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CONTEMPLANDO A CRISTO EN

NAVIDADDr. Warren Gage

ACERCA DEL AUTOR El Dr. Gage es un educador y autor de 14 libros que enfatizan un acercamiento Cristo-céntrico a la Biblia. Ha escrito numerosos artículos académicos, que fueron publicados en Crux, la revista de Westminster Theological, y la revista JSRT (Corea). Desde el 2006, todos los años Warren a conducido tours de estudios bíblicos a Israel, y también a Egipto, Jordán, Grecia, y Turquía. Actualmente es presidente de The Alexandiran Forum. Está casado y tiene dos hijos..

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CONTENIDO

capítulo 1 LOS SABIOS capítulo 2 LOS PASTORES capítulo 3 LA ESTRELLA DE BELÉN capítulo 4 MARÍA DE NAZARET

capítulo 5 JOSÉ DE BELÉN capítulo 6 HERODES EL REY capítulo 7 EL NIÑO JESÚS

4 CONTEMPLANDO A CRISTO EN NAVIDAD

Ningún belén ni pesebre navideño estaría completo sin los tres sabios o magos trayendo sus obsequios de oro, incienso y mirra al bebé Jesús. Pero cuando leemos en la Biblia la verdadera historia de los sabios, hallamos un relato muy distinto al que ofrece el tradicional adorno navideño. Por ejemplo, la Biblia no dice cuántos sabios llegaron de Oriente para adorar a Jesús. La tradición cristiana supone que eran tres sabios porque hubo tres obsequios, pero realmente no lo sabemos. ¡Por otro lado, muchos nos sorprenderíamos al saber que los

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¿Quiénes eran los sabios mencionados en el Evangelio de Mateo? ¿Por qué emprenderían tan largo y peligroso viaje buscando a un niño pobre? Y ¿cuál es la importancia bíblica de sus regalos de oro, incienso, y mirra?

LOS SABIOS

5LOS SABIOS

sabios no llegaron en realidad al establo durante la noche en que Jesús nació!

¿Quiénes fueron estos sabios sobre quienes leemos en la Escritura y cuál fue su rol en la historia de la Navidad?

Para empezar, el término técnico para los sabios es magi (el plural de la palabra Latina magus). Los magi eran parte de una cofradía de eruditos, científicos y astrónomos de Persia, ubicada al este de Israel. A veces oímos que se los llama «reyes del oriente», pero la Biblia no nos dice específicamente que los magi eran de la realeza. Aunque ciertamente se los consideraba hombres de nobleza, no todos los magi pertenecían a la casa real. También es importante para nosotros entender que mientras muchos magi eran astrólogos, estos magi eran astrónomos. Los astrólogos observan las estrellas en busca de señales, pero para astrónomos bíblicos su última fuente de autoridad es la Escritura. Claramente estos sabios eran hombres de fe dirigidos por la Escritura. Posiblemente habían sido capacitados en la tradición de fe de Daniel, quien también había sido un magus en Persia durante el exilio. La fe de Daniel había sido transmitida probablemente a un número de estas cofradías gentiles de sabios a lo largo de las generaciones.

En la noche del nacimiento de Jesús, los sabios de Oriente notaron que una estrella inusual había aparecido en el cielo. Por su estudio de la Escritura supieron que esta estrella señalaba el nacimiento del Salvador, «el rey de los judíos, que ha nacido» (Mateo 2:2). De modo que hicieron los preparativos para viajar a Israel y se embarcaron en una larga travesía que duró alrededor de dos años. Pero significativamente, al arribar a Israel, los sabios no se dirigieron a Belén para encontrar al Salvador. En cambio, erróneamente se condujeron al palacio de Herodes en Jerusalén, la ciudad capital de Israel, donde la mayoría de la gente supondría sería el lugar del nacimiento de un rey.

LOS SABIOS


Por esta parte de la historia sabemos que aunque los sabios tenían acceso a la Escritura, no tenían acceso a toda la Escritura. En la época del nacimiento de Jesús, circulaban rollos de libros individuales del Antiguo Testamento pero aún no habían sido compilados en una sola obra. Esto explica el error de los sabios. No tenían acceso al libro de Miqueas. Como indicaron rápidamente los escribas de Herodes a los sabios. Miqueas 5:2 claramente señalaba que el Mesías no nacería en la ciudad capital de Jerusalén sino en la cercana aldea de Belén.

Si los sabios notenían acceso a toda la Escritura, ¿qué libros tenían? Primero, sabemos que tenían acceso al libro de Daniel. En lo que se denomina su profecía de las setenta semanas, Daniel había dado una aproximación de cuándo vendría el Cristo. Los sabios habrán sido conscientes de esta profecía y anticiparon su cumplimiento en expectación de fe. Segundo, sabemos que los sabios tenían acceso al libro de Números. Números 24 contiene la profecía de que una estrella se levantaría en Jacob, la cual señalaría la venida de un Salvador de linaje real, y debido a que tenían el libro de Números, los sabios casi con seguridad tenían acceso a los cinco libros de Moisés, el Pentateuco. Finalmente, en base a los obsequios de oro, incienso y mirra, también sabemos que tenían acceso al libro de Isaías. Estos eran los obsequios exactos que Isaías había profetizado que se ofrecerían al Salvador (Isaías 60:6).

Luego de que los escribas de Herodes dijeran a los sabios que fueran a Belén para encontrar al niño Jesús, la estrella apareció nuevamente delante de los sabios y los condujo a la casa de María y José. Mateo 2:11 nos cuenta: «Cuando llegaron a la casa (nota: no un establo), vieron al niño (nota: no un bebé) con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra».

