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Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008 0 MAESTRÍA EN DESARROLLO RURAL. SEMINARIO DE PROBLEMAS RURALES. II SEMESTRE DEL 2008 CÓMO NOS TOCA LA GUERRA Compilación No.3

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Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

0

MAESTRÍA EN DESARROLLO RURAL.

SEMINARIO DE PROBLEMAS RURALES.

II SEMESTRE DEL 2008

CÓMO NOS TOCA LA

GUERRA

Compilación No.3

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

1

“Cuando los acontecimientos vividos por los individuos o por

el grupo son de naturaleza excepcional y trágica, tal derecho (el

de la memoria) se convierte en un deber: el de acordarse, el de

testimoniar” (Todorov, 2000:18. Los abusos de la memoria)

Esta es la tercera compilación de las crónicas

sobre un tema que deja de serlo para convertirse

en testimonio propio. Cuando nos preguntamos

¿Cómo nos toca la guerra? la memoria se sitúa

en tiempos y lugares que han marcado nuestras

vidas de manera especial.

Este es un ejercicio de memoria nuestra, pues

también como ciudadanos, profesionales,

habitantes de este país, hemos estado viviendo la

guerra. Este es un punto de encuentro de diversos

testimonios individuales desde los cuales

aportamos en la tarea por reconstruir la

memoria colectiva de estos tiempos que nos tocó

vivir, tiempos de guerra y de crisis, pero también

de búsquedas esperanzadoras.

Gracias por cada uno de sus aportes!

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

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1. ESTO ACÁ ESTÁ MUY TESO…

3 de enero de 2001. Son las 10:00 de la mañana y el sol calienta

tímidamente. La gente va de aquí para allá tratando de ubicar un

transporte que lo lleve a su destino. Han terminado las fiestas

decembrinas y hay que volver a la rutina del día a día.

Una motocicleta empieza a moverse a veces sigilosamente,

rápidamente otras tantas. Va de aquí para allá, el aire se enturbia.

Junto a mi hay un hombre que me mira nerviosamente. Sus

pequeños ojos enmarcados por unas cejas tupidas me examinan.

Yo lo conozco, se llama Joaquín. Crecimos juntos pero nunca

fuimos cercanos. De repente se me acerca y pregunta -con la voz

un poco agitada- si voy de viaje, a lo cual le respondo

afirmativamente… Van a matar a alguien me dice sin más, el

ambiente está pesado, es mejor que nos vamos ya en lo que

aparezca.

La motocicleta se detiene en frente de nosotros. Un hombre joven

y delgado que va de parrillero se baja, no lo reconozco y eso que

en ese pueblo todo el mundo se conoce. ¿Es un “para”?, le

pregunto entre dientes a Joaquín que asiente con la mirada. El

hombre se dirige en dirección hacia mí. Yo miro a Joaquín que está

inmóvil, pálido, no me mira y el temor se apodera de mi, siento frío

en mis pies y debajo de mi nariz. No es un frío común, es un frío

extraño, como una mezcla de hielo y viento. El hombre pasa por un

lado mío, recibe una bolsa negra y ni siquiera nos determina. En

ese momento llega un automóvil que hace viajes y Joaquín y yo

nos abalanzamos sobre él para lograr el único puesto que trae

vacío. El conductor nos mira y dice: sólo hay un puesto. Joaquín le

dice: si, ya vimos hermano pero ahí vamos a tener que caber todos

porque esto aquí está muy tenso. Y nos subimos al carro,

acomodándonos de la mejor forma en que se pudo. El carro

arrancó y detrás de nosotros la motocicleta con los dos

paramilitares. En ese momento el miedo se apoderó de todos,

tanto que el conductor se orilló y esperó a que pasaran para ver si

era algo con nosotros. Pero no, los hombres siguieron de largo.

Inmóviles permanecimos alrededor de 20 minutos. Luego

proseguimos. En el camino nos encontramos a los hombres que ya

venían de regreso, se venían sonriendo y se veían complacidos.

Unos 5 km más arriba nos encontramos con algo en la carretera y

tuvimos que parar. Era el cuerpo de un hombre que yacía boca

abajo, sus vestiduras eran humildes, y así como estaba, parecía

uno de esos muñecos de año viejo que suelen quemarse el 31 de

diciembre en los pueblos. Su cuerpo aún estaba caliente. Sentí una

gran tristeza y entre las tensiones y el triste cuadro, estallé en un

vómito incontrolable. Mis compañeros de viaje esperaron un

momento a que me repusiera y luego proseguimos. Durante el

viaje no se habló absolutamente nada de lo visto en aquella

carretera.

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2. LAS QUIEBRAVIDAS

Cuando fue reconocido como el tercer productor de mejor calidad

de café en Colombia, jamás imaginó que su vida fuera a cambiar

tan rápidamente. Después del reconocimiento, los compradores

internacionales del grano quisieron saber de qué lugar del país era

este joven productor, para comprarle toda la cosecha.

Precisamente a él lo conocí en septiembre del 2006 cuando llegué a

la ciudad de Neiva, para hacer el cubrimiento periodístico del

Concurso Nacional “Taza de la Excelencia”, en el cuál este cafetero

y otros 20 del Tolima estaban participando. Antes de salir del hotel

para la premiación, hablé con él y le pregunté que si ganaba el

primer puesto, qué haría con el premio. Me respondió: comprar un

carro para sacar el café de la finca sin problemas. En su respuesta

también pensó en su familia y me dijo que además de esto, quería

salir con su esposa e hijos de paseo al pueblo y regresar a casa sin

mojarse.

Él es natural de la vereda Puerto Limón, corregimiento de Gaitania,

en Planadas, sur del Tolima. Allí los suelos y las condiciones

agroecológicas para el cultivo del café son de las mejores del

mundo. Abundancia de vientos, procedentes del nevado del Huila,

suelos arenosos y una amplia capa vegetal. Y, como dato curioso,

periodos marcados de lluvias y sol, ideales para la plantación. La

casa de este cafetero queda a dos horas de Gaitania. La llamada

línea o campero, que hace las veces de transporte masivo, no llega

hasta esta vereda.

La noche de la premiación, en el amplio salón del Centro de

Convenciones de Neiva, sólo se veían cafeteros del Tolima, pues la

gran mayoría de ellos, fueron finalistas. Después de una selección

de 700 cafeteros de todo el país, su nombre clasificó entre los cinco

primeros y posteriormente se alzó con el tercer lugar. A partir de

este momento su nombre inicia un ascenso en la atención de los

medios locales de prensa, tanto de los del Huila como de Tolima.

Ya más calmados, después de la celebración, logré compartir con

este cafetero algunos

minutos de reposo y

conocí varios detalles de

cómo transcurre su vida

en una tierra que parece

ser propiedad absoluta

de la guerrilla. Boleteo,

extorsión y hasta abuso

físico para las mujeres de su familia y vecinos, ha tenido que vivir

este cafetero con apenas 35 años de edad.

La calidez humana de este hombre, su sencillez y lo afable de su

trato, me permitieron descubrir que a pesar de la adversidad hay

esperanza. Este tipo de hombre y su forma de ser, fue lo que más

les impactó a los medios de comunicación. Los comunicadores se

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preguntaban: ¿Cómo un hombre, una persona que vive en la zona

más apartada del Tolima -tomando lo que es el departamento por

la región sur- donde la autoridad máxima son las FARC (Fuerzas

Armadas Revolucionarias de Colombia), puede seguir apostándole

a la tierra, a ser campesino, a vivir allí con su familia y tener un

don de gente tan especial?

Después de todo el revuelo generado por el premio y los contratos

de café con los compradores internacionales, de varios artículos de

prensa y homenajes por parte del gobierno municipal y

departamental -de los cuales fueron objeto los cafeteros

participantes en el concurso de calidad- perdí su rastro y el de los

demás compañeros.

Cierto día, pasados pocos meses de la premiación del concurso, su

nombre volvió a sonar en los medios locales y nacionales de

prensa. En esta oportunidad no destacaron la calidad de su café o

la negociación a 1.30 dólares la libra con la empresa americana

Timoty´s, que él alcanzó. No, en ese momento la noticia era la

guerra y la cosecha de muerte que genera. Él, como todos los días

lo hacía, salió para su cafetal, acompañado de un balde para

abonar unas plantas recién sembradas, y sin percatarse, pisó una

mina puesta por la guerrilla; en su misma finca, en su mismo

cafetal, en su casa. Esa mina, además de destruirle todos sus

miembros inferiores, también le quebró su vida.

