Comunicar la ciencia -...

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Comunicar la ciencia Cotec Cotec Colección Innovación Práctica Comunicar la ciencia Cotec es una fundación de origen empresarial que tiene como misión contribuir al desarrollo del país mediante el fomento de la innovación tecnológica en la empresa y en la sociedad españolas. I mpulsar el conocimiento científico y tecnológico en los ciudadanos es, actualmente, una necesidad generalizada de las sociedades desarrolladas. Los ciudadanos necesitan suficiente conocimiento e información para comprender los avances científicos y tecnológicos que se producen, y estar capacitados para valorar el peso cada día mayor que éstos tienen en la economía de sus países y en su vida diaria. En “Comunicar la ciencia” se intentan revisar los aspectos más importantes de la comunicación del conocimiento científico y tecnológico, como son la divulgación y la difusión, sobre los que hay que trabajar para conseguir optimizarlos. Se aborda el papel de los protagonistas y el de los emisores y receptores, los vehículos utilizados y su cometido, la forma y el lenguaje empleados en los mensajes, etc. La divulgación del conoci- miento científico y tecnológico en la sociedad, también se traduce en una mejora de la opinión de los ciudadanos sobre la labor de los investigadores, al comprender mejor su trabajo y, sobre todo, el significado de sus resultados. Este libro viene a completar el trabajo que Cotec inició dentro de su Colección Innovación Práctica con el manual “Informar sobre Innovación”, centrado en analizar el tratamiento de la información sobre innovación en los medios de comunicación, posteriormente continuado con el documento “Comunicar la Innovación: De la empresa a los medios”, en la misma colec- ción, y en el que se ofrece un análisis de cómo las empresas comunican a los medios sus noticias sobre innovación. Este documento ha sido elaborado por Luis A. Martínez Sáez, Jefe del Gabinete de Dirección del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional desde su incorporación en 1984. En “Comunicar la ciencia” se analiza el papel que deben jugar los gabinetes de comunicación de los cen- tros de investigación y desarrollo de tecnología y de los propios investigadores, se orienta sobre el lenguaje más adecuado para transmitir el conocimiento científico a los medios de comunicación y a la sociedad en general optimizando su impacto y la comprensión del mensaje, y se describen las acciones necesarias para conseguir maximizar la difusión del nuevo conocimiento. Como la sociedad española tiene, hoy, la necesidad urgente de incorporar en la cultura de sus ciudadanos los avances científicos y tecnológicos alcanzados por la investiga- ción, si quiere orientarse hacia una sociedad del conoci- miento, hecho esencial para asegurar la futura competi- tividad de su tejido empresarial, el objetivo de este libro es ayudar a mejorar el rendimiento de la divulgación y la difusión del conocimiento científico y tecnológico en nuestro país, aumentando la dimensión tecnológica de su cultura. Plaza del Marqués de Salamanca 11, 2.º izda. 28006 Madrid Telf. (34) 91 436 47 74 Fax. (34) 91 431 12 39 www.cotec.es ACCIONA INFRAESTRUCTURAS ADER (LA RIOJA) AGENCIA DE INVERSIONES Y SERVICIOS (CASTILLA Y LEÓN) AGENCIA NAVARRA DE INNOVACIÓN Y TECNOLOGÍA ALMA CONSULTING GROUP ALMIRALL ALSTOM ESPAÑA APPLUS + ASOCIACIÓN INNOVALIA AYUNTAMIENTO DE GIJÓN AYUNTAMIENTO DE VALENCIA BILBAO BIZKAIA KUTXA CAJA DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD DE MADRID CAJA DE AHORROS Y PENSIONES DE BARCELONA CÁMARA DE COMERCIO E INDUSTRIA DE MADRID CENTRO TECNOLÓGICO DE AUTOMOCIÒN DE GALICIA CIDEM CLARKE, MODET & Co CONSEJERÍA DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA (CASTILLA-LA MANCHA) CONSEJERÍA DE INNOVACIÓN, CIENCIAY EMPRESA (JUNTA DE ANDALUCÍA) CONSULTRANS DELOITTE DEPARTAMENTO DE CIENCIA, TECNOLOGÍAY UNIVERSIDAD DEL GOBIERNO DE ARAGÓN DIRECCIÓN GENERAL DE UNIVERSIDADES E INVESTIGACIÓN DE LA COMUNIDAD DE MADRID DIRECCIÓN GENERAL DE INVESTIGACIÓN, DESARROLLO E INNOVACIÓN DE LA XUNTA DE GALICIA EADS ASTRIUM-CRISA ELIOP ENDESA ENRESA EUROCONTROL EUSKALTEL EVERIS FREIXENET FUNDACIÓN BANCO BILBAO-VIZCAYAARGENTARIA FUNDACIÓN BARRIÉ DE LA MAZA FUNDACIÓN CAMPOLLANO FUNDACIÓ CATALANA PER A LA RECERCA I LA INNOVACIÓ FUNDACIÓN FOCUS-ABENGOA FUNDACIÓN IBIT FUNDACIÓN LILLY FUNDACIÓN RAMÓN ARECES FUNDACIÓN UNIVERSIDAD-EMPRESA FUNDACIÓN VODAFONE FUNDECYT (EXTREMADURA) GRUPO ACS GRUPO ANTOLÍN IRAUSA GRUPO DURO FELGUERA GRUPO LECHE PASCUAL GRUPO MRS GRUPO PRISA GRUPO SPRI HIDROCANTÁBRICO HISPASAT IBERDROLA IBM IMADE IMPIVA IMPULSO INDRA INSTITUTO DE FOMENTO DE LA REGIÓN DE MURCIA INSTITUTO DE DESARROLLO ECONÓMICO DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS INTEL CORPORATION IBERIA INTELLIGENT DATA MERCADONA MERCAPITAL META 4 MIER COMUNICACIONES OHL O-KYAKU PATENTES TALGO PROEXCA REPSOL YPF SADIEL SEPES SIDSA SOCINTEC GRUPO AZERTIA SODERCAN (CANTABRIA) SOLUTEX TECNALIA TELEFÓNICA UNIÓN FENOSA ZELTIA

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Comunicarla ciencia

Cotec

Cotec

ColecciónInnovaciónPráctica

Comunicar la ciencia

Cotec es una fundación de origen empresarial que tiene como misión contribuir al desarrollo del país mediante el fomento de la innovación tecnológica en la empresa y en la sociedad españolas.

I mpulsar el conocimiento científico y tecnológico en losciudadanos es, actualmente, una necesidad generalizada delas sociedades desarrolladas. Los ciudadanos necesitan

suficiente conocimiento e información para comprender losavances científicos y tecnológicos que se producen, y estarcapacitados para valorar el peso cada día mayor que éstos tienen en la economía de sus países y en su vida diaria. En “Comunicar la ciencia” se intentan revisar los aspectos másimportantes de la comunicación del conocimiento científico ytecnológico, como son la divulgación y la difusión, sobre losque hay que trabajar para conseguir optimizarlos. Se aborda elpapel de los protagonistas y el de los emisores y receptores, losvehículos utilizados y su cometido, la forma y el lenguajeempleados en los mensajes, etc. La divulgación del conoci-miento científico y tecnológico en la sociedad, también se traduce en una mejora de la opinión de los ciudadanos sobre lalabor de los investigadores, al comprender mejor su trabajo y,sobre todo, el significado de sus resultados.

Este libro viene a completar el trabajo que Cotec inició dentrode su Colección Innovación Práctica con el manual “Informarsobre Innovación”, centrado en analizar el tratamiento de lainformación sobre innovación en los medios de comunicación,posteriormente continuado con el documento “Comunicar laInnovación: De la empresa a los medios”, en la misma colec-ción, y en el que se ofrece un análisis de cómo las empresascomunican a los medios sus noticias sobre innovación.

Este documento ha sido elaborado por Luis A. Martínez Sáez,Jefe del Gabinete de Dirección del Instituto de Astrofísica deCanarias (IAC), donde ha desarrollado la mayor parte de sucarrera profesional desde su incorporación en 1984.

En “Comunicar la ciencia” se analiza el papel quedeben jugar los gabinetes de comunicación de los cen-tros de investigación y desarrollo de tecnología y de lospropios investigadores, se orienta sobre el lenguaje másadecuado para transmitir el conocimiento científico alos medios de comunicación y a la sociedad en generaloptimizando su impacto y la comprensión del mensaje,y se describen las acciones necesarias para conseguirmaximizar la difusión del nuevo conocimiento. Comola sociedad española tiene, hoy, la necesidad urgente deincorporar en la cultura de sus ciudadanos los avancescientíficos y tecnológicos alcanzados por la investiga-ción, si quiere orientarse hacia una sociedad del conoci-miento, hecho esencial para asegurar la futura competi-tividad de su tejido empresarial, el objetivo de este libroes ayudar a mejorar el rendimiento de la divulgación yla difusión del conocimiento científico y tecnológico ennuestro país, aumentando la dimensión tecnológica desu cultura.

Plaza del Marqués de Salamanca 11, 2.º izda.28006 MadridTelf. (34) 91 436 47 74Fax. (34) 91 431 12 39www.cotec.es

ACCIONA INFRAESTRUCTURASADER (LA RIOJA)AGENCIA DE INVERSIONES Y SERVICIOS (CASTILLA Y LEÓN)AGENCIA NAVARRA DE INNOVACIÓN Y TECNOLOGÍAALMA CONSULTING GROUPALMIRALLALSTOM ESPAÑAAPPLUS +ASOCIACIÓN INNOVALIAAYUNTAMIENTO DE GIJÓNAYUNTAMIENTO DE VALENCIABILBAO BIZKAIA KUTXACAJA DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD DE MADRIDCAJA DE AHORROS Y PENSIONES DE BARCELONACÁMARA DE COMERCIO E INDUSTRIA DE MADRIDCENTRO TECNOLÓGICO DE AUTOMOCIÒN DE GALICIACIDEMCLARKE, MODET & CoCONSEJERÍA DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA (CASTILLA-LAMANCHA)CONSEJERÍA DE INNOVACIÓN, CIENCIA Y EMPRESA (JUNTADE ANDALUCÍA)CONSULTRANSDELOITTEDEPARTAMENTO DE CIENCIA, TECNOLOGÍA YUNIVERSIDAD DEL GOBIERNO DE ARAGÓNDIRECCIÓN GENERAL DE UNIVERSIDADES EINVESTIGACIÓN DE LA COMUNIDAD DE MADRIDDIRECCIÓN GENERAL DE INVESTIGACIÓN, DESARROLLO EINNOVACIÓN DE LA XUNTA DE GALICIAEADS ASTRIUM-CRISAELIOPENDESAENRESAEUROCONTROLEUSKALTELEVERISFREIXENETFUNDACIÓN BANCO BILBAO-VIZCAYA ARGENTARIAFUNDACIÓN BARRIÉ DE LA MAZAFUNDACIÓN CAMPOLLANOFUNDACIÓ CATALANA PER A LA RECERCA I LA INNOVACIÓFUNDACIÓN FOCUS-ABENGOAFUNDACIÓN IBITFUNDACIÓN LILLYFUNDACIÓN RAMÓN ARECESFUNDACIÓN UNIVERSIDAD-EMPRESAFUNDACIÓN VODAFONEFUNDECYT (EXTREMADURA)GRUPO ACSGRUPO ANTOLÍN IRAUSAGRUPO DURO FELGUERAGRUPO LECHE PASCUALGRUPO MRSGRUPO PRISAGRUPO SPRIHIDROCANTÁBRICOHISPASATIBERDROLAIBMIMADEIMPIVAIMPULSOINDRAINSTITUTO DE FOMENTO DE LA REGIÓN DE MURCIAINSTITUTO DE DESARROLLO ECONÓMICO DEL PRINCIPADODE ASTURIASINTEL CORPORATION IBERIAINTELLIGENT DATAMERCADONAMERCAPITALMETA 4MIER COMUNICACIONESOHLO-KYAKUPATENTES TALGOPROEXCAREPSOL YPFSADIELSEPESSIDSASOCINTEC GRUPO AZERTIASODERCAN (CANTABRIA)SOLUTEXTECNALIATELEFÓNICAUNIÓN FENOSAZELTIA

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Comunicar laciencia

Cotec

Comunicar laciencia

© Copyright:Fundación Cotec para la Innovación TecnológicaPlaza del Marqués de Salamanca, 11 - 2.º izqda.28006 MadridTeléfono: (+34) 91 436 47 74. Fax: (+34) 91 431 12 39

Supervisión de la publicación:Jesús Esteban Barranco

Diseño de Cubierta:La Fábrica del DiseñoEspíritu Santo, 12 - 1.º int. dcha.28004 Madrid

Preimpresión e impresión:Gráficas Arias Montano, S.A.Polígono Industrial 6 de MóstolesC/ Puerto Neveros, 928935 Móstoles (Madrid)

ISBN: 84-95336-67-7Depósito legal: M. 49.944-2006

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Índice

Presentación • 13

Introducción • 17

PRIMERA PARTE: LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA EN EL PROCESO DE LA COMUNICACIÓN • 21

1. La comunicación de mensajes • 23

2. Cuando la ciencia es el mensaje • 25

3. Protagonistas de la comunicación científico-técnica • 273.1. Quién debe comunicar o «La fuente de los mensajes científicos» • 27

3.1.1. El sistema español de innovación • 283.1.2. La comunicación desde el sistema I+D+i • 31

3.2. A quién comunicar o «La sociedad como receptora» • 343.2.1. El receptor moviliza y determina la comunicación • 343.2.2. Pero ¿existe un público interesado en nuestra información científica? • 363.2.3. Análisis de nuestros potenciales clientes • 363.2.4. El problema de un público nada homogéneo • 503.2.5. El ejemplo de dos colectivos tan singulares como extremos:

los niños y las pymes • 523.3. ¿Qué comunicar? o «El contenido de los mensajes científicos» • 57

3.3.1. Informar sobre la actividad investigadora del centro • 573.3.2. Dificultades para divulgar • 583.3.3. ¿Es explicable toda la ciencia? • 61

3.4. El papel de los medios de comunicación o «Los cauces para comunicar» • 623.4.1. ¿Son lo medios de comunicación los malos de la película? • 623.4.2. Ciencia y empresas de comunicación • 633.4.3. La ciencia y los directores de los medios • 65

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3.4.4. La ciencia, los periodistas científicos y los responsables de las secciones científico-técnicas de los medios • 65

3.4.5. El ruedo visto desde el tendido de los científicos y tecnólogos • 663.4.6. Réplicas y dúplicas • 673.4.7. Algo no va bien • 703.4.8. ¿Pueden mejorar las cosas? • 71

3.5. La importancia del lenguaje o «El código» • 72

SEGUNDA PARTE: EL ENTORNO: LA COMUNICACIÓN DE LA CIENCIAEN EL ZOCO DE LA COMUNICACIÓN COMERCIAL • 77

4. Navegar en una tormenta de mensajes • 79

5. Conocimientos versus productos • 81

6. Comunicar es competir • 83

7. Aprender de la comunicación comercial • 85

8. El posicionamiento como método • 87

9. El arco iris de la comunicación comercial • 899.1. Las relaciones públicas • 899.2. El marketing • 899.3. La publicidad • 909.4. La propaganda • 919.5. Propaganda igual a contraimagen • 929.6. Informar, comunicar, divulgar • 93

TERCERA PARTE: RAZONES PARA COMUNICAR • 97

10. Razones interesadas para comunicar • 9910.1. Sobrevivir en un mundo competitivo • 10110.2. Sentido y necesidad de la comunicación corporativa • 103

10.2.1. Política para la comunicación institucional • 10410.2.2. La identidad corporativa • 10410.2.3. La imagen corporativa • 10410.2.4. La comunicación institucional • 105

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10.2.5. La comunicación interna, un requisito previo • 10510.3. Valor interno de la comunicación corportiva externa • 107

11. Razones sociales • 10911.1. La ciencia, una necesidad para la sociedad • 109

11.1.1. El arte de hacerse preguntas • 10911.1.2. El trasvase cultural de las respuestas científicas • 110

11.2. Dimensión social de la ciencia • 11211.3. Retornos sociales de la ciencia • 112

11.3.1. Primer retorno: el derecho a una ciencia de calidad • 11211.3.2. Segundo retorno: señalar áreas de investigación

prioritarias y evaluar los resultados • 11311.3.3. Tercer retorno: el aumento de la cultura científico-técnica • 11311.3.4. Cuarto retorno: el enriquecimiento del tejido empresarial • 11411.3.5. Quinto retorno: el aumento general del bienestar social • 114

11.4. Retornos intangibles • 11411.5. La ciencia básica..., ¿ofrece retornos o es un lujo en la sociedad actual? • 116

11.5.1. Investigación básica versus investigación pública • 11711.5.2. ¿Ante un golpe de péndulo? • 11711.5.3. La ciencia básica, un valor rentable a largo plazo • 11911.5.4. Una mala inversión empobrece el futuro • 12011.5.5. La I+D, un reciente noviazgo • 12011.5.6. ¿A quién corresponde explotar la ciencia? • 121

CUARTA PARTE: CÓMO ORGANIZAR Y GESTIONAR LA COMUNICACIÓN DESDE LOS CENTROS DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA • 123

12. Una escalera de objetivos: de la información corporativa a la extensión cultural de la ciencia • 125

13. Carácter, estructura y dependencia del departamento • 12713.1. Finalidad del departamento • 12713.2. Un abanico de estructuras • 128

13.2.1. El encargado de prensa • 12913.2.2. Gabinetes externos • 13013.2.3. Gabinetes de prensa (o de comunicación) • 13013.2.4. Departamentos de relaciones públicas (o relaciones externas) • 13113.2.5. El departamento de comunicación, ediciones y divulgación (DCED) • 131

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13.3. Dependencia del DCED • 13113.4. Competencias del DCED • 13213.5. Perfil del responsable del DCED • 133

14. Los recursos humamos del DCED • 135

15. Las herramientas de gestión • 13915.1. El plan de actuación • 13915.2. El presupuesto anual • 13915.3. Buscando fondos externos • 140

16. Productos para la comunicación corporativa • 143

16.1. Ediciones impresas • 14416.1.1. Boletín de noticias • 14416.1.2. Memoria anual • 14516.1.3. Catálogos institucionales • 145

16.2. Documentales, audiovisuales y grabaciones sobre el centro • 14616.3. La información digital: oportunidades de la Red • 146

16.3.1. Página web • 14816.3.2. Boletines digitales • 149

QUINTA PARTE: LOS GRANDES RETOS DEL DEPARTAMENTO DECOMUNICACIÓN, EDICIONES Y DIVULGACIÓN (DCED) • 151

17. Desafíos internos • 15317.1. La conversión de los investigadores a la divulgación • 15417.2. Cómo ganarse a los investigadores • 15617.3. El investigador principal (IP) como objetivo • 15717.4. «Tengo un resultado, ¿qué hacer con él?» • 15717.5. Personalidad del DCED • 15917.6. Descubrir y lanzar a científicos estrella • 16117.7. Airear también a los autistas • 161

18. Desafíos externos • 16318.1. Llegar al público a través de los medios de comunicación • 163

18.1.1. Tras el telón de los medios • 164

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18.1.2. Relaciones entre los gabinetes de comunicación y los medios de comunicación • 165

18.1.3. El departamento de comunicación, ediciones y divulgación (DCED):objetivos claros y buenas relaciones • 167

18.2. Cómo colaborar con los medios • 16818.2.1. El agente doble • 16818.2.2. Dificultades para interesar a los medios en la actividad del centro • 16918.2.3. Un servicio especializado, rápido y profesional • 17018.2.4. El rigor, una inversión a largo plazo • 17018.2.5. De titulares y contenidos • 17118.2.6. El arte de la repetición • 17218.2.7. Aceptar los accidentes informativos • 17318.2.8. El apoyo gráfico • 17318.2.9. Simulaciones en 3D para la televisión • 17418.2.10. Sobre las ruedas de prensa • 17418.2.11. Acceso directo de los informadores a científicos y tecnólogos • 17518.2.12. El anuncio humano • 17518.2.13. El centro como asesor • 177

SEXTA PARTE: ESTRATEGIA SIN INTERMEDIARIOS • 179

19. Acciones face to face • 18119.1. Al intelecto por los sentidos • 18219.2. Facilitar el cuerpo a cuerpo con los científicos • 18219.3. Centros visitables y entendibles • 18319.4. El valor de las vivencias personales • 18419.5. Los centros de visitantes • 18519.6. Si la montaña no va a Mahoma... • 18619.7. El capital de las web particulares • 186

SÉPTIMA PARTE: LOS OTROS DESAFÍOS • 187

20. Formar comunicadores en ciencia y tecnología • 18920.1. Formar periodistas • 19020.2. Preparar científicos para que divulguen • 190

21. Libros y literatura de divulgación • 193

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22. Aprovechar el potencial divulgador de los científicos que abandonanla investigación en activo • 195

23. Apoyo al profesorado de enseñanza media • 197

24. Colaborar con los museos de ciencia, planetarios y otras instituciones que divulgan • 201

25. Fondos económicos y rentabilidad • 203

EPÍLOGO: MITOS QUE HAY QUE DERRIBAR EN LA COMUNICACIÓNDE LA CIENCIA • 2051. Para comunicar la ciencia se necesitan planteamientos muy exclusivos • 2052. Los medios de comunicación son la esencia de la comunicación • 2053. Los desafíos del departamento de comunicación están en el exterior • 2064. ¡Bastante tienen los científicos con hacer ciencia! • 2065. Nada tienen que decir los sentidos a la hora de entender la ciencia • 2076. La ciencia divulgada... ya no es ciencia • 2077. La comunicación no necesita medios, humanos y materiales • 208

BIBLIOGRAFÍA • 209

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Nuestras sociedades de principio de siglo viven una revolución científica y tecnológica enla que productos, procesos y servicios incorporan a diario innovaciones que hunden susraíces en los logros de la investigación básica y en su posterior aplicación.A pesar de ello,

es un hecho tan conocido como debatido que la ciencia y la tecnología no consiguen formar partedel bagaje cultural de nuestros ciudadanos en la medida que sería deseable. La expresión «las dosculturas», acuñada en 1959 por Charles P. Snow para expresar el divorcio entre la cultura litera-ria y la científica, aunque roce ya el tópico, no deja de reflejar una patente realidad actual.

Ciencia, tecnología e innovación son los eslabones de una cadena fundamental para lasociedad de un país desarrollado y necesitan tener su reflejo en la cultura de los ciudadanos. Locontrario supondría condenarlos a un nuevo tipo de analfabetismo funcional, incapaces deinterpretar las profundas implicaciones económicas y sociales de la ciencia y la tecnología, sincriterio para decidir sobre aquellas materias que, surgidas de algunas investigaciones, planteannovedosos interrogantes sobre los que se hace necesario tomar partido y, como consumidores,están poco preparados para valorar las innovaciones que incorporan los productos y serviciosque ofrece el mercado.

Por otra parte, no se puede esperar que una sociedad alejada culturalmente de la cien-cia y la tecnología apueste decididamente por la investigación. Tampoco será fácil que susempresarios estén preparados para incorporar con rapidez aquellas capacidades tecnológicasque podrían favorecer la innovación y hacerlos más competitivos.

Con el objetivo de analizar esta situación y realizar propuestas para su mejora, Cotec ini-ció la publicación de una serie de documentos dirigidos a lograr que la ciencia y la tecnologíatuvieran una presencia creciente en los medios de comunicación social y en el acervo culturalde los ciudadanos. El primero de ellos, titulado «Informar sobre innovación», se publicó graciasa la colaboración de la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE), con el finde que los periodistas y los medios de comunicación comprendieran mejor la importancia cre-ciente de la tecnología y la innovación como factores para el desarrollo económico y social, yconsiderasen la necesidad de incorporarlos en sus informaciones.

Posteriormente se vio la necesidad de potenciar la comunicación sobre tecnología einnovación mejorando la información emanada de las propias fuentes, principalmente empre-sas, y haciendo más fluidas y frecuentes sus relaciones con los medios. Para ello se editó el

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Presentación

manual «Comunicar la innovación. De la empresa a los medios», en cuya elaboración participóuna treintena de responsables de comunicación de empresas e instituciones que aplican la tec-nología y generan innovaciones de forma habitual en el desarrollo de su negocio, y de periodis-tas en activo que tratan informaciones sobre ciencia, tecnología e innovación.

Pero todavía faltaba abordar la responsabilidad que tiene el propio sistema público deI+D, principalmente las universidades y los centros tecnológicos y de investigación, en lamejora del proceso de comunicación de la ciencia, la tecnología y la innovación y, sobre todo,en aumentar el interés de la sociedad por estas materias y por la cultura tecnológica de losciudadanos.

A estas cuestiones pretende dar respuesta este nuevo manual de Cotec titulado«Comunicar la ciencia», en el que se demuestra que las universidades y los centros de ciencia ytecnología son actores principales para que ese cambio cultural tenga efecto en la sociedad. Dehecho es en esos lugares donde se generan y acumulan los nuevos conocimientos y, precisamen-te por eso, es de donde debe arrancar gran parte de las acciones encaminadas a comunicar ydivulgar los avances científicos y tecnológicos; en especial, sus efectos en el crecimiento econó-mico y en la mejora del bienestar de los ciudadanos.

El documento ha sido elaborado por Luis A. Martínez Sáez, miembro de diversas comi-siones de trabajo de Cotec relacionadas con los efectos sociales y económicos de la innovacióny Jefe del Gabinete de Dirección del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), donde ha des-arrollado la mayor parte de su carrera profesional desde su incorporación en 1984, desempe-ñando, además de las tareas del Gabinete de la Dirección, el diseño, desarrollo y dirección de lapolítica de información y la estructura de la comunicación y divulgación científica.

Licenciado en Ciencias Físicas, Martínez Sáez es también miembro de la ComisiónAsesora del Museo de la Ciencia y el Cosmos del Cabildo de Tenerife y del Consejo deAdministración de la Sociedad Parque Científico y Tecnológico de Tenerife, responsable deinformación y divulgación del proyecto Gran Telescopio de Canarias (GTC) y profesor delMáster de Comunicación Científica del Institut d’Educació Continua de la UniversitatPompeu Fabra.

Partiendo de la idea de que la ciencia es un bien que, como tal, debe ser compartido contodos los ciudadanos, y tras reflexionar sobre la responsabilidad social que encierra toda laborinvestigadora, de manera especial la financiada con fondos públicos, el autor expone a partir desu propia experiencia formas prácticas de organizar y gestionar la comunicación, pero tambiénla divulgación científica desde los centros de investigación, tras analizar las dificultades objeti-vas que entraña dicha tarea, con el convencimiento de que extender la ciencia y la tecnologíade manera comprensible para los ciudadanos para aumentar su nivel cultural sobre estas mate-rias, lejos de ser un lujo, es una imperiosa necesidad que beneficia a todos.

En definitiva, el documento describe, desde las singularidades que presentan la cienciay la tecnología para su divulgación, las herramientas que deben manejarse para informar de los

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hallazgos de una manera profesional o los problemas que supone el entorno para que la comu-nicación sea eficaz, hasta la necesidad de convencer a los investigadores para que colaboren eneste trabajo, favoreciendo así su relación con los medios de comunicación y con los ciudada-nos. Se hace especial hincapié en las actividades dirigidas a los profesores y escolares, y en laimportancia que tiene organizar la apertura de las instalaciones científicas a las visitas para quelos ciudadanos puedan experimentar, de manera directa, los avances de la ciencia y la tecno-logía, y reconocer y valorar sus consecuencias económicas y sociales.

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El título presupone, lo cual no es poco, que los organismos públicos de investigación,departamentos universitarios, centros tecnológicos y, en general, empresas, entidades ygrupos que hacen investigación o tecnología deben comunicar, es decir, dirigirse a ámbi-

tos externos a su mundo especializado y contar qué son, lo que hacen y la importancia y utili-dad que tiene su trabajo para la sociedad. Nos referimos, por tanto, no solo a la mera comuni-cación institucional, sino también a comunicar en el sentido de divulgar, de transmitir conoci-mientos científicos al gran público, salvando los problemas y obstáculos que conlleva acercarnociones y resultados científicos a la sociedad.

El punto de mira de este documento está puesto en nuestro país y se refiere, de manerapreferente, a la comunicación de aquellos aspectos singulares que posee un centro de ciencia ode tecnología, y a la tarea investigadora que desarrollan. Y ello porque son estos los aspectosque presentan una mayor dificultad. No es posible explicar al gran público las líneas de investi-gación de un centro y los resultados que alcanza sin explicar los conocimientos científicos quelos fundamentan. Es decir, desde un principio se pone el énfasis en el trabajo de los científicosy tecnólogos y en sus resultados, pues la importancia de los centros, por encima de su organiza-ción y medios instrumentales, radica en sus cuadros investigadores.

La comunicación al gran público, sea corporativa o sobre los resultados de su actividad,debería formar parte de los objetivos de los centros de investigación, pero salvo excepciones noha sido considerada por los responsables de su gestión una tarea fundamental. La tarea cultu-ral de extender la ciencia al gran público se percibe habitualmente como una labor ajena alinvestigador y, desde luego, no consustancial con el trabajo científico. Incluso hoy día no es difí-cil mantener discusiones vivas con personas del mundo de la investigación, que mantienen acapa y espada que los centros, los grupos de investigación y los científicos o tecnólogos debendedicarse exclusivamente a su trabajo (hacer ciencia y tecnología) y dejar para los medios decomunicación o para las revistas de curiosidad científica la responsabilidad exclusiva de dar aconocer su trabajo al gran público.

Por ello, plantear que los centros de investigación científica y los de desarrollo tecnológi-co deban disponer de un sistema de comunicación cualificado, que vaya más allá de la comunica-ción corporativa, significa un cambio importante en el enfoque de sus relaciones con la sociedad.

En resumen, la experiencia nos dice que comunicar la ciencia supone, por lo general,remar al mismo tiempo contra tres corrientes: la resistencia natural de los centros y de los pro-

Introducción

pios científicos, la actitud y dificultades que aportan los medios de comunicación y, por último,pero no por ello menos importante, el problema de los ciudadanos para entender la ciencia y latecnología que se pretende comunicar. Tres culturas sólidamente arraigadas y poco favorecedo-ras que, en términos de comunicación, afectan al emisor, al cauce y al receptor. Una situaciónque hace, sin embargo, que el desafío sea mucho más apasionante.

Por último, no viene mal «poner la venda antes de que sangre la herida». En una mate-ria como la comunicación, de la que se ha escrito y se escribe tanto, ¿cabe decir algo nuevo? Porlo que respecta a la comunicación corporativa, es cierto que poco hay que añadir. Desde sus pri-meros pasos hasta la llamada sociedad de la información, la comunicación ha sido uno de losfenómenos estelares del siglo XX y, sin duda, lo será mucho más aún en el XXI. Lo hará, ade-más, impulsada por el desarrollo de las tecnologías más avanzadas. Precisamente por ello es unade las actividades más estudiadas. Expertos en semiología, sociólogos, politólogos, profesores delas facultades de Comunicación, comunicadores especializados, periodistas expertos en gabine-tes de prensa y un largo etcétera han analizado esta actividad desde sus múltiples facetas y hanescrito libros llenos de reflexiones y experiencias a los que parece difícil aportar algo de inte-rés. Si a ellos sumamos además todos los teóricos del marketing, de las relaciones públicas y, engeneral, cuantos se han interesado por analizar las relaciones producto-mercado, y las técnicaspara difundir los mensajes, no parece existir hueco alguno que llenar.

Con este panorama por delante, el presente documento parecería una osadía si su obje-tivo primordial no fuese la comunicación de la investigación científica y no sólo la institucional,relativa a los centros donde se genera, dado que la ciencia y la tecnología son materias peculia-res para la comunicación, como también lo son los investigadores y sus relaciones con los pro-fesionales de los medios de comunicación y con la propia sociedad.

Así las cosas, vaya por delante que nadie pretende vender arena en el desierto. Este aná-lisis se dirige, en primer lugar, a quienes teniendo la responsabilidad de gestionar centros o enti-dades de ciencia o de tecnología quizás sepan menos de la necesidad de comunicar lo quehacen, o de cómo hacerlo, para que su actividad sea entendida. Tal vez pueda servir también aaquellos investigadores que sienten una inclinación positiva por dar a conocer su trabajo al granpúblico y comprenden los beneficios que de ello se deriva para la sociedad y para su investiga-ción. Por otra parte, también puede ser útil para aquellos profesionales de la comunicación queo bien están relacionados con centros de investigación o sencillamente se interesan por estasmaterias, porque, sin duda alguna, la divulgación científica es un campo con enormes posibili-dades en todo el mundo, cuyo futuro tan sólo acaba de empezar.

En todo caso, y puesto que hay un largo camino por recorrer, será menos difícil abordar-lo desde el convencimiento de que comunicar la ciencia, dificultades aparte, es una de las tareasmás gratificantes para quienes la desarrollan.

Antes de pasar al núcleo de este trabajo, consistente en cómo organizar y gestionar lacomunicación en los centros científicos y tecnológicos, vamos a plantearnos algunas preguntas

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tan previas como necesarias: ¿Qué entendemos por comunicar? ¿Por qué comunicar la cienciay la tecnología? ¿Qué tipo de materias son éstas para la comunicación? ¿Qué singularidades tie-nen los emisores (centros, grupos de investigación científica o tecnológica) a la hora de comu-nicar? ¿Qué preparación tiene la sociedad para recibir y entender los mensajes que provienendel campo de la ciencia? ¿Qué papel deben jugar los medios de comunicación como interme-diarios del proceso? La comunicación desde los centros, ¿tiene algo que aprender de los enfo-ques y las técnicas utilizadas en el marketing y la publicidad?

En la primera parte se describe el proceso general de la comunicación y su aplicación ala ciencia. En la segunda se analiza el entorno en el que debe moverse la comunicación cientí-fica y tecnológica. La tercera describe las razones por las que se debe comunicar la ciencia desdelas universidades y los centros de investigación y tecnología. En la cuarta se habla de cómoorganizar y gestionar la comunicación. En la quinta se describen los grandes retos internos yexternos de un departamento de comunicación. La sexta contempla las posibilidades de unacomunicación sin intermediarios. La séptima habla de lo que se ha descrito como los otros desa-fíos del departamento de comunicación. El epílogo quiere ser un resumen del documento enforma de mitos que hay que destruir en la comunicación de la ciencia.

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PRIMERA PARTE

La ciencia y la tecnología en el proceso de la comunicación

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La esencia del proceso de la comunicación no parece complicada: «un emisor, a través deun canal transmisor, hace llegar un mensaje codificado a un receptor», al que se le supo-ne capaz de decodificarlo y entenderlo. Dicho de otro modo, «alguien dice algo a

alguien» y lo hace utilizando un código y un vehículo para hacerle llegar su mensaje. Al emi-sor se le supone la voluntad de que esta transmisión sea eficaz y logre en el receptor el efectodeseado.

En esta cadena, aparentemente sencilla, pueden fallar todos y cada uno de sus eslabo-nes: desde la no transformación adecuada de la idea inicial en un mensaje codificado hasta lamala elección del medio para transmitirlo, pasando por la imposibilidad del receptor de acce-der a ese medio o decodificarlo correctamente.

Cuando el canal de transmisión son los medios de comunicación, la comunicación se vesometida a los modos y limitaciones propios de dicho canal dependiendo de su criterio y susintereses para expandir la información que contiene. De esta forma, la comunicación puedequedar interrumpida por su base, puesto que los medios son plataformas limitadas que debenseleccionar la información que difunden.Además, lejos de comportarse como eslabones inertes,son agentes activos, con personalidad propia en la manera de entender los hechos, las ideas y lasociedad. No hablamos únicamente de que el medio llegue a convertirse en el mensaje(McLuhan) al conformar la mente de los ciudadanos para recibir los contenidos; señalamos másbien que los medios de comunicación tienen una línea ideológica definida además de dependerde los intereses económicos de los grupos que los soportan.

Para el politólogo norteamericano Harold Dwight Lasswell (1902-1978), el proceso decomunicación es siempre interesado (Lasswell, 1936) y ofrece las siguientes etapas: quién dice,qué dice, por qué dice, a quién dice, con qué efectos lo dice.Aunque Lasswell analice fundamen-talmente el impacto social en la comunicación política, el proceso descrito es válido en generaly, si lo tomamos como estructura modelo, es porque, además de su sencillez, aporta la idea deque toda comunicación como tal tiene la intención de ser eficaz y de lograr efectos mensurables.

1. La comunicación de mensajes

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En la transmisión de mensajes científicos y tecnológicos (logros de los investigadores,noticias, conocimientos, etc.) encontramos un proceso con los mismos eslabones que lade otros mensajes. La ciencia no es un mundo aparte tan diferente a los demás que nada

tenga que ver con ellos. Esta idea, reincidente en este texto, nos parece esencial: parte del éxitode comunicar la ciencia y la tecnología tiene mucho que ver con la capacidad para adoptar téc-nicas, tan probadas como eficaces, que se aplican a la comunicación de otros mensajes, como lasque se utilizan, por ejemplo, en la comunicación comercial.

No obstante, para nuestro empeño, la ciencia supone un desafío muy especial. La natu-raleza de sus mensajes presenta una dificultad singular a los cauces de transmisión, que lógica-mente necesitan o desean entender previamente lo que van a transmitir; dificultad que igual-mente afecta a los destinatarios, quienes deben tener las claves para descodificar y asimilar esasmaterias. Todo ello hace que sea conveniente examinar el proceso de la comunicación, eslabónpor eslabón, cuando se trata de aplicarlo a los mensajes científicos y tecnológicos.

2. Cuando la ciencia es el mensaje

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3.1. Quién debe comunicar o «La fuente de los mensajes científicos»

El emisor es el primer eslabón de la cadena de la comunicación: posee las ideas y cono-cimientos que originan los mensajes, y elige, además, los códigos con los que transmitirlos deacuerdo con la estrategia que haya definido para llegar a los destinatarios.

Partiendo del hecho de que nadie da lo que no tiene, el primer paso para la comunica-ción de la ciencia lo tiene que dar evidentemente el mundo científico y el tecnológico. Unosverán en esto una responsabilidad y otros no, pero el hecho es que sólo puede comunicar aquelque tiene algo que decir. La ciencia, la tecnología y la innovación no se producen en los perió-dicos o revistas, ni en las cadenas de televisión, ni tampoco en la radio. Se genera en los centros,empresas y entidades donde se investiga o se innova. Trasladar sin más, como tantas veces sehace, esa responsabilidad a los periodistas o a los medios de comunicación es una opción o víaequivocada de eludir los propios deberes. Eso sí: estamos ante una responsabilidad global conprioridad sobre una obligación individual de tal o cual científico.

Quizás haya llegado la hora de corregir este desenfoque histórico. De manera espe-cial, el mundo de la ciencia ha considerado que la comunicación era cuestión exclusiva de losperiodistas. Por aquello de «zapatero a tus zapatos», el científico piensa que su tarea debelimitarse a hacer ciencia de calidad y a darla a conocer al resto de sus colegas: en parte, nole falta razón porque el fruto de su trabajo enriquece a todos. Enfrascado muchas veces ensu tarea, al científico le gusta pensar que son los comunicadores, cuya función es enterarsede las cosas y darlas a conocer, los que estarían obligados a interesarse por los asuntos de laciencia, documentarse bien y elaborar informaciones válidas para ser publicadas en losmedios de comunicación; y, además, de manera comprensible y atractiva. En esta idea haexistido una auténtica dejación por parte de centros, científicos y también tecnólogos sobresu papel en la cadena de información y la divulgación científica. A ello ha contribuido, sinduda, la proliferación de malas experiencias en las que, tras hacer un considerable esfuerzopor explicar un hallazgo, el investigador ha visto horrorizado cómo sus declaraciones serecogían con una total ausencia de rigor comparándolas con sus palabras originales, cuandono resbalaban sin más de forma extravagante o exagerada —y en todo caso errática— sobrelo que había expuesto simple y llanamente.

3. Protagonistas de la comunicación científico-técnica

En la actualidad, con la proliferación de los gabinetes y departamentos de comunica-ción, creados por lo general para difundir una buena imagen institucional, los medios se venbombardeados diariamente por una nube de comunicados de prensa, a veces tan diversos, si nocontradictorias, unos de otros. Esto les permite permanecer pasivos, a la espera de la multitudde informaciones que les llegan sin necesidad de salir a buscarlas, de modo que su tarea se hacemás fácil al tener que decidir sobre aquellas materias que merecen atención y profundizar enellas si resulta conveniente. Lamentablemente, y a diferencia de otras materias —política, eco-nomía o deportes, por ejemplo—, y salvo excepciones, el periodismo de investigación no seorienta hacia temas relacionados con la ciencia.

En definitiva, la comunicación de la ciencia y la tecnología debe nacer en los centrosde investigación, en las universidades y en algunas entidades sin fines lucrativos dedicadas atareas de investigación. Como después veremos, el caso de la investigación e innovación delas empresas exige un tratamiento algo diferente. El primer eslabón del acto de comunicardebe originarse en el lugar del trabajo de los científicos y tecnólogos, allí donde quiera queestén trabajando.

Aun así, nada de esto se producirá sin un interés efectivo por poner en marcha el pro-ceso comunicador y sin unos medios adecuados para llevar a cabo dicho proceso. Disociar lainvestigación del deseo de comunicarla al gran público es permanecer en la torre de marfil,sentarse en el Olimpo del conocimiento y esperar, con una suficiencia trasnochada, a que losmedios vengan a nosotros para suplicarnos que les demos parte de nuestros maravillosostesoros. Rara vez esto funciona así. La noticia científica o tecnológica que, por su importan-cia y dosis de actualidad, es capaz de poner en marcha el proceso de la comunicación surgede las novedades y logros que consigan los investigadores. Y ello es así con independenciade que los investigadores tengan o no conciencia, o interés personal, para divulgar lo quehacen, o de que los centros, como tales, dispongan de medios institucionales para que pue-dan hacerlo.

Que el punto focal del origen de las noticias científicas y técnicas esté en el lado de loscientíficos y tecnólogos en nada contradice la necesidad de que aumente llamativamente elnúmero de periodistas y comunicadores que se especialicen en ciencia. De su buena formacióndependerá que estén preparados para informar de las investigaciones que se llevan a cabo enlas nuevas fronteras de la investigación.

Parece interesante, por consiguiente, revisar esquemáticamente el sistema donde se pro-ducen estos conocimientos, y algunos datos que dan idea de su importancia.

3.1.1. El sistema español de innovación

El sistema español de innovación abarca desde los agentes que intervienen en la produc-ción de conocimientos científicos y técnicos hasta la producción de innovaciones productivas en

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las empresas. Para amplios sectores, es precisamente el eslabón de la innovación el que permi-te una mayor competitividad de las empresas y da razón de ser al resto de la cadena.

Ciertamente existe un necesario reparto de funciones entre todos los integrantes del sis-tema. «Así, si bien es evidente que la generación del conocimiento científico y tecnológico es laprincipal preocupación de las organizaciones públicas o privadas de investigación y desarrollo(I+D), es muy frecuente que este conocimiento se ofrezca en forma de aplicación. También eltejido productivo, naturalmente orientado a la aplicación, descubre en su trabajo habitual nue-vos conocimientos, que pueden plantear cuestiones que serán objeto de nuevas investigaciones.Estas dos componentes comparten y contribuyen a ampliar la base de conocimiento que ali-menta el continuo cambio tecnológico.» (Cotec, 1998).

Este sistema está integrado, a su vez, por los siguientes subsistemas o agentes:

• Administraciones públicas.• Sistema público de I+D.• Infraestructuras de soporte a la innovación.• Empresas.• Entorno.

Cada subsistema juega su particular papel y cuenta con unos medios que nos interesaconocer, al menos globalmente, para analizar después sus peculiaridades a la hora de comuni-car aquello que hacen y su función en este entramado.

Las administraciones públicas son responsables de desarrollar las políticas de apoyo a lainvestigación científica y al desarrollo tecnológico, y de propiciar las condiciones para aumen-tar la innovación competitiva en las empresas.

El sistema público de I+D integra las universidades de carácter público (la granmayoría) y los organismos públicos de investigación (OPI) y es en dicho sistema donde segenera la casi totalidad del conocimiento mediante la investigación científica y el desarrollotecnológico.

Las infraestructuras de soporte a la innovación, entre las que cabe destacar a los centrosy parques tecnológicos, facilitan la transformación de resultados científicos en innovacionesproductivas por parte de las empresas.

Las empresas, además de la investigación que puedan realizar, son las generadoras natasde las innovaciones productivas.

El entorno aparece también como factor determinante en esta estructura, puesto que enél se integra la demanda, los recursos financieros y humanos, y es un eslabón que contribuye demanera decisiva a los resultados finales.

No es objeto de este documento hacer un análisis de nuestro sistema de I+D+i.Afortunadamente es una materia en el punto de mira de instituciones, científicos, tecnólo-

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gos, profesores universitarios, gestores de centros de investigación, periodistas especializa-dos e, incluso, de políticos y parlamentarios. Por ello, podemos consultar estudios tan com-pletos y rigurosos como el elaborado por la Fundación Cotec («El sistema español de inno-vación. Diagnóstico y recomendaciones, 1998») y sus sucesivos informes anuales, que inclu-yen desde la evolución de los principales indicadores hasta numerosos diagnósticos y reco-mendaciones, pasando por una multitud de artículos, como la trilogía de José Luis Barbería,escrita bajo el título «El inaplazable reto del Made in Spain» (Barbería, 2005), o las conti-nuas declaraciones y manifiestos de científicos y tecnólogos que reclaman una mayor aten-ción a la I+D+i por parte de nuestros gestores públicos en lugar de tantas promesas y pala-bras grandilocuentes.

No obstante, no por obvio deja de ser conveniente resaltar lo imposible que es separar,como si se tratase de un conjunto de islotes aislados, los muy diversos parámetros que dibujan nues-tra realidad científico-técnica y su reflejo en la innovación del tejido productivo. Así, por ejemplo,por citar sólo algunos de ellos, los planes de estudio de las enseñanzas previas a las superiores, laorientación de nuestras universidades a la hora de formar futuros profesionales, los factores quecooperan (o deberían cooperar) a la creación de una cultura suficiente de nuestros ciudadanos enestas materias, la formación de la mayoría de nuestros empresarios, la mentalidad de nuestros ges-tores públicos para con estos temas y su capacidad para diseñar las políticas científicas adecuadasy su posterior reflejo en los Planes Nacionales de I+D+i, el número y la calidad de nuestros comu-nicadores, etc., etc., constituyen un entramado de factores que, aunque aparentemente indepen-dientes, se encuentran íntimamente relacionados entre sí y son los que, en definitiva, dibujan el cua-dro de nuestra realidad. Es decir, si el esfuerzo de España en I+D+i es realmente insuficiente y nose corresponde con el de los países de nuestro entorno, pues estamos ante un hecho que tal veztenga mucho que ver con la cultura de nuestros ciudadanos, de nuestros políticos y también denuestros empresarios, pero también con la poca exigencia de unos medios de comunicación quereacciona tan pobremente ante estas materias y esta situación o que simplemente sale a flote lafalta de peso objetivo de nuestro científicos y tecnólogos en nuestra sociedad. Si nuestras empre-sas invierten poco en investigación o son escasamente innovadoras, además de achacarlo a otrascomplejidades y razones incluso históricas, quizás pueda deberse a la escasa capacidad de nuestrasuniversidades para producir licenciados con la adecuada preparación y el espíritu de riesgo nece-sario para convertirse en emprendedores y crear empresas innovadoras.

No es de extrañar que las empresas detecten considerables insuficiencias en los titula-dos superiores cuando éstos se incorporan a la vida laboral activa. En efecto, «las compañías sequejan de la falta de formación práctica, aptitud para el trabajo en equipo y dominio de los idio-mas de los titulados.» (Pérez de Pablos, 2005). Este es el resultado, entre otros, de un estudiorealizado por la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD), tras consultar a 404 empresas yexaminar 12 aspectos básicos de los licenciados.

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3.1.2. La comunicación desde el sistema de I+D+i

La comunicación desde los diferentes subsistemas ofrece puntos de coincidencia y tam-bién peculiaridades específicas de cada uno de ellos. No es lo mismo comunicar conocimientosde ciencia fundamental que informar sobre nuevas tecnologías o determinadas innovacionesobtenidas por una compañía que consigue incorporar su marca a un producto de consumo.Veamos los matices que ofrecen diferentes tipos de investigación y también los estados de opi-nión reinantes hoy en día sobre ellos.

Comunicar desde el sistema público de I+D

El núcleo duro de la investigación, tanto de la básica como de la aplicada, se lleva a cabocon fondos públicos y se realiza preferentemente en el ámbito del denominado sistema públicode investigación (SPI); es decir, en los organismos públicos de investigación (OPI) y centrosequiparados, y en las universidades, que en su gran mayoría son públicas.

El sistema público es, por consiguiente, la mayor fuente de nuevo conocimiento, por loque puede considerarse que sus centros e investigadores tienen contraída una doble responsa-bilidad: por una parte, con el tejido productivo, en el sentido de procurar que las empresas selleguen a beneficiar de nutrientes para sus innovaciones; por otra, también se puede hablar dela gran responsabilidad cultural que organismos, centros y universidades tienen para con lasociedad en vistas a elevar el nivel de conocimientos de los ciudadanos.

Uno de los objetivos de este documento es el de convencer de la rentabilidad que supo-ne comunicar los resultados de las investigaciones científicas y tecnológicas, y de los medios quees necesario instrumentar para llevar a cabo esta comunicación.

Lamentablemente nuestro sistema público de investigación no ha favorecido, por logeneral, ni la transferencia de tecnología ni la divulgación científica. Para la gran mayoría de losinvestigadores, divulgar su trabajo entre el gran público supone una tarea añadida sin compen-sación económica ni reconocimiento académico alguno. A ello hay que sumar la mirada recelo-sa de gran parte de sus colegas, para quienes en muchos casos resulta poco riguroso, aparte denada gratificante, dar explicaciones a un público no experto que se muestra poco cualificadopara entender ese tipo de conocimientos.

En una comunicación del redactor de Mundo Científico, Ignacio Bravo, titulada«Divulgación científica: una actividad penalizada», al referirse el autor a la actitud de los pro-pios científicos sobre la conveniencia o no de practicar la divulgación científica, afirma haberseencontrado con un amplio espectro de respuestas, dentro del cual se encuentra «la crítica másagria que estigmatiza a los compañeros científicos que hacen divulgación, acusándoles de bus-car protagonismo social.» (Bravo, 1999).

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El mismo autor se refiere también al hecho ya citado de que «en su currículum vitaecomo profesional de la ciencia la labor de divulgación científica no le reporta nada, es un ceroa sumar a los méritos, muchos o pocos que ya posea.»

No obstante, esta situación, como veremos más adelante, está mejorando considerable-mente, viendo cómo cada día existen más científicos que consideran la divulgación uno de loscapítulos donde tiene que mejorar considerablemente el sistema. (*)

Comunicar desde las empresas

Las diferencias entre la investigación pública y la privada tienen también su reflejoen la comunicación de los resultados. «El debate sobre investigación básica o investigaciónaplicada acostumbra a encubrir una disyuntiva de más trascendencia social entre conoci-miento libre y conocimiento propietario. El primero se produce fundamentalmente a travésde las instituciones que configuran la ciencia abierta, basada en la difusión rápida y genera-lizada de los descubrimientos, para que los poco fiables puedan ser descartados y el restoconfirmarse y combinarse de manera fructífera con los conocimientos fiables ya existentes.El conocimiento propietario se sostiene en los derechos sobre la propiedad intelectual queconfieren poder de monopolio a sus titulares en el uso y disfrute de los descubrimientos.»(Vicente Salas, ANECA, 2004).

Así como una gran parte de la investigación básica (hasta el 85%) se lleva a cabo enlos OPI y en las universidades, la investigación hecha en las empresas se produce, por logeneral, bajo contrato o busca desarrollar tecnologías útiles para innovaciones productivasconcretas. Por tanto, mientras que la investigación surgida de las universidades y centrospúblicos de investigación suele ser no finalista y sus resultados compiten por salir a la luzcuanto antes en las revistas científicas de la especialidad, la investigación en empresas priva-das acostumbra a mantenerse bajo el más riguroso secreto, ya que de ello dependerá ser losprimeros en el registro de las correspondientes patentes y batir a los competidores. «Pero,sobre todo, el mayor problema para reflejar adecuadamente la innovación es la falta detransparencia de las empresas, que muchas veces no tienen ningún interés en contar lo queestán haciendo por dos razones básicamente: no dar pistas a los competidores y el hecho deque innovan para sí mismas (a partir de la investigación y desarrollo internos) y no existeestímulo para hacer públicos los resultados.» (Ruiz de Elvira, 2004). «En el mundo de lainnovación tecnológica, las leyes y los modos son bien distintos. (...) La vara de medir la inno-vación son las patentes, no los estudios publicados de libre acceso. La información es opacay no fluye regularmente en ninguna dirección. Tampoco hacia los medios de comunicación.

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(*) En 1998 el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) rompió moldes puntuando hasta con 5 puntos sobre 100 los esfuerzos divulgadoresde los aspirantes a una plaza de Astrofísico del Gobierno de Canarias en el IAC.

Los protagonistas de la innovación tecnológica raramente difunden con continuidad susresultados. (...) La difusión suele ser ocasional. (...) En gran parte de las ocasiones subyaceuna campaña de lanzamiento comercial. (...) Y, en consecuencia, el periodista especializadoen ciencia y tecnología reacciona con recelo.» (Aguirre de Cárcer, 2004).

En el mundo empresarial ser competitivos es la única arma para sobrevivir, porqueinvestigar es caro, muy caro, aunque colectivamente sea mucho más caro no hacerlo. «Hace cua-tro años un estudio decía que desarrollar una molécula costaba 414 millones de euros; el añopasado, otro estudio hablaba de 660 millones. Lo cierto es que con el conocimiento actual pode-mos producir un montón de moléculas, pero cuesta un montón de dinero. Y hay muy pocossitios en el mundo que pueden permitírselo, sólo los países ricos. Eso es un problema. Lo queestá pasando es que nuestra capacidad de innovación va por delante de nuestra capacidad parapagar por ella. Pero, bueno, al fin y al cabo estas cuestiones son importantes, son cosa de vida omuerte; se paga mucho dinero por tener una molécula que prolonga la vida. Así que es un pro-blema ético, la sociedad debe decidir si quiere invertir más dinero en salud, en mejorar la vidade la gente, o en defensa, por ejemplo.» (Salomone, 2004).

La información sobre las innovaciones se produce, por lo general, cuando el producto,proceso o servicio que las incorpora sale al mercado, por lo que se presenta envuelto en formade campañas de marketing y de publicidad. Sin este tipo de comunicación, los posibles compra-dores nunca sabrían de su existencia. En definitiva, lo habitual es que las novedades permanez-can en la sombra hasta que sean aptas para el consumo. Lógicamente esto no es un dogma, yaque en algunas ramas de la investigación la difusión de informaciones parciales protegidas seusa mucho para obtener inversores, sobre todo si la empresa cotiza en bolsa.

