Complot Mongol

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E LCOMPLOT MONGOL conjeturo acerca de ellos. Sin embar- go, siempre soy yo el que habla. Tén- ganlo presente. El cambio de persona obedece a necesidades propias de la anécdota, no es un recurso artificioso. García es un hombre solo cuya única posesión son unos muebles casi sin usar, un automóvil, un dinerito ahorrado, ¡ah! y un edificio de departamentos, en uno de los cuales vive. Siempre con un pinche en la boca, se describe como un tipo absolutamente inexpresivo, salvo sus ojos verdes, razón por la cual causa espanto en la gente. Su oficio —nunca aprendió a hacer otra cosa— es matar. No le gustan los chistes. Tampoco cree en las leyes de los licenciaditos que vi- nieron a sustituir a los generales revo- Fernando Martínez Ramírez Fernando Martínez Ramírez es pro- fesor investigador de la UAM Azcapotzalco. Ha publicado el li- bro de cuentos La babel de los pa- yasos (Miguel Ángel Porrúa, 2000) y el ensayo monográfico sobre Kierkegaard, El más desgraciado (UAM Xochimilco, 2000). TIEMPO 76 APUNTES lucionarios, pues están hechas para los pendejos, y para ser violadas por quie- nes tienen el poder, de la política, del dinero o de un arma. Proveniente de una época donde para actuar se necesitaban güevos, no títu- los universitarios, Filiberto se siente ajeno pero adaptado, a pesar de todo, al nuevo estado de cosas. Para él, los que se dedican a la filosofía —y en ge- neral a cultivar la intelligentzia— son putos de bigotito que se aclaman existencialistas, les gusta el arte figura- tivo y deploran los calendarios de la Casa Galas. Los políticos, por su par- te, van por el mundo como redento- res, fingiendo tener conciencia ética, mientras él efectivamente la tiene, y la practica en lo cercano, sin grandes vo- caciones, digamos, holísticas. Ellos vis- ten su discurso con eufemismos, no se manchan las manos con trabajos su- cios, aunque eso sí, llaman leales a quie- nes los realizan. García, claro está, no es un santón, también concibe ideas nefastas, pero a diferencia de aquéllos termina hacien- do lo correcto casi siempre, de acuer- do con las circunstancias, tratando de actuar con la mayor verdad posible. Sus pensamientos —que son sus deseos— van a contrapelo de su honestidad, Y el que no conoce a Dios, a cualquier pendejo se le hinca. Filiberto García Mediante un narrador prota- gonista que cuenta la historia en terce- ra persona deslizándose constantemen- te hacia la primera para monologar, Filiberto García, ni héroe ni antihéroe, tácitamente nos dice en El complot mongol: soy un tipo a quien la Revolu- ción despojó de todo, salvo de una pe- queña herencia paterna guardada opor- tunamente en Estados Unidos. Una de mis aficiones ha llegado a ser la escri- tura de novelas policiacas, como la que ustedes tienen en sus manos. Se trata en realidad de mi propia vida. Perdo- narán que la cuente así, pero es un re- curso narrativo para marcar la diferen- cia entre los hechos y lo que pienso o

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  • EL COMPLOTMONGOLconjeturo acerca de ellos. Sin embar-go, siempre soy yo el que habla. Tn-ganlo presente. El cambio de personaobedece a necesidades propias de laancdota, no es un recurso artificioso.

    Garca es un hombre solo cuya nicaposesin son unos muebles casi sin usar,un automvil, un dinerito ahorrado,ah! y un edificio de departamentos, enuno de los cuales vive. Siempre con unpinche en la boca, se describe como untipo absolutamente inexpresivo, salvosus ojos verdes, razn por la cual causaespanto en la gente. Su oficio nuncaaprendi a hacer otra cosa es matar.No le gustan los chistes. Tampoco creeen las leyes de los licenciaditos que vi-nieron a sustituir a los generales revo-

    Fernando Martnez Ramrez

    Fernando Martnez Ramrez es pro-

    fesor investigador de la UAM

    Azcapotzalco. Ha publicado el l i-

    bro de cuentos La babel de los pa-

    yasos (Miguel ngel Porra, 2000)

    y el ensayo monogrfico sobre

    Kierkegaard, El ms desgraciado

    (UAM Xochimilco, 2000).

