Concurso Literario Coronación - Vitoria-Gasteiz

Bernardo Cascanalla • DOS PUEBLOS • Merche Moreno • MAYORES CON ILUSIONES • Pedro Morán • IMAGINACIÓN AL

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ONCE DÍAS DE CONFINAMIENTO • Natividad Tejada Solano • APRENDER A VIVIR • María Jesús Bascones • EL ANTES Y EL

DESPUÉS DE LA SITUACIÓN ACTUAL • María del Carmen Gamarra • VOLVEREMOS A ABRAZARNOS • María Isabel Bascones

• ANTES Y AHORA • Eva Ugartondo • VISITA DE UN INTRUSO: VIRUS COVID-19 • José María Quirce • VOLVERÁN EL

ANTES Y EL DESPUÉS • Victoriano Soleto • MALDITO CONFINAMIENTO • Fidela Mérida • EL CAOS DE LA PANDEMIA

• José Ignacio de Bárbara • VOLVERÁN EL ANTES Y EL DESPUÉS • Gabriel Sánchez • HISTORIA DE UN 3 PLAZAS • Joxe

Murguia • HIKARU • Juan Felipe Marañón • VOLVERÁN EL ANTES Y EL DESPUÉS • Puri Domínguez • PASADO Y PRESENTE

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Beitia • LA HABITACIÓN QUE MEJOR ME CONOCE • Bernardo Cascanalla • DOS PUEBLOS • Merche Moreno • MAYORES

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Concurso LiterarioCentro Sociocul tural de Mayores

Coronación


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Textos: Concurso Literario CSCM CORONACIÓNDiseño: Hugo MusituImprime: Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz








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“VOLVERÁN EL ANTES Y EL DESPUÉS”

Bernardo Cascallana • DOS PUEBLOS

Merche Moreno • MAYORES CON ILUSIONES

Pedro Morán • IMAGINACIÓN AL PODER

Avelina Cruz • MI ILUSIÓN

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Victoriano Soleto • MALDITO CONFINAMIENTO

Fidela Mérida • EL CAOS DE LA PANDEMIA

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Aurora Nieva • CORONAVIRUS: ENTRE AYER Y HOY

Mari Cruz Beitia • LA HABITACIÓN QUE MEJOR ME CONOCE

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ÍNDICE

Fue a finales de 2019, en un curso del Centro Sociocultural de Mayores de Arana. Al final de la tertulia, con espíritu navideño, apartamos a un lado la pringosa ac-tualidad política y dedicamos la clase a intercambiar buenos deseos. Cosas muy

sencillas, como es todo lo verdaderamente importante: «Que se me cure la pierna», «que aprendamos a escucharnos», «que la juventud salga adelante», «que estemos unidos en familia…».

Entonces Jesús, que era el chistoso del grupo, dijo algo demasiado serio: «Que todo quede igual a como está ahora y, si es posible, un poquito mejor, porque si pedimos demasiado vamos a quedarnos sin nada».

No sabíamos entonces lo serio que podía ser aquel vaticinio inesperado. Fue a finales de 2019 y parece que pasó hace un siglo…

Un día de febrero de 2020, Antonia dijo en clase: «Año bisiesto, año siniestro». Muy poco tiempo después, irrumpió en nuestras vidas un vocabulario nuevo de feas pala-bras: coronavirus, pandemia, confinamiento y desescalada, para acabar en esta «nue-va normalidad», expresión y realidad a la que (casi) nos hemos acostumbrado.

Despedimos 2020 con ganas de perder de vista para siempre aquel año. Por entonces, las comisiones del CSCM de Coronacion decidieron organizar un Concurso Literario y el tema se nos impuso sin alternativa posible. Quisimos que la escritura nos sirviera de estímulo y desahogo, de grito y de suspiro, pero sobre todo, de bocanada de espe-ranza. Una puesta en común como una terapia para curarnos de lo vivido.

No resultó fácil poner título al concurso, pero se nos ocurrió partir del verso de Béc-quer: «Volverán las oscuras golondrinas…». Volverá «el antes», porque todos y todas lo añoramos, y volverá también «el después», porque esta situación, poco a poco, la vamos a superar juntos.

Recibimos 23 relatos: son estos que tienes ahora entre tus manos. Son historias es-critas por los mayores de nuestra ciudad y, en ellos, hay lugar para la incertidumbre, el miedo, la desorientación… pero también para la esperanza, la solidaridad, la empatía y el amor. Incluso para el humor.

No sólo tratan de la pandemia y del confinamiento, sino también de los temores que se fraguan día a día entre cuatro paredes y de cómo, aun entre cuatro paredes, uno puede elegir abrir las ventanas, tratar de ser l ibre.

Queremos agradecer el esfuerzo de estos escritores que se agarran con tesón a la pluma, la tecla, el lápiz o el bolígrafo en estos tiempos del COVID. De su mano hemos experimentado sensaciones y emociones nuevas pero idénticas. Sus testimonios forman parte ya de nuestra memoria y servirán para entender mejor (y recordar) la historia del mañana.

Pilar CorcueraDavid Busto


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Había una vez, dos pueblos vecinos y muy bien avenidos, en un pueblo vivían las hormigas y en el otro las cigarras. Un día les llegaron noticias de que se estaba acercando a sus pueblos un ogro invisible que se comía a las hormigas

y a las cigarras, así que las hormigas se reunieron y decidieron organizarse para tomar precauciones. Se pusieron todas a trabajar para llenar bien sus despensas y que no las faltase de nada por si el ogro tardaba mucho tiempo en irse, cerraron todas las puertas de entrada a su pueblo y no dejaban entrar a ningún extraño, se lo tomaron muy en serio y fueron muy precavidas. Desde ese día, cuando las visitaban sus vecinas las cigarras, las recibían en la puerta del pueblo y no las dejaban pasar. A las cigarras no las gustaba que se comportasen así con ellas, ya que toda la vida habían gozado de buena armonía y se divertían conjuntamente. En cambio, en el pueblo de las cigarras cuando se enteraron de las noticias, se decían que eran rumores y no se lo tomaron en serio, ya que nunca ha habido ogros invisibles que se coman a las cigarras. Siguieron haciendo su vida normal como siempre lo habían hecho, ya que no iban a privarse de su l ibertad. Siguieron disfrutando cómodamente puesto que ellas no tenían por qué copiar de las hormigas. Las hormigas eran unas aburridas y solo pensaban en trabajar y guardar comida, nunca han sabido divertirse ni disfrutar de la vida, y seguro que lo del ogro invisible se lo habrán inventado las hormigas para meterlas miedo. Las cigarras siguieron con su fiesta y empezaron a cantar y a divertirse. A los pocos días, empezaron a desaparecer una tras otras y las cigarras seguían de fiesta sin alarmar-se. Cuando se fueron quedando sin alimentos, se fueron al pueblo de las hormigas a pedirlas alimento:

- ¡Hola! ¿Qué tal están nuestras queridas hormigas? ¿Seguís teniendo miedo al ogro? Nosotras seguimos todos los días de fiesta, ya que no nos preocupa ese bicho tan raro que decís que nos va a come, pero nos hemos quedado sin comida y venimos a ver si nos dais algo.

Las hormigas, como siempre habían sido solidarias con las cigarras, les dieron comi-da y les advirtieron que en la situación en la que se encontraban no podían salir del pueblo a buscar comida, que no podían darles más comida y que fuesen más res-

BernardoCascallana

PUEBLO

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Son cosas de cada día, en versos voy a contar. y así despejo el cerebro, y le pongo a funcionar.

Lo que está pasando en China,¡quién lo pudiera pensar, que pasando pocos días, ya nos pudiese afectar!

Con el Covid diecinueve, en mi casa me quedé

pasando la cuarentena. y pensando lo que haré.

Me asomé por la ventana, muchos vecinos estaban. con sus bayetas frotaban y los cristales l impiaban.

¿Qué le pasa al ser humano que se ha puesto a trajinar

los armarios relucientes y las lámparas radiantes?

Pocas veces se habrá visto, una l impieza integral

es que el virus invisible está apunto de llegar.

Hasta los perros intuyen todo lo que va a pasar que les sacan a la calle

sin ganas de ladrar.

Para el Covic diecinueve somos todos tan iguales no tiene cuenta las clases y tampoco sus caudales.

En este hermoso planeta lleno de odio y maldad

somos como una veleta ¡todo es pura vanidad!

¡Qué desgraciada ambición que todos quieren mandar llegó este maldito bicho

y a todos hizo callar!

Cuarenta días pasaron.En abril fue el veintiséis,

cuando a los niños ya veiscomo nos emocionaron.

Ya me cansan las noticias,

de tantas repeticiones,y viendo a los políticos,

haciendo competiciones.

ponsables. Les preguntaron que si había desaparecido alguna cigarra en su pueblo, y las cigarras las mintieron diciéndolas que no había desaparecido ninguna cigarra, que no era necesario tener tanta prevención y así, en el pueblo de las cigarras, cada día desaparecían más y más cigarras y ¡todo seguía bien!

Lo mismo que las hormigas pasé yo el primer confinamiento domicil iario, encerrado en mi casa, observando a mis vecinos desde la ventana, viendo los medios informa-tivos y sacando conclusiones, que son las siguientes que os voy a contar...


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¡Lavarse muy bien las manos. por si habéis tocado sitios,

donde nos habían dicho,que pudiese estar el bicho.

Ya se aproximan las ochoy al balcón tengo que ir,

aplaudir con entusiasmo,que me vean sonreír.

“Resistiré” la pandemia,todos queremos cantar,para poder olvidarnosde lo que pueda pasar.

Siempre mirando la teley haciendo comparaciones,es que todo me recuerda,

las últimas elecciones.

Se van pasando los días,la pandemia es regulary la gente ya no tiene,

esas ansias de comprar.

El silencio es absoluto,en toda la urbanización,

para poder relajartey quitar tanta tensión.

Más de dos meses llevamos,navegando en este mar,

todos en la misma barca,y sin rumbo qué tomar.

Todos los días nos dicequeda menos para llegar

y nos quiere consolarsin tenerle que rogar.

Tendremos que confiar,de nuestro doctor Simón,

por ser nuestro capitány el que maneja el timón.

La fase uno está abierta,y los bares ya se abrieron,

algunos no respetarony les cerraron la puerta.

Hemos de tomar conciencia.¡Cierta juventud gregaria,se nos muestra insolidariay sobrada de impaciencia!

Si despreciamos consejos,

y la memoria nos fallay algunos no dan la tallano llegaremos muy lejos.

Bernardo Cascalllana

Y como en la situación que nos encontramos, no sabemos cuándo va a terminar, tendremos que tener mucha paciencia y ser muy precavidos, esperando que llegue pronto la nueva normalidad.

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María, una niña de apenas cinco años que no sabía rezar ni entendía, miraba una estampita con angelitos alrededor de la Virgen con sus rubios cabellos y una gran sonrisa. Sería el cielo de las almas buenas, quería invocar a alguien

rogándole por su salvación un batiburrillo de palabras.

La vida es un desafío, antes de nacer ya peleamos por ella.

El mayor mal es el miedo, la mochila que nos colocaron cuando eramos pequeños, con ella seguimos luchando en pequeñas y grandes batallas.

Nosotros somos importantes, nuestros hijos son importantes, los padres imprescin-dibles, los amigos son necesarios, son como una infusión de tila y melisa. De las redes sociales a veces abusamos de cosas que nos enganchan para favorecer a la publicidad.

Nos tocó vivir lo que nos enseñó la necesidad por falta de medios.

No permitiré que lo que pienso me destruya, soy aquello que tengo para dar amor, experiencia, paciencia. Somos silenciosos, estamos en un parque cerrado esperando a la dalla, es tensa esta espera, no es extraño que no sonríamos mucho. Informarán de lo que está pasando, los mayores tenemos el deber de no perder lo que tanto nos ha costado, no perderemos la ilusión de vivir.

El agua tiene que retornar al mar, lo mismo que nosotros retornaremos al seno de la tierra, pero sin que nos empujen, vivir la vida es una oportunidad. Lo único que nece-sito es pedir ayuda y escuchar los problemas de los demás.

Siempre tengo la l ibertad de disfrutar de mi felicidad.

