Colombia y Panamá: la metamorfosis de la nación en el siglo XX · son frontera internacional, es...

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V PARTE LOS IMAGINARIOS DE LA SEPARACIÓN DE PANAMÁ

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V PARTE

LOS IMAGINARIOS

DE LA SEPARACIÓN DE PANAMÁ

Colonización y violencia en la frontera con Panamá: Urabá y el Darién de 1950 a 1990

Carlos Miguel Ortiz

INTRODUCCIÓN

Muchas de las zonas de Colombia que hoy padecen los estragos de la violencia o, como dirían otros, de una guerra a muchas bandas, son zonas de frontera, en el doble sentido de este vocablo: son frontera interna -movediza- de colonización y son frontera internacional, es decir, confines del territorio del Estado y de la so­beranía naciond.

Tal es el caso de Urabá y el Darién, las zonas a las cuales me referiré en este ensayo, que a lo largo de las últimas décadas y al vaivén de las oleadas colonizado­ras han ido configurando un territorio corredizo aunque, como dijera María Te­resa Uribe (1992), no se haya podido todavía constituir como región, esto es, como territorio con identidad. Urabá es la salida al mar de un departamento de la importancia económica y demográfica de Antioquia, y el Darién, en el departa­mento del Chocó -el famoso "tapón del Darién"-, es la frontera terrestre, para muchos impenetrable, de Colombia con Panamá. Urabá también comunica a Antioquia con Panamá a través del golfo que lleva su nombre. Dos zonas, pues, necesariamente ligadas, por mar o por desafiantes pantanos de vorágine, a la vida de la hermana república.

A través del golfo los empresarios bananeros, desde 1969, han podido, mediante sus propias empresas comerdalizadoras, enviar d mundo los carga­mentos de fruta, colocando al país en el segundo puesto entre las naciones exportadoras de banano. Pero por la misma vía ha ingresado secularmente el contrabando y se ha exportado, en las últimas décadas, la cocaína.

Desde los remotos tiempos de la Colonia española Urabá y la costa nororiental del Darién fueron zonas de activo contrabando, gracias d mar y a los ríos -especialmente el Atrato- que permitían transportar mercancías desde Pa-

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namá hasta bien adentro del territorio colombiano franqueando zonas selváticas desprovistas de todo control. Éste fue, sin duda, en aquella área un antecedente histórico importante para el auge contemporáneo del narcotráfico, como se su­braya en los escritos de Mario Arango y Jorge Child (1984: 179-186).

Varias características de Urabá y el Darién han contribuido a ello: la exis­tencia de costas desguarnecidas de control o confiadas a solitarios funcionarios, lo cual, hasta fines de los años ochenta, posibilitó embarques con destino final Estados Unidos haciendo escala en pequeños puertos panameños; la presencia de grandes barcos cargueros para el transporte de banano y de barcos de pesca que, al menos en los primeros años del tráfico de psicotrópicos, fueron utilizados su­brepticiamente en ese negocio; la existencia de pistas de aterrizaje, ante la falta de carreteras para suplir necesidades de las nacientes aldeas en medio de la selva; la lejanía de Medellín, capital departamental, y aun más de la capital de la república; el carácter relativamente reciente de la colonización, que no ha podido todavía compactar redes de cohesión y constricción social, mucho menos en torno a la legalidad vigente.

Algunos de esos rasgos despertaron igualmente el interés hacia la zona de parte de las organizaciones armadas de naturaleza política, que veían la posibili­dad de aprovecharlos para el tráfico de armas y hasta para el ingreso de comba­tientes provenientes de las guerrillas centroamericanas. No por azar, en 1970, la IV Conferencia de las FARC consideró estratégico fundar allí un Frente, el V, que muy rápidamente crecería y daría lugar a otros que existen hoy; así mismo el EPL, a poco tiempo de su nacimiento en los Llanos del Tigre del vecino departa­mento de Córdoba, hizo varios intentos de implantarse hasta que lo logró en los años ochenta.

Geográficamente el territorio al cual me refiero comprende once munici­pios del departamento de Antioquia, que conforman la zona de Urabá propia­mente dicha1, y dos municipios del departamento del Chocó, a saber Acandí y Unguía, limítrofes por un lado con la república de Panamá, y por el otro con el golfo y la zona de Urabá.

Ahora bien, no puede reducirse una zona a la presencia de actores arma­dos o al ejercicio de actividades como el tráfico de armas o de droga, por más lucrativas que sean; la mayoría de quienes allí habitan no son guerrilleros ni paramilitares ni están dedicados al tráfico ni al cultivo de psicotrópicos y, en cam­bio, unos son los nativos kunas y emberá-katíos, y los más, silentes protagonistas de las últimas gestas colonizadoras. Los itinerarios de estas poblaciones es justa­mente lo que me propongo rastrear desde mediados de la década de 1950 hasta

1 Turbo, Apartado, Garepa, Chigorodó, Mutatá, San Pedro de Urabá, Necoclí, Arboletes, San Juan de Urabá, Murindó y Vigía del Fuerte.

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fines de la década de 1980: los múltiples y dispares caminos que ellos han segui­do, un mar de huellas de muchas formas y sentidos.

Veo a estas poblaciones como un mosaico de actores con lógicas de acción diferentes, que es preciso desentrañar: actores sociales, que es necesario com­prender en las estrategias cotidianas y banales que se juegan unos frente a los otros para alcanzar las metas que los han llevado hasta allá y para sobrevivir en el peligro. El peligro es no solamente el de las balas, ya que las tierras de coloniza­ción en sí mismas son sentidas como tierras incógnitas que guardan sus misterios y sus leyendas.

De acuerdo con el anterior objetivo, el ensayo se divide en cuatro partes: - Procedencias etnoculturales y diferenciación social de los inmigrantes

colonizadores, y miradas recíprocas entre ellos y sobre ellos. - Formas de organización en la desorganización. - La significación del Estado. - La relación entre la violencia organizada (actores armados organizados)

y la violencia difusa.

PROCEDENCIAS ETNOCULTURALES, DIFERENCIACIÓN SOCIAL Y MIRADAS RECÍPROCAS

Urabá y el Darién, como las otras tierras de colonización de Colombia, al borde o no de las fronteras, son una confluencia de migraciones de muy distintas regio­nes del país, con procesos etnoculturales de constitución bastante diversos.

Aunque la migración hacia la zona comenzó en el siglo XIX, especialmente desde la costa Atlántica, el incremento mayor de inmigrantes se dio desde los años cincuenta, con la apertura de la carretera de Medellín al puerto de Turbo y la siembra de banano en la franja que hoy corresponde a los municipios de Apartado, Garepa, centro de Turbo y norte de Chigorodó.

En la heterogeneidad que ha caracterizado a esta reciente migración, so­bresalen tres grandes conjuntos etnoculturales: los andinos, provenientes de los departamentos de la cordillera de los Andes, cuyo mayor número corresponde a los paisas u originarios de Antioquia; los costeños, entre quienes predominan los de la zona del Sinú, en el departamento de Córdoba; y los negros afrocolombianos, del departamento del Chocó y de dos municipios de Antioquia limítrofes con el Chocó.

Las grandes diferencias y los prejuicios con los cuales se perciben los unos y los otros han dificultado entre ellos la construcción de una identidad, y esto a su vez ha hecho difícil moldear una conciencia de región y ha favorecido la frag­mentación y la atomización social. Los paisas, por ejemplo, dicen que los negros son perezosos y muy serviles y sumisos, constituyendo lo segundo una ventaja para explotar económicamente; que los cordobeses son desordenados, promis­cuos y arreligiosos, "sin dios ni ley".

La distancia y desconfianza con la cual se han mirado estos tres conglome­rados llega a extremos que podrían calificarse de racismo. Sin embargo, este des-

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conocimiento mutuo permanece en el plano de las representaciones y las prácti­cas individuales, contribuyendo a la fragmentación y a la desidentidad, sin pasar al plano de la acción intencional colectiva. No se formaron partidos paisas o chocoanos, quizá porque todos al llegar han querido romper con los nexos ante­riores de sus lugares de procedencia para hacer sus vidas nuevas, con la preten­sión -imposible por lo demás- de partir de cero. Ni mucho menos se desarrolla­ron luchas entre negros y blancos, ni las guerrillas como tdes han sido guerrillas de paisas o de costeños o de negros chocoanos. Por eso, también, no ha existido oficialmente el racismo.

Desde fuera, la zona en su conjunto era vista como "incivilizada" pero muy atractiva; viajaban allá, como se va en general a las zonas de colonización, a apro­vechar las condiciones de tierra de nadie, que también son de ausencia institucional, unos para conseguir dinero y reinvertir en sus lugares de origen, otros para conseguir tierra en los baldíos y, a través de la tierra, dinero también.

Esa tierra de nadie que es la de colonización, jurídicamente de nadie por ser o baldíos o reservas forestales -que se podían violar en cuanto nadie las vigi­laba-, institucionalmente de nadie porque ni el ministerio del trabajo ni los jue­ces habían llegado allá, es considerada una tierra de exclusión y a la vez de refu­gio; así es vista por los inmigrantes que llegan huyendo de la pobreza o de una anterior violencia, o de la justicia -los prófugos y sindicados de delitos-, para aprovechar su "segunda oportunidad".

Las notas negativas de zona de exclusión eran precisamente las que, por otro lado, le otorgaban las ventajas comparativas, tanto para la actividad econó­mica como para la actividad política y militar: facilidades para el contrabando y el narcotráfico, facilidades para la industria bananera por la ausencia de contro­les estatales y por la ilusión patronal, prontamente puesta en entredicho, de au­sencia de organización sindical. Pero, claro, esa imagen de la zona se mantiene en la medida en que cada uno busca sacar la máxima tajada de su vecino.

Lo interesante es que llega gente de todas las clases sociales. Uno no creería que el clásico burgués, empresario de Medellín, también estuviera interesado en invertir allá; puede que no llegue en persona, pero llegan sus capitales y sus ge­rentes y administradores, para fundar fincas bananeras, con la mano de obra de los negros chocoanos, de los cordobeses y de los antioqueños pobres, muchos de los cuales aspiraban -y muchas veces lo lograron- a ser más tarde empresarios paisas como el patrón.

La movilidad geográfica va a la par con la movilidad social; realmente no se puede decir que el estigma de clase marque a esos inmigrantes para impedirles su ilusión. Varios de ellos, en efecto, consiguieron dinero, si no morían por la violencia de las cantinas y las riñas y si les perdonaban la vida las organizaciones armadas de derecha y de izquierda que más tarde se formarían.

De hecho, entre los grandes empresarios bananeros de hoy, junto a los empresarios de Medellín -los Echavarría, por ejemplo, impulsores de la industria

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textil en los años veinte-, podemos hallar otros empresarios que llegaron a Urabá en los años sesenta como jornaleros y se iniciaron en los negocios independientes como pangueros o buhoneros en los años setenta; hoy superan en capitales y en volumen de exportaciones a los Echavarría y han sido influyentes tanto en la junta directiva del gremio de productores de banano Augura como en la de accio­nistas de la principal de las compañías exportadoras, Unibán.

Valga decir que los procesos de concentración en la actividad bananera no han girado en torno a la configuración de grandes extensiones de tierra sino en torno al control económico de varias unidades productivas por vía de sociedades limitadas o por acciones. Así, aunque el tamaño mayor promedio de las fincas bananeras es de 130 hectáreas, con muy raras excepciones2, algunas sociedades sobresalen por controlar grupos de 10 a 15 y hasta más fincas, no necesariamente contiguas.

Esto por no hablar de los fuertes procesos de concentración de propiedad en manos de antiguos traficantes de cocaína de la organización de Medellín, es decir de nuevos ricos de extracción popular, quienes han actuado a través de terceros comprando tierras ganaderas en las franjas costeras de Urabá y el Darién3, sobre todo durante las décadas de 1980 y 1990. En uno de los cuatro municipios relacionados con este tipo de compras -tres en Urabá y uno en el Darién, Acandí, en límites con Panamá-, una sola firma, cuyo accionista principal es de los referi­dos traficantes, compró 48 predios de tamaño considerable entre 1981 y 1989: 12 sólo en 1981 y 16 sólo en 1985.

2 La excepción más conocida es la del predio de 5.542 hectáreas adquirido en 1963 por la compañía holandesa Coldesa S.A. para siembra de palma africana y, en me­nor extensión, de banano; excepción también en el sentido de que su propietario era una firma extranjera. Esa empresa atravesó por muchas situaciones conflictivas en el orden laboral, que se expresaron en acciones de violencia. En circunstancias muy difíciles para la empresa, agravadas por una peste que afectó la palma, Coldesa vende a Expobán, una firma de colombianos, 1.189 hectáreas en 1979, de las cuales 570 estaban en plena producción de banano, y abandonó el resto de la hacienda, dando pie a las tomas por parte de los muchos trabajadores que quedaron cesantes. Para hallar nuevos casos de inversión directa de capital extranjero en la actividad bananera de Urabá habrá que esperar la década de 1990 en la cual la CR. Agrícola de Colombia, compañía constituida con capital colombiano, panameño y estado­unidense con sede en Cincinnati (Ohio), compra un buen número de predios al principal de los grupos bananeros. (Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Turbo: Folios de matrículas inmobiliarias Nos. 034-0023316 a 034-0023327). Entrevistas con dirigentes del Sindicato de Trabajadores de la Exportadora de Ba­nano (Sintraexpoban), muy conocedores de esta historia. 5 Para llegar a esta conclusión revisamos los archivos notariales de la región y los de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Turbo, cotejando este material documental con entrevistas in situ para descifrar las identidades en las compraven­tas realizadas a través de sociedades o de testaferros, o con nombres ficticios.

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La movilidad social a la que me he referido como oportunidades indivi­duales para pasar de un estrato a otro -vista particularmente como paso a un estrato superior aunque también existe movilidad en sentido descendente- co­noce unas tranqueras que no son estrictamente de tipo socioeconómico, sino que se refieren más a las procedencias etnoculturales. Me refiero una vez más a la brecha entre los grandes conglomerados de la migración: los andinos, los negros afrocolombianos del Chocó y los costeños o mulatos de la Costa Atlántica.

Así, es fácil conocer casos de paisas o antioqueños pobres que se hayan convertido en ricos y pudientes, es más difícil hallar esos casos entre inmigrantes cordobeses -que hacen parte de los costeños- y es prácticamente imposible ha­llarlos entre negros del Chocó.

Estas fracturas de índole etnoculturd no son las únicas, pero cuentan de alguna manera entre la multiplicidad de factores que contribuyen a la fragmenta­ción de la sociedad colombiana; las he mencionado aquí porque casi siempre se omiten en los manidos esquemas que sólo reconocen divisiones de clases sociales.

Ahora bien, ¿cómo construir, con ese cuadro, una conciencia de identidad colectiva? Si a esa atomización social y a la desidentidad se suma la débil signifi­cación de lo estatal, ¿cómo esperar que los diferendos y las cuentas pendientes no se arreglen por la fuerza, incluso con el recurso del homicidio?

En un libro publicado hace dos años sobre la violencia en el conjunto de municipios colombianos (Cubides, Olaya y Ortiz, 1998), hallamos la afirmación de que allí donde están asociadas las variables alta tasa de homicidio indiscrimi­nado y presencia de organizaciones guerrilleras o paramilitares, el homicidio era ya frecuente desde antes de la llegada, o mejor, del protagonismo de los actores violentos organizados. Este enunciado se cumple en Urabá, donde el homicidio no apareció con las organizaciones armadas, aunque éstas tampoco lo disminu­yeron y más bien lo aumentaron.

Pero otra constatación para Urabá, posiblemente más interesante que la anterior, es que al menos una buena parte de los homicidios eran cometidos por funcionarios locales; en la época temprana de la actual colonización -años cin­cuenta y sesenta- eran los que mayor acceso tenían a armas de fuego. Más inespe­rado aun, en la mayor parte de los homicidios registrados a cargo de funciona­rios, las víctimas fueron colegas suyos, es decir otros funcionarios: alcaldes que mataban al secretario y viceversa, inspectores a alcaldes y alcaldes a inspectores, jueces a inspectores y viceversa. Por lo tanto, ese homicidio en el cual está inmer­so el personal del Estado no puede explicarse en la lógica binaria de: Estado con­tra ciudadanos o, si se definiera a esos pobres funcionarios como personal orgá­nico de la oligarquía citadina, en la antinomia oligarquía-pueblo. Es más bien la invasión de una sociedad atomizada que impregna el mismo Estado en sus ter­minales de Urabá, en donde el propio Estado queda atrapado en el piélago.

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LAS EXPRESIONES ORGANIZATIVAS EN MEDIO DE LA DESORGANIZACIÓN

Para efecto del análisis, conviene distinguir tres tipos de expresiones organizativas: los caciques; los partidos, nutridos por el caciquismo aunque no reducidos a él; y los sindicatos, expresión más moderna que las otras dos.

Los caciques

Quien viaja río Atrato adentro, a los caseríos más remotos de Urabá y el Darién, donde las señales de "civilización" se pierden en el horizonte de manglares, no deja de sorprenderse de que, aun en las chagras más inhóspitas e incomunicadas, adonde apenas llegan las botellas de aguardiente y las de cerveza o gaseosa de los varios consorcios, también funcionan activa y eficientemente las redes de inter­mediarios locales que llamamos caciques, liberales o conservadores.

Caseríos donde nunca jamás ha pisado tierra un juez, un tecnócrata, un médico, a veces ni siquiera un policía, como para palpar alguna de las instituciones, son, en cambio, visitados por el jefe municipal del directorio de uno y otro partido; cartas van y vienen, a menudo, entre él y los olvidados aldeanos, pidiendo, sea dgu-na ayuda para las minúsculas tareas que las juntas de "acción comunal" emprenden o bien uno de los últimos puestos de la burocracia del municipio.

La "Acción Comunal", institución impulsada en Colombia a partir de la Ley 19 de 1958, como parte del andamiaje del régimen político del Frente Nacio­nal, ha sido el principal lugar de promoción local y de distribución de favores del cacique en la vereda o en el caserío.

A nivel de la jurisdicción del municipio, mínima unidad administrativa en la cual están circunscritos los caseríos y las veredas, la institución de implante de los caciques es la de los concejos municipales, que son a la vez la primera institu­ción de eslabón entre los municipios, con sus múltiples necesidades, y el Estado. Ahora bien, ese primer nexo institucional de articulación de la política y el Esta­do, se halla mediado por la competencia electoral y por el tejemaneje de los par­tidos y de las facciones intrapartidistas, con todos sus rasgos maquinales y maquinantes.

Los caciques, por una parte, responden a las necesidades de sus localidades en aquellas exigencias que desbordan la exigua capacidad de las familias del ve­cindario, haciéndolo por vía privada, del propio peculio o el de sus compadres, y por vía del Estado, precisamente a través de la cadena ascendente de políticos del respectivo partido, con un gran acento de favor personal en la distribución de los fondos públicos -empleos, centros de salud, escuelas-. Por otra parte, en el an­verso de la medalla, gracias a esta cadena de eslabones, el voto inducido en las poblaciones por los caciques, se transforma en el acto constitutivo y legitimador, según las reglas formales de la democracia, de un personal político que, empe­zando en el Presidente de la República y terminando en los concejales municipa­les, agencia el proyecto global de producción y organización del país, que es el proyecto de las oligarquías citadinas. Como quien dice, la oligarquía del país ha

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andado su legalidad y su legitimidad, en última instancia, en el sufragio universal gracias al caciquismo.

Lo anterior es una realidad suficientemente conocida en Colombia. Sin embargo, llamo la atención sobre el hecho de que haya operado y continúe ope­rando de manera tan cabal en zonas, como las de Urabá y el Darién, todavía en proceso de colonización, alejadas de los centros orgánicos del Estado, vistas des­de éstos con mirada discriminante y excluyente, y sobre todo donde lo institudond se percibe, o casi inexistente o extremadamente débil e ineficiente, donde una cultura de la racionalidad institucional es prácticamente nula.

