"CLAUDE LELOUCH, la cámara apasionada" (2009) Julio Pollino Tamayo

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CLAUDE LELOUCH La cámara apasionada ©Julio Pollino Tamayo [email protected]

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CLAUDE LELOUCH La cámara apasionada

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En defensa de CLAUDE LELOUCH

Respuesta a un texto infame de Javier Rioyo

Cine y crítica (http://www.elboomeran.com/blog-post/8/2745/javier-rioyo/cine-y-critica/) El fin de semana estuve con Claude Lelouch, seguramente el cineasta francés más famoso durante las décadas de los 60 y 70. Y el que menos me interesa ahora y entonces. Sigue rodando y estrenando cada año, no nos llega su cine. En realidad ya no llega el cine de casi ningún europeo. Cuando lo hace es en pocas pantallas, pocas ciudades, poca publicidad y poco tiempo. El cine europeo hay que verlo en festivales o comprarlo en dvd en algún viaje. Lelouch era contemporáneo de los cineastas más renovadores del cine francés, de aquellos que llamamos "la nouvelle vague". Contemporáneo no quiere decir compañero de viajes cinematográficos. No lo fue ni el fondo, ni en la forma. Nada, o muy poco, que ver su cine con el de Godart, Truffaut, Romher, Rivette, Resnais, Chabrol, Melvilla, Rouch y todos los demás. No, Claude Lelouch, a diferencia de los otros no estaba por casi ninguna ruptura, por ninguna revolución estética, ni ética. Aunque comenzó imitando movimientos de cámara de Raoul Cutart, el emblemático fotógrafo de la "nueva ola", muy pronto retornó a maneras más clásicas y no poco eficaces. Buen cámara, como demostró en su película más conocida, "Un hombre y una mujer", pero como director y guionista con una propensión al sentimentalismo. Un cine popular que se llenó de trucos formales, de una manipulación de los sentimientos que le hicieron conquistar públicos mayoritarios. Conoció el éxito en festivales, premios y hasta dos Oscar. Y sin embargo la crítica nunca le quiso. Su cine hacía grandes taquillas, emocionaba a muchos, se exportaba al mundo, tuvo grandes repartos fijó el mito de algunas estrellas tan hermosas como Anouk Aimé, trabajó con los mejores actores... y sin embargo no gustaba a la crítica. Ni gustaba a la mayoría de sus compañeros. Ni a los cinéfilos.

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Muy pronto Lelouch nos pareció tramposo, no porque siguiéramos la senda de los críticos de la época, sino porque también en el cine -como en la literatura, la pintura, la música- muchas veces el éxito camina por un lado y la verdad poética, la emoción que resiste el tiempo, el verdadero arte va por otro lado. No estuve cómodo en compañía de Lelouch, no porque no fuera afable, sino porque me sentí mentiroso, falso por decirle cosas que no pensaba de su cine, por disimular que ninguna de sus películas me parece que sean capaces de resistir el tiempo. Lo suyo eran inteligentes manipulaciones, cuando más, buen espectáculo de masas. Lo otro, lo de alguno de sus "compañeros" fue una ventana que se abrió a un cine con más riesgo, más verdad, más compromiso y menos espectadores. No importa, no tenemos prisa. El éxito para el que se lo trabaja. Ah, otro día, si quieren, hablamos de los críticos de cine."

[Publicado el 19/11/2007 a las 12:43] Que semejante cabestro se gane el pan haciendo crítica demuestra hasta que punto España es un país diferente, y no lo digo porque no le guste Lelouch, que es una opinión tan respetable como la contraria, aunque desde luego no la comparto en absoluto y algo ya he escrito al respecto, se hubiera agradecido que fundamentara su opinión en algo más que en lugares comunes, pero bueno una opinión no deja de ser eso, una simple opinión, impresión, si se argumenta, o al menos se intenta, ya se convierte en una reflexión, algo que conlleva su tiempo, su pausa, no hablo de análisis, que es un intento imposible de convertir lo subjetivo en objetivo, de tratar de vender una opinión personal, subjetiva, como una verdad absoluta, universal, algo que no existe ni en el cine, ni en nada. Lo digo porque un hipócrita, un falso, queda invalidado de raíz como persona, y como profesional, pierde totalmente su credibilidad, su valor, no hablo de coherencia, se puede argumentar una cosa y la contraria siempre y cuando que se haya producido algún cambio ya sea interno o externo, o por puro capricho, provocación, por cuestionar la existencia de una sola postura, también llamado dialéctica. Las opiniones son inestables y mutables y están sometidas a continúa revisión, a cuestionamiento, pero lo que no se puede admitir es decir una cosa pensando la contraria, eso es hipocresía, falsedad, es venderse a uno mismo, y a los posibles interlocutores que presuponen la buena fe del comunicador. Justamente lo que hace Rioyo, decir lo contrario de lo que piensa, de manera consciente, o no, porque uno de los principales inconvenientes del hipócrita es que no sabes con que carta quedarte, si decía la verdad cuando alababa a Lelouch, o cuando lo criticaba. Lo malo de los chaqueteros, de los seguidistas, y en el submundo de la crítica abundan, es que son veletas, y todas sus opiniones, sus adhesiones, inquebrantables, hasta que convienen quebrantarse, son susceptibles de ser cambiadas para adaptarse a las circunstancias, son algo externo, no interno, propio.