Merche Moreno

M AY O R E SC O N I L U S I O N E S

Merche Moreno


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Sucedió en el año 2019, un 10 de Noviembre. Era el día de las eleccio-nes generales y un nuevo Estado nacía con el nombre de Pico Tallo. Una tensa calma dominaba en el ambiente. Los colegios electorales ha-

bían cerrado a las nueve de la tarde, y para las 11 de la noche se preveía conocer el nombre del ganador. El índice de participación había sido muy alto: el 90% de los ciudadanos del nuevo estado, llamados picotenses, habían acudido a las urnas a depositar su voto.

La campaña electoral había sido muy animada. Los distintos partidos po-líticos habían explicado sus propuestas sin acritud, sin rencor, hablando en positivo.

Todo estaba preparado, la plaza del ayuntamiento repleta de ciudadanos con ganas de saber el nombre del partido ganador. Un silencio sepulcral reinaba en

el ambiente cuando apareció el alguacil, y con gran solemnidad, proclamó el vencedor de las primeras elecciones generales:

- Con el escrutinio al 100x100 el partido ganador ha sido el APSADEL, cuyas siglas significan “Animales Pacíficos Sin Animo De Lucro”.

Todo un bombazo.

Los fuegos artificiales empezaron a iluminar el cielo de la ciudad y una gran alegría invadió a todos los asistentes. Salieron al balcón del Ayuntamiento los vencedores de los comicios, y destacando por su corpulencia apareció el Ele-fante, vestido con su traje de gala resaltando su trompa engalanada con una tela en la que aparecían los siete colores del arco iris, y en sus pezuñas unas botas negras de media caña. Todo un espectáculo. El maestro de ceremonias era la Jirafa, que con mucha gracia cogió el micrófono y se lo puso en la boca del Elefante para que éste empezara su discurso:

- Amigos conciudadanos, después de agradeceros vuestra confianza en este partido, y ante tanta responsabil idad, os prometo que no me temblará el pulso cuando haya que tomar decisiones que contribuyan al bien común. Como Presidente de la República de Pico Tallo, os anuncio que vuestros mandatarios no harán chanchullos, que los Ejércitos sobran en esta Nación y el que pudiendo trabajar, no lo haga, se quedará sin comer.

AL PODER PedroMorán

IMA

GIN

C

IÓN

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Una gran ovación sonó en toda la plaza y en el rostro de los asistentes brillaba de gozo y esperanza, porque confiaban en las palabras de su Presidente, el Excelentísimo Señor Elefante. Prosiguió hablando después de que dejaran de sonar los aplausos diciendo:

- Como Primer Ministro, nombro al Perro, que con su inteligencia y sabiduría, sabrá escoger a sus Ministros, para que cada uno en su parcela sepa trabajar y llevar adelante su Ministerio. Y como no quiero ser yo solo el protagonista, le paso la palabra.

El Perro sonrió y, estimulado por el cargo tan importante que le asignaba el Señor Presidente, habló de esta manera a todos los asistentes:

- Trabajaré sin descanso para que nuestra Nación sea pionera en el respeto mutuo, no valen los insultos, cuidaremos nuestros campos, nuestros ríos, nuestros bosques, respiraremos aire puro; resumiendo, la naturaleza será nuestra segunda madre”.

- A continuación, paso a deciros el nombre de los distintos Ministros: Ministra de Asuntos Exteriores; será la Paloma; que con una rama de olivo en el pico, anunciará paz para todos los habitantes de la tierra. El primer viaje lo hará a EEUU, y más concretamente a la ONU. No sé qué tal será recibida, porque ya sabéis cómo funciona dicha Organización y sus famosas votaciones interesadas.

- Como Ministra de Hacienda nombro al Águila, que desde las alturas, sabrá distribuir los dineros a cada Ministerio, sin derroche de ningún tipo. También le corresponde cobrar los impuestos sin que nadie se escaquee. Vigilará desde lo alto en que las nuevas urbanizaciones tengan sus correspondientes permisos y cumplan los requisitos exigidos por la ley.

- La Hormiga será la Ministra de Trabajo, que nada hay en la vida como dar ejemplo y no tanta palabrería. Ella será la primera en llegar a la oficina y la última en salir sin que se le olvide apagar las luces.

- El Ministro de Cultura será el Delfín, que como sabéis, sacó el doctorado con su tesis “aprender jugando”. Es un buen fichaje que nuestros niños y jóvenes siempre nos agradecerán. No escatimaremos presupuesto en la preparación de nuestra juventud.

- El Caballo será Ministro de Sanidad, el vigilante de nuestra salud, nuestro eslogan será “más vale prevenir que curar”. Pasearemos todos los días y los más animosos irán al trote, como nuestro Ministro.


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- No quiero cansaros más con tanto nombramiento. Solamente os adelanto una noticia que a todos nos preocupa, según rumores y el rumor es la antesala de la noticia, parece ser que el mundo está infectado por un virus que lo nombran el Covid-19. Si esto se confirmara, ficharemos a un Cuervo: Esta ave de aspecto despiadado, que tiende a aparecer en películas de terror, es considerada una de las aves más inteligentes que existen. Cuentan con métodos de comunicación únicos. Y contiene una gran memoria, sentido de empatía, es un animal muy social y tiene un lenguaje altamente desarrollado y es capaz de resolvernos muchos de los problemas que se nos presente. Sin más amigos conciudadanos cualquier cosa que en este nuevo Estado ocurra aquí estaremos para resolverlo.”

Todos los asistentes empezaron a aplaudir entusiasmados por las palabras de su Pre-sidente y de su primer Ministro. Y tarareando la canción. “Imaginación al poder, Ima-ginación al Poder”.

Pedro Morán

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Me gustaría que siempre fuese primavera, que siempre hubiera muchas flores, que siempre brillara mucho el sol, para que iluminara tantas mentes que hay oscu-ras porque no les llega la luz del sol, la luz del Amor, la luz de Dios. No quieren

que la Luz ilumine sus mentes, sus corazones, sus almas, prefieren la fuerza de los cañones, de los bombardeos, de la destrucción. Destruyen cosas hermosas como son tantos niños inocentes que sin apenas empezar a vivir, les han quitado la vida o les han dejado sin brazos o piernas. ¿Cómo no piensan el daño que hacen? Nada más piensan en el poder, en mandar y que to-dos estén sometidos bajo sus pies. ¿Sería posible que algún día se ablandasen esos corazones, se ilumi- naran sus mentes, que brotara de ellos la ternura? Sería tan bonito que todos tu- vieran para comer y donde vivir…

Porque hay guerras de diferentes mane-ras, ¿qué me decís de esas personas que traen engañados a tantos inmigrantes y que muchos de ellos pierden la vida en esas pateras? No sé que les prometerán a esa pobre gente para arriesgar sus vidas de esa manera: mu- jeres embarazadas que algunas llegan, pero otras no tienen esa suerte.

Todavía recuerdo aquel niño en las aguas del mar, le sacaron a la arena de la playa, ¡qué dolor verle! Hace pocos días se ha visto también en otra patera cómo caían al mar, y las madres desesperadas sin poder hacer nada, eso es horrible, ver todos los días las pobres personas que se quedan en el mar. ¿Y los que llegan a tierra y no encuentran trabajo, qué hacen? ¿Dónde está lo que les han prometido? ¿Cómo pueden vivir esos mafiosos sin ningún tipo de remordimiento? Qué poco amor hay en el mundo, sólo vale el yo ante todo y los demás que se fastidien. ¡Qué horror!

Avelina Cruz

Avelina Cruz


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El día que Julieta cumplió 43 años, el siete del mes de Marzo, recordó los proyec-tos personales y profesionales que tenía por llevar a cabo durante este año 2020. Al día siguiente, ocho de Marzo -día de celebración en defensa de los derechos

de la mujer- Julieta participó en la manifestación que se organizó en Vitoria-Gasteiz, repitiendo el ritual de años anteriores. Este año el tema de conversación entre amigas era sobre el virus, ese coronavirus que venía, que llegaba, y que algunos decían que ya estaba aquí. Todas las conversaciones giraban alrededor del mismo tema.

El Covid-19 no se veía, no olía, era invisible. Ella recordó aquello que contaba su ma-dre, de cómo les asustaban cuando ella era niña, les amenazaban diciendo;

-¡Que viene el coco, que viene el coco!

Esta amenaza la util izaban los adultos para que los niños cumplieran lo que les inte-resaba a ellos.

Cuando el coco llegó con nombre de Coronavirus-19, nuestra vida cambió. El día 14 de Marzo comenzó el confinamiento para todos, sin fecha de finalización. Esta expe-riencia de estar confinados ha modificado el comportamiento en algunas cosas a los dos niños y dos adultos que forman la familia conviviente de Julieta.

Este año los hijos de Julieta, que son Unai de cinco años y Maider de siete, al pensar en los regalos de la próximas Fiestas Navideñas, se están decidiendo por cosas más prácticas y dudan, si pedir en su carta vacunas anti-covid-19.

La primera incertidumbre es sobre el número, pues para ellos con cuatro vacunas es suficiente, pero…

- Y ¿para los aitonas? Porque familia, familia… somos más que nosotros cuatro. ¿Cuántas pedimos? -Se preguntan-

COCOQUE VIENE

EL

PaquitaOrtíz de Landaluce

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Otra duda es a quién dirigir su carta de petición de regalos. Sobre pedir al Olentzero tie-nen sus dudas sobre su poder para traer vacunas, ya que viene de un caserío situado en lo alto del monte y va vestido con txapela, abarcas, chaleco negro y un saco, no parece tener mucho dinero. Aunque el año pasado vieron en la ETB que el Olentzero de Bilbao, iba vestido más elegante que el que ellos ven por las calles de Gasteiz.

Otra opción es dirigir la carta a los Reyes Magos que vienen de Oriente. Estos Reyes llevan trajes brillantes, capas largas y coronas sobre su cabeza. Traen en la mano co-fres con joyas y, detrás de sus carrozas, van camiones llenos de regalos envueltos con papel y cintas de colores. Unai y Maider se imaginan que en los países lejanos de dónde vienen los Reyes, habrá más científicos e investigadores, y sobre todo más dinero, así que pueden tener vacunas antes que el Olentxero.

Y en esas incertidumbres estaban Unai y Maider, cuando durante la cena de ayer dije-ron sus aitas:

- Ha anunciado Osakidetza que las vacunas contra el Covid-19, comenzarán su distribución en breve y que serán gratuitas.

- Uff, que bien!!! - Exclamaron los dos niños al unísono.

- Ahora, podemos pedir al Olentzero los regalos que queramos.

Durante la cena sus aitas estaban sentados frente a frente -según su costumbre- se miraron, sonrieron, y con los ojos muy abiertos, expresaron sorpresa por no entender la frase de sus hijos, y hasta dudas tienen sobre que estarán tramando.

Paquita Ortiz de Landalluce


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Faltaban 5 días para irme al Puerto de Santa María donde una amiga me espera-ba, estaba preparando la maleta. Aunque me daba pereza ir debía hacerlo, iba a hacer el viaje en tren con mi perrita Luna y, después de pasar unos días con mi

amiga, me quería ir a mi pueblo que está relativamente cerca del Puerto.

Miré cómo llevar el gato a casa de mi hijo en Madrid, no podía llevarlo conmigo y no quería dejarlo solo en casa tanto tiempo.

Tenía todo organizado, pero a veces, la vida nos da un giro de 180 grados como pasó en esta historia. Desde hacía seis meses tenía una cita programada con el otorrino, pero debido a mi viaje llamé por teléfono para que me la cambiase, cuál fue mi sor-presa que me la adelantó antes de mi viaje.

Cuando fui al médico me hizo una revisión diciéndome que todo estaba bien, pero que procurase no salir a la calle, a menos que fuese algo importante, debido a un virus que parece ser procedía de China, y que estaban falleciendo muchas personas.

Con las mismas, me fui para casa pensando en las palabras del otorrino, - “Que aún en España se estaba mirando, pero por si acaso mejor era no salir de casa”. Además me dijo que, debido a mi patología crónica, era persona de riesgo, me dio una mascarilla y me deseó suerte.

Al día siguiente había quedado para ir a la costa a pasear, si hiciese bueno iría. Me levanté y hacía un día precioso, así que rumbo a Ondarroa. Paseamos por la playa, aunque estaba solitaria. A continuación, fuimos a un bar del puerto a tomar un vino

María del CarmenRodríguez Cordero

Oncedías

en

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con un pincho. Cuando terminamos, vimos cómo atracaba un barco lleno de pescado. Nos quedamos allí como tontos viendo cómo descargaban el pescado, en este caso eran verdeles. Las gaviotas al olor revoloteaban, unos grupos de gente también mira-ban tan bonito espectáculo.

