Cinco, seis, tal vez siete años. Fabián Casas

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    Verano12 | Lunes, 3 de enero de 2011

    Cinco, seis, tal vez siete aos

    Por Fabin Casas

    Para Baltazar Vega,

    cuando pueda leerlo

    You only have to read the

    lines as scribbly black, and

    everthings shines!, Matilda

    Mother. Syd Barrett.

    Primero hago el piso. Lnea recta larga, larga. Hasta ac. As. As es.

    Esto es suelo. Donde piso yo, mam, Sergio. Lnea recta hacia all.Listo. Ahora cielo. Grande, grande. Cielo azul, sin nubes. Cielo con

    sol. Hago casa. Mam est en la casa. Sergio no. Mam est

    sentada a la mesa dentro de la casa. Sergio no. Mam camina por la

    casa. La casa es alta, muy alta. Como Sergio. No como yo. Mam

    cocina en la cocina de la casa. Mam lava los platos azules en la

    casa alta, muy alta. Mam me quiere adentro de la casa alta. Sergio

    nos quiere adentro de la casa. Yo los quiero. Las ventanas de la casa

    estn bien arriba, casi en el cielo. Arriba, muy alto. Lejos de la calle

    sucia. En la casa hay un recuadro. Lo hago. As. As. En ese recuadro vivo yo. Mam viene todas las noches y

    me da un beso. Me tapa con la sbana. Todas las noches. Me duermo y mam est ah. Los dos estamos en el

    recuadro. Mam tiene un recuadro igual donde vive con Sergio. Lo hago. As. El recuadro est lleno de agua. Yo

    vivo en el agua tambin. Tenemos, cada uno, recuadros llenos de agua. Es para cuando la casa se caiga, es

    para cuando la casa se caiga.

    Atravesamos los largos pasillos con olor a pis. Ayer vinimos en colectivo pero yo me sofoqu y empec a

    vomitar. El colectivo estaba lleno. Una mujer le deca a mam pobrecito, pobrecito. Mam no deca nada. Mam

    parece enojada para los dems pero para m no se enoja. Yo quise sacar el boleto. Despus me arrepent y me

    qued callado con la plata en la mano. El colectivero me miraba y me preguntaba qu quera. Mam me sac la

    plata de la mano y se la dio al colectivero. Mam pag, despus me agarr de la mano y dijo ac, Tuti, y me

    hizo un lugar a la ventanilla. Haca fro y estaba el colectivo cerrado y empez a subir gente y a moverse cada

    vez ms y yo empec a sentir la panza revuelta. Qu pasa, Tuti, qu pasa, deca mam. Mam tiene una voz

    gruesa. La ta Susana tiene una voz linda. El doctor Lavena tiene una voz increble. A veces me da miedo, pero

    no le digo nada a mam. Por eso hoy mam le pidi a Sergio que nos trajera con el auto. El auto es grande,verde. As. Tiene un piso con agujeros por donde Sergio saca sus pies para poder hacerlo avanzar. As. Mam

    vino a la pieza y me despert. Me puso la ropa y me lav la cara. Despus yo solo fui a la cocina. Estaba Sergio

    en la luz. La taza humeaba. A veces, por las noches, Sergio me lee Bufalito. Bufalito es un vaquero muy lindo.

    Vive en el Lejano Oeste. Hola Hombrecito, dice Sergio. Me levanta y me da un beso. Raspa. Huele a caf.

    Mam huele a jabn. Tomamos la leche. Mam le pregunta a Sergio cosas de su trabajo. Si va a buscar a un

    hombre a donde salen y vienen los aviones, si lo va a acompaar a recorrer la ciudad. Sergio dice que el hombre

    es un bodrio. Me gusta esa palabra, le digo a Calaguali que la recuerde por si me la olvido. Tenemos una caja

    con palabras que fuimos recolectando con Calaguali: Pecado, Caniche, Hortaliza, Gusano, Torre, Corcel,

    Sangre, Luz negra, Esperanza. Esperanza es una palabra pero tambin es una chica de la televisin.

