Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

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AÑO II NÚMERO XXIII EDICIÓN DE ABRIL DEL 2010

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Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.Ediciones CinosargoEditores: Daniel Rojas Pachas y Milvia Alata.

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AÑO II NÚMERO XXIII EDICIÓN DE ABRIL DEL 2010

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Hail to the king baby!!!!

Ash (Evil Dead).

La imagen de Elvis en sus últimos días, obeso, sudoroso y cantando a veteranas en algún casino de Las

Vegas, es la alegoría perfecta a la hora de pensar en todos esos funcionarios públicos, dirigentes de

instituciones, académicos y en general a todo aquel que detentando un título o cargo de importancia, no

necesariamente de rey del rock, pero si uno determinante para la realización de fines superiores a su

propia grasa corporal y autosatisfacción, me lleva a reflexionar. Cuántas veces uno se ha topado con

personajes que en sus inicios tuvieron un empuje e idealismo a prueba de balas, vocación de servicio,

ingenio y creatividad para terminar de pronto operando bajo prácticas mecánicas que tienden a lo cómodo

y al peor de los estancamientos, devorados por el sistema. También están aquellos que vegetan de modo

vitalicio en una posición que no merecen o que han alcanzado por la gracia divina de la coima o el pituto,

realizando tareas que simplemente desconocen o poco les importa, llegando a límites que rayan en la

vulgaridad.

Un ejemplo patético se da en el arte pues se tiende a creer que un administrador o ingeniero comercial al

uso podrá coordinar con inteligencia disciplinas que implican lecturas de la realidad diversas, sin lugar a

duda estéticas y con estrategias que se alejan de un cronograma o planilla. Con esto no quiero disminuir la

labor de estos profesionales y señalar que en lo referido a cultura y gestión, los directores deben ser los

mismos artistas, pues es claro que los mejores jugadores no siempre serán grandes técnicos de su propia

disciplina y viceversa, sin embargo, se espera un equilibrio y en el caso más alejado del ideal, si se trata

de un neófito, que este sea al menos capaz de admitir que no domina el área y en esa medida ojalá esté

dispuesto a aprender, pase el balón y arme un equipo que pueda coordinar pero por nada del mundo, se

desea que asuma el rol de patrón de fundo y pase a supervigilar todos los detalles y peor aún, a

entorpecer las prácticas libres condicionando la experiencia, criterio y visión de quienes han consagrado

su vida a una pulsión extrema hacia el arte.

Lo desastroso de esto, es que estamos ante un comportamiento más común de lo que se espera pues hay

un prejuicio hacia los creadores en la medida que se piensa son todos muy emocionales, volados, hippies,

bohemios o demasiado difíciles de controlar y lo peor de todo, flojos que crean fantasías innecesarias

dentro de una sociedad que ha puesto precio y parámetros a su noción de cultura y desarrollo de la misma.

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Engordar en el puesto o larga vida al rey

Por Daniel Rojas Pachas

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Engordar en el puesto o larga vida al rey

Por eso, dentro de esta lectura, me gustaría además detenerme en lo que señala Carlos Labbé al decir que

“mucho escritor flojo en Chile se esconde en la entretención”. Ante las declaraciones pienso: Esto de engordar

y creerse de modo mediocre el cuento, una frase con la que todos hemos crecido de alguna manera “creerse

el cuento” pero con una miseria terrible, tal es el caso de los escritores que caen en el vicio de volverse plastas

y tornar su escritura una fórmula.

Se creyeron demasiado el cuento y uno triste abalado por razones extraliterarias como la aprobación social,

los flashes, las notas en grandes diarios que no son más que grandes empresas, cargos públicos, consulados

flamantes, invitaciones a cocktails y todo tipo de aplauso y masturbación gratuita lo que abiertamente atenta

contra la creatividad, experimentación y la libertad del proceso escritural haciendo del otrora escritor un mero

nombre, una figura y marioneta escribiente que transa su valor bajo las reglas del mercado, como diría

Kristeva sobre el signo al considerar su función como fetiche mercantil o token de cambio, similar a la moneda

comercial. Representante reificado de una práctica que reduce el proceso creativo y su espíritu a meras

ecuaciones simbólicas. Lo que está vivo termina siendo tratado como una cosa inerte, como un objeto o

abstracción simbólica, como una transacción operativa del sentido, por ende se pone un precio o un valor de

mercado a las voces. Como explica Husserl, “el símbolo existe efectivamente en el momento en que se

introduce algo más que vida” Es posible que la reificación sea el corolario inevitable, o un subproducto, de la

simbolización misma. En todas las estructuras de dominación parece haber fundamentos reificados.

Calendarios y relojes formalizan e incluso reifican el tiempo, el cual fue, probablemente, la primera reificación

de todas

Esto nos lleva a pensar en un escribiente mercenario al servicio de la necesidad de un sistema o partido de

turno, siendo el niño símbolo del país y el amuleto que toda comunidad al tenerlo y gozarlo, pondera como la

norma de prestigio o como la realización por excelencia de la cultura y que tan sólo se prefiere como receta,

por anodina y digerible.

En conclusión y volviendo a la metáfora inicial de Elvis Presley puedo agregar en torno a los que se

encuentran en tal posición, estancados, entendiendo que todo lo que se empoza se pudre; cómo su posición

permite observar con lastima tanto a aquellos que perdieron el empuje y amor por su arte o peor, nunca lo

tuvieron, sin tener la nobleza y la vergüenza para deponer el cargo y colgar las zapatillas en lugar de engordar

bajo el título de “rey” al punto insostenible en que las turgentes carnes los devoraron en escena.

Estos personajes inmersos en la fantasía del indiferente pueden seguir soñando y creer que los lectores y

usuarios son tarados desinformados, sin criterio, fáciles de manipular y vulnerables y en esa medida afirmar

solazados que el rey del rock pasó a mejor vida en la ducha leyendo Hamlet cuando todos sabemos que murió

defecando con una copia de playboy… Larga vida al rey!!!!!!!!!!!!!!!!!

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¿La poesía en cuidados intensivos?: Texto de Rolando Gabrielli

¿Son los premios, el verbo-lenguaje o la vida, los soportes de la poesía? Hace unos años, cuando el

poeta mexicano José Emilio Pacheco fue galardonado con el Premio Pablo Neruda, dijo que el

dinero de ese lauro le serviría para pagar medicinas y hospitales. Estaba en Miami, me parece.

Años después, previo a recibir el Cervantes, 125 mil euros, sus palabras son idénticas: va a guardar

ese dinero para gastos de clínicas y hospitales. La metáfora del título de esta nota es válida, porque

la poesía está en cuidados intensivos, respira con su propio balón de oxígeno, requiere casi siempre

primeros auxilios. ¿En algún momento un premio servirá para darle un buen funeral a la poesía? Es

verdad que los muertos tampoco duran/Ni siquiera la muerte permanece/Todo vuelve a ser

polvo...nos recuerda el poeta mexicano.

Pacheco, poeta, ensayista, novelista, traductor, comparte el Cervantes con autores clásicos como

Carpentier, Onetti, Octavio Paz, Borges, Cabrera Infante, Vargas Llosa, Roa Bastos, Sábato,

Gonzalo Rojas, Gelman, entre otros autores ya consagrados. No sabemos qué dirá en su discurso

este viernes Pacheco cuando reciba el premio en Alcalá de Henares, en cuya universidad estuvieron

San Ignacio de Loyola, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Tirso Molina,

San Juan de La Cruz. Y lo trascendente para la fecha, es que allí nació Miguel de Cervantes

Saavedra.

Los discursos suelen aludir al Manchego Caballero Andante, a la aventura de la palabra, el español

de España y América, el puente del idioma entre dos mundos, una dosis de visión crítica de lo que

sucede en el mundo, (¿El Manco de Lepanto habría abrazado este mundo de espanto?) no vendría

mal al mundo académico, intelectual, a los Reyes de España y a la corte de indiferentes que gira

entorno al planeta. El mundo está mal, reconoce Pacheco, y quisiera escribir un poema que detenga

la violencia. 22 mil y tantos muertos en México por la narco violencia, catástrofes naturales, dice, en

Chile, Haití, -ahora China, Indonesia-. ¿Pero y las catástrofes sociales que el hombre crea y abanica

como si viviera en el mejor de los mundos?

La poesía no puede contra ese paraíso perdido, pero tampoco debe callar y mirar por la ventana

para ver como se vuela la esperanza por ese agujero negro que se chupa la galaxia. Esta vez la

poesía no será la convidada de piedra, sino el alma de la fiesta de la palabra, porque ha vuelto al

Cervantes un poeta, aunque diga que no conoce una definición de poesía, aunque ya lo dijo el

clásico romántico español Gustavo Adolfo Bécquer: ¿Qué es poesía? Y tú me lo preguntas. Poesía

eres tú.

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Quizás en su discurso, el autor de Los elementos de la noche (1963) El reposo del fuego (1966) No

me preguntes cómo pasa el tiempo (1970) Irás y no volverás (1973) Islas a la deriva (1976) Desde

entonces (1979) Los trabajos del mar (1984) Miro la tierra (1987) Ciudad de la memoria (1990) El

silencio de la luna (1996) La arena errante (1999) Siglo pasado (2000) Tarde o temprano (2000)

Como la lluvia (2009) La edad de las tinieblas (2009) La sangre de Medusa y otros cuentos

marginales (1959) El viento distante (1963) Morirás lejos (1967) El principio del placer (1972) Las

batallas en el desierto (1981) Tarde de agosto (1992-, nos revele que entiende por poesía, qué le

impulsó a mantenerse en este género que los editores tratan como la fea de la fiesta. La poesía tiene

tantas definiciones como poetas, porque no hay un sólo camino, el lenguaje abre infinitas puertas, se

renueva constantemente y ejerce su poderío en el reinado que crea siempre una nueva lengua

popular. Para Pacheco escribir poesía es un absoluto misterio, porque todo está en contra. Tal vez la

realidad sea la que menos comprenda al poeta, pero nada contra corriente es lo que suele mantener

con respiración al poema como el pez en el agua. No pensemos siquiera que al cruzar un puente, el

poema ya está terminado. Los jurados cuando dan los premios suelen definir las cosas de una

manera más práctica, encuentran soluciones a los por qué y lanzan sus palabras: "La ministra de

Cultura, Ángeles González-Sinde, le anunció a Pacheco aquel memorable día que el jurado había

querido premiar su "uso lingüístico implacable", la "profundidad y libertad de sus pensamientos" y "el

distanciamiento irónico de la realidad cuando es necesario". El poema tiene sus propios mecanismos,

atajos, sabe hacia donde va y viene de la mano de un sueño, de una imagen rota, un haz de luz que

se desvanece en la oscuridad para convertirse en palabra nueva, única. Irrepetible. Ya Pacheco nos

contará su historia. Por ahora dice que no sabe, que sólo escribe porque le pasa algo. Esperemos

que le siga pasando. Después de todo, no existen recetas para escribir poesía y siempre es uno

frente a la página en blanco. No hay intermediarios entre el poeta y la hoja en blanco. En la bolsa de

la poesía, los brokers son incapaces de realizar la más mínima transacción, porque cuando opera el

poema, es ante el lector y en solitario. Cuando subo a un avión, la tierra se me aleja como un poema.

La diosa blanca [José Emilio Pacheco]

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en

su ausencia,

la nieve vino a despedirme.

Pintó de Brueghel los árboles.

Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.

La nieve que para mí es la diosa, la novia,

Astarté, Diana, la eterna muchacha,

para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.

Estorba sus labores y sus ganancias.

La odian por verla tanto y haber crecido con ella.

La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca

que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.

Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.

Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.

PD: El Cervantes para Nicanor Parra, Ernesto Cardenal y José María Panero, como un acto de

justicia con la poesía en idioma español.

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EL TERREMOTO DE CHILE: UNA VISIÓN PERSONAL

Espantoso. Simplemente espantoso. Llegué a mi departamento el 20 de marzo en la noche, es decir

21 días después del terremoto que viví estando en tierras un poco lejanas. Llegué de noche. Con

una linterna en la mano logré abrirme paso en la desolación del oscurecido pasillo. Enfoqué la llave y

abrí la puerta. La escalera de subida al dormitorio tenía varios escalones menos y el comedor estaba

lleno de diversas cosas. Muchos de los escalones de la escalera habían caído y otros estaban

sueltos y partidos. Las paredes de ambos pisos estaban abiertas. Se podía ver parte del baño y del

departamento de arriba.

Un vecino me ofreció su casa para alojar esa noche. Al día siguiente el drama se vio más claro. La

destrucción era mayor. Pareciera que nuestro departamento hubiera estado en la zona del epicentro

y no a cientos de kilómetros al norte. Hasta ahora la Municipalidad de Ñuñoa lo único que nos ha

puesto es una tabiquería de pésima calidad. En mi piso hay dos departamentos ocupados de los

doce. El abandono es total. No hay ánimo de hacer las cosas. Limpiar, ordenar un poco, hacer algo

para salir del infierno. Tenemos agua, pero no podemos darla porque los daños en las piezas de

gasfitería lo inundaría todo.

Se despidió al aseador por no haber dinero para pagarle el sueldo. Pasada las 18 horas debo entrar

con la linterna prendida. No hay otra opción en mi túnel sin luz. Con esa luz de linterna meto mi llave

en la cerradura. Abro mi departamento. Ahora está un poco más ordenado, pero amenazan las

tuberías y las paredes abiertas. Una impotencia nos invade, pero debemos salir adelante. Con valor,

con coraje, con amor. Por los problemas citados no he podido enviar notas a los medios en que

escribo. Éste es el primero tras conocer la devastación. Pareciera que hubiésemos estado en una

guerra. La guerra del terremoto. Un dolor enorme...Imaginamos cómo será el dolor de lo que los

perdieron todo, incluido a familiares queridos. Luchemos, salgamos adelante. Hagamos algo

nosotros mismos. Reclamemos algunos derechos: para eso el Fisco chileno nos apabulla de

impuestos (obligaciones) y de nuestros derechos se olvida. Mientras escribo la nota en un internet

público recuerdo que hace unos minutos el hedor de la basura acumulada es cada vez mayor.

Seguirá aumentando con los pocos habitantes de nuestro edificio.

De los casi treinta departamentos del edificio hay ocupados, según me informo, siete u ocho. Con los

edificios vecinos ocurre lo mismo. Un abandono total. Han pasado más de dos meses y salimos

delante de a poco. Ah, última hora: la Municipalidad al menos nos ha puesto la luz.

Algo, poco. En fin.

Escrito por José G. Martínez Fernández.

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REVISTA CINOSARGO 11

Reseña de JOSEPH B MACGREGOR

Esta novela corta está basada en hechos reales: Ricardo Alberto Barreda (16 de junio de 1936), es un

odontólogo argentino de la ciudad deLa Plata, quien se hizo conocido en 1992 por asesinar a su esposa, hijas

y suegra. Efectivamente el 15 de noviembre, en la casa de Calle 48 entre 11 y 12 en La Plata, con una

escopeta mató a su mujer, Gladys McDonald (de 57 años), a su suegra Elena Arreche (de 86 años) y a sus

dos hijas Cecilia (de 26) y Adriana (de 24) eran odontóloga y abogada respectivamente. En 1995 fue

condenado a prisión perpetua. Estando en la cárcel comenzó a estudiar Derecho, y formó pareja con una

mujer, Berta "Pochi" André , que conoció por carta. En el 2008 le concedieron el beneficio del arresto

domiciliario, por su buena conducta y por ser mayor de 70 años. Así, el 23 de mayo, Ricardo Barreda salió de

la Cárcel de Gorina bajo el beneficio de prisión domiciliaria, para vivir con su novia en el barrio de Belgrano de

Buenos Aires

La historia fabula sobre los acontecimientos posteriores a su salida de prisión, cuando Barreda se ha

convertido en todo un fenómeno mediático, una suerte de héroe nacional, y es tentado para que se presente

en la listas como candidato a las elecciones presidenciales por el doctor Ruckauf, mefistofélico personaje real

que desempeñó diversos cargos políticos, incluido el de Vicepresidente durante el mandato de Menem y que

en la novela dirige una "oscura" organización - La Fundación - encargada de sacar el máximo beneficio

posible, mediáticamente hablando, del personaje en cuestión.

Y digo fabula porque efectivamente no nos encontramos con un obra realista como tal sino con una suerte de

grand guignol, de farsa surrealista en la que la combinación de lo satírico y lo absurdo resulta tan eficaz como

corrosiva. Barreda se convierte por obra y gracia de Ruckauf y La Fundación es un objeto de consumo.

