Cómo transitan los santiaguinos por la calle

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¿Cómo transitan los santiaguinos por la calle? En una misma calle, Compañía de Jesús para ser más preciso, en un lapso menor a un cuarto de hora es posible ver toda clase de comportamiento en los transeúntes. Yendo hacia Morande, pasada la librería y la tienda de artículos religiosos, apoyado en la esquina de un edificio y la reja del callejón, un vagabundo esta orinando, ni siquiera se voltea para asegurarse de que no haya peatones cerca. Del otro lado de la calle, en ambas direcciones hombres y mujeres con celulares en mano “caminan” aceleradamente hacia… -vaya a saber dios hacia donde- su caminata es bastante diligente y desnaturalizada, carecen de vaivén rítmico. Su columna ligeramente inclinada hacia adelante persigue su cabeza a veces disimulando su actitud gracias a alguna bufanda o pañuelo que cubre su cuello, algunos sostienen maletines en la otra mano, algunas sostienen carteras de Avon en la otra mano. Llegando a Teatinos, un hombre voltea la esquina y enfila hacia la plaza de armas, lleva mocasines negros estilo indio sioux, un traje de dos piezas. También camina y habla por celular al mismo tiempo, habla inglés, inglés latino. Mira el reloj, aun puede llegar, aligera el paso, un trote, no tarapaqueño. Finalmente llega a la entrada del metro, se introduce en medio de la masa de gente, todos van apurados, atrasados a ningún lugar. Alguien le hace una seña, le ofrecen parches curitas por cien pesos, pero no puede detenerse a atenderlo, va apurado. En el camino choca a varias personas, rosa a otras tantas, a nadie le importa, todos van atrasados, seguro que en su casa nadie ha hecho almuerzo, en su casa no hay nadie y no hay dinero para pagar una nana. De seguro alguna de las personas que choco en el camino era la nana de alguien, de alguien que no choca con los demás, que no sale a la calle, alguien que no se atrasa, alguien que está solo en su casa esperando a su nana para que haga almuerzo y justifique su sueldo. El hombre de los mocasines ha atravesado el torniquete del metro, baja las escaleras corriendo y apenas logra entrar al vagón antes de que las puertas se cierren. Es hora punta, siete personas por metro cuadrado. Las seis que comparten el suyo no están muy dispuestas a acomodarse y permitirle sacar su celular de nuevo, este suena y vibra en su bolsillo. El tren se detiene, todos bajan, el debe

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¿Cómo transitan los santiaguinos por la calle?

En una misma calle, Compañía de Jesús para ser más preciso, en un lapso menor a un cuarto de hora es posible ver toda clase de comportamiento en los transeúntes. Yendo hacia Morande, pasada la librería y la tienda de artículos religiosos, apoyado en la esquina de un edificio y la reja del callejón, un vagabundo esta orinando, ni siquiera se voltea para asegurarse de que no haya peatones cerca. Del otro lado de la calle, en ambas direcciones hombres y mujeres con celulares en mano “caminan” aceleradamente hacia… -vaya a saber dios hacia donde- su caminata es bastante diligente y desnaturalizada, carecen de vaivén rítmico. Su columna ligeramente inclinada hacia adelante persigue su cabeza a veces disimulando su actitud gracias a alguna bufanda o pañuelo que cubre su cuello, algunos sostienen maletines en la otra mano, algunas sostienen carteras de Avon en la otra mano. Llegando a Teatinos, un hombre voltea la esquina y enfila hacia la plaza de armas, lleva mocasines negros estilo indio sioux, un traje de dos piezas. También camina y habla por celular al mismo tiempo, habla inglés, inglés latino. Mira el reloj, aun puede llegar, aligera el paso, un trote, no tarapaqueño. Finalmente llega a la entrada del metro, se introduce en medio de la masa de gente, todos van apurados, atrasados a ningún lugar. Alguien le hace una seña, le ofrecen parches curitas por cien pesos, pero no puede detenerse a atenderlo, va apurado. En el camino choca a varias personas, rosa a otras tantas, a nadie le importa, todos van atrasados, seguro que en su casa nadie ha hecho almuerzo, en su casa no hay nadie y no hay dinero para pagar una nana. De seguro alguna de las personas que choco en el camino era la nana de alguien, de alguien que no choca con los demás, que no sale a la calle, alguien que no se atrasa, alguien que está solo en su casa esperando a su nana para que haga almuerzo y justifique su sueldo. El hombre de los mocasines ha atravesado el torniquete del metro, baja las escaleras corriendo y apenas logra entrar al vagón antes de que las puertas se cierren. Es hora punta, siete personas por metro cuadrado. Las seis que comparten el suyo no están muy dispuestas a acomodarse y permitirle sacar su celular de nuevo, este suena y vibra en su bolsillo. El tren se detiene, todos bajan, el debe correr pero la masa es lenta. varios choques y llega a las puertecillas, corre hacia afuera, alguien entre la masa que venía un poco más atrás lo ve correr, pero solo por un instante, luego se voltea y sigue su camino, va apurado, indiferente, como diría Alejandro Gonzales, “Presentes pero ausentes”.