CJ 36, ¿Pagar Los Impuestos...? - Ildefonso Camancho

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Una polémica cuyo fondo es el futuro del «Estado del Bienestar»0. Abordar el problema desde su dimensión social 1. Estado de la cuestión 2. El estilo impositivo español 3. Una polémica que está en el fondo: el futuro del Estado de Bienestar4. Hacia una toma de posición ante esta polémica de fondo 5. Hacia una nueva reforma fiscal: algunas propuestas concretas 6. Instancia utópica y sentido de la eficacia (J. I. González Faus)

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    PAGAR LOS IMPUESTOS...?

    Una polmica cuyo fondo es el futuro del Estado del Bienestar

    Ildefonso Camacho

    0. Abordar el problema desde su dimensin social 1. Estado de la cuestin 2. El estilo impositivo espaol 3. Una polmica que est en el fondo: el futuro del Estado de Bienestar 4. Hacia una toma de posicin ante esta polmica de fondo 5. Hacia una nueva reforma fiscal: algunas propuestas concretas 6. Instancia utpica y sentido de la eficacia (J. I. Gonzlez Faus)

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    En una de las jornadas de reflexin de Cristianisme i Justcia (31.3.90) se abord el tema que da ttulo a este Cuaderno. Se invit a Ildefonso Camacho, sj. (prof. de moral social en la Fac. Teol. de Granada y en la Fac de Ciencias Polticas y Empresariales de Crdoba) para que tuviera la ponencia introductoria. El tema fue largamente debatido entre los miembros del Centro y otros especialistas invitados. Presentamos ahora el escrito que I. Camacho redact despus del debate, con aportaciones de algunos de los participantes. Y aadimos una breve conclusin en que J.I. Gonzlez Faus expone las ideas centrales de su intervencin en aquella jornada.

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    0. ABORDAR EL PROBLEMA DESDE SU DIMENSION SOCIAL Entre las cuestiones morales que tradicionalmente han preocupado a los espaoles no se cuentan precisamente las que afectan al cumplimiento de los deberes tributarios. La gente es, por lo general, tolerante en este campo. No tiene grandes reparos en ocultar una parte de sus ingresos a la hora de declarar, ni siente que el pago de los impuetos es algo que obliga en conciencia. Todo lo ms, es una ley que hay que cumplir, so pena de recibir algn castigo por parte del Estado. Esta tranquilidad moral es juzgada duramente por otros, que consideran que una conciencia fiscal estricta es el nico camino que queda abierto en nuestro sistema econmico, para realizar estructuralmente la funcin social (o hipoteca social: Juan Pablo II) de la propiedad. Sin que esto sirva como justificacin de esa laxitud moral en materia impositiva, hay que reconocer que la sociedad espaola siempre ha estado insatisfecha con la estructura y el funciona-miento de la Hacienda. Y no slo porque, en general, a nadie le gusta pagar impuestos. Las razones son ms profundas: podemos resumirlas diciendo que el sistema fiscal espaol ha estado siempre gravado por una notable falta de credibilidad. Ha habido, sin embargo, un momento en la historia reciente de nuestro pas en que pareci que los espaoles llegbamos a un cierto consenso respecto al sistema fiscal: fue con ocasin de la reforma fiscal iniciada en 1977, y como un elemento ms de los complejos cambios que dieron cuerpo a la transicin desde el franquismo hacia una sociedad moderna y democrtica. Pero dicho consenso result bastante efmero. Hoy, cuando la reforma no ha sido todava implantada en su totalidad, las crticas vuelven a multiplicarse. Aunque los motivos sean diversos en boca de unos y de otros, las opiniones parecen converger hacia la necesidad de una nueva reforma fiscal, sin que falten quienes atacan el hecho fiscal en s mismo, como hicieron recientemente algunas voces famosas. El tema est de nuevo sobre la mesa. Estos rpidos brochazos sirven para situar la finalidad y el sentido de las pginas que siguen. En realidad, con esos datos de base, nos apartamos de la pregunta inicial: pagar los impuestos? Y es que pensamos que tal cuestin no puede ser respondida adecuadamente si la reducimos al mbito de los comportamientos individuales. No basta con saber si, en las actuales condiciones, una persona debe pagar sus impuestos. Cuando la gente por lo general elude su obligacin tributaria en cuanto puede (no todos pueden) y adems tacha de injusto al sistema fiscal vigente, el problema debe ser abordado en sus verdaderas dimensiones sociales y no slo como una cuestin individual. Hay, por tanto, que preguntarse cules seran las condiciones para que el sistema fiscal recuperase su credibilidad y, lograda sta, arbitrar una estrategia para hacerlo operativo. En una sociedad plural es ms necesario buscar el consenso social sobre ciertas cuestiones claves que constituyen la base de la convivencia. Con esta introduccin tampoco pretendemos decir que hay que esperar a tener un sistema fiscal perfecto, para decidirse a cumplir las obligaciones personales en este punto: pues las situaciones ideales no se dan nunca en esta tierra; slo nos acercamos a ellas caminando a travs de situaciones que dejan que desear. Pero s pretendemos facilitar al mximo las estructuras sociales, para que ayuden a ese necesario cambio de las conciencias y las prcticas individuales.

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    1. EL ESTADO DE LA CUESTION 1. EL PUNTO DE PARTIDA: UN ESTADO DE OPINION SIEMPRE CRITICO Es llamativo comparar los datos de dos encuestas de opinin sobre el sistema fiscal, realizadas en dos momentos significativos de nuestra historia: la primera, al final del rgimen anterior; la segunda, cuando haba transcurrido ya un perodo suficientemente amplio desde que comenz la reforma de 1977. Sorprende ver cmo las opiniones son, en ambos casos, igualmente negativas. Pero analcemos los motivos de este juicio desfavorable y las diferencias entre una y otra. 1.1. La primera encuesta La primera fue realizada por el Instituto de Estudios Fiscales en 1972. Las crticas al sistema entonces vigente pueden sintetizarse as: -El 76% de los encuestados piensa que los impuestos se evaden. Muchos subrayan, adems, que la Hacienda no es capaz de impedirlo. -Para un 79% los impuestos son injustos. Y se aducen tres motivos. En primer lugar, porque los impuestos no se aplican con generalidad, y esto hace que las oportunidades de evasin sean muy diferentes para unos grupos sociales y otros. En segundo lugar, porque se grava ms el consumo que la renta o el patrimonio, lo cual no responde a la verdadera capacidad de pago y adems perjudica abiertamente a los que se ven obligados a destinar la mayor parte de sus exiguos ingresos al consumo. Por fin, los encuestados consideran defectuosa la estimacin que la Ha-cienda hace de los rendimientos, del patrimonio y del gasto. -El 77% de los encuestados opina adems que los impuestos no son transparentes ni simples. Abundan las excepciones y las bonificaciones (la letra menuda de la ley); y todo esto natural-mente favorece a unos y perjudica a otros, aparte de dejar en inferioridad al que no tienen mucha preparacin para entender toda esa jerga legal. -Por fin existe un desacuerdo bastante generalizado sobre la forma cmo el Estado gasta lo recaudado: el 64% de los encuestados piensa que la Administracin Pblica gasta mal, despilfarra y no emplea los recursos en cosas necesarias (educacin, pensiones, ayuda al campo). 1.2. La segunda encuesta La segunda de las encuestas mencionadas fue realizada por la Fundacin FIES de 1986. Las crticas son muy semejantes a las anteriores: -Hay una clara conciencia de que la presin fiscal ha aumentado considerablemente. Se espera, adems, que seguir creciendo en el futuro. -Los impuestos no son justos para un 74% de los encuestados, porque no se aplican con generalidad y dan pie a una fuerte evasin. Esta opinin contrasta con la acogida favorable de la reforma en los primeros momentos. -La complejidad del IRPF resulta excesiva. Buena prueba de ello es que el 65% de los contribuyentes confiese que necesita recurrir a un asesor fiscal.

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    -La Administracin pblica democrtica no funciona correctamente y gasta mal lo recaudado con un alto nivel de despilfarro. 1.3. Balance Como se ve, tras 10 aos de vigencia de la reforma, las opiniones se mantienen: el sistema es complejo, injusto, discriminatorio y ofrece muchas oportunidades para la evasin. Slo se percibe una diferencia entre las dos encuestas: en la ms reciente hay una queja generalizada respecto al aumento desconsiderado de la presin fiscal, junto a unas expectativas de que sta seguir cre-ciendo. Esto invita a sospechar que la resistencias a pagar y los intentos de fraude no van a disminuir. Cmo se explica que el estado de opinin haya cambiado en tan poco tiempo y que la reforma tan bien acogida en sus comienzos haya cado a los pocos aos en los mismos vicios de antes? Sera muy cmodo responder que ello se debe al bajo nivel de conciencia tica de nuestra sociedad. Sin embargo, con una respuesta as, incluso aunque fuese cierta, no ayudaramos a resolver el problema. Por eso es mejor reconocer que la pregunta es inquietante y exige una reflexin reposada sobre lo acontecido en esta ltima dcada, buscando siempre las bases para recuperar un consenso po-sitivo en torno al sistema fiscal. 2. UNAS NOCIONES DE ECONOMIA Y DE ETICA FISCAL 2.1. Puntos comunes y puntos discutidos No es necesario detenerse mucho para justificar la funcin del Estado en la sociedad, aunque hoy se haya abierto un amplia polmica sobre el alcance de las tareas concretas que deben asumir las instituciones pblicas. El principio en s nadie lo discute. Al menos la defensa del territorio, la seguridad ciudadana y la administracin de la justicia son funciones que le competen de forma inexcusable. Tambin existe un consenso general sobre los medios para financiar estas actividades: es la sociedad misma la que debe hacerlo, y sa es la funcin de los impuestos. Por tanto, que la sociedad tiene un deber genrico de contribuir a financiar las actividades del Estado en favor de la misma sociedad, es cosa que nadie discute. Pero a partir de aqu comienzan las discrepancias, que afectan a dos temas fundamentales: -Hasta dnde llegan las competencias del Estado (cules son los servicios que debe prestar y cules deben dejar en manos de la iniciativa privada). -Cmo se distribuye la carga que supone la financiacin de esas actividades. Dejamos para ms adelante la primera de estas cuestiones, que remite a la polmica hoy reabierta sobre el Estado de Bienestar, y nos centramos en la segunda.

