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EL PENSAMIENTO DE ZAVALETA MERCADO Centro de Investigaciones de Sociología Universidad Mayor de San Simón RICARDO CALIA LUIS TAPIA * JORGE LAZARTE R. LUIS H. ANTEZANA J. CARLOS F. TORANZO ROCA GUSTAVO RODRIGUEZ OSTRIA FUD - PORTALES - FACES

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EL PENSAMIENTO DE ZAVALETA MERCADOCentro de Investigaciones de Sociología

Universidad Mayor de San Simón

RICARDO CALIA LUIS TAPIA

*

JORGE LAZARTE R. LUIS H. ANTEZANA J.

CARLOS F. TORANZO ROCA GUSTAVO RODRIGUEZ OSTRIA

FUD - PORTALES - FACES

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INDICEPag.

PRESENTACION 3ENSAYOSRICARDO CALLAZAVALETA Y EL INDIO 19LUIS TAPIAESTADO Y DEMOCRACIA 37JORGE LAZARTE R.LA CLASE OBRERA EN EL PENSAMIENTO DE ZAVALETA MERCADO 51LUIS H. ANTEZANA J.SOBRE EL CONOCIMIENTO SOCIAL EÑZAVALETA MERCADO. 63CARLOS F. TORANZO ROCA.MARXISTA Y RADICALMENTE BOLIVIANO 81GUSTAVO RODRIGUEZ OSTRIAZAVALETA MERCADO: EL VALOR DE LA HISTORIA 113 MESA REDONDAALGUNOS CONCEPTOS DEL PENSAMIENTO DE ZAVALETA MERCADO 131FERNANDO MAYORGA RICARDO CALLA.JORGE LAZARTE.LUIS TAPIA.LUIS H. ANTEZANA.CARLOS F. TORANZO ROCA.GUSTAVO RODRIGUEZ OSTRIA.

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Depósito -Legal N2 2-1-125-89Ia Ecuaon l.uÓO "EjemplaresDerechos ReservadosCentro de investigaciones de SociologíaUniversidad Mayor ; de San Simón

Composición-Diagramación-Impresión EDITORIAL AROLsrL Calle Santivañez 0-OI86 - Casilla 3419 Cochabamba-Bolivia

Impreso en Bolivia

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PRESENTACION

La última semana de febrero de 1988, el Centro de Investigaciones de la Carrera de Sociología (CISO) de la Universidad Mayor de San Simón organizó con el auspicio del Centro Portales un seminario con el tema: "El pen­samiento de René Zavaleta". Este evento contó con la participación de Luís H. Antezana, Ricardo Calla, Jorge Lazarte, Gustavo Rodríguez, Luís Tapia y Carlos Toranzo, y con la asistencia de más de un centenar de inves­tigadores y estudiantes.

Un evento trascendental No solamente por el hecho de inaugurar una veta de análisis y debate académico serio y responsable al­rededor de la obra de pensadores bolivianos

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sinó por recuperar un estilo de reflexión perdido en el desaliento y pesimismo del pensamiento crítico, resultante de cierto estupor ante la crisis de las ciencias sociales y ante los cambios his­tóricos producidos durante la década de los 80.

*La elección de la obra de René Zavaleta como tema de análisis resulta de su importan­cia para la comprensión e intelección de la Bolivia contemporánea - aquella que surge de la "victoria de abril de 1952 - y de su valor para el conocimiento de nuestra historia Una obra teórica indisolublemente ligada a una vida apasionada que tuvo como centro de sus des­velos, sus amores, sus penas y su orgullo a una sociedad amotinada frente al destino trágico y simbolizada en los obreros de las minas y en la "mása" en busca de su autodeterminación. Una vida y una obra inseparable de su pasión por Bolivia pese a la distancia, pese al exilio y pese a los frustrados intentos de un retomo an­helado y esquivo, finalmente alcanzado cuando la muerte agazapada en las calles de La Paz - esa gran marka - preparaba su celada definitiva

Una vida que se inició el tres de junio de 1937 en la ciudad de Oruro, aquellos días del "socialismo militar" y del ascenso político de Germán Busch. Sus padres fueron don René Zavaleta Arroyo, médico de profesión y doña Hony Mercado Rivero, maestra Sus primeros

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• «estudios los llevó a cabo, en el colegio Alemán. En 1949, en Un aciago octubre, fallece su padre, cuyo deceso lo afectará profundamente a lo largo de su existencia. Con la victoria de la insurrección de abril de 1952 y el inicio de la "revolución nacional" inicia su militancia en el MNR, la que se prolongará hasta 1970.

A los 16 años de edad se traslada, solo, a La Paz. Para mantenerse trabajaba ins­peccionando vehículos en El Alto y estudia en el colegio Bolívar nocturno, donde concluirá SU bachillerato. Más adelante, ingresa a trabajar en la Cámara de Industrias; de esa época se conservan hojas con el membrete de esa institu­ción en las cuales copiaba los poemas de libros que, en esas circunstancias, no podía darse el lujo de comprar. Alrededor de 1954, su madre se reunirá finalmente con él. Un año despulí, realiza un viaje a Buenos Aires, donde trabaja a salto de mata hasta la caída de Perón (sep­tiembre de 1955} y, luego, se dirigirá a Uruguay. A partir de 1956 se instala en Montevideo trabajando como periodista en el diario La M añana e inicia sus estudios universitarios de derecho. Dos años después es nombrado agregado cultural en la embajada de Bolivia en Uruguay. En 1958 retoma a Bolivia y ocupa el cargo de subdirector del periódico La Nación. Como periodista, al año siguiente, reliza SU primer viaje a la Habana (Cuba) en una

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delegación que, entre otros, incluía a Augusto Céspedes. En Cuba participa en las primeras charlas sobre lo que, después, sería Prensa Latina En Junio de 1959 se casa con Alma Reyles, a quien conoció meses antes en Mon­tevideo y quien lo acompañará toda su vida. Ese año también retoma sus estudios de derecho en la UMSA.

En Octubre de 1960 viaja a Santiago de Chile, nombrado primer secretario de la Em­bajada Boliviana en es pais. En 1962, luego de la ruptura de relaciones entre Bolivia y Chile por el asunto del rio Lauca, retoma a Bolivia el mes de abril Ese año inicia su candidatura para ser elegido diputado por Oruro y como tal es nombrado presidente de la comisión de asuntos internacionales del parlamentó. Este año y el próximo son, políticamente, muy ac­tivos; publica y participa del intento de efectuar una "segunda época" del periódico La Calle: una de sus pocas ediciones será confiscada, pues los titulares, que muestran la foto de un niño campesino, dicen: "Estos niños no tomarán leche nunca".

Es nombrado ministro de Minas por Paz Estensoro en 1964, cargo que ejercerá hasta el golpe de Barrientos en noviembre. Como resul­tado de la "Restauración" sale del pais rumbo a Caracas y, finalmente, radica en Montevideo con toda su familia. Allí retoma su trabajo en

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La Mañana y colabora con Marcha*, también comienza a escribir para EL Día, periódico mexicano. En el transcurso de 1965 escribe su

'primera obra importante: BOLIVIA el desarro­llo de la conciencia nacional que sera publicada en el Uruguay en 1967\ en la colec­ción "Despertar de America Latina"..En febrero de ese año retoma a La Paz y continúa sus es­tudios de derecho; en un período muy intenso de su vida, especialmente marcado por su amis­tad y diálogo con Sergio Almaraz Paz. En . algún momento forzado por la necesidad, trabaja un par de meses en una mina Cercana a Kami junto con Félix Rospigliosi. En 1968, luego de la realización del foro del gas, or­ganizado por la Universidad de Cochabamba,

. es confinado a Madidi donde permanecerá hasta la amnistía decretada en diciembre de ese año. A su retomo a La Paz culmina sus es­tudios de derecho con" un exámen sobre procedimiento penal.

En agosto de 1969 parte mmbo a Inglate­rra, luego de recibir una invitación para ser profesor visitante en el Latín American Center de St. Anthony’s College en Oxford y obtener sus documentos de viaje gracia a una "aper­tura" política decretada por Ovando. Después de cumplir su labor en Oxford y obtener su título de maestría en Sociología, pasa a la Universidad de Sussex como profesor del Ins-

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titute of Developement Studies en un programa especial. Posteriormente se dirige a la Univer­sidad de Vincennes, donde trabaja de octubre de 1970 hasta enero de 1971.

De retomo al país en abril de 1971, trabzja como profesor- investigador en la Facul­tad de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés. El gobierno de Juan José Torres ingresa a su fase crítica y, en un ambiente de agitación política, René Zavaleta desarrolla conversaciones para la conformación de lo que, posteriormente, será el Movimiento de la Iz­quierda Revolucionaria (MIR), Después del golpe de Banzer y la inútil resistencia a las FFAA. emigra a Chile y ejerce el cargo de profesora-investigador en el Centro de Estudios de la Realidad Nacional, organismo depen­diente de la Universidad Católica de Chile, donde trabajará hasta 1972. De igual manera, es invitado para trabajar como consultor de la .Oficina de Planificación de la Presidencia de la Repúblicá (ODEPLAN). Ahí desarrollará sus actividades hasta el derrocamiento del gobierno de Allende. * En esa época dirige algunos números de la revista Vanguardia, órgano de difusión del MIR, boliviano, partido en el que, pese a sus contactos iniciales, no llega a militar definitivamente.

Como resultado de la caída de la UP, en 1973 se encuentra residiendo en México en

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calidad dé encargado de asuntos sociales de la CEPAL. En noviembre de ese año se reúne con su familia, ya numerosa, con cinco hijos. Al año "siguiente, ingresa a trabajar en la Univer­sidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a la que estará ligado de manera permanente a partir de. ese período de su vida Allí trabaja como profesor-investigador en el Centro de Es­tudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Precisamente en 1974 la Editorial Siglo XXI de México publica su libro: El poder dual, libro que comenzó a "perseguirlo" en 1970, cuando trabajaba en Ox­ford, como demuestran otros manuscritos de esa época (concretamente el libro -inédito- La caída del MNR que contempla un capítulo referido al "poder dual"). A partir del año 76 comienza su labor como director de la Facul­ tad Latinoamericana de Ciencias Sociales

■«* (FLACSO) sede México, cargo que ejercerá hasta 1980. Este período de su vida, aparte de la labor académica, está muy marcada por ac­tividades de tipo administrativo, de intensa relación con muchas personas e instituciones y plagada de viajes. Como una pausa en su trabajo en FLACSO, acepta una invitación para desempeñarse como profesor en la Univer­sidad de Toronto durante un período académico que se extiende de enero a abril de 1979. Esos años, la familia Zavaleta pensaba retomar, una vez más a Bolivia, después de con-

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cluída su gestión en FLACSO, empero, el golpe de Garda Meza impedirá ese retomo que pensaba produdrse a través de un contrato de la UNESCO.

En 1980, habiendo dejado FLACSO, es profesor de la División de Estudios de Postgrado de la Facultad de Economía de la UNAM y, paralelamente, de la Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco-, cargos que ejerce hasta que, en 1984, decide su retor­no definitivo' a Bolivia. Es un período muy fecundo en su trabajo intelectual y como resul­tado de esa labor desplegada los años que van del 80 al 84 publica, como compilador, el libro Bolivia, Hoy. (México, Siglo XXI), en 1983, así como se edita en Bolivia su texto Las masas en Noviembre (La Paz, Juventud) y está preparan­do su obra, editada posteriormente por Siglo XXI de México en 1986, Lo nacional popular de Bolivia.

En 1984 retoma, finalmente, a Bolivia pero en el mes de junio sufre los primeros síntomas de una enfermedad desconocida y es trasladado a México para ser atendido. Per­manece en estado de coma durante casi seis meses y fallece el 23 de diciembre.

Iniciando la edición de sus Obras Com­pletas, en 1987 se publica el primer tomo: El poder dual (Cochabamba, Los Amigos del

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Libro prologo de Horst Grebe) como un aporte a la reflexión sobre el país y como un homenaje a la vida y al pensamiento de René Zavaleta Mercado. En 1989 se pone en circulación el segundo tomo: Clases Sociales y conocimiento (Cochabamba, Los Amigos del Libro, prologo de Jorge Lazarte) que contiene un conjunto de ensayos relativos a la relación entre sociedad, crisis y conocimiento,' desde la perspectiva teórica marxista.

El Centro de Investigaciones de la Ca­rrera de Sociología (CISO) en su afán de promover el-estpdio crítico del pensamiento so­cial boliviano ha reunido en este volúmen los ensayos presentados en ocasión de la realización del seminario dedicado a la obra de René Zavaleta Mercado.

Dichos ensayos tienen como objeto de in­dagación aspectos específicos de la reflexión zavaletiana, a fin de propiciar una lectura enri- quecedora de temáticas parciales que, muchas veces, se diluyen en la consideración de una obra si es abordada desde una óptica globalizante que tiende a simplificar su valor, ó bien, exige una mera interpretación subjetiva» Los distintos ensayos contemplan él abordaje de aquellas temáticas que consideramos mdt relievantés e importantes del pensamiento d i

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René Zavaleta Mercado y cuya secuéncia per­mite obtener un panorama crítico general de la obra analizada. Así, por ejemplo, tenemos los ensayos de Luis H. Antezana, Filólogo y crítico literario, (Director del CISO - UMSS) referido al conocimiento social, y de Luís Tapia, (den­tista político y filósofo, docente de la UMSA) relativo a las relaciones entre estado y democracia, ' que exponen los aportes de Zavaleta en tomo al problema cognocitivo de y desde la sociedad. Por otra parte, los trabajos de Ricardo Calla (sociólogo, investigador 'de FLASCO) y Jorge Lazarte (dentista político, docente de la UMSÁ) que versan sobre la reflexión de Zavaleta en relación a dos sujetos - sociales: los indios y la clase obrera, respectiva­mente, en tanto actores políticos. Finalmente, el texto de Gustavo Rodríguez,. (Economista e historiador,' Director del IESE - UMSS) se refiere al valor de la historia en el pensamiento zavaletiano, y el artículo de Carlos Toranzo (Economista, investigador en la UNAM - México) que esboza los núcleos centrales del aporte de Zavaleta a las ciencia sociales en general y al conocimiento de nuestra sociedad artículo que fué publicado, originalmente, en la revista mexicana Ensayos No. 7 (División de Estudios de Postgrado de la Facultad de Economía, UNAM) en 1985. Cierra el conjun­to de reflexiones, la transcripción de la mesa redonda desarrollada en la última sesión del

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semincúio con el propósito de 'centrar la dis­cusión e intercambio de opiniones en tomo a al­gunos conceptos fundamentales del pensamien­to de Zavaleta a fin de encontrar las perspec­tivas analíticas que aporta una obra enri- quecedora y ejemplar.

A tiempo de invitar a una lectura crítica y a un acercamiento a los textos de Zavaleta Mer­cado, agradezco, a nombre de la Carrera de Sociología, a la Facultad de Ciencias Eco­nómicas y Sociología, al Centro Portales y a la Federación Universitaria Docente sin cuyo aporte no hubiera sido posible la edición de este libro. Igualmente a los amigos del Centro de Comunicación Juan Wallparrimachi por la producción y proyección del video dedicado al pensamiento de René Zavaleta Mercado; elaborado en 1987'en base a la entrevista efec­tuada a Zavaleta por Carlos D. Mesa en su programa De Cerca y gracias al impulso e ins­piración de Luis H. Antezana, así como al apoyo y dedicación de Roberto Alem y Alfredo Roca. De manera particular, un reconocimien­to al apoyo de Max Munckel, Beatriz Tomes, Eduardo Michel, .Alberto Rodríguez, Remigio Carlos y a la presencia de todas aquellas per­sonas que durante tres cálidas noches nos demostraron que todavía hay un espacio para el intercambio de ideas y razonamiento crítico,

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en una época dominada por el escepticismo ante ia teoría y la instrumentalizaáón del cono­cimiento.

Cochabamba, marzo de 1989

Femando Mayorga Ugarte Jefe de la Carrera de Sociología Universidad Mayor de San Simón

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ENSAYOS

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RICARDO CALLA

ZAVALETA MERCADO Y EL INDIO

En uno de los múltiples dibujos que ilustran "El primer nuevo corónica y un buen gobierno" compuesto por Waman Puma de Ayala a principios del siglo XVII, su .autor -hoy considíradp por muchos especialistas como uno de los etnógrafos más impor­tantes de los Andes—, nos ofrece esta curiosa representación del mundó:

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20Como rezan los textos insertos en la ilustración, aquí

aparecen "las Yndias del pirú en lo alto de España". Por el con­trario, Castilla está representada "en lo avajo de las Yndias". ¿Cómo explicar el que en esta oposición de arriba/abajo sean "las Yndias del Pirú” y no "España" (ó Europa) las que están colocadas en la parte superior? En una nota aclaratoria, Waman Puma nos ayuda a descifrar esta cuestión: "Los filósofos,

- astrólogos, poetas io savían", nos dice, "la tierra y la altura y la ri­queza del mundo, que no hay otro en el mundo que haya criado Dios de tanta riqueza porque está en más alto grado del sol". (1) Tal parecería que en la visión andina del espacio el arriba y el abajo se definirían por la proximidad o lejanía con el sol. Los Andes, por su situación ecuatorial, aparecen, pues, por e n c i m a de Europa.

Ahora bien, la vida está llena de inesperadas coincidencias. Estamos aquí, en los espacios académicos y culturales ofrecidos por Portales, disfrutando el cálido sol de Cochab'amba, para hablar de Rene Závaleta Mercado e, inesperadamente, sin

* preparación ninguna, justamente en .la mesa desde la cualhablamos se encuentra colocado este enorme globo terráqueo deplástico que aparece como muda muestra de la dramática inver­sión de la representación del espacio que para nuestra parte* del mundo significó la expansión colonialista de Europa. Constrastan­do con la ilustración de Waman Puma, en este globo terráqueo en­contramos a Europa "en lo alto" de nuestra América y la otra región de las "Yndias del Pirú" "en lo avajo" de España. La oposición arriba/ abajo ha dado paso, con la marcha de los siglos, a la oposición "norte/sur". Simbolizando el paso de la opresión sufrida por los pueblos colonizados bajo el yugo europeo, este globo terráqueo representa al mundo de los conquistadores dibujado encima del mundo conquistado. ¿Acaso es exagerado decir que todos los mapamundis y globos terráqueos modernos colaboran para que quienes vivimos "al sur" nos sintamos por debajo, inferiores, de nuestros vecinos "del norte"?

Pero este globo terráqueo no sólo atestigua la inversión del arriba/abajo que implicó la invasión europea- para nuestra visión del espacio. Este globo terráqueo también delata hasta donde el

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territorio es ahora concebido como mapa y el mundo como con­junto de mapas. Queda* así con el mapa, fijada la concepción propietarista del espacio que el colonialismo europeo expandió a los largo y ancho del mundo. Y es que, ya para la Europa del siglo XVI, y aún antes, el territorio había pasado a ser escenario de propietarizaciones estatales. Esta noción del territorio como mapa, como demarcación de fronteras que delimitan jurisdic­ciones territoriales continuas, fue traída a los Andes, y llevada también a otras regiones, por una Europa ávida por trazar las líneas de su dominio. Esta visión del espacio como territorio propietarizado, en todo caso, también contrasta violentamente con la antigua visión andina del espacio como s u y i t . Efectiva­mente, por medio de Bertonio y sus diccionarios ahora sabemos que en la época prehispánica andina la palabra s i i y u significaba el lugar donde se trabaja, una repartición administrativa de trabajo. (2) El Tawantinsuyu, imperio de las cuatro reparticiones, ha de ser entendido como conglomerado de cuatro sedes de trabajo. Así, el espacio estaba representado para los andinos como esce­nario de la actividad humana, sede de la productividad. Esta visión también fue dislocada una vez que Europa invadió a nuestra región. La' noción del territorio como espacio que se trabaja empezó así a contraponerse apenas llegaron los europeos' con la noción de territorio como mapa, escenario de la propietarización estatal, y, desde entonces, el mapa ronda en nuestras cabezas, el mapa nos persigue y lo encontramos en cualquier escuela, en cualquier universidad, en múltiples repar­ticiones públicas y privadas. Se trata, pues, del mapa como repre­sentación de la jurisdicción continua sobre el espacio por parte de una entidad política precisa: el Estado. En este globo terráqueo, si ustedes lo miran, Bolivia no aparece entonces sino como un mapa.

Pasemos ahora a hablar de Zavaleta preguntándonos algo • elemental: ¿es Bolivia un mapa? Es también aquí donde el recur­so a la obra de René Zavaleta Mercado, sin duda uno de los hombres que con mayor rigor ha intentado pensar a Bolivia, nos ayuda a mirar las cosas más atentamente. Creo efectivamente que la obra de René Zavaleta nos lleva a reconocer que si Bolivia ex­iste lo hace en su calidad de un proceso de construcción cuya

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22, legitimidad debe ser cuestionada para que rio se siga reproducien­

do el espectáculo inhumano que en su dinámica vivimos. Reitero: Zavaleta nos obliga a romper con el fetiche cartográfico del mapa llegado de Europa y nos obliga a reconocer que Bolivia es un in­tento de construcción, es un proceso de construcciones, pero, y esto me parece absolutamente importante, es un proceso cuya legitimidad puede y debe ser cuestionada. Bolivia no ss un mapa, es una construcción social: tal es la premisa a p?r‘ir de la cual Zavaleta piensa a Bolivia. Pero, ¿de qué tipo de construcción es­tamos hablando? Escuchen a Zavaleta. Leánlo. En sus análisis sobre el largo plazo de la historia de Bolivia encontrarán ustedes párrafos como el siguiente:

Los siglos enteros del país --nos dice- están marcados por los levantamientos o alzamientos (de los indios); es como si Bolivia entera no fuera sino lo que se construyó intramuros de las defensas levantadas contra un territorio poblado por la indiada. (3)

¿Puede concebirse un juicio más desgarrador sobre la con­strucción republicana? Y es que, efectivamente, en reiterados momentos de su producción intelectual en la última época de su vida, René Zavaleta nos habla de esta Bolivia como una especié •de construcción que, avasallando los indios, se resiente por el hecho de ser una construcción- señorial. No se podría ser más tajante: para Zavaleta, en todo el largo período previo a la fase revolucionaria que encontró su epicentro en 1952,

La cuestión del poder en este país acorralado en el flanco de su minoría era por tanto, como en el tiempo de las guerras entre los Pizarros y los Almagras, la que se resolvía dentro de la casta supe­rior blancoide. (4)

Según Zavaleta, hasta el momento del estallido de la guerra del Chaco, cuando la dinámica de la construcción boliviana co-

0 mienza a adquirir ribetes de transformación,0 l a s c o n t r a d i c c i o n e s (estatales) s e h a b í a n d a d o s ó l o e n t r e u na s e c t o r u o t r o (del) b l o q u e d e p o d e r o l i g á r q u i c o , p o r q u e n o e r a u n e s -* t a d o d e m a s a s ; e l h e c h o e s t a t a l n o c o n t e m p l a b a l a p a r t i c i p a c i ó n d e0 l a m a y o r í a r e a l (5)• m

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Así entonces Bolivia, una construcción de "la casta superior blancoide" hecha a "intramuros de las defensas levantadas contra un territorio poblado por la indiada", no es sino un Estado, un blo­que de poder, un ordenamiento económico, condensado en una funcionalidad antagónica al indio, enfrentada al indio. Bolivia, en­tonces, no es otra cosa que una prolongación de la "inversión del mundo" que para los indios significó la llegada de Europa al con­tinente y a la región andina. Este país no es sino una prolongación del traumatismo causado por la conquista española.

Pero aludir a tal "inversión del mundo", a tal "traumatismo", sin especificar estos términos a partir de un hecho que ilumine o tiña las múltiples manifestaciones de aquello que se designa con los mismos es irrelevante. Zavaleta, en todo caso, "ha tenido el coraje de denunciar y especificar con todas sus letras aquello que fue el núcleo constitutivo de la república señorial: el racismo. Esto es lo elemental: todas las manifestaciones de la república oligárquica han venido teñidas de racismo. Para Zavaleta:*

L a c u l t u r a r a c i s t a d e l a o l i g a r q u í a d e e s t e p a í s d e i n d i o s s e e x ­a c e r b ó c o n l a r e p ú b l i c a . . . (6)

Por sypuesto, las implicaciones de este conjunto de proposiciones de .Zavaleta son dramáticas y plantean por lo menos un interrogante cuya importancia lo coloca en el centro de todas las preocupaciones sobre el posible futuro de Bolivia. Si ésta, Bolivia, es una construcción señorial organizada a partir del racismo oligárquico, el dilema es el siguiente: ¿Qué hacemos con esta Bolivia que estamos heredando? Para René Zavaleta la respuesta es obvia, aunque él sólo alcanzó a formular en un plano teórico abstracto: Podemos seguir construyendo a Bolivia desde el "arriba” actual, desde la casta señorial ó, más bien, podemos inten­tar ahora construirla desde la plebe, desde la "masa" en su pulsión autodeterminativa. Ahora bien, los distintos expositores que hasta ahora nos han hablado en este seminario han planteado reiterada­mente la importancia que la cuestión de la autodeterminación de la "masa", de lo "nacional-popular", merece para Zavaleta. Sin em­bargo, y esta es la cuestión que la historia ha de tener que despejar, queda en el tapete de la discusión el problema medular

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que está implicado en el conjunto de las formulaciones de Zavaleta en su brillante análisis omnicomprensivo de la historia de Bolivia: ¿hasta donde es posible transformar un producto señorial hecho por la casta oligárquica en uno plebeyo? ¿Hasta donde esa transformación no transforma, o no ha de transformar, a quienes intentan llevar adelante el cambio? Dicho de otro modo: ¿Es que hay algo efectivamente recuperable de Bolivia para las perspec­tivas autodeterminativas de la plebe? Si Bolivia es un producto señorial, ¿no cabe más bien echarlo por la borda?

No estamos nosotros aquí inventando preguntas descabe­lladas, surgidas del devaneo intelectual. Es que, se trata justa­mente de las preguntas que hoy mismo se están haciendo algunos grupos políticos que han optado por recuperar los postulados de aquella "patria india del Zarate Willka" a la que tanto alude Zavaleta en sus últimos escritos. Y ante tales posturas, que pasan por formulaciones tales como la de la "restauración del Ko- llasuyu", la "recuperación del Tawantinsuyu", la "lucha por la revolución india", y otras, nosotros, intelectuales y políticos, tendremos que tomar, en algún momento, una posición nítida y asentada en una visión enriquecida de la-histQria del largo y corto % plazo de este conticnente en el que nos ha tocado vivir. En cualquier caso, para Zavaleta, lo que no implica estar de an­temano de acuerdo con él, el proyectó Bolivia e s legítimo, pero sólo es legítimo si se da libre cauce a las pulsiones autodeter­minativas de la "masa". Pero, lo decimos con toda franqueza, para nosotros no es tan obvio que Bolivia no sea verdaderamente un es­collo impenetrable e insalvable para la libre determinación de iá "masa". Más precisamente, declaramos nuestra inseguridad sobre el tema de la relación entre Bolivia y la "indiada". ¿No es Bolivia una chaqueta de fuerza que el indio ha de tener que rebasar para liberarse? semejante pregunta, en el ambiente de tan cargado nacionalismo en el que nos movemos, por fuerza de la época moderna y del fetiche del mapa, parece un anatema. Tal pregunta, que cuestiona las fronteras nacionales, es sin duda escuchada como un escándalo inclusive en los círculos marxistas de nuestro continente. Y, sin embargo, antes de enterrar tal pregunta en la bolsa de los temas prohibidos cabe recordar que una vertiente muy importante del mismo pensamiento marxista ha planteado, ya

24 ,

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25desde el siglo pasado, toda una* abierta impugnación del nacionalismo, aún sea éste de "izquierda”, con la conocida consig­na de "internacionalismo proletario". Sin embargo, lo recurrente es que se impugna con la mayor facilidad todo cuestionamiento “ sobre la legitimidad de la república cuando éste viene de alguna fracción, pro-india. ¿Es que vamos a permitir que los ecos del racismo resuenen tan fuertemente en nuestras cabezas cuando algún sector político proclive a la ideología a favor de la liberación del indio se pronuncia por el desconocimiento de la "frontera nacional" en aras de un renacimiento "panandino", por ejemplo?

Pero hemos hablado del marxismo y René Zavaleta, como todos lo sabemos, se reconoció como mandsta hasta el último momento de su vida. Sin embargo, ¿no es llamativo que, como lo hemos visto, un marxista nos hable tan cómodamente de "enfren­tamientos entre castas", que aluda a la "casta blancoide", que revela su sufrimiento e indignación ante la situación de la "in­diada"? Es justamente por ello que la obra de René Zavaleta es ejemplar en la literatura de nuestro país y del continente. Como pocos, René Zavaletd pudo verdaderamente rebasar el reduc- cionismo clasista que hizo presa del marxismo en innumerables regiones del mundo. Y es que Bolivia no puede pensarse desde una óptica rcductíva. En la Bolivia de Zavaleta, la centralidad que éste le asigna al proletariado es un hecho histórico antes que teórico de la fase más reciente de la misma historia boliviana. Tal centralidad, en tpdo caso, se contextualiza dentro de una historia larga de contornos definidos. La visión que de la historia larga de Bolivia tiene Zavaleta puede resumirse del siguiente modo: Zavaleta ve a esta historia como al largo recorrido de una sinfonía infernal matizada por cadencias, ritmos y melodías distintas todas girando básicamente alrededor de un pivote central. Este pivote es el contrapunto entre el bloque señorial oligárquico versus la plebe, la "masa". Este contrapunto nos llega desde épocas aún anteriores a la emergencia misma de la república. En los trabajos del último Zavaleta, la "plebe", la "masa", aparece crecientemente con un protagonista principal: el "indio". La "indiada" es la "masa" en la historia larga de este país. Aunque la noción de "masa” cubre siempre una pluralidad de sectores en Zavaleta, la historia

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concreta de Bolivia revela, para el Zavaleta de ¡a última época, él . protagonismo central cada vez más evidente déla "indiada". Y, en

oposición dramática contra ésta, se encuentra la "casta señorial". En el contrapunto^ entre "señores" e "indios", Zavaleta nps dice, textualmente, que, a lo largo de la historia de Bolivia, la casta

„ señorial...se ha reorganizado... tres veces, la primera con el melgarejis-

mo y los conservadores, la segunda con la Revolución Federal y la tercera con la revolución democrática de 1952. (7)

¿No es esto acaso absolutamente importante? Es que aquí se añade un elemento de complejidad más a los temas que ha de­sarrollado en este mismo seminario Jorge Lazarte. Porque, efec­tivamente, en René Zavaleta no sólo se resalta, en el marco de su análisis sobre el proceso de 1952, el tema de la irrupción de lo obrero en la historia de Bolivia. No sólo se marca, por parte de Zavaleta, el tema de las transformaciones capitalistas, el tema de la revolución democrática burguesa, el tema de la modificación es-

' tafal acaecidas en 1952 y sus derivaciones. Y es que en la historia larga de Bolivia para Zavaleta, 1952 no, sólo es un momento de ruptura. Para Zavaleta, hay un hilo de continuidad en la historia de Bolivia que 1952 no rompe. 1952 es, como lo hemos leído, también un momento donde la casta señorial se reorganiza y, en esa reorganización, sigue existiendo. Con Na revolución democrática de 1952, dice Zavaleta emerge como dato la centralidad proletaria en el proceso político boliviano. La mutación es, sin duda, capital: para Zavaleta el 52 señala un momento de ampliación capitalista que trae aparejada, para Bolivia, todo un proceso de democratización social. Tal pareciera que, por fin, las "masas" habrían entrado en la "historia". A riesgo de exagerar, se puede decir que para Zavaleta el "proyecto Bolivia" se vuelve legítimo a partir de 1952, así de radical es la mutación sufrida en ese momento. Para referirnos al tema que nos preocupó en un principio, se puede plantear que, para Zavaleta, 1952 marca el hito cuando Bolivia deja de ser un produc­to señorial que excluye al indio, mientras éste lo asedia. Para Zavaleta,

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A partir (de 1952), todo deberá resolverse teniendo en cuenta a los indios, que se vuelven, por vez primera y para siempre, en hombres interiores al mareo del estado, hecho que implica una vasta democratización de la sociedad boliviana. (8)

"Incorporado" el indio "al estado", ahora el foco de la oposición política a un orden capitalista ampliado pasa, según Zavaleta, al proletariado minero. 1952 -es, pues, todo un salto en la historia. P e r o , reiteramos, y esto hace del análisis de Zavaleta algo muy distinto del tradicional análisis al que nos tienen acos­tumbrados los distintos estudiosos marxistas de Bolivia, es también un hito surcado por un hilo de continuidad: la "casta señorial” se "reorganiza", lo que es decir que p r o l o n g a s u e x i s t e n ­c i a . Y lo hace, para Zavaleta, manteniendo incólumne su religión elemental. Según Zavaleta,

la única creencia ingénita e irrenunciable de esta casta fue siempre el juramento de su superioridad sobre los indios, creencia en sí no negociable, con el liberalismo o sin él y aún con el marxis­mo o sin él. (9) % .

