Clipperton, Alegato Insular TEXTO
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Clipperton Alegato insular de Alejandro Ainslie
Esta obra está inspirada en los hechos ocurridos entre 1858 y 1931, referentes a la soberanía mexicana,
y posterior pérdida de la Isla Clipperton, situada en el Pacífico Sur, a 10° 19’N – 110° 47’O. (Hoy territorio
Francés).
También está inspirada en el Expediente sobre el caso de Clipperton, que obra en poder del Archivo
Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Y en “México y el arbitraje internacional”, de Antonio García Cubas.
“Clipperton, Isla Mexicana”, de Miguel González Avelar.
“La Isla de la Pasión”, de Laura Restrepo.
“Isla de Bobos”, de Alicia García Bergua.
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PERSONAJES
Victor Le Koat de Kerwéguen, militar Francés, a bordo del mercante L ‘Amiral
El capitán del L ‘Amiral, que es un barco de la marina civil.
José Ives Limantour, Ministro de Hacienda de Porfirio Díaz
General Porfirio Díaz. Presidente de México.
Capitán Ramón Arnaud, luego, teniente y gobernador de la isla.
Almirante Genesta, de la Secretaría de Guerra y Marina.
Alicia Rovira, esposa de Ramón Arnaud.
Monsieur Chivot,, representante del gobierno francés.
Coronel Abelardo Ávalos, militar, padrino de Ramón.
Antonio García Cubas, Jefe de la Mesa de Límites, en el gobierno de Díaz.
Capitán Secundino Cardona, segundo al mando de la guarnición en la isla.
Capitán Diógenes Mayorga, del cañonero “Demócrata”
Francisco León de la Barra, Secretario de Relaciones Exteriores, en el
gabinete de Victoriano Huerta.
General Manuel Mondragón, Titular de la Secretaría de Guerra y Marina,
durante el gobierno de Victoriano Huerta.
Capitán Williams, del USS Cleveland.
Capitán H. P.Perril, del USS Yorktown.
Victor Manuel III de Italia, árbitro en la querella internacional.
Algunos soldados y soldaderas, de la guarnición en la isla.
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PROLOGO
1858
(Sobre la cubierta del mercante L’Amiral, que se mueve con fuerza sobre el
oleaje frente a las playas de la isla. El teniente Víctor Le Coat de Kerwéguen,
habla con el capitán del barco. El fuerte viento hace difícil escucharlos)
Le COAT: Tu es en train de me dire qu’il est impossible de débarquer sur l’île?
CAPITÁN: Nous ne pourrions meme pas nous approcher. La marée est forte et
dangereuse. Les barques ne résisteraient pas aux vagues !
Le COAT: Essayons du coté sud !
CAPITÁN: Impossible par le sud. Vous ne voyez pas ces brisants ? Nous ne
pouvons pas risquer la vie de nos hommes. C’est très dangereux!
Le COAT: Mais il nous faut débarquer d’une manière ou d’une autre. Je suis
certain que les dépôts de phosphate de cette île sontr les plus riches de toute la
zone. De plus, on m’a confié cette misión.
CAPITÁN: Mais il n’y a aucun moyen de mettre pied à terre…
Le COAT: Capitaine, faite votre possible ! Il est vraiment très important que
nous puissions débarquer. Je veux cette île pour notre pays !
CAPITÁN: Faite comme si vous ne l’aviez pas vu. Cette île est insignifiante.
Cela n’a pas la moindre importance que nous débarquions ou pas. Protegeons
nos vies et continuons notre chemin. Nous en trouverons certainement d’autre,
sur les 32 autres où il est plus facile de débarquer. Lieutenant, je ne peux pas
dire à mes hommes qu’ils aillent se tuer pour répondre à votre caprice!
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Le COAT: Alors je lèverai un acte depuis le pont du bateau. Allez me chercher
du papier et quelque chose pour écrire. C’est mon devoir et je le ferai.
(El capitán sale. Victor Le Coat de Kerwéguen se queda un momento,
bamboleándose en la cubierta del barco. Entra nuevamente el capitán, con
papel y pluma)
CAPITÁN: Prêt. Et maintenant que voulez vous?
Le COAT: Ëcrivez s’il vous plait. Au dixseptième jour du mois de novembre de
1858, moi, le lieutenant Victor Le Coat de Kerwéguen, ayant le pouvoir conféré
par sa Majesté Napoléon III, réclame au nom de l’Empire Français, cette île,
située a 10 degré au nord et cent neuf degrés, avec treize minute à l’Ouest, du
méridien de Greenwich. Cet acte de possession s’établit depuis le ponton du
navire marchand français L’Amiral. Avec la grâce de sa Majesté L’Empereur
Napoléon III.
CAPITÁN: C’est tout ?
Le COAT: C’est tout. Il faut juste la signer. Vous la signerez aussi Capitaine. En
tant que témoin.
CAPITÁN: Très bien, et ensuite, nous abandonnerons pour toujours cette île,
Lieutenant.
Le COAT: Nous l’abandonnerons, capitaine. Il en sera ainsi.
(Los hombres firman el documento. El sonido del viento crece)
Le Coat: ¿Quiere decirme que es imposible desembarcar en la isla?
CAPITÁN: Ni siquiera podemos acercarnos. El oleaje es fuerte y peligroso. Las lanchas no podrán aguantar esas olas. Le Coat: Intentemos por el lado del sur. CAPITÁN: Imposible por el sur. ¿No vio usted mismo esas rompientes? ¡No podemos arriesgar la vida de nuestros
hombres. Es muy peligroso. Le Coat: Pero necesitamos desembarcar de alguna manera. Estoy seguro de que los depósitos de fosfatos de esa isla son los más ricos de toda la zona. Además, es una misión que se me ha encomendado.
CAPITÁN: Pero no existe ningún modo de poner un pie en tierra.
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Le Coat: Capitán, haga lo posible. Es muy importante que podamos desembarcar. Quiero reclamar esta isla para
nuestro país. CAPITÁN: Haga como si no la hubiéramos visto. Esta isla es insignificante. No tiene la menor importancia si desembarcamos o no. Cuidemos la vida y continuemos nuestro camino. Seguro encontraremos muchas otras, en las
que sea más fácil desembarcar. Teniente, no puedo decirle a mis hombres que salgan a morir sólo para cumplir su capricho. Le Coat: Entonces levantaré un acta desde la cubierta del barco. Vaya usted por papel y algo para escribir. Es mi
deber hacerlo. Y lo haré. (El capitán sale. Victor Le Coat de Kerwéguen se queda un momento, bamboleándose en la cubierta del barco. Entra nuevamente el capitán, con papel y pluma)
CAPITÁN: Listo. ¿Ahora qué quiere? Le Coat: Escriba, por favor. “A los diecisiete días del mes de noviembre de 1858, yo, el Teniente Víctor Le Coat de Kerwéguen, con el poder conferido por su Majestad, Napoleón III, reclamo en posesión del Imperio Francés, a esta isla, situada a diez grados norte y ciento nueve grados, con trece minutos Oeste, del meridiano de Greenwich. Se levanta
esta acta de posesión desde la cubierta del buque mercante francés L’Amiral. Con la gracia de Su Majestad el Emperador Napoleón III. CAPITÁN:¿Eso es todo?
Le Coat: Eso es todo. Sólo falta firmarla. Usted firmará también, capitán. Como testigo. CAPITÁN: Está bien, y terminando, abandonaremos para siempre esta isla, teniente. Le Coat: La abandonaremos, capitán. Así se hará.
(Los hombres firman el documento. El sonido del viento crece)
UNO TREINTAINUEVE AÑOS DESPUÉS
1897
DÍAZ: Adelante…
LIMANTOUR: Mi General…
DÍAZ: Mi buen amigo… pase…
LIMANTOUR: Es sobre estas notas…
DÍAZ: ¿De?
LIMANTOUR: Nueva York…del Herald
DÍAZ: ¿Y qué dice? …
LIMANTOUR: Se informa que atracó en Nueva York el vapor Navarra, que
venía de San Diego, procedente de la isla de Clipperton y que, según dicen
algunas personas que iban a bordo, se cree que pronto será izada en la isla la
bandera inglesa…
DÍAZ: ¿Clipperton?
LIMANTOUR: Y termina la nota diciendo: ”…no obstante que se supone que
pertenece a México…”
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DÍAZ: Por supuesto… Nos pertenece. ¿Dónde está esa isla? ¿Qué están
haciendo los ingleses en Clipperton?
LIMANTOUR: Querrán explotar el guano. Es lo único que me imagino.
DÍAZ: No me gusta. Ese canal de Panamá atrae demasiada atención en el
Pacífico. No quiero complicaciones diplomáticas con los ingleses. Está muy
fresco el episodio de Belice… ¡Y ahora quieren más…! ¿Tenemos negocios en
Clipperton?
LIMANTOUR: No. Ningún negocio. Tal vez los ingleses están asegurando
posiciones…
DÍAZ: Es necesario asegurar nuestra soberanía sobre esa isla. ¿Qué pruebas
tenemos?
LIMANTOUR: Tenemos el mapa que mandó hacer Guadalupe Victoria. En el
se asienta todo el paquete territorial que México heredó de la Nueva España.
DÍAZ: Es una prueba sólida. ¿Qué más?
LIMANTOUR: Hay algunas cartas de navegación y otras relaciones
españolas. El licenciado García Cubas está recopilando todas las pruebas
fehacientes de nuestra pertenencia de la Clipperton.
DÍAZ: Bien. De cualquier manera será necesario aclarar esta situación antes
de que se suscite otro conflicto internacional.
LIMANTOUR: Absolutamente.
DÍAZ: Haga venir al Secretario de Guerra. Daré instrucciones para que uno de
nuestros buques zarpe en dirección de la isla para hacer un reconocimiento y
procurar toda la información disponible.
LIMANTOUR: De acuerdo.
DIAZ: ¿Ya llegaron los representantes comerciales franceses?
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LIMANTOUR: Esperan la reunión desde hace media hora…
DIAZ: Dígales que pasen, podremos ahora hablar de temas más provechosos,
hablemos de negocios, señor Limantour
DOS HURACÁN
1914
El viento lo es todo. Silba aterrador mientras empuja el mar hacia la precaria
tierra que es esta isla. Un hombre trata de avanzar, penosamente,
arrastrándose casi por el suelo. Está herido. Su cabeza sangra. Se agarra de lo
que puede. El viento lo hace caer. Levanta con dificultad la cabeza y grita
cosas que no se escuchan, porque el viento abarca todo el espacio, y su
bramido es colosal. Se levanta. Está buscando algo o alguien qué salvar. Los
restos de las cosas pasan, volando junto al hombre, que vuelve a caer.
Aferrándose de la arena continúa su intento.
De pronto, su mirada cambia. El miedo de su rostro se transforma en una
mueca de odio. Se arrodilla para poder quitarse el cinturón. Se levanta y
blandiéndolo como un arma, comienza a descargar cinturonazos a izquierda y
derecha, mientras grita, frenético al viento.
RAMÓN: ¡Maldito seas, cabrón! ¿Qué es lo que tienes contra mí? ¿Eh? ¿Qué
es lo que quieres, que acabe contigo a correazos? ¡Te doy cinco minutos, hijo
de la chingada, te doy cinco minutos para que te largues de aquí!
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El viento arrasa todo. Ramón sigue maldiciendo al huracán. Sobre los alaridos
de Ramón, el caos crece, luego se hace el oscuro.
TRES EXPEDICIÓN DE RECONOCIMIENTO
1898
GENESTA: Señor Presidente…
DÍAZ: Dígame, Almirante… ¿Cuál fue el resultado de la misión?
GENESTA: Llegamos a la Isla de la Pasión en el cañonero Demócrata el día
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DÍAZ: ¿Y cuál es su impresión?
GENESTA: Es un lugar difícil de creer, señor presidente.
DÍAZ: No hable de ese modo. La isla está allí ¿no es cierto? ¿Qué tan grande
es?
GENESTA: Tendrá tres kilómetros de diámetro.
DÍAZ: Una pequeña isla… ¿y los gringos?
GENESTA: Los divisamos desde el cañonero, sólo eran tres hombres.
DÍAZ: ¿Qué más?
