Comprensión lectora

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Quiero destacar en primer lugar una idea o tópico que se repite machaconamente en los medios y que -cómo no- aparece también en la Presentación. La he elegido porque me parece engañosa y confusa, aunque encierre a la postre alguna verdad -discúlpeseme la ( prima facie) contradicción-, y porque creo que dice mucho del tipo de sociedad en la que vivimos. Se nos invita a leer con el señuelo de que la lectura va a proporcionarnos placer. Nada extraño este uso del placer como reclamo si, en efecto, el hedonismo es una de las notas predominantes en la cultura de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. No es este, en cualquier caso, el tema que nos ocupa ni tampoco se considera uno enemigo del placer -más bien todo lo contrario-. Sin embargo, considero errada esa asociación, pues proyecta una imagen desnaturalizada de la actividad lectora y viene a reducirla a una de sus posibles modalidades. El caso es que ni creo que el quid de la lectura esté en el posible placer o satisfacción que pueda producir, ni creo que sea conveniente presentarla, reductivamente, en su perfil lúdico o –no es exactamente lo mismo- estético. Y no digo esto movido por una moral puritana o pacata, sino por el alto concepto y valoración que tengo de la actividad lectora y por la enorme trascendencia que le atribuyo para el pleno desarrollo del aprendizaje del individuo en sociedades desarrolladas y cultas como la nuestra. Dicho pronto y bien: no leemos simplemente para entretenernos ni para divertirnos. No es ese el principal motivo de la lectura; no encarecemos ni alabamos tanto esta noble actividad por esa faceta hedónica, sino por el aprendizaje –uso el término en su sentido más ancho y extenso- al que está dirigida o que tiene como fin. Es lógico y legítimo que la industria del ocio y la cultura, cuyo fin es vender mucho y hacer negocio, destaque la lectura (los libros) como un actividad (un producto) de entretenimiento. Los sacerdotes del conocimiento y de la educación –todavía me parece válida esta metáfora- debemos, sin embargo, iluminar y orientar adecuadamente al conjunto de la sociedad. Es una de nuestras funciones y debemos aplicarnos a ella con responsabilidad. Todo lo dicho no excluye, por otro lado, el reconocimiento del digno y estimable valor lúdico y estético que puede tener la lectura de obras de ficción o de cualquier obra –no importa el género- bien realizada. Ni la satisfacción y el goce intelectual que comporta aprender. Todo esto es incuestionable. Lo que he querido subrayar antes es que no podemos ni debemos confundir lo esencial con lo accesorio, lo sustantivo con lo accidental. Un par de ideas de la Presentación que sí me gustaría destacar positivamente son las siguientes: en primer lugar, la conveniencia estratégica de vincular la lectura al placer y a la familia en la infancia y niñez. Me parece una acertada forma de condicionamiento (pavloviano) que contribuye al desarrollo de la virtud –si se me permite el término- lectora en el individuo. En segundo lugar,

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Quiero destacar en primer lugar una idea o tópico que se repite machaconamente en los medios y que -cómo no- aparece también en la Presentación. La he elegido porque me parece engañosa y confusa, aunque encierre a la postre alguna verdad -discúlpeseme la (prima facie) contradicción-, y porque creo que dice mucho del tipo de sociedad en la que vivimos. Se nos invita a leer con el señuelo de que la lectura va a proporcionarnos placer. Nada extraño este uso del placer como reclamo si, en efecto, el hedonismo es una de las notas predominantes en la cultura de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. No es este, en cualquier caso, el tema que nos ocupa ni tampoco se considera uno enemigo del placer -más bien todo lo contrario-.  Sin embargo, considero errada esa asociación, pues proyecta una imagen desnaturalizada de la actividad lectora y viene a reducirla a una de sus posibles modalidades. El caso es que ni creo que el quid de la lectura esté en el posible placer o satisfacción que pueda producir, ni creo que sea conveniente presentarla, reductivamente, en su perfil lúdico o –no es exactamente lo mismo- estético. Y no digo esto movido por una moral puritana o pacata, sino por el alto concepto y valoración que tengo de la actividad lectora y por la enorme trascendencia que le atribuyo para el pleno desarrollo del aprendizaje del individuo en sociedades desarrolladas y cultas como la nuestra. Dicho pronto y bien: no leemos simplemente para entretenernos ni para divertirnos. No es ese el principal motivo de la lectura; no encarecemos ni alabamos tanto esta noble actividad por esa faceta hedónica, sino por el aprendizaje –uso el término en su sentido más ancho y extenso- al que está dirigida o que tiene como fin. Es lógico y legítimo que la industria del ocio y la cultura, cuyo fin es vender mucho y hacer negocio, destaque la lectura (los libros) como un actividad (un producto) de entretenimiento. Los sacerdotes del conocimiento y de la educación –todavía me parece válida esta metáfora- debemos, sin embargo, iluminar y orientar adecuadamente al conjunto de la sociedad. Es una de nuestras funciones y debemos aplicarnos a ella con responsabilidad. Todo lo dicho no excluye, por otro lado, el reconocimiento del digno y estimable valor lúdico y estético que puede tener la lectura de obras de ficción o de cualquier obra –no importa el género- bien realizada. Ni la satisfacción y el goce intelectual que comporta aprender. Todo esto es incuestionable. Lo que he querido subrayar antes es que no podemos ni debemos confundir lo esencial con lo accesorio, lo sustantivo con lo accidental.

