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el arca de noé 2012 ciencia cM 58 mayo 09 Dios manifiesta su rechazo al pecado, que define como la antítesis del amor y la au- sencia del bien. El pecado es también la elección vo- luntaria en la que el hombre decide no recibir el amor y la felicidad que el Señor le ofrece. La destrucción de todo lo que habita en la Tierra es una metáfora para transmitir la enseñanza de que el pecado daña al hom- bre hasta las consecuencias más terribles, porque lo lleva a la muerte, tal como sucede con el Diluvio Uni- versal”, y agrega: “Dios no quiere destruirlo todo, él desea la vida, pero la vida auténtica que conduce al hombre hacia la eternidad y la felicidad”, interpreta- ción carente de valor para la ciencia que descarta el sig- nificado abstracto, metafóri- co y filosófico. La TEoLoGÍa RECaLCa que es tan absurda la defini- ción literal del infierno –un lugar con fuego, cadenas y un demonio con trinche– como la idea de que cuatro personas (y una de ellas, Noé, con más de 600 años de edad) construyeron una embarcación de madera que resistió la catastrófica tormenta. Pese a su falta de rigor científico e histórico, estas ramas de estudio se aventuraron en el análisis del pasaje bíblico para encontrar pruebas que demostraran la existencia o inexistencia del Diluvio Universal y el Arca de Noé, motivadas por las culturas antiguas que com- parten mitos sobre lluvias torrenciales que devastaron el planeta, lo que para los or- todoxos representa “el deber de atenerse a la universalidad geográfica del diluvio que nos ha sido revelado”, dice Victoria Robbins en su libro Los textos bíblicos. “Los antro- pólogos han estudiado con detalle el fenómeno del Dilu- vio y han recopilado 270 ver- siones de la leyenda. Desde Asiria hasta los pueblos po- linesios, la mitología griega y las tribus aztecas, así como cualquier otro que presenta cierta cohesión y recopila- ción escrita de su historia, po- seen una referencia obligada a la inundación del planeta”, afir- man Claudio Soler y Mónica Quirón en su libro El Arca de Noé y el Diluvio Universal . El poema de Gilgamesh, que anuncia lluvias paranor- males, coincide con el descu- brimiento arqueológico del inglés Sir Charles Leonard Woolley, quien en 1929 en- contró una civilización pre- sumeria en Ur, que quedó atrapada entre una franja de fango o lodo solidificado de cuatro metros que testimo- nia una tragedia similar a la del diluvio; ocurrido tam- bién a causa del desborda- miento de los ríos Tigris y Éufrates, lo que confirma la teoría sobre grandes llu- vias locales que sustituyen la idea de una lluvia Universal. Robbins concluye que “los investigadores sostienen la teoría de que hubo un súbito deshielo polar que provocó el crecimiento del mar y ani- quiló la vida en las costas, fenómeno masivo al que se le consideró castigo divino, forzado a mencionarse en leyendas que sustentaron los escritos bíblicos e histó- ricos que fundamentarían las futuras religiones”. Lo que explicaría que la Torá y el Corán, al igual que la Biblia, contienen el relato sobre el Arca de Noé y el Diluvio Universal. aDRIaN CLaRk DICE en su libro Misterios cósmicos del Universo, que antes de la ‘gran lluvia’ la Tierra poseía tal cantidad de humedad que encerró el planeta en una nu- be que se precipitó en forma de lluvia torrencial, hipóte- sis completamente diferente a la del geólogo Alexander Tollmann, de la Universidad de Viena, quien publicó la monografía Vom Mythos zur Historischen Wahrheit, y a la del astrónomo Victor Clube, de la Universidad de Oxford, en el libro Cosmic Winter, quienes atribuyeron la inundación a un enor- me meteoro que atravesó la capa de ozono y provocó terremotos y maremotos al contacto con la Tierra. Por su parte, el escritor de ciencia ficción Isaac Asi- mov recoge en su Guía de la Biblia: Antiguo Testamen- to la teoría del meteorito, y agrega que cayó en el Golfo Pérsico y ocasionó una ola gigante (tsunami). Ante la imposibilidad para probar las teorías, los restos del Arca de Noé serían la única mues- tra física que testimoniaría su existencia. Al respecto, en el siglo primero el historia- dor judío Flavio Josefo habló de un barco hundido en el monte Ararat, como lo hizo Epifanio, el obispo de Salami- na en el siglo IV y, en el XV, Marco Polo, el viajero vene- ciano por excelencia, quien escribió que los restos de la ‘barca diluviana’ se encuen- tran todavía en el Ararat. Pos- teriormente, con la llegada de los siglos XVIII y XIX se cuestionan los dogmas reli- giosos para darle preferencia al pensamiento científico, lo que acentúa la obsesión por descubrir los restos del arca perdida. Inician las expedi- ciones a la montaña, entre las que destacan la del príncipe austrohúngaro John Joseph de Nouri y el comando que salió en busca de la embar- cación por órdenes de Ras- putín. Fue hasta 1955 que el escalador Ferdinand Navarra tomó una muestra de made- ra que encontró en las faldas del monte Ararat. El estudio de la reliquia reveló una edad aproximada de 3,500 años, hallazgo que se complementó y publicó junto con los estu- dios que realizó el Centro de Investigación para el Estudio Arqueológico de Ararat. Los estadounidenses no tardaron en participar de la polémica, ya que a finales del siglo XX enviaron un equipo de la CIA para cubrir la ‘Operación Ar- ca’, que recogió resultados que actualmente permanecen ocultos para quienes jamás accederán a los ‘secretos de Estado’. Mientras tanto, el pe- cado, las profecías y los desas- tres naturales nos han puesto de rodillas a los creyentes pa- ra rezar por la supervivencia de la humanidad. “Los aNTRopóLoGos haN EsTuDIaDo EL fENómENo DEL DILuvIo y haN RECopILaDo 270 vERsIoNEs DE La LEyENDa. DEsDE asIa hasTa Los azTECas”. CM arca.indd 58 4/3/09 3:53:51 PM

