Clar - Formacion Para La Vida Religiosa Renovada en America Latina

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PARA LA VIDA RELIGIOSA RENOVADA EN AMERICA LATINA SEGUNDA EDICIÓN

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PARA LA VIDA RELIGIOSA

RENOVADA EN AMERICA LATINA

SEGUNDA EDIC IÓN

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DOCUMENTOS APROBADOS POR LA IV ASAMBLEA GENERAL DE LA CLAR

Santiago de Chile Diciembre 3 - 15 de 1969

Colección CLAR N? 3 - I

Confederación Latinoamericana de Religiosos CLAR

FORMACIÓN PARA LA

VIDA RELIGIOSA RENOVADA EN

AMERICA LATINA

SEGIJNBC'SDTtfeiN

SECRETARIADO GENERAL DE LA CLAR

Apartado Aéreo 90710 Bogotá - Colombia

1970

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Con las debidas licencias Propiedad reservada

CONTENIDO GENERAL

Págs.

INTRODUCCIÓN 9

FORMACIÓN RENOVADA 17

FORMACIÓN EN LA FRATERNIDAD 3 3

FORMACIÓN APOSTÓLICA DE LOS RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS 51

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PRESENTACIÓN

En todas las comunidades religiosas se tiene conciencia de la importancia de la formación y al mismo tiempo se comprueba la desorientación que existe actualmente sobre la manera concreta como debe realizarse.

La CLAR ha creído prestar un servicio útil a las Comunida­des Religiosas de América latina al estudiar este tema.

El texto que ofrece no es resultado de un trabajo rápido y restringido; al contrario, durante más de un año ha sido elaborado por religiosos y religiosas de todos los países latinoamericanos, consultados por sus propias Conferencias de Religiosos. Al adop­tar este texto en su IV Asamblea General, la CLAR no hacía otra cosa que dar expresión a las reflexiones y opiniones de las Conferencias y de las Comunidades Religiosas de toda América Latina.

Así lo comprendió la Sagrada Congregación de Religiosos cuando le fue presentado este texto que consideró un aporte de valor a la Iglesia latinoamericana.

Es claro que al publicar este documento, la CLAR no pre­tende otra cosa que dar a conocer las experiencias que se están realizando, y señalar orientaciones generales que pueden servir para la búsqueda indispensable de nuevas maneras de realizar la formación.

Cada Conferencia nacional de Religiosos sabrá encontrar los elementos propios que hagan posible una aplicación concreta y vital; cada Instituto Religioso hará las aplicaciones que considere oportunas de acuerdo con sus propias determinaciones.

En ningún momento se ha pensado que este documento sea completo. Únicamente se ha querido hacer especial hincapié en los puntos que han parecido más importantes para la vida reli­giosa en América Latina.

Por esto se habla en el documento, no solo de los "tres votos", sino también de la vida de oración, de la vida en fra­ternidad y del apostolado. Elementos esenciales a la vida religiosa,

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tienen una importancia fundamental para la renovación de esta vida en América Latina.

Las experiencias que se señalan, como por ejemplo las de "las pequeñas comunidades" o de los "noviciados comunes", po­drán servir en la medida en que se apliquen en cada país, no solo con la urgencia que hoy exige la prudencia, sino con el apoyo y estímulo de los superiores y de toda la comunidad provincial.

Mucho se oye decir que la vida religiosa en América Latina (y posiblemente en otras partes del mundo) perderá su signifi­cado, y llegará a desaparecer, si no se renueva profundamente, como lo pide el Concilio Vaticano II, encarnando en el mundo real una vida auténticamente evangélica.

La CLAR ha querido contribuir a esta renovación, exigencia de la fidelidad al Señor, y ala misión que en su Iglesia El nos ha confiado.

Manuel Edwards P. ss. ce. Presidente CLAR

Roma, 29 de abril de 1970

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INTRODUCCIÓN

CONTENIDO

Págs.

I - REFLEXIONES TEOLÓGICAS SOBRE LA VIDA RELIGIOSA 11

La consagración religiosa es a la vez continuidad y

novedad, con respecto a la consagración bautismal 11

Continuidad 11

Novedad 12

II - BREVE REFERENCIA AL MUNDO DE HOY, EN

ESPECIAL A AMERICA LATINA 13

a - Situación mundial 13

b - Situación latinoamericana 14 c - Situación de los Religiosos 15

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1. La formación para la vida religiosa supone una con­cepción teológica de la misma y un conocimiento del mun­do de hoy dentro del cual se realiza la formación y se vive la Vida Religiosa. Muy brevemente trataremos de ambos.

I . REFLEXIONES TEOLÓGICAS SOBRE LA VIDA RELIGIOSA

La consagración religiosa es a la vez continuidad y novedad, con respecto a la consagración bautismal

Continuidad

2. Esta se puede considerar bajo tres aspectos:

a) El don gratuito de Dios que incorpora al hombre a la Pascua de Cristo dándole su vida nueva, haciéndolo en El Profeta, Sacerdote y Rey, e introduciéndolo en su Pueblo que animado por el Espíritu Santo marcha hacia la consuma­ción escatológica.

b) La libre respuesta del Hombre que edifica su existen­cia sobre la fe en Cristo, la esperanza de su triunfo defini­tivo, la caridad que lo adhiere a la voluntad del Padre y lo lleva a poner su ser al servicio de sus hermanos para con­tribuir al cumplimiento del plan divino de liberación total: en una palabra, existencia iluminada por el Evangelio.

c) El impulso apostólico, que no es sino otro nombre de la caridad ejercida con los hermanos. Los miembros del Cuerpo de Cristo participan de la misión humanizadora y re­dentora que el Padre confió a su Cabeza, Cristo.

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noveaaa

3. Trátase de una novedad real en el sentido de peculiar consagración y nuestra reflexión se detiene sobre dos aspec­tos que parecen sintetizar lo más propio de la vida religiosa.

a) Uno es el seguimiento de Cristo "más de cerca", en cuanto a la forma de vida, y parece ser lo que más se des­taca en perfectae caritatis: "Ya desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que, por la práctica de los consejos evangélicos, se propusieron seguir a Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca, y llevaron una vida consa­grada a Dios. "Todos los que son llamados por Dios a la prác­tica de los consejos evangélicos y los profesan fielmente, se consagran de modo particular a Dios, siguiendo a Cristo que, virgen y pobre, por su obediencia hasta la muerte de cruz, redimió y santificó a los hombres" (N? 1). Este seguimiento de Cristo es asumido en una comunidad de vida semejante a la de los apóstoles con el Señor, la cual comporta la con­dición virginal, la puesta en común de los bienes al servicio de los hermanos, y la búsqueda conjunta de la voluntad de Dios, es decir, una forma estable de vida evangélica, ratifi­cada con el compromiso de los votos.

b) El otro aspecto es el signo escatológico constituido por la vida religiosa.

El estilo de vida adoptado por el religioso es una forma altamente exjplícita, de proclamar que el Reino de Cristo no es de este mundo, y que no puede ser transformado sin el espíritu de las bienaventuranzas. Su actitud frente al amor, los bienes, la libertad, proclama vitalmente el carácter de pro­visorio que tienen el matrimonio, las riquezas materiales, la "libre disposición de sí" a cada instante.

4. Más concretamente:

• La vida religiosa instaura en este mundo un estilo lo más semejante posible al de la vida bienventurada; votos y vida común deben mirarse a esta luz;

• Por lo mismo, da testimonio de la caducidad de este mundo, aún viviendo en él, y de la tensión de la Iglesia hacia el mundo futuro;

• Esto implica para el religioso una liberación de cier­tas ataduras de este mundo, liberación que lo torna más dis-

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ponible para unirse a Cristo y servir a sus hermanos los hom­bres en orden al progreso humano y al advenimiento del Reino de Dios.

II. BREVE REFERENCIA AL MUNDO DE HOY, EN ESPECIAL A AMERICA LATINA

5. Los cambios acelerados de la historia interpelan sin­gularmente a la vida religiosa en su dimensión profética y en su proceso actual de renovación. Por lo mismo, la formación de los religiosos —de la que ella depende en gran manera— debe realizarse teniendo en cuenta el hecho y el sentido del cambio como signo de los tiempos y como instancia a su condición característica de profeta, en el actual momento salvífico de América Latina.

He aquí algunos elementos:

a - Situación Mundial

6. El mundo de hoy se encuentra en situación de cam­bio permanente: cambios profundos, totales, urgentes, cons­tantes y ambivalentes, acelerados por los medios masivos de comunicación social, en otros factores.

• Cambios profundos: por el dominio creciente. -— del mundo material, por parte del hombre — del problema socio-económico. — de la psicología profunda, personal y social.

• Cambios totales, por el crecimiento e irreversible pro­ceso de socialización que se expresa en las inter-relaciones cada vez más amplias y completas, de orden económico, polí­tico, social, cultural y religioso.

• Cambios urgentes, por la conciencia cada vez más viva de las necesidades ocasionadas po r los desequilibrios

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constitucionales, frutos del mismo cambio y de la conciencia de aspiraciones insatisfechas.

• Cambios constantes insertados en un mismo dina­mismo histórico por un proceso cada vez más acelerado de continua evolución tecnológica y social.

• Cambios ambivalentes, en su significado y concretiza-ción, ocasionados muchas veces por los procesos de seculari­zación y urbanización.

• Como resultado de todas estas transformaciones, te­nemos el cambio de valores y normas que da, origen a un pluralismo cultural y religioso, sometiendo a prueba y, tal vez, a una crisis, la fe y la vida cristianas.

• En respuesta, la Iglesia marcha, entre angustias y esperanzas escrutando los tiempos en busca de la fidelidad a una perenne renovación cristiana.

b - Situación latinoamericana

7. La presente situación mundial ocasiona problemas que se presentan con mayor evidencia, complejidad y urgen­cia en América Latina, "Continente en busca de su libera­ción".

La explosión demográfica, las concentraciones urbanas en ritmo acelerado de expansión, la constante movilidad física, social y política, son apenas algunos fenómenos humanos y sociales que acompañan esta situación de cambio, cuyos dos grandes problemas son:

8. La opresión y miseria que abarca grandes sectores hu­manos.

9. La "marginalidad" que se presenta bajo diversas for­mas : socio-económicas, políticas, culturales, raciales, religio­sas, tanto en las zonas urbanas como en las rurales (Cf. Me-dellín, Paz, N? 1,2).

10. La secularización, positiva y negativamente conside­rada, es uno de los elementos del cambio cultural que incide con mayor fuerza en la vida religiosa, aunque no haya lle­gado con la misma intensidad a todas las áreas. En el am­biente rural es bastante rudimentario y evoluciona lentamen­te en ambiente de ciudad, particularmente de gran ciudad, la

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secularización es un hecho, aunque muchas áreas —sobre todas las masas— sean afectadas apenas indirectamente.