Así, entonces, la casta señorial sobrevive a 1952 y, tras un jalonado proceso, se recoloca en la cúspide del estado. En el movimiento analítico de la obra de Zavaleta, 1952 le impone a esa obra pasar ahora a combinar el análisis de clase con la indagación sobre la casta y la problemática étnica. Pero, ni aún 1952 lleva a Zavaleta a reducir los fenómenos bolivianos a una simple dinámica clasista. Y su reflexión sobre 1952 y el proceso posterior persiste en utilizar la óptica de casta étnica, ahora combinada con la cuestión clasista, de .manera tensa, no exenta de oscilaciones, paradojas e incluso contradicciones, pero, y esto es particular­mente cierto en sus últimos escritos, de manera irrenunciable. Más aún, Zavaleta traslada con fluidez, por ejemplo, ciertos temas del análisis marxista sobre las clases, como aquél de la "hegemonía", al análisis del conflicto étnico y de casta. Así, aparte de las obvias referencias al cómo una casta impone su dominación a sangre y fuego, recurriendo en Bolivia al ejército y a la violencia armada para reprimir cualquier contestación subvertora, ya sea de

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28indios o de obreros, Zavaleta dice que "no hay casta o clase dominante que exista en el aislamiento". Según él,

debe tener una suerte de "ejército de reserva" o zona de irra­diación en tomo suyo...cualquiera que sea su grado de legitimidad latente, su alcance hegemónico o seducción como discurso debe al­canzar al menos a la zona que se llama de la "mayoría de efecto es­tatal" o sea a las zonas decisivas en cuanto al control de la sociedad'Es importante, el área del relevo oligárquico. (10)

Señalando los hilos de continuidad entre la época previa y posterior a 1952, Zavaleta resalta, haciendo referencias concretas a la historia, que:

Ni Montes ni Barrientos pertenecieron al caso señorial pero sí a su zona de verosimilitud a cooptación, en la que no figuran los hombres verdaderamente populares. (11)

Así, entonces, el sector de los Montés y Barrientos, o el de- "hidalgos pobres" tales como Arce y Pacheco, que no pertenece originalmente al núcleo oligárquico señorial, es el sector sobre el cual ese núcleo irradia su ideología hasta transformarlos en su parte nata. Es un sector, dice Zavaleta, en una complementación fecunda al análisis de clase, equivalente al que Genovese llama de los "blancos mezquinos". (12)

Así tenemos, entonces, la casta oligárquica y su órbita de "blancos mezquinos" que convergen en ese dogma que es llevar adelante la aniquilación del indio. Para el período posterior a 1952 esa casta y esa órbita está, para Zavaleta, repleta de nombres: Barrientos, Banzer, Natusch, García Meza... pero Zavaleta no reduce a la casta y a su órbita a los apellidos de unos cuantos generales, ni sólo a la "derecha”. Efectivamente, luego de 1952, la casta "se reorganiza", se recoloca en el Estado y por Bolivia desfilan los apellidos de los Paz-Estenssoro, los Fortún y tantos otros. Más aún, en su reflexión sobre el proceso democrático reabierto en 1982, mientras las "izquierdas" reduc­cionistas radicales pasan a calificar a la UDP como a un frente de gobierno "pequeño-burgués" ó "burgués" a secas, Zavaleta,. más ca­lladamente, sin participar de lleno en la actividad política, califica

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a la UDP como a un "parásito" del movimiento de masas que, en 1978, había efectivizado la democracia. "Parásito", porque según Zavaleta la UDP era la representación señorial de la masa. Según Zavalet?:

La UDP...fue como un parásito del estruendo campesino y obrero y, en todo caso, algo así como ¡a traducción de la rebelión plebeista en un parlamento institucional que tenía un sabor todavía muy doctoral y en último término señorial sin vuelta. (13)

Pero este juicio sobre la UDP es en realidad, en Zavaleta, sólo una punta de un juicio mucho más importante y es el que hace sobre el sistema estatal surgido en 1952. Analizando los procesos electorales de 1978, Zavaleta dice:

La propia composición de (las) listas electorales enseña de una manera implacable la prcvalencia continua de la extracción señorial en ellas, tal si se diera por sentado...que quienes debían gobernar ¡o que resultara debían ser siempre los que siempre hablan ordenado en el país,...los integrantes de la casta señorial secular. (14)

Y, enfatizando las continuidades del post-52 con el pre-52, Zavaleta continúa diciendo:

Bolivia había sido desde siempre un país de señores y nadie ni en la izquierda ni en la derecha, como no fuera la plebe pura en su rabia más cerrada, pensaba (a lo largo de esas elecciones) que tal cosa pudiera cambiar en lo esencial. (15)

Así entonces, si por una parte, como nos lo han mostrado los otros comentaristas de este seminario, para Zavaleta 1952 fue un cambio drástico, una modificación democrática "sustancial", aquí queremos resaltar que para Zavaleta 1952 es, por otra parte y para reiterarlo enfáticamente, un hito de continuidad del dominio señorial. Zavaleta es, al respecto, enfático, rotundo: "...aquí - dice-- nadie se engañaba en que el propio estado del 52 no había roto en nada la lógica señorialista del país." (16)

Y, ¿entonces?: ¿Paradoja? ¿Contradicción? Porque, eviden­temente, Zavaleta, en uno de sus últimos textos —"Las masas en

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M)

'noviembre"--, que es el que acabamos de citar, reinstala e» el centro de su análisis la contradicción entre "señores" e indios”. La "indiada", en el proceso electora! de 1978-80 como sinónimo de "ayllu en acción", de "Kalarismo”, de "movimiento aymara", hace otra vez la historia medular. Aquí Zavaleta aparece diciéndonos que la oposición entre "señores" e "indios" no se ha resuelto en Bolivia. ¿Qué hacer entonces con esa otra proposición de Zavaleta según la cuál el 52 había hecho "para siempre" que ¡os in­dios sean "hombres interiores al Estado"? La reflexión de Zavaleta es, sin embargo, muy fina y coherente: sucede que en 1978-80 ios indios ya no participan como antes en términos de "malón", de ‘asedio", de "cerco". Aquí, los indios participan con su voto, con su ejercicio electoral, lo que para Zavaleta es un índice de in­tegración al Estado, de nacionalización. Pero, nos parece esto un exceso de coherencia por parte de Zavaleta. ¿No es acaso justa­mente sintomático que el texto mismo de Zavaleta se llame "las masas en noviembre”? Por que con ese n o v i e m b r e no estamos justa­mente recordando una elección sino toda una repulsa no electoral de masas contra un golpe de Estado derrotado finalmente con la sangre de las barriadas. Ese n o v i e m b r e señala también un bloqueo de caminos en gestación por parte de una indiada que, por lo visto, no iba a quedarse con el mero recurso al ejercicio del voto cuando las oposiciones se crisparan. Aquí sólo podemos concluir que el pensamiento de Zavaleta había entrado en un abierto proceso de tensión y fluidez: El mismo nos fuerza a reconocer que la oposición entre "señores" c "indios" no ha terminado en este país. Pero, por otra parte, en textos de la misma época, nos dice que finalmente el "indio" ha sido "integrado" al estado, tal como si la casta señorial hubiese finalmente ganado al indio a su lado. Lo remarcable, lo fundamental, es que en este marxista el "indio", lo "indio”, siempre está en el horizonte principal del análisis. A diferencia de otros marxistas y, por supuesto, intelec­tuales no marxistas, para quienes el indio es simplemente un inven- to de mentes afiebradas, el indio ronda la obra de Zavaleta.

Que la obra de Zavaleta quedó trunca nos parece evidente: su muerte fue muy temprana. ¿Qué problemas básicos nos deja? El de continuar investigando el papel preciso del "indio" en esta "sociedad abigarrada" que no termina de asemejarse a una

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31, . 9"nación". Fundamentalmente, la obra de Zavaleta deja abierta la

siguiente pregunta: la construcción de una "nación", ¿no sig­nificará hacer desaparecer a la "sociedad abigarrada" aún exis­tente hoy en estas latitudes? En cualquier caso, en la "sociedad abigarrada" hoy existente, el indio aún es un personaje dramática­mente central. Haber sabido solidarizarse con los sufrimientos del indio no es uno de los menores logros de Zavaleta, como intelec­tual y como hombre. Sin duda, analizada su obra fríamente, también podemos detectar hasta donde el mismo tuvo una for­mación, un contexto, una historia: nadie escapa a su propia vida. Hombre que supo ilusionarse con el "reino de la libertad" que el 52 prometía ofrecer, tuvo Zavaleta que hacer un largo viaje in­telectual y político para, en la última época de su vida, acercarse a una comprensión paulatina del indio. Romper con el nacionalismo revolucionario fue, para ello, imprescindible. Pero, en su época, la ruptura con el nacionalismo revolucionario podía darse principal­mente a través del marxismo, lo que, ahora recién lo estamos com­prendiendo conlleva siempre-dirimir-lanzas con el reduccionismo clasista y el economicismo. Así, para lograr mirar a su país, René Zavaleta tuvo que lavar sus ojos con distintas aguas. En el proceso, ¿cómo no?, también su mirada supo opacarse. Sin duda: aquí podríamos citar muchos párrafos, también de la última época de Zavaleta, en los que su visión del indio es oscura, equívoca, parcial. Así, nos llega a decir, por ejemplo, en proposiciones que curiosamente se entremezclan con algunas de sus posturas gnoseológicas referidas a la "crisis social”, que: "...la presencia de los campesinos indios...es, en la historia del país, siempre una presencia esporádica y por explosiones." (17)

Reiteradamente, el indio aparece en la obra de Zavaleta como si sólo existiera en la crisis, en la revuelta: "Cuando entran en ella, en la historia del país, es como si entraran al movimiento viniendo desde la geografía, es decir, como un málón." (18)

Así, los indios aparecen a los ojos de Zavaleta tal cual aparecen a los ojos de un hombre mestizo medio de la ciudad. Aparecen cuando crean problemas, cuando plantean sus reivin­dicaciones, cuando se levantan en rebelión. Pero no aparecen en su vida cotidiana. El indio, en la obra de Zavaleta, parece existir

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V

en una "sociedad abigarrada" en la que las varias "patrias" que la ■ com pon en fueran'carentes de vida cotidiana. Y es que, nos parece evidente que, finalmente, Zavaleta no ve al indio sino desde ia (dudad, desde un marxismo aún todavía lífbano. . incluso podríamos citar largos párrafos en los que, én abierta contradic­ción con lo que dice en otros, Zavaleta llega incluso a decimos im­plícitamente —y aquí se notan los ecos del nacionalismo revolucionario- que? en Bolivia no hay indios, sino sólo mestizos, fisto es más perceptible mientras más atrás nos remontamos en la obra de Zavaleta. Sus últimos escritos dejan de cometer tales ex­cesos. Sin embargo, aún ellos brindan todavía una imágen parcial del indio.

Podemos aún añadir —y acá nos plantemos un dilema quizá muy personal--, que, sin duda, una de las obligaciones para el pen­samiento es intentar una representación de la totalidad. Pero toda visión totalizante tiene por fuerza una referencia centrista que no •puede obviarse. Cremos, efectivamente, que Zavaleta reveía una visión boliviano-céntrica del indio, "boliviano-céntrica" porque él fue parte, por el recorrido de su ideología, formación y proceso político, de los constructores de la nación boliviana. Sin duda, su boliviano-centrismo le permitió tejer una representación de la totalidad del mundo y su lugar en él. Pero, acá, tenemos también abierta la posibilidad, sugerida por obra mismá dé Zavaleta, como bien lo remarcó Gustavo Rodríguez en este seminario, de repre­sentamos la realidad desde alguna de las "patrias chicas", "regiones" o "ámbitos trasfronterizos" que hacen a la "sociedad abigarrada" de nuestra parte del mundo, "sociedad abigarrada" que, sin duda, salpica sobre los mapas de los Estados vecinos. Ver la realidad desde tales escenarios ajenos o, por lo menos, ver­daderamente distantes al estado -en una perspectiva quizá Cal­cha-céntrica, Guaraní-céntrica, cada cual opte por alguna in­mediatez directa- seguramente nos acerca más al hombre en su geografía, en su vida cotidiana, en su realidad productiva. ¿Qué totalidades serán encontradas? Seguramente, representaciones to­tales que nos llevarán a entrar en conflicto con el estado de manera más pujante. Pero, lo enfatizamos, ya la misma obra de Zavaleta late de ut¡. antiestatalismo que, no por ser mesurado, deja de ser certero en su impugnación y denuncia contra el actual

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estado boliviano señorial y_ burgués al mismo .tiempo. Zavaleta • quiere inducirnos a reemplazar a este estado por uno "nacional- popular”, nos demanda construir una Bolivia menos inhumana. Otros hombres, otras fracciones políticas, quisieran la "res­tauración” del viejo mundo andino, anulando las fronteras de los actuales mapas, descartando a una Bolivia concebida como heren­cia del colonialismo. Aún otras posiciones pretenden, a partir de postulados que no dejan de hacer perceptible cierto anacronismo, la instauración de un socialismo "modernizador" que, empujando hacia el "progreso", ponga fin a la explotación del hombre por el hombre en la Bolivia ‘actual. De una cosa sí podemos estar seguros: ya sea que se adopte el camino de lo "nacional-popular", ó la perspectiva étnica andinista, ó, incluso, el horizonte de los socialismos "modernizadores” cualquiera de tales tres posibles al­ternativas nos parecen mejores para el indio que la situación ac­tual. Y es que, en eso sólo podemos estar absolutamente de acuer­do con Zavaleta, este presente no tiene sino que avergonzarnos, aún más, la obra de Zavaleta nos enseña, creemos, a no oponer prcjuiciosamente lps tres derroteros a los que hemos aludido. Puede decirse que Zavaleta, luchador de lo "nacional-popular" en Bolivia, fue también un destacado luchador por el socialismo y. por la redención del indio en este país y en el continente. Si en el futuro alguna de las tres alternativas eludidas ha de prevalecer sobre las otras, estemos seguros que la realidad buscará conjugar algunos elementos provenientes de cada uno de los tres horizon­tes que hoy se disputan entre quienes, como Zavaleta, han asumido la lucha contra e] presente. De hecho, por ejemplo, los ideales igualitarios del socialismo contemporáneo no parecen to­talmente ajenos a,ciertas pulsiones del viejo mundo andino. El mismo Waman Puma nos da una pauta de hasta donde hubo, en. el inkario, conciencia crítica sobre las relaciones entre los "de arri­ba" y los "de abajo” del entramado social de entonces: Waman Puma, al describir al "séptimo” inka, Yauar Uacac Yuga, el señor que llora sangre, nos dice, entre otras cosas, que éste era "amigo de los pobres y de múcica y'enemigo de los ricos". (19) Y, ¿acaso no evoca esta formulación, aunque aquí se trata de una definición de oposición marcadamente más tajante contra los "ricos", a esa figura de lo "nacional-popular" que fue Gualberto Villarroel? Así,

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el socialismo, la recuperación del mundo andino, lo "nacional- popular" aparecen como hebras que tras juntarse se separan para volver á encontrarse y dispersarse en el tejido de la historia de la "sociedad abigarrada", de estas latitudes en las que Zavaleta nació, bajo el encargo de los cerro», con la tarea de pensarlas. El futuro sabrá cuales hebras terminarán siendo la base fundamental de ese tejido. En el mismo, en todo caso, la obra de René Zavaleta Mer­cado es ya un diseño de luces y de sombras que el tiempo no ha de borrar.NOTAS

1 Phelipe Guaman Poma de Aiala, Nueva Crónica i Buen Gobierno. Siglo XXI, México, 1988. Pags. 34-35.2 Ludovico Bertonio Diccionario de la lengua aymara. CERES- IFEÁ,MUSEF, Cochabamba, 19 . Pag.3. RZM, "Consideraciones generales sobre la Historia de Bolivia", en America Latina: historia de medio siglo Siglo XXI, México. p. 107

*4. Idem.5. Idem., p. 82. 6. ídem, p. 83.7. René Zavaleta Mercado, Lo nacional-popular en Bolivia (Siglo XXI, México, 1986), Pag. 121.8. Zavaleta Mercado, op . cit. (1985), p. 107.9. Zavaleta Mercado, op. cit. (1986), p. 112.

10. ídem., p. 120.11. Idem., p. 121.13. René Zavaleta Mercado, "Las masas en noviembre", en Bolivia. Hov (Siglo XXI, México, 1983), p. 34.

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14. Idem., p. 50. *15. Idem.16. Idem., p. 34, mi subrayado.17. Zavaleta Mercado, op. cit. (1985), p. 106.18. Idem.19. Guarnan Poma de Aiala, oq! cit., p. 85.

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LUIS TAPIA

ESTADO Y DEMOCRACIA

Considero que en ia historia intelectual de nuestra sociedad, en lo que tiene de continuidad productiva, por largo tiempo y quizá por siempre se tendrá que pasar por la lectura y conocimiento de René Zavaleta para pensar Bolivia y - a uno mismo en el proceso del mundo. Esto porque su obra contiene jma verosímil, practicable y rica síntesis de intelección universal con la explicación de la específica y 'abigarrada sociedad boliviana; pero sobre todo por esa fuerza productora en su pen­samiento que puede renacer y continuarse en el pensamiento * crítico pof venir. Creo que ésta es sólo una forma de enunciar motivos para recordar y analizar colectivamente a Zavaleta, que pensaba nuestra factible libertad como autodeterminación de masa, es decir, una socialidad que se funda en su auto-deliberada construcción.

Una intervención sobre Zavaleta trata, a mi parecer, de comunicar sus ideas que se consideran importantes para conocer la realidad y de aprovechar su fertilidad para continuar un discur­so que amplié nuestra capacidad de conocernos y transformarnos ya que acabados no estamos, tanto en el sentido de producto final como en el de derrota.

De lo vasto y hondo de su pensamiento, esta vez me propongo revisar analíticamente la relación estado-democracia a través de estos dos conceptos propuestos por Zavaleta: forma

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38. aparente y forma primordial, con el objeto de exponer algo de su

pensar y sugerir algunas ideas y relaciones temáticas a partir de los conceptos y explicaciones elaboradas por él.

•»A manera de introducirnos a la problemática se puede decir que las formas determinan y son a su vez el contenido. La configuración de formas responde al carácter especificante y sim- bolizador de las prácticas sociales. La vida social es una dialéctica de formas, que son lo único que puede contener algo. La riqueza de la vida social depende de la riqueza de las formas de socialidad configuradas. Algo forma su especificidad cuando con­figura difercncialmente un modo de ser y aparece como tal en el mundo social, es decir, como forma.

Ahora bien, hay formas matrices a partir de las cuales se configuran otras o por lo menos se redefincn y, a su vez, esta matriz o forma primordial sólo se constituye a través del proceso de configuración de formas específicas que aporten contenidos particulares correspondientes a las diversas prácticas sociales. La forma primordial tiene-por contenido la articulación de las formas particulares. Zavaleta entiende por forma primordial "la causación histórico-local dentro la. formación" (1), es decir, el sistema de determinaciones internas que incluye a su vez la manera en que se asimilan las externas. La forma primordial, o el cómo’ se con­stituye la sociedad desde sí misma, tiene un eje que nos puede per­mitir especificar polos de articulación de relaciones más importan­tes que otros como podría ser la relación sociedad civil-estado, a la que Zavaleta llamó la cuestión del eje o del óptimo social. Este se da cuando "haya una relación de conformidad entre la sociedad y su resumen o compendio político que es el estado" (2), es decir, que éste no la expresa de manera contradictoria ni represiva, sino que es una síntesis que la promueve y potencia sus direcciones.

Voy a revisar dos modalidades de configuración de la forma primordial. En la primera se constituye una forma primor­dial cuando aparece a su interior lo que él llama una forma aparente, esto es, cuando aparece un estado capitalista. Una otra modalidad de forma primordial se caracterizará por lo que el llamó la autodeterminación de las masas. Para analizar estos dos

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tipos modernos de configuración de sociedades voy a relacionar el problema de la democracia como forma de vida política y como forma de conocimiento.

Esto que estamos llamando forma primordial tiene que ver en su configuración con esta otra categoría que podríamos manejar: el principio organizador de una sociedad, que significa en torno a qué tipo de relaciones de producción de las formas de vida y de bienes materiales los hombres se organizan y comparten un conjunto de hechos y procesos más. o menos plurales.

Nos centraremos en el pensamiento más reciente de Zavaleta (la década del 70 en adelante) en el que incorpora básicamente la crítica de la economía política de Marx, y la desa­rrolla y amplía de forma creativa en la articulación de lo político.

Situándonos en el mundo moderno o sociedad capitalista, la primera modalidad dg forma primordial a analizar es la que da lugar a una forma estatal. Esta forma primordial tiene como prin­cipio organizador esto que se conoce como la ley del valor. Cabría recordar que .éste no sólo expresa un modo de cuantificación de los recursos económicos y los medios de intercambio sino que in­cluso sintetiza una forma de sociedad: la capitalista. Zavaleta veía al respecto la siguiente secuencia: hay una ideología de la libertad que posibilita la implantación de la ley del valor como principio organizador de la sociedad, es decir, es la ideología de la igualdad de los hombres la que posibilita que se configure una sociedad or­ganizada en tomo al mercado y la venta de esta libertad y su energía para el consumo productivo del proceso del capital.

Zavaleta considera que "no se es libre sino entre hombres libres y, en último término, uno sólo es relativamente libre si la libertad no es un hecho que comprende a todos los hombres, del escenario al que uno refiere su existencia." (3) Esto haciendo referencia básica a un ámbito político ideal en que el estado jurídicamente reconoce la forma de la igualdad de los hombres.

Hay, entonces, una ideología de la libertad-igualdad que posibilita la instauración del modo de producción capitalista y, a su vez, una vez en proceso la ley del valor ésta posibilita la

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democracia como representatividad formal y la necesita como un requisito para su expansión en la sociedad. La ley del valor en el Ambito de la economía tiene como correlato la ley de igualdad for­mal de los hombres en el ámbito de la política.

El estado político garantiza la forma de individualidad des- comunizada. El capitalismo existe cuando las formas comunitarias de sociedad han sido destruidas o empiezan a serlo y, por lo tanto, hace que los hombres pierden este tipo de referencia in­cluso para construir su propia identidad y la reconstruyan, en lo posible, en torno al mercado. Para esto se necesita la ideología de la igualdad en la ley que es el significado de democracia en estaprimera relación.

*■

Una primera preocupación, entonces, es la de pensar la democracia como un proceso indispensable concomitante al desa­rrollo del capitalismo, incluso como una forma de corresponden­cia polítiqa óptima al momento productivo, también en el ámbito ideológico como esto que se ha llamado la reforma moral intelec­tual o transformación de la mentalidad que posibilita la revolución burguesa.

En este sentido vemos cómo una primera concepción de democracia está estrictamente ligada a la conformación del estado capitalista, esto es, una constitución de la democracia repre­sentativa en un carácter instrumental, funcional a la instauración y ampliación del capitalismo. En esta articulación democracia- capitalismo, la primera tendría básicamente dos valencias para Zavaleta.

La primera, la democracia funcionaría como un mecanismo por el cual el estado selecciona lo que llama el personal de la soberanía o burocracia, esto es el personal del capitalista colec­tivo, que no es la clase dominante por lo menos en los casos óptimos, y que, sin embargo, se convierte en su conciencia estratégica. Esto es. lo que posibilita la autonomía relativa, es decir, un estado que no haga traducción o reflexión directa de los movimientos de-la economía en la política a la vez que se desarro­lla más allá de su situación instrumental y coercitiva.

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Cabe señalar a propósito del análisis de esta función yn rasgo definitorio del estado moderno. Este, se constituye en base a la separación del estado respecto de la sociedad civil, esto es, la configuración de las funciones de dirección global de la sociedad como un conjunto de prácticas especificadas a cargo de un deter­minado grupo de la sociedad, no de todos, es decir, en base a la exclusión de gran parte de la población del problema o proceso de la autodeterminación sobre sus problemas. La existencia de la burocracia responde al hecho de que la política se ha configurado como algo que no es incumbencia'de todos sino de especialistas que ejercen el secreto de estado.

Llegado a este punto se puede plantear su relación con la segunda %-alencia: la democracia representativa como problema y método de conocimiento. En palabras de Zavaleta:

"Actúa la sociedad civil por medio de la democracia bur­guesa, dando los indicadores del movimiento de las relaciones productivas y las otras relaciones sociales. La burocracia es la memoria estatal y la reacción estatal: reorganiza entonces, conforme a los mensajes dados p'or el movimiento *democrático sus mediaciones.” (4)

"Aquí, la democracia se insinúa como un acto del estado. Es, entonces, la conciencia del estado calculando las reberveraciones de la sociedad civil. La sociedad civil en esta fase gnoseológica es sólo el objeto de la democracia, pero el sujelo democrático (es un decir) es la clase dominante o sea su personificación en el estado racional, que es el burócrata.” (5)

Un estado moderno necesita invertir en estructuras repre­sentativas que le permitan saber cómo se está moviendo la sociedad, qué desea, qué proyectos tiene, incluso qué peligros plantea a determinados tipos de dominación. La dictadura no tendría la capacidad de percibir esto ya-que no le interesa cono­cer a su sociedad, y al entrar en la fase represiva se cortan los canales y mediaciones por las cuales los diversos grupos sociales y sus aspiraciones tendían al estado. La democracia representativa cumplía, entonces, la función de posibilitar un conocimiento que le permitiría al estado dominar mejor a su sociedad, por conocer­

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la,.a la vez que podría dirigirla, es decir, formular un proyecto hegemóriieo, que consiste en la capacidad de articular las pul­siones, demandas, proyecciones, interpuestas desde la sociedad civil, sobre todo aquellas que no son incompatibles con el proyec­to de los gobernantes.

«

Aquí, la democracia representativa se ejerce en una ar­ticulación instrumental, sirve para obtener ese conocimiento e in­formación que sobre todo se traducirá en manipulaciones de la sociedad para reproducir 1$ sustancia de la sociedad capitalista. Este es un problema que está por lo general ausente en la teoría del estado; por lo tanto, la brecha que sugiere Zavaleta es un aporte para articular problemas de conocimiento y construcción política.

Caminando esta brecha, quisiera plantear un primer problema. Zavaleta caracteriza al estado como una forma aparente, que no es sino la modalidad en que las cosas aparecen en la sociedad capitalista, esto es, las cosas se expresan como lo contrario de lo que son o/y de manera parcial mostrando la parte como la verdad del .todo. El estado; en el ámbito de la ideologfe, aparece básicamente como la esfera de la armonía, de lo público genera], por lo tanto sin connotaciones de lucha ni de contradic­ción radical, cuando en la realidad global el estado sería la forma de .dominar del polo dominante de la sociedad (a decir de Zavaleta), es decir, aparece como lo que no es. De igual manera se expresa las otras relaciones básicas de esta sociedad. El plus- valor se expresan como ganancia no como trabajo explotado. El estado, entonces, a la vez cumple la función de unificar la sociedad pero no de borrar y superar sus contradicciones, es decir, el estado es el que articula y unifica socialmente aquello que por su propio movimiento y esfuerzo tiende a dispersarse, pero la unificación se realiza en subordinación a un proyecto de dominación. Aquí, la unificación no contiene la idea de supera­ción de los males de la sociedad sino sobre todo la idea de direc­ción de la reproducción, por lo tanto, de articulación de todos los aspectos de la vida social en torno a un proyecto de dominación.

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43El estado sería para Zavaleta una forma aparente y,

retomando lo que habíamos dicho previamente, la democracia sería un método del estado para conocer a su sociedad, básica mente con el fin de dirigirla pero a la vez con la connotación de dominación. El problema que se plantearía aquí, entonces, es el

siguiente: ¿qué tipo de conocimiento es posible desde el estado? Uno podría pensar, que el estado sería el lugar privilegiado desde el cual se puedf» conocer de la manera más global a la sociedad por el tipo de posición que tiene en ella; pero a la vez quedaría planteado este otro problema: si es que el estado es esta forma aparente que de alguna manera falsifica las cosas de la sociedad, en consecuencia también se podría pensar que el cono-cimiento estatal es un conocimiento falaz, también aparente, aunque no to­talmente falso. Se podría caracterizar a este conocimiento estatal como instrumental en su ciclo de producción- circulación- utilización-consumo.

El estado se preocupa de conocer quienes actúan, para qué •actúan, con quién, cómo, pero pocas veces se remonta al por qué, ya que no le interesa conocer profundamente su sociedad. Enton­ces, aquí cabría siíbrayar o mencionar aquello que es compartido por todas las versiones del marxismo: que el estado es una relación de dominación. Este hecho determina el tipo de produc­ción de conocimiento que se realiza en su seno dándole límites y características instrumentales.

La democracia necesita ser financiada pata funcionar, no es sólo una ideología sino también un conjunto de hechos y estruc­turas que necesitan un soporte económico. Aquí se plantea el problema de cómo el estado es capaz o incapaz de desviar hacia su seno una parte significativa del excedente social que le permita invertir en conocimiento de su sociedad, ya no solamente en aparatos represivos o burocracia administrativa, sino en funciones netamente cognoscitivas. Entonces, se podría pensar que un es­tado hegemónico es aquel que, por un lado, es capaz de desviar una mayor cantidad de excedente a su seno y reciclarlo ya sea en funciones cognoscitivas o de producción de aspectos que cons­tituyen la inclusión de demandas y realizaciones de los más diver­sos sectores sociales. Esto también implica que sea un estado con

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una amplia autonomía relativa que le permita con la‘suficiente autoridad para imponer no intereses particulares fracciónales sino intereses globales de largo plazo y, sobre todo ya no intereses meramente corporativos sino culturales que tienen que ver con una modalidad de vida, un proyecto de sociedad. Zavaleta dice de la burocracia: "a nuestro modesto entender, es un fruto de la cir­culación de la plusvalía es la altura de la autonomía de lo político" (6)

En este sentido, se podría hacer una muy breve referencia a cómo en la historia de Bolivia el estado post-52 se dedicó a financiar una nueva clase burguesa desde el estado y a pesar de haber constituido esto que se conoce como la república repre­sentativa formal, ésta por el tipo de monopolio del MNR no cumplió funciones cognoscitivas; por lo tanto, de ahí no ha sur­gido un proyecto hegemónico.

Pasemos a analizar la segunda modalidad de constitución de una forma primordial: la democracia como autodeterminación, de las masas, que se convertiría en el problema crucial de la época. Esta perspectiva me parece más explotable en términos de proyección.

Algunas consideraciones previas. En la década del 60 cuan­do Zavaleta estaba militando en el MNR. (aunque desde entonces ya había un claro y explícito discurso socialista) no estaba presente la problemática de la democracia, estaba presente la problemática del estado nacional que era el objetivo, y la democracia no aparecía como el medio de constituirlo. Creo que esto va relacionado con el contexto de la época en que el problema de la democracia tampoco era el tema básico a debatir en las fuerzas socialistas o revolucionarias en general como un medio de construir nuestras sociedades en tanto proyectos autodeterminativos, esto sobre todo en el ámbito latinoamericano.

En cambio entrada la década del 70 y sobre todo en la del 80, el problema de la democracia se convierte en el problema central en el plano político. Los distintos proyectos de remodelación, reforma o subversión de la sociedad, de acuerdo a la modalidad en la que se quiere pensar y practicar, tienen como

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45* tema central el problema de la democracia. También hay un cam­

bio traslado en la vinculación de la democracia funcional al es­tado capitalista hacia la concepción de la democracia como una modalidad en que posiblemente se puede cuestionar el sistema capitalista, es decir, hay un traslado de preocupaciones del orden económico al orden político. Es así como considero en términos generales que Zavaleta de manera personal se inscribe dentro de esta gran tendencia a centrar los-grandes problemas políticos de estos tiempos en el tema democracia.

Existe un texto bastante denso de Zavaleta: "Cuatro concep­tos de democracia", en torno al cual voy a comentar un conjunto limitado de ideas.

Zavaleta considera la democracia como: a) movimiento general de la época; b) como representación; c) como método de conocimiento estatal; y d) como autodeterminación de las masas, y que "la autodeterminación de la masa es lo*que da sentido al resto de las acepciones sobre democracia" (7).

Ocurre que en la problemática anteriormente planteada, que abarca los tres primeros conceptos, la deniocracia es pensada básicamente en torno al estado capitalista y funcional a su cons­titución y reproducción. A su vez Zavaleta piensa que "la historia de las masas es siempre una historia que se hace contra el estado, de suerte que aquí hablamos de estructuras de rebelión y no de formas de pertenecimiento. Todo estado en último término niega a la masa." (8)

Hay en esta polaridad, a mí entender, una tensión teórica que no se resuelve «n el pensamiento de René Zavaleta.

El estado capitalista se constituye y existe básicamente como exclusión de la participación política de la gran parte de la sociedad, es decir, no como autodeterminación sino como lo con­trario. Entonces, aquí no se podría ver cómo la autodeterminación da sentido a estos tres aspectos y conceptos previos. En cambio creo que los tres primeros conceptos tendrían un sentido ampliado incluso modificado respecto del que tienen dentro de’la articulación capitalista si se los reinterpreta desde la democracia

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como la autodeterminación de las masas en la tendencia de con­figuración de la democracia como subvertora o transformadora de la sociedad capitalista y no como su estructura política óptima de reproducción y legitimación.

La primera definición como movimiento general de la época que es la primera instancia para Zavaleta significaba la ex­pansión del capitalismo y de la ideología de la libertad e igualdad jurídica, hoy también podría tener otro sentido, se podría ver como la pluralidad de prácticas sociales y políticas que están sir­viendo o practicando alguna forma de autodeterminación en dis­tintos procesos de rcmodelación de su sociedad.

El segundo: la democracia como representación; en la perspectiva que se articula en torno a la autodeterminación de las masas probablemente ya no debería ser leída como un medio por el cual se delega la soberanía, es decir, se elige el personal de la soberanía en la burocracia, sino mas bien como una articulación bastante compleja en cada caso entre* democracia directa y repre­sentativa, esto es, en sociedades o comunidades más o menos com­plejas existe la necesidad de recurrir a algún tipo de repre­sentación, la misma COB por ejemplo no puede prescindir de una estructura y procesos representativos. El problema consiste en cómo esa representación puede ser ejercida de una manera responsable y de una manera más o menos democrática, es decir, cómo puede ser controlada para que no se revierta en una nueva forma de dominación. Entonces, habría la necesidad de articular la democracia directa y la representativa, y la imposibilidad de practicar democracia representativa sin algún tipo de democracia directa que efectivamente pueda controlar y remover, por tanto, hacer responsable y real la representación.

En el tercer aspecto: la democracia como un método de conocimiento, habíamos señalado brevemente como si la democracia se articula como método estatal en el capitalismo ésta tiene rasgos instrumentales, por lo tanto, su producto es falaz; en­tonces, habría que cambiar el espacio desde el cual sea posible practicar este método, esto es, hacia la sociedad civil. Primero estaría planteando el problema de que es la forma aparente la

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47que conoce a la forma primordial o pretende conocerla, es decir, desde la parte que articula el todo se trataría de conocer la totalidad social, como método. Habría que plantear más bien co-

“ nocer el todo no desde la forma aparente sino desde el proceso de subversión de ella, es decir, desde la sociedad civil que ya no necesita desdoblarse en la forma estado. Y esto pasa por una * politización de nuevo tipo en su seno que no puede ser sino la presencia de la democracia en la sociedad y ya no en el estado, lo que Zavaleta llamaba autodeterminación de las masas, lo cual in­dicaría que el cuarto concepto de democracia sé convierte en un movimiento anti-estatal, es decir, la autodeterminación de las masas no puede ser practicada desde el estado, ya que éste niega a la masa o nunca la puede incluir aún en los proyectos más amplios de hegemonía y dirección de la sociedad.

