Comentarios Rulfo y Quiroga

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Unos comentarios literarios.

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Anlisis del cuento No oyes ladrar a losperros5MARNo oyes ladrar los perrosEsta historia, incluida en el volumen de cuentosEl llano en llamas, presenta a un padre llevando a su hijo herido al pueblo para curarlo. La misma puede dividirse en dos secciones. La primera cuenta el viaje de padre e hijo y acaba en el momento en que el padre avista el pueblo; la segunda parte es breve, de unas pocas lneas y en ella el padre oye ladrar los perros que le anuncian la presencia del pueblo, y reprocha al hijo su falta de ayuda, mientras que el mismo no responde por estar desfallecido o muerto.El cuento se basa temticamente en la narracin del conflicto entre un padre y su hijo, tan comn en la ficcin de Rulfo. No es este, sin embargo, el nico inters del relato, ya que el mismo pone en evidencia otros temas que se repiten en la obra del escritor mexicano y que permiten considerar a No oyes ladrar los perros como un posible punto de entrada para estudiar la totalidad de la produccin escrita de Rulfo. Siendo as, es posible afirmar que los temas presentados por este cuento son, entre otros, los siguientes: las relaciones familiares, la visin subjetiva del espacio, que lleva a la alienacin y la fragmentacin del cuerpo, la inutilidad del lenguaje como medio de comunicacin, el tiempo y su ordenamiento cronolgicoRelaciones familiaresLa narracin que nos ocupa se estructura en base a la relacin entre Ignacio, el hijo, y su padre, cuyo nombre se ignora. Dicha relacin se revela a travs del dilogo que mantienen ambos cuando Ignacio, herido en el llano, es llevado a cuestas por su padre hacia el pueblo de Tonaya, durante la noche, para ser curado. El cuento de alguna manera plantea la aventura del hroe y, en este caso, los hroes son dos: el hijo, un hroe corrupto y descarriado, y el padre, un hroe salvador. Adems de este aspecto casi mtico del tema del hroe destacado por la crtica, es posible observar en las relaciones paterno-filiales y en su deterioro las transformaciones que en el medio social del campo mexicano estaba trayendo consigo el cambio de modos productivos, de uno de carcter latifundista que sostena relaciones sociales de tipo ms bien cuasi-medieval, a una explotacin capitalista y privada de la tierra. Como resultado de los cambios sociales y econmicos operados en el agro mexicano a partir de la Revolucin de 1910 y ms precisamente en las dcadas de los aos 30s a 50s del siglo pasado, la forma de vida tradicional del campesino estaba cambiando como as tambin sus relaciones familiares. Por ejemplo, en este cuento, el padre salva a su hijo, quien antes haba matado a su padrino, hecho gravsimo bajo la ptica de una relacin tradicional de compadrazgo.A medida que transcurre la historia la relacin entre padre e hijo cambia de tono emocional, cambio que se percibe a travs del uso de usted y de tu que hace variar las distancias afectivas entre ambos. El padre trata de usted a Ignacio cuando le reprocha su actitud: Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volver a sus malos pasos (Toda la obra136. Las citas se toman de esta edicin). El tu acerca emocionalmente al padre con el hijo: -Me oste, Ignacio? Te digo que no veo bien (135). La relacin entre los cuerpos de estos dos personajes refleja su relacin familiar. La misma mantiene le pesa al padre, fsicamente as como emocionalmente, y se puede decir que mantiene a lo largo del relato una direccin vertical, uniendo un all arriba, los hombros del padre donde se encuentra el hijo, con un aqu abajo en donde est anclada la voz y el punto de vista del progenitor: -T que vas allarriba, Ignacio, dime si no oyes alguna seal de algo o si ves alguna luz en alguna parte (134). Este peso, esta carga, tambin tiene su parte positiva, en tanto los hombres, a pesar de sus conflictos, se unen para ayudarse. Es as como en el segundo prrafo del cuento aparece por primera vez la voz del autor que sintetiza la relacin fsica entre ellos aunndolos como una sola figura: La sombra larga y negra de los hombres sigui movindose de arriba abajo, trepndose a las piedras, disminuyendo y creciendo segn avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante (134). La relacin paterno-filial se ve signada, asimismo, por una ausencia dolorosa, la de la madre. Como en otros cuentos de Rulfo, por ejemplo La herencia de Matilde Arcngel, hay una referencia dolorosa a la madre, quien slo aparece en el espacio de las palabras y de la memoria del padre. A pesar de no estar presente, la mujer en este relato es el motor de las acciones, ya que segn sabemos por las palabras del padre, si no fuera por ella, el hijo estara tirado all (136) donde lo encontr el padre; es ella la que le da nimos al viejo para que lo lleve a curarse: Es ella la que me da nimos, no usted (136) afirma el padre. Dice ms adelante: Todo esto que hago no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre (136).A pesar del deseo del padre de que el hijo se cure fsica y moralmente, comprende que aunque Ignacio se cure, volver a sus malos pasos (136), no habrcambiado su actitud para nada. Y quizs mejor entonces que la madre no est presente; como afirma el padre: Y t la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas (137).Visin subjetiva del espacioEn el caso de los relatos de Rulfo, los cuentos narrados en primera persona parecen ser de enfoque interno, fijo, es decir restringidos a la perspectiva de un solo personaje que trasmite sus impresiones, mientras que las historias presentadas en tercera persona tendran la ventaja de dejarnos saber qu sucede en realidad, a travs de la voz narratorial. Sin embargo, esto no es tan obvio como parece. An en una narracin en tercera persona es posible encontrar relatos de enfoque interno el cual puede tener una perspectiva fija o no (Peavler, Perspectiva 846). Este ltimo es el caso de No oyes ladrar los perros donde, con algunas excepciones, la perspectiva de quin ve es la del padre y en donde an las descripciones de autor refieren constantemente a este punto de vista. Tal perspectiva desde la mirada del padre se ve reforzada por el uso de los adverbios ac, cuando se refieren a l, y all cuando se refieren al hijo: El otro iba all arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y l ac abajo(135). La relevancia del punto de vista del padre hace que sus impresiones sean las que guan al lector y, en este sentido, las percepciones del padre son casi exclusivamente el registro que nos permiten saber qu sucede.Si este es el caso, el mbito espacial donde se desarrolla el relato tambin se ve a partir de la perspectiva del padre. El espacio puede dividirse en dos campos: el corporal, el de la relacin fsica entre padre e hijo, y el ms amplio del llano que se contrapone al del pueblo. El primer espacio, ya mencionado, se define por la relacin entre el ac del padre y el all del hijo, y est estrechamente relacionado con los cuerpos. El segundo espacio se estructura en base al mbito indiferenciado del llano contrapuesto al espacio comunitario del pueblo que, en este caso tiene un nombre, es Tonaya, un pueblo real de la regin de los altos de Jalisco.El espacio que caminan los hombres es un mbito indefinido, muy parecido al de la peregrinacin de Talpa o a la marcha al pueblo de Nos han dado la tierra. Es el espacio del llano, el de los caminos que puede servir tanto para hacer el bien como para hacer el mal. As, el padre hace el bien y lleva a curar a su hijo al espacio comunitario de Tonaya, mientras que el hijo utiliza el llano para hacer el mal: trajinando por los caminos, viviendo del robo y matando genteY gente buena(137). Es caracterstico, en ste como en otros relatos de Rulfo, que se hable del paisaje como si el interlocutor/lector ya lo conociera. Se nombran detalles de manera casual, como sin querer llamar la atencin sobre ellos. No hay una voz omnisciente que de una descripcin total del paisaje. Slo