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ANGEL RAMA VISTO POR UN COLOMBIANO Por Juan Gustavo Cobo Borda Su caudal verbal era apabullante, pero aquellos que asis- tíamos, estupefactos, a ese espectáculo de pirotécnica in- ••Arquitectura con triángulos" 1982. 0.55 x 1.50 x 0,55 cms. La plácida e inofensiva república de las letras colombia- nas, con su chismografía barata, sus resquemores pro- vincianos y sus sonetistas dominicales, fue sacudida a fi- nes de los años 60, por un ventarrón macondiano. Eran las conferencias que un crítico uruguayo, Angel Rama, dictaba en el auditorio de la Universidad Nacional, en Bogotá, invitado por Marta Traba. ¿De qué hablaba? 39

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sobre Angel Rama

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  • ANGEL RAMAVISTO POR UN COLOMBIANO

    PorJuan Gustavo Cobo Borda

    Su caudal verbal era apabullante, pero aquellos que asis-tamos, estupefactos, a ese espectculo de pirotcnica in-

    Arquitectura con tringulos" 1982. 0.55 x 1.50 x 0,55 cms.

    La plcida e inofensiva repblica de las letras colombia-nas, con su chismografa barata, sus resquemores pro-vincianos y sus sonetistas dominicales, fue sacudida a fi-nes de los aos 60, por un ventarrn macondiano. Eranlas conferencias que un crtico uruguayo, Angel Rama,

    dictaba en el auditorio de la Universidad Nacional, enBogot, invitado por Marta Traba. De qu hablaba?

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  • telectual, inslita dentro de los sosegados parmetros dela altiplanicie chibcha, bamos distinguiendo, poco a po-co, por debajo de las citas de Roland Barthes y los for-malistas rusos, el tema de sus charlas. Hablaba de Ga-briel Garca Mrquez. La dificultad para reconocer eltema resida en su manera de abordarlo: dentro de unmarco de exigencias a los cuales no estbamos acostum-brados. Un marco de exigencias rigurosamente contem-porneo.An recuerdo, azorado, cmo algunas de las reseas queaparecan por aquel entonces en la prensa colombiana,se especializaban en sealar los lunares que, segn ellas,afeaban a Cien aos de soledad. Ignacio Escobar Lpez,por ejemplo, en El Tiempo, de Bogot, le reprochaba susexpresiones gruesas y sus ques galicados (ques galicadosque luego, como dira un amigo, el poeta Rogelio Echa-varra, no se notaban tanto en la edicin francesa). Deotra parte, Eduardo Gmez, en Enfoque internacional,una revista financiada por la Unin Sovitica para divul-gar las bellezas de Ucrania, sealaba sus carencias ideo-lgicas: la novela no conclua en una forma positiva yrecurra a un exotismo bastardo. Esto ltimo a propsi-to de los gitanos. Lo cual no era demasiado grave puesal fin y al cabo, y segn este reseista, el modelo que de-ban seguir los jvenes escritores colombianos no era pre-cisamente Garca Mrquez sino Thomas Mann. Cadacual, entonces, es libre de elegir el exotismo que ms leconvenga. Lo que se mide son los resultados.No s si en todas partes suceda lo mismo, y cada paspueda aportar su cuota propia de anacronismo e insa-nia. Slo s, y me consta, que en el mo pasaba (pasa-ba?) esto, y lo recuerdo, con nombres propios, para noolvidarlo del todo. Rama, en cambio, apelaba, s, a Um-berto Eco y a Galvano della Volpe, tambin bastante es-pesos ambos, pero, adems, se iba a Barranquilla, a es-carbar en medio del calor del trpico, los tijereteadosarchivos locales, rastreando all los orgenes de GarcaMrquez. Sus primeras columnas periodsticas, sus ini-ciales esbozos narrativos, sus races propias. Iniciara, sus-citador como siempre, una investigacin que luego Jac-ques Gilard, ms francs, ms profesoral, y ms pausado,llevara a su trmino. Los extranjeros, gracias a un nati-vo de Aracataca, comenzaban a estudiarnos como bichosraros ..