3. EL PRIMO

La guerra toca al “primo” desde pequeño. Siempre escuchando a

sus mayores con todas las cosas que pasaban en el país por la

década de los 80: carros bomba del narcotráfico, masacres de las

FARC, delincuencia común y demás. Pero nunca llegó a pensar que

la guerra golpearía las puertas de su cálido y muy tranquilo pueblo,

para luego buscarlo entre sus vecinos y encontrarlo exigiendo

cosas.

El “primo” siempre pensó que eso de la guerra ocurría lejos, muy

lejos en las selvas Colombianas y no en la puerta de su casa. El

primer encuentro del “primo” con la guerra siendo niño, fue una

masacre que le propinara las FARC a unos 3 policías, en la vía que

de su pueblo conducía a la capital, el fue observador de cómo

quedaron los cuerpos calcinados de estos policías. El “primo” no

entendía por qué los cuerpos quedaron como un bulto pequeño, si

los policías eran héroes grandes e invencibles. Aquella vez sus ojos

inocentes se llenaron de agua.

Pasaron un par de años, donde se escuchaba que la FARC se

tomaría el pueblo y arrasarían con todo. Igual que salían varios

municipios en las noticias totalmente destruidos por estos

bandidos. El pánico tomó aquella población. Se acabaron las

noches de jugar a las escondidas con todos los amiguitos de la

cuadra. Se acabó el juego de yermis y el partido de banquitas

enfrente de la casa del “primo”.

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Todo era temor y miedo. Así pasaron unos años y el “primo” era

todo un colegial: cursaba Octavo grado. Un tío suyo tenía una finca

ganadera a 30 minutos a caballo del casco urbano. El “primo” era

inquieto y llevaba en su sangre la tradición ganadera de toda su

familia. Tradición que pasa de generación en generación. Su tío le

había permitido tener ganado en dicha finca, con la condición que

cada 8 días la visitara. Al muchacho le encantaba, pues se sentía

feliz desplazándose a caballo por aquellas faldas de la topografía

Colombiana, para ir a visitar dicha finca.

Hasta que un día se acabaron los fabulosos paseos montado en su

briosa yegua llamada “Maravilla”. En su casa apareció un sobre por

debajo de la puerta, dirigido a su papá. Fue leído por el papá y su

rostro reflejó gran espanto. Exclamó: nos ¡vacunaron! También

vacunaron a don Ruperto, a don Héctor, a medio pueblo. Fueron

citados un día, en el más lindo pero frio de los páramos de la

región.

El día de la reunión a cada uno lo hicieron pasar con el

comandante. Cuando le tocó al papá del “primo” le dijeron: patrón

usted tiene que dar 30 millones de pesos, si no lo hace, a su hijo,

al que llaman el “primo”, que cada 8 días se desplaza del pueblo a

la finca en una yegua mora, lo vamos a secuestrar y ahí se le

cuadriplica la cuota, usted decide.

Ese fue el peor día para la familia, su único hijo estaba amenazado

de secuestro.

A raíz de esto surgieron dos cambios drásticos en su casa: Uno, se

acabaron los viajes a la finca del tío. Ya nunca más saldría en su

yegua mora a recorrer la geografía colombiana. El caballo se había

quedado sin jinete. Y dos, el apartamento que por tantos años

habían pagado a cuotas en la capital –y que por cierto era un

atraco-, para que el “primo” viviera cuando pudiera llegar a la urbe

en busca de sus estudios universitarios, fue vendido. Fueron

entregados 26 millones de pesos en una mochila, al lado del

puente del rio, en una fría noche, debajo de una mata de eucalipto.

Allí quedaron el esfuerzo de muchos años y la ilusión de la familia

de tener un sitio a donde llegar en la capital.

De esta forma y pagando año a año la tal vacuna, ya no en una

cuota tan elevada, si no de acuerdo al número de animales y la

extensión de la tierra -porque dichos bandidos de la FARC decían

ser muy justos-, en donde los dueños de más cosas pagaban más y

los menos favorecidos pagaban menos; creaban unas tablas de

recaudo cual impuesto predial y de esta forma extorsionaban desde

el que tenía una vaca hasta el más pudiente del pueblo.

Luego el “primo” llegó a la universidad. Ya no tenía donde dormir.

Le tocó en un pequeño rincón de una casa de un familiar, pasando

humillaciones y tristezas. Ya para mitad de la década del 90 el

grupo guerrillero tenía más presencia en el municipio. A los

famosos bazares de las veredas, que tanto se disfrutaban antes, ya

no podía el “primo” y sus amigos asistir, pues en lugar de ser el

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sitio y momento de encuentro de la comunidad campesina, se

convertían en las parrandas y desordenes del grupo guerrillero.

Luego de un largo semestre en la universidad, el “primo” empaca

maletas y sale de vacaciones para su pueblo. Mes de diciembre. En

la carretera lo esperaba una sorpresa: reten de la FARC. Eran las 9

a.m. Se tomaron la vía, los sentaron en un potrero por grupos y un

tipo alto de barba, llamado Miller, les daba cátedra comunista y

razones revolucionarias. De esta forma transcurrieron 7 horas sin

que nadie los auxiliara. Se bebieron las tiendas de orilla de la

carretera, cantaron, gritaron, se desordenaron y luego se llevaron

unas personas del pueblo. Este acto decía llamarse una pesca

milagrosa. El “primo” nunca entendió el por qué.

Estando un domingo en el pueblo, departiendo una cerveza con los

amigos de la infancia, lo abordan unos hombres y le preguntan el

nombre. El “primo” asustado dice: no, yo no soy, señores ustedes

buscan a mi primo. De nada sirvió la aclaración y fue llevado de

forma violenta a un campero. Ya montado en el campero uno de

estos bandidos dice: pendejos! este no es, al que buscamos es al

“primo”. Lo tiraron en la carretera, él se pensó muerto. Pero

gracias a Dios no fue así. A los 8 días secuestran al primo del

“primo”. Viendo éste el dolor, la angustia y la impotencia con que

esta familia tuvo que vivir un tiempo.

Y ahí va de nuevo, a encapsularse en la capital, donde no lo toque

la guerra que vive su país, poder terminar su carrera y seguir

temeroso de lo que pueda suceder en el futuro.

Todo esto al “primo” le ha causado gran impacto en su vida. Hoy

en día es profesional y trabaja por la geografía colombiana,

escuchando historias peores de paramilitares, guerrilla y demás.

Abordando, dialogando, conociendo a victimarios y víctimas de la

guerra y entendiendo que lo que le sucedió hasta hoy en su vida no

es nada comparada con lo que se escucha por los caminos y

veredas de Colombia.

4. José Guayatá

José se despierta día a día con desilusión, un día con más frío que

otro, pero al final siempre con frío. A veces no quisiera abrir los

ojos. Su historia no fue como los libros que le leían en la escuela

cuando era pequeño, aquellos que tenían un final feliz. Empieza a

recordar su pueblo, su apacible Guayatá, rodeado de hermosos

paisajes, fincas ganaderas, diversidad de cultivos, cerros y sitios

turísticos, en la Región del Valle de Tenza, Oriente de Boyacá.

Suspira. Guayatá es un pueblo laborioso, sencillo y de gentes

honestas, orgullosas de sus costumbres y tradiciones, es un pueblo

religioso y arraigado a lo heredado de sus antepasados. Hace

memoria.

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Su historia inicia en su pueblo, rodeado de amigos. Un lugar

pacífico -y como muchos de los de Colombia- lleno de gente

pujante. Una casa con un gran jardín. Su vida transcurría en las

labores como campesino, cuidando el ganado, los sembrados,

despertándose con el canto del gallo a las 5 a.m. y por todo esto,

éste era el sitio donde era feliz con su familia.

Un día muy común para él -sin saber que sería ese el día más triste

y definitivo de su vida- mientras se bañaba, escuchó el grito de su

esposa, quizás el grito más estremecedor que nunca hubiera

escuchado. Con prisa y aterrado, corrió a indagar el motivo de éste

y en pocos segundos su esposa se desvaneció ante él. La muerte

ese día merodeaba por la casa y sus ojos presenciaron lo que no

debían, porque la violencia no tiene derecho a violar la felicidad

que nace con nosotros. En esos momentos, el instinto de

supervivencia fue muy fuerte, así que su única reacción fue correr

para defender su vida después de ser amenazado por gente sin

escrúpulos. Desde entonces, su casa son las calles de Bogotá.

Tras convertirse en uno más de los desplazados de Colombia, ya

sus ojos transmiten otra clase de sentimientos. Ya nada es lo

mismo y esa sensación de impotencia se apodera de su alma. Su

mirada alberga tristeza, rencor, dolor, pero al mismo tiempo,

ganas de luchar. Su sustento y único ingreso es pedir en los

semáforos, en la calle, y como él dice: a uno le toca rebuscársela,

sino aquí me muero de hambre y a mi pueblo no puedo volver.

