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Comercio de Indias y Arte de Sevilla en los tiempos del Barroco. La flota de Tierra Firme y el encuentro con el Virreinato de Perú Dr. Fernando Quiles Universidad Pablo de Olavide “las Indias que oro derraman…” Presento este capítulo como parte de un estudio más amplio dedicado a las relaciones entre América y España durante los siglos del Barroco, desde la perspec- tiva sevillana . Sevilla, en el sur de la Península Ibérica, es una ciudad de interior que, para- dójicamente, tuvo una gran tradición marinera, alimentada por los flujos que se produjeron a través de la gran vía abierta hacia el océano, el Guadalquivir. Duran- te el siglo XVI y gran parte del XVII fue el único puerto español desde el que se traficaba con los virreinatos. Este monopolio acabó en 1660, cuando Cádiz entra en el circuito como cabecera de la flota de Indias. Aun así mantendría su influencia hasta 1717 cuando perdió el control de la Casa de Contratación, que pasó definiti- vamente a la citada ciudad costera. Entretanto jugó un papel clave en el intercambio artístico entre ambos mun- dos. Fue la receptora de las mercancías cargadas en los navíos de las flotas de Nuevas España y Tierra Firme, con las obras de arte que habían sido fabricadas en los distintos centros productores de estos territorios. Pero también fue la puerta por 1 Tirso de Molina, La villana de Vallecas, acto II. Algo avancé en los siguientes trabajos: “De yangüeses y otra gente en la conducta de plata (Sevilla, 1650-1675)”, en ARANDA, GUTIÉRREZ, MORENO Y QUILES, dir., Barroco Ibero- americano. Territorio, Arte, Espacio y Sociedad, Sevilla: Universidad Pablo de Olavide – Eds. Giralda, 001, págs. 175-190; “Sevilla, lugar de encuentro artístico de la vieja y la Nueva España (ss. XVII y XVIII)”, en prensa; y continúo con otros en curso.

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Comercio de Indias y Arte de Sevilla en los tiempos del Barroco. La flota de

Tierra Firme y el encuentro con el Virreinato de Perú

Dr. Fernando QuilesUniversidad Pablo de Olavide

“las Indias que oro derraman…”�

Presento este capítulo como parte de un estudio más amplio dedicado a las relaciones entre América y España durante los siglos del Barroco, desde la perspec-tiva sevillana�.

Sevilla, en el sur de la Península Ibérica, es una ciudad de interior que, para-dójicamente, tuvo una gran tradición marinera, alimentada por los flujos que se produjeron a través de la gran vía abierta hacia el océano, el Guadalquivir. Duran-te el siglo XVI y gran parte del XVII fue el único puerto español desde el que se traficaba con los virreinatos. Este monopolio acabó en 1660, cuando Cádiz entra en el circuito como cabecera de la flota de Indias. Aun así mantendría su influencia hasta 1717 cuando perdió el control de la Casa de Contratación, que pasó definiti-vamente a la citada ciudad costera.

Entretanto jugó un papel clave en el intercambio artístico entre ambos mun-dos. Fue la receptora de las mercancías cargadas en los navíos de las flotas de Nuevas España y Tierra Firme, con las obras de arte que habían sido fabricadas en los distintos centros productores de estos territorios. Pero también fue la puerta por

1 Tirso de Molina, La villana de Vallecas, acto II. � Algo avancé en los siguientes trabajos: “De yangüeses y otra gente en la conducta de plata (Sevilla, 1650-1675)”, en ARANDA, GUTIÉRREZ, MORENO Y QUILES, dir., Barroco Ibero-americano. Territorio, Arte, Espacio y Sociedad, Sevilla: Universidad Pablo de Olavide – Eds. Giralda, �001, págs. 175-190; “Sevilla, lugar de encuentro artístico de la vieja y la Nueva España (ss. XVII y XVIII)”, en prensa; y continúo con otros en curso.

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la que salieron los modelos e ideas elaborados en Europa con destino a las nuevas poblaciones americanas. Todo ello le reportó indudables beneficios.

Las naos descargaron en el puerto sevillano esculturas y pinturas, en su mayor parte novo hispanas, e innumerables objetos de oro y plata procedentes del virreinato de Perú. Mucho se ha escrito sobre este tráfico artístico, pero más aún queda por decir.

La gente del comercio

Sevilla se preparó para tomar parte en la epopeya americana desde principios del XVI, a partir de que radicara en ella la Casa de la Contratación (1503). En pocos años la ciudad se dispuso a hacer frente al movimiento de mercancías que iban a salir y entrar por el Arenal. Las principales vistas históricas de Sevilla la representan desde el oeste, con lo que elevan el área portuaria al rango de principal resorte de conocimiento de la ciudad (fig. 1). Era comprensible dada la entidad de este espa-cio, donde se concentrarían los mercaderes indianos. Lope de Vega hizo de esta orilla del río, con “aquella dichosa arena” y donde “un mundo en cifra [se] retrata”, lugar de tránsito para algunos de sus personajes. Una de sus obras, que lleva por título El Arenal de Sevilla, comienza con dos personajes en amigable charla, en su camino hacia el puerto:

“Mejor será que lleguemos

hasta la Torre del Oro,

y todo ese gran tesoro

que va a las Indias veremos.”

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La ciudad entera vivió con intensidad la partida y la llegada de las embarca-ciones. Sobre todo porque hubo innumerables historias que discurrieron con el trasfondo americano. Aunque, evidentemente, quienes más se implicaron en el tráfago fueron los comerciantes indianos, miembros del Consulado de Indias, en sus ramas de cargadores y cosecheros, y capitanes de la flota.

