Clarke, Arthur C. - El Juego del Escondite.pdf

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EL JUEGO DEL ESCONDITE ARTH UR C. CLARKE Regresábamos caminando a través de los bosques, cuando Kingman vio la ardilla gris. Nuestro botín era  pequeño, pero variado: tres faisanes, cuatro conejos (uno, triste es decirlo, era una cría) y dos palomos. Y a pesar de algunas predicciones siniestras que afirmaban lo contrario, los dos perros estaban aún vivos. La ardilla nos vio en el mismo instante. Sabía que estaba destinada a una ejecución inmediata a consecuencia del daño que había causado a los árboles de la finca, y quizá había perdido parientes  próximos bajo la escopeta de Kingman. Alcanzó en tres saltos la base del árbol más cercano, y desapareció tras él como un relámpago gris. Vimos una vez más su cara, cuando apareció por un instante tras su escudo a unos cuantos metros del suelo; pero a pesar que esperamos apuntando sin perder la esperanza hacia diversas ramas, no la volvimos a ver. Kingman pareció muy pensativo mientras regresábamos a la espléndida y vieja mansión, caminando a través del césped. No dijo nada cuando entregamos nuestras víctimas a la cocinera —quien las recibió sin mucho entusiasmo— y no salió de su ensueño hasta que estuvimos sentados en el fumador y él recordó sus deberes de anfitrión.  —Aquella rata de árbol —dijo repentinamente (siempre las llamaba «ratas de árbol», fundándose en que la gente era demasiado sentimental para matar a las tiernas ardillas)—. Me recuerda un hecho muy extraordinario que ocurrió poco antes que me retirase. Muy poco antes, a decir verdad.  —Ya me figuraba yo que te lo recordaría —dijo Carson secamente. Le miré molesto; había estado antes en la armada, y ya había oído las historias de Kingman, pero para mí eran aún nuevas.  —Naturalmente —observó Kingman, algo molesto—, si crees que es mejor que no...  —Cuéntalo, por favor —dije apresuradamente—. Me has despertado la curiosidad. No puedo imaginarme qué relación puede existir entre una ardilla gris y la Segunda Guerra Joviana. Kingman pareció ablandarse.  —Creo que será mejor alterar algunos nombres —dijo pensativamente—, pero no modificaré los lugares. La historia comienza a eso de un millón de kilómetros de Marte, por el lado del sol... * * * * * K. 15 era un agente de información militar. Le dolía mucho cuando gentes sin imaginación le llamaban espía, pero en aquel momento tenía razones mucho más fundadas de queja. Hacía ya algunos días que un crucero rápido se le estaba acercando por la popa, y si bien era lisonjero merecer la atención exclusiva de una nave tan hermosa y de tantos hombres especialmente adiestrados, era un honor del que K. 15 hubiese  prescindido con mucho gusto.

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  • EL JUEGO DEL ESCONDITEARTHUR C. CLARKE

    Regresbamos caminando a travs de los bosques, cuando Kingman vio la ardilla gris. Nuestro botn erapequeo, pero variado: tres faisanes, cuatro conejos (uno, triste es decirlo, era una cra) y dos palomos. Ya pesar de algunas predicciones siniestras que afirmaban lo contrario, los dos perros estaban an vivos.

    La ardilla nos vio en el mismo instante. Saba que estaba destinada a una ejecucin inmediata aconsecuencia del dao que haba causado a los rboles de la finca, y quiz haba perdido parientesprximos bajo la escopeta de Kingman. Alcanz en tres saltos la base del rbol ms cercano, ydesapareci tras l como un relmpago gris. Vimos una vez ms su cara, cuando apareci por un instantetras su escudo a unos cuantos metros del suelo; pero a pesar que esperamos apuntando sin perder laesperanza hacia diversas ramas, no la volvimos a ver.

    Kingman pareci muy pensativo mientras regresbamos a la esplndida y vieja mansin, caminando atravs del csped. No dijo nada cuando entregamos nuestras vctimas a la cocinera quien las recibi sinmucho entusiasmo y no sali de su ensueo hasta que estuvimos sentados en el fumador y l record susdeberes de anfitrin.