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Al margen de errores de bulto como llamar a Godard, Godart, a Melville, Melvilla, a Raoul Coutard, Cutart, a Anouk Aimée, Aimé, que pueden ser achacables a la rapidez o a un fallo del programa de edición o simplemente de la memoria, y que carecen de importancia excepto para los perfeccionistas, los tiquismiquis, que suelen centrar sus argumentaciones en cuestiones tan pueriles como ésta, lo que más irrita del texto de Rioyo es que está escrito desde la ignorancia, desde el desconocimiento absoluto de la filmografía de Lelouch, algo muy habitual en España ya que la mayoría de sus películas no se encuentran dobladas ni con subtítulos, pero que precisamente impide hacer juicios categóricos, absolutos, del tipo: “Contemporáneo no quiere decir compañero de viajes cinematográficos. No lo fue ni el fondo, ni en la forma. Nada, o muy poco, que ver su cine con el de Godart, Truffaut, Romher, Rivette, Resnais, Chabrol, Melvilla, Rouch y todos los demás. No, Claude Lelouch, a diferencia de los otros no estaba por casi ninguna ruptura, por ninguna revolución estética, ni ética. Aunque comenzó imitando movimientos de cámara de Raoul Cutart, el emblemático fotógrafo de la "nueva ola", muy pronto retornó a maneras más clásicas y no poco eficaces.” El simple visionado de “L´amour avec des si”, “La femme spectacle” o “Une fille et des fusils” desmiente semejante chorrada, en nada difieren de los postulados estéticos, éticos, de los chiquillos de la Nouvelle Vague, quizás la única diferencia es que son bastante más profundas, no son únicamente forma, y tienen un mejor acabado, Lelouch además de amar el cine ama la técnica, como Bresson, no es un director de monitor, es de los que carga la cámara al hombro, esto por hablar solo de sus primeras películas, no creo que Rioyo considere a “Smic, smac, smoc”, entre muchas otras, una película clásica, más bien se podría calificar de posmoderna, por lo que significa de cuestionamiento del cine y de la propia autoría, y sus impresionantes, y habituales, elipsis por corte seco, como un recurso habitual del cine clásico, cine en el que no se podría ni tan siquiera englobar a Robert Bresson. Parece ser que a Rioyo lo que más le molesta de Lelouch es el éxito, que sus películas tuvieran un público, que fueran populares, y reconocidas, porque la opinión de Rioyo en este punto es incoherente, incongruente, en sí misma: “Conoció el éxito en festivales, premios y hasta dos Oscar. Y sin embargo la crítica nunca le quiso. Su cine hacía grandes taquillas, emocionaba a muchos, se exportaba al mundo, tuvo grandes repartos fijó el mito de algunas estrellas tan hermosas como Anouk Aimé, trabajó con los mejores actores... y sin embargo no gustaba a la crítica. Ni gustaba a la mayoría de sus compañeros. Ni a los cinéfilos.”

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En CANNES con Pietro Germi

¿Cómo se come semejante paradoja?, ser premiado con la Palma de Oro de Cannes, el festival más prestigioso del mundo, y difícil de ganar, premio otorgado por críticos y profesionales del cine, lo mismo que el Óscar, otorgado por compañeros de profesión, y afirmar que la crítica nunca le quiso, es lo mismo de siempre, cuando el palmarés coincide con mis gustos el Festival es cojonudo, y cuando me desmiente es una mierda, a mayores dice que su cine hacía grandes taquillas, en diferentes países, y que emocionaba a muchos, ¿qué más se puede pedir?, a lo mejor Rioyo asocia minoritario a bueno, y cinéfilo a elite, por lo visto todos esos espectadores emocionados de todo el mundo no aman el cine, sólo van a pasar el rato, los únicos amantes verdaderos del cine son los profesionales y los críticos, que casualmente le premiaron, y repetidas veces, sobre todo por la película que tanto parece aborrecer Rioyo, "Un hombre y una mujer", porque conociendo su hipocresía es muy probable que incluso le guste. -Óscars (1967): Best Writing, Story and Screenplay - Written Directly for the Screen for: Un homme et une femme (1966) -Blue Ribbon Awards (1967): Best Foreign Language Film for: Un homme et une femme (1966) -Festival de Cannes (1966): Palma de Oro for: Un homme et une femme (1966) Tied with Signore & signori (1966). In 1966 the Grand Prize was given as 'Grand prix du vingtième anniversaire du Festival international du film' (20th Anniversary Grand Prize). - Italian National Syndicate of Film Journalists (1967): Best Director - Foreign Film (Regista del Miglior Film Straniero) for: Un homme et une femme (1966)

