Ciencia Politica vs Filosofia Politica - Revista Derecho UPB 111-Libre

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    Ciencia poltica vs filosofa poltica?

    Revista FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLTICAS. Vol. 39, No. 111 (2009) / 305

    Ciencia poltica vs. filosofa poltica?

    Acerca de una interminable disputa epistemolgica1

    Political Science vs. Political Philosophy ?An endless epistemological dispute

    Science Politique vs. Philosophie Politique?Sur une discussion pistmologique sans fin

    Ivn Garzn Vallejo2

    Qu queda de la relacin filosofapoltica en un mundo en el que, sea comoconsecuencia del final de la metafsica, sea como afirmacin de la democracia,no se puede (ya?) pensar la poltica en trminos de verdad?

    Gianni Vattimo

    La investigacin cientfica y la filosofa, en cuanto tales, no se obstaculizaronnunca mutuamente. En rigor no son ellas las dos partes en la disputa que clara-

    mente se deja sentir desde hace bastante tiempo. Los que provocan esta disputason ms bien los que declaran que la ciencia exacta es la nica que imponenecesariamente la pauta de toda ocupacin verdaderamente seria con la realidad

    y la verdad. Aunque con esto es evidente que no se formula una tesis propia dela ciencia, sino una tesis de teora de la ciencia, es decir, una tesis filosfica.

    Josef Pieper

    1 Este artculo es un avance parcial referido al marco epistemolgico de la investigacin Las razonespolticas del creyente. La admisibilidad pblica de los argumentos filosficos y religiosos en la sociedad

    contempornea, correspondiente a la lnea Justicia constitucional y Filosofa prctica, del Grupo deinvestigacinJusticia, mbito pblico y Derechos humanos,de la Facultad de Derecho de la Universidadde La Sabana. La investigacin es financiada por la Universidad de La Sabana.Agradezco a los profesores Jorge Giraldo Ramrez y Eduardo Hernando Nieto por los comentarios queme formularon acerca del texto.

    2 Abogado de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medelln). Candidato a Doctor en Ciencias Polticas en laPontificia Universidad Catlica Argentina (Buenos Aires). Profesor de la Facultad de Derecho, Universidadde La Sabana (Bogot). Correo electrnico: [email protected]

    Este artculo fue recibido el da 3 de septiembre de 2009 y aprobado por el Consejo Editorial en el Acta deReunin Ordinaria No. 10 del 2 de diciembre de 2009.

    Revista FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLTICAS. Vol. 39, No. 111/ p. 305-335Medelln - Colombia. Julio-Diciembre de 2009, ISSN 0120-3886

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    ResumenEl artculo presenta los dilemas del problema de la objetividad del conocimiento de los asuntos po-

    lticos. Para ello confronta la naturaleza de la poltica con la cuestin de la verdad. En un segundomomento sugiere una definicin de la filosofa poltica y de la ciencia poltica, poniendo de relieve larelacin histricamente conflictiva de dos disciplinas cuyo punto de interseccin es el estudio de lapraxis poltica. Con ello se pretende concluir que ninguna de las dos tiene un dominio exclusivo delestudio objetivo y cientfico de la poltica, y aunque poseen diferentes metodologas, stas no son ens mismas antitticas. El texto sugiere el aspecto complementario de la ciencia poltica y la filosofapoltica, as como la necesidad de criticar el paradigma conductista de aquella y reivindicar el estatutocientfico de sta, en el contexto de la mentalidad positivista dominante.

    Palabras clave: Ciencia poltica, Filosofa poltica, Verdad, Epistemologa, Teora poltica.

    AbstractThis article presents the dilemmas of the problem of objectivity of knowledge of political affairs. Thisconfronts the nature of politics with the issue of truth. In a second stage, it suggests a definition ofpolitical philosophy and political science, highlighting the historically troubled relationship of two disci-plines whose point of intersection is the study of political practice. The author concludes that neitherhas an exclusive domain of objective and scientific study of politics, and although they have differentmethodologies, they themselves are not antithetical. The text suggests the complementary aspectof political science and political philosophy, and the need to criticize the behaviorist paradigm of the

    former and claim the scientific status of the latter in the context of the dominant positivist mentality.

    Key Words:Political Science, Political Philosophy, Truth, Epistemology, Political Theory.

    RsumLarticle prsente les dilemmes du problme de lobjectivit de la connaissance des affaires politiques.Pour cela, il confronte la nature de la politique avec la question de la vrit. Dans un deuxime temps,larticle suggre une dfinition de la philosophie politique et de la science politique, en mettant envidence la relation historiquement problmatique de deux disciplines dont le point dintersection est

    ltude de la praxis politique. Consquemment lauteur propose quaucune de deux a le dernier motsur ltude objectif et scientifique de la politique, et mme si elles ont des mthodologies diffrentes,celles-ci ne sont pas en elles mmes antithtiques. Le texte suggre le rapport complmentaire dela science politique et la philosophie politique, ainsi que le besoin de critiquer le paradigme beha-viouriste de celle-l et revendiquer le caractre scientifique de celle-ci, dans le contexte de la mentalitpositiviste dominante.

    Mots cls: Science politique, Philosophie politique, Vrit, Epistmologie, Thorie politique.

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    Ciencia poltica vs filosofa poltica?

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    SumarioIntroduccin. 1 Existe una verdad en los asuntos polticos? 1.1 Un caso:

    la filosofa poltica ante la teora de la superioridad de la raza aria.1.2. Veritas vs Doxa o la bsqueda de elementos perennes de la poltica.2. La filosofa poltica o una disciplina en crisis. 2.1. Es una bsquedaracional. 2.2. Su objeto de estudio es la comunidad poltica y sus proble-mas. 2.3. Pretende plantear debidamente los asuntos polticos, alcanzarrespuestas holsticas y universales, as como criticar el estado de cosasvigente con miras al establecimiento del mejor rgimen poltico. 3. Unahistoria de sustitucin: De la Filosofa Poltica a la Ciencia Poltica. 4.La Ciencia Poltica. 4.1. Dilemas de la ciencia poltica. 5. A modo deconclusin. Referencias.

    Introduccin

    Pretendiendo reivindicar el carcter cientfico del estudio de la poltica, AlceuAmoroso Lima conocido como Tristan de Athayde (1942), escribe:

    Son felices los matemticos. Inspira su ciencia tal respeto que a ella soloosan aproximarse los que realmente penetraron por lo menos al vestbulode la imponente ciencia de los nmeros. Otro tanto ocurre con los cultoresde las ciencias experimentales particulares. Solo discute de qumica quienconoce qumica, y solo da su parecer sobre un problema de fsica o de ana-toma quien no est dispuesto a denunciar su ignorancia. A medida quepasamos de las ciencias de la naturaleza a las del espritu, de las ciencias delas cosas a la ciencia del hombre, vemos desaparecer esa discrecin. Y quienno osara opinar sobre fisiologa, crese apto para pontificar sobre psicologa

    especulativa; quien se callara ante un astrnomo contradice con firmezaa un metafsico. Tal es la condicin humana! Tal la serena conviccin enque nos hallamos, de que todos entendemos de filosofa y de que podemosdiscutir de teologa sin haber nunca sospechado siquiera la existencia deuna ciencia de la revelacin sobrenatural. Lo que sucede con las ciencias delhombre sucede con las ciencias de la vida social. Y muy particularmente conla poltica, con la economa y con las finanzas. No hay quien no tenga suplan para salvar el tesoro pblico. No hay quien no se crea preparado parareformar la sociedad sobre bases mucho ms justas sirvindose solamentede su infalible raciocinio individual. No hay, sobre todo, quien se rehse

    a teorizar en materia de gobierno, quien no se crea capaz de ser un gran

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    estadista. Nada hay, pues, ms arriesgado que el emitir un parecer en aquelloen que todo el mundo es maestro. Y donde, por consiguiente, cualquier

    afirmacin de incompetencia, solo podr pasar por falsa modestia Elproblema poltico de accin depende de la solucin dada a los principiosgenerales a aplicar. O bien, como ocurre en la mayora de los casos, cuandose lo desliga de sus races filosficas y sociales, vulvese un problema adhominem, de mera simpata o antipata personal, de inters profesional,de juego o de pasatiempo (pp. 129-130).

    Ya hace ms de medio siglo, el citado pensador brasilero llamaba la atencinsobre la renuencia de la sociedad a considerar el estudio de los fenmenos polticos

    como una cuestin seria y rigurosa, y no meramente opinable. Al mismo tiempo,denunciaba la tendencia positivista de asumir como cientfico nicamente elconocimiento proveniente del mtodo cientfico-experimental.