Estos tres obsequios eran muy significativos. Isaías 60:6 había anticipado que las naciones ofrecerían sus obsequios de oro e incienso al Salvador. Pero Isaías no dijo nada con respecto a la mirra. ¿Por qué los sabios añadieron mirra a los obsequios que decidieron llevar? El oro y el incienso

7LOS SABIOS

eran muestras de gozo y celebración, y por ende eran regalos adecuados para un rey. Pero la mirra no lo era. Aunque era muy costosa, era una fragancia fúnebre asociada con el sufrimiento y la muerte.

La mirra procede de un árbol que crece en las regiones desérticas de Arabia y en Oriente. Para elaborar mirra, los cosechadores deben tomar un cuchillo y recortar la corteza del árbol de mirra, efectuando hendiduras profundas en su corteza. Esto causa que el árbol exude una resina que se coagula en bolitas. Luego de secarse, estas bolitas de resina se endurecen en lo que se denomina «lágrimas del árbol de mirra». Las lágrimas resinosas del árbol entonces se juntan y se aplastan. Al aplastarlas, dan un maravilloso aroma, y cuando se las mezcla con aceite, es posible ofrecer la mirra como un obsequio.

En la época del nacimiento de Jesús, la mirra solía emplearse como un preservador en el proceso de embalsamamiento. Tenía tanta fragancia que podía atenuar el efecto maloliente de la descomposición de un cuerpo. De hecho, este obsequio debe haber tenido mucho valor para la sagrada familia al huir hacia Egipto, precisamente porque el culto a los muertos en tal lugar generaba una fuerte demanda de mirra.

¿Por qué ofrecer mirra como un obsequio al niño Jesús? Parece muy claro que estos magi eran académicos altamente capacitados. Si fueron conscientes de las instrucciones de Isaías 60:6 de llevar oro e incienso, ciertamente fueron conscientes también de los cánticos del siervo de Isaías en los capítulos 52 y 53. En Isaías 52:13–53.12, encontramos la profecía de que el Mesías tendría que sufrir y morir. El pasaje describe cómo sería cortado de la tierra de los vivientes. A partir de su comprensión del libro de Isaías, los sabios reconocieron que el Salvador había nacido para morir y luego volver a vivir. De modo que acudieron a adorar al niño Jesús, celebrando su vida pero también honrando el hecho de que este niño algún día moriría a fin de salvarlos de sus pecados.


El niño Jesús no fue recibido en el mundo con ostentación real. No nació de padres provenientes de la realeza en el palacio majestuoso que Herodes había edificado en la ciudad de Jerusalén. Ni tampoco su nacimiento fue celebrado por el más alto rango de nobles y dignatarios de la tierra. En cambio, en la providencia de Dios, Jesús nació de una pobre pareja judía cuya forma de refugio era un establo en la pequeña aldea de Belén. Los únicos dignatarios que acudieron a ver al Salvador y celebrar su nacimiento fue un grupo de humildes pastores

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¿Por qué aparecieron los ángeles a un grupo de pastores desconocidos para anunciarles a ellos el nacimiento de Jesús? ¿Cuál es el significado profético de la señal celestial a esos pastores?

LOS PASTORES

9LOS PASTORES

provenientes de campos cercanos.

¿Por qué la hueste de ángeles apareció a un grupo de humildes pastores para anunciar el nacimiento de Jesús y no a los reyes de la tierra? Estamos tan familiarizados con la historia de la Navidad que tal vez pasamos por alto cuán sobresaliente es esta parte de la historia. En el antiguo Israel, los pastores no recibían ninguna atención por parte de la sociedad educada. Por lo general era gente despreciada. En virtud de que su ocupación los mantenía atendiendo de continuo a sus rebaños, no podían seguir las leyes de pureza, observar los días sagrados ni seguir los rituales del templo, como hacían los demás judíos. En consecuencia, eran considerados impuros e indignos. El hecho de que Dios escogiera anunciar el mensaje evangélico del nacimiento del Salvador a un grupo de pastores ignorados en lugar de los líderes religiosos, los herodianos o los romanos emplazados en Jerusalén a pocos kilómetros de Belén nos enseña una profunda lección sobre el corazón de Dios Padre por su pueblo.

Tampoco deberíamos pasar por alto la significancia histórica de los campos donde los pastores atendían a sus rebaños. Mil doscientos años antes de que la hueste de ángeles apareciera ante los pastores en los campos de Belén para anunciar el nacimiento del Salvador, aquellos mismos campos pertenecieron a la familia de Booz. Fueron los campos donde Rut la moabita había acudido para espigar a fin de proveer alimento para ella y su suegra Noemí en medio de su pobreza. Al recoger espigas en los campos, como viuda y extranjera en la tierra prometida, Rut no tenía idea de que Dios la había escogido para ser la esperanza del mundo. Pero en la buena providencia de Dios no solo Booz se casó con Rut sino que también ella se convirtió en ancestro del linaje real de David por medio de quien oportunamente Cristo mismo nacería. Cuán adecuado es, entonces, que los campos de Belén donde Rut recogía espigas, donde la marginada fue aceptada, fuera donde el ángel anunciara en primera instancia a un grupo de pastores despreciados que un


Salvador había nacido a la familia de David. De hecho, el nombre Belén significa «Casa de Pan». ¡Cuán apropiado es que los campos de Belén, donde en la extrema pobreza, Rut recogía espigas a fin de alimentarse ella y Noemí, fuera donde el ángel anunciara primero el nacimiento de aquel que llegaría a ser el Pan de Vida eterna!

Al proclamar el mensaje del evangelio del nacimiento de Jesús, el ángel dijo a los pastores: «Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lucas 2:12). Los pastores partieron y hallaron al niño Jesús tal como se los había dicho el ángel. Pero ¿cuál era la importancia evangélica de esta señal?