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Y el espectacular fin de fiesta: “No estuve cómodo en compañía de Lelouch, no porque no fuera afable, sino porque me sentí mentiroso, falso por decirle cosas que no pensaba de su cine, por disimular que ninguna de sus películas me parece que sean capaces de resistir el tiempo.” Reconocer que es un hipócrita, como si eso le eximiera del delito, como si reconocerse hipócrita le convirtiera de inmediato en un no hipócrita, alguien le llamará a esto un acto de grandeza, de humildad, yo lo llamo un repugnante acto de cinismo, de doblez, porque no es que Rioyo se encontrara por casualidad por la calle a Lelouch y le dorara la píldora para no ofenderle o hacerle daño, no, la cosa tiene premeditación y alevosía, el encuentro tuvo lugar dentro de un homenaje que la “Muestra de Cine Europeo de Segovia (Muces)” hacía a Lelouch, ¿y adivinan quién presentó dicho homenaje?, exacto, Javier Rioyo. “La segunda edición de la Muces ha querido reconocer la trayectoria del realizador francés en un acto que estuvo conducido por la presentadora y humorista segoviana, Eva Hache, y por el escritor, periodista y guionista, Javier Rioyo” Norte de castilla 17-11-2007 Es de suponer que si no te gusta un director no aceptas presentar un homenaje a su persona, eso sería lo normal, lo correcto, lo ético, para alguien con dignidad, y principios, cosas de las que carece el camaleón Rioyo, una verdadera pena no poder tener acceso al texto completo que leyó Rioyo en dicho homenaje, podría pasar por derecho propio a la nueva antología de la infamia.

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MIS 10 PELÍCULAS FAVORITAS (en orden cronológico)

1- L´AMOUR AVEC DES SI... (Los riesgos del amor) (1964)

La verdadera "Al final de la escapada" del cine francés, con la ventaja de que no se toma en serio a sí misma. Final de la escapada en el sentido literal de la palabra, después de dos sonoros fracasos, Lelouch se pone el mundo por montera, y en lugar de bajarse los pantalones, como haría cualquier director de una tercera película, al tercer aviso te retiran, pone los huevos en la mesa, y realiza la película más libre, original, divertida, de la nouvelle vague. Siendo un no miembro de la nouvelle vague, un club privado que no admitía hombres, sólo culturetas. Con ésta genial road-movie, homenaje a las películas de cine negro americanas de serie b, Lelouch hace viejos a todos los nuevos realizadores, viejos prematuros, indolentes, e impotentes. “Una película no tiene autor, pero sí mucho trabajo, y algunos milagros.” Pierre Jardin

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2- UNE FILLE ET DES FUSILS (Una chica y los fusiles) (1965)

La prueba de lo fácil que es hacer una película a lo nouvelle vague, es que hasta los propios miembros de la nouvelle vague las hacían. Cada vez veo más claro lo que les molestaba de Lelouch, que hiciera lo mismo, lo que automáticamente les quita la aureola de especiales, de originales, de autores, de revolucionarios visionarios. Con bastante más desparpajo, humildad, mejor, con más ingenuidad, con más verdad, e idéntico amor al cine, pero sin cinismo, sin matar al padre. En lugar de hacer una parodia de gángsters a lo Godard, o una exhibición de babas a lo Bertolucci, una pandilla de cinéfilos imberbes, inocentes, imbéciles, jugando a ser la Rat Pack, riéndose de Godard en su propia cara, con sus mismas armas. La versión colegial de “La aventura es la aventura”. El primer esbozo trágico, imperfectamente perfecto, de “Un homme qui me plaît”. La "Malas tierras" de Lelouch, con diez años de anticipación. Metacine sin distancia, desde dentro, desde el punto de vista del espectador, no del director, o del crítico. El cine como juego, como diversión, que deriva en tragedia, como todos los juegos, y no como autoafirmación narcisista. En mi lista de 10 favoritas de la nouvelle vague, por joder, y porque sí.

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P.D: Qué sería del cine francés sin el Tiburón de Citröen.