La comunicación sobre innovaciones tecnológicas rara vez relaciona éstas con la inves-tigación básica que las ha hecho posibles, situación que contribuye al estado de opinión ya des-crito, que ve en la investigación fundamental un lujo poco productivo. Así, aunque los ciudada-nos utilicen multitud de productos basados en tecnologías muy avanzadas, desconocen por com-pleto el trasfondo científico que subyace en ellas, contribuyendo a la escasa cultura social sobreestas materias.

La investigación de las empresas aparece también en la prensa en el ámbito de las pági-nas salmón. Existe poca literatura sobre este particular salvo aquella que relaciona directamen-te las novedades de una marca con sus resultados económicos. Se echa en falta informaciónsobre líneas de investigación, equipos humanos ocupados en los desarrollos u otro tipo de noti-cias que indiquen el esfuerzo que las empresas dedican a este campo.

Por otro lado, el panorama se completa con nuestra realidad en algunos campos.«Apenas una de cada cuatro empresas españolas es innovadora, lo que, unido a que el 80% dela facturación de las compañías centradas en biotecnología depende de las grandes firmasextranjeras, supone que una gran parte de las noticias que llegan a las redacciones sobre I+D+iproviene de multinacionales ubicadas fuera de España.» (Gutiérrez, 2004).

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Comunicar desde las infraestructuras de soporte a la innovación

Las infraestructuras de soporte a la innovación constituyen un capítulo que adquierecada día más peso en nuestro sistema.

«Las infraestructuras de soporte a la innovación son elementos destacados de cualquiersistema nacional de innovación... En este subsistema se incluyen todas aquellas entidades cuyamisión es proporcionar medios materiales y humanos, y que se responsabilizan de llevar a cabotrabajos tecnológicos de muy diversa índole, que van desde la realización de proyectos de I+Da ensayos y medidas.» (Cotec, 2004).

Dentro de este capítulo podemos identificar un conjunto de organizaciones, entidades y, endefinitiva, fórmulas, nacidas para lograr el difícil empeño de buscar un entendimiento provechosoentre el mundo de la investigación y el de la productividad empresarial. A veces son de carácterpúblico y otras privado. En ocasiones surgen de abajo a arriba y en otras, por el contrario, han naci-do por el impulso de las administraciones autonómicas u otras voluntades.Algunos se inscriben enun sector concreto, mientras otros pretenden objetivos generales. Es un concepto variopinto quecubre un amplio espectro de fórmulas, nombres y personalidades jurídicas: centros tecnológicos,parques tecnológicos, centros europeos de empresa e innovación (CEEI), fundaciones universidad-empresa (FUE), organismos y agencias de fomento de la innovación, centros de innovación y tec-nología (CIT), oficinas de transferencia de resultados de la investigación (OTRI), etc.A todas ellasse vienen a sumar también los parques científicos. (Para más información, ver Villanueva, 1999).

Datos recientes hablan del éxito de los parques tecnológicos en nuestro país. Según unestudio elaborado por la consultora DBK, el 72% de los parques operativos opta por la fórmulade sociedad anónima como forma de gestión, mientras que el 21% está dirigido directamente pororganismos públicos y sólo un parque ha adoptado la forma de fundación. El mismo estudio expo-ne que el número de parques científicos y tecnológicos en España se triplicará en 2006 hastaalcanzar un total de 46 con una superficie de 31 millones de metros cuadrados. (Gómez Sal, 2004).

Todos estos centros de interfaz manejan resultados y desarrollan una actividad, por logeneral, tecnológica o de ciencia aplicada, muy ligada en ocasiones a sectores empresariales o aámbitos territoriales concretos, que deberían ser mejor divulgados al gran público. Ofrecen laventaja de que, al estar muy orientados al tejido productivo del entorno, mantienen con facili-dad puntos de contacto con la sociedad inmediata a la que sirven.

3.2. A quién cominicarlo o «La sociedad como receptora»

3.2.1. El receptor moviliza y determina la comunicación

El receptor es el otro gran protagonista en la comunicación. Como destinatario del proce-so, es su gran instigador. El receptor es el término que provoca y pone en marcha al emisor para

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que desencadene el proceso. Nadie, salvo que desee autojustificarse o cumplir con un requisitolegal, se esfuerza por lanzar mensajes al vacío. El emisor, cuando comunica, quiere algo del recep-tor, aunque sólo sea que lo escuche, lo comprenda y se convierta de alguna forma en su aliado.

El caso de la comunicación comercial es paradigmático: se comunica para vender algoque el receptor necesita o parece necesitar. La comunicación comercial juega con las cartas aldescubierto: el gran motor del acto de comunicar, de la elección y codificación de los mensajes,de la cuidadosa selección de los medios y de su estética de transmisión hay que buscarlo en eldestinatario. De la condición, capacidad y cultura de éste depende el enfoque y la estructura dela comunicación. Sólo así será eficaz. No se gana un cliente si no se gana su mente. Por ello, todoproceso de comunicación organizada arranca con el estudio detenido del destinatario en rela-ción con nuestras ideas, mensajes o productos.

¿Es esto aplicable a la comunicación de la ciencia? No del todo y de ahí nuestro proble-ma.Aparentemente nuestros receptores (los ciudadanos) ni reclaman ni parecen necesitar nadacultural de los científicos. No movilizan nada. Su afán de saber más, de integrar la ciencia en sucultura, si existe, no aflora abiertamente a la superficie. Tal vez por ello, lamentablemente, nues-tros emisores no sienten a su vez necesidad alguna de dar respuestas, ya que en principio no sesocorre a quien nada pide. Nuestros científicos no tienen conciencia de tener que vender nadaa alguien y, mucho menos aún, que de ello pueda depender su supervivencia. Aunque parezcaincreíble, el gran colectivo de investigadores, que tanto se queja a veces de falta de medios o deno obtener el reconocimiento social que merece su trabajo y la propia ciencia, no percibe conclaridad la conveniencia de buscar en la sociedad su mejor aliado, e incluso son escasos los queconsideran necesario un cambio en su actitud. Dedicados plenamente a su tarea, tantas vecesrelacionada directa o indirectamente con la solución de problemas sociales, parecen esperar aque sea la propia sociedad la que descubra el valor de su esfuerzo y lo premie sin necesidad dedar explicaciones. Colocan su frontera en hacer ciencia de calidad dejando a otros la tarea dedivulgarla. La mezcla de un mal entendido pudor con una buena dosis de suficiencia completansu postura. «El saber universitario, tiende a no divulgar conocimientos», decía el profesorAlejandro Nieto, con motivo de recibir el Premio Nacional de Ensayo (Villena, 1997). Más ade-lante veremos, no obstante, que ya son muchas las voces que surgen desde la orilla de la inves-tigación que piden cambiar esta cultura ante la necesidad de acercarse a la sociedad y que éstasepa valorar la labor de los científicos.

La propia sociedad, sea o no consciente de ello, está metida de lleno en un cambio esen-cial. El profesor Francisco Sánchez, fundador y director del Instituto de Astrofísica de Canarias,decía: «Estamos viviendo una época histórica de rápida transformación.Tanto nuestra visión delmundo, como los valores básicos, la estructura social y la estructura política están cambiandomuy deprisa. Es prematuro poder saber cuál va a ser el resultado final de este cambio, pero haytendencias claras que apuntan hacia la instauración de una sociedad del saber. En las socieda-des más avanzadas se ve ya cómo es el conocimiento, el nuevo recurso fundamental que va ocu-

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pando el núcleo social y económico. “El factor de producción absolutamente decisivo ha deja-do de ser el capital, o el suelo o la mano de obra; ahora es el conocimiento. (P. F. Drucker, Lasociedad capitalista, 1993)”. Unas sociedades más deprisa y otras a menor velocidad, pero la ten-dencia general es ir hacia pueblos más cultos, entendiendo por cultura el patrimonio completodel sentir y del saber humano. En esta cultura moderna cada vez es mayor el contenido cientí-fico y técnico.» (Citado por Carmen del Puerto en su tesis doctoral, pág. 53, 1999).

3.2.2. Pero ¿existe un público interesado en nuestra información científica?

Para muchos, «no hay mercado para la ciencia». Parece ser la disculpa de que las informa-ciones de carácter científico o tecnológico reciban un trato tan raquítico en los medios de comuni-cación. Es lícito hablar de disculpa porque tampoco existe tanta demanda para otras materias enlas que, sin embargo, los medios se vuelcan e insisten hasta la saciedad. Una gran parte del públi-co, por ejemplo, manifiesta sentirse saturado de tanta información política.Aun así, la política y lospolíticos llenan páginas y páginas en los periódicos y son el tema insustituible de interminables ter-tulias radiofónicas como si fuesen realmente la esencia de la vida cotidiana y de la sociedad.

Sería relativamente fácil para los medios descubrir que también existen en sus consumi-dores demandas escondidas y no afloradas, que no sería difícil despertarlas y hacerlas emerger.Es cierto que para ello habría que realizar una cierta inversión (informar, interesar, repetir...),de manera similar a lo que se hace todos los días en el campo del marketing. Porque, por lo gene-ral, el receptor no es consciente de que necesita algo (producto, servicio, político o idea) hastaque se topa con ello envuelto en una atractiva campaña publicitaria. Por eso, la publicidad escapaz de hacer aflorar deficiencias y necesidades materiales, espirituales o culturales de los con-sumidores. Nuestro gran desafío, el de todos, es saber despertar en el receptor su necesidadinnata de saber más sobre materias científicas y técnicas.

3.2.3. Análisis de nuestros potenciales clientes

No hay comunicación sin receptor como no hay empresa sin clientes. Ya hemos dichoque el cliente no siempre está ahí, esperando sin más. La mayoría de las veces es sólo un clien-te en potencia al que hay que convencer de que necesita algo que existe y que puede adquirir.El éxito consiste en descubrir lo que necesita y dárselo a un precio asequible. Para ello hay queinvestigar el mercado a fondo, identificar los colectivos que comparten necesidades y capacidadadquisitiva, desarrollar productos y servicios que satisfagan sus necesidades y, mediante lapublicidad, informarlos y persuadirlos de que, al adquirir esos productos, resolverán sus caren-cias y lo harán mejor que si adquiriesen los productos de la competencia.

¿Qué debemos hacer con los conocimientos científicos? Sigamos las reglas del juego yno queramos ser tan diferentes y únicos, por exclusivos que nos consideremos. Si deseamos

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comunicar hallazgos científicos o tecnológicos deberemos estudiar y conocer muy bien al públi-co al que pretendemos llegar: su de cultura científico-técnica, su interés por estos temas, la per-cepción que tiene de los nuevos avances o su actitud respecto de las tecnologías que se desarro-llan. No estamos ante un público único. No tenemos una fácil tarea porque destinatarios conniveles culturales distintos requieren lenguajes diferentes, ya que en la sociedad subyacen acti-tudes reticentes que tendrían más que ver con lo que decía Martín Lutero —«la medicina enfer-ma a las personas, la matemática las entristece y la teología las hace sentirse pecadoras»— quecon una postura abierta y propia de nuestra época.

Vamos a hacer una reflexión global sobre tres parámetros fundamentales que describenlas relaciones de la sociedad con la ciencia para así orientar mejor nuestra comunicación:

• Cultura científico-técnica de nuestra sociedad.• Percepción y actitudes sociales frente a la ciencia y la tecnología.• La ciencia en el interés de los ciudadanos.

Cultura científico-técnica de nuestra sociedad

El Diccionario de la Lengua Española, define la cultura en su cuarta acepción como«conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, cien-tífico, industrial, en una época o grupo social, etc.»

La incultura, mal de males

Si en toda comunicación la cultura del receptor resulta fundamental, en el caso de lacomunicación científica este parámetro resulta crítico.

La importancia de un mayor o menor nivel cultural es siempre difícil de definir. Desdeluego, la falta de cultura resulta determinante a la hora de entender los mensajes de contenidocientífico, dado el lógico distanciamiento producido por el lenguaje que maneja la ciencia. Pero,además, las carencias culturales deben ser evaluadas a la luz de las actitudes y carencias de losciudadanos frente a los avances científicos, como son su incapacidad para manejar con familia-ridad instrumentos y servicios basados en innovaciones tecnológicas, su renuncia a ser ciudada-nos informados y capacitados para opinar, intervenir e influir en aquellas decisiones que lesafectan. Incluso los consumidores reflejan también sus deficiencias culturales en el marco delconsumo al no estar al día de las innovaciones de los productos que adquieren.

Ciencia y sociedad: un histórico desencuentro

Ciencia y sociedad mantienen un tradicional desencuentro. Educadores, políticos,empresarios, comunicadores y público en general viven de espaldas al mundo científico. Depoco sirve que la ciencia, la tecnología y la innovación formen parte de la vida de un ciudada-

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no del siglo XXI o que sea casi imposible identificar una actividad económica que no incorpo-re o se relacione con las tecnologías más avanzadas. Por contradictoria que parezca esta situa-ción, el gran público parece ignorar el papel decisivo que la ciencia y la tecnología desempeñanen la solución de sus problemas. Utilizamos multitud de medios plagados de los más sofistica-dos desarrollos sin preguntarnos por los principios físicos en los que se fundan. Tampoco sereconoce a la ciencia su dimensión cultural. Para la mayoría de los ciudadanos, ciencia y cultu-ra son términos contradictorios que se excluyen mutuamente. Determinados sectores reaccio-nan ante la ciencia como si sólo aportase deshumanización, cuando sin ella jamás podríamosconocer la verdadera historia del hombre sobre la tierra.

No obstante, en los últimos años aumenta el clamor de muchos colectivos que piden unenfoque diferente de la educación y la necesidad de poner en marcha acciones para romper conel paradigma de esta separación ancestral. En efecto, son continuos los foros (congresos,encuentros, cursos, documentos, artículos, etc.) en los que se reflexiona sobre la necesidad y laforma de cambiar las cosas. En el llamado «Manifiesto de El Escorial sobre la ciencia españo-la» (1996), ya se advertía que el problema de la ciencia en España debía ser considerado tam-bién «un grave problema cultural, ya que ni la opinión pública ni muchos dirigentes políticos oeconómicos son conscientes de esta raíz de muchos de nuestros males». En él ya se hablaba deque estamos ante una cuestión de estado si queremos cambiar el rumbo de esta situación; y nohace mucho (diciembre de 2003) que un grupo de prestigiosos investigadores del campo de labioquímica y la biología molecular exponía la necesidad de lograr un «gran pacto de Estado porla ciencia» que dé estabilidad al sistema.

El Rey Don Juan Carlos, en la clausura del acto de presentación del Informe de laFundación Cotec (12 de junio de 2001) apuntó directamente al problema de que «la tecnología,la ciencia y la industria todavía no ocupan el lugar que les corresponde en nuestro acervo cul-tural». (...) «Desgraciadamente en España la ciencia padece una serie de males crónicos que sonel resultado de una tradición histórica que ha generado hábitos culturales que es preciso modi-ficar, así como de la insuficiencia de unos recursos financieros que es preciso aumentar.»

Necesitamos visión de futuro para reclamar de la ciencia su dimensión cultural y no sólosus repercusiones en la productividad, porque es imposible lograr esto último sin conseguir anteslo primero.

De vez en cuando, aparecen en los medios noticias que indican la gravedad de esta incul-tura científico-técnica de nuestra sociedad. Hemos escogido sólo tres ejemplos: el primero afec-ta a ciudadanos corrientes, el segundo a estudiantes universitarios y el tercero a catedráticos deuniversidad.

• «Para miles de españoles, el Sol gira alrededor de la Tierra, que sigue siendo plana comolo era para los ciudadanos del medievo; y es que en España la cultura científica “es muybaja” según un estudio del Ministerio de Educación y Ciencia publicado esta semana.»

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(La Vanguardia, 1999). Este resultado es coincidente con otro sondeo. «¿Pueden creerque en una reciente encuesta-examen exclusiva que encargamos para la revista, casi untercio de los entrevistados —el equivalente a 8 millones de españoles— todavía pensa-ba que el Sol gira alrededor de la Tierra?» (Pardina, 1999). En resumen, millones de ciu-dadanos viven culturalmente en épocas anteriores a Copérnico y Galileo.

• El siguiente ejemplo está basado en un cuestionario a un grupo de estudiantes deFilología Románica en el que se preguntaba sobre la causa de las estaciones. «Más del70% respondió que las variaciones estacionales no se debían a la inclinación del ejeterrestre, sino a la distancia del Sol: era verano cuando la Tierra estaba cerca del Sol,y viceversa.» (Arsuaga y Anguita, 2002).

• El tercero fue la prueba que hizo un grupo de matemáticos que escogió a cuatro cate-dráticos universitarios (de Derecho, Historia, Anatomía y Bioquímica) y les propusocomo problema sumar 1/3 + 1/6. Sólo uno dio la solución correcta (1/2). (Pérez dePablos, 1999).

No obstante, la cultura científico-técnica no es fácil de medir porque no se puede deter-minar sólo por el conocimiento de una terminología o por la posesión de ciertos conocimientos,sino también por el nivel de comprensión del método y los procedimientos científicos. «La medi-ción de la comprensión que el público tiene de la naturaleza de la investigación científica, es unaactividad paralela a la medición de la comprensión de conceptos científicos.» (Miller et. al., 1998).

Abundando en esta idea, el estudio comparativo citado, llevado a cabo en la UniónEuropea, EEUU, Japón y Canadá, relata que «para la mayoría de los encuestados un estudio cien-tífico implicaba la realización de un experimento». Codificada esta respuesta como correcta, se dioun paso más, que básicamente consistía en lo siguiente: dos científicos desean saber si un fármacoes eficaz para bajar la tensión arterial alta. Uno propone suministrar dicho fármaco a 1.000 pacien-tes con tensión arterial alta y ver cuántos reducen sus niveles de tensión. El otro elige administrarel fármaco a 500 pacientes y a los otros 500 darles un placebo. Se preguntaba a los encuestadoscuál era el método científico correcto. Pues bien, de los encuestados que eligieron la segundaopción como método correcto (un 69%), la mayor parte (que, según el estudio representa el 40%de la población total), indicó que la había seleccionado como más correcta porque, si el fármaco«mataba a un montón de personas», se cobraría menos víctimas. Lógicamente esto no indica pre-cisamente una comprensión del método experimental seguido en la investigación científica.

En todo caso, sería interesante establecer mecanismos para evaluar los avances en el pro-ceso de sensibilización de la sociedad en relación con los conocimientos científico-tecnológicos.Esto dicho en abstracto no tiene mucho sentido, pero en la línea que sigue H. D. Lasswell para lacomunicación política, muchas de las actividades que desarrollamos para divulgar la ciencia debe-rían disponer de un sistema para medir el aumento de la cultura científica que consiguen. Sólo por

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poner un ejemplo, la multitud de proyectos y actividades que se han desarrollado durante laSemana de la Ciencia de 2005, coincidiendo con el Año Internacional de la Física y el centenariodel admirable año de las teorías de Einstein, podría haber sido un buen momento para medir elantes y el después de la información y comprensión de los ciudadanos sobre estas teorías.

Aunque la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), como se citaen este documento, ha llevado a cabo estudios para conocer más a fondo la percepción y acti-tudes de los españoles frente a la ciencia y la tecnología, se echan en falta sondeos programa-dos, estudios longitudinales, que faciliten el conocimiento de nuestra evolución. Quizás debe-ría ser una de las materias a sondear sistemáticamente el Centro de InvestigacionesSociológicas (CIS), tras estudiar muy a fondo los parámetros que reflejan esa cultura tan difí-cil de evaluar.

Y, de alguna manera, tampoco vendría nada mal relacionar la medida de este nivel cul-tural con los diferentes planes de estudio que se suceden en la enseñanza media.

«Las dos culturas»... o la incultura de los «cultos»

Aunque la nuestra podría ser el paradigma de una sociedad fragmentada en dos culturas,la artístico-literaria y la científica, nuestro grave problema cultural no es exclusivo. En 1959, elcientífico por formación y escritor por vocación Charles Percy Snow (1977) publicó el texto dela Conferencia Rede pronunciada en Cambridge bajo el título «The Two Cultures» (Las dos cul-turas), convertido en referente obligado al tratar este problema. En un pasaje, Snow describe conironía a sus contertulios, los «intelectuales literarios», que «cuando oyen hablar de científicos queno han leído nunca una obra importante de la literatura inglesa sueltan una risita entre burlonay compasiva». Y añade: «...Una o dos veces... he preguntado a la concurrencia cuántos de elloseran capaces de enunciar el Segundo Principio de la Termodinámica. La respuesta fue glacial; fuetambién negativa. Y sin embargo lo que les preguntaba es más o menos el equivalente científicode ¿ha leído usted alguna obra de Shakespeare?». Más tarde, Snow, en una nueva versión amplia-da del mismo texto, añadiría: «Ahora creo que si hubiera hecho una pregunta todavía más sim-ple —como: qué entienden ustedes por masa, o por aceleración, que es el equivalente científicodel ¿sabe usted leer?—, no más del uno por ciento de los supercultos habría percibido que esta-ba hablando en el mismo idioma de todos». Snow da el mismo valor a la incultura de la otraparte. Hablando de una selección de ingenieros («entre treinta y cuarenta mil») que llevó a cabocon sus colegas durante años, comenta: «...Dimos con unos cuantos que habían leído la generali-dad de las obras de que suelen hablar los intelectuales literatos. Pero eso es algo rarísimo». Y alhablar de las razones de la existencia de las dos culturas, añade: «Si dejamos a un lado la culturacientífica, el resto de los intelectuales de Occidente no ha intentado, deseado ni podido nuncacomprender la revolución industrial, y mucho menos aceptarla. Los intelectuales, especialmentelos literarios, son luditas por antonomasia». (Snow, 1977).

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Es indudable que en el caso de España este divorcio cultural es muy pronunciado. Susraíces son objeto de discusión entre los historiadores. Lo que sí parece claro es que el gran siglode la primera revolución científica marcado por Tycho Brahe (1546-1601), Galileo (1564- 1642),Kepler (1571-1630), Newton (1642-1727 ), etc., sólo fue posible gracias a la preparación culturalgenerada por la publicación del De revolutionibus orbium coelestium de Copérnico (1473-1543).En España, a pesar de la posición privilegiada de Felipe II (1527-1598), al tener en su mano elimperio más potente y universal que ha existido sobre la Tierra, bien fuese por la obsesión defrenar la Reforma religiosa y cerrar las puertas a los aires renovadores, bien por el deseo de cen-trar los conocimientos en avances útiles para mantener la economía del imperio, el hecho es queno se supo aprovechar ese poderío y su reinado dejó pasar la cresta de la ola del saber de suépoca. Martín Municio recoge algunas frases de Echegaray en su discurso de ingreso en la RealAcademia de Ciencias (1866), en el que se lamenta de cómo nuestro país dejó pasar el gran siglode la ciencia sin pena ni gloria («¿Qué descubrimiento (...) qué verdad, quiénes los rivales deFermat, de Pascal, de Newton, de Leibniz?»).

Carlos J. Elías (2000) señala: «De hecho, se ha demostrado que en las universidades espa-ñolas de la época existían aproximadamente los mismos libros que en las de Copenhague, dondeestudió el gran astrónomo Tycho Brahe. Así, de la Universidad de Salamanca, la más importantede esos años, se sabe con seguridad que existían, junto a los libros de disciplinas clásicas como laaritmética, la geometría o la música, una Geografía, de Ptolomeo; el tratado sobre las esferas, deSacrobosto y, en especial, la Cosmografía, de Apiano. Un texto, este último, que Felipe II compróen su juventud, que se enseñaba en Salamanca y que fue el precursor de las ideas de Tycho Brahe».

Parece claro que los libros no son nada sin el ambiente, el intercambio de ideas, el impul-so y la docencia adecuados.

«En el siglo XVI, cuando se acuñó el término “humanidades”, la ciencia y la técnica esta-ban incluidos en él, no podía ser de otra manera en la mentalidad renacentista; la ilustración y elacademicismo necesitaron parcelar el conocimiento; el romanticismo supuso el divorcio definiti-vo; pero no podemos seguir viviendo con esta fractura; hace demasiados años que C. P. Snow noshabló de las dos culturas, que M. Kransberg nos alertó sobre los peligros de unas ciencias y unashumanidades divorciadas, que M. Serres denunció a los humanistas ignorantes y los sabios incul-tos, o que el término tercera cultura ha sido definido (D. Dennet, R. Dawkins) como para que alas puertas del siglo XXI caigamos en una discusión estéril.» (Font-Agustí, 2000). «Como si laestructuración científica del universo físico, en su complejidad, articulación y profundidad inte-lectual, no fuera la obra colectiva más bella y portentosa de la mente del hombre.» (Snow, 1977).

«El problema de no aceptar la dimensión cultural de la ciencia y de limitar la noción decultura para identificarla exclusivamente con los conocimientos de carácter humanístico, litera-rio o artístico estriba en que, además de llevar a una grave ignorancia a la población sobre loque los científicos se traen entre manos y de consolidar una sociedad colonizada a través de latecnología y la innovación, genera una incapacidad para interpretar desde la ideología las pro-

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fundas transformaciones sociales que produce la tecnociencia. Los humanistas piensan que laciencia y la tecnología no ayudan a que el hombre se explique mejor a sí mismo. Pero sin la cien-cia ese mismo hombre seguiría pensando que vive en el centro del Universo y carecería de lasherramientas para entender su evolución. No entender la ciencia incapacita además para enten-der el mundo en el que nos ha tocado vivir.» (Martínez Sáez, 2000).

Stephen W. Hawking, al recibir el Premio Príncipe de Asturias, se expresaba así: «En unasociedad democrática, los ciudadanos necesitan tener unos conocimientos básicos de las cues-tiones científicas, de modo que puedan tomar decisiones informadas y no depender únicamen-te de los expertos».

Por otra parte, en relación a cómo la sociedad del conocimiento sustituye a la sociedadde la información, Vladimir de Semir dice: «Esta construcción de la sociedad del conocimientosupone un salto cualitativo respecto a la sociedad de la información, concepto con el que esta-mos un poco más familiarizados. La diferencia radica en que la sociedad de la información con-sidera a los ciudadanos y ciudadanas como sujetos receptores, y por eso en buena parte agentespasivos del sistema comunicativo imperante. La ciudadanía de la sociedad del conocimientotiene que ser muy diferente: tiene que ser capaz de diferenciar entre información y comunica-ción, impulsar su espíritu crítico y sobre todo desarrollar capacidad de discernimiento parapoder estar en condiciones de escoger. Saber elegir es la clave que define a la sociedad del cono-cimiento». (de Semir, 2001).

¿Es solución la «tercera cultura»?

También ha estado de moda citar la obra de John Brockman (1995), que tuvo la muybuena idea de reunir en un libro a científicos y pensadores para debatir sobre el universo, la viday la mente. Son intelectuales de la tercera cultura, capaces de entenderse entre sí, sean científi-cos o literatos, y de introducir nuevas formas de discurso intelectual.

Los participantes en esta obra abundan en el absurdo de la situación actual. Así se reco-ge en una cita de Stephen Jay Gold: «El Premio Nobel británico Peter Medawar, un científicode formación humanista y clásica, decía que no era justo que un científico que conocía poco elarte y la música fuese considerado entre la gente de letras como un imbécil y un filisteo, mien-tras que ellos no se sentían en absoluto obligados a conocer la ciencia para considerarse cultos;toda persona tenía que poseer una cultura artística, musical y literaria, pero no necesariamentecientífica.» (Brockman, 1996).

Para finalizar este punto, lo que parece más importante es que los humanistas no se sien-tan amenazados por la tecnología. «Se dice con monótona demagogia que los avances de las tec-nologías de la imagen y de la información van a aniquilar la vieja cultura humanística: peronunca ha sido más accesible esa cultura que gracias a los avances tecnológicos, que nos permi-ten a todos, cualquier día, con sólo acercarnos al quiosco, tener a nuestra disposición, y a pre-

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cios irrisorios, los mejores libros, las películas más memorables, los discos que hace sólo unosaños habrían sido inencontrables.» (Muñoz Molina, 1999).

Necesidad de crear y extender una cultura integradora

Un reciente documento titulado la «Carta de Olimpia y de Barcelona» declaraba comoesencial «dotar la cultura del siglo XXI de los medios necesarios, en todos los ámbitos de la acti-vidad intelectual y artística, y también dotar de medios suplementarios a la investigación cien-tífica sin ningún objetivo comercial o económico y favorecer el desarrollo de una cultura cien-tífica y técnica integrando la interrogación crítica y ética». (Atenas-Olimpia, 21-23 de septiem-bre 2001/Barcelona-Fórum Universal de las Culturas, 4-6 de junio de 2004).

El gran desafío no es lograr que exista una elite de pensadores científicos, filósofos y lite-ratos muy cultos y completos, que se entiendan entre sí. Esto no es nuevo y ha existido siempre,en mayor o menor grado. No olvidemos que en la antigüedad, por ciencia se entendía la filoso-fía y que, hasta hace sólo cuatro siglos, el saber era un saber global y el estudio abarcaba todoese saber. Así, Descartes ingresa en 1606 en La Flèche, colegio fundado por los jesuitas, y en elcurso de filosofía que sigue durante tres años estudia lógica, física, matemáticas y metafísica.Newton, como apunta J. Doyne Farmer, publicó en las Philosophical Transactions of de RoyalSociety, ya que, en esa época, los físicos eran filósofos naturales. Y no es de extrañar que la len-gua habitual de los físicos fuese durante siglos el latín, como en el resto del mundo culto y uni-versitario. Sin embargo, Galileo escribe su Diálogo en italiano con el fin de obtener un mayorapoyo popular y defenderse mejor de los previsibles envites de los círculos universitarios y dela curia romana. Por otra parte, la historia más cercana está plagada de hombres dotados de uninterés general que han cultivado ambos saberes. Reclamar la consideración de intelectualespara los científicos, aunque sea una asignatura pendiente, no parece tarea imposible.

«España no será intelectualmente lo que puede y debe ser mientras no produzca en can-tidad y calidad la ciencia correspondiente a un país europeo, occidental, de 40 millones de habi-tantes», decía Pedro Laín Entralgo en una entrevista (Pérez de Pablos, 1998). El problema defondo no se soluciona con crear una elite de intelectuales de la tercera cultura. El gran desafíoconsiste en lograr que los conocimientos científicos, al menos los más sencillos, formen parte denuestra cultura ciudadana integrados en una nueva cultura no excluyente para con la ciencia.«Si los conocimientos científicos se limitan a un pequeño grupo de hombres, se debilita la men-talidad filosófica del pueblo», decía Albert Einstein a principios del siglo XX (Salomone, 2000a).

Sin embargo, el desarrollo científico y tecnológico es tan vertiginoso (exponencial), y suasimilación cultural tan lenta (recta de suave pendiente), que el diferencial entre uno y otra sehace cada día mayor. Nadie puede exigir al hombre de la calle que posea conocimientos cientí-ficos o tecnológicos de cierta entidad, pero sí que sienta vergüenza por ignorar quién fueHubble o Heissenberg, la misma que se puede sentir por no conocer quiénes eran Lorca o Miró.

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Estamos en nuestro derecho a reclamar que ese barniz cultural que nos ayuda a manejarnoscómodamente en la vida incluya también una dosis de conocimientos científicos que sirven paraexplicar las tecnologías que manejamos habitualmente.

«Alfabetizar» en ciencia y tecnología

En la obra ya citada sobre la tercera cultura (Brockman, 1996), W. Daniel Hillis dice:«Hubo un tiempo en que la gente se contentaba con dejar la ciencia para los científicos y queellos se encargaran de comprender cosas tan abstractas.Ahora hay gente que se da cuenta de quesu vida ha cambiado por completo como resultado de un cúmulo de cosas que no entiende».

Alfabetizar para entender, para capacitar mejor a los ciudadanos. Alfabetizar científica-mente a la sociedad es poner las bases para provocar un mayor interés del público por la investi-gación y sus logros; y así, de paso, reducir las reacciones negativas y poco justificadas que a vecesprovocan estos avances. Significa también capacitar a los ciudadanos para que puedan opinar, conconocimiento de causa, si ello fuese necesario, en decisiones de política científica que a todos nosafectan (investigación con células madre, clonación, alimentos transgénicos, energía nuclear, etc.).

Esta alfabetización, lejos de ser un lujo, es una urgente necesidad. El ya fallecido presi-dente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Martín Municio, hablabafrecuentemente del analfabetismo de nuestra sociedad en materia de ciencia, puntualizandoque el nivel científico de los españoles está bajo cero.

Hemos destacado que para medir el nivel de la cultura científico-técnica de un colectivoo de una sociedad no basta con analizar el nivel de conocimientos y la comprensión que tiene detérminos científicos, sino que es necesario también entender la esencia del método científico.

El propio concepto de alfabetización científica ha evolucionado, de la misma forma quelo ha hecho el concepto general de alfabetización. Que un ciudadano actual pueda leer y escri-bir su propio nombre ya no le libera de ser analfabeto. Hoy utilizamos el término alfabetizaciónfuncional para significar que los conocimientos de un ciudadano deben permitirle desenvolver-se sin problemas en la sociedad en la que vive.

En el estudio ya citado que recoge estudios comparativos hechos en la Unión Europea,EEUU, Canadá y Japón, se expone la dificultad para una conceptualización de la alfabetizacióncientífica y su vinculación con el concepto básico de alfabetización. «Acorde con ello podríamosdividir el conocimiento científico y tecnológico del público en tres categorías —alfabetizacióncientífica práctica, alfabetización científica cultural y alfabetización científica cívica— en base ala diversidad de las aplicaciones científicas y técnicas que invaden nuestra vida cotidiana.»(Miller, et. al., 1998).

«La American Association for the Advancement of Science, en su Proyecto 2061, Cienciapara todos los Americanos, recomienda que una de las premisas fundamentales en dicho proyectoes no enseñar más contenido, sino definir qué es esencial para conseguir una alfabetización cientí-

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fica. El Proyecto 2061 se sustenta sobre la idea de que un ciudadano está adecuadamente formadocientíficamente cuando es consciente de que la ciencia, las matemáticas y la tecnología, con sus prosy sus contras, van de la mano de la iniciativa humana; cuando comprende los principios y los con-ceptos fundamentales de la ciencia; cuando está familiarizado con el mundo natural y en el quereconoce, a la vez, su biodiversidad y su unidad, y cuando utiliza el conocimiento científico y elmétodo científico de razonamiento con fines personales y sociales.» (García Barreno, 1999).

Además de saber manejar útiles que incorporan innovaciones tecnológicas, el ciudada-no necesita estar preparado culturalmente para entender las bases de esas innovaciones. Sóloasí podrá ser parte activa de su futuro y tener criterio para adoptar posturas y decisiones queno se pueden tomar desde la ignorancia.

«El conocimiento de la ciencia nunca ha sido tan bajo, mientras que nunca han sido tangrandes las necesidades nacionales de un nivel público adecuado en cuestiones científicas. Estoyconvencido de que no habrá decisiones políticas correctas a menos que nuestros líderes y votan-tes se familiaricen con los conceptos y el lenguaje científico y tecnológico.» (Cita del PremioNobel de Física, 1986, León M. Lederman, en García Barreno, 1999).

Consecuencias de este divorcio cultural

«Consecuencia de este prolongado divorcio entre estas dos culturas, y de nuestra inca-pacidad para promover entre las jóvenes generaciones una forma de entender y de vivir lascosas mucho más integradora, es que no sólo incapacita al hombre de la calle para opinar concriterio sobre estas materias, sino que, además, de una sociedad poco culta en materias científi-cas no podemos esperar que surjan legisladores que entiendan demasiado las necesidades dequienes investigan, ni gestores públicos que vean, como prioridad, el diseño y gestión de unaacertada política científica, ni tampoco muchos comunicadores que se preocupen demasiado dedifundir correctamente los resultados científicos. Desde luego, pocos serán los empresarios concapacidad para descubrir y absorber aquellas capacidades tecnológicas con las que generarinnovaciones competitivas en sus empresas. E incluso los propios consumidores estarán pocopreparados para distinguir entre las prestaciones tecnológicas de unos y otros productos.»(Palabras de agradecimiento de Luis Martínez Sáez en nombre de los receptores de los«Premios Prismas», Casa de las Ciencias 2003, La Coruña).

Para el profesor y académico Sánchez Ron, «sólo con la divulgación no se logra introdu-cir la ciencia en la cultura. Los ciudadanos deben entender que la ciencia influye en su mundopráctico e intelectual». (León-Sotelo, 2003).

En la entrevista sobre la importancia de la investigación básica ya citada J. Friedmandecía: «Parte del problema es que la sociedad no comprende del todo la importancia de la cien-cia y no presiona lo suficiente a los gobiernos para que la apoyen como se apoya el deporte uotras cosas». ( Rivera, 2000).

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En definitiva, si hasta el momento hemos tenido en España un sistema de I+D débil, sino hemos dedicado a la investigación el porcentaje del PIB que nos corresponde, si seguimospagando facturas exorbitadas por la compra de tecnología, si progresivamente somos pasto deuna colonización tecnológica que nos empobrece, deberíamos buscar la causa de todo ello eneste divorcio entre ciencia y sociedad.

Pero hay algo más: la ciencia y la tecnología suelen ser calificadas de frías y deshumani-zadas. En una obra artística o literaria el autor plasma externamente sus sentimientos, su mane-ra original de ver o percibir su mundo interior y exterior. El autor exterioriza sus vivencias ycristaliza sus emociones. Así el arte se muestra como algo muy humano que surge de nuestroser. La ciencia, por el contrario, pone en ejercicio un proceder analítico que permite observar,casi disecándola, la realidad y extraer consecuencias conceptuales a las que necesitamos dar unaformulación matemática. Es algo del exterior que es percibido y a lo que aplicamos nuestracapacidad de abstracción. No parece haber humanización en este proceso por ninguna parte.

Sin embargo, ¿a qué se debe la progresiva liberación de los trabajos onerosos, los avan-ces médicos liberadores de tanto sufrimiento, o los progresos para la erradicación de las lacrasque aún nos azotan? ¿Qué es lo que permite que dispongamos de medios para comunicarnosmás que nunca, desde y con cualquier parte del mundo? La ciencia y los avances tecnológicosque surgen de ella nos prestan una base y nos ofrecen una oportunidad para que podamos sercada día más humanos.

Situación poco favorable para la comunicación

La situación cultural descrita dificulta extraordinariamente nuestra pretensión de comu-nicar. Sólo una sociedad preparada puede absorber fácilmente la cultura que se le ofrece.Porque cultura también llama a cultura.

Por otra parte, podríamos describir globalmente como extraña la situación de la tecno-ciencia en la sociedad. El hecho de que la investigación científica y tecnológica no tenga el reco-nocimiento social y el peso político y económico que cabría esperar de su aporte a la sociedad,supone un desequilibrio nada saludable. Pero que nadie se preocupe. Aunque la historia mues-tre lo peligroso que puede llegar a ser un colectivo cuyo valor real es muy superior a su recono-cimiento y peso social, y, salvo algunos gestos simbólicos que puedan surgir de vez en cuando(manifiestos, movimientos como «becarios precarios», etc.), no cabe esperar de científicos y tec-nólogos una revolución cruenta, ni tan siquiera la presión que, dadas las materias que manejan,podrían ejercer.

No obstante, tampoco se debería tirar demasiado de la cuerda. El peso de este colectivoya sabemos que va mucho más allá de su número. ¿Cuántos científicos desarrollaron la prime-ra bomba atómica? ¿Hacia dónde volvemos nuestra mirada cuando descubrimos el mal de lasvacas locas, el peligro de propagación de la gripe aviar, la extinción de las fuentes de energía o

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si tememos que un meteorito destruya la Tierra? ¿Con qué derecho pedimos resultados a losinvestigadores cuando hablamos de erradicar males como el cáncer, el sida o el hambre, si des-pués les negamos los medios para que puedan desarrollar su talento en pro de la humanidad?

Científicos y tecnólogos, además del aumento del conocimiento en sí, manejan materiasde una enorme importancia para la economía, el medio ambiente, el bienestar y, en definitiva,el futuro del ser humano. Pero siguen sin contar a la hora de la toma de decisiones y los crite-rios políticos suelen prevalecer sobre los técnicos. «El Premio Nobel de Economía T. Schultzseñalaba, a principios de los ochenta, que el bienestar de un país a largo plazo dependería fun-damentalmente de la “calidad” de su población y de los adelantos logrados en el terreno delconocimiento.» (Aparicio Acosta, 2000). «Al presentar los motivos del fuerte desarrollo deSuecia, Heckscher nos hace reflexionar sobre dos cuestiones: una excelente y muy exigenteenseñanza primaria y media, y una muy buena universidad ligada a la investigación...» (VelardeFuertes, 2003b).

Percepción social de la ciencia y la tecnología en España

Al hablar aquí de percepción nos referimos no tanto al grado de conocimientos o enten-dimiento de los métodos, sino más bien a la manera de mirar y percibir los ciudadanos la cien-cia y la tecnología, y de valorar sus efectos. Sirve para entender mejor la actitud (positiva onegativa) con que los ciudadanos van a recibir los mensajes científicos.

«Las personas de mentalidad literaria, ya digo, suelen mirar con recelo el avance cientí-fico, al que suelen atribuir los extremos de deshumanización y de destrucción a que se ha entre-gado una parte de la humanidad en el último siglo, y también los destrozos padecidos por laNaturaleza, el envenenamiento del aire, de la tierra y del agua. Nada es más fácil que desdeñarel dinero, a condición de tenerlo en abundancia y de ganarlo sin dificultad.» (Muñoz Molina,1999).

En un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) (n.º 2242, marzo 1997)a las preguntas «¿Hasta qué punto cree que, en general, los avances científicos en campos comola biotecnología o la ingeniería genética son peligrosos para las personas? ¿Y para el medioambiente?», un 17% de los encuestados contestaba que «muy peligrosos» y un 40% que «bas-tante peligrosos»; un 16% no sabía o no contestaba. Y a la pregunta «¿Hasta qué punto creeusted que en los próximos veinte años el desarrollo de la ciencia y la tecnología traerá consigoriesgos para nuestro mundo?», un 21% de los encuestados respondía que «muchos riesgos» yun 49% que «bastantes riesgos». A la pregunta «¿Hasta qué punto cree usted que en los próxi-mos veinte años el desarrollo de la ciencia y la tecnología será beneficioso para nuestromundo?», sólo un 9% contestaba que «muy beneficioso» y un 43% «bastante beneficioso». Ypara finalizar esta referencia, a la pregunta «Comparando ahora los riesgos con los beneficiosdel desarrollo científico y tecnológico, ¿qué cree Vd. que ocurrirá en los próximos veinte

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años?», el 29% contestaba que «los beneficios superarán los riesgos» y un 38% que «los riesgossuperarán los beneficios».

En resumen, y según esta encuesta, podríamos hablar de una actitud de recelo frente al des-arrollo científico y tecnológico en nuestra sociedad. El terror de la bomba atómica ha dejado unahuella en la memoria social mucho más profunda de lo que parece y no ha sido aún del todo supe-rada. La sociedad expresa el miedo que despierta un uso abusivo de las puertas que puede abrir lainvestigación científica: llegado el caso, la angustia de la gente no es diferente a la de los propioscientíficos. «Esas dudas, que fueron su enfermedad y su martirio (se refiere a Oppenheimer),siguen dibujando una tragedia griega interminable, en la que un hombre advierte que ha creadouna fuerza parecida a la de Dios, y pasa la vida huyendo de ella, aterrado.» (Eloy Martínez, 2004).

Una investigación más reciente, elaborada por Demoscopia por encargo de laFundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT, 2002) y cuyo documento defini-tivo lleva fecha de marzo 2003, aporta datos más completos y actuales. El informe, tal vez orien-tado a una favorable percepción de la ciencia, permite esbozar un perfil más optimista de nues-tros destinatarios. Del estudio parece deducirse que la sociedad española posee una imagen cla-ramente positiva de la ciencia y la tecnología. «Esa imagen se construye desde una base decuriosidad hacia lo científico y lo tecnológico, que no se corresponde, sin embargo, con la infor-mación que los españoles creen poseer y recibir al respecto.»

Sobre una escala de 0 a 10, los temas de medicina y salud (7,02) y los relacionados conel medio ambiente y la ecología (6,64) son los que despiertan mayor interés entre los entrevis-tados. Por tener una referencia, deportes alcanza un 5,71.

La información que manejan los entrevistados sólo es suficiente en tres de las áreas tes-tadas: deportes (5,7), temas de medicina y salud (5,5) y temas de medio ambiente y ecología(5,3). El tema de ciencia y descubrimientos logra un (4,4) y los temas políticos (4,2).

Pero cuando se analiza el consumo de contenidos científicos y tecnológicos en los mediosde comunicación de mayor penetración (televisión y radio), un 24% de los entrevistados acostum-bran a ver documentales de contenido científico y tecnológico mientras que un 6% afirma escu-char emisiones de radio de ese tipo. El 81% sigue los espacios informativos y el 71% las películas.

El perfil del consumidor de contenidos científicos y tecnológicos se corresponde con elde varones situados en el tramo medio de edad y nivel socioeconómico y con estudios altos.

Si nos referimos a los hábitos de lectura, un 58% declara leer revistas (de las que el17,7% versan sobre la vida de famosos) y un 3,6% revistas de divulgación científica (sin espe-cificar). Mientras un 41,1% afirma leer literatura y un 14,3% biografías, sólo un 7,9% dice leerlibros sobre ciencia. Un 41,7% no suele leer libros.

Los entrevistados consideran insuficiente la atención que los distintos medios de comu-nicación prestan a la información científica. Por capítulos, los entrevistados valoran peor a latelevisión (50,4), seguida de la radio (46,6) y la prensa escrita (46,2). Internet es el medio quesale mejor parado (22,6).

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Dentro del capítulo del «patrón de actividades culturales», el estudio refleja que «tansólo un 11% de los entrevistados reconoce haber visitado alguna vez en los últimos doce mesesun museo de ciencias o técnico. En este caso, el público es muy joven, aunque posee un perfilsocioeconómico y sociocultural alto».

En lo relativo a la «valoración de profesiones», y en una escala de 1 a 5, los médicos (4,56)son los mejor valorados, seguidos de los científicos (4,44) y los ingenieros (4,20). Los profesoresobtienen un 4,09, los periodistas un 3,43 y el último peldaño lo obtienen los políticos con un 2,26.

En el capítulo de «actitudes generales hacia la ciencia y la tecnología», el estudio ha que-rido «sondear el grado de opinión» pidiendo a los encuestados que se decantasen por pares deatributos opuestos a la hora de asociarlos con las palabras ciencia y tecnología.

El resultado es que a la ciencia se la considera interesante (73%), algo solidario (57%),ético (55%) e integrador (48%). También la ciencia es considerada como algo próximo (50%)y más bien humano (49%). Sin embargo, también es percibida como algo frío (48%).

De la «asociación de valores a la ciencia» se desprende sobre todo que la ciencia seidentifica con progreso (4,35), sabiduría (4,12), poder (3,80) y bienestar (3,74). También conriqueza (3,53).

La ciencia en el interés de los ciudadanos

Se acaba de aportar algunos datos que parecen indicar el índice de interés de los ciuda-danos por la ciencia y la tecnología. No obstante, José Luis Luján en su análisis sobre estaencuesta habla de la deseabilidad social, es decir, que «los encuestados contestan lo que consi-deran socialmente más deseable». «La fuente más fiable, afirma, para determinar lo que podría-mos denominar el interés activo por la ciencia y la tecnología es el consumo de informaciónsobre estos temas». Y habremos de reconocer que los datos aportados por la encuesta son muybajos: sólo un 3,6% declara leer con frecuencia revistas de información científica.

Cultura y percepción suelen ser factores determinantes en el interés de los ciudadanos.El estudio comparativo ya citado (Miller et. al., 1998) muestra que, en general, existen grandessimilitudes entre los ciudadanos de EEUU, Canadá, la UE y Japón, que manifiestan un consi-derable interés por los temas medioambientales, los nuevos descubrimientos médicos, los des-cubrimientos científicos y los nuevos inventos y tecnologías, interés que es mucho más alto queel que despierta, por ejemplo, la política (FECYT, 2002).

Para la gran mayoría de los medios de comunicación, el motivo de dar una informacióntan escasa sobre los temas científicos y tecnológicos es precisamente el poco interés que mues-tran sus lectores y audiencias sobre estas materias. Pero hay algo que falla en el razonamiento.El estudio realizado por el CIS (n.º 2213, mayo 1996), sobre el grado de interés con el que el ciu-dadano recibe los diversos temas que le llegan a diario, arrojaba que, mientras los temas políticossólo suscitan un índice de un 30% de interés, los problemas sociales (falta de alimentos, epidemias,

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etcétera) subían a un 83%, los avances médicos a un 80%, la ecología junto con el medio ambien-te a un 78%, los avances tecnológicos a un 64% y los descubrimientos científicos a un 63%.

Según ese mismo estudio, el 23% de los encuestados lee la sección de ciencia y tecnologíade los periódicos con mucha o bastante frecuencia o ve en televisión documentales relacionadoscon estas materias (48%). Es decir, a los medios de comunicación no les desanima la baja valora-ción que los ciudadanos tienen de los asuntos políticos o que los lectores expresen su saturación porla información política a la hora de seguir dedicando gran parte de los espacios a estas materias.

Por otra parte, el número de revistas de contenidos relacionados con la ciencia, la tecno-logía o la naturaleza que ofrecen los quioscos va en aumento y algunas pueden presumir de tira-das muy significativas. Y no digamos nada de las revistas sobre ordenadores, software, cámarasy manipulación digital de las imágenes, novedades en audio, vídeo y televisión, etc.

La doctora Carmen del Puerto (1999) aporta datos sobre el impacto obtenido por seriescomo «Cosmos», de Carl Sagan, o de libros como «Genoma», del doctor en biología por laUniversidad de Oxford y divulgador científico Matt Ridley. Títulos como la «La historia deltiempo» o el «Universo en cáscara de nuez», de Stephen W. Hawking, se han convertido en bestsellers nada más ponerse a la venta. Desde luego comprar un libro no significa leerlo y menosaún entenderlo. Sin embargo, son datos reveladores que denotan un interés de los ciudadanospor saber más sobre algunas ramas de la ciencia, interés que sería aún mayor si pudiesen enten-der mejor muchas de las cosas que llegan a sus manos.

En resumen, ciertas encuestas parecen recoger preferentemente aquello que podríamosllamar respuestas políticamente correctas y reflejarían más un deseo que una realidad social.Aun así, todas las encuestas vendrían a expresar un interés innato, mejor o peor aflorado, que porsí mismo justificaría una mayor atención si realmente hubiese una voluntad efectiva en losmedios por generar un mercado. El problema es que un público escasamente culto en estas materias no supone todavía un negocio suficiente para los grupos mediáticos. En la medida enque un día haya una demanda significativa, veremos convertidas la ciencia y la tecnología en pro-ductos de consumo (series, suplementos, documentales, centros de visita turística, museos, etc.),porque no debemos olvidar que la finalidad de las empresas propietarias de los medios de comu-nicación no es otra que hacer dinero con esos medios e influir, política y socialmente, a través deellos.

3.2.4. El problema de un público heterogéneo

Para finalizar el análisis del hipotético receptor de nuestros mensajes científicos, debe-mos hablar de una última nota: su falta de homogeneidad.

Ya se trate de transmitir mensajes o de vender coches, la sociedad es una abstracciónque, como tal, no existe. El mundo real está integrado por colectivos de personas, más o menoshomogéneos entre sí, en relación con el producto que queremos hacerles llegar. Esos colectivos

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difieren significativamente unos de otros al estar compuestos por individuos cuya edad, cultu-ra, capacidad adquisitiva, formación e intereses dibujan un puzzle extraordinariamente hetero-géneo en capacidades y actitudes. Para vender es necesario identificar previamente a nuestrospotenciales compradores y ajustar nuestros mensajes a su peculiar condición.

Dicho esto, nuestro objetivo con la ciencia debe ser ambicioso: queremos llegar almayor número de colectivos que componen eso que llamamos el gran público. Todo sería másfácil si nos limitásemos a un sector culto y realmente interesado en lo que hacemos. Pero no essuficiente. Necesitamos incidir también en esos ciudadanos alejados por completo del mundocientífico y que, incluso, sienten por él un respeto reverencial. Nuestra misión es despertarinterrogantes sobre las cosas más cotidianas: ¿por qué el cielo es azul?, ¿cómo influye la acti-vidad solar en nuestro clima?, ¿cómo se generan las corrientes eléctricas que recorren nuestrocuerpo?, qué hace que dos masas se atraigan y no se repelan? o ¿a qué se debe que en los últi-mos quince millones de años haya cambiado cuatro veces la polaridad del magnetismo terres-tre?, ¿cómo funcionan los virus?, ¿cuál es el mecanismo por el que una planta decide florecer?,¿cómo se origina, crece y se traslada un huracán? o ¿qué hay y cómo es exactamente el centrodel la Tierra al que ahora pretendemos llegar? Cualquier rama de la ciencia intenta contestarmiles de preguntas apasionantes cuyas respuestas afectan al ser humano, individual y colecti-vamente, y a su entorno.

Desde luego, nuestros primeros aliados son los colectivos inquietos que llevan ya el gusa-nillo dentro, aquellos que sienten curiosidad por conocer el porqué de las cosas y que conservanun mínimo de capacidad para el asombro. A ellos se refiere esta cita: «Nuestros públicos, los quequeremos reivindicar para la ciencia desde el Setecientos, están formados por quienes se entu-siasmaron con la apertura de avenidas arboladas o la ascensión de globos aerostáticos, y portodos aquellos que parecían en trance viendo la llegada a las ciudades del primer tren o del aguapotable, y también por quienes quedaron boquiabiertos ante la iluminación de las calles, la pas-teurización de la leche, el transporte en metro, el vuelo del zeppelín, el Nobel a Cajal, la travesíatransatlántica en avión, la visita de Einstein o el exilio de Negrín.» (Lafuente y Saraiva, 2002).

Por tanto, a la hora de difundir las ideas y los logros científicos sabemos que, salvo colec-tivos singulares, partimos de una realidad y es que es un mercado por hacer. Ante este hecho, elobjetivo propuesto no es nutrir únicamente a aquellos a quienes ya les gusta o interesa la cien-cia, y la siguen habitualmente a través de los medios de comunicación o publicaciones de divul-gación, sino que deseamos ir mucho más allá y ganar adeptos, introducir interrogantes y curio-sidad por los enigmas que nos envuelven y aficionar a las jóvenes generaciones para que, seacual sea la profesión que elijan, la ciencia forme parte de su vida cultural, como igualmente laliteratura o el arte.