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    2.2. Cmo distribuir la carga El problema de la distribucin de la carga tributaria se plantea porque en este tipo de servicios que presta el Estado no se puede aplicar el principio de equivalencia: porque el ciudadano no paga los servicios puntuales que le presta el Estado, sino que contribuye de una manera globalizada al mantenimiento de los mismos. Con qu criterios determinar entonces esta contribucin? Dos son los criterios que suelen proponerse: el de la proporcionalidad y el de la progresividad. Ambos criterios tienen un presupuesto comn: se considera que la contribucin de cada ciu-dadano debe estar en funcin de su riqueza, es decir, de su renta y su patrimonio. Esto supuesto, conviene indicar en seguida que de hecho la cuasi totalidad de los sistemas fiscales hoy vigentes se inspiran en el principio de progresividad. Pero no es superfluo ahondar en el sentido del principio de proporcionalidad para comprender mejor el alcance de la imposicin progresiva. Segn aqul, la contribucin sera proporcional a la capacidad econmica de cada sujeto tributario, medida sta en trminos de renta (o de riqueza). A primera vista parece lgico que a iguales ingresos la contribucin sea igual tambin, y que sta aumente o disminuya al ritmo que los ingresos varan en un sentido o en otro. Sin embargo, este criterio no tiene en cuenta el sacrificio que supone para cada contribuyente el verse privado de una parte de su renta. La contribucin proporcional a los ingresos exige un sacrificio mayor al contribuyente de menor renta, aunque pague menos que el que tiene un nivel superior de ingresos. Para igualar el sacrificio es preciso que la cuanta de la contribucin crezca ms que proprocionalmente a medida que crece la renta; es decir, que se opere con un criterio de progre-sividad. Al llegar aqu es fcil comprender que la fiscalidad tiene una doble dimensin. Comenzamos hablando de los impuestos como mecanismo de recaudacin. Pero, al hilo de nuestras reflexiones sobre los criterios de distribucin de la carga tributaria, descubrimos que la fiscalidad posee tambin una funcin redistributiva: modifica la distribucin de la renta que resulta del libre juego de la actividad econmica. Recaudacin y redistribucin son los dos objetivos de todo sistema fiscal. La funcin recaudadora es irrenunciable, pero la forma de articularla con la funcin redistributiva es clave para la valoracin de un sistema fiscal determinado. Cuando se habla de progresividad, sin embargo, no podemos pensar slo en las modalidades de imposicin en que su aplicacin es ms clara: los impuestos directos que gravan la renta o el patrimonio. Hay que preguntarse tambin por la progresividad del sistema fiscal en su conjunto. En la prctica un impuesto muy progresivo sobre la renta puede ver neutralizados sus efectos por una fuerte incidencia de los impuestos indirectos. Sabido es que stos ltimos, al gravar el gasto de forma puntual y al margen de la capacidad de pago global del consumidor, exigen un sacrificio mayor para los segmentos de poblacin con ingresos ms reducidos. Por definicin, los impuestos indirectos son regresivos. Su justificacin hay que buscarla en las

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    ventajas recaudatorias, pero a sabiendas de sus efectos negativos sobre la redistribucin. 2.3. De la teoria social a la sociedad espaola He ah resumidas unas ideas generales sobre los principios que deben inspirar el derecho del Estado a gravar a los ciudadanos y la obligacin correlativa de stos de contribuir a la financia-cin de los servicios pblicos. Pero estas orientaciones globales deben ser ahora proyectadas sobre la fiscalidad concreta que est vigente en nuestra sociedad y sobre la evolucin que ha sufrido en los ltimos aos al hilo de los importantes cambios econmicos que se han producido en ese tiempo. Al hacerlo nos saldr al paso la otra de las cuestiones antes formulada: el tipo de Estado que est detrs de cada modelo fiscal. Al fin y al cabo, la Hacienda no es ms que un instrumento al servicio del Estado y de las funciones que a ste se encomienden.

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    2. EL ESTILO IMPOSITIVO ESPAOL 1. LA REFORMA DE 1977: UN SISTEMA FISCAL AMPLIAMENTE ACEPTADO 1.1. Panormica histrica Desde antiguo vena siendo indudable el descontento de la sociedad espaola con el sistema fiscal vigente durante el franquismo. Las reformas econmicas que sustentaron la espectacular, aunque efmera, etapa del desarrollo espaol en los 60 no llegaron a afectar al sistema impositivo. Nadie dudaba de su carcter discriminatorio, pero nadie osaba plantear la necesidad de una re-forma: ni los que se beneficiaban de esa circunstancia, por razones obvias; ni los que salan perjudicados, los cuales buscaban la compensacin por la va de las reivindicaciones salariales. El sistema contribua a mantener las cosas como estaban con una poltica generosa, aunque paternalista, de concesiones sociales. Las primeras elecciones democrticas despus de la transicin, las de junio de 1977, suponen un cambio sustancial de la situacin, al menos en dos aspectos. Por una parte, la gravedad de la crisis econmica se hace ya tan evidente como urgente el afrontarla con decisin y urgencia; por otra, el nuevo gobierno goza ya de la legitimidad democrtica para emplearse con la dureza y contundencia que la crisis exige. Los Pactos de la Moncloa expresan eficazmente esa conviccin. Todas las fuerzas polticas, con el respaldo de las fuerzas sociales, llegan a un acuerdo mltiple para hacer frente a la crisis. La necesidad de aplicar una poltica de ajuste y los sacrificios que ello conlleva para la clase trabajadora se traduce en algunas sustanciosas contrapartidas. A sta se le pide una actitud de moderacin en sus reivindicaciones salariales, como medio indispensable para controlar la inflacion, pero se le ofrece a cambio una compensacin redistributiva a travs de una reforma fiscal de orientacin claramente progresiva. Este es el origen de la reforma de 1977, cuyas bases aparecen en los citados Pactos. 1.2. Problemas pendientes Por otro lado, el nuevo sistema responde a las necesidades de de una economia desarrollada segn el modelo del Estado de Bienestar. En efecto, este modelo, que se generaliz en Europa Occidental tras la segunda guerra mundial, se caracteriza por atribuir a la institucin pblica importantes competencias en dos campos: a) la intervencin en la actividad econmica para asegurar un ritmo mantenido de

    crecimiento y de pleno empleo, contrarrestando los movimientos errticos del libre mercado (Estado intervencionista),

    b) la satisfaccin de ciertas necesidades ciudadanas en el terreno de la sanidad, la educacin, la vivienda, la seguridad social (Estado providencia).

    Naturalmente el Estado de Bienestar no es viable sin una fuerte y creciente capacidad re-caudatoria por parte de la Hacienda pblica. Pues bien, el sistema fiscal nacido de la reforma espaola de 1977 dot al Estado del instrumento adecuado para recabar los fondos necesarios.

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    Se ve, pues, que el nuevo sistema fiscal responde a la doble finalidad apuntada ms arriba: recaudatoria (para hacer frente a las exigencias del Estado de Bienestar) y redistributiva (para compensar los sacrificios derivados de la poltica de ajuste y poner a punto unos mecanismos correctores de las desigualdades tradicionales en Espaa, ms idneos que los empleados hasta entonces). 1.3. Las primeras medidas La puesta en marcha de la reforma se abri con unas medidas urgentes que hicieran ms expedito el camino. Entre ellas merecen citarse las soguientes: -Amnista fiscal: una especie de "borrn y cuenta nueva" que permitiera regularizar voluntariamente la situacin de aquellos contribuyentes que no hubieran cumplido sus obligaciones tributarias hasta la fecha. -Establecimiento del impuesto extraordinario sobre el patrimonio: no se pretenda con ello ms que garantizar un mejor control de la capacidad econmica de los contribuyentes. -Levantamiento del secreto bancario: implica la colaboracin de las instituciones financieras con la Administracin facilitando los datos sobre las operaciones y saldos de sus clientes. -Tipificacin del delito fiscal dentro del Cdigo Penal: con ello el fraude queda sometido a los tribunales de justicia y puede llegar a ser castigado con privacin de libertad, y no slo, como ocurra hasta entonces, con una multa. -Publicacin de las listas de contribuyentes, para someter a un cierto control social las declaraciones de stos. Esta medida, sin embargo, hubo de ser suprimida poco despus, por los datos que facilitaba a los grupos terroristas para llevar a cabo sus planes. 1.4. Un nuevo sistema fiscal Con estas medidas iniciales se pretendi tambin crear un cierto estado psicolgico entre la poblacin que facilitara la aceptacin de la reforma propiamente dicha. La instrumentacin de esta reforma se hizo sobre la base de una estructura impositiva mucho ms simple y racional. Estaba articulada en torno a seis impuestos: tres fundamentales y otros tres complementarios. Los tres impuestos fundamentales forman el entramado central del sistema. Son: a) El impuesto sobre la renta personal: est concebido como impuesto general de masas,

    es decir, que se satisface teniendo en cuenta todas las rentas percibidas por el con-tribuyente a lo largo del ao. Con ello se atiende realmente a la capacidad global de pago, lo cual permite que funcione el criterio de la progresividad con tal de aplicar los tipos impositivos adecuados.

    b) El impuesto sobre el beneficio de las sociedades, que grava la renta generada donde se produce, es decir, en la empresa misma.

    c) El impuesto sobre el valor aadido (IVA), que se convierte en el eje de la imposicin indirecta. Es un gravamen que se transmite a travs de todo el proceso de produccin hasta el consumidor mismo, sobre quien ltimamente recae. Su principal ventaja radica en la capacidad recaudatoria, pero no cae en los defectos del antiguo impuesto sobre trfico de empresas que discriminaba a aquellos bienes cuyo proceso de produccin estaba menos integrado.

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    Otros tres impuestos tienen un carcter complementario, en cuanto que suponen una recaudacin adicional o garantizan la recaudacin efectiva de los tres anteriores. Son: a) El impuesto sobre el patrimonio neto: desde su implatacin entre las medidas

    urgentes se concibi como una ayuda al impuesto general sobre la renta. En efecto, los datos que facilita la declaracin del patrimonio sirven para controlar la veracidad de la renta declarada.

    b) El impuesto sobre transmisiones patrimoniales: sirve para el cierre de la estructura fiscal, es decir, para completar la estructura de los impuestos de forma que queden pocos resquicios para el fraude. Pero tiene tambin como funcin el mejorar la progresividad del sistema, reduciendo la acumulacin de riqueza.

    c) Los gravmenes sobre consumos especficos: son complementarios por su capacidad recuadatoria, de larga tradicin; pero sirven adems para desestimular el consumo de ciertos bienes que se consideran perjudiciales para la sociedad (alcohol, tabaco...).