Ahora está rodeado de asfalto en un extraño lugar, donde nadie

saluda, donde todos están tan ocupados para fijarse en él, porque

simplemente es un desplazado más por la violencia que ya no es

capaz de soñar.

5. LA GUERRA ME TOCA VIVIRLA A DIARIO.

Mi relato comienza cuando era muy niño y mis padres y abuelos

maternos me comentaban las anécdotas de cómo fueron

desplazados de sus fincas en el Tolima, y les toco irse a vivir a

Ibagué. Una de estas anécdotas sucedió en una finca cercana al

municipio de Rovira, en donde ellos departían sus actividades en el

campo, vivían del pancoger, la lechería. Pero un día cualquiera les

avisaron que debían irse de la finca a causa de la problemática que

se vivía entre los partidos Godos y Collarejos. Ese día -cuenta mi

madre- quemaron muchas fincas y asesinaron varios vecinos. Ellos

se salvaron porque pudieron salir y dormir en la montaña.

Comenta que fueron dos días padeciendo hambre, frío y angustias,

hasta que llegaron a la ciudad. Pero esta persecución no termino

aquí. El acoso del partido contrario siguió la presión en las otras

fincas, en donde a mi abuelo le tocó casi regalarlas. Le tocó vivir en

la urbanización, donde poco conocía del comercio y lo poco que le

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quedó se lo fue consumiendo. La familia se dedicó a otras labores.

La mayoría se emplearon, unos en la alcaldía, otros en agencias de

transporte, otros viajaron a otros departamentos: Valle del Cauca,

Cundinamarca, Santander y unas tías salieron del país. Lo que les

comento sucedió hace 50 años. Pero a nosotros nos toco lo mismo.

Mi padre, comerciante, se conoció con mi madre en Ibagué y a raíz

de todos estos problemas se radicaron en Villavicencio. Allí nací,

pero parece que mi familia no pudo echar raíces en estas tierras y

nos fuimos para Bogotá. Allí pasábamos de una casa a la otra, de

un colegio a otro, debido a la misma inestabilidad y ésta ocasionó

la separación de mis padres. Mi madre, con tres hijos, volvió al

Tolima y con un gran esfuerzo me dio la educación en donde me

gradúe como Ingeniero Agrónomo.

No había tiempo que perder. De una vez me empleé y mi trabajo

siempre ha sido en contacto con lo rural, donde me ha tocado vivir

muchas experiencias relacionadas con la guerra. Una vez en Fresno

–Tolima- a mí me tocaba asistir una zona. En esta época era el

técnico de la región. Me conocían los grupos al margen de la ley y

me dejaban trabajar, ya que nunca intervenía en sus asuntos. Pero

un día, otro compañero que venía de otra dependencia, no avisó y

entró a la zona a inspeccionar unas obras de construcción. Este día

fue muy amargo. Yo estaba realizando mis labores cotidianas y de

regreso a la sede me encuentro a mi compañero rodeado de estos

señores. El comandante de este grupo le apuntaba con una pistola

en la cabeza, diciéndole: lo voy a matar. La cola de carros

interveredales no me dejaba pasar, pero al fin me acerque y le dije

al comandante que estaba en un error, que él pertenecía a la

entidad y que no era la persona que estaban buscando. Él se

acercó hacia donde yo estaba y me pegó un puño en la espalda

que me hizo caer. Me dijo que no me metiera, que no era mi

asunto, y que si quería iba a correr la misma suerte que él. En el

piso le respondí y le dije que yo era el técnico de la zona y que él

ya me había visto y había dialogado conmigo para poder

desempeñar mi cargo y que no debiera cometer un absurdo, ya

que se encontraba equivocado. No sé qué pasó, pero cayó en

cuenta y se dirigió donde estaba el compañero y le dijo que se

levantara y le metió la pistola en la boca y le dijo: dele gracias a su

amigo, pero la próxima vez que lo vea transitar por esta zona, lo

mato. Después, ellos impartieron órdenes de que lo debía llevar a

la institución. En ese momento mi compañero no podía caminar y

estaba muy ofuscado hablando cosas que no entendía, pero al fin

lo convencí y lo llevé hasta el pueblo. Pasamos toda la noche en

vela, esperando que amaneciera y que lo acompañaran varios

amigos para llevarlo a la capital. Al poco tiempo me comentan

otros amigos que el compañero que había estado en esta situación

se encontraba en mal estado mental y que tenía un psiquiatra de

cabecera. Quedó marcado. Ya no podía salir al campo, cualquier

persona que se le acercaba se le asemejaba al comandante y le

causaba graves problemas nerviosos, al cabo de no reconocer

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sitios, ni personas. Actualmente el compañero se encuentra

inhabilitado para trabajar y a su familia le tocó hacer un gran

esfuerzo para que le dieran la pensión, ya que la institución no

quería.

Hoy en día manejo programas que el gobierno le asigna a la

institución. Me encuentro con muchas presiones tanto de la

comunidad, como la de los grupos, la misma institución, y la ley

ordinaria. Lo que noto en la realidad, es que hace falta planificación

para la ejecución de estos programas en donde no se tiene en

cuenta la verdadera realidad de estas zonas en conflicto. En mi

opinión puedo decir que la guerra me toca vivirla a diario, porque

todas estas situaciones -aunque no las quiera mostrar, dar a

conocer o quererlas resolver de una manera interna- siempre

involucran a la familia, a los amigos y a todo lo que me rodea.

6. ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

En el marco de un Estudio de Impacto Ambiental para una

multinacional de hidrocarburos, realicé un diagnóstico participativo

de las condiciones de vida actuales de dos veredas del área de

influencia del proyecto, en cercanías de La Gabarra, Tibú, Norte de

Santander. Las implicaciones sociales que tenía la participación de

los líderes comunitarios y de la comunidad de las veredas en el

proyecto, estaban mediadas por las amenazas del ELN y la

participación ciudadana en el proyecto, por parte de la empresa

petrolera. Los primeros habían advertido a la comunidad que si

participaban en el proyecto serían desplazados del territorio.

Mientras que los segundos prometían participación laboral e

inversión social en el proyecto. Esta situación divergente

enfrentaba a los líderes y a la comunidad en la discusión de la

participación en el mismo, lo que originó que se pronunciaran

frente a los guerrilleros frente a la posibilidad de trabajar en el

proyecto. La respuesta del grupo insurgente se inclinaba a

presionar a la empresa a invertir en la construcción de una vía

carreteable que comunica a la zona con el corregimiento de La

Gabarra y en esa medida esperaba que la Comunidad también

ayudara a presionar a la empresa. La Comunidad estaba de

acuerdo con tal posición, pero se opuso a usar la violencia y le

manifestó al grupo guerrillero que se ocupara del problema

directamente y los dejara por fuera de tal negociación. Después de

varias discusiones, la guerrilla estuvo de acuerdo con la Comunidad

y permitió que estos iniciaran diálogos con la empresa. Pero una de

las veredas inició diálogos sin su permiso y los desplazaron del

territorio, refugiándose en territorio Barí, en Venezuela.

Una vez los líderes me comentaron esta situación, empezamos a

analizar con el grupo de trabajo la pertinencia de participar en el

proyecto. En forma casi clandestina, sin que se enterara la

empresa de hidrocarburos ni la empresa consultora del estudio que

nos contrataba -debido a que habían manifestado no involucrarse

seriamente en la situación- a título personal comencé a indagar con

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los líderes sobre las implicaciones. En forma conjunta analizamos

la situación de la vereda desplazada y creímos conveniente que no

se involucraran en el proyecto debido a la falta de garantías de la

seguridad de la Comunidad. Esta decisión fue comunicada por

parte de los líderes a la empresa, quienes actuaron de forma no

ética queriendo comprar su participación en el proyecto. Era claro

para ellos, a estas alturas del proyecto, que la empresa quería su

participación para cumplir con un requisito ante el Minambiente,

pero poco les importaba lo que le pasara a la Comunidad. En tal

sentido, decidieron darle la espalda al proyecto y ya en Bogotá me

comentaron tal decisión, a lo que les dije que me parecía lo mejor,

con el riesgo de que la empres asociara mi participación en dicha

decisión. Pasado un mes, la empresa retomó conversaciones con la

Comunidad y les invitó a participar en un taller en la zona para

reiniciar acuerdos de participación ciudadana en el proyecto y me

solicitaron volver a la zona para dictar una charla sobre dicha

participación, a lo cual me negué aduciendo que ya había

terminado mi trabajo en la zona, esto a fuerza mayor, debido a que

el equipo de investigación había sido declarado objetivo militar por

el ELN, según fuentes locales. Información que al parecer la

empresa no había sido informada. Finalmente, a la víspera de los

preparativos de la reunión con la Comunidad, mataron al líder de la

vereda que había sido desplazada, noticia que nos embargó de

fuerte dolor y de impotencia por no podernos comunicar por la falta

de señal de comunicación y por el miedo que nos generó el

emprender una investigación por nuestra cuenta, quedando en la

totalidad oscuridad hasta el momento. Situación real que analicé y

anexé al estudio, como un impacto social, el cual fue rechazado

debido al ocultamiento y manipulación de las causas por parte de

las empresas consultoras y de hidrocarburos, quienes manifestaron

no estar de acuerdo con el análisis por falta de pruebas y de

pertinencia en el estudio.