La costumbre de envolver en pañales al recién nacido aún se practica en muchos países. La idea es que el niño, que estaba confinado en el vientre, luego de nacer es reconfortado al ser constreñido dentro un envoltorio ajustado. Por lo general, los padres cruzan las manos del niño sobre su pecho y lo envuelven con vendas de lino. Esto es exactamente lo que María y José habrían hecho con el bebé Jesús. El efecto era que el bebé se asemejaba a una momia. Pero esta era la manera acostumbrada en que se cuidaba a todos los recién nacidos en el antiguo Israel, de modo que no había nada inusual en que los pastores hallaran al niño envuelto en pañales.

Sin embargo, el ángel había anunciado que la señal sería un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Lo que resultaba inusual de este niño envuelto en pañales era que María y José lo habían situado en un pesebre. Ahora bien, tenemos que entender que los pesebres en el antiguo Israel eran muy distintos a los de madera que tenemos en nuestros belenes o pesebres de adorno. En Estados Unidos y Europa, donde abundan los árboles y la madera, los pesebres suelen hacerse de madera. Pero en el antiguo Israel los pesebres se hacían de bloques huecos de piedra caliza. Al estar hechos de piedra, estos pesebres eran mucho más durables que sus equivalentes de madera. En efecto, pesebres fabricados de piedra caliza de tres mil años de antigüedad provenientes de los establos de Salomón

11LOS PASTORES

aún pueden verse en la antigua ciudad de Meguido, en Israel.

Así que cuando los pastores llegaron para adorar a Jesús, imaginemos la escena que había delante de ellos. Vieron a un niño, en apariencia de momia e inmóvil debido a las vendas del pañal, recostado en un bloque de piedra ahuecada. El niño Jesús habría parecido como una momia recostada en un sarcófago abierto. Los pastores habrían visto que el niño Jesús tenía toda la apariencia de la muerte en él y sin embargo estaba vivo. ¡La señal del evangelio dada a los pastores era que este niño había nacido para experimentar la muerte y volver a vivir!

Aún más, encontramos otro significado profundo en la señal de los pastores. Un pesebre es un lugar donde los animales acuden para alimentarse. La Biblia pareciera indicar que hay un sentido en el que el niño Jesús nació para ser comido. En una simetría significativa, esta señal profética dada a los pastores en el nacimiento de nuestro Señor se hizo realidad al final de su vida. En la última cena, Jesús se ofreció a su pueblo como el Pan de Vida. ¡Cuán adecuadamente Belén, donde nació Jesús, fuera llamada la «Casa del Pan»!

La gloriosa señal del evangelio que Dios proveyó en la noche del nacimiento de Jesús no fue dada a la realeza ni la nobleza. Fue concedida a un grupo de pastores despreciados y marginados por la sociedad educada en el antiguo Israel. La historia de la Navidad nos enseña que el rango del mensaje del evangelio es tan amplio que nadie puede estar excluido de su alcance. Es un mensaje evangélico que está abierto para todos. Así que después de adorar al Señor, los pastores salieron, llenos del gozo del evangelio que les había sido proclamado por las huestes celestiales con respecto a este niño, y estaban listos para anunciar las buenas nuevas del nacimiento del Salvador a todo el que quisiera oír.


La estrella que apareció en el firmamento la noche del nacimiento de Jesús era tan espectacular que llevó a un grupo de sabios del oriente a realizar un viaje a Jerusalén arduo e incómodo de por lo menos dos largos años. ¿Qué tenía de particular esta estrella que inspiró tan asombrosa respuesta del grupo de sabios extranjeros? ¿Cómo es que estos sabios sabían que la aparición de la estrella señalaba el nacimiento tan largamente esperado del Mesías, el «que ha nacido rey de los judíos»? (Mateo 2:23)

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¿Qué tenía de especial esta estrella que inspiró tan increíble respuesta de un grupo de sabios extranjeros? ¿Cómo es que estos sabios sabían que la aparición de esta estrella señalaba el tan esperado nacimiento del Mesías, el «que había nacido rey de los judíos»?

LA ESTRELLA DE BELÉN

13LA ESTRELLA DE BELÉN

Es preciso reconocer, que la venida del Mesías de Israel estaba asociada a la aparición de una estrella desde largo tiempo. Aun después del nacimiento de Jesús, falsos profetas afirmando ser el Mesías intentaron establecer su legitimidad asociándose a una estrella. Uno de estos falsos profetas que surgió en el escenario entre los años 132 y 136 d.C., fue uno que se llamaba Bar Kokvah, un nombre arameo que significa «el hijo de la estrella». Él adoptó ese nombre específicamente para reforzar la afirmación mesiánica de ser quien liberaría a Israel.

¿De dónde surge la identificación del Mesías con una estrella? La profecía se presenta ya en los días de Moisés. Está registrada en Números 24. Hacia el final de los cuarenta años de deambular en el desierto, los israelitas acamparon cerca de la nación de Moab, y su numerosa población provocó gran alarma. En respuesta a la amenaza que los israelitas incitaron, el malvado rey de Moab, Balak, contrató al falso profeta Balán para que profetizara maldiciones sobre Israel. Tres veces Balán intentó pronunciar maldiciones sobre Israel, pero cada vez Dios transformó las palabras de Balán en bendiciones hacia el pueblo. En su última profecía, Balán anunció la venida de un Salvador, uno que su nacimiento sería señalado por una estrella, uno que tendría el derecho y el título al cetro real de Judá como rey de los judíos. Números 24:27 registra a Balán proclamando, «Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca. Una estrella saldrá de Jacob; un rey surgirá en Israel».