En la consecución de este fin, resulta más difícil la tarea de informar a un público descono-cido, muy variado social y culturalmente y con diferentes actitudes y percepciones en relación a laciencia, que cuando desarrollamos actividades de divulgación científica. En el primer caso, tanto los

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contenidos de nuestros comunicados como el lenguaje empleado debe ser tal que facilite al mediode comunicación su elaboración posterior pensando en sus lectores o audiencias. En el caso de lasactividades de divulgación, todo resulta más sencillo porque la propia actividad llevada a cabodesde un centro de investigación, un museo de la ciencia, un planetario, etc., puede ser diseñadapensando en colectivos concretos y teniendo en cuenta sus edades, culturas, condiciones, etc.

En los distintos capítulos de este documento subyace la necesidad de elaborar produc-tos de divulgación específicos dirigidos a colectivos singulares que ofrecen un especial interés,desde los niños hasta los empresarios. No debemos olvidar que científicos de una determinadarama de la ciencia necesitan también de la divulgación cuando desean conocer los avances enotras materias científicas.

3.2.5. El ejemplo de dos colectivos tan singulares como extremos: los niños y las pymes

Cuando hablamos de comunicar, todos los públicos son singulares. A ello se refiere elpunto anterior. El desafío para la comunicación desde un centro de investigación es total por-que el mapa de nuestros destinatarios tiene, cuando menos, tres dimensiones: la cultura y nivelde sus conocimientos, sus intereses y aficiones, y sus entornos. Un medio de comunicación lotiene más fácil: se dirige a un público que es el suyo. En cierta forma se especializa en sus lecto-res o audiencias. Nosotros, desde nuestra institución dedicada a la investigación, tenemos uncompromiso con la sociedad entera.

No queremos ni podemos abarcar todo en este documento, pero sí nos parece convenien-te esbozar algunas cuestiones, dado que la comunicación, especialmente la divulgación científicay tecnológica, debe ser un traje a la medida que se ajuste a los diferentes colectivos. Por ello,hemos elegido dos por su evidente singularidad y dispersión entre sí: los niños y las pymes.

Ciencia para los niños

Muchos profesores interesados en la ciencia reclaman herramientas especialmenteadaptadas para divulgar la ciencia entre los niños: las necesita la escuela e insisten en que es pre-cisamente en las edades más tempranas cuando puede y debe surgir el interés por la ciencia.

Efectivamente, podríamos decir que existe una edad en la que todos los humanos somoscientíficos o, por matizar, tenemos una actitud científica al preguntarnos el porqué de todo loque nos rodea. Aprovechar esa edad en la que el interrogante forma parte esencial de nuestravida puede determinar una posterior actitud favorable hacia la investigación y generar futurasvocaciones científicas. Así, por ejemplo, podemos encontrarnos de repente con titulares comoeste: «Se buscan 60.000 científicos. Ésa es la cifra que calculan los expertos para permitir queEspaña se suba al tren tecnológico. Mientras tanto, el crecimiento de la economía puede ser sóloun espejismo a medio plazo». (Barbería, 2005). ¿Cómo lograr algo así cuando la política de los

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planes de estudio contradice esta necesidad? Son cosas que no se pueden improvisar. Si no secomienza a trabajar desde las edades más tempranas tendremos que resignarnos a la realidadexpresada por el Informe Pisa, en el que se afirma que el 26% de los quinceañeros no saberesolver problemas básicos. Podríamos preguntarnos, si las cosas están así, ¿cómo contaremosalgún día con investigadores de calidad? Y, lo que es peor, podríamos añadir que, incluso dispo-niendo de bastantes investigadores suficientemente preparados, el propio sistema impidemuchas veces proporcionarles un puesto fijo.

No es fácil enseñar ni acercar los conocimientos científicos a los niños, pues para ello pri-mero hay que saber cómo captan y entienden éstos hoy en día, porque la mente de un niño naci-do en el año 2000 se enfrenta a las cosas de una manera distinta a la de otro nacido hace un sigloo simplemente de la generación anterior. De aquí que los especialistas reclamen una mayor for-mación del profesorado de enseñanza infantil y primaria. A estas edades tanto la enseñanzacomo su divulgación exige unos conocimientos, métodos, habilidades, técnicas, materiales yrecursos que sólo conocen bien los expertos habituados a enseñar y trabajar con niños y niñasde esas edades. Así poco podrá hacer un centro de investigación si no actúa en plena colabora-ción con los educadores especializados.

Por aportar algún medio clásico, el éxito que entre los niños puede tener una historiabien contada y teatralizada por un grupo de títeres o de guiñol, ediciones adaptadas a ellos, etc.,nos expresa las posibilidades de estos vehículos para introducir ideas sencillas sobre, por ejem-plo, el sol y el sistema solar, las estrellas, el medio ambiente, el cuerpo humano, etc. Organizartertulias, como se han llevado a cabo con determinados personajes —Pedro Duque, por citar uncaso, que, por su condición de astronauta, dispara la imaginación infantil— resulta de gran inte-rés. Los juegos o los concursos (de pintura, etc.) adaptados a su edad pueden ser también degran ayuda. Lo importante es que todo esto conforma y representa una buena oportunidad paraque los centros de investigación o de tecnología y los educadores trabajen juntos. La interacciónde los organismos de ciencia con los educadores y niños (que es muy enriquecedora para ambaspartes) puede surgir de visitas organizadas a los centros educativos, que serán muy fructíferas sise preparan bien para que resulten entretenidas para los alumnos.

Las editoriales tienen ante sí un gran desafío en este campo. Pero pocas recomendacio-nes se pueden hacer a aquellas entidades que conocen tan bien el mercado y los públicos a losque dirigen sus colecciones. La misión de los centros es estar disponibles y abiertos a la colabo-ración si estas entidades la reclaman.

Comunicar a las pymes

Por activa y por pasiva se habla de la necesidad de que la investigación básica o aplica-da sirva para generar desarrollos tecnológicos que las empresas puedan convertir en innovacio-nes competitivas. Podemos hacer llegar una información genérica a las empresas sobre nuestro

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centro, lo que es y lo que hace. Nunca viene mal. Pero no es éste el objetivo que deberíamos per-seguir ni el desafío que tenemos entre manos. Las empresas y sus dirigentes no están para per-der el tiempo. La comunicación desde un centro de investigación debe estar orientada a hacerllegar a las empresas aquellas capacidades tecnológicas (si las tenemos) que pudieran serles deutilidad. Tarea nada fácil.

En esta misión surgen demasiados problemas y únicamente vamos a enumerar algunos:

a) En la actualidad existe una enorme distancia entre la mentalidad de los investigado-res y la de los empresarios. Algunas veces este distanciamiento tiene profundas raí-ces, como puede ser, por ejemplo, el escaso número de empresarios de pequeñasempresas provenientes de la universidad. Por citar un dato, en nuestro país, «sólo el7% de los empresarios con asalariados son universitarios, frente a un abrumador73% que cuenta con estudios máximos de bachillerato elemental, resultado que sin-gulariza al empresariado español en comparación con el europeo». (Palafox, 1995).Este hecho no representa un demérito para las empresas y sus empresarios, sino másbien, a nuestro modo de ver, una tremenda deficiencia en la orientación de nuestrasuniversidades, que forman a los futuros profesionales en una mentalidad que les llevaa huir del riesgo de crear empresas. Es decir, nos encontramos en un ambiente carac-terizado por la falta de cultura emprendedora. «En lugar de una cultura de riesgo, loque tenemos es un enorme miedo al fracaso que frena las iniciativas», comentabaCristina Garmendia, presidenta de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio)y de Genetrix. (Barbería, 2005).

b) En documentos como el Libro Blanco titulado «El sistema español de innovación.Situación en 2004», y en otros muchos documentos e informes de Cotec, se puedenencontrar análisis sobre diferentes integrantes de nuestro sistema de I+D+i. Uno delos rasgos destacables en relación con la materia que nos ocupa es la relativamenteescasa actividad investigadora e innovadora de nuestras empresas, incluidas laspymes, hecho que sin duda constituye otro punto de desencuentro entre el mundo dela generación de conocimiento y el mundo empresarial.

c) Si bien parecería lógico que el drenaje de conocimientos desde un centro de cienciao de tecnología se dirigiese preferentemente (o en primer lugar) a las pymes de suentorno territorial, ocurre que los intereses de éstas no tienen por qué coincidir conlas especialidades de aquellos. Este hecho poco a poco se está solventando especial-mente en las universidades cuyas nuevas disciplinas procuran acercarse cada día mása los problemas y demandas reales de la sociedad. Aun así, queda un gran trecho porrecorrer. En definitiva, los centros con determinadas capacidades tecnológicas debenbuscar sus clientes allí donde estén, dentro o fuera de su círculo más inmediato, den-tro o fuera de nuestro ámbito o panorama nacional.

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d) Los centros de investigación y las universidades (con exclusión tal vez de las politéc-nicas) producen como mucho capacidades tecnológicas por lo general no inmediata-mente transmisibles a las empresas. Se necesita, pues, que el binomio centro/empre-sa actúe de mutuo acuerdo y colabore intensamente antes de saber si tal capacidadpodrá ser aplicada y dar lugar a una innovación.Todo ese trabajo previo, que es nece-sario abordar, exige medios humanos, organizativos y económicos que muchas vecesrebasan las potencialidades de ambas partes. A pesar de algunos programas puestosen marcha con este objetivo (PETRI, PROFIT), el caso es que no existen demasia-das facilidades económicas específicas para acometer dicha fase.

Así las cosas, ¿cómo plantear la comunicación desde un centro de investigación a laspymes? En primer lugar, disponiendo de herramientas singulares y, en segundo término, procu-rando centrarse en aquellos conocimientos o capacidades tecnológicas producidas en el centroque puedan serles útiles a las empresas de un gremio concreto, que en principio se suponepodrían beneficiarse de dichas capacidades. Lógicamente el sentido común nos llevará a dirigir-nos en primer lugar al tejido empresarial de nuestro entorno para ver si detectamos que algu-nas de ellas pueden ser beneficiarias de nuestras especialidades.

En relación a las herramientas, el sistema de I+D+i creó y desarrolló hace años las deno-minadas OTRI (oficinas de transferencia de resultados de investigación) como medio práctico einstitucional de encuentro entre universidades y centros con las empresas. La reciente historiamuestra que esta interfase ha tenido éxitos muy dispares. En muchas universidades las OTRI hanlogrado altos niveles de productividad, convirtiéndose en unidades que han alcanzado no sólo unconsiderable volumen de venta de capacidades, investigaciones y estudios bajo contrato, sino quetambién han conseguido especializarse en la gestión de acuerdos y contratos entre empresas yotras instituciones poco habituadas a comercializar su conocimiento. Con el tiempo, las pequeñasy medianas empresas se han acostumbrado a hacer encargos a departamentos universitarios yéstos han perdido el miedo a trabajar bajo contrato (plazos, calidades, costos cerrados, etc.).

Las OTRI que han funcionado bien han sido instrumentos útiles para descubrir poten-ciales desarrollos aptos para ser patentados y han facilitado la gestión y seguimiento de esaspatentes. Pero lo cierto es que, aún hoy en día, no es fácil ni barato para un centro producir ymantener una patente.

Otra actividad en la que han destacado algunas OTRI ha sido la de facilitar la elabora-ción de proyectos conjuntos con centros y entidades de distintos países para acudir a ofertas deprogramas comunitarios europeos. En este sentido, a pesar de ser instrumentos de los centros ylas universidades, pueden y deben prestar un servicio a las empresas del entorno que no dispo-nen de sistemas para conocer las oportunidades que brinda Europa.

Nos encontramos, pues, con dos mundos demasiado distanciados mentalmente el unodel otro. Por una parte, el de los centros de investigación en los que, la mayoría de las veces, es

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difícil detectar una posible transferencia al tejido productivo y, por otra, el mundo de las peque-ñas y medianas empresas, con una mentalidad innovadora muy escasa y una falta de capacidadpara descubrir en los resultados de un centro, del que muchas veces ignoran su trabajo y poten-cial, aquellos conocimientos que podrían serles de utilidad. De hecho, la mayoría de las empre-sas no tiene tiempo para rastrear las capacidades tecnológicas que, tras emerger de los centrosde investigación o de departamentos de las universidades, podrían suponerles una ventaja. Talvez, de esta afirmación un tanto rotunda podríamos excluir a algunas universidades politécni-cas cuya orientación va dirigida de manera más directa al mundo productivo.

Por todo ello, salvo aquellos centros que producen tecnología porque, por ejemplo, nece-sitan crear instrumentación científica ad hoc (centros de astrofísica, astronáutica, investigaciónmédica, etc.), lo normal es que el producto de su investigación sea lo que hemos venido en deno-minar el aumento general del conocimiento. Sin duda este conocimiento acabará llegando algúndía al tejido empresarial en forma de aplicaciones más o menos sofisticadas, pero no podemosesperar que exista un trasvase inmediato. No obstante, a través precisamente de esa instrumen-tación científica, los centros provocan un avance tecnológico en determinadas empresasmediante la contratación de componentes que, por no existir en el mercado, deben ser desarro-llados bajo las determinaciones y condiciones técnicas que necesitan cumplir.

Así las cosas, la comunicación de un centro a las empresas es, en principio, una respon-sabilidad de la OTRI (u otra unidad específica), más que de un departamento de comunicación.Es la OTRI la que puede y debe trazar un plan de actuación para dar a conocer las capacida-des del centro en materia tecnológica y hacerlo de una manera práctica. Para ello, sería muyconveniente que buscase apoyo en el departamento de comunicación para llevar a cabo aque-llas actuaciones, ediciones, promociones, etc., que supongan una actividad de marketing encami-nada a acercar de manera más efectiva el centro a los empresarios.

Conviene insistir en que éstos son gente práctica, sin tiempo que perder y cuyo trabajopara sacar adelante su empresa los sitúa en un plano muy diferente al de los investigadores. Porello, esa planificación de las acciones debe ser muy bien diseñada para que no exista una sensa-ción de pérdida de tiempo por ambas partes. Es decir, no deben ser actuaciones de puras rela-ciones públicas, sino que, además de dar a conocer el centro en su totalidad, debe existir un lis-tado concreto de cuál es la oferta que podemos poner encima de la mesa y discutir, conjunta-mente, las posibilidades reales existentes para cada gremio de empresas.

Es de vital importancia, cuando sea posible, disponer de un catálogo que muestre no sólolas capacidades tecnológicas del centro, sino también los medios de producción que puedeponer al servicio de las empresas: talleres, instrumentos de homologación si se dispone de loscertificados precisos, grupos de diseño instrumental, maquinaria de precisión que no sea habi-tual en el entorno, laboratorios, etc. En todo caso, el mejor conocimiento mutuo puede produ-cir significativos beneficios: posibilidad de diseñar algún trabajo o proyecto conjunto, conocermejor sus demandas, etc.

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No esperemos a que sean los empresarios los que tomen la iniciativa de conocernosmejor. Si bien la organización de visitas a las secciones tecnológicas de una universidad o cen-tro pueden ser de gran utilidad, será misión de la OTRI o de la unidad que tenga encomenda-da esta tarea, tomar la iniciativa e ir a vender nuestras capacidades a aquellas empresas que a priori podrían estar interesadas en nuestra ayuda.

Para finalizar, y hablando tal vez de manera demasiado directa, debemos tener en cuen-ta que, si bien el clima de un centro de investigación o de una universidad viene marcado por laseguridad que proporciona el hecho de que la institución tiene asegurada su existencia, losempresarios deben luchar de continuo en un mundo donde la supervivencia se labra día a día.Por consiguiente, el problema de un gestor de una pyme (máxime si tenemos en cuenta ladimensión de gran parte de las pymes de nuestro país) consiste en la solución de un conjuntode problemas, con los que amanece cada día, que abarcan el espectro completo del mundo pro-ductivo, desde la gestión del personal y los aspectos financieros hasta los posibles problemas deproducción, pasando por la gestión comercial. Con ello se quiere decir que o bien tenemos unasolución concreta para alguno de sus problemas, por pequeño que éste sea, o sólo verán en nos-otros un pequeño lujo derivado de tratar con gente que se mueve en su peculiar nube onírica,desligados y desconocedores de lo que supone la dureza del mundo real.

3.3. ¿Qué comunicar? o «El contenido de los mensajes científicos»

3.3.1. Informar sobre la actividad investigadora del centro

Tras hablar de quién debe comunicar (emisor) y también del receptor al que queremosllegar, y de sus limitaciones, vamos a analizar la naturaleza de los mensajes científicos desde elpunto de vista de su comunicación al gran público.

Ya en la introducción se advirtió que lo que entendemos por comunicación corporativaes únicamente un aspecto de la comunicación que, además, tiene muchos puntos coincidentesen general con la de otro tipo de instituciones, empresas o entidades. Esta comunicación corpo-rativa, que tiene también peculiaridades cuando se hace desde un centro de investigación, noofrece una especial dificultad porque no juega con conceptos complejos, siendo básicamentedescriptiva. Ésta es la razón de que no se incluya en este punto y se reserve a la tercera y cuar-ta parte de este documento.

En este punto nos centramos en la comunicación de los mensajes de carácter científicoque surgen de la actividad investigadora. ¿En qué consisten estos mensajes? ¿Cómo plantear sucontenido para ser comunicados a un público no experto?

La ciencia no es sólo conocimiento, sino también un bagaje cultural de primera magni-tud. Y, si es así, ¿cómo transformar el saber científico y tecnológico en explicaciones compren-

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sibles sin traicionar su esencia? ¿Qué hacer para atraer a los ciudadanos e ir creando en ellosese poso cultural que pretendemos?

De difundir la ciencia original ya se encargan los investigadores cuando dan a conocerlos resultados a sus colegas en las publicaciones especializadas, en los congresos y en otro tipode encuentros científicos. No hacerlo sería firmar su sentencia de muerte como profesionales.Pero difundir no es divulgar: de hecho, el gran público ni es invitado ni asiste a tales congresoso simposios, ni lee normalmente esas revistas especializadas, por lo que la ciencia, tal cual, no escomunicable a ese gran público. Hay que crear un producto diferente, inteligible, que no pierdade vista el rigor inicial. Algo parecido a lo que hacemos con el trigo: lo molemos para conver-tirlo en harina con la que hacer un pan comestible. La harina es y no es, al mismo tiempo, el trigooriginal.

3.3.2. Dificultades para divulgar

Aunque lo dicho sobre la comunicación puede ser aplicable a todo tipo de centro ygrupo que haga investigación, en este documento, al hablar de ciencia, nos referimos a aquellasdisciplinas que la mayoría de los ciudadanos identifican como tal, es decir, según el estudio yacitado de la FECYT, la medicina (88,4%), la física (82,5%), la biología (78,4%), las matemáti-cas (72,0%) y la astronomía (68,9%) (FECYT, 2002).

Desde luego se trata de una percepción a la que se podrían añadir algunas matizaciones.Por ejemplo, en el caso de la medicina convendría diferenciar la actividad clínica de la investi-gación médica. Curiosamente, por poner un ejemplo, al menos en el resumen del estudio nofigura la química, ciencia tan fundamental como indiscutible.

En todo caso, no es momento de hablar de las dificultades que ofrece la clasificación delas ciencias o de entrar en discusiones sobre si las llamadas ciencias sociales, económicas o delhombre son, o no, verdaderas ciencias; tampoco si nos inclinamos por la existencia, o no, de launidad o la diversidad del método científico. Simplemente estamos marcando el terreno dejuego, a sabiendas de que los antiguos científicos eran los filósofos naturales y de que tampocose puede negar el carácter de científico a quien, por ejemplo, trabaja en el campo de la filosofíade la ciencia, rama de la investigación filosófica que indaga en los problemas que plantea elacceso al saber científico o la metafísica entendida en la acepción kantiana como conocimientoracional puro por conceptos.

Hechas estas aclaraciones, convertir la ciencia en mensajes comprensibles para los ciu-dadanos supone numerosas dificultades nada comunes en relación a la comunicación de otrotipo de contenidos. Vamos a detenernos un poco en cuatro de estas dificultades.

1. La primera proviene de su misma esencia. La ciencia nace de la abstracción. Abstraeres eliminar lo que hay de singular en objetos, fenómenos o procesos para quedarnos

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con lo que está detrás de ellos, con su noción o con el enunciado o formulación de lasleyes que permiten describir sus comportamientos. Penetrar en estas profundidades,cuando vivimos sumidos (al menos en los países de nuestro entorno) en la cultura dela apariencia y en la superficialidad de los signos externos, exige de nuestra mente unesfuerzo especial sin el cual no podremos llegar a la sustancia y naturaleza de las pro-puestas científicas. Sin esta profundización intelectual es difícil traspasar la cáscara delas cosas y llegar al meollo de la nuez, saltando por encima de los hechos concretos olas realidades del mundo de los sentidos para calar hasta aquello que los trasciende.El grado de abstracción se corresponde con el nivel de inteligibilidad o profundidaden que debe moverse nuestra mente si quiere entender lo que busca. Por ello, prime-ro Aristóteles y más tarde los escolásticos situaban la metafísica (o filosofía primeraque estudia el ser en cuanto ser) como la ciencia suprema entre las ciencias teoréti-cas, subordinando a ella la física (filosofía segunda) y las matemáticas. Aunque elnombre de metafísica surja de manera casual y provenga de haber ordenado los librosdel maestro tras los de la física, el pensamiento árabe y medieval lo ha convertido enun término doctrinal. No es extraño tampoco que Kant comenzase estudiando pro-blemas de la física, después mostrase un interés preferente por la filosofía y, al fin, ter-minase metido de lleno en cuestiones de metafísica.En la física actual todo es aún más complicado. Efectivamente: «En este respecto, larevolución contemporánea de la física es mucho más trascendente que la denomina-da revolución copernicana del siglo XVI; el universo heliocéntrico era en principiotan imaginable como el universo de Ptolomeo. Pero hoy es evidente que el sustratoobjetivo de los fenómenos físicos no puede ser descrito en términos imaginativos;todas las cualidades sensoriales están básicamente al mismo nivel fenoménico, lo cuales resultado de la interacción de nuestro organismo consciente y de los procesos físi-cos transfenoménicos.» (Capek, 1965).El hecho es que, según la mente se mueva en esos distintos niveles de abstracción,podrá bucear en unos problemas u otros. Por ejemplo, tal vez algún astrofísico que sededique a la cosmología y estudie el origen y la evolución del Universo conocido, sepueda dar por satisfecho al dar una explicación de las condiciones previas al big bangy de cómo ha sido posible la evolución hasta nuestro Universo actual; sin embargo, ala cosmología filosófica lo que probablemente le interese es cómo es posible que enése algo previo al Universo más primordial pudiese ya existir en potencia lo que hoyen día es nuestro Universo en acto.Algo así se planteaba el profesor Steven Weinberg,Premio Nobel y autor de «Los tres primeros minutos del Universo» (Weinberg, 1978),en la conferencia titulada «Origins...» y pronunciada en la Universidad de La Lagunacon motivo de la inauguración solemne de los observatorios astrofísicos de Canarias(27 de junio de 1985). Decía Weinberg: «Me niego a pensar que la física fundamental

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se pare en este punto». Y continuaba: «Hay mucho más en juego que el ampliar sólonuestro conocimiento del Universo hacia atrás en el tiempo. Existe un problema cien-tífico incluso más fundamental que el origen del Universo. Queremos saber el origende las leyes que han gobernado el Universo y todo lo que hay en él. Los físicos o, almenos, algunos de nosotros, creemos que hay una colección sencilla de leyes de lanaturaleza, de las que todas nuestras complicadas leyes físicas y químicas presentes sonsólo una consecuencia matemática. No conocemos estas leyes, pero, si quieren comoacto de fe, esperamos conocerlas con el tiempo».De igual manera podríamos referirnos a los conceptos de libertad y determinismo,que son conceptos completamente diferentes según hablemos con un científico o conun filósofo.

2. Además de esta primera dificultad de la abstracción que conlleva la ciencia y que exigesumergirse bajo el plano de lo concreto, nos encontramos con una segunda consistenteen que uno de sus objetivos radica en encontrar leyes que permitan describir fenóme-nos y prever acontecimientos. Será muy difícil enunciar las leyes físicas y los comporta-mientos que encierran sin envolverlos en formulismos matemáticos. La formulación deestas leyes, por consiguiente, suele hacerse utilizando las matemáticas, que no son pre-cisamente sencillas. Un público desconocedor de estas herramientas matemáticas nosabrá leer fácilmente los comportamientos físicos que describen esas fórmulas.

3. La tercera dificultad proviene de la manera natural de entender las cosas o lo quepodríamos denominar el efecto escalera. No se puede llegar a los escalones más altossin antes haber recorrido los de primer nivel. Explicar un logro supone desencade-nar en el receptor una serie de preguntas, tan lógicas como previas, sin las cuales laprimera proposición será imposible de entender. Esta es la dificultad propia delrazonamiento deductivo. El nivel cultural determina la profundidad que es necesa-rio adoptar para encontrar suelo firme donde asentar las primeras premisas.Además, comunicar la ciencia no se reduce a transmitir conceptos, ya de por sí com-plicados, sino que conlleva explicar los planteamientos, experimentos, procesos ymetodología que acreditan haber llegado a ciertas conclusiones. Aquí viene muybien recordar la noción de ciencia como el conocimiento cierto de las cosas por susprincipios y causas y, también, el de considerarla, al mismo tiempo, como cuerpo dedoctrina metódicamente formado y ordenado, que constituye una rama particulardel saber humano. La ciencia es, por tanto y también, el resultado del diseño y apli-cación de un método.

4. Sin afán de alarmar, y por si fuese poco lo dicho, siempre es posible añadir una cuar-ta dificultad. Hemos dicho que la ciencia se desarrolla mucho más deprisa que su asi-milación por los ciudadanos, y que el desfase existente entre los descubrimientos y su

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vertido a la cultura popular, lejos de disminuir, se hace cada día más profundo. Sólodos ejemplos. La teoría de la relatividad formulada por Albert Einstein en el primercuarto del siglo XX no se ha abierto paso aún de manera decidida entre los planes deestudio de la enseñanza secundaria y, consecuentemente, tampoco en nuestra mane-ra de entender las nociones de espacio, tiempo, masa y energía. Algo similar cabedecir de la física cuántica, otro de los pilares sin los cuales resulta imposible explicarhoy el comportamiento de la materia y la energía.Así, mientras los científicos desgra-nan las complejidades conceptuales del modelo de un Universo en expansión, el granpúblico vive aún en una concepción estática del Cosmos que en poco se diferencia dela existente en los siglos XVII y XVIII. Con esto queda dicho que, cuanto mayoressean las carencias de la educación secundaria en estas materias, mayores dificultadesencontraremos para divulgar la ciencia.

Nos tenemos que acostumbrar a que en ciencia nada se improvisa. En la enseñanza tam-poco. Algo similar ocurre en la divulgación. Pongamos un ejemplo. Coincidiendo con el centena-rio de los cuatro artículos más revolucionarios escritos por Einstein en 1905, la Unesco procla-mó 2005 el «Año Internacional de la Física». En el diario El País se podía leer en el mes de eneroun reportaje alertador titulado: «Un año entero para la física» (Ruiz de Elvira, 2005). Pues bien,a pesar del loable despliegue llevado a cabo a lo largo y ancho de nuestra geografía, hay que decirque a muchas instituciones este año las pilló completamente desprevenidas, de tal forma que enjunio aún estaban pensando qué hacer en la edición de la Semana de la Ciencia. Y lo que es másimportante —aunque bien podemos decir que, en definitiva, 2005 fue un año sin duda fructíferoen la extensión cultural de las ideas de Einstein—, la cultura científica es una cuestión del día adía y hay que fundamentarla desde los cimientos sólidos de unos planes de estudio adecuados.

3.3.3. ¿Es explicable toda la ciencia?

Se discute si cualquier conocimiento científico puede ser divulgado o solamente aque-llos que son menos abstractos y por ello más asequibles. Por ejemplo, para Peter Atkins, cate-drático de Química de la Universidad de Oxford y autor del libro «El Dedo de Galileo, las DiezGrandes Ideas de la Ciencia», hasta los conceptos científicos más abstractos se pueden hacerasequibles al público en general. «La ciencia —dice— se está haciendo cada vez más abstracta,y por lo tanto cada vez más difícil de explicar. Los científicos tenemos que encontrar la formade transformar lo abstracto en lo concreto.» (Salomone, 2003).

Afortunadamente, no toda la ciencia presenta el mismo grado de abstracción y por tantoel mismo nivel de dificultad para su divulgación. Veamos esto en dos ejemplos.

«En cualquier sistema matemático, suficientemente potente para que en él se pueda des-arrollar la aritmética de los números naturales, existen proposiciones P con perfecto sentido

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dentro del sistema que son «indecidibles»; es decir, P no se puede demostrar, pero tampoco no-P se puede demostrar.» Este teorema, enunciado por Kurt Gödel en 1931, y que supuso unaverdadera revolución en el mundo de las matemáticas, presenta una considerable dificultadpara explicarlo al público y apenas ofrece resquicio alguno donde apoyar una visualización quehaga más fácil su comprensión. Tan sólo cabría decir que ofrece una incertidumbre similar a laque encierra una sentencia como «esta afirmación es falsa», porque si dicha sentencia es verda-dera es que es falsa, y si es falsa es verdadera.

Sin embargo, si tuviésemos que explicar la fórmula de Leonardo Euler para los polie-dros convexos, todo sería mucho más sencillo, puesto que contamos con un famoso poliedroconvexo: el modelo Tango de balón de fútbol, que «consta de doce pentágonos y veinte hexágo-nos, cuyos lados tienen idéntica longitud». Según Euler los poliedros convexos (en este caso, elbalón) deben cumplir necesariamente la siguiente ley: «El número de Caras, más el de Vérticesmenos el de Aristas es igual a 2» (C+V-A = 2). Según dicha fórmula, se puede demostrar fácil-mente que es posible construir un balón únicamente con pentágonos pero nunca con sólo hexá-gonos (Córdoba Barba, 2000).

3.4. El papel de los medios de comunicación de masas o «Los cauces para comunicar»

3.4.1. ¿Son los medios de comunicación los malos de la película?

Esta podría ser la pregunta a la que pretende responder este capítulo. Analizada la rela-ción de la sociedad con la ciencia y la tecnología, y situada sin ambigüedades la primera respon-sabilidad de comunicar en el mundo de los científicos y tecnólogos, veamos el papel de losmedios como vehículos de la comunicación.

El papel de los medios de comunicación es materia favorita, por controvertida, en losforos en los que se reflexiona sobre la comunicación de la ciencia. Los mensajes necesitan uncanal de transmisión y, en principio, los medios de comunicación son los vehículos habitualespara hacer llegar a la sociedad, de manera asequible, las noticias científicas y los conocimientosque en ellas se encierran. Hasta la llegada de Internet, los periódicos, las radios y las televisio-nes han sido casi el único cauce para llegar al gran público.

Incluso hoy en día, según confirma un estudio del Centro de InvestigacionesSociológicas (CIS) sobre lectura digital de diarios, dos de cada tres internautas (el 68%) queconsultan las ediciones digitales de los periódicos prefieren, a pesar de todo, la prensa en papel.Sólo un 12% se decanta por el soporte digital para informarse, mientras que un 16% lee ambasindistintamente. El estudio del CIS refleja que todavía el 86% de los españoles que leen la pren-sa nunca consulta las ediciones digitales de los periódicos, mientras que un 11% lo hace deforma semanal o mensual (Elías, 2000).

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Los medios son, o deberían ser, los intermediarios naturales entre los centros de cien-cia y la sociedad. Constituyen también un puente de dos direcciones capaces de transmitir almundo científico las inquietudes, opiniones y maneras de reaccionar de la sociedad con res-pecto a la ciencia. Ello les confiere un papel privilegiado y, tal vez, preponderante, difícil deobviar. Pensar que de esta situación se derive o no una responsabilidad de los medios decomunicación para con la ciencia y su acercamiento a la sociedad es cuestión de opiniones.Los científicos sí piensan que existe esta responsabilidad. «Los medios de comunicación demasas tienen una responsabilidad en la formación científica de los individuos y pueden reali-zar una gran labor en materia de divulgación científica. Para lograr este fin pueden apoyarseen los profesionales de la educación y la investigación.» (Declaración surgida del I Congreso«Comunicando Astronomía en Hispanoamérica», Arecibo, 27 de septiembre, 2003).

Además de opinar, el papel de los medios es, en principio, contar de manera objetiva loque ocurre y aquello que hacen, piensan y dicen los demás. Pero no es tan sencillo. Sería puerilcreer que los medios son agentes objetivos y asépticos, simples carteros portadores de mensajes,con abstracción, desconocimiento o ignorancia de su origen y contenido. Sin necesidad de rasgar-se las vestiduras, la realidad es que los medios de comunicación pertenecen a grupos cuyasempresas, basadas en la comunicación, buscan una rentabilidad económica y también ideológica.Ambas cosas generan poder social y político. Y aunque el gran público pueda sentirse saturadode información (política, por ejemplo), los medios buscarán influir en esa sociedad y satisfacer lademanda de una clase dirigente a la que sí le interesa la política, porque vive de ella. Salvo porel gran éxito de las revistas de curiosidad científica, la información científica y tecnológica aúnno resulta lo suficientemente rentable ni para su economía (no genera publicidad) ni, desdeluego, para su influencia ideológica. Este es un hecho en el que tal vez los propios científicoshayan tenido parte de culpa, por resistirse a vender su producto de una manera llamativa y mos-trar el poder que realmente tienen. Por ello, sólo aquellos avances de innegable interés o que sus-citan graves polémicas y dudas éticas en la sociedad (clonación de humanos, por ejemplo), logrande manera automática una gran atención de medios.

¿Qué interés pueden tener por la ciencia los empresarios de prensa, los directores de losmedios y los responsables de las secciones científicas?

3.4.2. Ciencia y empresas de comunicación

En el seminario «Periodismo Científico en un Mundo Diverso» (Barcelona, 7-8 de junio,2004), el dos veces Premio Pulitzer y creador del suplemento Science Times del The New YorkTimes, John Noble Wilford, contaba que este suplemento no empezó como un reconocimientoa la grandeza de los científicos y a lo que hacen, sino como consecuencia de la crisis que sacu-día a EEUU en el año 1976, que exigió del periódico buscar caminos para vender y tener más

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publicidad a través de la creación de diversos suplementos que se incluirían durante los distin-tos días de la semana (negocios, deportes, muebles y hogar, ocio, etc.). Al final quedaba libre elmartes, que se lo disputaban los temas de moda y ciencia. El editor eligió ciencia, por ser másdigno, pensando atraer la publicidad del emergente negocio de la informática.

Pero no estamos en EEUU y es dudoso que la información científica produzca por símisma más ventas. Tampoco parece ser significativa en el campo del poder político que buscainfluir en la opinión pública. Así las cosas, para los propietarios de las empresas de prensa no esuna materia que les resulte suficientemente atractiva. El hecho es que más de un medio que lanzóun suplemento de ciencia terminó cerrándolo. Hablar de ciencia parece más una cuestión de pres-tigio que un negocio rentable. Un buen periódico no tiene más remedio que tener en cuenta alcolectivo de investigadores que, al fin y al cabo, no deja de ser un grupo de intelectuales, ademásdel número de lectores que pueden mostrar su interés por la ciencia. De esta forma el plantea-miento empresarial parece reducirse a cómo satisfacer a ese público con un mínimo gasto.

«A lo largo de la historia, la ciencia ha estado frecuentemente enfrentada con el poder, unasveces por el afán de éste de controlarla para sus propios fines y otras en un intento de anularla porcualquier procedimiento, incluida la persecución y la quema de los herejes. Paradójicamente, enEspaña a comienzos del siglo XXI el poder fáctico más ostensible, el poder mediático de la televi-sión, arropado de un protagonismo que de ninguna manera tendría que asumir en una sociedadculta y democrática, parece querer anular el papel de la ciencia. Una cultura oficial que se parape-ta tras los medios de comunicación de masas relega cada vez más a la ciencia y la tecnología y paraello se escuda tras un viejo pretexto, la tutela sobre una sociedad a la que presupone siempre menorde edad para entender las cuestiones técnicas.» (…) «En el cada vez más omnipotente mundo delas imágenes, la televisión digital es la que marca la pauta hasta que las auténticas autopistas de lainformación ocupen su lugar dentro de veinte o veinticinco años, y sus comienzos no han podidoser menos prometedores. La primera oportunidad tecnológica ha sido la del negocio fácil y rápido,así que en todo el mundo la telebasura y los espacios dirigidos especialmente a públicos de bajaextracción cultural se han hecho dueñas de las parrillas de programación, con el pretexto del ociopara todos, pero, en realidad, atendiendo estrictamente a criterios comerciales. Este fenómeno seextiende a escala mundial y no parece que esta filosofía vaya a cambiar en mucho tiempo. Más bienal contrario, en Estados Unidos, que señala el camino a seguir por las televisiones de todo el plane-ta, la tendencia es a rebajar aún más los contenido de la programación y acentuar el espectáculopor encima de cualquier otro concepto. Las noticias con morbo, los reality show, las teleseries demensaje blando y los concursos han arrinconado a los programas serios en altas horas de la madru-gada o en la programación matinal de mínima audiencia, condenando a la información científica ytecnológica a un nicho que, de ninguna manera, se corresponde con el importante papel que jue-gan en el desarrollo de la sociedad. Relegada a estos horarios denigrantes, la información técnicade ninguna forma puede competir con el share, el nivel de audiencia de los programas privilegia-dos.» (Centurión, 1995).

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3.4.3. La ciencia y los directores de los medios

Parece que la ciencia, como materia informativa, es algo muy interesante, pero su esca-sa repercusión en ingresos y su pobre significado ideológico la convierte en la cenicienta de losdirectores. Ciertas materias relacionadas con la investigación, como las que lo están con la tec-nología y la innovación, se destinan a las páginas económicas del diario. Los directores procu-ran alcanzar el mejor periódico, desde el punto de vista técnico, y rentabilizar el poder que tie-nen en sus manos para lograr la máxima rentabilidad económica, ideológica y política. No reci-ben una presión positiva de sus consejos de administración, por lo que aplican preferentemen-te los recursos humanos a otras secciones; el espacio destinado a la ciencia deben conquistarlocon el sudor de su frente.

3.4.4. La ciencia, los periodistas científicos y los responsables de las secciones científico-técnicas de los medios

Veamos una cuestión previa: como es sabido, la gran mayoría de los diarios no acostum-bra a tener una sección específica de ciencia, sino que las noticias sobre esta materia se publi-can en la sección Sociedad, formando parte de un cajón de sastre poco congruente para con laciencia. Hay excepciones como el periódico El Mundo, que mantiene una sección de ciencia dia-ria, así como su edición digital Ciencia/ecología. Otros periódicos prefieren incluir las noticiasde ciencia cuando suceden y optan por editar además un suplemento específico, como hace eldiario El País con el suplemento Futuro.

Los periodistas científicos son el eslabón más cercano a los centros e investigadores yconstituyen un grupo de profesionales muy activo en pro de la divulgación. Bien podemos decirque, en nuestro país, contamos con un buen grupo de periodistas científicos, sobresalientes enconocimientos, rigor y profesionalidad. Nuestro problema no ha sido una cuestión de calidad,sino de cantidad. Muchos de ellos son dados, además, a reflexionar sobre las relaciones ciencia-medios de comunicación-sociedad y se les puede encontrar en actos, ruedas de prensa, congre-sos y otras reuniones sobre estas materias. Es de justicia señalar la labor llevada a cabo porManuel Calvo Hernando, cuyo trabajo en pro del periodismo científico se ha convertido en unreferente para quien reflexiona sobre el papel de la información científica.

Son muchos los foros nacionales e internacionales que tienen lugar sobre diversos aspec-tos del periodismo científico y sobre la cultura integradora, al término de los cuales se sucedendeclaraciones hasta el punto de constituir un cuerpo de doctrina y de peticiones de sumo inte-rés (declaraciones de Salzburgo, Madrid, São Paulo, Valencia...).

Existen, pues, oportunidades para discutir directamente con los periodistas científicossobre estos asuntos, quienes por ello deben soportar las críticas globales, a veces acerbas, sobre

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el papel y el comportamiento de los medios para con la ciencia, ya que sus buenas intencionesparecen chocar, la mayor parte de las veces, con el realismo de las redacciones de su respecti-vos medios. Este hecho es algo ya apuntado en la Declaración de Salzburgo (1974): «Como con-dición indispensable para la vitalización de la información científica se señala la necesidad deun cambio de actitud en los jefes de redacción de los periódicos y en los responsables de las emi-soras de radio y televisión. Es necesario ampliar y potenciar el papel de la información científi-ca en los medios de comunicación de masas». Es decir, las críticas del mundo de la ciencia a losmedios están dirigidas no tanto a los periodistas científicos como a los responsables de losmedios y de las propias redacciones. Merece la pena resumir esas críticas y los argumentos (ycontraargumentos) que se escuchan de una y otra parte, porque ayudan a entender el entornoen el que se ha de mover la comunicación científica y tecnológica.

3.4.5. El ruedo visto desde el tendido de los científicos y tecnólogos

Desde el ámbito científico, se acusa frecuentemente a los medios de ser una de las cau-sas principales de la falta de cultura científico-técnica de nuestra sociedad, razón por la que seles atribuye misiones y responsabilidades propias en esta tarea: «la cultura moderna está en losperiódicos», se dice. No es una opinión interesada. En palabras del académico y catedrático deHistoria, José Álvarez Junco, en la ceremonia de los premios Ortega, «... además de influir sobrelos acontecimientos por el mero hecho de informar, orienta la percepción de la realidad endeterminados sentidos y, por lo tanto, también moldea la realidad al crear opinión. El ser huma-no no puede interpretar el mundo en que vive sino a través de prismas culturales, y la prensa eshoy la gran creadora de prismas culturales que orientan nuestra percepción». (Álvarez Junco,2004).

También han de asumir la responsabilidad de que muchos investigadores, al ver que susaportaciones son ignoradas o tratadas de manera escasamente rigurosa (cuando no incorrecta),se nieguen a informar de sus resultados al gran público. Se les echa en cara no tener verdaderointerés, capacidad y tradición para tratar correctamente los temas científicos, lo que hace de losmedios de comunicación (excluyendo honrosas excepciones) unos malos instrumentos para latransmisión de sus mensajes. Para terminar, se les culpa de no incidir suficientemente y con cri-terio independiente sobre asuntos de política científica (salvo que lo hagan como pretexto paradesgastar al gobierno de turno), y de no invertir esfuerzos suficientes (programas, secciones,medios humanos) para crear interés en sus lectores y audiencias hacia estos temas. «Resultaparadójico que escasee el periodismo científico estando en la era de la ciencia», decía NácereHayck Calil, catedrático de Análisis Matemático, profesor emérito de la Universidad de LaLaguna y presidente de la Academia Canaria de Ciencias; y éstas son palabras que expresan elsentir de un gran sector de la sociedad científica.

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El mundo científico se lamenta, al mismo tiempo, de que la publicidad comercial abusecontinuadamente de la ciencia utilizando mensajes del tipo «científicamente probado». Un tra-bajo sobre el particular llegaba a la misma conclusión tras estudiar cómo se invoca en vano elnombre de la ciencia con «afirmaciones aparentemente complejas, pero vacías de contenido».Para Juan Manuel Campanario, primer firmante del trabajo publicado en la revista Enseñanzade las Ciencias, «la ciencia se usa en publicidad por dos razones: primero igual que se usa a unfamoso como respaldo de calidad. Algo probado científicamente es algo verdadero; se cree queel conocimiento científico está probado más allá de toda duda, lo que es erróneo». Además deesta fe ciega, los publicistas se aprovechan de que la sociedad «no tiene conocimientos científi-cos mínimos para entender lo que se dice, para saber si es cierto o no», añade. (Calvo Roy, 2001).

3.4.6. Réplicas y dúplicas

Escuchemos también la otra campana, la de los profesionales de la información y susrazonamientos.

1. Los periodistas (científicos y no científicos) se declaran notarios de los hechos y seautonombran representantes de los intereses informativos de sus lectores y audiencias.Consecuencia de ello, dicen, es que los medios de comunicación no tengan más reme-dio que atender, en sus contenidos, a las demandas de sus clientes. Si no se reclamaciencia, los medios no darán ciencia. Aparentemente, se trata de aquello del editor deThe New York Times, Arthur Ochs Sulzberger: «No tiene sentido publicar diarios queno interesen al público. Hay que pensar qué quieren saber los lectores y no publicarlas noticias que interesan a los editores y directores». (Semir y Revuelta, 2004).Según este principio, el argumento se volvería en contra ya que según el citado estu-dio de la FECYT (2002) y otros similares, la atención prestada a la información cien-tífica es insuficiente. Así opina un 50% (frente a un 37%) en relación con la informa-ción en televisión; un 47% (frente a un 33%) para el medio radio y un 46 % (frentea un 35%) en relación con la prensa escrita. Los entrevistados únicamente encuen-tran en Internet el instrumento donde encontrar la suficiente información científico-técnica para su interés.Como ya hemos destacado, no es la única encuesta. En otro estudio realizado por laFundación BBVA, presentado en Madrid por su director general Rafael Pardo, el 3 defebrero de 2004 y recogido por La Razón Digital, se afirma: «Los españoles estánmucho más interesados en los temas científicos de lo que parece en principio. Tanto,que su consideración hacia la figura del científico es más alta que la media europea,por detrás de la medicina y el medio ambiente. Pero eso no se corresponde con la per-

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cepción de sentirse deficientemente informados por los medios de comunicación, algoque no ocurre en países como Italia, Francia, Dinamarca o Alemania».La información continúa: «El trabajo se realizó en base a 1.500 encuestas en nuevepaíses europeos, y pone de manifiesto algo de lo que deberían tomar buena nota losmandatarios de los medios de comunicación: una desconexión evidente entre las nece-sidades y el interés de la sociedad española ante la ciencia y el escaso interés que laradio, prensa y televisión muestran a la hora de informar sobre los avances científicos,ya que los españoles se perciben “insuficientemente informados”». Y Pardo concluyeafirmando: «Hay un vacío entre el interés por la ciencia y el conocimiento».Por el contrario, no hay encuesta en la que el público no exprese su saturación por lainformación política. Si el argumento expuesto fuese cierto, la atención a la informa-ción política debería descender de manera radical.

2. Los medios no hacen otra cosa que reflejar, sin más, la debilidad de nuestro tejido inves-tigador. «Los periodistas sufrimos las consecuencias de tener una comunidad científicaque en realidad no forma una comunidad. Es pequeña, fragmentada, lógicamente, y notiene apenas peso político o social. No hay científicos famosos o simplemente conoci-dos. Apenas participan en las decisiones de política científica. No hay casi grandes pro-yectos científicos, no existen grupos de presión, foros donde se discutan temas queimportan a la sociedad, polémicas políticas o sociales relacionadas con la ciencia. O seano existen apenas elementos para la actualidad periodística.» (Ruiz de Elvira, 1999).Hay poco que objetar a esta cruda y realista visión por parte de una figura del perio-dismo científico. Pone el dedo en la llaga: somos un país con muy escasa tradicióncientífica y carecemos, por tanto, también de un importante periodismo científico.Cabría decir que, siendo ésta la realidad, habrá que luchar por cambiarla.¿Corresponden globalmente los medios de comunicación al esfuerzo que, aunque demanera insuficiente, se está llevando a cabo en nuestro país en materia de I+D+i?¿No deberían ser algo más generosos los medios sabiendo que, aun en estas condicio-nes, la producción científica de nuestros investigadores en algunas ramas de la cien-cia es ciertamente notable? Volviendo al mundo de la política, una persona desconocida que sea nombrada minis-tro pasará en poco tiempo a ser conocido por una gran mayoría de lectores. El secretono es otro que la insistencia con que aparece en los medios de comunicación. Aunque,sin duda, pasará a manejar asuntos de interés para la ciudadanía, resulta más que opi-nable que muchas de las cosas que dicen o hacen los ministros sean tan importantescomo para justificar los despliegues informativos a los que nos tienen acostumbradoslos periódicos y, de manera especial, las cadenas públicas de radio y televisión. Dehecho, el carisma y la credibilidad que les atribuyen los medios no se correspondenhabitualmente con la valoración que les otorga el público en las encuestas. ¿No resulta

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sospechoso que esos medios no encuentren científicos jóvenes, suficientemente rele-vantes, como para invertir en ellos periodísticamente y darlos a conocer? Parece una exageración pero no lo es. La obsesión por lo político llega, en casos, a loirrisorio. Un ejemplo: una cadena de radio entrevista al entonces Ministro de Cienciay Tecnología en una célebre tertulia mañanera. Le formulan quince preguntas.Ninguna de ellas tiene nada que ver, ni guarda relación alguna, con la ciencia ni conla tecnología; todas versan sobre política. ¿No es ésto una absoluta falta de respeto alpúblico, a los investigadores y tecnólogos de este país, y para con la ciencia en gene-ral? No queramos engañarnos. Cuando a un grupo mediático, por unas u otras razones, leinteresa mantener vivo en la opinión pública un tema, no escatima medios y hacealardes informativos que llegan hasta la desmesura con tal de producir en los ciuda-danos el efecto deseado.

3. El tercer argumento se basa sencillamente en que nuestras ideas acerca del papel quedeben jugar periodistas y medios son, por lo menos, discutibles. Así, afirmacionescomo «los periodistas tienen una responsabilidad en la educación científica» , «losperiodistas somos mensajeros de los científicos ante la sociedad», «el periodismocientífico es sobre todo divulgación» o «es mejor periodista científico el que más sabesobre la materia que trata», son verdades a medias que conviene someter a discusión.(Fernández Bayo, 2000).Es cierto que, tal vez, exigimos demasiado a los medios de comunicación, pero tam-bién lo es que nos gustaría aprovechar mejor su poder para que se comprometiesenmás en esta responsabilidad cultural frente a los ciudadanos. Cuando se informasobre un descubrimiento, ¿cómo hacerlo sin educar de alguna manera al lector acer-ca de algo (descubrimiento, innovación) que no existía aún cuando era estudiante yque, por tanto, resulta completamente novedoso?En el discurso pronunciado por el escritor Ernesto Sábato, con motivo de la entregadel Premio Ortega y Gasset, decía: «La prensa en estos últimos años ha adquirido unanotable expansión social y política, jerarquizada por su labor en las áreas de investi-gación y cultura. Quienes tienen en su poder el funcionamiento de los grandesmedios, han de permanentemente tomar conciencia de la gran transformación a laque pueden contribuir, capacitados como están para intervenir en las graves necesi-dades a las que estos tiempos nos está enfrentando». (Sábato, 2002).Estamos pidiendo lo mismo a los científicos: una mayor autoconciencia de su respon-sabilidad con la sociedad. Tampoco ellos tienen por qué suplir las carencias derivadasde una mala política y planificación educativa. Por tanto, lo importante es sumaresfuerzos, sabiendo que cada parte, ante las deficiencias que cada cual tiene delante,debería ir más allá de lo que sería exigible en una situación normal.

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El historiador de la ciencia y académico José Manuel Sánchez Ron decía que «la tele-visión, desde el punto de vista de educar a nuestro país en la ciencia, es lamentable,es una vergüenza nacional. Han proliferado los llamados programas basura. El argu-mento es que la gente los ve más, sí; pero ¿qué otras alternativas tienen? (...) Y, ensegundo lugar, al menos las televisiones públicas tienen que ocuparse de mejorar lacultura de sus ciudadanos, porque sólo es libre aquel que sabe, que puede elegir».

4. Un último argumento: «Tenemos un mundo donde el flujo de información está enexpansión constantemente desde el punto de vista de los emisores; y los receptorestenemos, sin embargo, el mismo espacio de hace 150 años para darle cabida a todo».(Fernández Hermana, 1999).

Efectivamente, la aldea global hace que cualquier medio reciba toneladas de informa-ción de todo tipo. La ciencia no tiene fronteras y las noticias de ciencia deben competir entre sí.«Uno de los grandes problemas que tiene el periódico (se refiere al ABC), como todos losdemás, y que es fundamental en el periodismo, es el de la selección de las noticias. Nosotrossomos una sección más, que no tenemos ningún privilegio a la hora de conseguir el espacio queconsideramos suficiente para dar la información del día anterior.» «...y todos los días gran partede nuestros esfuerzos se dedican a conseguir el espacio que consideramos suficiente para dar lainformación del día anterior». (Aguirre, 1999).

No es de extrañar que durante la etapa estival, en la que disminuye drásticamente lainformación política y no existen apenas competiciones futbolísticas, aumenten considerable-mente las noticias sobre materias relacionadas con la ciencia. «La ciencia es para el verano»,comentaba festivamente el subdirector de un centro de investigación viendo el despliegue dealgún periódico local que daba tres noticias científicas en el mismo ejemplar.

Es un argumento realista y sólido que no hace más que reforzar nuestra tesis de que estees un problema que concierne a las empresas de comunicación, de la política del medio sobreel reparto del espacio informativo, y no tanto a los periodistas científicos y a los responsablesde las secciones de ciencia de los medios, que suelen estar en una situación de debilidad frentea otras secciones.

No obstante, si tanto hablamos de la necesidad de apoyar informativamente, de ensalzary de proteger nuestro cine nacional para que no desaparezca aplastado por la todopoderosaindustria de Hollywood, ¿no resulta paradójico que con nuestra ciencia se considere necesarioser exquisitamente no intervencionistas y adoptar la más aséptica competitividad informativa?

3.4.7. Algo no va bien

Desde luego algo no va bien. Y, puestos a buscar culpables, parece lógico señalar a lospropietarios de los medios, que son víctimas a su vez de las carencias culturales de nuestra socie-

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dad respecto a estas materias, por lo que se limitan a perseguir sus legítimos intereses (ideoló-gicos, políticos, sociales y económicos) desde una cultura divorciada de la tecnociencia.

Ciertamente la cuestión económica es primordial, «Vuestro sueldo y estabilidad laboraldepende únicamente de un aspecto: que vuestra empresa periodística tenga beneficios. Y estosólo se logra escribiendo bien, para enganchar al lector-espectador-comprador y evitandoincluir información por la que una empresa pagaría al medio si la publica». Y añade el autor deesta experiencia: «Esta idea se repite en unas diez asignaturas de la carrera de Periodismo. Esdecir, está muy asumida». (Elías, 2004).

Pero más allá de la tiranía de los índices de audiencia y de las ventas de los diarios, talvez subyace ahí la incapacidad ontológica de apostar por la ciencia y la tecnología como mate-ria de consumo, si no inmediato, al menos sí de futuro. Para el astrofísico Martín Rees, «el con-trol de los medios editoriales está en manos de gente cuya formación es antes que nada litera-ria, y tanto por su educación como por sus intereses representan cada vez menos al público lec-tor inteligente». (Martín Rees, en Brockman, 1996).Aunque se refiera a las editoriales de libros,la cita es válida también para las empresas de prensa.

