Concepto y Gestión Del Patrimonio Local

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Cuadernos de Antropología Social ISSN: 0327-3776 [email protected] Universidad de Buenos Aires Argentina Prats, Llorenç Concepto y gestión del patrimonio local Cuadernos de Antropología Social, núm. 21, 2005, pp. 17-35 Universidad de Buenos Aires Buenos Aires, Argentina Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180913910002 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Concepto y Gestión Del Patrimonio Local

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  • Cuadernos de Antropologa SocialISSN: [email protected] de Buenos AiresArgentina

    Prats, LlorenConcepto y gestin del patrimonio local

    Cuadernos de Antropologa Social, nm. 21, 2005, pp. 17-35Universidad de Buenos Aires

    Buenos Aires, Argentina

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180913910002

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    Cuadernos de Antropologa Social N 21, pp. 17-35, 2005 FFyL - UBA - ISSN: 0327-3776

    Concepto y gestin delpatrimonio local1

    Lloren Prats*

    RESUMEN

    En primer lugar, este artculo recuerda los principios de la mecnica bsica de laconstruccin social del patrimonio y plantea algunas cuestiones al respecto. A continua-cin, trata de la especificidad de la construccin social del patrimonio local. Esta especifi-cidad procede del hecho que el factor escala confiere al significado un carcter constituyen-te. Este significado se nutre de la memoria, especialmente intersubjetiva (es decir, com-partida), construida, a su vez, a la luz de las diversas necesidades e intereses del presente.La memoria determina no slo la relevancia de los referentes sino tambin el contenido delos discursos. Entendido as, el patrimonio local representa una amenaza y una oportuni-dad. Una amenaza porque, frente a la percepcin de agresiones externas, tiende a ence-rrarse sobre s mismo, induciendo una dinmica narcotizante y excluyente en la comuni-dad. Una oportunidad porque constituye potencialmente un foro abierto a la reflexividadsocial polidrica, que permite abordar participativamente la reproduccin social.

    Palabras clave: Patrimonio cultural, Patrimonio local, Memoria.

    ABSTRACT

    Firstly, this article is a reminder of the principles of the basic mechanics of thesocial construction of heritage and it sets out some questions on the matter. Further on, itdeals with the specificity of the social construction of local heritage. This specificity comesfrom the fact that the scale factor gives a constituent character to the meaning. This meaningis fed by memory, mainly inter-subjective (that means, shared), constructed, for its part,

    * Profesor del Departamento de Antropologa Social, Universidad de Barcelona. Correo elec-trnico: [email protected]. Artculo original por invitacin para Cuadernos de AntropologaSocial N21. Fecha de realizacin: noviembre de 2004. Fecha de entrega: enero de 2005.Aprobado: mayo de 2005.

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    in the light of the several needs and interests of present time. Memory determines not onlythe relevance of referents but also the contents of discourses. Thus understood, local heritagemeans a threat and an opportunity. A threat because, faced to the perception of externalaggressions, it tends to get shut in itself, inducing the narcotising, excluding dynamics ofthe community. An opportunity because, potentially it constitutes an open forum topolyhedral social reflexivity, enabling to tackle with social reproduction in a participatingway.

    Key words: Cultural heritage, Local heritage, Memory

    ALGUNAS CUESTIONES Y PRECISIONES TERICAS

    Aunque este artculo trata especficamente del patrimonio local, me parecenecesario plantear previamente algunas cuestiones tericas acerca del modelo conel que vengo trabajando desde hace algunos aos2, aunque slo sea para reafirmar-me en algunos puntos especialmente pertinentes para esta concrecin en lo local ymatizar otros, con el mismo objeto.

    Los procesos de patrimonializacin obedecen a dos construcciones sociales,distintas, pero complementarias y sucesivas.

    La primera consiste en la sacralizacin de la externalidad cultural. Se trata deun mecanismo universal, intercultural, fcilmente reconocible, mediante el cualtoda sociedad define un ideal cultural del mundo y de la existencia y todo aquelloque no cabe en l, o lo contradice, pasa a formar parte de un ms all, que, por susola existencia, delimita y desborda la condicin humana, socialmente definida y,por ende, nuestra capacidad de explicar y dominar la realidad. La redefinicin deesta externalidad como sobrenaturalidad nos permite reintegrarla jerrquicamenteen la experiencia cultural bajo la forma de religin, magia u otros sistemas derepresentacin. Esos sistemas de representacin no son mutuamente excluyentes ydifieren relativamente de una cultura a otra y dentro de una misma cultura endistintos momentos de su historia3.

    El patrimonio es un sistema de representacin que se basa tambin en esaexternalidad cultural. Las metonimias, las reliquias que lo constituyen son objetos,lugares o manifestaciones, procedentes de la naturaleza virgen, o indmita (poroposicin al espacio domesticado por la cultura), del pasado (como tiempo fueradel tiempo, por oposicin, no al tiempo presente, sino al tiempo percibido comopresente), o de la genialidad (normalmente creativa, pero tambin destructiva,como expresin de la excepcionalidad, de la superacin, en algn sentido, de los