11. Ante realidad tan compleja, cargada de dificultades y esperanzas, la Iglesia quiere estar presente en medio de los pueblos latinoamericanos, para promover su liberación inte­gral, a través de una pastoral dinámica y funcional.

c • Situación de los Religiosos

12. La situación de la Iglesia en el mundo latinoamericano pone a los religiosos bajo el impacto de un triple problema:

— vivencial, en relación con sus compromisos religiosos; — de adaptación para un auténtico servicio de Dios y

de los hombres; — de inadecuada distribución del personal en relación

con la importancia y urgencia de las necesidades del Pueblo de Dios.

13. Ante estos problemas y estas perspectivas somos cons­cientes de que "la adecuada renovación de los institutos reli­giosos depende en grado máximo de la formación de sus miembros" (PC. N? 18).

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FORMACIÓN RENOVADA

CONTENIDO

I - SITUACIÓN DE LA FORMACIÓN EN LATINO AMERICA

II - REFLEXIONES SOBRE LA FORMACIÓN

Introducción

A - Proceso

B - Objetivos esenciales

C - Orientaciones generales

III - ETAPAS DE LA FORMACIÓN RELIGIOSA

A - Postulantado

B - Noviciado

C - Escolasticados y Juniorados

D - Formación permanente

IV - ALGUNAS SUGERENCIAS

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I. SITUACIÓN DE LA FORMACIÓN EN LATINOAMÉRICA

1. Se advierte en América Latina una efectiva inquietud por la situación de los jóvenes que postulan a la vida reli­giosa y que reciben a menudo una formación inadecuada a las nuevas condiciones de la Iglesia en el continente.

2 Hay conciencia de que la formación masificada, aislada del mundo, en enormes caserones y con un régimen de pres­cripciones detallistas, no puede seguir manteniéndose.

3 Este consenso unánime ha ido creando, cada vez más, un sentido crítico, una tonia de conciencia de que, si bien se sabe lo que no se quiere, no siempre se sabe qué hacer. Có­mo constituir hoy día una "casa de formación"? Qué sentido darle? Qué pensar de los Seminarios Menores, Escuelas apostólicas, Aspirantados? Qué cualidades deben tener los que forman? Cómo abrirse efectivamente a la situación del mundo latinoamericano de hoy?

Son preguntas que muchas veces han encontrado una respuesta satisfactoria en el plano teórico, pero que apenas comienzan a hacerse efectivas y esto con resultados aún inciertos. Muchos formadores se sienten perplejos en este momento. 'Es general el deseo de crear cursos y jornadas de formadores, de intercambios y experiencias y de asumir al­gunas en común, entre Congregaciones. Y es normal. Más aún, esta perplejidad ante las estructuras conduce al anhelo de un equipo de formadores que, trabajando unidos, afron­ten la renovación con valentía y sentido crítico.

a— No es aún clara la semblanza de la vida religiosa para el futuro. Los valores que hoy día quiere ella asu­mir y promover en su encarnación concreta, no es tán plenamente explicitados.

b— Varios y encontrados factores dificultan la sensi­bilidad de los formadores para la comprensión y adap­tación a los nuevos problemas.

4. Estas dificultades provienen de distintas causas:

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c— En algunas congregaciones hay una primacía del personal extranjero, y los centros de decisión, están en el lugar de origen del Instituto; allí que se hace indispensable un esfuerzo de adaptación, cada vez más conforme a la realidad local.

5. El joven que postula a la vida religiosa hoy día entra de hecho, a una institución en vías de renovación profunda; la imagen que de ella recibe es así ambigua: muchas formas que él percibe responden a tiempos pasados y están someti­das a revisión, y las nuevas que se van creando no tienen todavía una consistencia suficiente; el joven es invitado desde el comienzo a entrar en una tarea creadora.

6. Todavía en América Latina no hay experiencias en materia de formación, que puedan ser evaluadas en sus re­sultados. Ni hay por tanto un criterio autorizado, dado que las experiencias apenas se esbozan, y los frutos necesitan tiempo para recogerse y probarse.

II REFLEXIONES SOBRE LA FORMACIÓN

Introducción

7. La vida religiosa es un don concedido por Dios a la Iglesia y que por insertarse en su vida para servir al mundo es, como esta, una historia. Los valores evangélicos que ella tiene por misión vivir e irradiar, no los crea el joven que movido por el Espíritu abraza este género de vida. Vienen de un pasado que es el pasado mismo del Pueblo de Dios y de los que en él fueron religiosos. Como todo proyecto histórico, la vida religiosa no vive de este pasado sino en cuanto esa tradición que él representa debe encarnarse en el hoy del designio de Dios con total fidelidad al Evangelio, al carisma propio del Instituto y con no menor fidelidad a lo que Dios le dice en las circunstancias presentes.

8. La formación comporta la presentación a las nuevas generaciones de estos valores de la vida religiosa para que los asuman personalmente, los recreen en la fidelidad y li­bertad y los encarnen individual y comunitariamente en las nuevas circunstancias y tareas de hoy.

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9. La formación es tarea de toda la comunidad provin­cial en cuanto ella debe testimoniar al joven los valores au­ténticos de la vida religiosa. La imagen que da una deter­minada congregación es más importante que la imagen personal que da aquel que está inmediatamente conviviendo con los jóvenes. Un valor evangélico es siempre comunitario y más amplio que los individuos que lo encarnan.

10. Es indispensable, sinembargo, que haya una persona o equipo encargado de la formación. El Evangelio y la vida religiosa se transmiten por la palabra y el diálogo liberador, ya que son esencialmente personales y personalizantes. La vida en comunidad, la pobreza, el celibato, la obediencia, el servicio a la Iglesia, etc., pueden ser percibidos como valores del Evangelio únicamente si son testimoniados como riqueza de una persona o de un grupo que vive de ellos y que los transmite a otra persona. La institución, lo jurídico y la disciplina deben ordenarse a esto. Estas realidades, sin per­sonas que las sustenten, vitalicen y si fuera el caso, relativi-cen, son incapaces por sí mismas de dar formación religiosa alguna. Dios llama a la vida religiosa principalmente a través de hombres que invitan a personalizarse en Cristo por este camino.

11. Lo que empieza como un impulso a abrazar determi­nado estado de vida confusamente comprendido y amado, debe irse concretando en un proceso de comunicación y asi­milación de una nueva constelación de valores y de modos de conducirse.

Entre estos valores ocupan lugar preferente los que, continuando la consagración bautismal y religiosa, marcan el carisma peculiar de cada Congregación. Esta es la tarea de la formación.

A—Proceso

12. Según esto, la formación no consiste exclusivamente en un "curriculum" de estudios por el que el formando va construyendo un sistema ideológico para entenderse a sí mismo, al mundo y a Dios. Ni tampoco al mero desarrollo de las facultades humanas.

13. La formación debe tener en cuenta el nuevo concepto de cultura, tan fuertemente destacado por la "Gaudium et

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Spes": "Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus in­numerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y tra­bajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en la sociedad civil, mediante el progreso de las cos­tumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes expe­riencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de pro­vecho a muohos, e inclusive a todo el género humano" r.

14. Consecuencia de esto es que existe pluralidad de cul­turas: "Estilos diversos de vida común y escalas de valor diferentes encuentran su origen en la distinta manera de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de prac­ticar la religión.. ." 2.

Entre la variedad de culturas o "estilos de vida común y escalas de valor" existen las culturas que son los diversos institutos religiosos, cada uno con su carisma específico.

15. Formación para la vida religiosa es también, por lo tanto, un proceso de "aculturación" por el que las personas, instituciones y ambientes de una familia religiosa propician una asimilación de los valores y modos de conducirse pecu­liares a su propio carisma, por parte de quien desea ingresar o ha entrado a ser miembro de la Orden o Congregación.

16 La formación, lejos de destruir los valores humanos que constituyen las riquezas del candidato para ingresar al Instituto religioso, debe promoverlos y perfeccionarlos, para que adquieran su madurez vocacional y religiosa, en armonía con su cultura anterior. En nuestro continente esto tiene especial importancia, ya que hay en nuestros países diver­sidad de culturas, cada una con su riqueza peculiar y es importante que el religioso no pierda su propia identidad, enajenándose de sus valores originales.

17. Los jóvenes formandos no son solo "individuos" en "formación", sino agentes de la propia formación. Ellos son, muchas veces, más sensibles a los valores nuevos que los adultos educadores. Estos deben tener en cuenta este hecho y saber escucharlos. La institucionalización del verdadero

i ct. GS. N» 53. 2 Cf. Ibid,

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diálogo hasta sus últimas consecuencias canalizará eventua­les grupos de presión y se logrará la comunión entre for-madores y formandos y la corresponsabilidad en los objeti­vos de la formación.

18. Esta es la tarea difícil y fascinante de la formación para la vida religiosa. La tarea humana y divina de dar a los hombres que aspiran o viven ya la vida religiosa, la oportu­nidad de hacerse cada vez más dueños de su propia vida por medio de la libre opción por los valores y modos de conducirse de la vida religiosa. Simultáneamente es la opor­tunidad para que esos valores y modos de conducta de la familia religiosa la hagan avanzar en su peregrinar hacia Cristo el Hombre perfecto.

B—Objetivos esenciales

19. La publicación de la Renovationis Causam invita a los responsables de "grupos de formación a una audaz opción por nuevos métodos de formación religiosa.

La rencwación de la formación tendrá muy en cuenta las realidades presentes del mundo y de la Iglesia Latino­americana, de modo que el joven religioso pueda ubicarse, dar el testimonio de las bienaventuranzas que su consagra­ción religiosa exige de él y asumir su compromiso apostólico.

20. Los responsables de la formación del religioso nunca perderán de vista que los objetivos esenciales de la Reno­vación pueden resumirse en las exigencias siguientes: auten­ticidad, individualización, realismo y fraternidad para la misión. Efectivamente, las modificaciones que la Instrucción permite o solicita en lo relativo al postulantado, al noviciado, a los votos o compromisos temporales, tienen por objeto:

21 a— Conseguir de los candidatos mayor autenticidad (lucidez y firmeza) en la decisión, es decir, más valentía in­terna al abrazar los sucesivos compromisos, mayor solidez en su fe, mayor hondura en su vida espiritual; y asimismo más autenticidad en las relaciones interpersonales de la vida comunitaria.

22 b— Respetar la evolución personal de cada uno, espe­cialmente en relación con los compromisos que lo van in­corporando progresivamente a la vida religiosa, evitando el

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gregarismo de quien se deja arrastrar o condicionar por la masa; aunque apreciando mejor cada día el valor que tiene la donación voluntaria de sí mismo a los otros en la vida de comunidad.