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cM 58 mayo 09 aDRIaN CLaRk DICE en su libro Misterios cósmicos del Universo, que antes de la quiere destruirlo todo, él desea la vida, pero la vida auténtica que conduce al hombre hacia la eternidad y la felicidad”, interpreta- ción carente de valor para la ciencia que descarta el sig- nificado abstracto, metafóri- co y filosófico.

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el arca de noé 2012ciencia

cM 58mayo 09

Dios manifiesta su rechazo al pecado, que define como la antítesis del amor y la au-sencia del bien. El pecado es también la elección vo-luntaria en la que el hombre decide no recibir el amor y la felicidad que el Señor le ofrece. La destrucción de todo lo que habita en la Tierra es una metáfora para transmitir la enseñanza de que el pecado daña al hom-bre hasta las consecuencias más terribles, porque lo lleva a la muerte, tal como sucede con el Diluvio Uni-versal”, y agrega: “Dios no

quiere destruirlo todo, él desea la vida, pero la vida auténtica que conduce al hombre hacia la eternidad y la felicidad”, interpreta-ción carente de valor para la ciencia que descarta el sig-nificado abstracto, metafóri-co y filosófico.

La TEoLoGÍa RECaLCa que es tan absurda la defini-ción literal del infierno –un lugar con fuego, cadenas y un demonio con trinche– como la idea de que cuatro personas (y una de ellas, Noé, con más de 600 años de edad) construyeron una embarcación de madera que resistió la catastrófica tormenta. Pese a su falta de rigor científico e histórico, estas ramas de estudio se aventuraron en el análisis del pasaje bíblico para encontrar pruebas que demostraran la existencia o inexistencia del Diluvio Universal y el Arca de Noé, motivadas por las

culturas antiguas que com-parten mitos sobre lluvias torrenciales que devastaron el planeta, lo que para los or-todoxos representa “el deber de atenerse a la universalidad geográfica del diluvio que nos ha sido revelado”, dice Victoria Robbins en su libro Los textos bíblicos. “Los antro-pólogos han estudiado con detalle el fenómeno del Dilu-vio y han recopilado 270 ver-siones de la leyenda. Desde Asiria hasta los pueblos po-linesios, la mitología griega y las tribus aztecas, así como cualquier otro que presenta

cierta cohesión y recopila-ción escrita de su historia, po-seen una referencia obligada a la inundación del planeta”, afir-man Claudio Soler y Mónica Quirón en su libro El Arca de Noé y el Diluvio Universal.

