Comparación de puntos entre las teorías del Derecho de Kant y Hegel
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Historia de la Filosofía del Derecho
18.142.352-8
1)
1.a) Puede decirse que Kant es un contractualista en el sentido que establece que los
hombres necesitan formar un determinado estado jurídico bajo una voluntad que los
unifique: es el denominado Estado Civil. Solo bajo este nuevo Estado es posible la
existencia del derecho, pues las leyes ya no son sólo prescripciones contingentes de la
razón (que pueden haber sido pensadas en el estado de naturaleza) sino que leyes necesarias
que pueden ser exigidas por la coacción externa del soberano a quien los individuos han
elegido otorgar su libertad natural para que éste la organice nuevamente bajo la forma de
una libertad legalmente establecida y organizada en torno a una máxima universalizable
como es el garantizar la libertad de todos los individuos en tanto ésta no interfiera con la
libertad de los demás. La teoría de Kant puede ser comparada con la de Hobbes en el
sentido de que en ella también se establece el pacto social creador del Estado que crea leyes
de libertad vinculantes pero para este último el soberano adquiere un poderío excesivo en
cuanto (al no estar vinculado contractualmente con los súbditos y ser sólo su producto) no
tiene necesidad de seguir las leyes de la razón y puede actuar de la forma que él lo desee en
tanto es ahora la justicia misma.
A mi juicio, es incorrecta una tesis que declare que Hegel es un contractualista, puesto que,
si bien Hegel le otorga un papel preponderante a la voluntad en el Estado, no se trata de la
unión de voluntades particulares subjetivas como sucede en el contrato social. En efecto,
tanto para Kant como el resto de los contractualistas, la formación del Estado se encuentra
fundamentada en el interés particular de cada individuo de lograr sus fines (y la felicidad
como fin último), siendo, de esta forma, la unión de un gran número de voluntades
totalmente unilaterales y contingentes. Para Kant, es suficiente una teoría que descansa en
la forma (es decir, encontrar una máxima que sea universalizable); para Hegel, sin
embargo, es necesario encontrar una sustancialidad que sea objetiva, no basta con que los
individuos pacten de modo egoísta el no interferir en la libertad de cada uno (asegurando
esto a través de la coacción del soberano), sino que deben lograr encontrar la verdadera
libertad objetiva.
Se deduce entonces que para Kant el contrato social juega un papel fundamental en tanto es
la forma de crear la sociedad civil, único lugar en el que pueden existir realmente derechos
según el imperativo categórico que dice que todos pueden ejercer su libertad en tanto ésta
no interfiera con la libertad del resto; sin embargo, para Hegel el contrato no reviste mayor
importancia al considerar que éste solo sirve para conseguir fines particulares y
contingentes y no sirve para lograr el fundamento verdadero del Estado que hace de éste el
fin último y que es la racionalidad de éste que permite que las particularidades de los
individuos logren llegar a lo universalizable, la libertad objetiva.
1.b) La satisfacción de las necesidades no puede ser la fundamentación del Estado pues
ellas son diversas y no pueden ser universalizables. Kant, entonces, establece una teoría en
la que cada persona puede buscar sus propios fines siempre que cumplan con determinadas
características formales. Es de esta manera que la libertad juega un papel preponderante y
se vuelve el fundamento de las instituciones jurídico-políticas en el Estado, puesto que sí es
posible desear de acuerdo a principios a priori de la razón la libertad de todos los individuos
mientras no intervenga con la libertad del resto como un marco para que éstos puedan
buscar su fin natural último. Kant otorga, dentro de su doctrina filosófica, un gran valor a la
autonomía de la voluntad, a la capacidad del hombre para autodeterminarse y en ese sentido
afirma que: “Nadie me puede obligar a ser feliz a su modo (tal como él se imagina el
bienestar de otros hombres), sino que es lícito a cada uno buscar su felicidad por el camino
que mejor le parezca, siempre y cuando no cause perjuicio a la libertad de los demás…”1.
En cuanto a Hegel, la libertad también forma parte fundamental de su teoría del derecho;
sin embargo, como se señaló anteriormente, él no se contenta con la visión puramente
formal kantiana y busca establecer una libertad sustancial, objetiva. No tiene sentido que el
Estado asegure la libertad particular de cada individuo puesto que en realidad, esto no es
más que una mera subjetividad perteneciente a cada uno de ellos y, como tal, no es una
libertad real. En un primer momento, el individuo tiene una voluntad que hace abstracción 1 Kant, I., “En torno al tópico: ‘tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve en la práctica’”, II. En: Teoría y Práctica. Madrid. Tecnos, 1986, p. 27
del mundo externo, luego ésta determina un contenido de tal forma que se transforma en
una voluntad libre, desea algo determinado; sin embargo, ésta es solo libre en sí, es decir
que es sólo el concepto de libertad que tiene el individuo particular y que pertenece al
momento de la moralidad. Hegel cree que la verdadera libertad debe superar estos dos
momentos siendo, al mismo tiempo, particular y universal. “La libertad es querer algo
determinado y en esa determinación permanecer consigo y retornar nuevamente a lo
universal”2De esa forma, la libertad alcanza su forma suprema en el Estado, que es el fin
último, y el conjunto de leyes e instituciones en las que el individuo participa y al
determinarlas sigue considerándose a sí mismo en cuanto particulariza algo que es universal
en sí mismo. Se trata de la libertad que ha adquirido una forma independiente de la
subjetividad de cada uno y, en cierta forma, ha adquirido vida propia, la denominada vida
ética, como si se tratara de algo concreto que posee la forma de leyes e instituciones en las
cuales el hombre puede por fin convertirse en eso, adquirir realidad. Todos los momentos
anteriores son falsos en tanto son contingentes, mera posibilidad.
1.c) Según Kant, el Estado es lo único que puede ser un medio y un fin al mismo tiempo,
puesto que constituye la suprema condición formal para la existencia del derecho y, por lo
tanto, nadie puede atentar contra éste, por lo que los súbditos deben necesariamente
obedecer, por más que crean que es injusto (pues sus necesidades no son el fin del Estado).
Argumentos al respecto son que en una eventual disputa entre el súbditos y el Estado no
existiría ningún juez imparcial capaz de dirimir el conflicto (tendría que haber otro
soberano lo que, por definición, es absurdo) y que no se podría establecer en la misma
constitución una cláusula que permitiera la desobediencia puesto que implicaría la idea
absurda de un “contrapoder públicamente constituido”3. Por lo tanto, lo único que puede, y
debe, hacer el súbdito, considerando que el soberano es un ser humano que, si bien se
infiere que actúa de buena fe, puede equivocarse, es ejercer su derecho a expresar
descontento y lograr ser oído para que el soberano sepa de la supuesta injusticia y pueda
actuar para remediarla.
2 Hegel, G.W.F., Principios de la Filosofía del Derecho, Trad. Juan Luis Vermal. Edhasa, Madrid, 1990, p. 743 Kant, I., op. ci.t, p. 43
A mi juicio, Hegel sería de la opinión de que el pueblo sí tiene un derecho a revolución
bajo ciertos supuestos. En efecto, finalmente, la tesis de Hegel es una que establece lo
verdadero en lo racional que puede ser finalmente encontrado en las instituciones, por lo
que si resulta que éstas van en contra de sus fines, es imperativo esto sea corregido, además
de que no le otorga al soberano el papel que le dan los contractualistas, por lo que no se
puede concebir que la voluntad subjetiva de un individuo pueda llegar a ser más importante
que la libertad objetiva encontrada en la búsqueda de todos los individuos del tránsito de
sus particularidades a universalidad.