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    lmites de la condicin humana culturalmente establecidos). Este sistema de re-presentacin aparece con el desarrollo del capitalismo y la revolucin industrial,no antes, y se apoya en su creciente separacin de la naturaleza, del pasado y lavaloracin del individualismo y la singularidad en una sociedad adocenada, peroque, sin embargo, depende del ingenio. La sociedad urbano-industrial, las nacio-nes y los imperios, se reconocen y autorepresentan, a la vez por oposicin y porfiliacin, respecto a la naturaleza, el pasado y el excepcionalismo. Histricamenteeste proceso est bien documentado4, aunque culturalmente entiendo que persisteun interrogante que deberamos abordar directamente: por qu el patrimonio?por qu se recurre a los procesos de patrimonializacin, con mayor intensidadque a otros sistemas de smbolos, como una especie de religin laica, para legiti-mar identidades, empresas, discursos? por qu lo que haba sido despreciado oexplotado como baldo, viejo o excntrico, es ahora preservado y celebrado entemplos ad hoc? por qu esta percepcin del patrimonio se difunde progresiva-mente hasta los rincones ms recnditos de la sociedad capitalista occidental y suszonas de influencia? Pero, sobre todo, por qu se perpeta con tal fuerza hastanuestros das? La consideracin del patrimonio como conjunto de smbolos sa-grados, que condensan y encarnan emotivamente unos valores y una visin delmundo, presentados como intrnsecamente coherentes, que utiliza Clifford Geertz(1973) para otros contextos y que yo he aplicado al patrimonio, me sigue pare-ciendo correcta y explicativa, pero insuficiente para dar cuenta de la gran diversi-dad de experiencias y matices en este campo, especialmente en la actualidad. Creoque no tenemos an una explicacin global satisfactoria para todas estas cuestio-nes, slo la constatacin de que el patrimonio, as constituido, y los procesos depatrimonializacin, son considerados en nuestra sociedad como un bien absolu-to, axiomtico, cuya conservacin (sin descender a la complejidad casustica) esincuestionable.

    A partir de estos principios compartidos, se produce una segunda cons-truccin social en el proceso de patrimonializacin. Se trata de la puesta en valor oactivacin.

    ltimamente ha hecho fortuna esta expresin, tan forzada en nuestra len-gua, de puesta en valor, como sinnimo de activacin o actuacin patrimonial. Encualquier caso, puestos a mantenerla, tal vez sea interesante remarcar la diferenciaentre poner en valor (o valorar simplemente) determinados elementos patrimonia-les, y activarlos o actuar sobre ellos de alguna forma. He sostenido y continososteniendo que los procesos de activacin del patrimonio dependen fundamen-talmente de los poderes polticos. Sin embargo, estos poderes deben negociar con

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    otros poderes fcticos y con la propia sociedad. Alrededor de la puesta en valor detal o cual elemento se produce precisamente el primer proceso de negociacin, enla medida en que existe en la sociedad una previa puesta en valor jerarquizada dedeterminados elementos patrimoniales, fruto normalmente de procesos identitarios,no necesariamente espontneos, o no completamente espontneos, pero que pue-den comportar un alto grado de espontaneidad y consenso previo. Esto sueleexigir, por lo menos, la conservacin de estos elementos, y facilita, por otra parte,al poder poltico, una va rpida y segura para la actuacin consensuada.

    La activacin, ms que con la puesta en valor tiene que ver con los discur-sos. Toda activacin patrimonial, desde una exposicin temporal o permanente,hasta un itinerario o un proceso de patrimonializacin de un territorio, de inspi-racin ms o menos ecomusestica, incluso una poltica de espacios o bienes cul-turales protegidos, si se quiere apurar la imagen, comporta un discurso, ms omenos explcito, ms o menos consciente, ms o menos polismico, pero absolu-tamente real. Este discurso se basa en unas reglas gramaticales sui generis, que sim-plemente recordar, que son: la seleccin de elementos integrantes de la activacin;la ordenacin de estos elementos (como equivalente a la construccin de las frasesdel discurso); y la interpretacin (o restriccin de la polisemia de cada elemento-palabra mediante recursos diversos, desde el texto a la iluminacin, o la ubica-cin).

    El trmino interpretacin, que utilizo aqu en su sentido concreto y referidoa los elementos patrimoniales individualmente considerados, se utiliza tambincon frecuencia como sinnimo de activacin, de puesta en valor, o de gestinpatrimonial en conjunto. Sin embargo, si bien en ambos casos la interpretacin seinfiere en la generacin de discursos, en el primer caso, el sentido en que yo lautilizo, tiene un carcter meramente instrumental dentro de un discursopreestablecido, en el segundo, en cambio, es la interpretacin misma la que seerige en generadora del discurso y directriz de la gestin del patrimonio (vase laproliferacin de los llamados centros de interpretacin del patrimonio), bajo unaapariencia de asepsia ideolgica, que resulta cuanto menos engaosa (incluso, talvez, para los propios gestores patrimoniales), en la medida en que los poderessiempre estn ah definiendo el terreno y las reglas del juego.

    Estos discursos, la columna vertebral de las activaciones patrimoniales, desdeel principio de la adopcin del sistema de representacin patrimonial como so-porte de identidades e ideologas, tienen una gran importancia para el poder po-ltico, tanto a nivel nacional o regional como a nivel local (aunque sea menosaparente). En general (con notorias excepciones), puede decirse que, con el tiem-

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    po, se han tornado ms complejos, discretos y sofisticados, pero no por ello me-nos efectivos. En torno a ellos, en torno a las activaciones patrimoniales, se plan-tea un segundo plano de negociacin, mucho ms peliagudo que el anterior. Losactores principales son el poder poltico y la sociedad, uno y otra de por s sufi-cientemente complejos como para que el proceso (y su anlisis) no resulte precisa-mente simple y fluido, aunque la toma de decisiones precipitadas (que tendrconsecuencias posteriores) haga que, a veces, lo pueda parecer. En el centro deltablero la puesta en valor de elementos patrimoniales indiscutibles (aunqueinterpretables). El objetivo, con frecuencia implcito, de la negociacin, es alcan-zar el mayor grado de consenso posible, de manera que el discurso subyacente enla activacin aparezca legitimado y conforme a la realidad socialmente percibida.