El comercio con Indias favoreció, durante los siglos XVI y XVII, la aparición de grandes fortunas y en cierto modo cambió la configuración de los poderes locales. Se han identificado numerosos nombres, aunque sólo un reducido grupo ha mere-cido estudios detallados. En este sentido destaca Hernando de Almonte, que amasó una gran fortuna en negocios con el Virreinato de Perú y Tierra Firme, cuyos réditos repercutieron muy positivamente en la ciudad. Sigue en pie la casa que mandó reconstruir. Una ejecutoria de nobleza, ilustrada con el retrato familiar, ilustra el interés del indiano por ennoblecerse3. Poco se le puede atribuir en calidad de me-cenas de las artes, aunque, a buen seguro, lo fue. Al menos nos queda su imagen para identificación, así como la de su familiar Diego, ambas de 16�6�. Desafortu-nadamente, son pocos los retratos identificados de los protagonistas de la epopeya americana. Puntualmente, se han podido rescatar del olvido algunos, como el re-trato de Juan Eusebio García de Negrete, que había sido cargador, ejerciendo como cónsul en el último tercio del XVII5. El cuadro está firmado por un desconocido Diego López, en 1680 (fig. �).

3 Uno de los miembros de la familia, Hernando, está documentado a mediados del XVI en la ciudad de Arequipa. Vila Vilar, Enriqueta y Guillermo Lohmann Villena: Los Almonte: familia, li-najes y negocios entre Sevilla y las Indias en el S. XVII, Madrid: Fundación Mafre-Tavera, �003.� Cat. Exp. El documento pintado. Cinco siglos de arte en manuscritos, Madrid: Ministerio de educación y Cultura-Museo Nacional del Prado-Afeda, �000, págs. �10-�13. 5 En 1667 volvió de Guatemala. Archivo Histórico Provincial de Sevilla, sec. Protocolos Notariales (en adelante AHPS.), 3715, fol. 567.

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La comunidad de comerciantes vinculados a Indias, formada en torno el Con-sulado, tuvo una clara influencia en la conformación de la ciudad barroca. No sólo a ella hay que atribuir en gran medida la renovación del tejido urbano, con cam-bios relevantes a nivel arquitectónico, sino también el embellecimiento de las fá-bricas religiosas. Ya se ha hablado de uno de los apellidos que más sonaron en este ámbito, Almonte. Con él se relacionaron otros como Legorburu, García de Segovia, Azpilicueta, Cruzelaegui, Galdona, etc., muchos de ellos de origen vasco. Ha po-dido determinarse la actuación de los personajes más representativos. Lorenzo de Ibarburu y Galdona se hizo una espléndida casa, que hoy sigue en pie, en la calle Federico Rubio. Ostenta el blasón familiar, como signo del ascenso social que, al menos en otros casos, estuvo cimentado en las actividades mercantiles realizadas en Indias. Acorde con la magnitud de la casa se presentan los muebles. Los docu-mentos que hoy en día alumbran el interior de estos hogares, muestran el gusto de estos individuos por la ostentación. Los inventarios, sin llegar a ser largos, relacio-nan objetos lujosos y raros, elaborados en maderas nobles, con apliques ricos y detalles decorativos exuberantes. Las alusiones a la caoba, el borne o el cedro son abundantes en los inventarios de las élites sevillanas en la segunda mitad del siglo XVII. De igual manera que el carey o el marfil. Comparando las relaciones de bie-nes de algunos de los más adinerados mercaderes sevillanos, apreciamos un pro-gresivo incremento del mobiliario elaborado en maderas nobles y revestido con concha y marfil a lo largo del XVII6.

Como empresa colectiva habría que entender la construcción de uno de los edificios más relevantes del barroco sevillano, el hospital de la Caridad. Había sido fundado por Miguel de Mañara, quien pronto recibió el respaldo de la elite econó-mica de la ciudad, inclusos relevantes miembros del Consulado. Uno de ellos, Andrés de Munive, tesorero de S. M., dispuso a través de su testamento, otorgado a fines de 1651, una renta de cien ducados anuales7.

No fue menor el desembolso realizado por estos actores de la Carrera de In-dias en su última morada, la capilla funeraria. Podríamos relatar numerosas actua-ciones encaminadas al acondicionamiento de esos espacios sacros, baste el ejem-plo del capitán Laureano Gélder, que recién llegado de Lima contrató al escultor sevillano Julián Ximénez Moreno para que le hiciera un retablo a la capilla del Santísimo Cristo, en San Nicolás, que se encontraba “junto a la puerta que entra al jardin de la dha. iglesia, al lado del Evangelio”. Evidentemente, dentro de los traba-

6 Aguado publica los inventarios de algunos de los más ricos comerciantes sevillanos, lo que nos permite concluir, comparando el de Juan Gutiérrez Garibai -redactado en 1617- con el de Pedro Jalón -en 16�5-, que en apenas un cuarto de siglo se ha pasado de la austeridad a los primeros síntomas del lujo. AGUADO DE LOS REYES, J., Fortuna y Miseria en la Sevilla del Siglo XVII, Sevilla: Ayuntamiento, 1996, págs. 15� y 193-�. 7 “Ytten mando a la cofradia y casa de sta charidad desta çiudad para aiuda a edificar su yglessia sita en las Ataraçanas del Rio, que al pressente se esta labrando y para enterrar los pobres que entierra dicha cofradia, çien ducados de renta situados en un juro…” AHPS., 368�, fol. 11vto.