GENESTA: Anclamos junto a los arrecifes. Sólo es posible desembarcar en la
isla con lanchas de fondo plano. Son aguas traicioneras, con resacas muy
poderosas y muchos tiburones. Enviamos una embarcación con la misión que
nos encomendó, de izar la bandera mexicana en la isla. Desgraciadamente
zozobró en las rompientes. Los marineros y el capitán que la tripulaban
regresaron a nado al cañonero. Uno de ellos pereció comido por los tiburones.
DÍAZ: Vaya…
GENESTA: Los otros dos, por poco se ahogan, pero llegaron a tierra…
DÍAZ: Cumplieron el objetivo…
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GENESTA: No precisamente ése día. La bandera que llevaban nuestros
hombres se perdió cuando la lancha volcó. Era imposible toda comunicación
con ellos. Los gringos resultaron ser dos alemanes y un inglés. Dijeron ser
trabajadores de la Oceanic Phospate Company. Se les informo que tenían que
abandonar inmediatamente la isla. El que parecía ser el jefe de los otros, pidió
quedarse mientras enviaban por él en un barco de la compañía. Los otros dos
se regresaron gustosos en el cañonero. Los dejamos en Acapulco.
DÍAZ: Y bueno… Izaron la bandera, ingeniero…
GENESTA: Sí, señor presidente. Al día siguiente, 14 de noviembre, se
despachó un segundo bote, a fin de hacer llegar a tierra una bandera nacional,
que se metió dentro de un tubo de hojalata.
DÍAZ: Buena idea. Me imagino que esa fue la solución definitiva…
GENESTA: No fue fácil, señor presidente. Nuestra bandera no hubiera llegado
a tierra ni se hubiera izado ese día, si no es por valor temerario del aprendiz de
fogonero Julián Santos, que iba como boga en el bote, y que voluntariamente
se echó al agua, llevándose en el cuello el tubo, atravesó las rompientes, y
perseguido por algunos tiburones que lo atacaban, se defendió con el mismo
tubo sin perder la serenidad, y llegó a tierra sano, pero casi desfallecido del
cansancio y por la espantosa lucha que tuvo que sostener. En el acto se izó
nuestro pabellón, con los honores de ordenanza.
DÍAZ: (Para sí) Habrá que ver de qué nos sirve todo esto. (A Genesta) En su
opinión, ¿Qué utilidad inmediata podemos darle a esa isla?
GENESTA: No lo sé, general. Muy lejana para cárcel. Muy pequeña para
cualquier otra cosa. No hay agua dulce… Con todo respeto, señor presidente,
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creo que cualquier esfuerzo por aprovechar ese pedazo de tierra en medio de
la nada, sería inútil.
DÍAZ: Yo sabré sacar provecho. Gracias, puede retirarse. Espere instrucciones
para llevar al “Demócrata” otra vez a Guaymas…
GENESTA: (Cautela) ¿A Guaymas, señor?
DÍAZ: Sí. Todavía.
GENESTA: Señor presidente… Con todo respeto, yo…
DÍAZ: (Inmediato) Usted ¿qué?
GENESTA: Tengo que manifestar mi… (No sabe como decirlo)… se trata de
una confusión.
DÍAZ: Dígame cual es su “confusión”, señor Almirante. Hay cosas que
reclaman mi atención. Y no me gustan las confusiones. ¿De qué se trata?
GENESTA: Es sobre este asunto de los Yaquis.
(Rápido mohín de desagrado de Díaz)
GENESTA: Verá usted, señor presidente. Yo estoy de acuerdo en que hay que
terminar de raíz con esta rebeldía. Pero créame que me es difícil aceptar que
sea yo quien da la orden de soltar a esos pobres hombres y mujeres en el mar,
para que se ahoguen o se los coman los tiburones.
DÍAZ: ¡No se trata de unos pobres hombres inocentes, Almirante! ¡Usted sabe
bien que se trata de un foco de rebeldía que hay que apagar cuanto antes! ¡A
mí tampoco me gusta! Pero,¿qué soldado se toca el pecho ante el enemigo?
¿A qué soldado comprometido con su patria, le tiembla la mano a la hora de
jalar el gatillo? ¿Quiere que le diga a quien le tiembla la mano? ¡Al soldado
muerto! ¡A ése! ¡Al pusilánime que se detuvo a pensar y a sentir…!
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GENESTA: Pero hay niños también… A mí me asalta la conciencia. Soy
católico.
DÍAZ: ¡Pues no lo sea tanto! ¡Esta es una guerra! Usted obedezca las órdenes
que se le dan. No vuelva a cuestionar las decisiones que se tomen. Ahora
vuelva a Acapulco y espere instrucciones.
GENESTA: Como usted diga.
(GENESTA sale. Díaz se queda solo. Se sirve un trago de cognac. Bebe,
pensativo.)
CUATRO ERA EL PARAÍSO
1910
Ramón se mira en el espejo. El pelo crespo molesta al hombre, quien hace
gestos. Alicia sonríe.
ALICIA: Mi salvaje…
RAMÓN: ¿Te gusta?
ALICIA: Sí.
RAMÓN: A mí no. Pero me gusta que te guste.
ALICIA: ¿A dónde vamos?
RAMÓN: ¿A dónde quieres ir?
ALICIA: Llévame al faro…
RAMÓN: Al faro, entonces. De paso le doy una vuelta a Victoriano. ¿Qué
haces?
ALICIA: Me gusta tu olor.
RAMÓN: ¿Sin magnesia? ¡Apesto!
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ALICIA: ¿Yo apesto?
RAMÓN: Tú hueles bien. Hueles a mi hembra…
ALICIA: Somos distintos ahora. Tú estás más moreno… más peludo. Me
gustas más ahora que se te acabó la gomina.
RAMÓN: Sí, pero ¿Y todo lo demás?
ALICIA: Ya llegará…
RAMÓN: Se está acabando la fruta…
ALICIA: ¡Ramón! ¡Ya no estés dándole vueltas al asunto! ¿Te lo prometieron,
no? Te dijeron que llegaría… Ya otras veces se ha tardado y nadie se ha
muerto. Seis meses no. Nunca ha venido a los seis meses. Ya vendrá.
RAMÓN: Que sí, que sí… Eso ya lo sé…
ALICIA: ¿Entonces a qué le temes?
RAMÓN: No sé. Luego en las noches me despierto. Escucho el mar en la
oscuridad y me da miedo.
ALICIA: ¿Sueñas?
RAMÓN: A veces. Con una mantarraya enorme. Negra, con destellos azules,
que me persigue.
ALICIA: No hagas caso.
RAMÓN: Pero hay muchas cosas que no tenemos… Ya ni me acuerdo de lo
que se siente rasurarse con una navaja bien afilada.
ALICIA: A mí me gusta más ése mostacho que te crece, que tu bigotito
rasurado. Ya se me perdieron todos los pasadores, pero no me quejo. A mi
pelo también le gusta esta isla…
RAMÓN: Alicia, eres inocente y no ves las cosas…
ALICIA: ¿Qué cosas?
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RAMÓN: Que el barco no viene, que las cosas se acaban.
ALICIA: Ya llegará ese barco y mientras tanto no te preocupes. Aquí tenemos
lo que necesitamos para vivir. Y tenemos más.
RAMÓN: ¿Mas?
ALICIA: Otras cosas. Tiempo, espacio para nosotros. En Orizaba todo lo
teníamos que esconder; éramos otros, los sentimientos no se decían,
teníamos pena y miedo uno del otro. Míranos aquí. Nos amamos al amanecer
viendo el mar desde la hamaca. Somos libres. Te amo.
RAMÓN: Yo también te amo, mujer.
ALICIA: Llévame al faro.
RAMÓN: Vamos pues… ¿Qué haces?
ALICIA: Saco la canasta. De regreso recogemos huevos.
RAMÓN: Huevos hay muchos… Quedan pocas naranjas…
ALICIA: ¡Ramón!
RAMÓN: Fruta… Si al menos tuviéramos un poco más de fruta… Si ése
maldito barco llegara de una vez, y nos dejara tan siquiera un poco de tierra
buena, para sembrar nosotros…
ALICIA: Vamos, ahí viene el sol…
(Sale. Ramón va tras ella)
CINCO COMIENZA LA DISPUTA
1897
CHIVOT: Entonces, si todo va bien, para mediados del año próximo estaremos
abriendo cuatro nuevas empresas en su país. El contrato para la minera de
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Sonora está prácticamente firmado. Los almacenes en Ciudad de México,
están listos para comenzar operaciones. En fin, los tiempos siguen siendo de
prosperidad para México y La Francia.
LIMANTOUR: No hay razón para que eso no suceda. México no dejará de
hacer los honores al Tratado de Amistad, que hemos firmado. Nuestro trato
hacia el tercer imperio seguirá siendo de “nación favorecida”.
CHIVOT: Así es como La Francia reconoce también a la República Mexicana…
Por mi parte, señor ministro, sólo quedaría un tema para exponer.
LIMANTOUR: Dígame usted…
CHIVOT: Se trata de la Isla de Clipperton.
LIMANTOUR: Ah, sí… un islote en medio del pacífico. Apenas el año pasado
parecía que tendríamos que llevar a cabo una batalla diplomática con el
imperio británico, para confirmar su pertenencia al territorio mexicano. Pero
afortunadamente no fue así.
CHIVOT: El caso, señor ministro es que mi país reclama derechos sobre esa
isla.
LIMANTOUR: ¡Cómo!
CHIVOT: Se me ha encomendado presentar una nota diplomática ante la
cancillería. Mi país está interesado en aclarar su posesión de la isla.
LIMANTOUR: En el fondo me parece que se trata de un asunto mucho más
complicado. Clipperton es una isla mexicana… ¿Bajo qué argumentos podría
su gobierno aclarar su posesión de la isla?
CHIVOT: En la nota diplomática, explicaré detalladamente de qué se trata.
LIMANTOUR: ¿Pero podría usted adelantarme algo?
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CHIVOT: Mi gobierno tiene en su poder un acta de posesión de la Isla, fechado
en 1857.
LIMANTOUR: ¿Es eso posible? ¿Y quién avala la posesión francesa de esta
isla mexicana?
CHIVOT: Como le decía. En la nota diplomática que se ha preparado, están
todos los pormenores.
LIMANTOUR: Espero que esto no signifique un resurgimiento de las
diferencias entre nuestras naciones. Han sido años muy duros y
afortunadamente, los hemos dejado atrás. Confío en la prudencia del
Emperador…
CHIVOT: Yo confío en la del Señor presidente Díaz…. Créame también deseo
lo mismo. Con su permiso, Monsieur Limantour…
LIMANTOUR: Estaremos en comunicación, supongo…
CHIVOT: Estaremos, seguramente…
SEIS HOMBRE SENTADO EN LA PLAYA
1915
RAMÓN: Y si nos hubiéramos ido en el barco gringo… ¿hubiera sido mejor?
Cuando era niño, mi mamá me pelaba los gajos de toronja… TORONJA… …
me los dejaba sin piel… los puros globitos esos, llenos de jugo… yo me comía
varios, los apuraba porque mi mamá seguía pelando los gajos y éramos varios
hermanos…
El mar
El mar tan grande tan grande
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¿Cómo no puede uno así nomás echarse a nadar, llevándose a su gente en la
espalda, como un lanchón, y llegar a tierra… tomar agua limpia… frutas…
muchas toronjas…y saludar a la gente…
Casi todos los hombres murieron. Ahora yo estoy enfermo también. Voy a
morir en esta isla. Me voy a presentar en el cuartel del ejército y pedir que me
trasladen a México, a dar parte de mi misión… ¿a quién le voy a dar parte? ¿a
qué gobierno? ¿Quién será ahora?... ¿Todavía será ese?... ¿Seguirá siendo el
mismo cabrón?... ¡carajo! ¡En México está pasando todo! ¡Todo! Y yo estoy
sentado aquí, viendo morir a mi gente y sin poder hacer nada, más que
sentarme aquí a ver el mar, esperando un barco que…
¡Maldita sea! ¡Tiene que llegar ése barco! ¡Tiene que venir ya ése pinche barco
a traernos fruta! Si no viene ¿qué voy a hacer? Seguir aquí, tratando de
escapar a la enfermedad. ¡El gobernador de la Isla de Clipperton! Mi reino es
un triste cacho de roca, cubierto de caca, en medio de este pinche mar tan
grande… Puedo aguantar. Puedo con esto y más. Con lo único que no puedo
es con eso de no saber qué es lo que está pasando. Yo soy un soldado…
debería de estar allá, partiéndome el alma con el enemigo… ¿quién es el
enemigo? …
¡Chingada madre! ¡Quiero una toronja! ¡Cómo se me antoja una maldita
toronja! ¿No puedes hacer eso, Dios? ¿Eso tampoco? ¿Traerme una toronja?