El poema de Gilgamesh, que anuncia lluvias paranor-males, coincide con el descu-brimiento arqueológico del inglés Sir Charles Leonard Woolley, quien en 1929 en-contró una civilización pre-sumeria en Ur, que quedó atrapada entre una franja de fango o lodo solidificado de cuatro metros que testimo-nia una tragedia similar a la del diluvio; ocurrido tam-bién a causa del desborda-miento de los ríos Tigris y Éufrates, lo que confirma la teoría sobre grandes llu-vias locales que sustituyen la idea de una lluvia Universal. Robbins concluye que “los investigadores sostienen la teoría de que hubo un súbito deshielo polar que provocó

el crecimiento del mar y ani-quiló la vida en las costas, fenómeno masivo al que se le consideró castigo divino, forzado a mencionarse en leyendas que sustentaron los escritos bíblicos e histó-ricos que fundamentarían las futuras religiones”. Lo que explicaría que la Torá y el Corán, al igual que la Biblia, contienen el relato sobre el Arca de Noé y el Diluvio Universal.

aDRIaN CLaRk DICE en su libro Misterios cósmicos del Universo, que antes de la

‘gran lluvia’ la Tierra poseía tal cantidad de humedad que encerró el planeta en una nu-be que se precipitó en forma de lluvia torrencial, hipóte-sis completamente diferente a la del geólogo Alexander Tollmann, de la Universidad de Viena, quien publicó la monografía Vom Mythos zur historischen Wahrheit, y a la del astrónomo Victor Clube, de la Universidad de Oxford, en el libro Cosmic Winter, quienes atribuyeron la inundación a un enor-me meteoro que atravesó la capa de ozono y provocó terremotos y maremotos al contacto con la Tierra. Por su parte, el escritor de ciencia ficción Isaac Asi-mov recoge en su Guía de la Biblia: Antiguo Testamen-to la teoría del meteorito, y agrega que cayó en el Golfo Pérsico y ocasionó una ola gigante (tsunami). Ante la imposibilidad para probar las teorías, los restos del Arca

de Noé serían la única mues-tra física que testimoniaría su existencia. Al respecto, en el siglo primero el historia-dor judío Flavio Josefo habló de un barco hundido en el monte Ararat, como lo hizo Epifanio, el obispo de Salami-na en el siglo IV y, en el XV, Marco Polo, el viajero vene-ciano por excelencia, quien escribió que los restos de la ‘barca diluviana’ se encuen-tran todavía en el Ararat. Pos-teriormente, con la llegada de los siglos XVIII y XIX se cuestionan los dogmas reli-giosos para darle preferencia al pensamiento científico, lo que acentúa la obsesión por descubrir los restos del arca perdida. Inician las expedi-ciones a la montaña, entre las que destacan la del príncipe austrohúngaro John Joseph de Nouri y el comando que salió en busca de la embar-cación por órdenes de Ras-putín. Fue hasta 1955 que el escalador Ferdinand Navarra tomó una muestra de made-ra que encontró en las faldas del monte Ararat. El estudio de la reliquia reveló una edad aproximada de 3,500 años, hallazgo que se complementó y publicó junto con los estu-dios que realizó el Centro de Investigación para el Estudio Arqueológico de Ararat. Los estadounidenses no tardaron en participar de la polémica, ya que a finales del siglo XX enviaron un equipo de la CIA para cubrir la ‘Operación Ar-ca’, que recogió resultados que actualmente permanecen ocultos para quienes jamás accederán a los ‘secretos de Estado’. Mientras tanto, el pe-cado, las profecías y los desas-tres naturales nos han puesto de rodillas a los creyentes pa-ra rezar por la supervivencia de la humanidad.

“Los aNTRopóLoGos haN EsTuDIaDo EL fENómENo DEL DILuvIo y haN RECopILaDo 270 vERsIoNEs DELa LEyENDa. DEsDE asIa hasTa Los azTECas”.

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