    Mam se para. Parece siempre apurada. Veni, Tuti, me dice. Lavate los dientes. Pone un banco y me sube

    arriba. En el bao est la estufa elctrica encendida. Me sofoco. Ganas de devolver todo. Pienso en Bufalito, encmo se enfrenta a los peligros de vivir en el Oeste. Mam me da agua y me dice que me enjuague. Ayer

    mordiste el tocadisco otra vez, dice mam. Te gusta la madera no. La msica me da ganas de morder, digo.

    Tuti, no quiero que te rompas los dientes, dice mam. Me pone la campera roja, con capucha. Hace fro, Sergio,

    dice. Es invierno, dice Sergio. Sergio se pone el sobretodo azul que me gusta. A veces lo toco. El otro da me

    regal una caja con terrones de azcar de todos colores. Escuchame, Sergio, le digo, hoy me pods traer

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    chocolate. Lo que quieras, Hombrecito, dice Sergio mientras se adelanta y abre la puerta. Mam grita desde el

    bao. Pero cmo volvi al bao. Si estaba adelante. No entiendo qu grita, pero Sergio le dice s, no te

    preocupes. Escuchame, Sergio, vos vas a manejar no, le digo. Salimos a la calle. Hay sol y ruido. Hay viento y

    fro. Hay olor a pur. Sergio me alza. Escuchame Sergio, quiero caminar, le digo. No, Hombrecito, no hay

    tiempo, me dice. Abre la puerta verde. Adentro de la puerta hay asientos blancos y olor a limn. Adelante no,

    dice Sergio. Adelante va mam, dice. Escuchame, Sergio, le pregunto, nos vas a pasar a buscar despus del

    hospital. No puedo, Hombrecito, tengo que trabajar. Pero en el colectivo me sofoco y devuelvo, le digo, mientras

    siento un calor que sube desde la panza. Entonces se toman un taxi con mam, dice Sergio. Yo tengo que ir a

    buscar a un escritor al aeropuerto, donde vienen los aviones, dice Sergio. Me pongo a llorar. La voz de mam en

    un costado de la cara. Por qu llora, dice. Porque quiere que los pase a buscar cuando salgan del hospital, diceSergio. Basta, Antonio, me dice. Dejo de llorar. Sergio arranca el auto. Primero despacio, despus cada vez

    ms fuerte. Yo veo cmo mueve los pies y lo hace avanzar. Qu dice el doctor Lavena, dice Sergio. Despus

    hablamos, dice mam. Pero s o no, dice Sergio. Despus hablamos, dice mam. Escuchame, mam, el doctor

    Lavena sabe msica, le digo. Mam gira la cabeza. Mam tiene una larga cabellera roja. No s, Tuti, pero le

    podemos preguntar, dice.

    Mam camina rpido. Me lleva alzado. Escuchame, mam, le digo, dejame caminar a m. No, dice, no quiero

    que llegues agitado al consultorio del doctor Lavena. Dice: te acords cmo te agitaste ayer y vomitaste en el

    colectivo y despus con el doctor. Fue una vergenza. Dice: ya llegamos. Cada vez pess ms vos, eh. Pasillos

    largos con olor a pis. Mucha gente que se cruza entre nosotros. Ruido. Hay un motor funcionando en algn lado.

    Escuchame, mam, qu motor suena, digo. Motor, pregunta mam, yo no escucho ningn motor, dice. Siento la

    respiracin de mam en mi cara. El cuerpo de mam, grande, fuerte. No raspa. Hay una puerta, adentro de lapuerta hay mesas, sillas y ms gente. Ac tambin hay motor. La conocen a mam. La saludan y me hacen un

    lugar. Mam me deja sentado y se pone a hablar con una mujer que est sentada frente a una mesa. Salvo

    mam, todos estn sentados. Mam, mam, le grito. Escuchame, mam, sentate ac, le digo. Estn todos

    sentados, le digo. Siento de nuevo al calor que sube desde la panza. Todos se ren. Me agito. Ya voy, Antonio,