    Las preguntasde RamaAngel, en cambio, ya andaba en otra cosa, preguntn-donos quin era Ramn Vinyes, cules libros haba pu-blicado Jos Flix Fuenmayor, por qu Alvaro CepedaSamudio no escriba ms, o dnde se consegua una co-leccin completa de la revista VOCES, la nica revistade vanguardia que haba existido en Colombia, entre 1917y 1920, dirigida por el sabio cataln en la pujante Ba-rranquilla de aquel entonces. No sabamos que respon-derle, pero quedaban las ganas de averiguarlo. Parta lue-

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    go, llevndose a Marta Traba como compaera suya parael resto de sus das, pero no dejaba slo ese rastro fugazhecho de incitaciones y preguntas.Divertido con el hecho de que en el corazn de la cultura"cachaca" -Bogot- hubiese un enclave germnico,la Librera Buchholz y la revista ECO, que comenc adirigir en 1973, me bombardeaba desde cualquier lugarde este continente, Montevideo, Puerto Rico, Caracas,Washington, con artculos suyos y manuscritos ajenosque contribuiran ms que ningunos otros, a crear unafecunda continuidad latinoamericana en sus pginas.En la bibliografa parcial de su trabajo que realizaron dis-cpulos suyos, en Maryland, los marqu, y eran varios.No la tengo ahora a mano pero recuerdo, con claridad,pginas suyas dedicadas, cmo no, a Onetti y AugustoMonterroso, Carpentier y Juan Gelman, Reinaldo Are-nas y Plinio Apuleyo Mendoza, El otoo del patriarcay La guerra del fin del mundo, Heinrich B6ll y los pro-blemas, en el pensamiento, que acarrea la censura. Estaenumeracin, tambin parcial, y slo referida a una re-vista colombiana, corrobora el modo infatigable comoasuma su tarea de crtico literario.Una vez, en Bogot, yen rueda de amigos, evoc los tiem-pos mticos de Marcha. Cmo, en una ocasin, y antelos siempre imprevisibles dictmenes de los arcanos per-sonajes de la Academia Sueca, el Nobel haba recado so-bre un checo, polaco, escandinavo, hawaano o austra-liano, an no traducido al espaol. Al comenzar la noche,y luego de haber ubicado en Montevideo al emigrante at-nito, Rama, a su lado, oa la versin oral de alguna delas novelas del galardonado, y tomaba notas. Luego, sinpausa, redactaba el artculo, y al da siguiente, ademsdel inevitable cable de la U. P. I., dando la noticia, allestaba la resea esclarecedora.Para nosotros, todo esto pareca una fbula moralizan-te, en pro del trabajo. Pero as era como se laburaba enel Uruguay de aquel entonces. Con cuatro, cinco, o seispuestos, de la ctedra al peridico, de la universidad alcolegio secundario, de la resea teatral a la correccinde pruebas en una editorial.Rama, urgido por tantas demandas, no pareca tener de-masiado tiempo para darnos obras acabadas. Pero de to-dos modos, yen aquellos aos, ensayos como "Diez pro-blemas para el novelista latinoamericano", aparecido enCasa de las Amricas (1964) y reproducido en Letras Na-

  • "Arquitectura - Yelmo" 1982. 0.95 x 1.l0xO.60 mts.

    ciona1es, una revista colombiana, se volvieron tema deconversacin habitual.Marcaron una poca, de euforia positiva e intercomu-nicacin vlida. Era el alba de nuestro "boom" narrati-vo, por todo el continente, al cual Rama contribuira, demodo decisivo, y del cual luego renegara, con rotundosargumentos y pormenorizadas estadsticas. (Vase Msall del boom: literatura y mercado, de Rama y otros edi-tado por Marcha, Mxico, 1981). A Rama le encantabanesos virajes. Contribuan a mantenerlo perpetuamente jo-ven. Lo llevaban a plantearse nuevos interrogantes.

    Sus mtodosde trabajo

    Ms tarde la reunin de sus artculos en La generacincritica, en Los gauchipolticos rioplatenses, un ttulo tanhorrible que slo podra ocurrrsele al propio Rama; ensu prlogo al Onetti de El pozo y en su ensayo, en unvolumen colectivo (paids) sobre Juan Garca Ponce, nosmostraba su forma peculiar de enfocar el anlisis litera-rio. Teniendo siempre presente la sociedad que lo engen-draba, elaboraba, por una parte, sntesis amplias, queabarcaran una regin o un perodo; o hundindose, condelectacin obsesiva, en un solo tema, o en un solo autor,intentaba agotarlo.De ah su volumen sobre Salvador Garmendia, su anli-sis de Jos Antonio Ramos Sucre, el poeta venezolano,

