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Compartir el REGALO Libro de recursos para transmitir la Meditación Cristiana Publicado por Meditatio En asociación con Medio Media © 2013 The World Community for Christian Meditation Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, guardada en un sistema de recuperación, o transmitida en ninguna forma ni por ningún medio, sin el previo permiso de ‘The School of Meditation’ de The World Community for Christian Meditation. Traducción al español: © Marina Müller, 2014

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Libro de recursos para transmitir la Meditación Cristiana

Publicado por Meditatio En asociación con Medio Media © 2013 The World Community for Christian Meditation Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, guardada en un sistema de recuperación, o transmitida en ninguna forma ni por ningún medio, sin el previo permiso de ‘The School of Meditation’ de The World Community for Christian Meditation. Traducción al español: © Marina Müller, 2014

CONTENIDOS Reconocimientos Introducción Las dos palomas LA MEDITACIÓN EN LA TRADICIÓN CRISTIANA La rueda de la oración ¿Qué es la oración? La enseñanza esencial ¿Qué es la meditación? La práctica Apoyo bíblico para la meditación cristiana EL CAMINO DEL MANTRA El mantra en la tradición cristiana de meditación y la enseñanza de John Main El camino del mantra El mantra, las distracciones y la mente de mono Eligiendo el mantra El camino del mantra en la tradición oriental y occidental del cristianismo Gente importante / Etapas en el desarrollo de la espiritualidad contemplativa cristiana LOS FRUTOS DE LA MEDITACIÓN Los frutos de la meditación EL VIAJE DE LA MEDITACIÓN El laberinto de Chartres Peregrinación al corazón Etapas del viaje En la Tierra Prometida Las etapas psicológicas del Viaje Las cuatro etapas de la oración y la meditación mántrica. Teresa de Jesús y John Main ORGANIZAR UN EVENTO DE LA ESCUELA DE MEDITACIÓN La introducción de la meditación cristiana a los demás Detalles prácticos para la configuración y ejecución de un evento CHARLAS INTRODUCTORIAS La introducción de la meditación a una audiencia principalmente cristiana La introducción de la meditación a un grupo mixto o mayormente secular EJEMPLO DE CHARLAS Resumen de la Enseñanza La Luz de la Palabra "Somos lo que hacemos con el silencio" Desde Casiano a John Main: La meditación y la tradición cristiana EL PERÍODO DE MEDITACIÓN El período de meditación PREGUNTAS Y RESPUESTAS Preguntas y respuestas EL PAPEL DEL GRUPO DE MEDITACIÓN CRISTIANA La reunión semanal del grupo

El papel de la Meditación Cristiana grupal El líder del grupo de Meditación Cristiana Profundo conocimiento de John Main acerca de los pequeños grupos RECURSOS Las personas que apenas comienzan a meditar Los nuevos grupos

Publicado por Meditatio en asociación c o n Medio Media © 2013 The World Community for Christian Meditation Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, guardada en sistemas de almacenamiento, o trasmitida en ninguna forma ni por cualquier medio, sin el permiso previo de ‘The School of Meditation’ de The World Community for Christian Meditation Traducción: © Marina Müller 2014

RECONOCIMIENTOS La enseñanza de John Main OSB y de Laurence Freeman OSB forma la base de este libro. Reconocimientos y agradecimiento a los participantes en la primera 'Escuela para Maestros' en Florencia, 1997, también a los miembros de la Comunidad, tanto en el Reino Unido y en todo el mundo por su trabajo preparatorio, especialmente a Carla Cooper, Peter Ng, Eileen O'Hea, Doreen Romandini, Gregory Ryan y Elizabeth West. Compartir el regalo: Libro de Recursos para transmitir la Meditación Cristiana, ha sido compilado y editado por Kim Nataraja, Directora de la Escuela de meditación de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana. Para más información sobre la Escuela de Meditación por favor ponte en contacto con: la Coordinadora Internacional E-mail: [email protected] Sitio web: www.theschoolofmeditation.org La coordinadora para países hispanohablantes de Latinoamérica: [email protected] Sitio web: www.meditacioncristiana.net

INTRODUCCIÓN Estás a punto de embarcarte en compartir la enseñanza de la meditación con otros. Este libro te ofrece recursos asignados a esto, procedentes de la experiencia de mucha gente que ha introducido la meditación en la tradición cristiana. También te hará más consciente de lo que nuestra comunidad está llamada a ser. Todo gran maestro/a deja una escuela detrás de él o ella y como cristianos estamos en la escuela de Cristo, aprendemos a revestirnos de Cristo como decía San Pablo. San Benito dejó su Regla a los cristianos de todas las clases sociales y llamó al monasterio una escuela del servicio del Señor. John Main es el fundador de una escuela dentro del contexto más amplio de la Escuela de Cristo y de la oración cristiana. A través de su inspiración muchos hallaron una manera de volver a lo esencial de la experiencia cristiana, a la oración del corazón, a la experiencia de Cristo en el interior, al Espíritu que mora en nosotros. John Main sabía mejor que nadie que la enseñanza de la meditación es 'captada' en lugar de "enseñada" y sin embargo, con gusto animó a la gente a trabajar duro para transmitirla, para enseñar, para compartirlo con los demás, ya sea en pequeños grupos, de uno a uno, o simplemente por su ejemplo en silencio. Él entendió muy claramente que se trata de una comunicación personal y que cada uno de nosotros medita porque en algún momento en nuestra vida hemos tenido este regalo que se nos comunica personalmente. Al igual que cualquier regalo del Espíritu, exige ser compartido. En el aprendizaje, siempre se trata de aprender a aprender y en una escuela espiritual, por encima de todo, los profesores son estudiantes y los estudiantes son los profesores. Los profesores ideales son personas que tienen la suficiente humildad, suficiente experiencia, conocimientos suficientes y que aprenden a ser capaces de entrar en una situación y realmente estar abiertos al momento presente. Con cualquier grupo que estés, tú eres tú y estás en una relación que es única. Ya sea que estés dando una charla por una tarde o por un día, estás en una relación muy estrecha con tu público. Ellos están escuchándote y esto puede dar un poco de miedo, puede ponerte nervioso, pero ese nerviosismo se puede convertir en ventaja, si se lo muestras a la audiencia, no tratando de ocultarlo, y encontrando en la debilidad el sentido del Espíritu. Los harás aprender algo de esta experiencia de la vulnerabilidad. Es, en cierto grado, como salir al escenario. Un actor que va a jugar el papel de Hamlet seis noches a la semana, probablemente siente que conoce las líneas, pero al mismo tiempo, su rendimiento será bastante diferente cada noche, hay un público diferente, tal vez un lugar diferente, etc. La obra que se está representando tiene un significado infinito y ramificaciones que siempre se pueden aprender. Pero no estamos actuando o leyendo a alguien palabras de otra persona, de hecho. Estamos siendo nosotros mismos y hablamos de nuestra propia experiencia dentro de una tradición y una comunidad.

La otra cosa es que si se puede hacer eso, si puedes acercarte a ella de esta manera (con la preparación suficiente, y también con suficiente espontaneidad y riesgo) entonces la enseñanza es realmente enriquecedora para ti. De alguna manera, tú mismo eres enseñado cada vez. Puede ser algo que dices que no sabías que sabías o una conexión que estás haciendo, una visión de algo de las Escrituras. Puede ser una pregunta que alguien hace o simplemente la singularidad de ese grupo que de alguna manera encarna un aspecto del misterio que no ha sido consciente antes. Es importante ver que dar la charla es un trabajo muy creativo, muy devoto, una experiencia muy real de la presencia de Cristo en y entre todas las personas. La introducción de la meditación a una audiencia de desconocidos da un salto en la fe cada vez que lo hacemos. Como profesor o profesora, encontrarás que no hay manera fácil de pasar por esto. Se necesita mucha preparación y más que un poco de confianza. Es siempre un acto de fe. Si puedes acercarse a ella de esa manera cada vez que das una enseñanza, creces. Con cada acto de fe se profundiza tu propia fe. A estas alturas, debes haberte preguntado por qué quieres enseñar meditación. Tienes que querer hacerlo. Debe ser algo que tienes anhelo de hacer. Pero también debes tener una sana inseguridad al respecto. Debes querer hacerlo, pero, al mismo tiempo, no debes ser demasiado confiado. Por otro lado, tampoco debes sentir que no sabes lo suficiente. Hay una gran cantidad de fe, un poco de experiencia, y luego se complementan. A continuación, no estás muy seguro de cuál parte es la fe, y cuál es la experiencia. Acabas de saber que esto es algo que debes hacer. Cada vez que haces ese salto de fe al compartir las enseñanzas, profundizas tu propia comprensión de la misma. Piensa en ello cada vez, como un momento de inocencia que compartes con el grupo en que estás. Sin duda, es un momento de igualdad. Tú estás con ellos, ellos están contigo. Hay momentos como estos en la vida: de nacimientos y defunciones, de matrimonios y votos de compromiso, en los que de alguna manera tocamos juntos, como seres humanos, una inocencia primigenia. Esto es compartir un camino espiritual. Esta experiencia de la Escuela que estás a punto de emprender te ayudará a viajar más lejos a lo largo de tu camino espiritual. Enfoca la Escuela con alegría, anticipación, y como uno de esos momentos de gracia e inocencia. Laurence Freeman OSB

Las dos palomas

El símbolo de las dos palomas posadas en el borde de un cáliz o de otro recipiente es de gran antigüedad y tiene profunda resonancia en muchas culturas. El uso del símbolo por la Comunidad Mundial se inspira en el mosaico de Gala Placidia, del siglo V, en una de las primeras iglesias cristianas de Ravena, que fue construido originalmente como una tumba imperial. Hay antecedentes del símbolo en el arte romano y griego, pero sus raíces más antiguas son probablemente fenicias. El símbolo de la paloma bebiendo es arquetípico. Es una metáfora transcultural de lo sagrado, que se experimenta sólo a través de la absorción personal en la realidad. La asociación con el agua en la iconografía cristiana evoca el simbolismo místico de la muerte, el nacimiento y la regeneración o purificación por medio del bautismo. El agua es el antiguo principio femenino en la naturaleza asociado con las fases de la luna y de todo el poder que da vida. Como el néctar, que era el símbolo griego de la inmortalidad, como el vino que se convierte en la sangre de Cristo en la iconografía cristiana. La paloma es un símbolo cristiano del Espíritu Santo. En la mitología griega era el ave de Venus, el pájaro del amor. En el arte cristiano, los siete dones del Espíritu Santo son representados como palomas encaramadas en el árbol de la vida o bebiendo las aguas de la sabiduría y la vida eterna. El cáliz evoca el misterio del sacrificio, que se encuentra en el corazón de la Eucaristía cristiana donde el Hijo se ofrece al Padre en el amor del Espíritu Santo, y une a toda la creación en su ofrenda. Un llamativo eco de este rico símbolo espiritual se encuentra en el Mundaka Upanishad de la tradición india que describe:

"Las aves, los dos dulces amigos, habitan en el mismo árbol. El uno come la fruta del mismo y el otro mira en silencio. El primero es el alma humana que descansa sobre ese árbol, y aunque activa, se siente triste por su falta de sabiduría. Pero mirando el poder y la gloria del espíritu más elevado, se libera de la tristeza".

Aquí, el dualismo de los dos pájaros sugiere la unidad subyacente de lo activo y lo contemplativo en la vida de cada ser humano. Marta y María son hermanas inseparables en la vida de todos los que adoran a Dios en la profundidad de su espíritu.

Símbolo de la Comunidad Mundial Para la Meditación Cristiana

Como dijo John Main:

“Hay una armonía esencial entre el ser y la acción. Dios es pura actividad. La quietud pura no está inactiva. Es energía armonizada que ha llegado a su meta destinada más alta, y en esta armonía se contiene el poder y el significado de todo movimiento. La meditación es la realización del Ser, de pura acción. No puede ser un estado meramente pasivo, porque es a la vez enérgica y en quietud, y sigue siendo, en lo más alto de la acción, energía de conciencia incandescente”.

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La Meditación en la Tradición Cristiana

La rueda de la oración Quietud en el Centro

El propósito de una rueda es mover un carro. La oración es la rueda que mueve nuestra vida espiritual hacia Dios. Para girar, la rueda debe hacer contacto con el suelo. Si la rueda no toca el suelo, no se puede mover el carro, la rueda solamente gira. Así, tiene que haber un tiempo real y un lugar en nuestra vida diaria que dediquemos a la oración. Los rayos de la rueda son como las diferentes formas de oración. Todas las formas de oración son válidas y eficaces. Tenemos la Eucaristía, la oración de intercesión, los sacramentos, la lectura de la Escritura y las devociones personales. Lo que mantiene los rayos juntos y hace girar la rueda es el centro. Los rayos convergen en el centro o eje de la rueda. Podemos pensar en el eje como la Oración de Cristo que habita en nuestros corazones. En el eje de la rueda hay quietud. Sin el punto de quietud en el centro, la rueda no puede girar. La meditación llega a la quietud en el centro de nuestro ser. Cuando meditamos, entramos en esa quietud central, que es la fuente de toda nuestra acción, nuestro movimiento hacia Dios a través de Cristo dentro de nosotros. El movimiento de la rueda requiere quietud en el centro. Esta es la relación entre la acción y la contemplación.

¿Qué es la oración? Una definición muy antigua de la oración la describió como la elevación del corazón y la mente a Dios. ¿Qué es la "mente "? ¿Qué es el "corazón "? La mente es la que piensa - cuestiona, hace planes, se preocupa, fantasea. El corazón es el que sabe - ama. La mente es el órgano del conocimiento, el corazón, el órgano del amor. La conciencia mental finalmente debe ceder y abrirse al camino de mayor saber que es la conciencia del corazón. El amor es un conocimiento completo. La mayor parte de nuestra formación en la oración, sin embargo, se limita a la mente. Cuando niños, nos enseñaron a decir nuestras oraciones, para pedir a Dios por lo que los demás o por lo que nosotros necesitamos. Pero esto es sólo la mitad del misterio de la oración. La otra mitad es la oración del corazón, en que no estamos pensando en Dios o hablando con él o pidiendo nada. Simplemente estamos siendo con Dios, quien es en nosotros, por el Espíritu Santo que Jesús nos ha dado. El Espíritu Santo es el amor, la relación de amor que fluye entre el Padre y el Hijo. Es este Espíritu el que Jesús ha infundido en cada corazón humano. La meditación es, pues, la oración del corazón que nos une con la conciencia humana de Jesús en el Espíritu. "Nosotros ni siquiera sabemos orar, pero el Espíritu mismo ora en nosotros" (Romanos 8:26). Para la oración mental - orando con palabras o pensando acerca de Dios - podemos hacer reglas. Hay muchos "métodos de oración mental", pero para la oración del corazón no existe una técnica, no hay reglas: "Donde está el Espíritu, allí hay libertad" (2 Corintios 3:17). El Espíritu Santo en la Iglesia moderna, especialmente desde el Concilio Vaticano II a principios de 1960, nos ha estado enseñando a recuperar esta otra dimensión de nuestra oración. Los documentos del Concilio sobre la Iglesia y la Liturgia hicieron hincapié en la necesidad de desarrollar "una orientación contemplativa" en la vida espiritual de los cristianos de hoy. Todos estamos llamados a la plenitud de la experiencia de Cristo, sea cual sea nuestra forma de vida. Esto significa que tenemos que ir más allá del nivel de la oración mental que es hablar a Dios y pensar en Dios, pidiendo a Dios por nuestras necesidades. Tenemos que ir a las profundidades, adonde el espíritu del mismo Jesús está orando en nuestros corazones, en el profundo silencio de su unión con el Padre en el Espíritu Santo.

La oración contemplativa no es el privilegio de los monjes y las monjas o de místicos especiales. Es una dimensión de la oración a la que todos estamos llamados. No trata acerca de experiencias extraordinarias o estados alterados de conciencia. Es lo que Tomás de Aquino llama “el simple disfrute de la verdad”. William Blake habló de la necesidad de "limpiar las puertas de la percepción" de modo que podamos ver todo lo que realmente es - infinito. La meditación en la tradición cristiana Esto tiene que ver con la conciencia contemplativa vivida en la vida ordinaria. La meditación nos lleva a esto y es parte de todo el misterio de la oración en la vida de cualquier persona que está buscando la plenitud del ser. Piensa en la oración como una gran rueda: la rueda gira toda nuestra vida hacia Dios. La oración es una parte esencial de una vida plenamente humana. Si no oramos, estamos vivos sólo a medias y nuestra fe sólo se desarrolla a medias. Los rayos de la rueda representan los diferentes tipos de oración. Oramos de diferentes maneras, en diferentes momentos, y de acuerdo a lo que sentimos. Gente diferente ha preferido diferentes formas de oración. Los rayos representan, por ejemplo, la Eucaristía, los sacramentos, la oración espiritual, la oración de petición y la oración de intercesión, la oración carismática, las devociones, el rosario, etc. Pero lo que hace cristianas a todas estas diferentes formas de oración es que están centradas en Cristo. Los radios son las formas o expresiones de la oración, que encajan en el eje de la rueda, que es la oración de Jesús mismo. Su oración es el significado esencial y la fuente de la oración del cristiano. San Pablo dijo: "No soy yo quien ora, es Cristo quien ora en mí". Por lo tanto, en este modelo de la rueda, todas las formas de oración fluyen hacia y desde el espíritu de Jesús, de adoración a Dios y en nombre de toda la creación. Todas las formas de oración son válidas. Todas son efectivas. Se impregnan de la oración de la conciencia humana de Jesús que está en nosotros por la gracia del Espíritu Santo. Este es un entendimiento en fe de la rueda de la oración. No estamos pensando todo esto en el momento de la meditación en sí. Experiencialmente, la rueda nos enseña también algo de gran importancia. El eje de la rueda, el centro de la oración, nos enseña a encontrar la quietud. Sin quietud en el centro, no puede haber movimiento o crecimiento en la circunferencia. La meditación es el trabajo de encontrar y convertirse en uno con esta quietud, que es el sello distintivo del Espíritu. "¡Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios!"

La oración contemplativa es la apertura total a la unidad con Jesús y con la oración de Jesús. Contemplación es estar en silencio, quietud y simplicidad. Y el corazón de la oración de Jesús es su comunión de amor con el Padre, su atención vuelta al Padre, en el Espíritu Santo. La oración cristiana, por lo tanto, significa entrar en la vida de la Santísima Trinidad en, a través y con la mente humana y el corazón de Jesús. Para muchas personas, la oración es básicamente, una apelación a Dios por ayuda especial en determinados momentos de angustia. Es natural expresar nuestra fe y confianza en Dios de esta manera, y en esos momentos. ¿Pero, qué es nuestra fe en Dios? ¿No es, como Jesús dice, que Dios conoce nuestras necesidades antes de pedirle? No expresamos nuestras necesidades a Dios, ya sea para informar a Dios de lo que no sabe o persuadir a Dios a cambiar de opinión. Si nosotros oramos por nuestras necesidades, es, sobre todo, porque al hacerlo profundizamos nuestra confianza en que Dios ya las sabe y que a Dios le importan. A menos que esta fe sea clara y profunda, nuestra oración puede fácilmente estancarse en una etapa de desarrollo detenido, atrapado en el nivel del ego. Para muchos cristianos esta es la crisis de la fe hoy, que refleja el nivel a menudo de poca profundidad de la espiritualidad cristiana. La oración del corazón, la oración contemplativa, la meditación, es esencialmente oración de fe. En silencio aceptamos que Dios conoce nuestras necesidades y que este conocimiento es el amor que nos crea y eventualmente nos completará. Adaptado y resumido de Laurence Freeman OSB Meditación Cristiana: nuestra práctica diaria

Piensa en la oración como una gran rueda: la rueda gira toda nuestra vida hacia Dios. La oración es una parte esencial de una vida plenamente humana. Si no oramos estamos viviendo sólo a medias y nuestra fe sólo está a medio desarrollar. Los rayos de la rueda representan los diferentes tipos de oración. Nosotros oramos de diferentes maneras en diferentes momentos y de acuerdo a lo que sentimos. Diferentes personas han preferido diferentes formas de oración. Los rayos representan, por ejemplo, la Eucaristía, los sacramentos, la oración bíblica, la oración de petición y de intercesión, la oración carismática, las devociones, el rosario, etc. Pero lo que hace cristianas a todas estas diferentes formas de oración es que están centradas en Cristo. Los rayos de la rueda son las formas o expresiones de oración que encajan en el eje de la rueda, que es la oración de Jesús mismo.

Laurence Freeman Meditación Cristiana: Nuestra práctica diaria

La enseñanza esencial San Pablo dijo que nosotros no sabemos pedir, pero que el Espíritu ora dentro de nosotros (Romanos 8:26). Esta es la clave para entender el verdadero significado de la oración cristiana. Sugiere que aprendamos a orar no por tratar de orar, sino por renunciar o dejar ir nuestro intento. Y en su lugar, aprender a ser. Esto abre el acceso a la oración más profunda del corazón, donde podemos encontrar “el amor de Dios que inunda nuestro corazón más íntimo a través del Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Romanos 6:5). Esto es pura experiencia, más allá del pensamiento, el dogma y la imaginación. La meditación es una práctica espiritual universal, que nos guía a este estado de oración, a la oración de Cristo. Esto nos lleva al silencio, la quietud y la simplicidad. Como cristianos, debemos meditar, porque creemos en Cristo Resucitado, que vive, y vive en nosotros. Como discípulos de Jesús, el maestro, tenemos fe cuando nos llama a dejar atrás nuestro yo y a salir de nosotros mismos, siguiendo el Reino de Dios, para "participar en el ser mismo de Dios". La meditación es, por tanto, estar en relación con Jesús, centrados en la conciencia humana de Jesús en nuestro ser más íntimo. Jesús sabía que era a la vez desde y del Padre. Este auto-conocimiento de Jesús es lo que nos lleva a conocernos a nosotros mismos como templos del Espíritu Santo. Nos damos cuenta, también, que no tenemos que ir a buscar a Jesús, ya que Jesús ya nos encontró. No elegimos, somos elegidos. Es nuestra fe la que hace que nuestra meditación sea cristiana. Como cristianos, naturalmente meditamos con otros cristianos, y nuestras vidas son guiadas y enriquecidas en la comunidad por la Escritura, por los sacramentos y las diferentes maneras de ministrar a otros en el amor y la compasión del Espíritu. La teología básica de la meditación es la teología básica del evangelio. Jesús, por su vida, muerte y resurrección, ha abierto para nosotros un camino a Dios, y mediante el envío del Espíritu Santo se ha convertido en nuestro camino y nuestro guía. La práctica de la meditación es una manera de experimentar el evangelio, no sólo leerlo o pensarlo. En la meditación buscamos el tesoro interior y tenemos que estar preparados para dejarlo todo si queremos encontrarlo. Es el "tesoro escondido en el campo" del que habla Jesús en la parábola del Reino. Como maestros de meditación, estamos llamados a vivir la experiencia de Jesús en nuestras propias vidas, en nuestros propios viajes, y para ayudar a pasar esa tradición a los demás. La meditación en la tradición cristiana Sabemos que la meditación es en gran medida una forma de rendición, no sólo de las imágenes y conceptos, sino también de las expectativas. No es una forma de tratar de lograr algo, de querer llegar a algún lugar, o de torcer el brazo de Dios, por así decirlo, si quieres profundizar tu fe y te interesa el arte sagrado.

"No se haga mi voluntad, sino la tuya". En la meditación se trata de darse cuenta, en lugar de adquirir. Darse cuenta de la presencia interior de Dios, dándose cuenta de lo que ya se ha logrado, como el Padre John Main solía decir. Se trata de dejar de lado las metas. Jesús no enseñó ningún método particular de oración, pero podemos ver por lo que dice de la oración en el Sermón de la Montaña, que la meditación es una manera de encontrarlo y seguirlo. La meditación es totalmente coherente con su enseñanza sobre la oración. ■ La oración, como las buenas obras, no debe ser meramente externa. No se trata de parecer santo ni de ganar la admiración de los demás. Tampoco se trata siquiera de sentir que somos santos. Jesús dice que “tu mano izquierda no debe saber lo que está haciendo tu mano derecha". La oración es un trabajo humilde y desapegado que nos ayuda a discernir la realidad (Mateo 6:1-4). ■ La oración debe ser interior. Los que les gusta que su oración sea demasiado pública pueden caer fácilmente en la hipocresía, que es la discordia entre nuestra identidad interior y exterior. Jesús nos dice que debemos ir a "nuestra habitación privada" y orar en ese "lugar secreto". La palabra 'secreto' aquí significa también "misterioso". El misterio no es magia. Es la experiencia de la realidad que la conciencia mental por sí misma no puede contener o entender. La oración es, por naturaleza, misteriosa, y el lugar más profundo del misterio de la vida humana es el corazón. El "cuarto privado" es una metáfora de la cámara interna del corazón (Mateo 6:5-6 ). ■ En la oración no debemos "decir muchas palabras". Más palabras no hacen que Dios nos oiga mejor. La oración no es cuestión de cantidad, sino de calidad. (Mateo 6:7-8). ■ La oración no es principalmente pedir a Dios las cosas, porque "él sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos" (Mateo 06:08). ■ Hay que dar prioridad a los tesoros espirituales del Reino en lugar del bienestar material (Mateo 6:19-21). ■ Hay que aprender a dejar de preocuparse por el futuro y confiar en Dios. La ansiedad es una enemiga de la oración. Nos hace demasiado centrados en nosotros mismos y evita hacer realidad el regalo ya depositado con amor en nuestro corazón (Mateo 6:25-37). Además, al decirnos que no nos preocupemos por el mañana, también nos pide que dejemos de pensar en el pasado y el futuro y aprendamos a vivir plenamente en el momento presente. ■ Por último, Jesús dice que la oración es "establecer nuestra mente en el Reino de Dios como prioridad". En otras palabras, es estar atentos a la "única cosa necesaria" – ser conscientes. Entonces todas las otras cosas vendrán también (Mateo 6:33). Estas siete enseñanzas de Jesús sobre la oración son lo que ponemos en práctica en la meditación: la humildad, la interioridad, el silencio, la confianza, la espiritualidad, la paz y la atención.

No tenemos que dominar técnicas difíciles o teorías con el fin para meditar. Sólo tenemos que estar en casa y despertar. Esto es lo que el mantra nos ayuda a hacer. Adaptado y resumido de Laurence Freeman en La meditación cristiana: nuestra práctica diaria

“La centralidad en el otro del cristiano despierto no es, hablando en sentido estricto, la sola condición para la oración. Se trata esencialmente de la condición de la oración, el estado de la misma oración. Siempre estará acompañada por un compromiso personal con la experiencia cotidiana de oración como un total giro de toda la persona hacia Dios, más allá de toda distracción y de toda actividad, de todo lo que no se concentre únicamente en Dios. Tal cristiano está cumpliendo el mandamiento de san Pablo de orar sin cesar porque el ojo interior de su conciencia ha sido abierto por el contacto redentor con el amor de Cristo y está permanentemente atento a su presencia interior. Así, cada cristiano está llamado a ser una persona de oración”.

John Main, Community of love (Comunidad de Amor)

¿Qué es la meditación? La meditación, enseñó John Main, es una forma de autoconocimiento y autoaceptación. Este es el primer paso indispensable para cualquier conocimiento de Dios. Pero no es principalmente un conocimiento intelectual; se alcanza a través de una profunda armonía de la quietud de la mente y el cuerpo. El propio cuerpo forma parte del camino hacia Dios. Tampoco se trata de un viaje aislado o solitario. La soledad de la meditación nos despierta a nuestra profunda interdependencia con otras personas, por eso "la meditación crea comunidad". John Main vio la Iglesia del futuro como comunidad. La renovación espiritual del cristianismo es el próximo gran paso en su movimiento desde lo medieval a la identidad moderna. Con esto vendrá una nueva apreciación de la comprensión cristiana básica de la oración misma. La oración no es hablar o pensar acerca de Dios, sino estar con Dios. Mi oración no es, básicamente, mía en absoluto, si estoy trascendiendo mi punto de vista egocéntrico estrecho de la realidad. La esencia de la oración cristiana es la conciencia humana de Jesús de adorar a Dios en el Espíritu en el centro de la persona humana. En la meditación, el camino a seguir para esta creciente conciencia de que el Espíritu ora en nosotros reside simplemente en nuestra profunda fidelidad a la palabra del mantra. La repetición fiel de nuestra palabra integra todo nuestro ser. Lo hace porque nos lleva al silencio, la concentración, al necesario nivel de conciencia que nos permite abrir nuestra mente y corazón a la obra de amor de Dios en la profundidad de nuestro ser. Al comenzar a meditar, tenemos tres objetivos preliminares. El primero es simplemente decir el mantra durante toda la duración de la meditación. Alcanzar esta primera etapa probablemente tomará cierto tiempo, y mientras tanto, tenemos que aprender a ser pacientes. No podemos obligar a que pase nada, sino simplemente hay que decir el mantra sin prisa, sin expectativas. El segundo objetivo es decir el mantra durante toda la meditación sin interrupción, sin dejar de estar muy tranquilos frente a las distracciones. En esta fase, el mantra se asemeja a un arado que sigue resueltamente a través del terreno áspero de nuestra mente, sin desviarse por cualquier intrusión o perturbación. Y el tercero de estos objetivos preliminares es decir el mantra durante todo el tiempo de la meditación, absolutamente libres de todas las distracciones. Las áreas superficiales de la mente están ahora en sintonía con la profunda tranquilidad en el centro de nuestro ser. La misma armonía suena en todo nuestro ser. En este estado pasamos más allá del pensamiento, más allá de la imaginación, y más allá de todas las imágenes. Simplemente descansamos en la Realidad, la presencia de Dios mismo que sabemos que vive en nuestros corazones.

Esta transformación de nuestra naturaleza se presenta ante nosotros como una realidad y una posibilidad inmediata. El mantra es simplemente el legado que nos lleva a esta experiencia cristiana central, que nos lleva a conocer a partir de nuestra propia experiencia que el amor de Dios ha inundado nuestro corazón más íntimo a través del Espíritu Santo. Tenemos que preparar nuestros corazones para recibir el maravilloso mensaje del Evangelio en toda su plenitud. Y hasta que hayamos expandido nuestra conciencia, seremos incapaces de esto, y seremos también incapaces de saber lo que significa realmente el tradicional lenguaje religioso que usamos. La meditación es precisamente la forma que tenemos que seguir para ampliar nuestros corazones, ampliar nuestra visión y aclarar nuestra mente y nuestra percepción. Las etapas de nuestro progreso en la meditación vendrán en su propio tiempo, el tiempo de Dios. Sólo nos impedimos esta progresión por llegar a ser demasiado conscientes de nosotros mismos acerca de nuestro estado de desarrollo. La mayor tentación es complicar el proceso y a nosotros mismos. "A menos que ustedes se hagan como niños"… La meditación nos simplifica hasta el punto en que podemos recibir la plenitud de la verdad y la plenitud del amor.

Adaptado y resumido de John Main

De la palabra al silencio

“Estamos convencidos de que el mensaje central del Nuevo Testamento es que en realidad sólo hay una oración y que esta oración es la oración de Cristo. Es una oración que continúa en nuestros corazones día y noche. La puedo describir solamente como la corriente de amor que fluye constantemente entre Jesús y su Padre. Esta corriente de amor es el Espíritu Santo”.

John Main El camino de la meditación de Momento de Cristo

La Práctica La meditación es experiencia. Es decir, es una forma de experiencia, no es teoría o pensamiento en absoluto. Es una forma encarnada de oración. El cuerpo no es una barrera entre Dios y nosotros. Es el sacramento de nuestro ser que Dios nos ha dado. Es por eso que el cuerpo necesita formar parte de toda la experiencia de oración. Las reglas simples son: ■ Siéntate: el cuerpo está relajado, pero no en una posición para dormir. ■ Siéntate en quietud: el cuerpo expresa la actitud de atención y reverencia de toda la persona. ■ Mantén la espalda recta: el cuerpo está alerta y despierto. ■ Respira normalmente: idealmente con respiración abdominal. ■ Estar en actitud relajada, pero alerta: la fórmula para la paz. ■ Cierra suavemente los ojos y comienza a recitar tu mantra en cuatro sílabas de igual énfasis: Ma -ra- na -tha. ■ Repite tu oración - palabra durante todo el tiempo de tu meditación. La primera vez que te sientas a meditar, tómate un tiempo para encontrar una postura que pueda ser agradable y estable. Relaja las tensiones evidentes de tu cuerpo, en los hombros, el cuello, los ojos y la frente. Las posturas básicas para sentarse son en una silla con la espalda recta, en un taburete de oración, o sentado con las piernas cruzadas en el piso con un pequeño cojín de apoyo debajo. Elige un momento y un lugar tranquilos donde no es probable que te molesten. Trata tus tiempos de meditación como los tiempos de prioridad. Se llega a ver por qué los meditadores consideran estos tiempos como los momentos más importantes de su vida. Si es posible, mantener el mismo lugar y hora de cada día, ya que esto ayuda a profundizar el ritmo de la oración en la vida. Por encima de todo, sé benigno contigo mismo. Tómate tu tiempo para insertar esta nueva disciplina en tu vida. Prepara y concluye cada meditación con un poco de música o otra manera que calme y que centre. La meditación puede, por supuesto, estar integrada con otras formas de oración, como la Eucaristía o la Escritura.

Meditar con un grupo cada semana es un poderoso medio de la profundización y de apoyo a la práctica. Los grupos dan ocasión para que las personas puedan compartir entre sí inspiración y aliento y proporcionan una oportunidad para escuchar la enseñanza cada semana. En un grupo se experimenta la dimensión de la presencia de Cristo: "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18:20). La gran dificultad práctica que todas las personas encuentran en la meditación es el incesante problema de las distracciones. Estas son simplemente los efectos de la constante actividad mental. El mantra es una forma sencilla y eficaz para hacer frente a todos los tipos de distracción. Ante las distracciones: ■ No trates de luchar contra ellas, ya sean pensamientos o imágenes o sentimientos. ■ Dale toda tu atención al mantra, suavemente y fielmente regresa a él todo el camino a través de tu tiempo de meditación. ■ No prestes atención a las distracciones. Trátalas como ruido de fondo. ■ Sé humilde, paciente, fiel, y mantén tu sentido del humor. No hagas una noche oscura de cada nube. Pero no subestimes la perseverancia que necesitarás ni la gracia se te dará. El mantra es como un camino a través de una espesa selva. No importa cuán angosto sea el camino, continúa con fidelidad y te llevará fuera de la selva, de la mente al gran espacio abierto del corazón. Cada vez que encuentres que has vagado fuera del camino, sólo tienes que volver a retomarlo. El fracaso y el éxito no son términos relevantes para describir tu experiencia de la meditación. Son términos del ego, y en meditación estamos aprendiendo a "dejar el yo, el ego, detrás".

Adaptado y resumido de Laurence Freeman Meditación Cristiana. Nuestra práctica diaria

Permítanme recordarles una vez más la necesidad de la fidelidad, en particular la fidelidad cotidiana a su meditación, sean cuales sean las dificultades (que a menudo son considerables), y también tu fidelidad, durante el tiempo de la meditación, a la recitación del mantra. Es esta simplicidad, esta fidelidad, la que nos conduce directamente a la plenitud del misterio que es el misterio de nuestro propio destino, el misterio de la auto revelación de Dios y el misterio del amor de Dios en Jesús.

John Main The heart of Creation

Apoyo bíblico para la Meditación Cristiana

En primer lugar, escucha esta cita del Padre John Main, un monje benedictino que recuperó para nuestro tiempo la antigua práctica de la oración con una misma palabra o frase, que se utiliza por primera vez en la tradición cristiana de los Padres del desierto de los siglos III y IV: "La meditación cristiana es el proceso en el que nos tomamos el tiempo para convertirnos en conscientes de nuestro potencial infinito en el contexto del acontecimiento de Cristo".

Él continuó diciendo en su obra Momento de Cristo:

"Básicamente, la meditación es una forma de llegar al propio centro, la fuente de nuestro propio ser, y permanecer allí inmóviles, en silencio, atentos... La meditación es, en esencia, una forma de aprender a estar despiertos, llenos de vida y aún así en quietud... El silencio de la meditación nos reenvía al estado de vigilia y al sentido de estar completamente vivo que amanece en nosotros porque estamos en armonía con toda la creación. La experiencia de la meditación nos pone en resonancia con toda la vida. Pero la manera de esta resonancia que nos despierta, es el silencio y la quietud".

En otros escritos John Main pone gran énfasis en la pobreza de espíritu como un estado mental requerido para el meditador. Así pues, tenemos una lista de palabras claves o conceptos o actitudes esenciales de la meditación cristiana como enseña John Main. Como he sugerido anteriormente, son el silencio, la quietud, la atención, la vigilia, la pobreza de espíritu. Una de estas palabras se encuentra en las Escrituras hebreas en I Reyes:19 en la historia de la competencia desastrosa de Elías con los profetas de Baal. Elías ha ganado el concurso para descubrir qué dios es más fuerte o más grande: Yahvé o Baal. Las cosas toman un mal giro cuando Elías decide que él y sus partidarios deben matar a todos los profetas de Baal, lo que proceden a hacer. Entonces recibe el mensaje inevitable de la reina Jezabel, que lo llena de pánico: "¡Los dioses te atraparán por esto y voy a vengarme de ti! Mañana a estas horas estarás tan muerto como cualquiera de los profetas". Elías hizo lo que habríamos hecho - corrió para salvar su vida, lejos en el desierto del sur de Judá, con ganas sólo de morir, para acabar con todo.

Según cuenta la historia, el ángel de Dios lo dejó descansar allí bajo la sombra de un arbusto y le dio pan y agua hasta que recobró las fuerzas. Después de su descanso, caminó y caminó hasta llegar a la montaña de Dios, al monte Horeb en el Sinaí. Cuando llegó allí, se metió en una cueva y se durmió. Entonces la voz de Dios lo despertó: "Elías, ¿qué estás haciendo aquí?" Y Elías respondió: "He estado trabajando con todo mi corazón para el Señor Dios de los Ejércitos. El pueblo de Israel ha abandonado tu pacto, han destruido tus lugares de culto, y asesinado a tus profetas. Soy el único que queda, y ahora están tratando de matarme". Se le dijo:"Vete y ponte en el monte ante Dios. Dios va a pasar". El espectáculo que viene a la mente cuando leemos las palabras de I Reyes 19:11-13 es realmente sorprendente:

"Había un huracán tan violento, que partía las montañas y quebraba las rocas delante del Señor, pero el Señor no estaba en el huracán. Después del huracán, un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto, y tras el terremoto un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego, y tras el fuego una brisa suave. Cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió y se puso a la entrada de la cueva".

No estaba en el sonido y la furia del huracán, del terremoto y del fuego, pero en el silencio de una suave brisa Dios le reveló a Elías que es Dios. En la práctica de la meditación, un ambiente de silencio es muy útil en nuestro esfuerzo por ser totalmente presentes al Espíritu de Dios y a todo lo que es. El silencio es siempre útil, pero no siempre esencial, especialmente cuando uno se encuentra en situaciones donde el silencio ambiental sea imposible, tal como en un aeropuerto concurrido o en vuelo. Por supuesto, los tapones para los oídos serían de gran ayuda en este tipo de situaciones. Se encuentran otras referencias al silencio o a estar en silencio. Quiero destacarlo en Zacarías y en Habacuc. Zacarías era un profeta hebreo en el período 520-518 Antes Cristo y fue enviado a la casa de Judá, que había sufrido mucho después de la caída de Jerusalén en el año 586. Él vino con un mensaje de esperanza y de consuelo: "Por tanto, así dice el Señor: he vuelto a Jerusalén con compasión, mi casa será construida en ella..." (1:16). Un poco más tarde, Zacarías amonesta al pueblo: "Calle todo el pueblo, delante del Señor, porque él se ha levantado en su santa morada" (2:13). La actitud correcta ante Dios el Señor, dice el profeta, es el silencio, y la meditación exige nuestro propio silencio. Otro profeta, Habacuc, tiene un tono similar. Acaba de terminar una acusación contra toda tiranía humana y concluye con una acusación burlona de sus ídolos de piedra y madera, cubiertos de oro y plata, cuando dice: "Pero el Señor está en su santo templo; ¡toda la tierra hace silencio en su presencia!" (Habacuc 2:20). Según cuenta la historia, el ángel de Dios lo dejó descansar allí bajo la sombra de un arbusto y le dio pan y agua hasta que recobró las fuerzas.

Después de su descanso, caminó y caminó hasta llegar a la montaña de Dios, al monte Horeb en el Sinaí. Cuando llegó allí, se metió en una cueva y se durmió. Aquí, de nuevo el silencio ante Dios es una actitud adecuada, y la meditación lo requiere. En este contexto, el silencio requerido está al servicio de la plena atención que debemos dar a la revelación de sí mismo de Dios. John Main dice en Comunidad de Amor:

"Sólo en el silencio y a través de él podemos interiorizar lo que está más allá de nuestra comprensión y comprender el poder de un diseño más grande que nosotros mismos: es el medio de la trascendencia".

La segunda palabra de la que quiero llamar tu atención se encuentra en el Salmo 46. El salmista describe un mundo natural cuyos cimientos están temblando y sacudiéndose y un mundo político en crisis, donde "las naciones están en alboroto, los reinos se tambalean", pero es un mundo en el que el gobierno de Dios triunfará, porque “el Señor de los ejércitos está con nosotros, el Dios de Jacob es nuestro refugio". Con el fin de saber esto, para experimentar la presencia y el poder de Dios, mientras todo lo parece estar cayendo a pedazos a nuestro alrededor, el salmista declara la palabra del Señor: "Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios". Es en el cese de nuestra frenética corrida de aquí para allá y nuestra pausa de las muchas tareas que ocupan nuestro tiempo en un día determinado, que comenzamos a experimentar una cierta quietud que es ajena a la mayoría de nosotros en nuestra vida diaria. Pero tal vez se necesita la palabra de Cristo, presente y al mando de la confusión de nuestra vida para que cese como cuando ordenó al viento y las olas en el mar de Galilea diciendo: "¡Apacíguate! Quédate quieto". Por lo tanto el Espíritu de Dios nos está diciendo hoy, "El tiempo se acaba; aquietaos si queréis conocerme”. De ahí el énfasis que John Main pone sobre la quietud en la meditación, el cese de toda actividad física o de movimiento, tanto como sea posible. Cuando se tiene en cuenta que el silencio interior y exterior, así como la quietud física y mental son componentes claves de la meditación cristiana, se hace evidente que uno se dirige a todo el ser: cuerpo, mente y espíritu. Para el meditador también está claro que esta forma de oración es un trabajo sagrado y no es un momento de pereza física y mental. Pasemos ahora a las escrituras del Nuevo Testamento y miremos la experiencia de Jesús con la oración, su enseñanza respecto a la oración y dos historias que son instructivas para quienes practicamos la meditación cristiana. La meditación cristiana es cristiana porque está basada en la vida y obra de Jesús el Cristo. Aunque no hay, que yo sepa, una referencia específica a la meditación o la oración contemplativa como tal en los evangelios, hay muchas razones para inferir su uso. Es instructivo, por lo tanto, tener en cuenta la experiencia de Jesús con la oración.