    esper que tengo que hablar con la seora, dice mam. Ya viene, mami, me dice una viejita que est sentada al

    lado de otra viejita que est sentada al lado de una nena. Cuntos aos tens, Antonio, me pregunta la viejita. Le

    hago con las manos. En serio, dice la viejita, entonces ya vas a la escuela primaria. Te gusta la escuela, dice la

    viejita. El calor sube y sube, est en la garganta. A Calaguali le pasa lo mismo, l me lo dijo. Y tambin, cuando

    duerme, le duele la cabeza. No, Calaguali va, le digo. Guali, pregunta la viejita. Calaguali, le repito. Pero vos no

    vas, pregunta la viejita. La viejita de al lado le dice algo al odo. Bueno, bueno, dice la viejita. La nena me mira

    fijo. Me mira muy fijo. Tiene ojos negros y brillosos. Yo la miro pero entonces vuelve mam y me alza. Vamos,Tuti. Mam tiene olor a jabn y miel. Otra puerta ms y adentro de la puerta est todo blanco y no hay sonido.

    Hay olor a algo. Me agito ms. Mam se va a enojar. Se va a enojar. Bufalito no tuvo miedo y dom el caballo

    del to Billy, all en el rancho de Yonapatagua. Pienso en eso y me doy fuerzas para no vomitar. Un pared muy

    blanca. No hay sonido. Y de golpe, de la pared, as, as, increble, aparece el doctor Lavena. Es como un hroe,

    con el pelo negro brilloso peinado hacia atrs, el guardapolvo blanco. Hola, Tuti, me dice. Hoy ests ms

    tranquilo, me dice. Mir lo que te traje, dice. Tiene la revista de Los Titanes del Coco, en colores, como la

    anuncian en la tele. Qu se dice, Antonio, dice mam. Gracias. El doctor Lavena vuela por el consultorio

    propulsado por unas botas de las que sale fuego, como uno de los Titanes. Igualito. La alza a mam en brazos y

    la deja sobre una silla. Me alza en brazos y me pone sobre la camilla. Tuti, dice, sacate el pulovercito y la

    remera. Lo s hacer. Despacio, despacio. El calor est bajando de la garganta al pecho. Ests agitado, dice el

    doctor Lavena. El pelo es brilloso y huele a menta. Escuchame, doctor, le digo, no va doler, no. No, Tuti, cundo

    te hice doler, decime, dice el doctor Lavena. Sus manos estn fras, me pone el aparato en la espalda yescucha. Despus lo pone en el pecho. Respir, dice, respir hondo, dice. Despus agarra otro aparato y lo

    pasa por mi cuello. Est fro. Le pregunta a mam si me despierto irritable. Irritable, le digo a Calaguali que

    guarde esa palabra. A veces, dice mam desde su silla. Tiene dolores de cabeza, pregunta el doctor Lavena.

    Hace semanas que no tiene. Acostate, Tuti, me dice. No, as no, boca abajo, dice. La camilla tiene olor a

    menta. Me pone el aparato fro por la espalda. Hay un ruido como el del autito que me trajo Sergio. Hay ms

    inflamacin, dice el doctor Lavena. No s si me lo dice a m o a mam. Pero me quedo callado por las dudas.

    Despus l y mam pasan del otro lado de la tela que est pegada a la camilla. Hablan de algo pero no los

    escucho bien porque hablan muy bajo, para que yo no los escuche. Escuchame, mam, por qu hablan bajo,

    les digo. Antonio, estoy hablando cosas de grande con el doctor Lavena, dice mam. Detrs de la tela est la

    mesa donde se sienta el doctor Lavena, como la que tiene Sergio en su pieza y donde se sienta a leer y a

    trabajar en sus cuentas. A veces me despierto en medio de la noche y voy al bao y Sergio est con la luz

    prendida, la luz chiquita que yo tambin tengo en mi mesita de noche y a veces tambin mam est despierta

    con l, dndole mates. Entonces yo les pregunto qu estn haciendo y mam dice: Sergio est haciendo las

    cuentas. Y eso me da felicidad. Estamos los tres a salvo de los enemigos, en nuestro escondite, como el que

    tienen Los Titanes del Coco, con el escudo de energa invisible activado y ningn enemigo puede entrar a la casa

    aunque sea de noche. Ahora mam sale de atrs de la tela y tiene los ojos rojos, como si hubiera estado