    Aquella rata de rbol dijo repentinamente (siempre las llamaba ratas de rbol, fundndose enque la gente era demasiado sentimental para matar a las tiernas ardillas). Me recuerda un hecho muyextraordinario que ocurri poco antes que me retirase. Muy poco antes, a decir verdad.

    Ya me figuraba yo que te lo recordara dijo Carson secamente. Le mir molesto; haba estadoantes en la armada, y ya haba odo las historias de Kingman, pero para m eran an nuevas.

    Naturalmente observ Kingman, algo molesto, si crees que es mejor que no...

    Cuntalo, por favor dije apresuradamente. Me has despertado la curiosidad. No puedoimaginarme qu relacin puede existir entre una ardilla gris y la Segunda Guerra Joviana.

    Kingman pareci ablandarse.

    Creo que ser mejor alterar algunos nombres dijo pensativamente, pero no modificar loslugares. La historia comienza a eso de un milln de kilmetros de Marte, por el lado del sol...

    * * * * *

    K. 15 era un agente de informacin militar. Le dola mucho cuando gentes sin imaginacin le llamabanespa, pero en aquel momento tena razones mucho ms fundadas de queja. Haca ya algunos das que uncrucero rpido se le estaba acercando por la popa, y si bien era lisonjero merecer la atencin exclusiva deuna nave tan hermosa y de tantos hombres especialmente adiestrados, era un honor del que K. 15 hubieseprescindido con mucho gusto.

  • Lo que haca la situacin doblemente enojosa era el hecho que sus amigos iban a salir a su encuentrocerca de Marte al cabo de unas doce horas, a bordo de una nave perfectamente capaz de entendrselascon un sencillo crucero, de lo cual podrn deducir que K. 15 era una persona de cierta importancia.Desgraciadamente, los clculos ms optimistas indicaban que los perseguidores estaran a tiro de canpreciso dentro de seis horas. Era por lo tanto probable que, al cabo de seis horas y cinco minutos, K. 15ocupase un volumen de espacio que se dilatara constantemente. Quiz tuviese an tiempo de aterrizar enMarte, pero eso sera una de las peores cosas que podra hacer. Con seguridad molestara a losagresivamente neutrales marcianos, y las complicaciones polticas seran espantosas. Adems, si sus amigosno tenan ms remedio que descender al planeta para salvarle, les costara ms de diez kilogramos porsegundo en combustible, la mayor parte de su reserva operativa.

    No tena sino una ventaja, y era muy dudosa. El comandante del crucero quiz adivinase que se diriga auna cita, pero no sabra a qu distancia, ni el tamao de la nave que vendra a su encuentro. Si podamantenerse vivo solamente durante doce horas, estara a salvo. Aquel si era verdaderamente importante.

    K. 15 contempl pensativamente sus mapas, preguntndose si valdra la pena quemar el resto de sucombustible en una carrera final. Pero una carrera a dnde? Se quedara entonces completamenteindefenso, y quiz la nave perseguidora tuviese an el suficiente en sus tanques para alcanzarle mientras seescapaba hacia la vaca oscuridad, fuera de toda esperanza de salvacin..., y pasando a sus amigos en sutrayectoria en direccin hacia el sol, a una velocidad relativa tan elevada que no podran hacer nada parasalvarle.

    Los procesos mentales de ciertas gentes son tanto ms lentos cuanto menor es el tiempo que esperanvivir. Parecen hipnotizados ante la aproximacin de la muerte, tan resignados a su suerte que no hacen nadapara evitarla. Pero K. 15, al contrario, descubri que su mente marchaba mejor en una situacin tandesesperada, y comenz a funcionar ahora como rara vez lo haba hecho antes.

    El comandante Smith este nombre servir tan bien como otro cualquiera del crucero Doradus, nose sorprendi demasiado cuando K. 15 comenz a bajar su velocidad. Haba esperado a medias que elespa aterrizase en Marte, pensando que la internacin era mejor que el aniquilamiento, pero cuando la salade posiciones comunic la noticia que la pequea nave exploradora se diriga hacia Fobos, se sinticompletamente desconcertado. Aquella luna interior no era sino un amasijo de rocas de unos veintekilmetros de dimetro, y ni siquiera los econmicos marcianos le haban podido encontrar utilidad alguna.K. 15 deba sentirse bien desesperado si se figuraba que a l le iba a servir de algo.