    su inters por los diarios de Rufino Blanco Fombona, susaproximaciones a Jos Mara Arguedas, sus calas en Ru-bn Dara y el modernismo, su introduccin a Crnicade una muerte anunciada (Crculo de Lectores), todos loscuales certifican, con esplndida eficacia, la validez desus indagaciones.Adems, cuntas otras cosas!: la polmica con MarioVargas Llosa sobre los demonios literarios; la compara-cin entre Norberto Fuentes, de Cuba, e Isaac Babel, deRusia, con todas las implicaciones del caso; la atencinprestada a la Argentina de Walsh, Urondo y Conti, in-sertndose de lleno en los debates ideolgicos de estosltimos 20 aos. Su polmica con Reinaldo Arenas, a pro-psito del exilio en general, y el cubano en particular.La lista resulta abrumadora, como siempre sucede ha-blando de Rama.Su activismo, su proselitismo literario, no parecan te-ner trmino. Pero, finalmente, su voracidad al respectopudo concentrarse en una tarea digna de sus fuerzas: laBiblioteca Ayacucho, ese repertorio de quinientos ttu-los latinoamericanos que armamos en Caracas. Arma-mos, digo, ya que aunque nadie lo crea, en aquel enton-ces fui invitado al simposio inicial como representantecolombiano, gracias a Rama, para trazar el plan en com-pafia de Luis Alberto Snchez y Leopoldo Zea, MarioVargas Llosa y Ernesto Sbato, Tulio Halperin Donghiy Gonzalo Rojas, Miguel Otero Silva y Jos Emilio Pa-checo. Fue, para decirlo del modo ms suave, mi ritualde iniciacin en el mundo de los grandes sabios literarioslatinoamericanos.Aterrado por mi colosal ignorancia apenas si me atreva sugerir que alIado de las previsibles Mara y Vorgine,Silva, El Carnero y CarrasQuilla se reeditara a VargasVila.Todos aplaudieron unnimes pero Angel, ms sdico, te-na otros planes para m: me oblig a reinventar a SaninCano.Diez libros, miles de artculos dispersos por el mundo,de Londres a Buenos Aires, de San Jos de Costa Ricaa Rionegro, Antioquia, y con una existencia Quelleg casial siglo, nunca, como entonces, por culpa de Don Bal-domero Sann Cano, por culpa de Angel Rama, habatrabajado tanto. Me estaba "uruguayizando".

    Empece a frecuentar las bibliotecas, no slo las de Co-lombia sino las de Estados Unidos, donde s estaba to-do; perd la vista intentando descifrar desdibujadas fo-tocopias, empec a pensar en Mart y Maritegui, AlfonsoReyes y Pedro Henrquez Urefia, en Picn Salas y Arci-niegas, en Borges y Octavio Paz, en Pepe Bianco. En losaos del "boom" novelstico, gracias a Sann Cano, gra-cias a Rama, iba descubriendo que Amrica Latina erauna tierra de grandes ensayistas.No era extrafio, entonces, que otro uruguayo, Zum Fel-de, maestro de Rama, haya dejado up libro imprescindi-ble al respecto, y que nuevamente, gracias a todos ellos

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  • unidos, sea factible trazar las grandes lneas de nuestrodesenvolvimiento intelectual que ahora desembocaban enese.chisporroteo feliz de narradores, tan acuciosamenteseguido, y promovido, por Rama. Madurez y autonoma,stos eran inexplicables sin aquellos, los abuelos que ha-ban despejado el terreno. El Martnez Estrada que pen-saba la Pampa, el Cardoza y Aragn que reflexionaba,poticamente, sobre Guatemala, ,el inolvidable CarlitosIrreal de Aza (como lo llamaba el poeta nicaragenseMeja Snchez) a quien con motivo del clebre simposioconoc en Caracas, y a quien, aos despus, en su histo-ria visible y su historia esotrica, en su diagnstico delpatriciado uruguayo, pude apreciar, en toda su vala. Nopodemos olvidarlos.Por mi parte, y yendo siempre por donde no tocaba, enaquellos mismos aos iba empezando a recopilar los nom-bres claves de los poetas de este siglo, en todos los paseslatinoamericanos. Ahora, cuando el Fondo de Culturade Mxico edita esa antologa que se fue haciendo a lolargo de estos quince aos de intercambio epistolar y ver-bal con Rama, recuerdo sus palabras en el prlogo a sulibro La novela latinoamericana, editado por Procultu-ra, en Bogot, y cuyas pruebas -qu remedio!- mealegr corregir.Los gneros reales de este continente -dice Rama- sonla poesa y el ensayo. La novela sera el gnero bastardo,popular y democrtico. Pero gracias a la poesa muchoshemos podido resistir estos tiempos infames.S, la poca, como todas las pocas, no era buena; y ha-ba, aqu y all, desgarramientos, represin y militares.En el prlogo a la novela pstuma de Marta Traba, Encualquier lugar (Siglo XXI) he intentado razonarlo. Yenella, al igual que en Conversacin al Sur (Siglo XXI) laotra novela suya, centrada en el Uruguay, y escritas am-bas cerca de la mirada crtica de Angel, novelas que es-peramos puedan ser ledas por fin, ahora, en este renaci-do pas, esto se manifestaba en forma impresionante.Slo mediante esa forma de memoria colectiva, que erala literatura, conjugando lo que padeca la gente, y la vi-sin artstica que reelaboraba el testimonio inmediato,era factible superar el horror y no perder, del todo, unaidentidad hecha trizas. S, tortura y exilio, tal fue la d-cada del 70, entre nosotros. Nuestro destino, en las bue-nas y en las malas, era comn.Tal fue una de las lecciones ms importantes de Rama.

