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Mortalidad infantil Política educativa chilena Leí energía envenenada

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Mortalidad infantil Política educativa chilena Leí energía envenenada

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3 Mortalidad infantil Política educativa chilena La energía envenenada

Año III / N ? 2 2 / Marzo 1973 / Buenos Aires

Revista de ciencia y tecnología

Av. Roque Slúenz Peña 825 , 9 " piso, Of. 93 - Buenos Aires Tel . : 4S-7175

5 Las muertes infantiles en la Argentina José Carlos Escudero y Florentino García Scarponi

8 La energía envenenada John W. Gofman

14 Situación educacional chilena: crisis y soluciones Entrevista a Jorge Tapia Valdés

19 Acerca de la terapia intensiva respiratoria Aquiles J. Roncoroni

2 8 Cultura, ciencia política y dependencia Carlos P. Mastrorilli

3 9 Por una política científica y tecnológica nacional Comité independiente de científicos, universitarios y profesionales de apoyo a la Alianza Popular Revolucionaria

4 6 En el quinto centenario de Copérnieo José Babini

4 9 Tecnología sobre caminos de hierro Horacio Speratti

55 La dependencia: lo que es del César y lo que es de Dios Dante Caputo

3 Editorial: Después de Vietnam. Argentina 1973

18 Humor Nuevo 36 Novedades de ciencia

y tecnología 4 1 Libros nuevos 42 Comentarios de libros 45 Fundación José M. Aragón:

Becas externas para argentinos 54 Juegos matemáticos 57 Correo del lector 6 4 Metegol De las opiniones expresadas en los artículos firmados

son responsables exclusivos sus autores. Problemas de Go

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Nuestra tapa

La portada de esta edición fue realizada especialmente para CIENCIA NUEVA por Barbe, un dibujante francés que estableció comunicación con el público de su país a través de Satirix y Politique Hebdo. Ilustra ahora regularmente en La Recherche y recientemente sus dibujos han encontrado ubicación en la revista norteamericana Playboy.

Omisiones Tecnología y Sociedad, el trabajo de Mario Kame-netzky publicado en Ciencia Nueva N? 21, pági-na 25, corresponde a una conferencia pronunciada en la sesión inaugural del Congreso Mundial "La Ingeniería al servicio del hombre", realizado en se-tiembre de 1972 en París, Francia. En el mismo nú-mero, páginas 43 y 44 la omisión fue más grave: la declaración de la Asociación Gremial de Inge-nieros de Buenos Aires (AGIBA) que incluye un cupón al pie, carece de dirección adonde enviar ese cupón. La dirección es: Chile 1481, Buenos Aires.

Errata En Ciencia Nueva N? 21, página 54, correspon-diente al trabajo de Mario Bunge, Modelo del dile-ma electoral argentino, en la primera columna, el valor de Eficacia E2 correspondiente a Peronistas es de 0,33, como resulta del cálculo elemental allí detallado.

Es una publicación de Editorial Ciencia Nueva S.R.L., Av. R. Sáenz Peña 825, 9? P., of. 93, Buenos Aires, República Argen-tina, Tel.: 45-7175. Distribuidores: en la República Argentina Ryela S.A.I.C.I.F. y A., Paraguay 340, Capital Federal, Tel.: 32-6010 al 29; en Capital Federal, Vaccaro Hnos., S.R.L., Solís 585, Capital Federal. Impreso en Talleres Gráficos DI-DOT S.C.A., Luca 2223, Buenos Aires. Precio del ejemplar: ley 18.188 $ 5 (m$n. 500). Suscripciones: Argentina, ley 18.188 $ 50 (m$n. 5.000) por doce números; Uruguay, $ 3000, exte-rior, por vía ordinaria, u$s. 15 anual. Registro de la propiedad intelectual n? 1.049.414. Hecho el depósito de ley. Derechos reservados en castellano y cualquier otro idioma para los_ tra-bajos originales, y en castellano para colaboraciones traducidas.

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Director Ricardo A. Ferraro

Director Adjunto Hebe Mitlag

Asesores Héctor Abrales Hernán Bonadeo Daniel Goldstein Roberto Lugo Jorge Schvarzer Ricardo Schwarcz

Secretario de redacción Horacio Speratti

Redacción Lucía Bonadeo Katia Fischer Ana Tedeschi Patricia Walsh

Diseño gráfico Isabel Carballo

Dibujo Fernando Díaz María Angélica Peña

Humor Julio Moreno Suar

Secretaría María Susana Abrales Rodolfo D'Amario

Corresponsales

Jerusalén: Eduardo Fischbein Londres: Eduardo Ortiz Los Angeles: Julio Moreno México: Jaime Kravsov Montevideo: Juan Arturo Grompone Nápoles: Esteban Levialdi París: Alain Jaubert - Beatriz Ottonello San Pablo: Ricardo Albizuri Santiago de Chile: Juan Pablo Schifini

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Después de Vietnam

La derrota militar y política de los Estados Unidos en Vietnam constituye un hito en la historia de la humanidad. La guerra de Vietnam se caracterizó siem-pre por su asimetría: los objetivos y los métodos utili-zados por los contendientes fueron cualitativamente diferentes. Esta asimetría llevó a los Estados Unidos a una orgía de destrucción, a un genocidio planificado que sólo es comparable con el perpetrado por la Ale-mania nazi. Pese a la larga lista de atrocidades a que se sometió al pueblo vietnamita —guerra biológica, guerra química, el uso sistemático de armamentos pro-hibidos por los acuerdos internacionales y el exterminio directo de la población civil— la República Democrá-tica de Vietnam y el Frente de Liberación Nacional resultaron victoriosos moral, política y militarmente. El reconocimiento por parte de los Estados Unidos y del gobierno de Saigón de la existencia de un solo Viet-nam y del compromiso de concretar la unidad política y geográfica de la nación de acuerdo a lo establecido por los Acuerdos de Ginebra son índices elocuentes de esta victoria.

El derrotado fundamental de la guerra de Vietnam no fue el ejército expedicionario norteamericano sino la totalidad de la trama social y política de los Estados Unidos. La política genocida de los Estados Unidos en Vietnam no fue el resultado de deformaciones del capi-talismo (como el fascismo en Italia o el nazismo en Alemania) o de la bancarrota de una potencia colonial (como en Francia durante la guerra de Argelia). No fue un hecho excepcional sino el producto natural del estado hegemónico del sistema capitalista. El único res-ponsable del genocidio norteamericano en Vietnam es el esqueleto político de los Estados Unidos, el capita-lismo. La comprensión de este hecho motivó el cues-tionamiento del capitalismo mismo por parte de los habitantes de los Estados Unidos, fundamentalmente por aquellos en contacto directo con la guerra de Viet-nam: los negros (enviados a morir en las acciones de infantería), los jóvenes en general (reclutados para pelear una guerra extraña) y los científicos (colabora-dores habituales del poder militar).

La historia del conflicto muestra un hecho curioso: como si cada mortero del Frente de Liberación Na-cional hubiera detonado dos veces, una en Vietnam y otra en pleno Estados Unidos. Vietnam desencadenó la guerra de los ghettos e hizo evidente que las ideologías que respaldan al genocidio en el sudeste asiático —el imperialismo y el racismo— son las mismas que fun-cionan para reprimir y oprimir a las minorías raciales

norteamericanas, a los negros, a los indios, a los por-torriqueños y a los chícanos. Vietnam destruyó también la conciencia tranquila de los intelectuales norteameri-canos que asombrados y horrorizados comprendieron su papel en el sistema, el por qué y el para qué de sus labores, el destino de sus obras, su total falta de con-trol sobre los resultados de sus propios trabajos.

Las cómodas relaciones entre los científicos norte-americanos y el poder militar, inauguradas durante la Segunda Guerra Mundial y sustancialmente expandidas y profundizadas durante la Guerra Fría, también en-traron en crisis con la guerra de Vietnam. Muchos científicos adquirieron conciencia de su responsabilidad colectiva como generadores de los armamentos y de las tácticas utilizadas en la destrucción del pueblo viet-namita y comenzaron a luchar para independizar a la actividad científica del control de las fuerzas armadas. Porque el arsenal diabólico empleado por los Estados Unidos en Vietnam no constituye el resultado de apli-caciones secundarias de conocimientos adquiridos pri-mordialmente para el uso civil. Por el contrario, casi la totalidad de las novedades tecnológicas y científicas que se aplican para refinar el arsenal norteamericano son el fruto primario de investigaciones sugeridas y financiadas por los militares y por la cúpula del poder político.

^ En el mundo moderno, la ciencia y la tecnología es-tán indisolublemente ligadas a la guerra, independiente-mente de los propósitos individuales de cualquier pro-fesional de la ciencia. Sin embargo, la ciencia no es ni buena ni mala en sí, su contenido moral se lo da el empleo político que se hace de sus frutos. El cuestio-namiento básico al sistema por parte de los científicos y los estudiantes universitarios norteamericanos comen-zó basándose precisamente'en esto: se rebelaron contra el poder político y militar porque Vietnam les había hecho comprender que la única garantía para evitar el desastre moral y la complicidad criminal con el siste-ma, era conseguir el control político de la aplicación de los frutos de su trabajo. Y al asumir esa posición chocaron violentamente con la realidad y descubrieron la necesidad de un cambio social radical para poder alcanzar ese objetivo.

Y fueron precisamente los científicos quienes se constituyeron en la vanguardia del pueblo norteameri-cano en la lucha contra la guerra de Vietnam. Mientras Linus Pauling, Noam Chomsky, Salvador Luria, George Wald, Mathew Meselson, Jon Beckwith, Arthur Galston y otros denunciaban en los Estados Unidos la

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complicidad académica con el poder militar, Lord Bertrand Russell realizaba una valiente campaña en Europa denunciando la política criminal de los Estados Unidos en Indochina. El notable esfuerzo de Russell, conducido con su inteligencia y valentía clásicas, cul-minó en la formación del Tribunal de Crímenes de Guerra Norteamericanos en Vietnam, un cuerpo inte-grado por científicos, literatos y filósofos de la talla de Jean Paul Sartre, Laurent Schwartz e Isaac Deuts-cher que realizó el análisis más documentado sobre el genocidio perpetrado en Vietnam, sus causas, sus con-secuencias y sus responsables.

La guerra de Vietnam es el modelo de las guerras coloniales del futuro. Durante su transcurso se inven-taron centenares de métodos, tácticas y aparatos de pesadilla que tras de ser utilizados contra Vietnam que-darán listos para volverse contra los pueblos de cual-quier parte del mundo. Todo el poderío científico y tecnológico de los Estados Unidos se plasmó en el

campo de batalla automatizado que ahorra bajas expe-dicionarias y crisis políticas en la metrópolis y moviliza masivamente a la industria. Satélites artificiales y super-napalm, encuestas sociológicas y bombas antipersonal, detectores miniaturizados y torturas bajo los efectos de psicofármacos, bombas teleguiadas y defoliación, lluvias artificiales, destrucción de diques, epidemias y mutilaciones, todo está estudiado por científicos y téc-nicos, diseñado por científicos y técnicos, implementado con el asesoramiento de científicos y técnicos. Los cien-tíficos del mundo entero debemos no solamente tomar conciencia y denunciar el uso inmoral que se hace de los resultados de nuestro trabajo, sino también asumir nuestra responsabilidad colectiva en la destrucción de Vietnam y nuestro consiguiente deber de cooperar en su reconstrucción así como de negarnos terminante-mente a colaborar en la realización de proyectos que contribuirán, más o menos disfrazados, a continuar sojuzgando a los pueblos. O

Argentina, 1973

En la noche del 12 de marzo de 1973, la euforia po-pular desbordó las calles del país. Sólo en ese mo-mento el gobierno de la autodenominada Revolución Argentina había accedido a reconocer el categórico triunfo en las elecciones nacionales del Frente Justicia-lista de Liberación y a bajar su fuerte brazo represivo para tolerar el festejo.

No es necesario el análisis de políticos y sociólogos para reconocer que en esos resultados el país expresó su deseo de retomar el curso de la historia que fuera interrumpida y congelada el 16 de setiembre de 1955, fecha inicial del oscuro período que se afianza en 1962 y 1966, ofreciéndose dispuesto a culminar un proceso de independencia que debió haber sido consumado hace más de 10 años.

La alegría que el resultado de este acto eleccionario nos deja, las renovadas esperanzas que nos aporta —a nosotros argentinos y a todos los que en el mundo luchan por una causa que dignifique al hombre— no pueden ocultar la injusticia en la distribución de los beneficios de este proceso, a lo largo de los últimos años.

Las minorías gobernantes y sus naturales aliados, los capitales imperialistas, tuvieron a su favor 17 años que aprovecharon bien —y a un bajísimo costo huma-no— para consumar la entrega de fuentes vitales de nuestra riqueza, para perpetuar y acentuar el desequi-

librio en la distribución de los bienes, para asegurar y aumentar sus privilegios, para desarticular la ense-ñanza, destruir a la Universidad, perseguir la investi-gación y atacar toda forma de cultura; para mantener a grandes sectores populares en la sumisión, en la ig-norancia, en la dependencia y hasta en el miedo y en la indigencia. Tuvieron tiempo para estructurar al país y a sus habitantes al servicio de sus intereses de clase. El resultado de las urnas marcó una vez más a los responsables.

Para llegar a la expresada realidad de esos resulta-dos eleccionarios, la civilidad, en cambio, debió pelear. Fue reprimida y asustada, fue cotidianamente inferio-rizada, sufrió detenciones y torturas, llenó las cárceles, entregó la sangre de cientos de heridos, de decenas y decenas de muertos.

Y todavía deberá luchar duramente para ejercer el poder, para desarmar pieza por pieza la estructura cuidadosamente montada para impedirle ejercer libre-mente sus aspiraciones.

Tenemos un país herido, frustrado; la reparación no será rápida ni fácil; la reconstrucción más difícil y larga aún. Pero queremos hacerla sin padres ni salva-dores, queremos ejercer el derecho de hacer y el de equivocarnos.

Queremos ser los arquitectos de nuestra casa, de nuestra ciudad, de nuestro explotado Continente.

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Líis muertes infantiles en la Argentina

José Carlos Escudero Florentino García Scarponi

La opinión pública ha recibido con asombro la noticia que la mortalidad infantil en la Argentina * lia permanecido sin descender durante los , últimos quince años, y presenta en 1968 cifras ligeramente superiores a 1954. Un estudio reciente 1

que compara la evolución

de este indicador en la Argentina y otros seis países, elegidos porque presentaban un registro confiable de natalidad y mortalidad y tasas semejantes a las nuestras en 1954, reveló que todos, con la excepción de nuestro país, las habían reducido significativamente quince años después.

1954 1961 1968 •pa¡s ~ • • • - -

___ Tasa índice [asa índice Tasa índice

A r g e n t i n a 60,4 100,0 59,1 97,8 61,0 101,0

P u e r t 0 R i c o 57,6 100,0 41,5 72,0 28,3 49,1

H u n g r í a 60,7 100,0 44,1 72,6 35,8 59,0

U , R , S - S 68,0 100,0 32,0 47,0 26,4 38,8 Alemania Oriental 50,3 100,0 33,7 67,0 20,4 40,5

I t a l i a 5 3>° 100,0 40,7 76,8 32,2 60,7

E s p a ñ a 55,2 100,0 46,2 83,7 32,0 58,0

dad infantil ^ V ^ ( d " E s t e

relaciona las muertes de niños " r e s ^ e S n W ^ " ^ 0 ® 0 T a S * ^ m ° " a l i -xa» tstt&sEs rr —~

Introducción Este fenómeno de estancamiento en las cifras de mortalidad infantil es doblemente sorprendente porque se registra excepcionalmente en la lite-ratura demográfica y porque, en el caso de nuestro país, la nivelación de la mortalidad infantil rompe una sostenida tendencia al descenso de esta tasa, que había llevado sus va-lores de 90,2 a 60,4 en 1954. Con-viene profundizar la descripción de esta violencia silenciosa que anual-mente mata 30.000 niños argenti-nos. Analizaremos por separado las causas médicas de estas muertes —aquellas que el médico anota en el certificado de defunción— y las cau-sas que se originan en el medio so-cial en el cual el niño nace y que, en muchos casos, terminan con su vida.

Causas médicas de las muertes infantiles Un análisis acerca de las muertes infantiles en 1968 (último año para el cual se tienen datos de todas las provincias) revela que 12,2 por ciento no tuvieron atención médica en su última enfermedad, que en el 16,1 por ciento se ignora si tuvieron o no atención médica en tanto que en el 10,5 por ciento el certificado de defunción no fue firmado por un médico. En éste, como en todo otro indicador sanitario o social, se ob-servan grandes diferencias entre pro-vincias.

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División política Número

de muertes infantiles

mortalidad infantil por mil nacidos

vivos

% Tasa de

mortalidad de muertes

infantiles sin atención

médica

% de muertes

infantiles con atención

médica ignorada

% de certific.

de def. infantiles

no llenados por médico

Total de la República . . . . 29.550 61,9 12,2 16,1 10,5 Capital Federal 3.636 46,8 2,2 7,2 0,7 Buenos Aires 6.470 50,5 4,8 21,0 —

Catamarca 412 85,9 24,3 4,4 15,3 Córdoba 2.059 46,7 8,9 4,1 2,9 Corrientes 1.266 79,0 19,0 13,0 14,1 Chaco 1.517 108,1 28,8 3,0 36,1 Chubut 350 73,2 26,6 16,3 16,0 Entre Ríos 1.050 60,1 10,8 6,9 2,0 Formosa 421. 69,0 23,5 19,5 13,8 Jujuy 1.464 138,6 32,7 14,8 17,6 La Pampa 197 53,6 7,6 5,6 0,5 La Rio ja 236 78,8 11,9 28,4 9,7 Mendoza 1.258 66,8 6,3 24,2 1,3 Misiones 1.043 82,6 17,0 29,8 2,6 Neuquén 576 118,5 23,6 16,1 5,9 Río Negro 787 114,7 21,1 4,7 10,8 Salta 1.866 118,9 5,6 65,2 58,0 San Juan 747 74,0 11,2 — 0,3 San Luis 271 70,2 20,3 5,9 3,3 Santa Cruz 120 54,8 13,3 11,7 5,8 Santa Fe 1.380 36,0 7,1 13,0 0,1 Santiago del Estero 796 64,2 42,1 15,7 49,7 Tucumán 1.630 76,1 10,5 1,8 8,6 Tierra del Fuego, Antártida

e islas del A. Sud . . . . 16 60,4 — — —

Causas de mortalidad infantil en la Argentina, año 1968 Causa N° de muertes % del total

Varias enfermedades infecciosas . 12.706 43,0 Síntomas y estados mal definidos 2.653 9,0 Lesiones al nacer 2.404 8,1 Anomalías congénitas 1.401 4,7 Otras 10.386 35,1

Total 29.550 100,0

Si pasamos revista a las causas médicas por las que murieron estos niños veremos que no menos del 43 por ciento de las muertes se debie-ron a enfermedades infecciosas,2 es decir un tipo de patología que es ca-si siempre prevenible o curable. Ten-gamos presente que países como Suecia u Holanda cuyas tasas de mortalidad infantil, las más bajas del mundo, se encuentran cerca del lí-mite de lo que la tecnología actual puede lograr, demuestran que en la Argentina pueden, teóricamente, evi-tarse cerca de 20.000 muertes infan-tiles cada año.

Causas ambientales de la mortalidad infantil

La mortalidad infantil no es sola-mente un reflejo de la situación de salud de una comunidad. La labili-dad del organismo en su primer año de vida hace que los factores medio-ambientales sean capaces de llevar rápidamente al niño a situaciones de

enfermedad y a la muerte. Existe una nutrida y creciente bibliografía, alguna de la cual ha sido originada en nuestro país8, 4| 0 que avala la evi-dentísima relación entre mortalidad infantil y desempleo, distribución regresiva del ingreso, analfabetismo, disminución del poder adquisitivo del salario, malas condiciones de vivienda y otros elementos de la epi-demiología de la dependencia.

La vía más usual de acceso de estas regresiones al niño se da a tra-vés de la desnutrición,0 problema cuya magnitud está subestimada en nuestro país 7 por una serie de me-canismos que van desde la negación

de la existencia de desnutrición en la Argentina, hasta el vicio de for-mación de muchos de nuestros mé-dicos que le niegan papel de agente en el desenlace mortal de gran parte de la patología infantil. De cualquier forma pudo registrarse en 1968 que el 57 por ciento de los muertos me-nores de 5 años de edad en Chaco y el 36,9 por ciento en San Juan, pre-sentaban formas moderadas o seve-ras de desnutrición5 y que el 4,7 por ciento de las defunciones con certificación médica de niños de 1 a 4 años se debían específicamente a "avitaminosis y deficiencia nutri-cional".8

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Comentario» Lo más notable de la situación que acaba de exponerse, es su carácter de evitable. Salud es un sector que no requiere excesivas inversiones de ca-pital, ni divisas extranjeras, ni knoio hoto que deba ser importado. Es, fundamentalmente, mano de obra intensiva y es bien sabido que en la Argentina la gente que trabaja, en general gana poco dinero. Las medi-das que pueden tomarse dentro del Campo de la Salud Pública para hacer bajar la mortalidad infantil son obvias y utilizan una tecnología ru-dimentaria: provisión de alimentos y agua potable, inmunización sistemá-tica de la población, atención y tra-tamiento médico oportuno de cua-dros infecciosos. Ni siquiera puede argüirse que exista escasez de recur-sos humanos para ponerlas en prác-tica, ya que la Argentina tiene una de las densidades de médicos por población más alta del mundo y puede elegirse entre el ejército de desocupados a aquellos que, tras una breve capacitación, ejercerán tareas auxiliares en el esquema de medidas.

La mortalidad infantil es un re-

flejo indirecto de nuestras priorida-des nacionales. Que nuestro país, con cerca de 1.000 dólares anuales de ingreso per cápita y que consi-dera necesario fabricar casi 200.000 automóviles particulares por año, tenga una mortalidad infantil de 60 por ciento, corresponde a una sinies-tra lógica global.

Lo expuesto ha sido un primer esbozo del problema y hemos inten-tado apuntar algunas de las carac-terísticas de este silencioso, cotidia-no y anónimo asesinato.O

José Carlos Escudero, nació en 1938, Es médico y diplomado en Salud Pública y Planificación de Salud (Universidad de Buenos Aires), licenciado en Estadísticas de Salud (Universidad de Chile) y Master of Arts in Sociology (Universidad de Michigan), Enseña y trabaja en Estadística de Salud. Florentino García Scarponi, nació en 1939. Es médico (Universidad de Rosario) y diplomado en Salud Pública (Universidad de Buenos Aires). Autor de varios trabajos sobre mortalidad infantil y preescolares, trabaja en Estadísticas de Salud y programación de la atención médica.

Bibliografía

1 Garc ía Scarponi, F , ; Durante de Camps, K. M.: Tendencia de la Mor la! ¡dad In-fantil en Argentina, 1954-1968, Publi-cación del Departamento de Estadíst ica de Salud Serie 5 , N? 18, año 1972 .

2 García Scarponi, F.: Mortalidad Infantil en la República Argentina, Boletín de Programa Nacional de Estadísticas de Salud, A ñ o 1, N" 7, 1 9 7 1 .

3 Behm Rosas, H.: Mortalidad infantil y ni-vel de vida, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1962.

J Cacopardo, María C. y Fel ler Jorge, J . : Estudio de la mortalidad infantil en la Pda. de Tucumán, Publicación del De-partamento de Estadísticas de Salud Serie 2 , N? 3, 1972.

5 Investigación Interamericana de Mortali-dad en la Niñez, Informe Provisional, Organización Panamericana de la Salud, 1971.

«Schimshaw, M, S. ; Taylor, C . E . : Accio-nes recíprocas entre la nutrición y la in-fección, O M S , Serie Monograf ías , N'-' 5 7 .

7 Escudero, José C.; Garc ía Scarponi, F . ; ICotliar, H. A.: Un aporte al conoci-miento de la desnutrición en la Argenti-na, Cuadernos de Salud P ú b l i c a , " U n i -versidad de Buenos Aires, en prensa.

8 Garc ía Ccarponi, F . ; Durante de Camps, R. M.: Morbimortalidad en la población de 1 a 4 años de edad, Boletín del Programa Nacional de Estadíst icas de Salud, A ñ o 2 , N? 20, 1 9 7 2 .

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La energía envenenada John W. Gofman

El hombre elegido por la Comisión de Energía Atómica de EE.UU. para calcular los riesgos de sus distintos proyectos se convirtió en el enemigo número uno de las centrales nucleares. Aquí explica el porqué de ese cambio.

"La industria nuclear es una indus-tria muy peligrosa... los que hoy toman decisiones en la materia com-prometen el destino de la humani-dad entera y eso por varios mile-nios . . . La tasa de radioactividad tolerada según las normas existen-tes en los EE. UU. puede provocar, cada año, la aparición de 32.000 casos de cánceres suplementarios y de 150.000 a 1.500.000 de muertes suplementarias!"

El que habla así es John W. Gof-man, un físico nuclear de primer arden, uno de los que en los EE. UU. encabezaron una cruzada, no solamente contra el armamento ató-mico, sino también contra las apli-caciones llamadas "pacíficas" del átomo. Codescubridor con Glenn T. Seaborg del Uranio 233 y de su fi-sión, autor de numerosos trabajos de física y radiología, Gofman co-laboró en las investigaciones del proyecto Manhattan que tuvo como resultado la fabricación de la prime-ra bomba atómica. Después de 1947, se dedicó a la docencia universitaria y sobre todo, como tantos otros fí-sicos disgustados por las aplicacio-nes de la física nuclear, a la investi-gación médica.

En 1963, la "Atomic Energy Commission" (A.E.C.), el equiva-lente norteamericano de nuestra Co-misión Nacional de Energía Atómi-ca, se enfrentó a muy violentos ata-ques. Llegaron a Washington infor-mes médicos y técnicos confidencia-les: después de un número excesivo de pruebas en la atmósfera, la tasa de radioactividad aumentó en pro-

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porciones alarmantes. Ese pánico de los años sesenta llegó hasta los de-legados de las conferencias sobre el desarme. El 5 de agosto de 1963, la URSS y los EE.UU., firmaron el tratado de Moscú que prohibió las pruebas en la atmósfera y el mar (cien naciones adhirieron al tratado, pero entre éstas no están Francia ni China). Antes del tratado, los diri-gentes del AEC decidieron empezar una importante encuesta para cono-cer los efectos sobre los hombres, animales y plantas de todas las prue-bas, experiencias y programas que intentaron. El director del Laurence Laboratory de Livermore (Califor-nia), uno de los grandes laboratorios que investigan sobre el armamento nuclear, pidió a John W. Gofman aceptar la dirección de esa encuesta.

Este la aceptó y pidió la colabo-ración del bioquímico Arthur Tam-plin. Tres años más tarde, cuando los dos investigadores publicaron el resultado de sus trabajos, que hu-bieran tenido que preocupar al AEC, se encontraron iniciando una de las más fuertes polémicas científicas de la postguerra. El AEC, sostenido por el "lobby" de los industriales de la energía atómica, contraatacó con vigor. Pero Gofman y Tam plin, infatigables, llamaron a la opinión pública, escribieron innumerables artículos, publicaron libros1 y mul-tiplicaron sus conferencias.

Es la historia de esa lucha, la que John Gofman presenta aquí.

Alain Jaubert

"Una de nuestras primeras tareas, confiada a mi colega Arthur R. Tam-plin que dirigía un equipo de doce investigadores, fue redactar un ca-tálogo de todas las sustancias radioac-tivas, determinando la manera se-gún la cual esas sustancias son ab-sorbidas por las plantas, los anima-les, el agua y la tierra, al ser recha-zadas en la atmósfera y determinan-do al mismo tiempo las tasas de con-taminación que se deben esperar después de las precipitaciones de la nube radioactiva en función de la dis-tancia y de las condiciones meteoro-lógicas. Este catálogo ha sido termi-nado y nos permite determinar para cada sustancia radioactiva la manera según la cual afecta cada órgano del cuerpo, si se absorbe en cierta can-tidad.

Ya existían varias asociaciones en-cargadas del estudio de los efectos de las radiaciones, por ejemplo la International Commission on Radio-logical Protection ( ICRP) o la Fe-deral Radiation Council (FRC). El estudio de los sobrevivientes de Hiroshima parecía haber demostrado que, para los irradiados, la leucemia aparecía en primer lugar y después, mucho más tarde, otras formas de cáncer. Basándose sobre estos datos estadísticos y sobre algunos otros es-tudios como el de los doce mil pa-cientes tratados con raxos X en Gran Bretaña, los grupos responsables de la protección habían llegado a la

1 Population control through nu-clear pollution Nelson Hall, Chicago. Poisoned Power Rodal Press, Emmaus,

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conclusión siguiente: había una apa-rición de cáncer para cada caso de leucemia provocada por la irradia-ción.

Fue uno de nuestros objetivos ve-rificar esa afirmación. Por consi-guiente, estudiamos con precisión los datos publicados por los diferentes grupos y en 1969, tres años después de la última publicación de la Co-misión Internacional ( IRCP) , en-contramos que sus primeras conclu-siones eran erróneas. El estudio de los sobrevivientes de Hiroshima y de los británicos irradiados, mostra-ba claramente que no había que es-perar un cáncer por cada leucemia, sino más bien ¡veinte cánceres por cada leucemia!

Esto nos llevó a considerar el pro-blema de las dosis de irradiación autorizadas por los reglamentos. En la industria, a pesar de las precau.-ciones, un cierto porcentaje de pro-ductos tratados se difunde en el me-dio; esto es válido también para la industria nuclear: los centros de in-vestigación, las usinas de tratamien-to, el transporte de los materiales radioactivos, los reactores nucleares para la producción de electricidad y todas las demás instalaciones que usan productos radioactivos, consti-tuyen entonces riesgos de contami-nación para el medio. Por el eso el Consejo Federal de Ra-diaciones (FRC) declara que la do-sis dispersada no tendrá que superar 0,17 rad2 por año y por ciudadano norteamericano es decir, alrededor de cinco rads por persona desde el nacimiento hasta la edad de los trein-ta años.

a El rad es una unidad de dosis de rayos absorbidos. Corresponde a una energía de 100 erg producida en tin gramo de sustancia considerada, por los rayos (rayos X, rayos gama, neu-trones, etc.)

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¿Dos horas de vida?

Sin embargo, nuestros cálculos de-mostraron que un rad aumenta to-das las formas de cáncer en un 2 por ciento. El hecho de acumular cinco rads durante la primera parte de la vida de los individuos lleva enton-ces a un aumento de 5 X 2 = 10 por ciento de la probabilidad de apa-rición del cáncer. Aproximadamente alrededor de 320.000 casos de cán-cer se declaran cada año en los EE. UU., un aumento del 10 por cien-to corresponde a ¡32.000 casos su-plementarios! Así las normas de con-taminación radioactiva que prohiben a la industria nuclear sobrepasar el umbral de 0,17 rads por año y por persona, podrían sin embargo causar la aparición de 32.000 casos suple-mentarios cada año. Y en todos los países que aplican esas mismas nor-mas podemos suponer que se encuen-tra esa proporción del 10 por ciento de casos suplementarios cada año. Calculamos así que esta contamina-ción autorizada podía provocar de 150.000 a 1.500.000 muertes suple-mentarias cada año. Este aumento de mortalidad se debe a causas ge-néticas. Pues los residuos radiacti-vos difundidos en el medio no so-lamente causan la multiplicación de los casos del cáncer y leucemia, sino también actúan sobre las células re-productivas y en particular sobre sus cromosonas provocando mutacio-nes. Así debemos esperar, con la do-sis autorizada, un aumento no sola-mente del número de las enferme-dades genéticas como la hemofilia, la anemia faciforma o la galactose-mia, normalmente bastante escasas,

sino también un aumento de los ca-sos de diabetes, enfermedades car-díacas y mentales. El profesor Jo-shua Lederberg, premio Nobel de medicina, publicó poco tiempo des-pués de nuestra propia publicación, una estimación del riesgo genético al cual estaba sometida la población con estas normas de radiación. Se-gún él, las normas del AEC pueden causar un aumento de la tasa de mu-tación de la población norteameri-cana del 10 por ciento y, para la ge-neración siguiente, el costo médico de esas mutaciones suplementarias será de diez mil millones de dóla-res por año.

Uno de los argumentos de los de-fensores de la energía nuclear, cuan-do se les ataca sobre estos puntos, consiste en lo siguiente: "Podemos admitir la existencia de un pequeño riesgo: esto quita dos horas de vida a cada persona. Después de todo, vale la pena sacrificar dos horas de vida para disfrutar de todos los be-neficios de la electricidad". En rea-lidad, esta manera de utilizar los cálculos es totalmente absurda. To-mamos el ejemplo de un chico que muere de leucemia a los diez años. Perdió por lo menos sesenta años de su vida. Pero, las estadísticas toman esos sesenta años, los agregan a to-dos_ los años perdidos por los demás individuos muertos precozmente y repartiendo el total entre toda la población declaran que no equivale más que a dos horas de vida.

Otro de sus argumentos es pre-tender que exista un umbral de to-lerancia del cuerpo humano y de sus diferentes órganos: por debajo de ese umbral, las radiaciones no ten-drían ningún efecto y se podría en-tonces sufrir dosis débiles sin nin-gún peligro. Claro, esto sería lo ideal, pero no lo verificaron al nivel del experimento. Al contrario, las

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experiencias demuestran que, si ha-cen falta cien rads o más para indu-cir algunos casos de cáncer, una sim-ple radiación de dos o tres rads en fetos durante el período de gesta-ción, es suficiente para causar un cáncer. El 9 de octubre de 1969, presentamos el resumen de nuestras conclusiones al Instituto de Ingenie-ros de Electricidad y Electrónica. Fue una comunicación muy fría, con-ciliadora y sin pasión. Pedimos el apoyo del AEC para encontrar una mejor reglamentación de dosis acep-tables. Pensábamos por ejemplo, que era necesario reducir por lo menos 10 veces el umbral de radioactividad autorizada. Dimos a la gente del AEC la posibilidad de cambiar su posición de una manera honorable. Después de todo, éramos sus em-pleados. Hubieran podido formar un comité y hacer estudiar a fondo y con seriedad el problema de las nor-mas, Pero al contrario, nos atacaron inmediatamente.

El hecho que yo tenga una cierta reputación científica en los EE. UU. y aun fuera, no les impidió procla-mar que todo eso era ridículo y po-co prudente, que no sabía lo que de-cía. Entonces muchos periodistas preguntaron: "¿Si Gofman y Tam-plin son tan ridículos, por qué el AEC no publica un artículo demos-trando que se equivocaron?" El AEC respondió que tal artículo era demasiado técnico y difícil.

Dos meses después de nuestra co-municación, el ICRP publicó un agregado a su informe de 1966. ¡Y ahora constatamos que el ICRP está de acuerdo con nosotros! Según sus nuevas cifras, la ocurrencia del cán-cer sería cinco veces y medio mayor a la de la leucemia. No llegaban to-davía a nuestra relación de "veinte por uno", pero el mismo ICRP pre-cisaba que su cifra no tomaba en cuenta las diferencias entre las do-sis recibidas por la médula ósea, don-de se origina la leucemia y las dosis recibidas por diferentes órganos don-de nacen otros tipos de cáncer. In-troduciendo esta corrección en los resultados del ICRP, se obtiene una proporción de 21,5, cifra que coin-cide claramente con nuestras pre-visiones.

Así, dos meses después de noso-tros, un organismo oficial interna-cional llegaba a las mismas conclu-siones, Pero el AEC se negó a tomar en cuenta el nuevo informe del

ICRP y siguió basando sus estima-ciones sobre las cifras de 1966, es decir "un cáncer por una leucemia". Sin embargo, las conclusiones del ICRP se vieron confirmadas poco tiempo después por el Dr. David Le-vine del Instituto Nacional del Cán-cer de Francia y por muchos otros médicos e investigadores tanto en los EE. UU. como en otros países.

Por consiguiente, existía un cierto acuerdo entre los investigadores. No empezó una discusión seria, lo nor-mal en este caso, sino una violenta campaña animada no solamente pol-los dirigentes del AEC, sino sobre todo por las compañías de electrici-dad, la General Electric, Westing-house y todos los industriales de la energía nuclear. El leit-motiv era "Tamplin y Gofman se desacredita-ron. Todo lo que dicen es falso".