Cualquier cosa que éste diga o haga vende (un libro que no ha escrito aunque lleve su firma) o va a misa

(una absurda ley matrimonial). El poderoso alcance mediático del personaje es aprovechado hábilmente por

el Doctor y los suyos para alcanzar la presidencia del país.

Pero todo esto está contado en un tono bufo aunque no exento de profundidad. La narración avanza

mediante la acumulación de capítulos muy breves que funcionan como secuencias cerradas, apoyadas por

diálogos sencillos, de frases cortas, muy ágiles. Esto me trasmitió la sensación de estar leyendo una novela

muy teatral, que podía ser representada sin grandes cambios de adaptación en un escenario. De hecho, la

obra tiene algo de Ionesco y Boris Vian, sobre todo en el planteamiento de algunas situaciones o en el

desarrollo de algunos diálogos. El trazado de los personajes es muy simple y esquemático y parecen más

marionetas traviesas que seres humanos porque efectivamente a Colliard no le interesa escribir una reflexión

dramática o radicalmente realista sobre la figura de Barreda. Más bien, a partir de este personaje real y de la

enorme repercusión social que provocó su figura en Argentina, el autor intenta hacer una reflexión - mediante

el humor y la caricatura esperpéntica - sobre la sociedad actual en la que la imagen es mucho más importante

que quien uno es de verdad; una sociedad en la que compramos nos que nos venden con una cada vez más

patente (y preocupante) irreflexión. Barreda es un asesino, un criminal, sin embargo eso no le impide

transformarse en un ídolo de masas e incluso llegar a ser Vicepresidente de su país. Y como éste a todos se

nos ocurren muchos ejemplos reales y que están de vigente actualidad.

¡AGUANTE BARREDA! [Reseña de JOSEPH B MACGREGOR]

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INGENIERIA DE VIDA DE MARIANO CANTORAL: ENAJENACION TECNO-URBANA

por Eduardo Jeraldo Farias

Cinosargo Ediciones presenta este poemario del guatemalteco Mariano Cantoral*. Asombra el peso específico

de sus breves poemas. La forma la mayor de las veces sincronizada con el fondo, nos lleva a temas

contemporáneamente familiares, nos sondea en el misterioso arte que los poetas poseen de polarizar y

retroalimentar el espíritu del lector. La enajenación no la asistimos como en el sentido “locura” sino como una

“transferencia” de imágenes donde las palabras a veces técnicas a veces cripticas para el lector común son el

superconductor del habla poética de Cantoral. Como en el poema IX “Glóbulos”:

“Infinitos glóbulos nucleares

Como las bombas en las mil guerras mundiales

Transitan por nuestras venas

O analógicos xilemas verdosos

Infinitos glóbulos sobrellevamos

Nos sumergen, nos naufragan

Los bautizamos glóbulos blancos

Los disfrazamos de virulentos besos trasnochados

A veces propaganda”

Además del poema XXIV, “Mitosis Corporal” (fragmento):

“Supón que mi brazo

Es una célula madre

Que de tanto que te gusta

Quieres obtener muchos a partir de él

Entonces supón que soy un cromosoma

Los que se unen primero en la mitosis…”

Encontramos aciertos en el ritmo que a veces se vuelve destemplado y otras tantas nos asalta para que

entremos en su juego, una especie de doble enajenación en el que parece disolverse el ego poético en las

imágenes que se vuelven nuestras.

Las aliteraciones son parte de ese juego como en el poema XI N (fragmento) :

“Noticieros que no nos niegan nada

Ni ningunean nuestra negligencia de narcisistas

De neófitos de la nebulosa

De nepotistas de la nada.”

Donde se pierde la enajenación y se torna en más humano ese descarnado ver del cosmos urbano lo

presenciamos cada vez que el yo lírico se refiere a una determinada “hembra” su hembra y compañera, atávica

ancla en que su espíritu pide refugio ante la deshumanización de una realidad envolvente. De ello resulta que

nos emparentemos aún más con los sentires del poeta. En una apreciación personal más intimista, me

recuerda a ciertos tópicos en la lírica Techno Industrial o Future Pop, aunque esto pueda quedar en tela de

juicio. Ingeniería de Vida, resulta un poemario interesante y perfectible, en el que una serie de versos

apropiados nos llevan de la mano a un espejo en que nos reflejamos las no menos de las veces como

partícipes de una enajenación tecno urbana global.

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EL MISTERIOSO ORIGEN DEL PRINCIPITO

Por Ignacio Cardenal

Dentro del universo de la literatura pocas obras poseen una profundidad filosófica desarrollada en un

reducido número de páginas. La poesía, tradicionalmente destinada a realizar esta síntesis del

pensamiento, se contrapone a la extensión característica de la narrativa que plasma la esencia última

del ser humano por medio del análisis. Empero, textos llenos de honda sensibilidad como El Principito

de Antoine de Saint-Exupéry, consiguen transmitir no sólo el dinamismo de una historia, sino a la vez el

sentido ulterior de la humanidad en forma breve y sencilla. Sirva el presente ensayo para orientarse

hacia una novedosa valoración acerca de esta joya literaria.

1. Antoine de Saint-Exupéry: una breve biografía.

Antoine de Saint-Exupéry nació el 29 de Junio de 1900, siendo el tercero de cinco hermanos. Hijo de

Jean de Saint-Exupéry y Marie de Fonscolombe, realizó sus estudios en el colegio jesuita de Nuestra

Señora de la Santa Cruz en Le Mans, y en la escuela San Juan de Fribourg en Suiza. En 1912,

durante sus vacaciones de verano, Antoine experimentaría su primer vuelo en aeródromo.

Posteriormente pasaría a realizar su examen de admisión para ingresar a la Academia Naval en la

escuela preparatoria parisina San Luis. Sin embargo, al fracasar en la evaluación oral para ingresar a

las fuerzas navales, estudiaría en la Escuela de Bellas Artes hacia 1920. No sería sino hasta el año

siguiente en el que obtendría su grado civil y militar de piloto cumpliendo el servicio nacional en el

segundo regimiento de aviación en Estrasburgo.

Desde ese entonces realizaría diferentes vuelos militares hasta incorporarse en 1926 a la compañía

Aeropostal francesa, desplazándose entre los territorios de Toulouse, Dakar y a partir de 1928, hasta

Buenos Aires, Chile y Tierra del Fuego. En 1929 sería trasladado a Argentina como director de la

Aeropostal, mudándose a Buenos Aires. Al año siguiente conocería a Consuelo Suncín, artista

salvadoreña a quien desposó en Abril de 1930, pese a las controversias que causara el matrimonio

ante la familia de Saint-Exupéry. Volvería a París en 1935, sobrevolando África e Indochina para cubrir

sus compromisos con la Aeropostal. Sus constantes viajes lo mantendrían en una relación irregular con

Suncín, quien no lo abandonaría pese a trasladarse a ciudades como Nueva York, donde escribiría El

Principito en 1942. Llegando la Segunda Guerra Mundial, regresaría a Francia y persuadiría a las

fuerzas aéreas para que se le permitiera volar durante el conflicto armado pese a su edad. Antoine de

Saint-Exupéry desaparecería el 31 de Julio de 1944 durante un vuelo de reconocimiento en el que su

avión, bombardeado por un piloto alemán, cayera en el fondo de los mares.

2. El principito como fruto de la experiencia vital de Saint-Exupéry.

Habiendo vivido un sinnúmero de eventos trascendentales en su vida, como el accidente en el desierto

del Sahara, o la convivencia con la frívola aristocracia francesa, Saint-Exupéry sentirá la necesidad de

expresar algo distinto de sus viajes aéreos. Aunque Piloto de Guerra y Vuelo de Noche mostraron a

Europa los frutos de la pluma de Antoine, no sería sino hasta la aparición de El Principito que el

aviador alcanzaría la maestría literaria.

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La crítica social presentada desde las primeras páginas del texto con disfraces de inocentes ironías,

refleja la cosmovisión del francés obtenida luego de ahondar en la comprensión de los errores del

espíritu humano. No implica esto la perfección de Exupéry por sobre sus contemporáneos. La crítica

literaria no conocería el lado profundamente humano del aviador sino hasta la reciente publicación

de las memorias de su viuda, donde se comprende mejor el proceso por el cual se daría la génesis

del pequeño príncipe. Saint-Exupéry, reconociendo sus propias faltas, es capaz de evidenciar la

decadencia de la humanidad en guerra. Sin embargo, oponiéndose a tal degradación –expuesta

posteriormente por Jean Paul Sartre en 1943 con A puerta cerrada, obra antagónica al Principito-

escribiría un mensaje interiorizado por él mismo, encaminándose así a proponer una posible

regeneración del ser humano mediante el reconocimiento de la esencia de las cosas. De esta

manera, elaboraría su relato como un cuento infantil para invitar al lector a efectuar una reflexión

profunda sobre su mensaje.

2.1. El Principito como sistema de códigos.

La estructura narrativa de El Principito, aunque sencilla, encierra una asombrosa complejidad

semiótica. Uno de los aspectos más comentados por los críticos es la combinación de los géneros

poético, cuento y novelístico dentro de la obra misma. Se llegó a considerar al principito tanto como

cuento para niños como una novela poemática. Estas categorías, que podrían parecer

inconsistentes por no concluir en definiciones exactas, se deben a los matices impresos por el autor

quien intencionalmente diseñó el relato para ser leído a diferentes niveles. Si se analiza desde el

aspecto sucesivo en el cual se presentan los hechos y la extensión en la que se relatan, se está

frente a un cuento.

Si se visualiza en función de la interrelación de dichos eventos, se tiene una novela. Y si se

aprecian las imágenes metafóricas se puede disfrutar de un poema. Sin embargo, conciliando estas

posturas en aras de obtener una comprensión holística de la obra, se analizará ahora al Principito

como una novela cuyos matices sensibles son dados por momentos poéticos dentro de ella;

fenómeno que permite efectuar un análisis semiótico a fondo.

Habrá que retomar los postulados de Eco (1976) para detenerse a interpretar este aspecto del texto

a dos niveles. Esta situación no podría tener lugar si primero El Principito no se hubiera

estructurado como un sistema de códigos semióticos interrelacionados. Para Eco, un sistema

semiótico se constituye desde la función de comunicar un mensaje, independientemente de la

interpretación que pueda darle el receptor. Dentro de un texto estético se encuentran diversos

códigos que configuran al sistema u obra. Metz (1970) citado por Eco apuntará que un texto es el

resultado de la combinación de distintos códigos que operan a diferentes niveles. Así, la dinámica

narrativa de un libro existe por la combinación de los significantes presentes en él, entendiendo

éstos como palabras, hechos, interacciones, lugares, personajes, diálogos, descripciones,

metáforas, etc.

Ésta variedad de significantes y la forma en cómo se presenten es lo que desencadena la

comprensión del texto en niveles y subniveles. Eco señalará que “usualmente un solo significante

transmite contenidos diferentes y relacionados entre sí y que, por tanto, lo que se llama “mensaje”

es, la mayoría de las veces, un texto cuyo contenido es un discurso a varios niveles”. Esta situación

viene dada como consecuencia de traslapar dos grandes aspectos que posee el discurso y que

originan la codificación semiótica:

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i) El diseño del discurso como sistema sintáctico: permite distinguir al lector las estructuras

gramaticales utilizadas por el autor para comunicar un mensaje con claridad por medio de las

reglas que ordenan un idioma concreto. De suma importancia será el ordenamiento de un relato en

secciones que posean una secuencia determinada para lograr la comunicación a un nivel en el cual

el texto se entiende como obra elaborada de modo esquemático.

ii) El diseño del discurso como sistema semántico: al construirse la organización lógica de cómo

sucederán los hechos dentro del relato, así como también la manera en que se usarán las palabras

que los describan, el autor busca transmitir su mensaje al lector dotando de un significado a los

eventos narrados. Así puede recurrir a los aspectos estéticos literarios para configurar significantes

y significados que comuniquen ideas que trasciendan lo estrictamente sintáctico.

Una vez fundidos ambos sistemas dentro del texto estético se puede considerar al discurso como

un código en sí mismo, pues la constitución de ambas estructuras formará un sistema completo

capaz de transmitir un mensaje; el cual puede ser interpretado a partir de lo que presenta la obra en

forma llana, de la intencionalidad del autor al comunicar su mensaje o bien, de lo que el lector ha

interiorizado respecto del discurso. Si estos momentos pueden darse luego de la lectura, se

considera al escrito como un sistema de códigos, o si se prefiere, un macro-código capaz de

someterse al análisis semiótico. A partir de esto, El Principito puede interpretarse a través de tres

procesos planteados por Umberto Eco a fin de comprender los significados últimos que condensa la

obra. Tales procedimientos son:

Hipercodificación: El análisis tiene como base un código previamente establecido, del cual se parte

para efectuar una interpretación que abarca aspectos mucho más amplios que los delimitados por

el código. Ejemplo de esto es el empleo de la palabra diablo. Sabiéndose que este símbolo de la

teología cristiana designa al mal, se le relaciona con su lugar de habitación –infierno- y se evita

nombrar dicho sitio para ofender a una persona al pronunciar ¡Vete al diablo! El ofendido u ofendida

entiende así que deseamos que se vaya al infierno. Naturalmente, es el destinatario de la expresión

quien efectúa el proceso de encontrar un sentido más amplio en la palabra diablo. (1)

Hipocodificación: En este proceso se pretende encontrar un significado que está por debajo del

código, o bien oculto tras éste, de manera tal que es posible reconocer un sub-código. En el caso

de las expresiones faciales, basta con mirar que una persona sonríe sin pronunciar sílaba alguna

para comprender que se siente agradada con la presencia de quien recibe. Por el contrario,

observar un entrecejo fruncido permite entender que tras ese gesto pueden guardarse

pensamientos de desagrado, enojo e inclusive odio. De igual manera el proceso de hipocodificación

opera en las palabras.

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Abducción: Consiste en elaborar inferencias o, en algunos casos, hipótesis de lo que significa un

código, partiendo de situaciones contextuales o de conocimientos capaces de entrelazarse con el

código. Supóngase un explorador que al llegar a una región de la selva virgen del Amazonas,

encuentre un grupo de nativos que lo guían hasta una imagen de madera ante la cual todos los

miembros de la tribu se arrodillan. Fácilmente el explorador puede comprender que dicha imagen –en

este caso el código- es el dios de los nativos. La inferencia se da tanto por el contexto, es decir, los

nativos postrados ante la imagen, como por el conocimiento previo del explorador en cuanto a una

deidad.

La comprensión de estos procesos de análisis semiótico permite encontrar nuevos aspectos dentro

del relato de Saint-Exupéry al momento de aplicarlos en pasajes del texto, los cuales facilitan

entenderlo por completo.

2.2. Interacción entre personajes.

Al primer contacto con la historia del encuentro entre un aviador que se accidenta en el desierto del

Sahara y un niño príncipe extraterrestre, el lector sabe que está ante una narración inigualable. Una

de las primeras sensaciones experimentadas al adentrarse en el relato es la aparición de personajes

opuestos pero parecidos de alguna manera. Estas dinámicas desembocarán en la conformación de

mensajes que comunican, en forma casi infantil, profundas verdades humanas. Merecen especial

atención los contrastes entre a) el Aviador y el Principito, b) el Principito y el Zorro y c) El Principito y

la Serpiente, pues a partir del instante en que se plantea una unidad y lucha entre estos personajes

contrarios y similares a la vez, se obtiene una exquisita filosofía vital.

2.2.1. El Aviador y el Principito

El elemento fundamental que proporciona la interiorización del ser del Principito –aparte de los

estudios semióticos- es la presencia del mismo autor dentro de la obra. Sabido es que entre los años

de 1934 y 1935, Saint Exupéry cayó en el desierto del Sahara a causa de un desperfecto mecánico

en su avión. Esta vivencia plasmada en El Principito permite entender de mejor manera las

reacciones que experimenta el aviador al encontrarse en las arenas con un misterioso niño que no

está “ni muerto de fatiga, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo”. El contacto

inicial entre el adulto y el niño refleja la incapacidad del primero para comunicarse con el segundo. Es

en estos diálogos donde se presenta a la humanidad desligada de su sencillez, como consecuencia

del afán por aprender cosas razonables. (…) Recordé entonces que había estudiado

principalmente geografía, historia, cálculo y gramática, y dije al hombrecito (con un poco de mal

humor) que no sabía dibujar. Me contestó: -No importa. Dibújame un cordero.