¿Una para mis niños?, ¿Para Alicia? ¡Púdrete! ¡Púdrete, maldición! ¡Sácame
de aquí! ¿Qué no ves a mis hijos? ¡Chingada madre! ¡Chingada madre!
¿Dónde están los franceses? ¡Si no puedes darme una miserable toronja, al
menos tráeme ya a esos malditos franceses! ¡Quiero que se me pare enfrente
un francés con deseos de quedarse en esta isla! ¡Y ya verías! ¡Ya verían todos
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de lo que soy capaz! ¡Verían lo que es un soldado defendiendo su patria! ¡Al
menos concédeme eso! ¡Un barco lleno de franceses para que yo sienta que
mi vida no está perdida y tirada a la basura… para que mis hijos vivan y
crezcan… para que yo sepa que valió la pena tanta joda! ¡Chingada madre!
¡Chingada madre!
SIETE ARGUMENTOS
1901
En la cancillería mexicana. Porfirio Díaz, Limantour, y Chivot, el
representante del gobierno francés.
LIMANTOUR: Pero usted comprenderá, Monsieur Chivot, que nuestro país no
puede aceptar este documento como una prueba de la pertenencia a Francia
de nuestra isla. Se trata de un acta con más de cuarenta años de antigüedad,
levantada desde la cubierta de un barco. El capitán del L’ Amiral ni siquiera se
tomó la molestia de desembarcar en la isla…
MINISTRO FRANCES: En el acta se especifica que no había manera de
desembarcar, las rompientes al parecer eran muy peligrosas.
DIAZ: Para reclamar un territorio es necesario tomar posesión efectiva del
mismo.
LIMANTOUR: ¿Y México tendría que conformarse con esto? ¿Con un acta
levantada cobardemente desde la cubierta de un barco, y la posterior
notificación al representante francés en Hawai?
MINISTRO FRANCES: Son pruebas perfectamente válidas, según el derecho
internacional…
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DIAZ: Vamos, Monsieur Chivot… sus argumentos me parecen francamente
risibles… Esa isla es nuestra desde el principio de la historia… Sus cuarenta
años no son nada. Junto a toda la historia de la Nueva España. Este territorio
fue heredado por los españoles, forma parte de nuestro territorio desde que
somos un país libre y aún desde mucho antes…
LIMANTOUR: ¿Han realizado alguna acción concreta para ejercer su
soberanía en esta isla?
MINISTRO FRANCES: En todo caso mi nación estaría dispuesta a escuchar la
argumentación mexicana al respecto del caso…
DIAZ: México tiene la posesión efectiva de la isla. Tenemos en nuestro poder
mapas y otros documentos, pero sobre todo lo que tenemos es la historia, que
hace efectiva nuestra soberanía sobre ese territorio…
LIMANTOUR: De ninguna manera podemos aceptar las pretensiones de su
gobierno. Con todo respeto, Napoleón III está empecinado en continuar con su
política expansionista y, tal parece que en el caso de esta isla, se trata más de
una venganza por los hechos pasados entre nuestras naciones, que una
reclamación válida.
MINISTRO FRANCES: Disculpe, Monsieur Lmantour, pero aquí no se trata de
ninguna venganza. Esta isla pertenece a La Francia. Y su majestad Napoleón
III, no cederá en su reclamo. La isla nos pertenece a nosotros.
DÍAZ: Bueno, Monsieur Chivot. Estamos preparando una argumentación para
hacer frente a las pretensiones de su gobierno sobre la Clipperton. El
licenciado Antonio García Cubas, quien es jefe de nuestra Mesa de Límites,
está elaborando un informe detallado que le haremos llegar en fechas
próximas. Mientras tanto, me parece importante que éste asunto no se
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convierta en un desencuentro entre nuestras naciones. Ya que hemos logrado
sobreponernos a nuestro pasado común, y establecido tantos y tan
provechosos acuerdos comerciales, nuestro deber político es continuar en ése
camino, para garantizar que seamos siendo naciones amigas ¿no lo cree
usted, Monsieur Chivot?
MINISTRO FRANCES: Estoy de acuerdo, señor Presidente. Sólo quiero
agregar que las pruebas que presentamos son consistentes. Espero que
México comprenda que luchar por esa isla, es una batalla perdida.
LIMANTOUR: Ya lo veremos, Monsieur Chivot. Ya lo veremos.
OCHO DE CAPITÁN A TENIENTE
1906
ÁVALOS: Buena la horchata, Ramón. Muy buena y refrescante… Hay que ver
cómo alegra el día un vaso de una buena bebida fresca…
RAMÓN: Siempre he preferido el agua natural. Beber agua es uno de mis
placeres…
ÁVALOS: Pero si no sabe a nada… (Pausa. Transición) Está bien que te
gusten los placeres simples… Justo de eso es de lo que te dije que quería
hablarte…
RAMÓN: Ya me estaba yo preguntando si vino desde México para que
platicáramos de la horchata que hace mi mamá, padrino… Ya écheme el tiro…
ÁVALOS: ¿Te acuerdas de la Clipperton, verdad? Me acompañaste hace un
año…
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RAMÓN: Me acuerdo, cómo no. Un atolón, rodeado de rompientes, donde hizo
una inspección de rutina… Hacía un maldito calor… Me acuerdo bien… de la
isla… de los cangrejos rojos que había por todas partes, de los pájaros bobos
que eran como una plaga también, y de las caras de muerto que tenían los que
estaban ahí…
ÁVALOS: Sabes que se trata de un territorio que está en disputa con el imperio
Francés. El gobierno mexicano ha hecho efectiva su posesión de la isla, pero
ante esta disputa internacional, México necesita cambiar su estrategia.
RAMÓN: ¿Y eso que tiene que ver conmigo, padrino?
ÁVALOS: (Después de un silencio) Te vas para Clipperton, Ramón. Te vas al
mando de una guarnición. Estás comisionado para ser el representante de
nuestro país en la isla… parece que el personaje más adecuado para
representarnos ahí, eres tú. Un joven oficial, tal vez el único soldado que
domina el francés…
RAMÓN: No me haga esto, padrino. Me están enviando al quinto infierno…
Después de tanto trabajo y sufrimiento, después de la deserción y de la cárcel.
Ahora que con tanto trabajo he recuperado mi grado de capitán. ¿Por qué me
castigan de esa manera?
ÁVALOS: ¿Quién habló de un castigo? ¡Se trata de una promoción! ¡Es una
oportunidad de demostrar de qué estás hecho!
RAMÓN: ¿Pero no lo he demostrado suficiente ya? ¿No fui ya al infierno en
Yucatán con esos fanáticos? ¿Qué más tengo qué demostrar? ¿Qué puedo
demostrar en esa isla, lejos de mi país y de todo lo que pasa?
ÁVALOS: Esa isla es tu país, Ramón. Llegó el momento de portarse como un
hombre. México te necesita.
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RAMÓN: Puedo hacer mucho por México estando aquí… ya lo he
demostrado… Además, yo no estoy hecho para vivir en una isla…
ÁVALOS: Piensa que si no lo aceptas, el ejército lo considerará casi como una
segunda deserción.
RAMÓN: Y si acepto será como darme de baja… del ejército y de mi vida…
ÁVALOS: Hay cosas que están primero, Ramón… Es hora de pensar en
grande. Se te está pidiendo que defiendas el suelo patrio. Tu deber es defender
ése pedazo de territorio mexicano en contra de Francia, que pretende
adueñarse de él. Es hora de acabar con la injusticia histórica que nos ha hecho
perder tanto. Recuerda que como mexicano y como soldado, has jurado servir
a la bandera mexicana. Ahora es cuando hay que hacer valer las palabras de
nuestro himno nacional… mexicanos al grito de guerra…
RAMÓN: Pero coronel… tal vez en el pasado me hubiera hecho feliz esta
noticia, pero en este momento tengo otros planes… me quiero casar padrino,
ya pedí a Alicia. Tenemos fecha y todo está arreglado para dentro de dos
meses. No puedo faltar a ése compromiso.
ÁVALOS: Pues si no entiendes por las malas, a ver si por las buenas. Estas
noticias te van a alegrar el día.
RAMÓN: ¿A ver?
ÁVALOS: Mañana mismo te ascienden a teniente. El General Díaz te va a
recibir en el castillo de Chapultepec para darte tu nombramiento como
Gobernador en la Clipperton y para encargarte especialmente el éxito en tu
misión.
RAMÓN: ¡Padrino!
ÁVALOS: ¿Qué? ¿No te convence?
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RAMÓN: Es que no me lo esperaba ¿Mi general Don Porfirio Díaz me recibe
en Chapultepec?
ÁVALOS: Y teniente, y Gobernador de la Isla… ¿Ves? ¿Qué te preocupa
ahora? Las cosas grandes están por venir. La semana que entra zarpo para
Japón. Tú me vas a acompañar, para que te vayas haciendo a la idea de tu
vida en el mar… Te casas, Ramón, y te llevas a tu Alicia para la Isla… Te toca
el honor de defender personalmente el suelo mexicano… ¿No te llena de
orgullo?
RAMÓN: Pues sí… me llena de…
ÁVALOS: ¡Felicidades, hijo! (Abrazándolo efusivamente) ¡Ya la hiciste! ¡Lo
mejor está por venir!
(Ramón no deja de pensar. Se deja felicitar. Poco a poco surge en su rostro
una expresión de entusiasmo y perplejidad creciente. El coronel Ávalos no deja
de estrecharle la mano y palmearle la espalda)
ÁVALOS: ¡Ya la hiciste, hombre! ¡Ya la hiciste!
NUEVE ESTRATEGIA
1905
LIMANTOUR: El Coronel Abelardo Ávalos está aquí…
DIAZ: Que pase inmediatamente. Que venga también el licenciado García
Cubas.
LIMANTOUR: De acuerdo
(Entra el Coronel Bernardo Ávalos)
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ÁVALOS: Señor presidente…
DIAZ: Coronel Ávalos, buenos días. Supongo que ya está usted más que
enterado delo que está pasando con la isla de Clipperton…
ÁVALOS: General, estoy enterado…
DIAZ: Estos cabrones franceses van a querer quedarse con la isla a como dé
lugar. Y eso no va a pasar. Hay que asegurar nuestra soberanía en Clipperton.
Es necesario que nombre cuanto antes a un prefecto político y delegado para
organizar el gobierno y administración de la isla. He pensado que usted puede
llevar a cabo esta delicada misión.
ÁVALOS: Señor presidente, será un honor para mí.
Entra García Cubas
DIAZ: Licenciado. En este momento estoy nombrando al Coronel Ávalos,
prefecto y delegado nuestro en la isla de Clipperton. Será necesario que le de
usted todos los detalles del caso que obren en su poder, y la información
necesaria para que pueda llevar a cabo esta tarea.
GARCÍA CUBAS: Entendido, señor presidente.
DIAZ: ¿Tiene algún comentario, licenciado?
GARCÍA CUBAS: Mi General, en mi opinión será prudente establecer contacto
con la compañía gringa que está explotando el guano. Tenemos que prohibir
que continúen en actividad hasta no oficializar un compromiso, Que conste en
actas y documentos que nosotros les estamos permitiendo la explotación
momentánea de los recursos de la isla…
LIMANTOUR: Y desde luego, tenemos que recibir un porcentaje de sus
operaciones comerciales…
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DIAZ: Una parte simbólica nada más, conviene mantener su rango de
utilidades, para que a los gringos les siga conviniendo sacar el guano. La cosa
es que no deje de haber actividad en Clipperton y que toda esa actividad esté
regulada por nosotros.
GARCÍA CUBAS: Mientras tanto, seguiré preparando el caso. El informe que
me pidió está listo, señor presidente. Toda la información sobre la isla
disponible hasta el momento, está asentada en el documento que envié a la
Secretaría de Guerra y Marina. En él, explico en detalle cuales fueron las
primeras notas escritas sobre esta isla. Su ubicación geográfica, y los varios
nombres que hasta ahora se han dado al mismo territorio; Médanos, Isla de la
Pasión, Clipperton. Además, se anexan los dos mapas en los que se encuentra
este territorio como parte de nuestro territorio; el ya conocido mapa de
Guadalupe Victoria, y otro mapa de autoría inglesa. Me parece que legalmente
no tenemos de qué preocuparnos con respecto a nuestra posesión de la
Clipperton.