Recordemos los “40 días y 40 noches" de nuestro Señor en el desierto, en el extremo de los cuales tuvo que soportar las tentaciones de Satanás (Mateo 4:1-11). Los 40 días y las noches son, muy probablemente, un período simbólico de tiempo como los 40 años que los israelitas pasaron vagando por el desierto después de su éxodo de Egipto. El silencio debe haber sido intenso, ineludible. Lo que Jesús hizo durante su tiempo en "el desierto", excepto el ayuno, la oración y las tentaciones, nadie sabe realmente. Que él ayunó es parte de la historia y que él oró debe suponerse, ya que eso era parte de la observancia religiosa del ayuno. Cómo oró ahí, solo, no sabemos, pero no es una exageración creer que él estuvo muy quieto y silencioso, en actitud de espera paciente ante Dios. Piensa en ello. Durante un largo período de tiempo en la oración solitaria, uno se queda sin palabras y comienza a repetirse a uno mismo. De hecho es por eso que yo he venido por fin, a la meditación personal. Algunas personas se cansan de traer siempre su agenda personal a Dios en forma muy repetitiva. ¿Acaso Dios no sabe lo que necesitamos, incluso antes de pedir? ¿Necesita Dios ser instruido en cuanto al estado del mundo? ¿Acaso no agotamos finalmente el poder de la palabra para expresar los anhelos inefables de nuestros corazones? Con el tiempo ¿no estamos, por fin reducidos al silencio y simplemente estamos presentes delante de Dios y ante todo lo que es? Así, Jesús se sentó en silencio y quietud, largas horas de espera delante de Dios en una actitud de meditación. John Main dice que la oración de Jesús es una "corriente de amor que fluye constantemente de él al Padre", que al parecer es una descripción lo más cercana posible de la clase de oración que Jesús hizo probablemente en el desierto. En la meditación experimentamos distracciones o pensamientos al azar, que pueden extenderse sobre toda una gama de cosas - desde lo importante a lo trivial - con respecto a nuestras vidas y el mundo. Yo no he oído que otros digan esto, pero creo que es posible que las "tentaciones" de Jesús en el desierto son acontecimientos no literales, sino probablemente las distracciones que pasaron a través de la mente de Jesús mientras meditaba, de hecho las distracciones que golpearon en el corazón mismo de su identidad y su misión como el Ungido de Dios. Tales distracciones habrán sido profundamente intensas debido a sus necesidades físicas y molestias. John Main nos aconseja simplemente dejarlas ir, no pensar demasiado en ellas, sino centrar nuestra atención en el mantra. En otras ocasiones (Mt. 14:13-22 y Lc. 06:12) obtenemos vislumbres de Jesús en la oración: se fue a la colina para orar después de alimentar a la multitud y enviar a sus discípulos al otro lado del mar de Galilea. Había sido un largo día en una sucesión de días largos y necesitaba tiempo para estar a solas con su Padre. Otro momento es cuando Jesús subió al monte y oró toda la noche antes de llamar a sus discípulos.

Orar en toda la noche no es un tiempo para las palabras, sino para esperar en el silencio y la quietud ante Dios. Así, es posible, incluso probable, que practicara la oración contemplativa o la meditación, sin excluir las otras formas de oración. Todo el capítulo 17 del Evangelio según Juan se dedica a la "oración sacerdotal de Jesús", una larga oración de súplica por él mismo y de la intercesión por sus discípulos y todos los que "creerán en mí por su palabra". Los evangelios según Mateo, Marcos y Lucas presentan dos ocasiones más de Jesús orando discursivamente, en Getsemaní y en la cruz. El punto que deseo subrayar con respecto a la oración de Jesús en Getsemaní es su petición a Pedro, Santiago y Juan: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quédense aquí y velen" como él se fue "un poco más lejos" (Marcos 14:34-35). ¿Fue lo bastante lejos para que Jesús estuviese fuera del rango de audición? ¿Estuvieron los tres discípulos despiertos el tiempo suficiente para escuchar lo que Jesús oró? Queda abierta la posibilidad de que las palabras de la oración de Jesús sean una adición posterior, y que él se haya quedado en silencio y en sintonía a la corriente de amor que fluye entre él y el Padre. Consideremos la enseñanza de Jesús sobre la oración (Mateo 5,5-13):

"Y cuando oréis, no debe ser como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres... Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre...".

El pecado de la hipocresía de la parábola es el orgullo espiritual, lo cual es una paradoja, porque no hay lugar para el orgullo en presencia de Dios, sólo para la humildad. Está también la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos que entró en el Templo a orar (Lucas 18:9-14). Mientras que el fariseo santurrón ofreció una orgullosa oración a Dios sobre todos sus logros, el recaudador de impuestos "ni siquiera alzaba los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, pecador!" La humildad es la postura adecuada ante Dios. Jesús también enseñó que la oración debe ser simple cuando dijo: "Al orar, no hablen mucho, como los gentiles, que piensan que serán oídos por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan" (Mateo 6:7-8). En otras palabras, es la simplicidad la norma o directriz. El uso del mantra en la práctica de la meditación es un enfoque de la oración que es a la vez simple y humilde. Es la combinación de la sencillez y la humildad, la cual se acerca más a la interpretación de la "pobreza de espíritu" de la primera bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 05:03), que John Main recomienda que adoptemos al meditar.

Su significado es que debemos dejar de lado todos los pensamientos, las ideas, teorías, deseos, sentimientos y centrar toda nuestra atención en decir el mantra y estar en el momento presente. Consideremos dos historias que involucran a Jesús y algunos de sus seguidores, que sirven para subrayar los puntos que se destacaron antes en relación con las actitudes o posturas apropiadas o requeridas cuando estamos en la presencia de Dios. La historia de la Transfiguración de Jesús es el punto aquí (Mateo 17: 1-13, Marcos 9:2-13, Lucas 9:28-36). Pedro, Santiago y Juan estaban con Jesús en la montaña y fueron testigos de ese misterioso hecho extraordinario. Cuando Pedro dejó escapar su propuesta sin sentido para construir tres cabinas o refugios para Jesús, Moisés y Elías, "una nube los cubrió, y desde la nube salió una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle". Prestar atención a la voz y la presencia de Dios es otro importante aspecto de la meditación cristiana. Estar en el momento presente, completamente alerta a la presencia del Espíritu en nosotros y a nuestro alrededor es el tipo de atención que debemos traer a nuestra meditación. Consideremos la historia de la visita de Jesús a Marta y María en el Evangelio según san Lucas (10,38-42) en que Jesús pone de relieve la necesidad para nosotros de cesar de estar corriendo y dando vueltas, nuestra actividad constante, y de estar quietos y atentos. La historia sugiere que la calidad de nuestra vida depende de nuestro estar en paz con nosotros mismos y con los demás, que nos centremos en lo que es verdaderamente importante y estemos atentos al Espíritu de Cristo dentro de nosotros. Hay una referencia a la oración en la carta de San Pablo a los Romanos (8:26 -27) que quiero llamar su atención. El apóstol dice: "El Espíritu viene en ayuda de nosotros en nuestra debilidad; porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que busca el corazón, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios". El Espíritu Santo reza por nosotros, porque no sabemos cómo orar, y si reconocemos esta afirmación como verdadera, entonces sabemos algo de la "pobreza de espíritu" que debe confirmarnos en un espíritu de humildad. En la Meditación Cristiana creemos que el Espíritu ora en nosotros cuando meditamos, y como dice John Main, somos llevados a la oración de Jesús, que es el flujo constante de amor entre Jesús y el Padre. Una última referencia es de la carta a los Efesios (5:14-17); "Despierta, tú que duermes, y levántate de los muertos, y Cristo te alumbrará". Se trata de una llamada a los miembros de la iglesia en Efeso, y por extensión, a los cristianos de todas partes: "Ten cuidado, pues, cómo vives, no como necios sino como sabios, aprovechando al máximo el tiempo, porque los días son malos. Así que no seas insensato, sino entendido de cuál sea la voluntad del Señor".

La meditación cristiana es una disciplina de la vigilia, de la espera orante ante Dios, el fundamento del ser, que nos ayuda a mantenernos alertas y atentos a la voz y la presencia de Dios en nuestras vidas y tiempos. Así nos encontramos con que las escrituras hebreas y cristianas repiten las referencias a las palabras clave o conceptos o actitudes esenciales del cristiano. La meditación cristiana como fue enseñada por John Main, es una disciplina del silencio, la quietud, la humildad, la sencillez, la atención, la pobreza de espíritu, y el estado de vigilia, como dice John Main "nos conduce al sentido de ser completamente vivo que surge en nosotros porque estamos en armonía con toda la creación. Pero la manera de esta resonancia... es el silencio y la quietud". La meditación cristiana aborda el fenómeno universal del anhelo espiritual sobre el que Roland Rolheiser ha escrito en su libro, The Holy Longing (El Santo Anhelo):

"Este enfoque contemplativo de la oración, a nuestro juicio, es por lo menos en gran parte la respuesta al anhelo generalizado o de búsqueda que está presente dentro de la comunidad mundial de fe y entre los miembros descontentos de las iglesias".

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El camino del Mantra

El mantra en la tradición cristiana de meditación y en la enseñanza de John Main La enseñanza sobre el mantra es el corazón de la enseñanza de John Main sobre la oración. Es también su más importante contribución a la espiritualidad cristiana contemporánea con ramificaciones en muchos aspectos de la Iglesia y de su lugar en el mundo moderno. Por eso es importante conocer claramente lo que enseñó y cómo su enseñanza se relaciona con la entera tradición cristiana de oración, el modo en que deriva de esa tradición y la contribución a su desarrollo. Lo que él vino a enseñar creció a partir de su propia experiencia del camino espiritual y de su propia historia de vida. El descubrimiento de John Main y el redescubrimiento del mantra En The Gethsemani Talks (Las Charlas de Gethsemaní), John Main describe cómo se encontró por primera vez con el mantra y comenzó a practicar la meditación. Su maestro indio, Swami Satyananda, respondió al ansia del joven irlandés de profundizar su propia fe cristiana y su vida de oración, cuando lo introdujo al mantra como camino para aquietar lo que él llamaba la mente distraída de mono. John Main, en los tempranos 1950, también mostró una inusual apertura a la tradición de otra religión al responder a esta enseñanza. Como él nos dice, esto fue debido a la fuerte impresión personal que le produjo su maestro como un hombre de Dios y como alguien que vivía su enseñanza espiritual en tal activa compasión y compromiso social. Podemos ver esta temprana experiencia subyacente de un maestro espiritual en la importancia que John Main más tarde atribuyó a tener un maestro para el camino de la meditación:

“Aprender a meditar no es solo cuestión de dominar una técnica. Es mucho más aprender a apreciar y a responder directamente a las profundidades de nuestra propia naturaleza… Idealmente deberías encontrar un maestro que te ayudará a transitar tu propio peregrinaje. Este pequeño libro puede inspirarte a hacerlo”. (John Main: De la palabra al silencio)

Para mucha gente en todo el mundo, John Main ha llegado a ser un maestro que estuvieron buscando – un maestro que les señala a Cristo como maestro de todos. Cerca de treinta años después que encontró a su maestro en Malasia, y poco antes de su muerte, habló sobre el consejo esencial que había recibido sobre la meditación. Este, dijo, fue el mejor consejo que le dieron sobre la oración, y podía resumirse en tres palabras: Di tu mantra.

La repetición de una simple palabra o frase corta para aquietar la mente y abrir el corazón no le pareció totalmente extraña a John Main cuando la oyó por primera vez. Mucha de la oración cristiana en sus diversas formas, devocionales y litúrgicas, incluyen la repetición, con frecuencia en una forma parecida a un recitado rítmico, de las mismas palabras: el rosario, las letanías, incluso la oración del Oficio Divino o la Eucaristía. Mantras típicos cristianos son el Padre Nuestro, el Ave María, y el Gloria. Aunque la tradición occidental no tiene la elaborada y sofisticada “ciencia del mantra” que se encuentra en la tradición oriental, la práctica en sí está bien establecida. Lo que fue nuevo para el joven John Main fue la simplicidad y la precisión de la exposición de su maestro sobre el mantra. Los pensamientos elaborados y los sentimientos son abandonados en la práctica del mantra, que no se ocupa de las actividades de la mente sino que abre los tesoros del corazón. John Main no mantuvo contacto con su maestro (quien murió a temprana edad en 1961) pero perseveró en su meditación diaria que se convirtió en el fundamento de su vida espiritual. Cuando en 1958 su maestro de novicios le dijo que abandone esta práctica, a regañadientes retornó a una extensa rutina de oración mental, vocal y litúrgica. Pero después de algunos años, su lectura del monje benedictino inglés del siglo XVII, Augustine Baker, le sirvió para reintroducirlo en su práctica de meditación. Baker tiene un lugar venerado en la espiritualidad benedictina. Su énfasis en la vida contemplativa, su convicción de que ese es el camino de la madurez espiritual, su insistencia en que este camino estaba abierto por igual tanto para la gente monástica como laica y su intuición de la eficacia de las aspiraciones similares al mantra y de las oraciones jaculatorias llamaron la atención de John Main en un momento crucial de su propia vida. Sobre todo, Baker condujo a John Main hacia Juan Casiano. Allí, en las Conferencias novena y décima sobre la oración, encontró la tradición cristiana del mantra descripta con claridad y confianza. Casiano, como los otros maestros de la tradición del Desierto, estaba preocupado con el logro del objetivo de la vida del monje – la oración continua – y en lidiar con el continuo problema de las distracciones mentales. Él recomendaba la continua, “incesante” repetición de una fórmula mediante la cual el monje sería llevado a la “oración pura” u “oración de fuego” y a una más profunda unión con Cristo Resucitado. A partir de esto, los misterios de la Sagrada Escritura serían comprendidos y gustados con una intensidad incomparablemente mayor. La clave de esta oración del corazón de Casiano que trataba efectivamente con el abrumador problema de las distracciones era la primera de las Bienaventuranzas – la pobreza de espíritu. Siguiendo este hilo conductor, John Main encontró la misma enseñanza esencial sobre el mantra en la tradición hesicasta de la Oración de Jesús, en La nube del no saber del siglo catorce y en maestros modernos como el Abad John Chapman. La tradición de la meditación cristiana es muy simple y sobre todo es una respuesta práctica a esta cuestión de cómo orar en profundidad; y aún es interior, concentrada en la rica y profunda experiencia de los santos conocidos y desconocidos (De la palabra al silencio, x).

Así, John Main comenzó nuevamente a meditar. Al principio, sus pensamientos sobre cómo esta tradición podía enriquecer a la Iglesia se limitaron a la vida monástica. Pero pronto se dio cuenta que la importancia de este “muy simple dispositivo” era realmente ser encontrado por la apremiante necesidad de una más profunda experiencia de oración en tanta gente de todas las edades y caminos de vida. Sus primeras enseñanzas sobre meditación publicadas fueron respuesta al pedido de continuo apoyo por parte de misioneros activos. Su principal medio de enseñanza, sin embargo, siempre siguió siendo oral y personal. Sobre todo, él no hablaría sobre la meditación en abstracto. El mantra, diría, es captado, no enseñado. Si él hablaba sobre esto, siempre meditaba con sus oyentes. La más profunda enseñanza y el final de todas las palabras sería la participación en el creativo momento de la oración (De la palabra al silencio, xi).

“Básicamente, tu maestro tiene una sola instrucción que darte y es que digas tu mantra. Más allá de esto, es simplemente alentarte y hacerte sentir bien hasta que el mantra eche raíces en tu conciencia”.

Cómo decir el Mantra

“Amorosamente y en profundo espíritu de fe” (De la palabra al silencio, 17).

Sin apuro ni expectativa. No hay un método prescripto para decirlo, excepto decirlo interiormente, en silencio y en una quietud física, sin mover los labios ni la lengua. Las sílabas deben articularse claramente. Mucha gente coordina el mantra con la respiración, pero no se recomienda ninguna técnica particular de respiración. Un enfoque frecuente es decir el mantra al inhalar y exhalar en silencio. La atención debería focalizarse en el sonido del mantra. Deberías “escucharlo”. Dilo suavemente y con fe, sin demasiado esfuerzo. No lo uses como un medio para reprimir o apartar los pensamientos. Ignora todas las distracciones. (Todos los pensamientos y sentimientos durante la meditación son distracciones). No analices el significado del mantra. Abrázalo generosamente como una disciplina. “La meditación no es una técnica de oración... Digo que es simple pero no es fácil... El camino de la simplicidad pronto se convierte en un peregrinaje en el cual experimentaremos la dificultad de entregar nuestras vidas... el fruto de la simplicidad radical del mantra es una alegría que va más allá de toda descripción y una paz que va más allá de toda comprensión” (De la palabra al silencio). La Nube del No Saber recomienda decir la palabra “completa y entera” incesantemente. Casiano dice que el mantra abarca todos nuestros pensamientos y sentimientos de modo que podemos “renunciar a todas las riquezas del pensamiento y de la imaginación”.

Metáforas John Main usa una variedad de símbolos para describir el mantra, incluyendo: una armónica, un arado, un pitido de radar, pulir un espejo, un viaje, una púa, un grupo de peregrinos, un poste alto, un imán sobre limaduras de hierro, una llave, un péndulo, un limpiaparabrisas. Decirlo llegaría a ser como escalar una ladera mientras resuena profundamente en el valle que queda abajo. (De la palabra al silencio, 54). La disciplina y la elección del Mantra Meditar dos veces al día, por la mañana y por la tarde, por un mínimo de veinte minutos y por un tiempo ideal de treinta minutos. Un tiempo y un lugar de quietud, si es posible, a la misma hora y en el mismo lugar cada día. Siéntate quieto y erguido. Permanece con la misma palabra. No saltes de una palabra a otra ni cambies. Elige el mantra consultando con un maestro de meditación. Debería ser una palabra sagrada de tu propia tradición. Esto ayuda a elegir una palabra que no sea en tu propio idioma, de manera que no tenga asociaciones mentales. La palabra que recomendamos es Maranatha, una antigua oración aramea que significa “Ven, Señor”. El sonido de la palabra es importante, especialmente la vocal abierta “a” en esta palabra. Sobre todo, permanece repitiendo la misma palabra y vuelve a ella todas las veces que las distracciones interrumpan tu atención. El desafío del mantra debe ser afrontado y esto no es favorecido si cambiamos constantemente a una palabra “más fácil”. Si necesitas ese cambio y cuando lo necesites, eso te será dado. Todo lo que tenemos que hacer es comenzar – y seguir comenzando. Proceso y progreso La meditación es un proceso y ciertamente es mejor que no te analices ni analices los periodos de meditación para encontrar signos de progreso. Lo que puede parecerte una meditación desperdiciada puede ser lo más importante de tu vida, dijo John Main. La paciencia y la perseverancia de la disciplina diaria son importantes. De todos modos, sin perder de vista el ideal, tienes que aprender a ser paciente contigo ante los retrocesos, los contratiempos, la pereza o la indisciplina en tu práctica. Gradualmente, el mantra se mueve desde tu mente a tu corazón. Al principio parece que estás diciéndolo en tu cabeza, combatiendo contra toda clase de distracciones. Imperceptiblemente, su campo de atención aumenta y se mueve hacia tu corazón. John Main dijo que hay tres objetivos preliminares: el primero, decir el mantra durante toda la duración de la meditación (¡dale a esto 25 años!), segundo, decirlo mientras permaneces en calma ante las distracciones, y finalmente, decirlo libre de distracciones, más allá del pensamiento y de la imaginación. Otra forma de describir el proceso es decir que al principio dices el mantra, luego resuena en ti y finalmente lo escuchas.

“Es en este momento que nuestra meditación está verdaderamente comenzando. Realmente estamos empezando a concentrarnos más allá de nosotros mismos… envueltos en una atención siempre creciente en profundidad” (De la palabra al silencio, 54).

¿Qué hace el Mantra? Profundizar la fidelidad al mantra conduce a una creciente toma de conciencia de la presencia divina en nosotros. Se despliega una integración y simplificación de todo el ser, abriéndonos al trabajo del amor de Dios en lo hondo de nuestro ser. El mantra nos permite “dejar el yo atrás” en una respuesta fundamental al llamado de Jesús a seguirlo en su misterio pascual. Cada meditación es modelo del ciclo de vida de muerte y resurrección. Quitamos la atención de nosotros mismos. Dejamos de pensar sobre nosotros. Así llegamos a ser – como hemos sido creados para ser – centrados en otro y más amorosos. Nuestra conciencia encuentra un centro más profundo y más auténtico. Nos desenganchamos poco a poco de la conciencia del ego. El mantra lleva a la mente a la quietud, el silencio y la concentración. Los frutos de la meditación se sienten en la vida cotidiana, especialmente en nuestras relaciones. Los frutos del espíritu (Gal. 5) se vuelven más evidentes a medida que se despliega la vida divina a través de nuestra naturaleza humana. Esto, sobre todo, nos muestra que decir el mantra es un acto de fe y de amor. Los valores de la vida y las prioridades cambian naturalmente y llegan a estar más armonizados con el espíritu. Nos volvemos más silenciosos en cuanto nos volvemos más atentos hacia Dios y hacia los demás. Una quietud alerta de la mente y del corazón transforma la vida a medida que somos conducidos “de profundidad en profundidad de silencio purificador” (De la palabra al silencio, 31). Este silencio no es solo nuestro sino que es el silencio de Cristo:

“Ahí, en el silencio de la Palabra, compartimos esta experiencia de oírlo a Él mismo, eternamente hablado por el Padre” (De la palabra al silencio, 34).

Decir el Mantra continuamente Este es el corazón de la enseñanza de John Main y de su trasmisión de la tradición del mantra. Él cita la advertencia de Casiano contra la ‘pax perniciosa’ (paz perniciosa) y el ‘sopor letalis’ (sueño mortal) como el santo flotar en el cual podemos perder muchos años o la vida entera. Un momento particularmente peligroso es cuando el mantra nos lleva a un estado de reposo y de paz. Pensamos que no tenemos pensamientos, sin darnos cuenta que eso mismo es un pensamiento. Tratamos de aferrarnos a la experiencia de paz sin ver que tratar de poseer un don lleva a perderlo.

“La simplicidad de la continua repetición del mantra significa que evitamos estos tipos obvios de auto decepción, que tan fácilmente ponen al ego nuevamente a cargo de “mi” oración. La llamada a la meditación es la llamada a la total pobreza de espíritu. Es simple pero no es fácil” (De la palabra al silencio, 56).

¿Para siempre? En De la palabra al silencio, 55 y ligeramente más ampliado en la introducción a uno de sus últimos escritos, El camino de la meditación de Momento de Cristo, John Main describe suscintamente cómo el mantra puede, probablemente luego de una larga práctica, conducirte (a veces) al silencio absoluto. Esta experiencia no debería ser buscada o fabricada. Describir estas experiencias no era el enfoque de la enseñanza de John Main porque él se dio cuenta que no solo son indescriptibles sino que tratar de imaginarlas antes de haberlas tenido puede ser seriamente contraproducente para tu progreso. Así que es importante que digas el mantra hasta que no puedas decirlo, y tan pronto como te des cuenta que has dejado de decirlo, comiences a decirlo nuevamente. Teología John Main era demasiado buen teólogo y demasiado experimentado en otras formas de oración para decir que el mantra era ‘el único camino’. Él dijo honestamente:

“Es el único camino que he encontrado. En mi propia experiencia, es el camino de la pura simplicidad que nos permite llegar a ser plena, integralmente concientes del Espíritu que Jesús ha enviado a nuestro corazón” (De la palabra al silencio, 42).

Él compara el mantra a la Eucaristía en la forma que se extiende en los niveles de conciencia y las dimensiones del tiempo (De la palabra al silencio, 39).

“Es la forma en que respondemos al grito de amor del Espíritu a la entera vida de Jesús retornando al Padre” (De la palabra al silencio,39).

En las Escrituras (Ver: The Burning Heart – El corazón ardiente) y en la teología así como en muchas otras variadas fuentes, John Main encontró ejemplos del modo en que el mantra ayudó a los cristianos a ‘verificar las verdades de la fe en su propia experiencia’. En De la palabra al silencio desarrolla su teología de la meditación a la luz de esta experiencia y al servicio de llevar a otros por sí mismos a ella. Insistió que era inútil discutir acerca del mantra con alguien que rehusase entrar en la experiencia del silencio a la cual te conduce. Su teología está centrada en la visión cristiana de la unidad (De la palabra al silencio, vii). Identifica la experiencia de Dios en Jesús como el llamado universal a la santidad y a la contemplación, y a la realidad que la oración no es “mi oración, sino la oración de Jesús mismo”, la cual es su retorno en amor al Padre desde su conciencia humana y su retorno a nosotros en el Espíritu. En la meditación, abrimos nuestra conciencia humana a la suya y así, vamos con Él en su retorno al Padre en el Espíritu. El mantra permite que esta apertura ocurra a través del silencio y la pobreza de espíritu:

“El mantra aquieta y convoca a todas nuestras facultades a un solo punto... completa simplicidad que demanda nada menos que todo” (De la palabra al silencio, 44).

“La parte más importante de la meditación cristiana es permitir que la misteriosa presencia de Dios dentro de nosotros se convierta más y más, no solamente en una realidad, sino en la realidad que da significado, forma y propósito a todo lo que hacemos, a todo lo que somos”.

John Main De la palabra al silencio

El camino del Mantra Nos suena bastante increíble, cuando recién comenzamos a aprender a meditar, que la disciplina de decir esta pequeña palabra, nuestro mantra, pueda ser un profundo camino espiritual que gradualmente transforma nuestras vidas en forma profunda. Pero es así. Piensa en la semilla de mostaza a la que Jesús se refiere en los Evangelios, que se convierte en un gran árbol y los pájaros del cielo van a descansar en sus ramas. El mantra es lo mismo. Es una pequeña palabra, es una pequeña semilla de fe, pero echa raíces en nosotros, más allá de lo pasajero, más allá de las cosas que desaparecen. Nos arraiga en la eterna realidad que llamamos Dios. El mantra es una expresión de nuestra fe y nuestro amor. Si quieres, es un sacramento en el sentido que es una expresión externa de nuestra íntima fe en la presencia de Dios en nuestros corazones. En nuestra meditación, todos nuestros sentimientos de fe, amor, devoción alabanza, acción de gracias, etc., se contienen en el fiel e incondicional decir de la palabra- oración. Decir el mantra es la forma de plegaria que nos lleva a la condición de silencio y quietud, de simplicidad, compromiso, pobreza de espíritu, dejar atrás el ego, de fe, sacrificio, generosidad, de total e inegoísta atención a la presencia del Espíritu Santo que nos habita, y por lo tanto, de amor. El modo del camino es también el camino “hacia”. De esa manera, el camino al silencio es el camino del silencio. No sorprende entonces que la fidelidad a decir el mantra nos conduce al desarrollo de estos atributos espirituales en nuestras vidas. El mantra es el camino que nos permite trascender las distracciones y maquinaciones de nuestro ego durante la meditación. El Padre John describe el poder del mantra con las siguientes metáforas: ■ El sonido del radar conduce a destino a un avión a través de espesa niebla. En tanto la aeronave esté focalizada en este sonido del radar, conocerá su curso; estará yendo a su destino. ■ El mantra es como una armónica que hacemos sonar en la profundidad de nuestro espíritu, conduciéndonos a casa, a nuestro centro. Cuando escuchamos ese sonido de la armónica en nuestro corazón, llegamos gradual y sencillamente a la armonía de todo nuestro ser, y así también con toda la creación, y a la armonía con Dios. ■ El mantra es como una de esas señales que siguen brillando en la oscuridad, guiando a una nave al puerto o a un avión a la pista. Parpadea en la oscuridad. Cuando comienzas a meditar, tienes que decir tu mantra en la oscuridad. Tienes que hacer ese acto de fe.

■ El mantra es como la aguja de una brújula. Te conduce siempre a la dirección que debes seguir, lejos de tu ego, hacia Dios. Cualquiera sea el camino al que tu ego te conduzca, la brújula es siempre fiel a la dirección que te señala. El mantra, si lo dices con generosidad y con amor, siempre te señalará la dirección de Dios. ■ Un imán puesto sobre limaduras de hierro las lleva a su propio campo de fuerza. Del mismo modo, el mantra nos reordena, alineando entre sí todos nuestros poderes y facultades. ■ El mantra se parece a un arado que avanza resueltamente a través del áspero campo de nuestra mente, sin desviarse bajo ningún obstáculo. ■ Cuando podemos hacer resonar suavemente el mantra en nuestros corazones, se parece a empujar suavemente un péndulo que necesita solo de un leve estímulo para hacerlo oscilar a un ritmo calmo y firme. ■ El mantra es como el escultor socavando un gran bloque de granito. Cada vez que decimos el mantra, se está realizando la forma que Dios tiene para nosotros. Podemos pensar de nosotros mismos que somos lentos, incluso indignos, pero simplemente tenemos que estar en quietud y permitir que se nos dé forma. El P. Laurence Freeman describe el poder del mantra como sigue: ■ El mantra es como un sendero que atraviesa una espesa jungla. Por más angosto que sea el sendero, síguelo fielmente y te conducirá fuera de la jungla de tu mente al gran espacio abierto del corazón. Cuando hayas vagado fuera del sendero, simplemente retorna a él directamente. El gran regalo del mantra es su inmediatez. Aunque hayas estado muy distraído, perdido en la jungla de la mente, nunca estás a más de un paso del sendero. Comienza a decir nuevamente el mantra, y estarás de regreso en el sendero. ■ Hace un tiempo, estaba en un concierto. Mientras esperábamos que el concierto comenzara, escuché a la orquesta poniéndose a punto. Era el sonido más discordante que yo había oído. Cada instrumento estaba tocando a su modo, en total disarmonía. Luego sucedió que el oboe, un tranquilo y pequeño instrumento, comenzó a tocar y todos los otros instrumentos se entonaron con él. Y gradualmente, la total disarmonía comenzó a calmarse. Entonces se hizo silencio, y comenzó el concierto. Me parece que el mantra se parece mucho al pequeño oboe. En la meditación, el mantra lleva todas las partes de nuestro ser, una por una, poco a poco, a la armonía. Y cuando estamos en armonía, somos la música de Dios. ■ Cuando recién comenzamos a meditar, no nos resulta familiar un mantra como Maranatha. Si el mantra va a hacérsenos familiar (arraigado en nosotros), entonces, necesitamos orarlo con tanta frecuencia como podamos. En el tiempo que dedicamos específicamente a la meditación, 20 o 30 minutos, lo decimos con toda la atención posible. Pero el periodo de tiempo no es particularmente largo y permanece el resto del día y la noche. El mantra puede derramarse hacia estas horas. Hay muchas oportunidades durante el día en las que podemos decir el mantra y así hacer que eche raíces cada vez un poco más profundamente en nuestro ser.

Estas oportunidades: cuando lavamos, limpiamos el auto, caminamos, esperamos el transporte público, viajamos en ómnibus o en tren, o subimos muchos pisos en el ascensor. Decir silenciosamente el mantra en esos momentos es una manera maravillosa de practicar la presencia de Dios en todo lo que hacemos. ■ Decir continuamente el mantra, en medio de todas nuestras distracciones cuando meditamos, se vuelve una manifestación interior de nuestra firme fe en Dios, sea lo que sea lo que ocurra en nuestras vidas. ■ Podemos usar el mismo mantra, Maranatha, para nuestra meditación individual. Pero es la fe, la fidelidad, y el amor que damos lo que lo hace tan especial para cada uno de nosotros.

Peter Ng

“Llamamos “mantra” a la palabra-oración. Este es un término sánscrito para lo que Juan Casiano llama ‘una fórmula de oración’ y La Nube del No Saber, ‘una pequeña palabra'. El término ‘mantra' ha entrado ahora en el lenguaje común, tal como el hebreo ‘amen' o el griego ‘Cristo'. Tal vez esto es un signo del amplio y misterioso proceso por el cual el Este y el Oeste (Oriente y Occidente) se están desposando hoy. Pero no hay un significado especial en que sea un término del Este. La ventaja de usarlo es precisamente que nos hace dar cuenta que esta meditación es diferente de lo que podemos pensar que es la oración. No es hablar con Dios o pensar sobre Dios o pedir algo. La palabra ‘maranatha' es aramea – el idioma de Jesús – y significa ‘Ven, Señor'. Es una de las más antiguas oraciones cristianas registradas y era usada como lo que ahora llamamos un mantra".

Laurence Freeman, Luz interior

El Mantra, las Distracciones y la Mente de Mono El rol del mantra al tratar con las distracciones. El problema que todos tenemos para entrar al silencio interior de la meditación es que nuestras mentes están llenas de pensamientos, imágenes, sensaciones, emociones, intuiciones, esperanzas, lamentos, una serie sin fin de distracciones. Santa Teresa de Ávila dijo una vez que la mente humana es como un barco donde los marineros amotinados han atado al capitán. Todos los marineros gobiernan el barco por turnos y por supuesto, el barco da vueltas en círculos y eventualmente se estrella contra las rocas. Esa es nuestra mente, dice Teresa, llena de pensamientos llevándonos en distintas direcciones. Ella dice también:

“Las distracciones y la mente errabunda son parte de la condición humana y no pueden ser evitadas, lo mismo que comer y dormir”.

La mente humana ha sido comparada a un gran árbol con monos parloteando y saltando de rama en rama. Laurence Freeman, comentando esto, dice que hay un sendero a través de esta foresta de monos chillones, y es la práctica de recitar el mantra en nuestros momentos diarios de meditación. Hay otra maravillosa historia que ilustra sobre la caprichosa mente humana. En la India la mente es con frecuencia comparada a la trompa de un elefante, inquieta, inquisitiva y siempre yéndose hacia otro lado. En la India, si miras un elefante en un desfile, verás qué acertada es esta comparación. En las ciudades y aldeas de la India, los elefantes son llevados con frecuencia en procesiones religiosas, a través de las calles, al templo. Las calles son tortuosas y estrechas, con puestos de frutas y verduras a cada lado. El elefante va con su trompa inquieta, y en un rápido movimiento toma un racimo entero de bananas. Puedes casi verlo preguntarse: “¿Qué otra cosa esperas que haga? Aquí está mi trompa y allí están las bananas”. Él simplemente no sabe qué otra cosa hacer con su trompa. Luego, del próximo puesto, él levanta un coco y se lo echa adentro después de las bananas. Hay un ruidoso crujido y el elefante se mueve al próximo puesto. Ninguna amenaza puede asentar a esa inquieta trompa. Pero el sabio entrenador, si conoce bien al elefante, simplemente le dará a la trompa un corto palo de bambú para aferrar antes de comenzar la procesión. Entonces el elefante caminará orgullosamente con su cabeza en alto, sosteniendo el palo de bambú ante él como un tambor principal con su batuta. Ya no está más interesado en bananas o cocos: su trompa tiene algo para sostener.

La mente humana es muy parecida a la trompa del elefante. La mayor parte del tiempo no tiene nada para aferrar. Pero puede ser resguardada de extraviarse en el mundo de los pensamientos, la imaginación y la fantasía, simplemente dándole algo para aferrarse a un mantra. El mantra es una ayuda para concentrarse, permitiéndonos ir más allá de las distracciones, incluyendo las palabras y los pensamientos, aún los pensamientos santos. Decimos el mantra lentamente, sostenidamente y con atención. Cuando encontramos que nuestra mente ha estado vagando, simplemente volvemos a nuestro mantra. No podemos forzar esta forma de oración con el puro poder de la voluntad. No lo hagas demasiado duramente. Suéltate; relájate. No tienes necesidad de luchar o pelear con las distracciones. Simplemente, retorna a la repetición del mantra. John Main también nos recuerda que no podemos intentar eliminar las distracciones por la fuerza. En realidad, tenemos que dejar ir la búsqueda de logros y de tratar de adquirir algo. El mantra llegará a echar raíces en nuestra conciencia a través de la simple fidelidad de retornar a él cada mañana y cada tarde. La meditación es centrarnos en nuestro núcleo interior y abrirnos a la oración de Cristo dentro de nosotros. Pero aquí tendríamos que decir una palabra de advertencia. La repetición del mantra no trae instantáneamente paz, armonización, ausencia de distracciones o silencio. Debemos aceptar que estamos en el peregrinaje de la meditación. No deberíamos estar molestos por las continuas distracciones. Nuestro objetivo no es estar libres de todos los pensamientos. Nuevamente, esto sería un objetivo, y no deseamos tener objetivos. John Main nos aconseja constantemente ir a la meditación sin ninguna expectativa. Así, no luches ni te perturbes sobre las distracciones. El mantra expresa sencillamente nuestra apertura a Dios y a su presencia habitándonos. Simone Weil, la autora francesa que murió en 1943 a los 33 años, era una apóstol de la vida espiritual y definió la oración como atención. El mantra nos conduce a esta atención. Pascal sentía que el mayor enemigo de la oración era “el sueño de Gethsemaní”, cuando los apóstoles se dormían en lugar de estar en vela con Jesús. Sentía que la falta de atención y la modorra eran los enemigos de la oración. De nuevo, el mantra nos ayuda en este problema, volviéndonos a la atención. Un problema observado con frecuencia por quienes meditan es que el proceso de pensamiento continúa aún cuando decimos el mantra. Hay incluso un término para esto. Se lo llama doble vía. Nuevamente, no es nada por lo cual preocuparse. Con perseverancia, el mantra llegará a ser más fuerte y nuestros pensamientos disminuirán a medida que el peregrinaje continúe. Es importante recordar que cuando somos invadidos por pensamientos e imágenes en nuestro tiempo de meditación, nuestra voluntad está aún sintonizada con la presencia de Dios. Para tratar con las distracciones necesitamos ser mansos y pacientes. Tenemos que esperar, como las vírgenes prudentes, en paciencia y esperanza. La mansedumbre y la paciencia indican que el espíritu está trabajando silenciosamente en nuestro interior.

Adaptado de Paul Harris: Christian Meditation: Contemplative Prayer for a New Generation (La meditación Cristiana: una oración contemplativa para una nueva generación).

“Deseo ahora tratar una cuestión particular que todos encontramos. Es el tema de las distracciones. ¿Qué deberías hacer cuando comienzas a meditar y vienen pensamientos distractores a tu mente? El consejo que la tradición nos da es ignorar las distracciones y decir tu palabra y seguir diciendo tu palabra. No pierdas ninguna energía tratando de fruncir tu frente y decir: ‘No pensaré en lo que voy a tener para la cena’, o ‘¿A quién voy a ver hoy?’, o ‘adónde iré mañana’, o cualquier otra distracción que puedas tener. No trates de usar ninguna energía para disipar la distracción. Simplemente, ignórala, y el medio de ignorarla es decir tu palabra”.

John Main, El camino de la meditación de Momento de Cristo

Eligiendo el Mantra

Como se mencionó antes, Maranatha es una de las oraciones cristianas más antiguas. Es una palabra aramea, del idioma que Jesús hablaba, y significa ‘Ven, Señor Jesús’ o ‘El Señor viene’. San Pablo finaliza su primera carta a los corintios con esta palabra y es la última palabra del Apocalipsis de San Juan (Ver: 1 Cor. 16:22; Apoc. 22:20). Pablo estaba escribiendo a los corintios de Grecia, pero al final de su carta inserta la palabra aramea Maranatha. Los estudiosos de la Escritura nos dicen que Pablo pudo hacer esto porque todos los primeros cristianos entendían plenamente esta palabra. Era una palabra clave que permitía a los cristianos entrar a las casas para celebrar la Eucaristía. Maranatha también aparece en uno de los más antiguos fragmentos eucarísticos que existen. En la invitación a recibir la comunión, el sacerdote dice:

“Alabemos al Hijo de David. Si alguien es santo, que venga. Si alguien no es santo, que ella o él se arrepienta. Maranatha. Ven, Señor Jesús” (Didache, 10).

Si bien Maranatha es una palabra sagrada para los cristianos, en los momentos de meditación uno no se fija en el significado de la palabra. Uno desea ir más allá de los pensamientos y las imágenes y simplemente descansar en silencio en el Señor. Un mantra no es algo mágico ni misterioso. Es realmente algo muy práctico ya que calma nuestras mentes y corazones y nos lleva a la presencia de Dios. Nuevamente, al recitar el mantra, la palabra es separada en cuatro sílabas igualmente acentuadas: Ma-ra-na-tha. Y uno escucha la palabra como un sonido a medida que es dicha suavemente, continuamente, por todo el tiempo de la meditación. John Main dice que puede llegar el día en que entremos en la nube del no saber, en la cual haya silencio, absoluto silencio, y ya no podamos oír el mantra. Este absoluto silencio puede durar sólo un corto periodo de tiempo y luego debemos retornar a decir el mantra. Otros Mantras Cristianos John Main menciona la palabra que usaba Jesús en su propia oración: ‘Abba’. Como ‘Maranatha’, esta palabra es también aramea y significa “Padre”. Él también menciona el nombre Jesús, si bien él sentía que el mantra Jesús tenía ciertas dificultades para algunos occidentales centrados en su cabeza, porque sentía que un mantra en el idioma del meditador o la meditadora inevitablemente traería asociaciones y por lo tanto, distracciones. La elección de un mantra es importante e idealmente debería ser santificada a través del uso prolongado. Un maestro, tal como John Main, generalmente trasmite un mantra.

A continuación siguen unos pocos mantras para cristianos, sugeridos por una serie de escritores cristianos: Abba; Paz; Ven, Santo Espíritu; Kyrie Eleison; Cristo ha resucitado; Mi Señor y mi Dios; Veni Sancte Spiritus; Dios mío, ven en mi ayuda; Dios es Amor. Cambiando el propio Mantra La enseñanza tradicional es elegir un mantra y permanecer con él, porque queremos que el mantra llegue a echar raíces en nosotros. Si trasplantamos continuamente una planta y la desarraigamos varias veces, podría ocurrir un momento en que las raíces, habiendo sido desarraigadas, simplemente no se arraiguen nuevamente. Alguna gente, cuando llegan a un tiempo difícil con distracciones en su meditación, siente que es tiempo de cambiar su mantra. Esto es parte de la inquietud que muestra nuestra época. Prueban un mantra por seis semanas y luego prueban otro. Así, simplemente, no funciona. Elige un mantra, permanece fiel a él, y permítele que eche raíces profundas en tu interior. Hay una preciosa historia (apócrifa) sobre un viejo eremita del desierto con un mantra que había estado arraigado en su interior por más de cuarenta años. Algunas veces le gustaba recitarlo en voz alta. Su profunda vida de meditación le permitía realizar pequeños milagros como hacer caer la lluvia del cielo, caminar sobre el agua en un río cercano, y otras cosas maravillosas, o así dice la historia. Un día, algunos monjes visitantes lo oyeron cantar su mantra y sintieron que él no estaba pronunciando su palabra correctamente. Así que decidieron que harían una corrección fraternal y le enseñarían a pronunciar la palabra en forma correcta. El eremita era humilde y les agradeció profusamente por la correcta pronunciación. De ahí en más, él la dijo correctamente. Sin embargo, la próxima vez que fue a caminar sobre el agua, él se hundió hasta el fondo del río. Hay una historia, comparando a una persona que permanece cantando el mantra a un granjero que cava en diez lugares distintos buscando agua. El granjero comienza cavando en un lugar hasta que la excavación se vuelve difícil, entonces va a otro lugar. En el nuevo lugar él dice: ‘Es demasiado grumosa la tierra aquí, probaré en otro lugar’. En el siguiente lugar golpea una roca, y por el resto del día va de lugar en lugar. El punto aquí es que si el granjero hubiera empleado el mismo tiempo y la misma energía cavando en un solo lugar, él podría haber ido pronto tan profundo como para encontrar agua. Lo mismo ocurre al elegir y recitar el mantra de uno. Persevera y mantente con el mismo mantra y finalmente encontrarás agua viva.

Adaptado de Paul Harris:Christian Meditation, Contemplative Prayer for a New Generation (Meditación Cristiana, Oración Contemplativa para una

Nueva Generación).

El Camino del Mantra en la Tradición Cristiana de Oriente y de Occidente “Persista el alma en la rumia constante de estas palabras hasta que, meditándolas sin cesar, encuentre el coraje necesario para rechazar la rica y amplia variedad de toda clase de pensamientos y se limite a la pobreza de esta sola oración. Quienes se limitan a esta pobreza llegan con facilidad a la primera de las Bienaventuranzas: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos’”

Juan Casiano – Conferencia X “Lo restante lo aprenderás con la ayuda de Dios, practicando la vigilancia de espíritu y manteniendo a Jesús en tu corazón, porque te sentarás en tu celda y esto te enseñará todas las cosas”.