Inclusive en fundaciones promovidas por colonos inmigrantes que, en los avatares de La Violencia de los años cincuenta, habían llegado a separarse de los dos partidos centenarios y que, dada su adscripción a terceros partidos, se supo­ne que cuestionaban el régimen vigente y la forma tradidonal de la política, la realpolitik del diario acontecer de sus veredas y caseríos los sumió en los mismos procedimientos, estrategias y componendas descritos como caciquismo.

Más aun, resulta de sumo interés constatar que esos rasgos comprendidos aquí dentro de la denominación de caciquismo, siguen vivos en medio de la pro­liferación de justicia privada y del aumento de violencia, e incluso en medio de la presencia de organizaciones de violencia como las guerrillas y los grupos paramilitares, a la sombra de los cuales pelecha una violencia más difusa relacio­nada con las pugnas internas en las redes de los caciques.

Los partidos

El caciquismo que podría ser, por qué no, un sistema de organización local por fuera de los partidos, en todos los lugares de Colombia se da necesariamente dentro de los partidos marcando profundamente su funcionamiento y su natu­raleza: particularmente, pero no exclusivamente, de los dos partidos mayorita-rios que provienen del siglo XIX, el liberal y el conservador.

En los municipios tanto de Urabá como del Darién el Partido Conserva­dor ha sido siempre perceptiblemente minoritario, los votos se han repartido entre las varias corrientes del Partido Liberal y los movimientos definidos como de rechazo al régimen predominante que, como se sabe, entre 1958 y 1974 fue el sistema bipartidista del Frente Nacional: me refiero al Movimiento Revoluciona­rio Liberal -MRL-, la Alianza Nacional Popular -Anapo-, fundada por el general y ex presidente de facto Gustavo Rojas Pinilla, y los movimientos alentados por el Partido Comunista -Unión Nacional de Oposición, UNO, Frente Democrático y Unión Patriótica, UP, sucesivamente- y por el Partido Comunista Marxista-Leni-nista PC-ML -Frente Popular-,

Entre partidos y facciones se tejen también componendas de aritmética electoral que, vistas fuera de la coyuntura eleccionaria, podrían parecer ilógicas; eso hace que, por ejemplo, en algún momento en Apartado la facción más oficialista y tradicional del Partido Liberal hubiese pactado con la UNO,

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procomunista, con el único propósito de asestarles golpes a las otras facciones. Años después se encontrarían arduamente enfrentados los dos pactantes y, en cambio, la procomunista Unión Patriótica habría concedido cargos y prebendas al Frente Popular para castigar al oficialismo liberal, no obstante ser el Frente Popular el movimiento proclive a su archienemigo visceral, el EPL o guerrilla del PC-ML.

Las pugnas entre las facciones de un mismo partido, en el caso que nos ocupa dentro del Partido Liberal, mayoritario, han sido particularmente intensas en los municipios de la zona; a tal punto que, en 1990, en Chigorodó una facción liberal, la de los seguidores de Federico Estrada Vélez, o federiquistas, culpó a la facción oficialista, encabezada por Bernardo Guerra Serna, del asesinato del al­calde federiquista: probablemente sin razón, puesto que, más verosímilmente, las FARC lo habrían ultimado en retaliación por muertes anteriores de seguidores suyos causadas, en jurisdicción del municipio, por el Ejército. Todos los munici­pios de la zona, aun sin llegar a los extremos del homicidio, mantuvieron, a través de la década de los ochenta, enfrentamientos y forcejeos permanentes entre las diversas facciones liberales, de modo que las cartas, oficios, denuncias y quejas de ese litigio llenan una considerable proporción del volumen de folios en los fon­dos del Archivo de la Gobernación de Antioquia, consultado.

El oficialismo liberal, o guerrerismo, era en la zona la agrupación que más se veía amenazada por ia expansión de los movimientos procomunistas, y sus dirigentes locales no escatimaron esfuerzos para contenerla, incluso acudiendo a las autoridades al más alto nivel, bajo la retórica de la defensa del partido, cuando de lo que en verdad se trataba era de la defensa de un feudo grupista electoral.

De esta forma se instrumentalizaba en minúsculas localidades, con un gran pragmatismo, el discurso planetario anticomunista que, desde los años cincuen­ta, fue producido desde distintos centros internacionales de poder y que allí se traducía en una versión más de las seculares pugnas partidistas de un mundo dividido en dos -amigos y enemigos- en los imaginarios de las gentes, más aun dentro del régimen del Frente Nacional que, en principio, pretendía excluir de la institucionalidad política a las agrupaciones distintas a los partidos Liberal y Conservador.

Si se realiza el extraño ejercicio de comparar las curvas de las estadísticas electorales con las curvas de las tasas anuales de homicidio -por 100.000 habi­tantes-, se hallan algunas constataciones sugerentes que, por sí mismas, claro está, no pueden todavía convertirse en hipótesis. Entre ellas, que los municipios del Urabá antioqueño en los cuales se dio el mayor incremento estadístico del homicidio en la década de los ochenta, incremento de tasas, recuérdese, mayor que el del conjunto del departamento de Antioquia y obviamente mucho mayor que el de Colombia, coinciden con los municipios que, casi durante el mismo lapso, aumentaron de manera insólita la votación por la Unión Patriótica, sin haber sido muy importante la votación procomunista de la época precedente,

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salvo en uno de ellos. Los municipios a los que me refiero son Apartado, Chigorodó, Turbo, Mutatá y Garepa. De ellos, la salvedad a la cual aludo, con precedentes procomunistas desde los años setenta, es Mutatá. Los años en los que el caudal de votos de la UP fue más copioso fueron ciertamente los de las prime­ras elecciones de alcaldes -1988 y 1990-'.

Ahora bien, la simple coincidencia anterior no significa que todos los ho­micidios hubiesen sido perpetrados contra la UP para impedirle crecer, ni que todos hubiesen sido perpetrados por las FARC o las Milicias Bolivarianas de los cascos urbanos para favorecer la votación por la UP. Pero sí tal vez que dichos móviles juntos explicarían en buena parte el incremento de homicidio; a esos resortes habría que agregar en Turbo los del contrabando marítimo de drogas y el empleo de jóvenes sicarios para arreglos de cuentas entre particulares. Si es cierto que los grandes cambios electorales de los 80 se dan en torno de dos elec­torados principales, los obreros bananeros -sindicalizados, que arrastran consi­go a los capataces y administradores de fincas ya que son un tipo de personal muy cercano- y los pobladores de barrios de invasión, entonces esos sectores van a hallarse más relacionados que otros con la proliferación del homicidio.

Los sindicatos de obreros bananeros

Los sindicatos de los obreros bananeros o los comités de movilización de las to­mas de tierra son las expresiones organizativas aparentemente más cercanas a las instituciones clásicas estudiadas por los sociólogos. Uno podría ponerse a leer las actas de las juntas directivas de los sindicatos o sus periódicos mensuales, y en­contraría pliegos de peticiones, huelgas, evolución del salario real, número de afiliaciones, coordinación con otros sindicatos a nivel nacional a través de las centrales sindicales: es decir, todos los elementos necesarios para explicar esas organizaciones como expresión de la lucha de clases.

Durante los primeros veintidós años del negocio bananero en Urabá, esto es, de 1963 hasta 1984, el índice de obreros sindicalizados fue bastante bajo. En esto incidieron, sin duda, tres importantes factores: a) el precio del salario por encima del promedio rural de la nación y del departamento de Antioquia, debido a la escasez de mano de obra con la cual se inició la siembra del banano; b) las tradiciones culturales de los inmigrantes que constituían la mano de obra, tradi­ciones que los hacían muy poco proclives a organizarse en sindicatos; c) sobre todo, la aversión, y a veces franca hostilidad hacia los sindicatos, por parte de los empresarios y de sus administradores.

1 Antes los alcaldes no eran resultado de justas electorales sino que eran nombra­dos por el gobernador del departamento, que a su vez era nombrado por el Presi­dente de la República.

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En los años sesenta y setenta, dada la bajísima sindicalización, los obreros que se atrevieron a impulsar la actividad sindical fueron fácilmente estigmatiza­dos; se hacía equivaler el calificativo de sindicalista al de subversivo, en un mo­mento en que la guerrilla no era aún actor con protagonismo en la zona ni toda­vía estaba en condiciones de utilizar los sindicatos para su estrategia político-militar.

Al principio se despedía del trabajo a quien en una finca promoviera la actividad sindical: en sólo dos años, 1974 y 1975, hubo 543 despidos por esta causa en seis fincas (Botero, López y Sierra, 1979: 67). Por esto las reuniones se hacían clandestinamente; cuando la afiliación sindical amenazaba crecer, se re­curría entonces a métodos más intimidantes con ayuda de la fuerza pública y, en no pocos casos, se perpetró el asesinato de los sindicalistas con los evidentes efec­tos de amedrantamiento y desafiliación.

La situación se revertiría totalmente desde los últimos meses de 1984 y pri­meros de 1985. Un indicador impresionante de esta reversión lo constituye el nú­mero de afiliaciones sindicdes, que pasa abruptamente, en Sintagro, de 147 a 4.500 entre agosto de 1984 y febrero de 1985. En el resto de los años ochenta la afiliación a Sintagro sigue creciendo y, aunque no en tales magnitudes, continúa incrementándose también en los otros sindicatos, hasta el punto de que en 1987 Fernando Botero estima que el 87% del total de hectáreas destinadas al cultivo bananero estaban cubiertas por la sindicdizadón obrera (Botero, 1990: 169). En ese año, los cálculos de Botero basados en el estudio de Margarita Ramírez y Ricar­do Henao, arrojan las cifras de 6.730 obreros adscritos a Sintagro -54,8% del total de trabajadores bananeros-, 1.685 a Sintrabanano -13,7% de los trabajadores-, 2.026 a los otros sindicatos -16 ,5%- y sólo 1.842 -el 15%- sin sindicalizar.

El segundo sindicato en crecimiento después de 1984 fue Sintrabanano, nacido en 1964 bajo orientación de dirigentes pertenecientes al Partido Comu­nista. El comentado resurgimiento de los sindicatos a partir de 1984 está induda­blemente relacionado con los cambios acontecidos en la política nacional y con los propios cambios de las organizaciones guerrilleras y su fortalecimiento al amparo de los acuerdos firmados con el gobierno.

Al lado del indicador de las afiliaciones sindicales hay que destacar tam­bién, en la época, la fuerza que adquieren los sindicatos, otrora pequeños y vul­nerables, para parar la producción, presentar pliegos de convenciones colectivas y obtener las demandas de los pliegos. Baste saber que de tan sólo dos convencio­nes que se habían firmado en 1983, y trece en 1984, se pasó súbitamente a 154 convenciones en 1985, año en el cual 91,8% de las fincas bananeras las firmaron (Martín, 1986: 72).

Lo primero que los obreros vencieron fue el miedo, y en ello fue decisivo el poder armado de las dos organizaciones guerrilleras, el EPL y las FARC, que se sabía estaban detrás de los dos mayores sindicatos, Sintagro y Sintrabanano, res­pectivamente.

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A primera vista los sucesos de Urabá, incluidos los frecuentes homicidios, parecerían prestarse para una interpretación clasista de la más pura ortodoxia: movilizaciones colectivas cada vez más crecientes, huelgas obreras, éxito de las negociaciones y mucha violencia interpuesta, de parte y parte.

Sin embargo, un análisis más cuidadoso nos revelará el carácter instru­mental de la relación entre organizaciones armadas y sindicatos obreros, en un doble sentido:

- En cuanto los sindicatos son vistos por las guerrillas como mamparas y puntales políticos para el control de terrtorios y poblaciones, control que a su turno deviene determinante de las acciones e iniciativas sindicales. Has­ta en términos financieros las guerrillas imponen sus porcentajes de parti­cipación a los recaudos de los sindicatos. Más de un dirigente sindical de Sintagro fue ultimado por el EPL a raíz de diferendos sobre el derecho de la guerrilla a exigir al sindicato privilegiar la cuota del movimiento arma­do en las negociaciones de los pliegos de las fincas; el último de estos ho­micidios fue el de un revisor fiscal de Sintagro en 1989, asesinato que el EPL hizo aparecer como ejecutado por la derecha.

- En cuanto los sindicalizados utilizan la amenaza de la guerrilla que los protege para obtener de los administradores, ya no sólo reivindicaciones colectivas como las contempladas en los pliegos sindicales, sino igualmen­te privilegios personales -permisos, dotaciones particulares no contem-pict \ jao c u lar, c c i i v ^ i i c u j i i c a , t i c . — .

Muchas veces la fecha y duración de las huelgas obreras y de los paros cívicos y marchas de protesta fueron determinadas por razones estratégicas de las organizaciones guerrilleras más que de los sindicatos o del movimiento obrero. Unos ejemplos, entre varios, pueden ser el "paro cívico nacional" del 19 de junio de 1985, del cual el EPL y su partido, el PC-ML, se responsabilizan en Urabá públicamente, y especialmente la participación, durante cuarenta y cinco días, en el paro cívico nacional o "huelga general" que empezó en octubre de 1988, cese de actividades que los dirigentes del PC-ML y del EPL concibieron bajo el parámetro de una "huelga política nacional", insurreccional en el sentido formu­lado por Lenin.

Con una duración tan larga, resultados propordonalmente magros y gra­ves consecuencias como la privación del salario por el tiempo que duró la huelga, los obreros sintieron esta vez más que otras el predominio de lo político-militar sobre sus reivindicaciones laborales, percepción que dio lugar a un buen número de desafiliaciones sindicales.

Otro aspecto de la relación entre organizaciones armadas y sindicatos fue el flujo de obreros hacia las filas de combatientes, lo cual sirvió también al Ejérci­to y a los empresarios para criminalizar las más inermes acciones e iniciativas de los sindicatos proclives a los partidos de izquierda. No obstante, el hecho de más

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graves consecuencias para los obreros sindicalizados fue la guerra desatada, por sindicatos interpuestos, entre las dos organizaciones guerrilleras que se disputa­ban en Urabá el favor sindical y con él el control de territorios. Esta cruenta gue­rra produjo su mayor número de víctimas entre 1985 y 1986, y parte también durante 1987.

Lo cierto es que los sindicalistas y los obreros inermes de Sintagro y de Sintrabanano tuvieron que pagar con la amenaza a sus vidas el forcejeo entre las FARC y el EPL. El 13 de junio de 1986 fueron asesinados varios dirigentes de Sintagro por un piquete armado de las FARC (Martín, 1987: 72; Botero, 1990: 169).

Como en los infortunados tiempos de la vieja Violencia entre liberales y conservadores, en los años ochenta en Urabá existía una imaginaria línea diviso­ria entre las FARC y el EPL, a lado y lado de la cual se distribuían geográficamente las fincas de su influencia sindicd. El corregimiento de Currulao marcaba la fatídica línea entre el norte y el sur, así como el corregimiento de Nueva Antioquia mar­caba la frontera oriente-occidente entre los campesinos cultivadores simpatizan­tes de las organizaciones políticas auspiciadas por las dos guerrillas. Fue ese un factor más para acrecentar la violencia en aquellas dos poblaciones.

La guerra entre las guerrillas por el control de los sindicatos pudo amainarse solamente en los tres últimos años de la década de los ochenta por la convergen­cia de tres factores: la incidencia de la Coordinadora Nacional Guerrillera sobre el enfrentamiento local, la creación de una central obrera, la CUT, que recogía tanto los sindicatos proclives al Partido Comunista como los orientados por el PC-ML, y la supresión gubernamental de las dos personerías jurídicas de Sintagro y Sintrabanano que obligó a dirigentes de uno y de otro sindicato a buscar una estrategia común para no perder a sus sindicalizados, resucitando entre ambos una pequeña agremiación llamada Sintrainagro en la cual se fusionaron.

En síntesis, en los sindicatos estamos frente a un fenómeno, sin duda, de organización, exitoso en algunos indicadores; pero al tiempo atravesado por la desorganización y por la imposibilidad de la autonomía como clase o como gru­po social. En un cruce de discursos clasistas y prácticas derivadas de la fragmen­tación; en una mezcla de acciones colectivas y de múltiples intereses individuales e individualistas; en el límite del rebusque y de la misma corrupción.

LA SIGNIFICACIÓN DEL ESTADO

Aquí me refiero al Estado que específicamente se construye en esas condiciones dadas de sociedad que son, digamos, su nicho ecológico. Entendiendo por Esta­do, en la referencia occidental histórica que compartimos, el conjunto de institu­ciones -los tres poderes-, su discurso, su normatividad -que es escrita-, su legiti­mación y su fuerza.

El tema de la precariedad del Estado en las zonas colombianas de coloniza­ción debe ser examinado en dos planos concomitantes: el plano fáctico -las prác-

i?ic

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ticas, los hechos, muchos de los cuales son cuantificables- y el plano de las repre­sentaciones, con sus circuitos simbólicos.

Aunque el dato fáctico y la representación no siempre se corresponden, sí existe una relación entre ambos. Así pues, con recuerdos cargados de emotividad, de la guerra de los Mil Días y de La Violencia de los años cincuenta, el poblador llega a las tierras promisorias de Urabá y el Darién atraído, aun con mínima in­formación, por la disponibilidad de baldíos, por la propaganda oficial que esti­mulaba las colonizaciones en el país5, y sobre todo por las oportunidades ligadas a la agroindustria bananera. Pronto la ineficiencia del Estado en la deficitaria construcción de vías para el mercadeo de la economía campesina, en los inexistentes o pésimos servicios públicos de los municipios, en la inoperancia de cara a los roces y conflictos de las fincas bananeras, y en la inocuidad, sobre todo, de la administración de justicia, acarrea la frustración y el desencanto de los po­bladores, y un gran malestar, desconfianza y descrédito hacia todo lo que sea institucional y provenga del Estado.

En ese caldo de cultivo lanzan su discurso -a rmado- las organizaciones guerrilleras. La gente, desengañada, acompaña a las guerrillas y a los partidos conexos con ellas, en sus invectivas contra el Estado, así no se identifique con aquéllos en muchos otros puntos de una agenda de intenciones - o pretensiones-revolucionarias.

Nuevos actores políticos, como la guerrilla de los años sesenta-setenta, se encargan entonces de estimular la reactivación de un imaginario secular, que con­tiene significantes de intensa valoración negativa como el uniforme de policía o de militar, símbolos de los gobiernos que, uno tras otro, los han sumido a ellos en el abandono y que sólo se hacen presentes en forma agresiva detrás de los odia­dos uniformes.

Como resultado de todo eso, la referencia al Estado se torna negativa y la eficacia de todas sus acciones queda en entredicho. En esta situación, obviamen­te, los datos factuales de ineficiencia institucional son inmediatamente percibidos por la gente, particularmente sensibilizada, e incluso las mejoras efectivas que el Estado logre tramitar no van a modificar casi en nada la opinión en contra, pre­dominante en los habitantes; es decir, el orden representadonal cobra una fuerza y autonomía tales que ya no será modificado por los cambios en el orden fáctico.

Es lo que en Urabá y el Darién se menciona como que "el Estado llegó tarde" y no propiamente que el Estado esté ausente. En efecto, de 1984 en adelan­te las inversiones estatales, por lo menos en Urabá, han sido copiosas, las más cuantiosas, por zonas, en el departamento de Antioquia; naturalmente, como hasta ese momento en Urabá casi no se había hecho inversión alguna, la acome-

5 Hacemos referencia particularmente al Instituto Colombiano de Reforma Agra-iia -Incora- y a la Caja de Crédito Agrario.

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tida no significó una mejor posición de la zona en el contexto del departamento ni mucho menos de la nación6.

A menudo se habla, para referirse a distintos aspectos de la situación ante­riormente descrita, de un vacío del Estado. El vacío, más que denotar una ausen­cia física -existe un número de funcionarios de la administración municipal se­mejante al de otras zonas, y el personal de las instituciones nacionales de fuerza armada, -el pie de fuerza, ha ido en aumento-7, alude a la ausencia, la casi inexis­tencia en el menú de significaciones de los habitantes, no sólo del Estado como institucionalidad y codificación de principios, normas y procedimientos que los interpela, sino del derecho positivo como referente cultural en las relaciones interpersondes, de la participación ciudadana en la construcción de proyectos comunes de cualquier índole que no pasen por la vía armada.