    Frente a una sociedad plural, el poder poltico cuenta con notables apoyos:desde el poder econmico hasta los poderes o intereses acadmicos y las habilida-des de los tcnicos. El poder econmico determina desde luego unos lmites en losdiscursos pero, a cambio de eso y de pinges beneficios de imagen, garantiza unadisponibilidad de recursos que permiten subsumir el contenido en la forma, (va-se el caso de la Barcelona postolmpica y, singularmente, del Frum de las culturas2004)5. Los poderes, si as puede llamrseles, o intereses, acadmicos compitenentre s por certificar el rigor cientfico de las activaciones, por obtener reconoci-miento social, recursos econmicos, estatus. La ciencia y sus correspondientesconocimientos disciplinarios deberan marcar claramente los lmites de legitima-cin de determinados discursos, pero la necesidad es grande y, con frecuencia, serecurre, voluntariamente o no, a la ficcin de legitimar los elementos, los compo-nentes, antes que el discurso, que simplemente se ignora, excepto en algunos casosde chapucera flagrante. La necesidad an es mayor en el campo de los tcnicos(musegrafos, gestores del patrimonio en general), que dependen para su supervi-vencia o bienestar, segn los casos, del nivel de satisfaccin de sus clientes y queson, en ltima instancia, los encargados de concebir y ejecutar el lenguaje formalque, si est bien resuelto, puede ejercer un efecto casi narcotizante, de prestidigi-tacin. Todo ello permite que nos enfrentemos a exposiciones, museos, ecomuseos,parques de todo tipo, como aparentemente neutros, sin contenido ideolgico al-guno, aunque, en realidad, en ningn caso esto sea as.

    Tampoco se trata de pretender que existen unos perversos polticos queutilizan subrepticiamente la demanda social de activacin patrimonial para legiti-mar espreamente, mediante la sacralidad patrimonial, discursos ideolgicos orien-tados a la captacin de adhesiones. Esto ha sucedido y sucede, pero normalmenteel escenario es ms complejo. Lo que existe habitualmente son terrenos delimita-

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    dos, fronteras ideolgicas, polticas o econmicas que no se pueden franquear,intereses especialmente relevantes, consensos sociales que se deben respetar y otrasfuerzas menores en juego. Una pequea jungla en que los gestores patrimonialesse suelen mover con mayor o menor comodidad.

    Por otra parte, con el desarrollo, en las sociedades capitalistas avanzadas,del consumo de ocio y turismo (ms tiempo, espacio y dinero dedicado a estasactividades y, por tanto, ms empresas e iniciativas al respecto), las activacionespatrimoniales han adquirido otra dimensin, han entrado abiertamente en elmercado y han pasado a evaluarse en trminos de consumo (visitantes fundamen-talmente, pero tambin merchandising y publicidad meditica), actuando ste, elconsumo, como medidor tanto de la eficacia poltica como de la contribucin aldesarrollo o consolidacin del mercado ldico-turstico-cultural6.

    Esto ha provocado un efecto progresivo, una escalada, en la espectacularizacinde muchas activaciones y restylings patrimoniales recientes, una confluencia con lalgica del mercado del ocio, y por tanto de la trivializacin, que las acerca a los par-ques temticos, a veces casi a los parques de atracciones, con una reduccin extremade la polisemia de los elementos, en ocasiones casi con una total prdida de significa-do, primando la sensacin, el juego, la gratificacin inmediata y superficial por enci-ma de la reflexin interactiva, apelando con frecuencia, paradjicamente, a lainteractividad, as cmo a una confusin, no s si por necesidades justificativas, entredidctica y banalidad.

    Ante estos hechos, es preciso plantearse algunas urgencias e interrogantes,en relacin con nuestra intervencin, o no, como cientficos sociales, en este cam-po y, en concreto, respecto a sus vertientes y tendencias ms globales.

    En primer lugar, de lo anteriormente expuesto y de la propia naturaleza delos procesos de patrimonializacin, deriva, a mi entender, la apremiante necesi-dad de desarrollar, y dotar de presencia pblica, una crtica patrimonial que no sedetenga, o no est especialmente centrada, en los aspectos formales de las activa-ciones, como sucede habitualmente, sino que otorgue primaca a los contenidos,a los discursos, incluso a los propios proyectos, intervenciones y polticas patri-moniales. Una crtica de fondo, organizada y sistemtica, que suponga en la prc-tica poner en evidencia y hacer llegar al pblico, a la sociedad, para bien y paramal, las claves ocultas de cualquier actuacin en el campo del patrimonio.

    Respecto a las tendencias formales de las activaciones, a la crecienteespectacularizacin, a la legitimacin de representaciones, ms o menos afortuna-das, de la realidad cultural, me pregunto si debemos intervenir de algn modo.Como tales activaciones, por supuesto, deberan estar sometidas a la crtica de

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    fondo, a la explicitacin pblica de sus claves a la que me acabo de referir. Pero,ms all de esta necesidad, de este deber comn de anlisis crtico de toda actua-cin patrimonial debemos denunciar la trivializacin? debemos temer y advertiruna progresin en este sentido hasta lmites caricaturescos y un efecto de contagiorespecto a otras activaciones preexistentes? Y en todo caso por qu? qu legitimala desautorizacin de esta tendencia? No es una pregunta retrica ni, por tanto,sostengo una posicin predeterminada en este sentido, tan slo la necesidad de lareflexin y el debate.