    1.5. Los problemas an pendientes Sobre el papel este cuadro tributario resultaba ampliamente satisfactorio. Pero su implantacin no pudo hacerse de forma inmediata, sino paulatina. Eran muchos los problemas tcnicos a resolver, sobre todo en los dos grandes impuestos: el de la renta personal y el del valor aadido. Se precisaba adems poner a punto la administracin fiscal para llevar adelante la reforma. Por todas estas razones la implantacin se ha prolongado por espacio de ms de diez aos. Ms an, todava hoy no se puede afirmar que la reforma est consumada. Y, sin embargo, ya son muchos los interrogantes que planean sobre ella. Las crticas y las dificultades proceden de muchos frentes. Esto nos sita ya en una nuevo estadio de nuestra reflexin. 2. UN SISTEMA FISCAL QUE NUNCA LLEGO A FUNCIONAR SATISFACTORIAMENTE 2.1. Elementos positivos A pesar de las crticas de que nos haremos eco inmediatamente, no se puede negar que el nuevo sistema fiscal supone un paso adelante de innegable valor en la historia de la Hacienda espaola. En efecto, en principio es sin duda el instrumento que necesita el moderno Estado de Bienestar, que era el modelo que presida nuestro desarrollo econmico en los aos 70 siguiendo las huellas de los pases de nuestro entorno europeo. Tanto la funcin recaudatoria como la redistributiva son satisfactoriamente realizadas. La capacidad recaudatoria ha aumentado considerablemente, como lo demuestra el hecho de que la presin fiscal (es decir, el porcentaje que representa el total de ingresos impositivos in-cluida la Seguridad Social respecto al PIB) se haya elevado del 19,6% al 33,0% entre 1975 y 1987. Pero esto no nos debe hacer todava muy optimistas. En 1975 ya tenan los pases desarrollados una presin fiscal equivalente a la nuestra en 1987: un 32,7% era la presin fiscal de los pases de la OCDE, y un 33,2% la de la Comunidad Europea. En 1987 dichos porcentajes se han elevado respectivamente a 38,8% y 40,6%. Con todo, las distancias que nos separan de

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    ellos han disminuido considerablemente. El rpido crecimiento de los impuestos directos sobre los indirectos y la estructura progresiva de las tarifas del IRPF garantizaron, al menos en los primeros aos, una indiscutible incidencia sobre la distribucin de la renta. 2.2. Causas de los fallos De dnde proceden, entonces, los fallos que subyacen a la opinin desfavorable de la encuesta antes citada de 1987? De una circunstancia inesperada: result que, antes de que el nuevo sistema fiscal quedara implantado en su totalidad y pudiera haber producido todos sus frutos, se encontr con que la crisis econmica pona en cuestin al modelo de Estado al que pretenda servir, es decir, al mismo Estado de Bienestar. En cierto sentido, se ha quedado obsoleto cuando an no se haba desarrollado del todo. Ya lo dijimos antes: todo sistema fiscal es un instrumento al servicio de una determinada manera de concebir al Estado. La crisis del Estado de Bienestar y la contraofensiva neoliberal desautorizan la reforma tributaria de 1977 antes de consumar su implantancin. Ms an, los obstculos que se yerguen en su camino impiden que llegue a desarrollarse del todo tal como fue inicialmente concebido. Las modificiaciones y correcciones que se van introduciendo sobre la marcha no hacen sino reducir sus virtualidades y cargarlo de ambigedades: se termina por dudar a qu tipo de Estado est de hecho sirviendo. Pero la polmica ideolgica entre defensores del Estado de Bienestar y neoliberales no debe impedirnos comprender las contraindicaciones que se han puesto de manifiesto en el transcurso de estos aos de funcionamiento. Analizaremos con cierta detencin stas, antes de reflejar el debate de fondo. 2.3. Acusaciones lanzadas Al margen de cuestiones ideolgicas, al sistema fiscal se le critica porque no funciona bien, porque no responde al modelo terico que se dise cuando se concibi la reforma. Cules son las principales crticas que se formulan contra l? 2.3.1. Es injusto en cuanto a la posibilidad de defraudar La primera y ms grave de las crticas que se le hacen es que permite una fuerte evasin fiscal, generalizada, aunque desigualmente distribuida. Discrimina a las rentas del trabajo por cuenta ajena y, por consiguiente, maltrata a las rentas ms bajas, que suelen ser ms frecuentes entre los asalariados. Segn los dictmenes emanados de la Comisin del Fraude Fiscal, en 1986 todava declaraban slo un 64% de las unidades contributivas obligadas a declarar; las rentas declaradas representaban slo el 55% de las rentas que deberan haber sido declaradas; y este porcentaje, que suba hasta un 71% en el caso de las rentas del trabajo, descenda hasta un 30% cuando se refera a otros rendimientos no derivados del trabajo. Aunque los porcentajes han mejorado considerablemente desde 1979, la situacin no puede calificarse en modo alguno de satisfactoria. La progresividad del sistema, indudable si nos atenemos a la literalidad de los preceptos impositivos, queda neutralizada por la realidad de un fraude tan desigualmente repartido: esta circunstancia hace al sistema, en la prctica, claramente regresivo. Es sta la ms injusta de las regresividades, ya que tiene como vctimas a aquellas personas que cumplen puntualmente sus obligaciones tributarias, ya sea por su propia voluntad o porque las circunstancias no les permiten actuar de otra forma.

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    Entre las causas que explican la extensin de la evasin fiscal ocupa un puesto primordial la escasa efectividad de la Administracin tributaria, que no ha sabido elaborar una estrategia operativa de lucha contra el fraude. Tambin se cita entre las causas del fraude la complejidad creciente de la legislacin fiscal, que refuerza su carcter discriminatorio, puesto que slo quienes conocen los entresijos legales o saben asesorarse convenientemente estn en condiciones de aprovecharse de ella. Por ltimo, los altos tipos marginales del IRPF (que, en teora, garantizaran su carcter progresivo) se consideran como un estmulo para el fraude: compensa defraudar porque, dado lo rpidamente que aumenta la cuota a pagar en los tramos ms altos de renta, una pequea reduccin en las cantidades declaradas supone un fuerte ahorro en la cuanta de la cuota. Se critica, por tanto, al sistema fiscal vigente de faltar de forma clamorosa a la equidad. Y hay que insistir en la complejidad como una de las fuentes ms importantes de esa ausencia de equidad. Esta complejidad afecta a las leyes y reglamentos, y tambin a las tarifas. Pero sobre todo se traduce en una proliferacin de deducciones y bonificaciones, que muchas veces han sido literalmente arrancadas a la Administracin por presin de los grupos que se beneficiaran de ellas. Es cierto que la intencin del gobierno al conceder ciertas bonificaciones y desgravaciones ha sido el fomento de la inversin. Pero no es menos verdad que el sistema fiscal es escenario apropiado para luchas de intereses entre los diferentes grupos, los cuales siempre buscarn orientar la legislacin en beneficio propio: naturalmente terminarn imponindose los intereses de los grupos con ms capacidad de influencia ante los poderes pblicos. Cuando el gobierno es fcil en conceder privilegios fiscales, con unos motivos u otros, arrecian las luchas sociales para conseguirlos. 2.3.2. No es flexible ante la inflacin Otras crticas se hacen al sistema fiscal nacido de la reforma de 1977. Se dice, por ejemplo, que no corrige los efectos de la inflacin sobre las rentas o el clculo de los valores patrimoniales. Sabemos que la inflacin erosiona todos los valores econmicos. Por esa razn un aumento nominal de los ingresos puede no corresponder a un aumento real de los mismos: pero si el au-mento nominal implica entrar en un tramo de renta que est gravado con un tipo impositivo ms alto, entonces el gravamen crece, sin que haya crecido la renta real. Si el impuesto sobre la renta quiere evitar esta llamada "progresividad en fro", tiene que elevar el mnimo exento y reducir las tarifas correspondientes a cada tramo de renta nominal. Esta adaptacin es tanto ms necesaria cuanto ms fuerte es la inflacin. Sin embargo, en Espaa, en unos aos en que las tasas de inflacin no han sido nada desdea-bles, el gobierno apenas se ha preocupado de llevar a cabo esta correccin: al contrario, agobiado por la presin del dficit pblico, ha visto en el mantenimiento de los tipos impositivos una forma sutil de aumentar la recaudacin sin elevar expresamente la presin fiscal. 2.3.3. Fomenta la mala distribucin de los recursos

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    Tambin se critica a nuestro sistema fiscal de distorsionar la asignacin de los recursos. Es decir, la fiscalidad modifica el comportamiento del contribuyente porque estimula una formas de proceder, mientras que desalienta otras. Vanse algunas muestras de esto: -Por ejemplo a la fuerte progresividad de los tipos aplicables al IRPF en los tramos ms altos de renta se atribuye un efecto desestimulante sobre la inversin y, por consiguiente, sobre la creacin de empleo; tambin sobre la asuncin de riesgos. Si cuando la renta llega a niveles muy altos, los ltimos tramos son absorbidos en grandes proporciones por el fisco, a quin le compensa el esfuerzo suplementario para el beneficio personal que se sigue de l? -Tampoco favorece el ahorro el hecho de la doble imposicin a que estn sometidas las rentas derivadas del capital, ya que son gravadas por el impuesto sobre el beneficio de sociedades, primero, y ms tarde por el IRPF. En esas condiciones tiene ms cuenta destinarlas al consumo. -Por otra parte, el sistema de financiacin de la Seguridad Social invita al empresario a eludir en la medida de lo posible los costes laborales: en efecto, siendo las cotizaciones sociales la principal fuente de ingresos de la Seguridad Social, sta es matenida prioritariamente por las empresas que ms empleo generan, y no por las que son ms rentables. -Por ltimo, el excesivo peso del IRPF sobre los salarios y las cotizaciones sociales sobre todo en comparacin con la presin fiscal sobre otras rentas, como podran ser las del capital desaniman a la gente para el trabajo. 2.3.4. Discrimina a los matrimonios La ltima crtica a que queremos hacer referencia ha tenido amplia resonancia pblica en los ltimos meses. Se refiere al IRPF y a su trato discriminatorio de la familia. La obligacin, que existi hasta hace poco, de que las unidades familiares tributaran conjuntamente acumulando las rentas percibidas por varios de sus miembros, perjudicaba a stas en comparacin con las per-sonas solteras o las que vivan juntas sin haber llegado a legalizar su unin. Este perjuicio era tanto mayor cuanto ms rpidamente crecen los tipos impositivos en los tramos altos de renta (a los que era ms fcil llegar por acumulacin de las rentas de los dos cnyuges). La resolucin del Tribunal Constitucional declar inconstitucional la tributacin conjunta y obligatoria de los cnyuges por considerarla incompatible con el principio de igualdad y con el derecho a la intimidad. El citado Tribunal admite, sin embargo, la declaracin conjunta siempre que sta no incremente la carga tributaria total o incluso cuando la disminuya, dada la obligacin que impone la Constitucin de proteger a la familia. La solucin adoptada para adaptar la legislacin al pronunciamento del Tribunal Constitucional es provisional y queda abierta a una solucin definitiva. 2.4. Evolucin de hecho Hasta aqu las crticas. No son escasas ni carecen de importancia. Y ntese que stas se centran principalemente en lo que pareca ms conseguido de la reforma: la imposicin directa; y todava de forma ms concreta, en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Fsicas, que era la piedra angular de todo el nuevo sistema. Quizs por ello un sistema que en los primeros aos produjo un aumento significativo del peso especfico de la imposicin directa sobre la indirecta, ahora evoluciona otra vez en sentido contrario: incrementando de nuevo la proporcin de los

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    impuestos indirectos. Este cambio de rumbo puede explicarse desde la evolucin econmica misma de estos ltimos aos. Ya dijimos que los ingresos del Estado crecieron de forma notable. Pero de espectacular puede calificarse el aumento de los gastos. Ahora bien, la sociedad muestra una resistencia fuerte a que la presin fiscal siga aumentando: no slo por el ritmo de aumento que ha sufrido desde que se inici la reforma, sino sobre todo porque desconfa cada vez ms de la manera como el Estado gasta el dinero de todos. Por esa razn, Hacienda recurre a mtodos indirectos de gravamen, que pasan ms desapercibidos para una sociedad que ya est en guardia contra nuevos aumentos de la presin fiscal. Evidentemente muchas de las crticas antes apuntadas reponden a deficiencias tcnicas. Pero tras ellas hay tambin una innegable componente tica: unas veces, el individualismo y el afn de dinero hacen que la gente se vuelva ciega ante sus obligaciones comunitarias; otras veces no se considera justo al sistema, ni por la forma de recaudar ni por la de gastar. En una palabra, carece de respaldo popular y, en consecuencia, su legitimacin est ms que en el aire.

