Ciudades con o sin memoria por la arq. Maria Sola

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paginas 83 a 92 N° 6 año II abril 2013 Ciudades con o sin memoria por la arq. Maria Sola Me permito recordar a los colegas que nos representan hoy en muchas instituciones y que tienen la responsabilidad de tomar partido en tan complejo asunto, que identificar modernidad arquitectónica con demolición, está muy lejos de honrar lo mejor de nuestras tradiciones. Analicemos un poco . Hay ciudades como Roma o Londres en donde todos los tiempos que las atravesaron afloran, en rastros menores o mayores, y conviven. Otras ciudades que son totalmente nuevas. Otras que no son nuevas pero pretenden parecerlo, borrando todo signo del pasado. No faltan las que siendo antiguas quedan artificialmente congeladas en un pasado estático. año II abril 2013 tapa e-ArquiNoticias N° 6 Clorindo Testa Arquitecto y Artista Plástico (Nápoles, 10 de diciembre de 1923 – Buenos Aires, 11 de abril de 2013)

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Me permito recordar a los colegas que nos representan hoy en muchas instituciones y que tienen la responsabilidad de tomar partido en tan complejo asunto, que identificar modernidad arquitectónica con demolición, está muy lejos de honrar lo mejor de nuestras tradiciones. Analicemos un poco . Hay ciudades como Roma o Londres en donde todos los tiempos que las atravesaron afloran, en rastros menores o mayores, y conviven. Otras ciudades que son totalmente nuevas. Otras que no son nuevas pero pretenden parecerlo, borrando todo signo del pasado. No faltan las que siendo antiguas quedan artificialmente congeladas en un pasado estático.

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paginas 83 a 92

N° 6

año II abril 2013 Ciudades con o sin memoria

por la arq. Maria Sola

Me permito recordar a los colegas que nos representan hoy en muchas instituciones y que tienen la responsabilidad de tomar partido en tan complejo asunto, que identificar modernidad arquitectónica con demolición, está muy lejos de honrar lo mejor de nuestras tradiciones. Analicemos un poco .Hay ciudades como Roma o Londres en donde todos los tiempos que las atravesaron afloran, en rastros menores o mayores, y conviven. Otras ciudades que son totalmente nuevas. Otras que no son nuevas pero pretenden parecerlo, borrando todo signo del pasado. No faltan las que siendo antiguas quedan artificialmente congeladas en un pasado estático.

año II abril 2013

tapa e-ArquiNoticias N° 6

Clorindo TestaArquitecto y Artista Plástico(Nápoles, 10 de diciembre de 1923 – Buenos Aires, 11 de abril de 2013)

Ciudades con o sin memoriapor la arq. Maria Sola

Me permito recordar a los colegas que nos representan hoy en muchas instituciones y que tienen la responsabilidad de tomar partido en tan complejo asunto, que identificar modernidad arquitectónica con demolición, está muy lejos de honrar lo mejor de nuestras tradiciones. Analicemos un poco .Hay ciudades como Roma o Londres en donde todos los tiempos que las atravesaron afloran, en rastros menores o mayores, y conviven. Otras ciudades que son totalmente nuevas. Otras que no son nuevas pero pretenden parecerlo, borrando todo signo del pasado. No faltan las que siendo antiguas quedan artificialmente congeladas en un pasado estático. Dejar partir al tiempo parecería saludable. A Borges, que fue nuestro pensador paradigmático y que introdujo junto a Girondo la vanguardia europea en la Argentina, ser novedoso pronto le pareció algo irrelevante. El destino de nuestras ciudades en este tema podría resolverse con una morfología compleja que albergue todos los tiempos. Esto requiere, para que sea rico, de un cambio de percepción y buen diseño. Para eso hay que abandonar ideas decimonónicas de enrasamiento y homogeneidad, hay que salir de la academia de una vez.

Ciudades con o sin memoriapor la arq. Maria Sola

Me permito recordar a los colegas que nos representan hoy en muchas instituciones y que tienen la responsabilidad de tomar partido en tan complejo asunto, que identificar modernidad arquitectónica con demolición, está muy lejos de honrar lo mejor de nuestras tradiciones. Analicemos un poco .Hay ciudades como Roma o Londres en donde todos los tiempos que las atravesaron afloran, en rastros menores o mayores, y conviven. Otras ciudades que son totalmente nuevas. Otras que no son nuevas pero pretenden parecerlo, borrando todo signo del pasado. No faltan las que siendo antiguas quedan artificialmente congeladas en un pasado estático. Dejar partir al tiempo parecería saludable. A Borges, que fue nuestro pensador paradigmático y que introdujo junto a Girondo la vanguardia europea en la Argentina, ser novedoso pronto le pareció algo irrelevante. El destino de nuestras ciudades en este tema podría resolverse con una morfología compleja que albergue todos los tiempos. Esto requiere, para que sea rico, de un cambio de percepción y buen diseño. Para eso hay que abandonar ideas decimonónicas de enrasamiento y homogeneidad, hay que salir de la academia de una vez.