23. c— Facilitar una iniciación más realista de la vida re­ligiosa dentro del contexto del mundo actual, sincronizando mejor la experiencia vivida, con la reflexión iluminada, a la vez, por la doctrina y a la convivencia comunitaria. Por eso, en lo sucesivo, debe darse mayor importancia a lá presencia que a la separación:

• Presencia de los novicios entre los profesos; no aislamiento.

• Presencia entre los hombres para conocerlos y des­cubrir sus preocupaciones diarias.

• Presencia en circunstancias reales de la vida, en las que experimenten las verdaderas formas de trabajo y de pobreza.

• Presencia y participación en los acontecimientos y problemas que se relacionan con el desarrollo cultural del país, con los jóvenes de su tiempo, y su misión en el mundo.

• Presencia en la vida de la Iglesia local.

• Presencia en el mundo latinoamericano prestando atención a sus continuos cambios y a las conclusiones últimas de las ciencias sobre sociología, sicología, antropología, etc.

24. d— Despertar el sentido de los demás y crear una con­ciencia comunitaria que resulte de una vivencia siempre más clara del misterio Pascual de Comunicación con Cristo, en el Espíritu, para significar el ser de la Iglesia que se ha de ex­tender a todas partes y hasta el fin de los tiempos. La comu­nidad solo existe en la medida en que sus miembros la cons­truyen, día a día.

C—Orientaciones generales

25. La formación de los religiosos jóvenes se halla en plena evolución, tanto en lo relativo a los métodos que han de em­plearse y a los instrumentos que se utilizan, como a la jerar-

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quía de valores en ella implicados. Más aún: a corto plazo se presiente la exigencia de mutaciones más profundas.

Es preciso percatarse de esta situación y hacer cuanto fuere posible para que la evolución se realice resueltamente y de manera positiva evitando inmediatismos nocivos. Con este intento se sugieren las orientaciones generales siguien­tes:

26. a— En todos sus grados y en todos sus elementos, la formación ha de inspirarse en la finalidad propia de cada Con­gregación, y en consecuencia, preparar hombres y mujeres que desempeñen la misión peculiar de su Instituto, en el mundo de hoy y de mañana, viviendo fraternalmente su vo­cación evangélica en medio de los hombres a quienes desea servir.

27. b— En toda Comunidad son indispensables ciertas estructuras en cuanto sostienen y promueven a las personas y sus relaciones, y en cuanto aseguran la consecución de los fines de la vida religiosa y su misión apostólica. La forma­ción (renovada debe lograr que los religiosos asuman tales estructuras en razón y en la medida de sus propias limita­ciones.

28 c—.Sin embargo, es preciso destacar incesantemente la primacía de las personas sobre las estructuras: es indis­pensable el diálogo fraternal con los jóvenes en formación, tomando en cuenta sus opiniones y anhelos.

Amplíese, pues, cada día la "participación" de los postulantes, novicios y escolásticos en su formación; no solo cuando llega la hora de ponerla en práctica, sino al tiempo de concebirla y organizaría.

29. d— La renovación de la formación postula, no solo la cualificación de los formadores, ni solo la colaboración de ellos entre sí y con los jóvenes, sino también la atención a las llamadas del mundo latinoamericano. De ahí la nsce sidad de Comunidades de formación abiertas y acogedoras, y que en ellas se realicen progresivos análisis de los aconte­cimientos. Ya no es posible concebir una formación en cir­cuito cerrado.

30. e— Al poner en práctica la renovación formadora no ha de tardarse en adoptar las medidas que se juzguen nece­sarias, pues en nuestros días, exige muchas veces la pru­dencia que se vaya de prisa. Sépase, sinembargo, distinguir

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el tiempo de la decisión y el de la ejecución, dejando entre ambos el espacio suficiente para la sólida preparación de los responsables. También se hallará con frecuencia ventaja en establecer metas a largo plazo, a plazo medio y a corto plazo.

III - ETAPAS DE LA FORMACIÓN RELIGIOSA

31. Normalmente la formación religiosa abarcará las eta­pas siguientes:

• Postulantado,

• Noviciado,

• Escolasticado o Juniorado,

• Formación permanente.

Reconociendo que estas son las etapas clásicas de la formación, creemos que no debe excluirse la posibilidad de invertir el orden y organizar la etapa de estudios y forma­ción- humana y espiritual que corresponde al Escolasticado o Juniorado antes del mismo Noviciado. Aún más, se advierte la tendencia de atrasar el Noviciado en esta forma.

Podría aún plantearse la posibilidad de una nueva con­cepción del Noviciado como una etapa que culmina una seria probación en la vida misma del mundo y prepara a una consagración definitiva.

A — Postulantado

32. Según la Instrucción:

"El candidato a la vida religiosa debe hacer el novi­ciado cuando, teniendo conciencia clara del llamamiento di­vino, haya alcanzado una tal madurez espiritual y humana que le permita tomar la decisión de responder a dicho lia mamiento con la responsabilidad y la libertac* suficientes" (Ren. Causara, N? 4).

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33. De donde se sigue que los objetivos del Postulantado son:

• Favorecer la madurez afectiva del candidato.

• Proporcionarle los elementos doctrinales que le avadan a profundizar en su consagración bautismal.

• Consolidar su compromiso apostólico, iniciándolo, para s* información, en las obras propias del Instituto.

• Verificar las aptitudes del postulante y la auten­ticidad de su llamado.

34. Para que el Postulante pueda seguir su ritmo normal de trabajo o de estudios, es deseable hacer el postulantado fuera de la casa de Noviciado. Podrá hacerse, inclusive, fuera de las casas del Instituto, siempre que el postulante man­tenga contacto con el religioso encargado de su formación.

B—Noviciado

35. El Noviciado constituye el período fundamental en toda la formación del religioso. "No puede ser sustituido con nada, y afecta de un modo singular al comienzo mismo de la vida religiosa" (Ren. Causam, 4)

36. La formación del Noviciado debe educar para la liber­tad, para la responsabilidad y para la opción personal exi­gida por el diálogo de la vocación. Como respuesta a la elección gratuita del Señor el joven asume un vínculo per­sonal orientado desde ese momento a una total consagración a Dios.

37. El Noviciado tiene como fin específico:

• Iniciar a los jóvenes en la comprensión y la prác tica de la vida religiosa.

• Favorecer la experiencia de su encuentro con Dios en la oración, en la comunidad, en el apostolado y asistencia social, y en las realidades y valores terrestres.

• Descubrir de modo realista el género de vida re­ligiosa al que se cree llamado el novicio, probar las propias aptitudes para ella y prepararse para su compromiso per­sonal.

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38. El programa del Noviciado podrá abarcar las siguien­tes áreas de formación:

39. a— Formación doctrinal: Iniciación en los estudios teológicos centrados en el misterio de Cristo y de su Iglesia; conocimiento general de las ciencias del hombre; conoci­miento profundo y vivencial de la Biblia; reflexión profunda sobre la Virgen María, modelo perfecto de disponibilidad y de consagración; estudio y vivencia práctica de la liturgia como centro de la vida en fraternidad; teología de la vida religiosa y su contexto latinoamericano; estudio del carisraa del Instituto en su formulación original del Fundador y en su dinamismo actual.

40. b— Formación espiritual: Lo fundamental es el impul­so que imprime la consagración: esa actitud de toda la perso­na que se entrega a Dios para su servicio; se decide a edifi­car la vida sobre el encuentro con Dios vivo, la conformidad amorosa con su voluntad, la inquisición de lo que es de su servicio y conforme a su Amor, y la confianza sin reserva en el don de Dios.

Todo resulta falseado, si en el punto de partida de la vida religiosa institucional falta ese impulso primero.

41. La formación espiritual debe: Orientar desde los co­mienzos, en la perspectiva de las virtudes teologales.

42. Ayudar a profundizar la vida de oración, de modo que los jóvenes se habitúen a encontrar a Dios, no solo en los tiempos dedicados a ella sino también en los hermanos y hasta en los menores acontecimientos de la vida diaria, en los que Dios les habla y ellos han de expresar su respuesta.

43. Profundizar en la vivencia de las virtudes de los votos, en la fidelidad al Espíritu y en un estilo de vida según el espíritu de las Bienaventuranzas.

44. Lograr el equilibrio indispensable entre los tiempos dedicados al apostolado y al servicio de los hombres, y los tiempos dedicados en soledad o en comunidad, a la oración a la vivencia sacramental y a la lectura meditada de la Pa­labra de Dios 3.

3 Cf Renovationis Causam, 31 I I , 4.

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45. En síntesis esta formación, que acentúa la relación personal con Cristo, debe ser una formación para la misión.

46. c— Formación a la fraternidad, especialmente:

Por el estilo del Noviciado, en un clima de respeto mutuo, confianza y apertura; la formación de equipos de trabajo y apostolado; la participación en la programación de horarios y actividades, las responsabilidades compartidas.

47. Por la formación en el verdadero diálogo, donde cada uno se expresa y aprende a oír a los demás, y a aceptar y asumir personalmente la decisión comunitaria, de acuerdo con las técnicas de dinámica de grupo, y por la práctica comunitaria de la corrección fraterna y de la Revisión de Vida.

48. Por la conciencia de que "comunidad teologal" y "amistad humana" maduran al mismo tiempo y cuestan lo mismo: la muerte del propio egoísmo, la entrega gozosa al servicio de los demás, la comunicación de bienes.

49. Por la celebración cotidiana de la Eucaristía, centro y culminación de la vida fraterna.

50. Formación apostólica, mediante el estudio de los prin­cipios del apostolado, especialmente en los Documentos Con­ciliares y Latinoameri ~"-inos; estudio y práctica de las téc­nicas de apostolado; actividad apostólica o asistencial, con un ritmo que no perturbe los estudios; períodos de probación formativa según lo acordado por la "Renovationis Causam" reflexión comunitaria sobre las experiencias apostólicas rea­lizadas.

51. Estas actividades ofrecen al Novicio la oportunidad de progresar en la unidad entre contemplación y acción apostólica, y aprender por experiencia el valor de la ayuda fraterna, como factor de progreso y perseverancia.

C—Escolastlcados y Juniorados

52. El Escolasticado o Juniorado debe continuar, en todos los aspectos, la obra formativa del noviciado; por consi­guiente, debe asegurarse la formación doctrinal, espiritual, fraternal y apostólica. Su fin específico es la adquisición de la cultura religiosa y profanas necesarias, así como la

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sólida formación pedagógica, catequística y apostólica o asis-tencial de acuerdo con el fin del Instituto.

53. En cada Provincia o Región, haya Comisiones espe­cializadas que contribuyan a elaborar y poner al día los Programas de estudio que han de seguir los religiosos jó­venes, con el fin de que, según sus aptitudes, consigan la formación que mejor los prepare a desempeñar la acti­vidad pastoral, docente, educativa o asistencial, propia del Instituto en cada país.