    En nuestros das, la crisis del positivismo metodolgico no ha resuelto elproblema del estatuto del conocimiento poltico, y en los mbitos acadmicosan sigue latente la cuestin de si se pueden estudiar con certeza y objetividadlos asuntos polticos y sociales. Ello entraa una cuestin epistemolgica, que sepuede sintetizar en esta pregunta: se puede hablar vlidamente de la verdad en los

    asuntos polticos? Si es as, qu tipo de verdad es aquella? Y ms an, se puedeacceder a la misma?

    En este artculo me propongo presentar los aspectos ms relevantes del proble-ma de la verdad en la ciencia poltica y en la filosofa poltica, sugiriendo que elaspecto antropolgico define un ncleo de verdad universal, y mostrando cmola misma definicin de estas disciplinas es tributaria de la respuesta que se ofrez-ca a la cuestin epistemolgica. Sugerir tambin una definicin de la filosofa

    poltica y un breve esbozo histrico de la ciencia poltica, poniendo de relieve larelacin conflictiva entre dos disciplinas cuyo punto de interseccin es el estudiode la praxis poltica. Con ello pretendo concluir que ninguna de las dos tiene undominio exclusivo del estudio objetivo y cientfico de la poltica, y que, aunquerecurren a diferentes metodologas, no son en s mismas antitticas. Sealar elaspecto complementario de la ciencia poltica y la filosofa poltica, la necesidadde revaluar el paradigma conductista de aquella, y, finalmente, reivindicar elestatuto epistemolgico de la filosofa poltica en una poca en la que el cienti-ficismo metodolgico sigue pretendiendo monopolizar el estudio verdico de las

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    juicio acerca de si determinados principios y creencias son buenos yjustospara elhombre y la sociedad. No si son verdad, toda vez que no se trata de determinar

    qu es verdadero o falso, sino de establecer qu es correcto o incorrecto, bueno omalo. La razn es que los valores no son hechos, y aunque lo fueran, no existe unprocedimiento para decidir en un conjunto de valores en conflicto, cul ha de serconsiderado objetivo o fctico. Ahora bien, de la abstinencia epistmica del autoracerca del conocimiento de la verdad, se concluye que, la ausencia de consensoacerca del orden ms justo para una sociedad impide determinar ideas correctas eincorrectas acerca de la cuestin. O, si por el contrario, algunos Estados adoptanprincipios democrticos, y otros adoptan principios comunistas o totalitarios, no

    es posible argumentar en favor de unos y en contra de otros. Por consiguiente,no parece claro cmo los dos criterios propuestos el de la coherencia lgica yde la concordancia con los hechos se pueden aplicar para cuestionar la idea dela existencia de una raza aria en el nacionalsocialismo, pero no para poner enentredicho el comunismo, el totalitarismo o el socialismo del siglo XXI comosistemas de gobierno. Pero sobre todo, se puede establecer algo como bueno sindeterminar previamente su veracidad? Puede existir algo polticamente buenosiendo al mismo tiempo falso o equivocado?

    Traigo a colacin la definicin y las categoras de este autor, pues pone enevidencia una tendencia dominante segn la cual, aunque la filosofa poltica seocupa del problema de la justicia para la sociedad y del mejor rgimen poltico, sedesentiende del problema de la verdad o falsedad de las cosas. Existe un criterio dealguna naturaleza que haga posible juzgar como verdaderas o falsas las diferentesteoras y decisiones polticas? Es muy sugerente constatar cmo por medio de laconfrontacin con los hechos y de un presupuesto terico razonable, el profesoringls llega a la conclusin de la inferioridad de la ideologa nazi por cuenta de

    su proclama de la superioridad de la raza aria (Raphael, 1996, pp. 18-20). Ahorabien, como histricamente las teoras polticas se han opuesto entre s, y suelencontar con respaldo popular, en el esquema propuesto por este autor, el elementode mayor peso argumentativo es la confrontacin del discurso con los hechos,pues con ello se desvirta el presupuesto fctico de cualquier teora. El ejercicio dela razn le permite al filsofo poltico contrastar las teoras con los presupuestosfcticos y con sus consecuencias. En este punto, emerge el criterio de juicio decisivode las llamadas ciencias sociales o humanas: las soluciones polticas deben juzgarseen virtud de los presupuestos fcticos y del efecto que tengan sobre el ser humano

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    concreto. La concordancia con los hechosseala una premisa epistemolgica, peroadems determina el itinerario discursivo de dicha disciplina.

    As las cosas, si una forma de gobierno posibilita la participacin de los sereshumanos en los asuntos pblicos, es evidente que all hay un aspecto importantey digno de aprobacin por parte del politlogo. Eso no exime de la crtica a estaforma poltica, por el contrario, la hace ms urgente en la medida que seguramen-te tal idea obtiene un amplio respaldo social y es implementada prcticamente.Mientras que si una ideologa poltica supone y conlleva por datos histricosfidedignos la muerte de millones de seres humanos inocentes, evidentemente tal

    doctrina merece el repudio del politlogo, puesto que por esa va no ser posiblela realizacin del bien comn, objetivo de la poltica. Como consecuencia deello, el estudioso de los fenmenos polticos se sita ante la posibilidad, y a vecesante la necesidad, de establecer juicios de bueno-malo, y no nicamente del tipocorrecto-incorrecto, conveniente-inconveniente, legtimo-ilegtimo. Epistemolgica-mente, dichos juicios se fundan en la posibilidad de determinar con certeza loverdadero y lo falso. Ahora bien, con ello no pretendo desconocer la autonomade lo poltico, ni su diferencia con el campo de lo moral, pues ello hara de lapoltica un escenario de moralizacin o criminalizacin del adversario poltico,

    asunto por lo dems, a todas luces, inconveniente. Pero, adems, ello conllevaraque se difuminen los criterios de la distincin amigo-enemigo, que son caracte-rsticos del fenmeno poltico (Schmitt, 2002, pp. 31-33)3. Slo pretendo hacernotar que la posibilidad de elaborar juicios de bondad o maldad en los asuntospolticos se apoya en el trasfondo moral de los mismos4.

    En este sentido, Strauss (2005, pp. 41-42) formula una dura crtica a la con-cepcin epistemolgica de neutralidad valorativa, y pone de relieve un problema

    que haba sido planteado en la poca clsica y que retoma su actualidad en el siglo

    3 Schmitt (2002) no niega el trasfondo moral de la poltica. El establecimiento de unas categoras dis-tintivas de lo poltico (amigo-enemigo), lo jurdico (justo-injusto), lo moral (bueno-malo), lo econmico(til-daoso) pretenden evitar la confusin de estos campos de la actividad humana, y sobre todo, quela determinacin del enemigo poltico no se base en criterios diferentes a los estrictamente polticos.

    4 Michael Walzer (2001) se propone demostrar casusticamente la posibilidad de emitir juicios moralesen un terreno tan difcil como el de la guerra, pues si ello es vlido, ser posible hacerlos en cualquiercircunstancia de la poltica. Este autor, como tantos otros de la tradicin anglosajona, tiene el mrito desealar el estrecho vnculo existente entre la moral o la tica y la poltica.

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    XX: el de la tirana. Se trata, a juicio del clebre profesor de la Universidad deChicago, de un peligro tan antiguo como la vida poltica, y por ello tan antiguo

    como la ciencia poltica misma. Sin embargo, cuando la tirana apareci bajonuevas formas en el siglo anterior, la ciencia poltica contempornea no suporeconocerla, en buena medida por cuenta de la frrea distincin weberiana entrehechos y valores que ha permeado a las ciencias sociales, y a partir de la cual seconsidera que el nombre mismo de tirana supone un juicio de valor indignode la investigacin netamente cientfica.

    En sntesis, sugiero como hiptesis que el ser humano debe ser tomado como

    unfactuma partir del cual se ajustan las distintas teoras polticas. El ser humanoconcreto constituye el parmetro de juicio de las distintas teoras, formas y solu-ciones polticas ante las cuales el politlogo se sita como un observador crtico,no solo dispuesto a describir hechos, sino tambin, a prescribir conductas.

    1.2 Veritas vs Doxa o la bsqueda de elementos perennes de la poltica

    La funcin de la teora poltica no consiste en ofrecer recetas mgicas para losproblemas actuales de la sociedad. Sin embargo, la posibilidad del conocimientode la verdad es inherente a la naturaleza del pensar terico como tal, pues comohace notar Pieper (1989, pp. 52-53), la theoria, en cuanto acto de la existencia delhombre, apunta a la pura percepcin de la realidad, a alcanzar verdad y nada msque verdad. Ahora bien, si se tiene en cuenta la naturaleza misma de las cuestionespolticas, el carcter opinable de las posibles alternativas, los intereses en juego, yla imposibilidad de predecir el futuro en forma exacta e infalible, se compruebaque el conocimiento objetivo de la poltica, el descubrimiento de su verdad, esde carcter complejo. En este sentido, cuando hago referencia a la existencia de

    una verdad de los asuntos polticos cuyo parmetro de juicio es el ser humano, noaludo a una verdad del mismo tenor de las ciencias naturales o empricas.