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    llorando. Tendran que ver a mam llorando, es un espectculo. La otra noche nos baamos juntos ella y yo y de

    golpe se puso a llorar y el agua enjabonada de la baadera se puso salada por las lgrimas de mam. Vamos,

    Antonio, ponete la ropa. Una vez Sergio me puso un pullover sin nada abajo y tuve ronchas por todo el cuerpo, y

    picazn. Bueno, nos vemos el viernes para los anlisis de sangre, dice el doctor Lavena. Y mam casi no le

    contesta, slo le hace seas con la cabeza, como hace el pjaro de los dibujitos que sube y baja picoteando la

    madera, pero ms lenta, mam es ms lenta.

    Sergio me dijo ayer que despus de la operacin voy a poder ir al colegio como los dems chicos. Me preparo

    para cuando llegue ese momento. Salvo con mis primas, Mabel e Irene, no hablo con muchos chicos como yo.

    Pero los veo por la calle, los veo en la tele, somos casi parecidos. Escuchame Sergio, la operacin va a doler, lepregunto. Ni te vas a dar cuenta, Hombrecito, me dice. Te duermen y cuando te desperts ya ests sano otra

    vez, dice. Escuchame, Sergio el doctor Lavena me va a operar, le pregunto. S, el doctor Lavena, que te quiere

    mucho te va a operar y adems es muy bueno operando nenitos, me dice. La otra noche so con el doctor

    Lavena, l y mam iban caminando de la mano por el hospital. Se vean contentos. Pero esto no se lo cuento a

    Sergio. Hay cosas que pasan que no se las cuento a nadie. Bah, slo las hablo con mi Calaguali.

    La otra noche yo y mi Calaguali hicimos cosas raras, los dos nos bajamos los calzoncillos, nos pusimos de

    espaldas y nos frotamos las colas.

    Despus me vino fiebre y mam se enoj porque me vio agitado. Pero no le dije nada de Calaguali. Despus de

    la operacin, cuando tenga que ir al colegio como todo el mundo, un da de esos, le voy a contar de mi

    Calaguali.

    Hgados y fideos. No me gusta. Pero mam dice que tengo que ponerme fuerte. Mam me corta el hgado. Lo

    corta en pedazos cuadrados, a los que vuelve a cortar hasta que son muy chiquitos. Com todo, Hombrecito, me

    dice. Mam y Sergio comen hgado pero con ms salsa. Escuchame, mam, no puedo comer igual que

    ustedes, le digo. No, Tuti, porque la salsa tiene vino. El vino no deja crecer a los chicos, dice Sergio. No digas

    estupideces, le dice mam. Mi viejo me deca eso, dice Sergio. Despus de comer mam me lleva al bao, pone

    el banco de madera y me hace subir encima. Mi cabeza, grande, en el espejo. Mi mam me mima y me besa

    mientras me hace lavar los dientes y las manos. Quiero ver con ustedes, le digo. Un rato, dice mam, y despus

    te vas a dormir. Sergio est sentado en el silln y ya prendi la tele. Escuchame, Sergio, despus vas a hacer

    las cuentas, le pregunto. No, Hombrecito, hoy trabaj mucho y estoy cansado, despus de la serie nos vamos

    todos a dormir. El no va a ver toda la serie completa porque siempre termina acostndose muy tarde, dice mam

    mientras trae almohadones para sentarse encima. Nunca le alcanzan los almohadones para sentarse encima.Mam manda, me dice Sergio mirndome fijo. Ah empieza, dice mam, callens. Mam, te quiero, no quiero