Entonces, esta democracia que primero estaba ligada fun­cionalmente al estado capitalista termina siendo un método ejer­cido desde la sociedad civil para subvertir esta llamada forma aparente o estatal. La práctica de esta otra democracia implica precisamente destruir la, forma aparente y constituir una forma primordial que no necesite desdoblarse en otra forma (la aparente). En esta perspectiva estaría planteando el socialismo y la constitución de la nación. Haciendo referencia. otra vez al Zavaleta de la década del 60 se puede decir que él veía en ese tiempo que la constitución de la nación soberana pasaba por el es­tado, es decir, por una centralización estatal a partir de la cual un contenido revolucionario podría ser irradiado al conjunto de la sociedad. La constitución de la nación, idéntica a su desarrollo, no pasa por el estado sino por su cuestionamicnto radical.

Considero que el trabajo de Zavaleta sobre estado y democracia y sobre todo "Cuarto conceptos de democracia" sig­nifica en el ámbito boliviano la puesta sd día con los centrales problemas teóricos y políticos del mundo contemporáneo, que son cada vez más también los nuestros en su especificidad, o la inser­ción o intervención teórica en ellos desde un marxismo fuerte­mente arraigado y levantado desde la historia de Bolivia y Latinoamérica.

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Se puede decir que el riguroso y rico análisis que hace de los tres primeros conceptos de democracia son una manera de aportar en la problemática desplegada sobre la democracia a nivel mundial y de introducir creativamente el análisis de esos problemas en la conciencia y desarrollo político-intelectual de Bolivia. Y conjeturo que la introducción y articulación de la perspectiva de la democracia como autodeterminación de masas' en esa compleja problemática e«iado-democracia-capitalismo viene básicamente de la presencia de las masas que Zavaleta está detectando en sus análisis de la historia de Bolivia. Esto viene a matizar y modificar un debate centrando en la democracia como mecanismo de selección de gobernantes, transición de dictaduras militares a estados de derecho con sus sistemas parlamentarios, o la reconstrucción de un orden político en el seno de la misma sociedad capitalista.

En los "Cuatro conce ptos de democracia1' sintetiza y generaliza como pensamiento universal de la época lo que analiza en "Las masas en noviembre", "La fuerza de la masa", "Forma clase y forma multitud", y otros. Sin ser pretencioso, se puede- decir que Zavaleta sugiere que nuestra historia y las fuerzas que en ella se constituyeron y se están constituyendo pueden ser causas y bases de desarrollo del pensamiento universal, esto es, el conocimiento y las pulsiones de la masa en Bolivia*puede ser fuer­za para pensar y practicar autodeterminación por otros cuerpos sociales. Hay que tener cuidado, sin embargo, 8e no dejar de ver o buscar ver otros horizontes que los que plantea nuestra historia y sociedad, no para sustituirlos, sino porque puede ser que en ellos aprendamos a ver más allá en los nuestros, a ampliarlos y también a conectarlos. Creo que esta es una de las principales lec­ciones de Zavaleta: la fuerte pertencia y penetración en su forma primordial en un proceso de asimilación y aporte a una univer­sidad-no homogeneizante ni represiva.NOTAS

1. René Zavaleta Mercado, "Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial," en América Latina:

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y perspectivas democráticas. (FLACSO, Costa Rica, 1982) p. 57. •

2. Idem, p. 70.3. René Zavaleta Mercado, "Cuatro conceptos de democracia,"

en Dialéctica n.. 12 (México, Septiembre 1982).4. René Zavaleta Mercado "Las formaciones aparentes en

Marx," en Historia v Sociedad n. 12 (México 1978), p. 23.5. Zavaleta Mercado, op. dt. (septiembre 1982), pp. 22-23.6. Zavaleta Mercado, op. cijt. (1978), p. 23.7. Zavaleta Mercado, op. dt. (Septiembre 1982), p. 30.8- Idem., p. 26.

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JORGE LAZARTE R.

LA CLASE OBRERA EN EL PENSAMIENTO DE ZAVALETA MERCADO

Quiero empezar subrayando la oportunidad de este debate porque muchos bolivianos tenemos una fuerte tendencia, sobre todo ahora, a vivir sin nuestra memoria y a borrar de ella en ese caso todo lo que representaron los valores intelectuales.

Digo ello porque hace tres o cuatro años era muy frecuente entre los considerados intelectuales, citar a Zavaleta para cualquier cosa, sobre todo sus apotegmas o hallazgos ter­minológicos en los cuales fue tan excelente. De pronto parecería que esc interés se hubiera volatizado. Es probable que en algún sentido esto es explique por la crisis del presente que ha dis­locado todos los parámetros de referencia, y porque parecería que Zavaleta nos habla de un pasado que ya no sería, y que por ello mismo, se quedaría corto para explicarnos procesos propios de momentos de ruptura. A pesar de todo Zavaleta es absoluta­mente indispensable, no para actualizarlo, porque cometeríamos un abuso, sino porque no entenderemos nada de lo que está ac­tualmente ocurriendo-y menos aún podremos diseñar un futuro si acaso no saldamos cuentas con ése pasado que hasta ahora no lo asumimos, y que nos ha llegado vaciado en la peor forma: los estereotipos que abundan en los mejor intencionados. Ese pasado seguirá pesando sobre nosotros mientras no sea comprendido. Es

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aquí donde Zavaleta resulta ser insustituible porque ha sido el e s fuerzo teórico y metodológico más importante para descifrar ese [lasado.

Este seminario debe ser un homenaje a un hombre no para amortajarlo, sino para saludar la hondura y frescura de su pen samiento.

El estímulo proviene además del desafío de sus hipótesis elaboradas como claves para la inteligencia del proceso historico nacional, y de sus poderosas intuiciones que deben ser convertí das en conceptos.

Nuestro trabajo deberá consistir en verificar sus hipótesis discutir su pertinencia y uso, con el fin, repito, de comprender ése pasado liberado de los espectros con que lo envolvemos y a nosotros mismos emancipados de nuestros fantasmas sociales.

En cuanto me concierne, voy a procurar arrimarme a Zavaleta; hablar de él y no de mis ideas a propósito de Zavaleta.

Ahora bien; afirmar con rotundidad que Zavaleta ha sido . tal cosa, es una ligereza. Sólo podemos decir que una cosa es tai

cuando ha sido fijada en uno de sus momentos, pero difícilmente podríamos hacerlo si la pensamos en proceso. Lo que se destaca en Zavaleta visto como trayectoria, es la dificultad de su fijación; es la imagen de un analista en proceso de hacerse; de una búsqueda incesante de sentido para explicar lo "abigarrado"; la única certeza en Zavaleta es que fue un .pensamiento en movimien- to que no había llegado a su término. Hay pues cortes en la trayec- loria más que una idea en desarrollo; quizá preocupaciones comu­nes pero no una comunidad de ideas; estas, aún las axiales, han variado con el tiempo o mejor se han desplegado en el tiempo cambiando con él. Para René la historia fue un problema y no una respuesta. El camino seguido es el de un esfuerzo intelectual que escudriña, que se corrige, que duda, que opera por aproximación ante una realidad difícilmente encapsulable en un concepto.

Quiero decir que si lo comparamos con G. Lora, por ejemplo a éste podemos encontrarlo entero en cualquiera de sus

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escritos; su historia es, quizá, exagerando, la historia de lo mismo; todos sus textos se reproducen como en un juego de espejos. Basta leer un buen texto de Lora para saber lo que dirá en los demás; por el contrario, en Zavaleta hacer esto es una trampa; son múltiples hilos que tejen la urdimbre; por ello es inasible y quizá también por ello es que suela ser más económico reducirlo a frases utilitariamente escogidas y encogidas.

Es desde este ángulo que haremos nuestra lectura de Zavaleta para responder al tema que se me ha propuesto: "La clase obrera en el pensamiento de Zavaleta".

Voy a empezar señalando el lugar que ocupó la clase obrera en su pensamiento; luego lo que él entendió cuándo se refería a esta clase; los problemas que enfrentó la comprensión de su acción; la metodología de la que se valió y lo que dejó pen­diente.

La significación de la clase obrera en los escritos de René deriva de la centralidad que según él tuvo esta clase en la historia nacional. Así en un texto excelente por la densidad de las ideas, •

'dice que es "en torno a la resistencia y la rebelión del proletariado minero que se reconstituye la sociedad boliviana en su conjunto"(1). Es decir, la clase obrera no es sólo un grupo social más en la nomenclatura sociológica, sino que es y primeramente, un lugar estratégico en la organización de la sociedad boliviana.

Luego; para poner de relieve esta importancia, asegura en otro texto que "donde no hay consenso obrero no hay legitimidad"(2). En el mismo sentido afirma que "cuando la clase obrera se mueva políticamente es la nación la que se mueve" (3). No hay necesidad de seguir espigando citas dispersas, como aquella otra también conocida de que "si no fuera por las masas, sería mejor que no existiera Bolivia" (4) para mostrar que una de las claves para explicar la historia nacional desde 1952 condensada, según sus palabras, en el "duelo entre la clase obrera y los militares" (5), es precisamente la acción de esta clase obrera.

Sin embargo este situamiento central de la clase obrera en la historia nacional no es de suyo inteligible como puede colegirse

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de otro texto de Zavaleta en el que sostiene "la clase obrera, este sujeto extraordinario y casi inexplicable de la historia de Bolivia" (6), allí donde muchos encuentran una respuesta, él encuentra un problema. O dicho de otro modo, que lo que hizo la clase obrera resulta fácilmente explicable a partir de ciertos modelos previos que proceden por atribución mesíanica; su integibilidad sólo sería una deducción. En su forma burda esto quiere decir que la clase obrera jugó ese rol central "puesto que" ésa sería su misión histórica. Pero Zavaleta , que conocía la historia, llega a la con­clusión de que el lugar ocupado por el movimiento obrero no es fácilmente conceptualizable; la explicación racional de este rol fue un verdadero desafío teórico para René Zavaleta en la medida en que no le satisfacían las "explicaciones" en circulación, ni en­contraba tampoco la clave para ello en las versiones corrientes y vulgarizadas del marxismo. Esta actitud de liberarse de ciertas camisas de fuerza que bloquean la comprensión de lo real, hizo de Zavaleta uno de los escasos marxistas que podían exhibir un rostro fresco, situación que no dejó de plantearle problemas cuya solución requería de osadía teórica.

En primer lugar, ¿cómo conceptualizar a las clases sociales, y entre ellas a la clase obrera en sociedades "abigarradas" para las que las categorías "occidentales" no son suficientes? En segundo término, ¿qué entender lo que el mismo Zavaleta llamó "acumulación en el seno "de la clase"?. Veremos que las respuestas son más bien intentos de asir el problema por aproximación múltiple. En tercer lugar, en el marco del tema fijado, la relación que'él mismo plantea entre clase en sí y clase para sí, y su ver- tcbración con los demás problemas; en cuarto, la relación entre movimiento obrero y política; es decir, la representación política de un movimiento social y el lugar del partido; o, dicho en su forma más común entre nosotros, la relación entre sindicato y par­tido, un viejo nudo en el campo de izquierda. Hay otros problemas centrales que nos privaremos de mencionar porque salen de nuestro tema, pero lo que nos interesa subrayar respecto a todos ellos es el esfuerzo metodológico-conceptual de Zavaleta para dar cuenta de estos fenómenos sociales.

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55Los ejemplos que voy a referir espero que no desdibujen

demasiado las ideas corrientes que tenemos de Zavaleta y no moleste a quienes tenemos la tendencia a hacer afirmaciones rotundas, sin precauciones, respecto a él. Dije que frente a esos problemas se le planteó a René un desafío metodológico para resolverlos, y en ellos tuvo que enfrentarse a verdaderas dificul­tades expresadas en cierto flotamiento en muchas de sus for­mulaciones conceptuales. Volviendo a la clase obrera, estableció que la lógica de acción de esta clase se encuentra en el 1952. Dice que hay que entender la "gran crisis de 1952 para saber de dónde vino el proletariado"(7), pero esta afirmación, que creemos justa, suscita otro conjunto de interrogantes que no admiten respuestas simples. Así Zavaleta afirma, en unos casos, que el rol de el movimiento obrero en la revolución de 1952 fue el de haber cumplido el "papel principal" (8); en otros, que fue "dirigente"(9); también se refirió a la fase "hegemónica" de las masas"(10); luego corregida como "hegemonía incompleta"(ll), para terminar sos- . teniendo de manera paradojal que este rol había sido más bien "subordinado”(12). Ciertamente aquí podríamos señalar la ausen­cia de rigor conceptual, y con ello cerrar el tratamiento; sin embar­co, no habremos avanzado.gran cosa fuera de la constatación, dejando sin explicar esas oscilaciones conceptuales. Por de pronto debemos decir que tales flotamientos se deben al objeto mismo y. no al pensamiento. No se trata de no saber qué decir, sino de la dificultad de definir un objeto que no se deja pensar en los términos clasificatorios clásicos. En los términos clásicos a la alta conciencia política y de acción del movimiento obrero, debería co­rresponder "naturalmente" un partido que sea su "expresión or­ganizada"; pero en el caso boliviano es al revés. La fortaleza del uno es la debilidad del otro. En el fondo de las oscilaciones men­cionadas estaba la idea, nueva para el marxismo clásico, de una clase hegemónica que no realiza plenamente su hegemonía o dicho paradojalmente, una hegemonía no hegemónica; es la ex­presión ya citada de "hegemonía incompleta" lo que a nuestro juicio pensaba Zavaleta de diferente manera y por aproximación. Ello parece confirmarse cuando también encontramos expresiones como "clase inconclusa"(13). ¿Pero qué quería decir con ello? Ciertamente René al no ser proclive a definir sus conceptos, quizá

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porque, ya lo dijimos, estaban en proceso de elaboración, no nosfacilita la tarea. El único recurso que tenemos a la mano es en­contrar expresiones equivalentes, más explicativas, y observarlas en tu uso. Así, con "clase incompleta" o "hegemonía inconclusa" parece estar refiriéndose a una clase que "conquistó el poder y lo cedió" (14); a la "claudicación estatal del proletariado" (15); esta misma idea dél inacabamiento está presente cuando dice en otro lugar" esa clase obrera que no era clase para sí" (16); o que fue una "clase hegemónica sin capacidad estatal" (17). La idea de fondo parece ser y positivamente, que una clase es conclusa o plena sólo en la medida en que puede hacerse del poder, pero que para ello debería tener capacidad de construir un proyecto es­tatal propio, lo que no habría ocurrido con el movimiento obrero boliviano.

Sin embargo, en otros lugares, Zavaleta afirma que sí efec­tivamente esa clase obrera tuvo su proyecto estatal, y fue por ejemplo la Asamblea Popular "organización obrera que funciona como soviet, asumiendo tareas que corresponden al Estado". (18); Aquí parece operarse ún nuevo desplazamiento de sentido de tal modo que la hegemonía incompleta no sería sólo estatal sino societal, pues siendo el movimiento obrero "dueño del país es in­capaz de imponer una nueva visión de las cosas". (19) Más allí de lo que habría que entender por la "nueva visión de las cosas" y de su viabilidad previa a la toma del poder por la vía revolucionaria, podríamos preguntarnos ¿qué era entonces el movimiento obrero definido positivamente y no por sus carencias? Es aquí donde emerge uno de los grandes problemas teóricos de la izquierda boliviana que es la relación entre movimiento obrero y partido. Para Zavaleta el movimiento obrero fue "populista, sindicalista y espontaneísta” (20); en otra parte reitera esta idea de manera lapidaria :el "populismo es la forma en que existieron las masas en Bolivia; ...el espontaneísmo, su método; el MNR. su partido, y Lechín, su jefe sindical" (21). Ciertamente que estas afirmaciones implican fuertes juicios de valor, producidos ya no por el analista sino por el militante. En todo caso, aquí aparece un rescoldo de una cierta visión finalista de la historia con arreglo a la cual son juzgados los procesos concretos; en como si se abandonase la com­prensión y la explicación por la valoración respecto a un fin pre­

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establecido. Esto resulta más claro si tenemos en cuenta otros tex­tos en los que Zavaleta sostiene que el "defecto de las masas bolivianas es la desviación sindicalista", (22). Lo que significa que habría un camino previo, anterior al proceso real, del cual.las masas bolivianas se habrían "desviado" es decir se supone que exis­ten buenos y malos caminos, normales o desviados. Aún si ello fuere así, quedaría por explicar las razones de tal "desviación". Es el mismo problema el que enfrenta René cuando considera la relación partido-sindicato, diciendo que hubo "hipertrofia sindi- cal"(23) con lo cual quiso decir que los sindicatos fueron "deter­minantes en los partidos, pero no los partidos en los sin­dicatos"(24); o que es "como si los sindicatos hubieran ocupado el papel del partido bolquevique"(25). Aquí hay que diferenciar el planteamiento del problema y las tentativas de solución. En el primer caso, la observación de Zavaleta nos remite al núcleo del problema, cuando aludiendo a los acontecimientos de 1970 dice que "las masas se movilizaban por un lado, y los partidos por el otro: eran como 'parásitos de una movilización que no les per­tenecía"(26). En el segundo caso, la tentativa de solución es equivalente a la ya mencionada respecto a la "desviación" sindical: se establece una línea de continuidad pre-establecida entre sin­dicato y partido por la cual este último consitiría en la realización plena y en un nivel superior, del primero. De este modo el partido aparece, quizá estoy exagerando, como la explicación final, el punto omega de los procesos sociales y políticos. Quizá también por este lado se podía pensar que se resolvería la "hegemonía in­completa" del movimiento obrero, cuyo desarrollo "completo" habría sólo producido con un "partido" que le atorgue capacidad de formular un "proyecto estatal propio", como en efecto lo dice en el texto de 1974: "la ausencia o vacío de esta distorsión es la falta...de partidos obreros", con lo que sólo se desplaza el problema sin resolverlo, pues ahora se trataría de preguntarse sobre las causas explicativas de la ausencia de tal partido.

A nuestro juicio, y más allí de estos ejemplos puntuales, había en Zavaleta una tensión entre una herencia marxista "ofi­cial" y una tremenda-capacidad y necesidad de vivificar el marxis­mo, repensando y sobre todo renovando, aún con el riesgo de aparecer muy heterodoxo.

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Esto que decimos puede evidenciarse en la forma cómo Zavsleta propone resolver el caso "casi enexplicable" de la clase obrera boliviana, y por tanto, resolver también esa tensión que mencionamos, así como las propias dudas y flotamientos en su pensamiento.

En el reiterado texto sobre "El Proletariado minero en Bolivia" Zavaleta nos propone seguir un método que consiste en atenerse a "los resultados históricos más relevantes de su pi í'u:iica'f. En otro lugar del mismo texto Zavaleta es aún más con- lnndcntc: la explicación del rol del movimiento obrero no "resulta de su colocación en el proceso de producción, sino de su devenir interno como clase: de su historia en cuanto clase... de su modo

de ser".(27) (el subrayado es nuestro). Es decir, que se podría es- lableccr una diferencia entre el ser de una clase y su modo de ser. El primero es su colocación en la producción; el segundo cómo ella llega a ser; su modo de ser; su comportamiento; pero el primero no explicaría al segundo: la clase nace en la producción pero no se hace en ella. Esto mismo lo ratifica cuando afirma que "todo es explicable a partir de su propio desarrollo interno"(28). Esto es lo que llamó, con un concepto propiamente zav^letiano: "la acumulación en el seno de la clase", és decir, la historia sub­jetiva de la clase.

La metodología propuesta por Zavaleta que consiste en pensar, lo reiteramos, que "cada clase es lo que sido su his- loria"(29), es su mayor contribución en este tema al pensamiento social boliviano, pues otorga movimiento a conceptos rígidos pen­sados en su universalidad abstracta; al incorporar la historia al análisis sociológico ha abierto una nueva forma de pensar lo so­cial, poniendo al alcance de los analistas nacionales proposiciones y reflexiones prácticas lo mejor que él mismo pudo aprovechar de sus lecturas atentas de la escuela "culturalista" inglesa del marxis­mo, que a través de Thompson, Rudé, Hobsbawm y otros, hizo tanto por la historia social. Es por esta vía que pueden resolverse positivamente los problemas no resueltos, dejados pendientes o simplemente planteados por Zavaleta, y no por el uso a veces es­colar de citas brillantes, pero convertidas en frases sonoras sin nin­guna utilidad explicativa. Zavaleta dejó abierto un camino.

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Reconocer una deuda intelectual con él es salir del texto embriagador y estudiar el proceso histórico real; es disponer a través de investigaciones empíricas y teóricas de un mayor material histórico y sociológico que el que tuvo a mano Zavaleta para dar cuenta, en este caso, de lo que fue el movimiento obrero; y si es cierto que es de 1952 de donde vino el proletariado, hay necesidad de que 1952 deje de ser simplemente objeto de discur­so y estudiar lo que fue en los hechos ese proceso que determinó lo que sería la sociedad boliviana en las últimas décadas. Todos sabemos que en este aspecto seguimos moviéndonos con estereotipos que apoyamos con la mayor seriedad del mundo, simplemente porque están en circulación y por ello convertidos en evidentes. Y como todos sabemos, el análisis sociológico e histórico empieza por el cuestionamiento de las evidencias, para descubrir lo que ocultan. En ello Zavaleta sigue siendo nuestro y actual. Más allí de sus ideas en este campo y en los otros, que son cristalizaciones conceptuales de un largo esfuerzo de compren­sión, es su actitud, su modo de ser intelectual lo que deberíamos rescatar como patrimonio y herencia dejados por Zavaleta. De ahí proviene la frescura de sus proposiciones. Si en medio de tantas cosas dichas por él, hay algo de común y puede ser trasmisible, es el "espíritu zavaletiano", hecho con "humus" nacional y envoltura universal; o dicho de otro modo; de la confrontación crítica del concepto con la realidad; de la necesidad a veces de repensar la teoría para dar cuenta de la realidad, y no de la deformación de la realidad para confirmar las previsiones de la teoría. En ese su intento por comprender la sociedad boliviana, uno de los temas centrales para Zavaleta fue "la intengibilidad del movimiento obrero boliviano, tarea tanto más necesaria puesto que éste ocupó un lugar estratégico en la sociedad y el Estado emergidos en 1952.

Las ideas e hipótesis elaboradas por Zavaleta son un puntode partida insustituible para dar con la "clave" de lo que él llamó,sin hipérbole, el "alma de la sociedad civil".% «

NOTAS1. René Zavaleta Mercado, "El proletariado minero en Bolivia,

(mimeo, 1974), p. 2.

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2. René Zavaleta Mercado, Las masas en noviembre.'(Juventnd La Paz, 1983), p. 43.

3. René Zavaleta Mercado, Desarrollo de la conciencia nacional (s.cd., 1967), p. 70. *

4. Zavaleta Mercado, og. cit. (1983) p. 35.5. Idem., p. 426. Re né Zavaleta Mercado, El poder dual. (Los Amigos‘del

Libro, La Paz,.1987) p. 247. Zavaleta Mercado, pg. cit. (1974), p.38. Idem., p. 79. Zavaleta Mercado, pg. cit. (1983), p. 72

10. Zavaleta Mercado, pg. c i t .; 1974) p. 1311. Zavaleta Mercado, og. cit. (1983), p. 42.12. Zavaleta Mercado, og. cjt. (1974), p. 62. 13. Idem., p. 1914. Idem., p. 2515. René Zavaleta Mercado, "La revolución democrática de 1952 y

las tendencias sociológicas emergentes" (mimeo, 1974), p. 18.« *16. Zavaleta Mercado,'og. cit. (1987), p. 2517. Zavaleta Mercado, og. cit. (1974), p. 3218. Idem, p. 54.19. Zavaleta Mercado, og. cit. (1983), p. 8720. Zavaleta Mercado, og. cit. p. (1974), p. 57 y passim.21. Idem, op. cit. p. 5622. Idem, p. 57

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6123. Idem, p. 5524. Idem, p. 5425. Idem, p. 5426. Idem, p. 5727. Idem, p. 5828. Idem.29. Zavaleta Mercado, op. cit. (1983), p. 85.

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LUIS H. ANTEZANA J. .

SOBRE EL CONOCIMIENTO SOCIAL EN ZAVALETA MERCADO

Estas notas en torno al "conocimiento social" en el pen­samiento de René Zavalcta Mercado podrían titularse, con mayor precisión, "sobre las condiciones del conocimiento social..!}" pues, como veremos, en los textos que nos sirven de guía,(l) Zavaíeta Mercado nos ofrece algo así como un mapa gnoseológico de la época y, en ella, de las formaciones sociales concretas --las que, en nuestro caso, precisaremos con sus análisis de la "sociedad abigarrada" boliviana. Bajo esa perspectiva, este trabajo toma la siguiente forma: en primer lugar, destacamos las condiciones generales donde, según Zavaíeta Mercado, sucedería el cono­cimiento social y, en segundo lugar, seguimos sus referencias a la sociedad boliviana. Esta articulación o pasaje entre lo general y lo particular, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo teórico y lo empírico, veremos, es una constante en el pensamiento de nuestro autor respecto al tema. Pero, de partida, localicemos, sea mínima­mente, las características generales de su perspectiva reflexiva.

Si por "pensamiento crítico" entendemos aquel que, atento a su objeto, problematiza permanente y sistemáticamente sus presupuestos teóricos para mejor acercarse a éste, el pensamiento de Zavaíeta Mercado es, ciertamente, de esa estirpe. Además, sí tenemos en cuenta que, al tratar las sociedades poco homogéneas -como la boliviana-, Zavaíeta Mercado privilegia las condiciones

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cognoscitivas relativas a la "crisis"’(estatales, políticas, sociales), le rociaríamos una connotación complementaria: que el suyo es un ' pensamiento crítico especialmente atento a las rupturas y reconstituciones socia!es.(2) Más adelante, ciertamente, lo veremos en operación. Por otra parte, retrazando brevemente, el dosarrollo de su pensamiento, podríamos reconocerle tres momen­to* distintos: uno, el primero, claramente asociado a la perspec­tiva del "nacionalismo revolucionario," con sus matices propios y que, por ejemplo, alcanzará su forma más depurada en su libro Bolivia: el desarrollo de la conciencia nacional "(Montevideo, Diálógo, 1967); luego, tendríamos aquel período dedicado a una detallada comprensión de lo que llamaría un "marxismo ortodoxo" y cuya más clara expresión es su libro E l p o d e r d u a l (México, siglo XXI, 1974); y en tercer momento, tendríamos la perspectiva que frecuenta a partir de los años 70 y que podemos caracterizar como la de un "marxismo crítico", es decir, un marxismo que, sin perder de vista sus referencias básicas, emprende sus propias pesquisas .atento a la realidad social (concreta), que lo motiva.(3) Estos, pues, en grueso, algunos rasgos generales del pensamiento de Zavaíeta Mercado. En lo que nos ocupa, dicho sea de paso, nos referimos a sus trabajos del último período.

En la introducción al segundo capítulo de L o n a c i o n a l - p o p u l a r e n B o l i v i a , el dedicado al "mundo del temible Willjca," texto que como anotamos nos sirve de guía, Zavaíeta Mercado comienza destacando el carácter abrumador del mundo contem­poráneo dada la multitud de los objetos que lo pueblan y el anonadamiento que todo ello produce:

En el desconcierto absoluto o malestar que produce la multi­plicación de los objetos del mundo, los hombres están solos en medio de las cosas que se amplían sin cesar. ¿No es verdad acaso que esto es ya la soledad de la época, la falacia general de su iden­tidad y, en fin, lo que podemos'llamar la segunda pérdida del yo?

La época es cuantiosa y es como si huyera de nosotros, como significara siempre algo distinto de sí misma, perdida en el número enorme de sus acontecimientos invisibles (1986: 96).

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* * *Al destacar esta multiplicidad y el desconcierto que con­

lleva, Zavaíeta Mercado nos conduce a un punto básico para la perspectiva cognoscitiva que comenzamos a examinar. Dice:

No obstante, a pesar de estar abrumando a los hombres de continuo, (la época) tiene una suerte de flanco de fracaso en medio- detesta suerte de asedio infinito y consiste en que puede ser cono­cida. Tiene sin duda algo de asombroso (comenta) que la misma hora del estallido de la cantidad del mundo sea a la vez la que puede ser por primera vez conocida (1986:96, nuestros subrayados).

Examinemos un poco los dos puntos centrales de esta cita: uno, que la época puede ser, pese a su abrumadura multiplicación de objetos, conocida* y, otro, que eso sucede por primera vez en la historia del mundo.

En el primer caso, habría que destacar, de partida, la valoración implícita en la adveración de Zavaíeta Mercado: ahí, conocer es algo muy activo, es un acto que impediría que la. época, el mundo, nos abrume. A su manera, el conocimiento del mundo supone, pues, la posibilidad de enfrentarse a sus deter­minaciones y, en ciertos casos, de librarse de ellas. Ciertamente, Zavaíeta Mercado otorga un alto valor a la posibilidad epocal de esc poder conocer. En el segundo caso, la afirmación de que "la cantidad del mundo" puede, en esta época, ser por primera vez conocida supone, en un sentido que detallaremos luego (cf. i n f l a ) , que el "advenimiento del trabajo abstracto, que es como la r a i s o n d ’e t r e de nuestra temporalidad u horizonte" permite una visión total del mundo. Previamente, los conocimientos, aún perfecta­mente controlables, eran sólo parciales, locales. Esta época, la del advenimiento del trabajo abstracto, es la que permite, entonces, por primera vez un conocimiento que sabe leer lo universal en lo particular, lo general en lo concreto. En nuestra época es posible un conocimiento total —y totalizador- del mundo, pese a su abrumadora diversidad.

La noción de "totalidad" - o "totalización" (Zavaíeta Mer­cado utiliza ambos términos)- 'es complementaria a la valoración del poder conocer: el conocer posible en nuestra época es fun­damental porque se puede conocer en totalidad. Esta "totalidad" o

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'"totalización" es un concepto también básico en Zavaíeta Mer­cado; ya lo iremos detallando. Pero, antes, señaíemps que critica los conocimientos puntuales y parciales afines al positivismo, los que, ante lo abrumador de la época, no recurren a la totalización" y se refugian, por reducción, en pequeños y cerrados cotos de con­ocimiento. Al respecto, comentada abrumadora multitud de los objetos en el mundo provoca la necesidad de "movernos con al­gunas certezas o al menos intentar construirlas" y eso

ha llevado ‘sin duda a un coto cenado que es la clausura positivista de los estudios sociales. (E)n esto es extraño que tas cer­tidumbres con que podemos contar no sean sino ciertos aspectos de lo particular del mundo, de lo que capturamos en su pulverización (porque Ig multiplicación es también una forma de atomización), o sea, a un conocimiento por reducción (1986:96- 97).

En general, Zavaíeta Mercado se opone a las reducciones y, parte del desarrollo de su pensamiento consiste, precisamente, en prestar atención a las diversidades: atender a la diversidad del mundo supone, en su caso, una posible perspectiva totalizadora. En un cierto sentido, parece algo paradójico que, al mismo tiem­po, destaque las particularidades o multiplicidades --que en cierta medida considera negativamente: abrumadoras, desconcertantes- y que las coloque bajo el criterio - de una totalización. U n . tradicional presupuesto cognoscitivo (el todo contiene la parte) haría innecesario prestar atención a* lo particular, digamos, cono­ciendo lo general. Pero Zavaíeta Mercado tiene su manera de plantear esa relación entre lo general y lo particular. A con­tinuación, partiendo de un somero examen del concepto tíe "totalización" iremos diseñando esa articulación.

Motivada a través de un examen de la noción de modo-de- producción (cf. 1986:97-100), esa totalización, esa posibilidad de pensar el mundo en totalidad, es un resultado de la historia y, por lo tanto, algo epocal. Nuestra época, por así decirlo, tiene ese horizonte cognoscitivo que permite pensar más allá de las par­ticularidades. Haciendo un paralelo con M. Foucault, diría que esta totalización postulada por Zavaíeta Mercado es muy análoga a la noción de e p i s t e m e propuesta por el filósofo francés en su L a s

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palabras y las cosas (México* siglo XXI, 1968): un paradigma cog­noscitivo históricamente producido'y que, a su manera ordena nuestra actual comprensión de los objetos del mundo o, por decir­lo con nuestro autor, permite pensarlos en totalidad.

Al caracterizar esta totalización, Zavaíeta Mercado recurre a la noción de tiempo como el criterio que permitiría distinguir a las diferentes organizaciones sociales o, también a los diferentes modos-de-producción. Cada organización social, cada modo-de- producción tendría "su" tiempo, su manera de utilizarlo social­mente. De ahí, a la larga, el valor que da a la posibilidad surgida en nuestra época que podamos cuantifícar el "trabajo abstracto,” pues se trata también de una manera de cuantificar el tiempo y, por ahí, es posible lograr, gracias a esa abstracción científica, una caracterización común y general a los diversos tiempos que se jugarían en las diversas organizaciones sociales y los diversos modos-de-producción.(4) Así, entonces, la totalización que vamos diseñando sería posible y general; por así decirlo: ahora es posible conocer el "tiempo común" a "todos los tiempos".

