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CIENCIA l No son pocos los hallazgos científicos que se han producido por azar. Aunque tal vez no debiéramos atribuirlos solo a la casualidad. Recientes investigaciones apuntan al cerebro humano como el auténtico artífice de supuestas revelaciones. CRISTINA SÁEZ, PERIODISTA A veces, un incidente insigni- ficante es capaz de cambiar el curso de nuestras vidas. Incluso de la historia. El de la anécdota de Newton es a r- chifamoso. Se cuenta que, a finales del verano de 1666, el po r e nt onces joven estudiante salió al jardín y se recostó en el tronco de un manzano. De repente, una fruta del árbol cayó a sus pies. El científico quedó ensimismado. Había ob- servado aquel suceso cientos de veces, pero so lo en ese momento se preguntó: ¿ por qué los objetos siempr e descienden perpendicularmente a la Ti erra? La man- zana, como si de un interruptor se trata- ra, despertó su mente y la puso a t raba- jar . "Como si fuera una visión - explica L ouis T. More, biógrafo del científico- , aquella observación condujo a Newton no so lo a suponer la ley de la atracción ent re cuerp os celestes, sino también a calcul ar cuál sería la ley de la fuerza que podría sostener a la Luna en su órbita." Se desconoce si la escena de la manza- na es cierta o si tan so lo se trata de una de las numerosas leyendas que giran en torno a determinados hallazgos cientí- ficos. Hay quien la da por válida citando fuentes de la época, pero no existe cons- t ancia doc umental que la cor robore. "Seguramente, es un ejemplo bien halla- do para explicar de fo rma comprensible una idea fundament al de la física", a fir- ma Xavi er Roqué, físico e historiador de la ciencia de la Universitat Auto noma de Barcelona ( UAB). Sea como fu ere, se suele recurrir a esta historia para ejem- plificar las serendipias científicas, des- cubrimientos en los que el azar ha fun- cionado como detonante. Newton pudo haber vislumbrado la gravitación de los planetas a raíz de un hecho fortuito, de la misma manera que James Watt pudo haber inve nt ado la máquina de vapor tras obs ervar, en 1761, cómo salía el va- por de agua por el pi torro de una tetera. Príncipes de la sorpresa El diplomático y escri tor bri nico Horn- ee Walpole fue el primero en acuñar la palabra serendipia para referirse a este t ipo de supuestos descub rimientos acci- dentale s. En 1754 envió una carta a sir Hornee Mann en la que rel ata ba la fasci- nación que le había provocado la lectura de L os tres prínc i pes de Serendip ( antiguo nombre de Ce ilán, actual Sri Lanka). Tal HAY QUIEN CONSIDERA OFENSIVO ATRIBUIR A LA SUERTE ALGUNOS DE LOS HALLAZGOS MÁS TRASCENDENTES como anotó, l os personajes de este cuen- to siempre realizaban "descubrimientos por accidente de cosas que ni siquiera se habían planteado''. Walpole se apropió del rmino para referirse a un hallazgo que él mismo había hecho po r fo rtuna, un viejo libro de armas venecianas. El término se extendió, de algún mod o, entre algunos oficios. L os anticuarios, 1 por ejemplo, lo emplearon para describir su pro fes n, buscadores de curiosidades que, muchas veces, hallaban por casua- lidad. Los cient íficos también lo conside- raban apropiado pa ra algunos de sus descubrimientos, aunque hasta el primer tercio del siglo xx pocos lo utilizaban. El concepto se popularizó en la comuni- dad científica de la mano de investiga- dores como el fisiólogo Wal ter Bradford Cannon y el inmunólogo Peter Medawar, a quien es les gustaba enfati zar el p apel del azar, aque lla parte del descubrimien- to que no había sido planificada. El ejem- plo más parad igmát ico de serendipia científica lo encarnaba, en su opinión, Luigi Galvani. En 1786, este médico i ta - liano había demostrado la corriente eléc- trica tras observar cómo la p ata disec- cionada de una rana, que colgaba de un cab le de cobre, se contra jo al rozar acci- dentalmente un generador eléctrico. Algo más que suerte Sin embargo, el papel del azar en el des- cubrimien to cient ífico genera contro- versia. Para muchos, atribuir a la suerte algun os de los hallazgos más trasce n- dentes, como la penicilina o la insulina, resulta ofensivo. "¿L eo Messi mete go- les porque tiene suerte o porque es bue- no?", ironiza Roqué. "Puede que las se- rendipias científicas - añade- tengan parte de azar, puesto que el investiga- dor se topa con algo inesperado, que le abre la puerta hacia el descubrimiento. Pero que halle la solución tiene que ver con su sagacidad y su curiosid ad ."