Cuando se piensa de modo racional, dejando de lado la estética de la novela, se puede considerar

que el aviador está sufriendo de alucinaciones producidas por el excesivo calor del desierto.

Visualizar un niño que pide el dibujo de un cordero en una situación extrema es un evento irracional.

No obstante, retomar el absurdo nos permite hipercodificar la escena anterior para entender que el

contacto entre el Principito y el Aviador no es más que el reencuentro del adulto con su niño interior.

Así, la necesidad por dibujar un cordero se vuelve apremiante en un intento por oponerse a las cosas

razonables de la sociedad: la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. El esbozo de una caja

con tres agujeros no es sino la rectificación poética de una boa, pues tanto la sierpe como el cajón

están cerrados, conteniendo en su interior el objeto imaginario que sólo un niño es capaz de ver.

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Al momento de entregarle el boceto, el aviador inicia así el reencuentro consigo mismo, pues de

no pensar como un niño, no habría sido capaz de complacer al Principito:

-¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que necesitará mucha hierba este cordero?

-¿Por qué?

-Porque en mi casa todo es pequeño.

-Alcanzará seguramente. Te he regalado un cordero bien pequeño.

Como es de esperarse, los redescubrimientos personales no se consiguen en un par de horas. La

dinámica entre el adulto y el infante empieza a originar la novela, pues aunque el Aviador es capaz

de responder a todo lo que el Principito le cuestiona, el Principito no contesta a las preguntas que

se le hacen. Y si contesta, responde a través de enigmas, como tratando de esconder algo:

-Entonces, ¡tú también vienes del cielo! ¿De qué planeta eres?

Entreví rápidamente una luz en el misterio de su presencia y pregunté bruscamente:

-¿Vienes, pues, de otro planeta?

Pero no me contestó. Meneaba la cabeza suavemente mientras miraba el avión:

-Verdad es que, en esto, no puedes haber venido de muy lejos…

El misterioso silencio del Principito responde a la naturaleza de su ser. Él, quien no es más que lo

profundo del corazón del Aviador, sólo puede ser conocido sin preguntar nada; en el silencio. Por

ello el piloto dirá que conoció a su amigo mediante palabras pronunciadas al azar. Conforme el

Principito relata sus viajes a través de los siete asteroides, el Aviador va comprendiendo mejor

esos silencios, esas respuestas enigmáticas del pequeño. Nótese como la última frase del diálogo

anterior nos da pauta para encontrar una realidad hipocodificada. El avión, fruto del grandioso

ingenio humano, no es un indicio de un origen lejano para el niño. Éste, habiendo viajado con “una

migración de pájaros silvestres”, infiere que el caer de los aires por un avión no es gran cosa para

sorprenderse. El enigma es a la vez un recurso irónico para denotar que pese a los avances

tecnológicos, el ser humano no ha llegado a un estadio en el cual pueda ufanarse diciendo que

viene de muy lejos. Es el niño quien proviene realmente de la distancia, desde la esencia olvidada

por los hombres y mujeres.

No llegará lejos el adulto sino hasta el instante en que el Principito tenga que retornar a su estrella.

La partida del niño concluye todo un proceso de transformación en el cual el adulto ha sido llevado

por la sencillez infantil a través de los siete asteroides, alegoría de la humanidad que supera los

vicios. Estos planetas diminutos visitados por el Principito son comparables a los siete días de la

creación escrita en el libro del Génesis. A medida que pasan las jornadas, el mundo evoluciona

hasta llegar al día de descanso. De igual forma, el niño retornará al fondo del espíritu adulto para

darle reposo, para hacerle abandonar la soberbia, la vanidad, la depresión, la pereza y las

obsesiones.

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Es por esta razón que el final de la historia se vuelve misterioso, capaz de interpretarse desde

diversas perspectivas.

(…) Pero sé que verdaderamente volvió a su planeta, pues, al nacer el día, no encontré su cuerpo. Y

no era un cuerpo tan pesado…

No encontrar el cadáver del niño es una alegoría. El Principito, habiendo retornado a su planeta, no

vuelve al asteroide B612 como podría parecer. Debajo de esta imagen poética descubrimos que el

niño ha vuelto al interior del Aviador. No puede ya encontrarlo en las arenas. Alza su mirada al

firmamento y sabe que las estrellas ríen para él. Es el niño quien ha renacido en su espíritu y que

ahora le permite escuchar en los astros un sonido especial. Así, el conflicto niño-adulto se resuelve al

interiorizar el secreto del zorro: lo esencial es invisible a los ojos.

2.2.2 El Principito y el Zorro

Quizá el personaje del Zorro posee, junto con la rosa, el mismo grado de importancia que el Principito.

La interacción entre el animal y el niño es el centro de toda la obra gracias al secreto del Zorro,

filosofía que resulta de la construcción de un personaje único.

Sabido es que a lo largo de la literatura fantástica, el zorro representa tradicionalmente la astucia y la

malicia. Muchas de las fábulas de Esopo presentan el arquetipo de este animal, personificación de la

picardía humana. No obstante este modelo, Saint-Exupéry construirá un zorro aunque astuto, capaz

de usar su sagacidad para el bien. En el personaje del Zorro tiene lugar la antítesis del antiguo y

nuevo modelo, dando pie a la aparición de una crítica social.

Entonces apareció el zorro.

-Buenos días- dijo el zorro.

-Buenos días-respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.

-Estoy acá –dijo la voz- bajo el manzano…

Desde que se apunta el símbolo del manzano, se puede inferir que éste zorro no es igual a los zorros

tradicionales de los cuentos y fábulas. El árbol de manzano dentro de la mitología celta es un símbolo

de sabiduría. Estar bajo él implica, pues, que el Zorro no es tan sólo astuto, sino además sabio. Es el

quien, en su sapiencia, resguarda un secreto oculto para los adultos. Protegerlo de los hombres

afanados en poseerlo todo es signo de su sagacidad. Y revelarlo al Principito para darle a conocer que

es en su planeta donde lo posee todo es muestra de la sabiduría que lo distingue. Domesticar, la

construcción de lazos de amistad, la defensa de los rituales olvidados, son signos que permiten

comprender desde una perspectiva racional e intuitiva la profundidad de las verdades del Zorro.

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¿Por qué entonces construir un modelo positivo en base a uno negativo? Porque el Zorro es sagaz

ante los hombres. Es él quien, trascendiendo esta malicia pragmática, alcanza la sabiduría y la

esconde de la humanidad que ha etiquetado a esta criatura como un villano. Esta es la crítica para la

sociedad: de donde menos se piensa que puede surgir belleza, es ahí donde aparecerá. Así, el Zorro

mismo encarna el secreto oculto: -Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro-. Los

hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como

no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo,

¡domestícame!

El Zorro tiene tiempo de conocer. Ha conocido el ritual de la caza. Ha conocido que en día jueves los

cazadores bailan con las muchachas del pueblo. En contraste, el Principito ha partido de su asteroide

“para buscar una ocupación y para instruirse”. Como símbolo de la sencillez del espíritu humano que

pasa por el mundo espantándose de sus vicios, el Principito ha llegado a la Tierra sin encontrar una

respuesta a sus preguntas. Es al domesticar al Zorro donde aprende la esencia de las cosas. Donde

resuelve todas sus dudas. Encontrar al Zorro le hace ver que es en su asteroide donde es feliz. El

símbolo del Zorro, síntesis de astucia, sabiduría y sencillez, condensa así la esencia de la obra de

Saint-Exupéry:

-Adiós –dijo el zorro-. He aquí mi secreto.

Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.

-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.

-El tiempo que perdí por mi rosa… -dijo el principito, a fin de acordarse.

-Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable

para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…

-Soy responsable de mi rosa…repitió el principito, a fin de acordarse.

Nótese el recurso poético de la reiteración en este pasaje del relato. El Principito repitiendo después

del Zorro imprime un carácter místico al secreto. Se construye una especie de oración, una plegaria

para no olvidar la importancia de las cosas invisibles, la que al final de la novela no deja de dar sus

frutos.

2.2.3 El Principito y la Serpiente

Podría parecer que entre estos dos personajes no puede existir alguna semejanza. Si se partiera de

los modelos fantásticos clásicos, habría mucho más parecido entre el Zorro y la Serpiente. Empero,

es curioso notar como el niño y el reptil son similares en el misterio de sus orígenes. Saint-Exupéry,

habiendo recibido una formación cristiana católica, deja el arquetipo de la Serpiente en su forma

original para integrarlo al relato como la expresión de la muerte. De esta manera no sólo reconstruye

un código novedoso en el Zorro al simbolizar en la víbora la verdadera maldad, sino que además, se

presenta a través de una gran metáfora el modo en que el mal está en constante lucha contra el bien,

simbolizado en el Principito.

(…) El principito sonrió: - No eres muy poderoso… ni siquiera tienes patas… ni siquiera puedes

viajar…

-Puedo llevarte más lejos que un navío –dijo la serpiente.

Se enroscó alrededor del tobillo del principito como un brazalete de oro: -A quien lo toco, lo vuelvo a

la tierra de donde salió –dijo aún-. Pero tú eres puro y vienes de una estrella…

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La alusión al carácter mortal de la Serpiente es clarísima. Y sin embargo, aunque sabe que es capaz

de aniquilar la vida, reconoce en el Principito la pureza que lo iguala a los inmortales. Él, teniendo un

nombre que recuerda la nobleza, no puede volver al polvo pues proviene del cielo; realidad inferida a

través del código “estrella”. La astuta Serpiente al conocer esta situación, no puede enrollarse en su

cabeza como una corona, ni como un anillo en su dedo; el alma limpia del niño le hace quedarse

enrollada en su tobillo como brazalete. Aquí se aprecia la lucha caracterizada por enormes

diferencias entre estos dos personajes. Empero, al continuar la lectura se puede encontrar otra

realidad hiper e hipo codificada:

-¡Oh! Te he comprendido muy bien –dijo el principito-, pero, ¿por qué hablas siempre con enigmas?

-Yo los resuelvo todos- dijo la serpiente.

Y quedaron en silencio.

Mediante la hipercodificación se entiende que tanto el niño como el reptil poseen un carácter

enigmático. El Principito no contesta las preguntas del adulto; se convierte en un enigma para él. La

Serpiente habla en enigmas. Aunque contesta, siembra la duda e intriga en quien la escucha. Por

medio de la hipocodificación es evidente que la víbora resuelve todos los acertijos porque es el

acertijo mismo: la muerte, realidad imposible de abandonar para volver a la vida y revelarla a la

humanidad. Sin embargo, la sierpe es incapaz de interpretar por completo al niño. Sabe que

proviene del cielo, no obstante termina guardando silencio después de conversar con él. Es incapaz

de descifrarlo. Esta situación es evidente al momento de la partida del Principito. Pareciera que la

Serpiente lo aniquila. Mas al día siguiente el Aviador no puede encontrar el cuerpo del pequeño. Se

demuestra de esta manera la incompetencia del reptil para descifrar el misterio del Principito, pues

no puede destruirlo. Viniendo de una estrella, del interior del alma humana, no puede morir aunque

se le envenene. Abducimos desde estos símbolos el mensaje ulterior: la esencia del ser humano no

perece, sino que permanece viva en los otros. Así, el Principito vive en el Aviador y el Aviador en el

Principito. Ello es posible al superar tanto los asteroides viciosos como la muerte.

Desarrolladas ya estas tres interacciones pueden extraerse muchísimos más mensajes contenidos

dentro de la novela de Saint-Exupéry. Si bien es cierto que no ha sido abordado el binomio Principito-

Rosa, hay que señalar que debe dedicarse un apartado especial al mismo por ser la simbolización

de las experiencias reales entre Antoine y su esposa, Consuelo Suncín, a quien debe de conocerse

primero para interpretar la dinámica entre los personajes, como también para entender el basamento

que da origen a todo el relato.

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3. Consuelo Suncín de Saint-Exupéry: el leiv motiv invisible

3.1. ¿Quién fue Consuelo Suncín?

Consuelo Suncín nació el 10 de Abril de 1901 en Armenia, El Salvador, hija de un coronel cafetalero

y uno de los hombres más ricos del país. A los dieciocho años partiría a San Francisco para estudiar

inglés con una beca que le consiguiera su padre. Luego se casaría con un militar mexicano, quien la

haría viuda por primera vez a los veinte años. Volvería a México con una carta de recomendación

dirigida al Ministro de Educación, José Vasconcelos, quien como hombre de su tiempo, no

consentiría dejarla obtener estudios superiores. Empero las negativas del mexicano, éste terminaría

perdidamente enamorado de la salvadoreña, quien dejaría la relación para unirse en matrimonio con

el cronista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo en París. Enviudando por segunda ocasión a los

veintiséis años, emigraría a Suramérica donde se volvería famosa por sus pinturas y esculturas. En

1930 conocería a Saint-Exupéry en la Alianza Francesa de Buenos Aires. Contraerían nupcias un

año más tarde, el 22 de abril de 1931.

La familia del escritor no la acogería gracias a que nunca aprobaran dicha unión. La relación con su

esposo sería turbulenta y apasionada, a menudo desconcertante. Sostenían su romance separados

uno de otro, y, por medio de cartas, se expresaban su mutua atracción para estar próximos. Cuando

estaban juntos, Saint-Exupéry la despertaba a medianoche para leerle lo que escribía. Cuando no

estaba con él, en sus cartas la llamaba “mi rosa”, término que no puede sino recordarnos a la rosa

de El Principito: orgullosa, caprichosa, consentida, única, fascinante, maravillosa, insufrible,

irremplazable. Continuaría pintando siendo influida en su estilo por sus cercanas amistades de los

círculos surrealistas. Durante la Segunda Guerra Mundial, con la aprobación de Saint-Exupéry

(luego exiliado en Nueva York), se uniría a un grupo de estudiantes de arte en el Luberon. El líder

del grupo, Bernard Zehrfuss, organizaría una red de resistencia. Más tarde Consuelo se uniría a

Saint-Exupéry en Nueva York haciéndose responsable, a petición de su esposo, de encontrar la

casa en Long Island donde Antoine escribiría El Principito.

Después de la muerte de su marido, Consuelo retornaría a Francia una vez terminada la guerra,

dividiendo su tiempo entre Paris y Grasse; entre sus actividades como pintora y escultora y su

dedicación por honrar la memoria de su esposo. Consuelo Suncín de Saint-Exupéry murió en

Grasse en 1979 y fue sepultada en el cementerio de Père Lachaise en París. Su diario fue publicado

en el año 2000 bajo el título Memorias de la Rosa. Presentar una biografía breve pero precisa de

esta artista salvadoreña puede hacer surgir la inquietud respecto del por qué hasta nuestros días,

Suncín continuaba siendo una desconocida. La figura de Consuelo es de suma importancia dentro

de la vida de Saint-Exupéry como puede leerse entre líneas. Entonces ¿a qué se debe el desinterés

de los intelectuales franceses y salvadoreños por rescatar los detalles de esta mujer que tiene un

lugar digno en la historia de la literatura? Porque es evidente que, de no tener relevancia para

Antoine, jamás habría aparecido dentro de El Principito. Manlio Argueta (2010) explica este

fenómeno por el cual, nuevamente El Salvador condensado en la figura de Suncín, es anulado del

concierto internacional de las letras:

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(…) La defenestración de la salvadoreña proviene más que todo por ser la extranjera que llegaba de

“no se sabe dónde”. No le perdonaban que la aborigen de sangre indígena, al quedar viuda del

guatemalteco Gómez Carrillo se uniera en matrimonio de un aristócrata, niño bien y héroe, uno de

los escritores modernos más queridos en Francia. Para algunos intelectuales de alto nombre, entre

ellos Andre Gide, llegó a parecerles un acto de satanismo femenino. Años después, publicadas sus

Memorias por Vircondelet, se inicia, da inicio a la resurrección de la salvadoreña. (…) “Casarse con

una extranjera era casi como casarse con una judía”, lo peor que le podía pasar a un miembro de la

aristocracia francesa, no importa que venida a menos su familia, dice un escritor que estuvo en una

celebración organizada por Consuelo para celebrar un aniversario de la muerte de Antoine Exupery.

A la fiesta no llegó ningún intelectual francés, para “castigar” a la salvadoreña. No perdonaban que

se hubiese casado con el autor de El Principito, “una simiente venida de no se sabe dónde”.