Cabría encontrar una responsabilidad específica en las cadenas públicas de radio y tele-visión, tanto nacionales como autonómicas, pero éstas no hacen otra cosa que competir en suprogramación con las privadas y prestar su apoyo a los gobiernos de turno en el poder.

El resultado de todo lo dicho es que los medios de comunicación, hoy por hoy, son unmal transmisor del mundo científico hacia la sociedad. No saben hablar ni de sus problemas, nide sus avances, ni de sus protagonistas, sean éstos gestores de la política científica, científicos otecnólogos. En definitiva, no están preparados, no tienen interés y no ven más allá de su parti-cular e inmediata visión de la actualidad.

3.4.8. ¿Pueden mejorar las cosas?

De poco sirve discutir de continuo y apasionadamente sobre las posturas expuestas.Tampoco soluciona nada lamentarse de los largos programas dedicados a los rumores y chismo-rreos; o de cómo algunos medios ponen en marcha toda su maquinaria, con un derroche de cos-tosos medios para convertir absolutos desconocidos, sin otra entidad o mérito que estar dispues-tos a publicitar toda su privacidad, en personas famosas, para después explotar su vida privadahasta la saciedad sin la menor ética ni pudor informativo.

Lo cierto es que, hoy en día, una gran parte de la cultura moderna está en los medios decomunicación. «Lo que no está en los medios, no existe», se dice. Por tanto, si la ciencia no tieneel poder social que se merece, algo tendrá que ver en ello ese cuarto poder que ignora o ensal-za, hunde o encumbra, prestigia o desacredita.

«El periodista no sólo es responsable ante la historia, es sobre todo, responsable de lahistoria». Siguiendo con la cita, «la Asociación Latinoamericana de Prensa distribuía la respon-

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sabilidad en dos partes. La primera de ellas: «ser responsable es tener conciencia del poder queuno maneja». Y más adelante, hablando de los medios: «La que hacemos no es educación for-mal, en consecuencia, ni el periodista es maestro de escuela, ni los periódicos o noticieros sonaulas de clase. La nuestra es una educación informal, la que se imparte cuando el escolar deja aun lado la mochila de libros, se acomoda frente al televisor, o ante la radio, o abre la revista oel periódico y se dispone a recibir todos sus contenidos de acuerdo con su capricho o sus prefe-rencias. Cuando esto ocurre, que es cuando la escuela formal cierra sus puertas, comienza latarea educativa de los medios que cuentan, si duda, con mejores elementos de eficacia —encuanto a penetración en la conciencia— que la escuela formal». Y terminando con la cita: «Enuna primera página apareció una espléndida foto a colores de un jovencito, campeón mundialde patinaje, acompañada de titulares e información a cuatro columnas, mientras a una columnay con un titular perdido al pie de la página, se daba cuenta de dos premios de ciencia. Ese díael periódico enseñó que son más importantes las hazañas del músculo que las del cerebro. Seeduca, en efecto, al priorizar». (Restrepo, 2003).

Así las cosas, los medios de comunicación, que son nuestra mejor oportunidad y coarta-da, pueden convertirse en un primer obstáculo. Constituyen una primera frontera que atrave-sar, instrumentos que deben ser ganados previamente para la causa de la comunicación cientí-fica. En el apartado 18 de la quinta parte se exponen algunos puntos esenciales para que losmedios de comunicación se impliquen en nuestros mensajes.

Es preciso no olvidar, sin embargo, que son muchos los ciudadanos que no leen los perió-dicos y que nunca comprarán una revista de curiosidad científica. Otros, cuando encienden latelevisión, lo hacen para sentirse acompañados mientras realizan tareas domésticas, sin hacermucho caso realmente de lo que se está emitiendo. Por ello, se hace más necesario establecerpuentes de contacto directo (Internet, por ejemplo), alternativos o complementarios a losmedios de comunicación, para llegar a ciertos rincones de la sociedad.

3.5. La impotancia del lenguaje o «El código»

En la transformación de ideas en mensajes interviene de manera decisiva el lenguaje:«sistema de signos con que el hombre comunica a sus semejantes lo que piensa o siente»(Casares, 1982). En el mismo diccionario, se habla del lenguaje vulgar (el usual) para diferen-ciarlo del técnico y del literario.

El lenguaje es un integrante decisivo en la comunicación científica y tecnológica. Hablarde lenguaje es hablar también de la terminología o «conjunto de términos o vocablos propiosde una determinada profesión, ciencia o materia».

Tanto el lenguaje como la terminología se utilizan frecuentemente como fuente de poder.Economistas, informáticos, juristas, matemáticos, médicos, etc., disponen de un léxico propio queno suele ser de dominio popular. Ello sitúa al no especialista en un plano de inferioridad. La

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comunicación de la ciencia necesita o bien la explicación sistemática del significado de los térmi-nos elegidos, o la selección de un lenguaje comprensible por los ciudadanos a los que va dirigida.

En una entrevista, el biólogo Luigi Luca Cavalli-Sforza decía que «es posible enseñarciencia a todo el mundo». «No creo que la ciencia sea diferente a otras disciplinas. Exige tan sólouna serie de prerrequisitos». Y citaba entre ellos: «...hay que aprender las trampas del idioma.El lenguaje está lleno de ambigüedades». (Martí Font, 1998).

Dice Carlos Elías (2000) en su tesis doctoral: «A menudo se compara el trabajo de losdivulgadores científicos con el de traductor, por cuanto los primeros han de encargarse delcometido de reescribir la ciencia con palabras del lenguaje común, a partir de una jerga paramuchos incomprensible. Esta actividad de convertir el discurso científico en periodístico, segúnBertha Gutiérrez, puede llevar asociada varias disfunciones:“Dado que las palabras del lengua-je común no son del todo capaces de aprehender y expresar los contenidos del discurso cientí-fico —razón por la cual la ciencia elabora sus propios términos—, cuando el vulgarizador reem-plaza los tecnicismos por sinónimos aproximativos tomados del lenguaje de todos los días, dealguna manera deforma, reduce y caricaturiza el contenido de esos tecnicismos; en otras pala-bras, podría estar desnaturalizando la ciencia.”».

No es de extrañar que para muchos científicos el uso de una terminología asequibleequivalga a traicionar la esencia misma del concepto de ciencia, aunque éste sea el único cami-no para hacer comprensibles las nociones que se quieren divulgar.

No parece ser ésta una postura justa. El científico exigente, si carece de un suficiente cono-cimiento jurídico-crediticio, agradecerá que el notario le explique en términos asequibles el signi-ficado de la prolija lista de cláusulas comprometedoras del préstamo hipotecario que se disponea firmar para comprar una casa, o las procelosas fórmulas que se aplican para calcular el interés(si es variable) que le será aplicado por el banco según las vicisitudes de la economía. Igual le ocu-rrirá cuando el médico charle con él para informarle de la enfermedad que le aqueja.

El acierto en la elección de determinados vocablos es, en ocasiones y precisamente, elmotivo de su gran implantación popular. Es el caso de los llamados agujeros negros, o del bigbang, expresión despectiva acuñada por el astrónomo Sir Fred Hoyle (1915-2001), para comba-tir con sorna la teoría de un Universo surgido de la gran explosión y defender su Universo delestado estacionario.

El lenguaje tiene un poder tal que es seguramente una de las claves de la separación delas culturas científica y literaria. Lo hacía notar George G. Steiner en una rueda de prensa conmotivo de una conferencia pronunciada en Madrid sobre el «gran diálogo de sordos que se estáproduciendo entre las ciencias y las humanidades». Decía Steiner: «La crisis empezó conGalileo. Él dijo que la Naturaleza habla matemáticas. Así que los que no entiendan matemáti-cas no pueden entender el futuro de la Humanidad. Pero debemos tender un puente que unaesos dos lenguajes.Y hay dos resquicios, dos esquinas, con los que quizás podamos entendernos:la música y la arquitectura». (Mora, 2001).

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Es interesante observar cómo cada cultura se queja de la prepotencia terminológica dela otra. Continúa hablando el humanista Steiner: «¿Cómo nos comunicamos con un niño queformula lógicas formales en su ordenador y que apenas sabe leer? Si el viejo profesor Steinerva y le dice “eres un analfabeto”, él me responderá: “Tú eres el analfabeto”. Lo importante es:¿cuál es la siguiente frase en ese diálogo de sordos?» (Mora, 2001).

Por su parte, las siguientes palabras del físico teórico Lee Smolin expresan muy biencómo se ven las cosas desde la otra parte: «Tengo una teoría de la gravitación cuántica, y tam-bién tengo la necesidad de darla a conocer fuera de la comunidad física. Cuando escucho agente de humanidades, me doy cuenta de que tienen problemas similares a la hora de comuni-car ideas complicadas. No puedo leer con fluidez lo que escriben porque el lenguaje está basa-do en Hegel, Heidegger o cualquier otro por el estilo, y para mí no tiene ningún sentido. Paraellos ser enrevesado tiene un cierto tinte romántico, y esto es un error. El porqué de esta acti-tud tan extendida es algo que se me escapa. No quiero insistir demasiado en ello, porque yatengo bastante con lo que pasa en el mundo de la ciencia». (Lee Smolin en Brockman, 1996).

Lo importante sería lograr un mayor entendimiento entre ambos mundos. Huir de inte-reses excluyentes. Para el matemático Banchoff, por ejemplo, Dalí tuvo un papel importantísi-mo en la difusión de determinados aspectos de la ciencia. «La contribución de Dalí a las mate-máticas es parecida a la de muchos científicos al arte. Utilizaba conceptos y formas que podíanser muy atractivos para gente que en muchas ocasiones sale corriendo cuando oye hablar dematemáticas. Por otra parte, Dalí también es un buen vehículo para que algunos científicos quie-ran adentrarse en el mundo artístico». (Fernández, 2004)

Pero ¿por qué ponernos tan serios? En un tan divertido como cáustico artículo, JuanCueto decía: «Las Humanidades quedan muy bien y dan mucha conversación en las cenasmatrimoniales de los viernes, en las reuniones de los fines de semana, en las veladas de amigosy en cualquier sarao que se precie. Son la materia prima del viejo arte de recibir en casa.

»Tú invitas a gentes de Humanidades y tienes garantizado el éxito de la fiesta, aunqueel catering sea una mierda y no haya suficiente güisqui de malta. Pongamos el ejemplo contra-rio. La mejor manera de estropear un festolín, como dice la divertida Fran Lewowitz, es invitara su contrafigura, a un tipo de Ciencias, a un bata blanca. El humanista, en tu fiesta, es capaz dehablar mucho y de todo, en plan transversal, multicultural, multimedia, disperso, ameno, com-prensible y tal, pero si el invitado es de ciencias punteras y matemáticas, te arruina la reuniónen un cuarto de hora. Mientras el invitado de Humanidades, novelistas famosos incluidos, saltaen la conversación de un lado a otro, sin preocuparse lo más mínimo por el principio de no-con-tradicción, el invitado de Ciencias es esquivo por naturaleza, permanece fiel a sus ecuacionesbásicas, es silenciosamente arrogante, practica la conversación monotemática, corta en secocualquier digresión no lógica, permanece riguroso todo el tiempo y al final casi nunca se embo-rracha ni suele fumar porros. Sólo por eso habría que declarar de utilidad pública a lasHumanidades y dejarlas como están.» (Cueto, 2005).

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La moraleja es que ambos mundos (filosófico y científico) necesitan hacer un esfuerzopor utilizar un lenguaje asequible cuando se dirigen a personas no expertas, aunque se trate deintelectuales de prestigio en su campo. La clave del éxito: seleccionar el vocabulario para lograrel consiguiente enriquecimiento de los demás. Y solicitar también de los cultos, sean literatos ocientíficos, que se muestren menos sensibles ante lo que suelen percibir como una invasión ter-minológica en su cortijo cultural.

De todas formas no deja de existir una realidad preocupante. En efecto, si reflexiona-mos, no nos encontramos ante una cultura (la literaria, por ejemplo) que amenace a la científi-ca, o de que exista una prevalencia educativa y de unos códigos frente a otros. Asistimos a unempobrecimiento paulatino de la enseñanza que afecta a todo tipo de conocimiento.

En este sentido es revelador el informe hecho público por la OCDE a finales de 2004,titulado «Learning for tomorrow´s world: first results from PISA 2004». «La principal finalidadde la evaluación PISA (Programme for International Student Assessment) consiste en estable-cer indicadores que muestren el modo en que los sistemas educativos de los países preparan alos estudiantes de 15 años para desempeñar un papel activo como ciudadanos, dato relevantepara expresar el desarrollo de una sociedad». (Recio&Rico, 2005).

Basta con transcribir algún comentario de El País digital (7.12.04) sobre el informe parahacernos una idea de cuál es nuestro problema: «Los alumnos españoles a la cola de la OCDEen matemáticas, ciencia y lectura». Y añadía: «más del 20% de los estudiantes de 15 años sus-pende en las grandes materias analizadas». Y siguiendo con la transcripción de algunos párra-fos: «Ni en matemáticas ni en ciencia ni en lectura. Los alumnos españoles de 15 años (secun-daria obligatoria) no logran alcanzar la media de conocimientos de los países desarrollados. Sunivel se sitúa entre los peores, hasta el punto de que más de un 20% ni siquiera es capaz de supe-rar ejercicios básicos en dichas materias.Tampoco corre mejor suerte el nivel de excelencia, unode los más bajos de Europa. Así lo demuestra el citado Informe, que, mediante 275.000 pruebasdirectas a estudiantes realizadas en los propios centros, compara los resultados educativos delos países de la OCDE. A la cabeza de la clasificación se sitúan, con diferencia, Corea del Sur,Japón y Finlandia».

En la tabla adjunta al artículo se podía contemplar cómo de los 30 países examinados,en comprensión de la escritura, España se sitúa en el puesto 23, en cultura matemática en elpuesto 24 y en cultura científica en el 22. Es decir, la nuestra es una situación que indica unapatente mediocridad. Porque, por poner un ejemplo, Japón que ocupa el puesto número 12 encomprensión de la escritura se sitúa en el primer puesto en cultura científica.

El problema es que de poco sirven las quejas de los profesores de ciencias. En un repor-taje sobre «La Enseñanza de la Física» (Morán, 2005), leemos: «En el Año Internacional de laFísica los profesores lamentan el escaso peso que la asignatura tiene en el programa escolar. Losexpertos en formación docente creen, además, que debe mejorarse la didáctica para que estamateria sea cercana al alumno y no quede ahogada entre fórmulas matemáticas».

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Y tampoco estamos a la altura de lo cabría denominar un país de letras. El mismo infor-me nos desacredita como tal y nos encontramos con titulares como el que citamos a continua-ción: «Un demoledor estudio revela el escaso interés de los profesores por la lectura. El 40% delos maestros de primaria y secundaria no visita nunca la biblioteca escolar.» (Mora, 2005).

La moraleja parece evidente: la crisis no es únicamente de la enseñanza de las ciencias,en donde en sólo unos años, por aportar un dato, el número de estudiantes de Física en las uni-versidades españolas ha caído de 18.000 a 13.000 alumnos (Morán, 2005).Aunque siempre puedeargumentarse que esto es explicable si pensamos que el futuro de la ciencia parece orientado másbien a otras ramas como la biociencia, siendo los físicos una raza en peligro de extinción, el hechoes que parece evidente que tampoco se están haciendo bien las cosas en las enseñanzas de carác-ter humanístico donde la calidad no está al nivel que se merece nuestra sociedad.

Las consecuencias, por lo que a las ciencias se refiere, no se harán esperar. «España va asufrir mucho si no empieza a innovar», decía Nathan Rosenberg, profesor de la Universidad deStanford (F. De Lis, 2005). Pero, ¿cómo innovar si no se hace investigación básica y aplicada, sino se dispone de científicos, si no se realiza desarrollo tecnológico? De seguir así sólo podremosaspirar a innovar en servicios, y ello tras comprar a un alto costo la tecnología en otras latitudes.

Así, no nos extraña leer cosas como: «España es un 20% menos rica por falta de inver-sión en I+D». Lógico: ¿quién puede pensar que se puede invertir más en conocimiento científi-co y desarrollo tecnológico sin personas preparadas para llevarlos a cabo? A lo que estamospues asistiendo es a un empobrecimiento del capital humano desde la enseñanza media y nosólo en los estudiantes de ciencias, sino en todos en general.

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SEGUNDA PARTE

El entorno: La comunicación de la ciencia en elzoco de la comunicación comercial

Hablemos del contexto. No somos los únicos que queremos transmitir algo a alguien.Dirigirnos al gran público es meternos de lleno en un mundo plagado de mensajes. Elnuestro, el que sea, no es tampoco el único centro o departamento de investigación que

pugna por comunicar lo que es y lo que logra. Debemos competir con los mensajes científicos quesurgen de todas las ramas de la ciencia en todo el mundo y, además, con la comunicación comer-cial que lo llena todo. Poco importa que tengamos mucho que decir o que poseamos un productosingular e interesante que vender. Para lograr nuestro objetivo, habremos de aprender a navegaren una tormenta de mensajes, con un sinfín de contenidos, que tenderán a ahogar el nuestro.«Cada día que abro mi buzón electrónico me encuentro con más de un centenar de mensajes deun estilo muy similar (el proceso se repite con los fax, aunque en una escala muy inferior. No, noes vulgar basura sobre crecepelos ni tampoco recuerdos de la familia, sino información pura ydura sobre empresas, centros de investigación y gabinetes de comunicación deseosos de comuni-carme —a veces lo llaman compartir— sus novedades tecnológicas, sus descubrimientos científi-cos y hasta sus nombramientos empresariales. Son lo que se conocen como notas o comunicadosde prensa y, salvo excepciones, no han sido confeccionadas por los autores de la investigación, sinopor compañeros periodistas, publicitarios o expertos en comunicación que conocen, o al menosintuyen, el funcionamiento de los medios a los que van dirigidas». (Madridejos, 2004).

El problema no radica sólo en las muchas informaciones que compiten entre sí por apa-recer en los medios de comunicación. También en la invasión de la comunicación comercial,especialmente la publicidad, que nos busca y penetra a diario. El mismo entorno satura al recep-tor. La comunicación comercial cuenta con el cansancio de los ciudadanos por lo que es maes-tra en envolver los contenidos y transmitirlos de una manera atractiva. Ello genera, a su vez, unacultura en los receptores. «El comunicólogo José Javier Muñoz (1990) reivindica la creación delecologista informativo, porque urge defenderse y defendernos no sólo del monóxido de carbo-no, de los vertidos industriales a los ríos y del ruido de las ciudades, sino también del cúmulocreciente de mensajes amorfos y polimorfos —cuando no rotundamente deformados— queinvade nuestra atmósfera social». (Ramírez, 1995). La frivolización en aumento de los progra-mas de televisión, por ejemplo, crea un tipo de receptor al que, sin duda, será mucho más difícilhacerle llegar nuestra comunicación científica.

«Si los museos, decía recientemente el arquitecto Richard Gluckman, no compiten conel ocio, tienen sus días contados». (Zabalbeascoa, 2005).

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4. Navegar en una tormenta de mensajes

Qué hacer en este contexto, en el que medios y contenidos compiten ferozmente porllamar la atención y abaratar la calidad y comprensibilidad de los mensajes? Un malcomienzo sería pensar que nuestro mundo, el científico-tecnológico, es un campo de

excelencia superior que, como tal, se impondrá por sí mismo. Desde la orilla de la investigaciónse acostumbra a pensar que la comunicación de conocimientos debe ser específica y por com-pleto diferente a la de los productos. Se entiende que hacer llegar al gran público un hallazgocientífico no tiene (ni debe tener) puntos de coincidencia con, por ejemplo, la campaña de publi-cidad de un nuevo modelo de coche o la de un servicio de telefonía móvil.

Este a priori surge de una latente tendencia a percibir la realidad bajo un esquema dua-lista que aflora en los momentos más insospechados: «idea versus materia». En nuestra culturasubyace un cierto maniqueísmo: lo bueno y lo malo, lo excelso y lo vulgar. El universo de la cien-cia (singularmente la teórica) vive rodeado, de manera inconsciente, de un halo de excelenciapurista mientras que mira con un cierto recelo y desprecio al planeta de las finanzas y sus entre-sijos. Siguiendo con la caricatura, quienes se dedican al pensamiento, a la gnosis, suelen mirarpor encima del hombro a los mercaderes, aunque tantas veces envidien los beneficios que éstosobtienen. Este fenómeno, que no es privativo de los científicos (también suele darse en litera-tos y artistas), tiene de propio sin embargo que, así como una pintura puede ser admirada eincluso comprendida por un público no especilizado, la ciencia más abstracta resulta inasequi-ble al no especialista. El motor del científico, que como individuo suele sentirse más aislado, essu vocación; y su objetivo último, incrementar el conocimiento. Ese afán por saber, cada díamás, acerca del Universo, de todo lo que en él se contiene y de las leyes que lo rigen y lo hanllevado a ser lo que es, constituye su verdadero impulso e ilusión. No nos debe extrañar que almenos ellos sepan valorar como un tesoro sus conocimientos, y que se vuelvan celosos para exi-gir que sean difundidos con respeto y rigor. Y tampoco es mucho pedir que se sepa apreciar suvida que sigue una vocación nada fácil, cuyos frutos redundan, además, en bien de todos.

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5. Conocimientos versus productos

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Nos guste o no, comunicar es competir: en contenidos, formas e intereses. En este granzoco del mundo en que vivimos, los mensajes —ya interesados de por sí— se exponentambién de manera interesada. No olvidemos que la comunicación es, en sí misma, un

tipo de negocio. Por ello, la información no intencionada y objetiva es rara avis. Emisores yexpositores persiguen fines propios, ya sean comerciales, ideológicos, políticos o sociales. Elbombardeo de la publicidad exterior, lejos de cesar, continuará de manera más intensa cuandovolvamos a casa: el periódico, la revista, la radio, la televisión o Internet seguirán intentandocolocar en nuestras mentes ideas, productos o servicios. Unos querrán comprar nuestra opinión,otros convertirnos en clientes. Cada medio sembrará además, con su particular sello, la semillaque nos haga dependientes de sus espacios o de su estilo. Todo milimétricamente pensado.

6. Comunicar es competir

Aun estando convencidos de que el nuestro (la ciencia, la tecnología, la innovación...) esun mensaje único, valioso y diferente —que lo es—, el camino correcto para la comu-nicación de la gnosis científica y tecnológica pasa por no despreciar las herramientas y

técnicas de la comunicación comercial, y en ser lo suficientemente humildes y realistas comopara aprender de quienes las manejan con tanta habilidad y precisión.

El mundo de la política fue ágil y entendió esto rápidamente. El célebre libro Cómo sevende un presidente de Joe McGinniss (1970) y cualquier campaña para la elecciones presiden-ciales u otras más domésticas, son un ejemplo de hasta qué punto es necesario saber utilizarciertas herramientas para llegar a los ciudadanos. Claro que todo tiene sus matices. En el librose cita una frase significativa de Jim Howard. «No debe permitirse jamás, que el candidato lleveun sombrero que no le caiga bien. No se puede vender un candidato como un producto. En elcaso del producto todo lo que hace falta es que atraiga la atención. Bastará un dos por cientode compradores adicionales para que la campaña valga la pena. En política hará falta un cate-górico cincuenta y uno por ciento del mercado y esto no se puede conseguir con trucos».

Es decir, producto singular, sin duda, pero producto: estudio minucioso de los potencia-les electores, sondeos sobre la intención directa y recuerdo de voto, estudios cualitativos, análi-sis de inquietudes y valoración de necesidades, etc. Sólo así se puede diseñar una estrategia elec-toral, perfilar una campaña hasta en sus más últimos detalles, desde decidir y perfilar con exac-titud la imagen externa del candidato hasta las acciones que debe poner en marcha para llegaral ánimo del elector. Y, sobre todo, desde la llegada de la televisión, utilizar con total maestríala conjunción de los mensajes verbales con los visuales. De hecho, para describir un mix de téc-nicas, importadas del marketing, que permiten promocionar a un político (o su partido) como sise tratase de un producto, se ha usado el término politing. (Massó y Nebot, 1976).

Nuestro desafío, que no es menor, será mucho más fácil si sabemos utilizar sabiamentey con rigor los medios que emplean esos magos de la otra comunicación. Y todo ello sin perderla propia identidad. Los conceptos físico-matemáticos son ideas que pueden resultar apasionan-tes si se saben explicar; muchos hallazgos se pueden convertir en noticias y reportajes llenos deinterés; un centro de investigación puede y debe abrirse para que su entorno lo conozca demanera directa; los investigadores son personas que pueden llegar a tener acogida popular nosólo por lo que hacen, sino por lo que son.

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7. Aprender de la comunicación comercial

La comunicación desde un centro de investigación debe encararse con un planteamien-to global y abierto, en el que se contemplen todas las actividades, métodos y maneras de hacerque puede proporcionar el campo de la comunicación.

Esta es la razón para hacer un rapidísimo recorrido panorámico sobre algunas de estasactividades de la comunicación y promoción comercial que nos pueden permitir abordar mejornuestra tarea de comunicar desde un centro de ciencia o de tecnología. Porque debemos reco-nocer que, por lo general, quienes conocen bien las herramientas de gestión de centros y activi-dades de investigación suelen tener mucha menos afinidad con el mundo de la comunicación.Conviene advertir que, en esta breve exposición de las actividades de la comunicación comer-cial, se han elegido unas definiciones sobre otras únicamente por razón de su sencillez, lo queno supone tomar partido en las controversias que suelen existir sobre los límites y esencia decada una de estas actividades.

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Al Ries y Jack Trout (1989), en su libro Posicionamiento, desarrollan este concepto alque calificaban de revolucionario en el mundo de la comunicación publicitaria y delmarketing.

El posicionamiento, que comienza con un producto (artículo, servicio, institución, con-cepto...), a lo que verdaderamente se refiere es a cómo situarlo en la mente de los destinatarios.En un mundo sobrecargado de productos, ideas y medios de comunicación la gran batalla con-siste en abrirse camino hacia la mente. Es un concepto, o así lo consideran sus autores, de pri-mordial importancia para resolver los problemas de comunicación en una sociedad saturada.¿Cómo conseguir ganar la mente de los sujetos para que den prioridad a nuestro producto anteotras ofertas similares? El posicionamiento es la toma de posición concreta y definitiva ante unaoferta u opción. Con palabras de los autores, «el posicionamiento es un sistema organizado paraencontrar ventanas en la mente». En una sociedad sobrecomunicada, nada más importante quela comunicación. Porque no somos los primeros en llegar. Otros ya están dentro y nosotros tene-mos que organizar un auténtico asalto a mentes ya ocupadas. «En una batalla mental, las ven-tajas están a favor de la primera persona, del primer producto, del primer político que entra enla mente del cliente».

Las diferentes actividades que se describen a continuación son caminos complementa-rios entre sí de cómo llegar a nuestros clientes y, sobre todo, de cómo situar nuestros mensajesen sus mentes.

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8. El posicionamiento con método

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9.1. Las relaciones públicas

Para muchos profesionales del gremio, las relaciones públicas son la actividad más ampliade la comunicación, la esencial, la que engloba a todas las demás. Según el Institute of PublicRelations (1987), «la función de las Relaciones Públicas es el esfuerzo planificado y sostenido paraestablecer y mantener la buena voluntad y la comprensión mutuas entre una organización y suentorno». Para el profesor Sam Black, uno de los fundadores de la International Public RelationsAssociation: «el ejercicio de las relaciones públicas es el arte y la ciencia de alcanzar la armoníacon el entorno, gracias a la comprensión mutua basada en la verdad y en una información total».

En general, cabría decir que por relaciones públicas entendemos el conjunto de activi-dades que, de manera programada, tienen por objetivo acercar la institución a su entorno yhacerla más conocida y aceptada. Las relaciones públicas suelen implicar, no obstante, unadimensión de contacto directo, de actividades que buscan dar a conocer el centro o la empresacon implicación de los encuentros personales. Por otra parte, las actividades de relaciones públi-cas suelen dirigirse a crear una buena imagen global de la institución más que vender los pro-ductos que dicha institución pueda producir. En este sentido, estas acciones están por lo gene-ral desprovistas de un tinte comercial.

A esta actividad, tan seria como el resto de las ramas de la comunicación, le ha hecho dañoel intrusismo que ha sufrido por parte de personas, tan dinámicas como voluntariosas y escasa-mente formadas, que la han ejercido trastocando los límites y confundiendo lo accidental con loesencial. Con demasiada frecuencia esos intrusos se han excedido confundiendo la comunicacióncon el armar mucho ruido en torno a la institución a la que representaban y olvidándose de quelo realmente importante son las nueces. No se puede comunicar o intentar transmitir una buenaimagen si no hay nada sólido detrás. Lo contrario es perjudicar gravemente a la institución.

Salvando lo dicho, cabe perfectamente entender que las actividades de comunicación sepuedan considerar formas diferentes de relaciones externas o de relaciones públicas.

9.2. El marketingAlgunos autores ven en Adam Smith, autor de Investigación sobre la naturaleza y cau-

sas de la riqueza de las naciones (1776), al padre de la teoría del marketing. Sin duda el marke-ting ha sido una de las actividades definitorias del siglo que acabamos de abandonar.

9. El arco iris de la comunicación comercial

Los citados Al Ries y Jack Trout, en su entretenido libro Marketing de guerra (1990),citan algunas definiciones del marketing. Así para la American Marketing Association, el mar-keting es «el desarrollo de las actividades empresariales cuyo fin es orientar el flujo de bienes yservicios del productor al consumidor». Para E. Jerome McCarthy, de la Univsersidad Estatalde Michigan, el marketing es la «realización de aquellas actividades que buscan cumplir lasmetas de una organización, al anticiparse a las necesidades del consumidor o cliente».

Marketing es un término inglés que agrupa el conjunto de actividades que se generan enlas relaciones de los productos con sus mercados. Se pueden integrar aquí las acciones másdiversas, desde aquellas que tienen por objeto la investigación de los mercados para adecuar lasventas a los clientes, hasta las que se centran en el mundo de la producción o la distribución delos productos, pasando por las que se ponen en marcha para generar nuevos mercados. El marketing es otra forma de diálogo, de comunicación, entre fabricantes-productos-servicios ymercados-demanda-consumidores.

De las tareas y planteamientos del marketing podemos aprender mucho si somos capa-ces de entender la ciencia y la tecnología como productos singulares que deseamos hacer llegara sectores determinados de la sociedad. El marketing nos enseña a descubrir aquella demandaque todavía no se ha manifestado como tal, o una necesidad específica que aún desconoce elpropio demandante. El marketing nos muestra la manera de modelar previamente los mercadoshaciéndolos receptivos a nuestra posterior oferta.

Si a un profesional del marketing le dijésemos que no existe público para la ciencia, nosrespondería: «el mercado no existe, se crea. El público desconoce lo que realmente quiere.Hacérselo saber es nuestro trabajo».

9.3. La publicidad

Estrella de la comunicación comercial, bien podríamos decir, con palabras de GillesLipovetsky que «la publicidad es la apoteosis de la seducción» (Lipovetsky, 1990). Pero quizássea la definición de Fielding, en 1710, la más expresiva y acertada al denominar la publicidadcomo el arte de la persuasión. En efecto, la estética, la creatividad y un cuidadoso dominio delplano subliminal hacen de la publicidad la reina de las armas para llegar al ciudadano y trans-formarle de potencial cliente en fiel consumidor. La publicidad encierra un arte por su manerade comunicar y crea una cultura narrativa, estética y visual. Los spots establecen nuevos ritmoscon los que contar y entender las historias.

El éxito de la publicidad radica en abrirse paso hacia las mentes y hacerlo de forma efi-caz y persuasiva, generando la necesidad de disfrutar de aquello que se ofrece. Como ciudada-nos nos vemos continuamente impactados por las particulares técnicas de persuasión queenvuelven los mensajes y que se fundamentan en maneras tan rigurosamente estudiadas comoprecisas a la hora de cautivar a los destinatarios. La fuerza de la publicidad es tal que influye y

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conforma nuestra manera de entender los mensajes. Nadie es ajeno a este fenómeno social quenos sale al paso, día a día, y se mete en nuestras vidas.

Dejemos a un lado los aspectos negativos atribuibles a la publicidad (para algunos es laoveja negra del marketing) y veámosla en su condición de rama fascinante de la comunicación,tanto por la creatividad que desarrolla como por los medios que utiliza para conseguir su pro-pósito. Desemboque o no en un consumismo inútil, lo que aquí importa es que, como comuni-cadores de ciencia y tecnología, nos dirigimos a un ciudadano cuya cultura viene modelada porel entorno publicitario en el que nos movemos. La importancia de la imagen, la estructura y elritmo de los mensajes, la utilización de las formas, el sutil manejo de la seducción son cuestio-nes que deberían tenerse en cuenta si queremos movernos con facilidad en la mente de nues-tros receptores. Así, antes de demonizarla, deberíamos reconocer que si sabemos de la existen-cia de muchos productos, de la innovación que contienen y de su utilidad para nuestras vidas, loes gracias y a través de la publicidad.

Gay Talese, autor de una vieja historia del diario The New York Times, titulada «ElReino y el Poder» (1973), recoge la visión de Monroe Green, entonces responsable del depar-tamento de publicidad del periódico, sobre este particular. Para Green, si los grandes editoria-listas de un periódico pueden ofrecer sus profundos comentarios, y los redactores y correspon-sales llegar a los lectores con su información es porque la publicidad permite la existenciamisma del periódico. La publicidad es también información. M. Green hace notar también quela publicidad proporciona al lector un tipo de información directa, práctica y pragmáticamen-te ligada a sus vidas: desde dónde comprarse un electrodoméstico rebajado hasta la oferta deun empleo, pasando por cómo y en dónde disfrutar de unas buenas vacaciones. Quizás partedel problema del mundo de la investigación sea que aún existan tan pocas actividades científi-cas financiadas por la publicidad.

9.4. La propaganda

Algunos autores sitúan el nacimiento de la propaganda en la I Guerra Mundial. La pro-paganda nace por el deseo de manipular a la opinión pública en el ámbito de las tropas y pobla-ciones. Para ello necesita controlar la información sobre la realidad y conseguir una justificaciónde las actuaciones. Los grandes conflictos bélicos, y muchos de los movimientos revolucionarios,han ido siempre acompañados de un importante aparato propagandístico.

Con frecuencia, personas alejadas de la terminología de la comunicación confunden la publi-cidad o las tareas de información y comunicación con la propaganda. Incluso este dichoso términono ha desaparecido aún de los Presupuestos Generales del Estado (ministerios, organismos autóno-mos, etc.). En efecto, en el capítulo 2 («Gastos Corrientes en Bienes y Servicios»), dentro del artícu-lo 2 («Material, suministros y otros»), el concepto 6 («Gastos diversos») contempla precisamentelos gastos dedicados a las tareas de comunicación en la expresión «Publicidad y Propaganda».

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Aunque el Diccionario de la Real Academia defina la propaganda como la «acción oefecto de dar a conocer una cosa con el fin de atraer adeptos o compradores», lo cual haría deella una actividad similar a la publicidad, lo cierto es que hoy en día ese término está lleno dematices y connotaciones históricas ligadas a los sistemas políticos totalitarios y las dictaduras depeor recuerdo. También es un vocablo que puede tener incluso connotaciones de carácter reli-gioso encaminadas a ganar adeptos mediante acciones proselitistas.

La propaganda pretende extender ideas mediante sistemas de persuasión que puedenllegar a anular el contraste crítico y a ocultar al individuo al menos parte de la verdad de lo querealmente ocurre. Frente a la propaganda no suele existir auténtica libertad para acceder a laverdad completa.

9.5. Propaganda igual a contraimagen

La información debe ser veraz, objetiva y abierta para que pueda ser contrastada y com-pletada por el destinatario. También debemos conocer bien la frontera entre la divulgación y lapropaganda con el fin de no traspasarla nunca.

¿Existe un peligro real de caer en la propaganda? Desde luego que sí. ¿Cuándo? Lainformación se convierte en propaganda cuando no es completa, objetiva o imparcial. Porello, se debe extremar el cuidado, especialmente en lo que respecta a la comunicación insti-tucional o corporativa, para no presentar la actividad del centro de manera propagandística.Aunque sea perfectamente explicable el deseo de cantar las excelencias de sus actividades,existe una tendencia institucional a ver en los gabinetes de prensa instrumentos útiles paraemitir únicamente informaciones positivas, controladas siempre por la dirección, y minimi-zar o silenciar sistemáticamente otras que no lo sean tanto aunque formen parte también dela vida del centro. El gabinete o departamento puede convertirse así en un instrumentomanipulado y manipulador de la realidad y terminar obsesionado por evitar que se filtre alexterior cualquier información que pudiera producir un impacto negativo en la imagen de laentidad.

Esta actitud, aparentemente lógica (no tirar piedras al propio tejado), genera, y no nece-sariamente a la larga, efectos mucho más dañinos que aceptar los errores como parte normal dela vida de un centro. Un departamento de comunicación, secuestrado de forma poco inteligen-te por la dirección y convertido en instrumento de propaganda, pierde el mejor de sus activos:la credibilidad.

Sin embargo, podemos fijarnos en alguna de las notas de la propaganda para ver si sepuede adoptar de manera positiva en nuestra tarea de divulgación.

Tomemos una cita de uno de los mejores expertos en la propaganda manipuladora delsiglo XX: «Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivelintelectual a la capacidad receptiva del más limitado de aquellos a los cuales está destinada. De

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ahí que su complejidad intelectual deberá regularse tanto más hacia abajo, cuanto más grandesea el conjunto de la masa humana que ha de abarcarse (...). La capacidad receptiva de la granmasa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión; en cambio, esenorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficazdebe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el últi-mo hijo del pueblo se forme una idea de aquello que se persigue». Estas palabras, escritas porAdolfo Hitler en Mein Kampf («Mi lucha»), en su deseo de manipular en beneficio de su causalo que para él sólo era masa humana, aportan sin embargo la necesidad de poner las ideas alnivel de la capacidad receptiva más limitada.

En nuestro caso, la finalidad de la comunicación y de la divulgación científica es justa-mente la contraria: extender los conocimientos para aumentar la cultura científica y tecnológi-ca del gran público, capacitando a los ciudadanos para que puedan opinar y decidir con criteriosobre aquellos problemas de importancia en los que puede desembocar la investigación cientí-fica y tecnológica. Lejos por tanto de masificar y de someter, la divulgación bien hecha procuragenerar un público informado y atento, que se pueda liberar de los tópicos.

9.6. Informar, comunicar, divulgar

En este contexto, ¿qué es la información? El Diccionario de la Lengua Española defineel término informar como dar noticia de una cosa. La información sería, de esta forma, el con-tenido del acto de informar. Desde las relaciones públicas hasta la publicidad, las actividadesdescritas son diferentes modalidades de transmitir información. No obstante, conviene haceralgunas matizaciones relativas a los términos informar, comunicar y divulgar.

En el capítulo de su tesis doctoral, titulado «De la comunicación científica pública ala información periodística especializada», Carmen del Puerto (1999) ofrece dos citas escla-recedoras. Para Javier Fernández del Moral la información es, en un sentido amplio, «el con-junto de datos o de ideas que en forma de mensaje sirve para comunicar», lo que constituyesu fin último. Para Ralph W.L. Hartley, la información es «la medida de la reducción de laincertidumbre que se tiene del emisor, por medio de un mensaje». La información puede serentonces, añade Carmen del Puerto, tanto «medida de la comunicación» como «contenido dela comunicación».

Por otra parte y como con frecuencia manejamos de manera indistinta los términosinformar y comunicar, conviene explicar por qué, en este documento, hablamos preferentemen-te de comunicar la ciencia. La razón es porque, en la práctica, podemos informar (dar noticia dealgo) sin comunicar. Para ello bastaría con informar, por ejemplo, utilizando un lenguaje espe-cializado, o a través de canales a los que nuestro público no tenga fácil acceso (publicacionesprofesionales, por ejemplo). La información no necesariamente busca respuesta, como la comu-nicación. Las administraciones públicas son muy dadas, a veces, a informar sin buscar realmen-

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te al destinatario común. Utilizar canales como el BOE o el Boletín Oficial de la región o pro-vincia, por poner ejemplos conocidos, de difícil acceso para los ciudadanos corrientes, acarrea aveces que un particular se haya enterado de la subasta o expropiación de su vivienda cuandoésta ya se había hecho efectiva.

Los científicos informan sistemáticamente a sus colegas de sus avances. Lo hacen utili-zando las revistas científicas, congresos, etc., en unos términos del todo inasequibles a los noprofesionales. Además, el mundo científico se comunica en inglés. Así, bien podemos decir quecon estas herramientas informan y comunican a sus colegas, pero no divulgan esa informacióna los colectivos no expertos.

En este campo de la comunicación a colegas existe una diferencia significativa entrecientíficos y tecnólogos. D.V.Arnold, citando a Paisley, que compara el comportamiento de cien-tíficos y tecnólogos, dice: «Esto se manifiesta también en la comunicación pues, por lo común,los científicos se muestran mucho más ansiosos de publicar, y de este modo se procuran loscomentarios y las críticas de los que trabajan en su misma área de experiencias, y así, según loscomentarios que recogen, tienen ocasión de modificar su manera de llevar el trabajo. En cam-bio el tecnólogo, con frecuencia por motivos de seguridad, no siente el afán de revelar a unpúblico numeroso la naturaleza de su trabajo; prefiere seleccionar cuidadosamente a las perso-nas a las cuales desee informar o consultar». (Arnold, 1984).

Ambos, científicos y tecnólogos, para compartir sus conocimientos con el público noespecializado necesitan de esa interfase, que es la divulgación, que ponga su mensaje a un nivelde asimilación adecuado. Sólo la divulgación permite extender los conocimientos a un públicono especialista.

Divulgación resulta un término más grato que el tomado del francés vulgarisation.Aunque ambos términos tengan la misma raíz latina (divulgatio-onis, vulgaris-e), y el términocastellano vulgarización signifique también exponer una ciencia o una materia técnica cualquie-ra en forma fácilmente asequible al vulgo, parece mejor evitar un vocablo que pueda ser inter-pretado como hacer vulgar algo, cuando lo que se pretende es precisamente ilustrar, hacer com-prensibles los cocimientos, elevar el nivel cultural del público en algunas materias.

Lejos de pisotear la ciencia, cuando se comunica se proporcionan claves para su com-prensión. La palabra comunicar, pues, la usamos en el sentido de compartir, hacer a otropartícipe de lo que uno tiene, poner en común, hacer saber a alguien alguna cosa, comulgar,etcétera. La divulgación (que abarca diferentes acciones y modos de comunicar la ciencia yla tecnología) garantiza que los mensajes llegarán al receptor ya adecuados a su manera deentender.

En definitiva, podemos superar los equívocos si por información entendemos el conte-nido de la comunicación y si concluimos que, dada la profunda grieta cultural que existe entrelos científicos y tecnólogos y el público general, para comunicar informaciones de carácter cien-tífico es preciso que la comunicación se lleve a cabo divulgando sus contenidos. De esta mane-

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ra el término divulgación podemos manejarlo como sinónimo de comunicación de la ciencia yla tecnología al gran público.

De todas formas, encontraremos otras opiniones según las cuales la palabra informaciónsería más adecuada para expresar la comunicación de las novedades científicas mientras que ladivulgación se correspondería mejor con la comunicación de la ciencia que ya existe.

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TERCERA PARTE

Razones para comunicar

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Las razones que hacen más necesaria que conveniente la comunicación de la ciencia y latecnología no son tan obvias como cabría pensar. Aunque la gran mayoría de las univer-sidades y centros de investigación científica y/o tecnológica cuenta con gabinetes de

prensa, cabría afirmar que ni los directores de esas instituciones ni la gran mayoría de los equi-pos de investigación se han sentido urgidos, animados o motivados a comunicar. Tampoco losresponsables de la política científica han entendido suficientemente su valor. En esto llevamostambién un retraso indudable respecto a la mayoría de los países anglosajones.

A pesar de esta realidad, las relaciones ciencia-sociedad constituyen una materia dereflexión permanente, porque se percibe la incongruencia que supone tener una economía basa-da en la competitividad tecnológica y ser incapaces de acrecentar la cultura de los ciudadanosen los conocimientos científicos que soportan estas innovaciones.

Por otra parte, y pese a que esta cultura generalizada de los científicos es tan poco dadaa la comunicación, cada día se oyen más voces de investigadores que postulan la necesidad deun cambio estratégico y reclaman un mayor protagonismo para la divulgación.

Así, en un reciente reportaje titulado «El gran reto de la ciencia española» (Rafael Ruizy Mónica Salomone, 2004), varios científicos de elite señalaban la sensibilización social entre losrequerimientos para salir del retraso en la próxima década. Por su importancia, merece la penacitar alguna de estas opiniones.

«Hay que cuidar la comunicación, la divulgación de la importancia de la investigaciónentre el público en general y los poderes legislativos, para que así gane en prioridad y para que lasempresas públicas y privadas se vean incentivadas para colaborar». (Valentín Fuster, cardiólogo).

«Tenemos una débil comunicación científica y una mínima cultura de rendición de cuentas,de explicación inteligible de los beneficios que produce la investigación en una sociedad en la queel reconocimiento de la ciencia es casi nulo. Basta con comparar la popularidad de deportistas, artis-tas e incluso de los políticos con la escasa presencia de científicos en la vida pública. Francia admi-ra a sus escritores,Alemania e Inglaterra están orgullosos de sus científicos, y aquí sacamos a hom-bros a los toreros.» (Luis Ferrer, rector de la Universidad Autónoma de Barcelona).

«Hay que concienciar a la sociedad de que la investigación es necesaria.» (Fátima BoschTubert, catedrática de bioquímica y biología molecular en la Universidad Autónoma deBarcelona).

10. Razones interesadas para comunicar

A la pregunta «¿qué debemos hacer?», Juan Carlos Izpisúa Belmonte responde, entreotras cosas: «Informar y concienciar a la sociedad de la importancia de la ciencia para el pro-greso de la humanidad.»

«...y aumentar significativamente los esfuerzos en divulgación y educación científica»,responde Eduardo Martín Guerrero (astrofísico del Instituto de Astrofísica de Canarias).

«Debemos cambiar la imagen de la ciencia en la sociedad, y para eso se debe apostar porla divulgación.» (Juan Luis Arsuaga, paleontólogo).

«No creo que la responsabilidad sea sólo del Gobierno. Toda la sociedad (ayuntamien-tos, diputaciones, comunidades autónomas, fundaciones, banca, industria...) debe comprometer-se en la promoción de la ciencia». (Bernat Soria, Director del Instituto de Bioingeniería de laUniversidad Miguel Hernández de Elche).

«El Estado se desentiende de su responsabilidad de crear cultura científica y favoreceren particular la ciencia básica.» (Antonio García Bellido, biólogo molecular).

Y a estos testimonios podríamos sumar otros muchos, como el del catedrático de econo-mía de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, Andreu Mas-Colell: «Multiplíquense las ini-ciativas de promoción de la cultura científica. Sólo así llegaremos a la situación donde invertiren ciencia no sea un ejercicio ilustrado, sino una exigencia de la ciudadanía.» (Mas-Colell, 2004).O la del astrofísico y miembro de la Real Academia de Ciencias, Rafael Rebolo, refiriéndose ala mayor repercusión que obtienen las informaciones sobre los satélites de la NASA sobre lasde los europeos. «Yo creo que la Agencia Espacial Europea no tiene unos canales tan sólidosde conexión con los medios de comunicación. Si la Agencia Espacial Europea ya está en unasituación de inferioridad en materia de divulgación de la ciencia, imagínese la situación de lasuniversidades y de los laboratorios de un estado.» (Finestro, 2003).

El hecho de que investigadores punteros muestren esta coincidencia resulta suficiente-mente significativo como para vislumbrar un cambio en la valoración de nuestros científicospara con la divulgación y un acercamiento a posturas más cercanas a la mentalidad del investi-gador anglosajón acostumbrado a buscar fondos en la esfera privada para sacar adelante susproyectos. Conozcamos la opinión del Premio Nóbel de Física, Jerome Friedman: «Es esencial.Debemos persuadir a la sociedad de que la ciencia es relevante, tenemos que escuchar las pre-ocupaciones sobre algunos problemas que pueden asociarse a la tecnología y hacerles frente.Pero sin la participación de la sociedad en el debate careceremos de interlocutores y de apoyo.»(Rivera, 2000).

Situados ya en el ámbito las universidades, centros e institutos de investigación, etc.,podemos decir que existen dos grupos de razones para comunicar: razones interesadas (egoís-tas), que tendrían su raíz en la conveniencia o necesidad (sea ésta declarada o no) de los cen-tros, científicos y tecnólogos de explicar su actividad para buscar el apoyo de los ciudadanos; yrazones sociales que, surgidas de la propia sociedad, corresponderían a una demanda de los ciu-dadanos, aunque se trate de una demanda no aflorada como tal.

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Para un centro y sus investigadores no es lo mismo informar que no hacerlo, ser conoci-do o trabajar en la sombra. También los centros tienen su circunstancia. Aunque la esencia delprestigio de un centro radique en la calidad y cantidad de la ciencia o tecnología que desarro-lle, la opinión que de él tenga su entorno social no es, o no debería ser, algo que se deba despre-ciar. La imagen pública generada en círculos no especializados puede abrir o cerrar puertas,potenciar o entorpecer su tarea, prestar un aliento positivo o significar la indiferencia de quie-nes toman decisiones en materia de política científica. Uno de los factores por los que evaluarla calidad de una universidad en EEUU es, precisamente, su capacidad para captar fondos entresus ex-alumnos y otros colectivos de la sociedad.

10.1. Sobrevivir en un mundo competitivo

La comunicación comercial arranca de la premisa de que para sobrevivir hay que com-petir. Por ello, la empresa sabe valorar, como un importante activo inmaterial, su imagen demarca. Investigar, aunque la investigación se haga con fondos públicos, es también competir.¿Puede (o debe) permanecer el universo de la ciencia al margen de esta dinámica de la compe-titividad si quiere sobrevivir? Mejor que no lo intente porque quedar al margen sería, ademásde temerario, un desprecio a los ciudadanos y una pérdida de oportunidad para el centro y susinvestigadores. La sociedad merece saber quién es un científico serio y quién un bluff, qué cen-tro investiga y gestiona bien los fondos y cuál no. Hablamos, claro está, de información objeti-va, es decir, la que resiste a la tentación de crear una imagen inflada que poco o nada se corres-ponda con el valor real del centro y sus investigaciones.

Una buena imagen corporativa no se improvisa y, en el campo comercial, se basa en latradición de una calidad de sus productos y servicios. Pero el campo de la ciencia es, a veces,diferente. A pesar del dicho «humildad es verdad», en el mundo científico el pudor muchasveces se impone, de tal forma que no parece elegante vender al gran público la actividad cien-tífica desarrollada, aunque esté muy bien hecha.

Aunque afortunadamente los tiempos estén cambiando, ahorraríamos camino si nos lle-gásemos a convencer de que los centros de investigación científica y/o tecnológica tambiénnecesitan crear una honesta y positiva imagen corporativa en la población, porque tal vez suscompetidores ya la estén creando.

El trabajo para conseguir una buena imagen corporativa de una universidad o de uncentro de investigación guarda muchos puntos de coincidencia con el de otras entidades, empre-sas u organizaciones aunque se mida con parámetros propios. Un centro de investigación estambién una entidad cuyos medios materiales, instrumentales y humanos se orquestan parafabricar un producto: el nuevo conocimiento, la ciencia o la tecnología que es capaz de generar.

Pero no seamos hipócritas: el mundo de la investigación no es precisamente un campode lirios; a su manera, sabe muy bien lo que es competir. Unas ramas de la ciencia compiten con

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otras por ser prioritarias; los centros de una misma rama compiten entre sí y comparan el núme-ro y la calidad de sus publicaciones; grupos y proyectos licitan y son evaluados a la hora de obte-ner fondos del Plan Nacional. Los investigadores deben competir ferozmente por conseguir unaplaza fija o para lograr un premio de prestigio, hasta el extremo de que el sistema de evaluación(¿número de artículos?, ¿número de citas?) ha sido uno de los caballos de batalla, hasta querecientemente parece imponerse la iniciativa del prestigioso profesor de física de laUniversidad de California, Jorge E. Hirsch, que ha propuesto el factor h («número que se asig-na a cada científico y establece el número de artículos que tiene ese autor con tantas o más citasque su factor h») como el índice más completo y objetivo. (García, 2005).

Afortunadamente los grupos de investigación valoran cada día más la importancia deque sus hallazgos logren también un eco en el gran público, hasta tal punto que, en ocasiones,esta competitividad ha dejado de ser de guante blanco para romper las reglas del juego limpiohaciendo llegar a la prensa descubrimientos científicos antes de estar lo suficientemente con-trastados o incluso antes de ser publicados en una revista científica.

Vivimos un clima de gran rivalidad en el que «...un ambiente tan extraordinariamentecompetitivo puede conducir a la superficialidad y la falta de rigor. Cuando la ya desafortunadamáxima del científico de nuestros días —publicar o morir— se sustituye por la aún más lamen-table —publicar en Science (o Nature)», comentaba el catedrático de la Universidad del Estadode Nueva York en Stony Brook, Emilio Méndez (2002).

Poco a poco van surgiendo informaciones sobre el aumento de investigaciones manipu-ladas, hasta el punto de llegar a leerse en algún artículo informaciones como ésta: «El 15% delos investigadores modifica el diseño, los métodos o los resultados de un estudio para compla-cer al patrocinador». (Dean, 2005).Y cosas peores. El fraude en investigación no es algo nuevo.Un ejemplo lo constituye el descubrimiento en 1912 del «Hombre de Piltdown», hallado porCharles Dawson en Piltdown (Sussex), y declarado por los científicos una burda falsificaciónen 1935.

El problema, afortunadamente nada frecuente, ha llegado sin embargo a alcanzar nivelesde escándalo en algunos casos, como el de Jan Hendrik Schön, líder de un grupo de BellLaboratories, de la compañía Lucent Technologies, cuyos numerosos y espectaculares logros resul-taron ser un fraude; o el más reciente de Hwang Woo-Suk, que tuvo que abandonar su cargo deprofesor de la Universidad de Seúl, tras ser acusado de fraude en los resultados de sus experimen-tos relacionados con la producción de células madre humanas a partir de embriones clonados.

El fraude en ciencia, o las conclusiones precipitadas, pueden resultar especialmente deli-cadas cuando se trata de materias relacionadas con la salud. Es un campo en el que fácilmentese crea alarma social acarreando consecuencias muy importantes. Baste recordar la relación queha resultado falsa entre vacunas y autismo. En todo caso, son actuaciones que hacen daño a laciencia y que son ya lo suficientemente numerosas para que se puedan escribir reportajes comoel titulado «Impostores de la ciencia». (Salomone, 2006).