Hasta aquel entonces, no nos ha-bíamos preocupado de la producción de la electricidad nuclear. Pensába-mos que ya estaba muy bien estudia-do. Nos habían preocupado, sobre to-do como científicos, los proyectos como el programa "Plowshare" que preveía el uso de explosiones nuclea-res para abrir puertos, canales, arra-sar montañas y desviar ríos. Estos proyectos parecían peligrosos y con-taminantes. Nos preocupaba también la carrera al armamento nuclear que aumentaba cada vez más. Pero, la producción de electricidad utilizan-do reactores nucleares nos parecía totalmente razonable. Sin embargo, como todos los ataques venían del sector de la electricidad nuclear, em-pezamos a estudiar con mucha aten-ción todo lo dicho y publicado en la materia. Nos dimos cuenta que la industria nuclear era el más gi-gantesco fraude y que la humanidad entera era su víctima.

La humanidad como conejito de indias

Primera mentira: Los promotores de la energía nuclear tratan de hacer creer en sus declaraciones y publici-dades que la dosis de 0,17 rad es to-talmente inofensiva. Demostramos que era algo falso.

Segunda mentira: Las centrales nucleares estarían seguras. Aun si hubiese una posibilidad sobre diez mil de que una central nuclear su-friese un accidente grave por año, ya sería un riesgo inaceptable. Pero

la experiencia de la industria nu-clear es tan reciente y limitada que sus responsables no pueden decir aún si esa probabilidad es de uno sobre cien, sobre diez mil o un mi-llón. No conozco esta probabilidad pero estoy seguro de una cosa: ellos no la conocen tampoco. No puedo decir que las centrales son seguras, ellos tampoco. No puedo decir hasta qué punto son peligrosas, ellos tam-poco.

El Dr. Walter Jordán, uno de los difusores de la energía nuclear, llegó a decir: "¿Hemos llegado a dismi-nuir a un nivel aceptable —por ejem-plo menos de una posibilidad sobre diez mil— el riesgo de que haya un accidente grave por año en un reac-tor? No existe ningún medio para probarlo. Acumulamos algo así co-co cien años-reactor de experiencia sin accidente en la producción nu-clear de electricidad. Estamos lejos de cien mil o diez mil y los datos no son hasta el momento suficientes. La única solución es seguir acumu-lando esta experiencia". La idea se puede resumir así: usamos a la hu-manidad como conejito de indias. La idea mía es que eso no se puede hacer.

Los propagandistas de la energía nuclear suelen usar el argumento si-guiente: cualquier persona se puede sentar sobre un reactor sin proble-ma. No me interesa. Pienso que eso es cierto: los reactores se construyen bien y uno puede sentarse arriba sin recibir una dosis más fuerte que en otros lugares. Pero ese no es el pro-blema. Lo que los propagandistas olvidan decir es que cuando haya un accidente serio en una central o usi-na de tratamiento, si los materiales radioactivos se difunden en la atmós-fera, habrá que evacuar las pobla-ciones vecinas. No les gusta hablar de eso. No registramos todavía nin-

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gún accidente grave en los EE. UU. —salvo el accidente del reactor En-rico Fermi, cerca de Detroit y por suerte sus consecuencias estuvieron limitadas— pero la primera vez que tengamos uno, será el fin de la in-dustria nuclear. Cuando discutí el accidente del reactor Enrico Fermi con los responsables del AEC, me dijeron: "Ud. vio, los residuos no pasaron los límites de la usina. No tuvimos que evacuar Detroit". En-tonces les pregunté: " ¿ Y qué nece-sitan todavía? ¿Otra ocasión para verificarlo?"

Lo que hace la industria nuclear tan peligrosa para la humanidad, es que las consecuencias de cada error se prolongarán durante períodos de quinientos años hasta doscientos mil años. Productos radiactivos de fi-sión, como el estroncio 90 o el ce-sio 137 por ejemplo, tienen un "pe-ríodo" 8 de treinta años. Esto signi-fica que volverán a un nivel de ra-dioactividad inofensivo (un millón de veces inferior, por ejemplo) so-lamente después de un plazo de por lo menos veinte períodos, es decir de seiscientos años. ¿Puede Ud. ci-tarme un gobierno o un organismo civil que haya durado seiscientos años? ¿Quién garantiza la conserva-ción y la administración de los resi-duos radioactivos cuando haya revo-luciones, guerras, atentados, cambios de gobierno?

Otro problema es el del plutonio. Es uno de los principales subproduc-tos de la industria nuclear que pro-viene de la captura de neutrones por el uranio 238. Era el "explosivo" de la bomba de Nagasaki y era el combustible de reactores rápidos. Una usina como la proyectada usina de Barnwell (Carolina del Sur), producirá más de ocho toneladas por año, es decir, lo necesario para fa-bricar 11.000 bombas de Nagasaki. Este plutonio lo transportaron a par-tir de Barnwell en containers (reci-pientes) de 25 kilogramos. Como cada tren va a transportar dos o tres containers, habrá, por término me-dio, veinticinco trenes por año. Ha-ce diez años, un experto, calculan-do_ la probabilidad de desvío de tres aviones gigantescos por piratas del aire en una sola semana, en la región del Middle West hubiera dicho que era ínfima. Sin embargo, así pasó.

3 O "semi-vida". Tiempo al fin del cual la mitad de los núcleos de un cuerpo radioactivo se desintegra.

¿Cómo calcular hoy la probabili-dad de un desvío de un cargamen-to de plutonio? ¿Quién va a impedir el surgimiento de un mercado negro de plutonio con sus traficantes, sus espías y hold up? Hacen falta sola-mente algunos kilos de plutonio pa-ra fabricar una bomba atómica. ¿Qué pequeño país va a resistir la tentación?

Además, sabemos que la conta-minación por el plutonio es la más peligrosa de todas. Si se abre uno de los containers de 5 kilogramos de plutonio a causa de un atentado o accidente cerca de una gran ciu-dad, va a liberar un número de par-tículas capaces teóricamente de pro-ducir 440 mil millones de casos de cáncer del pulmón para tres mil mi-llones de seres humanos. Todas esas partículas no se difundirían unifor-memente, por supuesto. Suponga-mos que una sola partícula sobre diez millones sea a fin de cuentas inhalada por pulmones humanos: eso causaría todavía 44.000 casos de cáncer del pulmón. Todo eso sin to-mar en cuenta las partículas no inha-ladas que al caer sobre el suelo, po-drían ser llevadas por el viento a dis-tancias enormes aun de un Conti-nente a otro y esto durante varias decenas de millares de años, puesto que el plutonio tiene un período de 24.400 años.

Pasto - Vaca - Leche - Niño

Aun^si se evita la brutal contami-nación por accidente, siempre exis-tirá una por disipación lenta. En el caso de la industria química, no pue-de evitarse que alrededor del 1 por ciento del producto tratado sea echa-do de nuevo en Ja atmósfera o el agua. Esta proporción de "pérdidas" resultaría sumamente catastrófica en el caso de una usina como la de Barnwell. Podemos suponer que sea posible reducirla a un diez milésimo (tasa de seguridad nunca alcanzada en ninguna industria): aun así, se-ría considerable la cantidad de ra-dioactividad difundida en el medio. En Barnwell piensan tratar 1.500 toneladas de combustible nuclear por año. Es decir que habrá en la usina, permanentemente en cada momento mientras ella funcione, quince veces la radioactividad de todas las preci-pitaciones producidas por todas las pruebas nucleares norteamericanas

o soviéticas en la atmósfera, o si pre-fiere otra comparación, la radioacti-vidad de 192.000 bombas de Hiro-shima o Nagasaki. En caso de gue-rra, un bombardeo de esa usina se-ría suficiente para producir los mis-mos efectos secundarios que milla-res de bombas atómicas. _ Pero veamos ahora las consecuen-

cias de los inevitables escapes, aun sin guerra. Encaramos varias posi-bilidades, en función de la fuerza del viento, si llueve o no, etc. y calcu-lamos que un escape brutal del 10 por ciento difundiría un polvo ra-dioactivo sobre una enorme superfi-cie, exponiendo las poblaciones a dosis diarias equivalentes a la dosis autorizada por año. Habrá entonces que evacuar totalmente las regiones tocadas por las precipitaciones y en ellas la agricultura resultará impo-sible durante varias decenas de años.

Supongamos que un accidente mi-litar se produzca en la planta de la Hague, cerca de Cherbourg; con condiciones meteorlógicas desfavora-bles habría que evacuar a la pobla-ción de París. Por un escape de 0,01 por ciento —es decir un diez milésimo del cual hablaba recién— las precipitaciones serían más dis-cretas pero igualmente terribles.

Se ha estudiado el camino de las partículas radioactivas a través del famoso círculo "pasto - vaca - leche -niño" y resultó que la concentra-ción era tal, en cada etapa, que los chicos podrían recibir, aun desoués de un escape del 0,01 por ciento, dosis superiores a 50 rads, es decir varios centenares más que la dosis "permitida". El estudio de otro cir-cuito "suelo - raíz - planta", a pesar de llegar a dosis mucho más débiles, demuestra que los productos agríco-las así producidos no podrían ser consumidos sin peligro.

Así, los que hoy toman decisio-nes en el campo de la energía nu-clear, comprometen el porvenir de la humanidad entera y por milenios. Y me siento verdaderamente horro-rizado al pensar que los industriales ya están proyectando la instalación de un millar de centrales nucleares en Europa y un millar en los EE. UU., cuando disponemos de tan po-cas informaciones sobre la seguri-dad de los reactores, las posibilida-des de accidentes, la importancia de los "escapes" en las usinas de trata-miento y los medios para eliminar los residuos radioactivos.

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No hay que olvidarse de otra ci-fra: un reactor nuclear produciendo mil megawatt de potencia eléctrica (es la potencia de los reactores que se construyen comúnmente hoy) produce al mismo tiempo, cada año, tantos residuos radioactivos, con pro-ductos de vida larga como el estron-cio o el cesio, como producirían mil bombas de Hiroshima. Ningún físico en el mundo podría discutirme esas cifras. Así, por mil reactores habrá que eliminar cada año la misma can-tidad de residuos radioactivos que por un millón de bombas de Hiroshima.

¿Qué vamos a hacer con todos estos residuos? Se comenzó por su-mergirlos en el océano. Esta insen-sata operación se interrumpió. Des-pués pensaron eliminarlos guardán-dolos en minas de sal, basándose so-bre el razonamiento siguiente: la misma existencia de la sal demues-tra que en estos lugares no hubo agua para disolverlos desde hace mi-llares de años. Entonces, seguridad absoluta. Si se colocan los depósitos de residuos en las minas de sal, no se van a transformar durante milla-res de años. Pero aparecieron pro-blemas. Examinaron con mucho cui-dado la mina de Lyons, Texas, ele-gida por el AEC. Resultó que esta-ba ubicada en una zona que no era para nada favorable desde el punto de vista geológico. De cualquier ma-nera, resultó imposible garantizar que se mantendría intacta durante un millar de años.

Promotores irresponsables

Después de 25 años de experimen tos sobre cómo guardar los residuos, el doctor Schlesinger, que sucedió a Glenn T. Seaborg en la dirección del AEC, sugirió colocar los residuos en cohetes y enviarlos al sol. ¿Pero cuántos cohetes van a hacer falta an-tes de saber con seguridad que el lanzamiento del cohete-basura será exitoso? La probabilidad de un fra-caso sobre un millón de lanzamien-tos sería aun peligrosa. Intentar hoy tal experiencia pese a todos los ac-cidentes, algunos sumamente graves en Cabo Kennedy —y dos fracasos por ejemplo sobre dieciséis lanza-mientos en la serie Apollo— resul-taría a la vez insensato y criminal.

Todas estas polémicas con el AEC nos costaron muchas represalias. Once de los doce miembros del equi-

po de Tamplin se vieron trasladados a otros lugares y los presupuestos de nuestros laboratorios fueron re-ducidos. Hace un año, Ralph Nader y el senador Muskie nos defendie-ron y preguntaron al AEC el porqué de su actitud tan agresiva con res-pecto a nosotros. El AEC, muy con-fuso, respondió que no buscaban pa-ra nada impedirnos hablar sino por el contrario, que nos ayudaban. La campaña de Nader y Muskie tuvo un resultado positivo: ahora el AEC ya no se atreve a echarnos, podemos trabajar como queremos.

En el discurso que pronunció al tomar la dirección del AEC, el Dr. Schlesinger declaró que ahora la Co-misión tendría que trabajar por el bien público. ¿Por qué no lo hizo desde hace 25 años? Si realmente quiere dar una nueva orientación a la política del AEC, el Dr. Schlesin-ger se va a enfrentar con los pode-rosos grupos de presión de la indus-tria nuclear. Hasta ahora ellos po-dían contar con el total apoyo del AEC que les incitaba a invertir en tal o cual rama, les controlaba por problemas de seguridad, pero siem-pre resultaba ser un interlocutor complaciente y convencido del mé-rito de la industria nuclear.

Sin embargo, existe una prueba muy clara de la poca confianza que la misma industria nuclear tiene en la seguridad de sus propias instala-ciones: en los EE. UU. la responsa-bilidad financiera de la industria nuclear fue limitada (a siete mil mi-llones de dólares) y así pasa en to-dos los demás países. Usted puede examinar su propia póliza de segu-ro: descubrirá que las compañías excluyen de sus contratos todos los accidentes ligados a la radioactividad. Si la industria nuclear estuviera real-mente segura de sus reactores, no se preocuparía tanto en limitar sus riesgos. Y nos pueden contar cual-quier cosa: mientras no sean respon-sables al nivel financiero, los pro-motores de energía nuclear tendrán las manos libres. El senador Gravel propuso cancelar esa limitación, pero se puede imaginar, cuando se conoce la enorme potencia financiera que está detrás de la industria nuclear, las pocas posibilidades que hay de hacer votar tal enmienda. En la hi-pótesis de un accidente como ele los que ya hablamos con el ejemplo de la usina de Barnwell, es una mag-nitud del orden de mil millones de

dólares en la que habría de cifrar los daños. Sin embargo, resultaría ex-celente la enmienda propuesta por el senador Gravel.

Una mentira perfecta

Se plantea entonces la siguiente pre-gunta: ¿Cómo vamos a solucionar todos esos problemas? Nuestras ne-cesidades en electricidad aumenta-rán mucho más en el futuro. Pero también pienso, como muchos ecó-logos, que estamos hoy en día des-perdiciando nuestros recursos ener-géticos y que no podemos seguir así sin desembocar en situaciones irra-cionales. Estoy convencido que po-demos procurarnos toda la energía que necesitamos con mucha más se-guridad y sin usar la energía nuclear. La frase favorita de los promotores de la energía nuclear, es también la de la electricidad de Francia, "sin centrales nucleares no hay electri-cidad", es una mentira perfecta. No existe la crisis de la energía. Tenemos suficiente carbón, petróleo y gas co-mo para seguir todavía cien años más sin problemas, si terminamos con este desperdicio. No necesitamos tomar la más insensata e irreversible decisión de todos los tiempos con el pretexto de que vivimos una cri-sis de energía y una horrible conta-minación. No tiene nada de irreme-diable esta "contaminación". Pues si tenemos centrales eléctricas a car-bón o a fuel-oil sumamente conta-minantes, es porque la gente acepta dejarse envenenar. Existen excelen-tes procedimientos de purificación de los combustibles y excelentes dis-positivos anti-contaminación para las usinas. En los EE. UU. las compa-ñías productoras de electricidad ten-drían que ser condenadas por no ha-ber construido instalaciones total-

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mente no-contaminantes, como lo hubieran podido hacer desde hace mucho tiempo y sin gastos excesivos. Comenzando hace veinte años con inversiones limitadas, podían resol-ver ese problema de la contamina-ción. Pero sólo hoy están empezan-do a hacerlo y muy tímidamente.

Imponernos la alternativa "nu-clear limpio o combustibles clásicos contaminantes", es ejercer un ver-dadero chantage sobre datos falsos. Me niego a discutir sobre esa base. Reclamo, como todo ciudadano ra-zonable, la construcción de centrales a carbón o fuel-oil que sean limpias, porque sé que es posible, ya sea por la recuperación de efluentes o por la transformación de los combusti-bles. Se puede perfectamente con-vertir el carbón en gas natural que es un combustible muy limpio. No tenemos ningún problema de recur-sos energéticos para los cien próxi-mos años, entonces tenemos tiempo para tomar decisiones racionales. Y si lo pensamos bien, llegaremos a una sola conclusión: el mejor méto-do para asegurar nuestras necesida-des en energía de una manera que no sea contaminante, es usar la ener-gía solar. Si la EDF y el CEA acep-tan invertir una parte de su presu-puesto en investigar el problema ¿el uso de la energía solar, van a encon-trar una solución elegante mucho antes de aprender a administrar sus residuos radioactivos o resolver sus problemas de seguridad. Es absurdo; sin ninguna duda, tardarían sólo cin-co años, no es un problema de po-sibilidad sino de decisión. Pero la decisión no puede ser tomada por-que las inversiones de la energía nu-clear son enormes y los grupos de presión no las quieren perder. Yo pienso que estos grupos hicieron tan-tas inversiones porque el AEC y los demás promotores de la energía nu-

clear les han pedido hacerlo, asegu-rándoles que era una buena cosa. En estas condiciones, ¿por qué no indemnizarlos?, el costo resultaría seguramente más bajo para el país y no iríamos a la catástrofe.

En los EE. UU. el movimiento contra las centrales nucleares está alcanzando una dimensión nacional. El Comité para la Responsabilidad Nuclear4 del cual formo parte, in-tenta tener un papel de coordinación junto a otros grupos. Intenta sobre todo educar al gran público. Hace dos años, en una pequeña ciudad de Oregón, votaron el presupuesto para construir una central nuclear. Un grupo de la universidad local difun-dió información sobre los peligros de la energía nuclear e hizo circular una petición pidiendo la cancelación del proyecto que fue finalmente pos-tergado por cuatro años. En muchas otras ciudades de EE. UU. ha ocu-rrido lo mismo: Los ciudadanos se preocupan cada día más de los pro-yectos por los cuales no han sido consultados y sobre los cuales se les informa de manera incompleta. Yo veo que sucede lo mismo en Europa donde hay numerosos comités anti-nucleares que me parecen muy diná-micos. En California estamos ahora organizando una campaña para que voten en junio una moratoria sus-pendiendo la construcción de cual-quier central nuclear durante cinco años. Sabemos ya que los industria-les de la energía nuclear han previs-to gastar millones de dólares en con-tra-publicidad, pero tenemos mucha confianza. La moratoria de cinco años representaría una primera eta-pa: nos permitiría pensar de nuevo esos problemas y dar una nueva orientación a la política energética.

4 Committee for nuclear responsa-bility, 110 East 59th Street, 1100, New York City.

Una ciencia subversiva

El hecho de que cada vez más gente se informa sobre estos temas y se sienta _ directamente interesada, es muy significativo. Entienden que su vida y la de sus hijos están amena-zadas, empiezan realmente a movi-lizarse. Aquí, el hombre de ciencia tiene una enorme responsabilidad. Pienso que ahora para él es una obli-gación estudiar las implicaciones y consecuencias de su investigación. Ya pasaron los tiempos en que se podía refugiar en su laboratorio y consagrar a la investigación "puja" y "objetiva". Un investigador debe explicar al público lo que sabe, lo que hace y cuáles son los beneficios y riesgos de su trabajo. Ningún cien-tífico tiene el derecho de tomar de-cisiones en nombre del público. De-be informar a la gente y ellos tienen que pedir cuentas a los investigado-res como a cualquier ciudadano con responsabilidades.

Estos problemas de contamina-ción y de desperdicio no sólo con-ciernen a los países capitalistas. Es-toy seguro de que Marx estaría ha-rrorizado viendo lo que ahora es la Unión Soviética. Sus dirigentes co-metieron los mismos errores económi-cos que los de los EE. UU. Cuando uno estudia los problemas ecológicos tiene que reflexionar sobre la real significación de este crecimiento eco-nómico que se quiere mantener a todo precio. Si consiste en desparra-mar por los alrededores los resi-duos de la industria envenenando así el aire, la tierra y el agua, tal vez convendría replantearse esta noción de crecimiento y tratar de disuadir a los países del tercer mundo que nos imitan, para que no cometan los mismos errores que nosotros. No tengo ninguna solución inmediata para proponer.

Las diferentes formas de conta-minación —pero sobre todo las más terrible por lo irremediable, la con-taminación radiactiva— amenazan a todos los países. Ya no es más una cuestión de derecha o de izquierda, sino de vida o muerte. Los gobier-nos y las grandes compañías indus-triales van a enfrentarse cada vez más con problemas de ecología y podrán resolverlos cada vez menos en las estructuras políticas clásicas. En este sentido la ecología es una ciencia subversiva.O

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Situación educacional chilena: crisis y soluciones

Entrevista a Jorge Tapia Valdés

CIENCIA NUEVAs Quisiéramos que nos expusiera, en primer lugar, los problemas que se presentan en el cam-po educacional chileno y, en segundo término, el enfo-que que su gobierno aplica a su resolución.

Jorge Tapia Valdés: En Chile existe el consenso, la opi-nión ampliamente mayoritaria —incluso en el propio medio docente— de que el sistema educativo como tal ha hecho crisis, que no está a la altura de los tiempos ni produciendo el tipo de ciudadano que el país necesita. Por esta razón, y hace ya más de una década, el gobierno del anterior presidente Frei intentó encarar algunas reformas en el sistema educacional. Lamenta-blemente se trató solo de eso: una reforma. Sin entrar todavía a analizar su contenido tuvo, en el plano de su implementación, dos inconvenientes principales: En pri-mer lugar fue una reforma impuesta desde arriba; se decidió en el Ministerio, a nivel tecnocrático y fue lan-zada desde allí, sin conocimiento previo por parte de los sectores docentes afectados, con la ulterior y natural re-sistencia por parte de los mismos; el segundo inconve-niente fue que esta reforma se limitó sólo a una fase de modernización de la educación bajo la inspiración de pedagogos norteamericanos, lo que determinó además, la adopción de metodologías extranjeras, apropiadas pa-ra una sociedad de distinto desarrollo y nivel económi-co-social que el chileno. Aun así, debemos reconocer que representó un intento de modificar el sistema educativo luego de verificar su estado crítico.

Nosotros subimos al gobierno en un momento de fran-

Jorge Tapia Valdés, 35 años, abogado, profesor de la Universidad de Chile y Ministro de Educación de ese país, al que representó recientemente en la Vi Reunión Internacional del CIECC (Comité Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Allí se realizó esta entrevista.

ca inquietud, tanto por la crisis ya señalada, como por los resultados negativos de la reforma encarada en el año 1966. Los estudios realizados, desde un primer mo-mento, por el Ministerio de Educación bajo el gobierno de la Unidad Popular, conducen a la realización de un gran encuentro nacional de docentes, el primer Congre-so Nacional de Educación, celebrado en diciembre de 1971. En el mismo los docentes del país, casi por una-nimidad, llegan a una serie de conclusiones muy impor-tantes que se podrían resumir en lo siguiente: La estruc-tura educacional chilena es anacrónica y una de las gra-ves causas de diferenciación social que existe en el país. Es una estructura anacrónica, porque está fundada sobre valores, incentivos y contenidos educacionales apropia-dos para una sociedad rural, no eficaces para una socie-dad en vías de industrialización con un alto grado de desarrollo político, como es el caso de Chile. En esta si-tuación y a causa del distanciamiento que existe con los países de mayor desarrollo, Chile se ve obligado a apro-vechar sus capacidades y recursos naturales sobre la ba-se de tecnologías apropiadas y originarias. Durante años tuvimos una educación destinada a una élite conductora de base humanista. Hoy pretendemos llegar a un sistema educacional destinado a la masa, que lio es una masa que se deje conducir, sino que es consciente y comprensiva, no digamos culta, pero sí conocedora, informada y con grandes posibilidades de adaptación al desarrollo cien-tífico y tecnológico.

Esta caracterización rural de nuestra sociedad que to-davía persiste en sectores de nuestro sistema educativo, ocasiona la existencia virtual dentro del mismo, de dos corrientes. Una de ellas considera su objetivo cumplido cuando el individuo que ingresa al primer año de la educación básica o primaria, culmina su esfuerzo edu-cativo en la universidad, a la cual todo el sistema se em-peña en conducir. Pero, cuando el individuo llega a este punto, se encuentra con que la Universidad no es capaz

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de recibir a toda la gente que quiere ingresar y de esta manera se generan grupos cada vez más numerosos de estudiantes frustrados que han sido educados durante 12 o 18 años para nada, ya que no se encuentran en condiciones de ingresar al aparato productivo. Tanto en los casos debidos a incapacidades personales, como los atribuibles a los déficits del sistema de educación supe-rior, los estudiantes que no ingresan a la universidad no tienen otra alternativa que no hacer nada, o algo muy parecido que es entrar en la burocracia. Esta tendencia se acentúa todavía más por el predominio de valores que aún hoy, destaca a la educación superior, de tipo hu-manista o científico, como el único medio que da real-mente un status social, que permite al individuo sentirse realizado. Esta visión se traduce, consecuentemente, en una valoración disminuida del trabajo manual y técnico.

La segunda corriente apunta a la educación de la ma-sa en su totalidad, no de una élite. Se enfrentan así dos visiones distintas; la primera separa dos destinos: Por un lado, el del hombre que llegará a participar de los equi-pos que toman las grandes decisiones, porque estudió en la Universidad; por otro lado, el destino del hombre que, como máximo, llegará a capataz o jefe de una sec-ción industrial, porque no tiene estudios. Estas dos co-rrientes se ven determinadas por causas socio-económi-cas: la diferenciación de clase, los niveles de ingreso, el medio ambiente hogareño, etc., que determinan que só-lo los niños pertenecientes a una minoría se desarrollen plenamente, ya desde los primeros meses de vida, des-de el punto de vista psico-biológico. En consecuencia, serán ellos los más capaces, los más desarrollados, los que en la lucha podrán llegar hasta arriba. El chico que proviene de la clase trabajadora o de un medio rural no podrá desarrollarse de la misma manera porque no reci-be la cantidad adecuada de proteínas, y porque su hogar no le aporta intelectualmente; no mantiene discusiones que lo motiven o incentiven ni desarrollen su. imagina-ción. Los que eran iguales al nacer, a los dos años de vida ya son profundamente distintos. Es este panorama de la educación chilena que queremos cambiar.

C. N.: ¿Qué medidas concretas se han encarado para hacerlo?

J.T. V.: Hemos concebido un sistema escolar, de tipo regular, distinto, que denominamos Escuela Nacional Unificada. Hace un año que lo estamos elaborando y justamente queremos que 1973 se llame el año de la E. N.U., porque durante el mismo se prepararán los pla-nes y programas que se están discutiendo a todos los ni-veles; se buscará el consenso de todos los sectores do-centes y se los preparará para que en el año 74 lo pon-gan en práctica.

€. N.: ¿En qué consiste fundamentalmente el plan de h E.N.U.?

J. T. V.: Es un sistema de escuela único. Toma al niño para que después de 10 o 12 años de estudio, el joven pueda optar entre seguir su estudio en una Universidad o ejercer un cargo de técnico de mando medio para el cual ya se lo ha preparado durante esos años, durante

Está a favor de la Enseñanza Privad

V

m i

los cuales habrá recibido una educación humanista y científica, pero unida al trabajo y al aprendizaje tecno-lógico. Este plan es un esfuerzo por unir en la escuela y en torno a ella, teoría y práctica, estudio y trabajo. El joven estudia Ciencias Sociales y Exactas, pero además va al laboratorio o a la fábrica de la industria donde realiza sus prácticas. Una tarea fundamental es modifi-car el nivel que ocupa en la escala valorativa el trabajo en general y dentro de éste el trabajo manual. No desea-mos convertir a todo el país en un conjunto de obreros, sino_ establecer un nivel de conocimiento y práctica a partir del cual, si se desea, se pueda seguir adelante. No es un esfuerzo romántico ni idealista, ni siquiera una perspectiva que se pueda llamar "socialista". Si bien es cierto que en países socialistas hay esquemas educativos similares, también se incluyen en informes —tan actua-les y serios como en el Aprender a hacer, emitido por la UNESCO, fruto del trabajo de una comisión que in-tegraba Felipe Herrera y cuyas conclusiones son simila-res a las nuestras.

Paralelamente al proyecto de la E. N. U. buscamos robustecer la educación pre-escolar, para otorgarle a los niños todo aquello que, debido a las diferencias socio-económicas, nunca tuvieron: no sólo más proteínas, sino también más ideas, más conversación, más mundo, de lo cual forman parte por ejemplo, las vacaciones que nunca tuvieron.

Por otro lado, nos planteamos la educación de los trabajadores que no debe confundirse con el adiestra-miento de obreros, que es la tendencia de los desa-rrollistas. De la clase trabajadora, y a través de la E. N. U., surgirá una nueva intelectualidad, distinta a la que suponen la orientación liberal y los esquemas educacio-nales típicos de nuestros países occidentales; una nueva intelectualidad, con una escala diferente de valores, de contenido esencialmente moral, espiritual y no material. De esta manera, el trabajador chileno tendrá la posibi-lidad de desarrollarse en forma plena e integrarse social-mente, será capaz de armar y desarmar su máquina, pero además, podrá adaptarse a la nueva tecnología que reem-plaza a la anterior y participar en su creación; aprender música, valorar un cuadro, escribir sobre sus compañe-ros o su país; tendrá capacidad de creación. Yo creo que los países capitalistas dependientes, han perdido en to-dos los planos. Nosotros queremos abrir las compuertas, a los obreros, dejarlos crear y aportar, haciéndolos cons-

15

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Qué opinas de la Reforma Educa-

tiva ?

I y

cientes de que ellos y no el empresario, son el motor de la sociedad, los protagonistas de la historia.

C. N.¡ ¿Cuál es la situación universitaria en este mo-mento y en relación al nuevo enfoque educativo?

J. T. V.: Hasta ahora, la estructura universitaria chilena, pese a las reformas habidas en los últimos cinco o seis años, se asemeja a lo clásico. La reforma universitaria en Chile significó, en realidad, una variación en relación a los centros de poder. Se dio participación al sector es-tudiantil y al del personal trabajador no docente. Hoy los organismos directivos están integrados por esos dos sectores y un tercero formado por los académicos. La Universidad se democratizó, pero ello no fue seguido de modificaciones reales en cuanto a los objetivos y los métodos de la enseñanza actual. Si bien es cierto que las antiguas facultades se suplantaron por departamen-tos y que la Universidad de Santiago, que era un gran monstruo se subdividó en cuatro sedes, estos cambios corresponden a un terreno formal. La Universidad chi-lena se halla en una posición destacada entre las del continente. Cuando se reconoce la crisis educativa, la Universidad, a nivel nacional, trata de remediarla exten-diéndose sobre todo el nivel de las provincias. Al hacer-lo, no eleva su nivel de enseñanza, ni siquiera lo man-tiene, sino que se desciende el mismo al tratarse de lle-nar la brecha existente entre la educación secundaria y superior. La situación era tal que de los institutos se-cundarios no salía un nivel capaz de ser bien absorbido por la Universidad antigua y liberal; entonces se crea-ron, en las provincias y a todo lo largo de Chile, verda-deros politécnicos, para carreras medias. ¿Qué se for-maba allí? Un poco el técnico de mano medio que no-sotros pensamos formar en la E. N. U. que sería para dar un ejemplo en un área específica un hombre inter-medio entre un obrero y un ingeniero. Sin embargo, es-te gran esfuerzo significó la distracción de recursos hu-manos y materiales que la universidad pudo emplear en otro ámbito. Esto no es criticable, si comprendemos la causa que llevó a las Universidades a hacer este esfuer-zo, pero tampoco podemos pretender que ésto sea una real reforma de la Enseñanza Superior; es casi una gene-rosidad, por parte de la misma, para hacer lo que el sis-

tema oficial a nivel de Enseñanza Media no pudo lograr. Por otra parte Chile se caracteriza por un alto grado de autonomía universitaria que las universidades chilenas son muy celosas de mantener. Ningún gobierno preten-dería quebrarla y, entonces, esto significa que el minis-terio de Educación no mantiene una relación directa con el nivel universitario. Incluso durante los dos últimos años se han perdido hasta las relaciones de tipo presu-puestario que anteriormente habían ocasionado grandes desventajas a la Universidad. De manera que hasta hace muy poco existió una gran incomunicación entre los dos niveles que yo, en el plano de mi gestión, estoy tratan-do de superar, ya que los planes que nosotros hagamos a nivel de nuestra enseñanza repercutirán necesariamen-te en las políticas universitarias. En el momento en que todos los que lo deseen puedan ingresar a la Universi-dad, ésta, de hecho, tendrá que rectificar o modificar su política. Probablemente y de este modo, podrá perder su carácter profesionalizante y dedicarse a profundizar en el terreno de las ciencias exactas y sociales, elevando su nivel. En países como los nuestros, la desazón de profe-sionales de aquellas carreras muy concurridas, deviene de una formación estática que ocasiona que puedan ser-vir a una única y determinada función. Una vez que se supere la crisis del sentido actual de la profesión liberal tendremos una educación superior que permita la adap-tación del universitario a diversas actividades, aportan-do el máximo de su capacidad.

C, N,: Usted acaba de regresar de Mar de Plata, don-de asistió a la reunión del Comité Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura. ¿Cuál es su eva-luación de esa reunión?

J. T. V.: Con toda sinceridad, creo que la Conferencia 110 resultó todo lo productiva que esperábamos. Las de-liberaciones, a nivel de organismos internacionales, siem-pre son muy largas. Se reúnen innumerables comisiones que realizan una serie de estudios e informes que recién van a conformar la base de las discusiones concretas. El proceso es muy dilatado y en relación con el costo y el tiempo empleado, el resultado obtenido es muy magro. Tengo que reconocer que los planes que presentó mi país, apoyados por organismos de la OEA, tuvieron bastante éxito, pero uno de los temas principales de es-ta reunión, según se me había anunciado, era una virtual variación de política para evitar que se repitan, por parte del organismo cultural de la OEA, esfuerzos que ya realizan debidamente otros organismos internacionales. La resolución sobre este punto no ha sido clara. Por otra parte, se conoció un informe rendido por una comi-sión acerca de la importancia de la educación extraes-colar. Este informe, valioso pero poco profundo, será considerado por los gobiernos.

Nosotros esperamos que, en nuestra próxima reunión, la OEA adopte alguna decisión concreta para reunir multilateralmente recursos que permitan provocar en nuestras naciones una expansión real, de magnitud, de los sistemas educativos.

Hemos comprometido nuestro apoyo para que así sea, y además, hemos ofrecido nuestra capital, Santiago, co-mo sede para la VI Reunión del CIECC, donde tenemos la esperanza de que puedan concretarse decisiones im-portantes. O

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Fragmentos del discurso pronunciado por el Ministro Tapia Valdés ante la Quinta Reunión Internacional del Comité Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura:

"La inclemente naturaleza ha enseñado al pueblo chileno a ser humilde, austero y digno. En ese estado de espíritu me dirijo a ustedes para recor-dar que hace sólo unos días el Presidente de la Re-pública de Chile, Dr. Salvador Allende, pronunció un trascendental discurso en el seno de la Naciones Unidas, para describir con claridad meridiana la crítica situación social y económica de los países del llamado "Tercer Mundo".

"El Dr. Allende señaló que nuestros países de-ben ser objeto de urgentes y profundas transfor-maciones a fin de poner término a la actual e in-justa división del trabajo a que se nos ha conde-nado en el plano internacional, y poder cubrir o disminuir la gran brecha económica, científica y tecnológica que separa las naciones opulentas de las que están en vías de desarrollo. El sello dis-tintivo de esa intervención fue su invocación al "Tercer Mundo" para una toma común de con-ciencia y para el ejercicio de una acción colectiva y coordinada de enfrentamiento con los pueblos del subdesarrollo. La acción aislada e inconexa es débil y puede ser aplastada por la simple presión comercial, financiera o judicial de una empresa transnacional. Creemos firmemente que todas las deliberaciones y acuerdos de esta Conferencia de-ben hacerse dentro de este marco de referencia".

"La aplicación de nuevas modalidades educati-vas nos conducirá, así, a la concepción moderna de la sociedad como agencia educativa, donde todos sus elementos integrantes ejercen sobre el indivi-duo una acción informadora y formadora. Es en-tonces cuando aflorará el compromiso real que existe entre el individuo, la educación, la sociedad, para promover social y profesionalmente todo aquello que se encuentra comprometido a la vez en el proceso educativo y en el productivo".