54. Se procurará, cada vez con mayor empeño, la obten­ción de los grados técnicos y académicos indispensables en el campo de su actividad específica.

55. Durante esta etapa se dará a los Escolásticos o Junio-ras la oportunidad de adquirir un conocimiento práctico de las realidades del mundo y de la problemática de Amé­rica Latina, donde más tarde van a realizar su misión. Por eso es importante buscar en cada lugar la posibilidad de (Jüe se dediquen a una actividad apostólica o asistencial según lo permitan los centros donde cursan estudios.

Las actividades apostólicas son un elemento de la formación y por ello, deben estar iluminadas por una vi­sión teológica y evaluadas en su realización práctica.

56. Para el aprendizaje más realista de la vida comuni­taria, es ventajoso que los formandos vivan en grupos re­ducidos. Por otra parte, es conveniente que se creen Centros de estudios intercongregacionales que funcionen eficiente­mente tanto desde el punto de vista del personal docente y directivo, como de biblioteca y servicios varios.

D—Formación permanente

57. Se pondrá empeño en procurar que todos los Reli­giosos amplíen de continuo su cultura general religiosa y su mejoramiento profesional.

Se facilitará cuanto fuere posible la asistencia a cur­sos de perfeccionamiento y, en caso necesario, se exonerará cada año a algunos religiosos de toda otra tarea, con este fin.

58. Para ello, procuren las Conferencias Nacionales o Re­gionales, organizar centros comunitarios en algunas ciuda-

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des que ofrezcan residencia y faciliten la vida espiritual y religiosa, no menos que el trabajo de los que temporal­mente están separados de su propia comunidad.

59 Con este objeto se formarán comisiones o grupos que promuevan y den impulso a estudios sólidos sobre la vida religiosa, la catequesis, la cultura profana, la pedagogía, la pastoral, etc.

Asimismo, parece importante insistir en la actualiza­ción de los religiosos, sobre todo de los que están en car­gos directivos, respecto a elementos integrantes de la diná­mica de la sociedad moderna: relaciones humanas, diná­mica de grupo, técnica de dirección de reuniones, raciona­lización del trabajo, rigurosa estructuración de elementos económicos1 y contables, nociones básicas de planificación, etc.

60. Se alentará a los superiores para que provean a las comunidades de biblioteca, colecciones, laboratorios, medios audiovisuales, etc. y demás elementos necesarios para la ac­tividad docente, pastoral o asistencial.

IV - ALGUNAS SUGERENCIAS

61. Como respuesta a la Iglesia latinoamericana con su problemática actual urge que las Comunidades Religiosas tomen conciencia de que el aceptar personas en sus novi­ciados con preparación básica deficiente, deben darles una formación adecuada que, sin desarraigarlas de su medio ambiente, las desarrolle humana y religiosamente y las ca­pacite para una labor apostólica eficiente en él.

62. Es importante que durante el período de forma­ción, los jóvenes vivan muy seriamente su vida religiosa con conciencia de que ya están realizando su vocación y no como una etapa puramente provisoria y sin consistencia en sí misma. Por eso, la revisión del concepto mismo de "casa de formación" parece indispensable en la medida en que él evoca un tipo de vida artificial, heterogéneo con el resto de la vida del Instituto, esta forma de vida puede distorsionar muy seriamente la asunción de los valores re­ligiosos por parte de los jóvenes.

63. Crear "centros de estudios" comunes a varias familias religiosas donde las o los novicios puedan recibir los con-

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tenidos que se refieren a su formación teológica, bíblica, litúrgica y catequética.

64. Más aún, teniendo en cuenta algunas experiencias he­chas, se podrían abrir noviciados comunes en los que las o los novicios de diversas familias religiosas puedan con­vivir y compartir la formación con otros religiosos cuyo ca-risma sea similar.

64. Es indispensable la constitución de centros nacio­nales de estudio para formadores en los que:

a) Se aborden en profundidad problemas específicos de ios jóvenes latinoamericanos que entran a la vida reli­giosa (realidad socio-cultural, maduración afectiva, motiva­ción vocacional, etc.).

b) Se estudien y planifiquen algunas experiencias en el campo de la formación, experiencias que ya se van rea­lizando en algunos lugares; y

c) Se ahonden las líneas de renovación de la vida religiosa como forma de vida específica para la Iglesia la­tinoamericana.

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FORMACIÓN EN LA FRATERNIDAD

CONTENIDO

Págs. I - VIDA EN LA FRATERNIDAD: EXIGENCIA

LATINOAMERICANA 35

1. Hacia una vida comunitaria renovada 35

2. Tensiones actuales 36

II - BREVE REFLEXIÓN TEOLÓGICA 37

1. Sentido comunitario del hombre 37

2. La Iglesia, sacramento de unidad 37

3. Comunidad religiosa de la Iglesia 38

4. Concepción de la fraternidad de la vida religiosa 40

5. Actualización de la fraternidad en la comunidad religiosa 40

III - ORIENTACIONES PARA UNA PEDAGOGÍA DE LA FORMACIÓN EN LA FRATERNIDAD 41

1. Comunidad de vida 41

2. Comunidad de trabajo 42

3. Comunidad de oración 43

4. Obediencia y corresponsabilidad 44

5. Carisma y comunidad 45

3 - Formación I

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6. "Pequeñas" comunidades 45

7. Comunidad, solidaria 47

8. Comunidades abiertas 47

IV - ORIENTACIONES PRACTICAS PARA LA FOR­MACIÓN EN LA FRATERNIDAD 48

I. VIDA EN FRATERNIDAD: EXIGENCIA LATINOAMERICANA

1. Hacia una vida comunitaria renovada

1. Existe en la juventud religiosa de Latinoamérica una toma de conciencia renovada, sobre la vida de fraternidad. Es preciso, sinembargo, determinarla en su verdadera natu­raleza de fraternidad colectiva: familia, grupo de amigos, grupos societarios, equipos de trabajo, etc.

2. Por su misma naturaleza la fraternidad evangélica de­be ser configurada y vivida eficazmente dentro de un con­texto humano-cristiano y como signo e instrumento vivo de la comunidad que la Iglesia quiere realizar hoy, en Amé­rica Latina según los signos de los tiempos.

3. En función de tal naturaleza, deben ser determinadas las actitudes con que ha de vivirse esta nueva forma, trans­formando sus estructuras principales:

Comunidad de vida, Comunidad de oración. Comunidad de trabajo apostólico, Forma de gobierno.

4. Se exige, por lo tanto, una gradual renovación de las actuales formas de vida comunitaria, que de alguna ma­nera contraindican la fraternidad evangélica, como también la experiencia creciente de nuevas formas de vida comu­nitaria.

5. Para realizar esta comunidad renovada, se exige la adecuada formación, no solo de los jóvenes formandos, si­no de los mismos formadores y de las anteriores genera­ciones.

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2. Tensiones actuales

6. Es preciso reconocer que existen grandes tensiones en la vida ¡comunitaria:

a—La identificación de la fraternidad religiosa con los distintos grupos humanos: de amistad, gremiales, fa­miliares,, etc.

b—-La fraternidad vivida en el interior de las comuni­dades, pero sin prolongación de la vida solitaria y fraterna con la comunidad humana.

c—La falta de integración de elementos como: trabajo, vida de oración, de amistad, etc., en el seno de la comu­nidad. ,

d—-"Comunidades" que son, a lo más, equipos de tra­bajo, en los que la obra apostólica prima sobre la vida en fraternidad y que funcionaliza a sus miembros como pie­zas mecánicas al servicio de las actividades del Instituto.

e—La aceptación, por parte del Instituto, de traba­jos apostólicos, (puestos alejados de misiones, etc.) que llevan consigo el sacrificio de la vida en fraternidad; o el permitir experiencias de vida insertada en el ambiente, pero que no permiten la vivencia comunitaria con los her­manos, cuando la comunidad no se interesa ni respalda al hermano o hermana que vive y trabaja aislado.

f—La crisis autoridad-obediencia, en el seno de la co­munidad, que supervaloriza las instituciones jurídicas de las formas tradicionales.

g—El institucionálismo actual frente al desarrollo del carisma.

h—El distinto modo de vivir la fraternidad en las llamadaj's "Casas de Formación" al que se tiene que vivir posteriormente.

i—El llamado conflicto generacional.

j—La institucionalización de las actuales formas de vida comunitaria, frente a la búsqueda de nuevos caminos de fraternidad. .

k—La tensión existente entre miembros de distintas culturas, distintas nacionalidades y niveles culturales dife­rentes que provocan, en ocasiones un verdadero "clasismo".

1—El problema de centralización-descentralización.

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11—Las grandes comunidades con sus características de heterogeneidad, dispersión de trabajo y uniforme es­tructuración jurídica, frente a pequeñas comunidades afí­nes y electivas, de trabajos proporcionados y de estruc­turas maleables, más personalizadas y de mayor conviven­cia.

II. BREVE REFLEXIÓN TEOLÓGICA

1. Sentido comunitario del hombre

7. El hombre que está llamado a vivir y realizarse en su comunión personal con los demás, encuentra su propia plenitud en la entrega sincera a sus semejantes. El desa­rrollo de la persona y de la comunidad se condicionan mu­tuamente. En caso de que la comunidad no sea un medio positivo de realización, el individuo no alcanza su plenitud humana. Darse y recibir es la doble tendencia que lleva al hombre a la comunidad.

8. Sobre la base de un mismo origen —creado a imagen y semejanza del Dios trinitario—, de una misma vocación v de idéntico destino, los hombres tienden a realizar una co­munidad que mediante la creciente multiplicación de re­laciones y de servicios mutuos, unifique y consiga para to­dos el bien común de la propia perfección. Por eso, aun cuando existan desigualdades entre los hombres, la digni­dad común de la persona humana y el común dereoho a los bienes, exige que se llegue a una situación social más humana y más justa para poder realizar la comunidad según el plan de Dios.

2. La Iglesia, Sacramento de unidad

9. Como comunidad reunida "en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" 1 La Iglesia es el

1 Ct. LG, No. 4.

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sacramento salvador de esta íntima unidad de todos los hombres.

Es sacramento de salvación, pero de una salvación que abarca a todo el hombre y a todos los hombres, muy particularmente en su dimensión comunitaria. Esta salva­ción, que supone la intercomunicación del hombre y de los pueblos, solo puede darse en la realidad del Misterio de Cristo que ha derribado todo muro de enemistad para re­conciliar en Sí a todos los hombres en un solo cuerpo2 . Celebrando cada día la Eucaristía, la Iglesia significa con propiedad y realiza maravillosamente, de modo concreto, esta íntima unidad a todos los hombres 3.