    TIEMPO 76 APUNTES

    lucionarios, pues estn hechas para lospendejos, y para ser violadas por quie-nes tienen el poder, de la poltica, deldinero o de un arma.

    Proveniente de una poca donde paraactuar se necesitaban gevos, no ttu-los universitarios, Filiberto se sienteajeno pero adaptado, a pesar de todo,al nuevo estado de cosas. Para l, losque se dedican a la filosofa y en ge-neral a cultivar la intelligentzia sonputos de bigotito que se aclamanexistencialistas, les gusta el arte figura-tivo y deploran los calendarios de laCasa Galas. Los polticos, por su par-te, van por el mundo como redento-res, fingiendo tener conciencia tica,mientras l efectivamente la tiene, y lapractica en lo cercano, sin grandes vo-caciones, digamos, holsticas. Ellos vis-ten su discurso con eufemismos, no semanchan las manos con trabajos su-cios, aunque eso s, llaman leales a quie-nes los realizan.

    Garca, claro est, no es un santn,tambin concibe ideas nefastas, pero adiferencia de aqullos termina hacien-do lo correcto casi siempre, de acuer-do con las circunstancias, tratando deactuar con la mayor verdad posible. Suspensamientos que son sus deseosvan a contrapelo de su honestidad,

    Y el que no conoce a Dios,a cualquier pendejo se le hinca.

    Filiberto Garca

    Mediante un narrador prota-gonista que cuenta la historia en terce-ra persona deslizndose constantemen-te hacia la primera para monologar,Filiberto Garca, ni hroe ni antihroe,tcitamente nos dice en El complotmongol: soy un tipo a quien la Revolu-cin despoj de todo, salvo de una pe-quea herencia paterna guardada opor-tunamente en Estados Unidos. Una demis aficiones ha llegado a ser la escri-tura de novelas policiacas, como la queustedes tienen en sus manos. Se trataen realidad de mi propia vida. Perdo-narn que la cuente as, pero es un re-curso narrativo para marcar la diferen-cia entre los hechos y lo que pienso o

  • como si pensara lo peor nicamentepara afianzarse en lo mejor. Mientras,slo le resta obedecer rdenes de susjefes, en tanto no se trate de una burlao de una traicin, porque a l no legusta hacerla de muertito. Su vida esprimero, la honestidad despus y ladignidad viene en tercer trmino.

    Filiberto va por el mundo dudando, ytambin filosofando, pues es un hom-bre de pocas palabras pero de muchaspinches reflexiones. Su consigna exis-tencial, sobrentendida, es: hacen comoque mandan, hago como que obedez-co. As se la ha ido llevando durantetoda su vida, hasta que un da, sesentnya, se enamora muy a su pesar, mien-tras cumple la misin de descubrir unsupuesto complot internacional paramatar al presidente de Estados Unidosen su visita a Mxico. La interfecta, laenamorante es una china de veinticin-co aos llamada Martita, mujer que eldestino le ha vendido en baratillo albuen Garca. Esta chale se encuentraen Mxico ilegalmente, con pasaporteapcrifo, situacin de la cual se ha va-lido el oportunista Liu, vendedor debaratijas orientales en el barrio chino,para chantajearla y tenerla como su se-gunda consorte.

    A Filiberto Garca le ha sido encomen-dada la tarea de descubrir el comploturdido contra el presidente gringo. Paraello debe cooperar con un agente delFBI y otro de la Secreta rusa. Sin em-bargo, sta no es sino la fachada queoculta las verdaderas intenciones: untal licenciado Del Valle aspira a la pre-sidencia de Mxico y para alcanzarladebe eliminar a su adversario poltico,el actual gobernante. Garca resulta tilpara disimular estos planes: es tan sloun matn que no piensa y adems tie-ne buenos vnculos con la comunidadchina en Mxico. En otras palabras: esuna tapadera, un chivo expiatorio alque se le dan tres das para desarticularla supuesta intriga internacional.