La profecía de Balán acerca de un Salvador real, que sería anunciado por medio de una estrella, contenía aun otro detalle significativo. De acuerdo a Números 24:18, Balán declaró, «Edom será conquistado; Seír, su enemigo, será dominado». Seir era la capital de Edom, un pueblo descendiente de Esaú. Es más, los nombres Edom, que significa «rojo», y Seir, que significa «peludo» o «velludo», ambos hacen referencia a la apariencia pelirroja y peluda de Esaú. Así que en Números 24, Balán había profetizado que el destino del Salvador cuyo nacimiento sería señalado por una estrella traería a la nación de Edom bajo su dominio. Es por seguro que cuando los sabios preguntaron dónde encontrar al niño, cuya estrella había aparecido en el oriente, los escribas del palacio habrían informado a


Herodes acerca de este último aspecto de la profecía de Balán, causando gran ansiedad en el rey. Desde la perspectiva de Herodes, no solamente los sabios preguntaban acerca de un rey de los judíos recién nacido —una amenaza a su propio título real— pero también preguntaban por un niño cuyo destino era subyugar a la nación de Edom, nada menos que el pueblo ancestral de Herodes.

Herodes era un idumeo, significando que era descendiente de Esaú. Por esto, su legitimidad como rey había sido cuestionado desde el principio. Con solo un pequeño porcentaje ancestral judío, Herodes era considerado un intruso extranjero. Se había casado con una mujer judía para legitimar su título de gobernante, pero aun así los judíos continuaron viéndolo como un intruso por su descendencia de Esaú. Es más, el hecho de la casta gentil de Herodes era una gran afrenta al pueblo judío. Génesis describe la animosidad mortal que Esaú mostró a su hermano Jacob, a quien Dios llamó Israel.

Luego de percatarse de la nueva amenaza a su poder, Herodes inquirió de los sabios cuándo exactamente era que ellos habían visto por primera vez la estrella que indicaba el nacimiento de un Salvador de linaje real. Por el decreto de Herodes de matar a todos los niños en Israel de dos años o menos, podemos inferir que la estrella había aparecido dos años antes. En cualquier caso, la respuesta de Herodes al anuncio de una estrella indicando el nacimiento del Mesías de Israel es sorprendente. Inmediatamente formuló un plan secreto de destruir al niño Jesús al usar encubiertamente a los sabios del oriente para descubrir la ubicación precisa del Mesías y así matarlo. Cuando este plan inicial falló, recurrió desvergonzadamente al plan abierto de condenar a la muerte a todo niño varón de dos años o menos en Israel.

Comparemos la respuesta maliciosa de Herodes a la estrella con la respuesta tan diferente de los sabios orientales. Cuando los sabios dejaron el palacio de Herodes hacía la villa de Belén, la estrella que habían visto hacía dos años nuevamente apareció frente a ellos. La luz de la estrella

15LA ESTRELLA DE BELÉN

les guio directamente a la casa del niño Jesús, donde pudieron realizar lo que tanto querían hacer durante tan largo viaje —ofrecer tributo al Salvador. Mateo 2:10 nos dice que, cuando los hombres dejaron el palacio de Herodes, «al ver la estrella, se llenaron de alegría». ¡Qué incomparable estrella! No solo tenía el poder de inculcar gran miedo en el corazón de un rey gentil malvado, ¡tenía también la habilidad de llenar los corazones de los sabios del oriente con tal gozo que estuvieran dispuestos a llevar a cabo un viaje tan largo y arduo y con alegría hasta el final!


Luego de que Adán y Eva pecaran en el huerto, Dios en su misericordia le dio una promesa a la mujer. Un día ella portaría la simiente que aplastaría la cabeza de la serpiente y trastocaría las consecuencias de la caída. La mujer aún tendría que sufrir por su parte pecaminosa en cuanto a comer del fruto del árbol junto con su marido. Como castigo por su pecado, Dios le había dicho: «Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor» (Génesis 3:16a). Sin embargo, la mujer sería capaz de soportar este sufrimiento con la

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En cumplimiento de la profecía, fue a través de gran sufrimiento que María dio a luz al Redentor del mundo. Exploramos cómo la historia de Navidad es un testamento a la piedad y gracia de María frente a gran adversidad y sufrimiento.

MARÍADE NAZARET

17MARÍA DE NAZARET

gloriosa esperanza puesta delante de ella de que un día se volvería madre ancestral del Redentor del mundo.

Con el paso del tiempo, Dios escogió a María de Nazaret para que tuviera el privilegio de convertirse en la madre del Mesías. Escogió a María de Nazaret como la madre que cumpliría la promesa expresada a Eva en el huerto. No obstante, pese a este gran honor concedido a María, a veces olvidamos que, según la profecía, solo sería con gran sufrimiento que María daría a luz al Redentor del mundo. En efecto, la historia de Navidad es un testamento de la piedad y la gracia de María frente a una gran adversidad y sufrimiento.

Para entender la experiencia de María primero tenemos que reconocer que el juicio de Dios sobre la mujer en cuanto a multiplicar sus dolores en el alumbramiento no se referían solo a los dolores de parto. A lo largo de las generaciones las madres en el linaje de Abraham sufrieron mucho más que dolores de parto para traer a luz a la Simiente prometida. Muchas madres en la familia de Abraham soportaron el dolor de una esterilidad larga y amarga. Sara, la esposa de Abraham, luego Rebeca, la esposa de Isaac, y aun Raquel, la esposa de Jacob, todas habían sido estériles. También Rut, la esposa de Booz, aparentemente había sido estéril. Otras madres en el linaje de la fe sufrieron el dolor de no ser amadas por sus maridos. Pensemos en el gran sufrimiento de Lea. Mientras que Jacob amaba a su bella hermana, Raquel, nunca logró amar de igual modo a la acogedora Lea. Lea le dio a su marido seis varones, pero Jacob ni siquiera se molestó en ponerles nombres. En cambio, Lea conmemoró sus oraciones al Señor de que su esposo creciera en amor hacia ella, en los nombres de sus tres primeros hijos. Otras madres en el linaje de la fe sufrieron humillación personal. Aunque quizá no de forma directa en el linaje que daría a luz al Redentor, recordemos cómo Ana oró fervientemente al Señor para que la aliviara de su esterilidad. Mientras oraba, Elí, el sumo sacerdote, la confundió con una mujer borracha y le reprendió de una forma humillante. En todos estos casos podemos ver que el sufrimiento de la mujer declarado en Génesis fue mucho mayor que el dolor de un parto.