DIAZ: Muy bien, licenciado. Manténgame informado. En cuanto me llegue el
documento que preparó, lo leeré con atención y volveremos a encontrarnos
usted y yo.
GARCIA CUBAS: Como usted disponga, señor presidente.
DIAZ: ¿Algo más, caballeros?
RODRÍGUEZ: No señor.
GARCIA CUBAS: Nada por el momento.
DIAZ: Entonces, les agradeceré que me dejen sólo con el señor Limantour.
Tenemos varios pendientes que revisar. Coronel Ávalos, diríjase a la Secretaría
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de Guerra, para que le den su nombramiento y la semana próxima lo llamaré
para que me explique cuál será su estrategia con respecto a la Isla…
RODRÍGUEZ: Como usted ordene, mi General…
DIAZ: Muy bien señores… adelante….
DIEZ CONSIDERACIÓN DE ANTONIO GARCIA CUBAS
ANTONIO GARCIA CUBAS: (Al público) La isla de Clipperton fue descubierta
por exploradores españoles en el siglo XVI. Ellos le dieron su primer nombre:
Médanos… después fue la Isla de la Pasión...
Hubo muchas inexactitudes con respecto a su ubicación exacta. Los datos
difieren hasta en varios grados, de documento en documento. La isla siempre
pareció perdida. Parecía una posesión fantasma. Al parecer fue Fernando de
Magallanes el primero en hacer referencia a la existencia de éste pedazo de
tierra que nos ocupaba entonces.
Fue hasta el siglo diecisiete. Cuando la Nao de China hacía ya regularmente su
travesía a las Filipinas, cuando los piratas acechaban a los impresionantes
galeones que partían del puerto de Acapulco, escoltado por dos carabelas,
llevando enormes riquezas en plata y oro, para comprar con ellas las especias
y la seda y un sinfín de productos que ofrecía el oriente.
Pero el verdadero botín estaba en el viaje de ida. Lo que ambicionaba el pirata
Clipperton era la plata y el oro de la Nueva España. Escogió la isla para
esconderse, mientras esperaba el paso del contingente. Siglos después, antes
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de la tragedia, el capitán Arnaud dedicó incontables horas y esfuerzos para
encontrar y desenterrar el tesoro de Clipperton, que creía sepultado en alguna
parte de la isla.
El 8 de enero de mil ochocientos noventa y ocho, Francia presenta una nota
ante la cancillería mexicana alegando tener derechos sobre la isla Clipperton.
Estos derechos los fundamenta, como explicará después, en la declaración de
toma de posesión que realizó cuarenta años antes, el teniente de navío Le
Coat de Kerwuéguen, por cuenta de Napoleón III, emperador de Francia.
Simultáneamente el gobierno francés se dirige al departamento de estado
norteamericano, explorando su posición sobre la Clipperton. Este responde
explicando que el gobierno de Estados Unidos no había otorgado concesión
alguna a la compañía que explotaba los yacimientos de la isla y que no
pretendía alegar ningún derecho de soberanía sobre la Clipperton. Excluido así
de la controversia Estados Unidos, como ocurriría después con Gran Bretaña,
quedaban encarados como partes solamente México y Francia.
ONCE DESEMBARCO EN LA ISLA
1908
El sol, a plomo. La luz requema la imagen. El desvaído regimiento de pie, con
uniformes harapientos y quemados por el sol. Junto a ellos, un rudimentario
mástil que sirve de hasta bandera. En él, una bandera ondea al viento. Parece
un trapo, descolorido y blanquecino, rasgado en su extremo, en el que se
alcanza a apreciar el escudo nacional. Las miradas bajas, gorras y sombreros
cubren algunas cabezas. Las pieles son negras. Cardona es el único que se
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para firme. Su uniforme tiene un poco de color. En contraste, el uniforme de
Ramón, así como la sencilla ropa de Alicia, lucen coloridos y radiantes bajo el
inclemente sol. Al fondo, el mar ruge sordo.
RAMÓN: Teniente Secundino Cardona…
CARDONA: (Se cuadra, marcial) Mi capitán. Bienvenido sea, usted, su señora
esposa y la tropa que los acompaña. Bienvenidos a la isla…
RAMÓN: Aquí estamos…
CARDONA: Permítame… (Le estrecha efusivo la mano a Ramón, luego a
Alicia) Secundino Ángel Cardona Martínez, para servirle, señor gobernador…
RAMÓN: Llámeme “capitán”, teniente. Los hombres están terminando de bajar
las provisiones y el equipaje…
ALICIA: ¿Es que no hay un lugar para cubrirse del sol?
CARDONA: Había una palapa grande, por allá ¿vio? Ahí por donde están esos
troncos caídos. Se la llevaron unos ventarrones canijos que estuvieron sobre la
isla la semana pasada. Pero ya levantaremos otra, señora.
ALICIA: No se preocupe, era solo curiosidad…
RAMÓN: Ya iremos levantando lo que sea necesario levantar. Dígame
Cardona, en qué condiciones está la isla.
CARDONA: Así como la ve, mi capitán. Yo llegué hace cosa de seis meses,
para ir preparando todo para su llegada y la de su señora esposa, va a ver,
tiene usted una casita muy linda por allá. Disculpe las caras de distraídos de
los muchachos, pero hace tanto que esperan su relevo, que no se aguantan
más y ya quieren ir a subirse al barco, lo esperan tanto durante tanto tiempo,
que cuando lo ven, les brillan los ojos.
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RAMÓN: Está bien, teniente, despídalos para que vayan a prepararse para
regresar a tierra. La guarnición que viene conmigo tomará su lugar de
inmediato.
CARDONA: ¡Atención, tropa!, ¡Tienen veinte minutos! ¡Junten a sus familias,
preparen sus cosas y aborden las lanchas! ¡Rompan filas!
(La requemada guarnición rompe filas y se aleja entre pláticas que se adivinan
entusiastas)
RAMÓN: Teniente, indique a la guarnición de reemplazo dónde y cómo
acomodar las provisiones. Después, que se presenten aquí, para izar la nueva
bandera…
CARDONA: Sí, señor… (Cardona sale)
RAMÓN: Ven… no pongas esa cara. Mujer, ya vas a ver que aquí vamos a
estar muy bien.
ALICIA: No, Ramón, esta cara no es de desagrado, es de inquietud…
RAMÓN: ¿Por qué?
ALICIA: No, sé… tan lejos… tan solos, tan a la mitad de la nada… me da
miedo…
RAMÓN: El miedo no viajó en ése barco con nosotros. No hay lugar para él---
ALICIA: Siempre hay lugar para el miedo. No se le invita. Viene porque sí… Es
como una voz interna que está ahí, calladita al principio y luego poco a poco
toma su lugar y al final ya no puedes pensar ni sentir otra cosa…
RAMÓN: Vamos a ver, Alicia… ¿a qué le tienes miedo?
ALICIA: No sé. En este momento, a todo. A la isla… A que vengan los
franceses y nos maten a todos o nos lleven prisioneros…
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RAMÓN: Pero mujer… Eso no va a pasar… venimos con una guarnición del
ejército mexicano, de la cual estoy al frente. Nos sabremos defender, y
defender nuestra soberanía, que para eso me nombró Gobernador de la Isla mi
General Díaz.
ALICIA: El Coronel Ávalos prometió que cada tres meses…
RAMÓN: Cada tres meses… ni uno más, ni uno menos, regresará el
“Demócrata”, o en su defecto, el “Corrrigan II”, para traernos las provisiones
necesarias para estar bien…
ALICIA: ¿Pero y si no vienen? ¿Y si pasa algo?
RAMÓN: Nada va a pasar, Alicia… esta isla será nuestro refugio y mi reino,
hasta que acabe la misión. Además, te va a gustar, a vas a ver…
ALICIA: Te quiero, Ramón. Y no voy a tener miedo. Sólo deja que se me pase
la primera impresión.
RAMÓN: Este es el paraíso, mujer. Estamos en el paraíso…
(Cardona se acerca nuevamente)
CARDONA: Señor Capitán, ya la tropa se prepara para presentar armas a
nuestra bandera. Mientras tanto quisiera ponerlo al tanto de nuestra situación
en la isla…
RAMÓN: Adelante…
CARDONA: El grupo de trabajadores de la Oceanic Phospate Company está
bajo las órdenes de Gustavo Schulz, que es ése güero que viene para acá,
seguramente a saludar. Ese galpón que ve usted por allá es donde se
almacena el guano… Ésas barracas, son las de la guarnición. Allá, la casita
blanca que ve usted, es la casa destinada a usted y su señora esposa. Es una
casa muy bonita ya va usted a ver. La más bonita y cómoda de toda la isla. Ya
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su equipaje está siendo llevado para allá. Cada varios meses llega un barco de
San Francisco para llevarse el guano y dejar las provisiones de Schulz y sus
hombres…
RAMÓN: ¿Cuál es nuestra mejor posición estratégica, en su opinión?
CARDONA: Definitivamente desde lo alto de la Roca es la única posición
desde donde se podría hacer una defensa de la Isla. Ya lo vio usted, no hay
más que por ahí para aproximarse a la isla, y desembarcar sólo es posible en
lanchas de fondo plano, así que a cualquiera que trate de desembarcar
podríamos tenerlo a raya, hasta que se nos acabe el parque, y después, me
imagino que palos y piedras serían nuestras únicas armas de defensa.
RAMÓN: Pues será hasta con los puños, pero esta isla es mexicana y
mexicana se queda, para eso estoy aquí…
CARDONA: Estamos, mi capitán…
RAMÓN: Estamos…
(Entra la nueva guarnición) Uniformes con color, rostros nuevos, miradas
curiosas y temerosas al mismo tiempo. Cardona los forma, dos de ellos
remplazan la vieja bandera por una nueva)
RAMÓN: ¡Pelotón! ¡Presenten… armas!
(Todos presentan armas en posición de firmes. Ramón camina delante de
ellos)
RAMÓN: Señores, ahora sí llegó el momento de demostrar de qué estamos
hechos… Fuimos comisionados para mantener la soberanía mexicana sobre
esta isla. Defenderla de los franceses que se la quieren adueñar. Nuestra
misión tiene la más alta importancia para el gobierno mexicano y nadie nos va
a sacar de aquí. Hay quienes ven esta isla como poca cosa, pero mientras
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estemos aquí será poca cosa mexicana. ¡Este es un territorio de México y yo
soy el gobernador, así que nos pueden mandar a todo el ejército francés, si
quieren, que de aquí no nos sacan! ¡Nos darán hasta por debajo de la lengua,
pero no nos sacan! ¡Viva México!
SOLDADOS: ¡Viva!
RAMÓN: ¡Más fuerte hombre! ¡Viva México!
SOLDADOS: ¡Viva!
RAMÓN: ¡Viva México!
SOLDADOS: ¡Viva!
RAMÓN: Ahora sí. Vamos a presentar nuestro respeto a la bandera cantando
el himno nacional… ¡Vamos!
SOLDADOS: Mexicanos al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón…
(Poco a poco, con un entusiasmo creciente, los soldados, cantan el himno
nacional. Cardona canta también. Ramón y Alicia los miran, con orgullo)
DOCE ESPERANDO LA LLEGADA DEL “DEMÓCRATA”
1910
(Ramón y Cardona están en la playa. Miran hacia el mar. Expectantes)
CARDONA: Fue a finales de mayo. Lo recuerdo porque… no… no sé cuando
fue…mayo…junio… ¿Cuándo?
RAMÓN: Lo único de lo que me acuerdo es de que llovía a cántaros el día que
llegó, y seguía lloviendo el día que se fueron…
CARDONA: Entonces debe haber sido junio, o julio…
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RAMÓN: No sé. ¿Qué importa el tiempo? ¿Qué importa cuando fue? Lo único
que realmente importa es que ya no tenemos nada… No quedan más de
veinte naranjas. Es la única fruta que queda…
CARDONA: Mi capitán usted siempre anda pensando en la fruta. Yo lo que
deseo es un plato lleno de carne de res. Y muchos frijoles. Aunque sea de
esa carne seca que trae el barco. Me sabe a gloria…
RAMÓN: Siempre que tienes miedo, me hablas de usted y me dices “capitán”.