    Nadie ha podido demostrar que es cientficamentemejor una determinadaforma de gobierno, o una determinada forma de participacin poltica. En con-sideracin al objeto y a la dinmica de las sociedades humanas, se trata de unatarea imposible. Pero s tenemos buenas razonespara asumir que la democracia esla mejor forma de gobierno para estetiempo histrico, o por lo menos, la menos

    imperfecta de ellas. Tambin tenemos buenas razones para pensar que es mejor

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    que los ciudadanos participen de determinadas cuestiones pblicas mediante elvoto y la deliberacin pblica, y que ello es preferible a que no lo puedan hacer,

    porque no resulta difcil aceptar que, si la sociedad se compone de hombres, y elhombre es un ser social, se debe otorgar a cada uno una participacin en el poder,aunque sea indirecta (Juan Pablo II, 2005, p. 160).

    Consecuente con la hiptesis propuesta, existen presupuestos antropolgicosevidentes que permiten elegir determinados principios polticos en vez de otros.La poltica es cambiante y est sujeta al devenir de la historia humana, y mu-chas soluciones concretas y coyunturales (sino todas) entran en el mbito de lo

    opinable. Sin embargo, hay principios polticos que a su vez estn fundados enpresupuestos antropolgicos que han demostrado ser vlidos para todo tiempo:el hombre es un ser poltico por naturaleza, la comunidad poltica en la formaque asuma histricamente le ofrece aspectos al ser humano que ste no es capazde procurarse por s mismo, es mejor una forma de gobierno justa que el despo-tismo o la tirana, la libertad es ms coherente con la dignidad humana que laesclavitud, entre otros. El politlogo, el analista poltico o el cientfico social escapaz de percibir tales principios, pues a partir del conocimiento de los fenmenospolticos ste emplea su razn para el conocimiento de la realidad. En el estudioso

    de lo poltico, el relativismo o el escepticismo epistemolgico devienen en cuantose niega a constatar o aprehender tales principios, y por consiguiente, a aplicarlosen su trabajo investigativo.

    As, por ejemplo, a partir del examen del pensamiento poltico aristotlico,Correa Motta (2003, pp. 102-103) llega a la conclusin del carcter aproximativoy eminentemente opinable de lo poltico y apunta que, dado que la ciencia polticano se basa en principios y premisas verdaderas, universales y necesarias como

    las matemticas y la geometra sus conclusiones no sern del mismo tenor. Laciencia poltica se ocupa de asuntos sobre los cuales nunca existir consenso total,esto es, valores no absolutos e inamovibles, sino esencialmente relativos, y por elloel politlogo solo puede aspirar a trabajar con premisas que valen en casi todoslos casos y cosas que ocurren casi siempre. De all que las conclusiones a las quellegar, acota el profesor de la Universidad Nacional de Colombia, sern de estetipo. El ejercicio reflexivo del politlogo consistir en partir de las opiniones,luego establecer un esquema general que sirve de principio, para finalmente volvera las opiniones para ratificar la importancia de nuestros logros.

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    Aunque Correa reitera aspectos vlidos del oficio del politlogo, los cualesresiden en la imposibilidad de un conocimiento absolutamente predecible y en el

    carcter aproximativo de las conclusiones de la ciencia poltica, sin embargo, parecepertinente matizar sus aseveraciones en la medida que el politlogo s puede llegar aconclusiones absolutas y universales. A mi juicio, estas son de carcter antropolgi-co, pues en ltimas stas constituyen el fundamento de la poltica entendida comopraxis humana. Por ello en la postura citada se presenta un esquema terico cuyopunto de partida es el escepticismo y el relativismo epistemolgico, a mi modo dever, inadecuados para el estudio de los fenmenos polticos. Contra dicho esque-ma parece importante anteponer la premisa segn la cual, desde una perspectiva

    filosfica, el estudio de lo poltico s parte de algunas premisas vlidas en todos loscasos. En suma, no slo parte de opiniones validadas por el consenso. Pinsese porejemplo en el zon politiknaristotlico, el cual establece el principio matriz de unaantropologa de la poltica. O, en las consecuencias personales y sociales de un estu-dio histrico de los gobiernos tirnicos. All, una de las conclusiones del politlogoser el carcter instrumentalizador, cosificador e indigno del ser humano en talesregmenes. Ms all del aspecto especfico y coyuntural de las conclusiones a lasque se arriben, seguramente el politlogo comprobar otras de carcter universal, ypor ello adaptables a todas las situaciones en razn de los principios antropolgicos

    que asume como parmetro de juicio y que sirven de fundamento.

    No obstante, como consecuencia del carcter histrico de las solucionespolticas, evidentemente no se puede pretender que la filosofa poltica o la cienciapoltica ofrezcan respuestas perennes para todos los asuntos. Freund (2003, p.57) aclara que no existen criterios absolutos de la bonavita, del bienestar y de lafelicidad colectivas. Por consiguiente, definir propuestas concretas de carcter uni-versal no es tarea del estudioso de los fenmenos polticos. Ms an, en la medida

    que intenta hacerlo corre el riesgo de instrumentalizar al ser humano en nombrede ideologas, y con ello desvirtuar la labor cientfica. Eso explica la prevencinde tantos intelectuales con una ciencia ideolgicamente comprometida. En esalnea, no est de ms recordar que el estudioso de la poltica se mueve las ms delas veces entre lo contingente, aprehendiendo verdades histricas que slo sonverdad una sola vez (Bandieri, en Schmitt, 2002, p. 16).

    Reconocer la contingencia y complejidad de las situaciones histricas, ascomo el papel prctico que le corresponde desempear al gobernante en la toma

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    decisiones inspiradas por un buen juicio poltico (Berlin, 2001, pp. 109-122) yprudente, no implica desconocer que, en el estudio de los fenmenos polticos, la

    actitud del terico o el cientfico poltico debe caracterizarse por una disposicinteortica, que, tal como la entendan los antiguos, era una actitud ante el mundoque consista en dirigirse a la realidad con el deseo de que se muestre tal comoefectivamente es. Ese mostrarse de la realidad es lo que se entiende por la verdad(Pieper, 1989, p. 51), y es en dicho sentido clsico que la reivindico aqu, es decir,la verdad como adequatioo correspondencia.

    Por consiguiente, aparece como inconveniente sostener, o bien un escepticismo

    que proclama la ausencia de verdades en el campo poltico, reduciendo las opcionesa una cuestin pseudo-cientfica de comprobacin de datos y variables siempreinsuficientes y contingentes, dado que estn sujetos a la cambiante voluntad de losindividuos y los pueblos, o bien, una postura segn la cual las diversas decisionesposibles obedecen bsicamente a una cuestin de preferencias que se apoyan a suvez en los consensos alcanzados. Es decir, es invlido considerar como cuestio-nes vlidas para todas las pocas y contextos ciertas soluciones polticas, pues talperspectiva conlleva el desconocimiento del carcter coyuntural e histrico de lasmismas en razn de la libertad del ser humano y de la dinmica de las sociedades,

    lo cual implica pasar por alto el hecho de que no todos los pueblos y las sociedadesson iguales, y por ello ni sus problemas ni sus posibilidades son idnticas. En estesentido, Berlin (2001, p. 118) opone la inteligencia del hombre de Estado con ladel cientfico, y destaca la especial ineptitud poltica de ste, sealando que quienesfueron educados cientficamente suelen mantener visiones polticas utpicas pre-cisamente porque creen que los modelos o mtodos que funcionan en sus mbitosparticulares son aplicables a todas las esferas de la accin humana. En este punto,la comparacin con las ideologas del siglo XX es ineludible, pues dejando de lado

    a Dios y sustituyndolo en su papel de orientar la determinacin de qu es buenoy qu es malo, y creyendo encontrar la frmula de la sociedad perfecta sin claseso del predominio de una supuesta raza se instrumentalizaron a millones de sereshumanos a travs del sacrificio de muchas vidas (Juan Pablo II, 2005, pp. 24-25),poniendo de relieve la pretensin de cientificidad y adhesin religiosa por parte delas masas que enarbolaron las religiones polticas (Burleigh, 2005 y 2006)5.