Sin embargo, el sufrimiento de la mujer en dar a luz al Redentor no fue sin un propósito evangelístico. Esto fue cierto en la vida de las madres en el linaje de la fe y también lo fue en el caso de María de Nazaret. Tomemos la esterilidad que Dios permitía que golpeara con tanta frecuencia a las madres en el linaje abrahámico. Ciertamente parecía contradictorio con la promesa de Dios que estas mujeres fueran escogidas para dar a luz al Redentor. Pero no lo era. Dios estaba mostrando al mundo que la Simiente prometida estaba tan llena de vida que incluso podía proceder de una serie constante de vientres muertos. Dios usaba reiteradamente la esterilidad de estas mujeres para demostrar al mundo el poder de resurrección de la Simiente prometida. En efecto, esta lección alcanzaría su punto culminante en la historia de María de Nazaret, la virgen cuyo vientre era efectivamente estéril, ¡pero que sin embargo concibió al Mesías en su vientre por el Espíritu Santo!

Cuando el ángel anunció a María que Dios la había escogido para que fuera la madre del Mesías, María habrá reconocido de inmediato el gran sufrimiento que acompañaría tal privilegio. María tenía muy poco en la vida, aparte de su reputación, la cual supo que pronto perdería. Muy pocos creerían las circunstancias de esta concepción. Pese a su completa inocencia de cualquier tipo de culpa, al igual que Ana, María enfrentaría la humillación de ser confundida con una mujer inmoral. A pesar de su fidelidad a José, como Lea, María enfrentaría la perspectiva de ser rechazada por su esposo y no sentirse amada. No obstante, María respondió a la declaración del ángel con profunda humildad y fe, diciendo en aceptación: «Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él haga conmigo como me has dicho» (Lucas 1:38). No solo esto, sino que también compuso un himno de alabanza al Señor, regocijándose y celebrando su bondad mediante una canción.

En su momento de gran prueba, María pareciera identificarse en particular con el sufrimiento que Ana y Lea experimentaron en la vida. Su himno específicamente toma las palabras de estas dos mujeres de gran fe plasmadas en las páginas del Antiguo Testamento. Indudablemente María halló consuelo al saber que el Señor había recompensado con gran gloria

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el sufrimiento de estas mujeres. María no sabía con exactitud las pruebas que encontraría en su futuro. Pero haciéndose eco de Lea, María podía decir con confianza que aunque su esposo la abandonara, sin embargo en la bondad de Dios, «me llamarán dichosa todas las generaciones» (Lucas 1:48; comp. Génesis 30:12). Al enfrentar la injusticia de ser menospreciada y ser tomada por mujer inmoral, como Ana, María podía cantar sobre su confianza en que el Señor al final cambiaría todas las cosas, expresando: «De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes» (Lucas 1:52; comp. 1 Samuel 2:7b).

María entendió que su padecimiento temporal sería recompensado con gloria eterna y, en efecto, ahora todos los creyentes en Cristo somos llamados a un destino similar al de María. Antes del nacimiento del Mesías el ángel le había dicho a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lucas 1:35). Luego de la resurrección, Jesús reiteró estas palabras a sus discípulos, encargándoles que se reunieran en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, expresando: «… recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8). Notemos qué simetría significativa. Antes del nacimiento de Cristo, el Espíritu Santo vino sobre María, permitiendo que ella concibiera físicamente a Cristo en su vientre. Pero luego de la resurrección y ascensión de Cristo, los discípulos y María se reunieron en el aposento alto durante Pentecostés, donde el Espíritu Santo vino sobre ellos, capacitándolos para concebir espiritualmente a Cristo en sus corazones. María había sufrido grandemente a fin de dar a luz a Cristo en el mundo, pero ahora ella y los discípulos eran llamados a una tarea mayor: sufrir y padecer dolores de parto a fin de que Cristo también pudiera nacer en los corazones de los no creyentes.

La misma comisión dada a María en la anunciación y a María y los discípulos en Pentecostés es encomendada ahora a todos los que seguimos a Cristo. La iglesia es llamada a sufrir como María durante su embarazo a fin de traer al niño Jesús al mundo. Pero como María, cuando escuchó el anuncio del ángel de que daría a luz al niño Jesús, en medio de gran


prueba, la iglesia también tiene la firme seguridad de que al final todo su sufrimiento se tornará en gloria. Porque tan cierto como que Dios cumplió en última instancia su promesa expresada a la mujer de que portaría una Simiente por medio de María de Nazaret, así también un día cumplirá su promesa de que el Redentor aplastará la cabeza de la serpiente por toda la eternidad. Como Pablo afirma confiadamente a la iglesia en Romanos 16:20: «Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes». ¡Qué mensaje de buenas noticias y gran gozo para nosotros al celebrar en esta temporada Navideña!

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En la Biblia, los nombres son importantes porque suelen ser proféticos. El ejemplo más obvio de esto es que Dios ordenó que su Hijo recibiera el hombre hebreo de «Josué» o «Yeshúa», que desde luego en griego conocemos como «Jesús». El Mesías de Israel fue llamado así en referencia a la figura del Antiguo Testamento que había sido capaz de concluir la obra de Moisés y liderar a su pueblo hacia la tierra prometida. El nombre de Jesús anticipó proféticamente que su ministerio recordaría el ministerio de Josué, su predecesor del Antiguo Testamento. Pero al considerar que Dios también ordenó que el padre terrenal de Jesús se llamara José de Belén, ¿cuál era la importancia profética de tal nombre?