M e h e p r e g u n t a d o e n q u é momento de la historia del movimiento moderno apareció la idea de que para innovar había que destruir. ¿No se puede innovar y c o n s e r v a r ? E s i m p o r t a n t e responder esta pregunta porque, c o n e s c a s o s m a t i c e s , l o s colectivos que nos representan como a rqu i tec tos sue len inclinarse hacia la opción de demoler, olvidando, que entre los fundadores de la arquitectura m o d e r n a s e e n c u e n t r a n pensadores como John Ruskin (1819-1900) o Eugène Viollet-le-Duc (1814 -1879 ) qu ienes fueron pioneros a la vez en la cultura de i n n o v a r y e n l a c u l t u r a d e conservar.

En las vanguardias del siglo XX ambas ideas tuvieron cabida, siempre en un clima común de transgresión. Los futuristas pretendían arrasar con todo y los racionalistas defendían la “razón ardiente”, expresión del último poema de Apollinaire que define una locura lúcida, que no abandona la tradición de la inteligencia humana ancestral ni la defensa de la vida. Le Corbusier navega a dos aguas porque por un lado no suelta

el hilo de las tradiciones y en el modulor que nos remite a Leonardo y este a antiquísimos saberes, pero por otro se deja influenciar por los futuristas en los poco racionales documentos del CIAM. En medio de la guerra europea, el debate declina, se incendia o se acartona y las formas obtenidas con el empuje de las nuevas ideas se transforman en “estilo”, se congelan en un repertorio de i m á g e n e s r e c o m e n d a d a s (…ventana corrida, planta libre u otras maneras, no importa), lo cual era todo lo que se había tenido la esperanza de evitar, al desarrollar una metodología científica para abordar los problemas de diseño. La posmodernidad se inició más tarde con la promesa de grandes debates que rompieran con esa esclerosis pero pronto todo se perdió en una bruma intelectual, en donde todas las teorías eran válidas, lo cual, matemáticamente, es igual a decir que ninguna es verdadera.

M e h e p r e g u n t a d o e n q u é momento de la historia del movimiento moderno apareció la idea de que para innovar había que destruir. ¿No se puede innovar y c o n s e r v a r ? E s i m p o r t a n t e responder esta pregunta porque, c o n e s c a s o s m a t i c e s , l o s colectivos que nos representan como a rqu i tec tos sue len inclinarse hacia la opción de demoler, olvidando, que entre los fundadores de la arquitectura m o d e r n a s e e n c u e n t r a n pensadores como John Ruskin (1819-1900) o Eugène Viollet-le-Duc (1814 -1879 ) qu ienes fueron pioneros a la vez en la cultura de i n n o v a r y e n l a c u l t u r a d e conservar.

En las vanguardias del siglo XX ambas ideas tuvieron cabida, siempre en un clima común de transgresión. Los futuristas pretendían arrasar con todo y los racionalistas defendían la “razón ardiente”, expresión del último poema de Apollinaire que define una locura lúcida, que no abandona la tradición de la inteligencia humana ancestral ni la defensa de la vida. Le Corbusier navega a dos aguas porque por un lado no suelta

el hilo de las tradiciones y en el modulor que nos remite a Leonardo y este a antiquísimos saberes, pero por otro se deja influenciar por los futuristas en los poco racionales documentos del CIAM. En medio de la guerra europea, el debate declina, se incendia o se acartona y las formas obtenidas con el empuje de las nuevas ideas se transforman en “estilo”, se congelan en un repertorio de i m á g e n e s r e c o m e n d a d a s (…ventana corrida, planta libre u otras maneras, no importa), lo cual era todo lo que se había tenido la esperanza de evitar, al desarrollar una metodología científica para abordar los problemas de diseño. La posmodernidad se inició más tarde con la promesa de grandes debates que rompieran con esa esclerosis pero pronto todo se perdió en una bruma intelectual, en donde todas las teorías eran válidas, lo cual, matemáticamente, es igual a decir que ninguna es verdadera.