    5 El trmino religin poltica ha sido estudiado tambin por Eric Voegelin, Alexis de Tocqueville, RaymondAron, entre otros.

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    En sntesis, los principios inmutables y vlidos para todos los tiempos no sonde naturaleza poltica ni partidista, sino antropolgica, bsicamente porque ins-

    piran y fundamentan la praxis poltica. Y ello en razn del carcter metafsico, ypor lo tanto universal de los mismos. As, aunque es vlido sealar que el estudiode la poltica se mueve en un sinnmero de cuestiones en el mbito de la doxaola opinin, y por ello dicha disciplina comporta un amplio margen de libre apre-ciacin personal y colectiva, ello no significa que en la poltica todo sea relativo ovariable. Ms an, en muchos casos las diferentes alternativas podrn ser juzgadashistricamente con objetividad, nicamente a partir de la implementacin dealguna de las distintas soluciones disponibles al momento de tomar la decisin

    poltica, y de la evaluacin de los resultados y consecuencias en el ser humano yla sociedad que dicha decisin produjo. Por consiguiente, la opinabilidad de lasdecisiones polticas no encuadra esta actividadper seen el historicismo, o en elrelativismo cultural, su versin posmoderna.

    El carcter opinable de lo poltico se funda en la mutabilidad y complejidadde los fenmenos humanos y sociales. Es por esto que las decisiones polticas re-quieren del gobernante la prctica de la virtud de la prudencia poltica (Palacios,1944, pp. 89-128), algo que es posible alcanzar mediante el esfuerzo, la expe-

    riencia y la competencia profesional. Si la poltica fuera una cuestin meramentetcnica, las mquinas e instrumentos tecnolgicos podran sustituir el trabajode quienes gobiernan los pueblos. Por consiguiente, asumir la perspectiva de laprudencia poltica como virtud rectora de la praxis del gobernante, no solo su-pone realismo, sino que adems plantea un reto para los polticos: el de revisar ycriticar constantemente las decisiones que se toman para los distintos problemassociales. En este sentido, la poltica ofrecer respuestas a los grandes problemasdel ser humano en sociedad en la medida en que reconozca, desarrolle y aplique

    principios antropolgicos inmutables, y no pretenda hacer incuestionable lo quede suyo es opinable.

    2. La filosofa poltica o una disciplina en crisis

    Es un lugar comn afirmar que la principal diferencia entre la filosofa poltica y laciencia poltica reside en que sta explica cmo funcionan de hecholos gobiernos

    y las personas en la bsqueda de objetivos polticos reales. Su labor no consiste en

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    prescribir lo que deberan hacer los gobiernos y cules deberan ser los objetivospolticos a alcanzar. En suma, la ciencia poltica tiene un carcter descriptivo,

    mientras que la filosofa poltica, en cuanto crtica racional de las creencias y deldeber ser, tendra un carcter prescriptivo (Raphael, 1996, p. 27). Esta categori-zacin propone que la ciencia poltica se ocupa de las cuestiones polticas desdeel punto de vista de su validez fctica. ste sera su objeto formal. Mientras quela filosofa poltica se ocupa de los asuntos polticos pero desde perspectiva de lavalidez normativa. En este sentido, la filosofa poltica pretende establecer normas,reglas o criterios ideales, y por ello su preocupacin sera: Qu regla o principiodebera gobernar tal asunto poltico? (Wolff, 2001, p. 18).

    El origen de la filosofa poltica se remonta a la antigua Grecia. Fue all dondese plantearon sistemticamente las grandes cuestiones filosfico-polticas. Talesproblemas se pueden aglutinar en torno a una pregunta: Cul es el mejor rgimenpoltico? En este sentido, la funcin de la filosofa poltica consiste en transformaren conocimiento las diversas opiniones polticas, es decir, establecer el trnsitodesde la doxa(opinin) a la episteme(conocimiento) (Strauss, en Hernando, 2002,p. 204). Asumiendo dicha premisa, cules son las caractersticas de la filosofapoltica?

    2.1 Es una bsqueda racional

    En cuanto bsqueda racional, toda filosofa supone un esfuerzo del entendimientopor dilucidar los problemas que presenta la realidad. La filosofa poltica hace partede la filosofa prctica. No es una disciplina especulativa o de la contemplacin delser, sino un saber orientado a formular principios y pautas para lapraxishumana enel mbito social. Su perspectiva busca trascenderlas, toda vez que la razn filosfica

    va en busca de principios y pautas que sean vlidas para diferentes pocas. Su nortees la verdad. En este sentido, la tradicin clsica helnica destaca que la filosofaes esencialmente no posesin de la verdad, pero s bsqueda de la verdad (Her-nando, 2002, p. 106). Del mismo modo, en cuanto bsqueda racional, la filosofapoltica se establece sobre argumentos que se sostienen por s mismos, ms alldel consenso, la fe o la desaprobacin de los ciudadanos o gobernantes. Como setrata de conocimientos racionales, estn precedidos por un mtodo de estudio, poruna rigurosidad, y por la posibilidad de ser falseados o puestos a prueba mediante

    argumentos, tesis contradictorias, o por el contraste con la realidad.

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    2.2 Su objeto de estudio es la comunidad poltica y sus problemas

    La filosofa poltica se ocupa del estudio de los principales problemas de la co-munidad poltica, su configuracin histrica y su relacin con el ser humano. Merefiero a la comunidad poltica como objeto de estudio y no al Estado, no soloporque ste ltimo es una forma especfica de organizacin poltica que ha sidodeterminada histricamente en la poca moderna, sino porque adems ha sidotarea de los filsofos polticos pensar y disear las diferentes formas histricas dela comunidad poltica. Tambin son objeto de la filosofa poltica los problemasque se suscitan en la comunidad poltica: las formas de gobierno, los fines de la

    misma la libertad, la fraternidad, la igualdad, la justicia, la relacin del individuocon el poder poltico, la naturaleza y funcin de ste, la naturaleza de las insti-tuciones polticas y su legitimidad, entre otras. Por consiguiente, ningn asuntorelativo a la comunidad poltica est excluido de un anlisis filosfico-poltico,y por ello siempre habr cuestiones que inviten a pensar la comunidad polticadesde esta perspectiva. Meier (2006, p. 191) ha sealado que, aunque en lo queconcierne a su materia la filosofa poltica constituye slo una parte de la filosofa,sta no tiene un sector bien delimitado de la realidad humana como su objeto.

    2.3 Pretende plantear debidamente los asuntos polticos, alcanzarrespuestas holsticas y universales, as como criticar el estado de cosasvigente con miras al establecimiento del mejor rgimen poltico

    Gmez Dvila (2001, p. 160) escolia que la filosofa es el arte de plantear lci-damente los problemas, por ello, uno de los propsitos del trabajo del filsofopoltico es precisamente aclarar y precisar los trminos de las discusiones polticas,las cuales se muestran tan proclives a las descalificaciones, las falacias y los interesespartidistas. La filosofa poltica tiene como misin hacer notar los problemas defondo que estn en juego en determinadas discusiones, mostrar los elementosomitidos o no puestos de relieve suficientemente, as como suscitar las discusionespblicas en trminos ms adecuados y precisos de los que han sido propuestosen el debate pblico.

    Los planteamientos que formula la filosofa poltica no son estrictamente co-yunturales y epocales. En muchos casos la cuestin se plantea en el terreno del ser

    o del deber ser. De all que sean principios vlidos para otros momentos histricos.

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    Esta ha sido la pretensin de muchos cultivadores de esta disciplina como Platn,Hobbes, Rousseau o Kant, entre otros. Ahora bien, esto no significa que todo el

    aparato terico de los filsofos polticos deba ser considerado susceptible de seradaptado a todo tiempo y lugar. Es un hecho que en la redaccin de sus obras,tales autores estuvieron tan influidos por los acontecimientos de su tiempo comocualquiera de sus contemporneos. Por ello conviene distinguir en las obras delos distintos autores cules propuestas obedecieron a la coyuntura poltica de sutiempo, y cules por su naturaleza y forma de ser planteados han trascendidoel momento histrico y siguen siendo puntos de referencia en el debate sobre unacuestin. Es precisamente este carcter perdurable lo que nos faculta a clasificar

    a tales autores como clsicos.En contra va de la perspectiva estndar de la filosofa poltica, considero que

    sta no slo se centra en el deber ser, sino tambin en el ser. Por eso es propiamentefilosofa. La filosofa poltica cumple una funcin crtica del rgimen vigente, porms que sta pueda aparecer como inconveniente. En el debate poltico, las crticasse formulan generalmente en nombre de ideologas, o de intereses (no siempremanifiestos) que ocultan el deseo de gobernar y reemplazar a las lites existentes.No obstante, la crtica que se construye desde el mbito de la filosofa poltica no

    debe estar condicionada por tales supuestos. Debe ser libre, pues la filosofa es lams libre de las artes libres (Pieper, 2003, p. 35). Por eso, algunos han invocadola necesidad de su proteccin por parte del poder poltico, sobre todo teniendoen cuenta su carcter benfico para la comunidad poltica (Meier, 2006, p. 197).En suma, la filosofa poltica tiene como propsito el planteamiento del mejorrgimen posible. Este objetivo legitima la crtica del actual status quoacentuandolas incoherencias, corrupciones y perversiones de quienes gobiernan, o las debili-dades de las instituciones y mecanismos polticos vigentes.