    El pequeo explorador se haba ya casi detenido cuando el operador del radar lo perdi frente a lamasa de Fobos. K. 15 haba derrochado casi todo su plomo durante la maniobra de frenado y el Doradusse encontraba ahora a solamente unos cuantos minutos..., a pesar que ahora comenzaba a bajar suvelocidad para evitar sobrepasarle. El crucero estaba a menos de tres mil kilmetros de Fobos cuando sedetuvo por completo; de la nave de K. 15 no se vea an seal alguna. Debera ser fcilmente visible conlos telescopios, pero estaba probablemente del lado opuesto de la pequea luna.

    Reapareci solamente unos cuantos minutos ms tarde, dirigindose a toda velocidad en direccinopuesta a la del Sol. Estaba acelerando a casi cinco gravedades..., y haba quebrantado el silencio de suradio. Un aparato automtico estaba emitiendo una y otra vez el siguiente e interesante mensaje:

  • He aterrizado en Fobos, y me ataca un crucero de la clase Z. Creo que puedo sostenerme hasta queustedes lleguen. Pero apresrense.

    El mensaje no estaba ni siquiera cifrado, y dej muy perplejo al Comandante Smith. Suponer que K. 15estaba todava a bordo de la nave, y que todo ello no era sino una argucia, era algo demasiado inocente.Pero poda ser una jugada doble: era evidente que el mensaje se haba dejado en lenguaje corriente a finque l lo recibiese, y le confundiese. No tena ni el tiempo ni el combustible para perseguir la naveexploradora, si K. 15 realmente haba aterrizado. Era evidente que haba refuerzos en camino, y cuantoantes abandonase aquellos parajes, tanto mejor. La frase Creo que puedo sostenerme hasta que ustedeslleguen poda ser pura impertinencia, o poda significar que la ayuda estaba realmente muy prxima.

    Y entonces la nave de K. 15 dej de acelerar. Sin duda haba agotado su combustible, y se alejaba delSol a razn de algo ms de seis kilmetros por segundo. K. 15 deba evidentemente haber aterrizado, puessu nave se estaba ahora alejando sin remedio del Sistema Solar. Al Comandante Smith no le gust elmensaje que aqul estaba emitiendo, y adivin que se estaba acercando a la trayectoria de una nave deguerra que se aproximaba desde una distancia indefinida, pero no poda evitarlo. El Doradus comenz aavanzar hacia Fobos, deseoso de no perder tiempo.

    En apariencia el Comandante Smith era el dueo de la situacin. Su nave estaba armada con unadocena de proyectiles dirigidos pesados, y dos torres de caones electromagnticos. Enfrente tena a unhombre en un traje espacial, encerrado en una luna de slo veinte kilmetros de dimetro. No fue sinohasta despus que el Comandante Smith hubo echado su primera buena ojeada a Fobos, desde unadistancia de menos de cien kilmetros, que comenz a darse cuenta que, despus de todo, quiz K. 15tuviese algunas cartas escondidas.

    Decir que Fobos tiene un dimetro de veinte kilmetros, como lo hacen invariablemente los libros deastronoma, es muy engaoso. La palabra dimetro implica un grado de simetra del que Fobosciertamente carece. Como aquellos otros trozos de escoria csmica, los asteroides, es una masa informe deroca que flota en el espacio, sin, naturalmente, ninguna atmsfera, y no mucha ms gravedad. Giraalrededor de su eje una vez cada siete horas y treinta y nueve minutos, manteniendo siempre la misma caradel lado de Marte, el cual est tan cerca que solamente puede verse bastante menos de su mitad, quedandolos polos bajo la curva del horizonte. Aparte de lo que antecede, hay muy poca cosa ms que pueda serdicha acerca de Fobos.

    K. 15 no tena tiempo para disfrutar de la belleza del mundo en creciente que llenaba el cielo por encimade su cabeza. Haba arrojado todo el equipo que pudo sacar a travs de la esclusa de aire, fij los mandosy salt. Cuando la pequea nave se puso en movimiento arrojando llamaradas, y en direccin a lasestrellas, la vio partir con un sentimiento que no le agradaba analizar. Haba definitivamente quemado susnaves, y no le quedaba sino la esperanza que el acorazado que se aproximaba interceptase el mensaje deradio, mientras la vaca nave segua su carrera haca la nada. Haba tambin la remota posibilidad que elcrucero enemigo saliese en su persecucin, pero eso era esperar demasiado.