Fuimos a comer al Baltzoki, que por supuesto estando en un pueblo pesquero no podía faltar en la comida algo de pescado. Una sopa de pescado y unas rodajas de merluza con su correspondiente guarnición, que estaba deliciosa. Por supuesto con su botella de vino y su postre. Pasamos un bonito día.

De pronto, he recordado que estoy prisionera en mi propia casa, ni puedo, ni debo salir, así como yo me encuentro, se encuentra el mundo entero debido al VIRUS.

Ya no sé ni en qué día estoy, solo sé que cada día que pasa me siento más agobiada, más triste, más sola. Menos mal que tengo a mi perrita y al gato que es de mi hijo que, aunque no me contestan, hablo con ellos.

Esta mañana me he despertado con ganas de desayunar chocolate con churros, he pensado, voy a ducharme, ponerme guapa e ir a la chocolatería, y aunque no sé cómo se llama, sé que está en el Parque del Norte y por supuesto sé ir.

Poco han durado mis pensamientos de ir a desayunar, pues enseguida me ha venido a la mente que no se puede salir. Así que cuando he terminado de ducharme y arre-glarme, he bajado con mi perrita Luna para que haga su pis, sus cacas y enseguida hemos subido para casa.

Me he preparado un rico desayuno andaluz a base de zumo de naranja y l imón, una taza de café con leche, y tostadas con ajo y aceite.

Pero otra vez me ha venido a la mente la situación en la que me encuentro y las lágri-mas corren por mis mejillas. Y es que no puedo llegar a comprender lo que realmente está sucediendo.

No se sabe de dónde ha salido ni cómo ha venido, pero las personas que se contagian lo tienen muy mal para sobrevivir, cada día mueren más personas y dicen que lo peor está aún por llegar. De momento donde hay más casos es en Madrid y Vitoria, aunque es una Pandemia que se está extendido por todo el mundo.

Antes comentaban que normalmente fallecían las personas mayores de 65 años, aho-ra parece ser que da igual la edad, aunque claro, los mayores tenemos más riesgo de contagio y más si tenemos alguna patología crónica.

Varios días después el gobierno declaró el estado deALARMA SANITARIA por el Coronavirus.


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Los hospitales están saturados de enfermos. El personal sanitario trabaja en pésimas condiciones, aún a costa de su salud. No tienen equipamiento en condiciones para poder acercarse a los enfermos y aún así lo hacen. No hay suficientes camas, respi-raderos, ni tan siquiera mascarillas. Además de este dolor, hay otro añadido, no dejan ver ni estar con las personas fallecidas, aunque sean familia por miedo al contagio. Otros dicen que esto es el fin del mundo.

Realmente yo no sé qué pasará, pero reconozco que tengo mucho miedo. No puedo ver a mis hijos ni familiares, dicen que nos pueden contagiar, aún más si son niños o adolescentes.

Esto es un caos, una verdadera catástrofe mundial. El gobierno de España nos pide, mejor dicho, nos exige, que nos quedemos en casa 15 días de cuarentena. Podemos salir a hacer compras de primera necesidad al supermercado que esté más cerca de cada casa, y para poder entrar hay que hacer turno ya que, dependiendo de lo grande que sea el comercio, dejan pasar no más de 10 o 15 personas por miedo al contagio.

En cuanto llegas a casa tienes que lavarte bien las manos con jabón. También se puede ir a la farmacia, siempre con mascarilla y con ticket de compra, por si te para la policía, que por supuesto está controlando que las personas se queden en sus casas.

Echo mucho de menos a mis hijos, aunque hablo y hacemos alguna videollamada no es lo mismo, a parte que dos de mis hijos viven en otras ciudades, cosa que me provoca más preocupación añadida a esta triste situación.

A veces pienso si esto es un sueño o es real, pues parece una película de terror. Hoy el gobierno nos ha vuelto a decir que nos quedemos otros 15 días más de confina-miento, ya que aún no está controlado lo del Coronavirus.

Así llevamos ya casi 8 meses. Y sin saber cuándo terminará esta horrible pesadilla.

26/03/2020

María del CarmenRodríguez Cordero

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Nos está tocando vivir un tiempo de nuestra vida ¡¡Angustioso!! Algo con lo que no contábamos. Maldito coronavirus. Empezaron los contagios, nos confinaron en casa a toda la ciudad. Solo nos quedaba el consuelo de coger el móvil para saber

de la familia. Era algo a lo que no estábamos acostumbrados. Al principio no reaccio-nas, no sabes lo que está pasando, a mi me produjo algo de depresión. Empezaron los aplausos de las 8 de la tarde en apoyo a los sanitarios que hacían frente a tanto conta-giado, no daban abasto, los aplausos les servían de consuelo, eran un apoyo para todos. Yo estuve tres días sin aplaudir, el virus se había llevado un ser querido, pero eso me hizo pensar… de qué servía tanta angustia. Decidí organizar mi vida.

En casa empecé a hacer departamentos, un rincón de lectura para una novela, una re-vista me motivaba. Como no tenía tanto espacio en la casa, en ese rincón metí también la pintura. Por último, un sendero. Pinté un campo con muchas flores lleno de amapolas,

AVIVIRAprender Natividad Tejada

Solano

margaritas blancas, violetas, con el mismo color de su nombre, las flores me daban ale-gría, también pinté un coche amarillo y una excavadora de color rojo, peluches blancos, niñas saltando a la comba. Y por último, un río donde mis nietos iban a pescar. Todo esto me hacía estar más cerca de ellos, me motivaba y soportaba mejor la pandemia.

El siguiente rincón estaba dedicado a la música, a la creatividad, vídeos y un poco de teatro. Mi marido y yo nos disfrazábamos de payasos y montábamos escenas para di-vertir a los niños, sacábamos vídeos y se lo mandábamos a ellos, también a la familia y para los amigos, no somos profesionales, pero les hacíamos reír y eso me reconfortaba, y poco a poco iba desapareciendo la depresión sintiendome cada día mejor.

El último apartado era el sendero, con varias curvas en el cual me había fijado una meta para cada día de 4 kilómetros. Hasta aquí mi vivencia de confinamiento. Nunca pensé que una casa tan pequeña fuese tan grande.

Por fin salimos a la calle con mascarilla dos horas al día. COVID 19 te odio, pero reco-nozco que he aprendido a vivir de otra manera.

Natividad Tejada Solano


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En el mes de marzo saltaron las alarmas en la televisión, y en los medios de comunicación se informó a toda la ciudadanía que había entrado un virus que empezó en China.

En poco tiempo se extendió por todos los países.

A las personas se nos comunica las nuevas medidas que teníamos que utilizar para protegernos de este virus que nos había invadido. Nuestros hábitos, nuestra forma de actuar y de relacionarnos habían cambiado nuestra vida. Teníamos que salir a la calle con mascarilla, teníamos que lavarnos a menudo las manos. También teníamos que guardar un metro y medio o dos metros de distancia entre unas personas y otras.

También se tuvo que hacer un confinamiento en casa de tres meses. Salíamos a la calle para hacer las cosas más precisas: ir a comprar, ir al médico, o salir si teníamos que cuidar a algún familiar nuestro. En la televisión ponían un programa de hacer gimnasia y poder hacer ejercicio. También como se habían cerrado algunos colegios en la tele-visión ponían programas de estudio con profesores para poder repasar los estudiantes.

ANTES

ACTUALDESPUÉS

El

Y EL

DE LA SITUACIÓN

María JesúsBascones

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A las 8 de la tarde salíamos a las ventanas y a los balcones para aplaudir y dar apoyo, y demostrar con ello el agradecimiento hacia el personal sanitario, médicos, enfer-meras, y todo el personal que ayudaba y atendía a los enfermos y pacientes con su profesionalidad y con cariño, en estos momentos tan duros y difíciles.

Las calles estaban vacías y se oían los ruidos de sirenas de las ambulancias. Se veía a los enfermeros y médicos protegidos con buzos blancos y la cabeza también cubier-ta con una especie de escafandra, como si estuviéramos en el espacio en una ciudad silenciosa de cualquier galaxia.

Los hospitales y las UCIS se colapsaban de pacientes con el síntoma del virus y también de otras patologías. Se enfermaban muchas personas, algunas se curaban y otras, fallecían casi solas con el personal sanitario. No dejaban a los familiares estar para no contagiarse ya que es un virus que se extiende muy rápido. También hubo algún tiempo que el material sanitario escaseó; faltaban mascarillas, batas y guantes que eran tan necesarios para protegerse. Algunos sanitarios se contagiaron y algunos fallecieron. Ellos se entregaban con toda dedicación a salvar las vidas de las personas.

Ahora estamos en la fase que salimos del confinamiento de estar en casa. No se pue-de salir de nuestra ciudad, y en las casas no nos podemos juntar más de 6 personas. Ha sido un paso el poder salir, aunque con toque de queda hasta las 10 de la noche. En navidades se extenderá el horario hasta la 1 de la madrugada, serán navidades distintas. Los científicos están poniendo todo su trabajo y su empeño en buscar una vacuna para poder contrarrestar al virus.

En este tiempo, la humanidad tenemos que ser más solidarios, más amorosos y más empáticos. Es en beneficio de la humanidad y con ello ganamos todos como seres humanos. Hemos de colaborar y hacer las cosas cada uno lo mejor por el bien perso-nal y ciudadano.

María Jesís Bascones


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Como un rayo de sol esplendoroso al amanecer, Irati entra en casa. Su entusiasmo nos transmite alegría y levanta nuestros ánimos. Por unos instantes, necesitamos la risa para borrar la tristeza que

nos asola desde que, en febrero, el corona virus trastocó nuestras vidas. Enchufa el aparato de música y escoge una de las canciones que más le gusta a Gloria, su amama querida. Es una canción de esperanza de Paul McCarney. Su amama emocionada, canta con pasión una de las estrofas:

- “Vivimos con la esperanza de la l iberación de la oscuridad que nos rodea”.

Irati la coge de las manos y juntas, bailan por el salón. Me agarran del bra-zo y también a mis dos hijos pequeños que se contagian de su alegría. Hacemos un corro entre todos, mientras cantamos alborozados. Llega Mario, mi pareja que nos mira impresionado y, riendo, me dice:

- Qué pasa Maite, ¿nos ha tocado la lotería?

Yo miro a Irati con gesto interrogativo para que nos explique a qué se debe su entusiasmo. Sí aita, sí ama, nos dice sonriente. La mejor lotería de la que apenas somos conscientes que es: “Estar vivos”. Hay que celebrarlo y vivir intensamente cada día como si fuera el último. Hoy Irati nos ha dado una lección ejemplar. Nos ha hecho darnos cuenta de que hay que sentirse agradecidos por las cosas más sencillas, por querernos, y por formar parte de esta familia en la que estamos tan unidos. Llevamos meses oyendo en las noticias que está enfermando y muriendo demasiada gente.

A la tarde, mientras merendamos tomando el té y pan con miel, nos dice que está muy harta de esta situación que se alarga demasiado. Tiene una necesidad urgente de desahogarse, así que nos dice:

- Estamos en el mes de noviembre y aún seguimos en alerta roja; ya estoy harta de no poder quedar para charlar con los amigos, ni sentarme a tomar un café, ya que los bares siguen cerrados.

Mario y yo le escuchamos muy atentos mientras sigue diciendo:

- Hoy estoy al límite, y no puedo más. Me siento angustiada viendo a la gente que camina con miedo, mirando a su alrededor y apartándose de los demás, como si fuéramos unos apestados.

VOLVEREMOS AAB

RA

ZAR

NO

S

Maríadel CarmenGamarra

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Es que no es normal... Aunque tienen tapadas sus bocas con las mascarillas, vemos en sus ojos su recelo, como si todos estuviéramos contagiados del coronavirus.