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La exacerbada competitividad que desemboca en hechos como los descritos se remon-ta a épocas pretéritas y ha dado lugar a encarnizados enfrentamientos que han desbordado lasposturas científicas para llegar al plano personal. La historia nos ha dejado algunas notablestrifulcas habidas entre científicos no menos ilustres. Isaac Newton (1642-1727), sin ir más lejos,y al que no cabe negar su enorme genialidad, mantuvo un comportamiento escandaloso fren-te a Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), a raíz de que éste publicase su cálculo matemáti-co. Newton, que probablemente lo obtuvo antes y por su cuenta, pero que seguramente porperfeccionismo no lo había publicado, hizo la vida imposible a Leibniz acusándolo de plagiarsus ideas. El irascible carácter de Newton, fruto tal vez del nulo éxito social de su familia y deltrauma de haber sido abandonado por su madre, se puso de manifiesto en la manera de exigira Leibniz que publicase otros de sus trabajos. Cuenta Stephen W. Hawking (heredero de lacátedra de Newton en la Universidad de Cambridge), al final de su «Historia del Tiempo»,cómo el propio Newton escribía cartas de adhesión a su persona que salían de su propia plumay, también, cómo utilizó todo su poder, como presidente de la Royal Society, para destrozar aLeibniz cuando éste acudió a esta institución para defenderse de sus ataques. Detalles sobreéste y otros famosos enfrentamientos (Antoine Lavoisier y Joseph Priestley, Charles Darwin yRichard Owen, etc.), que probablemente sirvieron de acicate para hacer avanzar la ciencia, sepueden encontrar en el libro de Michael White (2002) titulado «Lenguas viperinas y soñado-res tranquilos».

En resumen, si el mundo de la investigación ya es tan competitivo de por sí, su explicaciónal gran público también lo es, no sólo por el volumen de información científica que llega a diarioa las redacciones de los medios de comunicación, sino además por el entorno de la enormidad demensajes publicitarios que saturan nuestras mentes y llenan el panorama de la comunicación.

10.2. Sentido y necesidad de la comunicación corporativa

Si hoy en día nadie debe (ni en realidad puede) permanecer aislado, al margen de lasociedad a la que sirve, menos aún debe hacerlo un centro público de investigación que vive delos contribuyentes. Por ello, antes de hablar de la comunicación de los resultados de la investi-gación, vamos a dar unas pinceladas sobre la comunicación que tiene a la institución como obje-tivo y materia.

Hemos visto que, como otra entidad cualquiera, no sólo es legítimo sino necesario queun centro de investigación persiga el logro de una buena imagen en la sociedad. A toda insti-tución científica, en especial si es pública, debería importarle su acogida popular. La buenaimagen abre puertas, aunque en ocasiones también genere envidias, adquiriendo valor sólo sise fundamenta en un sólido prestigio científico. Hacer las cosas bien debe preceder siempre adarlas a conocer. Mantener una buena imagen y el prestigio en el que se asienta es tan difícilcomo lograrla.

10.2.1. Política para la comunicación institucional

En general, no se debe comunicar sin antes tener diseñada una política de comunicacióntanto institucional como de la actividad del centro. Esta política debe definir las líneas generalesy las estrategias de nuestra comunicación. Lo contrario puede acarrear consecuencias negativas.No es posible lograr una coherencia informativa si no existen líneas maestras a las que atenerse.

Basada en la identidad corporativa, la política de comunicación debe impregnar todaslas manifestaciones de la información institucional y estar presente en los instrumentos que semanejen para la información.

10.2.2. La identidad corporativa

La identidad corporativa es una complicada síntesis entre el espíritu y los objetivos con losque nació el centro y su posterior evolución y desarrollo, por lo que es difícil definir la personali-dad y el talante singular de cada centro, con independencia de la forma jurídica que éste tenga.

Por lo general, la identidad corporativa, como la personalidad, se va explicitando enel tiempo, de una manera natural, como consecuencia de la manera singular de abordar lapropia actividad. A veces resulta muy difícil concretar esa identidad, objetivarla y ponerlapor escrito. Es algo intangible, una manera de ser, de afrontar los desafíos, de enfocar loséxitos y los fracasos, o de adelantarse a las dificultades. Es un estilo, una cultura, una mane-ra de recordar el pasado y de encarar el futuro, sin dejar de ser, en cada momento, lo quese es.

Con alguna frecuencia, empresas y organizaciones deberían hacer una reflexión inter-na hasta descubrir o tomar conciencia de su verdadera identidad corporativa (la actual y laque, tal vez, se hayan dejado en el camino). No habrá una correcta comunicación institucionalsin explicitar y tomar conciencia de esa identidad. Sin esta premisa, las incongruencias infor-mativas están aseguradas. Y el logotipo de la institución llegará a ser un icono vacío de conte-nido.

10.2.3. La imagen corporativa

José Luis Carrascosa define la «imagen corporativa como el resultado neto de la inter-acción de todas las experiencias, creencias, sentimientos, conocimientos e impresiones que losdiferentes públicos internos y externos perciben respecto a una organización». (Carrascosa,1992). Es, en gran medida, la imagen que los demás tienen de nuestra entidad o, si se prefiere,cómo nos perciben desde fuera. El problema es que esta imagen no es muchas veces la que enjusticia debería corresponderse con nuestra verdadera identidad, la que se merece el centro ysus logros.

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10.2.4. La comunicación institucional

Habitualmente nos referimos a la comunicación institucional como a aquella que tienecomo materia el centro en sí y pretende lograr una imagen externa positiva. Es decir, con estacomunicación pretendemos dar a conocer nuestra realidad y que la imagen que tienen los demásde nosotros se corresponda con nuestra identidad y con nuestra realidad objetiva. Cabría añadir«ni mejor» (sería crear un globo sin contenido) «ni peor» (sería una injusticia para con el centro yquienes en él trabajan), porque, y nunca se insistirá bastante, querer aparentar lo que no se es resul-ta tan falso como nocivo. La excelencia ni se improvisa ni se puede simular. El prestigio del centroy de sus investigaciones sólo puede basarse en un trabajo serio y constante, y en la calidad (más queen el número) de los resultados que se obtienen. La comunicación no puede ser propaganda vacía.

Pero si la excelencia radica en los resultados científicos y éstos se dan a conocer en lasrevistas de la especialidad de más prestigio, ¿por qué plantearnos una comunicación institucio-nal que vaya dirigida a prestigiar el centro en el ámbito de un público no profesional?

La pregunta ya ha sido contestada en parte. Pero hay algo más. El centro, como tal, tieneun deber para con sus investigadores. En efecto, los centros de investigación son institucionespreparadas para proporcionar medios para que sus científicos y tecnólogos puedan desarrollarsu trabajo. El público tiene derecho a saber si estos centros están suficientemente dotados paralograr sus fines y las dificultades institucionales que pueden malograr el buen trabajo de uninvestigador. Hablar del escaso presupuesto del centro o de los problemas derivados de una ges-tión administrativa impuesta por las administraciones públicas, debería ser objeto también deuna buena comunicación institucional, porque es una manera de transmitir a la opinión públicael porqué de que parte de los fondos que la sociedad emplea en investigación tal vez no consi-gan todos los resultados que deberían lograr.

10.2.5. La comunicación interna, un requisito previo

La comunicación interna del centro no es objeto de este libro. No obstante, conviene haceruna referencia al respecto por las implicaciones que puede tener en la comunicación exterior.

Las instituciones, especialmente si no tienen una larga tradición, necesitan incorporarlas nuevas generaciones a su cultura de empresa y transmitirles su identidad corporativa, si noquieren perder en poco tiempo el impulso vital que las vio nacer. Es frecuente que los centrospadezcan también sus crisis de identidad. No tienen por qué ser negativas si sirven para volvera las fuentes y buscar salidas propias y adecuadas a las nuevas circunstancias. Por ello, unacorrecta imagen institucional comienza por que el personal del centro asuma y se identifiquecon la identidad corporativa. En caso contrario, la comunicación externa sufrirá, antes o des-pués, el choque de otra comunicación de signo contrario, surgida de voces internas disconfor-mes con la imagen oficial.

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No sólo es inevitable sino señal también de buena salud que existan disidentes y, porconsiguiente, creadores sistemáticos de una cierta antimagen externa. En tal caso convieneescuchar y analizar muy bien sus argumentos, sin achacar por sistema su postura a insatisfaccio-nes o frustraciones personales que son proyectadas sobre la realidad y vida del centro. La ima-gen global es una resultante integradora y los puntos discrepantes deben servir como evalua-ción que permite mejorar las cosas. Siendo ésta una materia muy compleja, se puede agudizaren un centro de investigación donde pueden convivir científicos, tecnólogos y personal de apoyode lo más variado. De ahí que las críticas al centro puedan tener un origen diferente, significan-do, por ejemplo, lo que se consideran agravios comparativos de unos colectivos frente a otros.

Sin entrar, pues, en detalles, nos referimos más bien a aquellas posturas que pueden pro-venir de un desconocimiento de la propia vida del centro y que, por ello, tiene su origen en unafalta de comunicación interna. La falta de este tipo de comunicación impide que el personal delcentro pueda formar equipo en torno a los fines, la cultura, los problemas y las realizaciones dela institución, y ello lleva a una falta de visión del porqué se hayan podido tomar ciertas deci-siones por parte de la dirección ante determinadas circunstancias. La falta de comunicacióninterna separa al personal, sea del tipo que sea, del núcleo de la toma de decisiones y crea elcaldo de cultivo para una contraimagen externa.

Conviene recordar que en el modelo europeo de excelencia de la European Foundationfor Quality Management (EFQM, 1991), entre los resultados a lograr por toda institución figu-ra, en primer lugar, la satisfacción del personal; en segundo lugar, la del cliente; y, en tercero, secontempla el impacto en la sociedad.

La política de comunicación del centro, sea cual fuere, no debería olvidar esta escala deprioridades. Es mal asunto montar una buena estructura de comunicación hacia el exterior yolvidar la comunicación interna, que además tiene la ventaja de poder establecer una fluidainteracción con el destinatario.

Lo dicho es perfectamente válido para la divulgación científica, que debería dirigirse enprimer lugar a los colectivos no científicos del centro: administrativos, técnicos de soporte, etc.

10.3. Valor interno de la comunicación corporativa externa

Diseñar y realizar materiales informativos de carácter institucional requiere plasmar losplanteamientos o ideario del centro en todas y cada una de sus ediciones. El departamento res-ponsable de la comunicación, ediciones y divulgación (DCED) se convierte de esta forma en unimportante instrumento para la cohesión interna y la difusión intra muros de tales planteamien-tos. Ello es más importante aún en aquellas instituciones que poseen diferentes centros y cuan-to mayor sea la dispersión territorial entre ellos. Por tanto, antes de contemplar la cara externade la actividad del departamento de comunicación y de los materiales que maneje hacia el exte-

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rior (sean éstos escritos, audiovisuales o para ser lanzados por la red), hay que tener en cuentaque todo contenido informativo emitido al exterior debe, por el bien de su propio personal, sercoherente con la identidad del centro para así contribuir a difundir dicha identidad entre inves-tigadores, tecnólogos o el personal administrativo y de soporte.

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11.1. La ciencia, una necesidad para la sociedad

Vamos a llamar razones sociales a las que provienen de la sociedad y ante las cuales elmundo de la ciencia y la tecnología no puede permanecer impasible.

Aparentemente la ciencia no es una demanda prioritaria de nuestros ciudadanos. Eslógico porque toda demanda nace del conocimiento. Una sociedad poco cultivada no suelepedir más cultura.

Cuando una empresa desarrolla un nuevo producto o incorpora innovaciones a uno yaexistente, cuenta con que sus potenciales compradores lo necesitarán aunque de hecho ignorenque les interesa. Su demanda existe de manera latente. El marketing y la publicidad permitenque aflore el deseo inconsciente para convertirlo en necesidad consciente .

Aunque no lo parezca, la ciencia es también una demanda social inconsciente, no sólo por-que permite desarrollar aplicaciones y capacidades tecnológicas, y de éstas generar innovacionesútiles para los consumidores, sino también porque la ciencia puede y debe satisfacer un deseoinnato por saber más y ser capaces así de disfrutar de una cultura más amplia. Ocurre en todoslos campos de la vida. Cuanto más sepamos sobre un pintor, más disfrutaremos de sus cuadros.

11.1.1. El arte de hacerse preguntas

El interrogante, la curiosidad, el deseo y la necesidad de obtener respuestas son el granmotor de la ciencia que arranca de la hipótesis de que todo lo que existe es pensable. A pesarde la enorme progresión científica, ignoramos mucho más de lo que sabemos. El conocimiento,como las cebollas, va por capas: cuanto más profundizamos se abren más ventanas. La angustiadel hombre proviene de su capacidad para formularse preguntas para las que aún no tiene res-puesta alguna. Ignorarlas o mirar a otro lado no es solución para su inquietud. Queremos ynecesitamos tener certezas; es decir, descubrir verdades ontológicas sobre las que basar esas cer-tezas. «El todo es mayor que la parte», por ejemplo, es una afirmación que produce una nece-saria adhesión de nuestra mente. Descartes cimentó su discurso en el «pienso luego soy». Lasverdades científicas, aunque producen un tipo de adhesión mucho menos sólida, son, al menos,constatables. En el estudio del Universo subyace el deseo innato de resolver esos interrogantesescritos con mayúsculas sobre el origen, esencia y destino no sólo de la especie humana, sino

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11. Razones sociales

también del individuo. Algo parecido ocurre con la hipótesis de que el Universo sea inteligible.Sin necesidad de optar por el principio antrópico (que reconoce que nuestro Universo tienepropiedades que están condicionadas por el hecho de que estamos aquí para entenderlas ymedirlas), el ser humano se mueve con la esperanza de que el Universo sea observable, com-prensible e interpretable.

«Imagine un Universo en el cual los científicos hubieran respondido a todas las pregun-tas. Entonces no habría ciencia, porque la ciencia necesita preguntas sin responder. (…) Lacuestión es que siempre surgen nuevas preguntas. La ciencia es como una gran fábrica de pre-guntas.» (Gómez, 2003).

Para el físico teórico Murray Gell-Mann, «este empeño por entender el Universo, cómofunciona y de dónde surgió, es la mayor y más persistente aventura de la Historia Humana».

A esta inquietud vital e intelectual se une otra: «Los seres humanos tenemos como ele-mento absolutamente constitutivo un ansia de superar nuestros propios límites, y una de lasmaneras de hacerlo es mediante la ciencia». (Fernández-Rañada, 1999).

Nos encontramos en un momento de la historia de la ciencia en la que es posible que unescritor, editor y animador cultural, como describe Javier Sampedro a John Brockman, haya for-mulado a un centenar de investigadores la pregunta «¿En qué cree usted aunque no pueda pro-barlo?». Las respuestas están colgadas en su revista electrónica Edge (www.edge.org) y, comoafirma el autor del artículo, «tienen un morbo indudable: son justo las ideas que los científicosno pueden confesar en sus publicaciones técnicas». (Sampedro, 2005).

11.1.2. El trasvase cultural de las respuestas científicas

El mapa social nos muestra un mundo científico, situado en su peculiar isla, que seplantea de manera metodológica problemas y, poco a poco, va logrando respuestas, mientrasque, a su alrededor, una sociedad floja en cultura científica ignora muchas cosas elementa-les que le afectan de manera directa. Es como si en nuestro panorama existiesen enormespantanos, con ingentes cantidades de agua y, al mismo tiempo, se careciese del más elemen-tal sistema de riego (conocimiento, cultura e innovación) para enriquecer los campos que losrodean.

El analfabetismo no suele hacer reclamaciones. Sólo en sus graves consecuencias socia-les podremos escuchar su clamor. El hecho de que la sociedad no solicite más conocimientos noquiere decir que no exista tal demanda, aunque sea una llamada oculta. Que los ciudadanosignoren su derecho a reclamar el enriquecimiento cultural que proviene de la divulgación de laciencia y la tecnología, no significa que ese derecho no esté ahí presente.Afortunadamente, aun-que no existiesen acciones positivas en tal sentido, siempre habrá un flujo natural y espontáneode conocimientos científicos al gran público, a pesar de que éstos lleguen con demasiado retra-so en relación a los conocimientos en vigor.

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Por lo dicho, en estos tiempos los impactos producidos por la ciencia en la sociedad noprovocan cataclismo cultural alguno. En los tiempos actuales son los utensilios e instrumentosque manejamos y que incorporan las tecnologías más avanzadas, los que cambian nuestras vidasy costumbres. Pero la ciencia que está en el trasfondo de todos esos instrumentos y que los hahecho posibles, la seguimos ignorando y, por ello, no nos ayuda a cambiar nuestra manera deentender el mundo.

En efecto, hace muchos siglos, el mundo científico, el filosófico, el religioso y el cultural(ciertamente muy limitado a sectores privilegiados de la sociedad) guardaban tan estrecha rela-ción que parecían facetas de una misma realidad. Ello explica, por ejemplo, que las ideas y elprestigio de Aristóteles, tan arraigadas posteriormente en la Escolástica de la Edad Media, lle-gasen a paralizar la implantación de un modelo heliocéntrico del Universo, necesitando de unaverdadera revolución como la copernicana para situar a la Tierra y al Sol en su sitio. La idea deCopérnico (Nikolaj Kopernik: Torun, 1473, Frombork, 1543) no se enfrentaba únicamente almodelo ptolemaico, sino también a las ideas religiosas de la época, comenzando por Lutero yMelanchton y siguiendo por la tradición de la Iglesia romana. Sabemos que, en un mundo tancoherente, las conclusiones científicas no instaladas en las creencias y en la cultura de la épocapodían acarrear serios disgustos y dar con el defensor de las mismas en la hoguera —es el casode Giordano Bruno— o padecer el proceso al que fue sometido Galileo Galilei antes de abju-rar, puesto de rodillas, de que era la Tierra la que se mueve alrededor del Sol y no lo contrario.Merece ser cierta la leyenda de que, al incorporarse de nuevo, Galileo pegó una patada en elsuelo mientras mascullaba: «Eppur si muove!» (¡Y, sin embargo, se mueve!).

Lo que, en definitiva, queremos decir es que esa íntima relación de saberes que existíaen épocas lejanas no existe hoy en día. Así, hemos visto cómo al determinismo más optimistade Newton y Laplace seguía el indeterminismo desazonador de Heissenberg o la relatividadde Einstein; y cómo la predecibilidad de la mecánica clásica se venía abajo de la mano de lamecánica cuántica. Los cambios han sido tan profundos que viene a cuento citar la frase delpresidente de la Asociación Internacional de Mecánica Pura y Aplicada: «debemos pedir excu-sas al mundo de la cultura por haber transmitido la idea de que el mundo es predecible».(Fernández-Rañada, 1999). Nuevos planteamientos, pues, de un enorme calado científico hansobrevenido sin apenas provocar un mínimo cambio cultural; y ello en una época en la que, enlos países avanzados, al menos teóricamente, todo el mundo es escolarizado. Tal vez nuestromundo cultural necesite que descubramos vida inteligente fuera de la Tierra para conmocio-narse. Porque, ¿no debería ser suficiente saber que desconocemos en qué consiste el 95% denuestro Universo o el porqué de la aceleración en la velocidad de expansión del Universo queparece indicar la existencia de una energía obscura? Éstos y centenares de enigmas más encada una de las diferentes ramas de la ciencia, ¿no nos deberían llevar a hacernos preguntasíntimamente ligadas a la manera de entender nuestra existencia o a nuestra capacidad realpara entender el Universo?

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11.2. Dimensión social de la ciencia

No importa repetirlo. Si estamos convencidos de que la sociedad necesita ser, de algunamanera, convulsionada culturalmente por los avances científicos, pensar que los centros deinvestigación y de tecnología son islotes exclusivos y que sus científicos y tecnólogos puedenvivir desligados de la sociedad y permanecer ajenos a las carencias de los ciudadanos es no sóloun error histórico, sino también una concepción injusta y trasnochada de la realidad.

La primera responsabilidad social radica en los centros de investigación, que son los quedeben proporcionar medios para que los investigadores puedan hacer ciencia de la máxima cali-dad y también ponerla a disposición no sólo de sus colegas y expertos, sino de quienes puedenconvertirla en cultura. Es decir, son los centros los que tienen más posibilidades de crear losmecanismos y estructuras que faciliten la tarea divulgadora, y aprovechar al menos la energíade aquellos científicos y tecnólogos más propensos a divulgar. Aunque, como ya queda dicho, sepuede argumentar (porque es cierto) que un investigador cumple con su principal responsabi-lidad haciendo una buena ciencia, no obstante, a la vista del déficit cultural existente sobre estasmaterias, bien se puede solicitar de los científicos un esfuerzo extra para ofrecer a su entornosocial parte de lo que ellos poseen.

En definitiva, esta urgente y necesaria revolución cultural de la que ya hemos habladosuficientemente, comienza por un cambio de actitud del mundo científico (centros y científicos);y lo tenemos que hacer necesariamente desde el convencimiento de que existe una dimensiónsocial de la ciencia. Haciendo un paralelismo con las ideas del filósofo y economista británicoJohn Stuart Mill (1806-1873) acerca de la dimensión social de la iniciativa privada, la ciencia noes, o no debería ser, propiedad exclusiva de los científicos, sino algo a compartir, sabiendo queello servirá para beneficiar, y mucho, a los propios científicos.

11.3. Retornos sociales de la ciencia

Para visualizar mejor nuestra postura, se podría decir que la tarea investigadora debeentenderse como una actividad al servicio de un cliente, la sociedad, que es la que paga sus fac-turas. Esto es aún más evidente en el caso de la investigación pública. Por ello, los contribuyen-tes tienen derecho a reclamar, cuando menos, los siguientes retornos, a los que hemos denomi-nado «retornos sociales de la ciencia».

11.3.1. Primer retorno: el derecho a una ciencia de calidad

El primer y más importante retorno es el aumento general del conocimiento que lograla investigación científica excelente y que termina produciendo efectos beneficiosos para todoslos ciudadanos.

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11.3.2. Segundo retorno: señalar áreas de investigación prioritariasy evaluar los resultados

La sociedad tiene derecho a intervenir, de alguna manera, no sólo en la priorización delas áreas que hay que financiar, sino también en solicitar que existan mecanismos para evaluarlas políticas científicas y los programas implantados por los distintos gobiernos. Con indepen-dencia de que el público esté cada día mejor informado, el Parlamento debería desempeñar unpapel mucho más activo, promoviendo una legislación adecuada para facilitar la mejor investi-gación (calidad y cantidad), al tiempo que participa más a fondo en el enfoque de los planesnacionales de I+D+i, puestos en marcha a raíz de la llamada Ley de la Ciencia de 1986.

Dado que los miembros del Parlamento participan también de las carencias culturalesen estas materias, debería instrumentarse un sistema de asesoramiento científico y técnico, des-ligado del signo político de los miembros de las cámaras.

11.3.3. Tercer retorno: el aumento de la cultura científico-técnica

Un leit motiv de este documento es la dimensión cultural que guardan los conocimien-tos científicos. En la Declaración sobre la Ciencia y el uso del saber científico, surgida en laConferencia Mundial sobre la Ciencia para el siglo XXI, «Un nuevo compromiso» (Budapest,1999), se hablaba de impulsar que las ciencias puedan ser consideradas patrimonio por nuestrassociedades como un factor de sus culturas.

Divulgar los conocimientos por parte de universidades y centros de ciencia y tecnologíaes un deber y no una concesión o un lujo. La sociedad tiene derecho a participar en los conoci-mientos científico-técnicos y a aumentar su cultura en estas materias para así, entre otras cosas,poder participar, en condición de público atento y bien informado, en los grandes debates quesurgen de la mano de nuevos avances científicos. Los logros de algunas ramas de la ciencia gene-ran problemas éticos sobre los que la sociedad debería tener opción a opinar con suficiente cri-terio. De esta manera, los ciudadanos podrían implicarse, con conocimiento de causa, en la acep-tación o rechazo de los riesgos que conllevan determinadas investigaciones. Es, como diría elprofesor Miguel Ángel Quintanilla, el punto de vista cívico de la comunicación de la ciencia.Como dice el profesor Sánchez Ron, «conocer los avances de la ciencia es básico para no estaralienado». (Fernández, 2005).

Este reto es global y no de un país singular. En la Conferencia «Concienciación públicarespecto a la ciencia y la tecnología en Europa y sus Regiones: construyendo puentes con lasociedad» (Bruselas, 17-18 de diciembre de 2001), el comisario europeo responsable de investi-gación, Phillipe Busquin, citaba como razones para mejorar el conocimiento de la ciencia por elpúblico, los resultados del Eurobarómetro, según los cuales casi uno de cada dos europeos(48%) afirma interesarse por la ciencia, y el 60% de los mismos desearía estar mejor informa-

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do.Así que los ciudadanos lo quieren y lo esperan, razones suficientes para satisfacer su deman-da. El progreso, a su vez, guarda estrecha relación con la investigación científica y tecnológica.Cuando la confianza ciudadana en el progreso se deteriora, hay que crear las condiciones paramejorar esa relación.

11.3.4. Cuarto retorno: el enriquecimiento del tejido empresarial

La sociedad tiene derecho a que su inversión en investigación científica y tecnológicaencuentre caminos eficaces para enriquecer el tejido empresarial. Si bien es evidente que el des-arrollo de innovaciones competitivas es tarea privativa de las empresas, también lo es que latransferencia de capacidades tecnológicas en las que basarlas debería ser una preocupación cre-ciente de los centros de investigación. Sin competitividad empresarial, algo muy importantefalla en el sistema de innovación.

«La rentabilidad social de la I+D es muy superior a los beneficios privados que produ-ce, muy particularmente en España», subraya Joan Esteban. «La investigación tiene la natura-leza de bien público porque la mayor parte del beneficio que genera trasciende ampliamenteal ámbito de la empresa para situarse en el resto de la industria y en el conjunto de la sociedad.Según nuestro estudio, si desde 1970 España hubiera invertido anualmente en I+D el mismoporcentaje del PIB que la media de los países de la OCDE, hoy tendríamos un 20% más derenta per cápita». (Barbería, 2005).

11.3.5. Quinto retorno: el aumento general del bienestar social

Este retorno es un resumen de los otros cuatro: los ciudadanos, tienen derecho a que lainvestigación científica y tecnológica repercuta no sólo en su enriquecimiento cultural, sino tam-bién en un aumento de su bienestar y en la solución a los muchos problemas de todo tipo quetiene la Humanidad.

11.4. Retornos intangibles

Son consecuencia de lo dicho en páginas anteriores: ciencia y cultura son términosque no deben excluirse. Por ello, necesitamos encontrar el modo de que los avances científi-cos provoquen cambios en la manera de pensar de los ciudadanos. Hablamos pues de retor-nos inmateriales, de los que no cabría hablar si no estuviésemos sumergidos en la sociedaddual de las «dos culturas». Los ciudadanos necesitan también de la ciencia y de la tecnologíapara labrar su propia historia. Algo queda apuntado sobre las aportaciones y, especialmen-te, las rupturas culturales, que han significado no sólo las grandes revoluciones científicas,sino también la sucesión de una multitud de descubrimientos. Aunque, como ya se ha dicho,

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hoy en día echemos en falta la respuesta filosófica a los profundos cambios propuestos porla ciencia, es de justicia hacer notar que, a lo largo de la Historia, muchos de los cambios ide-ológicos y sociales más profundos no han tenido su raíz en nuevas ideas de los intelectualeshumanistas, sino en los profundos avances científicos y tecnológicos. Antes, desde luego, todoera más coherente dado que los científicos y los filósofos caminaban juntos. Pero es fácilapreciar, en la extensión cultural del conocimiento, el poder y las consecuencias que conlle-va un descubrimiento, como por ejemplo el de la imprenta de Gutenberg (1455), cuando unmismo manual escrito podía ser leído simultáneamente por multitud de personas, o la reali-zación y edición de una empresa como la Enciclopedia, que significó la primera democrati-zación del saber de su época. ¿Qué no decir de las consecuencias de descubrimientos comola máquina de vapor, el teléfono, la radio, la fotografía, el cinematógrafo, el avión, la televi-sión o Internet para la extensión cultural de las ideas?

La ciencia es esencialmente formulación y ruptura. El avance científico se produce tantopor una nueva interpretación de aquello que conocemos como por los descubrimientos de loque ignorábamos, que lleva a replantearnos nuestro modelo anterior.

El propio método científico es una riqueza para el pensamiento; y además la cienciaarrastra también una reflexión permanente sobre su propia naturaleza. Es un conocimiento quesurge del pensamiento puro, de aquél discurso que tiene por objeto la razón, la propia ciencia,su método y evolución. Aún está reciente la desaparición de dos grandes pensadores sobre laesencia histórica de la ciencia: Popper y Kuhn. El «falsacionismo» de Karl Popper (1902-1994)nos lleva a la dinámica permanente de una ciencia que avanza mediante la necesidad de some-ter todo sistema científico a su constatación empírica y, por ello, a su hipotética falsedad. ParaThomas S. Kuhn (1922-1996), la ciencia avanza a base de dos procesos que son las caras de unamisma moneda: la revolución que rompe con el anterior «paradigma» (término del que termi-nó renegando al perder control sobre el mismo) para crear uno nuevo y la masa de investiga-dores que, como consecuencia de sus investigaciones, van ajustando el nuevo modelo hasta queconsigue funcionar lo suficientemente bien. Así hasta que nuevas observaciones y estudioshacen imposible mantener el modelo. El nuevo cambio de paradigma producirá profundos girosen el pensamiento y no sólo en el científico.

En definitiva, existe un retorno intelectual, social y cultural que proviene del marco epis-temológico en el que la ciencia, la historia y su sociología se convierten en materia de estudio.Esta concepción intelectual del método científico enriquece la cultura integradora que tantoechamos en falta, porque sirve de alimento a la evolución del pensamiento sin el cual pocopodríamos avanzar.

Valoramos demasiado las herramientas y despreciamos con frecuencia el avance intelec-tual que ha permitido desarrollarlas y el cambio que provocan para poder usarlas. Hoy en díanos resulta sencillo pensar en el método que sigue la ciencia como algo establecido, pero el pro-pio método es sujeto de disputa, de evolución y, por tanto, de enriquecimiento intelectual.

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Cuenta con ironía el físico de la Universidad del Estado de Nueva York, Luis A. Orozco,que fue Alhazen, nombre en Occidente de Abú Alí al Hasan Ibn al Haytam (Basra 965-Egipto1030), quien inventó el método científico. Su tratado de Óptica estuvo vigente hasta que aparecióel de Newton, y fue él quien, en efecto, rebatió las teorías de Euclides, Tolomeo y otros matemáti-cos, según los cuales la luz viajaba desde el ojo a los objetos observados.Tanto Aristóteles como losatomistas sostenían lo contrario, convirtiéndose en una disputa que ya duraba ochocientos años yque parecía no tener solución. Pues bien, siguiendo el relato, Alhazen «invitó a un grupo de gentea que mirara al sol, lo cual probó de una vez por todas quién tenía razón. Cuando se mira un obje-to brillante, el ojo se quema. No utilizó ningún argumento geométrico o teórico. La luz parte de unlugar fuera del ojo y entra en él; ninguna otra explicación es consistente con la evidencia». (Orozco,1999).

En resumen, el mundo de la investigación no tiene otra salida que asumir los frentes deesta demanda social de los ciudadanos modernos, sea o no explicitada. En caso contrario no ten-drá razones para quejarse de la falta del apoyo y reconocimiento que dice merecer. Por otraparte, se echa mucho de menos que el resto del mundo intelectual (filósofos, literatos, artistas,etcétera) tome la ciencia como una fuente de conocimiento que, de manera continua, descubremás y más sobre lo que es el ser humano, su existencia y circunstancia.

11.5. Y la ciencia básica..., ¿ofrece retornos o es un lujoen la sociedad actual?

Hemos hablado de los beneficios intangibles de la investigación científica cuando se lacontempla desde la perspectiva de la metodología del discurso intelectual.

Para terminar este capítulo conviene despejar la duda planteada en el título de esteapartado, porque es un interrogante que flota en el sentir no sólo de muchos ciudadanos, sino,lo que es más grave, de quienes tienen la misión de orientar los planes de I+D+i.

Dado el objetivo de este documento, dicho interrogante podría completarse con otro com-plementario: ¿tiene sentido perder el tiempo para comunicar los resultados obtenidos en la inves-tigación más fundamental? Los conocimientos, por lo general muy teóricos, fruto de la investiga-ción básica, ¿crean cultura cuando se trasladan (cuando esto es posible) al ciudadano de a pie?

En definitiva, en el mundo práctico en el que vivimos, con poco tiempo para leer, pen-sar y aprender, ¿tiene sentido difundir la parte más abstracta de la ciencia o sería preferible limi-tarnos a enseñar o hacer llegar a los ciudadanos los aspectos más prácticos o la tecnología queencierran las innovaciones de los instrumentos que utilizan en su vida cotidiana?

El folleto de instrucciones de cualquier cámara digital, de un teléfono móvil o de un tele-visor de plasma viene a ser un quijote de páginas llenas de las funciones más sofisticadas. Peropoco dicen, sin embargo, de los desarrollos tecnológicos que encierran y menos aún de la físicabásica que ha permitido hacerlos posible.

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No hablamos únicamente de saber algo más de lo que está tras el telón de lo inmediato.Seguramente es lícito afirmar que la cultura (no sólo la científica) de una sociedad tiene que vermucho más con la ciencia básica o fundamental que con los conocimientos concretos de aque-llo que utiliza, por muy innovador que resulte.

En definitiva, la visión cultural de los ciudadanos de principios de este siglo deberíahaber cambiado radicalmente de la mano de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuánti-ca surgidas a principio del siglo pasado. Pero no ha sido así. Si durante el siglo XX hemos segui-do inmersos en un concepto newtoniano del espacio, el tiempo, la masa y la energía, es porquealgo grave ha fallado en la enseñanza y en la transmisión cultural de nociones fundamentales.Esto, se mire por donde se mire, no deja de ser un grave fallo cultural.

Por todo ello, y aun a sabiendas de que esto pueda parecer una disquisición inútil y ale-jada de nuestro propósito fundamental, consideramos necesario dedicar una reflexión a la nece-sidad de valorar y comunicar la ciencia fundamental que se genera principalmente en el siste-ma público de I+D porque, entre otras cosas, de ello puede depender en gran parte la cultura,valoración y actitud de la sociedad hacia este tipo de investigación.

11.5.1. Investigación básica versus investigación aplicada

De hecho, en nuestros días existe una estéril discusión que pretende enfrentar ambasinvestigaciones. Es un asunto importante de cara a la educación y cultura de la sociedad y a laactitud de los ciudadanos para con la investigación que llamamos fundamental o básica; perotambién es un asunto importante dado que gran parte de la investigación que se realiza desdeel sistema público de investigación podría ser calificada de investigación básica.

11.5.2. ¿Ante un golpe de péndulo?

España converge poco a poco con los países más avanzados en el esfuerzo en I+D, y elPlan Nacional de I+D, siguiendo las premisas y planteamientos del Programa Marco europeo,ha incorporado la letra «i» de innovación, que denota la voluntad de que toda investigación, porbásica que sea, tenga en su horizonte la intención de inyectar conocimientos útiles al tejido pro-ductivo y de que la investigación científica sirva para hacer más competitivas nuestras empre-sas, estableciendo una cadena continua desde la investigación fundamental hasta la innovación,pasando por la ciencia aplicada y el desarrollo tecnológico.

Esta tendencia, derivada de la europea, fue explicitada en el Libro Blanco tituladoCrecimiento, competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo XXI (capítulo 4,Comisión Europea, 1994). En este documento la Comisión mostraba los puntos débiles del sis-tema de investigación europeo, identificando como el más grave «su comparativamente escasacapacidad de transformar los avances científicos y logros tecnológicos en éxitos industriales y

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comerciales». El hecho de que Europa publique más (el 41,3% frente al 31,4% de los EstadosUnidos), pero que no exista el mismo nivel de transferencia al tejido industrial constituye lo quese vino en llamar la «paradoja europea».

Durante la III Cumbre Europea de Empresa (European Business Summit) celebrada enBruselas los días 11 y 12 de marzo de 2004, y a la que asistieron representantes de más de cua-renta países, se hizo notar que la principal paradoja a la que se enfrentaba la Unión Europeaera que producía conocimiento de alta calidad que luego no se utilizaba. También se destacóque otro de los problemas a los que se enfrenta la UE era el éxodo intelectual.

«La conclusión a la que llegaron los ejecutivos que asistieron a la cumbre es que, paraque Europa sea competitiva, debe promocionar la inversión en I+D, y para lograr esto hay queligar el esfuerzo innovador de las empresas a la creación de beneficios económicos. Además, esnecesario que se constituyan consorcios entre los centros de investigación y la industria, y queambas partes compartan la misma visión a largo plazo en materia de riesgo y beneficios.»(Madri+d, 2004, recogiendo información suministrada por la Oficina de la Comunidad deMadrid en Bruselas).

Este deseo de corregir debilidades puede provocar un golpe de péndulo y ver una debi-lidad en lo que es, de hecho, una fortaleza: el notable nivel conseguido, también en nuestro paísy especialmente en algunos campos, en investigación básica. No es de extrañar que haya salta-do la alarma. Asistimos a lo que parece ser una devaluación de la investigación fundamental,salvo que ésta se oriente a una finalidad de aplicación inmediata.

Sería una muy grave equivocación extrapolar el sentido de las cosas y suponer que elincremento general del conocimiento sólo puede tener un puro valor intelectual, a no ser quecontenga elementos visibles de utilidad práctica. «Hoy la ciencia se valora simplemente comoun componente de la tecnología», decía no hace mucho el historiador de la ciencia Paul Forman.(Calvo, 2003).

Vienen a cuento unas declaraciones de Phillipe Busquin (25 de noviembre de 2003)recogidas por José Carlos Gómez Sal, catedrático de física de la materia condensada de laUniversidad de Cantabria. Decía Busquin: «La posición de líder mundial que tenía Europa enproducción científica se está erosionando; en el año 2002 el número de publicaciones europeasy su porcentaje mundial ha disminuido notablemente. Es una señal inquietante que nos mues-tra que no podemos complacernos con nuestro sistema actual, donde la investigación funda-mental es cada vez más víctima de las dificultades de presupuesto de los Estados miembros ytiene poco acceso a financiación europea basada principalmente en la investigación aplicada.Para mí, la renovación de la investigación fundamental europea es el gran desafío al cual la polí-tica de investigación comunitaria debe aportar una respuesta contundente el año que viene».

«La innovación es la clave del futuro, pero la investigación básica es la clave de la futurainnovación», dijo el Premio Nobel de Física 1990 Jerome Friedman, en un curso de la UniversidadMenéndez Pelayo sobre innovación.Y en una entrevista de Alicia Rivera, publicada en el diario El

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País, añadía: «...hay que prestar especial atención a la ciencia fundamental porque mucha gente ymuchos líderes políticos no entienden su valor. Sin el apoyo debido a la investigación básica no seproduce la innovación más importante, la que cambia la forma en que vivimos, porque esa innova-ción procede de nuevos conocimientos que se aplican en nuevas tecnologías». (Rivera, 2000).

11.5.3. La ciencia básica, un valor rentable a largo plazo

La rentabilidad de la ciencia fundamental no es inmediata porque necesita desarrollosposteriores y éstos únicamente son posibles si existe un caldo de cultivo empresarial y socialprevio ya que necesita de mentes preparadas y formadas en el discurso lógico. Arthur J. Carty,Presidente del Consejo Nacional de Investigación de Canadá, declaraba: «Se puede decir que eldinero convierte la investigación en conocimiento y la innovación convierte el conocimiento enriqueza». (Ruiz de Elvira, 2001).

Por otra parte, el hecho de que por invertir más en ciencia básica no se sigan necesaria-mente aumentos proporcionales en aplicaciones productivas e innovaciones rentables no quieredecir que la investigación fundamental no sea productiva, pues como dijo Federico MayorZaragoza, «no hay investigación aplicada si no hay ciencia que aplicar». (Mayor Zaragoza, 2004).

Por tanto, de manera más o menos inmediata, los nuevos conocimientos teóricos termi-nan produciendo una cascada de aplicaciones prácticas que hubiesen sido imposibles sin ellos.El hecho de que otras investigaciones, más ligadas a problemas concretos, produzcan aplicacio-nes próximas en el tiempo no contradice la necesidad imperiosa de la ciencia básica como pri-mer eslabón de la cadena.

El filósofo británico Thomas Hobbes (1588-1679) lo tenía muy claro cuando decíaque la prosperidad de la manufactura textil británica se debía a que en el Reino Unido habíabuenos matemáticos y astrónomos. En efecto, gracias a las matemáticas y la astronomía, lanavegación se hacía más segura. Como consecuencia, los productos textiles ingleses podíanllegar con más facilidad a los mercados; al ampliarse éstos, impulsaban hacia arriba lademanda, las factorías podían ampliarse, con lo que el Reino Unido resultaba así beneficia-do (Velarde, 2003a).

Olvidar el valor de la ciencia fundamental conlleva un problema añadido, consistente enque «el sistema está primando un tipo de actividad científica que produce muchas y muy efíme-ras aportaciones (fungibles) en detrimento de otras de más larga duración (inventariables).(«Ciencia fungible frente a ciencia inventariable», Castroviejo y García, 2000).

El planteamiento está en el alero. «¿Cómo elaborar políticas de investigación que res-pondan a necesidades auténticas de la sociedad e implicar plenamente a ésta en la ejecución delprograma de investigación?» Es la pregunta a la que intenta responder el documento de traba-jo de los servicios de la Comisión, titulado «Ciencia, sociedad y ciudadanos en Europa»(Comisión Europea, 2000). En dicho documento se dice: «Por consiguiente, sin dejar de velar

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por conservar en grado suficiente la investigación desinteresada, por pura curiosidad, sin la cualla vanguardia del conocimiento pierde impulso, es necesario fomentar y reforzar la implicaciónde los representantes de la sociedad civil en las distintas etapas de la empresa investigadora, enparticular en la definición de las prioridades de la investigación financiada con fondos públi-cos». (Comisión Europea, 2000).

Resumiendo, ¿queremos únicamente valores de rentabilidad inmediata o debemos bus-car inversiones sólidas pero cuyos beneficios sólo se podrán recoger a largo plazo? Ambas cosasson necesarias.

11.5.4. Una mala inversión empobrece el futuro

Reducir, pues, la investigación a campos de aplicación inmediata sería un error quesólo podría llevar a un rápido empobrecimiento. Cualquier problema práctico —por ejem-plo, la dependencia de los combustibles fósiles— sólo podrá ser resuelto mediante una pro-fundización científica en las posibles alternativas (economía basada en el hidrógeno, fusiónnuclear, biocombustibles, etc.). No sólo sería un retroceso sino también un negocio ruinosoperder nuestra capacidad para generar algo tan difícil como el conocimiento básico. Nodeberíamos perder de vista, pues, la rentabilidad del conocimiento que se produce en lainvestigación de frontera.

Instalados en la cultura de que el conocimiento libre está ahí, en las publicaciones, y deque lo podemos tomar cuando queramos, es lógico que tendamos a fomentar el conocimientopropietario. ¿Hemos pensado que tal vez un día haya que importar el conocimiento básicocomo hacemos hoy con la tecnología? Tal vez sea ciencia-ficción, pero la investigación básicacuesta dinero y el hecho de que hoy se difundan los conocimientos libremente a través de laspublicaciones científicas no quiere decir que en el futuro seguirá siendo necesariamente así.

11.5.5. La I+D, un reciente noviazgo

«Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) no sabía lo que era la I+D y Albert Einstein (1879-1934) a duras penas, y ello porque hasta la Segunda Guerra Mundial no se habían asociado estosdos conceptos que hoy parecen una especie de unión hipostática. (...) Probablemente la primeraaparición pública e institucional del compuesto «I+D» tuvo lugar en 1941 con la creación de laOffice of Scientific Research and Development (OSRD) en Estados Unidos, para cuya dirección senombró a un célebre ingeniero (cómo no) del Massachusetts Institute of Technology (MIT), llama-do Vannevar Bush. Era éste un apasionado defensor de the application of science to the needs anddesires of man (Bush, 1945), y su bien conocido informe “Science, the Endless Frontier”, presenta-do al presidente Truman (1945) puede ser considerado como el texto fundamental de esta nuevaconcepción de la ciencia como herramienta para el desarrollo de la sociedad». (López Facal, 2002).

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«La verdad es que hasta el siglo XIX los saberes prácticos en la agricultura, la industriao la medicina tenían muy poco que ver con la ciencia. La gran influencia práctica de la cienciaes un fenómeno muy reciente. En ese sentido, la ciencia era considerada una especulación sindemasiado valor y sin prestigio académico alguno.» (López, 1999).

A pesar de esto, tenemos antiguos ejemplos de cómo el conocimiento se fomentaba envistas a sus aplicaciones prácticas. Es el caso de la creación de la Academia de Matemáticas deMadrid, fundada por Felipe II, según cuenta Martín Municio haciéndose eco de las palabras deNavarrete: «Conociendo que muchos de los errores de las cartas náuticas nacían de la falta deconocimientos científicos, mandó entonces, a instancia y suplicación de Herrera, fundar una aca-demia de matemáticas». Y añade Municio: «Era indudable que el ambiente de la corte favore-cía el fomento de las aplicaciones pragmáticas de las matemáticas: la cosmografía, la cartogra-fía, las mediciones geodésicas, la astrología, el arte de navegar, las técnicas de la construcción, laarquitectura, la artillería, la ingeniería militar y el cálculo mercantil». (Municio, 1998).

La investigación básica ha demostrado sobradamente que su utilidad aflora en losmomentos más insospechados, pero para ello necesita de otros avances científicos y de un sufi-ciente desarrollo del entorno tecnológico, empresarial y de la propia sociedad que es la quedemanda calidad de vida, bienes y servicios ¿Cuánta investigación básica ha sido necesaria paracontar hoy en día con la telefonía móvil más moderna o con los avanzados sistemas de navega-ción? Pero lo que también queda demostrado es que las soluciones no se improvisan. Las caren-cias en los conocimientos teóricos impiden encontrar rápidas soluciones a los problemas cuan-do éstos aparecen con toda su virulencia.

El británico Berners-Lee (Reino Unido, 1955), licenciado en la Universidad de Oxford,comenzó a desarrollar la World Wide Web en 1989, como un proyecto global de hipertexto quepermitiría a científicos de todo el mundo trabajar conjuntamente por Internet. Hoy sus aplica-ciones comerciales rebasan todas las expectativas y es un mercado que no ha hecho más queempezar.

Por todo lo dicho, el que una revista como Science publique, tras identificarlos, los gran-des enigmas, los interrogantes científicos más destacados que habrá de afrontar la investigaciónen el siglo XXI, y podamos observar que la gran mayoría puedan ser calificados de desafíosbásicos, lejos de inquietarnos debería parecernos algo normal y concluir que la investigaciónbásica nada tiene que ver con la investigación despreocupada de los problemas de la sociedad.

11.5.6. ¿A quién corresponde explotar la ciencia?

Los frutos empresariales y culturales que deben surgir del sistema público de investiga-ción no son responsabilidad única de dicho sistema. No parece que sea responsabilidad de lavaca ordeñarse a sí misma y, además, producir quesos y comercializarlos. Ella cumple con sumisión dando leche.

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La alta factura que pagamos por la compra de tecnología no es culpa únicamente deltipo de investigación que hacemos, sino de no haber desarrollado sistemas válidos para rentabi-lizar mejor sus posibilidades. Y ello es problema de todos y no sólo de los centros de investiga-ción y de las universidades. Porque, ¿cómo ha sido más rentable Albert Einstein: investigandohasta descubrir el efecto fotoeléctrico y la fórmula E=mc2 o diseñando células fotovoltaicas ocentrales nucleares?

Lo dicho no se contradice con la necesidad de orientar la investigación básica haciaáreas de un mayor interés social y económico, o con la necesidad de que aprendamos a drenarmejor las posibilidades que surgen de una investigación básica implementando los sistemas detransferencia (OTRI, etc.) para conseguir que las empresas conozcan mejor lo que se hace yencuentren facilidades para el trasvase de conocimientos útiles.

Salvador Moncada, promotor en su día del Centro Nacional de Investigaciones Cardio-vasculares (CINC), preguntado sobre si pensaba contar con un equipo de abogados paseandocon manojos de formularios en la Oficina de Patentes declaraba: «Vamos a tener más que eso:toda una área de desarrollo de empresas, de transformación del conocimiento en propiedadintelectual. Mantendremos una interacción constante con las sociedades capital-riesgo y con laindustria farmacéutica para transferir lo que produzcamos al sector de desarrollo lo más rápidoposible». Es una buena respuesta a la preocupación que mostraba en la misma entrevista: «Hayuna cosa más que me preocupa: no se pone el suficiente énfasis en los descubrimientos que pue-den transformarse en propiedad intelectual y explotarse económicamente. España está muy pordetrás de otros países en el número de patentes por investigador; y debería interesarse en mejo-rar esto drásticamente». (Moncada, 2004).

En definitiva, cuando se habla de cómo aprovechar mejor nuestras inversiones en inves-tigación no deberíamos plantearnos tanto el problema de investigación básica frente a investi-gación aplicada sino, y sobre todo, cuál debería ser también el talante de los gestores de los cen-tros de investigación, la manera de aprovechar mejor el capital de las universidades politécni-cas, el planteamiento correcto de los parques científicos y tecnológicos, la forma de estimular amuchos universitarios para que se animen a crear empresas innovadoras, el cómo mejorar elentorno legislativo-financiero para favorecer la innovación y el abaratamiento de las patentes,por no decir el necesario cambio cultural que se precisa en tantos y tantos empresarios. Y todoello bajo el impulso de otras medidas que deberían propiciarse desde las administracionespúblicas para poner en marcha fórmulas eficaces y estructuras que faciliten la transferencia deresultados.

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CUARTA PARTE

Cómo organizar y gestionar la comunicacióndesde los centros de ciencia y tecnología

La comunicación científica arranca allí donde se produce: en los centros de ciencia y detecnología, en los departamentos de las universidades y en aquellas entidades non profity empresas que investigan. Pero la ciencia recién producida es de alto voltaje y no se

puede aplicar directamente al uso doméstico si antes no se transforma para poder ser utilizaday entendida por los ciudadanos. Esa transformación ya rara vez la hacen los medios de comuni-cación. Es imprescindible que las universidades, centros y entidades de investigación dispongande unidades especializadas que sepan extraer los conocimientos y hallazgos de sus grupos deinvestigación y elaboren materiales informativos para hacerlos llegar a los medios en la formay lenguaje que estos medios necesitan para difundirlos.

También hemos descrito la necesidad que tienen los centros de investigación de posicionar-se, es decir, de situarse en su entorno y en la opinión pública de tal forma que los ciudadanos pue-dan reconocer y distinguir los centros que hacen ciencia de calidad de aquellos que son menos com-petitivos. Por su parte, poco a poco, los propios investigadores y tecnólogos de los centros tambiénbuscan cada día ser conocidos en ámbitos más amplios de los especializados, lo que podría permi-tir que en cada disciplina existiesen científicos y tecnólogos de prestigio dispuestos a explicar algran público, lisa y llanamente, los avances que se van obteniendo en la ciencia que dominan.

Dada la dificultad de los objetivos propuestos, será difícil conseguir todo esto si el cen-tro no cuenta con una unidad, gabinete o departamento muy profesional y especializado.

Supongamos que nace un nuevo centro de investigación y que estamos decididos a quese relacione correctamente con la sociedad y a comunicar al exterior, de manera eficaz, qué tipode centro es y qué actividad realiza.

¿Qué objetivos exactamente debemos y queremos perseguir? ¿Cuál es la estructura más adecuada para hacerse cargo de esa actividad: un encargado

de prensa, un departamento de relaciones públicas, un gabinete de prensa, un departamento decomunicación? ¿Hay diferencia entre ellos?

¿Cuál debe ser su encaje en el organigrama del centro? La función de ese órgano, ¿debe limitarse a dar información a los medios de comunicación?¿Qué perfil debe tener el responsable de este departamento? ¿Basta con poner al fren-

te a un periodista que sea buen conocedor de los medios o se debe buscar un gestor con base

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12. Una escalera de objetivos: de la informacióncorporativa a la extensión cultural de la ciencia

científica y que domine las técnicas del marketing y de la comunicación comercial para saberaplicarlas a la comunicación científico-técnica?

¿Con qué medios instrumentales, humanos y económicos deberíamos dotar a estedepartamento?

A éstas y otras preguntas pretendemos contestar en los capítulos siguientes.

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Existe una cierta ambigüedad y dispersión terminológica para denominar los órganos res-ponsables de las tareas de comunicación, por lo que no debemos aceptar o descartar nin-guna opción por el nombre sino por las funciones que se propone acometer.Por otra parte, cada organización es lo que es, tiene una personalidad definida y entien-

de las cosas a su manera, por lo que es lógico que sitúe y estructure las actividades de comuni-cación de acuerdo con su ideario, naturaleza y objetivos. Así, mientras unas desligan orgánica-mente la comunicación interna de la externa o consideran ésta una parte de su acción global delmarketing, otras las integran en un departamento de relaciones públicas (o externas) o reducenla actividad de comunicar a proporcionar información corporativa a los medios de comunica-ción desde un gabinete de prensa. Por ello, podemos encontrar enfoques teóricos y una casuís-tica suficiente para todos los gustos.

En este documento vamos a expresar sin ambigüedades los cometidos y servicios quedebería asumir el instrumento que se cree en un centro de investigación o de tecnología parallevar a cabo la tarea de la comunicación científica.

13.1. Finalidad del departamento

Lo ideal es optar por el planteamiento más exigente y proponerse, al menos, las siguien-tes tareas:

a) Crear y difundir información corporativa.b) Gestionar las relaciones con los medios de comunicación.c) Crear las herramientas adecuadas para comunicar y divulgar la ciencia y la tecnolo-

gía que surge de la tarea investigadora de la entidad.d) Diseñar y responsabilizarse de las ediciones no científicas del centro.e) Diseñar y desarrollar actividades de divulgación encaminadas a una mejor com-

prensión de la ciencia por el público, especialmente de aquellas disciplinas que serelacionan con el campo de investigación del centro.

f) Dar a conocer a los científicos y tecnólogos propios.g) Facilitar el encuentro directo de los ciudadanos con las instalaciones de la institu-

ción y con sus investigadores.

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13. Carácter, estructura y dependendencia deldepartamento

h) Colaborar y participar en actividades de instituciones ajenas, dedicadas a la divul-gación científica (museos de la ciencia, ferias científicas, etc.).

i) Mantener un estrecho contacto con los centros de profesores y con los cuadrosdocentes de enseñanza media para prestarles ayuda e idear y desarrollar materialesdidácticos que les faciliten la enseñanza de materias que se relacionan con las espe-cialidades de nuestro centro.

j) Implicarse en la formación de comunicadores.k) Participar en congresos y reuniones que tienen la comunicación de la ciencia como

materia de discusión.Estas actividades conllevan, además, una gran dosis de relaciones públicas y también,

cuando hablamos de un centro público, la necesidad de buscar fondos externos (labor de fundrising) para financiar o cofinanciar algunas de ellas.