Un otro concepto, afín a esta posibilidad de’ cuantificar el tiempo del "trabajo abstracto." viene a precisar el de totalización: se trata del característico antropocentrismo de la época, del sur­gimiento del "yo" individual. Zavaíeta Mercado destaca que recién en esta época surgirá el "yo" como individuo -ese capaz, por ejemplo, de vender su fuerza de trabajo— y considera que este hecho histórico es una condición esencial paca la totalización.(5) No se trata, cartesianamente, de que el "yo" pueda, entonces, pen­sar el mundo, sino que, cuando de alguna manera los hombres como individuos, como "yo” son iguales es, pues, posible pensarlos en general y en relación mutua. Sobre todo, en su manera de pen­sar, este surgimiento del "yo” será la base para caracterizar la "in- tersubjetividad" entre los hombres. Esta intersubjetividad, veremos, supone ciertamente sujetos colectivos, pero no se trataría de grupbs per se, sino de individualidades en relación. Zavaíeta Mercado vincula como sigue la "soledad del yo" con la in- tergubjetividad que los constituiría en totalidad: "Se requiere, en efecto," dice, "esta soledad, que implica la pérdida de la vieja iden­tidad o yo sumergido en la pequeña comunidad, para que se cons-

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iruya la nueva intersubjetividad, que es lo que contiene la totalización propia a esta edad productiva" (1986:100).

Como se puede ver, al caracterizar la totalización, Zavaíeta Mercado destaca aquellas características'de la época -"trabajo abstracto," "tiempo cuantificable," surgimiento del yo"- que per­miten postular criterios generales o, dicho de otra manera, univer­sales que, precisamente, permitirían una visión global, total, del mundo y sus objetos. En esta caracterización como señalamos, la intersubjetividad es clave en su pensamiento pues es a través de ese criterio, precisamente,'que podemos caracterizar el posible conocimiento del mundo (ahora total) como algo fundamental­mente social. La intersubjetividad explícita el conocimiento como algo socialmente dado y producido. Teniendo en cuenta que esa intersubjetividad es algo históricamente producido, una manera de caracterizarla someramente consistiría en pensar que, gracias a los vínculos sociales que establece el modo-de-producción actual, los individuos entran en relaciones fundamentales —no meramente circunstanciales— y, por ahí, comparten un espacio cognoscitivo común que podemos caracterizar como el terreno donde se arma la intersubjetividad. _ * , '

La intersubjetividad y la totalización características de esta época serían meras relaciones y posibilidades sin mayores efectos sociales si los individuos (esos "yo") ahí implicados no compar­tieran, pues, un espacio cognoscitivo, una visión de mundo, una "razón" de mundo. Zavaíeta Mercado, luego de destacar que la totalización y la intersubjetividad son posibles en nuestra época gracias a la cuantificación del ""trabajo abstracto" -la teoría del valor- destaca:

p e r o e s t o n o p o d r í a e x i s t i r c o m o u n a s u s t a n c i a e n e f e c t o s o ­c i a l y v i v i e n t e s i n s u i n c o n s c i e n t e , r e s u l t a d o p r e v i s i b l e d e u n a t o t a l i z a c i ó n t a n e s e n c i a l , q u e e s l a p r o d u c c i ó n d e l d i s c u r s o o i d e o l o g í a o r g á n i c a . (Y añade) T o t a l i z a c i ó n , e s o e s a l g o q u e n o j f u e d e p e n s a r s e s i n l a c o n s t i t u c i d h d e u n a h e g e m o n í a . E s l a l ó g i c a p o d e r o s a d e e s t e p a r a d i g m a l o q u e p o d e m o s l l a m a r l a a c t u a l i d a d d e M a r x (1986:100).

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Como vemos, la totalización y la intersubjetividad suponen, pues, ese hecho discursivo, una "ideología orgánica," para confor­marse apropiadamente -y poder pensarse, añadamos. Aquí lo ideológico denota, ciertamente, un cierto conocimiento social. Convergcntémentc, se articula la noción complementaria de "hegemonía", la que, dicho sea sencillamente, supone que esa "ideología orgánica," esa totalización cognoscente, esa visión y comprensión totales del mundo y sus objetos, afincada en las relaciones productivas sustantivas, asuma, integre, articule (hegemonice) otras posibles visiones más parciales. Por ahí, pues, se redondea el concepto de totalización que persigue Zavaíeta Mercado: esa posibilidad, históricamente producida, capaz de co­nocer —por "primera vez"-- el mundo, sus múltiples objetos y las relaciones entre los "yo" que surgen en esta "edad productiva," im­plica además un espacio cognoscitivo intersubjetivo, esa "ideología orgánica," cuya hegemonía organizaría a los diversos y múltiples actores sociales en juego.

. Creo que, en grueso, estos serían los rasgos más importan­tes del concepto de totalización tal como Zayaleta Mercado lo representa en el fcxlo'quc vamos examinando. Así, tendríamos uno de los polos de su pensamiento acerca de las condiciones del conocimiento social, el que destaca las características generales del paradigma que caracterizaría a esta época y su posibilidad cog- noscitiva. Pero, como señalamos al pasar, Zavaíeta Mercado no por ello deja de valorar, al mismo tiempo, la necesidad de reconocer particularidades y diferencias propias a las diversas for­maciones sociales concretas. A continuación, veamos la manera como caracteriza este otro lado de la cuestión.

Caracterizada la totalidad, Zavaíeta Mercado señala luego que, si bien la totalidad o totalización permite pensar "los grandes datos de la época (la nación, la clase, el Estado)” no por ello deta­lla la manera cómo todo eso sucede en las organizaciones sociales concretas. La totalidad, insiste, no nos describe "cuál es la dis­tribución de los elementos en el seno de la totalidad." En un cier­to sentido, los elementos postulados en la totalización son teóricos y lo que ciertamente interesa conocer es la manera como cada for­mación concreta ocurre en ese mundo que ahora es posible pen-

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70sar en totalidad. Citando a La dialéctica de lo concreto (México, Grijalbo, 1967) de K. Kosik, Zavaíeta Metcado subraya que una "totalidad vacía" sería aquella que se queda en la generalidad y nopresta atención a la manera como esa totalidad sucede en cada cáso. Kosik citado por Zavaleta Mercado: "La falsa totalización se manifiesta en el método del principio abstracto, que deja a un lado la riqueza de la realidad, es decir, su contradictoriedad y mul­tiplicidad de significados” (1986:100).

Entonces, postulada la totalización, Zavaleta Mercado no la absolutiza ni la considera mecánicamente repetida de la misma manera en todas las formaciones sociales, aunque sí la asume como un horizonte general de referencia para el conocimiento so­cial o de la época. Haciendo un paralelismo, encuentro que su perspectiva es análoga a la de las ciencias del lenguaje. Ahí también se postula un sistema general, gracias al cual todos los hombres pueden comunicar —la "lengua," como se define saus- suríanamente- y, por otro lado complementario, ahí están los dis­tintos idiomas y los innumerables actos discursivos —la "palabra", saussurianamente— que tienen sus propias maneras de ocurrir, relativas al sistema general, es cierto, pero de ninguna manera un mero efecto. En el caso del hacer y conocer sociales, el contraste (la diferencia) se hace más notable si, además, tenemos en cuenta la historia: a lo largo de ella, los hechos y sucesos concretos irían modificando el sistema general. Redondeando este contraste (que, bien visto, es complementario), recojamos, comentándolas, un par de citas zavaletianas, que lo manifiestan claramente:

Podemos hablar de régimen productivo o de trabajo produc­tivo, o de subsunción real, a aún de fonnación económico-social, pero cada uno de estos objetos teóricos habrá ocurrido de un modo o de otro, aunque contengan un concreto de pensamiento general­mente válido, tendrán inevitablemente una historia (1986:101),

Esta última frase ("tendrán inevitablemente una historia)" putde considerarse un leitomotiv del pensamiento zavaletiano y, por supuesto, marca su perspectiva sobre el conocimiento social. Ahí, la noción "historia" apunta siempre a la manera concreta en que han sucedido las cosas en determinada formación social. Así,

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encuna afirmación muy frecuente en s\is escritos, dice que para caracterizar a una determinada clase obrera no basta situarla en su lugar estructural sino que es necesario también considerar su historia, la que habrá ocurrido de una cierta manera, de acuerdo al medio compuesto en el que se inserta y desarrolla.(6) Veamos otra cita:

Si se acepta el supuesto de que lo más parecido a la práctica es la memoria organizada de la práctica, es decir, si se conviene en que el conocimiento es el depósito clasificado de prácticas pasadas, entonces la idea de la simultaneidad de la totalidad debe reemplazar a la existencia de la sociedad como regiones o estructura de estnicturas y, de otro lado, los objetos empírico- descriptibles deben al menos incorporar los objetos teóricos o sacrificados. Por eso resulta tan metafísica la idea de una teoría general, alocalista, del Estado; por el contrario, se diría aquí que una agregación local, debida ó a un encadenamiento causal propio ó aun al azar tal cual, es la forma en que se cumplen aquellos requisitos universal- reiterables que afectan a la historia del poder (1986:102).

Aquí, al yincular permanentemente lo general con lo par­ticular, lo abstracto con lo concreto, lo teórico con. lo empírico, in­siste, esta vez en relación a la "teoría del Estado", que una con­sideración abstracta, alocalista, sería mera metafísica, es decir, en su perspectiva, algo irretfl, materialmente vacío, científicamente nulo. O sea, una vez más, para Zavaíeta Mercado, si bien la totalidad o totalización es un horizonte general para el pensamien­to del mundo y sus objetos en esta época, nada en esta generalidad dice a p r i o r i de las organizaciones sociales concretas y éstas hay que considerar en cada caso, en sus historias y en sus diversidades. Y sólo así se podrá conocer lo que es universal y reiterable.(7)

Estos, pues, en grueso, los dos polos bajo los que Zavaíeta Mercado caracteriza el conocimiento social de esta época. La totalización como el horizonte general donde se dan, cada una con su propia historia, las diversas formaciones sociales que hay que examinar concretamente. Por supuesto, ambos polos se im­plican mutuamente: sacrificada la totalidad, nos encontramos con-

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72un particularismo aislado; sacrificada la formación social con­creta, estamos ante una totalidad vacía (cf., reiterando, nota 7). Bajo ese marco, entonces, nos interesa ahora ver cómo Zavaíeta Mercado caracteriza el conocimiento de/en una formación social determinada y, ciertamente, la boliviana, con su característicoabigarramiento, es el objeto privilegiado a lo largo de toda su obra.

«

Recordamos su conocida imagen de la formación social boliviana propuesta en "Las masas en noviembre":Si se dice que Bolivia es una formación abigarrada es porque

en ella no sólo se han superpuesto las épocas económicas (las del uso taxonómico común) sin combinarse demasiado, como si el feudalismo perteneciera a una cultura y el capitalismo a otra y ocu- nieran sin embargo en el mismo escenario o como Sí hubiera un país en el feudalismo y otro en el capitalismo, superpuestos y no combinados sino en poco. Tenemos, por ejemplo, un estrato, el neurálgico, que es el que proviene de la constnicción de la agricul- ñira .andina o sea -de la formación del espacio; tenemos de' otra parte (aun si dejamos de lado la fonna milimae) el que residía del epicentro potosino, que es el mayor caso de descampesinización colonial; verdaderas densidades mezcladas nó obstante no sólo entre sí del modo más vanado sino que también con el particularis­mo de cada regjón, porque aquí cada valle es una patria, en un com­puesto en el que cada pueblo viste, canta, come y produce de un modo particular y habla todas las lenguas y acentos diferentes sin que unos ni otros puedan llamarse por un instante la lengua univer­sal de todos (1983:16-17).

Desde ya, la multiplicidad y diversidad explicitadas en esta imagen suponen una atención crítica a su objeto, pues el hecho de destacarlas implica haber problematizado reduccionismos previos sobre todo, los que, de una u otra manera, postulan un objeto homogéneo subordinando la diversidad, el abigarramiento, a algún tipo de determinante económica omnipresente. Para proponer, sin embargo, las condiciones del conocimiento de/en una tal conformación, Zavaíeta Mercado, siguiendo la misma operación que vimos al caracterizar el concepto de totalización,

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busca una condición donde lo particular y lo diverso concurran, de alguna manera, a una pósible articulación común.

Esta condición la encuentra en "la crisis como método" (cf. 1983:16-19), en la crisis como aquella situación donde una sociedad de este tipo manifiesta las condiciones de su totalidad — e intersubjetividad. La situación crítica es, pues, especialmente apropiada para el conocimiento de sociedades poco homogéneas donde la cuantificación empírica no explicitaría sus reales ar­ticulaciones.^) Al respecto, dice: "La crisis se postula por tanto como el fenómeno o la exterioridad de sociedades que no tienen posibilidad de una revelación cognitiva empírico- cotejable, socie­dades que requieren una asunción sintética de conocimiento (1983:16).

Anudando un poco los hilos con los conceptos previamente esbozados, la crisis permitiría entender los factores que cons­tituyen una sociedad concreta, maryfestando la naturaleza de su particular totalización e intersubjetividad, manifestando, se diría, lo universal de su particularidad. Retomando, precisamente, el concepto de tiempo que, como vimos antes, permitía asumir la totalización de esta edad productiva, Zavaleta Mercado carac­teriza a la sociedad boliviana en crisis -estamos, dicho sea. de paso, en noviembre"de 1979- como una conjunción temporal:

(L)a historia, como economía, como política y como mito, se ofrece como algo concentrado en la crisis. En la crisis que es algo actual porque la crisis es un resultado y no una preparación. La crisis es la forma de la unidad patética de lo diverso así como el mercado es la recurrencia rutinaria de lo diverso. El tiempo mismo de los factores (y la principal diferencia entre un modo de produc­ción y otro es la calidad del tiempo humano) no actúa de un modo continuo y conflityenle sino en su manifestación crítica. (E)l único tiempo común a todas estas formas es la crisis general que las cubre o sea la política. La crisis, por lo tanto, no sólo revela lo que hay de nacional en Bolivia sino que es en sí misma un acontecimiento nacionalizador: los tiempos diversos se alteran con imipción. Tú per­teneces a un modo de producción y yo a otro pero ni tú ni yo somos los mismos después de la batalla de Nanawa; Nanawa es lo que

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hay en común entre tú y yo. Tal es el principio de la iníersub-jetividad (1983:18).

Como se puede ver, aquí no sólo entran en juego los con­ceptos que utilizaba para caracterizar a la totalización como horizonte general de la época sino que, además, los encontramos roformulados para la caracterización del conocimiento en/de una » sociedad concreta. Pero, por otra parte, Zavaleta Mercado des­taca que la crisis así considerada no sólo es una explicación de algo (aunque complejo y esquivo) ya dado, sino que es algo que, al suceder, altera los factores (tiempos) que concurren en ella. Ahí, por ejemplo, se constituiría una intersubjetividad. Que la crisis sea un "acontecimiento nacionalizador" (i.e., que totaliza nacionalmente) supone, entiendo, dos dimensiones complemen­tarias: una, que ahí se conoce la articulación de los elementos que componen una formación social concreta y, en este caso, harto diversa y heterogénea; y, otra, que ahí también esos elementos, antes aislados y solitarios, se. articulan. En la crisis de noviembre del 79, por ejemplo, la clase obrera boliviana "había aprendido del momento de su soledad clasista" y se complica con el movimiento' campesino y comprende "que la única manera de ser ella misma era serlo en medio del pacto democrático" (1983:44). Bajo esta ih- dicaciones, el conocimiento social implícito en la crisis no es un acto secundario o subordinado sino también, a su-manera, cons­titutivo y transformar. Generalizando y reiterando, para Zavaleta Mercado el conocimiento social, bajo las condiciones que vamos viendo, es pues, constitutivo, transformador, parte sustantiva de la "autodeterminación de las masas" —aunque, ciertamente, nada se sabe a p r i o r i del tipo de autodeterminación -liberadora, reac­cionaria- que pueden producir las masas.(9)

Una última nota en este seguimiento a los textos de Zavalfta Mercado aquí utilizandos. Desarrollando una "moraleja" epistemológica a sus consideraciones sobre "la crisis como método," concluye:

El conocimiento crítico de la sociedad es entonces una con­secuencia de la manera en que ocurren las cosas. Esto debería ocu­rrir siempre: la naturaleza de la materia debería determinar la índole

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75de su conocimiento. La manera de la sociedad define la línea de su conocimiento. Entre tanto, la pretensión de una gramática universal aplicable a fonnaciones diversas suele no ser más que una dog- matización. Cada sociedad produce un conocimiento (y una técnica) que se refiere a sí misma (1983:19, subrayado del autor).

Si tenemos en cuenta que esta priorización de las sociedades concretas ante las (im)posibles gramáticas generales no implica reducciones explicativas o empiricistas sino, al con­trario, el .discernimiento de la generalidad -totalidad- aquí im­plicada, en esta cita tenemos, "en píldora," la perspectiva de Zavaleta Mercado respecto a las condiciones del conocimiento de/en una sociedad concreta y, por lo tanto, una en el mundo ac­tual cuya debilidad es, recordemos, que puede ser conocido.«•

Estas serían, apretadamente, algunas de las ideas más im­portantes de Rene Zavaleta Mercado en torno a las condiciones del conocimiento social. Destacaría que, desde su perspectiva, la

* intersubjetividad es el criterio que más claramente supone un "espacio cognoscitivo" -la "ideología orgánica" y la "hegemonía" de las que habla se constituirían ahí- y, por ese lado, aun cuando podemos suponer aportes más puntuales -individuales, grupales— el conocimiento de una sociedad sería, siempre, social. Alguna vez, Zavaleta Mercado afirmaba que sólo se consideraba respon­sable de sus juicios' pero que, en el fondo, estaba constituido por sus prejuicios. Esta expresión ilustra, creo, el punto anterior: que ciertamente en la medida que racionalizamos el conocimiento epo- cal y social -e l de una sociedad dada- asumimos un más alto grado de capacidad crítica pero, "en el fondo del fondo" (como diría Jaime Sáenz), son la época y la sociedad las que constituyen el horizonte donde sucedería mi pensamiento.

Por otra parte, habría que tener en cuenta que hay posibles avances históricos en ese proceso y que una de sus líneas —quizá la más deseable- es que en ese proceso vamos ganando grados de "juicio,” o sea, una mayor racionalidad ante los "prejuicios" que nos constituyen. A la larga, como un horizonte final, quedaría la posibilidad ede que la sociedad misma, como un todo, explicite y asuma racionalmente la intersubjetividad (o las intersub-

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%

jetlvidadcs) que la constituyen. Es presumible que esa asunción sea utópica, pues supone una perfecta adecuación entre el objeto

y tu teoría, digamos, y; además, supone que una sociedad dada se transforma de tal manera que adquiera una tota t ransparencia de si misma, todo lo que, ciertamente, no parece haber sucedido nunca; sin embargo, pese a la mala fama de la palabra "utopía" es muy probable que el pensamiento social suponga categorías míticas y utópicas sin las cuales no podría pensar ni suceder. En todo caso, el proceso histórico existe y el conocimiento crítico, digamos empleando la expresión de Zavaleta Mercado, es el que mejor tiende a explicitar objetos heterogéneos tales como la abigarrada sociedad boliviana.

Al final de El nombre de la rosa (Buenos Aires, Lumen La Flor, 1988), U. Eco inscribe una moraleja epistemológica, derivada de Wittgenstein, según la cual toda teoría se queda siempre corta ante su objeto material de conocimiento: la palabra no nos daría el prístino y transparente nombre de la rosa --esc

„ . nombre que revelaría su esencia— sino, simplemente, sería unanominación vacía, una mera referencia a cualquier rosa ("Stat rosa prístina nomine, nomina nuda tenemos"). Parafraseando, la palabra teórica se queda como mera palabra sin‘lograr referirse completamente a su objeto de estudio, en este caso simbolizado, digamos, en la complejidad de los pétalos de una rosa. Por ahí se sugieren los límites de conocimiento racional y científico. Sin em­bargo, paralelamente, el personaje principal, Guillermo de Basker- ville, no en vano una especie de detective analítico a la manera de Sherlock Holmes, ayuda a demostrar que la actitud teórica frente al mundo es algo menos que el frío modelo "objetivo" y dominador que el positivismo y posturas afines del siglo XIX han impuesto al sentido común, bajo el fantasma del progreso ininte­rrumpido. En rigor, la actitud teórica del hombre frente al mundo es algo menos que un dominio ... y algo más: es una manera aten­ta de estar en el mundo y coincidir con lo mejor de él. Como otras actividades humanas, la actitud teórica sería como esa aten­ción que W. Benjamin reconocía fundamental en la vida y obra de F. Ralla: un acto que busca fundar el sentido de lo humano gracias a una complicidad con aquellos seres que, contra las dominaciones, pese a los azares, se entercan en perseguir el ritmo

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de los hechos porque, apesar de todo, saben que hay allí un orden más justo que el vigente.. Bajo este marco, para terminar, situaría el pensamiento de René Zavaleta Mercado: bajo el entercado es­fuerzo por explicitar lo mejor de la sociedad boliviana sin perder de vista, aunque los sabe insuficientes, los horizontes generalesdel pensamiento de la época.

*

NOTAS1. Dos textos nos.sirven, sobre todo, de referencia. Para la

primera parte, nos apoyamos en la intoducción al segundo capítulo de Lo nacional-popular en Bolivia (México, Siglo XXI, 1986), texto que, bajo el nombre de "Sociedad y cono­cimiento," fue también publicado en la revista Ensayos de la UNAM (v.I, n.4, 1984) en su número de homenaje en memoria de René Zavaleta Mercado. Este texto concentra las más im­portantes reflexiones de Zavaleta Mercado respecto al tema que nos ocupa y, siendo parte de su último libro, representaría su perspectiva más reciente al respecto. Para la segunda parte, seguimos el acápite "La crisis como método," parte- de Las masas en "noviembre (La Paz, Juventud, 19S3). Aquí y allá, ños referimos a otros textos, pero éstos dos son los que básica­mente nos guían.

2. Esta atención a determinadas situaciones "críticas" caracteriza, por ejemplo, su libio L o n a c i o n a l - p o p u l a r - e n B o l i v i a , en su "Prólogo," señala: "Desde el punto de vista metodológico, se trata de aislar determinados acontecimientos, por circunscrip­ción en el tiempo, o situaciones regionales, por circunscripción en el espacio. Esto es una respuesta a la escasez de infor­mación y se trata sin duda de una selección simbólica. En defensa del método debe decirse que ninguna ciencia social es posible de otra manera en un país con las características de Bolivia" (1986:9). Cf. fambién "La crisis como método," texto referido en la nota 1.

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3. Por ejemplo, guardando sus distancias con el "marxismo or­todoxo" que también frecuentó, señala: "Hay sin duda una dis- luncia saludable entre la idea de que ’la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases’ o la lógiía táctica de clase contra clase y el blocco storico o los conceptos de medio compuesto e irradiación, pero" —añade para no per- de»' sus referencias básicas-" no es mayor ni menor que la que se daba en el propio Marx entre el concepto de modo de producción como m e d i a i d e a l , y los análisis de formaciones económico-sociales en movimiento como la que concurrió al 18 Brumario" (1986:102, subrayados del autor). Pero, quizá recordando las afirmaciones clásicas del marxismo, esta proposición, contenida en su estudio "Cuanto conceptos de la democracia" (en 1983: 93-115), es una de las que mejor ex­plícita su perspectiva crítica: "En tanto que es un é l a n propio de todas las épocas, la autodeterminación de la masa, sin em­bargo, es el principio de la historia del mundo" (1983:114, sub­rayados del autor).

4. • Según Zavaleta' Morcado, convcrgentemente, lo. fundamentalde Marx sería, precisamente, su manera de tratar el tiempo histórico. "Lo. radical de Marx sin embargo no consiste en su deliberación acerca de la transformación del mundo,-sino que, luego de la incorporación de una perspectiva distinta acerca de la cuestión del tiempo histórico, era inevitable el saber que el mundo*mismo se transformaría, lo cual es copernicano en el sentido doque se descubre algo que existe" (1986: 97-98).

5. Al caracterizar la "subsunción real," por ejemplo, un acto de masas necesariamente, destaca el "yo" ahí implicado: "En efec­to, si la subsunción real, por ejemplo, d e b e ser un hecho de masas para serlo en efecto (ser subsunción real), ¿acaso no es verdad que ella debe contener, por tanto, un elemento antropocóntrico para existir de verdad? Por consiguiente, la noción del yo o individuo moderno, de la autodeterminación de lo humano, de la f u e r z a d e l a m a s a como aplicación de una

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79experiencia ancestral a la eficacia productiva y támbién histórica, *del ejercicio consciente del acto humano, que por lo tanto es un a’rgumento de multitud, todo ello generara sin duda, formas de intersubjetividad o totalización..." (1986: 98, subrayado del autor).

6. Cf., al respecto, su detallado análisis de la clase minera en Bolivia, "Forma clase y forma multitud en el proletariado minero en Bolivia" (en Í983: 69-92), donde, en una de sus con­clusiones, dice: "el razonamiento acerca de los mineros bolivianos muestra que si bien la colocación estructural de una clase social es un problema que no puede omitirse, con todo, es tan importante como eso la manera en que ocurre su -his­toria o sea su devenir. Cada ciase es, entonces, lo que ha sido su historia" (1983: 85).

7. En realidad, se trataría de un discernimiento metodológico: "El problema, en realidad, radica en cuándo debemos utilizar el criterio de las formas profundas o ultimidad como carácter de la época y cuándo las historias internas o de articulación única, las agregaciones ad hoc o simplemente no intercambia­bles, de una asociación o correlato social, sin que una cosa vuelva inservible a la otra" (1986:100-101).

8. "(N)o hay duda de . que no es sólo la escasez de estadísticas confiables lo que dificulta el análisis empírico en Bolivia sino la propia falta de unidad convencional del objeto a estudiar" (1983:17). Cf., también, supra, nota 2.

9. Al valorar la "autodeterminación de la masa" en sus "Cuatro conceptos de la democracia, " sin embargo, añade: "(L)a autodeterminación de la masa es lo que da sentido al resto de las acepciones sobre democracia. Sin embargo, n o c o n l l e v a u n a t e n d e n c i a p r o g r e s i s t a p o r s í m i s m a . En realidad, la sociedad civil concurre al momento determinativo con todo lo que es. Es la lucha entre los aspectos de lo que lleva donde se

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define qué es lo que será. La sociedad íiVil, por tanto, es pof- Udoru tanto de tradiciones democráticas como de tradiciones no democráticas y a veces es portadora de tradiciones no de­mocráticas incluso a un acto de autodeterminación, es decir, en un instante democrático" (1983:115, subrayado del autor).

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CARLOS F. TORANZO ROCA

MARXISTA Y RADICALMENTE BOLIVIANO

IN MEMORIAM 'RENÉ ZAVALETA MERCADO

* •I. La radicalidad de Zavaleta¿Qué vida trágica es esta que nos quita los pocos soportes

humanos en los cuales creemos? ¿No basta que el clima nos im- portga tanta tristeza, no es suficiente que la política nos nutra acidez brutal? ¿Será el sino boliviano la amargura? ¿Por qué este viaje temprano de los mejores? No es sólo lágrima lo que eriza la piel, tampoco cansancio ni rendimiento, es más bien rabia, furia, indignación, aquello que nos consume. ¿Por qué Sergio Almaraz, por qué Marcelo Quiroga Santa Cruz, por qué ahora René Zavaleta Mercado? Es duro, da temor pensarlo, pareciera que en Bolivia el pensamiento profundo de izquierda se liga a la precocidad de la partida final. Cotidianamente sufre el ataque de la envidia, también la incomprensión o el intento de silenciamien- to lo acosan, pero su enemiga dilecta que trata de ser siempre puntual es la muerte. Aún cargados con esa bruma de pensamien­tos negros trataremos de recuperar la plenitud agitada de la vida, ésta fácilmente podía personificarse en un hombre, en René Zavaleta Mercado, pues en él era fácil descubrir Certeramente concentrada una furiosa pasión junto a la calma de la razón.

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Quisiéramos rescatar algo de su camino y obra: no obstante, ambo» non tan profundos y extensos que apenas podremos gomen - tur unas pocas cosas, seguramente las que más sentimos. Ojalá que otros con pluma más adiestrada e ideas de mayor densidad realicen esa labor, que, no cabe duda es una deuda con el pen­samiento revolucionario de Bolivia y América Latina.

No puedo’definir en qué poseía mayor extremismo, si en su carácter marxista o en su ser boliviano, concediendo un poco diría que en la unidad de ellos estaba presente la huella de la radicalidad. Raro espécimen del marxismo el que aceptando la im­portancia de la ortodoxia marque su camino a través del ejercicio diario de la crítica, más aún, que defina la necesidad de ampliar la cultura como una urgencia de aquél; paradojalmente, expresaba que si algo le faltaba a esa postilra científica en América Latina era, precisamente, uno de sus epicentros fundacionales; la his­toria. No era admisible —para su visión— cargar con posiciones marxistas extraviadas en el exceso de lo abstracto, descontex- tualizadas, sin basamento, histórico y,•'peor todavía, soberbias por ignorancia, incapaces de asimilar el desarrollo del pensamiento moderno. Claro que tenía importancia salir del marxismo, vacacionarse de él, huir por un tiempo de E l c a p i t a l ; fugarse con el objeto de tener recaídas más vigorosas, escapar para obtener retornos revitalizados, henchidos de más amplias posibilidades

• unalíticas.Curiosamente, éste que de cuando en cuando se evade in­

tencionalmente del marxismo para escudriñar por otras vías aque­llo que lo inquietaba logra realizar un rescate fino de las proposiciones de Marx, Lenin y Gramsci; es más, se convierte en uno de los contados intelectuales que posee el atrevimiento de pensarlos por cuenta propia. Con una frescura excelente diluye las cronologías de sucesión, descubre a uno dentro del otro —ya al­guien decía que gozaba de un insólito olfato para ubicar a Lenin en Marx, a Gramsci en los poros de Lenin y, por supuesto, atina a reconocer a Marx en ambos cuando mira la realidad—. Su lectura de los clásicos no es pastosa, es más bien ágil, atrevida, pues goza de una enjudia vital para escudriñar nuevos contenidos en las categorías ya pontificadas como inamovibles; con soltura nada

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* *frecuente demuestra su falta de temor a las palabras nuevas, su ausencia de miedo ante las categorías innovadoras,-algunas de ellas acuñadas por él mismo en su afiebrada cavilación. Esa liber­tad de pensar lo conducía a asegurar que E l c a p i t a l para él eran los G r u n d r i s s e .

*Se advierte en su obra el signo radical del marxismo; sin embargo, en la misma se halla el reclamo constante contra Marx y Lenin por su desdén por lo abigarrado.(l) Sus neuronas caprichosas en gran proporción están dirigidas a llenar esas caren­cias: apasionado por ellos, es cierto, mas nunca ciego ante sus deficiencias; amante de lo boliviano pero consciente de las limitaciones de su amor. Quizás por eso se conmocionaba al reconocer -que en su cuerpo había un alma bifacética, elementos encontrados que cotidianamente ardían en disputa; sabía que era un político, entendía que estos usual y equívocamente tienen por tarea repartir la fe, consolidar creencias; pero, a la par, era un maestro, *un docente e investigador por vida y profesión, aceptaba que su labor como tal debía ser la de sembrar la crítica, abonar la duda, difícil decir quién se imponía en su intimidad; él parecía in­clinarse racionalmente al dominio de la última, no obstante, sabíamos muy bien que era muy profunda la primera, tal vez sólo estaba postergada por la razón, siendo la básica en el corazón, más éste también latía alocado al calor de la duda y la crítica. No le dió tiempo a su juez, Bolivia, para .que éste dirima con mayor precisión lo que nosotros intuimos con la carga subjetiva que por­tamos.

II. Bolivia: una enfermedad incurableZavaleta fue un hombre que estuvo obligado a vivir casi a

mitad de su vida fuera del país; empero, sus impulsos vitales lo orillaron a puntualizar que Bolivia es una enfermedad in­curable.^) ¿Por qué sería para él una afección sin cura nuestro país? buena parte de sus fijaciones teóricas estaban sitas en el rastrero del momento constitutivo del Estado y de la Nación; esa preocupación, ¿no tendrá que ver también con su propia his­toria?; ¿no podremos pensar por similitud en el momento cons-

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•titutivo del propio Zavaleta?; los pisos ecológicos en torno a los cuales discurría, ¿no lo hábrán. subsumido .a su dominio?; la psicología campesina de la que emana el amor por la lTajta,(3) ¿no lo habrá marcado? Pero constantemente en la docencia pos- tulaba que la historia no es únicamente el destino; por ello no podían ser sólo la cueca o la diablada, ni el chuño o el fricasé (4) —que por lo demás eran en él una necesidad— los que lo ama­rraban a su tierra, sino más bien el vigoroso movimiento social que Jo anclaba en su propio suelo.

En sus escritos de máxima lucidez, con 'sobrada jus­tificación histórica, propone que "Bolivia no merecería existir si no fuera por sus masas"(5) Son justamente ellas las que en su colosión mayor lo marcaron para siempre; es el flujo político violento convertido en la insurrección popular de 1952 el que tuvo efectos de momento constitutivo para su acción y pensamiento. Sin saberlo, él —siendo apenas un quinceañero, un llock’alla (6) in­quieto. que correteaba por las calles ávido de libertad— recibió en su conciencia un impacto que nunca habría de soltarlo, la revolución nacional de 1952; ésta junto a todo' el proceso que la genera, penetró de manera imborrable en su experiencia y raciocinio; alrededor de esas masas movilizadas, triunfantes,’ preanuncio de la democracia entendida como autodeterminación de ia masa, se fundó su pensamiento y se agitó su pasión. - •

Las ideas y motivos motrices de la revolución nacional se tornan en problemas suyos, los toma como el desafío que es in­eludible atender, ahí nace su obsesión por la nación, tan fuerte es el peso de ésta que temprana y alocadamente manifiesta "la necesidad de existencia de la nación como Estado nacional, así sea cristiano o comunista".(7) Estamos en presencia de un in­dividuo que es prisionero de los requerimientos de su patria, pero no frente a un provinciano hundido en el folklore político de su cuna nativa; tenemos más bien una extraña conjunción de lo universal con lo nacional,%a un Zavaleta tan devoto del singani (8) como del whisky. Los nudos temáticos extraídos de Bolivia los razona desde una perspectiva teórica vasta para volver con más propiedad ti sus puntos de partida, su especificidad boliviana curiosamente lo acerca a los grandes problemas conceptuales del

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85Estado y la política, lo enfila a la conexión abstracta-de la base con los múltiples horizontes superestructurales existentes.. ¿Qué duda cabe de que haya sido un ciudadano del mundo, tan moder­no como el que más? Su estancia en diferentes países y continen­tes, la docencia ahí ejercida, fueron acicates suficientes para que adquiera una perspectiva universal, para pensar desde la totalidad; sin embargo, qué lejos estamos de un hombre desa­rraigado, carente de contacto con su suelo; él siempre tuvo como ombligo a su propia tierra, no en vano proponía que "el yo in- *dividual no se realiza sin realizarse el yo nacional". Tenía sus egoísmos, claro está, pero éstos transitaban por ese rumbo, por el lugar pivotal de su pasión, no en vano boliviana era su tempestad al razonar y de idéntico apellido su explosión emotiva.