al seguir las sombras de los caminantes se van develando detalles del terreno: La sombra larga de los hombres siguimovindose de arriba abajo, trepndose a las piedras, disminuyendo y creciendo segn avanzaba por la orilla del arroyo (134). Ms adelante se menciona un monte: Tonaya estaba detrasito del monte(134) aunque este monte no se describa nunca, ni se diga cundo ha sido atravesado en la caminata.Como espacio opuesto y externo al del llano, Tonaya condiciona la marcha de la pareja por el llano e impulsa, asimismo, la narracin. El contraste entre ambos espacios, el del llano y el del pueblo, acenta la desorientacin de la pareja: Este no es ningn camino. Nos dijeron que detrs del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningn ruido que nos diga que est cerca (135). En nuestro anlisis es posible afirmar que Tonaya es la esperanza, el marco de referencia que si bien ordena el espacio en un mbito comunitario, est en el relato fuertemente relacionado con la muerte. Cuando padre e hijo llegan al pueblo los sonidos y las luces se hacen presentes, pero tambin la muerte.Alienacin y fragmentacin del cuerpoPareciera que a veces padre e hijo son una unidad, como una sola sombra. La pregunta por la cercana del poblado, Ya debemos estar llegando a ese pueblo Ignacio(134), refleja el hecho de que los dos protagonistas se hagan casi uno solo, y de que las orejas del hijo suplan a las del padre, en ese cuerpo compuesto por partes de ambos: T que llevas las orejas de fuera, fjate a ver si no oyes ladrar los perros (134). Si las relaciones corporales entre un ac abajo y un all arriba como puntos de referencia que se mueven por el espacio del llano son por un lado vistas como una unidad por el autor, por otro lado ambos personajes tambin se describen como un conjunto fragmentado de partes corporales. De la descripcin del hijo y del padre como una sola sombra tambaleante, comienzan a desprenderse partes: los pies se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo que traa trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja (135). La cara del padre est descripta como un conjunto de partes que casi no se relacionan entre si: El apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba (135). Adems de estar presentados en partes, estos cuerpos se caracterizan como bestias u objetos ms que como seres humanos: pies e ijares como si fuera un animal, pescuezo como si fuera un animal, cabeza como si fuera una sonaja. La animalizacin y la alienacin de los cuerpos enfatiza el valor, o la falta del mismo, de la vida del campesino mexicano de la poca ya que, ms que seres humano, parece que fueran bestias de carga, y esto en sentido literal en el cuento que nos ocupa. Para peor, estas partes de los cuerpos, como los ojos y los odos del hijo, a los que el padre hace referencia constantemente para que le muestren la cercana de Tonaya, en ningn momento son tiles. Esta inutilidad de los sentidos hace que sea imposible ubicarse espacialmente en el llano, hasta que la evidencia de haber llegado al pueblo se ubica frente al padre.Inutilidad del lenguajeLa inutilidad de los sentidos se extiende a la del lenguaje. El dilogo o su ausencia, el quedarse callado ante las preguntas del padre, muestran la inutilidad del lenguaje como medio de comunicacin entre las personas, an entre padre e hijo. Por ejemplo, a pesar de ser una unidad el hijo no oye al padre: -Me oste Ignacio? Te digo que no veo bien. Y el otro se quedaba callado (135). La presencia heroica del padre, la ausencia de la madre, la rebelda del hijo, conforma una relacin edpica que, a nivel simblico, tiene consecuencias en el lenguaje que los personajes utilizan para comunicarse. El mismo no cumple su cometido y, ms que unirlos, los asla en sus propios mundos internos donde los sentidos hasta parecen intercambiarse y las palabras no alcanzan a cumplir su cometido. As, por ejemplo, el ver y el or se sustituyen y ninguno alcanza a guiar a la pareja:No se ve nada.-Ya debemos estar cerca.-S, pero no se oye nada.-Mira bien.-No se ve nada.-Pobre de ti, Ignacio. (134)Otras instancias que refuerzan el tema de la inutilidad del lenguaje se van presentando con ms fuerza a medida que la pareja avanza y el padre acaba hablando solo. Se dice del hijo: Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos pareca dormir. En ratos pareca tener fro (135). Los dilogos no se establecen sobre los mismos temas, sino que las respuestas no corresponden a las preguntas ni a las demandas de cada uno de los personajes: Tengo mucha sed y mucho sueo. -Me acuerdo cuando naciste (137).Las repeticiones tambin refuerzan esta idea de la inutilidad del hablar: Primero le haba dicho: Apame aquDjame aquVete t solo. Yo te alcanzar maana o cuando me reponga un poco. Se lo haba dicho como cincuenta veces (135). Ms adelante dice el hijo: -Bjame, padre a lo que responde el padre: Te llevar a Tonaya a como d lugar. All encontrar quin te cuide (136); y Me derrengar pero llegar con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho (136). El padre no hace caso, as como el hijo antes no hizo caso al padre y se volvi un bandido. En ste, como en otros relatos de Rulfo, no se da una comunicacin real y fluida entre los personajes a travs del lenguaje.TiempoEl mbito temporal, las horas que han venido andando, est marcado por el recorrido de la luna en el cielo: La luna vena saliendo de la tierra, como una llamarada redonda (134) ms tarde se aclara que: All estaba la luna. Enfrente de ellos(135). Y luego: La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro (136). Finalmente: All estaba ya el pueblo, vio brillar los tejados bajo la luz de la luna(138). La luna abre y cierra la narracin y hace que el texto cobre una estructura circular a la vez que, si bien el astro marca el paso del tiempo, tambin lo hace lento a partir de repeticiones del mismo tema. Sabemos que all atrs, horas antes, cuando sala la luna, comenz la marcha y que cuando sta est en el cielo, la pareja termina de andar.En cuanto a la referencia histrica de este relato, se hace sumamente difcil, si no imposible, precisar el tiempo cuando transcurre la narracin, a no ser por la presencia de bandas armadas que asolaban el llano, que tanto podan ser formadas de ex-revolucionarios, a partir de 1915 en adelante, como de bandoleros anteriores a la Revolucin. Como dijimos antes, la relacin padre e hijo puede orientarnos en este sentido, ya que plantea la desestabilizacin de una forma social que tena a la familia como grupo bsico en favor de organizaciones sociales distintas, constituidas como consecuencia del advenimiento de la explotacin capitalista de la agricultura, proceso que comenz a partir de 1910.Cuando finalmente llegan a Tonaya, el padre baja al hijo que, aunque no lo sabemos con certeza, suponemos que est muerto. Entonces, todos los perros ladran o, ms bien, el padre los oye por primera vez. La voz del narrador se hace presente para anunciar la llegada al pueblo donde por todas partes ladraban los perros (138).En suma, en esta narracin se reconocen los temas de Rulfo que aparecen a lo largo de su produccin. Entre ellos se encuentran las relaciones familiares, tanto paterno-filial como la ausencia de la madre, la visin subjetiva del espacio, la alienacin y la fragmentacin del cuerpo, y la inutilidad del lenguaje como medio de comunicacin, as como un tratamiento peculiar del tiempo y de la cronologa. A travs de estos temas se hace patente el enfrentamiento de los espacios del llano, en donde se mata, y el del pueblo, en donde se cura, y la falta de integracin de ambos la cual refleja la incompatibilidad de las formas de vida tradicionales que estaban cambiando ante el progreso del agro mexicano. Este enfrentamiento parece querer motivar al lector a buscar una solucin a la situacin trgica que se presenta en el relato, solucin que busque integrar las formas sociales y familiares en procesos de cambio y, a partir de esa motivacin, instar al lector comprometido a buscar un cambio de la situacin real.