Ahora bien, al ser inexistente o extremadamente débil la referencia signifi­cativa del Estado y del derecho, por lo menos en dos funciones necesarias para las poblaciones, a saber la de castigo justiciero y la de seguridad, ellas recurren -según sus tradiciones, sus imaginarios y la reiteración de sus prácticas- o a meca­nismos de la propia cultura, de verbalizadón y de iconizadón, totémicas o reli­giosas, de la violencia, o a la justicia y la defensa por la propia mano, o siendo esto difícil especialmente cuando existen actores organizados violentos que pueden a su vez cobrarles sus actos, recurren entonces a la mediación de esos mismos acto­res organizados, del signo ideológico que sean. Las guerrillas y los paramilitares, entonces, entran a ejercer de este modo fundones que, de otra manera, serían propias del Estado.

La opinión generalizada de quienes vivieron como colonos los momentos primigenios de la implantación de los pequeños grupos armados que luego cons-

6 Véase, por ejemplo, los cuadros comparativos de 1983 y 1986, con relación a la densidad vial de las diferentes zonas de Antioquia; en ambos años Urabá ocupa el último lugar (Cfr. Botero, 1990: 123). En los municipios del Darién el balance es aun más precario: las vías prácticamente no existen allí, el transporte se hace por el río Atrato y a lomo de caballo; el departamento del Chocó, al cual pertenecen, ocupa los últimos lugares del país en cuanto a densidad vial y, en general, a servi­cios públicos, así como a necesidades básicas insatisfechas -NBI- de la población.

A veces puede inclusive existir exceso de funcionarios, dentro de la irracionalidad que, frente a lo esperado en el Estado moderno (Cfr. Max Weber, La ética protestan­te y el espíritu del capitalismo), comportan las clientelas. Como, por ejemplo, cons­tataba en Arboletes el auditor regional en carta enviada al visitador administrativo de la Gobernación del Departamento de Antioquia en 1980; a saber, que existía un administrador de la planta eléctrica después de años de no funcionar la planta, que el municipio pagaba cinco guardianes de la cárcel con buenos sueldos sin existir un solo recluso en ella (carta enviada por el auditor regional al visitador administrati­vo de la Gobernación de Antioquia, Arboletes, 4 de febrero de 1980. Archivo de la Gobernación de Antioquia, Sección Gobierno, Caja No. 347).

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tituirían el V Frente de las FARC, es que fueron funcionales y eficientes en la protección que ofrecían. La reiteración de oferta y aceptación de esos servicios, unida a los otros aspectos descritos, fueron poniendo a las instituciones estatales fuera de lugar, por lo menos con respecto a las funciones de seguridad y de resti­tución justiciera. Ello no obsta para que los habitantes, por medio de sus juntas de Acción Comunal, y los miembros de las células comunistas y hasta de las na­cientes guerrillas, no hiciesen recurrentes alusiones al Estado en un sentido utili­tarista, solamente como proveedor de bienes necesarios o como financiador de obras.

Si a todo ello se añade el discurso de los partidos comunistas y de sus gue­rrillas conexas, sobre el carácter clasista opresor del Estado, sobre la catadura represiva del régimen del Frente Nacional8, al cual llegaron a definir como dicta­dura civil, y la imperiosa necesidad de luchar contra él para restablecer valores de justicia, libertad, dignidad, ya entenderemos la cadena de significantes que en esos habitantes se fue consolidando en los años sesenta y setenta. Si hubiera que encapsular en una frase todo ese conjunto de símbolos, ésta sería: el Estado es nuestro enemigo y, como personificación más perceptible del Estado, el gobierno -cualquier gobierno- es nuestro enemigo. Los partidos, en cambio, tanto los ca­lificados de derecha como de izquierda, siguieron siendo avistados como los ca­nales de una necesaria intermediación.

Al mismo tiempo y sin perjuicio de lo anterior, se continúa invocando al Estado como dispensador de fondos, tanto más en los años ochenta y noventa cuando los gobiernos departamental y nacional, a través del Plan Nacional de Rehabilitación -PNR- tomaron más en serio el asunto de la inversión en Urabá, esto es, a partir de 1984.

Sin embargo, ni la demanda ni la oferta de inversión cambian en nada la representación -negativa- que del Estado habían ido forjando los habitantes. Tampoco tendrá por qué cambiar cuando, a partir especialmente de 1994, el gru­po paramilitar de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá -ACCU- vaya desalojando a la guerrilla de los territorios del norte y del sur de Urabá; antes bien, los paramilitares confirman la percepción de la ineficiencia del Estado y, al igual que la guerrilla, lo siguen sustituyendo en la defensa de la población -de la no relacionada con la guerrilla y los partidos de izquierda-, y en el reequilibrio justiciero por vía de la retaliación en vez de la justicia y del derecho.

El orden fáctico y el representacional se refuerzan pero no siempre coinci­den; hay que dar cuenta también del desfase entre ellos. Así, en un determinado

8 Régimen de gestión compartida y/o alternancia de los dos partidos históricos de Colombia, el liberal y el conservador, que se habían enfrentado acremente en la Violencia de los años cincuenta. Este régimen fue aprobado como reforma consti­tucional mediante el plebiscito de 1957 y su vigencia se extendió hasta 1974.

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momento del proceso, cuando la imagen negativa del Estado ya se ha introyectado en la percepción de unos colonos que se las han visto solos, desprotegidos frente a una tierra nueva llena de atractivos pero también de penurias, ya no valen cuan­tiosas inversiones para cambiar una imagen. Menos cuando una guerrilla ha sa­bido aprovechar esas condiciones para forjar la imagen de un Estado opresor.

La historia del Estado en las condiciones de la zona de Urabá que he venido describiendo, lo marca, entre otros, con tres rasgos muy importantes: 1) la dientelizadón, que se refiere a las redes de caciques y a los partidos en los cuales aquéllos se insertan d Estado. 2) La privatización de lo público, ya que los caciques consiguen del Estado las partidas veredales y los empleos, acentuando el carácter personal de esa lógica de funcionamiento; fácilmente se traspasan los límites de la corrupción, cuya frontera con lo permitido es corrediza y sólo depende de la normatividad cambiante. 3) La vandalizadón de los funcionarios o permeabilidad de éstos a delinquir, o sea a burlar las reglas del juego del propio Estado: rasgo que, más allá de consideraciones de tipo moral, ha de ser visto, en el caso de Urabá, como una modalidad de funcionamiento, que ha tenido un efecto muy importante sobre la representación del Estado en las mentes de los habitantes.

LOS ACTORES ORGANIZADOS DE VIOLENCIA

Para terminar, resta hacer referencia a los actores organizados de violencia; los más visibles en la zona han sido las varias guerrillas -en un momento dado estu­vieron presentes tres- y los grupos paramilitares, de los cuales el más protagonice, pero no el único, es el de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, funda­das por Fidel y Carlos Castaño.

Es preciso incluir entre los actores organizados a los funcionarios del Esta­do que violan los derechos humanos, no porque exista un plan malévolo del Es­tado en su conjunto -planes tan centralizados han podido existir en regímenes de naturaleza autoritaria-, sino porque el personal del Estado que delinque de esta manera, particularmente el personal armado, ha aprovechado ventajas com­parativas provenientes de su pertenencia a una organización, en este caso a los cuerpos armados del Estado.

Las primeras organizaciones armadas que se hicieron sentir en Urabá fue­ron las guerrilleras, en los años setenta. La policía era extremadamente débil y estaba envuelta en todo ese cuadro de atomización aquí descrito, con la propen­sión a delinquir y a hacer cruces con los delincuentes. El Ejército aparece después de la guerrilla, cuando ésta ya ha echado raíces en varias veredas, y sólo allí donde los empresarios pueden hacer valer sus contactos políticos frente a las autorida­des centrales; por eso hace aparición esencialmente en la franja de las fincas bananeras. El protagonismo de los grupos paramilitares es de los años ochenta, como respuesta de algunos empresarios y políticos en connivencia con mandos militares de la zona, ante el bumerán de la guerrilla y las limitaciones tanto técni­cas como legales del Ejérdto para contenerla.

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Las FARC

La historia de esta guerrilla en la zona, como en muchas otras zonas de coloniza­ción, se remonta a los tempranos años sesenta, cuando hicieron presencia grupos de autodefensa ligados al llamado trabajo de masas y al desarrollo de las primeras células del Partido Comunista en las veredas y las pequeñas aglomeraciones de colonos. Veredas de Chigorodó, del actual Apartado y del norte de Turbo fueron los primeros núcleos.

Hasta ese momento la presencia de guerrillas no era desconocida en la zona; el MRL había tenido las suyas, en un medio en el cual la votación por esa disidencia liberal del oficialismo fue copiosa. Y antes, en los años cincuenta, ha­bían existido guerrillas liberales de resistencia al gobierno conservador y al go­bierno de facto del general Rojas Pinilla, con quien varias de ellas pactaron la desmovilización a cambio de la amnistía.

En los años sesenta, las autodefensas del Partido Comunista como tales, más allá del trabajo político, tuvieron principalmente dos tipos de tareas: "lim­pieza" y finanzas. En los trabajos de "limpieza", el blanco fueron los delatores, los cuatreros y ladrones y, si fuera exacta la versión de algunos responsables de la época, ajusticiamiento de administradores represivos con los trabajadores9.

En todos ellos las autodefensas procedían bajo dirección del Partido Co­munista, en una época en la cud, a diferencia de hoy, el partido tenía mayor ascendencia y control sobre las formas armadas de organización.

Por aquel tiempo la acción política legal en zonas rurales apartadas del país, como Urabá, se hallaba bastante entremezclada con las actividades arma­das; en esos confines era difícil distinguir entre los activistas del partido y los integrantes de autodefensas. Esto traía una consecuencia, que quizá hoy no se cumpla de la misma manera en las FARC y que quizá no se cumplió en otras guerrillas presentes en la zona: me refiero a la existencia de bases de apoyo -concientizadas, en vocabulario de la guerrilla- que, a través del adoctrinamiento, llegaban a compartir una representación de la vida política e incluso de los pro­blemas propios de la vida de campesinos, unas pautas de acción, unos códigos de comportamiento. El reclutamiento también resultaba de esos procesos de adoctrinamiento y no, como posteriormente, de la intimidación o de la oferta de un salario. Urabá y el Darién fueron una buena área de reclutamiento: en octubre de 1969 salió de esa zona un contingente de 17 muchachos, todos de extracción campesina, con destino a la organización nacional. En ese momento el número de efectivos en todo el país había descendido, no pasaba de 120.

Fue entonces cuando se reunió la IV Conferencia de las FARC, en 1970, que trazó directrices de crecimiento, de fortalecimiento ideológico y político, de

' Entrevistas realizadas con personas que en los anos rastreados tuvieron mando en la organización de las FARC en Urabá.

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atracción del campesinado -antes de eso la organización había experimentado muchos casos de comportamientos bandoleriles- y de trabajo militar, particular­mente con la táctica de guerrillas móviles, o sea la táctica de perpetrar ataques relámpago, huir y volver a golpear.

Para la segunda fase de las FARC en la zona, es decir, la etapa de la presen­cia propiamente guerrillera, la IV Conferencia es la fecha precursora: allí se plan­teó la creación del V Frente, hoy el más importante y beligerante de los más de cinco que operan entre Urabá, el Darién, el bajo y medio Atrato y el Sinú.

La directriz trazada por la conferencia se concretó finalmente en 1973, cuan­do en el caserío de San fosé de Apartado se constituyó el primer núcleo del V Frente, compuesto por cuatro personas, de las cuales tres foráneas, enviadas por el Secretariado central de la organización: el comandante, un joven oriundo de Villarrica, departamento del Tolima, con tres años de experiencia guerrillera, uno de Cundinamarca y un costeño oriundo del Magdalena. Meses después el núcleo se había ampliado a doce hombres, de los cuales solamente cuatro redutados de la propia zona. Esta dimensión nacional, mediada por una organización de co­bertura suprarregional, con sus recursos humanos, bélicos, financieros y tácticos, es una de las notorias diferencias entre el frente y las anteriores autodefensas, que habían estado más condicionadas a los simples requerimientos veredales y más dependientes de la dirigencia local del Partido Comunista.

No es casual la ubicación geográfica del núcleo fundador del V Frente: el corregimiento de San losé de Apartado se asienta, efectivamente, en las estribaciones del piedemonte de la cordillera de Abibe, a continuación de las tie­rras planas que en esos años estaban cubriéndose aceleradamente de sembrados bananeros, con desplazamiento progresivo de los colonos originarios precisa­mente hacia el piedemonte. Como dije en las primeras páginas, esos procesos de concentración y de vertiginosa diferenciación social, en los que intervienen múl­tiples factores —dificultades viales y financieras, dificultades técnicas- no estuvie­ron exentos de violencia.

Militantes del V Frente de la época estiman que los campesinos desplaza­dos y frecuentemente amenazados fueron la base de apoyo fundamental para la naciente guerrilla; en este sentido, la presencia guerrillera en San fosé de Apartado está bastante ligada a fenómenos de politización bajo las orientaciones del siste­ma de ideas del Partido Comunista, y a procesos de organización local como los áe juntas de acción comunal o cooperativas.

Desde San José de Apartado el V Frente diseñó su estrategia de desplaza­miento en varias direcciones: hacia el Sinú, remontando la serranía de Abibe; hacia San fosé de Mulatos, en jurisdicción de Turbo, a lo largo de la cuenca del río Mulatos, poblada de colonos cultivadores; hacia el sur, hasta Caucheras y Porroso -jusrisdicción de Mutatá-; en todas estas zonas buscaron apoyarse en la existen­da previa de grupos de autodefensa y células del Partido Comunista, al igual que lo hicieron en San fosé de Apartado.

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Desde Porroso, la expansión del V Frente prosiguió hacia occidente -Riosucio-, por la serranía del Darién, y hada el sudoeste buscando las riberas del Atrato, en predios de los departamentos de Antioquia y Chocó. El acceso lo en­contraron a través de un territorio donde la colonización apenas había comenza­do pocos años antes, a mitad de los sesenta, y donde también se estaban asentan­do muchos de los colonos desplazados desde las tierras acaparadas por los inversionistas del banano. Se trataba en primer lugar de la zona de Belén de Bajirá, limítrofe entre Antioquia y Chocó, que en los años ochenta se convertiría en otro importante fortín electoral del Partido Comunista y la Unión Patriótica, como San José de Apartado.

En territorio del Chocó, las FARC buscaron favoritismo en las aldeas del Darién, en límites con Panamá, y en la serie de pueblitos ribereños a lo largo del río Atrato; hubo a lo largo de los años ochenta tomas guerrilleras en varios de ellos, la más sonada de todas, la de la cabecera municipal de Riosucio -Chocó- en abril de 1987, en la cual participaron ciento cincuenta hombres, con armas sofisticadas como una bazuca y un buen número de fusiles Galil, operación que dejó un saldo de seis casas incineradas y cuatro policías ultimados.

No se puede concluir este acápite sobre las FARC sin dar cuenta de un hecho que marcará, en 1979, la historia de una larga y costosa confrontación interguerrillera en los municipios situados al oriente del golfo de Urabá. Me re­fiero a la disidencia que, dentro del V Frente, encabezó el militante alias Bernardo Gutiérrez, seguido por Naín Pineros Gil y otros cuantos efectivos. La respuesta violenta de ia organización no se hizo esperar, y así fue que en una intensa perse­cución cayó abatido Pineros Gil, en cuya memoria la columna disidente tomó su nombre. El área geográfica que, en el V Frente, había estado a cargo de Bernardo Gutiérrez, esto es desde Apartado hacia el norte, fue después de la ruptura el bastión desde donde la columna disidente impulsó su expansión, así que, cuando decidieron incorporarse al EPL, ése fue el territorio de progresivo control de di­cho grupo guerrillero: d norte y nordeste de Urabá y el Darién, hasta la vecindad con Panamá.

El resto de la historia, la confrontación armada entre el EPL y las FARC por el control de los sindicatos bananeros en la década de los ochenta, lalínea diviso­ria entre los territorios reclamados por el uno y por la otra en el estilo de las líneas divisorias de los poblados de los años cincuenta entre liberales y conservadores, es algo sobre lo que ya se habló aquí en el acápite dedicado a los sindicatos. Ahora me referiré al propio itinerario de la organización guerrillera EPL en Urabá y el Darién.

El EPL

A diferencia de las FARC, la biografía del EPL, desde el nacimiento a la desmovilización y un poco después de ella, está muy ligada a una zona geográfica específica, y es precisamente la compuesta por el Sinú en el departamento de

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Córdoba, Urabá en el departamento de Antioquia y el Darién en el departamento del Chocó.

La creación de este grupo armado en el país fue decisión del Tercer Pleno del PC-ML, disidencia del Partido Comunista de Colombia -PCC- surgida entre 1964 y 1965 al calor de las intensas confrontaciones internacionales entre el Par­tido Comunista de la URSS y el Partido Comunista Chino y al calor del triunfo de la Revolución Cubana, que despertó singular simpatía en los jóvenes comu­nistas disidentes.

En los años sesenta, apenas se conocieron en la zona grupúsculos armados del EPL que merodearon por algunas veredas; al parecer eran minúsculos grupos que, distantes de sus mandos acampados en el Sinú, dejaron la impresión de in­disciplina y provocaron la reacción de los colonos en su contra; de cierta manera se vieron apoyados en este rechazo por las autodefensas veredales del Partido Comunista.

Es, empero, sobre todo después de 1979 que la actividad del EPL se inten­sifica allí, en buena medida a partir del mutuo enfrentamiento entre el EPL y las FARC al cual me referí antes; esta sería la segunda época del EPL en Urabá y el Darién.

Hay que entender que los objetivos políticos de las dos principales organi­zaciones armadas presentes en esos territorios, y hasta cierto punto sus métodos de lucha, obedecían de manera bastante rígida a los discursos revolucionarios pro­ducidos desde los centros internacionales de los grandes bloques de influencia política, China y la URSS. Aquí encontramos un fenómeno semejante al acaecido en el interior del Ejército regular, con relación a otro centro de poder y de pro­ducción de discursos: Estados Unidos y la Junta Interamericana de Defensa. Efec­tivamente, tanto en el Ejército regular como en las dos aludidas organizaciones guerrilleras se hicieron sobre el terreno de confrontación importantes innova­ciones de tipo táctico, que tuvieron un sabor marcadamente criollo; pero en el momento de definir la macroestrategia y la política, tanto el Ejército regular como las guerrillas se supeditaron a las teorías y pautas supremas de centros extranje­ros de poder.

En el caso del EPL el dogmatismo, que aproximadamente hasta 1980 se expresó en la fidelidad a las concepciones políticas y estratégicas de Mao Tse-Tung, tiene indudablemente relación con la índole social de los dirigentes y de la militancia. Los dirigentes máximos, así como gran parte de los dirigentes medios, provenían del ámbito universitario de Medellín en los años sesenta y de institu­ciones públicas de secundaria de características semejantes. Muchos de ellos per­tenecían a familias muy católicas y conservadoras, militantes en los años cin­cuenta, que en la universidad habían evolucionado hacia el marxismo10.

1 Entrevis tas c o n ex di r igentes del EPL.

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La ruptura con el maoísmo acaecida hada 1980, todavía dentro de una gramática de dogma, les permitió ampliar un poco más el horizonte de una con­cepción estrecha de la guerra popular prolongada, de modo que empezaron a va­lorar la relación con sectores distintos del campesinado clásico dentro de las po­blaciones civiles en sus zonas de trashumancia.

Esto confluyó con los cambios acaecidos en el país respecto a la política oficial de tratamiento del hecho guerrillero, bajo la orientadón del presidente Belisario Betancur. Me refiero a las consecuencias de los acuerdos firmados entre el gobierno y varias organizaciones guerrilleras en 1984: con las FARC el 28 de marzo en La Uribe -Meta-, con el PC-ML y el EPL el 23 de agosto en El Hobo -Huila- y el mismo día, pero en lugares distintos, con el M19 y con el grupo Autodefensa Obrera -ADO- .