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CIENCIA

• l No son pocos los hallazgos científicos que se han producido por azar. Aunque tal vez no debiéramos atribuirlos solo a la casualidad. Recientes investigaciones apuntan al cerebro humano como el auténtico artífice de supuestas revelaciones. CRISTINA SÁEZ, PERIODISTA

Aveces, un incidente insigni­ficante es capaz de cambiar el curso de nuestras vidas. Incluso de la historia . El de la anécdota de Newton es ar­

chifamoso. Se cuenta que, a finales del verano de 1666, el por entonces joven estudiante salió al jardín y se recostó en el tronco de un manzano. De repente, una fruta del árbol cayó a sus pies. El científico quedó ensimismado. Había ob­servado aquel suceso cientos de veces, pero solo en ese momento se preguntó: ¿por qué los objetos siempre descienden perpendicularmente a la Tierra? La man­zana, como si de un interruptor se trata­ra, despertó su mente y la puso a t raba­jar. "Como si fuera una visión - explica Louis T. More, biógrafo del científico- , aquella observación condujo a Newton no solo a suponer la ley de la atracción entre cuerpos celestes, sino también a calcular cuál sería la ley de la fuerza que podría sostener a la Luna en su órbita." Se desconoce si la escena de la manza­na es cierta o si tan solo se trata de una de las numerosas leyendas que giran en torno a determinados hallazgos cientí­ficos. Hay quien la da por válida citando fuentes de la época, pero no existe cons­tancia documental que la cor robore. "Seguramente, es un ejemplo bien halla­do para explicar de forma comprensible una idea fundamental de la física", afir­ma Xavier Roqué, físico e historiador de la ciencia de la Universitat Autonoma de Barcelona (UAB). Sea como fuere, se suele recurrir a esta historia para ejem-

plificar las serendipias científicas, des­cubrimientos en los que el azar ha fun­cionado como detonante. Newton pudo haber vislumbrado la gravitación de los planetas a raíz de un hecho fortuito, de la misma manera que James Watt pudo haber inventado la máquina de vapor t ras observar, en 1761, cómo salía el va­por de agua por el pitorro de una tetera.

Príncipes de la sorpresa El diplomático y escritor británico Horn­ee Walpole fue el primero en acuñar la palabra serendipia para referirse a este t ipo de supuestos descubrimientos acci­dentales. En 1754 envió una carta a sir Hornee Mann en la que relataba la fasci­nación que le había provocado la lectura de Los tres príncipes de Serendip (antiguo nombre de Ceilán, actual Sri Lanka). Tal

HAY QUIEN CONSIDERA OFENSIVO ATRIBUIR A LA SUERTE ALGUNOS DE LOS HALLAZGOS MÁS TRASCENDENTES como anotó, los personajes de este cuen­to siempre realizaban "descubrimientos por accidente de cosas que ni siquiera se habían planteado''. Walpole se apropió del término para referirse a un hallazgo que él mismo había hecho por fortuna, un viejo libro de armas venecianas. El término se extendió, de algún modo, entre algunos oficios. Los anticuarios,

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por ejemplo, lo emplearon para describir su profesión, buscadores de curiosidades que, muchas veces, hallaban por casua­lidad. Los científicos también lo conside­raban apropiado para algunos de sus descubrimientos, aunque hasta el primer tercio del siglo xx pocos lo utilizaban. El concepto se popularizó en la comuni­dad científica de la mano de investiga­dores como el fisiólogo Walter Bradford Cannon y el inmunólogo Peter Medawar, a quienes les gustaba enfatizar el papel del azar, aquella parte del descubrimien­to que no había sido planificada. El ejem­plo más paradigmático de serendipia científica lo encarnaba, en su opinión, Luigi Galvani. En 1786, este médico ita­liano había demostrado la corriente eléc­tr ica tras observar cómo la pata disec­cionada de una rana, que colgaba de un cable de cobre, se contrajo al rozar acci­dentalmente un generador eléctrico.