    Mi ltimo interrogante apunta en otra direccin, hacia la propia naturale-za del patrimonio. Como cientficos sociales podemos identificar estas construc-ciones y acreditar que, efectivamente, funcionan y permiten explicar la lgica delas polticas patrimoniales, as como la actitud social ante el patrimonio, tanto enabstracto como en la casustica concreta. Y podemos y debemos refinar nuestrosanlisis en este sentido. Pero, como cientficos sociales, debemos constatar tam-bin que de ninguna manera podemos identificar esta operacin simblica con laherencia cultural de la humanidad. Nuestra herencia, nuestro verdadero patrimo-nio como especie, esta constituido por la acumulacin de la experiencia culturalhumana en toda su profundidad y diversidad y es una herencia irrenunciable, dela que, por otra parte, estamos viviendo7. Sin embargo esta herencia, por su pro-pia naturaleza, no se puede conservar, ni se puede conservar de ella un conoci-miento razonablemente completo, ni siquiera se pueden establecer criteriospreferenciales en este sentido que no atenten contra su complejidad. Los intentosde desarrollar campaas sistemticas en esta direccin, ms all de las investiga-ciones nacidas de los problemas y los intereses cientficos de investigadores con-cretos o grupos de investigacin, son decepcionantes y no guardan una relacinsatisfactoria con los recursos invertidos. Debemos desarrollar lneas estratgicasen este sentido? existen criterios que permitan garantizar una mayor efectividaden los resultados? Y, en todo caso, qu entenderamos en este contexto por efecti-vidad?

    EL PATRIMONIO LOCAL

    Desde el punto de vista de la construccin social del patrimonio, el patri-monio local no tiene por qu presentar diferencias sustantivas respecto a otrosmbitos de construccin patrimonial. En este sentido, podramos decir que elpatrimonio local est compuesto por todos aquellos objetos, lugares y manifesta-

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    ciones locales que, en cada caso, guardan una relacin metonmica con laexternalidad cultural. Pero precisamente el factor escala introduce variaciones sig-nificativas en la conceptualizacin y gestin del patrimonio local.

    Antes de entrar en consideraciones acerca de las similitudes y diferenciasentre el patrimonio local y el patrimonio de cualquier otro alcance, es precisoestablecer algunas puntualizaciones conceptuales.

    En primer lugar, quisiera llamar la atencin sobre una distincin que meparece relevante, sobre todo a efectos de explotacin econmico-turstica, entrepatrimonio local y patrimonio localizado. Entiendo por patrimonio localizadoaqul cuyo inters trasciende su ubicacin y es capaz de provocar por s mismoflujos de visitantes con relativa independencia de la misma.

    La capacidad de trascender su ubicacin es, a mi entender, constitutiva ydistintiva del patrimonio localizado, pero no es absoluta. A nadie se le escapa queexiste un patrimonio localizado no deslocalizable, especialmente en el caso dealgunas manifestaciones patrimoniales, ya que, en este caso, se producira unaprdida importante de autenticidad percibida. Sin embargo, esto no debe impe-dirnos observar su naturaleza, es decir, que, si estas manifestaciones se hubieranproducido en otra localidad, mantendran su capacidad de atraccin ms all delmbito local, del mismo modo que la mantendra un determinado paisaje, mien-tras que otras manifestaciones, paisajes, u otros lugares y objetos presentan uninters estrictamente local.

    En otro sentido, la magnitud de los flujos de visitantes que es capaz deatraer el patrimonio localizado depende de diversos factores En primer lugar, na-turalmente, del inters social que concite, de su capacidad de atraccin intrnseca.Pero tambin, dialcticamente, de parmetros puramente tursticos, como su ubi-cacin respecto al mercado emisor de visitantes, la infraestructura turstica exis-tente (incluyendo otro tipo de atracciones complementarias), su comercializacincomo producto turstico, o su inclusin en productos tursticos ms amplios, y elrgimen de visitas-explotacin que la propia naturaleza del referente patrimoniallocalizado comporte.

    Cabe aadir, finalmente, que el patrimonio localizado forma parte tam-bin del patrimonio local (aunque no viceversa), incluso de un modo destacado,ya que el inters externo puede contribuir a una revalorizacin interna, aunque,por otra parte, su valoracin e interpretacin a nivel local no tiene porque coinci-dir necesariamente con la valoracin e interpretacin general y de los visitantes.De hecho, es muy frecuente que se produzca una sobrevaloracin o unaminusvaloracin local del patrimonio localizado, as como una interpretacin o

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    interpretaciones divergentes. La diversidad de la casustica en este punto no nospermite extendernos ms, pero atender a estas cuestiones evitara probablementealgunas frustraciones en las expectativas de desarrollo turstico basado en el patri-monio local.

    Cuando hablo, pues, del patrimonio local, me refiero preferentemente, deun modo paradjico, a las localidades sin patrimonio, o, mejor dicho, a las locali-dades con referentes patrimoniales de escaso inters ms all de la comunidad.Visto as no podra decirse que todo patrimonio activado, o, ms propiamente,toda activacin patrimonial, es o bien local, o bien localizado? Tal vez, pero, msque en las activaciones o referentes singulares, ahora me interesa centrar la aten-cin en el patrimonio local como un todo. Esto conlleva la necesidad de unasegunda puntualizacin conceptual respecto de lo que se entiende por local ylocalidad.

    Provisionalmente, y atendiendo tambin en este caso a la diversidad de lacasustica en el contexto global, voy a utilizar el trmino localidad en el sentido dedelimitacin territorial o administrativa habitada por una comunidad personal-mente interrelacionada, sin un grado de anonimato significativo. Un mundo co-nocido y de conocidos, ya se trate de un municipio, un concejo, una mancomuni-dad, un barrio, o cualquier otra figura de administracin territorial que presenteestas condiciones.

    As concebido, cmo actan los procesos de patrimonializacin a nivellocal? Cules son sus especificidades?