La comunicación interna establece vías de comunicación entre los diferentes nivelesdentro del centro, tanto en sentido vertical como horizontal. Los materiales informativos quesuele utilizar sólo tienen sentido dentro de la organización; por ello, siempre dependiendo de laestructura y cultura de la entidad, la comunicación interna, aunque extraordinariamente impor-tante, debería quedar fuera de este departamento para ser responsabilidad del de recursoshumanos o de otro equivalente. Sin embargo, es necesario establecer un sistema muy fluido paraque se dé a conocer (previa o simultáneamente) a todo el personal del centro aquella informa-ción que se vierte al exterior.

Esta coordinación entre comunicaciones externa e interna es muy importante. Porlamentable que parezca, sucede a veces que el personal del centro se ve sorprendido en la callepor informaciones sobre el centro hechas públicas antes de ser conocidas por su propio perso-nal. En todo instituto de investigación existe un personal de soporte (administrativo, manteni-miento de obra civil e instrumental, etc.), sin el cual sus científicos y tecnólogos no podríanhacer nada, ni siquiera cobrar la nómina. Este personal no tiene, ni mucho menos, la motivaciónde los investigadores. Son como las amas de casa, que sostienen el hogar y hacen funcionar laestructura familiar, pero cuyo trabajo pasa tantas veces inadvertido. A nadie debería extrañarque este personal se pueda sentir marginado. La única manera de aliviar esta situación eshaciéndoles partícipes de los logros del centro, de tal forma que puedan sentir el orgullo de quecualquier avance científico ha sido posible gracias también a su trabajo.

Dejando sentada su enorme importancia, la comunicación interna no es objeto deeste documento.

13.2. Un abanico de estructuras

El carácter, la organización y los recursos de cada estructura será consecuencia directade los fines que se propone y los bloques de funciones que desea abordar. Vamos a enunciar

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alguna de estas formas de organizar la comunicación y mostrar las limitaciones de algunas deellas en caso de perseguir fines ambiciosos.

13.2.1. El encargado de prensa

No hace tantos años —y aún sigue sucediendo—, algunas entidades creían resolver susproblemas de comunicación fichando a un periodista, a poder ser, muy dinámico y en activo,para así aprovechar el saber hacer y sus buenos contactos con las redacciones de los medios decomunicación más relevantes. Se le instalaba en un buen despacho de la entidad y el periodis-ta, que aparecía de vez en cuando para justificar su estatus, era llamado siempre que había algúnevento especial. Su misión fundamental era redactar comunicados (siempre muy matizados)dirigidos a las secciones correspondientes de los periódicos. También aportaba su buen consejo,basado en un mejor conocimiento de medios y colegas.

Su máxima justificación la conseguía en los momentos de crisis, cuando surgían proble-mas o existía el peligro de que se pudiesen publicar informaciones negativas sobre la entidad. Enesos momentos los altos cargos parecían valorar realmente el valor de la comunicación. El encar-gado de prensa, imbuido de un carisma especial, se ponía en marcha con una rapidez envidiabley entraba en una febril actividad, preparando comunicados, llamando a sus colegas, frenando poramistad algunas informaciones poco positivas a punto de salir... Sus contactos y buenos oficios,en definitiva, permitían una buena repercusión de los mensajes oficiales; y, así, todos contentos.

Con este mecanismo, las estrategias eran tan improvisadas como coyunturales, pero, endefinitiva, el encargado de prensa hacía muy rentable su existencia.

Esto, por supuesto, es sólo una caricatura que destaca los aspectos más negativos de estafigura, lo que no quiere decir que contar con un encargado de prensa deje de ser un paso ade-lante muy positivo e importante cuando se parte de cero. Lo que la caricatura quiere resaltar esque la fórmula del encargado de prensa debe ser mucho más estructurada que la descrita. Seránecesario seleccionar a un profesional muy bueno, un periodista científico bien formado, porejemplo, y procurar que sea contratado a tiempo completo para formar parte del centro. Sóloasí, además de llegar a conocer a fondo la institución, logrará, con el tiempo, interaccionar biencon los investigadores, cosa necesaria para extraer información válida para su trabajo.

En todo caso, no es saludable pensar en esta figura como en un simple instrumento derelación con los medios de comunicación o para implantar de manera sistemática una informa-ción loable para la dirección y gestión del centro. Este planteamiento a la defensiva y propagan-dístico podría acarrear consecuencias negativas. La inmediata y principal sería una profundadesconfianza de los investigadores hacia esa figura y, en consecuencia, encontrar las puertascerradas para recabar información viva y actual de los resultados de investigación. Al encarga-do de prensa hay que facilitarle su tarea ayudándole a integrarse en el centro, y propiciar sutrato con los investigadores y tecnólogos.

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13.2.2. Gabinetes externos

En ocasiones se recurre también a gabinetes externos de comunicación. Tienen la ven-taja de no recargar al centro con estructuras propias permanentes. Las asesorías de comunica-ción, como las denomina Txema Ramírez, «ofertan sus servicios especializados en la creación yejecución de campañas de imagen, comunicación, promoción y relaciones públicas a toda orga-nización, institución pública o privada, empresa o asociación que así lo demande». (Ramírez,1995).

El problema es que la comunicación, tal como la entendemos en este documento, es difí-cil hacerla con garantías desde el exterior de la institución, salvo que esta actividad fuese lleva-da por una entidad creada ex professo por el centro para subcontratar este servicio.

13.2.3. Gabinetes de prensa (o de comunicación)

El departamento de comunicación es el gran paso adelante, pero su actividad depende-rá en gran medida de su enfoque y del talante y la visión de la persona que lo dirija. Algunosdepartamentos decaen en una comunicación preferentemente corporativa mientras otrosponen el acento realmente en la actividad investigadora de los científicos y tecnólogos.

Manteniendo lo dicho sobre la ambigüedad de los nombres, estos gabinetes son estruc-turas propias y permanentes que tienen por finalidad crear y difundir información entre losmedios de comunicación. Crear un gabinete de prensa (o comunicación) es hablar de una volun-tad permanente y, por tanto loable, de organizar y sistematizar la información que se emitedesde el centro.

Por lo general, los gabinetes de prensa se centran en suministrar a los medios de comu-nicación una información elaborada, y en establecer, fomentar y mantener unas buenas relacio-nes con los profesionales de esos medios. Lógicamente debería ser una actividad de ida y vuel-ta, ya que es igualmente importante hacer llegar al centro las demandas de los medios. «Su tra-bajo suele rotar alrededor de una tarea muy compleja: conciliar los intereses del periodista y delcientífico». (Rojas y Calvo, 1999).

En el caso de que la actividad del gabinete de prensa de un centro de ciencia converja fun-damentalmente en la comunicación corporativa, puede igualmente tener numerosos puntos decoincidencia con los gabinetes de otras entidades e instituciones. Son válidas las reflexiones y reco-mendaciones contenidas en la extensa literatura que existe sobre el particular, y adaptar, mutatismutandis, la manera de proceder de otros gabinetes.A los libros ya citados de José Luis Carrascosay Txema Ramírez, se pueden añadir otros de enfoque más concreto, como por ejemplo,«Comunicación y organizaciones empresariales», patrocinado por la CEOE y la OIT y elaboradopor un equipo de trabajo del departamento de comunicación de la CEOE dirigido por JesúsMonroy y José A. Llorente, en el que se oferta un modelo de comunicación para la libre empresa.

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No nos resistimos a repetir que un enfoque preferentemente corporativo no es el quedeseamos en este documento para un gabinete de comunicación de un centro de investigación,porque es reducir su actividad al horizonte más limitado renunciando a la parte más interesan-te de la demanda social a la que pretendemos satisfacer.

13.2.4. Departamentos de relaciones públicas (o relaciones externas)

En muchas instituciones la comunicación se gestiona desde un departamento de estetipo porque se entiende que todos son parte integrante de las relaciones públicas. Es un reflejode la manera de entender y de organizar la comunicación que tal vez encaje mejor en empresasque necesitan mantener una considerable actividad institucional en el campo de las relacionesexternas y para las que estos actos, en sí mismos, son tan importantes como la información quepuedan generar.

Este tipo de departamentos, que suelen estar dirigidos por profesionales de la rama delas relaciones públicas, no excluyen que, para todo lo relativo a los contactos con los medios decomunicación, cuenten con un periodista entre sus filas.

13.2.5. El departamento de comunicación, ediciones y divulgación (DCED)

Es un nombre descriptivo para el instrumento que nos parece más idóneo, ya que inte-gra las funciones que, de manera parcial, se han descrito en las fórmulas anteriores. Expone eldeseo de poner en marcha las líneas de actuación necesarias para lograr los fines descritos enel punto 13.1. En definitiva, debe hacerse cargo de la comunicación (institucional y sobre lasactividades investigadoras del centro), de las ediciones no científicas, de las acciones especialesdirigidas a difundir y divulgar la ciencia a todos los públicos, de la organización de las relacio-nes con medios de prensa y visitantes no científicos y, en ocasiones también, de organizar lasactividades de relaciones externas y de poner en marcha aspectos relacionados con la búsque-da de fondos. Estos bloques de actividad se encuentran íntimamente relacionados entre sí porlo que deben concentrarse en un único órgano institucional.

13.3. Dependencia del DCED

La tarea encomendada al DCED es de una considerable responsabilidad y dependedirectamente de la dirección. Esto quiere decir que la aprobación de la política informativa, suplan de actuación, su presupuesto y la toma de decisiones de peso deben ser realizadas en con-tacto inmediato con la dirección del centro.

Un departamento perdido en el organigrama de la institución, sin fácil acceso a la infor-mación de la dirección del centro y, por tanto, seguramente con un presupuesto marginal, puede

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incluso llegar a tener efectos negativos. A nadie debería extrañar esta afirmación si se tiene encuenta que el DCED maneja instrumentos y materiales informativos que pueden favorecer odañar seriamente la imagen institucional.

«Cuando una empresa habla, comunica, compromete su palabra y, con ella, su honor (…)La comunicación no es un juego, y se arriesgan mucho las empresas que se aventuran en ellasólo en un plano cosmético, lúdico. La comunicación, por lo tanto, no es un juego, sino una rela-ción entre seres humanos que implica respeto, mirar al otro, escuchar. No es sólo un acto, sinofundamentalmente, un pacto.» (Carrascosa, 1992).

«Hay quien en términos cínicos dice que la comunicación consiste en que la gente sehaga las preguntas adecuadas a la respuesta que se le desea dar, es decir, que la gente preguntelo que nosotros queremos decirle. Ello supone un menosprecio absoluto de la audiencia, delcoeficiente intelectual de los receptores del mensaje. En nuestro caso, hay que subrayar que laética en comunicación obliga a decir lo que se hace y a hacer lo que se dice.» (Ramírez, 1995,citando a J. L. Carrascosa).

Esta idea de la seriedad, de la gravedad si se prefiere, de la comunicación y de la éticaque exige, necesita que la dirección se implique en la manera de hacer del departamentocomo instrumento que debe velar para que, entre otras cosas, la información emitida no seconvierta en propaganda al servicio de la propia dirección o de determinados grupos inter-nos, que pueden pretender usarla en su beneficio, perdiendo la visión y el interés global dela institución.

13.4. Competencias del DCED

Sea cual sea el organismo o institución, dada la delicada materia que maneja en su tra-bajo, el departamento debe tener muy bien definidas sus competencias.

Es el responsable de diseñar, junto con la dirección, la estrategia informativa, y de defi-nir y difundir los rasgos que identifican su imagen corporativa. Es el instrumento que cohesio-na aspectos de las actividades externas que puedan afectar a la imagen institucional. El DCEDdebe crear y desarrollar el sistema de adquisición de información sobre la producción científi-ca y tecnológica del centro, para hacerla llegar, una vez elaborada, a los medios de comunica-ción; ha de diseñar, realizar y también difundir las ediciones no científicas, y crear y dirigir lasactividades de carácter divulgativo. También debe ser, cuando así sea necesario, un agente loca-lizador de medios económicos externos que permitan financiar determinadas actividades deextensión cultural.

El Departamento es, en definitiva, el instrumento que debe poner al centro en contactocon la sociedad, bien a través de los medios de comunicación o creando instrumentos de difu-sión directa como puede ser facilitar el libre acceso a sus instalaciones.

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13.5. Perfil del responsable del DCED

El departamento que proponemos (DCED) rebasa los cometidos de un simple gabine-te de prensa o los de un tradicional gabinete de comunicación. Deberá gestionar la comunica-ción en su conjunto: información a la prensa, diseño y creación de ediciones escritas y digitales,concepción y alimentación de la web del centro, inspiración y supervisión de los soportes gráfi-cos y de simulaciones 3D que acompañen a las noticias y ediciones, diseño y realización dedocumentales, puesta en marcha de actividades de divulgación y extensión cultural para elentorno, creación de actividades de ayuda al profesorado de enseñanza media relacionado conlas ciencias, colaboración con instituciones de divulgación científica (museos, planetarios, etc.) yeditoriales con un programa para la formación de comunicadores, etc. Y todo esto hay que lle-varlo a cabo compitiendo en un mercado nada fácil, plagado de mensajes y de productos infor-mativos, de actividades culturales, de ferias y promociones ideadas, diseñadas y realizadas porequipos de expertos que conocen extraordinariamente bien las maneras de llegar al público.

Con este panorama se amplía el perfil del responsable. Ya no será el exclusivo de perio-distas, salvo que tengan una buena preparación complementaria en el campo de la comunica-ción científica, entendida ésta como una acción global de marketing. En todo caso, reducir laactividad del departamento a la de un gabinete de prensa tradicional sería empobrecer las posi-bilidades que tenemos entre manos.

En la actualidad, se vislumbra un creciente número de licenciados en ciencias (e, inclu-so científicos) que se interesan por la divulgación como una buena salida profesional. No puedeextrañarnos que, en un centro concreto, alguno de ellos aspire a dirigir su departamento decomunicación.

Antes de seguir adelante con esta posibilidad recojamos una opinión sobre los gabine-tes de comunicación que expresa la controversia que existe sobre el tipo de profesional quedebe dirigirlos. «Aunque en su orígenes estuvieron inevitablemente ligados a la llamada imagende un organismo o entidad, con el tiempo se ha ido consolidando en lo que es su verdaderopapel como agentes transmisores de información. Los gabinetes de comunicación son los res-ponsables de mirar a la institución desde el punto de vista periodístico y a sacarle jugo en cla-ves informativas. Por tanto, en nuestra opinión, y éste es un clásico tema de debate, deben estarintegrados por periodistas o especialistas de la comunicación, no por científicos o técnicos».(Rojas y Calvo, 1999).

Por nuestra parte poco hay que objetar a esta lícita aspiración de los científicos (y pron-to, seguramente, de tecnólogos), salvo que el know-how para una comunicación bien hecha noes algo que se pueda improvisar. Exige conocimiento, preparación y técnica. El científico o tec-nólogo que aspire a dirigir un departamento como el que nos ocupa haría muy bien en formar-se previamente en las técnicas de la comunicación sin permitir que su orgullo le lleve a pensarque la investigación capacita directamente para saberla comunicar. Es necesario insistir en este

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punto porque en los ámbitos científicos existe una cultura bastante extendida de que únicamen-te es la figura del investigador la realmente capacitada para informar con precisión y divulgarcon calidad. Nada que objetar a esto si científicos y tecnólogos se desnudan de su proverbial einnata sabiduría y hacen una licenciatura en marketing o en ciencias de la comunicación, o asis-ten a un buen máster en comunicación de la ciencia que les enseñe a manejar realmente lasherramientas y claves de la comunicación y aprender el valor que para los medios tiene el fac-tor actualidad.

En definitiva, provenga del campo que provenga, la persona elegida para gestionar elDCED deberá querer y entender la ciencia, conocer las técnicas del marketing y de la comuni-cación comercial y mostrar capacidad para tener ideas creativas sobre cómo posicionar el cen-tro y sus logros. También necesita tener una buena capacidad de gestión para elaborar los pla-nes de actuación y saber diseñar y llevar a cabo las estrategias para desarrollar acciones decomunicación y divulgación sin ver en los mass media el único camino para llegar a la sociedad.

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Es imposible establecer cánones sobre los medios humanos (número, especializa-ción...) que necesita un DCED concreto. No obstante, pueden ser útiles algunas reco-mendaciones.En primer lugar, las tareas de redacción son fundamentales y constituyen el núcleo de la

actividad del departamento. Es necesario disponer de personas que entiendan la ciencia que sehace en el centro y la sepan divulgar a través de los textos (noticias de prensa, boletines infor-mativos, catálogos, contenidos de la web, guiones para producciones audiovisuales, etc.).

Para este bloque de tareas, la formación periodística aporta el saber hacer de los mediosde comunicación y de los profesionales que llevan las secciones de ciencia, la viveza en la mane-ra de decir, la noción de actualidad de los comunicados, etc. Por su parte, los licenciados en cien-cias que hayan estudiado ramas afines a la del centro, también pueden hacer aportaciones muyvaliosas en el campo de la redacción y, de manera especial, si han completado su formación paramejorar su capacidad narrativa. Aunque haya personas que redacten muy bien y de maneranatural, existen reglas sobre cómo condensar y estructurar una noticia que son difíciles deadquirir si no se ha asistido a cursos o masters para aprender esas técnicas. Por otra parte, loslicenciados de la especialidad científica en cuestión son muy útiles para elaborar documentacio-nes y materiales para cursos y proyectos de carácter didáctico, para desarrollar charlas de divul-gación, etc.

Un segundo capítulo lo constituye el campo del diseño: diseño tradicional, diseño parapáginas web, diseño digital para ediciones digitales (simulaciones 2D y 3D, utilización de herra-mientas de animación digital, etc.). Es muy recomendable disponer de profesionales que domi-nen estas herramientas para ilustrar informaciones y así aprovechar todas las posibilidades quenos brinda Internet. Los diseñadores deben conocer también el centro a fondo, sus proyectos ysus gentes, para que puedan intercomunicar fácilmente con los científicos y tecnólogos y, a suvez, con los redactores o editores que necesitan esas simulaciones.

Desde luego la página web del centro precisa un profesional para coordinar la extraor-dinaria complejidad de este medio digital que puede llegar a tener más de dos mil pantallas coninformaciones de lo más variado. La figura del webmaster debe estar, además, al tanto de todala legislación existente sobre Internet y las limitaciones de la Red Iris cuando el centro seapúblico y utilice este medio para sus comunicaciones electrónicas.

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14. Los recursos humanos del DCED

Si el centro investiga en un campo de la ciencia más popular, caso de la medicina, de la bio-logía, de la astrofísica, etc., se debe estar preparado a que, con frecuencia, salten noticias en losmedios de comunicación que causan una inquietud inmediata y, por tanto, una respuesta popular.Es fácil que estas noticias provoquen numerosas llamadas al centro para que los expertos valorensu importancia y repercusión. Lo ideal es poner en contacto a los periodistas con los científicosespecialistas del centro que pueden evaluar y explicar la novedad. Pero, para la mayoría de lasconsultas sencillas, es una buena solución tener en el departamento, de manera estable, a un cien-tífico que asesore en estas y otras cuestiones, respondiendo así a las consultas no sólo de losmedios de comunicación sino también de aficionados, particulares, etc. Su presencia resulta muyútil para revistar todos los textos que se emiten al exterior y ayudar en la elaboración de los con-tenidos de exposiciones y otras actividades de divulgación. Esta figura del asesor científico deldepartamento, que está descrita de manera más extensa en el punto 18.2.13 del documento, evitanumerosas molestias a los investigadores reservándoles para los casos más excepcionales.

Coyunturalmente, como se verá más adelante, el departamento puede tener periodistaso comunicadores en prácticas que, al tiempo que se forman y enriquecen su currículum, puedenser de gran ayuda para el desarrollo de los trabajos. En estos casos, debe prevalecer el interésde su formación sobre su actividad como colaboradores.

Otra necesidad de toda institución y, por ello, un trabajo fundamental del tipo de depar-tamento de comunicación que proponemos, debería ser crear e implementar un banco de imá-genes que incluya la historia gráfica del centro. «Las fotografías ejercen un poder incomparablepara determinar lo que recordamos de los acontecimientos. El museo de la memoria es ya, sobretodo, visual.» (Sontag, 2004).

El banco de imágenes debe conservar toda la producción gráfica que surja de la investiga-ción del centro y gestionar esta base documental, de tal forma que se puedan suministrar con agi-lidad imágenes no sólo a los productos informativos propios (notas de prensa, catálogos, edicio-nes audiovisuales, etc.), sino también a los medios externos que las soliciten. Crear este banco noes sencillo porque, una vez más, nos podemos tropezar con las reticencias de algunos investigado-res a proporcionarlas, ya que tienden a considerarlas parte inseparable de un proyecto exclusiva-mente de su uso, fruto de su investigación. Por ello, el centro debe explicitar y dar a conocer inter-namente una política clara acerca de la propiedad y uso de estos materiales gráficos. También esconveniente establecer la manera de citar a los autores de las imágenes, la forma en que se hanobtenido, cómo debe figurar el centro, etc. Estos créditos deben estar reglados y es misión deldepartamento exigir a los medios de comunicación que los respeten. Para las imágenes que acom-pañan a las noticias sirve todo lo dicho sobre la necesidad de guardar escrupulosamente losembargos que puedan existir hasta que el trabajo salga publicado en la revista científica.

El banco de imágenes necesita ser continuamente actualizado. Si el centro va amplian-do sus instalaciones, será necesario realizar reportajes periódicos que sigan gráficamente la evo-lución de sus ampliaciones, los nuevos laboratorios, el desarrollo de la instrumentación científi-

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ca de vanguardia, etc. Además, conviene programar y desarrollar la toma sistemática de imáge-nes de los acontecimientos y actos más notables, de las personas relevantes que lo visitan, de loscongresos y reuniones científicas, de los actos protocolarios, etc., con vistas a disponer de unabuena documentación gráfica de la vida del centro. La catalogación y descripción de estas imá-genes es de vital importancia no sólo para la ilustración de noticias, sino para su uso futuro. Paraello es fundamental disponer de un paquete de software específico en el almacenamiento y ges-tión de estos bancos de imágenes.

Es recomendable además que algún fotógrafo de calidad haga algún reportaje con almade la vida corriente del centro y sus gentes. Recordemos aquello del recientemente desapareci-do Henri Cartir-Bresson: «Sacar fotografías es poner tu cabeza, tu ojo y tu corazón en un mismoeje. Es una forma de vida». Sólo quien posee esta pasión fotográfica podrá captar la vida delcentro.

El DCED debe disponer también de grabaciones de vídeo de aquellos actos y aconteci-mientos que más adelante tendrán un valor inestimable. Si no se dispone de una cámara digitalpropia siempre podrá encargar estas grabaciones al exterior.

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15.1. El plan de actuación

La gestión del DCED debe basarse en un plan de actuación anual en el que se describanlas metas y actuaciones, y los fondos y responsables asignados a cada una de ellas. Todo ello den-tro de la política general de comunicación y divulgación que se haya establecido previamente.

El plan de actuación debe nacer de una reflexión sobre las líneas generales y objetivosque se pretenden conseguir. Es la herramienta que determina el horizonte que somos capacesde marcarnos. «No hagáis planes pequeños, no tienen magia para agitar la sangre de los hom-bres y probablemente no se realizarán. Haced grandes planes, apuntad alto en esperanza y tra-bajo...», decía el arquitecto Daniel H. Burnham, explicando a sus colegas el plan urbanísticopara Chicago de 1909.

Un buen plan de actuación es el que apunta alto en sus objetivos y es, al mismo tiempo,muy realista en las metas y actuaciones concretas. Establecer plazos, costos y responsables paracada acción ayuda a que todo el equipo se sienta implicado en las metas a conseguir.

En lo que respecta a la comunicación institucional, no viene mal hacer un análisis paraaveriguar la imagen externa que, de una manera global, presentan nuestros comunicados sobrenuestra institución y así detectar los fallos o incongruencias, cuando existan, que sean atribui-bles a un enfoque equivocado de nuestra comunicación.

Una de las ventajas del plan de actuación, como instrumento de planificación y control,es que, una vez aprobado por la dirección, permite su ejecución sin necesidad del visto buenode las acciones singulares, facilitando el seguimiento y evaluación de las acciones.

15.2. El presupuesto anual

El presupuesto es un símbolo (tal vez el más significativo) del interés efectivo del orga-nismo en el plan de comunicación y divulgación del centro. El presupuesto encierra el «ser o noser», la voluntad inequívoca. Desde luego, tenemos garantizada la reticencia de, al menos, unpequeño sector del centro, en lo que se refiere a gastar fondos en estas materias. Cuando losproyectos de investigación o de instrumentación científica van muy justos, es muy duro defen-der partidas para aquello que algunos perciben como propaganda innecesaria y costosa. No esextraño que, especialmente al principio, los científicos consideren estas partidas como un gasto

15. Las herramientas de gestión

inútil dedicado a algo tan poco pudoroso como es el airear su trabajo. «¿Qué retorno puedetener tal actividad?», se preguntan. Ejercicio tras ejercicio la dirección y el responsable delDCED pueden verse sometidos a una presión por parte del resto de las áreas durante el proce-so del reparto presupuestario. Es correcto hablar de reparto porque, en el caso de centros públi-cos, los garbanzos están contados: aquellos que el ministerio del que dependen haya podidoconseguir, una vez que el verdadero guardián de la despensa (el Ministerio de Economía yHacienda) dé por establecidas las partidas para el correspondiente ejercicio.

Fijado el presupuesto, el responsable del DCED y su equipo deben aceptarlo como unadeuda que contraen con el resto del centro. La mejor forma de amortizarla será explicando biena la sociedad lo que el centro hace con los fondos que recibe. También es necesario explicarinternamente la trascendencia que tiene para el centro ser reconocido por la sociedad. Unaempresa que fabrica y vende sabe valorar la calidad de un buen equipo comercial. Los diseña-dores y las áreas de producción pueden ser excelentes; pero de nada servirían si no se vendieseel producto. Esta cultura empresarial, de reconocer el buen trabajo de un departamento de mar-keting, no existe en los centros de investigación respecto al departamento de comunicación. Esmás, en nuestro caso los beneficios para el centro son percibidos como “intangibles, por lo queresulta muy difícil establecer una relación causa/efecto.

No es fácil, por otra parte, convencer a los investigadores de que este campo lo debendejar en manos de los profesionales y que una buena imagen corporativa puede ser determinan-te a la hora de abrir puertas que faciliten el trabajo y la entrada de fondos.

15.3. Buscando fondos externos

Lo habitual es que el propio centro no pueda financiar muchas actividades que, sinembargo, se consideran convenientes. ¿Qué hacer? Aunque lo fácil sería olvidarse de ellas, des-pués de priorizar aquellas acciones que sean imprescindibles, será preciso buscar fondos exter-nos. El Plan Nacional de I+D+i destina fondos públicos para la divulgación de resultados. Noobstante, son pocos recursos para demasiados solicitantes.

Así las cosas, no existe más remedio que buscar posibles patrocinadores en el campode las empresas o de las instituciones financieras. La carencia de tradición en este tipo deimplicaciones hace que sea fácil caer en el desánimo, especialmente cuando se comprueba losencillo que es para otros lograr financiación para acciones de escasa entidad. Otra vez esta-mos ante la falta de cultura en los dirigentes de esas empresas e instituciones financieras másacostumbrados a apoyar actividades de carácter artístico, competiciones deportivas, etc., quelas que se relacionan con la ciencia. Pero, como todo, aunque se nos antoje una misión impo-sible, se debe intentar. Merece la pena no sólo por la posibilidad de que se produzca el mila-gro y se consigan los fondos solicitados, sino también por crear un clima favorable para quealgún día todo sea más fácil.

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Si decidimos pedir fondos, nuestro planteamiento debe ser profesional. No se puedepedir financiación a cambio de nada. Los patrocinadores necesitan:

a) que el centro tenga prestigio y cierto arraigo popular;b) que ofertemos actividades o productos capaces de producir un retorno favorable

para la imagen del patrocinador;c) que exista un cierto nexo entre la actividad propuesta y los fines de la empresa

patrocinadora.

El patrocinador espera una significativa repercusión en medios de comunicación (espe-cialmente televisiones) o que al menos un público numeroso pueda ver quién ha financiado laactividad.

Al patrocinador en potencia hay que presentarle la actividad para la que se solicita laayuda en clave publicitaria, señalando sin ambigüedades la repercusión pública que tendrá suimplicación y, a ser posible, se le deben ofrecer bocetos gráficos de la actividad con el anagra-ma de su entidad incorporado. Tampoco viene mal hacer una estimación del número de partici-pantes o de la valoración de los espacios informativos en los que su firma estará presente.

Si un centro de prestigio puede demostrar, además, que tiene una fuerte presencia en losmedios de comunicación, una imagen muy positiva y que es capaz de poner en marcha activida-des de incidencia popular, no será imposible encontrar patrocinadores para sus actividadesdivulgativas.

En definitiva, esta labor de fund rising para acciones de divulgación científica es siem-pre positiva porque entrena al equipo del Departamento a no renunciar sin más a acciones quese deben intentar; además, también le introduce en la dinámica de aprender a vender el traba-jo científico.

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El centro —y esto no es algo específico de una institución científica o tecnológica— nece-sita instrumentos informativos para explicar lo que es como corporación, a qué se dedi-ca, cómo ha nacido, qué fines persigue, cuáles son sus medios, etc. Son instrumentos de

información institucional difíciles de evitar.Bien se trate de medios escritos, audiovisuales, electrónicos o expositivos, el criterio

para su realización y distribución debe estar presidido por la eficacia y la rentabilidad, pro-curando el mejor resultado dentro de una economía de medios. Su planteamiento, lenguaje,diseño y calidad de realización, debe ser acorde con el public target al que nos dirijamos.Lamentablemente, por lo general, se trata de un público variado y heterogéneo. La calidadde una edición poco tiene que ver con una realización de más o menos lujo, sino más biencon la idea que la preside, los contenidos, el lenguaje utilizado, la elección de las imágenes(si es gráfico), etc., es decir, la mejor adecuación de un medio al fin que se haya propuesto,tras estudiar muy bien dicho fin.

Una edición corporativa, en principio, está hecha para ser vista e, incluso, leída; por esodebe ser atractiva y clara. El diseño tiene una gran importancia. Lo ideal es buscar un estilo pro-pio, de tal forma que exista un aire de familia en las ediciones de la entidad, que sirva para iden-tificarla a través de sus publicaciones. Esta personalidad plástica, que debería impregnar laspublicaciones corporativas, la integran elementos identificativos de la iconografía del centro,como pueden ser los colores o la tipografía de su logotipo, por poner un ejemplo. Son detallesque nos hacen estar presentes en nuestra actual cultura visual.

Cuando se compra un periódico no sólo buscamos sus contenidos, sino también sumanera de presentarlos: la distribución de las secciones a lo largo de sus páginas, la forma dedistribuir los textos y las imágenes en las distintas secciones, el tratamiento que da a la publi-cidad, etc., y, desde luego, su formato. Tal vez la mayor revolución que pueda hacer un diariosea el cambio de formato o de su mancheta, decisiones que se piensan mucho antes de adop-tarse. Rupert Murdoch decidió no hace mucho hacer una prueba y dar a los lectores del dia-rio The Times, de la zona de Londres la opción de elegir entre el tradicional formato sábanay la nueva edición tabloide. Pero no quiso ser el primero en adoptar este revolucionario yarriesgado paso, por lo que esperó a ver los resultados de una medida similar en los lectoresdel The Independent, periódico que hizo también una prueba antes de renunciar definitiva-

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16. Productos para la comunicación corporativa

mente a su clásico formato sábana. Todo ello nos habla del gran peligro que supone cambiarla forma, el diseño o la apariencia de un producto consagrado cuando ya forma parte delhábito de los consumidores.

«Admitamos que el diseño ayuda a valorar noticias y a que éstas sean interpretadas enfunción del tipo de letra, de la ubicación dentro de la página y de la ilustración. El diseño, enefecto, opera en la prensa moderna como un recurso más en la construcción del mensaje. En laconjunción intencionada de contenido y presentación descansa la fuerza de los diarios moder-nos. El diseño facilita hoy al lector la selección de los contenidos y le aporta claves interpreta-tivas. El diseño ha convertido la compaginación en un instrumento con formidables capacida-des comunicativas». (Casasús, 2002).

Extrapolando lo anterior a nuestro reducido mundo, también debemos respetar nuestroestilo en las ediciones y mantener la personalidad de nuestras publicaciones y cuidarlas hastaen los más mínimos detalles, sabiendo que, lejos de ser un capricho, es la mejor manera de ren-tabilizar su costo para llegar a sus destinatarios.

16.1. Ediciones impresas

Veamos algunas de esas ediciones que son tan clásicas como convenientes.

16.1.1. Boletín de noticias

La fórmula primigenia de hacer llegar la vida científico-técnica de un centro a un lista-do de receptores de interés es editar un boletín que recoja las noticias sobre el centro.

Sobre periodicidad, estilo, carácter del boletín, etc., cada uno es diferente y evolucionatambién de manera distinta. Algunos boletines de carácter exclusivamente informativos hanpasado a ser verdaderas revistas de divulgación con un muy amplio número de artículos firma-dos por los investigadores y tecnólogos del centro. Este es un síntoma muy positivo, porque sig-nifica que al menos un grupo de los investigadores, valoran la publicación, les interesa llegar asus destinatarios y, en definitiva, reconocen lo que esa publicación es y consigue.

Pero como cada cara tiene su cruz, los boletines, si tienen éxito interno (o lo que es igual,si tienen éxito externo), llegan a ser apetecidos por los investigadores que, de una manerainconsciente, intentan convertirlos en algo parecido a una publicación científica, sin percatarsede que, de lograrlo, firmarían la sentencia de muerte del boletín como instrumento de divulga-ción al cambiar por completo el fin para el que nació. Conviene mantener por ello la esencia deeste tipo de publicación que se destina a colectivos externos que, por lo general, no suelen seraficionados a lecturas científicas.

El DCED debe luchar contra este permanente virus rigorista como si de un fundamen-talismo científico se tratara, y convencer de que el boletín, tanto por su intención como por el

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enfoque y lenguaje que utiliza, no se puede convertir en una publicación profesional de losinvestigadores y tecnólogos del centro.

16.1.2. Memoria anual

Por lo general, tanto los organismos públicos como las empresas deben editar un infor-me anual que, además de dar cuenta de las actividades realizadas, presente un balance de cierredel ejercicio y exponga la ejecución del presupuesto. Generalmente se trata de cumplir con unrequisito formal y, en ocasiones, hay cierta dejadez y escasos ánimos para elaborar estos docu-mentos ante el convencimiento de que serán pocas las personas que los lean.

Ya que debe hacerse, lo ideal es confeccionar la memoria pensando en su valor históri-co al recoger, de forma ordenada y sistemática, todo lo que ha ocurrido en el centro año trasaño. ¿Dónde buscar si tal o cual profesor, que acaba de recibir el Premio Nóbel, pasó por el cen-tro hace ocho o nueve años y cuál fue el título de su charla? ¿Cómo saber la evolución de losproyectos de investigación y de los presupuestos de las diferentes áreas? La memoria anual y elplan de actuación global del centro son interesantes instrumentos de documentación interna,pero sólo tienen ese valor si están bien hechos y se perpetúan con una misma estructura.

Si las memorias anuales de las entidades que investigan fuesen más homogéneas en suestructuración y tratamiento de los datos, serían un elemento muy interesante para los estudio-sos, porque dispondrían de datos comparativos de los centros de los que muchas veces se carece.

Las memorias o informes anuales deben editarse y difundirse con un sentido de la eco-nomía de medios, haciéndolos llegar sólo a aquellas personas, cargos y bibliotecas, por ejemplo,que realmente deban tenerlos. Por lo general, se trata de documentos voluminosos que, debidoa su peso, resultan caros de distribuir a destinatarios alejados, por lo que es aconsejable impri-mir los ejemplares justos y realizar una edición digital (CD-Rom, DVD), que es mucho másmanejable y fácil de distribuir, además de colgarla de la página web del centro.

16.1.3. Catálogos institucionales

Los catálogos y folletos de carácter institucional también deben editarse pensandosiempre en el público objetivo al que queremos llegar. La idea general y su diseño, los conte-nidos informativos y su lenguaje, la estructura, el formato y la maquetación, el tipo de papel,el tratamiento gráfico, etc., dependerán de las características del centro y de los destinatariosa los que se orienta el catálogo. Descartando el lujo, en ocasiones, se pueden hacer catálogosmás cuidados para ser entregados de manera restrictiva. Con los mismos contenidos esencia-les conviene disponer de ediciones más baratas para repartir con mayor profusión o pensaren un display sencillo, de fácil comprensión, para aquel público que sólo leerá los titulares ytextos muy cortos.

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Cuando se trate de un centro complejo, con varios institutos o áreas de actividad conentidad suficiente, tal vez sea conveniente publicar diversos materiales que, sin dejar dereflejar la unidad del centro, permitan describir más a fondo los fines y actividad de esos ins-titutos o áreas.

En el caso de centros de investigación es necesario disponer de ediciones bilingües (cas-tellano-inglés) o en ambos idiomas por separado, de la misma forma que si el centro se encuen-tra en áreas donde se habla además otro idioma, también deben existir ediciones en ese idioma.

16.2. Documentales, audiovisuales y grabaciones sobre el centro

No es un medio barato pero sí muy rentable. Este formato, si está bien hecho, puede darmucho juego porque, en multitud de ocasiones, las cadenas de televisión nos pedirán imágenesgenerales del centro para apoyar alguna noticia. Aunque pueda parecer chocante que precisa-mente las televisiones que tienen en su mano todos los medios para grabar imágenes en la másalta calidad profesional y acordes con el estilo de sus programas nos soliciten imágenes, el hechoes que las prisas les juegan malas pasadas. Por ello, un buen documental, filmado o grabado demanera completamente profesional (guión, realización, edición, posproducción, etc.) permitedisponer de unos materiales muy útiles para un gran abanico de acontecimientos. Lo más ren-table hoy en día es grabar en formato digital porque abre las puertas a una fácil actualizaciónde las imágenes.

En producciones por encargo, los centros deben asegurarse la propiedad de las imáge-nes para poderlas utilizar cuando y como les interese, así como en todo momento se debe dis-poner de copias en formato betacam para el uso ya comentado de las cadenas de televisión, alas que sí se les puede pedir que citen el origen de esas imágenes.

El consejo es que hoy en día se disponga de grabadoras de vídeo y cámaras digitales que,sin ser tan profesionales como los utilizados en una cadena de televisión, consiguen imágenesde calidad suficiente para ilustrar noticias y registrar eventos, a los que por diversas razones noacudirán los medios, pero a los que haremos un gran favor cediéndoselas.

16.3. La información digital: oportunidades de la Red

Con su humor característico, Manuel Vicent describía así la Red en una de sus colum-nas dominicales de El País: «Internet es hoy el cerebro de la Humanidad. Se trata de un orga-nismo vivo, aunque ya no carbónico, que condensa electrónicamente todo cuanto el cerebrode las personas vierte en él, hasta formar la gran amalgama de la nueva inteligencia huma-na». (Vicent, 2000). Y el profesor Castells, en un seminario sobre educación organizado porla Fundación Santillana (2000), afirmaba que educarse en la era de Internet es aprender aaprender. (Benito, 2000).

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La comunicación electrónica es una herramienta nueva y poderosa que está cambiando laesencia misma de la comunicación. Además de facilitar considerablemente las relaciones emisor-receptor, provoca un cambio cultural en la forma de interrelacionarse. Logra que nuestros men-sajes lleguen de manera directa e inmediata a miles de receptores distribuidos por todo el mundo,y todo ello de manera neutra, sin pérdida o variación de información debida a los intermediarios.Cuando hablamos a través de los medios de comunicación, nos dirigimos al público de estosmedios. Internet nos permite elegir directamente aquellos colectivos que nos interesan. ConInternet podemos, además, obtener en línea respuestas a nuestros mensajes y evaluar su impacto.

«Al mismo tiempo la traslación de cualquier nuevo conocimiento a la sociedad se harealizado tradicionalmente por la publicación de libros divulgativos y, de forma creciente a lolargo del último siglo, por los medios de comunicación: primero la prensa escrita, luego ademásla radio y la televisión, y más recientemente la red electrónica de Internet». («¿Periodismo cien-tífico o trivialización de la ciencia?», de Semir, 1999).

Hoy en día, «el kiosco que más revistas vende es Internet», que además supera a la pren-sa, los libros, la radio y la televisión como fuente masiva y fiable de información. Es la conclu-sión de un estudio titulado «Examinando el futuro digital», llevado a cabo por Jeffrey Cole,director del Centro de Políticas de Comunicación de la Universidad de California Los Ángeles(UCLA). El estudio refleja que, cuanto más experimentado es el usuario y más tiempo pasa enInternet, menos ve la televisión. Internet está creciendo de tal forma que un 61% de los usua-rios estadounidenses considera que es una fuente de información «muy» o «extremadamenteimportante», un porcentaje similar al que obtuvieron libros y periódicos en el estudio y porencima de la televisión, la radio y las revistas. La investigación revela también que ya una cuar-ta parte de los usuarios de la Red tiene más de un ordenador en casa, y el 32% los ha conecta-do entre sí.

En Europa se puede decir también que el futuro ha comenzado, y muy especialmentepara el campo de la comunicación. Según un estudio de la Asociación Europea de PublicidadInteractiva (EIAA), recogido por el diario La Razón (Madri+d, 09/12/03), Internet representael 10% del consumo de medios de comunicación en Europa, lo que sitúa a la Red por delantede las revistas (8%) y justo por detrás de los periódicos (13%). El estudio ha detectado que, sibien la televisión es el medio de comunicación al que los ciudadanos europeos dedican másatención (41%), casi la mitad de los consumidores del Viejo Continente reconocen que venmenos televisión como consecuencia del uso que hacen de la Red. Sin embargo, en España eluso de Internet aún no llega a un 25% de la población.

Por lo que respecta a los centros de ciencia y tecnología, Internet es un medio profesio-nal imprescindible sin el cual no se podría concebir hoy en día el desarrollo del trabajo cientí-fico y la realización de proyectos de investigación intergrupos. «Frente al antiguo modelo indi-vidual y personalista y el más reciente modelo grupal e intervencionista, un nuevo modelo deacceso al conocimiento ha comenzado a surgir en estos últimos años. Se trata de un modelo que

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propugna la investigación en red, esto es, un modelo que intenta dotar a la investigación cientí-fica de una dimensión cooperativa y global, mucho más acorde con las nuevas tecnologías de lainformación y la comunicación del mundo en que vivimos. Se trata, en consecuencia, de unmodelo que busca el acceso al conocimiento y a la resolución de problemas a partir de la inves-tigación cooperativa y complementaria entre grupos. Cada uno aporta a la Red su propia apro-ximación conceptual y metodológica al problema y contribuye, junto al resto de los grupos, alograr para el mismo un conocimiento más completo y una solución mas factible e inmediata.»(Campos, 2004).

Por otra parte, según los datos de la OJD (Oficina para la Justificación de la Difusión)para el 2003, todo parece indicar que la tendencia a la baja en la circulación de periódicos no sedetiene. En el año 2002, los periódicos ya perdieron más de 50.000 ejemplares con respecto alejercicio anterior y las ventas cayeron por debajo de los cuatro millones diarios.

Sin embargo, hoy por hoy no se puede afirmar que la culpa de este descenso la tengaInternet. En efecto, en un informe del BBVA recogido por Ramón Salaverría (2005), el 75%de los cibernautas españoles prefiere la prensa impresa a la digital. Según este resumen del estu-dio Internet en España, así consumen los españoles prensa en Internet:

La lectura de noticias o periódicos es una actividad importante entre los usuariosy contribuye a reforzar a Internet como espacio de información. La lectura habitual deperiódicos en Internet es realizada por el 30% de los usuarios, aunque solo el 2% declaraestar suscrito a un periódico de pago. Ello no significa el final de la prensa escrita, sinoque la mayoría de los internautas prefiere leer el periódico en papel (75%), principalmen-te por la facilidad de lectura y la movilidad que brinda este soporte. Entre el 15% que pre-fiere la lectura por Internet, el primer motivo mencionado es que este medio facilita elencontrar la información que se desea (61%).

En definitiva, y aunque como podemos ver nos encontramos tal vez en una época detransición en la que resulta complicado hacer predicciones, para todo lo que significa búsquedade documentación o estar al día y bien informados en materias puntuales a las que la prensa nopuede dedicar la atención que requerimos, Internet se convierte en una herramienta imprescin-dible. Con este panorama, cuanto antes sepamos aprovechar todas las posibilidades que nosofrece la Red, tanto mejor.

16.3.1. Página web

La web es el escaparate más completo de comunicación con el que puede contar un cen-tro y, además, un expositor electrónico que puede ser actualizado de continuo. La web de uncentro de investigación o de tecnología es un medio multiuso que puede satisfacer demandas

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muy diferentes: desde la curiosidad de internautas poco interesados hasta las exigencias de loscientíficos y tecnólogos de otros centros de investigación nacionales y extranjeros que se rela-cionan con el nuestro (es decir, todos), pasando por los periodistas especializados y terminandopor aficionados a la ciencia. Desde el punto de vista institucional, el contenido de la web debeser completo y contener toda aquella información que permita al visitante hacerse una idea decómo es y de cómo funciona la institución, con páginas que describan globalmente las áreas ylas instalaciones del centro, el programa de investigación en su conjunto, los proyectos, los inves-tigadores, las páginas personales, etc., y, desde luego, una sección de noticias y high ligths quedeben permanecer siempre actualizadas.

La web debe distinguir, de entrada, el área divulgativa de la profesional, es decir, la nave-gación ha de permitir entrar directamente en las páginas que interesan al visitante (proyectos,congresos, publicaciones, instrumentación científica, ofertas de plazas, páginas personales decarácter científico, etc.), sin pasar por pantallas intermedias que hagan perder tiempo.

La accesibilidad es fundamental, de tal forma que la página pueda ser contempladadesde cualquier ordenador, desde un móvil, etc. Tanto un buen diseño, que no cargue innecesa-riamente el acceso, como conseguir una navegación rápida resultan fundamentales. Tambiénsuele ser conveniente acceder desde el principio al idioma inglés con independencia de que lapágina se encuentre en castellano o en otros idiomas del panorama nacional.

En la web se pueden cargar todas la ediciones del centro y así facilitar la toma de datospor quienes utilizan las páginas digitales para su información o trabajo.

No es preciso decir que las web interesan cada día más no sólo a los curiosos sino tam-bién a los educadores, por lo que las secciones de divulgación pueden contener materiales didác-ticos y secciones muy atractivas y llenas de imágenes, vídeos y simulaciones cuando la ciencia quese hace en el centro así lo permita. Por otra parte, la web del centro puede ser un nudo de refe-rencia que proporcione los enlaces más interesantes a las páginas de otros centros del gremio.

16.3.2. Boletines digitales

La web sólo tiene un defecto: no viaja. No es un instrumento que penetre en los despa-chos o en los domicilios de los destinatarios para mantenerlos sistemáticamente informados. Unboletín de noticias es un elemento activo que se lanza para llegar a su destino transportando losmensajes. No así la web, que es un medio pasivo, a la espera de ser visitada. De ahí la importan-cia de estar bien ubicada en los índices de los buscadores. Si nuestro cliente no sabe de su exis-tencia o no conoce su dirección, tendrá que recurrir a las herramientas de búsqueda. Pero ello,ya implica una acción positiva del visitador. Si la persona que nos interesa está muy ocupada,tampoco será fácil que, de manera sistemática, saque tiempo para ver las novedades. La mayo-ría de nuestros visitantes entrarán cuando necesiten información o quieran bajarse materialesgráficos que sirvan para su trabajo.

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En resumen, en contraposición con una documentación escrita que llega a su destino, laweb requiere un acto de voluntad para ser visitada. ¿Cómo salvar este escollo?

La fórmula más apropiada aunque nada sencilla es editar también boletines digitales parahacerlos llegar por correo electrónico a aquellos receptores que, por unas razones u otras, nos (yles) interese mantener(se) bien informados. Aunque tendremos destinatarios interesantes queaún no manejen el correo electrónico, en un futuro ya inmediato esto será la gran excepción.

El boletín electrónico ofrece ventajas indudables:• Noticias frescas, inmediatas, sin esperar a la edición de un boletín impreso.• Elaboración de listas de destinatarios homogéneos a los que enviar lo que realmen-

te les interesa.• No depender de los medios de comunicación como intermediarios.• Los medios y periodistas científicos pueden ser nuestros primeros destinatarios.• Capacidad para enviar imágenes, vídeos, simulaciones explicativas, etc., que son un

apoyo privilegiado para entender mucho mejor determinados descubrimientos, con-ceptos o la manera de funcionar de instrumentos complejos, etc.

• En todo caso, no se trata de un medio excluyente, sino complementario a los impresos.

Las listas de destinatarios deben ser prácticas y en ellas figurar tan sólo quienes hayanmostrado un interés efectivo tras formalizar, por ejemplo, una suscripción. En caso contrario, ydada la invasión de mensajes que nos asalta a diario, se puede producir el rechazo inmediato yver nuestro esfuerzo convertido en una información no deseada (spam). En este sentido, cuan-do se lance un nuevo producto electrónico a un listado de receptores, será preciso tener encuenta las limitaciones legales existentes sobre el particular.

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QUINTA PARTE

Los grandes retos del departamento decomunicación, ediciones y divulgación (DCED)

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Para dar agua, antes hay que sacarla del pozo. No se puede dar información si antes no lahemos recabado de los investigadores. En ellos nace la noticia en bruto. Descubrir el inte-rés informativo que pueda tener esa información, darle el tratamiento más adecuado

(noticias, entrevistas, reportajes...) y transformarla para hacerla suficientemente atractiva sinperder su rigor es el trabajo del departamento. No es suficiente conseguir información sobrenuevos conocimientos sino que también es necesario hacernos con aquellas imágenes de esosdescubrimientos o, si no existiesen, manejar las ideas que permitan generar las simulaciones queayuden a explicar mejor lo que vamos a difundir.

Se ha señalado que la cultura imperante en demasiados investigadores y tecnólogos espoco propicia a divulgar sus resultados, actitud comprensible porque la escasa cultura científicade los destinatarios obliga a dar unas explicaciones previas tan elementales que les resultanpueriles. Por lamentable que parezca, la divulgación desde el centro debe suplir muchas veceslo que no se ha hecho en la escuela. Infundado o no, sigue existiendo además un recelo globalfrente a la prensa.

Contando ya con todas esas dificultades, el departamento debe ser un instrumento derevulsión interna, de cambio de actitud de una parte de los investigadores para con la sociedad.

Decididamente, la labor interna debe ser nuestro primer y más importante desafío; másaún, si algún día queremos disponer de canales fluidos de comunicación. La labor personal, laprofesionalidad y los resultados contarán mucho a la hora de que los investigadores acepten alDepartamento y sus propósitos.

Una vez más podemos traer el ya citado modelo para la gestión de calidad de laEuropean Foundation for Quality Management (EFQM), para remarcar que la implicación ysatisfacción previa del personal investigador es la clave para la satisfacción de los clientesexternos. Todo será más fácil si el DCED ve en los grupos de investigación unos clientes a losque ofrecer un servicio especializado para dar una salida cultural a sus conocimientos. Entodo caso, nada serio podremos hacer en el exterior si llevamos mal las cosas con nuestrosclientes internos.

Por ello, la primera misión del departamento será presentar argumentos de peso yestructurar acciones para que los investigadores y tecnólogos se impliquen y colaboren congusto en las acciones de información externa y de divulgación.

17. Desafíos internos

El DECD habrá tenido éxito si, tras unos años de trabajo, se llegase al siguiente régimende crucero:

• Un 30% de los investigadores y tecnólogos apoyan decididamente la causa y seimplican de manera personal y directa en las actividades del departamento o en otrasque ellos mismos generan.

• Otro 40% permanece pasivo aunque egoístamente interesado; o lo que es igual, bus-carán la ayuda del departamento en aquellas cuestiones que les afecten de maneradirecta (noticias sobre sus logros, difusión de sus trabajos a los medios, repercusiónde los congresos que organizan, publicación de algún artículo puntual, etc.).

• Alrededor de un 25% permanecerá en una postura de crítica respetuosa aunque enla íntima convicción de que la divulgación que hace el departamento es de muy bajacalidad y que sólo los científicos podrían hacerlo bien.

• Tal vez el 5% restante será callada o abiertamente hostil en el convencimiento deque divulgar la ciencia es prostituirla.

Conviene advertir que estos porcentajes no corresponden a ningún estudio o sondeoriguroso y que, desde luego, pueden cambiar dependiendo del trabajo del departamento y eltalante del colectivo de los científicos y tecnólogos de un centro concreto.

17.1. La conversión de los investigadores a la divulgación

Si la dirección está convencida y apoya nuestra causa, el mayor desafío del departamen-to será lograr que, al menos, un 30% de científicos y tecnólogos se impliquen en esta cruzadacultural y social, y la vean también como suya. Conviene insistir en lo dicho de que, para elinvestigador, la divulgación científica no sólo es una actividad no premiada, sino que está dehecho penalizada, al no reportarle por el momento méritos académicos ni significativos ingre-sos complementarios mientras que sí le roba un tiempo considerable a su tiempo de ocio.

Desde un punto de vista estratégico, hay que procurar ganarse a los investigadores desdeel primer momento de su incorporación al centro haciéndoles partícipes de la cultura divulga-dora que queremos implantar.

¿Qué podemos ofrecer a cambio por participar en la divulgación? Sólo beneficios gené-ricos y poco inmediatos. El responsable del DCED y su equipo no lo tienen fácil para conven-cer de las ventajas y excelencias que la divulgación tiene para sus protagonistas (los investiga-dores) y no sólo para el centro. Desde luego, el apoyo de la sociedad fortalece al centro comotal, y ello es beneficioso para todos, incluidos los reticentes.

Por otra parte, la demanda social de la ciencia no es una entelequia sino algo real queestá ahí. Convencer a los científicos de que abandonen, si la tienen, una actitud pitagórica paradevolver a la sociedad, en forma de cultura, parte de lo que esa sociedad les entrega al financiar

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su investigación, no es un mal camino. Convencerles también de que la rama de la ciencia quemejor imagen tenga y que logre un mayor arraigo en las gentes, conseguirá también más fácil-mente los fondos necesarios, es también un buen argumento.