"Frente a esta realidad creemos honesto expre-

sar nuestra preocupación por lo que parecería ser una tendencia de los organismos técnicos inter-nacionales el tratar por separado los problemas educativos de los problemas científicos y tecnoló-gicos. Estamos convencidos de que la manera de crear una tecnología adecuada a nuestro estado de desarrollo, sea ella originaria o adaptación de ad-quirida, no puede consistir en la sola asignación de recursos a centros de excelencia porque ello no garantiza ni su orientación ni su eficacia. La escasez de recursos y el tiempo que obran en con-tra nuestra en esta materia solo puede ser suplida por el compromiso total de nuestros pueblos me-diante la plena identificación del desarrollo eco-nómico social con las aspiraciones de justicia so-cial y por la vía de fundir, dentro del sistema edu-cativo la teoría con la práctica y el estudio con el trabajo".

"Señores Delegados, nuestro país se vería alta-mente honrado si vosotros quisierais aceptar nues-tra invitación oficial, que mantendremos mientras otra nación hermana no haga valer su mejor de-recho, a fin de que la VI Reunión del Consejo In-teramericano de la Educación, la Ciencia y la Cul-tura, se celebre en Santiago de Chile. Anhelamos la presencia de los señores Delegados de Chile por exigencia de nuestra amistad y solidaridad con los pueblos de la América que emerge. Necesitamos la presencia de los señores Delegados en nuestro pueblo para que sepan y comprendan que estamos luchando por dar una mayor dimensión al proce-so educativo. Primero enseñábamos a nuestros hijos para que se ganaran la vida; luego, hemos tomado conciencia que debemos formarlo para que sepan aprender. Nos hemos comprometido en seguida en la labor de enseñarlo para que apren-dan a ser. Mañana, aspiramos a enseñarles para que aprendan a ser felices".

Reapertura de la carrera de licenciado en Administración Pública en la Universidad del Salvador

La demanda de profesionales es-pecializados en problemas de ad-ministración pública viene cre-ciendo constantemente a medida que se extiende el campo de inter-vención del estado en la vida so-cial. Ante el pedido reiterado de estudiantes y graduados, la Uni-

versidad del Salvador ha dispues-to la reapertura de la Licenciatura en Administración Pública, carre-ra que se dictará a partir de este año dentro de la Escuela de Cien-cia Política. La inscripción se ha-lla abierta a graduados universi-tarios —quienes deben cursar dos

años de estudio— y a estudiantes no graduados para quienes la du-ración total de la carrera es de cinco años. Para informes e ins-cripciones, dirigirse a la Secreta-ría de la Escuela en Hipólito Yri-goyen 2441 o al teléfono 47-3546.

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Humor ( j ÍRflMÍREzir)

Julio Moreno

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Conferencia "Antonio Cetrángolo" - 1972 *

Acerca de la • • terapia intensiva respiratoria

Aquiles J . Roncoroni

Es este un nuevo acto de agradecimiento a Antonio Cetrángolo por su trayectoria médica y humana. Sus méritos no pueden quizás ser suficientemente desta-cados por quien sólo alcanzó a conocerlo muy breve-mente en el Hospital de Vicente López o en la Pena de Neumonología de la calle Río Bamba. Sin embargo quisiera señalar su amor por la libertad que posible-mente lo llevó a ser perseguido, por la educación co-mún que inspiró su creación en Córdoba del Colegio Libre de Cultura Popular y por los enfermos humil-des y el Hospital Público que puede ser bien com-prendido por aquellos que le hemos dedicado la mejor parte de nuestra vida médica.

La historia de la terapia intensiva respiratoria nos es contemporánea. En 1952 la extendida epidemia da-nesa de poliomielitis respiratoria hace ver la necesidad de la existencia de unidades especializadas. Hasta 1956 no había en nuestro medio ni conocimientos ni organización adecuada; eso explica las muertes por poliomielitis respiratoria aguda de ese verano y las dificultades para atender los pacientes, muchos de los cuales sólo salvaron la vida por la dedicación perma-nente de médicos y enfermeras, con más devoción que conocimientos o recursos instrumentales. No había tampoco métodos de laboratorio disponibles para diag-nosticar la insuficiencia respiratoria. La situación ha cambiado mucho desde entonces. Hace 10 o 15 años, cuando yo discutía la necesidad de la difusión de las Unidades de Terapia Intensiva (U.T.I . ) , se me con-testaba que eran muy caras y no redituables. Hoy en día la actitud es inversa y por lo menos hay algún cartel con el nombre de U.T.I. en casi todos los lu-gares públicos o privados de asistencia médica. Quiero adelantar que el cartel no garantiza lo que se hace en su nombre. Pero esto es bien conocido para todas las actividades humanas. Quiero también expresar lo que debería haber detrás del cartel (Tabla 1) .

Creo que si se quiere sintetizar lo que es T . I. , yo diría que es una actitud médica de vigilancia perma-nente sobre una serie de funciones vitales: respirato-ria, renal, circulatoria, neurológica y otras, acompa-ñada de la capacidad técnica e instrumental y de cola-boración necesario para la intervención. Con respecto a esta última un error común es el pensar que las U.T.I. están para intervenir solamente. Era dado es-perar y así ha ocurrido en nuestro país, como antes en otros, que la eclosión brusca de U.T.I. produjera su propia patología por exceso de intervención. En este sentido quisiera referirme solamente a la intuba-ción traqueal innecesaria, la hiperventilación mecánica y el uso indiscriminado de 0 2 y antibióticos. También puede haber errores por defecto.

Las ideas actuales con respecto a ciertas entidades han variado totalmente. Hace casi 10 años1 publicá-bamos nuestra experiencia en el tratamiento de la insuficiencia respiratoria por bronquitis y/o enfisema y destacábamos que la indicación de asistencia respi-ratoria mecánica (ARM), en la gran mayoría de los pacientes estaba condicionada por la presencia de en-cefalopatía respiratoria. Hoy en día la restricción es mayor y aun en pacientes con cuadros neurológicos graves, se agotan las instancias de tratamiento médico antes de llegar a la asistencia ventilatoria. Evolución similar ha seguido la ARM en el mal asmático: la comprobación de hipercapnia, que evidentemente agru-pa a los pacientes de mayor riesgo, era antes indica-ción precisa de intubación traqueal.2 Hoy día los efec-tos, a veces casi mágicos, de las dosis masivas de hi-drocortisona y el rápido decrecimiento de la hipercap-nia cuando se alivia la obstrucción de la vida aérea, en pacientes sin daño severo del pulmón, nos inclinan a una mayor tolerancia. Esta conducta es solo apli-cable en centros donde una atenta e ilustrada vigi-lancia permita modificarla en cualquier momento que

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Tabla 1 Actividad permanente

Médicos Terapia intensiva respiratoria Presencia permanente

Requisitos mínimos Personal enfermería Kinesiólogos

Internación mínima 4 pacientes Laboratorio bioquímico y radiología permanente Medicación urgencia - O2 Respiradores "disponibles" para 75 % de los pacientes Monitoreo E. C. G. 50 % de los pacientes Espirómetros - humidificadores

parezca necesario. Debe ser evidente que se opta por lo que se considera el mal menor y que la conducta inversa, intubación precoz, se indica en aquellas en-fermedades donde el riesgo de muerte súbita parece aun mayor. Me refiero a los pacientes en coma pro-fundo por cualquier causa, en los postoperatorios, traumatismos importantes de tórax, trastornos neuro-musculares diversos, etc. En estas últimas entidades, y con gran trabajo, hemos logrado hacer ver que en estos pacientes sin neumopatía, la indicación de intu-bación está dada por la observación de incapacidad ventilatoria y tusígena de determinada magnitud. Si en cambio s_e pretende aguardar la aparición de insufi-ciencia respiratoria (v. gr. hipercapnia e hipoxemia) se pueden perder muchos pacientes. Esta conducta rige sobretodo respecto a enfermedades tales como la polineuritis, la poliomielitis, las distrofias musculares y otras de evolución prolongada o relativamente irre-versibles. Son dignas de mayor atención aquellas don-de la terapéutica médica exitosa puede producir rá-pida mejoría, como la miastenia grave. Sin embargo esta última es también una buena fuente de iatroge-nia por el uso excesivo de anticolinesterásicos ante una crisis paralítica no suficientemente estudiada.3

La intubación traqueal, frecuentemente indispensa-ble, no cursa sin producir patología local. A veces las secuelas laríngeas y sobretodo sub-laringeas, son de difícil tratamiento quirúrgico. No es fácil sentar cri-terios de prevención dado que hemos visto lesiones usando todos los aconsejados. Sin embargo 110 deben usarse tubos demasiado gruesos, deben cambiarse dia-riamente y vigilarse la aparición de inflamación larín-gea para sustituir la intubación por una traqueotomía. Es de destacar que los lactantes toleran largos perío-dos de intubación aparentemente sin consecuencia En este sentido es también bueno saber que la estenosis sub-lanngea moderada no es diagnosticable por las pruebas ventilatorias más comunes, pues sólo la zona de altos flujos espiratorios puede estar amputada Creemos por ello que es difícil asegurar la ausencia de secuelas post-intubación sin utilizar técnicas, tal como el estudio de la curva de flujo-volumen 'pul-monar, que permitan estudiar el comportamiento de flujos espiratorios e inspiratorios a lo largo de todos los volúmenes pulmonares.

Si bien puede considerarse adquirido el conocimien-to de las ventajas de la oxigenoterapia controlada en las neumopatías obstructivas,4 no ocurre lo mismo con respecto a las elevadas concentraciones de 0 2 usadas

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durante la ARM. Me atrevo a decir que en nuestro medio se desconoce en gran medida la concentración de 0 2 que se utiliza dado que los aparatos mas co-múnmente usados son los de presión constante que no permiten una regulación precisa. Más aún, las con-centraciones de 0 2 aumentan en la proporción directa al grado de obstrucción de la via aérea. Por otra parte ante neumopatías graves, acompañadas de hipoxemia refractaria, es común el uso prolongado de concentra-ciones próximas al 0 2 puro. Sin embargo es bien sa-bido 0 que este es capaz de agregar lesiones graves de edema pulmonar, seguidas por cuadros proliferativos con daño persistente.

Hasta hace pocos años las infecciones por gérmenes Gram-negativos en pacientes graves en terapia inten-siva constituían un problema mundial. En Estados Unidos se ha descrito (! una incidencia de bacteriemia con gérmenes Gram-negativos en el 1 por ciento de las internaciones hospitalarias. Si se acepta una mortalidad del 30 por ciento, es posible estimar que anualmente alrededor de 70.000 pacientes puedan perder su vida por esta causa en este país. Predominaban entre ellas las aparentemente causadas por la Pseudomonas aeru-ginosa, la Klebsiella pneumoniae y el bacilo Proteus. Nuestra situación era similar y en la Tabla 2 pueden observarse los gérmenes hallados al ingreso 7 en 528 pacientes internados en nuestro Centro. Por otra parte pacientes con cultivo de secreciones traqueales nega-tivo, se infectan rápidamente con bacilos Gram-ne-gativos (Tabla 3) . Como algunos de estos gérmenes son saprofitos comunes en la piel, su simple presencia no es sinónimo de patogenicidad.8 Cuando hay signos evidentes de infección pulmonar (Tabla 4 ) tampoco es absolutamente seguro que los bacilos Gram-negati-vos de la tráquea sean los causantes. Esta aseveración se basa en el hallazgo en ocasiones de gérmenes Gran-positivos en el pulmón de sujetos muertos con un cul-tivo puro de bacilo piociánico en la tráquea. En la labia 4 se sintetiza nuestra conducta. Debemos agre-gar que la presunción clínica o el hallazgo ocasional de un germen distinto a los contaminantes habitua-les, obliga al uso de los antibióticos adecuados. Esta conducta se basa en que el predominio de los bacilos wan-negativos impide el cultivo de otros gérmenes que podrían estar sin embargo presentes en los tejidos. La situación ha impulsado a la realización de técnicas más agresivas, como la punción pulmonar, con fines de diagnostico bacteriológico y a la comparación con los cultivos de trozos de pulmón obtenidos en la necrop-

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Tabla 2 %

Cultivos de 5 2 8 Negativo 27

Cultivos de 5 2 8 Pseudomonas aeruginosa 22 pacientes Pseudomonas y enterobacterias 7 pacientes

Pseudomonas y staphilococcus 2 Klebsiella pneumoniae y enterobacterias 7 Proteus 5 Staphilococcus coagulasa4* 8 Candida albicans 3 Coliformes 9 O t r a flora 10

sia.° Actualmente la situación mundial ha cambiado gracias a medidas diversas sintetizadas en la Tabla 5. Creemos que la supresión del uso profiláctico de anti-bióticos en los pacientes en equilibrio inmunológico in-estable y expuestos a fácil contaminación, es de gran importancia.3-0 En ese aspecto hemos suprimido con éxito su uso en el mal asmático, los comas tóxicos, los pacientes neuromusculares y otros. Queda sin embargo mucho camino por recorrer en el cual pueden figurar los intentos de inmunización contra gérmenes Gram-negativos, la manipulación de la flora normal, el uso de drogas que inhiben la síntesis del antígeno somático bacteriano o que modifiquen la resistencia bacteriana a los antibióticos, etc.11

Frente a toda esta patología por exceso de activi-dad, pensamos puede haber otra por defecto, originada en una posición indebidamente pesimista. Es así que frecuentemente no nos esforzamos suficientemente en la decompresión médica (hiperventilación, corticoides y diuresis osmótica) como antecesora de la decom-presión quirúrgica de pacientes con hematomas cere-brales, con posible hernia del lóbulo temporal y su-frimiento del cerebro medio. Creo que en muchos de estos pacientes se desprecian posibilidades de recupe-ración que han sido recientemente señaladas.12

Hasta hace poco tiempo se trataba también con de-fecto una serie de cuadros caracterizados fundamen-talmente por hipoxemia grave refractaria a la inhala-ción de O2. Recientemente estos cuadros (insuficiencia respiratoria subsiguiente a traumatismos, colapso cir-culatorio, perfusión extra-corpórea, sepsis, edema pul-

monar, uso de O2 puro, embolia grasa, neumonía viral y aspirativa, etc.) se han englobado bajo el nombre de trastorno respiratorio agudo del adulto.13 Poco tiempo después, ante la comprobación de volúmenes pulmonares disminuidos atribuidos al colapso alveo-lar, se propuso el uso de presión positiva continua,14

técnica empleada hace años en el pulmón congestivo. Este método resulta en rápida mejoría de la hipoxe-mia, permite el uso de menores concentraciones de O2 evitando la posibilidad de lesiones hiperoxicas y probablemente contribuya a la recuperación pulmonar dificultando el colapso alveolar.

Finalmente, existen algunas entidades en que el ex-ceso en una terapéutica se combina con el defecto en otros aspectos. Me referiré, sdlo a dos de las más notorias. Son bien conocidas las estadísticas interna-cionales y argentinas15 respecto a los extraordinarios resultados del tratamiento sintomático y la diuresis forzada en el coma producido por la ingestión de hip-nóticos u otras drogas depresoras con fines suicidas. Este optimismo se perturbó localmente ante un re-punte notable en la mortalidad10 que coincidió con el auge del lavado gástrico preconizado por los toxi-cólogos. En la mayoría de los fallecidos en nuestro Centro, se comprobó el antecedente del lavado y se halló contenido gástrico en la vía aérea. Es bien sa-bido 17 que la neumopatía aspirativa tiene un eleva-dísimo porcentaje de mortalidad y que se exagera con el volumen del líquido aspirado. Sólo nos resta espe-rar que prime la cordura y se suspenda la promoción inexplicable de un método, abandonado hace muchos

% Tabla 3 Pseudomonas aeruginosa 11.9

pseudomonas y proteus 5.6

142 pacientes con examen inicial negativo se infectan con:

Pseudomonas y coliforme 2.1 142 pacientes con examen inicial negativo se infectan con: Klebsiella pneumoniae

Proteus 5.0

11.0 Coliformes 4.0 Staphilococcus Coagulasa+ 2.8 Bacilos gram negativos 2.8 Estreptococos 2.0 Candida albicans 2.0 Tota l 49.2

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Tabla 4

Infecciones con gérmenes Gram negativos

a) Presencia en secreciones bronquiales no es sinónimo de infección.

b) (a) + secreciones purulentas, fiebre, leucocitosis + radiología patológica no significa necesariamente in-fección por gram negativos. Puede significar neumo-patía por germen no cultivable en presencia de gram negativos.

c ) (b ) + hemocultivo positivo para gram negativos. Re-quiere tratamiento con antibióticos adecuados.

d) Debe usarse antibiograma de dilución con niveles si-milares a los obtenibles con las drogas usadas.

años y responsable que la mortalidad haya pasado del 2.4 por ciento, registrada en 1968 15 al 26 por ciento obtenida en la serie de pacientes asistida en 1971.16

La otra entidad es el traumatismo no penetrante de tórax, motivo habitual de discusión con los ciru-janos. Sostenemos que la lesión pulmonar subyacente es la causa habitual de insuficiencia respiratoria post-traumática y que ella no se mejora con la reparación de la arquitectura torácica. Sostenemos también que la respiración paradojal es totalmente controlada por la ARM y que la experiencia, nuestra y ajena, de-muestra que la capacidad ventilatoria luego de la re-cuperación es normal en los pacientes no operados. Todo ello nos lleva a contraindicar habitualmente la cirugía, salvo en los casos donde se comprueban le-siones vasculares o del pulmón, no tratables en forma conservadora.

La actuación de las U.T.I. ha permitido la apari-ción de algunas patologías nuevas; quiero referirme solo a dos de ellas. Es frecuente que pacientes con neumopatías aspirativas, neumonitis virales extensas, o bronconeumonias difusas puedan sobrepasar el pe-ríodo agudo gracias a las técnicas hoy en uso. Sin embargo, días o semanas después, muchos de estos pacientes fallecen con un cuadro de insuficiencia res-piratoria intratable.15 Según el tiempo de su evolución, pueden encontrarse en la necropsia lesiones de fibrosis pulmonar y resulta difícil saber si se trata de la re-paración con secuela del cuadro original o de lesiones que puedan ser secundarias a la terapéutica, como

pueden ser las proliferativas que siguen a la fase exudativa inicial del pulmón hiperóxico.

La segunda es la presencia continuada de pacientes con lesiones cerebrales aparentemente irreversibles, con función circulatoria mantenida gracias a la ARM. La dificultad para establecer el diagnóstico de muerte ha motivado el intento de la Universidad de Harvard (Tabla 6) y luego el denominado "Estatuto de la Muerte" de Kansas (Tabla 7) primer texto legal al respecto. El reparo inicial a su respecto es que con el juicio de un sólo médico se pronuncie la muerte, pero el más importante es que esta debe ser una deci-sión médica, de acuerdo a standards profesionales y no una definición legal. Queda además una circuns-tancia de decisión difícil y es que en algunas situa-ciones, tal como luego de una detención circulatoria, es frecuente que retorne la respiración espontánea y los reflejos espinales y aun del tallo cerebral en pa-cientes con muerte cortical. Es en estos pacientes don-de se hace más difícil una definición, la que trata de establecerse por el estudio de la presencia de poten-ciales corticales evocados o aun la biopsia de lóbulo occipital. En ellos podría aplicarse la parte 2) del Es-tatuto de Kansas, pero no hay un respirador cuya ac-tividad pueda detenerse.

Conviene mencionar las extraordinarias posibilida-des de educación e investigación médica que se pre-sentan en la U.T.I. Trastornos funcionales de grave-dad inusitada aparecen en un lugar donde la concen-tración de recursos humanos e instrumentales, así co-

Tabla 5

Medidas preventivas

1)

2 )

No usar antibióticos con carácter profi láct ico en pa-cientes en equilibrio inestable internados en U . T . I. Prevenir las condiciones favorecedoras de la coloni-zacion. a) Mejoría mecanismos inmunológicos

Revisión uso inmunosupresores y corticoides ¿Suministro inmunoglobtilinas? ¿Transfusión leucocitos? Prevenir el ingreso de gérmenes Ventilación ambiental (Estaf i lococo) Supresión contactos infectantes (gram negativos) Manos, cateteres, humidificaciones respiradores

3 ) N o tratar los cultivos sino los pacientes.

b )

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)

l

Tabla 6 Ausencia total de: En ausencia de: Respuesta a estímulos Hipotermia o

Muerte cerebral Respiración espontánea depresores (Coma irreversible) Refle jos y comprobados (Según Univ. de Harvard) Deglución, bostezos 2 veces en (Según Univ. de Harvard)

E. E. G. isoeléctrico 24 hs. V

Muerte

De acuerdo a la definición de Harvard se requiere au-sencia de respiración espontánea para establecer la muerte.

mo la vigilancia permanente de la evolución, permiten estudios que en muchos aspectos han resultado revo-lucionarios.

Pensamos que en cuanto a la T.I. y posiblemente también al resto de la organización para la salud, el proceso nacional habitual es inverso a lo aconsejable. Creemos que los requisitos para la creación de nuevas unidades son como lo muestra la Tabla 8. En nuestro país el orden se invierte, se consumen los recursos en los puntos 6° y 1° y de allí en adelante frecuente-mente se pierde todo interés en el proceso. Pienso que en esta como en otras áreas de la Salud, el pú-blico y sus representantes, mal informados, vuelcan ingentes sumas en construcciones. Se desconoce apa-rentemente que muchos de nuestros hospitales no uti-lizan su capacidad instalada por carencia de recursos infinitamente inferiores a los que se comprometen en estos ambiciosos proyectos. Es posible que por un cri-terio similar, se prefiera iniciar la construcción de una gran Biblioteca que mantener al día las colecciones de libros y revistas de las bibliotecas universitarias. Uno termina preguntándose si quién decide construir una nueva biblioteca sabrá que también debe proveerse en ellas el material de lectura.

La T. I . está hoy de moda y es una moda cara que a muchos entusiasma. Se emplean así cifras millo-narias en compras de costosos aparatos que a veces permanecen "rutilantes" por su falta de uso. Mientras, otros Centros con dedicación y experiencia pueden pa-decer penurias interminables para conseguir simple-

mente repuestos para sus aparatos. Cuando nuevas unidades se crean a poca distancia de otras, uno se pregunta si no sería mejor tratar de emplear los re-cursos en mejorar la educación del personal de en-fermería, las técnicas de control de la infección, lo que requeriría aislamiento, más enfermeras, uso de material descartable, control bacteriológico permanen-te, etc. (Tabla 9) . En resumen mi impresión es que en las nuevas unidades, creadas frecuentemente por planificadores de gabinete, se reproducen todos los defectos de las antiguas, aunque las formas externas, tan caras a la idiosincrasia de la burocracia, puedan ser mejores.

Resulta difícil en esta conferencia de homenaje a un pionero del Hospital Público, no referirse a su de-terioro o a la agria disputa generada alrededor de la captación de los fondos para asistencia médica, fondos que de ser canalizados hacia el Hospital le permitirían crecer y continuar siendo la base de la medicina na-cional no sólo por el número, sino también por la calidad de las prestaciones médicas. Aunque son in-suficientes los recursos dedicados al Hospital, consi-dero más lamentable aún el mal uso que de ellos se hace. Incluyo aquí la falta del establecimiento de las necesidades de la zona de influencia del Hospital así como de la fijación de esta zona. Ello permite no sólo competencia local entre jurisdicciones, sino que los pacientes por lo menos en las grandes ciudades, acu-

(Continúa en página 25)

Tabla 7

Momento de la muerte (Estatuto de Kansas, 1970)

1 )

D e acuerdo a

2)

Juicio de un médico: Ausencia de respiración o circulación espontánea + resucitación " improbable" .

Enfermedad causal Tiempo transcurrido

Juicio de un médico: Mantenimiento de funciones vitales o resucitación " improbable" , durante ausencia de función cerebral espontánea, y luego de esfuerzos "razonables" para su restauración. Debe establecerse la muerte antes de suprimir ayuda mecánica o remover órganos para trasplante.

23

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Tabla 8

Requisitos para la creación de unidades de terapia intensiva respiratoria

1) Necesidad, establecida en su zona de influencia.

2) Médicos especialistas entrenados y residentes.

3) Bioquímicos y laboratorio de gases sanguíneos y pH, bacteriología, electrolitos y exámenes comunes.

4 ) Kinesiólogos y enfermeras adiestradas.

5) Funcionamiento permanente.

6) Oxígeno controlado. Respiradores, monitores, espiró-metros, etc.

7 ) Edificio.

Tabla 9

Necesidades en terapia intensiva respiratoria en Argentina

Técnicas:

Residencia bioquímica Residencia kinesiología Enfermería especializada

Control bacteriológico Infecciones - Aislamiento pacientes

Aspiración secreciones

Control concentraciones de Oa Control lesiones laringo-traqueales Monitorización circulatoria y respiratoria

Organización:

Red nacional interconectada Regionalización Centros dependientes según complejidad Racionalización de materiales

Respiradores modernos, etc. Material de intubación descartable, etc

Tabla 10

Hospital público

Sin fines de lucro

Funcionamiento permanente (todos los niveles)

Residencias médicas y complementarias

Libre interconsulta

Discusión libre y permanente

Decisiones con responsabilidad conjunta

24

Page 27: Ciencianueva22

1) Insuficiencia respiratoria

Se define por la presencia de descenso en la tensión del 02 arterial (h ipoxemia) y/o aumento de la ten-sión del C 0 3 arterial (hipercapnia) . Los cuadros agu-dos y los subagudos graves se acompañan de cambios en la concentración del hidrógeno arterial.

6.0

5.0

2 ) Encefalopatía respiratoria

Los pacientes con insuficiencia respiratoria aguda o subaguda presentan frecuentemente cuadros psiquiá-tricos (excitación psicomotriz, somnolencia, confusión mental, delirios de tipo paranoide u otros ) y neuro-lógicos (movimientos y reflejos anormales, semi-coma y coma) . Estos cuadros se atribuyen a la hipertensión g> endocraneana y a los cambios bioquímicos asociados -5, a la insuficiencia respiratoria. g

3 ) Asistencia respiratoria mecánica (ARM)

4.0

3.0

2 . 0

La insuficiencia respiratoria aguda y subaguda requie- w

re en ocasiones el empleo de aparatos de ventilación artificial. H o y esta se realiza por Vía interna a través ¿ de intubación laringotraqueal o traqueotomía.

4 ) Curva flujo volumen

E n el curso de la espiración forzada e l f lu jo máximo se obtiene [en la zona de inflación máxima y en rela-ción directa al esfuerzo. P o r debajo del 7 0 % de la capacidad vital el f lu jo se relaciona con el diámetro de los tubos aéreos (bronquios) a través de los que se realiza. E l tamaño bronquial está en relación di-recta con Ja presión elástica pulmonar y por lo tanto con el volumen pulmonar.

1.0

J Capacidad Vital V o l u m e n L i t r o s

5 ) Decompresión médica

E l aumento de volumen del encéfalo provoca hiper-tensión endocraneana capaz de producir lesiones ce-rebrales. E l balance negativo de agua (diuresis osmó-tica) y el uso de corticoides es capaz de disminuir el edema cerebral. La hiperventilación disminuye la tensión de C O a arterial y e l volumen del l íquido in-tracraneano.

dan continuamente a distintos lugares con realización repetitiva y desordenada de exámenes clínicos y com-plementarios. Esta conducta dificulta notablemente no sólo su atención, sino también la adquisición de experiencia médica adecuada. No me cabe sino admi-rar la organización médica (vigente en Chile, por ejemplo, desde hace casi 15 años) donde el Policlí-nico de alta complejidad tiene zonas asignadas para atención directa y hospitales regionales dependientes de menor complejidad con obligado y fácil intercon-sulta e intercambio de técnicas, estudios, especialis-tas, etc. i

Frecuentemente se dice que el Hospital Público no está "preparado" para incluir a clases sociales con más elevados recursos económicos. Uno se pregunta entonces quién examina la supuesta preparación de las instituciones a las que se le asigna esta cualidad, o quizá es sólo su costo y forma externa (hotelería) lo que hace presumir su bondad. Frecuentemente esta forma externa se alcanza con los recursos proporcio-nados por los grupos que luego, y además, contribui-rán con importantes locaciones de servicios. No son sm embargo las paredes nuevas o la suntuosidad del

ambiente las que de alguna mágica manera resultarán en mejor medicina. Puede que a través de esa creencia, que simplemente deseamos llamar equivocada, es qué se asista a repetidos concursos de proyectos para nue-vos hospitales o ceremonias de colocación de piedras fundamentales. Muchos de éstos, quizá afortunada-mente, sólo quedan en proyectos, otros desgraciada-mente alzan descarnados y costosos esqueletos incon-clusos, finalmente algunos tardan decenas de años en comenzar a funcionar. Sin embargo, así se consumen los recursos para proyectos menos espectaculares, tales como los educativos y de mejoría técnica y edilicia de lo que ya funciona, proyectos que además frecuen-temente naufragan frente a la indiferencia burocrática. Ellos significarían sin embargo, aquí y ahora, impor-tantes progresos para el tratamiento de quienes su-fren hoy. Pienso que todo esto sucede por el divorcio entre los que planean desde elevados estratos de poder y los que están en la labor cotidiana de la salud. Parecería que las empresas de construcción son los consultores ¡más tenidos en cuenta respecto al progreso de la salud.

La ausencia en el Hospital Público de todo fin de

25

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lucro, clarifica las indicaciones médicas, permite la libre discusión de los problemas sin autoritarismos económicos y asegura como objetivo único la preser-vación de la salud y el progreso de la medicina (Ta-bla 10) . Por otra parte, el ingreso y progreso del mé-dico en ésta Institución no está influido por su ha-bilidad contable o en la captación de recursos, sino solamente por su capacidad técnica y humana, hecho que garantiza la idoneidad de quienes allí trabajan y substituye quizá con ventaja la tan pregonada libre elección del médico, tan difícil por otra parte para el profano. Finalmente es posible que alrededor del hospital, el médico edifique su vida y abandone sus afanosas e interminables recorridas callejeras. El pre-dominio de este tipo de institución no excluye la me-dicina privada, aunque posiblemente la obligue a me-jorar para poder competir. A lo que si obliga es a que las instituciones también sin fines de lucro, y la pri-mera es el Estado y las empresas paraestatales, se sir-van exclusivamente de él para sus fines asistenciales. En definitiva, el Hospital que soñamos no está en contra de nadie, sí está a favor del enfermo y del médico, pero posiblemente sea un inconveniente para quienes sirven de intermediarios entre ambos.

Volviendo a Cetrángolo: siempre enseñó, aunque nunca ocupó cátedra alguna. Pocos avances de la ti-siología nacional de su época le fueron extraños. Amó a los humildes pero sin pretender ni obtener ningún provecho material. Es finalmente difícil dejar de ad-mirar, aun sin necesidad de compartirlo, su idealismo político, libre de afanes coercitivos, degradantes del ser humano.

Quiero terminar: un muy querido amigo me dice a menudo en su lenguaje crudo y aparentemente vul-gar: "es difícil, casi imposible, cruzar el pantano sin enlodarse". Cetrángolo lo consiguió.

* Pronunciada en la Reunión del 26 de octubre de 1972 en la Sociedad Argentina de Tisiologia y Patología Torácica (Asociación Médica Argentina, Buenos Aires).

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Cultura, ciencia política y dependencia

Carlos P. Mastrorilli

Carlos Mastrorilli es abogado, profesor de Sociología Política, ex-secretar'to del Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y actual Director del Centro de Estudios de Investigaciones Sociales (CEIS). Autor de: "El poder político" (1969, Carlos Perez editor), "Marcuse, Sartre, Gorz, Nizan y el Tercer Mundo" (1969, Carlos Perez editor), "Proyectos Hegemónicos en el Río de la Plata" (1970, Editorial CEIS), "Peronismo: de la Reforma a la Revolución" (1972, Editorial Peña Lillo), "Dinámica del poder" (Editorial Pleamar", 1973), "Bases para la construcción del Socialismo en la Argentina" (1973, Editorial CEIS).

La fuerza social impulsora de un proyecto de cambio profundo en situación periférica dependiente

Uno de los problemas básicos que debe plantearse una ciencia política que aspire a aportar elementos para un proceso de liberación es el de la fuerza social impulsora del cambio profundo (FSI ) . Es sabido que den-tro del cuadro de sucesión de pro-yectos hegemónicos imperialistas, el problema de la FSI no cuenta, por el simple hecho de que su lugar es ocupado por la sociedad imperial que es la generadora de todos los impul-sos necesarios para establecer el mar-co político, económico y cultural de la sociedad dependiente, a través de un sistema de alianza con las mino-rías gerentes —fuerza social reduc-tora ( F S R ) — cuya preexistencia es consecuencia del orden capitalista burgués en situación periférica. Por el contrario, para un proyecto de au-tonomía y de reversión de la de-pendencia la constatación de la exis-tencia, operancia y dinamicidad de la FSI está en la base de toda pos-tulación proyectiva y de toda posi-bilidad de planificación económica y social.

Ahora bien: la FSI en una situa-ción como la nuestra —sector peri-férico más próximo al centro con-forme a la mayoría de los indicadores económicos, sociales y culturales— presenta caracteres multívocos y con-ductas polivalentes. Si bien su exis-

tencia aparece en pricipio garatizada por distintos encuadramientos que permiten trabajar al analista político sobre la hipótesis de una resultante impulsora del cambio, la operancia y el grado de dinamicidad de la FSI deben ser objeto de estudios pro-fundos.

El plano en el que primero debe-ría abordarse el conocimiento de la FSI es el de la cultura. Es decir: debería privilegiarse el estudio del comportamiento social dentro del universo que se halla exento del ám-bito productivo donde prevalece el valor eficiencia, como así también de la hegemonía del valor orden, propio del ámbito político-jurídico en sentido estricto.1 Si restamos esas dos presiones básicas del sistema de poder, nos queda un espacio cultural en el que se generan conductas guia-das por preocupaciones en las que aflora con mayor nitidez el ser so-cial: formas de expresión literaria y artística, formas de comunicación, cultos y comportamientos éticos, for-mas de organización primaria, dina-micidad de la vida familiar.2

Si también alcanzamos a analizar cómo la FSI se mueve dentro del es-pacio cultural y luego relacionamos esos movimientos con su pertenencia al sistema productivo y al sistema político, construidos sobre el fondo común de la sucesión de proyectos hegemónicos imperiales, dispondría-mos de un cuadro exacto de las po-sibilidades reales de cambio en una situación como la Argentina que se caracteriza por su complejidad, mu-chas veces obviada por simplificacio-nes deformantes.

28

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Los sectores impulsores

La ESI en la Argentina se encuentra formada por dos sectores que pueden diferenciarse con cierta nitidez: el proletariado industrial urbano y los sectores medios y profesionales des-alienados a través de un largo pro-ceso de pauperización y progresiva obliteración de los canales de ascenso social y progreso económico.

El sector básico es el proletariado industrial. Se trata de cinco millones, aproximadamente, de obreros indus-triales concentrados en su mayoría en el triángulo de hierro formado por Buenos Aires, Córdoba y Rosa-rio. Este proletariado se halla en-cuadrado en poderosas organizacio-nes sindicales cuya vigencia y eficacia ha sido reconocida por el sistema de poder dependiente (SPD), a través de un plexo jurídico inamovible. Es-te efectivo encuadramiento modifica en el sentido de formalizar la lucha de clases a través de la real absor-ción de una cantidad de impulsos de cambio por los sindicatos. No obs-tante tenemos plena conciencia de que las organizaciones sindicales no pueden —por su inserción en el con-texto jurídico del estado de derecho liberal burgués (EDLB)—canalizar revolucionariamente la mayor parte de los impulsos de cambio prove-nientes de sus bases sociales.

El otro sector tiene una confor-mación más heterogénea. Se incluyen en él desde pequeños comerciantes e industriales duramente golpeados por el proceso concentrativo y ex-tranjerizante que era la nota desta-cada del llamado plan Krieger, hasta un extendido proletariado universi-tario que no puede ser absorbido por el SPD y cuyas expectativas sociales han quedado truncas por una canti-dad de motivos, el principal de los cuales es la decisiva carencia del EDLB en orden a su propia moder-nización. Maestros, empleados ban-carios, empleados y pequeños funcio-narios del Estado, profesionales, téc-nicos y artistas que no pertenecen —por propia determinación o por rechazo del sistema— al número de los mediadores intelectuales del polo hegemónico, conforman las huestes de este^ sector cuyo análisis de com-portamiento cultural nos parece de-cisivo.