    La puesta en valor de los referentes patrimoniales por parte de la poblacinsigue en parte, de forma implcita, los mismos principios de legitimacin que stahabr adquirido en su proceso de aprendizaje cultural (naturaleza, pasado y ge-nio), pero otro principio adquiere un valor aun ms relevante: el significado. De-terminados objetos, lugares y manifestaciones, patrimoniales o no, se relacionanintensamente con la biografa de los individuos y con sus interacciones. Esto im-pele a la poblacin a anteponer el significado a los principios de legitimacinprocedentes de la externalidad cultural, o bien a manipular ms o menos cons-cientemente los atributos de los referentes patrimoniales, lo cual es ms frecuente,ya que, a todos los niveles (legales, por ejemplo), el patrimonio es concebidocomo una realidad esencial preexistente, no como una construccin social, y, portanto, las polticas de conservacin y difusin del patrimonio identifican los refe-rentes a partir de esos principios de legitimacin implcitos, pero en ningn casolos cuestionan, ni tan siquiera reflexionan al respecto. Convertir, por tanto, lo que

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    es significativamente importante para la comunidad en patrimonialmente rele-vante, constituye una estrategia espontnea y eficaz de preservacin.

    Quiere esto decir que, a otros niveles ms amplios, el significado no esimportante? S lo es, vase, sin ir ms lejos, la dificultad para aceptar socialmentelo que en otros lugares he denominado patrimonios incmodos (museos militares,por ejemplo, u otros repertorios patrimoniales polticamente incorrectos o actual-mente indeseables), a pesar de que cumplan todos los requisitos de legitimacinpara su puesta en valor y activacin. Pero, en el mbito local, por decirlo as, loideolgico se torna vivencial y adquiere, en consecuencia, un carcter infinita-mente ms complejo. Entramos en el campo de la interpretacin subjetiva (ointersubjetiva, si es compartida), y esto nos revela la verdadera naturaleza del pa-trimonio local, que se basa en la memoria.

    Podemos decir, sin lugar a dudas, que la memoria determina los referentesen que la comunidad va a fijar sus discursos identitarios, con un carcter casitotmico, pero tambin los contenidos mismos de esos discursos. La memoriacompartida, antes que colectiva, es, por supuesto, una construccin social, comoes una construccin tambin, de carcter ms o menos individual, la memoriabiogrfica. La memoria es cambiante, selectiva, diversa, incluso contradictoria yrelativa en todo caso a las situaciones, intereses e interrelaciones del presente (novoy a discurrir aqu por esos derroteros que nos apartaran de nuestro objetivocentral)8. Eso es tanto como decir que la memoria constituye el discurso, o mejordicho, el conjunto de discursos, cambiantes, de la comunidad sobre la comuni-dad. Un recurso permanente al pasado para interpretar el presente y construir elfuturo, de acuerdo con ideas, valores e intereses, compartidos en mayor o menorgrado. Nos hallamos en el corazn mismo de la reproduccin social.

    Esto confiere a los procesos de patrimonializacin a nivel local un poten-cial de reflexividad y de complejidad dialctica en la formalizacin de los discur-sos mucho mayor que la de cualquier otro nivel, as como un amplio margen demaniobra para reflejar una realidad asimismo igualmente polidrica y cambiante.La amplitud de este margen de discrecionalidad con respecto a la determinacin yorientacin de los discursos se relaciona directamente con las prioridades respectoa las activaciones, por una parte, y, por otra, con la mayor o menor participacinde la poblacin. La puesta en valor y activacin de los referentes patrimoniales nocorresponde a la poblacin, sino a los poderes locales, pero estos poderes se venforzados a reflejar las sensibilidades mayoritarias de la poblacin al respecto ydarle curso, so pena de perder apoyos polticos (electorales o clientelares, o de unay otra condicin a la vez), lo cual raramente se pueden permitir. El problema que

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    se plantea a los poderes locales en este campo (aparte de los que se puedan crearpor su cuenta) estriba en hallar aquellas actuaciones que garanticen una rentabili-dad ms o menos inmediata, en trminos de ejecucin, y conciten el mayor con-senso posible entre la poblacin, lo cual no siempre es fcil, dado del hecho de queel posicionamiento de la poblacin es raramente unnime, precisamente porquelos procesos de patrimonializacin se convierten en un lenguaje en el que se expre-san los problemas implcitos en la reproduccin social, incluso las tensiones pol-ticas. Adems, entra en contradiccin la lgica de rendimiento a corto plazo pro-pia de la poltica, con las necesidades, reales o percibidas como tales, de la pobla-cin, que no tienen porque ajustarse a los tiempos polticos.

    Si se mantiene en su propia inercia, el patrimonio local tiene, tarde o tem-prano, una cara oscura, que se manifiesta cuando la poblacin se enfrenta a pro-blemas acuciantes, como reconversiones econmicas, deslocalizacin de empre-sas, procesos de despoblacin o, por el contrario, crecimientos demogrficos sbi-tos y de una magnitud suficiente como para cuestionar los discursos identitariospreexistentes, presencia creciente de contingentes de emigrantes procedentes deotros contextos culturales o cualquier otro factor de conflictividad exgeno. Enestos casos, la memoria compartida y el discurso patrimonial tienden a cerrarse ens mismos, a tornarse monolticos y ortodoxos y a convertirse, en definitiva, enpoderosos mecanismos de exclusin y de negacin de la realidad. Frente a la nuevarealidad social o econmica, el discurso patrimonial se reviste de un carcter mti-co y se erige como una especie de fortaleza autodefensiva, dentro de la cual, me-diante el recurso a la idealizacin del pasado y la minimizacin de las diferenciasinternas, la comunidad originaria intenta reproducirse a s misma y defenderse dela agresin exterior de carcter econmico, demogrfico, social o cultural, o conimplicaciones simultneas en diversas vertientes. Este mecanismo es el que hadado pi, segn los casos, a lo que en numerosas ocasiones he denominadomuseologa de la frustracin, as como a la reproduccin, va retorno vacacional,con fiestas patronales incluidas, de comunidades rurales prcticamente abando-nadas durante el resto del ao, a legitimidades diferenciales y lmites de integra-cin para forasteros, a una magnificacin, en otro caso impensable, de los elemen-tos distintivos, etc., cuando no a actitudes y prcticas ms o menos abiertamentexenfobas.