JOSÉ DE BELÉN

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Investigamos el significado del nombre José, mostrando los paralelos extraordinarios entre su vida y la de otro José que encontramos en el Antiguo Testamento.

JOSÉ DE BELÉN


Gracias al libro de Génesis sabemos que José era el amado hijo de Jacob, el padre de las doce tribus de Israel. Dios le había dado a José la capacidad especial de interpretar sueños y, de hecho, incluso le habló a José por medio de estos sueños proféticos. Pero los hermanos, celosos de José, albergaron una animosidad letal contra él y un día lo vendieron en esclavitud a una caravana que pasaba por la tierra de Canaán de camino a Egipto. Allí, en Egipto, José sufrió diversas pruebas, pero en el momento oportuno Dios intervino y lo elevó a la posición más alta, ser la mano derecha del faraón. En efecto, cuando una noche el faraón tuvo sueños perturbadores, José fue capaz de interpretarlos. Explicó que después de siete años de cosechas abundantes Dios enviaría una hambruna mundial que se extendería por otros siete años. Al escuchar esto, el faraón designó a José para que hiciera los arreglos necesarios para contar con provisiones durante el tiempo de hambruna. Cuando esta finalmente llegó, fue José quien tuvo la capacidad de proveer el sustento de vida a todo el mundo. Pueblos de cada nación, incluyendo la propia familia de José, se acercaron hasta Egipto para pedirle pan a José, y él ciertamente habría utilizado la oportunidad para esparcir las buenas noticias de la liberación de Dios a todo el que escuchara. De modo que al final Dios usó a José para preservar a la familia del pacto en Egipto, proveer el sustento de vida a las naciones, y esparcir el evangelio a todo el mundo durante un tiempo de hambruna mortal.

¿Fue la vida de José de Belén en cierto modo un reflejo profético de la vida de su predecesor, José, el amado hijo de Jacob? Según la genealogía de Mateo, así como su predecesor en Génesis, el padre de José de Belén se llamaba Jacob. En ambos escenarios, entonces, tenemos un Jacob que dio a luz un hijo llamado José. Esto ciertamente podría ser una indicación de que la historia se repite. Especialmente este es el caso al considerar que ambos José fueron receptores de sueños proféticos enviados por Dios. José de Belén tuvo tres visiones proféticas. En la primera se le instruyó que no se divorciara de María porque su concepción no era por infidelidad. En el segundo sueño, se le indicó que huyera a Egipto con la sagrada familia, y en el tercero se le ordenó que regresara a la tierra de Israel. Entretanto, notemos que ambos José fueron puestos en una situación donde probaron su carácter honorable mediante su respuesta

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moral a una mujer inmoral o a una mujer que al menos parecía inmoral. En Génesis José demostró su rectitud al rechazar los avances inmorales de la esposa de Potifar. En el Nuevo Testamento, Mateo identifica a José de Belén como un «hombre justo» (Mateo 1:19) por querer abandonar secretamente a María al descubrir su embarazo asumiendo que provenía de infidelidad.

De las similitudes entre los dos José, no obstante, ninguna es más significativa que el hecho de que José de Belén fuera llamado hacia Egipto como su predecesor. En realidad, debido a la animosidad mortal de Herodes, Dios instruyó a José que tomara al niño Jesús, huyera de Israel y se marchara a Egipto. En otras palabras, durante un tiempo de grave hambruna espiritual en la tierra de Israel, Dios había designado a José para preservar a la sagrada familia en Egipto. Más aún, al obedecer el mandamiento del Señor, José de Belén, cuyo nombre significa literalmente «José de la Casa del Pan», aseguró que un día Jesús fuera capaz de ofrecerse a sí mismo como el Pan de Vida espiritual para todo el mundo. De modo que al final Dios usó a José de Belén para preservar a la sagrada familia en Egipto, proveer el Pan de Vida espiritual para las naciones y asegurar que el evangelio se esparciera a todo el mundo durante un tiempo de hambruna espiritual mortal. ¡Cuán justamente José de Belén recibió el nombre de José, el amado hijo de Jacob!


Después de la caída del hombre en el jardín del Edén, Dios le dijo a la serpiente, «pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella» (Génesis 3:15). La enemistad entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer es un tema que atraviesa toda la Escritura. Surge a través de toda la historia redentora una y otra vez, pero culmina en la animosidad mortal expresada en contra de Cristo y sus seguidores. Podemos pensar en Juan el Bautista identificando proféticamente a los líderes religiosos de Jerusalén,

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El Evangelio de Mateo muestra a Herodes como un nuevo faraón de Egipto que ordena la muerte de los niños varones de Israel. En un tiempo cuando Israel nuevamente estaba sufriendo bajo opresión extranjera, aprendemos cómo Dios levantó a un nuevo y mejor Moisés en la persona de Jesucristo.

HERODESEL REY

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que un día crucificarían al Mesías, como «camada de víboras» (Mateo 3:7). Pero, en la historia navideña, es el rey Herodes quien personifica a la simiente de la serpiente en su esfuerzo de matar a todos los niños varones en Belén y así destruir al niño Jesús, la simiente de la mujer (Apocalipsis 12:17).

El Evangelio de Mateo enfatiza la naturaleza serpentina de Herodes al describirlo como un nuevo faraón que mata a los niños inocentes de Israel. La Biblia identifica a faraón como una «serpiente» en múltiples ocasiones (Salmo 74:13-14; Isaías 51:9; Ezequiel 29:3; 32:2). Históricamente, sabemos también que faraón usaba la corona de Ureus, una corona que terminaba en una serpiente de oro lista para atacar. Al representar nuevamente los hechos malévolos de faraón, entonces, Herodes demostró que estaba cumpliendo el rol de la simiente de la serpiente en la historia de Navidad. Consideremos como el Evangelio de Mateo desarrolla el retrato de Herodes como el nuevo faraón.

