se vio obligado a replicar que el n?mero de desapariciones desde entonces habian significado un retroceso para las expectativas norteamericanas35.

    La negociaci?n parecia encaminada al fracaso. Como era de esperar, tras varios encuentros con enviados argentinos, la CIDH rechaz? las condiciones de la invitaci?n. Las condiciones que la CIDH exigia se ratificaron en la nota que envi? en respuesta a la propuesta de Montes. En ella se preguntaba si el gobierno argentino respetaria el dec?logo autoimpuesto por la Comision el aho anterior, estableciendo adem?s una fecha limite para tomar una decision: el 25 de octubre, cuando se realizaria la siguiente sesi?n de la CIDH36. Para empeorar la situaci?n, en la embajada de Estados Unidos en la Argentina el consejero politico Tex Harris descubri? que Astilleros Argentinos era una subsidiaria de la Armada, y lo informo a Washington37.

    Unos dias m?s tarde Vance envi? un cable a la Embajada en Buenos Aires informando de la decision de recomendar al Eximbank el rechazo del proyecto para

    Yacyret? y la suspension del entrenamiento militar y de defensa, debido a la falta de acuerdo entre el gobierno argentino y la ClDH. El Secretario pedia se anticiparan estas decisiones a los argentinos y se transmitiera la decepcion por el fracaso de las gestiones y por la falta de avances en la liberaci?n de prisioneros y en brindar informacion a famili?res de desaparecidos38. Nunca se habia negado una operaci?n de tal envergadura por consideraciones de derechos humanos. Para cerrar el circulo, Cyrus Vance advirti? en un cable interno dirigido a la Embajada el 12 de julio de 1978 que los terminos de la visita eran un asunto en el que Washington no volveria a participar39.

    De vuelta en Buenos Aires, el canciller Montes le dijo al embajador Castro que el viaje habia sido "un fiasco", que las reuniones con Newsom habian resultado "un desastre". "Desafortunadamente la Argentina es vista en el Departamento de Estado como un pais de tercer orden" concluy? Montes40. Los medios en Buenos Aires se hicieron eco de un nuevo "deterioro" en la relaci?n41.

    35 Departamento de Estado, "Under Secretary Newsom's Meeting With Foreign Minister Allara

    - Part II", 26/6/79.

    36 Departamento de Estado, "Organization of American States IHRC Response to Argentine Invitation", 27/6/78.

    37 Entrevista a Tex Harris, Archivo de Historia Oral (UBA). 38 Departamento de Estado, "Eximbank and US Programs in Argentina", 26/6/78. 39 Cable de Vance a la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Argentine Discussions with IAHRC",

    1/7/78. 40 Castro al Departamento de Estado, "Human Rights. Ambassador's Chat with Foreign Minister", julio de

    1978. 41 Ver La Nation, 22/6/78 y La Opinion, 25/6/78.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 77

    La negativa a aceptar una visita en las condiciones esperadas por la CIDH fue una decision tomada por Montes y otros funcionarios de fa Cancilleria alineados a la posici?n de la Armada sin consultarlo con el presidente Videla ni con su circulo m?s cercano, lo que demuestra la extrema compartimentaci?n con que se manejaba la politica exterior argentina42. Pero una falta de acuerdo estaba fuera de los planes de Videla, quien ya habia determinado que la visita era esencial para desactivar las criticas externas y para facilitar el Camino hacia latransici?n. Por ello, estaba dispuesto a correr m?s riesgos, a sabiendas de que sin una visita su propia estrategia podia fracasar.

    De este modo, a traves de Viola los moderados buscaron continuar las conversaciones con los norteamericanos para lograr imponer una visita. Luego del fracaso de las negociaciones en Washington, Viola se reuni? con Castro para manifestarle la disposici?n de Videla a aceptar las condiciones de la CIDH: dado que ella de todos modos haha un reporte sobre la situaci?n de los derechos humanos en

    Argentina, era mejor no lo hiciera sobre la base de fuentes externas "parciales" sino observando la "situaci?n real" del pais.