En efecto, con el propósito de abrir el espectro institucional para hacer posible la participación de las guerrillas como actores políticos con el fin de ir desactivando su poder de desestabilización y de inducción de violencia, el go­bierno de Betancur facilitó a los grupos guerrilleros espacios de proselitismo y movilización y promulgó disposiciones que limitaban la actuación de la fuerza pública contra elfos, después de un período de fuerte represión como había sido el gobierno precedente, de Julio César Turbay Ayala. La oferta del presidente Betancur hizo bien al PC-ML y al EPL dada la nueva orientación que habían optado desde 1980.

Así pues, aprovecharon los escenarios abierto por el diálogo Estado-gue­rrillas y, a partir de 1985, año del XII Congreso, se propusieron consolidar agru­paciones políticas más amplias y pluriclasistas como el Frente Popular, aunque siempre de manera coordinada con la ofensiva militar, también en ascenso; a través del Frente, en alianzas con otros partidos o mediante relaciones personales con candidatos de éstos, llevaron personas de sus simpatías a cargos públicos municipales e induso consiguieron un escaño nacional en el Congreso; así pues, ya años antes de lo que sería su incorporación a los métodos institucionales de la política sin armas, el EPL había abandonado su vieja posición abstencionista de principio y había ensayado, con cierta recompensa, vías electorales.

Como se sabe, el cese-al-fuego pactado se rompió; pero tanto durante la tregua como después de ella, el PC-ML y el EPL ampliaron su radio político: en Urabá y el Darién, a través de la participación en marchas campesinas y paros cívicos que congregaban a diversos sectores sociales, a través de las tomas de tie­rra llamadas por ellos recuperaciones, y a través de la penetración sindical en Sintagro.

Sobre la incidencia en los sindicatos y la utilización de ellos dentro de una cadena de mutuas transacciones que beneficiaban a unos y otros, ya se habló en el acápite Los sindicatos de obreros bananeros. El otro bastión de la movilización y captación de adeptos fue el de las tomas de tierra, impulsadas desde 1982, a partir del núcleo matriz que es la toma de la hacienda Coldesa, el 24 de diciembre: toma

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de mucha significación para la nueva estrategia del PC-ML y el EPL, ya que se realiza sobre predios que no eran baldíos sino que habían estado explotados de manera agroindustrial hasta su reciente decadencia; en segundo lugar, en esa empresa se había constituido el sindicato Sintagro que el PC-ML relanzaría des­de 1984 como cabeza de punta de su gran acometida sindical; en tercer lugar, buena parte de los ocupantes iniciales de la toma eran obreros bananeros que habían quedado cesantes en la disolución de Coldesa y obreros procedentes de cuarenta y seis fincas bananeras contiguas, según los censos del gremio de bananeros Augura; finalmente, los ocupantes o recuperadores recibieron apoyo logístico -viandas, implementos- de los obreros de fincas vecinas.

La toma de Coldesa, protagonizada por unas 600 familias dirigidas por el PC-ML y respaldadas militarmente por el EPL, indujo rápidamente otras tomas de tierra en los años 1983 y 1984. A los obreros bananeros se unieron en esas tomas muchas familias provenientes del departamento de Córdoba que habían tenido que dejar sus parcelas y no encontraban en Urabá y el Darién otro medio de subsistecia. Se habla de unas veintisiete tomas, en un total de diez y siete vere­das, cuyo alto número de participantes hizo que el tamaño de las parcelas apenas alcanzara el promedio de 2,5 hectáreas.

Dentro del inventario de tomas dirigidas por el PC-ML y el EPL en esta primera mitad de los años ochenta, se registra la de Punta Coquitos -unas 188 hectáreas-, protagonizada en su mayor parte por inmigrantes sin tierra origina­rios del municipio de Valencia -Córdoba-; Punta Coquitos fue precisamente es­cenario de una sórdida masacre en marzo de 1988, mes en el cual se perpetraron también las masacres de las haciendas La Negra y Honduras, en un sector donde el mismo año se había adelantado una toma o recuperación; dos años atrás el EPL había realizado allí un ataque, el 21 de diciembre de 1986.

Después de las ocupaciones rurales y hasta la entrega de sus armas, el PC-ML y el EPL guardaron estrechas relaciones con la población de parcelarios que siempre los consideró el apoyo decisivo en su movilización y la armadura de pro­tección frente al Ejército y a los grupos de choque, armados -parece- por algunos propietarios.

Puede considerarse el período de mayor crecimiento del EPL, no sólo en esa zona sino en general, el que va de la Segunda Conferencia de 1983 a la Tercera Conferencia de 1985 y de la Tercera a la Cuarta, en 1991. Hacia fines de la década de los ochenta el EPL contaba en el país con 2.000 combatientes y con 18 Frentes, obviamente de diferente tamaño y alcance, aglutinados en 7 bloques o estados mayores, en los departamentos de Córdoba, Antioquia, Chocó, Bolívar, Santanderes, Risaralda, Valle y Putumayo.

El grado máximo de captación, en la zona, de la población civil para el proyecto de guerra, se alcanzó en la forma organizativa impulsada por el EPL desde 1985, a saber: las guerrillas locales. En esa modalidad los guerrilleros dotan de armamento a la mayoría de habitantes varones de una determinada población

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donde antes han permanecido un tiempo en el cual han impuesto primero su control y después ganado ia confianza de los habitantes; una vez más invocan el principio de la autodefensa, pero, más allá de él, logran en los civiles un nivel militar bastante aceptable, como para enfrentar al Ejército.

Para la contraparte, tal estrategia generó como respuesta la criminalización de la población civil, con las consecuencias que bien puede imaginarse. Así, hubo arduos combates entre Ejército regular y población en armas en algunos de los caseríos en los que se habían organizado guerrillas locales, en ciertos momentos con utilización, incluso, de bombarderos por parte del Ejército; otros caseríos de aquéllos fueron blanco de masacre de grupos paramilitares, como el caso de Pue­blo Bello -municipio de Turbo- el 15 de enero de 1990, donde se sindica a Los Pangueros, grupo organizado por el hacendado de Córdoba Fidel Castaño, de haber ultimado, simultáneamente, a cuarenta y dos personas inermes.

Entre 1989 y 1990 se puede decir que el EPL tuvo poder militar relativo en Urabá, el Darién y Córdoba; en 1989 el Frente "Bernardo Franco" controló la carretera de Turbo a San Pedro de Urabá por lo menos durante cuatro meses consecutivos; de noviembre de 1989 a febrero de 1990, aproximadamente, con­trolaron un largo tramo de la carretera de Turbo a Necoclí. El 20 de enero de 1990 el EPL realizó un vasto operativo en Mutatá, que dejó varios policías muertos y los restantes se rindieron.

Sin embargo, desde los primeros meses de 1990 el EPL y el PC-ML se sin­tieron muy acosados por el Ejército y los grupos paramilitares, particularmente los dirigidos por Fidel Castaño. La especificidad de ataque de estos cuerpos irre­gulares, que contaban inicialmente con apoyo de algunos mandos locales del Ejér­cito11, fue la masacre y desapariciones de población civil vinculada o simpatizan­te del EPL, en números escalofriantes de veinte, treinta, cuarenta víctimas. Eso hizo pensar seriamente al EPL sobre los costos de la guerra, en momentos en que también le suscitaban reflexión los acontecimientos internacionales con relación a la guerra fría y la crisis de los modelos comunistas, y en que la propia dinámica del EPL -desde 1980 y más aun desde 1985- lo había conducido a revalorizar la dimensión política y a autocensurarse prácticas como la extorsión y el secuestro.

Así fue que la organización guerrillera aceptó iniciar negociaciones con el gobierno de Virgilio Barco en 1990, proceso que culminó en los actos de dejación de armas en varios puntos geográficos del país, entre ellos Pueblo Nuevo -muni­cipio de Necoclí, Urabá- el Io de marzo de 199112.

11 Por implicación en las masacres de 1988, perpetradas en Urabá por paramilitares del Magdalena Medio, fueron responsabilizados en 1992 por la Procuraduría Ge­neral de la Nación tres militares del Batallón Voltígeros, acantonado en Garepa: el coronel jefe de "inteligencia", un capitán y un sargento. 12 El proceso de diálogo culminó efectivamente en los actos de desmovilización, pero en Urabá y el Darién sobrevivió varios años un grupo disidente que no quiso

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Después de la reinserción, mientras en la invasión urbana de La Chinita y en las zonas de mayor influencia sindical el movimiento político Esperanza, Paz y Libertad, heredero del EPL, recogió una copiosa votación, en cambio el reconoci­miento hacia ese movimiento no se tradujo en votos en las recuperaciones rura­les ni mucho menos en los pueblos del norte de Urabá y del Darién que el EPL había controlado militarmente. Esto nos hace reflexionar sobre el tipo de rela­ción que se desarrolló entre el movimiento guerrillero y la población circundante o controlada por él: relación que en unos casos tuvo un carácter transitorio, transaccional y utilitario, de beneficios mutuos, que en otros casos mostró basar­se sobre la fuerza más que sobre la convicción y que sólo en ciertos casos habría suscitado una adhesión política de más largo aliento.

Con la transformación del EPL en el movimiento político Esperanza, Paz y Libertad, no cesó la confrontación armada. Como bien se sabe por los medios de comunicación, lo que ha seguido para los ex guerrilleros reinsertados del EPL en la zona ha sido particularmente difícil y trágico; se han visto envueltos en una serie de confrontaciones cruentas, muchas de ellas con la guerrilla de las FARC y con sus propios disidentes, dirigentes suyos han sido asesinados y en varios casos grupos de obreros simpatizantes del nuevo EPL sin armas -Esperanza, Paz y Li­bertad- y ocupantes de la invasión urbana de La Chinita en Apartado, que se tornó uno de sus fortines electorales, han sido blanco de masacres13. También se dice que algunos de los reinsertados fueron llevados a rearmarse en los Coman­dos Populares, con la complicidad oficial, para defenderse de las FARC y del re­ducto del EPL, y que no pocos se han pasado a las filas de los paramilitares.

El Ejército regular

Un observador extranjero podría esperar que el cuadro de actores de violencia presentado hasta aquí se quebrase con la presencia de un Estado de Derecho, como se ha definido el colombiano antes y después de la Constitución de 1991. Sin embargo, la presencia del Estado en Urabá y el Darién, con la salvedad de algunas instancias institucionales de nivel local, fue vista desde el centro, desde Bogotá y Medellín, casi exclusivamente como presencia del Ejército: en otras pdabras, como una cuestión de naturaleza militar, lo cual, por ende, iría a reforzar y no a cam­biar las relaciones cotidianas, impregnadas de coacción, a las cuales se habían

desmilitarizarse: al mando de alias Gonzalo, este pequeño grupo empezó con un núcleo de quince hombres que posteriormente se fue ensanchando; reconocían la jefatura suprema de Francisco Caraballo. 13 Como es de público conocimiento, en el proceso abierto por la masacre perpe­trada en La Chinita contra simpatizantes de Esperanza, Paz y Libertad, atribuida a las Milicias Bolivarianas orientadas por las FARC, la Fiscalía llamó a juicio a algu­nos dirigentes de la procomunista Unión Patriótica.

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acostumbrado los habitantes por la fuerza de las circunstancias. Esta visión de la presencia estatal para la zona como esencialmente presencia del Ejército fue com­partida, al menos hasta mediados de los años ochentas, por la mayoría de diri­gentes de las tres ramas del poder público14 y por la mayor parte de empresarios bogotanos y medellinenses.

Ahora bien, el Ejército, aunque combatía o perseguía a los grupos armados insurgentes, convergía con éstos en la aclimatación del ambiente militarista, opues­to, por los rasgos señalados, a la preservación de una democracia que, en su retó­rica o a lo mejor en sus intenciones últimas, el mismo Ejército invocaba como la razón de ser de sus actuaciones.

En tal proceso, se pueden distinguir cinco etapas de la acción del Ejército en la zona, marcadas por los siguientes hechos:

Instalación de la base militar de La Maporita, en los años sesenta, y progre­sivo control de la franja bananera.

- Designación de alcaldes militares para los tres municipios bananeros y Mutatá, en 1976.

- Restricciones institucionales a la actuación del Ejército por efecto de la política nacional de paz sellada mediante los acuerdos de 1984.

- Creación de la jefatura Militar del Urabá Antioqueño, en 1988. Disolución de la Jefatura Militar en 1990, y ahondamiento de la desinstitucionalización de la actividad militar contraguerrillera, con la avan­zada del fenómeno paramilitar.

Aunque en las etapas indicadas alternan los momentos de intensificación y los de distensión de la presencia visible del Ejército y de sus atribuciones oficial­mente conferidas, no obstante, el hecho de haberse desarrollado subterránea­mente un proceso simultáneo de desinstitucionalización que alcanza el máximo en la última etapa hace que, más allá de las variaciones, se delinee un crescendo de la militarización, entendida en la forma en que ha sido aquí descrita. La militari­zación, pues, en cuanto al Ejército concierne sería el resultado a la vez de las inter­venciones amparadas en la juridicidad y de las formas clandestinas, fuera de o contra la ley, pretendidamente justificadas por las circunstancias de la guerra su­cia adelantada por los insurgentes.

Ya desde los t iempos de la vieja base de La Maporita, cuando el protagonismo de las organizaciones guerrilleras era aún bajo en la zona y ellas se

1' En cuanto a la rama judicial se refiere, que uno creería más alejada de esta con­cepción, un documento ilustrativo es la sentencia de la Corte Suprema de Justicia sobre la exequibilidad del decreto legislativo No. 678 de 1988 por el cual se creó la Jefatura Militar del Urabá Antioqueño.

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limitaban a actuar en veredas alejadas del corredor bananero y de los centros urbanos, se difundieron rumores sobre la implicación de personal militar en des­apariciones y asesinato de dirigentes sindicales -la mayoría pertenecientes a los partidos tradicionales-.

En la época de los alcaldes militares, juzgada muy disímilmente por los políticos locales según como les fuera en el reparto y en las componendas con los militares, prosiguieron las detenciones arbitrarias, los allanamientos sin orden previa y bajo pretexto de simple sospecha, el acoso a dirigentes medios sindicales o cooperativos y, finalmente, en algunas ocasiones, la desaparición y el asesinato.

Recuérdese, además, que en el gobierno del presidente Turbay Ayala -1978-1982- el Ejército contó con una serie de facultades conferidas por el Estatuto de Seguridad, algunas de las cuales tornaban jurídicas acciones que, fuera de esa normatividad de excepción, hubieran infringido en materia grave los propios derechos reconocidos por la Constitución de 1886.

A partir de 1984 la intensidad de la ofensiva militar descendió perceptible­mente en la zona, cuando, de manera paradójica, crecía de modo nunca visto antes la acometida de las organizaciones guerrilleras, en especial el EPL, antes y después de los acuerdos firmados en 1984 con el Gobierno, los cuales les sirvie­ron a los insurgentes de mampara.

Los hechos protagonizados por el EPL y las FARC, referidos antes, así como la contrarréplica de los grupos paramilitares, llevaron al presidente Virgilio Bar­co -1986-1990- a crear, mediante facultades conferidas por el Estado de Sitio, la Jefatura Militar del Urabá Antioqueño; el acto jurídico de creación fue el decreto legislativo 678 del 14 de abril de 1988.

Con la creación de esta jurisdicción particular y la declaración oficial de doce municipios antioqueños como zona de emergencia y escenario de operacio­nes militares -artículo Io del decreto-, llega al culmen de su expresión jurídica el proceso que, incubado desde los años sesenta, alimentado por la actuación tanto de las organizaciones guerrilleras como del Ejército, puede llamarse proceso de militarización de la sociedad en Urabá y el Darién.

Efectivamente, con la puesta en marcha de la Jefatura Militar se consagra, dentro de la normatividad vigente y en virtud del Estado de Sitio, la cesación o suspensión del Estado de derecho en ese territorio, y del régimen de demoracia u organización propiamente civil de la poblacón, al erigir, bajo la obligatoriedad de la norma, los siguientes principios que, según el concepto fiscal del Procurador de entonces, eran contrarios a la Constitución: la supresión de la diferencia e independencia de los tres clásicos poderes públicos, poniendo a las autoridades civiles y los jueces bajo el mando del Jefe Militar; la inviolabilidad del debido proceso y del derecho de defensa, al conferir a la autoridad militar poderes para hacer allanamientos sin orden judicial y sin presencia de los jueces; la libertad de expresión y de reunión, al fijar el requisito de los permisos previos del Jefe Mili­tar; la libertad de movilización, con la exigencia a todos los obreros bananeros de

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portar un carné expedido por la Jefatura Militar15. Esta última medida fue la que mayores protestas generó; varias marchas y paros se originaron en la exigencia de los sindicatos de desmontar lo que se llamó la carnetización.

Es inconcebible cómo la Corte Suprema de Justicia no acogió el sesudo concepto desfavorable del Procurador y, por encima de él, con una argumenta­ción que deja la sospecha de arreglos políticos con el gobierno, declaró la exequibilidad del decreto 678.

Más allá de los visos favorables a la militarización que contiene el decreto, no logró tampoco resolver ninguno de los problemas para los cuales se propuso: durante los dos años largos de existencia de la Jefatura Militar, el EPL y las FARC hicieron gala de acrecentar su ofensiva, y se estructuraron también los grupos paramilitares de los hermanos Fidel y Carlos Castaño Gil. Las expresiones de vandalización del Estado no fueron contenidas por lo que se supondría un con­trol disciplinado desde el centro del Estado a través del Ejército; al menos conti­nuaron los actos delictivos del personal de policía y, en el propio Ejército, las violaciones de derechos humanos en los operativos relacionados con las tareas de "inteligencia". Finalmente, las curvas de homicidio y las de secuestro no mostra­ron descensos considerables, si de lo que se trataba era de restablecer el orden y la seguridad de los ciudadanos y de garantizar la primera de las protecciones con­fiadas a cualquier gobierno, la de la misma vida.

Buena parte de las violaciones de los derechos humanos provienen de la necesidad de mostrar resultados de "inteligencia" en circunstancias en que esa función se revela desprovista de los recursos humanos suficientemente califica­dos y de los recursos técnicos necesarios, frente a un enemigo como las guerrillas, dtamente experimentado, bien equipado y muchas veces favorecido por simpa­tías partisanas. Entonces constituyen en blanco a los civiles sospechosos de tener conexiones con los grupos armados o de servirles de apoyo logístico para la resis­tencia o para la ofensiva y resultan, de este modo, combinándose: una decisión de mando militar, con fines digamos técnicos, de búsqueda de información, o con fines políticos de escarmiento, y procedimientos en los cuales los agentes que ejecutan la decisión aprovechan las laxitudes para obtener gratificaciones de lu­cro económico o de satisfacción psíquica que, en ocasiones, pueden sobrepasar las previsiones del mando.

De lo examinado se desprende que la desinstitucionalización ha estado presente a lo largo de las dnco etapas del Ejército en la zona, y que las medidas de excepción dictadas por el Ejecutivo al amparo del artículo 121 de la Constitución

15 Concepto fiscal 1331 del Procurador General de la Nación rendido ante la Corte Suprema de Justicia el 9 de mayo de 1988, en el cual solicita a esta Corporación que declare que el Decreto cuya constitucionalidad se revisa en esta oportunidad, es inexequihle.

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de 1886 fueron la manera de hacerlas compatibles, al menos formalmente, con el orden jurídico del país. Pero también se desprende que en los momentos en los cuales las medidas de excepción se han suprimido para recuperar el funciona­miento normal del régimen constitucional, la desinstitucionalización se ha ma­nifestado en fenómenos más desconectados aun de la juridicidad, el más arquetípico de los cuales es el de los grupos paramilitares.

Los grupos paramilitares

Precisamente cuando los acuerdos de cese-al-fuego del presidente Betancur con las guerrillas pusieron restricciones al trabajo contraguerrillero del Ejército y la Procuraduría adquiría perfil en su labor de vigilancia de la fuerza pública16, se fueron consolidando en el país los grupos de autodefensa y los grupos paramilitares. El Magdalena Medio, y particularmente el municipio de Puerto Boyacá, se con­virtieron desde entonces en el centro de irradiación de esta nueva forma de orga­nización armada irregular. Las tres primeras masacres de Urabá de la magnitud de treinta, cuarenta víctimas, acaecidas en las fincas Honduras y La Negra el 4 de marzo de 1988 y en Punta Coquitos en el mismo mes, fueron ejecutadas por paramilitares del Magdalena Medio.