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jos de adaptación del recinto para su usufructo. De ahí que tuviera “sus letreros y media talla y las armas que dieren por el dho capitán”8.

Regalos desde las IndiasLa relación de trajinantes y hombres de negocios asentados en Sevilla y vincula-

dos a este desarrollo comercial es muy larga. Se han publicado al menos dos nóminas de cosecheros y cargadores de Indias, respectivamente de los siglos XVII y XVIII. Toda-vía en esta última etapa sigue siendo larga la relación. A ellos hay que unir los capitanes de la flota, que también podían ser los propietarios de las embarcaciones. Todos ellos constituyen un importante grupo de poder en la ciudad, con una tupida red de influen-cias extendidas a lo largo de todo el mundo hispano, aunque con un fuerte arraigo en las capitales de ambos virreinatos, México y Lima. La relación de ambas ciudades con en enclave andaluz fue distinta. Desde la Ciudad de los Reyes a Sevilla afluyeron in-gentes cantidades de plata labrada, mucho más que desde México. En cambio, la capi-tal novohispana aportó escultura y pintura, además de orfebrería.

Sin duda, entre los personajes más destacados se encuentran los virreyes, que pese al boato con que vivirían en sus respectivas cortes, siempre van a guardar memoria de sus lugares de origen. El marqués de la Monclova, por vicisitudes de índole administrativa acabó encadenado a la Ciudad de los Reyes, al alargarse su estancia de manera accidental. Por dos veces obtuvo licencia de la Corona para efectuar el tornaviaje, una en agosto de 1695, a los seis años de la toma de posesi-ón del cargo, y otra en julio de 1699. Pero en ninguna de esas ocasiones pudo ver cumplido su deseo.

Pese a las adversidades, don Melchor siempre mostró su buena disposición para servir al rey, objetando tan sólo:

Yo, Señor, nunca puedo estar mal hallado en seruir a V. M. ni en sacrificar mi vida en su Real seruiçio, y particularmente en este empleo de tan grande confianza y representaçion; pero reçelo que mis años me pongan inhauil de executarlo, pues aunque por aora gracias á Dios no me lo embarazan, es contingente que pueda suçeder, por cuya razon deseo mucho llegue mi suçe-sor para entregarle este gouierno, y conseguir la dicha de ponerme a los Rea-les Pies de Vuestra Magestad, restituyéndome á la quietud de mi casa9.

8 AHPS., 3715, fol. 539-5�0. LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Retablos y esculturas de traza sevillana. Sevilla, 19�8, 9 MOREYRA Y PAZ-SOLDÁN, Manuel, y CÉSPEDES DEL CASTILLO, Guillermo, dir. s., Virreinato peruano. Documentos para su historia. Colección de cartas de virreyes. Conde de la Monclova, t. III (1699-1705), Lima, 195�-1955, carta �90. �8-I-1703, pág. 195.

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Pero nunca volvió a ver la campiña sevillana y no llegó a recuperar la anhelada quietud de su casa.

En las dos ocasiones que se le anunció el retorno, preparó el agasajo de los prin-cipales centros de culto de sus dominios, las iglesias de la Monclova y de san Andrés de Zarza la Mayor. Con tal motivo encargó la hechura de sendos conjuntos de plata que fueron enviados a la Península pese a los renuncios.

A la Monclova (Fuentes de Andalucía, Sevilla) destinó un importante conjunto de piezas que conocemos a través de tres inventarios, efectuados en 1698, 1739 y 179110. El primer inventario es bastante incompleto, pese a la inmediatez de la entrega, al con-trario de lo que ocurre con el efectuado en segundo lugar, que está formado exclusiva-mente por las prendas regaladas por el conde, como advierte don Cristóbal Hornillo y Lora, cura de la iglesia y autor de la descripción: “Todas estas Alajas son de plata de Lima imbiadas por dn Baltasar Puerto Carrero entonses Conde de la Monclova y virrey de Lima, y casi todas tienen rotulo al pie: en unas dise asi ‘año de 1655 pª la Yglª de la Monclova-de Lima’; en otras dise ‘Dn Baltasar Puerto Carrero año de 1658’; en otras lo mismo año de 1695; y dichas alajas estan enteras, sanas, y servibles.”

Lo más destacado del conjunto es la custodia de plata sobredorada embutida de coral de poco más de �5 marcos y tres cuartas de alto. En 1791 es mencionada con otra, quizás de las mismas características, que también fue identificada como parte de la misma donación; ambas son descritas entonces como de “echura especial”.

Habría que añadir asimismo dos copones de �8 onzas y una tercia de alto, uno con tapa y cruz y el otro de plata sobredorada. Y también una lámpara de “echura lisa”, con 58 marcos y � onzas de peso, que aparece citada por primera vez en 1739, a pesar de formar parte del envío del conde. Los seis candeleros grandes de altar, de plata de martillo maciza, de 58 marcos y 8 onzas y dos tercias de alto, mencionados en 1739, tampoco se citan en el inventario de 1698.

En el registro de 1791 hay constancia de dos cálices, uno blanco, común y “ligero” y otro sobredorado, “de mejor echura” y más peso, de una tercia. Y ade-más una cruz para manga, de media vara de alto y 60 a 70 onzas de peso “de echura primorosa con calados”, y por último, una salvilla con dos vinajeras y cam-panilla, de una cuarta de circunferencia.