Curioso es que el machismo imperante de la época –el cual aún no ha variado en mucho- fuera el

punto de partida para rechazar a la artista. Aunado a esto, el racismo sintetizado en esa xenofobia de

la sociedad francesa que no le importa el país de donde proviene Suncín. Un país que no interesa ni

siquiera investigar su locación. Y más curioso es aún que la marginación de la esposa del gran Saint-

Exupéry viniese de los intelectuales y los aristócratas, gente tradicionalmente etiquetada como

civilizada y cortés. No buscar a El Salvador en un mapa refleja lo obtuso del pensamiento europeo

que lograría, por muchos años, bloquear el acceso tanto a franceses como a salvadoreños a la

imagen real de Suncín. Apuntará entonces Argueta:

(…) La discriminación no era de los sectores poco educados, provenía de grandes intelectuales

europeos, incluyendo el Nobel André Gide que la detestaba: “desentona en las veladas literarias de

la Nouvelle Revue Francaise” (Alain Vircondelet, prologuista de Memorias de la rosa, libro publicado

en el año 2000, veintiún años después de muerta la salvadoreña). Se trata de un prejuicio anti

femenino y racial y anti foráneo, pues como señala Vircondelet, a esas veladas literarias asisten

“mujeres mucho más emancipadas, ricas, intelectuales y de negocios, inclusive libertinas”. Pero no

son francesas.

Lo de Andrè Gide resulta contradictorio pues su marido Exupéry le reprocha a Consuelo hacer

ostentación de sus devociones religiosas, “se confiesa, asiste a la iglesia” y reza por él cuando va a

alguna misión como aviador, (Vircondelet). Consuelo tuvo una educación en colegio católico de

pueblo y si se le atribuyeron condiciones de mujer fatal fue producto del prejuicio de género, pues

ninguno de sus detractores le niega su talento y belleza. Como dice el escritor y empresario

guatemalteco Francisco Pérez de Anton: esa Europa insigne que se congratula de que un Mahler

tuviera por esposa a una Alma, grande y civilizada, no puede admitir, en cambio, que un Saint-

Exupéry haya tenido un alma pequeña y salvaje… nativa de otros mundos; la hubieran aceptado

como objeto de decoración o misericordia, mas no como ser inteligente que influyera en un

intelectual de la “grandeur” francesa.

Page 24: Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

Para el europeo medio de la época, (1930), era inexplicable que una personalidad intelectual como

Saint-Exupéry, que podía hacer pareja con cualquier mujer de la nobleza, se fijara en una mujercita,

de estatura pequeña, que hablaba un francés con acento, un pecado en ese país. (…) La condesa,

escritora, pintora y escultura salvadoreña, renace después de su muerte con su Memorias de la rosa

(2000), donde el mito del héroe es aclarado dándose a conocer sus debilidades humanas, sus

dramas y actitudes de joven mimado por la madre y sus hermanas, confundido por la admiración que

despertaba en las mujeres. Aunque tarde, los franceses aceptan ya al ángel salvadoreño, princesa de

la diáspora centroamericana, que acompañó a su querido escritor y héroe de guerra. El ocultamiento

llegó hasta nosotros, que la conocemos nada más como una Condesa con toda la frivolidad que ello

conlleva, además de mujer amante. El prejuicio terminó para la intelectualidad francesa al revelarse

que El Principito no se hubiera escrito sin la influencia positiva de Consuelo Suncín sobre Antoine de

Saint Exupery.

“Escríbeme, escríbeme, -dijo una semana antes de morir, derribado su avión por los nazis-, que el

correo traiga la primavera a mi corazón…estás en mí como la vegetación sobre la tierra… Cuando

estoy cerca de las estrellas –por su oficio de aviador- veo una luz a lo lejos… que me hace señales

desde la Tierra, y me digo, es mi pequeña Consuelo, y me dirijo a ese punto de la luz”.

Estos detalles expuestos por Argueta permiten inferir algunas consecuencias relacionadas con la

sistematización de las letras en El Salvador. Siendo que éste país centroamericano fuera poco a poco

invadido por distintas corrientes artísticas internacionales, así como por la influencia de personajes

literarios mundialmente famosos, recibiría las noticias de Saint-Exupéry y El Principito de la manera

en que Francia se las presentara al globo. Consuelo Suncín estaría entonces oculta, escondida por

ser una mujer que no proviene de ningún país popularmente conocido en la literatura universal, y que,

sin embargo, incide en la génesis de uno de los libros más famosos. A través de la presencia de

Suncín como la rosa de la historia, es posible reiniciar una reivindicación no sólo de esta mujer

cuzcatleca, sino además de la misma conciencia colectiva de El Salvador ante el planeta, sintetizada

en El Principito.

3.2. Los símbolos de la Rosa y el Principito.

Ambos personajes dentro de la obra no representan sólo la proyección del romance entre Suncín y

Exupéry, sino además la interacción del binomio hombre-mujer. Tanto un género como el otro se

sienten intrigados por conocer el misterioso mundo de su contrario, y es gracias a esta curiosidad que

existe la convivencia. Sin embargo, el proceso por el cual ocurre la misma está matizado por el

carácter dialéctico de la historia. Suncín y Exupéry no estuvieron exentos de vivir en contradicciones.

A causa de ellas, el relato del aviador francés se enriquece para mostrarnos el choque entre dos

culturas diferentes al sintetizar sus vivencias por medio de símbolos:

(…) -En mi planeta no hay tigres –objetó el principito-; y, además, los tigres no comen hierba.

-Yo no soy una hierba –respondió suavemente la flor.

-Perdóname…

-No temo a los tigres, pero siento horror a las corrientes de aire. ¿No tendrías un biombo?

“Horror a las corrientes de aire…No es una suerte para una planta –observó el principito-. Esta flor es

bien complicada”

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Hasta este punto del diálogo en el cual el niño relata al aviador su encuentro con una semilla venida

de no se sabía dónde, vemos el asombro que el pequeño manifiesta ante la flor no sólo por su belleza

y fragilidad, sino además por sus refinamientos. Asimismo, este pasaje puede interpretarse como la

alegoría del cortejo entre un hombre y una mujer, pero no un cortejo viciado por las tendencias

contemporáneas, sino un cortejo puro que busca crear un lazo exclusivo con una pareja. Saint-

Exupéry escribirá más adelante varios párrafos aludiendo a ese lazo que crearía con la salvadoreña,

esa domesticación de la que habla posteriormente el zorro. El autor buscaría no sólo plasmar sus

vivencias, sino además crear una metáfora capaz de explicar la sensación del abandono, la

separación del hogar y la angustia por el retorno, sensaciones vividas por el francés a causa de su

profesión. He aquí los pasajes que sustentan todos los anteriores argumentos:

-Por la noche me meterás bajo un globo. Aquí hace mucho frío. Hay pocas comodidades. Allá, de donde

vengo…

Pero se interrumpió. Había venido bajo forma de semilla. No había podido conocer nada de otros mundos.

Nótese la sagaz ironía de Saint-Exupéry aludiendo al origen de su esposa. ¿Acaso su carácter era tan

espinoso? Porque puede entreverse el deseo de Consuelo por volverse una duquesa tal y como se

mencionara líneas arriba. Empero, siendo rosa-principito un binomio como los anteriormente

expuestos, es posible inferirse que al igual que la rosa, el principito no sabe de dónde proviene, y es

ello lo que lo mantiene unido a su flor. El lector cree que este niño es originario del asteroide B612

pero ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Cómo llegó al asteroide? Aunque aparentemente inútiles, dichas

preguntas no pueden ser contestadas pues el principito mismo tampoco conoce de dónde viene y,

angustiado por instruirse, parte de su casa para obtener conocimiento, el cual va a provocar en él una

tristeza mayor por haberse separado de su rosa:

“(…) No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me

perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamás! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus

pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.”

He aquí una rectificación del carácter de Suncín, a la vez que una catarsis del escritor quien,

consciente de haber cometido errores, expresa su incapacidad para comprender a la rosa a causa de

su inmadurez. Por ello, tanto el Aviador como el Principito se ayudan mutuamente para alcanzar la

madurez espiritual que permite comprender a ambos que una rosa, aunque parece insignificante,

puede tener un sentido único gracias al lazo establecido con ella, lazo que provoca angustia por la

separación:

(…) -¿Mi flor está amenazada por una próxima desaparición?

-Seguramente.

Mi flor es efímera, se dijo el principito, ¡y sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo! ¡Y la he

dejado totalmente sola en mi casa!

Ese fue su primer impulso de nostalgia. Pero tomó coraje:

-¿Qué me aconsejáis que vaya a visitar?-preguntó.

-El planeta Tierra –le respondió el geógrafo- . Tiene buena reputación… Y el principito partió, pensando en su

flor.

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Page 26: Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

Consuelo Suncín fue pues, el leiv motiv invisible de Exupéry, tanto en su obra como en su vida. La

última línea del párrafo expresa la nostalgia del escritor por dejar a su ser amado. Además, manifiesta

que es ese mismo ser el cual le da la fuerza para continuar sus viajes. Por eso apunta la frase el

principito tomó coraje. Sin embargo, ese ímpetu tambalea en el niño al encontrarse con un rosal en la

tierra. Se piensa a sí mismo como un príncipe insignificante. El llanto se apodera de él al creer que ha

sido engañado por su flor, quien le jurara que era la única en el universo. Pese a parecer una mentira,

el zorro ayuda al pequeño a darse cuenta que la rosa tenía la razón, pues el tiempo dedicado a ella la

hacía importante. Es posible ver aquí a un Saint-Exupéry sobreponiéndose a las críticas de la sociedad

francesa, opuesta siempre a su matrimonio con la salvadoreña. Consuelo sería su único amor en el

mundo a pesar de todas las murmuraciones en su contra, pues le había entregado su tiempo.

Convencido de eso, un año después de haber abandonado su planeta, el Principito siente entonces la

fuerte necesidad de volver a él, sin importar que su retorno implique desintegrarse. Porque ha

aprendido que el conocimiento puede llegar a un segundo plano cuando se le compara con las

personas y cosas a las cuales se ha brindado tiempo para amar. Es ahí donde el niño y el adulto

regresan a su esencia primitiva para fundirse en una sola. Se constata de esta manera que la rosa,

Consuelo Suncín, es el símbolo hipocodificado que permite adentrarse a la realidad ulterior de la obra

de Saint-Exupéry: el misterioso origen del principito, el cual sólo tiene sentido desde la existencia de la

rosa.

4. Hacia una nueva interpretación de El Principito

Expuestos ya a grandes rasgos los elementos esenciales de esta obra, corresponde integrarlos en una

síntesis que permita demostrar el origen del personaje del principito, tanto como realidad literaria y

como realidad metafórica. No en vano se ha hablado de un viaje emprendido por un niño habitante de

un pequeño asteroide ni de sus seres amados. Estos fragmentos del relato codificados de acuerdo a la

teoría de Eco, unidos al proceso de semiosis por abducción, permitirán sustentar la perspectiva de este

ensayo.

4.1. El origen del principito

El principito es salvadoreño. La idea podría parecer inaceptable desde una óptica que parta

únicamente del texto mismo. Es aquí donde el papel de Suncín cobra suma importancia, pues a causa

de su influencia en Exupéry, logró que su esposo plasmara su romance, la personalidad colectiva de

los salvadoreños y la geografía de este pequeño país centroamericano. Además de esto, el proceso de

análisis semiótico por abducción, en el cual se interpreta un símbolo partiendo de contextos

interrelacionados con el símbolo mismo, sostiene la visión del carácter salvadoreño del pequeño

príncipe. Habrá que retomar dos versos del famoso poema de amor de Roque Dalton (2), ciertos

pasajes de El Principito y el contexto social salvadoreño, para exponer con claridad los factores que

dieron génesis al personaje y a la obra.

(…) Los que nunca nadie sabe de dónde son (…) los tristes más tristes del mundo

No compete analizar el poema de Dalton por ser un tópico tangencial a este ensayo, empero sirvan

estos dos versos para fundamentar el proceso semiótico de abducción. Si se contrastan pues, con el

dato expuesto por Exupéry acerca de la misteriosa ubicación del asteroide B612 así como con su

exiguo tamaño, sumando a ello el conocimiento del escritor acerca del país de origen de su esposa, es

posible visualizar que el planeta del principito es una imagen poética de El Salvador. Léanse

detenidamente los siguientes fragmentos:

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Page 27: Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

-Pero, ¿adónde quieres que vaya?

-A cualquier parte. Derecho, siempre adelante…

Entonces el principito observó gravemente: -¡No importa! ¡Mi casa es tan pequeña!

(…) Supe así una segunda cosa muy importante. ¡Su planeta de origen era apenas más grande que una casa!

(…) Pero sobre tu pequeño planeta te bastaba mover tu silla algunos pasos. Y contemplabas el crepúsculo

cada vez que lo querías.

Reitera el autor la dimensión del asteroide. Y mientras narra la demostración del astrónomo turco,

apunta que dicho cuerpo celeste sólo fue observado una vez a causa de su diminuto tamaño. Incluso,

el mismo aviador dirá que tenía serias razones para creer que el principito provenía de este lugar. Por

consiguiente, no manifiesta una convicción plena para asegurar que el niño viene de B612. Escribe

puntualmente que cree que el pequeño salió de dicho asteroide. De esta manera, si se compara esta

duda del aviador con el verso que apunta “los que nunca nadie sabe de dónde son”, vemos que el

niño comparte con los salvadoreños descritos por Dalton esa cualidad de no ser reconocidos por su

lugar de origen. Así, el principito aparece ilustrado en solitario sobre su diminuto planeta. No se apunta

tampoco quiénes son sus ancestros, si venía de otro lugar más grande. El principito está solo sobre su

planeta. Al respecto de esta perspectiva, Hirao Yukitaka en su artículo titulado “El Salvador-Japón:

Museo El Principito en Centro América” escribe: No son muchos los que saben que en El Salvador

existe un paisaje muy parecido al de El Principito. Dos volcanes activos y uno apagado pueden ser

vistos desde Armenia, la pequeña ciudad en el interior de El Salvador, donde Consuelo nació y pasó

su infancia. En la base de estos volcanes hay un hermoso lago llamado Coatepeque que en la lengua

de los indígenas significa: el “bosque de serpientes” (coate = serpiente, peque = bosque). La serpiente

cumple un papel muy importante en la historia de “El Principito”. También hay un sitio que pudo haber

sido el origen de los tres árboles de baobab. Este lugar se llama: “Tres Ceibas” (que en español

significa los tres árboles de ceiba). El padre de Consuelo era dueño de un cafetal. Cuando Consuelo

era una niña había en la entrada a la ciudad de Armenia tres árboles grandes de ceiba (para los

mayas era un árbol sagrado). Sin embargo, ahora sólo quedan dos. En tiempos remotos en nuestro

planeta, existía un continente llamado Gondwana. Es en esta época cuando surgieron los ancestros

de los árboles de ceiba y baobab. Movimientos de la corteza terrestre hicieron que en tierras de

Sudamérica y Centroamérica surgiera la ceiba mientras que en África, Madagascar y Australia

apareciera el baobab. Si examinamos las ramas familiares de la ceiba y el baobab, descubriremos que

ambos árboles tienen el mismo origen. (3)

Nuevamente el vínculo entre Saint-Exupéry y El Salvador está establecido por Suncín. Conociendo el

autor este escenario dónde su esposa pasara la niñez, va a inspirarse en el mismo para construir el

planeta del principito. De hecho, los volcanes activos que aparecen en la historia –y que aparecen en

el artículo citado- son el volcán de Izalco y el Ilamatepec. El volcán inactivo es el Cerro Verde, el cual

es una atracción turística en la actualidad. Tales accidentes geográficos pueden verse desde el pueblo

de Armenia, ubicado en las faldas de los mismos. He aquí una primera prueba de la procedencia del

principito, quien como metáfora sintetiza tanto el espíritu de los salvadoreños como el espíritu

humano. Por otra parte, el segundo verso del poema de amor permite establecer otro análisis para

demostrar cómo el personaje del niño representa no sólo la tristeza de los contemporáneos de

Exupery a causa de las guerras mundiales, sino además la tristeza ancestral que los salvadoreños

poseen como un rasgo de su personalidad colectiva. Compárese el verso con los siguientes pasajes

del relato: ¡Ah principito! Así, poco a poco, comprendí tu pequeña vida melancólica

(…) –“¿Sabes?...Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol… -¿Estabas,

pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces? El principito no respondió.