    As pues, los procesos de patrimonializacin a nivel local, los discursospatrimoniales, la vivencia totmica de los referentes, pueden adquirir un carcterregresivo frente a nuevas realidades sociales percibidas como amenazas y adquirirun carcter narctico que obstaculiza la reproduccin social sobre los nuevos pla-

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    nos que la realidad plantea, ya se trate de la reconversin econmica, de la plenaintegracin de los nuevos contingentes de poblacin, o de la aceptacin de ladiversidad cultural en positivo.

    Podramos decir, consecuentemente, que el patrimonio local contiene en smismo grandes oportunidades y grandes amenazas para el desarrollo y el bienestarde la poblacin. Es, a la vez, un foro, que puede actuar como crisol depurador detodo tipo de lastres y generador de nuevas adaptaciones y formas de convivencia,y un bnquer, en el cual encerrarse e ignorar los nuevos retos. No siempre esposible hacer que prevalezca su carcter abierto y generativo, pero hay instrumen-tos, caminos, que lo facilitan ms que otros9.

    El principal camino para convertir al patrimonio local en un instrumentoabierto y de futuro pasa bsicamente, a mi entender, por dar prioridad absoluta alcapital humano: las personas antes que las piedras. Cuando hablo de capital hu-mano y de personas, me refiero, naturalmente a la poblacin, pero a toda la pobla-cin, autctona o no, y a procesos de participacin activa. Pero me refiero tam-bin a tcnicos. Tcnicos en gestin patrimonial que, en este caso, deben ser ade-ms, a la vez, cientficos sociales capaces de trabajar en la poblacin y con lapoblacin, en el mbito de lo extremadamente concreto, es decir antroplogos yantroplogas formados en el trabajo de campo10. Y me refiero, tambin, a agentesculturales locales, personas implicadas en el devenir comunitario y dispuestas aparticipar en la empresa.

    Puede contarse con los poderes polticos locales? La casustica puede ser denuevo muy diversa en este sentido. La lgica intrnseca en su propia reproduccinnos llevara a decir que inicialmente no. En principio, parece ms rentable paralos polticos locales restaurar monumentos, recuperar parajes, incluso crear mu-seos, a partir de un amplio consenso social, que no contratar aunque sea un soloantroplogo o antroploga y esperar pacientemente los resultados inciertos de unproceso de indagacin y realizaciones basadas en la participacin. Esto constitu-ye, a mi entender, un error de apreciacin, ya que la aportacin a medio plazo delantroplogo o antroploga, trabajando directamente con la poblacin, propiciandola coordinacin e iniciativa de los agentes culturales locales y contribuyendo a laformalizacin de discursos autctonos, materializados en exposiciones, itinera-rios, manifestaciones colectivas u otros soportes, puede ser ms rentable para elpoltico local que un proyecto tradicional de conservacin de monumentos y crea-cin de museos, ya que, en definitiva, se trata de un modelo dinmico, con apor-taciones de menor calado pero mayor frecuencia de renovacin y capacidad deadaptacin a la sensibilidad social. En definitiva, se trata de la confrontacin de

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    un modelo esttico, con fuerte inversin y rendimiento inicial, pero con elevadoscostes de mantenimiento y rendimientos decrecientes (el modelo museal conven-cional), con un modelo dinmico, de inversin media y sostenida, pero con ren-dimientos igualmente sostenidos, y que no excluye la recuperacin, por otro ca-mino, de determinados referentes estticos. Lo veremos en seguida.

    El patrimonio edificado, el patrimonio material en su conjunto, puede serun enemigo de la dinmica creativa y participativa que estamos considerando, ono. Todo depender de que sepamos ponerlo a trabajar en beneficio de los objeti-vos globales o de que, al contrario, se convierta en un peso muerto, o acabe cons-tituyendo el objetivo en s mismo.

    Veamos la secuencia de trabajo que propongo y como encajan en ella losdiversos elementos. Voy a referirme a ella de una forma bastante genrica y, entodo caso indicativa, ya que aqu s que la casustica puede aconsejar, o forzar,orientaciones muy particulares. En cualquier caso, espero que el sentido generalde la intervencin que propongo, el espritu, la intencionalidad y el camino paraconvertir el patrimonio local en un poderoso instrumento social al servicio de lapoblacin, queden correctamente ilustrados.

    Supongamos un proyecto cualquiera de activacin y gestin del patrimo-nio local. Una vez tengamos al antroplogo o antroploga ubicado en la locali-dad, lo cual requiere algn tipo de encargo profesional, propiciado directamentepor la administracin local o inducido por agentes culturales, su primer trabajodeber consistir en un proceso de exploracin y diagnstico, lo suficientementelargo e intenso, pero no desmesurado. No estamos escribiendo una tesis, sinoincitando una dinmica cultural sin cometer, a ser posible, errores de bulto, perocon la posibilidad, incluso la necesidad, como veremos, de rectificar y reconducirconclusiones. Al mismo tiempo, y haciendo de la necesidad virtud, se debera irconstituyendo el grupo de agentes culturales que trabajen conjuntamente con elantroplogo o antroploga en el proyecto. Este grupo debera ser en el futuro elencargado de mantener viva la dinmica que se ponga en marcha. A no muy largoplazo, debera proyectarse y ejecutarse una primera exposicin, centrada en algntema de escaso potencial conflictivo. La pronta realizacin de una exposicin tem-poral tiene una serie de ventajas. En primer lugar, da sentido y visibilidad a nues-tra presencia y nuestro trabajo; en segundo lugar, cohesiona el grupo de trabajoque habremos constituido con los agentes culturales; en tercer lugar, requiere laparticipacin de la poblacin en su creacin, tanto en lo que se refiere a informa-cin oral como al posible prstamo o donacin de objetos o documentos (para loscuales la administracin local debe poder disponer de un sistema de archivo ade-