7. CUANDO GUERRA ES GUERRA

Este es un breve recuento de cuando presté mis servicios

profesionales en un municipio del sur del país, en donde en 1999 y

hasta el 2004 solo mandaba la guerrilla y la economía del

municipio estaba asociada con el cultivo de la coca, lo cual es una

dura realidad que se vive en muchos municipios de nuestro país.

Aunque antes de irme a trabajar a ese municipio me contaron que

la única forma de entrar o salir era en un avión DC3 -el cual no

llegaba sino dos veces a la semana- que era un municipio pequeño,

con la mayoría de la población indígena y que era normal

encontrarse la guerrilla en el pueblo, pero que desde que uno

trabajara bien no iba a tener problemas. Además necesitaban un

profesional que coordinara y ejecutara unos proyectos que me

parecieron interesantes, al igual que me parecía buena la

experiencia de trabajar en otra región del país y tener el contacto

con otras culturas.

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

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Pero desde que aterrizó el avión en el pueblo y donde fuimos

recibidos por los miembros de la guerrilla, integrada además por

mujeres y niños armados que le piden la cédula para registrarlo

con el fin de averiguar de que no sea infiltrado de las fuerzas

militares y después de severa madreada que le pega el

comandante al Alcalde delante de todo el pueblo, por haberse

demorado más días de lo que se había presupuestado y no llevar

un repuesto para la planta, lo cual tenía al pueblo sin energía

eléctrica. Además dándole la orden que me tenía que llevar por la

tarde al campamento para darme las instrucciones del caso, como

eran: que todo lo que viera y escuchara se quedaba en el pueblo,

que como profesional debía dar buen ejemplo a la comunidad, que

no me pusiera a enamorar a las mujeres del pueblo, que nada de

ponerme hacer cosas que hacía mi antecesor como tomar en horas

de oficina o hacer negocios con los traquetos, que las

comunicaciones siempre los milicianos las iban a escuchar para que

uno no enviara información que no les convenía, porque si se

infringía alguna de esas normas de conveniencia que hacían parte

ya de la cotidianidad de los habitantes, además de otras reglas

como no robar, ser chismoso, no pagar las deudas, ser drogadicto,

pues se exponía a castigos que iban desde ser amarrado a un palo

a la orilla del río donde le iban a dar una tunda los zancudos, o

caminar descalzo encadenado por todo el pueblo con letrero que

decían me amarraron por chismoso o vicioso, o tenía que pagar

multa económica, o realizar trabajos comunitarios, o estar

expuesto al destierro o ser asesinado.

Por lo cual desde el primer día ya me quería devolver por la cruda

realidad a la que había llegado, pero lastimosamente ya había

firmado el contrato y el avión ya se había ido. Era clara la

influencia guerrillera sobre la Administración Municipal, los demás

habitantes y el manejo que tenían sobre el narcotráfico, ya que

cobraban vacuna a los productores, compradores y a las avionetas

que aterrizaban a sacar la coca en hora de las mañana. Era muy

normal encontrarse con pilotos -brasilero, peruano o español- y

que en las tiendas se pagara con gramos o con dólares.

Ya estando en ese municipio, se observa que las FARC en algunas

cosas beneficiaban a la población. Lástima que haya sido con el uso

de las armas, porque daba gusto ver el pueblo bien aseado, ya que

a punta de días cívicos, se arreglaba. Fue así que entre todas las

personas que vivíamos allí y con presupuesto de la Alcaldía y el

narcotráfico, se logró pavimentar el pueblo. Aunque se equivocaron

muchas veces en su afán de construir trochas en la selva, donde

veía con tristeza como a punta de motosierras iban abriendo

caminos que no iban a llegar a ningún lado. También establecían

normas que permitían controlar la caza y la pesca indiscriminada o

usando métodos no adecuados, pues a los métodos de la guerrilla

si le hacían caso, pues temían por sus vidas.

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

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Además cuando solo existía la presencia de la FARC, podían llegar

las comisiones médicas y proyectos de otras entidades, a las

comunidades más retiradas, lo cual no ocurre actualmente por los

enfrentamientos entre la guerrilla y las fuerzas militares, lo que

imposibilita el desplazamiento de las comisiones estatales hasta las

comunidades indígenas donde hay un exceso de pobreza. Estando

uno como en la etapa de sometimiento sin poder reclamar, pero sin

llegar en mi caso nunca a aliarme por completo o estar de acuerdo

totalmente con ellos, pues las armas no deben ser el instrumento

para conseguir los objetivos esperados.

En el 2002 empezó a agudizarse la situación, ya que el ejercito

empezó a ser más estricto en los controles de alimentos y

combustibles que entraban al municipio, empezó a sobrevolar con

los aviones de la fuerza aérea, hasta llegó a bombardear una

avioneta en plena pista del municipio, lo cual generó mucho miedo

entre sus pobladores, porque nadie creía que iban a disparar por

encontrarse población civil.

La guerrilla empezó a reclutar a jóvenes del colegio, los cuales

muchos había conocido por las jornadas ambientales que

desarrollábamos conjuntamente con el colegio, o los veía jugar en

los campeonatos deportivos municipales. Igualmente los días

cívicos se fueron haciendo más pesados y en días laborales por lo

cual no quedaba nadie en el pueblo ya que todos teníamos que

trabajar en la trocha, se incrementaron las amenazas y las

reuniones para prepararnos para la llegada del ejercito, porque

según el comándate guerra es guerra y teníamos que estar del lado

de ellos. Se empezaron a ver serios problemas económicos en el

municipio ya que este giraba en torno a las plantaciones de coca, la

cual, debido al incremento de los controles en el transporte de los

insumos, aumentó los costos de producción y disminuyó su

rentabilidad, generando desempleo en la comunidad. Hasta que

me llegó la época en que dije: no más. Por convicción tomé la

decisión de renunciar. El comandante, el alcalde y muchas

personas de allí me quisieron persuadir pe ro la decisión ya estaba

tomada.

Al poco tiempo, la guerrilla se toma la Alcaldía, quema todos los

archivos y se lleva los equipos de computo y los muebles,

desterrando a todos los funcionarios de la Administración, a

excepción del plantero y fontanero, por lo cual el Alcalde y demás

funcionarios se van a despachar a otra ciudad.

En el 2004 los hombres del Ejército desembarcan en el pueblo y

vuelve la Policía Nacional, donde fueron tildados muchos habitantes

como guerrilleros y narcotraficantes. En la guerrilla se presentan

algunos asesinatos entre ellos mismos, porque muchos trataron de

volarse y llevarse el dinero recogido del narcotráfico. Empezando la

guerrilla a realizar hostigamientos desde el otro lado del río, con el

lanzamiento de cilindros y granadas, afectando a la población que

alguna vez convivió con ellos y donde muchos de los guerrilleros

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

13

tienen sus padres y hermanos. Igualmente muchas personas se

ven en confinamiento, ya que no pueden regresar a ver sus

cultivos por la amenaza de las minas sembradas por el grupo de

las FARC.

En el 2005 que volví, por invitación del Ministerio de Ambiente y la

Gobernación, para que los apoyara en la elaboración del Esquema

de Ordenamiento Territorial, observo y escucho de sus pobladores

los efectos de la influencia armada y el conflicto que se vive entre

la guerrilla y el ejército, lo cual afecta la territorialidad de sus

resguardos indígenas, especialmente en la áreas de las chagras, los

sitios de caza y pesca, restringiendo los procesos de los pueblos

indígenas. Igualmente se queja la comunidad por la falta de

presencia del Estado, el cual no le ha dado ninguna solución a sus

problemas y en cambio con las fumigaciones a los cultivos de coca,

les afectó hasta los cultivos de pancoger.

Este municipio vive otra realidad, debido al descenso del cultivo de

la coca. La presión de las autoridades, ha provocado desempleo,

aumento en los precios, por lo cual muchas familias se han

trasladado a otros departamentos; ya que la economía se basaba

en los cultivos ilícitos.