Mario y yo sabemos que está sufriendo mucho desde que en febrero, la covid-19 se fue propagando rápidamente por Gasteiz. Le animamos a que siga relatando sus do-lorosas experiencias en la residencia de ancianos en la que trabaja como auxil iar de enfermera. Sabemos que se le está haciendo muy duro, por lo que le que le insistimos que siga contando:

- Entenderéis mi preocupación, pues ya llevo demasiados meses sufriendo esta situación dramática. En la residencia nos duele mucho ver la tristeza en los ancianos a los que tenemos tanto cariño. Los que padecen problemas de la memoria como el Alzheimer, cada vez están más confundidos y su deterioro avanza con mayor rapidez. Estos enfermos no pueden entender lo que pasa, les estorban mucho las mascarillas y se las quitan a menudo, pues les impide respirar bien. Los cuidadores les decimos que es un juego de disfraces y hacemos un teatro con ellos para que se animen. Hacemos payasadas y al reírse, se les olvida que les molesta llevar “el bozal de perros”, como ellos dicen. Nos conmueve verles tan tristes, se sienten presos por no poder salir al jardín para tomar el sol, o respirar aire puro tan necesario para el ánimo y para sus dolencias reumáticas. Se sienten muy desamparados por no poder tener visitas de sus familiares.

Los ancianos que tienen bien la memoria, pueden ver en la televisión el drama terrible que estamos padeciendo desde que oímos los primeros casos en China, hace casi un año. Aunque sufran, lo entienden, pero los que padecen deterioros cognitivos se sienten abandonados; creen que son un estorbo y que ya no les quieren. Las auxil iares procuramos estar más con ellos, abrazarles, besarles más, y animarles con la música a cantar y bailar juntos. El virus nos ha hecho más sensibles al ver cada día tanto dolor y sufrimiento. Los familiares también están muy agobiados y afligidos por no poder visitarlos. Creen que sus padres se puedan deprimir más, pensando que ya no les quieren. Nos hablan por teléfono a menudo, suplicándonos que les informemos cómo se encuentran. Les comentamos que, en sus habitaciones, todos los abuelos tienen colgados los dibujos que sus nietos pintaron durante el confinamiento para transmitirles su cariño. Destacan los arco iris que dan color a sus vidas al contemplarlos. Todos los niños han dibujado el sol y la naturaleza, y a todos juntos en familia compartiendo esos inolvidables momentos de alegría. Desde que despiertan al amanecer, el ver los dibujos colgados en la pared de su habitación, les reconforta y anima.


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A los que tienen bien sus facultades mentales y buena memoria, les ayudamos con las tablets a hacer videoconferencias con sus familias. Es conmovedor ver cómo los niños con su inocencia y su candor, con su gracia innata, les hacen reír. Ver sus rostros en la pantalla, oírles decir: “te quiero” y ver que con sus manos en los labios les envían besos cargados de dulzura, les llena de amor, les da nuevas fuerzas para vivir.

Irati sigue diciendo apenada:

- Lo que más nos afecta es ver que cada día siguen aumentando los contagios por el coronavirus. Cuando dan positivo en las pruebas, les dejan aislados en una habitación y, aunque procuramos animarles y darles cariño, están enfermos y solos; es deprimente.

Mario y yo nos miramos conmovidos viendo que a Irati le asoman unas lágrimas por sus ojos. La abrazamos los dos con ternura. Mario toma sus manos diciéndole:

- Irati, estamos muy orgullosos de ti, tienes un corazón muy grande y, compasivo.

Nuestra hija hace una respiración profunda antes de contarnos lo que hoy le ha conmovido tanto.

- Aita, ama, os explico la causa de mi afl icción: Hoy, al amanecer, un abuelo al que le tengo mucho cariño, ha muerto a mi lado sin tener junto a él a sus seres queridos para despedirse de ellos. Me miraba con ternura y sus ojos expresaban gratitud mientras yo, tomaba sus manos acariciándole y dándole consuelo. Al llegar uno de los hijos para que le contáramos cómo había fallecido, me he metido en su piel y se me caía el alma. Me ha conmovido su tristeza y sus lágrimas por la pena de no haber podido decir a su padre que le quería, por no haber cumplido el deseo de despedirse abrazándolo, ni haberle podido entregar su último beso. Y lo más triste es que ni él ni sus hermanos podrán verlo en el ataúd para rezar a su lado. Ni siquiera podrán tener un funeral para poder sentirse abrigados del cariño y el apoyo de sus familiares y amigos más cercanos. Pasarán un duelo terrible sintiendo el vacío, la soledad y la melancolía intensamente.

Hoy, al ver morir a mi lado a uno de los abuelos con los que compartimos tantos momentos cuidándolos, bañándolos, vistiéndolos, y queriéndolos, no podía aguantar el dolor en mi pecho. Llevaba conteniendo mis emociones demasiado tiempo al oír cada día en las noticias, que en todas las residencias estaban desolados perdiendo a tantos de nuestros mayores. Es muy triste ver que los ancianos que tanto han dado a la sociedad con su trabajo y su dedicación, sean carne de cañón para este virus maligno que los niños lo pintan en sus dibujos como un horrible monstruo. ¿Cómo afrontarlo sin que nos afecte?

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He tenido que pedir permiso para irme porque las lágrimas resbalaban por mis mejillas, y sentía mi alma desgarrada. He salido de la residencia con el corazón palpitante y un dolor punzante, que me oprimía en el pecho. Necesitaba correr, correr lejos, para no ahogarme en mis emociones. Después he caminado por el bosque de Zabalgana y he atravesado el puente para adentrarme en el frondoso bosque de Armentia para llenarme de paz. Necesitaba tanto estos instantes de sosiego para mi espíritu quebrantado... Me he relajado contemplando los bellos colores de los árboles. Llevaba tiempo sin haber tenido la ocasión de pasear por los bosques esplendorosos de Vitoria.

En este otoño gris, con las restricciones severas no hemos podido admirar los colores hermosos de los paisajes de Euskadi. Aún no podemos ir a la montaña por no poder salir del territorio. Al relajarme me he sentido renovada, y he comprendido que no puedo dejar que las emociones negativas me superen. Necesitamos encontrar el ánimo dentro de nosotros mismos para no enfermar de tristeza. Si nos deprimimos demasiado tiempo, el alma se enferma y puede afectar al sistema inmunológico. Sabemos que el virus se aprovecha atacando a los más débiles. No podemos permitir que el coronavirus destruya nuestra alegría, ni nuestros sueños. Por eso he decidido cambiar el chip mental, para cargarme de energías positivas y contagiaros a vosotros y a los demás mi entusiasmo. Necesitamos cantar y bailar para salir del pozo oscuro del desánimo y la tristeza, para alimentar nuestras almas de fe y esperanza. Ojalá que el clamor de todo el mundo con un mismo sentimiento de esperanza y de amor, haga perder fuerza al virus.

Mario y yo seguimos escuchándole conteniendo nuestras emociones. La abrazamos con cariño diciéndole:

- Hija, solo tienes 24 años, pero has madurado mucho en poco tiempo; eres muy valiente.

Se recuesta a nuestro lado como cuando era nuestra niña pequeña para sentirse arro-pada con nuestro cariño. Agotada de cansancio se queda dormida en mis brazos. Ma-rio y yo la llevamos a su cama y la miramos dulcemente viéndola dormir tan relajada. Nos ha dejado conmocionados. Son demasiados meses padeciendo este drama. Ya se acabaron los aplausos emotivos que, durante el confinamiento, cargaba las pilas a estos héroes que se dedican a cuidar a los demás.

Por fin, en las noticias, oímos que dentro de poco se va a comenzar a poner las vacu-nas en todo el mundo. Esperamos muy esperanzados que estas vacunas acaben poco a poco erradicando el virus. Ahora nuestra gran esperanza es confiar en que, dentro de poco tiempo, volveremos a ser los mismos que éramos antes de la pandemia.


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Falta un mes para celebrar la Navidad. Sabemos que va a ser muy diferente a todas las que hemos celebrado. Aunque no podremos juntarnos todas las familias, aprendimos al estar confinados a ser más pacientes, a valorar más las pequeñas cosas, a disfrutar más del calor del hogar y de los relajantes paseos en familia por el Anillo Verde. Se-rán unas navidades más tranquilas, pero procuraremos que sean más especiales que nunca, más íntimas, celebrando con pasión seguir vivos, que hoy es un privilegio. En los meses de marzo, abril y mayo, estuvimos encerrados sintiéndonos encarcelados por no poder ver el despuntar de la primavera, que lucía esplendorosa. Pero intuyo que encontraremos soluciones y, poco a poco, el virus se irá extinguiendo.

Deseo fervientemente que, muy pronto, al contemplar el cielo, podamos ver un nuevo amanecer de luz y color. Veremos brotar la primavera en nuestras vidas. Recuperare-mos lo que el virus nos robó. Volveremos a juntarnos y tocarnos enlazando nuestras manos. Volverán las risas y regalaremos los besos guardados.

Volveremos a abrazarnos.

María del Carmen Gamarra

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ANTES del desastre, en Navidad, visitaba a mi querido tío, tan parecido a mi padre. Le encontré especialmente guapo, silencioso, agradecido y feliz. Siento con pena que este fuera el último abrazo, me consuelo recordando la buena

vida que tuvo.

AHORA, a las puertas de la siguiente Navidad, no podemos pensar en abrazarnos, ni pen-sar tampoco en viajar lejos, para estrechar a todos los seres queridos que tanto añoro. Me conformaré con mirar las estrellas y mandarles con ellas mis mejores deseos.

ANTES sobre el lecho del barranco, lucía brillante y mullida una espesa capa de hierba. Ahí buscaban afanosas, las garzas.

AHORA, después del temporal, la riada arrastró la tierra fértil y dejó piedras al aire, heridas abiertas. Las garzas se fueron lejos y tampoco las ranas cantan ya. El barran-co, eje verde de mi ciudad, luce ahora su capa más pétrea.

ANTES éramos como niños despreocupados dejándonos lle-var, jugando con el tiempo, sin pensar en el mañana.

AHORA estamos aprendiendo el valor de la mirada, sabemos que también los ojos se humedecen de agradecimiento, nos echamos de menos. Nos hemos vuelto humildes, pequeños, como frágiles animalillos perdidos.

ANTES crecimos con todo dado y apenas sospechábamos que pudiera írsenos de las manos en una riada salvaje. Creíamos tenerlo todo atado al carril de lo previsible. Olvidando que estamos, como seres vivos, unidos al latido del cosmos.

AHORA sabemos que la vida late frágil, que el virus más insignificante puede poner el mundo al revés. Y también sabemos crecernos en las dificultades. Con todo lo aprendido, labraremos de nuevo la tierra con FE, esperaremos confiados que llegue un nuevo arcoíris.

Y que la lluvia benefactora nos limpie, nos haga frágiles de nuevo.

María Isabel Bascones

María IsabelBascones


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En estos momentos, la escritura necesita una inspiración diferente. El Covid-19 revolotea sobre mi cabeza. Como algo inusual pero desde hace ya unos cuantos días, he perdido la cuenta de cuántos, amanece mi calle silenciosa, vacía y soli-

taria. Desértica. La actividad de mi calle es que no hay actividad.

Al levantarme cada mañana, voy a la cocina. Me acerco a la ventana. Al mirar por ella a la calle, echo de menos el movimiento matinal de los coches. El ruido de la persiana cuando el veterinario la levanta para abrir su clínica, que al ser manual mete el consi-derable ruido al golpe de subida en el techo.

No oigo a los repartidores que a primera hora traen suministros al bar que hay bajo mi ventana. El ruido de sus carretillas y el cierre de los portones de sus furgonetas de reparto, ya son un sonido peculiar. Uno de tantos que marcan el trajín diario de mi calle. La clínica veterinaria y el bar son los dos únicos establecimientos públicos que hay y ahora están cerrados por imperativo “Virus”.

También faltan las personas que van y vienen, cada una a sus menesteres diarios. El parking está todo el día lleno de coches, inmóviles, sin moverse del sitio. Ni arrancan, ni pitan, ni dan señales de movimiento alguno.

Miro al reloj de la pared y compruebo la hora. Igual me he levantado muy pronto. No. Son las ocho, como siempre. Me pongo en situación y me coloco en la realidad del momento. Todos a una. Todos a combatir al enemigo que nos acecha. Todos nos quedamos en casa. El maldito virus ha llegado a nuestras vidas sin avisar. Sin permi-so. Sin ser invitado. A perturbar nuestra rutina. A privarnos de nuestra l ibertad. A robar nuestra vida.