San Simeón el Nuevo Teólogo “Usa esta pequeña palabra y ora no con muchas palabras sino con una pequeña palabra de una sílaba. Fija esta palabra rápidamente en tu corazón de modo que esté siempre allí, venga lo que venga. Con esta palabra, suprimirás todos los pensamientos”.

La Nube del No Saber – Capítulo 7 “Sentado en tu celda, recoge tu mente en tu corazón y envía desde allí tu llamado mental a nuestro Señor Jesús”.

San Gregorio del Sinaí “Así, sentado en tu celda, recoge tu mente, condúcela al camino de tu respiración a lo largo del cual entra el aire en ti, dirígelo al corazón con el aire inhalado, y guárdalo allí. Guárdalo allí, pero no lo dejes en silencio, en vez, haz la siguiente oración: ‘Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí’. Deja que esta sea tu continua ocupación, si no la abandonas te conducirá al deseo y al amor divino”.

Callixto e Ignacio Filocalia “La continua Oración de Jesús interior es un constante e ininterrumpido llamado al Divino Nombre de Jesús con los labios, en el espíritu, en el corazón. Quien se acostumbra a este llamado experimenta como resultado una consolación tan profunda y una necesidad tan grande de ofrecer siempre esta oración, que en adelante no puede vivir sin ella, y se hará oír continuamente en su interior por sí misma”.

Relatos del Peregrino Ruso

“Que pueda la memoria de Jesús estar unida a tu respiración, y luego conocerás la utilidad del silencio”.

San Juan Clímaco “La mejor cosa que uno pueda hacer es fijar a Jesús en el propio corazón y no desear nunca nada más”.

Richard Rolle – Fire of Love (Fuego de amor) Simone Weil había desarrollado el hábito de recitar el Padre Nuestro en griego: “El efecto de esta práctica es extraordinario y me sorprende cada vez porque, aunque lo experimento cada día, excede mis expectativas en cada recitación. A veces las primeras palabras arrancan mis pensamientos de mi cuerpo y los transportan a un lugar donde no hay perspectiva ni punto de vista. La infinidad de las expansiones comunes de la conciencia es reemplazada por una infinitud de segundo o a veces de tercer grado. Al mismo tiempo, llenando cada parte de esta infinitud, hay silencio, un silencio que no es una ausencia de sonido sino objeto de una sensación positiva, más positiva que la del sonido. Ruidos, si es que hay algunos, me llegan después de atravesar este silencio. A veces, también, durante esta recitación o en otros momentos, Cristo está presente conmigo en persona, pero su presencia es infinitamente más real, más conmovedora, más clara que en aquella primera ocasión en que él tomó posesión de mí”.

Simone Weil “Es casi imposible para la gente comenzar a creer que podría haber algo tan significativo en sentarse en quietud, cerrar los ojos suavemente y simplemente comenzar recitando una palabra. Tienes que tomarlo con fe cuando empiezas. Yo al principio comencé a meditar así hace alrededor de treinta años. Yo supongo que yo estaba tan torpe como cualquiera de mi edad porque siempre estaba diciendo al hombre que me enseñaba: ‘¿cuánto tiempo va a llevar esto? No me puedo sentar aquí diciendo esta palabra para siempre, sabes’. Él me miraba con una cara algo apenada, y o bien o miraría directamente a través de mí o bien diría, ‘Di tu mantra’. Treinta años después, todavía estoy asombrado de la sabiduría de esa enseñanza… …Como digo, tienes que tomarlo con fe cuando comienzas. Nada de lo que yo pueda decir será muy significativo para ti en comparación con el poder persuasivo de tu propia experiencia. Te introducirás en una simplicidad cada vez más clara”.

John Main

“El P. John Main siempre insistía que esto es un camino muy simple y humilde. ‘Tranquilamente, repitiendo tu palabra’ él decía, ‘mantiene el ego en su lugar y te conducirá a lo trascendente.’ Pero a menos que el mantra esté acompañado por la fe y el amor, no tendrá valor real; será meramente un mecanismo. Es un peligro real confiar en el mecanismo del mantra, pero como expresión de fe y amor, se convierte en un medio muy poderoso de dirigir tu fe y de abrirte a Dios”.

Bede Griffiths Maranatha Es una frase en arameo, que encontramos en 1 Cor 16:22. Puede leerse o bien como maran’ata, “Nuestro Señor ha venido”, o como marana’ta, “Ven, nuestro Señor”. La aparición de la frase “Ven, Señor Jesús” in Apoc 22:20, que es, excepto el nombre personal, una traducción de marana’ta, hace este significado más probable. Pablo podría no haber colocado una invocación en arameo en una carta a la Iglesia de Corinto, a menos que ya fuera conocida por ellos, y ellos no habrían podido conocerla a menos que fuera bien conocida como invocación litúrgica. Su origen debe haberse situado en las comunidades palestinas, de donde pasó a las iglesias helenísticas. Es así un testimonio del uso extremadamente antiguo del título de “Señor” dado a Jesús. La invocación debe haber tenido lugar en la celebración de la Eucaristía. La “venida” que se suplica puede ser la venida escatológica (la Parusía) o la venida en la celebración de la Eucaristía. Más probablemente, las dos venidas no deberían ser distinguidas tan claramente. La Eucaristía era un banquete mesiánico y un símbolo perpetuo y una garantía de la Parusía (1 Co 11:26). El uso de la frase aramea en la liturgia es paralela al uso de las palabras hebreas Amen, Alleluia y Hosanna y las palabras griegas Kyrie eleison en la liturgia romana moderna.

Personas importantes y etapas en el desarrollo de la espiritualidad cristiana contemplativa Nombre Crono

logía Obras Características

Ignacio de Antioquía

35–107

Mística cristocéntrica. Para él, la muerte y resurrección de Cristo tienen significancia mística.

Orígenes de Alejandría

185–254

• Tratado sobre la oración • Contra Celso • Comentario al Cantar de los Cantares

El martirio como gran experiencia religiosa. El desposorio espiritual influyó en el desarrollo de la teología mística. Cristianizó y teologizó el Neo Platonismo. Cada alma ha caído de forma individual y debe encontrar su camino de regreso a Dios a través de la ayuda del Logos, Cristo.

San Antonio el Grande

c251–356

Las Cartas de San Antonio

Uno de los primeros ermitaños del desierto de Egipto. Modelo para el monasticismo posterior; particularmente, el de tipo eremítico.

San Atanasio c296-373

• Contra los gentiles • Apología contra los arrianos • Vida de San Antonio

Obispo de Alejandría. Influyó en el misticismo posterior de la Iglesia ortodoxa oriental.

San Basilio de Cesárea

330-379

• Reglas largas • Liturgia de San Basilio

(Basilio el Grande) hermano de San Gregorio de Nisa. Fue uno de los Padres capadocios. Dio una orientación mística al movimiento monástico.

San Gregorio de Nisa

335-398

• Vida de Moisés. • Diálogo con su hermana Macrina sobre la Resurrección

Junto con su hermano San Basilio, insistió en la incomprensibilidad de Dios a la mente humana y en los límites del discurso teológico. Opuesto al pensamiento arriano, que implicaba que el ser de Dios era accesible a la inteligencia humana. Creía que el universo existía como un orden armonioso emanado de Dios. Atribuía su desarrollo espiritual a su hermana Macrina.

San Gregorio Nacianceno

329-390

• Oraciones: 45 Sermones

Antiguo Padre de la Iglesia. Vivió en Capadocia (hoy Turquía). Importante acerca del rol de la Trinidad.

Concilio de Nicea

325

Evagrio Póntico 345-399

• Tratado práctico • A los monjes • Sobre la oración • Antirrético

Aprendió griego. Estudió con los Padres Capadocios antes de retirarse al desierto. Teología de la negación (apofática). Fuerte influencia de Orígenes. Habló de la “apatheia”.

Agustín de Hipona

354-430

• Confesiones • De la Trinidad

Fuente importante para mucho del misticismo medieval. Reúne el platonismo con el cristianismo. Enfatiza la búsqueda de Dios por el alma, posible por la iluminación dada por Dios. Influido por Platón y por Plotino.

Juan Casiano 365-435

• Conferencias • Instituciones

Monje del desierto. Escribió sobre la “oración pura”.

Padres y Madres del desierto

Siglo III y IV

• Apotegmas (dichos) de los Padres del desierto

Concilio de Éfeso

431

Concilio de Calcedonia

451

Pseudo Dionisio C500?

• Teología mística

Muy influyente en Occidente. San Buenaventura le dio el título de “príncipe de los místicos”. Inicia la

• Los Nombres Divinos • La jerarquía celeste • La jerarquía eclesiástica • Las cartas

distinción entre espiritualidad apofática (de negación) y espiritualidad catafática (de afirmación). Identidad desconocida.

San Gregorio Magno

540-604

• Regla pastoral • Diálogos

Es uno de los 4 Padres de la Iglesia de Occidente.

Doroteo de Gaza

540 • Conferencias

San Juan Clímaco

579-649

• La Santa Escala de la ascensión divina

También es conocido como Juan de la Escala. Uno de los mayores santos dentro de la tradición del cristianismo ortodoxo.

Juan Escoto Erígena

810-877

• Sobre la predestinación. • Sobre la división de la naturaleza. • Exposiciones sobre la jerarquía celeste.

Monje irlandés, tradujo del griego al latín las obras del Pseudo Dionisio y de Gregorio de Nisa. Sostuvo que los humanos somos un microcosmos en el universo. Y lo que comparte la esencia de todas las cosas es Dios. Influido por Plotino, San Agustín y el Pseudo Dionisio.

San Simeón el Nuevo Teólogo

929-1022

• Sobre la vida mística • Los discursos éticos

Místico que vivió en el Imperio Bizantino. Sus escritos recalcan que la experiencia mística es accesible a todos los que se preparan para recibirla.

San Bernardo de Clairvaux

1090-1153

• Sermones • Sobre el amor de Dios

Místico cisterciense. Promovió la visión mística del amor, en la cual la Iglesia es descripta en términos eróticos como la novia de Cristo. Su mística del amor tiene una tendencia anti intelectual.

Victorinos: Hugo y Ricardo de San Víctor

1096-1142

• Sobre los sacramentos

Hugo es el más importante de ambos. Él aboga por un estrecho vínculo entre razón y misticismo. Ricardo murió en 1173.

Hildegarda de Bingen

1098-1179

• Scivias • El libro de las Obras Divinas

Abadesa de la abadía benedictina de Bingen. Temprana mística especulativa alemana, parecida por momentos a Isaías o a Ezequiel. Fue muy respetada en su tiempo, tanto por sus escritos como por su música y su arte. Influenciada por San Agustín y por San Bernardo de Clairvaux. Escribió sus experiencias místicas a San Bernardo, y por su influencia el Papa le permitió registrarlas.

Beatriz de Nazareth

1200 - 1268

• Los siete modos del amor divino

Mística cisterciense belga. Fue educada por una comunidad de beguinas luego de la muerte de su madre, cuando ella tenía 7 años. A los 15 entró al convento cisterciense que fundó su padre. El amor guía el deber espiritual personal. Es una mística del amor (minnemystik). El amor de Dios debería ser incondicional. La razón solo inhibe nuestra capacidad de amar a Dios. Emplea vívidas imágenes, tales como la inmersión en el agua, para ilustrar el poder y la omnipresencia del amor de Dios.

Matilde de Magdeburgo

1207-1282 (1294)

• La luz fluyente de la divinidad

Imágenes místicas fuertemente femeninas. Mística devocional, influenciada por San Bernardo de Clairvaux, Hildegarda de Bingen y Gregorio Magno. Comenzó sus experiencias místicas a los 12 años cuando creyó que fue “saludada” por el Espíritu Santo. Su lírica está llena de referencias alegóricas como el Dolor, la Constancia y la Retirada de Dios. Con frecuencia, estas figuras traban conversación. Fue crítica hacia la corrupción del clero y de la Orden Dominica. Se hizo de enemigos. Huyó a un convento cisterciense en busca de protección y allí influyó a la abadesa y a su joven hermana – Gertrudis y Matilde de Hackeborn – aunque ellas carecen de la originalidad de Matilde de Magdeburgo. Está más preocupada por evitar el pecado que Beatriz de Nazareth. Se enamora de Dios como si fuera una amante.

San Buenaventura

1221-1274

• Itinerario de la mente hacia Dios • El árbol de la vida • Vida de San Francisco

Monje franciscano. Arquitecto del aspecto filosófico, teológico y místico de Francisco. Influido pr San Agustín, San Francisco y los Victorinos.

Meister Eckhart 1260-1327

• Escritos selectos • Sermones

Monje dominico. La Iglesia Católica repudió sus escritos. Es uno de los más importantes primeros místicos especulativos alemanes. Es el primero de los llamados místicos renanos. Influido por el Pseudo Dionisio.

Hadewich de Brabante, Ambères

Siglo XIII Murió aproximadamente en 1260

• Cartas • Poemas • Visiones

Beguina. Una de las mayores exponentes del misticismo del amor, centrado en la experiencia del amor de Dios. Se la considera la más dotada intelectualmente de los místicos del siglo XIII. Influenciada por Platón, Plotino, el Pseudo Dionisio, Gregorio de Nisa, Ricardo de San Víctor. Cree que el mayor y más perfecto amor se vivencia adorando a Cristo. El místico pasa por tres estadios en la experiencia de amor: una conciencia de la distancia entre el amor mismo (minne), la completa entrega a él y el equilibrio reencontrado. Combina los elementos del amor cortés con el amor místico retratando a Dios como su amante. Introduce un nuevo tema. Discute la noción de un Dios vengativo. Su Dios obedece las leyes del noviazgo, brindándole regalos y cortejándola cuando corresponda. De esta manera, no solo promueve la imagen de un Dios amante sino que instituye la idea de galanteo divino.

Juan Ruysbroeck

1293-1381

• El adorno del matrimonio espiritual • La piedra brillante • El libro de la suprema verdad

Místico flamenco. A veces se lo considera uno de los místicos renanos. Delinea los estadios de la vida mística. Influido por Eckhart.

Enrique Suso 1295-1366

• El pequeño libro de la eterna Sabiduría

Místico renano. Influido por Eckhart.

San Gregorio Palamas

1296-1359

• Prosopopeya • Teófanes • Las tríadas

Santo y místico de la Iglesia cristiana ortodoxa oriental.

Juan Tauler 1300-1361

• Sermones Místico renano, monje dominico. Enfatizó el interior de la persona más que las obras exteriores y por esto se hizo popular en los círculos protestantes y en el quietismo posterior y el romanticismo. Peteneció a la misma comunidad que produjo la Teología Germánica.

Anónimo 1349 • Teología Germánica

Importante influencia en la tradición mística alemana. Lutero la redescubrió c1395 y la popularizó.

Richard Rolle 1300-1349

• El fuego del Amor

Es parte de la “escuela” inglesa de misticismo. Enfatiza los aspectos corporales de la experiencia mística (sentir calor, ver colores, oír música).

Santa Brígida de Suecia

1302-1373

• Revelaciones (Introducción, 1ª y 2ª interrogación)

Tuvo experiencias místicas desde temprana edad. Nacida en una destacada familia, se casó y tuvo seis hijos. A partir de la muerte de su esposo, dedicó su vida a la religión y a la práctica del ascetismo. Visionaria y profetisa. Mística ascética. Muy involucrada en la actividad política. Fundó una orden religiosa (las brigidinas). Pasó sus veinte años más influyentes en Roma, donde curó a la gente tanto física como espiritualmente. Influenciada por San Francisco de Asís. El Cristo de Brígida es descripto como “Juez”, pero ella critica la noción de venganza. Dios está lleno de fidelidad y compasión y no de vengatividad.

Margarita Porete

Murió en 1310

• El espejo de las almas simples

Mística. Sus escritos fueron condenados por la Inquisición. Afirmó que las almas pasan por siete estadios hasta llegar a la unión con Dios. Influenciada por el Pseudo Dionisio. Dos de los estadios fueron censurados por las autoridades eclesiásticas. Rehusó

abstenerse de distribuir sus libros. A pesar del apoyo de cuatro influyentes hombres de iglesia, fue quemada en la hoguera.

Juliana de Norwich

1343-1443

• Libro de las visiones y revelaciones del divino amor

Juliana formó parte de la “escuela” mística inglesa medieval tardía. Su experiencia mística del Amor tuvo lugar cuando estuvo próxima a la muerte. Con esta experiencia vino su curación y dedicó su vida a comprender su visión. Los conceptos claves de su obra incluyen su explicación trinitaria de la maternidad de Dios, de la “Madre Jesús” y probando la divinidad de la feminidad.

Monje inglés desconocido

Siglo XIV

• La Nube del No Saber

Formó parte de la “escuela” mística inglesa medieval tardía. El énfasis en el “no saber” es parte de la teología apofática del Pseudo Dionisio. Influenciado por éste.

Catalina de Siena

1347-1380

• Diálogo Mística italiana, terciaria dominica. Consejera del Papa Gregorio XI. Influenciada por San Agustín.

Walter Hilton Murió en 1396

• La Escala de la Perfección • Tratado para un hombre devoto

Monje agustino. Místico inglés.

Tomás de Kempis

C1380-1471

• La imitación de Cristo

Monje agustino. Es la expresión más fina de la “devotio moderna” (espiritualidad moderna), que resta importancia a la preocupación de los místicos renanos por la contemplación y la teología especulativa y subraya la práctica del la piedad sencilla y el ascetismo. ¿Influido por Eckhart?

Nicolás de Cusa 1401-1464

• La docta ignorancia

Místico alemán que destacó la incomprensibilidad y lo paradójico de Dios. Influido por Plotino, el Pseudo Dionisio y Eckhart.

Margery Kempe c1373-c1438

• El libro de Margery Kempe

Casada, tuvo 14 hijos. Comenzó a peregrinar a lugares sagrados alrededor de sus 40 años. Trató a Juliana de Norwich. Iletrada, sus experiencias fueron escritas por uno o más monjes cartujos del priorato de Mount Grace. El libro es el único testimonio de la vida interior de una mujer medieval de clase media. El libro señala la experiencia directa de Dios con algunos fenómenos fuera de lo común.

Sta. Teresa de Ávila

1515-1582

• Vida • Las Moradas • Camino de Perfección

Monja carmelita española. Fundó el Carmelo descalzo con San Juan de la Cruz. Es muy importante su descripción de las etapas del viaje místico. Influida por San Agustín.

San Ignacio de Loyola

1491-1556

• Ejercicios Espirituales

Místico español. Fundó la Orden de los jesuitas. Su lema: “hacerlo todo para la mayor gloria de Dios”. Promovió la contemplación en la acción.

San Juan de la Cruz

• Subida al Monte Carmelo • Cántico espiritual • Llama de amor viva • Noche oscura

Místico español. Fundó con Sta. Teresa de Ávila el Carmelo descalzo. Junto con Teresa, subraya el misticismo como la unión con Dios, posible solamente por negación del yo. Influido por Sta. Teresa de Ávila.

Jacobo Boehme 1575-1624

• Aurora Místico alemán. Luterano. Importante en el misticismo germano. Los luteranos rechazaron sus escritos. Influido por Eckhart, la Cábala judía, Valentín Weigel, la alquimia renacentista y Paracelso.

Hno. Lorenzo 1611-1691

• La práctica de la presencia de Dios

El hermano Lorenzo había descubierto que, en medio del bullicio de la cocina, conseguía retirarse a un lugar quieto y solitario en su corazón, un espacio sagrado en el que disfrutaba de la más íntima y bella comunión con Dios.

San Francisco de Sales

1567-1622

• Introducción a la vida devota

Místico francés. Su libro es un clásico de la espiritualidad, dirigida a personas laicas.

Quietismo 1675 • Guía espiritual que conduce el alma por el

Movimiento místico surgido en el s. XVII en la Iglesia Católica, especialmente en España, Francia e Italia. Fue propuesto por el sacerdote y místico

interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la paz interior

español Miguel de Molinos en su obra publicada en 1675.

Enseñaba la pasividad en la vida espiritual y mística, ensalzando la vida contemplativa. Sostenía que el estado de perfección únicamente podía alcanzarse a través abolir de la voluntad: siendo su única función aceptar de un modo pasivo lo que Dios le conceda. Fue condenado por el Papa Inocencio XI en 1687.

Filocalia Siglos IV al XV

• Filocalia Antología de espiritualidad ortodoxa; compilación de textos referidos a la vida contemplativa y a la Oración de Jesús.

Teófano el Recluso

1815-1894

• Arte de la oración • Consejos a los ascetas

Místico ruso. Tradujo la Filocalia al ruso.

Teilhard de Chardin

1881-1955

• El medio divino • El fenómeno humano

Sacerdote jesuita, paleontólogo y místico. Fue cuestionado por la Iglesia católica, pero recientemente, el teólogo y cardenal Ratzinger, Papa emérito Benedicto XVI, en sus Principios de Teología Católica admitió que uno de los principales documentos del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes fue permeado por el pensamiento del jesuita francés. Benedicto XVI ha afirmado también que Teilhard tuvo una gran visión, que culmina en una verdadera liturgia cósmica, en la cual el cosmos se convertirá en una hostia viviente.

Thomas Merton 1915-1968

• La montaña de los siete círculos • Dirección espiritual y meditación • Semillas de contemplación

Durante sus 27 años en Getsemaní como monje trapense, Merton se convirtió en un escritor contemplativo y poeta, y se abrió al diálogo con otras religiones, apoyando causas como el pacifismo y los movimientos antirracistas. Sus diarios y sus cartas, que por expreso deseo de Merton no se publicaron hasta 25 años después de su muerte, revelan la intensidad de su compromiso con el movimiento por los derechos civiles, la justicia social y el diálogo interreligioso.

Bede Griffiths 1906-1993

• Matrimonio entre oriente y occidente

Monje y místico benedictino que vivió muchos años en un ashram de la India. En 1958 ayudó a establecer Kurisumala Áshram (Montaña de la Cruz), un monasterio de rito católico griego en Kerala. En 1968 se trasladó a Shantivanam Áshram (Bosque de la Paz) en Tamil Nadú. Aunque se mantuvo como monje católico adoptó algunas ideas hinduistas acerca de la vida monástica. Griffiths escribió doce libros sobre diálogo entre el cristianismo y el hinduismo. Explicó la doctrina hindú del Vedanta con inspiración en el cristianismo, llamada Sabiduría Cristiana.

Ruth Fowler

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Los Frutos de la Meditación

Los frutos de la meditación El poder integrador de la Meditación John Main resumió los frutos de la meditación de esta manera:

“Es mi convicción personal que la meditación puede agregar una dimensión de increíble riqueza a tu vida. Deseo tener los poderes persuasivos de la elocuencia para convencer a cualquiera que encuentre sobre la importancia de meditar. Una vez que comienzas, y nos lleva muchos meses y años comenzar, una vez que comienzas encontrarás que tu meditación es el gran poder integrador en tu vida, dando profundidad y perspectiva a todo lo que eres y a todo lo que haces. Y la razón es esta: que estás comenzando a vivir del poder del amor de Dios, ese poder que está presente en nuestros corazones en toda su inmensidad, en toda su simplicidad, en el Espíritu de Jesús. El poder integrador de la meditación afecta a cada parte de nuestra vida. Toda nuestra vida es, como si dijéramos, alineada con Cristo. Y su vida y su presencia se hacen sentir en cada parte de nuestra vida. Y el camino hacia eso es el camino de la humildad, la simplicidad, el camino del mantra”.

La cosecha del Espíritu El cambio interior personal en nosotros, al meditar, puede ser mejor descripto en lo que San Pablo llama la cosecha del Espíritu (Gal 5:5). “Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, suavidad y autocontrol”. AMOR es puesto en primer lugar, “es el mayor don”. En él encontramos también una nueva alegría en la vida, aún en tiempos de tensión y sufrimiento. ALEGRÍA, es más profunda que el placer. Se encuentra en un nuevo gusto por las cosas simples y naturales de la vida. PAZ es el don que Jesús nos da en el Espíritu. Es la energía de su propia profunda armonía consigo mismo, con su Padre, y con toda la creación. PACIENCIA es la cura de nuestros estallidos de irritabilidad e intolerancia, y de todos los modos en que tratamos de poseer a los demás. AMABILIDAD es el don de tratar a los otros como nos gustaría que nos traten a nosotros. BONDAD no es “nuestra” pero somos esencialmente buenos y nuestra humana naturaleza es divina porque somos creados por Dios y porque Dios vive en nosotros. FIDELIDAD es el don que viene a través de la disciplina de la meditación diaria y del mantra. Porque cada relación, para ser humana y amorosa, necesita profundizarse con fidelidad. AUTOCONTROL, es necesario si queremos disfrutar la vida en la total libertad del Espíritu. Es el fruto del equilibrio de la meditación, a medio camino entre todos los extremos. En la meditación, somos santificados porque somos sanados. La fuente de nuestro ser es también la fuente que nos sana y nos plenifica. Los frutos del Espíritu crecen gradualmente en nosotros porque empezamos a volvernos hacia el poder del amor en el centro de nuestro ser.

Aprendiendo a Ser Meditamos para ser. Para ser la persona que estamos llamados a ser. La persona que estamos llamados a ser es una persona que acepta plenamente el don de su propia creación, aceptando y respondiendo plenamente al don de la plenitud de vida que nos es dada en Jesús. Más aún, meditamos como respuesta a nuestra naturaleza de ser templos del Espíritu Santo. Cuando te sientas a meditar cada día, recuerda que el propósito de todo ello es perder toda conciencia de nosotros mismos. La meditación nos ayuda a ser porque en ella aprendemos a dejarnos ir de la inseguridad, de nuestras imágenes, de nuestros pensamientos, y aprendemos a ser abiertos de corazón. La meditación nos enseña a responder a la vida sin demandas, sin expectativas. Aprender a ser significa: ■ no usar ningunas “máscaras” para esconder nuestros reales sentimientos; no tener que “actuar” ■ no responder a la gente en forma preprogramada, tal como con prejuicios o deseos de atención y de aprobación ■ dejando ser a los demás; dejando ser a Dios Nuestra capacidad para ser, nuestra confianza en ser, vienen de la experiencia en la meditación de que somos amados, amados incondicionalmente por Dios como su creación singular, única. Aprendiendo a vivir plenamente en el momento presente La meditación nos enseña a ser plenamente concientes del momento presente. Esto es así porque en la meditación damos nuestra entera atención a decir el mantra. Estamos plenamente presentes al mantra, sin pensamientos del pasado o del futuro. A menos que aprendamos a vivir completamente en el momento presente, estaremos viviendo en la superficie de la vida. El pasado se ha ido, el futuro es incierto, y así, todo lo que tenemos es el momento presente. Vivir una vida plena requiere atesorar cada momento y vivirlo concientemente. Esto también puede describirse como mantener un estado de atención plena en todo lo que hacemos. Si estamos viviendo en el momento presente, entonces: ■ el momento más importante es AHORA ■ la persona más importante es la persona que está contigo AHORA ■ lo más importante es lo que estás hacienda AHORA El P. Bede Griffiths describió la ATENCIÓN PLENA como sigue:

“Los grandes maestros espirituales de todas las religiones han practicado y enseñado la atención plena. Ser conciente es vivir en el momento presente, no estar aprisionado en el pasado, ni anticipando un futuro que puede no ocurrir nunca. Cuando estamos plenamente concientes del presente, la vida es transformada y desaparecen la ansiedad y la tensión. Mucho de la vida moderna es una febril anticipación de la actividad y la excitación futuras. Tenemos que aprender a dar un paso atrás de esto para ir a la libertad y la posibilidad del presente”.

Arraigándonos y centrándonos Ser más arraigados, más centrados, significa ser más firmes, más consistentes en la forma en que encaramos la vida, especialmente los problemas de la vida. Somos menos alterables, menos volátiles. Somos menos propensos a oscilar entre extremos, en nuestros estados de ánimo y nuestras acciones. Somos guiados por algunos valores centrales. Desarrollamos una mayor comprensión de: ■ lo que realmente es importante en la vida ■ lo que carece de importancia ■ lo pasajero ■ lo que verdaderamente perdura La meditación nos ayuda a este arraigamiento y esta centralidad porque en la disciplina diaria de la meditación, gradualmente nos volvemos más arraigados y centrados en las profundidades de nuestro ser a través de decir con fidelidad el mantra. John Main lo dice de esta manera:

“Los hombres y las mujeres de nuestra sociedad están comenzando más y más a comprender que nuestros problemas personales y los problemas que enfrentamos como sociedad, son básicamente problemas espirituales. Lo que muchos más de nosotros comprendemos en este mundo es que el espíritu humano no puede encontrar plenitud meramente en el éxito material o la prosperidad material. No es que el éxito material o la prosperidad sean malos en sí mismos, sino que simplemente, no son adecuados como respuesta final o última a la situación humana. Como resultado del materialismo en que vivimos, muchos hombres y mujeres están descubriendo que el espíritu está sofocado, y mucha de la frustración de nuestro tiempo se debe al sentimiento de haber sido creados para algo mejor que esto, algo más serio que sobrevivir día a día. Para conocernos y entendernos a nosotros mismos, y para ser capaces de solucionar nuestros problemas, para poner en perspectiva a nosotros y a nuestros problemas, simplemente tenemos que conectarnos con nuestro espíritu. Nuestro espíritu está arraigado en Dios. La meditación es precisamente este camino de hacer contacto con nuestro espíritu, y encontrar en ese contacto el modo de integrarnos, de encontrar que todo en nuestra experiencia va armonizándose, todo en nuestra experiencia es juzgado y alineado en Dios.

Todo lo que somos, todo en nuestra vida, se alinea con Dios y todo se ubica en su propio lugar. Meditar es poderoso porque nos lleva al orden correcto, a esta tranquilidad, esta paz. Esto es así porque nuestro orden de valores ha cambiado. En lugar de basar nuestro sistema de valores en el yo, en el ego, en el éxito o la promoción personal, o en cualquiera de estos factores limitantes, nuestro sistema de valores comienza a estar basado en Dios. En la revelación que ocurre en nuestros corazones, al descubrir allí la presencia de Jesús, descubrimos que DIOS ES AMOR. Esto nos lleva a la conclusión que desata un gran poder: que hay solo una cosa que finalmente importa: que crezcamos en el amor. Todo lo demás es secundario. Todo lo demás es inconsecuente. Una vez que esta comprensión se vuelve suficientemente poderosa, nuestras vidas cambian, y entonces vemos la realidad más grande de “estar centrados en otro” con valores como la compasión y la comprensión. Entonces comenzamos realmente a ser gente espiritual. Entonces estamos en contacto con el centro de la vida; y recuerden: Dios es el centro, Dios es amor, y Jesús es la revelación de su amor”.

Aprendiendo a abandonar el deseo y a practicar la paz Algo que aprendemos en la meditación es a abandonar el deseo. Lo aprendemos porque sabemos que estamos llamados a vivir plenamente en el momento presente. Esto suena muy raro en una sociedad de logros, para gente que se ha criado para practicar tanto esfuerzo ansioso. La verdadera tragedia de nuestro tiempo es que estamos tan llenos de deseo de felicidad, de éxito, de salud, de poder, de cualquier otra cosa posible, que siempre estamos imaginándonos cómo podríamos ser. Así que raramente llegamos a conocernos a nosotros mismos tal como somos, y a aceptar nuestra situación presente. La oración y la dimensión social del Evangelio El Reino de Dios en nuestro mundo depende de la conversión del corazón humano. Sin esta necesaria conversión, los cambios estructurales producidos por las “buenas obras” eventualmente se degradan en sistemas malos que perpetúan diversas formas de injusticia. Aunque la conversión del corazón humano y el cambio estructural deben trabajarse simultáneamente, el cambio estructural permanece siendo el complemento del cambio fundacional que hace crecer sistemas de verdadera paz y justicia, esto es, la conversión del corazón humano. Para que nuestro mundo llegue a ser un lugar donde hermanos y hermanas no sean privados o devastados económica, social y emocionalmente, el corazón humano debe convertirse de su propensión al egocentrismo, el cual ha producido la injusticia y la falta de paz que experimentamos en nuestro mundo. La contemplación es un camino para esta necesaria conversión del corazón humano. Las obras de paz y de justicia llegan a ser la actividad de aquellos que conocen la experiencia de la auténtica oración, porque el amor de Dios y el amor al prójimo son verdades inseparables.

Peter Ng

“Crecer espiritualmente es llegar a ser menos autoconciente y más simple. El progreso en la oración no puede medirse salvo que percibamos un espíritu de amor más penetrante que impregna nuestra vida diaria, así como la experiencia cristiana contemplativa debe llevar frutos a las vidas de otros. La palabra definitiva sobre cómo orar es la primera palabra de San Pablo sobre esto – nosotros no sabemos siquiera cómo orar, pero el Espíritu ora en nosotros más allá de todas las formas de lenguaje. Así, la definición que orienta la oración cristiana es que nosotros no oramos y que no hay métodos de oración. Nuestra oración es entrar en la oración de Jesús, su Espíritu que es la corriente de amor que fluye entre él y el Padre".

Laurence Freeman Luz interior, el camino de la meditación

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El viaje de la Meditación

El laberinto de Chartres

Al entrar en la gran catedral de Chartres del siglo XIII por la puerta del oeste, te encuentras caminando hacia el Laberinto del Peregrino. El Laberinto está dibujado en piedra negra, sobre el piso de la nave de la Catedral que está bajo la Ventana Rosa, cuyo diámetro refleja exactamente. Durante la Edad Media los peregrinos pobres, que no podían ir a Jerusalén, hacían un “peregrinaje” simbólico sobre sus rodillas, alrededor de las vueltas y curvas del laberinto, en su propia catedral. En Chartres, como en muchas otras catedrales europeas donde alguna vez se encontraron diseños semejantes, este mandala espiritual adquirió un gran significado en la devoción del laicado. Muchas generaciones experimentaron la alegría de llegar al centro del laberinto después de muchas dudas y vacilaciones. Si trazas el diagrama del laberinto con tu dedo comenzarás a comprender por qué John Main consideró la meditación no meramente como un método de oración sino como un peregrinaje y un camino de vida. Hacer el peregrinaje del laberinto con devoción, como la meditación, ilumina el viaje de nuestra vida. Todos los bucles y retrocesos del laberinto nos ayudan a poner nuestros tiempos de acedia y apatheia, turbulencia y paz, en la perspectiva del designio superior del viaje. Comenzamos por el principio. Cada viaje humano, incluso un viaje espiritual que trasciende el tiempo y el espacio, tiene un principio definido. No estamos lejos del centro ni siquiera al principio, pero tenemos que hacer un viaje, un proceso de realización y de autodescubrimiento antes de que podamos encontrarnos nosotros mismos estando, en realidad, ya y siempre, en el centro. Al comienzo parece que vamos hacia el centro rápida y directamente, pero pronto encontramos los patrones recurrentes de bucles y curvas que prueban y profundizan nuestra fe. Puede parecernos que estamos perdiendo terreno, y volviendo atrás; y luego de años de meditación podemos pensar que no hemos hecho progresos, excepto en la maduración de nuestra fe, que es el significado esencial del crecimiento espiritual. Esta misma fe luego nos muestra que las curvas y vueltas de nuestro viaje no son una manera de Dios para hacernos la vida más difícil, sino un modo sabio y compasivo del maestro para desatar los nudos de nuestro corazón. El laberinto nos muestra la sabiduría de no tratar de medir nuestro progreso: precisamente porque el viaje no es lineal y mental, sino cíclico y espiritual, como las bobinas de un resorte. Todo lo que importa es la confianza de saber que estamos en camino. El camino al centro es angosto pero nos conduce a la fuente de la vida. La vida es eterna en su origen. Solo tenemos que permanecer en el camino. Si tratamos de engañarnos y saltar desde donde estamos a donde queremos estar, sin ir al lugar adonde tenemos que ir, nos extraviamos y confundimos. Pero en cualquier punto, podemos comenzar nuevamente. La siempre presente compasión de Dios es experimentada muy directamente en la constancia de seguir el camino y en el descubrimiento final, en el centro, del significado del viaje que hemos hecho. Solo tenemos que mantenernos avanzando con fe. Quien busca, encuentra.

La meditación es un camino. Es, primeramente, un camino de experiencia más que de pensamiento o de imaginación. Aún un símbolo como el del laberinto apunta a esto. Un símbolo como el Laberinto del Peregrino de Chartres, aunque rico en significado, es solo entendido plenamente cuando se ve que se señala a sí mismo y al mismo tiempo señala más allá del mundo de los signos. Mirando una imagen del laberinto y trazando el viaje al centro con tu dedo es muy diferente a hacerlo de rodillas. Qué diferente, entonces, es la práctica diaria de la meditación a solo leer o hablar sobre ella.

Extractado de: “Christian Meditation Newsletter” (Boletín de Meditación Cristiana), marzo 1992

Una peregrinación al corazón El viaje de la meditación, como dijo John Main (Momento de Cristo) es esencialmente “una peregrinación a tu propio corazón”, el lugar más sagrado donde viven el Espíritu Santo, Cristo. La meditación es “la vida del Espíritu de Jesús en nuestro corazón humano”. El Padre del desierto del siglo IV Evagrio, que fue al mismo tiempo un teólogo y hombre práctico de oración, describe con claridad los estadios por los que pasamos en nuestro viaje espiritual. Sus escritos muestran profundas intuiciones psicológicas de lo que está pasando en nosotros durante este viaje de oración pura, de meditación sin conceptos. Él era muy observador de sí mismo y autoanalítico, y sin embargo, esto estaba solamente al servicio de sus esfuerzos para llegar a ser totalmente no conciente de sí mismo. Para él, la esencia de la vida era la oración: “Ve y vende todas tus posesiones y dáselas a los pobres, y toma tu cruz, así podrás orar sin distracción”. Evagrio dedicó su mente a lo que estaba pasando en el corazón, reflexionando lo que la experiencia de oración pura estaba haciendo en él en términos del proceso de curación general de la vida. Para él, el viaje comenzaba con la experiencia de la conversión – ‘metanoia’, un cambio de la mente, una nueva manera de mirarnos a nosotros mismos y a la realidad. Cuando empezamos a meditar, podemos sentir el primer fervor de la conversión. La disciplina parece fácil y comenzamos con entusiasmo y compromiso. Luego sigue una siempre más profunda aceptación de la disciplina. El entusiasmo inicial es puesto a prueba y necesitamos un compromiso más profundo hacia la disciplina, tanto exterior como interior. Lleva tiempo integrar la meditación dos veces por día en la vida diaria y lleva tiempo arraigar el mantra en nuestro corazón. Al repetir el mantra, gradualmente dejamos atrás nuestros pensamientos auto concientes, “la caótica batahola de una mente devastada por tanta exposición a lo trivial y a la distracción” (De la palabra al silencio) y llegamos a ser concientes de las imágenes condicionadas de nuestro yo y de Dios. Pero con el tiempo, la disciplina se convierte en una verdadera necesidad, una alegría. Practicamos nuestra meditación sin demandas por ningún resultado ni expectativas. Tener un objetivo involucra nuestra propia voluntad y es lo opuesto a ‘dejar el yo atrás’. Llegamos a estar desapegados tanto de las distracciones como de las alegrías del silencio. Luego entramos en un diferente nivel de pensamiento – recuerdos reprimidos, emociones y miedos. Por momentos, esto es doloroso y aparece la resistencia. “Esto no es sorprendente, porque si un hombre vino a su casa y encontró nada más que el humo del fuego del hogar y una esposa gruñona, él saldría corriendo” (Walter Hilton, citado por John Main en De la palabra al silencio). Somos asaltados por lo que Evagrio llamó ‘el demonio de la acedia’.

Aunque era moderno en sus percepciones, era también un hombre de su tiempo, y así, las pulsiones psicológicas inconcientes son vistas como Ángeles o Demonios, entidades psíquicas autónomas. A cada meditador le es familiar el demonio de la acedia. Se manifiesta a sí mismo como desencanto con la meditación y con el camino espiritual; estamos aburridos y todo está contaminado. Pensamos que podemos encontrar cosas más útiles que hacer con nuestro tiempo que sentarnos a meditar. Culpamos a otros y al medio ambiente por nuestra falta de atención. Es un tiempo de sequedad, aburrimiento, inquietud y distracciones, con el silencio interior como cosa del pasado. Dios parece estar ausente. No hay consolación y ya no estamos más con conciencia de la presencia amorosa de Dios. San Juan de la Cruz lo llamó la Noche Oscura del Alma. Es nuestra “experiencia del desierto”. Es un tiempo de prueba espiritual; somos tentados, como Jesús fue tentado en el desierto. Queremos darnos por vencidos. Thomas Merton, hablando sobre la experiencia del desierto, dijo: “Sólo cuando somos capaces de ‘dejar ir’ todo en nosotros, todo deseo de ver, de conocer, de gustar y de experimentar la consolación de Dios, solo entonces somos verdaderamente capaces de experimentar su Presencia”. Todo lo que podemos hacer es perseverar en la fiel repetición del mantra y aceptar su pobreza. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mat 5:3). Aceptamos nuestra necesidad de Dios y confiamos en que Dios nos guía, que está presente, que nos ama y que nunca permitirá que seamos probados más allá de nuestras fuerzas. Esta ‘experiencia del desierto’ es una experiencia purificadora, un desafío para sobreponernos a nuestro centramiento en nosotros mismos, a meditar sin recompensa, sin conocimiento de adónde somos conducidos, a meditar aún al ser asaltados por estas profundas distracciones. Eventualmente, nos abrimos paso a través de todas las resistencias y somos llevados al autoconocimiento, somos purificados y fortalecidos. De esta manera, el desierto es también nuestro camino hacia la Tierra Prometida. “Ningún otro demonio sigue de cerca sobre los talones del demonio de la acedia, sino solo un estado de profunda paz e indecible alegría surge de esta lucha”. Esta es la apatheia, una profunda e imperturbable calma, la salud del alma. Ahora hemos encontrado nuestra identidad esencial. Esto es lo que somos, cuando el flujo de los pensamientos y sentimientos ha sido aquietado, cuando las máscaras del ego y las falsas imágenes del yo han caído y las emociones están purificadas. Esta calma, esta bendición, esta paz y alegría son al mismo tiempo perfecta conciencia, un super despertar. Es estar plenamente vivos. “La Gloria de Dios es el ser humano pelenamente vivo” (San Ireneo). De allí fluye el estadio final de agape, “hija de apatheia”, la experiencia mayor de todas, un sentido de unicidad y del universal, incondicional amor de Dios. El mundo conocible de formas y todos los conceptos de la mente son trascendidos. Sabemos que “Dios no tiene cantidad ni forma exterior” y “vemos con admiración la luz de nuestro propio espíritu, y sabemos que la luz es algo que está más allá de nuestro espíritu y sin embargo es su fuente” (De la palabra al silencio). Sabemos que nuestro espíritu es uno con el Espíritu. Hemos entrado en la corriente de amor entre el Creador y lo creado. Hemos llegado a casa.

Aunque Evagrio presenta los estadios de un modo lineal, él era bien conciente que el viaje tiene superposiciones, niveles más profundos, recorridos espiralados con los estadios reapareciendo, fusionándose y transformándose. El progreso espiritual no puede ser medido de la misma manera que medimos el bienestar físico o las habilidades mentales. Los ‘frutos del espíritu’ de San Pablo son la verdadera comprobación del progreso: un crecimiento en amor, compasión, centramiento en otro y paz. “Feliz es el monje que ve el bienestar y el progreso de todos los humanos con tanta alegría como si fueran los suyos”. Con frecuencia, los que nos rodean o que son cercanos pueden percibir este cambio gradual mejor que nosotros mismos. No importa cuánto tiempo nos tome, mientras estemos en el Camino. Los estadios de nuestro progreso llegarán en su propio tiempo, el tiempo de Dios.