    Las respuestascreativas

    La mejor respuesta a tantas catstrofes, quin lo dudaeran las 500 pginas en que Rama agrupaba sus panora:mas novelsticos. All, siguiendo a Darcy Ribeiro, l noshablaba de una cultura andina, de una cultura caribe, de

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    una cultura del Ro de la Plata, no balcanizadas sino uni-das gracias al acierto de sus mejores creadores.Desde los precursores de los 20 -Felisberto HernndezPablo Palacios, Julio Garmendia, Jos Flix Fuenma:yor, Martn Adan- pasando por los "transculturados"-Rulfo y Arguedas, Garca Mrquez y Roa Bastos, Gui-maraes Rosa- hasta llegar a los "novsimos", a quie-nes alcanz a visualizar en un volumen antolgico (Mar-cha, Mxico, 1981) otro mapa de nuestras letras msamplio, generoso, y sugerente, se iba dibujando. U~ ma-pa donde Puerto Rico y las Antillas Francesas tenan ca-bida. Un mapa orlado por las largas letanas rituales deAime Cesaire y la sofocante msica de Luis Rafael Sn-chez y su guaracha del Macho Camacho.Muchos escritores jvenes, en muchos pases latinoame-ricanos, le deben a Rama la nota perspicaz que les per-miti reafirmarse en su talento inicial. Suescn, en Co-lombia; Luis Britto Garca, en Venezuela; Rosario Ferr,en Puerto Rico; Antonio Skarmeta, en Chile; AlfredoBryce Echenique, en el Per; Juan Jos Saer, en la Ar-gentina, estoy seguro, reconocern este estmulo.Rama estaba siempre alerta, y vido por detectar nuevasvoces, quizs por ello su prosa, que critiqu, como buenoogotano, por rpida y descoyuntada, era una prosa ur-gente, casi acezante. Quera transmitir pronto, y a comodiera lugar, muchos libros ledos, muchos dilogos en-tusiastas, encuentros, revelaciones y viajes. Excesivo fer-vor y apresurada impaciencia de corazn. Tambin unamemoria envidiable, que se paseaba, horas, desde el ro-mancero hasta Rubn Dara, a quien tanto qUIso.A veces me sorprende, tambin, un giro antan en susfrases, pero l vena de un mundo que yo desconoca, sinremedio: los novelistas nrdicos (hablando de las influen-cias de Rulfo, en su libro Transculturacin narrativa enAmrica Latina, Siglo XXI, 1982, hay unas pginas sor-prendentes), cronistas coloniales, crtica de teatro.Y, cmo no, tambin una novela, Oh sombra puritana!sobre la cual prefera tender un frreo velo de pudorososilencio. El tambin haba incurrido en el mismo gneroque ahora desmenuzaba, como entomlogo, y relacio-naba, como cartgrafo. Cuntas fecundas paradojas!Pero en sus ltimos trabajos, La ciudad letrada, el pr-logo a Clsicos Hispanoamericanos (Crculo de Lecto-res) su estilo, y sus ideas, se haban aquietado un poco,tornndose ms difanas. Haba llegado a una ajustadacomprensin de nuestro modo de ser, a partir de las ca-

  • "Victoria Alada" 1982. 1.10xO.72 x 1.20 mts.