VISITA DE UN INTRUSO: Eva Ugartondo

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Transcurren las horas y, como si de una película de suspense se tratara, la calle per-manece callada, inquieta, con un silencio perturbador por la que de vez en cuando, aparece alguna figura solitaria.

Voy al salón. Las ventanas dan al parque. Salgo al balcón. Me da el sol en la cara y la sensación es de bienestar. Qué gusto. Qué airecito más agradable. Llevo dos sema-nas prácticamente sin salir de casa y este ratito de confort me da energía para seguir sin salir de ella. El parque está precioso. Verde.

Espléndido. La primavera empieza a posarse sobre él y huele a bonito y a sol. Oigo trinos. Hace mucho tiempo que no oía a los pájaros. Algo le falta al parque. Su entorno está raro. Frío. Le falta el bullicio de los críos jugando. Los corredores haciendo deporte. Las bicicletas que lo atraviesan constantemente por sus caminos. Gente disfrutando, bien paseando o bien, mirando a los patos y palomas del estanque que hay en él, o bien, conversando sentados en los bancos. Falta el bullicio habitual, compuesto de toda cla-se de sonidos urbanos y humanos. Las pocas personas que ahora se ven, son las que llevan a su perro a desfogarse un poco y a realizar sus necesidades perrunas.

Este macabro Covid-19, nos obliga al aislamiento. Al confinamiento. Este inhumano Covid-19, nos obliga a perder nuestra relación social. Coloca un bloque de hielo entre nosotros e impide los abrazos y los besos. Que seamos una amenaza los unos para los otros. Este cobarde Covid-19, se ha cebado con nuestros mayores y débiles de salud. Su crueldad en momentos críticos, tan vitales para nosotros como lo es la muerte de un familiar, nos invade la impotencia de no poder despedirles y darles una despedida como sería lo deseado. A rifar o elegir qué hijo o familiar puede darle más de cerca su adiós. Tanto una muerte como un nacimiento se convierten en tema triste. Las madres dan a luz en solitario, sin los padres de los bebes, que nacen con un punto triste dentro de la alegría y felicidad que supone su nacimiento. Este cruel virus hace que tanto la muerte como la vida, sucedan que parezca como que se hicieran a escondidas. Son momentos que no se volverán a repetir. Quedará el recuerdo que, ese sí, perdurará.

Estamos en una encrucijada general, donde dudamos que camino seguir, en este caos que nos tiene a todos desorientados con nuestra l ibertad rota y los sentimientos agu-jereados por donde se nos escapan los abrazos, los besos, las miradas, el contacto con los nuestros. En definitiva, por donde se nos escapa ese calorcito humano que tanto alimenta a nuestras vidas.

El virus no entiende de razas, religiones, ideas políticas, ni de nada. Somos todos de la misma especie. Sólo se dedica a joder, a fastidiar y a matar. Nuestros esquemas de vida están rotos. Este trance lo vamos a superar, seguro. Es evidente que esto algún día acabará. Ahora todos estamos igual que cuando los niños viajan en coche y preguntan constantemente: “¿Queda mucho?” Cada vez menos. Cada vez menos para volver a tomar nuestra perspectiva de la vida. Reflexionar sobre muchas cosas.


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Que esta tragedia nos sirva para algo positivo. Que los “plas, plas, plas”, el sonido de los aplausos diarios en nuestros balcones y ventanas, sigan resonando en nuestras cabezas y en nuestro corazón cuando nuestra vida recobre las riendas y vuelva a su rutina social, emocional y humana. Sepamos valorar más y mejor a las personas, que hasta ahora igual no lo hemos hecho, como se merecen. Sería bueno una nueva idea de la solidaridad. Que la sociedad la compongamos todos, formando una gran cadena donde todos seamos eslabones, y todos la formemos de una manera u otra en perfecto engranaje.

Mis aplausos de cada día no los dedico solamente a sanitarios, que lo hago. Aplaudo pensando en todas y cada una de las personas que facil itan que el resto podamos permanecer en casa y que no nos falte lo necesario. Todas esas personas que, de una manera u otra, atienden nuestras necesidades, de cualquier índole, aún a riesgo de su salud. Sería muy larga esa l ista. Interminable. Son muchos los que cuidan de noso-tros, muchos en la sombra, en silencio. Sin meter ruido. Todos ellos, son los héroes de esta batalla.

Por desgracia, como sucede siempre que hay alguna catástrofe, en esta pandemia que nos acecha, también aparece la acción de los carroñeros, con actos oportunistas y especuladores miserables que, con su insensibil idad humana, aprovechan para sacar tajada de la situación y beneficiarse a costa de lo que sea. A ellos no les aplaudo. A ellos les maldigo.

Aún es duro lo que nos queda por delante, pero con paciencia, ilusión y energía, sal-dremos de esta. Esta vida es un sin parar de aprender. No nos deja de enseñar. No cabe duda de que, con esta caótica y trágica situación, la mella que nos dejará servirá para un buen aprendizaje de muchas cosas, que igual ya sabíamos, pero que las tenía-mos olvidadas. Estos días de confinamiento, podemos aprovechar para ir todos, un ratito, cada día, al rincón a pensar. Tenemos tiempo de sobra.

Tomo una frase de mi admirado Einstein: “La mente es como un paracaídas. Sólo funciona si se abre”.

Pues abramos nuestra mente y la util icemos para recomponer este mundo y recons-truirlo con todas las mejoras que sean necesarias. Un poquito más de amor. Menos prisas. Menos egoísmo. Más solidaridad. Colocar como parámetros diarios en nuestras vidas, la alegría, el humor, la risa. Una vida más digna para los más desfavorecidos. Menos individualismo. Hábitos más sanos. Afectividad. Recobrar valores perdidos que nos dignifiquen como personas. Reconocimiento. Agradecimiento. Darnos cuenta de nuestra vulnerabil idad, somos tan frágiles…

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Unión. Unión es el remedio a todo. La unión hace la fuerza. Y unión es precisamente de lo que más carecíamos hasta ahora. Quiero pensar que este sopapo que nos ha dado la vida, nos impacte y reaccionemos.

Ahora, de momento, nos encontramos enganchados, como si de una serie de televi-sión se tratara, en capítulos sin determinar aún ni cuántos, ni cuando finalizará.

De momento, yo me quedo en casa. Me protejo para proteger y para que me protejan.

Jamás hubiese pensado que el chisme ese, el móvil, pudiera ser una pieza tan impor-tante. Ahora, en estos días, me sirve de enlace con las personas queridas. Mi familia. Amigos y compas de clase. Me dan vida, alegría. Son un soporte diario y l iberador en este cautiverio. Me nutro de todos ellos y es mi deseo nutrirles yo a ellos también con mis besos, abrazos y cariño, aunque todo ello sea virtual.

Estoy guardando en un baúl todos los abrazos y los besos que ahora no puedo dar. Cuando se pueda hacer, los sacaré y los repartiré porque no quiero que se me queden sin dar, olvidados en el vacío. Mientras tanto, me conformaré con besar como una posesa la pantalla del móvil cuando por videollamada hablo con mi hermana y con mi hija. Las oigo reír a través de él y eso no tiene precio. Creo que mis morros aplastados sobre la pantalla, besuqueándola les parte de risa. Me llaman loca. No me importa. Yo sé que estoy loca, pero mi locura es de amor por ellas.

Ahora tenemos el mundo un poco roto, con muchos escombros, pero pronto co-menzaremos todos juntos las obras de reconstrucción para poder recobrar ese calor humano que tanto necesitamos. Recobraremos la l ibertad perdida, remontaremos y llegaremos a recordar este desastre como una mala pesadilla.

Volveremos al mundo con la cara descubierta, sin taparla con ninguna mascarilla que borre nuestra sonrisa. Llevaremos las manos libres de guantes de látex y nos tocare-mos sintiendo la sensación en nuestra piel y nos miraremos a los ojos sin tener que hacerlo a través de una pantalla.

Esta atmósfera con trasfondo tóxico, la dejaremos atrás y desaparecerá con el mal-dito virus. Este virus dejará de circular y dará paso a nuestra vida perdida y a nuestro orden social. Y después de esta calamitosa experiencia, saldremos fortalecidos.

Nuestra vida será, sin duda, diferente.

Eva Ugartondo


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VOLVERÁN

En los seres humanos siempre hay un antes y un después. El antes es algo que se va evaporando, como el humo de una hoguera que solo quedan las cenizas y con el tiempo desaparecen.

En esta macabra pandemia que estamos padeciendo, donde cada día escuchamos ci-fras de infectados y de muertos, las cifras de ayer se olvidan cuando escuchamos las de hoy, y no digamos las cifras de hace una semana, o la de hace dos o tres meses.

Todos estamos preocupados por lo que pueda pasar después, porque lo desconoce-mos. Las personas tenemos miedo a lo desconocido, nos preocupa el futuro, no nos preocupa tanto el antes o el pasado, por eso tendemos a olvidarlo.

En estos momentos el presente nos agobia, nos intimida la incertidumbre de que, en cualquier momento, nos podamos infectar cualquiera de nosotros o nuestros familia-res, nos impiden ver la situación con el realismo que la situación nos presenta cada día en los medios de comunicación. Cifras, solo cifras. No estamos viendo las personas que hay detrás de esas cifras, las personas que mueren cada día, las familias que pier-den a sus seres queridos, que a veces ni siquiera pueden acompañar en los últimos momentos de su vida, escuchando su último adiós.

José MaríaQuirce

ANTESDESPUÉS

Y EL

EL

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Necesitamos más imágenes explícitas y gráficas de esta tragedia. Del sufrimiento de las víctimas que mueren. Nos faltan imágenes detalladas y gráficas del sufrimiento.

Los muertos que deberían ser de todos, da la impresión que solo son de sus fami-liares y allegados, para el resto de los ciudadanos solo son cifras, números para la estadística. Es un comentario habitual entre las personas hacer referencia a las últimas cifras de muertos. Hoy 420, ayer 500, el fin de semana, 1400. “Cifras”. Nos estamos acostumbrando a escuchar estas noticias que nos hacen insensibles a la tragedia que viven y han vivido miles de familias durante estos últimos meses, que por lo que vemos, van a seguir viviendo no sabemos por cuánto tiempo.

Es difícil hacer cábalas sobre el después. Cuando todo se normalice, todos volve-remos a hacer las misma cosas que hacíamos antes. Las costumbres, los hábitos adquiridos durante años, no se cambian en unos meses, a no ser que algo o alguien nos obliguen.

Después de cualquier desastre humanitario, se suele hacer balance del número de muertos y desaparecidos. Los que quedan heridos, huérfanos, arruinados económica, física y moralmente, esos, no figuran en ninguna estadística. Esos se convierten en los OLVIDADOS.

Esto es lo que a mí me preocupa del después. Por los muertos, poco podemos hacer, desgraciadamente no lo pudimos hacer para impedir que murieran, pero por sus fami-liares y por los olvidados, algo deberíamos hacer entre todos.

Se debería señalar un día cada año a hacer un gran homenaje a los fallecidos, a sus familias, los que sigan sufriendo secuelas que les haya dejado la pandemia. Médicos, enfermeras, todas las personas que más han trabajado y sufrido durante estos meses ayudando y colaborando en hospitales y otros lugares, para tratar de impedir que la pandemia produjera el menos daño posible a los ciudadanos. Sin olvidar las necesida-des que pudieran necesitar día a día muchas personas, por las secuelas que les hayan quedado.

Todo esto, debería formar parte del después. Seamos optimistas, seamos generosos, no nos olvidemos y convirtamos a los antes mencionados en LOS OLVIDADOS.

José María Quirce


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CONFINAMIENTOM A L D I T O

VictorianoSoleto

Voy a narrar algo sobre el tema del coronavirus. Yo soy una persona mayor de setenta años, por lo cual me encuentro entre los de alto riesgo, pero antes qui-siera decir, aunque vivo en Vitoria-Gasteiz, que no nací aquí. Vine muy joven

de la España profunda. Allí, desde muy pequeño, me mandaron a trabajar de pastor con ocho años, por lo cual no pude ni ir a la escuela. Yo fui un niño sin infancia, como dice una canción de Rafael “porque pasé de mi niñez a los asuntos”. El campo es duro, y para un niño más. Pero a todo te adaptas, ¡claro! No conocí otra forma de vida. Hablando con otros pastores mayores, muy mayores, me contaban historias de otras pandemias. Para ellos eran epidemias. Me contaban que morían muchas personas, familias enteras. Estoy hablando del 1918 y 1920, también llamada “la gripe española”. También me contaban de los años del hambre. Después de terminar aquella maldita guerra, que nunca tenía que haber existido, recuerdo las cartillas del racionamiento para el pueblo. Para los afines al régimen, no les faltaba de nada, tenían carta blanca hasta para venderte lo que por ley te pertenecía. Las leyes hechas por ellos. Yo me siento una víctima colateral de aquella dichosa guerra, aunque no había nacido, nos metió en un país en ruina que nos costó cuarenta años salir de la miseria.