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Page 28: Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

(…) No sabía cómo llegar a él, dónde encontrarlo… ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!

(…) Y como se sentía triste por el recuerdo de su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar

una gracia al rey.

Los fragmentos apuntados demuestran la constante tristeza del principito a lo largo de la historia. El

elemento precolombino aparece por primera vez en este rasgo del personaje, ya que el nativo pipil de

El Salvador siempre es descrito como un individuo triste, silencioso. Porque tras la conquista

española, el pipil es testigo de la muerte de sus dioses. Sin ellos, el universo no tiene sentido para el

indígena. Y como el conquistador le niega la muerte para esclavizarlo, el nativo no tiene otro consuelo

que refugiarse en su tristeza. De igual modo, el principito huye de su soledad al contemplar las

puestas de sol, huye de su soledad en el llanto, huye pidiendo la gracia al rey de presenciar un ocaso.

Hoy en día, el salvadoreño entristecido por la complicada situación de su país, huye para buscar una

ocupación que le permita sobrevivir en Norteamérica. Escapa de su pequeño asteroide para encontrar

instrucción en otras latitudes, con la esperanza de obtener un mejor trabajo a través de su

conocimiento. Y así, entristecido abandona su terruño, encontrándose con el amplio rosal de la

globalización, la tecnología y el consumismo. Ante ello, el salvadoreño se entristece pensando en la

pobreza de su terruño, pobreza provocada por las clases dominantes. Sin embargo, a pesar de todo,

la distancia lo hace consciente de que en su pequeño suelo tiene lo más importante para encontrar la

felicidad. Por ello Dalton sintetiza la personalidad colectiva de El Salvador al anotar los tristes más

tristes del mundo, tristeza que se manifiesta perfectamente en el personaje del principito.

4.2. Relación entre el principito y los nativos pipiles.

Existe un nexo muy curioso entre el nombre que da el autor al personaje principal de su relato y el

pasado precolombino salvadoreño. Aunque hoy en día se ha intentado borrar la memoria histórica de

El Salvador asentando sus orígenes autóctonos en el guatemalteco mundo maya, los registros

históricos más veraces reafirman que las raíces indígenas del pulgarcito de América se hayan en los

pipiles. ¿De dónde provenía el nombre de estos nativos? Al respecto se tiene lo siguiente:

La palabra Pipil es un término náhuat que proviene de Pipiltzin que significa noble, señor o príncipe,

aunque también se deriva de Pipiltoton, que significa niño, muchacho u hombrecito. El nombre fue

dado a las tribus nahuas que había en El Salvador y otros países de Centroamérica, por los

tlaxcaltecas y otros pueblos del mismo tronco lingüístico de México que estaban aliados con Pedro de

Alvarado en la conquista de la región, supuestamente porque al escuchar el idioma pipil, les parecía

un náhuatl mal pronunciado, con acento de niño, aniñado.

La similitud entre el Principito y los habitantes precolombinos de Cuzcatlán, lo que hoy se conoce

como El Salvador, es evidente. No se sabe con certeza si Exupery escuchó hablar de los pipiles por

boca de Suncín. Lo que si está claro es que tanto el nombre del personaje como el nombre de este

grupo étnico, hace referencia a un grado de nobleza: príncipes, y a una cualidad relacionada con su

edad, niños, muchachos u hombrecitos. Ambos símbolos sólo pueden relacionarse por abducción,

interconectando los elementos que convergen en la creación de la obra a través de la figura de

Consuelo Suncín. He aquí toda su importancia: demostrar que en esta novela de Saint Exupery, se

encuentran simbolizadas positivamente las características del pueblo salvadoreño. El Principito

comparte pues, con los nativos pipiles, su tristeza ancestral, su capacidad de crear lazos con el

mundo que le rodea, y su amor por la naturaleza; valores que deben ser rescatados para crear una

conciencia colectiva nacional.

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5. Consideraciones finales.

En definitiva, El Principito de Antoine de Saint-Exupery es una joya de las letras universales por

haber sido capaz de sintetizar a través de símbolos profundos las necesidades y angustias más

íntimas de la humanidad. Además de ello, es un referente ideológico para el pueblo salvadoreño

dentro de la actividad filosófica y literaria que permite reencontrarse con las raíces de toda una

nación, actualmente catalogada más por errores que por aciertos. E incluso, El Principito se vuelve

una vía para ahondar cada vez más en la memoria histórica de las letras salvadoreñas mediante

Consuelo Suncín, antecedente notable que permite concientizarse sobre la habilidad artística que

poseen los talentos salvadoreños, capaces de mantener un diálogo amplio con las letras

universales.

San Salvador, 11 de Abril de 2010 a las 11:10 A.M.

BIBLIOGRAFÍA

Argueta, Manlio Literatura centroamericana y marginalidad literaria (En línea) Consultado el día 13 de Enero de 2010 a las

10:00 A.M. Tomado de http://manlioargueta.com/?p=1070#more-1070

Chronicles of Saint-Exupery (En línea) Consultado el día 13 de Enero de 2010 a las 9:35 A.M.

Consuelo Suncín (En línea) Consultado el día 13 de Enero de 2010 a las 9:40 A.M. Tomado de: http://www.lepetitprince.com

[La traducción es mía]

Eco, Umberto (1976) Tratado de Semiótica General. 5ª Edición. Editorial Lumen. Barcelona, España.

Hirao, Yukitaka El Salvador-Japón: Museo El Principito en Centro América (En línea) Consultado el día 13 de Enero de 2010

a las 10:05 A.M. Tomado de http://manlioargueta.com/?p=987#comments

Pipiles (En Línea) Consultado el día 11 de abril de 2010 a las 10:30 A.M. Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Pipiles

Saint-Exupery, Antoine. (1998) El Principito. 2ª Edición. Editorial Clásicos Roxsil. Santa Tecla, El Salvador.

NOTAS

(1) Aunque también puede interpretarse desde la etimología griega diábolos, que viene haciendo referencia a fuera de las

puertas de la ciudad, sacar fuera de la ciudad, o en las afueras. Desde ambas explicaciones, se comprende que la intención

es decir que no se quiere cerca a tal o cual persona.

(2) Si se desea profundizar en la lectura de dicho poema, sírvase de visitar el siguiente sitio web

http://www.illari.org/dalton/poesia.htm o bien consultar el libro titulado Las historias prohibidas del pulgarcito escrito por el

mismo autor.

(3) Hay que aclarar que el señor Yukitaka comete el error de mencionar a los mayas en su explicación, además de

proporcionar las raíces incorrectas del toponímico Coatepeque, palabra de origen náhuat y no del quiché o maya yucateco.

Coat = Serpiente. Tepec o Tepeque = Cerro, volcán o montaña. Por lo tanto, el Lago de Coatepeque sería Lago del Volcán de

la Serpiente, haciendo una clarísima alusión al origen volcánico de dicho lago. La Ceiba era un árbol sagrado para los pipiles,

verdaderos nativos precolombinos de El Salvador.

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VISITE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE LAS CUATRO ESQUINAS

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VISITE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE LAS CUATRO ESQUINAS

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ANALOGIAS LISERGICAS

Alguna vez, hace no demasiado tiempo, aunque cosas similares ya eran un conocimiento ancestral en otras

sociedades, Albert Hofmann sintetizó una sustancia conocida como LSD. Es bien sabido lo que pasó

después. Intelectuales y científicos se dieron a la experiencia psicodélica y afirmaron que era posible

descubrir dimensiones desconocidas de la realidad y de esa forma crecer de una manera insospechada

hasta el momento en nuestra cultura occidental. Numerosos intelectuales se sometían a gustosos a la

experiencia psicodélica en ambientes controlados, Aldous Huxley, Richard Alpert y otros personajes célebres

vivieron experiencias transformadoras al punto que uno de ellos cambió su nombre, puesto que su anterior

identidad ya no hacía justicia de la nueva. Luego un hombre llamado Thimoty Leary decidió popularizar la

experiencia y salió a recorrer los Estados Unidos regalando muestras gratis de ácido lisérgico, convencido de

que la experiencia lisérgica serviría para cambiar la consciencia del mundo, sin embargo, el ambiente

cuidadoso y controlado de los intelectuales estaba ahora ausente y muchas personas bordearon la locura…

o eso nos dijeron.

Curiosamente, lo que sí fue cierto es que la gran mayoría de quienes tuvieron la experiencia lisérgica

desarrollaban una actitud de pensamiento bastante independiente para su época, lo que les llevó a oponerse

a cuestiones tales como la guerra, la discriminación racial y una serie de políticas en boga por esos días. Por

ello no fue extraño que el gobierno de los Estados Unidos prohibiera su uso incluso en investigación, sin

embargo, no adujo para esto el pacifismo ni la actitud de búsqueda interior de la gente que tuvo experiencias

lisérgicas, sino que hizo que reparáramos en los locos que resultaban de dicha experiencia… y que eran la

minoría.

Hace poco debí participar como guionista en la entrevista a un médico que era una eminencia en los

beneficios del vino para la salud. Sus conclusiones eran asombrosas: en los adultos, el vino hace bien y la

leche hace mal… la periodista encargada le preguntó, atónita, por la ocurrencia del alcoholismo, ante lo cual

el médico observó que un diez por ciento de personas con una propensión a una enfermedad no podía privar

al noventa por ciento restante de los beneficios antioxidantes de los milagrosos fenoles y taninos que

componen el exquisito brebaje y que, por otro lado, también hay un porcentaje de personas alérgicas a la

aspirina, a los anti inflamatorios y en general a cualquier medicamento en uso. La experiencia cotidiana es

algo que, para muchos de nosotros, debe ser trascendido y que para demasiados intereses es mejor que no

lo sea. Una persona que tiene una visión auténtica no compra todo lo que le ofrecen, sino tan sólo lo que

necesita y es por eso que existen intereses que desean limitar cualquier ventana que nos permita una

experiencia de autenticidad. El hombre cotidiano, camina irreflexivo por la vida y es susceptible de ser

convencido de lo que sea, el hombre auténtico no. La última barrera para separarnos de la experiencia

transformadora quiere ser una malentendida compasión. Así como el LSD fue prohibido porque a una

minoría le hacía saltar la tapa de los sesos, minoría que además lo consumía sin control ni supervisión

experta y con propósitos meramente recreativos, así la red quiere ser estigmatizada porque una serie de

jovencitos la usa con propósitos de bulling, exhibición o contemplación sexual o distractor lúdico, sin

embargo, la voluntad transformadora de uno mismo es una fuerza demasiado grande, una voluntad de poder

fuerte, hubiera dicho Nietzsche, que desea su propio acrecentamiento y que cada vez encuentra menos

trabas para ello.

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LA FOTOGRAFÍA DE MÁRQUEZ Por Juan Carlos Gómez

Una de las mejores sensaciones que he tenido esta semana, y he tenido muchas (salvo por esta neumonía

mal disimulada), fue advertir como si fuera la primera vez la fotografía de Gabriel García Márquez, niño, en la

portada de Vivir para contarla. Si lo pienso, y lo estoy pensando, ese libro también me evoca buenas

sensaciones. García Márquez es importante para mí porque soy colombiano y amo las letras, y también

porque su Crónica de una muerte anunciada fue el primer libro que leí haciendo uso de mi libre albedrío.

Reconozco que soy un lector tardío: tenía unos nueve años. Y de ese libro me quedó, adherido a la entrañas,

esta frase, que es con la que inicia: “El día en que lo mataron, Santiago Nasar…” Ya sé que es un recuerdo

falso, y que la frase textual dice “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la

mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”, pero lo importante para mí no es la frase, no lo es

ahora y seguramente no lo fue hace más de una década, sino lo que significa: que es un libro escrito al

revés. Que un libro empiece así no es novedoso, pero sí peligroso. Y que a mí, un niño de unos nueve años,

me haya retenido hasta el término de su existencia, aun cuando desde el principio sabía que el tipo aquel,

Nasar, moriría, es una proeza literaria. Así como lo es El Túnel, en ese sentido. Pues leí la crónica en una

sentada, de unas cuatro horas, eso sí, porque no era y no soy de los que apresuran la lectura. Y ya que ese

libro fue en cierta forma el primero, García Márquez me quedó en la mente como el capullo de un lepidóptero

(no amarillo, jamás pude hacer esa asociación), hasta que a fuerza de vida y vagabundeo me fui

distanciando de su estilo, de sus libros, y terminé por dejarlo en el estante de los clásicos obligados que, si

bien despiertan admiración, pocas veces abandonan su trono de madera.

Al llegar a mis 15 años, el país y parte del mundo se preparaba con entusiasmo para la publicación de la

autobiografía de Gabriel García Márquez. Era un evento esperado por muchos, y con toda razón. Pero, y

esto sólo lo descubrí mucho tiempo después, todos ellos lo esperaban por razones diferentes. Unos querían

satisfacer su curiosidad literaria, adivinar un hilo que llenara los espacios que había dejado el escritor en sus

libros, y que tal vez no existían más que en la mente de sus lectores. Otros, con la misma sinceridad y

distintos afectos, esperaban encontrar el relato de una vida “bohemia”, atiborrada de excesos unas veces,

otras de miseria. Otros podían anhelar un libro contestatario, que hiciera temblar la política de un continente

echado a perder desde siempre. Otros quizá pretendían hallar un argumento definitivo para una de las

preguntas que más habitan el mundo del arte, y que también es una de las más vacías: ¿el escritor nace o

se hace? Y otros puede que sólo esperaran un libro más de García Márquez, otra obra maestra escrita en

primera persona.

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Yo, con mis 15 años y una pasión casi enfermiza por el existencialismo, no esperaba nada del libro,

sencillamente porque no lo esperaba. Por eso no logro precisar el momento, que debió ser cercano al del

lanzamiento del libro, en el que llamé a mis padres y les dije que no malgastaran la plata en regalos; ya sabía lo

que quería: Vivir para contarla, el último libro de Márquez. Tenía que ser así, a través de ese y no otro medio,

porque el libro valía unos 50 mil pesos, y yo recibía apenas 700 pesos diarios, sólo cinco días a la semana.

Lo siguiente que recuerdo claramente es estar entrando en la librería. Había fotografías de García Márquez por

todas partes, un tumulto de gente dispersa ojeando libros (con Vivir para contarla apretado bajo el brazo), y

varios estantes dedicados exclusivamente al que justificaba mi visita. Caminé directo hacia él, lo tomé, y me

acerqué a la única caja registradora a pagarlo. El lanzamiento del libro se haría de manera simultánea en toda

Colombia, así que sólo tenían permitido vender el libro a partir de las 9 de la noche en punto, ni un segundo

antes, me explicó la cajera.

Ya debían ser las 8:30, y yo no tenía nada qué hacer, así que me planté justo donde estaba, enfrente de la caja,

y fue entonces cuando las primeras personas empezaron a acercarse, al inicio –que sólo duró un instante-con

disimulo y elegancia, al final desesperada y caóticamente para obtener un puesto en la gigantesca fila. Media

hora después (la fila bajaba las escaleras) la mujer me entregó el recibo. No recuerdo con exactitud cómo

estaba escrito, pero sé que debió ser un número uno llamativo, ya que me hizo preguntarle a la mujer lo que

significaba. “Que usted es el primer comprador del libro en Bucaramanga”, me dijo. Esa misma noche empecé

a leer el libro. Antes de acabar el primer capítulo lo abandoné, y ya no volví a revisarlo sino hasta varios años

después, cuando quise explicarle a mi madre que no tenía nada de malo que un escritor empezara siendo un

miserable (ni que terminara, pero eso no se lo dije). Ya le había hablado de varios, pero ella no conocía a

ninguno, así que estaba por ceder falsamente a sus argumentos cuando el capullo eclosionó y me trajo la

respuesta, aunque hecha pregunta:

-Madre, ¿usted recuerda el nombre de algún médico colombiano?

Al silencio que le siguió, y antes de que algún destello repentino le permitiera responderme, lancé el segundo

golpe:

-Madre, ¿usted recuerda el nombre de algún escritor colombiano?

Ya que la noté a punto de mentir, la miré fijo a los ojos, supongo que sin ser capaz de ocultar la excitación que

me daba la victoria, y le repetí la pregunta.

-¡Pero García Márquez es periodista!- me dijo con un gesto como de pez afuera del agua.

-¡Nada! Es periodista pero no estudió periodismo. Márquez estudió derecho, y no lo terminó- le respondí, y ya

sólo para disfrutar la agonía del pez, caí sobre el libro y empecé a leer en voz alta.