Pienso en la fruta porque necesitamos vitaminas. No quiero que nos dé
escorbuto. Esa enfermedad y la muerte son la misma cosa.
CARDONA: ¡Mira allá, Ramón! ¡Allá! ¿Qué es eso? ¿No es el barco?
RAMÓN: (Después de un momento) No veo nada… Sólo veo el lomo de los
tiburones allá por las rompientes…
CARDONA: Ya la vez pasada que el barco se tardó en llegar, también me sentí
así; angustiado. Cómo no sentirse abandonado en esta isla. Cómo no
desesperarse, si ni siquiera se sabe qué es lo que está pasando. ¿Será cierto,
Ramón?
RAMÓN: ¿Qué?
CARDONA: Lo que te dijo el capitán del Demócrata. Eso de que a Don Porfirio
le están haciendo la guerra…
RAMÓN: Qué va a ser. Nadie le hace la guerra a mi general.
CARDONA: Pero es cierto que ya se quiere quedar para siempre en la silla del
presidente. Ya lleva cinco reelecciones.
RAMÓN: Seis.
CARDONA: ¡Mira! ¡El barco!
RAMÓN: No… no es nada.
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CARDONA: ¡Si! ¡Fíjate bien! ¡Por allá!
RAMÓN: El capitán Mayorga dijo eso sin saber. Seguramente sí es cierto que
anda por allí el tal Madero ese. Pero ¿quién va a quitar a don Porfirio del
poder? ¿Cómo?
CARDONA: Pues no sé.
RAMÓN: Tenemos presidente para rato. Vas a ver.
CARDONA: Tengo hambre.
RAMÓN: Piensa en otra cosa. Como las mujeres. Míralas. Se pasan las tardes
arreglando lo que pueden. Sacando arena de las casas. Cuidando a los niños.
Ellas no piensan que tienen hambre. Saben que es inútil. Sólo esperar. Solo
esperar…
CARDONA: ¿Qué es eso?
RAMÓN: ¿Qué?
CARDONA: ¡Ahí! ¡Mira! ¿No es un barco?
RAMÓN: No, Secundino… no es nada… son los tiburones nomás. Mejor
vamos a trabajar. Hay cosas qué hacer.
TRECE EN EL CAMAROTE DEL CAÑONERO DEMÓCRATA
1909
Ramón Arnaud conversa con el Capitán Diógenes Mayorga
DIÓGENES: Agua fresca, carne seca, café, frutas, tierra para la huerta, azúcar,
papas, zanahorias y otras verduras, vino, huevos, algunas gallinas y un par de
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cerdos, pólvora, parque, algunos dulces para los niños, la correspondencia
para ustedes y para la tropa, en fin… todo nuestro cargamento se queda en la
isla. Podrán continuar llevando a cabo su misión como Dios manda ¿no es así,
capitán?
RAMÓN: ¿Por qué tardaron tanto? El Coronel Ávalos me prometió que sería
cada tres meses y ni uno más. Tienen ustedes que comprender que aquí, si no
es por las provisiones que el gobierno nos manda. No tenemos nada, ni
siquiera agua dulce. Ya estábamos asustados, hace tiempo que se acabaron
las provisiones y nomás estábamos racionando las sobras ¡seis meses! ¡Seis
meses se tardaron en venir! ¡Ya estábamos recogiendo agua de lluvia para
beber!
DIÓGENES: Le ruego, capitán Arnaud, que acepte mis disculpas en nombre de
la Secretaría de Guerra y Marina. Todos estamos conscientes de la situación
que prevalece en la Isla. Nomás que también por allá las cosas se están
poniendo feas...
RAMÓN: A ver, pues váyame explicando. ¿Cómo que se estás poniendo feas?
¿Usted sabe cómo se ponen feas las cosas aquí en la isla?
DIÓGENES: Pues mire, Don Porfirio, a sus ochenta años de vida y treinta en el
poder, se prepara para su sexta reelección, nomás que de repente le
empezaron a salir enemigos hasta por debajo de las piedras.
RAMÓN: ¿Enemigos? ¿Cómo es posible?
DIÓGENES: Y un montón. Se hacen llamar los anti reeleccionistas, y su
caudillo se llama Madero. Francisco I. Madero.
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RAMÓN: Yo creo que por muchos enemigos que tenga Don Porfirio, siempre
serán más los que lo queremos y respetamos, ¡Pero si es nuestro presidente,
carajo! ¿Por qué habría de tener enemigos?
DIÓGENES: Ése Madero es un chaparrito con barba de pera, heredero de una
de las cinco fortunas más grandes del país. Los porfiristas le dicen “el loco”,
porque se dedica al espiritismo y la ciencia astral. Se cree médium y habla con
los espíritus.
RAMÓN: Pues ahí está ¿qué clase de enemigo puede ser ése para Don
Porfirio?
DIÓGENES: Yo lo que digo es que estará loco, pero no deja de ser muy
peligroso. Tiene a toda la raza alborotada con la consigna de que ya basta de
Don Porfirio y de su tiranía.
RAMÓN: ¿Y habla con los espíritus?
DIÓGENES: Eso se dice, gobernador… que se comunica todos los días con un
hermanito suyo de nombre Raúl, que murió en un incendio o algo así, y que el
hermanito le dice lo que debe hacer y Madero lo obedece al pie de la letra. ¿Y
qué cree que le dice? Que sea abstemio, que no fume, que reparta su riqueza
entre los pobres, que cure a los enfermos… Y Madero le obedece en todo…
RAMÓN: Pues más parece un santito que un enemigo el Madero ése… ¿Qué
daño puede hacer un hombre así?
DIÓGENES: Pues hasta ahí no le haría mal a nadie, lo malo es que el espíritu
del difuntito salió revolucionario, así que le dijo a Madero que se pusiera a
hacer campaña en contra de la reelección de Don Porfirio. Madero se lo tomó
al pie de la letra y hasta escribió un libro incendiario que se ha vendido como
pan caliente.
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RAMÓN: Lo que me parece más raro es que ni en los periódicos que me envía
mi gente, ni en la carta que me mandó mi madre, se menciona la menor señal
de descontento. Se habla de los preparativos para el cumpleaños del General,
de las fiestas que se preparan para el centenario de la Independencia. De los
logros del General Díaz, pero de descontento, de ése señor Madero y de anti
reeleccionistas, nada…
(Entra un marinero del Demócrata. A Mayorga)
MARINERO: Señor, para reportarle que ya se desembarcó toda la carga y se
acomodó en los galpones destinados para ello. La tripulación está lista para
partir de regreso a Acapulco en cuanto usted de la orden de zarpar.
DIÓGENES: Muy bien, cabo. Esperaremos hasta mañana al amanecer para
partir. Avise a los marineros que estarán francos hasta entonces. (El Marinero
sale. Diógenes Mayorga se dirige a Arnaud)
DIÓGENES: Pues no se mencionará pero eso es lo que pasa. El libro de
Madero ha resultado su mejor propaganda. Tiene un tono mesiánico y
convincente que da miedo.
RAMÓN: ¿Usted lo leyó?
DIÓGENES: Como militar al servicio de mi país tengo la obligación de conocer
esas cosas. Claro que lo leí. Se llama “La sucesión presidencial”. Este libro
está levantando a todos los malagradecidos e hijos de la chingada que hay en
el país. Le aseguro que ese maldito partido anti reeleccionista tiene ya muchos
adeptos. Todos los resentidos y los descontentos lo siguen. Francisco I.
Madero se ha vuelto el caudillo de todos los que creen que don Porfirio está
mejor para ceñirse la mortaja, que la banda presidencial.
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RAMÓN: Como si no fuera demasiado ya con lo que pasa en La Isla. Me
gustaría que comprendieran que nuestra vida depende de la llegada de estas
provisiones. Mi general Porfirio Díaz, me encomendó personalmente esta
misión y creo que debería de ser de la mayor importancia para todos. Le haré
entrega del informe que he preparado, con todos los detalles de la actividad
que ha habido en la isla, desde la última vez que vino el barco –hace ya seis
meses- hasta ahora. Y le suplico, Capitán Mayorga, que no vuelva a haber otro
retraso. La vida de mis hombres y de mi familia se pone en peligro cada día
que pasamos sin provisiones. ¿Puedo contar con eso?
DIÓGENES: Con todo respeto, señor gobernador. Puede contar con que yo
transmitiré su mensaje textualmente. Pero nadie puede contar con que en
México continúe la estabilidad que da el gobierno de Díaz. Si yo fuera usted,
regresaría a México en este momento, para poner las cosas en claro. Yo lo
puedo llevar con su familia al puerto de Acapulco.
RAMÓN: Gracias, capitán Mayorga, pero nos quedaremos en la isla. Sólo le
pido a usted que transmita mi mensaje. Alicia, mi mujer, está embarazada. Aquí
no nos va a pasar nada, mientras ustedes sigan viniendo con la frecuencia
acordada. Cada tres meses. Así, en la próxima vuelta nos regresamos con el
barco, para que Alicia tenga el bebé en México y yo de pasó iré a ver
personalmente cómo se van poniendo las cosas. Deme su palabra.
DIÓGENES: Haré lo posible, Capitán Arnaud. Sepa que haré todo lo que esté a
mi alcance para que las cosas sean así. Ahora, tranquilícese, sus galpones
están llenos de comida. Su esposa está embarazada. ¿No quiere celebrar?
¿Quiere fumar un cigarro conmigo? ¿Y beber un cognac?
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RAMÓN: Acepto la invitación. Estas cosas tan cotidianas parecen milagros en
esta isla. Gracias.
(Ambos se sientan. Arnaud, medita silencioso. Oscuro)
TRECE LA SEGUNDA ENTREVISTA CON DIÓGENES MAYORGA
1911
(Alicia está en la playa, leyendo en voz alta una carta. A su lado, sentado en la
arena, Ramón escucha)
ALICIA: “…El día del desfile toda la ciudad estaba adornada con los más
primorosos detalles, el presidente iba en una carroza de lujo, tirada por doce
corceles, cada uno más precioso que el anterior. Por todos lados se escuchaba
la música y los papeles con los colores nacionales eran tirados desde cada
ventana, donde la gente esperaba para ver pasar a Don Porfirio, blanco,
hermoso, con una dignidad propia de la realeza. No cabe duda, hijo mío, que el
poder y la buena vida “blanquean” a la gente. Al ver a Porfirio Díaz hoy en día,
con su barba y su bigote blancos, lleno de fortaleza, agradeciendo a México su
amor por él, me preguntaba ¿qué fue del caudillo? ¿Qué fue del soldado
oaxaqueño que ayudó a Juárez a acabar con los franceses? Porfirio Díaz es
como un rey, y no puedo dejar de pensar en ti, en tu esposa y tu hijo. Allá,
solos en medio de la nada. En esa isla que te está chupando los mejores años
de tu vida. Ruego a Dios que regresen, que puedan vivir en México y ser
testigos de la grandeza que nos ha tocado vivir. Que vuelvas y reclames la
gloria que te toca por tu valentía y por tu arrojo. Basta ya de ése castigo. Pide
que te releven. Ven a vivir la vida como se debe, aquí, al lado de los que te
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quieren y te respetan. Aquí está tu reino. Aquí te espera la vida. Te mando
todas mis bendiciones. Todo mi amor en estas letras. Todo mi desde de
abrazarte y besarte otra vez. Espero que sea pronto. Espero que vuelvas ya.
Con todo mi amor. Tu madre que te adora. Ciudad de México, 3 de noviembre,
de 1910…”
RAMÓN: Un año. Todo un año de retraso para recibir esa carta. Por lo menos
estamos seguros de que allá todo marcha como debe.