    Hoy parece necesario revalorar el pensamiento de lo pblico, y en ese propsitola filosofa poltica tiene el objetivo ineludible de proporcionar criterios para unaadecuada evaluacin y replanteamiento de las prcticas, leyes, polticas pblicas einstituciones de la sociedad poltica (Rubio, 1990, p. 36). Ante los cambios ace-lerados que se desarrollan en nuestra poca y ante la movilidad de las costumbres,prcticas e ideologas, es pertinente que el ciudadano tenga unafilosofa prcticacrticaque incluye una filosofa social y poltica que sea una gua cierta y seguraen medio de la incertidumbre del contexto cultural posmoderno, y que lo habilite

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    para participar activamente del debate pblico, pues quienes decidan quedarseal margen de las decisiones polticas se encontrarn con que otros han tomado

    las decisiones por ellos, les agraden o no (Rubio, 1990, p. 29). No decir ni hacernada, equivale en la prctica a aceptar la situacin presente, por muy repulsivaque sta sea (Wolff, 2001, p. 20). En este punto se hace decisivo el papel de lafilosofa poltica en los debates pblicos contemporneos.

    3. Una historia de sustitucin:De la Filosofa Poltica a la Ciencia Poltica

    Puesto que fue la antigua Grecia el lugar donde se comenzaron a plantear y dis-cutir los grandes problemas polticos, Prlot (2006, p. 17) afirma que los griegosfueron los creadores de la poltica y de la ciencia poltica. En este contexto, cienciapoltica designaba originalmente la aptitud en virtud de la cual un hombre podadirigir bien los asuntos de las comunidades polticas, tanto con hechos como conpalabras. La aptitud de hablar adquiere prioridad sobre la habilidad de hacer,puesto que toda accin sensata procede de la deliberacin, y el elemento de esta

    es el discurso (Strauss, 2007, p. 111). Con el tiempo, en Occidente se desarrollael corpusde la filosofa poltica, entendida como una parte de la filosofa prcticay dirigida al estudio de la vida del hombre en sociedad, sin el prurito, que sobre-viene despus, de la comprobacin emprica de sus aseveraciones. En cuanto alobjeto de estudio, inicialmente no es ntida la diferenciacin entre lo poltico y losocial. Dicha distincin viene solamente hacia el siglo XIX con el nacimiento dela sociologa, por obra de autores como Augusto Comte y Emile Durkheim, paraquienes la poltica no solo representa una manifestacin especfica de la realidadsocial, sino que adems, la ciencia sociolgica desplaza los conceptos de ciudady Estado como entidades protagnicas de la vida poltica, y asume como objetode estudio a la Humanidad (Prlot, 2006, pp. 36-37).

    En el mbito del estudio de la poltica, el enfoque filosfico tiene hegemonahasta la poca moderna, es decir, hasta el siglo XVII. Desde all, bajo el influjode la crtica que Francis Bacon formula al mtodo cientfico deductivo, y en elcontexto del poderoso influjo de Isaac Newton, se allana el camino de la cienciaemprica. En la mentalidad baconiana, el saber debe llevar a la prctica, la ciencia

    tiene que servir a la industria; los hombres tienen que organizarse para mejorar las

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    condiciones materiales de vida. Por su parte, Newton es el artfice de la primacade la experiencia en el conocimiento humano si ste quiere ser cientfico. Pero

    adems, y ac hay un claro antecedente de la lgica de la ciencia poltica empricacontempornea, la fsica newtoniana hace ver que la experiencia puede racio-nalizarse hasta dar frmulas necesarias y universales, en suma, las leyes que rigenel universo (Valverde, 1996, pp. 139-143). En consonancia con el espritu de lapoca, se establecen como paradigmas de conocimiento las matemticas, la fsica,y en general, una visin mecanicista de la realidad. Este paradigma configura unmodelo epistemolgico que desde las ciencias naturales y empricas abarca todaslas reas del conocimiento entre ellas las ciencias humanas y sociales y cuyo

    ncleo es el establecimiento de un conjunto de verdades absolutas extradas a suvez de las constataciones empricas (Hernando, 2002, p. 203), asumidas en estepunto como irrefutables.

    Como correlato de tal proceso, las disciplinas del espritu o humanas quedanen un nivel secundario de conocimiento, y sobre ellas recae la duda acerca de surigor y cientificidad. Como puede intuirse, a este proceso no es ajeno el estudiofilosfico de la poltica, y por ello gran parte de los asuntos que eran objeto de lafilosofa poltica son empezados a tratar por una ciencia poltica no filosfica que

    forma parte de las llamadas ciencias sociales. Tal tendencia llega hasta nuestros das,y esta nueva ciencia poltica se ocupa bsicamente de descubrir leyes universalesdel comportamiento poltico (Strauss, 2006, p. 19).

    El auge decimonnico de la moderna economa juega un papel decisivo en laconsolidacin del estatuto cientfico de la ciencia poltica. Es una suerte de modelo(Sartori, 2004, p. 350) que an hoy en amplios sectores acadmicos se pretendeseguir con fidelidad, bsicamente en la aplicacin de conocimientos y en la sus-

    tentacin de sus premisas en datos empricos (Colomer, 2004, p. 359). Dentro delas bondades de la economa se destaca el haber sistematizado un lenguaje especialde la disciplina. Por ello los economistas no suelen discutir permanentementela definicin de valor, costo, precio, mercado, es decir, sus conceptosfundamentales (Sartori, 2006, p. 61). Histricamente, la economa se separa dela poltica6desvalorizndola y ponindola en un segundo plano, y llega a dudarde su misma existencia. En este aspecto coinciden tanto el liberalismo como el

    6 Hay que tener en cuenta que la moderna economa se denomin economa poltica.

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    socialismo, los cuales en sus versiones ms radicales como el capitalismo neoliberaly el marxismo conducen a un economicismo, esto es, a una comprensin de la

    realidad estrictamente en trminos econmicos (Prlot, 2006, p. 31) en la que lapoltica es subsumida por la cuestin econmica y social.

    La herencia moderna es recibida con general aprobacin, toda vez que elcarcter de cientificidad, entendido como un criterio ligado exclusivamente a lacomprobacin emprica, influye en todas las reas del conocimiento. La historiade las ltimas dcadas del siglo XX revela la prevalencia de la ciencia poltica sobrela filosofa poltica, incluso con una tendencia a la sustitucin de sta por aquella.

    Otra vertiente pretende transformar la filosofa poltica en ciencia emprica. En susorgenes, tal fenmeno se remonta a la Ilustracin. Sin embargo, algunos hacennotar que la suplantacin de la filosofa poltica por la ciencia poltica conllevaplanteamientos normativos del resorte de la filosofa poltica que son sustituidos su-brepticiamente por ideologas implcitas y enmascaradas (Rubio, 1990, p. 31).

    La dcada de 1950 significa un hito en el devenir histrico del estudiode la poltica. De la mano de la ciencia poltica estadounidense, en este perodosurge una discusin disciplinaria en la que la revolucin conductista o behavio-

    rismo sent las bases de lo que se entiende en lo sucesivo por ciencia poltica. Ensntesis, se trata de la versin positivista de la ciencia poltica (Franz, 2006, p.33). Esta corriente es descrita por Dahl (1964, pp. 91-92) como una protesta delos politlogos norteamericanos contra la ciencia poltica convencional en la quereclaman que la ciencia poltica desarrolle mtodos y procedimientos adicionalesque aporten proposiciones empricas y teoras sistemticas que estn comprobadaspor observaciones ms directas y controladas de los acontecimientos polticos. Ellolleva, entre otras cosas, a que se considere el comportamiento poltico como un

    campo autnomo de estudio, y que se sustituya al Estado por el sistema polticocomo referente bsico de los asuntos polticos.

    La perspectiva conductista puede resumirse en dos argumentos principales. Elprimero, que por cuenta del idealismo de la teora poltica los fenmenos polticosse han alejado de los adelantos de las investigaciones sociales. El segundo, que losconceptos polticos se han teido de una perspectiva ideolgica el ms evidentees el Estado moderno, por lo cual, el objetivo es convertir el estudio de la pol-tica en una disciplina cientfica que resalte los valores del pluralismo democrtico

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    liberal (Aznar, en Aznar & De Luca, 2006, p. 34). El propsito del behaviorismoo el mtodo conductista es explicar, y no solo describir en el plano terico e

    intentar prever en el plano prctico la dinmica de su objeto de estudio. Eviden-temente, al asumir buena parte de la metodologa de las ciencias duras, y modificarparcialmente su objeto de estudio centrndose en el comportamiento humano, laciencia poltica se asimila a cualquier ciencia emprica (Franz, 2006, p. 35). Y loms importante: adquiere su estatuto de cientificidad y certeza cognoscitiva.