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    cuadamente acondicionado, aunque inicialmente sea de forma provisional). Laparticipacin de la poblacin, por otra parte, no acaba aqu, sino que se ampla eintensifica en la visita, los comentarios y la valoracin, en definitiva, de la exposi-cin, tanto de su contenido y forma, como de la propia iniciativa. Esto nos debefacilitar una gran cantidad de informacin suplementaria sobre la poblacin en smisma, as como tambin sobre la percepcin de nuestro proyecto. En cuartolugar, la exposicin temporal debera permitir, idealmente, recuperar de formatemporal, como receptculo, determinados lugares, patrimonialmente significati-vos, lo cual, a su vez, debera proporcionarnos informacin acerca de los usosposteriores de esos lugares. Slo en caso de extrema necesidad, deberamos aceptarla presentacin de las exposiciones temporales en espacios ad hoc (salas de exposi-ciones), de una forma continuada, ya que con ello se pierde una gran parte de lainteraccin del discurso y de la propia activacin, con el conjunto del territoriolocal y sus diversos lugares patrimoniales, cuya utilizacin, por otra parte, puedeconstituir un motivo aadido de atraccin.

    Las exposiciones temporales constituyen un instrumento extraordinaria-mente til para proyectos de activacin y gestin patrimonial locales de vocacinpolidrica y participativa, pero no son el nico. La incidencia sobre el espaciolocal, mediante la recuperacin de la toponimia, de los nombres y la memoria delas calles, las plazas, la casas y otros lugares e instalaciones, para rescatarlos delanonimato y devolverles su naturaleza de espacio vivido, las manifestaciones co-lectivas, de carcter habitualmente festivo (incluyendo las inventadas oreinventadas), o la recuperacin de edificios, parajes e instalaciones, son tambin,entre otros, instrumentos de gran eficacia, segn los casos y las necesidades. Eltratamiento de los edificios y otros lugares construidos o naturales debe atender alos principios de utilidad social y participacin. Partiendo de la base de la noexplotacin turstica de estos elementos (puesto que entiendo que no nos estamosrefiriendo a un patrimonio localizado), lo ideal es que dichas instalaciones se rein-tegren a los usos comunitarios (si se han perdido), segn sus funciones originales,aunque lgicamente atendiendo a las transformaciones de los tiempos (sera elcaso, por ejemplo, de centros cvicos de todo tipo, espacios pblicos y naturales,incluso, tal vez, segn las circunstancias, de determinados centros de culto o loca-les comerciales). Cuando los usos tradicionales no son viables, debera darse aestas instalaciones otros usos sociales, incluso econmicos que, respetndolas, res-pondieran a necesidades de la poblacin. En este sentido, adquieren una especialrelevancia, siempre, idealmente, mediante la recuperacin de las actividades pro-pias, los llamados espacios de la memoria (los lieux de mmoire de Pierre Nora),

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    especialmente presentes en las vivencias de parte de la poblacin, transmitidasoralmente a generaciones posteriores como memoria de la memoria (Zonabend,1980), y que, tratados convenientemente, pueden constituir lugares de confluen-cia de tiempos y espacios y de participacin e integracin de sectores socialesdiversos, de gran fecundidad.

    La concepcin del patrimonio local como foro de la memoria y banco deensayos para la reproduccin social, nos llevar con seguridad a desbordar loslmites de lo que se concibe tradicionalmente como patrimonio y gestin patri-monial, y nos veremos implicados en otro tipo de dinmicas locales, singularmen-te todas aquellas que comporten procesos de reflexin y proyeccin de la comuni-dad hacia su futuro. De ninguna manera podemos rehuirlo. Como antroplogosy antroplogas, sabemos hasta que punto las distintas manifestaciones de la co-munidad se hallan interconectadas11. En el fondo, con ello, partiendo del patri-monio, recuperamos de nuevo la cultura, a escala local, como objeto de estudio eintervencin. Y hasta cuando debe mantenerse esta intervencin del antroplogoo antroploga? No hay una respuesta para eso. Idealmente, debera poder desarro-llar su actividad profesional en la localidad de forma indefinida, pero, con fre-cuencia, hay factores, de una y otra parte, que lo impiden. En cualquier caso, auncuando la presencia del antroplogo o antroploga se mantenga, es imprescindi-ble que se constituya un ncleo eficiente de agentes culturales locales, comprome-tidos con el proyecto y su continuidad.

    Hasta aqu me he referido a este proyecto como a lo que los fsicos y losqumicos denominaran un experimento en condiciones normales. Pero qusucede cuando la comunidad se enfrenta a retos como los que he enumeradoanteriormente, u otros? Estos retos no se resuelven, por supuesto, nica ni princi-palmente en el mbito del patrimonio y de la participacin cultural, pero, si se hatrabajado adecuadamente, este mbito en su conjunto puede ofrecer un marcoadecuado de reflexin y generacin de nuevas propuestas. Un foro cultural-patri-monial no va a frenar el cierre o la deslocalizacin de una empresa, pero puedeayudarnos a comprender qu es lo que con ella hemos perdido irremediablementey qu lo que podemos reconducir, a comprender las razones del hecho en s ybuscar opciones con conocimiento de causa, a exorcizar fantasmas. Es bastantems que decidir instintivamente la creacin de un museo local que recoja esemundo perdido y esperar la quimrica llegada del turismo cultural. Frente a otrosproblemas de carcter social, la aportacin desde el mbito de la cultura y el patri-monio puede ser ms sustantiva. As, en el caso de la integracin de nuevos con-tingentes de poblacin, que se puede propiciar mediante su participacin directa

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    y requerida en actividades patrimoniales y culturales, o de colectivos de inmigrantesde otras culturas, donde se puede fomentar el conocimiento mutuo y lainteractividad cultural. Incluso en el caso de procesos de despoblacin ms o me-nos acelerada, puede reflexionarse y tomar decisiones respecto a cuestiones relati-vas a la representacin de la comunidad, fuera o dentro del territorio original, enqu forma y hasta qu punto.