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3- POUR UN MAILLOT JAUNE (Por un maillot amarillo) (1965)

A Lelouch nunca se le ha comprendido, ni se le ha querido comprender, se le ha querido asociar, comparar, con el resto de directores franceses de la época, y ni por temperamento, ni por influencias, tenía mucho que ver, iba a su aire. La pasión de los directores de la nouvelle vague por el cine americano, no era una pasión correspondida por Lelouch, o al menos no en el mismo grado de genuflexión, el cine por el que Lelouch sentía pasión, verdadera devoción, era por el cine ruso, por el más enérgico, eléctrico, apasionado, el de Vertov, Dovzhenko, y sobre todo Kalatozov, “Cuando pasan las cigüeñas”, “La carta nunca enviada”, “Soy Cuba”, el espejo en el que se mira su cine. Un cine en el que la cámara, el movimiento, la velocidad, son Dios. Un cine de montaje arrebatado, en el que no hay un segundo de respiro, un cine contemplativo, observacional, no desde el punto de vista, emplazamiento, del espectador en la butaca, en la cuneta, sino desde el mismo núcleo, centro, de la acción. La cámara de Lelouch no es un simple testigo, es parte de la acción, el héroe, el aventurero. En las películas de Lelouch no hay distancia entre el narrador y lo narrado, hay una comunión absoluta entre la mirada y la imagen, entre la mirada y el movimiento, es la vida desde dentro, no el pálido reflejo de un cinéfilo voyeur. La cámara, la mirada, de Lelouch es anti-intelectual, anti-retórica, es pura inconsciencia, visceralidad, puro placer por rodar, por montar, por mirar, subido en una montaña rusa, no sentado en una banqueta en el poyo de la puerta.

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En las películas de Lelouch, y en concreto “Por un maillot amarillo”, no ves la vida, la carrera, pasar, eres parte implicada, un ciclista más, con sus alegrías y sus penas, hablamos de una tragicomedia, de una batalla, no de un indoloro juego, deporte. Lelouch comprime tres semanas de carrera en un frenético trailer en el que no falta nada, en el que caben todas las emociones, todas las pasiones, la carrera desde dentro y desde fuera, el Tour paralelo, la carrera como fiesta popular y como trabajo. Una dimensión amateur, épica, hace décadas perdidas en el Tour, en el cine, que como la mayoría de carreras, de películas, han perdido su alma, su encanto, a base de profesionalización, de técnica, de táctica. “Existía una manera de rodar antes de ti, y existirá una manera de rodar después de ti porque no tienes ninguna referencia, porque eres un autodidacta, porque has aprendido a filmar en la calle.” François Truffaut

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4- UN HOMME ET UNE FEMME (Un hombre y una mujer) (1966)

Lo siento, no he podido (no he querido, a mala ostia se le pueden sacar defectos incluso a un diamante, ya no digamos a una película), he tratado de ver la película con ojos de crítico, con afán de criticarla, y sigue pareciéndome muy buena (a estas alturas no hará falta aclarar lo que considero como buen cine, el cine que me gusta, el que no me gusta, una mierda. Los juicios morales, estéticos, son algo estrictamente personal, subjetivo, por mucho que puedan coincidir con el sentir de la mayoría, algo que no le quita ni le da valor. Ser una minoría sólo es una cuestión numérica), mejor dicho, cada vez me parece mejor, si cabe. No digo su obra maestra, porque por suerte Lelouch es tan grande que las tiene mejores todavía, o al menos a mí me gustan más. Si fuera crítico, o aspirara a serlo, Dios no lo quiera, le pondría 4 estrellitas, o un 8 pelao, como no lo soy simplemente diré que me ha gustado mucho. Para juzgar ya están los jueces, los políticos, los médicos, los periodistas, y los filólogos. Desconozco lo que no les gusta a los críticos, es imposible que no les guste, objetivamente, y subjetivamente, así que la única explicación posible, es que no les gusta porque Lelouch de joven no fue obrero de la construcción, ni minero, es rico. El único defecto que la veo es que Anouk Aimée tiene el pelo demasiado liso, y Trintignant se estaba quedando calvo a pasos agigantados. Dos razones de peso que pueden haber influido en la valoración, el juicio, negativo, de los críticos.

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Lo que sí comprendo es porque Godard la odia, es la mejor película que ha hecho Godard, y no está firmada por él, eso tiene que escocer. La gran diferencia entre Godard y Lelouch, es que Godard es un coleccionista de coches, y Lelouch un piloto de carreras. No me extrañaría nada que tampoco le gustara a Rohmer, Rivette, o Demy, por idénticas razones. Lo dicho, que mala es la envidia, y que rastreros, arrastrados, los envidiosos.