    Se volvi para examinar su nueva morada. La nica luz era el resplandor ocre de Marte, pues el sol seencontraba bajo el horizonte, pero aquella era suficiente para sus propsitos, y poda ver muy bien. Seencontraba en el centro de una llanura irregular de unos dos kilmetros de ancho, rodeada de bajas colinas

  • sobre las cuales poda saltar con facilidad si as lo deseaba. Recordaba haber ledo haca tiempo unahistoria sobre un hombre que accidentalmente sali de Fobos de un salto; eso no era del todo posible aunque s lo era en Deimos pues la velocidad de escape era todava de unos diez metros por segundo.Pero a menos que tuviese cuidado, podra fcilmente encontrarse a tal altura que tardase horas endescender nuevamente a la superficie y eso sera fatal. Pues el plan de K. 15 era sencillo: permanecera tancerca de la superficie de Fobos como le fuese posible, y en direccin diametralmente opuesta al crucero. ElDoradus poda entonces disparar todo su armamento contra aquellos veinte kilmetros de roca, y ni tanslo percibira la conmocin. Haba solamente otros dos serios peligros, uno de los cuales no lepreocupaba mucho.

    Para el profano, que nada sabe de los precisos detalles de la astronutica, el plan podra haber parecidosuicida. El Doradus estaba armado con lo ltimo en armas ultra-cientficas: y, adems, los veinte kilmetrosque le separaban de su presa representaban menos de un segundo de vuelo a toda velocidad. Pero elComandante Smith no era un profano en la materia, y se senta ya bastante incmodo. Saba perfectamenteque de todas las mquinas de transporte que el hombre haba inventado, un crucero del espacio es, conmucho, el menos manejable. Era sencillamente un hecho que K. 15 poda dar media docena de vueltas alpequeo mundo, antes que el Comandante pudiese persuadir al Doradus para que diese siquiera una.

    No hay necesidad de entrar en detalles tcnicos, pero quienes no se hayan convencido todava podrnquiz considerar los siguientes hechos elementales. Una nave espacial propulsada por cohetes no puede,evidentemente, acelerar ms que en direccin de su eje principal; es decir, hacia adelante. Cualquierdesviacin de una trayectoria recta requiere hacer girar fsicamente la nave, de modo que los motorespuedan dirigir su chorro en otra direccin. Todo el mundo sabe que esto se efecta por medio degirscopos internos o chorros directores tangenciales; pero pocas personas saben el tiempo que esasencilla maniobra requiere. Un crucero medio, con su carga de combustible completa, tiene una masa dedos o tres mil toneladas, o que no conduce precisamente a una ligereza de movimientos. Pero las cosas sonan peor que todo eso, pues no es la masa, sino el impulso de inercia lo que aqu importa..., y puesto queun crucero es un objeto largo y delgado, su impulso de inercia es algo colosal. Es un hecho lamentable(aunque rara vez mencionado por los ingenieros astronuticos) que se tardan sus buenos diez minutos enhacer girar 180 una astronave, cuando los girscopos son de tamao razonable. Los chorros de mando noson mucho ms rpidos, y en todo caso su uso es restringido porque la rotacin que producen espermanente y tienen tendencia a dejar la nave girando como un trompo retardado, con el consiguientedisgusto de los que se encuentran en su interior.

    En circunstancias normales tales desventajas no son muy graves. Se dispone de millones de kilmetros yde cientos de horas para cuestiones de detalle tales como una alteracin en la orientacin de la nave. Esfrancamente contrario a las reglas del juego moverse en crculos de diez kilmetros de radio, y elcomandante del Doradus no pudo menos de sentirse ofendido: K. 15 no jugaba limpio.

    Al mismo tiempo aquel astuto individuo estaba examinando la situacin, que muy bien poda haber sidopeor. Alcanz las colinas en tres saltos, y se sinti all menos expuesto que en la abierta llanura. Habaescondido el alimento y el equipo que haba sacado de la nave donde crea que podra volverlo a encontrar,pero como su traje no le poda mantener vivo ms de un da, aquello era lo que le preocupaba menos. Elpequeo paquete que era la causa de todas las dificultades, segua consigo, en uno de los numerososescondrijos que proporciona todo traje espacial bien ideado.