Algo más que suerte Sin embargo, el papel del azar en el des­cubrimiento científico genera contro­versia. Para muchos, atribuir a la suerte algunos de los hallazgos más t rascen­dentes, como la penicilina o la insulina, resulta ofensivo. "¿Leo Messi mete go­les porque tiene suerte o porque es bue­no?", ironiza Roqué. "Puede que las se­rendipias científicas - añade- tengan parte de azar, puesto que el investiga­dor se topa con algo inesperado, que le abre la puerta hacia el descubrimiento. Pero que halle la solución tiene que ver con su sagacidad y su curiosidad."

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SERENDIPIAS

SUEÑO,S MUY FRUCTIFEROS El cerebro nunca descansa mientras dormimos. • UNA SIESTA PRODUCTIVA Como tantas otras veces, una tarde de 1865, el químicoAugust Kekulé se quedó dormido en su mecedora. Lle­vaba t iempo investigando la arqui­tectura de determinadas moléculas. La del benceno se le resist ía. En aque­lla cabezada, Kekulé soñó con átomos y moléculas que serpenteaban y se retorcían. De repente, una de esas ca­denas en forma de serpiente se mor­dió la cola. Había formado un círcul o, que empezó a girar a gran velocidad sobre s í mismo. Kekulé se despertó sobresaltado: " ilo tengo!", exclamó. Su sueño le hab ía revelado la estruc­tura cíc li ca de la molécula del ben­ceno, un hidrocarburo útil en la fabricación de plásticos y resinas.

• TURNO DE DÍA Y NOCHE El cerebro nunca descansa del todo. Durante el d ía, escanea el ambiente y recoge informac ión, incluso sin que seamos conscientes de ello. Mientras dormimos, la ordena y archiva. Elimi­na la que es irre levante, selecciona la que es útil y la clasifica para quepo­damos usarla de forma eficiente. Có­mo realiza estas operaciones sigue siendo un misterio. De momento, so­lo sabemos que el subconsciente no se cansa de repasar los datos del ce­rebro hasta dar con relaciones que conduzcan a una solución.

• ATIENTAS El matemático británico Andrew Wi­les, que en 1995 (tres siglos después de su formulación) demostró el Teo­rema de Fermat, comparó en qué consiste una invest igac ión a una per­sona encerrada en una habitación a oscuras. Ésta va tocando las pare­des y sintiendo cómo se distribuyen los objetos, hasta que, un d ía, en­cuent ra, por azar o no, el interruptor. Y se hace la luz. Entonces pasa a la s iguiente habitación. De buscar ese interruptor, en buena medida, se en­carga nuestro subsconsc iente.

CIENCIA

Sorpresas de la ciencia HALLAZGOS EN LOS QUE EL AZAR HA DESEMPEÑADO UN PAPEL PROTAGONISTA

Que Henri Becquerel descubriera la ra­dioactividad, en 1896, tuvo un compo­nente serendípico. El ñsico francés, en su propósito de desvelar los fenómenos de fosforescencia de las sales de uranio, en­volvía una placa fotográfica en papel ne­gro, colocaba sobre ella un cristal de sal de uranio y luego lo exponía todo a la luz del sol. Al revelar la placa, aparecía una imagen del cristal. Entonces ocurrió al­go inesperado que cambiaría el devenir de la ñsica y la química. Las nubes enca­potaron el cielo durante días. Becquerel, desesperado, decidió posponer sus ex­perimentos, al suponer que la luz solar directa era necesaria para activar la fos­forescencia del cristal de uranio. Guardó el metal dentro de un cajón, encima de una placa fotográfica envuelta. Días des­pués reveló la placa y vio, asombrado, que la imagen resultante era tan fuerte como cuando realizaba las exposiciones

al sol. Así descubrió que ciertas sales de uranio tienen una propiedad por la que emiten una radiación espontá nea, sin necesidad de ser irradiadas, lo que más tarde se conocerá como radioactividad. ¿Fue simplemente por azar por lo que Becquerel dio con ese fenómeno? "Fue casualidad que amaneciera nublado, que

LAS NEUROCIENCIAS INVESTIGAN POR QUÉ UNOS POCOS PUEDEN VER MÁS ALLÁ DE UN ACCIDENTE FORTUITO Becquerel no pudiera experimentar y que guardara las placas sin revelar. Pero que tuviera la perspicacia y la capacidad para llegar al descubrimiento es fruto de su investigación y su mente brillante'',