ALICIA: Escríbele de regreso. Doña Carlota debe saber que tiene ya dos
nietos y un tercero en camino. Mi padre también estará esperando noticias
mías. No puedo esperar para leer su carta y revisar todos los recortes de los
periódicos que manda…
RAMÓN: Es increíble que un pedazo de papel nos de tanta felicidad…
ALICIA: Eso ahorita, pero ¿cómo estábamos ayer? Con qué ansias
despertamos esta mañana todos en la isla, pensando que nunca iba a llegar el
“Demócrata” de regreso. Nunca más, Ramón. Es una angustia intolerable, que
hace palidecer todos los buenos tiempos que pasamos en la isla. Yo creo que
lo peor es acostumbrarse. Cada que viene el barco pasamos tres meses de
felicidad y de soltura, después hay que estar contando cada maldito grano de
arroz y al final hay que pasar hambre y sed. Hasta que se les ocurra enviar de
nuevo al barco. Dijeron que cada tres meses, luego vimos que en la realidad
era hasta cada seis y ahora… nunca se había tardado tanto. Nunca nos
sentimos tan angustiados como ahora.
RAMÓN: Nunca más, Alicia, ya basta de esta zozobra. Así no se puede vivir…
(Entra el Capitán Diógenes Mayorga)
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DIÓGENES: Pues estamos listos para zarpar. Hay que regresar a México
cuanto antes…
ALICIA: Capitán Mayorga, sólo quisiera pedirle nos de unas horas, para poder
leer las cartas que me envía mi padre y poder enviar mi respuesta de regreso
con usted.
RAMÓN: Lo mismo para la tropa que en estos momentos todos se ven leyendo
las cartas que han mandado sus familiares.
DIÓGENES: Tenemos todavía unas tres horas. Los esperaré con gusto.
ALICIA: Entonces iré ahora mismo. Con su permiso…
DIÓGENES: Pase usted, señora. (A Ramón) Mientras me gustaría hablar con
usted, señor gobernador…
RAMÓN: Dígame, capitán.
DIÓGENES: Ustedes deben ser los únicos mexicanos que no se han enterado;
Ya cayó Porfirio Díaz.
RAMÓN: ¿Cómo?
DIÓGENES: Como lo oye… Cayó el viejo Porfirio. Huyó en un barco a París y
ahí debe estar, cuidándose la próstata.
RAMÓN: No es posible, no entiendo, cómo me va a decir eso. Usted está mal
de noticias, mire esta carta. Aquí dice que el General Díaz está más fuerte que
nunca, que demostró todo su poder en la celebración de su cumpleaños, que
fue un acontecimiento…
DIÓGENES: Ah, sí… La fiesta ésa… fue el último pataleo del ahorcado.
RAMÓN: ¿Y quién pudo haber derrocado al General Díaz?
DIÓGENES: ¿Cómo que quien? Pues Francisco Indalecio Madero…
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RAMÓN: ¿Madero? ¿El chaparrito de la barba de pera? ¿El que invocaba
espíritus?
DIÓGENES: Pues ni tan chaparrito, ni tan loco… Ahora es el presidente
constitucional de México… ¿No le conté la vez pasad que había una guerra?
Pues la ganó Madero. Todos estamos con él.
RAMÓN: No entiendo nada. ¿Cómo puede usted estar con él? ¿Acaso no
derrotó a Porfirio Díaz y a nuestro ejército? Por lo menos eso es lo que usted
mismo dice. ¿Ve como se contradice? Al fin ése tal presidente Madero, qué es
¿amigo o enemigo?
DIÓGENES: Haga un esfuercito, capitán, a ver si por fin comprende. Antes era
enemigo. Pero ahora que ganó, es amigo. Prometió que no va a desmantelar al
ejército federal, y se ve que no es hombre de rencores, porque nos va a
mantener a todos los oficiales, en nuestros puestos.
RAMÓN: Qué guerra tan rara.
DIÓGENES: Pues sí. Es rara la guerra. Me imagino que todas lo son.
RAMÓN: Pero no tanto como esta. ¿Y yo de qué lado estoy?
DIÓGENES: Usted es y sigue siendo un soldado federal. Está del lado de los
intereses de México ¿no es cierto?
RAMÓN: No entiendo. No entiendo nada.
DIÓGENES: Cálmese, señor gobernador. Las cosas se van a acomodar en su
lugar por sí solas.
RAMÓN: No lo sé. (Para sí) Volví a tener pesadillas esta noche… Ahora sé por
qué…
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CATORCE REGRESO TEMPORAL A MEXICO
1913
(Ramón espera en un salón. Entran Francisco León de la Barra, y el General
Manuel Mondragón. Arnaud se cuadra ante el General)
LEÓN DE LA BARRA: El general Huerta no podrá recibirlo, capitán Arnaud.
MONDRAGÓN: Descanse.
RAMÓN: Gracias, señor. Es un asunto de muy alta importancia el que necesito
plantear al general.
MONDRAGÓN: Capitán, el General Huerta está atendiendo asuntos
sumamente delicados, pero nos ha encargado poner atención a los
planteamientos que viene a hacer. Yo soy el General Mondragón, Secretario de
Marina y Guerra. El señor es el licenciado Francisco León de la Barra,
Secretario de Gobernación.
LEÓN DE LA BARRA: Usted necesita comprender que en éste momento,
cada paso que dé el gobierno hacia cualquier dirección, se complica. Sin
embargo el general Huerta leyó el documento que dejó usted y nos ha pedido
que se le atienda.
RAMÓN: Gracias…
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LEÓN DE LA BARRA: Así que el asunto tiene que ver con una isla. En el
Pacífico sur…
MONDRAGÓN: Clipperton… ¿Qué tan lejos está del continente?
RAMÓN: Así es, se trata de la isla de Clipperton. Está a unos mil doscientos
kilómetros de Acapulco.
MONDRAGÓN: Explíqueme, capitán Arnaud… ¿Cómo es que usted fue
nombrado gobernador de la isla?
RAMÓN: La isla se encuentra en medio de una querella con el gobierno
Francés. Se me encomendó establecer ahí una guarnición del ejército
mexicano, con el objeto de ejercer de manera activa nuestra soberanía.
MONDRAGÓN: Sí, pero ¿quién lo nombró a usted gobernador?
Fue el general Díaz.
MONDRAGÓN: El dictador ya no está en México.
LEÓN DE LA BARRA: Desgraciadamente, el Señor Antonio García Cubas,
quien estaba muy enterado del caso, falleció el año pasado. Sin embargo,
hemos revisado el expediente y hasta donde se sabe, el asunto ahora es objeto
de un juicio de arbitraje internacional, a cargo de Victor Manuel III, rey de Italia.
RAMÓN: …
LEÓN DE LA BARRA: ¿Usted no estaba enterado de eso?
RAMÓN: Pues nosotros estamos aislados en la isla. No recibimos noticias de
lo que pasa aquí, ni de ningún otro lado, salvo por lo poco que nos enteramos
cuando llega el barco a traernos alimentos y alguna que otra información.
LEÓN DE LA BARRA:¿Y qué es en específico lo que usted está buscando
capitán Arnaud?
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RAMÓN: Nos establecimos en Clipperton, hace cuatro años, con la promesa
de la Secretaría de Guerra y Marina, de que cada tres meses sería despachado
hacia la isla un barco para aprovisionarnos de todo lo necesario para subsistir.
En la isla no hay nada. Ni siquiera agua, de tal manera que dependemos
absolutamente de la periódica llegada del barco. El problema es que han
llegado a pasar más de seis meses sin recibir la visita y las provisiones, lo cual
genera hambre y angustia entre los que habitamos la isla. Me enteré, en la
última visita del cañonero “Demócrata”, que las cosas se han complicado en el
país. Yo sólo quiero pedir que nuestra misión sea tomada en cuenta y que se
nos garantice el puntual abasto de nuestros víveres, mientras dure la misión.
Por eso volví a tierra a bordo del “Demócrata”, para entrevistarme
personalmente con los representantes del nuevo gobierno y ratificar la misión.
MONDRAGÓN: Capitán Arnaud, como Secretario de Guerra y Marina,
comprenderá que no puedo avalar así nada más, un acuerdo pactado por el
gobierno del dictador, que por cierto, vive ahora en París.
LEÓN DE LA BARRA: Sobre todo, si el asunto ya marcha en el juicio arbitral
que se pactó.
MONDRAGÓN: Las circunstancias del país, como ya le había dicho, son
delicadas. El general Huerta enfrenta todavía a algunos grupos opositores.
Usted es un hombre de Díaz.
RAMÓN: No entiendo. ¿Qué quiere decir con eso? ¡Soy un soldado Mexicano!
Mis intereses están donde están los intereses de mi país.
LEÓN DE LA BARRA: No es tan sencillo capitán. Sin embargo, estudiaremos
el caso y daremos respuesta en el transcurso de unos días. Venga la semana
próxima. ¿De acuerdo?
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RAMÓN: Mientras yo estoy aquí, la isla se encuentra desprotegida.
LEÓN DE LA BARRA: No se preocupe usted por la isla. Venga la semana
próxima.
RAMÓN: Aquí estaré.
(Ramón se despide y sale. Los hombres se quedan solos)
QUINCE SEGUNDA CONSIDERACIÓN DE GARCIA CUBAS
ANTONIO GARCÍA CUBAS: ¿Cómo fue posible? ¿Bajo qué circunstancias se
puede considerar un hecho regular, el que México haya cambiado,
inexplicablemente, su condición de soberano virtual de la isla, por la de un
mero litigante? Teniendo a nuestro favor los títulos históricos, la posesión
efectiva y la explotación de la isla, la aceptación de un arbitraje desvirtuaba la
condición de certidumbre, que hasta ahora se había mantenido con firmeza.
¿Las razones? No se sabe cuáles fueron las razones, pero no se pueden dejar
de considerar los múltiples tratados comerciales firmados con Francia desde
hacía tiempo. Por otro lado no puede dejar de pensarse que la aceptación de la
pretensión francesa de someter el asunto a un juicio arbitral, tenía como móvil
garantizar a Díaz, y al propio Limantour, un exilio benévolo París. Tal y como
sucedió. Es probable que ellos hayan pensado que al tener la razón, como se
demostraba, cualquier árbitro tenía que reconocerlo. Sin embargo, la evolución
de los hechos demostraría que no fue así.
46
DIECISÉIS EL ULTIMO BARCO QUE VIERON
1914
Alicia y Ramón en la playa
ALICIA: ¿Cuánto tiempo más?
RAMÓN: No lo sé…
ALICIA: ¿Crees que hayan muerto?
RAMÓN: Es lo más seguro. Jensen los mandó a la pura muerte.
ALICIA: ¿Y nosotros?
RAMÓN: ¿Nosotros qué?
ALICIA: ¿Cuánto tiempo más vamos a aguantar?
RAMÓN: No lo sé. Lo que sea necesario. Jensen debió escucharme. No se
puede hacer una travesía de más de mil kilómetros en un lanchón. No se
puede.
ALICIA: Pero nosotros aguantamos aquí.
RAMÓN: Si. Nosotros aguantaremos. Maldito huracán. No sólo se llevó todo lo
que teníamos, las casas, todas nuestras cosas, la huerta, las provisiones y
todo, sino que además nos trae como regalo el naufragio de la Nokomis.
Diecisiete bocas más que alimentar cuando se ha perdido todo, no es poca
cosa.
ALICIA: Antes di que salvamos la vida…
RAMÓN: No puedo menos que sentirme desilusionado de lo que está pasando.
Vamos a Mexico a buscar a Madero y resulta que ya lo mataron, que ahora es
el tal Huerta. Este señor León de la Barra parecía una persona confiable. De
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hecho, aunque fue extraño, al final todo el trato que se hizo con el gobierno de
Huerta, parecía sólido. Nos ratifican la misión, nos mandan de regreso.
Prometen no fallar. Pero otra vez estamos en las mismas. Qué digo las
mismas. Maldito huracán
ALICIA: Ya bastante mal se nos pusieron las cosas con el huracán…pero si al
menos llegara nuestro barco con las provisiones… ¿Qué va pasar con
nosotros, Ramón? ¿Qué va a pasar con los niños?
RAMÓN: Sólo deseo que estos hombres no hayan muerto y que nuestra
llamada de auxilio haya llegado a México, junto con ellos. Pero sé que es inútil
desear cosas imposibles. No llegaron. Estoy seguro de que a esos
desdichados holandeses se los tragó el mar.
(Se escucha a CARDONA, vociferando)
CARDONA: ¡Barco! ¡Barco!
ALICIA: ¿Qué dice?
RAMÓN: ¡Es Secundino!
ALICIA: ¿Qué dice? ¿Barco?
RAMÓN: Yo no veo nada…
CARDONA: ¡Barco! ¡Barcoooo!
RAMÓN: ¡Sí! ¡Por allá! ¡Mira!