    que nunca te pase nada de nada. Cuando sea grande, mam, voy a trabajar de actor en esta serie y vos vas a

    estar muy contenta de m, mam. Otra vez Falconetti, grita mam. Cuando aparece en la serie Falconetti las

    cosas se ponen mal. A m a veces me hace llorar y mam se enoja por dejarme ver la serie. El hermano rico y el

    hermano pobre son separados desde muy chicos, como si ahora alguien me separara a m y a mi Calaguali y

    nunca nos volviramos a ver. O peor, nos volvemos a ver pero no sabemos quines somos, no sabemos que una

    vez vivimos juntos y ramos hermanos. Y siempre est Falconetti siguindonos para lastimarnos. Falconetti es

    muy malo. Es, como dice la Ta Susana, la piel de Judas.

    Otra vez los ojos rojos de mam. La ta Susana y ella estaban hablando en la cocina y cuando entr se

    quedaron calladas, las sorprend. Falconetti anoche sorprendi al Hombre Pobre. Sergio me pregunt: pero cmo

    no se dio cuenta de que estaba Falconetti esperndolo. Es verdad, yo tambin estuve pensando en eso.

    Antonio, dice mam, quers que la ta Susi te lleve con el to Carlos a la Costanera. La ta Susana es la nica

    persona adems de Sergio con la que mam me deja salir. S, digo, s. Bueno, vamos a vestirnos que hay sol,

    dice mam. Porque despus empieza a hacer fro temprano. El puloversito, los vaqueros, como los de Bufalito,

    la campera roja con capucha. Mam me ajusta la ropa, me la mete por dentro de los pantalones. Las medias me

    pican, le digo. Son ideas tuyas, me dice. Me pican, le repito. Me las saca y me pone otras. Estn son lindas y

    no pican. Estoy listo. Me siento en la cocina con mam y la ta Susi. Al rato llega el to Carlos. Soy feliz. La ta

    Susi es como las de la tele, con los pantalones azules, ajustados. El to Carlos es grande, patilludo. Me gustan

    sus zapatos altos. El auto del to Carlos huele a chocolate. La ta Susi lo abraza mientras l maneja. El maneja

    igual que Sergio. Pero la ta Susi y el to Carlos hablan ms. Mam y Sergio no hablan mucho mientras van en el

    auto. De a ratos, el to Carlos se da vuelta y me dice: mir, Antonio, qu lindo da. S, s, digo y no paro de mirar

    a las personas, los colores de la calle, los chicos como yo, los colectivos, todo es maravilloso aunque empiezo

    a sentir calor en el estmago. Eso empieza a subir. Entonces el to Carlos estaciona el auto en la Costanera y

    bajamos. Me compran nieve y nos sentamos en un banco. Hay un montn de gente alrededor nuestro. Y

    adelante, con solo saltar, est el ro inmenso y marrn. El ro inmenso y marrn. Cuando me doy vuelta para

    contarles que el ro es inmenso y marrn la ta Susana se est besando con el to Carlos. Le mete la boca en la

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    boca, se enganchan. El otro da se besaban as en la tele. Me como la nieve. Un nenito pasa con un hombre

    grande. El hombre lleva una caa de pescar. Van de la mano. El nenito me mira fijo como si yo tuviera algo que

    fuera de l. O como si me conociera. Tal vez nos conocemos. Cmo s si Calaguali no lo conoce a l tambin.

    Giro la cabeza, estn todava con la boca en la boca. La ta Susana est encima del to Carlos. Hacen un ruido

    raro. Pongo la vista en el ro que es inmenso y marrn. El sol est brillando poderoso sobre el ro. El sol tiene

    rayos largos que giran a toda velocidad y producen un efecto extrao en los ojos. El ro se vuelve azul, el ro se

    vuelve azul. Me doy cuenta de que el ro es en verdad el mar escondido. Me quedo mirando fijo cmo el mar y el

    sol se besan como mi ta Susana y mi to Carlos. Ellos hacen ruido. De golpe mi ta Susi se acerca, dejando a

    mi to Carlos agitado sobre el banco en el que estamos sentados. Mi to Carlos respira agitado como lo hago yo

    algunas veces. En esos casos mam me pregunta, nerviosa: ests agitado, ests agitado. Mi to Carlos escomo un animalito vestido de hombre. Antonio, dice Susi. Qu, le pregunto. Se la volvi a encontrar, dice mi ta