Me asombro que la mayoría de casas del municipio tenían

trincheras para protegerse de los hostigamientos y que por las

calles en que caminaba prácticamente tranquilo unos años atrás,

nos teníamos que mover con escolta del ejército, entre los cuales

se encontraba el Mayor, ya que éramos objetivo de la guerrilla. El

último día del taller, mientras almorzábamos, escuchamos

tremendo estruendo, pero el soldado nos informó que tranquilo,

que eso era el Mayor desactivando una bomba que no había

explotado en el hostigamiento de la noche anterior. Seguidamente

suenan ráfagas de fusil y le informan a alguno de los soldados que

nos acompaña, que al Mayor se le había explotado la bomba,

quedado solo el tronco, un brazo y un poco de cabello pegado al

cuello. Que los guerrilleros estaban disparando del otro lado del río,

por lo cual no podían acercarse a la deslizadora para bajar al casco

urbano. Entonces llaman a la capital del departamento para que

nos envíen una avioneta, pues creen que va haber hostigamiento

todo el día.

8. COMO EN LAS PELÍCULAS DE VIETNAM

Recuerdo cuando estaba laborando en Viotá, Cundinamarca, zona

comprometida con los grupos alzados en armas. Allí trabajaba con

el Comité de Cafeteros de Cundinamarca, con grupos de amistad

organizados, en las diferentes veredas.

Un día salí, común y corriente, con mi camiseta amarilla, la gorra

de la Federación y en la motocicleta. A unos 500 metros del caserío

de San Gabriel, en una recta de 200 metros, observé que estaban

unos camperos estacionados al lado y lado de la carretera. Pensé

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

14

que eran los grupos armados, que estaban apostados a los lados

de la vía, pero ya estaba como en la mitad del trayecto de esta y

no podía dar regreso y que querían emboscar a algo o a alguien.

Me encomendé a Dios Todopoderoso. Seguí hasta el final y en la

curva estaba un grupo de jóvenes bien armados y el jefe de ellos,

con una pistola en la mano, encañonando a dos personas que

estaban al lado de una camioneta pequeña, que repartía dulces y

papas fritas, diciéndoles que no aparecieran por estas tierras sin

permiso de ellos. Cuando me vio dijo el jefe: aaah! usted es del

Comité, siga, rápido. Del susto se había apagado la moto, no pude

prenderla, pero como la vía era un poco en bajada, me fui como en

un triciclo empujado por los pies.

Bien, en la mañana hice algunas visitas a fincas, luego a primera

hora de la tarde empecé el taller de renovación de cafetales.

Después de una hora, se escucharon los helicópteros que rondaban

muy cerca del lugar de la reunión y las personas que estaban aquí,

salieron rápidamente para sus viviendas, quedando solamente con

el dueño de la finca.

Me dio un afán terrible de salir de allí, encendí la motocicleta y

comencé a correr por la carretera rumbo a San Gabriel y en un alto

de la vía -de la parte baja de esta montañita- salieron los

helicópteros y me apuntaron con ese cañón (como en las películas

de Vietnam, pero de verdad y en vivo) y me dieron la orden de

parar, lo cual hice “en seco”, pero les mostré y me identifiqué con

mi camiseta y mi gorra azul oscura, con el logo amarillo de la

federación, estas personas de los helicópteros tiene una vista muy

aguda, me hicieron señales de continuar.

Siempre he tenido el inmenso cariño -ahora más, ahora más- a mi

gorra azul, con el escudo amarillo de la federación y a la camiseta

amarilla con el logo azul oscuro de la Federación de Cafeteros.

9. LAS COSAS SE VAN PONIENDO PELIGROSAS.

Desde hace dos años, las comunidades negras de los Consejos

Comunitarios de los ríos, Comunidades Negras de los Consejos

Comunitarios Yemanya, Chango y Orichas, han venido

desarrollando una serie de apuestas de carácter organizativo, para

la definición de sus Reglamentos Internos. Instrumento de

gobernabilidad que les permita ejercer la autonomía en sus

territorios y lograr afianzar ejercicios de gobierno propio dentro de

un escenario de guerra permanente -por el control territorial- de la

guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y fuerzas del Estado.

En la cotidianidad de resolver las inquietudes que se desprenden de

tener un territorio colectivo, amplio, diverso, lleno de historias y de

profundas preocupaciones, encuentro al señor que con setenta

años representanta legalmente al Consejo Comunitario los Orichas.

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

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Sus preocupaciones no son tan antiguas como su territorio, el cual

tiene más de cien años de vida comunitaria. La intranquilidad de

ahora tiene ocho años. Justo el mismo tiempo que hace que el

Estado les reconoció este pedazo se selva y monte, como dicen

ahora los jóvenes de su comunidad.

En ese contexto, él define como le toca la guerra…

Yo llevo seño más de trece años liderando este proceso. Antes ni

siquiera hablaba de procesos, solo le hacía y la hacía, al monte, al

rio y al mar, o lo que se presentara para la gente que lo buscaba

por una necesidad. La gente que estaba por allá (frente xxx de las

FARC) solo nos preguntaba, como se movían de un lado para otro y

no más. El problema se presentó cuando empezaron a llegar las

semillas de coca, ahí la cosa cambio. Cuando recibimos la titulación

colectiva, nos dejaron hacer muchas reuniones y nada pasó. Pero

desde hace ocho años las cosas se han venido poniendo peligrosas.

Mi diario es así de peligroso. Sin embargo tengo mucha fortaleza.

Como esos señores FARC son muchachos, les hablo duro, pero a

veces no tanto porque, de pronto se me revelan. Yo no los enfrento

pero siempre soy sincero.

Imagínese que ellos creían que los Consejos Comunitarios son los

mismos que hace el presidente Uribe. Yo les tuve que aclarar que

el nombre lo cogió el presidente, que nosotros llevamos más

tiempo llamando así a nuestro territorio.

Lo más duro ha sido que últimamente, a veces no nos dejan juntar

para trabajar en los reglamentos internos. Ellos creen que

recibimos plata todo el tiempo y que nos las gastamos mal. Pero yo

siempre me adentro en el monte y les vuelvo a explicar. El asunto

seño, es que cada vez que cambian de comandante me toca

empezar de nuevo y el que se va, no explica al que llega como es

el asunto con nosotros.

Eso es a diario, si se llevan una panga me tocan ir a decirles que si

se enferma alguien, con qué la vamos a llevar al hospital del

pueblo. Si me destierran un maestro, peor, ése, si no lo quieren no

lo dejan regresar. Lo peor es cuando al ejercito le da por entrar,

ahí si me toca quedarme quieto.

Pues si seño esa es la vida diaria de nosotros y por el tiempo que

lleva, creo que no veré mi territorio como antes.

10. TOCA APRENDER A CONVIVIR CON EL PROBLEMA

Aunque vivo en Bogotá, permanezco dos de las cuatro semanas del

mes por fuera de mi hogar. Las regiones que visito con más

frecuencia son los Departamentos del Meta, Casanare y Vichada,

porque en éstas, nuestra empresa tiene presencia, por medio de

producciones ganaderas.

Desde la presencia del llamado “Negro Acacio” en el Vichada, hasta

el cambio de grupos -3 diferentes en los últimos 5 años- en Meta y

Casanare, son unos de los principales “problemitas” que se deben

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

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sortear para poder producir. Hemos pasado de pagar por hectárea

a pagar por cabeza animal, para que se brinde en la zona

“protección” y adicionalmente un compromiso de silencio de todas

las irregularidades que se pueden observar.

La tensión es permanente, pero como todo, toca aprender a

convivir con el problema pues la solución no es abandonar. Los

ingresos de nuestra empresa dependen en un 75% de la

producción ganadera que, dicho sea de paso, permite obtener

algunas satisfacciones que solamente las entiende la persona que

quiere el campo.

La situación se ha mejorado muchísimo en los últimos 5 años.

Durante un tiempo tuvimos que abandonar las fincas y únicamente

dejar los administradores en cada propiedad, porque en rio

revuelto, ganancia de pescadores (léase colonos que invaden los

terrenos y luego nos cobran mejoras).

Sin embargo en la actualidad, si bien es cierto que se pueden

visitar los terrenos, el problema continua: civiles armados,

movimiento de vehículos toda la noche, sonidos de disparos

eventualmente y la constante pregunta: ¿es mejor dejar de venir y

dedicarnos a otra cosa? porque en cualquier momento esta gente

se alborota y como le escuché decir a uno de ellos: yo no estoy

para ganarme la vida dándole golpes a la tierra.