    Los moderados mantenian un canal de di?logo abierto en privado. Pero p?blicamente buscaron ponerse a la cabeza del sentimiento nacionalista que esperaban sobrevendria en las Fuerzas Armadas tras la decision norteamericana de rechazar el otorgamiento de las garantias del Eximbank. Videla proclam? su rechazo a la actitud norteamericana, que estim? "ofensiva". A trav?s de diversos canales advirti? a Washington que los argentinos tendfan a unirse ante las criticas externas, que la situaci?n podha desembocar en un conflicto similar al de los tiempos del "Braden o Per?n", y que Argentina podria cambiar su politica exterior, terminar su participaci?n en los ejercicios navales conjuntos de UNITAS y proponer un pacto regional de defensa43.

    Del lado norteamericano regresaron al primer piano las posiciones m?s duras. Derian fue la encargada de explicar ante el Congreso la decisi?n sobre el Eximbank, y lo hizo aludiendo a las "continuas violaciones de derechos humanos b?sicos por

    Argentina, el uso sistem?tico de la tortura, la ejecuci?n sumaria de disidentes politicos y la desaparici?n de miles de personas sin cargo alguno, incluidas madres, sacerdotes, monjas, lideres sindicales, periodistas, docentes y miembros de organismos de derechos humanos, asi como la negativa del gobierno argentino a permitir una visita de la CIDH"44.

    42 AI extremo de que en los dias siguientes al retorno de Montes y la delegation argentina, el general Viola debi? informarse sobre los detalles de lo conversado entre los funcionarios argentinos y los norteamericanos a traves del embajador Castro. Departamento de Estado, "Human Rights: Ambassador Confers with General Viola", julio 1978.

    43 El 4 de agosto el canciller Montes present? al embajador Castro una nota formal de protesta: lamentaba la "nueva intromisi?n en los asuntos internos de una Naci?n soberana", la "incomprensi?n por parte del Gobierno

    de Vuestra Excelencia" y "que los sacrificios y penurias por las que pasara y pasa a?n hoy el pueblo argentino para alcanzar la libertad y seguridad tan anheladas y a las que no renunciar? sean desconocidos de una manera tan flagrante". AI darle la carta, Montes le dijo que habia visto con preocupaci?n el clima de hostilidad hacia los Estados Unidos que habia reinado durante el funeral de la hija del almirante Armando Lambruschini -muerta en un atentado de Montoneros el 1s de agosto-. El embajador contest? que las relaciones podian mejorar si la Argentina permitia una inspecci?n de la CIDH. Departamento de Estado, "Human Rights: Note of Protest From Foreign Minister", 4/8/78; ver tambien Departamento de Estado, "Continuing Argentine Reaction to Eximbank letter to Allis Chalmers", 25/7/78

    44 Departamento de Estado, "Testimony of Assistant Secretary Derian before the Subcommittee on Inter

    American Affairs of the Committee on Internal Relations", 9/8/78.

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  • 78 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    El acuerdo quedaba asi bloqueado, y el saldo era el peor posible para los moderados de ambas partes. Los del Departamento de Estado veian que la politica de derechos humanos nuevamente se canalizaba a traves de sanciones y un deterioro mayor de las relaciones. Sobre ellos recaian las presiones del sector privado que se vela impedido de hacer negocios por la politica del gobierno45. Los videlistas habian abierto un di?logo que resultaba infructuoso y veian debilitada su postura de ceder ante Washington. Tampoco la Casa Bianca se beneficiaba con esta situaci?n. Hacia ya un aho y medio que Carter habia asumido y su politica de derechos humanos tenia pocos resultados para mostrar. En octubre comenzaria a regir la Enmienda Humphrey Kennedy, prohibiendo la venta de armas a la Argentina, lo que aumentaba la presi?n sobre los sectores que a?n querian alg?n tipo de cooperaci?n. La salida comenz? a avizorarse por el lado argentine gracias a un factor que no habia previsto la diplomacia norteamericana: la inclusion de la garantia del Eximbank dentro del paquete de compensaciones podia inclinar la balanza en la Junta Milit?r a favor de ceder, dado el interes de la Armada, en un proyecto que le permitiria intervenir en actividades industrials en una escala que hasta entonces solo el Ejercito habia alcanzado46.