La simultaneidad de su avance teórico y de su práctica militante definen el proceso de su formación, ésta la base que dis­tancia su análisis respecto de muchos otros que sólo imaginan ideas en lo ófrico de las bibliotecas o en la exclusiva como encen­dida acción callejera. Lo impresionaba el espontaneísmo de las masas, pero advierte bien sus límites; no obstante, es más acre su crítica contra el antiintplectualismo de -la izquierda boliviana.(9) *Duda de la militancia* esclerótica, vacila ante los p a r t i d o s c o n b o z a l , exige libertad para cavilar, sonríe al plantear que debiese

, existir una* categoría más amplia, fecunda, veraz, que denomine como l u c h a d o r s o c i a l a estos que de manera sincera viven enfren­tados desde innúmeros ángulos con el poder y laboran por el cam­bio; lo acongojaba, pues, la limitación de los m i l i t a n t e s c o n c a r n e t .

*

Con suficiencia risueña, algo'en serio, otro tanto en broma, admite estar dentro de un partido, pero sólo en la medida en que éste se adecúe a él y no a la inversa; ésa la explicación tal vez de su intensa búsqueda; primero, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR); luego, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); después, el Partido Comunista de Bolivia (PCB); y, finalmente -aunque asentía estar en esta última agrupación, uno diría que eso era por sobre todo formal y no esen­cial— quizás solamente l u c h a d o r s o c i a l . Alguien con ese itinerario no necesariamente debe ser bien amado, es más probable que sea presentado como conflictivo, fraccional, como sinónimo de la

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división. Un pensamiento de crítica constante a lo establecido hace temblar aquello que es reconocido dogmáticamente y sin dis--

cusión; dichos motivos convierten a Zavaleta en' una persona temida; todo el mundo, cuanta organización política de izquierda huya en Bolivia, lo requiere en su seno, pero, paralelamente, lo ansían distante por pavor a que sus ideas vayan demasiado lejos y desmoronen las seguridades fundadas en poco o nada científico. Tan grande era el pánico para muchos que no faltaban militantes de algunas tiendas políticas que lo odiaban o despotricaban con­tra sus escritos sin siquiera conocerlo ni haber leído una sóla página suya.

Los dirigentes evitaban su polémica; igual acontecía con in­telectuales temerosos, porque Zavaleta se llamaba también ironía; los pocos habituados a la lectura se escandalizaban, pues la metáfora era su nombre; los almidonados o acartonados sentían escozor, ya que la irreverencia lo caracterizaba; de todas formas, era un radical oído por todos, escasos consiguen este logro en su camino. Pero, desafortunadamente, ¡qué poco se sabía de éste que lloraba al leer los versos de Vallejo! ¡qué infinitésimo se conocía de quien era feliz al .entablar diálogo jocoso y a*la vez serio con los niños!

Su bronca voz e irónica palabra eran la introducción a su estilo; no habría falsedad si se dice que en él se podía reconocer

• la hipérbole boliviana; así como en la masa hay una acumulación de clase, en los hombres parece existir la acumulación del estilo nacional, en Zavaleta por momentos es posible toparse con la rispidez de Guillermo Lora, la malicia de Augusto Céspedes o la atildada prosa de Sergio Almaráz; amalgama, pues, en su estilo mucho de lo bueno que cultivó el pais.

Algunas veces, al dejar correr la pluma, lo picaresco de sus giros le forjó rabiosas enemistades. Decir que "los piristas(lO) no llegan al marxismo, arrancan de él como las polillas que salen de los libros guardados". (11)- Aseverar que "los trotskystas son una suerte de ejército de salvación de la extrema izquierda",(12) con­dujo a que los aludidos montaran en furia. Incontables ocasiones sus travesuras al escribir le hacían factible reseñar problemas

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87sociológicos de importancia, con la ventaja de enunciarlos con típicas y, a la par, sintetizadoras expresiones de dichos fenómenos. Referirse al "feudalismo zonzo en Bolivia", "la conjuración de los k h e s t i s " ¿ 1 3 ) "la oligarquía birlocha",(14) es penetrar en temáticas no desdeñables. Al postular que "a Montes y Arce les habría parecido sin duda más terrible perder a la Virgen de Copacabana que nuestra costa en el Pacífico"(15) retrata de cuerpo entero la dilapidación torpe y la ausencia de interés por el territorio nacional que ha caracterizado a la oligarquía boliviana.

III. Del nacionalismo revolucionario al marxismoEs indudable que la revolución nacional marcó a toda una

generación, la selló con los datos correspondientes a su proceso de desenvolvimiento. Desde la finalización de la Guerra del Chaco en 1935 hasta el sexenio 1946-1952 ubicamos el paulatino crescendo del ímpetu revolucionario; luego del arribo a su ápice en 1952 se vivirá el camino hacia la moderación o derechización en el partido (MNR) qüe encarnaba la insurrección popular; su militancia# —de modo dominante- carga en sus espaldas esos vaivenes que Tos transportan de la izquierda a la derecha en la política boliviana. La dirigencia emenerista, así como sus intelec­tuales, sufren nítidamente el peso de esa metaforfosis; los otrora revolucionarios mutan de piel para convertirse en los recalcitran­tes reaccionarios de hoy, sus teóricos se rezagan, crece musgo en su pensamiento, brotan arrugas en sus acciones. El caso de Zavaleta es la antípoda de ésa involución, en él hallamos una ruta diferénciada, cada vez más evolución en lugar del retroceso que asfixia a su viejos compañeros.(16)

No ver a Zavaleta como proceso sería negar lo más rico de su existencia, huir de lo sustantivo de tal vida. Pocos han logrado desprenderse de sus orígenes políticos rescartando críticamente su pasado, dificultad pronunciada para quienes atizaron con vehemencia su accionar. Qué distancia tremenda hay entre los escritos de este hombre en sus años del MNR respecto de las líneas surgidas del luchador social de la última época; un gran abismo separa a uno de otro; los cambios eran en él saltos, no

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88obstante, siempre quedaban las masas como su columna vertebra^ oran éstas su eje definicional. No sería exagerado plantear -- cuidando las linealidades y caricaturas probables— que las mutuaciones y maduración de las misma forzaban al intelecto y práctica de Zavaleta para actuar en consecuencia. El avance de ellas se convertía en su nutriente, sus fracasos lo condenaban al desasosiego; sin embargo, la reflexión y lectura crítica de los desastres era su aporte para esos a quienes debía alegría y tristeza.

Hacia el final del gobierno del MNR, en los años cercanos a su hundimiento, las posiciones de-Zavaleta eran muy distintas a las conocidas recientemente; probablemente la pasión lo inducía a una defensa arrebatada de su partido y de las acciones zigzaguean­tes .del mismo. Para él, en ese instante, "la Revolución era el orden, el estado legal de Bolivia",(17) vale decir, la quietud, la mansedumbre, lo antipopular, la lejanía de las bases, el des­calabro político y social al cual había arribado en doce años la in­surrección plena de lq, sociedad más allá de las argucias jurídico- legálcs que la consagren oda nieguen, como la completa autodeter­minación de la masa, esto es, como rebeldía transformadora. Si ubicado en.su curul parlamentaria o en función de ministro del régimen movimientista defendía ardorosamente a Paz Estenssoro por comprenderlo como e l " caudillo que expresa la movilización de las masas",(18) desde la actividad teórica o política contem­poránea analizaba que no siempre el caudillismo guarda en su alma el fermento popular ni manifiesta la dinámica de la base; puede muy bien nacer el caudillaje como resultado del movimien­to masivo y representarlo, mas la realidad en proceso fuerza a tras­tocarlo en su negación enajenada.

Acorde con la médula emenerrista, en su fase de ese carácter, externaba que "los mineros se desclasan por la acción de sectores extremistas, especialmente comunistas, de intereses an­tihistóricos, probadamente antinacionales".(19) No en balde es­taba seguro de que "el Partido Comunista es un partido alineado", es decir, que "los comunistas son agentes extranjeros",(20) com­partía la visión simple de sus conmilitantes, para quienes el único enfrentamiento de intereses era el que oponía "las clases nacionales contra- la antinación",(21) en esta lectura importante

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89 pero imprecisa de las antítesis reales del país no cabía ningún

papel para los partidos o militantes marxistas, dado que ellos eran exógenos, foráneos, extranjeros a la sociedad que se pretendía al­terar. El fondo ideológico del MNR alberga un bien cuidado an­ticomunismo, una cerrazón a la radicalidad marxista de alteración profunda del Estado burgués; las palabras de uno de sus miembros destacados de aquellos períodos —cuando el gobierno se desmoronaba— expresan esa oscura matriz conservadora del nacionalismo revolucionario. Es norma que el transcurrir im­placable del tiempo convalide los fundamentos perniciosos de las organizaciones -así parece haber acontecido con el MNR-, mas no es esa la suerte corrida por Zavaleta; por el contrario, era cada vez más usual oírle destacar que si algo de horizonte clasista había en Bolivia ello era no otra cosa qué la intuición del proletariado minero, tenía la certidumbre de que éste había alcanzado buena dosis de su madurez gracias a la acción de los partidos marxistas presentes en su interior.' Opuesto a sus juicios originales, advertía que su vieja agrupación política devenía aceleradamente en antinacional.(22) Consecuente con sus nuevas ideas, la abandonó; su rastrero de núcleos ligados verazmente al movimiento popular lo condujo, luego de algunas pruebas y errores —de las cuales huyó por el sabor oligárquico, que se observó en cierta izquierda-, al Partido Comunista; un buen tiempo creyó en éste —ya previne que no puedo asegurar si tal cercanía política se mantuvo hasta el final—, básicamente porque en él encontraba piel minera. Es conocido que su contacto era más nítido con la dirigencia minera de su or­ganización; a su vez, su distancia se acrecentaba con quienes poseían reparos con el sentir proletario; su admiración era secante por los hombres del socavón; nunca dejó de considerar a éstos como el pivote de la posible revolución en Bolivia; alrededor de ellos se constituyó buena parte de su raciocinio. Si antaño dis­cernía que "no habían perspectivas para la existencia de un par­tido obrero, no hay condiciones para fundar un partido de clase"(23) su ingreso al PC de alguna manera fragilizó esa primera concepción; sin embargo, su incomodidad al interior de aquél demostraba que aún no tenía ante sí aquello que deseaba.

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A propósito de* ía elección del general René Barrientos como candidato a vicepresidente por el MNR, compañero de fórmula para el gobierno de Paz Estenssoro, creía "indispensable U unión de militares nacionalistas y obreros por la liberación nacional”(24) Por cierto que no podía haber mayor equívoco al acudir a la unidad de uniformados nacionalistas con los proletarios justo en el momento en que las Fuerzas Armadas cons­piraban contra lo poco de popular que le restaba al MNR en 1964. Barrientos en modo alguno estaba capacitado para sustan­tivar el nacionalismo, al contrario, era el hombre impuesto por la embajada norteamericana para volcar definitivamente a la derecha aquello iniciado revolucionariamente en 1952. Pero quien analiza con estos conceptos y otros de acentuado rigor ese suceso ingrato de la historia boliviana, es bueno recordarlo, es el propio Zavaleta, dado que él se toma la tarea de diseccionar con precisión indignada esa imposición(25) Más allá de esta partícula histórica trata de entender en general la conexión de militares nacionalistas con obreros en ciertos momentos del desarrollo de la lucha 'de clases, si bien considera que no tcfda acción castrense ha representado mecánicamente represión y regresión --pues en­tiende que, por ejemplo, el gobierno del general Juán José Torrez era mucho más democrático que varios de los regímenes civiles encanados de las urnas—, no por ello absolutiza la unidad entre unos y Qtros; adversamente, posee la certeza de que tales sucesos son eminentemente fugaces y, ante todo, obigados por la dinámica pujante de la sociedad civil agitada y no por la buena fe que carac­terice a la entidad armada(26).

Su paso por el MNR está cargado de una credibilidad fetichista en el desarrollo del sector de transformación como palanca dinamizadora; tan es así que ubica como una de las anemias de su partido el hecho de que tal organización "no tuvo una política industrialista para crear burguesía nacional"(27). Sig­nifica, entonces, que su visión de cambio progresivo del pais tenía como premisa de sustento la presencia de una clase capitalista de aliento nacional. El transitar del tiempo, los fracasos consecutivos* del emenerrismo lo obligaron a mutar de perspectiva; ya no dudaba únicamente de la posibilidad de engendrar tal clase, antes bien, la pérdida de fe en ella como motor histórico brota con fiera

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decisión en sil espíritu; es más, Zavaleta se convirtió en uno de los jueces más implacables de .esos que viviendo del-plusvalor, sin em­bargo, cargan el pesado fardo de una mentalidad precapitalista’ (28) que jamás les abrió la probabilidad real de convertirse en un sector social serio que opere como burguesía capaz de moderni­zar, por lo menos, las condiciones materiales de producción.

*

A un par de años del derrumbe movimientista, cuando aún no se habían logrado explicar las razones de su debacle, él man­tenía una mentalidad cariñosa* hacia la agrupación que lo en­gendró, empero, su raciocinio comenzaba a tomar un vuelo inde­pendiente. De manera casi piadosa con el pasado dijo que "el MNR no aspira a ser un partido científico",(29) paralelamente, en esa misma época en, que era todavía condescendiente con el MNR, ya sentía "al socialismo como f a t u m en Bolivia"(30) esta dualidad al captar los fenómenos parece ser expresiva de su proceso de transición a una más honda y radical aprehensión del acontecer político bqliviano.

Esa serie de mutuaciones hacen explicable verlo en el presente como el más enfervorizado defensor de la idea del par­tido como instrumento obligado a realizar las lecturas de la sociedad más profundas; exigía a esta organización --en su versión proletaria- - su conversión en el "horizonte de máxima visibilidad de la clase", esto es, precisaba palparla como la herramienta teórica- práctica encargada de la interpretación científica de lo ac­tual, capaz de adelantar previsiones sobre el futuro, por tanto, in­eludible para la consumación revolucionaria. Podemos afirmar reiteradamente que Zavaleta alcanza el marxismo cotejando su práctica y saltos teóricos con el desenvolvimiento de la realidad boliviana y latinoamericana; justamente por ese hecho, en un momento intermedio de su avance, postula que "el nacionalismo está ligado a la lucha de clases"(31), sin esta última sería profunda­mente asexuado el primero. Luego de vivir y aprehender el Chile allendista se coloca en la postura radical "de defensa de la revolución proletaria", más aún, señala "el fracaso del gradualis- mo"(32). Sus disquisiciones ulteriores asientan y complejizan paso a paso esa base; quizás sea ésta la razón profunda —casi nunca ex­presada de manera escrita- por la cual declinó constantemente

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92 las invitaciones que le hizo el gobierno de la Unidad Democrática

y Popular (UDP), encabezada por Hernán Siles, para hacerse cargo del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, pues eran bas­tante evidentes su duda y recaudos sobre la endeble unión de la iz­quierda que absolutizaba la democracia representativa cuando en diferentes instantes las masas bolivianas estaban muy distantes de las urnas, esto es, problematizando el poder y no reálizando cavilaciones constreñidas sobre las bondades del voto.(33) Zavaleta es, pues, uno de los contados hombres que no se estan­ca: surge en el MNR,‘ es cierto, pero lo critica con su acción e in­telección teórica: paradójicamente, es el más lúcido intérprete del "crepúsculo del Estado del 52", así como también de las erosiones sufridas por la ideología del nacionalismo revolucionario.(34) Resumiendo; es un personaje que dejó su piel de nacimiento político para devenir en uno de los marxistas más creativos en Bolivia, eligió —metafóricamente hablando— fundar una revista del pensamiento marxista boliviano(35) y no aposentarse en el Ministerio ofrecido. .Optó por dirigirse a Bolivia para contribuir a refrescar la reflexión científica y no caer en las redes del poder temporal.

IV. Aspectos categoriales y pensamientos recurrentesa) Hay en Zavaleta algunas preocupaciones constantes a lo

largo de toda su evolución; conceptos,' ideas e intuiciones que se repiten tozudamente en sus escritos, así como en el diario vivir. Trataremos de mencionar aquellas que nos impactaron o in.- vitaron a una agudizada introspección. Es sabido que la- revolución nacional de 1952 es una de las piedras de toque para su comprensión de la sociedad boliviana; asimismo, es la que abrasa de manera profunda su corazón, mas son ciertos elementos del hecho revolucionario los que se fijan de modo indeleble en él. Las masas , éstas adquieren un papel preponderante en su motivación emocional y en el desenvolvimiento de su razón; las trata desde diversos ángulos, vale (íecir, recurre a ellas como uno' de los pivotes oxigenantes para acercarse a la realidad.

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Si no fuera por SUS masas, mejor que no existiera Bolivia; (36) éste es el extremo al cual arribaron sus ideas apasionadas; es el repaso de la' historia* de Bolivia, el examéñ frío de las in­capacidades burguesas, de las limitaciones de la izquierda y sus partidos, quienes lo confinaron a tal postura; no obstante, en el itinerario para llegar a esa conclusión tenemos un conjunto de proposiciones harto importantes por.su carácter crítico y creativo. Aunque afirmaba su creencia en las masas, sin embargo, prevenía que "existen actos conservadores de masas"(37) esto es, advertía la necesidad de creer y, a la par, dudar, de ellas, no fetichizar sus ac­ciones era la premisa para una correcta intelección de su dinámica real y, por supuesto, del sentido de esas movilizaciones.

En otra arista problemática resalta el "rol de la masa en la proposición de hipótesis sociales en explotación de su horizonte de visibilidad",(38) es usual la costumbre de que las hipótesis respecto del futuro de la sociedad emerjan exclusivamente de al­turas estatales, burguesía, élites, instancias tecnocráticas o

•burocráticas especializadas —por derecho propio e indiscutible— en generar ideas sobre la macrovisión social. A despecho de tales seguridades ya osificadas, luego de analizar aspectos concretos de la historia boliviana, considera la posibilidad -real en los hechos- de que sea la propia masa quien emita sus apuestas para el devenir de la sociedad. Esa es una forma desprejuiciada de enfren­tar lo concreto, máxime si se reafirma la ventaja de ubicación que tiene la masa para, captar su entorno, no hay duda que existe un "horizonte de visibilidad de las clases, de la masa, para la lectura de la sociedad"(39) claro está, esa colocación privilegiada de al­gunas clases sociales, de las propias masas, les abre un camino mucho más llano para leer o entender la sociedad, justamente esa posibilidad de acertar rigurosamente en la intelección de lo real hace permisible que ellas puedan postular con más propiedad sus intuiciones e hipótesis alrededor del desenvolvimiento social.

Zavaleta intenta, pues, reivindicar a la masa como otra ins­tancia productora de conocimiento y a la par propulsora de proyectos ligados al movimiento de largo plazo de la sociedad; precisamente por tal hecho entiende que en lo concreto de las masas de Bolivia se procesa y rescata finamente el concepto

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leninista de "crisis nacional general",(40) a tal grado que "la con­tribución del movimiento obrero boliviano a la sociología es la crisis nacional como método de conocimiento".(41) Entiende'que ésta es una de las grandes consecuencias teórico-prácticas, pues Bolivia sería uno de los lugares clásicos donde tales instantes críticos se presentan de forma pura, desnuda, tanto que permiten revelar con claridad lo que la sociedad realmente es; la crisis catalogada como momento de verdad posibilita escrutar las profudidades de la sociedad, hace factible conocer los hechos con­cretos dinamizados por la masa. La percepción que ésta posee de aquellos es un instrumento conceptual que faculta la apertura de sendas cognoscitivas para la aprehensión de la tendencia política en Bolivia.

La masa no olvida, está habituado al recuerdo, existe una "memoria de masa, una acumulación en el seno de la clase".(42) quiere decir que el comportamiento práctico de las masas incor­pora en su acción concreta todo aquello que es producto sobresaliente de su historia, sus experiencias no enrumban al vacío, no se pierden en la-nada, antes bien, de manera paulatina se almacenan en su conciencia, lo que ellas mismas han generado se acopia con el transcurrir del tiempo. -Decir que en cada fugacidad particular la conducta de la clase es inédita es pronun­ciar una aseveración falaz, pues en el tipo de respuesta de esos "grupos sociales - a la invitación conferida por la pugna clasista en un momento específico-- se halla presente la remembranza de su pasado. Ante situaciones ralativamente similares ella esgrime su bagaje anterior, eso que ya posee almacenado en su fondo oculto. Por tal razón, es de suma importancia el aserto de Zavaleta cuan­do previene que "la acción de Amaru y Katari fundan el temperamento de la plebe en acción"(43) en la misma línea, su consideración de "la Guerra de Republiquetas como democracia en armas, como guerra de masas" (campesinas)(44) tendrá Utilidad extraordinaria para la lectura de la dinámica social con- temjx>ránea.

Es precisamente el manejo reflexivo del "rol de la cos­tumbre" histórica en el cambio político,(45) ligado a la categoría Hites descrita, el que hace inteligible el porqué de las repeticiones

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constantes de los asalariados en su batallar en la lucha de clases y, por supuesto, también una buena'cuota de las decisiones bur­guesas habrá de ser- comprendida déhtro de esta matriz de reiteraciones. No descuidemos, por ejemplo, que es ya práctica consolidada la de los uniformados para arribar al poder por la ruta del golpe de Estado, así como es uso recurrente del campo popular desbaratar lo dictatorial. Siguiendo el hilo de razonamien­to/retornemos al autor comentado; él afirma que "la Asamblea Popular de 1971 sale de la historia de Bolivia", egresa a su modo "el espontaneísmo de masas".(46) Este fenómeno es inadmisible que pueda ser entendido en sí mismo; los sucesos inmediatos a su generación, si bien hacen posible captar múltiples de sus deter­minaciones, sin embargo no agotan su intelección, pues es una his­toria mucho más remota la que configura sus elementos esen­ciales; éstos, por el mecanismo de la "acumulación en el seno de la clase", permiten trazar una senda política especial en un punto focalizado del desarrollo de las antítesis sociales. Ya el desenvol­vimiento del levantamiento de Amaru y Katari, ora las acciones del Temible Willka en la revolución federal, la propia "consti­tución'de la multitud" en la Guerra del Chaco, la revolución nacional de 1952, san los gérmenes procesuales Acumulativos que abren paso a la utilización de un sugestivo método político por la masa agolpada que fundó la Asamblea Popular en 1971. Cosa igual acontecerá con los preludios fallidos de insurrección de noviembre de 1979 o de marzo-abril de 1985, en los cuales la masa cargó ciegamente con su pasado; en un caso, al intentar des­baratar el golpe de Estado de Natush Busch, en otro, buscando arrancar reivindicaciones económico-políticas harto importantes, sin reparar —en los dos acontecimientos- en que sus métodos la embarcaban en un proyecto más allá de sus limitados objetivos ini­ciales.

Acudir, entonces, a la historia, desentrañar en ella los hábitos políticos de la masa, hacen factible obtener previsiones preliminares sobre su proceder futuro; no en vano -en Bolivia- es casi imposible'apostar a su actuación orgánica, es más bien sen­sato predecir su movilización espontánea; sólo una crisis de gran envergadura, un cataclismo social, podrían modificar eso que se adhirió a su entrada. Zavaleta afirmaba la "ausencia de tradición

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96domocrátlco-rbpresentativa en las masas bolivianas",(47)' justa- * mente, pensando que su m o d u s v i v e n d i es la acción directa, la su­blevación masiva, la hecatombe insurreccional y no el manejo

delicado de las urnas. Sin embargo, con la contradicción que le es característica y munido de un análisis bifacélico, razonando desde un perfil más cercano al PC inscrito en la Unidad Democrática y Popular (UDP), entendía que el ejercicio del voto y la propia defensa ejercitada por la masa de aquella modalidad de democracia, al precautelar los triunfos electorales de Siles Zuazo, era una de las grandes "adquisiciones", no únicamente de la clase obrera, sino, fundamentalmente, del campesinado, fenómeno para el modernizante de la política nacional. Empero, será la línea más gruesa de la historia la que defina cuáles de los elementos de la dinámica real se acumulan decididamente en la conciencia de la masa y, a la par, qué otros se desechan.

b) Cuando definimos a Zavaleta como un hombre radical­mente boliviano, lo que deseamos* acentuar es que él, a diferencia de un alto porcentaje de la intelectualidad del país, ño intentó cul­tivar el desdén por su patria, es decir, no sintió complejo por su cuna, no cargó con la .manía interesada de clasificarse como ex­tranjero, cuales la clásica postura de innúmeros teóricos nativos no sólo provenientes de las clases dominantes sino también de aquellos que emergieron de una estirpe popular. Más todavía, él se deleitaba al decir que era uno de los contados cholos inmerso en las letras y dedicado a la política; por ese motivo apreciaba en sumo grado su emenerrismo, dado que externaba ser "orgulloso del MNR por ser un partido de cholos",(48) en esta organización, pujante en la época de la revolución nacional, encontró el receptáculo adecuado para sistematizar racionalmente su rechazo al apego a la enajenación amante de las imposiciones foráneas, empero, no por esto se piense que caía de bruces en el folkloris- mo ni que se precipitaba en el regazo de los complejos provin­cianos; al contrario, es bien conocida su universalidad y cos­mopolitismo, es acendrado su respeto por el pensamiento científico, sea cual fuere el lugar donde éste haya abrevado.

Una de sus primeras observaciones teóricas le permite apreciar que "los mineros antes de 1952 se encontraban enfren-

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tados contra el capitalismo oligárquico Conectado con el im­perialismo",(49) él toma partido en esta disputa, ya que también son la oligarquía y el imperialismo dos de sus furiosos contrincan­tes de todos los tiempos: cada momento histórico por el cual atravesó su acción política testifica esa rivalidad. Se autodefine, por la suma de esos hechos, como un hombre "nacional popular", consecuentemente, su lucha es denotada contra el señorialismo y la oligarquía. No le importó que ésta en variadas ocasiones lo adulara con su coquetería, le era poco importante que ella inten­tara acercamientos, su producción teórica y praxis militante ratifica su concepción dél mundo. Zavaleta no se permitió aper­tura ante dichos galanteos, su mirada fue siempre torva frente a lo inope de tales sectores sociales, sorprendió a los habituados a la vendimia de su pluma a no caer en la camándula de sus adver­sarios. La historia de Bolivia lo había prevenido contra esos devaneos, pues recordaba con precisión que el "apoyo indio a Pando, siendo éste antiindígena y señorial",(50) posibilitó la vic­toria de aquel en la revolución federal, pero a los pocos meses - abrió las puertas para que el agraciado con tales favores masacrara alevosamente a quienes lo encumbraron en el poder.

Como analista del desarrollo de la sociedad burguesa al­canzó a penetrar en algunas de sus intimidades, pudo entender que el señorialismo, la ideología feudal —en el caso boliviano-, se reproduce de manera obstinada. Si bien la sociedad moderna entraña el tránsito del teoccntrismo a una visión antropocéntrica del mundo, adversamente, la clase capitalista andina jamás al­canzó a sacudirse la mentalidad precapitalista medieval, nunca se liberó de la "reproducción endogámica de lo señorial".(51) No sólo el grupo dominante sufre ese estigma, también la sociedad toda está mareada por esta limitante , de modo correspondiente el Estado carga con esa rémora. La constitución de su base ideológica es un fenómeno muy añejo, si Baptista o Gabriel René Moreno respiran en sus escritos un señorialismo radical, Ismael Montes y Báptista Saavedra lo concretan en el plano estatal; todos ellos mancomunados amasaron una "ideología social-darwinista para el Estado oligárquico".(52) Este último avanzó constante­mente al fracaso, dado que en ninguna circunstancia pudo diferen­ciar su "ideología interior" (acuñada en el darwinismo) respecto

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de "la de emisión" (del mismo sello), como suele realizar todo Es­tado que pretende modernizarse o dominar consensualmente sin acudir como norma a la represión violenta. Es normal que el Es­tado posea un fondo conservador; no obstante, su discurso exter­no está obligado a aparecer como progresivo, ésa es la única forma de generar credibilidad en él, cosa que ni remotamente aconteció en Bolivia.

Tan fuerte es el impacto y diseminación del desprecio oligárquico por lo popular y nacional que, inclusive, logró marcar c internalizarse en alta proporción de la izquierda boliviana, la cual funciona aún servilmente y asume todavía un comportamien­to oligarca. Siente Zavaleta que en cada burgués hay una cabeza feudal y en la mayoría de los dirigentes de los partidos políticos representativos de los asalariados existe una postura señorial; es­tima que ni la propia revolución nacional de 1952, uno de cuyos embates fundamentales se dirigía contra dichos males, tuvo fuerza para portar de raíz, tales incordios del pensamiento, que entor­pecen no únicamente el desarrollo capitalista, sino trágicamente mutilan también la autodeterminación proletaria. Este cúmulo de razones lo empujaron a la necesidad de montar un enfrentamiento sin tregua contra el señorialismo, quer con pertinacia, se regenera en la sociedad boliviana, destruyendo toda posibilidad de una ver­dadera reforma intelectual.

c) Zavaleta era un fanático del conocimiento, estaba seguro de que la "sustitución del tiempo clásico" abría las puertas al dominio conceptual de la sociedad; aunque era un radical opositor del capitalismo, pretendía ganar lecciones de éste; de una u otra forma, estimaba las posibilidades que abre a la ciencia un mayor perfeccionamiento material. Informado del misticismo ocultante de lo esencial, generado por un desenvolvimiento burgués, no desfallecía ante las dificultades emergentes de la tarea de incurrir las oscuridades de este tiempo; por el contrario, con optimismo lindante con la adolescencia, entendía que "ésta es una época capaz de conocerse".(53) Reparaba en que la cognos­cibilidad de la sociedad tiene como premisa al desarrollo del modo de producción capitalista; encontraba en éste la piedra de toque para consumar tal posibilidad científica. Al igual que Marx

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cua’ndo veía las trabas'reales con* las cuales se topaba Aristóteles para clarificar la forma de valor, nuestro autor ubicaba que es la madurez de dichas condiciones estructurales la que otorga facilidades para tener acceso a esos fenómenos.

A pesar de todo, este enamorado del conocer desmayaba temporalmente ante los vaivenes y saltos alocados operados en la política boliviana, los mismos que convierten en más intrincada la labor de investigación de sus profundidades, pero sacando fuerza de voluntad, su reacción era siempre firme, aseveraba que se precisaba mayor detenimiento, dedicación inquebrantable, para auscultar a nuestro propio pais. Las barreras impuestas a la in­telección de una sociedad arisca como la boliviana le hicieron fac­tible como el lugar del fracasp de las cosmovisioines como la tumba de las fáciles y precipitadas lógicas universales, mas no era sólo "la singularidad" de este Macondo travieso la que lo llevaba a la postura terminante de plantear que "es discutible que haya un método general para conocer todas las sociedades".(54) Antes bien,' su experiencia en el manejo de diversas realidades nacionales es la que lo empuja a esta posición, dado que los matices divergentes encontrados en ellas asumen vital importancia para la definición de cada uno de los casos estudiados, de modo tal que es imposible cobijarlos bajo la parternidad de una norma similar. •

Para esclarecer su opinión respecto a estos temas es menester relativizar sus expresiones, no tomarlas descontex- tualizadas, sino más bien en referencia a los puntos particulares a los cuales se remitió. Por ejemplo, suponía que "el capitalismo es una sociedad cuantificable a partir de la ley del valor"(55) esta reflexión pertenece, fundamentalmente, a sus cavilaciones acerca de los fenómenos asentados en la base; imaginaba que puede exis­tir un modelo de regularidad para problemas relativos a la estruc­tura; en esta materia entendía que es factible un conjunto de co­munidades, así como la presencia de rasgos básicos homogéneos entre multiformes envolturas capitalistas, de tal modo que puedan abstraerse leyes aproximadamente iguales para los asuntos concer­nientes al cimiento de la sociedad. En este campo, en el cual la economía adquiere una importancia excepcional, Zavaleta

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penetró epidérmicamente: para él la ley del valor era un mecanis­mo de naturaleza casi mágica para solventar todo ese tipo de nudos; no sabía con precisión que la vía para edificar las ' medicaciones que conduzcan de esa máxima abstracción hasta el concreto real es un camino harto pedregoso, el mismo que por dificultoso ha sido eludido por la mayoría de los estudiosos de esa temática: sin embargo, al pensar en su Bolivia natal, sospechaba ' que estas cosas no son tan simples. Lo abigarrado de su sociedad, la persistencia de variadas formas de producción correspondien­tes al pasado le hacían dudar de lo cómodo y accesible de com­prender fácilmente con leyes situadas en niveles tan abstractos, una realidad particular.

Si en el espacip de la base sospechaba la presencia de modelos tenuamente uniformes, promedios parecidos, en cambio, en las esferas jurídicas, ideológicas, etcétera, era más cuidadoso, dubitativo de la existencia de comunidades; tocando la temática estatal afirmaba quq "no hay una teoría del Estado universal".(56) Más lejos todavía, tenía"’ seguridad de que "hay ausencia de módulo de seguridad en materia superestructural".(57) tanto que • en este campo sería posible hablar de situaciones, más nunca de leyes. Quizás esta propocisión sea exagerada; no obstante, en lo externo de su enunciado podemos encontrar la moraleja que pre­viene de la tentación de generalizar con ligereza y de atribuir, por la ruta de un código general, caracteres comunes a realidades disímiles.