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    3. UNA POLEMICA QUE ESTA EN EL FONDO: EL FUTURO DEL ESTADO DE BIENESTAR Pero no nos engaemos: los problemas no se circunscriben al mbito que hemos explorado hasta aqu. Lo que se cuestiona es el mismo modelo de Estado a cuyo servicio est el sistema fiscal que hemos analizado. Sin abordar esta cuestin de fondo es imposible llegar a unas conclusiones mnimamente operativas para una eventual reforma tributaria. No podemos saber cmo va a ser la estructura de la Hacienda Pblica en el futuro si no aclaramos antes cmo queremos que sea el Estado. La polmica actual no nos demoremos ms en afirmarlo est protagonizada por las corrientes liberales que renacen con notable vigor al calor de los efectos de la crisis econmica y de sus secuelas. Autores como Hayek, Milton Friedman, Henri Lepage, Novak, Peter Berger, etc. se cuentan entre lo ms vendidos en estos aos. Hay que preguntarse por qu este resurgir del liberalismo, tras una etapa de relativo eclipsamiento de esta escuela de pensamiento, sobre todo en su versin econmica. Para responder a ello es preciso volver sobre la realidad del Estado de Bienestar y su evolucin desde la ltima guerra. 1. PANORAMICA HISTORICA El Estado de Bienestar fue la frmula que hizo posible la reconstruccin de Europa tras la guerra que concluy en 1945. Aunque sus antecedentes hay que buscarlos ms atrs, en las reformas de Bismarck, en los informes de Beveridge y en el pensamiento keynesiano: los dos primeros pusieron las bases del Estado providencia, mientras que el ltimo elabor la teora y puso a punto los instrumentos para que el Estado pudiera intervenir marcando las pautas de toda la actividad econmica. El perodo transcurrido entre las dos guerras mundiales puso de relieve que la economa, dejada en manos de la absoluta libertad de la iniciativa privada, cada vez se vea abocada a crisis ms profundas, en gran parte porque el funcionamiento real se adecuaba poco al modelo ideal del mercado que exponan los tericos de la economa. En efecto, la libertad del mercado quedaba continuamente limitada por la fuerza creciente de los actores econmicos, cuyo poder constitua un obstculo insuperable para que el mercado funcionase de acuerdo con los mecanismos previs-tos. Por otra parte, la postracin en que se encontraban las economas europeas al finalizar la guerra exiga un esfuerzo decidido y coordinado para la reconstruccin, en el que los poderes pblicos no podan quedar ausentes. El Estado intervencionista vena casi impuesto por esta convergencia de circunstancias... Esto explica lo que R. Dahrendorf ha llamado el "consenso social-liberal". En efecto, todas las fuerzas polticas tanto liberales conservadores como democristianos y socialdemcratas se aliaron, al margen de sus postulados ideolgicos, en una actitud de indiscutible realismo y

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    pragmatismo. Los acuerdos de Bretton Woods (de julio de 1944), de donde naci el Fondo Monetario Internacional y el nuevo sistema monetario mundial, facilitaron los intercambios entre las economas nacionales para evitar que el encapsulamiento de stas desatara una crisis de la envergadura de la de 1929, tras la primera guerra. El dlar, el gran beneficiario injusto del nuevo sistema monetario, financi a travs del Plan Marshall la reconstruccin europea suministrando los recursos indispensables para tan impresionante tarea. Y en verdad que los frutos fueron rpidos y espectaculares. No slo permitieron recuperar los niveles de produccin anteriores a la guerra, sino que pusieron las bases para un crecimiento sostenido con el apoyo continuo del sector pblico y la intervencin del Estado. Entramos as en una etapa de fuerte desarrollo, durante la cual los momentos de recesin son fcilmente compensados por una poltica econmica que se hace garante del pleno empleo. Este crecimiento permite, adems, un aumento persistente de la presin fiscal, sin que el contribuyente apenas se aperciba de ello. Y ms recursos en manos del Estado hacen posible una ampliacin de los servicios prestados por ste a la sociedad. El Estado-providencia se desarrolla aprovechando la coyuntura de una economa en expansin. Esta poltica repercute de forma notoria sobre la redistribucin de la renta en la medida en que hace a todas las clases sociales partcipes del bienestar, al margen de los ingresos particulares, contribuyendo as a la integracin social frente a los conflictos de clases que dividieron a la sociedad antes de la instauracin de esta modalidad de capitalismo mixto. El citado consenso de todas las fuerzas polticas es slo parcial, ya que no se extiende a las razones por las que cada grupo apoya esta forma de Estado. Es claro que las corrientes de orien-tacin socialista encuentran aqu el camino ms adecuado para llegar a la sociedad igualitaria con la que siempre soaron. Los liberales, en cambio, confan en su eficacia tcnica: es un sistema que, de hecho, permite un funcionamiento gil de la economa. Slo los marxistas se muestran crticos denunciando lo que juzgan ser un instrumento en manos del capitalismo para lograr de un modo ms sutil el control de la clase trabajadora. En cualquier caso el sistema funcion porque ni siquiera los grupos ms radicales encontraron la estrategia para superar lo que para todos era indiscutible: la mejora considerable del bienestar social a todos los niveles. 2. CRITICA NEOLIBERAL DEL ESTADO Pero esta situacin entra en crisis en los aos 70, desbaratando de inmediato el consenso antes citado. Mientras socialdemcratas y socialistas, ms cordialmente identificados con el modelo, quedan desconcertados ante la sbita prdida de eficacia de las polticas que con tanto xito emplearon en las dcadas anteriores, los liberales y conservadores se apean pronto del carro del consenso para desempolvar sus tradicionales argumentos de defensa de la libertad de mercado y utilizarlos para denunciar los fallos del Estado providente e intervencionista. Pero sera un error entender la polmica entre los defensores del Estado de Bienestar y los defensores del mercado en trminos slo ideolgicos. Los fallos objetivamente detectados en el funcionamiento del Estado moderno, y magnificados por los autores de inspiracin liberal, no pueden ser disimulados. En un intento de sistematizacin cabra distinguir las crticas que tienen un carcter general de aqullas que se refieren ms bien a la provisin de servicios pblicos.

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    2.1. Crticas al Estado en general Las crticas generales contra el Estado moderno tachan a la Administracin pblica de cara, ineficaz y catica: a) Siempre que es factible comprobarlo, resultan ser los servicios pblicos bastante ms

    caros que los privados. Suponen, por consiguiente, un despilfarro innecesario de recursos, en abierta contradiccin con los criterios de racionalidad econmica; y suponen tambin una mayor carga para el bolsillo del contribuyente.

    b) La ineficacia no es slo consecuencia de su coste superior, sino sobre todo de su efectos distorsionantes sobre los mecanismos del mercado. Lo que se ganara con el aumento de la eficiencia podra redundar en mejoras de la equidad: el aumento de la renta producida se supone que siempre ser un beneficio para todos.

    c) El caos de la Administracin Pblica es fcil de comprobar. Es fruto de la complejidad creciente derivada de la multiplicacin de intervenciones legislativas y reglamentarias, que incrementan correlativamente la burocracia y la ineficacia.

    Todo esto es cierto, al menos en la mayora de los casos. Pero, tras la simple constatacin de los hechos, hay una reivindicacin de fondo, donde se evidencia la orientacin de la ideologa liberal: las limitaciones apuntadas son, ante todo, un freno a la libertad individual. Y este es el postulado supremo y el valor central al que todo lo dems debe quedar subordinado. No perdamos de vista este paso, que nos remonta desde el mero anlisis de la realidad hasta la imagen ideal de hombre y sociedad que se quiere promover. 2.2. Crticas al Estado providencia Otras crticas, sin embargo, se refieren ms bien a las funciones propias del Estado providente. Seran las que siguen: a) La proliferacin de servicios pblicos tiene un efecto desmovilizador. Cuando todo se

    recibe, o se puede llegar a recibir, del Estado, los incentivos para trabajar y asumir ini-ciativas se reducen. El individuo prefiere confiarse al Estado paternalista, eludir cualquier riesgo y no complicarse excesivamente la vida. En clara contradiccin con el espritu emprendedor, al que hay que atribuir en gran parte los xitos del capitalismo moderno, hoy mucha gente encuentra ms interesante en trminos econmicos la inactividad que la actividad, gracias a los mltiples subsidios que recibe del Estado.

    b) A la larga el Estado providente produce justamente lo contrario de lo que pretenda. La abundancia de gastos sociales con sus secuelas desmovilizadoras no hace sino producir la marginacin (muchas veces, la automarginacin) de amplios sectores sociales, en contra de las pretensiones iniciales de esas polticas.

    c) Este Estado que administra recursos ingentes y est necesitado de una legitimacin social genera una "nueva clase". Son los altos funcionarios, intelectuales, especialistas en la Administracin Pblica, profesionales de los medios de comunicacin, etc. Todos ellos han nacido al amparo de la ampliacin constante de los programas de gasto pblico. Su nica razn de ser consiste en perpetuar su poder a base de ampliar esos gastos sociales.

    d) De todo ese complejo cmulo de actividades surgen nuevas fuentes de despilfarro. No slo porque, como ya se ha dicho, la administracin y la empresa pblica actan de forma irracional, sino especialmente por las necesidades crecientes de gastos de representacin

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    y propaganda que tiene esta nueva clase de servidores del Estado. A ello se une la dinmica incontenible de aumento de los gastos sociales en que incurren los polticos, en una carrera incontrolada e irresponsable de promesas a sus electores.