ALICIA: ¿Dónde?
(Entra CARDONA, agitado)
CARDONA: ¡Ramón! ¡Se acerca un barco! ¡Barco! ¡Allá! ¡Por el lado sur!
¡Míralo!
RAMÓN: ¿Lo ves Alicia? ¡Allá está! La bruma lo desparece de repente, pero
ahí está…
48
ALICIA: Es cierto… Apenas se distingue, pero es un barco…
CARDONA: Lo descubrí por el reflejo, de repente brilló como un sol y cuando
me di cuenta, allí estaba.
ALICIA: ¡Se acerca!
RAMÓN: ¿Ya ven? Siempre llega un momento en el que sentimos que no va a
llegar… pero ahí están… nuestra gente no se olvida de nosotros… Si se tardan
en llegar debe ser por… por… no sé, no sé porqué… pero aquí están, con
nuestras provisiones, y nuestro correspondencia y todo…
CARDONA: Está muy grandote ese barco ¿no?
RAMÓN: ¿Quién vendrá al mando? ¿Será Mayorga otra vez? Hasta gusto me
va a dar estrecharle la mano, carajo… Jensen debió escucharme. Sus hombres
murieron en el mar y nuestro barco ya venía en camino.
ALICIA: ¿Cuál barco es? No parece ser el “Demócrata”, ¿Te acuerdas,
Secundino? El Demócrata tiene un pico en la proa que a este no se lo veo…
CARDONA: Todavía está lejos… Yo creo que no es el Demócrata, ha de ser el
Corrigan, a menos que lo hayan pintado…
RAMÓN: ¿Cómo se llama ése otro barco que vino una vez, recién que nació el
niño? ¿No será ese?
ALICIA: ¿El Tampico? No, no creo, el Tampico era más chico que los otros.
Este se ve grandote ¿Será un barco nuevo?
CARDONA: ¡Ah, caramba!
RAMÓN: ¿Qué?
CARDONA: ¡La bandera! ¿La ves, Ramón?
RAMÓN: No. ¿Qué tiene?
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CARDONA: ¡Fíjate bien! Ese barco no es mexicano. ¡Chingao! Después de
tanto esperar la invasión francesa tenían que llegar ahora que no tenemos ni
piedras para aventarles. ¿Qué vamos a hacer, mi capitán? ¿Cómo vamos a
pelear?
RAMÓN: Espera, Secundino, ése barco no es Francés.
CARDONA: ¿Entonces?
RAMÓN: Maldita sea ¡Es un barco gringo! ¿Por qué un barco gringo?
CARDONA: Al menos no tendremos que luchar justo ahora que no tenemos
casi nada de armas ni de parque… Por no hablar de fuerzas…
RAMÓN: ¡Pero explícame! ¿Qué hace aquí un barco gringo?
ALICIA: No sé. Vamos a esperarlo, Ramón. Vamos al muelle.
CARDONA: Todavía falta que bajen las lanchas para acercarse hasta acá…
ALICIA: Vamos, Ramón…
RAMÓN: Adelántate tú, Secundino. Recíbelos… ¿por qué un barco gringo?
CARDONA: Voy para allá…
(CARDONA sale)
RAMÓN: ¿Por qué un barco gringo?
ALICIA: No, sé, Ramón, por suerte un barco, del país que sea…
RAMÓN: Pero ¿no se supone que deberíamos de ser auxiliados por nuestros
barcos? ¿Por qué viene un barco gringo?
ALICIA: Vamos, Ramón, ya se junta toda la gente cerca del muelle. Vamos
para allá…
RAMÓN: ¿Pero por qué un barco gringo?
(ALICIA sale, RAMÓN, tras un momento va también)
50
DIECISIETE LA CARTA DE DON FELIX ROVIRA
1914
(ALICIA lee.)
ALICIA: Niña adorada:
No podía ser más grande mi alegría. Sobra decir que desde ya voy a estar
esperándote, así tenga que pasar una semana en el puerto.
Por fin se ha de cumplir lo que he estado soñando durante cada uno de los
días de cada uno de estos años. Volveré a verte a ti, a Ramón y a mis nietos- y
a estar con ustedes ya sin el temor y el agobio de una nueva partida.
Busqué al Coronel Ávalos, para ponerlo al tanto de las urgencias de ustedes,
pero ya no está en Acapulco. Lo trasladaron y no pude averiguar a dónde. El
comandante de la zona es ahora el coronel Luis Griviera, quien reconoció que
por el acoso de los rebeldes, no está en condiciones de mandar barcos a
Clipperton. Dijo que lo mejor sería que ustedes regresaran en el Cleveland,
aprovechando la voluntad de su capitán de prestar ese servicio. La impresión
que me hizo el comandante Griviera es que está demasiado ocupado en salvar
su pellejo, para preocuparse por los demás.
Tampoco he podido hablar personalmente con los tres marinos holandeses que
llegaron a este puerto con noticias de ustedes, pero sé que reportaron que en
la isla quedaban provisiones para tres o cuatro días más. Yo le ruego a Dios
que no se terminen antes de que lleguen las cajas enviadas por el cónsul
británico.
Te escribo a toda prisa, pues hace apenas dos días me comunicaron las
novedades. Viajé inmediatamente de Salina Cruz a Acapulco, y las gestiones
51
que te refiero no me han dejado un minuto libre. El barco norteamericano que
te lleva esta misiva y que ha prometido traerlos a este puerto, zarpa en unos
minutos.
Por ese motivo no te comento nada sobre la situación que atraviesa nuestra
patria. Ya nos sobrará tiempo para ello (aunque parece que el tiempo no basta
para comprender tantos y tan caóticos acontecimientos).
Te envío, sí, recortes de los diarios sobre la invasión norteamericana por
Veracruz. Es algo que tiene indignado al país, y me atrevería a decir, al
continente. Creo que a Ramón le conviene estar informado sobre esto, dado
que estarían ustedes navegando con miembros de la armada del país invasor.
Sobre las intenciones personales del capitán Williams, creo que son
humanitarias y honestas. Sea como sea, considero que es de suma urgencia
que regresen con él, pues las posibilidades de que viaje a Clipperton un barco
mexicano, se ven remotas en las actuales circunstancias.
Mi corazón sacará fuerzas de donde no tiene para esperar los días que faltan
para tu regreso.
Tu padre.
DIECIOCHO EL ULTIMO BARCO QUE VIERON II
1914
(En el camarote del USS Cleveland, Ramón conversa con el Capitán Williams)
52
RAMÓN: Debo agradecer las cajas de abastecimientos que han traído.
Doscientas cajas, con casi todo lo necesario. Sólo lamento que no hayan
mandado cítricos, ¿sabe? Son muy necesarios en este lugar.
WILLIAMS: Puede usted estar agradecido con el destino de esos tres
holandeses que lograron llegar a Acapulco. De no ser por ellos. Nadie sabría
que están ustedes aquí, pasando por esta situación angustiosa.
RAMÓN: ¿De manera que sólo llegaron tres de los hombres que mandó
Jensen? Eran cuatro los que se fueron en el lanchón.
WILLIAMS: Pues al parecer uno de ellos pereció en el camino. Debo
informarle, capitán Arnaud, que el objetivo de mi misión es venir al rescate de
los marineros de la Nokomis. Tengo entendido que naufragaron en la isla
durante un fuerte huracán y sé que fueron excelentemente tratados por
ustedes. El cónsul británico, envió estos abastecimientos en agradecimiento y
me solicita llevar de regreso a los trabajadores de la Oceanic. Yo le sugiero a
usted que evacúen la isla y regresen con nosotros. Podemos dejarlos
nuevamente en Acapulco. Jensen me contó ya de su hospitalidad y
generosidad. A quien así se comporta, es justo pagarle con la misma moneda.
RAMÓN: Le agradezco enormemente, pero no he recibido órdenes de mis
superiores de abandonar mi puesto.
WILLIAMS: Sus superiores no están en condiciones de darse órdenes ni a sí
mismos… El ejército federal está en desbandada…
RAMÓN: …
WILLIAMS: Es sólo una opinión personal, por supuesto. No lo tome a mal…
53
RAMÓN: La situación de orden público hace las cosas difíciles para el general
Huerta, y la invasión arbitraria de su país hace las cosas difíciles para mi país.
Son dos razones poderosas para no abandonar mi puesto.
WILLIAMS: Todo ha cambiado desde que está usted aquí. Todo. No es sólo la
situación interna de México. Es sobre todo la guerra.
RAMÓN: ¿Se refiere a la guerra entre su país y mi país?
WILLIAMS: No, capitán Arnaud. Me refiero a la guerra entre una mitad del
mundo y la otra mitad. Supongo que estará al tanto. ¿Gusta un habano?
RAMÓN: Habano no, gracias, acabo de fumarme uno.
WILLIAMS: Como usted quiera…
RAMÓN: Por supuesto, capitán. Estoy perfectamente enterado de la
inminencia de la guerra. Pero eso no afecta mi decisión.
WILLIAMS: De acuerdo, capitán.
RAMÓN: Sin embargo, capitán Williams, como se trata de una decisión que
también afecta a mis soldados, yo le pido tiempo para consultarlo con ellos,
antes de darle la respuesta definitiva.
WILLIAMS: Por supuesto, capitán. Medítelo y consúltelo. Puedo zarpar dentro
de una hora, sin inconvenientes.
RAMÓN: Bien. Con su permiso, capitán.
DIECINUEVE DECISIÓN, PATRIOTISMO Y DESTINO
1914
54
(La tropa está formada junto al asta bandera. Todo está requemado por el sol,
incluida la bandera. Es como la primera vez que los Arnaud llegaron a la Isla.
Frente a ellos, CARDONA)
CARDONA: El capitán Arnaud ha convocado a esta reunión. Estamos en
espera de saber noticias de México para transmitirlas a ustedes. Como ya
vieron, no fue un barco mexicano el que llegó. Esto quiere decir que los
marineros holandeses que Jensen envió por ayuda, llegaron a algún lado y por
eso ha sido despachada esta nave. Las provisiones que han traído se quedan
en la isla. Pero no eran para nosotros. Las enviaron para ayudar a los
trabajadores del Oceanic, que ya están recogiendo sus pertenencias, porque
se van de regreso. El señor gobernador les explicará en detalle cual es nuestra
situación.
RAMÓN: Señores, antes que nada quiero decirles que en estas circunstancias
es cuando uno demuestra de lo que es capaz. Como ustedes saben, nuestro
país ha sufrido invasiones de otras naciones desde hace tiempo. Y siempre las
hemos repelido exitosamente gracias a nuestro valor. Lo que nos tiene en esta
isla es importante recordarlo, es un acto de defensa ante un despojo que
pretende hacer Francia de este suelo mexicano que ahora pisamos. Sin
embargo y dadas las circunstancias en que estamos, yo no puedo pedirle a
nadie que se quede. El capitán Williams ofrece llevarlos con sus familias a
Acapulco de regreso. Nuestra salvación está en manos de nuestro enemigo, ya
que Estados Unidos ha invadido nuestro país por Veracruz. Yo no voy a tomar
a mal que ustedes quieran regresar a México en este barco. Saben bien todos
ustedes que las posibilidades de sobrevivir en esta isla sin ayuda, son pocas,
también comprenden ustedes el significado militar y político de quedarse.
55
Quien quiera irse, tiene mi permiso para hacerlo. Les daré veinte minutos para
que platiquen con sus familias y se pongan de acuerdo. Luego me dirán su
decisión. Antes de romper filas, vamos a saludar con veintiún salvas a la
bandera mexicana, en desagravio de la invasión de que estamos siendo
víctimas, por el gobierno norteamericano.
CARDONA: Señor no tenemos tanto parque. Sugiero que sean menos.
RAMÓN: Está bien. Daremos diez.
CARDONA: ¿Cinco?
RAMÓN: Está bien. ¡Serán cinco salvas! ¡Pero fuertes! ¡Qué se escuchen
hasta México!
CARDONA: ¡Preeeparen!