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considera Roqué. Para cualquier otro sin la formación adecuada, esa revelación habría pasado inadvertida. "En ocasio­nes, atribuimos casos al azar porque des­conocemos los mecanismos de la creati­vidad científica, del mismo modo que el hombre de las cavernas atribuía a los dio­ses las tormentas", añade este experto.

lQué nos hace únicos? En la actualidad, las neurociencias tratan de averiguar qué hay detrás de las seren­dipias científicas . ¿Por qué solo algunas personas son capaces de ver más allá de un accidente fortuito? ¿Qué pasos sigue la mente para establecer relaciones entre hechos aparentemente sin conexión? En buena medida, que una mente sea más o menos brillante tiene que ver con la plas­ticidad cerebral. Ésta es la capacidad del cerebro de aprender y establecer nuevas relaciones (o sinapsis) entre neuronas y

LA PENICILINA

ELVELCRO

En 1928, Alexander Fleming estaba enfrascado en el es­tudio de la gripe a partir de cultivos bacterianos en pla­cas de petri . Un día se per­cató de que en uno de los recipientes había caído un poco de moho. "En lugar de etiquetar el cultivo contami­nado como tal, hice algunas investigaciones", relató. Esa curiosidad le llevó a descu­brir que el moho contenía un producto capaz de inhibir el crecimiento bacteriano. En 1941, el Joven ingeniero suizo Georges de Mestral sa lió a pa­

sear al bosque con su perro. De regreso, se percató de que tanto en su ropa como en las patas del anima l se habían enganchado flores de cardo alpino. Extrañado por la firmeza con que estaban ad he ridas, examinó unas cua ntas al microscopio. Observó que contenían múltiples ganc hos flexibles que actuaba n a modo de garfio. Tras meses de investigació n pres entó el velero. Consistía en dos t iras de nailon que, al un irse, quedaban fijadas entre s í.

de cambiar su estructura y configura­ción al ritmo de su entorno. Así lo de­muestran recientes estudios d irigidos por Sarah-Jayne Blakemore, investiga­dora del Instituto de Neurociencia Cog­nitiva del University College de Londres. Desde la inteligencia artificial también se busca una explicación a estas mentes pri­vilegiadas. En su caso, intentando desci­frar qué procesos sigue el cerebro huma­no para, a continuación, entenderlos e implantarlos en una máquina. Luc Steels, uno de los mayores expertos en robótica y lenguaje, está al frente de un equipo del Laboratorio de Informática de Sony, en París, dedicado a construir legiones de robots. Su meta es dotar a estas má­quinas de un cerebro para que aprendan a hablar y a comunicarse. Steels afirma que ahonda en los orígenes del lenguaje para dar respuesta a una cuestión mucho más profunda: qué nos hace únicos.

Una de las investigaciones que más luz arroj an sobre la capacidad del cerebro para vincular realidades aparentemente inconexas se centra en los procesos bio­lógicos que conducen a la inteligencia. Richard Haier, neurocientífico de la Uni­versidad de California en Irvine (EE UU), encabeza un estudio según el cual el ce­rebro se organiza de forma ligeramente distinta en hombres y mujeres. Ello de­mostraría que este órgano es capaz de hacer lo mismo de distintas maneras.

Donde prende la chispa ' 'Los científicos están viendo que la crea­tividad consiste en establecer conexiones donde nunca antes otros las han t raza­do", indica Ricard Solé, físico e investi­gador de ICREA, fundación española de­dicada a la investigación científica. "Eso nos lleva a pensar -prosigue- que la for­ma en que construimos nuestro pensa-

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miento está, en gran medida, influencia­da por el paisaje cultural de cada persona, por lo que leemos, lo que vemos ... Quizás Einstein no habría enunciado la teoría de la relatividad de haber vivido otras experiencias." En palabras del Nobel de Química Paul Flory, "sin conocimientos, la proverbial chispa del genio no encon­traría nada que prender" . Las ideas, en definitiva, no caen del cielo porque sí. •

PARA SABER MÁS ENSAYO BARBER, E. y MERTON, R. The Travels and Adve ntures o f Se rendípíty: a Study ín Socíologícal Semantícs and the Socíology of Scíence. Princeton: Princeton University Press, 2004. En inglés . ROBERTS, R.. Serendípía. Descubrímíentos accídentales en la cíencía. Madrid: Alianza Editorial, 1992.