No sé cuánto tiempo estuve así, pero sí que fue sólo hasta darme cuenta de que mi madre se había ido.

Entonces cambié de ritmo y lo bebí despacio, sólo para mí, soltando carcajadas estrepitosas de vez en cuando,

otras imaginando que lloraba gotas pequeñas pero decididas, disfrutando hasta la más corta de las palabras en

cada una de las dos veces que lo leí.

Es el mismo libro que tengo ahora a una corta extensión de la mano. Y en la portada, ya lo dije, Gabriel García

Márquez es un niño. Esa fotografía es la autora de esta sensación fascinante. Ya que es una fotografía de

conocimiento público, fácilmente podrán corroborar que no miento, que es verdad si digo que ese niño tiene

una mirada fragmentada. Véanlo ustedes mismos, y me darán la razón. La mirada izquierda del niño es una de

asombro, de miedo tal vez. Es la mirada de quien apenas está viendo al mundo, de quien acaba de conocer el

hielo. Pero la otra mirada, la derecha, no tiene miedo; es perspicaz. Es la mirada de quien sospecha que algún

día hará algo con ese recuerdo. No miento; pueden comprobarlo en este momento.

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Page 35: Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

Ingeniería de vida de Mariano Cantoral: La poesía como subsistencia de la

letra redentora. por Daniel Rojas Pachas

“Ingeniería de vida” (Cinosargo 2010) de Mariano Cantoral se plantea como un texto que busca interpelar de

forma crítica la realidad moderna actual o postmoderna, por llamarla de algún modo, para ello asume los

diversos ángulos del devenir existencial del hombre, su materialidad fisiológica, su compleja razón y psicología

llena de miedos, deseos y aprensiones sin abandonar claro, la preocupación por la tan manida espiritualidad

que lo redime o condena y desde luego todos los productos que se acumulan y abrazan como fetiches o

tótems para solventar tan diversas necesidades. En definitiva estas aristas que nos movilizan, la poética de

Cantoral las expone como una épica degradada.

¿Donde habrá quedado la materia prima de los arquetipos de héroes?

Frente a esa pregunta retórica que el autor hace a sus lectores en el texto “¿Quién habrá inventado mi

patria?”, se antepone más que una respuesta y verdad absoluta propia del canto y grandilocuencia de los

poetas tradicionales, una apelación vitalista que interviene y comunica desde la intrahistoria. Esta posición de

hombre cotidiano, el escritor Guatemalteco la asume y edifica dibujando la lucha que realizamos diariamente

en contra de una lata de comida, el noticiero matutino o un tetra pak que se derrama y que en suma

desembocan en un solo punto, el ser como espectador, ciudadano/ consumidor y a la vez producto que se

transa a sí mismo y a los otros de forma indiscriminada.

“El aire encarcelado dentro de las pleuras de los pulmones saturados con nicotina.

Un país encarcelado dentro de continentes saturados con señoríos novedosos.

Imagina que somos los estetas dentro de un reino de tragedias.

Sepamos que somos como los centros comerciales, analgésicos para la miseria”.

(Fragmento de Analgésico para la miseria)

Por ende lo sustancial y que vincula al hombre en todo nivel dentro de eso que Cesare Pavese llama el oficio

de vivir, reside hoy en el carácter pasivo de los habitantes/usuarios. Hagamos en todo caso una radiografía al

respecto e imaginemos cualquier urbe, desde las metrópolis más apabullantes hasta los pequeños pueblos

que aspiran ingresar al orden del primer mundo y a su colosal catálogo de bienes y servicios.

En “Escaparate” Cantoral nos dice sobre esto: Nos veremos sentados dentro de escaparates / sin saber si

somos bienes o servicios / si somos baratas o lujos / si llamamos la atención / o sólo somos motivaciones

ornamentales

Para agregar en “Desayuné”: Hoy desayuné derrota / refaccioné fracaso / almorcé frustración / merendé

pérdida / cené fiasco.

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El spleen es evidente y se materializa a lo largo de la concreción de tareas habituales como una condición

endémica que parece devorarnos desde lo más profundo de nuestro ADN hasta lo aprendido y ejercitado

como máquinas que se suman a un proceso de producción en serie, lo cual hace de nuestro medio una

comunidad global de caníbales depredados que no tienen reparo a la hora de consumir a otros en su tránsito.

El poema “Glóbulos” nos indica el devenir con una escatología organicista que se conjuga a lo coyuntural e

histórico: Infinitos glóbulos nucleares / como las bombas en las mil guerras mundiales / transitan por nuestras

venas / o analógicos xilemas verdosos / infinitos glóbulos sobrellevamos / nos sumergen, nos naufragan / (…)

a veces de propaganda.

Para luego poner en escena en “Tan fácil volverse vegetariano” nuestra miseria totalitarista que bulle en los

millones de Auschwitz que solventamos a diario dentro del sistema de vida saludable, explotando y

consumiendo animales de granja con violentas técnicas genéticas y un barbarismo de matadero que haría

sonrojar a cualquier torturador del tercer reich.

Hoy me comí una selva, empaquetada en bandejas selladas con plásticos diáfanos, identificadas con peso,

marca y procedencia, la selva permanecía en cámaras de congelación, a 100 grados centígrados (…)

En este sentido vale la pena pensar la irónica metáfora de nuestra sociedad e individuos transidos que George

Romero, cineasta norteamericano y padre del género de zombies, hiciese en su film del 78 “Dawn of the

Dead” (El amanecer de los muertos) al poner el siguiente diálogo en boca de sus personajes:

[Fran and Stephen are observing from the roof of the mall]

Francine Parker: What are they doing? Why do they come here?

Stephen:Some kind of instinct. Memory, of what they used to do. This was an important place in their lives.

([Fran y Stephen observan desde el tejado del mall]

Francine Parker: ¿Qué están haciendo? ¿Por qué vienen a este lugar?

Stephen: Se trata de una clase de instinto. Recuerdos de aquello que solían hacer. Este era un lugar

importante en sus vidas)

La cita de Romero grafica nuestro proceder como especie en términos similares a los de Cantoral. En esa

medida pensar una cinta de terror como “La noche de los muertos vivientes “o las noticias y sus personajes en

el sentido que el poeta ocupa en su poema “Noticiero” al caracterizar estos como “un gran collage de miedo”

nos sirve si queremos entender los mecanismos que el escritor y su visión crítica confieren a “Ingeniería de

vida” al hacerse cargo de lo cotidiano como una manera de construcción poética y unidad de sentido para el

libro.

En síntesis, el rol creador y sus voces se sitúan sin dilación dentro de la crisis diaria de la sociedad urbana y

su desarrollo y se valen de los propios mecanismos y elementos de aquella realidad en que transitamos y nos

desenvolvemos con un léxico pragmático por tanto, el vocabulario seleccionado para construir el libro será

concreto y visceral en su gran mayoría.

En cuanto al registro y la cohesión de los versos, se revela una sintaxis afín a las interrelaciones dispuestas

en un metro o calle. En suma la voz apunta a una intención hiperrealista pero sin descuidar en esa franqueza,

una mirada profunda ligada al cuestionamiento ontológico del hombre que se sabe rodeado de zombies como

viajantes del bus siendo el mismo un depredador de la alteridad en cada parada.

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Esto propone una escritura que amalgama forma y contenido o si se quiere, enunciación y enunciado y en

este último caso, lo enunciado, entendido como la materia poetizada o la materia que se dice o cuenta, se

ajusta a la mirada personal del individuo y su oficio de ser. Una visión cuyos medios creativos eluden ante

todo la intervención de perífrasis innecesarias al tiempo que se derriba cualquier fastuosidad y enajenación

manierista al estar consciente del proceso de escritura y su contexto.

En el libro hay dos ejemplos notorios que se ubican en este plano meta-poético y coloquial, apelando desde la

creación misma al proceso productivo que envulve a la palabra y sus fines, sin salirse claro de los lindes del

contenido y el registro manejado a lo largo de todo el poemario.

El primero de ellos titulado “Sería bueno” nos dice:

Sería bueno escribir,

como si detrás de cada trazo imperfecto,

subsistiera una letra redentora.

Mientras que el otro texto llamado “El rol social del poeta” señala:

Hembra, mírame, trata de comprenderme

mírame haciendo sinergia con los sentidos

inventando la sinestesia para mí

mírame alucinado, programado, codificado,

mírame ansioso olfateándote, advirtiéndote

saboreándote cuando te halago, o sea

trocando las funciones sensoriales, ¿entiendes?

mírame hembra, ocultando palabras en vocablos cultos

cual si las palabras fueran paquetes insociables,

adustos y con pretensiones de abandono en exportación de libre comercio traidor

hembra, rehabilítame de tan patológico rol social de poeta

Ambos textos no buscan hacer una apología o neo romantizar la escritura y tampoco la imagen de quien la

ejecuta, ambos nos plantean la óptica de un ser con conflictos que piensa y espera lograr una satisfacción

mínima, el deseo de respuestas personales ante tanta tribulación y desencanto y en lo posible por medio de la

creación. En “Sería bueno” esto se invoca como medio para conseguir el anhelo eterno y fallido de una

trascendencia ante el fracaso intrínseco que a semejante tarea impone la precariedad e indiferencia humana.

De cualquier modo esto se maneja como una lucha subjetiva que vale la pena pese a su resultado por el mero

hecho de intentarlo, de escribir.

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Page 38: Cinosargo XXIII Edición de abril del 2010.

En el segundo texto “el rol social del poeta” la poesía se vincula a las relaciones interpersonales sólo que en

vez de centrarse en el cortejo tradicional, la creación y el discurso se hacen efectivos apelando a la mujer

pero desde la forma más animal que el código que hace posible nuestra comunicación, en este caso el

español, permite. Las pulsiones ante esa “hembra” que se invoca y que aparece como destinataria en otros

poemas del libro, tratan de desatarse y se tensionan hasta el punto máximo que el lenguaje programado,

codificado, convencional da cabida pues el hablante sin duda se debate en un desboque de los sentidos y la

ansiedad de oler, palpar, saborear y no poder llevar eso a una lógica, que es la razón y leitmotiv de nuestras

sociedades y su estructura.

Retomando el ejemplo de George Romero, y cómo este se vale de un medio como el cine comercial para

exponer sus ideas y cuestionar desde dentro, estos mismos vehículos de expresión humana y a lo que

conducen: Las alfombras rojas, los estereotipos, las premiaciones y los sueldos ridículos de una estrella

Hollywoodense ante la hambruna de niños, otra forma de canibalismo y zombificación de la especie.

Podemos pensar como el terror que suele ser categorizado como un medio clase b y de entretención

superflua sobre todo al proceder de Hollywood, sin embargo, el género en muchos casos puede tal como

ocurre también con la fantasía y la ciencia ficción escapar gracias a los autores de las limitantes culturales

ligadas a la industria de la enajenación y mirarse a sí mismo como lenguaje y narración y al mismo tiempo

leer la realidad que lo cobija y plantear interpretaciones profundas que nada tienen que envidiar a la

sociología y el estudio de la psicología de masas.

De ese modo la poesía que puede ser vista como un proceder burgués y contemplativo, en los versos de

Cantoral pretende desde lo tangible y comprobable en la cocina, la ducha o una transacción bursátil en el

banco de turno, situarse en la preocupación global que escapa del mero referente y la expresividad narcisista

del yo, mostrando como anverso del invocado orden y clausura jerárquica esperada en la urbe, la

multiplicidad y polifonía fragmentaria del ser.

Si no hiciéramos otra cosa más que leer erudiciones

corregir poemas, criticar novelas, componer canciones

supongo que seríamos criaturas formidables

dignas de constar en libros residuales,

y en los registros tecnológicos de las híbridas patrañas

y en los viñedos

círculos elitistas de sabios.

García Canclini habla respecto al mismo tema, el rol del sujeto testimoniante, sus mecanismos de creación y

los relatos que se cruzan abarcando lo cotidiano. El antropólogo argentino nos alumbra desde otro soporte y

con otro registro en los siguientes términos:

La mancha urbana se derramó sobre un enorme territorio, en el que ya casi no existen ejes organizadores. Es

evidente que la ciudad actual no puede ser narrada, descrita, ni explicada como a principios de siglo.

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Y agrega dos citas respecto al mapa urbano y el recorrido que hacemos, uno tomado del cineasta Wim

Wenders y el otro para graficar el flaneur (el deambular por la ciudad moderna) abordando la óptica de Julio

Ramos en Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XX

¿Cómo abarcar los sentidos dispersos de una gran urbe en los estudios culturales? Es, en parte, una

dificultad narrativa. Así la entiende Wim Wenders cuando dice que los mapas le resultan inquietantes, sobre

todo si se trata de un país o una ciudad donde nunca estuvo: considera todos los nombres y quisiera saber

qué indica cada uno. "La observación de un mapa sólo se vuelve soportable si intento encontrar un camino,

trazar un itinerario y de ese modo viajar por el país o la ciudad" El urbanismo nos coloca problemas

semejantes, anota Wenders, a los que tienen los constructores de relatos: se trata de describir caminos y

orientaciones en un universo donde de lo contrario se podrían alcanzar miles de diferentes lugares sin llegar a

ninguna parte. Esa incertidumbre angustiosa ante lo múltiple desordenado se potencia en muchas ciudades

latinoamericanas, crecidas sin plan y con vértigo.

Y luego ante la pregunta: ¿Qué es lo que se mira cuando se pasea por la ciudad moderna?

Ser fláneur, anota Ramos, no es sólo un modo de experimentar la ciudad. "Es, más bien, un modo de

representarla, de mirarla y de contar lo visto. En la flanería el sujeto urbano, privatizado, se aproxima a la

ciudad con la mirada de quien ve un objeto en exhibición. De ahí que la vitrina se convierta en un objeto

emblemático para el cronista".

Relacionemos esto con la mirada de Cantoral al hablar desde el escaparate y situar al sujeto como un ente

cortado por las reglas de la oferta y demanda.

El paseo en tal medida: Es una operación de consumo simbólico que integra los fragmentos en que ya se

despedazaba esta metrópoli moderna. Al narrativizar los segmentos urbanos en la crónica, se construye

—mediante lo que Ramos llama "la retórica del paseo" — un orden de la ciudad.

¿Es posible abarcar conjuntamente los múltiples relatos que "organizan" la ciudad de la industrialización

económica y comunicacional? Pregunta García Canclini y esto nos demuestra la necesidad del poeta de

situarse en la panorámica social que se arma como un entramado de relatos provenientes desde diversas

fuentes.

Habría que resolver no sólo cómo articular las novelas, las crónicas periodísticas, los discursos políticos, las

representaciones radiales y televisivas de la ciudad, sino lo que aún es más complejo: cómo conectar los

múltiples relatos internos y externos que la atraviesan. (…) la información y los mensajes publicitarios, las

telenovelas y series policiacas de los circuitos transnacionales. (…)Los relatos de la megaciudad se hacen

también en los teléfonos y faxes, en la comunicación televisiva y financiera que la vincula con otros países.

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En conclusión la suma de los planteamientos expuestos a la luz de la poesía de Cantoral nos deja flotando en

la idea de ciudad efímera, video clip o comida rápida como anestésico y placebo para la satisfacción de la

ansiedad. Esto lo grafican los versos transcritos y analizados. Por tanto la idea que emerge es un metro,

aeropuerto, mall o calle principal llena de escaparates, carteles con publicidad, mucha gente yendo y

regresando sin detenerse a dar la hora o sin importarle chocar con otro ser vivo en su deambular, los duty

free, escaparates y miles de maniquíes que nada tienen que envidiar a los vivos que sobreviven sometidos

bajo la idea de un flaneur inconsciente y ciego.

Aquel concepto decimonónico de Baudelaire, aparece en los textos de Cantoral como una dicotomía que toma

la esencia del transitar sin rumbo y en la ciudad tal como Nicolás Casullo un pensador argentino

conceptualiza, hablando de Baudelaire: “(…) el flaneur como una figura de la época de la metrópolis en el XIX,

se refiere a aquel que flota en la ciudad, la recorre, la mira, la visita diariamente (…) Su poética tomará los

temas los temas de esa nueva ciudad: la multitud, lo anónimo, lo fugaz de las visiones, la maravillosa soledad

de la noche y sus extraños personajes: el trapero, el borracho, las mujeres de la tentación”.