Cuando analizo las cifras sobre robos y homicidios que ocurren en

Bogotá y los comparo con las cifras en las áreas rurales de los

Departamentos que mencioné, me asombro tanto, que pienso que

es 100 veces más seguro estar en la finca que en mi casa. Sin

embargo, el problema es la sensación de seguridad o de

inseguridad -de acuerdo a como se mire- que tiene cada una de las

personas.

11. ENTRE LA GUERRA Y LA ESPERANZA

Primero es necesario aclarar si, cuando hablamos de guerra nos

referimos a la violencia estructural generalizada o a actos

territorialmente aislados de violencia, y de dónde y de quiénes

provienen esos actos. En mi concepto, hablar de guerra en el caso

colombiano significa referirse a la confrontación de fuerzas en las

que uno de los bando es casi siempre “oficial” o institucional (que

no por serlo tiene un modo legal de operar) y en el otro hay varios

tipos de contrincantes, clasificables según sus objetivos políticos,

de control territorial y sus procedimientos para lograrlos1.

Esto implica que la afectación que tiene la guerra sobre las y los

ciudadanos, personas del común entre las que me incluyo, es

diversa según provenga de una facción u otra, pues sus prácticas

de intimidación para la conquista de poderes y territorios son

distintas.

1 Paramilitares, de Autodefensa o Narcoguerrilla

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

17

Los ámbitos en los cuáles me toca (o me ha tocado) la guerra son

dos, y asociados distintamente a las acciones que han realizado

esas facciones que menciono: al laboral y el familiar. Ambos han

sido indirectos, siendo episodios de violencia hacia otras personas

pero que me han afectado a través de mis sentidos y han alterado

mis razonamientos y modificado mi perspectiva de la guerra, mi

impresión sobre el devenir del país y en lo personal, mis ideales y

mi esperanza o desesperanza y lo que espero para mis hijos y mi

hija.

En el ámbito laboral, tener la oportunidad de oír testimonios de

guerra de mujeres en situaciones de guerra en el mundo (Ruanda,

Bosnia, Pakistán, Urabá en Colombia) o leer testimonios de

mujeres negras e indígenas desplazadas por la violencia en

Colombia, así como tener contactos atropellados con dolientes de

persecuciones como algunos miembros de Comunidades de Paz

amenazados, radicalizó mi posición con respecto a las personas e

instituciones que intervienen en el control de los grupos armados

legales (los contrincantes “oficiales”) porque evidenció oscuros

intereses del Estado en asocio con terratenientes y multinacionales.

En el ámbito familiar, el testimonio de la experiencia de un

secuestrado cercano sobre sus momentos más duros del secuestro,

ha sido una manifestación muy dolorosa. Es efecto, de la guerra

entre dos bandos -que involucra sectores violentos de la sociedad-

convertidos en red de organizaciones sociales delictivas, trabajando

en llave con ejércitos ilícitos de la guerrilla.

Finalmente, hay otras formas en que me ha tocado la guerra con

expresiones más indirectas o inclusive intangibles pero no menos

sensibles.

Algunas son acciones de paz a las que tenemos conocimiento por la

televisión, por lecturas o testimonios, como las experiencias de

resistencia civil (de la comunidad Nasa, por ejemplo) o mediante

nuestra participación en las marchas. Sus manifestaciones nos

tocan, las sentimos, las lloramos.

Otras son acciones de violencia cotidiana y son resultantes de la

guerra y el narcotráfico: los controles de grupos de autodefensa

que en cada puerta o portón ejercen su “poder ratón” o la violencia

de guardaespaldas que a través de manejos incívicos pretenden

controlar o conquistar espacios y tener privilegios. Igualmente nos

afectan y atentan contra relaciones sociales armónicas e

igualitarias.

Sin embargo, volviendo al tema de la esperanza -que tiene mucho

que ver con el idealismo y el estar más cerca o más lejos de la

felicidad-, mi práctica profesional que me ha ofrecido la

oportunidad de acercarme a organizaciones de base, hogares

pobres o trabajadores de construcción, me reafirma en cuanto a

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

18

que la guerra o los actos violentos siguen siendo aislados y así nos

tocan en la vida, para nuestra fortuna, también esporádicamente.

12. LA GUERRA INTERNA

El término guerra tal vez tenga miles de significados, dependiendo

del lugar, el tiempo, las circunstancias y los entes implicados. En

verdad no es importante definir en términos científicos que es

guerra, pues cada uno de nosotros seguramente tenemos un

concepto diferente y totalmente cierto, dependiendo de nuestras

experiencias.

Quien no haya experimentado nunca la guerra, no es un ser

humano. Ésta empieza desde el interior del ser humano y tal vez

haga parte del mismo. Está arraigado a nosotros como un órgano

más y hasta tal vez sin él no podamos vivir. Sencillamente la

guerra es parte de nuestro día a día, y la debemos cargar como

quien carga un bolso o una billetera, artefactos ya indispensables

en la cotidianidad de los seres humanos.

Entonces, ¿será que la guerra es indispensable para vivir? Será que

esta guerra nos lleva cada día por el camino de los

cuestionamientos propios, de las reflexiones implícitas de nuestros

actos día a día? Será que la guerra es necesaria para que

valoremos nuestros sentimientos, nuestras acciones, nuestro

pasado, nuestro presente y nuestro futuro?

Me refiero siempre a la guerra interna que todo ser humano libra

consigo mismo, tal vez desde que nace o desde que adquiere

conciencia de sus actos, pero esta guerra está editada desde que

tenemos uso de razón. Así nos debatimos siempre por tomar

mejores o peores decisiones, por seguir caminos correctos o

equivocados, por pensar que en lo que creemos es cierto o falso,

en escuchar al supuesto “diablo” y “ángel” que tenemos en los

hombros.

En verdad, supongo que las guerras externas que vivimos son

consecuencia de las guerras internas de cada ser humano, la

mayoría de veces dominadas por la ignorancia y por la falta de

actitud subjetiva frente a miles de posibilidades que nos abre la

vida.

Es allí donde la objetividad y estupidez de la sociedad nos

absorben, y terminan ellas librando la batalla por nosotros. Nos

convertimos en títeres de los personajes que nos rodean, de las

circunstancias del “qué dirán”, de los pensamientos de los

supuestos ejemplos de la humanidad, de los cuales se pretende

que debemos seguir, para ser personas de bien y demostrar la

inteligencia de nuestros actos.

La guerra que me toca vivir es tan interna, que es difícil

exteriorizarla y poder batallarla con la plena seguridad de que será

derrotada por los sentimientos propios que rigen su ser. No desea

dejar que la sociedad tome la guerra por ella misma, pero en

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

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algunos casos, se necesita de ayuda, aquella que no se sabe si es

necesaria o no, si es correcta o no, si se debe solicitar o no, si

aporte a la guerra o solo sirva de pañitos de agua a alguna de las

batallas que surgen día a día

Es una guerra con ella misma. Es con sus sentimientos, los cuales

se enredan con sus pensamientos, ideales, actuaciones,

aspiraciones y valores. Es la guerra del bien y el mal, del deseo y

no deseo, de la necesidad y no necesidad, de lo correcto y no

correcto, del ejemplo y no ejemplo, de lo que la debería favorecer

y lo que no, de lo que le debería convenir y lo que no, pero sin

ninguna guía para saber cuál es la acción correcta que la llevará a

la victoria.

Es una lástima que los seres humanos no sepan batallar

conscientemente sus guerras, ni las internas ni las externas,

precisamente porque se les formó en un entorno donde se debe

batallar internamente para no dejar batallar al otro y ganar las

guerras de otro, pero nunca saber ganar las guerras propias. Este

dilema la pone en el desequilibrio que presentan los seres humanos

cuando necesitan tomar decisiones que seguramente les cambiará

la vida, pero que tal vez, antes de pensar en batallar por esa

decisión, se detienen a mirar que piensan los demás sobre esa

batalla y sobre los resultados de esa guerra dependiendo de las

acciones tomadas en los momentos críticos.

Es ahí donde surge la indecisión y falta de carácter de los seres

humanos, de la falta de aceptación de ellos mismos, de la falta de

aprobación de sus necesidades y de las acciones dedicadas a

buscar lo que desean y aspiran y no lo que la sociedad les

implementa. No solo ella, sino todos los seres humanos se

convierten en cobardes cuando no luchan por sus ideales, por sus

verdaderos sentimientos y cuando critican las acciones de los

otros, las batallas que lidian para conseguir sus objetivos; presos

de las frustraciones no alcanzadas, no tienen más remedio que no

dejar que los otros las alcancen.

La guerra que ella vive, tiene que ver con la búsqueda de su

felicidad, el trofeo más apreciado y más escaso en los seres

humanos, el más anhelado por las relaciones entre personas, y por

el cual se pelean los ideales y teorías de la ciencia moderna, en la

cual muchos artefactos y practicas novedosas traen la felicidad a

los humanos, tal vez a aquellos que derrotados por su guerra

interna no tiene otra cosa que confiar en las externalidades para

curar las heridas de las batallas.