Yo ahora me siento un privilegiado, no por haber vivido aquellos años, sino por haber podido hablar con personas que estuvieron en Cuba y Fil ipinas. Es lo que tiene tener muchos años. Cuántas historias me contaban… Sería interminable, desde la travesía dos meses en barco, para llegar a Fil ipinas, y no dejarles entrar en combate. Decía que les engañaron y que se lo habían vendido. Yo, como niño, no entendía cómo podía querer entrar a luchar, con muchas posibil idades de morir, ahora sé que les blanquea-ron el cerebro.

Bueno vamos a otra cosa: “El maldito virus”.

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Victoriano Soleto

Quién podía pensar que, en pleno siglo XXI, nos llegaría una pandemia, pues aquí está, acechándose en cualquier esquina, increíble pero cierto. ¿Cómo la hemos sobrelleva-do? Confinados en casa mi compañera y yo, mi esposa desde 1970, caminando sin parar pasillo para arriba, pasillo abajo. Me recuerda a Luis Aguilé, hasta hacer tres o cuatro kilómetros, después leer, ah sí ¡a las ocho, música del Dúo Dinámico, a tope y palmas por Resistiré!

Antes teníamos planes de viajes del Imserso, balnearios, alguna que otra escapada, pero se fue todo al garete, por no poder no hemos podido ni ir al pantano de Garaio. También teníamos pendiente nuestras bodas de oro, y también a hacer puñetas.

Cuando esto termine, si es que termina, y no termina con nosotros antes porque estamos en este barco, a la deriva, y el tiempo corre, y cuando se tiene cierta edad no corre, vuela. Así que el día que nos digan que esto ha terminado, habrá que recu-perar lo perdido, porque no sabemos apreciar la l ibertad hasta que nos la quitan. Yo llevo bastante mal que no puedas ir ni a tu pueblo. También entiendo que, si no es así, tampoco terminaremos con el maldito virus, y a vivir deprisa, porque nos queda poco tiempo en este convento. AMÉN.


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Enero 2019. Ya empieza el problema de la pandemia. Empiezas a escuchar todo lo que hay en China. No piensas ni por lo más remoto puede llegar a España. No te puede hacer a la idea. Poco a poco, pero muy poco a poco vas asimilando

algo que no puedes comprender. Se va convirtiendo en un caos del que no entiendes nada. Las televisiones no paran de dar datos de países cuyos porcentajes más o me-nos altos. Voy asimilando vagamente el problema sin poder recapacitar.

El día 21 de marzo. Yo, como en otras ocasiones tengo una crisis asmática, nada que ver con el virus. Me aíslan en una habitación, solo cabe una cama, sin poder moverme. Me hacen la prueba, sin saber el resultado hasta dentro de dos horas. Doy negativo. Me pasan a planta. Empiezan a tratarme con todas las pruebas necesarias. Estoy en una habitación con una compañera, la cual estaba esperando el resultado de una prueba. Resulta que la prueba que esperaba era el Covid. Dio positivo con lo cual la sacaron de la habitación. Acto seguido volvieron a hacerme otra prueba. Ya di positivo. Me lo había contagiado. Lo que viví fue tremendo. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas con una psicosis tremenda. Sola, sin ver a mi familia. Me sentía fatal. El día 23 fue mi cumple. El peor cumple de mi vida. Gracias a Dios me lo cogieron a tiempo. A los 9 días me dieron el alta.

FidelaMérida

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Ya en casa me esperaba la cuarentena. Gracias a que podía hacer las cosas. La com-pra en el felpudo la cogía. La ropa, al ser lavadora compartida, no podía lavar. En el felpudo la recogía mi hija y se la llevaba a su casa. El virus no se ve, en mi mente lo veía por todas partes, en la ropa, en el calzado, en el armario, en la cocina, en el ser-vicio. Pensé que no podía desprender nunca de mi espacio, el virus. ¡Fue tremendo!

Pero recordemos a los que se han ido, a sus familias que han perdido a sus seres que-ridos, no han tenido el consuelo de despedirse de ellos. No han podido hacer un fune-ral como hubieran deseado. Se han visto solos ante las circunstancias, sin consuelo.

También reconocer el trabajo de todos los sanitarios, se han dejado la piel para conse-guir el fruto de su trabajo exponiendo sus vidas. A los transportistas, cajeras, a todos los que con su trabajo han hecho posible, esa labor tan grande y humanitaria en la sociedad con mucho sacrificio. Para que a los demás no les faltara nada.

Por eso ahora quiero mostrar mi reconocimiento a esa profesión muy importante y a veces tan olvidada: esa que a parte de vivir sus propios problemas se ocupa de nues-tro bienestar, de las emociones, miedos, amarguras, de nuestros secretos; que nos escucha y en la que desahogamos lo más íntimo de nuestra persona. Sí, a vosotros los PSICÓLOGOS/AS que jugáis un papel importantísimo y que ahora os veis tan desbordados que trabajáis en silencio, que soportáis las pesadumbres de los demás y que a veces, ni nos damos cuenta de que también sufrís por nosotros, a esa labor ca-llada que hace que nuestro sufrimiento sea también el vuestro. Yo, que por desgracia os necesito, y que por desgracia muchas personas os necesitan, os pido “RESISTID” por favor, para que podamos volver a sonreír, a abrazarnos y besarnos sin miedo, a respirar con libertad. En definitiva, a ser nosotros otra vez.

A pesar de todo lo pasado, y aún lo que me queda por pasar, he conseguido volver a estar en mi lugar, en mi sitio de toda una vida, en conseguir lo que me gusta hacer. Alguien lo ha hecho posible. Toda persona tiene un Ángel de la Guarda… Yo he tenido el mío.

Ahora, lo que deseo es que esta pandemia termine de una vez. Aún falta recorrido. Todavía hay muchas personas que lo están pasando muy mal. Si esto no se remedia, lo vamos a pasar fatal. El riesgo, el miedo, la tristeza, la preocupación todavía existe y lo que venga…

Necesitamos ya la vacuna cuanto antes. ¡Ojalá! El camino por recorrer está a la vuelta de la esquina. Ese es mi sueño y el de todas las personas.

¡¡Ojalá el sueño de cada día se haga realidad!!

Fidela Mérida


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Y EL

VOLVERÁNEL A

NTE

SDE

SPU

ÉS

multiplicaba sin descanso de nación en nación. Ante un ataque tan rampante y sin ex-periencias anteriores, los primeros errores cometidos se fueron poco a poco corrigiendo.

La epidemia de gripe de hace un siglo mató a 50 millones de personas y, afortunada-mente, fue eliminada por la vacuna desarrollada a tiempo. Con este antecedente, varias empresas farmacéuticas de todo el mundo se lanzaron al ruedo para elaborar una va-cuna, probarla y obtener autorización de usarla en la población mundial. Sobre su costo se hablaba de cantidades multimillonarias de dinero, y hoy es el día en el que varias empresas ya han cumplido con las reglamentarias etapas de pruebas sobre cobayas hu-manas voluntarias, y están en fase de espera para comenzar a inyectarnos su vacuna.

José Ignaciode Bárbara

A comienzos de este año nos llegaban inconexas noticias sobre la epidemia de virus en

China y no podíamos ni figurarnos que, pocos meses después, se trans-formaría en la peor pesadilla para las autoridades de todos los países del mundo. Hoy, el COVID-19 es una pandemia que no respeta fronteras.

Para limitar su expansión, nos obli-garon a confinarnos en casa durante los meses de marzo, abril y mayo. Las autoridades civiles y las sanita-rias se pusieron a trabajar para de-tener la expansión del virus que se

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Y nosotros, los de a pie, ¿qué hacemos entre tanto? Ciertamente, somos de todos los gustos y deseos. Desde la gran mayoría, que con estoicismo cumplimos lo que se nos impone, hasta aquellos que se creen con derecho a ignorar sus obligaciones ciudadanas, excusándose siempre con su muletilla: ¿Pero quiénes son estos para decirme usa la mascarilla, que, si no, te caerá una multa; no salgas a la calle después de tal hora y evitarás la sanción; no te salgas de tus confines…

Así, la pandemia que se había ido contrayendo, volvió a recrudecerse en un segundo ataque. Para atajar esta preocupante situación, las autoridades se vieron obligadas a imponernos un nuevo confinamiento, incluso más riguroso que el anterior, pero los cismáticos continuaron con su mantra y sin ningún interés colaborador.

Y este servidor, el que escribe, ¿tiene ahora algo interesante que señalar? Pues verás, vivo como muy preocupado y mi movilidad se ha reducido después del primer confi-namiento, tratando en general de evitar contactos fuera de mi familia, por precaución ante un eventual contagio. ¿Qué otro pensamiento puedes tener, si todos los días, desde que te despiertas, los medios de comunicación te bombardean con cifras del número de muertos y de contagios, así como de su tendencia (al alza o a la baja, como las coti-zaciones de Bolsa)? Mientras tanto, en la soledad, mi mente navega por libre, sometida a distintos factores que no me son fáciles de identificar con claridad. He escrito una lis-ta de las afecciones más comunes que soportamos las personas en estas situaciones, cuyo grado de intensidad lógicamente variará de un individuo a otro.

ANSIEDAD: Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo.

TRISTEZA: Estado de pesadumbre o melancolía.

TEMOR: Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar todo aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.

ESTRÉS: Tensión provocada por situaciones agobiantes.

SOLEDAD: Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.

(Definiciones de la Real Academia)

Hasta aquí ha llegado mi rápida visión sobre el “Antes”. Para el epílogo sobre el “Des-pués” había escrito varios borradores, que no he util izado. Al final, solo me atrevo a vaticinar con los cálidos versos de Gertrudis Gómez de Avellaneda:

José Ignacio de Bárbara

Y se gozanen letargo

tras el largopadecer

los heridoscorazones

con visionesde placer.


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Nací en la cadena de montaje de una fábrica de muebles en el año 2010, sección tresillos; soy un sofá “tresplazas” de gama media. Al poco tiempo de nacer, me trasladaron a un laboratorio en el que me insertaron un dispositivo electrónico

y un sofisticado programa informático, capaz de interpretar y generar informes en base a los archivos de vídeo y audio que enviaba cada día. Después de realizar estas adaptaciones con éxito, me trasladaron e instalaron a una sala de velatorios del tana-torio más conocido de la ciudad.

Allí he vivido hasta ahora. Activo durante 24 horas, algunas de ellas solo, otras velan-do al silencioso difunto, y otras soportando el mayor o menor ajetreo de las visitas de despedida. Por allí transitaban asentando en mí sus posaderas, las y los viudos más o menos desconsolados; algunos de ellos actuaban como consumados actores

HISTORIA DE UN PLAZAS

GabrielSánchez

que consolaban o eran consolados. También los hermanos, hijos, nietos, biznietos y demás familiares, nominados en la esquela de la puerta de la sala, a partir de ahora susceptibles herederos del finado.

Otro colectivo de visitantes era el de los “no adscritos” a la “familia”: amistades, compañeros, antiguos o recientes, rivales del finado, etc. Por aquí han pasado anti-guos amantes secretos y personas desconocidas hasta entonces; en y en ocasiones indeseadas por los familiares, dado que quizás pudieran con su visita enturbiar la deseable y actual buena imagen del finado.

He sido testigo mudo de lo mejor y lo peor del ser humano; escenas cómicas, cínicas, ridículas, extrañas, imprevisibles, etc. Todos los calificativos aplicables a situaciones emocionales se producían aquí. Escenas que bien pudieran haber servido de guión para novelas, películas, series, estudios etnográficos, sociológicos, etc. En una de ellas, trágica para mí, coincidieron en el pasillo dos personas que acudían a velatorios distintos y hacía tiempo que no se veían. A ambos les pudo más la pasional atracción del encuentro que el motivo del mismo. Tanto, que entraron en el baño de la planta,

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y después de hora y media allí, no repararon en la hora de cierre de los velatorios. Borrachos de deseo, decidieron pasar la noche tumbados sobre mí, donde tuve que soportar junto a la muda presencia del difunto, los violentos vaivenes amorosos que mantuvieron, temiendo que en algún momento me descoyuntasen, dado que no esta-ba diseñado para esas situaciones con alguna imitación del “salto del tigre”.