El llano en llamas,una historia de su escritura y su publicacinRoberto Garca BonillaFacultad de Filosofa y LetrasUniversidad Nacional Autnoma de MxicoEl 30 junio de 1945 la revistaAmricapublica el primer texto que de Juan Rulfo (1917-1986) se conoce: el relato La vida no es muy seria en sus cosas. l acababa de cumplir 28 aos. As se inicia, editorialmente, una de las carreras literarias ms extraas y sorprendentes de la literatura hispanoamericana. Pero su gestacin como escritor comienza en el verano de 1932, cuando abandona el orfanatorio Luis Silva de Guadalajara; regresa a San Gabriel y se dedica a leer febrilmente. Al concluir el sexto grado del orfanatorio, intent ingresar a la Universidad de Guadalajara, pero una larga huelga -que se prolong por ms de dos aos- le llev al Seminario Conciliar de San Jos en Guadalajara: el escritor seal No me gusta el seminario, no quiero ser padre, pero me voy porque quiero recorrer el mundo. Durante el verano de 1933 pasa a tercer ao, el siguiente ao reprueba latn; no quiere presentar el examen extraordinario y deja el seminario en agosto de 1934.1Rulfo volvi a San Gabriel y tambin fue a Apulco, donde lea hasta el amanecer. Esperanza Paz viuda de Severiano Prez -hermano mayor del escritor- recuerda que estuvo unos nueve meses y, se la pasaba en la noche escribiendo, leyendo, fumando y tomando su taza de caf. Adems de literatura, Rulfo lee historia y toma fotografas. Juan -recuerda su hermana Eva- constantemente tomaba muchas fotos desde que sali del seminario. Sac premios en la revistaJueves de Exclsiory enEl Informador. Tena -evoca el escritor- una camaritaAgfade cajoncito. Me cost once pesos de segunda mano. El revelado y las impresiones me las hacan en los laboratorios Julio, en Guadalajara. Estaban frente al cine. Tambin practica el alpinismo, incluso gana la carrera anual de ascenso al cerro situado a espaldas del Santuario de San Gabriel, seala Juan Antonio Ascencio, bigrafo del escritor.2Rulfo -cuyo nombre consignado en el acta de nacimiento es Juan Nepomuceno Carlos Prez Vizcano-3a los 17 aos ha definido su vocacin literaria. En 1933 realiza su primer viaje a la ciudad de Mxico, y vuelve entre el verano y otoo de 1935. Persuadido por su to, el coronel David Prez Rulfo, ingresa al colegio militar. El compositor Blas Galindo (1910-1993), nacido en San Gabriel, recuerda Una vez, ya de joven, regres vestido de militar; traa su espadn y todo eso....4Pocas semanas despus deserta. La presencia indeleble de la violencia de la guerra cristera, pero sobre todo del asesinato de su padre a manos de un pen, fueron motivos que lo alejaron de la milicia. En diciembre de ese ao el subsecretario de Guerra y Marina, general Manuel vila Camacho, recomienda al joven Prez Vizcano con el jefe de Migracin de Gobernacin: al mes siguiente, el futuro escritor recibe su primer nombramiento en esta Secretara, como Oficial Quinto. Al mismo tiempo intenta estudiar leyes en San Ildefonso. No lo consigue. Tampoco puede ingresar como alumno a Filosofa y Letras de la UNAM, que est en Mascarones. Asiste como oyente a ambas carreras. Sus certificados acadmicos son insuficientes y no son reconocidos los estudios del seminario. Son tiempos de grandes proyectos para el joven jalisciense, aunque nos los comparte con nadie; la timidez, la reserva y la pesadumbre siempre le siguieron.Entre 1936 y 1946 Rulfo labor en la Secretara de Gobernacin, en medio de muchos cambios de adscripcin y no pocos viajes; ah conoce a Efrn Hernndez (1904-1958) que se convertir en mentor, amigo y nico lector de sus borradores. En este lapso se gesta toda su obra y empieza a publicarla enAmricayPan. La austeridad y una salud frgil signaron estos primeros aos de Rulfo en Gobernacin en cuyas oficinas empez a escribir -entre 1936 y 1937- El hijo del desaliento, esa novela fallida de la cual slo qued el fragmento Un pedazo de noche.5La revistaPande Guadalajara -hecha por Juan Jos Arreola y Antonio Alatorre- en sus ocho meses de existencia le public a Rulfo Nos han dado la tierra (nm. 2) y Macario (nm. 6) en julio y noviembre de 1945. La relacin que el escritor de Apulco tuvo conAmrica, de cuyo consejo de colaboradores form parte, es mucho ms prolongada y slida. Efrn Hernndez lo estimul y augur los alcances de su talento. En junio de 1946 (nm. 48) esta revista publica el primer texto crtico sobre Rulfo, escrito por su director, Marco Antonio Milln, que anota: Juan Rulfo se ha distinguido desde sus primeras letras publicadas, por una fresca sencillez soleada de tierra provechosamente llovida y por una hondura de visin poco comunes en nuestro medio literario, dentro del cual habr de ocupar tarde o temprano el puesto que le van ganando sus pensamientos. Y en diciembre de 1950, adems de El Llano en llamas, aparece una nota annima elogiosa sobre Juan Rulfo:...cuya calidad empiezan a reconocer ya tirios y troyanos, no est conforme con ser considerado el que mejor de los cuentistas jvenes ha penetrado el corazn del campesino de Mxico. Ahora aspira a realizar una novela grande, con una compleja trama sicolgica y un verdadero alarde de dominio de la forma, a la usanza de los maestros norteamericanos contemporneos. Mientras realiza tal empresa estar imprimindose en nuestros talleres un volumen que recoge con algunos nuevos, los cuentos suyos publicados en estas pginas desde hace cuatro aos.6Se ha repetido que Efrn Hernndez sac del basurero textos que ahora son clsicos; el mismo cuentista, editor y librero escribi en febrero de 1948 con el seudnimo deTill Ealling:Nadie supiera nada acerca de sus inditos empeos, si yo no, un da, pienso que por ventura, adivinara en su traza externa algo de lo que delataba; y no lo instara hasta con terquedad, primero, a que me confesase su vocacin, enseguida, a que mostrara sus trabajos y a la postre, a no seguir destruyendo. Sin m, lo apunto con satisfaccin, La Cuesta de las Comadres, habra ido a parar al cesto. No obsta, la ofrezco como ejemplo.Inmediatamente se ver que no es mucho lo que dentro del gnero se ha dado en