Con Palabra y Con Ejemplo

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Con palabra y con ejemplo por Susana Rodríguez Fuentes M uchas veces pensé que dada la preparación académica y los años de trabajo con niños enseñando la Biblia en horas felices, clases bíblicas y campamentos, cuando tuviera mis propios hijos podría con facilidad cumplir esta tarea de transmitirles la fe en Cristo. Durante mucho tiempo tuve presente el ejemplo de Ana (1 Sam. 1), que deseaba tanto tener un hijo y que frente a la angustia que esto le ocasionaba derramó su corazón delante de Dios con sinceridad y le hizo una promesa. Cuando su oración fue contestada, Ana entregó a Dios al pequeño Samuel, como lo había prometido. Las palabras que ella expresó a Elí en esa oportunidad («por este niño oraba y Jehová me dio lo que pedí», 1 Sam. 1:27) martillaban mi mente y me motivaron a imitar su conducta de orar por mis hijos antes de que ellos estuvieran presentes. Cuando nació mi primer hijo, la pregunta que comenzó a rondar mi mente era: ¿Cómo le hablo de la fe? Me preocupaba que se volviera indiferente por oír el mensaje muchas veces y de muchas formas. Pero leí en Proverbios una de las promesas de Dios: «Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él» (22:6). El énfasis de este versículo está puesto en la oportunidad y el deber de los padres de instruir e impartir conocimiento. Sabemos que la mayor parte de las enseñanzas se transmiten con el ejemplo. Por eso es tan importante la vida diaria familiar, la manera en que se enfrentan las situaciones en el hogar, la puesta en práctica de los principios de Dios. Nuestros hijos nunca olvidarán una enseñanza incorporada por experiencia directa. Recuerdo haber aprendido de mi madre la importancia de un tiempo diario de lectura y oración personal al verla cada día, antes de preparar el desayuno para todos, leyendo su Biblia y orando en un rincón de la cocina. Se dice que el niño promedio hace 500.000 preguntas antes de llegar a la adolescencia. Esto significa medio millón de oportunidades de enseñar. Muchas de estas preguntas son: «¿por qué?» y «¿cómo?», y las respuestas de varios de estos interrogantes nos llevan directamente a los pies de Dios. Una tarde, habiendo regresado de dar una clase en la iglesia sobre el pueblo de Israel en el desierto, dejé el material utilizado sobre la mesa y me puse a planchar. Mi hijo, que tenía cuatro años, se acercó a jugar con las figuras que ilustraban la historia. Como de costumbre, comenzó a hacer preguntas que me llevaron a relatarle la historia bíblica. La plancha quedó a un lado para dar lugar a un maravilloso momento de redención. El Señor tocó el corazón de mi hijo en aquel instante y él pudo comprender la necesidad de aceptar a Cristo como su Salvador.

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  • Con palabra y con ejemplopor Susana Rodrguez Fuentes

    Muchas veces pens que dada la preparacin acadmica y los aos de trabajo con nios enseando la Biblia en horas felices, clases bblicas y campamentos, cuando tuviera mis propios hijos podra con facilidad cumplir esta tarea de transmitirles la fe en Cristo.

    Durante mucho tiempo tuve presente el ejemplo de Ana (1 Sam. 1), que deseaba tanto tener un hijo y que frente a la angustia que esto le ocasionaba derram su corazn delante de Dios con sinceridad y le hizo una promesa. Cuando su oracin fue contestada, Ana entreg a Dios al pequeo Samuel, como lo haba prometido. Las palabras que ella expres a El en esa oportunidad (por este nio oraba y Jehov me dio lo que ped, 1 Sam. 1:27) martillaban mi mente y me motivaron a imitar su conducta de orar por mis hijos antes de que ellos estuvieran presentes.

    Cuando naci mi primer hijo, la pregunta que comenz a rondar mi mente era: Cmo le hablo de la fe? Me preocupaba que se volviera indiferente por or el mensaje muchas veces y de muchas formas. Pero le en Proverbios una de las promesas de Dios: Instruye al nio en su camino y an cuando fuere viejo no se apartar de l (22:6). El nfasis de este versculo est puesto en la oportunidad y el deber de los padres de instruir e impartir conocimiento. Sabemos que la mayor parte de las enseanzas se transmiten

    con el ejemplo. Por eso es tan importante la vida diaria familiar, la manera en que se enfrentan las situaciones en el hogar, la puesta en prctica de los principios de Dios. Nuestros hijos nunca olvidarn una enseanza incorporada por experiencia directa. Recuerdo haber aprendido de mi madre la importancia de un tiempo diario de lectura y oracin personal al verla cada da, antes de preparar el desayuno para todos, leyendo su Biblia y orando en un rincn de la cocina.