    Susi. A quin, le digo. A la eternidad, dice mi ta Susi sealando el horizonte con el dedo. Es el sol mezclado al

    mar, dice. Asi que ella tambin sabe que el ro es el mar cuando est escondido. Entonces mi to Carlos me

    dice que volvamos al auto, que nos quiere llevar a un lugar encantado. Como los cuentos que me cuenta Sergio,

    pienso. Susi me alza y me pone en el asiento de atrs. Arrancamos. Vamos a un lugar encantado. Siento

    cosquillas en la barriga y en el pecho. Estamos a la par del ro, que ahora, muy de a poco, vuelve a ser marrn.

    Y el to Carlos est contento porque no para de cantar. Canta: tralal, tralal, la encontron a la eternidad, es el

    sol mezclado al mar. Y Susi se da vuelta y me mira y los dos nos remos. Entonces el auto entra por un camino

    extrao, con muchos rboles altsimos. Ya no hay ro, slo rboles altsimos que se cruzan uno detrs de otro.

    Veo animales desconocidos que se mueven en sus copas. Hasta que bajamos por una rampa y terminamos en

    una playa inmensa donde hay muchos autos. Y hay gente adentro de los autos. Estn unos al lado de otros. No

    me di cuenta porque las copas de los autos cubran al sol pero ahora es totalmente de noche. En los otros autos

    hay gente que mira hacia el resplandor. El resplandor est frente a nosotros, contra el cielo estrellado. Este es

    un autocine al que a veces vena con mis paps, dice el to Carlos. Te gusta, me pregunta. Le digo que s con la

    cabeza. Oscureci y est haciendo fro, dice Susi. Por qu no volvemos, Carlos. Par, par, dice Carlos. Demos

    una vuelta ms, dice. Arrancamos. En un auto hay unos nenitos rubios, brillantes, contra el resplandor. Sus

    paps estn al volante, tambin rubios. Qu buena luna, dice Carlos. Si quiero apago las luces del auto, mir,

    dice Carlos. Par, dice Susi, manej ms despacio. Esquivamos a los dems autos y salimos de nuevo al

    camino de rboles. Mir, Antonio, all, all, me grita Carlos. No lo puedo creer. Un inmenso tobogn donde la

    gente sube por unas escaleras con mantas en las manos para despus tirarse sentada encima de ellas. Es el

    supertobogn, dice el to Carlos. Todava est habilitado, dice. Es como una montaa, to, le digo. S, yo vena

    seguido ac, dice. Una vez se tir un chico parado y se mat, me dice. Carlos, no le cuentes esas cosas al

    chico, le grita Susana mientras le pega con el puo en el brazo. Bueno, Tuti, la verdad no s si eso no es uncamelo, as que no me des bola, me dice. La gente se tira y brinca a medida que cabalgan las ondas del

    supertobogn. Como hace Bufalito con sus caballos. Volvamos a casa que se hizo tarde y la mam va a estar

    preocupada, dice Susi. Carlos, volvamos a la casa que la mam debe estar preocupada, le repite. Despus de la

    operacin, les digo, me voy a venir a tirar al supertobogn, Claro, mi amor, me dice mi ta Susana. Pero me voy

    a tirar parado y no me va a pasar nada, le digo. No parado no, dice Susana. Carlos se re. Ves las ideas que le

    mets al chico, le dice Susana. Pero Carlos no le contesta, tiene el auto parado con el motor en marcha, y mira

    cmo bajan y suben los chicos corcoveando en el supertobogn. Es genial, es genial, es genial, dice mi to

    Carlos.

    Supertobogn, pregunta Calaguali.