10. En la fundamentación última de la comunidad ecle-sial hay una especial iniciativa de Dios. Tal iniciativa sue­le implicar aspectos paradójicos de fe en la estructura­ción comunitaria, que van más allá, como en el caso de Abra-ham, de los vínculos familiares y sociales humanos 4.

Por eso se ha de subrayar la originalidad de toda co­munidad auténticamente eclesial, como una "comunidad de elección divina"; esta exige en su raíz una actitud de fe, que se mueve, no solo simplemente en el orden de la carne y de la sangre, sino en el orden de la iniciativa salvífica de Dios. Tal característica hace que toda comu­nidad eclesial sea un signo y un instrumento de salvación, que, como germen potentísimo de unidad, tienda a reali­zar la comunidad fraterna de todos los hombres.

3. Comunidad religiosa de la Iglesia

11. En el interior mismo de la Comunidad Eclesial, los religiosos especifican la común consagración cristiana de ser en Cristo hijos del mismo Padre y hermanos de todos, porque se comprometen ante la Iglesia y el mundo a rea­lizar en el "ahora" de la Iglesia peregrina, una comunidad que tiende a encarnar "ya" los términos de la plena reali­zación comunitaria escatológica, cuando Cristo sea definiti­vamente todo en todos y en todas las cosas.

2 Cf. Ef 2,14-18. 3 Cf. LG, No. 7. 4 Cf. Mt 19,19.

38

12. Esta fraternidad religiosa, que no es la de una familia natural, porque es vivida de un modo propio y peculiar, y que se conquista por la redención y liberación progresiva de los impedimentos que más comúnmente obstaculizan la fraternidad entre los hombres, debe ser para todos en la Iglesia el testimonio de la verdadera comunidad evangélica, en que la muchedumbre de los creyentes tenían un solo co­razón y una sola alma"5 , pero debe ser también el instru­mento eclesial particularmente eficaz de la fraternización entre los hombres, porque debe abrirse hacia el ambiente humano que la rodea para irradiar la caridad, participando en la liberación del pueblo oprimido, muy especialmente por la promoción de los valores fundamentales del hom­bre y del mundo, con miras a la construcción de la comu­nidad humana.

13. En América Latina es muy urgente la lucha contra la injusticia que impide el desarrollo de una sociedad más fra­ternal, porque "una comunidad humana en la que no todos proporcionan el armonioso crecimiento de todos, es cruel­mente injusta. Sus miembros responsables se tornan, infieles a su propia naturaleza" 6.

14. "Latinoamérica pide testimonio y servicio. En el se­no de la comunidad humana, los religiosos se deben contar entre aquellos que comprenden mejor la plenitud del desa­rrollo humano y que más sinceramente lo desean y lo rea­lizan, para mostrar a los hombres de su tiempo que el hom­bre perfecto, plenamente desarrollado es "aquel que realiza la plenitud de Cristo"7 . Los religiosos deben distinguirse por el servicio a la comunidad humana en la superación de las dificultades para el desarrollo y en la explicitación de los valores del hombre y de los grupos" 8. Por lo tanto, si la vida religiosa no realiza en Cristo el ideal de la comunidad humana, que nos presenta la Gaudium et Spes en el ca­pítulo segundo, no puede ser ni testimonio para la Iglesia ni servicio de fraternización para todos los hombres.

5 Cf. Act 2,42. 6 Cf. Medellín I, p. 130. 7 Cf. Ef 4,13. 8 Cf. Vida religiosa y desarrollo latinoamericano, CLAR 6, p. 27

1Q

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4. Concepción de la fraternidad de la vida religiosa

15. En la concepción renovada de la vida en fraternidad, que se pide hoy, es preciso tener en cuenta su distinción de toda realidad colectiva. Su razón primaria de ser es la más Djofunda comunión de las personas, que exigida fundamen­talmente por el común vínculo de la comunión de CristOj debe ser fuerza que impulsa a la vivencia, de una amistad auténtica y madura, la cual supone y exige siempre el es­píritu de sacrificio y abnegación como elemento redentor ¿e_ todo amor humano.

16. Los religiosos, como elegidos por Dios para reumrse_ en el nombre del Señor Jesús, unidos por su espíritUu_d£: ben vivir el amor que es el signo por excelencia de la p_resencia de Cristo, "donde dos o_ más estén reunidos_erj .rni nombre, allí estoy Yo en medio de ellos"9. El amar mutuo en que debemos vivir, según el que El ios ha„,le-njdp, es la amistad: "No os llamo siervos. . . a vosotros QS llamo amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo jtjue Yo os mando. Este es mi mandamiento: quj^°jí^améi-s_Jos unos_.a los otros como Yo os he a m a d o . . . " 10.

17. Este mandato del Señor, que exige una amistad se-gún lá medida que El da, debe llevar a íos_hermano¿_a_ una convivencia que sea ante todo, conocerse_y_ comparJit, en la entrega mutua, para transformarse y ser fieles hasta el. fin. En las perspectivas del Reino dejan de estar los .unos al lado de los otros, para llegar a estar los unos junto a jos otros. Una amistad auténtica y madura se proyecta con fecundidad hacia los demás hombres.

18.,Los valores propios de la fraternidad evangélica de-ben estar . siempre al servicio de la comunión personal y de ninguna manera impedirla, como elementos_que han á& propiciar y animar la comunión.

5. Actualización de la fraternidad en la comunidad religiosa

19. En los contenidos mismos de la revelación nos fue­ron transmitidos todos los valores de la fraternidad evan-

9 Cf. Mt 18,20. 10 Cf. Jn 15.

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gélica, señalados por el Prefectae Caritatis N° 15. La co­munidad cristiana de los hechos de los apóstoles los vivió como forma de vida evangélica. Aunque vienen del pasado y han sido vividos de múltiples modos, por la tradición de la Vida Religiosa, deben ser comprendidos y vividos en formas siempre nuevas y múltiples, aún en el seno de un mismo Instituto, como respuesta a los signos propios de la historicidad del hombre del tiempo y de las culturas.

20. Este principio fundamental, para la renovación de la YJda en Fraternidad es el que debe seguir animando, por ejemplo, la búsqueda de formas nuevas de vida comunitaria, \a adaptación de lo institucional para facilitar el desarrollo de los carismas y el esfuerzo por no reglamentar uniforme­mente los modos de vidáT Es necesario dejar un amplio margen de legislación a la comunidad local, que con tal libertad puede garantizar y asegurar mejor los valores, que son el contenido de toda legislación.

III. ORIENTACIONES PARA UNA PEDAGOGÍA DE LA FORMACIÓN EN LA FRATERNIDAD

21. Es necesario descubrir entre los deseos y aspiracio­nes de la juventud, rectamente discernidos e interpretados, los aspectos fundamentales para la formación en la frater­nidad.

1. Comunidad de Vida

La vida de comunidad no puede ser simplemente co­munión de bienes materiales. Se extiende, sobre todo, a una comunión de personas, de la cual es signo.

Esto implica un querer conocerse mutuamente, abrirse el uno al otro sin querer retener, egoístamente, como pro­pios, los bienes personales, particularmente los dones de la gracia, de la fe, del amor, del servicio, de la oración y del conocimiento espiritual.,

22. La estructura societaria que, de algún modo regula la comunidad de vida, debe servir y animar la comunión

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personal, porque el principio, el fin y el sujeto de toda ins-titucionalización son las personas, en su absoluta necesidad de comunicación. Para suscitar esa comunión de vida es necesario superar situaciones que solo significan yuxtapo­sición de personas, rutina, formalismos de costumbres y moldes prefabricados, vacíos de sentido.

23. Esto exige: Un sentido de los demás, que parte de la aceptación de la realidad del otro, en sus riquezas, pero también en sus debilidades y limitaciones. Es este el senti-do más exacto de la mutua estima u y del "llevar los.junas

Jas cargas de los otros" u . Es el compromiso redentor de la vida_de fraternidad que suscitaJa_ayuda, el pejrdon_jg_]as ofensas, la corrección fraterna y la fidelidad, como verda­dera pedagogía en la vida comunitaria13.

24 v La comunicación en un clima de confianza y de aper­tura mediante el diálogo. sincero, espontáneo y fraternal, xeuniones periódicas, círculos de reflexión, revisiones de vi­da comunitaria y apostólica, etc., crean el chñTa~propícíb

.para vivir y desarrolla la fraternidad, particularmente por jas técnicas modernas de relaciones humanas..

2. Comunidades de trabajo

25. La vida religiosa, antes de ser comunidad de trabajo es comunidad de vida, que tiene razón de ser en sí misino y que no solo existe en función de una actividad apostólica. Necesariamente, debe culminar en una actividad apostólica, pero ésta no es su única y exclusiva finalidad siendo que la comunidad en sí es ya testimonio apostólico y misionero. Algunos, partiendo del trabajo, realizado solidariamente lle­gan a abrirse a la comunidad; otros partiendo de la comu­nidad realizan solidariamente su trabajo. Lo importante, de cualquier modo es que desde el trabajo o para el trabajo se tienda a formar una verdadera comunidad. La Vida Re­ligiosa debe superar el reto de humanización que afronta la comunidad humana actual, en la que una actividad efi­ciente y tecnificada no se coloca al servicio de las relacio­nes primarias.

11 Cf. Rom 12.10. 12 Cf. Gal 6,2. 13 Cf. Mt 18.

42

26 En la imagen de vida comunitaria que ofrece el Ins­tituto a quienes se encuentran en período de formación, es necesario no ofrecerles aquellas en que el trabajo sacri­fique la vida comunitaria de sus miembros, por las conse­cuencias que esto tiene tanto para quienes llevan esta for­ma de vida, como para los que se están formando, recibiendo el testimonio fraternal de la comunidad.

Puede ser que, en alguno de estos casos se realice la comunidad con elementos del ambiente humano en que se vive, con lo que queda satisfecha la tendencia comuni­taria de la persona. Puede ser también que se haga la in­tegración en un tipo de comunidad intercongregacional, con lo que se salva algo tan esencial a la vida religiosa como es la vida en fraternidad; pues, aunque, de manera ordinaria, la comunidad se realiza por la integración de los miembros de un mismo Instituto, en razón del peculiar llamado del Señor que los une; con todo, el mismo Señor puede con­vocar, por signos de urgencia pastoral, eclesial o de servicio, a la integración de comunidades de diversos Institutos, don­de la pluralidad de miembros aporta la gracia que a cada uno le ha sido dada para constituir así un signo fuerte y definitivo de la unidad del mismo espíritu en la comple-mentaridad de los carismas puestos unos al servicio de los otros, para la edificación del único Cuerpo de Cristo l*.