Explotando lo disímil y evadiendo la igualdad, Zavaleta forjó una crítica importante contra algunas ideas estólidas, preñadas de mecanismo, de ciertas posiciones teóricas avecin­dadas en la visión de la dependencia. Es conocido que no pocos representantes de esta última corriente creían toparse con un desenvolvimiento casi homogéneo en las naciones impactadas por el peso económico y político del imperialismo, buscaban hallar respuestas parecidas y reacciones equivalentes en los países latinoamericanos sometidos a proyectos indiferendados emitidos por los centros dominantes de la economía mundial. Empero, la realidad, caprichosa como la femineidad, nunca respondía al unísono y con talante idéntico ante un único estímulo elaborado

KM)

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101por el brain trust del imperio. Zavaleta apunta que es ineludible estar pendientes de "la importancia de la forma primordial para el conocimiento de la dependencia",(58) la definición de ésta sólo es accesible a condición de conocer la historia particular de cada caso nacional, sus usanzas organizacionales, hábitos políticos, cul­tura, etcétera. No es, pues, certero prever que .todos los países danzarán a un mismo compás cuando se les motive con acordes semejantes, al contrario, cada uno de ellos dictaminará sus con­toneos según sean sus propias especificidades, esto equivale a decir que de modo alguno es lícito pensar en determinaciones lineales que engendren gemelos dependientes, antes bien, la variedad sustituye a la identidad en tratándose de esta cuestión.

„ Hurgando más la temática propuesta, recordemos que Zavaleta asimila que "las relaciones de producción explican la unidad de la historia del mundo; la superestructura, su diver­sidad".^) La indagación en el reducto estructural haría posible conocer daf,os de parentesco entre distintas experiencias sujetas a estudio, mientras que la heterogeneidad entre ellas, así como la singularidad que las caracteriza, sería más bien un resultado del pulimento de la reflexión en el plano jurídico, político, cultural, „ etcétera. Estas propuestas encierran tras de sí un manejo perfecta­mente plástico de la trabazón base- superestructura; él apuesta a su simultaneidad, y de.niguna mañera a la digitación torpe de una sobre otra. Tan es así que está consciente, por ejemplo, de que la sociedad civil no determina la forma Estado, ésta emerge de un proceso más tortuoso y complejo que la simple combinatoria directa de éste con aquélla.

En el campo estatal, que de alguna manera rozamos, su razonamiento posee muchas aristas sugestivas y, una que otra vez, paradojales. Su concepción del "Estado como atmósfera de la producción",(60) clarifica que la estructura económica de la sociedad está totalmente marcada, impregnada, por los atributos estatales: no se puede clasificar el campo productivo cual el remanso virginal donde no ha depositado su estigma el Estado, aquél no podría funcionar sin la tutela y vigilancia inquebrantable de este último'. La esencia de todo Estado se sabe bien que es con­servadora, no obstante, Zavaleta discurre que no es raro en-

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eonlrur, en determinados períodos históricos, sociedades civiles rnAl reaccionarias respecto de ese que ha sido nominado como la «udtantivación de lo retardatario. Asegura que en algunos momen­to! el Estado se presenta como el motor de alteraciones sig­nificativas y modernizantes de lo social, .cual el sujeto de mutaciones, mientras curiosamente aquélla opone resistencia denodada al avance y transformación. *

Sus percepciones de los fenómenos bolivianos lo im­pelieron a afinar algunas herramientas analíticas de la política; por ejemplo, es un convencido de "la importancia de la mayoría de efecto estatal".(61) Anota que no todos los sectores sociales de un país deciden el fluir de los hechos de acuerdo con el peso cuan­titativo que poseen en la población, en este sentido, no existiría una ponderación igualitaria de los contenidos que detentan todos ellos para marcar el rumbo de la realidad. Si bien la democracia representativa enuncia c a d a c i u d a d a n o u n v o t o , empero ello debe rclativizarse, dado que no son equivalentes — por decir algo- diez mil sufragios de las minas de Siglo XX en Bolivia comparados con igual número de electores del departamento de Tarija. Esta cons­tatación no oculta desprecio por nadie, simplemente previene que en la actividad política es básico detectar y apreciar cuálés son los puntos neurálgicos de la sociedad, ya que son ellos quienes devienen en definitivos-para la puesta en marcha de cualquier tipo de proyectos de modificación o ratificación del estado de cosas.

En otro orden de inquietudes, la mirada del inveterado fraude electoral en Bolivia impulsó a daj una contestación coherente y racional a ese hecho; ella rebasa los lamentos óticos y maniqueos que sobre el mismo se han tejido desde siempre. For­mula que un Estado puede digitar los votos si es que no tiene un oponente social de talla respetable que cuestione el resultado ma­quillado de una votación, esto, es, cuando posee la suficiente potencia como para lograr internalizar en la sociedad la veracidad de tales números: vale decir, en las ocasiones de ausencia de con­trincante real que coloque en entredicho la contabilidad alterada. En cambio, si el grupo social que esgrime las alturas estatales no goza del vigor suficiente como para acallar el murmullo de sus ad- versarios, cuando éstos están munidos de un poderio estimable, es

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103dificultosa la maniobra de los escrutinios, pues sería la propia sociedad quien, se encargara de invocar la duda sobre la legitimidad del Estado o, por lo menos, la que se arrogaría la tarea de desparramar por el Viento de la opinión pública su cer­teza de la nulidad de tal elección, fragilizando la estabilidad esta­tal. Muchas situaciones han demostrado que al ser el fraude exa­gerado, ausente de credibilidad, incubó más bien la rebelión y no la aceptación tranquila de la alquimia electoral.

Para Zavaleta el Estado ha sido siempre su motivo recu­rrente de reflexión, es éste, con sus desafíos atrevidos, el que agitó poderosamente su inventiva; seguramente que su insomnio provenía de las deudas que guardaba consigo mismo al no haber podido aún labrar todas las respuestas para las variadas inte­rrogantes formuladas para sí. Era un apasionado de la búsqueda de las causalidades descifrables; era urgente para él "conocer el 'temperamento’ de los Estados" (62) "descubrir el secreto de Es­tado, su ideología interior diferenciándola de la de emisión"(63) penetrar en su síntesis, esto, es, desnudar al ejército como la ex­presión de la irresistibilídad del Estado, igual preocupación lo aqueja al husmear "el momento1 constitutivo del Estado y memen­to constitutivo de la nación"(64) sus preocupaciones en este rubro eran más febriles debido a que consideraba que "para Bolivia la formación del Estado nacional y de la nación es algo no concluido

„en absoluto".(65) En todos esos recintos no dejó solamente preguntas, avanzó también en la tarea de absolverlas; por ejemplo, recordemos que la señalización de la ideología social-darwinista del Estado oligárquico boliviano es uno de sus lúcidos logros, aquella a pesar de los cambios promovidos por la revolución de 1952 aún no fue extirpada plenamente. La identificación de su faz de interioridad con la de emisión es una de las grandes trabas para la modernización de las fracciones dominantes y del propio Estado actual. La agricultura andina, los pisos ecológicos en los cuales se desenvuelve, dan pista sumamente valiosas para revelar

* él momento constitutivo de la nación. Su análisis de la revolución federal, de la Guerra del Chaco, y los innúmeros escritos sobre la revolución nacional, abren brecha para hacer inteligible el Estado de 1952, así como el agotamiento crepuscular del mismo. Sus cavilaciones acerca del golpe de Estado permiten introducirse con

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bondad «1 conocimiento de la zona de írresistibilídad del Estado, a su epítome, esto es, a las Fuerzas Armadas.

d) Uno de los aspectos salientes del trabajo de Zavaleta es su intento de oxigenar las categorías de la crítica de la economía política, busca la manera de encontrar en ellas no solamente con­tenidos ligados al marco estructural de la sociedad, se esfuerza por descifrar las extensiones políticas de las mismas, es más, pretende develar los alcances o enlaces superestructurales que pueden portar, para no dejarlas hieráticas en la exclusividad gélida de la economía. Algo que ya mencionamos es, por ejemplo, la imbricación que establece entre "trabajo abstracto y cognos­cibilidad de la sociedad"(66) el trabajo humano indiferenciado para no es únicamente la esencia del valor, ni su generalización la clave limitada a la comprensión de lo dominante de las relaciones capitalistas de producción, antes bien, el potenciamien- to del trabajo abstracto es catalogado como el camino acertado que posibilita la intelección de la realidad, es consagrado como el p r i u s para la existencia de la gnosis científica en el área de lo'so­cial; sin tal maduración sería intolerable la formulación de leyes ni de modos de regularidad en la base económica.

El mercado interno no es visto parceladamente como la problemática concerniente a la realización de la producción, en­cocada en sus dimensiones material —valor de uso- y social — valor-, menos aún como la sola molestia de encontrar demanda efectiva para el plusvalor; adversamente a esa constreñida óptica 61 lo observa como escuela, esto es, como la plataforma donde la intersubjetividad sb despliega haciendo permisible la penetración de las clases, como el terreno que abona la interinfluencia entre ellas. Es decir que sería el lugar donde los grupos sociales se educan explicitando su internidad y, a la par, asimilando lo que reciben de la experiencia de sus rivales; por tal motivo, no es extraño aseverar que una clase suele obtener la fortaleza y per­sonalidad que le permite adquirir —contrastando su propia ima­gen-- el sector antagónico. No podemos enunciar un modelo mecánico sobre este aserto, sin embargo, no deja de ser verdad quo cuánto más poderoso el contrincante mayor segacidad está obligada a portar una clase social para enfrentarlo y someterlo.

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El desarrollo del mercado interno, pues, sería no "otra cosa que "una forma moderna de unirse, de totalizar",(67) justamente, por tal evidencia, la ampliación de aquél tiene que ver bastante — salvando linealidades, ya que no es sorpresivo ubicar construc­ciones de la nación que se han producido sin consumar a plenitud dicho mercado- con el proceso de nacionalización; no en vano se piensa que "la nación es el yo colectivo, socializado, de hdmbres en estado de desprendimiento extrañados”.(68) En este instante percibimos otra de las ramificaciones de tal categoría, dado que ese camino procesual no implica únicamente la separación del productor directo de sus medios de producción, contrariamente, está latente una problemática más vasta en este fenómeno, pues también ese divorcio entraña "un estado de vacancia ideológica o de vaciamiento, de disponibilidad" .(69) Es, evidentemente, pródomo de mutaciones ideológicas, alteraciones de la conciencia y costumbres colectivas que harían permisible el trastocamiento y avance del Estado mismo. Para no absolutizar en exceso el papel del ipercado interno, admitamos que depende- mucho de la modalidad de interpelación presente en la gestación de una nación en la cual los usos y la propia visión del mundo se hayan modernizado, a tal punto que se consiga un dominio consensual por parte del Estado. No obstante, no debemos ser tan cándidos en la articulación de los fenómenos que pasamos revista, puesto que Zavaleta nos previene acerca del nacimiento de naciona­lizaciones reaccionarias, por la vía de la "hegemonía negativa",(70) en las cuales el yo colectivo o la socialización no se construyó por medio de mecanismos consensúales, de interpelación moderni­zante, sino recurriendo a alegatos conservadores, los mismos que se introducen en la conciencia de los individuos mediante la aplicación de la represión; no en balde, el castigo genera también ideología, labra la mansedumbre que difícilmente se puede sobreponer al d i k t a t estatal.

Al margen de ese conjunto de razonamientos, abre las com­puertas para pensar en "el rol de las naciones precapitalistas respecto del proceso de nacionalización capitalista",(71) puesto que en caso boliviano -ya por ausencia de vitalidad del empuje burgués u ora por la fortaleza de las organizaciones tradicionales de la comunidad y de otros ámbitos todavía no capitalistas- la

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edificación de la nación se ha visto entorpecida. Zavaleta intuye que ei demasiado vigorosa la resistencia campesina, tanto en el pleno económico como en el ideológico, para dejar pasar sin más un proceso de nacionalización capitalista. No obstante, aunque está consciente de tales limitaciones, cavila que el idioma de al­gunos grupos autóctonos es un arma para la unificación y, por qué no, pura la generación de la nación; precisamente, por eso ex­presa que se debe caracterizar al "aymará como soporte ideológico de la emergencia democrática de los aymaras, cual ins­trumento de unificación del mercado y de la nacionalización".(72)Esto es, otorga a uno de los rasgos marcado como resabio del pasado la función de lograr el avance que los ratoniles grupos bur­gueses no han podido plasmar.

Su tipificación de la categorías subsunción formal y real' también trasciende los linderos económicos; la primera no se toma sólo como la imposición de la forma capitalista de producir sobre una organización social _ preexistente que aún no ha modificado esencialmente sus condiciones materiales de produc- ' i’ión, antes bien, expresa que debería ser comprendida como el dominio de la forma ideología y no de la represión física,(73) de este modo, cambia el eje de razonamiento y lo transporta a otra esleía gnoseológica. Por gu parte, su idea de subsunción real adiciona otras connotaciones . que poco frecuentemente son motivo de introspección, por ejemplo, se admite que ella debe ser un hecho de masas; sin embargo, flexibilizando su afirmación, con­cede que puede ser conseguida por una vía democrática o uuloritaria.(74) De todas maneras, si el concepto que enjuiciamos en su matriz estructural convoca al dominio del trabajo pretérsco respecto al trabajo vivo, la imposición de la máquina al hombre, ello 01, significa la exigencia del trastocamiento radical de las con- dlclonei técnico-productivas del proceso laboral, en su estatura su- poroitructuril debiese ilustrar la existencia de "la ciencia como un BOtO d i m aii\ la asunción de "una visión racional del mundo\(75)

La categoría en cuestión ha de entenderse, entonces, como l | penetración en la maaa de una concepción antropocéntrica del mundo que diluya la explicación teocéntrica del mismo; la mente de las masas, pues, también debe haber evolucionado al grado de

I(K.

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107ser congruente'con eí .progreso de su base productiva. Precisa­mente por esta visión enriquecida de las abstracciones mentales correspondientes a la estructura económica, pensando de manera amplia que "la reforma intelectual es el ambiente pertinente a la subsunción real",(76) recalcando tales comuniones, Zavaleta llega a la conclusión de que la lógica de la fábrica, aunada a la com­prensión conceptual moderna de la humanidad, hacen factible la consecusión de la "ecuación u óptimo social", vale decir, permiten una relación mucho más fluida entre Estado y sociedad. Qué lejos estamos en la mayoría de nuestros países de haber arribado a esa apreciación racional del mundo. Midiendo con esta vara la subsun­ción real a las clases dominantes —tomando en consideración sus filos superestructurales- tropezamos con la ridicula presencia de una burguesía que sigue razonando con una-ádeología precapitalis- ta, debido a que su conciencia está aún presa de los demonios del pasado, cuya conducta no se ha liberado de las amarras señoriales. En justa correspondencia, su Estado tampoco ha logrado imponerse por mecanismos ideológicos,^us jisos más bien son los de la represión directa en lugar de los enmarcados en el consenso.

La invocación de tantas limitaciones no tienen en Zavaleta un contenido nostálgico de lo que pudo haber sido y no fue, menos aún son emitidas con la esperanza de que el capitalismo derrote todas esa trabas. De ninguna manera se lo ubica apesadumbrado porque las clases dominantes no hayan cumplido tal labor, simplemente constata dichos hechos; sin embargo, sabe muy bien que éstas son deudas que deben ser saldadas desde otra perspectiva, en otro marco, revolucionario con seguridad. De todas formas, está consciente de que el cambio de poder político, la revolución, no es un cofre lleno de milagros, antes bien, es la praxis humana infatigable, su creación interminable; la única clave de victoria, pues, es el propio hombre organizado, libremente colectivizado, el que puede vencer, a lo largo de la historia y no en una fugacidad temporal, esos saldos del pasado y, a la par, en- . focar imaginativamente las atingencias del presente.

Zavaleta cree en la centralidad proletaria, estima que éste es el núcleo del cambio, sabe que ahí anida el futuro, tiene firme-

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ION• ,

m utile adherida 1a certeza 3e la necesidad del socialismo. Sin em ­b arg o , crítico por esencia, no es el apólogo de lo que hoy existe con iva: nombre; por el contrarío, su alma se asocia a la idea de unn verdadera autodeterminación de la masa, al desarrollo del hombre y no al mutilamiento estatal de sus potencialidades.

*

NOTASU‘.né Zavaleta Mercado, "Eí mundo del Temible Willka",

¡ndo capítulo de Lo nacional popular en Solivia. (Siglo ■' México, 1986); obra que dejó inconclusa.

7 li< -.a í ¡miento escrito en su diario personal.'' ' LZ , aí apego y amor por la tierra. Se refiere a la atracción

:,i irracional que posee el suelo nativo.■¡ ¡un:,. y diablada, bailes tradicionales andinos; chuño, papa

deshidratada, alimento usual en el altiplano; fricasé, potaje I ¡pico,

.5 f<‘ cné Zavaleta Mercado, Las masSs eií noviembre (Juventud,i o Taz, 1983).

i ópddaiia significa joven .o muchacho en la lengua aymara.7 Rose Zavaleííj Mercado, La revolución boliviana v la cues-

tióti del poder (Dirección Nacional de Informaciones, La Fio;, 1964).

3 .Yingaiú: aguardiente de uva en Bolivia.Zavaleta Mercado, op. cit. (1983).

Ib ¡fina;a, militante dei Partido de la Izquierda Revolucionaria (1*1 sí.), de línea estalinista. Importante en la década de ios 40.

11 Rene ¡Zavaleta Mercado, La formación de la conciencia nacuma! (Casa de las Américas, La Habana, 1967).

12 Idem .L. fC’hcstis. en aymara, alude a sucio, enhollinado o engrasado.

I-orina despectiva de la oligarquía para referirse a los obreros.14 Birlocha, jovenzueía mestiza.15 Idea contenida en "La querella del excedente." en op. cit.

(1986), primer capítulo.16 Compañero, denominación recibida por los militantes del

MNR.17 /.ovíllela Mercado, op. cit. (1964).

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18 Idem. '19 Idem.20 Idem.21 Idem.22 Buena parte de sus conceptos relativos al proceso de

derechización del MNR se encuentra en el libro inédito que sobre la caída de su partido del gobierno escribió en Inglate­rra en 1970.

23 Zavaleta Mercado op. cit. (1964).24 Idem.25 El análisis pormenorizado de la imposición de Barrientos por

parte de la embajada norteamericana y el significado de ese hecho loTealiza en su libro sobre la caída del MNR.

26 Sobre este particular, consultar op. cit. (1983).27 Zavaleta Mercado, op. cit. (1964).28 René Zavaleta Mercado, "El poder de la masa," en Cuader­

nos de'Marcha n.*3 (México, 1979).29 Zavaleta Mercado op. cit. (1969).30 Idem.31 Idem.32 René Zavaleta Mercado, El poder dual (Siglo XXI, México,• 1974)- . . *33 Sobre este particular ver editorial de la revista Bases n. 1

(México, s.f.); también, Zavaleta Mercado, op. cit. (1983).34 Zavaleta Mercado, op. cit. (1983).35 Aludo a Bases: junto a otros de ideas afines pretendía utilizar -

esta revista para recoger la discusión mamsta en Bolivia; en­tendía que ésta era una de las grandes lagunas del país. A esa tarea deseaba dedicar buena parte de su vida.

36 Zavaleta Mercado, op. cit. (1983).4 37 En "El mundo del Temible Willka", op. cit. (1986).

38 Zavaleta Mercado, op. cit. (1983).39 René Zavaleta Mercado, "Clase y conocimiento," en Historia

y sociedad n. 7 (México, 1974a).40 Zavaleta Mercado, op. cit. (1974).41 René Zavaleta Mercado, "Bolivia: la revolución democrática

de 1952 y las tendencias sociológicas emergentes", en

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Pqhulcs sobre la teoría de la dependencia v ia sociología latinoamericana (Educa, San José, 1979).

47 Zavaleta Mercado, op. cit (1983).43 En "La querella del excedente", en, op. cit (1986). Otros

autores usaron la expresión; Zavaleta le proporcionó mayor coherencia en su desarrollo.44 "El estupor de los siglos", Zavaleta Mercado op. cit. (1986) tercer capítulo.

45 Zavaleta Mercado, op. cit (1974).46 El texto arriba citado es básico para comprender la Asamblea Popular y los fenómenos políticos ‘acontecidos durante el gobierno del general Juán José Torrez.

47 Zavaleta Mercado, op. cit (1983).4K " Zavaleta Mercado, op. cit (1964).49 Zavaleta Mercado, op. cit (1967)..50 En "El estupor de ios siglos", Zavaleta Mercado, op. cit.

(1986).51 Ek "El* mundo del Temible Willka," op. cit (1986).52 "El estupor de los siglos", op. cit. (1986).53 René Zavaleta Mercado, "Las formaciones aparentes en

Marx", en Historia v Sociedad, n. 18 (México, 1978).54 "La querella del excedente," Zavaleta Mercado op. cit (1986).55 Zavaleta Mercado, op. cit (1978).56 "El mundo del Temible Willka", Zavaleta Mercado' op. d t

(1986).57 René Zavaleta Mercado, "El Estado en América Latina", en Ensayos, n. 1. (División de Postgrado de la Facultad de Economía, UNAM, México, 1984).58 René Zavaleta Mercado, "Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial", en América Latina: desa­rrollo v perspectivas democráticas. FLACSO, San José, 1982).

59 En "El mundo del Temible Willka", Zavaleta Mercado, op. cit (1986).

61) Zavaleta Mercado, op. cit (1984).61 Zavaleta Mercado, opr cit (1983)62 Zavaleta Mercado, op. cit (1974)63 En "EL estupor de los siglos," Zavaleta Mercado, op. cit

(1986)

un

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111

64 Zavaleta-Mercado, o¿. cit. (1984).65 René Zavaleta Mercado, "Notas sobre la cuestión nacional en

América Latina", en Teoría v política en América Latina (CIDE, México, 1983a).

66 En "El mundo del Temible Willka," Zavaleta Mercado, 0£. cit. (1986)

67 Idem.68 Idem.69 Idem.70 Idem.71 Zavaleta Mercado o jt . cit. (1983a).72 Idem.73 "El mundo del Temible Willka," Zavaleta Mercado, oj). cit.

(1986)74 Idem.75 Zavaleta Mercado, oja. cit. (1983a).76 En "El mundo del Temible Willka," Zavaleta Mercado, ojt.

cit. (1986).

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GUSTAVO RODRIGUEZ OSTRIA

ZAVALETA MERCADO:EL VALOR DE LA HISTORIA

"Mil millones de años en espiral subiendo"Nicolás Guillen

Erase una vez, un hombre, una mujer. Así comienza toda historia. Unicamente los seres humanos hacen, cuentan y escriben la historia. La historicidad es tiempo* humano. Erase significa "que hay alguien que narra su historia y habrá alguien que la narrará" (Heller, 19S6:14). Aquí, intentaremos penetrar en la historia de un hombre: Zavaleta Mercado, en su historia sobre otros hombres y mujeres.

Antes de empezar advirtamos que este trabajo tiene límites definidos en relación a la obra histórica de Zavaleta. Límites, por­que su producción, es en todo caso, difícilmente separable del resto de sus reflexiones como para permitirnos construir, y juzgar, a un René Zavaleta historiador frente, por ejemplo, al politólogo.

Límites también, porque no nos interesa restrear, con ojos de precisión, su trabajo de historia en el fútil intento de corregirle una fecha o de rectificarle un dato, nos preocupa una cosa diferente. Sondeando su obra queremos presentar, lo más apegados posibles a la letra de sus textos, su visión general de la historia boliviana y de los problemas metodológicos que conlleva analizarla. Es en este recorrido que pretendemos encontrar pautas para bosquejar una respuesta a una interrogante que todo historiador, profesional o aficionado, se hace algún momento: ¿Para qué la Historia?. Trabajemos en esto con Zavaleta.

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I, Memoria e historiafíauguin, lo recuerda muy bien Agnes Heller, preguntaba

angustiado "¿De dónde venimos, quienes somos, a dónde vamos?". No hay pueblos gelatinosos "incapaces de historia". Engels se equivocaba, por cierto, cuando retomando a Hegel, hablaba en su juventud, de los "residuos étnicos", de las absurdas nacionalidades, de las poblaciones sin "vitalidad nacional".(l)

Hay siempre una conciencia histórica, una respuesta susu­rrada o cantada, perseguida o aceptada, a las interrogantes de fíauguin. La historia es entonces, memoria del poder o memoria alternativa, visión de los vencedores o visión de los vencidos, cons­tructora de hegemonía o contra poder subversivo.

El pasado pesa y decide. Desde el ayer prolonga o niega la legitimidad del poder. Én b.-¡ más profundo, hacemos historia para dibujarnos un rostro, una identidad. O más bien, para bosquejarlo nosotros mismos sobre la pintura del adversario, del opresor. Este sería, en suma, el objetivo último del ritual del historiador.

Respecto al tema, preguntemos: ¿Era Zavaleta un his­toriador?. Por supuesto que en el trasfondo subyace otra pregunta no menos pertinente: ¿qué es un historiador?. Si por el oficio de historiador se entiende, estrechamente, el juego de analizar los hechos pasados a partir de fuentes verificadas y verificables provenientes de archivos o fuentes primarias, indudablemente. Rcné Zavaleta, no pertenecía al gremio. Lo era, sin embargo, en un distinto sentido. Su tarea de historiador, o más propiamente su encuentro con la historia, consistía en una búsqueda del legado que desde atrás, desde el tiempo, define los bordes y el contenido de la formación social boliviana. Se contentaba, puede ser* una limitación, a reinterpretar fuentes secundarias, aproximándose al curso histórico aislado, temporal y especialmente, a los acon­tecimientos de mayor relevancia.

En cuanto a esto, lo factual, el preciosismo de los datos, las cosas tal cual sucedieron constituían tan sólo una de las maneras

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t imediante las cuales Zavaleta Mercado percibía el valor explicativo de la historia. La otra, se refiere a "la historia de la perspectiva de la masa". Para decirlo en sus palabras, extraídas del prólogo de "Lo nacional-popular":

" . . . e n e l t r a b a j o s e t r a t a r á d e o b t e n e r u n a d o b l e p e r s p e c t i v a : e n p r i m e r l u g a r , c ó m o f u e r o n l a s c o s a s e n s u s c o n t e n i d o s c o m p l e j o s ; e n s e g u n d o t é r m i n o , l a m a n e r a e n q u e f u e r o n r e c o n o c i d o s e i n t e r n a l i z a d o s p o r l a s m a s a s . " (1986:19).El párrafo es notable, el pasado adquiere una complejidad

nueva, pues a la cronología ordenada- verdadera pasión de los his­toriadores de oficio- se agrega "la percepción de la masa", la re­presentación colectiva o, (aproximadamente), lo que los his­toriadores franceses llaman Tas mentalidades". Aquí, probable­mente, radica con mayor intensidad el valor cognoscitivo de la his­toria tal cual la proponía Zavaleta. En esta temática y parada acción* social lo que importa, en última instancia, es la forma como la masa, y los países, interpretan o traducen los hechos y no como estos sucedieron objetivamente. Nótese como todo el siguiente postulado está impregnado de esta idea, que por lo demás se inserta, no es un secreto que deba ocultarse, en el debate sobre la memoria y su papel en la historia. (2)

Textualmente:" L o s h i s t o r i a d o r e s v e n a l o s p a í s e s d e s d e l a p e r s p e c t i v a d e l

p r e s e n t e y n o y e r r a n p o r f u e r z a e n e l l o p o r q u e l a c o s a s e c o n o c e e n s u r e m a t e ; p e r o c a d a p a í s , e n c a m b i o , s e v e a s í m i s m o c o n l o s o j o s d e s u m e m o r i a . Q u e e l p a í s c o m o t a l e s t a n q u e s u c o n o c i m i e n t o e n u n m o m e n t o d e s u p a s a d o o q u e l o m i s t i f i q u e c a r e c e d e i m p o r t a n ­c i a s u s t a n c i a l p o r q u e a q u í l o q u e i m p o r t q e s l o q u e c r e e q u e e s . " ( 1 9 8 5 : 7 5 )

De ello podría deducirse que la tarea del historiador con­sistía en articular dos espacios, no separables: De una parte, codificar y numerar los acontecimientos. De otra, recodificar la«

-conciencia histórica.

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l’eru, incluso si los Historiadores profesionales no lo narrasÍ uldlwnililizjin, el pasado existe y cuenta en la memoria colectiva,

iU milita licne su propia experiencia que aprende, procesa y revele en su actuar presente.Por ejemplo, ¿En qué libro de texto pudieron aprender las

mttiiUS bolivianas las tendencias espontaneistas y maximalistas de los artesanos belcistas?.

El asunto inevitablemente nos desliza hacia la relación his- loría- memoria que cruza y tiñe la obra de Zavaleta. Obviamente, el punto requiere una profusa atención. Antes sin embargo, doliéremos saldar otras cuentas.

II. Rui medio de los otros.Con estas ideas en me nte continuemos nuestras reflexiones

por donde quizá debieron haber empezado? el lugar de Zavaleta en la historiografía nacional.

Pues bien, debemos ubicarlo,- aún a riesgo de ser esquemáticos y parciales, en r-elación a las corrientes dominantes en el país.

L i b e r a l i s m o , N a c i o n a l i s m o R e v o l u c i o n a r i o y M a r x i s m o , con­forman el tríptico de interpretaciones y enlaces con nuestro pasado. Los primeros, Arguedas por delante, definieron por proceso histórico el resultado de la magia o la tragedia de los in­dividuos donde estos, arquetipos del bien y el mal, decidían, ai menos así está escrito, el curso de los acontecimientos de acuerdo a l largo de sus narices y sus buenas maneras de mesa. Era(es) una historia determinista, fatalista, racista que apuntaba a justificar y legitimar el tránsito de una fase societal, arbitrariamente con­s i d e r a d a inferior, o otra, premeditadamente pensaba superior: la e a p l t a l i s t a .

Esta historia, de claro sabor darwínista, se transforma en UBI teología, cuyo sentido definido glorifica comQ epopeya B i e i o n a l la supresión del "otro", léase indios y plebeyos.

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* * *«Civilización o barbarie, ser o no ser... He ahí el .nudo de la cues­tión nacional. (3) ? '

No debe extrañarnos entonces que lo popular, la plebe en acción, cuando existía en el recuento de los hechos históricos, fuese vista por la oligarquía con pavor, como mero resultado de torvas’ y vicerales conspiraciones, o de torcidos impulsos biológicos.

A partir de estas imágenes, la historia pudo fácilmente pos­tularse como un enfrentamiento maniqueo entre las fuerzas señoriales supuestas portadoras de "civilización" y la "plebe en acción" trepidante de "maldad”. Puede sonar paradojal pero, la visión histórica liberal as, en todo caso, algo así como el eco vol­cado de la historia de l o n g e é d u r e é que plantea Zavaleta. En él, lo veremos luego con más detalle, la historia de Bolivia es igual­mente un prolongado duelo entre la multitud y la casta señorial. Sólo que donde la historia convencional pone la epopeya mun­dana, Zavaleta encuentra el rigor del asedio plebeyo.

"Nacionalismo y coloniaje" en los 40’s y, como parte de la . reforma. intelectual que impulsaba el Nacionalismo Revolucionario, puso fin a gran parte de las interpretaciones liberales y-darwinistas. Junto a ello, Carlos Montenegro introdujo concicntemente lo popular en los textos de historia. Más aún, corrió adelante e hizo de las clases subalternas portadoras de "lo nacional" dentro ese juego tensional nación-anti nación con el que pretendía explicar todo el curso de la historia boliviana. Como resultado y por un momento los villanos cambiaron de lugar, en los libros de texto.

En un período de su vida, Zavaleta no fue ajeno a la atrac­ción de esta prometedora visión que, en sus palabras, cambió la forma d e ‘entendernos:

" L a i n t e r p r e t a c i ó n d e l a h i s t o r i a d e B o l v n a , a p a r t i r d e é l ( M o n t e n e g r o ) , s e i n v i e r t e , s e d e s e n m a s c a r a l a d e f o r m a c i ó n d e l o s h e c h o s a l s e r v i c i o d e l o s f i n e s o l i g á r q u i c o s y , e n e l j u i c i o d e l o s h é r o e s ( . . . ) . S e r e s c a t a a l o s q u e , o s c u r e c i d o s o d e s c a b e z a d o s ( . . ) f o r ­m a n e l t i e m p o i n c a n s a b l e d e l a a c c i ó n n o c i o n a l ” ( 1 9 6 7 : 5 4 )

117

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m■ *

El ideologucma Nacionalismo Revolucionario terminó final­mente por convertirse en razón y pasión de Estado y la multitud dií compañeros c indios cantando "Siempre" se subsumieron en los Insto» ciudadanos y campesinos. El mismo Zavaleta, revela en "El desarrollo de la conciencia nacional" cuanto este élan había mar­ínelo a la inteligentzia rnovimientista. Es así que en ésta obra, publicada en el exilio en 1967, hacía énfasis en una trama cuyo eje nodal i s la constitución de la nación y la superación de las diver­sidades. Es decir, homogeneizar lo múltiple, en la intención de su­perar, vía una identidad común, el trauma colonial de los dos . países: indios y señores.

El contrapunto "indios en rebelión" - "casta encomendera", no aparecerá colno tópico destacable en la obra zavaletiana de fines de los 60.s. Inundado, desiderátum de una época, de una concepción de nación construible a partir de sucesivas aproximaciones mestizas (q’estis) no verá lo indígena, horadando con rostro própio k historia de Bolivia. ("Naturalmente, es un interés también nacional .conservar, avivar y organizar la tradición propiamente indígena pero la nación no puede detenerse en un embeleco ¿stetista").(1967:169).

Pero en este deficitario horizonte histórico otro también fal­taba a la cita: la clase obrera. Pretexto y privilegio de los marxis- las, lo obrero sobrecogió la historia nacional, al entender de Zavaleta, tan sólo luego del 52. Locus, iluminación general de la Formación Social, el descubrimiento y análisis de la centralidad proletaria y su porvenir socialista marcan en los albores de los 70’s la diferencia entre el pensador nacionalista revolucionario y el marxista.

Estas dos notables ausencias: lo indio y lo obrero diluidos oo la vorágine totalizante de la nación revelan que, en el eclipse de los años sesenta, cuánto de Zavaleta pervivía todavía inmerso en la ideología de Abril. El reconocimiento del mundo de lo abigarrado y la centralidad proletaria está lejos aún. Sobrevendrán, pocos años más tarde, mediante su adquisión del marxismo que provino, en el preludio de la década pasada, aparejada de profundos desgarramientos personales y societales.