    Massera intercedi? personalmente ante Videla para que destrabara la situaci?n, proveyendole del aval e impulso que este necesitaba para hacer lo que deseaba, pero por sus propios medios no sabia c?mo lograr47.

    En una nueva reunion con Castro, el 18 de julio, Viola pidi? clarificar algunas de las condiciones reclamadas por la CIDH: la exigencia de que se proveyera toda la

    documentacion que se pidiera era demasiado general; y exigir al gobierno una garantia de que los individuos entrevistados no sufrieran represalias era ofensivo. Con respecto a la exigencia de visitar las prisiones militares, para Viola era desatinado ya que si una unidad militar quisiera esconder a los prisioneros que albergaba lo haria sin ninguna dificultad (sic). Viola afirm? que los requerimientos b?sicos de la comision podrian ser aceptados, al menos por el y Videla48

    45 Ya en mayo Castro, encolumnado con la comunidad de negocios, habia enviado un cable a Vance recomendando que se otorgara la garantla y alertando que los principals competidores de Allis Chalmers en la licitaci?n eran sovieticos. Castro a Vance, "Export Import Bank Loans to Argentina", mayo de 1978. A principios de agosto el Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, Viron Vaky, tuvo que responder por carta las protestas de la C?mara de Comercio Norteamericana en Argentina, y aclarar que tambien a la administration le interesaba velar por los negocios de sus conciudadanos. Departamento de Estado, 2/8/78. Los empresarios estimaban que 600 millones de d?lares en creditos y garantias estaban pendientes de aceptaci?n en el Eximbank por decision de la administration y del Congreso. Ese mismo mes el representante norteamericano en las Naciones Unidas Andrew Young se sumo a las presiones para que se reviera la decision del Eximbank. En un cable para Bzrezinski y Christopher argumento que se estaba desconociendo el derecho humano al desarrollo econ?mico y social a traves de esta decision. Young a Christopher y Bzrezinski, "Eximbank loan to Argentina: Human Rights, Development and Export Policy", agosto de 1978. Young tenia especial interes en que la compahia Allis Chalmers ganara la licitaci?n ya que se trataba de una empresa de su estado, Georgia. Entrevista a Ricardo Yofre, Archivo de Historia Oral (UBA).

    46 Parad?jicamente esa compensation volvi? el acuerdo inconveniente a los ojos de los liberales del

    Ministerio de Economia, en otros aspectos m?s cercanos a buscar acuerdos con los Estados Unidos. Martinez de Hoz, al enterarse de la negativa a otorgar la garantia del Eximbank, habria dicho que "gracias a la politica de derechos humanos de Carter nos salvamos de tener otro elefante bianco en la industria argentina". Entrevista a Tex Harris, Archivo de Historia Oral (UBA).

    47 Mas alia del interes econ?mico, no hay que descartar que Massera interviniera para agravar el brete en el que se habia metido Videla.

    48 Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Interview with General Viola", 19/7/78.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 79

    Tambien Allara se mostr? m?s flexible cuando volvi? a ver a Castro. Tras reiterar que las pautas eran ofensivas, el contralmirante asegur? que el gobierno argentino se comunicaria nuevamente con la Comisi?n49. Una actitud a?n m?s flexible encontr? Castro en el secretario general del Ejercito, el general Reynaldo Bignone, quien lo entrevist? por encargo de Videla y Viola. Bignone empez? aclar?ndole que en su

    opinion era una "idea repugnante" que una agencia extranjera visitara a un pais independiente y soberano y que ning?n argentino patriota podia aceptar que el

    gobierno de los Estados Unidos cuestionara a la Argentina por el tema de los derechos humanos, pues ambos paises tenian los mismos ideales y objetivos ideol?gicos, y la Argentina en pleno estaba confundida y dolida por la falta de comprensi?n de Washington. Pero tras ello acept? que una visita de la Comisi?n seria "positiva para el pais" y pas? a responder "de manera no oficial" las siete

    preguntas que la CIDH habia remitido respecto a las condiciones, seg?n lo conversado con Videla, cediendo en lo fundamental: la Comisi?n podria entrevistar libremente a individuos o grupos privados, recorrer todo el pais con documentaci?n provista por el gobierno, contar con los medios para recabar y reproducir la informaci?n. Solo pidi? se aclarase a que se referian con visitar otros centros de detenci?n y de interrogaci?n, el tipo de documentaci?n que se solicitana del gobierno, y aclar? que las entrevistas a las personas detenidas deberian realizarse con la presencia de alg?n testigo50.