Mi hardware se estropeó y desde aquel día no pude enviar nuevos archivos al labora-torio.

Actualmente a los finados no se les dedican las mismas despedidas. Con motivo de la actual situación de pandemia, los velatorios se han clausurado; se hacen en la calle, con lo que mis informes diarios y posibles situaciones análogas han desaparecido.

A causa de lo sucedido aquella noche, y del estado físico en que me dejaron (numero-sas manchas, de café, de lágrimas con rímel, han dejado sobre mi piel) y el deterioro natural por mi edad, intuyo que mi futuro inmediato, en el mejor de los casos, esta-rá en algún modesto domicil io al que me trasladarán después de haberme vendido como ganga en Wallapop o Milanuncios. Quizás más pronto que tarde, acabe en algún garbigune, donde pasaré a una segunda vida o a mi total destrucción.

Pese a todo, me siento satisfecho de haber sido útil con mi función, y haber ayudado también con mis informes a muchos profesionales, sociólogos, psicólogos, escrito-res, actores…

No volveré a servir de asiento, o de alivio en todos los sentidos posibles, a nadie, ni volveré a recibir los plácemes del laboratorio; en definitiva, en mí y después de esta transitoria nueva normalidad, en el futuro y en el mío en particular, tampoco nada será como antes.

También en mí existe el ciclo vital.

Gabriel Sánchez


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Me despierto. La ventana está abierta. Miro hacia arriba. Veo dos buitres pla-neando, justo delante de la torre donde vivo. La pareja de bichos destaca sobre el cielo azul. Eso sí, frío-frío. Vuelan majestuosamente. Planean con

gracia. ¿Serán pareja de hecho? La que manda creo que es la hembra. Va por delante. Frecuentemente vienen aquí cerca, desde su hábitat en Araotz. Encima de la especta-cular cuba “Aitz-zulo”, suelen estar controlando el desfiladero de “Jaturabe”. Lo que sabrán estos bichos de lo acontecido en el “barranco de la viudas” que queda bajo sus alas. Si hablaran…

A todo esto, mi nombre es “Hikaru”. Soy hembra. Aunque hoy día se me hace raro decirlo, porque con esto de la clasificación LGTBIQA+, decir hembra es algo despectivo. Pobre.

Mi familia ha vivido aquí, en éste piso 17, desde hace 45 años. El primero fue mi tatarabuelo, llama-do “Kron”. Después mi bis- abuelo, también “Kron”, para no cambiar. Después de varios Krones más, abuelo y padre, salí yo. Por lo visto soy rara. Hembra. Ahhh, lo más importante, que se me olvidaba, soy un “ácaro”, ¿o quizás debo decir, una “ácara”? Sor-presa, ¿ehhhh?

Os contaré mi vida. Hace 45 años, el dueño del piso 17, Joxe, y su mujer Agur, fueron al hospital San-tiago, por unas manchas que observó en su brazo. El dermatólogo dictaminó que era una alergia. Lo que siguió fueron 35 pinchazos de verdaderas porquerías, cada cual más asquero- sa, que produjeron en su brazo otras tantas rojeces por reacción del cuerpo de Joxe.

Una de las rojeces, la más potente con forma de colina marciana, es decir roja-roja, era la correspon-diente a un pariente mío. Es decir, un ácaro. El doctor, cuyo nombre no recuerdo, dictaminó:

- Alergia a los ácaros.

Vuelta a casa. A Mondragón. Recomendaciones, quitar todas las alfombras de la vi-vienda. Dormir sin pijama, que para los ácaros es una especie de tienda de campaña, y calentitos, pican y pican.

Mi tatarabuelo, que pululaba en el laboratorio de porquerías para inyectar a los pacien-tes como el del 17, se resbaló y cayó sobre la chamarra de Joxe.

Joxe Murguia

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Así, llegó al 17.

Ahora ya sabéis la historia de mi familia. Yo, Hikaru, vivo feliz.

Como en la cama donde vivían Agur y Joxe no gastaban pijamas, nos hemos tenido que acomodar en la alfombra derecha. Y allí sigo yo. Por suerte no hicieron caso a eso de suprimir alfombras. En la alfombra azul, tengo una magnífica despensa. Sí. Escamas del pié. Son ricas ricas. Es equivalente al marisco de los humanos. Ja, ja.

Con el paso de los años, ya no molesto a los dueños del 17. Ni les muerdo, ni les creo alergia alguna. Menos mal que no sacuden las alfombras por la ventana, como la veci-na del 18. De lo contrario… En cuanto a la aspiradora, ya conozco los horarios y me da tiempo para subir al alféizar de la ventana y tomar mi ración semanal de vitamina D.

Estoy morena y saludable. Ja, ja. Lo que no cambia es mi imagen de “Txangurro”= Centolla, fea. Menos mal que soy minúscula, que si no ya me habían cocido y zampa-do con mahonesa. Ja, ja.

Durante las horas del crepúsculo, miro por la ventana del dormitorio. Ahora en el otoño veo a un “saguzaharra”=murciélago pequeñito, que caza y caza mosquitos. Al amanecer toman el relevo las numerosas golondrinas que desayunan “dípteros nema-tócenos”, o sea mosquitos.

Me estoy engañando a mí misma porque yo, Hikaru, no soy pesimista, pero resulta que desde marzo estoy en medio de una pandemia. La llaman la Covid-19.

Siguiendo las recomendaciones de no sé quien, a mi alfombra llega “gel hidroalcohó-lico” y no sé cuantos más potingues, que me van a matar. Deseo que la vacuna salga pronto, y pueda seguir disfrutando en el 17.

He sido feliz y espero seguir siéndolo.

Joxe Murguia


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¡Qué ilusión! Sin duda vendrá el después. Es más, será inevitable. Además, eso quiere decir que hemos dejado el presente. Este presente temeroso para unos, de dolor para otros, de insolencia y rebeldía para los demás. Sin

olvidarnos de los negacionistas, inconscientes de la gravedad que entraña contagiar o contagiarse.

Pero qué tristeza, que aunque ya estamos en el después, en el después anhelado, en el después deseado, no estamos todos. Y no es que estén tardando porque les ha pillado un atasco de tráfico, o cualquier otra causa y se retrasan. No, simplemente no están ni se les espera.

Claro que el después aún puede ser peor, puede que no aparezca, igual que mi aitona, ya no aparecerá, no habrá después para mi aitona, ya no habrá después con mi aitona. Solo me queda su recuerdo. Se quedó sin después, y yo, sin su después.

Hasta parece que estoy siendo pesimista, ¡Pero no! Estoy siendo realista.

Juan FelipeMarañón

VOLVERÁN EL NTES

Y EL

ESPUÉS

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¿Y a mí? ¿Me quedará después? ¿Y a vosotros? ¿Os quedará después? ¡Seguro que sí! Porque ahora soy optimista, sin dejar de ser realista. En esta guerra que mantene-mos con la Covid-19 sabemos cómo ganarla. Ella, la Covid-19, es un como un gran ejército, nos ataca de uno en uno, o en grupo, sin ningún miramiento, sin piedad. Tenemos que hacerle la guerrilla, parapetarnos, no exponernos erguidos, ella lanza su metralla a diestro y siniestro y no debemos estar expuestos. Resistiremos, vencere-mos, y así llegará sin duda el después.

Pero aunque estamos en el después, recordemos el antes. Acaso no nos deleitamos en numerosas ocasiones con los recuerdos, tirando de memoria. Si usamos la memo-ria para expresarnos, eso sin duda es el antes.

Seguro que nos reuniremos alrededor de una mesa saboreando un sabroso café, o una refrescante cerveza, disfrutando con esas personas que la pandemia nos alejó, nos retiró de la cotidianidad, para sin duda oír o decir:

- “Te acuerdas aquella vez…”

No solo los recuerdos del aitona, no solo las lecciones de vida del aitona, que no son pocas. Ahora que me falta el aitona, es cuando les doy verdadero sentido a sus frases, a sus dichos y a sus refranes. Son muchos otros los recuerdos que nos hacen esbozar una sonrisa, o nos enturbian la vista con una lagrimita.

Y el después de los pesimistas, ¡Ya no será como antes! Probablemente no, no será como antes, es posible que incluso sea mejor. Y si es peor, tendremos tiempo para mejorarlo.

Lo del aitona no puede mejorar no, él ya hizo mucho para que mejorara. Pero soy yo quien debe mejorar, quien debe aplicarse en poner en práctica la mayoría de los con-sejos que cada día me daba.

¿Y el antes, cómo puede volver el antes? Eso ni siquiera es utopía. Solo pueden volver a nuestra memoria los recuerdos. Los recuerdos de abrazos con nuestros familiares y amigos. Los recuerdos de las celebraciones, los brindis, las reuniones, las charangas, las cervezas compartidas, los cafés. Los recuerdos de los encuentros casuales con ese amigo que el día a día nos ha ido alejando.

Y no nos olvidemos del triste y ausente último adiós como el de mi aitona sin el calor de todos los que a lo largo de su vida compartieron con él: hogar, partida en el CSCM, banco de trabajo, cervezas, equipo, pupitre, charangas, abrazos y besos.

Más triste que el último adiós, es no poder darlo. ¿Cómo íbamos a saber eso antes? Ni siquiera el último adiós me dejaste dar a mi querido aitona. No solo te lo llevaste, maldito virus, también a mí me acechas, también a todos los demás amenazas y coartas sin dejarles disfrutar de la vida. Solamente nos dejas el dolor y la desidia, la tristeza y la amargura, la desolación y el temor.


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En mi ensimismamiento… me he quedado dormido con el último sorbo de café en la taza, ahora veo que ha ido a parar a mis pantalones. ¡Oh, vaya! ¡Qué mancha! Pero esa mancha no puede borrar de mi memoria el sueño que he disfrutado mientras derramaba el café en mi pantalón. Os cuento: El aliento de mi aitona era proyectado a mi rodilla después de aterrizar inesperadamente desde el columpio, barriendo con su enorme mano las partículas de arena incrustadas en mi piel. A la vez que mi llanto alertaba al resto de los niños. De la misma forma, segundos después, enjugaba las lá-grimas que surcaban mis mejillas. ¡Qué bálsamo, qué botica! fabricaba en un instante. El aire expirado desde su boca hacia mi rodilla, la pátina de amor que sus rudas manos de campesino aplicaban en mi piel rota. Esas palabras cauterizantes del dolor:

- ¡Hala que no ha sido nada! Luego mamá te cura con una tirita. -Y vuelta al columpio.

- ¡Agárrate bien! -Me gritaba.

Pero aún recuerdo muchas más cosas, incluso algunas que estaba equivocado, ¡bue-no! equivocado quizás no es la palabra.

¡Y cuando el maestro era yo! Con su primer móvil:

- ¿Cómo se hace…Arturito? -Y yo orgulloso con mil amores se lo enseñaba.

- “Qué no Aitona, así no, ¡así! ¡Bueno!

Y me daba las gracias con un beso.

Juan Felipe Marañón

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yLas pasadas navidades tuve una mezcla de sentimientos encontrados. Había per-

dido a la persona más importante de mi vida y no estaba para fiestas. La familia de Vitoria se ofreció para que pasásemos la Navidad con ellos. Yo me negué, no

quería amargar a nadie las fiestas.

Nuestra idea era estar solos mi hijo y yo con la compañía de Yako, el chihuahua de mi hijo, mi hija se encontraba de viaje. Pero mis hermanos, sobrinas y sobrinos de Bilbao no lo consintieron. Una sobrina vino a buscarme con su coche y la Nochebuena la pa-samos con mi hermana, sobrinos, sus esposas y el pequeño nieto de 3 años que fue la alegría de todos. Me prometí que mi casa no reflejaría pena ni tristeza y lo cumplí, los malos momentos los dejé para cuando estaba en la cama.