    De nuevo aqu es obligado reconocer que estas crticas no estn exentas de fundamento. Son fcilmente constatables en estos aos de crisis, durante los cuales preocupa el crecimiento incon-tenible de la burocracia estatal, ante la que la sociedad cada vez se muestra, a la vez, ms exigente y ms pasiva: reivindica ms servicios y mayores prestaciones del Estado, al tiempo que rehuye tomar la iniciativa en alguna forma de actividad econmica, y se resiste por otro lado a cualquier tipo de compromiso en la esfera pblica (aunque slo fuera el de controlar el ejercicio del poder poltico y la administracin de esos recursos crecientes en sus manos). En una palabra, la desmovilizacin antes aludida quiz sea la herencia ms inquietante de la crisis. La clsica pancarta en favor de un aborto libre y gratuito (dejando ahora al margen la moralidad del aborto), en una sociedad en la que tan fcil es evitar un embarazo no deseado, y en la que toda la medicina dental, por ejemplo, est an excluida de la Seguridad Social, puede ser un ejemplo visible de esa reivindicacin de servicios cada vez mayores, junto a una resistencia, cada vez mayor tambin, a cualquier compromiso... Este fenmeno, tan tpico de los ltimos aos, sugiere que la crisis que se inici en los aos 70 no se circunscribe al mbito econmico. Ah estuvo su origen, pero pronto invadi otros niveles de la vida social, hasta convertirse en una verdadera crisis cultural, que afect a comportamientos, hbitos, expectativas, valores, etc. Es toda la concepcin del hombre y de la sociedad lo que se replantea. Como consecuencia de la amenaza que implica el paro, la escasez, etc. se produce un resurgir del individualismo. Es la actitud de defensa, explicable cuando crece la sensacin de vivir en un mundo hostil, donde los intereses de los dems se viven como un peligro para los propios. Hay que reconocer, por tanto, que la alternativa liberal responde bien a este estado de nimo. Es ms, sirve de legitimacin a los comportamientos individualistas e insolidarios derivados de la crisis. La insolidaridad es una respuesta explicable, espontnea como ninguna, ante el desamparo social. Tambin se explica desde aqu el recurso, muy crispado en ocasiones, a que sea el Estado quien intente poner remedio multiplicando sus prestaciones y suplir a la iniciativa privada creando puestos de trabajo. Y es comprensible, por fin, que este desamparo alcance su mxima cota cuando tambin se pierde la confianza en el Estado, despus de haber escuchado tantas promesas de reactivacin. El mismo individualismo que se desentiende cmodamente del Estado del Bienestar, parece ser pues el que luego lo reclama crispadamente. 3. REORIENTACION NEOLIBERAL DEL ESTADO Qu soluciones sugieren entonces los liberales? Bsicamente dos: la desregulacin y la privatizacin. La desregulacin implica desmontar ese complejo aparato de leyes y reglamentaciones que slo sirve para encorsetar a la sociedad y privarla de una elemental libertad de movimientos. La privatizacin supone devolver la iniciativa a la empresa privada y a los particulares. Es preciso liberalizar las relaciones laborales, acabando as con el frreo monopolio de los sindicatos. Es preciso liberalizar asmismo el funcionamiento del sistema

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    financiero. En una palabra, garantizar la libertad, que es segn los liberales el mejor instrumento para que el sistema funcione con eficacia y con equidad (con la equidad posible, aaden tambin dadas las restricciones que la realidad misma impone). Algunos gobiernos han emprendido este camino. Los casos ms llamativos han sido el de la Sra. Thatcher en el Reino Unido, a partir de su triunfo electoral en 1979, y el de Reagan en los Es-tados Unidos, desde 1980. En ambos casos el Estado ha renunciado al objetivo de lucha contra el desempleo: quiz porque el coste social era menor y porque el paro ha dejado de ser polticamente peligroso para el capitalismo. En cuanto a las funciones del Estado providencia, ha sido difcil renunciar a la prestacin de ciertos servicios sociales de carcter universal: ah el coste electoral hubiera resultado prohibitivo, ya que se trata de conquistas irreversibles de la sociedad de bienestar. Cosa distinta ocurre con las tareas asistenciales, a travs de la cuales el Estado garantiza un nivel de vida mnimo para todos: al tratarse de colectivos muy localizados y de escaso peso social, su abandono ha resultado menos peligroso. La reduccin de la actividad econmica del Estado es notoria en estos dos pases, y ha ido acompaada de una notable disminucin de la presin fiscal, medida gratamente recibida por los contribuyentes. Sin embargo, muchos autores ponen de relieve el papel peculiar que ha representado en los Estados Unidos el espectacular desarrollo de la industria blica, impulsada desde la poltica de Reagan que tanto ha contribuido a acelerar la carrera armamentista. En este sentido, la poltica econmica de Reagan no ha supuesto una renuncia a la orientacin keynesiana de estimular desde el sector pblico la demanda global, sino una estrategia distinta que ha conseguido fines equivalentes: ha sido la demanda armamentista la que ha actuado como estmulo de esa demanda global. Ni que decir tiene que tal poltica ha provocado una reduccin del bienestar social, que ha afectado prioritariamente a las clases ms desfavorecidas. De todos modos las polticas de privatizacin y desregulacin han sido empleadas, con menos vigor si acaso, en muchos otros pases, sin que la Espaa socialista haya sido una excepcin. Y es preciso evaluar los efectos de esta actuacin si queremos llegar a unas conclusiones vlidas sobre lo que se puede esperar de un futuro influido por los principios del liberalismo. 4. RESULTADOS DE LA REORIENTACION LIBERAL DEL ESTADO Desgraciadamente los datos disponibles son an provisionales y slo permiten conclusiones provisionales, casi meras impresiones: 1) As por ejemplo existe la impresin de que las polticas de desregulacin han

    contribuido a mejorar la eficacia en el funcionamiento del sistema, tanto en Europa como al otro lado del Atlntico.

    2) No se puede afirmar lo mismo de las polticas de reprivatizacin, cuyo efectos sobre una mejora de la eficacia econmica son mucho ms discutibles.

    3) Y en ambos casos, reprivatizacin y desregulacin, existe una impresin bastante generalizada sobre las consecuencias negativas sobre la distribucin, aunque la va-loracin que este hecho merece se ha prestado a interpretaciones diferentes.

    Con todos estos datos estamos en condiciones de pasar a exponer cul sera nuestra postura y

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    cmo entendemos desde ella las eventuales reformas del sistema fiscal.

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    4. HACIA UNA TOMA DE POSICION ANTE ESTA POLEMICA DE FONDO Al exponer las crticas que el liberalismo, en su nueva versin postcrisis, hace del sistema fiscal vigente y del Estado de Bienestar hemos dejado traslucir algunos rasgos de nuestra postura ante todo eso. Ahora nos toca formularla de una forma ms inequvoca. Creemos que no es posible desoir las denuncias sobre el funcionamiento del Estado de Bienestar, pero tampoco es aceptable la filosofa de base desde la que se hace esta crtica. 1. DEL ANALISIS DE LA REALIDAD A LA OPCION DE VALORES No se pueden cerrar los ojos a los fallos reales que los autores liberales denuncian con tanta fuerza, y que han llevado al Estado de Bienestar casi a un callejn sin salida en el marco de las circunstancias econmicas actuales, que ya no son las de los aos 70. Esto exige revisar la reforma fiscal hecha en aquel contexto y pensar en un modelo que responda mejor a a las circuns-tancias del momento presente. Pero aceptar las crticas no implica hacer nuestras tambin las soluciones. Y esto, no por razones tcnicas, sino a la vista de la filosofa que subyace. A veces se rehuyen estas discusiones, con el pretexto de que no es ah donde se sitan los problemas reales. Por ejemplo, no tiene sentido discutir la alternativa radical entre liberalismo y Estado de Bienestar, porque la solucin no est en ninguno de esos dos extremos, sino en la proporcin en que se van a mezclar elementos de un modelo y otro. Es cierto. Pero la discusin terica permite descubrir otro nivel que condiciona las conclusiones a las que lleguemos para disear un modelo concreto y aplicable a la realidad: ese nivel es el de los valores. La decisin por una solucin u otra no depende slo del anlisis tcnico de la realidad. Este es imprescindible, pero no suficiente. Queda siempre un margen de libertad para la opcin (po-dran negarlo esto quienes se sitan en una perspectiva liberal?), donde nuestro propio sistema de valores ser el factor determinante. Entre los liberales y los partidarios del Estado de Bienestar hay discrepancia respecto al sistema de valores y a la filosofa o concepcin del hombre y de la sociedad que poseen. Si los primeros dan la prioridad a los valores de la libertad y la eficiencia, los segundos optan por la preeminencia de la igualdad y la equidad. No significa esto que aqullos desprecien la igualdad o stos renuncien a la libertad. Pero, en sus respectivas escalas de valores, se observa un orden de prioridades diferente. 1.1. Valor libertad En concreto, detrs de la crtica liberal al moderno sistema de bienestar, no slo se denuncian los fallos ya citados: se le achaca adems que, a travs de todas esas deficiencias, se constituye en una rmora permanente para la libertad. Y es cierto. Este Estado intervencionista restringe la iniciativa particular y la libertad de las personas. Sin embargo, cabe preguntar qu libertad es la que se restringe. Evidentemente la libertad econmica, pero tambin la libertad integral?

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    Ahora bien, la historia demostr que la libertad econmica como valor social prioritario y garantizado por el Estado no condujo a la libertad integral de todos, sino a una sociedad desigual cuyos conflictos fueron el mejor reclamo para justificar la actuacin del Estado. Y hoy, en la medida en que muchas polticas anticrisis han seguido orientaciones liberalizadoras, hay datos fehacientes para pensar que las desigualdades se intensifican de nuevo. Puede argirse que era necesario aplicar estas polticas duras para reactivar la economa. Pero entonces la desigualdad que se ha producido debe ser asumida como el coste de la reactivacin, sin elevarla a rango de principio. 1.2. Valor eficacia Lo mismo se diga de la eficiencia. Para muchos la poltica igualitaria termina convertida en una forma vergonzante de distribuir la miseria. Slo la iniciativa privada y la libertad garantizan el crecimiento y la riqueza, es decir, la eficiencia. La desmovilizacin social, que ya constatamos como uno de los grandes pasivos del Estado de Bienestar, es otra expresin de todo esto. Pero tampoco la eficiencia y el crecimiento econmico deben ser absolutizados, porque uno y otro slo tienen sentido al servicio de un fin, no como fines en s mismos. Por otra parte, la sociedad actual ha modificado sus expectativas de libertad desde el anhelo cada vez ms fuerte de solidaridad. Y la solidaridad introduce en la libertad como correctivo el que la libertad de unos no perjudique a la de los dems: es decir, libertad s, pero libertad para todos. En una palabra, igualdad en la libertad. 1.3. Valor solidaridad? Si el liberalismo, sobre todo en su modalidad poltica, supuso la conquista de la libertad individual de modo que sta se convirti a partir de entonces en un valor irrenunciable para la hu-manidad, en poca ms reciente ha ocurrido algo semejante con la solidaridad: y sta es la gran aportacin histrica del Estado de Bienestar. En ambos casos son conquistas teidas de ambigedades, como toda realizacin humana: conquistas perfectibles, por tanto, pero conquistas, al fin y al cabo. Los derechos sociales, que son la mejor expresin de este avance (como lo fueron las libertades individuales y los derechos civiles en el caso de la revolucin liberal) constituyen un punto de no retorno para el hombre contemporneo. Todas estas reflexiones no son superfluas. Nos ayudan a explicitar las opciones ocultas que tantas veces motivan nuestros comportamientos sin que lleguemos a ser del todo conscientes de ello. Y en un mundo en cambio, como el nuestro, donde se echan de menos soluciones imaginativas y no un mero retorno nostlgico al pasado, conviene elaborar las alternativas desde los cimientos mismos (en este caso, desde los valores). Por eso, si ms arriba dijimos que todo sistema fiscal no es ms que instrumento al servicio del Estado y depende, por tanto, del concepto de Estado que tengamos, ahora hay que ampliar esa afirmacin aadiendo: y todo concepto de Estado deriva, a su vez, de la antropologa subyacente, de la concepcin que cada cual posea acerca del ser humano y de la sociedad.