Vienen muy a cuento unas palabras del catedrático de paleontología de la UniversidadComplutense de Madrid (UCM), profesor visitante de la University College (Londres) y directordel Yacimiento de Atapuerca (Burgos), Juan Luis Arsuaga en una entrevista de Carmen delPuerto para la publicación IAC Noticias del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). DiceArsuaga: «Sobre la divulgación científica, tengo muy claro que hay un señor que en este momen-to está faenando en el Gran Sol y que me está pagando mi sueldo. Y otro señor que está subido aun andamio que también me está pagando mi sueldo y mis investigaciones. El que yo piense queestoy investigando para disfrutar yo, me parece directamente inmoral. Nadie debería tener la des-fachatez de decir, y eso lo he oído, “la investigación tiene que estar guiada por la curiosidad delinvestigador”.“¿Y usted pretende que un señor que está faenando en el Gran Sol le pague a ustedsu sueldo para que usted se dedique a investigar lo que le apetezca y que no dé cuentas a nadie?”Eso me parece directamente una desfachatez, una inmoralidad social, impresentable». (...) «Porotro lado, es práctico dirigirse a la sociedad porque eso genera apoyos. Eso es elemental. Pero, porencima de todo eso, yo no puedo concebir que alguien haga un descubrimiento y que no lo cuen-te. No me cabe en la cabeza. Compartirlo... ¡es una cosa tan humana!» (...). «Aquí estamos descu-briendo la pólvora con cosas que en el mundo anglosajón son triviales. Se dan por descontado. Esevidente. ¿Qué presupuesto de su investigación dedica a la divulgación? Está en el presupuesto.Parte de la base de que hay un porcentaje que se va a dedicar a eso. Nadie se plantea ese tipo decosas. A fin de cuentas, esperamos hacer que la divulgación española sea normal.»

Pero, además de las ventajas colectivas, existen otras individuales directas. Que los inves-tigadores sean conocidos y obtengan el reconocimiento social que tanto reclaman sólo seráposible con su decidida implicación personal en estas tareas. Existen suficientes ejemplos deinvestigadores cuyo carisma para la comunicación y el interés de su trabajo les ha permitido unapresencia en los medios y, como consecuencia, obtener fondos para su investigación.

Algo que sí entiende cualquier científico es todo lo que se relaciona con su prestigio per-sonal; incluso, aunque sea colateral, con el prestigio popular. Por ejemplo, si preguntamos quiénfue el descubridor de la penicilina, todo el mundo contestará que Alexander Fleming, cuandoen realidad las propiedades descubiertas por Fleming en el Penicillium quedaron paralizadas en1929 hasta que en 1939, Florey y Chain prosiguieron las investigaciones y lograron el aislamien-to y la deshidratación de la penicilina. Los tres obtuvieron el Premio Nobel en 1945, pero en lacultura de los ciudadanos sólo existe Fleming. Y siguiendo con otro ejemplo, si volvemos a pre-guntar quién fue la primera persona que aclaró la caída de los graves, los encuestados nos diránque Galileo, pero parece ser que en realidad fue el desconocido español Domingo de Soto,durante el curso escolar 1522-1523. (Artículo titulado «El enigma de Domingo de Soto», enFernández-Rañada, 1999).

Sólo por citar un tercer caso. Alexander Graham Bell ha pasado a la historia como eldescubridor del teléfono. La verdad es muy distinta. Como se reconoció en una resolución delcongreso de los Estados Unidos, un desconocido inmigrante italiano, Antonio Meucci, mostrósu teléfono (teletrófono, como él lo denominó) públicamente en Nueva York en 1860, es decir,dieciséis años antes de que Bell lo patentase. El hecho es que Meucci se limitó a presentar lospapeles de su invento a la compañía Western Union, pero entre sus dificultades para manejar elidioma y la imposibilidad de pagar los pocos dólares que costaba la patente, además del nuloapoyo que encontró en las autoridades competentes, le fue del todo imposible defenderse delrobo de su invento por parte de Bell. Meucci murió en la miseria y en el anonimato mientrasBell se llevaba toda la gloria.

17.2. Cómo ganarse a los investigadores

En primer lugar, situando los límites de la divulgación en sus justos términos. «La divul-gación de la ciencia, no es ciencia, suelen decir los científicos más reacios. Strictu sensu, esto estan cierto como lo es el que la harina ya no es el trigo. La divulgación de la ciencia genera unproducto, la ciencia divulgada, que es una nueva realidad a la que no cabe aplicar el rigor con-ceptual de la ciencia original. Esa nueva realidad, ese producto ya elaborado, si está bien hecho,permite al hombre de la calle entender (digerir) las cosas según su nivel cultural e intelectual.Por consiguiente, el científico no debe pretender del comunicador el mismo grado de exigenciaterminológica que él utiliza. Su connatural percepción de lo abstracto debe reservarla para ladifusión profesional de los conocimientos originales.» (Martínez Sáez, 2002).

En segundo lugar, hay que hacer las cosas bien. El trabajo del departamento, sin olvidar-se de la comunicación institucional, debe volcarse a su vez en el trabajo y en los resultados delos investigadores. Un centro es lo que son sus investigadores y tecnólogos. Su trabajo es lo másimportante. El centro como tal (infraestructuras, nuevas instalaciones y equipamientos, apertu-ra de líneas de investigación, nuevos proyectos instrumentales, etc.) puede ser motivo tambiénde continuas noticias. Pero sólo son instrumentos para que los científicos puedan trabajar. Elcentro es una organización para posibilitar, facilitar e impulsar la actividad investigadora de suscientíficos y tecnólogos agrupados en torno a los proyectos de investigación.

La del DCED es una tarea lenta y no libre de contrariedades, por lo que debe mantenery acrecentar su prestigio a base de su actividad del día a día y en acciones concretas bien plani-ficadas y ejecutadas. El departamento, frente a los científicos, debe tener las siguientes actitu-des:

• Garantizarles la necesaria dosis de rigor en las informaciones que se emitan.• Pedirles disculpas por los fallos de los medios de comunicación aunque el departa-

mento nada tenga que ver con ellos.

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• Hacerles ver que, en un mundo de mensajes, el lenguaje (terminología, metáforas,imágenes, etc.) tiene una gran importancia, para lo cual una buena solución sería pac-tar con ellos esa manera de expresar conceptos y novedades.

• Respetar escrupulosamente los embargos impuestos por las publicaciones científicasy técnicas a los autores.

• Respetar también los pactos que hayan establecido los investigadores con sus cole-gas de otros centros, cuando los resultados obtenidos sean fruto de una colaboraciónentre diversas instituciones científicas.

• Interesarse no sólo por los proyectos más comunicativos y vistosos, sino también porlos más reservados, poniendo especial interés y esfuerzo en airear investigacionesque, por ser singularmente teóricas, resultan más complicadas de difundir.

• Procurar medios económicos para pagar algunas de las tareas de divulgación en lasque se implican los científicos por su cuenta.

17.3. El investigador principal (IP) como objetivo

Ganarse al investigador principal (IP) o al ingeniero jefe de cada proyecto es un buencamino para estar bien informado. Su liderazgo y responsabilidad en la gestión del trabajo lelleva a conocer en detalle la progresión del mismo y el papel de cada uno de los integrantes delgrupo. También puede informar sobre las reuniones científicas, publicaciones, etc., relacionadascon su materia; y, desde luego, puede ser un buen aliado para hacerse con las imágenes, diseños,gráficos, etc., que puedan servir de soporte a la información difundida.

En ocasiones, el Plan Nacional de I+D+i contempla fondos ligados a los proyectos quefinancia para divulgar los resultados. Estos fondos asignados son, en principio, manejados por elinvestigador principal del proyecto. Para un centro, esto, que objetivamente es muy ventajoso,podría traer consigo un cierto descontrol si cada IP comenzase a organizar por su cuenta lasactividades de divulgación. Conociendo el espíritu ácrata de muchos investigadores, convieneque el departamento, como instrumento profesionalizado, establezca con los IP las estrategiasmás adecuadas y trace un programa concreto para la divulgación del proyecto en cuestión, den-tro siempre del plan de actuación del centro en materia de comunicación. El trato debe incluirlas reglas del juego para su coordinación y control.

17.4. «Tengo un resultado, ¿qué hacer con él?»

Si conseguimos que un investigador acuda al departamento y nos diga eso, habremoslogrado lo más importante. Al principio, ese comportamiento será la excepción. A los investiga-dores implicados en un resultado puntero sólo les urge publicarlo en la revista de mayor pres-

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tigio de la especialidad y que nadie se les adelante. Los pisotones en ciencia no son algo tanexcepcional y ya se han comentado algunos casos en los que se ha informado a la prensa sobreun resultado de investigación antes de que apareciese en la publicación científica. Es una formade garantizar la autoría del descubrimiento frente a sus competidores; es decir, ganar la batallade la opinión pública antes incluso que la profesional.

El departamento de comunicación debe tener todo suficientemente cocinado para que,al levantarse el embargo impuesto por la publicación científica, el resultado llegue cuanto antesal gran público. Sería muy grave romper la confidencialidad que habitualmente imponen laspublicaciones científicas puesto que podrían llegar a anular la publicación del trabajo si salieseantes a la luz pública. Algunas revistas, como Nature, han instituido el sistema de emitir a losmedios de comunicación, bajo embargo, resúmenes de prensa de los trabajos más llamativosque aparecerán en su próximo número. La visibilidad que permite este sistema, unida al presti-gio de la publicación, justifican el que muchos investigadores hoy en día valoren tanto publicaren Nature.

No obstante, se han levantado muchas voces para denunciar, por un lado, la manera dehacerse publicidad y, por otro, las cantidades significativas que cobran las revistas más prestigio-sas a los científicos que quieren publicar en ellas. Aunque estas cantidades suelan ser asumidaspor el centro, no dejan de ser un impuesto extracientífico, por otra parte muy discutible, en lamedida en que quien impone esta condición aparenta interesarle tanto la calidad de los traba-jos como que lleguen con el pan bajo el brazo. Otras voces denuncian sencillamente la excesivatiranía y control que ejercen estas publicaciones al erigirse en árbitros de lo que es científica-mente válido y lo que no.

«La rebelión de los científicos va más allá. Promueven a nivel mundial una campaña deboicoteo a aquellas revistas que no liberen en la Red todos los artículos a los seis meses de supublicación en exclusiva. La polémica lleva meses encendida y alimentando foros abiertos enprestigiosas publicaciones como la británica Nature. Por ejemplo, suscribirse a esta revista cues-ta unos 190 euros anuales a un particular y 590 euros a una institución. Un departamento inves-tigador requiere varias como ésta. En diez años, el precio de algunas suscripciones, necesariaspara laboratorios o universidades, ha subido hasta un 150%. Quienes, por su calidad, consiguenincluir uno de sus trabajos en las revistas especializadas no cobran por ello. Pagan, eso sí, algu-nos costes de edición, que pueden superar los 2.500 euros en algún caso. Tampoco cobran loscientíficos por revisar los manuscritos pendientes de publicación de otros colegas, el sistemaestablecido para el control de calidad.» (Argos, 2001).

Este clima está propiciando el desarrollo de publicaciones por la Red, mucho más abier-tas a la comunidad científica y sin apenas costos. En este sentido, habrá que estar al tanto de laevolución de las fuentes para nuestras acciones de comunicación científica.

Si queremos estar preparados para lanzar la noticia en el momento adecuado, los pasosa dar antes de que el resultado aparezca en la revista científica son básicamente los siguientes:

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• Recabar toda la información (del investigador principal y de los otros científicos ytecnólogos implicados).

• Analizar su importancia (novedad, consecuencias científicas y técnicas, aplicacionespara las empresas si las hubiese, etc.).

• Estudiar el tratamiento informativo más adecuado (nota de prensa, entrevista, repor-taje, etc., y el tipo de medios a los que seguro puede interesar, así como su tratamien-to en la web, boletines digitales, etc.

• Valorar las imágenes ligadas a los resultados.• Ver el tratamiento específico que cabe dar para las cadenas de televisión:

— seleccionar imágenes, de manera singular si son en movimiento o pueden permitir unmontaje sobre imagen fija;

— generar las simulaciones 2D y 3D necesarias que pueden ayudar a convertir esosresultados en productos informativos interesantes y digeribles.

• Redactar el comunicado de prensa (contrastar con el científico implicado).• Distribuir el comunicado y las imágenes a agencias, periódicos, radios, televisiones

(acompañando copias en formato betacam o enviando las imágenes por la Red) y allistado de periodistas científicos.

Es el investigador quien debe calibrar y decidir el momento más oportuno para dar a luzsu resultado y más si es espectacular. El departamento debe aconsejar pero nunca actuar por sucuenta y al margen de los científicos, por oportuno y conveniente que ello le parezca.

17.5. Personalidad del DCED

Para cumplir sus objetivos, el departamento tiene que mantenerse al margen de las pre-siones internas y externas que, sin duda, habrá de sufrir.

De una parte, el DCED no es, ni debe convertirse nunca, en un instrumento manipula-do por los investigadores, y menos aún por la dirección. Aunque sea una estructura al serviciode todos, necesita proteger la objetividad y mantener una distancia para, con personalidad, apli-car sus propios criterios, tanto en las materias que hay que dar a conocer como en la eleccióndel momento y en los términos en que debe hacerse.

El responsable del departamento tiene unas funciones que cumplir, les guste o no a loscientíficos. Es, junto con su equipo, quien conoce las técnicas y los medios para comunicar. Porello cuando, por ejemplo, hablamos de pactar el lenguaje contenido en una información (porejemplo, un titular), no nos referimos necesariamente a plegarse a lo que piensen los científicossobre el particular. La comunicación es una materia sobre la que todos nos creemos con dere-cho a opinar. El departamento necesita lograr el punto de equilibrio necesario. Los investigado-

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res se sienten, y con razón, propietarios del producto que vamos a ofrecer, pero con frecuenciaextrapolan esa realidad para fiscalizar, si se les deja, todos los pasos encaminados a transformarsu conocimiento en un producto inteligible. Hay que hacerles ver que ellos no son los expertospara hacer el mejor trabajo en tal sentido. El departamento tiene que ser capaz de establecer elpunto de encuentro entre el respeto que merece el científico, cuando desea conservar un sufi-ciente nivel de rigor para su trabajo, y el derecho del público a que se le explique adecuadamen-te un avance científico inasequible en origen para sus conocimientos.

En todo caso, el departamento debe defender también a los científicos de los atropellos deun tipo de periodista que confunde la divulgación con una frívola trivialización. Vladimir deSemir, periodista y director del Observatorio de la Comunicación Científica de la UniversidadPompeu Fabra, exponía: «Quizás al mundo del periodismo científico y médico le convenga refle-xionar sobre la anécdota que se cuenta del famoso físico Richard Feynman. Un periodista le instóen una ocasión a que le resumiera en pocas palabras las investigaciones que le habían llevado aobtener el Premio Nobel, y Feynman no dudó en contestar: “Si yo pudiera explicarle mis trabajosen dos minutos, seguro que no me hubiera merecido el Premio Nobel.”». (de Semir, 2003).

Ganarse a los investigadores significa inculcarles también el respeto al trabajo y lamanera de hacer de los profesionales del departamento, haciéndoles ver que la ciencia divulga-da ya no es la ciencia original, sino un producto diferente que pretende explicar la idea inicialcon conceptos asequibles y niveles más bajos de abstracción. Por ello, es tan frecuente tener querecurrir a explicaciones y metáforas que ayuden a entender el mensaje inicial.

Claro está que todo tiene ciertos límites y éstos no son fáciles de situar. Algunos cientí-ficos hacen llamadas de atención sobre el uso de estas herramientas explicativas, especialmen-te cuando tienen fácil arraigo por su fuerza expresiva. «Ejemplos del uso de metáforas pocoafortunadas cuyo origen está en las interacciones sociales humanas son muy comunes en todoslos campos de la ciencia y son creadas tanto por los científicos como por los medios de divulga-ción científica. Así se habla de especies invasoras, células como fábricas, colesterol bueno, explo-sión demográfica, el espacio es tiempo, o el libro de la vida. Todas ellas, y desde un punto de vistacientífico, son cuestionables.» Y añade: «Es más que probable que la necesidad de obtener fon-dos esté detrás del uso de este lenguaje, asistiéndose a un perfil cada vez más agresivo del cien-tífico como relaciones públicas.» (Pozo, 2004).

Estamos, pues, entre la espada y la pared. Con la divulgación se ofrece un conocimientodiferente, sujeto a otras reglas, eso no es, necesariamente, faltar al rigor. La divulgación tiene tam-bién el suyo. De poco nos sirve ser rigurosos al máximo si el mensaje original no es entendido enabsoluto. Sólo cabe, pues, traducir de la mejor manera los conocimientos al lenguaje de la calley formar poco a poco a los destinatarios para que sean capaces de asimilar un mayor grado derigor. Cuando se utilicen metáforas, además de elegirlas bien, siempre se puede advertir de quesólo son metáforas. Si no utilizamos esas u otras muletillas, lo que el receptor entenderá, en casode que entienda algo, será algo mucho más alejado de la idea original que lo que le estemos ofre-

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ciendo con nuestras metáforas. Como decía el Nobel de Química Roald Hoffmann, «a veces lasmetáforas explican la naturaleza mejor que las ecuaciones». (Carbajo, 1999).

Así las cosas, conviene desarrollar una gran paciencia y profesionalidad para convertirlos largos y pesados ladrillos científicos, del todo infumables para el ciudadano corriente, en tex-tos digeribles.

Poco a poco se debe animar a los investigadores a no sentirse cómplices de una banali-zación por el hecho de divulgar, aprendiendo a confiar en el departamento de la misma mane-ra que un empresario comprende que el marketing y la publicidad de sus productos debenencargarse a los buenos profesionales del gremio.

17.6. Descubrir y lanzar científicos estrella

«España necesita un Premio Nobel. Pero no uno de Literatura, que de ésos ya tenemosalgunos estupendos y recientes que nos recuerdan, aunque sea de vez en cuando, lo bien que senos da la creación artística. Necesitamos con urgencia un Nobel de Física, de Química o, comomucho, de Medicina. Del de Cajal hace mucho tiempo y el de Ochoa se lo ganó en EstadosUnidos.» (Gómez-Romero, 2000).

La ciencia española, necesita también científicos estrella. Eso, al menos, es lo que reclamanalgunos profesionales de los medios de comunicación que escriben de ciencia. Investigadores queno sólo hagan ciencia de muy alta calidad, sino que la sepan comunicar. Científicos que tenganatractivo personal para el público, que sepan cautivar en sus intervenciones, que queden bien antelas cámaras.

Lo cierto es que quizás tengamos más científicos estrella de lo que pensamos. Pero hayque identificarlos, sacudir nuestros complejos de que todo lo de fuera es mejor, e invertir enellos. A veces los tenemos junto a nosotros y es tarea del Departamento descubrirlos para lacomunicación y hacer un marketing interesando a los medios para que los descubran, conozcany aprecien. La experiencia y el contacto con la prensa hará que adquieran tablas y, con el tiem-po, ya no será necesario insistir en esta promoción porque serán los propios medios los que sedirijan a ellos cuando surja la ocasión.

Más adelante (séptima parte) se vuelve sobre esta necesidad de preparar a los científi-cos y tecnólogos para que comuniquen mejor.

17.7. Airear también a los autistas

Además de los proyectos e investigadores con potencial para el estrellato, suele haberuna investigación callada, menos llamativa, que resulta difícil de vender. Ya hemos hablado deella y de la necesidad de sacarla a la luz. Lo habitual es que surja del trabajo de algunos de los

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científicos más teóricos que suelen mostrar un marcado desinterés por el mundo exterior. Ellono quiere decir que no estén implicados en una investigación de enorme interés tanto para elcentro como para la ciencia universal. A veces son las convicciones personales las que los aíslande toda actividad comunicadora. Otras, la fusión entre su peculiar manera de ser y el carácterteórico de sus investigaciones la que desemboca en un hermetismo difícil de romper, porque, enocasiones, parece existir una correlación entre el carácter personal del científico y la materiaabstracta a la que se dedica. En nuestro caso lo que importa es el hecho de que los grandesimpulsos de la ciencia provienen de esas ideas teóricas que han cambiado la manera de enten-der el Universo y todo lo que en él habita, por lo que estas investigaciones, y los científicos quelas llevan a cabo, suponen para el departamento un desafío de singular interés.

Insistiendo en algo ya apuntado, si se analizan las informaciones emitidas por el depar-tamento a lo largo de un año, podremos observar que, muy probablemente, sólo un reducidonúmero de hechos y proyectos han acaparado la mayoría de los comunicados. de manera natu-ral, el propio departamento tiende a dar a conocer lo más llamativo, aquellos progresos o acti-vidades científicas que encuentran mejor acogida en la prensa. De manera inconsciente, eldepartamento se hace más permeable a los trabajos de los investigadores que dan más facilida-des y que se prestan más fácilmente a ser fuente de información. También ocurre que los pro-pios medios dan una mayor repercusión a las noticias llamativas, que tienen gran sabor popu-lar, aunque científicamente tengan muy poco interés.

Por todo ello, una de las misiones del departamento es sentarse a estudiar cómo se puedehablar también de esos científicos callados y de las investigaciones fundamentales en las quetrabajan, sabiendo de antemano que será mucho más complicado «noticiar» este producto yextraer informaciones de actualidad.

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18.1. Llegar al público a través de los medios de comunicación

El primer gran desafío externo para el departamento lo constituyen los medios decomunicación de masas. Son puentes de conexión imprescindibles entre el centro y los grandessectores de la sociedad. No conectar bien informativamente con los medios equivale a dañarun canal de comunicación insustituible para llegar a los núcleos del público que más nos inte-resan.

En la descripción del proceso de la comunicación (apartado 3.4) hemos hablado, engeneral, de los medios de comunicación de masas y de su papel y capacidad como vehículos parala transmisión de los mensajes científicos. Aquí se analiza con más detalle la situación y el tra-bajo del departamento en relación con la prensa.

Aunque pensemos que, en líneas generales, los medios podrían hacer más en pro de ladifusión científica y tecnológica, la actitud más rentable es reconocer su poder y sus posibilida-des, y analizar objetivamente los motivos por los que las relaciones gabinetes-medios de comu-nicación de masas no resultan tantas veces del todo satisfactorias.

Si hablar de la sociedad es referirse a una abstracción, algo similar ocurre cuando trata-mos de los medios. Cada colectivo mediático (agencias, periódicos, semanarios, cadenas de radioy de televisión, revistas de divulgación o de curiosidad científica, revistas de información gene-ral, diarios electrónicos, etc.) tiene sus peculiaridades; y dentro de cada grupo las diferenciasentre unos y otros son abismales cuando se trata de hacer llegar nuestros mensajes a sus lecto-res o audiencias. Interesa, por tanto, tener una idea bastante precisa de cómo funcionan losmedios en relación con las noticias científico-técnicas que les llegan, y saber el crédito que pue-den merecer. También debemos ser conscientes de los problemas (objetivos y subjetivos) quedificultan su papel de receptores en primer término, y de generadores y transmisores de infor-mación posterior.

Algunos datos establecen la importancia de los diferentes medios en relación con el con-sumo de información científica.

En el ya citado artículo de Vladimir de Semir (2003), se recogen los datos del Eurobarómetrode 2001, «Europeos, ciencia y tecnología». Según este estudio, las fuentes (no excluyentes entre sí)sobre temas científicos para los ciudadanos de la UE eran:

18. Desafíos externos

Y refiriéndose a la situación de España, de Semir comenta: «El Estudio General deMedios, además de confirmar la abrumadora influencia de la televisión, afirma que en Españadel total de lectores de revistas existen, aproximadamente, 5,5 millones de personas que com-pran específicamente revistas de divulgación, y el número puede aumentar hasta 7,5 millonesde personas si se incluyen las revistas especializadas en ordenadores e Internet».

Otro dato esclarecedor que ofrece el autor es que, «según un análisis de la revista Consumerlos telediarios españoles dedican en promedio el 45% de su tiempo a deportes y política —casi enpartes iguales—, y sólo un 3,1% a la sanidad, un 2,3% al medio ambiente, y un 2,1 % a la ciencia».

18.1.1. Tras el telón de los medios

Los medios de comunicación de masas son sólo la parte visible de unas empresas de comu-nicación, de las que no vamos a hablar, y de un público al que sí queremos llegar.Tras cada medio,cabecera y programa hay un colectivo que lo consume y que, por ello, le da sentido y lo mantiene.Podemos entender, por tanto, que cada medio tiene, de hecho, un contrato con su público, al queintenta satisfacer, proporcionándole lo que se supone que espera de él cuando lo compra o lo sin-toniza. De alguna forma, los medios se convierten en representantes de sus audiencias.

«Cada medio de comunicación, si sus condiciones se aprovechan adecuadamente, reve-la y comunica un aspecto único de la realidad, de la verdad. Cada uno de ellos ofrece una pers-pectiva diferente, una forma de ver, una dimensión de la realidad que de otro modo se oculta.»(Carpenter y McLuhan, 1968).

Por su parte, el medio influye poderosamente en sus representados, a los que procuramodelar no sólo en sus criterios, sino también en la manera de enfrentarse a los mensajes, enten-derlos y asimilarlos.

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Televisión 60,3%

Prensa 37,0 %

Radio 27,3 %

Escuela y universidad 22,3 %

Revistas científicas 20,1 %

Internet 16,7 %

«Cuando leemos, otra persona piensa por nosotros: nosotros no hacemos más que repe-tir su proceso mental. La mayor parte del trabajo del pensamiento lo hace otro para nosotros....Cuando leemos, nuestra mente no es más que el terreno de juego de las ideas de otro.» Y enotro pasaje: «Cada canal de comunicación codifica la realidad de modo diferente e influye engrado sorprendente en el contenido del mensaje comunicado.» (Carpenter y McLuhan, 1968).

Estas citas revelan hasta qué punto, desde nuestro departamento, dependemos de losmedios de comunicación: primero, para llegar a su público (que es también el nuestro) y, des-pués, para que nuestros mensajes vayan envueltos en el embalaje adecuado.

Cada medio no sólo conforma a sus consumidores, sino que, después de un tiempo, losconvierte en adictos, de forma que parece que les falta algo si un día no consiguen su periódicohabitual o, si no, pueden ver o escuchar el programa de televisión o la tertulia política de la radioque los tiene enganchados.

En resumen, sólo sabiendo utilizar cada medio podremos llegar a su audiencia. Ello impli-ca conocer bien su estilo y el tratamiento informativo con que cada medio se dirige a su público.

Para concluir, habremos de reconocer la difícil situación de los medios de comunicaciónfrente a su responsabilidad: por un lado, deben dar a sus consumidores lo que les piden, porquede ellos viven; por otro, deben orientar esa demanda de manera correcta. Por nuestra parte,somos libres de reclamar de los medios un mayor esfuerzo global para crear ese interés por laciencia que, según sus responsables, parece no existir.

18.1.2. Relaciones entre los gabinetes de comunicación y los medios de comunicación

Puesto que nos movemos en este entorno, conviene decir que, en general, las relacionesde los gabinetes de prensa con los medios de comunicación no son todo lo buenas y fluidas quepodrían ser. Analizar el ambiente que rodea estas relaciones y hacerlo desde ambos puntos devista y de manera realista puede ser de interés, puesto que afecta a cómo los medios recibiránnuestros mensajes.

Desconfianza de los medios hacia los gabinetes de comunicación

«Que sean necesarios no quiere decir, sin embargo, que su grado de aceptación sea total.La mayoría de los periodistas estima que los gabinetes de comunicación son fuente necesariapero interesada de información. Un tercio de los encuestados es además especialmente críticohacia el poder que están adquiriendo estos Gabinetes, cuyo trabajo llegan a considerarlo comoperjudicial. No se fían de sus informaciones y consideran excesiva su presencia en los medios.»(Ramírez, 1995).

En nuestro campo, a esta desconfianza global se suma el recelo que suscita el gran núme-ro de comunicados emitidos desde empresas que hacen investigación finalista, dada su lógica

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tendencia a acudir a los medios para publicitar sus resultados. El volumen de ingresos quepuede suponer una eficaz comunicación sobre estos logros favorece unas prácticas informativasexcesivamente agresivas y comerciales. Con tanto ruido no es fácil, en opinión de los propiosmedios, separar el mineral de la ganga.

No nos debe extrañar, por tanto, que los responsables de ciencia de los medios comul-guen con sus colegas de otras secciones en esta postura de desconfianza general hacia los gabi-netes de prensa. Aun así, y aunque sea cierto que toda comunicación pretende lograr un efectointeresado y favorable para el comunicante (H. D. Lasswell), ello no tendría por qué desembo-car necesariamente en una falta de objetividad en la información emitida.

Bazas a favor de la comunicación científica

Por nuestra parte, tenemos cartas suficientes para jugar sin complejos: la ciencia es unproducto constatable y nada subjetivo. Sin juzgar en absoluto la intencionalidad y actitud deotro tipo de gabinetes, como los ligados a ministerios, ciertas empresas, grandes grupos financie-ros, organizaciones sindicales, partidos políticos, etc., es más presumible la objetividad en loscomunicados científicos puesto que, por lo general, surgen de trabajos publicados previamenteen revistas profesionales con árbitros. Además, los resultados y los experimentos u observacio-nes en los que se fundamentan pueden ser constatados por otros grupos de investigación.Mientras, por ejemplo, presenciamos discrepancias tan llamativas como pueriles entre los datosque ofrecen un Gobierno y los sindicatos acerca del seguimiento de una huelga general, son aúnverdaderamente raros los casos de resultados engañosos registrados en el campo de la cienciay, más bien pronto que tarde, son denunciados desde el propio mundo científico.

Existe, además, otra diferencia significativa entre los logros de un centro de investiga-ción o de una universidad y los de un laboratorio farmacéutico, por poner un ejemplo. Son loscientíficos, más que el centro, quienes se sienten autores y propietarios de sus avances. Sushallazgos son el fruto de su trabajo en equipo. Los artículos son firmados no sólo por el inves-tigador principal, sino por todos y cada uno de los integrantes del grupo de investigación; ynacen y salen a la luz, por tanto, encarnados en sus autores que tienen nombres, apellidos y unhistorial científico. Poco margen queda, pues, para la propaganda institucional en los comunica-dos, salvo el orgullo del centro.

Por el contrario, las nuevas tecnologías e innovaciones que consiguen las empresas semuestran como logros de esas entidades. Sus resultados no tienen rostro. Los frutos de lainvestigación, la tecnología aplicada o la innovación de una empresa son considerados propie-dad exclusiva de la misma que es la que ha invertido en su búsqueda. Lo que interesa a laempresa no es tanto dar a conocer a los autores, sino el lanzamiento del producto final y susbondades. No es de extrañar que sus comunicados publiciten especialmente la marca que loha hecho posible.

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Mejorar las relaciones gabinetes-medios, un bien para todos

Merece la pena invertir en puentes para un mutuo entendimiento, por lo que primerohay que reconocer cómo está la situación. Los medios de comunicación están saturados deinformación, la investigación científica y tecnológica crece de manera exponencial y resultaimposible a los periodistas, incluso a los especializados, tener conocimientos y criterio para pro-ceder a una rigurosa selección de las noticias que reciben. «En ocasiones no sabemos si estamosante el hallazgo de un genio o ante un loco», comentaba un periodista científico refiriéndose aalgunos comunicados que llegan a las redacciones. Además, la obsesión por ser los primeros endar la noticia reduce el tiempo disponible para contrastar la información que les llega o averi-guar lo que hacen nuestros investigadores sobre esas mismas materias.

El primer paso sería comprender, por ambas partes, que gabinetes y periodistas cien-tíficos estamos en el mismo barco y debemos remar en la misma dirección. El departamentode comunicación de un centro de investigación es, de hecho, una longa manus, una delegaciónfuncional de los medios en el centro que les permite llegar donde ellos nunca podrían hacer-lo. Con los departamentos de comunicación los medios disponen de una herramienta excelen-te para buscar y extraer materiales informativos de investigadores y resultados científicos ytecnológicos que les serían del todo inaccesibles de forma directa. En definitiva, gracias a esosdepartamentos, los profesionales de los medios multiplican su tiempo disponible y puedenpermanecer a la espera de noticias para seleccionar aquellas que les parezcan de mayor inte-rés.

18.1.3. El departamento de comunicación, ediciones y divulgación (DCED):objetivos claros y buenas relaciones

Los medios de comunicación no son instrumentos a nuestro servicio ni están obligadosa informar sobre aquello que a nosotros nos parezca interesante para sus lectores o audiencias.Pensar lo contrario es comenzar con mal pie.

Si queremos que todo funcione, nuestra postura debe ser crear y desarrollar un depar-tamento altamente especializado al servicio del centro, de sus investigadores y tecnólogos (fun-ción interna), pero orientado también a las necesidades de los medios de comunicación (funciónexterna).

Dicho esto, habremos de convenir en que, si ya es difícil despertar el interés del públicopor los avances científicos, mucho más lo es cuando hemos de utilizar agentes interpuestos cuyointerés por estas materias es sólo relativo. Si no logramos interesar previamente a los medios,difícilmente estaremos presentes en ellos y, consecuentemente, no existiremos para sus consu-midores, que no tendrán la oportunidad de ser nuestros aliados. El mensaje muere con la infor-mación no publicada.

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El gran mercado de la información está plagado de auténticas máquinas profesionalesde la comunicación que inundan agencias y redacciones con materiales de gran interés, al menosaparentemente. Ocurre además, y no es de extrañar, que ante noticias importantes y de rabiosaactualidad, el espacio reservado a la ciencia se vea reducido en pro de otras secciones.

Ante este panorama, analicemos algunos puntos que pueden ayudarnos a desarrollarcorrectamente nuestra tarea.

18.2. Cómo colaborar con los medios

No es objeto de este documento insistir en cuestiones suficientemente tratadas por losteóricos y profesionales de la comunicación que hablan en general de los gabinetes de lasempresas u otro tipo de organizaciones. Por consiguiente, si nos referimos aquí, por ejemplo, aaspectos de la comunicación institucional, lo hacemos asumiendo las recomendaciones de esosmanuales y con la intención de acentuar sólo aquellos aspectos que son privativos de centros deciencia (y de tecnología) dadas sus particularidades para la comunicación.

18.2.1. El agente doble

El departamento necesita ser, simultáneamente, valedor de los intereses de los mediosfrente al centro y los investigadores, y los representantes del centro frente a los medios. Eneste necesario doble papel a jugar, resulta de gran valor que sepa recoger y trasladar al cen-tro el interés y la visión de las redacciones que se erigen, con o sin razón, en representantesde sus audiencias.

Este doble juego sólo funciona si el departamento acepta su verdadero papel y no pre-tende, por ejemplo, convertirse en el protagonista e intermediario obligatorio de este flujo yreflujo de información e intereses.

Nuestro trabajo es convencer a científicos y tecnólogos de cómo informar de sus traba-jos para que tengan interés y cabida en los medios. Hacerles ver el carácter decisivo del factoractualidad, por ejemplo, y buscar en el resultado científico aquellos rasgos que puedan intere-sar a un público no experto, como son los posibles beneficios para el bienestar de los ciudada-nos o las repercusiones que pueda tener en el tejido productivo. Estas llamadas al plano prácti-co no son tarea fácil, por lo que ya hemos hablado del largo plazo que necesita la investigaciónbásica para su aplicación práctica. Esa rabiosa actualidad, que exige de los medios cambiar lostitulares en pocas horas, se contradice con el tempus de la labor investigadora fundamental. Porotro lado, la idea de que sólo lo extraordinario, lo novedoso o la catástrofe sean noticia tampo-co facilita las cosas. Como es algo que no podremos cambiar, será mejor que contemos con ello.La misión Apolo XIII sólo fue noticia cuando en la sala de control se escuchó el célebre men-saje: «Houston, tenemos un problema».

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18.2.2. Dificultades para interesar a los medios en la actividad del centro

De la mano de la comunicación, retomamos aquí las dificultades para que los mediosse interesen por un centro investigador en ciencia fundamental. «¿Qué hacen ustedes?»«¿Para qué sirve investigar en tal o cual materia?» Interesar a los medios de comunicación enlo que hace el centro es llamar su atención sobre la importancia de la rama de la ciencia a laque se dedica. En líneas generales, nos resulta más fácil explicar aquello que nos es más pró-ximo. Las innovaciones tecnológicas resuelven problemas concretos o aumentan nuestra cali-dad de vida. Además, utilizamos los productos que las incorporan. Ello hace que nos intere-sen más y estemos dispuestos no sólo a pagar por su disfrute, sino a aumentar nuestro cono-cimiento sobre ellas.

Sin embargo, la ciencia básica, aunque sea el fundamento de la tecnología que permi-te esas innovaciones, es ingrata e incomprensible, razón por la cual resulta más difícil intere-sar a los medios en el trabajo de muchos centros públicos de investigación y en el de gruposuniversitarios que centran su trabajo en materias de carácter fundamental, lejanas a una apli-cación práctica.

Esta realidad hace complicado para el DCED explicar la utilidad global del centro ydescribir su necesidad en la cadena ciencia básica-ciencia aplicada-desarrollo tecnológico-innovación. El departamento debe diseñar estrategias para vender sin complejos el valor de lainvestigación que lleva a cabo y mostrarlo como uno de los mejores servicios que puede pres-tar a la sociedad.

«La investigación científica tiene el gravísimo problema, el gravísimo handicap, de quelos resultados sólo se ven a largo plazo, no son rentables de forma inmediata. (...) Pero lo que síes cierto es que si no investigamos no mejoraremos. En España nos hemos acostumbrado atener un nivel de vida bastante elevado, sin investigación... Es como el que se hace rico de lanoche a la mañana especulando con el suelo y no ve la necesidad de ir a la universidad, de tra-bajar. Estamos haciendo un país rico, un país de alto nivel, sin base. Y eso nos va a pasar factu-ra más pronto de lo que pensamos.» (Antonio Iglesias, 2001).

Queda sobradamente dicho que la ciencia fundamental es una inversión y una apuestanecesaria y no un lujo inútil. Los centros de investigación científica y muchos grupos universi-tarios constituyen esa apuesta. Es eso lo que hay que saber explicar. La revista Science, al hablarde cuestiones candentes para el año 2003, señalaba dos asuntos relacionados con el cambio cli-mático y sus efectos: los glaciares de Groenlandia y la Antártida, y las relaciones entre la activi-dad solar y el clima de la Tierra; en sexto lugar situaba el seguimiento de la investigación de laantimateria y, más en concreto, del antihidrógeno.

En el plano de la comunicación, los centros públicos de investigación, universidades y,en general, los grupos de investigación tienen además otra desventaja: en nuestro mundo sóloel éxito es noticia. Los fracasos, los caminos sin salida, aunque sean tan necesarios para el avan-

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ce como los exitosos, no interesan a nadie. Son, sin embargo, el pan nuestro de la investigación,la componente silenciosa, tan poco brillante como necesaria. Es la vertiente que nunca seránoticia porque nadie quiere conocer el esfuerzo que no recibe recompensa.

18.2.3. Un servicio especializado, rápido y profesional

Los medios tienen que encontrar en el DCED un servicio altamente especializado,capaz de dar respuesta rápida a sus peticiones. Los medios informativos trabajan con prisa, alritmo que marca el cierre de cada número o programa, algo difícil de ser asumido en un ambien-te investigador. El DCED debe estar preparado para dar respuestas asumiendo esta mentali-dad: proporcionar información en clave de actualidad, complementar la información que hayallegado al medio y necesite ser contrastada, facilitar el contacto urgente con un científico espe-cializado en el campo que sea necesario o hacer llegar imágenes que puedan ilustrar un eventoconcreto. Cualquier petición, aunque no sea producto de una comunicación propia, debe seratendida con rapidez y rigor. «Si a las ocho de la tarde te llega una información, de la que nadiesabe de qué va, y no puede encontrarse un científico que la explique, la situación es similar a uncataclismo, ya que no sabes qué hacer. Lo lógico sería no publicarla, ya que no estás seguro, perola publicas y más vale que no aparezcas por la redacción si te equivocas.» (Echevarría de laGándara, 1999).

En ocasiones se ha de alertar a los medios sobre eventos que pueden tener un interéspara el gran público ofreciendo nuestra ayuda y asesoramiento previos: eclipses, tránsitos deplanetas por el Sol, leónidas, máximo acercamiento de Marte, etc., por poner sólo algunos ejem-plos de carácter astronómico.

18.2.4. El rigor, una inversión a largo plazo

El prestigio de un DCED, interno primero y externo después, se basa en el rigor. Eldepartamento es responsable de la veracidad y del rigor de la información que se emite. Si algúninvestigador quisiera utilizarlo para lanzar informaciones no del todo contrastadas o rigurosas,se le debería pedir que lo hiciese a título personal y bajo su responsabilidad, dejando claro a losmedios que se trata de una postura no institucional. No es necesario repetir aquí la actitud quese debe tomar en el caso de que fuese la propia dirección del centro la que quiere utilizar elDCED como instrumento de propaganda.

Los investigadores disponen frecuentemente de páginas particulares que cuelgan de laweb institucional. Deben incluir la advertencia de que sus contenidos, así como las posturascientíficas o de otra índole que contengan, son responsabilidad exclusiva de su editor.Algo simi-lar puede ocurrir con las opiniones y teorías volcadas en entrevistas o artículos que los investi-gadores publiquen en los periódicos y que no representan una toma de postura oficial del cen-

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tro. De todas formas, cuando hablamos de científicos serios y rigurosos, resulta inimaginableque se pueda llegar a alguna situación comprometida para la institución.

No obstante, y puesto que hablamos muy en general, debemos tener en cuenta que elafán por conseguir medios económicos para garantizar una investigación determinada en unfuturo inmediato puede llevar a algunos investigadores a lanzar noticias especialmente llamati-vas. Ya se ha hablado de ello y conviene estar alerta porque ya se atisban los brotes de un inci-piente amarillismo en la comunicación científica que siempre estará reñido con la labor seria yconstante que se exige al mundo científico y al carácter de su información. Ello no es incompa-tible —también queda dicho— con la correcta utilización de muletillas lingüísticas y metáforasque permitan captar la atención o resumir el fondo de la noticia a quienes no conocen el signi-ficado de los conceptos o términos especializados.

18.2.5. De titulares y contenidos

La nota o comunicado de prensa es el instrumento informativo por excelencia. El comu-nicado de prensa contiene exactamente lo que el departamento quiere emitir y lo hace ademáscon el lenguaje exacto que desea utilizar. Su destinatario, la agencia, el medio de comunicacióno el periodista especializado, cuando lo reciba podrá hacer lo que quiera con él: ignorarlo, ree-laborarlo o completarlo. Pero el comunicado es la expresión insustituible de una entidad quecomunica. La información emitida debe ser un material masticado, pero será el medio el quedeberá rumiarlo para hacerlo suyo y darle el estilo final que requiere su público.

Numerosos estudios muestran la manera en que nos fijamos en las cosas, en cómo per-cibimos los colores o si nos fijamos más en el ángulo superior derecho de las páginas imparesdel periódico o en el inferior izquierdo de las pares. Si nuestro comunicado no logra interesaral responsable de la sección del medio, no se publicará o la veremos muy reducida y en un lugarsecundario. Estamos, pues, a expensas de que, una vez aceptada, nuestra información aparezcade manera adecuada.

Al hacer zapping, con el mando a distancia en la mano, irrumpimos muchas veces enprogramas de televisión sin haber asistido a su inicio. El impacto de las primeras imágenespuede captar nuestra atención al instante y engancharnos al programa; en caso contrario, pasa-remos a otro canal. Igual ocurre recorriendo las emisoras de radio. Por el contrario, nadie queesté leyendo el periódico entrará en el contenido de un artículo o noticia sin haber leído pre-viamente su cabecera.

Titular bien una información científica es resolver una ecuación de difícil solución. Algoasí como I = k (Et/Rt), porque se podría afirmar que el interés (I) que despierta la noticia en ellector, además de depender de una constante (k), que indica el interés general de éste por larama de la ciencia sobre la que verse la noticia, es directamente proporcional a la espectacula-ridad del título (Et) e inversamente proporcional al rigor terminológico (Rt) con que dicho titu-

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lar describe su contenido. En definitiva, el poder de captación del titular disminuye en la medi-da en que aumenta el rigor del lenguaje empleado.

El titular, que es la primera toma de contacto con la noticia, puede asustar al lector y ani-marle a pasar página. La solución puede estar en redactar notas con dos profundidades. Entreel titular y la entradilla se puede construir un resumen muy divulgativo que llame suficiente-mente la atención sobre el contenido, invitando al lector a adentrarse en el núcleo duro de lanoticia.

18.2.6. El arte de la repetición

Por si ya tuviésemos pocas dificultades, sabemos que un receptor debe recibir muchosimpactos informativos sobre una misma materia antes de que comience a tomar conciencia desu existencia. La publicidad sabe convertir en arte la reiteración. Marcas complicadas se repitenidentificándolas con imágenes para su mejor asimilación. ¿Cuántas veces habremos tenido quevisualizar y leer el nombre de Arnold Schwarzenegger, antes de identificar al personaje y saberescribir y pronunciar su apellido correctamente?

No podemos pretender que ocurra algo diferente con nuestro vocabulario científico y susignificado. Salvo términos privilegiados por su acogida popular, como agujero negro, big bang,quark, genoma, clonación, etc., habremos de llamar muchas veces la atención y desencadenaruna cierta persistencia terminológica y conceptual antes de lograr resultados positivos, tenien-do en cuenta que, además, contamos con la desventaja del idioma. «El español está en crisis enel mundo de la ciencia. El hecho de que la investigación científica no se encuentre entre las prio-ridades del país es una de las causas principales de este problema, así como la escasa presenciade la lengua como asignatura en las carreras de Ciencia y el poco interés de los investigadorespara buscar términos castellanos equivalentes a los anglosajones.» Con estas palabras,Rosa M. Tristán (2003) resumía una reunión de expertos sobre la crisis del castellano en rela-ción con la ciencia. Según la opinión de José Manuel Sánchez Ron, recogida en el mismo texto,para que el español adquiera presencia, además de convertirnos en productores de conocimien-tos que se bautizarían en nuestro idioma, es imprescindible que la ciencia y la tecnología pene-tren en la cultura de nuestra sociedad. Y como ejemplo baste la palabra SIDA, que en inglés seconoce por sus siglas AIDS; o las siglas del ácido desoxirribonucleico: ADN para nosotros yDNA para los anglosajones.

Así las cosas, producir y hacer llegar noticias científicas y técnicas haciéndolas asequi-bles no es suficiente. Hay que saber insistir tomando siempre motivo de la actualidad. Sólo unainteligente explicación y reiteración puede permitir que se vaya instalando en los ciudadanosesa base terminológica y conceptual que necesitamos introducir.

En resumen, el comunicado de prensa debe interesar por su actualidad, por su contenido ypor su lenguaje. De la misma forma, siempre que sea posible, debe buscar apoyos de interés en la

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vida práctica y ligar los logros científicos a la solución de problemas de nuestra sociedad,a la economía y la innovación. El conocimiento por sí mismo es ciencia descarnada de difícil venta.

Por otra parte, no esperemos que sean las agencias de noticias o los medios de comuni-cación los que hagan el trabajo de traducir los mensajes a un lenguaje coloquial, porque ése esel trabajo del DCED y nadie mejor preparado que este departamento para hacerlo.

18.2.7. Aceptar los accidentes informativos

La información, una vez emitida por el departamento, cobra vida propia en manos de losperiodistas, de las agencias y de los medios. La experiencia dice que, en ocasiones, ocurren ver-daderos accidentes cuyo resultado es difícil de corregir, porque, una vez impresa o emitida, lanoticia no da marcha atrás. En algunos casos, comunicados cuidados en todos sus extremos setransforman inexplicablemente en noticias distorsionadas o erróneas. Es un misterio que nadiesabe explicar. Así, por ejemplo, en un comunicado se explicaba que se iba a instalar en elObservatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos (La Palma, Canarias) el mayor telesco-pio solar del mundo. En la nota se explicaban las características técnicas del telescopio y la acti-vidad científica que se desarrollaría con él. Pues bien, en la noticia impresa publicada por unconocido diario nacional se informaba de que las excelencias de dicho telescopio eran tales que«hasta podría observar el Sol durante la noche». Son accidentes que ocurren y que sirven paraconstatar que la noticia, una vez emitida, puede emprender un camino propio sin que el emisor(y en ocasiones el medio) pueda hacer nada por controlarla.

La misión del departamento es facilitar el trabajo, pero no debe intentar decirle al mediocómo hacer el suyo. El divulgador Matt Ridely achacaba su éxito a un truco: «No hay que serpaternalista con el lector, sino llevarle de la mano hasta las fronteras del conocimiento para queeche un vistazo a lo que hay fuera. La ciencia de vanguardia no trata sobre el conocimiento, sinosobre la ignorancia». Algo así es aplicable al hablar de los medios.

18.2.8. El apoyo gráfico

Siempre que sea posible se deben proporcionar imágenes para ilustrar los contenidos.En ocasiones, son las propias imágenes la causa de la noticia, pero, por lo general, se hacenecesario generar estas imágenes en el ordenador o recurrir al dibujo para ilustrar un des-cubrimiento. Es innecesario insistir en este punto porque sabemos la ayuda que significa unabuena representación gráfica tanto si hablamos del ADN, de la «Cruz de Einstein» o de unfractal.

Una de las funciones del departamento es determinar si las noticias necesitan ese sopor-te gráfico (fotografías, ilustraciones, etc.) para que se comprenda mejor su esencia. Aunque losmedios suelen contar con unos ilustradores excelentes, del centro emisor deben salir las noticias

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ya ilustradas tras mantener un estrecho contacto con los autores de los descubrimientos. ElDCED, junto con los científicos y tecnólogos, son los más adecuados para lograr una buena sim-biosis divulgativa entre la noticia y su explicación gráfica.

18.2.9. Simulaciones en 3D para la televisión

Las televisiones necesitan imágenes (reales o simuladas) en movimiento. En este casoson estas imágenes las que mandan y los textos sirven de apoyo explicativo.

La gran mayoría de las veces no existirán imágenes reales y espectaculares. Por otraparte, dado el ritmo con que se trabaja en la redacción de un medio televisivo y su desconoci-miento sobre estas materias, resulta muy complicado que sea la propia cadena la que realiceesas simulaciones. Por ello, cada día se hace más necesario que el departamento sea capaz degenerar, con calidad profesional, sus animaciones 2D y 3D, sabiendo que en muchos casos vana constituir el núcleo de la información para ser emitida en las televisiones.

En la práctica, dadas las herramientas informáticas que existen en el mercado y que per-miten crear animaciones de suficiente calidad, es cuestión de disponer de la persona que seespecialice dentro del departamento para prestar este servicio. En otros casos se podrán contra-tar externamente los trabajos, ya que previsiblemente su costo se hará más asequible cada díadada la proliferación de empresas y freelance que se dedican a estas tareas. Pero lo fundamen-tal es que quien lleve a cabo las simulaciones trabaje codo con codo con el investigador princi-pal implicado en el descubrimiento para que el resultado sea riguroso.

En ocasiones, también se pueden servir a las televisiones minientrevistas hechas a loscientíficos responsables sobre el logro que estamos difundiendo, para así completar la explica-ción de las imágenes que describen el descubrimiento. Esta es otra razón para disponer de unagrabadora digital de suficiente calidad.

Lo importante es que el centro, siempre que sea posible, cuente con medios humanos einstrumentales para generar las imágenes y simulaciones, con el fin de poderlas proporcionarcon la calidad necesaria y en formato profesional. Un centro con suficiente volumen puedecrear incluso un servicio multimedia para atender las necesidades de los científicos y suminis-trar este servicio también al DCED, concentrando así las inversiones en medios audiovisuales yherramientas de animación digital.

18.2.10. Sobre las ruedas de prensa

Las ruedas de prensa deben ser convocadas únicamente con un motivo excepcional.Imaginemos que el mismo periodista debe enfrentarse, un día cualquiera, a un político, al direc-tor de un hospital con el personal en huelga, a un futbolista recién traspasado y a un eminentecientífico que sólo habla inglés y que se encuentra de paso en nuestro centro, con motivo de un

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congreso. Aunque nuestro ilustre huésped sea candidato al Premio Nobel, ¿no es pedir dema-siado al periodista? Sin embargo, éste no es un caso exagerado cuando hablamos de lugaresdonde los medios de comunicación cuentan con una escasa plantilla y carecen de personas espe-cializadas en ciencia.

Dar la oportunidad a la prensa para que pueda charlar abiertamente con nuestro invita-do es muy atractivo, pero para ello no es necesario convocar una rueda de prensa. Bastará conalertar con antelación de la llegada de este científico, informar suficientemente de la importan-cia de su trabajo y ofrecer la posibilidad de organizar alguna entrevista con quien se interese porhacerla. En todo caso, no debemos exponer a nuestro huésped a una rueda de prensa forzada, ymenos aún si no hemos proporcionado a los participantes una documentación previa que lesoriente sobre la relevancia de su trabajo científico y las preguntas que pueden tener sentido.

Igualmente, si la rueda de prensa tiene lugar con motivo de algún acto, ayudaremosmucho a los representantes de los medios proporcionandoles previamente un comunicado queresuma la razón que ha dado lugar a la convocatoria y una documentación que contenga losdatos más relevantes sobre la materia y los asistentes al acto.

18.2.11. Acceso directo de los informadores a científicos y tecnólogos

Un departamento bien gestionado debe saber desaparecer cuando llega el caso. Nadamás negativo que pretender ser el artista invitado y convertirse en un filtro obligatorio para pro-tagonizar todo contacto entre los medios y los científicos. Es un grave error.

Hay encargados de prensa que entienden su papel como un enlace exclusivo y necesa-rio entre los medios y el centro y sus investigadores, y convierten su misión en un feudo parti-cular pensando que esta actitud les proporciona un importante poder. Si, además, este plantea-miento fuese aceptado y utilizado por la dirección del centro, puede resultar doblemente perni-cioso y crear recelos internos de cierta entidad. A la larga, esa utilización perversa del mecanis-mo de información terminaría saltando por los aires y haciendo un flaco servicio al centro, a ladirección y a los investigadores. La política de comunicación nada tiene que ver con su utiliza-ción partidista por parte de la dirección.

El departamento debe favorecer al máximo que los medios establezcan sus enlacesdirectos con aquellos científicos que les interesan, de tal forma que acudan directamente a elloscon espontaneidad cuando quieran contrastar noticias, ampliar informaciones o conocer su opi-nión acerca de cuestiones de política científica u otros asuntos de interés.

18.2.12. El anuncio humano

Antiguamente el hombre anuncio transitaba lentamente por las calles embutido entredos tablones publicitarios. Hoy lo hacen con pantallas de plasma en la cabeza, en el pecho o la

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espalda. Acontecimientos como una olimpiada se convierten en un mostrador de la últimamoda de las cuatro marcas de ropa deportiva. El auténtico anuncio humano actual es el atleta,el tenista de elite, el jugador de golf que gana uno de los grandes, el futbolista galáctico o el pilo-to de Fórmula 1. La notoriedad les convierte en un escaparate ideal. Ser el mejor, muy bueno osencillamente carismático proporciona un gran valor comercial que confiere un importante acti-vo publicitario. Ser un valioso escaparate humano permite firmar contratos millonarios con lasfirmas de moda, porque ponerse una gorra, utilizar una marca de botas de fútbol, jugar con unospalos de golf o utilizar una raqueta de tenis determinada supone para el patrocinador miles demillones en ventas. Su popularidad, además, hace que la audiencia esté pendiente de todo lo quedicen o hacen. Nada de ellos pasa inadvertido. Interesan y venden.