27. Esto exige superar el riesgo de que el apostolado me­diatice la comunidad como órgano apostólico, por medio de una planificación, ejecución y revisión del trabajo, en función de los acontecimientos y de los compromisos. Esta comunicación es necesaria porque solidariza a cada uno con la obra de todos y a todos con la obra de cada uno. La fidelidad, que es trabajar continuamente para descubrir los designios de Dios sobre la misión apostólica, va cons­truyendo, día tras día la comunidad.

3. Comunidad de oración

28. Una comunidad de culto y de oración que no abre la comunidad de vida es completamente estéril y no realiza la santidad que exige siempre la caridad como plenitud de

14 Cf. 1 Cor 12,4-30; Rom 13, 3. 8.

AX

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la ley15. La vida litúrgica en todas sus expresiones no cum­ple su eminente función comunitaria mientras no suscite y obre la comunidad de vida y de bienes, como también la unificación de servicios para la realización del reino de Dios 16.

29. La unión real de los hermanos es necesaria para que la vida litúrgica, muy particularmente la Eucaristía rea­lice más eficazmente lo que significa. Una profundización teológica de la liturgia debe despertar la conciencia de que el sujeto de la celebración es, ante todo, la comunidad; y que es indispensable una verdadera vida fraterna para que el pueblo de Dios sea un activo pueblo sacerdotal. Según esto, tal liturgia de la comunidad debe estar más en con­sonancia con las personas, con su tipo de vida, de trabajo y de modo de sentir y vivir en el mundo y en la Iglesia de hoy. a fin de eliminar la oposición entre liturgia, vida comunitaria y actividad apostólica.

30. La realización de la liturgia con la comunidad Parro­quial en que se vive es elemento necesario para vincular y comprometer la Comunidad Religiosa con la comunidad eclesial. Ayuda, por otra parte, a formar en el Pueblo de Dios una imagen más eclesial de la comunidad religiosa.

4. Obediencia y corresponsabilidad

31. La búsqueda de la voluntad de Dios es compromiso de toda la comunidad, porque el Espíritu de Dios sé da a todos y a cada uno, para discernir esta voluntad, según el^ evangelio, el espíritu original del Instituto, las orientaciones de la iglesia y los signos de los tiempos.

La estructura autoridad-obediencia, debe estar al ser­vicio de esta búsqueda, comprometiendo a la totalidad de los miembros con el superior. La forma de gobierno que provoque la actitud pasiva de algunos miembros, impide la realización del compromiso, la realización de los miembros y la realización de la comunidad.

32. Esto exige: no constituir a los formandos en simples

sujetos de formación, sino también en agentes de su pro­

ís Cf. Rom 13,10.

16 Cf. PC, No. é; OT, No. 6.

44

pia realización, dándoles voz activa en la orientación de su vida y del grupo, por participación concreía e institu­cional en los capítulos conventuales, consejos directivos, etc. Es necesario darles participación no solo cuando llega la hora Ce poner en practica la formación, sino al tiempo de concebirla y organizaría. La actitud paternalista y protec­cionista durante el largo período de la formación, sin mayor responsabilidad y participación, es factor retardatario de la madurez del religioso.

5. Carisma y comunidad

33. La comunidad debe promover decididamente al in­dividuo según los dones de naturaleza y carismas propios. No basta exigir solamente una total disponibilidad en la aceptación de los oficios; es necesario reconocer también el signo de Dios en los individuos para la asignación de los ministerios, atendiendo a sus aptitudes y a la respues­ta que personalmente están llamados a dar para el mayor bien de los hermanos en la Iglesia, según el espíritu del propio Instituto.

34. Nuestros jóvenes noy, no entran a servir un ministe­rio ya construido desde siempre, sino a una comunidad que está siempre constiuyendo su servicio apostólico según las necesidades del mundo y de la Iglesia. Es el mayor bien de la comunidad eclesial, el que debe hacer dinámi­cas y flexibles las estructuras institucionales del servicio. Los carismas deben ser discernidos y autentificados por la comunidad, el superior y el individuo, desde la común utilidad de la Iglesia de hoy, conforme al espíritu del pro­pio Instituto.

Es necesario dar la oportunidad de que cada uno se ofrezca para probar y desarrollar los carismas propios, fa­voreciendo las capacidades y aptitudes individuales que lle­varán al crecimiento de cada uno de los miembros y de la comunidad.

6. "Pequeñas" comunidades

35. La Comunidad Religiosa está llamada a realizar ple­namente el acontecimiento Iglesia en la doble dimensión de la persona y de la comunidad. En su proyección hacia

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el pueblo de Dios, en el que se integran es fermento de vida comunitaria, y por lo mismo, realizadora de la Iglesia. La experiencia de Pequeñas comunidades se está realizando en todos los países de América Latina. Responde a un anhelo de muchos religiosos jóvenes y a la búsqueda de nuevas formas, más adaptadas a las circunstancias actua­les.

36. En las "Pequeñas" Comunidades se puede realizar me­jor que en las grandes una comunión real de personas: co-nocer-se, aceptar-se, compartir-se y prolongarse.

37. La actitud fundamental de los miembros de estas comunidades es, ante todo, la búsqueda de una vida co­munitaria que haga más real la vida fraterna en todas sus dimensiones y facilite los cambios exigidos por la renovación.

38. Esto implica que no todos serán llamados a integrarse en las pequeñas comunidades, puesto que, dado el conflic­to generacional, el actual tipo de grandes comunidades con uniforme estructuración jurídica y las pautas ya adquiridas de comportamiento comunitario, muchos no sentirán la ne­cesidad de esta nueva expresión de la vida comunitaria que entra hoy en el plano de las nuevas experiencias.

39. Estas comunidades se constituyen por un número re­ducido de religiosos o religiosas, que viven en alguna casa pequeña, fuera de su lugar de trabajo. Necesitan, al menos en sus comienzos, cierta afinidad entre sus miembros y sé forman por opción personal. Esto no excluye la heteroge­neidad de personas o de trabajo, ya que la comunidad se realiza primordialmente en el plano de la comunidad per­sonal. La búsqueda está en la línea del "ser" y no del "hacer". El pluralismo es factor enriquecedor de la comunidad.

40. "Las pequeñas comunidades" no tratan de eludir res­ponsabilidades comunes, ni de buscar la realización fácil de la fraternidad. Por el contrario, exigen renuncia y sacrificio. En el marco de tal comunidad, unida en la vida y en el tra­bajo, cada uno se personaliza más frente al otro y persona­liza más al otro frente en sí. Esto exige especial madurez, personal y comunitaria, por lo que se impone una anterior preparación adecuada las generaciones jóvenes muestran es­pecial aptitud para la cual.

41. Estas experiencias deben ser estimuladas y apoyadas

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por los superiores y por la comunidad provincial. Esto lo pide la fidelidad al Espíritu, que puede valerse de este medio para una renovación profunda. Además, los miembros de estas comunidades necesitan de la comprensión y relación fraterna de los demás para no caer en un aislamiento em-pobrecedor para todos. Todo esto trae consigo consecuencias pedagógicas para el período de formación de los religiosos en la vida de fraternidad.

7. Comunidad solidaria

42. La fraternidad exige hoy, una encarnación solidaria con el grupo humano en el que se vive, porque no puede ser simplemente un espectáculo para los de afuera, sino que debe prolongarse hacia el exterior en una actitud de solidaridad con los hermanos, principalmente con los más necesitados. Esta es una de las tareas más importantes de América Latina y por lo mismo de la Comunidad Reli­giosa.

La hora de América Latina da una particular urgencia a esta solidaridad y apertura e impone una forma muy par­ticular de vivirla. En este sentido, la necesidad de América Latina es norma para el modo en que hemos de vivir nues­tra vida comunitaria. No es simplemente una cualidad o una nota que ha de tener nuestra vida comunitaria. Hemos de vivir una vida comunitaria tal que corresponda a la demanda de Cristo en Latinoamérica.

43. Es necesario un conocimiento de la realidad de nues­tro pueblo, particularmente de sus problemas u obstácu­los en el desarrollo y promoción de la comunidad; muy importante es también el conocimiento de técnicas y de la pastoral del desarrollo, pero mucho más importantes las experiencias vitales, como medio de encarnar en el grupo humano los valores de la fraternidad religiosa.

8. Comunidades abiertas

44. La comunidad formada, según el criterio tradicional de "huida del mundo" mantiene o crea barreras artificia-

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les que no le permiten aprovechar el creciente proceso de socialización.

45. La comunidad debe abrirse, en intercambios frater­nos, con otras comunidades del propio Instituto, de Insti­tutos diferentes y con la comunidad parroquial y dioce­sana.

IV. ORIENTACIONES PRACTICAS PARA LA FORMA­CIÓN EN LA FRATERNIDAD

46. La formación en la vida de fraternidad no debe re­ducirse al contexto actual y exclusivo de la Casa de Forma­ción, sino ampliarse a los más diversos contextos que ase­guren los objetivos totales de la fraternidad.

47. La comunidad Provincial, por ejemplo, en sus distintos niveles, debe tomar conciencia de que es comunidad forma-dora en cuanto que la imagen comunitaria que ella trans­mite, puede ser más decisiva, la mayoría de las veces, que la misma imagen de la llamada Casa de Formación. Nues­tros jóvenes siguen convencidos de que la fraternidad de la Casa de Formación es una etapa meramente provisoria, sin mayor consistencia real, en cuanto conlleva quizás, un tipo de vida artificial, distinto de la vida de fraternidad del resto de las casas del Instituto. Es necesario tratar de favorecer, en lo posible, una inserción gradual de los jó­venes en la vida que llevarán después, permitiéndoles vi­vir en el proceso de su formación un "pluralismo" de formas concretas y reales de la vida de fraternidad, para que asi­milen, vivencialmente, el conjunto de valores y modos de conducta comunitaria.

48. La Fraternidad no puede ser considerada unívocame» te. Tiene diferentes niveles y momentos. Hay una frustra­ción generalizada, precisamente por causa de la utopía de querer, en todo momento, aquella intensidad de vida comuni­taria que se produce en determinadas circunstancias. La misma persona vive formas diferentes de fraternidad, según los grupos con los cuales se relaciona. Todavía es verdad que no se consigue a toda hora una comunicación fraterna

48

intensa, como lo es también no resignarse a no tenerla. Muchos jóvenes que tuvieron en los noviciados y juniorados etapas intensas de comunicación fraterna, se han ido desa­nimando por no encontrar comunidades donde se pueda vivir un mínimo indispensable de fraternidad.

49. Este pluralismo de formas de comunidad permitirá enfrentar desde diversas situaciones lo que hemos llamado las "tensiones actuales" de la vida comunitaria. Sitúa en distintas perspectivas la convivencia, la integración de vida-oración-apostolado, la corresponsabilidad y participación, la situación individual frente a los modos de vida del carisma comunitario, la comparación entre el tipo de vida de las "grandes" y "pequeñas" comunidades, etc.