10 Cada una de las relaciones aportadas por dichos documentos es distinta No corresponde al acuse de recibo el inventario registrado ante el escribano de Écija Francisco Antonio de Campo el �6 de noviembre de 1698, puesto que en él figura además de la plata otros en-seres pertenecientes a la iglesia. El de 1739 lo realizó el cura que gobernaba la iglesia, don Sebastián González Fariñas, a instancias del conde, don Joaquín Antonio Palafox Cardona Centurión y Portocarrero. Y el tercero también se hizo a petición del propietario ante el temor de ser sustraídas tan valiosas piezas. Se ha hablado de un legado efectuado por don Pedro Anastasio Bocanegra, virrey de Perú, a comienzo del XVIII, hoy en día desaparecido. Sanz Serrano, Mª. J., cur., La orfebrería hispanoamericana en Andalucía Occidental. Sevilla: Fundación el Monte, 1995, pág. 18.

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El segundo de los envíos llegó al puerto de Sevilla en marzo de 1699 con des-tino a la citada parroquia extremeña de la Zarza, perteneciente al priorato de la orden de Alcántara, de la que era comendador el conde. Se trataba de un cajón con un ajuar completo de plata, que había sido embarcado en la ciudad de Portobelo, en Tierra Firme, al cuidado de Juan Manuel de Colarte. Éste lo dirigió desde Cádiz, donde sería recalaría el barco, a Sevilla, para que su hermano Pedro lo entregara a Juan Gómez Bucle, mayordomo de la fábrica parroquial de Zarza11. Todo intento por hallar las piezas que componían la donación ha sido vano. Los diversos avata-res por los que ha pasado la iglesia pueden justificar su desaparición. Sólo ha podi-do ser relacionado con el envío un cáliz, que además lleva grabada una dedicatoria que no corresponde con la fecha y el lugar: “AÑO DE 1695. PARA LA IGLESIA DE LA MONCLOBA EN LIMA”.

Por el momento sólo se han podido presentar dos cálices que formaron parte del legado de 1695. Uno de ellos es el arriba mencionado y otro el que pertenece a Patrimo-nio Nacional, catalogado por Martín como mexicano pero de plata peruana. En este ejemplar hay una dedicatoria impresa del conde en 16891�.

Junto a estos altos representantes de la administración real, se encuentran los miembros del séquito virreinal y los diversos agentes de la Corona y representantes de las altas capas del funcionariado. Gente que, en muchos casos, hicieron sus ofrendas a los centros religiosos de sus lugares de origen, sobre todo en forma de objetos de plata.

De Huancavelica llegaron a Sevilla diversos envíos de consideración. El juez de cajas de Perú, envió a la Virgen de la Estrella, en San Lorenzo, varias piezas de orfebrería para la imagen titular, siendo de destacar la corona y los atriles13. Muy conocidas son las seis mayas de plata que posee la iglesia parroquial de Santa Ma-ría de la Mesa de Utrera (Sevilla), que están relacionadas con esta región. Fueron legadas por don Manuel de Saldaña y Pineda, en torno a 17�6. Aparecen grabadas con un texto que aluden al origen del regalo, señalando a Saldaña, que a la sazón figura como visitador de la real mina de azogue de Huancavelica. La documenta-ción publicada recientemente es algo más explícita acerca de las andanzas de este interesante personaje por tierras andinas. Con su participación en una compañía de exportación de lana de vicuña a España pudo reunir una pequeña fortuna, de la que detrajo 500 pesos que remitió a su padre, Juan Manuel de Saldaña y Gallegos, vecino de la citada localidad sevillana1�. Es posible que, contento con saldar la

11 El envío se componía de numerosas piezas, entre las que cabe destacar la custodia de �5 marcos y dos onzas y la lámpara de 31 marcos y cinco onzas. HERRERA GARCÍA, F. J., “El Legado de Plateria del Virrey Conde de la Monclova a la Parroquia de Zarza la Mayor”. Actas del VIII Congreso del Comité Español de Historia del Arte. Caceres. Universidad de Extremadura, Junta Regional, 199�, págs. �51-�5�.1� MARTÍN, F. A., Catálogo de la plata del Patrimonio Nacional, Madrid: Patrimonio Nacional, Servicio de Publicaciones, pág. �5.13 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, of. 15, 1730, fols. 30�-305. 1� Manuel de Saldaña de Pineda, Juan de Soldevilla y Juan de Valenzuela se asociaron

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deuda familiar, remitiera dichas prendas de plata para la hermandad sacramental de la parroquia15.

Fueron numerosos los religiosos que recalaron en Sevilla, a la espera de em-barcar con destino al Perú y también los que retornaban a la Península y paraban provisionalmente en tanto resolvían su futuro destino. Singular personaje fue fray Francisco Domonte, obispo de Hipona, del Consejo de Su Majestad y durante cua-tro años Vicario General de Perú. Trajo consigo, de vuelta a Sevilla (en 1678), una abundante cantidad de piezas de plata para regalarla a la casa grande de los mer-cedarios, que quedó recogida en un acta notarial firmada el 31 de julio de 167816. Reconocía en el texto:

“…que todo lo que tubiese de utilidad en el dho ofisio y adquiriese por Rason del gastarlo y enplearlo en seruiçio lustre y augmto. deste dho conuento y en horden a este yntento desde luego fui disponiendo se labrasen en la çiudad de lima diferentes piesas y alajas de Plata”17.