    En este contexto, parece comprensible que en el siglo XX, poca en la cual seda el mayor desarrollo de la ciencia poltica como ciencia emprica, se declare la

    defuncin de la filosofa poltica, pues sta es vista por los behavioristas como unacuestin de valoracin y evaluacin poltica (Dahl, 1964, p. 102) que haba cadoen desuso, como quiera que los problemas planteados por sta se consideran supe-rados, pero sobre todo, se pretende formularlos con mayor precisin y rigor porla nueva ciencia poltica. La tendencia epistemolgica y cultural del cientificismose va aunando al academicismo de ciertos mbitos universitarios que representanla vanguardia intelectual de la disciplina. Representativo de tal tendencia es uncomentario de Colomer, para quien ningn escrito de Maquiavelo, Montesquieuo de la mayora de autores clsicos sera aceptado hoy para ser publicado en una

    revista acadmica con evaluadores annimos, pues los escritos de los clsicosson confusos y ambiguos (como si muchos papersde revistas indexadas no lofueran!), y por eso varias generaciones de acadmicos siguen dilapidando sus vidastratando de averiguar qu es exactamente lo que quiso decir Marx o Tocqueville(Colomer, 2004, p. 358). Ms an, para Fernndez (2005, p. 16), la veneracinde los clsicos en la teora poltica es excepcional si se la compara con las demsciencias sociales, en las cuales no ocurre algo semejante.

    La clebre partida de defuncin de la filosofa poltica viene apoyada por elargumento de que en las ltimas dcadas no se produce una obra verdaderamentesignificativa de la materia. Este es un punto muy controvertido pues muchos autorescoinciden en sealar que la Teora de la justicia, publicada en1971 por John Rawlscumple tal mrito y que dicha obra marca un hito en el comienzo del abandonodel paradigma conductista reinante en la ciencia poltica de los Estados Unidos,y abre el camino a una multitud de trabajos que, reivindicando la posibilidad deun conocimiento normativo, pretendieron encontrar, desde la razn, criterios pararesolver los variados conflictos de tipo tico planteados a la sociedad del momento

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    (Migliore, 2002, p. 114). Asimismo, se incluye en este elenco a La sociedad abiertay sus enemigosde Popper, La constitucin de la libertadde Friedrich von Hayek,

    Capitalismo, socialismo y democraciade Schumpeter, Derecho Natural e HistoriadeLeo Strauss, Cuatro ensayos de la libertadde Isaiah Berlin (Rubio, 1990, p. 14) y, ami modo de ver, tal enumeracin no estara completa sin El concepto de lo polticode Carl Schmitt, aparecida en su versin definitiva en 1932. Sin embargo, msall del exceso retrico del decreto de defuncin de la filosofa poltica, se imponeahondar en las explicaciones a tal situacin, pues evidentemente la filosofa pol-tica carga un fuerte descrdito en diversos mbitos acadmicos, a pesar de que sucultivo y debate, as como su enseanza y publicacin en diversas latitudes dan

    muestra de una existencia real y vigorosa. El profesor Rubio cree encontrar unaexplicacin al desuso de la filosofa poltica en el triunfo del sistema democrtico,pues su generalizacin deja sin relieve la discusin sobre los fines y vaca de sentidoalgunas cuestiones fundamentales de la poltica como: Por qu he de obedeceral Estado?, Cul es la mejor forma de gobierno?, entre otros. Con esto, el pro-blema se desplaza de la pregunta Qu poltica? a la de Qu democracia? Otraexplicacin apunta al desprestigio de la filosofa poltica por cuenta de la barbariecometida en nombre de las ideologas polticas como el nazismo, el comunismoy el fascismo (Rubio, 1990, p. 30). En esa lnea, para Strauss (2006, p. 20) cada

    filsofo poltico se equivoca al creer que su enseanza acerca de los fenmenospolticos es absoluta y la verdadera, dndole con ello un matiz ideolgico a susistema. Las ideologas polticas modernas pretenden imponer una cosmovisinde la vida humana. Pero terminan desacreditando el quehacer filosfico-polticodebido a la frustracin y estela de terror que producen histricamente. A mi modode ver, otra explicacin reside en la posmodernidad. El predominio de una cienciaemprica de la poltica ha confluido con el contexto posmoderno segn el cual laformulacin de grandes problemticas y comprensiones holsticas de la realidad

    pasa al retiro. Con ello, la formulacin de los grandes problemas polticos tiendea aplazarse o a verse nicamente con curiosidad erudita. La posmodernidad, asu-mida como teora legitimadora de opiniones del todo vale y no hay respuestasdefinitivas, agudiza el carcter contingente de los fenmenos polticos hacindolosver como cuestiones relativistas y sobre las cuales es imposible acceder a algntipo de verdad y conocimiento seguro ms all del consenso. Vattimo (2004, p.108) lo resume con una pregunta: Qu queda de la relacin filosofa-poltica enun mundo en el que, sea como consecuencia del final de la metafsica, sea comoafirmacin de la democracia, no se puede (ya?) pensar la poltica en trminos de

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    verdad?. A todo ello se aade la tendencia cultural en la que prevalece la dinmicafuncional y utilitarista, en desmedro de preocupaciones ontolgicas, valorativas y

    de carcter perenne. Precisamente aquellas que histricamente han sido propiasdel quehacer filosfico.

    Ante el descrdito de la filosofa poltica pierde calidad y altura el debate p-blico, y con ello, el primer afectado es el ciudadano. La filosofa poltica ha sidojalonada histricamente por la necesidad existencial del ser humano de formularsecon seriedad las grandes aporas polticas, en vistas a la construccin de una mejorcomunidad poltica. Como filosofa prctica, la filosofa poltica est orientada a

    una mejorpraxis, algo que, aplicado a la prctica poltica contempornea, pocosobjetarn o cuestionarn por su pertinencia. Sartori (2005, p. 51) hace notar queel que no sabe nada de filosofa corre el riesgo de servirla y acatarla sin saber, conlo cual resultar ser un mal filsofo (que en todo caso sera un mal menor), perocon seguridad y sobre todo, un psimo politlogo.

    4. La Ciencia Poltica

    Las diferentes disciplinas naturales y humanas o sociales parecen haber llegado aun consenso acerca de: su objeto de estudio, su mtodo y las finalidades epistemo-lgicas. No ocurre lo mismo con la ciencia poltica, en la que no existe un ncleoterico ni un mtodo comnmente aceptado (Laitin, 2004, p. 367), y por ellociencia poltica es uno de los trminos ms debatidos en el mbito acadmicocontemporneo. Como apunt arriba, para comprender la situacin de la cienciapoltica contempornea es preciso delinear el proceso histrico de la misma, en elque es determinante la pretensin de sustitucin de la filosofa poltica. Del mis-

    mo modo hay que precisar los trminos del debate epistemolgico, pues aunquebuena parte de los politlogos contemporneos asumen como ciencia polticael estudio de los asuntos polticos desde una perspectiva positivista y emprica,histricamente la voz ciencia se refiere a conocimiento, sin mayor explicacin nidistincin (Prlot, 2006, p. 17) ni vinculacin con la comprobacin emprica. Deall que en su definicin conceptual, algunos autores desconozcan abiertamenteel carcter exclusivamente experimental de la ciencia poltica. As sucede cuandose define como la forma plenamente consciente de la comprensin del sentido

    comn de lo poltico (Strauss, 2006, p. 24).

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    La ciencia o episteme, se apoya en un estudio sistemtico, riguroso y ordenado.Como he sealado, nicamente desde el siglo XVII el concepto de ciencia se con-

    centra en la perspectiva emprica y experimental propia de las ciencias naturales,y tal fenmeno llega hasta nuestros das. Por ello, es preciso aclarar el panoramacientfico poltico predominante.