50. Debemos buscar un tipo de formación para la vida de Fraternidad en que los aspirantes, sin salir definitiva­mente de su propio medio, asimilen simultáneamente los valores y modos de vida propios de la fraternidad evangélica. En la formación hay que insistir en que el religioso no solo está comprometido con la comunidad en la que vive, sino también con las otras comunidades más amplias a las que pertenece el Instituto teológico, la Iglesia y el grupo hu­mano que le rodea. De tal modo que si se descuida alguno de estos aspectos, no se puede hablar de un sentido auténtico de comunidad.

51. Según todo esto se sugiere para el período de forma­ción en la fraternidad:

a—Transformación del gran grupo de la comunidad en formación en sub-grupos, que con un mínimo de pre­ceptos y normas aseguren la unidad y puedan con mayor libertad estructurar su comunidad de vida, de oración y apostolado.

b—Reunir el personal en "pequeñas" comunidades pa­ra vivir más insertos en la realidad del grupo humano.

c—Intensificar durante todo el período de la forma­ción la llamada "actividad formativa" en las distintas ca­sas del Instituto.

52. Hemos delineado unas cuantas orientaciones, condi­cionadas a muchos factores en cada Instituto. Lo importante de nuestra búsqueda de experiencias es que respondan lo mejor posible a los objetivos renovados de nuestra vida en fraternidad, en América Latina.

49 4 - Formarían 7

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FORMACIÓN APOSTÓLICA DE LOS RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS

CONTENIDO

Págs. I - SITUACIÓN APOSTÓLICA DE LOS RELIGIO­

SOS EN AMERICA LATINA 53

II - FUNDAMENTACION TEOLÓGICA Y PEDA­GÓGICA 55

a - Observaciones teológicas 55

b - Orientación pedagógica 58

III - CONCLUSIONES SOBRE LA FORMACIÓN

APOSTÓLICA 60

Formación personalizados 60

Formación para lo real 61

Formación espiritual 61 Formación para la inserción en el apostolado orgá­nico de la Iglesia 61

Formación para la adaptación en el apostolado 62

Formación para la utilización de las técnicas que favorecen el apostolado 62

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I. SITUACIÓN APOSTÓLICA DE LOS RELIGIOSOS EN AMERICA LATINA

1. La situación de la Iglesia en el mundo pone a los religiosos bajo el impacto de un triple problema:

• vivencial, en relación con sus compromisos reli­giosos;

• . de adaptación, para un auténtico servicio de Dios y de los hombres;

• de distribución personal, de acuerdo con la impor­tancia y urgencia de las necesidades del Pueblo de Dios.

Debido al ritmo de transformación en el Continente, bastante acelerado en algunas áreas, estos problemas se acentúan entre los religiosos latinoamericanos, que reac­cionan de modo diferente conforme a las circunstacias de edad, ambiente, funciones, etc.

2. Los religiosos jóvenes, en estructuras todavía un tan­to arcaicas, se encuentran insatisfechos en lo que se refiere a la vida apostólica. Son causas de esta insatisfacción:

La deficiente formación integral, principalmente en su aspecto religioso y técnico;

La falta de posibilidad de realizar su vocación apos­tólica, a través de una presencia más activa, en medio de los hombres, principalmente de los pobres, debido a opo­sición de factores externos tradicionales;

La falta de una visión clara y profunda del papel apos­tólico de los religiosos que los lleva a considerar la voca­ción del laico más favorable para una realización apostó­lica encarnada y eficaz;

La falta de campo suficiente para la realización de los carismas personales, en las formas tradicionales de ac­tividades apostólicas.

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3. Los religiosos jóvenes en estructuras nuevas y más abiertas, se sienten en general angustiados ante una rea­lidad cuya transformación plantea graves problemas con soluciones no previstas. Al mismo tiempo, se juzgan reali­zados en su esfuerzo en la construcción de un mundo más humano y cristiano.

.4. Se comprueba que son relativamente pocas las ex­periencias de los religiosos jóvenes comprometidos en la realidad latinoamericana, en una actitud de continua re­visión apostólica, a la luz del Evangelio, bajo una orienta­ción sabia y segura.

5. Debido a esta situación de insatisfacción y angustia, se verifica por parte de los religiosos jóvenes, una crisis que se manifiesta en desaliento, en un fuerte espíritu de contradicción y en la oposición a las autoridades y a la generación anterior. Hacen más aguda la crisis ciertos con­dicionamientos familiares, socio-económicos, etc., y una for­mación religiosa que a veces lleva al infantilismo.

6. Estos y otros elementos negativos de la crisis de la juventud religiosa destruyen el predominio de los elementos positivos, tales como: la gran capacidad de dedicación, de servicio al prójimo, de deseo de autenticidad, de vivir la comunión fraterna, de participar en la construcción del mundo, etc. Canalizados estos valores para el bien, los jó­venes religiosos podrán transformarse en la gran generación de los apóstoles de la Edad Espacial.

7. Entre los religiosos adultos, una parte se encuentra desanimada, pesimista, sin valor para asumir nuevas ta­reas apostólicas, dentro de una realidad en proceso evolutivo cada vez más acelerado. La falta de preparación adecuada a la nueva situación. Otra parte realiza tareas apostólicas "tradicionales" con métodos arcaicos, sin atención a lo real. Se trata, a veces, de comunidades enteras, en trabajos apos­tólicos aislados, fuera de la Pastoral de conjunto, sin pla-neación, sin entroncamiento con los demás miembros del Pueblo de Dios.

8. Muchos religiosos, jóvenes y adultos, carecen de só­lida formación apostólica y social que responda a los pro­blemas actuales del Continente, que desconocen por fal­ta de estudio y de contactos efectivos con la realidad.

9. Existe, sinembargo, un gran esfuerzo para dar nue­vas respuestas pastorales a las exigencias del mundo de

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hoy; están a la vista los varios cursos teológicos y pasto­rales, las tentativas de colaboración en la Pastoral de con­junto, la realización de otros tipos de trabajos apostólicos, tales como integración de pequeñas comunidades, incluso intercongregacionales, en el medio obrero, estudiantil y po­bre, que procuran dar testimonio de fraternidad y de ser­vicio; dinamización de parroquias sin sacerdotes; actuación en los medios de comunicación social, etc.

10. En cuanto a los formadores, reconociendo lo difícil que resulta su labor en este tiempo de cambio y crisis y que existe un esfuerzo en orden a una superación, se comprueba a veces, una falta de visión teológica con una auténtica proyección apostólica; conocimiento de ciertas co­rrientes ideológicas que mueven el mundo y la juventud actual; falta también de conciencia clara sobre la situa­ción de subdesarrollo y cambio social, de la realidad pas­toral inmediata, de las características propias del latinoa­mericano y de la necesidad de una inserción actuante en la realidad. En general, son pocos los medios de que dis­ponen para actualizarse a fin de responder mejor al mo­mento presente, en la orientación adecuada a una formación apostólica.

II. FUNDAMENTACION TEOLÓGICA Y PEDAGÓGICA

11. La situación descrita exige que se hagan algunas re­flexiones teológicas y pedagógicas en vista a una formación apostólica seria y actualizada.

a. Observaciones teológicas

12. Enviada por Dios a las Naciones para ser el "Sacra­mento universal de la Salvación"1, la Iglesia en virtud de las exigencias íntimas de su propia catolicidad y obedeciendo

1 Cf. LG, N« 4».

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al mandato de su Fundador2 , pone todo su esfuerzo en la predicación del Evangelio a todos los hombres"3 .

13. Todo el Pueblo de Dios, en cada uno de sus miem­bros, es responsable de esta misión de la Iglesia: "Por su parte, incumbe a cada discípulo de Cristo el encargo de la expansión de la fe"4 . El fundamento de tal responsa­bilidad se encuentra en el bautismo y en la confirmación que, respectivamente, inserta los hombres en el Cuerpo Mís­tico de Cristo y los robustecen con la fuerza del Espíritu Santo para que den testimonio de su fe en el mundo s .

14. La profesión religiosa que "une especialmente con la Iglesia y su misterio"8 constituye un título nuevo que ur­ge la actividad apostólica de los religiosos para que con­tribuyan según las fuerzas y las formas de la propia vo­cación a sentar, consolidar y dilatar por todo el mundo el Reino de Cristo7 de tal manera que "toda la vida reli­giosa. . . (esté) imbuida de espíritu apostólico, y toda la acción apostólica, informada de espíritu religioso"8.

15. En la Iglesia los Obispos son los primeros responsa­bles y los coordinadores de la acción pastoral. Por eso las comunidades religiosas en sus actividades apostólicas de­ben estar incorporadas orgánicamente en la pastoral de la Iglesia local.

De ahí resulta la necesidad de un diálogo entre los Obispos y Superiores Religiosos con el fin de determinar las formas en que los religiosos van a insertarse —aportando iniciativas de su propio carisma— en la Pastoral de Con­junto.

16. En la tarea común a todo cristiano, de renovar las estructuras del mundo según las normas del Evangelio, a los religiosos les corresponde por su modo específico de vivir, hacer explícita y continua referencia al Reino de Dios y ser fuente de inspiración para sus hermanos laicos.

2 Cf. Me 16,15; Mt 28,19-20. 3 Cf. AG, No. 1; LG, No. 50. 4 Cf. LG, No. 17. 5 Cf. AA, No. 3; LG, No. 33; AA, No. 2. 6 Cf. LG, No. 44. 7 Cf. LG, No. 44. 8 Cf. PC, No. 8.

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Por eso, en su vida apostólica deben manifestar más claramente un testimonio de fe, de esperanza y de caridad: Fe en los valores absolutos del Reino inaugurado por la Pascua de Cristo; Esperanza en la consumación de este Reino que suscita la construcción de un mundo más justo y fraterno y que se expresa en el testimonio de pobreza vi­vida en esta esperanza escatológica; Caridad por la irradia­ción de comunidades religiosas que hagan muy palpable el amor fraterno como realidad y señal del Reino "en esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis caridad unos para con otros"9 . El testimonio de santidad personal debe integrarse de tal manera en el testimonio colectivo de las Comunidades Religiosas que en donde exista una de ellas, allí debe estar real e indiscutiblemente la Iglesia viva y misionera.

17. La evangelización de los hombres y de la sociedad humana es el criterio al cual es necesario subordinar las actividades exteriores de las Congregaciones Religiosas, com­prendidas bajo el nombre de apostolado. La justificación de actividades promocionales o sociales se encuentra en el hombre injertado en un contexto histórico y socio-económico que condiciona en gran parte su vida física, intelectual, mo­ral y religiosa. Al ejercer tales actividades en actitud de servicio, realizan acción apostólica haciendo presente aquí y ahora la acción libertadora de Cristo, dado que los au­ténticos valores humanos son a la vez signo y expresiones de la venida del Reino de Dios.