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5- UN HOMME QUI ME PLAÎT (Del amor y la infidelidad) (1969)

Antes, y después, del amanecer, ya amanecía, y mucho más temprano, cuando Linklater, Sofía Coppola, o Perrone, van, Lelouch hace 30 años que ha vuelto. Hay dos cosas que no perdonan los críticos, que los directores pasen de ellos, cosa cada vez más habitual, y el éxito, algo que tampoco perdonan el resto de directores. Entendiendo por éxito, hacer lo que uno quiere, encima teniendo un público, espectadores, dos características que cumple a la perfección Lelouch. Su relación con la crítica siempre ha sido conflictiva, desde los integristas nouvelle vagueros, que nunca le perdonaron que tuviera sus propias ideas sobre el cine, sobre la vida, que no fuera un seguidista, un corporativista, como ellos. En una época en la que estaba de moda romper por romper, Mayo del 68, sin construir nada nuevo, Lelouch no se subió al carro, no se sumó a los movimientos estudiantiles, tampoco lo hicieron los obreros. Pensaba que la violencia no es el medio para conseguir, ni cambiar, nada, el tiempo le ha dado la razón, y la importancia histórica, a nivel teórico, práctico, de resultados (no hablo a nivel publicitario, que para eso los franceses son muy buenos con sus cositas, incluso han conseguido venderse a sí mismos que resistieron a los nazis a base de películas y libros, cuando todo el mundo sabe que se bajaron los pantalones hasta los tobillos), de Mayo del 68 es nula, se ha convertido en un simple icono, en un cliché, en un mito vacío de contenido, como los pósters del Ché. Que además de no sumarse a esta revolución de postal, no formara parte de la supuesta revolución cinematográfica instaurada por los miembros del régimen de Cahiers ya era el colmo, había que matar al Padre, aunque el Padre fuera una bellísima persona.

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Decir que él hacía películas para el público, y no para los críticos, era una afrenta, una ofensa, que los críticos no podían, ni pueden, soportar, tolerar. De nuevo el tiempo le ha dado la razón, las pocas películas que han sobrevivido de la Nouvelle Vague, casi en exclusiva algunas de Truffaut, son las que tienen un aliento más clásico, más tradicional. Los experimentos con gaseosa, en el cine no hay nada nuevo bajo el sol, ni por encima. Lelouch nunca olvidó que por encima de la forma, de la superficie, siempre están los sentimientos, el presente. Algo que parecen olvidar con demasiada frecuencia los intelectuales, los cineastas conscientes, conscientes de su incapacidad. El cine de Lelouch es un cine de miradas, como el de Truffaut, como el de Sautet, como el de Antonioni, como el de Kieslowski, como el de Bresson, que afirmó: que sean los sentimientos los que conduzcan la acción, no al revés, para que luego le acusen de formalista. Hay críticos que no entienden nada, que no se enteran de nada, todo lo que no sea racional, intelecto, les supera. A los directores que consagran su obra, su vida, al amor, con todas las mayúsculas, y minúsculas, del mundo, no llegan, ni llegarán nunca:

"El corazón tiene sus razones que la razón desconoce" Pascal

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La envidia es el sentimiento más mezquino del mundo, no aporta nada ni al emisor ni al receptor. Los nouvelle vagueros hubieran soportado a Lelouch a pesar de todo, si no les hubiera hecho sombra, pero se la hizo. No sólo dirigía con regularidad, con su propia productora, a razón de una película por año, todas estrenadas en cines con gran éxito de público, a veces de crítica. Siempre que se habla de Lelouch, se le identifica despectivamente como el autor de "Un hombre y una mujer", película que casualmente ganó en Cannes, y el Óscar a la mejor película extranjera. Por lo visto el Festival de Cannes sólo confiere carta de naturaleza autoral cuando coincide con nuestra visión, falta de visión, miopía, del cine. Que un director de más de 30 películas, sea únicamente juzgado por una sola, que para más inri la gente critica sin tan siquiera haber visto, demuestra una gran pereza, pobreza, mental, hay espectadores, y críticos, que dedican más tiempo a leer sobre cine que a ver cine. Demuestra hasta que punto la crítica es un ejercicio especulativo, fatuo, sensacionalista, que se limita a transmitir prejuicio tras prejuicio, que pomposamente, estúpidamente, denominan historia del cine. Historia que está plagada de malentendidos, intencionados, de venganzas personales, de fobias y filias de los propios críticos, paranoicos genéticos, y envidiosos, sobre todo envidiosos. Lelouch además de tener público, de tener dinero para realizar sus películas, tiene talento, mucho talento, para el cine, y para la vida. Era, es, porque sigue realizando películas, lo que vulgarmente se denomina una persona feliz, realizada. Alguien que como diría Fassbinder, es idéntica a sí misma hasta casi rayar la estupidez. Eso jode, y mucho. El éxito de los demás nos convierte en mayores fracasados. Eso para las personas que viven de cara a los demás, los que se preocupan de sus propias vidas no manejan conceptos tan ridículos, tan absurdos, como éxito, o fracaso, se limitan a vivir, y dejar vivir. Comprendo que frases como éstas: "Los intelectuales no piensan en el presente, hay que volver al sentimiento, que es, bien mirado, lo más intelectual que existe", "Hay que ser ciego para ser pesimista, porque quien puede ver puede creer", tienen que irritar a todos los frustrados, resentidos, envidiosos, y amargados del mundo. Dos cosas tienen que hacer, joderse, y aguantarse. Volviendo a "Un homme qui me plaît", es una de las películas de metacine, de reflexión sobre el cine, más inteligentes que he visto nunca. Mucho más inteligente, oscura, a pesar de su luminosidad, y difícil, que "Close-Up" de Kiarostami, y la despreciablemente misógina "El desprecio" de Godard. Difícil, porque es una película de metacine que no lo parece, que sólo lo parece en la superficie. En ella sale el rodaje de una película, pero toda ella es una reflexión sobre el cine en forma de muñeca rusa. Lelouch hace un ensayo, sin necesidad de recurrir a la pretenciosidad, a lo aparente, sin hacer discursos, sobre la sutil diferencia entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la mentira. Lo hace generando dudas sobre lo que es una cosa y lo que es la otra, dudas que se resuelven en el último plano, cuando Lelouch nos despierta de la ilusión, y nos recuerda que una película, desgraciadamente, es sólo una película.