Este fenómeno, no es exclusivo de deportistas, cantantes o estrellas de la pantalla: sirvetambién para escritores de moda y científicos de prestigio que tienen un cierto calado popular.En ocasiones, el milagro se produce de la noche a la mañana y el personaje da el salto a la noto-riedad tras conseguir un premio que seguramente merecía desde hacía mucho tiempo, tras añosde permanecer en el anonimato. A partir de ese momento, su circunstancia cambia y todo inte-resa de él.

Lograda la popularidad, la audiencia se sitúa en una actitud mucho más receptiva y abresus mentes para escucharlos con entusiasmo. La celebridad de quien habla ilumina el entendi-miento de quien escucha. Hay además científicos que poseen un auténtico don de lenguas. Son,al menos aparentemente, comprendidos con independencia de la dificultad de sus mensajes. Seacual sea el origen de su carisma, lo cierto es que esos pocos, que parecen haber sido tocados poresta gracia especial, son los predilectos de los medios de comunicación y del gran público.

Lejos de llamarnos la atención, o incluso escandalizarnos al constatar que el prodigiologra efectos desproporcionados, nuestro deber es aprovechar al máximo las condiciones y opor-tunidades que, para la comunicación, ofrecen esas personas, y rentabilizar todo su potencialdivulgador. Ellos tendrán multitud de ocasiones de hacer llegar sus ideas (y tal vez las nuestras)al gran público, porque de poco sirve que otros menos conocidos tengan también muchas cosasque decir, si al fin y al cabo no disponen de la oportunidad y del necesario altavoz que presta lanotoriedad. Seguramente ni los medios ni el público les otorgará nunca la suficiente atención.

Al centro le interesa explotar las posibilidades divulgativas de sus científicos estrella ycomunicar así ideas que nunca serían escuchadas en boca de investigadores menos conocidos, ytodo ello en la certeza de que haber llegado a ser populares y tener carisma para la comunica-ción en absoluto supone (como algunos de sus colegas tienden a pensar) merma alguna en sucalidad investigadora. Desde Einstein, que decía que las teorías científicas deberían podersedescribir de forma tan simple que las pudiera entender un niño, hasta Hawking, se pueden citarprimeras figuras a las que les ha interesado, y mucho, la divulgación científica.

Pero estos talentos no son frecuentes. Sin llegar a su nivel, cada centro puede contar concientíficos de prestigio y con gancho popular suficiente para que, promocionados de forma ade-

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cuada y una vez perdido el miedo escénico a las cámaras, puedan lograr un buen impacto en lasaudiencias; y quién sabe si, tal vez algún día, alguno de ellos consiga el Nobel. «No hay nadacomo tener el apoyo de un Premio Nobel para dar peso a nuestras argumentaciones sobre loque sea. La gente tiende a creer que cualquiera que haya recibido un Premio Nobel en cualquierdisciplina está facultado para decir cosas que valgan la pena sobre cualquier tema; este no sueleser el caso, pero hay una gloriosa excepción: Murray». Son palabras del informático CristopherG. Langton hablando del físico teórico Murray Gell-Mann, que expresan la exagerada valora-ción y admiración popular que algunas veces puede producir estar en posesión del Nobel.(Brockman, 1996).

18.2.13. El centro como asesor

Ocurre todos los días que, a través de los teletipos, procedentes de Internet o de lasagencias llegan a los medios noticias fechadas en los lugares más recónditos del planeta sobrellamativos hallazgos científicos. Estas noticias, en ocasiones de apariencia espectacular, irrum-pen en las redacciones y plantean dudas sobre su importancia real y exacto significado. Muchosmedios han pasado ya por la amarga experiencia de hacerse eco de informaciones descabella-das por no haberlas contrastado previamente de manera suficiente. Existe un estado de alertaen los responsables de las secciones de ciencia que desean protegerse de ese incipiente amari-llismo del que hemos hablado.

Por el contrario, en otras ocasiones, dado el prestigio de la fuente (nombre del centro enel que se ha llevado a cabo la investigación, publicación en revista prestigiosa profesional, etc.),no existe ninguna duda sobre la veracidad del hallazgo. En estos casos puede ocurrir que sim-plemente se desee ampliar el contenido del comunicado para saber si a la redacción se le esca-pan aspectos sobre su trascendencia, o conocer si hay científicos nacionales trabajando en lasmismas materias para valorar con exactitud su significado y consecuencias.

Por otra parte, somos exigentes con los medios, tanto con los de información generalcomo con los especializados en divulgación de la ciencia. «Los medios de divulgación científicadeben en lo posible contextualizar la información que proporcionan y no meramente comuni-car unos resultados.» (del Pozo, 2004).

Nadie puede ayudar mejor en esta labor de contextualización y de asesoramiento quelos propios científicos. De esta manera, los centros de investigación son los referentes idóneospara ayudar en las cuestiones que se relacionan con su rama de investigación.

Habitualmente este asesoramiento lo deben proporcionar los científicos de maneradirecta. No obstante, en ocasiones, las consultas pueden ser contestadas de manera inmediata ysatisfactoria por el asesor científico del departamento o, por lo menos, hay que proporcionaruna primera valoración y dirigir los medios a los especialistas en la materia. La figura del ase-sor científico para cuestiones de divulgación (ver el apartado 18.2.13) ofrece también esta face-

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ta externa de sumo interés. Está demostrado que cuanto mayor es la comunicación y la activi-dad divulgativa que despliega un centro también aumenta el efecto retorno que genera en losmedios y en la sociedad misma.

La figura del asesor científico para la divulgación ofrece a los clientes externos la venta-ja de la inmediatez. Su función, además de garantizar el rigor de los productos informativos delcentro, se extiende a desarrollar un auténtico servicio externo de asesoramiento directo ponién-dose a disposición de los medios para aclarar sus dudas más elementales y derivando al espe-cialista más adecuado aquellas consultas que requieran una mayor atención. Es parte de sumisión, además, contestar a las innumerables cartas y llamadas de aficionados y curiosos en lasque plantean sus dudas, teorías y demás. Es una labor trabajosa, pero es también un servicio útilque el centro puede proporcionar a los medios y a la sociedad.

La figura y el papel del asesor científico ha sido recogida por Carlos Elías (2000) en sutesis doctoral bajo la denominación de emisor secundario.

«El problema se agrava porque normalmente el periodista acude a entrevistar a un cien-tífico que ha logrado un resultado relevante en un área muy concreta de la ciencia. Su dedica-ción de doce horas diarias al mismo asunto durante muchos años le hace perder el contexto dela realidad, no ya respecto a la sociedad en general sino respecto a la generalidad científica. Esteconflicto debe resolverse si se quiere lograr una comunicación científica adecuada. Para ello,creemos conveniente proponer un nuevo modelo de comunicación, en el cual exista la posibili-dad de que el divulgador tenga dos emisores: el que realiza la investigación y el que traduce loque eso significa, con lo cual el modelo clásico de Jakobson podría ampliarse. Esta situación deincluir dos emisores de la información —uno que da la información y otro que la traduce alperiodista, quien a su vez continúa con el proceso de traducción al público— se produce, en lapráctica, cada día con más asiduidad de la que en principio parece. Así, el Instituto deAstrofísica de Canarias (IAC) pionero, entre otros muchos aspectos, de aquellos relacionadoscon la comunicación de su trabajo, ha creado la figura del “asesor científico” (...), que no es otracosa que un científico con especial habilidad para explicar los términos astrofísicos. Cuando elperiodista ha finalizado su entrevista con el científico autor de la investigación concreta por lasque su medio de comunicación se ha interesado, es recibido por el “asesor científico” a quien elperiodista le cuenta, a modo de resumen, lo que ha “entendido” de su entrevista con el científi-co, emisor primario.»

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SEXTA PARTE

Estrategia sin intermediarios

El periodismo científico no tiene la exclusiva de la información y menos de la divulga-ción científica. Fácilmente pensamos que los medios de comunicación son el únicocamino para hacer llegar nuestros mensajes. No obstante, nuestra actividad desde el

departamento no puede terminar en la información a través de la prensa. Es más, inclusocuando nos reducimos al campo de lo estrictamente informativo, resulta muy importantetener una visión realista del papel que juegan los medios de comunicación en todo esto, por-que, en el momento en el que nuestros mensajes salen de nuestras manos, dejamos de con-trolarlos. En la comunicación —y la ciencia no se salva de esto— las agencias y los mediosjuegan su propio papel. No son agentes inertes: toman postura respecto a los centros, a loscientíficos y tecnólogos, y también se posicionan frente a la política de los gestores públicossobre estas materias. Por encima de su usual buen trabajo, los medios no dejan de ser cintastransmisoras que pueden enriquecer, empobrecer o ignorar la información que les llega. Eneste sentido, los medios de comunicación unen, pero también establecen distancias entre loscentros y sus públicos. Con una visión un tanto radical y pensando en la política, el filósofoGianni Vattimo (Turín 1936) fustigaba a los medios en un entrevista: «Hay una anécdota deun relato de ciencia-ficción, creo que de La guerra de los mundos, que es muy pertinente eneste sentido. El que finalmente ganaba era el que todavía sabía calcular con los dedos. El queno necesitaba de ningún artilugio mecánico. En estos momentos es imprescindible en políti-ca recuperar la comunicación directa porque los medios están corrompidos. Es necesario irde casa en casa y, a ser posible, con la imaginación, el entusiasmo y la libertad de los viejosanarquistas.» (Rojo, 2004). Nos vendría bien algo de este entusiasmo idealista para aplicar-lo a la comunicación directa de la ciencia.

A través de los medios nos dirigimos al público consumidor ligado a periódicos, revistas,televisiones y radios. A través de Internet elegimos colectivos de destinatarios que nos intere-san, a los que seleccionamos previamente y que, al suscribirse a nuestros servicios, muestran uninterés efectivo en aquello que les hacemos llegar. En este capítulo se proponen estrategiascomplementarias, basadas en acciones que buscan el contacto directo del público con el centro.Veamos los objetivos y ventajas de estas acciones que denominamos cara a cara y no olvidemosque precisamente pueden ser los periodistas científicos los primeros destinatarios de estasacciones. En este tipo de acciones es el público el que nos elige y selecciona.

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19. Acciones face to face

19.1. Al intelecto por los sentidos

El contacto directo proporciona elementos fundamentales para entender los mensajes.Simplemente el tono de voz o el gesto de nuestro interlocutor ayudan a interpretar el verdade-ro sentido o la intención de sus frases. Estos ingredientes transmiten, además, emociones y sen-timientos que se ocultan bajo las palabras. Algo parecido nos ocurre cuando podemos ver ytocar las cosas. Necesitamos humanizar la ciencia, hacerla asequible y, si es posible, divertida.

El conocido principio nihil est in intellectu, quod prius fuerit in sensu (nada hay en el inte-lecto que no haya pasado antes por los sentidos), con el que el filósofo empirista británico JohnLocke (1632-1704) recoge la tradición escolástica, tiene mucho que ver con este capítulo. No esmomento de entrar en disquisiciones filosóficas sobre si la experiencia sensorial puede presu-mir de una prioridad lógica además de una prioridad temporal; ni tampoco discutir acerca delos posibles errores en el conocimiento científico a los que puede inducir la simple observaciónsensorial. Nos interesa la capacidad de los sentidos para animar y preparar al intelecto a pres-tar atención y entender mejor los conceptos, debido a esa maravillosa unidad del ser humano;es decir, nos interesa cómo la vivencia que proporciona el contacto directo con el centro, consus medios instrumentales —especialmente si se trata de grandes instalaciones— y, sobre todo,con los científicos, puede facilitar de manera decisiva una mejor comprensión de las ideas quese quieren transmitir.

El DCED debe responsabilizarse de diseñar y poner en marcha acciones en las que pre-cisamente se busque el contacto directo del público con las actividades del centro y con susequipos de investigación.Tenemos en la manga, además, una carta que puede facilitar mucho lascosas: la actitud casi reverencial de la mayoría de las gentes hacia el mundo de la ciencia, susinstrumentos y los científicos a los que no dejan de considerar seres tan exóticos como superio-res. Esta cierta mitificación del ámbito científico-técnico se convierte así en una baza favorable,si se juega bien la mano.

19.2. Facilitar el cuerpo a cuerpo con los científicos

Una buena estrategia pasa por facilitar el contacto directo con los científicos y tecnólo-gos. La investigación también es pasión. Las acciones cara a cara, además de provocar emocio-nes propias, buscan que los científicos tengan que explicar las cosas directamente al gran públi-co. Aunque no todos sirvan para ello, muchos de los científicos, incluso los más abstractos, soncapaces de transmitir su pasión por la ciencia y de comunicar las emociones que rodean suslogros.

Paul Davis describe «cómo algunos científicos y matemáticos declaran haber tenido intui-ciones reveladoras repentinas afines a las experiencias místicas». Y cita la experiencia que narraFred Hoyle: «Así como la revelación de Pablo sucedió en el camino de Damasco, la mía tuvo lugar

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en la carretera de Bowes Moor. Normalmente, necesito escribir las cosas en un papel ... Mas, enalgún lugar de Bowes Moor, mi consciencia matemática se iluminó, pero no un poco, ni siquieramucho, sino como si se encendiese de repente una luz brillando en lo alto. El problema en el quellevaba tiempo trabajando, que exigía manejar matemáticas desalentadoras, había quedadoresuelto mientras conducía, sin necesidad de papel ni de juguetear con ecuaciones». (Davis, 1996).

Davis recoge experiencias similares de Roger Penrose, Kurt Gödel y Dick Feynman. Enel contacto directo con algunos científicos, el público suele percibir la emoción que proyecta uninvestigador que se apasiona con su tarea y que tantas veces ha llegado incluso a experimentarsensaciones únicas con sus descubrimientos.

Por otra parte, la investigación produce, a veces, interesantes y curiosos personajes. Talvez sean precisamente ese exotismo y su peculiar manera de ver la vida los que les lleve a dedi-carse a la ciencia. Aunque nadie pretende que el público acuda a un centro de investigación conel mismo espíritu con el que visita un zoo; hemos de reconocer que resulta inevitable aprove-char la curiosidad que despierta todo lo que rodea al mundo de la investigación y a quienes enél trabajan. En todo caso, y si bien es cierto que sólo algunos científicos son verdaderamenteextravagantes, para el gran público suele resultar novedoso estar en contacto con personas quededican su vida a la investigación y conocer de cerca sus herramientas de trabajo.

«En lo que respecta a mi persona, voy tirando, intento mantenerme sano, criar a mishijos y ganarme la vida». Son palabras de J. Doyne Farmer, físico y pionero en el estudio de lateoría del caos, profesor en el Instituto de Santa Fe y cofundador de la firma inversoraPrediction Company. Pues bien, este personaje no oculta, por ejemplo, que hubo un tiempo enel que, con otros colegas de la especialidad, trazó un plan cuyo objetivo era servirse de las leyesde Newton para ganar dinero con la ruleta. Precisamente fue este juego el que le proporcionó«...una percepción profunda del problema de la predicción y la forma curiosa en que un siste-ma físico aparentemente simple puede llegar a ser sumamente difícil de predecir».Afortunadamente para los casinos, «...la dificultad de ganar dinero con la suficiente regularidady la necesidad de apuestas lo suficientemente altas» le impidió ganar demasiado dinero.

Más allá de la anécdota, la peripecia vital de algunos científicos y su capacidad para ver,en este caso, más allá de la ruleta para estudiar el azar en el que se basa, resulta una de las fór-mulas más directas de interesar a los ciudadanos en su actividad.

19.3. Centros visitables y entendibles

Partamos de un axioma: la mayoría de nuestros centros de investigación, dentro de susposibilidades objetivas, han hecho lo que tenían que hacer: investigación de calidad. Prueba deello es la considerable aportación de algunas de las ramas de la investigación nacional al con-junto de la producción científica mundial. Después de haber hecho lo más difícil, se mereceríanque, de una vez por todas, nuestro país destinase a la I+D (y se omite premeditadamente en este

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caso la «i» final de innovación para no distraer) el porcentaje del PIB que reiteradamente seviene prometiendo desde hace años.

Dedicados exclusivamente a su objetivo investigador, los centros y las universidades hansido almacenes de ciencia a los que el público tiene difícil acceso. Incluso visitando estos cen-tros, sería difícil hacerse una idea de los tesoros científicos que pueden existir en su interior.

La sociedad se merece algo más. Ha llegado la hora de que los centros, además de serlugares de trabajo, tengan también algo de escaparates, y que expongan de manera atractiva yentendible lo que son, los medios que utilizan, cómo funcionan, lo que hacen y para qué sirvelo que hacen.

En nuestros días, los organismos de investigación necesitan ser transparentes, acercarseal público y buscar su apoyo, cara a cara sin intermediarios. Los institutos no pueden ser sub-marinos que de vez en cuando lancen al exterior misiles informativos mientras permanecensumergidos el resto del tiempo; deben salir a la superficie y abrir sus compuertas para ser visi-tados.

Cada cual debe buscar la mejor manera y las actividades más adecuadas para conseguir-lo. En ocasiones, se debe comenzar por aprovechar los pasillos y las paredes desnudas del edi-ficio que los alberga para instalar paneles gráficos, explicativos, que expongan el programa deinvestigación, los medios, los cuadros dirigentes, su organigrama funcional, sus logros más des-tacados. Quienes visiten el centro, o deban acudir a él, podrían salir con una visión más defini-da de sus fines y de su actividad.

También, en alguna sala de espera u otra estancia adecuada, será posible instalar unapantalla donde proyectar los audiovisuales corporativos o colocar pupitres electrónicos quepermitan navegar al visitante por la web del centro. Pero no es cuestión de describir formas con-cretas de llevar esto a cabo cuando debe ser el propio centro el que las diseñe y realice de acuer-do con su entidad.

19.4. El valor de las vivencias personales

Dar prioridad a la gente joven es una buena política. Además de las jornadas de puertasabiertas que se organicen para el gran público, disponer de un sistema de visitas programadaspara los centros escolares es una inversión de futuro y una ayuda inestimable para los profeso-res, ya que es una manera de estimularlos en su difícil tarea de enseñar ciencias.

Un ejemplo: de las personas que visitan un observatorio astronómico, la gran mayoríasigue pensando que el astrónomo aún continúa mirando por «el canuto». Permanece la culturade que el ojo del observador forma parte todavía del instrumento, cuando es bien conocida laenorme limitación del ojo humano y la necesidad de utilizar todo tipo de detectores para regis-trar longitudes de onda que escapan a nuestra vista. Acercarse a un moderno telescopio permi-te al visitante cambiar su cultura y entender mejor cómo se observa hoy en día el Universo y

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entender después mucho mejor las informaciones que sobre estas materias pueda leer en losperiódicos, escuchar en la radio o ver en televisión. Por ello, no es lo mismo contemplar la fotode un telescopio que visitarlo y palpar así su enorme sofisticación técnica, como tampoco es igualver una foto de un virus a que el científico nos cuente en directo la complejidad de mundo viral,y ver el lanzamiento de un cohete en la pequeña pantalla que asistir al mismo en directo. Lasemociones forman parte del sistema de aprendizaje y ayudan a entender y dimensionar las cosas.

En resumen, palpar la realidad, recibir in situ las explicaciones de científicos o tecnólogos,y percibir su pasión por la investigación constituyen una de las mejores herramientas para enten-der ideas que antes parecían abstractas y demasiado lejanas.Aunque también podría ocurrir que elvisitante se desencantase al entrar en contacto con la realidad, siempre será positivo que conozcamás de cerca el entorno real del investigador y, en todo caso, perciba por sí mismo sus problemas.

19.5. Los centros de visitantes

Ni los investigadores deben encerrarse en su torre de marfil, ni las grandes infraestruc-turas científicas deben ser fortalezas inasequibles a la sana curiosidad de los ciudadanos.

Las grandes instalaciones científicas (y las no tan grandes) suponen una inversión sus-tanciosa y despiertan un interés especial. Esas instalaciones deberían contar con infraestructu-ras o sistemas para abrirse a la sociedad y, de manera especial, a su entorno social inmediato oincluso a colectivos de turistas cuando la instalación se encuentra en lugares que son destinoturístico de importancia.

En efecto, existen sobradas razones para ver con esperanza la creciente demanda de untipo de turista que está interesado en conocer esas grandes instalaciones científicas: observato-rios astronómicos, aceleradores de partículas, grandes excavaciones arqueológicas, centros deinvestigación ligados a la construcción de obras públicas, parques eólicos, supercomputadoras,etcétera, que se convierten así en agentes vivos de la cultura cientifico-técnica. Conocer demanera directa su actividad es una muy buena manera de divulgar la ciencia, al tiempo que sesatisface la demanda de unos visitantes a los que debemos cuidar.

Si, como es lo usual, las instalaciones científicas no reúnen los requisitos para acoger sinmás este tipo de visitas, es aconsejable que cuenten con centros de visitantes, bien dimensiona-dos y dotados, que expliquen la instalación y permitan organizar desde ellos las visitas sin entor-pecer su normal funcionamiento. Cuando existan zonas que resulten inaccesibles a los visitan-tes, se pueden instalar redes de webcams de calidad para transmitir las imágenes al centro,gobernándolas desde éste, lo que permitirá dar explicaciones sobre imágenes reales y comple-tar el recorrido a las zonas visitables.

En cualquier caso, toda moderna instalación científica debería ser proyectada para quepueda ser visitada y explicada. Este aspecto tendría que ser parte del proyecto y constituir unode los desafíos propios de la instalación.

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19.6. Si la montaña no va a Mahoma...

No podemos pretender que sea tanta la gente que se desplace a lugares lejanos para visi-tar nuestro centro o pasear por una gran instalación. Sin embargo, cada día se celebran másferias, exposiciones y muestras, jornadas de puertas abiertas, de ámbito nacional o regional, enlas que la ciencia y la tecnología son su tema central. Es una buena ocasión para que los cen-tros, institutos, fundaciones y empresas relacionadas con la investigación se hagan presentesdándose a conocer mejor. Aunque a veces se trate de ferias muy localistas, es una buena opor-tunidad para colaborar con los organizadores y acercarse a núcleos de la población que, de otramanera, no tendrían la posibilidad de conocernos.

No resulta demasiado costoso disponer de una exposición desmontable, fácil de trasla-dar, para atender estas demandas. Elementos como el vídeo institucional, folletos de gran difu-sión, ordenadores conectados por Internet a la web, etc., pueden complementar el impacto enlos visitantes, máxime si nuestra página muestra una visita virtual al centro y sus instalaciones eimágenes sobre su actividad. Un buen ejemplo de este tipo de eventos es la muestra «Madridpor la Ciencia» que todos los años organiza la Comunidad de Madrid.

En la medida de lo posible, en ferias como la citada y pensando en los visitantes másjóvenes, será muy conveniente asistir con cosas vivas, montar talleres, etc., mostrando la partedivertida y curiosa de la ciencia y la tecnología.

19.7. El capital de las web paticulares

No es bueno que el departamento lo haga todo. Necesitamos crear también una culturade implicación directa de los investigadores en la divulgación. En este sentido, las web particu-lares de algunos científicos contienen una sección divulgativa de lo que hacen en su proyecto deinvestigación y constituyen un capital muy interesante. Cada uno puede expresar su particularmanera de difundir su trabajo y buscar caminos originales, muchas veces poco convencionales,para relacionarse con el público que sintonice con su página.

El futuro de más de una de estas páginas será el de llegar a convertirse en un blog contodas las posibilidades que ello entraña. En todo caso, esta vitalidad que entrañan las páginaspersonales, es algo a fomentar y no a limitar. Es una buena oportunidad, además, para dar caucea aquellos investigadores y tecnólogos que constituyen el colectivo contestatario sobre la mane-ra de hacer las cosas por parte del DCED porque, con toda seguridad y, por muy bien que lohaga el departamento, nunca lloverá a gusto de todos.

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SÉPTIMA PARTE

Los otros desafíos

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La divulgación científica se puede abordar desde las dos orillas: especializando en cienciaa los profesionales de la comunicación o enseñando a comunicar a aquellos científicos ytecnólogos que tengan interés y aptitudes. Este asunto ya fue tratado, en parte, al hablar

del perfil del responsable del departamento (apartado 13.5). Pero ahora lo que nos planteamoses el origen y la formación de los comunicadores.

Hay opiniones para todos los gustos. Sin excluir la existencia y necesidad de buenos perio-distas científicos, entre los investigadores existe una idea generalizada de que los mejores divulga-dores sólo pueden salir de sus filas.Y ello porque la ciencia es cada día más amplia, de manera quedifícilmente una misma persona puede abarcar el inmenso panorama de la ciencia actual y menossin haber estudiado previamente, al menos, una carrera científica o haber cursado una ingeniería.La otra dimensión, la técnica para comunicar, se percibe como algo más fácil de adquirir.

Divulgar exige primero comprender algo bien, para después darlo a conocer a los demásen un lenguaje asequible. No resulta nada fácil para un mismo periodista escribir sobre físicacuántica, inteligencia artificial, medicina, nanotecnología, astrofísica o biología molecular. Sólolo harán bien unos pocos privilegiados. Si, como ocurre en otras materias o secciones (econo-mía, política, cultura, internacional, deportes, etc.), los periodistas necesitan una especialización,mucho más necesario se hace en nuestro caso. Los informadores generalistas, es decir, aquellosque no se especialicen, tendrán un difícil futuro en el campo del ciencia y la tecnología. Sólo lacapacidad para entender suficientemente la ciencia, y una buena especialización para saberlaexplicar, pueden lograr buenos comunicadores desde el lado del periodismo.

Por otra parte, de las filas de los científicos han salido grandes divulgadores que aportanademás la fuerza de quien habla de lo que sabe y está haciendo. Para ello no hace falta llegar aser un científico famoso, sino contar con un título universitario en alguna rama de las ciencias ydemostrar suficientemente su capacidad para dedicarse a un amplio abanico de actividades dedivulgación. Con aptitudes, estudio y una buena formación pueden ser también unos magnífi-cos comunicadores.

En definitiva, es una cuestión de compensar la deficiencias de partida con una verdaderavocación, aptitudes y preparación. Hoy en día, en el siglo de la ciencia y la tecnología, es llamati-vo y preocupante que sean tan escasos los periodistas que se especializan en el campo de la cien-cia y sigan viendo en la política, la economía, el cotilleo o los deportes su campo ideal de trabajo.

20. Formar comunicadores en ciencia y tecnología

20.1. Formar periodistas

Las vocaciones para el periodismo científico serán escasas si no se fomentan en las facul-tades de Ciencias de la Información. Para que surjan estas vocaciones se hace necesario que ensus planes de estudio se contemple esta especialidad, algo que hoy por hoy no se hace. La cien-cia y la tecnología, además de ser materias de especialización más difíciles, no se ven como sali-das para la mayoría de los periodistas.

No obstante, la existencia de másters en Comunicación de la Ciencia en Barcelona,Madrid, Salamanca, etc., con numerosos alumnos, revela que es un campo emergente, aunquetiene un mayor éxito entre licenciados de otras carreras que entre los procedentes de las facul-tades de Ciencias de la Información.

Tal vez sea ir demasiado lejos, pero no es mala idea tender cables de contacto paraacercarse a las facultades de Ciencias de la Información y hacer ver la conveniencia deimpulsar estas vocaciones en los planes de estudio. Conectar con los decanos o con algúnprofesor de la facultad interesado en estas materias pude ser un buen camino. Dar charlas,ofrecer becas de formación a los alumnos de los últimos cursos durante el período estivalpara realizar las prácticas en el DCED de un centro de investigación, impulsar que algu-nas de las prácticas de redacción se hagan sobre las noticias o actividades del centro, pro-poner que los alumnos puedan hacer reportajes en base a la página web del centro, etc.,pueden ser otras formas de acercar la institución a una facultad. Pero, claro está, sólo sepodrán impulsar estas acciones si el DCED tiene entidad suficiente para poder cumplircon las propuestas.

La divulgación científica y tecnológica es un mercado con un gran futuro profesionalque aún no ha explotado. Es interesante que los alumnos de los últimos años de carrera en lafacultad conozcan las opciones de trabajo futuro que les puede abrir el periodismo científico,porque cada día serán más numerosos los puestos de trabajo relacionados con la divulgación dela ciencia, la tecnología y la innovación. Y no sólo en el campo del puro periodismo. La produc-ción de documentales científicos, programas de televisión y otras modalidades abre una buenaexpectativa a los alumnos que hayan elegido la rama audiovisual.

20.2. Preparar científicos para que divulguen

Es la otra cara de la moneda. Hay que dar la opción a los científicos, con afición y apti-tudes, para que mejoren su formación y técnica con el fin de poder divulgar mejor las materiasde su especialidad. No es descartable que el departamento organice cursos especializados paraenseñar a escribir de forma atractiva y asequible, y dar charlas, o para enseñar estrategiasdidácticas o técnicas de expresión para enfrentarse a las cámaras de una televisión o al micró-fono de una radio.

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Una vez más, es cuestión de hacer una labor previa interna para que los investigadorescon aptitudes que estén interesados en la divulgación reconozcan la necesidad de formarse paramejorar sus capacidades.

Llegando a estos extremos, no nos debe extrañar si un colectivo de investigadores nosrecuerda que un centro de investigación está para hacer ciencia y no para otra cosa. Esto es ver-dad. Pero también lo es que, en torno al centro (y más si éste forma a investigadores a través decursos de doctorado y dirigiendo sus tesis) suele existir un colectivo humano con un potencialexcelente para ser utilizado en la divulgación. En definitiva, inculcar a los jóvenes investigado-res, desde un principio, la afición por divulgar los resultados, sin dañar para nada la calidad desu investigación es una de las inversiones más rentables. Tal vez no será uno de los objetivos delcentro como tal, pero si queremos conseguir que el panorama de la divulgación pueda cambiaren pocos años, habremos de poner en marcha acciones de emergencia, y ésta es una de ellas.

21. Libros y literatura de divulgación

Los libros de carácter divulgador escritos por científicos son el mejor arranque para exten-der sus ideas y dar a conocer su trabajo. Constituyen un almacén de materiales que sir-ven para elaborar otro tipo de literatura divulgativa, artículos en publicaciones, capítulos

de libros de texto, etc. En ocasiones, dependiendo de diversos factores, constituyen éxitos edito-riales que prestigian aún más a su autor. Una de las grandes ventajas de los libros es que el cien-tífico elige el estilo y grado de rigor que desea aplicar, sin depender de intermediarios ni presio-nes externas, salvo las recomendaciones que le pueda hacer su editor.

La encomiable voluntad de Stephen W. Hawking para hacer llegar sus ideas a grandessectores del público queda reflejada en la página de agradecimientos con que da comienzo sufamosa Historia del Tiempo. Dice Hawking: «Pero la ciencia moderna se ha hecho tan técnicaque sólo un pequeño número de especialistas son capaces de dominar las matemáticas, de talmanera que las personas sin una educación científica las puedan entender. Esto es lo que heintentado hacer en este libro. El lector debe juzgar si lo he conseguido». Y continúa: «Alguienme dijo que cada ecuación que incluyera en el libro reduciría las ventas a la mitad. Por consi-guiente, decidí no poner ninguna en absoluto. Al final, sin embargo, sí que incluí una ecuación,la famosa ecuación de Einstein, E = mc2. Espero que esto no asuste a la mitad de mis potencia-les lectores». (Hawking, 1988).

Albert Enstein (1879-1955) ha sido otro de los grandes científicos que se preocupó dedivulgar sus ideas. Y como destaca Xavier Roqué (2002) en su artículo «Einstein como divulga-dor científico», una de sus notas más llamativas «...es la inmediatez. Einstein escribió su obrade divulgación más elaborada y ambiciosa a los pocos meses de completar la teoría general dela relatividad, antes de que la teoría contara con una sólida base experimental y el favor mayo-ritario de los físicos». Esto exige valor y osadía.

En el citado número de Quark (Roqué, 2002), dedicado a los «Divulgadores de la ciencia»,podemos encontrar referencias históricas suficientes para comprender que ciencia y divulgaciónno son términos excluyentes para un número de científicos que va en aumento y que se sientenanimados a escribir libros, que son cada día mejor vistos por las editoriales especializadas.

También sería interesante que los investigadores escribiesen más artículos en periódicosy en revistas de divulgación científica. Éstas, aunque escasas en nuestro país, son otro vehículoimportante para acercarse a un público que muestra cada día un mayor interés.

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La literatura de ciencia ficción no es objeto de este documento. Nadie puede negar, noobstante, su importancia e incluso la influencia que ha tenido, en ocasiones, en la propia inves-tigación. «La ciencia ficción es a la sociedad lo que la imaginación a la persona», afirmaba elescritor del género Vernor Vinge (Antón, 2002). Y en una reciente entrevista grabada y aúninédita, Arthur C. Clarke decía que «la principal función de la ciencia ficción era prevenirnosdel futuro». En todo caso, es otra forma, a veces muy inteligente, de transportar al lector a unmundo de nociones científicas llamativas.

A este tipo de literatura habría que sumar el género que se ha denominado divulgaciónnovelada («El mundo de Sofía», «El viaje de Teo», «Genoma», «El diablo de los números», etc.),cuyos títulos son citados frecuentemente por suponer un auténtico fenómeno editorial.

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22. Aprovechar el potencial divulgadode los científicos que abandonanla investigación en activo

Otro desafío que deberíamos plantearnos es el de cómo aprovechar el enorme potencialde quienes, por edad u otras razones, se retiran de la investigación en activo, pero con-servan su enorme capital de conocimientos y la ilusión por transmitirlos a los demás.

Forma parte de la naturaleza humana sentir en la madurez un deseo más intenso de pro-longarse en el tiempo, de transmitir los conocimientos y las experiencias propias a los demás, detrascender así los límites del propio yo. Hay quien escribe sus memorias contando su recorridoprofesional y humano, o vuelcan en libros la ciencia que han hecho, convencidos de que las bue-nas publicaciones, además de llamar la atención sobre esas materias, producen una cascada demateriales divulgativos que bajan progresivamente de dificultad mientras se acercan al públicomenos culto.

Las sociedades más evolucionadas son aquellas que saben aprovechar mejor sus recur-sos. El capital humano es el mejor de ellos y, sin embargo, no es difícil comprobar cómo los paí-ses más avanzados no saben rentabilizar a veces las enormes posibilidades de los científicos yprofesionales que se retiran o llegan a la edad de jubilación. Escribir libros o colaborar en revis-tas de divulgación científica no es el único camino para aprovechar su potencial.

En esta línea y a pesar de la dificultad conceptual que entraña la ciencia que puede supe-rar incluso la complejidad de su formulación matemática, algunos científicos retirados no sesienten desanimados y ponen su imaginación en marcha para transmitir sus conocimientosdirectamente a otros ciudadanos. Es el caso de Leon Lederman, Premio Nobel de Física (1988).En una entrevista contaba su dedicación al Programa Tams (Teachers Accademy forMathematics and Science), que desarrolla su actividad en barrios deprimidos de Chicago. «Nosconcentramos —dice— en el mayor problema: la escuela primaria, donde la preparación de losprofesores en ciencias y matemáticas es muy pobre. Sin embargo, los niños son excelentes cien-tíficos: hacen preguntas, que es lo que hace un científico. Lo maravilloso es que ésta es una delas mejores vías para interesar a los niños en el aprendizaje, porque la forma en que enseñamosciencia a los muy pequeños es jugando, y eso es divertido. Llevamos 10 años con este programay los resultados son espectaculares.Tams tiene ahora 65 profesores y estudiantes de universidaddedicados a enseñar a los maestros.» (Rivera, 1999).

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23. Apoyo al profesorado de enseñanza media

Cuando hablamos de la escasa cultura que tiene nuestra sociedad en relación con la cien-cia, volvemos con frecuencia nuestra mirada a las deficiencias de los planes de la ense-ñanza media o a la falta de apoyo, formación, ilusión y medios de muchos profesores

para impartir las materias de ciencias durante esta etapa.A ello se refiere una cita expresiva de Simon White, director entonces del Instituto de

Astronomía de Cambridge: «La ciencia forma parte de nuestra cultura general. Debe estar con-tenida en la educación que recibimos desde la infancia, y esta educación ha de centrarse en elmétodo científico de análisis y resolución de problemas así como en los hechos científicos. Laciencia debería enseñarse como un medio para conocer mejor el mundo, para entender su fun-cionamiento, para acercarnos a la belleza que yace en su combinación de complejidad y simpli-cidad y para apreciar hasta qué punto el ser humano puede abarcar y manipular su entorno. Esimportante aprender el escepticismo científico y entender la naturaleza de la verdad y el argu-mento científico, pues, de lo contrario, es imposible emitir juicios razonados ante la avalanchade argumentos técnicos parciales que los intereses gubernamentales y comerciales presentan enlos medios de comunicación. Los medios de comunicación no deben formar una opinión cientí-fica, pero sí pueden estimular el debate científico sobre temas de trascendencia social o el deba-te sobre cuestiones sociales entre el círculo científico.» (del Puerto, 1999, pág. 80).

Aunque señalamos a la enseñanza como una de las causas evidentes de nuestra malasituación, poco solemos hacer en la práctica para poner remedio y renunciamos con facilidad aaportar nuestro grano de arena para mejorar las cosas.

A estas deficiencias estructurales debemos añadir la actitud de los propios estudiantes,lo que algunos profesores llaman una decandencia del valor verdad frente al valor utilidad porlo que «los estudiantes muestran últimamente preferencia por las titulaciones más aplicadas yen las que aparentemente hay más trabajo». (Salomone, 2000).

«Los profesores de secundaria han estudiado una carrera con unos contenidos científicoscasi excesivos, pero con una formación pedagógica para transmitirlos muy escasa.» (Morán, 2002).

No pensemos que es una situación privativa de las materias de ciencias. Juan Goytisoloafirmaba: «Existe una necesidad absoluta de plantearse el problema de las humanidades, por-que se está convirtiendo en una nueva forma de calamidad pública». Y añadía: «Ya no se puedeplantear la enseñanza del latín y del griego, y mucho menos del árabe, como yo propuse de

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manera utópica en alguna ocasión. Ahora, el objetivo es frenar el deterioro constante del caste-llano». (Gómez, Juan J., 2000).

En este plan de choque que sería bueno emprender, no bastará la gran labor que llevana cabo los museos de la ciencia, planetarios, acuarios, iniciativas como «Ciencia en Acción» (ver-sión española de la iniciativa europea «Física en Acción», etc. Dando por supuesto que los cen-tros y los científicos deberían hacer gala de una responsabilidad expresa para ser más divulga-dores, es posible estudiar la forma de hacer un esfuerzo complementario, que bien merece lapena, para desarrollar algunas actividades encaminadas a mejorar la formación de los profeso-res de ciencias y a proporcionarles herramientas y materiales didácticos que les serán de sumautilidad en su labor docente. No es difícil de constatar el enorme poder multiplicador que tieneel tiempo y la ayuda dedicados a aquellos profesores que manifiestan un verdadero interés enaumentar sus conocimientos sobre una rama concreta de la investigación y mejorar su capaci-dad didáctica para transmitirlos.

¿Necesitamos encontrar algún justificante para llevar a cabo este esfuerzo con la socie-dad escolar? Debería ser suficiente decir que los profesores, preferentemente los de nuestroentorno geográfico, bien merecen que se les ayude. El hecho de que un centro de ciencia o detecnología esté ubicado en un lugar geográfico tal vez se deba a que ese entorno le aporta partede su razón de ser: la calidad de su cielo para albergar observatorios astronómicos, su mar, cier-tas riquezas arqueológicas, los vientos, etc. Por ello, es lógico que el centro corresponda no sóloa los ciudadanos, sino también a sus profesores, ofertándoles la posibilidad de mejorar su for-mación en determinados conocimientos para poder extenderlos así a la población escolar.Formar y entusiasmar a los profesores de enseñanza media es la mejor manera de apostar porlas futuras generaciones que tienen entre sus manos.

La forma de colaborar con ellos puede ser de lo más variada: cursos de formación orga-nizados conjuntamente con los CEP (centros del profesorado) o, de manera directa, programasconjuntos para la elaboración de unidades didácticas, desarrollo de materiales divulgativos parasus aulas (pósters, etc.), concursos en los que puedan participar profesores y alumnos, moviliza-ciones con motivo de algún evento astronómico (paso de un cometa, lluvias de estrellas, tránsi-tos de planetas por el Sol, etc.), actividades ligadas a la Semana de la Ciencia que tiene lugarcada año, etc.

Especialmente interesante es escuchar a los profesores (ya bastante ocupados) parasaber qué requieren de nuestro organismo de investigación: charlas de los investigadores,visitas guiadas al centro, organización de concursos o grupos de trabajo sobre alguna mate-ria concreta, etc.

Cuando definitivamente todos los centros de enseñanza cuenten con Internet, las posibili-dades serán innumerables y cada instituto de investigación o centro tecnológico deberá plantear-se cómo utilizar esta poderosa herramienta en la divulgación. Desde luego, hay ramas de la cien-cia, como la astrofísica, que ofrecen un especial atractivo para muchos profesores, por lo que son

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numerosos los centros de enseñanza que eligen esta asignatura como disciplina optativa. La posi-bilidad ya actual, por ejemplo, de que los profesores realicen prácticas con sus alumnos manejan-do telescopios robóticos a través de la red, abre enormes posibilidades para la enseñanza que seríabueno saber aprovechar. De manera especial hoy en día, debemos, sobre todo, estimular a los pro-fesores y lograr que sientan la cercanía de centros e investigadores entusiastas. En esta línea,merece una especial mención la ya citada iniciativa europea «Física en Acción», patrocinada porel Laboratorio Europeo de Física de Partículas Elementales (CERN), el Observatorio EuropeoAustral (ESO) y la Agencia Europea del Espacio (ESA), que promueven las actividades en losdeferentes países para una mejor docencia de las materias científicas en la escuela.

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24. Colaborar con los museos de la ciencia,planetarios y otras instituciones que divulgan

Los museos de la ciencia, planetarios, casas de las ciencias y otro tipo de instituciones des-tinadas a mostrar materias científicas de una forma entendible y, por lo general, de mane-ra interactiva, se han convertido en una pieza muy importante para la divulgación cien-

tífica y el apoyo a los profesores de enseñanza media, no sólo por el enriquecimiento que pro-duce su visita, sino también por las muchas actividades que organizan estas instituciones.

Parece lógico que los centros de investigación colaboren de una manera fluida con estasinstituciones, proporcionándoles el apoyo que soliciten en la organización de actividades o enla inspiración de elementos expositivos. De manera natural, los museos de una determinadaárea geográfica deberían tener una especial relación con algunos de los centros de investigacióno departamentos universitarios de esa área. Incluso una de estas instituciones, el museo de laCiencia y el Cosmos (Tenerife), ha nacido de la colaboración del Instituto de Astrofísica deCanarias (IAC) con el Cabildo Insular, y ambas instituciones siguen manteniendo ese estrechocontacto en su gestión, lo que resulta muy provechoso para el museo y sus actividades. Tal vezen un futuro los museos necesiten también especializar su oferta para resultar más atractivos alos visitantes. La personalidad de cada uno puede venir inspirada precisamente por su dedica-ción a una rama de la ciencia y su conexión a los centros de investigación especializados endicha área.

En resumen, de una u otra forma, la actitud del DCED debe ser la de apoyar aquellasiniciativas de terceros que sean de interés y requieran de nuestra colaboración. En ocasionessignifican un considerable esfuerzo añadido que puede llegar a distraernos momentáneamentede la ejecución de nuestro plan de actuación. Sin embargo, es muy positivo que encuentrensiempre en el centro un actitud abierta, de decidida colaboración con toda iniciativa que favo-rezca la divulgación.

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25. Fondos económicos y rentabilidad

Que exista un Departamento de Comunicación, Ediciones y Divulgación, con un equipohumano adecuado, unos medios materiales suficientes, y que cuente con un presupues-to dedicado a desarrollar las actividades y los proyectos propuestos, es siempre un pro-

blema porque los centros de investigación se ven sometidos a graves restricciones presupuesta-rias para realizar su principal objetivo, que es la investigación.

Ya tratamos sobre este asunto en los capítulos relativos al plan de actuación (apartado15.1) y el presupuesto anual (apartado 15.2). También se dijo que para muchos las tareas decomunicación son un lujo innecesario. Con independencia de que los gestores del centro entien-dan o no que invertir en comunicación puede facilitar la aprobación de sus presupuestos gene-rales, la realidad es que la comunicación de la ciencia y la divulgación son tareas muy rentables,si tenemos en cuenta que elevar la cultura científico-técnica de la ciudadanía de un país no essólo un valor inmaterial ya que terminará repercutiendo antes o después en un apoyo decididoa la tarea investigadora. Desde luego son las administraciones públicas las que deberían impul-sar mucho más esta apuesta, aumentando los fondos dedicados a estas acciones. Nos obstante,los centros y las universidades no deben excusarse y, si es necesario, tendrán que ir por delan-te de los gestores públicos en materia de aplicar fondos a estas actividades.

En realidad, en todo lo relativo al presupuesto del centro para las actividades de informa-ción, ediciones, comunicación y divulgación, podemos distinguir tres apartados. El primero sería elgasto que el organismo invierte en mantener la estructura, incluyendo el equipo humano y sus gas-tos corrientes. El segundo capítulo lo constituyen los proyectos y actividades generados por el pro-pio departamento.Y el tercero proviene de proyectos de las diferentes áreas del centro, algunos delos cuales vienen dotados de un capítulo para difundir lo que hacen.

Así las cosas, ¿cuál sería un buen índice para dedicar a las acciones de comunicación yde carácter divulgativo? Por aportar una estimación, podríamos decir que una posible cifra seríadedicar a estas tareas en torno al 3% del presupuesto del centro y de sus proyectos. En gene-ral, todo programa de investigación que cuente con financiación externa (financiado por fon-dos europeos, por el Plan Nacional, etc.) debería incluir necesariamente un presupuesto para sudivulgación, ya que en la práctica sólo algunos lo tienen.

De existir estas dotaciones, sería conveniente consolidarlas en el plan general de actua-ción del centro en materia de divulgación (dependiente del DCED), para así aprovechar siner-gias y seguir los planes establecidos por la política general del centro.

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Amodo de resumen se pueden citar los mitos que es necesario derribar para llevar acabo la comunicación de la ciencia.

1. Para comunicar la ciencia se necesitan planteamientos muy exclusivos

Es cierto que la ciencia es, por su abstracción y complejidad, una rara avis para la comu-nicación. Esto no quiere decir, sin embargo, que no podamos aprender —y mucho— de las téc-nicas utilizadas en la comunicación de otras materias. Para ello, no debemos ver en la cienciasólo un conjunto de conocimientos, leyes y métodos, llenos de complejidad y abstracción, sinotambién un producto singular que ofrece posibilidades insospechadas si sabemos adoptar lastécnicas que se emplean en la comunicación del ámbito comercial.

Nuestro problema no radica tanto en la singularidad y dificultad de la ciencia —que sontambién reales—, sino más bien en la batalla que es preciso librar para posicionarnos en lamente de los ciudadanos. Necesitamos crear un interés, generar una demanda en el gran públi-co. Hay que crear un mercado para la ciencia y hacer que se escuche nuestro grito en medio deuna tormenta llena de ruidos. El mercado está saturado de mensajes y hemos de competir siqueremos llegar con el nuestro.

Para ello, hay que estar dispuestos a valorar cuestiones como la estética, el diseño, lafuerza de la imagen, o la importancia de contar con científicos estrella y hallazgos atractivos; y,además, saber transformar en interesante el esfuerzo de esa investigación callada, más abstrac-ta y menos llamativa. Competir es saber utilizar el lenguaje adecuado, aquel que entienden y alque prestan atención nuestros consumidores. Al gran público no le podremos vender conceptosfríos y descarnados, sino logros interesantes y, a través de ellos, los interrogantes y respuestasque encierran.

2. Los medios de comunicación son la esencia de la comunicaciónSin negar el papel primordial que juegan los medios de comunicación en el proceso de

transmitir nuestros mensajes, no son afortunadamente la esencia de la comunicación. Internet

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EPÍLOGO

Mitos que hay que derribar en la comunicación de la ciencia

nos abre, además, una puerta cada día más extensa que nos permite llegar a colectivos tan diver-sos como realmente interesados en nuestro quehacer.

Si bien el instrumento responsable de la comunicación de un centro habrá de crear ymantener muy buenas relaciones con los medios, su carácter y cometido ha de ser concebidocon una proyección más amplia a la de un mero gabinete de prensa.

El departamento de comunicación, ediciones y divulgación (DCED) debe estar capaci-tado no sólo para informar a los medios, sino también para diseñar y desarrollar ediciones nocientíficas, escritas y audiovisuales, sobre la ciencia que hace el centro, actividades divulgativas(exposiciones, etc.), programas dirigidos al apoyo de los profesores de enseñanza, publicacionesdigitales, organización de visitas sistemáticas a las instalaciones del centro, respuesta a las con-sultas directas que hace el público, asesoría científica a periodistas que la soliciten, organizaciónde actividades especiales con motivo de eventos científicos singulares (eclipses, cometas, catás-trofes naturales, epidemias y un largo etcétera).

3. Los desafíos del departamento de comunicación están en el exterior

Falso. El primer y gran desafío de un departamento de comunicación es interno ycomienza por la muy dura tarea de ganarse a los científicos y tecnólogos para la divulgación,haciéndoles ver la responsabilidad que han contraído con la sociedad.

El primer paso de esta batalla es ganarse la confianza y el respeto de los investigadores.Para ello es necesario:

• garantizarles el rigor de las informaciones emitidas y actividades que se organicen;• pactar con ellos el lenguaje y la terminología a utilizar en los comunicados;• respetar los embargos a los que están sometidos por las publicaciones científicas;• convencerlos para que se impliquen, de la forma que más les apetezca, en algunas

de las actividades de divulgación que se desarrollan.

Es fundamental no dedicarse únicamente a los científicos y proyectos estrella, sinotambién a los autistas. La investigación más teórica no debe ser descartada a priori, aunquesu comunicación ofrezca una mayor dificultad.

4. ¡Bastante tienen los científicos con hacer ciencia!

Desde luego, pero hay que convencerles de que deben hacer un esfuerzo adicionalpara ayudar a divulgarla y hacerla llegar a la sociedad.

Conviene recordar a muchos investigadores que, si bien es cierto que el mejor servicioque pueden prestar a la comunidad es hacer ciencia de la mejor calidad, también lo es que

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urge mejorar las relaciones con los ciudadanos, que son, al fin y al cabo, quienes pagan sus fac-turas. En este sentido, cabe mencionar el contenido de un documento de trabajo de la UEtitulado «Ciencia, sociedad y ciudadanos» en el que se dice que, si bien es cierto que los ciu-dadanos esperan cada vez más de la ciencia y la tecnología, también lo es que «el progreso delconocimiento y la tecnología tropieza con un escepticismo creciente que puede incluso trans-formarse en hostilidad».

El mundo científico no puede ser un embalse, lleno de conocimientos, pero estéril parala cultura ciudadana. Científicos y tecnólogos han de entender que los ciudadanos tienenderecho a obtener determinados retornos sociales de la ciencia. Si el mundo de la investiga-ción asume el reto social de su tarea, serán mucho más fáciles las relaciones de la ciencia consu entorno.

5. Nada tienen que decir los sentidos a la hora de entender la cienciaEste mito priva a la ciencia de sus emociones. Ciencia igual a conceptos y leyes sería

igual a fría abstracción. Esto es verdad, pero no toda la verdad: la vivencia conceptual gene-ra fuertes emociones que deben ser también transmitidas. Comunicar la ciencia es compartirtambién esos sentimientos. Es más, interesar vitalmente a alguien por algo es la mejor formade movilizar su inteligencia. Romper el muro físico de la distancia sensorial es poner las basespara transmitir mejor las ideas.

El contacto directo con los científicos y sus medios de trabajo (las grandes instalacio-nes, los laboratorios, talleres, etc.) tiene, por ello, un gran valor. La gente necesita vivenciar lascosas, dimensionarlas, tener sus propias percepciones. En la práctica, esto se traduce en pro-piciar las actividades cara a cara para que nuestros clientes puedan vivir emociones propiasvisitando el centro y sus instalaciones de la mano de los científicos y tecnólogos.

6. La ciencia divulgada... ya no es cienciaLa divulgación de la ciencia genera un producto, la ciencia divulgada, que es una nueva

realidad a la que no cabe aplicar el rigor conceptual de la ciencia original. Este producto, yaelaborado, permite al hombre de la calle entender las cosas según su nivel cultural e intelec-tual. El científico no debe pretender del comunicador el mismo rigor terminológico en el queél se mueve. Su connatural percepción de lo abstracto debe reservarla para la difusión profe-sional de los conocimientos originales.

La divulgación, por su parte, debe cumplir sus propias reglas para que sea seria y rigu-rosa. De cara a los medios de comunicación, se ha de mantener este ideario:

• Huir siempre de un sensacionalismo impropio del mundo científico.

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• Emitir comunicados de prensa serios, bien trabajados y rigurosos, con entradillasque expliquen, en un buen lenguaje divulgador, el sentido y la importancia de loque se da a conocer en su contenido.

• Los medios diarios nacen y mueren cada día. Para interesar, debemos emitir infor-maciones de actualidad.

• Nunca debemos manipular a los medios de comunicación. Por el contrario, hay queofrecerles un servicio muy profesional de noticias, reportajes, imágenes, asesora-miento científico, etc.

• Crear imágenes, gráficos, simulaciones 3D, etc., para aquellas informaciones que asílo aconsejen, especialmente las destinadas a las televisiones.

• Conectar los descubrimientos científicos con posibles innovaciones útiles para lasempresas o con la solución de los graves problemas que afectan a la humanidad.

• En la política informativa, apostar siempre a largo plazo.

7. La comunicación no necesita medios, humanos y materiales Más que un mito es una tontería. Comunicar y divulgar en el mundo actual, desde un

centro, exige medios de todo tipo: gestores, profesionales de la comunicación, medios infor-máticos, diseñadores, etc., así como fondos para llevar a cabo los proyectos que se pongan enmarcha. Crear un sistema de comunicación y no dotarle de medios humanos y materialesacordes con sus metas es una gran pérdida de tiempo y una falacia.

Lo ideal sería destinar al menos un 3 % del presupuesto del centro y del costo de losproyectos a divulgar su contenido. No obstante, el departamento de comunicación, edicionesy divulgación (DCED) debe procurar obtener financiación externa con la que desarrollaraquellos programas inviables por falta de fondos, a cambio de ofertar retornos de imagenpara las marcas patrocinadoras.

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