Un par de ideas de la Presentación que sí me gustaría destacar positivamente son las siguientes: en primer lugar, la conveniencia estratégica de vincular la lectura al placer y a la familia en la infancia y niñez. Me parece una acertada forma de condicionamiento (pavloviano) que contribuye al desarrollo de la virtud –si se me permite el término- lectora en el individuo. En segundo lugar, también comparto la necesidad de afrontar el desafío que para la lectura supone la era digital. El saber, el conocimiento, la información, ya no están exclusivamente –ni siquiera predominantemente- en libros impresos en papel, sino en la red. Y, por último, destacar también que uno de los formatos o soportes en los que podemos encontrar aquello que queremos aprender puede ser hoy muy a menudo audiovisual, no necesariamente escrito. Y, para terminar -acabo con esto-, reivindicar el valor de la conversación como vía de aprendizaje vital y humano.

JOSÉ ANTONIO REYES GUINDO

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Buenos días. Voy a tratar de comentar la presentación contando al mismo tiempo cómo trabajo la comprensión lectora con mi alumnado en clase.Creo que atiendo a los tres ejes en los que se asienta la lectura y que conforman al buen lector y siempre trato de que la lectura sea fuente de placer o, por lo menos, que suscite interés.Para lograr esto hay que ser muy observador y atender a las inquietudes de nuestro alumnado. De todas las tareas de comprensión lectora que he realizado, la que más me ha funcionado ha sido la lectura de una noticia cuyo titular era “Imputado por la muerte del caballo de Águila Roja”. Mi alumnado es seguidor de esta serie televisiva y, además, el tema del maltrato animal es muy gratificante solamente a la hora de trabajarlo en clase. De la misma manera que nosotros no leemos cualquier cosa, nuestro alumnado tampoco. El problema es que ellos no reparan en un proceso de selección o no tienen los medios para hacerlo y, por esa razón, optan por no leer o leer solamente del tema que les atrae. Por esta razón, creo que está en nuestra mano ofrecerles textos cercanos, de temas que les resulten atractivos, de su entorno y, gradualmente, id introduciendo lecturas más generales.Todas mis clases comienzan con diez-quince minutos de lectura y cuando llego al aula, el alumnado ya está leyendo. Parece utópico pero se consigue si lo conviertes en una rutina. Un capítulo por día basta; tirarse la ultima hora del viernes leyendo solamente tampoco creo que sea muy efectivo. Este periodo de lectura en clase tiene dos modalidades a lo largo del trimestre:

1. LECTURA OBLIGATORIA. En clase leemos un libro obligatoriamente por trimestre. Lo hacemos en voz alta, una página por alumno y un capítulo por día y trabajamos la entonación, la fluidez pero también la comprensión. Uno lee un párrafo y, seguidamente, otro comenta lo que ha acontecido en ese párrafo. Así, trabajamos también la expresión oral, se explica el vocabulario nuevo unos a otros o lo descubrimos por el contexto. En el primer ciclo de la ESO se leen libros juveniles pero en el segundo ciclo se leen clásicos de la literatura. En mi opinión, solo leyéndolos en clase de la manera que he explicado, el alumnado podrá tomar contacto con estas obras. Si dejas que se lo lea en casa, no lo hará. Solo de este modo COMUNICAREMOS la situación cultural, económica, social, política e ideológica de cada texto. Insisto: ellos solos, es imposible en la mayoría de los casos. Nadie nace lector.

2. LECTURA OPCIONAL. Mientras esperamos a que todo el alumnado cuente con el libro obligatorio o cuando ya lo hemos acabado, el alumnado debe leer en clase un libro opcional. Siguen mi consejo en cuanto a temática, edad, etc. Es en este momento en el que mi alumnado ve que yo también leo y se interesan por mis lecturas, mis gustos, si yo he leído el libro que están leyendo ellos o si me lo recomiendan. Esta lectura ha de premiarse y que quede constatada en la evaluación. Es una manera más de incentivar a la lectura. Pueden demostrar que han leído el libro con las típicas

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fichas de lectura o haciendo una recomendación lectora para nuestra revista digital.

Creo que en estos dos puntos anteriores dejo claro que estoy totalmente de acuerdo con la premisa: Para aprender a leer hay que comunicar. Y los distintos modos de leer vendrán aplicados si les ofrecemos distintos tipos de textos. Reconozco que es un arduo trabajo pero, con el tiempo, te puedes hacer de un buen compendio de textos que siempre tienes a mano.Además, ellos ven como mi marcapáginas es un lápiz que me sirve para rodear aquello que me llama la atención, anotar al margen recuerdos que me surgen gracias a la lectura o subrayar frases que luego publico en Twitter. Ofrezco enlaces a lecturas y trabajamos con nuestra revista digital y otras de literatura o de divulgación propias de su edad.En conclusión, dar ejemplo es lo fundamental. Alguno nos copiará. Decimos que no leen porque no ven leer en casa o no leen con ellos pero… ¿nos ven leer a nosotros o leemos con ellos?Gracias por vuestra atención. Añado que todas vuestras opiniones me parecen muy enriquecedoras.