nuestras letras de tan sincero aliento.7Y en junio de 1951 se publica en el nmero 66 Diles que no me maten! y concluye, as, la serie de cuentos publicados enPanyAmrica,antes de reunirse enEl Llano en llamas. La aparicin de los cuentos muestra la pausada constancia del escritor; al mismo tiempo que iniciaba los bosquejos de nuevos textos moldeaba y pula los ya terminados.Los cuentos publicados enAmricasuman ocho, aunque el primero, La vida no es muy seria en sus cosas, no se incluye enEl Llano en llamas;este libro contiene en su primera edicin -adems de los relatos publicados enPany enAmrica-los siguientes: El hombre (cuyo ttulo original fue Donde el ro da vueltas), En la madrugada, Luvina, La noche que lo dejaron solo, Acurdate, No oyes ladrar los perros, Paso del Norte y Anacleto Morones, nunca publicados antes en peridicos o revistas.La escritora catalana Nuria Amat nos recuerda en su biografaJuan Rulfo, el arte del silencioun dato significativo: todos los textos que Rulfo public enAmrica, los acompaa de fotografas tomadas por l mismo, hasta que se renen en un libro. Desde entonces el escritor y el fotgrafo, que son la misma persona, no vuelven a compartir sus espacios en textos de ficcin. Para el escritor jalisciense la fotografa es slo una aficin; claro, tampoco se considero un escritor profesional (en 1959 le dijo a Jos Emilio Pacheco, El oficio es para los carpinteros. Si el escritor lo adquiere ganara en artesana lo que pierde autenticidad). Sobre las imgenes en blanco y negro Rulfo seala que lo remiten: a otros mundos. Son documentos de una ausencia casi metafsica. Mudas, las figuras te miran como esperando la oportunidad de decir algo. Amat afirma que Fotografiar es para Rulfo poner el punto final a un relato -pero aclara que en el caso de los textos publicados enAmrica-, las imgenes forman parte del texto, no lo ilustran. Compara a Rulfo con G. W. Sebald (1944, Allgu -Baviera-; 2001, Norfolk, Inglaterra) que tambin acompaa sus textos de imgenes. Las imgenes en Rulfo vienen a ocupar los espacios blancos del recuerdo, ese lugar donde hasta la palabra se convierte en ruido o desaparece en un fugaz pasado, Mientras el mismo Sebald afirma que la insercin de fotografas en sus libros, suspenden el fluir del relato, crean hiatos de lectura.8Se ha visto la importancia deAmricaen la carrera de Rulfo; tan significativa como despus lo sera el Centro Mexicano de Escritores, donde obtiene una beca por dos periodos consecutivos de 1952 a 1954; ah encuentra en la escritora estadounidense Margaret Shedd, uno de los apoyos ms importantes en su fortalecimiento como escritor. En el Centro se inicia el camino al reconocimiento lento pero indiscutible, a pesar de los becarios detractores y escpticos que dudaban de su obra. Rulfo termin siendo un smbolo en el Centro donde l mismo fue asesor cerca de 20 aos.En el discutido artculo, entregado a la agencia EFE, Cumple 30 aosPedro Pramo, Rulfo recuerda que en 1952, Arnaldo Orfila Reynal, Joaqun Dez-Canedo y Al Chumacero iniciaron en el Fondo de Cultura Econmica la serie Letras Mexicanas. Me pidieron mis cuentos...9Orfila Reynal en sus memorias matiza un poco el hecho: El crtico Jos Luis Martnez fue a visitarlo, acompaado de Rulfo: Me lo presenta y me dice: ste es un joven escritor que tiene un libro de cuentos muy interesante.El llano en llamas(sic)10. Rulfo se sent ah muy quietito, no hablaba casi nada. Me dej su libro y se lo publiqu. Aunque ya antes un original se haba quedado en la revistaAmrica. Cuenta Marco Antonio Milln que Cuando Rulfo logr la reunin de sus cuentos, le ofrecimos publicarlos [...]. Ya muy avanzado el proceso, recib una sorpresa:El Llano en llamasapareci en una de las ms importantes colecciones del Fondo de Cultura Econmica. Reclam a Juan. l evit explicaciones. No volvimos a hablarnos en mucho tiempo.11Sobre el proceso de creacin de su primer libro, Juan Rulfo seal a Elena Poniatowska en 1980 que desde la dcada de los cuarenta ya tena yo escritos la mayora de los cuentos y otros ms que nunca aparecieron ni aparecern jams porque escrib cerca de cuarenta o cincuenta cuentos pero los que entregu al Centro Mexicano de Escritores fueron quince cuentos, menos de la mitad...12El Llano en llamasse termin de imprimir el 18 de septiembre de 1953 (nmero 11 de la Coleccin Letras Mexicanas), con vieta de Elvira Gascn. Los textos incluidos en la primera edicin son: Macario, Nos han dado la tierra, la Cuesta de las Comadres, Es que somos muy pobres, El hombre, En la madrugada, Talpa, El Llano en llamas, Diles que no me maten!, Luvina, La noche que lo dejaron solo, Acurdate, No oyes ladrar los perros, Paso del Norte, y Anacleto Morones.En 1955 se publican El da del derrumbe (Mxico en la Cultura,nm. 334) y La herencia de Matilde Arcngel (Cuadernos Mdicos,nm. 5);Metforatambin lo publica (nm. 4) con el ttulo La presencia de Matilde Arcngel. Estos dos cuentos se agregaron a partir de la novena reimpresin -de la coleccin Popular del Fondo de Cultura Econmica- de 1970, edicin en la cual se suprimi Paso del Norte. Este cuento reapareci en la coleccin Tezontle en 1980 (que coincidi con el Homenaje Nacional que el gobierno mexicano tribut al escritor), aunque se le suprimieron 17 lneas. Ya en 1977 se public en la edicin de Biblioteca Ayacucho -preparada por Jorge Ruffinelli- pero en esta edicin fueron 39 las lneas que desaparecieron, respecto de la primera edicin.Habr que preguntarse si Paso del Norte no convenci estilsticamente a su autor; si al final deseaba desaparecer cualquier vestigio que vinculara, en su ficcin, a la capital del pas con la provincia, o si slo quiso evitar posibles repercusiones polticas. El dolor que le dej la guerra y la muerte agitada e intempestiva del padre y muchos parientes, lo volvi cauteloso ante la Iglesia y el Estado. Es explicable si recordamos que en su propia familia haba cristeros y anticristeros. El fragmento suprimido en la edicin del Fondo dice:-Oye, dicen que por Nonoalco necesitan gente pa la descarga de los trenes.-Y pagan?-Claro, a dos pesos la arroba.