    En cuanto se concibe como ciencia emprica con pretensiones terico explicativas,la ciencia poltica distingue cuatro niveles de conocimiento (Colomer, 2004, pp.356-357): definiciones y clasificaciones, mediciones cuantitativas, hiptesis causalesy teora explicativa. As entendida, la ciencia poltica tiene como meta constituirse

    en una teora explicativa de la accin poltica (Mir, 2006, p. 66). En este contex-to, el trabajo del politlogo consiste en obtener los datos necesarios de la realidadpoltica, establecer relaciones entre los mismos, medir el alcance de esas relaciones yelaborar hiptesis, para luego formular un marco conceptual que se nutre del cono-cimiento de la realidad a partir de los datos obtenidos, as como de ideas, principiosy conceptos de la teora (o filosofa) poltica (Colomer, 2004, p. 66). En sntesis, eltrabajo del politlogo y del cientfico social apunta, en buena medida, a disminuirlos grados de incertidumbre presentes en la realidad social (Aznar, en Aznar & DeLuca, 2006, p. 30), y a sustituir la vaga conciencia que adquirimos de la realidad por

    una descripcin ms elaborada, conceptualmente aclarada. Raymond Aron acotaque la objetividad de esta descripcin no queda garantizada ni por la neutralidad(que es imposible) ni por la sola verdad de los hechos (pues se puede componerun retrato falso con hechos verdaderos). Pero, al poner en su sitio los hechos, en lacomposicin de la imagen intelectual, es cuando el conocedor corre el riesgo de serparcial, debiendo ser equitativo (Aron, 1997, p. 29). En nuestro tiempo, la cienciapoltica se ocupa bsicamente de seis reas temticas que, aunque estn delimitadas,mantienen relaciones entre s: la teora poltica, la poltica comparada, los estudios

    institucionales, el anlisis de la opinin pblica, las polticas pblicas, y las relacionesinternacionales (Aznar, en Aznar & De Luca, 2006, pp. 17-18).

    4.1 Dilemas de la ciencia poltica

    A pesar del consenso ms o menos mayoritario que se ha establecido en la acade-mia especialmente estadounidense a partir de la mitad del siglo XX acerca delcarcter cientfico-experimental de la ciencia poltica, varios dilemas son puestos

    de relieve desde diferentes mbitos intelectuales, y ponen en entredicho el cienti-

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    ficismo o el positivismo como estructura epistemolgica vlida para el estudio delos asuntos polticos. Giovanni Sartori (2004, pp. 349-354), uno de los fundadores

    de la ciencia poltica emprica norteamericana es escptico frente a las bondadesde esta disciplina. No solo muestra arrepentimiento por haber peleado por lacientificidad de la poltica, sino que critica la ausencia de un criterio determinantepara juzgar las motivaciones de los actores polticos, lo cual conduce a la ausenciade un mtodo de estudio y un modelo que se ha asumido, el de la economa,que a juicio del profesor de la Universidad de Columbia es inapropiado para lamisma. Asimismo, apunta que la ciencia poltica es un gigante con pies de barroque deberapensarantes que contar, y que se caracteriza por ser: Antiinstitucio-

    nal, y, en el mismo sentido, conductista; tan cuantitativa y estadstica como seaposible; y dada a privilegiar la va de la investigacin terica a expensas del nexoentre teora y prctica.

    El debate epistemolgico acerca de la identidad de la ciencia poltica conservatoda su vigencia (Guzmn, 2008, pp. 268-298). En efecto, varios politlogossecundan la crtica de Sartori. As, para Kaplan (1999, pp. 41-42), es necesarioreivindicar el carcter cientfico de la ciencia poltica pero con requerimientos,supuestos, caracteres e implicaciones parcialmente diferentes a los de las ciencias

    fsico-naturales, puesto que la ciencia poltica no reposa sobre una racionalidadtotalmentediferente a la de estas, ni sobre mtodos ajenos a los de ellas. Del mis-mo modo, Dahl (1964, p. 105) asevera que, a menos que el estudio de la polticadesde una perspectiva cientfica de lugar a, y sea guiado por amplias y atrevidasteoras generales (aun cuando sean vulnerables), tal estudio quedar abocado a latrivialidad. En esa lnea destaca la necesidad de la imaginacin y la especulacindentro del estudio de los asuntos polticos, algo que no parece encajar en la lgicacientfica positivista -que s dentro de la filosofa poltica. No obstante, a pesar

    de las agudas crticas, los lderes ms destacados de la ciencia poltica (sobre todolos norteamericanos) continan aceptando la metodologa cientfica positivistacomo la ms apropiada para la indagacin social (Fernndez, 2005, p. 14).

    En la actualidad, un fuerte elemento crtico a los estudios cientficos vienepor cuenta de la financiacin de las investigaciones. Se trata de una situacinparadjica, puesto que si bien lo que est calificado como cientfico suele estardotado de autoridad, gran parte de las grandes investigaciones acometidas hoyen da son financiadas por empresas privadas multinacionales que, en ocasiones,

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    tienen el propsito de justificar sus intereses particulares con estudios, aunqueello suponga el sacrificio de la verdad y del estatuto cientfico. Monbiot (2007,

    pp. 64-71) seala que tal cosa ocurre en la actualidad con la multinacional ExxonMobil, empeada en contradecir la sonada campaa del cambio climtico sub-vencionando estudios de cientficos y centros acadmicos que relativicen las tesisdel calentamiento global, y considerndola como ciencia basura, mientras quea quienes ponen en duda tal fenmeno los denominan ciencia responsable. Alsubvencionar estas organizaciones, Exxon ayuda a crear la impresin de que lasdudas sobre el cambio climtico estn extendidas. Y para las personas que nosaben que algunas conclusiones cientficas no son de fiar, los nombres de estas

    instituciones contribuyen a popularizar la idea de que hay cientficos serios que noestn de acuerdo con el aparente consenso sobre el progresivo calentamiento de latierra. Evidentemente, no todo el trabajo cientfico que defienden estos grupos esmentira. No recurren a la invencin sino a la seleccin. Y cuando encuentran unestudio que favorezca sus tesis lo promueven sin descanso aunque se publiquenposteriormente investigaciones que lo contradigan.

    Pero sin duda, el aspecto ms polmico de la definicin contempornea de laciencia poltica reside en la pretensin de formular leyes universales del compor-

    tamiento humano, o en otros trminos, de predecir con alto grado de objetividadel comportamiento poltico, tanto de los ciudadanos como de los gobernantes.Algunos autores asumen que una teora poltica que parte de principios generalesy que no recurre a los datos extrados de la realidad, ni establece relaciones entrestos, ni mediciones, ni interpretacin y comprobacin de las hiptesis, no es unateora poltica cientfica, no es ciencia poltica, aunque contenga un marco con-ceptual. A lo sumo se trata de una teora filosfica o una teora ideolgica (Mir,2006, p. 66), entendiendo por ello un conocimiento de calidad inferior.

    Como he querido sugerir en este texto, si se pretende adquirir un conocimientoserio y riguroso de los asuntos polticos, no se trata de desconocer la importanciametodolgica que al saber humano ofrecen los datos empricos extrados de larealidad. Sin embargo, en este punto aparece un equvoco si se contraponen talesdatos con las formulaciones tericas y conceptuales. El equvoco reside en des-conocer que los datos empricos sustentan las teoras y los marcos conceptuales,y que los marcos conceptuales otorgan un sentido y una significacin de la quecarecen los datos desnudos. En este sentido, refirindose a la tarea del socilogo,

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    Aron (1997, p. 29) apunta la necesidad no slo de trabajar sobre datos empricos,sino de enmarcarlos en una teora que les diese sustento, pues no hay compren-

    sin sino a condicin de que haya una captacin de conjunto, equilibrio de loselementos, puesta en su lugar de los hechos, percepcin de la originalidad propiade una especie de orden social en relacin a las otras especies dentro del mismognero. Del mismo modo, si se examina el argumento acerca de la necesidadimperiosa de una metodologa que se centre en los datos empricos como requisitode un estudio cientfico de la poltica, se puede constatar un asunto evidente: quetal concepto no est sustentado en los presupuestos en los que se legitimara laciencia poltica misma. Es decir, el presupuesto metodolgico que debe ser apli-

    cado a todo lo que pretenda ser ciencia poltica no cumple con tales requisitos.La afirmacin no se apoya en relaciones de datos, o en el intento de comprobartal hiptesis. Por eso, la misma ausencia de verificacin de los propios parmetrosde cientificidad parecera reforzar mi hiptesis de que se trata de un presupuestoequvoco que contrapone (innecesariamente) hechos y conceptos.

    La ciencia poltica contempornea tiene el gran mrito de delimitar estrictamenteel campo de lo meramente opinable y de lo cientfico. Ninguna ciencia se basa enjuicios y premisas meramente opinables sino verdaderamente cientficas y cuya base

    epistmica sea slida. Por consiguiente, los textos y trabajos polticos que recurrena estudios, encuestas, estadsticas, estudios de campo, y datos empricos en general,han significado una mirada mejor documentada y en algn caso ms realistadelos asuntos polticos, si por realista se entiende el anlisis de la realidad como tal.Para ello, la ciencia poltica contempornea ha puesto como punto de referencia elcumplimiento de los requisitos de toda explicacin cientfica (Mir, 2006, pp. 68-69), y en ello hay un evidente aporte al conocimiento de los fenmenos polticos.Por citar solo un caso: el teorema del votante mediano, segn el cual, a partir de

    una poltica pblica sometida a votacin mayoritaria se puede determinar cul esla poltica pblica ganadora como el punto ideal del votante que tiene un nmeroigual de conciudadanos a su izquierda y a su derecha. Con base en este teorema, enla Teora econmica de la democraciade 1957, Anthony Downs demostr que en unsistema electoral en el que se resulta elegido por mayora relativa, los partidos polti-cos movern sus plataformas hacia el punto preferido del votante mediano (Laitin,2004, p. 364). Ahora bien, tales presupuestos son aplicables y suficientes comorequisito de cientificidad cuando se trata de fenmenos humanos como los polticos,sujetos de suyo a la imprevisibilidad de las decisiones voluntarias y libres?