“El hombre primero debe restaurarse a sí mismo, haciendo de sí mismo un escalón por el que pueda subir y elevarse a Dios” San Agustín.

Kim Nataraja

Estadios del viaje El viaje de la meditación ofrece profundas intuiciones de la vida de la mente en sus diversos niveles y a la larga, sana el alma. Un pequeño diagrama puede ayudar a mostrar los niveles de conciencia que todos tocamos y atravesamos en el peregrinaje de la meditación. Como todos los diagramas, y como los sistemas psicológicos místicos de los grandes maestros de la tradición, puede también confundir si pensamos que lo dice todo o si tratamos de forzar nuestra propia experiencia para hacerla coincidir totalmente con él. Como un mapa, se entiende que es para ser usado por alguien, y está basado en la experiencia general, pero cada uno de nosotros realiza un viaje singular, único, y es nuestra experiencia personal la que tiene que interpretar el mapa, aún si lo seguimos. La meditación es un trabajo doble, nuestra búsqueda de Dios y el trabajo de Dios de buscarnos a nosotros. Es también una peregrinación a través del misterioso mundo de la persona humana, una exploración al interior del autoconocimiento donde la trascendencia del egoísmo permite emerger al conocimiento no dual y unitivo de Dios. El significado y la autenticidad de nuestra vida dependen de este autoconocimiento.

Primer nivel Cualquiera que se haya sentado para estar en quietud, inmediatamente se encuentra con el primer nivel de conciencia un poco debajo de la superficie inmediata del funcionamiento conciente diario de la mente. Esto es un repentino despertar al grado de indisciplina e inquietud de nuestras mentes de mono. Santa Teresa lo compara a un barco con la tripulación amotinada, que ha atado al capitán y está haciendo turnos caóticos para dirigir el barco. Algunos días pueden ser mejores que otros en términos de distractibilidad, pero eso solo prueba cuán rebelde es nuestra mente superficial, cuánto depende de las condiciones externas, qué poco centrados estamos. Así, nos sentamos, comenzamos a decir el mantra con fe y atención. En tres segundos (en un día bueno) estamos escribiendo una lista de compras, o decidiendo qué usaremos por la tarde o ensayando la llamada telefónica que nos olvidamos de hacer.

Distracción psicológica Mantra

Nivel de distracción de la mente “llena de monos”

Enfrentando la sensación de desnudez y separación del yo

Lugar de unión con el Cristo resucitado

“Por eso les digo: no anden preocupados por su propia vida, qué comerán, ni por su propio cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mat. 6:25).

Procuramos estar quietos en el momento presente, que es el único momento de realidad, de encuentro con Dios, quien es “Yo soy”. Sin embargo, en segundos estamos pensando sobre el pasado, haciendo planes para mañana o tejiendo sueños despiertos y deseando su cumplimiento en el reino de la fantasía.

“Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. Así que no se preocupen del mañana; el mañana se preocupará de sí mismo” (Mat 6:33-34).

La enseñanza de Jesús sobre la oración es simple y pura, incisivamente sabia y de sentido común. Y sin embargo, parece estar más allá de nuestra capacidad de practicarla. ¿Estaba él hablando realmente a la humanidad común? El descubrimiento de nuestras distracciones de superficie es humillante. Por eso nos ayuda a recordar que es un descubrimiento universal, ¿por qué otra cosa Juan Casiano recomienda el mantra (que él llamaba “la fórmula”) hace dieciséis siglos? Nuestra época ha aumentado aún más el problema de la distracción natural, por la enorme masa de información y de estímulos en la que debemos nadar cada día, tratando de absorber y clasificar todo eso desde el momento que prendemos la radio por la mañana hasta que apagamos la televisión por la noche. Al descubrir esto es fácil desalentarnos y dejar la meditación: “No es mi clase de espiritualidad. No soy un tipo disciplinado de persona. ¿Por qué mi tiempo de oración debería ser otro tiempo de trabajo?” Con frecuencia, este desencanto oculta un recurrente sentido de fracaso e inadecuación, el lado débil de nuestro ego dañado y auto rechazante, “No soy bueno/buena para nada, incluso para la meditación”. Lo que sobre todo necesitamos en este estadio inicial es tomar conciencia del significado de la meditación y tener una sed que surja de un nivel más profundo de conciencia que ese en el que estamos atascados. Es aquí, justo al principio, por lo tanto, que encontramos, aunque aún no podamos reconocerlo como tal, el llamado de la gracia. Viene desde fuera de nosotros, en forma de enseñanza, tradición, amistad espiritual e inspiración. Desde adentro, viene como una sed intuitiva de una experiencia más profunda. Cristo, quien como Espíritu no está más dentro de nosotros que fuera, parece empujar desde afuera y tirar desde adentro. Ayuda entender claramente desde el comienzo cuál es el significado y el propósito del mantra. No es una varita mágica que pone espacios en blanco en la mente o un interruptor que nos vuelve hacia Dios, sino una disciplina, ‘comenzando en la fe y terminando en el amor’, que nos lleva a la pobreza de espíritu. No decimos el mantra para rechazar las distracciones sino para ayudarnos a quitar de ellas nuestra atención. Simplemente descubriendo que somos, si bien pobres, libres para prestar atención en otra parte, es el primer gran despertar. Es el comienzo de la profundización de la conciencia que nos permite dejar las distracciones en la superficie, como olas en la superficie del océano.

Aún en este estadio primero del viaje estamos aprendiendo la más profunda verdad, en tanto dejamos atrás nuestros pensamientos religiosos así como también nuestros pensamientos ordinarios: no es nuestra oración, sino la oración de Cristo, la que nos interesa. Cuando el centro de la conciencia cambia desde el ego hacia el verdadero yo, todas las nociones de “mi” y “mío” comienzan a debilitarse. En tanto estemos viviendo las cosas como una vida normal, este nivel de conciencia será el primero que encontremos cada vez que meditemos. En días malos y en noches oscuras nos parecerá que nunca hemos ido más allá de esto. Pero solo ser concientes de ello y enfrentarlo es comenzar a trascenderlo. Gradualmente ocurre un cambio en este nivel de superficie. Lo percibimos primero quizás en la manera en que podemos sentarnos en quietud sin necesidad de leer una revista o sacar una vieja ansiedad del estante, sin impaciencia y con un sentido de la Presencia de Dios en los embotellamientos del tránsito o en las filas del supermercado. Una vida mental más calma y estable surge en las relaciones cotidianas. En la meditación nos familiarizamos, nos amigamos, con los patrones y hábitos de nuestra mente y somos más tolerantes con sus modos rebeldes. Segundo nivel Llegando al segundo nivel o zona de conciencia, no significa que hemos dominado para siempre la disciplina del primer nivel. Llevamos con nosotros nuestros defectos todo el tiempo. En este nivel siguiente, más profundo, encontramos las bóvedas de almacenamiento de nuestras vidas. Todo lo que hemos hecho o dicho o pensado o imaginado, cada impresión, real o imaginaria, tiene su lugar aquí en la entidad orgánica de nuestro psiquismo. El gran sistema de archivo de este singular universo interno son nuestras relaciones, reales e imaginarias, y todo lo que nos ha sido hecho o dicho. Aquí debemos enfrentar lo que nuestros procesos inconcientes han decidido que no deberíamos enfrentar. Recuerdos perdidos, olvidados o enterrados con sus correspondientes emociones y pensamientos pueden salir a luz y ser liberados si están bloqueando el movimiento de la conciencia hacia el verdadero centro de nuestra identidad personal. A veces este trabajo de curación, integración y auto aceptación puede ser tan turbulento como a su manera lo son las distracciones de la superficie. Fuertes emociones, tales como ansiedad, temor o ira pueden emerger de ninguna parte y sin aparentes razones. Más raramente, vívidos recuerdos de hechos olvidados son revividos con el ojo interior de la imaginación. Por lo general, sin embargo, esto es un trabajo que se lleva a cabo debajo de la superficie de la mente conciente, fuera del foco de la lente del ego. El mantra entonces se vuelve como la semilla en la parábola de Jesús, que un hombre plantó en la tierra y él se fue a vivir su vida cotidiana. Todo el tiempo, la semilla estaba creciendo en el vientre oscuro de la tierra, “cómo, él no lo sabía”. Si el peligro en el primer nivel es que nos desalentemos y nos echemos atrás, hay otro peligro a este nivel. Podemos encontrar, cuando el curso se vuelve difícil, que demandamos algo de la paz instantánea y la consolación que pensamos que la meditación nos prometía. Pero un peligro igualmente grave es que nos lleguemos a fascinar con nosotros mismos. El inconciente, cuando la luz de la conciencia lo penetra, tiene muchas extrañas y fascinantes criaturas para mostrarnos. Hay muchos cuartos maravillosos para explorar entre las calderas, talleres, bibliotecas y centros de servicio de nuestro psiquismo.

La fiel repetición del mantra puede parecer algo sin interés o distractor en contraste con estas maravillas. Pero la fidelidad en este estadio tiene maravillas aún más grandes para revelarnos de las que podamos imaginar. El auto conocimiento, en el significado espiritual del término, no se restringe a lo que descubrimos sobre nosotros mismos a este nivel de conciencia. Pero el conocimiento pleno del yo para el cual estamos viajando es preparado por lo que nosotros atravesamos en este estadio. Puede ser pensado a la vez como purificación y liberación y a veces, cuando nuestros más profundos temores y sombras quedan al descubierto, aún como exorcismo. A partir de lo que ocurre en este nivel llegamos a darnos cuenta, en otros momentos de reflexión y oración, de las principales estructuras de nuestra personalidad. Vemos las necesidades que teníamos y que la vida no cubrió, y las heridas resultantes. Heridas que ocultamos, o que ostentamos. En estas heridas podemos ver las imágenes de esperanza y de felicidad que surgen y que nosotros perseguimos a través de las carreteras y los caminos de nuestras vidas. Vemos hacerse visibles los patrones de nuestras relaciones y podemos hacernos cargo de ellos más que culpar a otros sobre ellos. Descubrimos que llegamos a ser lo que somos a causa de cómo reaccionamos e interactuamos (o nos rehusamos a hacerlo) más que por lo que nos hicieron. Como todo conocimiento, esta toma de conciencia psicológica tiene el mismo potencial para la creatividad que para la destructividad. Puede tejer una red de auto absorción y una cáscara de autosuficiencia. O puede mostrarnos el poder del perdón y la tolerancia a partir de las relaciones primarias con nosotros mismos, y así empoderarnos para vivir más plena y generosamente con todos los otros en el vínculo de la compasión. A cuál dirección nos encamine este nivel de conciencia, es de suma importancia para el resto de nuestro viaje. Hay mucha soledad y por momentos un verdadero sufrimiento a este nivel. La gracia, por lo tanto, nos da el amor y el bálsamo necesarios para nuestra decisión de perseverar. “Él estaba en medio de las fieras, y los ángeles acudían a servirle” (Marcos 1:13). Aquí sobre todo nos damos cuenta de la relación entre meditación y comunidad. En tanto llegamos a ser la persona que estamos llamados a ser, entendemos que ser una persona es más que ser un ego, un individuo aislado. Ser una persona es ser alguien en relación. Y así descubrimos algo que no podemos entender plenamente sobre la naturaleza de la realidad misma: que Dios no puede ser impersonal. La turbulencia de este nivel de conciencia es variable. Por momentos hay grandes calmas: tramos donde nos sentimos integrados y que los hemos logrado juntos. Entonces, nuestra conducta un día o un mar de fondo que no sabemos de dónde viene nos recuerdan que este proceso se mantendrá por todo el tiempo que estemos haciendo el viaje. De modo semejante, nuestras distracciones de superficie siguen ahí, tal vez inadvertidas, aún si estamos absortos en profundos pensamientos. Un ser psicológico más pleno, más maduro, comienza a formarse. Lo reconocemos como portador de nuestro nombre y aspecto. Podemos apropiarnos de él sin lamentación ni vergüenza, y con amor. Sin embargo, este acto verdadero de reconocimiento y aceptación nos prueba que este no es el final del viaje. A este nuevo yo que podemos mirar y pensar, también tenemos que dejar atrás. Pronto dejamos el yo ocupado, cotidiano, de superficie, que corre de una actividad a otra.

Aún con la apertura de niveles más profundos, nos parece que algo está más ocupado que antes. La vida sigue en muchos niveles simultáneos, todos ellos armonizándose unos con otros a través de la fe y el amor del mantra. Con esta mayor armonía interior estamos listos para otra profundización. Tercer nivel El ego ha sido nuestro constante compañero desde el comienzo. Ahora, en el tercer nivel, lo encontramos a la cabeza. En el primer nivel lo encontramos en su estado más cansado, vestido en la siempre cambiante vestimenta de la vida diaria. En el segundo nivel está vestido con las vestiduras más dramáticas de los diferentes periodos de nuestra historia psicológica, actuando sus muchos roles como víctima, explotador, niño o niña, adolescente, adulto, buscador religioso, rebelde o conformista; tramposo, doliente, amante, hechicero, guerrero, rey o reina. Es desde el ego de donde surge toda resistencia a este viaje al yo verdadero. Y sin embargo, el ego es el vehículo del viaje. Típicamente hoy, nos enfocamos en el vehículo más que en el viaje. Lo mismo que hacemos un ídolo de nuestro automóvil, que no es más que un útil medio de transporte, podemos enfocarnos tan fuertemente sobre el ego y sus procesos que perdemos de vista el sentido espiritual de toda la persona. En este tercer nivel de conciencia, sin embargo, confrontamos el ego en su desnudez, con todos sus ropajes momentáneamente dejados a un lado. La Nube del No Saber describe este estadio como ‘una cruda conciencia de nuestra propia existencia’ que subsiste entre Dios y nosotros. Esta toma de conciencia, nos dice también La Nube… debe venir antes ‘que podamos experimentar la contemplación en su perfección’. Es tomar conciencia movilizada por la más profunda tristeza existencial – no una tristeza acerca de nada en particular que nos haya pasado, sino por el hecho de nuestra existencia individual separada inherentemente del Ser. Debemos enfrentar y eventualmente trascender esta tristeza existencial antes que podamos gustar la alegría de ser. Aquí también entendemos el significado de tomar nuestra cruz de cada día y seguir al Señor. Nuestra cruz está decorada con las pruebas de la vida pero la madera de la cruz es este sentido desnudo de la separatividad del ego. Ningún acto de voluntad puede levantarnos sobre este obstáculo final; ninguna técnica puede hacerlo desaparecer. Somos invitados a sentarnos al pie de la cruz en este estadio, en una fe cada vez más pura. Cuando esperamos ante un semáforo no hay ninguna alternativa más que la paciencia. John Main remarcó que es necesaria más y más fe para proseguir peregrinando. Aquí, cuando enfrentamos no sólo distracciones sino la raíz y la causa de la distracción, nuestra fe se profundiza y madura a través de la cooperación entre nuestro espíritu y el Espíritu de Dios hasta que estamos preparados – es la cooperación que vemos como sincronicidad y que llamamos destino. La fidelidad y la madurez que han crecido en nosotros durante los estadios anteriores, nos sitúa en un buen lugar en este nivel. Nuestro amigo el mantra ahora se ha arraigado y las dudas anteriores y las componendas que estuvieron presentes en los estadios anteriores de cualquier relación han desaparecido.

La Nube nos recuerda la necesidad de ser fieles a ‘una pequeña palabra’ ‘en la paz y en la guerra’, como Juan Casiano insistía en decir la ‘fórmula’: ‘en la prosperidad y en la adversidad’. El énfasis de John Main en la simple fidelidad al mantra ‘desde el principio al final de cada meditación’ es, en esta antigua tradición cristiana de oración, práctica, útil, sabia. Logra su pleno sentido, no obstante, sólo en cuanto nuestra propia experiencia nos lo enseña. ¿Qué ocurre después? Un dibujo de dos meditadores zen muestra a uno preguntándole a otro, el cual responde: ‘¿Qué quieres decir, con qué ocurre después? ¡Es esto!’ Tenemos que estar preparados para este “ser esto” por un tiempo. Sin embargo, la fe no es solo cuestión de obstinada resistencia. Es también una nueva forma de ver. Y como la fe ha crecido, nos ha permitido ver algo que está más allá de la percepción física y mental. Sabemos que no estamos esperando sin esperanza o sin alegría. ‘A quien aman sin haberlo visto; en quien creen, aunque de momento no lo vean, rebosando de alegría grande y gloriosa, y alcancen la meta de su fe, la salvación de sus almas’ (1 Pedro 1:8–9). Gradualmente y de pronto, la luz de una lámpara que brilla en un lugar oscuro, como lo describe San Pedro, cede el paso al amanecer y la estrella de la mañana se levanta para iluminar nuestros corazones y nuestras mentes (2 Pedro 1:19). El sentido desnudo del ego de su propia existencia limitada es como una pared de ladrillo que no podemos superar por nosotros mismos. En el tiempo de Dios y por un libre don aparece una apertura en la pared de la individualidad. En esa apertura de auto trascendencia dejamos el yo atrás y encontramos nuestro verdadero yo en Cristo. Entonces, en ese momento sucede un encuentro con la humanidad de Jesús que no se parece a ningún otro encuentro o reconocimiento que haya ocurrido en estadios previos. Aquí nos encontramos con él en la pura acción no dual del Espíritu, más allá de cualquier imagen o idea que podamos tener de él. Esto sucede en la realidad del Espíritu que subyace a todo dogma o doctrina. Ponemos nuestra fe en la realidad hacia la cual señalan las palabras, como Tomás de Aquino dijo, no en las palabras en sí mismas. Como John Main dijo sobre este estadio del viaje, encontramos a Jesús en la frontera de nuestra propia identidad y él llega a ser nuestro guía en el nuevo país de Dios, el Reino. Todo lo que Jesús dice de sí mismo tiene sentido a través de este encuentro: puerta de las ovejas, camino, verdad, vida, resurrección, vid nutritiva, amigo. Reconocerlo a él en este encuentro es redentor. Concentra nuestro ser en una experiencia personal de amor tan completa y singular, que llega a ser el parámetro de la Verdad por la cual son juzgadas todas las otras experiencias e ideas. Aquí, en esta apertura de nosotros mismos que nos trasciende, somos iluminados por el Espíritu para hacer el viaje con Jesús, en el amor sin límites de Dios. ¿Cuándo ocurrirá esto? En un sentido, ocurrirá porque la Encarnación y la Resurrección ya han sucedido en cada uno de nosotros. Es solamente una realidad que espera ser despertada en nosotros. Los físicos han descubierto la naturaleza dual de la materia como siendo al mismo tiempo una onda y una partícula, dependiendo de nuestro modo de mirarla.

De la misma forma, nuestra peregrinación de la meditación a través de diferentes niveles de conciencia puede ser vista o bien como sucesiva, un estadio siguiendo a otro, o simultánea: todo ocurre ahora. Ambas cosas son ciertas, dependiendo de la forma en que lo miremos. La manera de mirar es decidida por la profundidad de visión que la fe ha clarificado en nosotros. En esa visión podemos mirar hacia adelante y hacia atrás desde el punto de quietud del momento presente. Podemos ver que cada estadio del viaje, aún los niveles superficiales de la distraída mente de mono, han sido tocados y guiados todo el tiempo por el Espíritu que está ahora revelándonos a Jesús, removiendo el velo. Ahora vemos cómo los conflictos y heridas más profundos de nuestro psiquismo al segundo nivel, son atravesados con el poder sanador del Espíritu. Y así vemos cómo cada parte de nosotros vive y se mueve hacia Dios, y los frutos del Espíritu comienzan a manifestarse en todos los niveles de nuestra existencia.

Laurence Freeman OSB

De “Web of Silence” (Red de silencio).

En la Tierra Prometida

En esta charla quiero mirar los estadios psicológicos del viaje de la meditación; qué ocurre en nuestra mente al meditar dos veces al día a través del tiempo. Comienzo invitándolos a reflexionar sobre la idea de ‘viaje’ en general y usar como una metáfora que nos guíe, nuestra historia de fe del viaje de la gente de Dios, desde la esclavitud en Egipto, a través del desierto, hacia la Tierra Prometida. Tomemos un momento para contarnos unos a otros lo que recordamos de esa historia (ver Exodo 12ss). Dos cosas para señalar al principio son que el viaje duró cuarenta años y que los hebreos tomaron una ruta muy circular. Definitivamente, no fue lineal, sino bastante serpenteante. Hay varias razones dadas para lo largo del viaje. Algunos dicen que llevó veinte años, toda una generación, para olvidar que habían sido esclavos y otros veinte años a la próxima generación, para aprender lo que significa ser gente libre. La Biblia nos dice que Moisés sabía que la gente era demasiado débil para luchar contra las tribus que podrían encontrar en la ruta más corta. Cualquiera fuese la razón, la historia nos recuerda que el viaje hacia Dios/el Hogar/la Tierra Prometida es un proceso: un proceso de un creciente sentido de identidad, de autoconocimiento, de saber que ellos eran el pueblo de Dios. En segundo lugar, la historia nos recuerda que el viaje es un proceso de moverse del caos al orden, es una transición desde un grupo desorganizado y multicolor de hebreos, a llegar a ser las doce tribus de Israel. El viaje al hogar hacia Dios mediante la oración del corazón, por la meditación, nos lleva tiempo para soltar nuestros caminos parecidos a la esclavitud, tiempo para aprender una nueva forma de ser, tiempo de aprender quiénes somos. También nos ayuda a recordar que la ruta con idas y venidas, el volver atrás, el ir en círculos, el volver a trazar nuestros pasos, nos prepara para la naturaleza espiral del viaje de la meditación. Ahí también seguimos descubriendo que estamos yendo sobre el mismo terreno a medida que aprendemos a confiar más profundamente y a abrirnos para profundizar la curación y el compromiso. La historia del éxodo nos brinda un modelo útil para prepararnos para el viaje en la profundidad, tanto como la respiración mientras meditamos. Teniendo en mente estas dos características del viaje, deseo recorrer con ustedes algo del territorio común y de los lugares de detención que encuentra nuestra mente en el viaje de la meditación. Como los hebreos, nos movemos por etapas, acampando en algunos lugares y luego reemprendiendo la marcha. Así que preparen su bolso, viajen ligeros de equipaje. Sólo necesitan su anhelo de Dios, un lugar tranquilo, el mantra, y el deseo de orar diariamente dos veces. El itinerario se despliega a medida que viajamos. Aquí estamos. Hemos comenzado el viaje, dejamos atrás Egipto y la esclavitud, cruzamos el Mar Rojo. En silencio y quietud, con solo la pobreza del mantra, comenzamos. ¡Con gran conmoción encontramos que hemos viajado con la mente a Las Vegas! ¡Hay tanto que pasa en nuestras mentes! – Luces que jamás se apagan, signos de neón que nos hacen señas, casinos, espectáculos, máquinas tragamonedas, bailarines, entretenimientos, souvenirs, juegos… Tanta atracción, tanta distracción en nuestras mentes. Habíamos pensado que deseábamos comenzar este viaje en el silencio.

¿Cómo es que llegamos a Las Vegas? Somos como los hebreos que ansiaban la libertad y cuando estaban en camino hacia ella, volvían a Egipto en sus mentes – ansiaban el alimento, las vistas, los mercados de Egipto. No teníamos idea que nuestras mentes eran tan indisciplinadas. El silencio del desierto parece solo mostrarnos qué fragmentados y distraídos somos. Como maestros de meditación, ¿qué les diremos a los meditadores que se llegan a frustrar porque mucho del tiempo de su meditación se pasa en pensamientos fragmentados, pequeñeces, la lista del supermercado, etc? ¿Qué diremos cuando los meditadores principiantes son tentados a dejar de meditar por la penetrante presencia del ruido de Las Vegas? Pienso que ayuda el compartir que esta experiencia es común a todos los meditadores. Es la verdadera razón por la que necesitamos el mantra. También ayuda el reconocer que vivimos en una `cultura Las Vegas’, con continua sobreestimulación de la vista, el sonido y la información. Nos rodea, y no es sorprendente que esto esté también dentro de nuestro psiquismo. Pero Laurence Freeman señala que si podemos alentar a los nuevos meditadores a ver su frustración cuando se distraen tanto ‘como los susurros de la gracia’, entonces ellos pueden seguir el viaje. Como los hebreos, deseamos nuestra libertad pero primero tenemos que reconocer todas las maneras en que estamos esclavizados, tenemos que volvernos concientes de todo lo que nos impide nuestro viaje al hogar, a Dios. Cuando nos volvemos concientes que deseamos ser otros que “consumistas” o “esclavos” o comoquiera que la cultura nos defina, esto es el primer estadio del viaje de la meditación que nos ayuda a darnos cuenta de lo que no deseamos. En este primer estadio, comenzamos a darnos cuenta cuánto ansiamos un centro, una unidad, una sanación. También creo que esta experiencia de nuestra distractibilidad es muy humillante y nos lleva a examinar nuestra comprensión de la oración. Aprendemos que el mantra no es “un gatillo” que hace que Dios esté a nuestro favor – que es lo que a veces pensamos sobre la oración. Más bien, llegamos a darnos cuenta que la oración es abrirnos a lo que Dios está ya realizando en nosotros. El mantra aclara un camino de manera que podamos escuchar al Espíritu de Cristo hablando en nuestros corazones. Como maestros, podemos hablar con autenticidad de “la experiencia de Las Vegas”. Sabemos que vamos allí muchas veces cuando meditamos. Los hebreos continuaron diciéndole a Moisés que su viaje por el desierto era un error. Tuvieron que aprender a vivir de fe. Eso también es verdad en el viaje de la meditación. Con la práctica fiel de dos veces al día, con el aliento del grupo, sabiendo que el viaje es una espiral, nos movemos atravesando el primer estadio. Aprendemos a confiar que la sola palabra nos libera de las distracciones mentales tan ciertamente como los hebreos fueron liberados de su trabajo diario de hacer ladrillos. Aprendemos a confiar que el maná viene; el alimento para el viaje es provisto por la gracia de Dios. Nos instalamos en el viaje. Parece que recién nos hemos instalado en el viaje de la meditación cuando encontramos el Pantano. El agua es negra, cubierta de limo. Debajo de ella, toda clase de criaturas deslizándose bajo la superficie hacen ruidos extraños. Hemos llegado al área de la mente donde hemos relegado todas aquellas partes de nosotros mismos que no queremos que nos pertenezcan, junto con todas esas experiencias de herir y de ser heridos. Somos confrontados con nuestros pecados de acción y de omisión, nuestro sentimiento de culpa, nuestros miedos, nuestros quebrantamientos – todo esto deslizándose y dando vueltas en el Pantano – ¡y nosotros queremos escaparnos! ¡Si esto es adonde el viaje de la meditación lleva a la mente, entonces, es tiempo de detenernos!

Estábamos buscando paz y tranquilidad, buscando ser más centrados. Esto se parece a cuando los hebreos fueron conducidos a las aguas de Mara solo para descubrir que eran demasiado amargas para beber. Es como encontrar las serpientes venenosas. Sin embargo, nuestra historia de fe dice que el agua puede volverse dulce, que los que han sido envenenados pueden convertirse en un signo de curación. Nuestra historia de fe nos está invitando a ver el Pantano de nuestra mente como un lugar de trasformación y sanación. Como maestros podemos alentar a los meditadores ayudándolos a comprender su experiencia del Pantano como parte de su viaje de auto conocimiento. La toma de conciencia de nuestras heridas psicológicas y nuestro quebrantamiento es una oportunidad de traer a la conciencia todo lo que necesita ser curado. Estar en el Pantano es una invitación para ver los modos en que hemos herido a otros. Es una invitación a dejar de proyectar sobre otros esas partes de nosotros mismos que no queremos que nos pertenezcan y por lo tanto, abrirnos a la integración, a la plenitud. En este segundo estadio del viaje, alentamos a los meditadores a seguir diciendo el mantra a través de esta etapa, y a buscar el oído atento de un buen amigo o de un terapeuta. A su tiempo, descubrimos que el mantra es como la vara que Moisés arrojó a las aguas de Mara – que lo que parecía demasiado amargo de ver ha sido traído a la conciencia y endulzado al exponerlo a Dios. Que lo que estaba envenenando nuestras vidas se cambia en un signo de curación. El gran don del Pantano es que si seguimos meditando, vemos cómo somos cambiados. Al aceptarnos en todo el lodo de nuestro pantano interno, estamos más dispuestos a aceptar a los otros. En tanto vamos experimentando la misericordia y la compasión de Dios, estamos más dispuestos a mostrar misericordia y compasión a otros. Así como el variopinto grupo de hebreos se movía a través de las etapas de su viaje y se descubrían a sí mismos llegando a ser lo que estaban llamados a ser – el pueblo de Dios, una bendición para las otras naciones, la gente de Israel – así también nosotros descubrimos quiénes somos. Es importante notar que alguna gente se queda atascada en el Pantano, llegan a estar tan absortos con las criaturas de las aguas turbias que no pueden continuar. Son los siempre quejosos hebreos que no pueden seguir adelante. Pero afortunadamente, los meditadores siguen adelante a través de este estadio. La naturaleza del viaje es tal que muchas veces nos volvemos atrás en espiral completa a través del Pantano tanto como a través de Las Vegas. Pero cada estadía en el Pantano nos ayuda a darnos cuenta que estamos incompletos, confusos, quebrados y con necesidad de la gracia y la misericordia continuas de Dios. Y así seguimos el viaje con una mayor sensación de autoaceptación, con mayor bondad y amor hacia los otros. Nuestro tiempo en el Pantano ha sido dador de vida. El tercer estadio del viaje de la mente en la meditación nos lleva al Muro de los Lamentos, el lugar donde confrontamos el ego y descubrimos qué becerro de oro nos hemos fabricado. Descubrimos que hemos viajado todo el camino en busca de Dios y que una pared más fuerte que las murallas de Jericó bloquea nuestra ruta. No podemos llegar al hogar, a Dios, al Yo verdadero, por el estruendo de la trompeta ni por la fuerza de la voluntad. Todo el recorrido espiralado más y más profundo nos ha mostrado que nosotros mismos somos las barreras que nos impiden llegar. Hemos estado adorando el becerro de oro del esfuerzo humano, del deseo humano.

Hay un gran dolor en el Muro de los Lamentos del ego. Como esos que van al Muro de los Lamentos en Jerusalén, clavamos nuestras peticiones en las grietas del muro tratando de hacer un puente entre el ego y el Yo verdadero. Todos nuestros intentos solo sirven para mostrarnos cómo nuestro ego está detrás de todos nuestros esfuerzos. Nuestro viaje hasta ahora ha sido sobre soltar – dejar ir nuestra charla de mono que nos mantiene en Las Vegas, soltar nuestros variados modos de esclavos y aprender a dejar ir nuestro falso yo, nuestros ídolos, nuestros miedos, nuestro modo juzgador. Hemos estado aprendiendo a confiar en la misericordia y el amor de Dios, a recibirlos e incorporarlos en nuestras vidas. En este proceso estamos concientes que Dios nos está modelando, creando nuestro verdadero yo y a causa de esta toma de conciencia, un profundo sentido de alegría impregna nuestra vida. Encontrarnos con el Muro de los Lamentos nos golpea. Como maestros, creo que podemos ofrecer este consejo muy simple a los meditadores que se encuentren ante el Muro. Permanezcan ante el Muro y esperen. No se esfuercen, estén sin actividad, y más bien entren en lo que yo llamo la espera del Sábado Santo. En la profundidad de nuestros corazones sabemos que Dios nos ha creado para ser nuestro verdadero yo, sabemos que todo es don. No tenemos que hacer que suceda, no podemos hacer que suceda. Permanecemos ante el Muro y esperamos y tenemos experiencias ocasionales que Dios nos ha mostrado a través de una grieta del Muro. Es el aprendizaje de ser verdaderamente yo mismo cuando armonizo mi voluntad con la voluntad de Dios. Pararme frente al Muro es una invitación a “ser” simplemente, a ser en tal comunión con Dios que nada del ego está presente. Hay gran liberación, un gran regocijo. Mirando la historia del Éxodo como una metáfora orientadora para el viaje de la meditación, he estado ubicando nuestra experiencia personal del viaje en el contexto mayor de nuestra historia de fe. Vemos que la historia del Éxodo es un recordatorio del amor y la fidelidad de Dios para su gente. Una y otra vez, este relato es la historia de la fidelidad de Dios durante el viaje. En el viaje de la mente durante la meditación, vemos los modos en que Dios continúa llamándonos a la libertad, a la experiencia de que somos los amados hijos e hijas de Dios, llamados a la sanación y la plenitud, a llegar a ser nuestro verdadero yo. Como maestros de meditación cristiana, tenemos el gran privilegio de acompañar a otros en el viaje. Lo que creo que hacemos cuando acompañamos a otros, es simplemente “profesar” nuestro propio viaje y haciendo así nos alentamos y nos sostenemos unos a otros en el Camino.

Rev. Glenda Meakin

Los estadios psicológicos del viaje

La meditación es una forma de abrirnos paso desde un mundo de ilusión a la pura luz de la realidad.

John Main

El mundo de ilusión al que John Main se refiere en su afirmación, es el mundo que nosotros construimos con nuestros pensamientos. Muchos de nosotros equiparamos lo que somos con lo que pensamos. ¿Quiénes piensan ustedes que son? La imagen que tenemos de nosotros mismos, la imagen que tenemos de otros, y el mundo en que vivimos están hechos de nuestros pensamientos: nuestros propios pensamientos, y con frecuencia, los pensamientos de otros, que sin pensarlo hicimos nuestros. Desde el momento que nacemos aceptamos los puntos de vista de quienes son significativos en nuestra vida sin cuestionamientos: nuestros padres, nuestra familia más amplia, nuestro grupo de pares, la sociedad en que vivimos, y la religión y la cultura en que nos criamos. Formamos nuestra visión de la realidad basándonos en la visión aceptada de los otros en un intento de adecuarnos, de ser aceptados y respetados. En otras palabras: llevados por nuestra necesidad de sobrevivencia, adoptamos las opiniones de otros y los roles y actitudes esperados. Con frecuencia, haciendo así, olvidamos quiénes somos realmente y llegamos a estar aprisionados por todo este condicionamiento. A medida que crecemos, algunos de nosotros tenemos la auto confianza de desafiar y examinar estos pensamientos y puntos de vista. Sentimos la urgencia de descubrir quiénes somos realmente bajo todos los condicionamientos, máscaras, roles y funciones. Pero ‘abrirnos paso’ en palabras de John Main, no es fácil. El hecho que somos dominados por pensamientos puede ser descubierto al momento que comenzamos a meditar. Nos volvemos concientes de lo que John Main llamaba como ‘el fragor caótico de una mente devastada por tanta exposición a lo trivial y a la distracción´, mientras Laurence Freeman lo llama ‘el nivel de distracción de la mente de mono’. ‘Abrirnos paso’, requiere valor y perseverancia, pero nos conducirá a ‘la pura luz de la realidad’, donde recordamos y experimentamos que somos `hijos e hijas de Dios’, ‘templos del Espíritu Santo’, y que ‘la conciencia que estaba en Cristo está también en nosotros’. Los estadios del viaje de la meditación, nuestro ‘abrirnos paso’, es en realidad nuestra cambiante relación con nuestros pensamientos. Pensamientos superficiales El Meister Eckhart dijo en su Sermón 12: “Tres cosas nos impiden oír la Palabra Eterna. La primera es la corporalidad, la segunda, la multiplicidad y la tercera la temporalidad. Si una persona ha ido más allá de estas tres cosas, vivirá en la eternidad, en el espíritu, en la unidad, y en una vasta soledad; y allí oirá la palabra eterna”.

Por ‘corporalidad’ significaba ser parte del mundo material, la ‘multiplicidad’ se refiere a las imágenes del yo, y la ‘temporalidad’ se refiere a las imágenes de Dios. Corporalidad Por lo tanto, el primer cambio q ue se requiere es respecto a nuestra actitud hacia nuestros pensamientos sobre el mundo. Este es el primer estrato de pensamientos que encontramos en la meditación. Encontramos difícil dejar ir nuestros pensamientos, desde que nos han educado haciéndonos creer que el pensamiento es la más alta actividad en que podemos ocuparnos. Descartes en el siglo XVII dijo, “Pienso, luego existo”, y haciendo así vinculó la existencia al pensamiento. T. S. Eliot ilustra esto en sus ‘Four Quartets’ (Cuatro cuartetos), en los cuales la gente sentada en un tren subterráneo, atrapada en un túnel, siente que enfrentan el “creciente terror de no tener nada en qué pensar”. No pensar se siente como una amenaza a la sobrevivencia. No es de extrañar que la gente tenga miedo cuando enfrenta una disciplina como la meditación que alienta a dejar ir el pensamiento. ¿Existiremos todavía? Y realmente, los pensamientos que corren a través de la superficie de la mente, de una forma u otra, son todos brotes de nuestro instinto de supervivencia. La mayoría de los psicólogos están de acuerdo que tenemos una cantidad de diferentes necesidades en la temprana infancia que precisan ser consideradas para asegurar la supervivencia: seguridad, amor, estima, poder, control, y placer. Inicialmente, cuando somos jóvenes, no podemos tomar en cuenta estas necesidades por nosotros mismos; dependemos de otros para hacerlo. Que estas necesidades sean satisfechas o no, configura nuestra manera de vivir. Si nuestro crecimiento estuvo lleno de amor y estímulo, es probable que crezcamos confiados, optimistas, y con una saludable autoestima. Nos sentimos de acuerdo con el mundo y dignos de amor. Si nuestro crecimiento fue carente de amor y crítico, tendemos a rechazarnos a nosotros mismos, tenemos una baja autoestima, y sufrimos de inseguridad, miedo y culpabilidad. Nos sentimos indignos de amor y aislados. Más tarde tratamos de maquillar esta falta que percibimos, usando cosas materiales y gente para llenar nuestras necesidades insatisfechas, buscando su cumplimiento fuera de nosotros mismos, en la forma de posesiones, logros, dinero, seguridad, estatus y/o reputación. Incluso los roles o funciones que adoptamos en la sociedad son en parte un reflejo de nuestras necesidades insatisfechas. Nos dan una sensación de seguridad, identidad y pertenencia. El mundo no es el obstáculo; es nuestro apego y actitud hacia él, nuestra manera de mirar y conocer la realidad. “Si los humanos pensaran en Dios tanto como piensan en el mundo, ¿quién no lograría la liberación?” (Upanishads) Multiplicidad Conectada con la ‘corporalidad’ está la ‘multiplicidad’: las imágenes que tenemos de nosotros mismos, de nuestro yo. Ambas tienen sus raíces en nuestras necesidades de supervivencia, como hemos visto. Hemos aceptado los puntos de vista y las opiniones de los otros: nos vemos a nosotros mismos como ‘indignos de ser amados’, ‘impotentes’ ‘incompetentes’ ‘necesitados de estar al control’, o positivamente, como ‘seguros de

nosotros mismos’ ‘dignos de amor’ ‘inteligentes’. Esas imágenes nos pertenecen; estamos ligados a ellas, especialmente a las que son negativas. Estamos tan ligados a nuestra alegría como a nuestro dolor. Construir nuestras imágenes de nosotros mismos a partir de los pensamientos, necesidades, roles, puede llegar a generar muchas identidades diversas e incluso conflictivas. ¿Cuántas veces escuchamos la frase “Ya no sé más quién soy realmente”? Nuestras personalidades están divididas y con frecuencia podemos sentirnos extraños a nosotros mismos. Eckhart llamó a esto estar perdido en la “multiplicidad” y en “imágenes alienantes”. Es fácil ver cómo estas imágenes son ‘algo que obstruye’. ¿Cómo podemos dejarnos ir en la meditación y confiar, si nos sentimos inseguros y necesitamos tener el control? Temporalidad La tercera ‘cosa que obstaculiza’ – las imágenes de Dios – es igualmente persistente. Nuestra imagen de Dios es también heredada de la temprana infancia, las creencias culturales y religiosas en las que fuimos criados, influenciadas por nuestras actitudes hacia los padres, los docentes y la sociedad. Nuestras imágenes de Dios son con frecuencia superficiales e inadecuadas, y en muchos casos, distorsionadas por nuestras emociones y necesidades personales. Proyectamos en Dios nuestras imágenes y cualidades humanas. Sólo piensa un minuto quién y qué es Dios para ti, personalmente. ¿Un padre severo, juzgador y distante? ¿Un ser que solo ama si tu conducta guarda ciertas condiciones? ¿Cómo no sentirte culpable, cuando te has perdido una sesión de meditación, si sientes que tienes que ganarte la presencia y el favor de Dios? ¿Alguien de cuya atención sacas provecho, si te atienes a ciertas reglas? Meister Eckhart ilustra esto último bellamente: “Te juro que cierta gente, desea amar a Dios de la misma manera que ama a una vaca. La aman por su leche y su queso y por el provecho que sacan de ello”. Es fácil ver cómo estas miradas influyen en nuestras actitudes hacia la meditación. Más aún, escuchamos las viejas grabaciones emocionales, basadas en nuestras defectuosas imágenes del yo: “¡Estás fuera de control! ¿No estás sintiéndote impotente e inseguro?”, “¡No eres digno de amor! ¡Dios no puede amarte incondicionalmente!” ¿Cómo puedes “dejarte ir” en la confianza y la fe, si sientes que el amor es condicional, determinado por cuán bueno seas? Y en nuestra propia mirada nunca somos suficientemente buenos. ¡Somos nuestros peores críticos! Esto funciona así por nuestras debilidades individuales. Sin embargo, puedes apretar el botón de detención; ¡no tienes que prestar atención a esto! Podemos necesitar imágenes para focalizar nuestra atención, pero debemos recordar que son “dedos señalando la luna, pero no la luna en sí misma”. Nunca pueden representar lo que no puede representarse: la imposibilidad de comprender a Dios. En palabras de Meister Eckhart “Pido a Dios deshacerme de Dios”. Esto se refleja también en el dicho budista: “Si encuentras al Buda en tu camino, mátalo”. Con frecuencia en este estadio, tiramos al bebé junto con el agua de la bañera: la imagen es algo muerto, entonces pensamos que Dios está muerto. Es importante recordar que seguir un camino espiritual significa que nuestros conceptos acerca de Dios irán cambiando continuamente.