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    2. CRITERIOS PARA UNA REFORMA FISCAL El apartado anterior ha podido parecer un rodeo excesivo para llegar a comprender en qu sentido hablar hoy de reforma fiscal. Sin embargo, creemos que ofrece una base inmejorable para formular las orientaciones generales de ella. Entre los expertos en Hacienda Pblica y Derecho Fiscal se va abriendo paso un consenso sobre cules habran de ser los objetivos generales de una eventual reforma fiscal en Espaa. Podran reducirse a los siguientes: 1) La contencin del gasto pblico y de los dficit pblicos. Aunque a este tema nos

    hemos referido slo de pasada en lo que precede, existe un consenso cada vez mayor sobre los perjuicios que suponen para el funcionamiento normal de la economa el gasto pblico creciente y el dficit pblico derivado de la imposibilidad de aumentar la presin fiscal.

    2) La contencin de la presin fiscal, ya que el rpido crecimiento de sta (y los mtodos empleados en los ltimos aos para aumentar la recaudacin: elevados tipos marginales, proliferacin de incentivos desigualmente distribuidos, etc.) produce fuertes distorsiones sobre el sistema, desincentivando el trabajo, el ahorro y la asuncin de riesgos.

    3) La simplificacin de los impuestos, para acabar de una vez con las medidas incorporadas a lo largo de estos ltimos aos por necesidades de la coyuntura, que han servido para distorsionar el sistema y favorecer de hecho la evasin fiscal.

    4) La equidad, para al menos no perder los resultados conseguidos en aos anteriores. Porque hay que reconocer que este objetivo de la equidad ha perdido la primaca que se le otorgaba en el pasado, cedindolo en favor de la eficiencia y de la neutralidad. Y es lgico que, en un tiempo de profunda recesin, la eficiencia econmica se erija en objetivo prioritario. Pero ni an entonces la equidad puede ser totalmente relegada al ol-vido, sobre todo cuando la evasin vuelve a generalizarse violando gravemente el principio de la equidad horizontal.

    3. CONDICIONES INDISPENSABLES DE CREDIBILIDAD Sin embargo, en el marco de estos cuatro objetivos nos permitimos destacar dos tareas que, en el actual estado de cosas, nos parecen urgentes y prioritarias. Nos referimos a la lucha contra el fraude fiscal y la transparencia del gasto pblico. En ambos casos se trata de recuperar un consenso social que legitime el sistema fiscal mismo: si la gente est convencida que el fraude es una prctica generalizada y desigualmente distribuida y adems no tiene la ms mnima confianza en la forma como la Administracin Pblica emplea el dinero de todos, los argumentos para exi-gir el cumplimiento de las obligaciones tributarias perdern gran parte de su valor coactivo. Esto es lo que ocurre en Espaa, un pas donde siempre ha existido una resistencia considerable a cumplir con el fisco. Ser, como suele decirse, a causa de nuestro peculiar temperamento? O ser, ms bien, por la escasa credibilidad de nuestro sistema fiscal y de quienes lo administran? 3.1. Pagar todos La lucha contra el fraude fiscal exige, ante todo, una inequvoca voluntad poltica, que no pueda

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    ser puesta en duda por nadie. Pero exige, adems, una estrategia bien pensada y articulada de forma operativa. Dicha estrategia incluye tres niveles diferentes: 1) Un conocimiento ms exacto de los niveles y vas de la evasin, que complete y

    concrete la impresin compartida por todos, polticos, tcnicos y opinin pblica. Esos datos, una vez conocidos y divulgados, deberan servir de base para una discusin pblica sobre el tema, como punto de partida para crear un estado de opinin contrario al fraude y unas opciones polticas claras.

    2) El cierre de los circuitos de evasin. Esta es una medida tcnica de gran importancia, ya que supone establecer un sistema tributario en el que la aplicacin de un impuesto se apoye en la aplicacin de los restantes, de forma que entre todos se dificulte o impida la ocultacin de bases o cuotas. Tales funciones las desempean en relacin con el impuesto sobre la renta, otros dos impuestos directos, el extraordinario sobre el patrimonio (pero a condicin de que no se desvirte por el afn de convertirlo en una fuente ms de recau-dacin, lo cual no es su funcin primaria) y el de transmisiones patrimoniales. Una funcin semejante corresponde al IVA en relacin con el impuesto de sociedades.

    3) La definicin y aplicacin de una poltica racional de lucha contra el fraude. Esta lucha debe basarse en atacar la estrategia individual que se supone sigue el defraudador, el cual juega con tres variables: el coste marginal del fraude (o sancin que se le puede sobrevenir), el beneficio que obtendr por la ocultacin de rentas (tanto mayor cuanto ms altos sean los tipos impositivos en los ltimos escalones de renta) y la probabilidad de ser descubierto (que depende de la eficacia de la inspeccin tributaria). Una estrategia eficaz tiene que abordar estos tres frentes simultneamente, es decir, tiene que asegurar tres cosas: la eficiencia de la sancin (cuanta monetaria elevada, acompaada de medidas tales como la declaracin de delito fiscal, que puede dar con el defraudador en la prisin, o la publicidad del nombre y circunstancias de ste); la reduccin de los beneficios alcanzables (mediante la reduccin de los tipos marginales de las tarifas progresivas), la dotacin de medios a la Administracin tributaria y la mejora de su organizacin.

    3.2. Poder controlar cmo se gasta lo recaudado La transparencia del gasto pblico exige, ante todo, una "conversin institucional" de todos los estamentos de la Administracin. Cuntas veces hemos recordado con nostalgia aquella promesa de "honestidad" con que los socialistas llegaron al poder en 1982! Hay muchas razones para pensar que el aluvin de votos (diez millones y pico) que recibi el PSOE en aquella ocasin res-ponda, ms que a convicciones ideolgicas del electorado, a las esperanzas que despertaba un equipo joven y distinto de todo lo anterior dispuesto a inyectar savia nueva en la vida pblica espaola. Los resultados, que en modo alguno han respondido a esas expectativas, han conducido al pas a una situacin de desencanto. Es cierto que pueden esgrimirse cifras sobre reactivacin econmica y reduccin de desempleo, como hacen frecuentemente nuestros gobernantes, pero siempre puede contraargumentarse con otras menos optimistas, como son las del aumento de la pobreza, etc. Sin embargo, no radica ah lo ms preocupante del desencanto, sino en el desinters generalizado por la vida pblica. Hoy el ciudadano espaol "pasa" de poltica: piensa que "todos los polticos son iguales", son una causa perdida. No es ste otro aspecto de la desmovilizacin antes citada, y que ahora comprendemos no puede atribuirse slo a motivos econmicos? Tam-bin la mala gestin poltica empuja a la gente a encerrarse en su vida privada y a buscar la

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    solucin a los propios problemas al margen de cualquier compromiso social. En consecuencia la escena poltica se va quedando desierta, en manos de unos pocos que apenas son controlados por la sociedad a la que representan. Este divorcio entre la sociedad y la clase poltica repercute en el tema que nos ocupa en forma de ausencia de control sobre la gestin del gasto pblico. Y si el control de la clase gobernante es requisito necesario en toda democracia, es en el terreno econmico donde se hace ms indispensable. La transparencia a que nos referamos es el efecto conjunto de la honestidad administrativa y el control adecuado de la sociedad.

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    5. HACIA UNA NUEVA REFORMA FISCAL: ALGUNAS PROPUESTAS CONCRETAS Este ltimo punto se presta a entrar en innumerables detalles tcnicos. No es sa nuestra intencin. Pero tampoco creemos conveniente terminar sin analizar y dar cuenta de algunas de las propuestas concretas que hoy se estudian para instrumentalizar la reforma. Antes de hacerlo queremos insistir en la prioridad de las dos tareas antes expuestas, como condiciones para que cualquier reforma tenga una mnimas expectativas de xito. Esto supuesto nos limitaremos al impuesto sobre el que se ha centrado la polmica, el de la renta, completando la exposicin con algunas alusiones a los impuestos sobre el patrimonio y sobre el beneficio de sociedades. 1. El IRPF En el IMPUESTO SOBRE LA RENTA habra que sealar dos lneas de reforma, que se refieren respectivamente a la base y a las tarifas. En ambos casos hay propuestas de reforma moderada y propuestas que implican un cambio radical. Las presentaremos ordenadamente. 1.1. Determinacin de la base imponible a) La primera lnea de reforma se refiere a una ampliacin de la base tributaria. Se habla de un impuesto sobre la renta extensiva, que grave efectivamente todas las rentas percibidas por el contribuyente. Esto supone incluir rentas que no son percibidas en efectivo, pero que estn implcitas en el disfrute de ciertos bienes inmuebles. Sin embargo, la principal novedad de este impuesto consiste en la eliminacin de todas las exenciones y bonificaciones, porque stas son las culpables de que una parte considerable de la renta no quede de hecho gravada. La propuesta consiste, pues, en extender hasta el mximo posible la base imponible. Con ello se buscan, no slo una mayor eficacia recaudatoria, sino sobre todo una clara neutralidad y una mayor equidad horizontal. Un impuesto sobre la renta extensiva, al gravar todas las rentas sin distincin, ser neutral (ya que no influir sobre las decisiones del contribuyente modificando el comportamiento de ste en funcin de la desigualdad de gravmenes que pesa sobre un impuesto y otro) y justo (ya que, de acuerdo con el principio de equidad horizontal, a igual renta igual cuota). Se presume, con todo, que un impuesto de este tipo encontrar muchas resistencias entre la poblacin, precisamente de aquellos sectores que gozan de cualquier privilegio en forma de exencin o bonificacin. Slo con una voluntad poltica decidida se podr llevar adelante una reforma as. No se olvide, sin embargo, que est en juego la equidad: y sta es una baza importante para conseguir el respaldo social para cualquier sistema fiscal. b) Algunos van mucho ms lejos en esta lnea de reforma y proponen, como alternativa radical, sustituir el impuesto sobre la renta por un impuesto general sobre el gasto. No es ste un im-puesto indirecto, al estilo de los actuales gravmenes sobre consumos especficos. Estos gravan determinados actos de consumo en el momento mismo de gastar la renta, razn por la cual no pueden contemplar la situacin econmica global del consumidor, mientras que este nuevo modelo propuesto recaera sobre la totalidad del gasto de cada consumidor. Su objeto imponible