  • Reinaba una estimulante soledad en torno de su nido de altura, a pesar que no estaba realmente tansolitario como hubiese podido desear. Perpetuamente fijo en el cielo, Marte menguaba casi visiblementemientras Fobos se diriga hacia el lado de noche del planeta. Poda apenas percibir las luces de algunasciudades marcianas, puntos resplandecientes que marcaban las uniones de los invisibles canales. Todo lodems eran estrellas y silencio, y una lnea de desgarrados picos tan cercanos, que casi parecan estar alalcance de su mano. No haba an seales del Doradus. Pero quiz se estaba aproximando por algunadireccin inesperada: incluso poda y se era en verdad el nico peligro verdadero..., incluso poda haberdesembarcado un grupo explorador.

    Esa fue la primera posibilidad que se le ocurri al Comandante Smith, cuando se dio cuenta de lasituacin con que tena que enfrentarse. Pero luego se dio cuenta que el rea superficial de Fobos eramayor a los mil kilmetros cuadrados, y que no poda prescindir de ms de diez hombres de su tripulacinpara registrar todo aquel salvaje caos. Y, adems, K. 15 ira con seguridad armado.

    Si se considera el armamento que llevaba el Doradus, esta ltima objecin puede parecer francamenteinepta, pero distaba mucho de serlo. En el curso normal de los acontecimientos, las armas de mano no sonde ms utilidad para un crucero espacial de lo que lo seran machetes y arcos. Daba la casualidad que elDoradus llevaba y por cierto, en contra del reglamento una pistola automtica y cien proyectiles.Cualquier grupo explorador consistira, por lo tanto, en un grupo de hombres desarmados que buscaban aun individuo temerario y bien escondido, que poda apuntarles a su gusto. K. 15 volva nuevamente a jugarsucio.

    El borde de Marte era entonces una lnea perfectamente recta, y casi en el mismo instante sali el sol, nocomo un trueno, sino como una descarga de bombas atmicas. K. 15 ajust los filtros de su visera y sedecidi a moverse. Era ms seguro permanecer fuera de la luz del sol, no solamente porque sera ms difcilde encontrar en la sombra sino porque all sus ojos seran mucho ms sensibles. No tena sino un par degemelos que le sirviesen de ayuda mientras que el Doradus deba llevar un telescopio electrnico de por lomenos veinte centmetros de apertura.

    K. 15 decidi que lo mejor sera tratar de localizar el crucero, si le era posible. Quiz fuese algoimprudente, pero se sentira mucho ms tranquilo cuando supiese exactamente donde estaba y pudieseobservar sus movimientos. Podra entonces permanecer justamente bajo el horizonte, y el resplandor de loscohetes le advertira con tiempo suficiente de cualquier movimiento que aqul intentase. Lanzndose conprecaucin en una trayectoria casi horizontal, comenz la circunnavegacin de su mundo.

    La imagen menguante de Marte desapareci bajo el horizonte hasta que solamente un gran cuerno sealz enigmticamente frente a las estrellas. K. 15 comenz a sentirse preocupado; no se perciba an sealalguna del Doradus. Pero eso era apenas sorprendente, pues estaba pintada de un negro nocturno, y podaestar a sus buenos cien kilmetros de distancia en el espacio. Se detuvo, preguntndose si, despus detodo, haba hecho lo mejor. Y entonces not que algo bastante grande estaba eclipsando las estrellas porencima de su cabeza, y se mova rpidamente mientras lo miraba. Su corazn se detuvo un instante: luegose repuso, analiz la situacin, y trat de descubrir cmo haba podido cometer tan desastroso error.

    Tard algn tiempo en darse cuenta que la negra sombra que se deslizaba por el espacio no era elcrucero, sino algo casi igualmente mortfero. Era mucho ms pequeo, y estaba mucho ms cerca de lo quehaba pensado al principio. El Doradus haba enviado en su bsqueda a sus proyectiles dirigidos orientadospor televisin.