Sin embargo, la autoría principal de las referidas masacres no debe sosla­yar la presencia de otros factores muy interesantes para el análisis, como son:

- La vinculación formal d proceso, por parte de la Fiscalía, de un negociante pudiente de la costa Atlántica, amigo personal de propietarios de Urabá, quien fue capturado en la ciudad costeña de Santa Marta el 21 de noviem­bre de 1989.

- Los rumores generdizados sobre participación de un conocido administra­dor de confianza de un grupo bananero quien, después de los hechos, huyó de Urabá y se refugió en un departamento de la Amazonia colombiana.

- Los estrechos vínculos de este administrador con el batallón Voltígeros del Ejército y la participación, según la Procuraduría, de tres militares de di­cho batallón: un coronel que a la sazón fungía de jefe de "inteligencia", un capitán y un sargento {El Tiempo, 1992, octubre 4: 18A).

Después de 1989, en el país los nexos orgánicos entre esos grupos y los mandos del Ejército en los batallones y las brigadas fueron cediendo paso a una mayor autonomía hasta el punto de llegar los paramilitares, aunque en contados casos, a ser requeridos por las autoridades judiciales, a raíz de los decretos 813, 814 y 815 del 19 de abril de 1989, dictados por el presidente Virgilio Barco, en los cuales se les quitaba piso legal y se ordenaba perseguirlos.

16 Me refiero a los tiempos del procurador Carlos Jiménez Gómez y a los procura­dores que le sucedieron (Cfr. Jiménez Gómez, 1986).

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Ya las masacres ocurridas en 1989 y 1990, esto es, las masacres de Santamaría y Gilgal, en el Darién fronterizo con Panamá, y la de los secuestrados de Pueblo Bello en Urabá, fueron obra de grupos de la propia zona conocidos desde enton­ces por su independencia organizativa y financiera: el grupo de Los Pangueros con asiento en el sur de Córdoba y el de Los Táñelas con asiento en el Darién chocoano, en sendas fincas de los hacendados ganaderos Fidel y Carlos Castaño Gil, sus organizadores y jefes. Estos grupos paramilitares fueron los que más vio­lentamente golpearon a los simpatizantes del PC-ML y del EPL, entre 1989 y 1990.

En los años noventa, más allá de los límites cronológicos de este estudio, se ha presenciado el crecimiento de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) y la cuota de sangre de campesinos y de dirigentes locales que ese creci­miento ha cobrado. Las ACCU cuentan hoy con veinte frentes, con derivaciones en Meta y Santanderes y con nexos de coordinación hacia otros grupos paramilitares de los Llanos Orientales, del Magdalena Medio, del Putumayo, de Nariño y Cauca, a través de la organización nacional llamada Autodefensas Uni­das de Colombia (AUC), constituida en la Segunda Conferencia Nacional de Autodefensas realizada en algún lugar de Urabá en abril de 1997 {El Tiempo, 1997, abril 20: 23A).

Las AUC han ganado considerable terreno en los municipios urabaenses de Turbo y Apartado, e incluso en Mutatá, otro bastión emblemático del Partido Comunista, así como en la zona del Darién. Han ocasionado los masivos despla­zamientos de campesinos en 1997 que alteraron súbitamente el censo del corregimiento de Pavarandó, los sangrientos enfrentamientos de Murindó en 1998 {El Tiempo, 1998, junio 11: 3A) y el copioso reclutamiento de jóvenes en barrios de Apartado otrora controlados enteramente por las Milicias Bolivarianas proclives a las FARC {El Tiempo, 1998, marzo 24: 10A).

Como fruto de lo anterior, la década de 1990 y la actual han significado más sangre en Urabá y el Darién. Las FARC no se someten a perder territorios que antes controlaban y las AUC no cesan en su estrategia de confinar a las FARC. En medio de ese fuego cruzado, los indígenas y los campesinos siguen huyendo para salvar la vida a costa de perder el escaso patrimonio que ha significado el trabajo de toda la vida. El Ejército, cuando no ha intervenido de manera sectaria en contra, ha sido un espectador mudo, desbordado por la guerra que protagoni­zan actores muy poderosos, más fuertes que él.

CONCLUSIÓN

Los actores armados organizados han obrado bajo el telón de fondo de una gran debilidad de organización civil de los habitantes. La fragmentación social hace parte del cuadro de toda la sociedad colombiana, pero se ha acentuado además en Urabá y el Darién por sus rasgos específicos de zonas de colonización: el nomadismo de los habitantes, sus diversidades etnoculturales sin integrar, los

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imaginarios de las violencias anteriores, transmitidos en los relatos de los padres y de los abuelos.

Así, aunque la cadena de homicidios se da finalmente en el marco de un enfrentamiento a muerte de tales actores, y tal vez no existiría en la misma inten­sidad sin su presencia, no quiere decir que haya comenzado con ellos ni que to­dos los homicidios obedezcan a planes controlados de uno cualquiera de dichos actores; sino que el enfrentamiento a muerte crea las condiciones y el pretexto para hacer valer, por la fuerza, todo género de pretensiones atomizadas y disper­sas, que resultan entonces mezcladas de modo confuso con las reivindicaciones colectivas, políticas o sindicales; dicho en otras palabras, un pulular de rebusque a través del recurso de la muerte y a la sombra de la violencia política y de sus actores contrincantes.

La presencia de esos actores es ambivalente: promueven de alguna manera formas de organización y de solidaridad bajo su férula, pero impiden cualquier brote de organización cuando es civil y autónoma; atacan al Estado pero ejercen hasta cierto punto funciones que son de índole estatal como las de policía y justi­cia; pretenden disminuir los homicidios banales pero aumentan los asesinatos selectivos y, con el tiempo, los homicidios en general como efectos de las quere­llas de poder y del rebusque pelechado al abrigo de sus causas, sean éstas revolu­cionarias -las guerrillas- o conservatizanles -los paramilitares-; arraigan en las poblaciones por sus ofertas de seguridad pero terminan practicando delitos que exasperan a las poblaciones y auspician la necesidad de armarse contra ellos, igual­mente por vía de justicia privada; gestan el vacío de un gran silencio gracias al cual se impone, con hechos y sin palabras, su fuerza letal.

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El rapto de Panamá en la caricatura política colombiana, 1903-1930

Luz Ángela Núnez

Colombia es pobre pero honrada mujer con familia. Y como es pobre y humilde y hasta complaciente, el Tío Sam la ha pretendido y no sólo ha sucedido que la ha intranquilizado con su pasión, sino que al lado de ella y aprovechando debilidades de algunos nietos suyos, consiguió seducir a una su hija morenita y ardiente, [sic], que es nada menos que la desgraciada Panamá a quien -como su­cede siempre- ha abandonado a la desesperación después de dis­frutar sus dones y de engañarla miserablemente. El Tío Sam es el Tenorio de América.

(Fragmento del texto que acompaña la caricatura titulada «Muti­lación Nacional». Zig-Zag, octubre 3 de 1909J

El objetivo de este ensayo es hacer una reconstrucción del imaginario desarrolla­do a través de la caricatura impresa sobre la "separación de Panamá", desentra­ñando sobre todo el universo simbólico a que recurren los dibujantes para na­rrar o hacer valoraciones sobre ese acontecimiento. Para llevar a cabo este pro­pósito, hicimos una revisión de periódicos y revistas de la época como El Mosquetero, Mefistófeles, Zig-Zag, El Moscardón, Bogotá Cómico, Semana Cómica, Fantoches y otras publicaciones que pese a su riqueza gráfica han sido poco estu­diadas hasta el momento. Para la lectura de las caricaturas nos apoyamos en la literatura especializada sobre símbolos e imaginarios colectivos y sobre caricatu­ra política.

El rapto de Panamá trascendió el momento histórico y pervivió en la plu­ma de los caricaturistas como elemento esencial para entender otros aconteci­mientos de nuestro país, por lo menos durante los treinta primeros años del siglo XX. Paralelamente a los acontecimientos y a la versión oficial que se fue tejiendo sobre los sucesos de Panamá, encontramos en las caricaturas de la época una

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: Luz ANGELA NUNTZ

relectura de los hechos cargada de una gran cantidad de elementos simbólicos, lo que nos permitió establecer una clara reladón entre los símbolos y el debate po­lítico que se desarrollaba.

Como dice Maurice Agulhon, la historia cultural ha permitido ver con nue­vos ojos la vida cotidiana, la cultura popular, las mentalidades, etc., pero esta curio­sidad por la "historia en pequeño" ha rebotado hacia la historia política ayudándo­nos a analizar de mejor manera los aspectos visuales del poder que necesariamente lo acompañan, bien sea de manera intencional o casual, puesto que:

Un poder económico, efectivamente, no está sólo compuesto por hombres que instauran y maniobran ciertas instituciones, que se identifican con ciertas ideas y proceden a ciertas acciones. Su finalidad es hacerse reconocer, identificar y, si es posible, apreciar gracias a todo un sistema de signos y de emblemas, de los cuales los principales son aquellos que llaman la atención visual (Agulhon 1994: 247).

Eric Hobsbawm, que en diferentes trabajos ha estudiado los rituales y las tradiciones obreras en general, también ha dedicado trabajos a la iconografía y simbolismo obreros (Hobsbawm, 1979, 1987; Hobsbawm y Ranger, 2002), bajo la premisa, compartida por nosotros, que si bien las imágenes no reflejan única y directamente la realidad, fueron pensadas para que tuvieran repercusión en un público amplio y, por tanto, "la experiencia que de la realidad tiene ese público determina el grado en que [las imágenes] puedan divergir de esa experiencia" (Hobsbawm, 1987: 118). Por lo tanto, los signos, símbolos y representaciones presentes en las caricaturas políticas son útiles para estudiar la cultura, la menta­lidad y las relaciones de poder de un determinado período histórico porque fue­ron pensadas para que las viera el público en general y, por lo tanto, parte de su éxito radicaba en que incorporaran experiencias compartidas por ese público y no sólo por quien elaboraba el dibujo.

Los símbolos tienen también la función de servir de guía para las relaciones entre las personas y las clases socides porque identifican y jerarquizan a sus represen­tados, y dan seguridad, claridad y confirmación a las personas comunes y corrientes en la medida que muestran de forma clara y sencilla situaciones políticas que en las sociedades modernas pueden llegar a ser muy difíciles de entender (Korff, 1993:110).

El peso tan grande que la violencia tiene en Colombia nos ha hecho perder de vista la variedad de formas y matices que puede adoptar la confrontación po­lítica. Hemos creído que la violencia ha sido la única forma, diferente de las elec­ciones o el debate parlamentario, en que ha derivado la lucha política en nuestro país, pero el panorama es mucho más complejo de lo que suponemos, como lo evidencian los pocos estudios históricos que hemos encontrado sobre la apropia­ción-creación de símbolos e imaginarios políticos por parte de los sectores popu­lares (Aguilera y Vega, 1998; Vega, 2002).

Tanto el Estado como las subculturas sociales generan y comparten imagi­narios a través de los cuales se identifican, se diferencian, generan cohesión y tam-

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EL RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

COLOMBIANA, 1903-1930

bien luchan. Esta contienda que se desarrolla en el campo de los símbolos y la cul­tura tiene repercusiones en situaciones materides, porque ambas conforman una única realidad (Gutiérrez y Romero, 1995:21). No es posible entender los símbolos como una construcción aislada de la redidad, sino que ellos se inscriben en un contexto sociohistórico concreto y, por lo tanto, para su lectura se debe entablar un diálogo permanente con estos dos ámbitos.

Como el objeto de nuestro análisis se restringe a la caricatura, considera­mos pertinente avanzar un poco en su definición. Etimológicamente, es una pa­labra de origen latino derivada del verbo carleare, que significa cargar. Se refiere a una gráfica graciosa o ridicula que hace burla de una situación o un personaje. Se considera que su trabajo de elaboradón plástica no alcanza los cánones del gran arte, aunque evidentemente subyace en ella una creación estética. Lo característi­co de la caricatura es mostrar los defectos de quien es objeto de la burla, sus puntos más vulnerables, lo desconocido o lo que no se podría decir a través de otras formas del lenguaje, porque sería vulgar e inaceptable socialmente.

En su vertiente política, tiene además otras características específicas:

Es una reflexión vinculada a problemas concretos e inmediatos, respecto a los cuales pretende funcionar de dos maneras: como pedagogía (gracias a ella se apren­de lo que sucede en el mundo) y como aguijón de las conciencias. Pretende la efectividad entendida como la reacción inmediata y orientada del re­ceptor, al que permite por una parte desfogar la rabia y así vengarse del poder y por otra tomar una posición (Magú y Sefchovich, 2000: 38).

La caricatura es también una impugnación, porque la risa que provoca hace que el personaje caricaturizado sea mirado con menosprecio y que se le pierda el respeto y hasta el miedo. Tiene un gran impacto y buena aceptación social en todas las clases sociales porque no obliga a la racionalización de la ima­gen y sólo requiere unos pocos puntos de referencia simbólicos y factuales com­partidos para ser entendida (Fernández, 1974: XII).

La caricatura en su vertiente política ha sido una importante arma de lucha para quienes no detentan el poder1. La conciencia de ser menos que el adversario hace que la batalla se de en el campo de la burla, la ironía, los trucos inteligentes, espacio donde se tiene mayor posibilidad de ganar. El triunfo radica en desenmas­carar los defectos de su enemigo, en dejarlo expuesto a la burla pública y, también, en preparar el terreno, lo que se ha llamado opinión pública, para librar la batalla política en otros campos más ortodoxos (Fernández, 1974: XVI- XVII).

1 Esta afirmación no quiere decir que el grupo que detenta el poder no pueda hacer uso de la caricatura como arma política. En el período estudiado, por ejemplo, el semanario conservador Moscardón (1909) utilizó ampliamente la caricatura para atacar a los liberales.

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I Luz ANGELA NUÑEZ

LA CARICATURA POLÍTICA EN COLOMBIA

Durante el siglo XIX, en nuestro país la producción y difusión de caricaturas fue lenta e irregular. Si bien desde la época de la Gran Colombia se encuentran cari­caturas, que suscitaron fuertes enfrentamientos entre facciones políticas, en su mayoría fueron aguafuertes o grabados en madera que circularon de mano en mano entre reducidos sectores de la élite criolla. Sólo en la década de 1850 empe­zaron a aparecer caricaturas en periódicos y revistas como El Duende y Los Matachines Ilustrados. Luego vinieron publicaciones como El Mochuelo, El Fíga­ro, El Zancudo, El Mago, El Clarín, El Proyectil y Mefistófeles, todas de muy corta duración a causa de la censura de los gobiernos de la Regeneración que no pudie­ron soportar los dardos de la crítica (Helguera, 1989: 116-131).

Después de la guerra de los Mil Días, una mayor estabilidad política y la llegada al país de imprentas más modernas permitieron una verdadera prolifera­ción de publicaciones periódicas, algunas de las cuales se acompañaban de cari­caturas. Si bien los periódicos y revistas colombianos no alcanzaron altos tirajes, como ocurrió en otros países de América Latina, la variedad de títulos y la disper­sión geográfica son impresionantes.

Periódicos como Zig-Zag -1909-1910-, El Banano -1909- , El Moscardón -1909- , Don Quijote -1909- o Sansón Carrasco -1911-1913- hicieron uso pre­ferente de la caricatura para registrar el acontecer político nacional y también el tema del antiimperialismo que ya había sido trabajado durante el primer lustro del siglo XX. Luego vendría la trilogía conformada por Bogotá Cómico -1917-1919-, La Semana Cómica -1920-1925- y Fantoches -1926-1932-, publi­caciones que alcanzaron una difusión mucho mayor que sus predecesoras y significaron la consolidación definitiva del género de la caricatura en nuestro país. En Cromos -desde 1917-y El Gráfico -1910-1941- regularmente se edita­ban caricaturas, pero éstas no tenían la beligerancia política que caracterizaba a las que aparecían en las otras revistas mencionadas.

Las posibilidades de la caricatura como fuente histórica no han sido ex­plotadas en toda su magnitud en nuestro país. Si bien han aparecido algunas compilaciones de la obra de los caricaturistas más destacados, como la liderada por el Banco de la República, su contextualización histórica generalmente es bas­tante limitada. La que más avanza en este sentido es la del maestro Germán Col­menares sobre Ricardo Rendón (Colmenares: 1984). Cuando el objetivo central no es desarrollar una historia de la caricatura, el uso que los historiadores dan a este recurso gráfico suele ser de elemento ilustrativo o demostrativo de lo que se argumenta en el texto, pero sólo en muy contadas ocasiones se traspasa el umbral que separa la descripción del análisis.

"EL RAPTO DE PANAMÁ" EN LA CARICATURA POLÍTICA

Desde el año de 1898 los caricaturistas colombianos venían siguiendo la pista a las acciones de los Estados Unidos y percibieron desde muy temprano que el

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apoyo de este país a la Independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas significaba la estocada final al decadente Imperio Español y la consolidación definitiva del intervencionismo estadounidense en el resto de América {El Duende, 1898: mayo 15; El Mago, 1898: mayo 1; Mefistófeles, 1898: mayo 15). En esta perspectiva, los intereses estadounidenses en el Istmo eran seguidos con suma atención y aun desde antes que se desencadenaran los hechos que culminaron con la "indepen­dencia de Panamá", la opinión publica fue puesta sobre aviso respecto al futuro que le esperaba a este departamento colombiano {El Duende, 1898: septiembre 3; El Mago, 1898: mayo 28).

Imagen 1. Mefistófeles, mayo 15 de 1898

El registro de los hechos no fue sólo coyuntural, sino que a lo largo de las siguientes tres décadas se mantuvo como uno de los puntos centrales de la re­flexión política, ejemplo de los vicios del gobierno y punto de referencia para comprender otras acciones tanto del gobierno colombiano como de los Estados Unidos. Durante la década de 1910 se siguió de cerca el proceso de discusión del tratado Urrutia-Thompson, presentándose un punto álgido en 1913, al cumplir-

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Luz ANGELA NUNTZ

se diez años de la separación2. En la década de 1920 los caricaturistas se enfilaron contra la indemnización de los 25 millones de dólares, la política petrolera que, se consideraba, también ponía en peligro la soberanía e integridad nacional, y las invasiones estadounidenses a diferentes países de América Latina, como conti­nuación de las tropelías que el Tío Sam había iniciado en Cuba, Puerto Rico y Panamá.

A través de la caricatura encontramos dos lecturas sobre los acontecimien­tos: una que pone énfasis en la venta del Istmo hecha por la élite política criolla y otra que muestra la mutilación del territorio como consecuencia del imperialis­mo estadounidense. Aunque estas dos versiones se complementan y coexisten durante el período estudiado, en los años más cercanos a los acontecimientos es más fuerte la primera interpretación, pero luego se desarrolla mucho más la que hace énfasis en el papel jugado por el imperialismo.

Imagen 2. El Mosquetero, noviembre 29 de 1903

; Véanse, por ejemplo, los editoriales y las caricaturas publicadas en El Domingo. agosto 24 y octubre 12 de 1913.

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COLOMBIANA, 1903-1930

En un primer momento, la "independencia de Panamá" es mostrada como producto de un negocio entre la élite política criolla y el Tío Sam. Aunque es clara la idea del imperialismo {Mefistófeles,l903: agosto 23; Mefistófeles, 1904: enero 31), esta interpretación destaca sobre todo la traición de la élite panameña y del gobierno colombiano que venden su soberanía por unas monedas. Es interesante destacar que, aunque se hace alusión a la Doctrina Monroe y a la fuerza creciente de los Estados Unidos {Mefistófeles, 1904: marzo 18), se pone en un plano de igualdad a los personajes que intervienen en la transacción financiera, e incluso alguna insinúa que la iniciativa fue del lado colombiano {El Mosquetero, 1903: noviembre 29). Observando más detenidamente, vemos que esa igualdad es sólo supuesta, porque si bien encontramos un Tío Sam de rodillas, en sus talones bri­llan filosas espuelas y lo resguarda la fuerza de las cañoneras que apenas se aso­man en el dibujo {Mefistófeles, 1903: agosto 16).