La madurez espiritual es la retirada de las imágenes y las proyecciones; sin embargo, debemos ser amables cuando tratemos con las imágenes de otra gente. El lamento de Serapión, cuando fue convencido por otros que debía abandonar su imagen antropomórfica de Dios, al comienzo de la Décima Conferencia de Juan Casiano, es angustioso y de corazón rendido: “¡Ay de mí, qué desgraciado soy! Me han quitado a mi Dios, y no tengo a nadie a quien aferrarme, ni sé a quién debo adorar o dirigirme”. Si no nos hacemos concientes de cómo el condicionamiento emocional y social modela nuestro comportamiento y nuestras actitudes, permanecemos siendo autómatas, reaccionando sin pensar. Somos entonces prisioneros del pasado y prisioneros de nuestra identidad superficial, de nuestro ego, de nuestro instinto de supervivencia, que se adhiere a su naturaleza separada, generando la ilusión de estar separado de los otros, manteniéndonos en conflicto y competencia con ellos. La meditación nos conduce a una mayor conciencia de nuestro condicionamiento y por lo tanto al auto conocimiento y por último a la libertad. Un modo útil de entrar al silencio es recordar que todos nuestros pensamientos son pensamientos sobre el pasado o el futuro. Y sin embargo, solamente en el Ahora podemos encontrar la presencia divina y su reflejo en nosotros. Sólo en el Ahora del presente, el mundo del tiempo toca la eternidad. Cuando Moisés le preguntó a Dios quién debería decir que lo enviaba, la respuesta fue “Yo Soy te ha enviado” y Jesús afirmó cuando fue preguntado por los fariseos: “Antes que Abraham existiera, yo soy”. Ellos dos, por lo tanto, enfatizan que lo divino es puro Ser. Meister Eckhart subraya “Entre los nombres, ninguno es más apropiado que ‘El-que-es’” y afirma que la Divina Presencia solo puede encontrarse en el momento presente “permaneciendo en el Ahora del presente, perfectamente libre en la voluntad de Dios”. Esa es la única “puerta”. “Atravesarla” puede solo ocurrir cuando estamos completamente atentos al momento presente. Nuevamente, Meister Eckhart: “Hay solo un Ahora. ¡Fíjate!” El mantra es nuestro modo de permanecer en el momento presente, plenamente focalizados y concientes. Dejar ir los pensamientos, permanecer en el ‘Ahora’, sin embargo, es, como todos sabemos por experiencia, más fácil decirlo que hacerlo. Recuerdo un aviso que había hace años sobre la meditación. En un afiche había un guru de la India, en su típico atuendo y apariencia, sobre su tabla de surf, en equilibrio perfecto, montando sobre las olas. Debajo decía: “No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear”. El mantra es nuestra tabla de surfear. No puedes suprimir tus pensamientos ni librarte de ellos; estarán allí igual que las olas. Los aceptas como la parte tuya que son y vas por sobre ellos hábilmente. Por momentos los pensamientos y las olas se calman, el mar está suave y tranquilo, y entonces tu mente está quieta y en paz. Sabemos en esos momentos que no somos simplemente el surfista, sino el mismo océano. Pensamientos más profundos En este estadio, cuando entramos al silencio, es importante recordar que el ‘ego’ no desea que te muevas fuera de su esfera de influencia, desea mantenerte en la superficie. Te alienta a identificarte con estos pensamientos, emociones, máscaras y roles superficiales. No quiere que entres en contacto con las partes más profundas de tu conciencia, porque allí hay depositadas las experiencias que amenazaron tu supervivencia y no quiere que trates con ninguna de ellas.

Necesitamos el ego, el instinto de supervivencia, pero es como un padre o una madre sobreprotectores, que desean mantener a la criatura segura y cercana, no permitiéndole desarrollarse y aprender en forma independiente. Entrar al silencio, es inicialmente como dejar el hogar, y luego llegar al verdadero hogar. ¿Qué hace el ego, cuando nos zambullimos en el silencio? Con frecuencia aumenta nuestros pensamientos. Cuando, aún así, nos arreglamos para surfearlos y entrar al silencio, el ego nos alienta a abandoner el mantra. Podemos convencernos a nosotros mismos que el mantra perturba la paz. Si escuchamos la voz de nuestro ego y nos bajamos de nuestra tabla de surfear, podemos simplemente flotar (¡o hundirnos!) en la “pax perniciosa” o “el santo flotar”, y así el ego ha impedido nuestro progreso. Si esto falla, el ego puede impulsarnos a preguntarnos “¿No es aburrido, seguir repitiendo una palabra? ¡Qué estafa!” Si aún estamos meditando, puede intentar un enfoque diferente, impulsándonos a preguntar, “¿Estoy seguro que este es el método correcto o el mantra adecuado? ¿Tendría que cambiar mi mantra?” Nuevamente el ego se está asegurando que no llegues a ninguna parte. Si el ego falla en impedir exitosamente tu progreso, podría intentar un último enfoque, impulsándote a preguntarte “¿No podría el maestro ser más estimulante, y el grupo más solidario? ¿Debería buscar en otra parte?” Estoy seguro que todos hemos encontrado, en un momento u otro, estas estratagemas del ego para mantenernos en la superficie. Requiere valor dejar el yo detrás, abandonar la comodidad de nuestro condicionamiento. “Es mejor lo malo conocido”, pensamos. Y sí, cuando entramos al bosque del silencio nos encontramos al mismo tiempo con la bella y la bestia: los recuerdos olvidados de hermosos momentos y los miedos reprimidos. Estamos entonces en el mundo psicológico / emocional, que John Main llamaba: “niveles más oscuros de conciencia, de miedos reprimidos y de ansiedades” y Laurence Freeman: “distracciones psicológicas”; y vemos con ‘el Ojo de la Mente’. Ahora tratamos de comprender el mundo en que vivimos y a nosotros mismos en un nivel más profundo. Nuestros pensamientos e intuiciones nos ayudan a reintegrar las partes suprimidas de nuestra personalidad. Nos volvemos concientes de las raíces de nuestra conducta, y así se producen la curación y la integración. Lentamente, ‘las cosas que impiden’ se desvanecen. La alegría burbujea, la paz reina, las lágrimas fluyen; los sentimientos de ira e irritación salen a la luz. Aceptamos todo lo que ocurre: las lágrimas son las lágrimas que no derramamos, cuando deberíamos haberlo hecho; la ira y la irritación eran en el viaje de la meditación algo no expresado a su debido tiempo. Dejen salir estos sentimientos, acéptenlos. Sean concientes de sus sentimientos, sin sentir la necesidad de ponerlos en acción. Dejar aparecer estos sentimientos suprimidos es sanarlos. Son emociones congeladas, que son como bloques de hielo, sosténganlos en alto ante la Luz y el Amor de Cristo y se derretirán. No hay nada más que hacer que aceptarlos y dejar que se derritan. No necesitamos conocer las causas de estas emociones: solo nombrar nuestros demonios y nuestros corazones los tolerarán mejor. A veces los traumas ocultos salen a la superficie y necesitamos ayuda, pero seamos concientes que en eso está el peligro escondido de la auto fascinación y la auto obsesión. Podríamos estar en un callejón sin salida sin lugar adónde ir, muy atrapados en nuestros pensamientos y sentimientos.

El ego nos dice: “¡Deja el pasado! ¿Qué importa revivir estas emociones? ¡Mejor es dejarlas solas!” Con frecuencia aparecen pensamientos de “esto es ser autoindulgente”, “deberíamos hacer algo útil por los otros”. Muchos de nosotros sostenemos la filosofía de “una mente ociosa es el patio de recreo del diablo”. Los pensamientos condicionados referidos a la oración pueden surgir, por ejemplo: “¡esto es quietismo!” por la resistencia del ego para ahondar aún más profundamente, haciéndolo parecer sin sentido, árido y aburrido. No caigan por estos engaños. Ustedes son libres para elegir adentrarse en el silencio de la meditación. Confíen y perseveren. Recuerden que lo que ocurre está a un nivel mucho más profundo que nuestra conciencia racional. La meditación está más allá de los pensamientos, sentimientos e imágenes. Nuestra mente de superficie puede estar distraída, pero al mismo tiempo, la curación está teniendo lugar a un nivel que nuestra mente no puede alcanzar, al nivel de la silenciosa comunión con nuestra conciencia profunda y con la conciencia de Cristo. Perseveremos con la fiel repetición del mantra, de modo que el mantra llegue a ser la armónica que resuena en nuestro ser y estamos “perdidos en... la música oída tan profundamente, que no es oída en absoluto, sino que tú mismo eres la música mientras ella dure” (T. S. Eliot – Four Quartets – Cuatro Cuartetos). Silencio Con desapego de nuestro condicionamiento, y desapego de la necesidad de usar al mundo y a la otra gente como apoyos engañosos, emerge un nuevo modo de conocimiento: vemos con ‘los Ojos del Corazón’: una clase de conocimiento más alto e intuitivo, directo e inmediato. Entonces entramos al terreno de lo espiritual y trascendental, lo que John Main llama “el nivel de silencio, donde vemos con admiración la luz de nuestro propio espíritu”, “donde contactamos con la base de nuestro ser”, y “donde experimentamos el vacío”, y que Laurence Freeman llama “Paz, conciencia de la Presencia de Dios”, “encontrarnos con el ego desnudo”, y “sentir nuestra separación respecto a Dios”. Cuanto más entramos en el silencio y la quietud de la meditación, más clara llega a ser nuestra comprensión intuitiva. Hemos dejado atrás las ‘cosas que obstruyen’. Vemos lo que dijo Eckhart, que “Dios es una luz que brilla por sí misma, en silenciosa quietud” y podemos sentir, como lo describe Laurence Freeman, la “paz, la conciencia de la Presencia de Dios”. En otros momentos, sin embargo, somos muy concientes del viaje de la meditación con un sentido de “separación de Dios”. Nuevamente, la perseverancia, la fe, la humildad y la confianza disolverán la barrera que sentimos. Se disuelve como los bloques de hielo en la corriente de amor entre el Creador y lo creado. Jesús se refiere al “Ojo del Corazón”, cuando dice:

“La luz del cuerpo es el ojo: si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz”.

El propósito entero de la meditación es abrir ese ojo “sano” llevando la mente al corazón, de modo que nuestro yo racional no domine por más tiempo nuestro ser. Nuestro verdadero yo empapa al ego y ambos se integran. Entonces somos realmente enteros. Entonces hemos llegado a ser quien somos verdaderamente.

Es importante recordar que esto no es algo para una elite solamente; esto es parte de nuestra naturaleza humana. Uno de los principios de fondo de la psicología de Jung es que hay en el psiquismo humano un impulso intrínseco hacia la plenitud y la integración, que también es citado por San Agustín:

“El entero propósito de esta vida es restaurar la salud del ojo del corazón, por el cual Dios puede ser visto”.

Kim Nataraja

LOS CUATRO ESTADIOS DE LA ORACIÓN Y LA MEDITACIÓN CON EL MANTRA Teresa de Ávila y John Main

“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: `Dame de beber´, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado el agua de la vida... Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba el agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua viva, que brota para la vida eterna” Juan 4:10;13b-14

I. El Cubo "La forma en que nos propusimos en esta peregrinación de centrarnos en otro es recitar una frase corta, una palabra que se llama comúnmente hoy en día mantra. El mantra es simplemente un medio de llevar nuestra atención más allá de nosotros mismos - una manera de desprendernos de nuestros propios pensamientos". II. La noria "Recitar el mantra nos lleva a la quietud y la paz. Nosotros lo recitamos durante el tiempo que necesitemos antes de ponernos al día con la oración de Jesús". III. La fuente "Llegará el día en que el mantra deje de resonar y estemos sumergidos en el silencio eterno de Dios. La regla cuando esto sucede no es tratar de poseer este silencio, de utilizarlo para la propia satisfacción". IV. La lluvia "Poco a poco, los silencios se hacen más largos y simplemente se absorben en el misterio de Dios. Lo importante es tener el coraje y la generosidad para volver al mantra. Espero que quede en claro que cada uno de nosotros es llamado a las alturas de la oración cristiana... a la plenitud de la vida".

John Main, Inner Christ, p.103; Teresa de Jesús, Vida, caps. 11-18

En Juan 7:37b-38, Jesús dice: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura: de su seno correrán ríos de agua viva”. En Jeremías, Yahweh dice “Doble mal ha hecho mi pueblo: me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jer 2:13). Y de nuevo en Jeremías, “Bendito quien confía en Yahweh, pues Yahweh no defraudará su confianza. Es como árbol plantado a la orilla del agua, que echa sus raíces junto a la corriente. No temerá cuando llega el calor, y su follaje estará frondoso; no se inquieta en año de sequía ni cesa de dar fruto”. (Jer 17:7–9) Y Jeremías dice en 31:9 al Israel del Norte, “los traeré de regreso, los guiaré a arroyos de agua... su alma será como un jardín regado...” Isaías 58: 9b-11 dice “si apartas de ti todo yugo, (…) no hablas maldad, repartes tu pan al hambriento y dejas saciada al alma afligida (…) te guiará Yahweh de continuo, hartará tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como un huerto regado, o como un manantial cuyas aguas nunca faltan”. Con tanta frecuencia encontramos la metáfora del agua con sus propiedades de lavado y de fertilidad utilizadas en las Escrituras, que hoy nos lleva nuevamente a preguntarnos cómo esto nos habla de la Gracia y de la plenitud nuestra en cuanto transitamos el viaje espiritual. Cuánta plenitud humana y espiritual se contiene en esta bella criatura, el agua. Tal vez el Evangelio vuelve nuestros ojos al modo en que Jesús habló sobre esto. Vengan a mí quienes tengan sed. O, a la mujer samaritana, “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, serías tú quien le pidieras y él te habría dado agua viva” – “Quien quiera que beba de esta agua volverá a tener sed; pero quien beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed: el agua que le daré se convertirá en una fuente que brota para la vida eterna” (Juan 4:10–15). Con este maravilloso símbolo del Espíritu – en la visión del Apocalipsis del “río de vida, que surge del trono de Dios y del Cordero y fluye claro como el cristal hacia el medio de la calle de la ciudad” miremos cómo Santa Teresa usa esta imagen para guiarnos a través de los estadios de la oración. Luchando por encontrar una imagen para enseñar su doctrina mística, que es enfáticamente, al mismo tiempo, su propia experiencia, ella esboza la hermosa historia de la necesidad de la mujer samaritana, y la relaciona con su propia experiencia, y en consecuencia, con nuestra experiencia. Esto es, la búsqueda de sentido y de aceptación de esta mujer ilustra nuestra propia sed, nuestro propio vacío y nuestro propio deseo de completud. ¡Noten cómo Jesús le revela su vida entera y cómo al meditar, nosotros enfrentamos nuestro verdadero yo! El agua: la Gracia, la afluencia del Amor de Dios, el Espíritu que dispone todas las cosas para nuestra salvación, en y desde la Persona de Jesús. “¡Pídanme, y yo les daré el agua de la vida!” John Main dice que comenzamos una peregrinación para centrarnos en el otro – volviendo nuestra atención más allá de nosotros mismos, y lo hacemos recitando una corta palabra o frase, un mantra. ¿Cómo se relaciona esto con la Primer Agua de Teresa? Se saca el agua de la fuente con un cubo. Este proceso, si alguno de nosotros ha regado flores con un cubo, será tedioso, a veces ocasionará un desgarro muscular, nos llevará tiempo y trabajo. Teresa está hablando exactamente de nosotros, si intentamos dirigir nuestra intención al silencio, a la oración, y a hacerlo sobre una base diaria.

Todo lo que ella escribe en todos sus libros es sobre la oración. En su vida, le llevó 18 años luego de su entrada al Carmelo entregarse de todo corazón a la oración. La fragmentación y mediocridad de su vida la dejaban deseando pero sin la recompensa de la paz interior que estaba buscando. En su segunda conversión, al acercarse a sus 40 años, comenzaron a fluir nuevas gracias de intimidad y amor. Su vida cambió. ¿Cómo podemos conocer la experiencia de Teresa y encontrar ayuda a partir de ella? Con certeza, nosotros probablemente nunca experimentemos los acontecimientos místicos de su vida. ¡No importa! Su solidez como guía no deriva de lo extraordinario, sino de su enseñanza y su compunción, su disciplina y esos caminos de esfuerzo humano de los que somos capaces y a los que también John Main nos llama. El clamor reiterado de Teresa es “determinación – una determinada determinación”. Es el tiempo de la humildad, la pobreza de espíritu, y nos previene que “si no hay progreso en la humildad – (veracidad sobre nuestra incapacidad para alcanzar a Dios por nuestros medios) – todo se arruinará”. En realidad, este es el tiempo de llegar a un más profundo autoconocimiento de nuestra incompletud, como la mujer samaritana. Aquí es donde ella dice: “¡Este camino de autoconocimiento no debe abandonarse nunca, ni hay en este viaje ningún alma tan gigante que no tenga necesidad de volver con frecuencia al estadio de un bebé que se amamanta!” Nuevamente, “A lo largo de este camino de oración, el autoconocimiento y el pensamiento de nuestros pecados es el pan con el cual deben alimentarse todos los paladares, sin importar cuán delicados puedan ser; no pueden ser sustentados sin este pan” (13:15). John Main habla en forma similar en este estadio: “es solamente aceptando el silencio que el hombre y la mujer pueden llegar a conocer su propio espíritu”. Él continúa diciendo que debemos afrontar “con alguna vergüenza la caótica oscuridad de una mente devastada por tanta exposición a lo trivial y a la distracción”. Es verdadero, dice, que nuestra primera inclinación es siempre retroceder ante el despertar del autoconocimiento. Si somos creyentes, el fruto para Teresa y John Main es conocer nuestra absoluta dependencia de Dios. El primer estadio es por lo tanto trabajar: mayormente nuestro trabajo de oración, de silencio, de esperar con atención, de confiar en la generosidad de Dios quien continúa llamándonos y esperándonos. El Ego se opondrá. Estén preparados. “No es tiempo; me canso; no pasa nada; es una pérdida de tiempo, etc.” La Segunda Agua de Teresa nos lleva más profundamente a una Presencia desconocida que nos garantiza poder, misericordia y amor. Este es el estadio de la Noria – conseguir el agua todavía con algún esfuerzo pero también con la nueva experiencia de ser alcanzados por la única oración de Jesús. La hermosa frase de John Main “la corriente de amor que fluye entre el Padre y el Hijo en el poder del Espíritu” expresa la profundización de nuestro contacto, si bien muchas veces es momentáneo. Ahora estamos en el estadio de recitar el mantra, concientes de las distracciones pero sin molestarnos por ellas. Para Teresa, el cambio está ocurriendo en lo que ella llama “la Oración de Quietud” una experiencia de gracia del don del amor de Dios, que ella dice que es el comienzo de todas las bendiciones. Habrá aridez, que nos pone a prueba para continuar el trabajo, por momentos sin recibir consolaciones y soltando el intelecto. Lo que uno debe hacer, dice ella, es permitir que la oración prosiga “suave y sin ruido. Lo que llamo ruido es dar vueltas con el intelecto buscando muchas palabras y reflexiones para agradecer este don...”

La voluntad debe comprender con calma y sabiduría que uno no trata bien con Dios por la fuerza y que nuestros esfuerzos son como el uso inútil de grandes trozos de madera que sofocan una pequeña chispa... Uno no debería prestar atención al intelecto, porque es un molino de pensamientos”… Claramente, ella advierte de no perseguir los pensamientos. Es mejor permanecer en recogimiento como una sabia abeja. “Porque – ella dice – ¡si ninguna abeja entrara a la colmena y todas estuvieran ocupadas en ir una detrás de la otra, no podría hacerse ninguna miel!” (15:6). Cuando uno empieza a preparar discursos y a buscar ideas, debemos saber que ninguna idea obligará a Dios a favorecernos más. Así que en este estadio del agua segunda y de la oración única de Cristo, la persona continúa fielmente con su única palabra, su mantra, y experimentando la estimulante, aunque momentánea, Presencia del Cristo interior. En esta Presencia no existe el temor servil. Escuchemos a Teresa: “Él nos asegura un miedo más confiado. Es conciente del comienzo de un amor de Dios que es mucho menos interesado en sí mismo… esta oración de quietud es el comienzo de todas las bendiciones. Las flores están ya en el punto en que difícilmente falta algo para que florezcan” (15:14–15). El viaje a este tercer estadio y a la Tercer Agua está representado por la Fuente y John Main dice que “llegará el día en que el mantra cese de resonar y nos perdamos en el eterno silencio de Dios”. De nuevo, el interés en sí mismo disminuye y ahora estamos amando a Dios por Él mismo, no por sus recompensas o sus dones. Es el Donante quien ocupa ahora toda nuestra atención. La voluntad ha llegado a la Oración de Unión, una oración de la que Teresa hablará en su Castillo Interior (habitando en el quinto lugar, larva y mariposa). También traerá una más profunda conciencia de la Cruz. Una parte de esa Cruz es el conocimiento de la separación, del que habla La Nube del No Saber. Hay desapego, deseando solamente hacer la voluntad de Dios y servir a los otros. John Main es elocuente en este estadio: ahora llevamos el morir de Cristo y como él dice “somos llevados de profundidad en profundidad a una simplificación purificante, hasta que habiendo contactado con el fondo real de nuestro ser, encontramos la vida que hemos dejado y el yo que hemos entregado al Otro”. De nuevo, él dice “estamos entrando en un vacío en el cual somos deshechos. No podemos seguir siendo la persona que éramos o que pensábamos que éramos. Pero en realidad, no estamos siendo destruidos sino despertados a la fuente eternamente renovada de nuestro ser. Nos damos cuenta que estamos siendo creados, que estamos surgiendo de la mano del Creador y retornando a Él en el amor”. Teresa repite esto: ella dice, “El agua de la gracia viene a la garganta de esta desde que esta alma no puede avanzar más; ni sabe cómo; ni puede retroceder... Esta experiencia no me parece que sea más que una casi completa muerte a todas las cosas del mundo y un disfrute de Dios”. John Main dice que no debemos tratar de poseer esta paz – este silencio – porque son un puro regalo. Este es el fruto de nuestra doble meditación diaria. “Aunque nuestra humanidad exterior decae, día a día somos interiormente renovados” 2 Cor 4:16 (la oruga está siendo transformada). Pero más aún, escuchemos a Merton al dirigirse a la Oración de Quietud de Teresa y de John Main – “Si hay una cosa que debemos hacer, es esta: debemos darnos cuenta hasta lo más profundo de nuestro ser que esto es un puro don de Dios para el cual ningún deseo, esfuerzo ni heroísmo nuestro pueden hacer nada para merecer u obtener. No hay nada que podamos hacer directamente ni para lograrlo o resguardarlo o aumentarlo…

...Como mucho, podemos disponernos para recibir este gran regalo, descansando en el corazón de nuestra pobreza, guardando nuestra alma tanto como sea posible, vacía de deseos de todas las cosas que agradan y preocupan a nuestra naturaleza, sin importar lo puras o sublimes que puedan ser en sí mismas” (Nuevas semillas de contemplación). Para el cuarto estadio, la cuarta agua de Teresa, la imagen de la Lluvia es el don bendecido de la pura unión – tanto como es posible en esta vida. John Main dice, “gradualmente los silencios se vuelven más largos y somos absorbidos simplemente en el misterio de Dios”. De nuevo, debemos tener la generosidad y el valor que él dice de retornar al mantra, de aceptar en pobreza y gratitud el inmenso regalo que Dios nos ha dado. Escuchemos nuevamente a Thomas Merton – “ningún esfuerzo, ningún heroísmo nuestro puede hacer nada para obtenerlo”. Y aún, John Main nos llama a conocer que somos convocados a las alturas de la oración cristiana – la plenitud de la vida. Cuando estaba preparando esta charla, estaba lloviendo suave y persistentemente por casi 12 horas. Qué gracia, ver el desierto volver a la vida, los cactus y arbustos florecer ante mis ojos y reflejar nuevamente el poder de esta imagen – Dios bendiciéndonos con la unión, la imagen de la fertilidad, el jardín estallando de vida. Teresa escribe sobre esta oración: “En esta cuarta agua el alma no está en posesión de sus sentidos, pero se regocija sin comprender por qué. Entiende que está disfrutando un bien en el cual están reunidos todos los bienes, pero este bien es imposible de ser comprendido. Todos los sentidos están ocupados en esta alegría de tal modo que ninguno está libre de ocuparse de ninguna otra cosa exterior ni interior”. ¡Un momento es suficiente para compensar todas las pruebas que pueden sufrirse en la vida! Es entonces cuando el cristiano puede decir con San Pablo, “¡Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí!” Hay muchas pruebas y cruces – tal vez todavía más. Hay todavía la necesidad de mantener el desapego y ahora podemos entenderlo más completamente. Merton dirá “No nos desapegamos de las cosas para apegarnos a Dios, sino más bien, nos desapegamos de nosotros mismos para ver y usar todas las cosas en Dios y para Dios”. Hay todavía la necesidad de mantener los dos períodos diarios de práctica de oración y cualquier pequeña confianza en uno mismo es aborrecible. Los frutos de este jardín, saturados con el amor de la Gracia de Dios, están ahora fácilmente disponibles para los otros y es en su profundo deseo de compartir que la persona pasa sus días. Lo que también se hace evidente es la experiencia de la integración. Lo activo y lo contemplativo se unifican; Marta y María caminan juntas y experimentan gran generosidad y valor. La lluvia ha caído en las corrientes del alma y ambas han llegado a hacerse una. “Ya no vivo yo...”. La perfección de este estadio está en la comunión experimentada en el Espíritu que es la Fuente, el Cubo, la Noria, la Lluvia, la expansión de nuestro ser en el Ser de Dios. John Main lo dice mejor: “La comunión que descubrimos en la soledad de nuestro oír y responder no es solo comunión con nosotros mismos. Este es tal vez el primer signo que tenemos de esto – una armonía y libertad más profundas. Pero esto va más allá, a la comunión que compartimos con todos los hombres y las mujeres, con todos los difuntos y todos los vivientes y quienes aún no han nacido. (¡Qué hermoso que el final de la historia de la mujer samaritana es que ella vuelve a su aldea a difundir la palabra!)

Con todos ellos tenemos el grande y misterioso don de vida en la carne y en el Espíritu. Y al despertar a este más profundo y más alto sentido de totalidad sentimos la comunión que en definitiva todo lo abraza, que contiene todo esto, y de la cual todo esto son epifanías. La comunión que tenemos con Dios y la comunión dentro de Dios – esta es la gran verdad que encontramos. Todo lo que podemos decir es lo que dijimos al principio – que el sentido de la vida es el misterio del amor”. ¿Cuándo ocurrirá esto? Laurence Freeman dice, “la Encarnación y la Resurrección ya han sucedido en cada uno de nosotros. Es solo una realidad que espera ser despertada”. Déjenme terminar con Isaías:

“¡Oh, todos los sedientos, vengan por agua, y los que no tienen dinero, vengan, compren y coman, sin dinero y sin pagar, maíz, vino y leche! ¿Por qué gastar dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia? Escúchenme, y comerán cosas buenas, y disfrutarán de rico alimento. Presten atención y vengan a mí; escuchen, y su alma vivirá” Is 55:1-3.

Joanne Rapp

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el REGALO

Organizar un evento de la Escuela

Introducir la Meditación Cristiana a otros Ahora que hemos revisado “Las Enseñanzas Esenciales” y otra información básica, estás mejor preparado para compartir esta enseñanza con otros, ya sea en encuentros de una tarde, una jornada entera, o un fin de semana de Meditación Cristiana. Ahora dedicaremos nuestra atención a cómo presentar las enseñanzas. Las siguientes secciones te ayudarán a presentar las enseñanzas a diferentes tipos de audiencias. Nunca puedes suponer que todos tus oyentes han tenido la misma educación o que comparten los mismos antecedentes de fe. Como estos recursos han sido utilizados por otros antes que tú, deberían serte útiles. Te alentamos, no obstante, a personalizar estos materiales tanto como puedas de modo que te los apropies, sin dejar de focalizarte en el seminario o el encuentro. La Enseñanza Esencial permanecerá constante a la vez que usarás tus propios ejemplos para ilustrarla. Como sabes, la Enseñanza Esencial está contenida en los libros De la palabra al silencio, Meditación Cristiana: nuestra práctica diaria y Las charlas de Gethsemani. Cada Seminario Introductorio que des debería incluir los siguientes temas: ■ La tradición cristiana y el contexto de la meditación ■ La simplicidad de la meditación ■ Cómo meditar ■ La meditación como disciplina espiritual y camino de vida ■ La comunidad que la meditación crea Podrás incorporar lecturas, videos, presentaciones, durante tus charlas de los encuentros de enseñanza.

Detalles prácticos para preparar y desarrollar un evento Antes del evento Al decidir un evento es importante considerar: ■ El liderazgo: si planeas liderar un evento, qué apoyo puedes esperar para convocar a otros meditadores. Una buena idea sería planear el evento con tu grupo, o con unos pocos meditadores amigos. Esto asegurará una adecuada asistencia. ■ Los participantes: considerando este un evento introductorio, ¿quiénes serían los probables participantes? Necesitas decidir si será un evento de parroquia local, un evento ecuménico, o un evento general. La publicidad es muy importante. Es bueno ubicar anuncios tan ampliamente como sea posible, pero acordes con tus objetivos. Para eventos generales es útil ubicar anuncios en lugares seculares como librerías, negocios, etc y poner avisos en la prensa local. Escribir un breve artículo para la revista parroquial, para un boletín ecuménico o un diario local puede ser una buena manera de prepararse para un evento. ■ El lugar: elegir el lugar es importante. La audiencia que estás buscando atraer también puede influir en esto. El lugar necesita estar dentro de tu presupuesto. El tamaño, la temperatura, la decoración y el equipamiento son otros factores a tener en cuenta. Si planeas incluir el DVD Pilgrimage (Peregrinación, subtitulado en castellano), entonces es esencial contar con un reproductor de DVDs. ■ El costo del evento: esto puede ser un problema si no dispones de recursos. A veces una parroquia puede ayudar para un evento en ella o aún para un evento más amplio, o el grupo ecuménico local. Si tienes que arriesgar un desembolso económico es importante presupuestar el evento cuidadosamente para evitar pérdidas. Los costos antes del evento, pueden incluir el alquiler del salón, fotocopiado o impresiones, gastos de viaje y de correo. Cuando se fije un precio para participar del evento estos ítems deben ser tomados en cuenta. Dos aranceles para eventos son útiles, uno común y otro para aquellos de bajos recursos. Al calcular el presupuesto, el costo común deberá ser lo suficientemente alto como para equilibrar el arancel para quienes tengan escasos recursos. Este emprendimiento no puede estar completamente libre de riesgos si no puedes asegurar una respuesta adecuada. Un modo de superar esto, si es esencial hacerlo, es elaborar el presupuesto sobre un número mínimo de participantes y cancelar el evento si este número no se consigue unos pocos días antes de su realización. ■ Volantes y reservas. El volante para el evento (¡que sea sencillo!) necesita ser revisado en todos sus detalles para comprobar que esté todo incluido correctamente: la fecha, el horario de comienzo y de finalización, el lugar, y cómo llegar. El costo y cómo inscribirse, con instrucciones sobre cómo pagar y a quién contactar para mayores detalles. Se necesita aclarar si se aceptarán admisiones a la entrada.

Puede ser necesario enviar más información para quienes se inscriben, respecto al viaje, estacionamiento, etc. También es importante tener el logo de la WCCM en un poster. ■ Es útil tener tarjetas de identificación para la gente, porque esto ayuda a presentarse y a conocerse unos a otros. Esto se aplica sobre todo a los eventos más largos, no es factible para una corta sesión introductoria de una tarde. En el evento (antes que la gente llegue) ■ Es importante haber conseguido suficiente ayuda para esta parte del evento, de manera que cuando llegue la gente haya tiempo para saludarlos y darles la bienvenida. La atmósfera necesita ser tranquila con un sentido de disponibilidad y calidez de bienvenida al llegar la gente. Esto dará la pauta a todo el evento. ■ Dispón el salón de tal modo que sea acogedor, y sea un punto de encuentro. Un ícono, flores y una vela pueden producir ese efecto, especialmente si la sala está despojada como lo están en general las de las parroquias. ■ Es útil tener una exhibición de libros, DVDs, volantes y otra información sobre otros eventos que puedan tener. ■ Tener buenas listas de quienes se inscribieron y el monto de lo pagado o lo que deben ayudará al registro. Las listas necesitan registrar la manera en que se han realizado las inscripciones. Las listas alfabéticas ayudan a quienes estén haciendo el registro de ingresantes. ■ Cualquier folleto o información escrita que puedas haber preparado puede ser entregada al ingresar o colocada en los asientos. (Si es un folleto que complementa tu charla, deberías distribuirlo durante la misma, no a la llegada). ■ Reproducir música meditativa al llegar la gente y sentarse alentará una atmósfera de espera tranquila, a menos que se sirvan refrigerios a la llegada. ■ En los eventos de fin de semana es útil que el registro sea entre la hora del té y la cena, con té disponible al llegar la gente. ■ Si es necesario, es útil ubicar carteles que anuncien el evento y señalen el estacionamiento, la entrada, etc.

Al llegar la gente ■ Este es un momento muy importante. La gente puede sentirse tímida o insegura y la calidez y actitud amigable de la bienvenida hace mucho para disponerlos favorablemente a lo que van a recibir. ■ El registro claro y sin problemas y la información permiten una atmósfera de paz y tranquilidad que puede mantenerse.

■ Cuando es tiempo de comenzar, es útil dejar por un tiempo a alguien en el lugar de registro para dar la bienvenida a cualquiera que llegue más tarde y para mostrarles con calma la ubicación. ■ Durante el evento, es bueno, cuando sea posible, tener más de una persona que pueda atender las necesidades de los participantes. Esta o estas persona/s necesitan ser identificadas de antemano por el grupo. ■ Cuanto más largo sea el evento, más cuidado necesita la preparación y organización del mismo. El trabajo en equipo y la comunidad que crea la meditación son elementos esenciales para esto. Cronogramas sugeridos Evento de una tarde 7.00 – 7.30 pm Llegadas y registros (opcional: café o té) 7.30 pm Bienvenida e introducción. El método de la introducción puede variar, dependiendo del tamaño del grupo y del tiempo disponible. Preséntate, luego invita a los participantes a decir quiénes son y algo de por qué han venido. Si has dispuesto el grupo mayor en pequeños grupos, o en pares o tríos, invita a unos pocos a compartir lo que han sabido de sus compañeros de grupo. Esta es una manera de saber algo del grupo y de sus expectativas y su búsqueda. 7.45 pm Charla introductoria Breve descanso si no se ha realizado al principio. 20–25 minutos de meditación Café o té Período de preguntas y respuestas. Alrededor de las 9.15 pm Información final. Listado de quienes deseen recibir el Boletín o las Lecturas Semanales. Cómo contactar con los grupos: repartir volantes con los teléfonos e emails de contacto de los grupos locales disponibles. Ofrecer los libros, DVDs, etc. Estar disponible para aquellos que puedan preguntar o hacer algún comentario privado antes de irse. Evento de Medio día (Los tiempos varían según las circunstancias) 2.00 pm Llegadas y registro 2.30 pm Bienvenida e introducción como se dijo antes. (Un breve silencio para recogerse es útil para incluir durante la introducción). 2.45 pm Charla introductoria (30–45 min.) Breve intervalo 25 min de meditación Período de preguntas y respuestas 4.30 pm Té o café 4.45 pm Video Pilgrimage (Peregrinación, subtitulado en castellano) o segunda charla. (Fíjate en la sección de sugerencias para esta segunda charla) 5.15 pm Síntesis como se dijo antes.

Evento de un día (Los tiempos varían según las circunstancias) 10.00 am Llegadas y registro (Café o té opcionales) 10.30 am Bienvenida e introducción como se dijo antes. 11.00 am Charla introductoria Breve intervalo 25 min. de meditación 12.30–1.30 pm Almuerzo 1.30 pm Sesión de preguntas y respuestas 2.00 pm Video Pilgrimage video o segunda charla. Seguida de intercambio y preguntas. Alternativamente, alguna práctica y ejercitación de estiramiento, relajación y respiración. Té o café 3.30 pm 25 min. de meditación 4.00 pm Observaciones finales como se dijo antes. Partida. Si el día es más largo, se puede incluir un período de reflexión silenciosa, sobre algún texto elegido. Esto podría también hacerse en grupos, con o sin retroalimentación. Sugerimos como elementos esenciales dos meditaciones y dos momentos de información. Algunos ejercicios simples de estiramiento y aprender más sobre la postura y la respiración podrían también ser incluidos si el líder o alguien más puede hacerlo. Evento de fin de semana Cualquiera de las grabaciones de retiros del P. Laurence Freeman podrían usarse como adición, o las grabaciones de John Main (están en inglés, salvo algunas de últimos retiros del P. Laurence que tienen incluida la traductora). No obstante, el líder necesita dar algún contenido personal de acuerdo a las recomendaciones de este manual. Para un fin de semana puede ser útil y de ayuda ofrecer un tema, así como la introducción a la meditación. Por ejemplo: “La meditación y la plenitud”, “Aspectos del Amor”, “La meditación y el viaje espiritual”, “Vivir el momento presente”, etc. Viernes por la tarde ■ Bienvenida y presentaciones, aquí es recomendable que cada persona se presente y comparta esperanzas, expectativas, etc. Esto da oportunidad al líder de conocer las necesidades y la situación del grupo. ■ Pequeña introducción al fin de semana y al cronograma. ■ Pequeño momento de silencio (5–10 min.) ■ Oración de la noche. Puede ser Completas si se consigue.

Sábado Antes del desayuno, Oración de la Mañana y meditación con breves indicaciones sobre cómo meditar. Charla introductoria. Café o té 25 min. de sesión de meditación (Puede primero darse instrucción de cómo meditar, estiramientos, respiración, cómo sentarse). Preguntas o reflexiones compartidas sobre la experiencia. Almuerzo Tiempo libre (con sugerencia de un tema para la reflexión) Té o café Segunda charla (ver las sugerencias) o fragmento del DVD Pilgrimage. Compartir en grupos o en plenario. Meditación y oración de la tarde antes de la cena. Cena Otra charla corta u otro fragmento del DVD Pilgrimage. Oración de la noche (Completas) y meditación opcional. Domingo Antes del desayuno: Meditación y Oración de la Mañana. Desayuno (Dependiendo del lugar, la composición del grupo, y la posibilidad de conseguir un sacerdote, una Eucaristía o un servicio ecuménico o ágape de algún tipo puede ofrecerse durante el día). Otra charla sobre el tema del fin de semana que expanda la introducción y presente nuevo material. Café o té. Período de meditación (con estiramientos, respiración, etc según sea necesario) Tiempo para preguntas y comentarios. Si hay meditadores con experiencia, dos o tres personas pueden dar testimonio de la meditación en sus vidas. Almuerzo Sesión Final El cierre de cualquier evento es muy importante. Hay que considerar los siguientes puntos: Evaluación Puede ser muy valioso tener un formulario simple de evaluación para dar a los participantes en la última sesión. Este es un modo de evaluar cómo ha sido percibido el evento. También puede dar ideas y directrices para eventos futuros. Cuanto más largo sea el evento más útil es tener una evaluación. Probablemente esto no es aconsejable cuando se organiza una introducción de solo una tarde, porque el tiempo es muy limitado.

Mirando hacia el futuro Es muy importante asegurarse que la gente reciba información adecuada sobre cómo permanecer en contacto, posibilidad de recibir el boletín, encontrar el grupo más cercano, etc. Esto requiere ser explicado con claridad y preferiblemente, confeccionar listas para que la gente se anote. Si no hay ningún grupo en la zona todavía y queda claro que hay una necesidad, es importante buscar medios para que comience un grupo. Es útil detectar gente disponible y acercarse a ella personalmente para hablar con ellos sobre la posibilidad de comenzar un grupo. Tienes que ser claro sobre qué apoyo está disponible para quien comience un grupo. Esto debería ser ofrecido y estar disponible a cualquiera que esté interesado en iniciar un grupo. Fíjate en los recursos, en el apéndice. Apoyo para el viaje Dependiendo de cómo la comunidad, la tradición y la enseñanza hayan sido tratadas durante el evento, es importante señalar la dificultad de llevar esto adelante en soledad. La principal razón de la existencia de la WCCM (Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana) es que como comunidad provee apoyo a los meditadores, de varias maneras. El hecho de tratarse de una comunidad más que una organización, necesita ser siempre recalcado. Esto introducirá la importancia de los grupos, y también el valor de los recursos disponibles para los grupos y las personas. El valor docente del boletín, las enseñanzas semanales, los libros y DVDs necesita ser destacado. Los contactos con la Comunidad Nacional y las páginas web, incluyendo el calendario de eventos, donde esté disponible, son otros medios. Puede obtenerse ayuda también a través de la página web de la Comunidad escribiendo a Kim Nataraja, Directora de la Escuela de Meditación: School of Meditation, The World Community for Christian Meditation, Meditatio House, 32 Hamilton Road, London W5 2EH, UK Tel: 020 7278 2070 - Fax: 020 7713 7573 e-mail (directo): [email protected] e-mail (del Centro): [email protected] http://www.wccm.org o en habla castellana: Marina Müller – integrante del Comité Ejecutivo de la Escuela y coordinadora de la Escuela para países de habla castellana en Latino América [email protected]

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el REGALO Charlas introductorias

Introduciendo la Meditación a una audiencia predominantemente cristiana La selección de los puntos relevantes depende de tu auditorio y del tiempo disponible ■ Ubícate ante el grupo y preséntate brevemente junto con la WCCM (Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana). Describe brevemente cómo llegaste a la meditación. Luego lleva al grupo al silencio por unos pocos momentos, antes de abrir un pasaje apropiado de las Escrituras y comentarlo de modo que quede claro que la meditación es una forma de oración, profundamente arraigada en la tradición cristiana. ■ Elige uno o dos pasajes de acuerdo con tu preferencia y tu auditorio. Por ejemplo: Mateo 6:6 interioridad, pocas palabras Mateo 6:8 confianza Mateo 6:25 abandonar las preocupaciones; prestar plena atención Efesios 3:14–21 interioridad, el amor como plenitud del ser Juan 14:19–20 inhabitación mutua divino-humana, centración en Cristo Juan 15:4, 5–6 unidad, interioridad Juan 17:21 (Para otros pasajes sugeridos, ver el libro de Gregory Ryan, The Burning Heart, El corazón ardiente). ■ O usa otras citas de apoyo de los Santos o de autores relevantes para tu audiencia. Por ejemplo: San Agustín: “Si lo conozco, entonces no es Dios”. San Agustín: “El entero propósito de la vida es restaurar la salud del ojo del corazón, a través del cual vemos a Dios”. Sta. Hildegarda de Bingen: “La oración no es nada más que inhalar y exhalar el espíritu del universo”. P. Bede Griffiths: “La oración es la práctica de la presencia de Dios”. Meister Eckhart: “Todas las imágenes que tenemos de Dios provienen de nuestro autoconocimiento”. Meister Eckhart: “Ruego a Dios que me libre de dios”. Wittgenstein: “Respecto a aquello de lo cual no podemos hablar, no deberíamos decir nada”. (Para otras citas útiles fíjate en el libro de Paul Harris, The Fire of Silence and Stillness, El Fuego del Silencio y la Quietud). ■ Presta atención al hecho que en muchas denominaciones, hay un gran énfasis en el hacer – actividades de parroquia, comisiones, etc. Saca a relucir la distinción entre ser y hacer. Todos podemos tal vez estar “haciendo” demasiado. Recuerda la historia de Marta y María (Lucas 10:38–42). Sugiere que la calidad de nuestra actividad depende de nuestro ‘ser’: ser en paz con nosotros mismos y ser interiormente silenciosos de manera que seamos capaces de escuchar a otros.

■ Resalta el fenómeno universal del anhelo de vida espiritual más profunda, y por qué la gente deja la Iglesia. Reflexiona sobre las razones, en especial las de los jóvenes. ■ Recalca la tradición universal de la meditación, no solo como una tradición oriental, sino también arraigada en nuestra tradición cristiana, y saca a relucir la teología básica sobre la oración, tanto como el tiempo lo permita. San Agustín dijo que Cristo nos enseña porque él ora en nosotros y por nosotros. Mateo 5:3 pobreza de espíritu Mateo 6:6 interioridad Lucas 9:23 dejar el yo atrás, por ejemplo la autorreferencia Lucas 10:21 la revelación a ‘los sencillos’ Marcos 10:15 ser como niños, humildes, con confianza amorosa Romanos 8:26–27 el verdadero maestro interior 1 Cor 3:16 el Espíritu vive en nosotros Hechos 17:28 y Gal 2:20 estar centrados en Cristo Juan 4:24–25 Dios es Espíritu Juan 10:1–11 Plenitud de vida Juan 17:21 Unidad Juan Casiano y los Padres del Desierto: la tradición de la ‘oración pura’. La tradición hesicasta de la Oración de Jesús: (cf. Lucas 18:13–14) “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten compasión de mí, pecador”. La Nube del No Saber: “una pequeña palabra”: ‘Dios’ o ‘Amor’. John Main y Laurence Freeman: “Maranatha” (Antecedentes: un recurso útil es el audio de Laurence Freeman: “All and Nothing” – “Todo y nada”, disponible en inglés). ■ Presenta a John Main y su redescubrimiento de la tradición cristiana de meditación en Juan Casiano. Resalta el hecho de que Juan Casiano es un maestro aceptado por todos los cristianos que vivió mucho antes de que ocurrieran las divisiones del cristianismo. Llama la atención sobre el escándalo de la división cristiana, refiriéndote a Lucas 22:24–27 o Marcos 10:42–46 o Mateo 20:25–26 y señala el interés ecuménico en la meditación. Es un modo natural para los cristianos de orar juntos, mientras que las palabras o los rituales pueden dividirnos. La oración profunda nos muestra que somos ya “uno en Cristo”. “Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). La meditación no elimina las diferencias, pero las vemos de un modo más amable y perdonador. Las diferencias no necesitan ser divisiones. Señala que la meditación es un modo de lograr un equilibrio teológico, ya que no es discursiva ni dogmática sino experiencial. Opera como antídoto al fundamentalismo respetando las diferencias y aprendiendo a perdonarnos unos a otros de corazón. Al mismo tiempo diversidad y unidad (Marcos 9:38–41). Jesús muestra tolerancia y respeta las diferencias. La meditación es volver a casa, a uno mismo, a la relación personal que tenemos con Cristo y con nuestra unidad cristiana original. Lecturas sugeridas: John Main: The Gethsemani Talks (Las charlas de Getsemaní) Paul Harris: John Main by Those Who Knew Him (John Main por aquellos que lo conocieron) Laurence Freeman: The Life & Teaching of John Main (La vida y las enseñanzas de John Main; Audio). Estas tres referencias están en idioma inglés.