En 166�, fray Juan de Almoguera y Ramírez, que era natural de Córdoba y a la sazón obispo de Arequipa –y desde 167�, arzobispo de Lima-, envió al convento trinitario de su ciudad natal una lámpara de plata grande, de 56 marcos, y seis blandones de 1�6 marcos, dos atriles con �1 m, una cruz de �6 m, por intermedio de los capitanes Cosme de Escurra y Juan Bautista de Amezqueta18.

Las fuentes gráficas también nos ofrecen información acerca de este movi-miento de obras de arte. A través del retrato podemos identificar a destacados miembros de las órdenes religiosas que hicieron carrera en las Indias. En Bornos (Cádiz), se conserva el de fray Fernando Gómez de Córdoba, que fue obispo de

en 17�6 para vender un cargamento de lana de vicuña que fue valorado en 6.516 pesos. REYES FLORES, Alejandro, “Huancavelica, «Alhaja de la Corona»: 17�0-1790”, Ensayos en ciencias sociales, Lima: Fondo editorial de la facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, �00�, págs. 66 y 68. 15 SANZ SERRANO, Mª. J., “Platería peruana en Sevilla y su provincia”, Laboratorio de Arte, nº 6-II, Sevilla: Universidad, 199�, págs. 108-109; SAN SERRANO, Mª. J., cur., La Orfebrería Hispanoamericana, op. cit., págs. 130-13�. 16 AHPS., �7�8, fols 857-865. En su afán por perpetuar su contribución obtuvo bula del papa Clemente X que impidiera que las prendas salieran del convento. Ortiz de Zúñiga se hizo eco de este hecho.17 El conjunto estaba compuesto por seis blandones y una cruz (586 marcos y � onzas), con la inscripción “para este conuento de nra. sra. de la mrd. de Seuilla”, seis hacheros grandes (�1�0 m y 3 o), dos atriles para que los ministros cantasen epístola y evangelio en las misas cantadas (399 m), seis blandones con su cruz para el Cristo que estaba en la antesacristía (1�1 m), seis candeleros con su cruz (1�0 m) para el altar que iba a hacer dedicado a san Rafael (“cuyo quadro está hecho”), un centellero con doce candeleros que iría delante del Santísimo (8� m), una batea dorada para el lavatorio del Jueves Santo (18 m). Idem, fol. 857r. 18 AHPS., 1�969, fol. �87.

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Guatemala entre 157� y 1598. Probablemente perteneció al extinto convento de los jerónimos de la misma localidad. (fig. 3)

La creciente producción de plata de los cerros peruanos, que sobrepasó a la extraída en Nueva España, propició el desarrollo de la orfebrería local, que alcanzó altísima cotas de calidad y constituyó el mejor regalo posible ofrendado a las loca-lidades de origen.

La política de regalos desde el virreinato a España se sustentó en la plata labra-da, pero no desaprovechó otras vías de surtimiento. La documentación alude a la descarga en el puerto de Sevilla de un número indeterminado de esculturas de piedra de Huamanga. Ilustremos este hecho: En 1668 Juan Fernández de Tovar, en nombre de las monjas del convento del Carmen de Valderas (Guipuzcoa), recibió del capitán Gélder una carga de objetos de plata y otros enseres. Entre ellos iban:

“Vn niño chiquito de piedra de guamanga y otro papel intitulado a el reveren-do padre prior del convento del carmen de valderas… un papel intitulado

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para el sr gobernador de la villa de Valderas y en él la hechura de un niño Jesús de piedra de guamanga, dos copacauanas, la una chica y la otra grande, de hechura de corazón”

Esta piedra blanca, de consistencia alabastrina, gozó de una gran popularidad en la segunda mitad del siglo XVII, sobre todo con la forma del Niño Jesús.

La pintura está por descubrir. En principio no hay evidencias claras de la exis-tencia de obras estimables de origen peruano. Se han efectuado, sin muchos argu-mentos a favor, atribuciones como la del Niño Jesús Enfermero, de la clausura de Santa María de Jesús, fechado a principios del XVIII y firmado por un desconocido Salvador Fernández Montiel19.

Podríamos tomar como un modelo transferido de América la rara versión de la Inmaculada Apocalíptica realizada por Miguel de Santiago (San Agustín, Quito). En el convento de Santa Paula y en la Trinidad se encuentran sendas copias, ambas de la primera mitad del siglo XVIII�0. (fig. �)

19 “D. Salvador Fernández Montiel Fc”. Gloria Centeno considera que es de escuela peruana o cuzqueña. Vid. CENTENO, G., Monasterio de Santa María de Jesús, Sevilla: eds. Guadal-quivir, 1996, pág. 1��, lám. 155. �0 PACHECO BUSTILLOS, A., “La Virgen Apocalíptica en la Real Audiencia de Quito. Apro-ximación a un estudio iconográfico”, Barroco Iberoamericano. Territorio, Arte, Espacio y Sociedad, Sevilla: Universidad Pablo de Olavide – eds. Giralda, �001, págs. 59� y 595.

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En la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII se puso muy de moda el regalo del icono de la Virgen de Copacabana en plata. En las fuentes estas joyas eran conocidas como las copacabanas. Podemos rastrear en la documentación nota-rial abundantes alusiones a las mismas. Baste como algunos ejemplos tomados al azar. En enero de 1668 el capitán Pedro de Peralta trajo de los reinos del Perú, en los galeones del general príncipe de Montesarco, un cargamento (“un envoltorio afforra-do”) en el que había, entre otras cosas: “seis hechuras de ymaxines de nra ssra de Copa cauana, las quatro de a dos haçes y las dos pequeñitas”�1. Procedía del Cuzco y fue remitido por orden de Santiago de Sumalabe y con destino a Juan de Bringas.