Imagen 3. Mefistófeles, agosto 16 de 1903

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Luz ANGELA NUÑEZ

El presidente José Manuel Marroquín es caricaturizado como una figura masculina indecisa entre la indefensa Panamá o el dinero ofrecido por el Tío Sam, y también como una figura femenina, una sirvienta con el delantal de la Regeneración, que ofrece en bandeja pedacitos del territorio nacional. Se quería difundir la idea que en este episodio no sólo intervino la dirigencia política pana­meña, sino que el Gobierno Nacional también tenía culpa por su codicia y los malos manejos económicos hechos durante la Regeneración.

CONTRATO MATRIMONIAL

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Ali I y con quien so metieron los am-IICTIKOÍ, lo« Inoautu-i. Iiw solmrblos, los uaia/eÍM jugadores!: I Con KI Pueblol;

Imagen 4. Mefistófeles, agosto 13 de 1903

Eanamá es objeto de una transacción comercial que se hace a espaldas de la nación y sin que el pueblo intervenga en ningún momento; por el contrario, éste es siempre víctima de los acontecimientos. Este punto se opone claramente a la historia oficial de los acontecimientos (Castillero y Arce, 1948; Castillero, 1948), ya que no encontramos en las gráficas mención alguna de los antecedentes ni del sentimiento separatista del pueblo panameño, aspectos que algunos historiado­res presentan como causas de la creación del nuevo país (Alfaro, 1999: 37-38).

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ET RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

COLOMBIANA, 1903-1930

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Imagen 5. Mefistófeles, marzo 18 de 1904

La élite regional es representada con la figura de "El traidor panameño", un negro que hace alusión directa al general Huertas, pero que muestra también el racismo presente en la época, pues la figura del negro es usada en sentido peyora­tivo. Esta es una representación totalmente negativa de Panamá, caracterizándola con la codicia, el entreguismo, la cobardía y la traición.

Con el paso del tiempo esta imagen negativa se mantiene, Colombia no llora al negro panameño, ni lamenta su pérdida; al contrario, lo designa a través de términos negativos y se alegra que sea víctima de los Estados Unidos, porque es lo único que se merece después de haber traicionado la patria, como expresa claramente el verso que acompaña una caricatura sobre el tema:

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Luz ANGELA NÚÑEZ

El Tío Sam que es un bribón al panameño villano cada vez que hay ocasión se da la satisfacción

Mas ellos esto quisieron y más no han de merecer quienes jamás entendieron del honor y que lo vendieron

Imagen 6. Bogotá Cómico, julio 6 de 1918

En contraposición a este personaje se desarrollará la imagen de "la peque­ña Panamá" o "la hija raptada", símbolo de la debilidad, la ingenuidad y la inde­fensión. Sobre esta doble caracterización del Istmo volveremos más adelante.

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EL RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

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I m a g e n 7. El D o m i n g o , d i c i e m b r e 7 de 1913

Desde el año de 1909, el acento en la interpretación de los sucesos de Pana­má pasa de la traición criolla a la mutilación del territorio nacional hecha por el imperialismo estadounidense3, representado por el Tío Sam. El servilismo y la codicia de algunos gobernantes locales y la pérdida de Panamá como producto de una venta o un negocio, seguirán siendo recordados para establecer un símil con otras situaciones, algunas muy relacionadas, como la famosa indemnización de los 25 millones de dólares, o la política petrolera, o para prevenir al pueblo sobre la consecuencias que podía traer para la soberanía nacional el entreguismo de algunos políticos nacionales.

La pérdida de Panamá es entendida ahora como una mutilación o un ul­traje hecho a Colombia por el imperialismo estadounidense, se amplía la visión doméstica y se la mira dentro del contexto de la política que estaba desarrollando el Tío Sam en toda América Latina, e incluso se trata de articular respuestas propositivas invocando a la unión de todos los países latinoamericanos.

3 Encontramos caricaturas que representan la mutilación nacional en: Moscardón, noviembre 7 de 1909; Zig-Zag, octubre 3 de 1909; El Domingo, diciembre 7 de 1913; Bogotá Cómico, febrero 2 de 1918; y Semana Cómica, marzo 29 de 1924.

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Luz ANGELA NÚÑEZ

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Imagen 8. Bogotá Cómico, agosto 21 de 1920

SÍMBOLOS Y POLÍTICA

La representación de la mutilación de Colombia está acompañada de una rica simbología derivada de la tradición cívica liberal del siglo XIX. Los orígenes más recientes de estas ideas, símbolos y percepciones los encontramos en la Revolu­ción Francesa y en el proceso de consolidación nacional del ese país. íviarianne, la figura femenina que representa la República Francesa, es retomada por muchos de los países latinoamericanos, entre ellos Colombia4. Vale la pena resaltar que

4 Sobre el surgimiento de Marianne como símbolo nacional francés, véase Agulhon (1994:247-278), especialmente el capítulo titulado «Políticas, imágenes y símbolos en la Francia postrevolucionaria». La forma como se recepcionó la idea de Marianne en Chile se encuentra en el artículo de Isabel Cruz de Amenabar, «Diosas atribula­das, alegorías cívicas, caricatura y política en Chile durante el siglo XIX» (1997: 127-171).

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El RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

COLOMBIANA, 1903-1930

Marianne tiene a su vez orígenes más remotos en la diosa griega y romana de la libertad. El proceso revolucionario la despojó del cetro y el bonete que original­mente la acompañaban y le colocó, en cambio, un gorro frigio, símbolo de la revolución francesa.

La adopción de una representación de este tipo para nuestro país fue tar­día por las dificultades enfrentadas para la consolidación del Estado-nación du­rante el siglo XIX, pero logró una amplia difusión y reconocimiento en las tres primeras décadas del siglo XX. Marianne perdió su nombre para ser "Colombia", no se le asignó un nombre emblemático sino que el nombre de nuestro país, de género neutro en español, encajó perfectamente en esta mujer joven de largos cabellos, vestida de túnica y en la mayoría de los casos tocada con gorro frigio. En Colombia no hubo un simple calco de la figura de la República sino que se le contextualizó en el proceso histórico que vivía el país.

Imagen 9. Semana Cómica, octubre 13 de 1923

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Luz ÁNGELA NUÑEZ

Esta diosa cívica inspiradora, no es una mujer real, es un símbolo de las mejores virtudes legadas por la revolución francesa y ei liberalismo -forma de gobierno republicano, libertad, igualdad, justicia y soberanía-, representa la uni­dad y la dignidad de la patria y por ser mujer debe ser defendida por el pueblo -figura masculina-. Sólo las mujeres reales simbolizan sufrimiento o resistencia, como lo ilustra caramente la figura de Juana de Arco en Francia, quien, dicho sea de paso, trató de ser impuesta como símbolo nacional por los sectores más con­servadores de ese país, para hacerle una clara oposición a Marianne de tradición liberal, y se proyecta hasta el día de hoy como emblema del Frente Nacional, partido político de la extrema derecha francesa.

Nuestra representación de la República no logra resolver esa tensión entre el simbolismo y el realismo, es perseguida, mutilada, ultrajada, representa el su­frimiento y la impotencia de la patria ante el avance del imperialismo estadouni­dense. Pero como también es símbolo, diosa cívica, no puede defenderse o hacer­se respetar por sí misma porque ella no representa la fuerza ni la valentía, que son virtudes masculinas. Tiene capacidad de convocatoria, de guiar al pueblo, pero no tiene capacidad de acción por sí misma. El guardián defensor de la república es el pueblo, pero en el caso colombiano éste es representado dormido o como un simple espectador.

Imagen 10. Bogotá Cómico, septiembre 21 de 1918

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Colombia no sólo tiene que sufrir la mutilación de un brazo o la pérdida de una hija, las dos formas más comunes de representar la pérdida de Panamá, sino que el imperialismo la ultraja y horroriza en otros momentos, con el robo del pe­tróleo colombiano por la Tropical Oil Company, la humillación de los 25 millones de dólares, los préstamos a cambio de favores y la masacre de las bananeras.

Pueblo altivo, preparado porque el yanqui disfrazado debes es tar noche y día, quiere hacerle otro atentado

a nuestra soberanía.

Imagen 11. Bogotá Cómica, junio 21 de 1924

Una variación en la representación de la República la encontramos en una caricatura aparecida en la revista Fantoches, donde en cambio de la mujer de túnica y gorro frigio, aparece una campesina de falda oscura, blusa blanca de arandelas, sombrero y trenzas {Fantoches, 1928: noviembre 17). Es aventurado tratar de pro­fundizar sobre esta representación de la Nación porque fue la única que encontra­mos en este período. Su inspiración puede estar en los cuadros costumbristas que ya tenían larga tradición en el país o un tipo de arte realista y popular difundido por los muralistas. De lo que no cabe duda es que no busca las raíces de la república en la tradición europea sino que las prosigue en lo que se considera propio, autóctono, pese a que esta figura continúe siendo un estereotipo.

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i Luz ÁNGELA NÚÑEZ

ÜR HI3XÜRÍH 5E REPITE

Hace tiempos que un ladrón que horribles crímenes fragua encontró a nuestra nación y de un monstruoso tirón la despojó de la enagua.

Como un consuelo decís vila a iodos loa demás en su terrible agonlar —Ya pasó esia felonía pero no pasará más!

Hoy ha llsga lo otra fl ladrón v en iorma i :cn toda desfachatez quiere explotar su esc ,• abandonarla desnud;

••:'! ' ' ' ' t r ^ ' ^ i m Y la poore, con afán,

mientras en llanto se baila, adivina.que io están los hilos del alacrán ayudando en csia hazaña.

Imagen 12. Fantoches, noviembre 3 de 1928

Esta caricatura, que analiza la situación interna y externa del país, critica ácidamente a la clase gobernante, que por estar imbuida en sus vicios y excesos deja a la pobre Colombia a merced de los Estados Unidos. La zona petrolera del Cataturnbo, región dei país que ie interesaba al Tío Sam por la riqueza petrolera que allí se encontraba, es simbolizada por una niña, la hija que le quieren arreba­tar a Colombia como otrora lo hicieran con la pequeña Panamá.

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ET RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

COLOMBIANA, 1903-1930

EN EL PAÍS DE L1LIPUT

Imagen 13. Fantoches, noviembre 17 de 1928

La figura de la "pequeña hija" alude a la relación que tiene una porción del territorio con su madre, es decir con Colombia. Le pertenece, es hija de Colombia y por su corta edad no tiene madurez ni soberanía, pero es muy ingenua e inde­fensa, por lo que debe estar al lado de su progenitora que la cuida y gobierna. Por las características femeninas que se le asignan al país, Colombia como represen­tación simbólica no puede defender activamente a sus hijas, pero el gobierno y el pueblo, depositarios del poder y la fuerza, no cumplen con su deber. Por esto el cuadro se completa con una madre que llora amargamente la pérdida de la pe­queña Panamá y teme que ocurra lo mismo con otras hijas suyas como "Catatumbo", "Arauca" o "Cauca".

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Luz ANGELA NÚNEZ

Imagen 14. Semana Cómica, mayo 17 de 1924

El Tío Sam, representación de los Estados Unidos, en un primer momento no fue una imagen creada por el Estado al estilo de Marianne5. En este país, los símbolos sobre los que se construyó la nacionalidad fueron la Constitución, la bandera y la imagen de los presidentes electos (Hobsbawm y Ranger, 2002: 290); sin embargo, este personaje llegó a ser emblemático de esa nación y muchas dé­cadas después de su creación llegó a ser reconocido por el gobierno estadouni­dense.

s En los Estados Unidos, sin embargo, existe una representación femenina del país. Su nombre es Columbia, y aunque su apariencia nos recuerda a Marianne, toma su nombre del navegante italiano Cristóbal Colón. Si bien este personaje no tiene el mismo reconocimiento internacional que el Tío Sam, el gobierno norteamericano la presenta como uno de los símbolos nacionales al igual que a la Estatua de la Libertad, (http/usinfo.state. gov/español/simbol)

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EL RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

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El apodo de Tío Sam surgió durante la guerra de 1812 entre Inglaterra y Estados Unidos y alcanzó popularidad rápidamente entre las personas de la re­gión de Nueva York y Vermont que se oponían a la guerra. El inspirador de este nombre fue Samuel Wilson, quien aprovisionaba de carne al ejército de los Esta­dos Unidos durante la contienda bélica. Los barriles de carne iban marcados con las iniciales U.S. -United States-, pero en el muelle y entre los soldados se empe­zó a extender el comentario, jocoso y peyorativo, a la vez, que esas provisiones eran enviadas por el Tío Sam -Únele Sam-.

El traje típico de este personaje, inspirado en la bandera estadounidense, se remonta a las caricaturas de las décadas de 1830 y 1840, pero sólo después de la Guerra Civil -1861-1865- su fisonomía adquirió los rasgos con que se conocería después en el mundo entero. Durante el siglo XIX, las caracterizaciones del fa­moso payaso Dan Rice contribuyeron en gran medida a la popularización del Tío Sam6.

Entre 1830 y 1860 existió otro personaje de caricatura que representaba a los Estados Unidos, el Hermano Jonathan -Brother Jonathan-, pero poco a poco fue quedando en el olvido y se consolidó definitivamente el Tío Sam, quien para 1898 ya era ampliamente conocido y utilizado por caricaturistas de toda América y de algunos países europeos. En las fuentes a las que hemos podido tener acceso no queda muy claro cómo se llevó acabo este proceso de difusión y apropiación de la figura del Tío Sam, pero parece ser que en ello jugaron un papel muy impor­tante España y Cuba.

En España, a causa de la rivalidad imperial con los Estados Unidos, este país fue ampliamente caricaturizado en las publicaciones de la época. Si bien España no estaba a la vanguardia de la caricatura europea, lugar ocupado por Inglaterra e Italia, muchos adelantos técnicos llegaron a este lado del Atlántico por españoles que inmigraban por voluntad propia o porque eran contratados por imprentas que funcionaban en los diferentes países; además, fue gracias a las publicaciones españolas que la caricatura se popularizó en América Latina. Algu­nas revistas de la Península fueron tomadas como modelo en el nuevo continen­te, como fue el caso de Madrid Cómico, de donde eventualmente se tomaban caricaturas7 y sirvió de inspiración a Bogotá Cómico y a una publicación cubana titulada La Política Cómica {Gráfica Política del 98, 1998: 30).

5 Aunque existe consenso sobre el origen del Tío Sam, persisten algunas diferencias entre las versiones. Véase: www.terra.es/personal/flromera/quien.htm y http/ usinfo.state. gov/español/simbol 7 Por ejemplo, de Madrid Cómico fue tomada la caricatura "Cosas que se pueden hacer con un huevo", publicada en El Duende (1898).

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Imagen 15. La Política Cómica, Cuba (1906)

En Cuba, por ese entonces todavía colonia española, la caricatura tuvo un importante desarrollo y registró la decadencia del imperio español y las oscuras intenciones de los Estados Unidos desde la década de 1870. Sin embargo, la críti­ca al imperio español no podía ser muy amplia en la isla de Cuba debido a la censura de prensa; por eso, fue en las publicaciones de los cubanos exiliados, sobre todo en la ciudad de Nueva York, donde se desarrolló la lucha independentista y se registró agudamente la intervención de los Estados Unidos en la guerra {Gráfica Política del 98,1998: 22). Tal fue la profusión e importancia de estas caricaturas que en el año de 1898 se publicó en Chicago un álbum titula­do Cartoons ofthe war of 1898 with Spain from Leading Foreign and American Papers, donde se compilan caricaturas de la guerra con España provenientes de diferentes ciudades de Estados Unidos {Gráfica Política del 98, 1998: 28).

No podemos asegurar que éstos hayan sido los únicos caminos que siguió el Tío Sam para darse a conocer en el continente, pero lo que sí es cierto es que como estaban muy asociados con el episodio que marcó su ascenso como país imperialista, casi todos los países respondieron al unísono para representar gráfi­camente la independencia de Cuba y la intervención estadounidense en este pe-

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ríodo8. Pese a que la comunicación y el intercambio cultural entre los países de América Latina no eran muy fluidos por ese entonces, aquellos coincidían en representar a los Estados Unidos con la figura del Tío Sam que le arrebata las islas al viejo imperio español.

A partir de este momento, el Tío Sam amplía su referente simbólico para significar, por lo menos en América Latina, el imperialismo estadounidense. Las caricaturas lo muestran como un personaje siniestro, maquiavélico, que tiene siempre funestas intenciones en los escenarios donde aparece. Algunas veces trae consigo una bolsa de dinero, con el cual compra y soborna a los gobernantes de la nación; por eso los caricaturistas dicen que no tiene conciencia ni honor. En otras oportunidades, la bolsa le sirve para meter allí su botín y lo hacer ver como un vulgar ladrón. Es un personaje soberbio que gusta de la adulación y se complace humillando a los países de América Latina. No siempre aparece en primer plano, algunas veces es una sombra o el titiritero que maneja a su antojo a la clase polí­tica de acuerdo con sus conveniencias.

Un bocado peligroso

El yanqui siempre ha Intentado con voracidad creciente engullirse este bocado; mas siempre le ha resultado

muy callente.

EL A C A P A R A D O R M U N D I A L

üí, THQEBH inüDEnRiaDE > Odrina Mon.oe ayer MM hoy el Tio San, nos llega Y tal

Imagen 16. Fantoches, mayo 10 de 1924 Imagen 17. Fantoches, enero 28 de 1928

8 Sabemos que sobre este episodio se dibujaron caricaturas, por lo menos, en Esta­dos Unidos, Cuba, México, Venezuela, Argentina y Colombia.

433

i LUZ ÁNGELA NUNEZ

Haciendo uso de un recurso simbólico de carácter jerárquico, su estatura generalmente es desproporcionada respecto a las representaciones de los demás países, y aunque tiene una vestimenta típica: sombrero de copa, sacoleva y panta­lón de rayas, su fisonomía es tan característica que puede cambiar fácilmente de vestido sin perder sus rasgos esenciales. Alto, delgado, cabello rubio, nariz aguile­ña y barba de chivo, puede vestirse de cazador o hasta de sacerdote sin dejar de ser el Tío Sam {Fantoches, 1927: enero 8; Fantoches, 1928: noviembre 17) que acecha, maquina, roba, ultraja, y un largo etcétera.

Cuba sería el inicio de las tropelías del Tío Sam por toda América, luego seguirían Panamá -1903-, República Dominicana -1916-1924—, Haití -1915-1934-, Nicaragua -1912-1925, 1926-1934-, México -1914 y 1916-, Cuba -1898-1902, 1906, 1912-y Puerto Rico que desde 1898 sufre un proceso de colonización que aún no termina. Los caricaturistas dan cuenta de estos episodios bien como de­nuncia o bien como una forma de alertar al pueblo colombiano sobre los peli­gros a los que está expuesta la nación por la amenaza constante del Tío Sam.

Al igual que en el caso de Cuba, las intervenciones estadounidense en te­rritorio mexicano dieron lugar a gran variedad de caricaturas que fueron publi­cadas a la par de los acontecimientos en periódicos y revista de ese país, como una de las muchas formas utilizadas por los mexicanos para expresar su rechazo a las acciones imperialistas. En otros lugares la censura constituyó una puerta infranqueable, por lo que no podemos asegurar o negar con certeza sobre la pu­blicación de este tipo de caricaturas en otros países.

P a K a En Nicaragua al llegar toda elección, el sin par ejército americano le VÜ sellando la mano al que acaba de votar.

A L L « v a M a s Y aqui, muy próximamente, si Dios n.) remedia el caso, vendrá también esa gente a hacer gobierno aparente v a hacernos marcar el paso.

Y al que a elecciones concurra y al amo no favorezca, un herrete se susurra le pondrán, como a una burra, donde mejor les parezca.