-De serio? Ayer descargu como una tonelada de pltanos detrs de la Merc y me dieron lo que me com. Result conque los haba robado y no me pagaron nada y hasta me cusiliaron a los gendarmes.-Los ferrocarrileros son serios. Es otra cosa. Hay vers si te arriesgas.-Pero cmo no!-Maana te espero.Y s, bajamos mercanca de los trenes de la maana a la noche y todava nos sobr tarea pa otro da. Nos pagaron. Yo cont el dinero: Sesenta y cuatro pesos. Si todos los das fueran as.13Los cuentos que ms le satisfacan a Rulfo eran: Luvina, No oyes ladrar los perros y Diles que no me maten. Este ltimo, al parecer, es el que ms le gustaba. En 1979, al revisarEl Llano en llamasyPedro Pramo, su autor coment que deseara dejar fuera Macario porque era muy fuerte la presencia de Faulkner.Durante ms de tres dcadasEl Llano en llamasse inici con Macario, pero en la revisin de 1979 se cambi el orden de los cuentos. Rulfo se propuso un orden cronolgico, no de publicacin sino de escritura.14Los cambios que han tenido los cuentos no han sido pocos: en los manuscritos; en las publicaciones peridicas y despus en las distintas ediciones del Fondo de Cultura (la ltima fue en 1996, una edicin facsimilar de la primera), sin contar las erratas y los cambios de puntuacin que los correctores hicieron en la primera edicin y las sucesivas reimpresiones. Adems de todas las variantes de las ediciones extranjeras; por ejemplo Planeta de Espaa cambi palabras al espaol peninsular. Las ediciones crticas conocidas son la de la coleccin Archivos, de la Unesco15, la de Ctedra16. Y la Fundacin Juan Rulfo public, lo que han llamado la edicin definitiva, de Plaza y Jans (del Grupo Random House-Mondadori, que publica en los sellos Sudamrica en Amrica del Sur y Debate para Espaa), de la cual circula profusamente en Mxico la edicin de Biblioteca Escolar (su primera edicin es de 2000 y en marzo de 2003 apareci la quinta reimpresin).Un tema imposible de abarcarse aqu es el de las ediciones definitivas. Ahora slo me pregunto No es ms lgico aceptar como definitiva la ltima edicin que el propio escritor corrigi? De otro modo, habr que matizar y distinguir entre una edicin definitiva -la ltima revisada por su autor- y una edicin crtica y anotada a partir de documentos, borradores y contextualizaciones.17En 1979 Rulfo realiz, si no la nica, s la ltima revisin sus cuentos y su novela; debemos tener presente que trabaj en una edicin de 1979 y no del original mecanografiado entregado a la editorial para su publicacin. Los lectores de Rulfo nos enfrentamos a un elemento que ha provocado una desmesurada glosa, crtica e interpretacin sobre este autor: la ambigedad. Volver msprecisala ambigedad en Rulfo es un reto que exige intuicin ms que deduccin y alcanza el enigma (por ejemplo, el nombre del cuento Luvina -en su origen Loobina- designa al pueblo de la Sierra de Jurez descrito, al profesor rural o del recaudador, que -en apariencia- dialogan en la historia?).18El Llano en llamas,no tuvo la recepcin que tuvoPedro Pramo(1955), pero en ambos casos, algunos crticos y comentadores han dicho que la respuesta de la crtica hacia Rulfo fue inexistente en el primer momento. No deja de sorprender que luego de medio siglo se siga repitiendo esta afirmacin equivocada. La respuesta de la crtica enEl Llano en llamasfue ms discreta que la resonancia que tuvo la novela, pero hay suficientes ejemplos que muestran que la coleccin de cuentos no pas inadvertida: Francisco Zendejas, Salvador Reyes Nevares, Edmundo Valads, Al Chumacero19, Arturo Souto, Emmanuel Carballo y Sergio Fernndez publicaron sobre la obra de Rulfo de noviembre de 1953 a marzo de 1954. Tal vez por modestia, por reticencia o desdn a los crticos, el propio Rulfo no quiso ver o no pudo aceptar la atencin que dedicaron a su obra, y en la novela fue ms evidente: adems del multicitado y mal ledo texto de Chumacero, Carlos Blanco Aquinaga en Realidad y estilo de Juan Rulfo20escribe en octubre de 1955 -en mi opinin- el ensayo ms importante para la crtica rulfiana en por lo menos 15 aos. Y un mes despus Carlos Fuentes publica una breve nota sobre la novela en la revista francesaLEspirit des Lettres.21Blanco Aguinaga y Fuentes, junto con la traduccin dePedro Pramoal alemn de Mariana Frenk -en 1958- abriran el camino hacia el reconocimiento internacional de Rulfo, aunque ciertamente no fue tan inmediato. Ahora el tiempo y su perspectiva nos favorecen, pero a finales de los aos cincuenta, muy pocos entendan la significacin de la obra de Rulfo.Rulfo seal que mientras gestaba en su interiorPedro Pramo,iba escribiendo -para familiarizarse- los relatos deEl Llano en llamas. Es la lucha por una obsesin artstica: escribir lo que nunca nadie ha escrito antes. Desde luego no es porque no exista una inmensa literatura, sino porque para m, slo exista esa obra inexistente y pens que la nica forma de leerla era que yo mismo la escribiera. T te pones a leer y no hallas lo que buscas. Entonces tienes que inventar tu propio libro22. Y esa aspiracin le exigi sacudirse los ornamentos retricos hasta alcanzar el ideal de la sntesis expresiva: Lo que yo quera era hablar como un libro escrito. Quera no hablar como se escribe, sino escribir como se habla.23El Llano en llamas, ms que la creacin de atmsferas -concentradas enPedro Pramo- es la bsqueda de tonos y registros de concisa elementalidad; la depuracin de un estilo que aspiraba al mismo tiempo a la sntesis y ambigedad discursivas (la pluralidad significativa). La escritura del los cuentos y la novela fue paralela.El Llano en llamases la muestra de un talento insondable, incluso para el propio escritor; es la evidencia de una perseverancia que se acompa de una rara intuicin: saber llegar con cautela y seguridad al lugar idneo, en el momento preciso. Con excepcin deEl gallo oro y otros textos para cine(Era, 1984), ningn libro de Rulfo se public despus dePedro Pramo. El silencio24se apoder de l y lo cubri con una tortura indecible y le dej la posteridad que ahora, no si extraeza, nosotros seguimos presenciando.