    Mientras tanto, como vimos, las presiones sobre el Departamento de Estado y la Casa Bianca se habian intensificado y estaban a punto de hacerse insostenibles

    en la medida en que el acuerdo se demoraba. El director de Asuntos Interamericanos del Consejo de Seguridad Nacional Robert Pastor, confesaba sentirse "frustrado" por el curso que estaba tomando la politica hacia la Argentina y preocupado porque recientemente el Departamento de Estado habia aprobado la venta a la Argentina de dos helic?pteros. Los criticos de Carter, sostenia Pastor en un cable interno, tacharfan de inconsistente el denegar y autorizar alternativamente asistencia a un gobierno51. Sectores moderados del Departamento de Estado, del Consejo de Seguridad Nacional e incluso algunos congresistas que habian apoyado la politica de derechos humanos se alarmaban por la posibilidad de que ella tuviera impacto en la balanza de pagos de Estados Unidos, en momentos en que comenzaba a registrarse un considerable deficit comercial52. Estas preocupaciones llevaron al Consejo de Seguridad Nacional a buscar un mayor protagonismo en una politica que venia siendo Nevada principalmente por el Departamento de Estado. Pastor temia que la pronta entrada en vigor de la Enmienda Humphrey-Kennedy llevara las tensiones a un punto en el que seria a?n m?s dificil negociar. En tal caso, sentaria un mal precedente que la politica exterior fuera dictada por las acciones del Congreso53. El problema que se le

    49 Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Human Rights: Ambassador Chats With Capt. Allara",

    20/7/78. 50

    Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Human Rights: Possible IAHRC Visit to Argentina", 21/ 7/78.

    51 Consejo de Seguridad Nacional, Pastora Brzezinski, 31/8/78.

    52 Consejo de Seguridad Nacional, Pastor a Brzezinski, 31/8/78; Kathryn Sikkink, op. cit., p. 133.

    53 Consejo de Seguridad Nacional, Pastor a Brzezinski, 9/8/78.

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  • 80 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    presentaba era c?mo evitar que las relaciones se siguieran deteriorando (el mismo consideraba que ya se habia ido demasiado lejos con la presi?n) sin que pareciera que Carter retrocedia en su compromiso con los derechos humanos. Las opiniones entre los funcionarios que querian el acuerdo estaban divididas. Newsom y Castro creian que pronto Argentina cederia. Pero Pastor y el secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos Viron Vaky no eran tan optimistas, y se propusieron una estrategia para presionar tanto a Buenos Aires como a la CIDH para que llegaran a un acuerdo mutuamente satisfactory54.

    Antes de que la estrategia comenzara a ser implementada, intervino el

    representante argentino ante la OEA, Alejandro Orfila, aspirante a ocupar la Secretaria General de la organizaci?n, quien se comunico con Pastor, en nombre de Videla, para solicitar una reunion con el vicepresidente Mondale durante la ceremonia de asunci?n del papa Juan Pablo I. Era la ocasi?n que los funcionarios norteamericanos estaban buscando para acercar posiciones. Aceptaron la idea con el objetivo de intentar acercar las posiciones. Esto no seria finalmente necesario: el gobierno argentino habia decidido ceder a las condiciones de la CIDH.

    El encuentro se realiz? en la embajada de los Estados Unidos en Roma y participaron adem?s de Videla y Mondale, el general Miguel Mallea Gil y Ricardo Yofre. Mondale empez? por reiterar que Washington queria tener buenas relaciones con Argentina, pero para eso era muy importante que recibiera a la CIDH en terminos

    para esta aceptables. Videla le respondi? que compartia enteramente la posici?n de Carter respecto a los derechos humanos y que el creia que el mundo occidental debia estar unido detr?s del liderazgo de los Estados Unidos. Sostuvo que las criticas

    que podian aparecer como intromisi?n en los asuntos internos lo habian llevado a

    posponer la visita, y que no era positivo que asuntos que debian manejarse en los niveles gubernamentales fueran tratados como asuntos p?blicos. Seguidamente confirm? que la Argentina aceptaria la misi?n y lo anunciaria p?blicamente antes de la entrada en vigencia de la enmienda Humphrey-Kennedy, el 12 de octubre. Mondale se comprometi? a que antes del 15 de septiembre el gobierno norteamericano anunciaria la autorizaci?n de las garantias del Eximbank. Por ultimo acordaron una visita de Vaky a Buenos Aires luego del anuncio para mostrar la recomposici?n de las relaciones bilaterales55.