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    sera, por consiguiente, el gasto personal global en bienes de consumo a lo largo del perodo impositivo. Su base imponible se calculara a partir de la renta anual (conforme con la declara-cin de contribuyente), pero restando de ella los gastos que no son de consumo as como los ahorros (variacin del saldo de sus depsitos e inversiones en el perodo considerado). Dos son, entre otras muchas, las principales ventajas de este impuesto: a) si se quiere atender al principio de equidad, el gasto es una medida mejor de la

    capacidad de pago de los contribuyentes que la renta; b) por otra parte, este impuesto tiene un efecto menos negativo sobre el ahorro, la

    asuncin de riesgos y el trabajo. Sus dificultades, en cambio, son notables. En principio, su instrumentacin sera ms compleja an que la del actual impuesto, ya que la determinacin del gasto total aade nuevos clculos al, ya de por s difcil, de la renta. Su implantacin no podra hacerse sino simultneamente en los pases que tienden a unificar su sistema econmico, como ocurre en el caso de Espaa y la Comunidad Europea. Pero, sobre todo, sera recibido con fuertes resistencias por dejar libre de gravamen al ahorro, lo cual se interpretara como un mecanismo apto para la acumulacin de ri-queza en quienes mayores rentas perciben. 1.2. Simplificacin La otra lnea de reforma del impuesto general sobre la renta de las personas fsicas consiste en la simplificacin de sus tarifas. a) El elevado nmero de tramos, y sobre todo la rapidez con que stos se suceden en el caso de rentas bastante elevadas, no slo es un desestmulo para el trabajo, la inversin y la asuncin de riesgos, sino que adems termina produciendo el efecto contrario al pretendido de la progresividad. De hecho, incita al fraude, y ya sabemos que ste es la forma ms detestable de re-gresividad fiscal. La progresividad quedar, en cambio, mejor garantizada con unas tarifas menos progresivas sobre el papel pero que permitan una aplicacin ms efectiva de las mismas. En con-creto, suelen proponerse unas tarifas estructuradas en tres tramos solamente. La progresividad podra reforzarse elevando el mnimo exento, y fijando ste de acuerdo con las circunstancias familiares. b) Tambin en este caso hay autores que propugnan una reforma radical en forma de impuesto lineal sobre la renta. Esta modalidad no es ms que la propuesta anterior llevada al extremo: un solo tipo impositivo, cualquiera que fuese el nivel de renta. En este caso, la simplificacin sera mxima, as como la neutralidad. De todos modos, al resultar la progresividad un valor irre-nunciable, habra que fijar un mnimo exento elevado (adaptado tambin a las circunstancias familiares) e incluso prever una subvencin para quienes estn por debajo de ese mnimo. Aunque el impuesto lineal no ha logrado la aceptacin unnime de los hacendistas, ha servido para abrir un debate muy clarificador sobre la necesidad de plantear la neutralidad y la progresi-vidad en unos trminos ms realistas, as como de combatir el deterioro del cumplimiento de las obligaciones tributarias. 1.3. La tributacin familiar

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    Aparte de estas dos grandes lneas de reforma, sobre las que el consenso es bastante amplio, hay una cuestin que est adquiriendo en estos ltimos aos un especial relieve: la tributacin de las unidades familiares. La sentencia del Tribunal Constitucional de 1989 rechaz el modelo vigente en Espaa desde la reforma de 1977: ni siquiera los correctivos incluidos posteriormente (primero las deducciones por matrimonio y luego la complicada frmula polinmica) eliminaban el efecto discriminatorio para las familias en que ambos cnyuges trabajaban. La legislacin improvisada tras la publicacin de la sentencia, que permita la declaracin separada o conjunta a voluntad de los interesados, no pretendi resolver definitivamente el tema. La discusin sigue abierta. En principio parece preferible el sistema de declaracin conjunta, porque responde mejor a la realidad de la familia como unidad econmica, sobre todo teniendo en cuenta que el rgimen ms comn de bienes en la familia espaola es el de gananciales. Pero hay que procurar eliminar toda forma de discriminacin. A tal efecto se proponen dos alternativas. La primera sigue el mtodo de las deducciones, procurando que, por medio de stas, se lleguen a igualar la tributacin de un matrimonio cuando declara conjuntamente y cuando lo hace por separado. La segunda, la que parece ms aceptada (aunque no carece de contraindicaciones), est tomada de la legislacin alemana: es el sistema de particin o splitting. Consiste en dividir por dos la renta global de la familia a efectos de calcular la cuota tributaria; una vez calculada sta, el resultado se multiplica por dos. Con ello se elimina totalmente la progresividad derivada de la acumulacin de rentas en una sola unidad contributiva. 2. OTROS IMPUESTOS 2.1. Impuesto de sociedades Como ve son importantes las modificaciones que se discuten para el impuesto sobre la renta. En el caso del IMPUESTO DE SOCIEDADES la reforma parece ms sencilla. Afecta a dos aspectos: el problema del doble gravamen y la recuperacin de la neutralidad. 2.1.1. Simplificacin Hay autores que preconizan la simple eliminacin de este impuesto, como la forma ms definitiva de acabar con la doble imposicin. En una coyuntura como la actual, en que interesa el fomento de la inversin, es comprensible una propuesta as, ya que ese doble gravamen es un obstculo para el ahorro. Solucin tan radical, sin embargo, no parece aceptable puesto que es en la empresa donde se genera la mayor parte de la renta nacional. Adems, esa medida sera difcil de justificar por la sociedad en general, que la tachara de favorecer a las rentas del capital. Pero, si no se opta por la supresin de este impuesto, el problema de la doble imposicin sigue en pie y hay que afrontarlo. Para ello la va mejor parece ser su coordinacin con el impuesto sobre la renta. Tal coordinacin admite tres alternativas: 1) que las sociedades slo paguen por los beneficios no distribuidos; 2) que haya distintos tipos de gravamen para los beneficios distribuidos y no distribuidos; 3) que en el impuesto sobre la renta personal se deduzca la parte alcuota del impuesto ya pagado por las sociedades.

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    2.2.2. Neutralidad Sin embargo, la discusin sobre la integracin de ambos impuestos ha perdido inters a medida que ambos se han ido desvirtuando a causa de la proliferacin de bonificaciones e incentivos. Y ste es el otro problema sobre el impuesto de sociedades, que afecta a su neutralidad. Tales concesiones, aparte de desencadenar una desigual lucha entre los diversos sectores y grupos frente al Estado, se justifican siempre como incentivos a la produccin, dado el inadecuado tratamiento de los activos empresariales ante la inflacin y el gravamen excesivo de los dividen-dos. Pero est por evaluar los efectos de esta poltica de privilegios y sus costes. Es ms que dudosa (habra que comprobarlo con datos de toda garanta) la eficacia de estos incentivos respecto a los fines perseguidos con ellos. Queda adems por conocer el alcance real de los mismos en trminos de gastos fiscales. Los datos suministrados por una valoracin rigurosa de ambos aspectos habran de ser sometidos luego a una verdadera decisin poltica. En cualquier caso parece preferible reducir, si no eliminar, esta poltica de incentivos a travs del impuesto de sociedades y velar ms por la incidencia de este impuesto sobre los principios de eficiencia y equidad. 2.2. Impuesto sobre el patrimonio Poco queda por aadir a propsito del IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO. Lo ms importante es que urge devolverle su primitiva funcin complementaria de control de la situacin real del contribuyente. Para ello es mejor eliminar de l todo afn recaudatorio. Su innegable funcin redistributiva deber, basarse, ms que en un aumento de sus tarifas, en su coordinacin con el impuesto sobre transmisiones patrimoniales, que es el ms adecuado para im-pedir la fuerte acumulacin de la riqueza (sobre todo a travs de las transmisiones por herencia). 2.3. Impuestos indirectos Extraar que las propuestas de reforma analizadas se refieran todas a los impuestos directos, precisamente el grupo de impuestos sobre el que pareca mayor el consenso en el momento de la reforma de 1977. En realidad, el gravamen clave de la imposicin indirecta el impuesto sobre el valor aadido es el que hoy goza de un apoyo ms generalizado. Slo se ve la necesidad de retocar sus tarifas para adaptarlas mejor a las vigentes en Europa. Pero, en conjunto, no existen dudas sobre su capacidad recaudatoria y su neutralidad, que es lo que se puede razonablemente pedir a este impuesto. 3. EL PROBLEMA DE LA SEGURIDAD SOCIAL No queremos poner fin a estas pginas, con todo, sin decir una palabra sobre un captulo tan importante del gasto pblico como es el de la SEGURIDAD SOCIAL. Y lo hacemos porque

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    tambin aqu est abierto un amplio debate, que centra su atencin en la forma de financiacin. Sabido es que en Espaa los ingresos de la Seguridad Social han procedido sobre todo de las cotizaciones de empresarios y trabajadores, en vez de pesar directamente sobre los presupuestos del sector pblico. Esta forma de financiacin supone un gravamen ms sobre el empleo, que, en pocas en que es urgente la creacin de puestos de trabajo, tiene un efecto negativo sobre cualquier iniciativa de la empresa en este sentido. Por otra parte, en los pases de nuestro entorno la aportacin del Estado a la financiacin de la Seguridad Social es muy superior a la nuestra, lo que discrimina aquellos productos que exigen una fuerte participacin de mano de obra. En el fondo de esta cuestin hay dos puntos que nunca han sido suficientemente clarificados ante la sociedad espaola. En primer lugar, los espaoles creen que el sistema actual est basado en el criterio de capitalizacin: uno ahorra hoy, a travs de lo que cotiza, para que el capital que se va constituyendo le garantice unas prestaciones en el futuro (sobre todo tras la jubilacin). La realidad es otra: nuestro sistema se basa en el criterio de la solidaridad. Segn ste, en cada generacin los que cotizan se encargan del mantenimiento de los que no estn en condiciones de hacerlo. Esto explica ciertas medidas recientemente tomadas sobre revisin de las pensiones, aunque no justifique las decisiones a las que se ha llegado. Pero es que adems y ste es el segundo malentendido nuestra Seguridad Social ha evolucionado desde el sistema profesional hacia el sistema universal: se tiende (y as lo reconoce la Constitucin Espaola) a que todo ciudadano, y no slo los que trabajan o han trabajado, tengan acceso a las prestaciones de la Seguridad Social. Ahora bien, si el sistema profesional se financia primariamente a travs de las cuotas de los beneficiarios, el universal lo hace a travs de una imposicin progresiva. La Seguridad Social y sus problemas actuales encierran una nueva llamada a la solidaridad. Y sta sabemos que es la gran exigencia de nuestro mundo. Sirva su mencin para poner punto final a estas pginas. Sin solidaridad no es posible hoy mirar con esperanza al futuro. Pero la solidaridad no es un vago sentimiento individual: busca traducirse en pautas operativas para convertir nuestro mundo en una morada ms habitable para todos. El sistema fiscal es un mbito importante de esa tarea. 4. CONCLUSION Que las cosas funcionen slo se demuestra en la prctica, y en la prctica de cada momento. Pero cuando hay inters porque funcionen, no se las abandona al primer tropiezo. Los primeros coches distaban mucho de los actuales en arranque, velocidad y facilidades de manejo. Pero la voluntad de desplazarse, y rpidamente, nunca le falt al ser humano. Y este ejemplo elemental ya lo dice todo: progresar en solidaridad y adentrarse en la igualdad son, para la familia humana, ms importantes que desplazarse en la geografa. Por eso, slo ahora, al final, podemos contestar a la pregunta que titulaba este trabajo: Pagar los impuestos? S. Pero adems un sistema fiscal que funcione lo mejor posible. Y este adems es cosa de todos.