    Se dice que el nio promedio hace 500.000 preguntas antes de llegar a la adolescencia. Esto significa medio milln de oportunidades de ensear. Muchas de estas preguntas son: por qu? y cmo?, y las respuestas de varios de estos interrogantes nos llevan directamente a los pies de Dios.

    Una tarde, habiendo regresado de dar una clase en la iglesia sobre el pueblo de Israel en el desierto, dej el material utilizado sobre la mesa y me puse a planchar. Mi hijo, que tena cuatro aos, se acerc a jugar con las figuras que ilustraban la historia. Como de costumbre, comenz a hacer preguntas que me llevaron a relatarle la historia bblica. La plancha qued a un lado para dar lugar a un maravilloso momento de redencin. El Seor toc el corazn de mi hijo en aquel instante y l pudo comprender la necesidad de aceptar a Cristo como su Salvador.

  • El principal recurso que tenemos para cumplir con la tarea de instruir es constructivo; debemos ensear con amorosa persistencia. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarn sobre tu corazn; y las repetirs a tu hijos, y hablars de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes (Deut. 6:6-7). Dios orden el hogar como la institucin para educar a los nios en el camino que deben seguir. No slo debemos sealar ese camino sino tambin transitarlo. No basta con conocerlo y mostrarlo; hay que andar por l. Los cambios sociales y las nuevas demandas de trabajo estn provocando el alejamiento de la familia de la responsabilidad de educar y trasladndose a otras instituciones como la escuela y la iglesia. No olvides, los nios slo pueden entender a Dios, el amor, la misericordia, el perdn, la aceptacin y la verdad de Su Palabra en la medida en que los experimenten en sus relaciones, particularmente en el hogar.

    Siempre me maravill la valoracin que el apstol Pablo hace de dos mujeres: Loida y Eunice. Cuando habla de ellas y de la influencia que ejercieron sobre Timoteo, expresa: la fe no fingida que habit primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice (2 Tim. 1:5) y de l dice: desde la niez has sabido las Sagradas Escrituras (2 Tim. 3:15). La enseanza debe ser hecha con palabra y con ejemplo. No es una actividad para un momento sino que debe ser desempeada maana, tarde y noche. Pero aun as, hay acciones que podemos

    planificar para transmitir las enseanzas con intencionalidad. Con mi esposo nos propusimos realizar el culto familiar, y situaciones de distinta ndole trataban de afectar esta actividad e impedirla. Algunas veces lo lograban y otras no. Luchbamos para poder mantener este encuentro cada noche con nuestros hijos. Eran pequeitos, y antes de acostarlos les relatbamos alguna historia bblica o leamos una porcin de la Biblia y orbamos. Este ritual no poda faltar. Con el tiempo se fue ampliando en nuestras charlas de sobremesa, y la mente de nuestros hijos se fue llenando de principios y promesas de Dios que ahora, ya jvenes, los guan en su andar diario.

    Y el servicio? Qu hacer para motivarlos a servir? El ejemplo de Timoteo fue claro: acompa al apstol Pablo en sus viajes y fue formndose en la prctica. Record la ley de la enseanza que dice: Aquello que se aprende a travs de la experiencia se graba con mayor facilidad. Y as decidimos que nuestros hijos nos acompaaran en el servicio a otros: visitar a un enfermo, ayudar en forma prctica a un necesitado, acompaar a los dems en los momentos de alegra y de tristeza. Recuerdo en particular que una noche mi hija fue a la farmacia y all, en la puerta, encontr a un hombre que estaba pidiendo dinero para comprar un remedio. Haba estado toda la tarde y todava no haba logrado juntar la cantidad necesaria. Al regresar a casa mi hija nos cont la situacin vivida y surgi el

  • deseo de reunir entre todos nosotros el dinero que esta persona necesitaba. Cada uno fue a buscar sus ahorros y pudimos ayudar a este hombre, quien regres feliz a su hogar con la medicacin que necesitaba en su mano.

    Todas las personas quieren ser felices en la vida; nuestros hijos tambin. Si ellos observan que el servicio al Seor nos produce fastidio y malhumor, seguramente tratarn de no hacer aquello que result tan desagradable para sus padres. Pero si ellos observan que servir a Dios nos genera satisfaccin y alegra, querrn imitar nuestro compromiso. Si esperas tener hijos que quieran servir a Dios, mustrales tu felicidad al hacerlo, y ellos seguirn tu camino.

    Como madres tenemos una responsabilidad ante Dios por las vidas de los hijos que l nos ha confiado. En muchas ocasiones te sentirs incapaz de desempear este rol, pero no olvides que nuestro Dios que es todopoderoso, omnisciente y amoroso, para quien todo es posible, y est dispuesto a ayudarte. Recurre a l; no te defraudar.

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