Juan Rulfo(1918-1986)

JUAN RULFO Y SU PURGATORIO A RAS DE SUELO[1]Por Mario Benedetti(Letras del continente mestizo, Arca, 1972)

Los narradores hispanoamericanosque optan por refugiarse en los temas nativos, slo por excepcin construyen sus relatos sobre una estructura compleja. La abundancia de ancdotas, la sugestin e paisaje, la aspereza del dilogo, seducen lgicamente al escritor. Pero, a la vez, toda esa formidable disponibilidad suele inspirarle cierto recelo frente a cualquier ordenamiento que no sea el estrictamente lineal. Se cree, y a veces con razn, que el alarde tcnico podra llegar a sofocar el patetismo y la vitalidad de un mundo an no extenuado por lo literario.Claro que a veces el tema criollo se agota por su misma sencillez, por esa desgana tan frecuente en el narrador campesino, que todo lo deja al bro del asunto, al inters y a la tensin que el tema pueda levantar por s mismo. Las complejidades suelen dejarse para el novelista urbano, como si existiera una obligada correspondencia entre el tema y su desarrollo, entre las formas de vida y las formas de estilo.Entre los ltimos escritores aparecidos en Mxico, Juan Rulfo (nacido en 1918) ha buscado evidentemente otra salida para el criollismo. Su tratamiento del cuento enEl llano en llamas(1953) y de la novela enPedro Pramo(1955), lo colocan entre los ms ambiciosos y equilibrados narradores de Amrica Latina. Por debajo de sus modismos regionales, de la ancdota directa y penetrante, aparece el propsito, casi obsesion, de asentar el relato en una base minuciosamente construida y en la que poco o nada se deje al azar.Pedro Pramotestimonia ejemplarmente esa actitud.Pero tambin cada uno de los cuentos, aun de los ms breves, demuestra la economa y la eficacia de un narrador, tan consciente del material que utiliza como de su probable rendimiento, y que, adems, acierta en cuando al ritmo, el tono y las dimensiones que deben regir en cada desarrollo. EnEl llano en llamashay cuentos excelentes, verdaderamente antolgicos, y otros menos felices; pero todos sin excepcin tratantemas de cuento, con ritmo y dimensiones de cuento.Con la expcecin deMacario, un casi impenetrable medalln, los otros relatos enfocan situaciones o desarrollan ancdotas, siempre con el mnimo desgaste verbal, usando las pocas palabras necesarias y logrando a menudo, dentro de esa intransitada austeridad, los mejores efectos de concentracin y energa.Conviene no perder de vista, a fin de valorar debidamente su madurez, que los cuentos de Rulfo constituyen su primer libro. Slo el tuladoEn la madrugada, se manifiestan la indecisin y el desequilibrio caractersticos del principiante. En Algn otro (comoNos han dado la tierra, La noche que lo dejaron soloyPaso del Norte) la ancdota es mnima, pero tampoco el tono o la itencin del relato van ms all del simple apunte, de modo que la estabilidad no corre riesgos.Es cierto que algunos cuentos ponen en la pista de antecedentes demasiado cercanos (Faulkner enMacario, Quiroga enEl hombre, Rojas Gonzlez enAnacleto Morones) pero en general esos ecos se refieren ms al modo de decir que al de ver o de sentir un tema. En la mayor parte de sus relatos, Rulfo es sencillamente personal; para demostrarlo, no ha precisado batir el parche de su propia originalidad. Se trata de un escritor que conoce claramente sus limitaciones y poderes. Tal vez una de las razones de su sostenida eficacia radique en cierta deliberada sujecin a sus aptitudes de narrador, en saber hasta dnde debe osar y hasta cundo puede decir.Por otra parte, Rulfo no es descriptivo. Ni en sus cuentos ni enPedro Pramoel paisaje existe como un factor determinante. La tierra es invadida, cubierta casi, por mujeres y hombres descarnados, a veces fantasmales, que obsesivamente tienen la palabra. Detrs de los personajes, de sus discursos primitivos e imbricados, el autor se esconde, desaparece. Es notable su habilidad para trasmitir al lector la ancdota orgnica, el sentido profundo de cada historia, casi exclusivamente a travs del dilogo o los pensamientos de sus criaturas. A veces se trata de una versin restringida, de corto alcance, pero que al ser expuesta en sus palabras claves, en su propio clima, adquiere las ms de las veces un extrao poder de conviccin.Es que somos muy pobres, por ejemplo, cuenta la historia sin pretensiones de Tacha, una adolescente a quien su padre regala una vacaque tena una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos; se la regala para que no salga como sus hermanas, que andan con hombres de lo peor.Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el nimo de casarse con ella, slo por llevarse tambin aquella vaca tan bonita.Pero es el ro crecido el que se la lleva, y Tacha queda sin dote y sin consuelo.El sabor a podrido que viene de all salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajr por su perdicin.El asunto es poco, pero est metido en su exacta dimensin; es bastante conmovedor que toda la honra penda de una pobre vaca manchada, de muy bonitos ojos. Evidentemente, hay grados sociales en la honra, y sta es la honra de los muy pobres.En el cuento que da nombre al volumen,El llano en llamas, se describe un proceso de bandidaje, la reunin y dispersin de hombres que obedecen a Pedro Zamora; sus saqueos, sus crmenes y sus inicuas diversiones. Son seres de un coraje sin nfasis, aguijoneados por una crueldad gratuita, pero siempre coherentes con su propio nivel de pasin. EnLa cuesta de las comadreshau una inocencia cachacienta que sirve para amortiguar el acto horrible que se est relatando. Hasta parece explicable que el narrador lleve a cabo un minucioso crimen (por eso aprovech para sacarle la aguja de arriba del ombligo y metrsela ms arribita, all donde pens que tendra el corazn) para defenderse de otro que no cometi. Por similares razones, el bienhumorado desarrollo deAnacleto Moronesacaba pareciendo macabro. La ligeresa de la situacin, las burlas certeras, aun el final casi vodevilesco, adquieren un espantoso sentido no bien el lector se entera que debajo de estas bromas y de aquellas piedras se halla el cadver del Nio Anacleto.Este recuerdo guarda cierto paralelismo con el empleado por Richard Hughes enA High Wind in Jamaica:el lector es ms consciente que el narrador del hecho tremendo que se relata. Slo que Hughes usa el expediente de la infancia, y Rulfo, en cambio, el del primitivismo de los hombres; tal vez porque confa en que ese fondo de inocencia y de miedo pueda salvar al alma