    En conclusin, propongo que el patrimonio local no sea tomado como unconjunto de referentes predeterminados por principios abstractos de legitima-cin, sino como un foro de la memoria, en toda su complejidad, que permita unareflexividad polidrica sobre soportes diversos, que, partiendo de las preocupacio-nes y retos del presente, reflexione sobre el pasado, para proyectar,participativamente, el futuro. Esta es mi forma de entender el patrimonio comorecursos para vivir.

    NOTAS

    1 Este artculo se inscribe en el proyecto de investigacin BSO2002-02427, tituladoGestin turstica del patrimonio natural y cultural en el desarrollo local de los espaciosde interior en Catalua, financiado por la Direccin General de Investigacin delMinisterio de Ciencia y Tecnologa.2 Vase Prats (1997).3 Pueden hallarse muy claramente expuestos en Leach (1978) y Cazeneuve (1971).4Vase, por ejemplo, Thiesse (2001).5 El caso de la Barcelona postolmpica, la plasmacin de una identidad moderna ycosmopolita, mediante el recurso al patrimonio arquitectnico ms innovador y aalgunas instituciones de inequvoca intencionalidad poltica como el Centre deCultura Contempornia de Barcelona y la correlativa promocin de la ciudadcomo destino turstico, merecera algo ms que una nota, incluso que un artculo.El Frum de les Cultures 2004 ha dejado al descubierto, de una forma casi obscena,los aspectos ms vacuos de este proyecto. Sobre el Frum de les Cultures se haescrito mucho. El Institut Catal dAntropologia y especialmente el colectivoAriadna Pi, mantuvo desde el primer momento una actitud de denuncia que se haplasmado en publicaciones diversas. Recomiendo especialmente la lectura del librode Gerard Horta, Lespai clos. Frum 2004: notes duna travessia pel no-res (El espacio

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    cerrado. Frum 2004: notas de una travesa por la nada). Hay un juego de palabrasen el ttulo: clos, significado cerrado (como el recinto del Frum) pero es tambinel apellido del actual alcalde de Barcelona y mximo responsable poltico del evento.Un guio sobre la malvola ingenuidad desde la que est escrito el libro y que loconvierte, precisamente por ello, en un anlisis tan certero como despiadado.6 Vase al respecto, por ejemplo, Mairesse (2002), pp. 129-147.7 Dice Jos Luis Garca (1998) que el patrimonio son recursos para vivir. Piensoque esta es una divisa central que nunca deberamos perder de vista en los procesosde anlisis y gestin del patrimonio, y de la cual no siempre sacamos todas susconsecuencias.8 Para una aproximacin general bsica a la memoria compartida vase Connerton(1989), especialmente las pginas 6 a 40. Personalmente siento una particulardebilidad por el trabajo desarrollado en Minot por Tina Jolas, Marie-ClaudePignaud, Yvonne Verdier y Franoise Zonabend. Vase epecialmente en este sentidoZonabend (1980).9 Esta parte de mi reflexin se inscribe abiertamente dentro de lo que, siguiendo laautorizada voz de Nstor Garca Canclini, podramos denominar usos socialesdel patrimonio. Curiosamente parece (lo planteo como hiptesis) que, a amboslados del Atlntico, esta cuestin presenta especificidades diferenciales. En Europa,y especialmente en Espaa, estos usos sociales se han venido asociando casiexclusivamente con la explotacin turstica (vase Aguilar y otras, 2003 y Prats,2003), con una fuerte implicacin con el turismo rural y cultural. Por supuestohay excepciones (vase, a ttulo de ejemplo, la implicacin con la economa agrcolalocal del museo de San Marino de Bentivoglio y la relexiones de Pietro Clemente(1996) al respecto, o la utilizacin de la exposicin para luchar contra la exclusinen el Ecomuse de Fresnes (Wasserman, 1994) ). En Latinoamerica, en cambio,aparte de la cuestin propiamente indgena y todas sus complejas implicaciones,parece que se plantea una nocin de uso social mucho ms amplia (GarcaCanclini, 1999, Rotman, 2001, etc.), con la que me identifico mejor, como puedeadvertirse en este mismo artculo o en Prats (2003). Parece que existe unaproblemtica especfica muy viva en Latinoamrica asociada a los centros histricosy que, en menor medida, se reproduce en ocasiones en Europa, donde el asuntoen principio parece estar ya ms o menos resuelto (para bien o para mal). Algunasreflexiones de Kingman (2004) en este sentido, me recuerdan unos comentariosde mi colega y compaera de departamento, Josefina Roma, acerca de la rpida

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    movilizacin para conservar y activar unas ruinas aparecidas en el antiguo mercadocentral del Born en Barcelona, en contraste con el atroz deterioro del Barri deRibera, en el que esta instalacin se halla inscrita.10 No tengo ningn problema en adherirme a las tesis de Davydd Greenwood(2000) respecto a la necesidad de la investigacin-accin, o de la intervencin, sise la quiere denominar de una forma ms genrica, en antropologa. Por lo menosen mi campo de estudio especfico, sostengo que sin intervencin no hayinvestigacin posible y, sin investigacin, la intervencin es mala o, cuando menos,temeraria.11 Vase Cuc y Pujadas (1990).

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