De acuerdo al recuento de Mateo, la visita de los sabios alertó a Herodes a la amenaza a su poder por un niño «nacido rey de los judíos» (Mateo 2:2). Al principio, Herodes implementó una estrategia encubierta para matar al niño Jesús, usando a los sabios para identificar el lugar donde el niño se encontraba. Cuando los sabios no respondieron como él quería, Herodes recurrió a un plan manifiesto. Dio la orden de que todo niño varón en Belén y sus alrededores que tuviera dos años o menos fuera muerto. Nota cómo el comportamiento de Herodes imita al de faraón. Creyendo que su poder se veía amenazado por la cantidad de niños nacidos a los israelitas, faraón intentó primeramente una estrategia encubierta, al igual que Herodes. Instruyó secretamente a las parteras hebreas que mataran a los niños varones de las mujeres israelitas al momento de nacer. Cuando las parteras, no siguieron esas instrucciones, el faraón abandonó todo pretexto e implementó el plan manifiesto. Dio la orden de que todo niño varón en Israel fuera arrojado al río Nilo y muerto. Al igual que la orden de Herodes, sabemos por inferencia que el edicto del faraón solo correspondía a niños varones de dos años o menos. Después de todo, Aarón, que era tres años mayor que Moisés, nunca necesitó ser escondido


como su hermano menor.

La matanza de Herodes de los niños de Belén nos muestra que, en el tiempo del nacimiento de Jesús, Israel estaba espiritualmente al igual que Egipto. Es más, Apocalipsis 11:8 explícitamente identifica a Jerusalén durante el tiempo de Jesús como «la gran ciudad, llamada en sentido figurado … Egipto, donde también fue crucificado su Señor». En el tiempo del nacimiento de Jesús, el pueblo de Israel ciertamente estaba sufriendo bajo la opresión terrenal de un gobierno extranjero, al igual que lo habían estado en Egipto. Pero peor aún era la esclavitud espiritual en la que se encontraban. La expresión de odio asesino de la simiente de la serpiente manifestado por Herodes, por la simiente varonil de Israel es solamente una muestra de la opresión espiritual que Israel estaba experimentando. Piensa en Jesús enfrentando a los líderes religiosos de Jerusalén por haber «endurecido el corazón» (Mateo 19:8; Marcos 10:5) como faraón. Les condenó con palabras evocadoras de los capataces del faraón, al decir, «abruman a los demás con cargas que apenas se pueden soportar» (Lucas 11:46).

Aun cuando el Evangelio de Mateo ofrece una descripción sombría de Israel como la nueva Egipto en el tiempo del nacimiento de Jesús, sabemos por el libro de Éxodo que, después de cuatrocientos años de silencio profético, Dios envió un libertador para liberar a los israelitas de la esclavitud egipcia. Por lo que no debe sorprendernos descubrir que, después de cuatrocientos años de silencio profético desde el tiempo del profeta Malaquías, Dios nuevamente envió a un Salvador para liberar a su pueblo en Israel de la esclavitud espiritual. Es más, así como Dios levantó a un nuevo faraón en la persona de Herodes, también levantó a un nuevo y mejor Moisés en la persona de Cristo Jesús.

Para comprender el rol de Cristo como el nuevo Moisés, primero debemos recordar el patrón de la experiencia del éxodo de Moisés. En el libro de Éxodo, cuando Moisés entendió que faraón buscaba matarlo, escapó solo de Egipto la primera vez. Después de un tiempo, de Moisés tomar refugio

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en la tierra de Madián, Dios le informó que quienes querían eliminarlo habían muerto, y luego comisionó a Moisés que regresara para liberar a los israelitas de la esclavitud. Cuando Moisés dejó Egipto en el segundo éxodo, salió con el pueblo de Israel y los liberó de la esclavitud.

Al igual que Moisés, Jesús experimentó dos éxodos. El primero de niño. Cuando José supo del plan del rey Herodes de matar a Jesús, así como faraón intentó matar a Moisés, la familia sagrada dejó Israel apresuradamente durante la noche buscando refugio en Egipto. Este fue el primer éxodo de Jesús fuera de Israel, y Mateo lo describe como el cumplimiento de Oseas 11:1, que dice, «de Egipto llamé a mi hijo» (comp. Mateo 2:15). Al citar este versículo, Mateo nuevamente nos muestra que Israel se había convertido en el Egipto espiritual, desde donde Dios debía llamar al niño Jesús en el tiempo en que irónicamente Egipto mismo se había convertido en una tierra de refugio. Nota cómo la salida apresurada de la familia sagrada de Israel, nos recuerda el éxodo de los israelitas de Egipto. Mientras tanto, después que la sagrada familia se hubo refugiado en Egipto, un ángel le informó a José en palabras similares a las que Dios uso para comisionar a Moisés en Madián, que «ya murieron los que amenazaban con quitarle la vida al niño» (Mateo 2:20; comp. Éxodo 4:19). El ángel instruyó a José a que regresara con su familia a Israel para que Jesús, como Moisés, pudiera realizar el segundo éxodo y liberar al pueblo de Dios de su esclavitud espiritual.

¿Cuándo entonces se realiza el segundo éxodo? La descripción de Lucas acerca de la transfiguración nos provee la respuesta. En la transfiguración, Lucas nos dice que Moisés y Elías aparecieron junto a Jesús en el monte, hablando con Jesús «de su partida» (en el griego: éxodo) que pronto realizaría en Jerusalén (Lucas 9:31). Podemos ver fácilmente cuan apropiado es que Moisés fue escogido para hablar con Jesús acerca del éxodo venidero. Es más, así como el cordero pascual fue muerto en Egipto antes del éxodo del pueblo, el verdadero Cordero pascual pronto sería muerto en Israel para efectuar el éxodo espiritual del pueblo de Dios de las cadenas del pecado y de la muerte.