En los setenta todos los estudiantes de arquitectura habíamos visto dos películas que nos hablaban del diseño del presente a través de imaginar un futuro con o sin pasado. Una era el film del norteamericano Stanley Kubrick (1928-1999): “2001 Odisea del Espacio” (1968) y la otra la no menos bella e inquietante, “Solaris” (1972) del cineasta ruso Andrei Tarkovsky (1932-1986). Kubrick imaginaba un futuro artificial e híper diseñado en dónde el pasado había desaparecido sumido, como un rastro, en los objetos, como si la historia y la cultura humana fuera algo contaminado que había que ocultar, salvo en un pequeño detalle emotivo , una lapicera que baila un viejo vals en el vacío. Este futuro sin pasado, sin Shakespeare ni Da Vinci, sin Buda ni Cristo, es también el que la popular serie Los Supersónicos instala en el inconsciente colectivo. Esto tiene raíz en el movimiento futurista que q u e r í a a r r a s a r c o n m u s e o s , académicos, edificios, catedráticos, catálogos, arqueólogos, ciudades, anticuarios, incluyendo por supuesto, una parte de la especie humana ya que los fu tur is tas h ic ieron en sus manifiestos además de la apología del escombro , la apología de la “higiene social” que produciría la guerra, guerra, que por fin, como tragedia anunciada, arrasó a Europa .

Tarkovsky fue incapaz de imaginar un futuro sin rastros de la cultura humana. En la cabina del protagonista de “Solaris” (un científico que viaja al espacio para resolver el enigma de una nave espacial anclada junto a un planeta de agua) hay una imagen de una pintura figurativa (tal vez un Brueghel, de un pueblo nevado) pegada de un modo casual y también hay un libro de poemas de Guillaume Apollinaire, una de las grandes mentes de las vanguardias del inicio del s XX y hombre clave en la discusión de este tema.

En los setenta todos los estudiantes de arquitectura habíamos visto dos películas que nos hablaban del diseño del presente a través de imaginar un futuro con o sin pasado. Una era el film del norteamericano Stanley Kubrick (1928-1999): “2001 Odisea del Espacio” (1968) y la otra la no menos bella e inquietante, “Solaris” (1972) del cineasta ruso Andrei Tarkovsky (1932-1986). Kubrick imaginaba un futuro artificial e híper diseñado en dónde el pasado había desaparecido sumido, como un rastro, en los objetos, como si la historia y la cultura humana fuera algo contaminado que había que ocultar, salvo en un pequeño detalle emotivo , una lapicera que baila un viejo vals en el vacío. Este futuro sin pasado, sin Shakespeare ni Da Vinci, sin Buda ni Cristo, es también el que la popular serie Los Supersónicos instala en el inconsciente colectivo. Esto tiene raíz en el movimiento futurista que q u e r í a a r r a s a r c o n m u s e o s , académicos, edificios, catedráticos, catálogos, arqueólogos, ciudades, anticuarios, incluyendo por supuesto, una parte de la especie humana ya que los fu tur is tas h ic ieron en sus manifiestos además de la apología del escombro , la apología de la “higiene social” que produciría la guerra, guerra, que por fin, como tragedia anunciada, arrasó a Europa .

Tarkovsky fue incapaz de imaginar un futuro sin rastros de la cultura humana. En la cabina del protagonista de “Solaris” (un científico que viaja al espacio para resolver el enigma de una nave espacial anclada junto a un planeta de agua) hay una imagen de una pintura figurativa (tal vez un Brueghel, de un pueblo nevado) pegada de un modo casual y también hay un libro de poemas de Guillaume Apollinaire, una de las grandes mentes de las vanguardias del inicio del s XX y hombre clave en la discusión de este tema.

En 1918 en una cama de un hospital de París agonizaba, herido en la cabeza por una esquirla de obús ganada en las trincheras y por la epidemia de gripe española, el descubridor de Cézanne y de Matisse, amigo de Braque y de Picasso : Guillaume Apollinaire (Roma, 1880-Paris, 1918). Como redactor de los conceptos del cubismo en 1909 tuvo influencia en Le Corbusier, en Rijtveld y muchos otros que encontraron en sus escritos un sostén “clásico” a su espíritu de ruptura, la primera herramienta conceptual importante que tuvieron los arquitectos para fundar una estética que no fuera pasar de copiar templos a copiar artefactos. Tanto valoraba Apollinaire la ciudad histórica que en su cuento “El Anfión”, el falso Barón D`Ormesán crea un arte nuevo, el “anfionismo”, que consiste en ejecutar las ciudades como si estas fueran instrumentos musicales. La partitura, es la invención de un recorrido, un modo de entrar en el territorio urbano y además un modo de recorrer el pasado a través de lo construido. Su obra e ideas tendrán fuerte influencia en la generación martinfierrista argentina y en grandes novelas urbanas del Río de la Plata como “Adán Buenos Aires”, “El sueño d e l o s H é r o e s ” o “ R a y u e l a ” ,