En efecto; si analizamos la pirámi-de social desde el punto de vista de la movilidad de sus comportamien-tos culturales, observaremos que la

cúspide —que es la que genera las grandes corrientes éticas o religiosas por razón de su capacidad comunica-tiva derivada a su vez de su monopo-lio del capital— tiende a permanecer estática mientras se mantiene inal-terable el proyecto hegemónico de raíz imperial que es el que garantiza su propia dominación interior. Cuan-do se opera una sustitución del pro-yecto hegemónico —lo que trae apa-rejado un profundo cambio en los modos de producción y por lo tanto arrastra inevitablemente un nuevo proyecto institucional— la cúspide social genera nuevas pautas de mo-ral social y sus mediadores intelec-tuales concurren a difundirlas a todo el contexto de la sociedad depen-diente.

La recepción de ese impulso de cambio moral que genera la cúspide impelida por muy concretas necesi-dades de justificar la nueva índole de sus operaciones de poder, es dis-tinta en la base de la pirámide social que en su tramo medio. En la base ocurre un fenómeno largamente dis-cutido en el marco de lo que podría-mos denominar una antropología cul-tural: el pueblo ha internalizado en forma profunda y extensa la estruc-tura ético-religiosa tradicional deri-vada de la decisiva incidencia econó-mico-política de la propiedad de la tierra. Cuando recibe una excitación para desplazarse un trecho hacia otras formas de concebir la realidad y de comportamiento, su reacción suele ser negativa, afincándose en los valores primitivamente aceptados que actúan como valores fundaciona-les. En nuestro país la oligarquía te-rrateniente proveniente del país his-pano-criollo anterior a la Revolución de Mayo recibió un impulso de cam-bio por parte de los sectores afinca-dos en el puerto, básicamente inter-mediarios y vendedores de servicios. Esa oligarquía pecuaria se resistió, hasta Rosas inclusive, a aceptar las propuestas liberales y regalistas que provenían de la cúspide portuaria. Cuando se avino a desplazarse hacia una concepción positivista de la rea-lidad, se produjeron los conflictos Estado-Iglesia de la época de Roca mientras que el nuevo perfil del proletariado —proletariado ambiguo por la incidencia del elemento masi-vamente gringo— generaba su pro-pia resistencia a través del partido Radical y de su líder don Hipólito Yrigoyen.

Los valores fundacionales en nues-

tro país, entonces, derivan de la tra-dición hispano-criolla, unívocamente católica. Cuando a partir de la pérdi-da de significación relativa que la propiedad de la tierra tuvo en la construcción del polo hegemónico de la sociedad, fue necesario un nuevo desplazamiento —pensemos en la década del cuarenta— la base social volvió a resistir la incitación al cam-bio y afirmó su decisión "de no ser como se quiere que seamos" median-te una nueva recurrencia a los valo-res fundacionales.3 El nuevo proleta-riado industrial en el que se mezcla-ron gringos y cabecitas negras pro-venientes de las profundidades inte-riores del país, resultó la apoyatura básica del naciente movimiento pe-ronista, primera y decisiva expresión política del tercer país, construido a partir del viejo país hispano criollo que aportó sus elementos marginales y residuales del proletariado de al-dea y del país gringo que ya dejaba de serlo. "Alpargatas sí, libros no" fue la fórmula que mejor condensó la cosmovisión de esta ancha base social del peronismo.

Los sectores medios, por el con-trario, reciben todo impulso de cam-bio con una excesiva dinamicidad. Al moderado positivismo de la era ro-quista y al confuso krausismo yrigo-yeniano, contestan con la virulenta Reforma Universitaria, que es movi-miento precursor en toda América latina y aun en el mundo entero. A las propuestas de liberalización de la moral social, responden hoy con una actitud que coloca a las lealta-des familiares y grupales de origen tradicional al borde de su quiebra total.

En la actualidad la cúspide social, formada por las clases gerentes y en menor medida por la burguesía in-dustrial, ya no tiene interés en mantener la cultura tradicional ni las formas de comportamiento más o ^ menos rígidas señaladas por la oligarquía terrateniente en su nece-sidad de mantener incólume la pro-piedad fundiaria. Propone, por el contrario, un cierto liberalismo mo-dernizante y un aflojamiento de la ética a la vez que declara la obsoles-cencia de los valores religiosos. Las respuestas son las esperadas: mayor religiosidad —aunque no se trate de una religiosidad eclesial— en la base social y radicalización de los sectores medios que se corren mucho más "a h izquierda" de lo que propone la cúspide social.

29

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En el supuesto de que la cúspide social constituye —a través de su operancia en el polo hegemónico cu-ya misión es irradiar la ideología dominante hacia la sociedad de ma-

sas, el EDLB y las fuerzas arma-das— el sector que entra en directa contradicción con la FSI nos encon-tramos con el siguiente cuadro de la dinamicidad ético-social:

movilidad media, movilidad superior, movilidad reactiva.

cúspide social (clases gerentes y poseedoras): sectores medios (intelectuales, profesionales):

base social (proletariados urbanos):

Desde el punto de vista de los valores en juego tendríamos: cúspide social: progreso modernizante-dependiente, sectores medios: radicalización contradictoria 1 respecto del

radicalización armónica j mensaje imperial base social: reacción resistente predominantemente sobre el contexto

de los valores fundacionales.

Por supuesto que cada sector tiene, además de sus propias contradicciones interiores:

sector hegemónico: contradicción entre sectores intermediarios y productores

„ „ productores industriales y agrarios

„ ideológica: democracia-dictadura liberal

„ entre pequeños productores y proletariado universitario

„ ideológica: peronismo, marxismo leninismo

„ entre proletariado urbano y rural „ „ proletariado industrial, áreas

económicamente dinámicas, áreas marginales

„ ideológica: peronismo combativo, participacionismo

sectores medios:

base social:

Si partimos del supuesto de que la FSI debe ser concebida como to-talidad, la sumatoria de contradic-ciones se extiende como surge a sim-ple vista de la relación de todo lo dicho. Sin embargo no se agota aquí el tema: falta aún relacionar lo ex-puesto con la situación real de de-pendencia que afecta a todo el con-junto.

El colonialismo pedagógico A través de múltiples mecanismos insertos en el polo hegemónico y que se manifiestan a través de los mediadores intelectuales propietarios o gestores directos de los medios de comunicación de masas o incluidos en el aparato del EDLB —sector educación e investigación— el con-glomerado imperial ejerce lo que ha dado en llamarse colonialismo pe-dagógico sobre todo el ámbito de la sociedad dependiente. Una de las formas más exitosas de ese colonia-lismo pedagógico se da a través del llamado "imperialismo científico" 4

cuya peligrosidad proviene de la pre-

30

tendida neutralidad ideológica de la ciencia y en el que los contenidos ideológico-reductores vienen cubier-tos por un manto espeso de "obje-tividad científica".

El colonialismo pedagógico entra en colisión con:

a) Las estructuras mismas del EDLB que resultan obsoletas res-pecto de los impulsos modernizantes que el imperio necesita concretar pa-ra un mayor rendimiento de su ex-plotación económica.5

b) Ciertos arrestos nacionalistas —sobre todo en épocas de crisis— de los sectores productores del polo hegemónico.8

c) La radicalización excesiva de los sectores medios que para el im-perio deberían constituir la base del ensanchamiento progresivo de la so-ciedad de consumo dependiente.

d) Las resistencias predominante-mente nostálgicas de la base social.

e) La radicalización inarmónica de las vanguardias del proletariado sobre todo en las áreas económica-mente más dinámicas.

La procedencia de los impulsos

culturales del imperio —localizados fundamentalmente en la sociedad norteamericana— tampoco resultan armónicos en principio respecto de la estructura cultural, racial y ético-reli-giosa de la sociedad nacional depen-diente. Las componentes puritanas y pragmáticas que están en lo profun-do de la reducción ética del impulso imperial norteamericano, son fron-talmente contradictorias respecto de los valores fundacionales de la so-ciedad argentina.7 En la medida en que tales valores fundacionales con-viven con las tendencias radicales dentro de la FSI —encuadrada polí-ticamente en el movimiento peronis-ta— se produce un cortocircuito en el régimen cultural de la dependen-cia.

Esta falta de adecuación —a la que la ciencia política agrega, tal vez como resultante directa de esto mis-mo, la vigencia de un liderazgo ca-rismático en la Argentina— no sig-nifica mecánicamente la existencia de una cultura nacional resistente (CN) dentro de la sociedad globalmente dependiente.8 En primer lugar, para que la existencia de una CNR fuera operante en una situación como la nuestra, se exige que previamente las contradicciones dentro de FSI que-daran resueltas en su mayor parte. Ello no ha sucedido todavía, aun cuando la principal cuña dependiente dentro de la FSI —que tendía a separar irremisiblemente al sector medio del sector básico— la Univer-sidad, ha perdido gran parte de su poderío reductor en la medida en que ya no es capaz de promover o de mantener vivas las expectativas de ascenso de los sectores medios-me-dios y medios-bajos hacia grados más altos de la escala social y de los con-sumos ostensibles.

La neutralización de la Universi-dad como herramienta reductora del conflicto social es un hecho de fun-damental importancia dentro del contexto de la cultura dependiente. Se trata de la anulación de un arma poderosa que, en manos del polo hegemónico, dejó sin inteligencia organizada al peronismo gobernante y profundizó -la falsa antinomia de civilización y barbarie en la concien-cia del ser nacional. El paso siguien-te, la construcción de un sistema institucional de cultura apto para encuadrar la lucha contra el colonia-lismo cultural y el imperialismo científico, todavía 110 se ha dado.

Cuando la ciencia política dicta-

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mina la inexistencia de una CNR —a la que podríamos llamar tam-bién y apropiadamente cultura de liberación— está diciendo a la vez varias cosas importantes:

a) si bien existe una actitud re-activa dentro de la FSI respecto de las solicitaciones multifacéticas del colonialismo cultural, dicha actitud parece ser esencialmente nostálgica y se apoya en el afincamiento de los valores fundacionales.

b) la CNR no puede ser sino el producto de la vigencia de un esta-do nacional que asuma sobre su com-plejo institucional las resistencias bá-sicas contra el proyecto imperial, lo que provocaría la existencia mucho más real y operante de un espacio cultural, en el que la FSI pudiese actuar en forma creativa por el he-cho de la progresiva destrucción de las represiones generadas en el apa-rato administrativo-burocrático del EDLB y por la anulación de la ma-yor parte de los mensajes reductores provenientes de los medios de co-municación de masas.

c) cuando desde sectores vincu-lados al nacionalismo —incluso el de izquierda— se,habla de una cul-tura nacional que hay que defender de las amenazas del colonialismo pe-dagógico, se está minimizando el hecho de que nuestra historia ha si-do básicamente la historia de los proyectos español, inglés y nortea-mericano localizados en el Río de la Plata y que los valores fundacio-nales de esa pretendida cultura na-cional se entroncan decisivamente con el proyecto hegemónico español y su consecuencia directa: la hege-monía de la oligarquía terrateniente de la pampa húmeda.

Lo dicho no equivale a afirmar la no existencia de una conciencia de la diversidad y de una voluntad, di-fusa por cierto, de no aceptar —por parte de la FSI en su conjunto— las etapas rostowianas del desarrollo y el modelo de la sociedad postindus-trial como claves arquetípicas. En este plano se confirma una hipótesis de trabajo válida para toda la cien-cia política que pretenda explicar los fenómenos de poder en situación periférica-dependiente: el conoci-miento político se afinca en negacio-nes sectoriales de la realidad imperial extrapolada a la sociedad dependien-te y en negaciones globales de la sociedad imperial generadas por las escuelas críticas nacidas dentro mis-

mo del conglomerado imperial (v.g. la escuela de Frankfürt).

Pero la inexistencia —o si se pre-fiere la inoperancia— de una CNR capaz de generar .series de objetos culturales coherentes —que de eso se trata— no debe llevarnos a afir-mar que el poder de la cultura de-pendiente es omnímodo. El sistema imperial y por ende la alianza para la dependencia, padecen un ya cró-nico agotamiento ideológico cuya manifestación más crítica es el ya famoso mensaje de Nixon cuando la invasión de Camboya, en el que el idealismo wilsoniano o rooseveltiano se reemplaza crudamente por una confesión de parte sobre el agota-miento del arsenal ideológico del im-

Abreviaturas utilizadas en este trabajo

FSI: Fuerza social impul-sora

SPD: Sistema de poder de-pendiente

EDLB: Estado de derecho li-beral burgués

CNR: Cultura nacional re-sistente

APLD: Alianza para la de-pendencia

EPF: Ecuación política fun-damental

SAP: Sistema antipoder SPA: Sistema de poder au-

tónomo

perio: la verdadera razón de dicha operación bélica es que Nixon no quería —no poclía— ser el primer presidente norteamericano que per-diera una guerra.

De tal modo existe un doble or-den de falencias —brechas no espe-cíficamente políticas—en la cúspide del poder político respecto de nues-tra sociedad dependiente:

a) el mencionado agotamiento ideológico del imperio;9

b) la falta de modernización en el plexo del EDLB dependiente.

Respecto del agotamiento ideológi-co los fenómenos más fácilmente aprehensibles son: • la aparición de contestaciones glo-bales en el seno de la sociedad im-perial. • el progresivo reemplazo del im-perialismo belicista —Pentágono— ,por un imperialismo de raíz con-

sumptiva, capaz de generar dos di-recciones: aislamiento o revitaliza-ción de la APEB.

En relación a la falta de moder-nización del SPD: • vigencia crítica de los postulados desarrollados cuya finalidad es con-tinuar el proceso de desarrollo com-binado (las Bélgicas dentro de las; Indias); • mayor conflictualidad en la socie-dad de masas por el apartamiento de la sociedad dependiente del mo-delo consumptivo internalizado por la misma propaganda del SPD y por el imperio.10

La ciencia política entre los problemas de desarrollo de la fuerza social impulsora del cambio profundo

Si la realidad que hemos tratado so-meramente de describir es tal y no una construcción artificiosa, surge con toda claridad la necesidad de disponer de una ciencia política ca-paz de producir los siguientes obje-tos culturales: a) las pautas mínimas de sistema-tización de una CNR capaz de neu-tralizar en el espacio político de la sociedad dependiente, los mensajes reductores provenientes del SPD y de aprovechar en beneficio del cam-bio profundo las brechas existentes dentro del SPD, en la relación con-glomerado imperial-SPD y aun las contradicciones existentes dentro de la misma sociedad imperial.

b) los modos de compatibtliza-ción y cohesión aptos para reducir las contradicciones existentes dentro del conjunto de la FSI y dentro de sus sectores en particular.

c) la determinación de los costos sociales y los plazos históricos den-tro de cuyos márgenes el proceso de cambio debe ser concluido.

El punto primero de estos obje-tivos globales es de la mayor com-plejidad puesto que, como se sigue sin dificultad, la ciencia política en tanto que parte del ámbito de la cul-tura se ve afectada directamente por el colonialismo cultural a que se ha-lla sometida toda la sociedad depen-diente.

La ciencia política en las socieda-des dependientes se encuentra defor-mada por las circunstancias mismas de la dependencia. En estas socieda-des ni producen objetos válidos las ciencias sociales transportadas desde

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el contexto imperial —v.g. el fun-cionalismo parsoniano— ni pueden surgir —sino con tremendas dificul-tades— "ciencias sociales de libera-ción". Esto último ocurre por una gran variedad de motivos; los princi-pales son, a nuestro entender:

a) siendo que el objeto de tales ciencias no puede ser el "control so-cial" o la viabilización del desarrollo en etapas extraídas de ,1a historia social y económica de los "países mo-delo", sino la liberación, debe exis-tir univocidad de concepción respec-to de tal objeto científico y no ya político. En tal sentido se puede afirmar que si bien la univocidad política es deseable respecto del sen-tido de la ecuación política básica Opresión - Resistencia - Liberación, la univocidad científica de tal ecuación es imprescindible.11

b) debido a la internalización de la antinomia de civilización y barbarie dentro de los sectores intelectuales de la FSI, existe una generalizada desconfianza hacia todos los pro-ductos .generados en los conglomera-dos imperiales. Sin embargo, aun cuando esa desconfianza sea acepta-ble cuando se refiere a objetos cul-turales o científicos que contengan una valoración o incluso una mera descripción de los fenómenos de la dependencia, no es apta para recoger todos los frutos que las escuelas crí-ticas surgidos dentro de los conglo-merados imperiales han producido respecto de la demostración de las contradicciones interiores de dichos conglomerados.

c) como consecuencia de la falta de ponderación apuntada en b ) , se pretende construir una ciencia social "bárbara" a partir de las experien-cias localizadas solamente en las pe-riferias, con lo cual sólo se consigue una consolidación metodológica de la dominación y un frontalismo cien-tífico de oposición que conduce a extender el plazo histórico de la lu-cha política y a aumentar desmedi-damente los costos del proceso de cambio profundo.

La liberación —como objeto prin-cipal de una ciencia política real-mente positiva— debe ser entendida no como un punto de partida ni co-mo un punto de llegada, sino como un proceso que es continuación de otros procesos en gestión. De ahí que la ecuación política fundamental y su explicación histórica deba ser, necesariamente, el capítulo inicial de esta ciencia política liberadora.

La ecuación política fundamental (EPF) tiene tres momentos:

1) Momento opresivo. No se tra-ta de la dominación de tipo faraónico sino de la propia de la burguesía que incluye una cantidad no pequeña de contenidos liberales, arrancados por esa misma burguesía a la clase feu-dal en su larga lucha por el predo-minio económico y después político. El modo,de dominación burguesa in-cluye necesariamente una ficción de participación —democracia burgue-sa o tránsito de intermediación parti-docrática— una ficción de justicia —EDLB erigido en supremo justi-ciero— y una ficción de soberanía —equivalencia de todos , los estados-naciones dentro de la sociedad inter-nacional y principio de autodetermi-nación de los pueblos—. De tal mo-do la opresión que es básicamente tripartita: explotación económica, colonización cultural y dominación política, se manifiesta políticamente por la inadecuación de las formas de gobierno y de estado, respecto del desarrollo global de la sociedad. En otras palabras: la prueba de la opre-sión política es la ineficacia de las instituciones políticas, la inestabili-dad de los gobiernos y la falta de consenso popular, consecuencias to-das de la raigal ilegitimidad del SPD.

2) Momento resistente. El mo-mento opresivo .propiamente dicho termina cuando la sociedad depen-diente ha logrado generar un sistema antipoder (SAP) capaz de respon-der unívocamente a las solicitaciones del SPD. En este momento las re-sistencias son asumidas por un mo-vimiento masivo cuyo eje es la FSI ya descripta.

_3) Momento de liberación. Co-mienza cuando el SAP toma en sus manos el SPD y lo transforma en un SPA (sistema de poder autónomo). A partir de este momento las resis-tencias de la sociedad dependiente son monopolizadas por el estado re-volucionario que asume en forma di-recta la lucha contra los impulsos imperiales. El proceso de liberación concluye cuando la acción mancomu-nada de los distintos SPA del Tercer Mundo produce la involución del impulso imperial y se genera el pluri-verso político en equilibrio.

La ciencia política de liberación entonces, debe analizar la realidad y poner los medios para generar la involución del impulso imperial que actúe sobre el área dependiente de que se trate. De ahí su carácter esen-

cialmente diverso respecto de las ciencias sociales generadas en el mundo industrial que básicamente persiguen la consolidación o la per-duración del sistema centro-periferia tal y como ha surgido de la revolu-ción industrial y del colonialismo y neocolonialismo.

Puede decirse que todo aquello

que para la ciencia social central es deseable —orden, progreso sosteni-do, paz social, funcionamiento de-mocrático— para la ciencia política de liberación es indeseable. Lo cual se refleja inmediatamente en lo que podríamos denominar la racionalidad del método: lo que en el conglome-rado imperial se ve con nitidez y clara percepción metodológica, en la periferia dependiente es confuso, y viceversa.

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Hacia una política de liberación La construcción de una ciencia polí-tica de liberación es una larga pa-ciencia. De hecho debe renunciar a las explicaciones metafísicas, jurídi-cas, biológicas o matemáticas que han prosperado en el .centro del

II WE quiere WH| E50 ME LRVR

5UPER LUCKY AMENTE

mundo. En otro trabajo decíamos que "no puede haber una política común al amo y al esclavo, salvo que a priori el esclavo acepte serlo. De otro modo todo lo que el amo juzga útil y bueno será odioso y aborreci-ble para el esclavo. Y viceversa: to-do lo que el esclavo anhela y desea será motivo de abominación para el amo". Hasta ahora nuestras univer-sidades y academias han enseñado solamente la ciencia del amo. Las

aparentemente agrias disputas entre las escuelas oficiales, vse reducen a que algunos grupos han estudiado la ciencia de un amo más antiguo —el aristotelismo tomista—• y otros, más aggiornados, se han afincado en amos más actuales —funcionalismo, neo-danvinismo, etc.

Por esto mismo, lejos de aceptar el rol de bárbaros a que nos pretende relegar la razón administrativa im-perial, la ciencia política de libera-ción debe dejar aclarado de una vez para siempre que "lo único bárbaro e irracional en la política americana ha sido el intento de desnaturalizar históricamente a millones de hom-bres, sometiéndolos no sólo a condi-ciones inferiores de subsistencia sino imponiéndoles formas de vida y de cultura estériles y alienantes". Lo que en el centro del mundo es ocul-tación del mecanismo colonial y pro-clamación de la naturalidad del de-venir histórico, en la periferia debe ser comprensión de las raíces cultu-rales, sociales y económicas de los proyectos de dominación, para así poder ver nuestras historias particu-lares como partes de la historia uni-versal. Lo que en el centro del mun-do es razón y verdad, en la periferia es irracionalidad y falsedad. Lo que en el centro del mundo es prioridad absoluta —el orden— en la periferia es negación y contestación.

De lo que llevamos dicho parece surgir con cierta claridad una con-secuencia que tiene que ver con lo cultural y con lo político-científico dentro, del universo de la nación de-pendiente: la teoría de una CNR per-tenece al dominio específico de una ciencia política de liberación.

Cuando afirmamos el hecho de que el universo cultural es aquel que se encontraba mayormente exento del eficientismo productivo y del ordenancismo jurídico-institucional, predicábamos que el ámbito cultu-ral era aquel en el cual el valor liber-tad adquiría su máxima relevancia. Esto es así tanto en la situación cen-tral, dominante como en la situación periférica, dependiente.

Cuando decíamos que la CNR no preexistía al, estado nacional revolu-cionario, sino que debía ser su con-secuencia, estábamos negando la existencia de series de objetos cultu-rales integradas en un sistema no de-pendiente.

Pero cuando establecíamos los tér-minos de la EPF y marcábamos co-mo momento resistente aquel en el

cual el SAP quedaba constituido co-mo frente organizado del pueblo, es-tábamos a la vez afirmando la posi-bilidad de construir, dentro del uni-verso de la nación dependiente, una forma política capaz de asumir orga-nizada y unívocamente la lucha del pueblo.

Sostenemos ahora que el proceso de construcción del SAP se da den-tro del espacio cultural, es decir, fuera del orden productivo y fuera del orden jurídico-institucional. Por eso mismo puede adquirir caracteres de imaginación y creatividad políti-cas, impensables dentro del sistema de empresas o del aparato burocrá-tico-administrativo del EDLB. El co-rolario es obvio: en una situación periférica dependiente como la nues-tra, la CNR comienza a manifestarse en una serie, cultural de organiza-ción política, así como en la lucha contra el proyecto de dominación es-pañol y en las guerras desatadas por el colonialismo interior —en el siglo pasado— fue la forma de hacer la guerra, el sustento de toda preten-sión de una cultura nacional.

De lo dicho extraemos un doble haz de razonamientos:

a) el estudio de la FSI pertenece al ámbito de lo cultural;

b) el ámbito de lo cultural debe ser objeto de estudio por la ciencia política.

La importancia de estas dos afir-maciones nos parece obvia: siendo la ciencia política de liberación, en úl-timo término, la ciencia de la con-quista del poder por el pueblo y gestándose en el espacio cultural la FSI de este proceso de cambio pro-fundo, lo cultural queda subsumido dentro del objeto político de ma-nera tal que la valoración, ordena-miento y sistematización de la serie de objetos culturales producidos en la nación dependiente sólo pueden ser practicados a partir de una con-cepción estratégica de la toma del poder y, en consecuencia, las artes, las ciencias y las letras deberán ser repensadas a partir de su valor polí-tico de liberación conforme la con-traideología de liberación.

La_ consecuencia práctica de esta cuestión metodológica es también obvia pero de gran importancia: no existe una ciencia cultural desvincu-lada de la ciencia política, hasta tan-to no se haya revertido la situación de dependencia. Una vez producida la ruptura del vínculo imperial y asu-mida la resistencia por el estado re-

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volucionario, entonces el ámbito cul-tural quedará exento de manifesta-ciones político-organizativas o bélicas y los objetos culturales se verán ali-viados de la carga de politicidad que la dependencia les o torga . 1 2

Queda así esquemáticamente ex-puesto el rol propio de una ciencia política al servicio de la liberación nacional. Creemos que la aceptación de estos postulados básicos es de gran utilidad para definir no sólo el ob jeto de la ciencia política sino.tam-bién para comprender globalmente y sin deformaciones economicistas o juridicistas el proceso de formación y de organización de la F S I hasta llegar a constituir un verdadero sis-tema ^ntipoder.

Estos razonamientos cobran espe-cial significación si se confrontan con la actual coyuntura político-social de la Argentina. La postulación ideoló-gica del socialismo nacional por par-te del movimiento de masas peronis-tas, puede cerrar el círculo de la organización política del pueblo, su-perando las contradicciones de clase que laten en la F S I si el encuadra-miento carece de precisas definicio-nes ideológicas o si éstas se dan fue-ra de un contexto organizativo. E l socialismo nacional, como proyecto contraideológico frente al imperio y al S P D , es la máxima expresión de la C N R en gestión, su antecedente necesario y el ordenador supremo de las tácticas políticas así como — y a lo d i j i m o s — la medida del va-lor de todos los objetos culturales que se hayan producido o se pro-duzcan en la nación.

E l cuadro aquí esbozado debería completarse con el estudio, a la luz de las comprobaciones expuestas, del rol de los intelectuales en la situa-ción periférica dependiente porque ellos, como vanguardia del sector no proletario d e la F S I , son los depo-

sitarios de la máxima dinamicidad cultural y en tal carácter generan una.cantidad importante de contra-dicciones sociales respecto de su mis-mo sector de pertenencia, respecto del proletariado industrial y, por su-puesto, respecto del polo hegemó-nico y del aparato administrativo bu-rocrático del E D L D B . O

1 Queremos dejar aclarado que desde,el punto de vista de una ciencia social libe-radora, la sociología no existe como dis-ciplina autónoma ni como metodología es-pecífica salvo en lo que se refiere a las técnicas de investigación social en sentido estricto. La sucesión de las ciencias so-ciales comienza por el estudio infraestruc-tural de la producción que es el objeto fundamental de la economía; prosigue con el análisis de los fenómenos de poder que es la materia de la ciencia política y cul-mina con el estudio del derecho que es la formalización normativa de ambas. El estudio de los fenómenos que se dan en un contexto social determinado y que en principio aparecen exentos de una preocu-pación inmediata por la productividad y por las cuestiones conexas con el poder, pertenecen a lo que denominaríamos ge-néricamente "ciencia cultural", en la que el objeto de estudio sería el comporta-miento menos condicionado de los agru-pamientos sociales. La sociología, invento del mundo central, toma escorzos de todos estos ámbitos vaciándolos de su contenido dinámico con tendencia a agotar sus con-clusiones en lo meramente descriptivo. El eclecticismo sociológico y su actitud neu-tral frente a los fenómenos del poder, afecta principalmente a la ciencia política porque la reduce a una metafísica o lo que es aún más grave, a "derecho político" y "teoría del estado", colocándola en un fal-so nivel superestructural. Ver al respecto "Sociología y filosofía" en Sociológica de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Madrid, 1966, pág. 9 y ss.

2 Ver "Acerca del carácter afirmativo de la cultura" en Cultura y sociedad de Herbert Marcuse, Buenos Aires, 1967, pág. 45 y ss.

3 Para comprender cómo es posible teo-rizar sobre este movimiento recurrente nos parece aconsejable la lectura del capítulo titulado "Raíz y estilo del hombre argen-tino" incluido en El mito gaucho de Car-los Astrada, Buenos Aires, 1964.

4 Al respecto dice el Documento Bá-

sico N° 1 del Centro de Estudios e Inves-tigaciones Sociales: "Existe hoy un as-pecto del imperialismo que resulta más enajenante que el manifestado a través de los monopolios y conglomerados económi-cos: es el imperialismo científico promovi-do por la racionalidad capitalista burguesa de índole administrativa que se proyecta sobre el universo como la única herra-mienta de trabajo intelectual. El esfuerzo del CEIS está dirigido contra ese imperia-lismo y esa racionalidad. Es preciso elabo-rar una ontología política de base dialéc-tica que supere en coherencia y eficacia a la que en su tiempo creó el liberalismo y que culminó con la apropiación imperialis-ta del mundo."

B La exposición modernizante ha sido llevada a cabo en toda su extensión por Gino Germani y sus discípulos. Ver, por ejemplo, "La transición hacia una demo-cracia de participación total" en Política y sociedad en una época de transición, pág. 217 y ss., Buenos Aires, 1965.

c Esto es fácilmente perceptible en los procesos históricos generados por las crisis periódicas del capitalismo. En nuestro país se puede estudiar el fenómeno con toda claridad en las llamadas revoluciones de 1890 y 1930.

7 Ver El proyecto hegemónico norte-americano, Parte I, de Carlos P. Mastro-rilli, ed. CEIS, 1971.

8 Ver Política y cultura de Carlos P. Mastrorilli, Cursos CEIS, 1971.

9 Los analistas insertados en el mundo capitalista deducen, como Jean Meynaud o Fernando González de la Mora por ejem-plo, del agotamiento del arsenal ideológico del imperialismo capitalista "el fin de las ideologías". Para ellos el mundo empieza y termina en el núcleo central, altamente desarrollado del MCE o los EEUU. La polémica puede echar a andar recién cuan-do nos preguntamos si en el Este europeo también se está produciendo un similar proceso de agotamiento.

10 Ver Nuevos aportes a la teoría del conflicto social, de Lewis Coser, Buenos Aires, 1970.

11 y e r ei trabajo Problemática del ser político resistente de Carlos P. Mastrorilli, ICRS, 1969.

1 2 Y entonces. también podría ser ope-rable dentro de nuestra realidad una cien-cia cultural en sentido propio, capaz de recoger toda la producción libre del pue-blo, una vez que el ámbito de la libertad quede asegurado por la asunción, por par-te del Estado, de todas las operaciones políticas que hoy pesan —como censura, autorrepresión o coacción— sobre la crea-tividad social.

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Novedades de ciencia y tecnología

1 Imanes para detectar ladrones

Las pérdidas por robo en las tiendas crecen día a día y junto con ellas crece el interés por descubrir algún método que permita detectar al la-drón con las manos en la masa. Los métodos más obvios, tales como el circuito cerrado de televisión y los espejos, no son satisfactorios y re-sultan demasiado caros. Hoy en día se trata de desarrollar sistemas au-tomáticos.

Uno de los métodos propuestos sugiere la colocación de piezas mag-néticas en los productos expuestos. Estos se desmagnetizan o se arran-can del objeto cuando se paga la mercadería y cualquier magnetismo remanente es detectado por campos magnéticos colocados a la salida del negocio. Este sistema tiene, sin em-bargo, un inconveniente para el cual no existe una solución fácil: no es selectivo, o sea que también detecta relojes, llaveros, etc. El único modo de hacerlo factible sería utilizando material magnético suficientemente activo como para producir una señal mucho más potente que las interfe-rencias y en ese caso el sistema se vuelve demasiado caro.

El intento de usar módulos trans-misores en miniatura también ha sido infructuoso.

John Welsh, de Ohio, Estados Unidos, ha patentado recientemente en Inglaterra, un nuevo sistema que funciona gracias a la inmersión de la zona de pago en un campo elec-tromagnético de una frecuencia fun-

damental mínima de 100 MLIz y pre-ferentemente en un rango de micro-onda que está sobre los 1000 MHz.

Los artículos expuestos deben tener etiquetas o films prendidos o puestos dentro, de modo que reirra-dien una frecuencia armónica de se-gundo orden o mayor aún, a no ser que se desactiven o desintensifiquen en la zona de pago. Los armónicos de los artículos no pagados serán recogidos por un receptor cuando el ladrón camina hacia la salida y pon-dría en funcionamiento la alarma.

La patente de Welsh da una ex-plicación extensa de los detalles elec-trónicos involucrados en el sistema. Las etiquetas indicadoras contienen espiras sintonizadas que actúan co-mo sensores emisores construidos con capas de ferrita magnéticamente saturadas que producen una segunda armónica por reacción a un campo eléctrico con un 5 por ciento de eficiencia en la conversión. Las eti-quetas se desactivan con un campo magnético de corriente alternada.

Tal como se presenta, este sistema pareciera uno de los más factibles para lograr el objetivo buscado.

2 Un automóvil eléctrico francés

Desde hace varios meses ha hecho su aparición en varias ciudades fran-cesas, el coche eléctrico concebido por el ingeniero J . A. Grégoire y de-sarrollado en los laboratorios de in-vestigaciones aplicadas de la Com-

pagnie Genérale d'Electricité, bajo el control de Electricité de France.

El modelo puesto ya a disposición del público en París y Dijon, posee una autonomía de unos 100 kilóme-tros. Es una rural de dos plazas, cuyo compartimiento posterior está ocupado en gran .parte por las ba-terías de acumuladores, pero puede llevar además 125 kilos de carga.

Una palanca que se empuja o que se tira sirve para conducir el ve-hículo, cuya velocidad horaria me-dia es de unos 30 km/h ,y la veloci-dad máxima en carretera plana de 55 km/h. Sus características princi-pales son: longitud total: 3,31 me-tros; ancho total: 1,40 metros; peso vacío (sin baterías): 525 kilogra-mos. Las baterías, de un peso total de 400 kilogramos, producen una tensión nominal de 96 volt alimen-tando un motor de corriente conti-nua, cuya potencia máxima llega a 14,6 kilowatt (unos 20 CV) a 2.400 revoluciones por minuto.

3 Por qué se pinchan los neumáticos Desde la aparición del neumático las pinchaduras son uno de los acciden-tes más comunes a que está sujeto el conductor de un automóvil. Sin em-bargo, hasta hace muy poco tiempo, apenas si se investigaron sus causas. En Gran Bretaña, un estudio con-junto efectuado por la firma Dunlop y el Laboratorio de Ciencias Foren-ses del Ministerio del Interior acaba de revelar varios hechos interesantes al respecto.

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Acerca del tipo de pinchadura más común—la causada por un cla-vo— se han descubierto varias cir-cunstancias llamativas. Un estudio de 500 neumáticos pinchados, reco-gidos en una vasta cadena británica de garajes, demostró que casi 250 contenían fragmentos de clavos. Es-to, de por sí, no es sorprendente, pero sí lo es el hecho de que el examen de los clavos permitió esta-blecer que casi las dos terceras par-tes de ellos estaban muy gastados, lo cual demuestra que habían perma-necido largo tiempo en el neumáti-co, quizá el necesario para recorrer 150 kilómetros. En la mayoría de los casos, el neumático sigue inflado hasta que el automóvil se detiene. Un detalle interesante es que los clavos casi siempre penetran en án-gulo recto con respecto a la super-ficie, lo cual podría explicar por qué pasan frecuentemete desapercibidos.

La conclusión más sorprendente es que el vidrio es una causa muy poco importante de pinchaduras. En rigor, se ha demostrado experimentalmente que, cuando la ruta está seca, es casi imposible que un vidrio, aun tratán-dose de una botella rota, pinche un neumático. Por el contrario, una ruta mojada aumenta mucho la po-sibilidad de que el neumático sea pinchado incluso por los objetos más extraños, tales como fósforos de madera usados y trozos de cojinetes a bolillas.

Otro sorprendente descubrimiento revelado por esta investigación es que una apreciable proporción de neu-máticos presenta dos y hasta tres pinchaduras. Al parecer, los automo-vilistas suelen manejar hasta 50 ki-lómetros con una goma pinchada, en cuyo caso el daño es considerable. Aun si el neumático está bien infla-do, resulta por lo menos llamativo lo insensibles que parecen algunos conductores ante los ruidos extra-ños. Un neumático pinchado de los que se examinaron presentaba un bulón de 10 centímetros, cuya cabe-za se había gastado casi por com-pleto como consecuencia del manejo continuo. Alrededor del 25 por cien-to de los conductores británicos, se-gún el estudio, no quieren cambiar la rueda cuando está pinchada, o son incapaces de hacerlo.