campesina.Relatos como comoTalpayNo oyes ladrar los perrosmerecen consideracin especial. El primero, que sirvi para lanzar al mercado literario el nombre de Rulfo, cuenta la historia de Tanilo, un enfermo que insiste hasta conseguir que su mujer y su hermano lo lleven ante la Virgen de Talpapara que ella con su mirada le curara sus llagas.A mitad de camino Tanilo ya no puede ms y quiere volver a Zenzontla, pero entonces su mujer y su hermano, que se acuestan juntos, lo convencen de que siga, porque slo la Virgen puede hacer que l se alivie para siempre. En realidad, quieren que se muera, y Tanilo llega a Talpa, y all, frente a su Virgen, muere.Este proceso, que comienza en un simple adulterio y culmina en una tortura de conciencia, se vuelve fascinante gracias al ritmo que Rulfo consigue imprimir a su relato. Obsrvese que la culpa slo arrincona a los actores cuando sobreviene la muerte dc Tanilo. El adulterio en s no llega a atormentarlos. Unicamente cuando se agrega la muerte, ese primer delito adquiere una intencin culposa y retroactiva. Es que, probablemente, hay grados dc conciencia (como de honra) y sta del hermano y la mujer de Tanilo, es tambin la conciencia de los muy pobres. Con todo, es curioso anotar que en este cuento, cl adulterio es unactoy no remuerde; en cambio, en la ltima etapa del proceso, la infamia, que se limita a laintencin, se vuelve a pesar de ello insoportable. Ningn hecho nocivo para reprocharse; slo intenciones, palabras, pensamientos. Sin embargo, estos seres elementales, que no son conmovidos por suactoabyecto, se vuelven suficientemente sensibles como para sentirse agobiados por un destino que ellos slo provocaron, pero que no ejecutaron con sus manos.Afuera se oa el ruido de las danzas; los tambores y la chirima; el repique de las campanas. Y entonces fue cuando me dio a m tristeza. Ver tantas cosas vivas; ver a la Virgen all, mero enfrente de nosotros dndonos su sonrisa, y ver por el otro lado a Tanilo, como si fuera un estorbo. Me dio tristeza. Pero nosotros lo llevamos all para que se muriera, eso es lo que no se me olvida.No oyes ladrar los perroses, sencillamente, una obra maestra de sobriedad, de efecto, de inteleccin de lo humano. Uno de esos cuentos que no es preciso anotar en la ficha para recordarlos de por vida. En verdad, Rulfo desenvuelve su materia (trgica, oprimente) en tan reducido espacio y en estilo tan desprovisto de estridencias, que en una primera lectura es difcil acostumbrarse a la idea de su perfeccin. No obstante, es posible advertir con qu economa plantea el autor desde el comienzo una situacin casi shakespiriana. Obsrvese, adems, la difcil circunspeccin con que deja transcurrir el dilogo, la carga de pasin que soporta toda esa pobre rabia, y sobre todo, el final magistral, que estremece en seguida todo el relato que llevaba hasta ese instante el lector en su mente, y lo reintegra a su verdadera profundidad. Qu ms puede pedirse a un cuento de seis pginas? Casi podra tomrsele por una definicin del gnero.En una de sus narraciones,Luvina, no precisamente de las mejores que reneEl llano en llamas, Rulfo ya adelantaba algunos ingredientes (la mayora, exteriores) que iba luego a emplear en su novela:Pedro Pramo. Pero en tanto que el cuento slo planteaba una situacin de aislamiento y resignacin (con algunos buenos impactos verbales:Dices que el Gobierno nos ayudar, profesor? T conoces al Gobierno? ... Nosotros tambin lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del Gobierno), sin que pareciera suficientemente motivada y creble, la novela desarrolla, partiendo de un clima semejante, pero tirando intermitentemente de diversos hilos de evocacin, una historia fronteriza entre la vida y la muerte, en la que los fantasmas se codean desaprensivamente con el lector hasta convencerlo de su provisoria actualidad.Si no fuera por su sesgo fantstico, esta primera novela de Rulfo traera, con mayor insistencia aun que alguno de sus cuentos, el recuerdo de Faulkner. Y aun con esa variante, el Sutpen deAbsalom, Absalom!no puede ser descartado en cualquier investigacin de fuentes que se propusiera integrar una genealoga de este Pedro Pramo, encarnado a travs de varias despiadadas memorias y a travs de s mismo. No obstante, conviene anotar que enAbsalom, Absalom!, Faulkner asienta su mito slo como excusa en una zona geogrfica determinada. En cambio, Rulfo, pese a su andamiaje intelectual, sigue siendo, y esto es importante, un novelista valederamente regional.Comala, algo as como un Yoknapatawpha mexicano, es una aldea, ms bien un esqueleto de aldea, cuya sola vida la constituyen rumores, imgenes estancadas del pasado, frases que gozaron de una precaria memorabilidad, y, sobre todo, nombres, paralizados nombres y sus ecos. De todos ellos, y, adems, de muchas pocas barajadas, ordenadas y vueltas a barajar, el autor ha construido la historia de un hombre, una suerte de cacique cruel, dominador, y en raras ocasiones impresionable y tierno. Pramo es una figura menos que heroica, ms que despiadada, cuya verdadera estatura se desprende de todas las imgenes que de l conserva la regin, de todas las supervivencias que acerca de l acumulan las voces fantasmales de quienes lo vieron y sintieron vivir. Esa creacin laberntica y fragmentaria, esa recurrencia a un destino conductor, ese rostro promedio que va descubriendo el lector a travs de incontables versiones y caracteres, tiene cierta filiacin cinematogrfica, cercana por muchos conceptos aCitizen Kane. En la novela de Rulfo la encuesta necesaria para reconstruir la imagen del Hombre, es cumplida por Juan Preciado, un hijo de Pramo, mediante sucesivas indagaciones ante esas pobres, dilaceradas sombras que habitan Comala.Pero no todo es evocacin, no todo es censura de ultratumba. Tambin el narrador (que nunca levanta la voz; que se oculta, como un nima ms, detrs de su propio mito) toma a veces la palabra y dice su versin,cuentasimplemente, y su acento no desentona en el corrillo. Hay en todo el libro una armona de tono y de lenguaje que en cierto modo compensa la bien pensada incoherencia de su trama. Por lo general no se da ningn dato temporal que sirva de asidero comn para tanta imagen suelta. Sorprende, por ejemplo, hallar en pg. 113, un prrafo que empieza:Muchos aos antes, cuando ella era una nia...,ya que ste o cualquier otro procedimiento de fijacin expresa de una poca, resulta inopinado en la modalidad corriente de esta narracin. En tal sentido, el lector debe arreglarse