La diferencia en Cantoral está en cómo se soluciona el concepto de flaneurismo. Por una parte en la rendición

de las masas al ser paseantes y espectadores de sus vidas y en un sentido anverso más ligado a la clásica

mirada del simbolista francés, al asimilar esta condición al poeta o creador tal como ya lo vimos al hablar de

“Seria bueno” o “el rol social del poeta”

El creador según Cantoral, para nada queda inmune o ajeno a esta condición de enajenado social en un

sistema consumista neoliberal, la variante está en que al menos alcanza a atisbar y dar a conocer gracias a su

sensibilidad o percepción, ciertos destellos de oscuridad que lo apartan aunque sea de forma momentánea de

la miopía del atiborramiento, la artificialidad de un sol de neón y el milagro de las comidas rápidas y salvación

Express pudiendo ser de nuevo un sujeto testimoniante y comunicador y no sólo un receptáculo.

El remate del poema “Ciego filántropo” es clarificador: “me amilana con su mirada de pies a cabeza / y le

pregunto ¿Quién puede vivir sin luz? / y me responde ¿Quien puede vivir con ella?”

Dentro del poemario podemos a lo largo de los veintinueve poemas que lo componen atestiguar el conflicto de

sus hablantes y a través de estos al creador y su nexo con la realidad que lo compromete y lo vincula. Él se

sabe parte de un sistema, un lugar de carácter distópico, un no-lugar diverso al que Moro y los contractualcitas

pudieron proyectar en su soñada coherencia y racionalidad.

En este sitio, en abierto estado de sitio y control de las mentes y cuerpos, la máxima realización del hombre

descansa en todas las facetas que podamos proyectar gracias al marketing y el tan prometido éxito con

slogan incluido: Transar, diseccionar y poner a la orden de las distribuidoras y empresas, convicciones, células

y deseos.

Por eso se repite esa condición transada de sus voces y referentes que marcan el tono del poemario, vemos a

un ser transido en sus deseos, fisurado en su materialidad y ajeno o distante a los grandes relatos, sumido en

el descreimiento de todos los grandes postulados y épicas románticas y locales.

Las grandes luchas ya no son en pos de un estado, una comarca o por lo que se entendía como la noble

causa de la soberanía ante un invasor. Tal como dice en el poema “protocolo” la colonización huele a perfume

y tiene un soundtrack aparejado, es una pasarela al uso y los espectadores aplauden o esperan su destino

como simples objetos o consumidores a crédito.

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Es ahí donde entra “Escena”, el poema más largo del texto que pone en movimiento todo lo enunciado dando

urgencia al rol de la palabra que lucha contra el tiempo y el espacio. Nuestro tiempo y espacio codificado bajo

los mecanismos que hemos conceptualizado y puesto en vitrina para su consumo.

Abatido por la depresión / no te digo que es canción / sino poema / que no rima / porque requiere mucha

cabeza / y mucho tiempo / y ya no hay tiempo que perder / porque la vida esta detrás de una pantalla de agua /

en una cama de agua / en una piscina sin agua / en un país como este / donde no hay historia /y sin embargo

hay mucho pasado / y presente y mucha mortandad de frente / pero no futuro, porque es muy duro / saber que

no hay cafeína / ni químicos suficientes en la tabla / ni leyes naturales comprobables / para ser, renacer y

hacernos.

La incesante lucha de ser y tener una identidad, un pensamiento en un siglo en que nos tratan como

consumidores de última generación pero ciudadanos del siglo XVIII por ende el juego de existir parece un azar

a combatir y que tal como dice el poeta… Sería bueno… al igual que en una partida pudiéramos regresar del

cementerio / a seguir luchando / sería bueno vivir en el azar de la estrategia.

La estrategia de la palabra del poeta Cantoral que no duerme ni reposa reificado como token de cambio en un

anaquel.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Chile-2010.

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La pelvis de María Lionza

Michelle Roche Rodríguez

Aquí lo veo m’ijita. Ese hombre es para ti. Si se niega es porque le montaron un trabajo.—Comenzó a decirle la

Lenta, una bruja que le había recomendado su prima, quien tenía la costumbre de visitar a una nigromante, un

homeópata y un astrólogo en las fechas cercanas a su cumpleaños. Bárbara llegó hasta ese despacho en la

Calle Eduvigis, después de tomar la medida desesperada de buscar ayuda sobrenatural para conseguir el

amor de aquel hombre.

¡Un trabajo, niña! A tu hombre le montaron un trabajo. Lo amarraron. Le respiraron tabaco e’ la nuca. Pero está

escrito, ustede tienen que está juntos. Eso dice la reina de corazones aquí en la carta. Por cierto: la tiene

volteada, señal de que un trabajo está fastidiándote el amor.

Desde que llegó a Petare, Bárbara se arrepintió de buscar allí lo que no había perdido. El sol le picaba sobre

la cabeza y hasta en los párpados tenía calor. Mientras maldecía llevar el suéter que la protegía de las miradas

sadistas de los desconocidos, se abanicaba con un anuncio de rebajas en electrodomésticos. Le sudaban la

comisura de la boca, los codos y detrás de las rodillas. Estaba metida en el inflamado pandemonio tropical que

es el mercado de Petare. Olía a fritangas y a carburador de carro. La atacaron rabiosas bocinas de motos,

autobuses y carros. Le ofrecieron pantalones, ropa interior, llamadas internacionales, alisado japonés y hasta

masajes de dudosa culminación. Ella era apenas un manojo de sudor y nervios. Los niños descalzos que le

decían señora, los hombres sin camisa que la llamaban mamita ven pa’ que veas lo que tengo aquí, y las

mujeres que le pedían una limosnita por el amor de Dios, le dieron ganas de devolverse. Pero cuando iba a

emprender la retirada, consiguió la calle Eduvigis zigzagueando sobre el cerro.

Allí vivía la famosa Lenta. Mientras ella le hacía señas para que se acomodara en la mesa para leerle la suerte,

Bárbara se preguntaba por qué su prima le había recomendado tanto a esta mujer, si su nombre indicaba

ineficiencia. Pero esto es Venezuela, los nombres son una cosa, y otra distinta son las cosas que llaman.

¿Y entonces, compro cariaquito morado? –le respondió Bárbara.

No. Esto es má fuerte, tiene que i a la raíz. Ve pa’ Sorte. Vé a buscá a la Reina.

Maria Lionza. Para Bárbara era sólo la estatua de la mujer desnuda en la autopista que, montada sobre un

tapir de piedra, alzaba los brazos hacia el cielo, sosteniendo entre sus manos un hueso de pelvis, símbolo de

su feminidad voluptuosa. Los que saben algo de ella, la llaman Diosa. Cuentan que otrora fue la hija de un

español y una caquetía, destinada al matrimonio con un criollo adinerado. Ella, sin embargo, se le escapó al

destino y fue a parar a la selva. Cuando su papá la halló le tuvo asco, la encontró maniatada, siniestra y más

libertina que nunca: le había agarrado gusto a estar entre los pocacosa. Para un peninsular estaba bien meter

en la cama a las indias; pero para su hija, andar con los esclavos era una afrenta inaceptable:

¡Para andar con vagabunderías, te buscas un conuco lejos aquí!—le dijo.

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Pero el Negro Felipe, el único padre querendón de María, sabía que su papaíto de sangre no la iba a dejar sola

para que se metiera en la hamaca de cualquiera. Por eso, un día San Juan, María y su esclavo fiel se fueron a

perder montaña adentro. Frente a un río se pararon a descansar la faena y allí mismo los consiguió un ángel.

Tuvo que taparse los ojos, porque el indiscreto emisario celestial había interrumpido el agradecimiento que,

pelvis con pelvis, María le daba al libertador. Dicen que se llamaba Gabriel, el ángel, pero eso es demasiado

pedirle a las comparaciones con la otra María. El ángel (Gabriel, Genaro o Luzbel) le encomendó a María

Lionza la mismísima Patria:

Estas tierras llevarán tu nombre, el pueblo te rendirá culto y quien pise esta montaña sin fe, será despojado de

su cuerpo.—Eso les dijo el ángel fisgón, mientras María y Felipe se escondían entre las árboles. Adán, él; Eva,

ella: los padres del mestizaje. Así comenzó la leyenda de la Ama del Río. La Dueña de la Montaña. La Madre

de Yaracuy. La Diosa de Venezuela.

¿Para Sorte? No… ¿No hay algo más fácil?

¡Ni que fueras a i en burro! Pregunta por el flaco José o por Marisabel, su mujé. Dile que te mando yo, que pa’

un trabajo de amor contrario. Ellos saben que hacé. No te vá a dejá jodé por la otra mujé.

¿No hay algo más fácil?

Ándate el fin de semana que ellos van a vé a la Reina. Aprovecha, que el vierne é el día de la resitencia y de la

raza y María Lionza se pone de buenas. Yo le prendo una velita a la Coromotiana por aquí, tu sabes, pa’ que

ataquemo por todo lado. No te acalore, mija, si le dices al Flaco que vá de mi parte, no te vá a pasá nada. Él te

cuida, y de pasada te quita la pava. Llévate tresciento cincuenta mil bolívares, o un poquito más, porsia la

Guaichía se pone dura.

De buena gana aceptó el Flaco José aquél dinero que le llegaba desde la capital. Le aconsejó a Bárbara

apartar otros doscientos mil bolívares más, pues por esos días iba mucha niña linda con trabajos difíciles pa’ la

Reina. Mientras contaba los billetes, sonreía con trabajo desde su expresión. Tenía cincuenta años, pero no

conseguía quien le creyera la edad. Los crespos negros sobre su cráneo no pintaban ni una cana. Sus

párpados apenas mostraban la mitad de sus pupilas dilatadas. Sus casi dos metros de humanidad se movían

incómodos dentro de la covacha mínima donde habitaba con su mujer.

Marisabel, en cambio, parecía su mamá. Los mechones de pelo mal pintado de rojo le caían sobre los hombros

y los ojos estaban dentro de un desorden de patas de gallo. Se veía como una anciana, pero era quince años

menor que el Flaco José. Marisabel no dijo nada mientras su pareja hablaba: nunca increpaba a los vivos.

Ambos daban la impresión de haber visto infiernos en varios mundos. Conocían las artes de las cortes

celestiales, pero sólo pedían milagros a malandros. Y a la Reina, claro, que es a la vez la mujer de los

delincuentes y la amante de los católicos.

Mientras le explicaba qué era la santería y en qué consistía la visita a Sorte, el Flaco José puso una colección

de estampitas sobre el mantel de plástico que a duras penas tapaba la mesa. Primero, Bárbara pensó que eran

estampas de santos, pero pronto le asustaron. Estaban armados con pistolas y chuzos, empuñaban botellas de

ron o cerveza, y a los más inofensivos se los veía entre los humos de cigarros. Parecían más bien mafiosos del

Bronx: la mitad de la cara se la cubrían cachuchas y lentes oscuros.

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Unos tenían barbas como Matusalén, otros tatuajes como presidiarios. Sus nombres la llenaron de la

incómoda seguridad de que estos santos seguían vivos por las urbes criollas: Petróleo Crudo, Malandro

Ratón, Felix Azuaje, Luis Segundo Virguez, Tres Cuchillos, el Muelita, el Chino, William, Oscarcito, Rigoberto

Martinez… Eran lo santos de la Corte Malandra, una jerarquía divina que gobierna el más allá desde el

infierno. El Flaco José contaba que ellos habían vivido armados y murieron a tiros en las calles del

subdesarrollo venezolano.

Mira, catirita, éte es el má importante: El líder de la corte: el malandro Ismael.

Bárbara sólo conocía al Ismael de la Biblia. Era hijo de Abraham con Hagar, la egipcia que le ofreció su

esposa para darle el primogénito que su viejo vientre le negaba. Abraham lo quiso de buena gana. Pero

cuando la legítima quedó en estado de Isaac, la pareja despidió a la concubina y al primogénito,

condenándolos a andar sedientos por el desierto. Ismael identificaba al desplazado; al hombre hecho extraño

sobre su propia tierra y condenado a vivir sobre la nada, vulnerable a la misteriosa voluntad divina. Dentro de

sus mundos áridos cada Ismael, el de la antigüedad bíblica y el de la modernidad subdesarrollada,

confeccionaron sus propios mundos con reglas bizarras. Ismael es la luz opaca que ilumina el lado siniestro

de la vida.

No te me confunda, catirita. Este Ismael estaba bautizado. Pero mi’a, ni Jesusito lo salvó del puñal que le

clavaron en una pelea. Él me habla a mi, a vece viene a bucame pa’ contame cómo le va en el cielo. Así,

como lo profeta que tú mienta.

Mientras el Flaco José le hablaba del Malandro Mayor, Bárbara trataba de desentrañar la relación que podía

existir entre una la diosa colonial, el desplazado bíblico y el criminal hecho ángel. Ella, por fin, entendió lo que

había estudiado durante años en la Facultad de Letras: qué hacía de Venezuela el territorio de lo real

maravilloso. En un país donde el desorden es regla, lo maravilloso no puede ser una fuerza positiva y lo real

sólo puede ser un portento que hace vulnerables a los seres humanos. Así, Dios es Demonio y el Infierno es

la única institución perdurable.

Pero el Flaco José hablaba demasiado rápido y Bárbara tuvo que hacer una nota mental de sus reflexiones

para repasarlas cuando saliera de Sorte. El objetivo era conseguir el amor de aquel hombre.

Era un buen hombre, Ismael, defendía su territorio de otro coño ‘e madres y repartía lo que tomaba entre lo

má pobres. En el barrio lo recuerdan con cariño, porque amarraba a lo dueño de abasto mientra lo hambriento

se metían a agarrá comida. Tú sabe que por allá se vive con la lombriz a toda hora en la barriga.

Antes de rezarle a los delincuentes muertos, el Flaco José le rendía pleitesía a los criminales vivos. A los

quince años él y una pareja de zalagatones, se paraban en los semáforos de Boleíta. Llevaban una caja de

latón. Esperaban a que apareciera una mujer metida en su carro, con las ventanas abajo, aireando los

calorones del tráfico. Ella ni los veía, tantos así son los hijos de las calles. Ellos aprovechaban su distracción

para sacar una rata de la caja y arrojársela en el regazo. En pánico, la mujer se salía del carro. Mientras

gritaba, a los muchachos les daba tiempo de meterse en el carro y apretar el acelerador. La rata salía dando

tumbos antes de que la luz terminara de ponerse en verde. En cualquier chivera los malandrines vendían el

carro y se entregaban en una borrachera que bailaban en Playa Pantaleta.

Hasta que confundieron a un ministro con una señora horrorosa y fueron a parar, con todo y rata, para la

judicatura. Por un mes, lo que llevó fue palo, contaba el Flaco José. Cuando lo soltaron se encontró con que

debía cumplir una promesa.

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Si no te mataron fue por que yo le recé y le recé y le recé a Jhonny Bravo— le dijo su mamá, que había

dejado de comer chocolate, fumar y hasta de tirar para que alguna divinidad le hiciera la gestión con Dios

para sacar a su hijo del infierno. Luego, había ido a ver una santera que le recomendó ponerle velas a un tal

Jhonny Bravo, otro santo canonizado en la corte de los barrios. Decían que éste era bueno para rescatar a los

jóvenes de las malas juntas y de los pasos torcidos por la vida.

Al Flaco José no le quedó de otra que encomendarse a su redentor. A punta de prenderle velas todos los días

a las joyitas del a Corte Malandra, a las Tres Potencias y a uno que otro santo bonachón del devaluado culto

católico, el Flaco José comenzó a agarrarle gusto a la santería. Disfrutaba la compañía de los espíritus,

porque sólo ellos podían entender los recovecos de su cabeza. Por esos días, La Lenta “descubrió” su

vocación de médium cuando lo consiguió en un trance de ron, un sábado por la noche. Y a través de ella, él

conoció a Marisabel, que también era buena para hacer contacto con el más allá. Años después, ellos se

fueron a Yaracuy para hacer dinero con los pobresdiablos que no tenían el don de conocer los secretos de los

muertos.

La capital é otra cosa. La gente anda de mala todo el tiempo. Todo é un tiroteo. ¡Qué va! Aquí vive uno má

tranquilito y con la protección de la Reina Guaichía. ¿Pa’ qué má?–Se preguntaba el Flaco José.