  • ste era el segundo peligro que haba temido, y no haba nada que pudiese hacer, salvo permanecer taninconspicuo como le fuese posible. El Doradus tena ahora muchos ojos que le buscaban, pero esosauxiliares tenan limitaciones muy pronunciadas. Haban sido construidos para buscar naves espacialesiluminadas por el sol frente a un fondo de estrellas, no para buscar a un hombre que se ocultaba en unaselva de rocas oscuras. La potencia de sus sistemas de televisin era escasa, y solamente podan ver haciaadelante.

    Haba ahora ms piezas en el tablero, y el juego era algo ms mortal, pero todava llevaba ventaja.

    El torpedo desapareci en el cielo nocturno. Como se mova en una trayectoria casi recta en esepequeo campo gravitatorio, pronto dejara al ras a Fobos, y K. 15 esperaba lo que saba tena queocurrir. Unos cuantos minutos ms tarde vio las breves llamaradas de los escapes de los cohetes y adivinque el proyectil volva lentamente sobre sus pasos. Casi al mismo tiempo vio otro resplandor a lo lejos en ellado opuesto del ciclo, y se pregunt cuntas de esas mquinas infernales haban en accin. Por lo quesaba de los cruceros de la clase Z y era bastante ms de lo que deba haba cuatro conductos demando de proyectiles, y probablemente todos ellos estaban en uso.

    De repente tuvo una idea tan brillante que estuvo completamente seguro que no podra salir bien. Laradio de su traje poda sintonizarse, y cubra una banda excepcionalmente amplia; y no muy lejos de all elDoradus estaba emitiendo potencia desde mil megaciclos para arriba. Encendi el receptor y comenz aexplorar.

    Muy pronto lleg el ronco zumbido de un transmisor pulsante, no muy lejos. Probablemente slocaptaba un subarmnico, pero eso bastaba. Por vez primera, K. 15 se permiti hacer planes a largo plazosobre su futuro. El Doradus se haba traicionado; mientras operase sus proyectiles, l sabra exactamentednde se encontraba la nave.

    Se desplaz cuidadosamente hacia el transmisor. Se sorprendi al observar que la seal se desvaneca,y luego aumentaba nuevamente con rapidez. Eso le extra hasta que se dio cuenta que deba estarmovindose a travs de una zona de difraccin. Su amplitud le podra haber dicho algo til si hubiese sidolo suficientemente buen fsico, pero no poda imaginarse qu pudiera ser.

    El Doradus colgaba a unos cinco kilmetros sobre la superficie, a plena luz del sol. Su pintura no-reflexiva estaba bastante deteriorada, y K. 15 poda verlo claramente. Como l se encontraba todava enla oscuridad, y la lnea de sombra se estaba alejando de l, decidi que estara tan seguro all como encualquier otra parte. Se instal cmodamente, de modo que pudiese justamente ver al crucero, y esper,sintindose bastante seguro que ninguno de los proyectiles dirigidos vendra tan cerca de la nave. Calculque a aquellas horas el Comandante del Doradus deba de estar ya bastante furioso; y no se equivocaba.

    Al cabo de una hora el crucero comenz a dar la vuelta con toda la elegancia de un hipoptamoembarrancado. K. 15 adivin lo que ocurra. El Comandante Smith iba a echar una ojeada a las antpodas,y se preparaba para el peligroso viaje de cincuenta kilmetros. Observ muy cuidadosamente para ver laorientacin que tomaba la nave, y cuando sta se detuvo nuevamente se sinti aliviado al ver que estabacasi de costado con respecto a l. Y entonces, con una serie de sacudidas que no debieron ser muyapreciadas a bordo, el crucero comenz a descender hacia el horizonte. K. 15 le sigui a cmodo paso depaseo si fuese posible emplear tal expresin, pensando que esa era una proeza que muy pocas

  • personas haban realizado. Puso especial cuidado en no adelantrsele en alguno de sus deslizamientos de unkilmetro, y sigui vigilando cuidadosamente por si se aproximaba algn proyectil por la popa.

    El Doradus tard cerca de una hora en recorrer los cincuenta kilmetros. Lo cual, como K. 15 sedivirti calculando, representaba bastante menos que el milsimo de su velocidad normal. En una ocasinencontr que estaba apartndose hacia el espacio por la tangente, y antes que perder tiempo girandonuevamente, dispar una andanada de proyectiles para reducir velocidad. Pero por fin lo consigui, y K.15 se instal nuevamente preparndose para otra espera, incrustado entre dos rocas desde las cuales podajustamente ver el crucero, y donde estaba seguro que el crucero no poda verlo a l. Se le ocurri que paraentonces el Comandante Smith tendra quiz graves dudas acerca de s verdaderamente estaba sobreFobos, y sinti ganas de disparar una bengala de seales para tranquilizarle. Pero resisti la tentacin.