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Los protagonistas de la película desarrollan el sueño de todo espectador que ha crecido viendo películas de Hollywood, es decir, todos, el de estar inmersos en ellas, no ser simples espectadores, sino parte integrante de ellas. Los protagonistas hacen todo lo que cualquiera de nosotros soñaría hacer en América, lo que no hacemos habitualmente, y sólo hemos visto hacer en las películas: Cenar a todo trapo en un Hotel de lujo. Jugar, y ver, un espectáculo en Las Vegas. Comprar joyas en Tiffany´s. Contemplar la simulación de un duelo en un poblado del Oeste. Comprar un Colt. Ser perseguido por una jauría de enloquecidos indios. Viajar en un descapotable por una autopista que atraviese el desierto. Asistir a un concierto de Jazz en Nueva Orleáns. Todas las cosas que secretamente deseamos, soñamos, y que ocultamos para no ser tachados de superficiales, de materialistas, de frívolos, y que Lelouch, como si fuera los Reyes Magos, nos concede. Pero como en el cuento de la Cenicienta, con la condición de que cuando termine la película, de que cuando se enciendan las luces, devolvamos los zapatitos de cristal.

P.D: Este texto lo he redactado apoyado en la revista Nickelodeon dedicada a la Nouvelle Vague, soy un sentimental.

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6- LE VOYOU (El canalla) (1970)

Si ya es complicado hacer una comedia, hacer una comedia que no lo parezca, como "La bonne année", sin caer en la farsa, en la parodia, en lo burdo, roza la quimera. Para cualquier director menos para Lelouch, su principal representante, el creador de la comedia emboscada. Un cuento moral desde la inmoralidad, como las películas de Melville, no como los cuentos inmorales desde la moralidad de Rohmer. Rohmer en comparación con Lelouch es un pitufo, el viejo verde Papá Pitufo. Bresson con el genial sentido del humor de Lelouch, sería para mear y no echar gota.

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7- L´AVENTURE C´EST L´AVENTURE (La aventura es la aventura) (1972)

Nos han estafado. La infame política de autores, y su corolario inmediato, LA HISTORIA DEL CINE, nos han hecho, y nos siguen haciendo, creer, que existen los autores. Un cierto número de iluminados, profundamente originales, con un universo, un estilo, propios, personales, intransferibles, e inimitables, que realmente existe la evolución, el progreso, en cine. No es cierto, nada viene de la nada, y en cine, un aspirante a arte en palmitas, aún menos. En la historia del cine, con minúsculas, un simple recorrido cronológico, existen involuciones, retrocesos, retaguardias, repeticiones, variaciones, plagios, muchos plagios, demasiados plagios. Los críticos que han encumbrado a supuestos autores como Kitano, los Hnos. Coen, Wes Anderson, o Woody Allen, deberían resarcirnos por habernos engañado, por haberse aprovechado de nuestra ignorancia, de nuestra ingenuidad, de nuestra buena fe. Me temo que la ignorancia, que la ingenuidad, la buena fe no, es compartida, a ellos también se la han colado, y doblada. Lo que me lleva a la siguiente pregunta: ¿Para qué coños sirve la crítica, los críticos? Me respondo yo mismo, para nada, para escribir cantos de sirena, para construir falsos pedestales, para autoalimentar egos heridos, para justificar, encubrir, la falta de talento, propio.