Imagen 18. Fantoches^ mayo 18 de 1929

434

El RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

COLOMBIANA, 1 9 0 3 - 1 9 3 0 ,

Imagen 19. La Época, septiembre 16 de 1912

Imagen 20. Fantoches, enero 8 de 1927

En este contexto histórico, la caricatura política amplía su función de de­nuncia, burla, oposición, de sacar lo oculto a la luz pública, etc., y empieza a ser propositiva en el sentido de decirle a la opinión pública que para librarse de las garras del imperialismo es necesario impulsar la unión de todos los países de América Latina contra el coloso del norte.

Aunque la pérdida de Panamá sigue gravitando en el imaginario nacional, ya existe una plena conciencia que éste no fue un episodio aislado sino parte de la estrategia del Tío Sam para lograr apoderarse del continente entero. En este sen­tido, es muy reveladora una caricatura aparecida en el periódico La Época, donde el Tío Sam adopta la fisonomía de América, desde Alaska hasta la Patagonia y fuma un habano que representa a la isla de Cuba; como para que no quede duda, la leyenda que acompaña la caricatura dice: "De esta manera es como el viejo Sam aspira a redondear su silueta" {La Época, 1912: septiembre 16).

América Latina, también representada a menudo como una mujer con tú­nica y gorro frigio, personificación suprema de todas las diosas cívicas que encar-

435

Luz ANGELA NUÑEZ

nan a países de la región, ha sido raptada por el Tío Sam9, o desde su lecho de enferma observa como le son robadas joyas y pertenencias: Costa Rica, Santo Domingo, Nicaragua, México y Cuba.

Imagen 21. El Domingo, octubre 12 de 1913

América Latina, sin embargo, no siempre es presentada como una mujer indefensa o enferma; por el contrario, en algunas ocasiones pareciera que logra acummar la tuerza dispersa en cada una ue ias naciones para convertirse en ia encarnación de la fuerza y la dignidad latinoamericana. Esta personificación al­canza la estatura del Tío Sam, siempre más alto que los países, y por lo tanto puede oponerse a que sea agredido alguno de sus miembros. Esta diosa cívica debe mantener los valores de libertad, igualdad y soberanía, que no puede man­tener en su encarnación de república por ser demasiado pequeña y débil.

' El Domingo, octubre 12 de 1913. Esta caricatura titulada «El crimen de 3 de no­viembre» muestra que Estados Unidos toma a América Latina por el brazo -que representa a Panamá- y con este gesto la somete completamente.

436

EL RAPTO DE PANAMÁ EN LA CARICATURA POLÍTICA

COLOMBIANA, 1903-1930

Imagen 22. Bogotá Cómico, diciembre 13 de 1919

H O R A DE TINIEBLAS Un crimen má*' T u vieja y corrompida Blanca nuestra bandera, hoy la empurpun

conciencia supo ono eran inocentes! el escaríala da esta sangre hermana. Y loa maia.te! Decisión suicida, Sacoo , Vaníe l l i , de U masa oscura porque esas v.das cosiarán tu vida pasaron, por tu infamia J M I I ~ " y las de otros que han sido omnipotente! • los santos Cristos del mañana!

Imagen 23. Fantoches, agosto 27 de 1927

437

Luz ANGELA NIÑEZ

El pueblo que, como vimos anteriormente, a nivel local es mostrado dor­mido o como una figura harapienta que observa los acontecimientos sin interve­nir, a nivel internacional es visto en forma positiva. Los pobres del mundo arrin­conan al Tío Sam para hacerle pagar la ejecución de los anarquistas Sacco y Vanzetti. Apartándose de la generalidad, el personaje estadounidense es dibujado mucho más pequeño que el pueblo y su rostro refleja miedo ante el avance del otrora dominado. También se exalta, y se pide imitar por todos los pueblos de América Latina, la actuación del General Sandino y el pueblo nicaragüense en su lucha activa contra el imperialismo10.

El mensaje dado a través de la caricatura es claro: o América Latina se une contra los Estados Unidos, o se debe a resignar a la esclavitud y la humillación bajo el dominio imperial de esa nación.

En N cafagua, S ¡r

Dromma q i - h'(á !

udo ha imaginado • SL¡ bandera,

ubre denodado j c l n a un fo d i do

Para pedemos librar neivenciones y afanes

sie escud lo sin par eb éramt s adortar

IP M 'X 'co R Magallanes.

Imagen 24. Fantoches, enero 14 de 1928

" La lucha desarrollada por Augusto C. Sandino en defensa de la soberanía nicara­güense despertó simpatía y solidaridad en el pueblo colombiano, como lo señala Renán Vega (2002:214-221).

43»

El RAPTO DE PANAMÁ TN I A CARICATURA POI ETICA

COLOMBIANA, 1903-1930

BlLBIOGRAFÍA

Mefistófeles, Bogotá, 1897-1899, 1903-1904. El Duende, Bogotá, 1898. El Mago, 1897-1898. El Mosquetero, Bogotá, 1903 Zig-Zag, Bogotá, 1909-1910 El Moscardón, Bogotá, 1909. Don Quijote, Bogotá, 1909. La Época, Bogotá, 1912. El Domingo, Bogotá, 1912-1916. Bogotá Cómico, Bogotá, 1917-1919. La Semana Cómica, Bogotá, 1920-1925. Fantoches, Bogotá, 1926-1932. Gráfica Política del 98, Cuba Aguilera, Mario y Renán Vega. 1998. Ideal democrático y revuelta popular. Bogotá:

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439

Luz ANHELA NÚÑEZ

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440

Panamá en la memoria colectiva del pueblo colombiano en el siglo XX1

Mary Luz Herrera

INTRODUCCIÓN

La memoria colectiva incorpora el conjunto de conocimientos, imágenes menta­les, sensaciones e incluso sentimientos que hacen parte de un saber o experiencia común en un grupo humano. Es preciso señalar que esta categorización no im­plica la uniformidad de todos estos elementos; por el contrario, presenta diferen­tes tintes o matices que construyen una imagen de la realidad. Es una construc­ción histórica, el resultado de un proceso erigido a través del tiempo, que se per­fecciona y cambia continuamente. La memoria colectiva permite tener una base que sostiene la realidad actual, en la medida que guarda y explica nuestros oríge­nes y pasado. Por tanto, es susceptible que su cimiento este influido por el interés de hacer sobresalir algunos hechos de ese pasado y ocultar otros para no perder coherencia ni contradecir la realidad actual.

Este escrito tiene el objetivo de señalar cuáles son los principales conoci­mientos e ideas que conforman la memoria colectiva de los colombianos acerca de Panamá. La idea inicial es que la información con la cual las personas se forman un concepto acerca de Panamá y la posterior separación con Colombia, proviene en gran parte por la formación escolar que recibieron. A partir de un sondeo realizado

1 A mis padres, hermanos, compañeros de estudio: Patricia, Camilo, Isabel, Johana y Juan Manuel, seres con los que siempre cuento. A los profesores Jaime Bonilla, Vera Weiler, Mauricio Archila, Bernardo Tovar y Luis Carlos Trujillo. A los organi­zadores de este evento, por promover la investigación de temas tan pertinentes para la Historia, especialmente el profesor Heraclio Bonilla. A las personas que amable­mente colaboraron con el diligenciamiento de las encuestas, parte fundamental del estudio. Y a ti Yeins, por creer en mí.

441

MAPA LUZ HERRI RA

a 50 personas residentes en Bogotá2, se pudo encontrar que una fuente de esta formación es la educación básica. El otro canal importante lo constituyen los me­dios de comunicación; sin embargo, han sido excluidos del presente estudio debido a que no dedican mayor interés a la difusión de conocimientos acerca de Panamá, además que el acceso a este tipo de fuentes es muy complicado.

A partir de este supuesto, la fuente principal de consulta la constituyen los textos escolares de educación básica primaria y secundaria editados entre 1910 y 1989. La causa por la cual se determina un espacio de tiempo tan extenso es debi­do a que durante el proceso de selección de fuentes se logró establecer que en lapsos cortos la variación de los contenidos de los textos es mínima; incluso en la totalidad de libros consultados la parte referente a la historia colonial y las prime­ras cuatro quintas partes del siglo XIX, no presenta mayor divergencia. El punto donde se presentan versiones diferentes del hecho histórico y en el que hay mayor atención por parte de los autores, es el relacionado con la construcción del canal y la posterior separación de Colombia. Esto permite entonces vislumbrar una tendencia de la imagen de los colombianos acerca de Panamá, que está centrada en el canal y en la separación. Lo anterior será demostrado por medio de la utili­zación de la metodología de encuestas a colombianos de diferentes regiones del país residentes en Bogotá.

PANAMÁ EN LOS TEXTOS ESCOLARES PARA EDUCACIÓN BÁSICA PRIMARIA Y SECUNDARIA

ENTRE LAS DÉCADAS DE 1 9 1 0 Y 1 9 8 0

"No nos engañemos: la imagen que tenemos de otros pueblos, y hasta de nosotros mismos, está asociada a la historia tal como se nos contó cuando éramos niños. Ella deja su huella entre nosotros para toda la existencia". Marc Ferro. Cómo se cuenta la historia a los niños en el inundo entero.

El contenido que se puede encontrar en los textos escolares para la enseñanza se­cundaria y primaria se refiere a hechos coyunturales en los cuales se realiza tan sólo mención de Panamá. El texto de Jesús María Henao y Gerardo Arrubla tiene varias ediciones a lo largo de casi ocho décadas, en las cuales amplía la extensión de los contenidos; sin embargo, acerca de Panamá no realiza mayor modificación.

Los textos tienen características comunes en los contenidos: la primera está relacionada al reducido espacio que se le dedicó al estudio de Panamá en cada uno de ellos; en la Tabla 1 se puede ver que el porcentaje más alto de super-

: Realizada entre el 10 de mayo y el 4 de junio en la ciudad de Bogotá. El objetivo era establecer cuál representaba la fuente más apropiada para desarrollar el estu­dio. Las opciones: textos escolares, televisión, prensa, radio, Internet.

442

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO X X

ficie sobre la totalidad del texto corresponde al 3,60%. Es posible afirmar que los textos escolares no tienen entonces en cuenta a Panamá como parte de la explica­ción de la realidad de Colombia durante el siglo XIX, de lo que se puede inferir que una de las causas es el marcado centralismo de la producción académica en la narración de eventos políticos y militares.

El primer hecho referenciado es el relacionado con el proceso de conquista española -véase Tabla 2-, específicamente con la fundación de la ciudad, donde se halla explícita la importancia que se le da como centro administrativo a la ciudad y el papel definitivo de Vasco Núñez de Gamboa (Henao y Arrubla, 1916: 50).

En cuanto al desarrollo del Panamá colonial, se encuentra un vacío en los textos estudiados y sólo en 1821 se vuelve a hacer referencia del país cuando se trata el tema de la adhesión a la Gran Colombia. Sin embargo, este acontecimien­to es el único que se registra para la década de 1820 y, de hecho, losé María Henao reseña que al mes de la clausura de Cucuta, el Istmo de Panamá proclamó su independencia de España y su incorporación a Colombia. El movimiento fue pacífico y se dispuso de la fundación de las provincias de Panamá y Veraguas; Fábrega quedó investido del mando del Istmo: "Para prevenir una contrarrevolu­ción, Fábrega pidió auxilios de tropa a Montilla, quien los remitió. Así quedo asegurada la independencia del Istmo, cuyas provincias fueron erigidas en depar­tamento por el gobierno de Colombia" (Henao y Arrubla, 1916: 50). Luego, en la edición de 1958, se reduce la superficie del texto y se limita a exponer: "Bien pronto quedó integrado el territorio de la República. El istmo de Panamá, libre de españoles, se unió a Colombia..." (Henao y Arrubla, 1916: 142).

Por otro lado, el texto de los Hermanos Maristas retoma este hecho con la misma extensión: "y en noviembre Panamá proclamó su independencia y se unió a Colombia" (Hermanos Maristas, 1940: 163). Adicionalmente, Luis A. Barrios en su texto realiza una corta mención del hecho: "Así en 1821 la República de Colombia quedaba integrada por el antiguo Virreinato de Nueva Granada, Capi­tanía General de Venezuela, la Provincia de Quito y Panamá, que después de de­clarar la independencia de España, había manifestado sus deseos de pertenecer a la Gran Colombia" (Barrios, 1975: 52). Así las cosas, en el texto para enseñanza primaria Ciencias Sociales 5 se incluye a Panamá como integrante de la Gran Co­lombia, sin diferenciarla de la Nueva Granada, ni en el texto ni en el mapa expli­cativo, como sí ocurre con Venezuela y Quito -véase Imagen 1-.

En resumen, se puede afirmar que los textos escolares se limitan a señalar, primordialmente, la independencia de Panamá de España y su consiguiente anexión a la Gran Colombia. No obstante, contrastando con la campaña de inde­pendencia de Venezuela, se presta una mayor atención a esta última, a los amplios relatos del suceso donde se ennoblece la actuación de los proceres, especialmente de Simón Bolívar (Henao y Arrubla, 1916: 450).

La tercera referencia que se hace a Panamá es hecha en el texto de Luis Barrios, acerca de la construcción del ferrocarril, donde se involucra el sentido de

443

MARY LUZ HERRERA

pertenencia al país por primera vez en un texto: "El primer ferrocarril que se cons­truyó en nuestro país fue el Ferrocarril de Panamá, el cual se debió a una necesi­dad de tránsito entre los puertos panameños" (Barrios, 1975: 87). La extensión del escrito es de casi una página y se incluye una gráfica que lo complementa -véase Imagen 2-. Este texto se interesa en señalar los hechos que representan avance o "progreso" para Colombia: "En el año de 1855 se inauguró el servicio del Ferrocarril de Panamá, con lo cual el gobierno de Colombia obtuvo notables utilidades económicas" (Barrios, 1975: 87).

En algunos textos es reiterativa la relación de hechos que denotan progre­so técnico, político y económico. A causa de esto, se recurre a Panamá para mos­trar el avance de Colombia durante el siglo XIX, con la anexión de territorios, la construcción del ferrocarril y los inicios de las obras del canal. Otro elemento que es predominante en los textos es la exaltación de la élite dirigente, la narra­ción de sus logros militares y políticos. Se señala que, durante la Confederación Granadina, el Estado de Panamá adquiere autonomía administrativa: "se confe­deran a perpetuidad, forman una nación soberana, libre e independiente bajo la denominación de Confederación Granadina" (Henao y Arrubla, 1916: 493).

Uno de los puntos que más se enfatiza, es el relacionado con la administra­ción de los diferentes gobernantes, principalmente sus logros políticos y econó­micos: "1. Durante la administración Mallarino se había dado un golpe mortal al sistema centralista, con la creación de los estados de Antioquia y Panamá"3. La importancia de esta mención es señalar el cambio político que produjo el presi­dente, y Panamá es sólo un referente (Hermanos Maristas, 1940: 205). En ia cons­titución de los Estados Unidos de Colombia, "las principales modificaciones in­troducidas fueron: 1. Los siguientes Estados formarían los Estados Unidos de Colombia: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Pana­má, Santander y Tolima..." (Barrios, 1975: 93). Estas características se presentan no sólo con respecto al departamento o Estado de Panamá, pues en general las demás regiones del país tienen participación nominal en el transcurso de los he­chos. Así, el enfoque de los textos escolares durante el siglo XX, por lo menos hasta la década de los años ochenta, se centra, principalmente, en presentar la narración de los principales hechos políticos del centro administrativo del país.

Durante la última mitad del siglo XIX, el tema de estudio se limita a las negociaciones para la construcción del canal y al posterior proceso de separa­ción. Luis Barrios plantea que la causa principal de la separación es la no aproba­ción del Tratado Herrán-Hay;"... en el cual se establecían los términos del conve­nio, bastante favorables a las dos partes. Desgraciadamente, las circunstancias políticas que el país vivía en esa época, hicieron que el mencionado tratado no fuera aprobado por el Congreso de Colombia, lo cual provocó la indignación de

Historia de Colombia: 142)

444

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO X X

Estados Unidos"4. Se podría decir, entonces, que Barrios asigna la responsabili­dad de la pérdida, en gran parte, a la actuación del Congreso. Igualmente, el autor otorga un papel activo y decisivo a la población del departamento de Panamá y a la guarnición de Colombia, las cuales se levantan contra el gobierno central, con el estímulo de Estados Unidos. Por lo tanto, en este proceso la motivación princi­pal viene de la población panameña y, en conjunción con los intereses norteame­ricanos, la responsabilidad se le adjudica a las élites dirigentes que se niegan a firmar un tratado bastante favorable para Colombia.

Como contraste, el texto de Arrubla y Henao explica el suceso de forma muy distinta:

Separación de Colombia y Panamá. En el gobierno de Marroquín ocurre un hecho nunca bien deplorado; el 3 de noviembre estalla una revolución en Panamá, por parte de un cuerpo de la guardia; la revolución no tenía a su favor la opinión del departamento, otras fuerzas que llegaron se rindieron por el vapor de guerra Nashville que impidió restablecer el orden. Diez días después el gobierno estado­unidense reconoce la soberanía de Panamá, y a fin de año declara que no permiti­rá la ocupación del territorio panameño por las tropas colombianas. Se presenta queja a secretario de Estado de la Unión Americana: Panamá se ha independizado, ha organizado su gobierno, ha conseguido que algunas potencias la reconozcan, antes del tiempo acostumbrado, su soberanía ha usurpado derechos que no le corresponden en ningún caso, porque el gobierno de los Estados Unidos lo ha querido; invocando y poniendo en práctica el derecho del más fuerte, nos ha qui­tado por conquista incruenta, pero siempre por conquista, la parte más impor­tante del territorio nacional (Henao, Arrubla, 1916: 523).

En este orden de ideas, es precisamente en el suceso de la separación de los dos países en el cual se presentan posiciones divergentes. En primer lugar, en términos de la responsabilidad o culpabilidad por la separación o pérdida de Panamá, una de las posiciones predominantes5 es que la total responsabilidad del suceso es ocasionada por la intervención de Estados Unidos, en la figura de Teodoro Roosevelt, con consecuencias negativas para Panamá: "En vista del re­chazo a esta propuesta, los Estados Unidos invitaron a algunas personas de Pana­má a que declararan su independencia de Colombia, ofreciendo respaldarlos

4 Historia de Colombia: 114. 5 En la Tabla 2 se puede ver que es la tendencia marcada, ya que en todos los textos el proceso de separación cuenta con la actuación no sólo de Colombia y Panamá; Esta­dos Unidos aparece como parte fundamental en el desarrollo de los hechos, en algu­nos textos como colaborador de Panamá para su independencia, en otros como res­ponsable de la pérdida del departamento, con el cual después elaborarían un tratado totalmente negativo para los intereses panameños.

4451

MAR\ L L / HERRERA

militarmente. A cambio de esta ayuda militar, los panameños debían ceder la zona del canal a los Estados Unidos" (Gómez de Baruffol, 1989: 59). En efecto, en el texto Ciencias Sociales 5 se dedica un capítulo a este tema ya que se reseña la importancia de Panamá para el transporte y el comercio. También, el inicio de la construcción por parte de Lesseps, y su posterior fracaso, como consecuencia las negociaciones con Estados Unidos, y la posterior separación de Colombia, debi­do a que se niega la propuesta de venta de la franja de tierra por la que pasaría el canal6: "Esta propuesta no fue aceptada por el Congreso de la República ya que en ella no se respetaba la soberanía nacional" (Gómez, 1989: 59). Para Henao y Arrubla es incluso un problema que involucra la pérdida moral del país:

Grande enseñanza encierra esta página de ayer. Quisiéramos volverla, por el dolor que nos causa; estremece y comunica el hielo, el paso que domina nuestro ser, como cuando con paso inseguro se contempla desde la orilla la negrura del abis­mo; pero no, la Historia es maestra soberana y los pueblos tienen vida muy larga. El crimen de Panamá ha aumentado el número de crímenes de los siglos, y se alza allá entre las aguas del Mar de Balboa" (Henao y Arrubla, 1916: 524).

En este sentido es importante cuestionarse por las consecuencias que este proceso ha generado en la población colombiana, porque no representa entonces sólo una pérdida política y económica, sino incluso de orden moral y sentimental.