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119A su modo. "El poder dual" (1973) marca el quiebre entre su ciclo nacionalista y el marxista. Ya que vagamos por el rumbo de los paradigmas. ¿Qué lugar ocupa en ésta historia; la historia escrita por los marxistas?. Dejemos para quién esté más atento discernir si existe una teoría marxista de la historia o si; como diría Pierre Vilar, ella se halla en construcción, el caso es que de la trilogía de producciones historiográficas la marxista es en Bolivia la más débil e insegura. Carga todavía la impronta obrerista que le signó la obra de Guillermo Lora.

Ahora bien, en este terreno, el de laT indagación histórica por los marxistas, ¿qué clase de marxista era Zavaleta?. Con­frontémoslo con Lora, únicamente con el fin práctico de resaltar las diferencias entre el marxismo esclerosado del primero, con otro vivo, creador y, por qué no, poético.

Como se sabe, el dirigente trotskista dedicó la mayor parte de su producción intelectual a escribir una "Historia de movimien-

' to‘obrero", clase social definida a priori como portadora de un destino universal y de las mejores intenciones. En Lora, el sesgo abrumadoramente obrerista, en el mal sentido del término, es evi­dente. El uso dominante de su narración y, por supuesto* su ac­tuación política, alumbra el acontecimiento proletario a tal puntoque obscurece al resto de las clases y movimientos sociales.

Zavaleta, sobra todo en sus últimos escritos, no cayó en la trampa de reducir lo popular, es decir la historia real de las clases y fracciones subalternas, a lo meramente obrero» Y lo hizo, como lo señala pertinentemente Ricardo Calla en su ponencia, escapan­do de la camisa de fuerza que cierto marxismo nos coloca para en­tender las sociedades andinas. E l l o , a d i f e r e n c i a d e l a s t r a d i c i o n e s

p r e v i a s , l e p e r m i t i ó i n s e r t a r l a d i m e n s i ó n i n d i a y p o p u l a r , a s i s e a d e m o d o p a r c i a l , e n e l t e r r i t o r i o d e l p a s a d o . Si se quiere, jugar con las categorías de clase y etnia en su visión del tiempo de la larga duración marcado, para él, por el enfrentamiento secular entre la victoriosa casta séñorial y la plebe. O sea que en su cabal amplitud, la enigmática historia nacional mostraría la permanente reorganización de la casta encomendera (explotadora y señorial) sobre los anhelos plebeyos. "La carga señorial resulta así una ver-

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dttdcra constante dei desenvolvimiento de la historia de Boiivia* (1986:15).

9

Por supuesto, nada de este reconocimiento hubiera sido posible sin una profunda catarsis personal. Ello en el fondo, resumía la crisis de los fetiches y los paradigmas ideológicos en su interpretación de Boiivia y que marcó la transformación de una generación que vivió el fuego, pasión y frustración del nacionalis­mo revolucionario, ellos, Zavaleta,. Quiroga Santa Cruz, a diferen­cia de los piristas que "no lleguan al marxismo, arrancan de él como las polillas que salen de los libros guardados” se aproximaron a Marx, Engels y Lenin por la vía de la experiencia y la necesidad.

¿No hay acaso, en este tema, vidas parálelas entre René Zavaleta y Marcelo Quiroga?. Sin duda. Por eso hablamos de las necesidades y las tareas críticas de una época frente a la crisis del Nacionalismo Revolucionario. *

Aunque, en el caso de Zavaleta, esta purga no fue sufi­ciente. "Lo nacional-popular en Boiivia," editado en 1986, sólo es comprensible si se asume que este implacable cuestienamiento supo ser extendido, por él, hasta los intramuros del propio marxis­mo.

III. Historia y multiplicidadVayamos un poco más lejos de lo dicho líneas arriba.

Zavaleta, en la última etapa de su vida, asumió críticamente y con loluciones creadoras las limitaciones de un "marxismo sin nación". Por dio, para desandar lo mal andado, introdujo la temática de lo a b i g a r r a d o , es decir, la compleja fusión y a la vez separación de loi ritmos históricos. Desde esa óptica Boiivia condensaría, en el miimo momento experiencias y memorias distintas. Lo popular loria entonces lo múltiple y la multitud su forma de expresión.

Cabría hablar entonces de distintas historias y paralelas hegemó>nicas.

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121"T o d o i n d i c a , señala al hablar del campesinado en el 52,*

(que este) t e n í a s u p r o p i a h i s t o r i a , s i s e q u i e r e , s u p r o p i a h i s t o r i a d e c l a s e d e n t r o l a h i s t o r i a d e l a s c l a s e s "

Así, la historia tendría sus propias regiones y tonalidades diversas. No cabe duda que sostener la multiplicidad y simul­taneidad de los pisos y planos históricos equivale a echar por tie­rra la trayectoria lineal y acumulativa que toda la anterior produc­ción histórica postulaba para el país. Esto es una historia, que de modo derecho, tenía, como en historieta, un mal principio y un buen final.

Nos preguntamos: ¿donde queda entonces la unidad de la historia nacional?. No olvidemos que la imagen de una historia común cuyas circulaciones concéntricas terminan por atarse en un mismo nudo está intimamente asociada a la construcción del Es­tado ñaciohál desiderátum de los acertijos de todas las corrientes ideológicas bolivianas. Cruzando un poco más lejos, Zavaleta nos ofrece una cadente imagen de múltiples historias y no una. his­toria. No puede haberla, en todo caso, en un país donde la "subs­tancia social” señala tiempos que se agregan sin confundirse, que se juntan sin penetrarse formando "algo así como distintos niveles de vida y de conciencia” Las consecuencias del aserto van empero mucho más allá. En la raíz está, nuevamente, la utilidad* (valor) de la historia. La respuesta no es tan simple como rica en deter-

* minaciones. Vayamos por partes y con cuidado.De una parte, la suerte de un proyecto societal depende de

su capacidad de adquirir para el presente, el pasado colectivo. (Por ejemplo, "no habrá una agricultura avanzada en Boiivia sino se tiene en« cuenta las premisas de la agricultura clásica del lugar"). De allí se explica, la fustración darwinista (liberal, nacionalista o marxista) que brota de sus intentos de construir una nación haciendo t a b u l a r a s a con el pasado.

De otra, en la misma arista, está la acepción de "fuerza de masa". Mencionada en el tomo tercero de "El capital" y en algún escrito leninista como fuerza productiva nacida de la cooperación capitalista asume, con Zavaleta, un nuevo sentido. Este rompien­do nuevamente una tradición reduccionista, consideraba a las

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Tclgibt sociales tanto como lugares en la producción, cuanto como *•cumulaciones históricas ("su puesto productivo y modo de ser"), entonces, lo que pesa en la constitución clasista, repitámoslo para que quede claro, no proviene únicamente de una abstracta relación social de producción (que finalmente puede ser univer­sal) sino también de la forma cómo el pasado las amolda.

Ahora bien, la fuerza de la masa implica que las lecciones de, la historia, como ya insinuamos, pueden y de hecho son apre­hendidas colectivamente. En la producción social, la masa más que invertar o derivar su acción de los libros de texto, muchas ve­ces, simplemente rememora. Leamos a Zavaleta sobre este punto:

"Las c l a s e s s o c i a l e s y l o s h o m b r e s h a c e n l a h i s t o r i a c r e y e n d o q u e l a h a c e n p e r o e n r e a l i d a d l a r e p i t e n d e u n m o d o i n c o n s c i e n t e , e s c i e r t o q u e t r a n s f o r m á n d o l a . A s í c o m o l o s m i n e r o s s o n h e r e d e r o s d e l f o r a s t e r o , e l c a j c h a y l a m i t a , l a l u c h a c a m p e s i n a e s t á s i n d u d a i n t e r p e l a d a p o r l a s v i e j a s m o v i l i z a c i o n e s d e l a s c o m u n i d a d e s y l o s a y l l u s . ” ( 1 9 8 6 : 1 4 9 ) ' • *

Este tema ya nos es conocido (vid. punto 1), se trata de la "acumulación en el seno de la clase", de la "memoria de masa".

El 52, por ejemplo, constituye un dignp ejemplo de este tipo de aprendizaje. Volvamos a Zavaleta:

" Y o n o c o n o z c o u n c a s o d e m e m o r i a h i s t ó r i c a m á s p a t e n t e q u e e l d e a b r i l . L a d e s i n t e g r a c i ó n d e l a u n i d a d d e l c o m b a t e , l a l o g í s t i c a d e m a s a , l a t r a n s f o n n a c i ó n d e l a c a n t i d a d e n c a l i d a d m i l i t a r s o n , p o r c i e r t o , r e c u e r d o s d e l a G u e r r a d e l C h a c o d o n d e e n l a s ú n i c a s o c a s i o n e s e n q u e s e v e n c i ó f u e e n l a s q u e s e p r a c t i c ó d e e s a m a n e r a . P e r o e s a l g o q u e v i e n e d e m u y a t r á s y p e r t e n e c e a l a l ó g i c a d e l a m u l t i t u d b o l i v i a n a " ( 1 9 8 2 : 1 6 2 ) .

Lo^mismo puede decirse del mundo del Willka Zarate:" E n t o d o c a s o , s i a l g u n a v e z h a p o d i d o h a b l a r s e d e m e m o r i a

h i s t ó r i c a , a q u í , c u a n d o Z a r a t e n a c e e n e l m i s m o p u e b l o d e A p a s a y u n t e r c e r o c u a r t o w i l l k a e s e l v e n g a d o r d e l a m u e r t e d e l a m a d r e d e l p r i m e r W i l l k a , s i e l m i s m o e s c e n a r i o q u e e s d e s p o j a d o b a j o l a r e s i s ­t e n c i a d e u n W i l l k a e s c a p a z d e r e s p o n d e r c o n o t r o W i l l k a m á s d e

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123t r e i n t a a ñ o s d e s p u é s , n o h a y d u d a d é q u e e s t a m o s a n t e ü n p a r a d i g m a i n t e g r a l" ( 1 9 8 6 : 1 4 8 )

Las clases y movimientos sociales no son pues un papel en blanco, vienen en cambio a la batalla cargando sus propios recuer­dos. Son estos, finalmente, los que contribuyen a hacerlas diferen­tes. Si los obreros chilenos y bolivianos tienen pasiones y conduc­tas distintas, la explicación está menos en la velocidad de la rotación del capital o en los engranjes de la industrialización que en su "acumulación histórica"

Si esto es de tal modo, descubrir el continente conciente e inconciente de n u e s t r a h i s t o r i a contribuye a diseñar y planificar las alternativas contestarías. Lo nacional popular, parece decirnos Zavaleta, obliga a pensar la acción social desde nosotros mismo\ pues, la historia, los hábitos existen, resurgen y definen las formas de construcción clasista. Precisamente, hablando del proletariadominero nos dirá Zavaleta:% **

" P a r a u n a c l a s e o b r e r a c o m o é s t a , e s m á s i m p o r t a n t e s ua c u m u l a c i ó n o r g á n i c a q u e s u n ú m e r o y c o n d i c i ó n e c o n ó m i c a "*

Si con ello no quiere decirse que la centralidad no es un quantum, sino capacidad social de relacionamiento (irradiación) producida históricamente no entendemos qué otra cosa puede sig­nificar.

Confróntese esta idea con los postulados de Lora ex­presados en la "Tesis de Pulacayo" (1946) y, asumidos por el con­junto de la izquierda boliviana, cuya lógica suena y, truena, más o menos así:

La minería es le centro del país. Los mineros son el centro de la minería. Ergo, los mineros son el centro del país. Así de fácil.

IV. Conciencia de clase e historia.Seamos extremadamente precavidos. Para Zavaleta,

pasiones y creencias antiguas no son las únicas que cuentan en la formación de una clase ni ella las toma intactas del túnel del tiem-

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po, U i baita sociales da la memorlt, como diría Halbw’achs, aatáfl hechas da recifrrdo» reconstruido» desde los marcos ac- tUAlU (4), "Una forma moderna da laa adquUioncs de la historia a e M i i *aa término» savalatlanoa.

El verdad, da otro lado, que el concepto de m e m o r i a d e ÍMilf 110 ai equivalente al clásicamente marxista de c o n c i e n c i a d e §I§M, Exista cierto emparentamiento pero de ningún modo alnonlmla. Para empezar, los tiempos y cronologías son distintos. La condónela de clase es una voz al futuro que se adquiere cuan- • do "realmente se sabe lo que se quiere", la memoria es el pasado traducido al lenguaje y las necesidades del presente. En Lenin, por ejemplo la dicotomía irreductible entre espontaneidad y con­ciencia de clase hace referencia a compases temporales diversos.El pasado, el momento de la ideología o la falsa conciencia debe ceder paso al futuro, tiempo de la verdadera conciencia. Para ello, la clase puede aprender y transformarse en moderna a medida que so» libera de su pasado y sepulta sus recuerdos. La,memoria > en cambio," avanza recogiendo, asmilando y no suprimiendo.

Reiteremos que para Zavaleta, los tiempos cronológicos no se oponen, sino se complementan. La utopía, o lo que quiere llamársela, se piensa a futuro con las adquisiciones del pasado. Aquí, nos parece, se emparentan los conceptos de fuerza de masa y sociedad abigarrada colocando en el tapete otro problema: La relación entre h i s t o r i a y c o n c i e n c i a d e c i a s e .

Se sabe que en la tradición leninista, tan bien explicitada por George Luckas, la conciencia, patrimonio exclusivo de los in­telectuales y el partido, se forma exteriormente a la clase. Esta, en oposición a la ideología o falsa conciencia, se conoce, se asimila vía partido político. La historia, en tanto, se recuerda pues es un componen^ interno a la clase y la multitud, que se aprehende sin mediadores. No quisiéramos, no correspondería fielmente al pen­samiento de quién hablamos, contraponer, ambos razonamientos como si el uno despreciara al otro. Para decirlo de una vez como ll su descubrimiento de la memoria histórica hubiera eclipsado su vocación por la forma partido, el tema requiere, obviamente, un tratamiento mucho mayor. (5) Pero, cediendo a nuestros

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125apresuramientos y sin acudir, aunque los hay de sobra, a recuen­tos teóricos, digamos que su pertenencia al PCB, aunque en las últimas etapas de su vida le incomodara el puesto, es una muestra palpable de ello. Sin embargo, y eso es lo que hemos tratado de mostrar en este trabajo, sus invocaciones conceptuales sobre­pasaban los límites de un carnet partidario.

Postulamos entonces, que para René Zavaleta , al igual que para otros autores (6) la conciencia de clase sería una síntesis, sin fronteras definidas, entre lo que una clase social aprende por sí misma y lo que le enseñan desde fuera.

III. Superestructura, historia-y métodoEsta diversidad constitutiva de los sujetos, de los tiempos y

sincronías que maneja la historia boliviana tiene su explicación. En la relación, usando un lenguaje clásico, t>ase- superestructura, se observa que mientras:

" E l a i s l a m i e n t o d e l a s r e l a c i o n e s s o c i a l e s a l a s r e l a c i o n e s d e p r o d u c c i ó n e x p l i c a l a n u e v a u n i d a d d e l m u n d o , e l a n á l i s i s d e l a s u - p c r e s l u c t u r a ( . . . ) s e r e f i e r e a l a d i v e r s i d a d c a r a c t e r i a l d e l a h i s t o r i a . d e l m u n d o " ( 1 9 8 6 )

Es decir, que mientras en el capitalismo la base económica tiende a la homogeneidad, la superestructura, territorio de la his­toria y la memoria, muestran una amplia diversidad. ¿Qué con­secuencias tiene todo esto para nuestro análisis?. Veamos.

La singularidad de las formaciones sociales, lo diverso de la combinación de sus planos históricos exige, para Zavaleta, aban­donar la idea de una teoría universal, de una filosofía de la his­toria propia de ciertas interpretaciones. (La "teoría de la depen­dencia" por ejemplo, recuérdese que muy temprano, práctica­mente al iniciarse su auge, Zavaleta criticó su tendencia homogeneizadora propia de una conceptualización donde la relación externa sustituía a la matriz interna.) *

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I

Es decir, no habría un conjunto de categorías y diseños metodológicos de validez universal sino que, y este es su punto gnosoológico central, cada una reclama una fórmula de aproximación distinta. (Zavaleta, 1983).

Eq sus palabras:" E l m é t o d o g e n e r a l r e s u l t a a l m e n o s u n a p o s i b i l i d a d t a n

r e m o t a c o m o l a d e u n a t e o r í a g e n q r a l d e l E s t a d o . C a d a s o c i e d a d d e b e , e n c a m b i o , r e c o n o c e r e l m é t o d o q u e a e l l a p u e d e r e f e r i r s e o s e r l e p e r t i n e n t e " ( 1 9 8 6 : 2 1 ) .

Después de leer y aceptar todo lo que hasta aquí se dijo, en nuestras cabezas ronda inevitablemente una interrogante: ¿Cómo conocer la historia nacional?

Respuesta:" L a h i s t o r i a d e e t i l o s c i e n a ñ o s d e B o i i v i a s e r á p o r f u e r z a e n ­

t o n c e s l a h i s t o r i a d e u n . p u ñ a d o d e c r i s i s o a g l u t i n a c i o n e s p a t é t i c a s d e l a s o c i e d a d " ( 1 9 8 6 : 2 2 ) .

Es decir, en sociedades "innumerables e incógnitas" como la nuestra la crisis "instante anómalo en la vida de una sociedad" es el único'momento que hace su aparición aquello'que per­manecía de otro modo oculto, sumergido. Entonces el "horizonte de visibilidad" se ensancha y las cosas se ven en pfenitud como non y no como aparecen en el mundo de los fetiches pues en la crisis la sociedad se llena. No hay, dirá Zavaleta, otro método punible para un país como Boiivia no plenamente capitalista, no eognONCÍlilc, por tanto, en los cánones derivados exclusivamente tfo Ib ley del valor.

¿Ou $ momentos más anómalos produjo la historia 'lollvlanN que aquellos que transcurren en el centro mismo de la *Ü9VelU0lón Federal y el 52?. Precisamente, y no por azar, "Lo

popular en Boiivia" circula profusamente en torno a «ttM Intentado extraer de ellos las c o n s t a n t e s que gobiernan el

‘M I* 4» Mientra historia. E s u n a m i r a d a p o r c o n s i g u i e n t e d e s d e l a I t m é m l ó n de una s o c i e d a d e n s u s m o m e n t o s d e m p t u r a n o e n 4l 0WHfHllidad de su c o t i d i a n i d a d .

126

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Ahora bien, lo que es válido como formalización teórica para una nación; lo es, iguálmente, para las clases sociales: las (re) conocemos en los momentos de crisis, de peligro, que es cuando explota toda su historia.

No exploremos, para ejemplificar lo precedente, temas obreros los que finalmente son más conocidos y a la vez menos útiles para nuestro propósito. En cambio asumamos, con Zavaleta: lo indio. (Finalmente el punto nodal de su superación del clasismo - economicismo del marxismo en Boiivia).

Esta frase revela mucho de sus ideas:" ( . . . ) L a p r e s e n c i a d e l o s c a m p e s i n o s i n d i o s ( . . . ) e s , e n l a h i s ­

t o r i a d e l p a í s , s i e m p r e u n a p r e s e n c i a e s p o r á d i c a y p o r e x p l o s i o n e s . C u a n d o e n t r a n e n e l l a , e n l u h i s t o r i a d e l p a í s , e s c o m o s i e n t r a r a n a l m o v i m i e n t o v i n i e n d o d e s d e l a g e o g r a f í a , e s d e c i r , c o m o u n m a l ó n "( 1 9 8 5 : 1 0 6 )* <*> •

La visión es por cierto espasmódica, como si la historia se produjera a saltos. Según Zavaleta, lo que importa para el cono­cimiento histórico de las clases es el momento de ruptura,‘de * "remate", de su actuación en el seno de la sociedad. Es decir, no hay un seguimiento paso a paso.de la conducta de las clases y movimientos sociales *en su diaria v i d a i n t e r i o r , d e s u t r a n q u i l a c o t i d i a n e i d a d .

Sin embargo, parece un tanto extremo sostener, como lo hace Ricardo Calla, que ello es síntoma indicativo de un ."marxis­mo todavía urbano" o de "boliviano-centrista", (continuando al razonamiento podría, incluso acusárselo de producir una historia "boliviano-machista", puesto que para nuestro autor, al igual que Lacan, la mujer no existe para los menesteres de su historia).

Sin negar estos preocupantes problemas, presentes en la totalidad de la izquierda boliviana, nos parece que en este, asunto Zavaleta se rinde más bien a la fidelidad con su método que a un prejuicio racial o sexista. Sus postulados teórico-metodológicos, las urgencias y la accesibilidad a la información lo obligan a recor­rer este camino:

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U l"En-defensa d e m é t o d o d e b e d e c i r s e q u e n i n g u n a c i e n c i a s o -

d § i «f potlbie de o t r a m a n e r a e n u n p a í s c o m o B o i i v i a " ( 1 9 8 6 : 9 ) .

Otra cosa es, que una historia alternativa no pueda eludir Acorrer el camino de lo cotidiano y lo pequeño, para no quedar presa do una macro visión del mundo. (7)

AI iniciar este trabajo nos preguntábamos en torno al valor y ol uso de la historia^ del pasado. Ni pasión de anticuarios ni pasatiempo de recolectores de fósiles: la(s) historia(s) enseña(n), desde la memoria, porque modela(n) actitudes del presente. No hay forma, aunque quisiéramos, de diseñar el futuro sin retornar y retomar el pasado. No como anécdota folklórica o culto a los héroes sino como algo vivo que permite articular el "tiu" con el sin­dicato, la revuelta con la revolución. Me parece que si enten­demos este punto, estaremos en la senda de Zavaleta Mercado..

NOTAS• 1. Véase el interesante libro de Román Rodosly: Engels v los*

pueblos sin historia. (Pasado y presente, México, 1980).2. Véase: de Silvia Rivera, "Memoria Colectiva y movimiento

popular: notas para un debate," en Bases n.l (México, s.f.), pp. 125-135. El lector notará la simulitud entre el uso zavaletiano de memoria histórica y el asumido por Silvia Rivera*

3. Sobre la temática de la "otredad," consultar, entre otros, el trabajo de Tristán Platt, El Estado v el avllu andino. (IEP, Lima, 1981).

4. Maurice Halwachs, "Las bases de la memoria," En: Lenk, (comp). El concepto de ideología. (Amorrortu. Bs. Aires. 1982). pp. 181-184

5. En este tema me remito a lo planteado en el seminario por Jorge Lazarte y Carlos Toranzo Roca, cuyos trabajos se in­cluyen en este mismo volúmen.

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6. Principalmente, en Revuelta v conciencia de clase. (Crítica, Barcelona, 1982), George Rude, un marxista canadiense, al igual que Zavaleta parte de Gramsci para criticar las pos­tulaciones leninistas sobre el origen la conciencia de clase.

7. Consultar sobre este tema el volumen colectivo, Historia: ¿Paraaué?. (Siglo XXI. México, 1980)

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MESA REDONDA

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ALGUNOS CONCEPTOS DEL PENSAMIENTO DE ZAVALETA MERCADO

FERNANDO MAYQRGA: Vamos a iniciar la mesa redon­da. La intención de esta mesa no es debatir los conceptos de René Zavaleta Mercado; vamos a evitar confundir toda vez que muchos CQnceptos han quedado claros ¿ras la proyección del video dedicado a su obra. En todo caso y es el interés particular de quienes hemos organizado este evento —y era la intención de los que habíamos organizado este seminario— buscábamos, con la modalidad que ha tenido, incitar o invitar a una lectura reflexiva de la obra de Zavaleta Mercado. Dudábamos entre invitar a varios pensadores o intelectuales para que den cada uno su lec­tura de Zavaleta, pero corríamos el peligro de que entremos en una suerte de diversidad de interpretaciones; de ahí la idea de plantear temáticas específicas, motivada por la intención de que puedan ofrecer pistas de comprensión de algunos ámbitos temáticos o conceptuales manejados por este autor. Justamente, la mesa redonda va a intentar ahora intercambiar una serie de opiniones en torno a algunos conceptos o problemas conceptuales1 presentes en el pensamiento de René Zavaleta Mercado.

Vamos a tener una participación variada; calculamos al­rededor de cuarenta y cinco minutos a una hora, para las ex­posiciones y diálogo, para luego ingresar a una ronda de diálogo un poco más colectivo. Previamente, a nombre de Carlos Toranzo expreso sus disculpas puesto que, por motivos de «trabajo, ha tenido que ausentarse a la ciudad de Santa Cruz; igualmente Gus­tavo Rodríguez que tenía prevista otra actividad. Bien, pensamos

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I * • *•flUC podemos dar una serie de reflexiones explicativas en torno a NfUMt conceptos centrales y que, además, estaban presentes en ll|UniR motivaciones de los asistentes que habían participado en Iftl preguntas los dos días anteriores. Vamos a tocar algunos con preguntas en el seminario. Nuestros invitados van a tocar algunos Conceptos básicos cpmo "sociedad abigarrada," "momento cons­titutivo," "acumulación en el seno de la clase," "centralidad obrera" y "racionalidad." Vamos a empezar, entonces.

RICARDO CALLA: Bueno, lo diré muy rapidito y de manera quizá fugaz, para tratar de hacer esto un poco dinámico, porque temería que se convierta en una especie de ejercicio de diccionario. En Zavaleta, como en otros teóricos, creo que es im­portante conocer lo siguiente: el desarrollo conceptual es un desa­rrollo y no un ejercicio de definición. Entonces, el quehacer teórico viene a ser de alguna manera una especie de esfuerzo por precisar (aunque quizá, cono diría Lazarte, sin fijarlos muy nítida- mente) algunos conceptos en un proceso-de eslabonamiento con otros conceptos. Un concepto remite a otro, el cual, a su vez, remite a otro, el cual a su vez va a seguir remitiendo a otros, en un entramado que va envolviendo la obra de Zavaleta. Por supues­to, toda esta construcción conceptual va, además, preñada o, más

• bien, vinculada, digamos, a la recolección de términos descrip­tivos, puntualizaciones empíricas, etc. No es, entonces un dic­cionario y viene a ser un poquito fregado aislar un relativo cuerpo de conceptos. En todo caso, yo quiero hablar del problema del "momento constitutivo," concepto fundamental en Zavaleta y que, por supuesto, está relacionado con un juego de conceptos afines.

Por "momento constitutivo" entiende — para hablar en términos de sinónimos— un momento fundacional. La historia está hecha en base a rupturas y toda constitución, por lo tanto, implica rupturas. La constitución de fenómenos históricos viene precedida por una ruptura o tiene como punto de partida una ruptura. Adem&s, en un proceso histórico o de un proceso histórico, el "momento constitutivo" nos remite al concepto de disponibilidad ideológica o propensión ideológica. Dice Zavaleta que algunos fenómenos empiezan en la historia de tal modo que, cuando se da

* 11»

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133la ruptura, la gente se vacía relativamente de los prejuicios previos y en ese vacío hay disponibilidad para asumir ideologías nuévas.

Ahora bien, este momento de disponibilidad, sin embargo, lo va a problematizar con otros conceptos. La disponibilidad

. ideológica está articulada al concepto de adquisición ideológica y ésta implica una selección ideológica; a su vez, la selección está referida a los mecanismos de funcionamiento de la memoria y, en Zavaleta, esto empieza a convertirse casi en un estudio fenomenológico. La gente, en los momentos constitutivos, en el momento de la ruptura que va a constituir un proceso, se abre hacia nuevas ideologías, hacia nuevos postulados y proyectos; pero, no se abre con un vacío, para ponerlo metafóricamente, a la manera de un vaso vacio o una copa vacía. Dice que el momento de disponibilidad ideológica implica siempre el hecho de la presencia de la memoria. Si el "momento constitutivo" es de rup­tura, también implica el filtro de la memoria. La memoria que es, cito, "la existencia presente y colectiva de los hechos pasados, in­ciertos y sueltos"; o sea que se recibe a lo nuevo desde lo que se ha recogido de lo anterior. Esto tiene que ver con la selección:

. cuando uno recuerda suprime o, al menos, elige y por eso se ha dicho que ser es elegirse. La memoria y el carácter de la selección son por eso actos coetáneos.

Entonces, la memoria funciona * suprimiendo o como capacidad de selección. El "momento constitutivo" de un proceso histórico, por lo tanto, en el plano en el que lo estamos tratando, nos va a remitir siempre a la disponibilidad ideológica; pero, en Zavaleta, no es la disponibilidad, reiterando la metáfora, de un vaso vacío, sino la disponibilidad de gente que, pese a la ruptura, no ha perdido su capacidad de selección. En este sentido, parte ele lo rico en Zavaleta, la ruptura así tratada es diferente de la rup­tura epistemológica, por ejemplo, del estructuralismo francés. La ruptura acá no implica la ausencia dg memoria en el momento mismo de darse y, mal que mal, la memoria va a seguir pesando. Por lo tanto, el "momento constitutivo" si es fundacional no es un corte con la historia, no'aparece como un tijeretazo a la historia más prolongada; por eso, quizá, puede decir, siendo muy

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eehtronte con esto que plantea en lo teórico, que la casta señorial M reeomtruye, por ejemplo, el 52, aunque también se refunda.FERNANDO MAYORGA: Ingresamos al siguiente punto qüe, de la misma manera, va a implicar una relación entre diferen-

lOS conceptos. Jorge Lazarte desarrollará "acumulación en el seno de la clase"

JORGE LAZARTE: La primera cosa que hay que pregun­tarse es, seguramente, cómo Zavaleta siendo marxista tuvo que in-

*vcntar una expresión como esa de "acumulación en el seno de la clase", que no encontró en los clásicos. ¿De dónde vino esa necesidad de invención? Ciertamente, Zavaleta era riguroso, pero no siempre los conceptos que introduce están claros, como, además, lo han hecho los propios clásicos marxistas. En el propio Marx no es fácil encontrar lo que entiende por algo en un sólo texto y, a veces, cuando hacemos ese tipo de lecturas, al buscar el sentido de un concepto en un texto, encontramos que ese concep­to en otro texto dice otra cosa y el debate se convierte en una dis­cusión, de un texto contra otro. Los clásicos no tenían esa for­mación académica, para hacer lo qife hacían los escolásticos: em­pezar definiendo conceptos para evitar equívocos. En todo caso, ni en Marx, ni en este caso, en Zavaleta había tal cosa. Pero, además, creo que había otro atenuante en Zavaleta y es que él sabía, se daba cuenta que lo que recibió como herencia teórica del marxismo no era suficiente y que, por tanto, había que aven­tajarse a repensar el marxismo, enriqueciéndolo y, probable­mente, cubriendo muchos de sus vacíos cuando se trataba de utilizar las categorías marxistas para explicar fenómenos concretos.

Creo que la manera de saber el uso que hacía Zavaleta de algunos conceptos que se repiten a lo largo de sus textos consiste en examinar, efectivamente, los usos en los cuales estas ex­presiones están presentes, pues, para decirlo de otra manera, creo que, a veces, Zavaleta utilizaba una misma expresión para decir varias cosas. En el caso del tema que nos ocupa, el concepto de la "acumulación en el seno de la clase" tiene que ver este su interés no sólo con el práctico de explicar de una u otra manera el com­portamiento de la clase obrera boliviana sino también con un

m

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135interés teórico, que, probablemente, le vino en unas lecturas, entre ellas de Lukács. En muchos de sus textos, aun sin men­cionarlo, uno encuentra la influencia de Lukács de manera implícita y aquí está presénte sobre todo aquel problema que tanto ocupó a Lukács y que fué la razón de su condena. Si Uds. recuerdan, en ese famoso artículo del 23, donde empieza dicien­do: "Una de las ideas básicas del marxismo es la determinación de la el «se por la economía," Lukács se pregunta qué tiene que ver esto con lo subjetivo, o sea, ¿dónde está el rol de lo subjetivo frente a esa otra idea de que la economía es lo determinante? Ese fue el problema que intentó resolver Lukács y su texto fue leído en la Internacional Comunista. Condenado, fue re-editado cuando todavía vivía Lukács y el propio autor se sorprendió de esa re­edición, pues no le consultaron, cuando se refirió a este texto, en­tendió que habían reminiscencias idealistas y que rio valía la pena volver sobre ellas. Sin embargo, este texto hizo fortuna, a pesar de que el propio Lukács en su madurez no se reconocía en él, comó se puede leer en la cantidad de trabajos teóricos que impulsó.

Y la- preocupación de Zavaleta, creo yo, es la misma que tenía Lukács eri su momento: como explicar la clase obrera boliviana, teniendo en cuenta que hay una determinante económica y que ésta es una de las ideas fundamentales del modelo marxista. Como Uds. recordarán, el planteamiento básico consiste en definir el comportamiento de la clase a partir de dos conceptos: clase-en-sí y clase-para-sí. Conceptos que también usa Zavaleta en muchos de sus textos. Recordarán también que estas son reminiscencias, por lo menos verbales, en Marx de la influen­cia de Hegel sobre él; como que estos textos aparecen muy temprano en las'obras de Marx.

Clase-en-sí. Ha sido pensada como refiriéndose a la clase objetivamente existente, cuantifícable. La clase-en-sí es el objeto en la fábrica; casi existencia pura. Y cuando alguna vez a esa clase- en-sí se le otorgó, se le atribuyó, una conciencia; no era más que la mera conciencia económica, casi sin conciencia; la clase como dato. Frente a este concepto, trabaja el segundo, o sea, la clase- para-sí; es decir, esa clase reconociéndose como clase. En el primer caso es la clase agregada; en el segundo es la clase en

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fusión, donde los intereses se reconocen, uno respecto ai otro. Ha sufrido una identidad, algo se ha incorporado a esa clase.