(La tropa prepara sus armas y se dispone a comenzar las salvas. Cardona da
la orden. Mientras se escuchan los tiros aparece, en su camarote, el capitán
Williams, leyendo. Los tiros acompañan la lectura de la carta)
WILLIAMS: “Capitán Williams: En nombre del ejército mexicano, de mi
guarnición y del mío propio, le agradezco la valiosa ayuda prestada. Estando,
como estamos, en tiempos de guerra, su actitud es un digno ejemplo de
caballerosidad entre combatientes. Rechazamos cordialmente su ofrecimiento
de llevarnos a Acapulco. Mis hombres y yo, junto con nuestras esposas e hijos,
permaneceremos aquí mientras no recibamos órdenes superiores de hacer lo
contrario. Firmado, capitán Ramón Arnaud Vignon, gobernador de la isla de
Clipperton, territorio de la Soberana República de México. Clipperton, 25 de
junio de 1914”.
56
VEINTE EL SUEÑO DE LA MANTARRAYA
1915
(RAMÓN y CARDONA en la playa. CARDONA está acostado.)
RAMÓN: ¡Barco! ¡Barco!
CARDONA: ¡Cómo! ¿Cual barco?
RAMÓN: Ya no lo veo, pero te juro que lo ví.
(Los dos hombres sobresaltados se levantan y miran)
RAMÓN:¡Ahí va otra vez! ¡Es bien grande! Míralo ¡cómo no lo ves! Navega de
oriente a occidente…
CARDONA: Pues yo no veo ni madres… ¿Viene para acá?
RAMÓN: Creo que no… ¡Se aleja el maldito!... ¡Prendamos una hoguera,
Cardona! Hagámosle señales de humo.
CARDONA: Bueno, pero yo no veo barco.
(Alicia y otros llegan atraídos por el escándalo)
CARDONA:¡Traigan trapos, tablas… lo que haya para quemar! ¡Vamos a
hacerle señales a un barco!
ALICIA: ¿A cuál barco?
CARDONA: A uno que ve Ramón.
RAMÓN: Ahora sí estoy seguro. ¡Allá va un barco! ¡Clarito lo vi!
Habla en serio Ramón, no hagas bromas…
RAMÓN: Vamos, Secundino, no perdamos tiempo con la hoguera. Vamos a
seguirlo en el planchón.
CARDONA:¿En el planchón? ¡Pero si son cuatro tablas amarradas! En eso no
podríamos seguir un barco ni aunque existiera.
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RAMÓN: Todavía está lejos. Si le salimos en línea recta, le cortamos el paso.
¡Vamos! ¡Que lo perdemos! ¡Es ahora o nunca!
CARDONA: Mejor sigamos con la hoguera, Ramón.
RAMÓN: ¿Estás loco? ¡Se nos va a ir este barco! ¡Nuestra única esperanza de
salvación! ¿Y tú quieres perder el tiempo haciendo una hoguera? ¡Deja que la
preparen ellas! ¡Nosotros vamos por el barco!
CARDONA: Es que yo no veo barco… Y meterse en el mar en ese planchón
está cabrón…
RAMÓN: ¡Ya! ¡Vamos!
¡Espera, Ramón, que nos vamos a morir!
RAMÓN: ¡Nadie se va a morir! ¡Y menos ahora! ¡Si nos ve, estamos salvados!
CARDONA: Perdóname, Ramón, pero ¿no estarás viendo un barco fantasma?
RAMÓN: ¡Que la chingada! ¡Carajo qué pinche necio eres!
¡Es que no lo veo!
RAMÓN:¡Anda! Trae los remos, por lo que más quieras. ¡Ustedes, preparen
una hoguera grande!
CARDONA: Ramón, yo no veo nada. Y las mujeres tampoco parecen haber
visto el barco.
RAMÓN: No hagas caso de eso. Ahí está ese barco…
CARDONA: ¿No estás viendo con ojos de pura fe, Ramón?
RAMÓN: No me vengas con cosas. Nos van a ver y nos van a rescatar. Nos
salvamos, Secundino. ¡Vamos, ya!
CARDONA: Pero es que el mar está bravísimo, Ramón.
RAMÓN:¡No le hace! ¡Vamos!
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CARDONA: Pero es que está asesino. ¡Mira nomás qué olas en las
rompientes! ¡Míralas!
RAMÓN: ¡No se hable más. Nos vamos en el planchón y eso es una orden.
¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué no hacen la hoguera? ¡Es para hoy! ¡Anda,
Cardona! ¡Vamos!
CARDONA: ¡Dios mío! Ramón está bien. Voy contigo. Pero conste que no veo
barco.
RAMÓN: ¡Estamos salvados, amigo! ¡Se acabaron las penas!
(Ramón va con Alicia)
RAMÓN: Regreso pronto. Prepara a los niños, porque ahora sí nos vamos. ¡Me
oyes, Alicia? Hoy sí. Vamos a buscar a tu padre. A meter a los niños a una
escuela. Tú vas a vivir la vida que te mereces.
ALICIA: No entiendo, Ramón.
RAMÓN: No hay nada que entender. Nos vamos.
ALICIA: ¿Pero en qué nos vamos?
RAMÓN: ¡Pues en ése barco! ¡Míralo!
ALICIA: Yo…
(Ramón le pone un dedo en la boca)
RAMÓN: Nos vamos para siempre. Bésame.
(Ella le da un beso en la frente)
(Secundino besa a su mujer)
CARDONA: ¡Adiós chula! ¡Hasta siempre!
(Los hombres se van. Los demás se quedan en la orilla. Con caras de terror.
Después de Un momento comienzan a gritar. Les gritan que regresen, que no
hay ningún barco. El sonido del mar picado tapa sus voces. Ellos siguen
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llamándoles. Les avisan que se ven tiburones o mantarrayas. Los gritos siguen.
Ven voltearse el planchón. Ven a los hombres desaparecer tragados por las
olas. Ven la sangre del festín de los tiburones. Oscuro)
VEINTIUNO EL RELATO DE LA VIUDA
1917
En la cubierta del USS Yorktown.
ALICIA: Después de esa tarde… los recuerdos vienen a mí en tropel… no sé
qué decir. Todo se volvió una pesadilla, pero aún así tratamos de sobrevivir. De
ser fuertes. Por los niños, que eran varios y no entendían muchas cosas. Lo
primero fue esa necesidad de encontrarlos. Aunque fueran sus cadáveres
despedazados, comidos por los tiburones. Algo que enterrar, un despojo al cual
darle una digna sepultura. Una tumba sobre la cual llorar nuestra desgracia,
pero ni eso, ni siquiera unos restos humanos que nos dieran la convicción y la
certeza de lo que había pasado con nuestros hombres… Ramón era un gran
hombre. Se merece todos los homenajes que le puedan dar, vivió para hacer
frente a su responsabilidad, como un hombre, pero el mar me lo quitó, se lo
quitó a sus hijos y se lo quitó a México. Después, la sensación de estar solas,
aunque nos acompañáramos unas a otras. La necesidad de continuar
sobreviviendo como náufragos en la isla. Dedicando todo nuestro tiempo y
nuestra energía a sobrevivir. A recoger agua de lluvia, a recoger huevos de
pájaro para darles a los niños, a pescar lo que se pudiera. Fue entonces
60
cuando decidimos cortarnos todas el pelo, porque todas lo llevábamos largo y
no podíamos ya lavarlo, ni cuidarlo, ni evitar que oliera mal. Después de eso, la
isla se llenó de fantasmas, ahí estaban todos, por las noches, todos los que
murieron estaban allí, el sargento Agustín Irra y sus dos hijos, Faustino
Almazán, Pedro Carvajal, Felipe Lara, las niñas de Mendoza, Tomás,
Justiniano, todos ellos, los que murieron cuando la epidemia, andaban por ahí,
caminando entre las casas, dándonos miedo, cada noche aparecían y
poblaban la isla con sus lamentos. Algunas de la mujeres comenzaron a
levantar altares y a hacer sacrificios, ya no se preocupaban de alimentar a sus
niños, ni a ellas mismas. Vivían para espantar espíritus y hacer sacrificios.
También estaban ahí los barcos. Todos. El Kinkora, la goleta Nokomis, El barco
gringo que nos ofreció rescatarnos, el Demócrata y el Corrigan, que nunca
vinieron más. Fue una época oscura, de fantasmas humanos y de barcos
fantasmas también. Luego vino lo peor: Victoriano, a quien todos creíamos
muerto de escorbuto desde hacía tiempo, salió de quien sabe qué hoyo, allá
por la roca del sur. Estaba convertido en un monstruo, por fuera, pero más por
dentro. Loco estaba Victoriano el negro. Cuando apareció, se llevó a una de las
viudas, la hizo su mujer y cuando ella quiso escapar, la mató a palos, luego
vino por otra y por otra, nadie trataba de escapar por miedo a su coraje y a su
fuerza. Dijo que era el rey de la isla, nos violó a todas, nos tenía amenazadas.
Decía que en cuanto apareciera un barco para salvarnos, nos mataría a todas,
y luego a los niños y después se suicidaría. Nadie se atrevió a dudarlo. Cómo
hablaba yo con Ramón en esos días. Cómo le pedía yo que regresara de la
muerte y nos protegiera. Cómo extrañaba a mi marido. Cómo lo extraño ahora.
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(Aparece el capitán H.P. Perril, del USS Yorktown, sentado, limpio, estupefacto
ante lo que escucha)
Nosotras ya nos dábamos por muertas, hasta hoy en la mañana, cuando Tirsa
divisó su barco. Ya no sabíamos si era un barco de verdad o un barco más
imaginado por nuestras mentes desahuciadas. Yo no le quería creer. En lugar
de eso me puse a hablar con Ramón, le dije que nos estábamos volviendo
locas y que ya el final estaba cerca. Pero Tirsa me devolvió a la realidad.
Juntas decidimos que teníamos que matar a Victoriano antes de que viera el
barco. El negro estaba dormido en su hamaca. Le dimos en la cabeza con unas
rocas. Lo matamos para poder salvarnos. Ahora estamos aquí, a bordo de su
barco, abandonando para siempre la isla, que es lo que deseábamos con todo
el corazón, pero siento que no me quisiera ir. No sin él. Ramón está allí, en
algún lugar de las rompientes, luchando todavía con esos tiburones que lo
tienen en su boca desde hace tres años, y va a salir y va a caminar por esa
playa y no nos va a encontrar, y se va a quedar para siempre en Clipperton, sin
saber ya para qué. Sin saber de quien la defiende y hasta cuándo. Ramón está
allí. Ramón se queda en Clipperton y me va a buscar y no me va a encontrar…
(Alicia está llorando. El Capitán Perril, se acerca a ella y la abraza. Ella
continúa llorando)
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VEINTIDOS LA DECISIÓN DEL ÁRBITRO
1931
REY VICTOR MANUEL III DE ITALIA: Vista la Convención suscrita en la
Ciudad de México el 2 de marzo de 1909, en el cual el gobierno de la
República Francesa y el de la República de México han diferido a nuestro juicio
arbitral la resolución de la controversia surgida entre las Altas Partes acerca de
la soberanía de la Isla de Clipperton; Teniendo presente nuestra aceptación, y
leídas todas las memorias presentadas, en las formas y términos establecidos,
y examinados los documentos presentados, hemos deliberado y pronunciamos
la presente sentencia:
La isla de Clipperton fue legítimamente adquirida por Francia el 17 de
noviembre de 1858. Y no hay ningún motivo para admitir que Francia haya
perdido posteriormente su derecho por derelictio, ya que no tuvo jamás el
animus de abandonar la Isla, y el hecho de no haber ejercitado en sentido
positivo su autoridad, no implica la caducidad de una adquisición perfeccionada
ya de modo definitivo.
Por cuyos motivos, he decidido como árbitro, que la soberanía sobre la Isla de
Clipperton pertenece a Francia desde el 17 de noviembre de 1858.
Roma, 28 de enero de 1931.
Vittorio Emanuele.
63
PROYECCIÓN: “La Gente dice que soy porfirista, como lo fue mi abuelo, que peleó en el ejército federal de Porfirio Díaz. Es verdad que añoro el pasado y que la política de ahora no me interesa. Pero no soy retardataria. Qué paradojas arrastra cada quién. Mire, mi abuelo que en realidad era francés, hijo de franceses, entregó la vida porque México no perdiera una porción de su suelo, y hoy, después de muchas vueltas, ese trozo de patria está justamente en manos de Francia. Por eso, aunque su sangre esté de por medio, mi familia no tiene descanso, no podrá tenerlo hasta que Clipperton sea mexicana.” Maria Teresa Arnaud de Guzmán, nieta de Ramón Arnaud y Alicia Rovira.
FIN