reforzando el antiguo lazo entre arquitectura y cultura.No muy lejos de aquel hospital, en 1916, había muerto en las trincheras contrarias a las de Apollinaire, el arquitecto Antonio Sant`Elía cuyas imágenes del la Citá Nuova, fueron más premonitorias del ambiente de una central atómica que de una ciudad del XXI, e inspiraron para bien y para mal a todo un siglo de arqui tectos. Se basaba en e l manifiesto futurista que el poeta ítalo-egipcio Tommaso Marinetti había publicado en 1909. El lado oscuro de tanta novedad fue resaltado por el cineasta Fritz Lang en un cine pesimista. Por esas paradojas de la historia Marinetti, que elogiaba la belleza de la guerra, no murió como S a n t ` E l í a e n l a s t r i n c h e r a s , transformándose, hasta su muerte en 1944 en el poeta oficial del fascismo italiano. También Speer, el arquitecto de H i t l e r, aunque amaba l as imitaciones históricas académicas y no las ciudades modernas, soñaba con una nueva Berlín para lo cual debía desaparecer la ciudad compleja e imperfecta que había tejido la historia.

En 1918 en una cama de un hospital de París agonizaba, herido en la cabeza por una esquirla de obús ganada en las trincheras y por la epidemia de gripe española, el descubridor de Cézanne y de Matisse, amigo de Braque y de Picasso : Guillaume Apollinaire (Roma, 1880-Paris, 1918). Como redactor de los conceptos del cubismo en 1909 tuvo influencia en Le Corbusier, en Rijtveld y muchos otros que encontraron en sus escritos un sostén “clásico” a su espíritu de ruptura, la primera herramienta conceptual importante que tuvieron los arquitectos para fundar una estética que no fuera pasar de copiar templos a copiar artefactos. Tanto valoraba Apollinaire la ciudad histórica que en su cuento “El Anfión”, el falso Barón D`Ormesán crea un arte nuevo, el “anfionismo”, que consiste en ejecutar las ciudades como si estas fueran instrumentos musicales. La partitura, es la invención de un recorrido, un modo de entrar en el territorio urbano y además un modo de recorrer el pasado a través de lo construido. Su obra e ideas tendrán fuerte influencia en la generación martinfierrista argentina y en grandes novelas urbanas del Río de la Plata como “Adán Buenos Aires”, “El sueño d e l o s H é r o e s ” o “ R a y u e l a ” ,

reforzando el antiguo lazo entre arquitectura y cultura.No muy lejos de aquel hospital, en 1916, había muerto en las trincheras contrarias a las de Apollinaire, el arquitecto Antonio Sant`Elía cuyas imágenes del la Citá Nuova, fueron más premonitorias del ambiente de una central atómica que de una ciudad del XXI, e inspiraron para bien y para mal a todo un siglo de arqui tectos. Se basaba en e l manifiesto futurista que el poeta ítalo-egipcio Tommaso Marinetti había publicado en 1909. El lado oscuro de tanta novedad fue resaltado por el cineasta Fritz Lang en un cine pesimista. Por esas paradojas de la historia Marinetti, que elogiaba la belleza de la guerra, no murió como S a n t ` E l í a e n l a s t r i n c h e r a s , transformándose, hasta su muerte en 1944 en el poeta oficial del fascismo italiano. También Speer, el arquitecto de H i t l e r, aunque amaba l as imitaciones históricas académicas y no las ciudades modernas, soñaba con una nueva Berlín para lo cual debía desaparecer la ciudad compleja e imperfecta que había tejido la historia.

Les recuerdo también que fueron los arquitectos historicistas académicos los que demolieron la París medieval en el s. XIX y les recuerdo que hubieran demolido Venecia, a la que despreciaban por sucia e insana, si no fuera porque artistas, intelectuales y arquitectos pioneros del racionalismo, del arte y la arquitectura moderna se opusieron.

Les recuerdo también que fueron los arquitectos historicistas académicos los que demolieron la París medieval en el s. XIX y les recuerdo que hubieran demolido Venecia, a la que despreciaban por sucia e insana, si no fuera porque artistas, intelectuales y arquitectos pioneros del racionalismo, del arte y la arquitectura moderna se opusieron.

año 2 - numero 6 - abril de 2013