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    Para responder a tal interrogante, es preciso reiterar que las ciencias socialesse ocupan de fenmenos humanos colectivos. As, es difcil pensar cmo stos se

    pueden hacer predecibles o determinables mediante leyes universales del resortemetodolgico de las ciencias naturales. Mosca (en Hernando, 2002, p. 203) ase-vera que en las ciencias sociales es ms fcil prever lo que nunca va a suceder queprever exactamente lo que suceder. Pero, adems, en la concepcin emprica ycientfica de la poltica hay dos aspectos medulares que pueden deconstruirse. Sino son suficientes para desvirtuar el paradigma emprico, por lo menos puedenponerlo a prueba.

    El primero, la ciencia poltica se enfrenta al estudio y descripcin de hechos noempricos. Como puede comprobar cualquier observador, en el estudio de lo po-ltico no aparecen como objeto de estudio nicamente realidades empricas. Encierta medida lo son los hechos histricos, los comportamientos humanos y losindicadores de determinados fenmenos. Pero de todos modos, la comprensindel mbito poltico requiere cierto grado de abstraccin, toda vez que las insti-tuciones polticas y ciertos conceptos son constructostericos que se apoyan en laficcin. Ejemplo de lo primero es el Estado como forma de organizacin poltica,y de lo segundo es la teora de la democracia. Puesto en trminos lingsticos,

    ello significa que, en las ciencias sociales, el objeto de estudio est constituidopor seres simblicos, mientras que en las ciencias naturales el referente son objetosinanimados, o que no estn caracterizados por su imprevisibilidad simblica(Sartori, 2006, p. 58). Asimismo, las motivaciones individuales y de los colecti-vos sociales, la psicologa o intereses que sirven como aliciente de las diferentesacciones no pueden reducirse a los datos empricos puros y duros, porque no loson. Ms an, el observador de los fenmenos sociales y polticos hace parte delos hechos de la realidad observada, a los que hasta cierto punto modifica con

    su observacin y sus conclusiones. Los hechos sociales no son susceptibles de serenfocados como objetos o acontecimientos naturales (Kaplan, 1999, p. 41). Porconsiguiente, aunque el anlisis de ciertas facetas y experiencias individuales ysociales pueda ser abordado desde categoras cientficas, el resultado ser parcialsi se pretende estudiarlas a todas mediante tal metodologa, puesto que, en ltimotrmino, las observaciones de los fenmenos sociales no conducen a explicacio-nes causales deterministas. Es decir, si en las ciencias naturales se puede afirmarcon certeza que, dada la causa c, se sabe con certeza, por anticipado, cul ser elefecto e; en las ciencias sociales slo es posible plantear la frmula: dada la causa

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    c, no puedo saber por anticipado si se producir el efecto e, o bien, dada la causaces slo probable que se produzca el efecto e. En ste caso, la causa es necesaria

    pero no suficiente, por ello el proceso est sujeto a la indeterminacin causal, adiferencia del proceso de las ciencias naturales que responde a una determinacincausal (Sartori, 2006, pp. 59-60). Por lo tanto, si la ciencia poltica es una cienciacomo las fsico-naturales, se diferencia de stas en que su nico laboratorio es loque la historia produce, pero que, por su misma naturaleza no es transportable amquinas, ni susceptible de ser sometida a tcnicas de observacin y experimen-tacin (Kaplan, 1999, p. 42).

    El segundo, la tajante separacin entre hechos y valores, propia de la concepcinemprica de la ciencia poltica (y de las ciencias sociales en general) es artificial yerrnea. Es un lugar comn sealar que la tarea de la ciencia poltica es describirhechos y acontecimientos por su carcter objetivo, dejando al margen los valoresy creencias pues son de carcter subjetivo y estrictamente individual. Para MaxWeber (2001, pp. 214-215) se trata de dos problemas heterogneos: de una parte laconstatacin de los hechos, la determinacin de contenidos lgicos o matemticoso de la estructura interna de los fenmenos culturales; y de otro lado, la respuestaa la pregunta por el valor de la cultura y cul debe ser el comportamiento del

    hombre en las asociaciones polticas. A juicio del socilogo alemn, el hombrede ciencia que permite que sus propios juicios de valor intervengan en su anlisisdeja de tener una plena comprensin del tema y se convierte en una suerte depredicador, profeta o demagogo.

    En su crtica a la separacin de hechos y valores de Weber, Voegelin hace no-tar que los hechos que el investigador debe estudiar son elegidos por referencia aun valor que el investigador tiene que elegir, lo que supone que este decide qu

    resulta valioso, y precisamente por ello merece ser conocido y estudiado. En estemarco sera imposible una ciencia libre de valores (Franz, 2006, p. 48). En unsentido crtico del paradigma positivista weberiano, de nuevo, Aron (1997, p. 28)asevera: Los hombres juzgan espontneamente los fenmenos sociales, poseen unsentimiento, vago pero fuerte, de lo justo y de lo injusto. Ese sentimiento formaparte de la realidad misma. Al presentar los hechos o las explicaciones causales enun estilo neutro, como si se abstuviera de apreciarlos, el socilogo finge no ser unhombre como los dems e ignorar el sentido profundo de sus interpretaciones, cualsi la realidad social pudiese ser autnticamente comprendida, abstraccin hecha de

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    las exigencias que los ciudadanos formulan con respecto a su ciudad. Por cuentadel influjo de la distincin weberiana, la ciencia poltica contempornea traza

    como propsito la descripcin y clasificacin de los hechos polticos, y para ello,las matemticas, la estadstica y la economa se erigen como los mejores aliadospara cuantificar y procesar la informacin recogida (Hernando, 2002, p. 208).No obstante, una excesiva cuantificacin de los problemas polticos como la quedenuncia Sartori (2004, pp. 351 y 354) en la ciencia poltica estadounidense, llevaa una falsa precisin o a la irrelevancia precisa. Ante ello, el profesor italiano abogapor una resistencia a la cuantificacin que se puede resumir en: pensar antes decontar. As las cosas, en el descubrimiento de la realidad por parte del hombre de

    ciencia, ste se ve estimulado por valores, en ltimo trmino porque hay valores.El problema no reside en los valores comopremisa. El problema de una cienciaque no sea ciencia comprometida, se plantea en el contexto de la valoracin, esdecir, cuando se tratan de controlar y seleccionar arbitrariamente los hechos, laverdad de las hiptesis y de los enunciados cientficos. Como consecuencia, unaciencia que no verifica o que no falsifica neutralmenteno es ciencia, sino un engao(Sartori, 2006, p. 55).

    A modo de conclusin

    Reconocer las debilidades e insuficiencias del anlisis emprico de los fenmenospolticos situndolo en la perspectiva propia de las ciencias naturales, no conllevanecesariamente al descrdito de la ciencia poltica contempornea. Por el contrario,hoy como ayer sigue existiendo inters por la cosa pblica, y el hombre comnsigue esperando de la poltica la respuesta a sus angustias y preocupaciones msacuciantes (Hernando, 2002, p. 21). Aunque algunos intelectuales y acadmicos

    extendieron la partida de defuncin de la forma filosfica de pensar las cuestionespolticas, la pregunta por las grandes aporas polticas sigue siendo vigente y actual,y la tarea de proponer una correcta formulacin de los problemas, as como la deofrecer soluciones que sean posibles, viables y pertinentes para los diversos asuntospblicos que aquejan al ciudadano de a pie sigue siendo una asignatura pendientetanto de la filosofa poltica como de la ciencia poltica.

    He intentado argumentar la tesis segn la cual el estudio de la poltica debe tener

    en cuenta aquellos datos antropolgicos que, por su mismo tenor, son perennes y

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    universales, y por lo tanto, delimitan un marco de verdad objetivo, tanto para elpolitlogo como para el filsofo poltico. Al reconocer que estas dos disciplinas

    no tienen un carcter antitticoper se, que sus metodologas son complementariasy necesarias para la comprensin de los fenmenos polticos, la ciencia poltica yla filosofa poltica podran reconciliarse de una vez por todas.

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