Si habían estes conceptos, que el propio Zavaleta usa en SUS textos, yo me pregunto, entonces, de dónde le vino la necesidad, además, de decir que hay algo que se llama "acumulación en el seno de la clase". Creo que ni el concepto de clasc-cn-sí ni el de clase-para-sí le servían a Zavaleta para ex­plicar el comportamiento de la clase obrera en Bolivia. Porque, por ejemplo, los mineros no era una clase-en-sí en el sentido en que suele decirse que son solamente un dato. No son simplemente mineros trabajando en la mina, son mineros que han desempeñado un rol en la historia boliviana como grupo social; no sólo tienen existencia agregada sino, además, eran actores sociales y políticos. Pero, como además, Zavaleta no les reconocía aún el estado de clase-para-sí en la medida en que Zavaleta ligaba la existencia de la clase-par;¡ sí, en la existencia de un partido, la clase obrera es, para Zavaleta y como decíamos ayer, una ''clase in­conclusa," que no ha terminado de conformarse como clase, que no,ha hecho su partido. Hay partidos obreros, ciertamente, pero estos partidos no han sido asumidos por “la clase, no han aparecido como una necesidad endógena a la clase. Por lo tanto, parecería que los mineros no eran clase-en-sí ni clase-para-sí y creo que fuer un problema el que indujo a Zavaleta a decir que hay que explicar, pues, de alguna manera lo que ha ocurrido. Y es allí donde aparece la "acumulación en el seno de la clase", para cubrir, si Uds. quieren, ese vacío teórico, la ausencia de una cutcgoría; para dar cuenta de un cierto tipo de comportamiento que no corresponde en el modelo clásico ni a una clase-en-sí ni a una clase-para-sí. Pero, qué quiso decir, de manera positiva, con eso de "acumulación en el seno de la clase," porque, hasta ahora, sólo hemos dicho que era para cubrir de alguna manera un vacío teórico.

Es aqui donde efectivamente aparecen los problemas que mencioné ayer y encuentro que hay, con respecto a esta expresión de "acumulación en el seno de la clase," oscilaciones por la diver­sidad de uso. Voy a dar algunos ejemplos; unos seis, usos de esta expresión, para ver si a partir de esta diversidad de usos podemos

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137derivar algo así como un concepto, es decir, derivarle una capacidad explicativa que no sea la de una mera fórmula verbal.

Por ejemplo, en un texto en el que Zavaleta se refiere a las etapas de la clase obrera, señala tres etapas en la formación de la clase obrera boliviana y dice que la primera es la espontaneista, fase que va desde los años 40 al 52; en la segunda, la clase no sólo es espontaneista pero no deja de serlo, por eso dice que la clase — en general, el comportamiento sindical en Bolívia- es sobre todo populista; y la tercera fase es la del momento de construcción de la clase en partido. Quiero observar que lo que Zavaleta señala en estas tres fases no siempre tiene que ver con lo que inmediata­mente dice, que el concepto que se deriva de esta discusión de la clase obrera boliviana es el de "acumulación en el seno de la clase" y se refiere a los métodos de la clase obrera. En ese esquema de las tres fases, ninguna de las tres parece comprender esta fase de acumulación que, en realidad, efectivamente no es fase, pues desborda el esquema dé Zavaleta. Pero, yo quería sub­rayar que, aquí, la acumulación está entendida como una "acumulación en el seno de la clase" en sus métodos de lucha: la clase incorpora la diversidad de los métodos ejercitados en sus luchas sociales. Se trata, entonces, de la "acumulación" de m é t o d o s . Pero, en otros textos hay otros usos de la palabra como cuando, por ejemplo, dice, en otro texto, que la acumulación es el descubrimiento o el reconocimiento de una posibilidad otorgada por su colocación en el proceso colectivo más su devenir sub­jetivo. Aquí, la "acumulación en el seno de la clase," entiendo yo, se postula como conciencia.

En otros textos el uso de esta expresión es todavía diferente, como cuando dice que la memoria de una clase es equivalente a la acumulación de la clase. La acumulación de la clase como memoria de la clase, es decir, habla de la relación entre la memoria colectiva y la supresión o consagración histórica - -lo que estaba comentando Calla- y su enunciación activa. En otro texto, dice Zavaleta que la conciencia de clase en el proletariado depende en gran parte de su colocación objetiva, pero también, en una medida no desdeñable, de su propia acumulación, como acontecimiento y como memoria de clase.

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mHay todavía otros usos. Por ejemplo éste cuando Zavaleta

80 pregunta por qué la clase obrera boliviana fue una clase poderosa en octubre del 70 y políticamente débil durante la época del barricntismo. Señala que es algo que no resulta de su colocación en el proceso de producción —que es la misma en ambos casos— sino de su devenir interno como clase y, más aún, señala que eso tiene que ver con su "acumulación’’ como acon­tecimiento de su historia en cuanto clase, y por tanto, su compor­tamiento será distinto en situaciones distintas. Igualmente, en­tenderá Zavaleta por "acumulación en el seno de la clase" a la "práctica” de la clase; así, en el texto sobre las tendencias sociológicas, Zavaleta entiende que para dar cuenta de la clase obrera no hay que partir de enunciaciones previas sino de sus resultados y sus resultados son, pues, la práctica de la clase. Y finalmente — aunque con esto no agotamos los distintos usos de la expresión— suele referirse con "acumulación en el seno de laclase" a la experiencia de 1? clase.

%*Entiendo que, en esta diversidad de usos, no hay, en

Zavaleta, contradicciones,—y, desde ya, no fue mi intención anotar­las- y, probablemente, lo que hay es lo que dije al principio: un esfuerzo intelectual por convertir una categoría verbal en una categoría analítica, por transformar una expresión en concepto; y lo que hay como concepto lo encontramos, por decirlo a la’ manera althusseriana, en estado práctico en Zavaleta. No hay una definición de un concepto, hay un uso del concepto.

Pero, ¿cómo ordenar esta variedad de significaciones? Yo voy a atreverme a ver que todas ellas apuntan a una sola cosa, ('.reo que lo que Zavaleta estaba pensando es la "historia subjetiva de una clase,” es decir, que el comportamiento de una cíase -y sobre todo de la clase obrera- no es un derivado de su lugar en el proceso de la producción, que la conducta colectiva no es ex­plicable a partir de su señalamiento en la producción, que es necesario tener en cuenta su historia concreta. Zavaleta no renegaba de la importancia de lo que es la colocación de la cíase OI) el proceso de producción, sólo que le parecía insuficiente. La colocación de la clase le otorgaba a ésta algo así como su ser, pero lo que no definía esa colocación era el modo de ese ser, los

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139modos de ser de la clase; y esos modos de ser no serían derivables de su lugar en la producción. Por ello, creo yo, Zavaleta atribuía tanta importancia al 52 para explicar el comportamiento obrero en Bolivia. Este es un momento constitutivo, es decir, un momen­to histórico; porque momento constitutivo no es la aparición del proletariado en Bolivia, momento constitutivo es el 52. El desarro­llo de la minería define el ser de una clase, es decir, su colocación en la estructura económica, pero no define el cómo esa clase va a ser. Y eso solamente podría explicarse por la historia de esa clase. Una clase sería, en este sentido, su historia. Aquí encuentro algo que es absolutamente valioso en Zavaleta y es que está incor­porando la dimensión histórica a la reflexión sociológica, está in­tentando elaborar un modelo de explicación sociológica sobre el comportamiento colectivo de una clase a partir del referente histórico. O, dicho de otra manera, respecto a los modos de ser de una clase, no habría una propiamente pre-constituida, lo que hayk en esa clase es, simplemente, su existencia, pero la jornia cómo Va a existir, eso ya no depende de donde esté en la economía, depende de su historia. Y eso implica muchas cosas: la clase no hace su historia sola, depende de sus adversarios, depende de las clases sociales con las cuales trabaja, depende del comportamiento del Estado, etc.

Ahora bien, cuando Zavaleta se refiere a la "historia sub­jetiva de una clase,” me parece que está hablando de lo que podríamos llamar, de manera global, sus representaciones, sus símbolos, su memoria y, en este sentido, esto de la "acumulación en el seno de la clase" es algo que debe incorporarse como una ad­quisición teórica de Zavaleta, como una contribución —desde su perspectiva- al propio modelo marxista. Pero, al mismo tiempo, le plantea problemas al modelo, por lo menos en la medida que ese juego de conceptos (clase-en-sí/ clase-para-sí) no le parece operacional para explicar a una clase concreta. No sólo Zavaleta sino muchos otros marxistas no usan ya esos conceptos. Cierto, que, por una u otra razón, Zavaleta insiste, sin embargo, en esto de la transición de clase-en-sí en clase-para-sí y creo que es parte del descubrimiento teórico que él mismo ha marcado. No’ ■sabemos si al final se hubiera desprendido de estas dos ex-

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' é * * presionas; pero, probablemente sí lo hubiera hecho, porque, pien-IO| Zavslela prefería sacrificar la teoría a sacrificar la realidad.

Por otra parte, ¿cómo resolver las propias dificultades que le encuentran en Zavaleta? No es un marxista muy típico: aunque se mueve en la problemática marxista, plantea problemas que esa problemática clásica no puede resolver y para los que se ve obligado a inventar expresiones, a las que después da forma de conceptos. Creo que el mismo Zavaleta -y esto también es res- catablc en él- nos ha dado la pista para resolver esas dificultades teóricas internas a su propio pensamiento: lo dijo alguna vez respecto a Marx y es el método histórico, es decir, ver el pen­samiento de Zavaleta Mercado en movimiento. Lo que se acabó probablemente en Zavaleta es su existencia física*, pero sus ideas estuvieron siempre en movimiento y creo que aún se están movien­do.

FERNANDO MAYORGA: Sin duda la riqueza de la propia eláse obrera era la que posibilitaba la riqueza del pensamiento de Zavaleta en torno a ella. Probablemente conciente de esto, demostraba siempre un orgullo de ese conocimiento de la clase obrera boliviana. Hay dos anécdotas que se me vienen a la memoria, que muestran un poco como él demostraba, al mismo tiempo, este orgullo de su conocimiento y de la clase obrera boliviana, básicamente el proletariado minero. Alguna vez co­mentó o contó que un amigo ecuatoriano queriendo hacerle una broma le había preguntado "René, cómo está el mar boliviano?" y él le contestó "Bien y cómo está la clase obrera ecuatoriana?" Una frase que siempre repetía era la siguiente: "Bolivia no tendrá Miss Mundo, pero tiene una clase obrera...!"

Y, sin duda, al mismo tiempo, le dolía la soledad clasista del proletariado minero. Creo que las disquisiciones que hace en l o s c u a t r o c o n c e p t o s d e l a d e m o c r a c i a no son innecesarias, puesto que elabora este texto en función de dar un contexto de ex­plicación mucho más amplio a "Las masas en noviembre," donde va a intentar explicar el porqué de la capacidad de articulación de la reivindicación democrática por parte del proletariado minero, en uno de los momentos que él explícitamente, señala como de

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141ruptura respecto a la dominación o articulación del Estado del 52. Precisamente en tornó a uno de los cuatro conceptos de democracia vamos a pedirle a Luís Tapia que desarrolle el cuarto, o sea, el de "autodeterminación de la masa".

LUIS TAPIA: "Pertenecerse a sí mismo en el proceso del mundo sería la modalidad de ser libre en esta época," nos acaba de decir Rene Zavaleta Mercado en el video dedicado a su obra. La autodeterminación tendría el significado de pertenecerse a sí mismo como "yo individual" y como "yo colectivo". En tomo a este concepto quisiera exponer algunas relaciones que Zavaleta plan­tea entre la autodeterminación, el conocimiento y la política, o, entre la racionalidad y la autodeterminación.

La autodeterminación necesita también de un tipo de momento constitutivo específico y aquí creo que cabe pensar que ios momentos constitutivos no todos son iguales. En este caso, la diferencia vendría de*la disponibilidad, la que no tendría el carácter de una asimilación por gran parte de la masa de las creencias que le vienen de cualquier lado -generalmente de sujetos políticos organizados- sino, más bien, Zavaleta pensaría que la disponibilidad se la crea a partir de uno mismo, probable­mente, convocando a la memoria, en este caso, de manera subver­siva; es decir, el momento constitutivo también se prepara, no es algo súbito, que nos viene de sorpresa sino que una parte de la sociedad, por lo menos, lo prepara, incluso lo propone al resto o a una parte significativa de ella. Este momento constitutivo tiene, entre otros, estos rasgos: estaría esta disponibilidad creada a par­tir de uno mismo incluso de una manera más o menos subversiva; además, tiene que existir algún tipo de apropiación cognoscitiva del mundo, es decir, aquí aparecería la dimensión de la racionalidad. Básicamente, la racionalidad se refiere a la pertenen­cia al mundo: el que no conoce tampoco pertenece de una manera muy fuerte a su mundo: y, por lo tanto, tampoco se ha apropiado mucho de su historia; es muy posible que vaya a sufrir, en la mayor parte de los casos, un destino fatal, con esta con­notación no- autodeterminativa, o sga, no escogido. Además, este momento constitutivo tendría este otro aspecto: supone un "salto hacia adelante," siguiendo el término que1 ha sido utilizado en el

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vitiflOi I I "Mito hucia adelante" es eHnicio de algo que no había o, BR Italo Cinto, aunque, pueda ser la reditación de algo que ya BXikiÍN, no lo es de la misma manera. La autodeterminación se conatltuye, entonccS, de determinada manera, saltando en alguna, dirección. Es decir, las sociedades se configuran en un tipo de lempouilidad específica, incluso, en un tipo de espacio específico y, 01 más, la manera en que se constituyen diseña, a su vez, el capado y c! tiempo en el cual van a vivir. Se podría pensar que la autodeterminación tiene dos connotaciones en su momento cons­titutivo: una, que es lo que trae del pasado -vía memoria, vía peso organizativo, vía mentalidades y prácticas cotidianas— y otra que es lo que se crea en aquel momento en que las cosas se fundan.

Pero, habría todavía una otra dimensión, dinámica: la autodeterminación es algo que se agota si no se la renueva cons­tantemente, es decir, como el fuego, se acaba en la medida que no es atizado o encendido permanentemente. Se podría pensar, por ejemplo, que el impulso del 52 se habría agotado incluso en la dase obrera y convertido en algo conservador, como acabamos de oír hace un momento en boca de Zavaleta en el video. La autodeterminación o la libertad se conquista a cJlda momento o se la pierde más o menos definitivamente -temporalmente- hasta que sea posible practicar nuevamente algún tipo de "inserción en el mundo," como llamaría Zavaleta, en el ámbito de la superestruc­tura que permita al hombre, a la masa, diseñar su destino.

Quiero volver sobre algo ya señalado: para que las masas se autodeterminen tienen que conocer, o sea, no se puede ser libre si es que ño se conoce. Aquí la racionalidad tiene una dimen­sión política, es decir, el pensamiento se organiza y, sobre todo, se organizó, constituyendo los horizontes de conocimiento o de cog­noscibilidad —Zavaleta solía decir "de visibilidad". Y, sobre todo, habría que tener en cuenta aquellos horizontes que habrían es­tado ligados a algún momento de autodeterminación. En este sen­tido se podría pensar que el momento del 52 es un momento en que los bolivianos nos volvemos contemporáneos con la historia del mundo; contemporáneos no sólo en el sentido en que ins­tauramos (o se instaura) un nivel histórico a partir del cual podemos asimilarnos al nivel del desarrollo humano universal —y

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143conocerlo, por lo menos, potencialmente, sea^como perspectiva—, sino también en la medida que el 52 se inscribe en la memoria del mundo como ün momento que necesariamente se tiene que cono­cer, no sólo por los bolivianos, sino por cualquiera que quiera per­tenecer a esta época de manera omnicomprensiva, por lo menos como perspectiva. El 52 tendría, entonces, una dimensión ar- ticuladora en la historia del mundo, dimensión que es también cognoscitiva, es decir, nosotros podemos conocer a los demás en la medida en que también nos inscribimos .con fuerza en la his­toria produciendo la necesidad de que nos conozcan, o sea, rom­piendo el cerco de la ignorancia por los dos sentidos.

En Zavaleta existe la idea de que el conocimiento, sobre todo social, es producido a partir de la centralidad obrera, es decir, la ciencia social es la conciencia de la clase obrera, que es la idea de Lukács. Esto va ligado a lo que él mismo ha enunciado como un antropocentrismo, es decir, que el conocimiento (o la racionalidad) tiene que ser antropocéntrico, pues significa cono­cer la vida del hombre. A partir de sí mismo, ese ser conciente que es el hombre produce la historia o, dicho de otra manera, se hace a sí mismo colectivamente; pero, esto ha sido posibilitado,

* sobre todo, a partir del desarrollo de la industria, por lo tanto,' este centralismo obrero no es gratuito sino que responde a la his­toria del mundo. Sin embargo, cabría señalar que esta perspectiva daría lugar a lo que se podría llamar una racionalidad antropocéntrica pero todavía clasista; hay nomas una centralidad, un recorte. En referencia a esto, creo que textos posteriores a esta temática, textos de la década de los 70 y de principios de la presente década trasladan su preocupación al problema de la "autodeterminación d p las masas." En este caso, se trata también de un horizonte de conocimiento, de una racionalidad antropocéntrica, en este caso, más universal o unlversalizada, en cuyo seno puede influir, todavía, la centralidad obrera. Creo, in­cluso, que en Zavaleta estaría la siguiente idea: que sin haber vivido la centralidad obrera no se puede pasar todavía a la autodeterminación de las masas, a una perspectiva más amplia. Esto hay que entenderlo como un proceso histórico, es decir, las masas pasan también por su momento constitutivo a través de la centralidad obrera.

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• Cabría mencionar, entonces, qué noción de masa tenía XlVllelM* Zavaleta enunciaba que la masa era el momento épico da unificación de la sociedad civil. ¿Qué implica esto? Que no es una forma normal de existencia, -sobre todo en la vida cotidiana (JUe caracteriza a una sociedad capitalista y donde, además, la fcocimlud civil tiene la connotación de una vida individualizada, ÜCMComunizada, hecha de individuos atomizados; entonces, hay un momento político donde los individuos se unifican ya sea en torno a convocatorias de subversión o de algún tipo de vivencia comu­nitaria y, entonces, la masa tendría la connotación de una o diver­sas modalidades de negación del tipo de vida cotidiana de la sociedad burguesa, o sea, la masa es lo contrario a la vida atomizada y mientras se organice la masa sí existe algún tipo de subversión del orden capitalista. René Zavaleta sugiere que desde la masa se podría —como posibilidad— conocer más que in­dividualmente, que, por lo menos, en el seno de la masa se prueban las hipótesis sociales —producidas académicamente o por otras vías. O sea, en la masa, el conocimiento o fe racionalidad tienen una verificación, política y no se trata de probar slogans sino, como nos fp sugería Zavaleta en el video, se trata de com­probar ideas en el mundo, en la vida, para apropiarnos del mundo, la vida, y, además, para constituir una sociedad que deseamos, o sea, como anunciaba al principio, para poder per­tenecemos a nosotros mismos. En Zavaleta, me parece, estaría planteada esta relación: que la racionalidad (conocimiento del mundo) tiene una verificación de tipo político, pero no en el sen­tido de que un partido demuestre algún tipo de propuestas, sino en la medida en que las ideas que irían a la sociedad le sirvan para constituirse de esta manera que el solía llamar de "autodeter­minación de las masas".

El que no conoce o el que no le interesa conocer no se in­teresa en sí mismo y, por lo tanto, no puede ser libre; la libertad es también un proceso cognoscitivo que necesita, efectivamente, pira completarse, convertirse en una historia de carne y hueso. Blto implicaría que la autodeterminación, ligada en algunos casos a la idea de momento constitutivo, que en algunos autores suele tener un carácter de irracionalidad, como algo que se escapa a las teorías o, por lo menos, ideas organizadas, tiene más bien por re-

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145quisito un tipo de apropiación cognoscitiva del mundo: es im­posible ser libre si no se conoce y, además, existe la dimensión en que ya no podemos conocer de manera individual, sino que tenemos-que conocer de manera intersubjetiva, masivamente. La intersubjetividad es algo que se construye políticamente e implica incluso un tipo de cultura, un tipo de lenguaje, un tipo de valores, que circulan en una sociedad dada y que los hombres discuten y se pueden apropiar, modificar, criticar. En esta perspectiva, enton­ces, la sugerencia es detectar en los textos de Zavaleta esta relación entre racionalidad y política, como condición de práctica de la autodeterminación.

FERNANDO MAYORGA: En torno a este tema habrán dos reflexiones más, una de' Luís H. Antezan en torno a la inter­subjetividad y otra de Ricardo Calla en torno al concepto de masa.

LUIS H. ANTEZANA: De partida, quisiera destacar que, cuando se trabaja sobre un autor, la experiencia de compartir su pensamiento nos da una cierta visión que quizá antes no la teníamos tan clara. Al analizar estos conceptos de Zavaleta Mer­cado, no puedo dejar de sorprendertne de sus alcances, que con­ceptos producidos desde "una tradición teórica tan general, tan universal, como el marxismo, hayan sido quizá mejorados, supera­dos, prestando atención a una historia concreta, en este caso, la boliviana.

Por otra parte, aquí en la práctica de la discusión y análisis de los conceptos de Zavaleta, creo que se podrían sacar un par de moralejas metodológicas para la lectura de su obra. Una, la que hemos optado como perspectiva para esta mesa redonda: tratar de dar la parte positiva del concepto, buscando lo que el concepto dice directamente, porque hay una trampa lógica, ya analizada por Russell, en eso de dar un concepto por sus carencias o con­traste. Es muy fácil mostrar un concepto por lo que no tiene o dice. Se puede dividir el mundo, coherentemente, sin vacíos, en dos categorías: la de los patos, digamos, por un lado, y, por otro, la de los no-patos. Todo entra ahí, sin trampa lógica, ni sofismas. Aquí los patos y allí las montañas, los árboles, gatos, el oro, la plata, etc., en fin, los no-patos. Entonces es fácil decir "Esto no es

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14óun pato," "La clase obrera boliviana no es partidista," pero no queda muy claro lo que positivamente es, ¿montaña, río, árbol, pajaro? El desafío teórico consiste en caracterizar positivamente, en "lo posible, el concepto. Esta moraleja es, ciertamente, ztivalctiana; él recomendaba conocer el mundo para conocer la nación, vinculaba la autodeterminación con el conocimiento y, en fin, destacaba que debemos asumir positivamente la historia si i lucremos ir a alguna parte.

La otra moraleja metodológica es la que se desprende de la manera como Lazarte ha analizado el concepto de "acumulación en el seno de la clase." A veces se cree que las palabras tienen sen­tidos únicos; por ejemplo, se cree que "casa" significa hogar, habitación, residencia, apartamento, etc., pero todas esas posibilidades desaparecen cuando se escucha la expresión "Mañana se casa Juanita." Las palabras no tienen sentido en sí mis­mas, decía un filósofo, Wiftgenstein, el sentido de las palabras es su uso, está en la manera en la que s e la$ usa. Cierto que, en . general, hay ciertos núcleos conceptuales, pero, no son suficientes; 1;> precisión viene del examen del uso. Para nosotros, la palabra "wawa" es pues, la wawa; pefo, en Cuba, "wawa" había sido el colectivo... Entonce’s, destacaría, pues, esas dos moralejas mclodológicas para leer a Zavaleta Mercado: buscar 4a dimensión positiva de sus conceptos y examinar los diversos usos que prac­tica para saber sus sentidos.

Por otra parte, creo que es un buen signo del sistema zuvalctiano que los diversos conceptos se vayan entramando unos con otros, pues, es necesario poder pensar a diferentes niveles,"sociedad abigarrada" como la boliviana. Desde ya, en el video, Sil­via Rivera ha definido apropiadamente ese concepto zavaletiano, destacando la múltiple articulación diacrónica ahí implícita; igual­mente, Horst Grebe ha precisado "medio compuesto," en esa ecuación, algo discutible, pero muy bien formulada: "medio com­puesto es a la formación social lo que la clase es al modo de

digamos, o facetas sobre todo cuando la referencia es una

producción."

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En esto de la "autodeterminación de la masa," Luís Tapia destacaba el factor de la "intersubjetividad" ahí implícita. Siempre que estamos constituidos, lo estamos en intersubjetividad, no como grupos aislados, ni siquiera como clases -ya hemos visto como ese concepto se vincula con el de masa. Intersubjetividad quiere decir, entonces, conocerse a sí mismo coa el otro y, en tanto que autodeterminación de las masas, conocerse a nivel de la sociedad civil. Quiero recordar el momento clave, por lo menos en mi experiencia de lectura, cuando entró la noción de intersub­jetividad con su mayor fuerza: Recuerdo que su uso me dislocó y pienso que todavía me disloca. Es cuando, en L a s m a s a s e n n o v i e m b r e , luego de presentar el concepto de "sociedad abiga­rrada," comenta que entonces todo e s t a r í a condenado a la disper- „ sión, que todo es múltiple, haciéndole un guiño a esa otra versión de "lo abigarrado" como lo múltiple, lo heterogéneo; pero, añade, que no, que eso abigarrado no es necesariamente disperso porque la articulación d.e lo diverso pre-existe, en cierto sentido, en la in­tersubjetividad. La intersubjetivida’d no sólo existe en el momento constitutivo cuando dos se conocen y se encuentran aliados, por ejemplo, en una lucha común durante una crisis, sino que, en cier­ta forma, la intersubjetividad es previa a esc conocimiento y a esa alianza. Al respecto, resumiendo su perspectiva, dice Zavaleta Mercado: "El problema radica en, esto, en que la intersubjetividad existe antes de las premisas materiales (supuestas premisas) de la intersubjetividad." Y, así, de pronto, entiendo que, de alguna manera, las constituciones son posibles si están latentes, diría, en el entramado histórico. Ahí, términos como "memoria," "épocas," se arraigan en el espacio pues, en última instancia, para Zavaleta, las condiciones para la intersubjetividad nacional parecen estar en la apropiación india del territorio, tal como la señala en "Las masas en noviembre" y la desarrolla en L o n a c i o n a l - p o p u l a r e n B o l i v i a . Es en este sentido, creo, que también habría que entender la irrupción india en el momento constitutivo de la nueva masa o multitud que sería la resistencia a Natush en noviembre del 79. La intersubjetividad tiene que ver, ciertamente, con la memoria histórica.

En general, cuando hablamos de memoria histórica ten­demos a suponerla activa, de una u otra manera, pero también

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podría estar aguardando, como cuando Silvia Rivera habla de "memoria larga" y sugiere un tiempo que todavía espera. Se me ocurre que convendría asumir que ahí también se juega algo así como un olvido, el olvido de esa intersubjetividad que pre-existe a sus premisas materiales, como decía Zavaleta, y que debemos reconstituir para lograr, diría, la autodeterminación de este pueblo. Creo que Zavaleta ha apuntado, pues, a esas condiciones intersubjetivas que hacen posibles las autodeterminaciones y que se manifiestan, sobre todo, en los momentos críticos; pero, creo que un poeta, Jaime Sáenz, lo dijo de manera inolvidable. En su cueca "No le digas,"incluida en F e l i p e D e l g a d o , Sáenz va enumerando diversas mujeres, la Ninfa, la Trini y, a propósito de la Flora, dice: "Si te pregunta la Flora/ acordándose de mí/ No le digas que me has visto .../ No le digas que la quiero/ en un riifcón del olvido/ no le digas que la espero." Se diría que la intersub­jetividad constitutiva nos espera, pues, en un rincón del olvido y que lo qqe hay que hacer es explicitarla históricamente en sus mejores posibilidades pues,'como decía Zavaleta Mercado'en eF video, de todas maneras esta historia nuestra es tan rica que no

.puede ni debe perderse.RICARDO CALLA: Para seguir con Jaime Sáenz, en F e l i p e

D e l g a d o , a uno de sus' personajes le hace decir que "La muerte es el olvido" y, poquito después, dice que "ella murió porque se olvidó de vivir." Y, efectivamente, creo que lo destacable en Zavaleta es que nos introduce a la memoria -para seguir hablan­do de ella- como mecanismo de supresión, tal como lo había dicho al principio de esta noche y tal como Antezana lo está des­tacando aquí en relación al olvido y la intersubjetividad. Jorge Lazarte decía que lo importante, lo básico, en Zavaleta es que, desprendiéndose de una cierta tendencia estructuralista, Zavaleta busca, agarra y recupera el método histórico; busca la historia. Para hablar, entonces, no sólo están las situaciones estructurales sino necesariamente está también la historia; pero, eso no es sufi­ciente, pues sería reducir a Zavaleta olvidar que no se trata de una recuperación empirista de la historia.

. Creo que lo importante es que, en él, el flujo histórico, el movimiento histórico está además teorizado y, quizá, uno de los

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planteamientos cláVes, de los'que a mí más me fascinan, golpean, es el que plantea lo siguiente; dice Zavaleta: "Lo que queremos decir es que los acontecimientos no pasan de largo." Primer movimiento, creo, de una teorización de la historia, que, efectiva­mente, no ha sido planteada por otros teóricos. (Y aquí le estoy dando, entonces, una importancia a Zavaleta muy grande). "Los acontecimientos no plisan de largo." Para articular esto con lo que Lazarte decía sobre la "acumulación en el seno de la clase," recor­demos que Zavaleta decía que "Los acontecimientos se intro-

.duccn dentro de la acumulación el seno de la’ clase"; podríamos decir que se introducen en la acumulación el seno de la nación, en el seno de la masa, de la multitud. Pero ello, continúa Zavaleta, tiene un doble significado: por un lado, la práctica es el criterio de adquisición o incremento "del acerbo, la oferta de lo factual y de la lucha, etc.; sin embargo, por el otro lado, se trata de la memoria que es la existencia presente y colectiva de los hechos pasados y, ahí, la memoria selecciona, suprime y elige -co ­mo 'dije al principio--, los acontecimiento», los que, en todo caso, "no pasan de largo." Las gentes también los suprimen, los inter­nalizan; las clases también internalizan o suprimen los acon­tecimientos en su memoria.

En esta teorización del flujo histórico es necesario también hablar de la ruptura y'por eso la importancia del concepto de * "momento constitutivo" o "acto constitutivo." El acto constitutivo es una ruptura, es, dice Zavaleta, un "momento genético," momen­to fundacional; sin embargo, los acontecimientos no pasan al lado, sobre o por debajo del momento constitutivo, no pasan de largo.Si la ruptura es el momento constitutivo, la acumulación en el seno de la clase -la nación o la masa- es el momento de reflujo, donde, una vez más, se acumula; lo que no quiere decir, sin em­bargo, que simplemente se suma, también se resta, reitero, se suprime. En estos actos de supresión, en estos actos de sumatoria, en las acumulaciones históricas, las clases, las naciones, las masas, etc., se gestan, se reproducen en lo que él llama el "medio «com­puesto."

El "medio compuesto" viene a ser, en Z&valeta, un concep­to que le va a permitir hablar de lo que es externo al grupo social,

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n Ih entidad social, al efite social ai cual se está refiriendo. El "medio‘«impuesto" (o "medio complejo," como en otros momen­tos lo llama) es justamente el nombre de la historia. Son las otras gentes, es "lo otro," son los acontecimientos, es lo diverso que rodea a cualquier entidad individual o colectiva y, como bien decía Lazarte, apunta hacia el hecho de que la clase obrera no hace su historia sólita, aunque quisiera hacerla, sino que la hace también en base a la historia de los otros, en base a lo que están haciendo los otros. Tan-marcado es esto que Zavaleta va a remar­car, por ejemplo, que, luego del 52, la clase obrera se ve obligada a la adquisición del hecho campesino, pero no como efecto de la brillantez teórica de algunas gentes, sino porque los campesinos imponen su presencia. Los obreros tenían que reconocer al hecho campesino porque los campesinos ahora están ahí. A partir del m s h democrático, 1978-1980, todo programa de la COB deberá considerar el programa propio de este vasto y poderoso sector, de hecho -dice- "ahora el segundo hombre de la COB es cam­pesino." Para la clase obrera, el campesino es parte de su medio compuesto, también está la burguesía, otra parte del medio com­puesto obrero. Y ¿qué es el obrero en su relación con el otro? Pues, parte de su medio compuesto, para la* burguesía, para el campesino.

Efectivamente, para constituirse, para hacerse en la his­toria, el campesino tiene su medio compuesto -el medio complejo de las otras naciones, digamos. En este medio compuesto, en su flujo, las clases estructuralmente colocadas van encontrando, la posibilidad de irradiar, dice Zavaleta, su propia capacidad de in­terpelación, de irradiar su presencia ideológica; es en estas irra­diaciones permanentes de los grupos en la historia que se han ido constituyendo las masas. La masa viene a ser, justamente, el movimiento social que aparece, es decir, también la masa tiene, para hacerse, su propio medio compuesto: la masa pre-existe y post-existe al medio compuesto; es un dato de la historia. Pero, Zavaleta, hombre que gusta de las paradojas (porque tal vez con las paradojas se rasca mejor esta brutal complejidad de lo real, de lo concreto), nos dice en un párrafo también muy fuerte que, ¡ojo! Icuidado!, que, en primer lugar, la masa misma puede no cons­tituirse. como masa, en segundo lugar, que una masa constituida

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en cualquier grado puede, sin embargo, desagregarse, y, en tercer lugar, que es lo que nos importa más, que la masa puede cons­tituirse de un modo reaccionario.

La masa, entonces, también tiene su historia, no es la coronación de una clase. La masa, ojo, no es la clase-para-sí;»la masa misma es, en Zavaleta, un hecho histórico, tiene su historia, su medio compuesto. Pero, por qué utilizar esta nocioncita -"la masa"- y no seguir hablando nomás de la clase. Creo que acá, el círculo conceptual abicrtísimo de Zavateta empieza a cerrarse, permitiendo, por supuesto, enormes aberturas. Esta esfera concep­tual de Zavaleta necesita la noción de masa porque, justamente, en Bolivia es necesaria la noción. Es necesaria porque estamos en la sociedad abigarrada, porque no estamos en el modo de produc­ción capitalista y tampoco estamos en la formación social como combinación de medios o modos de producción, estamos en la sociedad abigarrada. Esta sociedad, pesg a sus rupturas, heterogeneidades, esta sociedad abigarrada, como lo remarca An­tezana, tiene sus momentos de unidad y el momento de unidad es la masa, o sea, la intersubjetividad en la acción colectiva.

Creo que con esto -y con todo lo que hemos venido es­cuchando de Zavaleta- estamos transmitiéndoles la enorme ri­queza teórica de este pensamiento y la necesidad, reiterada por nosotros, de que ustedes lo lean y no crean todo lo que les hemos dicho.

FERNANDO MAYORGA: A nombre de la carrera de Sociología, agradecemos la presencia de todos ustedes. Gracias

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