Los neumáticos gastados contri-buyen notablemente a las estadísti-cas sobre pinchaduras. En compara-ción con un neumático nuevo, las probabilidades de pinchadura son

aproximadamente 10 veces mayores cuando la banda de rodamiento se ha gastado hasta el límite legal bri-tánico de 1 mm de profundidad.

4 Nueva técnica para fracturas

Se ha desarrollado un nuevo sistema para atender fracturas en casos de emergencia que podría relegar al cajón de los recuerdos aquellas ins-trucciones acerca de tablillas y bas-tones ligados con pañuelos o tiras de camisa que se pueden encontrar en cualquier manual de primeros auxilios.

Se coloca el miembro fracturado en una bolsa de plástico .y en su in-terior se vierte una mezcla de dos productos químicos en estado pre-polímero. La reacción de ambos pro-ductos produce .calor y una espuma sólida que se expande dentro de la bolsa, proporcionando protección y sostén al miembro herido.

Este método podría usarse tam-bién para proporcionar calor a per-sonas expuestas a temperaturas ex-tremadamente bajas y para propor-cionar sostén liviano, fácilmente ma-niobrable para inválidos y ancianos.

Tempestades artificiales en ciudades modernas

Como el número de edificios altos construidos hoy día crece sin cesar, especialmente en las grandes ciuda-des, es preciso tener en cuenta en la etapa de proyecto los riesgos oca-sionados por el viento, según indi-ca el Instituto de Investigaciones de la Construcción de Gran Bretaña (Building Research Station), pre-cursor de la investigación en este campo.

Los vientos creados a nivel del suelo son mucho más fuertes que los que se producirían si no hubiese edificios, y resultan muy desagrada-bles e incluso peligrosos para los peatones, habiendo causado ya más de una víctima. Los fuertes vientos que azotan los costados de edificios muy altos han arrancado ventanas y doblado columnas de apoyo del re-vestimiento.

Para investigar estos riesgos, debe contarse con un túnel aerodinámico, con el cual deben familiarizarse los arquitectos. Los primeros investiga-dores que utilizaron los túneles en esta rama de la aerodinámica indus-trial pensaban que los vientos so-plaban suavemente, mientras que los vientos creados por edificios altos son turbulentos.

Para crear este tipo. de vientos en el túnel aerodinámico se ha confec-cionado un método basado en la co-locación de obstáculos a la entrada del mismo con el fin de mezclar el aire.

Una clase de ventarrón a nivel del suelo es producido por el viento al chocar contra la superficie plana de un edificio alto y descender luego a tierra. Existen varias formas de im-pedirlo.

Se ha descubierto que un edificio alto se puede construir sobre un pe-destal más ancho, de manera que el fuerte viento creado quede limitado al espacio que se encuentra por en-cima de dicho pedestal; alternativa-mente, se puede construirlo con una planta abierta para que el viento pase a través de ella.

Ambos métodos entrañan gastos adicionales; por consiguiente, el Ins-tituto de Investigaciones de la Cons-trucción aconseja a autoridades mu-

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nicipales y empresas privadas que no construyan edificios altos y ya se han modificado varios proyectos siguiendo estos consejos.

En lugares donde se han construi-do edificios altos ha sido preciso, en ciertos casos, cubrir los centros co-merciales, con el consiguiente gasto adicional. Pero, en general, los pro-blemas originados por altos edificios individuales ya han sido estudiados y no es necesario continuar las in-vestigaciones en túneles . aerodiná-micos.

Una vez efectuados los estudios pertinentes, el mencionado Institu-to, tomando 5 m/seg como límite máximo de velocidad del viento, ha podido fijar una serie de normas que sirvan de guía en la construcción de edificios altos individuales en rela-ción con los peligros implicados por el viento, tanto para peatones como para los mismos edificios.

Ahora bien, los complejos de edi-ficios .hacen que sea necesario con-tinuar las investigaciones en túneles aerodinámicos, ya que el cambio ori-ginado por un edificio en la direc-ción del viento se ve afectado por otro edificio y el resultado final no es fácilmente previsible. Por ejem-plo, es posible que el viento gire en torno a un edificio, pero la succión creada- en un lado produce un viento lateral que no existía antes. Dos edificios convenientemente simados pueden crear inevitables ventarrones en determinada posición.

Sin embargo, las investigaciones con maquetas en túneles aerodiná-micos sirven para determinar el em-plazamiento óptimo de dos o más edificios dentro de un complejo a fin de evitar riesgos anteriormente des-conocidos para arquitectos y cons-tructores.

6 Un electrobús urbano

La Société le Véhicule Electrique (SOVEL) y Electricité de Trance (E.D.F.) , efectúan actualmente la puesta a punto de un autobús movi-do por un motor eléctrico, especial-mente concebido para los transpor-tes urbanos. Este electrobús tendrá que cargar las baterías cada 120 ki-lómetros aproximadamente (60 kiló-metros para los otros vehículos en curso de experimentación) y podrá transportar cuarenta y ocho personas (en vez de veintidós).

Este vehículo experimental asegu-ra desde el 2 de octubre el transpor-te de viajeros entre la estación de Evry y la Prefectura de Essonne.

La Sociedad SOVEL y E.D.F. han prestado este prototipo a la munici-palidad de la nueva ciudad de Evry, para su experimentación. El mante-nimiento del vehículo corre a cargo de la división de E.D.F. de Corbeil, que carga los acumuladores.

El autobús está movido por un motor eléctrico alimentado por ba-terías de acumuladores plomo-ácido de 144 volts. Su peso total, cargado, es de 9 toneladas, de las cuales 4 solamente corresponden a las bate-rías. Dispone de veintidós plazas sentadas y veintiséis de pie.

7 Transmisión automática universal

Existe un automóvil que, sin te-ner embrague, caja de velocidades o transmisión automática convencio-nal, marcha con suavidad perfecta y consume menos combustible, mer-ced a un ingenioso invento británi-co. Dicho invento se basa en un convertidor de par motor, especie de caja de velocidades infinitamente va-riable que utiliza transmisión flúida en vez de engranajes. En rigor, sal-vo en el mecanismo que selecciona

marcha adelante o atrás, no hay en-granajes de ninguna especie. El con-vertidor es de funcionamiento total-mente suave y silencioso.

Desde el momento en que se arranca, no parece desperdiciarse ni la menor fracción de potencia del motor: no hay razón para cambiar de velocidad y no se presentan esos ligeros tironeos habitualmente aso-ciados a las transmisiones automáti-cas. No obstante, la aceleración es tan buena como la de cualquier otro sistema.

¿Cuál es el secreto? En tanto que las cajas de velocidades convencio-nales pueden diseñarse de forma tal que proporcionen cualquier relación necesaria, los convertidores de par motor, con mandos hidráulicos, no han podido hasta ahora proporcio-nar la gama de relaciones de trans-misión necesaria en los automóviles. Ello ha sido finalmente logrado por un inventor británico, Howard Hob-bes, en el taller de su casa y mediante unas pocas herramientas. Adaptando un convertidor de par motor de tipo comercial, Hobbes ha logrado construir una transmisión sin engranajes, es decir, el sueño de los fabricantes de automóviles desde hace medio siglo. La firma que diri-ge Hobbes ya se ha puesto en con-tacto con varias fábricas de automó-viles que han manifestado considera-ble entusiasmo. Si bien no se pro-ponen fabricar de inmediato la nue-va transmisión, realizarán un cuida-doso programa de investigaciones con miras a utilizarlo en el futuro.

Uno de los dos prototipos dotados de la nueva transmisión ha recorrido 80.000 kilómetros en distintos paí-ses de Europa sin una sola falla me-cánica y con un consumo de combus-tible notablemente mejorado. Perfec-cionar la eficiencia del motor supone contaminar menos el ambiente: gra-cias a la nueva transmisión, el motor nunca trabaja a bajas velocidades y el combustible puede quemarse por completo. Debido a que hay menor número de componentes de preci-sión, las nuevas transmisiones pue-den reducir su costo a menos de las dos terceras partes del precio de los actuales sistemas automáticos. E l precio es tan bajo que podría con-vertirse en el sistema standard para todos los automóviles y, quizá, re-emplazar por completo la caja de ve-locidades manual. Y bien podría inaugurar un brillante futuro para el coche propulsado por turbina de gas, motor que debe funcionar a ve-locidad constante. O

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Por una política científica y tecnológica nacional

El documento que publicamos fue elaborado por el Subcomité de Científicos y Técnicos del Comité Independiente de Científicos, Universitarios y Profesionales, de apoyo a la Alianza Popular Revolucionaria. Su publicación en Ciencia Nueva responde al criterio enunciado en el número 18, al dar cabida al trabajo elaborado por el Consejo Tecnoló-gico del Movimiento Nacional Justicialista.

con-

ciencia y dependencia 1. La ciencia y la tecnología deben estar al servicio de la transformación política, económica, social y cultu-ral del país.

2. La carencia de una política científica independiente en nuestro país ha sido la consecuencia de la estructura económico-política depen-diente y atrasada. La ideología do-minante de esta estructura ha hecho que la ciencia haya quedado fun-damentalmente desvinculada de la producción y haya servido, en la ma-yoría de los casos, al estudio de pro-blemas generales relacionados con las necesidades de las economías capita-listas desarrolladas. Una consecuen-cia de ello es la división artificial de la actividad científica en pura, apli-cada y tecnológica. La actividad cien-tífica es una sola y debe desarrollar-se armónicamente, estrechamente li-gada a la actividad productiva, en el más alto nivel. Históricamente, la formación de los cuadros directivos del quehacer científico argentino no ha contribuido, evidentemente, a es-te desarrollo.

3. Dentro de este contexto, la dependiencia económica implica la de-pendencia tecnológica, la cual ha traído graves consecuencias, como por ejemplo: la erogación de divisas y su influencia desfavorable sobre la balanza de pagos, tanto en con-cetpo de importación de conocimien-tos técnicos como en importación de bienes y servicios que podrían pro-ducirse en el país; la carencia de una capacidad de decisión en áreas de importancia fundamental para nuestro desarrollo y seguridad; la no formación de personal idóneo en de-terminados sectores productivos; la limitación del mercado de trabajo de los profesionales argentinos, una de las causas fundamentales de su emi-gración y de su subvaloración en el país; la no generación de tecnología propia en un nivel adecuado que hace que nuestras exportaciones de

productos manufacturados tiendan a ser manejados por las corporaciones multinacionales, etc.

4. La dependencia tecnológica es-tá asociada también con la depen-dencia cultural. Debe promoverse un cambio de actitud mental, no sólo en los científicos, investigadores y téc-nicos, sino en el pueblo en general, para crear la conciencia de que la investigación científica y técnica es una pieza clave del desarrollo nacio-nal independiente y de que el país posee los medios materiales y huma-nos para lograr, en un plazo razo-nable, una independencia tecnológi-ca acorde con sus necesidades.

Bases para una nueva política científica

Para lograr dicha independencia tec-nológica, que implica tanto la crea-ción local de tecnología como la capacidad para controlar su transfe-rencia desde el exterior, es impres-cindible llegar paulatinamente a la formulación de programas centrali-zadores de la actividad científico-téc-nica, relacionados con los problemas básicos de nuestro desarrollo. La ac-tividad creativa del plantel científico nacional deberá estar fundamental-mente centrada alrededor de ellos.

La planificación democrática de la actividad científica en función de objetivos nacionales, no sólo no me-noscaba o coarta la individualidad, sino que la enriquece y la eleva me-diante un estímulo constante, al integrar al científico a la problemá-tica del país, terminando así con su frustración y alienación:

Tal planificación presupone: —la reestructuración y unificación

de la dirección estatal del sistema científico-técnico y su democrati-zación mediante la participación activa de la comunidad técnico-científica.

—la detección y evaluación de todos los problemas del país en los cua-

les la ciencia y la tecnología de-ben aportar soluciones.

—la asignación de objetivos y prio-ridades.

—el relevamiento de todos los re-cursos, materiales y humanos, que hagan a la actividad científico-tec-nológica.

—la estructuración de planas en dis-tintos niveles (nacional, regional, provincial y local) y en el tiempo (corto, mediano y largo plazo), tendientes a la optimización de los recursos disponibles.

—la coordinación y centralización armónica de los distintos sectores responsables de investigación y desarrollo: entes estatales, univer-sidades e institutos técnicos, in-dustria, asociaciones profesionales, etcétera. Entendemos que las siguientes

medidas tendrán una repercusión fundamental para el logro de nues-tros propósitos:

1. Corección de las deformacio-nes producidas por la política cien-tífica vigente. Modificación del Plan Nacional de Ciencias y Técnica para adecuarlo a los nuevos objetivos.

2. Aumento sustancial de los re-cursos destinados a investigación y desarrollo, y establecimiento de un sistema simple y eficiente para su distribución y control.

3. Distribución de los recursos de acuerdo a los programas trazados pa-ra impedir deformaciones en el cre-cimiento de nuestro patrimonio cien-tífico.

4. Sanción de un estatuto del per-sonal científico y técnico que esta-blezca y unifique criterios y que cree un sistema objetivo de designaciones y promociones.

5. Creación de nuevos centros e institutos de investigación y desarro-llo de acuerdo con las necesidades y potenciación de los existentes.

6. En particular, incremento sus-tancial de los presupuestos de orga-nismos tales como INTA, INTI y similares, adecuando sus programas

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a la política económico-social que encare el gobierno nacional.

7. Desarrollo de capacidad propia para juzgar y evaluar las realizacio-nes y tendencias de la ciencia y la tecnología en otros países, base in-dispensable .para lograr una verda-dera capacidad de decisión en las ne-gociaciones de contratación de tec-nología. No descartar la posibilidad de adatpación de ninguna tecnología, inclusive las consideradas como ob-soletas o poco rentables según los criterios de las economías capitalis-tas desarrolladas.

8. Detección de focos o centros de interés no susceptibles de plani-ficación y desarrollo de sus poten-cialidades para evaluar su posible incorporación al plan de ciencia y técnica.

9. Funcionamiento eficiente del Registro de Contratos de Transfe-rencia de Tecnología, centralizado en el INTI, y su publicación.

10. Ajuste del régimen de marcas, patentes, licencias y regalías para adecuarlo a nuestras reales necesida-des y a las posibilidades de nuestro desarrollo tecnológico. Modificación de la ley de patentes y marcas en ese sentido.

11. Prohibición de transferencia de divisas al exterior en concepto de pago de patentes, licencias y/o rega-lías que signifiquen sólo el uso de marcas y que no impliquen una transferencia de tecnología necesaria.

12. Control de los aspectos tecno-lógicos en los casos de radicación de capitales, convenios financieros, etc.

13. Adecuación del sistema de re-carbos aduaneros de importación pa-ra una efectiva protección de la in-dustria nacional y sus posibilidades de desarrollo. Estímulo a las expor-taciones que impliquen un desarrollo tecnológico local.

14. Denuncia de los convenios de ALALC y otros que impliquen una traba a un desarrollo tecnológico propio en un determinado factor.

15. Participación en entes y re-uniones internacionales de normali-zación, pero que las normas y espe-cificaciones de calidad de los pro-ductos que exportamos no vengan determinados exclusivametne por los países compradores de acuerdo con sus intereses. Apoyo al trabajo de normalización.

16. Promoción de la investigación y desarrollo en la industria nacional, sea la realizada en forma propia o mediante contratos con universida-des, institutos o entes estatales, do-

naciones, etc., siempre dentro del Plan Nacional de Ciencia y Técnica.

17. Adecuación del desarrollo tec-nológico propio en todo lo que in-volucre la seguridad y defensa na-cional, mediante la integración de los institutos de investigación de las Fuerzas Armadas a los planes nacio-nales de ciencia y técnica.

18. Elevación del papel de la uni-versidad como centro de investiga-ción y como componente importante de la actividad científico-tecnológi-ca. Creación efectiva del posgrado de modo de formar al científico y al profesional adecuadamente a las ne-cesidades reales. Integración gradual de los trabajos de investigación de las universidades e institutos depen-dientes a los planes nacionales de ciencia y técnica. Estímulo de la interrelación universidad-centros de desarrollo tecnológico-industria. Re-orientación de la matrícula para for-mar los técnicos y profesionales que el país realmente necesita. Incremen-to de las becas internas y externas para trabajar sobre temas de desa-rrollo tecnológico.

19. Asignación de todos los recur-sos necesarios para el funcionamien-to, en todo el territorio nacional, de un sistema de documentación que permita la rápida actualización del estado de una tecnología o investiga-ción determinada en el mundo.

_ 20. Apoyo a las publicaciones científicas y técnicas nacionales y a su difusión en el exterior.

21. Estímulo activo al desarrollo de una industria nacional de apara-tos, instrumental científico, médico e industrial, materiales y reactivos para laboratorio, etc. Reequipamien-to de los laboratorios y centros de investigación y desarrollo.

22. Previsión dentro del progra-ma de ciencia y técnica de campañas de divulgación científica por todos los medios de difusión, con la parti-cipación de científicos y técnicos, pa-ra contribuir a superar la dependen-cia cultural y a crear una conciencia nacional del desarrollo independiente.

23. Fomento del intercambio de condiciones entre los distintos cen-tros de investigación y desarrollo V de congresos y reuniones. Promo-ción de la discusión, la actualización y la metodología interdisciplinaria.

24. Cooperación activa coa todos los países del mundo sin exclusiones y en especial con los países latino-americanos, en el campo científico-técnico, mediante la concreción de acuerdos y convenios de todo tipo y a distintos niveles.O

Proyecto latinoamericano de modelo mundial A pedido de los interesados, p u blicamos los nombres y comisiones que integran el Proyecto que fuera comentado por Amílcar O. Herrera en el número 18 de CIENCIA NUEVA:

Comité Consultivo: Jorge Sábato, Enrique Oteiza, Jo -sé Agustín Silva Michelena, Víctor Urquidi, Helio Jaguaribe, Osvaldo Sunkel y Carlos A. Mallman; Comité Ejecutivo: Amílcar O. Herrera (Director del Proyecto), Juan V. Sourrouille, Juan José Santiere, Hugo Scolnik, Rafael Pastoriza y Marcos Kaplan; Medios Masivos de Comunicación: Hernán Aldabe (Director), Juan. Chamero y Antonio Hostar; Transporte: Daniel E. Batalla y Alberto A . González; Matemáticas y Computación: Hugo Scolnik (Director), Graciela Chichilnisky, Rafael Pastoriza y Luis Talavera; Educación: Enrique Oteiza (Director) y Gilda de Romero Brest; Alimentación: Gilberto Gallopín (Director) e Isabel Gómez; Población: Centro Brasileiro de Analise e Planej amiento (CEBRAP), Paul Singer (Director); Vivienda: Jorge Enrique Hardoy (Director) y Diana Mossovich; Ciencia y Tecnología: Amílcar O. Herrera y Jorge Sá-bato; Economía: Juan V. Sourrouille (Director) y Juan José Santiere y Graciela Chi-chilnisky;

Recursos No Renovables: Amílcar O. Herrera (Director) y Alberto Lapidus; Salud: Centro Latinoamericano de Admi-nistración Médica (CLAM); Abra-ham Sonis (Director) y Adolfo Chorniy;

Aspectos Socio políticos: Marcos Kaplan.

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Libros nuevos

La crisis norteamericana y América latina Tlieotonio Doa Sanios Ediciones Periferia SRL, Colección Estados Unidos y América Latina, Buenos Aires, noviembre de 1 9 7 2 , 1 4 4 páginas

Sumario: Primera parte: La crisis económica en los países subdesarro-llados. I. Teoría de las crisis econó-micas. 1. Planteamiento general del problema. 2. Las teorías de las cri-sis. 3. La teoría marxista de la crisis. 4. Los efectos de los cambios de la posguerra en el cielo. I I . Teoría de la crisis en los países subdesarrolla-dos. 1. El problema teórico. 2. La economía exportadora. .3. Compara-ción con algunas teorías. 4. Los cam-bios de la posguerra y los ciclos de coyuntura internos. 5. Hacia una teoría de la , crisis en los países de-pendientes. Segunda parte: La actual crisis norteamericana y América la-tina. I. La actual crisis norteamerica-na. 1. El reconocimiento de la crisis. 2. La economía de guerra y sus lí-mites. 3. La combinación de infla-ción y recesión. 4. .Consecuencias de la crisis actual para la política exter-na norteamericana. 5. La nueva es-trategia y sus dificultades. I I . La crisis norteamericana y América la-tina. 1. Introducción. 2. Síntesis de las características de la crisis norte-americana. 3. América latina, diag-nóstico de una situación. 4. Las cri-sis dominantes frente a la crisis. 5. Las clases populares frente a las cri-sis. Notas. ,

Generación del vapor Tomo I Ing. Marcelo Mesny Editorial Centro Estudiantes de Ingeniería " L a línea Recta" , Buenos Aires, 1 9 7 2 ,

Sumario: Capítulo I : Ciclos de cen-trales de vapor. Capítulo I I : La combustión. Capítulo I I I : Análisis de los gases de la combustión. Ca-pítulo IV: Hogares de carga a mano. Capítulo V: .Hogares de emparrilla-dos mecánicos. Capítulo VI: Hoga-res de polvo de carbón.

Etica y ciencia Mario Bunge Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1 9 7 2 , 110 páginas

Prólogo a la segunda edición. I . Sig-nos de una nueva ética. I I . Etica y análisis lógico. I I I . La dicotomía hecho/valor., IV. La ciencia, ¿es éticamente neutral?. V. La ética de la ciencia y su corrupción. VI . La ética de la filosofía científica. VI I . La acción de la ciencia sobre la ética. VI I I . La justificación científica del juicio moral. IX. La ética como ciencia. Apéndice I . Humanismo ¡y ciencia. Apéndice II . Análisis del valor.

Teoría y problemas de dinámica de Lagrange Daré A. Wells Editorial McGraw-Hill, Colombia, 1 9 7 2 , 3 7 0 página s

Sumario: 1. Fundamentos Básicos, I . 2. Fundamentos Básicos, I I . 3. Ecua-ciones del movimiento de Lagrange para una partícula. 4. Ecuaciones de Lagrange para un sistema.de partícu-las. 5. Sistemas conservativos. 6. De-terminación de F 5 r para el caso de fuerzas disipadas. 7. Estudio general de los momentos y los productos de inercia. 8. Estudio de la dinámica de los cuerpos rígidos, de Lagrange. 9. El método de Euler de la dinámica de los cuerpos rígidos. 10. Pequeñas oscilaciones .alrededor de las posicio-nes de equilibrio. 11. Pequeñas osci-laciones alrededor de movimientos estacionarios. 12. Fuerzas de restric-ción. 13. Fuerzas impulsadoras nece-sarias para producir movimientos de-finidos. 14. Efectos de la forma de la tierra y de su rotación cotidiana en los problemas de la dinámica. 15. Aplicación de las ecuaciones de La-grange a sistemas eléctricos y elec-tromecánicos. 16. Ecuaciones del movimiento de Hamilton. 17. Prin-cipio de Hamilton. 18. Ecuaciones básicas de la dinámica en notación

tensorial y vectorial. Relaciones en-tre los cosenos directores.

El capitalismo en las ideologías económicas contemporáneas Rene Ballivian Calderón Editorial Paidós, Buenos Aires, 1 9 7 2 , 2 2 2 páginas

Sumario: Capítulo I : Breve g irada retrospectiva. 1. Los historiadores. 2. La religión y el desarrollo del capitalismo. 3. La iconoclasia. 4. La ortodoxia: Alfred Marshall. Capítu-lo I I : Schumpeter y la "destrucción creadora". 1. Bosquejo biográfico. 2. Pensamiento y método de,Schumpe-ter. 3. Schumpeter y Keynes, analis-ta del capitalismo. 4. Teoría del des-envolvimiento económico. 5. Busi-ness Cycles. 6. Capitalism, .Socialism and Democracy. 7. Ensayos sobre el capitalismo. Capítulo I I I : La teoría del estancamiento y el reformismo keynesiano. 1. El concepto de estan-camiento. 2. John Maynard Keynes. 3. La Teoría general. 4. Comentarios de la Sra. Robinson. 5. Un enfoque socialista: John .Strachey. 6. Alvin H. Hansen. 7. A. C. Pigou. Capí-tulo IV: Teoría y realidad del oligo-polio. 1. La nueva economía de la cuarta década. 2. La competencia im-perfecta y monopólica. 3. Aspectos del mercado oligopólico. Capítulo V: Supervivencia del ideal de la libre competencia: el neoliberalismo. 1. Introducción. 2. Ludwig von Mises. 3. F. A. von Hayek. 4. Wilhelm Rópke. 5. Milton Friedman. Capítu-lo V I : Kenneth Galbraith y el con-cepto de los poderes compensatorios. I . Consideraciones preliminares. 2, American Capitalism: The Concept of Countervailing Power. 3. La so-ciedad opulenta. 4. El nuevo estado industrial. Capítulo V I I : El capita-lismo moderno visto por los socialis-tas. 1. Factores favorables a su per-duración. 2. Factores adversos al ca-pitalismo. 3..El enjuiciamiento socia-lista de otros aspectos del capita-lismo. 4. Retomando el hilo de Ca-pitalism, Socialism and Democracy.

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Comentarios de libros

Giordano Bruno

Traducción del italiano, prólogo y notas de Angel J . Cappelletti, Buenos Aires, Aguilar, 1972, 2 5 6 páginas

No deja de ser oportuna la edición de este diálogo de Giordano Bruno, en momentos en que el mundo cien-tífico y también el no científico, se aprestan a recordar a Copérnico en el quinto centenario de su nacimien-to ya que Nicolás de Cusa y Copér-nico fueron los inspiradores de Gior-dano Bruno: del primero tomó la concepción de la infinitud del uni-verso, del segundo la nueva cosmo-logía. Pero según de Santillana, Co-pérnico "funcionó de carga explosi-va", fue el factor desencadenante de la grandiosa visión panteista que había iniciado el Cusano. Y en Co-pérnico, Bruno vio además la valen-tía, la "magnanimidad de este ger-mano que, sin cuidarse de la tonta multitud, se ha mantenido tan fé-rreamente frente al torrente de la fe contraria." Por su parte Bruno y Kepler fueron los primeros coper-nicanos, convencidos y combatientes.

Sobre el infinito universo y los mundos es el tercero de los tres "diá-logos metafísicos" que Bruno publi-có en italiano en 1584, durante su estada en Londres. En este diálogo, así como en el primero: La cena de le ceneri {La cena de las cenizas), aparecen alusiones a cuestiones as-tronómicas y cosmológicas, mientras que el segundo diálogo: De la causa, principio y uno es el más metafísico de los tres; se le conoce en castella-no por la traducción, con prólogo y notas, de Angel Vassallo editada en Buenos Aires (Losada, 1941) y pu-blicada en la "Biblioteca filosófica" que dirigía Francisco Romero. Ade-más, en este tercer diálogo, intervie-ne una figura científica conocida: el médico y astrónomo veronés Fracas-

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toro que fue compañero de estudios y amigo de Copérnico en Padua y autor de dos importantes escritos médicos: un tratado sobre el conta-gio y el poema que legó el nombre a la sífilis.

Como todo lo de Cappelletti, pro-fesor argentino actualmente en Ve-nezuela, esta edición de Bruno es excelente: esmerada traducción, am-plia introducción que ubica este diá-logo entre los tres "metafísicos" y en la obra total de Bruno numero-sas notas aclaratorias, ya de la tra-ducción, ya del texto con adecuadas referencias a la filosofía antigua y a la ciencia moderna y actual.

La figura de Giordano Bruno in-teresa especialmente a la historia de la filosofía —entre nosotros Mon-dolfo se ha ocupado de él— aunque también a la historia de la ciencia sobre todo ante el interés actual que ha cobrado la historia de la ciencia renacentista, menos cultivada hasta ahora que la historia de otros perío-dos. Así, en un reciente coloquio de 1957, dedicado especialmente a la ciencia del siglo xvx, de los 18 tra-bajos presentados, dos se referían ex-clusivamente a Bruno. Es que las fi-guras del Renacimiento —y Giorda-no Bruno fue una de sus figuras tí-picas— no pueden encasillarse fácil-mente. Más que científicos, huma-nistas o filósofos en sentido estricto, fueron pensadores que, liberados del escolasticismo, se alimentaron de sa-ber antiguo y avizoraron el nuevo saber, aunque en alguna ocasión, co-mo en Bruno, aquella liberación y esta actitud bifronte lo condujeran a la hoguera que tétricamente ilumi-nó el final del siglo xvi, siglo de un Renacimiento que no fue brillante como podrían suponer aquellos que no han visto en él sino el "renaci-miento de las artes y de las letras."

J. Babini

Política comparada: una concepción evolutiva G. Almond y G. Powell Paidós, Buenos Aires, 1972 2 7 6 páginas

¿Ciencia política o ideología política? La comparación de regímenes políticos en la j óptica de dos científicos j de un país central.

Como animales políticos que son, según la vieja calificación de Aris-tóteles, los hombres perseveran en comparar las formas en que se go-biernan distintas sociedades. Algu-nos con el propósito de cambiar las que existen, por otras que creen más justas y mejores; otros con la fina-lidad de demostrar que las formas predominantes en determinada so-ciedad son mejores que cualquier otra existente o posible.

Durante mucho tiempo la Ciencia Política "seria" prevaleciente en los países capitalistas centrales encaró el análisis político comparativo con un objetivo principal: el de demostrar la inherente superioridad de los sis-temas políticos vigentes en esos paí-ses. Los criterios utilizados para apoyar esa evaluación, y para reco-mendar la difusión a otros contextos de las pautas políticas asociados a dichos sistemas, eran decidida, e in-cluso ingenuamente, etnocentristas y hasta racistas. En aquellos tiempos la justificación pseudocientífica de j la supuesta superioridad de siste-mas políticos predominantes en los países centrales no se esforzaba de-masiado por ocultar su claro conte-nido ideológico.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la ciencia política nortea-mericana ha incursionado frecuente-mente en el área del análisis polí-tico comparativo tratando de supe-rar el sesgo ideológico y el etnocen-trismo que habían aquejado hasta

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entonces al paradigma teórico pre-valeciente en los países centrales. La reciente aparición de la versión cas-tellana del trabajo de Almond y Powell (1972) que precisamente intenta superar aquellos defectos, ofrece una oportunidad para efec-tuar algunos comentarios críticos. Si bien la preocupación de Almond y Powell resulta a todas luces enco-miable, los magros resultados de su empresa sugieren la conveniencia de examinar con algún detalle el camino seguido por estos dos politólogos a fin de extraer algunas conclusiones acerca de cómo 110 proceder si es que se pretende aportar elementos para el mejor análisis de los fenó-menos políticos desde una perspec-tiva que supere los vicios anotados.

Los autores, a pesar de declararse incluidos dentro de la corriente fun-cionalista, intentan en realidad una combinación de algunos de los con-ceptos utilizados por el estructural-funcionalismo con el enfoque sisté-mico, o de análisis de sistemas (sys-tems analysis). Dentro del marco de este breve comentario no es mi in-tención, sin embargo, efectuar una crítica general a estas dos vertientes, cuyos vicios y sesgos, en todo caso, ya han sido reiteradamente señala-dos. Más bien me interesa puntua-lizar algunas de las imprecisiones que en particular caracterizan el tra-bajo criticado y que limitan drásti-camente la utilidad del mismo como herramienta para el análisis compa-rativo.

Veamos un ejemplo: Almond y Powell postulan que las estructuras gubernamentales, o subsistemas, son uno de los componentes, aunque no el único, de los sistemas políticos. A su vez, las estructuras están for-madas por roles políticos, que son definidos como actividades involu-cradas en los procesos políticos. Re-sulta obvio que la enumeración de estas definiciones, en sí misma, no revela demasiado; el carácter abs-tracto del enfoque hace necesario un análisis más detenido de los di-ferentes conceptos utilizados.

Lo primero que extraña al lector, o al menos que extrañó a este lec-tor, es la manera cómo conceptos supuestamente diferentes son defi-nidos de modo tan similar, y además que los autores se las ingenien para hacerlo en sólo 3 páginas. Las De-finiciones 1.1., 2.1. y 3.2. son difí-cilmente diferenciables; la conclu-

Concepto 1. Sistema político

2. Subsistema político

3. Estructura

4. Rol

Definido alternativamente como:

1.1. Compuesto por roles interactuantes (Idem; p. 26)

1.2. Conjunto de subsistemas interactuantes (Idem; p. 28) 1

2.1. Roles interrelacionados e interactuantes (Ibidem)

3.1. Actividades observables que componen el sistema político (Ibidem; p. 27)

3.2. Conjunto de roles relacionados (Ibi-dem)

4.1. Actividad involucrada en los procesos políticos (Ibidem)

sión casi obligatoria es que sistema, subsistema y estructura designan al mismo fenómeno o fenómenos. A pesar de que la definición 1,2. y el sentido común, indican que un sis-tema incluye un conjunto de subsis-temas, es difícil imaginar en base a qué criterios se ubicará la línea que separa a uno de otro cuando de en-frentar la realidad se trate; en todo caso Almond y Powell no los sumi-nistran. También las definiciones 3.1. y 4.1. son sorprendentemente parecidas; el resultado es que rol y estructura parecen significar casi lo mismo.2 Si bien en 3.2. se nos pro-porciona un indicio en el sentido de que una estructura incline un con-junto de roles, no se entiende por-que los autores complican la cues-tión sin ningún beneficio a la vista.

Mientras que en una versión an-terior a su teoría, Almond no "me-tía" nada dentro de la "caja negra" con que representaba al sistema po-lítico, en Política Comparada, en cambio, hace exactamente lo con-trario.3 Sin embargo, siguiendo a Easton se postula que existen insu-mos (demandas y apoyos) y pro-ductos, pero no resulta claro en qué sentido las demandas son insumos, ya que paralelamente se afirma que tanto la formulación de demandas —Articulación de Intereses— como su combinación en cursos alternati-vos de acción —Agregación de In-tereses— constituyen Procesos de Conversión. Para complicar aún más el panorama se agrega una nueva categoría, la de "capacidades", que si bien a cierta altura parecen coin-cidir con los productos,4 pronto son postuladas como la variable ex-plicativa más poderosa.

Estos conceptos de capacidades son simplemente modos de hablar

acerca de flujos de actividades hacia adentro y hacia afuera de un sis-tema político. Nos dice cómo un sistema se está desempeñando den-tro de su contexto, cómo está mo-delando a ese contexto y cómo está siendo modelado por él. (Enfasis agregado.)

Las andanadas conceptuales dispa-radas por Almond y Powell no sólo introducen un alto e innecesario gra-do de confusión, sino que además dejan la impresión de que, en defi-nitiva, toda la batería conceptual-terminológica está destinada a dar apariencia de seriedad y fundamen-tación científica a lo que es, en rea-lidad, un juicio de valor de los au-tores; esto es, que lo esencial es que algunos sistemas políticos son me-jores que otros. Las sospechas pa-recen confirmarse, finalmente, cuan-do se constata que Almond y Powell no sólo piensan que hay sistemas políticos mejores que otros, sino además los criterios que proponen para determinar el "nivel de desem-peño" de un sistema político no se diferencian demasiado, en realidad, de aquéllos utilizados por los exé-getas ingenuos de la democracia li-beral burguesa criticados por la ciencia política "moderna". Después de cruzar una serie de atributos —nivel de diferenciación de la in-fraestructura política, grado de mo-vilización y secularización del siste-ma, nivel de autonomía de los sub-sistemas, tipo de cultura política— los politólogos funcionalistas llegan a un resultado que, ¡oh sorpresa! no difiere del obtenido por sus etno-centristas y poco sofisticados prede-cesores. Gran Bretaña, que obtiene los "puntajes" más elevados en to-dos los índices, de acuerdo al "ran-

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de la serie computac ión y s istemas, de

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king" propuesto (1972, págs. 187 y 188), aparece como el modelo ar-quetípico del "buen sistema políti-co" del cual los restantes sistemas se apartan en mayor o menor me-dida dependiendo de cómo se ubi-quen en las escalas de modernismo-tradicionalismo y de democratismo-autoritarismo que construyen Al-mond y Powell. Esto no es critica-ble en sí mismo, si se lo fundamen-tara y apoyara empíricamente. Pero pronto se constata que las afirmacio-nes de Almond y Powell tienen tan escaso soporte empírico como las de sus maestros. Después de haber so-metido al lector concienzudo al es-fuerzo de tratar de desenmarañar el armazón de inconsistencias lógicas y tautologías construido en los prime-ros ocho capítulos (del cual hemos dado sólo un par de ejemplos), se internan en una descripción, pura-mente especulativa y totalmente desligada de lo anterior, de una serie de sociedades utilizando las ca-tegorías convencionales (revolución social, régimen conservador, izquier-das y derechas, burocracia eficiente, etc.) de los tradicionales escritos de la ciencia política.