Bárbara lo escuchaba todo entre sorbos de anís y de ron. Tomaba y tomaba, sin emitir juicios. La caña le

daba sensación de sosiego a su alma y apariencia de inmunidad a su cuerpo. Así son las mujeres

independientes de la Caracas moderna. Todo pueden beberlo, todo saben hacerlo. Mientras más al Este

quedan los guetos que habitan, más se convencen de que lo único que hace falta para que salir del

subdesarrollo es estudio, trabajo y dinero. Más seguras están de que nada puede pasarles a ellas que son

inteligentes y bonitas y de buen corazón. Cuando el alcohol le dio la impresión de que se había abstraído por

completo del mundo real, le comenzó, como una tenue zozobra, el terror de quien se sabe haciendo turismo

en el mundo marginal de las pesadillas.

La verosimilitud la acompañó hasta la subida del valle donde nace el río Yaracuy. No hacía falta caminar

mucho para comenzar a oír el tucu-tucu-tú, tucu-tucu-tú, tucu-tucu-tú… tucututucu, tucututucu, tucututucu…tú.

Bárbara avanzaba dentro un carnaval de menesterosos y cada vuelta al cerro era atravesar una cámara

nueva en el infierno. Desde la primera estación el Flaco José prendió un tabaco. Tucututucu, tucututucu,

tucututucu…tú. Los tambores lastimaban los oídos de Bárbara. Olía a asafétida y amoniaco. En las cavernas

incrustadas en la montaña, estaban los santos del sincretismo venezolano iluminados con sus velas. Entre

los primeros círculos Bárbara se percató que la santería desafiaba a la historia lúcida: San Benito conversaba

con el Catire Páez, mientras veía con lujuria a una monja de ojos exóticos. José Gregorio Hernández

acompañaba a Negro Primero, que le hacía guiños a Isabelita.

Pobre mujé, ¡Yo no sé quién se atrevió a ponele un negro delante a esa pobre niña, catirita! Isabelita odia a

los esclavo, porque uno la violó. ¡Imagínate ejta vaina, cómo son de insensible alguna gentes!—dijo el Flaco

José.

Más allá, María Lionza comandaba su corte, secundada por su negro Felipe y el indio Guaicaipuro. Simón

Bolívar y el Malandro Ismael compartían una mesa con frutas y flores: esas son las cosas del país, a la hora

de comer, los delincuentes y los padres de la patria se sientan como iguales en la misma mesa. Bajo una

mata quedó Francisco de Miranda, a quien la Guaichía malquería por oligarca y Bolívar odiaba por nuevo rico.

Tenía enfrente dos velas y una mano de cambur.

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Por todas partes había azabaches y cruces. Había una algarabía de noche de brujas, como un cementerio

de muertos vivientes donde los convocados gritaban sus agonías. Había hombres tirados en el suelo entre

contornos de cal y velas encendidas. Había mujeres y hombres bailando tambores, despojándose de sus

ropas y de sus vidas. Bárbara observó sus pies encallecidos, acostumbrados a andar descalzos sobre mar,

tierra y fuego. Tucututucu, tucututucu, tucututucu…tú. Pedazos de luz se encendían entre la tierra, donde los

chamanes bailaban, borrachos de alegría. Tenían los pies vueltos tizón y el tabaco en la boca. Bárbara

estaba agotada.

Ya vamo, catirita, uno pasito má.—Quizás fue media hora más tarde, cuando ella vio, entre la espesa

maleza, lo que casi la hizo salir corriendo: un hombre en trance le gritaba a una gran hoguera, y el fuego…

¡Le respondía! Otro hombre la abrazó, evitando que Bárbara pegara la carrera montaña abajo. El Flaco José

se cuidó de separarla rápido del desconocido:

Por aquí é, muchachita—Cuando el Flaco José abrazó a Bárbara, para dirigirla, todo se envolvió en brumas

de sueño: mucha gente, humo en demasía, gallos negros con las plumas paradas y los picos enrojecidos. Y

una intoxicación como jamás la había sentido. Prolongada. Sabrosa.

Una imagen del Flaco José le iba diciendo cosas en la lengua del infierno. Él ponía cara de jabalí y de

angelito. La tocaba. La tocaba primero suave, luego más fuerte. La violentaba. Bárbara olía la quemazón de

su piel, sin sentirla. ¡Tan contundente era el poder que la poseía! Con los ojos cerrados, vio a una mujer

sobre un caballo que corría indómito entre espesa maleza. El azufre hedía. Aquel hombre apareció entre la

selva montañera sobre en un caballo. Lanzó desde su grupa a una mujer con el cabello rojo. Y la montaba a

ella. La tocaba. La tocaba primero suave, luego más fuerte. La violentaba. Oyó versos a gritos. Se espantó.

Marisabel vociferaba para que Negro Primero dejara en paz a Isabelita. Y el Negro Felipe atravesó una

puerta abierta en el cielo para salvarla. Se transformó en Johnny Bravo. Luego se hizo rata. El Flaco José

rompió una ventana celestial que José Gregorio Hernández había cerrado con llave. Un caballo corcoveaba

entre los árboles. Johnny Bravo se montó en una rata. El animal se parecía al malandro Ismael. El Flaco

José se lo comenzó a coger. Todo olía a azufre. Y a ron. Y a caña blanca. Todo se iba desvaneciendo entre

recuerdos brutales. Bárbara vio a Simón Bolívar. Y vio a Isabelita. Y a aquél hombre. Y a Francisco de

Miranda, comiéndose un cambur.

Marisabel llevaba una corona de flores sobre su cráneo sanguinolento y se besuqueaba con el Flaco José

que iba sobre una danta. Él ya no hablaba. Ella gritaba. El azufre ardía. Y los gallos: ¡quiquiriquí!. Un perro le

lamía los pies. Los tambores repiqueteaban con la fuerza de las náuseas. Se turnaban con los ladridos del

perro que comenzó a morderle las nalgas. Todo olía a azufre. Todo sabía a tabaco y a ron. Hasta que la

oscuridad se hizo total…

Tucututucu, tucututucu, tucututucu…tú.

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Al día siguiente, Marisabel se despidió de ella con un abrazo. Cuando el esposo intentó acercarse, Bárbara lo

detuvo. Ya nada olía a tabaco. Ni a Ron. El hedor de azufre quedó para sus pesadillas. Pero el Flaco José le

causaba amagos de vómito. Se sentía maniatada, con la humanidad hecha siniestra.

El dolor que le atravesaba de la piel a los huesos de la pelvis, cortaba como el terror. En su cuerpo se había

instalado el mestizaje de lo sagrado y lo profano. Por la garganta se le deslizaba el asco de sí misma.

Buscando lo sublime, se incrustó entre los desplazados y la brutalidad la hizo vulnerable. Preguntó qué había

pasado la noche anterior. Le explicaron: María Lionza la había poseído.

Cuando llegó a su casa, llamó a la Lenta a preguntarle cómo estaba todo con la Virgen de Coromoto:

Perfecto, esa vela se consumió y la noche estuvo serena. Te va a i bien. Pero no lo invite a bebé, que no te

conviene.—Fue el augurio de la Lenta.

Resuelto, vamos a tomarnos un café.

Antes de encontrarse con aquél hombre, Bárbara pasó por la farmacia a comprar las pastillas del día siguiente.

Le dio pena pedirlas, porque la atendió un muchacho con cara de no saber ni cuál era su propia pinga. Dentro

de su carro, después de que tenía más de cuarenta y ocho horas pensando en el asunto, se dio cuenta que

tener que comprar esas pastillas era la conclusión menos mala de su pesadilla. Otras mujeres, con las mismas

agallas que ella, no hubieran vivido para contarlo. Su único castigo era saberse sucia de infierno y barrio.

Cuando se estacionó frente al café, sacó la cajita mínima. Desde su carro, Bárbara podía ver a aquel hombre

esperándola en una mesa para dos. Lo interesante de un ingeniero es que nunca ofrecen sorpresas. Como era

domingo iba vestido de kakis y franela polo. Aquel hombre ya había pedido un café y veía de un lado a otro,

como preguntándose qué hacía él solo en ese lugar. Quizás ella le había robado el tiempo al proyecto tan

importante de construir un nuevo centro comercial en Caracas.

Bárbara sostuvo las dos pastillas entre sus manos. Adentro estaban las instrucciones. Este remedio contra las

consecuencias es más efectivo si se toma antes de los dos días. Bárbara se las tragó haciendo buches de

saliva. Le angustiaba no poder recordar si el Flaco José había usado preservativo.

¿Para qué iba ella a declararle a aquél hombre que estaba enamorada de él? ¿Qué podía ella ofrecerle ahora,

si su cuerpo era la síntesis entre lo sagrado y lo profano, lo flamante y lo opaco, la realidad y su periferia?

Ya ni siquiera era trascendente si él la quería o no.

Mientras pensaba en esto, un biencuidado le hacía señas para que estacionara mejor el carro y se bajara. Ella,

sin verlo, encendió el motor y se fue. Sorprendido en su faena profesional por la displicencia burguesa de

Bárbara, el biencuidado, atónito, la observó alejarse y sólo atinó a gritarle:

¡Grandísima puta!

Más información de la autora en: http://michellerocherodriguez.blogspot.com/

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ACERCA DE TRES OBRAS DE GEORGE ORWELL

por Juan Carlos García Araya

Son escasos los buenos escritores que poseen obras tan claramente marcada por sus experiencias

personales como es el caso de George Orwell (Eric Blair, 1903-1950), el escritor inglés. Sus principales títulos,

“La Granja de los Animales” (1945) y “1984” (1949), están directamente inspiradas en su accionar tanto

periodístico, social y como combatiente político.

El análisis de la realidad europea en las primeras décadas del siglo XX le reveló, como a muchos otros, la

importancia estratégica de la Guerra en España: la primera batalla contra las pretensiones del Fascismo por

dominar Europa y el mundo. Los principales países europeos, Inglaterra y Francia no lo entendieron o no

quisieron comprenderlo de esa forma, escudándose bajo el Acuerdo de No Intervención. En vista de eso,

Orwell no dudó en comprometerse personalmente en la defensa de la República española, directamente en los

campos de batalla. El tiempo le dio razón, la bombas nazis no sólo cayeron sobre Guérnica sino también sobre

Londres, y París fue ocupado en una Francia derrotada y humillada.

“HOMENAJE A CATALUÑA”

El intenso quehacer como luchador voluntario en la guerra civil de España, lo dejó plasmado en su libro

“Homenaje a Cataluña” (1938) donde narra su participación como miliciano del POUM (Partido Obrero de

Unificación Marxista) en el frente de Aragón y en las calles de Barcelona durante la España de 1937. Allí se dio

cuenta que no era sólo la lucha contra el fascismo sino que se estaba produciendo una revolución.

El literato inglés estuvo en los lugares donde el socialismo se llevaba a la práctica. Por un lado conoció la

rudimentaria y primera experiencia de colectivismo quedando admirado por la igualdad y camaradería

desplegada entre los combatientes en las trincheras. Por el otro, sufrió el sectarismo y la disposición de los

partidos comunistas, especialmente el soviético, de impedir que esta experiencia se transformara en un

movimiento revolucionario.

Orwell manifiesta en su severo testimonio, que la lucha, según el P.C.E. (Partido Comunista de España) era

sólo contra Franco y el fascismo, para restablecer la República democrática pero no para llevar a cabo la

Revolución. Esto a pesar de que en los primeros días de la beligerancia, las experiencias de poder popular y

control obrero eran abundantes, positivas donde los milicianos habían enfrentado eficazmente a los

nacionalistas. En los hechos era la guerra de la clase obrera.

Gradualmente, condicionado por el apoyo soviético, el gobierno republicano bajo el pretexto de concentrarse

en la lucha contra Franco, fue intervenido por los comunistas y sus aliados. Estos rápidamente tomaron el

control a fuerza de represión y con una dura campaña de manipulación informativa y desprestigio a través de

su prensa en contra de los anarquistas, el trostkismo, del P.O.U.M y contra toda manifestación revolucionaria.

También, el P.C.E. reorganizó la Guardia Civil “apolítica”, neutral y constituyó el Ejército Popular que utilizó en

esta represión. Decretó además, la disolución de las milicias populares y requisó su armamento.

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Orwell fue testigo de toda esta situación, escribió y contó rigurosamente lo que vivió en el frente de Aragón y

en las barricadas de Barcelona en las jornadas de Mayo de 1937. En las trincheras sufrió la privación

dramática de pertrechos y de armas. En Barcelona vivió los enfrentamientos entre los milicianos y los

estalinistas por el control de la ciudad. Finalmente el P.O.U.M. fue declarado fuera de la ley, sus miembros y

dirigentes fueron perseguidos y encarcelados por lo que Orwell y su esposa debieron dejar el país.

A pesar de todo Orwell siempre se manifestó como marxista, pero partidario de un socialismo democrático.

Luego de su experiencia en España, Orwell se trasformó en ferviente antiestalinista y luchador contra de todo

tipo de totalitarismos lo que plasmó en sus dos principales obras ya mencionadas al inicio de esta nota, “La

Granja de los Animales” y “1984”.

“LA GRANJA DE LOS ANIMALES o REBELIÓN EN LA GRANJA”

Fruto de esa amarga, pero a la vez rica experiencia, George Orwell escribió “La Granja de los Animales”

(Animal Farm) que él mismo confidenció en una carta que lo hizo “contra Stalin”, aunque con el tiempo la obra

sobrepasó ese objetivo.

Esta obra satírica fue publicada en 1945 y no sólo representa una alegoría de las sociedades totalitarias de la

época, el estalinismo y el nazismo, sino también del capitalismo actual donde prima la corrupción del poder, la

maldad, la indeferencia, la ignorancia, la avaricia y la destrucción de cualquier posibilidad de utopía.

Como lo hemos visto anteriormente, Orwell aprendió de la lección española hasta qué extremos se puede

llegar cuando se tiene el poder.

Sin embargo, no critica la Revolución en sí misma sino más bien las desviaciones que se producen con ella.

La corrupción de sus líderes, la ausencia de verdadera democracia y la indiferencia frente a los horrores

cometidos por los dirigentes.

En Noviembre de 2002 el escritor norteamericano John Reed (ninguna relación con el autor de “Diez días que

estremecieron al mundo”) publicó “La oportunidad de Snowball” (Snowball’s Chance) como una respuesta a la

obra de Orwell. El autor declaró: “Mi intención fue aplastar a Orwell, hice lo mejor que pude para aniquilarlo”.

La trama relata el retorno del cerdo Snowball a la granja, uno de los personajes de “La Granja de los

Animales”, para instaurar el Capitalismo que resulta tener sus propios defectos.

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“MIL NOVECIENTOS OCHENTA Y CUATRO”

En esta novela política de ficción distópica, George Orwell introduce el concepto del Gran Hermano (Big

Brother), de una sociedad vigilada, controlada, totalitaria y represora, donde la Verdad es rescrita por el Poder

cuanta veces le sea necesario. Publicada en 1949, muchos críticos la analizan como una alusión directa al

régimen soviético y sus satélites. En el libro podemos encontrar numerosa s referencias a ese bloque.

Recordemos solamente un caso, en las fotografías de la ex-U.R.S.S. (la ex - Unión de Repúblicas Socialistas

Soviéticas), los personeros del régimen que caían en desgracia, que no obedecían a la postura oficial,

desaparecían, “evaporizados” de la historia.

De ahí nace el concepto de sociedad orwelliana que define una forma de sociedad. Este tipo de entidad

estuvo en práctica abierta en la ex-R.D.A. (República Democrática Alemana). Pero aún siguen vigentes,

aunque de manera más sutil. El Occidente y el capitalismo aprendió también su lección. Son las actuales, del

neoliberalismo, donde la vigilancia del individuo es solapada, pero omnipresente. Esta se ejerce a través de

un estado policial, con censuras y autocensura de los medios de comunicación, cámaras (“Sonría usted está

siendo filmado”), números, fichas, prontuarios, registros, tarjetas y un sinnúmero de implementos electrónicos

de control. Resultado: el ciudadano común perdió su libertad y ahora vivimos en una sociedad de esclavitud

por el consumo.

Orwell transmite un fuerte pesimismo sobre el futuro de la sociedad en estas obras, donde denuncia abusos,

deformaciones y corrupciones de los sistemas de poder. Sin embargo nos queda una leve esperanza en que

el ser humano, dejando de lado en parte su egoísmo, reaccione y actúe frente a estos peligros y luche, a su

nivel y posibilidades, por un futuro y una sociedad mejor, decididamente democrática. En un mundo cada vez

más controlado y manipulado es lo que sin duda a George Orwell le habría agradado presenciar.

* * *

Londres, 21 de Marzo de 2010.

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