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Después de ver “La aventura es la aventura” de Lelouch, siento que nos han tomado el pelo, por partida doble. Primeramente el propio Kitano, que por dignidad torera, por respeto al cine, tendría que habernos informado de que todas sus primeras películas, todas, son un plagio descarado, consciente, de ésta. No hablo de influencias, ya sabíamos que plagiaba a Melville, incluso nos hacía gracia, pasado, ver a un japonés con cara de palo imitar a Alain Delon en “El silencio de un hombre”. Pero ingenuamente creíamos que su sentido del humor era genuino, peculiar, particular, personal, algo específicamente japonés que genéricamente se denomina humor amarillo, y ni de coña, el humor amarillo es tan japonés como la tortilla de patata. Que nosotros no lo supiéramos, todavía tiene un pase, al cine vamos a ver una película, y punto, pero que los críticos no sólo no nos lo advirtieran, sino que encima hayamos tenido que soportar que lo reivindicaran como un autor emergente, nuevo, original, es de cárcel. Como mínimo tendrían que tener responsabilidad civil, e indemnizarnos por daños y perjuicios, por cohecho, por intento de fraude. Kitano hace años que se me ha caído, por su propio peso, cualquiera que vea sus películas por segunda vez, las últimas incluso por primera, caerá en la cuenta de su poca entidad, de su poca consistencia, como cineasta. De la pobreza, de la simpleza, de “sus” películas. Siento rabia retrospectiva por haberme dejado embaucar, simple y llanamente por ignorancia, si hubiera visto “La aventura es la aventura” hace años, en los tiempos que descubrí a Kitano, ni tan siquiera me hubiera reído con sus películas, me hubieran parecido zafias, burdas, no hubiera perdido ni un solo segundo en ensalzarlas, ni en recomendarlas. Menos mal que el tiempo pone todo en su lugar, y a Kitano le ha barrido de mi vida, para siempre.

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En segundo lugar, porque de nuevo nos han vendido, y de forma fraudulenta, con premeditación y alevosía, que Lelouch sólo era un director de películas románticas, algo que resulta indignante después de ver “La aventura es la aventura”. La película con la que más me he reído en los últimos años, sólo recuerdo haberme reído tanto con “El guateque” de Blake Edwards, más bien de Peter Sellers. Para colmo con una comedía francesa, algo que consideraba una quimera. Aunque para ser honestos, hay que reconocer que es una comedia francesa con espíritu totalmente italiano, en concreto con aliento Monicelliano, el de “Rufufú” (probablemente la comedia más influyente, y plagiada, de la historia del cine), “Amici miei” (Habitación para cuatro), y sus secuelas. A diferencia de Kitano, Lelouch coge a Monicelli, y hace otra cosa, lo evoluciona, no sólo a nivel formal, pocas comedias he visto tan perfectamente acabadas, ensambladas, con un ritmo tan preciso, fluido, con una fotografía y montaje, tan deslumbrantes. También a nivel de contenido, Lelouch pergeña una comedia revolucionaria que cuestiona, destruye, todas las convenciones sociales, todos los lugares comunes. Arrampla con todos los sistemas políticos, con todas las falsas utopías, con todos los ismos del mundo. Una sátira de todo el cine político, en concreto el del cortito Godard, que no respeta absolutamente nada, y lo hace con el mayor respeto al cine, a la inteligencia del espectador. Cosa que no se puede decir de gran parte de la comedia americana de los 80, y siguientes, incluidas las películas en las que participan los componentes del Saturday Night Live. Sin venderle nada, sin hacerle mítines, ni fábulas con moraleja, a base de carcajadas, de puntazos, de algunos de los mejores gags de la historia del cine, incluso los Monty Python sentirían envidia.

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Hablar de cualquier película siempre es difícil, hablar de una comedia, el género más complicado, el más difícil, el más complejo, el más grande, casi imposible. Apenas se puede tomar distancia, hay que participar de lleno, interactuar, disfrutar como un perro en celo, lo que os aseguro que haréis cuando la veáis. Cinco actores en estado de gracia, en todos los sentidos posibles, que dejan en pañales a todos los humoristas profesionales del mundo. Un verdadero descubrimiento, al menos para mí, del extraordinario talento como cómicos de Lino Ventura, el habitual gangster de todo el cine negro francés, y del cantante Jacques Brel, que literalmente se salen. Decir que lo bordan es poco, los cinco establecen una auténtica comunión de almas en el que ninguno destaca, sobresale, todos van sumando, multiplicando, hasta conseguir una de las mejores comedias de la historia del cine. Concluyo con los nombres, en mayúscula, de estos seis genios, incluyo al director, que merecerían un monumento, que deberían sustituir a los rostros de los presidentes de los EE.UU en el monte Rushmore. LINO VENTURA JACQUES BREL CHARLES DENNER CHARLES GÉRARD ALDO MACCIONE CLAUDE LELOUCH P.D: No cometáis el sacrilegio de ver la película doblada, gran parte del humor se debe al increíble juego con los diferentes acentos de los actores.