Ella necesita luchar contra las aspiraciones de los demás, contra las

perspectivas que otras personas tienen de ella, y que tal vez no

son las más adecuadas para ganar el trofeo de su guerra. Este

problema es generalizado, pues los seres humanos jamás llegan a

sus trofeos por culpa de otros y seguramente, no es culpa de los

manipuladores que desean cambiar el rumbo de las personas

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

20

cuando se les antoja, sino de los mismos títeres que se dejan

maniobrar haciendo caso omiso a sus propias estrategias de batalla

y a sus capacidades internas de saber cómo obtener el trofeo.

En este contexto se evidencia la guerra de los seres humanos para

tomar las riendas de las acciones y pensamientos de la mayoría de

sus congéneres, para crear reglas de juego o mejor de batallas,

que deben ser estandarizadas para obtener los mismos resultados

y homogeneizar las aspiraciones de los implicados.

La guerra que le ha tocado vivir, viene de su niñez, del ejemplo

que sus progenitores instauraron en su subconsciente y que marcó

la manera o la guía de cómo ella encara sus batallas y arma sus

estrategias de guerra. De allí se deriva su incapacidad o miedo por

derrotar al enemigo, el miedo que trae tomar decisiones

imprescindibles en la vida. Las huellas que la violencia intrafamiliar

deja en la vida de los seres humanos los imposibilitan para luchar

contra sus ideales, ya que los temores y recuerdos del fracaso, se

convierten en la espada débil de su defensa, los deja sordos ante

las estrategias que su mente realiza para luchar y los deja

perplejos ante los desafíos extraordinarios del día a día.

La guerra que a las mujeres como a ella les toca vivir, tiene que

ver con la búsqueda del respeto, de la compañía, de la

comprensión, de la ayuda, del apoyo, del amor y de la durabilidad

de un ser hacia ellas, sin caer en las garras de alguien que

manipule y viole su integridad, su felicidad, su confianza, su

autoestima, amor propio y le ayude en la lucha de su guerra

interna en busca de su trofeo. Esperando que las acciones de su

vida familiar pasada no se repitan, pues las huellas impregnadas

saldrán a relucir así, de nuevo, su incapacidad para seguir

luchando.

En general, las guerras más complejas de los seres humanos se

dan por amor, aquel sentimiento que nos invade cuando nos

agrada y apega el otro, involucrando en este contexto todas las

diversas personas que nos rodean y que nos hacen sentir

diferentes formas de amor. Este sentimiento es el que nos hace

sentir importantes en la vida social a la cual estamos

acostumbrados, y por ello cuando falta o escasea, el hombre no

posee fuerzas para luchar. Este es el punto de partida de las demás

guerras de nuestro planeta, ya sean civiles, atómicas, culturales,

científicas, entre otras. No hay que olvidar que los humanos somos

seres “kinéticos”, capaces de sentir conscientemente, nuestras

necesidades y por tanto de luchar para satisfacerlas.

Entonces a ella le toco vivir la guerra que a todos los seres

humanos nos toca vivir en algún momento de sus vidas, sin saber

cuál es el resultado de las mismas, cuáles deben ser las estrategias

exactas para ganarlas, cuales son los mejores instrumentos o

armas para enfrentarla, cuánto durará cada batalla, cuántos

sacrificios deben instaurarse, cuántas heridas tendrá que ganarse y

cuántas huellas más tendrá que cargar. Pero con una sola certeza,

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

21

saber cuál es el trofeo de esa batalla, por qué lucha, por qué pelea,

por qué sacrifica, por qué golpea, por qué vive, por qué anhela…

En definitiva, los seres humanos debemos dejar de hacerle el quite

a nuestras propias guerras dejándolas en manos de otros que ni las

entiende. Seguramente cuando ganamos las guerras internas, y

nos arriesgamos a tomar decisiones acertadas o no, estamos

convencidos de que al menos fuimos capaces de enfrentarnos a

nuestra realidad, de luchar por nosotros mismos y de ir solos por

nuestro trofeo. Aquel que seguramente nos estará esperando

cuando hayamos exorcizado los comentarios insensatos de los

manipuladores y las mujeres que como ella, hayan encontrado la

paz interior. Aquella que le hace falta a las personas que con armas

de verdad destruyen la vida de sus hermanos y se adueñan de su

tranquilidad para alimentar su inseguridad.

13. LAS “MENTIRAS” DEL UNO SIEMPRE VAN A SER

LAS “VERDADES” DEL OTRO.

El pasado lunes 4 de febrero del presente año se realizó la “Marcha

en contra de las FARC”. Según reportes del periódico El Tiempo, se

llevó a cabo en más de 50 ciudades colombianas y otras 130 en

todo el mundo El motivo principal fue repudiar los actos violentos

de este grupo armado al margen de la ley y pedir una vez más por

la liberación de los colombianos y extranjeros que continuaban

secuestrados.

Este acto colectivo, inicialmente fue convocado a través de

Facebook, una red social en internet y posteriormente se sumaron

varios actores a su organización y realización, entre ellos el Estado

-en el nivel nacional, departamental y municipal- Congresistas,

Diputados, Concejales, los medios de comunicación, algunos

gremios, entidades educativas como colegios, universidades,

empresas, ONG y la comunidad en general.

Con este motivo, en la Empresa X, firma consultora especializada

en la formulación y ejecución de proyectos productivos, para

diferentes cooperantes, entidades estatales e internacionales,

apareció un escueto mensaje en el correo interno, que decía:

“Invitamos a participar de la marcha a realizarse el día 4 de

febrero en contra de los actos terroristas. Para facilitar su

asistencia hemos modificado la jornada laboral para ese día,

creando un receso en las actividades de las 11:00 a.m.

hasta las 3:00 p.m. Su asistencia es voluntaria” (mensaje

sin firma personal)

En este contexto, los integrantes de una de las dependencias -la de

proyectos productivos- propuso participar de manera grupal en la

marcha y de manera informal para organizar la participación. Se

convocó a una reunión de pasillo, donde algunos de los

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

22

coordinadores o jefes de componente, propusieron mandar

estampar unas camisetas, que se usarían en la marcha, con el

siguiente mensaje “LAS FARC SI SON TERRORISTAS”. Ante el

contenido del mensaje y por otros motivos de tipo ideológico y

personal, algunos miembros del equipo de trabajo, rechazaron la

participación en la marcha.

Entre los motivos expuestos por quienes rechazaron la

participación en la marcha se aducían los siguientes:

Los contradictores del Gobierno, argumentaban que era

evidente la manipulación del gobierno, quien estaba

haciendo una utilización masiva de los medios de

comunicación, con la complacencia de estos, para poder

sustentar su discurso de seguridad democrática -existe un

enemigo terrorista que se tiene que aniquilar- en la esfera

nacional e internacional. La marcha estaba polarizada, es

contra las FARC y en respaldo al Gobierno, a Uribe, y

seguramente a su permanencia en el poder.

Otros, compartían planteamientos como el de Iván Cepeda,

presidente del Movimiento Nacional de Víctimas de

Crímenes de Estado, que comentaba así la marcha: “La

convocatoria que se realiza contra una forma de violencia

excluye otras lógicas y se podría decir que hay dos tipos de

víctimas: las del secuestro y las de la guerrilla, y otras que

han pasado a ser víctimas inexistentes”. Decían que asistir

suprimía la realidad de un país destrozado por las violencias

paramilitar y estatal; peor aún, asistir ayudaba a

legitimarlas. Prueba de ello, decían, es que los jefes

paramilitares respaldaron, en un comunicado, la marcha del

4 de febrero.

Otro no estaba de acuerdo con las exasperaciones

personales contra algunos políticos, como la Senadora

Piedad Córdoba y El presidente Venezolano Hugo Chaves;

se declaraban partidarios de continuar con la búsqueda de

una solución negociada al conflicto.

Una más se negó a asistir por pánico a las multitudes.

Ante este acto de rechazo, desde el día de la marcha, el ambiente

laboral, también se polarizó, “los marchantes de camiseta” y “los

simpatizantes de las FARC” ó los “uribistas” y los “terroristas”. Esta

división se evidenció en los actos cotidianos de exclusión contra

quienes decidieron no marchar, estas personas recibían toda clase

de comentarios directos e indirectos sobre su moral, su legalidad,

su coeficiente intelectual y eran víctimas de acciones de presión en

la realización de sus labores, por parte de sus jefes y demás

compañeros. Fueron excluidos de eventos sociales como

almuerzos, celebraciones de cumpleaños. Cuando los medios de

comunicación reportaban noticias sobre actos violentos de las

FARC, los señalaban públicamente, en calidad de reclamo -eso es

lo que defendían no marchando-.