Navidad lo celebramos en casa de mi hermano, sus hijas, yernos, nietos, consue-gros… Estuvimos unas 20 personas, una mesa inmensa, pero lo más importante que estábamos juntos sin olvidad a los que ya nos dejaron para siempre. Por la tarde, un sobrino nos trajo de vuelta a Vitoria. Pasamos unos días familiares con mucho cariño y amor, todos me protegieron casi en exceso.

Este año, faltando pocos días para Navidad, todavía no sabemos las medidas a tomar, no aconsejan viajar, ni reunión con personas que no convivan, debemos cuidarnos las personas de riesgo y en especial, los mayores. Quizás pasemos la Navidad solos, o acompañados, no lo sé, pero siempre con ilusión y sobre todo con mucha esperanza.

Ojalá que el 2021 nos depare un año bueno en salud y también en economía.

Que Dios y la ciencia lo hagan posible.

Puri Dominguez

PASADOPRESENTE

PuriDomínguez


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Todo empezó de repente. Era el mes de febrero. En las noticias comentaban que en una ciudad china, Wuhan, no permitían salir a la gente de sus casas. Todo cerrado, hasta las fábricas. Confinaron a todo el mundo. Como ejemplo de la

dureza de las autoridades chinas, en nuestra retina permanece la imagen de la niña que lloraba angustiada porque quería ver a su madre, enfermera, a la que no permitían salir del hospital donde trabajaba. Y todo como consecuencia de un coronavirus, del que nada sabíamos. Pero era algo lejano. Nuestros “expertos” aseguraban que en España nada había que temer. Y eso que se hablaba de los primeros casos en Italia.

Lo que empezó como algo lejano, no sólo llegó a España rápidamente, sino que se extendió por “casi” todo el mundo. Sorprendentemente en el resto de China no se lle-gó ni mucho menos a la situación vivida en Wuhan, cosa digna de estudio.

Estamos en diciembre y la pandemia sigue con nosotros. Han pasado tantos meses que el antes se va quedando en el olvido. ¿Cómo era nuestra vida? La mía, como jubilada, era una vida más o menos tranquila. Podía salir a cualquier hora e ir a cual-quier sitio. Juntarme con la familia, con mis hijos y mis nietos, a los que podía besar y achuchar. Y juntarme también con los amigos. Y todo sin pensar en nada más que en disfrutar de esos momentos.

Vaya por delante que soy de las personas afortunadas que no ha tenido que llorar la pérdida de ninguna persona cercana como consecuencia del virus. Sé que muchas personas han vivido auténticas tragedias. No poder acompañar a un ser querido, ni en el hospital, ni, lo que es peor, en sus últimos momentos, tiene que ser duro de verdad.

VOLVERÁNEL

ANTESY EL

DESPUÉSÁngeles Lana

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Personalmente, tengo presente la fecha en la que todo empezó para mí. Cerraron las guarderías sin previo aviso y nos hicimos cargo de atender a nuestro nieto más pe-queño que, con dos años sin cumplir, no podía quedarse “solo en casa” como el fa-moso niño de la película. Lo llamativo era escuchar a nuestros gobernantes decir que los abuelos, como personas de riesgo, no deberían cuidar de sus nietos. Les parecía que el teletrabajo era la solución. ¿Se atienden hospitales, almacenes, supermercados, transportes, y un largo etcétera, a través del teletrabajo? Pienso que muchas veces los que nos gobiernan necesitarían un baño de realidad. Su situación económica y laboral no es ni mucho menos comparable a la mayoría. Y eso se nota.

Mi pareja y yo decidimos quedarnos en el pueblo. Fue una decisión estupenda. El niño podía disfrutar del jardín y nosotros podíamos disfrutar del jardín y del niño, lo que hizo que el confinamiento duro que llegó fuese más llevadero. El día a día se me pasaba casi sin enterarme, ocupada de la mañana a la noche, rendida, pero a la vez muy contenta.

Pero lo que parecía que iban a ser quince días fue prorrogándose hasta alcanzar el mes de mayo. Pude mantener la cabeza ocupada también gracias al contacto que con nosotros mantuvo nuestra profesora del taller de l iteratura. A través del correo elec-trónico, se interesaba por todos, nos proponía distintos trabajos y cada noche, nos enviaba el capítulo de la novela por entregas “El silencio del virus”, que diariamente publicaba el Diario de Noticias de Álava. Hasta grabamos nuestros trabajos para Radio Siberia. Un lujo.

Y llegó lo que llamaron la desescalada, palabra que no conocíamos pero que ensegui-da aprendimos. Se trataba de que, poco a poco, tendríamos una mayor l ibertad. Para mí, la desescalada fue aún más entretenida. Nuestros nietos más mayores estaban deseando venir al pueblo. Llevaban más de dos meses sin salir de casa, con lo que eso supone. Necesitaban correr, jugar, aire fresco. Y nuestra casa les acogió y se con-virtió en una guardería, pero con niños de todas las edades. Fue un no parar durante unas cuantas semanas, pendientes de comidas, ropas, clases telemáticas... pero con la alegría y vitalidad que todo ello supone.

El verano pasó sin dejar de pensar en el virus, que no se fue del todo. Teníamos que seguir manteniendo distancias, procurar no tocar nada, lavarnos continuamente las manos. A pesar de las medidas, la situación empeoró al llegar septiembre. El uso de la mascarilla se hizo obligatorio. Las restricciones aumentaban. Sentíamos que todo empezaba de nuevo y se hablaba ya de la segunda ola. Y esta segunda ola ha traído un nuevo cierre de la hostelería, el toque de queda, la prohibición de reunirse más de un número determinado de personas, cada vez menor.

Me preocupa especialmente el virus, pero también la situación económica tan preca-ria que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia. Es muy grave. Todas las actividades económicas están relacionadas. Son como el juego de las fichas del dominó, que cae una y con ella van cayendo todas.


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Dentro de este panorama, la buena noticia ha sido que los niños han podido acudir a las guarderías y las escuelas. Parece que en general no contagian ni se contagian como en un principio se creía. Es una maravilla cómo se comportan, con qué respon-sabil idad. Son un ejemplo para todos.

Y no hemos llegado al después. Aún no se ve la luz al final del túnel. Cuando por fin superemos la crisis sanitaria, habrá que enfrentar la crisis económica. Muchos ya lo están pasando muy mal. Todos tenemos que arrimar el hombro, cada uno en la medida de sus posibil idades. Lo más importante es poner en marcha el contenido de palabras tan hermosas como la generosidad, la solidaridad. Unidos podremos salir de este bache. Está claro que todos nos necesitamos.

En un mundo ideal, además, los políticos se pondrían de acuerdo en lo importante.

Ojalá lo veamos.

Angeles Lana

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CORONAVIRUS

Ayer me abandonó mi seña de identidad,la sonrisa que me cosió mi madre cuando me paria.

Con tierra y agua, forjé el puentedonde cada día cruzaba con orgullo pensando hacer lo correcto,ahora mi autoestima ha sido arrastrada por el lodo del temporal.

Esos zapatos de tacón que se acomodaban a mi pielcuando necesitaba poner un 10 en mi l ibro de notas,los he guardado entre los periódicos que tienen algo

sobre mis presentaciones, ya no me parecen tan importantes,

He perdido un trozo de mi vida y parte de mi sangre,que me ha dejado una herida que me atraviesa el pecho y no puedo taponar.

Y el espejo que cada mañana me decía...Adelante que tu puedes!!!

me lo han cambiado por uno que distorsiona,y no sé cuál es la realidad que el puñetero espejo trata de proyectar en mi mirada.

Caminaré descalza entre el pasado y el presentehasta encontrar mi punto de partida.

Forjaré el puente con barro cocido para que aguante otra envestida, que seguro la habrá.

Taponaré mi herida con sonrisas pespuntadas,como la que me cosió mi madre, pero ahora con doble hilo.

Los zapatos, dudo que me los vuelva a poner,imposible acomodar su música a mi música.

Y qué hago con este espejo infiel...

Pienso dividirlo en diminutos trozos, servirán para hacer un caleidoscopioque sea capaz de hacerme sentir viva cada mañana... Diciéndome...

“ADELANTE QUE TU PUEDES“

Aurora Nieva

E N T R E AY E R Y H O Y

Aurora Nieva


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Lo primero que se percibe en ella nada más entrar, es la claridad. La ventana por la que penetra es grande. No tiene persianas, ni contraventanas, y las cortinas siempre están descorridas. De día y de noche.

Ahora, estoy tumbada en la cama de mi habitación. Agotada y dolorida. El aseo diario es una tortura. Jesús me ayuda. Bueno, no me ayuda, realmente lo hace casi todo. En la ducha, mientras enjabona, aclara y seca mi cuerpo, me pone las bragas y el cami-són, me cuenta anécdotas triviales y me hace alguna pequeña broma. Él hace todo lo que puede para que esas rutinas diarias sean más fáciles para mí. Pero yo siempre he tenido poco sentido del humor, así que muchas veces no le veo la gracia.

A veces, la vida, nos da cosas que nunca nos habríamos imaginado. Cosas que nunca nos habríamos planteado y por supuesto, cosas que nunca quisimos que nos pasaran. Pero pasan. Y entonces ves cómo una gran losa te cae encima y todo se hace añicos. Cuando estás rota por dentro, cuando sientes un dolor muy fuerte y que la fuerza te abandona, cuando casi no puedes seguir, viene alguien que te quiere mucho y te dice:

- “Eso es que tenías que tenías que parar”, “las cosas siempre pasan por algo, aunque no sepamos porqué”, “algo bueno está por llegar”.

Al oír esto, pienso que no tiene mucho sentido. No entiendo por qué esta situación, que no me permite ni andar, pueda ser algo bueno para mí. Y todavía estoy esperando lo bueno que dicen que viene después. Yo estaba muy a gusto con mi vida, no quería cambiar nada. Sí que anhelaba tener más tiempo libre para poder hacer otras cosas. Pero no a este precio. Lo malo de vivir esta situación, es no tener la certeza de que será pasajero. Que todo mejorará y podré recuperar mi vida, así, sería más fácil acep-tar el hoy. Pero la verdad, es que no pinta bien.

Entonces te preguntas, ¿va a ser así para siempre…? Sientes en tu alma que, así, no podrás seguir. Que ya nada tiene sentido. Que ya nada merece la pena.

Sigo tumbada en la cama, por la ventana, llegan del exterior sonidos que apaciguan mi espíritu, sonidos que, como nanas, acunan mis temores y mis miedos dulcificán-dolos, y me hacen sentir que formo parte de la vida. Niños jugando en el río, el canto de los pájaros, el murmullo de las hojas mecidas por el viento. Oigo todos los ruidos cotidianos de la vida de un pueblo, la vaca que muge, el tractor que pasa por debajo de casa, las conversaciones de los paseantes.

L A H A B I TA C I Ó N Q U E M E J O R

ME CONOCEMari Cruz Beitia

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Veo el cielo cambiante que me anuncia el paso del tiempo, del día a la noche. Veo la luz tamizada por las hojas que entra en la habitación llenándola de luces y sombras siempre en movimiento. Siento el calor del sol en mi piel, que me invita a participar de la vida y veo como poco a poco empiezo a sentir querencia por continuar, por recuperar lo que dicen que he perdido.

También escucho mucho la radio. Las noticias del día, a primera hora. No son nada buenas y no tienen pinta de mejorar. Informan detalladamente, como la pandemia del Covid-19 está volviendo loco al mundo. Las muertes, los contagios, los ingresos en los hospitales crecen de día en día. El dolor y la inseguridad por todo, por todos, en especial por los míos, me crea una angustia que no quiero que me invada durante todo el día. Por lo cual, siempre escucho música. Me relaja y permite que mis ensoñaciones sean más positivas.

En la soledad de mi habitación, donde tantas horas he pasado, donde tanto he llorado, con el paso del tiempo he aprendiendo muchas cosas.

He aprendido que rendirse es de cobardes y que los valientes son capaces de casi todo. He aprendido a decirme que puedo conseguir lo que me proponga. A templar mis miedos. A creer en mí. A currarme todo lo que me dicen los fisios, y a demostrar-me de lo que soy capaz. He aprendido a valorar más las cosas y no dejar que la vida se me escape. Que puedo llorar, pero que las sonrisas valen mucho más. Que la vida es demasiado corta para perderla en causas que no merezcan la pena. He aprendido que, si quieres, nunca terminas de aprender.

Mari Cruz Beitua








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