Las formas que adoptan estos iconos son muy diversas, como nos lo muestra otro documento. El capitán Lucas Romero Parrilla, vecino de Panamá, por poderes del tesorero Felipe de Valverde –afincado en Lima-, recibió del capitán Laureano Gelder una carga de plata y diversos objetos:

De veintte y quattro ymaxenes de nra señora de Copa Cauana de platta la una gde y quatro medianas y todas çinco de puertas; dos mas pequeñas, quatro redondas;

cinco de hechura de Coraçon y ocho pequeñitas pª Rosarios��

Sin ser un objeto precioso en sí, pero por el hecho de estar engastado en plata, la piedra bezar (bezoar) podríamos considerarla como una aportación más a este tráfico artístico. Era muy estimada por sus cualidades protectoras contra los vene-nos�3. Es habitual en los hogares sevillanos desde el siglo XVI. Del Perú procedían muchas de ellas, donde se engastaban en plata labrada��.

La difusión

La Península se surtió de mercancías americanas a partir del puerto de Sevilla. Muchos de los objetos artísticos remitidos desde Lima fueron movidos por poderes y a través de interpuestos. Los ejemplos son tan abundantes como diversas las mo-dalidades. Por lo general tomaban parte en este trasiego artístico dos intermedia-rios, uno que se ocupaba de asegurar la llegada del objeto al puerto de partida, Portobelo o El Callao, depositándolo en la nave que lo llevaría a Sevilla; y otro que se ocupaba de dejarlo en su lugar de destino. Por lo que atañe a este flujo, habría mucho más que decir. Con la descarga de las mercancías en el Arenal no está con-cluido el ciclo de las remesas americanas. A partir de ese momento comienza la

�1 AHPS., 3715, fol. 19�. �� AHPS., 3715, fol. 3�7. �3 Covarrubias la definía como la piedra que “se cría en las entrañas y en las agallas de cierta cabra montesa en las Indias, la cual vale contra todo veneno y enfermedad de tabardillo, y cualquier otra maligna y ponzoñosa”. �� Francisco Ruiz de Cartagena poseía un rosario de “piedra besal del piru”. AHPS., 3680, regº. 1.

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intermediación, la tarea de individuos que se ocuparon de llevar los géneros desde el puerto sevillano a sus destinatarios. La mayor red de distribución creada durante los siglos XVI y XVII fue la de los yangüeses�5. El desarrollo de esta actividad ya se ha tratado en otro trabajo.

Serán las provincias vascas, la Corte y Extremadura los principales lugares de afluencia de estos bienes. La comunidad vasca había consolidado su posición en la ciudad, controlando las redes comerciales transatlánticas. Ejerció el dominio sobre Nueva España y también el virreinato del Perú. Por Sevilla pasaría una ingente cantidad de obras de arte que acabaron en los territorios vascos. Las entregas, re-gistradas en las notarías sevillanas, abundan en el volumen y calidad de las reme-sas. Por lo general destinadas a cualquiera de los espacios religiosos que estuvieran vinculados de alguna manera con los remitentes. Extremadura sigue siendo tierra de navegantes y emigrantes a Indias. También puede seguirse a través de la docu-mentación el comportamiento de algunos de estos individuos. Algunos como Do-mingo Carrasco no pudo ver cumplido su deseo, quedando en manos de su viuda, doña María Tinoco, la remisión del legado testamentario a la cofradía de la Virgen de la Caridad, en Garciaz (Cáceres), consistente en

“una corona ynperial de platta sobredorada con sobrepuesto y de n caliz de platta sobredorado con sobrepuesto y su patena que es lo mismo que en la ciud de los Reyes del piru rezeuio de doña maria tinoco…”�6

Más arriba hemos aludido a González Carbajo, que acabó sus días en Guate-mala. Era oriundo de Fuentes de León, un pueblo al que pertenecieron otros tantos individuos emigrados a las Indias.

El teniente Juan Fernández de Porras y Tordesillas, oriundo de Colchagua (Chi-le), regaló a la iglesia parroquial de Gargantilla (quizás Garganta la Olla), cerca de Jarandilla de la Vera, en Extremadura, una lámpara de plata. En Lima, donde vivía, la entregó al alférez real Rodrigo Rangel Ortiz, quien a su vez la depositó en las manos de Pedro Poblador, vecino de de Jarandilla. El documento alude a

“una lánpara de plata grande que pesa beynte y tres marcos acauada con toda perfesion con vn letrero que dise Juan fernades de Porras ques la misma quel dho alfferez Real Rodrigo Ranxel hortis Resiuio en la ciud de los Reyes del piru del dho Juan ffernandes de porras para Efeto de traerla a españa y entre-garla a persona lexitima que la ponga en la yglesia y altar maior del dho lugar de gargantilla, quatro leguas de la ciud de plasencia para questé alunbrando a el santisimo sacramento para quien la hiso”�7.

�5 Más en detalle en la obra citada: “De yangüeses…”�6 AHPS., 3680, fol. 785. �7 AHPS., 3681, fol. 589.