La historia de la Navidad es un recuento maravilloso de la historia del éxodo, y de Dios al enviar a un libertador a liberar a su pueblo de la esclavitud. En el tiempo cuando la matanza de Herodes de los niños de Belén mostró que Israel se había convertido espiritualmente como Egipto bajo faraón, Dios envió un libertador a su pueblo, para que efectuara un éxodo mucho mayor que el que Moisés había realizado en Egipto. Ciertamente, por medio de su muerte y resurrección, Jesús, la simiente de la mujer, aplastó la cabeza de la serpiente para todos los tiempos, y al hacerlo, efectuó el más grande éxodo del pueblo de Dios de la esclavitud del pecado y la muerte misma.

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El Señor Dios ordenó que la vida de su Hijo fuera bella. Parte de la belleza en la vida es la simetría, y al observar la vida del Salvador vemos una simetría conmovedora en la forma en que esta se desarrolló. Quizá en ningún otro lugar este factor sea más evidente que en la manera en que la historia del nacimiento de Jesús reflejó y anticipó la historia de su muerte y resurrección.

Lucas el evangelista establece deliberadamente en su Evangelio varios paralelos entre el comienzo y el final de la vida de Jesús. ¿Cómo se

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Los paralelos entre el comienzo y el final de la vida de Jesús nos muestran que su misión desde el momento de su nacimiento, era la de sacrificar su vida en la cruz y luego resucitar de la tumba. Descubre cómo la historia de Navidad anticipa la historia de la resurrección de Jesús en una manera esplendente.

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desarrolla la historia del nacimiento de Jesús en Lucas? Primero, el gran milagro de la historia gira en torno al hecho de que Jesús nació de un vientre virginal (Lucas 1:34). Entretanto, la historia del nacimiento de Jesús se narra mayormente a través de los ojos de María de Nazaret y José de Belén. María experimenta los dolores de parto, que concluyen repentinamente con el gozo de ver nacer a su hijo. Luego, según la costumbre, José limpia a Jesús de la sangre de su nacimiento, lo envuelve en vendas como una momia y lo recuesta en un pesebre hecho de roca caliza (Lucas 2:7). Luego llegan ángeles del cielo anunciando las buenas nuevas de paz en la tierra (Lucas 2:13-14). Al oír a los ángeles, los pastores que apacentaban sus rebaños cerca de allí fueron a ver la «señal» del niño Jesús, un pequeño envuelto en pañales recostado en un pesebre (Lucas 2:12).

Notemos el eco de la historia de la Navidad que resuena en la historia de la muerte y la resurrección de Cristo. Primero, el gran milagro de la historia de la resurrección de Jesús gira en torno al hecho de que salió de un sepulcro virginal «en el cual aún no se había puesto a nadie» (Lucas 23:53). Por otra parte, la historia del entierro y la resurrección de Jesús se relata mayormente por medio de los ojos de una nueva María y un nuevo José, en este caso María de Magdala y José de Arimatea. Desde cierta distancia María de Magdala observó con gran dolor cómo los soldados romanos crucificaron a Jesús. Después de su muerte, según la costumbre, José de Arimatea lavó la sangre de Jesús, derramada durante su crucifixión, lo envolvió en vendas como una momia y recostó su cuerpo sobre una tumba excavada en una roca. Muy temprano en la mañana de la resurrección, sin embargo, aparecieron ángeles del cielo anunciando las buenas nuevas de redención para toda la tierra y la posibilidad de paz entre los hombres y Dios. Al escuchar el informe de las mujeres de lo que habían señalado los ángeles, Pedro y Juan, designados por Jesús para servir como pastores del pueblo de Dios, fueron de prisa hasta el sepulcro. Allí vieron la «señal» de los pastores de la historia inicial, es decir las vendas de la ropa funeraria de Jesús yaciendo dentro del sepulcro cavado en la roca donde su cuerpo había yacido.

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La simetría entre la historia del nacimiento de Jesús y la historia de su muerte y su resurrección es tan destacable como bella. Pero consideremos aún con mayor detenimiento las similitudes entre María de Nazaret y María de Magdala en ambas historias. En la mañana de la resurrección, María Magdalena llegó con gran tristeza hasta la tumba. Un dolor profundo como el de ella suele aparecer como oleadas que se asemejan a los dolores de parto. Es más, Jesús mismo había remarcado que el dolor que los discípulos y seguidores como María habrían de experimentar sería similar al de una mujer en dolores de parto. «La mujer que está por dar a luz siente dolores porque ha llegado su momento» (Juan 16:21a), dijo Jesús. De modo que podemos ver el estrecho paralelismo entre María de Nazaret y María de Magdala en ambos relatos. Las dos mujeres sufrían de dolor, una en el nacimiento y la otra en la muerte de Cristo. No obstante, Jesús también había dicho: «… pero en cuanto nace la criatura [la mujer] se olvida de su angustia por la alegría de haber traído al mundo un nuevo ser» (Juan 16:21b). Así como el dolor de María de Nazaret se transformó en gran alegría en el nacimiento de Jesús el día de Navidad, ¡también el dolor de María Magdalena se transformó repentinamente en gran gozo al ver a Jesús vivo, de pie delante de ella, en la mañana de la resurrección!

La historia de la Navidad nos enseña que Jesús vino al mundo para morir y volver a la vida. Los paralelos entre el comienzo y el final de la vida de Jesús nos muestran que su misión desde el mismo momento en que nació fue sacrificar su vida en la cruz y levantarse del sepulcro el domingo de resurrección. El Señor Dios arregló las circunstancias del nacimiento de Jesús para anticipar aquella misión del evangelio de una bella manera.

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FELIZ NAVIDAD

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