    La atmsfera paranoica, con sus suspi-cacias, persecuciones, asesinados; conlos malos y tramposos y los buenos einocentes, el ambiente tpico de la no-vela policiaca se genera a partir de unaconviccin ntima e irnica del prota-gonista: todos saben algo que no de-beran saber acerca del otro, y el nicopendejo soy yo... No obstante, losmonlogos nos dicen lo contrario, re-velan a Garca como un dudador quesiempre va un paso atrs o adelante delos acontecimientos, nunca al parejo.Formula sus reflexiones y conjeturaspara sobresaltar la realidad, pero statermina siendo ms simple. Nos refe-rimos, desde luego, a la realidad de loshechos, no a la de los pensamientos.Con su actitud, Filiberto defiende im-plcitamente algo que podramos lla-mar solipsismo existencialista: la soledadde nuestras interpretaciones acerca dela vida. Estamos solos y solos vamosacomodando el mundo a nuestras ex-pectaciones. Finalmente, de lo que setrata es de no engaarse con respectoal rol que jugamos para los dems. Es-to le confiere a Garca una concienciaamarga y resignada que, a pesar de to-do, conserva la esperanza de hacer bienlas cosas alguna vez, por lo menos enel amor, pinche amor! En fin, una vidanormal, de familia.

    El humor negro nos sale al paso portodas partes. De repente el protagonistase siente un mexicano hacindole al de-tective ingls, es decir, sabe de literatu-ra, aunque slo lea novelas Palmolive yescriba purititas memorias a lo Vascon-celos, cuando de memorias no vive na-die. En otras palabras, la literatura nosirve para nada. Por eso l trabaja en lapolica. Ocasionalmente nos lanza fra-ses cinematogrficas, como aquella don-de se autocensura su mucha lealtad algobierno, y ste qu ha hecho por m!,cmo me lo agradece?, con el suelditoque me paga? Critica tambin la visinmaniquea de sus colegas, el gringo y elruso, gran equipo de asesinos legales!,

    quienes en todo pretenden ver al ene-migo comunista o anticomunista. Estereduccionismo no funciona en Mxi-co, aqu slo intentamos vivir, no nosandamos con pinches dilemas ideol-gicos. No obstante, tambin nosotrostenemos bien plantados nuestros este-reotipos. A los gringos, por ejemplo,siempre les vemos una sonrisa tursti-ca de vendedor de automviles.

    Cuando Del Valle se da cuenta de quesu chivo expiatorio va a descubrir elhilo de la madeja, lo acusa de inepto ylo destituye. Pero, como todo buen de-tective, Garca contina investigandopor su cuenta y descubre la verdad.Demasiado tarde. Martita ha sido ase-sinada por equivocacin. Le preocupa-ba Martita. Nunca se le haba hechocon una china. Y ahora ella est muer-ta. Ya nunca se le har con ella. Regre-sa la soledad, el silencio.

    S. Martita est muerta, muy sola consu muerte. All en mi cama. Y yo solocon mi vida. Y Del Valle y el generaly todos sos tambin andan ya consu muerte. Y yo solo con mi vida.Como que me van dejando atrs. Co-mo que yo siempre estoy en la puer-ta, abrindola para que pasen los queya van con su muerte. Pero yo mequedo fuera, siempre fuera. Y ahoraMartita ya entr y yo sigo fuera.

    Con esta novela nos ha sucedido lo quesuele pasar con los dramas donde elprotagonista cuenta su propia historia:sabemos que al final no puede morirporque si no quin narrara. A menosque fuera un muertito, otro muertito,pero eso no va con la novela policiaca.Novela policiaca? No, es ms que eso:es un dramilla existencial, una cavila-cin sobre la soledad y la muerte, unacrtica a la Revolucin Traicionada...

    Rafael Bernal, El complot mongol, Mxico, Joa-

    qun Mortiz (Booket), 2003.

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