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8- LA BONNE ANNÉE (Una dama y un bribón) (1973)

Confirmado, Lino Ventura es un genio, el mejor actor francés de todos los tiempos, mejor que Jean Gabin, mucho más versátil. Lelouch también, el mejor director francés vivo, el segundo en importancia después de Bresson, con el que comparte idéntico rigor formal, y el añadido del corazón de Truffaut, la principal carencia de Bresson. No sólo saben reírse de sí mismos, cosa bastante infrecuente en el mundo del cine, y del arte en general, sino que además saben reírse de su propia obra, de sus propias creaciones. No conozco ningún director que comience una de sus películas con el final de su película más conocida, y aclamada, que no la mejor, "Un hombre y una mujer", seguido de un sonoro abucheo. Exactamente lo mismo que Lino Ventura, que reinterpreta de forma irónica, magistral, sus papeles anteriores, incluido el de "El ejercito de las sombras". La práctica totalidad de los directores, de los actores, confunden tomarse en serio a sí mismos, con tomarse en serio el cine. Lelouch y Ventura no se toman en serio a sí mismos, son los suficientemente inteligentes, sabios, para contemplarse con distancia, para no considerarse el culo del mundo. Lo que no quita para que se tomen profundamente en serio el cine. Son artistas que aman su profesión, que la respetan, sin llegar al extremo de venerarla, de hacer de ella el único motor de sus vidas.

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No hay que confundir respeto con falta de libertad, convertir cualquier cosa, incluido el cine, en una obsesión, es reducirte a ser su esclavo, es transformar una vocación en un trabajo. La mejor manera de respetar el cine, la vida, es siendo libre, sabiendo tomar distancia, tanto dentro, como fuera, de él, de ella. Estamos rodeados de demasiadas personas que afirman amar el cine por la sencilla razón de que son incapaces de amar la vida. Dos cosas que no sólo son compatibles, sino imprescindibles, para ser director, para ser actor, para ser espectador. Quien quiera ver la mejor película de Melville, con un puntito de sarcasmo, de cinismo, de distancia, la versión humanizada, sin frigideces, sin rigideces, de "Pickpocket", que se pase por "La bonne année".

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9- C´ETAIT UN RENDEZ-VOUS (La cita) (1976)

Comprensible que los traviesillos de la Nouvelle Vague odiaran a Lelouch, mientras Godard se marca una arriesgada carrerita por el Louvre, Lelouch se recorre la ciudad de Paris jugándose la vida, y la de los demás. Hay directores que no viven sólo de cine.

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10- ROBERT ET ROBERT (Robert y Robert) (1978)

A este paso el post: "¿Porqué los directores europeos son tan sosos?", va a quedar completamente desvirtuado, por su flanco más débil, Francia. Como ya he repetido hasta la extenuación, la grandeza de un director se mide por tres factores: Que sus películas remitan a otras suyas, el autoplagio, por la capacidad de reírse de si mismo, y de sus películas, y por el número, y calidad, de directores a los que ha influido, el plagio a secas, intertextualización para los finos. ”Robert et Robert” remite a “La bonne année”, otra comedia emboscada, contenida, igual de efectiva. A destacar sobre todo la actuación de Jacques Villeret, un actor que no me caía demasiado simpático, y que en esta película le da cien mil vueltas a humoristas como Andy Kaufman, o Chiquito de la Calzada. La capacidad de autocrítica la demuestra de nuevo Lelouch riéndose de su película más conocida, "Un hombre y una mujer". Por el lado de los influenciados, el abanico se abre, ya no tenemos sólo a Kitano, hay que añadir a los hnos. Kaurismaki, a Jarmusch, y a Arthur Hiller, en concreto “Un tipo solitario”. Directores que ocupan un lugar de honor, al menos en mis pupilas, en el campo de la comedia triste, el género más difícil, aunque ahora que lo pienso, todas las comedias acaban siendo tristes, como diría Eulalia Galvarriato en “Cinco sombras”: "riendo aún entrecortadamente, ya con ese asomo de tristeza del mucho haber reído".

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“Siempre seré un estudiante de cine, un estudiante que tiene la suerte de vivir de sus estudios y que no termina nunca de aprender.” “Siempre he hecho un cine irracional y es, creo, lo que la gente ama en mis películas.”

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