De esta manera, en la diversidad de las actividades a que pueden dedicarse, y aún así si la enfermedad, la ve­jez y otras causas les impiden una labor manifiesta, los religiosos se constituyen en testigos y mensajeros de la acción liberadora de Cristo y contribuyen eficazmente "pa­ra que la edificación de la ciudad terrena se funde siem­pre en el Señor y se ordene a El, no sea que trabajen en vano quienes la edifican"10.

18. La vida apostólica exige hoy, con urgencia:

• Intensificación de la vida contemplativa, en una re­lación personal con Cristo.

9 Cf. Jn 13,35. 10 Cf. LQ, No. 46.

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• 'Examen continuo de la evolución de las situaciones históricas, a la luz del Evangelio para responder, con la consecuente adaptación de los campos y métodos de apostolado, a las necesidades actuales del hombre. El motivo de estas exigencias está en la misma naturaleza del apostolado que supone, para ser fecundo y-eficaz, la unión vital con Cris­to y encarnación de la presencia vivificadora del Espíritu en la Iglesia y en el Mundo. Esto requiere orientación pedagógica adecuada a una formación apostólica seria y actualizada.

b. Orientación pedagógica

19. La pedagogía divina ofrece los principios pedagógicos necesarios a la formación de los apóstoles. He aquí algunos rasgos fundamentales:

1. El punto de partida es la realidad del formando, en su personalidad y vida concreta; en su medio y contexto cultural.

2. El primer paso es el llamado a la libertad, para que la persona misma asuma su formación, activa y respon­sablemente.

3. El llamado lleva a una respuesta personal, estable­ce un diálogo en la Fe a partir de los acontecimientos, en vista del cumplimiento de una misión.

4. La formación, respetando las etapas de crecimiento personal de la fe, prosigue gradualmente en la misma ac­ción apostólica dirigida por la palabra de Dios y sustentada por su poder.

5. La formación se realiza con el auxilio de interme­diarios, testigos fíeles de la acción de Dios en los for­man dos.

20. Cada uno de estos principios trae consecuencias en nuestro trabajo pedagógico que debe ser:

Realista Dinámico Vivencia! Mediato

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21. Realista: El realismo en el trabajo pedagógico de la formación apostólica exige el conocimiento del formando, de sus condiciones físicas, psíquicas, culturales, profesionales, religiosas y apostólicas, así como del medio en que va a ac­tuar, con miras a la necesaria adaptación al formando y al medio. La Ley de 'Encarnación que rige toda la media­ción salvífica de Cristo nos enseña esta adaptación. Es bue­no recordar que toda misión cristiana tiene dos dimen­siones —Dios y el mundo— y que cuanto más se arraiga profundamente en Dios, tanto más se encarna en el mundo para salvarlo.

22. Dinámico: Dinamismo en proceso formativo para el apostolado implica:

Métodos de formación activa; Diálogo entre formadores y formandos;

Delegación gradual de responsabilidades apostólicas, respetando siempre el equilibrio entre ellas, el estudio, la reflexión, etc.

Participación en el planeamiento y revisión de las actividades apostólicas, habituando a los formandos a auto-criticar sus propias actuaciones y proponer soluciones a las dificultades que se presenten.

Solamente una pedagogía activa es capaz de asegurar la unión entre la libertad y la responsabilidad.

23. Vivencial: en una doble dimensión:

—personal —comunitaria.

La primera implica una individualización de la for­mación, orientada hacia la autenticidad. La capacitación pro­gresiva para el trato directo con Dios, a través de la oración, es el punto de partida para esta autenticidad, que se mani­fiesta tanto en la búsqueda personal de Dios en los acon­tecimientos, cuanto en el humanismo cristiano con una vi­sión concreta e integral de Dios y del mundo, por medio de la fe.

La dimensión comunitaria debe llevar al formando a una entrega generosa a la misión de la Iglesia en el mundo, en las formas concretas y actuales de la finalidad del Ins­tituto, de acuerdo con su vocación personal.

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24. Mediato: Este trabajo pedagógico, realista, dinámico y vivencial, exige, en el proceso de la formación apostólica, el auxilio de intermediarios, de testigos fieles de la acción de Dios en los formandos. Como verdaderos apóstoles, de­ben ser personas que posean paralelamente un máximo de interioridad encarnada y un máximo de humanidad abierta y accesible, síntesis de una vida de profunda oración, de actitudes concretas de encarnación en la realidad, como testi­gos de los valores del Reino y de actuaciones consecuentes que respondan realmente al momento histórico.

III. CONCLUSIONES SOBRE LA FORMACIÓN APOS­TÓLICA

25. El conocimiento de la situación y la reflexión teológica y pedagógica, exigen un planteamiento integral que consi­dere debidamente los diversos aspectos de formación apos­tólica, en vista de una verdadera y profunda unidad en la vida de los religiosos, que los haga aptos para la realiza­ción de la misión que les corresponde en América Latina.

26. Los candidatos a la vida religiosa, deben presentar cier­ta madurez humana y cristiana y tener una visión real del mundo, de las exigencias pastorales del ambiente en que están insertados, y deseo de generosa entrega para respon­der a ellas.

27. Alguna concretización de este deseo en experiencias de compromiso apostólico les ayudará a conocer un poco la diferencia entre apostolado secular y religioso y a dis­cernir, en cierta forma, su vocación específica en la Iglesia, así como la posibilidad de realizarla en determinado Ins­tituto.

28. Así podrán desde el comienzo de la vida religiosa situar debidamente su vocación particular y asumir, acti­va y responsablemente, su formación apostólica en su as­pecto de:

29. Formación personalizadora, que exige en todas las eta­pas de la formación de los jóvenes religiosos, una educación

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del sentido de libertad individual y comunitaria, en autén­tico espíritu de servicio;

30. Formación para lo real, que los lleva a estar presen­tes entre Jos hombres, principalmente los más pobres y necesitados, para conocerlos y ayudarlos en su esfuerzo pro­mocional. El contacto directo con los problemas sociales, de modo especial con los grupos oprimidos, podrá proporcio­narles un conocimiento existencial de las necesidades del mundo latinoamericano y convencerlos de la urgencia de una preparación seria por parte suya, con bases culturales y téc­nicas para colaborar activa y eficazmente en el proceso de liberación del continente a través del trabajo apostólico y profesional. Es importante que el religioso en todas las etapas de la formación vaya adquiriendo una comprensión cada vez mayor del deber de trabajar con sus hermanos en una liberación siempre más profunda, dentro del ejer­cicio de su profesión, conforme a sus capacidades y res­puestas de su Instituto a las necesidades ambientales.

31. Formación Espiritual,

a) formación doctrinal y pastoral, iniciada y unificada por la Historia de la Salvación;

b) conocimiento y profundización de los documentos conciliares, principalmente de la "Lumen Gentium" y de la "Gaudium et Spes" así como de otros documentos de la Iglesia Universal y Local, del CELAM, y la CLAR y las Con­ferencias Nacionales;

c) comprensión de la vida religiosa como una de las formas de participar de la misión salvífica de la Iglesia, y descubrimiento del carisma del propio Instituto en relación con ella;

d) teología del Apostolado, como adhesión personal a Cristo en su acción Salvífica;

e) por lo tanto, cultivo y desarrollo de las actitudes interiores que continúan los sentimientos de Cristo en su. relación con el Padre, los hombres y el mundo, particular­mente mediante una profunda vida de oración.

32. Formación para la inserción en el apostolado orgánico de la Iglesia, para lo cual:

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a—es necesario que aprendan a reconocer con humilde realismo la existencia de formas de acaión apostólica y apro­badas; su propia actividad no puede ser siempre entera­mente original y creadora en cuanto a las formas, sino que entra en un trabajo apostólico ya en movimiento y plena­mente válido en muchos aspectos;

b—deben ahondar su unión con la Iglesia jerárquica y la participación en la Iglesia local, principalmente a través del diálogo llevado con mentalidad pluralista y de interro­gación en tareas de planeamiento, ejecución y revisión de actividades apostólicas dentro de la Pastoral de Conjunto u ;

c—han de tomar conciencia clara de los esfuerzos por la integración del apostolado religioso, tanto a nivel nacional (Conferencias Nacionales, etc.) como internacionales (CLAR) y disponerse a colaborar en ellos; la participación en Novi­ciados, Juniorados y Seminarios intercongregacionales, como también en actividades apostólicas comunes ayuda a crear esta conciencia de solidaridad dentro de un justo sentido de que se es Iglesia y se trabaja en la Iglesia;

d—finalmente, ha de procurarse la integración de los Institutos y Comunidades de formación en el conjunto de la comunidad humana local, siempre en actitud de servicio.

33. Formación para la adaptación en el apostolado, porque "no basta repetir o explicar el Mensaje. Sino que hay que expresar incesantemente, de nuevas maneras el 'Evange­lio' en relación con las formas de existencia del hombre, teniendo en cuenta los ambientes humanos, éticos, cultura­les, y guardando siempre la fidelidad a la palabra reve­lada" " .

34. Formación para la utilización de las técnicas que fa­vorecen el apostolado

Tales como:

De investigación de la realidad humano-social.

De trato personal o comunitario.

De organización y administración.

11 Cf. Medelín, 12,14. 12 Cf. Medellín, Catequesis, No 15.

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De los medios de comunicación social . . . etc. 0

Además deben conocerse los movimientos apostólicos existentes en el lugar de trabajo y las organizaciones es­pecializadas que pueden ayudar en la acción apostólica.

35. Esos diversos aspectos de la formación apostólica, deben constituir una unidad en la vida de los religiosos, educados gradualmente para un estilo de oración, de es­tudio y de trabajo, que se proyecte en el apostolado.

Es importante que los tipos de actividades apostóli­cas y su intensidad respondan a las diversidades de ca-rismas personales, puestos al servicio de la unidad de la Misión del Instituto en la Iglesia.

Se trata, por lo tanto, de una formación unificadora, sin dicotomía:, que ayude al religioso a encontrar el ele­mento de unidad vital, en la propia caridad apostólica, me­diante la profundización cada vez mayor del Misterio de Cristo, principio y fuente de unidad.

36. La realización de una formación apostólica tal como se describe, exige la presencia activa de personas aptas pa­ra la preparación de religiosos en el ejercicio del apostolado que les corresponde en la Iglesia de América Latina. "Con­viene recordar la importancia que en el clima de forma­ción apostólica desempeñará el ambiente de generosidad existente en una comunidad fervorosa y unida, en el seno de la cual los jóvenes religiosos estarán en condiciones de aprender por experiencia el valor del auxilio fraterno mu­tuo mediante el cual podrán más fácilmente progresar y perseverar en su vocación" I3.

13 Cf. Renovationis Causan, 1,5.

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