■ Presenta la meditación como el vínculo que falta en nuestra cadena de oración. No reemplaza las otras formas de oración: las completa y realza. Enriquece especialmente la plegaria basada en las escrituras. Resalta la meditación como una dimensión de la oración que conduce al silencio. No estamos hablando de Dios, ni pensando en Dios, sino siendo con Dios, siendo en comunión con la presencia de Cristo en nuestros corazones. El silencio es “adoración en espíritu y verdad”. Usa la imagen de “La Rueda de la Oración” del video Volver a casa antes mencionado. ■ Destaca la importancia de John Main como maestro espiritual. Él ha contribuido significativamente a la recuperación de esta tradición espiritual y de la dimensión contemplativa y subrayó que la meditación es para todos. Resalta los aspectos de su historia que sean adecuados a tu audiencia. “La meditación es tan natural al espíritu, como lo es la respiración al cuerpo” dijo. Luego de su muerte, Laurence Freeman ha dirigido la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (WCCM). ■ Destaca la simplicidad de la meditación, que no es una técnica complicada, no presenta teorías difíciles de comprender, pero requiere disciplina – una práctica de dos veces por día, que conduce a la oración continua. ■ Presenta el concepto de mantra, una palabra sánscrita, actualmente utilizada en la vida diaria, que significa “lo que aclara la mente”. (El término “formula” de Juan Casiano fue traducido por John Main como “mantra”). La usamos en el sentido en que el “Relato del peregrino ruso” habla sobre la oración de Jesús, es decir, algo que repetimos en el corazón. John Main recomendó “Maranatha” – una importante oración en arameo, para los primeros cristianos. San Pablo la utiliza en 1 Cor 16; San Juan termina el Apocalipsis con ella, y según los estudiosos modernos esta era una palabra clave para los primeros cristianos para entrar a las celebraciones eucarísticas. Significa: “Ven Señor” y “El Señor viene”. ■ Explica la finalidad del mantra. Simplifica y unifica la mente liberándola de distracciones. El resultado es una quietud alerta, focalizada en Dios. Silenciando nuestros pensamientos, “dejamos el yo atrás” (Lucas 9:23) y nos volvemos más atentos a Dios y a los otros. Limitándonos a “la pobreza de un solo versículo” nos volvemos “pobres de espíritu” (Mateo 5:3). “Pongan su mente en el Reino de Dios y en su justicia antes que en ninguna otra cosa” (Mateo 6:33–34). Explica cómo decir el mantra: suavemente; sin evaluar; sin esperar lograr nada; sin usarla como una maza para golpear tus pensamientos; dilo con fe y amor. ■ “A menos que el mantra sea dicho con fe y amor, no tiene real valor; sería solo algo mecánico. Es un verdadero peligro confiar en el mecanismo del mantra. Pero como expresión de fe y de amor, se vuelve un medio poderoso para enfocar tu fe y abrirte a Dios” (Bede Griffiths). ■ Fíjate en la sección El camino del mantra y en las metáforas del mantra.

■ Habla de los frutos de la meditación. Silenciando nuestros pensamientos cotidianos y enfocando nuestra atención en Dios, estamos abriéndonos al trabajo del amor de Dios en nuestro ser – y así “Maranatha” llega a convertirse en una poderosa llamada al amor. El efecto es que cambia totalmente nuestra vida, abriéndonos a la dimensión contemplativa. Los frutos del Espíritu (Gal 5:22) son los que mejor describen estos cambios. No estamos tratando que ocurra nada durante la meditación en sí misma, pero nos damos cuenta de lo que el Señor ya ha realizado en nosotros. ■ Fíjate en la sección sobre los Frutos del Espíritu. ■ Enfatiza que no deberíamos evaluar nuestra meditación. El fracaso y el éxito no son términos relevantes para describir la experiencia de la meditación. Son términos del ego. Preguntarse sobre el progreso espiritual forma realmente parte de estar centrado en uno mismo. John Main dice que la meditación trata sobre llevar la luz de la búsqueda fuera de nosotros mismos, es acerca de perder nuestra autoconciencia inhibidora. Estamos aprendiendo a “dejar atrás el ego”. La única verdadera prueba de crecimiento espiritual es un aumento de simplicidad, amor y compasión en la vida cotidiana. ■ Recalca el valor de un grupo en funcionamiento, la importancia de la meditación como constructora de comunidad. Estamos en camino juntos, lo cual crea comunidad e interconexión, amor de Dios, amor al prójimo, amor al yo como una realidad. ■ Relata historias que pongan énfasis en cómo la vida y la fe cristianas son mejoradas por la meditación y cómo ayuda la complementación entre acción y contemplación. Más aún, cómo crea una persona cristiana más sincera y auténtica para este nuevo milenio. Relata tu propia experiencia de llegar a la meditación y tu compromiso con ella. Recurso: libro de Paul Harris: Christian Meditation by Those Who Practice It

(Meditación Cristiana por aquellos que la practican) ■ Prepara al grupo para la meditación (fíjate en Meditación Cristiana. Nuestra práctica diaria de Laurence Freeman). Elige música apropiada o alguna canción de grupo usada en la liturgia. ■ Medita con el grupo por 25 – 30 minutos. ■ Intercambio. Invita a realizar preguntas y comentarios. Alienta las preguntas prácticas, por más ‘básicas’ que sean, o que puedan parecer a las personas que preguntan. Subraya la simplicidad y la forma en que aprendemos de nuestra misma experiencia. Ofrece tu propia experiencia del aprendizaje de la disciplina. Invita a la gente a comenzar a meditar. Habla de los libros de John Main. Informa a la gente sobre el grupo semanal, las enseñanzas semanales y los otros recursos para comenzar la práctica personal diaria.

Adaptado y sintetizado de los debates de la primera Escuela para Docentes – Florencia, Italia, 1997

Introducir la meditación a un grupo de mentalidad mayormente secular o mixta Dependiendo de tu audiencia y del tiempo disponible, selecciona los temas relevantes ■ Preséntate y sitúate en relación a la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana. Describe brevemente cómo llegaste a meditar y luego lleva al grupo al silencio por unos pocos momentos. Explica que la meditación es una tradición espiritual que se encuentra en el corazón de cada religión, incluido el cristianismo. ■ Explica el significado de la palabra “meditación”. La palabra latina “meditatio” se origina en “stare in medio” que significa “permanecer en el centro”. La palabra latina “meditare” se utiliza para traducir la palabra griega “meletan” que significa “repetir”. El prefijo “med” sugiere, como en “medicina”, cuidado, atención, ocuparse de algo o alguien. Todos estos significados reflejan lo que es la meditación: estar atentos con todo nuestro ser a una palabra o frase que repetimos. El centramiento que resulta aquieta el cuerpo y la mente, de manera que el espíritu pueda crecer. Crecer espiritualmente es llegar a ser menos auto centrado y más abierto al Amor. “Contemplación”, una palabra usada con frecuencia como sinónimo, viene del latín “contemplare”, que significa “estar en el templo”, o sea, “en la presencia de Dios”. El Padre Bede Griffiths dijo, “La oración es la práctica de la presencia de Dios” y en la primera carta del apóstol San Juan 1 Juan 4:9 se lee: “Dios es Amor”. ■ Menciona las técnicas de meditación usadas para la relajación y la salud, que pueden ser efectivas a su manera, pero que aquí el énfasis está en la disciplina espiritual. La meditación no es una teoría, sino una forma de experiencia que involucra al cuerpo, la mente y el espíritu, y que conduce al silencio, la quietud y la simplicidad. Subraya la importancia de la meditación como disciplina, en una práctica diaria. ■ Destaca el anhelo actual universal de espiritualidad, la búsqueda de una experiencia más profunda, especialmente entre la gente joven. Comenta que la meditación es un camino de sabiduría, incluyendo aspectos de autoconocimiento. ■ La meditación es el camino de “volver a casa”, primero a uno mismo, luego a Dios. Meister Eckhart dijo, “Dios está en casa, somos nosotros quienes hemos salido a caminar”. “Estar atentos”, “estar en casa” nos ayuda a lidiar con los problemas contemporáneos de la sociedad con su estrés y su falta de consenso moral. John Main dijo:

“Más y más los hombres y las mujeres de nuestra sociedad están comenzando a comprender que nuestros problemas personales y los problemas que enfrentamos como sociedad, son básicamente problemas espirituales. Lo que más y más de nosotros estamos comprendiendo en este mundo es que el espíritu humano no puede hallar cumplimiento solamente en el éxito material o en la prosperidad. No es que el éxito material o la prosperidad sean malos en sí mismos, sino que simplemente no son adecuados como una respuesta final o definitiva a la situación humana. Como resultado del materialismo en que vivimos, tantos hombres y mujeres están descubriendo que su espíritu está asfixiado, y mucha de la frustración de nuestro tiempo se debe al sentimiento de haber sido creados para algo mejor que esto, algo más serio que solamente sobrevivir día tras día. Para conocernos a nosotros mismos, para comprendernos a nosotros mismos, y para ser capaces de comenzar a resolver nuestros problemas, tomarlos a ellos y a nosotros en perspectiva, simplemente tenemos que tomar contacto con nuestro espíritu. Como vivimos en una realidad al mismo tiempo material y espiritual, un cristiano cree que puede experimentar el centro de toda realidad en Jesucristo, quien era espíritu encarnado. Contrastemos la complejidad de la vida moderna con la simplicidad de la meditación, la tranquila repetición del mantra, en simple fe, dos veces por día, día tras día. No es una solución rápida, sino una firme y simple disciplina”.

■ Presenta a John Main y su redescubrimiento de la tradición de la meditación en la tradición cristiana de Juan Casiano y de los Padres del Desierto en el siglo IV. ■ ¿Ocupado? La meditación crea energía, crea paz, y así, reduce el estrés y la ansiedad, por lo tanto nos pone en mejores condiciones para hacer frente. ■ Cita historias relevantes sobre meditadores. Recurso: libro de Paul Harris: Christian Meditation by Those Who Practice It (La meditación cristiana por aquellos que la practican). ■ Habla sobre los frutos de la meditación en la vida diaria (los frutos del Espíritu en San Pablo – Gal 5:22), especialmente en las relaciones con uno mismo y con los otros: nos ayuda a tener una buena relación con nosotros mismos, y luego, naturalmente, con los otros, con el medio ambiente, con la sociedad y con el misterio, más allá de las palabras, que llamamos Dios. ‘Ámate a ti mismo como a tu prójimo’. Una vez que las relaciones se vuelven más claras, la vida se basa en recursos interiores más profundos. Son la clave de la felicidad personal y profesional. Meister Eckhart dijo: “La relación es la esencia de todo cuanto existe”. La meditación clarifica, simplifica y unifica la mente liberándola de la distracción, y esta ‘claridad’ conduce a la ‘caridad’. Silenciando nuestros pensamientos, ‘dejamos el yo atrás’ (Lucas 9:23). Fíjate en la sección “Los frutos del Espíritu”. ■ Habla sobre la Regla de San Benito como una antigua descripción occidental de una armonía de vida altamente productiva, bien organizada y espiritual. Reconcilia el cuerpo, la mente y el espíritu, el individuo y la comunidad, por medio de tiempos establecidos de oración. Su lema es “Ora y trabaja”.

■ Explica que la meditación es la espiritualidad de una comunidad global, es un puente entre las religiones, respetando las diferencias religiosas y al mismo tiempo sobrepasando las divisiones, el miedo y el prejuicio. Dejando atrás los pensamientos, las palabras y las imágenes, pisamos el terreno común del misterio que subyace a toda realidad. Habla sobre el diálogo cristiano-budista entre nuestra Comunidad y el Dalai Lama, sobre el Seminario John Main “El buen corazón” y sobre el programa “Camino de Paz”. ■ La meditación trata sobre el descubrimiento de la plenitud de la vida y sobre llegar a sentirse completamente vivo. “He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10). John Main dijo: “El propósito de la meditación es avanzar a lo largo del camino de la plenitud de nuestra propia humanidad. Meditar es simplemente aceptar el don de haber sido creados, y desarrollar nuestro potencial para responder enteramente a ese don. No somos gente que tiene que vivir en la superficie, o gente que está condenada a vivir vidas de emociones superficiales. Meditar es dejar las superficialidades, dejar de vivir en la superficie, y entrar en las profundidades de nuestro propio ser. En la tradición cristiana, meditar es simplemente estar abiertos al Espíritu de Amor, el Espíritu de Dios”. Es pasar a través de la muerte (el cambio, las decepciones, las pérdidas) a una vida más plena (alegrarnos por las cosas simples, tener paz en tiempos difíciles). Encontrar un estado de equilibrio y armonía. ■ Menciona la sacralidad del cuerpo, que está presente, aún en la enfermedad o en el dolor. Estar en el momento presente. La mejor manera de cuidar el futuro es cuidar el momento presente. La meditación no es solo una experiencia ‘mental’, sino que integra el cuerpo, la mente y el espíritu. ■ Resalta el valor del grupo de meditación. Alienta a la gente a perseverar en la meditación y los apoya en los períodos de aridez. La meditación es importante como constructora de un sentido de comunidad. Estamos juntos en un viaje y esto crea comunidad y comunicación. Amor a Dios, amor al prójimo, amor a uno mismo como realidad. ■ Puedes comparar esto con los grupos de AA (Alcohólicos Anónimos). ■ Conduce al grupo a la práctica de la meditación. (Recurso: Meditación Cristiana. Nuestra práctica diaria de Laurence Freeman) ■ Medita con el grupo por 25 – 30 minutos. ■ Intercambio: invita a preguntar y a comentar. Alienta preguntas básicas, aún elementales. Enfatiza la simplicidad y la forma en que aprendemos de nuestra experiencia. Comenta tu propia experiencia de aprender la disciplina. Invita a la gente a comenzar. Menciona los libros de John Main. Informa a la gente sobre los grupos semanales, las enseñanzas semanales y otros recursos para comenzar la experiencia personal diaria. Menciona las páginas de Internet.

Adaptado y resumido de los debates de la primera Escuela para Maestros, Florencia, Italia, 1997.

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el REGALO

Ejemplo de charlas

Resumen de la Enseñanza

Aprender a meditar y aprender qué tiene la meditación para enseñarnos son clases de aprendizajes diferentes a los que estamos acostumbrados. No estamos aprendiendo nada ‘nuevo’ según nuestra comprensión habitual de lo que es novedoso. Estamos reaprendiendo algo conocido en la niñez y perdido antes que pudiéramos integrarlo con madurez. Estamos desaprendiendo mucho de lo condicionado por nuestra educación y entrenamiento, que es inadecuado para una vida plenamente desarrollada. Lo que estamos aprendiendo en este proceso de reaprendizaje y desaprendizaje es algo demasiado directo y simple para que lo comprendamos, salvo pasando por nuestra propia experiencia. Cuando la iniciamos, somos demasiado complejos y auto concientes para esta experiencia. Alguna enseñanza, no solamente mediante ejemplos (que son la mejor enseñanza) sino también con palabras e ideas, se necesita para mantenernos en el camino que nos prepara para la ‘experiencia magistral’ en sí. Déjame tratar de resumir esta enseñanza tan simple, los elementos esenciales de la meditación. Déjame comenzar ubicándonos en el contexto de la enseñanza esencial cristiana en las Escrituras. San Pablo aquí está reflexionando sobre el potencial que todos tenemos para una vida más plena y más rica, para una vida arraigada en el misterio de Dios.

“Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que les conceda por la riqueza de su Gloria, fortalecerlos interiormente, mediante la acción de su Espíritu: que Cristo habite por la fe en sus corazones para que, arraigados y cimentados en el amor, puedan comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, y se llenen de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:14–19).

Esta es una descripción maravillosamente abarcativa del destino que tiene cada uno de nosotros, como cristianos y como seres humanos. Nuestro destino y nuestra vocación es llegar a la plenitud del ser que es la plenitud de Dios mismo. En otras palabras, cada uno de nosotros está llamado a un desarrollo infinito, ilimitado, a través de la fe y del amor, a medida que dejamos atrás la estrechez del ego y entramos al misterio siempre expansivo del mismo ser de Dios. La única cualidad que necesitamos para comenzar es el coraje. Comenzar a meditar es como perforar en el desierto para encontrar petróleo. La superficie es tan seca y polvorienta, que tienes que tomar con fe los descubrimientos de los geólogos que te dicen que, muy profundo dentro de esta tierra reseca, hay una gran fuente de poder. Cuando comenzamos a meditar por primera vez no podemos ayudarnos esperando que suceda algo, que veremos alguna visión, o que llegaremos a algún conocimiento más profundo. Porque no sucede nada. Perseverar a través de este estadio - uno de los muchos obstáculos que encontrará nuestra fe -, nos conducirá a ver que silenciosamente, trabajando en el corazón de la fe, está el amor.

Cuando vemos esto, que no es solamente por la fe que nosotros seguimos, sino por la fe y el amor, entonces es que comenzamos realmente. A través de esta fe Cristo vive en nosotros en el amor. Su vida en nosotros es el constante acompañamiento del maestro. Nuestro valor inicial nos ha llevado a encontrar al maestro. Pero es realmente porque “no pasa nada” que puedes estar seguro que estás en el buen camino, el camino de la simplicidad, de la pobreza, de la entrega empoderante. Jesús nos ha dicho que su Espíritu está para ser encontrado en nuestros corazones. Meditar es descubrir esta verdad como una profunda realidad presente en nuestro interior, en el centro de nuestras vidas. El Espíritu que estamos invitados a descubrir en nuestros corazones es la fuente de poder que enriquece cada aspecto y cada parte de nuestra vida. El Espíritu es el eterno Espíritu de vida y el eterno Espíritu de amor. La vocación de los cristianos no es vivir la vida a medias, que significaría estar medio muertos, sino vivir una vida plena, viva con el dinamismo del Espíritu, con el poder y la energía de los que habla San Pablo, y que está fluyendo continuamente en nuestros corazones. Liberar este poder es ser liberados nosotros. La libertad sigue, si nosotros tenemos la disciplina de hacer nuestro camino a esto, día a día. El camino de la meditación es la misma simplicidad. Solamente tenemos que comenzar simplemente y continuar simplemente. Es esencial transitar el camino, estar en el camino, cada día de nuestras vidas. Tenemos que estar continuamente dejando al descubierto que el Espíritu está continuamente fluyendo en nosotros, llevándonos hacia Dios. Un signo muy efectivo de esta continuidad de presencia es la quietud física que nos disciplinamos a adoptar durante la meditación. Es algo que necesitamos aprender a aprender nuevamente, al tiempo que desaprendemos nuestra inquietud condicionada. Simplemente nos ubicamos sobre un almohadón, y nos quedamos ahí, totalmente dedicados al trabajo de la meditación. Este es el primer paso para distanciarnos del egoísmo y de nuestra compulsiva preocupación sobre nosotros mismos, en la medida que abrimos nuestra conciencia a lo que está más allá de nosotros mismos, la ilimitada realidad que expande nuestro espíritu hacia un amor impredecible y desinteresado. El desafío que cada uno de nosotros tiene que encarar es ir más allá de donde estamos ahora, ir más lejos. Somos peregrinos y por lo tanto tenemos que avanzar. La progresión depende de nuestra disposición para crecer, para desarrollarnos, más allá de nosotros mismos, hacia la profunda y generosa vida de Dios. Para comenzar, nos sentamos y permanecemos quietos. Luego, cerrando nuestros ojos suavemente, comenzamos a repetir nuestro mantra. Para meditar, todos tenemos que decir la palabra, del principio hasta el final. No piensen en lo que están haciendo, o en lo que no están haciendo. No piensen en ustedes mismos. No se pregunten: `¿es una completa pérdida de tiempo? ¿Cómo voy a salir de esto?’ Todos esos pensamientos deben dejarse, deben ser abandonados. Dejarán de preocuparlos si perseveran con el mantra, profundizando su fe, liberando el poder del amor del Espíritu. La meditación nos lleva continuamente a un estado de conciencia indivisa donde llegamos a ser uno con el Uno que es uno. Nuestra creciente unidad, con nosotros mismos y con Dios, es el proceso que subyace a nuestro sentido de que nosotros, o mejor dicho la vida que es vivida en nosotros, es algo más profundo, más generoso, más viviente. La meditación nos pide de todos modos que seamos totalmente prácticos en nuestro compromiso espiritual.

La vocación, el destino que hemos oído que San Pablo nos asigna a cada uno de nosotros, no es un llamado para entrar solo en los momentos religiosos, en nuestros horarios ocupados, a un poco de riqueza espiritual. Es a entrar total y completamente, sin reservas, sin medir el costo, a la verdad que nos empodera a cada uno de nosotros para ser plenamente humanos, plenamente seguros de nosotros mismos, lo que significa, confiados para amar y para ser amados. De nuevo, debemos recordar que no estamos hablando de alguna doctrina elitista o esotérica. Esta vocación, este destino, está al alcance de cada uno de nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es empezar a comprometernos con el viaje, con la práctica. Y la práctica de esta tradición, y no dejen que nadie los engañe en esto, es decir la palabra desde el comienzo al final con creciente fidelidad. Esta verdad de nuestro destino no solo es accesible para nosotros, sino que es el terreno sobre el cual se sostiene toda realidad. Para llegar a esta realidad tenemos que aprender a ser simples, a permanecer en quietud, a hacer silencio. Estos son los elementos de la oración, y la oración es estar atentos, atentos a la suprema realidad que es la presencia de Dios y de su amor en nuestros corazones. Nosotros debemos aprender a detener nuestros pensamientos sobre nosotros mismos. Tenemos que aprender simplemente a ser, lo cual significa estar plenamente atentos a la presencia de Dios, en presencia del que ES, quien es la fuente de nuestro ser, y de todo lo que es. Necesitamos no temer exponernos, cuando dejamos atrás nuestro yo y nos exponemos a encontrar al otro. Necesitamos no temer ni dudar. El Espíritu en nuestros corazones, el Espíritu al que nos abrimos en la meditación, es el Espíritu de compasión, de suavidad, de perdón, de total aceptación, el Espíritu de amor. Para que nuestras vidas sean plenamente humanas necesitamos encontrar al Espíritu de amor dentro de nosotros. No es un viaje sólo para expertos espirituales. Es un viaje para cualquiera que viva su vida a pleno. ¿A quién estaba San Pablo escribiendo cuando escribió estas palabras?

“Ruego que los ojos de su corazón sean iluminados, para que conozcan cuál es la esperanza a que han sido llamados por el Señor; cuál es la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a ustedes, y cuál es la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él” (Efesios 1:18–19).

La meditación es el gran camino de confianza. Nos sentamos, nos sentamos en quietud, decimos nuestro mantra con creciente fidelidad y confiamos nuestro ser completamente a Dios. Hacemos esto cada mañana y cada tarde de nuestras vidas, y así aprendemos a vivir de esa confianza, a vivir de ese amor que la fe revela y libera.

John Main, ‘The Heart of Creation’ (`El corazón de la creación´).

La Luz de la Palabra Cuando hablamos o pensamos sobre la meditación, es muy fácil entusiasmarse con la teoría. La meditación es un misterio extremadamente emocionante y maravilloso, para hablar y pensar sobre ella. Pero hablar y pensar tienen un gran peligro incorporado, que es el no ir más allá de las palabras y las ideas y en cambio, permanecer mirando una imagen reflejada en el espejo. Estamos tan fascinados por el reflejo y tan poco concientes que el espejo distorsiona cualquier cosa que refleja, que fallamos en girar y ver lo real. La enseñanza de un gran maestro como John Main tiene el poder de inspirarnos para darnos vuelta y ver lo real. Ver lo real significa hacer lo real. Significa realmente meditar, realmente dedicar el tiempo, cada mañana y cada tarde, a ver lo real. La enseñanza que hemos recibido y que tratamos de compartir y vivir, es enteramente realista y práctica. No se ocupa solamente de especulaciones o de elaborar teorías; se ocupa primariamente de la experiencia, la experiencia de fe. Primero, se ocupa de la experiencia desde la que todos comenzamos cuando empezamos a meditar. Segundo, se ocupa de la experiencia que atravesamos al aprender a meditar. Sólo en tercer lugar se ocupa de la experiencia en la que entramos, la meta a la que arribamos. Porque desde esa íntima conexión entre la enseñanza y nuestra propia experiencia, la enseñanza en sí misma tiene la autoridad de reflejar y guiar nuestra experiencia. Esto es lo que llamamos “una tradición viva”. Cada uno de nosotros entra a ella cuando empezamos a meditar. Porque es una tradición que comenzó hace mucho tiempo, en gran medida nos forma para ser quienes somos cuando entramos a ella. Esa enseñanza, esa tradición, es la misma simplicidad. Dice que para meditar debemos volvernos silenciosos y quietos, no solo externamente, no solo físicamente, aunque estas son dimensiones esenciales, sino interiormente silenciosos, interiormente quietos. De esta manera la tradición nos conduce al conocimiento de la unidad con nosotros mismos. La enseñanza nos conduce a encontrarnos con nosotros mismos. Nuestra quietud exterior refleja la quietud interior. Cuando meditamos debemos tratar de sentarnos tan quietos como sea posible y no volvernos descuidados sobre esta disciplina a medida que pasan las semanas y los meses. Puede parecer algo muy elemental de hacer, pero es el primer paso, y el primer paso es de toda importancia. Entonces empezamos a decir nuestro mantra. Durante el tiempo de meditación, ustedes no tienen nada más que hacer, nada más de qué preocuparse, nada que ambicionar, que planificar ni analizar. Sólo tienen que decir su palabra. Decir su palabra les conducirá al siempre más profundo silencio en el cual encuentran que pueden ser quienes son y (aún más maravilloso) permitir a Dios ser quien Dios es dentro de ustedes. Cualquiera sean los pensamientos, ideas o imágenes que puedan flotar en su mente, solo déjenlos alejarse. Cualquiera sean las grandes percepciones que puedan venirles, déjenlas irse también. Cualquiera sean los pensamientos triviales o distracciones que puedan venirles, déjenlos ir.

No importa lo que viene a tu mente o qué es lo que imaginas; simplemente, vuelve a decir tu palabra. La repetición purifica. El mantra purificará tu corazón, tu conciencia, y te llevará a la pura simplicidad de un niño, lo cual necesitamos si vamos a entrar al Reino de Dios. El mantra es el camino. Cuando la mayoría de nosotros inicia el camino, nuestra experiencia inicial es muy diferente de lo que eventualmente somos inducidos. No es una experiencia de alegría, paz o contentamiento. Escuchamos esta enseñanza de cómo vivir de la fuente de alegría interior. Nos preparamos para encontrar este ámbito de paz en nuestro interior. Probablemente, para empezar, somos propensos a encontrarnos con un deseo inquieto y con descontento. Todos estamos profundamente descontentos porque somos alentados y entrenados para vivir tanto en el futuro como en el pasado, lamentándolos o analizándolos una y otra vez. Nuestra inquietud nos hace perder la oportunidad única que tenemos para sentir contentamiento, para la plenitud de vida. La única oportunidad que tenemos es el momento presente. Perdiéndolo, perdemos todo. Vivir en el pasado o en el futuro es terminar descontentos, porque al estar tan preocupados por lo que nos falta, o por lo que deseamos, fallamos en ver lo que hemos recibido. A menos que cambiemos esta actitud y salgamos de mirar al espejo, estaremos condenados a estar descontentos. Aún cuando consigamos lo que deseamos de vez en cuando, aún así estaremos descontentos. Conseguir lo que deseamos no nos satisfará porque en ese marco concupiscente de la mente siempre habrá algo más para desear que está más allá de nuestro alcance inmediato. El estado de descontento no se rige por el espíritu de amor sino por el ego (egoísmo). El único camino hacia la paz es reconocer y recibir lo que nos ha sido dado. Al más grande don que nos ha sido dado usualmente no le prestamos atención. Usualmente fallamos en verlo. No es la salud, la riqueza, la belleza o el talento. El mayor don es nuestro ser, simplemente, que nosotros somos. Este es el primero y el básico don. Si fallamos en reconocerlo, que también significa fallar en aceptarlo, entonces nada que venga a nuestro camino será tampco realmente nuestro. Aceptar ese don es el primer paso, el paso esencial, para llegar a estar plenamente vivos y por lo tanto, plenamente contentos. Aceptar el don es lo que hacemos cuando meditamos. La meditación es ocuparse del ser más que del hacer, aunque lleva un largo tiempo para familiarizarnos con esa idea y aún más largo tiempo para aceptarlo como experiencia. Es muy difícil para nosotros ocuparnos del ser antes que del hacer. Por un momento, luego que comenzamos a meditar, todavía consideramos nuestra meditación como primordialmente ocupada con el hacer. Tenemos que reconocer esto al comenzar. Pero nuestra percepción es purificada a medida que continuamos. Al aprender cómo ser, cómo aceptar el don de nuestro ser, encontramos verdadero contentamiento. Dejamos atrás el deseo, la inquietud y todas las imágenes que crean esas pasiones. Como resultado, por supuesto, nuestro hacer es en sí mismo purificado por nuestra meditación. La manera en que vivimos, la calidad de nuestra vida, la generosidad de nuestras relaciones, son transformadas por la nueva comprensión que aprendemos al aprender a ser y al aceptar el don de nuestro ser. Todo esto es un proceso de crecimiento en nuestro espíritu. No es una experiencia instantánea.

Esta es la razón por la cual cuando comenzamos a meditar es importante no buscar experiencias, y ciertamente, no construirlas o simularlas, para anticiparlas o poseerlas. Es un proceso de crecimiento similar a la sedimentación gradual de las impurezas en un vaso lleno de agua. Al principio, todas las impurezas giran alrededor, volviendo al agua opaca, nublada. Pero si no interfieres con el vaso y permites que permanezca quieto y que las impurezas sedimenten, el agua misma comienza a volverse quieta y traslúcidamente clara. Al mirar a través del agua, te das cuenta qué hermosa es su pureza, su claridad, y ves lo que es realmente la simplicidad. Cuando está opaca, el agua refleja. Cuando está clara, puedes ver a través del agua. La primera cosa que tenemos que aprender a hacer es permitirnos asentarnos a nosotros mismos, permitirnos estar en quietud. Todos nosotros somos turbios. Todos nosotros somos demasiado autoconcientes. Tenemos que permitir que nuestra conciencia llegue a estar clarificada. Este es el proceso simplificador de la meditación, llegar a estar en quietud en el centro de nuestro ser. Esto significa realmente quietud, no solo pensar sobre estar en quietud y ser más espirituales, sino de hecho estar en quietud y con el tiempo, permitiendo a toda nuestra acción fluir en armonía con esa quietud. En la quietud, nuestro espíritu se clarifica. Se vuelve puro y translúcido. El Dios cuyo Espíritu vive en nosotros brilla entonces a través de nuestro espíritu como la luz del sol brilla a través del agua. Esto es lo que llamamos pureza de corazón. Esta es la claridad de conciencia que nos permite ver a Dios. “Bienaventurados los puros de corazón” dijo Jesús, “porque ellos verán a Dios”. Kierkegaard definió la pureza de corazón como el deseo de una sola cosa. La mayoría de nosotros deseamos demasiadas cosas. Restringir nuestro deseo a una sola cosa gradualmente nos purifica del deseo. Nos clarifica, porque cuando meditamos, todo lo que deseamos es repetir nuestro mantra. Todo lo demás es dejado atrás. Decir nuestra palabra fielmente, con simplicidad y amor, nos lleva a esa quietud donde vemos la luz claramente tanto dentro como alrededor de nosotros. Por lo tanto, vemos todo con claridad porque lo vemos en la luz que es el verdadero medio de la visión. El salmista alabó a Dios cantando: “En tu luz vemos la luz”. Esta claridad la sentimos como alegría. Ver la luz es la esencia de la alegría y así, esto es la única base segura de contentamiento en nuestra vida. Como espíritu de paz, ella trabaja para brindar tranquilidad y armonía en cada área de la vida. Solo es necesario que lleguemos a estar en quietud, entonces permanecemos en el camino que nos lleva más adentro de esa quietud. El camino solo nos pide ser totalmente simples en esos dos períodos de meditación cada día y ser tan fieles como podamos en decir nuestra palabra. La Luz que encontramos es la luz de la Palabra descripta en el Evangelio de San Juan:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Juan 1:1–5).

Laurence Freeman, de ‘Luz interior’ (Light within, hay traducción al castellano)

“Somos lo que hacemos con el silencio”

San Agustín dijo un buen número de cosas maravillosas y una de ellas es esta: “Todo el propósito de la vida es restaurar la salud del ojo del corazón a través del cual vemos a Dios”. Este es también todo el propósito de la oración: restaurar la salud del ojo del corazón a través del cual vemos a Dios en nosotros mismos, nos vemos unos a otros, vemos todas las cosas. Hay una implicación incluida en la descripción de Agustín: como el ojo del corazón es un don de Dios, nosotros tenemos que trabajar para mantenerlo sano. NOSOTROS, cada uno de nosotros, somos responsables de esto. Y hay aquí el sentido de que la salud del ojo del corazón es algo que debe ser cuidado, cultivado, protegido contra lo que la amenaza en el curso de la vida, cosas que la atacan a la vez desde el interior y desde afuera. Y nuevamente, esta es una responsabilidad vital tan terrible, porque es solo a través de este ojo que podemos verdaderamente ver a Dios en nosotros, en los otros, en todas las cosas. No a través del ojo empírico de los sentidos. No a través del ojo racional de la mente o del intelecto. Sino a través del ojo espiritual del corazón. Y cuanto más crecemos en espíritu, más aguda y constante es la visión de este ojo, esta mirada del espíritu. Y más grande nuestro amor. Lo que me gustaría compartir con ustedes hoy es un antiguo camino de crecimiento espiritual, un camino de salud espiritual que es increíblemente sencillo e increíblemente poderoso. Es el camino de la oración contemplativa o de la meditación, una disciplina personal diaria, una práctica de silencio, quietud y simplicidad a disposición de cada uno de nosotros, no como sustituto de todas las otras formas de oración, sino como un centro para todas ellas. Como el eje de una rueda centraliza los radios y hace posible la movilidad y estabilidad de la rueda. Es importante darnos cuenta que este camino de oración está profundamente enraizado en nuestra tradición cristiana, en los evangelios y en la enseñanza de los primeros Padres de la Iglesia. Pero aún cuando las raíces son profundas y vivientes, la vid no ha florecido precisamente a través de los siglos. En realidad, casi ha sido perdida y en la iglesia organizada está en realidad ausente, no solo no recordada y no enseñada, sino mal comprendida, imaginada como extraña, procedente de alguna otra tradición como por ejemplo la tradición budista. O ha sido vista como un camino raro, solo adecuado en nuestra tradición para unas muy escasas personas que dan vueltas con hábitos y capuchas en monasterios del siglo XIV. Ciertamente, no es lo que hacemos los hombres y las mujeres cristianos comunes como ustedes y yo. Pero la buena noticia es que uno de los más significativos desarrollos en los últimos 50 años ha sido recobrar esta tradición en Occidente, como un verdadero camino cristiano de espiritualidad, y como un camino para cualquiera, para cada uno de nosotros.

Una de las personas responsables de esta recuperación fue el monje bened¡ctino inglés John Main, nacido en 1926 y muerto en 1982. John Main fue, y permanece siendo a través de sus libros y grabaciones, un gran maestro de la oración contemplativa, que vio la oración como el medio principal de salud espiritual y de crecimiento espiritual. El tuvo, de muchas maneras, un enfoque extremadamente práctico. No prometió experiencias místicas o visiones. No dijo que comenzarías a levitar y a escuchar voces. Simplemente dijo que crecerías en Cristo. Y dijo que podrías medir tu crecimiento no en la calidad de tu oración sino en la calidad de tu vida, la calidad de tu amor. Solo en nuestras vidas cotidianas encontramos los frutos o medidas de nuestro crecimiento en Cristo. En realidad, dijo que había cinco signos: ■ mayor arraigamiento en el yo (el verdadero yo, no el falso yo o ego) ■ más profunda estabilidad emocional ■ mayor simplicidad y claridad intelectual ■ mayor capacidad de centrarnos en otros, y de dejar atrás el yo ■ llegar a ser más amable y más conciente del amor como la energía esencial de la vida. Cuando John Main habló sobre la centralidad de la oración, no estaba hablando sobre la cantidad o la calidad de nuestras peticiones e intercesiones, sobre cuánto decimos y con cuánta frecuencia lo decimos. Estaba hablando sobre la calidad y cantidad de nuestro silencio, sobre nuestra capacidad de permanecer en quietud y silencio y simplicidad en presencia de Dios por un determinado período de tiempo cada día, todos los días. Estaba hablando sobre la oración del corazón, la oración no de palabras e imágenes, sino de silencio. Lo que nos lleva al título de esta charla. Viene de un alemán del siglo XIX, Friedrich von Hugel, que escribió un libro que probablemente ninguno de nosotros tiene en este momento, titulado The Mystical Elements of Religion (Los elementos místicos de la religión). Von Hugel llegó a una sorprendente declaración sobre el fin y los medios de la vida espiritual, así como sobre la práctica de la oración, todo ello en siete palabras: él dijo “Somos lo que hacemos con el silencio”. Somos lo que hacemos con el silencio. La definición de Von Hugel plantea una curiosa alternativa a las definiciones más familiares de este tipo, como la siempre popular: “somos lo que comemos”. En realidad, las variaciones de este tipo podrían proporcionar una pequeña historia de la filosofía humana, si queremos, desde somos lo que fueron nuestros padres, somos lo que pensamos, somos lo que producimos, somos lo que compramos, somos lo que la química de nuestro cerebro es en un momento dado… Qué extraña idea la de Von Hugel: somos lo que hacemos con el silencio. Parece totalmente opuesta a todo lo que de otra manera definiríamos como nuestro éxito o nuestra identidad. Y sin embargo, su afirmación resuena en el corazón de cada tradición espiritual, de cada sabiduría de la tierra, especialmente de la nuestra. Pero en la tradición cristiana, la práctica y el propósito del silencio, la sabiduría del silencio, no ha sido perdida solo en los marcos institucionales de la oración precisamente, sino también en la oración personal.

Podemos sentarnos en silencio externo al orar, pero por dentro podemos estar hablando hasta por los codos. Y en la iglesia, donde hay tan poco silencio externo, el silencio interior es virtualmente imposible. Ciertamente, hay una gran aversión al silencio en nuestra cultura comercial y competitiva. En lugar de silencio, quietud y simplicidad, tenemos distracción y complejidad, ruido y ocupaciones. Hay charla de todo tipo, pero tal vez la más ensordecedora es la charla que ocurre dentro de nuestra mente, lo que los budistas llaman nuestra mente de mono, cada una como un árbol lleno de monos, todos chillando al mismo tiempo. Obviamente, esta es una larga historia, pero lo importante es por ahora que si lo que hacemos con el silencio es huir de él, evitarlo a toda costa, rellenarlo de ruido y de ocupaciones, preocuparnos con nuestras inquietudes y fantasías y con nosotros mismos: NO PODEMOS CRECER EN EL ESPÍRITU. Y no lo hacemos. No podemos vivir plenamente en el momento presente, el único momento que siempre tenemos de verdad. Permíteme contarte una pequeña historia que ilustra este punto, sobre dos discípulos zen. Cada uno de estos discípulos estaba fanfarroneando sobre los méritos de sus respectivos maestros. El primer discípulo dijo: Mi maestro se para a un lado del río y yo me paro en el otro lado sosteniendo un papel. Él dibuja una imagen en el aire ¡y la imagen aparece en mi papel! ¡¡Él hace milagros!! El segundo discípulo no estaba impresionado por esto. Mi maestro hace milagros más grandes que ese:

“Cuando duerme, él duerme Cuando come, él come

Cuando trabaja, él trabaja Cuando medita, él medita”.

Entonces, ¿cuál es el milagro mayor que describe el segundo discípulo? Es el más grande milagro de saber ser más simple, de ser simplemente en el momento presente, completamente atentos, completamente presentes. Entonces, ¿qué es tan milagroso en eso? Obviamente, para seres que están usualmente tan totalmente distraídos, tan terriblemente concientes de sí mismos, con tanta frecuencia perdidos en el pasado o perdidos en el futuro, con tanta frecuencia desempeñándose y viviendo para los ojos de los otros, la simple santidad del momento, del Ahora, es muy milagrosa. La habilidad del segundo maestro de simplemente ser, y por último, ser en quietud y silencio y simplicidad en la meditación u oración es realmente el mayor milagro. Y esto es muy consistente con la tradición de sabiduría de nuestra propia fe. Tenemos las indicaciones de Cristo sobre la oración en el Evangelio de San Mateo: “Ve a tu lugar secreto y cierra la puerta”; no digas muchas palabras. Tenemos poderosos testimonios muy antiguos, especialmente en la sabiduría de los Padres del Desierto, quienes en los primeros siglos después de Cristo, buscaron vivir pura y sinceramente de acuerdo al Evangelio de Jesús en los desiertos de África. Como muchos de ustedes saben, los Dichos de los Padres del Desierto, simples aforismos cortos sin análisis ni interpretación, representan un cofre de un tesoro de intuiciones que aún destellan. Aquí está uno de los Dichos que más se adapta a nuestro tema de hoy:

Un hermano fue a ver al Abad Moisés y le dijo: “Padre, ¿puedes darme alguna buena palabra?” El Abad Moisés le dijo, “Ve, siéntate en tu celda y tu celda te lo enseñará todo”.

O como el salmista dijo, mil años antes: “Aquiétate y sabrás que Yo soy Dios”. Y si necesitamos una interpretación más actual, podríamos intentar con la del gran filósofo aforista francés Pascal, quien dijo, “Todos los problemas de la vida vienen a nosotros porque rehusamos sentarnos tranquilamente por un rato, cada día, en nuestro cuarto”. La tradición cristiana de enseñar quietud, silencio y simplicidad como la forma central de oración es un modo poderoso y perdurable, aún si la mayoría de nosotros no tendremos nunca la oportunidad de encontrar esta tradición en el curso común de nuestra educación religiosa. Quizás la figura más significativa de la tradición occidental contemplativa es Juan Casiano, el estudioso del siglo V de los Padres del Desierto y gran maestro de San Benito, cuya regla todavía constituye la base espiritual de la fe anglicana1. Como joven, Casiano va a Egipto con un amigo a aprender de los Padres y sus posteriores escritos forman el núcleo de la tradición monástica occidental. Aquí tenemos un ejemplo de la percepción de Casiano. El Evangelio nos recuerda, dice, que entremos en nuestro cuarto y cerremos la puerta y oremos a nuestro Padre. ¿Y eso qué significa realmente? Esto es como Casiano traduce la metáfora y la aplica a nuestra experiencia personal:

“Oramos en nuestra habitación, cuando quitando interiormente de nuestros corazones la oscuridad de todos nuestros pensamientos y ansiedades, hacemos nuestra oración en secreto y en profunda intimidad con el Señor. Oramos con las puertas cerradas cuando con labios cerrados y en completo silencio oramos al buscador no de palabras, sino de corazones”.