    No servira de mucho describir los acontecimientos de las diez horas siguientes, puesto que no sediferenciaron en ningn detalle importante de las que las haban precedido. El Doradus efectu otros tresmovimientos y K. 15 le continu acechando con el cuidado de un cazador que sigue las huellas de unelefante. En una ocasin, en que la persecucin le hubiera conducido a la plena luz del sol, dej que aqulse deslizase bajo el horizonte hasta que solamente poda captar por muy poco sus seales. Pero la mayorparte del tiempo mantuvo al crucero justamente visible, generalmente muy por debajo, tras alguna colinaadecuada.

    Una vez un torpedo explot a algunos kilmetros de distancia, y K. 15 se imagin que algn operadorhaba quiz visto alguna extraa sombra, o bien que algn tcnico se haba olvidado de desconectar algunaespoleta de proximidad. Por lo dems, nada ocurri que amenizase los acontecimientos; la verdad es quetodo aquello estaba resultando aburrido. Hasta casi le alegraba ver algn proyectil dirigido queevolucionaba inquisitivamente sobre su cabeza, pues no crea que pudiesen verle si permaneca quieto yrazonablemente a cubierto. Si hubiera podido permanecer en la parte de Fobos exactamente opuesta alcrucero, hubiese estado a salvo incluso de aquellos, puesto que la nave no los hubiese podido gobernar all,en la sombra de radio de la luna. Pero no poda pensar en ninguna forma de asegurarse la permanencia enla zona de seguridad si el crucero se mova nuevamente.

    El fin lleg muy repentinamente. Los chorros de direccin se inflamaron sbitamente, y el propulsorprincipal de la nave lo lanz hacia adelante en todo su esplendor y potencia. Al cabo de pocos segundos, elDoradus se empequeeca en direccin hacia el sol, libre al fin, contento de dejar, incluso derrotado, aqueltriste pedazo de roca que tan enojosamente le haba privado de su legtima presa. K. 15 saba lo que habaocurrido, y una gran sensacin de paz y de descanso le invadi. En la sala de radar del crucero, alguienhaba visto un eco de desconcertante amplitud que se acercaba a velocidad excesiva. K. 15 ya no tuvo msque encender el faro de su traje y esperar. Incluso pudo permitirse el lujo de un cigarrillo.

    * * * * *

    Interesante historia dije y ahora veo su relacin con aquella ardilla. Pero se me ocurren una o dospreguntas.

    S? dijo Rupert Kingman, cortsmente.

    A m me gusta siempre llegar al fondo de las cosas, y saba que mi anfitrin haba desempeado unpapel en la Guerra Joviana sobre el cual rara vez hablaba. Y decid arriesgarme a ciegas.

  • Podra preguntarle cmo es que sabe tanto acerca de este encuentro militar tan poco ortodoxo?No es posible, verdad, que usted fuese K. 15?

    Se oy una especie de ruido ahogado y extrao procedente de Carson. Y Kingman dijo:

    No, no fui yo.

    Se levant y sali en direccin del cuarto de escopetas.

    Si me excusan por un momento, voy a probar de nuevo con aquella rata de rbol. Quiz la cace.

    Carson me mir como diciendo: Esta es otra casa a la que ya no te invitarn ms. Cuando nuestroanfitrin estuvo fuera del alcance del odo, dijo con voz framente clnica:

    Lo has reventado. Por qu tuviste que decir aquello?

    Bueno, me pareci que era fcil de adivinar. Si no es as, cmo pudo saber todo aquello?

    A decir verdad, creo que se encontr con K. 15 despus de la Guerra: ellos debieron mantener unainteresante conversacin. Pero crea que t sabas que Rupert haba sido retirado del Servicio consolamente el rango de teniente comandante. El Tribunal de Investigacin nunca pudo comprender su puntode vista. Al fin y al cabo, sencillamente no pareca razonable que el Comandante de la nave ms veloz de laFlota no consiguiese apoderarse de un hombre en un traje espacial.

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