    S, le digo. Es genial.

    Vengn a visitar la casa del to Lito. Es una de mis salidas preferidas con mam. Cada mucho, mucho tiempo,

    mam me dice: preparate, Antonio que vamos a la casa del to Lito. Y Calaguali me dice: ojo Antonio. Me da risa

    porque me dice: ojo Antonio y hace este gesto y me dice ojo, Antonio, que en la casa del to Lito est escondida

    La yegua de La Noche. Lo dice as, con voz seria y a m cada vez que mi Calaguali pone esa voz en vez de

    darme miedo me da risa. Y mam me pregunta: de qu te res, Tuti, pero yo no le cuento nada de mi Calaguali

    porque ella no est preparada para conocerlo. Tal vez desps de la operacin s. As que una tarde, despus de

    comer, salimos para la casa del to Lito con mi mochila a cuesta. Vamos en taxi. Sergio nunca nos lleva y

    mam ya no quiere que suba al colectivo. Cuando te pongas mejor, despus de la operacin, vamos a andar en

    colectivo y en subterrneo las veces que quieras. Nunca anduve en subterrneo, pero mam y Sergio me

    contaron que es un tren que va por debajo de la tierra ms rpido todava de lo que se mueve Milman, uno de los

    Titanes del Coco. Eso es increble. Porque Milman puede estar en muchos lados a la vez, sper rpido, comocuando defendi l solo la Fortaleza de la Amistad de los ataques de los Hombres de Mrmol. Es increble la

    historia de Milman. Un da lo descubrieron tirado en la calle y nadie saba de dnde haba venido ni dnde haba

    estado, nadie lo conoca y l apenas poda hablar, a pesar de ser ya un hombre joven. Y la gente pensaba que lo

    haban tenido escondido o encerrado en algn lado. Y una tarde Milman descubre que, aunque no puede

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    recordar de dnde viene, s siente que tiene superpoderes. En realidad todos tenemos superpoderes, eso le digo

    siempre a mi Calaguali, pero es difcil darse cuenta. De Los Titanes del Coco, de sus vidas, hablo con el To Lito

    cuando lo vamos a visitar. Y l hasta me regal un video con las aventuras de ellos: Los Titanes del Coco, contra

    los Androides Paranoicos. El to Lito es un hombre alto, grande, grande, con una barba espesa y blanca, como

    Pap Noel y se ve que la quiere mucho a mam porque mam tambin lo quiere mucho a l. Si alguien te

    quiere, vos lo quers. Es as. Pero l me quiso primero, me dice siempre mam cuando habla del to Lito. Y eso

    es verdad porque el to Lito naci antes que mam y l la conoci cuando ella estaba trabajando en un negocio y

    para mam el to Lito es casi como su padre, ya que los padres de mam estn en el cielo. La casa del to Lito

    es inmensa, con muchos patios que suben y bajan y escaleras con un olor intenso, como a carbn. Y cuando

    vamos salen a recibirnos una multitud de gatos que el to Lito tiene en la casa. Gatos de todos los colores ytamaos. Y a veces en el patio hay un olor horrible del pis de los gatos y de la caca de los gatos y mam se

    enoja con el to Lito porque tiene todo sucio. Mam limpia la casa del to Lito. Con agua y jabn, con baldes y

    con escobas, mam limpia la casa del to Lito. Se pone unas botas amarillas que no le mojan los pies y que

    hacen juego con el sol. Y despus le prepara una palangana con agua caliente y sal para que el to Lito se lave

    los pies. No porque los tiene sucios, me explica l, sino porque le gusta tener los pies en agua caliente y sal.

    Toda la gente debera, Antonio, poner los pies un rato largo por da en agua caliente y sal. Porque en la planta de

    los pies est el secreto que nos hace funcionar. Y si la tenemos suave y cuidada, nos vamos a sentir mejor, me

    dice, cada vez que me le acerco cuando est con los pies en la palangana y sale junto con el vapor ese olor tan

    lindo que es el olor del to Lito.

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