    El encuentro fue considerado una gran victoria por el sector videlista, que finalmente podia mostrar que su inclinaci?n a buscar apoyo norteamericano rendia frutos. Algunos dias despues del encuentro, Viola se reuni? con Castro y se mostr?

    profundamente satisfecho: "Ahora si creemos que los Estados Unidos valoran sus lazos con la Argentina"56. Por su parte, los sectores moderados norteamericanos comenzaron a trabajar para que la visita no tuviera efectos desestabilizadores sobre el gobierno argentino. A principios de 1979 en el ?RA se conversaba de la necesidad de que ella no se redujera a una evaluaci?n retrospectiva de las acciones del

    54 Consejo de Seguridad Nacional, Pastor a Brzezinski, 9/8/78 y 31/8/78.

    55 Departamento de Estado, "Meeting Between the Vice President and President Videla, Septiembre de 1978.

    56 Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, "Meeting Between the Vice President and President

    Videla", Septiembre de 1978.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 81

    gobierno militar sino que aconsejara una serie de pasos que este podria seguir para resolver satisfactoriamente el problema en adelante. Chaplin en un cable interno opinaba que si la CIDH emitia un informe "no demasiado duro" se podria comprometer al gobierno en una serie de pasos que restaurasen el respeto a los derechos humanos, pero si en cambio era tratado como "un paria" el resultado seria el debilitamiento de Videla y Viola y un empeoramiento de las pr?cticas de seguridad57. El mismo documento revela que hubo un acercamiento de Vaky a los miembros de la comisi?n para exponer ese punto de vista. Por esos dias un cable de M. Kromhout del ?RA resume las sugerencias que se buscaba acercar a Tom Farer, el delegado norteamericano en la CIDH: iniciar un di?logo reservado con el gobierno argentino para promover medidas como centralizar las tareas de seguridad interna, permitir que el Poder Judicial supervisara las acciones del Ejecutivo, que se definieran los cargos de "subversion" y "terrorismo" y determinasen las penas que correspondfan a cada uno, que se les permitiera ejercer el derecho de opci?n para salir del pals a las personas detenidas a disposici?n del PEN, e informar a los famili?res de desaparecidos58. En sintesis, la idea de los moderados de Estados Unidos era proponer una serie de pasos para mostrar que se podia seguir trabajando con el gobierno argentino. Esos pasos serian la guia que tendria la Junta para tener relaciones normales con Washington. Pero aparentemente ninguna de esas sugerencias lleg? a los delegados de la CIDH, quienes ya habian decidido investigar a fondo59.

    El gobierno argentino, por su parte, se mostr? confiado en que la visita traena un resultado satisfactorio. Confiaban que se impondna su versi?n y que la Comisi?n no los responsabilizaha por las desapariciones. En enero de 1979 Arlia aseguraba en privado a un funcionario de la Embajada norteamericana que el problema de los desaparecidos no generaha mayores dificultades pues en todo caso se opondria la palabra del gobierno contra la de los famili?res, y que las mayores dificultades provendrian de la ausencia de procesamiento y los malos tratos impartidos a los detenidos a disposici?n del PEN, en los cuales el gobierno no podia negar responsabilidad60. Lo que Arlfa era incapaz de ver era que para ese momento la palabra de los famili?res tenia ciertamente mucho m?s peso en los organismos internacionales y gobiernos extranjeros que las versiones del gobierno. La magnitud

    de los crimenes que ?ste habia cometido y la capacidad que habian logrado los organismos de derechos humanos de hacer oir su reclamo fuera del pais eran una realidad que solamente un gobierno atado a verdades autoselladas y su propia versi?n de los hechos podia desconocer61.