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La proveeduría

Pero no todos los bienes artísticos ingresaron por el puerto. En más de una ocasión llegó el dinero junto con la petición de convertirlo en una joya. Por lo ge-neral, algún benefactor que considera más seguro este sistema y que expresaba su deseo de verlo convertido en una lámpara o cualquier otro objeto. Valga el caso del ayudante Francisco Rodríguez Carbajo, que había fallecido en la ciudad de Santiago de Guatemala en 16�9. Dispuso a través de su testamento –otorgado el 13 de febrero de ese mismo año- que se hiciera para la Inmaculada Concepción que se encontraba en la parroquia de su villa natal, Fuentes de León, una lámpara gran-de de plata�8. El encargo de la joya quedó conferido a Nicolás Justiniano Chavarri y el artista elegido fue el platero de mazonería sevillano Mateo Gutiérrez. La entre-ga se produjo el 8 de julio de 1651�9. El licenciado Diego Santos López, cura pro-pio de la parroquia de Fuentes, se encargó de conducir la lámpara a su destino30.

Aun cuando no son raras estas comisiones, lo habitual es que los encargos si-gan el camino inverso, desde Sevilla a América. Los pintores y escultores, algunos con más suerte que otros, trabajaron denodadamente para atender a la demanda proveniente del otro lado del mar. Los orfebres incluso mantuvieron un puente tendido hacia la otra orilla, con apoyo en una nutrida representación en Lima. No olvidemos que uno de los más reputados orfebres del dieciocho limeño, Francisco de Peñarroja, era oriundo de Sevilla31.

En los registros de Ida de la sección de Contratación del Archivo de Indias abundan las referencias a la cargazón artística de los navíos indianos. Por lo gene-ral, es pintura en rollos, en un número indeterminado y difícil de cuantificar3�.

�8 “Yten mando a nuestra señora de la limpia y Pura consepsion que esta en la capilla de la yglesia mayor de la dha uilla de fuentes mi lugar una lanpara de plata de peso de sinqta marcos, la qual mis aluaseas manden haçer en la ciudad de seuilla y poner en ella un letrero por memoria”. AHPS., 3681, fols. 371-37�. �9 “En la ciudad de seuilla estando en las casas de la morada de matheo gutierres platero de masoneria que son en ella, en la collasion de santa maria en la plateria, en ocho días del mes de jullio de mill y seisos y sinquenta y uno ante mi germo de guebara ssno puco de seuª y yussoscriptos paresio el dho mateo gutierres a quien doy fee que conosco y dixo y declaró que de pedimiento de Don niculas justiniano chauarri, vesino desta ciud a hecho una lanpa-ra de plata grande con un letrero que dise esta dio de limosna a nuestra señora de la limpia y pura consesion el ayudante ffranco Rodrigues carbaxo natural deste lugar y la dha lanpara se pesó en presensia de mi el presente escriuano publico y testigos en las dhas casas de la mda del dho mateo gutierres…” Ibidem, fol. 377. 30 Ibidem, fols. 378-38�. 31 ESTERAS MARTÍN, Cristina, “Aproximaciones a la platería virreinal hispanoamericana” en Gutiérrez, R., coord., Pintura, escultura y artes ùtiles en Iberoamérica: �500-�825, Madrid: Eds. Cátedra, 1995, págs. 377-�0�. 3� García Fuentes ha documentado entre 1650 y 1700 la remisión de ��0 rollos de pintura, 51 con destino a Nueva España. GARCÍA FUENTES, L., El comercio español con América. �650-�700, Sevilla: Diputación Provincial, 1980, pág. 3��.

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Tampoco es posible, en el estado de nuestros conocimiento, elaborar la nómi-na completa de los pintores que se habían vinculado de un modo un otro con las Indias. Son conocidos numerosos nombres, pero poco o nada se sabe de su apor-tación al arte americano, aunque tenemos la certeza de que no fueron los únicos. Existió el vínculo permanente entre los artistas y los distintos virreinatos, de manera que unos enviaron sus obras a Nueva España y otros a Perú. Las remisiones a Perú fueron más abundantes y se prolongaron más en el tiempo. Zurbarán y sus discípu-los fueron importantes proveedores, con reconocimiento de no menos de media docena de series, y Valdés Leal entregó un ciclo completo de la vida de San Igna-cio. Individuos como Juan Fajardo, miembro de una familia de pintores, o Francis-co López Caro entregaron abundantes obras a la flota de Tierra Firme33. Eran encar-gos que abocaban a los artistas a realizar tres cuadros, de más de dos metros de lado, diarios. Sin duda, una tarea ímproba para un solo autor: de ahí el paulatino crecimiento de los talleres durante el siglo XVII, unido a la creciente dificultad de los maestros recién titulados por abrir tienda propia. En la medida en que estos ar-tistas entraban en los circuitos comerciales a través de una serie de testaferros, po-día asegurarse una demanda que podía ser amplia. Es el caso de López Caro, que trató la venta de su obra con el capitán Lucas de Almansa, que se encaminaba a Tierra Firme, pero que era vecino de Lima, o el capitán Pedro Saldías, avecindado en la Ciudad de los Reyes3�. Este intermediario es el mismo que adquirió al escultor