En todo caso, el discurso en los capítulos 9 y 10, si bien sigue sien-do ideológico y especulativo, es por lo menos más comprensible. Claro está que ocasionalmente Almond y Powell se sienten obligados a rei-vindicar alguna de las novedades propuestas y se refieren a capacida-des simbólicas, subsistemas de par-tidos, etc., pero si el lector realiza las substituciones pertinentes, pue-de avanzar sin mayores tropiezos.

Moraleja-, La comprensión de los fenómenos políticos no es una labor sencilla a la cual puede accederse mediante la simple aplicación de las categorías del "sentido común". La realidad política es compleja y diná-mica y las leyes que rigen su fun-cionamiento se les ocultan o se les aparecen deformadas a los actores (es decir a los hombres de carne y hueso); por lo tanto, el discurso teó-rico que aspire a desentrañarla es necesariamente complejo y difícil. Por esto mismo resulta criticable que se complique innecesariamente la tarea, sobre todo si es que en definitiva, lo complejo y lo difícil está destinado a ocultar, y no a re-velar. O

M. C.

Notas 1 En la versión castellana se ha tra-

ducido incorrectamente esta definición ya que en el original (1966; p. 22) se dice "set of interacting subsystems". Tanto en éste, como en otros casos, hemos pre-ferido acuñar o utilizar neologismos. Es-to nos parece preferible a emplear tér-minos idiomáticamente correctos pero que no reflejan adecuadamente el sentido con que emplean los autores las respectivas palabras inglesas.

~ Incluso si se desarrolla hasta sus úl-timas consecuencias la lógica de las defi-niciones de Almond y Powell, se constata que los cuatro conceptos utilizados desig-narían al mismo objeto ya que por el carácter transitivo de las igualdades si 1 = 2 = 3 y 3 = 4, resulta 1 = 2 = 3 = 4.

3 En la "introducción" a The Politics of the Beveloping Areas (1960), Almond sostenía que Socialización y Reclutamien-to Político, Articulación de Intereses, Agregación de Intereses y Comunicación Política son las Funciones de Insumo del sistema político, mientras que la Toma de Decisiones, la Aplicación de Decisio-nes y la Adjudicación de Decisiones cons-tituyen las Funciones de Producto. Tanto insumos como productos, por definición, están fuera, y no dentro, del sistema. En cambio en la nueva versión todas las fun-ciones que antes eran insumos o produc-tos (excepto Socialización y Reclutamien-to Político que pasa a ocupar la nebu-losa categoría de Funciones de Manteni-miento y Adaptación del Sistema) son consideradas Funciones de Conversión, y por lo tanto, están dentro del sistema.

4 Los productos son clasificados en Extracciones, Regulaciones de Comporta-mientos, Alocaciones o Distribuciones de Bienes y Servicios, y Símbolos. Por otra parte se distinguen cinco tipos de capa-cidades: regulativa, extractiva, distributi-va, simbólica y de respuesta.

Almond, G., 1960. "Introduction" en G. Almond y J . Coleman (comps.) The Politics of the Beveloping Areas, Prin-ceton, Princeton University Press.

Almond, G. y Powell, G., 1966. Com-parattve Politics: a Bevelopmental Ap-proach, Boston, Little, Brown & Co.

A "Cervantino" de Córdoba: "Retroalimentación" es un término de Teoría de Control y se refiere a aquellos dispositivos por los cua-les la entrada de energía es contro-lada por la diferencia entre el re-sultado logrado y el resultado pre-viamente fijado. El término técnico que Ud. busca es "rectoclisis" o, simplemente "enema".

A "Universitario" de Quilmes: Su argumento sobre el nivel mental de las autoridades no justifica el llamar "Oligopolio" a la Universi-dad, puesto que este término se refiere al control del mercado por parte de tinas pocas empresas (así como "Monopolio" es el control por una sola empresa).

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Fundación José M. Aragón

Departamento de Promoción Becaria

LA FUNDACION JOSE MARIA ARAGON INTEGRA EN SU DEPARTAMENTO DE PROMOCION BECARIA AL INSTITUTO DE PROMOCION SECARIA

Han transcurrido tres años desde que el Instituto de Promoción Becaria iniciara su actividad. En ese lapso el servicio de información y orientación sobre las posibilidades de asistencia técnica existentes para argen-tinos atendió más de 2.000 pedidos personales de información además de editar una guía de becas e imprimir 110 informes con una tirada superior a los 500 ejemplares cada uno. En su Centro de Documentación se procesaron clasificándolos por disciplinas alrededor de 4.000 catálogos programas de estudios de los más im-portantes centros de enseñanza del mundo. Asimismo inició investigaciones tendientes a establecer un esque-ma prioritario de becas. Todo ello ha contribuido a que la actividad del Instituto merezca el reconocimiento del publico interesado y de los organismos otorgantes de becas.

Es así como la Fundación José María Aragón, una de las tres fundaciones creadoras del Instituto de Pro-mocion Becaria, ha resuelto continuar por sí sola, a partir del 1? de enero de este año, la obra emprendida integrando al Instituto en su Departamento de Promoción Becaria.

Becas externas para argentinos

;Becas del Gobierno de Italia Del 1 de febrero al 30 de marzo permanecerá abierta la inscripción para optar a las becas de postgrado ofrecidas por el Gobierno de Italia para participar en cursos de espe-cialización e investigación en uni-versidades e institutos superiores italianos durante el año lectivo 1973-1974 en las siguientes disci-plinas: agronomía, zootecnia, arqui-tectura, ciencias económicas, cien-cias jurídicas, ciencias políticas, in-geniería, ciencias sociales, letras, filosofía, medicina, ciencias mate-máticas, físicas y naturales.

Es requisito tener entre 21 y 35 años, título universitario y conoci-mientos del italiano. La beca cubre el viaje de ida y vuelta y una asig-nación mensual. Los interesados deben dirigirse al Instituto Italiano de Cultura, Marcelo T. de Alvear 1119, 3?, Buenos Aires, de lunes a viernes de 10 a 13 y de 17.30 a 20.30 hs. o a las Oficinas Consula-res italianas en el interior del país.

Cierre de inscripción: 30 de mar-zo.

Becas en ingeniería civil La OEA, dentro del Programa Re-gional de Desarrollo Científico y

Tecnológico, ofrece becas para po-sibilitar la especialización de inge-nieros civiles en mecánica de sue-los, ingeniería antisísmica, hidráu-lica, estructuras, pavimentación de carreteras y aplicaciones de las com-putadoras en ingeniería civil. La especialización se llevará a cabo durante un año en el Laboratorio Nacional de Ingeniería Civil en Lis-boa, Portugal. Requisitos: título universitario con especialización en ingeniería civil, experiencia docente o profesional de dos años como mínimo, conocimientos del portu-gués, y patrocinio de la entidad empleadora. La beca cubre pasaje de ida y vuelta, gastos de matrícu-la y manutención. Los formularios de inscripción deben retirarse y ser devueltos debidamente completa-dos, antes del 11 de abril próximo, en la Subsecretaría del Ciencia y Técnica, Rivadavia 1864, ÍJeparta-mento de Relaciones Externas, Bue-nos Aires.

Cursos internacionales en Holanda El Gobierno de Holanda ofrece be-cas para participar en los siguientes cursos internacionales que se lleva-rán a cabo en Holanda durante el año 1973. En todos los casos se exige título universitario, ser fun-

cionario público y dominar el in-glés. Las becas cubren en todos los casos una asignación mensual y el pasaje de ida y vuelta cuando la beca es por más de 3 meses. Cierre de inscripción: aproximadamente 30 de marzo próximo.

En el Instituto Internacional para el Reconocimiento Aéreo y Ciencias Terrestres

Curso de 9 meses en reconocimien-to aéreo integrado.

En colaboración con la Fundación Universitaria Neerlandesa de Cooperación Internacional

Cursos en inglés sobre ciencia y tecnología del medio ambiente, in-geniería hidráulica, ingeniería sani-taria e hidrología. Duración: 11 meses.

En el Instituto de Estudios Sociales

Cursos de 9 meses en inglés sobre planificación socioeconómica, análi-sis de proyectos, estadística y con-tabilidad pública, planificación re-gional del desarrollo, desarrollo in-ternacional y nacional, desarrollo social urbano, desarrollo rural, re-laciones industriales y administra-ción del desarrollo.

Perú 263 - 2 9 - Buenos Aires, Argentina - Tel. 34-8643

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En el quinto centenario

de Copérnico

José Babini

Nicolás Copérnico, el "doctor Nico-lás", como lo llamaran sus colegas canónigos, nació el 19 de febrero de 1473 en Torún (Thorn, en alemán) en la llamada Prusia Real (Occiden-tal) sobre el Vístula, ciudad que en 1466 había pasado al dominio de Polonia después de la guerra de tre-ce años con la Orden de los Caballe-ros Teutónicos. Copérnico es pues un polaco de habla germana que es-cribió comúnmente en latín y que se sintió más obligado hacia la Igle-sia de Roma que hacia una Alemania o una Polonia, entonces más conglo-merado de pueblos que naciones en el sentido de hoy. Y si alguna vez aludió a su "patria" se refirió a Var-mia (Ermland, en alemán), pequeña región enclavada hasta 1925 en los dominios de la Orden Teutónica, en la cual Copérnico pasó la mayor par-te de su vida.

Poco se sabe de su niñez y ju-ventud. A la muerte del padre en 1483, Copérnico, el menor de la fa-milia, su madre y tres hermanas en-traron bajo la protección del tío ma-terno, Lucas Watzenrode (1447-1512) , obispo de Varmia desde 1489 y por tanto el personaje más poderoso de la región, ya que Var-mia, aun dependiendo de Polonia, disponía de un gobierno local autó-nomo presidido por el obispo.

El tío había estudiado en Craco-via; en esa Universidad ingresará

Copérnico con su hermano mayor en 1491; no llegó a graduarse aunque seguramente ha de haber aprovecha-do las enseñanzas de matemática y astronomía que daban fama a Cra-covia. Es posible, aunque no hay pruebas, que haya visitado a la ma-nera de entonces algunas universi-dades alemanas; el hecho es que en 1495 estaba de regreso en Varmia donde el tío, para asegurarle la exis-tencia, lo propuso para un cargo de canónigo vacante en el Capítulo de la catedral. Dificultades de orden in-terno impidieron entonces a Copér-nico hacerse cargo de la canonjía; lo hará, pero por poder, un par de años después desde Bologna, en cu-ya universidad se había matriculado en 1496 para seguir leyes y repetir la carrera del tío, doctor en derecho canónigo.de Bologna.

El encuentro con la astronomía fue más directo, en la persona del astrónomo Doménico María Novara (1454-1504) , de quien fue huésped pero con quien también compartió observaciones astronómicas. La más antigua observación astronómica de Copérnico registrada, es de fines de 1497. En 1500 estaba en Roma, con motivo del jubileo, donde habría di-sertado sobre matemática ante un grupo numeroso de estudiantes y es-tudiosos.

Para entonces la licencia de tres años había llegado a su fin, y Co-

pérnico regresa a Polonia para ha-cerse cargo efectivo de su canonjía, aunque solicitó una nueva licencia de dos años para continuar estudios en Italia, licencia que se le concedió con la condición de estudiar medi-cina, en vista de la conveniencia de disponer de un médico en aquellas apartadas regiones. A fines de 1501, nuevamente en Italia, se inscribió en la universidad de Padua, célebre por sus estudios médicos. Expirado el plazo de la nueva licencia, sin haber-se podido graduar (los estudios mé-dicos duraban tres años), y ante la exigencia estatutaria de regresar con un diploma, se graduó de doctor en derecho canónico en la universidad de Ferrara y abandonó para siempre Italia.

A mediados de 1503 Copérnico estaba en Lidzbark (Heilsberg, en alemán), sede administrativa del episcopado, al lado de su tío que lo retendrá hasta 1510 como secretario y como médico. Es en este período que Copérnico adquirió las dotes de administrador y de diplomático que utilizaría en las distintas misiones que le conferirá más adelante el Ca-pítulo de su catedral, y es también la época en que practicará medicina, campo en el que gozó de cierta fa-ma, aun cuando nada ha dejado es-crito sobre el particular.

De una manera muy indirecta y más bien curiosa, se ha visto una

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alusión a su práctica médica en uno de sus autorretratos. En el período de Heilsberg, Copérnico pintó dos autorretratos, ambos perdidos aun-que quedan copias. Son retratos de medio cuerpo de un hombre joven •—tendría entonces unos 35 años— descubierto y con ropa civil; en uno de ellos lleva un libro en la mano, lo que es bastante natural, pero en el otro es un ramo de lirios del valle lo que sostiene en su mano derecha. Se ha visto en este hecho un símbo-lo médico en virtud de las propieda-des medicinales de muchas liliáceas, sin que esto signifique que Copér-nico se haya ocupado de botánica médica. En cambio, los botánicos se han ocupado de él: existe un par de especies de palmeras sudamericanas dedicadas a Copérnico.

Según Edward Rosen, uno de los más competentes conocedores actua-les de Copérnico, este período de Heilsberg es decisivo en la vida del

i V f t f c & y i ' 4 rNh. C

futuro reformador de la astronomía. Presiente que su tío desea hacerlo su sucesor, con lo cual su vida sería un trajinar de política eclesiástica; prefiere observar el cielo y meditar sobre sus movimientos. Debe, pues, escoger entre la ciencia y la política; entre la Iglesia y la astronomía; en-tre la tierra y el cielo; y se decide por el cielo.

En 1510 abandonó Heilsberg pa-ra radicarse al norte, en la brumosa Frambork (Frauenburg, en alemán), sede de la catedral de Varmia, en las costas del Báltico. De alguna ma-nera, empero, debía agradecer al tío todos los favores recibidos, a los que agregaría una prebenda más: a co-mienzos de 1503, estando aún en Padua, asumió por poder el cargo de escolástico en la Iglesia de la Santa Cruz de Breslau, cuyo beneficio pe-cuniario gozó sin ejercer el cargo hasta su renuncia en 1538.

A la manera de los humanistas, el

agradecimiento de Copérnico consis-tió en componer, en obsequio del tío, una obra literaria: única contri-bución de Copérnico a las letras an-tiguas y única obra publicada en vi-da: es la traducción al latín de las Epístolas de Theophylactus Simo-catta, escritor menor bizantino del siglo vn que se publicó en Cracovia en 1509, precedida por un largo poe-ma en latín del humanista alemán Rabe (de nombre latinizado Corvi-nus, m. 1527) y por la dedicatoria de Copérnico a su benefactor.

En el poema de Corvinus, de 1508, se alude a las aficiones astro-nómicas de Copérnico, aunque ellas de ninguna manera reflejan en esa época un carácter revolucionario.

De la primera estada de Copérni-co en Frauenburg (1510-1516) es de destacar que muy probablemente hacia 1513 se construyera en uno de los ángulos de la catedral, una torre-cilla que habría de servir de observa-torio a Copérnico y albergó los esca-sos instrumentos astronómicos utili-zados, construidos por él mismo.

Por distintos hechos que analiza, Rosen llega a la conclusión que Co-pérnico vislumbró por primera vez su doctrina entre 1509 y 1510 y que la redacción del esbozo de la misma —que más tarde tomó el nombre de Commentariolus y en el que se anuncia la preparación de una obra mayor— debe datarse en-tre 1511 y 1513. En efecto; en 1514 en el catálogo de una biblioteca fi-gura un manuscrito sin título ni nombre de autor que es sin duda el esbozo de Copérnico; en cuanto al título de Commentariolus es proba-ble que se deba al astrónomo Tycho Brahe, cuando dispuso de un ejem-plar en 1575, ya conocida y aprecia-da la obra magna de Copérnico, en vista de la índole y de la breve ex-tensión del manuscrito. Parece ex-plicable que Copérnico distribuyera su manuscrito en forma anónima da-do el carácter realmente revolucio-nario de los "axiomas" en que fun-daba su sistema. No era para menos: ese sistema negaba la existencia de un único centro en el universo; in-movilizaba el Sol en contra de la evidencia; otorgaba a la Tierra va-rios movimientos; destronaba la Lu-na de su categoría de astro errante para convertirla en un mero apéndi-ce de la Tierra.

Mientras redactaba su obra mayor que convertirá el Commentariolus

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en De Revolutionibus orbium coe-lestium (Las revoluciones de las es-feras celestes), Copérnico no dejaba de cumplir otras tareas.

A partir de fines de 1516 fue de-signado, por dos períodos de tres años, administrador de las posesio-nes de la Iglesia en Olsztyn (Allens-tein, en alemán) y Mingajny (Mehl-sack, en alemán), con sede en Allen-stein. Es en el primero de esos períodos cuando se ocupó del pro-blema de la moneda que lo llevó a reconocer, con casi medio siglo de anticipación, la llamada "Ley de Gresham": la mala moneda desaloja a la buena. Redactó un primer ensa-yo sobre el tema en latín en 1517, lo amplió y tradujo al alemán a pe-dido de los Estados de Prusia Occi-dental en 1519, mientras que una tercera versión, ahora nuevamente en latín, fue realizada en 1528. En 1520, durante el segundo período de su administración se desata una nue-va guerra entre Polonia y la Orden Teutónica, cuyas tropas saquearon la región; cuida entonces Copérnico la defensa de Allenstein y, después del armisticio de 1521, trató de reparar los estragos causados por la guerra.

Otras tareas de responsabilidad fueron confiadas a Copérnico en la segunda estada en Frauenburg hasta 1540, cuando al sentir el peso de los años solicitó la designación de un ayudante que se le concedió en 1542.

Mientras tanto, su labor astronó-mica progresaba. Cuando el Quinto Concilio Luterano (1512-1517) se ocupó del problema de la reforma del calendario, Copérnico fue con-sultado. Su respuesta no se conoce pero más tarde dirá que esa consulta lo llevó a un estudio detenido de la cuestión de la longitud del año.

En 1524 Copérnico redactó el se-gundo de sus trabajos menores de astronomía: la Carla contra Werner, con motivo de un artículo del ma-temático y astrónomo Johann Wer-ner (1468-1528) acerca del movi-miento de la octava esfera (hoy diríamos acerca de la procesión de los equinoccios), que le remitió un antiguo condiscípulo de Cracovia a fin de solicitar su opinión al respec-to. Copérnico, después de una serie de observaciones y críticas, terminó diciendo que se había limitado a ex-presar su juicio respecto del texto recibido, por cuanto su opinión per-sonal sobre el tema lo expondría en otro texto, refiriéndose sin duda al

libro Las Revoluciones, que estaba componiendo.

Un acontecimiento que en el futu-ro se vinculará con ese libro, es la carta que en 1536 el cardenal Nico-lás Schonberg (1472-1537), de la corte papal, remitió a Copérnico, donde le expresaba que "llegué a descubrir . . . que has llegado a esta-blecer una nueva constitución del mundo, con la que enseñas que la Tierra se mueve . . . " , y agrega: "Te rogaré . . . comuniques tu descubri-miento a los estudiosos y me remi-tas cuanto antes tus reflexiones.. . junto con las tablas . . . Líe encar-gado . . . que se copie todo ello a mis expensas y me lo envíen." Sin embargo Copérnico aún no se decide y no accedió ni a uno ni a otro de los dos pedidos del cardenal, que por lo demás no insiste, pues muere el año siguiente. Sin duda Copérnico temía las reacciones que podían pro-vocar sus escritos, de los cuales ya se hablaba y habían provocado ex-presiones encontradas.

Mas no deja de ser curioso que unos años después lo que no había conseguido un cardenal romano lo conseguirá un profesor luterano: G. Joachim Rheticus (1514-1574), quien desde Wuttenberg, bastión del luteranismo y en cuya universidad enseñaba, viajó hasta Frauenburg para conocer en su fuente la nueva astronomía. Y la reunión, que se prolongó un par de años, entre el maestro y el discípulo, entre el an-ciano católico y el joven luterano, fue muy provechosa. Dirá más tarde Rheticus: "De no haber yo visitado a Copérnico, su obra no se habría publicado en absoluto." Y sin duda tenía razón.

Durante su estada en Frauenburg, Rheticus compuso varios escritos, algunos perdidos: así una biografía de Copérnico, sin duda importante por su contacto con "el maestro"; y un escrito en el que demostraba que la nueva astronomía no contradecía las Escrituras, interesante por prove-nir de un luterano. También se per-dió un mapa de la región que Rheti-cus habría levantado con ayuda de Copérnico, pues se han registrado últimamente contribuciones de Co-pérnico a la cartografía.

No se perdió, en cambio, la larga carta que, a los pocos meses de su llegada a Frauenburg, Rheticus en-vió a un colega de Wittenberg con una exposición del sistema coperni-

cano: carta que se publicó en Dant-zig en 1540 con el título: Narratio prima (Primer informe), reeditán-dose el año siguiente. Al regresar Rheticus en 1541 a Wittenberg, tra-jo consigo la parte trigonométrica de Las Revoluciones, que publicó el año siguiente en esa ciudad como Lados y ángulos de los triángulos, con una tabla de senos (sin este nombre), algo diferente de la que aparecerá en Las Revoluciones; esta publicación constituye la contribu-ción de Copérnico a la matemática.

La buena acogida de la Narratio prima, con sus dos ediciones, y la insistencia de Rheticus y de su gran amigo Tiedemann Giese (1480-1550), decidieron sin duda a Copér-nico a publicar su obra, entregando el manuscrito a Giese, quien lo re-mitió a Rheticus que encomendó la impresión a Petreius, conocido im-presor de Nuremberg. Iniciada la impresión, a mediados de 1542, Co-pérnico redactó la importante Dedi-catoria al papa Paulo I I I , que hace de Prefacio a la obra.

Rheticus no pudo cuidar sino los primeros pliegos, pues en octubre de ese año pasó a Leipzig, en cuya universidad acababa de ser nombra-do profesor; dejó entonces el cui-dado de la edición a su colega An-dreas Oslander (1498-1552) , quien cumplió su tarea anteponiendo una Nota al lector, sin firma, con con-ceptos que alteraban el pensamiento de Copérnico e introdujeron una gran confusión en la interpretación del sistema copernicano. Rosen pien-sa que es probable que ese falso pre-facio salvó Las Revoluciones de ir a parar al Index en 1534, como lo fue en 1616.

Esa actitud de Oslander fue cri-ticada por Rheticus y, sobre todo, por Giese que hasta inició una ac-ción, sin resultado, en contra del impresor; de ahí que tal estado de cosas se mantuvo en las dos edicio-nes siguientes de la obra: Basilea, 1566; Amsterdam, 1617.

Según Giese, un ejemplar de la obra llegó a manos de un Copérni-co gravemente enfermo, casi incons-ciente, que habría de morir en Frauenburg el 24 de mayo de 1543; siendo enterrado en la Catedral aun-que se desconoce el paradero de sus restos.

Por mera coincidencia, su muerte ocurre en el año mismo del naci-miento de otra vida: su concepción cosmológica, aún viva.O

áS

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Tecnología sobre caminos de hierro Horacio Speratti

"La invención de la máquina de vapor fue el climax que marcó decisivamente el fin de la antigua sociedad rural, porque el ferrocarril hizo más que,distribuir los produc-tos de la industria; hizo posible las ciudades industriales al proveerlas con alimentos perecederos y transportar grandes cantidades de personas hacia y desde el trabajo."

Ken Baynes, Industrial Design and the Community, 1 9 6 7

Periódicamente llegan a nuestra me-sa de trabajo novedades tecnológicas en el campo de la tracción sobre vías. Esto sugiere que el veterano sistema de transporte se encuentra en un período de desarrollo y aún de transformación que contrasta con las expectativas de quienes, no hace aún 20 años, auguraban una pronta desaparición de la faz de la Tie-rra,1 de los caminos de hierro, con la eficaz solicitud con que habían eliminado de ella a sus primos her-manos, los tranvías.

Tal parece que no es así. Quizá aquellas opiniones estuvieron influi-das por el dolor de ver desaparecer a la vieja, querida, irremplazable máquina de vapor, fácil de confun-dir con la esencia misma del ferro-carril. Pintada de negro-sucio, el hollín y el olor a metal caliente, la fuerza de la naturaleza contenida en sus paredes curvas, el ruido onoma-topéyico; el fuego rebelde, domado. Pero más posiblemente quienes así opinaron sobre el futuro, prefirieron ignorar la historia porque ya enton-ces —también mucho antes— el de-sarrollo tecnológico del ferrocarril estaba lanzado, como latente estaba aún su transformación y adaptación a respuestas tecnológicas no conven-cionales que recién ahora alcanzan posibilidades de realización práctica, como el colchón de aire, el monorriel de alta velocidad, el motor lineal, etcétera.

Había una vez . . .

Es decir, comencemos la historia y hagámoslo a través de una rápida re-corrida por el árbol genealógico. El primer motor moderno y operativo que alcanzó difusión industrial, fue la máquina alternativa de Newcomen (1715) que no se prestaba para que su aplicación a la locomoción. El primer vehículo automotor fue reali-zado por Cugnot y funcionó en 1769 (con ruedas de carro, sobre tierra), pero recién en 1780 James Watt comenzaba a delinear los elementos básicos del motor de vapor moderno.

Aunque los primeros proyectos de Richard Trevithick aplicaron las máquinas de vapor sobre "locomo-toras ruteras", fue sin duda el pri-mero en comprender que la vía férrea ofrecía un camino ideal para el desplazamiento del automotor ru-dimentario. Y si la máquina de New-comen fue impulsada por la idea de obtener un motor capaz de bombear el agua que anegaba las explotacio-nes mineras, también el camino de hierro se había desarrollado en las minas para transportar el mineral desde las galerías.

En 1789 Jessop había dado a la vía férrea su forma definitiva: dos vigas apoyadas sobre durmientes. Y a esas vías adaptadas a las minas, con curvas de pequeño radio aptas para ser transitadas por vagonetas de

corta distancia entre ejes y tracción a sangre (a sangre humana, general-mente), debió adaptar Trevithick su locomotora que realizó sus primeras corridas en febrero de 1804 sobre un tendido de 14 kilómetros de lon-gitud, de Penyclarran a Albertcynon, por supuesto en Inglaterra.

A partir de 1812 la máquina de vapor sobre vías férreas comenzó a difundirse y aunque es puramente anecdótico, acotemos que uno de los primeros clientes de Trevithick fue Perú, donde se intentó aplicarla a la explotación de minas de plata. Y fi-nalmente será George Stephenson quien, a partir de 1814, dé a la lo-comotora su forma definitiva, for-ma válida durante casi un siglo y medio hasta que la combinación del motor de combustión interna y la tracción eléctrica determinaran la ob-solescencia de la máquina que ganó guerras, conquistó territorios y mer-cados, espantó ganados, invadió paí-ses y transformó sociedades. La máquina del Transiberiano, viaje in-terminable, misterio y frío, trocha ancha de Crimea que vendida a la Argentina y rebautizada "La Porte-ña" arrancó un día en la calle Via-monte, entre el Teatro Colón y el edificio Mirafiori; la del Acheson, Topeka and Santa Fe con sus chi-meneas cónicas y miriñaques vaque-ros ennegreciendo piel-rojas desde los western norteamericanos; las del Ferrocarril del Sur, rematando los

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.Figura 1. — "La locomotora diseñada por Aspinall a principios de siglo: magnífica en su estética y su funcionalismo" (Ken Baynes).

rodante más que una simple protec-ción de los conjuntos mecánicos y por extensión de la carga y pasaje-ros, y ponerla al servicio de la esta-bilidad general del vehículo. Los sistemas de tracción y de frenado debían adecuarse a otras exigencias. El peso del tren —tanto de los ve-hículos motorizados como de los re-molcados— debía convertirse en una variable crítica y hasta el análisis aerodinámico comenzaba a tener im-portancia. Para un ingeniero de fe-rrocarriles, este camino implicaba, 40 ó 50 años atrás, una apertura abismal.

Como los constructores de auto-móviles para entonces ya estaban re-corriendo ese camino, no sorprende que hayan sido ellos los que ofre-cieron al desarrollo del ferrocarril algunas soluciones que el automóvil ya había adoptado. Un resumen de esta tecnología, en el más alto nivel, está ejemplificado en los trenes au-tomotores que diseñara y constru-yera Ettore Bugatti.

Bugatti era un constructor artesa-nal de automóviles de alto precio y alta calidad, establecido en la Alsa-cia francesa, que produjo un sinnú-mero de patentes que cubren los campos más dispares de la creación mecánica: máquinas herramientas, náutica y motonáutica, pesca, avia-ción, etc. Por una acumulación de circunstancias dedicó, a partir de 1931, una parte de la capacidad pro-

tehuelches que habían escapado al celo profesional del General Roca.

Sobre colchón de aire Y ahora, hace unos pocos días —¡y también en Inglaterra!— en la mis-ma Inglaterra del ferrocarril impe-rial, donde aún funcionan trenes de vapor por amor a los trenes de va-por, se realizó la primera demostra-ción pública del Llovertren. Se trata de un tren de vehículos que circula sobre una vía central de cemento de considerable profundidad, encarga-da de proveer el sostén vertical y lateral. Un sistema de colchón de aire similar al del Hovercraft man-tiene el vehículo experimental que pesa 25 toneladas, a una distancia de unos 25 milímetros de las caras de la vía.

Un fleje de aluminio en la parte superior de la vía de cemento, actúa como estator de un motor eléctrico lineal cuyos arrollamientos —caren-tes de piezas móviles— van instala-dos en el vehículo. El sistema pro-duce un empuje de 2.925 kilogra-mos; un riel lateral conduce la energía eléctrica.

La primera línea de Hovertren uniría el centro de Londres con el aeropuerto que se construirá en Foulness; el costo operativo del sis-tema sería ligeramente superior al de un tren convencional. El Hover-tren británico puede circular a 480

kilómetros por hora. La velocidad de desplazamiento es un obejtivo fundamental en un tren moderno porque, además de la necesidad de superar a todo otro sistema de trans-porte sobre tierra, su obejtivo es competir con el avión en distancias medias.

Claro que, por ahora, esta veloci-dad es puramente teórica. Las prime-ras pruebas se realizaron a apenas 25 kilómetros por hora con el tren repleto de instrumental pero sin tri-pulación y conducido por control re-moto. Recién a comienzos de 1973, cuando se haya completado una vía de 15 kilómetros de longitud, se po-drá lanzar el prototipo a más de 400 kilómetros por hora.

Alta velocidad Alta velocidad sobre rieles es, para los franceses, una tradición que se reafirma en el Turbotren, reciente-mente presentado al público. Pero volvamos un poco atrás. La búsque-da de mayores velocidades operacio-nales es, en cualquier medio de transporte, un factor esencial de desarrollo tecnológico y los técnicos que seguían ese camino eran los que manejaban, desde hacía muchos años, algunas de las claves del desa-rrollo a ultranza del ferrocarril con-vencional que el Turbotrén francés ejemplifica.

Esto implicaba, por ejemplo, con-siderar a la suspensión del tren

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ductiva de su empresa a la construc-ción de los Automotrice, trenes de una, dos o tres unidades para el transporte rápido de pasajeros.

Los automóviles Bugatti unían so-luciones técnicas de avanzada a un refinamiento estético que involucra-ba por igual a las piezas sueltas, los conjuntos o di automóvil completo. Una y otra cosa aplicó Bugatti al di-seño de sus trenes.

Los Automotrice fueron realiza-dos inicialmente para la Société Na-tionale des Chemines de Ver. La primera unidad entró en servicio en 1933; se construyeron 79 unidades y estuvieron en servicio activo hasta 1958. Utilizaban el motor de explo-sión de ocho cilindros en línea co-rrespondiente al modelo más grande de automóvil Bugatti, en tándem (400 CV) o en tándem doble (cua-tro motores acoplados, 800 CV), se-gún los modelos.

Cada vehículo estaba apoyado so-bre dos bogies de ocho ruedas cada uno, con ejes articulados ele a pares. La suspensión incorporaba amorti-guadores y ruedas de tres piezas —desarrolladas por Michelin— con inserción de piezas de elastómero entre la rueda y la llanta. Cada mo-tor estaba acoplado a un embrague hidráulico, eje cardánico y par de engranajes cónicos sobre dos o cua-tro ejes. El frenado estaba confiado a frenos de campana sobre las 16 ruedas, con compensación entre ejes. Chasis-plataforma y carrocerías esta-ban construidos totalmente en acero.

Estas especificaciones, típicamente automovilísticas, recién adoptadas en épocas mucho más recientes en la construcción ferrocarrilera, permitie-ron a los Automotrice recorrer 10 kilómetros a 173 km/h (1933) ; 504 kilómetros, de Estrasburgo a París, a 144 km/h (diciembre 1935); 10 kilómetros a 196 km/h (1936) . Es-te último récord fue superado recién en 1964; en aquella época la SNCF especificaba para sus tendidos una velocidad máxima de 120 km/h.

En realidad lo que Bugatti hizo fue aplicar experiencia e intuición a un problema que sólo habría de analizarse en profundidad muchos años más tarde, con la ayuda de las computadoras. En efecto, un simple vagón ferroviario sobre cuatro rue-das, tiene 17 grados de libertad y solamente el análisis de sus despla-zamientos laterales requiere la so-lución simultánea de siete sistemas de ecuaciones diferenciales.

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Figura 2. — La primera locomotora, Richard Trevithick, 1804. El diseño estuvo condicionado por las características de las vías existentes en las instalaciones

mineras.

Figura 3. — "Rara mantener el progreso en los ferrocarriles, debería ser obvio que el objetivo es obtener mayores velocidades" (Ettore Bugatti, notas previas

al diseño de la Automotrice).

El Turbotrén

Descendiente en línea directa de los Automotrice Bugatti —computado-ras mediante— es el Turbotrén fran-cés que se propone alcanzar una ve-locidad operativa comercial de 300 km/h.

El primer prototipo de Turbotrén fue puesto sobre ruedas en abril de 1967 y comenzó sus operaciones en línea regular, luego de 185.000 kiló-metros de ensayo, en noviembre de 1969. El principal resultado de ese largo ensayo, fue la puesta a punto de un motor de origen aeronáutico,

adaptado al uso ferroviario: proble-mas de ruido, de admisión y escape de grandes volúmenes de gases, re-gulación a régimen variable, alimen-tación con gas-oil en lugar de kero-sene, etc. Este primer Turbotrén ETG (éléments h turbine a gaz) es-taba integrado por cuatro vagones, dos motrices; uno de ellos era el de uso corriente en ese momento, con motor Saurer diesel de 330 kW y transmisión a dos ejes de un bogie mediante caja mecánica de ocho ve-locidades; el otro, similar, se equipó con una turbina de gas Turbomeca Turmo I I I de 820 kW, conectada a

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Figura 4 . — Material de tracción Krupp 1972: transmisión por par cónico, freno de disco ventilado, rueda y llanta separadas mediante insertos de goma.

Figura 5. — Turbotrén TGV-001.

dos ejes de un bogie mediante una caja hidráulica.

El E T G de segunda generación (llamado RTG, rame a turbine a gaz), con 5 millones de kilómetros de experiencia del ETG, entró en servicio en 1972. La diferencia fun-damental entre ambos es la desapa-rición del motor diesel y su reem-plazo por una segunda turbina Tur-nio I I I , lo que permitió elevar la velocidad máxima operativa de 180 a 200 km/h y la capacidad de carga de 188 a 280 pasajeros. Las caracte-rísticas mecánicas son similares, aun-que los frenos clásicos de zapatas so-bre las llantas, fueron reemplazados por frenos de disco. Es posible asi-mismo aplicar —sin aumento de peso ni mayor requerimiento de es-pacio— el motor Turmo X de 1.100 kW de potencia. El RTG utiliza tam-bién un turbomotor —Astazou IV

de 250 k W — para proveer los ser-vicios auxiliares del tren.

Mientras los RTG desplazan a sus competidoras diesel de las principa-les rutas ferroviarias francesas, la tercera generación de turbotrenes ya está en marcha, más precisamente desde el 4 de abril de 1972.

Ese día comenzaron los ensayos del TGV-001 (Turbotrén a Grande Vitesse). Mientras los ETG y RTG eran adaptación y desarrollo de ma-terial ya existente equipado con mo-tores diesel, el TGV es un vehículo especialmente concebido para ope-rar a velocidades superiores a 250 km/h. La principal característica es la de ser un tren automotriz, defi-nido por apartarse del concepto tra-dicional de una locomotora que re-molca vagones; en este caso la po-tencia se distribuye a través de un número elevado de ejes motrices.