    tegoras establecidas por Jos Luis Romero, el historia-dor argentino, en su libro Latinoamrica: las ciudadesy las ideas (1976). Rama ya perciba, con honda nitidez,el matiz diferencial americano, y lo proyectaba, a nivelde historia intelectual, a lo largo de cinco siglos, ya tra-vs de todos sus cambios, modulndolo sin perder la vi-sin de base:"La conquista espaola fue una frentica cabalgata porun continente inmenso, atravesando ros, selvas, monta-as, de un espacio cercano a los diez mil kilmetros, de-jando a su paso una ringlera de ciudades, prcticamenteincomunicadas y aisladas en el inmenso vaco americanoque slo recorran aterradas poblaciones indgenas".A partir de esas ciudades, de esos espacios urbanos queinvertan, exactamente, el proceso fundacional europeo-no un desarrollo agrcola que conclua en una urbe,sino una urbe que deba generar el desarrollo agrcola,olvidndose de lo que deca Hernn Corts: "Llegu aquen busca de oro, y no para arar la tierra como un campe-sino cualquiera"- era necesario replantearse todo elasunto, estudindolo con ptica propia. Percibiendo lasingularidad de los tiempos que habran de insertarse ental espacio, tambin singular. As, hablando de TomsCarrasquilla, dir Rama:"Los cultores de la historia lineal de la literatura han fra-casado en sus discursos interpretativos porque no quisie-ron ver la superposicin de tiempos, de culturas, de es-tratos, que caracterizan a la Amrica Latina y queimponen el manejo de otros instrumentos para organi-zarla en un discurso crtico. El costumbrismo, el realis-

    mo, el criollismo, el regionalismo, no son anteriores oposteriores al 'modernismo', sino contemporneos y tra-ducen la variedad cultural del continente en un mismoperodo. Esta pluralidad de culturas simultneas, comono han dejado de subrayar los antroplogos, jams pue-den medirse por su ubicacin ideal en una nica lnea dedesarrollo, mediante una encadenacin lgico-temporalque hace de un estadio cultural el antecedente de otro,sino por su interior especificidad. Su legitimidad derivade su propia coherencia".(Prlogo a Clsicos hispanoamericanos, 1983, Crculo deLectores, p. 29).Haba dejado atrs al rotundo Luckacs de sus comien-zos y ahora pareca ms prximo al sutil y refinado Wal-ter Benjamin, por el cual comenz a aprender alemn enCaracas, a los cincuenta aos. Integrar la variedad de cul-turas simultneas y vlidas en un gran discurso de histo-ria cultural que no limara las diferencias sino que resal-tara la diversidad, que conoca bien, de cadaconglomerado: a ello se dedicaba Rama en sus ltimosaos.De eso hablaba su ponencia sobre "La concertacin delos relojes atlnticos", de aqu y de Europa, cuando via-jaba hacia Bogot, invitado por el presidente Betancur,quien le haba otorgado la ciudadana colombiana anteel rechazo de Estados Unidos para concederle una visa,dispuesto a participar, con el mpetu habitual, en un con-greso sobre el influjo de la generacin espaola del 27en estas Indias Occidentales. Muri en Madrid, en el cho-que de un avin de Avianca, alIado de Marta Traba, yslo ahora, al parecer, estamos en capacidad de valorarsu vasto legado, asumindolo y prolongndolo.Rama muri en su ley, transmitindo a todos cuantos leconocimos, su indeclinable entusiasmo por la letra im-presa, referida siempre a estos pueblos que tanto am,estudi y contribuy a darles autonoma no slo litera-ria. Tampoco podemos olvidarlo. Nacido en 1926, muer-to en 1983, sus treinta ininterrumpidos aos de actividaddocente, periodstica, editorial e investigativa, merecen,como l mismo nos lo indicara, toda nuestra atencincrtica, a la vez pasional y rigurosal.

    Buenos Aires, febrero de 1985

    l. Lo cual ya se cumple en el caso de sus discpulos ms prximos:ver, como ejemplo, la resea de Abril Trigo-Ehlers a La ciudad letra-da, 1984, incluida en el nmero monogrfico dedicado a Rama y Mar-ta Traba por la revista "Prisma/Cabral", de la Universidad de Mary-land, Nos. 12113, 1984. Alli se dice: "En los primeros capltulos Ramanos propone ciertos interrogantes que luego, en los restantes, no acier-ta a responder". "La ciudad letrada se nos presenta como un trabajogerminal, incompleto. que llevaba a su autor por..sendas no demasiadotransitadas. Sus viejas pasiones (SllS viejas obsesiones), le jugaron a Ra-ma la mala pasada de impedirle superarse a si mismo", p. 153-154.

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