33 Dio a su factor tres lotes de doscientos lienzos de �,�5 varas cada uno, en menos de un año KINKEAD, D. T., “Artistic trade between Seville an the New World in the mid-seven-teenth century”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, �5, Caracas, 1983, págs. 95-97, docs. 13-15; contratos firmados entre el 1� de enero y el �7 de mayo de 166�. Statsny habla de siete envíos, cuatro de ellos destinados a Lima. Para el monasterio de la Encarnación pintó una serie de la vida de la Virgen, compuesta por diez escenas, además de �� santas de cuerpo entero. STASTNY, F., “Una Crucifixión de Zurbarán en Lima”, Archi-vo Español de Arte, 1970, pág. 83. 3� El capitán Lucas de Almansa, vecino de Lima y de partida para Tierra Firme, “otorgo y conozco que debo y me obligo de dar y pagar a franº Lopez caro maestro del arte de pintor vzº de esta dha çiud y a quien su poder o causa obiere çiento y setenta y siete pesos de a ocho Rs cada vno en Rs de plata de toda ley pesso y balor que son de Resto del preçio y balor de toda la pintura que le e conprado a el susodho…” y este dinero se obliga pagárselos en la ciudad de San Felipe de Puerto Belo “para luego y cada bez y qdo que los dhos galeones obieren llegado a el puerto de la dha ciud de san felipe de pouertobelo y dado fondo en el porque dentro de quinze dias despues de su llegada a de ser” cumplido. AHPS., 3696, fol. �11. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, L., “Nuevos Datos Documentales Sobre el Pintor Francisco Lopez Caro”, Laboratorio de Arte, 15, �00�, págs. 389-39�. �78. Francisco López Caro, mr. del arte de pintor, otorga poder a Antonio de Zabala, de partida para el reino de Tierra Firme, en los galeones que se aprestan a cargo del general don Juan de Chaberri, para que pueda pedir y cobrar de Lucas de Almansa, vecino de Lima, en los reino del Pirú, resdiente en Sevilla y de partida para los reinos de Tierra Firme, 177 pesos de 8 rs. de plata, que “me debe y esta obligado a me pagar en la çiudad de San phelipe de puerto belo al placo y por la causa y Raçon y como se declara en la escritura de obligº que en mi fabor otorgo que passo ante el presente snº puº en vte y seis de febrero deste año de mill y seios y çinqta y ocho”. LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Arquitectos, escultores y pintores vecinos de Sevilla, Sevilla, 19�8, pág. 87. “SEPan quantos esta carta vn como yo franco lopes caro del arte de pintor vecino

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Alfonso Martín, “las hechuras de vn niño e dos sanjuanes que le entregué a el su-sodho pª que por mi qta los llevase a la dha çiud de lima”35.

A propósito de este último dato, hay que reconocer la abundante remisión de esculturas y retablos sevillanos en los primeros años del siglo XVII. El taller de Martínez Montañés destacó especialmente en este sentido36.

Santos

Hay una realidad que se impone por encima de cuantas otras podemos estimar por su proyección artística, y es la de la creación de los nuevos santos por interme-diación de la Corona y su Consejo de Indias. Los abundantes y concienzudos estu-dios realizados en torno al proceso de canonización de Santa Rosa de Lima, demues-tran la correlación de fuerzas. Con un gran despliegue de medios en que se vieron implicados tantos los entes de poder peruanos, como los hispanos. Y en el ínterin la ciudad de Sevilla jugó un papel poco menos que determinante. Con la beatificación comienza la tarea más ardua y compleja, en la que fue decisiva la creación del “es-tándar mediático”, una imagen que iba a llegar a propios y extraños, convenciéndo-los de la dimensión de la santa. En esta tarea fue poco menos que decisiva la aporta-ción del más importante pintor en activo en el tercer cuarto del siglo XVII, Bartolomé Esteban Murillo. Su propuesta pictórica fue clara, directa y muy moderna. Para apre-ciar la calidad de esta obra, que tuvo varias copias literales y algunas variantes, por lo general de los discípulos, baste compararla con la obra contemporánea de otro pintor sevillano de referencia, Valdés Leal. Del emparejamiento se extraen varias consecuencias. Ante todo la mejora en el aspecto físico de la monja y la intensifica-ción cromática. Y otra, no menos importante, es la significativa reducción de los contenidos simbólicos del cuadro. En la propuesta murillesca han desaparecido los mensajes encriptados, que en Valdés, dificultan la lectura37.

desta ciud sª en la collaon de snta mª otorgo e conº que doi cª de pº a don Esteuan de echeveria cauº de la Horden de santiago vº desta dha ciud de contia de tresientos e dies y siete pesos de a ocho rreales cada vno en rreales de pta que me a pagdo libres de ttodos los ves por lo que ynpor-ton las pinturas que don pº de saldi. cauº de la Horden de santiago vº de lima leuo de mi qta a la dha çiuº y le a vendido? En ella por la dha quenta los quales? Dhos tresientos e diez y siete pesos confieso auer Rdo…” AHPS., 3698, fol. 9�0. Vid. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, L., “Op. Cit.”35 Por 150 pesos. AHPS., 3699. 36 SCHENONE, H., “La escultura sevillana en Lima”, Arte y arqueología, 8-9, La Paz, 198�, págs. 115-1�1.37 Cfr. MÚJICA PINILLA, R., Roma limensis. Mística, política e iconografía en torno a la patrona de América, Lima, �001; QUILES, F., “La invención de la forma y la concreción del gesto. La hagiografía creada para la Sevilla barroca”, en DE CARLOS, M. C., PEREDA, F., VICENT-CASSY, C., Usos y espacios de la imagen religiosa en la Monarquía hispánica del siglo XVII, Casa de Velásquez, Madrid, �005, en prensa.