Pero además se trata de un tren articulado, es decir que cada uno de los vagones no posee bogies propios, sino que apoyan sus extremos dos a dos sobre un mismo bogie." Este sistema permite bajar 30 centíme-tros la altura del piso, bajar así el centro de gravedad, reducir el área frontal y mejorar las condiciones ae-rodinámicas.

El TGV utiliza cuatro motores Turbo I I I G de 940 kW cada uno (total 3.760 kW) . En materia de transmisión se recurrió al sistema eléctrico que permite con mayor fa-cilidad distribuir la potencia sobre un mayor número de ejes, mejoran-do las condiciones de tracción con bajos coeficientes de adherencia y permitiendo d uso de cada motor de tracción como freno reostático.3

Para adaptarse a la alta velocidad del eje de salida de las turbinas se estudió un alternador que gira a 4.000 rev/min; es la primera vez que una máquina de este tipo se aplica en servicio ferroviario. El tren completo está integrado por dos mo-trices y tres remolques, apoyado so-bre seis bogies con todos los ejes motrices y su velocidad máxima es de 280 km/h.

Los equipos auxiliares son alimen-tados a 400 hertz, lo que permite alivianar considerablemente el ma-terial eléctrico. Esta frecuencia es común en aviación pero nunca se la había aplicado al uso ferroviario.

También los ingleses trabajan, desde 1970, en el turbotrén APT (Advanced Pass^nger Train) sobre lincamientos similares a los france-ses (tamaño, velocidad, característi-cas constructivas, concepto de utili-zación, capacidad). Este interés en colocar sobre vías férreas la turbina de gas se apoya en un hecho funda-mental: la turbina de gas es actual-mente el único motor capaz de mejo-rar sustancialmente la relación peso/ potencia sobre tendidos no electrifi-cados ni especialmente mejorados, con un consumo de combustible aceptable, una inversión inicial ra-zonable y largo tiempo de servicio sin reparaciones mayores, con una potencia de 10 a 100 veces superior a la de un motor diesel de tracción del mismo peso.

El motor de turbina permite dise-ñar trenes completos que, totalmen-te cargados, tengan una relación peso/potencia superior a la de una locomotora eléctrica (sin tren), una locomotora que ni siquiera genera

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su propia energía. En un estudio comparativo (teórico) entre el APT inglés y un tren diesel equivalente, surge a favor del movido con turbi-na de gas, un peso 30 por ciento me-nor, una reducción de la carga má-xima por eje del 50 por ciento, un aumento de la carga transportada del 45 por ciento y una reducción del 20 por ciento en la distancia nece-saria para alcanzar 250 kilómetros por hora.

Todas las Rusias en 15 días Magnitudes, magnitudes que nos evocan un pasado de automóviles embrionarios y de aviones inexisten-tes, cuando tenía sentido que el mis-mísimo Zar de Todas las Rusias colocara, en 1891, la piedra funda-mental del ferrocarril Transiberiano, uno de los más ambiciosos proyectos en toda la historia del ferrocarril. Diez años después el tendido estaba operativo a lo largo de 9.297 kiló-metros,4 de Moscú a Vladivostock, frente al Mar del Japón, subiendo hasta casi 2.000 metros de altura, cruzando todas las topografías. En 1912 el tiempo de viaje, inicialmen-te de 15 días, se había reducido a 11; actualmente es de 10 días. En 1939 se completó la doble vía a lo largo de todo el recorrido. La elec-trificación estará terminada en 1975 pero ya, con 3.600 kilómetros he-chos, es el tendido eléctrico más lar-go del mundo. El promedio del ser-vicio sobre el tramo electrificado es actualmente, incluyendo paradas, de 70 kilómetros por hora.

Acero, madera, cemento En las exposiciones de París de 1855 y 1867 se exhibió una madera que despertó la curiosidad de los en-tendidos por su dureza, su densidad y su resistencia a los ataques físi-cos y químicos: el quebracho colora-do. Adecuado a casi cualquier utili-zación carpintera, era materia ideal para reemplazar el acero de los dur-mientes del tendido ferroviario. Su calidad para esta tarea era tal que en nuestro país compitió y venció rápidamente al acero, pese a ser un producto nacional contra un produc-to industrializado que tenía el mis-mo origen que los capitales que ins-talaban y operaban los ferrocarriles. En 1912, por ejemplo, The Forestal Ltd. (luego La Forestal Argentina) vendió dos millones de durmientes a distintos ferrocarriles en construc-ción en América del Sud, producto

de la tala de bosques del norte san-tafesino y del Chaco.

_ Pero en 1972 las cosas han cam-biado y son los mismos ingleses los que proponen durmientes de hormi-gón, ya sea en forma de bloques independientes clavados con cierta profundidad en el balasto o en for-ma de una cinta continua de hormi-gón —a la manera de una carrete-ra— que luego se perfora adecua-damente para sujetar los rieles de acero. Para realizar la infraestructura de esa forma, se construyó una má-quina que lo hace con la precisión requerida por los modernos trenes de alta velocidad, a razón de 800 metros por día. Una ventaja adicio-nal de este sistema es la eliminación del balasto convencional. Esto pue-de tener singular importancia por-que en pruebas realizadas con trenes como el APT o el RTG, se encon-traron piedras de balasto en el techo de los vagones y en otros lugares in-esperados, levantadas por los vórti-ces originados en la alta velocidad de desplazamiento de los trenes y la interferencia con estaciones, puen-tes, postes y demás equipos ferro-viarios cuyas normas de instalación no tuvieron en cuenta las velocida-des que habrían de alcanzarse sobre vías.

A prueba de balas Más bien a prueba de piedras o de otros objetos contundentes arrojados más o menos al descuido, más o me-nos voluntariamente, deben ser los parabrisas de los trenes de alta velo-cidad, como lo son —por elemen-tales razones de seguridad— los de los aviones y los automóviles de carrera.

Los vidrios del TGV francés mi-den 14 milímetros de espesor y los ingleses han desarrollado para su APT una versión especial del vidrio Triplex —que se puede romper, pe-ro muy difícilmente perforar— ca-paz de resistir impactos a 320 ki-lómetros por hora. La noticia no especifica la magnitud del impacto, pero aclara que la eficiencia de estos vidrios ha sido probada arrojando contra ellos ladrillos y trozos de ace-ro mediante un cañón de aire com-primido, a velocidades superiores a la especificada por sus fabricantes.

. . . y los sueños, sueños son Así, por sus posibilidades para adap-tarse a nuevas necesidades de las so-

ciedades humanas y por su capaci-dad para generar y absorber pro-greso tecnológico, el transporte auto-motor sobre rieles —cualesquiera sea su forma— extiende sus ramas hacia el futuro con la misma fuerza con que está entroncado en la nos-talgia.

El actor Buster Keaton en La Ge-neral,5 dio a la locomotora de vapor el papel protagónico, pero además mostró con profundidad y sutileza el diálogo que puede llegar a esta-blecer el hombre con la máquina au-tomotora que le ofrece —según los casos— seguridad, poder, libertad o trabajo responsable. Tener un tren eléctrico de plata que sirva en su recorrido a una mesa de 200 comen-sales, como el maharajá de Gwalior o encarrilar el desvío hacia la locura como El conductor del rápido, en el cuento de Horacio Quiroga. O si no poblar de trenes de juguete la in-fancia de los niños de todo el mun-do, como Franlc Hornsby,8 otro in-glés que hizo su fortuna con los ferrocarriles, pero a su manera.O

Notas 1 De la tierra desarrollada, por supues-

to, porque la subdesarrollada debe utilizar los medios técnicos que se vuelven obso-letos en la desarrollada.

3 Esta sistematización fue utilizada en diversas épocas y países. Además de las ventajas citadas, permite el uso de ruedas de mayor diámetro, facilita la intercone-xión de los vagones y mejora la comodi-dad de los pasajeros que en ningún caso se ubican sobre los trenes rodantes. Pero dificulta el armado de los trenes en las playas terminales y la intercalación de va-gones en los desvíos.

_ Es muy difícil convertir la energía cinética de un tren de alta velocidad me-diante un sistema de fricción en un tiem-po relativamente breve y evidentemente necesario para obtener buen rendimiento de esa velocidad potencial En los trenes modernos se utilizan como freno los pro-pios motores, sistemas a corrientes de Foucault y sólo en la última parte del frenado, los sistemas de fricción, general-mente sobre discos ventilados dispuestos en el centro de los ejes.

4 Debía realizarse un trasbordo para cruzar el lago Baikal. Sólo cinco años más tarde se completó el tendido que, a través de difícil terreno, bordea el sur de ese lago.

5 Película norteamericana filmada en 1926, dirigida por C. Bruckman. General era el nombre de una locomotora cons-truida en 1914.

En los primeros años del siglo Horns-by inventó el Meccano y creó la empresa del mismo nombre para producir el po-pular juego mecánico, trenes de juguete y, a partir de 1933, los automóviles en miniatura Dinlcy-Toys. Ya en 1915 la for-tuna de Hornsby superaba el millón de dólares.

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Los "repunits"

Juegos Matemáticos Manuel Risueño

Entre las recreaciones matemáticas relacionadas con las propiedades de los números enteros,1 un autor en especial, Mr. Samuel Yates, ha estu-diado las que se relacionan con los números formados exclusivamente con el dígito "1" , a los que se ha dado el nombre inglés de "repunits" y que, como se indicará oportuna-mente, tienen cierta analogía con los números de Mersenne mencionados en el artículo citado en la nota pre-cedente. Por razones de simplicidad, a un repunit formado por j rifas " 1 " se le designa como Rj. Así, R a = 11, R g = 111, etc.

Los "repunits" se relacionan tam-bién con los números palindrómicos o "capicúas", es decir, aquellos que. no alteran su valor si se les lee de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, en la forma usual. Al es-tar compuestos exclusivamente por dígitos iguales, los "repunits" son palindrómicos; pero hay más: tam-bién lo son sus cuadrados hasta Ro inclusive y, en general, todo produc-to de dos repunits, siempre que el menor de ellos no tenga más de 9 dígitos.

Yates ha dado una fórmula para escribir de inmediato el producto de dos repunits Rj y Ri¡ en que se su-pone que Rj es el menor de ambos y no excede a R¡>; de acuerdo con ella, las primeras j cifras son los dí-gitos 1 a j en su orden natural; las k — j — 1 cifras centrales (esta porción no existe si k — j — 1 es igual a 0) son iguales a j, y las j ci-fras finales son nuevamente los nú-meros de j a 1, esta vez en orden decreciente. Así

Rs x Rio = 1234567888887654321.

Los repunits corresponden a la fórmula ( 1 0 3 — 1 ) : 9; generalizán-dola para otras bases de numeración distintas de 10, que designaremos por n, la fórmula es (nj — 1) : (n-1). Si aplicamos esta fórmula al caso n = 2, obtendremos 2¡ — 1, fórmu-la a la que, para ciertos valores de j, corresponden los números de Mer-senne. En otras palabras, si se ex-presan estos números en notación binaria, serán repunits, y se les pue-de definir como los repunits en nota-ción binaria que son números pri-mos.

Según se indicó en el artículo ci-tado en la nota (1) , si j no es pri-mo, 2J — 1 tampoco puede serlo, pues si suponemos que j = mn, 2 3 — 1 es evidentemente divisible por 2m — 1 y también por 2" — 1 .

Este argumento se aplica cualquie-ra sea la base de numeración y de-muestra, en consecuencia, que los repunits comunes, es decir los expre-sados en base 10, sólo pueden ser primos si j lo es, es decir, si están compuestos por un número primo de dígitos "1" . Pero a diferencia de los números de Mersenne, de los cuales se conocen bastantes, inclusivo uno formado por 3376 cifras, el mayor número primo conocido hasta 1970, los únicos repunits primos conoci-dos son R2 = 11, Rio y Ras. Yates y otros han podido demostrar que los demás repunits, hasta R 3 7 ? , in-clusive, son números compuestos.

Los repunits están íntimamente relacionados con la longitud del pe-ríodo de las fracciones decimales equivalentes a las fracciones comu-nes cuyo denominador es un núme-ro primo, y también con los núme-ros cuyos productos se componen

de las mismas cifras, cíclicamente alteradas. Como introducción al te-ma, recordemos que

142857 X 2 = 285714, 142857 X 3 = 428571, 142857 X 4 = 571428, 142857 X 5 = 714285,

y 142857 X 6 = 857142, pero 142857 X 7 = 999999, es de-cir 9 veces Rc . Por otra parte, 142857 es el período de la expre-sión decimal de la fracción 1/7.

Para todo número primo superior a 5, todas las fracciones que tienen a dicho número por denominador se pueden representar por fracciones decimales periódicas y, si se repre-senta al número primo por p, la lon-gitud del período será a lo sumo igual a p — 1 y será siempre un divisor de este número (recuérdese que co-mo lo indicamos en nuestro artículo citado, entre los divisores de un nú-mero deben incluirse al número mis-mo y a la unidad).

Ahora bien, la curiosa relación de estos períodos con los repunits, es que la longitud del período de cual-quier número primo superior a 5 es siempre igual al índice del menor re-punit divisible por dicho número primo. En el ejemplo que dimos, la longitud del período era 6 y, efecti-vamente, 111111 = Ro es el menor repunit divisible por 7. Si k es un número primo, todos los primos ma-yores de 5 que dividen a Re no pue-den dividir a un repunit menor y, pot lo tanto, el largo de su período será igual a k. Así Ría es igual al produc-to de los números primos 53, 79 y 265371653. Consecuentemente, la longitud del período de cada uno de estos tres números, es igual a 13, y

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no existe ningún otro primo cuyo período tenga esta longitud. Como Rio y Ras son primos y no pueden dividir ningún repunit menor, deben tener como longitud de período, res-pectivamente, Rio •—'1 y R23 — 1, dos números de bastante magnitud.

Hay un caso en que un número primo divide exactamente los dígi-tos que forman su período. De to-dos los primos superiores a 5 e infe-riores a 500000 el único es 487. Es-te tiene un período de 486 cifras de largo que es exactamente divisible por 487. En este caso, pues, no sólo el período de 487, sino también el de 4872 = 237169, tienen una lon-gitud de 486 dígitos. En todos los demás casos, si un primo mayor de 5, p, tiene un largo de período n, p2 tendrá un período de largo pn, p3 uno de largo p2n y así sucesiva-mente. En consecuencia, teniendo 7, por ejemplo, un período de largo 6; 49 tendrá un período de largo 42 y el menor repunit divisible por 49 será R-i2. Se llega así fácilmente a números bastante considerables. Por ejemplo, el menor repunit divisible por 13'4, por tener 13 un período de largo 6, tendrá por índice a 133 X X 6 = 13182, o sea, será un núme-ro formado por 13182 unos conse-cutivos.

Varias otras consecuencias pueden obtenerse por este camino, que omi-tiremos ante las limitaciones de es-pacio, remitiendo al lector interesa-do a los artículos de Yates citados en la nota ( 2 ) . Terminemos sólo, por vía de ejemplo de las deduccio-nes que pueden hacerse, con algunos problemas cuya solución daremos en el próximo número.

1) Encontrar un par de repunits cuyo producto sea un número palindrómico de 100 cifras.

2 ) Un concesionario automotor en Estados Unidos vendió en 1970 coches por un total de u$s. 1,111,111. Si cada coche tenía 8 cilindros y si vendió al mismo precio que cualquie-ra de los otros coches vendi-dos, ¿cuántos coches vendió?

3) Fuera del caso p = 3 ¿existe algún otro primo p en qué p divida a R p ? 0

1 Ver CIENCIA NUEVA, N* 2, pági-nas 29-30.

2 "Journal of Recreational Mathema-tics", vol. II , págs. 139-146; vol. I I I , págs. 114-119 y 221-225; vol. IV, págs. 19, 76, 140-141, 155-156, 292 y 299.

La dependenc lo que es del lo que es de Dante Caputo

En la investigación social la aplica-ción del concepto de dependencia ha producido muchas veces efectos con-tradictorios. En algunos casos ha per-mitido entender más claramente los procesos de transformación de las sociedades llamadas periféricas, se-ñalando los elementos originales que se encuentran en ella y compren-diendo más profundamente la razón de sus asimetrías respecto de las so-ciedades centrales. En otros, la no-ción de dependencia se impuso a la realidad social oscureciendo la géne-sis de su cambio, lo que produjo una visión "ideologizante" de la misma: linear y mecánicamente la compren-día y la explicaba reduciendo a un mismo origen todos los hechos, par-ticulares o generales, que en ella acaecían.

La noción de dependencia ha in-cluido e incluye niveles de análisis muy diferenciados, confundiendo a veces lo que es propio de la relación de dominación, y en ese sentido, re-sultado de lo que podría llamarse una "voluntad" deliberada de los centros, con los fenómenos que se desarrollan en la periferia como con-secuencia de esa relación de domina-ción.

Existe una especificidad periférica que hace original cada hecho que allí se produce provocando la necesidad de su reinterpretación y que se de-fine en tanto tal como asimétrica y no homologa respecto del centro, en la medida en que su historia está enmarcada por un contexto de do-minación. Pero esa especificidad es también el resultado de las realimen-taciones de la situación primaria de dominación que los sistemas nacio-nales registran en su interior provo-cando lo que se podría denominar las causas nacionales del subdesarro-11o. No queremos decir con esto que se trata de fenómenos estancos o ais-lados, más bien lo contrario ya que se retroalimentan entre sí; pero

i a : César y

Dios

mientras uno, la dominación, posee una racionalidad unívoca, generaliza-ble a distintos sistemas nacionales, el otro, las situaciones nacionales de dependencia, es múltiple en sus di-recciones y propio a cada sistema.

En definitiva se trata aquí de mos-trar dos orígenes, uno externo y el otro no, que interaccionan y gene-ran las situaciones de dependencia.

Trataremos sucintamente en lo que sigue, de deslindar esos orígenes y mostrar a través de sus efectos su mutuo fortalecimiento.

En el estudio de la dominación original, se explica cómo los objeti-vos comerciales en función de los cuales fue realizada la conquista de América latina, influyeron en forma decisiva sobre el modo de desarrollo que los sistemas nacionales del Con-tinente conocieron más tarde. Sabe-mos que la consecuencia fundamen-tal que surgió de esta orientación comercial, fue la creación de centros mineros y agrícolas destinados a sa-tisfacer la demanda europea, lo que se tradujo en una dirección de los sistemas económicos coloniales que en ningún momento tendió a la crea-ción de economías integradas y auto-suficientes. En este proceso se defi-nió la manera en que la estructura original de estas economías condi-cionó más tarde su forma de inser-ción en el mercado internacional. Esta inserción, producida en el últi-mo cuarto del siglo pasado, se sitúa teóricamente enmarcada —y a veces falazmente legitimada—, dentro de la división internacional del trabajo y de la teoría de las ventajas compa-rativas lo que, como es conocido, trajo aparejada la incorporación de las economías latinoamericanas al mercado internacional como econo-mías exportadoras de productos pri-marios e importadoras de productos manufacturados.

Las consecuencias de este modelo "crecimiento hacia afuera" sobre la

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estructura socio-política y producti-va —en definitiva los costos de esta forma de dominación— fueron que mientras los países industriales se orientaban constantemente hacia la autosuficiencia, los países de la pe-riferia dependían más y más de las fluctuaciones del mercado interna-cional, aumentando en consecuencia el grado de vulnerabilidad de sus es-tructuras económicas. Al mismo tiempo, la especialización del siste-ma productivo en el o los productos más ventajosos (o menos desventa-josos) en el intercambio ele bienes, condujo a la hipertrofia del sector competitivo y a la atrofia consecuen-te de los otros sectores desplazados por la importación de bienes. Los países que atravesaron y atraviesan esta experiencia muestran una corre-lación directa entre el ritmo de cre-cimiento de sus economías y el cre-cimiento de la demanda mundial de los productos que ellos exportan.

Si a la hipertrofia y a la vulnera-bilidad se agregan las tendencias ve-rificadas a partir de 1914, manifes-tadas en el crecimiento más lento de los precios de ciertos productos primarios respecto al de los produc-tos industriales, completamos el cua-dro de la relación de dominación res-pecto de los centros casi autosufi-cientes y exportadores de productos manufacturados.

Estos efectos, economías no inte-gradas y vulnerables, se manifiestan a su vez en la alta sensibilidad de estos sistemas respecto de las modi-ficaciones externas, sean estas estruc-turales o coyunturales. Esta sensibi-lidad es mensurable por el grado y la forma de propagación en el inte-rior de los sistemas nacionales de las crisis centrales. Pero el grado y la forma de esa propagación ya no son una consecuencia directa de la rela-ción de dominación, sino más bien son generadoras de una relación de-pendiente, consecuencia y costo fi-nal de la dominación.

Esta relación dependiente y sus efectos serán tan diversos como for-mas de organización existan en los sistemas nacionales. En otras pala-bras, si A es el centro y B un siste-ma dado de la periferia, decimos que A ejerce una relación dominante res-pecto de B, pero que es la estructura de B, la forma en que se organizan sus partes, la que al recibir el im-pacto de la relación anterior genera la relación dependiente respecto de

A. Esta relación dependiente revi-taliza y fortalece a su vez aquella de dominación, al crear condiciones específicas y más estables en el inte-rior de los sistemas nacionales. Así las orientaciones de los individuos y las clases en los sistemas productivos periféricos se enfrentan a las condi-ciones creadas por la situación ante-rior.

A modo de ejemplo podemos pen-sar en uno ele los efectos más evi-dentes: la existencia de una conste-lación limitada de opciones produc-tivas. En ese sentido esperar de un "empresario periférico" normas de comportamiento productivo que se reflejen en orientaciones "modernas" o centrales, es ignorar la constela-ción real de opciones puesta a su disposición. El impacto de A sobre B genera una situación en B según la cual no es posible medir en tér-minos de tradidicionales o moder-nas las orientaciones de individuos y grupos. El patrón de racionalidad de éstos es otra: sus orientaciones maximizan situaciones con objetivos claramente diferentes de aquellos que se producen en los sistemas del cen-tro.

Esta racionalidad original, creado-ra de dependencia, es consecuencia como dijimos del estilo con que se desarrollaron estos sistemas. Así, con la integración de las economías en el mercado mundial que produjo su especialización en la producción de ciertos bienes, aparece una clase que se vincula directamente con ese sec-tor de producción. Esta tiende a convertirse en la clase hegemónica del sistema social, en tanto transmite sus propios objetivos de clase al res-to del sistema social. Sin pretender que las orientaciones individuales se transmitan mecánicamente a aquellas de la clase, es cierto que las orien-taciones de la clase hegemónica se encuentran acotadas por la constela-ción limitada de opciones que ofre-ce el sistema en el que ésta se desen-vuelve. Esto se traduce en el hecho que sus orientaciones tenderán a di-rigir el sistema productivo hacia aquellas opciones de producción gra-cias a las cuales pudo constituirse en clase hegemónica y de las que deriva su fuente de poder. De esta forma, la relación de dominación primaria y la de dominación capitalista se ha-llan fortalecidas y proyectadas por las orientaciones del actor hegemónico, el cual recrea esa situación de domi-

nación en términos de dependencia interna. Esta dependencia se ve di-namizada en un proceso que tiende a crear situaciones cada vez más de-finidas entre el actor hegemónico y los otros actores sociales. Así se constata como consecuencia de las direcciones del sistema de produc-ción, una creciente concentración del ingreso en los estratos superiores de la sociedad. De esta manera, la relación subordinada respecto a los centros que se manifiesta en la in-clusión de los patrones sofisticados de producción y consumo propios del centro, agrava la concentración y for-talece la posición hegemónica de la clase ligada originalmente a la ex-portación de los productos exceden-tarios. Esta situación, creadora de dependencia, tiende a producir efec-tos que se realimentan en forma acu-mulativa y que podemos describir de la siguiente manera:

1. La situación de dominación original y capitalista más tarde, crean un abanico particular de op-ciones frente al cual se sitúan indi-viduos y grupos.

2. Las condiciones originales de la periferia crean situaciones no ho-mologas respecto a los países cen-trales, que alteran los efectos pren-sibles de la inclusión de patronos centrales de producción y consumo.

3. Estas situaciones fortalecen la posición hegemónica de la clase li-gada a los productos de exportación, conduciendo sus orientaciones a la optimización de sus alternativas con vistas a mantener su posición de he-gemonía.

4. El proceso de dominación ase-gura la posición relativa de la clase dominante marcando la aparición de una dependencia interna dinámica y creciente mediante la cual los obje-tivos de aquella clase se convierten en los objetivos del sistema en su conjunto, generando así una relación dependiente respecto del centro que acentúa el impacto y acrecienta la es-tabilidad de la relación de domina-ción sobre el sistema nacional.O

Dante Caputo es Licenciado en Ciencia Política y Doctor en Sociología (Sorbona, París), actualmente se desempeña como Investigador contratado del CIAP (Centro de^ Investigaciones en Administración Pública).

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Correo del lector

Contestando a Grothendieck

El cuestionamiento a la ciencia que hace Alexandre Grothendieck en su nota aparecida en el n° 19 de CIENCIA NUEVA, esta cargado de alusiones a sus consecuencias presu-miblemente "revolucionarias", por lo que me parece conveniente no dejar pasar esas ideas sin una discusión exhaustiva de sus supuestos y sus implicaciones. Con esta carta intento contribuir a esa discusión, por lo que le agradeceré su publicación.

La ciencia está siendo sometida en todas partes a una fuerte presión critica que por cierto no es ajena a la aguda toma de conciencia sobre la naturaleza de los más apremiantes problemas de nuestra época que tam-bién está teniendo lugar en casi todo el mundo.

La crítica de Grothendieck se re-fiere a tres órdenes de problemas: el método científico, las condiciones so-ciales de la producción científica y el impacto de la ciencia sobre la socie-dad (este tiene lugar principalmente a través de la tecnología, pero como bien lo señala Grothendieck hay una importante función de legitimación de ideologías que no debe perderse de vista).

En el plano del método, Grothen-dieck se muestra alarmado por la pretensión de la ciencia de ser la tínica forma de conocimiento verda-dero. El conocimiento, nos dice, debe alcanzarse también por "la intuición, la sensibilidad, el sentido de lo bello y de la armonía, el sentido de la unidad de la naturaleza..." Tengo la impresión de que el problema que realmente preocupa a Grotendieck es la práctica actual de la ciencia y que cae sobre el método científico por-que se confunde y le atribuye a éste la responsabilidad por las caracterís-ticas actuales de la práctica de la ciencia, en lugar de atribuirla a la estructura de relaciones sociales en la que esa práctica tiene lugar.

Grothendieck muestra notables di-ficultades para concebir a la ciencia como el resultado de condiciones so-ciales más generales. Si se lo toma al

pie de la letra, se diría que es incapaz de ver las diferencias entre la ciencia del siglo XVI y la del siglo XX, o las diferencias entre la ciencia norte-americana o la inglesa y la ciencia argentina o la india. En todos estos diversos contextos históricos y geo-gráficos, las relaciones entre la cien-cia, la tecnología y la sociedad son diferentes y esa diferencia me parece crucial para entender lo que ocurre con la ciencia y para formular polí-ticas y programas de acción. Gro-thendieck resbala por encima de tal complejidad.

A través de su nota, el método científico, el uso social de la ciencia, la tecnología, las consecuencias so-ciales y ecológicas de la tecnología, la estructura de poder, las relaciones sociales de producción, las actitudes y motivaciones de los hombres de ciencia y "la represión que sufrimos todos desde que nacemos" aparecen como manifestaciones de un mismo fenómeno, a las cuales subyace una estructura causal simple. Esto es gra-ve, porque es equivocado y porque lo conduce a proponer opciones polí-ticas igualmente confusas.

La solución que propone consiste en constituir una nueva ciencia ba-sada en la nueva epistemología y en relaciones sociales desalienadas y orientada a producir conocimientos ecológicos y tecnología "liviana". Comparto enteramente la preocupa-ción general de Grothendieck acerca del tipo de problemas a los que la ciencia se ha dedicado preferente-mente y acerca de las consecuencias sociales de la tecnología desarrollada en los países industrializados. Estos problemas de hecho interesan a mu-cha gente genuinamente preocupada por los problemas de este mundo. Hay numerosos grupos de científicos tratando de hacer este tipo de cien-cia "liviana" y constituyendo comu-nidades que deberían ser más favora-bles a relaciones sociales desaliena-das.1 Uno,de esos grupos va a cons-tituirse en nuestro propio país, reu-niendo a gente proveniente de todo el mundo. Lo que no alcanzo a com-prender es qué tiene que ver la epis-temología con todo esto. Me resulta

difícil concebir que una ciencia con esta orientación, con un método ba-sado en el criterio de belleza y en el misticismo, pueda aportar conoci-mientos útiles para resolver los ac-tuales problemas del mundo. Y me parece excesivo afirmar que todo es-to forma parte —y tal vez es el in-grediente principal— de una nueva revolución social.

Cuando se llega a este extremo, creo que las ideas de Grothendieck se convierten en un serio peligro. Tal vez sea útil volver la atención a la humanidad en cuyo nombre se pro-pone todo esto y tratar de entender algo de lo que ocurre.

Hay muchos problemas en este mundo, pero es preciso jerarquizar-los. Los mayores problemas son cier-tamente, las varias posibilidades de autodestrucción y de crisis mundial, pero también lo son el hambre, las enfermedades endémicas y el nivel de vida infrahumano en que vive la mayoría de los habitantes del plane-ta. En términos políticos, las pers-pectivas más probables para el mun-do subdesarrollado provienen del crecimiento de las grandes corpora-ciones multinacionales que se expan-den a una velocidad mucho mayor que los países de mayor crecimiento. La alternativa para los países del ter-cer mundo es enormemente difícil, porque el crecimiento de esas gran-des empresas se presenta como una de las posibles vías de solución al problema del nivel de vida, pero al costo de la pérdida de la capacidad nacional de decisión y de la propia cultura. Cualquier solución aceptable deberá ecuacionar los medios ade-cuados para un incremento sustancial en el nivel de vida y la preservación de la capacidad de decisión sobre el destino nacional (algunos de los paí-ses generalmente considerados revo-lucionarios, como China, Argelia o Tanzania, parecen estar intentando precisamente eso y ponen más énfa-sis en ese problema que en formular una nueva epistemología "humanis-ta"). Por el contrario, cualquier so-lución que ofrezca el crecimiento eco-nómico a costa de la dominación, o la independencia a costa de no resol-

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ver los problemas más apremiantes, constituye una propuesta inaceptable y peligrosa.

_ No creo que ni la ciencia ecológica ni la tecnología liviana y el nuevo método científico sugerido por Gro-thendieck puedan ofrecer mucho al problema planteado en estos térmi-nos, al menos a corto plazo. Y esto significa que no pueden ofrecer nada, porque los problemas no esperan. El poder de las grandes corporaciones aumenta y el margen de iniciativa que aun les queda a los países de-pendientes se reduce; nos acercamos más rápidamente al límite en que no quedará ninguna opción para estos países que estarán empujados al lími-te ecológico del planeta y al límite de la alienación humana.í! Mirando a países como Argelia o Chile (a los que ahora empieza a estar de moda criticar porque no abandonan el ca-mino de la industrialización) uno termina por congratularse de que los nutvos científicos no hayan llegado antes con sus banderas de la nueva ciencia y la tecnología liviana, desa-lentando a sacar el petróleo y el co-bre• de debajo de la tierra. Hasta China, cuya invocación nunca falta, parece que no supo sacar las leccio-nes del caso de la revolución cultural tan encomiada por Grothendieck y ahora está comprando no ya Boeings —que los usan todos, inclusive los enemigos de la tecnología indus-trial— sino nada menos que los abo-minables Concorde, ¡el último expo-nente de las "catástrofes industria-les''!' De hecho, la política científica china parece que no corresponde del todo a las características que Gro-thendieck le atribuye. China, nos di-ce una especialista, "está caminando sobre dos piernas en su política tec-nológica. TJna pierna comprende la moderna tecnología industrial (. ..) La otra es la tecnología nativa habi-tualmente de pequeña escala, mano de obra intensiva y tan ineficiente en comparación con los métodos mo-dernos, capital intensivos, que no podría ser usada en una economía de mercado competitiva"}

Grothendieck atribuye al desa-rrollo de la ciencia experimental el haber llevado a la humanidad al bor-de de su propia destrucción y esa es otra de sus razones para propugnar su transformación por una ciencia que no favorezca el crecimiento de las fuerzas productivas, el cual no tiene en cuenta "nuestras necesida-des y nuestros deseos". Me pregun-

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to quiénes seremos el 'nosotros' de esa proposición. Lo que se observa es que esta nueva corriente científi-ca recibe un considerable apoyo de grupos e instituciones dominantes en los países capitalistas avanzados, mientras que, hasta donde sabemos —lo que no es mucho decir, por cierto— la gran mayoría de la po-blación sigue queriendo un más alto nivel de vida, atraída por las fan-tásticas posibilidades abiertas a la humanidad por la ciencia y la tec-nología (lo que no significa, por su-puesto, que desee que continúe el desarrollo controlado por los inte-reses monopolistas internacionales). Como esta gran mayoría de la po-blación, la que vive de la venta de su trabajo manual, constituye toda-vía la mayor reserva de acción con-tra el statu quo, me parece que el hecho de que los nuevos científicos "revolucionarios" sean vistos con desconfianza por ella y con indisimu-lada simpatía por los sectores domi-nantes es un indicio aceptable de que algo está mal en su planteo. . .

Si algunos científicos que creían en la omnipotencia de la ciencia co-mienzan a sentirse defraudados, el problema no es de la ciencia. Sobre este mundo han surgido cosas muy bellas y cosas muy importantes, a las cuales en nacía contribuyó la ciencia; parece que muchos cientí-ficos han tardado en darse cuenta de ello. Esos mismos científicos, que cuando vivían absortos en sus espe-cialidades no concebían que en el mundo hubiera algo más que cien-cia, ahora que se han desilusionado de ésta, quieren convencer a todos que la traten como al principal ene-migo. Por supuesto, nada impide a los hombres de ciencia convertirse en jardineros o en granjeros; conoz-co a algunos buenos científicos que lo han hecho y no todos ellos han renegado por ello de la ciencia "du-ra" y experimental. Estoy muy de acuerdo con que los hombres de ciencia empecemos a vivir consisten-temente con nuestros propios valo-res. Esto es algo muy importante, pero no creo que tenga demasiada influencia en nuestras chances de cambiar el mundo.

La ciencia que pueda eventual-mente ayudar a transformar nuestras sociedades, será una ciencia que se conecte con los problemas de su so-ciedad no a través de declamaciones aristocratizantes, sino conectando la práctica de la ciencia real con la prác-

tica de la sociedad real. Vislumbro que esto puede conseguirse modi-ficando la práctica actual de la ciencia, por ejemplo vinculando las organizaciones de científicos a las or-ganizaciones populares, creando las bases para una realimentación entre los objetivos políticos y los científi-cos, descentralizando la organización de la ciencia de manera que surjan decenas de centros de investigación con facilidades para vincularse a las empresas, a los sindicatos, a las coo-perativas agrícolas, a los movimien-tos sociales, etc., y tratando de au-mentar la conciencia política y social de los hombres de ciencia. Una or-ganización de los científicos ejercien-do sus propias presiones sobre la es-tructura de poder e involucrándose en las alianzas necesarias para poner la ciencia al servicio de objetivos na-cionales, podría tener algunas chan-ces de contribuir al cambio de la sociedad; dudo que un ejército de científicos renegados de la ciencia tenga alguna.

Me pregunto si para los intereses de las corporaciones multinacionales 110 es el mejor programa que los hombres de ciencia —los nuevos proletarios— generen una ideología escapista, en lugar de profundizar la ideología genuinamente contestataria de la que tenemos no pocos ejem-plos en el pasado cercano. La tecno-logía productiva necesaria para los grandes negocios puede ser produci-da por los científicos que acepten su lugar como proletarios. Y hasta par-te del trabajo de los científicos re-beldes podrá ser aprovechado (por ejemplo, industrializando antipolu-cionantes, distribuyendo alimentos químicamente puros entre los obre-ros que no pueden dedicarse a cul-tivar sus huertas, o instalando fuen-tes de energía solar a domicilio). Lo que pase a la larga no tiene mucha importancia, porque la sociedad ya estará totalmente dominada por las corporaciones. Ellas defienden el plu-ralismo como modo de vida (por suerte, claro) por lo que las coniuni-dades de los hombres-Gestalt —cien-tíficos, obr eros, ecólogos y jardine-ros— podrán prosperar, seguramente financiadas por la Shell o la Dupont (y si de paso arrastran consigo a va-rios miles de estudiantes que están sobrando por todos lados, mejor; por ahora paga el social welfare, después se verá).