‘Quien es buscador no de palabras sino de corazones’, es el Padre, que ya sabe lo que necesitamos antes que se lo pidamos. El Espíritu ora en nosotros, porque el nuevo testamento nos recuerda, “nosotros no sabemos cómo orar”. Pero la gran intuición práctica que nos ofrece Casiano es el efectivo CÓMO. Él compartió lo que llamó la “fórmula” de repetir un solo versículo o frase corta: siéntate, siéntate quieto, di tu palabra, repite tu palabra, no como un encantamiento mágico, sino como una herramienta para ayudarte a ser humilde e inmóvil ante Dios. Un medio por el cual podríamos experimentar la “pobreza de espíritu”, que Jesús describe en las Bienaventuranzas. Esto es lo que Casiano dice sobre la fórmula de la oración contemplativa, la humilde repetición de un solo versículo o una palabra:

“La mente debería adherirse incesantemente a ella hasta que, fortalecida por el uso constante y la continua meditación, arroje y rechace el rico y abundante material de toda forma de pensamientos. Se restringe a sí misma a la pobreza de este solo versículo y así llega con pronta facilidad a aquella bienaventuranza del evangelio que tiene el primer lugar entre las otras, porque él dice “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”, Y así uno llega a ser grandiosamente pobre”.

1 Es también la base espiritual de otras reglas monásticas occidentales, no solamente de la Orden Benedictina, así como de la rama de Oblatos benedictinos de la Orden y de la WCCM (Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana). Nota de la traductora.

La pobreza de un versículo. Ser grandiosamente pobres de espíritu ante Dios. Estas son las palabras que impulsaron el redescubrimiento de esta tradición por John Main a mediados del siglo XX. La tradición de la enseñanza desde Casiano a John Main está construida sobre la noción de que el silencio no es solo la ausencia de ruido, sino una práctica, una disciplina, una elección, una forma de ser. Un camino de humildad. Un camino de Fe. La tradición también dice que el secreto, lo que buscamos, con frecuencia desesperadamente, no está afuera. Está adentro. Es el tesoro enterrado en nuestro propio corazón. Pero para descubrirlo, para encontrarlo plenamente y experimentar el secreto, debemos aprender a estar en quietud, simples y silenciosos en un modo de disciplina continua. Entonces, ¿cuál es el don que ya tenemos? ¿Cuál es el tesoro enterrado en nuestro corazón? El P. John Main dice que es la misma paz de Cristo, su regalo para cada uno de nosotros al partir, una paz fuera de la cual no podemos vivir y continuar cada día, si solo podemos llegar a ser tocados por ella. Esto es por supuesto la teología de Cristo viviendo en nosotros y la teología de la meditación en la tradición cristiana. Vayamos al atardecer del día de la resurrección y leamos en San Juan:

“Luego, el mismo día por la tarde, siendo el primer día de la semana, cuando las puertas estaban cerradas donde los discípulos estaban reunidos por temor a los judíos, Jesús vino y se paró en medio de ellos y les dijo: “La paz sea con ustedes”. Y les mostró sus manos y su costado. Los discípulos estaban contentos cuando vieron al Señor y entonces Jesús les dijo nuevamente, `La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió, así los envío a ustedes´. Y cuando dijo esto, sopló sobre ellos y les dijo, `Reciban el Espíritu Santo´”.

La tradición de oración inspirada por nuestra fe en Cristo resucitado que vive, y que vive en nosotros, no es entonces una llamada de larga distancia sino una entrada a nuestros propios corazones. No es un regalo para el que tienes que ahorrar o por el cual preocuparte sobre cuándo llegará. Como nos recuerda el P. Laurence Freeman, el sucesor benedictino de John Main, “Ya ha ocurrido. El Espíritu ya ha sido soplado en nuestros corazones.” Es este Espíritu y su poder de reconocimiento y de amor el que Jesús ha soplado en cada corazón humano. Es el regalo central de nuestra fe. De lo que estamos hablando es de la oración, la práctica real de la oración. No de la oración donde estamos pidiendo algo o pensando sobre nosotros mismos o sobre otros, sino de la oración del corazón donde estamos simplemente siendo, y siendo simples en presencia de Dios. Donde no estamos tratando de probar nada o de impresionar a nadie. Donde estamos tratando, a pesar de todo el frenesí y el ruido y la complejidad de nuestras vidas, de “estar en quietud y reconocer que Dios es Dios”. Esta es la tradición. Una disciplina espiritual, un modo de oración que no reemplaza otras formas de oración. Pero una forma de orar que nos sitúa en el más importante trabajo que Jesús nos pide que hagamos: Dejar atrás el yo. ¿Y por qué? ¿Porque deberíamos ser santurrones, más santos que tú, raros? No. Porque podamos crecer en amor, que podamos verdaderamente ver a Dios en nosotros mismos, en los otros, en todas las cosas. Es simplemente un asunto de prestar atención a lo que hacen con su silencio. Reserven al menos 20 minutos al comienzo y al final del día. Reserven ese tiempo a pesar de todo lo que tengan que hacer. Resérvenlo solo para ser: en quietud, en tranquilidad, en simplicidad.

Traten de encontrar un lugar tan tranquilo como sea posible. Usen el mismo lugar si pueden, y háganlo sagrado. Enciendan una vela. Usen un ícono. Sáquense los zapatos. (¡Ni piensen en prender la radio o el celular!) Siéntense y pónganse cómodos. Mantengan su columna erguida. Y cierren los ojos suavemente. No se muevan. Permanezcan tan quietos como les sea posible. Pero no se pongan tensos. Relájense pero permanezcan alertas. Y solo sean. Solo respiren. Respiren en el Espíritu Santo que Cristo les ha dado y continúa dándoles. Tómense un minuto para concentrarse en el milagro de su respiración, en ese siempre renovado don. Y luego, como enseña la tradición, comiencen a decir la palabra sagrada, silenciosamente, interiormente. John Main la llama “mantra”. La palabra que John Main recomienda es Maranatha, una palabra aramea, del lenguaje que hablaba Jesús, que significa “Ven, Señor” o “El Señor viene”. Díganla en cuatro sílabas igualmente acentuadas: Ma-ra-na-tha. Díganla suave y continuamente, del principio al fin de sus dos momentos diarios de oración contemplativa. No piensen en nada. Solo digan la palabra suavemente y con fe. Los pensamientos y las distracciones vendrán, pero déjenlos pasar. No vayan tras ellos. Acepten la palabra como un regalo que ayuda a llevar sus mentes a estar enfocadas y atentas, a la simple y tranquila oración del corazón. Déjenme terminar con estas palabras del P. Laurence Freeman, quien nos recuerda que el propósito de nuestra oración es, como dice San Agustín, “restaurar la salud del ojo del corazón”. Y nos recuerda también que la oración es un trabajo personal, una disciplina diaria, que lleva tiempo, devoción, amor y fe.

“El crecimiento espiritual no es una experiencia instantánea. Es un proceso, similar al asentamiento gradual de las impurezas en el agua de un vaso. Al principio todas las impurezas giran alrededor, volviendo al agua turbia, opaca. Pero si no interferimos y permitimos que el vaso permanezca quieto, y a las impurezas asentarse, el agua llega a aquietarse y se pone traslúcidamente clara. Al mirar a través del agua nos damos cuenta qué hermosa es su pureza, su claridad, y vemos realmente su simplicidad. Cuando es opaca, el agua refleja. Cuando es clara, podemos ver a través de ella”.

La primera cosa que tenemos que aprender a hacer es permitirnos permanecer, estar en quietud. Todos nosotros somos turbios. Todos somos demasiado auto-reflexivos. Tenemos que permitir que nuestra conciencia llegue a clarificarse. Este es el proceso simplificante de la meditación: permanecer en quietud en el centro de nuestro ser. Esto quiere decir realmente en quietud, no solo pensar sobre estar en quietud; y con el tiempo, permitir que toda nuestra actividad fluya desde la armonía de esa quietud. En la quietud, nuestro espíritu se clarifica. Se vuelve puro y traslúcido. El Dios cuyo Espíritu vive en nosotros brilla entonces a través de nuestro espíritu como brilla el sol a través del agua. Esto es lo que llamamos pureza de corazón. Esta es la claridad de conciencia que nos permite ver a Dios.

Carla Cooper

De Juan Casiano a John Main: La meditación y la tradición cristiana

El título de esta charla es “De Juan Casiano a John Main”, pero podría ser igualmente “De John Main a Juan Casiano”. Es así porque no podemos aprender sobre el viaje personal a la meditación de John Main sin aprender sobre el viaje personal de Juan Casiano. Estos dos viajes, uno al principio de la tradición y el otro en nuestro tiempo, son momentos claves que el P. Laurence llama “la línea de la vida”. Esta línea viviente no es una acumulación de teoría o de doctrina. Es una historia de personas reales que buscaron y encontraron un camino a la oración y un camino al ser. El P. John contó su propia historia muy bellamente en el primer libro que él publicó sobre meditación, The Gethsemani Talks (Las charlas de Getsemaní). Basado en charlas que él dio en 1976 por invitación de los monjes de la Abadía de Getsemaní en Kentucky, este pequeño libro sigue siendo una de las mejores introducciones a la meditación en la tradición cristiana. Capta con simplicidad y autoridad el descubrimiento de la raíz contemplativa del cristianismo, un descubrimiento que él difundió con resultados extraordinarios. El libro grafica brevemente para nosotros algunos hitos claves en el despliegue de la tradición, a partir de los Padres y Madres del Desierto de Egipto y Palestina del siglo IV; a Juan Casiano que importó la Sabiduría del Desierto al Occidente a principios del siglo V; al desarrollo del monasticismo occidental a través del discípulo principal de Casiano, San Benito y su Regla, difundida ampliamente en el siglo VI; al anónimo y asombroso La nube del no saber a fines del siglo XIV; al libro Holy Wisdom (Santa Sabiduría) del benedictino inglés Augustine Baker en el siglo XVII, y así sucesivamente. A lo largo de todo este tiempo, la Iglesia Oriental mantuvo la práctica contemplativa como algo central de la iglesia, nutriendo la oración del corazón, la oración de Jesús. Y, por supuesto, ese depósito de sabiduría, La Filocalia, que permanece como grande y continuo compañero de nuestro viaje. El redescubrimiento de John Main de la tradición comenzó cuando él fue introducido a la práctica de la meditación y del mantra en Malasia durante su temporada en el Servicio Exterior británico, a mediados de los años 50 del siglo XX. Fue una práctica que lo desalentaron a seguir cuando se hizo monje benedictino en Ealing Abbey en 1959, en razón que tal práctica era considerada como extraña y no perteneciente a la tradición cristiana. Él describió el período siguiente como un desierto. No fue hasta los comienzos de la década de los 70 (siglo XX), cuando estaba siendo Director de San Anselmo, una escuela benedictina en Washington, D.C., que él pudo verificar las raíces cristianas de la meditación y de la práctica del mantra. El volvió, dijo, no en sus propios términos, sino en los términos de Dios. Para ayudar a un joven visitante a contestar preguntas sobre la historia del misticismo cristiano, John Main llegó al libro de Augustine Baker Holy Wisdom (Santa Sabiduría). Y ahí encontró el camino de regreso al manantial de la tradición en Juan Casiano.

El P. John escribió que “el frecuente recordatorio de la enfática insistencia que San Benito pone en las Conferencias de Casiano me llevó por primera vez a ellas seriamente”. Y fue allí, en las conferencias, que él escribió “He llegado al hogar una vez más y regresado a la práctica del mantra y a la meditación”. Leyendo estas conferencias que aún parecen extraordinariamente recientes, podemos compartir un poco de la alegría y el alivio que John Main debe haber experimentado cuando encontró que podía anclar en profundidad su propia intuición y percepción en la tradición cristiana. Lo que me gustaría hacer aquí es resumir brevemente algunos de los puntos claves de afinidad entre Juan Casiano y John Main, explicar un poco los antecedentes y la experiencia de Casiano, y luego mirar más de cerca las Conferencias Nueve y Diez sobre la oración, que ustedes han leído preparándose para esta Escuela. Para John Main, Casiano proporcionó al mismo tiempo una teología cristocéntrica de la oración absolutamente enraizada en los Evangelios, y una práctica de la oración, el modo de hacerla. Más que nada, él hizo de la oración claramente un asunto de experiencia y de disciplina personal, no un asunto de teoría o de doctrina. Casiano llevó a su debate sobre la oración la autoridad existencial de una persona que ora: una persona real que realmente ora. Para Casiano, tanto la teología como la práctica de la oración están enraizadas en la verdad cristiana central de que Dios vive en nuestro interior (a través del Espíritu Santo que Cristo nos ha dado), y la paradoja cristiana: debemos perder la vida para encontrarla. Como John Main lo comprendió, no es que “una persona debe perder su vida”, eres tú quien debes perder tu vida. Yo debo perder mi vida. Y esto no es solo la pérdida final de la muerte, sino también el diario sacrificio de todo lo que está ligado al yo, la necesidad de entregar las “posesiones” que nunca fueron realmente “nuestras” en primer lugar. Es dejar atrás el yo como Jesús dice que necesitamos hacer si vamos a seguirlo. De manera semejante, debemos también perder nuestra oración para encontrarla, perder la tradición cómoda, las imágenes familiares, la piedad, la preocupación por nosotros mismos. Pero lo que en cambio encontramos, en el silencio y la soledad y la quietud de la meditación, es el más hermoso fruto de la oración: la pobreza de espíritu. Esta no es la pobreza en el sentido de una destitución o una ausencia. Es pobreza en el sentido que hay realmente una cosa para conocer: la presencia de Dios dentro de nosotros. Esta es una condición de simplicidad que demanda, como dice Juliana de Norwich, nada menos que todo. Es, como describió Thomas Merton, “una clara visión sin obstáculos de la realidad”, una comprensión intuitiva de quiénes y qué somos realmente… no la falsa imagen con que el falso yo nos atrae. Es el reconocimiento que por nosotros mismos no somos nada, que solo en Dios, a través de Cristo, vivimos y nos movemos y tenemos nuestro verdadero ser. El P. John Main dijo que es en la realidad de esta pobreza que nos trascendemos. Él dijo que para Casiano el viaje espiritual era una Pascua (un paso) – de la tristeza a la alegría, del aislamiento a la comunidad, del miedo al amor, del yo falso al yo verdadero. Y el vehículo para este viaje es nuestra oración. Así la pobreza, de acuerdo a Casiano, llega a ser la Gran Pobreza porque nos da la verdad, el regalo simple de nuestro simple ser, ser en la presencia del Amor que inunda nuestros corazones.

Antecedentes de Juan Casiano No tenemos mucha información precisa sobre la vida temprana de Juan Casiano. Nació en el año 360, posiblemente en una familia de buena posición social, en lo que hoy es Rumania. Pasó sus últimos años en Marsella. Ahí es donde escribió sus grandes obras, incluyendo las Conferencias, y donde murió poco después del 430. Entre la juventud de buen nacimiento y la prolífica edad final, estuvieron las extraordinarias experiencias de Palestina, Egipto, Constantinopla, Roma, que dieron forma a su vida y a sus enseñanzas: enseñanzas a través de las cuales él estableció el curso del monasticismo occidental y fundó las bases de la tradición contemplativa que practicamos hoy. De acuerdo a su refinado origen, Casiano era un hombre bien educado y estudió los clásicos, pero él era claramente un buscador de Dios. En algún momento alrededor de sus veinte años dejó atrás a su familia y a sus posesiones, viajando con su amigo Germán a Belén donde se unieron “en búsqueda de una tradición viviente” de vida en Cristo, como John Main lo describe. En lugar de eso, sufrieron lo que Casiano describe como “una dolorosa pérdida, por la mediocridad de la forma de vida que encontraron allí”. Buscando un camino mejor, Casiano pidió permiso a su Abad para visitar monasterios de los desiertos de Egipto. Allí en el desierto, Casiano y Germán ya no encontraron una mediocridad institucionalizada, sino una práctica de fe y una forma de vida tan renovada y tan de acuerdo con los evangelios que permanecieron por más de diez años, no por unos pocos meses según el permiso de su Abad. Ahí, en el desierto de Escete, y más adentro, donde en el momento máximo de este movimiento vivían más de 5000 monjes en cavernas y chozas a lo largo del valle de Nitrea, ellos encontraron a los primeros ermitaños cristianos, a los que conocemos como los Padres y las Madres del Desierto. Y entre todos ellos estaban los grandes ancianos, los abbas y las ammas, incluyendo al Abba Isaac, cuya enseñanza lúcida e intransigente sobre la oración forma el corazón y la sabiduría culminante de las Conferencias de Casiano. Casiano y Germán le pidieron a Isaac: háblanos sobre la oración, sobre la oración incesante. John Main los describió como escuchando con creciente arrobamiento a medida que el santo hombre hablaba, dándose cuenta que “por fin hemos encontrado a nuestro maestro”. “Al escuchar, sus corazones ardían en su interior mientras él hablaba sobre la oración incesante. Y su respuesta les salió del corazón: “¡Esto es lo que debemos hacer!” Mientras que es obvio que la experiencia personal de Casiano con los Maestros del Desierto fue la única fuente de mayor influencia de las Conferencias, no hay otra fuente de la Sabiduría del Desierto que los mismos Evangelios. En verdad la mejor manera de captar la esencia de la Sabiduría del Desierto y el discurso de Isaac es volver a las enseñanzas de Jesús sobre la oración, especialmente en el Evangelio de San Mateo. Jesús dijo en el Sermón de la Montaña que nuestra oración no debe ser meramente exterior. No se trata sobre parecer santo. Se trata de tener el coraje de estar a solas en nuestra “habitación privada”, en las mayores profundidades de nuestros corazones. La oración es interior. No se trata de “palabrería”, ya que Dios conoce lo que necesitamos antes que se lo pidamos. No se trata de buscar un bienestar personal o material, ni de complacernos en una ansiedad centrada en el ego. Se trata de establecer nuestras mentes y corazones, en amor atento, en el reino de Dios ante todo.

Quizás no hay mayor destilación del modo de vida del Desierto, de su simplicidad, su caridad, su aversión a la devoción, la pretensión y la conciencia del yo, su vacilación para juzgar y despreciar, que la misma vida de Jesús y la gran enseñanza de San Mateo, en su capítulo 6. Y no hay más clara base para la práctica de la oración meditativa y el ejemplo de pobreza de espíritu que la que Isaac comparte con Casiano y que Casiano comparte con todos los que se encuentran con estas hermosas Conferencias, como John Main en los años 60 del siglo XX, y tú y yo hoy. Las Conferencias Miremos brevemente, pero más de cerca, estas dos Conferencias. El escenario del desierto es irresistible; podemos imaginar a los dos jóvenes peregrinos a los pies del anciano. Isaac comienza la Conferencia Novena con una paradoja sobre la oración – así sabemos que hemos tenido un buen comienzo. Es una paradoja de perseverancia y tranquilidad: hacer y ser, intentar y dejar ir, esfuerzo y gracia. Básicamente, él dice que hay una recíproca e inseparable relación entre esos pares de términos. En una pequeña parábola de la oración (y, por supuesto, de la vida) él dice: no puedes tener paz a menos que trabajes para ello y no puedes trabajar para ello a menos que tengas paz. La clave, como siempre, es la humildad: enfocar la oración no como un logro personal, sino como un simple acto de fe. Una de las cosas de las que cualquier lector se da cuenta inmediatamente en la descripción del Abad Isaac es su sorprendente y asombrosa comprensión moderna de la experiencia humana. No hay emoción, estado de ánimo, tendencia que él deje afuera, cuando describe la lucha para llegar a la pureza de corazón a través de la oración. Él, en el Capítulo 5, describe los especiales peligros, distracciones y tentaciones que nos apartan de la práctica simple de la oración. No solo hace una lista de las faltas evidentes como la lujuria o la blasfemia; él ofrece un análisis mucho más sofisticado de esas cosas que con frecuencia se enmascaran como virtudes, especialmente lo que podríamos llamas “La vanidad del hacer” con toda nuestra auto conciencia, nuestras distracciones centradas en el yo zumbando alrededor de esa vanidad. Isaac continúa su discurso identificando los cuatro tipos básicos de oración: de súplica, de votos y promesas, de intercesión y de acción de gracias. Dice que la oración que los combina a todos ellos, por supuesto, es la Oración del Señor, el Padrenuestro, y hace una muy linda explicación, línea por línea, culminando en el recordatorio esencial del Capítulo 24: que la oración no es sobre nosotros. “No contiene pedido de riquezas, alusión a honores, demandas de poder o de fuerza, ni mención a la salud o a la existencia temporal”. Pero el punto esencial de Isaac en esta descripción de la oración es aún una etapa más elevada: lo que en el Capítulo 25 llama “la oración sin palabras que trasciende todo entendimiento humano y que no se distingue en ella ninguna voz ni lengua ni palabra”. Más adelante, Isaac concluye su exposición en el Capítulo 35 con uno de los más encantadores pasajes: “Antes que nada, debemos observar cuidadosamente el mandato del Evangelio que dice que deberíamos ir a nuestro cuarto y orar con la puerta cerrada”. Y así es como cumplimos ese mandato: “Oramos en nuestro cuarto cuando retiramos nuestro corazón completamente del estrépito de cada pensamiento y preocupación. Oramos con la puerta cerrada cuando, con labios cerrados y en total silencio, oramos al que nos busca no con las palabras sino con nuestros corazones”.

Esta es, por supuesto, una hermosa conclusión a la Conferencia Novena, pero como nuestros muchachos entendieron, no indica cómo hacerlo. ¿Cómo llegamos allí desde aquí? Así que volvamos a Isaac en la Conferencia Décima. Casiano le da a la Conferencia Décima una tremenda forma e intensidad dramática, preparando el escenario para el segundo encuentro con el Abba Isaac contándonos una pequeña viñeta del desierto. Sucedía que Casiano y Germán estaban haciendo su visita al tiempo de Epifanía. Y una de las tradiciones de la Epifanía era enviar desde Alejandría, la ciudad capital del Desierto, una Carta festiva anunciando la fecha de Pascua y ofreciendo un pequeño mensaje. También sucedía que el tema del mensaje de ese año era la herejía del antropomorfismo, la cual ve a Dios en forma humana, porque el humano fue hecho a imagen de Dios. La carta, señala Casiano, no fue muy bien aceptada y nunca fue leída en voz alta en otras comunidades; la que estaban visitando nuestros amigos fue la excepción. Pasaba que en esta comunidad vivía un venerable monje llamado Serapión que sobrepasaba a todos en virtud y santidad. Difícilmente un erudito, él era un simple monje que había vivido una vida muy simple de devoción. Al leer la carta en voz alta, los monjes oyeron sobre la incomprensible naturaleza de Dios, que nunca puede ser aprehendida por el ojo ni concebida por la mente. El viejo monje se sintió fuertemente sacudido. Escuchó el mensaje y aceptó la verdad, pero ¡oh, qué dolor! Desconcertado y abandonado, rompe en lágrimas y grita al final del Capítulo Tercero, “Me han arrebatado a mi Dios lejos de mí. No tengo nadie a quien aferrarme, nadie a quien adorar, nadie a quien hablar”. Y así con este telón de fondo conmovedor, Casiano y Germán volvieron al Abba Isaac. Isaac les habla del incidente que ellos han presenciado en ese momento con gran comprensión y compasión. Él lo usa como ejemplo de la maduración, casi siempre dolorosa, que todos debemos pasar si diremos como el Apóstol: “Si nosotros hemos conocido a Cristo a través de la carne, ahora ya no lo conocemos más así.” Y como debemos dejar el yo atrás para encontrar el yo verdadero, debemos también dejar “nuestro Dios” atrás. Y debemos también dejar “nuestra oración” de la misma manera. Isaac sigue para resaltar el hecho que la oración no es fijarnos o aferrarnos a una imagen, sino que es ir más allá de las imágenes. Es acerca de la pureza del corazón, el estado en el cual somos vaciados y nos abrimos a Dios. No un dios como algo “ahí afuera”, sino una realidad interior: Dios que vive en nosotros. En el Capítulo Séptimo, Isaac nos da el más poderoso ejemplo de todos, la oración de Jesús en el Evangelio de San Juan. La verdad es que compartimos el mismo espíritu, el mismo amor. Estamos “tan unidos a Él”, dice Isaac, “que todo lo que respiramos o hablamos es Dios”. No podemos encontrar afuera lo que está adentro, y no podemos encontrar lo que está adentro sin despojarnos de todo lo que es falso. Nuestra vida ya es una continua oración; el Espíritu ya ha sido soplado en nuestros corazones. Para saber esto solo tenemos que detenernos, mirar y ver. Germán luego ocupa todos los 250 renglones del Capítulo Octavo con una pregunta que fue hecha en una sola palabra: ¿Cómo? Isaac ofrece en el Noveno Capítulo (piadosamente, solo de 12 renglones) una astuta respuesta que dice básicamente “No puedo darte realmente la respuesta correcta hasta que tengas la astucia de hacer la pregunta correcta”. Y en el Capítulo Décimo llegamos al quid de la cuestión.

Hay algo que puedes hacer, dice él. E introduce la fórmula de la oración continua, una enseñanza que dijo le fue dada por los antiguos Padres y solamente divulgada a unos pocos. Esto no es porque sea tan difícil o duro de hacer, sino porque solo pocos tienen la pureza de corazón, el valor y la humildad para recibirlo. No se trata de ser inteligente o bien nacido. Se trata de humildad. El método que ofrece es repetir una sola frase. Recomienda la de un salmo: “Oh Dios, ven en mi ayuda; Señor, apresúrate a socorrerme”. La simple frase no es un encantamiento mágico, es meramente una herramienta contra las distracciones; “una cota de malla, un fuerte escudo”, dice. No tenemos que preocuparnos sobre lo que se dice en ella, porque contiene todas las cosas. Y porque Dios ya conoce todas las cosas, nuestra tarea no es decirle nada. Nuestra tarea es, en simplicidad y fe, vaciarnos de nosotros mismos, del detalle y la distracción de nuestro yo que obstruye la verdad simple y viviente. Y así, en la práctica de la pobreza de un solo versículo, llegamos a ser “grandemente pobres”, en unión con el Dios que es amor y que vive en todos. Germán y Casiano se pusieron felices al oír todo esto, pero aún estaban impacientes. Las preguntas de Germán al final de la Conferencia Décima nos recuerda al Padre John Main preguntando a su maestro en Malasia: ¿Cuánto tiempo llevará esto? ¿Qué puedo esperar? ¿Cómo funcionará? El sabio maestro hindú, igual que el sabio Abba cristiano, tuvieron solo una respuesta: Di tu palabra. Haz tu trabajo. Dije que esto era simple, no dije que era fácil. Isaac comienza con la paradoja de la persistencia y la tranquilidad del esfuerzo y el don, la responsabilidad y la gracia. Y, en cierto modo, él finaliza también con esto. A pesar de las distracciones, necesitamos persistir en la simple fe que la paz de Cristo está ya en nosotros. Pero sabemos que no podemos estar siempre plenamente atentos al regalo de esa paz, no podemos comenzar a vivir solamente de eso, a menos que perseveremos en nuestra oración. Di tu palabra. Haz tu trabajo. Sé siempre plenamente atento de quién eres tú realmente en Dios y quién es Dios realmente en ti. Eso, como el Padre John Main dice, es para lo que hemos nacido.

Carla Cooper

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el REGALO

El momento de meditación

El momento de meditación Ahora que la charla introductoria está completa, es el momento de introducir la meditación. Sean concientes que esto es un desafío. Es el momento en que ustedes están realmente convocados a compartir su fe: ¡no diciendo nada más sobre esto! Si la gente ha estado sentada por un largo tiempo, permitan unos breves momentos para ponerse de pie y estirarse, o tener un intervalo de cinco minutos, permaneciendo todos en silencio. Puede ser útil dirigir un par de ejercicios de estiramiento antes de sentarse nuevamente si ustedes se sienten cómodos hacienda esto. Si no, propongan unos pocos momentos para recogerse antes de comenzar la meditación No temas tomar unos breves momentos para ayudar al grupo a conseguir la mejor posición posible para meditar. Instrucciones sobre cómo sentarse Si estás sentado en una silla, siéntate bien contra el respaldo, y úsalo para apoyarte erguido/a. La regla más importante de la postura es que tu espalda esté erguida. Lo necesitas para asegurarte que tu cabeza, tu caja torácica y tu pelvis puedan encontrar su alineación natural, una sobre la otra. Entonces estarás bien balanceado y no necesitarás sostenerte. La coronilla de tu cabeza debería estar dirigida hacia el techo con la barbilla hacia el pecho, no apuntando hacia adelante ni hacia arriba. Esto permite que la parte de atrás del cuello se estire y se libere, y por lo tanto se relaje. Si estás sobre el piso o en un banco de meditación o un almohadón, se aplican las mismas reglas a la espalda. Debería estar erguida y sostenida, pero no tensa o rígida. Es importante tomarte tu tiempo en casa para encontrar la mejor manera de sentarte. Como sea que elijas sentarte, es importante que no pases el tiempo de meditación pensando sobre el dolor que sientes o la incomodidad. El cuerpo debería estar tan en sintonía como sea posible, sin sentirte dolorido o tenso. Tu capacidad de sentarte adecuadamente crecerá con la práctica. Recuerda que el primer paso hacia la quietud es sentarte quieto durante el tiempo de meditación. Ahora que estás en posición, tómate unos momentos para sentir tu cuerpo en la silla, toma conciencia de los puntos de contacto con la silla o el piso. Siente tu peso natural en descanso. Ahora toma conciencia de tu respiración. Siente la entrada y la salida de tu respiración. Nuestra respiración es el aliento de la vida. Respiración es la misma palabra que espíritu en muchos idiomas, así que estar conciente de tu respiración es muy útil para llegar a estar en quietud. No alteres tu respiración, solo trata de permitir que tu abdomen se mueva, de modo que la respiración fluya a la base de tus pulmones. Esta respiración abdominal es excelente para la salud tanto como para la meditación.

Ahora, cierra suavemente los ojos Cuando te sientas listo, introduce suavemente tu palabra de oración, tu mantra. El mantra que sugerimos es la palabra MARANATHA. Si la usas, dila lentamente en cuatro sílabas igualmente acentuadas: MA - RA - NA - THA. Otras palabras adecuadas serían el nombre de “Jesús” o “Abba”. Al decir la palabra, escúchala y permite que se adentre en ti, desde la cabeza hasta hundirse en el corazón. No pienses en su significado. John Main observó que mucha gente dice el mantra acompasándolo con el ritmo de su respiración o de los latidos de su corazón. Si puedes hacer una cosa o la otra, está bien. Sin embargo, si no puedes decirla de estas formas, solamente “di la palabra, como puedas”. Es importante siempre usar la misma palabra una vez que la hayas elegido, de manera que pueda arraigarse en tu ser y decirla desde ahí. No uses el mantra para golpear los pensamientos o reprimir los sentimientos. Sé muy suave y sencillo, regresando tu atención suave y fielmente a la palabra cada vez que te distraes. Vuelve a ella sin culparte ni criticarte. “Meditaremos por 30 minutos” Habiendo dado las instrucciones, di al grupo que el periodo de meditación comenzará y finalizará con un par de minutos de música tranquila. Esto es simplemente para dejar de lado las palabras que hemos usado hasta ese momento. Al final, dales un tiempo adecuado para salir de la meditación, especialmente si va a seguir un período de preguntas y respuestas. Aquí sería útil avisar a la gente que se tome un tiempo para salir de la meditación y recomienda modos de marcar el tiempo de meditación en la casa. Se consiguen grabaciones con una selección musical, seguida de tiempo de silencio para meditar, y más música que señala la finalización del tiempo de meditación. Puedes haber usado alguna de esas grabaciones para pautar el tiempo de meditación o una suave señal acústica para evitar la distracción de ‘mirar el reloj’ durante el tiempo de meditación. También puede mencionarse aquí el tiempo de meditación, tal vez comenzando con 20 minutos y lentamente aumentando hasta llegar a 30 minutos, que es el tiempo óptimo. También recalca la importancia de meditar dos veces por día, todos los días, si uno desea tomar esta forma de oración. Es útil decir que hacer meditación con frecuencia lleva tiempo. Siempre estamos comenzando y lleva tiempo comenzar. Pueden haber comienzos y detenciones. El compromiso crece cuanto más perseveramos en el camino, hasta que se vuelve algo central en nuestras vidas. 129

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el REGALO Preguntas y respuestas

Preguntas y respuestas

En el período de intercambio después de la sesión de meditación habrá probablemente una serie de preguntas. Respóndelas lo mejor que puedas. Si no puedes pensar una respuesta, solo di ‘No lo sé’ o ‘Pensaré sobre esto’. Pero más que probablemente, podrás responder muy adecuadamente a partir de tu propia experiencia y tus lecturas, con tus propias palabras. Las siguientes son solo algunas de las preguntas más frecuentes con sus correspondientes respuestas. ¿Cómo responderías empleando tus propias palabras? P. ¿Por qué usamos el mantra? ¿Cuál es su rol y cómo puedo elegir uno? R. El propósito del mantra es triple: primero, ayuda a lidiar con las distracciones. La mente necesita un punto de enfoque, algo que la absorba para poder ignorar las distracciones. En segundo lugar, lleva a la condición de simplicidad. En tercer lugar, y más importante para nosotros que meditamos como cristianos, decir el mantra es una expresión de fe en Cristo que vive en nuestros corazones. El mantra es elegido con cuidado. Es una expresión de nuestra fe. La meditación es cristiana a causa de la fe de la persona que medita. El mantra es nuestra expresión de esto. Si bien es aceptable elegir tu propio mantra, idealmente un maestro es quien da un mantra al estudiante. El Espíritu es el Maestro interior, de manera que el Maestro interior puede inspirar un mantra que elijamos. El P. John recomendaba el mantra MARANATHA. Es una palabra aramea, el idioma que hablaba Jesús. Significa Ven Señor o El Señor viene. Como no es en nuestro propio idioma, no tiene ningún pensamiento asociado a ella y no nos alienta a pensar. Es una palabra rítmica y equilibrada, con el sonido largo de la “a”. Puede acompasarse con el ritmo de nuestra respiración y es una de las oraciones cristianas más antiguas. Abba o el nombre de Jesús o la oración de Jesús o una parte de ella o cualquier otra frase corta de las Escrituras pueden usarse como mantra. La ‘fórmula’ que Juan Casiano recomendaba es la frase: “Oh Dios ven en mi ayuda, apresúrate Señor a socorrerme”. Elegir tu palabra es importante. Una vez que la has elegido, es importante en esta tradición, permanecer siempre con la misma palabra. Así, ella se arraiga en nuestro corazón y se convierte en un camino hacia la oración incesante. P. ¿Es necesario meditar dos veces por día? Encuentro posible para mí una vez, pero la segunda vez es con frecuencia imposible. R. Una vez alguien se quejó al P. John que él no podía encontrar tiempo para el segundo período diario de meditación. Esperaba que el P. John lo comprendiera. En vez de esto, mientras reconocía que no es siempre fácil, la respuesta del P. John fue sencillamente que si lo deseaba lo suficiente, él encontraría el momento. El hombre volvió a su casa y revisó sus horarios y encontró el tiempo. No obstante, una vez sola es mejor que ninguna, y uno debería hacer lo que pueda y así el compromiso irá creciendo con la práctica continua.

P. ¿Es importante la duración del período de meditación? R. Sí, tienes que darle una justa oportunidad. No puedes tomar un minuto aquí y un minuto allá. Es como cocinar pan; tienes que darle un tiempo suficiente para que la masa se eleve. Veinte minutos es muy bien el tiempo mínimo. Nos toma casi todo ese tiempo llegar a algún nivel de quietud y paz o tranquilidad mental. Treinta minutos es el tiempo ideal, pero puede llevarle un tiempo a alguna gente llegar a los treinta minutos, dos veces por día. Lo que es importante es que establezcas tu tiempo y te atengas a él. Es una buena idea tener una señal externa para no tener que estar mirando el reloj. Es también útil meditar con otros con bastante regularidad. Con frecuencia encontrarás gente que comienza a meditar en situaciones extremas de sus vidas, y que tiende a llegar a ese tiempo bastante rápido. Un sentido de urgencia los apremia porque desean perder menos tiempo. P. ¿Es importante la forma de respirar? R. El primer objetivo de esta forma de meditación es decir el mantra continuamente, y eso es lo que tenemos que aprender a hacer. Deberíamos respirar con naturalidad. No te concentres en tu respiración. Presta toda tu atención al mantra. Encontrarás que con bastante naturalidad el mantra se integrará con tu respiración. A veces se coordina con algún otro ritmo corporal como el pulso o el latido cardíaco. Algunos dicen el mantra acompasándolo con su respiración. Una forma simple podría ser decir el mantra al inhalar, y permanecer en silencio al exhalar. O “Ma-ra” al inhalar y “na-tha” al exhalar. Aprender a respirar bien, usando el abdomen, es muy recomendado para la salud, no solamente para la meditación. Respirar apropiadamente es una importante ayuda para la relajación, uniéndola a la postura. El P. John no recalcaba la respiración, porque se preocupaba de mantener la disciplina simple y no enfatizaba el método demasiado, porque entonces se convierte en una técnica. Cuando estás demasiado interesado en la técnica, te olvidas del propósito de la práctica. P. ¿Es importante la postura durante la meditación? R. Sí. La más importante regla de la postura es mantener la espalda erguida. Si usas una silla, busca una de la altura necesaria que dé a tu espalda el apoyo que necesitas. Si la columna se mantiene erecta y relajada es posible permanecer alerta. Una postura desplomada conduce a la modorra o aún al sueño. La postura ideal es la del loto porque mantiene la columna automáticamente en su natural posición erguida. Esta postura no es posible para la mayoría de nosotros; encontrar una buena postura con las piernas en el suelo o usando un banco de meditación puede ser casi tan bueno como eso. Sin embargo, lo más importante es que estás erguido/a y alerta, sin dolor ni incomodidad. Una práctica física como el yoga puede ayudar grandemente tanto a la postura como a la respiración. Porque la meditación involucra a toda la persona, cuerpo, psiquismo y espíritu, lo que hacemos con nuestro cuerpo durante la meditación es de muy gran importancia y aprender a sentarnos bien es un ingrediente vital para aprender a movernos más profundamente hacia el silencio, la quietud y la simplicidad de la meditación.

P. Me gusta meditar pero es algo muy privado para mí. ¿Por qué debería yo meditar en un grupo? Para mí es algo que distrae. ¿Por qué debería ir a un grupo a meditar? R. Es importante meditar por nuestra cuenta y la mayor parte del tiempo esta es nuestra situación. Sin embargo, mucha gente encuentra difícil meditar por su cuenta en forma regular, sobre todo en tiempos difíciles. John Main creía en la importancia de la comunidad que crea la meditación. El silencio en un grupo puede con frecuencia ser más profundo que cuando estamos solos. El grupo brinda apoyo y alienta a la gente a seguir practicando por su cuenta. La gente que medita con otros encuentra los vínculos de esta experiencia con cada uno de los otros a un nivel profundo aún cuando no conozcan mucho sobre cada uno de los otros. Así, los grupos cumplen todas estas funciones, aunque algunas personas practican la meditación por su cuenta sin necesidad del apoyo de un grupo. Ellos también saben que cuando meditan no están nunca solos, sino unidos a todos los otros meditadores alrededor del mundo. P. ¿En qué es diferente de otras formas de meditación, como la Meditación Trascendental, o la oración? ¿Cómo nos ayuda la meditación a relacionarnos con otra gente? R. La respuesta a ambas preguntas es “unidad”. Primero de todo es importante ver que la meditación, en la tradición cristiana de la que estamos hablando, comparte con otras tradiciones, tanto como puede diferir. La unidad en la meditación es lo más importante para nuestra reflexión. Pero lo que hace a la meditación diferente como práctica espiritual es que no se la practica como una técnica. Hay un mundo de diferencia entre meditar como técnica y meditar como disciplina. Estamos condicionados tecnológicamente y pensamos que es una gran técnica a descubrir. Pensamos, “La usaré y veré qué puedo sacar de esto, para mejorar mi rendimiento, y puedo abandonarla si no me ayuda”. Pero como disciplina llevamos a la meditación una dimensión de fe y de perseverancia. Tal vez tenemos que practicar por algún tiempo antes de comprender verdaderamente lo que significa esa fe. Por eso es importante que la meditación sea enseñada como disciplina espiritual más que como una técnica, porque, para decirlo crudamente, es más probable que obtengas los mejores resultados de la meditación como disciplina espiritual, simplemente porque es más probable que perseveres. Con la fe como tu fuerza motivacional hay más motivos para perseverar. Lo que hace cristiana a nuestra meditación es nuestra fe cristiana. No es la técnica lo que la vuelve cristiana, budista o hindú. Es la fe que traes a ella. Es por eso que es un camino tan maravilloso para cada persona, cualquiera sea su fe, para plenificar su camino de fe, verificar personalmente las verdades de su fe y al mismo tiempo compartir profundamente una experiencia espiritual con personas de otras creencias. El terrible error es decir, “bueno, yo creo en mi fe, y eso significa que cualquier otra fe debe estar equivocada”. Lógicamente, intelectualmente, es donde nos quedamos atascados. Pero al nivel del espíritu experimentamos unidad, y a la unidad es adonde la meditación nos lleva. Esto se convierte en una realidad perceptible cuando meditas en un grupo. No te comunicas mediante el lenguaje o los pensamientos o lo corporal cuando meditas. Hay una comunicación más profunda que está obrando. Encuentras también que cuando has meditado con otros, te relacionas con ellos en forma bien diferente y más fácilmente, desde un más profundo nivel de unidad personal.

P. ¿Viene alguna gente a la meditación sin ser enseñada? R. Sí, vienen. Al enseñar meditación puedes hacerlo sentir como si el mantra es algo que recién ha sido descubierto. Pero es una conclusión muy natural para ciertos estados de conciencia a los que la gente entra naturalmente: restringir nuestra conciencia a una palabra y que esa única palabra nos conduce a un pleno silencio. P. Cuando medito siento un hormigueo en mis manos, ¿eso está bien? (El corazón agrandado, sensaciones de calor o de frío u otras sensaciones físicas) R. Cuando estamos meditando la integración y armonización de toda nuestra persona está ocurriendo gradualmente. Esto es positivo, a veces toma la forma de diversas sensaciones físicas, estas sencillamente necesitan ser ignoradas y pasarán cuando hayan hecho su trabajo. Estas sensaciones están conectadas con el movimiento y el flujo de energía a través de todo nuestro sistema. La relajación que produce la meditación permite a la energía en nosotros, fluir más libremente y esto puede causar sensaciones físicas. P. Cuando medito veo colores, esto es muy agradable, ¿debería disfrutarlo? (Esto puede ser luz o sensaciones de amor, paz, etc) R. Lo importante es recordar que ninguna de las experiencias que podamos tener a lo largo del camino son el objetivo de la meditación. Todas son parte del proceso de integración. Lo realmente vital es no apegarnos a ellas, ni desearlas, sino solo permitirles venir e irse y continuar prestando atención a tu mantra. P. He estado meditando por algún tiempo, ¡pero parece que me está haciendo peor! Con frecuencia experimento mucha ira cuando medito. Y otras veces me siento muy triste y lloro mucho. ¿Qué está pasando? R. Cuando meditamos, pasamos a través de niveles de conciencia, a medida que nos movemos hacia Dios en lo profundo de nuestro ser. No hay camino a la profundidad de unión con Dios excepto a través de las capas de nuestro ser. En realidad, lo que experimentas es la sanación de tus emociones. Puede no parecerte así cuando lo estás experimentando, pero esto es la liberación de viejas heridas, dolor, etc. Lo importante es tratar simplemente de permitir que estas cosas se liberen, como si fuera, permitir que se desplieguen los fuegos artificiales, mientras tú suavemente tratas de mantenerte enfocado en tu mantra. Por momentos, el dolor u otra emoción se vuelven intolerables, entonces puedes necesitar alguna ayuda o asesoramiento o consulta fuera del tiempo de tu meditación. Pueden buscarse otras salidas tales como la pintura, la escritura, etc. Cualquier otra ayuda que necesites por momentos, continúa meditando. La combinación de la meditación con otras formas de trabajos de curación puede ser muy poderosa. P. Encuentro algunas veces que en la meditación estoy diciendo el mantra y llego a estar en paz y me parece, en ese momento, que lo apropiado es dejar de decir el mantra y permanecer en esa paz. Si continúo diciendo el mantra en ese momento, estoy interfiriendo con esta ventana abierta de paz. Estoy forzándome para seguir pensando. ¿Qué puedes enseñarme sobre esto?