    57 Departamento de Estado, Chaplin a Roser, 31 de marzo de 1979.

    58 Departamento de Estado, Kromhout a Flood, 9/3/79.

    59 Entrevista a Tom Farer, Archivo de Historia Oral (UBA). 60

    Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, "Preparations for the IAHRC Visit", 23/1/79. 61

    Respecto a los organismos de derechos humanos y su capacidad de hacer llegar reclamos a gobiernos extranjeros ver Margaret Keck y Kathryn Sikkink: Activists Beyond Borders, Cornell University Press, Ithaca, 1998. La subestimaci?n que el gobierno militar tuvo de la influencia que habian tornado los organismos de derechos humanos fue confirmada en una entrevista con Miguel Mallea Gil, quien incluso asegur? que estos organismos tenlan mayor llegada a los gobiernos europeos y norteamericano que el propio gobierno argentino. Entrevista a Mallea Gil, Archivo de Historia Oral (UBA).

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  • 82 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    6. La visita y su informe: repercusiones en la interna militar y en los planes de transici?n

    El 6 de septiembre los seis miembros de la misi?n arribaron al pais y comenzaron a entrevistar a representantes de la sociedad civil y politica. Las primeras voces que escucharon parecieron darle la raz?n a Videla: la justificaci?n de la represi?n por la virulencia y extension que habian alcanzado las acciones guerrilleras y la necesidad de contribuir ahora, concluidas las operaciones, a la "pacificaci?n", estaban en boca de todos. En algunos casos los entrevistados fueron bastante m?s all? de lo que el regimen pudo haberles exigido. Los partidos moderados se declararon a favor de "ganar la paz", "en el respeto silencioso de nuestros muertos" y "en funci?n de la restituci?n del orden juridico", acompanando algunos esos deseos con la solicitud de "esclarecer denuncias y episodios dram?ticos y lamentables" (como rez? la declaraci?n de la UCR). Pero los de derecha consideraron directamente "necesaria" la represi?n y "desagradable" la presencia de la "comisi?n investigadora". Una solicitada firmada por las m?s importantes asociaciones empresarias y profesionales lleg? al extremo de afirmar que en "identicas circunstancias volveriamos a actuar de identica manera". Por su parte, los directivos de medios de comunicaci?n negaron que rigiera alg?n tipo de censura, adhirieron a la tesis seg?n la cual en la guerra antisubversiva los enemigos carecen de derechos y denunciaron la "intromisi?n en los asuntos internos del pais". El diario La Naci?n quiso cumplir con el deber moral de esclarecer a los visitantes e inform? que "alrededor de 400 presuntos desaparecidos viven en el exterior". La opinion de la curia estuvo representada por estas palabras de monsenor Octavio Derisi, rector de la Universidad Cat?lica Argentina: "No tenia por que una comisi?n extranjera venir a tomarnos examen (...) pido a Dios que sean

    objetivos y no se dejen influenciar por aquella gente que ha creado este problema en la Argentina: las familias de aquellos guerrilleros que mataron, secuestraron y robaron".

    Con matices que iban entre la adhesion expresa a los objetivos del Proceso a la

    justificaci?n de "lo actuado" ante la "agresi?n", parecia existir un amplio consenso a favor de vivir en paz y dejar atr?s lo que pertenecia al pasado. Las voces que desentonaron, entre ellas las de Ra?l Alfonsin, lider de un sector minoritario del radicalismo, quien denunci? que "Argentina est? siendo empujada a un colapso etico

    por los partidarios de la violencia de uno y otro signo" y, con m?s contundencia, Deolindo Bittel, vicepresidente del PJ, que impuls? una valiente declaraci?n de ese

    partido en la que por primera vez se denunciaba "la violaci?n sistem?tica de los derechos humanos", y que la guerrilla se habia utilizado como excusa para implantar el terrorismo de Estado y para colocar la "doctrina de la seguridad nacional (por) encima de la ley que debe amparar por igual a todos los ciudadanos", justificando "la muerte y/o desaparici?n de miles de ciudadanos", no alcanzaron a empahar el exito que parecia haber logrado el gobierno. Bittel incluso seria desautorizado por sus

    propios compaheros, incluida la ex presidente Isabel Per?n, quien desde su lugar de detenci?n advirti? a los "inspectores de la CIDH" que nada tenian para enseharle a los argentinos en materia de derechos. Varios gremios importantes se unieron para declarar que "el pueblo argentino valora y aprecia la tranquilidad, reconoce el orden

    y est? satisfecho con la libertad que hoy vive el pais". Era sin duda m?s de lo que Videla podia exigirles.