?' T

La s~li!ndipia é'n la ctt'ncia R.e:beca Slomi:m:S:ki

E 1 aristócra1a. ing1'1s Horado Wa.lpole. afiC'iona.do a la invención de palabras

nal!'vas. ful!' quJe:n introdujo el concepto serendipil}'. que ea e.aste llano se l:rn.duce por serendipia. Aparece por primera 11ez e11 enero de 1754. en una c;ar;ta que Je d iri,ge a su wnigo Horacio Mlll.TUI en la que se refiere al clli!ato Los 1Tf5 prfndpes de Serendipo -Serendjpo o Senmdib era e 1 antiguo oombrn de la isla de Ceilán, ahora Sri Lank_a.-. En él, los tres prf11cirpes eran astutos observadores que hacfa:n de.d.uct'iolli!s bri llanles a partir de: pocos datos, apare:ntelDl!:nte inc.onexos (muy al estilo del famoso "J)?rsonaje de si:r Artbar Cona:n Doyle. Shl!'riock Holmes). Walpole explica a Men:n qae i:nspiránclose en los héroes del cuento. decidió im enla.r la palabra se rendi pfa para significar la •·e.a.pacida.el de bac~r

desc11brim]e:11t11.~ par accidl:!me y sagacidad cuando se e-stá buscando otra casa".

lAlis fasle:ur. padre: de la mkrobiolog(a., sol fa afirmar: '•En los campos de la obsenadón, el aza:r sólo favorece a las esp(rirus preparados". Así ocurrió cuando Ak!x.aader Fleming descubrió acc idll'ntalme:nle la acción bactericida de ta penicilina en w:i

cu llivo de e~"ta.fi lococos contaminado con moho PenicilliJllll notatunL Casi tira el culth•o a la basura. pero ~racias a que Reming podfa difocidar 1.o que estaba pasando (era un "e.spCrilu praparnd~i), aotó qoo alrededor del molílo Jos estafilococos nociecíaa y descubrió el primer antibiótico.

W. B. Ca.nnon, im•eslig;ador de fisiología en la Universidad de Harvard )' creador del coocepto "ilomeosl!asis'' --que se refiere al esfuerzo del org,aaismo para

mantener an medio interno má:s o menos estable fll!n1.e a Las íl11otu.acioaes del me-dio ambiente. a trav4!s de las ho rmonas y de la acción del sistema nervioso­esccibió sobre la Sli!rend.ipfa: ·•u n descubrimiento acddental requiere tanto dal fenómeno que va a se.r obse r11ado como de llll o bser.·ador apRcia.ti,•o".

A \·oces. e 1 pode'J de o bservación y la sagacidad han lle\•ado a importantes d1!scubrimjentos e inve.aciones partiendo de cues1ioncs cotidianas y aparentemente triviales. w manzanas siempre caen de los árboles. el a&ua si.empre se desplaza. hacia anilla cuando uno se mete en una tina llena y el vapor siempre ha empujado las tapas de las o llas; ~ro sólo Isaac

ewlon descubrió las le yes de la gra\-edad, Arqufünedes, que: el volumen del despla.za.mfanlo del agua es igual al de l ouupo que se sumerge en e'I la y James Watt. q11e la fuerza del \•apor podfa servir para impulsar maquinaña..

fin la a:cti\"idad cien1.ífica., la serend1pfa requiere elle la habil.idad

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de A!COOO\."'e r --i!ll lo que no sa espe riiba encontrar- un importante descubrimi€nlo. Aunque fue por oo;ide:nte que Nobel descubrió la dinamiL~

IRam, la 11itamina K; CaJ..,ani, La contracción muscular inducida por electricid:ad, la sagacida-d no faltó ea las mentes aLenas de estos ci.entificos que captaron la import:rncia de 1 hallaz.go de eso que no estaban buscando. El caso de un ingeruern que observó en una estacioo de radares cómo se cocían misteriosamemte unos buevas e rudas. está. má:s ~n::ano a nosotros en La. historia. La reso l.udó:n del enigma l.le\"Ó a la ia\·eoción dal hano de microondas.

Por cierto, serandipia no equival.e a "chiripa"' : esta úl!]ma Sl? defi:oo co mo uma camailidad favorable, que se aplica origi.nalmeale a los golpes de sue:rte en el ju.ego del bi!la.r y. por extensión, a todos les actos de b.fil'aa fortuna. La sere11dipia. en cambio, cooUeva La predisposición a encontrar algc> y la pa:rticipacioo d.e una IDl!nte inqurisútjva y atenla a lo impre11isible.