R. John Main enseñó que en un cierto punto, tal vez después de muchos años, el mantra nos conduciría a un completo silencio, al menos durante breves momentos, durante el tiempo de meditación. Pero esto es una experiencia que no deberíamos ni anticipar ni desear. ¿Qué significa completo silencio? No estás en completo silencio si puedes decirte “Estoy en silencio” o “Estoy descansando” o “Estoy disfrutándolo”. Si es así, es que ya estás pensando. Esto es una muy sutil pero esencial parte de la enseñanza. Decir el mantra continuamente conduce a un cambio en la manera de decirlo. A través de las semanas, los meses, los años, dices el mantra con menos esfuerzo, menos fuerza, se vuelve más fiel, y también más suave. John Main dijo que al principio decimos el mantra desde la cabeza, con esfuerzo; luego lo hacemos resonar en el corazón con gran facilidad y mayor aceptación de las distracciones; y luego lo escuchamos con atención incondicional. Visto de esta manera, decir el mantra no es pensarlo, sino escucharlo. El cuarto estadio sería el silencio, que no podemos anticipar. (Esta es una pregunta muy importante. Cualquier líder de grupo o quien enseñe meditación necesita prestar atención a este aspecto de la enseñanza, que está completamente explicado en el libro De la palabra al silencio de John Main. Deberían comprobarlo con su propia experiencia y entonces estar preparados para expresarlo con confianza al propio grupo o al dar una enseñanza). P. ¿Cuál es la relación entre la meditación y la acción social? R. Es una consecuencia de nuestra oración, que deberíamos involucrarnos en el mundo. Cada acción que hagamos debería ser una consecuencia de nuestra oración. En la meditación estamos purificando nuestra vida interior para salir hacia los otros. Una debería fluir de la otra. El fin de nuestra oración es la comunión con el Cuerpo de Cristo y estar en unión con el Cuerpo de Cristo tiene que ser estar en unión con nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo porque ahí es donde el Cristo resucitado está presente. Si la oración no nos ayuda a esta salida, no es verdadera oración. El amor de Dios y el amor al prójimo son las verdades esenciales y toda oración debería conducirnos a esa comunidad que es el mundo. No es solo pensar sobre esto, sino que podemos hacer lo que Cristo hizo, ya que estamos unidos a la liberadora presencia de Cristo en el mundo. Debemos cuidarnos de pensar que nuestra meditación es una ocupación pasiva. Es algo muy activo, sentarnos, practicar la meditación, dedicarle tiempo. Todo lo que incluye es activo y trata sobre la atención, no sobre la desatención. Si realmente meditamos, lo que hagamos en nuestra vida, sea lo que sea, lo hacemos en forma distinta porque meditamos. Lo hacemos con más atención, a un nivel más profundo – con más sensibilidad y compasión. No significa necesariamente que todos estemos llamados a salir a hacer ciertas cosas que están bajo el paraguas de la justicia social. Cada uno sirve a la humanidad de diferentes maneras, algunas veces puede parecer con inacción, pero puede al mismo tiempo ser muy profundo y muy lleno de significado. Si somos personas dinámicas, y siempre lo hemos sido, y estamos involucrados en temas de justicia social, en parroquias o en la política, una vez que comenzamos a meditar, encontramos que estamos llamados a hacer mucho discernimiento sobre lo que hacemos, cómo pasamos nuestro tiempo.

Puede también llevarnos a un más profundo entendimiento de por qué hacemos las opciones que hacemos en relación al servicio. La meditación cambia nuestra entera actitud hacia la acción. Los frutos de la meditación se manifiestan cada vez más en tu vida. Te vuelves más compasivo, más amable, más gentil. P. A veces cuando estamos de vacaciones, todos los integrantes de la familia pueden estar en una habitación y puede ser difícil conseguir el tiempo o la tranquilidad para meditar. ¿Tienes algunas sugerencias de cómo manejar esa situación? R. Cuántos de nosotros nos sentimos intimidados y reacios para decir, mientras estamos socializando o en vacaciones con alguien, que tenemos que retirarnos para meditar. ¿Cómo nos manejamos ante esto? ¿Nos sentimos suficientemente libres para decir que este es nuestro camino, y en cuanto a ellos, que acepten que no estás siendo antisocial? ¿Y que esta es tu disciplina y necesitas tomarte tu tiempo para ella? Tenemos que hacer lo que podemos y no lo que no podemos. ¡No meditar no debería de ninguna manera ser otra razón para sentirnos culpables! Si bien subrayó con fuerza la importancia de la meditación diaria, John Main fue igualmente enérgico en acentuar la importancia de no permitir que la meditación llegue a ser otra cosa para sentirse culpable. Si tu audiencia es mayormente católica romana, estas son las preguntas que pueden surgir: P. ¿La Iglesia aprueba la meditación? R. Sí. En los documentos del Concilio Vaticano II se vuelve claro que los cristianos están llamados no solo a orar con otros, sino “a entrar en sus cuartos para orar a su Padre en secreto” (Mt. 6:6); y esto va aún más lejos al citar a San Pablo y su exhortación a que los cristianos “oren sin cesar” (1 Tes. 5:17). La práctica de la meditación cristiana, fiel a la antigua tradición de la Iglesia, es un camino que plenifica la vocación orante cristiana. El Concilio alienta la profundización de la oración contemplativa y documentos posteriores resaltan la importancia de recobrar tradiciones cristianas de contemplación perdidas o descuidadas. El Papa Juan Pablo II, en noviembre 1992, predicó que “Cualquier método de oración es válido en tanto es inspirado por Cristo y conduce a Cristo quien es el Camino, la Verdad y la Vida”. Quien medita entra en la corriente de la oración de Jesús que siempre fluye hacia el Padre en el poder y el amor del Espíritu Santo. P. ¿Concuerda la meditación cristiana con la enseñanza general de la Iglesia? A. Por supuesto. La oración es siempre vista por la Iglesia como la fuente de sabiduría y compasión en la vida cristiana. Es una peregrinación en la fe de ser completamente atentos en presencia de Dios. Involucra dejar atrás el yo, ir más allá de nosotros mismos hacia Dios, que siempre está más allá de nosotros, y al mismo tiempo más cercano a nosotros que lo estamos a nosotros mismos. Es sobre hacer oración, que es siempre un don de Dios, no una técnica. Lleva a quienes meditamos a buscar los frutos de la oración en el amor. “La oración cristiana contemplativa siempre lleva al amor al prójimo, a la acción y a la aceptación de las pruebas, y precisamente por esto nos acerca a Dios” (Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 1989, p. 18).

P. ¿Cómo se relaciona esto con la Misa / con los Sacramentos? R. La vida espiritual, como explicó el Concilio Vaticano II, no está limitada a la participación en la liturgia. Según esa luz, la meditación cristiana forma parte de toda la vida espiritual de una persona. La meditación claramente no reemplaza ni sustituye otras formas de oración sino que, volviéndonos más concientes de la centralidad de la oración de Jesús, enriquece todas las formas de oración. Como la fidelidad a la meditación cristiana procede del Espíritu Santo, es a través del Espíritu que podemos esperar que nuestra participación en la Misa y en los Sacramentos sea enriquecida. P. ¿La meditación no significa meditación ignaciana? R. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (Siglo XVI) contienen ciertos métodos de oración mental, y desde los tiempos de su redacción muchas congregaciones religiosas han adoptado la espiritualidad enseñada y practicada por los jesuitas. El camino ignaciano ha llegado a ser conocido y practicado como un método de “meditación discursiva”. Otras escuelas de espiritualidad han surgido también en la vida de la iglesia, por ejemplo, San Francisco de Sales en Introducción a la vida devota. San Ignacio también, sin embargo, enseñó la importancia de la contemplación como la meta de toda oración y toda acción. La oración contemplativa tiene una larga historia en las Iglesias de Occidente y de Oriente. San Benito (c.480 – 547) ha sido llamado el padre del monasticismo en Occidente. San Atanasio, escribiendo sobre San Antonio de Egipto (c.250 – 356) ‘el padre de todos los monjes’, escribió: “él oraba frecuentemente, porque había aprendido que debía orar en secreto, y orar sin cesar”. P. ¿Y qué pasa con la razón? R. La meditación no es anti-racional. La claridad y la perceptividad de la razón y de la imaginación son realzadas por la práctica de la meditación (Ver del Papa Juan Pablo Paul II, su carta sobre Fe y Razón). En la meditación cristiana la mente está alerta, sin dirigirse a ninguna cosa sino a permanecer en quietud y silencio en la presencia de Dios. Recordemos decir al salmista “Permanezcan en quietud y reconozcan que yo soy Dios” (Salmo 46). P. ¿Dónde dice que Jesús meditaba con un mantra? R. No lo dice. Jesús no enseñó “métodos” de oración sino que sus enseñanzas sobre la oración nos llevan a la condición de interioridad, confianza y simplicidad. Sabemos, por la enseñanza de Jesús sobre la oración, que él nos instruye a “no acumular frases vacías como hacen los gentiles; porque piensan que van a ser oídos por decir muchas palabras. No sean como ellos, porque el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes que se lo pidan”. “Oren de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre…” (Mt. 6: 7–9). En la meditación cristiana hay un implícito reconocimiento de que el Padre conoce lo que necesitamos antes que se lo pidamos. San Agustín dijo “no decimos nada que no esté basado en esta oración del Señor, si oramos apropiadamente y con acierto”, y “tenemos a Cristo en nosotros, como nuestro Maestro”.

P. ¿La meditación es lo mismo que la contemplación? R. De vez en cuando encontraremos estas palabras con un significado diferente. Sin embargo, notamos que en la introducción general a De la palabra al silencio, John Main elige usar la palabra meditación como sinónimo de palabras como contemplación, oración contemplativa, oración meditativa, y otras expresiones del mismo estilo. Luego agrega, “El contexto esencial de la meditación es encontrado en las relaciones fundamentales de nuestras vidas, la relación que tenemos como criaturas con Dios, nuestro Creador”. La meditación podría decirse que es el trabajo que hacemos en fe y amor para recibir o entrar plenamente en el regalo del estado de contemplación ya presente en nosotros a través de la vida del Espíritu Santo en nuestro interior. Si tu audiencia es predominantemente cristiana de varias denominaciones, estas son las preguntas que pueden surgir: P. ¿No es esto budista? R. Muy erróneamente, la meditación puede muy fácilmente ser identificada como patrimonio de las tradiciones orientales solamente, incluyendo el budismo. A través de la enseñanza de John Main y otros durante el siglo XX, hemos llegado a apreciar nuevamente el lugar de la meditación en la tradición cristiana. P. ¿Qué es lo que hace cristiana a la meditación? R. Es nuestra fe y amor lo que hace cristiana a la meditación. Con referencia a San Pablo, en Rom. 8:26, el Espíritu ruega por nosotros (en nuestro ser más íntimo, más allá de las palabras, de los pensamientos, de las imágenes) con suspiros demasiado profundos para expresarse en palabras. El Espíritu está con nosotros en nuestra oración, orando en nuestro interior, y como nos dice John Main en De la palabra al silencio, “La oración entonces, es la vida del Espíritu de Jesús en el interior de nuestro corazón humano”. La atención y la receptividad son las cualidades que nos permiten llegar a estar más plenamente incorporados a la Palabra en nuestro interior, que es el Hijo, hablado por el Padre y en retorno hacia el Padre. P. ¿Entra el Diablo en la mente vacía? R. En la meditación cristiana el trabajo es llevar la mente y todo el ser a la quietud y al silencio. Jesús se refiere a la primacía de la “pobreza de espíritu” como la condición para entrar al Reino de Dios. La quietud de la mente y del cuerpo a la cual nos guía el mantra es una preparación para entrar a nuestro propio silencio, y para nuestro avance a través de las esferas del silencio. P. ¿Dónde se la menciona en las Escrituras? R. Las Escrituras proveen inspiración y propósito a toda oración. Un estudio de la historia y la tradición de la primitiva Iglesia nos muestra que esta forma de oración era de veras familiar a los judíos cristianos de esa época. Recordamos que Juan Casiano nos lleva a las Bienaventuranzas (Mt. 5: 1–11) partiendo de ‘la pobreza de un solo versículo’. Dice que esta pobreza nos llevará con pronta facilidad a la primera de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Además, el objetivo que propone Casiano a través de sus Conferencias es la pureza de corazón: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. P. ¿No está centrada en el yo? R. No. Se trata de dejar el yo atrás y volvernos al Otro. P. ¿No es solo autohipnosis? R. La mente está alerta, comprometida en el arte de la atención. La mente conciente nunca está cerrada sino que se expande más allá de su habitual auto-fijación. P. Si yo me concentro en el mantra, ¿estoy cerrándome al Espíritu Santo? R. La meditación nos lleva a un estado de corazón abierto a la receptividad del Espíritu de Jesús que vive en nuestros corazones. El mantra nos mantiene abiertos al Espíritu en pobreza y simplicidad. P. ¿No es esto solo católico? R. La meditación llega a ser una expresión de unidad, y de manera particular para los cristianos. La gente cristiana puede descubrir libremente una herencia de fe compartida como algo antiguo, y sin embargo listo para ser revivido. Si tu audiencia es en su mayor parte secular, estas son las preguntas que pueden surgir: P. ¿Por qué tenemos que llevar la religión a la meditación? R. La meditación purifica a la religión y la restaura a su verdadero propósito de enseñanza, inspirando la unidad espiritual de la humanidad. P. ¿Necesito fe para meditar? R. En principio podemos no ser concientes de lo que nos brinda meditar. Podemos tener poca fe o ninguna. Necesitamos fidelidad para seguir meditando. P. ¿Cuáles son los beneficios físicos? R. La evidencia médica muestra por ejemplo que la meditación baja la presión sanguínea y mejora el sistema inmunológico. Pero la mayor significación de la meditación es mejorar el sentido de nuestra plenitud humana en la armonía del cuerpo, la mente y el espíritu. P. ¿Es lo mismo que la Oración Centrante? R. Hay una armonía esencial en estas dos formas de meditación. La Oración Centrante da un énfasis diferente al mantra.

Compilado por Desmond J. Moloney 1

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el REGALO El papel del grupo de meditación Cristiana

El encuentro grupal semanal

El legado especial de la vida y la enseñanza de John Main es el notable crecimiento de los pequeños grupos de meditación cristiana que se reúnen semanalmente en muchos países del mundo. La esperanza de John Main era que la enseñanza fuera compartida de un modo orgánico a través de pequeños grupos de hombres y mujeres que se encuentren habitualmente en hogares, parroquias, escuelas y lugares de trabajo. Él tenía una profunda comprensión de la antigua tradición de los cristianos reuniéndose para orar. Como Laurence Freeman lo ha señalado, él vio este moderno desarrollo de la contemplación originándose en las comunidades de fe y en la liturgia del corazón en los comienzos de la Iglesia. Estos primeros cristianos también se reunían en pequeños grupos en sus casas. Este reunirse para la oración formaba la ‘koinonia’ o interacción social y comunión que era la marca distintiva y el poder de la Iglesia en sus comienzos. John Main tenía una comprensión clara de la necesidad de comunidad de fe que solidificaría el compromiso personal con la disciplina espiritual de la meditación al mismo tiempo que haría la enseñanza accesible a los recién llegados. Nuestra experiencia humana nos dice que encontrarnos con otros en un peregrinaje común puede darnos el apoyo que necesitamos para llevar adelante el viaje. La experiencia también ha demostrado que cuando un grupo comienza en una nueva área geográfica, se unirá al grupo gente que nunca había meditado antes. Los nuevos grupos introducen nueva gente en la meditación. Hay una cantidad de buenas razones de por qué deberíamos participar de un grupo de meditación una vez por semana. Encontrarse en un grupo promueve un vínculo espiritual entre los integrantes y un interés mutuo entre quienes han comenzado juntos un peregrinaje. Como dijimos, el grupo de meditación es realmente una comunidad de fe muy parecida a la comunidad de los primeros cristianos de los tiempos de San Pablo. Comentando sobre meditar en un grupo, el P. William Johnston SJ, en su libro, El ojo interior del amor, dice: “Por ejemplo, nos podemos sentar juntos en silencio y meditación sin palabras. Y en esa situación podemos sentir no solo el silencio en nuestros corazones sino el silencio de todo el grupo. A veces ese silencio será casi palpable y puede unir a la gente más profundamente que cualquier palabra”. El corazón de la reunión del grupo de meditación es compartir juntos el silencio. Esta es la razón primordial de por qué la gente de todo el mundo espontáneamente comienza pequeños grupos para meditar juntos semanalmente. El poder y la fuerza de meditar juntos proviene de las palabras de Jesús “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos” (Mat. 18:20). Esta es la razón principal para reunirnos una vez por semana. Es como si los meditadores instintivamente se dieran cuenta que este es un viaje difícil de hacer en soledad; es un viaje que es mucho más fácil si lo hacemos con otros. Es verdad que nadie puede meditar por nosotros, que meditamos en soledad cada día, pero el mismo tiempo nos damos cuenta que necesitamos el apoyo de otros si queremos perseverar en este viaje. El encuadre del grupo permite a los principiantes aprender a meditar. Los recién llegados pueden ser integrados en un grupo en cualquier momento. Además, el grupo semanal proporciona apoyo y aliento a quienes podrían estar desalentados o experimenten dificultades ‘en el camino’. Todos nosotros necesitamos de tiempo en tiempo, el aliento de ver a otros que son fieles y comprometidos con la disciplina.

También necesitamos absorber la enseñanza más profundamente y lo hacemos en la reunión semanal con las lecturas de John Main. Hay alrededor de 200 charlas del P. John disponibles, que tratan sobre diversos aspectos de la meditación (están grabadas en inglés, fíjate en la última sección de Recursos). También hay varios libros traducidos al español y puedes encontrar sus títulos en esa misma sección de Recursos disponibles. Estos recursos instruyen y profundizan la motivación y así nos ayudan a perseverar en el camino. Nos dan un impulso espiritual cada semana: son parte del alimento que necesitamos para el viaje.

El papel del grupo de meditación cristiana

El grupo semanal de meditación Cristiana es un fenómeno significativo de la iglesia actual. Es parte del gran movimiento del Espíritu Santo que está profundizando la vida espiritual de los laicos cristianos en todo el mundo. Hay ahora grupos que se encuentran en 100 países, en parroquias, oficinas, escuelas, prisiones, hospitales y comunidades. El grupo de meditación cristiana es diferente de otro grupo común de oración. Aunque la meditación no excluye otras formas de oración, es para los meditadores el fundamento de su vida espiritual. Por lo tanto, el grupo semanal de meditación no se enfoca en la oración vocal, la petición o la alabanza. Esto debería quedar claro para los recién llegados. El formato del grupo es simple y el encuentro es usualmente más corto que un grupo de oración – alrededor de una hora. Consta de tres elementos esenciales: ■ tiempo de enseñanza (una lectura o una charla) ■ media hora de meditación en silencio ■ tiempo para preguntas y para compartir El líder del grupo acepta la responsabilidad en nombre del grupo de atenerse a este formato. El líder por lo tanto prepara la música para ser escuchada al comienzo del grupo, el tiempo de la meditación y la orientación al momento de las preguntas y el compartir. El grupo es una comunidad. Está vinculado por una amistad espiritual profunda entre sus miembros. Alienta a la gente a perseverar en la meditación, los apoya en su práctica diaria y los ayuda a recomenzar cuando desisten. El grupo es también un centro de hospitalidad espiritual para cualquiera que busque a Dios. Es un grupo de enseñanza donde la gente puede aprender sobre la meditación en la fe cristiana y puede ser ayudada para comenzar. El líder del grupo es un meditador común como cualquier otro. Él o ella no es establecido como un gurú o un experto. Pero ellos comparten la fe y el compromiso. Después de meditar por un tiempo ellos probablemente respondan desde su propia experiencia a las preguntas sencillas de los principiantes. Los líderes de grupo, sin embargo, pertenecen también a una comunidad más amplia y pueden recurrir a otros para pedir ayuda o aconsejarse en cualquier momento. Pueden profundizar continuamente su propia comprensión de la meditación leyendo a John Main o a Laurence Freeman o escuchando sus grabaciones (en inglés), participando de retiros o seminarios, y por supuesto por su propia lectura continua de las Escrituras y su vida sacramental.

Resumen de una charla de Laurence Freeman OSB en Singapur

El líder del grupo de meditación cristiana Las cualidades de un líder de grupo: ■ Un compromiso personal a la meditación como es enseñada por la Comunidad para la Meditación Cristiana ■ El deseo de compartir este regalo con otros. ■ Un sentido de pertenencia a la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana que esta enseñanza ha creado en todo el mundo. Las responsabilidades de un líder de grupo: ■ Ser un centro estable para las reuniones grupales semanales. Estar ahí o arreglar que el grupo sea liderado por alguien más. Arreglar los aspectos prácticos de espacio y tiempo para los encuentros. Tener preparada la lectura o la charla y la indicación del tiempo para la meditación. ■ Dar la bienvenida a los recién llegados e introducirlos en la enseñanza y a los otros integrantes del grupo de forma amigable. Mostrar interés en las preguntas y el progreso de los recién llegados. ■ Alentar la práctica diaria con un compromiso de meditar dos veces al día pero también reconocer que le lleva tiempo a la gente sostener esa disciplina. ■ Estar en contacto personal con la comunidad más amplia de meditadores, local y globalmente. Desafíos de liderar un grupo: ■ Ver que el significado y la fuerza del grupo están fundados en su fe, no en su cantidad de integrantes. Un grupo de 2 o 3 es tan bueno como un grupo de 20 o 30. ■ Ver que la gente puede venir al grupo por un tiempo y luego irse. No puedes decir lo que el Espíritu puede haber hecho en esa persona a través de su corta estadía en el grupo. ■ Profundizar su práctica personal de meditación para ser un mejor presentador de la misma a otros. ■ Ver que su experiencia de Dios se profundiza siendo parte del camino de otros para llegar a conocer a Dios.

Resumen de una charla por el P. Laurence Freeman OSB en Singapur Excelente Recurso: Una perla de gran valor. Por Laurence Freeman OSB

La percepción profunda de John Main sobre los pequeños grupos Se ha dicho que en cada época de la historia Dios suscita profetas y maestros para asegurar que Su trabajo sea realizado. John Main es ciertamente considerado uno de estos grandes maestros espirituales del siglo XX. Pero él fue también profeta, en un sentido real. John Main tenía un profundo sentido y una visión profética de que su enseñanza sobre el silencio y la quietud en la oración deberían ser trasmitidos primordialmente en pequeños grupos. Su esperanza era que esta enseñanza y esta práctica serían compartidas de una forma orgánica a través del apoyo de pequeños grupos de hombres y mujeres basados en reuniones semanales en casas, iglesias, escuelas y lugares de trabajo. Él tenía una profunda comprensión de la antigua tradición de cristianos reuniéndose para orar. Grupos de meditación: comunidades de fe Como ha señalado Laurence Freeman, “John Main vio este desarrollo moderno de la contemplación originándose en las comunidades de fe y de la liturgia, en el corazón de la iglesia primitiva. Esos primeros cristianos también se reunían en pequeños grupos en la casa de unos y otros. Este reunirse en oración formó la “koinonia”, o comunión e interacción social que era la marca distintiva y el poder de la iglesia primitiva”. Estos pequeños grupos se reunían para orar y ofrecer apoyo mutuo y aliento en el compartir de su fe. Las raíces históricas de los pequeños grupos No hay duda que la enseñanza de la espiritualidad está históricamente arraigada en la tradición de los pequeños grupos. Los israelitas fueron divididos en pequeñas tribus y unidades familiares, particularmente durante su permanencia en el desierto. Jesús eligió un pequeño grupo de doce para formar el corazón de su ministerio. A lo largo de los últimos 2000 años, pequeños grupos de hombres y mujeres se han congregado en la vida monástica para vivir en comunidad y apoyarse unos a otros en su viaje espiritual. Parece ciertamente natural que la gente que ora contemplativamente en el siglo XXI debería también reunirse en grupos para apoyarse unos a otros en su peregrinaje compartido. Los pequeños grupos están hoy redefiniendo la espiritualidad Un libro reciente, Sharing the Journey (Compartiendo el viaje) de Robert Wuthnow documenta esta creciente popularidad e influencia de los pequeños grupos para crear comunidad y enseñar espiritualidad.

Wuthnow sostiene que los pequeños grupos “pueden estar redefiniendo la espiritualidad” y que la iglesia está nuevamente tomando vida en los humildes hogares de quienes están en el camino espiritual. El autor también confirma a través de la investigación, que los pequeños grupos han surgido en respuesta a la impersonalización de la sociedad y el debilitamiento de los lazos familiares y comunitarios. Lo que nos confirma también la experiencia a través de los años, desde que John Main comenzó el primer grupo en la Abadía de Ealing en Londres en 1975. Esto es lo que hemos aprendido sobre el rol de los grupos semanales de meditación. Por qué los meditadores se encuentran en grupos El corazón de la meditación grupal es compartir juntos el silencio. Esta es la razón principal por la que espontáneamente, la gente de todo el mundo está iniciando pequeños grupos para meditar semanalmente juntos. El poder y la fuerza de meditar juntos viene de las palabras de Jesús, “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos” (Mat. 18:2). Esta es la razón más importante para reunirse una vez por semana. Es como si los meditadores se dieran cuenta instintivamente que es difícil hacerlo solos; es un viaje que es mucho más fácil si lo hacemos con otros. Es verdad que nadie puede meditar por nosotros, que meditamos por nosotros mismos cada día, pero al mismo tiempo, nos damos cuenta que necesitamos el apoyo de otros si queremos perseverar en este viaje. El desarrollo de un vínculo espiritual entre los miembros del grupo Encontrarse en un grupo promueve un vínculo espiritual entre sus miembros y un mutuo cuidado entre quienes han establecido un peregrinaje compartido. El grupo de meditación es realmente una comunidad de fe, muy como los primeros cristianos experimentaron la comunidad en tiempos de San Pablo. El encuadre del grupo permite a los principiantes aprender a meditar. Los recién llegados pueden ser integrados al grupo en cualquier momento. La experiencia ha demostrado que cuando un grupo comienza en una nueva área geográfica, se unirá al grupo gente que nunca ha meditado. Los nuevos grupos introducen a nuevos meditadores en la enseñanza. Los pequeños grupos dan apoyo y aliento en el camino espiritual El encuentro grupal semanal proporciona apoyo y aliento a quienes puedan desalentarse al experimentar las dificultades del camino. Todos necesitamos, de tiempo en tiempo, el aliento de ver a otros que sean fieles y comprometidos con la disciplina. También necesitamos absorber la enseñanza más profundamente y lo hacemos en el encuentro semanal con las lecturas o charlas sobre algunos aspectos de la Meditación Cristiana. Hay ahora unos 14 libros en español sobre meditación cristiana, publicados por Editorial Bonum, Editorial Santa María y Editorial San Pablo de Argentina, y Editorial Convivium de Miami, Ee.Uu.. También pueden conseguirse 250 charlas del P. John Main y charlas adicionales del P. Laurence Freeman sobre diversos aspectos de la meditación. Estas charlas se han publicado en CDs en idioma inglés.

Estos recursos brindan instrucciones, profundizan nuestra motivación y nos ayudan a perseverar en el camino. Nos dan impulso espiritual cada semana: son parte del alimento que necesitamos para el viaje de la meditación. El momento final de preguntas y respuestas en cada encuentro, con frecuencia ayuda inmensamente a clarificar situaciones, no solo a quien pregunta, que es frecuentemente un recién llegado, sino también para otros miembros del grupo. El intercambio permite a los integrantes expresar sus dudas, miedos y malentendidos sobre la enseñanza. ¿Dónde se reúnen los grupos? Los grupos se reúnen en diversos lugares y en distintos horarios durante el día y al atardecer. Hay actualmente más de 2000 grupos que se reúnen en más de 100 países del mundo en casas de familia, departamentos, escuelas, iglesias, comunidades religiosas, centros de Meditación Cristiana, capillas, universidades, prisiones, edificios de oficinas gubernamentales, fábricas. La lista de los grupos y de sus horarios de reunión se consigue de los líderes y Coordinadores Nacionales de Meditación Cristiana en diversos países. Una lista internacional de grupos se consigue en The International Centre, The World Community for Christian Meditation, St. Mark’s Church, Myddelton Square, London ECR1XX, England (Centro Internacional, Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, St. Mark´s Church, Myddelton Square, London ECR1XX, Londres, Inglaterra). ¿Qué sucede en el encuentro semanal? El encuentro grupal semanal típico dura alrededor de una hora e incluye una bienvenida abierta a los miembros por parte del líder del grupo. En la mayoría de los grupos se enciende una vela que simboliza la presencia de Cristo. Esto es seguido por unos 20 minutos de charla o una breve lectura de un texto de John Main o de Laurence Freeman sobre algún aspecto de la práctica y la enseñanza de la meditación, seguido por el corazón del encuentro, 25 minutos de meditación silenciosa. Al concluir la meditación puede darse cualquier aviso y los recién llegados tienen la oportunidad de hacer cualquier pregunta concerniente a la enseñanza. En una cantidad cada vez mayor de grupos, el líder da una breve charla sobre John Main en la reunión. Luego les pide a los integrantes un diálogo sobre los temas que haya presentado. Comenzar un grupo ¿Cómo comienzan los grupos? El ingrediente más importante al comenzar un nuevo grupo es el compromiso del líder a dedicar el tiempo y el esfuerzo requeridos para comenzar y guiar un grupo. Se requiere decidir el horario y el día del encuentro, y encontrar un lugar para su funcionamiento (un lugar tranquilo). Pueden hacerse una serie de cosas para atraer recién llegados al grupo. Puede enviarse una carta a todas las iglesias de la zona pidiendo anunciar desde el púlpito y desde el boletín que se abre el grupo. Pueden prepararse afiches para colocar en los paneles de noticias de las iglesias. Puede enviarse notas a los diarios o periódicos religiosos y de la comunidad.

Puede enviarse una información a las estaciones locales de cablevisión y de radio. Pueden colocarse carteles en los boletines de las plazas de los shoppings. El papel del líder del grupo El líder debe trabajar en iniciar el grupo como si humanamente hablando todo dependiera de él o de ella, y al mismo tiempo comprendiendo que en la dimensión de la fe el crecimiento y el éxito del grupo dependerán de Dios. El número de integrantes no es importante en un grupo. Nuestro Señor dice “donde dos o tres se reúnen en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Donde se reúnen dos meditadores hay un grupo de meditación. Una vez que el grupo comienza, otros se unirán con el tiempo. Un líder necesitará un grabador, algunos de los libros de John Main y de Laurence Freeman sobre meditación, y un medidor de tiempo. Donde la electricidad, el grabador o el idioma no estén disponibles (ya que los Cds y DVDs están generalmente solo disponibles en inglés), pueden leerse selecciones de los libros de ambos autores. Muchos líderes de grupos utilizan como medidor del tiempo un CD programado con unos breves momentos de música, 25 minutos de silencio y nuevamente música que señala el final del período de meditación. Más que estos elementos materiales, el líder de meditación requerirá fe y compromiso. Fe para “esperar al Señor” no solo en la meditación sino también para incrementar los nuevos miembros. Pero Dios trabaja a través de la instrumentalidad de los seres humanos. Si el líder ha trabajado para comunicar información sobre el nuevo grupo, Dios dará el crecimiento… y un nuevo grupo de meditación habrá nacido y florecerá. Las otras ventajas de los pequeños grupos Los pequeños grupos de meditación cristiana tienen una gran ventaja para adaptarse a su medio. No requieren virtualmente ningún recurso, más que el tiempo que sus integrantes dedican al grupo cada semana. El pequeño grupo proporciona un sentido de comunidad para la gente que siente la pérdida y la ruptura de los lazos personales familiares y de vecindad. La necesidad de aliento, de apoyo y de compartir son razones adicionales para unirse a un grupo. Todos necesitamos ser afirmados por otros y así nuestra fe puede fortalecerse a través de los vínculos de amor, cuidado y compañerismo que se desarrollan en el pequeño grupo. Los valores básicos espirituales y humanos son compartidos en un encuadre de grupo y a partir de ahí se desarrollan amistades. No somos, al contrario de la percepción pública, una sociedad de ásperos individualistas, que desean ir por ella enteramente solos, sino gente comunitaria, capaces de hacer causa común en grupos de ayuda mutua. La revolución espiritual que ocurre hoy en los pequeños grupos Mientras que estos hallazgos serán de interés para cualquiera que participe en los grupos de meditación cristiana, ya sea como miembros o como líderes, debería señalarse que el período de meditación mismo proveerá un

fuerte lazo de unión dentro del grupo. Por ser la oración del mismo Jesús, necesariamente se sigue que el espíritu de amor y de amistad debería desarrollarse dentro del grupo. Como ha escrito Laurence Freeman: “Los primitivos cristianos experimentaron esta realidad interior de la oración y conocieron el estrecho vínculo de unidad que brinda. Pero a medida que corrieron los años, el énfasis de la iglesia cayó más y más sobre la oración formal y la observancia externa. Su interioridad se debilitó, y dondequiera que se debilitó, disminuyó la influencia de la iglesia y su vida espiritual se volvió más estéril”. Hoy, en el encuadre de los pequeños grupos, estamos recobrando la oración que nos lleva de la cabeza al corazón, de la fragmentación a la unidad, del aislamiento al cuidado. Esta es la revolución espiritual que está ocurriendo actualmente alrededor del mundo.

Paul Harris

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Recursos

LA COMUNIDAD MUNDIAL PARA LA MEDITACIÓN CRISTIANA

La Escuela de Meditación Recursos básicos para principiantes en meditación y para nuevos grupos PERSONAS QUE RECIÉN COMIENZAN A MEDITAR Las personas necesitan sentir apoyo personal. El líder de grupo debería ofrecer un encuentro personal con cada nuevo meditador para hablar sobre la práctica y responder preguntas. Si el principiante no puede concurrir regularmente a un grupo debería sugerirse algún otro modo de permanecer en contacto – la reunión local mensual o alguna otra forma de apoyo personal. LIBROS DISPONIBLES EN ESPAÑOL INDICADOS PARA QUIENES COMIENZAN A MEDITAR: ■ De John Main O.S.B.

El Camino de la Meditación, Momento de Cristo. Ed. Convivium Press, Miami, 2008 Silencio y quietud para cada día del año. (Paul Harris editor) Ed. Bonum, Bs. As. 2008

■ De Laurence Freeman O.S.B. Meditación cristiana. Nuestra práctica diaria. Ed. Bonum, Bs. As., 2007. Luz interior. Camino de contemplación. Ed. Bonum, Bs. As. 2008

■ VIDEO CLIPS DE YOUTUBE (www.youtube.com/user/meditatiowccm) Algunos de los publicados en idioma español: WCCM en Latino América - Magdalena Puebla, Argentina WCCM en Latino América - Marina Müller, Argentina Encuentro con los jóvenes del Oratorio salesiano Silencio en la ciudad. Meditación Cristiana. (subtitulado) Meditación cristiana 2

Encuentro de Enseñanzas Esenciales Argentina: La Tradición de la Meditación Cristiana (Traductora Magdalena Puebla)

Encuentro de Enseñanzas Esenciales Argentina: Etapas de la jornada (Traductora Magdalena Puebla)

El camino de la meditación by John Main (Audio en español) Freeman Jesús Subtitulado Marta y María.wmv (subtitulado) Atención por Laurence Freeman subtitulado Laurence Freeman OSB: Business and Contemplation, talk in Argentina

(Negocios y contemplación, charla en Argentina, traducción por Magdalena Puebla)

Christian Meditation Retreat in Argentina "Why are you afraid?" … (Retiro de Meditación Cristiana en Argentina “¿Por qué tienen miedo?” 1ª charla: traducción por Magdalena Puebla)

Christian Meditation Retreat in Argentina "Why are you afraid?" (Retiro de Meditación Cristiana en Argentina “¿Por qué tienen miedo?” 2ª charla; traducción por Magdalena Puebla)

Christian Meditation Retreat in Argentina "Why are you afraid?" (Retiro de Meditación Cristiana en Argentina “¿Por qué tienen miedo?” 3ª charla; traducción por Magdalena Puebla)

Christian Meditation Retreat in Argentina "Why are you afraid?" ((Retiro de Meditación Cristiana en Argentina “¿Por qué tienen miedo?” 4ª charla; traducción por Magdalena Puebla)

Leading From the Centre: Laurence Freeman talk to business people in Uruguay (Liderando desde el centro: charla de Laurence Freeman a gente de negocios en Uruguay, traducido al español en vivo)

Retreat in Uruguay with Laurence Freeman OSB Talk 01 (Retiro en Uruguay con Laurence Freeman: charla 1; Traductora Magdalena Puebla)

Retreat in Uruguay with Laurence Freeman OSB Talk 02 (Retiro en Uruguay con Laurence Freeman: charla 2; Traductora Magdalena Puebla)

Retreat in Uruguay with Laurence Freeman OSB Talk 03 (Retiro en Uruguay con Laurence Freeman: charla 3; Traductora Magdalena Puebla)

Retreat in Uruguay with Laurence Freeman OSB Talk 04 (Retiro en Uruguay con Laurence Freeman: charla 4; Traductora Magdalena Puebla)

NUEVOS GRUPOS Como los individuos, los nuevos grupos necesitan apoyo personal. El líder de grupo debería sentirse conectado en forma frecuente con el coordinador local o regional o nacional. Deberían ser alentados a ofrecer el Fin de Semana de Enseñanzas Esenciales (ETW) y a usar las Enseñanzas Semanales en sus grupos semanales, ofreciendo copias o enviando por email a sus integrantes para que sean leídos durante la semana. El líder de grupo debería ser ayudado a familiarizarse con La perla de gran valor y a comprender el formato del grupo y la necesidad de consistencia. También debería ser ayudado a elegir y priorizar los recursos de las listas que siguen, por ejemplo, un nuevo grupo en sus primeros tiempos debería concentrarse en los elementos básicos de las enseñanzas antes de usar los CDs de Meditatio (que por el momento solo se consiguen en inglés).

LIBROS: Anhelo de profundidad y sentido. (Peter Ng compilador) Ed. Bonum, Bs. As. 2013. De la palabra al silencio. John Main Ed. Bonum, Bs. As., 2010 Meditación cristiana y silencio. Laurence Freeman. Ed. Bonum, Bs. As. 2006. Silencio y quietud para cada día del año. (Paul Harris editor) Ed. Bonum, Bs. As. 2008 Una perla de gran valor. Ed. Bonum, Bs. As. 2008. CDs (en inglés) ■ Time Peace (MedioMedia) ■ In the Beginning and other Communitas Series – John Main ■ Lord Teach us to Pray – Laurence Freeman ■ Practical Wisdom (3 series) – Laurence Freeman ■ The Essential Teaching – John Main ■ The Essentials of Christian Meditation – Laurence Freeman ■ Letting Go – Laurence Freeman DVDs ■ The Pilgrimage. (Medio Media; subtitulado en español y otros idiomas) ■ Christian Meditation with children. An introduction. (Meditatio; subtitulado en español y en portugués) ■ The School Journey. The story of Christian Meditation in UK Primary Schools. (Meditatio: subtitulado en español y en portugués) ■ The Journey of Meditation – Laurence Freeman (Medio Media; en inglés) ■ The essential teaching of Christian Meditation. (Medio Media; en inglés) Otros libros sobre Meditación Cristiana disponibles en español:

■ De John Main: El camino de la meditación de Momento de Cristo. Ed. Convivium Press, Miami, 2009. ■ De Laurence Freeman: A primera vista. Ed. San Pablo, Bs. As. 2012. Jesús, el maestro interior. Ed. Bonum, Bs. As., 2005. ■ De otros autores o compiladores:

■ Anónimo inglés del S. XIV La nube del no saber. Ed. Bonum, Bs. As., 2009.

■ De Bede Griffiths, O.S.B. Matrimonio entre Oriente y Occidente. Hacia la plenitud del alma. Ed. Bonum, Bs. As. 2006. ■ De Paul Harris Meditación cristiana. Preguntas frecuentes. Editorial Sta. María, Bs. As. 2015.

■ De Marina Müller Abrir los ojos del corazón. Un retiro con el P. Laurence Freeman, O.S.B. Ed. Bonum, Bs. As. 2007. Hacia el centro. Meditación Cristiana e interioridad. Ed. Bonum, Bs. As. 2008. Meditación. Un camino sanador. Ed. Bonum, Bs.As. 2013

■ De Kim Nataraja (compiladora)

Camino al corazón. Raíces del misticismo cristiano. 1. De Jesús a San Agustín. Ed. Sta. María. Bs. As., 2013. 2. De San Benito a San Ignacio de Loyola. Ed. Sta. María. Bs. As., 2014. 3. De Santa Teresa de Ávila a John Main. Ed. Sta. María. Bs. As., 2014.

■ De Brian Pierce O.P.

Caminando juntos. Procesiones espirituales y meditación caminante. Ed. Bonum, Bs. As. 2007.

■ Del Dalai Lama (con introducción y contexto cristiano de Laurence Freeman, O.S.B.)

El corazón bondadoso (Seminario John Main 1994). Ed. Kairós, Barcelona 2004. PÁGINAS WEB www.wccm.org y las páginas de la Escuela de Meditación http://www.theschoolofmeditation.org/ En castellano: www.meditacioncristiana.net

■ Escuela de meditación: http://www.meditacioncristiana.net/la_escuela_de_meditacion ■ Meditación con niños y jóvenes: http://www.meditacioncristiana.net/meditacion_con_ninos_y_jovenes ■ Enseñanzas semanales: http://www.meditacioncristiana.net/ensenanzas_semanales ■ Lecturas semanales: http://www.meditacioncristiana.net/las_lecturas_semanales ■ Recursos: http://www.meditacioncristiana.net/recursos ■ Grupos y contactos habla hispana: http://www.meditacioncristiana.net/grupos_y_contactos_habla_hispana

Si deseas averiguar más sobre estos recursos, por favor contacta con el ■ Director de la Escuela de Meditación de la WCCM, Eugene Bebeau The World Community for Christian Meditation Meditatio House 32 Hamilton Road, London W5 2EH, UK Tel: 020 7278 2070 Fax: 020 7713 7573

e-mail (directo): [email protected] e-mail (del Centro Meditatio): [email protected] ■ O con tu Coordinador o Coordinadora Nacional: encuentras los contactos en http://www.meditacioncristiana.net/grupos_y_contactos_habla_hispana ■ O con la Coordinadora de la Escuela de Meditación de Argentina y países hispanohablantes sudamericanos, Marina Müller [email protected]

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