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  • LA COMISI?N INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS EN ARGENTINA 83

    Pero el trabajo de la misi?n recien empezaba. Cuando inici? la decisiva etapa de entrevistas con famili?res de las victimas, visitas a prisiones y cementerios, las cosas se complicaron para Videla. Instruidos por organismos de derechos humanos

    locales, los miembros de la misi?n registraron cientos de tumbas de personas no identificadas. Mientras tanto, en la ciudad de Buenos Aires se llev? a cabo la que seria su tarea m?s relevante: la recolecci?n de testimonios directos de famili?res de secuestrados. En las filas multitudinarias que se formaron frente a las oficinas de la Comisi?n62 por primera vez, gracias a una decision tomada por el propio regimen, las familias de los desaparecidos se revelaron masivamente en p?blico y se descubrieron acompanadas, terminando con el aislamiento e impugnando el silencio

    y las explicaciones que hasta entonces se habian dado sobre lo sucedido.

    Este habia sido el m?s grave peligro imaginado por los militares: precisamente por ello, durante los meses previos se habian multiplicado los actos de represi?n orientados a frenar las actividades de coordinaci?n de los famili?res. Pero sin duda subestimaron su capacidad de movilizaci?n. Ante este fracaso, el gobierno se enfoc? en acotar el dano que cabia esperar de la difusi?n de la informaci?n recolectada. Primero, atraves de renovadas presiones para moderar el informe que los miembros de la misi?n, de regreso en Washington, se avocaron a redactar. Los diplom?ticos argentinos en esa ciudad desplegaron una intensa actividad de lobby sobre ellos, en

    particular los que se mostraban en alguna medida sensibles a sus explicaciones sobre la "emergencia antisubversiva" y la "pacificaci?n". Perseguian el objetivo de maxima de que el informe no hiciera referenda a los secuestros, dado que los informes al respecto se originaban en relatos de personas que podfan considerarse parte interesada, y el de minima de que se pusiera el acento en lo que el gobierno habia

    querido mostrar, que ya no habia actos de violencia y que la sociedad se encaminaba, de la mano de sus autoridades, a una etapa de normalizaci?n institueional. De este modo, ni la credibilidad externa del gobierno se veria afectada, ni sus objetivos internos al aceptar la visita se frustrarian.

    Cuando en marzo del aho siguiente se dieron a conocer las conclusiones del informe, fue evidente que el plan oficial de "cerrar la cuesti?n" quedaba a un tris del

    naufragio. El reporte establecia como un hecho probado que "personas pertenecientes o vinculadas a organismos de seguridad del gobierno han dado muerte a numerosos hombres y mujeres despues de su detenci?n (esta es) la situaci?n de miles de detenidos desaparecidos", agregando la exigencia de que se diera cauce a los reclamos de esclarecimiento y justicia. Las peores previsiones de los moderados de ambos gobiernos, que el informe abriera la caja de Pandora de las demandas de investigaci?n y fuera un nuevo factor desestabilizador, parecian cumplirse.

    Una vez fracasados los intentos de moderar el informe, la diplomacia argentina busc? quitar credibilidad y publicidad a lo que la CIDH dijera. Los argumentos usados fueron que el informe se habia basado en denuncias que no habian sido chequeadas, que la CIDH estaba excediendo sus facultades y violando la soberania nacional al criticar leyes y decretos dictados por el gobierno argentine y que el informe no habia

    62 En esta tarea super? ampliamente no solo las previsiones del gobierno, sino tambien las de los

    organismos: recogi? 5.580 denuncias de desapariciones.

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  • 84 MARCOS NOVARO Y ALEJANDRO AVENBURG

    tenido en cuenta la amenaza terrorista que habia enfrentado el pai