¿QUÉ QUEDÓ EN LA MEMORIA COLECTIVA?

En este contexto, la pregunta más indicada podría ser: ¿quedó algo? La sensación de pérdida generada provocó una negación de los hechos que se ve reflejada en los textos escolares. Por una parte, éstos no dedican mayor consideración al tema de Panamá, además de que las referencias son limitadas e ignoran aspectos dife­rentes a la construcción del canal y el proceso de separación. Así, está presente la sensación de arrebato de algo que era propio desde siempre, por parte de un país déspota.

En resumen, mi planteamiento es que esto es lo que quedó, precisamente, en la memoria de los colombianos. Para sustentarlo me apoyé en un tipo de inda­gación directa a la población, por medio de la utilización del método de ia en­cuesta. Para tal fin seleccioné una muestra, estratificada por nivel de educación, de 96 casos. Uno de los objetivos de la encuesta era establecer qué conocimientos tenían las personas acerca de Panamá, es decir, que vestigios guardaban en su memoria. Adicionalmente, me interesó establecer cuál era la imagen que se man-

'' Es fundamental tener en cuenta que formalmente Estados Unidos no cuestiona la negativa a "vender" la zona del canal; lo que reclama es el no mantener el tratado firmado por Herrán.

446

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO X X

tenía en la actualidad, es decir, qué tipo de sensaciones, de sentimientos y de opiniones se conservan sobre el Istmo. En resumen, todas las preguntas fueron orientadas a establecer la respuesta a estos dos fines. Ahora, si bien la muestra es tomada en la ciudad de Bogotá, se procuró que los encuestados fueran prove­nientes de las diferentes regiones del país para no perder representatividad y se incluyó un 3% de universitarios y profesionales de Ciencias Humanas para no deformar los resultados de la encuesta.

Los resultados señalan que un considerable porcentaje considera no tener suficiente información acerca de Panamá, alrededor del 40% de los encuestados, y el 47% afirma no tener ningún conocimiento en cuanto a diferentes aspectos, como geográficos, políticos, culturales. Tan sólo un 11% cree que tiene suficien­tes conocimientos de Panamá, y un 1% afirma saber bastante del país.

Sin embargo, en confrontación con las respuestas de control, hechas en los numerales 8 al 14, los porcentajes tienden a cambiar. Como una muestra de ello, un 11% del consolidado total afirma tener suficientes conocimientos, pero con­frontados con las respuestas de control el porcentaje tan sólo llega al 2,5%. Por ejemplo, se señala que Panamá nunca ha pertenecido al territorio colombiano y que su fecha de independencia es 1858. Un 4% desconocía que Panamá era de­partamento de Colombia. Si bien 18 personas afirmaron tener conocimientos suficientes o extensos acerca de la cultura y costumbres de Panamá, sólo un 2% respondió señalando que en Panamá la música característica es la champeta, y un 1,02% señaló que era un país con tradición caribe, siendo el principal ritmo musical la cumbia. También se incluyó que el Istmo mantenía una alta diversidad étnica y reservas indígenas. Un 48% ubica como principal referente al canal, un 20% dice que es un país estable económicamente, por los puertos y el comercio, y otro 10% afirma que hay mucha pobreza. Finalmente, un 37% dice no saber nada.

En cuanto a la relación con el territorio de Colombia se indica, con un 30%, que Panamá hizo parte de un mismo país con Colombia hasta que Estados Unidos intervino y los separó. En un 25% se señala que Estados Unidos arrebató o robó a Panamá. En cuanto a los resultados de dicha separación, un 20% destaca que fue negativa debido a que Panamá era el territorio más valioso del país. La persistencia de la presencia de Estados Unidos en la relación Colombia-Panamá es fuerte ya que, de los que respondieron esta pregunta, el 60% menciona al pri­mero como responsable o interventor del proceso. Sin embargo, además de la presencia del país del norte, el 15% de la encuesta muestra que el ser países limí­trofes nos relaciona, al igual que las tradiciones y la cultura. Como resultado, en una de las encuestas se señala que "Panamá tiene una moneda diferente, pero la cultura y las costumbres son las mismas, la gente es la misma"'.

Encuesta No. 62.

447

MARY LUZ HERRERA

En cuanto a las motivaciones de la separación, un 4% de las personas seña­la que la causa fue la guerra de los Mil Días y un 10% que fue el olvido y desaten­ción al departamento. Un 67% ve a Estados Unidos como artífice de la separa­ción: "a Panamá se lo robaron los gringos"8. Sólo un 2% señala que fue por ini­ciativa propia de los panameños que se llevó a cabo el proceso de separación, mientras que otra de las causas reseñadas, con una opinión del 20%, es que Co­lombia vendió Panamá a Estados Unidos. Finalmente, un 4% señala no saber que Panamá era departamento de Colombia.

En resumen, se podría decir que la imagen de Panamá, en la mente de los colombianos, está llena de imaginarios. Ahora bien, en cuanto a la información general del vecino país es claro que sólo se tiene conocimiento parcial de algunos de sus aspectos; se señalan principalmente sus características geográficas, la pre­sencia del canal, el manejo del dólar como moneda oficial, la prosperidad econó­mica. Pero en otros aspectos, como la cultura, las tradiciones, la música, las ca­racterísticas sociales, se tienen ideas especulativas, es decir se imaginan o supo­nen que son similares a nosotros.

En cuanto a las sensaciones o sentimientos que genera la palabra Panamá, es algo más complicado de determinar. Sin embargo, se puede ver que algunos de los encuestados lo señalan como un territorio que se perdió, y especialmente hay un dibujo en una de las encuestas -véase Imagen 3-, en que hay un árbol que simboliza a Colombia, del cual brota sangre, y en el piso muestra una rama que simboliza a Panamá. Las hojas del árbol son el signo pesos, es decir, el progreso económico que se perdió. En otro de los dibujos aparece ei canal y al lado la figura del Tío Sam señalándole el rumbo. El canal es la representación más recu­rrente con la cual identifican a Panamá. Un 30% no tenía idea de qué dibujar.

Teniendo en cuenta estos resultados, se puede afirmar que la memoria colec­tiva acerca de Panamá tiene una reducida base de información; en la parte de la encuesta acerca de preguntas puntuales tales como fecha de independencia, o in­formación de actualidad, los resultados son absolutos; sólo el 10% señaló que había sido a comienzos del siglo XX y de ellos el 3% señalo el año, otros ubicaron el acontecimiento en 1950, en el siglo XVI. Uno de los encuestados afirma que el último acontecimiento del que tuvo noticia fue acerca del nombramiento de Viole­ta Chamorro en el poder -esto indica también un alto grado de desinformación-.

Como cierre, en las encuestas tan sólo un 3% afirma que Colombia tiene lazos de hermandad con Panamá. Se puede afirmar entonces que a Panamá se le ve como un cuerpo alejado a Colombia, acerca del cual se tiene una serie de ima­ginarios y supuestos; su mención ocasiona en las personas indiferencia o desáni­mo por su pérdida. Se hace necesario entonces profundizar el estudio acerca de este tema para establecer si ésta es la tendencia general de todo el país. Sin embar­go, este trabajo es un punto de inicio para la indagación de la problemática.

! Encuesta No. 5.

448

PANAMÁ TN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO XX

ANEXOS

Tabla 1 Cantidad de páginas dedicadas al estudio de Panamá en los textos escolares

Texto

Henao, lesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. 2a edición. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Hermanos Maristas. 1940. Historia de Colombia. Bogotá: Editorial Lumen Christi.

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1958. Compendio de la historia de Colombia. Bogotá: Editorial Voluntad.

Barrios, Luis A. 1975. Historia de Colombia. 8a edición. Bogotá; Editorial Cultural.

Gómez de Baruffol, Fanny. 1989. Ciencias Sociales 5. Bogotá: Editorial Santillana.

Historia de Colombia. Barcelona: Cromotipia de El Amigo, s. f.

% Sobre la superficie total

1,90%

0,69%

0,33%

2,77%

3,60%

0,05%

No. de páginas

544

288

226

167

111

147

449

MARY LUZ HERRERA

Tabla 2 Temas referentes a Panamá tratados en textos de enseñanza primaria y secundaria

Fundación de Panamá

Texto

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. 2a

edición. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Contenido general

"Pedrarias: Suplicio de Balboa Panamá". Pedrarias se traslada a la costa del Mar del Sur y allí fundó a Panamá, nuevo centro de su gobierno a donde se trasladó los obispos y los vecinos principales de Santa María de la Antigua.

1521 comenzó a prosperar y recibió título de ciudad.

1533 se establece Tribunal de Justicia Audiencia, "el primero que existió en nuestro país".

Extensión*

1,40%

Congreso de Cucuta, 1821

Texto

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Hermanos Maristas. 1940, Historia de Colombia. Bogotá: Editorial Lumen Christi.

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1958. Compendio de la historia de Colombia. Bogotá: Editorial Voluntad.

Barrios, Luis A. 1975. Historia de Colombia. 8a

edición. Bogotá: Editorial Cultural.

Gómez de Baruffoi, Fanny. 1989. Ciencias Sociales 5. Bogotá: Editorial Santillana,

Contenido General

Al mes de la clausura del congreso de Cucuta, el istmo de Panamá proclamó su independencia de España y su incorporación a Colombia. El movimiento fue pacífico, se dispone la fundación de las provincias de Panamá y Veraguas.

"y en noviembre Panamá proclamó su independencia y se unió a Colombia".

Bien pronto quedó integrado el territorio de la República. El Istmo de Panamá, libre de españoles, se unió a Colombia.

La República de Colombia está integrada por Panamá.

"La Gran Colombia quedó conformada por Venezuela, Ecuador y la Nueva Granada". Se omite a panamá.

Extensión*

0,06%

0,03%

0,04%

0,08%

0,00%

Nueva Granada, 1831. Separación de la Gran Colombia

Texto

Henao Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916, Historia de Colombia para ia enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Contenido general

Separación de Venezuela y Quito. Urdaneta obró de acuerdo por un decreto, restableció las garantías individuales consagradas en la constitución y la mandó a observar como pedía la junta y convocó un congreso para que estuvieran representados los diferentes departamentos incluido Panamá.

Extensión*

0,06%

" Extensión con respecto a ¡a totalidad del libro

450

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO X X

Continuación tabla 2

Nueva Granada, 1831. Separación de la Gran Colombia

Texto

Hermanos Maristas. 1940, Historia de Colombia. 5a

edición. Bogotá: Editorial Lumen Christi.

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. Compendio de ¡a Historia de Colombia. Bogotá: Editorial Voluntad, 1958

Gómez de Baruffol, Fanny. 1989. Ciencias Sociales 5. Bogotá: Editorial Santillana,

Contenido general

Todo el país que hoy es Nueva Granada, formó en esa nación cinco departamentos: El Istmo, [...] cuyas capitales fueron respectivamente Panamá ...

"En octubre de 1831 se reunió la asamblea, en Bogotá, y acordó que las provincias del centro de la Gran Colombia formaran un estado con el nombre de Nueva Granada; esas provincias componían los departamentos llamados Boyacá, Cauca, Cundinamarca, el Istmo y Magdalena"

Venezolanos y ecuatorianos insistieron en separarse y formar naciones independientes Se omite la situación de Panamá en el proceso.

Extensión*

0,03%

0,04%

0,00%

Escudo 1834

Texto Contenido general Extensión*

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Describe el Escudo Nacional: la República tuvo escudo en 1834. Escudo de armas dividido en tres: granada, monedas granos rojos, cornucopia de oro, frutos. En medio gorro de la libertad. Y en la inferior el istmo de color azul, los dos mares ondeados de plata.

0,03%

Construcción del Ferrocarril

Texto

Barrios, Luis A. 1975. Historia de Colombia. 8a

edición. Bogotá: Editorial Cultural.

Contenido general

Su importancia obedece a la necesidad de tránsito por la fiebre del oro; trae notables utilidades económicas.

Extensión*

0,40%

Administración Mallarino 1855-57

Texto

Historia de Colombia. Barcelona: Cromotipia de El Amigo, s. f.

Hermanos Maristas. 1940. Historia de Colombia. 5 a

edición. Bogotá; Editorial Lumen Christi.

Contenido general

"Durante la administración Mallarino se había dado un golpe mortal al sistema centralista, con la creación de ios estados de Antioquia y Panamá".

Creación del estado de Panamá durante el gobierno de Mallarino.

Extensión*

0,02%

0,02%

Confederación Granadina

Texto Contenido general

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá; Escuela Tipográfica Salesiana.

1858. Constitución federal; se confederan a perpetuidad, forman una nación soberana, libre e independiente bajo la denominación de Confederación Granadina.

451

MARY LUZ HERRERA

Continuación tabla 2

Confederación Granadina

Texto

Barrios, Luis A. 1975. Historia de Colombia. 8a

edición. Bogotá: Editorial Cultural.

Contenido general

Se conforman estados con constituciones propias, entre ellos Panamá.

Extensión*

0,35%

1858

Texto

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Contenido general

El presidente se abstiene de vender las reservas del ferrocarril de Panamá, es decir, los derechos futuros sobre el ferrocarril.

Extensión*

0,02%

Estados Unidos de Colombia

Texto

Barrios, Luis A. Historia de Colombia. 8a edición. Bogotá: Editorial Cultural. 1975

Henao, lesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Contenido general

Se conforman estados como unidad administrativa, entre ellos Panamá. Con soberanía plena, libertad de prensa.

Se conforman los Estados Unidos de Colombia, del cual hace parte Panamá.

Extensión*

0,30%

0,06%

Canal de Panamá

Texto

Hermanos Maristas. 1940. Historia de Colombia. 5a

edición. Bogotá: Editorial Lumen Christi.

Barrios, Luis A. Historia de Colombia. 8a Edición. Bogotá: Editorial Cultural.1975

Contenido general

Negociación canal. Senado niega tratado Hay-Herrán porque no tiene firma del presidente y ya está aprobado por el Congreso norteamericano.

1835 se firman los contratos iniciales. 1878 se aprueba convenio, en 1880 inicia construcción Lesseps, el mismo del canal del Suez. Se suspende construcción por pérdidas económicas y "sólo años más tarde, como lo veremos posteriormente, los Estados Unidos llevaron a cabo la apertura del canal".

Extensión*

0,01%

0,39%

Separación de Panamá

Texto

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Contenido general

Separación de Colombia y Panamá. En el gobierno de Marroquín ocurre un hecho nunca bien deplorado, 3 de noviembre estalla una revolución en Panamá, por parte de un cuerpo de la guardia; la revolución no tenía a su favor la opinión del departamento, otras fuerzas que llegaron se rindieron por ei vapor de guerra Nashville que impidió restablecer el orden. Diez días después cl gobierno de Estados Unidos reconoce soberanía de Panamá, y a fin de año declara que no permitirá la ocupación del territorio panameño por las tropas colombianas.

Extensión*

0,16%

452

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL. SIGLO X X

Continuación tabla 2

Texto

Historia de Colombia. Barcelona: Cromotipia de El Amigo, s. f.

Hermanos Maristas. 1940. Historia de Colombia. 5a

edición. Bogotá: Editorial Lumen Christi.

Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1958. Compendio de la historia de Colombia. Bogotá: Editorial Voluntad. .

BARRIOS, Luis A. Historia de Colombia. 8a Edición. Bogotá: Editorial Cultural.1975

Gómez de Baruffol, Fanny. Ciencias Sociales 5. Bogotá: Editorial Santillana, 1989

Contenido general

Separación. "Merced a ia traición, y seguro del apoyo de los Estados Unidos, el departamento de Panamá proclamó su separación de Colombia y se constituyó en república independiente, el 3 de noviembre de 1903".

"El 3 de noviembre de 1903 una revolución de los panameños contra el gobierno les permitió declarar su separación de ella. Los insurrectos contaban con el apoyo de los Estados Unidos, cuyas fuerzas impidieron la natural acción colombiana".

Sobrevino luego (3 de noviembre de 1903), la secesión del departamento de Panamá, el cual se proclamó como república independiente, que fue reconocida, primero por los Estados Unidos de América, y después por todos los gobiernos del mundo. Colombia reconoció años más tarde la independencia de la República de Panamá, y estableció con ella relaciones diplomáticas en 1924.

Señala ofrecimiento de Estados Unidos para construir; celebra este tratado con el gobierno colombiano, llamado Tratado Herrán- Hay, bastante favorables a las dos partes. Las circunstancias políticas que cl país vivía hicieron que el tratado no fuera aprobado; indignación de Estados Unidos. Colombia se rebela, pero Estados Unidos lo impide.

Se le dedica un capítulo a este tema. Se reseña la importancia de Panamá para el transporte y el comercio, el inicio de la construcción por parte de Lesseps, y su posterior fracaso. Negociaciones con Estados Unidos. Separación de Colombia, debido a que se niega ia propuesta de venta de ¡a franja de tierra por la que pasaría el CanaT. Esta propuesta no fue aceptada por cl Congreso de la República ya que en ella no se respetaba la soberanía nacional".

Extensión*

0,03%

0,60%

0,25%

0,65%

3,60%

Arreglo con Estados Unidos

Texto

Henao, Jesús María, Gerardo Arrubla. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana, 1916.

Barrios, Luis A. 1975. Historia de Colombia. 8a

edición. Bogotá: Editorial Cultural.

Contenido general

1914. Tratado aprobado por el Congreso. Estados Unidos Se compromete a entregar en el lapso de 6 meses la suma de 25 millones de dólares.

"... por convenios internacionales, se arreglaron diferencias existentes con los Estados Unidos por su intervención en la cuestión de Panamá. El país recibe como indemnización por perjuicios 25 millones de dólares. Presupuesto nacional crece en forma considerable".

Extensión*

0,10%

0,60%

453

MARY LUZ HERRERA

IMÁGENES

r-mvm. ^ ^ % o

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Imagen 1. Mapa de la Gran Colombia (Gómez de Baruffol, 1989: 33)

Imagen 2. Ferrocarril de Panamá Barrios, 1975: 87)

454

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO X X

Imagen 3. Dibujo de la encuesta 32

Imagen 4. Dibujo de la encuesta 15

V F k h O l Q\+vco

A2uL Imagen 5. Dibujo de la encuesta 76

455

MARY LUZ HERRERA

Imagen 6. Dibujo de la encuesta 23

Os i-OO

I __ OS Loo

Imagen 7. Dibujo de la encuesta 12

Imagen 8. Dibujo de la encuesta 81

456

PANAMÁ EN LA MEMORIA COLECTIVA DEL PUEBLO

COLOMBIANO EN EL SIGLO X X

(m-JthW^

Imagen 9. Dibujo de la encuesta 36

v~ y-

Imagen 10. Dibujo de la encuesta 49

457

MARY LUZ HERRERA

BIBLIOGRAFÍA

Aguilera, Miguel. 1951. La enseñanza de la historia en Colombia. México: Institu­to Panamericano de Geografía e Historia. Editorial Cultura.

Barrios, Luis A. 1975. Historia de Colombia. 8a edición. Bogotá: Edición Cultural. Escobar Rodríguez, Carmen. 1984. Historia en la enseñanza y la enseñanza de la

historia en Colombia sigloXIX. Bogotá: Fundación Universitaria Autóno­ma de Colombia.

Gómez de Baruffol, Fanny. 1989. Ciencias Sociales 5. Bogotá: Editorial Santillana. Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. 1958. Compendio de la historia de Colom­

bia. Bogotá: Editorial Voluntad. . 1984. Historia de Colombia, tomo II. Bogotá: Editorial Plaza & Janes. . 1916. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Obra lau­

reada con medalla de oro y diploma en el concurso nacional que se abrió para celebrar el Primer Centenario de la Independencia. 2a edición. Bo­gotá; Escuela Tipográfica Salesiana.

Hermanos Maristas. 1940. Historia de Colombia, 5a edición. Bogotá: Editorial Lumen Christi.

. Historia de Colombia: evolución de la nacionalidad. Bogotá: Editorial Norma.

Historia de Colombia. Barcelona: Cromotipia de El Amigo, s. f. Padua, Jorge. 1989. Técnicas de investigación aplicadas a las ciencias sociales. México:

Fondo de Cultura Económica.

458