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    ALGUNOS ESTUDIOS CONSULTADOS E. Albi, Las nuevas orientaciones de la teora de la imposicin y la poltica tributaria, Hacienda Pblica Espaola, n. 100 (1986), pp. 185-203 E.Albi, La reforma fiscal, en E.Albi (Ed.), La hacienda pblica en la democracia, Ariel 1990, pp. 27-54. J.Borrell, De la Constitucin a Europa: una dcada de poltica fiscal, Informacin Comercial Espaola n. 680 (abril 1990), pp. 9-38. E.Fuentes Quintana, Opciones fiscales de los 80, Papeles Economa Espaola n. 27 (1986), 194-277. Varios, Opciones fiscales de los 80, Papeles de Economa espaola, nn.30-31 (1987), en especial la editorial, Los problemas de la imposicin espaola y las opciones fiscales de los aos 80, pp. VII-XLVII Cuando ya se encontraban en prensa estas pginas apareci: Ministerio de Economa y Hacienda, Informe sobre la reforma de la imposicin personal sobre la renta y el patrimonio, Madrid 1990. (Remitimos a la crtica de I. Zubero al nuevo proyecto de ley, en Noticias Obreras, 1033, 1-15 octubre 1990, pp. 7-9)

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    6. INSTANCIA UTOPICA Y SENTIDO DE LA EFICACIA. Jos I. Gonzlez Faus (Notas para un dilogo interdisciplinar) Las notas que siguen quieren expresar las reacciones (no s si propiamente "teolgicas", pero al menos s de un telogo) sobre el texto de I. Camacho. Su trayectoria refleja cmo desde posiciones que de entrada parecen diversas se puede ir caminando hacia el acercamiento y el encuentro. 1. PUNTOS DE PARTIDA DIVERSOS La diversidad de las posturas iniciales se manifiesta por ej. en la correccin que hace Camacho a la pregunta misma que le plante para debate "Cristianismo y Justicia": pagar impuestos, o no? Esa pregunta pareca justificada por un estado de opinin santificado con los nombres de algunos famosos (desde Lola Flores hasta Arantxa Snchez). Y sin embargo el autor comienza su exposicin desautorizando la pregunta. Este solo hecho sugiere ya dos reflexiones: En primer lugar, acepto que, cuando hoy nos vemos ante la pregunta de si pagar o no pagar impuestos, no cabe responder con un principio moral abstracto, que ignore las circunstancias y las formas concretas en que de hecho se pagan. Esta es la razn del modo de proceder de nuestro autor. Pero (en segundo lugar), creo necesario aadir que precisamente por esta misma razn, y a pesar de las encuestas que abren el estudio anterior, el lector no debera deducir de ah que Camacho aboga por un planteamiento vinculado totalmente a la idea del consenso social. Pues: a) el consenso social no es criterio ltimo de moralidad, aunque pueda ser el mejor

    criterio de eficacia. Y sobre todo: b) el consenso es tambin un principio terico que abstrae de las circunstancias concretas.

    En Europa empezamos a percibir cmo un consenso mayoritario puede oprimir a determinadas minoras (vg. inmigrantes extranjeros). Y, sobre todo en materia de dinero, no cabe esperar un consenso vlido entre el que tiene y el que no, sino ms bien habr que temer que el que tiene haga callar al que no tiene.

    Sin tener en cuenta este dato, slo pensaramos en hombres abstractos, y en una sociedada abstrada tambin de las condiciones concretas en que se encuentra (nmero de pobres, diferencias en el reparto de la riqueza y en la igualdad fctica y no formal de oportunidades etc. etc.). Quizs convenga evocar que los que pasan por fautores de las filosofas del dilogo (Habermas, Apel etc.) suelen hablar de las condiciones utpicas mnimas para que su pensamiento pueda hallar vigencia. Nosotros no podemos poner en prctica ese pensamiento al margen de aquellas condiciones. Dicho grficamente: el consenso se suele dar en el centro, no en los mrgenes. Y esto le plantea inmediatamente un problema al telogo cristiano: ste no puede colaborar a la solucin de los

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    problemas de la sociedad humana desde la ptica supuestamente neutral de las ciencias"Dos y dos son cuatro" al margen de si se trata de dos vivos en un sumando y dos muertos en el otro; cosa que luego, en la prctica, ser un poco ms difcil de sumar...>, sino desde la ptica parcial de los pobres. Ello es as porque (desde el anuncio jesunico del Reinado de Dios) el telogo sabe que la sociedad humana, tal como es hoy y aqu, ni es neutral, ni es como Dios quiere que sea. Y no es posible reflexionar desde una ptica de iguales, en una sociedad de desiguales. Esta ptica teolgica la expresan aquellas famosas palabras de K. Barth: "El Mandamiento de Dios, en la medida en que se le pueda y se le quiera escuchar, ser

    siempre y en todas circunstancias una llamada hacia la oposicin, hacia la humanidad y contra todas las maneras de pisotearla; y, por tanto, una llamada a la toma de partido en favor de los dbiles y contra la prepotencia de los fuertes... El cristianismo occidental ya tendr bastante con percibir el desorden real de nuestro sistema dominante, con recordar y hacer valer el mandamiento de Dios frente a ese desorden, y con comportarse 'izquierdosamente' ante sus representantes, es decir: confesarse fundamentalmente al lado de los desfavorecidos por ese desorden, y convertir la causa de ellos en causa propia."

    2. CONDICIONES PARA UN ACERCAMIENTO Pero, si la presente reflexin quiere ser interdisciplinar, ha de estar oscilando todo el tiempo de un lado al otro. Y por eso, tras escribir lo anterior, debo aadir que el planteamiento de Ildefonso se revela ms eficaz que el de K. Barth, precisamente porque arranca de un punto de partida casi comn, que es un estado de opinin compartido, para, desde all, ir llevando al lector hacia conclusiones ms justas, y ms cercanas a la opcin por los pobres. Pero, propiamente hablando, es este movimiento lo que lo vuelve eficaz, y no el mero punto de partida estticamente considerado. Con ello tenemos una primera experiencia de cmo ambos planteamientos pueden encontrarse de hecho yo, a la hora de concretar prxicamente, me mostrara muy cercano a las conclusiones del autor.. Pero slo podrn encontrarse si ambos aceptan dar su propio salto: el cientfico social un salto de abajo arriba: desde las descripciones de hechos a los criterios axiolgicos (valorales), los cuales no derivan sin ms de los hechos. Y el telogo un salto de arriba abajo: desde los afanes valorales hasta la densidad de lo real en que los valores deben encarnarse (porque, de lo contrario, ya no existiran como tales valores), aunque nunca agoten su instancia valoral en ninguna concrecin, dejando as campo abierto para progresos ulteriores. 3. UN EJEMPLO Y ahora quisiera poner un ejemplo de ese salto tanto en el texto bblico como en el texto de I. Camacho. a) Para las tradiciones bblicas (que arrancan, no se olvide, de una experiencia de liberacin y de libertad), la nica razn que justifica la existencia del poder es la defensa de los indefensos y

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    oprimidos. As ocurre con la figura de Moiss, con la aparicin ms o menos carismtica y ocasional de los Jueces, y con la instauracin de la monarqua (al menos en aquellas tradiciones que no rechazan la monarqua en nombre de la soberana nica de Dios, sino que intentan una defensa teolgica de ella): el rey es aceptado para que libre al pobre que suplica, al afligido que no tiene protector, se apiade del humilde e indigente y salve la vida de sus pobres (Sal 71). Desde aqu cabe imaginar hasta qu punto sern corruptos todos los poderes que no tengan este objetivo (como ya deca el mismo Jess en Lc 22,22-24). Y cabe imaginar hasta qu punto el rey puede parecer Ungido de Dios para una mentalidad bblica, precisamente porque en la Biblia Dios se define como el valedor de los indefensos y de los pobres. Pero a esta bella teologa hay que aadirle que la misma Biblia hace dolorosamente la experiencia de que su propia teora no siempre funciona o casi nunca funciona, por la corrupcin y la infidelidad de los poderes ya establecidos. Y esta observacin pertenece tambin al testimonio bblico. b) La filosofa social, en cambio, no tiene en cuenta de entrada esa defensa de los pobres y oprimidos a la hora de justificar el poder del estado, porque aquellos no pertenecen esencialmente a la definicin de la sociedad (vase la definicin de Camacho en el apartado 2.1. del cap. primero). Sin embargo, cuando se asignan al estado tareas como la seguridad ciudadana o la administracin de justicia, ello es as porque precisamente en esos campos es donde ms fcilmente pueden producirse opresin e indefensin. Y as es como la filosofa social, al reflexionar sobre s misma, se va acercando al punto de vista bblico, y descubre que la fiscalidad posee tambin una funcin redistributiva, o de justicia social (cf. cap. 1, apartado 2.2). La fiscalidad y toda la tarea del estado: porque no slo hay que redistribuir la riqueza sino las cargas sociales, las oportunidades culturales etc. etc. Sin embargo, este descubrimiento no se har sin dar un salto cualitativo, valoral, que consiste en tener en cuenta el sacrificio (id. id.) de cada cual. Cosa nada evidente desde una criterio de racionalidad matemtica (o proporcional), pero perceptible desde una sensibilidad humana (o tica). 4 . LUGAR DE ENCUENTRO Y este movimiento, que va insinundose a lo largo de todo el texto de Ildefonso, llega en el captulo 4 a un punto de encuentro o, al menos, de acercamiento suficiente con el otro texto de Barth con el que abramos este comentario. Por un lado, el telogo deber sospechar de todas las soluciones no probadas en la prctica, por muy correctas que sean teolgicamente: pues la e