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

23

Es paradójico que se marche contra actos violentos de un grupo

armado, pero que no se acepte el derecho de un grupo de

compañeros a no hacerlo y responder con una serie de agresiones

ante tal decisión. No se justifica protestar contra el terrorismo y no

reconocer el derecho a la diferencia. ¿Qué tan ético es usar el nivel

jerárquico, para coaccionar las decisiones o posturas ideológicas

del otro? ¿No son acaso estos actos de guerra, que sin usar

armas, si generan un ambiente de confrontación, cargado de

hostilidad y en busca de la alienación coercitiva del adversario?

La realidad conlleva a que las demarcaciones de un conflicto, no

ubican a nadie en un estamento político claro, es verdad que las

beligerancias de cualquiera de los dos polos o bandos, nos

sumerge en las ingratitudes humanas, es verdad que las

“mentiras” del uno siempre van a ser las “verdades” del otro. Lo

único que acomete la necesidad de conocer las otras realidades es

la posibilidad de reconocer en lo desconocido otras explicaciones

que sin demarcarnos ningún espacio, ni siquiera en solicitarnos

exclusividad de pensamiento, nos permite expandir nuestra

posibilidad de comprensión.

14. SIN OTROS REFERENTES QUE LA GUERRA

Qué referente distinto para revisar si la guerra nos afecta o no?

Como a todos los colombianos, la guerra nos afecta en distintos

niveles, escenarios y prácticas sociales. Los referentes para esta

afectación son múltiples, diversos, simultáneos y afines. Qué decir

si no ha existido un escenario contrario a la violencia y el conflicto

interno. Desde el inicio de la historia política de nuestro país, se

han presentado innumerables conflictos por el poder,

representados en luchas internas de clases sociales por ejercer la

dominación económica, cultural, política, religiosa y social que

quedó a la deriva una vez se rompen los lazos con el dominio

español. Estos conflictos fueron abriendo la brecha cada vez más

amplia entre los dominados y los dominadores del país. La política

se matizó de extremos que con justificación ó no, iniciaron el

camino de violencia que aún perdura. Violencia que cambia de

actores y de prácticas, pero que sigue anclada en lo más profundo

de las estructuras sociales. Cada vez son más las generaciones que

no tenemos un referente distinto a la guerra; vivimos en un país

que resuelve sus diferencias internas de forma violenta. Una de las

democracias más antiguas de América Latina, que bajo los

desarrollos legislativos se sigue desprotegiendo y ocultando un

conflicto interno que nos afecta a todos. En las esferas macro

sociales –la política, la economía, la cultura, la educación – los

efectos de la guerra se reflejan en cada dimensión. Así en términos

económicos, la guerra nos afecta cuando el país es incapaz de

brindar seguridad, que es una de las variables primordiales que los

inversionistas aseguran a la hora de priorizar su inversión de

capital. Esta situación obliga al Estado a buscar opciones de

desarrollo con recursos propios y dada la limitada capacidad de

inversión las opciones no están al alcance de la mayoría.

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

24

Los límites de la inversión están dados en las implicaciones de la

guerra, las medidas de control para contrarrestar las acciones de

grupos armados ilegales y las medidas de atención a las víctimas

del conflictos son gastos de enorme cuantía y que por consiguiente

contribuyen a desfinanciar los presupuestos de inversión en

cualquiera de las dimensiones macro-sociales. Es necesario

entonces diseñar, implementar y administrar programas para

controlar –altísimas inversiones en las fuerzas militares- y para

atender y estabilizar las víctimas, que por lo general son

expulsadas de regiones “apartadas”, zonas rurales y que se ubican

en los espacios marginales de las zonas urbanas, atomizadas y

aisladas.

La marginalidad y vulnerabilidad a la que se ven obligados miles de

familias en nuestro país, es un efecto de la guerra en las esferas

micro-sociales. Lo privado se convierte en un escenario diario de

supervivencia interna y con otros similares que tienen las mismas

condiciones de vulnerabilidad y limitadas opciones de

competitividad. La inequidad social es otro efecto de la guerra, la

desigualdad en el acceso a opciones de desarrollo en lo económico,

en lo cultural, en lo educativo, en lo social y en lo político provoca

serías diferencias en la población, pues los excluidos son cada vez

más y más insatisfechos.

De regreso al tema de las dimensiones macro, en la esfera de la

política es muy importante considerar que la decisiones de las

elites, han favorecido intereses particulares en nombre del

desarrollo del país. Razón por la cual, los modelos de desarrollo

han dado respuesta de forma muy limitada a las demandas de los

más variados sectores, robusteciendo sentimientos de exclusión,

desigualdad y opresión elementos detonantes del conflicto. La

economía ilegal se convierte en una opción para los excluidos. La

inseguridad, la inequidad y la exclusión fortalecen y viabilizan

actividades ilegales como el narcotráfico, que ha creado referentes

y parámetros sociales que dan sentido a la práctica cotidiana de

colombianos vinculados a estas redes ilegales. Este nutrido

escenario de ilegalidad permea todas las dimensiones del ser,

facilitando la formación de grupos sociales que asumen el control

militar, político y social de diversas regiones del país, desatendidos

por el Estado, bajo modelos de desarrollo impuestos.

La dimensión educativa, también se ve afectada por la guerra. La

falta de inversión en el desarrollo conlleva al atraso en la

innovación tecnológica, situación que se refleja en los límites de la

expansión del conocimiento, es un circulo vicioso que vuelve a

iniciar, se retroalimenta del medio y su producto va directamente a

éste. La escasa innovación tecnológica y limitada expansión del

conocimiento, repercute de forma directa en la competitividad de

las empresas, que no puede absorber la mano de obra presente en

el mercado.

Crónicas: Cómo nos toca la guerra. Noviembre 2008

25

El desempleo es otro efecto de la guerra. La insatisfacción de las

necesidades básicas desmejora la calidad de vida. Un país donde se

presenta una marginalidad social de más del 40% de su población,

es un país sumido en profundas estructuras del subdesarrollo.

Inequidades estructurales que se arraigan en lo más profundo de

las interacciones y prácticas sociales, que se recompone de

generación en generación.

La dimensión social es ante todo la más dinámica y afectada por la

guerra, como se ha mostrado por diversos medios, esta guerra

atrapa a nuestros hijos, los alimenta y define su futuro. Un ejemplo

de esta situación son las crónicas que se han hecho de los

excombatientes de grupos armados ilegales del departamento de

Antioquia -Bloque Metro y Bloque Cacique Nutibara- en disputa por

el control territorial del negocio ilegal de armas y drogas. En ese

escenario se contrastan las posibilidades de los jóvenes y sus

expectativas de vida.

La representación del poder a través de las armas, la resolución de

conflictos en forma violenta y la socialización de estas prácticas en

los hogares con los niños, son las prácticas cotidianas recurrentes

en varias zonas del país. La descomposición social, facilita la

creación de referentes de justicia de forma autónoma. Los valores

y el respeto por la vida son ajenos. La individualización, la

atomización y el aislamiento se convierten en el frio escenario de

una sociedad dividida, insolidaria, que como consecuencia no tiene

carácter suficiente para levantarse en movimientos sociales que

promuevan cambios estructurales.

La sociedad civil ha sido permisiva ante la ocurrencia continua de

graves violaciones de derechos humanos en el país, ante las que

cada vez más nos acostumbramos a dejar pasar, con la

imposibilidad de reclamar justicia, derecho a la verdad y reparación

por el daño causado a miles de colombianos que hemos sufrido de

forma directa ó indirecta el conflicto. Cada vez más, el país se

ahoga en crisis de gobernabilidad por la infiltración en sus más

altas instituciones de decisiones favorables a grupos hegemónicos

que por la vía de la corrupción terminan imponiendo sus intereses

individuales sobre el bien común.

Esta reflexión conlleva a revisar el carácter sistémico e integral de

la situación de conflicto de este país, que durante toda su historia

ha contenido múltiples causalidades y efectos, que se transforman,

se reproduce sistemáticamente en las prácticas cotidianas desde el

ejercicio de la violencia hasta la indiferencia. Considero que el país

se hunde en los procesos de desatención social, que

paulatinamente el Estado y la sociedad civil hemos aceptado como

costo del “desarrollo”. Desarrollo entendido como una meta

impuesta por otros, que tienen un norte distinto y que nos obligan

a sentirnos inferiores, desconociendo las potencialidades del país

en la diversidad, en la diferencia y en lo propio de nuestra realidad.