como pueda, y por cierto que puede arreglarse bien, ya quePedro Pramono es una novela de lectura llana, pero tampoco un inasible caos. Por debajo de la aparente anarqua, del desconcierto de algunos pasajes, existe, a poco que se preocupe el lector por descubrirlo, un riguroso ordenamiento, un fichaje de caracteres y de sus mutuas correspondencias, que mantiene la cohesin, el sentido esencial de la obra.Es cierto que la imaginacin de Rulfo especula con la muerte, se establece en su momentneo linde, pero autor y personajes parecen dejar sentada una premisa menos cursi que verdadera: que la nica muerte es el. olvido. Estos muertos se agitan, se confiesan, pero, en definitiva son ellos o sus recuerdos?, meros fantasmas asustabobos o probadas supervivencias?Frente a tanta huella de su unicidad, de sus varios enconos, de su ternura sin rplica, se levanta Pedro Pramo para afrontar el juicio y volver a caer, desmoronndosecomo si fuera un montn de piedras. Quin es? volv a preguntar. Un rencor vivo me contest l.La respuesta de Abundio a Juan Preciado define en cierto modo la novela. Es, sencillamente, la historia de un rencor.El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cbraselo caro, dice, agonizante, Dolores Preciado a su hijo en la primera pgina. Y Juan Preciado, siguiendo desde all el itinerario de ese rencor, llega a Comala junto a la sombra de Abundio, que tambin era hijo de Pedro Pramo y tambin sostiene su rencor propio. Desde su llegada a casa de Eduviges Dyada hasta su propia muerte (acalambrado como mueren los que mueren muertos de miedo), Juan Preciado arrostra sombras, escucha voces.Me mataron los murmullos, dice a Dorotea, y eran murmullos que partan de diversos rencores. Tambin Miguel Pramo los siembra y el padre Rentera los recoge y Pedro Pramo hace de todos ellos su gran rencor, su inquina hacia ese destino que le ha hecho esperar toda una vida antes de hacerle hallar a la Susana de su infancia y entregrsela deshecha, trastornada y ajena.Pens en Susana San Juan. Pens en la muchachita con la que acababa de dormir apenas un rato. Aquel pequeo cuerpo azorado y tembloroso que pareca iba a echar fuera su corazn por la boca. Puadito de carne, le dijo. Y se haba abrazado a ella tratando de convertirla en la carne de Susana San Juan.Todo el episodio que se refiere a Susana es de gran eficacia narrativa, sin duda el pasaje ms tenso de la novela. Ella, cerrando los ojos para recuperar a Florencio, en inagotable sucesin de sueos; l, desvelndose, contandolos segundos de aquel nuevo sueo que ya duraba mucho,concentran en s mismos la gran desolacin que propaga el relato, el notorio smbolo que difunde el ttulo.Pero cul era el mundo de Susana San Juan? Esa fue una de las cosas que Pedro Pramo nunca lleg a saber.La complejidad en que se apoya la trama, no se refleja empero en el estilo, el cual, como en los cuentos deEl llano en llamas, es sencillo y sin complicaciones. Los amodorrados fantasmas de la novela emplean en su lenguaje el mismo irnico dejo que los campesinos deEs que somos pobresoDles que no me maten!Las cosas ms absurdas o las ms espantosas son dichas en su genuina cadencia regional. En ciertos pasajes decididamente macabros (como algunos de los dilogos entre Juan Preciado y Dorotea) la excesiva vulgaridad resulta napropada y hasta chocante. Del mismo modo, algn rasgo humorstico vinculado a las inquietudes de los muertos en el camposanto, produce un desacomodo en el lector:Se ha de haber roto el cajn donde la enterraron, porque se oye como un crujir de tablas; haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados. Por lo comn, una visible alteracin de los padrones de verosimilitud provoca una sacudida mental a la que, por otra parte, es fcil sobreponerse. Tambin es fcil sobreponerse al trato descarado de la literatura con los muertos. Pero en el riesgoso juego de Rulfo con sus fantasmas, en ese purgatorio a ras de suelo, hay que reconocer que pide demasiado a su lector: esa promiscuidad de muerte y vida, esa habla chistosa de tumba a tumba, suscita a veces la previsible arcada. Por lo dems, el humorismo no es una variante preferida de Rulfo. Pero as como en algunos de sus cuentos, especialmente enAnacleto Morones, haba recurrido a l para extraer del asunto el mximo provecho, tambin enPedro Pramosuele emplearlo en funcin de algn efecto, de alguna irona.Es de confiar que la aparicin de Rulfo abra nuevos rumbos a la narrativa hispanoamericana. Por lo menos, estos dos primeros libros alcanzan para demostrar que el relato en lnea recta, que la porfiada simplicidad, no son las nicas salidas posibles para el enfoque del tema campesino. No es, naturalmente, el primero en llevar a cabo esa mdica proeza, pero su actitud literara implica una saludable incitacin a sobrepasar este presente, algo endurecido en cierta abulia del estilo. De todos modos, convengamos en que ya vena resultando peligrosa para el mejor desarrollo de una narrativa de asunto nativo, esa endsmosis de lo llano con lo chato, ese abandonarlo todo al mpetu del tema, al buen aire que respiran los pulmones del novelista. Rulfo, que tambin lo respira, ha construido, adems, quince cuentos, la mayora de ellos de una excelente factura tcnica; ha levantado, sin apearse de lo literario y pagando las normales cuotas de realismo y fantasa, una novela fuerte, bien planteada, y ha preferido apoyarla en una slida armazn. Es satisfactorio comprobar que, despus de este alarde, el tema criollo no queda agostado sino enriquecido, y su esencia, sus mitos y sus criaturas, se convierten en una provocativa disponibilidad para nuevas empresas, con destino a ms vidos lectores.

(1955).

Notas[1] Hoy Juan Rulfo es un clsico de la narrativa hispanoamericana; sus libros han sido traducidos al ingls, a francs, italiano, alemn, sueco, checo, holands, dans, noruego, yugoeslavo y eslovaco; su obra ha sido objeto de numerosos y profundos estudios. Sin embargo, cuando el trabajo que aqu se incluye apareci, en 1955, en el semanarioMarcha, Montevideo, acababa de publicarsePedro Pramoy el nombre y la obra de Rulfo eran totalmente desconocidos en el Cono Sur. (Aun en 1958, no figura ningn cuento suyo en la buenaAntologa del cuento hispanoamericano, de Ricardo Latcham). No sealo esto, por cierto, para inventarle mritos a mi trabajo de hace doce aos, sino ms bien para pedir excusas al lector (y a Rulfo) por una interpretacin que, debido a la razn apuntada, no tiene en cuenta toda esta vasta bibliografa posterior.