Creo que el tipo de análisis que hace Grothendieck de la situación,

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unido al tono de alegato, a las grue-sas simplificaciones y a las generali-zaciones fáciles, no solo no contri-buye a una comprensión de lo que está ocurriendo, sino que contribuye más bien a oscurecer los términos del problema y a dificultar una respues-te creativa pero al mismo tiempo ra-cional. Confundiendo de tal modo los planos y los problemas, Grothen-dieck presta un mal servicio a un objetivo de primera prioridad para el mundo actual: el de hacer de la ciencia un bien colectivo al que ten-gan acceso no sólo los sectores do-minantes sino, y sobre todo, la ma-yoría de los hombres.

Manuel Mora y Araujo Science Policy Research Unit,

University of Sussex y Departamento de Sociología,

Fundación Bariloche

1 El más interesante que conozco está expuesto en: Janine ,y Robin Clarke: The Biothecnic Research Community, Future, junio 1972, págs. 168-173.

2 La iniciativa proviene de investigado-res del Peace and Conflict Research Pro-gratnme de la^Universidad de Lancaster.

a Esta tendencia surge, por ejemplo, del modelo mundial que está siendo ela-borado conjuntamente por el Departamen-to de Sociología de la Fundación Bariloche y el Sociologisches Institut de la Univer-sidad de Zurich.

4 Genevieve Dean: China's Technologi-cal Development, New Scientist, 1915, 72, pág. 371.

Contestando a Bunge

He leído con mucha fruición la car-ta publicada en el último número de su revista, con la firma de Mario Bunge. En los tiempos que corren en la Argentina, ya resulta difícil en-contrar un gorila en "estado puro", excepto algún Isaac Rojas redivivo y colérico, despertado de su ensoña-ción histórica por el regreso —con-tra todos los pronósticos oficiales— del líder justicialista. Además del placer que causa encontrar ejempla-res de una especie en vías de extin-ción, la carta tiene méritos intrínse-cos que le otorgan un valor inestima-ble. De su contenido surgen algunas pautas, si no luminosas por lo menos iluminantes, acerca de cuáles son los mecanismos que permiten a dicha especie analizar la realidad nacional

y pontificar sobre lo que debería ha-cerse en el país.

El primer punto de la "crítica" de Bunge comienza de esta manera: "El 'socialismo nacional' (en alemán Na-tionalsozialismus) dice inspirarse..." Maravilloso. Ahora se ve claro: para "entender" la política argentina, la traduce primero al alemán... Lo que viene después se explica fácilmente. Por ejemplo, en el parágrafo que lle-va el n° 2, dice: "Durante el régimen peronista la cultura liberal fue sus-tituida por la incultura peronista". Como prueba, se cita la consigna "Alpargatas si, libros no". ¿Cómo hay que entender esta consigna? Si-gamos el método de Bunge. Primero se traduce al alemán. Para "alparga-ta" podríamos utilizar "Spargatte", aunque eso no aclara mucho. Sin du-da es más claro "Hanfschuch" (lite-ralmente: zapato de cáñamo). De modo que la consigna es: "Hanf-schuche ja, Bücher nein". ¡Diablos! Estos peronistas incultos quieren que se fabriquen más zapatos de cáñamo y que no se publiquen más libros!

La carta de Bunge contiene otra clave que permite entender su pen-samiento político. Bajo el número 3 ("Los errores") enuncia tres "prin-cipios" que, según él, serían comu-nes a la declaración de propósitos del Consejo Tecnológico, a la ciencia so-viética y ala ciencia alemana bajo la dominación hitlerista: "Ellos son el pragmatismo ('Investiguemos sólo lo que tenga utilidad práctica'), el nacionalismo cultural ('Independi-cémonos de la cultura universal') y el dirigismo ('Planifiquemos y diri-jamos desde arriba toda la investiga-ción')". Aparte de lo inaudito que resulta tal definición de pragmatis-mo dada por alguien que acostumbra escribir como filósofo, las tres defini-ciones puestas entre paréntesis son la quintaesencia del pensamiento li-beral de principios de siglo. Cada vez que se intentó acercar la ciencia a la solución de algunos problemas vita-les para el país, surgieron los libe-rales a poner el grito en el cielo, con los mismos argumentos que ahora esgrime Bunge: "¡se está avasallando a la investigación pura!"; "¡se quie-re dirigir a los investigadores!"; "¡la ciencia debe obedecer solo a la libre inspiración de los científicos!". Estos argumentos son idénticos —no por casualidad sino por identidad ideoló-gica— a los que esgrimen los repre-sentantes de la clase minoritaria que regía, y aún rige, la economía agro-

exportadora del país, frente a cual-quier iniciativa que amenazara rom-per el statu ,quo. También sus alia-dos, los que entregaron el país a la voracidad de las empresas multina-cionales, hacen gestos de horror contra el "dirigismo", usan la misma definición espuria y deshonesta del "pragmatismo" y proclaman la "ab-soluta libertad" para los investiga-dores puros. Con tanto como se ha escrito al respecto, uno creería que los mitos acerca de la libre inspira-ción de los científicos puros han sido desterrados. Pero parecería que no. Parecería que hay que volver a repe-tir lo archisabido: que la investiga-ción está menos dirigida por la libre inspiración que por la distribución de los recursos financieros; que la elec-ción de los temas depende de una serie de factores entre los cuales la inspiración individual tiene una im-portancia ínfima comparada, por ejemplo, con las normas de prestigio de la comunidad científica y las de-terminaciones sociales, etc., etc.

Un mérito notable de la carta que nos ocupa es su claridad. Veamos este párrafo: "Y los investigadores no son recursos naturales a la par del agua y del suelo: son personas. Son personas interesadas en resolver problemas cognoscitivos. Si se las manosea sienten la tentación de hacer las valijas y mudarse del país" (sic). Realmente lamentable. Pero enorme-mente claro. Esos investigadores, aquellos a quienes solo les interesan los problemas cognoscitivos, los que pretenden que la sociedad les otor-gue los privilegios de la clase domi-nante, son precisamente los mismos que están preocupados porque se los pueda manosear. Al resto de la so-ciedad pareciera corresponderle, por derecho natural, el costearles a esos investigadores el privilegio de ocu-parse de problemas cognoscitivos. Poco importa que dentro del "resto de la sociedad" haya algunos millo-nes que sólo fueron a la escuela dos o tres años, que están subalimenta-dos, que viven al margen de la asis-tencia médica, que no tienen cloacas ni agua corriente. No importa el mi-llón y medio de desocupados. No importa, puesto que ninguno de ellos se ocupa de problemas cognos-citivos, que es lo importante. Por-que "la ciencia y la tecnología" —nos recuerda Bunge, por si lo ha-bíamos olvidado— "son también y nada menos que el centro de la cul-tura moderna". Cosa de la cual no

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se han dado cuenta los vietnamitas, que son unos incultos, que ni siquie-ra saben hacer lo que en el lenguaje de la "cultura moderna" se ha dado en llamar, pulcramente, bombas in-teligentes, producto acabado de la preocupación por los problemas cog-noscitivos de investigadores no ma-noseados.

Bunge concluye que el manifiesto del Consejo Tecnológico no es "un plan concreto y factible de fomento de la investigación". Claro que no Es una declaración de propósitos que nadie puede confundir con un plan de acción ni con un programa de gobierno, por cuanto sólo es un enunciado del enfoque con el cual se abordará dicho plan o programa. Esa declaración se refiere a la totalidad de los problemas del país. Pareciera que para Bunge "el fomento de la investigación", es el problema del país. Pero para nosotros los proble-mas fundamentales del país son aque-llos que padecen los hombres que calzan alpargatas y los chicos que ni siquiera eso tienen. Porque ellos también son personas, a quienes se las manosea todos los días, y que no sienten "la tentación de hacer las valijas y mudarse del país", porque no tienen ni valijas, ni qué poner adentro.

Los problemas fundamentales del país tienen dos raíces principales: una interna, la oligarquía local, por-tadora y defensora de esa cultura li-beral que lo encandila a Bunge; la otra, externa, la dependencia de un imperialismo sin escrúpulos que nos trae su cultura moderna, su ciencia y sobre todo su tecnología (incluidos los B-52 cuando resulta necesario) para que pensemos, sintamos y ac-tuemos como ellos lo determinen y compremos los productos que ellos nos quieran vender. A esto no se puede responder con afirmaciones infantiles como la definición que adopta Bunge de nacionalismo cul-tural. El problema de la dependencia cultural y la reacción contra ella ha sido ampliamente discutido en el país como para que alguien que se pasea por las universidades del he-misferio norte y se siente en las altu-ras intente intervenir en el debate con un par de banalidades en tono admonitorio. Pero cómo podemos pedirle a Bunge que comprenda los problemas de la dependencia cultu-ral, cuando él pertenece a aquellos que confunden la cultura de una cla-se (burguesa y europea) con la Cul-

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tura Universal; a aquellos que pien-san que las categorías de análisis de la realidad creadas por esa cidtura constituyen los mejores lentes para observar la realidad latinoamericana; a aquellos que piensan que la cultura es una pieza de museo que hay que conservar y no la expresión viva de los pueblos que hay que contribuir a crear.

A Bunge pareciera no importarle la dependencia cultural (que incluye la tecnológica y científica, no lo olvi-demos); lo único que le preocupa es que "cortar los vínculos con la in-vestigación extranjera, o adoptar ni-veles inferiores, es condenar al atraso y ala extinción eventual a la ciencia y a la tecnología nacionales". Precio-so. Es el argumento que el colonia-lismo cultural pane en boca de sus colonizados ("Sin inversiones ex-tranjeras, nada pueden hacer; sin la tecnología extranjera, nada pueden hacer"..., etc.). Bunge olvida que es precisamente ese nacionalismo cul-tural el que permitió, por ejemplo, a los chinos dar el salto más espectacu-lar, en el más corto tiempo, que país alguno haya dado en toda la historia de la ciencia y la tecnología.

La carta de Bunge tiene algunas notas de franco humorismo. Por ejemplo, la imagen que nos da de "los científicos y tecnólogos origina-les" es realmente idílica: personas delicadas, sensibles al manoseo, ve-races, más interesados por el saber que por el poder. Esa imagen ange-lical, etérea e intemporal de los cien-tíficos y tecnólogos ya no aparece ni en las mitologías infantiles. Pero ya que de ser veraces se trata, habría que recordarle a Bunge que es peli-groso confundir una opinión política ideológicamente determinada con un enunciado experimentalmente verifi-cable. Bunge piensa que el peronismo fue "capitalismo y del peor". Quie-nes estamos en el Consejo Tecnoló-gico del Movimiento Nacional Justi-cialista pensamos que el peronismo produjo una revolución social que abrió la tínica posibilidad que se haya dado en el país de un movimiento masivo netamente anti-imperialista, anti-oligárquico y anti-liberal. El pe-ronismo inicia un proceso cuya cul-minación está bien clara, por lo me-nos para la juventud peronista, para los obreros comprometidos en la lu-cha y para el Líder del Movimiento: instaurar en el país una sociedad so-cialista con definidas características propias, nacionales o, si se prefiere,

argentinas. Que Bunge no lo entien-da así, poco importa. ¡El liberalismo que reivindica ya está Kaput!

Esta nota se está haciendo dema-siado larga. Realmente no vale la pe-na dedicarle tanto tiempo a alguien que opina que el peronismo no es más^ que un "amasijo de mentiras, trivialidades, cursilerías, rosismo y catolicismo". Porque habría que con-cluir que los argentinos han de ser muy imbéciles para seguir enarbolan-do ese "amasijo" diecisiete años des-pués que la oligarquía repuso su "orden" en el país. Decididamente, después de traducirlo al alemán, des-pués de analizarlo con los anteojos del liberalismo tradicional y desde las alturas de la "ciencia pura" y la "investigación extranjera", este país resulta incomprensible. ¿Pero acaso entender al país no es también un legítimo problema cognoscitivo?

Rolando V. García Buenos Aires

Basta de Bunge Si Bunge se htibiera limitado a aquel primitivo ataque contra el psicoaná-lisis, algunos hubiésemos podido creer que se trataba de una actitud intelectual; sus intervenciones pos-teriores en esta revista demostraron que sólo era una actitud neurótica. Y si a veces puede llegar a justificar-se la publicación de una opinión reac-cionaria, ya no creo que tenga sen-tido que CN siga publicando acerca de posiciones y de neurosis que no comparte.

Sobre el niñito travieso Bunge pe-san dos carencias: la carencia de tratamiento psicoanalítico y la caren-cia de contacto con el país real al que aparentemente nunca supo re-conocer y en el que hace varios años que no vive. Su último trabajo sobre el dilema electoral argentino no sólo es reaccionario; es lamentable como trabajo profesional y por ello sólo, no debió ser publicado. No necesita-mos consejos de "padres" extranje-ros; necesitamos solidaria militancia nacional.

No puedo proponer un modelo mejor, como sugiere Bunge, porque tampoco yo sé armar modelos mate-máticos de problemas socio-políticos. Pero yo tengo vengiienza.

Cosme Sánchez Buenos Aires

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ííuiige y su pseudociencia

"Pseudociencia-. un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cul-tivadores desean, ingenua o maliciosamente, dar como cien-cia, aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de cono-cimientos".

Mario Bunge, La investigación cien-tífica, Barcelona: Ariel, 1970, pág. 54: reproducido también en CIEN-CIA NUEVA N? 2, pág. 56.

En el número 21, CIENCIA NUEVA publica un trabajo de 'Ma-rio Bunge que éste describe como nada menos que "un modelo mate-mático de la situación política argen-tina en vísperas de las elecciones prometidas por el P. E. para 1973".1

Causa un cierto asombro la lec-tura de este artículo al recordar los rigurosos conceptos de Bunge sobre las reglas de la investigación y la formación de teorías en el campo de la ciencia, así como sus invectivas contra lo que considera pseitdocien-cias; leyendo también algunas de sus opiniones recientes 2 comienza a tomar cuerpo en el lector la idea de que tales incongruencias no se-rían aleatorias sino que procederían tal vez de factores "sistemáticos" enraizados en el pensamiento polí-tico de Bunge. Las presentes líneas quieren comentar esta hipótesis, que podría resumirse así: al incursionar en política, Bunge hace seudociencia (en el sentido que él da a esta ex-presión), e incluso la hace mal, esto es, la apariencia científica de sus "creencias y prácticas" no está si-quiera convincentemente construida. Muy sintéticamente mencionaré las principales observaciones que fun-damentan esta hipótesis.

1. - Indefinición conceptual. Bun-ge elabora un modelo sobre la "con-ducta racional" del "argentino me-dio" en materia electoral, estable-ciendo cuáles son sus "fines" (pros-peridad, libertad, etc.) y cuáles los "medios que contempla" para al-canzarlos (apoyar a los militares, apoyar a los peronistas, etc.). Pero todos estos términos no están defi-nidos. Se ignora si el "argentino me-dio" es un argentino con posición económico-social intermedia, o si es un argentino con posturas ideológi-cas intermedias, o si es el resultado

de algún promedio (¿de qué variable o variables?) operado sobre la to-talidad de los argentinos; Bunge —cuando al final de su trabajo reba-ja un poco las pretensiones de su inicio— admite que el modelo es parcial, pues sólo se refiere a los su-puestos argentinos medios; en rea-lidad, no se sabe si es parcial o no, ya que no se sabe qué, quiénes y cuántos son los argentinos medios. Tampoco se explícita el marco teó-rico de donde surge ese concepto, lo que podría aclarar su naturaleza.

Parece evocar (connotativamente) la noción de "promedio" y a su vez, la noción de "representatividad"; irresistiblemente, la expresión "ar-gentino medio" incluye la idea de que cualquier conclusión a su respec-to podría generalizarse al conjunto de los argentinos, pues cualquiera sabe que los desvíos respecto al promedio se anulan mutuamente; esta inferen-cia por connotación es posible dada la ambigüedad con que Bunge in-troduce a este personaje.

En cuanto a los "fines": Se ig-nora si la "prosperidad económica" alude al crecimiento global de la eco-nomía, o al incremento de los ingre-sos personales del "argentino me-dio". Esta ambigüedad es crucial, pues nada demuestra que los ingre-sos del argentino medio crecen pro-porcionalmente al ingreso nacional, por lo cual la prosperidad global po-dría acompañar un descenso en los ingresos individuales del argentino medio, o viceversa, según la posición del "argentino medio" en la distri-bución de los incrementos del ingre-so global. La "libertad política y cultural" es sumamente vaga: pue-de tratarse de la libertad para que las empresas periodísticas puedan escribir en sus diarios lo que quie-ran o que todos los habitantes pue-dan publicar sus ideas en los diarios; o podría significar la libertad de la cultura y la política nacionales res-pecto a los dictados extranjeros; o la libertad para las mayorías; o la libertad para las minorías; o la ausencia de una política nacional en materia de educación, ciencia y cul-tura de modo que el "mercado" de-termina su orientación; o podría significar que se incremente el nú-mero de habitantes política y cultu-ralmente libres, aunque algunos que actualmente lo son vean afectada la propia libertad en el proceso; o a la inversa, que los actualmente "libres"

incrementen su libertad aunque no crezca o incluso disminuya la de los demás; puede tratarse de la libertad de todos, o de algunos grupos, o de los argentinos medios solamente; na-da de esto se especifica, y es tam-bién crucial. La "tranquilidad social y política" es también ambigua; por ejemplo, puecle referirse a la tran-quilidad de los empresarios respecto a posibles huelgas y ocupaciones de fábricas; la tranquilidad de los tra-bajadores en cuanto al monto y con-tinuidad de sus salarios; la tranqui-lidad consistente en que desaparez-can los factores de intranquilidad, o en que desaparezcan sus síntomas.

2. - Juicios valorativos infunda-dos. Bunge, sostiene que el argenti-no medio tiene una escala de valo-res, y en base a ella establece una jerarquización de los "fines" y de cada "medio" respecto a cada "fin". Así estipula que "el argentino medio es pancista" por lo cual la prosperi-dad económica le importa tanto co-mo la libertad, la tranquilidad y la independencia juntas: que la tran-quilidad le significa tanto como la libertad y la independencia juntas; y que la libertad le importa más (exactamente 0.2 más) que la inde-pendencia. No cita ningún estudio empírico ni axioma primero que jus-tifique uno sólo de estos supuestos, de por sí discutibles en su totalidad. Los juicios valorativos atribuidos al "argentino medio" son por el mo-mento, atribuibles a Bunge, y por el momento infundados.

Lo mismo ocurre con la evalua-ción de la eficacia de los "medios". Bunge declara por ejemplo, que los militares no traen prosperidad mien-tras 110 haya mucho por robar; que los peronistas no buscan realmente la autonomía o independencia na-cional; que la prosperidad seria ma-ximizada por un partido tradicional y fuerte como la UCR, que s'in em-bargo, no aseguraría tranquilidad; y que un partido de izquierda demo-crática aseguraría en nivel máximo la libertad y la independencia, aun-que no tanto la prosperidad y la tranquilidad. Hay evidencia empíri-ca que hace dudar de algunas de estas aserciones; por ejemplo, los regímenes militares argentinos, lejos de traer tranquilidad se han vis-to acompañados de fusilamientos (1931, 1956), campañas represivas (1930, 1943, 1955, 1966), discri-minaciones ideológicas (1930, 1943,

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1955, 1966), levantamien i Oj arma-dos (1956, 1963, 1969), secuestros, torturas, guerrilla (1966/1973), etc., cosas que no están tampoco ex-cluidas pero sí atenuadas en casi to-dos los gobiernos electivos. Asimis-mo el peronismo no ofreció solo pa-labras en materia de nacionalismo: nacionalizó gran parte de la propie-dad de capitales, no se afilió al Fon-do Monetario Internacional, mantu-vo una línea de política exterior re-lativamente independiente en la más cruda Guerra Fría, controló el co-mercio exterior, introdujo la plani-ficación nacional de la economía, lo-gró saldos acreedores en la balanza de pagos, etc. Tal vez el argentino medio actual requiera un nacionalis-mo mucho más drástico, cosa no pro-bada, pero tampoco se demuestra que el peronismo actual no haya evolucionado correlativamente.

Otras valoraciones no fundadas (o contrarias a los hechos) son fá-cilmente descubribles en el resto del argumento.

3. - Valores numéricos arbitrarios. Bunge traduce las preferencias del "argentino medio" a números. Esto da por sentada la mensurabilidad de las indeterminadas del modelo (cosa que daría lugar a largas discusiones), y asimismo supone la contabilidad del peculiar instrumento de medi-ción utilizado (el cual consiste en que Mario Bunge, en Aarhus, Dina-marca, el 30 de octubre de 1972, asigne valores numéricos a los pará-metros del modelo). Esto no sería muy grave si Bunge no extrajese conclusiones que una pequeña va-riación de las cifras tomaría inváli-das. Por ejemplo, admitiendo su es-cala de valores en cuanto a los "fi-nes" pero suponiendo que la libertad en lugar de valer 0,2 más que la inde-pendencia, vale 0,5 más que ella, en-tonces el "meclio" más eficaz deja de ser el inexistente "partido cívico de izquierda democrática" para pasar a ser "el partido democrático tradicio-nal y fuerte" (UCR); y no hay nada en el modelo de Bunge que impida cambiar 0,2 por 0,5, ni creo que la precisión del instrumento de medi-da alcance a discriminar entre am-bos valores. Peores modificaciones se consiguen si los valores son alte-rados aún más. Por ejemplo, es po-sible respetar el ordenamiento de los "medios" respecto a cada uno de los fines, pero asignando otras probabi-lidades numéricas en lugar de las que

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asigna Bunge. En el siguiente ejem-plo, se han respetado todos los ceros

Prosp. Militares 0 Peronistas 0.85 Tradición. 0,86 Nuevos Izq. 0.1

Con estos valores asignados a la "eficacia" de los medios en relación a los fines, las "eficacias medias" (respetando también la escala de preferencia entre los fines plantea-da por Bunge) sería la siguiente:

Militares 0.17 Peronistas 0.67 "Tradic." 0.44 "Nuevos" 0.12 El conjunto de valores de Bunge

es, respectivamente, (0.25), (0.33), (0.56) y (0.58), donde se ve que el orden es casi inverso sin cambios en los supuestos sino sólo en las pro-babilidades numéricas3. Otros expe-rimentos similares podrían asignar la eficacia máxima a cualquiera de los cuatro medios, sin cambiar un solo supuesto del modelo.

4. ~ Escaso sustento empírico. Un "modelo de la situación política ar-gentina" debiera reflejar, como cual-quier modelo, tos aspectos cruciales de dicha situación, y en cambio en este caso la distancia entre modelo y realidad es muy grande.

Aparte del escaso fundamento de las valoraciones postuladas se supo-ne que el "argentino medio" con-templa apoyar a un partido cívico, fuerte, incorrupto, de izquierda de-mocrática, y en cambio ni le pasa por la cabeza dar su voto a los con-servadores o al neopopidismo; pese a estar frente a elecciones, considera posible dar su apoyo a los militares (los cuales, salvo casos de continuis-mo, no suelen reclamar apoyo elec-toral). Además, otros aspectos cola-terales de la situación, que inciden directamente en ella, no están tam-poco incluidos (coyuntura económi-ca, doble vuelta electoral, intereses económicos que respaldan a los di-ferentes partidos, situación gremial y salarial, actividades subversivas y represivas, manipulación estatal y privada de los medios de difusión, etc.), con lo cual el modelo ha efec-tuado un recorte de la realidad tan grande y tan burdo que pareciera no tener ninguna posibilidad de re-flejarla. Toda especulación sobre el inexistente partido de izquierda de-mocrática es competencia de la cien-

y todas las relaciones ordinales en-tre los medios para cada fin.

Tranq. Lib. Indep. 0.7 0 0 1.0 0 0 0.01 0.1 0 0.01 0.1 0.5

cia ficción, y además no se entiende por qué ni para qué dicho partido es introducido en el modelo excep-to por razones ajenas al modelo mis-mo (didácticas, propagandísticas, etcétera).

5. - Atomismo o individualismo. Bunge postula un mundo donde las elecciones se resuelven de acuerdo a razonamientos y decisiones de los individuos electores. No intervienen en el modelo factores supra-indivi-cluales. Sin embargo, aun en proce-sos aparentemente "sumatorios" co-mo las elecciones, es casi obvio que existen aspectos estructurales intrín-secos al proceso decisional: afiliacio-nes partidarias, propaganda, grupos de intereses, información previa so-bre los partidos, manejos de los me-dios masivos de comunicación, régi-men legal de las elecciones, candida-tos que han sido propuestos por los partidos, partidos que han consegui-do organizarse legalmente, proceso político y económico pre-electoral, etc. Estos factores no son necesaria-mente "irracionales" ni tampoco la conducta individual en ausencia de ellos ha de ser siempre "racional"; se trata de un problema distinto al de la racionalidad: un modelo ato-mista supone la aditividad simple de las decisiones individuales, y la ausencia de fenómenos morales es-pecíficos. La presencia de estos fe-nómenos inórales en materia social y política está, en la actualidad, fue-ra de toda duda, y quedó resuelta en lo esencial con la polémica Dur-kheim-Tarde alrededor del 1900. Precisamente estos fenómenos mora-les específicos son el tínico funda-mento empírico para que haya cien-cias sociales, que de otro modo serían una simple multiplicación de procesos psicológicos individuales.

6. - Pseudociencia.E« este punto abandonamos las críticas dirigidas a mostrar la deficiencia del aparato "científico" con que Bunge presenta su "modelo". Aun cuando dichas de-ficiencias no existieran, el modelo sería "seudocientífico" de acuerdo a la definición del propio Bunge que sirve de portada al presente trabajo.

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Un sano ejercicio para Bunge mis-mo, y para los lectores, sería el de eliminar en el trabajo de Bunge to-das las fórmulas y números (que por otra parte son sumamente arbitra-rias), con lo cual el conjunto no per-dería unidad; lo que queda luego de la depuración podría caracterizarse como un buen argumento para char-la de café (afirmaciones ideológicas, conceptos vagos, generalizaciones no fundadas, conclusiones no necesa-rias), y es esta constatación la que indica que la parafemalia numérica y "científica" de Bunge tiende pre-cisamente a dar ("ingenua o mali-ciosamente") como ciencia aquello que no lo es. Una consecuencia fá-cilmente derivable de la lectura de su trabajo por una mente despreve-nida puede ser la sensación de que sus conclusiones brotan de un serio trabajo científico, criticable y corre-gible pero científico, objetivo, ra-cional. Creo que en caso de desearse un acabado ejemplo de pseudocien-cia, este modelo daría la muestra más cabal.

Otro elemento pseudocientífico es la pretensión de racionalidad y unicidad del modelo. Según Bunge: a) el modelo refleja una conducta "racional" del argentino medio; b) todo desvío respecto a dicha con-ducta se debería a factores irracio-nales (emotivos o ideológicos). Es decir, que el modelo es la solución óptima, y la única solución óptima. Creo haber mostrado que existen otras soluciones, incluso con los mis-mos supuestos, y asimismo creo ha-ber mostrado que la racionalidad de los supuestos es discutible; por lo cual la pretensión de racionalidad y unicidad es claramente falsa, y tie-ne una función ideológica.

Philippe Roqueplo indica que "la racionalidad científica se convierte en ideología a partir del momento en que se impone como tínica forma de racionalidad. Se trata entonces de un espejismo mantenido al servi-cio de una opción política que ese mismo espejismo sirve a justificar y, a la vez, a enmascarar".4

Algo similar ha insinuado May Brodbeck con las siguientes frases: "El término (modelo) tiene un de-cidido efecto de "halo": los Mode-los son Cosas Buenas. Y si los mo-delos son buenos, los "modelos 'ma-temáticos' son aún mejores"!' El efecto de "halo", la emanación o evocación connotativa de vocabula-rio y el estilo utilizados, que tiende

a dar el carácter de científico a todo el contenido que el texto transmite, es un mecanismo psicológico suma-mente conocido y que fundamenta la distinción entre denotación y con-notación en la teoría de la lengua. El uso de unos cuantos numeritos, y la apelación a la teoría decisional tiene como consecuencia ("ingenua o maliciosa") otorgar apariencia científica, y por lo tanto mayor po-der de convicción psicológico, a una charla de café sobre las elecciones; incluso se trata de una charla de café fantasiosa y surrealista, con par-tidos inexistentes incluidos, partidos existentes no incluidos, estructura social ausente, sujetos y atributos no definidos, fines imprecisos, escalas valorativas arbitrarias, probabilida-des asignadas subjetivamente, su-puestos poco creíbles. Sólo el pres-tigio intelectual de Bunge, y el deus ex machina científico que despliega, pueden dar cierta apariencia de obje-tividad a sus personales conviccio-nes políticas. El propio Bunge pa-rece haberlo advertido cuando pasa de su pomposo enunciado inicial ("un modelo de la situación políti-ca argentina") a sus esbozos de dis-culpa finales sobre la parcialidad, limitaciones y escaso poder predic-tivo del modelo, para terminar con una anticipada defensa contra la "indignación" que su lectura podría generar.

Esta advertencia contra eventuales "indignaciones" permite a Bunge dirigir la crítica no ya hacia los su-puestos filosóficos, ideológicos, epis-temológicos, metodológicos, etc., de este tipo de modelos, sino más bien hacia las fallas del modelo particular presentado, de modo que toda la crítica consiste en "hacer un mode-lo mejor" sin poner en tela de jui-cio los fundamentos de tales mode-los. Esta negación de la relatividad de sus supuestos •—probablemente inconsciente— agrega un elemento más al carácter pseudocientífico del enfoque, ya que exige una cierta fe en las virtudes de estos modelos, y condena como emocionales, anticien-tíficas e ideológicas todas las demás respuestas. Se basa, pues, en "credos no fundados", para usar las palabras del propio Bunge.

La última característica pseudo-científica del modelo es qiñzá la más importante: su irrefutabilidad. La caracterización de la pseudocien-cia como aserciones no contrasta-bles fue ya desarrollada por Karl

Popper desde los años 30, como él mismo lo narra en Conjetures and Refutations y otros trabajos. El mo-delo de Bunge precisamente carece de contrastabilidad (testability). Al no haberse definido el argentino me-dio, conocer cómo vota dicho sujeto se hace muy problemático; además, aun cuando se lo identificase y se pudiesen conocer empíricamente en las elecciones sus preferencias, cual-quier resultado adverso es desde ya adscripto a factores "irracionales" pues se ha asumido que el modelo es racional, además único. Por lo cual Bunge puede esperar confiado las eleccioness sean cuales fueran sus resultados, él lo había previsto. El modelo carece de valor científico, y sólo podría ser útil didácticamente como ejemplo de "Pseudociencia" al finad del capítulo I de La inves-tigación científica de Mario Bunge.

Héctor Maletta Universidad Nacional de Salta

Salta (Argentina) Enero de 1973.

1 CIENCIA NUEVA N? 21, pág. 52. 2 CIENCIA NUEVA N? 20, "Peronis-

mo y ciencia". 3 Hay una errata en la publicación:

los peronistas aparecen con un puntaje de 0.58 en lugar del valor correcto que es 0.33.

4 Roqueplo Philippe, S Tesis sobre la significación de la ciencia, Barcelona, 1971.

n Brodbeck May, "Models, meaning, and theories", en Brodbeck May (edi-tor) Readings in tbe philosophy of tbe social sciences, New York: The Macrni-llan Co„ 1968, pág. 579.

Héctor Maletta es sociólogo. Fue docente en las Universidades

Nacionales de Buenos Aires y de Tucumán. Actualmente en la Univer-sidad Nacional de Salta (Instituto de Desarrollo Regional).

Lía realizado trabajos de investi-gación en distintas instituciones, en-tre ellas las Universidades citadas, la Fundación Bariloche y entidades gu-bernamentales. Ha publicado "Es-tructura latente de sistemas dicotó-micos" en Editorial Nueva Visión, así como varios estudios empíricos en ediciones universitarias u oficia-les, y algunos artículos en revistas especializadas.

Desde hace un año trabaja sobre el desarrollo del capitalismo depen-diente en la Argentina y sus conse-cuencias regionales, y también con-duce actualmente un proyecto sobre población, empleo y migraciones en Salta y Jujuy.

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Bunge contestando La nota que precede a mi "Modelo del dilema electoral argentino" (n-21) dista de ser un modelo de obje-tividad editorial, ya que predispone al lector a que tome en broma lo que sigue, cuando lo que cabía, en todo caso, era invitar al lector a tomarlo con un grano de sal, cosa que hago yo mismo.

Mucho más adecuada es la diverti-da caricatura que acompaña al ar-tículo, y cuya firma no he logrado descifrar. Este dibujo capta un as-pecto importante de la construcción de modelos en las ciencias sociales, a saber, que se componen de piezas (conceptuales) prefabricadas y que, a lo sumo, reflejan groseramente algunos aspectos seleccionados del campo de hechos a que se refieren. Pero ni el dibujo ni el acápite hacen justicia a la intención de los modelos de esta clase, que es aprender, no divertir. Tampoco dicen lo que vale la pena recordar: (a) que no parecen abundar los estudios serios y funda-dos empíricamente sobre la realidad política argentina, y (b) que una ca-ricatura, aunque inferior a una foto-grafía, es preferible a la ausencia de una foto. Mi artículo ha intentado decir más o menos lo mismo (en la última parte, titulada "Discusión") pero, por lo visto, los autores del acápite no terminaron de leerlo.

En el n° 20 dan ustedes cuenta de las persecuciones de que ha sido ob-jeto uno de los más grandes matemá-ticos de todos los tiempos, Alexandre Grothendieck, debido a su oposición a la guerra y a la contaminación del ambiente. Habría que poner al día esa información con estas otras, que al parecer han omitido vuestros co-rresponsales en París. Primera, Gro-thendieck ingresó en el Collége de Fi "anee pero, después de violentas discusiones en el seno del Collége, éste no le renovó el nombramiento después del primer año.. Segunda, Grothendieck solicitó un cargo en el CNRS (Centre National de la Re-cherche Scientifique) pero, pese al despacho favorable y unánime de la comisión de matemáticas del CNRS, el Directorio del CNRS lo rechazó debido a que "sus posiciones políti-cas podrían perjudicar el crédito de que goza el CNRS frente a los pode-res públicos". Tercera: Grothendieck terminó por obtener un puesto de profesor asociado en la Universidad de París XI (Orsay). Si bien ésta es la mejor de todas las universidades

del conglomerado Université de Pa-rís, el hecho de que Grothendieck sea solamente profesor asociado en ella debiera avergonzarnos a todos los que somos profesores titulares en otras universidades de calibre com-parable.

Salúdale atte. Mario Bunge Profesor visitante E . T . H . Ziirich

Eidg. Technische Hochschule Prof. Dr. Mario Bunge 8032 Zürich Attenhoferstr. 43

a) juro haber terminado de leer el artículo,

b) nunca pretendí ser objetivo en el copete,

c) el autor del dibujo es Franco Garutti.

R. A. F.

Problemas de GO Problema 1 : ,

Juegan las Negras. Se les pide que vivan.

^- - • :o 0 O O O

- o

Problema 2 :

Juegan las Negras. El grupo Ne-gro parece completamente perdi-do. Pero existe una posibilidad de que se recupere. ¿Cómo?

f\ w *- •

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FRANQUEO PAGADO Concesión N? 3689

GO: Soluciones Respuesta 1: El tsuke de la Negra 1 es tesuji. Contra esto, si las Blancas toman un ojo con 2, las Negras juegan el horikomi tesuji en 3 y la se-cuencia hasta la Negra 5, termina en un oshitsubushi exitoso. Por supuesto las Negras pueden cam-biar el orden de jugar 3 y 1.

Diagrama de referencia a): Después de Blanca 2 las Negras ya no pueden hacer dos ojos.

o -

Respuesta 2: El atekomi de las Negras es el punto vital en este problema. Después de la Blanca 2, la Ne-gra captura una piedra Blanca y comienza la batalla ko. Entonces, el punto "a " se transforma en un punto débil para las blancas.

(D . _ . o S é ó -aQO® l®C>

ó ® ® ® é @ o Y o o o o o o

Diagrama de referencia b): La jugada atrevida de la Negra 1, hace perder toda esperanza a las Negras. El aji de " a " desaparece. Quisiéramos evitar que las pie-dras lloren.

a O O ® + ® Q 0®#®é®Q

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